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Literatura Colonial Hispanoamericana

Núñez Miranda Ana Karen

Grupo: 1501

El procedimiento retórico en Grandeza mexicana

¿Qué hace a una persona decir lo que dice, hacer lo que hace y pensar lo que
piensa? ¿Qué hace a una persona ser lo que es si no es por un motivo, una meta?
¿Qué mueve a una persona si no son sus pasiones, deseos y aspiraciones? ¿Qué
es un mensaje, un discurso, si el interlocutor no busca decir algo? Si las palabras
son el medio, ¿qué hay detrás de ellas?

Cuando el bachiller Bernardo de Balbuena describe en Grandeza mexicana


(1604) distintos aspectos de “la famosa ciudad de México”, cuando la nombra “la
ciudad más rica”, cuando menciona que sus materias primas son superiores a las
de Venecia, Pisa y Luca; cuando expresa su felicidad de estar en México, ¿le
habla a Doña Isabel de Tovar y Guzmán? ¿Se lo cuenta por petición de ella? ¿Es
esa la misma intención que lo lleva a escribir estrofas como esta?

entre el menudo aljófar que a su arena


y a tu gusto entresaca el indio feo,
y por tributo dél tus flotas llena,
de mi pobre caudal el corto empleo

recibe en este amargo, do presente


conozcas tu grandeza, o mi deseo
de celebrarla al mundo eternamente. (de Balbuena, 1604, p. 119)
¿O es que la presentación de México y sus cualidades, rasgos, personas y
costumbres son en realidad un discurso con otra intencionalidad? ¿Qué es lo que
de verdad se logra con palabras así: “dando a su Imperio y ley gentes extrañas /
que le obedezcan y añidiendo al mundo / una Española Isla y dos Españas.” (de
Balbuena, 1604, p. 68)? ¿Cuál es el propósito del bachiller Bernardo de Balbuena
al escribir en un principio la encomienda de Doña Isabel de Tovar y Guzmán y
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terminar alabando a su España y al gran Imperio que logró ganar las Indias? ¿Hay
algo que no estamos viendo?

Estudioso tanto de la cultura mexicana como de la española debido a su


crianza e historia, Bernardo de Balbuena, con el ejemplar uso de la poesía
barroca, se dedica a plasmar en México una grandeza digna de una colonia de
España. Con conocimientos de los clásicos: “La antigua Grecia, llena de escultura,
/ celebre sus soberbios edificios / y de los tirios muros la hermosura; / y a la
bárbara Menfis sus egipcios / ennoblezcan de blanco mármol pario, / precioso en
pasta y rico en artificios;” (de Balbuena, 1604, p. 71), descripciones con metáforas:
“las espumas de aljófares se erizan / sobre los granos de oro y el arena / en que
sus olas hacen y deslizan;” (de Balbuena, 1604, p. 93) e informes a manera de
metonimias: “dejo la Caja del Real Tesoro, / donde sus llaves guardan más
riqueza / de fe y lealtad que no de plata y oro;” (de Balbuena, 1604, p. 100), el
autor logra ver una serie de “rasguños” (como él los llama) de una ciudad que lo
cobijó, en la que vivió y en la que, ciertamente podemos decir, su nacionalidad le
influyó; sin embargo, de la que no se sintió parte de.

Es cierto que mucho hay de interpretación en un texto literario y quizá


mucho más en uno poético, pero si la elección de palabras fue un trabajo riguroso
para el escritor, es la tarea del lector cuestionar dicha labor. Porque, ¿puede el
azar y las coincidencias dictar el orden en que cae cada palabra pensada por el
autor? ¿Puede el momento haberle dado al bachiller Bernardo de Balbuena la
“inspiración” de escribir “¡Oh, tú, heroica beldad, saber profundo / que, por milagro
puesta a los mortales, / en todo fuiste la última del mundo!” (de Balbuena, 1604, p.
62) sin haber otra intención más que resaltar su belleza? ¿Sin haber,
indudablemente, propósito alguno de querer resaltar la conquista, el hallazgo de
tierra en un viaje de largos días, el haberse “civilizado” hasta que España llegó?

No se trata, así, de negar el cumplimiento de lo que Doña Isabel de Tovar y


Guzmán en relación de amiga le pedía al bachiller. Pues Bernardo de Balbuena sí
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encarna, en un largo poema de ocho capítulos y un epílogo, lo más brillante,


nuevo y distintivo de lo que era la ciudad de México para alguien quien, con las
ansías de saborear cada rincón, costumbre y saber, pidió hallar un motivo, una
emoción, un sueño que alimentara una armonía prometedora.

No obstante, la obra pareciera tener también la intención de relatar una


historia. Parte del origen como quien parte del nacimiento de un personaje, exalta
sus fortalezas y virtudes, embellece el paisaje, adorna al hombre y sus creaciones,
hace mención de defectos y decadencias sin perderse mucho en ellas… Habla de
México y sus maravillas como si de hablar de una rosa en un desierto se tratara:
sorprendente, curioso y atractivo. Pues, ¿qué otra cosa podría ser si México fue la
nueva ciudad que proveyó a España de tributos y riquezas? “¿Qué gran Cairo o
ciudad tan peregrina, / qué reino hay en el mundo tan potente, / qué provincia tan
rica se imagina / que baste a tributar continuamente / tantos millones, como desta
sola / han gozado los reinos del Poniente?” (del Balbuena, 1604, p. 111).

Si Bernardo de Balbuena escribió este texto únicamente para Doña Isabel


de Tovar y Guzmán no es del todo seguro de afirmar. Si lo escribió para enaltecer
solamente todo lo que a México lo conforma es una cuestión que quizá se podría
profundizar. Si usó algunos procedimientos que la literatura y poesía del Siglo de
Oro añadían a sus características la mayoría de las veces es algo que sólo el
autor nos podría explicar. En el entretanto, este ensayo, no tiene nada más que
declarar.

Referencias

Bernardo de Balbuena. (s. f.). Real Academia de la Historia. Recuperado 23 de

octubre de 2022, de https://dbe.rah.es/biografias/4642/bernardo-de-

balbuena
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Núñez Miranda Ana Karen

Grupo: 1501

de Balbuena, B. (2013). Grandeza mexicana. (1a ed.). Biblioteca Nueva.

https://laresolana.files.wordpress.com/2016/03/8-1-balbuena-grandeza-

mexicana.pdf

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