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Armas de la Grecia antigua

Los guerreros más antiguos de la antigua Grecia de que nos hablan los
escritores griegos Heracles, Peripheto, Teseo y Ereuchalion, llevaban pieles
de animales silvestres y por arma, la maza. Esta nación ingeniosa recibió
con ansia las lecciones de sus maestros y perfeccionó bien pronto tanto sus
armas como sus artes.

La maza no estaba ya en uso cuando se produjo el sitio de Troya pero sí


todas las demás armas pues allí se ven los locrios con hondas hechas de
lana; a Teucro tendiendo su arco encorvado al abrigo del escudo de Áyax y
a todos los guerreros lanzando al instante sus picas y combatiendo después
con la espada, que llevaban en un cinturón atravesado como bandolera y
cayendo sobre el muslo. Vemos a Agamenón echar al hombro su espada
adornada de clavos de oro, con una vaina de plata atada con correas de oro.
También una especie de cuchillo o puñal, que puede ser que sirviese menos
para los combates que para los sacrificios, pero el hacha se empleaba para
uno y otro uso. La mayor parte de estas armas eran de cobre y había pocas
de hierro. Con todo, los héroes Griegos y Troyanos no desdeñaban la más
antigua.

El jefe de los Griegos combatía con la lanza, la espada y grandes piedras.


Héctor, herido por Áyax, se aparca, coge con su robusta mano un gran
guijarro negruzco, lo arroja, da con él en medio del vasto escudo de su
enemigo y resuena en el cobre el golpe terrible. Áyax entonces toma una
piedra mucho mayor y dándole una vuelta en el aire la tira con toda su
inmensa fuerza y semejante a una rueda de molino, rompe el escudo, hiere
en las rodillas al héroe y le derriba. Otros muchos emplearon el mismo
arma o padecieron sus efectos.

Armas defensivas
Las armas defensivas eran:
la coraza de cobre o de tela, cubierta algunas veces con la piel de una fiera
y con diversos adornos la mitra el ceñidor de planchas de cobre, el casco de
piel de perro marino, de toro o de comadreja, habitualmente con un
penacho de crines de caballo y atado por debajo de la barba con una correa,
aunque los guerreros más jóvenes lo llevaban sin cono y sin penacho el
escudo redondo u oblongo, que cubría todo el cuerpo, estaba hecho con
varias capas de cuero de buey y cubierto de planchas de cobre o de estaño.

El escudo de Eneas tenía dos planchas de cobre, otras dos de estaño y una
de oro. El de Néstor era enteramente de oro y con la embrazadura del
mismo metal; éstas eran dos: una se ataba al hombro izquierdo con una
larga correa que rodeaba el cuello y cubría el pecho y los dos hombros y el
otro se ponía en la mano o brazo izquierdo y cuando no se servían de él se
echaba atrás, como Áyax retirándose de delante de los troyanos o como
Héctor yendo al combate. El de este guerrero tocaba con el borde del cuero
por un extremo el tobillo del pie y por el otro el cuello; también los había
de menor tamaño y se daban a los menos valerosos.
Las cnémidas o botines de cobre se ataban con corchetes y algunas veces se
hacían estas armas de una composición de muchos metales.

Armas por pueblo

En los siglos siguientes los griegos conservaron el uso de todas sus armas:
cada pueblo las adoptó en todo o en parte, e hizo diversas variaciones,
según sus instituciones, sus artes, sus riquezas, sus costumbres y su
carácter:
Atenas y Lacedemonia las tuvieron de todos los tipos: las de los hoplitas
eran la pica, la espada, el casco, el escudo redondo u oblongo, la coraza y
los botines las de los Palos, el dardo, el arco y la flecha, la honda y también
el palo y las piedras la mayor parte de los etolienses usaban de la armadura
psila o ligera las de los Peltastas eran el dardo más pequeño que la pica y la
sarisa y más pesado que el de los psilos, el casco y el bonete Lacedemonio
o arcadio y los botines y la coraza de malla o de anillos delgados, el pelta,
pequeño escudo y ligero, redondo o cuadrado, del que esta especie de
tropas había tomado el nombre; la media coraza y la mayoría de las veces,
un ligero casco.
La espada de los espartanos era corta. Cuando la pica dejó de ser arma
arrojadiza se hizo más larga. Las de los griegos excedían a las de los persas
en las Termópilas. Las hubo de diferentes tamaños; la más pequeña no
debía pasar de ocho codos.
En el combate de Pylo los lacedemonios tenían corazas de fieltro o de lana
abatanada y llevaban también sobre sus cascos gorros de fieltro, semejantes
a los de los arcadios. En la guerra de Mesenia los que no ceñían ni coraza
ni escudo (los arcadios de las montañas especialmente estaban en este
caso), se cubrieron con pieles de cabra, de carnero o de bestias salvajes. En
la batalla de Mantinea los hoplitas arcadios tenían maza como los tebanos.
Los beocios, cascos que cubrían enteramente la cabeza y el cuello y no
impedían la vista.
Ifícrates hizo grandes mutaciones en las armas de los Atenienses (360 a.
C.) que hasta su tiempo se habían servido de escudos terribles y difíciles de
manejar y los redujo al solo grandor suficiente para cubrir el cuerpo y a la
ligereza necesaria para moverse con ellos a todos lados. Como este escudo
se parecía al pelta, los hoplitas tomaron entonces el nombre de Peltastas.
Contraría mutación practicó Ifícrates con la pica y con la espada,
aumentando aquella un tercio y ésta casi la mitad y como la experiencia
comprobó las ventajas, se hizo célebre la invención de este General.
Dispuso también dar al soldado un calzado más ligero y cómodo que se
llamó iphicratico y mudó también las corazas de cobre en corazas de tela,
cubiertas de planchas de hierro en forma de escamas.
Los macedonios, armados como los otros griegos, se distinguían en la más
perfecta dimensión de sus escudos y en sus picas llamadas sarisas: aquellos
eran redondos, de cobre, medianamente cóncavos, de ocho palmos de
diámetro y la concavidad de tres. La sansa debía ser de dieciséis codos pero
no tenía en efecto más que catorce.

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