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República Bolivariana de Venezuela

Ministerio del Poder Popular para la Educación


U. E.P. Colegio Mater Dei
Educación Media General
Año Lectivo: 2021 – 2022
Soberanía
4to Año Sección A

LA SOBERANÍA COMO RESPONSABILIDAD

Alumna: Paula Carolina Vargas da Costa


Profesor: Rafael Moreno

San Antonio de los Altos, 25 de octubre de 2021


LA SOBERANÍA COMO RESPONSABILIDAD

Para poder comenzar a hablar de soberanía, sería necesario considerar su noción


conceptual. Sin embargo, es difícil encontrar una definición que no genere polémica y sea
aceptada por todos. A esto debemos sumar los diferentes aspectos que algunos autores
resaltan por sobre otros, consecuentemente el sentido que se le dará al concepto de
soberanía estará inevitablemente influenciado por múltiples factores. Por todo lo antes
expuesto, estamos ante un concepto variable, delimitado necesariamente según quien lo
defina y el contexto histórico en el que sea definido.
De allí que, en este ensayo, no se intentará conceptualizar el término soberanía, sino
que nos enfocaremos en hacer un análisis del artículo propuesto y escrito por Francis Deng.
Aunque, simplemente con fines didácticos y para ayudar a la comprensión del análisis que
a continuación se presenta, solo señalaremos que etimológicamente el término soberanía
significa “cualidad que tiene el soberano”.
En el artículo, Francis Deng nos introduce en el contexto democrático al destacar
que la soberanía es el poder que el pueblo tiene en un Estado, determinado por la voluntad
del ciudadano, siendo éste la máxima autoridad que existe dentro de ese Estado. Sin lugar a
duda, la soberanía recae en el pueblo y pasa por el ejercicio del voto popular. A través del
sufragio, los ciudadanos elegirán a sus representantes (llamados gobernantes), en quienes
delegarán facultades para que ejerzan la soberanía por ellos.
En tal sentido, las leyes de un país establecerán el marco jurídico en el cual se apoye
la soberanía, expresada por la vía del sufragio, para la designación de quienes serán los que
representarán la soberanía de la nación.
Indiscutiblemente, la titularidad de la soberanía pertenece al pueblo, por lo que la
soberanía de una nación no puede adjudicarse a un solo individuo, pues aun cuando cada
individuo forma parte de la nación, debe compartir la soberanía con los demás integrantes
de esa nación, ya que como individuo particular no puede atribuirse la soberanía como
propia. Asimismo, cada persona tiene la responsabilidad como ciudadano, por un lado, de
asumir el ejercicio de la soberanía de forma consciente y sin intereses personales
mezquinos, y por el otro, supervisar el ejercicio de la soberanía que le fue delegada
temporalmente a sus representantes, todo orientado al bien común.
Por otro lado, el artículo nos conduce hacía otro de los aspectos de soberanía,
refiriéndose a que es ejercida por el Estado sobre un territorio determinado, a través de la
de autorregulación y autodeterminación, destacando la condición de inviolabilidad y a no
ser perturbado desde el exterior. Entendida así, la soberanía es entonces la independencia
de cualquier Estado para controlar sus recursos y crear sus leyes sin la intromisión o
coerción de otros Estados.
Esto supone el fundamento de libertad e independencia contenido en la
conceptualización de soberanía, y que pasa por el reconocimiento mutuo de la identidad de
los diferentes Estados, así como el reconocimiento del derecho a trazar su propio destino,
respaldado por el principio de autodeterminación de los pueblos.
Al mismo tiempo, sobresale en el artículo que el Estado tiene la responsabilidad y la
obligación de realizar las tareas que se esperan de un gobierno efectivo, como garante de la
soberanía. Como puede advertirse, las ideas que plantea Francis Deng conducen a entender
a la soberanía, no como un derecho, sino como la responsabilidad u obligación de orientar
las funciones del Estado hacia el bienestar de la población. No obstante, en el caso de no
poder o no querer cumplir con esa responsabilidad-obligación, se autorizaría la intervención
de otros Estados con fines humanitarios y con el apoyo del derecho internacional.
Visto de esta forma, la protección humanitaria pasaría a convertirse en una
obligación de actuar en función de la responsabilidad compartida a proteger las poblaciones
vulnerables, por lo que dejaría de lado la visión del principio de protección como solo una
difusa posibilidad de ayuda. En este contexto, y ante la inactividad o incapacidad de un
Estado a satisfacer las necesidades de sus ciudadanos, o ante cualquier dificultad, la ayuda
internacional puede ser solicitada voluntariamente por el Estado o, por el contrario, puede
ser impuesta por la Comunidad Internacional sin considerar la voluntad de ese Estado.
Esta nueva concepción de la soberanía implica desechar la idea según la cual
cualquier Estado podría hacer dentro de sus fronteras lo que quisiera, amparado en el
principio de no intervención, ya que el no cumplimiento de esta responsabilidad debilita, no
sólo la legitimidad, sino también la autoridad interna y externa del Estado en cuestión. El
dilema consiste en determinar cuándo un Estado puede o debe intervenir sobre otro para
proteger a los ciudadanos amenazados dentro de ese otro Estado.
En la actualidad, la noción básica de soberanía no debe ser solamente interpretada
en términos tradicionales de autoridad, poder o control, sino que se hace necesario
redefinirla para entenderla como un conjunto de obligaciones o responsabilidades
destinados a proteger a la población de un Estado.
En definitiva, soberanía es un concepto que evoluciona, se redefine y se adapta
constantemente. Aunque la soberanía se aplique en diferentes ámbitos, queda claro que los
Estados deben estar al servicio de sus pueblos, y nunca lo contrario.

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