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2
CRÉDITOS
Traducció n
Mi r & K a r ik a i

Correcció n
K ari k ai

Diseño
M or eli n e

3
Índice
SINOPSIS 5 13 145 29 443

PREFACIO 7 14 160 30 470

PLAYLIST 9 15 172 31 482

PRÓLOGO 12 16 192 32 502

1 17 17 211 33 514

2 22 18 231 34 534

3 29 19 241 EPÍLOGO LEM


549
4 44 20 252
EPÍLOGO FELIX
5 54 21 277 565

6 61 22 301 EXTRA 578

7 73 23 314 NOTA DE LA
AUTORA 588
8 81 24 337
PRÓXIMO LIBRO
596
9 92 25 362

SOBRE LA
10 104 26 377
AUTORA 597

11 113 27 400

12 132 28 421 4
SINOPSIS
Monstruo.
Así es como me dicen.
Cierra tus puertas, abraza fuerte a tus
seres queridos. El Escultor anda suelto.
Excepto que no estoy suelto. Fui atrapado.
Los días en los que permitía que mi depravación interior se descontrolara
han terminado. He sido enviado a prisión para siempre, algo así como una
celebridad en este infierno oscuro y húmedo al que llaman la
Penitenciaría de Alabastro.
Lo único que me queda para ofrecer al mundo es mi historia, y
desafortunadamente para mí, el alcaide tiene el resto de mi vida para
sacármela.
Ser pinchado y punzado, examinado y analizado no es algo que disfrute
mucho. Hasta que lo envían a él...
El nuevo médico está aquí para estudiarme a mí y a mis crímenes. Y estoy
empezando a creer que no somos tan diferentes como parece. Él anhela el
conocimiento de la misma forma que yo anhelo la sangre de mis víctimas.
A pesar de su naturaleza robótica, hay algo sobre él... Algo que quiero.
Pero deberé tener cuidado de no asfixiarlo hasta la muerte.
Después de todo... es lo mío.

5
Para Marcus, Ben y Henry.
Y para todos los malditos psicópatas amantes de
los crímenes reales que hay por ahí.
Recuerden... Ser raro es buenísimo.

¡Qué vivan ustedes!

6
PREFACIO
B
ueno, aquí estamos, reclusos. ¡Se acabó el permiso y
estamos de vuelta tras las rejas!
Permítanme comenzar diciendo que este es el libro que
he estado esperando escribir durante casi toda mi carrera.
Siendo una gran fanática de los crímenes reales, con una fascinación
insaciable por los asesinos en serie, he sabido desde el primer día que Felix
Darcey sería mi personaje favorito de todos los tiempos.
¿Qué significa esto para todos ustedes? Bueno, supongo que eso
depende.
Están aquí, lo que significa que lo más probable es que hayan leído
los volúmenes uno y dos sin mucho problema. Pero como he dicho antes,
cada uno de los libros en esta serie son tremendamente diferentes entre sí.
Distorted fue la paranoia, Joyless fue el limpiador del paladar angustioso y
abrasador, y ahora... Estamos entrando en la mente de un sociópata
despiadado.
Desde el principio, puedo decirles que habrá muchos temas
explorados en este libro que podrían ser extremadamente desencadenantes
para algunas personas, como gráficas representaciones de asesinato,
tortura, acecho, violación, pensamientos suicidas, menciones de agresión
sexual infantil, no de los personajes principales, y básicamente cualquier
cosa que se podría esperar de un personaje literalmente sin empatía.
Permítanme decirlo de nuevo: Felix Darcey es un sociópata. No siente
remordimiento por sus crímenes, aunque eso no quiere decir que no sienta
nada. Ciertamente lo hace, ya que es un personaje muy complejo. Pero este
es un hombre que mata humanos que no merecen morir y no se arrepiente.
Si eso parece algo que les molestará, es posible que deseen
reconsiderar esta lectura. 7
Fuera de lo que he mencionado, estoy segura de que pueden adivinar
los otros tipos de cosas que nuestros personajes explorarán aquí... Es un
gran lío sangriento, así que de nuevo, si eso no es lo suyo, aléjense.
Además, solo quiero mencionar que el diseño de este libro es bastante
único. Sigue la línea de tiempo de Joyless, y debido a eso, podemos
experimentar con algo de lo que Felix Darcey estaba lidiando antes de que
el doctor Love siquiera entrara en escena. Este libro es de combustión lenta,
contiene una gran cantidad de análisis sobre el funcionamiento de lo que
hace que El Escultor sea quien es. Así que mi consejo, como siempre con
mis libros, es entrar con la mente abierta, y no esperen que este los golpee
igual que como los demás.
Es su propio animal.
Qué más se puede decir sino amarrarse, agarrar un balde, un poco de
Tylenol y algunas baterías de repuesto.
Es hora de esculpir.

**Tener en cuenta que este es un trabajo de FICCIÓN. De ninguna


manera la autora aprueba las actividades o temas discutidos en este libro.
Estar intrigado por algo en un amplio alcance no significa que realmente
quieras que suceda. **

8
PLAYLIST
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C a n c i ón O f i c i a l d e B r a i n w a s h e d : C r a z y I n
Love - Eden Project

Trouble - Hope Sandoval & The Warm Inventions


Prisoner - 311
Let Me Out - Future Leaders of the World
Sick Boy - The Chainsmokers
Personal Jesus - Depeche Mode
Night Crawling - Miley Cyrus & Billy Idol
Heart-Shaped Box (Acoustic) - Underoath
Scissorhands - Maggie Lindemann
Crawling - Dream State
blood - nothing, nowhere. & KennyHoopla
The Speed of Pain - Marilyn Manson
Never Let Me Down Again - Depeche Mode
Ballad of Dwight Fry - Alice Cooper
Ted Bundy - Theory of a Deadman
Can I Exist - MISSIO
Calling Dr. Love - KISS 9
Vicious Pastimes - House of Harm
Psycho Killer - Talking Heads
On My Own - The Used
Blue Monday - New Order
Policy of Truth - Depeche Mode & Francois
Kevorkian
Outside (Live) - Staind
Birdcage - Holding Absence
Everybody Wants To Rule The World - Tears For
Fears
Enjoy the Silence - Depeche Mode & Daniel Miller
STITCH ME UP - Point North
Easy - Troye Sivan
Fix You (Live) - Sam Smith
Redbone - Childish Gambino
Can’t Get You Out of My Head - Johnny Goth
Ghost - Ryan Caraveo
Loveless - PVRIS
On The Run - Timecop1983
Mad World - Palaye Royale
Strangelove - Depeche Mode
Into Your Arms - Witt Lowry & Ava Max
It’s My Life - Karizma Duo
Afterlife - Holding Absence
5150 - Machine Gun Kelly
Heavenly - Broadside
When I’m With You - Sheriff
Fade Into You – Inhaler 10
“Creo que de alguna manera quería que terminara,
incluso si eso significaba mi propia destrucción”.
—Jeffrey Dahmer1

1
Jeffrey Dahme: Jeffrey Lionel Dahmer, apodado El Caníbal de Milwaukee, El Carnicero
11
de Milwaukee o El Monstruo de Milwaukee, fue un asesino en serie estadounidense
responsable de la muerte de 17 adultos y niños varones entre 1978 y 1991.
PRó LOGO
N
o creo necesariamente en Dios, y nunca he creído en la
intervención divina.
Pero desde el momento en que vi a Kieran O’Malley,
supe que estaba destinado a matarlo.
Se preguntarán, qué lo diferenciaba de mis otras víctimas.
Nada en particular. Era un criminal despiadado, como yo. Tal vez no
sufría de las mismas aflicciones... Tal vez sus gustos variaban de los míos.
De hecho, sé que lo hacían.
Porque hizo algo para condenarse a este infierno insoportable que
llaman la Penitenciaría de Alabastro que yo nunca haría. Algo entre mis
crímenes y donde trazo una línea innegociable. Algo que lo segrega de
aquellos que nacimos de esta manera, y los que toman una especie diferente
de placer insuperable al matar.
Asesinó a un inocente. Un niño.
En ese sentido, supongo que es similar a muchos de mis otras
víctimas. Él era como la mayoría de los lunáticos depravados que se
encontraron con mi cuchillo, en el sentido de que no podía controlarse
cuando se trataba de aquellos que no podían defenderse.
No estoy seguro de creer que la conciencia, o alguna forma diminuta
de empatía, sea lo que me separa de ellos. Hay personas que creen eso… a
mí ciertamente me gustaría estar de acuerdo con ellos, pero nunca he sido
de los que refuta necesariamente lo que he hecho.
Sé, sin embargo, que no es muy divertido matar a alguien que ni
siquiera se ha desarrollado completamente todavía, cognitivamente y
demás. ¿Qué dice la Biblia? Cuando era niño, hablaba como un niño,
actuaba como uno. 12
Aun así no soy religioso. Solo leo mucho.
No, lo que hizo que Kieran O’Malley fuera una especie diferente de
matanza para mí fue el cómo del asunto.
La razón por la que pude matarlo.
Solo había estado residiendo en la Penitenciaría de Alabastro durante
cuatro días antes de conocerlo. Por alguna razón, el alcaide tomó la decisión
de mantenerme separado del resto de los presos, pero no creo que fuera
necesariamente porque soy más peligroso. Era casi como si me estuviera
manteniendo en un pedestal; como un nuevo tesoro brillante, que se guarda
en su propia bóveda. Y como no soy tonto, no me hizo sentir especial. Me
enojó muchísimo.
Siempre he valorado la interacción humana, aunque seré el primero
en admitir que no soy muy bueno en eso. Aun así, me he pasado la vida
persiguiéndola, como un autoritario adolescente necesitado, y cuando
finalmente capturo un poco, por lo general termino apretando demasiado
fuerte.
Pero ese no es el punto que estamos tratando en este momento.
Odio estar solo, y mi maldición es que siempre termino así,
especialmente ahora que estoy en esta isla desolada; la soledad
personificada.
Siempre asumí que algún día terminaría en prisión, pero nunca en
mis pesadillas más salvajes podría haber anticipado un lugar como este. Y
debido al circo mediático que me rodeó en mis últimos días de libertad, entré
en la Penitenciaría de Alabastro como el chico nuevo que acaba de mudarse
a la ciudad. El que tiene una reputación.
Todos los demás reclusos estaban inmediatamente ansiosos por
demostrar su valía alrededor de mí. Demostrar que eran más duros, o más
peligrosos, supongo. Quizás querían impresionarme. ¿Quién sabe? Pero
hicieron mis primeros días aquí bastante interesantes.
Una mañana, me sacaron de mi celda privada y me llevaron a la
cafetería principal para el desayuno. El guardia que me empujaba era gentil
en sus formas, algo que tenía que apreciar. Era un tipo grande y bastante
atractivo. Olía bien. Recuerdo inclinarme más cerca de él, robando
bocanadas de su esencia que se asomaba de los desordenados mechones de
cabello dorado, la oscuridad de sus ojos azules, casi negros en la luz poco 13
favorecedora.
Estaba tan ocupado mirándolo que apenas noté toda la conmoción en
la habitación por mi llegada. Hasta que él estaba usando su gran cuerpo
para bloquearme del peligro repentino sacándome rápidamente de mi
aturdimiento.
Los reclusos saltaban y corrían hacia mí, gritando y abucheando. Fue
un gran desastre.
No pude evitar la sonrisa que se posó en mis labios cuando el gigante
tatuado y rubio me protegió, dándome aún más oportunidades para olerlo,
y sentir sus músculos rozando varias partes de mi cuerpo.
Me sentí como una celebridad. La atención se me subió rápido a la
cabeza y tuve que cerrar los ojos para recordarme la verdad.
Realmente no te aman, Felix. Están fingiendo.
Quieren lastimarte. Todos lo hacen.
Algunos de los otros guardias se apresuraron a contener a los presos
rebeldes. Y luego el tipo más grande, el que está a cargo, y que ahora conozco
bastante bien como oficial Chevelle, controló la habitación con una voz más
fuerte que un trueno, Glock en mano, probablemente listo para disparar a
la siguiente persona que se moviera.
Esa persona era Kieran O’Malley.
Pero no corría hacia mí de la misma manera que los otros animales.
Más bien, había abordado al recluso más cercano a él, abalanzándose sobre
él mientras lanzaba golpe tras golpe a su cara, antes de que nadie pudiera
reaccionar.
Recuerdo que me sorprendió lo rápido que se movían sus puños.
Rápidos como el fuego, los golpes volaban de sus brazos como las alas de
un colibrí, con una sonrisa enfermiza en su cara todo el tiempo. Era
fascinante.
Para cuando un guardia diferente lo estaba levantando, tenía una
Taser presionada contra su cuello. Las descargas instantáneamente
retorcieron su cuerpo mientras se agarrotaba y se sacudía, mis ojos abiertos
se clavaron en él con asombro.
—¡Vete a la mierda, Timmy! —gruñó cuando el oficial lo esposó,
mientras se retorcía en su agarre—. ¡Tú me hiciste hacerlo!
No tenía idea de quién era Timmy, pero a juzgar por la mirada
confundida en la cara del preso al que acababa de atacar, no era él. 14
Me picó la curiosidad. Todos los otros reclusos que se habían
levantado estaban tratando de llegar a mí, mientras que este chico pálido de
cabello negro con un discernible acento irlandés solo estaba tratando de
llegar a cualquiera.
Cuando el guardia lo arrastró pasando por mi lado hacia la salida de
la cafetería, supongo que para arrojarlo en aislamiento, sus ojos se
encontraron con los míos.
El tiempo se ralentizó. El color de sus irises, verde turbio como un
pantano, me hizo señas mientras contenía la respiración.
Y luego susurró, en un tono tranquilo e irregular:
—No soy como tú.
Mi corazón dio un vuelco. Saltó detrás de mi caja torácica, y mi cara
se volvió para observarlo ser sacado de la habitación, todo el tiempo plagado
de pensamientos. La intensidad que sucedía en mi cabeza era espesa,
transportándome a un momento y lugar lejos de este.
Estoy haciendo esto por ti.
Parpadeé pesadamente, sacudiéndome cuando me di cuenta de que
todavía estaba en la cafetería de Alabastro, y el atractivo guardia rubio con
los oscuros ojos azules me estaba hablando.
Me concentré en lo rectos y blancos que eran sus dientes mientras
hablaba.
No soy como tú.
¿Por qué diría eso? ¿Quería que yo supiera algo sobre él?
¿Me estaba diciendo su verdad, en la habitación que olía a rancio
rodeada por ruido?
E incluso después de que volví a la realidad y finalmente respondí al
guardia que me dio comida y me ayudó a comerla en una mesa solo, no pude
dejar de pensar en esas palabras y en el hombre del que procedían.
La forma en que su rostro se movía mientras me hablaba. Las curvas
y líneas de este... Tan intrigante.
Después de eso, pasé gran parte de mi tiempo preguntándome qué
había hecho. Por qué sentía que no se parecía en nada a mí...
¿Tenía razón?
Muchos eventos de mi vida me han llevado a creer que hay una razón 15
para todo. Todos y cada uno de los pasos que damos marcan nuestro
destino. Se da un propósito, ajustado e instilado. Somos guiados en todo lo
que hacemos por el caos del universo.
Meses después, me instalaron en una sala de examen junto a Kieran
O’Malley.
Semanas después de eso, me dieron las llaves de su celda.
Fue entonces cuando empezó la diversión.

16
1
Felix
CINCO MINUTOS…

M
is pestañas revolotean. Como las alas de la mariposa
monarca que vi esa tarde en el parque. Se movía rápido,
pero con tanta gracia. La observé revolotear justo antes
que él saliera de la cafetería.
Mis ojos quieren abrirse, pero los obligo a permanecer cerrados. A
mantenerme en mis pensamientos. Luchar… Luchar contra despertar a la
verdad. La realidad de mi situación.
El cuerpo humano se mantiene vivo durante cinco minutos después
de la estrangulación. Es decir, si eres luchador, tu cuerpo puede dominar el
deseo de dormirse para siempre.
Él era un luchador.
Un fuerte estruendo proviene del pasillo, un sonido que he llegado a
reconocer durante los últimos meses como la puerta. Todo en esta prisión
es demasiado ruidoso. Ruidos metálicos de cosas cerrándose de golpe,
puertas siendo bloqueadas, guardias gigantes caminando penosamente, en
una misión permanente por mantenernos inquietos a los prisioneros.
Incluso las llaves son ruidosas, tintineando y chocando, como una alarma
que suena en momentos aleatorios. Ni siquiera puedes acostumbrarte.
Las llaves que escucho hoy, sin embargo, son especialmente 17
persistentes. Como lo son los pasos... Y el inconfundible sonido de unos pies
arrastrándose, lo que solo podría significar una cosa…
Mis ojos se abren de golpe. Mi cabeza se mueve y miro hacia la puerta
de mi celda desde donde estoy acostado en la cama inferior de mi litera.
Como era de esperar, ahí está el oficial Chevelle, también conocido como
Velle... Mi mejor amigo.
Es broma. No creo que le guste mucha gente, pero probablemente yo
estoy bastante abajo en su lista de amigos.
Su segunda al mando, Joy Jameson, también está aquí, y juntos están
arrastrando a un hombre a mi celda. Me incorporo lentamente, parpadeando
mientras empujan al hombre hacia adelante y comienzan a quitarle las
esposas y los grilletes.
—Está bien, pequeño imbécil llorón —resopla Velle, apartando un
mechón de cabello detrás de su oreja—. Tú ganas. Tus quejas y lamentos
han valido la pena. Aquí está tu nuevo compañero de celda.
—Esta es una mala idea… —murmura Joy por lo bajo. Velle la ignora.
—Conoce al #97. #97, este es tu nuevo compañero de celda... —La voz
de Velle se desvanece mientras golpea al hombre en el hombro—. Yo
dormiría con los dos ojos abiertos.
Sin otra palabra, se dan media vuelta y salen de la celda, la puerta se
cierra de golpe y las llaves tintinean mientras la bloquean y se alejan a
trompicones.
Y me quedo solo con mi nuevo compañero de celda.
Es alto y algo construido, con una cara realmente tosca. Cabeza
afeitada, obviamente. Creo que afeitarles la cabeza es estándar para los
reclusos aquí... Pero no para mí. Solo una de las muchas cosas de las que
parezco estar exento en la Penitenciaría de Alabastro.
Presiono mis dedos en mi regazo, conteniendo mi entusiasmo. No
puedo creer que realmente me dieran un compañero de celda. Realmente no
esperaba que se rindieran tan fácilmente…
He estado residiendo en la Penitenciaría de Alabastro durante algunos
meses, aproximadamente tres, según mis cáltraseros, y he estado solo casi
todo el tiempo. Las únicas personas que veo son los guardias que me
arrastran de un lado a otro. De vez en cuando, puedo ver a otros reclusos
en la cafetería. Pero no tengo permitido hablar con nadie.
18
La cosa es que estoy acostumbrado a estar solo. Siempre lo he estado.
Incluso en una habitación llena de gente, soy ignorado. Siempre he sido
invisible...
Estar atrapado en mi pequeña celda solo me recuerda a mi
apartamento en Brooklyn Heights a veces... Aunque al menos allí podía
poner Tears For Fears a todo volumen y entretenerme en el armario que
convertí en una habitación oscura. Aquí lo único que tengo para
entretenerme es, bueno… a mí mismo. Y cuando tú mismo eres yo, solo
puedes llegar hasta cierto punto antes de que la necesidad comience a
surgir, deslizándose por tus extremidades, comenzando por los dedos de los
pies y avanzando poco a poco, hasta que está latiendo en tus venas.
Demandante. Insistente. Insaciable.
Completamente implacable.
Sin mi afición personal, mi método principal para adquirir contacto
humano, solo soy yo. Felix Darcey.
Ser Felix Darcey me da comezón.
Prefiero ser El Escultor.
Y entonces, hice lo que cualquier otro mocoso mimado hace cuando
no está consiguiendo lo que quiere... Hice una rabieta. Y ahora, con este
tonto afable mirándome fijamente en mi celda, parece que he salido
victorioso.
—Pensé que estabas muerto —dice el tipo grande, recluso #97,
mientras se mueve campantemente alrededor de la celda, observando cosas.
No reconozco su cara de la cafetería, y con un número como 97,
supongo que es nuevo. Yo soy el número 89 y, como dije, he estado aquí
desde hace meses.
—Tal vez lo estoy —murmuro una respuesta a su estúpido
comentario.
Se da vuelta sobre su hombro para levantar una ceja y yo muevo mis
dedos, haciendo uno de esos sonidos de fantasmas buuuu. Él simplemente
resopla y se vuelve a girar.
Pongo los ojos en blanco. Parece una gran compañía.
Aunque claramente ya sabe quién soy, le digo:
—Soy Felix. ¿Cuál es tu nombre?
—Ivan. Wilkerson. —Gira y se para directamente en frente de donde
estoy sentado en la cama—. ¿Estás abajo?
19
Muerdo el interior de mi mejilla para contener una sonrisa.
—Nunca lo he estado antes, pero supongo que hay una primera vez
para todo.
Continúa mirándome fijamente.
Impresionante. Finalmente tengo un compañero de celda y es el criminal
más aburrido del mundo de la historia del crimen.
—Puedo moverme arriba si prefieres estar abajo. —Suspiro, eligiendo
ignorar las insinuaciones que no está captando de todos modos.
Parándome, estamos cara a cara y lo observo de cerca. Es algo
robusto, y no en el buen sentido. Supongo que tal vez las drogas o
simplemente años de abusar de su cuerpo lo han hecho lucir así.
Definitivamente no es mi tipo, pero no es problema. No siempre necesito
sentirme atraído por ellos, aunque lo prefiero.
De verdad, solo los necesito cerca.
—Está bien —murmura Ivan, con una voz ronca que coincide con su
apariencia, y que tiene el mínimo indicio de acento.
Mientras se acerca a la litera de arriba, le pregunto:
—¿De dónde eres?
Se sube, eligiendo no usar la pequeña escalera.
—Brooklyn. Originalmente de Ucrania.
Asiento y observo cómo mi nuevo amigo Ivan se acomoda en su litera.
Es temprano, por lo que es probable que no vayamos a ducharnos o a comer
durante al menos unas pocas horas. No es que haya algún tipo de horario
que seguir aquí.
La Penitenciaría de Alabastro se especializa en la programación más
desordenada conocida por el hombre. Y rápidamente me di cuenta de que lo
hacen a propósito. Desarrollar una rutina es reconfortante para los
humanos. Y quieren que estemos lo más incómodos posible.
Es el punto, después de todo. Estamos aquí porque somos la escoria
de la tierra. Los moralmente reprobables. Malignos.
Malditos y destinados a una muerte podrida rodeados de hormigón y
potencial desperdiciado.
Apartando eso, sigo mirando a Wilkerson. Parece que está intentando 20
dormir, lo que hace que se me tense la quijada. Quería un compañero de
celda para tener algo de contacto humano. Tal vez alguien con quien
hablar...
Si quería que me ignoraran, seguiría dando vueltas como antes.
—No soy invisible —murmuro por lo bajo.
Los ojos de Wilkerson se abren y me mira.
—¿Cuál es tu problema, jefe? —Simplemente parpadeo hacia él. Se
sienta sobre sus codos—. Escucha, Escultor. Sé todo sobre ti. Escuché las
noticias... Pero no estoy impresionado. Si crees que me vas a convertir en tu
próxima decoración para el árbol de Navidad, piénsalo dos veces. No juego,
a menos que sea para un polvo. —Hace una pausa para mirarme de arriba
abajo—. Y estás un poco demasiado viejo para mi gusto.
Mi estómago se revuelve, la opresión se aferra a mi pecho mientras
cierra los ojos y vuelve a tumbarse. Mis dedos se contraen a mis costados
mientras sigo observándolo, con el pulso aumentando constantemente.
¿Soy demasiado viejo para él...? Apenas tengo veintitrés...
Arrastrándome de vuelta a mi litera, me acuesto de lado y miro hacia
la pared. Me siento pesado. Pesado sobre el rígido colchón debajo de mí.
Cerrando los ojos, veo un rostro... Uno que no he visto en mucho tiempo
fuera de mi cabeza. Ojos color avellana y cabello rubio oscuro... Labios
carnosos.
Un ceño fruncido curvado. Estaba triste... y asustado la última vez
que lo vi.
Un hombre corre en mis recuerdos.
Salpicaduras rojas.
Mis músculos duelen y arden. Mis pulmones están tensos. El olor a
cobre me rodea.
Mis dedos se deslizan a través del rojo pegajoso en su rostro...
Abriendo los ojos de golpe, mi cabeza gira lentamente hacia los
barrotes de la litera. Hacia la pieza de metal que he estado doblando todos
los días. Está casi suelta....
Dirijo mi mirada a la cama encima de mí. Encantado de conocerte, Ivan
Wilkerson.
Me servirás muy bien.

21
2

Felix Harmon Darcey


Edad: 12 años
Ubicación: Ridgefield, CT
Hogar de la infancia

E
star en el bosque siempre ha sido mi actividad favorita.
Hay algo muy reconfortante en la tranquilidad. Los
colores, los olores... Podía pasar horas explorando el bosque
detrás de nuestra casa, allá en Connecticut. Ya sea si estaba
lloviendo, soleado, o había nieve en el terreno, siempre era diferente ahí
afuera.
En el bosque, era invisible... Pero me gustaba. Se suponía que debía
ser invisible ahí afuera. Queriendo arrastrarme sin ser visto. Era la única
manera de explorar, después de todo.
Solía jugar a este juego en el que me escondía detrás de los árboles y
fingía que estaba espiando a alguien. Alineaba mi espalda contra la corteza,
mirando ocasionalmente alrededor para echar un vistazo a la persona que
estaba siguiendo. Y él no tenía idea de que yo estaba allí.
Mi invisibilidad jugaba a mi favor.
Era una tarde de primavera. Iba caminando a casa por el bosque, 22
zigzagueando entre los árboles, saltando sobre las ramas caídas, evitando
los arbustos espinosos. Las agujas de pino crujían bajo mis pies mientras
trataba de caminar ligeramente, practicando mi silencio. Pero luego me
detuve en seco ante la vista.
Rojo. Era sangre.
Un zorro muerto yacía allí, con la parte media abierta. Debió haber
sido la presa de un coyote.
Sin embargo, no estaba asustado. Simplemente no podía dejar de
mirar el interior del animal muerto.
Me arrodillé junto a él para verlo más de cerca. No olía terrible, así
que probablemente solo había estado allí unas pocas horas. Podía ver
huesos y ciertas entrañas dejadas atrás por quien había matado a la pobre
cosa. Sus ojos estaban abiertos, pero no había vida detrás de ellos. Estaban
huecos. Vacíos.
Levantando mi mano derecha hacia mi pecho, puse mi palma sobre
mi propio corazón. Lo sentí latir, recordándome que estaba vivo. El latido se
aceleró a medida que miraba fijamente al animal muerto... La sangre
apelmazada en su pelaje. Con mi mano izquierda, toqueteé las entrañas de
la bestia. La sangre estaba húmeda y pegajosa. Las cosas blandas de dentro
se sentían extrañas, pero mi corazón latía aún más rápido debajo de mi
palma derecha.
Siempre me han gustado los animales. Tal vez me gustaban más
cuando era niño, aunque no teníamos mascotas. Aun así, pensaba que los
animales estaban bien. Usualmente me ignoraban como lo hacían los
humanos.
En ese momento, sin embargo, no sentía nada por el zorro. Quería
sentirme mal por él... Quería desesperadamente que mi pecho se llenara de
tristeza porque estaba muerto.
Pero no fue así. No sentía nada más que fascinación.
En ese momento, lo atribuí a un amor genético por la ciencia. Mi papá,
el doctor Harmon Darcey, era un neurocientífico. Estudiaba el cerebro de
los humanos y los animales por igual. Tenía muchos libros interesantes
sobre estas cosas en su oficina, y siempre me habían fascinado. Cuando se
enteró de que tenía interés en la ciencia, empezó a traerme cosas a casa
para que las mirara.
Una vez me mostró un cerebro humano. Era genial, pero yo había 23
estado más interesado en cómo había obtenido el cerebro, que luego explicó
que no lo había hecho él mismo. Había sido removido por otra persona.
Después de eso, no pude dormir. Mi mente estaba llena de
pensamientos sobre cómo alguien cortaría a un ser humano para localizar
el cerebro. Los tipos de cuchillos y herramientas requeridas para hacer algo
así... Era cautivador pensar en ello.
El zorro muerto en el suelo era como un cadáver gratis. Así que lo
recogí en mis brazos, con el mayor cuidado posible, y lo llevé de regreso a la
casa.
El sol estaba a punto de ponerse, lo que significaba que, con suerte,
papá llegaría pronto a casa. Trabajaba mucho, durante muchas horas, por
lo que no siempre estaba en casa para la cena. Pero crucé los dedos para
que hoy estuviera. Quería mostrarle lo que había encontrado. Pensaba que
tal vez podríamos diseccionarlo juntos.
Solo pensar en lo que podríamos usar para hacer algo así animaba mi
paso mientras saltaba a través del bosque, agarrando el cuerpo del zorro sin
vida contra mi pecho. Corriendo entre los árboles hacia nuestro patio
trasero, vi a mi hermano, Zach, jugando en su arenero. Me acerqué, con
orgullo en forma de sonrisa cubriendo mis labios.
Zach me miró, con arena en la mejilla. Sus ojos cayeron al zorro y su
rostro inmediatamente se transformó en uno de disgusto.
—¿¿Eso es de verdad??
Asentí con entusiasmo.
—Se lo mostraré a papá.
—Qué asco. —Volvió a sus juguetes.
Simplemente puse los ojos en blanco y caminé hacia la casa.
Mi hermano es tres años menor que yo. En ese momento, él tenía
nueve, y decir que no teníamos mucho en común sería quedarse corto.
Nunca habíamos sido cercanos, principalmente porque tan pronto como
llegó Zachary, él fue el enfoque principal en nuestro hogar.
La atención de nuestra madre siempre había estado en ella más que
en otra cosa. Bueno, en ella y su matrimonio con nuestro padre, que era
tenso incluso en los mejores días. Pero una vez que el pequeño Zach entró
en escena, el poco cariño maternal que una vez había recibido fue trasladado
a él.
24
Se los dije... soy invisible.
Llevando a mi zorro a la mesa de picnic, lo dejé caer, enrollé mis
mangas, me subí las gafas por la nariz y comencé a revisar su anatomía.
Durante tres maravillosos minutos, me perdí en mi propio mundo. Un lugar
donde la carne desgarrada, la sangre y las entrañas no eran asquerosas.
Eran fascinantes. Solo partes de nosotros, después de todo.
Todos estamos hechos de las mismas cosas.
Pero cuando escuché que gritaban mi nombre desde el patio, supe que
se me había acabado el tiempo.
—¡Felix Harmon Darcey! ¡¿Qué diablos es eso sobre mi mesa de
picnic?!
Levantando la mirada, me estremecí al ver a mi madre viniendo
enojada, visiblemente echando humo. Por lo general, mamá siempre estaba
enfadada por algo. Gritaba mucho, a veces a nosotros, a veces a nada en
concreto. Su estado de ánimo subía y bajaba perpetuamente, y me di cuenta
por la forma en que su cabello estaba desordenado, como si hubiera estado
tirando de él, y las líneas alrededor de sus ojos, que no estaba feliz hoy.
—¡Oh, Dios, eso es horrible! ¿¿Dónde lo encontraste?? —chilló,
observando a mi zorro con disgusto en el rostro.
—En el bosque… —murmuré, poniéndome de pie mientras ella me
alejaba de él.
Mirándome, resopló aún más frustrada.
—¡Estás cubierto de sangre, Felix! ¡¿¿Qué demonios te pasa??!
Mi boca se abrió, pero ni siquiera sabía cómo responder. No pensaba
que me pasara nada, per se. Aparte de tal vez el hecho de que no podía sentir
tristeza por el zorro. Pero eso no era necesariamente un problema. Después
de todo, no era como si yo lo hubiera matado...
—Ahora necesito conseguir una pala y tratar de tirar esto… —
comenzó mamá caminando de un lado a otro frenéticamente, y mi estómago
se arrugó en nudos.
Cada vez que su estado de ánimo era como ahora, me ponía mucho
más nervioso. Era como si su tensión golpeara la mía, lo cual era extraño
porque normalmente no sentía cosas solo porque otras personas las estaban
sintiendo. De hecho, tenía una tendencia a sentir lo contrario de lo que todos
los demás estaban expresando.
Mamá corrió hacia el cobertizo y volvió con una pala. Tan pronto como 25
recogió a mi zorro, mis ojos se abrieron y grité:
—¡No, mamá! ¡Por favor! ¡Quería mostrárselo a papá!
—Felix, tu padre no quiere ver eso —ladró, cargando a mi zorro hacia
los árboles—. Va a enloquecer si llega a casa y hay un maldito zorro muerto
sobre la mesa.
—Por favor, no te lo lleves... —lloriqueé, persiguiéndola mientras
corría lejos con mi premio.
—¡Felix, entra en la casa ahora mismo! —me gritó, pero no escuché.
Arrojó el zorro al suelo del bosque al borde de nuestro patio interior.
Entonces comenzó a cavar.
Me congelé por un momento, viéndola recoger hojas y tierra.
—Mamá… ¿qué haces?
Zach se acercó a nosotros, observando a mi lado mientras nuestra
madre cavaba un agujero pequeño.
—¿Qué parece que estoy haciendo, Felix? Estoy cavando un hoyo para
que podamos enterrar este cadáver. —Lo dijo con tanta calma.
—¿Por qué? —preguntó Zach.
—Porque eso es lo que haces con los muertos —suspiró, sonando
repentinamente exhausta—. Los entierras.
No creo que el proceso de cavar el hoyo y luego enterrar al zorro
tomara más de unos diez minutos, pero por alguna razón recuerdo que se
sintieron como horas. Era como si estuviéramos allí en silencio; después de
ese último comentario, nadie dijo otra palabra, durante horas y horas,
mientras el sol se ponía y la oscuridad se esparcía sobre nosotros como la
tierra que le echaba a mi zorro.
Una vez que terminó, todos regresamos a la casa y nos limpiamos.
Mamá hizo espaguetis con salchichas troceadas y esperamos a papá. No
llegó a casa hasta que ya estábamos en la cama, pero yo no podía dormir de
todos modos, así que lo escuché entrar.
Arrastrándome hasta la rendija de la puerta de mi dormitorio,
escuché. Cuando oí las voces de mis padres, me escapé de mi habitación y
fui a la parte superior de la escalera. Fue entonces cuando comenzaron los
gritos.
Mis padres peleaban constantemente. Mi padre era un hombre
tranquilo y estoico. Sin emociones y siempre serio. Mi madre, en cambio, 26
era extravagante, emotiva y alocada. Hasta el día de hoy, no tengo idea de
por qué se habían juntado. Sé que dicen que los opuestos se atraen, pero
eso es solo si disfrutas de las diferencias que tú y tu pareja poseen. Mis
padres parecían odiar todo del otro.
Los escuchaba pelear por los temas de siempre… Mi padre le preguntó
a mi madre si había tomado sus pastillas, y ella le gritó al respecto, lo cual
pensaba que significaba que no lo había hecho. Lo llamó desagradecido. Lo
acusó de engañarla. Todo era bastante estándar.
Pero luego dijo:
—Sabes que estás jodiendo a tu hijo, ¿verdad?
Y él respondió:
—¿Qué diablos significa eso?
—Felix. Trajo a casa un animal muerto hoy. Dijo que quería
mostrártelo.
Contuve la respiración ante el silencio de mi padre.
Se sintió como si hubieran pasado muchos minutos pesados antes de
que preguntara:
—¿Él lo mató?
—¿Cómo podría saberlo? —espetó mi madre—. Está en el bosque todo
el tiempo… no me sorprendería.
Fruncí el ceño y me pellizqué el labio inferior entre el pulgar y el dedo
índice. Yo no había matado al zorro. No pensaba en matar a un zorro...
Pero entonces mi mente me mostró algo, como una película sin
sonido.
Un zorro corriendo por el bosque. Yo, escondido alrededor del árbol. En
silencio. Desapercibido.
Justo cuando está disminuyendo la velocidad, salto de detrás del árbol
y golpeo su cuello.
Él yace inerte en mis brazos, como lo hizo hoy.
Mi corazón se acelera.
Uso un cuchillo afilado para cortar su carne. La sangre rezuma. La toco
con mis dedos... La imagen de un rojo intenso cubriendo mi piel pálida hace
que mi vientre revolotee y me siento enfermo.
27
Me gusta la sensación.
Sin embargo, no me siento triste por el zorro. Después de todo, así
puedo quedármelo.
El sonido de pasos subiendo las escaleras me saca del trance, y corro
de regreso a mi dormitorio, saltando a la cama debajo de las cobijas. Me
quedé quieto, fingiendo estar dormido, cuando escucho a mi padre en la
puerta. Podía sentirlo mirándome. Pero no dijo nada.
Me dejó solo para soñar con cuchillos afilados y dedos
ensangrentados.

28
3
Lem

E
so fue una pausa para el almuerzo desperdiciada...
De hecho, también tenía hambre. Pero ahora la idea de
comer me revuelve el estómago.
Caminando con paso firme por la acera del centro de Atlanta, llego a
mi edificio de oficinas, y entro. Joe, el guardia de seguridad, me saluda con
la mano, pero apenas le devuelvo el saludo, captando una mirada de
desánimo en su rostro cuando entro en el ascensor. No debería
sorprenderse...
No es como si fuera una persona normalmente habladora. Y detesto
las tradiciones sociales como los comentarios amables cada vez que ves a
alguien. Lo encuentro completamente innecesario y altamente ridítrasero.
Sabemos que existes. Nos acabamos de ver hace unas horas.
Solo otra forma en la que los seres humanos se validan a sí mismos.
Para sentirse vistos.
Mi naturaleza cínica está proyectando una sombra sobre mí, así que
cierro los ojos y tomo un respiro, contando hasta diez mientras el elevador
me lleva arriba, al vigésimo piso, donde se encuentra mi oficina.
Estoy frustrado. Obviamente, el almuerzo con Gabrielle está afectando
mi estado de ánimo. Solo una de las muchas razones por las que las
relaciones tienden a interrumpir mi flujo emocional. Tengo mis propias
cosas con las que lidiar. Hacerse cargo del equipaje de alguien más parece
invitar al desastre.
29
Por otro lado, encontrar a alguien que te ame es considerado una base
del instinto humano. Por alguna razón.
Al salir del ascensor, camino rápidamente por el pasillo, para no
terminar acorralado por otra persona en mi piso que quiera hablar sobre el
clima o alguna otra cosa estúpida sobre la que no tenemos control. Sin
embargo al empujar la puerta de cristal de mi despacho, es inevitable.
—¡Doctor Love! —Mi asistente, Emily, canta, expresando su
entusiasmo siempre presente. Juro por mi vida, que no puedo descifrar de
dónde saca todo. Debe llorar mucho por las noches—. ¿De vuelta tan
pronto?
—Sí. —Gruño la palabra mientras reviso algunos mensajes escritos a
mano que ha tomado para mí. Dos colegas preguntando por eventos y un
paciente que llega tarde.
—¿Cómo estuvo su almuerzo con Gabrielle? —pregunta.
Mis ojos se apartan de las notas en mi mano y van a los de ella. No
digo nada, solo la miro fijamente durante tres Mississippi antes de volver a
mi trabajo.
Ya saben, en lo que realmente deberíamos centrarnos, en lugar de la
frívola conversación sobre las relaciones.
—¿Esto es todo? —le pregunto, girándome hacia mi oficina.
—¡Oh, lo siento! Había uno más que estaba escribiendo, pero quería
preguntarle sobre eso primero porque el hombre no me dio un número de
teléfono, lo cual pensé que era extraño, ya sabe, ya que el objetivo de dejar
un mensaje es dejar un medio de contacto, de lo contrario, de qué otra forma
se supone que debe devolverle el mensaje, ¿verdad?
Mis ojos se estrechan hacia ella. Eso fue todo en un maldito suspiro.
Nunca escuché a alguien lanzar tantas palabras como lo hace Emily. Es casi
médicamente fascinante.
—¿Cuál es el nombre? —le pregunto sobre el mensaje.
—Oh, maldición… —Frunce el ceño, y mi cabeza se inclina—. Parece
que lo he escrito mal. Dijo algo sobre solicitar sus servicios, pero entonces
mi bolígrafo murió, y me dijo su nombre mientras buscaba otro, así que
escribí algo, pero ahora no puedo leerlo.
Sostiene una nota con un montón de tonterías. Parpadeo ante la nota.
Luego hacia ella. Luego de vuelta a la nota.
30
¿Es esta realmente mi vida?
—Entonces... ¿realmente no tienes una nota para mí? —le pregunto,
completamente serio, fulminándola con la mirada hasta que se encoge.
—Lo siento mucho, doctor Love. ¡Prometo que descifraré lo que dice y
se la enviaré! ¡Lo juro! —Comienza a examinar la nota de cerca, como si de
alguna manera pudiera decodificar los garabatos que son como jeroglíficos.
Dejando escapar un suspiro audible, me alejo.
—Llama a Callahan, por favor.
—¡Lo haré de inmediato, doctor!
Entrando en mi oficina, cierro la puerta detrás de mí mientras Emily
todavía está hablando, cortando sus divagaciones. He considerado
despedirla, pero eso sería el quinto asistente en los últimos dos años, y esos
números son un poco asombrosos. Parece que no puedo encontrar a alguien
que encaje bien con mi personalidad. Todos los asistentes que sigo
contratando como recomendaciones son demasiado alegres, cuando en
realidad todo para lo que los necesito es para trabajar. Eso es todo.
Empiezo a pensar que mis colegas me lo están haciendo a propósito
como broma.
Cuelgo mi abrigo en el perchero, tomo asiento en mi escritorio y
enciendo el monitor de mi computadora y haciendo clic en mis correos
electrónicos hasta que la voz de Emily viene a través del altavoz.
—¡Doctor Love, tengo al doctor Callahan para usted en la línea uno!
Me estremezco, presiono el botón y tomo el teléfono de mi escritorio.
—Callahan.
—Love. ¿Cómo te va, amigo?
Aprieto los dientes. Aquí vamos de nuevo.
—¿Llamaste mientras estaba almorzando? —Ignoro sus intentos de
conversar y voy al grano.
Suspira en mi oído como si estuviera disgustado porque no quiero
decirle cómo me va. Pero de nuevo, no estoy seguro de por qué se sorprende.
Nos conocemos desde la escuela de medicina. Él sabe cómo soy.
—Sí, lo hice. Estamos organizando una recaudación de fondos. En
realidad, es más bien una subasta de caridad. En tres semanas —me dice.
—Te enviaré un cheque —murmuro mientras hojeo correos
electrónicos. 31
—Bueno, para ser honesto, esperábamos que asistieras —continúa—
. Sé que Felicia quiere verte, y habrá algunos ex alumnos de J.H. allí…
Perdiendo el hilo de la conversación, mi mente se desplaza a hace
treinta minutos. Cuando estaba sentado en el café con Gabrielle frente a mí.
—Simplemente creo que queremos cosas diferentes…
—Eso no es del todo cierto.
—Estoy hablando de lo que realmente queremos, Lem. Puedes actuar
como si esto fuera lo que quieres hasta el hartazgo, pero puedo decir que no
lo es.
—No veo cómo eso importa.
—Nunca quieres hacer las cosas que yo quiero hacer. Las
beneficencias, las actividades… Es parte de este estilo de vida. Pero solo te
muestras... desinteresado. En todo eso.
Mis dedos se clavan en mi muslo debajo de la mesa.
—¿Qué te interesa, Lemuel…?
—¡Love! —grita Callahan en mi oído, y salgo de mi trance—. ¿¿Estás
ahí??
—Sí. Lo siento. —Niego con la cabeza—. Tendré que pensar en ello.
Envíame los detalles.
Cuelgo el teléfono y miro la pantalla de mi computadora mientras
pasan los minutos. Las palabras de Gabrielle resuenan en mi cerebro y, por
mucho que lo intento, no puedo quitármelas de encima.
Por supuesto, sé que tiene razón. Nunca me han interesado
exactamente las cosas que se supone que quiere la gente en mi posición...
Como amigos, relaciones, charlas y almuerzos, ir a eventos y tener
conversaciones triviales con gente falsa que vive para impresionar. Tirando
el dinero mientras bebes champán caro, charlando con la comunidad
médica y hablando de todo el bien que estamos haciendo.
No es por eso por lo que me metí en esto. No soy mi padre, ni su padre.
No importa cuánto desearían que lo fuera.
—Doctor Love —chilla Emily por el altavoz de nuevo—. Tengo a su
madre en la línea.
Oh, por el amor de Dios...
Tomando una respiración profunda, murmuro: 32
—Pásamela.
Mi teléfono suena y lo recojo de mala gana.
—Madre.
—Buenas tardes, Lemuel —se escucha la voz de Vera en la línea con
su tono estándar. Todo negocios, nada de cariño.
—¿Cómo estás? —pregunto, porque sé que si no lo hago, seré
castigado sin fin.
—Estoy bien —responde—. Quería asegurarme de que aún vendrás a
la cena del sábado.
Cierro los ojos y dejo caer la cabeza hacia adelante. Olvidé la cena de
este fin de semana…
—Madre, en realidad estoy muy ocupado...
—Trabajas demasiado —regaña. Como si ella no trabajara demasiado.
Todos lo hacemos. Trabajar es un rasgo de personalidad en nuestra
familia.
—Tu padre y yo queremos que vengas a cenar el sábado, como
acordamos —continúa, la insatisfacción se abre camino a través de sus
palabras—. Tu abuelo también estará aquí.
Por supuesto que sí.
Haciendo tripas corazón, murmuro:
—Claro. Estaré allí. ¿Debo llevar algo?
—Solo a Gabrielle —agrega mi madre, y puedo escuchar esa sonrisa
burlona en su voz—. Todos estamos muy emocionados de pasar más tiempo
con ella. Nos vemos este fin de semana, Lemuel. A las seis en punto.
Y luego cuelga.
Liberando mi agarre mortal en el receptor del teléfono, lo coloco de
nuevo en su lugar, presionando el botón del intercomunicador para ladrarle
a Emily.
—No me pases llamadas.
No responde, lo cual es bueno. Por mucho que me vuelva loco,
ciertamente puede leer mis tonos ya. Y ese era un no estoy de humor.
Miro fijamente mi escritorio por un minuto antes de levantarme y
caminar hacia la ventana de cuerpo entero detrás de mí, que tiene vistas a
Atlanta. Mi oficina hace que esté lo suficientemente alto como para que
33
pueda ver un poco del horizonte, y los edificios esparcidos por toda esta
metrópolis que llamamos hogar. Puedo ver mi apartamento desde aquí.
He vivido en Atlanta desde que me gradué de la escuela de medicina,
solo un año antes de abrir mi propio despacho. Prefiero la vida de la ciudad
a los suburbios, como aquellos en los que crecí. Donde mis padres aún
viven.
Dónde supongo que iré el sábado.
Mis ojos escanean el ajetreo y el bullicio de la ciudad debajo de mí
mientras considero la presión extrema a la que me someteré este fin de
semana. Aparecer sin Gabrielle me dejará expuesto a una miríada de
preguntas entrometidas que realmente no tengo ningún interés en discutir,
especialmente con mi familia. Agregado esto a la constante reprimenda
sobre mi carrera profesional elegida, y esta pequeña cena definitivamente se
convertirá en una fiesta de critiquemos a Lem, algo que realmente preferiría
no soportar.
Pero no tengo muchas opciones. No voy a casa a ver a mi familia con
mucha frecuencia, lo que consideran de mala educación, ya que trabajo y
vivo apenas a media hora de distancia. Pensarán que no tengo ningún deseo
terrenal de pasar tiempo con ellos...
Mirando los edificios, considero lo que podría decirles, sobre Gabrielle.
Lo que les podría decir sobre por qué no está conmigo... Si estuviera
inclinado a mentir, podría. Sin duda, sería más fácil que tratar con el regaño
sin entusiasmo que estaré escuchando toda la noche cuando descubran que
ya no somos nada.
Pero mentir sobre eso no tiene sentido. Después de todo, estoy
acostumbrado a decepcionarlos. ¿Qué más da hacerlo un poco más?
Comprobando mi reloj, veo que ya es hora de mi próxima cita, aunque
Trevel había llamado para decir que llegaría cinco minutos tarde. Odio la
tardanza con pasión, pero Trevel nunca llega tarde, así que se lo dejaré
pasar. Solo esta vez.
Vuelvo sigilosamente a mi escritorio y tomo asiento, sacando su
archivo para ponerme al día sobre nuestra última visita. Miro mis gráficos y
su progreso. Es decente, considerando todas las cosas.
Conocí a Trevel Fenwick hace tres años cuando era voluntario en
Riverwoods, un centro psiquiátrico cercano para pacientes hospitalizados.
Solía ir allí dos veces por semana y ver a pacientes con enfermedades 34
mentales extremas. Mis pacientes estaban típicamente bajo vigilancia
suicida, o eran aquellos que habían sido recluidos en lugar de cumplir
tiempo en la cárcel. Trevel es uno de los pocos de Riverwoods que aún sigo
viendo, una especie de paciente ambulatorio. Pero diré que extraño estar en
el hospital de vez en cuando.
Es donde están mis intereses. Con pacientes que han cometido delitos
en el nombre de cosas que solo ellos pueden entender. Me fascina. Es la
principal razón por la que entré en la psicología clínica. Ha sido mi sueño
estudiar lo que hace que los seres humanos cometan actos atroces, desde
que era un adolescente...
De repente tengo la garganta muy seca e intento tragar, pero no
funciona. Alcanzo mi botella de agua de metal en mi escritorio, la destapo y
tomo un largo sorbo. El trago fresco se siente bien, ayudando a alejar las
cosas que se acercaban sigilosamente. Distraídamente, mis dedos se
deslizan hacia mi garganta y rozan la carne dispareja.
—¡Doctor Love, Trevel está aquí! —chilla Emily, y mis ojos vuelven a
enfocarse.
Tomo otro sorbo rápido de agua, antes de murmurar:
—Hazlo pasar.
Solo un momento después, el hombre alto y de cabello oscuro entra
en mi oficina, tomando asiento inmediatamente en la silla al otro lado de la
habitación. Uniéndome a él, bloc de notas en mano, me siento frente a él en
mi silla. Lo observo atentamente mientras se hunde en su asiento,
poniéndose cómodo.
—Trevel —me dirijo a él, y sus labios se curvan en una sonrisa
agradable. Es interesante de ver, considerando lo enojado que solía estar
cuando lo conocí—. ¿Cómo te sientes?
—Me siento muy bien, en realidad —responde, con una dicción
elocuente hablada con un acento británico. Incluso si no fuera inteligente,
la forma en que habla ciertamente te engañaría haciéndote creer que lo era—
. No tuve pesadillas en toda la semana. —Cruza sus dedos.
Asiento y tomo nota. Lanzo mis ojos a los suyos.
—Háblame de la persona que has estado viendo.
Se mueve.
—Cierto. Bueno, ya hemos tenido tres citas. —Sus ojos caen a su
regazo, que suele ser lo que sucede cuando no está seguro de contarme algo. 35
Simplemente me quedo en silencio esperando—. Me gusta mucho… Pero
estoy nervioso.
—¿Nervioso?
—Quiere ir a lo físico… —murmura, y sus ojos saltan a los míos—
. Está rogando por ello, de hecho. —Mi cabeza se inclina cuando se mueve
hacia adelante y susurra—: Temo que la medicación no será suficiente. —
Asiento lentamente—. ¿Qué pasa si eso no me impide... lastimarle?
Ambos nos quedamos en silencio por un momento antes de tomar aire
y luego lo dejo salir despacio.
—Voy a ser dolorosamente honesto contigo, Trevel.
—No esperaría menos. —Resopla.
—No existe un medicamento en el mundo que te impida hacer lo que
tu mente te ordena hacer. Hay cosas que te pueden insensibilizar, por
supuesto. Luego están cosas como tus medicamentos actuales, que ayudan
a ajustar tu química cerebral. Pero independientemente, sigues siendo tú.
Tendrás que entender eso. Entrar en cualquier relación, después de lo que
te ha pasado, y lo que has hecho, será extremadamente difícil.
Sus ojos índigo brillan, y su frente se alinea lúgubremente.
—Por favor dime que hay un pero siguiendo esa pequeña joya de
sabiduría.
—Desafortunadamente no estoy tan seguro —le digo honestamente—
. No hay una verdadera manera de saber si tus pesadillas se manifestarán
en la realidad o no. Has mostrado signos excepcionales de crecimiento
mental y estabilidad desde que estabas en Riverwoods, pero el hecho
permanece...
—¿Así que es como un juego de espera? —Se burla y se frota los ojos—
. Entonces, ¿para qué lo estoy intentando siquiera?
No puedo hacer nada más que mirarlo fijamente.
Se pone de pie y comienza a caminar.
—A veces pienso… —Se detiene, luego sacude su cabeza.
—¿Qué piensas, Trevel?
Se detiene y me mira. Sus ojos se han oscurecido, y cuando vuelve a
hablar, su voz ha cambiado. Es más profunda, ronca y alineada con algo así
como forzada curiosidad.
—A veces —dice con los ojos clavados en los míos—, pienso en ceder
a ello. A lo inevitable.
36
Un escalofrío recorre mi piel.
Pero no uno de miedo.
Nunca de miedo, no. No en mucho, mucho tiempo.
Esta es mi verdad, después de todo. Mi provocativa, fascinación
morbosa.

Agotado y sudoroso, espero que el ascensor me lleve de vuelta a mi


ático. Llegué a casa de la oficina hace una hora y fui directamente al
gimnasio del edificio para hacer ejercicio. El ejercicio es algo que puedo decir
que sinceramente disfruto. Muchas veces, la tensión física en mi cuerpo es
la única manera para descomprimir mi mente, aunque no diré que calla mis
pensamientos completamente.
Esta noche, mi sesión con Trevel persistía en mi mente. A pesar de
que vi a dos pacientes después de él, sus palabras se me quedaron grabadas,
como suele ocurrir.
Todos mis pacientes están gravemente alterados de alguna manera.
Es simplemente la naturaleza de lo que hago; mi formación y mi profesión.
No me gusta echarme flores, por así decirlo, pero soy uno de los psiquiatras
más solicitados del país, especializado en estudios conductuales, y trato a
pacientes con enfermedades mentales severas. Mis estantes están repletos
de premios en mi campo de investigación. He escrito libros, no todos de
renombre, pero eso es otra cosa.
Aun así, Trevel Fenwick es uno de los casos más intrigantes de mi
carrera como investigador clínico y, por mucho, mi paciente más
interesante.
Fue abusado sexualmente cuando era niño, por sus dos padres
biológicos. Su trauma infantil es extremadamente perturbador.
Definitivamente me ayudó a hacer crecer mi orientación como investigador
apenas unos pocos años salido de John's Hopkins 2, porque maldita sea…
Solo leer sobre su pasado tiene el potencial de suscitar muchas
emociones desagradables.
37

2La Universidad Johns Hopkins es una universidad privada situada en Baltimore,


Maryland.
Cuando tenía once años, Trevel se escapó de su casa en el Reino Unido
y se convirtió en un vagabundo; eventualmente hizo su camino a los Estados
Unidos, donde comenzó una carrera de cinco años como trabajador sexual
menor de edad.
Cuando tenía dieciséis años, en Nueva York, Trevel fue violado por un
grupo de hombres. Una vez que se recuperó de las heridas sufridas durante
el ataque, rastreó a los cuatro hombres y los mató brutalmente. Uno a uno.
Fue declarado culpable de solo dos cargos de asesinato en primer
grado, no había suficiente evidencia para vincularlo con las cuatro muertes.
Debido que era menor de edad, pudo obtener la ciudadanía y cumplió dos
años en un centro de detención de menores antes de ser enviado a una
institución en Connecticut, siendo eventualmente reubicado en Riverwoods
aquí mismo en Georgia, que es donde lo conocí.
No hace falta decir que Trevel me cautivó de inmediato. Para alguien
con no más que una educación primaria básica, es extremadamente
inteligente. Leído, bien hablado. Puede conversar durante horas sobre arte
y música, recitar a Shakespeare y a Dickens. Todo autodidacta.
Pero es más que eso. Mi interés en Trevel tiene que ver con sus
crímenes y su deseo de alejarse de su biología. Es uno de los debates más
cautivadores de naturaleza versus naturaleza…
Si no hubiera sido por la horrible crianza de Trevel y todas las
atrocidades que experimentó, ¿se habría sentido inclinado a matar a esos
hombres?
Mucha gente dice que no. Creen, sin duda, que Trevel Fenwick es una
víctima de las circunstancias.
Yo, por otro lado, estoy aquí para desafiar esa idea.
Es muy posible que lo que le sucedió a él sea lo que llevó a sus
anormalidades emocionales a la superficie, como la luz del sol y el agua
alimentando una plántula, convirtiéndola en una maleza fuerte y resistente.
Pero personalmente creo que la semilla misma ya estaba allí, plantada en su
mente al nacer. Oculta, solo esperando.
Y basado en lo que Trevel dijo hoy, en nuestra sesión, creo que a pesar
de sus intentos de desyerbar lo que vive dentro de él durante años, puede
brotar otra vez. 38
—Hola, Lem.
Una voz femenina familiar me saca de mi cabeza, y bajo la barbilla
para encontrar a Cynthia Banks parada a mi lado, secándose la frente con
una toalla que tiene colocada alrededor del cuello.
—Cynthia —respondo cuando suena el ascensor y se abren las
puertas.
Entramos juntos, alcanzando los botones al mismo tiempo, y
compartiendo disculpas incómodas antes de presionar el piso de ella, y luego
el mío. Reconozco la tensión, y asumo la responsabilidad por ello. Después
de todo, conozco la fuente.
No la he llamado desde la última vez que dormimos juntos.
Lo sé, lo sé. Violé la regla fundamental de no cagues donde comes, y
me acosté con alguien que vive en mi edificio. Mala idea. Pero Cynthia es
atractiva, interesante, y ambos acordamos que solo sería una especie de
relajante casual para el estrés.
Como el ejercicio, que también ambos disfrutamos.
Desafortunadamente, la forma en que se está moviendo a mi lado en
este momento, girando su cabello y mirándome sutilmente, me hace creer
que me podría haber jodido más que a ella.
—Deberíamos juntarnos de nuevo —dice, y mis ojos caen por los
muchos centímetros que nos separan en altura—. La última vez fue
divertido.
Mi cabeza se balancea un poco, pero eso es todo. Y subimos el resto
del trayecto en silencio.
Cuando se abren las puertas de su piso, me dispara una mirada
rápida, bastante salaz y ronronea:
—Tal vez quieras pasar por aquí más tarde. Estaré despierta.
Parpadeo cuando las puertas se cierran.
Unos pisos más arriba, salgo y me dirijo a mi apartamento, todo el
tiempo considerando la audaz petición de Cynthia. No diré que el sexo no
fue bueno, porque definitivamente lo fue. Es que lo que busco es
infinitamente más casual de lo que parece interesarle a cualquiera de mis
acompañantes.
En la comodidad de mi propia mente, puedo confesar... Lo que 39
realmente quiero es alguien que venga a mí cuando quiera que la taladre
contra el colchón, sin las citas innecesarias o las invitaciones elaboradas, y
luego, una vez que estemos ambos satisfechos, se vayan sin decir una
palabra.
Intenten decirle eso a una mujer, los reto.
Y sí, sé exactamente lo misógino que sueno. Pero eso es lo que deseo.
No puedo evitarlo. Las relaciones nunca me han atraído mucho, y cuando
se trata de sexo, bueno… me gusta divertirme con ello. Y la diversión tiene
una tendencia a terminar tan pronto como nos corremos.
Todos siempre dicen, tal vez aún no has conocido a la mujer adecuada.
Y eso podría ser cierto. Pero ni siquiera estoy seguro de querer intentarlo.
Un destello detrás de mis ojos me hace vacilar en mi camino a la
ducha.
—¡Ay, Dios… Lemuel! ¡No es lo que parece!
Me froto los ojos con fuerza con los dedos.
Las circunstancias solo nos llevan hasta cierto punto...
Abro la ducha, y me quito la camisa. Pero antes de poder bajarme los
pantalones cortos, mi teléfono celular suena en el bolsillo.
Sacándolo, reviso la pantalla. Dice Desconocido.
Odio contestar llamadas de números desconocidos, pero debido a mi
trabajo, prefiero no bloquearlas. Así que deslizo la pantalla para responder.
—Lemuel Love —digo a modo de saludo, dejando mi teléfono sobre el
mostrador del baño, ya que todavía tengo mis AirPods puestos.
—¡Hola doctor! Mi nombre es Yari Estevez y le estoy llamando con una
propuesta de negocios.
Estoy desconcertado por un momento. Rara vez recibo llamadas de
negocios fuera del horario de atención. Y es tarde… Casi las diez y media.
—Lo siento… no estoy en la oficina. Si quiere, le puedo devolver la
llamada mañana…
—Mi empleador preferiría hablar con usted de inmediato, si es posible
—dice el hombre—. Me disculpo por la hora.
—¿Quién es su empleador? —pregunto, desconcertado por todo lo
relacionado con esta llamada.
—Lo tengo en la línea ahora mismo, si está listo.
40
—Eh... ¿Claro? —Salgo del baño y me dirijo a la sala de estar.
—Un momento por favor. —Oigo un clic y luego Yari dice—: Todo listo,
jefe.
—Gracias, Yari. —Una voz nueva, mucho más suave, llega a través de
la línea—. Doctor Lemuel Love… es un hombre difícil de localizar.
Mi boca se abre por un segundo mientras recuerdo la nota que Emily
jodió más temprano.
—Sí, bueno... Mi asistente… lo siento, ¿quién es?
—Mi nombre es Manuel Blanco. Opero una instalación en Nueva York,
y bueno, iré directo al grano. Me gustaría que viniera a trabajar para mí en
un trabajo específico para el que creo que es el candidato perfecto.
Estoy aturdido, lo que no sucede a menudo. Solo estoy parado en
living mirando a la pared...
¿Manuel Blanco? ¿Una instalación en Nueva York?
—¿Qué tipo de instalación? —pregunto, luego niego con la cabeza—.
Esto es altamente irregular, Sr. Blanco. Actualmente no estoy buscando
trabajo y estoy en Atlanta. ¿Cómo obtuvo mi número?
—Si está de acuerdo con nuestros términos, puedo darle más
información, doctor —responde el Sr. Blanco, hablando con calma, su tono
bastante misterioso—. Pero para responder a su pregunta, he estado
siguiendo su carrera durante bastante tiempo. Soy un gran admirador de
su libro.
Parpadeo un par de veces.
—Oh… ¿Usted está en el campo de la psicología?
—No, no. —Se ríe—. Pero tengo un relevante interés. Su libro, su
investigación, y sus galardones me llevaron a la creencia de que puede ser
el correcto para este trabajo que estoy ofreciendo.
—¿Vaya? ¿Y por qué pensaría eso? —Me siento halagado y un poco
intrigado, aunque no debería estarlo. Este podría ser Callahan jugando
conmigo.
—Los... sujetos que tengo en mis instalaciones podrían ser de los que
le gustan —dice, y por alguna razón puedo escuchar una sonrisa en su voz,
a pesar de que nunca lo he visto antes.
Algo de lo que ha dicho me hace pensar...
41
—¿A cuál de mis libros se refiere, señor Blanco?
La línea se queda en silencio por un momento antes de que responda:
—Beneficial Brainwashing. 3
Casi jadeo.
Mis dedos tiemblan y mi pulso se acelera.
—¿Cómo…?
—Tengo mis métodos, doctor Love —responde a mi pregunta antes de
que siquiera la formule—. Como mencioné, creo que este trabajo puede ser
perfecto para usted.
Perfecto para mí… No, yo seré perfecto para el trabajo.
Mis músculos están tensos mientras niego con la cabeza.
—Lo siento, señor Blanco. No estoy interesado.
Y cuelgo el teléfono, apagándolo inmediatamente.
Tambaleándome por mi sala de estar, mi mente examina
frenéticamente la conversación. Es desconcertante cómo diablos alguien
podría relacionarme con ese libro. Nadie sabe que lo escribí, y con razón,
porque si lo supieran, estoy seguro de que mi reputación se desangraría y
moriría en minutos.
Lo escribí hace ocho años, recién salido de Johns Hopkins y luego de
un montón de investigación de psicología conductual y criminal, ampliando
mis curiosidades morbosas a cosas que no han sido aceptadas en la
comunidad médica en décadas. Lo publiqué de forma independiente y utilicé
el seudónimo de doctor Melvin Strange, un modismo sin sentido que inventé.
Básicamente, no escribí el libro por ningún tipo de fama o atención.
Más bien, solo quería expresar mis pensamientos, sin tener que atarlos al
doctor Lemuel Love.
Han pasado años desde que pensé en el libro… Hasta ahora. Hasta
que este extraño me lo mencionó, afirmando que es un gran admirador de
él.
¿Y debido a ese libro, él cree que me gustaría tomar un trabajo en esta
instalación que opera?
Todo es tan extraño.
Dicho esto, no puedo negar mi intriga. Y tras la interesante sesión con
Trevel de hoy, no puedo evitar admirar el momento oportuno de la llamada... 42

3 Beneficial Brainwashing: Beneficios del Lavado de Cerebro.


El estudio del comportamiento de los asesinos es mi principal interés.
Y a lo largo de los años, con mi práctica y las presiones de mis padres y
colegas, como que me he alejado de ello. Sí, sigo tratando pacientes
complejos, pero Trevel es el único que realmente ha matado a alguien. A
varias personas.
Cuando leí Mindhunter 4 por primera vez, recuerdo haber pensado, sí,
esto es lo que quiero hacer. Quiero hablar directamente con personas que
han quitado vidas, y no por accidente. Me refiero a seres humanos que han
asesinado deliberadamente a sus semejantes y vivieron para contarlo.
Solo pensar en eso ahora cubre mi piel con escalofríos y retuerce mi
estómago en un nudo.
Al recordar que iba a ducharme, vuelvo al baño, me quito los AirPods
y me desnudo del resto de la ropa. Pero antes de entrar, capto la vista de mi
reflejo en el espejo.
La piel ligeramente descolorida en mi garganta... Desvanecida con el
tiempo, pero aún visible. Ante mis ojos, todavía se ve igual que hace tantos
años.
Y me veo como era entonces...
Un niño, a punto de convertirse en hombre. Más joven, más débil.
Ambos física y mentalmente.
Presa fácil.
Y presa fue. Pero no me atrapó.
Porque las circunstancias solo te llevarán hasta cierto punto...
El resto depende del impulso.

4
43
Mindhunter: Es un libro de crimen de no ficción de 1995 escrito por el agente retirado
del FBI John Douglas y su coautor Mark Olshaker. El libro detalla cómo se confeccionó y
elaboró el "perfil de personalidad criminal" sobre asesinos en serie y asesinos en masa.
4
Felix

C
reo que me estoy muriendo.
Eso sería divertido, ¿no? Después de todo lo que he
hecho, termino conociendo a mi creador por inanición y
deshidratación en un agujero de cemento en medio del
océano…
Tal vez sea apropiado. Tal vez esto es lo que merezco.
De hecho, estoy seguro de que lo es. Pero incluso ahora... Incluso
pudriéndome en la celda oscura y húmeda de aislamiento en solitario donde
he estado durante cinco semanas, más o menos, no puedo localizar nada de
ese ilustre remordimiento dentro de mí.
Simplemente no está ahí... Esa sensación como Pie Grande, que he
estado cazando desde Emmanuel… Todo el mundo me dice que es una de
las emociones más humanas. Pero no la tengo.
No estoy tan seguro de quererla siquiera. Creo que preferiría vivir el
resto de mi probable breve existencia felizmente inconsciente. ¿No es eso lo
que siempre dicen? Preferiría ser estúpido y feliz que poseer el conocimiento
del mundo y su miseria.
Bueno, tampoco creo que sea muy feliz ahora mismo.
Acurrucándome en el destartalado catre en la esquina de mi celda, me
abrazo a mí mismo, tratando de mantener el calor. Hace mucho frío aquí.
Creo que es casi primavera afuera en este momento, pero tengo que confiar 44
en mis recuerdos de la temporada, ya que llevo meses encerrado y sin una
ventana.
Cerrando los ojos, vuelvo al día en que me arrancaron de mi celda
normal y me tiraron aquí abajo en aislamiento...
Hoy es el día.
Ivan Wilkerson va a morir.
Luché contra eso, durante cinco segundos. Después de todo, rogué y
supliqué por algo de contacto humano. ¿No es matarlo una especie de hacer
fracasar al objetivo?
Pero simplemente no puedo evitarlo...
No solo estoy un poco desesperado por ello, no he quitado una vida en
más de cuatro meses llegados este punto, sino que Wilkerson también es un
pedazo de mierda delirante. No es un buen conversador en absoluto, lo que
supongo que podría pasar por alto si tuviera algunas otras cualidades
redentoras. Pero no las tiene. Literalmente apesta en la vida.
Así que voy a quitársela, ya que no se la merece de todos modos.
Solo pensarlo hace que me suba la adrenalina. Cuando me atraparon
por primera vez y me enviaron a prisión, pensé momentáneamente que podría
liberarme, por así decirlo. Liberarme de los impulsos que me han definido
durante tanto tiempo. Tal vez sería como una rehabilitación y finalmente
podría parar...
Pero resulta que realmente no quiero. Muero físicamente por tomar el
último aliento de este imbécil, y luego tomar esta pieza de metal que trabajé
en la litera en la que estoy sentado y esculpir su cara. Ya me he decidido por
la expresión que busco.
Quiero que Ivan Wilkerson se vea molesto. Le voy a tallar la boca en un
puchero porque es una perra quejosa. Todo lo que he oído de él durante los
últimos dos días es sobre cómo no entiende por qué está aquí siquiera.
Ha estado violando a niños pequeños durante años. El último murió.
Pero para él, ¿eso fue solo como un riesgo del trabajo? ¿Un incidente
operativo?
Dios, qué fuerte rodaron mis ojos anoche cuando se estaba quejando.
Eso definitivamente reafirmó mi necesidad de borrarlo de la faz de la tierra.
No es que necesariamente esté tratando de salvar a la humanidad de él... No
soy un superhéroe y él ya está atrapado aquí, en cualquier caso. Pero cada
45
vez que menciona a sus víctimas, todo lo que puedo ver es la cara de Cam.
Veo sus ojos asustados, los moretones en sus brazos...
Recuerdo que se fue por culpa de alguien como este hijo de puta que
está en la litera de arriba, y quiero matar a un millón más de Ivan Wilkerson.
Si Cam no se hubiera ido, entonces tal vez no me habría vuelto así...
Apartando ese pensamiento, trago el exceso de saliva que llena mi
boca. Ya nada de eso importa. Cam habría encontrado alguna otra razón para
dejarme como lo hace todo el mundo...
Y soy un monstruo, no un mártir.
Los fuertes ronquidos de Wilkerson me sacan de mis pensamientos y
mis dientes se aprietan. Saliendo de mi litera, subo con cuidado a la suya.
Estoy encima de él rápido, arrodillado con todo el peso de mi cuerpo sobre sus
brazos cuando se despierta.
—¿Qué caraj...? —trata de ladrar, pero antes de que pueda pronunciar
la última palabra, mis manos van a alrededor de su garganta.
Sé que probablemente no podré matarlo de esta manera, pero solo
necesito desorientarlo lo suficiente como para tomar ventaja. Muchas de mis
víctimas más grandes me ven y asumen que no hay forma de que pueda
dominarlos, ya que no tengo enormes músculos descomunales. Pero la fuerza
no se trata solo del volumen.
He pasado años entrenando mi cuerpo para lo que hago. Eso es de lo
que mi amigo Ivan se está dando cuenta en este momento mientras sus ojos
frenéticos saltan. Su cara está toda roja, y está tratando de gritar, pero no
está funcionando porque mis manos están quitándole el aire. Su agitación
comienza a disminuir, y los párpados se le cierran.
Una vez que lo hacen, me alejo de él y luego lo hago rodar fuera de la
litera. Cae al suelo con un ruido sordo, y cuando bajo, veo que aterrizó sobre
su cabeza. Eso es conveniente.
Está inconsciente, pero lo agarro por el cuello y golpeo su cráneo contra
el suelo un par de veces por si acaso. Oigo ese crujido familiar por encima de
la sangre que corre en mis oídos, y lo libero. Tomando una respiración
profunda, cierro los ojos, y me tomo un momento para deleitarme con ella. La
libertad.
Estoy despierto. Mi corazón, mi mente, mi cuerpo. Todos están
conectados.
46
Volviendo a abrir los ojos, empujo mis anteojos hacia arriba por mi nariz
y observo a mi trigésima sexta víctima. Está completamente muerto. Ni
siquiera necesito comprobar su pulso para asegurarme. Pero aun así, me
siento a horcajadas sobre él y toco su garganta.
—Todavía estás caliente —le digo, mordiéndome el labio—. Me gusta.
La sangre que brota de la grieta en su cráneo está formando un charco
gigante. Mi estómago se retuerce en un nudo mientras lo observo, paralizado.
Sin siquiera darme cuenta, empiezo a tararear una de mis canciones
favoritas.
Removiendo el trozo de metal de mis pantalones, acuesto a Wilkerson
y toco su cara. Hay sangre por todas partes, saliendo de su boca, nariz, ojos.
Es muy sangriento.
Las letras de Tears For Fears están en mis labios mientras llevo el metal
a su cara y empiezo a esculpirlo. Estoy concentrado en mis movimientos. Ha
pasado tanto tiempo desde que hice esto...
—Lee —susurro el nombre mientras raspo el metal contra su piel. Es
lioso como el infierno ya que la cosa no es muy filosa. Pero aun así, está
funcionando para mantener mi atención—. Él era como tú. Puede que lo
recuerdes como la estrella en el árbol del Rockefeller. —Me detengo y me río—
. Y qué estrella fue. Portada de los titulares durante meses. —Mi sonrisa se
cae mientras troceo la cara de Wilkerson—. Tal vez por eso estoy aquí… me
volví demasiado arrogante. Normalmente soy una persona muy humilde. Pero
la atención de la exposición de Lee se me subió a la cabeza. Y luego, bueno...
ya saben.
Dejando escapar un largo suspiro, siento que mi estado de ánimo ha
cambiado. Y todo es culpa de Lee. Pensar en él me enfada. Era un pedazo de
mierda.
Apartándome el cabello de los ojos, me levanto lentamente. Mirando al
suelo de la celda, veo que casi la mitad está cubierto de un rojo espeso. Velle
se va a enojar.
Ese pensamiento hace brotar una nueva pequeña sonrisa de
satisfacción mientras dejo caer mi arma y vuelvo a mi litera. Acostado, miro
hacia la parte inferior del colchón de arriba.
Supongo que el contacto humano está sobrevalorado.
Temblando, me acurruco más fuerte, recordando lo enojado que
estaba Velle cuando encontró el cadáver de Wilkerson. Hizo que ese gran 47
guardia tatuado rubio me trajera aquí abajo, a aislamiento... Creo que su
nombre es Kemper. Lo recuerdo de cuando llegué inicialmente. Solía
llevarme a la cafetería y darme de comer.
El calor se asienta en mis entrañas ante el recuerdo. Siempre olía muy
bien, y tenía esa voz profunda que resonaba en mi cerebro durante horas
después de que me llevara de vuelta a mi celda.
Rodando sobre mi estómago, me muevo un poco contra el colchón. Mi
pene se está endureciendo por todos los recuerdos. La sangre, esculpir y los
guardias con sexy voz profunda, tatuajes y grandes bíceps abultados.
Un suave suspiro se me escapa mientras presiono mis caderas contra
la cama con más fuerza. Está funcionando para calentarme, eso es seguro.
Y el dolor en mis bolas me recuerda cuánto tiempo ha pasado desde que
tuve sexo.
—Jesucristo... —gruño por lo bajo.
No me he acostado con alguien como en seis meses. No es
completamente una locura, ya que nunca he sido un ser demasiado sexual.
Mi disfrute del sexo normalmente se basa en la otra parte. Desde que perdí
mi virginidad de una forma extremadamente decepcionante en la
universidad, siempre me he quedado con ganas de más.
Puedo contar con los dedos de una mano cuántas veces he tenido esas
cosquillas en el estómago… Las que viajan hasta tus entrañas y se esparcen
por todo tu cuerpo. Las que te hacen desear, salivar, te ponen de rodillas,
rogando y suplicando lo que la otra persona quiera darte.
Resoplando por la frustración, me dejo caer sobre mi costado,
rindiéndome. Estoy seguro de que mi erección desaparecerá si simplemente
la ignoro.
El sonido de una puerta cerrándose fuerte me distrae, y me siento
sobre mis codos. Odio cuánto aumenta mi entusiasmo ante la perspectiva
de comida y agua. No he comido en al menos un día completo y casi tres
antes de eso. Los gruñidos de mi estómago se han convertido en la banda
sonora de mi vida.
Pero no puedo preocuparme por nada de eso en este momento porque
el golpe sordo de pasos va acompañado de ese familiar sonido de pies siendo
arrastrados.
Están trayendo a alguien más aquí.
Efectivamente, oigo que se abre la puerta de la celda contigua a la
mía, y alguien es depositado dentro. Quien sea que lo haya dejado, se va sin 48
darme nada para comer o beber, lo cual es devastador, pero lo ignoro y
escucho con atención los sonidos de mi nuevo vecino.
Creo que está paseando de un lado al otro, lo que continúa por un
tiempo. En realidad me quedo dormido con la oreja pegada a la pared y me
despierto con un ruido sordo, como si se estuviera golpeando la cabeza en
el hormigón que compartimos.
Por alguna razón, mis labios se curvan mientras presiono mi palma
sobre la superficie fría y áspera. Comienza a decir palabrotas, y me río. Me
sorprende que pueda escucharlo tan bien a través de la pared. Aunque creo
que todo hace eco en esta vieja tumba desgastada.
—Suena familiar —le susurro.
—¿Quién está ahí? —pregunta frenéticamente, y mi sonrisa se amplía.
Me cambio de posición para sentarme frente a la pared.
—Dime tu nombre primero.
—No necesito decirte una mierda —gruñe con petulancia.
Suena como un mocoso terco, pero su voz ya es irresistible. Incluso a
través de la pared, el sonido es como música seductora.
—Bueno, sí. Sé que no es necesario —le digo—. Pero deberías.
—¿Por qué? —pregunta, todavía claramente aferrándose a sus
escudos.
—Porque vas a empezar a volverte un poco loco aquí. Hablar con
alguien definitivamente puede ayudar.
Y está en mi propio interés egoísta que continúe hablando también.
—Bueno, todavía no te he dicho mi nombre y aun así estás hablando
conmigo. —Suena un pequeño triunfo en su tono.
Saca una pequeña bocanada de risas de mí.
—Me has superado, hombre misterioso. Felicidades.
—Estoy orgulloso —responde—. ¿Cuánto tiempo has estado aquí?
Manteniéndome en silencio, me acomodo en el colchón y cruzo los
brazos sobre mi pecho. Porque él no es el único mocoso en aislamiento.
Pasa un momento antes que él diga:
—¿Ninguna respuesta? Eso es genial. No tienes que responder eso,
supongo… 49
Sonrío para mí. Es un poco dulce. Parpadeando hacia la pared, me
pregunto cómo se ve.
Pasan otro par de minutos antes de que murmure:
—El tratamiento del silencio. Realmente maduro.
Me tapo la boca para asegurarme de que no me escuche reírme. Voy
a ganar este juego, sexy extraño. Haré que me digas tu nombre, y entonces
seremos mejores amigos.
Con suerte, no terminará apestando como el viejo muerto de Ivan
Wilkerson.
Más minutos, y la voz de mi hombre misterioso se estremece:
—¿Siempre hace tanto frío aquí?
Asiento, pero no digo nada. Y no puedo decirlo con certeza, pero creo
que me dijo idiota obstinado.
Mi sonrisa brilla mientras me acuesto de lado, agotado por la
inanición y la deshidratación. Mis párpados se sienten pesados mientras
observo la pared que nos separa, preguntándome sobre mi nuevo amigo.
¿Es alto? ¿Su cabello es suave? ¿Huele bien?
¿Tiene músculos? ¿Tatuajes? ¿Le gusta la música de los 80?
¿Sus padres lo amaban? ¿Ver sangre le provoca un cosquilleo como me
lo hace a mí?
Me pregunto tantas cosas sobre él que al final me quedo dormido. Sin
embargo nada sucede. Aún no he soñado desde antes de que me
arrestaran... Incluso con el extraño con voz sexual al otro lado de la pared
secuestrando mi cerebro.
Me despierto con el sonido de su voz. Dijo hola, pero no creo que
estuviera hablando conmigo. Suena más lejos, como si estuviera mirando
por la puerta de su celda. Sentándome, espero que tal vez traigan algo de
comida o agua. Pero no escucho a nadie. Ni pasos, ni llaves, ni puertas.
Solo silencio y el extraño de al lado paseando de un lado al otro. Vuelve
a la pared y comienza a tararear una canción. Crimson and Clover. Está
cantando mientras habla solo, y es tan entretenido como hablar con él, para
ser honesto. Escucharlo mientras nombra listas de cosas, sin duda ayuda a
pasar el tiempo.
Creo que han pasado horas cuando golpea la pared con cansancio y
dice:
—Mi nombre es Dash.
50
Mordiéndome el labio para contener mi sonrisa somnolienta, cierro los
ojos. Dash. Su nombre también es sexy.
—Me alegro te que hayas dejado convencer —le digo—. Soy Felix.
Dash se queda callado por un momento antes de decir:
—Felix... voy a necesitar que me distraigas. Me estoy volviendo loco
aquí.
Elijo no decirle que no sabe ni la mitad. Pero no quiero molestarlo.
—Puedo hacer eso —suspiro—. ¿Te gustan los deportes?
—Más o menos —me dice—. Soy ruso, así que lo que más me gusta es
el hockey y el fútbol.
Me río.
—¿Esos son los deportes que les gustan a los rusos?
—Supongo —se ríe—. A mi papá le gustaban.
—Creo que el fútbol está bien. ¿Qué tal el fútbol americano?
—Está bien, pero los equipos de fútbol americano de Nueva York son
una mierda.
—Estoy de acuerdo —me río—. Los Giants son decentes, supongo.
Pero soy de Connecticut, así que se supone que me deben gustar los
Patriots.
—Pasemos de eso, Felix. Quiero que me gustes. —Puedo escuchar la
sonrisa en su voz, y eso hace que me acerque poco a poco a la pared.
Mis dedos rozan el cemento que nos separa.
—¿Hablas ruso?
—Mhm. —Mi pene se retuerce con fuerza solo porque gruñe esas dos
sílabas.
Lamiendo mi labio, me recuerdo relajarme. Típico de Felix, dejarse
llevar por un total extraño.
¿No ha sido siempre este el problema? Estás jodidamente
desesperado...
Me burlo de mi propio regaño interior y pregunto:
—¿Podrías decir algo en ruso?
Dash se queda callado por un momento antes de decir:
51
—¿Eto real'naya zhizn' eto prosto fantastika?
Me pellizco el labio inferior entre los dedos.
—¿Qué significa?
—Es la primera línea de Bohemian Rhapsody. —Se ríe a carcajadas.
Resoplo, y ambos terminamos riéndonos durante treinta segundos.
—Caught in a landslide… ¿no escape from reality?
Se ríe. Luego dice:
—Otkroy svoi glaza, vzglyani na nebo i uvidish’.
Me estoy riendo tan fuerte que apenas puedo respirar.
—¡Pero tienes que cantarla!
Y lo hace. Canta la letra de la canción más famosa de Queen en ruso.
Mierda, este tipo es genial.
De repente estoy ansioso como el infierno por preguntarle si le gustan
los chicos. Pero no quiero asustarlo si es heterosexual. Además, ¿qué
significaría, de todos modos? ¿Qué voy a hacer, salir con alguien a través de
una pared?
Simplemente te dejará, Felix. Todos intentan irse. ¿¿No has aprendido
eso ya?? Es como si fueras deliberadamente estúpido o algo así.
Mi risa se desvanece y mi sonrisa cae ante mis pensamientos. Tienen
razón, siempre la tienen. Este es mi problema, mi maldición infinita.
Están fingiendo preocuparse por ti. Nunca te amarán porque no te
quieren.
—¿Y tú? —pregunta Dash, y miro hacia la pared—. ¿Hablas algún otro
idioma?
—Español —le digo en voz baja, sintiéndome inseguro y triste de
repente—. Algo de francés y mandarín…
Mi mente se desplaza a Lin. El número seis. Me enseñó algunas frases
cuando todavía disfrutábamos de la compañía del otro. Antes de que
inevitablemente me dijera que quería irse. Y le envolví una brida alrededor
del cuello...
—Eso es genial —chilla Dash, sin idea de la tormenta que ruge en mi
mente en este momento—. ¿Pero puedes cantar Bohemian Rhapsody?
Contra mi voluntad, mis labios se curvan. Me gusta mucho este chico...
Llevando mi mano a la pared, mis dedos tocan vacilantemente la
superficie fresca e irregular, deseando que fuera la cálida y suave piel de su
52
rostro.
No te querrá, Felix.
Ninguno de ellos lo hará.

53
5

Felix Harmon Darcey


Edad: 14 años
Ubicación: Ridgefield, CT

S
olía pasar el rato con unos niños de nuestro vecindario en
Ridgefield. Vivían tres casas más abajo en nuestro pequeño
callejón sin salida... Cameron y Cassie Kline.
Eran mellizos y los tres teníamos la misma edad. Se
mudaron a nuestro vecindario cuando teníamos seis años, así que como que
crecimos juntos.
No tenían madre. Murió cuando eran muy pequeños. Eran solo ellos
y su papá… Tom.
Thomas Kline era un banquero de inversiones en Manhattan. Después
que su esposa murió, pudo reducir el número de horas que trabajaba para
poder cuidar más de Cam y Cassie. Por lo que recuerdo, todavía iba a la
ciudad, como, una vez a la semana. Pero aparte de eso, siempre estaba en
casa.
No pensaba nada de eso. Quiero decir, él no era mi padre... Aunque
parecía extraño para mí, el concepto de un padre que siempre estuviera
cerca. Tomando tal interés por sus hijos. Mi padre no era así en absoluto.
Conseguir algún tipo de compromiso con mi propio padre era una 54
rareza, una que empezaba a atesorar. A desear…
Me preguntaba por qué mi padre no nos prestaba tanta atención a mí
y a Zach como Tom lo hacía con Cam y Cassie. Supuse que era por mi
madre. Él la odiaba, y por tanto, odiaba estar cerca de nosotros.
Cam y Cassie tenían suerte de que su madre hubiera muerto.
Recuerdo un día que íbamos los tres en bicicleta. Cam estaba
presumiendo, como de costumbre. Era tan bueno en todo, en los deportes
en particular. No podía dejar de observarlo mientras hacía caballitos con su
bicicleta, patinando los neumáticos en ciento ochenta grados, lanzándose a
la acera.
Se veía tan bien haciéndolo... Como un profesional, supongo. Pero
también lo hacían la forma en que las venas de sus antebrazos sobresalían,
su cabello rubio desgreñado caía sobre sus ojos, los hoyuelos prominentes
que siempre estaban a la vista alrededor de su boca. Cam sonreía mucho.
También se reía mucho. Y me enamoré de cómo lo hacía lucir…
Estaba pasando tanto tiempo hipnotizado por él, de hecho, que de
alguna manera perdí el equilibrio y me caí de la bicicleta. Me lastimé,
aterrizando sobre mi trasero con las manos hacia abajo, raspando como la
mierda mis palmas. Dolían como una perra, pero estaba más preocupado
por la bicicleta. Sabía que mi mamá montaría en cólera si estropeaba la
bicicleta que acababan de comprarme, lo que disgustaría a mi padre. Y eso
no podía pasar.
—¡Oye, Darcey! ¿¿Estás bien?? —gritó Cameron mientras él y Cassie
corrían de vuelta hacia mí.
Cassie, la más tranquila de los dos, saltó primero y corrió a mi lado.
Parecía preocupada por mí, y lo aprecié. Pero la atención que necesitaba, en
lo profundo de mis entrañas, era de su hermano mellizo.
Cam se arrodilló mientras yo fingía que estaba bien, sacudiéndome y
empujando mis anteojos por el puente de mi nariz. Me dolía, seguro, pero
no podía permitir que Cam supiera eso. Él era tan duro y audaz de una
manera que yo nunca había sido. Lo admiraba. Quería eso… Tal vez quería
ser así. Pero también en cierto modo quería estar cerca de él.
Lo codiciaba.
—Estoy bien —me quejé. Pero luego Cam agarró mi mano y me
congelé, como un ciervo frente a los faros. 55
Levantó mi mano para revisar los rasguños, y luego se volvió hacia
Cassie.
—Ve a buscar el botiquín de primeros auxilios.
—Yo... creo que estoy bien. —Mi voz salió grave y tranquila. Odiaba
como sonaba, pero no podía superar lo increíble que se sentía que me
tocara... Que sostuviera mi mano.
Y no podía dejar de mirarlo a la cara. Las curvas y pendientes de su
nariz puntiaguda y sus labios carnosos, la mandíbula esculpida y esos
malditos hoyuelos.
En ese momento, supe que nunca me sentiría atraído por las chicas.
Simplemente no estaba en mi composición.
Había estado tratando de entenderme durante años... Mirando a las
chicas en la escuela y preguntándome si alguna vez podría besarlas.
Mirando revistas porno... La primera vez que miré una Playboy tenía trece
años. No me hizo nada, pero simplemente asumí que era porque era
demasiado pequeño o algo así. Tal vez aún me estaba desarrollando.
Pero en este momento, sabiendo a ciencia cierta que Cassie estaba
interesada en mí, por la forma en que me miraba, me sonreía y se reía de
todo lo que yo decía, incluso cuando no era divertido, era dolorosamente
obvio: sabía que nunca podría salir con ella. Porque ella no era él.
—Estás sangrando —susurró Cam, mirando un corte en mi palma
donde un rojo distintivo discurría hacia abajo.
Observé cómo la sangre se movía, y un ardor apretó la parte inferior
de mi estómago ante la imagen. Y la sensación de la piel cálida de Cam
tocando la mía. Su olor rodeándome... Era abrumador. Pero no podía negar
que me gustaba. Muchísimo.
De repente, levantó mi mano entre las suyas y lamió el goteo de sangre
con su lengua.
Estaba jodidamente sorprendido. Atónito de que lo hubiera hecho,
pero también más encendido de lo que nunca había estado en toda mi vida.
Un fuerte tirón sucedió en mis pantalones al sentir su lengua mojada
trazando la línea de mi sangre, y me tomó toda mi fuerza de voluntad no
gemir abiertamente. Creo que un pequeño... sonido suave se me escapó.
Nuestros ojos se conectaron, y luego noté que había algo de rojo opaco
en su labio inferior. De mi sangre.
56
Incluso ahora, creo que nunca he querido besar tanto a alguien como
lo hice en ese momento.
Pero Cameron simplemente me sonrió, me guiñó un ojo y se puso de
pie, levantándome por el brazo. Nos quedamos parados uno al lado del otro,
él casualmente inconsciente de lo loco que me estaba volviendo, y yo dando
vueltas y vueltas a través de imágenes de él lamiendo mi sangre, y yo
lamiendo la suya…
Me aclaré la garganta cuando Cassie se acercó corriendo con el
botiquín de primeros auxilios.
—Tu bicicleta está un poco más arañada que tú —dijo Cam,
examinando mi bicicleta mientras Cassie limpiaba mi mano y me ponía una
tirita.
—Mi papá se va a enojar —murmuré, había tantas emociones
inundando mi sistema que apenas podía pensar con claridad.
Cam miró la bicicleta un poco más y luego se enderezó.
—Entonces vamos a intercambiarlas.
Le fruncí el ceño.
—¿Eh?
—Tenemos la misma bicicleta, y la mía está en perfectas condiciones
—dijo en ese tono amable suyo. Como si todo en el mundo fuera tan simple.
Era un detalle de Cam, y realmente me encantaba. Me encantaba lo
dispuesto que estaba en resolver los problemas de la gente… los míos en
particular.
Él siempre había sido así. Para ser justos, era así con todos, pero
claro, cuando lo hacía por mí, optaba por interpretarlo como que podría
haber estado albergando sentimientos secretos por mí. Ni siquiera podía
contar cuántas veces había inventado excusas, asumiendo la culpa de las
cosas que habíamos hecho para que yo no metiera en problemas.
Innumerables veces me había defendido, cuando los otros chicos de la
escuela me llamaban cuatro ojos, bicho raro o Felix el raro... burlándose de
mí y riéndose cuando me tiraban los libros que llevaba en las manos en los
pasillos.
Cam les decía que se fueran. Me defendía ante los deportistas, porque
se llevaba bien con todos. Les decía que yo era genial hasta que dejaban de
molestar. Ese es justo el tipo de persona que era. Siempre estaba ahí porque
Cameron Kline era simplemente una persona generalmente desinteresada. 57
Una persona que disfrutaba tomando los problemas de los demás en sus
manos esculpidas y haciéndolos suyos, solo para hacerles la vida un poco
más fácil.
Era perfecto.
Mirándolo con ojos muy abiertos, le pregunté:
—¿Tu papá no lo notará?
—Nah. —Sacudió la cabeza—. A él no le importan cosas como esa.
—Vaya… —murmuré, frotando la parte de atrás de mi cuello—. Tienen
suerte de que su papá sea tan increíble. Ojalá, mi papá fuera así…
—No, no lo haces —espetó Cassie. El sonido salió de la nada,
recordándome que ella estaba también allí. La miré, levantando una ceja
con confusión ante sus agudas palabras. Sus ojos se lanzaron hacia Cam,
y compartieron una mirada que no pude interpretar bien—. Solo quiero decir
que él no es perfecto.
Su rostro se inclinó y sus ojos se quedaron fijos en sus zapatos. Había
algo extraño en la forma en que estaba actuando... Ambos parecían un poco
callados de repente. Solo porque mencioné a su padre y dije que era
increíble.
En ese momento, recuerdo que pensé que era extraño. Pero por
supuesto, no descubriría exactamente por qué se comportaban de manera
tan extraña hasta después de otros dos años...
—Sé que no es perfecto —respondí—. Pero al menos pasa tiempo con
ustedes. Daría cualquier cosa porque mi papá…
—¡No, no lo harías, Felix! —me ladró Cam, cortando mis palabras en
mi garganta—. Solo déjalo, ¿de acuerdo? Nuestro padre es simplemente... lo
que sea. —Exhaló fuerte y se frotó los ojos. Fue entonces cuando noté
algunos moretones específicos alrededor de su bíceps. Parecían huellas
dactilares…— Toma la bicicleta, ¿de acuerdo? ¿Necesitas ayuda para
llevarla a tu garaje?
Parpadeé hacia él, nuestros ojos se sostuvieron la mirada durante lo
que se sintieron como horas. Podía ver tantas cosas en los anillos de color
marrón y verde en sus ojos… Pero en lo que me enfoqué fue en el miedo. Se
asentó en mi pecho; estacionándose allí y se quedó durante mucho tiempo.
Honestamente, creo que todavía podría estar allí.
El miedo que él sentía es el mismo que he causado en tantos otros a
lo largo de los años... Y he estado en conflicto al respecto. Florezco con ese
58
miedo a veces... Otras veces, lo desprecio.
Es mi maldición. Amarme y odiarme a la vez.
Finalmente negué con la cabeza ante la pregunta de Cam, se inclinó
para recoger mi bicicleta, caminando de regreso a su casa sin siquiera
despedirse. Cuando miré a Cassie, sus ojos se encontraron con los míos,
suplicando algún tipo de entendimiento antes de ir por su bicicleta,
siguiendo solemnemente a su hermano.
Me quedé en la calle durante unos minutos, preguntándome qué
estaba pasando. Pensando en mis dos únicos amigos y su padre. Mi propio
padre... mi familia.
Tantos pensamientos extraños revolotearon en mi cerebro mientras
recogía la bicicleta de Cam y la llevaba hasta mi entrada. La llevé al garaje
y bajé el pie de apoyo. Pero antes de volver dentro, me tomé un momento
para pasar mis dedos por el asiento de la bicicleta, el manubrio, la sensación
de la mano de Cam en la mía todavía apretando mi estómago.
El recuerdo de su cálida lengua lamiendo mi sangre...
Antes de que supiera lo que estaba pasando, estaba sacando mi pene
de mis pantalones y me estaba masturbando. Me corrí en dos minutos con
el nombre de mi mejor amigo precedido de respiraciones contenidas.
Más tarde esa noche, después de la cena, estaba sentado en los
escalones de la entrada de nuestra casa, ignorando los chillidos de mi madre
mientras le gritaba cosas a mi padre. Estaba mirando fijamente la calle,
cuando escuché pasos distantes, como si alguien estuviera corriendo.
Efectivamente, era el padre de Cam y Cassie, Tom, trotando. Sin
siquiera darme cuenta, me había puesto de pie y me dirigía por el camino
de entrada, a través de la hierba, hacia la carretera. Caminé lentamente tras
él, observando atentamente mientras corría más lejos. Llevaba solo
pantalones cortos, con todo su torso desnudo en exhibición, brillante por el
sudor.
Seguí caminando, manteniendo mis pasos al ritmo correcto,
manteniéndome lo suficientemente lejos como para que no me viera, pero
también lo suficientemente rápido como para poder seguirle el paso, a la
distancia. Mirando.
Observando. Acechando.
Thomas Kline era un hombre, eso estaba claro. No era viejo para nada,
probablemente estaba cerca de los cuarenta en ese momento, pero aun 59
obviamente era mayor que yo. Había vello en su pecho, y sus músculos no
eran como los míos y los de Cam. Eran cuerdas y curvas gruesas, talladas
en él, como si lo hubieran cincelado de un gran trozo de piedra. El parecido
entre él y Cam estaba ahí, aunque su cabello era más oscuro y tenía una
barbilla diferente. Aun así, parecía una versión más vieja de mi mejor amigo.
Mi mejor amigo que había lamido mi sangre antes.
Mi lengua rozó mi labio mientras miraba a Tom desaparecer por la
colina, y mi mente corría incluso más rápido que él con pensamientos. Lo
raros que se pusieron Cassie y Cam cuando lo mencioné antes... Los
moretones de Cam. Me hicieron pensar, impulsándome a recordar cosas. Sus
extraños comportamientos.
Un recuerdo apareció... De una vez que había estado en su casa para
cenar. Tom colocó su mano suavemente sobre el hombro de Cassie. Y ella
se estremeció.
Nunca había pensado en eso ni un ápice antes de ese momento.
Mis dientes se hundieron en mi labio inferior mientras Tom corría por
mi mente.
Y me pregunté cómo sabría su sangre.

60
6
Felix

C
uando Velle viene a sacarme de aislamiento, mis emociones
están en conflicto.
Por un lado, me estoy muriendo de hambre.
Literalmente. No he comido en días y puedo sentir que mi
fuerza vital se desvanece. Estoy deseando seriamente una ducha, un cepillo
de dientes, y un poco de maldita comida.
Me encantaría un poco de pollo del General Tso, pero realmente
cualquier cosa servirá.
Pero por otro lado, no quiero dejar a Dash. Nos hemos convertido en
amigos rápidamente en los pocos días que hemos vivido en lados opuestos
de este muro. Nuestras conversaciones me ayudaron a superar el hambre
y, sinceramente, podría haber perdido la cabeza si no hubiera sido por él.
Eso y me gusta mucho la forma que me hace sentir en el estómago escuchar
su voz. A veces incluso puedo escucharlo cuando no está hablando.
Creo que su voz me recuerda a alguien, pero no estoy seguro. Tal vez
a Isaac…
Me estremezco ante la idea mientras Velle me arrastra, esposado y
encadenado, hacia las duchas del sótano. He estado aquí antes, pero por
supuesto es peor con Velle, ya que es el jefe imbécil a cargo y con alardes de
poder. Eso y que tal vez todavía está enojado porque maté a Wilkerson...
¿¿No entiende que no tuve otra opción??
61
La experiencia de la ducha es una de las más desagradables que he
tenido que formar parte. Velle se encarga de rociarme con una manguera, y
mientras que estoy agradecido por la especie de limpieza, el agua está
congelada y él está disfrutando demasiado al verme sufrir.
Pero algo me dice que mi verdadero sufrimiento aún está en el
horizonte...
Una vez que estoy seco y con ropa limpia, Velle me lleva por un
montón de largos pasillos, y cuando comenzamos a pasar puertas que
contienen celdas acolchadas, sé que hemos entrado en la infame Ala Este.
No estoy al tanto de todos los chismes que infestan los pasillos de la
Penitenciaría de Alabastro. No suelo estar cerca de los otros reclusos a
menudo, y cuando lo estoy, nunca estoy lo suficientemente cerca como para
hablar con ellos. Aun así, los guardias hablan.
¿Tal vez piensan que no entendemos lo que están diciendo? O tal vez
piensan que no importa lo que digan delante de nosotros porque nunca
podría llevar a nada... Quién sabe. Pero de cualquier manera, dado que no
hay otra forma de entretenimiento entre estas paredes, escuchar a los
guardias es realmente como la televisión para nosotros, las almas
condenadas. Y lo crean o no, son muy entretenidos.
Lo juro por Dios, el drama en este lugar a veces es como ver un
episodio de Degrassi 5 del infierno. Hay mucho que seguir sobre las vidas
personales de los guardias, que parecen estar atrapados en esta isla tanto
como nosotros, excepto que aparentemente pueden vivir en una gigante
mansión lujosa al otro lado de la isla. Solo por ese hecho, no puedo sentirme
tan mal por ellos, incluso si pudiera sentirme mal, cosa que no puedo.
Quiero decir, viven en una mansión. Y yo no he comido nada más que
mis propias uñas en casi cinco días. Lo sé, es asqueroso. Vamos a pasar eso
por alto, por favor.
Pero aparte de las tonterías de él se la folló, y él se lo folló, y él se la
folló mientras ella lo follaba a él que escucho de los guardias de la
Penitenciaría, las cosas más interesantes que he captado son sobre el lugar
en el que me encuentro justo ahora... El Ala Este.
Solo por como luce, este lugar me está haciendo tragar un poco más
fuerte que de costumbre. Hay una larga fila sinuosa de celdas acolchadas,
con grandes puertas de metal frente a ellas con solo una pequeña ventana
de plexiglás en la parte superior, parecidas a las de aislamiento. Cuando 62
5 Degrassi: es una franquicia de series de televisión dramáticas canadienses con más de
621 episodios entre todos los programas. Sigue las vidas de un grupo de adolescentes que
vivían en o cerca de la calle De Grassi en Toronto, Ontario.
pasamos, trato de echar un vistazo al interior para ver si hay alguien allí,
pero Velle me está arrastrando demasiado rápido. Una vez que llegamos al
final del largo pasillo, las habitaciones comienzan a verse diferentes. Hay
ventanas de plexiglás a cada lado de la puerta esta vez, y cuando miro
adentro, veo una especie de sillón de examen médico, solamente con grilletes
para brazos, piernas y cuello.
Y estoy seguro de que se usan para prácticas médicas completamente
razonables...
Pero antes de que pueda comenzar a obsesionarme internamente
sobre lo que podrían hacerme en estas extrañas salas de examen, capto un
vistazo de alguien dentro de una. Una persona de cabello oscuro y piel pálida
que no he visto en meses...
¿¿Es él??
Patino, tratando de ver mejor, pero Velle me patea la pierna hasta que
tropiezo.
—Muévete, imbécil —me gruñe, aunque todavía estoy ocupado
mirando boquiabierto al irlandés dentro de la habitación.
Está sentado en el suelo de la habitación con la cabeza entre las
manos, pero sé que es él. Puedo decirlo por sus tatuajes, su cabello, y el aire
de repugnante depravación que lo rodea como un aura.
Sin siquiera pensarlo, murmuro:
—¿Él está aquí?
Velle resopla y me empuja pasando la puerta de la habitación
contigua.
—Sí, ¿y qué? ¿Estás enamorado de él o algo así?
Se ríe para sí mismo, pero yo solo lo miro fijamente. Si tan solo
supiera…
El hecho de que este chico irlandés esté ahora aquí, en el Ala Este, en
la celda justo junto a la mía, se siente como una especie de obra del destino.
Algo que fue hecho para que suceda…
No existen las coincidencias, después de todo. Y he estado pensando
en él desde aquella primera vez que lo vi en la cafetería, hace meses. No he
olvidado sus palabras… 63
No soy como tú.
La piel de gallina cubre mi carne, y me muevo mientras Velle me quita
las esposas y los grilletes.
—Mira, #89, no me importan tus comodidades, en caso de que no te
hayas dado cuenta. Estás aquí ahora. Trata de descansar un poco mientras
puedas. Porque tan pronto como ellos aparezcan... bueno, digamos que
estás en esto a largo plazo.
Escucho las palabras de Velle, pero aun así, no puedo dejar de mirar
la pared que me separa del inusual chico irlandés. Es interesante que siga
compartiendo paredes con personas que me cautivan con tanta facilidad y
tan… a fondo.
Debería estar nervioso por lo que dice Velle... No sé quiénes son ellos,
pero estoy seguro de que no me gustarán.
Aun así, lo único en lo que parece que puedo concentrarme es en la
losa de concreto que ahora me separa del irlandés, que no es como yo. El
hombre con anarquía en sus miembros y espantoso dolor en sus ojos.
Voy a averiguar su nombre.
Velle suelta un suspiro irritado y me deja inquieto en mi lugar,
cerrando la puerta y bloqueándola detrás de él. Sus pasos toscos y torpes
resuenan en las paredes cuando se va, pero todo el tiempo, solo estoy
boquiabierto.
Lentamente, me acerco y tomo asiento en el suelo, sentado con las
piernas cruzadas, enfrentando la pared. Pongo mi mano en ella, recordando
cómo lo hice tantas veces en los últimos días con Dash.
¿Este chico será mi nuevo Dash?
No estoy seguro de que eso sea posible. Por supuesto, no conozco al
irlandés en absoluto, pero basándome en esa interacción cuando llegué por
primera vez a la Penitenciaría de Alabastro, creo que puedo decir que es muy
diferente de mi nuevo mejor amigo ruso.
Presionando mi oído contra la pared, escucho atentamente, tratando
de captar cualquier sonido de lo que podría estar haciendo.
Desafortunadamente, no puedo escuchar nada por encima del sonido
despiadado que hace mi estómago. Cerrando los ojos, descanso la cabeza
contra la pared. Eso es lo que debería haberle preguntado a Velle... ¿Cuándo
se cansarán de matarme de hambre? 64
Mis labios se abren mientras me preparo para saludar a mi nuevo
vecino y finalmente conseguir su nombre. Pero antes de que pueda, escucho
una puerta abrirse y cerrarse en el pasillo. Los pasos no son agresivos como
los de los guardias, sino algo así como… saltarines.
De repente, hay un hombre fuera de mi celda con un montón de
artículos en sus brazos. Abre la puerta y entra, sonriéndome con una
especie de sonrisa imbécil que solo podría describirse como psicótica.
Trago saliva ante el hombre con el uniforme de laboratorio
completamente blanco, evaluando sus rasgos. Es bajo, de tez bronceada,
vello facial irregular y unas de esas entradas que de alguna manera se
convierten en una cola de caballo en la parte de atrás. Es muy raro de ver,
especialmente con esa extraña sonrisa en su rostro. Realmente me está
dando escalofríos… Y soy un maldito asesino, así que eso es decir mucho.
Se aclara la garganta, luego hace un gesto con la cabeza hacia detrás
de mí.
—Vaya a la pared del fondo y ponga su frente contra ella, luego junte
sus manos detrás de su espalda. Por favor.
Me toma un momento moverme porque incluso su voz es rara. Es
como, demasiado aguda o algo así. Este tipo es muy extraño.
Haciendo lo que dice, me quedo quieto y lo escucho hacer ruidos
detrás de mí. Entonces lo siento acercarse, todos mis músculos se tensan a
la espera. Se coloca a mi lado, demasiado cerca si soy honesto, y mi
estómago se contrae, mi frecuencia cardíaca aumenta rápidamente.
—Soy Claude —dice justo al lado de mi jodida oreja, y trato de
apartarme—. Trabajo para el doctor Johansson. Soy un asistente.
Su tono está plagado de una especie de indiferencia jovial, y no puedo
decir si lo hace parecer un buen tipo o incluso más un bicho raro. Mi cara
gira en su dirección y nos miramos a los ojos. Los suyos son de color marrón
oscuro, casi negros y están desprovistos de cualquier emoción real. Algo que
reconozco bien.
—Hola, Claude —susurro—. Soy Felix. Y no sé quién es el doctor
Johansson.
La extraña sonrisa de Claude se ensancha.
—Lo conocerá muy pronto. Él está a cargo aquí abajo. —Retrocede un
poco y luego hace una pausa—. Oh, y es muy agradable conocerle, Felix.
65
Soy un gran admirador.
Mi ceño se frunce hacia él. Estoy un poco sorprendido... Nadie jamás
me ha dicho eso antes.
—Bien. —Claude suspira y aplaude—. Vamos a atarlo aquí.
Soy distraído un momento por la saliva que rápidamente llena mi boca
porque huelo comida. Mis ojos se mueven rápidamente y noto una caja de
papel que creo que contiene algo delicioso. Jesucristo, la reacción que tiene
mi cuerpo al olor de lo que sea que haya dentro es una de las sensaciones
más intensas que he experimentado jamás.
—¿P…puedo… comer eso? —pregunto, y mis dedos tiemblan mientras
mi estómago ruge con punzadas de hambre.
—Todavía no —dice Claude—. Primero, necesito que se siente en la
silla por favor, señor Darcey. —Hace un gesto hacia la silla en medio de la
habitación con los grilletes en ella.
Mis nervios regresan con una explosión. Estar esposado es una cosa...
Sucede varias veces al día, todos los días en este lugar. Pero estar
encadenado a una silla parece una premisa completamente diferente. La
gente solo te amarra por una razón, y no es algo que realmente quiera
explorar.
Mi cabeza se sacude lentamente. No. Nada de silla.
—Señor Darcey... por favor —pide Claude amablemente—. Voy a
necesitar que se coloque en esa silla. —Cuando mis ojos revolotean hacia
los suyos, rogándole algún tipo de simpatía, su cabeza se inclina—. Es la
única forma en la que podrá comer lo que hay en esa caja.
Miro la caja de papel que estoy casi seguro de que contiene comida
rápida. Papas fritas, al menos. Puedo olerlas.
Mi boca se está desbordando, mi estómago se está agitando y ardiendo
de la necesidad más primaria de comer... Es demasiado abrumador. Tengo
tanta hambre, que creo que haría casi cualquier cosa por un bocado de algo
en este momento.
Así que me subo a la silla de cuero y me acomodo. Lo que sea. Ya
están matándome de hambre. Lo que sea que me vayan a hacer en esta
habitación, lo harán con o sin mi consentimiento.
Aparto ese pensamiento mientras un Claude complacido se precipita
hacia mí y me ata con las correas. Bloquea mis brazos primero, deslizando
mis manos a través de las esposas de cuero, apretándolas alrededor de mis
muñecas. Luego hace lo mismo con mis pies, encadenando mis tobillos. Y, 66
por último, abrocha este grueso collar alrededor de mi garganta, sosteniendo
mi cuello hacia abajo para que realmente no pueda moverme.
Nunca antes me había sentido tan vulnerable... Y he sentido una parte
justa de vulnerabilidad en mi vida.
Mis músculos se tensan con un leve miedo mientras mi corazón salta
en mi pecho. Miro a mi alrededor, buscando a Claude, pero debe estar detrás
de mí porque no puedo verlo. Pasan unos momentos de él revolviendo cosas
fuera de mi vista antes de que se escabulla hacia la puerta.
—¿¿Espera, a dónde vas?? —jadeo—. ¡Pensé que iba a poder comer!
—Paciencia, Sr. Darcey. —Claude sonríe—. Primero ellos querrán
conocerlo.
Claude se va mientras me retuerzo dentro del estrecho control de mi
estado actual. Realmente no me gusta la sensación de estar retenido. El
control es algo que disfruto tener, y estar atado así lo quita todo. Además,
todo lo que puedo oler es esa maldita comida y estoy jodidamente salivando.
Tengo que tragar cada dos segundos para evitar que se derrame mi saliva.
—Ellos quieren conocerme… —Me burlo y pongo los ojos en blanco—
. Ellos me importan un carajo... Tengo hambre.
Ni siquiera sé de quién está hablando. Supongo que uno de ellos es
probablemente este doctor Johansson que mencionó. Pero ¿quiénes son el
resto? ¿Más doctores?
Todo esto es absurdo. Sabía desde el momento en que llegué aquí que
el alcaide, Manuel Blanco, me iba a tratar como una especie de atracción de
circo. Supongo que tiene sentido. Aquí es donde te traen cuando el mundo
piensa que estás muerto. El último recurso para criminales tan atroces que
ni siquiera quieren confiar en el sistema judicial de los EE. UU. con
nosotros. Prefieren tomar los asuntos en sus propias manos.
Eso es lo que me dijeron después de que me arrestaran. Pasé una
semana completa en una instalación de detención secreta debajo de una
prisión de máxima seguridad en el norte del estado mientras peleaban sobre
qué hacer conmigo. Hasta que un día, el mismo Gobernador Russo me hizo
una visita.
—El mundo cree que estás muerto, Felix. —Sonrió ante sus palabras—
. Gracias a Dios que no lo estás. Conseguiremos mucho más de ti de esta
forma.
Después de eso, fui transportado a la Isla de Alabastro, donde nadie 67
fue tímido sobre el hecho de que era un recluso de alto perfil, y que eso no
era necesariamente algo bueno.
Los recuerdos bailan en el borde de mi conciencia parpadeante
durante lo que parecen horas antes de escuchar otro sonido. Es mucho más
tranquilo aquí que en aislamiento. Aislamiento en solitario es tranquilo,
claro, pero siempre hay una banda sonora de agua goteando y gritos lejanos.
El ruido parece estar amortiguado fuera de esta pequeña habitación
extraña. ¿Quizás está insonorizada?
Sin embargo, no del todo, porque escucho puertas que se abren y se
cierran en algún lugar en la distancia. Entonces escucho pasos, un grupo
de ellos. Me vuelven a poner en alerta.
Solo un momento después, hay tres hombres parados afuera de mi
puerta. Me miran a través de las ventanas de plexiglás, murmurando entre
ellos antes de entrar. Sus apariencias son claramente diferentes, aunque
todos llevan batas blancas de laboratorio.
Uno de ellos es muy alto y delgado, con cabello rojizo. El otro es más
bajo y de piel morena, con cabello negro estilo militar y barba recortada. Y
el último, que inmediatamente parece estar a cargo solo por el aire que
desprende a su alrededor, es visiblemente mayor, con cabello entrecano y
anteojos. Y una curva en los labios, como si estuviera muy contento de
verme.
Mis pestañas revolotean y esfuerzo mi cuello para mirarlos mientras
entran en la habitación. Todos siguen susurrando entre ellos, el pelirrojo y
el tipo bajito están sosteniendo portapapeles. Finalmente, dejan de charlar
y rodean mi silla.
—Hola, Felix —dice amablemente el que parece mayor—. Mi nombre
es doctor Johansson. —Hace un gesto a los demás y los presenta—. Este
es el doctor Templeton y Abel Figueroa. Estamos aquí para examinarte.
—Examinarme… —murmuro, desconcertado—. ¿Como en un examen
físico?
El doctor Johansson suelta una risita, sacudiendo la cabeza. Ya no
me gusta.
—No necesariamente, aunque tomaremos tus signos vitales en todo
momento, realizaremos análisis de sangre ocasionales, monitorearemos tu
actividad cerebral, presión sanguínea, cosas así. En realidad, vamos a
monitorear las reacciones de todo tu cuerpo durante el proceso. 68
—¿En todo momento de qué? —pregunto en voz baja, mis palmas
sudan inmediatamente—. ¿Durante qué proceso?
El doctor Johansson se inclina un poco.
—Felix, el alcaide nos encargó que examináramos a los reclusos que
son casos especiales de alguna psicopatía. Y tú eres uno de sus hallazgos
más intrigantes. Tenemos mucho que aprender de ti.
Es interesante que me sienta momentáneamente halagado antes de
que la inquietud se filtre. Esto era inevitable, claro, pero todavía soy incapaz
de ignorar la forma en que mi cuerpo se siente agobiado y pesado por la
desesperación. Escuché los rumores sobre los tipos de cosas que hacen aquí
en el Ala Este... Los experimentos con los reclusos, como las prácticas de
alguna especie de manicomio de la vieja escuela. Pero por alguna razón, una
parte de mí esperaba que Manuel Blanco fuera mejor que eso. Que le
encantaba tenerme aquí, como un pony preciado, y él podría no sentirse
inclinado a arruinarme, al estilo Atrapado Sin Salida. 6
Supongo que era una idea ingenua.
Así que simplemente levanto la barbilla, aceptando mi destino.
Terminemos con esto.
No es que estuvieran esperando mi consentimiento, pero después de
eso, los tres comienzan a deambular por la habitación. No puedo ver mucho,
ya que mi cuello está atado, pero escucho llaves tintineando, cajones
abriéndose y cerrándose. Y luego el doctor Figueroa se acerca a mí con
algunos dispositivos en las manos.
Electrodos. Yupi.
Trago con fuerza mientras los une a mis sienes, y el doctor Templeton
acerca una especie de monitor, luego me pega algo en el brazo. Soy
conectado a todo tipo de cosas, y todavía están tomando notas en sus
pequeños portapapeles.
—Este es el doctor Jarvis Johansson, junto con el doctor Kenneth
Templeton y Abel Figueroa… —El doctor Johansson comienza a hablar como
si estuviera grabando esto, indicando la fecha y la hora, mientras yo me
quedo atascado en el hecho de que aparentemente Figueroa no es un médico
de verdad... Tienen que estar bromeando—. El nombre del paciente es Felix
Harmon Darcey. Veintitrés años, aproximadamente un metro ochenta y
cinco, ochenta kilos. Se detiene y murmura algo antes de continuar—.
Setenta y cinco.
He perdido cinco kilos desde que estoy aquí... Genial. 69

6Atrapado sin salida: comedia dramática protagonizada por Jack Nicholson, en la que un
hombre condenado por asalto es recluido en un hospital psiquiátrico.
—El paciente no ha consumido alimentos durante cinco días. Ahora
monitorearemos el consumo de comida.
Mi frente se arruga mientras los miro boquiabierto.
—¿Monitorizarán el consumo de comida? ¿Qué diablos va a hacer eso?
—Felix, por favor mantente callado durante esta fase —me regaña el
doctor Johansson. Pongo los ojos en blanco.
Figueroa trae la caja de papel con comida y puedo escuchar que el
pitido de la máquina cardíaca se acelera. Sería vergonzoso si no estuviera
literalmente a punto de tener una erección. Honestamente, tengo tanta
hambre que la idea de comer casi me excita.
Sin embargo, no les digamos esa parte a estos médicos espeluznantes.
Abre la caja y, efectivamente, hay una hamburguesa con queso y
patatas fritas dentro. Creo que me acabo de correr en mis pantalones.
Figueroa levanta la hamburguesa y me la lleva a la boca, que ya está
abierta y esperando. Le doy un gran mordisco y, Dios mío... Es eufórico.
Mastico durante mucho tiempo, simplemente degustando los sabores,
apenas capaz de distinguirlos. Es simplemente increíble. Ni siquiera me doy
cuenta hasta mi tercer bocado que estoy tarareando mientras mastico y mis
dedos se mueven. Creo que mis dedos de los pies también se están
moviendo.
Me dan unas patatas fritas, todo el tiempo tomando notas, y
observándome de cerca mientras como con unos putos electrodos en la
cabeza. No tengo idea de lo que están viendo, pero no me importaba en lo
más mínimo. Se siente como si hubiera muerto y hubiera ido al cielo.
—Ustedes no tendrían una lata de Dr. Pepper por ahí, ¿no? —pregunto
alegremente cuando Figueroa aparta la hamburguesa para limpiarme boca
con una servilleta.
Johansson no dice nada. Simplemente hace un gesto con la cabeza a
Templeton, quien sale corriendo de la habitación, regresando dos minutos
después con una lata roja.
—Oh, Dios mío, esto es perfecto —prácticamente chillo—. Oye. Dame
algunas patatas, Figs.
Figueroa me mira sin entusiasmo, pero hace lo que le pido, tomando 70
unas pocas papas fritas y dándomelas de comer lentamente mientras
Templeton abre el Dr. Pepper. Ya me siento muy lleno, lo cual es una locura.
Por lo general, puedo atiborrarme de hamburguesas con queso rápidamente.
Obviamente, es porque no he comido en días.
—¿Estás saciado? —pregunta Johansson mientras me dan un trago
de mi lata de refresco. Las burbujas hacen efervescencia en mi boca y bajan
por mi garganta, un ardor bienvenido que activa la serotonina en mi cerebro
rápidamente.
—¿Saciado? —resoplo. Es una palabra extraña, pero todo sobre estos
tipos parece bastante extraño, así que asiento—. Sí. Definitivamente. Quiero
decir, por ahora. —El pensamiento de que podría tener que pasar más días
sin comer de nuevo, después de la dicha que acabo de experimentar, me
entristece por dentro.
—Muy bien, Felix —dice Johansson, como si hubiera hecho algo
mucho más emocionante que simplemente comer una hamburguesa con
queso.
—¿Gracias? —murmuro, pero no están escuchando. Están demasiado
ocupados yendo de un lado a otro por la habitación, limpiando la comida,
presionando botones en las máquinas.
Figueroa me da un poco más de refresco, luego me da una botella
entera de agua para beber, vertiéndola lentamente en mi garganta. Sería
mucho más fácil si yo pudiera hacerlo solo, pero obviamente la conveniencia
no es el nombre de su juego.
—Seis horas completas para la digestión —murmura Johansson a uno
de ellos—. Digamos siete.
—Sí, señor —dicen los otros.
Luego van a la puerta. Y jodidamente se van.
Suspiro con frustración. Supongo que me quedaré atado a esta cosa,
entonces...
Vuelve el silencio a la habitación, pero ya no acompañado por los
sonidos de mi estómago gorgoteando. Ahora son solo mis ocasionales
eructos por el Doctor Peps.
—Diré una oración por ti... —Una voz vagamente familiar con acento
irlandés viene a través de la pared a mi izquierda—. Esa fue la parte fácil.
Mi puño se aprieta. Ojalá pudiera levantarme y acercarme a la pared. 71
Me he estado muriendo por hablar con él, y no quiero hacerlo mientras estoy
atado a esta estúpida silla.
—¿Crees que una oración los detendrá? —me burlo.
—No los detendrá, no —responde—. Sin embargo, podría matarte más
rápido.
Me derrito en el respaldo de la silla, mirando fijamente el techo. Esta
es la conversación que he querido tener durante meses. Desde el día que me
miró a los ojos y me dijo que no era como yo.
Sin embargo, él también está aquí. Justo al otro lado de la pared,
experimentando las mismas cosas que yo. Si cree que es como yo o no, es
irrelevante.
Somos iguales.
—Soy Felix —mi voz tiembla un poco y mentalmente me regaño por
estar tan fuera de onda—. ¿Cuál es tu nombre?
—Sé quién eres —retumba—. Mi nombre es Kieran O’Malley.
Kieran O’Malley, mi mente suspira.
Estoy deseando conocerte.

72
7
Lem

U
na de mis canciones favoritas suena a todo volumen en los
parlantes de mi BMW mientras conduzco por la carretera,
saliendo de la ciudad hacia Marietta.
Los suburbios. Donde viven mis padres; la casa en la
que crecí.
En realidad nací en Chicago, pero nos mudamos cuando yo era
demasiado pequeño para recordarlo. Georgia ha sido mi hogar desde
siempre, menos los cuatro años que pasé en Baltimore durante la escuela
de medicina. Sin embargo, no estaba solo. Mi tío Harold vive allí con su
esposa e hijos.
Pensar en esposas e hijos me distrae del mensaje que aguarda en mi
buzón de correo de voz. Ha estado en mi mente durante tres días, desde que
la misteriosa llamada de Manuel Blanco con la oferta de trabajo que en
realidad no era una oferta de trabajo, ya que no me dijo nada al respecto.
Me desperté a la mañana siguiente con un mensaje de voz de él con un
número de teléfono para llamar una vez que lo hubiera pensado un poco.
¿¿Pensar un poco en qué, exactamente??
Tengo una vida que he construido aquí. No puedo dejarlo todo atrás
para ir a New York en una extraña excursión, incluso si gira en torno a algo
he querido hacer desde que tengo memoria.
Pero cuanto más lo considero, ¿hay algo que realmente me detenga?
No tengo esposa ni hijos, como se me señalará una y otra vez esta noche, 73
estoy seguro, cuando llegue a la casa de mis padres sin Gabrielle.
Creen firmemente en la imagen de la familia, independientemente de
si es solo una fabricación con aerógrafo con el único propósito de encajar en
la comunidad. A mí nunca me ha importado. No veo el propósito en fingir
cosas solo para complacer a otras personas, que es el punto principal de
conflicto entre el resto de mi familia y yo.
No hago las cosas porque se ven bien. Y ellos no entienden eso.
Mi padre, Levi, es un cirujano muy respetado, y mi madre, Vera, una
oncóloga pediátrica. El padre de mi padre era uno de los mejores cirujanos
del país antes de jubilarse, e incluso mi tío Harold es un cirujano plástico
que nunca pierde la oportunidad de que la gente sepa cuánto dinero gana.
Yo soy el único que no estudió medicina. Bueno, yo y él...
Aprieto los dientes y agarro el volante con más fuerza mientras salgo
de la autopista.
Mi familia es ridícula. Actúan como si tratar la mente humana en
lugar del cuerpo me hiciera inferior que ellos. Solo lo diré... La gente no
respeta a los psiquiatras tanto como deberían. Nos ganamos una mala
reputación como charlatanes, lo cual es una locura, porque he conocido a
más charlatanes que trabajan en la medicina que aquellos en los campos
conductuales o clínicos.
Pero yo soy el extraño.
Estacionando en el camino de entrada de la casa en la que viví la
mayor parte de mi vida, me tomo un momento para respirar antes de salir
del auto con la botella de vino que traje.
Aquí tienes, mamá. Dejemos que esta botella de Cabernet de noventa
dólares sirva como reemplazo de la mujer con la que querías que me casara.
En la puerta principal, toco el timbre y espero. Algunas personas
podrían entrar simplemente... ya que también fue mi hogar una vez. Pero yo
no. No siento que pertenezca aquí.
Mi madre abre la puerta con su ligero giro en los labios que sirve como
una sonrisa.
—Lemuel. Qué bueno verte. —Sus ojos se mueven a mi derecha.
Entonces a mi izquierda. Y frunce el ceño.
—Madre —suspiro, pasándola para entrar. 74
Su mano se apoya en mi hombro. Es el toque más cariñoso que
suscribimos en la familia Love. Lo sé, es irónico.
—¿Dónde está Gabrielle?
—Terminamos —le digo mientras camino hacia el estudio, donde está
situado el bar.
Puedo sentir su mirada fulminante en un costado de mi cara, pero me
niego a reconocerla. Llegamos al bar y dejo la botella de vino, mirando a
través de la habitación hacia el sonido de las voces.
—¡Lemuel! —Mi abuelo, Marvin, se levanta lentamente para
saludarme.
—Abuelo, no te levantes. —Me apresuro hacia él. Se está haciendo
mayor, después de todo.
—Oh, cállate —se queja, y contengo una sonrisa.
Intercambiamos un apretón de manos con una palmadita en la
espalda. Se los dije, eso es todo lo que consigues aquí. Luego me dirijo a mi
padre y le doy un apretón de manos.
—Papá.
—Me alegro de verte, Lemuel. —Me mira de arriba abajo, y sus ojos
aterrizan en mi cabello mientras un leve ceño frunce su boca.
Nunca ha sido fanático de mis rastas. Puntos extra en la categoría de
decepción.
—Levi, ¿escuchaste eso? —Mi madre se nos acerca con copas de
vino—. Dice que él y Gabrielle terminaron.
Mi mandíbula se aprieta cuando tomo una copa de vino, trabajando
rápidamente para abrir mi botella y servir un poco. Tomo un trago rápido
incluso antes de que brindemos por cualquier cosa.
—Vaya. Bueno, es una lástima —dice mi abuelo mientras mi madre
les sirve vino.
—Más que eso —regaña mi padre—. No te estás volviendo más joven,
Lemuel. ¿Cuándo vas a hacer que una de estas relaciones dure?
Tomo un sorbo más largo, luego me encojo de hombros.
—Quién sabe. Tal vez nunca.
No estoy seguro de por qué visitar a mis padres me convierte en un
adolescente petulante otra vez, pero si me pusiera bajo análisis, estoy seguro 75
de que podría llegar a algunas teorías.
Mi madre resopla.
—Eso es absurdo, Lemuel. Todos necesitan asentarse eventualmente.
¿No quieres una familia?
Termino mi copa.
Afortunadamente, quedarse en silencio evita que me acosen sobre
Gabrielle, llegados el punto en el que la conversación se vuelve un poco
más... desagradable. Hablamos de sus trabajos, todos los beneficios y
eventos para recaudar fondos a los que han asistido y organizado. Mi abuelo
habla de lo bien que le está yendo a Harold en Baltimore, preparándose para
retirarse y enviar a sus hijos a la escuela de medicina.
Y yo evito hablar de mi trabajo, ya que solo me ganará esas infames
miradas de aburrida decepción. A menos que mencione a las farmacéuticas,
con las que siempre pueden participar.
Todo es tan... predecible.
El único lado positivo es que mi madre cocinó, lo que no sucede a
menudo. Es una gran cocinera, pero está muy ocupada, así que guarda sus
habilidades para ocasiones especiales, la que supongo que es esta noche.
Todos nos sentamos alrededor de la mesa, y ella sirve pollo asado, cazuela
de macarrones al horno, col rizada y guandú… Me recuerda mucho a mi
abuela. Estas eran sus recetas.
Un resquicio de esperanza para volver a casa.
—Entonces, ¿cuál es el estado de la jubilación? —pregunto entre
bocados, sabiendo que este es un tema candente para mis padres, y eso
debería mantenerlos alejados de mí.
—Ya sabes, podría jubilarme ahora —dice mi padre con orgullo.
—Yo también podría —murmura mi madre en voz baja.
Él la ignora.
—Pero no quiero irme del hospital. El trabajo es tan gratificante.
Internamente, estoy rodando los ojos. Como solía hacerlo cuando era
estudiante universitario y mi padre hablaba sobre lo gratificante que era ser
un cirujano de quirófano.
Mi trabajo es gratificante. Para mí.
¿No es ese el punto?
76
—¿Cuándo crees que apretarás el gatillo? —Empujo un poco más,
pinchando los macarrones—. Quiero decir, conozco personas de sesenta
años que matarían por jubilarse, con pensión o no.
—Sí, bueno, esa gente no ama lo que hace, Lemuel —interfiere mi
madre, y mis ojos se lanzan hacia ella mientras lucho por no fulminarla con
la mirada—. Es por eso por lo que hemos puesto mucho empeño en
encontrar la mejor carrera posible. Este país está formado por tantas
personas que son miserables. Es deprimente. —Hace una pausa por un
momento para sorber su vino—. Estoy segura de que puedes entenderlo.
Tratas a muchos de ellos.
Oh, cierto. Porque se me olvidó, madre… Que lo único para lo que sirvo
es para recetar Xanax a las amas de casa aburridas.
Alcanzo mi copa y la vacío una vez más.
—Lem, ¿qué pasó con Gabrielle? —pregunta mi abuelo—. Era una
chica buena.
—No éramos compatibles —murmuro.
—Sé sincero con nosotros —exige mi padre.
Tomando una larga bocanada de aire, me recuesto en mi asiento.
—Ella lo terminó. Dijo que queríamos cosas diferentes, y tengo que
estar de acuerdo.
Todo el mundo se queda en silencio durante muchos segundos,
cargados de tensión.
—Supongo que las familias no son para todos… —suspira mi abuelo.
Siempre ha sido el más comprensivo de todos, definitivamente más
aún después de que falleciera su esposa. Tal vez envejecer te vuelve blando.
Pero mi padre tiene sesenta y tantos años y no tiene filtros.
—Eso es ridículo —agrega mi querido papá, sin sorprender a nadie
con su oposición a esa declaración—. ¿Qué vas a hacer? ¿Putear con varias
mujeres? Eres nuestro único hijo, Lemuel. Tienes la responsabilidad de
darnos nietos.
—Dios, esto es tan estúpido —suspiro, extendiendo la mano para
agarrar la botella de vino, sirviéndome más. Tomo un gran trago, luego
apunto mi mirada a ambos—. Entonces deberían haber tenido más hijos.
Mi madre está agarrando su servilleta visiblemente fuerte.
—Sí. Supongo que deberíamos haberlo hecho.
77
Una voz en mi mente comienza a gritar. Es una que empujo hacia
abajo todo el tiempo, una a la que le doy muy poca satisfacción. Pero cuando
estoy cerca de ellos, parece abrir un túnel hasta la superficie de mi cerebro.
Díselo, Lem. Di las palabras…
Trago saliva mientras un recuerdo aparece...
—No sabes lo que viste, Lemuel. No fue nada malo, ¿de acuerdo?
Simplemente no le digas a tu padre, ¿de acuerdo, cariño?
Me muerdo el interior de la mejilla.
—Simplemente no veo cómo vas a encontrar una mejor pareja que
Gabrielle. —Continúa mi padre, y mis dedos se clavan en mi muslo—.
Hermosa, inteligente, exitosa. Su firma hace un trabajo pro-bono increíble,
como estoy seguro de que sabes. Estaba leyendo un artículo sobre eso el
otro día. Decía que era una de las mejores fiscales en la costa este.
—Sí, papá, soy muy consciente de todo eso —me quejo, cada vez más
jodidamente enfermo y cansado de esta conversación—. Si fuera por mí,
seguiríamos estando juntos. Pero ella no estaba de acuerdo y, sinceramente,
no la culpo. —Mis ojos se encuentran con los de mi madre—. ¿Quién quiere
casarse con alguien del que no está enamorado, verdad?
Ella me está dando una mirada bastante mordaz en este momento,
pero no soy perturbado. Es la última persona de la que aceptaría consejos
sobre relaciones. Y mi padre es un cercano segundo.
Terminamos el resto de la comida en un silencio incómodo. Después,
ayudo a mi madre a limpiar la mesa, porque aunque estoy seguro de que la
odio, todavía tengo modales. Llevamos café y pastel y nos sentamos
alrededor de la mesa hablando sobre cualquier cosa.
Bueno, yo no estoy hablando. Ellos están hablando.
Me estoy distrayendo, pensando en el mensaje de Manuel Blanco.
No me relaciono con esta gente. Nunca lo he hecho, no desde que supe
la verdad sobre el matrimonio de mis padres a una edad temprana. Y
especialmente no después de lo que paso con Stephen...
—Entonces, Lem, ¿algún nuevo caso interesante en tu práctica? —
pregunta mi abuelo. Mis ojos saltan a los suyos y mis cejas se levantan.
No puedo estar seguro de si me está incitando para que pueda decirme
de nuevo cómo soy como un consejero glorificado. Por lo general, él no es
tan malo, pero le gusta tender las trampas y dejar que mi padre las derribe.
O tal vez solo está tratando de ser amable, ya sea que esté de acuerdo 78
con mi carrera o no. De cualquier manera, no muerdo el anzuelo.
—Abuelo, sabes que no puedo hablar de mis pacientes. —Meto mi
tenedor en la espesa cubierta de mi pastel—. Es confidencial.
—Nunca entenderé cómo escuchas a la gente hablar de sus problemas
todo el día —dice mi padre. Una vez más, nadie se sorprende—.
Especialmente esos lunáticos que tratas del manicomio…
—Jesús, papá, ya nadie dice manicomio. —Resoplo, sacudiendo la
cabeza—. No estamos en mil novecientos cincuenta.
—Solo digo. —Toma un sorbo de su café—. No entiendo… Esta
fascinación con la locura.
Mi cabeza se inclina hacia él.
—Oh, confía en mí, sé que no tienes ningún interés en entender lo que
mueve a la gente. O averiguar por qué hacen las cosas que hacen…
La cara de mi padre cae. La de mi abuelo también. Es como haber
tocado un interruptor, todos están usando esta expresión de culpa
reprimida, como si sus máscaras se hubieran deslizado un poco y la fealdad
que intentan tan desesperadamente esconder del mundo exterior se
muestra cierta.
Me inclino sobre la mesa.
—Ojos que no ven, corazón que no siente. ¿Verdad, papá?
—Lemuel —jadea mi madre en voz baja, como si alguien pudiera
escucharnos—. Eso es suficiente.
Sacudiendo la cabeza, empujo mi silla hacia atrás con fuerza.
—Gracias por la deliciosa comida. Pero creo que me iré.
Ninguno de ellos dice una palabra. De hecho, están tratando
activamente de mirar a cualquier parte excepto a mí mientras salgo de la
habitación hacia la puerta. Estoy furioso por dentro, pero me niego a darles
la satisfacción de perder el control. No he hecho eso desde que era un
adolescente, y nunca ayudó a mi causa ni un poco. En este punto, hacer
todo lo que está a mi alcance para no ser como ellos, es la única arma que
tengo en mi arsenal.
Justo cuando estoy llegando a la puerta principal, veo una pila de
correo en una mesa auxiliar. Destaca una de las direcciones del remitente
del sobre y me detengo para mirarla. 79
S. Love… Chicago, Illinois.
Mis dientes casi se vuelven polvo, el pulso late en mi cráneo mientras
mis manos se vuelven puños a mis costados. Cerrando los ojos, suspiro y
cuento hasta diez, apartando todo de mi mente. Entonces abro la puerta y
dejo la mierda atrás.
Me meto en el auto y enciendo mi lista de reproducción, escuchando
la música a todo volumen en el camino de regreso a la ciudad.
Y cuando llego, llamo a Manuel Blanco.

80
8
Felix

M
e despiertan los sonidos de personas ingresando a mi
celda, y me toma un momento de recordar dónde estoy.
Lucho contra las ataduras por unos segundos antes de
que el recuerdo de mi situación se asiente y suspire con
derrota.
El doctor Johansson, el doctor Templeton y el no médico Figueroa
vuelven a mi celda como si nunca se hubieran ido, rodeándome
inmediatamente una vez más. Vuelven a encender las máquinas y el pitido
comienza de nuevo.
Parpadeando el sueño de mis ojos, los miro.
—Buenas noches, Felix. —Johansson me sonríe—. ¿Cómo te sientes?
—Mejor ahora que he comido —le digo honestamente—. Pero todavía
bastante rígido de estar atado a esta cosa.
Asiente, pero no da ninguna indicación de que se preocupe por mi
malestar. Recogiendo un historial médico del mostrador cercano, lo mira por
encima antes de volver a mí. Luego me quita las gafas.
El mundo se vuelve un poco borroso al instante, cosa que me estresa.
No tener mis gafas siempre me pone nervioso. Las necesito para ver. De
hecho, he necesitado gafas desde que tenía seis años. Y no puedo ponerme
lentes de contacto. Tocarme los ojos me pone los pelos de punta.
El aumento en la velocidad del pitido obviamente les dice que estoy 81
nervioso sin mis gafas, lo que, por supuesto, garabatean en sus malditos
portapapeles. Johansson lanza de nuevo su perorata, declarando la fecha,
la hora, mi nombre, y mis constantes vitales. Empiezan a hablar en una
especie de jerga médica que no entiendo, y luego Figueroa me quita los
electrodos de las sienes, reemplazándolos con un dispositivo diferente.
Realmente no puedo verlo porque no puedo mover la cabeza y todo
está borroso, pero de un vistazo, se ve como dos varas envueltas en tela en
mis sienes que van hacia arriba en un sombrero en forma de tipi, conectado
a otra máquina.
Figueroa se aleja, luego regresa con algo en la mano.
—Abre.
Mi parpadeo se vuelve rápido, mi ritmo cardíaco aumenta a una
velocidad frenética mientras niego con la cabeza.
—No… ¿qué es eso?
—Necesito poner esto en tu boca para que no te rompas los dientes o
te tragues tu propia lengua —dice con calma.
Mi estómago comienza a dar vueltas, la inquietud me llena como la
arena. Sacudo la cabeza otra vez.
—Felix, debes cooperar —dice Johansson, su tono es ominoso. Apenas
ahora estoy notando un ligero acento… Tal vez noruego o alemán—. Si no lo
haces, las cosas se volverán mucho más incómodas.
Una parte de mí insiste en seguir luchando, en resistirme a lo que me
van a hacer, sabiendo que probablemente será muy doloroso. Pero otra parte
elige ceder.
Porque después de todo... Esto es lo que merezco.
Mis labios se separan lentamente y Figueroa mete una cosa de goma
en mi boca. Tiene un tubo corto adjunto, supongo que para que pueda
respirar.
Se agitan por solo un minuto más antes de que Johansson diga:
—Empezamos con setenta voltios.
Tan pronto como escucho la palabra voltios, mis ojos se cierran. Esto
es todo.
Sabía que vendría, pero Jesús... ¿¿Terapia de electroshock? A la mierda
mi vida.
La máquina se enciende. Mis manos se aprietan en puños. Y sin más 82
advertencias…
Zap.
Veo luz blanca. No puedo decir si está delante de mis ojos o detrás de
mis párpados. Un dolor ardiente y abrasador chisporrotea la piel de mis
sienes, y cada músculo de mi cuerpo se tensa y se contrae. Pero esa no es
la parte en la que me estoy enfocando.
El dolor parece visible. Es algo que puedo ver, o que incluso podría
extender la mano y tocar, como un ser delante de mí. En un instante, mis
pensamientos son transformados en líneas de código en ejecución, como si
yo fuera una máquina.
Luego se queda en blanco, como si me hubieran apagado.
Cuando el dolor punzante finalmente se alivia un poco, gimo alrededor
de la obstrucción en mi boca. Y pienso: está bien. Eso no fue tan malo.
Todavía estoy vivo.
Hasta que… ¡Zap!
Otra.
Estoy jadeando y gimiendo, pero no se siente como si viniera de mí.
No recuerdo dónde estoy o qué está pasando. Simplemente duele muchísimo.
Mi cerebro se está friendo. Hace calor. Creo que puedo sentir el calor dentro
de mi cráneo.
Estoy rogando y suplicándoles que se detengan, pero no sale ninguna
palabra. No pueden oírme, porque no estoy hablando. Y después de unos
momentos, me doy cuenta de que estoy llorando. Las lágrimas caen por mis
mejillas y se sienten como ácido sobre mi piel.
—Subiendo a noventa —dice alguien, y su voz resuena.
No, no, no, no, no… Por favor, no.
¡Zap!
Jodido Jesucristo.
Este es, con mucho, el dolor más insoportable que he experimentado
en mi vida entera. Siento que cada descarga adormece mis instintos y
sentidos más básicos, de pelear o huir. Puedo sentir que mi cerebro se
apaga.
Johansson lo sube a ciento veinte voltios, y después de dos descargas
más, estoy gorgoteando tonterías con todo mi cuerpo tendido inerte en la
silla. Incluso si no estuviera atado, no haría ninguna diferencia. Llegados a 83
este punto ni siquiera recuerdo cómo moverme.
Después de eso, me limpian, me vuelven a poner los anteojos y me
liberan de la silla. Templeton me ata con una camisa de fuerza mientras me
acuesto flácido como una muñeca de trapo.
Todos se van, y creo que me duermo, pero ni siquiera puedo estar
seguro. Escucho palabras siendo susurradas con acento irlandés mientras
recupero y pierdo la conciencia durante los dos días siguientes.
Dos días completos que apenas puedo recordar.
Sé que me han dado comida y agua, pero no recuerdo haberla comido
ni bebido.
Justo cuando finalmente me siento un poco como yo otra vez,
regresan por más terapia de electroshock.
La segunda vez es aún peor. Me convierto en un zombi durante otros
dos días después de eso. Cuando finalmente recupero la conciencia, estoy
aturdido y confundido. Y tengo náuseas. Tanto es así que inmediatamente
me doy la vuelta y vomito en el suelo al lado de donde estoy acostado.
Mis pulmones están tensos, y todo mi cuerpo se siente pesado como
cientos de kilos de cemento húmedo.
Tomando una respiración profunda, me quito las gafas y me froto los
ojos. Todo está borroso, incluso cuando me las vuelvo a poner. Le toma un
tiempo a mi visión volver a enfocarse, pero cuando lo hace, me encuentro
en el suelo de un tipo diferente de celda.
Una acolchada.
Luchando por ponerme de pie, camino hacia la puerta y miro por la
ventana. No veo a nadie. Solo los destellos de las luces fluorescentes que
iluminan el pasillo. Toso un par de veces, peleando contra la tensión de mi
camisa de fuerza antes de derrumbarme de rodillas.
Termino sentado y mirando a la nada durante horas. Estoy tan
confundido, pero cuando escucho el sonido de pasos, mis nervios vuelven a
saltar con fuerza. Ni siquiera puedo acostarme... Tengo miedo. ¿Qué podría
ser lo siguiente? ¿¿Más descargas eléctricas?? ¿Cuánto más tienen que
hacerme? ¿Siquiera están descubriendo algo, o es solo un juego enfermo?
Las llaves abren mi celda y entra el doctor Johansson.
—Buenos días, Sr. Darcey. ¿Cómo nos sentimos? 84
—Como la mierda —grazno. Asiente, sin siquiera prestarme atención.
—Veo que vomitaste —hace referencia a mi vómito—. Enviaré a
alguien a limpiar eso.
—Genial —murmuro sarcásticamente mientras se acerca y me toma
del brazo poniéndome de pie.
En ese momento, un guardia aparece justo fuera de la puerta de la
celda. Lo reconozco vagamente. Creo que suele trabajar en población
general.
—Vamos, #89 —se queja el guardia—. Date prisa.
Me gustaría preguntar adónde vamos, pero no lo hago. En su lugar,
simplemente permito que el guardia me quite la camisa de fuerza y me
espose las manos por delante, luego me encadene los tobillos y me
acompañe fuera de la celda, por el largo pasillo, mirando hacia atrás una
vez a Johansson, que supongo que no viene con nosotros.
Caminamos por un rato, por los sinuosos pasillos idénticos del Ala
Este y atravesamos las grandes puertas que conducen a aislamiento.
Seguimos el laberinto que es la Penitenciaría de Alabastro hasta llegar a
unas escaleras. La sorpresa está escrita en mi cara mientras subimos los
escalones lentamente, teniendo cuidado con mis grilletes. Ni siquiera sabía
que había escaleras en esta prisión. Por lo general, se desciende por estos
raros pasillos como rampas que te llevan más hacia abajo. Es muy extraño.
Quienquiera que haya diseñado este lugar tenía sentido del humor o era un
loco delirante.
Me quedo con lo último.
En la parte superior de los escalones, veo una ventana y casi me caigo.
—Oh, Dios mío... —jadeo, mis ojos se iluminan al ver el sol y los
árboles, arena y océano. Es impresionante.
—Enfócate, #89. Nada de perder el tiempo. —El guardia me empuja,
y seguimos caminando hasta llegar a una puerta.
Toca y alguien dentro dice:
—Adelante.
Entonces entramos. Y de repente estoy cara a cara con Manuel
Blanco.
El Ivory. 85
Bueno, no exactamente cara a cara, ya que él está sentado en su
escritorio y yo estoy parado en medio de una oficina gigante con al menos
tres metros entre nosotros. Sin embargo, es muy interesante verlo. Ni
siquiera le he visto la cara desde el día que me trajeron aquí hace varios
meses. Pero al mismo tiempo, tiene la ventana más grande detrás de donde
está sentado, y la vista de la luz del sol brillando sobre las aguas azules es
mucho más atractiva para mí en este momento que el alcaide de la PA.
—Déjenos, oficial —le dice al guardia, quien simplemente se escabulle
de la habitación y cierra la puerta detrás de él—. Buenos días, Felix. Me
alegro de verte otra vez. —Asiento, y eso es todo. Porque ¿qué más voy a
decir? Señala las sillas frente a su escritorio—. Por favor. Toma asiento.
Estoy confundido como el infierno. No sé por qué estoy aquí, o por qué
quiere que me siente en su oficina como si fuera mi jefe y estuviéramos a
punto de tener una revisión de desempeño.
Cruza las manos sobre el escritorio, ladeando la cabeza hacia un lado
mientras me mira fijamente. Y le devuelvo la mirada.
Lo vi bien la primera vez que nos vimos. Cuando llegué a la Isla de
Alabastro, fui recibido personalmente por Manuel Blanco, momento en el
cual se presentó como El Ivory. Un nombre que tiene sentido basado en su
cabello blanco, aunque seguro que no es su único origen.
Recuerdo que pensé que era guapo en ese momento, una impresión
que no ha cambiado, independientemente de cuán malvado claramente es.
Dejando a un lado el extraño cabello blanco, tiene un aspecto muy
cincelado. Ángulos agudos, casi severos en sus líneas. Ojos negros intensos,
como un demonio que podría succionar tu alma si los miraras por mucho
tiempo. Pero probablemente él haría que se sintiera muy bien cuando lo
hiciera...
Y la ropa… digo, vamos. El tipo se viste como si fuera a subirse a un
helicóptero tan pronto como terminara de hablar contigo y ser llevado para
una reunión con Jeff Bezos 7, Kris Jenner 8 o algún otro rico genio malvado.
Todo eso para decir, sí, El Ivory es muy atractivo, pero hay algo sobre
su calmada y autoritaria personalidad que me atrae más que solo su
apariencia y su ropa. Tiene este dominio silencioso... Algo que siempre me
ha parecido intrigante.
Es frío. Distante. Indiferente.
86
7 Jeff Bezos: es un empresario y magnate estadounidense, fundador de la empresa de venta
en línea Amazon de la cual posee el 7%. En 2015 fue el quinto hombre más rico del mundo,
y en 2017 alcanzó el primer puesto de la lista Forbes.
8 Kristen Mary Jenner: más conocida como Kris Jenner, anteriormente conocida como

Kris Kardashian es una personalidad de televisión y empresaria estadounidense.


¿Por qué es eso tan atractivo?
El alcaide se inclina sobre el escritorio, interrumpiendo mis
pensamientos con sus palabras.
—Te he traído aquí hoy, Felix, para hacerte saber que tengo planes
para ti. —Simplemente lo miro boquiabierto—. La investigación que están
realizando mis médicos está muy bien para el resto de los monstruos que
albergamos aquí en la Penitenciaría de Alabastro, pero tú… Eres un
diamante en bruto. —Sus ojos oscuros brillan como obsidiana mientras sus
labios se curvan—. Un ejemplo verdaderamente único de caos ordenado en
la mente humana.
Me muevo en mi asiento, las cadenas alrededor de mis tobillos
tintinean cuando lo hago.
Me mira por unos segundos más antes de inclinarse hacia atrás.
—Un médico vendrá aquí solo para ti, Felix. Un psiquiatra de
renombre… Otro diamante en bruto, se podría decir. Está bastante
cualificado, y estoy completamente seguro de que hará maravillas para
llegar a la raíz de lo que te motiva.
Mi cabeza se sacude un poco.
—¿Por qué me cuentas todo esto? —Blanco sube una ceja clara—.
Quiero decir, no es que necesites que apruebe lo que me hacen. Tú mismo
dijiste, soy tuyo. Estoy aquí, por el resto de mi vida. ¿Por qué no enviarme
directamente al tipo?
El alcaide me mira durante unos pesados segundos, durante los
cuales me siento como si estuviera mirando dentro de mi alma. Es una
noción extraña, pero una parte de mí se siente como que somos almas
gemelas, él y yo, aunque claramente él tiene una talla más alta. Pero aun
así... Puedo ver los mismos tipos de depravación en él que sé que yo mismo
poseo. Supongo que eso es lo que lo hace tan aterrador... El hecho de que
sea libre y esté a cargo de todas estas cosas.
—Quiero mantenerte informado, Felix —responde finalmente—. Como
he mencionado, no eres como todos los demás. Eres especial, porque estás
muy enfermo, sí. Pero también posees una conciencia de ti mismo que no
estoy seguro de que muchos de nuestros otros reclusos tengan. Me gustaría
ampliar eso. Quiero tirar de todos tus hilos, Felix. Y creo que el buen doctor 87
puede hacer eso por mí.
Hay algo en lo que está diciendo que me da un cosquilleo por dentro.
Sí, me considero bastante consciente de mí mismo. Pero eso no quiere
decir que quiera abrir mi cabeza y hacer que la examinen varias personas.
Estar bajo un microscopio no suena tan divertido como ser entrevistado y
adulado por personas fascinadas por la bestia esposada.
—Entonces, si viene este médico, ¿eso significa que no habrá más
experimentos de Johansson y su equipo? —pregunto, esforzándome por
mantener la esperanza fuera de mi voz, aunque no funciona del todo.
Blanco sonríe, pero niega con la cabeza lentamente, haciendo un
sonido de tsk tsk.
—¿Dónde estaría la diversión en eso, mi querido Escultor?
Tragando el papel de lija que se aloja en mi garganta, mis labios se
abren, pero antes de que pueda decir cualquier otra cosa, el alcaide ladra:
—Llévatelo.
E inmediatamente el guardia de antes irrumpe de nuevo en la
habitación y me agarra por el brazo, levantándome de la silla y sacándome
fuera de la oficina de El Ivory mientras mi cabeza da vueltas. De acuerdo…
Estoy distraído con esa conversación durante la mayor parte de
nuestro camino de regreso abajo. Mis pensamientos están dispersos, como
el baúl de juguetes de un niño que ha sido abierto y revuelto. Así que cuando
irrumpimos por la puerta del pasillo de celdas de aislamiento, casi me pierdo
el hecho de que hay otro guardia allí, sacando a un recluso de una de las
celdas.
Concentrándome, me doy cuenta de que es la celda contigua a la que
yo había estado. Y mi corazón salta cuando veo a un hermoso chico siendo
arrastrado con esposas y grilletes. Su cabeza está rapada,
desafortunadamente, porque es el tipo de persona que te das cuenta de que
tiene un cabello hermoso. Tiene una tez pálida, y aunque se ve exhausto y
hambriento, no puedo apartar la mirada de los ángulos perfectos de su cara.
Principalmente sus labios rosados e hinchados y sus ojos brillantes con
largas pestañas en forma de abanico.
Me mira fijamente, bloqueando la mirada, e incluso con esta pobre
iluminación puedo ver la mezcla de verde y marrón en sus ojos... Un avellana
que me roba el aliento por lo mucho que me recuerda a mi primer amor…
Cameron. 88
El chico hermoso me mira como si me conociera, y luego me ilumina...
¿Podría ser Dash?
Un aleteo se asienta en mi estómago mientras caminamos uno al lado
del otro. Sus labios se abren como si quisiera decir algo, pero nuestros
guardias nos están moviendo demasiado rápido. Así que simplemente
asiento con la cabeza hacia él. Y él asiente de vuelta... Lo que me dice que
definitivamente es Dash. ¿Por qué si no me estaría mirando como si me
conociera? ¡Y saliendo de la celda donde Dash estaba recluido en
aislamiento!
Me doy la vuelta por encima del hombro una última vez antes de llegar
a la siguiente puerta pero Dash ya está siendo regañado y empujado por el
guardia a través de la puerta hacia población general. Dejo escapar un suave
suspiro mientras continuamos nuestra caminata, hipnotizado.
Por supuesto, Dash es impresionante. Me lo imaginé así. Además, su
voz y su impresionante personalidad... Me imaginaba que sería perfecto de la
cara y el cuerpo de un sexy ángel ruso.
Mordiéndome el labio mientras arrastramos los pies hacia el este a
través del largo corredor, mi mente se pega a los recuerdos de una época en
la cafetería, cuando creo que pude haber visto a Dash antes. Pero estoy
distraído por mi ensoñación cuando en lugar de ponerme de vuelta en la
celda acolchada, el guardia me empuja en la habitación de exámenes. Pasa
por el proceso de quitarme las esposas y luego volver a atarme en una
camisa de fuerza nueva antes de quitarme los grilletes y marcharse. Lo
escucho mientras se aleja, suspirando mi derrota y dejándome caer en el
suelo.
Descansando mi cabeza contra la pared, mis pensamientos giran y
giran a través de todo... El Ivory, sus palabras, un nuevo médico... Dash.
Golpeo la pared.
—¿O’Malley?
Silencio. Tal vez no está allí. No recuerdo haberlo visto cuando
pasamos, pero también estaba bastante distraído.
Examino mis pensamientos durante aproximadamente una hora
antes de escuchar los pasos que he comenzado a asociar con el dolor y la
irritación. Y por supuesto, entran el doctor Johansson y el doctor
Templeton. Para arruinar mi estado de ánimo.
Antes de que digan algo, murmuro: 89
—¿No podemos saltárnoslo? ¿Por favor? Estoy cansado…
Estoy tan jodidamente exhausto. Demasiado cansado para luchar
contra la mierda que sea que me quieran hacer ahora. Demasiado cansado
para siquiera decir más palabras.
—Entiendo, Felix, pero esta es una investigación relevante —dice
Johansson—. El alcaide está muy impresionado con nuestros hallazgos
hasta ahora.
Esta vez tengo que mirarlo. Realmente no se ve malvado o siniestro en
absoluto. Sinceramente, creo que en su mente, cree todo lo que está
haciéndome es genial. Parece ansioso por complacer, pero claramente no
soy yo a quien quiere impresionar. Debe ser a El Ivory.
O tal vez es a ese nuevo médico elegante que vendrá...
Los dos me levantan y me obligan a abrir la boca. Mi lucha se dispara
lo suficiente cuando lucho contra ellos. Y el jodido Johansson dice:
—El paciente parece agitado —como un verdadero idiota, mientras
Templeton inyecta algo debajo de mi lengua.
Espero quedarme dormido de inmediato, pero eso no es lo que sucede.
Los dos me dejan en paz después de eso. Durante media hora,
simplemente me siento en la celda y miro a la nada, preguntándome qué va
a pasarme. La espera es como una tortura en sí misma... No tengo ni idea
de lo que me han inyectado, pero mi mente está llena de ideas.
Me estoy volviendo más paranoico por momentos... Hasta que empiezo
a sentirme extraño.
Mis miembros se vuelven pesados y mi visión se nubla... El aire se
convierte en ondas.
Oh, Dios... a la mierda con esto.
No soy un drogadicto. Simplemente no es lo mío, y nunca lo ha sido.
Alguien me dio algo que creo que era MDMA 9 una vez en un club, y lo odié.
No me gusta no poder controlarme. Mis emociones, mis instintos, mis
impulsos. Si no puedo controlarlos, ¿quién sabe lo que haré?
Dicho esto, se vuelve claro para mí muy rápidamente que me han
drogado, cuando empiezo a reírme de la nada.
Y luego enloquezco.
90

9 MDMA: usualmente conocida como éxtasis, es una droga empatógena perteneciente a la


familia de las anfetaminas sustituidas.
Porque una cosa es ser drogado en contra de tu voluntad, pero una
cosa muy distinta es estar atado en una camisa de fuerza mientras estás
tropezando con pelotas.
Empiezo a gritar, aunque no puedo reconocer mi voz ni entender qué
estoy diciendo. Me paso horas dando vueltas por la habitación, golpeándome
la cabeza contra la pared y la puerta, en vano. Hablo conmigo mismo
durante un rato, luego hablo con O’Malley a través de la pared, aunque él
no está allí.
¿Tal vez estoy hablando con Dash?
Estoy paranoico como el infierno, convencido de que me están
mirando a través de cámaras. El viaje es largo y persistente, y parece no
detenerse.
Finalmente, finalmente, puedo conciliar el sueño, pero solo por un par
de horas dispersas. Me despierto y Claude me trae un sándwich y agua, que
engullo como un animal.
Sé que no ha pasado tanto tiempo, supongo, en el gran esquema del
tiempo, pero ya estoy tan harto de que jueguen conmigo. Solo puedo esperar
que este nuevo elegante doctor que están enviando sea mejor que esto.
O tal vez solo tenga algunos trucos diferentes bajo la manga para
pinchar y provocar al psicópata.

91
9

Felix Harmon Darcey


Edad: 17 años
Ubicación: Brooklyn, Nueva York
Alojamiento en la Universidad de Long Island

N
uestra unidad familiar se estaba agotando cuando me
gradué de la escuela secundaria.
Mamá y papá peleaban constantemente, lo cual no
era exactamente una novedad, excepto que durante los
últimos seis meses, sus peleas a menudo resultaban en que papá se iba de
la casa. Mamá le gritaba, como siempre, y él simplemente se iba, para que
no lo vieran ni lo escucharan de nuevo hasta la mañana siguiente. Algunas
veces, se iba durante días.
Por supuesto, Zach y yo no sabíamos a dónde iba durante estos
pequeños retiros. Ahora que lo pienso, probablemente solo iba a un hotel, o
tal vez a la casa de una amante. Pero en ese momento, era una de esas cosas
que se sentían dañinas. Una acción que tiene el potencial de destruir para
siempre la vida tal como la conoces.
Nuestro padre nos estaba dejando, y si él tenía ganas de irse por una
o dos noches, entonces, ¿qué le impediría irse para siempre?
Mi partida a la universidad llegó en el momento perfecto. El divorcio 92
estaba a la vuelta de la esquina para mis padres, además de que Cameron
se había ido. El año anterior, se había desvanecido en el aire. Un día estaba
allí, viviendo al otro lado de la calle, paseando en su bicicleta frente a mi
casa y sonriendo, encontrando excusas para derribarme y pretender
patearme el trasero, cosa me gustaba demasiado. Y al siguiente, se había
ido.
Todavía recuerdo su rostro la última vez que lo vi… Parecía triste.
Roto. No me dijo qué sucedía, pero todo lo que quería en el mundo entero
era hacerlo feliz de nuevo. Solo quería ver esa sonrisa...
Cuando me enteré de que se había ido, fui directamente con su
hermana, Cassie, que me dijo que se había escapado. Ella misma se fue dos
meses después, yéndose a vivir con su tía.
No podía creerlo. Mis dos mejores amigos... mis únicos dos amigos...
ya no estaban. Después de eso, ir a la universidad era más que solo algo
que quería hacer para sentirme normal y salir de casa. Se convirtió en mi
plan de escape.
Claro, la idea de ser invisible en un entorno más grande me estresaba,
pero al menos en la universidad, estaba lejos de mi familia. Al menos allí
podría estudiar cosas que realmente me interesaban, como psicología del
comportamiento y estudios fúnebres, lo sé, lo sé.
Podría hacer el papel del estudiante de primer año normal e
introvertido y, con suerte, ahuyentar la inquietud que se había estado
acumulando dentro de mí; el ansia que tenía en mi pecho por algo que no
podía comprender, que se había vuelto tan sofocante a veces que apenas
podía pensar con claridad.
Quería alejarme de todo y comenzar de cero. Me habían aceptado en
la Universidad de Long Island en Brooklyn y decidí que allí iría.
Ese otoño, me mudé a mi nuevo hogar. Kings Hall, dormitorio 25B.
Mamá, papá y Zach me llevaron al campus y me ayudaron a
mudarme. Recuerdo el día, todos nosotros holgazaneando en mi habitación
como si fuéramos una familia normal. Realmente, estaba ansioso por
deshacerme de ellos. Ansioso por cambiar mi personalidad de Felix Darcey,
el chico solitario de los suburbios de Connecticut, a Felix Darcey, el
estudiante universitario y residente de la ciudad más genial del mundo.
Antes de que se fueran, mi papá me dio uno de los tres únicos abrazos
que jamás me ha dado.
El primero fue cuando era niño, después de escuchar una pelea entre 93
él y mi madre, en la que habían estado discutiendo sobre lo extraño que era.
Y el tercer y último abrazo ocurriría el Día de Acción de Gracias antes de
que me arrestaran. Fui a verlo durante las vacaciones y le dije que me estaba
yendo genial, lo cual decía en serio... creo que me estaba yendo genial.
Follando y masacrando para mi corazón contento.
De todos modos, cuando mi padre me abrazó para despedirse en mi
dormitorio —el abrazo dos de tres— me acercó y me dijo:
—Estoy orgulloso de ti, hijo.
Una ola de felicidad se estrelló sobre mí. Era diferente a todo lo que
había sentido antes. Estaba encantado de que mi padre realmente me
estuviera abrazando y diciéndome que estaba orgulloso... Después de todo,
nunca podría estar seguro. Nunca me había dado ninguna inclinación real
de que le importara lo que me pasaba. Mientras hiciera lo que se suponía
que debía hacer, como ir a la escuela, sacar buenas notas, no matar
animales abiertamente para que el mundo lo viera...
Pero resultó que sí le importaba. Este era el momento humano que
había estado anhelando. El cariño que siempre soñé de mi padre.
Y luego dijo:
—No te sorprendas, pero cuando vuelvas a casa para las vacaciones
de invierno, no estaré allí. Tu madre y yo nos vamos a divorciar.
Se apartó, me dio una palmadita en la espalda y se fue.
Estaba casi estupefacto. Simplemente no pude procesarlo. Yo que
pensé que estaba teniendo una conexión real con mi padre por primera vez
en casi toda mi vida, pero todo lo que él estaba pensando era en dejar a mi
madre. Quién sabía si estaba realmente orgulloso de mí, o si solo estaba
diciendo lo que pensaba que debería decirle a su hijo el día que se iba a la
universidad. O si estaba tratando de aplacarme, de aminorar el golpe del
inminente divorcio.
Era tan dolorosamente típico. Me enojó que incluso estuviera molesto.
Mi madre y Zachary me dieron un abrazo de despedida, pero no lo
sentí. No podía preocuparme por las tonterías que mamá estaba diciendo
sobre asegurarme de limpiar y comer bien. Todo era solo ruido de fondo.
Se estaban divorciando. Sabía que vendría, pero por alguna razón,
aun así me golpeó como una proverbial tonelada de ladrillos. Vagué dentro
y fuera de la conciencia durante horas después de eso. Salí a caminar por 94
el campus, pero no podría decirles que hice ni a quién vi. Estaba en una
nebulosa.
Hasta que regresé a mi dormitorio y me encontré con unos ojos azules
vibrantes y un cabello negro azabache.
—Tú debes ser Felix. —El chico de hombros anchos sonrió y se acercó,
extendiendo su mano—: Soy Isaac.
—Tú eres… —suspiré, y mi voz se fue diluyendo mientras trataba de
evitar quedar boquiabierto—. Mi compañero de cuarto…
—Culpable de los cargos. —Su sonrisa se amplió cuando tomé su
mano, estrechándola lentamente.
Era tan firme. Una mano bonita y grande. Un poco callosa, lo que me
hizo preguntarme qué hacía para divertirse. Qué hacía que su piel se sintiera
así.
Tenía muchas ganas de decir algo genial, pero no podía pensar.
Estaba atrapado, congelado en el lugar, suspendido en la habitación de la
que este hermoso chico acababa de succionar todo el aire.
La frente de Isaac se arrugó cuando sacó su mano de la mía,
sacándome del trance, y me regañé internamente por ser un bicho raro.
Estuve sosteniendo su mano mucho más que en un típico apretón de
manos. Y estaba parado allí como un mudo. Como un idiota.
Me odié en ese momento por no ser más relajado, obsesionándome
con eso mientras murmuraba algo sobre desempacar y me tambaleé hacia
mi lado de la habitación. Y mi falta de onda solo empeoraría a partir de ahí.
Porque en ese momento, yo era un virgen de casi dieciocho años que nunca
había besado a un chico, viviendo en un espacio cerrado con alguien que
parecía el epítome de un sueño húmedo en el armario.
Siendo realistas, sabía desde hacía bastante tiempo que era gay. Las
chicas nunca me habían interesado como lo hacían con otros chicos. Era
todo lo que había escuchado, durante toda la escuela secundaria. En cada
vestuario, entre cada clase, en cada excursión y cada función social a la que
me vi obligado a asistir.
¿Has visto lo que lleva puesto Maggie Walsh hoy?
Sus tetas son perfectas.
Me cortaría el brazo por meterme debajo de su camisa.
O en esa falda. 95
Su trasero también...
Sus labios, su pelo, sus ojos.
Los rasgos femeninos eran todo lo que querían.
Chicas, chicas, chicas.
Y para mí era como, sí... Me da igual.
Intenté mirar a las chicas como lo hacían los otros chicos. Observé a
Maggie Walsh con su blusa escotada y su falda más que corta. Pero todo lo
que vi fueron unos pechos regordetes que no me interesaban, piernas
delgadas y sin vello que tampoco me interesaban, brazos huesudos y una
cara sin ángulos agudos. Lo único con lo que podía estar de acuerdo era en
lo suave que se veía su piel... Pero la mayoría de los chicos parecían sentirse
suaves también si pudiera tocarlos. Excepto que su suavidad cubriría
dureza. Era algo en lo que pensaba todo el tiempo... El contraste.
Cómo las cosas blandas también pueden ser duras, debajo de la
superficie.
A pesar de saber con certeza que no me gustaban las chicas, mi
sexualidad seguía siendo un gran desastre. Porque ninguno de los chicos de
mi escuela hablaba nunca de echar un vistazo a los otros chicos.
Simplemente no sucedía. Así que me sentía aún más como un extraño de lo
que ya me sentía en todos los demás aspectos de la vida, y simplemente no
podía lidiar con eso.
La única vez que me sentía yo mismo era dentro de los límites de mis
propios pensamientos. Cuando me acostaba solo en mi cama y miraba el
techo, recordando cómo se sentía tocar la mano de Cam. Cómo se sintió su
lengua en mi piel esa vez que lamió mi sangre. Eso fue lo único que me llevó
a ese borde...
Ardiendo con la insufrible necesidad de liberarme.
Así que aprendí a masturbarme, pero incluso entonces, no lo hacía a
menudo. Solo cuando ya no podía más.
El día que conocí a Isaac, me masturbé. Por primera vez en un par de
meses, en realidad. Estaba en la litera de abajo. Él había tomado la de
arriba. Y recuerdo sentir cada movimiento que él había hecho allí arriba.
Cada vez que se movía o cambiaba de posición para ponerse cómodo era
como una lamida de ardiente anhelo; un chorro de queroseno sobre el fuego
que se propagaba dentro de mí. Miré fijamente la parte de abajo de su
colchón mientras metía la mano dentro de mis pantalones y acariciaba mi 96
pene, imaginando que podía oírme y que le gustaba.
Me tomó tres minutos correrme, y cuando lo hice, él era todo lo que
podía sentir. Me quedé dormido y soñé que quería besarme. Fue un sueño
tan realista que recuerdo despertarme y pensar que realmente había
sucedido.
Por supuesto que no lo había hecho.
Terminé descubriendo que Isaac era dolorosamente heterosexual. Era
jugador de fútbol y tenía una novia en la Universidad de Nueva York. Su foto
estaba en su escritorio, y yo le fruncía el ceño cada vez que la veía.
Isaac y yo nos llevábamos bastante bien, pero éramos personas muy
diferentes. Odiaba eso, porque sentía mucho por él y solo quería gustarle.
Quería que cualquiera lo hiciera.
Pasaban los meses en la universidad y realmente no sentía que había
comenzado de cero. Por supuesto, disfrutaba de mis clases. E incluso con
mis cursos requeridos, todavía podía tomar algunas materias optativas que
eran geniales, como una clase de fotografía que me gustaba mucho. Y en
biología estábamos diseccionando cosas, así que eso era satisfactorio para
una parte de mí que todavía no entendía del todo.
Pero la misma necesidad desesperada parecía llenarme y no estaba
seguro de cómo deshacerme de ella.
No era como si fuera un perdedor total en LIU. Había algunas chicas
que se habían interesado por mí. Y una parte de mí se preguntaba si tal vez
podría obligarme a conectarme con ellas, solo para terminar de una vez. Solo
para ver de qué se trataba todo este alboroto.
Una noche, Isaac invitó a algunos amigos a nuestro dormitorio para
una fiesta. Una de las chicas, Ashley, me estuvo siguiendo toda la noche,
con la bebida chorreando de su vaso rojo.
—Felix —había arrastrado mi nombre, agarrándome del brazo
mientras yo estaba parado contra la pared, tomando grandes tragos del
vodka con arándanos que el mejor amigo de Isaac, Brody, había estado
preparando para todos—. Ese es el nombre del gato de los dibujos animados.
—Estalló en un ataque de risa mientras la miraba fijamente, ajustando mis
lentes. Se apretó contra mí, su aliento cálido con aroma a arándanos en mi
cara mientras susurraba—: ¿Ronroneas como un gatito?
No tenía ni idea de lo que estaba hablando. Todo lo que sabía era que
no estaba interesado en la sensación de sus senos contra mi brazo, y eso
era preocupante. Porque había estado mirando casualmente a Isaac toda la 97
noche, y él eligió ese momento para levantar la mirada.
Nuestros ojos se encontraron y sonrió, mostrando sus elaborados
hoyuelos. Luego asintió hacia mí.
En retrospectiva, creo que probablemente estaba asintiendo porque
pensaba que me iba a enrollar con Ashley, y eso habría calificado como
bastante tonto en su libro. Pero en el momento, con mis hormonas
retumbando como el comienzo de un terremoto dentro de mí, y el alcohol
nadando a través de mi torrente sanguíneo haciendo que todo se sintiera
mucho mejor de lo que realmente era, su sonrisa y su asentimiento fueron
invitaciones silenciosas.
Así que comencé a pensar, planificar e inventar... preguntándome
sobre la probabilidad de que quisiera que me subiera a su litera más tarde.
Lo pensé toda la noche. Durante todo el torneo de beer pong sobre el
escritorio, y especialmente mientras Ashley me seguía al baño y se
arrodillaba. En su defensa, intentó besarme primero, pero yo no quise.
Empujé su cara lejos de la mía y supongo que pensó que la estaba
empujando hacia abajo... Donde fue voluntariamente.
No mentiré y diré que la sensación de que me chupara sin
coordinación mi polla apenas dura no se sentía bien, porque lo hacía.
Simplemente no era el escenario ideal. Aun así, pude cerrar los ojos e
imaginar a Isaac, y luego ¡puf! Me corrí por toda su barbilla, sin previo aviso.
Estaba un poco enojada. Supongo que se supone que debes alertar al
que te la está chupando cuando vas a explotar. ¿Quién lo sabía?
Después de eso, Ashley se fue para molestar a otra persona y la fiesta
terminó. Estaba bastante borracho cuando todos salieron de nuestro
dormitorio. Isaac y yo estábamos limpiando y charlando, casualmente.
Realmente no era tan casual, pero estaba tratando de actuar como si lo
fuera. Isaac arrastraba las palabras, y cuando fue a subir a su litera, se cayó
al suelo.
Se estaba riendo a carcajadas como un tonto borracho cuando solté:
—Puedes dormir en mi cama si quieres. —Su risa se desvaneció
cuando me miró, y negué con la cabeza rápidamente—. Solo quiero decir…
Si no puedes subirte a tu cama. Yo dormiré arriba.
Me miró fijamente por un momento, y toda mi vida pasó ante mis ojos.
Luego se encogió de hombros y dijo:
—Claro, hermano. Lo que sea.
Se acurrucó en mi cama y estaba roncando en cuestión de segundos. 98
Esto me planteó un enigma moral. Sabía que lo correcto era subir a
su cama e irme a dormir. Pero mientras estaba allí mirándolo, al chico de
mis sueños dormido en mi cama, no pude alejarme. Se veía tan perfecto.
Como si perteneciera allí.
La decisión ya estaba tomada. Y estaba seguro de que no le
importaría...
Subiendo a la cama junto a él, con cuidado, me aseguré de no tocarlo
por riesgo a despertarlo. Me acosté allí toda la noche observándolo dormir.
Y cuando mirarlo se volvió demasiado, extendí la mano y rocé mis dedos a
lo largo de su espalda. Pero no se despertó. Siguió durmiendo
tranquilamente, inhalando y exhalando. Porque se sentía cómodo conmigo.
Quería estar en mi cama.
Me quedé dormido con una sonrisa en el rostro.
Desafortunadamente, a la mañana siguiente, todo había cambiado.
Isaac no me miró durante días después de la fiesta. Cada vez que
intentaba hablar con él, simplemente se encogía de hombros o respondía
con gruñidos de una sola palabra. Era como si me odiara, y no podía
entender por qué. Pensaba que habíamos tenido una buena noche.
Pensaba que estaba feliz.
Pero no lo estaba. Estaba molesto, y yo era la causa. Eso me volvió
jodidamente loco.
Fui a casa para las vacaciones de Navidad y mi padre se había
mudado, tal como dijo que lo haría. Éramos solo mamá, Zach y yo, abriendo
regalos tristes durante unas vacaciones melancólicas.
Y volví para ver a Isaac besándose con su novia, Polly, en el dormitorio.
Lo siento, no solo en el dormitorio. En mi maldita cama.
Después de eso, hice lo único sensato que se me ocurrió.
Perdí mi virginidad por despecho.
Había un tipo llamado Bobby. Él había expresado interés en mí, de la
misma manera que lo hacían las chicas como Ashley, solo que mucho menos
en tu cara, ya que éramos chicos, y aunque era la ciudad de Nueva York, los
chicos no se colgaban abiertamente de ti de la misma manera que lo hacían
las chicas, a menos que supieran a ciencia cierta que estabas interesado. No
me pregunten por qué. Todo parece un poco sesgado, pero ese es otro tema.
Bobby era abiertamente gay, y ciertamente no tenía miedo de que la 99
gente lo supiera. Respetaba eso. Y claro, él no era realmente mi tipo... Pero
eso era algo bueno. Porque hasta ahora mi tipo era simplemente grande,
melancólico y heterosexual, lo que no hacía nada por mí. Entonces, después
de la pequeña exhibición de Isaac en mi cama, decidí mostrar mi propia
postura.
Y comencé a salir con Bobby.
Tal vez salir es una exageración, ya que solo salimos como tres veces,
y fueron mediocres en el mejor de los casos. Pero aun así, tenía una excusa
para traerlo al dormitorio. Y una noche, cuando sabía que Isaac podría llegar
a casa en cualquier momento, dejé que Bobby me robara la virginidad.
Literalmente, porque ni siquiera estaba seguro de querer hacerlo hasta
el final. Pero supongo que él sí. Y a pesar de que fui yo quien se encontró
dentro de él, no se sentía como si estuviera a cargo en absoluto.
Por supuesto, Isaac no volvió a casa hasta que terminamos, pero
definitivamente se dio cuenta de lo que había sucedido. Y después de que
Bobby se fue, busqué en el rostro de Isaac alguna señal de que estaba
decepcionado o celoso. Pero era una roca. No obtuve nada de él.
Y lo odié.
Esa noche estimuló aún más mi obsesión. Era como si las partes más
malcriadas de mí se activaran cuando estaba cerca de Isaac. Solo quería que
me deseara tanto... Quería que le importara, y obviamente él no lo hacía. Me
volvía loco.
En última instancia, creo que eso fue lo que me empujó al límite. Me
volví mucho más descarado a medida que pasaban los meses. Rompí con
Bobby porque era demasiado para mí. Nuestras personalidades chocaban
más allá de lo que estaba dispuesto a soportar. Además, estaba enamorado
de otra persona, y él simplemente no podía cuadrar.
Las cosas se volvieron borrosas mientras más frustración burbujeaba
dentro de mí. Bailar alrededor de Isaac en el dormitorio era como hacerlo en
un campo minado. Me di cuenta de que desconfiaba de mí, pero no sabía
por qué. Pasé horas, días, semanas obsesionado con eso. ¿Era solo porque
me había quedado dormido junto a él esa vez? ¿Era eso realmente lo peor del
mundo?
Sea lo que fuera que lo había puesto en mi contra era algo que no
estaba dispuesto a dejar. Hablábamos, pero nunca sobre algo más profundo
que una charla rápida sobre las clases o el próximo final del semestre.
Nuestro primer año casi había terminado, y sabía que no seríamos 100
emparejados como compañeros de habitación en el otoño. Si quería que
supiera cómo me sentía, tenía que hacer algo precipitado. Tirar todas mis
cartas sobre la mesa.
Una noche, Isaac llegó tarde a casa después de una cita. Estaba
estudiando en mi escritorio cuando él entró, oliendo como una cervecería.
Iba a ignorarlo, pero luego comenzó a tararear.
Tears For Fears. Una de mis canciones favoritas. Siempre me ha
gustado la música de los ochenta.
—¿Por qué estás cantando esa canción? —Me giré en mi silla para
enfrentarlo.
Cojeaba sobre un pie, tratando de quitarse los zapatos mientras reía,
los mechones negros de su cabello caían sobre su rostro. En ese momento,
lo desprecié por lo guapo que era. Aún más, detestaba lo mucho que lo sabía;
cuánto sabía que lo deseaba. Lo colgaba frente a mi cara como una
zanahoria a un caballo hambriento.
—No sé... —resopló—. La escuché en la radio. ¿A ti qué te importa, de
todos modos?
Rodé los ojos y volví a mi tarea. Pero podía sentirlo detrás de mí,
acercándose poco a poco. Su respiración era ruidosa, como si viniera de mí.
Se sincronizó con mis propias exhalaciones.
Mi rostro se inclinó y lo encontré parado justo a mi lado, con una
mirada intensa en sus ojos azul cielo. No podía ubicarla, pero cuando su
lengua rozó su labio inferior, me puse de pie.
Estábamos cerca, con pocos centímetros entre nosotros. Mi corazón
latía como loco cuando extendí la mano. Solo quería tocar su afilada
mandíbula, apartar esa sedosa obsidiana de su rostro.
Pero se hundió hacia atrás, esquivando mi toque con tanta fuerza que
tropezó y cayó de trasero. Se asustó él solo más que a nada. Ni siquiera lo
había tocado. Pero el miedo que pude ver en sus ojos era sorprendente.
Estaba aterrorizado por la pequeña chispa de interés que crecía en su
interior.
Era un sentimiento que yo conocía demasiado bien.
Así que me puse de rodillas y rápidamente me arrastré sobre él.
—Oye, aléjate de mí —gruñó, jadeando mientras trataba de luchar
contra mí.
Pero lo agarré por los antebrazos y lo sujeté. 101
—¿Por qué no dejas que te ayude? —Gruñí sobre él, inmovilizándolo
contra el suelo.
Era una locura, porque él era un jugador de fútbol y técnicamente era
más voluminoso que yo. Debería haber sido capaz de empujarme fácilmente,
golpearme en la cara, patearme. Pero no lo hizo.
En cambio, era terco, estaba asustado... y era lo más caliente que
había visto en mi vida.
Él me tenía miedo. Isaac Remillard le tenía miedo a Felix Darcey.
Era una revelación.
Mientras lo sujetaba, tratando de averiguar qué hacer a continuación,
ambos nos dimos cuenta de que yo tenía una erección. Una grande.
Eso me sacó del trance lo suficiente como para que se escabullera
debajo de mí y saliera corriendo de la habitación. Nunca volvió. Y a la
mañana siguiente, me llamaron de la oficina del decano donde me
informaron que Isaac se iba a cambiar de habitación y que me enfrentaba a
una expulsión.
Maldita mierda. Todo era un malentendido.
Aun así, mis padres tuvieron que venir y escuchar toda la exagerada
historia. Todo el mundo en el campus estaba hablando de eso. Fue
humillante.
Solo recibí una advertencia, pero me echaron de la residencia. Mis
padres estaban enojados, pero querían que me quedara en la escuela. O me
necesitaban en la escuela, para mantenerme ocupado y fuera de su vista.
Mi papá me consiguió un departamento en Brooklyn Heights, en
Amity Street. Y en ese santuario de una habitación es donde las cosas
cambiaron para mí.
Vi a Isaac por el campus unas cuantas veces después de eso, pero no
volvimos a hablar hasta que nos cruzamos en un club gay en Manhattan un
año después. Actuó como si no quisiera tener nada que ver conmigo
mientras bailaba y se besaba con un twink 10. Y yo solo sonreí para mis
adentros.
Tenía compañía en mi apartamento, de todos modos. Alguien
esperándome...
Siempre he encontrado la vida divertida, cómica por la forma en que
funcionan las cosas. El plan del universo es desconcertante a veces. 102

10 Twink: Hombre joven atractivo, esbelto y usualmente carente de vello corporal.


Podría haber matado a Isaac. En el fondo, siempre quise hacerlo. Por
una miríada de razones, la principal es que lo deseaba demasiado. Pero se
salvó... Si tan solo supiera cómo había sorteado la muerte.
Le guiñé el ojo cuando salí del club esa noche, y me dirigí a mi pequeño
apartamento en Brooklyn Heights. Necesitaba volver.
El cuerpo se estaba enfriando.

103
10
Lem
Siete días...

E
so fue todo lo que necesité para hacer las maletas y mudarme
a Nueva York.
Fecha de finalización indeterminada, este viaje de
trabajo es una especie de final abierto, pero según mi
conversación con Manuel Blanco y su secretario, o quien sea esa persona,
Yari Estevez, para él, el trabajo durará lo que yo necesite.
Normalmente, esta espontaneidad y la falta de programación concreta
me irritarían mucho. Pero este trabajo es demasiado atractivo para dejarlo
pasar.
Creo que es exactamente lo que he estado esperando... Desde antes
de que decidiera convertirme en psiquiatra clínico.
Desde los catorce años.
Después de firmar un acuerdo de confidencialidad, me dieron detalles
más específicos sobre para lo que se me ha contratado exactamente y lo que
se me exigirá. Y la excesiva suma de dinero que me pagan es, en realidad,
solo la segunda parte más emocionante del trabajo.
Cuando escuché el nombre de Felix Darcey, casi jadeé.
Felix Darcey, también conocido como El Escultor, fue de lejos el
asesino en serie más prolífico de las últimas décadas. Desde los tiempos de 104
Ted Bundy, John Wayne Gacy y Richard Ramirez, sin duda. No hemos visto
a nadie como él en mucho tiempo, lo que también lo convierte en el más
fascinante de los criminales trastornados que he vivido.
El hecho de que la policía asesinara a Darcey el año pasado durante
su intento de aprehenderlo fue una parodia. Recuerdo haberme sentido
activamente deprimido cuando escuché las noticias ese día.
—Imagina las cosas que podríamos haber aprendido de él —le había
dicho a Gabrielle, que arrugó la cara y me miró
—Es un asesino, Lem —contestó, como si eso significara de alguna
manera que no reunía los requisitos para ser considerado interesante—.
Merece estar muerto por lo que hizo.
Como si no lo hubieras defendido por el precio justo, había pensado.
Pero me guardé ese comentario, sabiendo que sólo provocaría una pelea en
la que no tenía ganas de profundizar.
—Sólo digo que... poder entrar en su mente sería emocionante. Es un
raro caso de humanidad.
Se tiró en mi cama y se burló.
—¿Quién querría estar dentro de la mente de un psicópata perverso?
Pues bien, esa persona está ahora de camino a una remota isla de la
costa de Long Island, en Nueva York, para hacer precisamente eso. Porque
para mi propio entusiasmo, Felix Darcey está muy vivo. Y he sido contratado
para examinarlo.
Una emoción que no había sentido en mucho tiempo y que casi me
sobresalta, se abre paso en mi estómago. Creo que es una emoción nerviosa,
y me recuerdo a mí mismo que debo ser profesional mientras el ferry navega
por el océano.
Estoy sentado solo en el gran barco de transporte de pasajeros. La
única persona que hay es el hombre que me recogió en el aeropuerto de
LaGuardia. Ni siquiera estoy seguro de su nombre... No me ha dirigido la
palabra.
Me parece bien que no me hable. Como sabemos, es lo que menos me
gusta.
Pero además, ahora mismo me consumen más mis propios
pensamientos, y necesito ordenarlos y archivarlos, para asegurarme de que
cuando llegue y me encuentre por fin con Manuel Blanco cara a cara, sea
mi típica e inmensamente profesional persona. El afán que tengo dentro de
105
mí por hacer este trabajo tiene que ser guardado. El trabajo es demasiado
importante como para dejarse llevar por mi propio entusiasmo interior, que
sinceramente me parece más juvenil de lo que estoy acostumbrado.
Sin embargo, no me sorprende. Durante más de la mitad de mi vida,
he querido hacer exactamente lo que voy a hacer en esta extraña isla...
dentro de los muros de una prisión que se ha mantenido expertamente en
secreto del conocimiento público.
Penitenciaría de Alabastro... Sólo el nombre ya trae consigo una
imagen. La de un lugar oscuro y lúgubre habitado por los criminales más
atroces del mundo, a los que el mundo cree muertos.
Es fascinante, todo ello. Me interesa saber qué otros reclusos están
encerrados en la Penitenciaría de Alabastro, pero es una investigación que
tendrá que quedarse en eso.
Mi principal preocupación es el Escultor.
Mientras reviso los correos electrónicos en mi teléfono, mi mente
vuelve a pensar en mí conversación con Trevel el otro día. Nuestra última
sesión por un tiempo. Estaba comprensiblemente angustiado cuando se
enteró de que lo remitía a un colega en mi ausencia.
—Pero no quiero ver a nadie más —había jadeado mientras se tiraba
del cabello de raíz y se paseaba por mi despacho—. Eres el único en el que
confío.
—Lo entiendo, Trevel. —Asentí con la cabeza—. Y lo comprendo. Por
desgracia, este trabajo es uno que no puedo dejar pasar. —Dejó escapar una
burla de escepticismo, sacudiendo la cabeza mientras mis ojos lo seguían
de un lado a otro—. Estarás en buenas manos con el doctor Callahan.
Trevel gruñó y tomó la lámpara de mi mesa auxiliar, lanzándola por
la habitación. Ladeé la cabeza mientras lo miraba, manteniendo el rostro
inmóvil, haciéndole saber con los ojos que no iba a reaccionar ante su
rabieta.
Se inclinó sobre mí y arrulló las palabras:
—¿Y si termino haciendo algo malo... mientras tú no estás?
Mis ojos se estrecharon hacia él.
—Eso sería decepcionante... ¿No es así, Trevel?
La forma en que nuestras miradas se mantuvieron fijas durante esos
largos y prolongados segundos se repite en mi mente. La forma en que sus
ojos se oscurecieron en un profundo color púrpura, como el de una flor de 106
la selva. Las emociones que se negó a dejar salir durante tanto tiempo...
Cosas que no había visto desde que lo conocí en el psiquiátrico. Era como si
se burlara de mí. Desafiándome a dejarlo, haciéndome responsable de sus
posibles acciones.
Cuando todos sabemos que las controlo tanto como él.
A pesar de sus amenazas, y sabiendo que dejar a Trevel sin mis
cuidados podría ser como dejar un cable vivo sin vigilancia en una acera
concurrida, era el único de mis pacientes que dudaba en dejar. Por el mero
hecho de que su caso me ha sostenido durante tanto tiempo.
Pero todo eso está a punto de cambiar. Porque al otro lado de la
ventana, veo una isla en el horizonte. Y en esta isla me espera un nuevo
proyecto.
Unos veinte minutos más tarde, el ferry se detiene y me indican que
vuelva al todoterreno negro, que estaba aparcado en la cubierta inferior. No
me había dado cuenta de que estaba lloviendo, pero una vez dentro del auto
y en marcha, los limpiaparabrisas se mueven rápidamente de un lado a otro.
El viaje sólo dura unos tres minutos antes de que nos acerquemos a lo que
parece una entrada lateral del enorme y lúgubre edificio que debo suponer
que es la Penitenciaría de Alabastro.
No puedo evitar que mis ojos se abran de par en par mientras miro
por la ventana la monstruosidad ante nosotros. Incluso el simple hecho de
ver un lado del lugar confirma mis suposiciones iniciales. Parece algo que
se vería en las películas, especialmente con los cielos grises oscurecidos y la
lluvia enmarcando su indigencia. Los graznidos de las gaviotas parecen de
cuervos. Lo único que falta para completar el ambiente sería un solo rayo y
un fuerte trueno. Dale tiempo.
El silencioso conductor se baja sin decir nada, naturalmente, y rodea
el vehículo para abrirme la puerta. Lleva un paraguas para protegerme de
la lluvia, y no puedo evitar sentir que todo esto es un espectáculo...
Manuel Blanco quiere impresionarme. Quiere que vea la imagen de él
como el alcaide de la Penitenciaría de Alabastro y el amo de la Isla Alabastro,
presidiendo este lugar como su propio reino oscuro.
Y cuando lo veo, de pie con un gran oficial a su lado como un perro
guardián, veo exactamente eso. La imagen es visible precisamente como él
me la está presentando, y tengo que reconocerlo. Es toda una presentación.
—Bienvenido. —Manuel Blanco extiende su mano para estrechar la 107
mía con una sonrisa—. Es muy bueno tenerlo.
Tiene el mismo aspecto que en las fotos que encontré de él. Porque,
por supuesto, hice mi propia investigación sobre Manuel Blanco, o El Ivory,
como se le suele llamar. Tampoco es alguien que se pueda encontrar por
casualidad con una rápida búsqueda en Google. Hace falta indagar, e
incluso una ola de credenciales como la mía, para encontrar cualquier
información sobre él. Y, efectivamente, no se menciona en ningún sitio a la
Isla Alabastro, lo cual es de esperar.
Todo lo que sé sobre esta isla es lo que me dijeron en el paquete de
bienvenida que me enviaron por correo electrónico bajo un estricto candado
encriptado; la Penitenciaría de Alabastro se construyó hace
aproximadamente quince años como una prisión encubierta financiada por
el gobierno. Y al mismo tiempo, la Mansión Ivory se construyó al otro lado
de la isla como residencia para Manuel Blanco, y eventualmente para el
personal de la prisión.
Eso es todo.
No dudo de la veracidad de esos míseros detalles, pero habría que ser
muy crédulo para creer que eso es todo lo que hay en la historia de este
lugar.
Manuel Blanco, mi extraño e impecable jefe de cabello cómo el marfil,
hace un gesto a la gigantesca bestia que tiene a su lado y dice:
—Doctor, este es mi segundo al mando, el oficial John Chevelle.
Oficial, le presento al doctor Lemuel Love.
La ceja oscura y perforada del guardia se arquea inmediatamente.
—¿Doctor Love...?
Tengo décadas de práctica en no reaccionar a la sorpresa de la gente
ante mi nombre, así que me limito a mirarlo fijamente antes de murmurar:
—Has oído bien.
Es sólo un nombre. Sigamos adelante.
El oficial de la correccional, John Chevelle, me mira de arriba abajo,
estudiadamente, como si no fuera lo que esperaba. Me quedo quieto y
parpadeo, esperando a que recupere sus modales, ya que no necesito
mirarlo de arriba abajo para reconocer que es casi exactamente lo que
esperaba de este lugar.
Blanco se aclara la garganta y el oficial Chevelle parece volver a su
sitio, extendiendo su mano para que la estreche. 108
—Me alegro de tenerte aquí —dice con la mirada perdida.
Me intriga la dinámica entre ambos. Inmediatamente percibo que este
oficial segundo al mando está hipnotizado por El Ivory.
Me pregunto si les lava el cerebro a sus empleados para mantenerlos
leales... Como el líder de una secta.
Manuel Blanco pregunta:
—¿Vamos? —Luego se da la vuelta y entra tranquilamente por la
entrada lateral de la prisión. El oficial Chevelle lo sigue como un cachorro
ansioso, y yo doy un último vistazo al oscuro exterior de la prisión y al
paisaje forestal que la rodea antes de entrar en mi nuevo lugar de trabajo.
El interior es aún más espeluznante, algo que no había creído posible.
Mientras el alcaide y el oficial Chevelle me guían por los sinuosos pasillos,
no puedo dejar de asimilar las condiciones...
Decir que es de mala calidad sería hacerle un favor. El lugar se está
desmoronando literalmente. Moho negro y goteras por todas partes, grietas
en el hormigón. Parece mejorar ligeramente en algunas zonas, como el ala
este, que es donde me dicen que voy a realizar la mayor parte de mis
gestiones. Pero mientras me dan una tour, me doy cuenta de que es
imposible que este edificio tenga sólo quince años. Especialmente cuando
paso por lo que Blanco llama las salas de examen. Veo una silla de examen
anticuada con correas de cuero y grilletes... Seguida de celdas acolchadas.
Cuartos acolchados de la vieja escuela.
Esto es lo que usé para investigar cuando escribí mi primer libro...
No creía que estas cosas existieran fuera de los museos. Verlas aquí,
y aparentemente en uso, es nada menos que extremadamente intrigante.
Al parecer, la mayoría de las puertas están controladas por operadores
en una sala de control, lo que también es muy interesante. Significa que
este edificio tiene servidores y cámaras que vigilan todos tus movimientos.
No es que esas cosas me preocupen, pero Blanco ya me ha garantizado
varias veces que tengo vía libre en toda la prisión.
Un punto que hace notar cuando dice:
—Lo contraté porque no es como el resto, doctor Love. Entiendo que
hay que llevar máscaras. Yo mismo las uso. Pero no se equivoque, lo quiero
por sus verdaderos ideales. Los que se reflejan en esa obra maestra que
escribió hace tantos años. Examinará a Felix Darcey de un modo que nadie 109
más ha hecho, ni hará, ni podrá hacer. Lo quiero dentro de cada grieta del
Escultor, Doctor. No deje ninguna piedra mental sin remover. Y hágalo por
todos los medios necesarios, sin preocuparse de las consecuencias.
Han pasado varias horas. Hemos explorado muchas zonas de la
Penitenciaría de Alabastro, pero aun así, tengo la sensación de que ni
siquiera he rozado la superficie de lo que este lugar alberga.
Conocí a otro oficial correccional, Joy Jameson. Es la única mujer en
esta isla, aparentemente, aunque al interactuar con ella durante sólo unos
momentos tengo la sensación de que es más dura que incluso su gran y
enfadado homólogo.
El oficial Chevelle lleva más de tres horas dirigiéndome su mirada
gruñona, y aunque estoy seguro de que funciona de maravilla con todos los
demás por aquí, no me están dando ganas de hacer nada de lo que me ha
estado hablando.
De acuerdo, tal vez estoy siendo un poco obstinado. Seguro que
entiendo que Felix Darcey es peligroso. Por lo que me han dicho, ya asesinó
a un preso desde que está aquí.
Pero el caso es que... tomé la decisión consciente de no volver a temer
a un ser humano, o a lo que potencialmente pueda hacerme, de nuevo. Y El
Escultor, sin importar lo amenazante que sea, no es una excepción. El hecho
de que sea peligroso para las vidas de los otros reclusos aquí, bueno... Eso
no es algo que me obligue a preocuparme. Independientemente de lo
importante que sea para el oficial fefe de la Correccional.
Hemos encontrado el camino de vuelta a la oficina que se ha
considerado mía. Manuel Blanco tuvo que marcharse hace unos minutos,
alejándose, con el teléfono en la mano, pero no sin antes invitarme a cenar
una vez que me haya instalado.
Ya me han entregado un juego de llaves de todas las puertas del ala
este y del confinamiento solitario, incluidas las celdas, para disgusto del
oficial Chevelle. E incluso con el entendimiento general que desde la sala de
control los operadores me abrirán cualquier puerta, sin tapujos, el oficial y
yo seguimos compitiendo.
Creo que quiere sentir que tiene el control de todo el lugar, y mi
presencia eclipsa esa noción. Si este es el caso, entonces definitivamente
entiendo por qué se siente tan amenazado y molesto conmigo. Juro que hace
un momento lo vi poner los ojos en blanco y tuve que hacer todo lo posible
para no sonreír.
110
La otra cosa, más importante, que me han dado, es el archivo de Felix
Darcey.
Ahora, naturalmente, hice mi propia investigación sobre El Escultor
antes de venir aquí. Gran parte de la información ya la conocía de cuando
seguía la investigación de sus crímenes antes de que lo atraparan. Además,
Yari me había enviado un dossier sobre el arresto de Felix, y su estancia en
Alabastro hasta ahora, que he estado leyendo como mi nuevo libro favorito
durante la última semana.
Pero su archivo, su verdadero archivo confidencial, es mucho más que
todo eso.
Es todo, y quiero decir todo.
Todo lo que hay que saber sobre su infancia y su familia. Todas las
pruebas conocidas contra él. Todos los detalles de las escenas del crimen
que nunca se publicaron en la prensa, como fotografías de los cuerpos,
informes del forense y además... Sus exámenes físicos actualizados.
Está todo aquí, en mis manos.
Todo lo anterior a lo que voy a sacar de él.
Al hojear las páginas del expediente de Darcey, vuelvo a encontrarme
con el nombre de los agentes que lo habían encerrado... El detective de
homicidios de la policía de Nueva York Jacob Courtney, que trabajaba junto
con la agente especial del FBI Keisha Barnes. Ah, sí, ahora lo recuerdo...
La última vez que leí sobre el detective Courtney y la agente especial
Barnes, se informó que acorralaron a Felix en el parque junto a su casa en
Brooklyn Heights, y éste se abalanzó sobre ellos con un cuchillo en la mano.
Los informes afirman que debido a eso, le dispararon y mataron durante el
proceso de detención. Pero se sigue especulando ampliamente, sobre todo
los teóricos de la conspiración, que esto es mentira.
Me siento estúpido por haber creído esa historia ahora... Siempre me
pareció demasiado conveniente. Felix Darcey nunca fue del tipo que
arremete contra nadie. Probablemente se suicidaría antes de intentar ir
contra la policía.
Pensar que todas estas cosas se las podré preguntar a él... Hablar con
él en persona de todos estos detalles... Estoy experimentando un nivel de
deleite que nunca supe que podría.
Así que cuando el oficial Chevelle decide dejarme para que me deleite
con la gloria del voluminoso expediente que estoy hojeando, le pido que me 111
traiga a mi nuevo paciente.
Estoy seguro de que podría esperar hasta mañana para celebrar
nuestra primera reunión oficial, pero estoy demasiado emocionado.
Demasiado ansioso por estar en la misma habitación con él.
Volviendo al principio del expediente mientras el oficial Chevelle se
aleja, leo el perfil y algunos datos básicos sobre su vida...
Nació el 3 de febrero de 1998 en Fairfield, Connecticut, hijo del doctor
Harmon Darcey y su esposa, Charlotte.
Su padre era un neurocientífico, ahora jubilado, que trabajó en las
divisiones de investigación de Yale y luego de Columbia. Su madre era ama
de casa. Compraron la casa en la que creció Felix poco después de casarse
en el noventa y seis, y fueron propietarios de ella hasta que se divorciaron
hace tres años, cuando Felix aún iba a la Universidad de Long Island.
Estoy pegado a las páginas mientras leo, esperando que me agracie
con su presencia. Y ya estoy cautivado. Gran parte de su historia, su
infancia y su educación son como un molde para sociópatas asesinos...
Madre bipolar. Padre adicto al trabajo.
Traumatismo craneal. Cuando tenía ocho años, intentaba construir un
fuerte en el patio trasero con su hermano y, de alguna manera, acabó
inconsciente por un golpe. Lo llevaron al hospital, donde le dieron seis
puntos de sutura y le diagnosticaron una conmoción cerebral grave.
Compruebo en la siguiente página la matanza estándar de animales,
y efectivamente, había informes de gatos desaparecidos en el barrio, junto
con algún incidente con un zorro...
Pero antes de que pueda llegar a ello, la puerta de mi despacho se
abre de golpe y me encuentro con unos ojos curiosos detrás de unas gafas
de montura negra, un cabello castaño despeinado y unas largas
extremidades atadas a una camisa de fuerza.
El Escultor está aquí.

112
11
Felix

—T
odos nos merecemos esto.
—No...
—Todos y cada uno de nosotros... Estamos
aquí por una buena razón.
—No, no, no...
—Hemos nacido así.
Rodando mi cuerpo por las paredes acolchadas de mi celda, escucho
los gritos por el pasillo, como una sinfonía en mis oídos. Es un sonido al que
me he acostumbrado a lo largo de los años, los gritos espeluznantes de la
gente que tiene miedo. El instinto natural de liberar los nervios a través de
bramidos de dolor, desesperación y miedo, que se abren paso hasta la
garganta a través de las cuerdas vocales.
Mis víctimas nunca gritaron mucho, porque utilicé el elemento
sorpresa en mi beneficio. Gritar llama la atención, después de todo. Algo que
no puedes tener cuando tratas activamente de ser sigiloso.
Muchos de ellos lloraban. Suplicaban y suplicaban... Los que eran
conscientes de ello. Los que se lo merecían. Siempre me gustó hacerles saber
que estaban a punto de morir; que había una razón por la que hoy sería su
último día.
A los demás, sin embargo, los mantuve felizmente ignorantes. No
quería que se asustaran... Y definitivamente no quería que se enfadaran 113
conmigo por matarlos. Eso frustraría el propósito.
Quería mantenerlos felices. Mantenerlos conmigo.
Los gritos del pasillo son satisfactorios. Principalmente porque no son
míos. Son suyos.
Se han ensañado con O'Malley con los electrochoques. Me preocupa
un poco, porque no quiero que olvide quién soy. Quiero que recuerde que
soy el asesino en serie al que cree que no se parece. Si se olvida sobre ello,
entonces pierdo la satisfacción de demostrar que está equivocado.
O'Malley y yo no hemos hablado tanto como me hubiera gustado a
estas alturas, sobre todo teniendo en cuenta que siempre somos vecinos, ya
sea en las salas de examen o en las celdas acolchadas. Parece que no es un
gran conversador. Habla consigo mismo más que conmigo. Le grita a nadie
en particular.
Tal vez a las paredes, a los guardias, a los médicos que todos
conocemos están por aquí. O tal vez le esté gritando a El Ivory, ya que todo
lo que ocurre aquí es realmente obra suya.
O'Malley grita más que todas mis treinta y seis víctimas juntas. Grita
sobre su inocencia, su inculpabilidad, su victimización. Cuando no está
gritando de dolor, como ahora que se le está carbonizando el cerebro desde
el interior del cráneo, ruge sin parar sin asumir ni un ápice de
responsabilidad. Y eso me vuelve jodidamente loco.
No sé qué hizo para estar aquí. Le he preguntado, pero no me lo quiere
decir. De todos modos, sé que debe estar aquí. Está más loco que la persona
más loca que he visto en esta prisión hasta ahora; eso está claro. Nadie es
inocente, especialmente la gente encerrada con electrodos pegados a la sien.
El hecho de que culpe a todo el mundo de sus circunstancias hace que mi
ojo se estremezca.
No digo que sea la imagen de la estabilidad ni nada por el estilo. Está
claro que tengo mis propios problemas. Pero una cosa que nunca me
encontrarás haciendo es culpar a otras personas por lo que he hecho.
Si se lo merecían o no, no es la cuestión. Esa mierda era toda mía, y
he hecho las paces con ello.
Ahora tiene mucho más sentido por qué O'Malley piensa que no es
como yo. Sólo desearía poder descubrir lo que hizo...
Supongo que este interés que he tomado por él es como un proyecto
de mascota. Algo para distraerme de donde estoy. Claro que estar en el Ala 114
Este es infinitamente más entretenido que aislamiento, pero eso es sólo
porque cada día te someten a un nuevo experimento. Ayer, me mantuvieron
los ojos abiertos mientras me obligaban a ver una mierda seriamente
desquiciada, incluso para mis estándares. Era como algo sacado de La
Naranja Mecánica, y claro, en el momento, era muy desagradable. Pero una
vez que dejé de temblar, no pude evitar soltar una carcajada.
Dato curioso: fue poco después de ese divertido juego mental cuando
un agotado Dash entró a toda velocidad en el Ala Este, libre como un pájaro.
Por lo que pude ver, se escapó del control de Rook durante unos minutos.
El pobre novato...
Sin embargo, fue agradable volver a ver la bonita cara de Dash.
Aunque sólo fuera por unos minutos, con él todo asustado. Admito que
estaba preocupado por él. Y soy el que está siendo torturado en nombre de
la investigación.
No sé qué esperan ganar con estos experimentos, pero no me imagino
que estén obteniendo algún resultado innovador.
Cuando estoy dando mi vigésima vuelta a la habitación, se me ocurre
que los gritos han cesado y que hay ruidos de arrastre en mi dirección.
Inmediatamente me dirijo a la puerta para poder observar lo que ocurre a
través de la pequeña ventana.
Efectivamente, el asistente Claude y el doctor Templeton arrastran a
un O'Malley cojo por el pasillo, pasando por delante de mí celda. Abren la
puerta de la celda contigua a la mía y lo llevan adentro, cerrando con llave
y marchándose sin decir nada. Apoyado en la pared, escucho atentamente
a la papa asada antes conocida como Kieran O'Malley.
Le oigo murmurar, pero no puedo distinguir sus palabras. Así que
golpeo la pared.
—¿O'Malley? ¿Estás bien ahí?
—No me hables —gorjea—. Eres una maldición.
No puedo evitar el resoplido de risa que se me escapa.
—Gracias. Lo tomo como un cumplido.
—No es... divertido —respira con dificultad, y puedo oír los sonidos de
su lucha en la camisa de fuerza.
—Tienes que relajarte, cariño. —Apoyo mi cabeza en la pared con una
sonrisa—. Estás aquí para siempre, como el resto de nosotros. ¿No te has
dado cuenta de que cuanto más te esfuerces, peor será? 115
—No... no me importa —se lamenta—. Yo no lo hice. Timmy me
obligó...
Trazando una lágrima en el acolchado, pregunto:
—¿Quién es Timmy? ¿Tu novio?
—¡No soy un maldito maricón! —me ruge a través de la pared, y vuelvo
a reírme.
—Jesús... Cálmate. —Pongo los ojos en blanco—. Mi exnovio, Isaac,
solía fingir que no era gay. Juraba hasta el cansancio que no le gustaba que
lo mirara, pero yo sé que sí. —Me burlo del recuerdo—. Que gran y jodida
broma.
—Eres un verdadero enfermo, ¿lo sabías?
Doy una patada a la pared con mi zapatilla gastada.
—Ah, sí, ¿y tú no? Escucha, imbécil. Lo que le haya pasado a Timmy
es culpa tuya. ¿No lo entiendes? No eres mejor que ninguno de nosotros,
incluido yo. Así que bájate de tu maldito pedestal. Eres un monstruo, igual
que yo.
Deja escapar un gruñido y algo choca contra la pared que nos separa.
Creo que fue su cabeza.
—¡Vete a la mierda! —grita—. ¡Era mi hermano! ¿Por qué iba a
matarlo? No tiene sentido. Me tendieron una trampa, ¡te lo digo! Me
incriminaron. —Sus bramidos se convierten rápidamente en gemidos, y
comienza a llorar.
No puedo evitar la sorpresa que me invade. Está confesando, que es
lo que estaba esperando. Me muero por saber qué hizo, y por lo que parece,
mató a su hermano.
Sin juzgar... Pero este tipo está claramente loco.
Apoyando mi frente en el desgastado acolchado, escucho mientras
O'Malley llora.
—Shh... Está bien, Kieran. Tu hermano está muerto, eso es lo único
que importa. Y es tu maldita culpa.
Sus sollozos se vuelven histéricos. Mis labios se mueven.
Toma eso, gusano santurrón.
El sonido de una puerta que se abre me distrae de la nueva canción
que estoy disfrutando, y los familiares y ruidosos pasos me hacen caer en la 116
cuenta, agarrotando mis músculos.
—Contra la pared, recluso —dice la voz de Velle desde el exterior de
mi celda mientras tintinean sus llaves.
Ya estoy contra la pared, así que me quedo donde estoy mientras
entra, e inmediatamente me encadena los pies. No estoy seguro de adónde
vamos, pero ni siquiera me molesto en preguntar porque no me lo dice.
Simplemente me empuja hacia la puerta y gruñe:
—Camina.
Los sollozos de O'Malley resuenan y se hacen más suaves mientras
avanzamos por el largo pasillo, atravesando una puerta y luego otra. Velle
me guía por el pasillo hasta una puerta que no reconozco. La abre de un
empujón y deja ver un despacho. Y un hombre alto de espaldas a nosotros.
Cuando nos oye, el hombre se vuelve. Y nuestros ojos se atrapan.
El aliento de mis pulmones se escapa, inesperadamente. Mi cabeza se
inclina hacia la derecha mientras parpadeo, este hombre grande y muy
atractivo me mira fijamente mientras sostiene un expediente en sus manos.
¿Quién... eres tú?
Velle me quita los grilletes mientras el hombre y yo seguimos
mirándonos.
—Estaré afuera.
—No hace falta, oficial —responde el hombre, que sigue mirándome
fijamente, con el intenso ámbar de sus ojos visible incluso desde el otro lado
de la habitación. Parecen antorchas en el bosque—. Yo me encargo desde
aquí.
Su voz me produce escalofríos en todo el cuerpo, profunda y suave
como la melaza.
Velle dice algo, discutiendo con el tipo sobre dejarme aquí, pero
apenas puedo oír lo que dice. Estoy demasiado ocupado observando al tipo
que me observa.
La forma en que me mira es algo que nunca he visto antes.
Estudiosamente, secretamente encantado. No me mira como lo hace la
mayoría de la gente ahora, como si fuera algo de lo que hay que protegerse
a toda costa. Como un criminal peligroso.
Me mira como si fuera un acertijo para descifrar. Un rompecabezas
que acaba de ser colocado frente a él para ser resuelto.
¿Este es mi nuevo doctor?
117
Cuando Velle y él dejan de discutir, Velle se va y cierra la puerta tras
de sí. Me quedo balanceándome en mi sitio, metido en mi camisa de fuerza,
mientras este hombre me mira. Pero no dice nada.
De repente me siento extremadamente vulnerable, expuesto, y no sé
por qué. La forma en que me mira sin palabras me provoca un extraño calor
en las mejillas. Trago saliva y miro mis zapatos.
¿Qué está pasando aquí? No me importan los doctores. ¿Por qué estoy
reaccionando así?
Debe ser porque es precioso. Y quiero decir, como, locamente,
estúpidamente hermoso.
Es más alto que yo por unos pocos centímetros, y obviamente tiene
una gran musculatura. La forma en que su camisa azul marino con botones
lo envuelve, estirada sobre sus anchos hombros y deslizándose por el torso,
metida dentro de unos pantalones de sastre y abrochados con un cinturón
negro alrededor de la cintura...
Parece muy profesional. Elegante. Menos como un médico y más como
un banquero de inversión.
Sólo de pie allí, con grandes manos agarrando una carpeta manila...
Cuando mis ojos se deslizan de nuevo hacia su cara, me encuentro
con que ya no me mira. Está leyendo algo dentro de la carpeta, unos
archivos, con un aire aburrido. Se me hace un nudo en la garganta.
¿No está impresionado por mí? ¿No soy todo lo que pensaba que sería?
Cambiando de pie, me pregunto si debería actuar más como un
asesino en serie. ¿Debería empezar a gritar y chillar, como O'Malley? ¿Debería
arremeter contra él e intentar morderlo?
Parpadeo con fuerza. ¿Por qué me estoy cuestionando? No debería
preocuparme tanto. ¿Por qué siento que tengo que montar un espectáculo para
este tipo?
Intentando ser sutil, sigo observándolo mientras hojea el archivo,
ignorando por completo mi presencia. Mis ojos escudriñan su rostro
cincelado, su tez morena y suave, su vello facial perfectamente recortado a
lo largo de una mandíbula muy afilada, y esas inmaculadas rastas hasta los
hombros recogidas en una especie de media cola de caballo. Tiene los labios
118
carnosos y fruncidos en una línea sin impresionarse mientras lee.
Mis dientes se hunden en mi labio inferior. Mírame. Por favor, por
favor, mírame otra vez.
Sus ojos se dirigen a los míos una vez más. Sólo brevemente. Una
fracción de segundo antes de volver a mirar el expediente que tiene en sus
manos. Pero fue suficiente para que mi estómago diera un salto mientras
me retorcía dentro de mi camisa de fuerza.
Abro la boca como para decir algo, pero no tengo ni idea de lo que
debería decir. Han pasado varios minutos y no ha dicho ni una sola palabra.
Me ignora por completo y, por alguna razón, eso me pone nervioso. Es casi
como si no le importara que esté aquí, lo que me pone extrañamente ansioso.
¿Por qué me trajo aquí si no va a decir nada?
El hombre, que sólo puedo suponer que es mi nuevo doctor, se aparta
de mí y se dirige despreocupadamente hacia la estantería de su escritorio.
Parece que está buscando algo, con la carpeta de archivos todavía en la
mano. Todavía no la ha dejado, lo cual es interesante. Me pregunto si es
mía... Tiene que serlo, ¿no?
Acercándome, intento echar un vistazo a la carpeta, para ver si mi
nombre está en ella. Pero entonces el rostro del hombre cambia y me clava
una mirada. Vuelvo a quedarme con los labios abiertos, como si quisiera
decirle algo, pero aún no he encontrado las palabras.
¿Debo presentarme? Quiero decir, realmente debería hacerlo. Es una
práctica habitual que el doctor se presente primero, ¿no?
Ya he ido a sesiones de terapia, cuando era un niño. Y claro, nunca
hablé mucho con esos tipos, pero eso fue porque sabía que era lo que
querían. Siempre fui dolorosamente consciente de que querían que les
contara mis secretos, y me gustaba ocultárselos.
Pero este hombre no parece en absoluto interesado. De hecho, parece
que no podría importarle menos si yo estuviera en la habitación con él o no.
Me planteo girar hacia la puerta e intentar salir. Velle sigue ahí fuera.
Tal vez debería hacer que me lleve de vuelta. Esto es una pérdida de
tiempo.
No sé qué pensar. Me siento muy fuera de lugar en este momento.
Se me escapa una especie de zumbido en lugar de las palabras que
no encuentro, y el hombre se gira. Y cuando inclina la cabeza y vuelve a
mirarme fijamente, sus inquisitivos ojos ambarinos disipan todo lo que
estaba pensando. 119
Me quiere aquí. Me doy cuenta.
El hombre cierra por fin la carpeta y la aprieta contra su pecho
mientras nos miramos un poco más, el aire se espesa en esta pequeña
habitación. Mis labios no se mueven, pero puedo oírme a mí mismo
diciéndole, hola. Soy Felix.
Hola, Felix.
Me estremezco.
De repente, se mueve. Está caminando, dando pasos hacia mí. Mi
cuerpo se pone rígido, los nervios me sacuden por dentro cuando se acerca
a mí con rapidez. Mis ojos se fijan en él mientras se acerca, su proximidad
hace que su tamaño sea aún mayor. Debe de medir al menos metro ochenta,
y esos cinco centímetros más que yo me parecen monumentales en este
momento. Y su gran tamaño, la tela tan estirada alrededor de sus evidentes
músculos, me hace pensar que un movimiento repentino lo haría estallar...
Quiero decir, no soy pequeño ni mucho menos. Me considero bastante
jodidamente lindo, pero este hombre es... grande. Proporcionalmente
grande, ya que no se ve que use esteroides o algo así. Parece que tiene fuerza
en cada centímetro de su cuerpo. Como si pudiera levantarme y lanzarme
sin esfuerzo.
Y ahora mí boca está salivando.
Trago cuando se acerca a mí y me levanta la barbilla.
Nuestras miradas se cruzan durante un breve instante que parece
ralentizar el tiempo. Los segundos pasan como burbujas de carbonización
por la anticipación que se desprenden de mis extremidades. ¿Qué hará?
Espero ansiosamente su próximo movimiento.
Pero entonces se dirige a la puerta detrás de mí, abriéndola un poco y
murmurando a Velle:
—Todo listo.
¿Eso es todo?
Mi estómago se desploma de decepción. No quiero irme todavía, no sin
una sola palabra dirigida a mí.
Antes de que se aleje, me inclino hacia él y percibo su olor, con los
ojos casi entornados. Su colonia es embriagadora. Limpia, como la ropa
recién lavada, el jabón para el cuerpo y algunas otras cosas en las que 120
seguramente pensaré durante horas.
Mientras Velle entra y me encadena, observo al hombre mientras
vuelve a su escritorio, abriendo de nuevo el expediente para ignorar mi
presencia una vez más. Velle me empuja hacia la puerta del despacho, y
oigo por última vez esa voz grave mientras murmura:
—Gracias, oficial —mientras salimos.
Estoy muy distraído en el camino de vuelta a mi celda. Mi mente corre
como una manada de sementales salvajes, preguntándose todo tipo de
cosas, hasta que no puedo retenerme ni un segundo más.
—¿Cúal es su nombre de nuevo? —Le pregunto a Velle.
La oscura mirada de Velle se posa en la mía y sus cejas se juntan.
—¿No te dijo su nombre? —Parece desconcertado por este hecho.
Sacudo la cabeza y se burla—. Es el doctor Love. doctor Lemuel Love, Con
un jodido Doctorado.
No puedo evitar la pequeña sonrisa que se dibuja en mis labios al
pronunciar el nombre
—Doctor Love….
Vaya. Qué nombre...
—Lo sé, ¿verdad? —Velle se ríe.
Llegamos a mi celda y Velle me empuja de nuevo al interior, me quita
los grilletes y me encierra antes de que pueda preguntarle nada más, como
por ejemplo cuándo volveré a ver al doctor Love. No es que él lo sepa, o me
lo diría si lo supiera. Pero estoy tan... intrigado.
Ese doctor no es en absoluto lo que esperaba cuando el director me
dijo que iban a enviar a alguien a estudiarme. Ese hombre de ahí... el doctor
Lemuel Love... parece alguien a quien vería en un club de Manhattan, y
acabaría siguiendo durante días. Tal vez semanas.
Mis pensamientos me llevan al suelo, donde me dejo caer, apoyando
la cabeza en la pared acolchada. Los gritos de O'Malley se han apagado y
ahora no hay más que silencio y los sonidos de mi cerebro.
Sobre un acento irlandés decadente que me encuentro desesperado
por volver a escuchar. Y del primer doctor con el que creo que podría querer
hablar.

121

Dormir podría ser la peor parte de residir en el Ala Este.


Al menos en aislamiento, tenía una cama. Claro, era vieja y
desvencijada, el colchón parecía de cartón. Pero aun así, era algo.
Aquí en el Este, se duerme en el suelo o en esa maldita silla de
examen, y no puedo decir qué es peor. La silla de examen es ligeramente
más cómoda, supongo, pero normalmente estás atado a ella, así que tus
miembros tienden a entumecerse. En las celdas acolchadas, te desmayas en
el suelo, atado con la camisa de fuerza. Es muy incómodo, pero al menos la
camisa de fuerza sirve de escudo contra el frío. De hecho, el interior está
bastante caluroso, lo que es una leve tortura por sí misma. Como cuando
una gota de sudor te recorre la espalda y te hace un cosquilleo tremendo,
pero no puedes hacer nada para evitarlo...
Lo juro, no quiero que sepan que este lugar me está afectando, pero
realmente odio estar aquí. Pensar que sólo he estado encerrado durante
unos seis meses, y que aún me queda el resto de mi vida, es suficiente para
volverme completamente loco si lo permito.
Rodando sobre mi espalda, miro el techo, del mismo miserable tono
blanco apagado que el resto de esta estúpida habitación. La única diferencia
distintiva es la pequeña luz cuadrada en el centro, que está apagada en este
momento. Si tuviera que adivinar, diría que es alrededor de la medianoche.
Pero no tendría forma de saberlo. Podrían ser las ocho de la noche o las ocho
de la mañana.
Cerrando los ojos, intento recordar algo bueno, algo que me transporte
fuera de aquí, aunque sea por unos malditos segundos. Echo tanto de
menos soñar que no puedo soportarlo.
¿A dónde se fueron mis sueños?
Solían ser tan vívidos. Coloridos y ruidosos, salpicados de caras y
lugares que recordaba, y de los que no.
La sangre salpica mi cara.
Miro la gran forma que hay debajo de mí y sonrío.
Ahora es usted mío, Sr. Kline...
Un gruñido claro me saca de mis recuerdos y gimo de frustración.
Viene de la pared, lo que significa que en realidad viene de O'Malley. Al
inclinar la cara en esa dirección, oigo otro ruido, que se registra en mi mente
como un gemido. 122
Entrecierro los ojos hacia la pared. ¿Se está masturbando?
No puede ser. Aquí nos dejan con camisas de fuerza. Es imposible que
use las manos.
Pero entonces lo oigo de nuevo, el estruendo de una liberación
obstruida. No puedo evitar preguntarme qué estará haciendo allí...
¿Se retuerce en el suelo? Parece la única manera de conseguir algo de
fricción en esta situación.
Me pongo de frente y empujo las caderas poco a poco, golpeando el
suelo para ver si se siente bien. Está bien, supongo. Es más frustrante que
otra cosa.
Otro sonido gutural atraviesa la pared, y me muevo para acercarme.
—Te gusta eso, ¿verdad, cariño? —Ronroneo, lo suficientemente alto
para que me oiga, con una sonrisa malvada que se apodera de mis labios.
—¡Vete a la mierda! —me gruñe, y me río con maldad.
—Oh, pero es tan divertido jugar contigo, Kieran —le digo, sabiendo
perfectamente que mi voz está interrumpiendo lo que sea que estaba
tratando de hacer allí.
—Te juro por Dios que si estuvieras delante de mí ahora mismo, yo...
—Shhh. Guarda la charla sucia para cuando ocurra. —Me pongo de
espaldas, sonriendo al techo—. No te preocupes. Estaré frente a ti uno de
estos días, Kieran. Y entonces veremos.
Se queda callado un momento antes de murmurar:
—¿Veremos qué?
Mi sonrisa se amplía, pero no respondo. Jugar con él se está
convirtiendo en mi nuevo pasatiempo favorito.
Es como un ratón en una caja en mi habitación.
El sonido de los pasos alerta mi atención cuando se acercan
cuidadosamente a mi puerta, descartando al instante a Velle o a cualquiera
de los otros guardias. De alguna manera son diferentes incluso de
Johansson y su banda de médicos imbéciles, o de Claude el asistente.
Suenan más... formales.
Me vuelvo hacia la puerta y miro la pequeña ventana de plexiglás. No
se ve nadie, pero los pasos se han detenido justo delante de mí puerta. Debe 123
haber alguien ahí fuera.
Espero en silencio durante unos minutos, simplemente respirando en
el suelo. Observando.
Hasta que por fin aparece una cara y me da un vuelco el corazón.
Es el doctor Love. Está aquí.
Me siento y miro hacia la ventana mientras me observa atentamente,
sus ojos casi iluminan la oscuridad que lo rodea. El pasillo no está
completamente negro, pero su rostro apenas es una sombra. Sus ojos son
lo único que puedo ver realmente, así de profundos, casi de bronce, mirando
a su paciente en el suelo.
—Hola... —Susurro, odiando inmediatamente el sonido de mi voz
mientras resuena en mi mente.
Demasiado jadeante, demasiado débil.
Sus labios se separan. Y mis dedos se clavan en el material de mi
camisa de fuerza esperando su voz. Pero no habla.
—Soy Felix —murmuro, y luego parpadeo—. Pero supongo que tú... lo
sabes. Mis ojos caen al suelo mientras me chupo el labio inferior. Suenas
estúpido.
—¡Oye, déjame salir de aquí! —O'Malley grita, sobresaltándome.
Los ojos del doctor se dirigen a la derecha, hacia la siguiente celda.
Luego vuelven a los míos, pero solo por un segundo antes de girar y alejarse.
—¡Uf! —Me tumbo de espaldas—. Buen trabajo, O'Malley. Lo has
asustado.
—¡¿A quién le importa una mierda?! Necesito salir de aquí! —
Continúa, como el simple bufón que es.
—Eres un desperdicio de espacio —murmuro.
—¿Ah, sí? Vete a la mierda, psicópata.
Pongo los ojos en blanco.
—Claro... soy el único psicópata aquí.
Ignoro el resto de sus desvaríos, mirando el pequeño cuadrado de mi
puerta y esperando que vuelva esa cara.
Por supuesto no lo hace.
Estoy agotado por mantener los ojos abiertos toda la noche cuando
oigo más ruidos. Las luces están encendidas ahora, pero no sé si acaban de
encenderse o si llevan un rato encendidas. Está claro que no estaba
124
prestando atención.
Las llaves tintinean en las puertas, los presos se mueven de un lado
a otro. Como de costumbre, no hay ninguna razón para ello. A veces nos
alimentan dentro de estas celdas, a veces nos llevan a otro lugar. Hoy, tengo
la gracia de contar con la gran jefa perra a cargo de la Penitenciaria de
Alabastro, Joy Jameson.
Entra en mi celda con sus botas de combate y su cola de caballo se
balancea mientras me saluda.
—Buenos días, abeja asesina. Contra la pared si sabes lo que te
conviene.
No puedo evitar sonreír. Es tan hosca, pero a diferencia de Velle, en
ella es extrañamente encantador. Me acerco a la pared, boca abajo, y se
acerca por detrás y me libera de la camisa de fuerza. Aprovecho para sacudir
los brazos y recuperar la sensibilidad en los dedos.
Joy me trae un recipiente de microondas con huevos revueltos y
tocino, entregándomelo con su izquierda mientras su derecha permanece en
su Glock.
—Come. Lo siguiente es ir con el nuevo doctor.
Me detengo con el tenedor en el aire, mirándola boquiabierto.
—¿De verdad? ¿Ya?
—¿Qué estabas esperando, una invitación? —Joy se burla—. Está
aquí por ti.
Aquí por mí...
El estómago se me revuelve mientras me esfuerzo por tomar el
desayuno, ahora obsesionado por el hecho de que voy a ver al doctor de
nuevo. Estoy nervioso... Pero mentiría si dijera que no estoy emocionado.
Me pregunto de qué hablaremos... Si es que hablamos.
Mientras me meto el último bocado en la boca, Joy me quita el
recipiente, lo cierra y lo tira por la puerta. Luego vuelve por mí con esposas
y grilletes, me encadena y me lleva a las duchas de abajo. Allí me deja que
me lave los dientes y me dé un baño rápido.
Sinceramente, creo que soy el único recluso que puede tomar duchas
de esta manera. Incluso hay un pequeño cubículo para Felix en la esquina
donde guardan mis cosas extra. Nadie más recibe este tipo de trato, y tengo 125
que admitir que me hace sentir muy especial.
Disfruto siendo un recluso de alto perfil. Aunque me convierta en un
objetivo para los doctores extraños.
Es mejor que pudrirse en aislamiento.
Cuando termino aquí abajo, Joy me arrastra de nuevo hacia el pasillo
al que Velle me llevó ayer. Llama a la puerta del despacho una sola vez, sin
esperar respuesta, antes de abrir la puerta de golpe y empujarme dentro.
Enseguida me quedo en mi sitio cuando le veo... Mi doctor. Está
sentado en su escritorio con la nariz metida en el mismo expediente de ayer.
No nos mira a ninguno de los dos mientras Joy me quita los grilletes.
—Volveré en cuarenta minutos —dice al salir—. Llame si necesita
algo.
—Oficial —suena la voz del médico para detenerla, una sola palabra
que de alguna manera suena como el rugido de un felino de la selva. Un
escalofrío me recorre la nuca cuando sus ojos se levantan del expediente
hacia Joy—. Retire las esposas.
Joy lo mira con la cadera ladeada.
—Eso no es parte del protocolo.
El doctor la mira en silencio durante cinco pesados segundos antes
de retumbar:
—Ya tuve esta conversación con el oficial Chevelle ayer. Estoy
realizando mi trabajo. Si ustedes dos insisten en interrumpirme, me veré
obligado a llamar al alcaide.
Mis ojos revolotean de un lado a otro entre los dos mientras sus
obstinadas miradas permanecen fijas en una muestra de poder. No puedo
evitar tragar saliva ante la tensión. Parece que la habitación entera podría
implosionar en cualquier momento.
Pero finalmente, Joy suspira con evidente irritación y me quita las
esposas, saliendo de la habitación y cerrando la puerta tras ella. Me quedo
de pie, como revoloteando junto a la entrada de la habitación, sin cadenas
ni correas. Mis dedos se mueven solos a los lados mientras miro a mi
alrededor.
No es una oficina especialmente grande ni nada por el estilo, pero aun
así, tengo una sensación de libertad. No hay camisa de fuerza, ni esposas, 126
ni grilletes, ni celda acolchada. Sólo estoy de pie aquí, con los brazos
balanceándose. Si quisiera, podría acercarme a esa estantería y tomar un
libro.
Al mirar al doctor, me encuentro con que me observa, con esa mirada
analítica que tenía ayer decorando sus rasgos. Y de repente, quiero saber
qué hará si intento tocar algo. Así que tomo pequeños, tentativos pasos
hacia su estantería. Y me observa todo el tiempo.
Me acerco y me detengo frente a él, mirándolo por encima del hombro.
Sigue mirando fijamente. Así que extiendo la mano y rozo con mis dedos los
lomos de los libros.
Siento que estoy haciendo algo prohibido. Un cosquilleo me recorre.
Tomo un libro, toco la cubierta con suavidad y leo el título para mí.
Es un libro de texto de estudios de comportamiento. Ojeo las páginas
lentamente y vuelvo a mirar al doctor. Se sienta despreocupadamente en su
silla, cruzando los brazos sobre el pecho mientras me observa.
Me paso la lengua por el labio inferior mientras vuelvo a dejar el libro
y voy por otro. Este es sobre asesinos en serie Americanos.
Apretando el libro entre mis dedos, giro para mirarlo.
—¿Has leído todos estos?
Retorciéndome bajo el peso de su mirada, espero ansiosamente a que
hable. Tiene que decirme algo, ¿no? Quiero decir, no puede pasar otra sesión
sin decir una palabra...
Después de un momento, su cabeza se inclina un poco.
—Estos no son mis libros. Llegué aquí ayer.
Casi me ahogo de lo estúpido que me siento.
—Correcto...
Mis ojos se apartan y la habitación vuelve a quedar en silencio, con el
oxígeno cargado de la torpeza persistente de nuestra primera interacción.
Lo único que oigo es mi propia sangre acelerada, la adrenalina de no saber
qué esperar de este hombre se apodera de mí.
Pero entonces dice:
—¿Te gustaría leer uno?
Mi barbilla salta.
—¿Puedo tener un libro...?
—¿Por qué no? —Su cabeza se inclina.
127
Me quedo con la boca abierta durante un minuto mientras pienso en
cómo responder.
—Aquí nunca nos han dado libros. O música. Cualquier cosa
entretenida, en realidad.
El doctor se mueve en su silla, apoyándose en el escritorio, más cerca
de donde estoy. Luego señala la estantería con la cabeza.
—Elige uno.
No puedo evitar que se me ilumine la cara. Siento que sucede, una
sonrisa se forma en mis labios mientras me vuelvo hacia el estante y observo
su contenido. Hace tanto tiempo que no leo un libro que, a estas alturas,
creo que disfrutaría de casi cualquier cosa. Dicho esto, quiero elegir algo
bueno. La mayoría de los libros de esta estantería son revistas de psicología
y cosas que parecen un poco aburridas.
Tampoco quiero tardar mucho en elegir, por si cambia de opinión,
pero me aseguro de mirar bien todas las opciones. Algo me llama la atención
y mis dedos lo arrancan.
Beneficial Brainwashing del doctor Melvin Strange. Sonrío al oír el
nombre... Volviéndome hacia él, afirmo con confianza:
—Me quedo con este.
Mi sonrisa se desvanece rápidamente cuando me doy cuenta de que
me está mirando fijamente, con los ojos redondeados en una especie de
sorpresa. Parece mucho menos distante que hasta ahora. Miro el libro que
tengo en las manos.
Se aclara la garganta. Y asiente con la cabeza.
Luego vuelve a su expediente.
De acuerdo...
Apretando mi libro contra el pecho, recorro la habitación un poco más,
sin dejar de observar al doctor en mi periferia. Está leyendo el expediente,
pero de vez en cuando lo veo mirándome.
Pasan los minutos y seguimos sin hablar, eso me está volviendo loco.
Todavía no se ha presentado a mí. Este tipo tiene que ser el ser humano
más extraño que he encontrado. ¿No se supone que debería estar
haciéndome preguntas? ¿Qué está pasando?
Cuando decido que ya he tenido suficiente con el insufrible silencio,
me acerco al borde de su escritorio y me apoyo en él. 128
—¿Vas a decirme alguna vez tu nombre?
Inclina su rostro en mi dirección y me tomo un momento para admirar
su complexión. Tiene una piel estupenda, sobre todo en la cara. Suave, sin
muchas arrugas. Tal vez algunas, pero aun así, creo que está claro que se
cuida. Si tuviera que adivinar, diría que tiene unos treinta años.
—¿Quieres que te diga mi nombre? —Su voz me sobresalta.
Me encojo de hombros despreocupadamente.
—Quiero decir... sí. Eres el nuevo doctor que está aquí para
estudiarme, ¿verdad? ¿No deberíamos... presentarnos?
Parpadea un par de veces, sin que se aprecien emociones en su rostro.
Es imposible entender a este hombre. Por lo general, se me da muy bien
olfatear las intenciones de la gente de inmediato, pero este tipo es un
misterio total.
No voy a mentir... Es enormemente intrigante.
Se levanta, lentamente, para que estemos cara a cara, con sólo un
metro de distancia entre nosotros. Mis ojos se clavan en los suyos mientras
me mira desde donde apoyo mi trasero en su escritorio, sintiéndome muy
inseguro en esta postura. Es una posición vulnerable. Podría empujarme
hacia atrás e inmovilizarme...
Si quisiera...
—Mi nombre es doctor Lemuel Love, PhD —dice, retumbando en mí.
Estoy congelado en el lugar, y me mantiene allí con su mirada
penetrante, su cercanía abrumadora, y ese aroma...
Dios, huele tan bien.
Su mano se extiende, y mis ojos caen en ella antes de volver a saltar
hacia la suya.
Levanta las cejas con impaciencia. ¿Quiere darme la mano...?
Estoy cautivado.
Este hombre... No me tiene miedo, ni se enfada de mi existencia por
ser un monstruo malvado que ha hecho cosas peligrosas. De hecho, apenas
parece percibir nada de eso, y no puedo decir si es un juego, un acto para
que baje la guardia, o si realmente está aquí para hacer un trabajo.
Pero lo más cautivador es lo desesperadamente que anhelo ya su 129
atención.
Tragándome todas esas enormes inseguridades, murmuro:
—Encantado de... conocerte, doctor Love. Soy Felix.
Y mi mano se desliza hacia la suya. La agarra, apretando y sacudiendo
sutilmente.
Ni siquiera puedo comprender cómo reacciona mi cuerpo al tocarlo.
Me siento como si estuviera en llamas. Una electricidad chisporroteante que
me hierve la sangre y me quema por dentro. No he tocado a otra persona en
mucho tiempo, pero ni siquiera estoy seguro de que esa sea la única razón
de esta reacción.
Y su mano es tan grande. Fuerte, pero lo suficientemente suave como
para que me imagine cómo podría sentirse en otros lugares...
—Sé quién eres —me dice el doctor Love, con esa voz como de
terciopelo. Casi me hace caer.
Justo cuando las yemas de mis dedos se acercan sigilosamente a su
muñeca, me suelta la mano y retrocede, volviendo al archivo que tiene sobre
su mesa.
—Y sí, estoy aquí para estudiarte —añade sin decir nada. Después de
eso, no dice nada más.
Diez minutos después, Joy vuelve a llamar a la puerta antes de entrar.
—¿Listo para irte, abeja asesina?
No puedo evitar la mirada que le dirijo. No estoy seguro del apodo,
pero ella parece amarlo.
Se ríe y se acerca a donde tengo el trasero apoyado en el escritorio del
doctor Love, y me pone los grilletes en los tobillos. Pero cuando va por mis
muñecas, se fija en el libro que estoy agarrando con fuerza y levanta las
cejas. Primero a mí, luego al doctor Love.
No está prestando atención, por supuesto, así que ella se aclara la
garganta, en voz alta. Levanta la vista, lentamente y sin entusiasmo.
—No sé si lo sabe, doctor, pero a los pacientes del Este no se les
permite ningún tipo de contrabando. —Estrecha su mirada hacia él con
suspicacia.
—Felix quiere ese libro —dice robóticamente el doctor Love. No hay
emoción, nada por el bien del argumento. Simplemente afirma un hecho.
—No me importa lo que quiera —gruñe Joy.
El doctor Love cruza los brazos sobre el pecho y ladea la cabeza.
130
—¿Vamos a seguir discutiendo, oficial? De verdad... Me está
dificultando el trabajo, y sólo llevo un día aquí.
Joy murmura en voz baja:
—Te voy a dar dificultades, hijo de...
Me quita el libro de las manos y se lo mete bajo el brazo mientras me
abrocha las esposas. Luego me da el libro para que lo sostenga y me arrastra
fuera de la oficina con una última mirada a mi nuevo doctor. Obviamente,
está enfadada y se marcha por el pasillo, sin esperar a que la siga, pero
dándose la vuelta para ladrarme.
—Date prisa, recluso. Jodidos doctores. —Resopla mientras me
empuja al interior de mi celda. Me quita las cadenas y cierra la puerta antes
de marcharse sin decir nada más.
Y estoy aquí sonriendo porque tengo un libro en mis manos, y estoy
libre de la camisa de fuerza.

131
12
Felix

E
sa misma noche, los pasos y los murmullos familiares del
doctor Johansson interrumpen mi tiempo de lectura.
Meto mi libro en el pantalón, deseando tener otro lugar
donde esconderlo. Pero tengo miedo de que si lo dejo en esta
habitación, desaparezca. Johansson nunca me ha registrado ni nada
parecido, así que lo más probable es que no lo encuentre.
Efectivamente, abre la puerta y Claude entra primero, colocando las
esposas sólo en mis muñecas, lo que significa que me llevan por el pasillo a
la sala de examen.
Genial. Me preparo mientras me llevan a rastras, preguntándome qué
clase de mierda han planeado para esta noche. Más psicodélicos que alteran
la mente, electrodos o sensibilidad al dolor, que es cuando me conectan a
máquinas y me pinchan con agujas en varias partes del cuerpo. Eso fue
divertido...
Dentro de la sala de examen, Claude me quita la camisa y mi pulso se
acelera por miedo a que encuentren mi libro. Pero no lo ven, ya que estoy
sentado en la silla de examen y atado a ella. Como de costumbre,
Johansson, Figueroa y Templeton comienzan a conectarme a cosas,
pegando los electrodos en las sienes y luego en el pecho, supongo que para
controlar mi actividad cerebral y cardíaca.
Bostezo, porque estoy cansado. Esto está interrumpiendo mi sueño.
En realidad, ya me habría dormido, pero ese libro es bastante entretenido. 132
—Ah, doctor —dice Johansson, y mis ojos se dirigen a la puerta para
encontrar al doctor Love de pie en la entrada de la habitación—. Me alegro
de que haya podido unirse a nosotros.
Siento que mi ritmo cardíaco aumenta cuando entra en la habitación,
y es embarazoso porque el pitido del monitor se acelera considerablemente.
Me arden las mejillas cuando me mira, sin decir nada, y se limita a apartarse
hacia un costado.
Johansson comienza su habitual parloteo.
—Este es el doctor Jarvis Johansson, el doctor Kenneth Templeton y
Abel Figueroa... —Sus ojos se dirigen al doctor Love, que mueve sutilmente
la cabeza—. Examinando al paciente Felix Harmon Darcey. El experimento
de hoy es la estimulación visual.
¿Visual...?
Es entonces cuando me doy cuenta de que la pantalla blanca del
proyector de diapositivas que hay al otro lado de la sala está encendida. Es
la misma que utilizaron para mostrarme esos jodidos vídeos el otro día...
¿Quizás es lo que van a hacer de nuevo?
Templeton se acerca al proyector y lo manipula. Tengo curiosidad por
saber qué planean hacer... Y no lo admitiría, pero todo esto me pone
nervioso, más que nada por la presencia de cierto doctor elegantemente
hermoso...
Templeton pulsa un botón. Algo aparece en la pantalla. Es una foto
de mi madre.
Mis cejas se fruncen al instante. ¿Qué demonios...?
La deja durante unos generosos segundos antes de volver a hacer clic,
es una foto de mi padre. Luego otra de mis padres juntos.
—¿Qué es esto...? —Murmuro, confundido por lo que se supone que
está pasando. ¿Qué esperan que haga?
Por supuesto, nadie me responde. Clic. La siguiente es una foto de un
gato muerto.
La cosa ha sido abierta por el estómago, y sus tripas están colgando.
Se me acelera el pulso mientras me muerdo el interior de la mejilla y
mi mirada se dirige al doctor Love. Está de pie, con los brazos cruzados,
observándome atentamente. Su cara, sin emociones, es de piedra.
Clic. La siguiente foto es de Isaac, y mi corazón se acelera. De acuerdo,
¿qué demonios? 133
Me sacudo contra las ataduras.
—¿Qué sentido tiene esto?
Clic. No... Es una foto de Emmanuel. Se me cae el estómago y gimoteo.
Cariño...
Sólo unos segundos y es reemplazado por una imagen de Emmanuel
después de que lo encontraron.
Mi barbilla cae y tiembla. Todavía parece tan triste...
Esta la dejan durante un minuto completo. No me abren los ojos como
la última vez, pero aun así, no puedo cerrarlos ni apartar la mirada. Es él,
justo ahí.
Mi primera víctima. Y uno de los grandes amores de mi vida. Creo.
—No debía estar triste... —Murmuro, sacudiendo la cabeza porque
sólo quiero salir de estas malditas ataduras.
—Tráelo de vuelta. —La siguiente foto es de Eric Miller. Número seis.
Mi corazón se acelera, los pitidos suben sin cesar, resonando en las
paredes mientras la imagen de Eric vivo es sustituida por la imagen de cómo
fue encontrado.
Me muerdo el labio. Su rostro es apenas reconocible.
Mi mente pasa por imágenes con su propio proyector de diapositivas...
Eric debajo de mí. La sensación de su cuerpo alrededor del mío... El
ensanchamiento de sus ojos mientras lo estrangulaba hasta la muerte con
mis propias manos...
Mis sacudidas se vuelven frenéticas mientras me sacudo contra las
ataduras. Vuelvo a mirar al doctor Love y veo que sigue observando. Me mira
fijamente, absorto. Porque no me tiene miedo. No teme al Escultor. No me
observa como si fuera despreciable, un monstruo encerrado con cadenas.
Cree que soy interesante...
Clic. Una foto de Tom Kline está frente a mí, y una burbuja de risa
brota de mi garganta. Luego Travis John. Me río incontroladamente.
Todos ellos, tan diferentes, cada uno con sus propias historias que
contar, incluso ahora que se han ido. Especialmente ahora.
Leon, Kris, Harrison...
La sangre salpica, se precipita y gotea. Mi cuchillo atraviesa la carne,
mis músculos se tensan y mis dientes rechinan. 134
Oskar, Glenn, Rudy.
Estoy en la bañera, sosteniéndolos. Me pitan los oídos. El cuchillo de
trinchar eléctrico zumba y la sangre me salpica la cara mientras Blue Monday
suena de fondo.
Mis carcajadas resuenan en la habitación, con el estómago dolorido
por las risas desenfrenadas.
—Para, para. —Suspiro, me revuelvo en la silla mientras temblores de
aullidos estridentes me arrastran.
Me río tanto que me lloran los ojos y no veo nada. Por lo que sé,
podrían estar mostrándome más de mis víctimas, pero no lo sabría.
Apenas puedo respirar.
Cuando por fin me recompongo, veo a Templeton y a Figueroa
garabateando notas frenéticas en sus portapapeles. Johansson me mira de
una forma que nunca había visto antes, mientras suelto un cansado suspiro
de risas restantes.
Al apagar el proyector, todos se quedan pensativos y el único que no
hace nada es el doctor Love. Sigue mirándome fijamente, y la forma en que
lo hace genera que se interrumpa mi ataque de risa. Sus ojos son intensos,
severamente contemplativos, como si deseara abrirme de par en par para
hurgar en mis entrañas.
Me muerdo el labio inferior.
Figueroa me quita los electrodos de la cabeza y luego los del pecho. Y
cuando sus dedos con guantes de goma me rozan la piel, me doy cuenta de
que no tengo camisa. Mis ojos se aferran a los del doctor Love mientras un
escalofrío recorre mi piel. Noto lo duros que están mis pezones, agarrotados
y sensibles al aire frío de la habitación. Muevo las caderas, confundido por
la sensación en mis entrañas, el extraño zumbido en mis bolas con sus ojos
puestos en mí.
Un golpe seco en el suelo lo hace apartar su mirada de la mía. Mira
algo ahí abajo y luego vuelve a mirarme. Su ceja se arquea.
Claude me quita las correas y me desabrocha de la silla. Pero antes
de que pueda hacer nada más, el doctor Love dice:
—Es suficiente. Yo me encargo a partir de aquí.
Hay silencio en la sala. Todo el mundo ha dejado de moverse, como si 135
se hubiera puesto en pausa.
—Está bien, doctor —dice Johansson titubeando—. Estamos
acostumbrados a encargarnos...
—A lo que están acostumbrados es irrelevante —le corta el doctor
Love, con sus ojos aún clavados en los míos—. Déjennos.
Les lleva un momento. Todos parecen sorprendidos de que les dé
órdenes, lo cual es evidente por las miradas atónitas de sus rostros y el aire
tenso que de repente sofoca la sala. Pero hacen lo que les dice y salen en
una sombría fila india, dejándome solo y sin camisa con el doctor Love.
Decido levantarme lentamente y estirar los brazos, mientras siento su
mirada en mí como una lámpara de calor.
—¿Cómo te sientes? —Habla en voz baja, y giro para mirarlo.
—Con hambre —murmuro las primeras palabras que se me ocurren.
Pero es cierto. Ya tenía bastante hambre antes, pero ese pequeño
experimento me ha dejado famélico.
El doctor Love ladea la cabeza y casi me hace sonreír. Parece que lo
hace a menudo. Y junto con el brillo escrutador de sus ojos, hace que
parezca menos un doctor intrigado y más un animal curioso.
—¿Qué de lo que acaba de pasar te ha dado hambre? —me pregunta,
tomando mi camisa de la encimera, sin apartar los ojos de los míos.
Sorprendido por su pregunta, mis cejas se arquean.
—No estoy seguro de que tenga nada que ver con esto. Sólo tengo...
hambre.
Me siento un poco herido cuando me entrega la camisa y me la pongo
por encima de la cabeza, ajustándome las gafas. El doctor Love me mira
fijamente durante unos segundos más antes de agacharse. Mi barbilla baja
para observarlo mientras recoge algo del suelo cerca de la base de la silla.
Y quizás me lo estoy imaginando, pero parece que se detiene para
mirarme desde ahí abajo.
Algo palpita en mi interior.
Trago con fuerza mientras se levanta, en cámara lenta. Así es como
me parece a mí, al menos. Y entonces está de pie frente a mí, cerca. Tan
cerca que puedo olerlo un poco más... Mi aliento se aloja en mi garganta.
Me tiende algo y lo miro con sospecha.
Es mi libro. Lo miro de arriba a abajo. Debe haberse caído de mis
pantalones.
136
Lentamente, extiendo la mano y le quito el libro. Nuestros dedos se
rozan. Más palpitaciones. Luego, algunos temblores. Todo por mi parte,
estoy seguro.
—Sígueme —me instruye, mientras suelto una respiración temblorosa
en secreto. Suena como un robot... Como Terminator.
Ven conmigo si quieres vivir.
Se dirige a la puerta de la sala de examen y la abre, saliendo al pasillo.
No puedo evitar detenerme vacilante en el umbral de la puerta. Me mira con
una ceja levantada, expectante.
—Yo no... no estoy esposado —tartamudeo. Como un completo idiota,
porque ¡¿por qué iba a recordarle a alguien que me esposara?!
El doctor Love ladea la cabeza, y juro que veo un destello de diversión
en su rostro, antes de darse la vuelta y seguir caminando por el pasillo.
Corro tras él, agarrando mi libro con fuerza.
Me acompaña a la siguiente sala y abre mi celda acolchada,
indicándome que entre, lo que hago. Se queda ahí un momento, mirándome
fijamente, antes de decir:
—Enviaré algo de comida.
Luego cierra la puerta y se va.
Caigo en el acolchado de la pared, soltando el suspiro más largo de mi
vida.

Sin sueños.
Tengo los ojos cerrados, pero no duermo. Soy incapaz de dormirme
esta noche.
La falta de sueños hace que el dormir se sienta forzado, creo. Al fin y
al cabo, ¿qué es dormir sino una huida?
Detrás de mis párpados, puedo verlos...
Gente de mi pasado. Lo que solía soñar, antes de llegar aquí. Pero son 137
sólo imágenes, recuerdos parpadeantes que pasan por mi mente como un
proyector roto. No estoy siendo arrastrado por mi subconsciente, como
quisiera.
No más sueños...
Tal vez he perdido la capacidad de soñar. Tal vez estar atrapado en
este infierno de hormigón bloquea los receptores necesarios para llevarme
al país de los sueños.
Tal vez ese sea mi último castigo.
Siempre he sido un soñador, desde que era pequeño. Me perdía en
mis pensamientos, a veces pasaba horas simplemente mirando, pensando
en los y si de la vida. Inventando escenarios.
Algunos bordearían el ámbito de la normalidad. Mis padres
llevándonos a un parque de atracciones, por ejemplo. Nunca lo habían
hecho, y yo soñaba que un día nos despertarían a Zachary y a mí por la
mañana temprano y nos dirían:
—¡Sorpresa! ¡Nos vamos al Parque de Diversiones!
Bastante regular, supongo.
Otros eran mucho más... fantásticos, como encontrar extrañas
criaturas en el bosque. Ogros, hombres lobo y brujas con dedos largos y
afilados. Soñaba con cabañas abandonadas y mansiones embrujadas, que
se convertían en mis campos de juego.
Sin embargo, lo que más recuerdo es que nunca tuve miedo. De hecho,
amaba las cosas de terror. Incluso de pequeño, leía los libros más
terroríficos que encontraba, con la esperanza de que una pequeña sacudida
de miedo me hiciera latir el pecho. Pero no lo hubo.
Nunca tuve miedo de las cosas que todos los demás niños temían.
Tenía miedo de algo mucho más real...
Abro los ojos lentamente y miro al techo. Estirando los brazos por
encima de la cabeza, me deleito con la libertad de movimiento, sin esa
maldita camisa de fuerza. Es bastante emocionante que esta sea la segunda
noche consecutiva que me meten aquí sin ella. Pero no contendré la
respiración para que se convierta en algo habitual.
Aun así, he podido leer mi libro gracias a él. Inclinando la barbilla,
miro el libro que descansa sobre mi estómago. Lo he estado abrazando desde
que dejé de leer antes. Es un libro intrigante, sin duda. El autor es muy
inteligente, y me interesan las cosas de las que habla, aunque son un poco
138
preocupantes de considerar.
Sólo llevo un centenar de páginas, pero de momento trata de los
diferentes tipos de experimentación humana que se han producido en
nombre de la psicología del comportamiento a lo largo de los años. Comienza
hablando de cómo se investigaba y diagnosticaba la salud mental hace
décadas...
En los manicomios.
Al echar un vistazo a la sala acolchada, me burlo de mí mismo. Si el
público supiera que todavía existen lugares como éste. Y estoy seguro de
que éste no es el único que queda.
Al oír el sonido de algo fuerte que golpea el pasillo, salto lúcido,
sentado, aturdido y un poco atontado. Me restriego una mano por la cara y
los ojos bajo las gafas cuando uno de los guardias que conozco bastante
bien, Peters, se acerca a la puerta de mi celda.
—Contra la pared, recluso —gruñe, y me pongo de pie lentamente,
haciendo lo que me dice, pero no sin antes tomar mi libro y meterlo de nuevo
en la parte trasera de mis pantalones.
Peters me mira de forma extraña cuando abre la puerta y entra.
Supongo que es porque no llevo camisa de fuerza, pero no dice nada. Se
limita a esposarme las muñecas y luego me encadena los tobillos,
sacándome al pasillo para comenzar el camino hacia las duchas.
Peters es un tipo tranquilo. También es muy guapo, más bajo que la
mayoría de los otros guardias, pero claramente marcado, evidente incluso
con el uniforme de por medio. Pulido, de tez oscura, cabeza afeitada, sin
vello facial. Ojos amables, y esa casi dulzura en él. Me recuerda a Leon... el
número veinte.
Me sacudo de mis pensamientos mientras entramos en las duchas,
sintiéndome pensativo mientras Peters me observa orinar, lavarme la cara y
cepillarme los dientes. Cuando termino, sin una sola palabra, me vuelve a
esposar y me arrastra al largo pasillo, en dirección al despacho del doctor
Love.
El estómago se me revuelve al prepararme para ser exhibido, incluso
más que durante mi rutina matutina. El doctor Love y su mirada penetrante,
quien está aquí para escudriñar al animal.
Peters llama a la puerta de su despacho y, a diferencia de Joy, espera
a que el doctor le diga que pase antes de abrirla. Me empuja dentro, quitando
todo mientras observo al doctor, que está sentado en su escritorio con la 139
nariz enterrada en ese mismo maldito expediente.
Peters gira para irse.
—Vuelvo en cuarenta...
—Una hora —lo corta la voz del doctor Love.
Miro a Peters, cuya mirada se estrecha hacia el doctor antes de salir
de la habitación dando un portazo. Hm... No estamos haciendo amistad con
los guardias, ¿verdad, doc?
La sala está inquietantemente silenciosa, como de costumbre,
mientras miro el escritorio donde el doctor Love está sentado, ignorándome.
Parece que es lo suyo, y me pregunto si ignorar a sus pacientes es una
táctica. ¿Quizás nos hace bajar la guardia?
Me quedo inmóvil un momento, mirando despreocupadamente la
habitación. Me recuerda más al despacho de un director de escuela que al
de un terapeuta. Y, por supuesto, eso se debe al lugar en el que estamos.
Estoy segura de que si el doctor Love tiene una oficina en otro lugar, es
mucho más elegante.
Mi mirada vuelve a él y doy un respingo, porque esta vez me está
mirando fijamente. Cierra el expediente lentamente, cruzando las manos
sobre su escritorio mientras nuestros ojos permanecen fijos. Creo que nunca
he conocido a nadie a quien le guste tanto el contacto visual como a este
hombre. Nunca aparta la mirada. Como alguien que se toma los concursos
de miradas demasiado en serio.
Me rindo primero y miro mis zapatos para orientarme. Si esta va a ser
otra cita silenciosa, puede que me vuelva loco.
Cuando mis ojos se deslizan de nuevo hacia él, me hace un gesto a
través de la habitación hacia el sofá.
—Siéntate, Felix. Ponte cómodo.
Creo que es lo máximo que me ha dicho consecutivamente.
Sin perder tiempo, me dirijo al sofá y me tumbo en él. Es uno de esos
antiguos de terciopelo que parecen de los años setenta, de un color granate
intenso. Mis dedos recorren la tela mientras me acurruco, manteniendo la
vista en el doctor Love mientras se levanta, lentamente, y luego se acerca
bailando un vals, tomando asiento en la silla de cuero frente a mí.
El libro que llevo en los pantalones se me clava en la espalda, así que
lo saco y lo pongo en el sofá a mi lado. El doctor Love lo mira, luego a mí.
140
Luego de nuevo al libro. Luego a mí. No puedo hacer nada más que tragar,
porque es extraño. Esos movimientos deliberados de sus ojos. Atrás,
adelante, atrás, adelante. Como si estuviera siendo controlado por alguien
con un mando de juegos.
Tengo esta repentina e inminente necesidad de llenar el silencio, así
que murmuro sobre el libro:
—No quería dejarlo en mi celda. Tengo miedo de que alguien se lo
lleve.
El doctor Love asiente. Un movimiento muy breve y desinteresado.
Luego mete la mano en su bolsillo y saca un teléfono móvil negro.
—Voy a grabar estas sesiones. —Sus palabras son sólo eso. Palabras.
No me pregunta si está bien, supongo que porque no lo necesita. Y no
está expresando ningún tipo de sentimiento sobre lo que está diciendo. Sólo
está... hablando.
Es realmente interesante. Nunca he conocido a alguien tan... robótico.
Golpea la pantalla del teléfono y lo deja sobre la mesa de café. Mis ojos
siguen sus manos, que se pliegan sobre su regazo.
—Soy el doctor Lemuel Love, grabando la primera sesión con Felix
Darcey —comienza, indicando la fecha y la hora mientras observo el
movimiento de sus labios—. Felix.
El sonido de mi nombre en su voz ronca me saca de mi ensoñación y
me sobresalto.
—¿Hm?
—¿Quieres decir tu nombre completo y tu edad? —dice y es más una
exigencia, que la pregunta que se supone que es.
—Eh, claro. —Trago saliva—. Felix Harmon Darcey. Edad veintitrés.
—¿Entiendes dónde estás, Felix? —pregunta, con el rostro impasible.
Asiento lentamente con la cabeza.
—Sí. —No continúo, así que levanta las cejas—. Estoy en la
Penitenciaría de Alabastro. En el ala este.
El doctor Love asiente, aceptando mi respuesta, aunque no puedo
evitar la mirada que le dirijo. ¿Acaso cree que estoy tan loco que podría no
saber dónde estoy?
Pero entonces sus palabras se hunden... Me preguntó si entiendo 141
dónde estoy.
—Me arrestaron al principio por intento de secuestro e intento de
asesinato. —Continúo, y el doctor Love parece intrigado—. Pero habían
estado construyendo un caso contra mí... Tenían treinta presuntas víctimas
de asesinato, al menos veinticinco cadáveres, además de un montón de
desapariciones sospechosas. Y por lo que oí mientras me procesaban, el
gobernador Russo no quería arriesgarse con la declaración de demencia que
obviamente iba a intentar. Así que hicieron parecer que me habían
asesinado durante el arresto, y me enviaron aquí.
El doctor Love me mira un momento, con los ojos entrecerrados, como
si le impresionaran mis palabras y eso le irritara.
Me vuelvo a sentar en el sofá.
—No esperabas esa clase de autoconciencia, ¿verdad, Doc?
Permanece en silencio durante treinta segundos antes de decir:
—Llegaremos a tu detención. Por ahora, me gustaría empezar con tu
infancia.
—Pregunta. —Cruzo las manos sobre mi regazo para reflejar las
suyas—. Soy un libro abierto. —Mueve las manos para apoyarlas en los
muslos, así que hago lo mismo.
Cruza los brazos sobre el pecho.
—¿Cuál es el primer recuerdo de tu infancia?
Mi cabeza cae hacia atrás y miro al techo mientras pienso.
—Hmm... el primer recuerdo de la infancia... ¡Oh! Lo sé. Mi papá llevó
a casa un microscopio y me dejó mirar a través de él.
—¿Qué edad tenías?
—Veamos, fue antes de que naciera Zach, así que debía tener como
tres años.
Su cabeza se inclina hacia un lado.
—Disfrutaste de ese tiempo, ¿no? Interactuando con tu padre.
Algo en su forma de hablar me hace cambiar.
—Sí...
—Lo admirabas... —De nuevo, no es una pregunta. No me pregunta,
porque siente que ya lo sabe, y me molesta.
—Sí —murmuro—. Admiraba a mi papá. ¿Y qué? Muchos niños lo 142
hacen.
Parpadea mirándome.
—¿Es importante para ti que tu infancia fuera típica?
—¿Qué demonios significa eso? —Gruño, y luego sacudo la cabeza.
Vaya, ¿podemos volver a las sesiones silenciosas, por favor? Este tipo ya me
está irritando.
—No significa nada, Felix. —Habla con suavidad. Con superioridad—
. Es sólo una pregunta.
—Bien, de acuerdo lo entendemos. —Pongo los ojos en blanco—. Eres
un genio de la psiquiatría que puede olfatear todos mis problemas con sólo
leer mi expediente. —Me inclino hacia delante—. Si soy tan fácil de precisar,
¿por qué me preguntas sobre mi infancia?
Se queda callado un momento, mirándome con esos ojos inquisitivos.
No puedo evitar que mi frustración retroceda en mi interior y me encorvo.
—Felix, dejemos esto de lado —dice el doctor Love con calma—. Estoy
aquí para estudiarte, para analizarte de una manera que nunca antes has
experimentado. Mi trabajo es abrirte y sacar cada pequeño pedazo que te
hace especial, para luego entregárselo a Manuel Blanco. Metafóricamente,
por supuesto.
Sus labios se mueven en el más mínimo indicio de una sonrisa. Si
parpadeas, te lo perderías. Pero aun así, fue algo hipnotizante de presenciar.
—Quiero asegurarme de que estamos en la misma página —
continúa—. Esto no es una terapia. No vamos a hablar de tus sentimientos
y de las instancias que te han llevado a ser el hombre que eres para
arreglarte. No se te puede arreglar. —Hace una pausa mientras sus palabras
se arremolinan en el aire como una bocanada de humo—. Vamos a aprender
de ti, Felix Darcey. Enorgullécete de ello, porque es lo único que te queda
por ofrecer.
Estoy ponderado al sofá, simplemente mirándolo con la boca abierta.
Nunca nadie me había dicho algo así. Es ofensivo, y algo
deshumanizado. Pero al mismo tiempo, no puedo evitar la tranquilidad que
me invade.
No me puede arreglar.
—¿Crees que nací así? —Le pregunto, mi voz sale tranquilamente
ensimismada.
Su mirada se aferra a la mía con fuerza.
143
—¿Tú qué crees?
—Creo que es lo único que tiene sentido —susurro.
Los ojos del doctor Love observan los míos con dureza durante un
momento más antes de que se mueva en su asiento y diga:
—Vamos a ampliar en ello.
—Bien —respiro, totalmente hipnotizado por este hombre. No tengo ni
idea de cómo ha conseguido hacerlo tan rápido...
¿Será porque está claro que no me tiene miedo? ¿Es porque es una de
las pocas personas que no piensa que algo ha ido mal en mi vida para que
sea así? ¿Será porque, a pesar de que suene a maldito cliché, me recuerda a
mi padre?
¿O es una combinación de todo ello?
—Cuéntame cómo te sentías de niño —me ordena, con suavidad.
Parece que esto es lo más parecido a preguntar que consigue.
Me reclino en el sofá.
—Desde que tengo memoria, he sido invisible...

144
13
Lem

L
o curioso del silencio es que a veces es más fuerte que el ruido.
Solía amar el silencio... La tranquilidad que me rodeaba;
envolviéndome como un capullo de paz. Sin voces, sin
preguntas. Sin bromas forzadas ni palabras vacías. Solo
nada.
Pero luego, cuando tenía catorce años, algo sucedió en la tranquilidad.
Y después de eso, el silencio se volvió ensordecedor. La falta de rabia
necesaria, las reacciones emocionales, los gritos y ataques de ira solo me
trastornaron aún más. La tranquilidad que solía disfrutar se burlaba de mí.
No tienen nada que decir. A nadie le importa.
No importa.
No importas.
Supongo que todavía disfruto del silencio en cierto sentido. Me gusta
ser el que controla el ruido, haciendo sonar la música cuando estoy en el
auto, cuando estoy haciendo ejercicio. El volumen llena mis oídos,
trabajando en mi cerebro para distraerme de mis pensamientos
interminables.
Usar el silencio a mi favor se ha convertido en mi forma de
perfeccionarlo.
Manteniendo ese control que necesito para sobrevivir. El control que
me salvó la vida... Durante mi primera reunión con mi nuevo paciente, 145
exploré ese concepto. No le dije una palabra y dejé que el silencio guiara su
comportamiento. Es un método que he empleado con Trevel en el pasado, y
funcionó a las mil maravillas. Las personas tienden a revelar rasgos de
personalidad que pueden haber estado inclinados a mantener ocultos
cuando se pliegan a las convenciones sociales. Y seamos realistas, la
necesidad de llenar silencios tensos es grande.
Eso es lo primero que me impresionó de Felix Darcey. No parece
importarle el silencio, ya sea cómodo o no. Permaneció estoico ante mi
presencia, y simplemente existimos juntos, en el mismo espacio compartido.
Fue fascinante.
Mantuve la sesión sin palabras para nuestra próxima reunión, y
estaba funcionando lo suficientemente bien. Hasta que comenzó a
preguntarme por la estantería de mi oficina.
Un pequeño escalofrío corre a través de mí ante el recuerdo de él
seleccionando mi libro. Me pregunto si lo ha estado leyendo... Me pregunto
qué haría alguien como él con un libro así.
Dejando escapar un suspiro de satisfacción, me paro y llevo mi plato
vacío al fregadero. Acabo de terminar de cenar solo en la mesa de la cocina.
Aquí hay todas las variedades de alimentos preparados, cocinados frescos e
incluso marcados con fechas de caducidad en el refrigerador. Acabo de
disfrutar de un salteado de cerdo que en realidad era muy bueno, aunque
no me sorprende que la comida sea deliciosa, ya que el chef personal de
Manuel Blanco es el que cocina para toda la mansión. Muy diferente al
estado y tipo de cosas que envían para alimentar a los reclusos en la
penitenciaria.
Mirando alrededor de la habitación poco iluminada, me asomo a la
atmósfera aún más triste del pasillo. Tan espeluznante como es mi hogar
temporal, debo decir que estoy disfrutando de mi estadía aquí hasta ahora.
Claro, solo han pasado tres días, pero aun así... Encuentro toda esta isla
encantadora, de una manera lúgubre.
Mi primer día en la Isla de Alabastro, me dieron un recorrido por este
lugar, que llaman la Mansión Ivory, y por lo que he reunido, hay dos razones
para el nombre. Uno, es propiedad de Manuel Blanco, también conocido
como El Ivory. Y dos, está hecha casi en su totalidad de lo que parece ser
mármol blanco, o algún tipo de granito pálido. Todo el exterior de la mansión
es blanco, encajando con todo el tema del alabastro. El blanco marfil nos
envuelve en la que es, por mucho, la casa más lujosa y peculiar que he visto.
Casa ni siquiera es correcto, porque este lugar es una mansión en 146
todo el sentido de la palabra. Es casi del mismo tamaño que la prisión, y
con solo dos kilómetros de espacio entre las dos, ir de una a otra es como
entrar en un mundo completamente diferente.
Donde la Penitenciaría de Alabastro es un desorden desmoronado de
concreto, óxido y moho negro, que hace eco de los gritos y lamentos
torturados de los sociópatas peligrosos, la Mansión Ivory es un castillo
elaborado y opulento. Su interior está extrañamente decorado, aunque
ciertamente se ajusta al ambiente sombrío de la isla, solo reverberan los
sonidos del océano y las fiestas furiosas que ocurren en la sección de los
guardias.
Durante mi recorrido, me informaron que la casa de El Ivory está
dividida en dos secciones, literalmente dividida por el medio, aunque no hay
una línea roja ni nada. Por un lado, residen todos los guardias. Y
aparentemente, no solo vienen a casa a comer, ducharse y dormir. El chico
de Manuel Blanco, Kent, quien en realidad me gusta porque apenas habla,
me dijo que los guardias hacen fiestas bastante salvajes allí. Y aunque me
instó a mantenerme en nuestro lado, me hizo saber, sutilmente por
supuesto, que si alguna vez necesito algo, todo lo que tengo que hacer es
preguntar.
Leo entre líneas. Obviamente se refería a cosas como las drogas, las
mujeres, o ambas. Así que como parece, la lejanía de esta isla no impide que
la gente venga. De cualquier manera, no tengo intención de cruzar la línea.
No soy de los que hacen fiestas. Nunca lo he sido.
Incluso en la universidad, pasaba por allí solo para mostrar la cara y
luego me iba. No me importa salir en raras ocasiones, pero siempre he
preferido pasar mi tiempo investigando. Leer, ver documentales, escuchar
podcasts. Aprender es mi pasatiempo principal. Fuera de eso, me gusta
hacer ejercicio, jugar al baloncesto, ir de excursión. Todas las cosas que
puedes hacer por ti mismo. De acuerdo, tal vez el baloncesto es más
entretenido con otras personas, pero aun así. No es necesario convertirlo en
un gran evento. Puedes presentarte en la cancha, jugar a la pelota con unos
pocos y luego irte.
La imagen que estoy pintando de mí mismo es la de un solitario, y es
precisa. Nunca he sido realmente una persona de gente. La única vez que
disfruto estar cerca de la gente es cuando los estoy estudiando.
Mientras deambulo por el vestíbulo de abajo, Felix Darcey aparece en
mi cabeza. Es extraño considerarlo, pero después de nuestras breves
reuniones, y leyendo tanto su expediente casi tengo la cosa memorizada, 147
siento que ya lo conozco bastante bien. Por supuesto, hay infinitamente más
que aprender, migajas que nunca podría olfatear solo por leer su expediente
y hablar con él una vez. Pero sus gestos, sus reacciones a diversos factores...
Me están pintando un cuadro. Y es solo el comienzo de lo que creo que
podría convertirse en una obra maestra elaborada.
Abajo, en la mansión, está oscuro, iluminado solo por el resplandor
de las luces mientras camino, observando mi entorno. Hay tantas
habitaciones aquí, es como un laberinto. Me llevaría meses explorarlas
todas.
Deslizándome tranquilamente en una biblioteca, me entretengo
alrededor de todos los muchos estantes, echando un vistazo a la colección
de Blanco. Muchos de los libros son primeras ediciones y colecciones de
libros raros, mantenidos en perfectas condiciones. No se encuentra una
mota de polvo.
Kent me dijo que el resto del personal, incluidos los doctores del Ala
Este, viven en la propiedad, en una pequeña casa a las afueras de la parte
trasera de la mansión. Como los cuartos de servicio de la vieja escuela.
Decidiendo ir a verla, me dirijo a la puerta trasera más cercana, que conduce
a una terraza. Tan pronto como salgo, mis pies se detienen.
Es hermoso aquí...
Hay un patio entero hecho de piedra elaborada. Plantas por todas
partes, como si estuviera dentro de un invernadero o un jardín botánico.
Luces parpadeantes colgadas por encima, una configuración de sillas e
incluso un recinto para barbacoas. Este parece ser el mejor lugar para pasar
el rato cuando hace buen tiempo. Me doy cuenta de que estamos en medio
del océano cuando escucho las olas rompiendo cerca y siento la brisa marina
acariciando mi piel expuesta. Huelo la sal en el aire...
Es extraño estar de pie junto a un castillo de mármol gigante, rodeado
de plantas y flores exóticas, mientras que el conocimiento de que estoy en
una roca a kilómetros de distancia de la civilización se encuentra en el fondo
de mi mente.
Todo en esta isla es un enigma.
Mientras deambulo por el camino a través de toda la vegetación,
vislumbrando la casa del personal a mi derecha, puedo entender la
necesidad de los oficiales de soltarse. Solo he estado aquí tres días, pero ya
siento que el tiempo se mueve de manera diferente en esta isla. Estar aislado
del resto del mundo es algo que cambia la forma en que piensas y sientes 148
sobre tu existencia, trayendo consigo un cierto nivel de narcisismo. Cosas
como las repercusiones pueden desvanecerse en el fondo a medida que
cuestionas lo que todo esto significa.
Perdido en mis pensamientos, me doy cuenta de que me he desviado
de la mansión cuando miro hacia arriba para ver el abrumador contorno de
la Penitenciaría de Alabastro justo a través de los árboles. Haciendo una
pausa en mis pasos, la miro fijamente, preguntándome qué estará haciendo
Felix en este momento. Y una pequeña voz sin precedentes en el fondo de
mi mente me insta a seguir caminando.
Para ir a la prisión, al Ala Este, a su celda. Para verlo de nuevo, solo
para ver lo que hace. Como la otra noche, cuando me asomé por esa pequeña
ventana y lo observé. Como un animal en el zoológico. En exhibición, para
mí.
Me da esa sensación de nuevo... La que está en lo profundo de mis
entrañas, como un pequeño cosquilleo extraño. Emoción.
Casi había olvidado cómo se sentía esto. Ser embelesado por algo,
seducido por él. Tan absorto que todo lo que quiero en el mundo es sentarme
a su lado durante horas y verlo comportarse.
Felix Darcey es exactamente eso. Un animal peligroso tras las rejas. Y
no necesito ni quiero ayuda para entrar en su jaula.
Es por eso por lo que le dije al oficial Chevelle que instruyera a sus
hombres para que dejaran a Felix conmigo sin esposas y sin grilletes. Sin
camisa de fuerza, sin restricciones. En mi presencia, lo quiero libre para
hacer lo que su pequeña mente retorcida quiera hacer. Después de todo, la
única forma en que podré realmente meterme dentro de su cabeza es
quitándole la correa. Si muerde a alguien, que así sea.
Puedo protegerme contra humanos peligrosos. De eso, tengo plena
confianza.
Juego con la tela de mis pantalones de vestir a medida por un
momento, inspeccionando la prisión hasta que decido darme la vuelta y
regresar. Veré a Felix mañana por la mañana para nuestra próxima sesión.
No hay necesidad de ir y molestarlo esta noche.
Paseando de vuelta dentro de la mansión, avanzo a través del
laberinto de habitaciones, dirigiéndome a las escaleras. Mi mente está llena
de preguntas para Felix mientras subo la escalera de mármol hasta el
segundo piso, donde se encuentra mi habitación. Es interesante para mí
que El Ivory tenga todo este espacio esencialmente solo para sí mismo, 149
aunque lo veo como un hombre que valora su privacidad.
Una vez dentro de mi habitación, empiezo a desnudarme para ir a la
cama. Me cambio a una camiseta blanca y pantalones de chándal grises,
considerando por un momento si me gustaría hacer ejercicio. No estoy
cansado en lo más mínimo. De hecho, mi adrenalina ha estado zumbando
como loca desde que llegué aquí. Tengo suerte si soy capaz de atrapar el
sueño por cuatro horas cada noche. Pero aun así, logro despertarme
renovado y listo para partir.
Me pregunto por qué...
Recogiendo mi teléfono de trabajo del escritorio, abro la aplicación de
la grabadora y me deslizo hacia el principio del archivo, luego presiono
reproducir, escuchando a Felix Darcey hablándome sobre su infancia. Su
voz es diferente de lo que esperaba, aunque no estoy seguro de por qué. Tal
vez no esperaba que sonara tan... melodiosa. ¿Es esa la palabra correcta?
A través de la grabadora, su voz me dice cómo siempre fue eclipsado
cuando era niño. Por su madre y sus problemas de salud mental, por la
carrera de su padre. Y luego por su hermano menor. Felix siempre se sintió
invisible. Pero la forma en que habla de ello no es arrepentida ni
quejumbrosa. Tiene este aire de autoaceptación sobre él.
Felix es un hombre complejo. Es muy consciente, y es una faceta
interesante de su personalidad, porque también tiene inseguridades obvias
y severas. Pero parece que está bien con ellas. Como si supiera que está
jodido y simplemente rueda con eso. Muy diferente de muchos otros
asesinos en serie prolíficos como él.
También asume toda la responsabilidad de lo que ha hecho, lo que lo
convierte en el espécimen perfecto para examinar. No se esconde detrás de
una enfermedad que claramente tiene, solo por nuestras interacciones
limitadas hasta ahora, diría que es maníaco depresivo con trastorno de
personalidad antisocial. Sabe que hay algo que lo hace diferente de la
mayoría de las otras personas, y lo acepta.
Escucho a Felix hablar de su fascinación desde la infancia por los
cadáveres. En su mayoría animales, aunque admite que prestó especial
atención a las lecciones de anatomía en la escuela. Dice que nunca estuvo
seguro de lo que quería ser, pero le gustaba la idea de estudiar la mente
humana. Me da una sensación cálida en mis entrañas, algo así como
orgullo, porque eso es lo que hago, y sí, es fascinante. Luego menciona que
también quería ser un embalsamador, lo que no me sorprende. Aunque su
razonamiento no fue lo que esperaba. 150
—Me gustaba la idea de preservarlos... Los cuerpos —canta su voz
sobre mi grabadora mientras me siento en mi cama—. Quería reinventarlos.
Cambiarlos de expresiones en función de sus personalidades.
—¿Es por eso por lo que esculpiste a tus víctimas? —Mi voz entra. Me
reclino lentamente en mi cama, acostado boca arriba.
—La gente se esconde mucho tras sus caras —me responde. Recuerdo
que asintió con la cabeza ante mi pregunta—. Sonríen cuando realmente,
están tristes ... Fruncen el ceño cuando realmente, tienen tanto de qué
alegrarse...
Su voz sigue mientras miro al techo. Pensando en lo que se esconde
debajo de su superficie.

Ya estoy sentado en la silla de cuero cuando el golpe llega a la puerta


de mi oficina.
—Adelante. —Jugueteo con algunas de mis notas escritas a mano
mientras uno de los guardias lleva a Felix a la habitación, con los sonidos
de sus cadenas retumbando.
El oficial le quita las esposas y los grilletes, se va sin decir una
palabra, lo cual es bueno. Esto significa que se están acostumbrando a lo
que necesito de ellos, que es seguir ciegamente mis órdenes. No quiero
pensar que estoy ebrio de poder ni nada, pero vine aquí con la promesa de
que el alcaide me estaba dando el control total del Sr. Darcey y cómo elijo
examinarlo.
El oficial Chevelle y su equipo no estaban encantados con eso al
principio, porque Velle, como aparentemente lo llaman, prospera con el
control. Pero sus riendas necesitaban aflojarse para que pudiera hacer el
trabajo para el que me contrataron.
Felix se retuerce en su lugar por un momento antes de deambular y
tomar asiento en el extraño sofá de terciopelo frente a mi silla. Se mueve
una vez más, y le doy una mirada peculiar mientras saca mi libro de la parte
posterior de sus pantalones. Me dijo la última vez que tenía miedo de dejarlo
en su celda, que desapareciera. Y nunca se lo admitiría a nadie, pero la
satisfacción que sentí al saber que valora tanto mi trabajo fue diferente a 151
todo lo que he sentido antes.
Obviamente no me importa lo que piense un asesino sociópata.
Supongo que es emocionante saber que mi libro está causando una
impresión. Con El Ivory y ahora El Escultor. Aunque Felix no sabe que yo
escribí el libro...
Me pregunto qué pensaría si supiera...
—Puedes dejar el libro en tu celda, Felix —le digo, y sus ojos se dirigen
a los míos detrás de sus marcos negros—. Me aseguraré de que nadie lo
tome.
—Ese es un buen pensamiento, Doc, pero las personas por aquí son...
—Deja escapar un resoplido antes de decir—: Imbéciles.
Mi cabeza se inclina hacia un lado mientras lo observo. Sus ojos son
de un gris pizarra, vibrante en un color tan típicamente apagado. Y
claramente no tiene ningún problema con el contacto visual. Es la única
persona que he conocido que deja que su mirada se quede con la mía
durante minutos y minutos. Aunque suele desviar la mirada primero.
—Lo prometo —afirmo con convicción.
Parpadea hacia mí un par de veces en silencio. Luego asiente,
aparentemente aceptando mi afirmación.
Bien.
Tomando el teléfono, pulso grabar y me presento con la fecha y la
hora, colocándolo sobre la mesa. Doblando mis manos en mi regazo, observo
a Felix por un momento, asimilando su apariencia. No parece tan agotado
como lo hizo la primera vez que lo vi, y creo que es porque han reprogramado
los experimentos que estaban haciendo para dejar tiempo a nuestras
sesiones. Aun así, hay círculos oscuros sutiles debajo de sus ojos, y su
cabello castaño obscuro está revuelto. Está limpio y afeitado, sin ningún
indicio de rastrojo persistente en la línea de su afilada mandíbula.
El expediente de Felix me ha contado todo sobre su estadía aquí en la
Penitenciaria de Alabastro, incluida la frecuencia con la que se le afeita la
cara, cuándo se le permite ducharse, dónde se guardan sus cosas. Incluso
tengo la información de prescripción de sus gafas y la marca de las
monturas que le gustan. Esos gruesos negros que lo hacen parecer Buddy
Holly.
Recuerdo la primera vez que vi una foto de él en los periódicos. No 152
sonrío mucho... Está bien, en realidad nunca sucede. Simplemente no he
encontrado muchas cosas por las que sonreír o reírme, porque la vida no es
divertida. Pero lo juro por Dios, cuando vi la imagen del veinteañero
responsable de todos esos horribles asesinatos, no pude evitar la sonrisa
que se extendía incontrolablemente sobre mis labios, acompañada de una
pequeña risa.
No se parece en nada a lo que se podría esperar de un asesino brutal,
lo que demuestra que nunca se sabe quién podría estar cortando cuerpos.
Hay una razón por la que dicen que las apariencias engañan, y las miradas
de Felix Darcey son el camuflaje definitivo.
Ayer, cuando me contó cómo se ha sentido invisible toda su vida, no
pude evitar sentir que su apariencia lo había ayudado a volar bajo el radar.
Es decir, vamos... Es un tipo blanco de estatura y peso ordinarios. Cabello
castaño. Sin marcas distintivas, tatuajes o piercings. Agreguemos su
personalidad a menudo introvertida, tímida e incómoda a la mezcla y no es
de extrañar que haya sido pasado por alto toda su vida.
Pero aún más que eso, en el transcurso de mis primeras reuniones
con Felix, recuerdo haber pensado que su tranquilidad era probablemente
lo que lo mantenía en las sombras, más que su apariencia física. Porque es
un hombre muy guapo. Objetivamente.
Sus rasgos son simétricos, de tez lisa, ojos curiosos de una especie de
tono brillante no necesariamente ocultos detrás de esas gafas, sino más bien
enmarcados por ellas. Nariz puntiaguda, recta, labios llenos, todos los
ángulos y curvas excepcionales. Por lo que puedo decir, está en gran forma
debajo de la camisa de gran tamaño y los pantalones de prisión deslavados.
Creo que está claro. Felix Darcey no es común ni simple. Solo es capaz
de actuar de esa manera para conseguir lo que quiere.
Cuando comienza a moverse en su asiento, me doy cuenta de que el
silencio le está llegando. Felix es muy introspectivo. No es hablador de
ninguna manera. Pero también he descubierto que tiene un cierto nivel de
expectativa sobre mí. Supongo que fue informado o de alguna manera se
enteró de que venía a trabajar con él, y ahora es como si estuviera ansioso
por ello.
El sentimiento es mutuo.
—Felix —empiezo, acomodándome en mi silla—. Quiero que me
cuentes sobre tu primer asesinato.
Sus ojos se redondean, pero hace un gran trabajo al encubrir lo que 153
claramente fue una respuesta emocional instintiva. Es exactamente el hilo
que quiero tirar después de presenciar sus reacciones a las fotos de sus
víctimas el otro día, en la sala de examen. Parecía tener diferentes
sentimientos sobre todos ellos. Lo cual me fascina jodidamente.
—Está bien —dice suavemente, con los dedos cavando en el sofá de
terciopelo debajo de él—. ¿Qué quieres saber al respecto?
—Dime su nombre. —Hablo en voz baja, aunque es una orden de claro
dominio.
Felix estrecha su mirada color pizarra hacia mí.
—Sabes su nombre. —Mi hombro se levanta en un encogimiento de
hombros descuidado, al que responde con un suspiro frustrado—.
Emmanuel Pedroia. Él fue mi primero.
Asiento.
—¿Fue la primera persona que querías matar?
—No. —Sacude la cabeza y luego traga visiblemente—. Estoy seguro
de que quería matar gente antes que él. Pero la primera persona que
recuerdo que quería estrangular activamente hasta la muerte fue Isaac.
—¿Isaac Remillard? —Pregunto, recordando las notas de su
expediente—. ¿Tu compañero de cuarto de la universidad?
Asiente.
—Sí. Él era mi... —Se detiene abruptamente y cierra los ojos,
sacudiendo la cabeza brevemente—. Estaba enamorado de él. Y sé que me
amaba también... Pero no lo admitiría, como la perra obstinada que es.
—¿Y eso te hizo querer matarlo? —Pregunto con cuidado.
Está callado por un momento.
—No... No creo. Quiero decir, ¿tal vez? Creo que quería matarlo porque
simplemente quería hacerlo. No estoy seguro de que hubiera una razón...
—Felix. —Le doy una mirada dura—. Siempre hay una razón.
Sus ojos se abren hacia mí, y una inseguridad brilla en ellos.
—Pero dijiste ... Recuerdo que dijiste que nací de esta manera.
—Sí, creo eso. —Mi cabeza se balancea sutilmente—. Pero eso no
significa que masacrarás a cualquier adulto para mandarlo al infierno.
Elegiste a cada una de tus víctimas... Los elegiste a mano como una pieza
de fruta madura que querías devorar.
154
Vuelve a tragar, esta vez un movimiento más deliberado. Su manzana
de Adán se desliza en su garganta, y me recuerda a mi propia garganta.
Tengo que forzar mi mano para que no se mueva hacia las cicatrices.
—¿Qué te impidió matar a Isaac? —Pregunto rápido, avanzando.
—Era demasiado joven —tararea con nostalgia—. Los sentimientos
todavía eran demasiado nuevos. Y me acababa de ir a vivir, por mi cuenta,
¿sabes? —Sus dedos golpean el sofá—. Me tomó mucho tiempo a solas antes
de aceptarlo... E incluso entonces, realmente no quería matar a Emmanuel.
—Se detiene y sus labios forman una línea.
—Al menos, no al principio.
Mi estómago se tuerce en una leve emoción. Esto es nuevo. Había
asumido que entraba en cada asesinato con un deseo de ello. Ya estoy
sacando mucho provecho de él, y se siente como sentarse en una mesa de
casino y ganar tu primera mano.
—Ampliemos eso. —Hablo con firmeza, guardando mi entusiasmo—.
¿Qué pasó en tu apartamento en Amity Street que te llevó a Emmanuel?
Se recuesta en su asiento, un aire de confianza lo rodea de repente.
La forma en que me está mirando en este momento es casi alegre. Como una
delicia jovial, no solo para regalarme los cuentos que ha creado, sino
también por el mero hecho de que me importa. Creo que claramente disfruta
de la atención, que no es extraño para los asesinos en serie. Pero aun así,
es emocionante como el infierno estar ante ello.
—Comencé a vivir allí justo al final del primer año, así que tuve mi
propio lugar todo el verano antes de que tuviera que volver a la escuela. Fue
entonces cuando me enteré de primera mano de la escena gay en la ciudad
de Nueva York. —Levanta las manos y presiona los dedos en forma de tipi—
. Por supuesto, todavía me estaba descubriendo a mí mismo, y
definitivamente no era bueno para recoger chicos. Así que sobre todo iba a
los clubes a observar a la gente. Me encantaba verlos interactuar. Era casi
más divertido que hacerlo yo mismo.
—¿Cómo?
—Cuando observo a la gente, no tengo que preocuparme por tratar de
ser genial. Hacer comentarios ingeniosos o preocuparme por ser un mal
besador... 155
—¿Crees que eres un mal besador? —Le pregunto de la nada,
sorprendiéndome con la pregunta.
Tira de su labio inferior entre los dientes antes de responder.
—En ese momento, realmente no sabía lo que estaba haciendo. Solo
había estado con Bobby...
—¿Quién es Bobby? —Mi voz sale profunda, incluso a mis oídos.
¿Qué me pasa?
Felix se remueve.
—Bobby Bellows. Mi primer novio. Yo... perdí mi virginidad con él.
Mi barbilla se sumerge en un breve asentimiento. Todavía no tenía la
intención de preguntarle sobre su historia sexual, pero supongo que
estamos cayendo en ello.
Ayer me dijo que siempre se sintió diferente, y eso se reflejaba en su
descubrimiento ante su sexualidad. Como, cuando todos los chicos
hablaban de chicas y él sabía que no tenía ningún interés en ello.
—¿No quisiste asesinar a Bobby? —Le pregunto, sinceramente
interesado. Sofoca una risa, sacudiendo la cabeza.
—No.
—¿Por qué no? —Mi ceja se levanta, curioso por esa reacción.
—Porque no quería quedarme con él. —Se ríe—. Era demasiado
común.
Sus palabras se quedan en mi cerebro mientras mi columna vertebral
se endurece. Bingo. Mi primer bocado grande y jugoso.
Estoy tan emocionado que me siento agitado.
—Pero querías asesinar a Isaac ... ¿Y Emmanuel? —Mi mirada es
intensa, pegada a la suya, y me recuerdo a mí mismo que debo volver a
controlarla. Siento que estoy echando espuma por la boca en este momento.
Esto es tan estimulante. Como las primeras sesiones con Trevel.
Estoy haciendo mí Mindhunter. ¡Soy John Douglas 11!
Felix se detiene en sus pensamientos por un momento, mirándome
antes de decir:

11
John Douglas: Fue un agente del FBI y uno de los primeros en utilizar y elaborar perfiles 156
criminológicos de criminales peligroso y autor del libro “Mindhunter” Entrevisto a asesinos
seriales cómo Ted Bundy, Charles Manson, James Earl Ray, “El hijo de Sam”, Richard
Speck, entre otros.
—Sí.
Alcanzando mi bloc de notas sobre la mesa, garabato la palabra,
posesión.
—¿Qué escribiste? —pregunta, arrastrándose hacia adelante en el
sofá.
Lo ignoro.
—Así que estuviste solo en tu apartamento todo el verano.
—Sí. —Todavía está un poco rígido, pero me sigue la corriente y vuelve
a la normalidad—. Fui a los clubes y vi a la gente conectarse por todas
partes. Era divertido, pero también frustrante. Tenía muchas ganas de
conocer a alguien.
—¿Para tener sexo? —Trato de sacarlo de él.
Pero sacude la cabeza.
—Por compañía. Claro, el sexo era parte de eso, pero quería a alguien.
Nunca tuve a nadie ...
Habla de las personas como posesiones... Es muy interesante. Me
pregunto si siempre necesita ser el poseedor o si también desea ser poseído.
—Lo probé con un maniquí primero —dice, y no puedo evitar la forma
en que mis pestañas revolotean en sorpresa y fascinación mórbida—.
Encontré uno que estaban tirando afuera de Old Navy y lo lleve a casa.
Practiqué con él... Cómo, conversar y demás. Hablaba con él todos los días,
y luego una cosa llevó a la otra ...
Sus ojos permanecen en sus dedos donde se retuercen en su regazo,
y no puedo evitar notar el rubor que se arrastra por su cuello. Me estoy
deleitando con eso, porque por lo que puedo decir, no siente vergüenza o
timidez. Al menos no cuando se habla de sus víctimas. Tal vez esto sea
diferente ... Porque esto se trata más de él que de ellos.
—¿Tenía un nombre? —Pregunto, manteniendo mi tono parejo.
Se aclara la garganta.
—Lo llamaba Want 12. Porque deseaba que fuera una persona real. —
Las líneas en su frente se hacen presentes y en realidad se ve molesto. Por
un jodido maniquí—. Pero las cosas no funcionaron, y fue entonces cuando
me di cuenta de que necesitaba encontrar a una persona real.
157

12
Want: En español deseo, Felix hace un juego de palabras con el significado
—¿Qué te llevó a esa comprensión? —Estoy al borde de mi maldito
asiento en este momento.
Sus ojos revolotean hacia los míos.
—Porque no se sentía real. No tenía calor, ni sustancia. Sin... carne,
sin sangre.
—Eso era lo que realmente querías. —Mi voz sale más suave esta vez,
una declaración en lugar de una pregunta—. Un humano...
—Sí ...
—Una víctima —agrego, y presencio cómo se aprieta su mandíbula.
Sus ojos grises se oscurecen, y por primera vez, soy testigo de algo de
la ira que debe poseer para hacer lo que hace. No tiene que ser el factor
impulsor, pero tiene que estar ahí. La soledad, la necesidad y el deseo están
muy bien, pero la rabia apretará el gatillo.
Felix truena sus nudillos. Una de esas sonrisas incontrolables casi
vuelve a tirar de mi boca, porque me estoy metiendo dentro de su cabeza. Y
ahí es exactamente donde necesito estar.
Me recuesto en mi silla, sintiéndome totalmente victorioso.
—¿Ahí fue cuando conociste a Emmanuel?
Asiente lentamente, permaneciendo en silencio durante unos
segundos antes de responder.
—Fui al club y lo vi. —Su expresión cambia repentinamente de
frustrada a melancólica—. Era precioso... Realmente jodidamente hermoso.
Lo observé durante un par de días y descubrí que no tenía un lugar para
vivir. De alguna manera rebotaba entre los lugares de sus amigos, lo cual
era perfecto.
—¿Porque no tenía a nadie que lo extrañara? —Pregunto,
presionando. No creo que sea por eso por lo que eligió a Emmanuel, pero
quiero estar seguro.
Y como era de esperar, Felix sacude la cabeza.
—No. No, significaba que podía quedarse conmigo. Me tomó dos
semanas finalmente reunir el coraje para hablar con él. Pero cuando lo hice,
lo hicimos de inmediato. Volvió a mi casa, y pasamos todo el fin de semana
juntos... En la cama.
158
Se detiene mientras su mirada se detiene en la mía, casi expectante.
No estoy seguro de qué reacción está buscando... ¿Cree que me sentiré
incómodo hablando de sexo gay con él? Si es así, está ladrando el árbol
equivocado. Puedo hablar de todo tipo de cosas que podrían hacer que otras
personas se sientan incómodas. No tengo ese interruptor en mi cerebro que
desencadena la vergüenza, especialmente de segunda mano.
El sexo es solo sexo. Es algo que casi todo el mundo hace; es una parte
de la vida.
¿Y por qué podría escucharlo hablar de asesinatos pero no de sexo? No
tiene sentido.
—¿Cómo fue? —Le pregunto, transmitiendo mi punto de vista—. ¿El
sexo?
Hace un pequeño ruido, luego se aclara la garganta mientras mis cejas
se juntan.
—Fue bueno ...
—¿Simplemente bueno? —Sigo presionando, conteniendo esa maldita
sonrisa que sigue tratando de aparecer. ¿Qué hay en hablar con él que me
tiene cuidando y atento a mis músculos faciales?
Felix se retuerce y es muy entretenido. El tipo hackea a la gente para
ganarse la vida, pero está luchando por contarme sobre su vida sexual.
—Era lo que esperaba —continúa—. Nunca he sido una persona
enormemente sexual, de todos modos. Con Emmanuel, estaba más
preocupado por tenerlo. Quiero decir, mantenerlo cerca.
Lo dejo evitar tocar el tema sobre las cosas sexuales, aunque hago
una nota para volver a mencionarlo. Y pregunto:
—Pero eso no sucedió, ¿verdad?
Exhala lentamente, bajando la mirada.
—No... No, no fue así.

159
14

Felix Harmon Darcey


Edad: 18 años
Ubicación: Amity Street, Apartamento 213
Brooklyn, NY

M
i primer verano en Amity Street fue como una larga
escena de Risky Business 13.
Pasé mis días haciendo ejercicio, ya sea haciendo
flexiones y abdominales en el apartamento o trotando por
Cobble Hill Park. Pasé mis noches en mis boxers escuchando música de los
ochenta, comiendo comida china para llevar. Y, en ocasiones, observando a
la gente.
Cobble Hill era un gran lugar para observar. Muchos chicos trotaban
por esa área, y lo usé como una oportunidad para redescubrir mi
pasatiempo de la infancia.
Acechar.

13
Risky Business: Película de comedia. Estrenada en 1983, protagonizada por Tom Cruise.
Es una película icónica para los adolescentes estadounidenses, pues el protagonista, baila 160
en ropa interior en la sala de estar, contrata una prostituta y rescata los muebles y un
huevo de cristal Steuben de un proxeneta, todo mientras sus padres están en un viaje y se
queda solo en su casa.
Era fácil para mí. Siempre lo había sido, por mi invisibilidad y todo
eso. La gente simplemente no me notaba y lograba escabullirme, y eso hizo
que la observación fuera divertida. Como un partido que siempre estaba
ganando.
Recientemente había comenzado a ir a los clubes de Manhattan, y
debido a que era callado y tímido, también era invisible allí. Claro, se me
acercaba algún tipo ocasionalmente que buscaba bailar, lo que siempre era
un preludio para conectar. Pero estaba tan nervioso a su alrededor, que por
lo general terminaba yéndome temprano y volviendo a casa. A veces
esperaba fuera del club y seguía a los chicos, solo para observarlos y ver
cómo actuaban.
En mi mente, era inofensivo. Estaba aprendiendo de ellos.
Aprendiendo a estar fuera y orgulloso, ya que apenas había comenzado a
aceptarme como un hombre gay. Ni siquiera le había dicho a alguien que
era gay. Al menos no a mi familia. La gente en la escuela se dio cuenta
después de que Bobby y yo comenzamos a salir, pero aun así. Nunca llegué
a tener ese momento... El de cuando se lo dices en voz alta, a alguien.
Cualquiera. Cuando finalmente puedes decir las palabras, ¿adivinen qué,
chicos? No me importan las tetas porque soy totalmente gay.
La cuestión era que, en mi opinión, no era necesariamente un
problema. Ni siquiera me preocupaba decírselo a mi familia. Estaba más
preocupado por aprender a sentirme cómodo hablando con los hombres.
Interactuando con ellos. Por eso observaba a los chicos de los clubes. Era
como una tarea o actividades extracurriculares. Estudiarlos y examinarlos.
Descubrir no solo cómo ser un hombre gay, sino cómo ser un humano.
Porque después de un tiempo, comencé a darme cuenta de que casi
todos eran diferentes a mí. Las formas en que siempre me había comportado
no eran como las de todos los demás. Había un vacío dentro de mí. Algo
faltaba... y quería desesperadamente encontrarlo.
Fue entonces cuando conocí a Emmanuel.
Conocer no es realmente la palabra correcta, ya que pasé las primeras
dos semanas después de verlo por primera vez siguiéndolo en secreto.
Pasaba el rato en los clubes de Hell's Kitchen a los que yo era asiduo,
rebotando entre Industry and Therapy, Posh y algunos otros, casi todas las
noches. Tenía algunos amigos que vivían en la zona. Unos pocos en 161
Brooklyn. Una vez incluso lo seguí hasta Forest Hills.
Después de eso, me di cuenta de que necesitaba hablar con él. Era
tan fascinante para un perdedor solitario como yo. Era el alma de la fiesta,
pero no de una manera demasiado ruidosa y odiosa, como Bobby.
Emmanuel era carismático y con los pies en la tierra. Era encantador como
el infierno, sin mencionar que era casi irrazonablemente hermoso. Era alto,
de aproximadamente mi altura, tal vez unos centímetros más alto, con una
impresionante tez de bronce. El cabello oscuro lo mantenía afeitado, como
el rastrojo que recubría su mandíbula perfecta. Labios llenos que sabía que
se sentirían como almohadas para besar. Y su cuerpo era alucinante.
Pasaba mucho tiempo en el gimnasio; era como su segunda casa. O tal vez
su primer hogar, ya que técnicamente ni siquiera tenía un hogar.
Pero lo que llamo mí atención de Emmanuel, más que cualquier otra
cosa, fue su sonrisa. Dientes blancos rectos y hoyuelos como cañones, solo
quería subirme a un burro y explorar. Me recordó mucho a Cameron. Y como
ahora sabemos, cualquiera que me recuerde a Cameron me roba el aliento
tan rápido como mi corazón.
Es una debilidad mía, lo sé. Mis víctimas se dividen en dos categorías,
y las que me recuerdan a Cam son las importantes. Los que siempre
apreciaré, sin importar cómo desafortunadamente terminaron.
Cameron debería haber sido mío, y debido a que se fue, me quedé
atrapado para siempre buscando a alguien que tomara su lugar.
La noche en que realmente conocí a Emmanuel, estaba paseando por
mi apartamento, tratando de conjurar la confianza para acercarme a él.
—¿Qué le diría alguien como yo a alguien como él? —Le pregunté a
Want, mi amigo maniquí—. Está fuera de mi liga ...
Me imaginé a Want diciendo: Deja de degradarte, Felix. Eres un buen
partido. Tienes mucho que ofrecer.
Me burlé.
—Sí, claro. Soy una perra básica. —Pateé algunos libros en el suelo,
las inseguridades abrumándome.
No eres básico. Eres especial. Y uno de estos días, va a venir alguien
que se dé cuenta de eso. Ya sea este tipo que has estado viendo, o alguien
más. Pero el punto es que necesitas salir y ser tú mismo. Todo saldrá bien, lo
prometo.
Empujando mis gafas por la nariz, miré a Want. Era dulce, el aliento
que me estaba dando. Me hizo desear tanto en ese momento que fuera real. 162
Me acerqué a él lentamente, colocando mi mano sobre su mandíbula
cuadrada mientras la otra descansaba sobre su firme pecho. Era difícil,
demasiado difícil ser humano. Y lo odiaba. Quería la suavidad de la piel
debajo de mis dedos.
Aun así, tiré de la cara de Want hacia la mía y lo besé suavemente.
Era frustrante, lo irreal que se sentía. Demasiado duro. Sin labios suaves
para tirar entre mis dientes.
Pero la ira solo me hizo desearlo más. Lo besé más profundamente,
moliéndome contra él, mi mano izquierda deslizándose por su torso
cincelado, alcanzando la erección que no estaba allí.
—Sé real... —Gruñí, apoyándolo con fuerza en la pared, mis labios
necesitados trabajando en los suyos.
Estaba orando para que se volviera real en ese momento, como mi
propia versión retorcida de Pinocho. Quería un chico de verdad. Pero
simplemente no respondía.
—¿Qué pasa? —Lloriqueé sobre su boca de plástico, mi erección
palpitaba entre nosotros—. ¿No me deseas?
Pero no respondió.
Y después de solo un par de minutos más de besarlo y molerlo, me di
por vencido. Simplemente no podía soportarlo más. Pero la frustración de
querer a esa persona perfecta, de perseguir a alguien que ni siquiera era
real, fue lo que me impulsó a salir esa noche.
Me vestí con mis jeans ajustados favoritos y una camiseta que parecía
casual, aunque eran lo suficientemente caros como para impresionar a los
chicos de Manhattan. Y fui a buscar al Sr. Perfecto.
No lo encontré en los dos primeros clubes, que estaban al otro lado de
la calle. Pero cuando caminé hacia Posh, unas cuadras más allá,
efectivamente, allí estaba él.
Mi hermoso amor platónico, de pie junto a la barra. ¿Y no lo creerías...
Estaba solo.
Era un jueves por la noche de agosto, así que no había mucha gente
fuera, pero aún era temprano. Me quedé junto a la entrada durante unos
minutos, respirando profundamente, esperando que mi ritmo cardíaco se
igualara. Hasta que volví a escuchar la voz de Want.
Vamos, Felix. 163
Ve por él.
Así que me acerqué al bar, haciendo todo lo posible para no mirarlo
mientras pedía una bebida. Podía sentirlo en mi periferia. Y por el rabillo del
ojo, lo vi mirar en mi dirección.
Incluso eso me hizo volar alto.
Recogiendo mi vodka tonic, bebí lentamente, mordiéndome el interior
de mi mejilla mientras me retorcía en mi lugar. De cerca, creo que estaba
claro que era mayor que yo. Tenía solo dieciocho años. Ni siquiera tenía la
edad suficiente para ir a los bares, pero gracias a una identificación falsa
útil y al hecho de que los chicos de la puerta me amaban, podía pasar a
hurtadillas. Pero Emmanuel parecía que tenía veinticinco años. Después
descubrí que solo tenía veintitrés años. Pero aun así... Me gustó.
Me gustó la idea de que un chico mayor estuviera interesado en mí.
Así que con ese pensamiento alrededor de mi cerebro, me volví para
enfrentarlo. Y él se volvió para mirarme.
Sonrió.
Estaba jodido.
—Hola —había dicho, su voz parpadeando a través de mis oídos hacia
mi cerebro, derritiéndose sobre el cómo queso derretido—. Soy Emmanuel.
—F…Felix —tartamudeé, pateándome a mí mismo por ser tan
perdedor. Me mordí el labio y sus ojos cayeron a mi boca. Di un trago.
—¿Quieres bailar? —me preguntó, y parecía que realmente le gustaba.
No lo podía creer.
En realidad estaba hablando conmigo. Quería bailar... conmigo.
Pero entonces me acordé...
—Soy un bailarín horrible. —Estaba hablando en serio, pero
Emmanuel se rió. Era como música para mis oídos.
—Te diré algo, chico tímido. —Levantó su bebida y la terminó—. ¿Qué
tal si salimos de aquí?
Todo mi cuerpo estaba agitado como si estuviera lleno de dulces
efervescentes. No podía creer que estuviera sucediendo. El tipo con el que
había estado obsesionado durante semanas quería irse conmigo. Y claro,
había una voz en mi cabeza que pensaba que tal vez solo me estaba usando
para tener un lugar en el cual quedarse, ya que parecía no tener a dónde ir.
164
Pero no me importó. Lo quería demasiado.
Estaba obsesionado y sabía que sería mi perdición. Mi corazón,
extendiendo la mano para sujetarse a otro ser humano. Controlaba todo.
Y pensé, tal vez él llene ese vacío dentro de mí.
Así que asentí, sacando algo de dinero de mi bolsillo y tirándolo sobre
la barra. Mis ojos, pegados a la sonrisa perfecta de Emmanuel, lograron
acercarse a también a su mirada. Y encontré que eran remolinos de verde y
marrón.
Al igual que Cam.
No hubo vuelta atrás después de eso.
Emmanuel y yo salimos juntos y nos subimos a un taxi. Nos tomamos
de la mano en el asiento trasero, nuestros dedos jugando sutilmente,
rozándonos y burlándonos, me trabajo tan bien que cuando salimos frente
a mi edificio, estaba a punto de estallar. Tuve que ajustar mi erección en
mis pantalones para que no fuera completamente visible mientras lo llevaba
dentro a mi casa.
—Guau... —Había admirado su entorno, girando en su lugar mientras
cerraba detrás de nosotros—. ¿Vives aquí solo? —Asentí lentamente,
observándolo con ojos de corazón y con hambre—. ¿Qué haces?
—Todavía estoy en la escuela —murmuré—. Voy a LIU. Mis padres
pagan por el lugar.
Me miró por encima del hombro mientras deambulaba por mi
apartamento, revisando las cosas.
—Acabas de calentarme un millón de veces más.
Por supuesto dijo eso porque tenía dinero. Lo sé ahora. Pero de nuevo,
en ese momento, no me importó. Mis padres pagaron por todo, y tenía una
tarjeta de crédito con un límite de cinco mil dólares. Si Emmanuel el Hermoso
quería quedarse conmigo y dejarme comprar cosas para él, estaba
totalmente de acuerdo con eso.
La necesidad de amor siempre me cegó. Estaba dispuesto a pasar por
alto mucho solo para encontrar a esa persona perfecta. La otra mitad de mi
persona.
Emmanuel se acercó a Want y lo examinó. Contuve la respiración,
escuchando mis pensamientos frenéticos, Oh Dios, se va a asustar. ¿Por qué 165
no lo metí en el armario o algo así?
Pero en cambio, simplemente me sonrió.
—¡Esta es una buena idea! Puedes visualizar tus atuendos antes de
probártelos.
Dejé escapar un suspiro secreto de alivio y me reí entre dientes.
—Sí. Es realmente útil de esa manera.
Su sonrisa todavía descansaba cómodamente en sus labios mientras
se acercaba a mí. Y mientras trataba de no avergonzarme, me besó.
Definitivamente era el más dominante, y algo al respecto se sentía
correcto. La forma en que me sostuvo la cara y me besó hasta que me mareé.
La forma en que nos empujó hacia el sofá, demasiado impaciente para
intentar ir al dormitorio, cayendo encima de mí e inmovilizándome.
—Felix —ronroneó en mi boca, y me derretí.
—Emmanuel ... —Mis caderas se levantaron para buscarlo.
—Sabes tan dulce. —Sus manos estaban sobre mí, y estaba ardiendo
vivo.
Estaba tan ansioso por más de él, ansioso por saber si beberlo
finalmente saciaría esa sed dentro de mí.
—Yo... Te deseo —retumbé mientras chupaba mis labios y su lengua
se enredaba con la mía.
Mis ojos se abrieron y me asomé a la habitación en busca de Want el
maniquí.
—¿Eres activo o pasivo? —Emmanuel preguntó, retorciendo su
erección vestida contra la mía—. Soy versátil, así que soy bueno con lo que
quieras hacer.
Realmente no sabía qué decir en ese momento. La única otra vez que
había tenido relaciones sexuales, había sido el activo. Así que pensé que eso
es lo que era. Aunque un pequeño estremecimiento de emoción nadó dentro
de mí ante la idea de Emmanuel empujándome sobre mi estómago y
abriéndome...
Un pequeño gemido nació de mí ante las imágenes en mi cabeza.
Su mano se deslizó entre nuestros cuerpos, y ahuecó mi polla.
—Eres lindo y grande. Estoy feliz de tomar esto profundo, bebé.
—De acuerdo —suspiré, cediendo de inmediato. A pesar de mis 166
curiosidades, iba a quedarme con lo que sabía, ya que era inexperto como
el infierno y no quería humillarme.
Así que comenzamos a desnudarnos, besarnos y tocarnos todo el
tiempo. Emmanuel tenía condones y lubricante, gracias a Dios, porque yo
no tenía ninguna de esas cosas. Y cuando me hundí en él, estábamos cara
a cara, nuestros labios conectados, nuestros cuerpos unidos. Nuestras
almas se fundieron juntas.
Estaba enamorado.
Nos follamos durante horas esa noche, tantas veces que perdí la
cuenta, todavía nos besábamos cuando salió el sol. Le preparé el desayuno,
nos duchamos juntos y me enseñó a hacerlo venir con la boca.
No salimos de mi apartamento durante dos días completos, e incluso
cuando lo hicimos, fue solo para dar un paseo y comprar pizza. Todo ese fin
de semana fue el mejor momento de mi vida. Emmanuel me había robado el
corazón en un tiempo récord, y con cada momento que compartíamos, una
fantasía se estaba construyendo en mi mente.
Una visión de nosotros, y una vida juntos.
Iba a pedirle a Emmanuel que se mudara conmigo permanentemente.
Tenía un trabajo como camarero en un café en SoHo, pero apenas
ganaba suficiente dinero para alimentarse, por lo que pasaba tanto tiempo
en los bares. Era como un trabajador sexual no oficial, conectándose con
chicos para tener un lugar donde quedarse, para comida, bebidas y lo que
pudiera conseguir. Además odiaba la idea de que sintiera que necesitaba
venderse. Era demasiado precioso para mí.
Era perfecto, y si necesitaba encontrar una manera de apoyarlo,
entonces haría precisamente eso.
Mis padres lo entenderían. Tenían que hacerlo. Pero como eran, me
prestarían poca o ninguna atención. Ni siquiera se enterarían de que
Emmanuel vivía conmigo a menos que decidieran venir de visita, lo que no
había sucedido desde que obtuve el apartamento, así que no estaba
demasiado preocupado por eso.
Estaba más preocupado por pedirle a Emmanuel que se quedara, ya
que estaba claro que era un pájaro libre. Hablaba de eso todo el tiempo.
Cómo nunca quiso estar atado; no estaba de acuerdo con la monogamia o
el matrimonio ... Se enorgullecía de ser diferente y no encajar en los moldes
sociales, lo cual me encantaba. 167
Pero también lo amaba, y sabía que necesitaba mantenerlo. Haría todo
lo que estuviera a mi alcance para mostrarle lo que podríamos tener juntos...
Si se quedaba.
Para el domingo por la noche, Emmanuel se estaba volviendo inquieto.
Estaba enviando a mi estómago nudos de inquietud, la desesperación se
abría paso a través de mi pecho.
En un momento dado, estuvo afuera con su teléfono durante casi una
hora, mientras lo observaba desde la escalera de incendios, escuchando su
conversación.
Estaba hablando con su primo, quien quería que se mudara a Miami.
Le dijo que no estaba seguro, y que le gustaba estar en Nueva York, pero al
final, pude ver que lo estaba considerando.
Se iba a ir.
Y estaba frenético.
Cuando volvió a subir las escaleras, estaba nervioso, y creo que pudo
notarlo.
—Así que, creo que me voy a quedar con Pete —dijo casualmente,
acercándose a mí. Su gran mano ahuecó mi mandíbula, y mi corazón se
desmoronaba en mi pecho—. Este fin de semana fue increíble, bebé.
Me besó los labios suavemente y sentí que podía llorar. La idea de no
volver a sentir esos labios nunca más... De perder el afecto al que me había
acostumbrado tanto.
No podía soportarlo.
—Entonces quédate —le supliqué suavemente, sujetando su camisa—
. Múdate conmigo. Pagaré lo que quieras... Solo... no te vayas.
Emmanuel me calló y me odié a mí mismo. Odiaba lo patético que
sonaba en ese momento. Qué débil e inútil era.
Ni siquiera puedes mantener a un hombre.
No te desea.
La molestia en mi cerebro se hizo más fuertes cuando Emmanuel se
alejó.
—Tengo que irme, Felix. No puedo quedarme aquí. Me voy a Miami a
vivir con mi primo.
—No... —Sacudí la cabeza una y otra vez, agarrándolo por la muñeca
y aferrándome con fuerza—. Dijiste que eras feliz conmigo. Puedes ir y... 168
—Estaba feliz, pero no puedo quedarme aquí... —protestó, tratando de
tirarse hacia atrás.
Me aferré más fuerte.
—¿Por qué no? —Mi voz cambió de severa a de pánico.
Los ojos de Emmanuel se endurecieron.
—¿Quieres saber por qué? Eres demasiado intenso, Felix. Me pones
demasiada presión para que te guste, te arregle o algo así. —Mi frente se
frunció, el dolor en mi pecho era agudo como si me hubieran apuñalado.
Resopló y negó con la cabeza—. Lamento que estés dañado, cariño. No sé
qué te pasa, pero es demasiado para mí. El sexo fue genial, pero es hora de
que me vaya.
Aprovechando el hecho de que estaba distraído por el dolor, se liberó
de mi agarre y se movió hacia la puerta. Me puse frente a él.
Las cosas se volvieron confusas. Mi visión se volvió borrosa.
Emmanuel me ladraba para que me quitara de en medio, pero apenas
podía escucharlo por encima de la voz en mi cabeza... Sonaba como Want.
Como yo...
No puedes dejarlo irse, Felix.
No lo dejes ir.
Él está feliz contigo.
Necesita quedarse.
Mi respiración se hundió cuando alcancé a Emmanuel por última vez.
Trató de pelear conmigo, pero le puse las manos alrededor del cuello.
Luchamos, peleamos entre nosotros. Estaba jadeando cosas como, bájate
de mí, psicópata. Pero realmente no lo estaba escuchando.
Estaba muy, muy lejos, perdido en mis recuerdos de este fin de
semana.
Recordando lo bien que se sentía tenerlo allí. Tener a alguien a quien
amar.
Tropezamos con el suelo, y le apreté la garganta, asfixiándolo lo mejor
que pude. Pero mis manos se estaban cansando. Sus ojos estaban vidriosos,
pero sabía que no podría aguantar mucho más tiempo. Cuando ya no pude
más, lo dejé ir. Comenzó a toser histéricamente, tratando de recuperar el
aliento mientras yo agarraba una pesa de cinco kilos del piso cercano.
La levanté y me balanceé. 169
De un solo golpe, reventé su cráneo. Y estaba muerto.
Había sangre fluyendo por todo mi piso mientras jadeaba, y mi cabeza
giraba.
No podía creer que acababa de hacer eso. Miré fijamente su cuerpo
sin vida.
Congelado en el tiempo.
Estaba tan triste...
—Oh, mierda ... —Murmuré, mirando por encima del hombro a
Want—. ¡¿Ves lo que me hiciste hacer?!
Mi mirada volvió a Emmanuel, las lágrimas se filtraban de mis ojos.
Lo había puesto muy triste, asustado y molesto. Esa no era mi intención.
Quería mantenerlo feliz.
En todo caso, estaba tratando de hacerle un favor. La vida era un
caos, y el mundo era un lugar frío y feo. Solo estaba tratando de mantenerlo
lleno de alegría y amor. Pero se había resistido.
—¿Por qué te resististe? —Le pregunté, de pie sobre piernas
temblorosas—. ¡Deberías haberme dejado amarte!
Con niebla en mi cabeza, serpenteé hacia la cocina y saqué mi cuchillo
más afilado. Lo llevé de vuelta al vestíbulo donde Emmanuel yacía muerto y
caí de rodillas.
—Está bien —susurré, inclinándome sobre él. Mis dedos rozaron la
piel de su rostro—. Te haré feliz de nuevo...
Mi mano tembló cuando llevé el cuchillo a la comisura de su boca,
presionándolo contra su carne. Luego lo arrastré hacia arriba.
—Sonríe para mí, bebé...
Hice el otro lado después de eso. La sangre goteaba de las heridas
alrededor de su boca, pero pude verla. Mis labios se curvaron.
Me sonreía. Él era feliz y mío.
Tal como estaba destinado a ser.
Me acosté junto a él y envolví mis brazos alrededor de su cintura,
acercándolo. Todavía se sentía caliente, y aunque el olor a cobre en el aire
era espeso, me sentí satisfecho. Estaba contento. El aroma nos rodeaba, mi
estómago se revolvía como una secadora. 170
Pero me gustó.
Besé a Emmanuel en el cuello, su sangre manchaba mi mejilla. Y
suspiré en voz alta.
El vacío se había llenado. Estaba entero, por primera vez en mi vida.
Por fin... Había nacido el Escultor.

171
15
Felix

V
enir aquí y verlo se estaba convirtiendo rápidamente en el
punto culminante de mis días.
Independientemente de lo incómodo que me hace
sentir a veces, ahora que en realidad me ha estado hablando,
haciéndome preguntas personales y escudriñándome con esa penetrante
mirada ámbar, estoy disfrutando cada minuto de estas sesiones. Sé que no
se supone que deba disfrutarlo... Y definitivamente no se supone que deba
obtener una satisfacción tan inmensa en la rutina de esta.
Pero lo hago.
Estoy sentado en el sofá de terciopelo granate de nuevo. Mismo lugar,
mismo tiempo. Día diferente. Moviéndome en mi lugar debido a lo pesados
y cálidos que se sienten sus ojos descansando sobre mí.
—Entonces —comienza el doctor Love, colocando la grabadora sobre
la mesa—. Ayer empezamos a hablar de Emmanuel Pedroia. Tu primer
asesinato. —Asiento rápidamente. No sé qué hay en él que me hace sentir
como si estuviera sentado frente al director de la escuela, o como si estuviera
en una entrevista de trabajo importante, pero no lo analizaré en exceso.
Ahora no, de todos modos—. Cuéntame sobre lo que hiciste con el cuerpo de
Emmanuel. Después de que murió.
Mis pestañas revolotean. Esto podría ser extraño.
Nunca antes le había contado a nadie sobre mi proceso. Nunca he
dicho las palabras en voz alta. Las cosas que hago con mis cuerpos son mis
172
propios recuerdos personales. Los recuerdos que guardo con ellos son mis
pequeños tesoros, guardados, para ser sacados y revividos cuando quiera.
Siempre que los necesite.
No es algo que comparta con los demás. Pero entonces el doctor Love
parece tan interesado...
Es una persona muy robótica, me he dado cuenta. Pero si expresara
algún tipo de emoción por algo, sería esto; lo que quiere que le diga. Tiene
este brillo sutil en sus ojos, y es difícil perdérselo. Al menos para mí.
Respirando hondo, lo libero lentamente mientras me observa,
presionando sus dedos juntos.
—Me quedé con él por unas horas. Solo hablando... Algo así como...
diciéndole que todo estaba bien. —Me río un poco—. Lo estaba consolando.
Fue una locura. —La mirada del doctor Love se estrecha hacia mí y trago
saliva—. ¿Qué...?
—Interesante elección de palabras... —murmura. Sus ojos son tan
serios.
No tendrías idea de que está siendo una especie de broma.
¿Él está... burlándose de mí?
No sé por qué, pero es lo más lindo que he visto. Me muerdo el labio
y me inquieto un poco más.
—Pero aparte de eso, Felix, ¿sientes que Emmanuel estaba allí para
consolarte? —pregunta.
Me tomo un momento para pensar.
—Bueno, sí. Eso creo... Tal vez no solo para consolarme, sino para
estar conmigo. Quería que se quedara, y se negó. Así que algo dentro de mí
se hizo cargo, y lo maté. Creo que es bastante obvio lo que eso significa.
—¿Lo es? —Se inclina la cabeza del doctor Love.
—Creo que ... ¿Creo que sí? —Sale como una pregunta, porque este
tipo me tiene cuestionando todo. La forma en que siempre he pensado que
me sentía acerca de mis asesinatos ... Dos palabras del doctor caliente y de
repente no estoy seguro.
Demonios. Es bueno.
Se endereza en su silla.
—Dices que mataste a Emmanuel porque no querías que se fuera,
¿verdad? —Asiento—. Porque querías mantenerlo... —Asiento de nuevo, 173
más vacilante. ¿Qué está insinuando? Se queda callado por un momento
antes de decir—: Querías poseerlo.
Puedo sentir lo redondos que están mis ojos mientras lo miro.
—Era un objeto para ti —continúa—. Como tu maniquí. Algo para
embellecer y atesorar. Alguien que te hiciera compañía, que nunca se iría
porque no podía. Necesitabas tener el control de él.
—Bueno... Sí —afirmo con seguridad. Por supuesto que quería
controlarlos—. Mantener a alguien es controlarlo.
Sus ojos brillan. Alcanza el bloc de notas sobre la mesa, un
movimiento más rápido de lo que he presenciado de él, anotando
inmediatamente algo.
Cuando me mira, hay una fascinación vibrante en su mirada.
No estoy seguro de por qué está tan fascinado por mí hablándole sobre
todas las tonterías que he hecho en aras de satisfacer mis oscuros impulsos,
pero realmente parece que mis palabras le están dando vida en este
momento.
Las cálidas sensaciones en mi estómago son intoxicantes.
Pero luego dice:
—Así que realmente no amaste a Emmanuel. —Y un cubo de agua
helada se vierte sobre mí.
Mi mandíbula se aprieta y agarro el sofá a cada lado de mí.
—¿Qué carajo significa eso? ¡Obviamente lo amaba!
Mi arrebato lo deleita aún más. Le encanta esto. Y estoy jodidamente
enojado.
Cruza los brazos.
—¿Cómo lo sabes?
Estoy prácticamente hirviendo.
—Él fue mi primer amor verdadero... Él era mi todo. No podía permitir
que me dejara porque lo amaba mucho. ¿Qué tipo de imbécil eres si no
puedes ver eso?
Sus labios se contraen. Es tan leve que apenas es un movimiento.
Pero aun así lo atrapé, y me eleva aún más. ¿Por qué disfruta tanto
haciéndome enojar? ¿Está enfermo o algo así?
—Felix... —La forma en que suspira mi nombre calma mi rabia solo
un poco. Suena tan bien saliendo de su boca con esa voz suave y 174
estruendosa—. El encaprichamiento no es amor. El hecho de que estuvieras
prendado de Emmanuel no significa que estuvieras enamorado de él. No
puedes enamorarte de alguien en un lapso de pocos días.
Esta vez, cruzo los brazos sobre el pecho.
—¿Oh sí? ¿Cómo lo sabrías? ¿Eres una especie de experto en el amor?
—Bueno, es mi nombre. —Hace esta pequeña expresión complacida,
todavía no es una sonrisa completa, pero es una sonrisa adyacente, con la
cabeza ladeada como si estuviera increíblemente orgulloso de sí mismo por
esa broma estúpida.
No puedo evitar la risa que brota de mis labios, y sus ojos se iluminan
aún más; como una hoguera intensa, aunque para mí realmente parece que
está lleno de alegría.
—No lo sé, Doc. —Me encojo de hombros burlonamente—. Pareces el
tipo de persona que nunca ha estado enamorado antes.
En un abrir y cerrar de ojos, ensombrece. Sus ojos, sus facciones...
Todos parecen pasar de jubilosos a aterradores en segundos. Me hace tragar
con fuerza.
—¿Qué te haría asumir eso? —pregunta, atrayéndome en silencio,
como si me estuviera desafiando a decir algo incorrecto para poder
atacarme.
Olvidarías totalmente que soy el asesino en serie en la habitación en
este momento. Desafortunadamente para él, solo me dan ganas de pinchar
un poco más.
—Tengo una intuición para cosas como esta —le digo casualmente—.
He visto mucho amor. Demonios, me he enamorado más veces de las que
puedo contar. —Hago una pausa—. En realidad, podría contarlas. Fue al
menos con la mitad de mis víctimas...
—Ya te lo dije, Felix... —de alguna manera me gruñe—. El
encaprichamiento no es amor. El hecho de que quieras controlar a alguien,
eso no significa que estés enamorado de él.
—¿No lo es? —Jadeo sarcásticamente—. ¡Oh, querido yo! ¡¿Cómo
seguiré?! —Finjo desmayarme con la mano en la frente, desplomándome en
el sofá. Luego me río y me siento derecho. Su rostro es la imagen de la no
diversión—. Tú no eres yo, Doc. Claramente. —Me burlo, mirándolo de
arriba abajo—. Por mucho que quieras, no puedes sentir lo que yo he
sentido. Nunca sabrás lo que estaba pasando en mi corazón con mis ex. No
puedes simplemente decir que nunca he estado enamorado... 175
—No dije que nunca hayas estado enamorado —me interrumpe—.
Estoy seguro de que estuviste enamorado al menos una vez... Y ese es el
amor que estás persiguiendo. El que se escapó.
Me congelo. Como, algo sólido. Creo que mi corazón incluso deja de
latir.
Cameron...
Trago espesamente. No hay forma de que sepa sobre Cam... Nunca he
hablado de él con nadie, al menos no con ningún policía o doctor. Entonces,
¿qué fue eso ... una suposición afortunada?
¿O es realmente tan bueno como psicólogo?
El doctor Love vuelve a inclinar esa cabeza engreída, como si pudiera
leer en toda mi cara que tiene razón. Y le agrada inmensamente.
—Oh, confía en mí, Felix. Tendremos tiempo más que suficiente para
seguir hablando de esto —retumba triunfalmente—. Pero por ahora,
volvamos a la conversación. Me estabas diciendo lo que hiciste con
Emmanuel después de matarlo. No dejes de lado los detalles.
—Por favor... —Murmuro bajo mi aliento, y me entrecierra los ojos.
Pongo los ojos en blanco—. Sí, así que me acosté junto a él por un tiempo.
Hasta que se enfrió. Cuando su calor desapareció, me puse nervioso. Sabía
que no se sentiría como él por mucho más tiempo. Así que lo puse en el
baño. Lo cual fue realmente difícil, por cierto, porque era pesado como la
mierda.
El doctor Love parpadea hacia mí, probablemente luciendo
inexpresivo para todos los demás. Pero puedo leerlo. De alguna manera soy
capaz de decir lo involucrado que está en mi historia, y es confuso porque
solo lo conozco desde hace unos días, pero ya parece que me estoy dando
cuenta de sus pequeños gestos. Los cambios en sus expresiones que aluden
a que está ansioso, o incluso, me atrevo a decir, encantado.
Podría estar muy equivocado, pero no creo que lo esté. Siempre he
sido bueno leyendo gente. Especialmente las personas que no quieren ser
leídas.
—Le di un baño para mantenerlo caliente y limpiar la sangre —
continúo—. Luego lo vestí y lo llevé a mi cama. Dormimos juntos hasta bien
entrado el día siguiente. 176
—¿Cuánto tiempo lo mantuviste en tu apartamento? —pregunta el
doctor Love.
El calor se eleva en mis mejillas, y no estoy seguro de por qué. No me
da vergüenza. Eso no es lo que estoy sintiendo. Creo que la inquietud
proviene de hablar con él sobre mi relación con Emmanuel. Los mismos
sentimientos surgieron ayer cuando me preguntaba sobre el sexo. Es como
si quisiera impresionarlo o... Ponerlo celoso.
Es más que extraño, pero no puedo evitar cómo reacciona mi cuerpo.
Cuando hablo con el doctor Love, es como si todos mis problemas de papá
se abrieran camino hasta la superficie.
Moviéndome en mi asiento, digo:
—Tres días. Hasta que el olor se volvió abrumador. Era verano
después de todo...
—Y en todo ese tiempo, ¿hubo alguna gratificación sexual? —
pregunta, inmovilizándome con esos ojos.
Trago saliva y me balanceo un poco más, masticando incesantemente
mi labio.
—Felix... —Su tono es profundo, reprendiéndome. Aún más que mi
padre...— Sé honesto conmigo. Sabes que puedes.
Asiento lentamente, lamiéndome los labios.
—Qué hiciste para aliviar tus impulsos sexuales —Sigue presionando,
inclinándose más cerca, apoyando los codos sobre sus rodillas.
Mis labios se separan, pero me lleva un momento sacar las palabras.
—Yo solo ... Lo tocaba. Me frotaba sobre él... Fingía que estaba
dormido y yo trataba de hacerlo correrse sin despertarlo.
Los ojos del doctor Love son amplios, el interés está completamente
despierto. Su ancho pecho parece moverse hacia arriba y hacia abajo más
rápido de lo habitual con respiraciones visibles.
—¿Tuviste sexo con él? —pregunta en voz baja—. ¿Mientras dormía?
El aire en la habitación se siente espeso y brumoso. No sé qué está
pasando aquí, pero se siente extraño. Se supone que no debo compartir
estos detalles con nadie. Se supone que son solo míos, encerrados en mi
mente. Presentarlos ante el mundo se siente como algo muy malo. Terrible,
horrendo, aborrecible.
Sabemos que a mí me gusta. Pero no solo eso, a mi doctor también le
177
gusta. Me quiere para contarle las cosas terribles que he hecho. Él está...
impresionado.
Niego un poco con la cabeza.
—No lo necesitaba. Solo tocarlo y besarlo, sentir su piel en la mía ...
Fue suficiente para correrme. Y honestamente... —Mi voz se corta, y el
doctor Love levanta las cejas expectante. Con impaciencia—. Fue mejor que
cualquiera de las relaciones sexuales que tuvimos juntos cuando él estaba...
despierto.
Un pequeño ruido proviene del doctor mientras se mueve aun sentado
en su lugar. Lentamente se acerca, levanta el bloc de notas nuevamente y
garabatea algunas palabras mientras libero un aliento tembloroso.
Su lengua se desliza sobre su labio inferior, la vista voltea mi estómago
mientras una opresión se extiende por todo mi intestino, hasta mi pecho.
Es fascinante, embriagadora, la sensación de hablar con él sobre esto.
Y viendo lo mucho que lo aprecia.
—¿Tienes otros pacientes que han matado a personas? —Le pregunto,
ansioso.
Levanta la vista desde el bloc de notas. Está callado por un momento,
como si estuviera considerando si quiere responderme o no. Pero finalmente
dice:
—Nadie como tú.
Tres palabras. Eso es todo lo que necesito para que me eleve.
Empujo mis anteojos por la nariz para distraerlo de los corazones en
mis ojos que probablemente sean súper obvios. Esto es todo lo que podría
haber pedido al ser arrestado por mis crímenes...
Sé que suena narcisista, pero ese es el nombre de mi juego. No puedo
negar lo bien que se siente ser adulado. Es la atención que he estado
anhelando desde que era un niño pequeño siguiendo a mi padre por su
oficina.
Observo de cerca al doctor Love, ni siquiera tratando de ser tímido,
mientras su pluma se mueve sobre el papel. Hoy lleva una camisa abotonada
color granate que realmente realza sus ojos. En realidad, es casi el mismo
tono que este extraño sofá en el que estoy sentado, y sus pantalones negros
estándar, que juro que deben adaptarse a su físico.
La forma en que la camisa de vestir abraza sus músculos es hipnótica. 178
Las mangas están enrolladas en sus gruesos antebrazos, lo que me permite
ver que tiene tatuajes. Muchos de ellos, por el aspecto de estos. Las líneas
de azul oscuro se tejen a lo largo de su piel marrón, trazando las cuerdas de
músculo que desaparecen dentro de su camisa.
Quiero desesperadamente ver hasta dónde llegan. Quiero saber si
tiene más... tal vez en su pecho, o en su estómago. Esa zona de su pelvis
que se inclina hacia sus pantalones.
La V. Apuesto a que tiene una V asesina.
—Felix, ¿necesitas algo? —Su voz me sobresalta y me estremezco, con
los ojos abiertos hacia él.
—¿Hm? —Le pregunto, de la manera más inocente, te prometo que no
solo estaba pensando en tu cuerpo desnudo.
Vuelve a colocar el bloc de notas sobre la mesa.
—Cualquier cosa para hacer tu estancia más cómoda. —Estoy seguro
de que la mirada que le estoy dando es de puro shock porque sus labios
vuelven a hacer esa pequeña cosa de levantarse—. Es en mi mejor interés
mantenerte contento mientras estoy aquí examinándote. Si quieres algo...
¿Otro libro, quizás? Estoy trabajando para conseguirte una mejor comida.
No puedo evitar notar que ni siquiera tienes ropa interior puesta.
Esa última parte me hace ahogarme con el aire y comenzar a toser
histéricamente. Simplemente me mira fijamente mientras me controlo.
—Um... Sí. Ropa interior. —Mi parpadeo se vuelve rápido—. Bueno, en
los pasillos dicen que puedes obtener lo que quieras por aquí a través de los
guardias. —Sonrío burlonamente—. No tengo ningún problema en pasar
diez minutos de rodillas para conseguir algunos boxers.
Lo miro atentamente ante cualquier signo de reacción. Es realmente
un intento desvergonzado de ponerlo celoso, pero no puedo evitarlo. Acaba
de mencionar mi ropa interior... lo que significa que ha estado pensando en
lo que hay dentro de mis pantalones.
¿Tal vez?
Es una exageración, especialmente por lo cara de piedra que es en
este momento ante mi pequeña broma sobre el intercambio de sexo por
bienes con los guardias.
—Felix, eres un asesino en serie —dice con naturalidad—. No estoy
seguro de qué un humano, y mucho menos un oficial correccional, se 179
acercaría voluntariamente a ti por cualquier tipo de favor sexual.
No puedo evitar el jadeo ofendido que escapa de mis labios, aunque
tengo que reírme. Una vez más, se ve simplemente complacido. ¿Realmente
le gusta hacerme reír? ¿Incluso cuando es burlándose de mí?
—¿Qué estás tratando de decir? —Pregunto a través de mi sonrisa.
—Estoy diciendo que alguien tendría que ser excepcionalmente
estúpido para dejarte cerca de su pene.
Una chispa dentro de mí se enciende, mi corazón bombea más rápido
por segundo. Se siente como si estuviera coqueteando conmigo ... Y a pesar
de que sigue siendo su yo abotonado y seriamente profesional, no puedo
luchar contra el impulso de discutir con él. Ya me gusta mucho, y creo que
a él también le puedo gustar.
—A algunas personas les gusta bailar con el peligro... Doctor —le
respondo.
Su mirada se estrecha.
—Solo dime lo que quieres, Felix. No tengo todo el día.
Esto. Esto es exactamente lo que quiero.
Los aleteos en mis entrañas son rapaces mientras levanto un hombro,
fingiendo desinterés como parte de mi pequeño juego.
—¿Por qué? Como dije, podría ponerme de rodillas...
—Porque lo estoy ofreciendo —me corta con un gruñido. Creo que se
está frustrando conmigo, y no sé por qué, pero es electrizante. Supongo que
me gusta enojarlo tanto como a él le gusta hacerlo conmigo—. No te estás
poniendo de rodillas, Felix.
Mis ojos se abren.
—¿No lo estoy...?
—No. —Entrecierra los ojos—. Absolutamente no. Ahora responde la
pregunta para que pueda sacarte de mi oficina.
El dominio en su tono gira algún tipo de interruptor en mí. Y mi cabeza
se balancea.
—Boxers —murmuro—. Me gustaría unos boxers ajustados. —Su
cabeza se inclina de esa manera complacida. Porque ganó.
180
Efectivamente, solo unas horas más tarde, mientras estoy corriendo
alrededor de mi celda acolchada, Claude el asistente pasa para entregarme
un regalo.
Son un par de boxers amarillos Calvin Klein. El color no es uno que
hubiera esperado, pero mentiría si dijera que no me encantan. No hay color
en este maldito lugar. Echo de menos el brillo fuera de estas paredes.
—Hay más pares en tu casillero —me informa Claude. Luego se va sin
otra palabra.
Ni siquiera puedo fingir que no me estoy desmayando en este
momento. No puedo creer que el doctor Love, el médico robot sin emociones,
realmente me haya dado un regalo. Y por la forma en que actuó antes,
realmente quería ser quien me diera estos dulces regalos.
Bajando mis pantalones sueltos del mono, entro en mis nuevos
boxers, tirando de ellos hacia arriba. Encajan perfectamente. Paso unos
minutos dando vueltas alrededor de mi celda en mis nuevos Calvins. Incluso
me quito la camiseta y me lanzo a flexiones y abdominales. Porque estar en
ropa interior sexy le da un impulso a mi estado de ánimo, seguro.
Mientras hago ejercicio, mi mente divaga.
Si el doctor Love me dio esto, me pregunto qué más me daría.
Claramente, no quiere que intente intercambiar sexo por bienes, como lo
hacen el resto de los prisioneros. Aunque, a pesar de mi gran charla
anterior, estoy seguro de que tenía razón. Nadie se acercaría a mí por ese
tipo de cosas. Llevo meses aquí. Si aún no ha sucedido, no lo hará. Estoy
demasiado aislado. Desde el momento en que puse un pie en la Penitenciaría
de Alabastro, me han mantenido separado del resto de los prisioneros, e
incluso de la mayoría de los guardias. Es muy alienador. Y solitario.
Por eso supliqué y supliqué por un compañero de celda cuando
todavía estaba arriba y podía tener uno. Y claro, la satisfacción que obtuve
al matar a Ivan Wilkerson era exactamente lo que necesitaba. Pero todavía
extraño estar cerca de otras personas. Extraño verlos pasar sus días,
felizmente inconscientes de mí al acecho en las sombras.
Estar encerrado en el Ala Este es como un nuevo nivel de mi
invisibilidad. Lo odio.
Probablemente es por eso por lo que me he dejado llevar tanto por el 181
doctor Love. Es la única persona que tengo.
Bueno, él y...
El sonido de los gritos confusos llama mi atención sobre la persona
más cercana que tengo a un compañero de celda. El único ser humano con
el que puedo interactuar además de los que fueron contratados para
hacerlo.
Arrastrándome hacia la pared que nos separa, la golpeo.
—Oye, amigo. ¿Quieres hablar de eso?
—Vete a la mierda —se queja O'Malley de mí, sonando como si se
estuviera astillando algo.
Es la oportunidad perfecta para joder con él un poco más.
—Esa no es forma de hablar con tu único amigo —tarareo, apoyado
contra la pared acolchada.
—¡No eres mi amigo! —aúlla, luego vuelve a sollozar.
—Está bien, pero obviamente hay algo que quieres sacar de tu pecho.
—Sigo pinchando—. Te está comiendo vivo, Kieran. Si no lo sacas, te volverá
loco.
Moquea.
—No estoy loco ...
—Cierto. —Pongo los ojos en blanco.
—¡Jodete, asesino! No soy nada como tú —grita.
Las palabras rebotan en mi cerebro. Igual que ese día, en la cafetería.
Eso es lo que me dijo. Me intrigó más que nada, pero ahora que he
estado compartiendo una pared con él durante semanas, está elevando mis
impulsos a la superficie de mi piel. Como un anticuerpo que permanece
latente en mi sangre hasta que ciertas circunstancias lo liberan.
Chisporrotea y arde, plagando mis músculos con la necesidad de
desatarse.
Quiero matarte, Kieran O'Malley.
Me quedo dormido con los sonidos del irlandés llorando, mi cabeza
llena de pensamientos. Pero sigo sin soñar. Mis sueños han desaparecido
hace mucho tiempo, y en este punto, estoy seguro de que nunca volverán.
No más aventuras extravagantes. No más armonías y deliciosos
cosquilleos de excitación subconsciente.
182
No más color.
Pero luego recuerdo mis boxers amarillos y sonrío. Al menos yo tengo
algo de color.
Me pregunto qué más me daría el encantador médico si preguntara lo
suficientemente amable...

Unas horas más tarde, Claude me despierta y me mete en una camisa


de fuerza. Estoy molesto porque no he estado en una en días, y no la extrañé
en absoluto. En el momento en que me la pone, ya estoy sudando.
Me lleva a la sala de examen, donde el doctor Johansson y el doctor
Templeton ya están esperando.
—Felix. Toma asiento. —Johansson hace un movimiento hacia la silla.
Dejo escapar un aliento cansado y hago lo que dice, ya sin emoción por lo
que quieran hacer.
Claude se acerca y antes de que sepa lo que está pasando, me quita
los pantalones y mis nuevos boxers de un solo golpe.
Estoy desnudo por debajo de la cintura. En una silla de examen, con
tres hombres extraños en la habitación.
—¿Qué mierda? —Gruño mientras Claude me encadena los tobillos a
la parte inferior de la silla—. ¿Qué van a hacer? —La correa que coloca en
mi cuello, es lo suficientemente apretada como para que tosa.
Johansson me ignora, hojeando papeles en una carpeta mientras
Templeton conecta electrodos a mis sienes. Estoy nervioso como el infierno...
Nunca antes me habían hecho desnudarme. No es que esté completamente
desnudo... Mi mitad superior está en una camisa de fuerza, lo que lo hace
aún más incómoda.
Johansson comienza a hablar, como siempre lo hace, presentándose
y todas esas tonterías. Pero las palabras que penetran de inmediato son
prueba de excitación sexual.
—¿Excitación qué, ahora? —Murmuro, retorciéndome y tirando
contra los grilletes. 183
Pero no me van a jodidamente contestar. Simplemente se ocupan de
sus asuntos, como si ni siquiera fuera una persona. Solo soy un maldito
objeto.
Un proyecto científico.
Templeton se mueve a mi lado, y lo veo arrojando algo sobre su mano
cubierta con un guante de goma. Oh, demonios no...
—No, no ... alto... ¿qué estás haciendo? —Gruño mientras alcanza mi
polla. Mi pulso está latiendo en mis oídos, y mis músculos están rígidos, mi
polla suave en su agarre—. Mmmierda... ¡Jesús! ¡Aléjate de mí!
—Felix, relájate —murmura Johansson desde algún lugar detrás de
mí, mientras el maldito hijo de puta del doctor Templeton comienza a
masturbarme.
Quiero decir... Supongo que se siente bien, en el gran esquema de las
sensaciones. Pero no lo quiero. No me gusta porque no me atrae y no quiero
que me toque.
Mirando hacia su rostro, no tiene emociones. Ni siquiera me está
mirando, está mirando una máquina detrás de mí mientras su mano se
mueve hacia arriba y hacia abajo sobre mi polla flácida. La sensación de
acariciar lo reafirma, aunque muy poco. Estoy seguro de que si alguien que
realmente me gustara lo estuviera haciendo, ya estaría duro como una roca.
—No me gusta esto... —Respiro. Pero nadie jodidamente me escucha.
Su mano sigue sacudiéndome, gradualmente construyendo su ritmo.
Apretando mi polla, tirando y tirando. Con la mandíbula apretada, mis ojos
se cierran y finjo que estoy en otro lugar.
Trato de imaginar a alguien más haciéndolo. Dejando escapar una
respiración, busco calmarme para poder concentrarme.
La primera persona que aparece en mi cabeza es el doctor Love. Es
sorprendente, porque por lo general, cuando me masturbo, recuerdo a mis
víctimas. O a veces, pienso en Cam. Por lo general, hace el truco para
correrme rápido, que es la única forma en que me hago esto a mí mismo.
Nunca he sido de los que aplazan las cosas...
Y especialmente en este momento, con la mano de un extraño en mi
polla, solo quiero terminarlo.
Detrás de mis ojos, el doctor Love me está tocando. Y me observa
mientras lo hace, su profunda mirada bronce se fija en mí mientras agarra
mi polla, acariciando y apretando, lento pero firme. Mi erección se llena
184
mucho más rápido con las imágenes en mi cabeza.
Pero me estremezco cuando siento otra mano lubricada en mis bolas.
Mis ojos se abren y miro hacia abajo. Ahora Templeton está usando
su otra mano para masajear mis bolas y gimo. Se siente bien... Pero odio
que lo haga. No quiero que se sienta bien.
Odio esto.
—Por favor, detente... —Me quejo, despreciando lo débil que sueno.
Sueno como la presa, no como el depredador. A la mierda esto.
Mis dientes rechinan tan fuerte que podrían romperse.
—Si logro salir de esto, es mejor que tengas... cuidado... —Mi amenaza
se ahoga por la tensión en mis entrañas. Un orgasmo se está construyendo
dentro de mí, lo quiera o no.
Cerrando los ojos, pienso en el doctor Love un poco más. Al menos de
esa manera será él quien me esté haciendo esto, no un jodido pervertido.
Sus sacudidas son metódicas. Casi se siente como si una máquina
estuviera tirando de mi polla. Pero ahora que está dura, hay más
centímetros en los que trabajar a medida que se mueve hacia arriba y hacia
abajo. Arriba y abajo.
Mi mente se está volviendo nebulosa, perdida por la sensación.
Su mano me suelta, y dejo escapar una respiración de alivio. Gracias
a Dios, se detuvo.
Pero entonces algo nuevo se envuelve alrededor de mi polla.
Estoy horrorizado por lo que podría ver si abro los ojos. Mirando
nerviosamente hacia abajo, se ensanchan cuando encuentro un juguete
sexual abriéndose camino hacia arriba y hacia abajo en mi polla ahora. Una
de esas vaginas artificiales.
Tengo que admitir que se siente significativamente mejor que la mano.
Inclinando la cabeza hacia atrás, cedo a lo que está sucediendo, ya
que realmente no tengo otra opción. Mis caderas se flexionan mientras él
trabaja el juguete en mi polla ya dura, empujando y tirando. Se siente como
si estuviera follando a alguien, aunque no del todo real. Es como lo que el
jodido Want me haría sentir.
Sus dedos todavía están acariciando mis bolas, y cuando se deslizan
entre la grieta de mi ano, ni siquiera me sorprende.
—¿Así que esto es realmente lo que estamos haciendo...? —Gruño, mi
185
voz jadeante por la excitación, aunque todavía estoy enojado. No quiero nada
de esto, a pesar de lo bien que se siente.
El dedo de Templeton se mueve sobre mi ano, y aprieto. Nunca antes
me había metido nada en el... No es que no haya sido tentado. Siempre he
querido saber cómo se siente. Especialmente porque los chicos a quienes se
los hice parecían estar extasiados cuando estaba sucediendo.
Hubo una vez que casi lo probé...
El recuerdo envía todo tipo de sentimientos confusos que me
atraviesan. Estoy encendido, pero aterrorizado al mismo tiempo.
Me gusta, pero no...
El dedo de Templeton se empuja dentro de mí.
—Mierda... tu maldito imbécil. Si salgo de aquí, estás muerto —le
gruño, manteniendo los ojos cerrados.
El dedo trabaja dentro y fuera, mientras que la vagina artificial se
mueve sobre mi polla, y a regañadientes me relajo un poco. No quiero, pero
la digitación se siente mejor cuando no estoy tenso.
Mis piernas se extienden solo unos centímetros. Luego unos
centímetros más. Me abro poco a poco porque me gusta el sentimiento, y en
mi mente, estoy imaginando al doctor Love.
—Te gusta esto, ¿no, Felix? —pregunta con esa voz ronca, inclinándose
sobre mí mientras miro su boca.
Trago.
—Sí ... Más.
—¿Quieres mi polla en ti?
—Sí.
—Dilo.
—Yo... Quiero tu polla en mí.
Y entonces el dedo se desliza fuera. Lo echo de menos. Pero solo por
un momento antes de que sea reemplazado por algo más grueso.
—Ughmierda —jadeo mientras el objeto rígido se desliza
profundamente dentro de mí.
Cuando mis ojos se abren esta vez, encuentro a Templeton usando un
consolador de vidrio sobre mí. Es negro y no mucho más grueso que tal vez
dos dedos. Pero es largo. Y lo mete hasta dentro.
186
—Uhh... —Mi espalda se arquea y mis ojos se cierran—. Doctor...
—Me deseas dentro de ti, ¿no, Felix? —susurra el doctor Love.
—Sí.
—¿Vas a venirte para mí?
Mis labios tiemblan con la palabra:
—Sí.
Y antes de que sepa lo que está pasando, estoy en una espiral.
El orgasmo se cuela y me corro, con la polla palpitando dentro la
vagina de plástico mientras mis manos se aprietan en puños dentro de mi
camisa de fuerza. Me muerdo el labio con fuerza para mantener mis
gemidos. Pero dentro de mi mente, estoy gimiendo su nombre.
Doctor Lemuel... Love.
Mi respiración es irregular mientras bajo del clímax. Y casi al instante,
todo es suprimido. El consolador se desliza fuera de mi trasero, la vagina de
plástico de mi polla agotada. Mi cabeza está borrosa mientras todos se
mueven a mi alrededor, tomando notas, quitando electrodos, liberándome y
colocando mis boxers y pantalones de nuevo.
Mientras mi pecho sube y baja, miro hacia el doctor Templeton, el
médico variopinto que me acaba de follar, en cierto sentido. Y no tiene la
más mínima emoción en su rostro. Es como si nada hubiera pasado. Como
si no hubiera estado follando mi trasero, y empuñando mi polla durante
quince minutos.
—Supongo que los psicópatas reconocen a los suyos... —Murmuro
hacia él, luego miro a Johansson.
Ninguno de los dos me dice una palabra. Johansson asiente con la
cabeza a Claude, y luego se va con Templeton, después de lo cual Claude
me encierra y me deja atrás. Solo estoy sentado, inclinado en la silla de la
sala de examen.
Paso horas mirando la pared, perdido en imágenes confusas de lo que
acaba de suceder.
Unas horas más tarde, Rook me lleva de vuelta a mi celda acolchada.
Se va y regresa unos minutos más tarde con gofres, luego me los da de
comer.
Pero estoy completamente desconectado de eso todo el tiempo.
Literalmente, siento que estoy fuera de mi cuerpo, mirando. Viendo la 187
cáscara que es Felix Darcey moverse.
Así que cuando Joy aparece un par de horas después de eso para
llevarme a una ducha, realmente estoy deseando limpiarme. Estoy orando
por al menos agua relativamente tibia para poder limpiar esa experiencia de
mi cuerpo.
Pero vaya suerte, mientras caminamos a la vuelta de la esquina, nos
topamos directamente con el Dr. Love.
—Oh, hola, Doctor —dice Joy con una voz educada que obviamente
es falsa.
—Oficial Jameson —responde el doctor Love en su tono robótico
habitual. Para algunos molesto, en este momento es tranquilizador para mí.
Creo que tal vez quiero aferrarme a él porque me hace sentir más cómodo
que esos otros imbéciles. Sus ojos se vuelven hacia mí brevemente antes de
preguntarle a Joy—: ¿Llevando al Sr. Darcey para su ducha?
En un abrir y cerrar de ojos, mis inseguridades surgen con toda su
fuerza. ¿Por qué está asumiendo eso? ¿Parezco una mierda? ¿Estoy sucio?
¿Puede decir al mirarme que fui violado anoche?
Joy hace una broma acerca de que mantengo mis bolas limpias, y
pongo los ojos en blanco.
—Divertido... —Murmuro, luego decido seguir hablando—. Pero no,
en serio ... Realmente me gustaría limpiarme. Las camisas de fuerza no son
exactamente transpirables, por lo que es bochornoso como la mierda aquí.
Joy se ríe, pero mis ojos están clavados en los de mi doctor. Me está
mirando de una forma que me hace encogerme bajo esa mirada penetrante.
¿Por qué siento que puede decir totalmente que algo sucedió? Es como
si supiera que me siento mal... Puede sentirlo.
No es posible. Eso no es posible. Quiero decir, es bueno, pero no es tan
bueno.
—Me gustaría observar. —La voz uniforme del doctor Love borra
cualquier rastro de diversión en el aire.
—¿Perdón? —Joy pregunta, sonando tan sorprendida como yo por lo
que está sugiriendo.
—Me gustaría observar —se repite, más lento. Condescendiente.
Parece normal, de verdad. 188
Joy está furiosa. Puedo sentirlo.
—Oh, no, lo escuché. Pero estoy un poco confundida en cuanto a por
qué le gustaría ver a mi recluso duchándose.
Mis ojos están volando entre Joy y el doctor Love, la tensión me encoge
aún más en mí mismo. Ya me sentía mal después de anoche. Ahora los dos
están discutiendo de nuevo y es simplemente agotador.
Los ojos del doctor Love parecen persistir en mí mientras dice:
—Mis métodos de investigación son solo míos, oficial.
Trago un nudo duro en la garganta. ¿Realmente quiere verme
ducharme...? ¿¿Por qué??
Mi pulso ya está sonando tan fuerte en mi cabeza que se siente como
si pudiera derribarme, los músculos se endurecen ante la idea de que me
observe mientras me ducho. Una parte de mí está encantada con la idea de
que quiera verme desnudo...
Pero luego la otra parte, la que recuerda a otro imbécil en una posición
de poder abusando de mi con juguetes sexuales anoche, es increíblemente
cautelosa.
Joy responde con un comentario inteligente que apenas puedo
escuchar mientras me tira a lo largo del pasillo hasta las duchas del Ala
Este. Abre la puerta y me empuja a través de ella, vuelve a empujarme hacia
el puesto que solemos usar. Y me quedo allí, con mis entrañas tarareando,
mientras ella saca una nueva barra de jabón y una bolsa de basura de
plástico para que me pare.
Soy dolorosamente consciente de la presencia del doctor Love cuando
Joy me quita los grilletes y luego me ayuda a salir de mi camisa de fuerza.
Mis ojos siguen revoloteando hacia él mientras ella me dice que tengo cinco
minutos, de pie con su mano sobre su Glock.
Tomo un último aliento para calmarme antes de comenzar a
desnudarme. Al salir de mis zapatos primero, trato de equilibrarme en la
bolsa de basura de plástico para evitar tocar el piso de estas duchas
desagradables. El hongo en los pie sería inevitable, y no quiero tratar con
eso. Saliendo de mis pantalones lentamente, los dejo en el pequeño taburete
cercano. Y ahora estoy parado frente a ellos con nada más que mis nuevos
boxers amarillos. Los que el doctor Love consiguió para mí.
Mis ojos se deslizan hacia los suyos, y veo algo de intensidad allí. Algo 189
muy sutil, aunque sin duda es una diferencia de su aspecto normal, aunque
sea menor. Nuestros ojos permanecen conectados mientras deslizo mis
dedos en la cintura de mis Calvins y los empujo hacia abajo.
Aquí estoy, desnudo como el día que nací, con gente mirándome.
Desafortunadamente, no puedo decir que esta sea la primera vez que esto
me sucede aquí. Pero definitivamente es la primera vez que un médico pide
observarme en mi traje de nacimiento. Y a juzgar por la forma en que está
parado allí, no estoy realmente seguro de lo que pretende obtener de esto.
Girando, le doy la espalda, presionando el botón de la pared para
encender el rociador de la ducha. Por supuesto, está fría como la mierda al
principio, pero se calienta después de unos segundos. Me lavo lo más a
fondo posible, lo más rápido posible, ya que sé que me estoy quedando sin
tiempo. Ducharse se siente muy bien en este momento, tal como sabía que
lo haría. Y no quiero exagerar lavando mis áreas privadas ya que tengo una
audiencia, pero me aseguro de hacerlo y, con suerte, deshacerme del
recuerdo de perder la virginidad de mi trasero anoche con alguien a quien
ciertamente no quería dársela.
Mirando por encima de mi hombro, parpadeo hacia el doctor Love
mientras hace exactamente lo que dijo que haría... Observar. Realmente
parece que está viendo algo en lo que estoy haciendo. Qué es eso, no estoy
del todo seguro.
Gotas de agua caen sobre las lentes de mis gafas, y me recuerda que
debería haberlas quitado. Pero ni siquiera me importa. Prefiero poder ver lo
que sucede a mi alrededor que preocuparme por tener que secar mis gafas.
Odio quitármelas, especialmente por aquí. Es solo otra desventaja en la que
ponerme, cuando ya soy su atracción encadenada de espectáculos laterales.
Cuando termino de enjuagar, Joy me tira una toalla. Volviéndome
hacia el doctor Love, me quedo allí por unos segundos sólidos, dejándolo
verme completamente desnudo. No me cubro con la toalla. Simplemente doy
toques sobre mi piel, observándolo mientras me mira.
Para mi propia sorpresa e inmensa satisfacción, sus ojos hacen un
recorrido por mi cuerpo. Los siento, como el calor abrasador de un láser que
se mueve a lo largo de mi pecho, mis abdominales, mi pelvis. Obviamente
ve mi polla porque solo está pasando el rato, y aunque siento muchas cosas
diferentes en este momento, la vergüenza no es una de ellas. Porque incluso
después de una ducha fría, todavía estoy más que satisfecho con lo que
tengo para ofrecer abajo.
Los ojos del doctor Love incluso se mueven por mis piernas hasta mis 190
pies, antes de volver a subir. Y me mira mientras me seco. Aprovecho el
hecho de creer que lo tengo cautivado, corriendo la toalla por las curvas de
mi cuerpo. Pero esta vez, sus ojos se quedan con los míos. El ámbar
permanece en mi gris, y aunque no veo ningún tipo de indicación de que le
guste lo que ve, definitivamente parece concentrado. Eso es lo que puedo
decir. Es una cara que hace a menudo durante nuestras sesiones, dando el
más mínimo vistazo al médico misterioso del que no sé prácticamente nada.
No sé si es gay, heterosexual, o bi. No sé si se siente atraído
sexualmente por mí... Honestamente, siento que podría ser asexual.
No sé de dónde es, qué tipo de cosas hace por diversión, si es que sabe
lo que es la diversión.
Pero lo que sí sé es que está deslumbrado por mí. Tal vez de una
manera diferente a como lo estoy por él, pero aun así. Sin embargo, está
enganchado.
Y mientras me visto, mientras Joy pone fin a lo que estaba sucediendo
en esta habitación y el doctor Love se aleja, me acuerdo de un pasaje que leí
en mi libro la otra noche ...
El dilema actual que enfrentamos como investigadores en las ciencias
del comportamiento es aprender a vivir con lo que sabemos. Haciendo un
espacio para ello dentro de nosotros mismos. Debe haber una línea distinta
donde terminamos y comienzan nuestros pacientes.
Pero lo que separa a los verdaderos investigadores psicológicos de los
terapeutas del mundo es que estamos dispuestos a saltarnos esa línea de vez
en cuando. Debemos estar dispuestos a entregarnos a la naturaleza sincera
de nuestra investigación. Llegar a ser uno con nuestros propios demonios y
dejarlos bailar con los de nuestros pacientes.
Sólo entonces podremos quitar el velo. Sólo entonces podremos empezar
a moldear.

191
16
Lem

P
uede sonar extraño, pero adaptarse a la vida en esta isla en
realidad no ha sido un gran ajuste para mí.
Claro, dormir en un lugar nuevo siempre toma un par
de días, especialmente cuando ese lugar es una mansión
gigante e infinitamente oscura, cuyo interior parece que fue decorado por
Lestat y Louis 14. Pero aun así, he descubierto que los sonidos del océano
funcionan bastante bien para calmarme y adormecerme. Soy conocido por
usar una máquina de sonido por la noche para calmar las aguas
embravecidas de mi mente.
Mi nuevo hogar viene con uno gratuito incorporado.
Incluso el gimnasio aquí es excepcional, y como soy partidario de
hacer ejercicio por las noches, rara vez me encuentro con alguien, excepto
por algún guardia ocasional. Pero por lo que entiendo, la mayoría de los
guardias hacen ejercicio por las mañanas. Me refiero principalmente a John
Chevelle y su pareja, o una de ellas, Joy Jameson. Son las últimas personas
con las que quiero encontrarme aquí en casa, ya que obviamente no les
gusto, y tratar con ellos a diario en el trabajo es más que suficiente, para
todos.
La cosa es que soy un solitario tranquilo. Creo que ya lo hemos
establecido, así que no tener amigos no es nada nuevo para mí. De hecho,

14
Lestat y Louis: Personajes vampíricos que son protagonistas o mencionados en la serie 192
literaria “The Vampire Chronicles” escritos por la autora Anne Rice. Pero son mayormente
conocidos por la película “Interview with the Vampire” protagonizada por Brad Pitt y Tom
Cruise.
lo prefiero así. No me gusta socializar, y nunca lo he hecho. Recuerdo haber
tenido algunos amigos cercanos en el instituto, pero después de que todo...
sucedió, todos se fueron apartando. Fue entonces cuando canalicé todo mi
tiempo y energía no solo para salir como la mierda de la casa de mis padres,
sino también para entrar en una buena universidad y, finalmente, en la
escuela de medicina. Toda mi vida se convirtió en aprendizaje, porque es mi
cosa favorita.
Estoy irremediablemente y desesperadamente prendado por entender
la mente humana. Es el único amor que necesito.
Voy saliendo de mi oficina para ir a reunirme con el doctor Johansson
cuando un pensamiento hace cosquillas.
Envolví mis manos alrededor de su garganta ...
Puedo sentir las manos apretando. Trago con fuerza y me quema.
Mis dedos apretados en la suave carne, el músculo tenso...
Con las palabras de Felix adornando mi cerebro, doy vuelta en la
esquina y llamo a la puerta de la oficina de mí colega.
—Adelante —grita Johansson, en voz baja. Su comportamiento
permite cero volumen en su voz. Estoy seguro de que incluso cuando grita,
es como si una persona normal estuviera hablando.
Al entrar en su oficina, encuentro a su pandilla habitual ya adentro.
Johansson está sentado en su escritorio, el doctor Templeton está al otro
lado de la habitación con la nariz enterrada en algunas gráficas, y el que
aparentemente no es médico, aunque todavía es tratado como uno por los
demás, Abel Figueroa, se sienta en un pequeño sofá contra la pared.
No he recibido nada más que una cálida bienvenida de este pequeño
trío, pero si somos honestos, soy aún más escéptico de ellos que del oficial
Chevelle y su banda de tontos moralmente cuestionables. Básicamente, en
el momento en que terminé de estrecharles la mano, los estaba investigando
a todos.
Como era de esperar, Figueroa es el que tiene la menor cantidad de
antecedentes. Asistió a la Universidad en Cartagena, convenientemente de
donde es Manuel Blanco, aunque nunca se graduó. No pude encontrar
ningún tipo de historial laboral, fuera de algunos trabajos ocasionales en
Colombia, antes de emigrar a Estados Unidos, hace aproximadamente diez 193
años.
Templeton es de Escocia. Se graduó de la Universidad de Edimburgo
con su doctorado en Medicina del Comportamiento, y supongo que en algún
lugar de por ahí conoció por primera vez al doctor Johansson.
El doctor Jarvis Johansson es el más interesante de todos, y por
supuesto eso lo convierte en el más sospechoso. Nacido en Noruega, asistió
a la escuela allí, luego obtuvo su doctorado en el Instituto Karolinska en
Suecia. Después de eso, comenzó a publicar en revistas su investigación
sobre métodos como la terapia de electrochoque y la lobotomía transorbital,
y como eran los años ochenta, se apasionó con la mayoría de esas cosas, y
fue rechazado por la comunidad médica.
Sin embargo, acumuló un poco de seguidores de culto por sus ideales,
y fue contactado por la CIA para un trabajo fuera de los libros. Estoy seguro
de que nunca esperaría que supiera estas cosas, pero mis conexiones son
excepcionales, y por lo que entendí, esos extraños métodos de práctica son
exactamente lo que lo trajeron hasta aquí.
El hombre principal me ofrece una sonrisa y señala un asiento frente
a él en su escritorio.
—Por favor, doctor, venga a sentarse.
Me acerco y me siento, revisando sutilmente a los otros dos mientras
lo hago. Templeton no me está prestando ni dando una sola mirada de
atención, aparentemente fascinado por lo que está leyendo, mientras que
Figueroa está prácticamente rebotando en su asiento, luciendo todas las
características del entusiasmo.
No puedo evitar la mirada escéptica que le doy antes de volver a
Johansson.
—Entonces ... ¿Cuál es la pregunta?
Johansson se apoya en su escritorio, dándome toda su atención
mientras dice:
—Me gustaría que asistiera a más de nuestros experimentos.
Cruzando los brazos, me acomodo en mi asiento.
—Ya veo...
—Felix parece resplandecer ante usted. Además, le tiene confianza. Y
aunque respeto que la información que está recopilando durante sus 194
sesiones sea exclusiva del alcaide... —Le doy una especie de movimiento de
cabeza dah. Sé a ciencia cierta qué está haciendo esto para escuchar mis
cintas de Felix, pero estoy preparado. Mi trabajo es estudiar al Escultor y
reportar a Manuel Blanco. A nadie más—. También creo que tenerlo aquí e
involucrado en los experimentos podría ser beneficioso para nuestro éxito.
Estoy callado mientras pienso en lo que está diciendo. Desde el
momento en que comencé aquí, Johansson ha estado ansioso por colaborar
conmigo.
Piensa que si juntamos nuestras cabezas, nuestra investigación de
Darcey podría alcanzar pasos agigantados sobre cualquier cosa que alguno
de nosotros haya podido lograr con sus pacientes anteriormente.
Lo que no entiende, sin embargo, es que trabajo solo por una razón.
Tengo mis métodos, y no me gusta que otras personas se involucren en eso.
Estoy seguro de que sueno como un monstruo del control masivo, pero sí
parece un pato, se mueve y grazna como un pato, entonces adivina qué...
—Puedo ver que tiene dudas —insiste Johansson de nuevo—. Pero le
aseguro que no las tendrá cuando vea en lo que hemos estado trabajando.
Hace un rápido gesto a Figueroa, quien se levanta emocionado,
corriendo a la pared sobre el otro lado de la habitación. Baja una pantalla
de proyector blanca, luego Johansson enciende la función del proyector en
su computadora portátil. Al instante, un video comienza a reproducirse en
la pared.
Es Felix. Lo llevan a la sala de examen y se sienta en la silla. Entonces
el asistente le quita los pantalones. Y sus boxers.
Los que le conseguí.
Me siento rígido, pero lo ignoro y sigo viendo la pantalla mientras
Johansson y Templeton preparan su máquina de Electroencefalograma, y el
asistente encadena los tobillos y el cuello de Felix a la silla, antes de salir
por un lado. Templeton se pone un guante de goma y vierte lo que parece
algún tipo de lubricante en su mano.
Mis ojos se dirigen al alto escocés, que todavía está de pie al otro lado
de la habitación, leyendo un archivo. Parece no darse cuenta o no estar
interesado en el hecho de que todos estamos sentados aquí viendo imágenes
grabadas de él jodiendo con la polla de un chico.
Literalmente. Hay una proyección de aproximadamente sesenta
pulgadas en la pared del doctor Templeton masturbando a Felix Darcey
mientras lucha contra su camisa de fuerza y restricciones. 195
Lo más extraño sucede dentro de mí. Esta opresión ardiente anuda
mi estómago, extendiéndose por mi esófago hasta que se siente como si un
hombre hecho de fuego estuviera sentado en mi pecho.
No entiendo esta reacción, ni su fuente. Es confuso como el infierno,
sentirme de esta manera. Pero no se detendrá. Y cuanto más observo la polla
de Felix siendo masturbada por un juguete sexual mientras Johansson está
allí monitoreando su actividad cerebral, más siento que Hulk podría rasgar
mi ropa.
Puede ser porque Felix claramente no quiere lo que está sucediendo
en el video. Su rostro está contorsionado por el disgusto, la tensión y la
inquietud, que solo parece desvanecerse parcialmente cuando cierra los
ojos. No soy de los que se sienten incómodos en nombre de mis pacientes,
pero ciertamente poseo empatía. Y estas son imágenes en video de mi
paciente siendo agredido sexualmente en nombre de la investigación.
¿O tal vez por eso estoy tan molesto en este momento? Porque Felix
Darcey es mi paciente más que el suyo, lo dijo el alcaide, después de todo. Si
alguien va a dominarlo para obtener algún tipo de dato de comportamiento,
debería ser yo.
Me encuentro tragando mientras veo a Felix retorcerse. Sus gafas de
montura negra se deslizan un poco por su nariz afilada, el cabello castaño
se agita y está algo sudoroso en las sienes. Me recuerda a la ducha de ayer,
cuando lo observé. Nunca he visto a alguien ducharse con las gafas puestas.
Creo que la vista de Felix es muy importante para él. Quitarse las gafas lo
hace sentir expuesto, impotente.
Como lo está ahora mismo, en este video.
Templeton toma un consolador de vidrio negro del mostrador y lo
lubrica.
Y el primer estremecimiento fuerte de incomodidad hace que mi
columna vertebral se enderece.
—¿Cuál es el punto de esto? —Me doy la vuelta y ladro a Johansson,
con los ojos puestos en Templeton, que todavía no está prestando atención.
Pero ante mi tono acusatorio, su mirada se levanta por un momento. Me
aclaro la garganta, controlándome a mí mismo—. Solo quiero decir, ¿qué
tipo de resultados están buscando de la estimulación sexual? 196
Los labios de Johansson se aprietan.
—Hay mucho que esperamos ganar con esto, doctor. Los crímenes de
Felix fueron de naturaleza sexual, y nos encantaría entender cómo reacciona
su cerebro a las estimulaciones sexuales, y luego introducir los actos
violentos en eso…
—Sus crímenes no fueron de naturaleza sexual, per se... —Murmuro
sobre él, su mirada se estrecha en ni dirección, antes de mirar a Templeton
una vez más.
Mis ojos se mueven vacilantes hacia la pantalla del proyector. Los
cabellos en la parte posterior de mi cuello se levantan, y parpadeo de nuevo
enfocándome.
Cuando vuelvo a mirar a Johansson, está haciendo una mueca como
si se estuviera muriendo por preguntar qué quise decir con eso. Pero no lo
hará, porque sabe que no voy a compartir mi investigación. Las cosas que
he aprendido de Felix sin tener que insertar cosas dentro de él como un
violador común.
Muerdo el interior de mi mejilla hasta que pruebo sangre.
—En cualquier caso —continúa Johansson—, Felix es un caso
especial, como estoy seguro de que sabe.
—Sí —gruño con intención—, lo sé. —Mucho más de lo que graznas.
Johansson me mira por un segundo antes de continuar.
—Así que entiende que no debemos dejar piedra sin remover. Estamos
trabajando en muchas cosas que no podemos esperar para explorar con él.
Hay una máquina que adquirí, como una especie de sono...
—Doctor, con todo respeto —interrumpo, y me inclino hacia adelante
en el escritorio, empujándome a ignorar que Felix tiene un orgasmo en mi
visión periférica—, estas cosas están muy bien, siempre y cuando no
interfieran con mi investigación. Siga friendo los cerebros de esos otros
sujetos todo lo que quiera, pero voy a tener que poner un alto cuando se
trata de cualquier cosa que pueda afectarlo mentalmente. La mente de Felix
Darcey es la que contiene las respuestas a nuestras preguntas. Si lo limpia,
como hacer un reinicio completo o algo así, entonces nos quedamos con algo
regular. Aburrido. Y ninguno de nosotros quiere eso... Especialmente
Manuel Blanco.
Les doy una mirada cómplice después de tirar el nombre del Ivory,
porque es el encargado de todo esto. Él es el maestro de ceremonias aquí, y
me trajo para trabajar en Felix. Sé que estos hombres son permanentes 197
aquí, pero son esencialmente solo herramientas para el oficio. Respeto la
investigación y, por supuesto, los métodos adecuados para usar, pero no
cuando podrían impedir mi trabajo.
Johansson me mira fijamente por un momento, con la cara en blanco,
antes de mirar brevemente a Templeton, quien simplemente parpadea hacia
mí. Mi mirada se desplaza brevemente a la pantalla donde Felix está
aturdido y resoplando en su estado postcoital, siendo vestido nuevamente
por el asistente.
Recuerdo verlo en la ducha, sus movimientos espasmódicos y
vacilantes al principio. Pero luego, cuando se estaba secando, se giró para
mirarme, sin vergüenza. Esas son las dos mitades de Felix Darcey. La parte
insegura con graves problemas de papá, ansias de amor y afecto sin la
menor idea de cómo conseguirlo. Y luego El Escultor. Controlador y
posesivo, desesperado por darle a Felix lo que quiere.
Eso es lo que estas personas nunca entenderán. Cada caso es
diferente, y con alguien como Felix, la mejor manera de meterse en su cabeza
es ser lo que quiere.
—Sabe, doctor Love, hemos leído sus libros —dice Johansson. Mi
cabeza se inclina—. Todos ellos.
Ah. Así que de eso se trata.
Entienden mi fascinación por las prácticas médicas poco ortodoxas,
porque leyeron Beneficial Brainwashing. Y están tratando de impresionarme
con toda esta experimentación.
Debo admitir que me siento halagado. Aunque todavía no estoy seguro
de cómo sabrían que fui yo quien lo escribió... El Ivory probablemente les
dijo.
—Bueno, entonces, si ese es el caso, probablemente verán
exactamente lo que quiero decir aquí —respondo—. Cosas como la terapia
de electrochoques, la lobotomía, y si vamos allí, borrar la memoria y
rediseñarlo sería como una blasfemia en un paciente como Felix. No hay
cura para lo que es. No hay razón para intentar remodelarlo. Todo lo que
podemos hacer es estudiarlo y aprender.
La cara de Johansson cambia. Sus cejas saltan detrás de sus gafas y
se ve impresionado. Cuando miro a Templeton, él no lo hace. Ha vuelto a la
lectura de sus archivos, como si esta conversación estuviera por debajo de
él.
Mi mandíbula se aprieta, los dientes rechinan juntos. No me gusta 198
este tonto.
—Buen punto, doctor. —Johansson asiente—. Después de todo,
estamos aquí para aprender de usted.
No puedo evitar burlarme.
—Por favor. Tiene décadas de experiencia sobre mí. —Johansson
aprecia mi cumplido, que es genuino, independientemente de lo que piense
de él personalmente. Es una estrella de rock clandestina en el campo de las
prácticas de investigación psicológicas prohibidas—. Solo quiero decir, en lo
que respecta a Felix, este es mi espectáculo. Y entonces, sí, me uniré a
ustedes para experimentos en el futuro. Pero me gustaría que se hablaran
conmigo primero. No más sorprenderlo en medio de la noche. Acabo de
empezar a ponerlo cómodo y lo están arruinando.
Johansson asiente.
—Correcto. Sí, por supuesto. No volverá a suceder.
Me pongo de pie, porque he terminado con esta pequeña reunión.
Además, planeé ver a Felix hoy por la mañana, y por alguna razón tengo
este deseo de entrar en sesión ahora mismo.
Johansson se pone de pie, y Figueroa también, que honestamente
había olvidado que estaba aquí, se acercan. Los dos me dan la mano, y
cuando me dirijo a Templeton, simplemente me mira por última vez y
asiente, antes de regresar a su lectura.
Cretino.
Me alejo sin decir otra palabra, yendo por la puerta. La voz de
Johansson me llama a la espalda:
—¡Estaremos en contacto, doctor Love!
Pero simplemente lo saludo, saliendo de su oficina y acechando los
sinuosos pasillos de regreso a la mía. Mi cabeza parece estar llena de
muchos pensamientos congestionados. Pero mi necesidad principal es llevar
a Felix a mi oficina de inmediato. No voy a mencionar el experimento que
acabo de presenciar, pero tengo este fuerte deseo de sentarme con él y ver
si alude a ello... lo que le pasó. No diré que no me siento protector con él,
porque claramente lo hago. Esta reacción instintiva para controlarlo me dice
que soy posesivo y me preocupo por su bienestar. Pero también sé que no
está fuera del ámbito de la posibilidad para mí sentirme de esta manera
acerca de un paciente. Estoy seguro de que si algún médico imbécil
comenzara a tratar de experimentar en Trevel sin mi permiso, me
molestaría. 199
Aunque eso está sucediendo ahora... Ya que lo he dejado en manos de
Callahan.
Sacudiendo ese pensamiento, entro apresuradamente a mi oficina,
yendo al cajón de mi escritorio. Confío en Callahan en su mayor parte. Y no
puedo preocuparme por Trevel en este momento.
Necesito ver a Felix.
Al recoger el walkie talkie que obtuve de los operadores de la sala de
control a regañadientes, lo enciendo y hago clic en el canal principal de los
guardias.
—Aquí el doctor Love. Alguien por favor traiga a Felix Darcey a mi
oficina para una sesión de una hora.
Preparando mi aplicación de grabadora en mi teléfono de trabajo, me
acomodo en mi silla de cuero, y solo diez minutos después, llaman a mi
puerta.
Se abre y entra mi paciente encadenado. Esta vez no hay camisa de
fuerza. Peters le quita todo y noto que Felix exhala un suspiro largo mientras
se frota las muñecas, entrando más lejos en la habitación.
El oficial Peters murmura:
—Una hora. —Luego se va, cerrando la puerta detrás de él.
Mis ojos están pegados a Felix, su alto cuerpo cubierto de colores
apagados y telas rígidas. Pero entonces veo una línea roja en la cintura de
sus pantalones y recuerdo los boxers que conseguí para él. Por supuesto,
no los elegí físicamente ni nada. Le pedí a Kent que consiguiera los mejores
boxers que pudiera encontrar. Y luego, ayer, en la ducha, veo a Felix con un
par amarillos Calvin Klein.
¿En serio, Kent? ¿¿Amarillo??
No es algo que hubiera elegido yo mismo, ya que no soy conocido por
mi vestuario demasiado llamativo. Pero tengo que admitir que se veían bien
en Felix. Aunque creo que prefiero los rojos oscuros que tiene puestos ahora.
Se adaptan mejor a su tez cremosa.
Sacudiéndome de mis pensamientos descarriados, presiono grabar en
la pantalla de mi teléfono.
—Felix. —Salta al sonido de mi voz, lo cual es interesante, dándome
este tipo de expresión de ojos de ciervo, a lo que levanto las cejas—. Ven a
sentarte. 200
Su cabeza se mueve sutilmente.
—Oh, cierto. Lo siento... —Se acerca, tomando asiento en el sofá frente
a mí.
No puedo evitar la forma en que estoy escudriñando cada una de sus
expresiones, considerando cómo se siente acerca de lo que Templeton le
hizo. Y no tiene sentido, pero me encuentro apegado a la idea de que odió la
experiencia, cuando en realidad, podría ser yo el que lo piensa demasiado.
Tal vez se divirtió... Se corrió, después de todo. Aunque eso me pareció
más una reacción física inevitable.
Guardando eso para más tarde, decido calentarlo un poco.
—Entonces... ¿cómo te sientes?
Sus pestañas oscuras revolotean detrás de sus gafas.
—Estoy bien.
—Felix. —Mi cara se inclina—. Ya deberías saber que no tiene sentido
decirme lo que crees que quiero escuchar. La presión de la sociedad para
responder siempre bien cuando alguien te pregunta cómo estás no me
interesa. Quiero saber exactamente y con precisión cómo te sientes.
Sus labios se separan, pero nada sale mientras se queda boquiabierto
ante mí. Ciertamente parece un poco apagado, y no creo que sea yo
proyectando después de lo que acabo de ver. Incluso la parte de Felix Darcey,
la parte más insegura y tímida, suele ser más comunicativa. Al menos
estaba llegando allí conmigo.
Y la idea de que esos médicos y sus experimentos errantes pueden
haber arruinado el trabajo que he estado haciendo con Felix desde que
llegué aquí me enoja tanto que tengo que apretar momentáneamente mi
mano en un puño para superarlo.
—Está bien. De acuerdo. —Felix se acomoda en su asiento—. Estoy
cansado. No dormí bien anoche. Y tengo hambre, ya que no he comido nada
en como doce horas, y estoy enojado porque... —Su voz se entrecorta y veo
cómo la manzana de Adán se balancea en su garganta.
Me recuerda al video. La forma en que tragó lentamente, los párpados
caídos, la cabeza inclinada hacia atrás mientras sucumbía a las sensaciones
que Templeton le imponía.
Me muevo en mi asiento. 201
—Dime. —Mi voz sale silenciosamente insistente.
—No me gustan los experimentos —susurra, y luego tira de su labio
inferior entre los dientes—. Son confusos... Y no me gusta estar confundido.
No me gusta que me obliguen a renunciar al control. Lo odio, en realidad.
Si lo estoy entregando por elección, supongo que eso sería una cosa, pero
tener un montón de imbéciles interrumpiendo mi noche y que me traten
como un objeto...
Me muevo hacia adelante en mi asiento, pero no digo nada. No sé si
debería hablar ahora mismo. Las cosas que estoy pensando no le serán
útiles. O a mí.
Aun así, nuestras miradas permanecen fijas mientras me dice:
—Sé que es hipócrita. No soy un tonto. Sé que esto es lo que merezco.
Pero aun así, no puedo evitar sentir que están tratando de modificarme de
alguna manera, y eso es irritante. Por eso me gusta hablar contigo...
Sus palabras me sorprenden, y mis cejas se elevan por sí solas.
—¿Lo haces...?
Asiente con entusiasmo.
—Sí. Quiero decir, al menos entiendes que esto es lo que soy. Nací de
esta manera. —Hace una pausa y me da una mirada casi suplicante—. Tú
crees eso, ¿verdad, Doc?
Considero su pregunta por un momento. Quiero darle la mejor
respuesta posible.
—¿Creo que hay aspectos de tu vida, tu pasado, tu educación que te
han formado? Claro. No podemos negar la crianza a nuestra naturaleza,
pero eso es todo. Ambos son partes válidas de lo que nos hace. Dicho esto,
también creo que tu química se desarrolló en torno a esos factores de una
manera que es específica para ti. Otras personas podrían haber
experimentado las mismas cosas que tú, pero lo habrían afrontado de
manera diferente.
La habitación está en silencio por un momento antes de que sus labios
se retuerzan.
—Eres tan exagerado. Podrías haber dicho, sí.
Físicamente no puedo evitar la forma en que mi boca se levanta. Es
extraño. 202
—Pensé que querías la respuesta más breve.
Echa la cabeza hacia atrás y deja escapar una risa que me calienta
por dentro. Estoy desconcertado por esta reacción que estoy teniendo.
Nunca me ha importado hacer reír a alguien antes, pero cuando Felix lo
hace, y yo soy la causa, es como una gran hazaña.
Probablemente solo sea porque es un sociópata. Supongo que
cualquiera estaría emocionado de entretener a alguien que carece de tantas
emociones humanas básicas.
Volviéndonos a encarrilar, le digo:
—Así que eras infeliz.
—Lo estaba, sí. —Me da una mirada curiosa, luego se muerde el labio
de nuevo. Mi cabeza se balancea hacia él.
—¿Pero ya no?
Sacude la suya.
—No tanto. Ahora solo tengo hambre.
—Correcto. —Suspiro—. Siempre hambriento al parecer.
Su hombro se levanta.
—Bueno, ¿qué esperas? Nos dan de comer mierda.
Esta es solo la enésima vez que se queja conmigo de tener hambre.
Y eso desencadena una idea.
Agarrando mi teléfono del trabajo, que todavía está grabando, le envío
un mensaje de texto a Kent.
—¿Qué estás haciendo? —Felix pregunta, moviéndose hacia adelante
como si quisiera mirar la pantalla de mi teléfono.
—Quédate quieto —le retumbo mientras envío otro mensaje de texto,
se retira en su asiento, y se queda sentado pacientemente.
Una vez que termino, coloco el teléfono hacia abajo y miro hacia arriba
para encontrarlo sentado sobre sus manos, moviéndose en su lugar. Parece
que tiene un exceso de energía que también necesita ser quemada.
Tal vez pueda organizar un tiempo recreativo para él.
—Me gustaría volver a tus asesinatos anteriores en algún momento,
pero por ahora, quiero que me cuentes sobre tu asesinato más reciente. 203
Ivan Wilkerson.
Felix asiente.
—¿Qué quieres saber?
—Bueno, comencemos con por qué lo mataste específicamente a él.
Me da una mirada, diversión bailando en sus ojos.
—Porque estaba allí.
Esa respuesta me da escalofríos. Es tan orientativa de él como
asesino. Es una anomalía, después de todo. La combinación perfecta de
producto y proceso, con opciones tan variadas en lo que respecta a sus
víctimas.
Algunos eran sus amantes, otros eran hombres que despreciaba.
Algunos le recordaban a su padre, otros eran su juguete ideal.
La palabra fascinante se está desgastando pero ni siquiera araña la
superficie de Felix Darcey.
—Pero sabes que había otra razón. —Me acerqué un centímetro—.
Escuché que estabas pidiendo un compañero de celda. ¿Eso fue solo para
que pudieras matarlo?
Felix se reclina en el sofá.
—Creo que el hecho de que mataría a quien pusieran en mi celda era
inevitable. Pero maté a ese hijo de puta de Wilkerson porque era un pedazo
de mierda. Sabes que estuvo violando a niños y niñas durante años,
¿verdad? Y el último realmente murió... —Se burla y sacude la cabeza—.
Wilkerson merecía morir. Así que ser entregado a mi celda fue como el
destino. Era lo que el universo quería.
Vaya. Hay mucho que desempacar aquí. Podría analizar esa
declaración durante semanas.
Tratando de guardar mi vértigo, le pregunto:
—¿Qué buscabas con su esculpido?
—Quería que pareciera que estaba haciendo pucheros, porque era
jodidamente quejumbroso. —Sonríe—. Era otro de esos tipos inocentes. Y
luego, después de enterarme de lo que había hecho, me quedé un poco
horrorizado. Hacer daño a un niño y luego alegar inocencia... Quiero decir,
no estoy diciendo que soy el monstruo perfecto ni nada, pero incluso yo no
haría eso.
Parpadeo un par de veces.
—Tienes un límite con los niños.
204
—Y los ancianos. —Asiente—. No estoy aquí para joder con aquellos
que ni siquiera pueden defenderse. Algunas de mis víctimas favoritas eran
abusadores de niños.
No puedo evitar encontrar lo que está diciendo algo encomiable. Todos
sabemos que el asesinato no está bien, pero la sociedad es ciertamente un
lugar mejor sin los Ivan Wilkerson del mundo.
Dicho esto, sé que hay más en esto... La razón por la que es tan rápido
para matar a las personas que dañan a los niños y agregarlos a su lista de
víctimas, el resto de las cuales está compuesta por los hijos de otras
personas.
¿Cómo se pasa de matar a Emmanuel Pedroia a Ivan Wilkerson? Es
como la noche y el día.
Apenas me doy cuenta de que estoy garabateando frenéticamente todo
esto en mi cuaderno. Pero un golpe en la puerta me saca de mi zona.
—Adelante.
Kent aparece en la puerta sosteniendo dos bolsas de papel, y le digo
que las deje sobre la mesa, lo cual hace, alejándose sin decir una palabra.
La cara de Felix está iluminada como un letrero de neón, obviamente
debido al olor que de repente nada a nuestro alrededor.
—¿Eso es comida china?
Asiento.
—Abre las bolsas y saca todo. Vamos a comer y hablar hoy.
—Santa mierda. —Prácticamente salta sobre la mesa, agarrando las
bolsas, destrozándolas como un animal salvaje.
Mi boca se tuerce al verlo, antes de forzar un ceño fruncido porque
¿qué demonios me está pasando? Estas sonrisas errantes son más que
peculiares.
Felix se dedica a sus asuntos, sacando algunos recipientes de plástico
con comida china. Fue preparado por los chefs del alcaide, pero comí un
poco anoche y estaba delicioso, así que puedo dar fe de sus habilidades.
Abre uno, parece pollo a la naranja con bok choy y arroz blanco, e
inmediatamente se pone a comer, haciendo algunos ruidos de
agradecimiento. Está gimiendo mientras come, y no puedo evitar que me
205
recuerde al video que vi antes. Aunque estos sonidos parecen mucho más
felices.
Extendiendo la mano, tomo un recipiente de camarones Kung Pao y
un tenedor, observando a Felix todo el tiempo mientras prácticamente
inhala la comida.
—Esto es increíble —gime cuando finalmente se detiene a tomar aire—
. Gracias.
Hay un poco de salsa de naranja en su labio inferior que me distrae
mientras murmuro:
—Le daré tus cumplidos al chef.
Me mira fijamente mientras su lengua se desliza y lame la salsa. Me
concentro en mi comida, tomando un bocado.
—Cuéntame más sobre tus inclinaciones —le pido, es más como una
orden.
Pero lo hace, sin pensarlo dos veces.
—Estoy seguro de que ya te has dado cuenta de que no todas mis
víctimas eran mis novios. —Toma otro bocado mientras asiento sutilmente,
haciendo lo mismo—. Bueno, muchas de mis víctimas que murieron fueron
porque querían dejarme. La primera persona que me dejó fue... Cam. —
Traga visiblemente después de pronunciar el nombre.
Levanto la ceja, animándolo a seguir.
—Cameron Kline. Fue mi mejor amigo mientras crecía, y el primer
chico que amé. Estaba secretamente enamorado de él, ya que todavía era
joven y estaba descubriendo mi mierda. Pero Cam era como... Perfecto. Era
todo lo que yo quería en un novio. Era inteligente, dulce y extrovertido. Lo
contrario de mí en muchos aspectos.
—Suena familiar... —murmuro, llamándolo con una mirada.
Se ríe.
—Sí, era como Emmanuel. Como la mayoría de los chicos con los que
salí. Claramente, tengo un tipo. —Se ríe, luego toma otro bocado.
—Está bien... pero háblame de los otros.
Su diversión se desvanece.
—Correcto. Mis otras víctimas, con las que no me acosté, ni con las
que me involucré sexualmente, en su mayor parte... bueno, eran como 206
Wilkerson. Tal vez no tan atroces, pero fueron modelados a partir de alguien
que lo fue. Alguien despreciable, que definitivamente merecía morir por lo
que hizo... Lo que me quitó.
Los ojos de Felix se oscurecen, y se muestra un atisbo de esa rabia
que tiene en lo más profundo de su interior. Todo su comportamiento
cambia, y en realidad gana este aire amenazante sobre él. Es un aura
marchita, y me mantiene pegado a mi asiento. Ese es El Escultor.
Espero que me diga a quién se refiere, pero no lo hace. Y no quiero
presionar, pero me muero por saberlo. Así que pregunto:
—¿Y quién es ese alguien?
Mira al espacio durante un minuto completo. Ojos muertos
apuntando a la pared.
Es como si nadie estuviera en casa. Felix se ha ido.
Estoy desesperado por ver lo que está viendo en su cabeza en este
momento.
Pero finalmente vuelve a la vida y toma otro bocado.
—¿Sabías que la china es mi comida favorita?
No me sorprende el cambio de tema. Y tomo mi cuaderno, anotando
un recordatorio para volver a la conversación.
—¿Cómo sabría eso?
Se encoge de hombros casualmente.
—Sabes mucho sobre mí, pero no realmente las cosas que me gustan.
Aparte de matar gente, supongo.
—Bueno, Felix, si sientes que tus otros intereses ayudarán a este
proceso, entonces por supuesto. Escúpelo.
Se lleva los restos de su comida a la boca, luego deja el recipiente
vacío.
—Me encanta la música de los ochenta. De hecho, siempre tenía que
poner música mientras me limpiaba, y mis bandas favoritas para escuchar
eran Tears For Fears y Depeche Mode.
Mis dedos se contraen. Esas son mis bandas favoritas.
¿Qué hace este chico de unos veinte años escuchando esa música?
Quiero preguntarle, pero no lo hago. Ignoro el impulso, porque se
siente demasiado personal, y necesito seguir por el buen camino. Se está
volviendo demasiado intrigante para mí. Necesito mantenerme enfocado en
207
el trabajo.
Sentado, tomo la decisión de lanzar un experimento propio.
—¿Qué más podría conseguir para ti, Felix?
Su frente se arruga.
—¿Eh?
—Te conseguí los boxers, la comida china... ¿Qué más te gustaría?
Dime, si no fueras el prisionero en la habitación en este momento, ¿qué
estarías haciendo?
Sus ojos se abren y brillan visiblemente, sus dedos se clavan en el
terciopelo del sofá. Ahora tengo aún más curiosidad por lo que está pasando
por su mente, porque parece que hay infinitas posibilidades que brillan en
sus ojos grises.
Se desplaza y se aclara la garganta, rompiendo nuestro contacto
visual para mirar alrededor de la habitación.
Luego dice:
—Quiero ver el expediente de Kieran O'Malley.
Debo decir que estoy sorprendido e intrigado por su elección. No
conozco a Kieran O'Malley en absoluto, pero sí sé que es el pobre diablo al
que Johansson y su grupo han estado atacando con sus técnicas. Felix debe
conocerlo por haber estado ambos en el Ala Este por un tiempo.
Sin pensarlo más, asiento a la derecha.
—Las llaves del archivador están en mi escritorio. Su expediente está
en el cajón superior.
Felix parpadea hacia mí, claramente aturdido por el giro de los
acontecimientos en la sesión de hoy. Pero no pierde el tiempo saltando y
lanzándose a través de la habitación. Giro para verlo mientras obtiene las
llaves, abre el archivador y busca con entusiasmo. Saca el expediente e
inmediatamente comienza a leerlo, apoyándose distraídamente en mi
escritorio mientras lo hace.
Observarlo es de lo más interesante por sí solo. La forma en que se ve,
tan teóricamente normal, pero sabiendo lo que ha hecho... Es como mirar a
una Barbie con una Derringer 15 rosa.

15
Derringer: Es una pistola de bolsillo que por su tamaño es fácil de ocultar, parece incluso
un juguete, este tipo de arma fue la que se usó para asesinar al presidente estadounidense 208
Abraham Lincoln.
Nunca sabrías que podría volarte la cabeza.
—¡Lo sabía! —Felix jadea y me levanto, deambulando hacia él. Me
mira—. Ese imbécil y su actitud de santo. —Se burla y sacude la cabeza,
volviendo al archivo—. Ahogó a su hermano pequeño en la bañera, luego
escondió el cuerpo durante cuatro días.
Me acerco, avanzando, observando sus rasgos de cerca mientras
absorbe esta información que aparentemente es importante para él.
—Es como yo —susurra, sus ojos se deslizan hacia los míos una vez
más. Nuestras miradas se pegan como imanes. El gris detrás de esas
gafas...
Es hipnotizante.
—Pero mató a un niño —hablo en voz baja. Felix asiente—. Tú no
harías eso. —Sacude la cabeza.
—Odio a la gente que hace eso —murmura, con los ojos cayendo hacia
mi boca. Mis dientes se aprietan.
—¿Cómo te hace sentir eso, Felix? —Le pregunto, extendiendo la
mano lentamente y tomando el expediente de sus manos. Lo suelta de buena
gana, sin prestar más atención a la carpeta.
—Quiero matarlo —dice con certeza y sinceridad. La ira no está ahí.
Todavía no. Es más como si estuviera afirmando un hecho. Su verdad.
Le doy un pequeño asentimiento, luego me deslizo por donde está
parado. Lo escucho aspirar y finjo que no me doy cuenta.
Extendiendo la mano hacia abajo, justo al lado de donde está
inclinado, abro el cajón de mi escritorio y saco el juego de llaves que me
dieron para todas las puertas del Ala Este.
Las cuelgo en mi dedo, y Felix traga visiblemente mientras le
pregunto:
—¿Es esto lo que quieres?
La amplitud de sus ojos, el gris brillante, como nubes de tormenta
sobre el océano ... El deseo que puedo ver en ellos es como una salivación.
Un hambre absoluta.
Felix asiente. Y así, le tiendo las llaves.
209
Esta es mi forma de experimento. Esto es lo que me enseñará más
sobre el monstruo frente a mí.
Tal vez eso me hace tan malvado como él, quién sabe. Pero estoy
dispuesto a correr ese riesgo. Porque el hecho es que no puedo dejar de
preguntarme qué podría pasar si Felix Darcey se quedara solo en el mismo
espacio confinado que este hombre cuya sangre anhela, Kieran O'Malley.
Abrir la jaula del león mientras tiene hambre...
Es una tentación que no puedo ignorar.

210
17
Felix

S
i no estuviera tan seguro de dónde estoy, y lo que estoy
haciendo en este momento, podría pensar que estoy en una
experiencia psicodélica con ácido.
De hecho, considero, muy brevemente, que tal vez el
doctor Love drogó mi comida. Pero luego recuerdo que no es un imbécil
charlatán y santurrón como Johansson o Templeton. El doctor Love es
inteligente. Es paciente y guarda su entusiasmo con un control diferente a
todo lo que he visto antes. Me recuerda a un jugador de ajedrez, solo que en
lugar de las piezas en blanco y negro, está jugando conmigo.
Honestamente, no lo odio.
Mis ojos se quedan en las llaves que está sosteniendo frente a mí. Es
un llavero grande, con al menos dos docenas de llaves. Y no lo ha dicho
directamente, pero no necesita hacerlo. Ya sé que esas son las llaves del Ala
Este. Para las celdas, las salas de examen, probablemente de todas las
puertas.
Puedo sentirme físicamente vibrando con el intenso deseo de tomarlas
y salir corriendo por la puerta. Sin embargo, es extraño. No creo que quiera
tomar estas llaves y usarlas para escapar, aunque muy bien podría. Claro,
este lugar es un laberinto, pero me han paseado por suficientes pasillos aquí
para saber cuáles conducen a dónde. Sé que justo más allá de donde
estamos ahora, pasando creo que uno o dos pasillos más, hay una puerta
que conduce al bosque. Una entrada lateral, por así decirlo. Estoy seguro de 211
que estas llaves podrían llevarme a través de las puertas necesarias para
salir.
Pero aquí está la cosa... El doctor Love no es estúpido. Sabe que me
está dando un escape potencial. También sabe que quiero matar a Kieran
O'Malley, porque se lo acabo de decir.
Creo que me está poniendo a prueba.
Me está provocando, para ver si tomo estas llaves y acepto el regalo
que me está dando: O'Malley en bandeja de plata. O si seré un cliché
aburrido y aprovecharé la oportunidad para liberarme.
No diré que el impulso de salir como la mierda de aquí no es fuerte.
Lo es.
Pero ¿qué hay ahí fuera para mí, de todos modos? ¿Más de lo
inevitable? Corriendo por el resto de mi vida. Más esconderse. Más ser
invisible...
Aquí no soy invisible. Aquí, soy especial. El más importante de todos
los reclusos de alto perfil, y la preciada posesión de Manuel Blanco.
Ahí afuera, solo soy Felix Darcey. Pero aquí, soy El Escultor.
Mi mano se extiende lentamente y tomo las llaves del doctor Love.
Nuestros dedos se rozan y un escalofrío recorre mi piel. Espero que no pueda
decir que lo estoy oliendo, pero lo estoy haciendo totalmente, porque está
muy cerca de mí y huele fantástico. No tengo idea de lo que es, pero su
aroma es un millón de veces más delicioso que el olor de la comida.
Alejándome de él, cierro mi puño alrededor del juego de llaves,
escondiéndolas en mi mano. El doctor Love me da una de sus miradas
curiosas que he llegado a conocer y disfrutar. Es una mirada que dice, estás
jodidamente loco, y me parece muy interesante.
Mis labios se separan, pero mis palabras están mezcladas en la parte
posterior de mi garganta. No estoy seguro de que decir en un momento como
este...
Independientemente de la frecuencia con la que lo haya escuchado
decirle a Joy y Velle que el propio alcaide le dio rienda suelta de esta prisión,
tengo que asumir que El Ivory no me quiere con estas llaves. Solo una
suposición, pero creo que podría molestarle un poco.
Sin embargo, el doctor Love me las dio de todos modos, sin ningún
momento de reflexión. Tal vez sea solo para una prueba, o su propio
212
experimento personal, pero en mi mente, también significa que se preocupa
por mí.
Me está dando otro regalo. Primero el libro, luego los boxers... ¿Comida
china seguida del delicioso postre de matar a mi némesis?
Estoy empezando a sentir que le debo algo a cambio. El pensamiento
se corta con un rápido golpe en la puerta.
Sé de inmediato que es Peters, incluso antes de que abra la puerta y
entre pisando fuerte. Mi corazón está volando en mi pecho mientras coloco
rápidamente las llaves en la cintura de mis boxers y las enrollo una vez para
asegurarme de que no hagan ruido mientras el guardia ronda junto a la
puerta.
—Vamos, #89 —se queja con impaciencia.
Me tomo un segundo con mis ojos en el doctor Love, telepáticamente
mostrándole mi desconcertado aprecio por este elaborado regalo antes de
avanzar lentamente hacia donde Peters está golpeando su pie, con los
grilletes ya en la mano. Mi mirada permanece con el doctor Love mientras
soy encadenado, solo me mira fijamente, dándome esa misma mirada
distante, completamente despreocupado por el enorme dedo medio que
acaba de darle al protocolo de la Penitenciaria de Alabastro.
Peters me arrastra fuera de la habitación, tirando para hacerme
caminar. Pero mis ojos permanecen en el doctor Love hasta que está fuera
de la vista.
Esto es una locura.
Incluso yo necesito reconocer lo loco que debe estar para darle a un
asesino en serie las llaves de la prisión. Aunque, estas llaves solo funcionan
aquí en el Este. Las puertas de población general están controladas por los
guardias de la sala de control, los servidores y demás. En realidad, ahora
que lo pienso, creo que también hay una sala de control para el Ala Este.
Mirando hacia arriba, veo las cámaras en las esquinas, monitoreando los
pasillos.
Si hago algo con estas llaves, todo será monitoreado. Lo que significa
que no tendré mucho tiempo.
Estoy nervioso como el infierno mientras Peters me lleva dentro de mi
celda acolchada, quitando mis grilletes y cerrando la puerta detrás de mí.
Me quedo completamente quieto en medio de la habitación hasta que
escucho sus pasos desaparecer. Y luego saco las llaves de mis pantalones. 213
Sosteniéndolas en mis manos, las estudio lentamente, pasando mi
pulgar sobre el metal. Es como si me estuviera aferrando a cientos de
posibilidades, justo en la palma de mi mano sucia. No me había sentido tan
vivo en mucho tiempo... Ni siquiera al matar a Wilkerson.
Esto es diferente. Le dije a Kieran que vería lo que pasaría cuando
estuviéramos cara a cara.
Estas llaves son mi invitación para que eso suceda.
Caminando la puerta, hago una pausa, mirando por encima de mi
hombro. Mi libro sigue descansando justo donde lo dejé en la esquina. Mis
labios se curvan en una sonrisa cómplice. Me prometió que nadie tocaría mi
libro... También hizo que eso sucediera.
Intento con tres llaves en mi puerta hasta que encuentro la que la
desbloquea. Mirando hacia el pasillo, no escucho nada más que silencio, no
tengo la menor idea de qué hora es. Podría ser medianoche por todo lo que
sé. Pero creo que el doctor Love lleva a cabo nuestras sesiones durante el
día, así que si tuviera que adivinar, diría ¿temprano en la tarde...? De
verdad, no lo sé.
Respiro y salgo tentativamente al pasillo. Y una vez que estoy allí,
miro a mi alrededor. Parte de mí espera que Velle aparezca a la vuelta de la
esquina y me aborde en el momento en que salga de mi celda. Pero no está
aquí. Nadie lo está.
Así que me encojo de hombros y deambulo por el pasillo. Estoy en una
misión mientras me dirijo a las salas de examen. Voy directamente a la que
me suelen llevar, en el extremo, y abro la puerta, caminando hacia adentro.
Es extraño estar aquí sin esposas, grilletes o camisa de fuerza. Estoy
aquí por mi propia voluntad, que sin duda es una novedad. Pero hay algo
que necesito, y creo que este podría ser el lugar para encontrarlo...
Me dirijo a los armarios a lo largo de la pared detrás de la silla de
exploración, tiro de los cajones. Están cerrados. Pruebo con la llave más
pequeña en mi llavero, y funciona de inmediato. El premio gordo.
Al abrir los cajones, inmediatamente estoy en parte intrigado, en parte
horrorizado por lo que encuentro. Es la vagina de plástico y el consolador
que usaron en mí el otro día, junto con lubricante, condones y un montón
de otros dispositivos que no tengo tiempo de examinar. Este debe ser el cajón
del sexo.
Poniendo los ojos en blanco, lo cierro de golpe antes de abrir el 214
siguiente. Mi mandíbula cae cuando llego al interior y recojo lo que parece
una jaula para pollas. Un escalofrío me atraviesa mientras sostengo el
dispositivo de metal en mi mano.
No hay tiempo para esto.
Lo vuelvo a dejar caer entre pinzas de pezón, velas, una mordaza de
bola y algunos otros artículos afilados y de aspecto aterrador. No puedo
evitar la forma en que trago. Este debe ser el cajón del dolor.
Me estoy frustrando mientras reviso los cajones, buscando el objeto
perfecto. Encuentro algunas herramientas que podría utilizar, pero no son
lo que quiero. Agachado, abro un candado alrededor de algunas puertas del
armario con una pequeña llave diferente. Hay muchos artículos de limpieza
aquí; blanqueador, amoníaco, desinfectantes, cosas así. También hay
paquetes y paquetes de jeringas y agujas hipodérmicas. Y en el camino de
regreso, veo un maletín de cuero negro.
Sacándolo, paso mis dedos sobre el monograma en la parte delantera.
AA.
Al principio, creo que tal vez sea de Alcohólicos Anónimos o algo así,
pero cuando lo abro, descarto esa idea.
Es un cuchillo de mariposa.
Mis ojos se iluminan de inmediato. Esto es exactamente lo que estaba
buscando.
Quitándolo de la caja, observo el mango. Es blanco e iridiscente, casi
como una perla, pero no tan brillante. Y hay un pequeño símbolo tallado en
él.
Mirando más de cerca, veo que es un pájaro rodeado de alambre de
púas.
Algo al respecto me hace cosquillas en el estómago.
Empujando más allá, abro el cuchillo. La cuchilla es tan afilada que
se me empieza a hacer agua la boca.
Perfecto.
Lo cierro y lo meto en mis pantalones, cerrando todo de nuevo. Al salir
de la habitación, me dirijo al pasillo, de regreso al área de celdas acolchadas.
Mi mente está clara, y mis músculos están tensos, la vista enfocada
en los pasos que estoy dando. Sé que esto es exactamente lo que debo hacer,
este momento.
215
Estoy en el camino exacto que me ha dado el universo. Porque soy un
agente del caos, y ahora es el momento de jugar.
Marchando hacia la celda justo al lado de la mía, miro dentro de la
pequeña ventana de plexiglás. Y efectivamente, está Kieran O'Malley,
sentado en el suelo con la cabeza en las manos.
Sé que mi tiempo es limitado, pero aun así, me tomo un momento
para verlo. Parece devastado, una gran diferencia con el agresor enojado que
encontré en la cafetería ese día. Y sé que es por lo que lo han hecho pasar.
Mientras que los experimentos conmigo aparentemente han sido solo con
fines de investigación, a Kieran lo han estado atacando como si trataran de
arreglarlo. Como si quisieran cortar el pedazo de él que lo hace quien es, y
luego coserlo de nuevo.
Pensar en ello me hace sentir un cosquilleo por dentro.
Recuerdo lo que le dije al doctor Love antes... Sobre cómo sentí que
los experimentos se estaban utilizando para modificarme. Pero no necesito
que me arreglen. No quiero que lo hagan.
El mundo necesita personas como nosotros. El mal para equilibrar el
bien. Los monstruos debajo de sus camas, el miedo. El miedo es importante,
después de todo. Nos recuerda que estamos vivos.
La humanidad necesita condenar a los malvados para que sientan que
tienen el control y se conviertan en héroes. Está bien. He aceptado mi parte
en esto.
Soy el malo. No puedo ser arreglado, y Tampoco Kieran O'Malley. En
ese momento, sus manos se deslizan de su rostro y mira hacia arriba.
La expresión que lleva puesta es en realidad bastante divertida. Parece
confundido como el infierno de que esté parado afuera de su celda. Le doy
un rápido levantamiento de cejas como si dijera, ¿puedo entrar? Aunque
obviamente no estoy esperando a que me dé permiso. Y uso la llave para
abrir la puerta. Quién lo diría... Es la misma que abrió la mía.
Una llave para todas estas puertas... ¿No es eso imprudente?
Al abrirla, serpenteo dentro y la cierro detrás de mí, apoyándome
contra ella por un segundo mientras parece que tomo el sol en esta posición.
Mi pulso está saltando por la anticipación, la saliva se acumula en mi boca
a un ritmo rápido.
Tengo sed, Kieran.
216
—¿Qué mierda estás haciendo aquí? —pregunta, poniéndose de pie
lentamente.
—Vine a visitarte. —Le sonrío, mis dedos se contraen a los lados.
Estrecha la mirada, pero no responde. Sostengo las llaves por un
segundo, haciéndolas sonar antes de arrojarlas a la esquina de la celda. Sus
ojos se mueven con ellas, luego vuelven a los míos. Da un paso hacia ellas,
pero yo también, bloqueándolo.
—¿Qué quieres, psicópata? —respira, inflándose un poco, como si
estuviera tratando de mostrarme que podría defenderse fácilmente de mí.
Estoy seguro de que puede, pero no importará. No me voy de esta
habitación sin conseguir lo que vine a buscar.
—Solo quería decirte que lo entiendo. —Doy un paso adelante.
—¿Entender qué? —Resopla, frunciendo el ceño en su estado de
confusión.
—Entiendo cómo jodidamente te sientes. —Sigo hablando, con calma,
mientras doy otro paso más.
—No entiendes una mierda —sisea—. Sal jodidamente de mi celda
antes de que yo te joda.
Avanzo hacia adelante una vez más. Solo hay unos pocos metros que
nos separan.
—No, y lo hago, Kieran. Sé lo que se siente estar confundido por lo que
hiciste. Sentir por un momento que no hay forma posible de que tú lo
hicieras.
Su cara cae, su máscara de rabia se desliza solo unos centímetros.
—No sabes de lo qué estás hablando —murmura—. No soy para nada
como tú.
Esas palabras me hacen cosquillas en el estómago, y una oleada de
emoción bombea dentro de mi pecho como adrenalina. Me acerco aún más.
—Pero lo hiciste, Kieran —sigo—. Sabes que lo hiciste. Pero así, puedes
ser como el resto de ellos... Los otros aburridos y delirantes que mantuvieron
su inocencia hasta el final. Que nunca se apropiaron de lo que son...
quienes somos. O puedes jodidamente admitirlo. —Me acerco a él, lo
suficientemente cerca como para que nuestros dedos de los pies se toquen—
. Eres un asesino, Kieran. Y te gusta.
—Cierra la maldita boca —gruñe en mi cara, la ira burbujea,
arremolinado con su negación de una manera que visiblemente se apodera 217
de sus rasgos. Sus ojos son oscuros, piel pálida ensombrecida con líneas de
odio.
—Mataste a tu hermano —susurro con mi cara a centímetros de la
suya—. Timmy. Lo asesinaste y escondiste su cuerpo durante cuatro días.
Puedo ver su mandíbula apretada, sentir la ira que brota de él en
oleadas.
Pero sigo presionando.
—Y puedes racionalizarlo en tu cabeza. Lo haces todo el día todos los
días, ¿no? Te estaba molestando... No dejaba de llorar o quejarse, estabas
celoso de la atención que recibía...
Se estremece.
—No. No, no lo hice...
—O tal vez descubrió algo sobre ti... vio algo que se suponía que no
debía ver. —Sigo insistiendo, incitándolo con mis palabras—. Quiero decir,
era joven, pero aun así. No podías arriesgarte. No podías dejar que le dijera
a la gente lo que hiciste...
—Estás jodidamente equivocado —dice, el dolor en sus ojos tan
vibrante que es como un tono de rojo, más brillante que la sangre fresca.
—No, no lo estoy —le espeto—. Quieres que lo esté. Desearías como el
infierno que estuviera equivocado, pero no lo estoy. Estoy hablando de lo
que hay dentro de ti, Kieran. Estoy hablando de lo que ya sabes. —Mi cara
se acerca unos centímetros, hasta que nuestras narices casi se tocan. Mis
ojos caen a sus labios brevemente—. Mataste a tu hermano porque querías.
Porque lo necesitabas.
Está temblando. Vibrando tan fuerte que puedo sentirlo.
—Mataste a un niño, Kieran. Alguien que era inocente. Y disfrutaste
jodidamente de eso. —Mi cabeza se inclina con nuestras miradas acaloradas
pegadas mientras susurro—: Lo que significa que yo no soy para nada como
tú.
O'Malley ruge en voz alta y se lanza.
Me agarra por la garganta y me empuja hacia atrás hasta que mi
espalda se conecta con la pared.
—¡Maldito psicópata de mierda! ¡Voy a jodidamente matarte!
Sonrío, una risa incontrolable sale de mis labios mientras clava sus
dedos en mi tráquea, cortando mi flujo de aire.
218
—Crees que eres tan jodidamente inteligente, ¿no? —me gruñe en la
cara, presionando con más fuerza—. ¿Crees que lo sabes todo? Bueno, ¡no
podrías estar más equivocado! Timmy me hizo hacerlo. ¡Me puso en esa
posición en la que no quería estar! Siempre mirándome con esos grandes
ojos, recordándome que él era perfecto, y yo no era nada. Recordándome
que soy un bastardo, y su padre todavía está cerca. Que mi propia madre lo
amaba más que a mí. ¡Lo estaba suplicando! No tuve más remedio que
ahogarlo... Y solo tomó un minuto más o menos, ¡pero lo sostuve por debajo
durante cinco más porque él me hizo hacerlo!
La sangre corre por mis oídos, casi ahogando su atroz confesión. Pero
aun así, puedo escucharlo. Puedo verlo finalmente diciendo la maldita
verdad, y no puedo dejar de reírme. Me río mientras me ahoga, y se siente
fantástico.
No estoy seguro de por qué... No estoy seguro de que alguna vez lo
entienda. Pero hay una emoción significativa en mi espina dorsal en este
momento con mi oxígeno cortado y la mano de este lunático enojado
alrededor de mi garganta.
Siento que mi polla se pone dura.
Me río aún más.
—¡Cierra la maldita boca! —me ladra en la cara—. ¡Deja de reír! ¡Ellos
no lo entendieron, al igual que tú! ¡Todos son un montón de idiotas!
Me lamo los labios, mis ojos se nublan mientras mi cuerpo lucha por
respirar.
Mi espalda se arquea contra la pared.
—Quieres que te mate, ¿no? —Se cierne sobre mis labios. Sacudo la
cabeza tanto como puedo, y frunce el ceño—. ¿Por qué no? —Más sonidos
de risa, sonando como tos más que nada—. Porque no se me pone dura
como a ti... —Muele sus caderas hacia adelante contra las mías y mi polla
se contrae—. Di buenas noches, psicópata. Estoy tomando tu último
aliento...
Justo cuando mi visión se arremolina, meto la mano en los pantalones
y agarro el cuchillo de mariposa.
Un gemido sale de mis labios mientras lo abro a mi lado.
Los ojos de O'Malley lo ven, y se ensanchan justo cuando estoy
hundiendo el cuchillo en su costado.
219
—Mierda —gruñe, su agarre en mi garganta se afloja.
La tan necesaria oleada de aire que tomo rápidamente me droga. Y mi
risa se vuelve más maníaca cuando saco el cuchillo y lo apuñalo de nuevo.
Y luego otra vez. Y otra vez.
Tropieza hacia atrás, luego se estrella contra el suelo, agarrándose el
abdomen sangrante. Pero salto encima de él, riendo y apuñalando, una y
otra y otra vez. Los sonidos de mis jadeos entre risas roncas, y el del corte,
corte, corte del cuchillo que lo atraviesan repetidamente resuenan en la
habitación, rebotando en las paredes acolchadas.
—Una cosa que debes saber sobre mí, Kieran —gimoteo, con los ojos
clavados en los suyos que se amplían en estado de shock, miedo y dolor—.
Me encanta tener razón.
Levanto el cuchillo, luego muevo mi muñeca, cortando su garganta de
par en par, profundamente, de oreja a oreja.
Tose, y la sangre sale de su boca por toda mi cara. Tomo una larga
respiración, la sostengo para calmarme y controlar mi caótica risa. Me
retuerzo contra él, cavando la hoja afilada en el desorden anteriormente
conocido como su torso mientras renuncia a su último aliento. Su mirada
frenética se suaviza y la liberación baña sus ojos ahora muertos.
Se ha ido.
—Adiós, Kieran —suspiro, quitándome algunos mechones de cabello
de los ojos.
Estoy seguro de que manché con más sangre mi cara, pero no me
importa.
De hecho, me encanta.
Tragando saliva por mi dolor de garganta, miro mi ropa,
encontrándola empapada de sangre. Mi vestimenta anteriormente gris y
sosa ahora está teñida de rojo. Me muerdo el labio, saboreando el cobre de
la sangre de O'Malley.
No puedo evitar cómo me desplomo hacia adelante por un momento
mientras la ola de cosquilleos se apodera de mí.
Eso fue bueno. Dios, estoy jodidamente drogado.
Me siento como un adicto que acaba de recibir una dosis muy
necesaria. 220
El rojo pegajoso me cubre por todas partes, acumulándose por todo el
piso de la celda.
Toda la habitación apesta a cobre. Pero me gusta.
—Porque soy un monstruo —le susurro a mi amigo muerto—. Igual
que tú.
Sentado con la espalda recta, todavía a horcajadas sobre la forma sin
vida de Kieran, observo su rostro. Mis dedos recorren la carne pálida, ahora
salpicada de sangre. Y tomo mi nuevo cuchillo favorito, usándolo para
esculpirlo. Le doy una amplia sonrisa que llega hasta los pómulos. El
cuchillo es tan afilado y los cortes tan profundos, que su labio superior
apenas se sostiene. Pero funciona. Luego le corto la lengua, lo que no hago
siempre, pero creo que para Kieran tiene sentido.
—Parece que finalmente te callamos. —Me sonríe.
Un ruido capta mi atención y me congelo. Escuchando atentamente,
me preparo para que Velle abra la puerta y me dé una patada en el trasero.
Pero no lo hace. El sonido desaparece, lo que significa que probablemente
era solo alguien en el pasillo en algún lugar.
Dejo escapar un largo suspiro de alivio.
—Tengo que irme, amigo. —Presiono un beso en su frente y luego me
paro sobre las piernas temblorosas como gelatina.
Al salir de la habitación, estoy aturdido. Ni siquiera recuerdo haber
tomado las llaves o haber salido de la celda, pero supongo que lo hice porque
lo siguiente que sé, es que estoy en el otro extremo del pasillo, dirigiéndome
a la puerta que lleva hacia la salida lateral, cuando escucho un ruido. Parece
que alguien está en una de estas celdas, lo que me hace trabajar en mi
cabeza por un momento. Por supuesto hay otros reclusos aquí abajo. No
muchos, y realmente nunca los veo, pero aun así. Están aquí.
Tal vez quieran venir conmigo. A donde sea que vaya.
Estoy bajando de mi trance post asesinato mientras reviso las
pequeñas ventanas a las celdas. Las dos primeras están vacías. Pero
escucho un resoplido de la que está al final, y cuando miro dentro de la
pequeña celda, mi corazón hace un pequeño vuelco.
Es Dash.
Entro a la celda, preguntándome si realmente está aquí en este
momento.
221
¿Esto es un sueño?
Apenas puedo ver a través de las salpicaduras de sangre en mis gafas,
así que me las quito e intento limpiarlas en mi camiseta. Pero está tan
empapada en rojo pegajoso que simplemente se manchan más.
—Aquí. Límpialas sobre mí. —Dash da un paso adelante,
ofreciéndome su camisa de fuerza blanca y limpia para limpiar mis gafas.
Una sonrisa tira de mis labios, y lo hago, limpiando bien las lentes.
Es un amor.
—Gracias.
—¿Eso es... tu sangre? —pregunta en voz baja.
Me tomo un momento para observarlo. Incluso en la luz poco
favorecedora de estas celdas, es hermoso. De una manera obvia; una
manera que es innegable.
Sus ojos color avellana están muy abiertos mientras murmuro:
—Siempre es mi sangre.
No sé si entiende lo que le digo, pero parece cansado y lo entiendo.
Espero que no hayan estado experimentando con él también.
Entonces me doy cuenta. Rompe mi aturdimiento como un rayo de sol
a través de las nubes de una tormenta.
Tengo las llaves. Podría dejarlo salir.
Metiendo la mano en mis pantalones por mi fiel cuchillo de mariposa,
lo abro y Dash sacude la cabeza.
—Darcey... no lo hagas —murmura en un tono preocupado, tratando
de dar un paso atrás.
—Quédate quieto —le ordeno, molesto porque piense que lo
lastimaría.
¿No sabe que me gusta mucho?
Uso el cuchillo para cortar su camisa de fuerza, no estoy dispuesto a
pasar por todo el proceso de desatarla. Dash se mueve libremente, estirando
los brazos con un suave suspiro que suena bien en mis oídos.
—Gracias —suspira.
—Ni lo menciones.
222
Lo observo mientras él me mira por un momento. Y luego, en una
especie de revoloteo, corre hacia la puerta de la celda y se asoma al pasillo.
—Darcey, estoy escapando como la mierda de aquí. —Se vuelve hacia
mí—. Puedes venir.
Me siento halagado de que lo ofrezca. Y durante tres segundos, me
imagino escapando de la Penitenciaría de Alabastro con Dash. Pienso en
nosotros huyendo juntos...
Pero algo extraño sucede. Y un cierto médico alto y corpulento con
rastas perfectas y ojos del color de una fogata ardiente aparece en mi cabeza.
No puedo irme. Aquí es donde pertenezco.
—No, gracias —tarareo—. Me quedaré un poco. Quiero ver cómo va
esto.
—Está bien, bueno, me voy. ¿Esas llaves abren esa puerta de ahí?
La puerta que iba a abrir antes de encontrarlo.
No estoy destinado a ir por ese camino. Estoy destinado a volver.
—Tómalas. —Le entrego las llaves a Dash.
—Gracias. —Hace una pausa—. ¿Qué talla de zapato usas?
Mis ojos caen a nuestros pies y noto que no está usando zapatos.
Riendo, salgo de mis zapatillas, dándoselas también. Las necesitará más
que yo.
—Gracias de nuevo, Darcey —dice Dash en un tono amistoso.
Parpadea sus ojos color avellana hacia mí, recordándome tanto a Cameron
que me duele el pecho por un segundo. Pero supongo que este es el
momento que nunca tuve con Cam. Nunca llegué a despedirme, debido a su
imbécil padre y las circunstancias que rodearon su partida.
Y tal vez Cam y yo nunca hubiéramos funcionado. Tal vez éramos
como Dash y yo... Mejor como amigos.
—De nada, Dash. —Lo despido con la mano—. No nos olvides.
No me olvides.
—Oh, no lo haré. —Me muestra una sonrisa brillante y hermosa, al
igual que Cam, y me devuelve el gesto de despedida.
Y luego se va.
Me quedo en el mismo sitio durante minutos, observando la puerta
abierta. Podría simplemente sentarme. Esperar a que uno de los guardias
223
me encuentre aquí, o que la sala de control le informe a Velle lo ocurrido.
Es inevitable, después de todo. Eso es lo que significa quedarme. Que tendré
que afrontar las repercusiones de mis acciones.
Y también lo hará el doctor Love.
Al mencionarlo en mi mente, mis pies se mueven por sí solos. Salgo
de la celda hacía el pasillo, y luego estoy en una misión. Mis pasos son
ligeros pero determinados mientras acecho los pasillos. Solo un minuto más
o menos después, estoy parado afuera de su oficina.
Tomando un respiro para estabilizar mi pulso repentinamente
acelerado, levanto la mano y golpeo. Lo escucho caminar hacia la puerta, y
cuando la abre, mi estómago se tuerce en un nudo.
Sus ojos ámbar en realidad se abren cuando me mira. Sus pupilas se
dilatan y mi respiración es superficial.
—Estoy aquí —susurro, temblando bajo su intensa mirada—. Estoy...
Todavía estoy aquí.
Algo extraño pasa por sus rasgos. Sus cejas se inclinan y sus labios
se separan. Pero no habla.
En cambio, me agarra del brazo y me empuja fuera de su oficina,
arrastrándome junto con él. Camina rápido, y estoy tropezando para seguir
el ritmo mientras tira de mí, como un cachorro con correa. Su mano está
alrededor de mi muñeca y no estoy seguro de por qué, pero se siente
increíble.
—¿A… A dónde vamos? —Pregunto estúpidamente, y por supuesto
que no responde. Pero después de caminar por unos momentos, me doy
cuenta de que vamos a toda prisa en dirección a las duchas.
Cuando llegamos allí, me lleva dentro y cierra la puerta detrás de
nosotros. Ahora que me ha soltado, solo estoy quieto en mi lugar mientras
me mira. No sé qué pensar, ni qué está pensando él, pero su mirada es más
intensa de lo que nunca he visto.
Acecha hacia mí, y retrocedo, como por instinto.
—Felix —gruñe mi nombre. Me recorre la columna vertebral como un
fuerte escalofrío. Y luego se asienta en mis bolas.
Sigue acercándose a mí, y ahora estamos directamente en el área de
la ducha. Retrocedo hasta la pared y me sigue, presionándome, hasta que
solo hay unos pocos centímetros entre nosotros. Trago saliva, mi corazón se
acelera y mis extremidades tiemblan mientras su ancho pecho se mueve con
224
respiraciones visiblemente fuertes.
—Dime lo que hiciste —exige, con las pupilas dilatadas—. Cuéntame
todo.
Mis pestañas revolotean hacia él, mis labios entreabiertos tiemblan.
Su aroma masculino me rodea, y se mezcla con el persistente cobre rancio
en mi ropa. Se me aprieta el estómago, como en la primera caída de una
montaña rusa.
—Lo maté. —Hago todo lo posible para proyectarme sobre una voz que
quiere temblar—. Yo... lo apuñalé. Como, mucho.
—¿Kieran O'Malley? —pregunta. Y luego extiende la mano y toca la
tela empapada de sangre de mi camiseta.
Vuelvo a tragar y asiento.
—Sí.
—¿Lo esculpiste? —El doctor Love hace una pausa con el dobladillo
inferior de mi camiseta entre sus dedos. Y luego la levanta.
Me levanta la camiseta sobre la cabeza, arrojándola hacia un lado.
Ahora estoy en topless frente a él, y aunque no hace tanto frío aquí, mis
pezones están duros, la piel de gallina cubre mi cuerpo.
Sus ojos se deslizan desde los míos hasta mi torso expuesto, y yo hago
lo mismo. Hay manchas de sangre en mi piel que deben haberme empapado
a través de mi ropa. Nuestros ojos se levantan al mismo tiempo y nos
miramos el uno al otro. Hay muy poco aire en la habitación y me está
mareando.
—Respóndeme, Felix —insiste, con su voz profunda asentándose en
mi vientre.
Asiento rápidamente.
—Lo hice. Lo esculpí. —Hace un suave ruido retumbante, y mi polla
se pone rígida—. Le corté la lengua.
La mandíbula del doctor Love se tensa visiblemente cuando se mueve
tan cerca de mí, que estamos casi apretados juntos. Coloca su palma plana
sobre mi pecho, cubriendo mi corazón, nuestros ojos pegados todo el tiempo.
Al sentir su cálida piel en la mía, mis ojos se cierran brevemente y un gemido
incontrolable retumba en la parte posterior de mi garganta.
—¿Cómo se sintió? —Pregunta, con su habitual tono severo envuelto
en alguna obsesión mórbida que canta como la lujuria.
Pero no hay manera... 225
Este hombre no solo resulta trágicamente heterosexual, sino que
también es un robot. Todos los destellos de emoción que he visto en él fueron
solo eso. Pero esto es diferente. Parece embelesado por esto...
Por mí. El monstruo.
El asesino.
Le gusto.
Empujándome hacía su toque, murmuro:
—Estaba drogado —Asiente sutilmente—. Todavía lo estoy.
—¿Lo estás? —Me acaricia el pectoral, el calor de su palma roza mi
pezón. Gimo, asintiendo rápidamente.
—Sí. Matar a Kieran se sintió... tan bien. Como si fuera lo que estaba
destinado a hacer. —Mis ojos se enfrentan a este extraño y sexy doctor.
Apenas puedo respirar a su alrededor, y la idea de que también podría verse
afectado de alguna manera por mí tiene mi corazón saltando salvajemente
contra su palma—. Gracias.
—¿Por qué? —murmura una de sus preguntas sin respuestas, antes
de quitar su mano de mi pecho. Sin embargo, ni siquiera tengo tiempo para
estar molesto al respecto.
Me baja los pantalones.
Un jadeo huye de mis labios.
—Por dármelo.
—¿Crees que eso es lo que estaba haciendo? —Su voz retumba en
mí—. Quítatelos.
Estoy nervioso por quitarme los pantalones. Verá totalmente mi
erección, que no está completamente llena, pero está llegando allí. Aun así,
no creo que pudiera ignorar una orden suya si quisiera. Así que me bajo los
pantalones el resto del camino, pateándolos. Y ahora estoy de pie frente a él
solo con mis boxers y calcetines.
—Me gustaría pensar que sí —respondo a su pregunta. Sus intensos
ojos penetran en mí.
—¿Por qué?
—Porque me entiendes. —Me estremezco—. Quiero que... creer que 226
me lo diste.
Algo parpadea, pero lo encubre.
—¿Por qué es tan importante que te lo diera?
Niego un poco con la cabeza. No quiero decirle directamente porque
me recuerdas a mi padre. Eso es demasiado real, especialmente cuando
tengo la polla dura.
Pero ya sabe la respuesta, de todos modos. Solo está jugando conmigo
en este momento. Así que decido ir un paso más allá. Y me deshago de mis
boxers.
La mirada del doctor Love se queda pegada a la mía mientras arranco
mis Calvins rojos, y quiero creer que es con algo de esfuerzo. No permite que
sus ojos caigan a mi polla. Tal vez sea porque es heterosexual como la
mierda y no le importan las pollas. O tal vez sea porque no quiere que sepa
que le gustaría verla.
De cualquier manera, todavía estamos lo suficientemente cerca como
para que mi polla casi lo toque. Si me muevo unos centímetros, estará justo
contra la suya. El pensamiento me hace temblar, y me pellizco el labio
inferior entre los dedos. Eso llama su atención.
—¿Era una prueba? —Le pregunto, y su ceja se arquea—. Que me
dieras las llaves. ¿Querías ver si intentaba escapar?
Estrecha la mirada, una expresión aburrida en su rostro que ha
reemplazado el recelo de hace solo unos momentos.
—Fue un experimento, Felix. Nada más. Por eso estoy aquí,
¿recuerdas? Para estudiarte.
Parece como si dijera palabras entre sus palabras. Como si quisiera
que escuchara lo que no está diciendo.
No estoy interesado en ti. Así que tu erección no tiene sentido.
No sé por qué me excita aún más, pero lo hace.
—Entonces estúdiame —susurro, arrastrando mi propio dedo desde
mi pecho hasta mi pelvis.
Da un paso atrás y enciende el agua de la ducha más cercana.
—Necesitamos limpiarte.
Mi corazón cae, pero no quiero admitirlo. Estoy tenso en todas partes
después de ese pequeño espectáculo anticlimático mientras se da la vuelta
y se aleja, regresando momentos después con los brazos llenos. Arroja una
227
bolsa de plástico al suelo para que me pare.
—Quítate esos calcetines —dice, y luego me entrega una pastilla de
jabón.
La tomo vacilante, molesto de que la intensidad de cuando entramos
por primera vez aquí se haya evaporado. Este tipo parece muy caliente y frío.
Tacha eso. Es frío como el hielo, pero aparentemente en raras ocasiones,
deja escapar una erupción de fuego.
La pregunta es, ¿cómo puedo conseguir más de él?
Hago lo que me dice, quitarme los calcetines y pisar la bolsa. Luego
me quito las gafas y las enjuago debajo del agua antes de inclinar la cabeza
hacia atrás debajo de la cascada de baja presión. El doctor Love parece estar
en modo limpieza, recogiendo mi ropa ensangrentada y haciendo un montón
con ellas, apila una toalla y algo de ropa nueva para mí en el taburete
cercano.
Simplemente lo observo con un anhelo que simplemente no puedo
sacudir, lavándome a fondo.
—¿Qué pasó con tus zapatos?
Lo miro con una expresión de culpa en mi rostro. Siento que estoy a
punto de aclararle a mi padre sobre abollar su auto por accidente.
—Se los di a Dash —murmuro.
Me entrecierra los ojos. Está en silencio durante muchos momentos
pesados mientras termino de enjuagarme, preguntándome si se va a enojar
porque ayudé a Dash a escapar.
Lo que sea. Él es quien me dio las llaves. Las repercusiones también
son suyas.
—Tenemos mucho que discutir, Felix. —Se acerca a mí, justo afuera
del rocío de agua.
Estoy parado allí mirándolo. Así que cierra el grifo y recoge la toalla.
Pero en lugar de entregármela, la abre y se acerca a mí. Envuelve la toalla
alrededor de mis hombros.
Lo miro, casi sin respirar.
—Te has divertido hoy, ¿no? —Pregunta en voz baja. Asiento
lentamente, incapaz de apartar la vista de sus ojos brillantes—. Me alegro
de que nuestro experimento haya sido beneficioso para ti. 228
—Lo fue. —Trago—. Muy beneficioso.
Sus ojos se deslizan hacia abajo y sus cejas cambian.
—Tienes moretones en la garganta.
—Oh, sí —suspiro—. O'Malley. —Sus ojos saltan de nuevo a los
míos—. No me estaba defendiendo exactamente. Como... que lo deje hacerlo.
Realmente no sé por qué, pero puedo sentir un rubor que se eleva en
mis mejillas. Ignorándolo, mis ojos se alejan de los suyos, hasta su garganta.
Y ahí es cuando las noto...
Cicatrices.
Son muy sutiles. No los verías a menos que estuvieras tan cerca de él
como yo lo estoy ahora. Pero un pequeño jadeo vuela de mis labios mientras
miro la piel ligeramente desigual. Cuando vuelvo a mirar al doctor Love, me
está mirando.
Me arranca las gafas de la cara.
—Sécate, Felix.
Tomo la toalla y la uso para secar mi cabello y mi cuerpo.
Envolviéndola alrededor de mi cintura, lo miro, preguntándome cuándo me
va a devolver mis gafas. No me gusta estar sin ellas, especialmente ahora.
Odio no poder verlo.
Por supuesto que está ahí, pero es borroso. Me hace cambiar de lugar.
—Lo siento por mirar —le digo.
Se queda callado. Pero siento que se acerca. Y luego vuelve a colocar
mis gafas en mi cara. Mi estómago se revuelve y revolotea por todas partes,
y es muy inconveniente. Estoy tan afectado por él, y él es simplemente
distante. No le importa. Honestamente, no estoy seguro de que sepa cómo
sentirse.
—Vamos a mi oficina —dice uniformemente. Todos los rastros de su
fervor anterior desaparecieron. Recogiendo mis boxers, me los entrega—.
Estoy seguro de que habrá una tormenta de mierda con la que lidiar.
—¿Te arrepientes? —Pregunto mientras me visto—. Del experimento.
—Me entrega nuevos pantalones.
—No me arrepiento de las cosas.
Hago una mueca, entrando en ellos.
—Declaración audaz. 229
—Es un hecho. —Me da una camiseta blanca.
La deslizo sobre mi cabeza.
—¿Así que nunca te arrepientes de nada?
Me dispara una mirada de advertencia.
—Felix, no tenemos tiempo para esta conversación innecesaria. Ponte
los calcetines. Tendré un nuevo par de zapatos para ti en breve, pero
tenemos que volver a mi oficina.
Cielos. Qué gruñón.
—Sí, señor —murmuro. Cuando lo miro, hay una expresión oscura en
sus ojos—. Eres un poco raro, ¿lo sabes, Doc? —Estrecha la mirada—. Un
poco demasiado obsesionado con los asesinos en serie... Creo que eso te
hace extraño. Como yo.
Se inclina más cerca de mi cara.
—Eso es una exageración... Escultor. —Sonrío. Luego le guiño un ojo.
Pone los ojos en blanco.
—Vamos.

230
18

Felix Harmon Darcey


Edad: 19 años
Ubicación: Brooklyn Heights, NY

A
mediados de mi segundo año en LIU, decidí que la
universidad no era para mí.
No es que no me gustara aprender. Siempre lo he
hecho, y mis clases me parecían bastante interesantes. Pero
el problema era que, después de lo ocurrido con Emmanuel, había
desarrollado una nueva afición muy excitante. Una que era mucho más
importante para mí que cualquier clase de biología de segundo año.
Seguía yendo a la biblioteca todo el tiempo. Seguía leyendo sobre las
cosas que me atraían, como anatomía y fisiología. También empecé a hacer
fotos, e incluso convertí el armario de mi habitación en un cuarto oscuro.
Pero todo eso estaba pasando a un segundo plano ante esta nueva
parte de mí. La otra mitad de Felix Darcey, que acababa de ser descubierta.
Me encontré distraído, preguntándome constantemente dónde, cuándo o
cómo podría localizar a mi próxima víctima.
Había diez de ellos en ese momento. Siempre los encontraba fuera de
los clubes de Manhattan. Normalmente, esperaba a que se marcharan solos,
y entonces me acercaba a ellos. Les hablaba, asegurándome de que nadie 231
nos viera salir juntos. Después de Emmanuel, decidí que si iba a hacer esto
de nuevo, tenía que ser más cuidadoso.
Por supuesto, nadie sabía lo que había pasado con Emmanuel.
Incluso si lo hubieran visto salir conmigo esa noche, soy invisible. Estoy
seguro de que no serían capaces de elegirme en una rueda de
reconocimiento. Una parte de mí se resintió. Pero luego me recordaba que
era mi superpoder.
Y lo utilicé en mi beneficio.
Los tipos que maté eran todos mis novios. Al menos, yo los
consideraba así. Volvían a mi apartamento para tomar una copa y tener, en
su opinión, un poco de sexo casual, que siempre teníamos. Consideraba que
me estaba volviendo bastante bueno en el sexo, aunque para mí nada se
comparaba con la sensación de dejarlos sin aliento, literalmente.
Me excitaba, claro, pero a medida que aumentaban las experiencias,
empecé a darme cuenta de que estaba conectado de otra manera. Me
satisfacía más ponerles las manos, el cinturón, o una corbata, alrededor de
la garganta y apretarlos hasta que desaparecían. También lo hacía cuando
les rompía el cráneo con objetos contundentes o los apuñalaba con mis
cuchillos de cocina. Era mejor para matar que para disfrutar del sexo, eso
estaba claro.
Pero no me importaba. Me gustaba darles orgasmos a los chicos, y
cuando ellos me daban el mío, no tenía que fingir nada. Pero en el fondo de
mi mente, siempre estaba esperando la parte que rizaba los dedos de mis
pies. La parte que me hacía cosquillas en el estómago y extendía el calor
como una ola desde la ingle hasta el pecho.
Inevitablemente tratarían de irse. Y yo me quedaría con ellos.
Lo interesante es que no estoy seguro de que deseara que se quedaran.
Por ejemplo si le hubiera pedido a uno de ellos que se quedara y dijera:
¡Claro, me encantaría! No sé qué habría hecho.
Quiero decir, sé lo que habría hecho... lo habría matado, a pesar de
todo. Porque la idea de que alguien quisiera quedarse conmigo era ridícula.
Aunque lo dijeran, no lo decían en serio.
Tal vez entonces, cuando todavía era nuevo en mi hábito, les habría
creído. Habría confiado en ellos cuando decían que me querían.
Pero con el paso del tiempo, me endurecí un poco. Me volví mucho
más cínico durante ese primer año de matanza, porque al final la gente es 232
demasiado egoísta para tener en cuenta lo que quieren los demás. Sólo se
preocupan por satisfacerse a sí mismos. Te dejarán seco y te echarán
cuando ya no les seas útil. Me di cuenta después de Emmanuel, y cada uno
de los nueve que le siguieron no fueron diferentes.
Me provocó muchas inseguridades. Pensaba constantemente que no
era suficiente para esos hombres. No era lo suficientemente bueno para
mantener una relación. Estaba demasiado roto para que alguien me amara
de verdad.
Por eso El Escultor era tan necesario. Me salvó del duro dolor de la
realidad. Él siempre ha sido mi verdadero yo, desprovisto de las emociones
desenfrenadas que siente Felix Darcey; las insuficiencias, la necesidad
desesperada de afecto. El Escultor sólo quiere una cosa, y es matar.
Es simplista, y tengo que apreciarlo.
Así que después de un tiempo, lo dejé tomar el volante. Alrededor de
la cuarta o quinta víctima dejé de intentar fingir que no lo quería. Esa
vocecita interior que solía ofrecer un insignificante argumento de por qué no
debía matar se había apagado, también con bastante rapidez y sin esfuerzo.
A decir verdad, esa voz nunca sonó como yo, de todos modos. Sonaba más
bien como la voz de la sociedad.
Así es como debes sentir, pensar, actuar, Felix.
Bueno, no lo hice. No pensaba como los demás, eso estaba claro.
Ciertamente no sentía como ellos. Mis sentimientos estaban por todas
partes. A veces estaba tan desbordado de emociones que no podía ni salir
de casa. Me quedaba en la cama durante días seguidos y lloraba, ni siquiera
sabía por qué lo hacía.
Otras veces no sentía nada. Era una cáscara vacía, arrastrando los
pies como un zombi.
Afortunadamente, me había enseñado desde muy joven a actuar como
los que me rodeaban. Debo admitir que no era increíble en ello, lo que me
valió muchas burlas cuando era joven. Pero aun así, en la universidad y en
la ciudad de Nueva York, no necesitaba encajar mucho. Simplemente
utilizaba mi invisibilidad para evitarlo por completo. Nadie se daba cuenta
de que estaba allí.
La captura de mis víctimas fue un juego de niños, e incluso la
eliminación de estas fue más fácil de lo que probablemente debería haber
sido. 233
No se lo dije a mis padres, cuando dejé de ir a la escuela. Sabía que
se me echarían encima. Y Dios no quisiera que trataran de quitarme mi
apartamento. Era mi santuario. No podía renunciar a él. Estaba
perfectamente aislado y ninguno de mis vecinos hacía preguntas ni se
quejaba del olor ocasional, la música alta o los sonidos de la lucha.
Además, tenía una bañera perfecta para trocear cuerpos.
Al final se enteraron de que ya no iba a la escuela, pero para entonces
mi padre estaba saliendo con Shirley y mi madre estaba tan concentrada en
lo mucho que odiaba eso, y en lo mucho que estaba convencida de que
estaba afectando a Zach, que apenas les importó. Me dijeron que
consiguiera un trabajo, y lo hice, en una librería de segunda mano. Pero no
necesitaba el dinero, ya que ellos seguían pagando todo.
Tenía el mejor entorno. Estaba solo, abandonado a mi suerte. La
oportunidad perfecta para que El Escultor perfeccionara su arte.
Y fue entonces cuando me encontré con alguien de mi pasado. Alguien
que sentí que había alterado directamente el camino de mi vida de una
manera muy crucial.
Estaba en el parque una tarde de octubre. Estaba observando a un
tipo que me parecía lindo. Era un poco delgado para mi gusto, pero tenía
una cara bonita. Algo en la forma en que caminaba simplemente me atrajo.
Sentí una especie de familiaridad con él. Como si estuviera solo, como yo.
No podía tener más de dieciocho años. Probablemente un estudiante
de primer año, que aún no ha hecho amigos. Conocía la sensación.
Tampoco me suelen gustar los chicos más jóvenes, pero apenas estaba
en la cúspide de los veinte años, y menos de dos años no me parecía mucha
diferencia de edad. Me pareció muy intrigante, con su cabello rubio claro y
sus ojos grandes y tristes.
Me quedé alrededor de un árbol, observando cómo entraba en el baño.
Estaba preparado para quedarme de pie y esperar a que saliera, porque
seguir a la gente al baño nunca me ha parecido atractivo. Pero entonces vi
algo.
Un corredor cercano, que había estado dando vueltas por nuestra
zona, redujo su ritmo y se acercó a los baños. Miró a su alrededor, lo cual
fue muy sospechoso antes de entrar en un cuarto de baño, en mi opinión, y
luego siguió al tipo dentro.
Mis ojos se estrecharon. Me resultaba muy familiar. Por supuesto, lo
había visto de lejos, ya que había aprendido a estar siempre muy atento a 234
mi entorno. Parecía tener más de cincuenta años, pero estaba en buena
forma para su edad. Tenía el cabello oscuro en su mayor parte, pero con
esas canas saladas en las sienes. Mandíbula cuadrada espolvoreada con
rastrojos, hombros anchos y masculinos... Entonces algo que tenía
almacenado en mí mente regresó.
Me pareció ver un tatuaje en su antebrazo... Un rosario que rodea y
desciende hasta su mano. No es el tatuaje más raro del mundo, pero recordé
que una persona específica que conocí hace años lo tenía.
Se me revolvió el estómago mientras caminaba, rápida pero
silenciosamente de puntillas, hacia los baños, asomándome al interior. No
había nadie en los urinarios, lo que significaba que ambos debían estar
dentro de las cabinas, lo cual era extraño. Así que me paré y esperé,
conteniendo la respiración para escuchar con atención. Y sólo unos
segundos más tarde, oí un gemido apagado y una especie de golpe que hizo
temblar un poco la pared de la cabina.
Avanzando por el interior, escuché a alguien murmurando, Shhh.
Comprobando debajo de las cabinas, era obvio que las dos primeras
estaban vacías. Pero por debajo de la puerta que estaba al final, pude ver al
hombre mayor de pie, con sus pantalones cortos para correr, y luego a mi
nuevo novio. De rodillas.
Un gemido de impotencia se apoderó de mis entrañas y no pude
aguantar más. Me apresuré a acercarme a la cabina y abrí la puerta de una
patada, dejando al descubierto al corredor con el bonito cabello rubio de mi
novio en el puño, forzándole la boca hacia su polla.
Sorprendido por mi presencia, lo soltó el tiempo suficiente para que el
joven se apartara y se pusiera de pie.
—¿Estás...? —Empecé a preguntarle si estaba bien, pero me empujó
y salió corriendo del baño antes de que pudiera pronunciar el resto de las
palabras.
Dirigí una mirada fulminante al corredor. Y efectivamente, tenía
razón. Era Thomas Kline.
El padre de Cam.
No dije nada, simplemente me quedé mirándolo mientras se arreglaba.
—¿Por qué demonios hiciste eso? —preguntó incrédulo.
Mi cabeza se ladeó.
—¿Me está preguntando por qué le impedí agredir a ese chico? 235
Soltó una carcajada despreocupada, una prueba más de que era el
hombre con el que crecí. El señor Kline siempre había rezumado privilegio y
arrogancia. Utilizaba el hecho de criar a Cam y Cassie como padre soltero
para ganarse la simpatía del vecindario y de la gente de nuestro pueblo. Y
funcionó. Casi todos lo veían como un gran tipo, excepto mi padre. A papá
nunca le gustó.
Lo admito, incluso yo mismo me creí durante un tiempo la imagen de
Tom Kline, el padre perfecto.
Hasta que Cam se fue. Y descubrí su secreto.
—Ese chico lo quería —dijo Tom, apartándome del camino para salir
de la cabina del baño—. Todavía está en el armario, así que estaba nervioso.
Son cosas que pasan.
Entorné los ojos hacia él. Había tanto que quería decir. Tanto que
quería hacerle en ese momento, era como la memoria muscular.
Arremete contra él. Agárralo por el cuello.
Golpea su cabeza contra el fregadero de porcelana. Abre ese bonito
cráneo y juega con sus sesos.
Mis pestañas se agitaron. No mataba a hombres como él. El Escultor
no estaba aquí para vengar a la gente, ni para eliminar a otros enfermos
narcisistas de la faz de la tierra.
Él mataba a los tipos que me gustaban, no a los que odiaba.
Este no era nuestro modus operandi.
Pero el repentino deseo de apuñalar a este hombre era más insistente
que cualquier cosa que hubiera sentido en mucho tiempo. O quizás nunca
antes.
Quería que sintiera el dolor que yo sentí cuando su hijo se fue por su
culpa. Quería derramar sus entrañas de la forma en que las mías se habían
derramado cuando descubrí lo mucho que había herido a mi mejor amigo.
Y así, el pensamiento apareció rápidamente en mi cabeza; si lo quieres,
tendrás que jugar el juego.
Tomé aire y pregunté:
—¿No se acuerda de mí?
Sus cejas se fruncen mientras me mira. Una larga y pausada mirada
de arriba a abajo por mi cuerpo que me hizo sentir una especie de náuseas. 236
Odié el hecho de que solía encontrarlo atractivo. Y todavía lo era. Muy guapo,
incluso a su edad.
Mis dedos se movían por la necesidad de meterlo en mi bañera.
Con sus ojos deslizándose por mi cara, vi el momento en que la
comprensión se hizo realidad.
—Felix Darcey.
Forcé una sonrisa.
—Hola, Sr. Kline. ¿Cómo ha estado?
—Bien, bien. —Asintió con la cabeza, siendo educado, aunque me di
cuenta de que estaba tratando de tantearme—. Me mudé aquí... oh, ¿cuánto
fue? ¿Hace tres años?
En mi cabeza, dije, sé que te mudaste de Ridgefield después de que
Cassie se fuera de casa a vivir con su tía. Para escapar de tu trasero
pervertido.
—¿Y qué le parece? —Pregunté, fingiendo que me importaba.
—Brooklyn es genial. —Sonrió—. Es el nuevo Manhattan, dicen. —Se
rió pretenciosamente, y le devolví la carcajada—. ¿Qué haces aquí? ¿Es por
la escuela?
Asentí con la cabeza.
—Voy a LIU.
—¡Eso es genial!
—Sí...
Se produjo un silencio incómodo después de eso, y decidí ir por todo.
—No vivo en el campus, ¿sabe? —afirmé con indiferencia. Tom
parpadeó—. Mis padres me consiguieron un lugar justo en la cuadra.
—¿De verdad? —preguntó, y pude oír la curiosidad que crecía en su
voz—. ¿Algún compañero de habitación?
Sacudí la cabeza, lanzándole mi mejor mirada seductora, haciéndole
saber en silencio que la polla estaba en el menú. Sólo que esta vez, no tenía
intención de darle la mía.
Todo lo que podía pensar era en matar a este imbécil. Era una
sensación tan nueva para mí. Anhelar la matanza sin el sexo. Sin el
enamoramiento que percibía como amor. Sin buscar su afecto o compañía.
Me pregunté si sentiría lo mismo.
Supongo que ya lo veríamos, había pensado.
237
Thomas Kline me miró por última vez antes de señalar la puerta de
los baños.
—Guíame por el camino.
Lo llevé a mi apartamento. Cuando entramos, le ofrecí una copa, a lo
que me preguntó:
—¿Tienes edad para beber?
—No. —Me encogí de hombros con diversión en los labios—. Pero le
gusta ese hecho. ¿No es así?
Me miró de forma extraña. Pero seguí adelante, acercándome a él.
—Le gustan jóvenes. —Extendí la mano para pasar mi dedo por el
tatuaje de su brazo—. Ese chico de antes parecía recién salido del instituto.
—El Sr. Kline se encogió de hombros, como si no supiera qué decir.
—Sabe, me sorprende que haya aceptado venir aquí conmigo —
continué—. Creo que es por lo menos unos cuantos años mayor para mí.
Cuando mis ojos encontraron los suyos, pude ver la confusión y la
irritación en ellos.
—Mira, no sé qué es lo que crees saber de mí... —Mis cejas se alzaron
y esperé a que continuara—. Sé que tú y mi hijo eran cercanos...
Ante la mención de Cam, todos los músculos de mi cuerpo se pusieron
rígidos.
—Y claro, Cameron y yo tuvimos nuestras diferencias —continuó—.
No pretendo ser el padre perfecto. Ni mucho menos. Pero hice lo que pude
con él y con Cassandra.
—Mmm... —Tarareé, rechinando los dientes con tanta fuerza que me
empezó a doler la mandíbula.
Distrayéndome de los impulsos que nadaban en mi torrente
sanguíneo como un veneno, coloqué mis brazos sobre sus hombros.
—Bueno, ya que está aquí, Sr. Kline, tengo que decirle que siempre
me ha parecido usted súper sexy.
Su humor cambió al instante, como el cretino engreído que era, y
sonrió, agarrando mi trasero con fuerza. Demasiado fuerte que me
estremecí.
—¿Eso es cierto?
Me obligué a asentir. 238
—Ajá. De hecho, creo que fue mi primer enamoramiento real. Siempre
tuve la fantasía de verlos a usted y a Cam juntos... —Acerqué mis labios a
su oreja—. Padre e hijo. Y yo en medio.
Hizo un gruñido que me hizo temblar de asco y de necesidad ilícita al
mismo tiempo.
—Ojalá lo hubiera sabido entonces. Podría haber facilitado las cosas
con mi hijo.
La rabia que escondía me hizo morder con tanta fuerza el interior de
la mejilla que probé la sangre. Dejé que se calmara la furia rugiente que se
tejía en cada fibra de mí. Nunca había deseado tanto matar a alguien. Y
ahora era mi oportunidad.
En este punto, yo era una especie de asesino en serie experimentado.
Tenía diez víctimas, después de todo. Me merecía un despliegue publicitario.
Y con ese pensamiento, Felix Darcey se escabulló a la cama. Y el
Escultor salió a jugar.
Dejé que el Sr. Kline me besara. Dejé que me quitara la camiseta y
que me pasara el dedo por dentro del pantalón y por la raja del trasero.
Luego le quité también la camiseta, mientras consideraba la mejor manera
posible de saborear esto.
Estábamos en la sala de estar, lo suficientemente cerca de mi cocina
como para que lo único que tuviera que hacer fuera apoyarlo en la encimera.
Lo cual hice.
Me estaba besando, y metí mi mano dentro de sus pantalones para
agarrar su polla mientras miraba mis cuchillos. Pero decidí que quería hacer
esto sin sangre. Al menos al principio.
Mi mirada ansiosa se posó en algo perfecto mientras él sacaba mi polla
de los pantalones. Y se ponía de rodillas.
—Espero que sepas que te voy a destrozar, Felix —murmuró desde ahí
abajo, dándome unos cuantos besos y chupadas lentas a mi polla—. No te
acostumbres a estos mimos que te estoy dando ahora. En cuanto te moje lo
suficiente, tendrás mi polla tan adentro que la sentirás durante semanas.
Me mordí el labio para mantener la cara seria, asintiendo junto a sus
palabras agresivamente dominantes.
—No puedo esperar, Sr. Kline. Le agradezco que me chupe así
primero.
—Bueno, tienes una polla puramente perfecta. 239
Empezó a chupar mientras yo alcanzaba casualmente una bolsa de
plástico para la basura que había en la encimera.
—No puedo esperar a que me folle —le dije entre dientes, y gimió sobre
mi polla—. Quiero que haga que me duela. Como sé que le dolió a Cameron.
Sus pestañas se agitaron y me miró. Su expresión era curiosa, como
si pensara que se trataba de un juego sexual.
—Si lloro y te digo que pares, ¿eso hará que me folles más fuerte? —
Mi tono era bajo, ligeramente acusador, pero sobre todo siniestro.
El Sr. Kline todavía tenía mi polla en la boca mientras me miraba.
—Me lo robaste —susurré. Y entonces me soltó.
—¿Qué...?
—Me dejó porque eres un pervertido enfermo y asqueroso —dije,
apretando el plástico en mi mano—. Si no se hubiera ido, tal vez no me
habría convertido en lo que soy.
—¿De qué mierda estás hablando? —Parecía que estaba a punto de
levantarse.
Así que le dije:
—Pero, por desgracia para usted, las cosas sucedieron exactamente
como debían. Esto fue el destino, Sr. Kline. Estoy haciendo esto por él. Así
que diga buenas noches.
Y entonces coloqué la bolsa de plástico sobre su cabeza.

240
19
Lem

L
a moral es un concepto interesante.
Algunas personas se creen blancas como el marfil en
lo que respecta a la moral. Se levantan todas las mañanas,
se enfundan su capa de bienhechores y se pasean con esa
brújula apuntando en una sola dirección.
Y luego están los que se adentran más en el lado oscuro de las cosas.
Pero la parte que siempre me ha intrigado es lo dispuesta que está la
gente a mantener sus principios, independientemente del bando al que
pertenezcan. La mayoría de nosotros sabemos por dentro lo que pensamos
sobre el bien y el mal, opiniones que suelen formarse pronto, a menudo
guiadas o influenciadas por quienes nos rodean. Y seguimos esas directrices
internas cabalmente.
Siempre me he encontrado en algún punto gris, y me gusta que sea
así. Me enorgullezco de ser una persona de mente muy abierta; los doctores
de la mente deberían ser así. Estoy dispuesto a ver todos los lados de las
cosas, a considerar todos los ángulos antes de tomar una decisión educada
sobre lo que siento. Y aun así, nunca me decido del todo.
Siempre debe haber un margen de maniobra.
Creo que eso es lo que me ha llevado a donde estoy ahora. Sentado en
mi despacho de la Penitenciaría de Alabastro, mirando a un Felix Darcey
recién duchado mientras me cuenta la historia de cómo utilizó mis llaves
para matar a un compañero y liberar a otro. 241
Todavía no sé si debo sentirme culpable o no...
Seré el primero en admitir que pensé poco en las posibles
repercusiones de este experimento. Pero, sinceramente, creo que por eso fue
una buena idea.
Manuel Blanco me ha traído aquí para estudiar al Escultor; para
meterme en su cabeza y aprender todo lo posible sobre sus acciones y sobre
quién es, sin tapujos. Aunque acabe enfadado por haber perdido a dos
presos en el lapso de una tarde, algo que logro entender, tendré que
mantenerme firme en mis métodos.
Entregarle las llaves a Felix fue inmensamente beneficioso para mí.
Para mi investigación. Me dio un asiento de primera fila para ver
exactamente cómo reacciona cuando se le ofrecen ciertas opciones. Mata a
un prisionero, pero deja libre a otro...
¡¿Y luego él mismo se queda en la prisión?!
Quiero decir, vamos. Esos resultados, en unas pocas horas, nada
menos, son un millón de veces más fascinantes que lo que ese imbécil de
Johansson ha conseguido en semanas con sus técnicas de lavado de
cerebro.
Lo único mejor que esto hubiera sido verlo de primera mano.
Definitivamente voy a revisar la transmisión grabada más tarde. Casi tengo
ganas de hacerlo ya.
Pero tengo cosas más importantes que atender ahora mismo.
—Toma. —Abro un cajón del escritorio y saco un paquete de Ritz Bits
de mantequilla de cacahuate, lanzándoselos a Felix. Le dan en el brazo y
caen al suelo, donde los mira fijamente—. Come.
Los recoge y no pierde tiempo en abrir el paquete y meterse uno en la
boca. Una pequeña sonrisa se dibuja en sus labios mientras mastica
alegremente, prácticamente rebotando en su lugar. No te imaginas que hace
menos de noventa minutos apuñaló a alguien.
—¿Así que, qué decías? —Pregunto mientras se mete otro bocadillo de
galletas en la boca.
Termina de masticar y traga antes de responderme, lo que tengo que
agradecer.
—Bien. Así que Tom Kline fue la primera víctima que odié activamente.
242
La primera a la que quise matar para deshacerme de ella, en lugar de hacer
que se quedara. Fue el primero al que exhibí.
Miro su expediente abierto en mi escritorio.
—¿Por algo del instituto?
—Porque Cam y Cassie sólo tenían seis años cuando él empezó... —
Su voz se interrumpe y veo cómo aprieta la mandíbula.
Estoy asombrado por este hombre. Es el asesino más cautivador de la
historia, sin lugar a dudas.
Sin remordimientos. No tiene reparos en matar a los inocentes, en
absoluto. Sin embargo, tiene este lado de sí mismo que busca vengar el dolor
causado a los niños por estos pervertidos.
Es obvio que disfruta tanto matando a los depredadores de niños
debido a su eterno amor por este Cam. Y sus otras víctimas, las que cree
que amaba, son como su forma de perseguir al chico que nunca pudo tener.
El primer chico que lo dejó.
Mientras me habla de Cameron Kline, me pregunto qué tiene de
especial el chico. ¿Por qué Felix se enamoró tanto de él en primer lugar?
Claro, parece un buen amigo para un Felix adolescente. Pero a mí me parece
más bien que Felix se quedó prendado del primer chico que le prestó
atención, el tipo de atención que ha anhelado toda su vida. Y ha estado
retorciéndose en la línea desde entonces.
Personalmente, creo, por lo que me ha dicho hasta ahora sobre
Cameron, que Felix necesita a alguien más cimentado. Más estable. Si
hablamos de un hombre cuya influencia sería buena para él, en cuanto a la
relación, creo que necesita a alguien que equilibre su personalidad
infinitamente desigual. Que le dé el cariño que tanto ansía, pero que
también lo ponga en su sitio cuando se comporte como un mocoso. Puede
que esté buscando continuamente copias al carbón de Cam, pero entonces
también está eligiendo inconscientemente a los hombres equivocados a
propósito.
Pero bueno... no es asunto mío. Sólo estoy aquí para aprender.
—¿Sólo dejaste en exhibición a las víctimas que odiabas? ¿Los Tom
Kline del mundo? —le pregunto, apoyándome en mi escritorio mientras lo
observo, acurrucado en el sofá de mi despacho con su ropa limpia y el
cabello aún húmedo por la ducha.
Sé que probablemente se esté gestando una tormenta fuera de esta
sala mientras hablamos. Pero todavía estoy demasiado involucrado en mi 243
trabajo como para preocuparme.
Los labios de Felix se mueven.
—Hacia el final, me había vuelto un poco... teatral con mis asesinatos.
Le dirijo una mirada cómplice.
—Yo diría que sí... el Rockefeller Center y todo eso.
—Sí. —Se echa a reír—. Ese es un ejemplo. Supongo que me estaba
volviendo un poco exhibicionista. Hubo algunas veces en las que dejé con
poses a víctimas que me importaban, pero era más por su beneficio que para
hacer un espectátrasero, como con los demás. Por ejemplo, el número
veintiséis, Gee Pourier, era un bailarín de Broadway. Trabajó en la última
edición de Cabaret. —Hace una pausa para mirarme fijamente, como si eso
tuviera que importarme. Me encojo de hombros y pone los ojos en blanco—
. En fin, le corté las muñecas y lo dejé desangrarse en mi bañera. Luego lo
coloqué en la escalera de incendios del Teatro Broadway, que era donde
trabajaba. Pensé que le habría gustado.
Volviendo a los archivos por un momento, hojeo algunas fotos.
—¿Qué esculpiste en él?
—Le quité los implantes de las mejillas —dice, y lo miro—. No los
necesitaba. Se veía bien como estaba.
Una pequeña bocanada de aire sale de mis labios. Parece una
carcajada, o al menos una versión de ella, y me sorprende tanto como a
Felix. Sus ojos grises se abren de par en par detrás de sus gafas y una lenta
sonrisa se dibuja en sus labios.
Antes de que pueda comentarlo, refunfuño:
—Cuéntame qué se sintió dejar atrás el cuerpo de Kieran. —Sus cejas
se juntan—. No estás acostumbrado a matar y marcharte sin más. Por lo
que tengo entendido, nunca has hecho eso. —Parpadea y sacude la cabeza
lentamente—. Pero con Ivan y Kieran lo hiciste, no sólo porque físicamente
no podías mover sus cuerpos a ningún sitio ni deshacerte de ellos, sino
también porque no tenías que hacerlo. Háblame de eso.
Se come una última galleta y luego aprieta el paquete en su puño.
—Bueno, sentí algo de alivio. Deshacerse de los cuerpos es un trabajo
duro. Además, no quería a ninguno de los dos, así que no quería pasar más
tiempo con ellos.
—Así que dices que con víctimas como Ivan, Kieran, los Toms, 244
saboreabas el proceso, mientras que con tus Emmanuels, te importaba más
el resultado. —No puedo evitar que se me apriete el estómago al decir estas
palabras.
Es algo innovador en el mundo de los asesinos en serie. En la mayoría
de los casos, no todos, pero definitivamente la mayoría, el asesino busca el
resultado o el proceso. Lo que significa que matan estrictamente por el
cuerpo, sin poner demasiado pensamiento o atención en el asesinato en sí.
O el cuerpo es sólo un efecto intrascendente, y el acto de matar es lo que
realmente quieren.
Es extremadamente raro encontrar a alguien que sea ambas cosas. ¿Y
que esa persona sea un asesino de resultados con algunas víctimas y un
asesino de procesos con otras? Bueno, eso es francamente inaudito.
—Mírate, lanzando la jerga del verdadero crimen. —Felix sonríe—. Si
no te conociera mejor, Doc, diría que sólo te gusto por este capítulo de mi
libro. ¿Qué soy... tu Ed Kemper 16?
Me aprieto los labios para contener mis movimientos, me enderezo y
me acerco a él. Cuando me acerco, se le pasa la diversión de su propio
ingenio y me mira.
—En primer lugar, deja de llamarme Doc. —Mi tono es firme—. Es algo
que dice Bugs Bunny. En segundo lugar, gustar es una palabra fuerte para
alguien que tiene muchos capítulos en su libro, como tú. —Veo algo de dolor
en sus ojos mientras su manzana de Adán se hunde en su garganta. Pero
entonces me inclino hacia él—. Y en tercer lugar, eres infinitamente más
fascinante que el Asesino de las Colegialas.
Le tiendo la mano y tarda unos diez segundos en mirarme con esos
ojos de ciervo embelesado antes de que se despierte y me entregue el
envoltorio vacío de su bocadillo.
Estoy en el otro extremo de la habitación tirándolo a la papelera,
cuando la puerta de mi despacho se abre de golpe y entra un huracán
humano en forma del oficial Chevelle.
El tiempo parece ir en cámara lenta mientras veo cómo se fija en Felix.
Luego en el montón de ropa ensangrentada de Felix en el suelo junto a mi
escritorio. Y en esos segundos, soy testigo de cómo suma dos y dos, una
ecuación de la que probablemente ya conocía la solución.
En un abrir y cerrar de ojos, el tiempo se acelera. Y el infierno se
desata.
245
16
Ed Kemper: Mejor conocido como el Asesino de las Colegialas fue un asesino en serie
sus víctimas 10 personas, 8 de ellas estudiantes de entre 15 y 23 años, sus cargos fueron
homicidio y canibalismo, actualmente sigue preso.
Velle se abalanza sobre Felix y lo agarra por el cuello con la mano
izquierda, lo pone de pie e inmediatamente lanza su puño a la cara de Felix.
Antes de que pueda procesar lo que está sucediendo, está encima de mi
paciente en el suelo, lanzando golpe tras golpe.
Felix está claramente conmocionado, aunque intenta bloquear los
golpes de Velle como puede. Sin embargo, es inútil por el tamaño del oficial
y la furia detrás de sus puños. Felix sangra al instante, y ni siquiera pienso.
Me acerco a Velle por detrás y le rodeo el cuello con el brazo, tirando
de él. Lo hago retroceder y cae sobre mí. Utilizo el elemento sorpresa en mi
favor y aprieto más su cuello, con la esperanza de someterlo al menos hasta
que se calme. Por desgracia para mí, es evidente que es más hábil en las
peleas que Felix y yo. Levanta su cabeza hacia mi nariz con un cabezazo que
me desorienta, haciendo que se me humedezcan los ojos.
Retrocediendo a trompicones, me froto la cara mientras se pone en pie
de un salto. Ahora estoy jodidamente enojado.
Me acerco a él, porque a la mierda. Mi adrenalina se ha disparado en
un santiamén y estoy listo para lanzarme contra este hijo de puta.
Pero saca su Glock.
—¡¿Qué mierda está pasando aquí?!
Los sonidos de todos jadeando resuenan en la habitación, mi corazón
se agita con fuerza contra mi pecho. Cuando miro a Felix, lo encuentro
todavía en el suelo, sin gafas, sentado sobre los codos y con la sangre
chorreando por la nariz y el labio.
Levanto las manos para tranquilizar a Velle.
—Relájese, oficial. Vamos a calmarnos.
—¡¿Calmarnos?! —ruge, mirando a Felix—. ¡Este maldito psicópata
asesinó a otro recluso!
Manteniendo mi voz lo más tranquila posible, pregunto:
—¿Tiene alguna prueba de estas acusaciones, oficial Chevelle?
—Te voy a dar una prueba, maldito payaso —me dice con malicia, y
luego amartilla su pistola, apuntándome a la cara.
Mi sangre corre tan fuerte en mis oídos que suena como las cataratas
del Niágara.
246
—Velle, espera. —Felix se levanta tambaleándose y se pone entre
nosotros—. Tienes razón. Yo lo hice. Maté a Kieran O'Malley.
Permaneciendo lo más quieto posible, mi mente baraja rápidamente
las mejores opciones posibles para calmar a este hombre. Nunca le hemos
gustado ni Felix ni yo, y podría dispararnos a los dos en la cara ahora mismo
y acabar con todo, lo que seguramente lo haría suficientemente feliz.
Se me hace un nudo en el estómago mientras intento acercarme para
proteger a Felix, o al menos hacer que me apunte a mí y no a él.
Velle exhala un largo suspiro, y luego gruñe:
—¿Cómo? ¿Cómo carajo hiciste eso? —Mueve la pistola entre Felix y
yo.
Felix me lanza una rápida mirada, como si estuviera contemplando
una verdad o una mentira. Pero luego responde:
—Tenía las llaves... de las celdas.
Velle parece muy angustiado. Admito que me da un pequeño
cosquilleo de remordimiento en las entrañas. No nos hemos tratado lo
suficiente desde que estoy aquí, pero aun así. No quiero hacerle la vida más
difícil. Y por la forma en que está reaccionando, la muerte de Kieran O'Malley
definitivamente lo ha hecho, con creces.
Murmura algo en voz baja, mirando a Felix como si no tuviera ni idea
de la tormenta de mierda que ha creado con sus acciones. Y es verdad. No
creo que ninguno de nosotros lo sepa. Pero el problema es que hice lo que
hice en nombre de la investigación. Y Felix es físicamente incapaz de sentir
remordimientos.
Velle da un paso en mi dirección y aparto sutilmente a Felix del
camino.
—Le diste las llaves, ¿verdad? ¡¿No es así?!
Sacudo la cabeza.
—Oficial... Lo hecho, hecho está.
Sé que esto es probablemente lo peor que podría decirle. Y tal vez un
diez por ciento de mí piensa que podría matarme. Pero el otro noventa por
ciento sabe que no puede matarme, ni a Felix. Porque entonces se
enfrentaría a la ira de El Ivory. Y estoy seguro de que Velle sabe que, sea
cual sea la responsabilidad que asuma por las acciones de Felix, la situación
sería totalmente diferente si le quitara la preciada posesión del alcaide. El 247
Escultor.
Y efectivamente, baja su arma con un resoplido.
—¿Lo hecho, hecho está? —Mis manos bajan mientras mira con
desprecio a Felix, que se encoge de hombros. Velle parece totalmente
derrotado mientras suspira—. Ustedes son problema del alcaide ahora.
Y sale de la habitación con mucho menos fuerza de con la que entró.
El aire es denso y tenso a nuestro alrededor mientras tomo una larga
bocanada de aire y la suelto lentamente. Al mirar a Felix, lo encuentro
limpiándose la sangre de un corte en el labio. Se mete el pulgar en la boca
y se lo chupa.
Trago saliva al verlo, y no sé por qué. Eso fue intenso. Hay tanta
testosterona persistente en la habitación, es como cuando hay gas en el aire
y puedes verlo. Las olas.
La intensidad. La... sangre.
Sin pensarlo, reduzco la distancia entre nosotros y busco su cara.
Al asesino.
Le paso los dedos por debajo de la nariz, y la sangre queda atrapada
en ellos. Con la otra mano le tomo la barbilla y le inclino la cabeza hacia
atrás unos centímetros. Se mueve con mi guía, sin vacilar.
—¿Estás bien? —Pregunto en voz baja, revisando su nariz en busca
de una fractura. No noto nada, lo cual es un pequeño milagro teniendo en
cuenta lo fuerte que lo golpeó Velle.
Felix asiente, parpadeando. Desde tan cerca, sin sus gafas, puedo ver
realmente el gris de sus ojos. Hay un toque de azul, algo así como bígaro,
mezclado con el color profundo, casi plateado. Como una nube de humo que
sale de sus pupilas. Es algo único.
—No está rota —le digo, intentando mantener la profesionalidad,
aunque algo parece haber cambiado y el hecho de no poder saber qué es me
hace sentir que me ahogo.
—No puedo verte —murmura, con un profundo estruendo de voz, aún
suave en su riqueza. Se pasa la lengua por el corte del labio y me encuentro
mirándolo demasiado tiempo.
—Espera. —Mis dedos se deslizan por la suave piel de su cara y me
giro para ir a buscar sus gafas.
Están en el suelo, junto al sofá, y cuando las recojo, noto una pequeña 248
grieta en la lente derecha. No es terrible, pero aun así. Habrá que
cambiarlas.
Volviendo con Felix, le entrego las gafas mientras se pasa los dedos
por su húmedo cabello castaño.
—Te conseguiré unas gafas nuevas.
—Gracias —susurra—. Por todo, quiero decir. Por detenerlo.
No puedo evitar mirarlo fijamente por un momento.
—Eres mi paciente, Felix. Si te mata, me quedo sin trabajo.
No tengo ni idea de por qué intento hacer una broma. No se me da
bien. No bromeo, y nunca me ha importado hacerlo. Pero por alguna razón
en este momento, siento que lo necesita. Y no estoy seguro de por qué me
importa...
Felix me sonríe un poco mientras se pone las gafas y ladea la cabeza.
Doy un paso atrás. Pero él da uno hacia adelante.
—No creo que sepa lo de Dash todavía...
—Estoy seguro de que se dará cuenta en cualquier momento.
Vuelvo a dar un paso atrás porque todavía puedo sentir el aire que
nos rodea y es abrumador. Ha habido algún tipo de cambio y ahora me mira
como si quisiera algo.
¿Pero qué...?
Tenemos que volver al redil. Esa pelea con Velle, ver a mi paciente
herido, debe haber despertado algo de instinto protector en mí, eso es todo.
Tener un arma apuntando hacia mí, el extraño parpadeo de miedo cuando
le apuntaba a él...
Me aclaro la garganta. Todo esto es muy extraño. No entiendo la
opresión en el pecho ni el calor en la habitación que parece venir
directamente de nosotros.
—Deberías descansar. Ha sido un día muy largo —le digo con firmeza.
Coloco mi mano en su espalda con suavidad para guiarlo hacia el sofá.
Pero incluso el mero hecho de rozar con las yemas de los dedos la dura
superficie de su espalda me resulta peculiar en este momento. Felix aspira
audiblemente una pequeña bocanada de aire.
Sigue conversando. Ignora la forma en que te mira.
—Puedes dormir en este sofá hasta que averigüemos dónde querrán 249
ponerte —digo con toda la profesionalidad que puedo, aunque ahora estoy
pensando en él acostado en el sofá y se me revuelve el estómago como si
fuera a vomitar. Creo.
—Siento lo de las llaves —murmura Felix, inclinándose un poco hacia
mí.
—No pasa nada. Acuéstate, Felix.
—Pero no estoy cansado. —Vuelve a dirigir sus grandes ojos hacia mí
y me encantaría apartar la mirada, pero me niego. No me da miedo este
chico, por muy teóricamente peligroso que sea.
—No importa. —Señalo la puerta—. Alguien estará ahí afuera
vigilando. Ah, y Kent te traerá zapatos nuevos.
Se pasa el pulgar metódicamente por el corte del labio. Tengo que irme.
—¿No te quedas a hacerme compañía? —me pregunta en voz baja,
estando tan cerca de mí que puedo sentir su voz vibrando.
Es con esas palabras y la forma en que su tono se hace más sensual
con la última palabra que finalmente abandono la negación y admito que
está coqueteando conmigo. ¿Tal vez debería sentirme halagado? Por
supuesto, no me interesan los hombres sexualmente, sobre todo los
sociópatas, así que se equivoca en todo. Pero aun así, siempre se siente bien
ser deseado.
Mientras contemplo la mejor manera de salir de esta situación en la
que me encuentro, Felix me roza, y mi reacción instintiva es agarrarlo por
los bíceps para estabilizarnos. Pero no lo hago. En lugar de eso, tropiezo
hacia atrás en el sofá, cayendo de trasero sobre el sillón de terciopelo y
trayendo a Felix conmigo.
De alguna manera termina encima de mí, a horcajadas sobre mis
caderas. Y antes de que pueda empujarlo o apartarme, tengo sus labios
sobre los míos.
Los labios de Felix Darcey. El Escultor me está jodidamente besando.
Me alejo de él, pero me agarra la mandíbula y acerca mi boca a la
suya, dejando escapar un suave suspiro que se me queda grabado en la
ingle.
No tiene ningún maldito sentido.
—Felix —gruño, por fin me libero de su agarre—. Detente.
—Por qué... —Su voz sale ronca y cuando se mueve, siento algo duro
entre nosotros. Presionando mi estómago. 250
Muy bien, eso es todo.
Tomando el asunto en mis manos, literalmente, lo levanto de encima
de mí, arrojándolo al sofá a mi lado como un muñeco de trapo. Acaba de
espaldas, y la confusa rabia que se abre paso en mi pecho se apodera de él.
Bajo sobre él y lo agarro por el cuello.
—No vuelvas a intentar esa mierda, ¿me entiendes?
Gime, retorciéndose debajo de mí.
—¿Por qué no? Puede que te guste. Sólo dame unos segundos más y
puedo...
—Felix —gruño, haciéndolo callar rápidamente—. No. Escúchame. No
soy tu maldito novio. No soy tu papi y no soy tu amigo. Soy un doctor que
está aquí para examinarte. Eso es todo. No confundas mi dedicación a mi
trabajo con algún tipo de deseo por ti.
—¿Nunca has estado con un hombre...? —Sus pestañas se agitan y
mi mandíbula se aprieta.
—No estamos hablando de eso. Te estoy diciendo que dejes esa
mierda. ¿Entendido? —Las llamas de mi frustración se clavan en él, su
pecho se mueve hacia arriba y hacia abajo con respiraciones pesadas
mientras repito—: ¿Entendido?
Finalmente, asiente con la cabeza.
—Sí, doctor Love. Lo siento. —Siento su nuez de Adán bajo mi palma
y necesito levantarme rápido. Jodidamente ahora mismo.
Lo suelto y me levanto del sofá para enderezarme. Me aliso las rastas
y me froto el labio inferior. Sangre.
Miro de reojo a Felix, que sigue tumbado en el sofá, mirándome
boquiabierto.
Tengo su sangre en mi boca.
Tragando con fuerza, recojo mi teléfono de la mesa. Mierda... Ha
estado grabando todo este tiempo.
Sacudo la cabeza mientras me apresuro a recoger el expediente
también de la mesa y mi abrigo del perchero antes de dirigirme a la puerta.
Y cuando me voy, oigo una voz rasposa que murmura:
—Buenas noches Want. 251
20
Felix

E
sto es un desperdicio.
Por primera vez en varios meses, duermo sobre algo
que no es el suelo, una silla de examinación, o un catre
viejo y desvencijado. De hecho, estoy en un sofá; uno
cómodo, además. Claro, no es una cama de hotel o un Tempurpedic 17 o
como se llame, pero aun así. Es bastante cómodo. Debería aprovechar y
esforzarme al máximo para ponerme al día con el sueño atrasado.
Pero no. No puedo. En cambio, estoy aquí acostado, mirando el techo,
fantaseando con mi doctor.
Eso no está fuera del ámbito de la normalidad para mí. Paso mucho
tiempo soñando despierto. Siempre lo he hecho. Aun así, sé que el doctor
Love es la última persona en la que debería estar pensando bajo cualquier
tipo de forma romántica. Por muchas razones.
Claramente es muy heterosexual. Quiero decir, cualquier tipo que
fuera un poco bi curioso habría tomado esa oportunidad que le di antes y
me hubiera seguido la corriente. Si estuviera un poco interesado, el tren de
experimentación habría sido el expreso a la Ciudad de las Pajas, por lo
menos.
Y claro, él no parecía disgustado por mi intento de besarlo. Pero
ciertamente estaba sorprendido. Tal vez un poco horrorizado, pero no creo
que fuera porque soy un chico. Parecía más como algo que nunca permitiría.
Un paciente, un vicioso asesino en serie, besándolo es inaceptable ante sus 252
ojos. Eso estaba claro en su amenaza.

17 Tempurpedic: es la marca especialista en colchones de alta gama.


Aun así, no puedo evitar lo mucho que mi estómago da vueltas y
vueltas ante el recuerdo de sus labios tocando los míos. Son suaves... Muy
suaves y afelpados. Incluso estando rígido e inmóvil, fue algo perfectamente
excitante de experimentar. Y, por supuesto, yo estaba duro como una roca,
lo cual fue apenas un poco vergonzoso e inconveniente. Pero la sensación
de sus abdominales fue demasiado para mi polla. Dios, me di cuenta incluso
de frotarlo por un segundo que su cuerpo es de otro planeta. No me quiero
imaginar cómo se vería sin ropa...
Se me hace agua la boca mientras ruedo sobre mi estómago,
empujando mis caderas contra el sofá. El delicioso ardor en mis ingles es
algo que no había sentido en mucho tiempo. Incluso con los últimos chicos,
no recuerdo haberlos deseado tanto. No para tener sexo, de todos modos.
Es como si una deliberada necesidad se precipitara a través de todo mi
cuerpo, una adicción que exige ser saciada. Pero en lugar de la sed de
sangre, creo que solo es... lujuria normal.
Estoy confundido por eso. Mis apetitos sexuales nunca suelen ser tan
fuertes.
Debe ser él. Mi doctor robot, que claramente solo está aquí para hacer
su trabajo. Para usar hasta el último detalle de información que tengo para
darle... Para apretarme como una esponja hasta dejarme seco. Y luego me
dejará ir. Me soltará como lo hacen todos.
Siempre es lo mismo. Nunca se quedan, y este impulso hiperactivo
que tengo por amor y cariño se vuelve agotador. Porque ahora no solo me
estoy enamorando de tipos cuyo oxígeno quiero robar con mis propias
manos; en cuya sangre quiero bañarme como mi última conexión restante
con la felicidad que podríamos haber compartido.
Estoy deseando a alguien que me ve como un objeto más que como a
una persona. Alguien que nunca me querrá. Jamás.
Me quejo de irritabilidad ante la idea. Quién lo diría. Siempre he sabido
en algún nivel que elijo a los tipos equivocados. Esto solo lo verifica. Es
sabido, después de todo. Se supone que no debes enamorarte de las
personas que trabajan para ti. O para quienes trabajas. ¿Yo trabajo para él,
o él trabaja para mí?
Quién sabe, pero de cualquier manera, no es una buena idea.
Desafortunadamente para mí, sin embargo, nunca he sido realmente capaz 253
de controlarme. De ahí los asesinatos.
Retorciéndome para colocarme de lado, miro alrededor de la
habitación. Estoy literalmente en su oficina ahora mismo. Todavía no puedo
creerlo. ¿A qué otro preso en un lugar como la Penitenciaría de Alabastro lo
dejarían dormir en el consultorio de un psiquiatra? Parece lo más
improbable del mundo. Estoy seguro de que Velle no sabe nada de esto. Él
nunca lo permitiría.
O tal vez está demasiado ocupado limpiando mi desastre para
preocuparse por dónde está descansando mi cabeza.
Sus palabras de antes, después de que me golpeó hasta el cansancio,
me vienen a la mente.
Ustedes son problema del alcaide ahora.
Tengo que tragar fuerte. Sé que Manuel Blanco no me hará ninguna
locura. Al menos, nada más loco de lo que ya ha estado haciendo. Soy
demasiado importante para él.
Aun así, descubrirá que maté a O’Malley y liberé a Dash. En realidad,
estoy seguro de que Velle ya se lo ha dicho. Y no diré que no estoy para nada
nervioso por su reacción.
El alcaide es un tipo aterrador. No me gusta interactuar con él porque
parece uno de esos imbéciles impredecibles. Del tipo que son intocables y lo
saben. Él puede hacer lo que quiera en este lugar. Y claro, le encanta
tenerme aquí. Y trajo al doctor Love para hacer lo que crea conveniente
conmigo. ¿Pero eso significa que simplemente nos dejará salir indemnes
después de lo que hemos hecho?
Supongo que lo averiguaremos.
Sentándome, levanto mis piernas del sofá. Claramente, no podré
dormir nada esta noche, así que decido hurgar en las cosas del doctor Love,
porque ¿por qué no? Recojo mis anteojos de donde están descansando en la
mesa de café y me los coloco, haciendo una mueca por el dolor en mi ojo.
Estoy seguro de que tendré un ojo morado mañana, si no lo tengo ya. Los
puños de Velle no son una broma.
Tendré que recordar eso la próxima vez que lo haga enojar.
Caminando de puntillas por la habitación, mis ojos se dirigen a la
puerta de la oficina. Uno de los guardias está parado ahí afuera, vigilando.
Ya asomó dos veces la cabeza dentro para ver cómo estaba en las últimas 254
cuatro horas. Supongo que esa fue la condición para que pudiera quedarme
aquí, aunque no sé nada de los detalles porque el doctor Love no me los dijo.
Creo que probablemente solo quiere mantenerme alejado de la escena de mi
crimen. O tal vez protegerme de Velle.
No estoy muy seguro de lo que está pasando, por qué estoy aquí o
cuándo volveré a mi celda habitual. Pero también podría explorar mientras
puedo. Por todo lo que sé, podrían volver a enviarme a aislamiento mañana.
Pero hasta entonces, me acerco al escritorio del doctor Love. Apenas
tiene cosas encima. Solo un viejo teléfono fijo que parece de los noventa,
una engrapadora y un bolígrafo, todos colocados en paralelo entre sí. Algo
me dice que eso no es una coincidencia. Tirando de un par de cajones,
encuentro que están cerrados. Y ya no tengo las llaves, lo que me hace hacer
pucheros.
Pero se me pasa, porque Dash claramente las necesitaba más que yo.
Me pregunto brevemente si realmente es libre. Y si lo hizo, dónde
terminó yendo. Quiero decir, salir de la prisión es una cosa, y probablemente
bastante fácil por lo que he oído en los pasillos de arriba. Pero aun así
estamos en una isla en medio del océano. Se rumorea que las aguas que
rodean la Isla de Alabastro son bastante peligrosas. Los guardias llaman
Shark Bay 18 al área justo al lado de la orilla de la prisión. No suena como
un lugar en el que quieras estar.
Me muerdo el labio por un momento, pensando en Dash. Estoy seguro
de que de alguna manera lo logró. Si no, lo atraparán. Y entonces
probablemente deseará haber sido comido por un tiburón.
Eso parece inocente en comparación con las cosas que podrían hacerle
aquí.
Sacudiéndome esos pensamientos, tiro de otro cajón del escritorio,
que resulta estar abierto. Mirando adentro, mis ojos se iluminan al ver
algunos artículos para jugar. Saco una botella de agua de metal y leo su
costado. Dice John’s Hopkins, con una especie de escudo que supongo es
de esa universidad. Ahí debe ser donde el doctor Love fue a la escuela.
La devuelvo a su lugar y voy por el cuaderno. Lo reconozco como en
el que siempre está garabateando notas durante nuestras sesiones. Al
abrirlo en la primera página, me encuentro una entrada fechada. Supongo
que fue una de nuestras primeras sesiones, ya que no estoy seguro de la
fecha exacta. Johansson suele decirla en voz alta cuando comienza sus 255

18 Shark Bay: Bahía de tiburones.


experimentos conmigo, como si estuviera siendo grabado desde algún lugar
en las habitaciones de examinación.
Debe serlo... Probablemente todo el lugar esté lleno de micrófonos.
Un pensamiento irritante se atasca en mi mente... De esa última vez.
Cuando Templeton hizo que me corriera en contra de mi voluntad. Me
pregunto quién ha visto esas imágenes…
El alcaide… El doctor Love.
Trago saliva y me hundo en el suelo con el cuaderno en las manos.
Apoyándome contra el escritorio del doctor Love, mis ojos escanean las
palabras escritas. Su escritura a mano es clara; una caligrafía prístina, que
no me sorprende en absoluto. Incluso cuando escribe, es organizado.
Las palabras en la página dicen:
#
Posesión. Habla de los seres humanos, de sus amantes, como si fueran
sus pertenencias. Cosas que quiere conservar y preservar. Y no puedo decir
si lo hace porque anhela su afecto, o si es solo un medio para un fin.
Me pregunto si los mataría eventualmente, de todos modos.
#

Mi mandíbula se tensa.
No estoy seguro de estar en desacuerdo con él. Ese no es el problema.
Es la forma en la que escribe sobre mí aquí. Dice que trato a mis víctimas
como posesiones. Bueno, lo son. Son mías. Los maté para poder
quedármelos, y él sabe eso.
Pero él es peor. Me trata como a una rata de laboratorio.
Él no te quiere, Felix. No importa cuánto lo quieras tú a él. Eres un
objeto.
Pasando a la página siguiente, guardo mi decepción y sigo leyendo.

#
Delirios de grandeza. 256
Para alguien tan consciente de sí mismo, Felix parece tener una visión
de sí mismo y lo que ha hecho un poco romantizada. No siente remordimiento,
lo cual es obvio. Y le encanta pensar en sus víctimas. Se obsesiona con ellas.
Pero ¿no de forma sexual?

Me pregunto sobre esos signos de interrogación. No está seguro.


Voy a la página siguiente.

Los impulsos sexuales de Felix son fascinantes. Se excita con su


proceso y resultado indistintamente. Pero cuando le pregunto sobre el sexo,
nunca parece particularmente emocionado al respecto.
¿Realmente ha alcanzado la gratificación que está buscando? ¿La
lujuria y el cariño juntos?

Cierro el cuaderno de golpe y lo tiro al suelo. Golpeando mi cabeza


contra el costado del escritorio, cierro los ojos y exhalo lentamente.
¿¿Qué sabe él, de todos modos??
Mi vida sexual está bien. Lo que sentí por mis ex… era lo que
necesitaba.
He alcanzado la gratificación, sabelotodo charlatán.
Pero incluso pensar en las palabras no me satisface. Hay un escozor
profundo en algún lugar dentro, pidiendo ser rascado. Siempre he pensado
que mis presas me saciaban hasta tener sed de nuevo. ¿Pero lo hacían
realmente?
Mi puño se aprieta a mi lado. Me estoy cuestionando y odio eso. Este
doctor se ha metido tan profundamente en mi cabeza en tan poco tiempo.
Es preocupante. E incluso ahora, me encuentro mirando la puerta,
esperando que vuelva. Deseando y esperando que se abra y su severa cara
sin emociones aparezca para evaluarme un poco más.
Desplomándome, llevo mis pensamientos hacia mi última víctima. La
última con la que realmente me acosté.
Nick. No sabía mucho sobre él aparte de que era muy atractivo. Tenía
una constitución similar y tenía una boca con la que no podría haber soñado
si lo hubiera intentado. 257
Pero cuando llegamos al sexo de verdad, recuerdo que me tomó un
tiempo correrme. Se sentía bien, siempre lo hace. Pero faltaba algo, e incluso
ahora, al recordarlo, no puedo señalar qué es. Mi cuerpo se siente tenso y
frustrado, nervioso por estos pensamientos y dudas.
Y todos ellos son su culpa.
Mi doctor, con su piel perfecta y sus brazos fuertes y tatuados. Su
ropa que apenas se ajusta a su gran cuerpo y sus ojos del color de piedras
preciosas.
Mis dedos se deslizan hasta mi garganta y lo recuerdo sujetándola. Mi
polla salta.
La imagen de mi sangre en sus labios...
Mi polla palpita en mis pantalones. Pasando una mano sobre mi
erección, suelto un suave suspiro.
¿Dónde estás, nuevo Want? ¿Y cómo hago para que tú también me
quieras?

Abro los ojos ante la sensación de que alguien me observa.


Me sobresalto al principio. La gente no me observa dormir.
Normalmente soy yo quien observa.
Mis pestañas revolotean y estiro el cuello, mirando al culpable.
El doctor Love. Usando unos pantalones beige a medida y una camisa
azul marino perfectamente abotonada que le queda demasiado bien.
—Buenos días —murmuro, cerrando los ojos una vez más y
acurrucándome como si fuera a volver a dormirme.
Está parado, como sobrepasándome. Y aunque mis ojos están
cerrados, puedo sentirlo mirándome fijamente.
Uno de mis ojos se abre y resoplo con actitud.
—¿Qué?
Su barbilla señala el sofá.
—¿Tenías la opción de dormir en un mueble de verdad relativamente 258
cómodo por primera vez en semanas, y optas por dormir en el suelo junto a
mi escritorio?
—Estaba husmeando. —Suelto un suspiro aburrido—. Y me cansé.
Se queda en silencio, así que abro los ojos por completo y miro hacia
arriba para encontrarlo entrecerrando los ojos hacia mí. Su rostro todavía
muestra muy poca emoción, pero creo que esa es la mirada que él le daría
a alguien si estuviera levemente perturbado.
En realidad es muy linda.
—¿Husmeando? —Repite la palabra—. Como, ¿mirando mis
pertenencias?
—Bien, ya sabes lo que significa esa palabra. —Sonrío con suficiencia.
Soy testigo de cómo aprieta su mandíbula.
—Felix, basta de este jueguito sarcástico e inmaduro. Estoy aquí para
trabajar. Ahora, levántate del suelo y ve a sentarte.
Algo sobre la forma poco entusiasta en la que me da órdenes hace que
un hormigueo de emoción atraviese mis entrañas. No puedo evitarlo. Me
levanto lentamente y me acerco al sofá ante su orden. Todo mientras está
allí parado mirándome como si fuera un inconveniente sin importancia.
No puedo decidir si lo odio o me encanta.
Sé que no debería disfrutar que me trate como si no importara, pero
por alguna razón, me intriga. Tal vez porque sé que no es cierto. Está
cautivado por mí y lo que hago. Eso quedó claro cuando vino a mí en las
duchas, después de que maté a O’Malley. Está sinceramente dedicado a mí
y a este trabajo.
Entonces, ¿por qué está actuando como si no quisiera estar cerca de
mí ahora?
Oh, cierto... El beso.
Casi lo olvido por un segundo. Intenté besarlo ayer, y él no lo tomó
bien. Entonces debe ser eso. Está enojado porque traté de besarlo.
Bueno, ¿adivina qué, doctor? Estoy enojado porque pareces pensar que
sabes todo sobre mí por unas míseras sesiones. Y eso es peor que tu razón.
Acomodándome en el sofá de terciopelo, me tomo un momento para
apreciar el alivio de mis músculos rígidos y mi trasero adolorido. Realmente
debería haber dormido aquí anoche. Pero estaba agotado, y supongo que me
desmayé. No es como si lo hubiera hecho a propósito.
Mis ojos siguen al doctor Love mientras camina hacia donde estoy
259
sentado, sus piernas largas lo traen en unos pocos pasos. Mientras se
sienta, saca el teléfono de su bolsillo y presiona en la pantalla, supongo que
para encender la grabadora.
—No quiero que me grabes —murmuro, dándole una mirada intensa.
Me mira fijamente durante cinco segundos en silencio antes de decir:
—¿Por qué estás siendo tan obstinado hoy? —Luego hace una pausa
antes de bajar la voz para agregar—: ¿Es sobre anoche?
Los gruñidos profundos y la forma en que su rostro normalmente
robótico ha cambiado para reflejar aproximadamente un tres por ciento de
preocupación magnifican el aleteo en mis entrañas. Y ahora realmente se
siente como si las mariposas se estuvieran comiendo vivas allí dentro.
Ignorándolo, cruzo mis brazos sobre mi pecho.
—No. Ya no me importa eso.
—¿No? —Levanta una ceja.
Sacudo la cabeza de un lado a otro sin cesar.
—Nop. No fue gran cosa, de todos modos. Tú eres el que sigue
insistiendo en ello.
Puedo sentir el calor de su mirada confundida en mi cara, pero me
está resultando muy difícil mirarlo en este momento. Principalmente porque
sé que estoy actuando como un tonto testarudo, y él está reaccionando como
solía hacerlo mi padre. Y realmente no estoy tratando de pensar en mis
problemas paternos en este momento.
—Felix —dice mi nombre en un suspiro condescendiente, como si
estuviera probando su paciencia—. Necesito grabarte. Es por lo que estoy
aquí. Necesitamos tener una sesión para que yo pueda…
—¿Qué? —Lo interrumpo—. ¿¿Hacer algunas suposiciones sobre mí??
Has estado haciendo eso desde el primer día. No necesitas más sesiones
para resolverme. De acuerdo con tus notas, soy un caso prácticamente
cerrado.
—Eso no es cierto —se queja, y la frustración en su tono se eleva un
poco—. Todavía tengo mucho trabajo que hacer contigo, Felix. Apenas
estamos empezado.
Parpadeo hacia él. La forma en que mi estómago salta en este
momento es inconveniente como el infierno.
260
—Bueno, no importa. No doy mi consentimiento para que me grabes.
Su mirada se estrecha y sus ojos ámbar se oscurecen cuando se
inclina hacia adelante.
—¿Tú no das tu consentimiento?
—No. —Trago saliva, haciendo todo lo posible por mantenerme firme—
. Ningún de consentimiento.
Su cabeza se inclina hacia un lado.
—¿No crees que podría conseguirlo igual?
Mis ojos parpadean.
—¿Eh…?
—No necesitas darme tu consentimiento, Felix —me dice, presumido
por su desinterés—. Eres mío, para que lidie contigo como mejor me parezca.
Órdenes del alcaide.
Una descarga de miedo que se dispara por mi columna vertebral, como
una oleada de endorfinas. Es una sensación tan rara para mí, y causa un
latido profundo en el hoyo de mi estómago. Se siente... extrañamente
prometedora.
Obligándome a no detenerme en todos esos hormigueos, murmuro:
—Hm... ¿quién es el posesivo ahora?
El doctor Love me da una mirada severa.
—Estás evadiendo.
—Bien... Tal vez me quede mudo —murmuro con petulancia—. No
necesito hablarte, después de todo.
Se acerca más.
—Tengo maneras de sacártelo.
—¿Todavía estamos hablando de palabras...? —Mi voz se arrastra por
mi garganta.
Eso le llega. Su cara parece caer, y vuelve a sentarse erguido
rápidamente, cambiando de posición en su asiento. Su mandíbula tiene un
visible tic mientras arroja su teléfono agresivamente en la mesa.
—Bien. Nada de grabar. —Cruza los brazos sobre su pecho. La forma
en que la tela se tensa sobre sus bíceps es fascinante—. ¿Qué es 261
precisamente lo que te molestó tanto de mis notas?
Soy atrapado con la guardia baja. No esperaba que preguntara. O que
le importara.
—Eh...
Sus cejas se elevan expectantes.
—¿Alguna de mis evaluaciones fue incorrecta? —Titubeo por un
segundo y él persuade—: Habla, Felix. Si estoy equivocado, necesito saberlo.
Pensando en las notas, recuerdo la parte sobre mi deseo de poseer
gente. Pensar en mis víctimas como objetos para mí…
Definitivamente no es incorrecto.
Lo de los delirios de grandeza también tiene sentido, aunque no me
vuelve loco sobre cómo me hace sonar.
Entonces mi mente se detiene en la última nota que leí. Sobre mi
gratificación sexual.
—Mi vida sexual no es aburrida. —Las palabras salen de mi boca, y
en el momento en que lo hacen, me arrepiento inmediatamente de ellas.
La expresión del doctor Love va de condescendiente a francamente
estupefacta. Casi puedo escuchar esos pequeños plinc, plinc cuando
parpadea, como un personaje de caricatura.
—Solo quiero decir, eh... obtengo gratificación sexual de mis
relaciones. —Intento explicarme, pero todavía sale a la defensiva y falto de
confianza.
Me mira boquiabierto.
—¿Dije que no lo haces?
—Bueno sí. Básicamente. —Mis dedos se clavan en mis muslos—. En
tus notas, decías que no parece que esté completamente satisfecho con lo
que hacemos juntos. —Hago una pausa y tartamudeo—: Me refiero a lo que
hago con ellos. Mis víctimas.
Se mueve, y luego presiona sus dedos juntos frente a él.
—Y te molesta que podría pensar que estás insatisfecho…
Asiento.
—Sí. —Entonces me detengo y niego con la cabeza—. Quiero decir, no.
No me importa, solo…
—Felix, obviamente te importa. Estás haciendo un espectáculo al
respecto. Retrasando nuestra sesión, mi investigación. Claramente, estás
262
molesto porque podría siquiera considerar que tu vida sexual es menos que
magnífica.
—Magnífica. —Me burlo—. Esa es una buena elección de palabras,
supongo.
Sus labios hacen una mueca que dura un nanosegundo.
—¿Lo describirías de otra forma?
Apretando los dientes, me quejo con furia:
—Tú eres el que no puede dejar pasar esto ahora.
—Solo estoy tratando de entenderte, Felix —dice uniformemente—.
Es por eso por lo que estoy aquí, ¿recuerdas?
—Está bien, está bien, Jesús. —Pongo los ojos en blanco—. Puedes
grabar si es tan importante para ti.
—No me importa eso en este momento. —Cruza las manos sobre su
regazo—. Quiero hablar sobre tus sentimientos con respecto a tu vida
sexual.
—No.
—Desafortunadamente, tú no tomas las decisiones aquí. Ahora
respóndeme. ¿Por qué es tan importante para ti que no juzgue tus devaneos
sexuales con tus víctimas?
—Devaneos. Otra palabra interesante. —Resoplo.
—Estás evadiendo, Felix.
—Eres molesto, doctor.
Nuestros ojos están fijos en una batalla de terquedad, su bronce
intenso se encuentra con mi gris tormentoso mientras ninguno de los dos
dice otra palabra y solo nos fulminamos con la mirada. Puedo verlo
manteniendo sus labios activamente cerrados, y está hirviendo mi sangre
por razones desconocidas.
—No puedes ganar el juego del tratamiento del silencio conmigo —
murmuro—. Puedo pasar días sin hablar, si es necesario.
Simplemente levanta una ceja.
Dios, este hombre es exasperante.
Nos quedamos en silencio durante casi cinco minutos hasta que me
dejo caer hacia atrás en el sofá.
263
—Mierda, esto es aburrido. —Mi cabeza se inclina en su dirección—.
Eres aburrido, ¿lo sabías? —No habla—. Estoy seguro de que lo has
escuchado antes.
Silencio.
Mis ojos vuelven al techo.
—Sí, estoy seguro de que lo escuchas todo el tiempo. Probablemente
seas muy aburrido en la cama y por eso crees que estoy insatisfecho con mi
vida sexual. Porque cada mujer con la que te has acostado corre al baño
después, vibrador en mano, lista para correrse.
Se queda callado y lo miro, sonriendo con suficiencia.
—Tengo razón, ¿no?
Otro minuto de silencio y finalmente deja escapar un lento suspiro.
—Nunca dije que no pudieras experimentar placer, Felix. Sé que
puedes.
Mi rostro salta en su dirección.
—¿Qué?
Su hombro se levanta en un encogimiento aburrido.
—Lo he visto. —Mi corazón se detiene con un chirrido. El video de
Templeton follándome en contra de mi voluntad…
Así que sí lo vio.
Mi estómago se retuerce incómodamente, y el calor sube por mis
mejillas.
—No quería que me gustara eso…
La expresión del doctor Love cambia. Sus ojos se endurecen y una de
sus manos se aprieta momentáneamente en un puño.
—Lo sé. Pero aun así… Tu cuerpo reaccionó.
—Sí... ¿Y?
—¿Qué crees que significa eso?
—¿Qué crees tú que significa?
—Te pregunté primero. —Me da una mirada mordaz que me tensa con
frustración. Me está molestando a propósito.
—Significa exactamente lo que dijiste. Que mi cuerpo reaccionó. —
Pongo los ojos en blanco—. No todo es emocional, Freud. Algunas cosas son
estrictamente físicas. 264
—¿Entonces no te sientes atraído por el doctor Templeton? —
pregunta.
Bufo en voz alta.
—¿Esa pregunta es en serio? —Me mira fijamente—. Digamos que no
es mi tipo.
El doctor Love asiente como si entendiera. Y estoy a punto de
arremeter contra él de nuevo, cuando me doy cuenta de que sí conoce mi
tipo. Después de todo, he estado contándole todo sobre Cameron y
Emmanuel, y mis otros ex, quienes eran todos un poco similares. No en
apariencia, necesariamente, sino en personalidad.
—Está bien, entonces —continúa—. Si estás tan convencido que has
llegado a todos los niveles de gratificación sexual, demuéstralo. —Le doy
una mirada extraña—. Cuéntame sobre el mejor momento que has tenido.
Prácticamente me atraganto con el aire de mis pulmones.
—¿Quieres que... haga qué?
—Cuéntame sobre el mejor sexo que hayas experimentado. —Se
sienta hacia adelante—. El orgasmo que más haya encrespado los dedos de
los pies, arqueado la espalda, tensado los músculos y erizado la piel de Felix
Darcey. O El Escultor, cualquiera de los dos que haya tenido el mejor.
Ni siquiera puedo evitar que él diciendo esas palabras, en ese tono,
luciendo de la forma en que lo hace, no me haga retorcerme como un gusano
en un anzuelo. Mis bolas están palpitando, y me muerdo el labio para
mantenerme bajo control. Me toma un momento siquiera concentrarme en
lo que me está pidiendo. Estoy demasiado ocupado pensando en cómo sabe
todas esas cosas…
No creo que sea tan aburrido en la cama como lo acusé. Algo me dice
que es una central eléctrica.
Mis dedos se deslizan a lo largo del terciopelo mientras recuerdo la
sensación de su gran cuerpo debajo del mío aquí mismo en este sofá anoche.
Sus labios carnosos, el suave rasguño de su vello facial en mi palma
mientras sostenía su mandíbula.
Ahogo un sonido, aclarándome la garganta para disimularlo.
—Yo, um… recuerdo una vez. El número diecisiete. —Me detengo con
el cuello ardiendo. El doctor Love no se ve ni un poco afectado por la
conversación—. ¿Estás seguro de que quieres escuchar esto?
265
Su cabeza se inclina.
—¿Por qué no lo haría? Yo pregunté.
—Pero obviamente eres súper heterosexual —murmuro—. ¿Seguro
que quieres que te cuente todo sobre mi experiencia sexual gay más
caliente?
Me mira con ojos entrecerrados.
—Felix, ¿por qué clase de homófobo me tomas?
—No quise decir eso...
—Soy tu doctor. Estoy aquí para aprender de ti, y necesito saber todos
los aspectos de tus crímenes. Además, me has contado en detalle acerca de
tus asesinatos. ¿Qué te hace pensar que estaría bien escuchando eso, pero
no que duermas con otro hombre?
Muy buen punto, doctor Sabiondo.
Trago el exceso de saliva en mi boca.
—Bueno… Jax era el tipo. Diecisiete. Lo conocí en el parque, y vino a
casa conmigo, como todos solían hacerlo. Nos duchamos juntos y me comió
el trasero como por media hora. Realmente era la primera vez que alguien
me hacía eso durante un prolongado período de tiempo. —Me retuerzo—.
Supongo que me gustó mucho.
Su mirada se estrecha.
—¿Supones?
—Me gustó —me corrijo—. Y luego lo follé sin condón y me corrí dentro
de él. Estaba rogando por ello.
El dedo del doctor Love se contrae visiblemente.
—¿Hacías eso a menudo? ¿Tener sexo sin protección?
—No —le digo honestamente—. Me dijo que estaba listo, así que… lo
hicimos. No lo sé... Sabía que lo iba a matar, así que supongo que realmente
no estaba pensando en ello.
—¿Ya estabas pensando en matarlo? ¿Mientras estabas teniendo
sexo?
Asiento con la cabeza lentamente y digo con voz áspera:
—Incluso antes del sexo.
Se queda en silencio por un momento.
266
—¿Crees que por eso te corriste como lo hiciste?
Lo miro en silencio durante varios segundos antes de volver a asentir.
No tiene sentido mentir.
Instantáneamente, su rostro vuelve a tener esa expresión fascinada.
La que me hace sentir tanto como una atracción del zoológico, como una
preciosa obra de arte, simultáneamente. Es extraño, el contraste. No sé
cómo lo hace, pero creo que me gustan las dos.
Los ojos del doctor Love van al teléfono que está sobre la mesa y luego
a los míos. Puedo leerle la mente, y ver la pregunta que me está haciendo
en este momento. ¿Puedo?
Así que asiento, se estira y presiona un botón en el dispositivo para
comenzar a grabar.
—Háblame de Jackson Whitney. El número diecisiete. ¿Cómo lo
mataste?
—Lo estrangulé con el cable del cargador de mi teléfono. —Salto
directamente a ello—. Y luego le golpeé la cabeza contra el costado de la
bañera. —Hago una pausa, mis ojos están fijos en los del doctor Love—.
Desearía no haber hecho eso.
—¿Por qué?
—Fue realmente un desastre. Había sangre en todas las grietas de los
azulejos de mi baño. Me llevó una eternidad limpiarlo.
Parpadea en silencio, luego pregunta:
—¿Cuál fue la razón de múltiples métodos? Estrangulamiento, luego
golpearlo... ¿Por qué no solo uno?
Realmente se me hace agua la boca mucho ahora mismo.
—Con ellos, mis ex, realmente solo quería asegurarme de que
estuvieran muertos. Y con Jax específicamente, tuve este impulso de partirle
el cráneo. Tenía un cuero cabelludo muy bonito…
El doctor Love se inclina tanto que parece que podría caerse de la silla.
Tener toda su atención de esta manera me da una cálida sensación de
confusión en el estómago, como si acabara de beber un sorbo de licor fuerte.
Y ver esos ojos ámbar iluminados con intriga… Me hace sentir tan especial.
Superior. Divino.
Felix Darcey recibiendo los elogios del Escultor.
Creo que se da cuenta de que prácticamente echa espuma por la boca,
porque se endereza un poco y se aclara la garganta.
267
—¿Estabas duro?
Me pongo rígido.
—¿Perdón?
—¿Estabas duro? —repite lentamente, con cara de piedra y
profesional una vez más, incluso cuando pregunta por mi polla—. ¿Mientras
lo matabas…?
Me toma un momento, pero asiento, inseguro.
—Yo... creo que sí.
—¿No te acuerdas? —Su ceja se arquea.
Mi mente retrocede a la noche en que maté a Jax. Una presentación
de imágenes en diapositivas se reproduce en mi cerebro...
Su lengua en mi trasero. Cómo hizo que mis dedos de los pies se
curvaran. La forma en que jugaba con el agujero con el dedo, y yo estaba casi
vibrando por que fuera más profundo, pero no lo hizo.
Él tirándome encima de él y envolviendo sus piernas alrededor de mí,
rogándome que le metiera mi polla desnuda en el trasero.
Me dijo que tenía una polla muy bonita y que quería sentirla toda. Así
que lo penetré y lo follé lento, pero profundo. Sostuve su garganta e imaginé
matarlo en ese momento. Pero quería que se corriera primero. Quería hacerlo
feliz.
Cuando terminamos, lo seguí hasta el baño y lo estrangulé hasta que
se derrumbó.
Luego golpeé su hermoso cráneo contra la porcelana.
Trago profundamente.
—Sí... Sí, estaba duro.
Un torrente de sangre y una rigidez en mis pantalones atraen mi
atención hacia abajo. Me muerdo el labio cuando me doy cuenta de que
ahora también estoy duro. No estoy haciendo una tienda de campaña con el
material de mis pantalones de mono demasiado evidente, pero
definitivamente es visible.
Mis ojos se lanzan al doctor Love y él parece estar notando lo mismo.
Cuando su mirada se desliza desde mi visible erección hasta mi cara, puedo
sentir que el rubor en mis mejillas es tan fuerte que tengo que cerrar los
ojos.
268
Solo sigue hablando...
—Todavía estaba desnudo mientras lo metía en la bañera. —Mi voz es
ronca, y cada palabra parece llevar un nuevo latido a mi polla cada vez más
grueso—. A veces rozaba mi erección… contra él. Solo para sentir su piel
sobre mí.
Trago saliva, mi respiración se vuelve superficial. Mis ojos están bien
cerrados, pero sé que el doctor Love me está observando. Me está mirando
fijamente con esa mirada sofocante, evaluando cada centímetro visible de mí
como lo hizo en las duchas. No necesito ver su cara para saber que es
ilegible. Severa y tranquila.
No soy consciente de lo que está pensando mientras descubro todos
mis demonios para él. Es muy inquietante, pero eso no impide que me guste.
El malestar.
Tengo su atención, aunque no sea positiva.
—¿Luego qué? —Su acento resuena a través de la habitación,
dándome escalofríos. Puedo sentir mis pezones poniéndose duros, sensibles
contra la camiseta de algodón que llevo puesta—. Continúa.
—En la bañera, me senté con él —digo con voz ronca—. Usé mi
cuchillo favorito para cortar su cara y su cuello. Me había vuelto bastante
bueno haciendo líneas rectas en la piel. Eran tan perfectos, y todo lo que se
veía eran los lentos goteos rojos... La sangre corriendo por su carne.
Tomo aire, y mi polla se sacude entre mis piernas. El impulso de
cubrirla es fuerte, pero no lo hago. Creo que... quiero que la vea.
—¿Tocaste la sangre? —pregunta, el murmullo se vuelve un poco más
suave ahora.
—Sí. —Asiento lentamente mientras me duelen las bolas.
—¿Te frotaste con ella?
Juro por Dios que suena como si me estuviera presionando por más.
Incitándome a seguir, a mostrarle lo depravado que soy.
Creo que le gusta.
—Sí. —Mi voz sale como un suave gemido.
Y se queda en silencio por un momento antes de susurrar:
—Muéstrame.
Mi cerebro está confundido. Apenas puedo decir si lo que está
pasando en este momento es real. Todo lo que sé es que hay un espiral 269
dentro de mí, como una banda elástica estirándose más y más. Estoy
acostumbrado a dejar que se estire, y luego lentamente vuelva hacia atrás.
Pero esta hambre, el deseo furioso que este doctor parece desenterrar... Me
dan ganas de tirar de esa cosa hasta que se rompa.
No estoy seguro si realmente me está pidiendo que me masturbe
delante de él. Pero lo haré, si existe la más mínima posibilidad de que esto
sea lo que quiere.
Mi mano derecha se desliza por mis abdominales, pero ladra:
—Lentamente. —Así que la muevo lentamente hacia abajo, jugando
casualmente con el vello en mi rastro feliz debajo de la tela antes de deslizar
solo un dedo por la cinturilla de mis pantalones y el bóxer que me consiguió.
Recuerdo haber acunado en mi palma la sangre que salía de Jax,
frotándola por todas partes por mi pecho y abdominales. Levanto mi
camiseta con mi otra mano, rozando un pulgar sobre mi pezón.
No sé qué está haciendo el doctor Love. Me niego a abrir los ojos. Pero
lo escucho moviéndose sutilmente. Probablemente solo estaba
enderezándose en su silla.
Mi propia respiración es fuerte, un jadeo pesado mientras mis dedos
bajan a mi erección, y la empuño.
—¿Qué más hiciste con Jackson en la bañera, Felix? —pregunta, y su
voz suena como seda cubriendo su carne suave y oscura; sus curvas de
músculos inmaculados.
—Yo… le metí mi polla en la boca —confieso, acariciándome—. Solo
un poco.
—¿Te corriste?
Se me escapa un gemido tembloroso y asiento.
—No completamente. Salió algo de líquido preseminal.
—¿Estabas muy excitado? —Sus palabras me invitan, me animan a
seguir.
—Sí... —Me muerdo el labio, tirando de mi polla lentamente.
—Mmm… suena como que te gustó. ¿Qué pasó después?
Mi mano descansa sobre mi erección mientras le digo:
—Me acosté con él en la bañera durante un tiempo. Solo tocándolo. Y
luego usé la sierra para huesos para cortarlo en pedazos. 270
—¿También te gusta esa parte? —pregunta con curiosidad.
Mi garganta se hunde cuando trago.
—Es mucho trabajo. Es muy difícil y consume mucho tiempo.
—Esa no es una respuesta a mi pregunta —gruñe el doctor Love.
Me quedo quieto durante unos segundos antes de murmurar:
—Sí. También me gusta esa parte.
—¿Qué te gusta de ello? —pregunta, su tono suena simplemente
intrigado. No escucho prejuicio procediendo de él. Es interesante;
reconfortante de una manera que nunca he experimentado.
—Es metódico —respondo—. Subo el volumen de Depeche Mode y me
pongo a trabajar. Se siente como... algo en lo que soy bueno.
La habitación que se queda en silencio por un momento. Todo lo que
puedo escuchar es la sangre corriendo en mis oídos y mi propia respiración
inestable.
—Todavía estás duro, Felix —dice, una simple declaración.
Mis dedos bailan a lo largo de mi carne sólida.
—Uh-huh.
—¿Te obligas a correrte cuando matas? —Niego con la cabeza
vacilante—. ¿Por qué no?
—No soy partidario de… la auto gratificación. Me gusta correrme con
mis parejas, y me gusta la sensación de estar excitado, pero… no sé…
—¿Por qué crees que prefieres no correrte? —pregunta, con algo como
compasión enterrada entre las capas de su tono robótico.
—Yo no…
—Lo primero que se te ocurra —insiste.
Sin pensarlo, respondo:
—Porque cuando me corro, se acabó.
Ambos nos quedamos en silencio mientras las palabras flotan en el
aire. Vaya... es bueno.
—Felix… —gruñe mi nombre, y es tan sexy que mi polla salta en mi
palma.
—Doctor…
—Sigue moviendo tu mano. 271
Contra mi voluntad, mis ojos se abren y lo miro. Sigue estando
sentado en su silla, observándome. Pero sus piernas están un poco más
separadas de lo habitual. Me pregunto si es porque se está excitando...
De ninguna manera. Es heterosexual, ¿recuerdas?
Todo esto es solo un experimento para él.
Pero aun así, me aferro a la idea de que esto es lo que quiere. Y aunque
correrme nunca suele ser una prioridad en mis pensamientos o acciones,
en este momento mis entrañas están en llamas y mis bolas están tensas con
la necesidad de drenar un orgasmo.
Así que hago lo que dice y me acaricio, tirando pausadamente de mi
polla mientras mi corazón salta en mi pecho. Nuestros ojos permanecen fijos
en el otro mientras me masturbo, y la sensación me hace expulsar un
suspiro entrecortado.
—Quiero que te lleves al orgasmo, Felix —insta, en voz baja y gruñona.
—¿Por qué? —Jadeo, bombeando mi puño de arriba a abajo por los
centímetros de mi polla, que ahora medio sobresale de mis pantalones.
—Porque es importante para mí investigación —murmura—. Ve más
despacio, pero fuerte. Aprieta el puño.
—¿Así es c…cómo tú lo harías? —tartamudeo bajo su mirada ardiente.
El montículo de su nuez de Adán se hunde en su garganta.
—Así es como sé que te gustará.
—Sabes lo que me gusta... —Se supone que es una pregunta cortante,
pero sale más como una declaración sollozante. Porque sí… creo que podría
saber exactamente lo que me gustaría.
—Te estoy conociendo, Felix. —Se remueve en su asiento, con los ojos
fijos en los míos—. Hay una razón por la que escribí esas cosas en mis notas.
—Mi mano disminuye la velocidad, pero dice—: Continúa. No te detengas
hasta que te corras sobre tu estómago, ¿entendido?
Mis párpados caen, e inclino la cabeza hacia atrás mientras gimo:
—Quiero correrme para ti.
—No me importa tu placer, Felix —sisea—. Esto es trabajo. Haz lo que
digo y sigue follando tu mano lentamente. 272
—Sí, señor. —Mis labios están temblando, el placer vibra a través de
cada centímetro de mi cuerpo.
Nunca he sido de los que necesitan tener un orgasmo, pero algo sobre
el doctor Love me vuelve insaciable. En el pasado, el sexo ha sido una forma
de conectarme, de encontrar el cariño que anhelo. Pero cuando estoy cerca
de él, deseo una liberación con él. Algo a lo que él me lleve, con sus grandes
manos sobre mi cuerpo, sus suaves labios sobre los míos. Su lengua
simplemente... por todas partes.
—¿Lo harías por mí? —Lo miro, suplicando con una mirada.
Su mandíbula se tensa.
—Esto no se trata de interacción sexual, Felix. Esto es sobre
autosatisfacción. —Sus ojos bajan—. ¿Qué hay de tus pezones? ¿Te gusta
estimularlos?
—Mierda, sí —ronroneo, tocando mi pezón con mi mano izquierda
mientras que la derecha acaricia mi eje desde las bolas a la punta. Un poco
de líquido preseminal se fuga de la corona y hago girar mi pulgar encima de
eso.
—Pruébate —exige el doctor Love, y llevo mi pulgar a mi boca,
chupando mi propio sabor, manteniendo mis ojos fijos en los suyos todo el
tiempo. Ladea la cabeza—. ¿Cómo sabes?
—Ven aquí y descúbrelo —gimo. Niega con la cabeza con severidad.
Mis ojos se posan en mi polla, sólida y balanceándose sobre mis
abdominales, goteando líquido preseminal y dejando un desastre pegajoso—
. No se lo diré a nadie. Pruébalo una vez... Por favor, doctor Want.
—Deja de llamarme así —dice furioso—. Te lo dije, no voy a poner mis
manos sobre ti.
Mi estómago da un vuelco.
—¿Quieres decir como lo hizo Templeton?
Nuestras miradas se mantienen fijas cuando dice:
—Esta es mi investigación, y es mucho más importante que la de ellos.
¿Entendido?
Asiento lentamente.
—Bien. Ahora, acaricia más rápido y córrete. No tengo todo el día.
Mis labios tiemblan con una exhalación irregular. Dios, algo sobre su
acerada actitud desinteresada me vuelve loco. Es un imbécil tan distante.
273
No tengo idea de por qué me gusta, pero todo en lo que puedo pensar ahora
mismo es en tenerlo encima de mí.
Así que cierro los ojos y me lo imagino.
El doctor Love se levanta de su asiento, y el impresionante contorno de
su enorme polla se muestra a través de sus pantalones a medida. Se acerca
al sofá y se arrastra sobre mí. Lo agarro por las rastas y empujo esa boca
gruñona hacia abajo sobre mi dolorosa…
—¿Qué estás pensando? —pregunta con calma. Como si no estuviera
acostado en un sofá en su oficina masturbándose mientras observa.
—En ti —le digo honestamente.
—¿Qué de mí?
—Estoy imaginando tu boca en mi polla...
Bufa casi una risa.
—Te aseguro que eso nunca sucederá.
—Mmm… cierto. Olvidé que eres heterosexual. —Mi espalda se arquea
mientras me deslizo al borde de mi clímax. Lo miro—. Sin embargo, quieres
que me corra. Quieres saber todo sobre lo duro que se pone mi polla cuando
mato gente. —Sus ojos me están disparando llamas de furia ahora mismo.
Pero no puedo parar. La mirada enfadada en su cara va a hacer que me
corra jodidamente pronto—. Creo que es porque te gusta. Lo malvado, lo
retorcido... lo depravado. Creo que eso es lo que te pone duro a ti, doctor
Love.
Puedo ver la ira ardiendo dentro de él ante mis palabras. Pero la
guarda y me da una de sus miradas engreídas.
—¿Y sabes lo que yo creo, Felix? Creo que tenía razón. Nunca has
estado verdaderamente satisfecho, no importa cuánto te digas que lo estás.
—Se levanta lentamente y mi cara lo sigue, mi mano todavía está
acariciando vigorosamente mi polla—. Porque en el fondo, lo que realmente
quieres es ser utilizado por la persona cuya atención nunca podrías
mantener.
Me muerdo el labio para contener los gemidos desesperados mientras
él llega hasta el borde del sofá. Mi visión se nubla, y cada músculo de mi
cuerpo se tensa, enroscándose, a segundos de la liberación.
Se inclina sobre mí.
—Eso es lo que quieres, ¿no es así, Felix? Ser inclinado y partido por 274
la mitad por alguien como tu padre…
Mis pestañas revolotean, mis labios se separan y mi mano bombea
más y más rápido, acariciándome…
—Mierda, mierda, mierda —jadeo.
—Muéstrame cómo te corres, pequeño monstruo enfermo —gruñe.
Y estallo.
Chorros de semen pulsan de mi polla, empapando mis abdominales
mientras el mundo se inclina sobre su eje. Se me nubla la cabeza, y creo
que estoy diciendo cosas, pero apenas puedo entenderme.
Están haciendo eco a nuestro alrededor.
Sí. Sí, sí, sí… tienes razón. Dios, fóllame... quiero que... me… folles.
Me estoy retorciendo en una deliciosa agonía por lo que se sienten
horas, mientras mis bolas zumban, y mis labios tiemblan. Nunca he tenido
un orgasmo así... Especialmente dado por mí.
Cuando me obligo a correrme, es puramente mecánico. Entro y salgo.
Esta fue una experiencia completamente diferente.
El doctor Love guiándome a través del orgasmo es mi nueva actividad
favorita.
Parpadeando hacia él, encuentro su comportamiento habitual
completamente en su lugar. Está parado sobre mí, observándome como una
serpiente que acaba de mudar de piel en un tanque.
Mi respiración se nivela y me lamo el labio, mirándolo. Sé que está
mal, pero puedo ver corazones flotando alrededor de su cabeza.
Esto está muy mal. Él es oficialmente la última persona de la que
debería enamorarme. Pero ahora no veo cómo podría parar.
—Usa tu camiseta para limpiarte —ordena con firmeza—. Haré que te
envíen una nueva.
—¿P…puedo dormir aquí otra vez? —pregunto en voz baja.
¿Contigo…?
—Vas a volver a tu celda —dice, luego toma su teléfono de la mesa y
se acerca a su escritorio.
Oh, mierda... Olvidé que estaba grabando. Jesucristo, ahora tienen dos
grabaciones diferentes de mí teniendo orgasmos. ¿¿Y si las venden?? 275
No es como si importara.
Sentándome lentamente, tiro de mi camiseta por encima de mi cabeza
y la uso para limpiar mi corrida.
—Tengo…
—Hambre. Sí, supuse que dirías eso. —Termina mi pensamiento
antes de que siquiera pueda decirlo—. Haré que te lleven el almuerzo
también.
El aire en la habitación se siente pesado con una especie de tensión
incómoda, pero parece que solo viene de mí. Ojalá pudiera canalizar mi
Escultor interior en este momento, pero me siento como nada más que Felix
Darcey.
El perdedor solitario e invisible.
Poniéndome de pie sobre piernas temblorosas, tiro mi camiseta sucia
al suelo. Los ojos del doctor Love saltan a los míos.
—Espero que hayas conseguido lo que querías.
Los estrecha.
—Más o menos.
Hay tantas cosas que quiero decir, pero me siento en conflicto. No
puedo decir si quiero gritarle en la cara o aferrarme a él y no soltarlo nunca.
Quiero saber más sobre él, porque ahora todo esto se siente muy unilateral.
Afirma que no es como Johansson y Templeton, pero es exactamente
igual. Está aquí simplemente para meterme en un frasco de vidrio y
pincharme como un sujeto de prueba. Para luego meterme de nuevo en mi
caja.
No soy importante para él. Solo soy un caso. Un número.
Otro asesino en serie de la estadística.
Mis labios se abren para decir algunas de estas cosas, pero un golpe
en la puerta indica que el guardia está aquí para llevarme de vuelta. El oficial
Peters entra arrastrando los pies, luciendo estresado, y sin una palabra,
coloca los grilletes en mis tobillos y las esposas en mis muñecas.
Me arrastra fuera de la oficina del doctor Love, y aunque no puedo
dejar de mirar al hombre que acaba de voltearme de cabeza, él no me mira
ni una vez.
276
21
Lem

E
stoy saliendo de la prisión cuando suena mi teléfono.
Me toma un momento volver a concentrarme en la
realidad y sacarlo de mi bolsillo. No tengo números guardados
en esta cosa, pero lo reconozco como el de la asistente de
Manuel Blanco, el número de Yari.
—Lemuel Love —respondo, recorriendo el corto sendero desde la
salida lateral hasta el SUV negro que está esperando para llevarme de
regreso a la mansión.
—¡Doctor! Buenas noches. —La agradable voz de Yari sale por el
receptor y me irrita los nervios por alguna razón. ¿Por qué tiene que ser tan
entusiasta, de todos modos? — Tengo una invitación para usted.
Dejo de caminar.
—¿Invitación…?
—Sí, señor. El Ivory quiere que lo acompañe a cenar esta noche. Un
poco atrasado —agrega, riéndose entre dientes—. Pero no obstante.
Me quedo congelado, mirando fijamente la parte trasera de la
camioneta estacionada y en marcha, a unos metros delante de mí. No sé si
quiero cenar con El Ivory... especialmente después de lo que hice con Felix.
Darle las llaves, quiero decir.
Las palabras de Velle resuenan en mi cabeza. Ustedes son problema
del alcaide ahora. 277
He estado temiendo encontrarme con Manuel Blanco durante los
últimos tres días, desde que Felix causó un gran alboroto debido a mi
experimento. En cuanto al alcance de mi trabajo, el trabajo para el que me
contrató, no estoy preocupado. Pero con lo que sé sobre Manuel Blanco
gracias a mi limitada investigación, parece que su respuesta podría ir en
muchas direcciones diferentes.
Lo impredecible me pone nervioso.
—¿Doctor? —dice Yari alegremente en mi oído y salgo del trance.
—Eh, sí. Lo siento. Estaré de vuelta en la mansión en cinco minutos.
—Sigo caminando hacia la camioneta, donde Kent salta y abre la puerta
para que suba—. ¿Debería encontrarme con él en el comedor, o....?
Yari se ríe de nuevo.
—Creo que podemos aspirar a algo un poco mejor que eso, Doctor.
Tómese su tiempo para vestirse. Kent le llevará al techo a las ocho.
—¿Al techo? —pregunto, y mis ojos se posan en Kent, que está
saltando de nuevo en el asiento del conductor y poniéndose en marcha.
Yari ya colgó.
Tomo una respiración profunda, la contengo por un momento, y luego
la suelto lentamente mientras Kent nos conduce por el tramo de carretera
paralelo al océano. Mirando hacia afuera por la ventana, veo las olas
rompiendo contra la piedra que nos separa del mar. Sin duda podría ser
abrumador, pensar en lo lejos que estamos del resto de la civilización. Lo
cerca que estamos de aguas abiertas, rodeados por todos lados. Atrapados.
Honestamente, no me importa mucho. Trato de no tomar en cuenta el
hecho de que Manuel Blanco controla los únicos medios para salir de esta
isla. Y que si está enojado por lo que hice, básicamente soy un blanco fácil.
Apretando mi mano en un puño, disipo ese pensamiento. Necesito
mantener la confianza en mi trabajo. Eso es lo que pasa con hacer lo que
hago; con estudiar de esta manera, utilizando métodos no convencionales.
Tienes que mantenerte firme, incluso cuando otras personas se burlen de
ti, o especialmente cuando los enojes. En el momento en que muestres
cualquier tipo de duda en ti mismo, lo aprovecharán.
No estoy dudando de lo que estoy haciendo aquí. Esta es la
investigación que he querido hacer desde que era mucho más joven. Desde
que el deseo de estudiar la mente del ser humano no era más que una chispa
278
en mis propios pensamientos.
Mi mano se eleva a mi garganta, y mis dedos rozan la piel rugosa.
—Lemuel, lo mejor que puedes hacer es olvidarte de todo y seguir
adelante. —La voz de mi padre resuena contra las paredes de mi mente.
—Déjalo atrás —había dicho mi madre—. No te aflijas por lo que no
puedes cambiar.
Resoplo fuerte, y mis ojos saltan al espejo retrovisor para ver si Kent
me está prestando atención. No lo hace.
Me pregunto qué pensarían mis padres sobre la investigación que
estoy llevando a cabo aquí. Puedo imaginar cuánto se quejarían. Lo poco
que comprenderían. Casi puedo escucharlo...
¿¿Estás viviendo en una isla apartada entre una manada de
psicópatas?? ¿Cómo es eso beneficioso para tu carrera?
¿¿Qué tipo de trabajo requiere que veas a un asesino en serie tener un
orgasmo??
Felix aparece en mi mente. Su imagen con la cabeza inclinada hacia
atrás, retorciéndose en el sofá mientras él…
Aparto el recuerdo. No tengo tiempo para pensar en eso ahora.
Escucharé la cinta más tarde y tomaré algunas notas para mi evaluación.
Porque eso es lo que era. Trabajo.
No fue nada, de verdad. Fue solo una forma diferente de sesión. A
decir verdad, estoy aprendiendo mucho sobre Felix, y observarlo mientras
se masturba es tan útil como sentarme allí a hablar con él, como lo he estado
haciendo desde que llegué aquí.
Por supuesto, habrá momentos incómodos durante cualquier tipo de
investigación o terapia sexuales. Es inevitable. Es natural que me sienta
tenso viéndolo acariciar su erección y morderse el labio para contener sus
pequeños gemidos. Especialmente sabiendo que él estaba pensando en mí...
Me froto los ojos con fuerza. El impulso hiperactivo de Felix por cariño
es un inconveniente para mí. No necesito que me coquetee constantemente
mientras estoy tratando de trabajar, y definitivamente no necesito que se
sienta como si estuviéramos en algún tipo de relación. Le pondrá las cosas
aún más difíciles cuando finalmente termine este trabajo y me vaya.
Se me forma un bulto extraño en la parte posterior de mi garganta y
lo trago mientras Kent aparca frente a la mansión y sale para abrirme la
279
puerta.
—Iré a buscarlo en unas horas, doctor Love —me dice mientras
camino hacia los escalones de mármol blanco que conducen a la puerta
principal de la mansión.
—Muy bien, Kent. ¿Llevaste esa ropa nueva a la celda de Felix?
Asiente.
—Sí, señor. Está todo arreglado.
Asiento en señal de agradecimiento mientras entro a través de las
gigantes puertas de bronce lustrado. Pero luego me detengo patinando en el
vestíbulo cuando casi choco con uno de los guardias.
—Oh, mierda. Lo siento. —Titubea, saltando hacia atrás.
—No hay problema —le digo, solo porque se ve muy molesto.
Con este oficial no he tratado mucho. Su nombre es Harley Samuels,
pero lo llaman Rook. No viene al Ala Este a menudo. Solo sé quién es porque
le ha llevado comida a Felix unas pocas veces. Y he tratado de tener la
costumbre de aprenderme todos los nombres de los guardias desde que
llegué, ya sea si trato con ellos con frecuencia como si no.
Incluso si no supiera sobre su apodo, probablemente podría decir con
facilidad que Harley es el chico nuevo. Tiene un aire inocente encima que
ninguno de los otros oficiales posee. Todos se ven visiblemente hastiados de
tener que hacer este trabajo durante tanto tiempo. Y no es que entienda las
circunstancias que rodean su empleo aquí, pero según los archivos a los
que tengo acceso, ninguno de ellos está en esta isla exactamente por
elección.
Parece ser una táctica de Manuel Blanco. Guardar trapos sucios de
sus empleados, ya sea por chantaje, limitando sus posibilidades para
trabajar en otro lugar o manteniendo su pulgar sobre las personas que más
les importan. Él los tiene aquí atrapados, los mantiene bajo la influencia de
las fiestas, el sexo y las drogas, luego los fuerza a perder la esperanza.
Los ha convertido en el ejército perfecto de perros guardianes casi
rabiosos. Es inteligente... Pero en parte me pregunto cuánto durará algo así.
Después de todo, incluso el animal más leal, cuando es acorralado,
eventualmente atacará a su amo.
Harley Samuels me rodea y se asoma por la puerta principal, como si
280
estuviera buscando a alguien. O esperando a alguien. Pero cuando ve que
no hay nadie más ahí fuera, sus hombros se desploman y deja escapar un
suspiro derrotado.
Voy a girarme hacia mi lado de la mansión, pero su voz me detiene.
—Doctor, um… ¿De casualidad no ha visto al oficial Chevelle por ahí,
o sí? ¿De ese lado...?
Sus ojos verdes musgo están tan abiertos y llenos de esperanza, que
casi me siento mal por aplastarlo con mi respuesta. Pero es la verdad, así
que tengo que negar con la cabeza.
—Lo siento. No.
Traga visiblemente y asiente, su mirada desesperanzada se dirige al
suelo.
—Gracias de todos modos.
Luego se da vuelta y se aleja tambaleándose, pisando fuerte todos
escalones hasta el último piso. Me quedo allí y lo observo hasta que
desaparece por el pasillo de su ala y fuera de la vista. No soy de los que
suelen sentir simpatía por otros, pero Harley Samuels realmente parece una
buena persona. Un chico de campo convertido en lo mejor de Nueva York,
es el único de todos los guardias que me da la verdadera sensación de que
es policía. De hecho, creo que es el único que en realidad era oficial de
policía. El oficial Josh Peters, el guardia con el que probablemente estoy más
asociado, tiene antecedentes militares. Creo que algunos de ellos los tienen.
Pero Samuels es el único policía.
El resto han sido seleccionados a mano y convertidos en soldados a
medida para encajar en el molde de El Ivory. Y ninguno más que el oficial
John Chevelle.
No lo he visto desde el otro día, cuando nos atacó a mí y a Felix en mi
oficina, y sé que debería estar contento, ya que nunca hemos tenido grandes
interacciones. Pero no puedo dejar de pensar en lo angustiado que estaba
Velle por las acciones de Felix. Realmente no parecía importarle la muerte
de O’Malley específicamente, sino cómo le afectaría. Y estoy seguro de que
me ha culpado a mí, lo que hará que la cena con el alcaide sea interesante
esta noche.
Aun así, recuerdo que más tarde esa noche, cuando bajé a la celda
donde O’Malley había estado, ya estaba completamente limpia. El cuerpo
había desaparecido y apestaba a lejía. Y no pude evitar preguntarme si había
sido Velle quien se había encargado. 281
¿Son los guardias los que limpian los desastres en esta isla? Y si el
mundo ya cree que estos prisioneros están muertos, entonces, ¿qué significa
todo esto?
Apartando esas reflexiones para otro momento, subo las escaleras. Me
paro en los grandes escalones de mi piso, subiendo los ojos a la parte
superior, donde vive El Ivory.
Y un escalofrío cubre mi piel expuesta.

Horas más tarde, estoy duchado y vestido con mis mejores ropas.
Nunca admitiría que estoy nervioso, pero lo estoy. No estoy seguro de
en qué consistirá esta cena, porque Manuel Blanco me parece una persona
muy escurridiza. Realmente solo he interactuado con él una vez, el día que
llegué aquí. He hablado con él por teléfono varias veces, y le envío por correo
electrónico los hallazgos de mi investigación con Darcey cada pocos días.
Pero aparte de eso, sé muy poco sobre él, y no estoy seguro de cuánto
tenemos en común.
Mi ansiedad social se pondrá a prueba esta noche. Realmente no bebo,
pero podría necesitar tomar un par de copas para esto.
Acercándome al espejo, jugueteo con mis rastas y aliso mi vello facial
recién recortado. Paso mis manos sobre mi camisa abotonada, parpadeando
en el espejo.
Mis dedos se levantan hasta el cuello de mi camisa y tiro de ella para
cubrir mis cicatrices.
Un golpe en la puerta me hace dejar escapar un suspiro.
—Está abierto.
La puerta se abre y Kent asoma la cabeza.
—¿Listo, señor?
Asiento y me miro por última vez antes de seguirlo fuera de la
habitación. Me lleva por las escaleras hasta el tercer nivel, y luego por un
pequeño corredor que conduce a una única puerta al final. La abre y me
hace señas para que pase primero, cosa que hago. Subimos por una escalera
282
caracol hasta otra puerta, la abre y, por fin, me encuentro fuera, en lo que
supongo que es el techo, basado en lo que Yari dijo antes.
Miro a Kent, quien asiente para que camine. Deambulo por el gran
espacio, y el aire fresco del océano azota mi cara. Hay líneas amarillas
pintadas en la superficie del techo, e inmediatamente me doy cuenta de por
qué, cuando escucho un helicóptero en la distancia.
Debo admitir que esto no es para nada lo que esperaba cuando dijeron
cena.
El helicóptero sobrevuela y aterriza lentamente frente a mí,
rozándome aún más con aire frío. De repente desearía haber estado usando
mi abrigo, aunque ha estado un poco demasiado cálido para eso
recientemente. Una vez que el helicóptero toca tierra, Kent se apresura a
abrir la puerta. Me hace señas y camino a través de los aleteos del viento de
las hélices, y subo en la aeronave. En realidad nunca he volado en uno de
estos antes, pero el piloto me entrega unos auriculares para ponerme sobre
las orejas, y luego me instruye sobre cómo asegurar el cinturón de
seguridad.
Estoy sentado aquí, básicamente vibrando con expectación durante
cinco minutos antes de que vea a Kent acompañando a Manuel Blanco. Su
cabello de porcelana blanca es revuelto por el viento mientras sube dentro
del helicóptero, tomando asiento directamente frente a mí. Me ofrece una
pequeña sonrisa mientras se sujeta.
Kent cierra la puerta y el piloto pregunta:
—¿Todo listo, señor?
A lo que El Ivory agita una mano en su dirección. Aparentemente, esa
es toda la respuesta que necesita. Y nos elevamos del techo, flotando en el
aire.
No puedo evitar cómo mis ojos se amplían y se pegan a la ventana,
mirando con fascinación mientras volamos sobre el mar abierto.
—¿Cómo está, doctor? —La voz de Manuel Blanco llega a mis oídos
claramente a través de los auriculares que llevamos puestos.
Mi rostro se mueve y lo encuentro observándome con curiosidad.
—Estoy bien, gracias.
Su sonrisa se ensancha.
—Espero que tenga hambre. 283
Asiento simplemente, observándolo mientras me mira fijamente. Está
impecablemente vestido, como la última vez que lo vi. Creo que es seguro
decir que siempre viste elegantemente. Está usando otro traje de tres piezas
esta noche, similar al que llevaba puesto cuando lo conocí. No son conjuntos
comunes, tampoco. La tela de su chaqueta negra tiene algo de brillo, como
si estuviera hecha del mejor material. Y cada detalle es intrincado, hasta el
pañuelo de seda de bolsillo púrpura y gris, que combina exactamente con
los calcetines de vestir que puedo ver cuando cruza el tobillo sobre la rodilla,
poniéndose cómodo.
Debo decir que es un hombre fascinante. El brillante cabello blanco,
casi hace que parezca que debería ser albino, aunque sus ojos son oscuros,
casi negros, y a pesar de que su tez es pálida, no es lo suficientemente
blanca. Aun así, el cabello es interesante, porque observándolo, no hay
forma posible de que tenga más de cincuenta años. E incluso eso es una
exageración.
Es muy alto y delgado, y sus ángulos son marcados. Dicho
claramente, él no parece que debería estar operando una prisión en ruinas
en mitad del océano…
O tal vez es exactamente así como se ve.
Volamos en silencio durante unos treinta minutos. Me paso todo el
viaje mirando por la ventana, observando las ondas del océano debajo de
nosotros mientras me pregunto de qué voy a hablar con este hombre
durante toda una comida. Cuando el helicóptero finalmente aterriza,
estamos en Manhattan. Un hombre grande usando un traje negro está
esperando para ayudarnos a bajar de la aeronave y guiarnos a un
todoterreno negro, del mismo tipo que usamos en la isla.
Instalado en el asiento trasero, Manuel Blanco pregunta:
—¿Fue esa su primera vez viajando en helicóptero? —Asiento con la
cabeza y suelta una risa entretenida—. Bien. Siempre disfruto ser el primero
de alguien.
Haciendo caso omiso al comentario, digo:
—Asumí que cenaríamos en la mansión…
—Oh, no, no. —Sacude la cabeza con vehemencia—. Vengo a
Manhattan tan a menudo como sea posible. De lo contrario, me volvería un
poco loco.
Lo miro, dándole una mirada sorprendida.
284
—No me malinterprete, me encanta la mansión —agrega—. ¿Ha
disfrutado de su estancia hasta ahora?
—Sí. Es un lugar muy... extravagante.
Se ríe de nuevo.
—Recién me está conociendo, doctor. Soy una persona extravagante.
—Me guiña un ojo.
Mi cabeza se inclina hacia él. Y viajamos el resto del trayecto en más
silencio tenso.
Diez minutos después, el conductor estaciona frente a un restaurante
llamado Casa Mono y nos deja salir. Sigo a Manuel Blanco dentro, y parece
conocer al gerente o al dueño o a alguien, porque un hombre se acerca
efusivamente, luego nos lleva a the best mesa en la casa, según él.
Tomamos asiento, y una vez que estamos instalados, Manuel levanta
una ligera ceja en mi dirección.
—¿Prefiere vino o algo más fuerte?
Mis labios se abren, pero me toma un momento pensarlo. Rara vez
bebo, así que solo murmuro:
—Lo que usted sugiera.
Asiente, como un profesional, y le hace una señal a nuestro mesero,
que parece estar revoloteando cerca, esperando ansiosamente la atención
de El Ivory.
—Comenzaremos con el Tempranillo. El que probé el fin de semana
pasado. Te acuerdas, Javier, ¿no?
—Sí, sí, claro, señor Blanco. —El camarero asiente con entusiasmo—
. Lo traeré de inmediato.
No puedo evitar observar todo esto con fascinación. Claro, tengo
dinero, y mi familia creció bastante acomodada. Quiero decir, todos somos
doctores. Y no soy ajeno a los beneficios y las galas, los restaurantes
sofisticados y la opulencia.
Pero esto parece ser un juego diferente. Siento que estoy cenando con
Ray Liotta en Goodfellas. 19 Lo que me convertiría en Lorraine Bracco, y no
estoy seguro de cómo me siento al respecto...
Manuel Blanco deja escapar un suspiro.
—Bueno, aquí estamos. Me alegro de que finalmente seamos capaces
de hacer esto. Debo disculparme por mi ausencia desde su llegada. Estoy
seguro de que puede imaginar lo exigente que es mi posición…
285

19 Goodfellas: es una película estadounidense de drama criminal basada en un hecho real

de 1990 dirigida por Martin Scorsese.


Asiento.
—Sí, por supuesto.
Su cabeza se inclina.
—Y además, no me gusta micro gestionar, lo que siento que será algo
que usted apreciará. Es una de las razones por las que lo contraté, después
de todo. Usted requiere muy poca dirección. O supervisión.
Sus ojos parecen entrecerrarse un poco, y al instante estoy nervioso.
¿Se está refiriendo a lo que pasó con Felix? ¿Estamos yendo directo al grano?
—Tiene razón, Sr. Blanco —le digo, manteniendo mi tono firme y
abundante con despreocupada confianza.
Agita la mano.
—Por favor. Llámame, Manuel. —Asiento de acuerdo—. Debo decir,
me complace mucho tenerlo aquí, doctor.
Me mira fijamente por un momento, y aunque preferiría que me
llamara Doctor, supongo que él también preferiría que lo llamaran El Ivory.
Así que digo:
—Llámame Lem.
Una sonrisa estira sus labios.
—Verás, Lem, necesito empleados en los que pueda confiar para
ejecutar la operación por mí. Necesito saber que mi personal actuará en mi
beneficio.
—¿Como el oficial Chevelle? —pregunto.
Sus ojos hacen algo extraño. Se oscurecen aún más, cosa que no creía
que fuera posible, también se endurecen y se ablandan de alguna manera
al mismo tiempo. Es algo interesante de presenciar.
Su garganta se hunde al tragar visiblemente.
—El oficial Chevelle es casi un ejemplo perfecto de lo que espero de
mis oficiales. Casi. —Su mirada se pierde en la lejanía por un momento,
como si estuviera considerando algo. Luego vuelve a mí—. Es el secuaz
perfecto. Pero, por supuesto, sigue siendo humano. Comete errores. —Hace
una pausa y se centra en mí—. Como lo hacemos todos.
Es mi turno de tragar. Definitivamente está hablando de Felix ahora. 286
El camarero vuelve con nuestra botella de vino, haciendo alarde de
abrirla y servir un poco para que Manuel lo pruebe. Asiente con muy poca
emoción, para disgusto del ansioso camarero, que nos sirve una copa a cada
uno y murmura:
—¿Alguna idea para esta noche, señor Blanco?
Manuel me mira, y mis ojos se posan en el menú. Ni siquiera lo he
revisado todavía.
—¿Tienes alguna alergia alimentaria? —me pregunta, y niego con la
cabeza. Arranca el menú de mi mano, entregándoselo con el suyo al
camarero—. Ambos tomaremos la paella.
—Muy bien, señor —dice el mesero, y se apresura a irse.
Manuel cruza las manos sobre la mesa, poniendo toda su atención en
mí.
—Disfruto de la comida que sirven aquí, pero no se parece en nada a
con lo que crecí.
—¿Eres de España? —pregunto, aunque sé que no lo es. Mi
investigación me dijo que nació y se crio en Cartagena.
—No, no. —Se ríe—. Soy colombiano. Desafortunadamente, los
mejores restaurantes colombianos en la ciudad son más como agujeros en
la pared. No me malinterpretes, suelo ir allí durante la mayoría de mis viajes
a Manhattan. Pero para cenas como esta, prefiero algo más exclusivo.
—¿Cenas como esta? —Repito sus palabras, y un pozo de inquietud
se forma en mi estómago.
Manuel Blanco toma su copa de vino, agitándola por un momento
antes de tomar un sorbo.
—Me gustaría llegar a conocerte mejor, Lem. Porque por mucho que
sepa que puedes quedarte solo para hacer tu trabajo, realmente no te
conozco. Me gustaría no volver ser sorprendido con las cosas que haces.
—Si te refieres a lo que hizo Felix, te aseguro que ese experimento fue
enormemente beneficioso para mi investigación…
—Lem, por favor. —Levanta la mano—. No estoy enojado. —Hace una
pausa y suelto un suspiro silencioso—. ¿Me emociona haber perdido dos
reclusos en un día? Por supuesto que no. ¿Estoy lleno de pura rabia por la
idea de que mi más reciente adición, una que me fue enviada
específicamente por el Gobernador Russo para mantenerle especialmente el 287
ojo encima, ahora está en algún lugar del mundo, deambulando como un
animal libre? Sí. Mucho.
Sus ojos oscuros se entrecierran, y me recuerdo mantenerme firme.
No dejes que te intimide.
—Manuel, entiendo tus frustraciones, lo hago.
—¿Lo haces? —gruñe.
Tragando saliva, respondo asertivamente:
—Puedo empatizar. —Asiente sutilmente—. Pero te prometo, que todo
esto es una parte muy importante de mi investigación. Has visto las
evaluaciones. Lo que estoy consiguiendo de él... No tiene rival.
—Hmm… sí. —Se frota la barbilla—. A veces me molesta que el mundo
piense que está muerto. Podríamos sacar algo de dinero con las cosas que
ha estado confesándote.
No me importa el dinero.
—Sí, bueno, dejando todo eso de lado, estoy a punto de conseguir un
trabajo innovador. Mis experimentos son poco ortodoxos, sí, pero tú sabías
que estos eran mis intereses cuando me contrataste.
Me mira fijamente por un momento antes de murmurar:
—Sí, supongo que lo hice.
—Y la verdad sea dicha, no es como si no hubieras tenido bajas antes
con el equipo de Johansson. Leí el expediente de Henry Landon. Se tragó la
lengua después de haber sido dosificado con niveles exorbitantes de LSD en
contra de su conocimiento por el doctor Templeton.
—Sí, sí, bueno, honestamente, estoy mucho menos preocupado por la
muerte de Kieran O’Malley de lo que estoy sobre la fuga de Dascha Reznikov.
—Bebe su vino, y luego deja escapar un suspiro frustrado.
—Claro… eso tiene sentido. —Tomo un gran trago del mío.
—Pero está bien, Lem. —Suspira—. Como dije, no estoy enojado. Y
créeme, si quiero recuperar a Dascha, encontraré la manera de hacerlo.
Mis cejas se juntan.
—¿Sabes dónde está?
Su mandíbula se aprieta visiblemente.
—Lo sabré.
288
Asiento, porque se está volviendo un poco aterrador en este momento,
y prefiero volver a cuando estaba diciendo que no está enojado.
—Dejémoslo así, Lemuel. —Se inclina sobre la mesa—. Felix Darcey
permanecerá bajo mi custodia, pase lo que pase. Esa es la única
estipulación que le pondré a tu investigación. —Me fulmina con la mirada,
y mi barbilla se mueve—. Todo lo demás depende de ti. Pero recuerda,
Dascha era muy importante para mí... Pero El Escultor es mi posesión más
preciada. Si alguien trata de quitármelo, conocerán mi lado poco profesional.
¿Lo entiendes?
—Sí —le digo sinceramente.
Su rostro se transforma de furia silenciosa a un fuego lento a un
agradable invitado a cenar en un abrir y cerrar de ojos y sonríe.
—Maravilloso. —Levanta su copa para que brindemos, lo cual imito—
. Por una relación de trabajo de beneficio mutuo. Y por Felix Darcey, y su
mente severamente corrupta.
Algo en lo que dijo se siente mal, pero lo ignoro y choco su copa de
todos modos, tomando un sorbo mientras lo miro por encima del borde de
mi copa.
Manuel Blanco parece demasiado en su elemento ahora mismo. Y
estoy empezando a pensar que él siempre es así. Es como uno de esos
villanos de las películas. Los que de alguna manera hacen todo bien; que
viven y respiran maldad, pero hacen que se vea bien. Y fácil.
Recostándose casualmente en su silla, dice:
—Cuídalo, Lem. Te diré que basado en lo que he visto hasta ahora de
la investigación, la tuya y la de Johansson respectivamente, a ti realmente
parece haberte tomado cariño. Tu desempeño con él ha sido excepcional, y
apenas hemos comenzado. Mantén el excelente trabajo. Sin permitirle
liberar a mis otros reclusos, por supuesto.
Se ríe y asiento, expeliendo un suspiro que no es del todo una risa,
pero está tan cerca de una falsa como lo siento necesario. La forma en que
habla también me recuerda que este trabajo tiene un final abierto. El
contrato que firmé es por un mínimo de cuatro semanas, pero después de
eso depende de mi propia discreción.
El tiempo que quiera quedarme en la Isla de Alabastro.
—Eso es algo que quería mencionar —intervengo. Hace un gesto que
dice por supuesto—. El doctor Johansson y su… equipo. Agradezco sin fin 289
cómo les has dado instrucciones para que cedan ante mí y mi investigación.
Pero aun así, me pregunto acerca de sus... cualificaciones.
Mi mente se desplaza al video de Templeton realizando estimulaciones
sexuales sobre Felix y mi puño se aprieta debajo de la mesa.
Las cejas pálidas de Manuel se juntan.
—Se te dieron sus archivos individuales, ¿verdad?
—Sí, los tengo. Pero solo quiero decir... Creo que parte de su trabajo
podría ser directamente perjudicial para mi investigación. Solo me pregunto
si tal vez no serían más adecuados para otros pacientes…
—Lem, no te preocupes tanto. —Sonríe, girando su vino una y otra
vez—. Harán lo que tú quieras que hagan. Estás a cargo aquí. Pero no te
equivoques, sus métodos continuarán. —Toma un sorbo—. Pensé que
apreciarías la forma en que trabajan. Teniendo en cuenta que como ellos
operan es similar a tu investigación en Beneficial Brainwashing.
Me toma toda mi fuerza no poner los ojos en blanco.
—Bueno, sí, eso es cierto. Pero ese libro fue escrito bajo la premisa de
que cada paciente es muy diferente. Además, exploré muchas teorías en el
libro. Eso no significa que elija utilizarlas todas…
—Eres como todos los doctores. —Manuel me muestra una sonrisa
deslumbrante—. Todos ustedes desprecian trabajar en equipo, ¿no? —Hago
una mueca y se ríe—. Relájate, Lem. Felix es tuyo, y lo sabes. Trabaja con
él como lo creas conveniente. —Inclina la cabeza—. Solo recuerda quién está
examinando a quién.
Mi rostro se queda quieto, mis músculos se tensan a la defensiva de
lo que está diciendo.
—Te aseguro que yo tengo el control total.
Sus labios se curvan agradablemente.
—Bien.
En ese momento, llega nuestra comida y aplaude.
—¡Ay! Perfecto, gracias, Javier. Bueno, bueno. Huele delicioso.
La conversación se detiene mientras comemos. La comida es
espectacular, y el vino complementa tan bien los sabores que me encuentro
bebiendo tres copas. No diría que estoy borracho, pero soy un peso ligero,
así que estoy un poco achispado. Y para cuando terminamos el postre,
hemos matado dos botellas entre los dos.
290
Realmente solo hablamos sobre trabajo, pero de alguna manera no se
siente así. Le cuento todo sobre la escuela de medicina, sobre mi trabajo con
Trevel y cómo este trabajo es algo que siempre he querido hacer. Y él me
habla de lo importante que la Isla de Alabastro es para él.
Cuando le pregunto cómo surgió la isla, me da la respuesta estándar.
La misma que me dio Yari antes de llegar aquí. Que entre un puñado de
funcionarios gubernamentales que mantienen su participación muy secreta,
y él mismo, con algunos fondos útiles de Colombia, sé que se refiere al cártel,
aunque en realidad nunca usa esa palabra, pudieron construir la
Penitenciaría de Alabastro y la Mansión Ivory. Me dice que la prisión se
diseñó originalmente como una especie de asilo, pero cambió de marcha
hacia el principio. Pero eso explica la diferencia entre el Ala Este y el resto
de la Penitenciaría.
Le digo que creo que es interesante cómo el Ala Este se mantiene tan
separada del resto de la prisión. Incluso los guardias rara vez vienen al
Este... La frecuentan principalmente Johansson, sus muchachos y los
asistentes.
Y dice:
—Se hace por una razón. Prefiero mantener ambos lados separados.
Es mejor para los negocios.
Me intriga saber a qué negocios se refiere, pero no pregunto. Mantengo
mi interés estrictamente en mi parte de la operación. Principalmente porque
es todo para lo que fui contratado, sino también porque no quiero que piense
que soy alguien a quien debe vigilar. Alguien que está buscando información
para que yo pueda soltarla.
En general, la cena es agradable. Mi guardia está en alto, me niego a
bajarla alrededor de alguien como él, sabiendo el tipo de hombre que es,
pero no puedo negar que es una compañía encantadora.
Es educado, encantador e inteligente. Curioso, y no uno de esos
hombres ricos y poderosos que pretenden saberlo todo. Cuando menciono
algo con lo que no está familiarizado, sus ojos se agrandan y se sienta
pacientemente, absorbiendo la información que proporciono.
Me hace preguntarme cuál es la diferencia entre Manuel Blanco y El
Ivory. Recordándome las flagrantes diferencias entre Felix Darcey y su alter
ego, El Escultor.
¿Todos los sociópatas tienen dos partes distintas en sus 291
personalidades? ¿Quizás más? ¿O es algo específico de estos hombres...?
Si es así, ¿se dan cuenta de lo similares que son?
Manuel acaba de pagar la cuenta, y ahora está con su teléfono
mientras yo me inquieto en el lugar. No he usado mi propio teléfono celular
desde el día que llegué a la Isla de Alabastro. Una de las estipulaciones de
mi contrato era limitar el contacto con cualquiera de mi vida. Me permitieron
quedarme con mi teléfono, pero se queda en un cajón de mi habitación. Uso
el teléfono del trabajo si necesito algo.
Manuel consulta su reloj.
—Necesito volver. Hay algo que me está esperando. —La forma en que
sus ojos parecen brillar ante eso me hace pensar que es personal. Me mira—
. Pero puedes quedarte en la ciudad si quieres. Tengo un ático reservado en
el Plaza. Puedo enviar el helicóptero por ti en la mañana…
Considerando la oferta, un extraño sentimiento de nostalgia se
apodera de mis entrañas. Es sutil, pero por extraño que parezca, siento que
también necesito volver.
Sé que debo aprovechar que estoy fuera de esa isla desolada durante
una noche… Alojarme en la lujosa suite del ático. Tal vez encontrar una
mujer hermosa para hacerme compañía. Llegados este punto, han pasado
semanas desde la última vez que tuve sexo, y estoy sintiendo la necesidad
solo un poco. Sé que Manhattan sería el lugar perfecto para encontrar a
alguien para un poco de alivio del estrés.
Pero entonces esa idea no encaja del todo bien. Me doy cuenta de que
quiero volver a mi investigación. Volver a Felix…
Digamos que es mi naturaleza adicta al trabajo. Eso suena preciso.
Niego con la cabeza.
—Es una oferta generosa, Manuel. Pero creo que me gustaría volver.
Tengo mucho trabajo que hacer.
Me lanza otra amplia sonrisa.
—Sabía que contratarte era la decisión correcta.
Ambos nos ponemos de pie y salimos del restaurante, Manuel es
llamado de aquí y de allá como si fuera una especie de celebridad.
Mientras nos dirigimos a la salida, se da la vuelta y dice:
—Pero sabes que si necesitas algo, Kent te lo conseguirá, ¿no? Quiero
decir, cualquier cosa. Vivir lejos del resto del mundo puede volverse… 292
solitario. —Levanto mis cejas—. Incluso mis oficiales pueden soltarse
cuando lo necesitan. Desahogarse. —Sonríe—. Es necesario.
Simplemente asiento.
—Entiendo. Y sí, Kent ha sido genial.
—Lo digo en serio —continúa mientras nos subimos al auto—. Elige
tu veneno y es tuyo. En la isla no juzgamos. —Me guiña un ojo.
Cierto... creo que entendí.
Frunzo los labios.
—Te lo agradezco, Manuel. Pero este trabajo es muy importante para
mí. En este momento, es todo lo que me preocupa.
Resopla otra pequeña risa, sacudiendo la cabeza.
—Doctores.
Luego entierra su rostro en su teléfono mientras yo miro por la
ventana.

Menos de una hora después, estoy caminando hacia la Mansión Ivory


al lado del mismo Ivory, lo cual se siente extraño. Aunque en realidad no me
está prestando mucha atención.
Parece que está en una misión. Con ganas de llegar a algún sitio. Y
ese sitio debe estar arriba en su piso, porque hace una línea recta
inmediatamente hacia las escaleras y toma los escalones de dos en dos
mientras le grita a Kent por encima del hombro.
—Nada de interrupciones.
Y luego desaparece, me quedo de pie en el oscuro vestíbulo.
Es más de medianoche, pero no estoy cansado. Los sonidos de una
fiesta retumban sutilmente desde el lado de los guardias. Me pregunto qué
estarán haciendo allí…
Dejando escapar un suspiro, me dirijo a las escaleras en el lado
derecho de la mansión haciendo el camino hasta mi piso. Tal vez iré a hacer
ejercicio. Es casi seguro que ninguno de los guardias estará en el gimnasio
293
en este momento. Lo tendré solo para mí, lo cual es mi cosa favorita.
En mi habitación, me cambio y me pongo un chándal ajustado y una
camiseta de entrenamiento sin mangas, atando mis rastas hacia atrás.
Luego bajo las escaleras, pero me detengo en el vestíbulo. Es una noche tan
agradable... Tal vez debería ir a correr en su lugar.
Salgo de la mansión por una de las puertas laterales que lleva a un
montón de árboles. Viendo la casa del personal más adelante, corro,
haciendo que las hojas y agujas de pino crujan debajo de mis Nikes. Me
mantengo en el sendero por un rato, zigzagueando entre los árboles
mientras precaliento. Pero una vez que mi ritmo cardíaco aumenta, también
lo hace mi ritmo. Corro más rápido pasando las viviendas del personal,
rodeándolas hacia el océano. Cuando llego a la orilla, corro sobre la arena,
siguiéndola mientras envuelve el exterior de la mansión.
Hay un pequeño muelle por aquí que nunca antes había visto.
Desacelerando mientras troto junto a él, observo un pequeño cobertizo para
botes, sin ningún bote visible dentro. Mmm. Extraño.
Mis pies me llevan más rápido, aumentando la velocidad a medida que
mis zapatillas se imprimen en la arena mojada. Puedo ver un gran balcón
con vista al océano desde el piso más alto de la mansión. Ese debe ser el
piso de Manuel.
Qué vistas.
Mientras corro, con el aire fresco del océano golpeando mi cara,
desaparezco en mis pensamientos. Comienzo a clasificar los eventos de esta
noche, las cosas sobre las que Manuel Blanco y yo hablamos, y mis
valoraciones generales sobre él. Sé que dijo que no estaba molesto porque
le diera las llaves a Felix, pero estoy seguro de que tiene la intención de
mantener un ojo sobre mí.
Después de todo, es un hombre de negocios, y es claramente
despiadado. Cualquiera que se interponga en su camino está sujeto a
castigo.
Menos mal que no he bajado la guardia con otro ser humano en veinte
años.
Mis músculos se están tensando, el frío de la brisa marina acaricia mi
piel ahora bañada en sudor mientras corro por la isla. Paso la prisión y sigo
adelante, dando otra vuelta de regreso a la mansión. Toda esta isla no puede 294
tener más de cinco kilómetros a la redonda. Es interesante cómo algo tan
pequeño puede albergar personalidades tan monumentales.
Los pensamientos flotan en mi subconsciente mientras me concentro
en las endorfinas que recorren mi sistema. Pienso en mi trabajo con Felix.
Como me dijo que le gusta hablar conmigo porque lo entiendo...
¿Yo…? ¿Lo entiendo?
Es una idea interesante. Siempre me he sentido más conectado con
las almas retorcidas y perdidas del mundo. Aquellos con trastornos
mentales... He pasado mi vida anhelando comprensión. Información sobre
quiénes son y qué los hace ejemplares únicos. Son anomalías; piedras
orgánicas deslustradas en un mundo de diamantes sintéticos.
Felix Darcey es solo eso. Y una aberración. Uno en un millón.
Mi ritmo cardíaco está bombeando en mis oídos mientras considero
sus palabras. Él piensa que me gusta... Enfermo y perverso, por mi profunda
fascinación con lo macabro. Mi severa obsesión morbosa con la depravación.
Podría tener razón.
Pero aun así, estoy de este lado de la cerca. Incluso con los genes
corruptos en mi familia, salí mejor. Más fuerte.
No soy como él… No soy como ninguno de ellos.
Y no soy una víctima.
Los sonidos de mi respiración son cada vez más fuertes, rebotando sin
piedad sobre cada superficie interna de mi cerebro. De repente no puedo
sentir mis manos. Están entumecidas y me duelen las muñecas porque han
estado atadas con demasiada fuerza.
Hay algo alrededor de mi cuello.
No puedo respirar.
Mis ojos están abiertos, pero no puedo ver, y el objeto alrededor de mi
cuello está cada vez más apretado.
Él está presionado contra mí por detrás. Puedo sentir cada centímetro
de su ser, y me dan arcadas.
Pelea, me grito a mí mismo. ¡Pelea, empuja, vence!
No dejes que gane.
Disminuyo la velocidad con mi cabeza tambaleándose y agarro mi
garganta, arañándola desesperadamente, tratando de liberarme. Pero no 295
hay nada. Soy libre, pero todavía puedo sentirlo.
—Mierda... —Resoplo, apoyándome contra algo mientras trato de
recuperar el aliento.
Doblándome por la cintura, cierro los ojos con fuerza y me concentro
en llevar oxígeno a mis pulmones.
Estás aquí, Lem. Eres libre. Él no te atrapó, y nunca lo hará.
Después de unos minutos, mi ritmo cardíaco se ralentiza y la presión
en mi cabeza se alivia. Enderezándome, miro a mi alrededor y me encuentro
de pie junto a una vieja estructura en mal estado. Recuerdo haber visto esto
en el mapa de la Isla de Alabastro. Solía ser un arsenal hasta que comenzó
literalmente a desmoronarse. Y aparentemente Manuel Blanco no sintió que
restaurarlo fuera un buen uso de su financiación, por lo que trasladaron
todas las armas a la prisión y dieron por terminado el día.
Me acerco a la puerta desvencijada. Está cerrada con candado.
Buscando alrededor del área del bosque en la que estoy parado, también veo
la torre de vigilancia cerca. Otra estructura que aparentemente ya no tiene
uso.
Durante la cena, Manuel mencionó brevemente sus problemas de
financiación.
—El Gobernador Russo se pone ansioso de vez en cuando —dijo
mientras giraba su tenedor en su paella—. Nuestra situación financiera solía
ser mucho más... abundante. Pero últimamente todo es política y asientos en
la junta y bla, bla, bla. Nada de eso me interesa. Conseguiré lo que necesito
a través de mis propios medios, si es necesario, pero necesito jugar limpio con
los grandes. Es por eso por lo que nadie puede saber nunca que Dascha
Reznikov ya no está dentro las paredes de la Penitenciaría de Alabastro…
Trato de proteger mis zapatillas del barro, notando lo que parecen
huellas de algún tipo. Es solo un par de ruedas, por lo que deben ser de una
motocicleta. Caminando por un sendero destruido hacia la prisión, observo
su exterior. Piedra desmoronándose, vetas negras... La infraestructura
obviamente ha visto días mejores.
Uno pensaría que el mantenimiento de esta instalación estaría en la
parte superior de la lista de prioridades del alcaide...
Supongo que tiene otras cosas en mente.
Ni siquiera estoy seguro de por qué, pero algo me impulsa a seguir
caminando. Sé que debería irme a casa, volver a la mansión. Tomar una
ducha caliente y descansar un poco. 296
Pero parece que no puedo evitar que mi cuerpo me lleve de vuelta a
esta prisión. A este sombrío sudario de desesperación y sufrimiento, el hogar
de la tortura, el anhelo y el tiempo infinito.
Me llama, en un nivel profundo que no entiendo.
Cuando llego al exterior de la prisión, me detengo frente a lo que
parece un alcantarillado de drenaje. Lo cubren unas barras viejas y
oxidadas, pero están partidas por la mitad y desgarradas. Parpadeo en el
espacio por unos momentos, preguntándome si por aquí es por donde
escapó el amigo de Felix, Dash.
No conocía a Dash... Nunca lo había visto antes, pero vi su expediente.
He leído los archivos de cada guardia y recluso que la Penitenciaría de
Alabastro jamás haya visto. Era solo otro joven con problemas. Alguien a
quien yo habría tratado, como a Trevel.
Y ahora es un fugitivo.
Solo que no realmente, porque El Ivory nunca dejará que nadie sepa
que se ha ido. Por su propia reputación y por el bien de esta prisión, la
fachada debe ser preservada. Pero en esta isla sabemos la verdad.
Dash se ha ido, y es mi culpa.
No directamente, pero aun así. Felix tenía otra opción. Podría haberse
ido, pero en cambio le dio las llaves a Dash y decidió quedarse.
¿Por qué?
El repentino impulso de preguntarle es abrumador. Está haciéndome
señas y no puedo ignorarlo.
Usando mi conocimiento del código, lo tecleo en el panel al costado de
la puerta y entro en la prisión. Es la mitad de la noche, pero no tendrías
idea aquí dentro. No hay ventanas en este lado, y las luces fluorescentes
están encendidas en todo momento. Caminando por los pasillos, parpadean
sobre mi cabeza, y es ese sonido chisporroteante el que me impulsa a
moverme más rápido.
La puerta del corredor del Ala Este está cerrada, así que saco mi nuevo
juego de llaves del bolsillo y la abro. Camino más allá de las celdas hasta la
del final, y miro lentamente dentro a través de la pequeña ventana de
plexiglás.
Felix está sentado en el suelo, apoyado contra la pared. Está usando
una camisa de fuerza y sus ojos están cerrados detrás de sus anteojos. Me
parece divertido que duerma con ellos puestos. Realmente odia quitárselos
297
bajo cualquier concepto, y sé que es porque desprecia no poder ver con
claridad. Me recuerda que su nuevo par de anteojos debería llegar pronto,
los que tienen las lentes nuevas.
Sus párpados se abren y sus ojos se encuentran con los míos. Nos
miramos en silencio por un momento antes que se incline hacia adelante.
—¿Estoy soñando…? —Su voz jadea las palabras, con una extraña
esperanza en su tono.
Niego con la cabeza, usando mi llave para abrir la puerta de su celda,
doy un paso dentro y cierro la puerta detrás de mí. Felix me mira desde el
suelo, y sus ojos se deslizan sobre mí de arriba abajo, de ida y vuelta. Me
trago los nervios.
Sé que se siente atraído por mí. Eso quedó claro de sus intentos de
besarme y hacer que me involucre con él sexualmente. Y mientras que sé
que es una causa perdida, no puedo evitar el escalofrío de retorcida emoción
que me llena, en lo profundo del lugar que he estado aislando toda mi vida.
No debería querer que un asesino en serie me coma con los ojos. No
lo hago.
Pero me da esta sensación de poder sin restricciones. Un control sobre
alguien que no se puede controlar. Alguien que roba lo más preciado en el
mundo… La vida humana.
Tengo dominio sobre el monstruo.
Tomando asiento en el suelo frente a él, cruzo las piernas mientras él
se endereza. Como de costumbre, ambos nos quedamos en silencio durante
unos segundos.
—Te ves diferente —dice en voz baja con sus ojos todavía viajando por
todas partes sobre mí.
Levanto una ceja.
—¿Cómo es eso?
—No estás arreglado —tararea—. Estás usando ropa normal y tu
cabello está recogido hacia atrás.
—¿Esto te molesta? —Mi cabeza se inclina.
—No. —Resopla, curvando los labios—. Te ves… —Sus dientes tiran
de su labio inferior.
Mi mandíbula se tensa.
—Felix, ¿qué te dije? No soy tu novio. Y ciertamente no estoy aquí para 298
ser una atracción visual.
Su sonrisa se ensancha.
—¿Entonces, por qué estás aquí?
La pregunta me aturde, porque realmente no tengo una respuesta.
Salí a correr y terminé aquí. En mitad de la noche.
¿Qué estoy haciendo aquí?
—Estaba fuera, trotando, y pensé en pasarme… Para hacerte una
pregunta. —Cruzo los brazos sobre mi pecho y sus ojos caen sobre ellos.
—¿Y cuál sería esa pregunta…? —pregunta, con una mirada
hambrienta pegada a mis bíceps.
—¿Por qué no te fuiste?
Eso le llega. Sus ojos suben a los míos y parpadea.
—Cuando tuviste la oportunidad... ¿Por qué no escapaste con tu
amigo? —Lo miro fijamente, esperando su respuesta.
Se mueve para estar sentado con las piernas cruzadas también.
—¿Por qué me iría?
—¿Esa es una pregunta con trampa? —Le doy una mirada mordaz.
—No… —murmura—. En serio. ¿Qué hay ahí fuera para mí, de todos
modos?
Me encojo de hombros.
—No lo sé… libertad. Vida. Oportunidades y opciones.
—Supongo. —Suspira soñadoramente—. Todos los problemas de Felix
Darcey con nada de la fama de El Escultor.
Sus palabras encajan en su lugar.
—Lo dices porque todos piensan que estás muerto...
Asiente.
—He pensado en ello. Podría divertirme en el mundo exterior. Claro
que podría. Pero… también puedo divertirme aquí.
Sus ojos grises se quedan fijos en los míos de una manera que provoca
ondas en mi estómago, como cuando se arroja una piedra en un estanque.
Es una mirada similar a la que me dio mientras se acariciaba la polla el otro
día...
—¿Por qué estás usando una camisa de fuerza? —pregunto con voz
ronca, cambiando de tema. 299
—Johansson. —Suena incluso más cansado de lo que parece.
Mis músculos se ponen rígidos y mi sangre se calienta con ira.
—¿Sí? ¿Y qué preparó hoy?
—Más de esa odiosa medición del dolor —me dice—. Usaron un palo
caliente con el que me estuvieron pinchando en varios lugares del cuerpo.
Tengo marcas.
Muerdo el interior de mi mejilla con tanta fuerza que saboreo sangre.
Arrastrándome hacia adelante, llego a su alrededor y desato la camisa de
fuerza, todo el tiempo ignorando cuán cerca estamos y cómo obviamente me
está olfateando.
—¿Puedes dejar de hacer eso? —Le gruño con su cara casi enterrada
en el hueco de mi cuello.
—Lo siento... —murmura—. ¿Qué tipo de colonia usas? Es como…
muy agradable.
—Felix. Suficiente.
Le quito la camisa de fuerza y, efectivamente, hay pequeñas marcas
de quemaduras por todos sus brazos. Se levanta la camiseta, revelando más
en su torso. Mis ojos se demoran en las líneas por un momento antes de
saltar hacia los suyos.
—¿Duele?
Niega con la cabeza.
—No estuvo mal. Siempre he tenido una... alta tolerancia al dolor. —
Arrastra la voz y se pellizca el labio inferior entre los dedos.
—Tengo que irme. —Me levanto rápidamente.
Se pone de pie detrás de mí.
—¿Te veré mañana?
Una parte de mí quiere decir que no. Quiere poner algo de distancia
entre nosotros, porque creo que es necesario recordarle exactamente lo que
somos, y qué está pasando aquí.
Pero... todavía hay tanto que necesito de él.
Así que asiento, pero no digo las palabras. Salgo de su celda con un
ruido sordo y el sonido de la cerradura bloqueándose detrás de mí.
Y corro tan rápido como mis piernas me lo permiten para regresar a
la mansión. 300
22
Felix

A
veces me gusta contar los latidos de mi corazón.
Me gusta tomar nota de cómo se ralentiza cuando
estoy cansado o se acelera cuando estoy emocionado o
nervioso. El corazón es como una medida. Una herramienta
colocada dentro de nuestros cuerpos para hacernos saber cómo nos
sentimos. Creo que por eso dicen que te dejes guiar por el corazón. Términos
como escucha tu corazón.
Siendo realistas, es solo un órgano; un músculo que mueve la sangre
de un lado a otro.
Pero sus latidos tienen significado. Cada golpe es un momento pasado
esperando el siguiente.
En este momento, mis pulsaciones están normales tirando a altas.
Ochenta y ocho latidos por minuto.
Y sé por qué, también. Es porque estoy sentado frente a mi doctor, el
nuevo objeto de mis obsesivas fantasías. En el mismo sofá donde la última
vez que lo vi, me ordenó que me masturbara mientras me observaba en
nombre de la investigación.
Si alguien más en el mundo me contara esa historia, me reiría en su
cara y le diría: sí, ese tipo solo quería verte masturbarte.
Parece la razón obvia. Quiero decir, ¿¿quién observa a alguien
acariciarse la polla como un método educativo?? 301
Pero por aquí, tiene sentido. Y en lo que respecta al doctor Robot,
parece no haber ninguna posibilidad terrenal de que esté interesado en mi
polla como algo aparte de otra parte de mi cuerpo que reacciona a mis
monstruosas tendencias.
El doctor Love es una roca. En serio. Todavía no ha mostrado ningún
tipo de señal de que siquiera recuerde que me masturbé frente a él el otro
día. Por supuesto que lo recuerda... Pero probablemente solo piensa en ello
en términos de ciencia del comportamiento. Al igual que Johansson y
Templeton. Cómo la estimulación sexual afecta a las neuronas en mi cerebro
o alguna mierda de esa.
Dejémoslo en manos de estos imbéciles para que hagan que los
orgasmos sean aburridos.
Aun así, no puedo evitar la forma en que he estado gravitando hacia
este hombre. La manera en que me mira fijamente, como lo está haciendo
ahora mismo. No hay emoción de la que hablar. Ni deseo de cualquier cosa
que no sea lo que hay dentro de mi mente.
Se los digo en serio, le atrae tanto a mi lado terco, que me encuentro
desesperado por hacer siquiera la más pequeña grieta en su escudo de
determinación de acero de veinticinco centímetros de espesor. Y lo que es
peor, mi costado delirante me dice que es posible…
Después de todo, apareció en mi celda anoche. Luciendo todo delicioso
con ropa de entrenamiento ajustada, y suficiente sudor para que me imagine
lamiéndolo todo de él.
Me remuevo en mi asiento y me muerdo la mejilla. Ya hemos estado
sentados aquí durante diez minutos y no ha dicho una mierda. Así que
supongo que hemos retrocedido en nuestra relación, estamos de nuevo en
los concursos de miradas silenciosas de cuando nos conocimos.
Bueno, no lo soporto. Quiero algo de información. Quiero saber cosas
sobre él, ya que es prácticamente una enciclopedia de conocimientos sobre
mí.
Haciendo una inclinación con la cabeza, le digo:
—Vi más de tus tatuajes anoche. ¿Los tienes por todas partes o solo
en tus brazos?
Entrecierra los ojos un poco, pero no dice nada.
De acuerdo, eso fue un fracaso. Qué tal si…
302
—¿Te gusta la música? —pregunto—. ¿Cuál es tu canción favorita? —
Continúa mirándome fijamente y pongo los ojos en blanco—. Vamos…
Compláceme. Quiero saber.
Pero mantiene los labios cerrados.
—Bien. ¿De dónde eres…? —sigo intentando. No me rindo—. Vi una
botella de agua de Johns Hopkins en tu escritorio. ¿Eres de Baltimore?
Parpadea. Sin decir una palabra.
—¿Eres religioso? —pregunto, jugando con mis pulgares—. ¿Alguna
vez tus padres te obligaron a ir a la escuela dominical como lo hicieron los
míos?
Cada vez que mis palabras se apagan, el silencio en la habitación se
hace cargo, y es ensordecedor. No lo soporto más.
—Doctor Love, por favor —lloriqueo, dejándome caer en el sofá—.
¿¿Podemos hablar, por favor?? Me estoy muriendo aquí.
Inhala, luego exhala audiblemente. Incluso eso parece tomarle una
eternidad.
—Felix, estamos aquí para hablar de ti, no de mí.
—No soy tan interesante. —Sonrío burlonamente.
Claramente no le divierte. Literalmente es un robot, lo juro por Dios.
Se encorva unos centímetros en su silla, observándome.
—¿Tus impulsos han estado regresando?
Trago.
—¿Eh…?
—Desde que mataste a Kieran —continúa y dejo escapar un suspiro—
. ¿Has... deseado?
Oh, estoy deseando, mucho.
—Quiero decir, no diría que no... sí me pones un cuchillo en la mano
—murmuro con un encogimiento de hombros—. ¿Por qué? ¿Estás
considerando otro experimento? Porque si es así, estaré feliz de revisar los
archivos y elegir a alguien…
—O estás siendo demasiado tonto hoy, o te has perdido gravemente
todo el punto de ese libro que has estado leyendo —se queja.
Mis ojos se abren ante él.
—En realidad, ya casi he terminado con el libro. 303
Algo de lo que he dicho parece complacerlo y ladea la cabeza.
—¿Y qué piensas hasta ahora?
—Creo que la persona que lo escribió es un demente. —Sonrío. Su
mirada se estrecha—. Pero tiene mucho sentido. Las diversas formas de
entrar en la cabeza de alguien. Y luego la idea de ajustar las cosas a tu favor.
Es bastante interesante.
Sus labios hacen una de esas sutiles casi curvas, solo que esta vez se
queda ahí. No desaparece inmediatamente como suele hacerlo.
Estoy asombrado. No puedo dejar de mirarlo fijamente.
—¿Puedes pensar en un momento en el que fuiste manipulado para
hacer algo? —pregunta con curiosidad.
Mi mente va inmediatamente a Templeton y su consolador de vidrio.
Y curiosamente, casi parece que el doctor Love puede leer mis pensamientos.
Su mandíbula tiene un tic y dice:
—No me refiero necesariamente a la fuerza. Aunque eso puede ser
parte. Ser obligado a hacer algo hasta estar de acuerdo a regañadientes no
es exactamente igual a dar tu consentimiento.
Pienso por un momento.
—Bueno, esta vez, antes de Emmanuel, conocí a un tipo en un club
de Manhattan. Todavía era nuevo en el ambiente, y no conocía a nadie.
Estaba nervioso e incómodo conmigo mismo, ¿sabes? Todavía estaba
intentando entenderlo todo. Se me acercó de inmediato y obviamente estaba
interesado. —Hago una pausa y las cejas del doctor Love se levantan como
si dijera, continúa—. Era diferente de mi tipo habitual. Era mayor que yo por
al menos diez años, probablemente. Era realmente grande y algo así como...
dominante. De hecho, mencionó que era un Dom, y le dije que no me
gustaban esas cosas. Pero era realmente arrogante sobre el tema. Algo así
como, “Bueno, todos piensan que no les gusta hasta que lo intentan”.
El doctor Love hace un ruido, como una burla sutil, a lo que muerdo
el interior de mi mejilla para mantener mi ansiosa sonrisa bajo control.
—De todos modos, estábamos hablando, y me estaba invitando las
bebidas. Yo solo estaba tratando de ser cortés, pero obviamente él quería
que sucediera algo. Y no me oponía... De hecho, quería intentarlo. Ver qué
pasaría si me acostaba con un hombre. Quiero decir, sabía que era gay, pero
solo había estado con Bobby y él era muy diferente a este tipo.
304
» Entonces me preguntó si quería salir a caminar y acepté. Cuando
estaba pagando las bebidas, me di cuenta de que tenía puesto un anillo de
bodas, pero en realidad no me detuve a pensar en ello. Salimos, pero la
caminata ni siquiera fue una caminata porque simplemente me empujó
hacia un callejón oscuro.
La expresión del doctor Love se oscurece, y sus rasgos se tensan con
algo aterrador justo debajo de la superficie. Me hace titubear por un
segundo, pero dice:
—Continúa.
Así que lo hago.
—Um, entonces, me empujó contra la pared y comenzó a besarme.
Era realmente agresivo, pero se sentía un poco... ¿bien? Es difícil de
explicar, como que la forma en que sostenía mi cara y me guiaba se sentía
bien, a pesar de que también me asustaba.
La oscuridad en los ojos ámbar de mi doctor hace que me remueva en
el asiento. Sus pupilas se ven dilatadas mientras me mira, sentado como
una piedra en su silla.
—El tipo, ni siquiera sé su nombre, me empujó sobre mis rodillas y se
sacó la polla. Estaba bastante asustado porque nunca lo había hecho antes.
No quería parecer un perdedor sin experiencia, pero su pene era realmente
grueso, y tenía miedo de que me fuera a dar trismo 20 o algo así.
—¿Qué hiciste? —La voz del doctor Love retumba hacia mí, y me doy
cuenta de que está sentado en el borde de la silla, obviamente interesado
por mi historia. Siempre está interesado en mis historias, pero en este
momento parece que en parte tiene curiosidad, y en parte está enfurecido.
Trago saliva.
—Le dije que nunca lo había hecho antes. Parecía que realmente le
gustaba eso. Y dijo que me enseñaría, que solo abriera bien la boca y relajara
la mandíbula…
Un movimiento me llama la atención. Los dedos del doctor Love se
sacuden a su lado. Muy levemente, pero aun así. Algo está pasando aquí.
No puedo decir si odia al tipo de mi historia, o si quiere ser él…
No. Eso es una locura. Su fascinación por mí comienza y termina con
mis crímenes. No tiene interés más allá.
Sin embargo, sus ojos están brillando...
—¿Y lo hiciste? —pregunta en voz baja. 305

20
Trismo: Enfermedad que dificulta la apertura de la boca, puede ocurrir por un daño en
los nervios o en una articulación
Asiento lentamente.
—Sí.
—¿Y entonces qué pasó?
—Metió su polla tan profundamente en mi garganta que no podía
respirar. —Parpadeo hacia él.
La mano del doctor Love se aprieta en un puño.
—Fue... realmente doloroso, en realidad —sigo recordando—. Mis ojos
estaban llenos de lágrimas por lo que no podía ver. Estaba tratando de
respirar por la nariz, pero no tenía suficiente tiempo. Traté de alejarme, pero
había colocado su mano gigante en la parte de atrás de mi cabeza, forzando
mi boca. Fue horrible.
Algo loco sucede. El doctor Love se pone de pie y da un paso al
costado, tomando asiento a mi lado en el sofá. Sus ojos están fijos en los
míos, con una especie de conmiseración en ellos que no entiendo. Se ve
entusiasmado en este momento.
—Dime lo que hiciste, Felix —suspira—. Tuviste que haber hecho algo.
Asintiendo, le digo:
—Sí, hice algo. Le mordí la polla.
Los ojos del doctor Love se abren como platos.
—No lo…
—Sí, lo hice. —Sonrío, y luego me encojo de hombros—. Era la única
forma de detenerlo. ¡Pensé que iba a desmayarme! Así que mordí su polla
con tanta fuerza que terminé con sangre en la boca. Y luego le di un
puñetazo en las bolas y salí corriendo.
La cara del doctor Love está congelada mientras me mira boquiabierto
durante cinco segundos de silencio.
Y luego se ríe.
Realmente se ríe. Fuerte. Por algo que yo dije.
Es lo más increíble que he presenciado. Y el sonido de su risa, en
realidad no es más que una risa divertida, pero aun así. Es como música
pegadiza. Profunda y grave, como su voz. Y la forma en que hace lucir su
cara… 306
En este momento, ya no es una escultura de hielo.
¡El robot está desarrollando emociones humanas!
Ambos estamos tan involucrados en la conversación que me toma un
momento notar lo cerca que estamos sentados. Nuestras rodillas se tocan y
su mano está tan cerca de la mía en el sofá, mi dedo meñique podría avanzar
poco a poco sobre el suyo.
Mi mirada sobre nuestras manos hace que él haga lo mismo. Pero
para mi sorpresa, no salta hacia atrás ni huye. En cambio, deja escapar un
suspiro.
—Me alegro de que te hayas defendido —dice. Y realmente lo siento.
Está orgulloso de mí por casi arrancarle la polla de un mordisco a un
tipo.
—Sabes que soy un asesino, ¿verdad? —murmuro.
Se ríe de nuevo. Oh, Dios mío, quédate quieto maldito corazón
palpitante.
—Volvamos al camino, Felix. —Suspira, aunque sus labios
permanecen firmes en una curva agradable mientras se recuesta en el sofá.
Intento sacudirme el aturdimiento.
—Cierto, entonces esa fue técnicamente mi primera vez dando una
mamada, aunque yo no la contaría. Emmanuel fue mucho mejor profesor.
—¿Sí? —La voz del doctor Love retumba en mí por lo cerca que
estamos. Asiento con la cabeza—. ¿Así que te enseñó algo más que solo abrir
bien la boca y relajar la mandíbula?
Sonrío.
—Sí, lo creas o no, es más que eso.
—Yo diría que sí. —Sus cejas se arquean.
Lo miro burlonamente.
—¿Cómo lo sabrías?
—He recibido sexo oral, Felix —dice, y me río.
—Dios, incluso suenas como un robot cuando hablas de mamadas.
Su mirada se vuelve un poco caliente de nuevo. Solo que esta vez, está
dirigida a mí.
—¿Qué se supone que debo decir? —Se inclina. Nuestras rodillas se 307
rozan—. ¿Me han chupado la polla docenas de chicas?
—¿Docenas? —susurro mientras mi respiración se vuelve superficial
y observo su boca.
—Tal vez cientos —se burla de mí.
Y ahora tengo esta sensación asquerosa merodeando por mi
estómago. Se extiende un ardor en mi pecho como acidez estomacal y no me
gusta. Se siente como celos.
Estoy celoso de las chicas que se la han chupado...
—Sí, bueno, apuesto a que ninguna de ellas sabía lo que estaban
haciendo —murmuro obstinadamente.
Sus labios se contraen.
—¿Tú crees?
—Lo sé. —Me inclino más cerca, y esta vez él traga visiblemente—.
Los chicos dan mamadas mucho mejores.
Observo cómo aprieta los dientes, su mirada feroz quema la mía.
—Eso nunca ha sido probado.
Mi corazón está volando detrás de mis costillas mientras mi dedo
meñique se desliza, estirándose para rozar sutilmente el suyo.
—Te daré una prueba. Menciona la hora y el lugar, doctor Love.
Nuestros ojos se aferran a los del otro, llamas de frustración saliendo
de él y lujuria saliendo de mí, chocando en una explosión de fuego y hielo.
Estoy temblando de pies a cabeza, pero me mantengo firme. No me muevo,
solo me quedo sentado frente a él, temblando, esperando que haga el
siguiente movimiento. Que inevitablemente se cierre.
Pero en cambio, sus ojos se posan en mi boca.
Luego se vuelve a acomodar en el sofá, apartando su mano de la mía.
—Tienes cinco minutos.
Mi corazón se detiene tan rápido que escucho el rasguño de un disco.
—¿Q…qué? —Tartamudeo, pestañeando en mi estado de confusión.
—Me escuchaste —gruñe—. Pruébalo. Tienes cinco minutos. Si
puedes hacer que me corra así de rápido, entonces tú ganas.
Mi mente se acelera tan rápido como mi pulso.
—¿Qué gano...?
Me da una mirada austera. 308
—Derechos de fanfarronear.
—Quiero más que eso. —Niego con la cabeza.
Puedo verlo considerando cosas, y desearía como el infierno poder
escuchar lo que está considerando.
—Te traeré más comida china. Oferta final.
—Tienes que comerla conmigo —exijo, y hace un sonido bajo que hace
que mi polla de un salto.
—Bien —sisea—. Pero si yo gano, tienes que dejar de coquetear
conmigo.
—Esta es una forma extraña de hacer que eso suceda —señalo, y a él
no le parece divertido.
—Tu tiempo comienza ahora —dice, y luego se recuesta.
—E…espera. ¿¿Qué?? Espera, no estoy listo. —Me acerco más a él.
—Realmente estás perjudicando tu causa, Felix. —Sonríe. Ni siquiera
tengo tiempo para disfrutarlo.
Está bien, concéntrate. Tú puedes.
¿Recuerdas esa vez que hiciste que Travis se corriera en dos minutos?
Solo haz eso de nuevo y ganarás.
Pero cuando voy a moverme, estoy apisonado en el lugar. Este es el
doctor Love... No sé cómo seducirlo. Es un humanoide heterosexual de otro
planeta. Y se está burlando de mí con su mirada impaciente... Prácticamente
comprobando su reloj.
Mierda, no puedo hacer esto.
No. Sí puedo. Puedo hacer esto.
Tomando aire, me acerco más, dejando caer mi mano al otro lado de
sus caderas. Su diversión se desvanece y se ve... ¿nervioso? No puede ser.
—¿Puedo besarte? —Suplico en un susurro, acercándome aún más,
con los ojos puestos en su boca porque, maldita sea, se ve tan dulce.
—No —dice furioso—. Eso no era parte del trato. Te quedan cuatro
minutos, Felix. Estás perdiendo el tiempo.
Me tiemblan las manos cuando caigo de rodillas en el suelo,
posicionándome entre sus piernas abiertas. Las aparto más lejos y su nuez
de Adán se mueve de arriba a abajo.
Rápidamente y con dedos temblorosos, desabrocho su cinturón, y
309
luego sus pantalones. Y no me está ayudando en absoluto. Está sentado allí
como una estatua mientras intento mover su ropa lo suficiente para sacar
su polla.
No creo haber estado tan tenso en mi vida. Estoy a punto de ver la
polla del doctor Love. He estado pensando en él, obsesionado y anhelando
algún tipo de interacción, y ahora nos sumergimos directamente en esto. Es
estresante.
Pero también… es un reto. Y soy muy competitivo.
Metiendo mi mano dentro de sus pantalones, me encuentro con piel
suave como la seda. Y para mi sorpresa, ya está medio duro.
Ambos jadeamos al unísono, y mis ojos saltan a los suyos. Me está
fulminando con la mirada... Como si estuviera enojado porque le he dado
una erección. Honestamente, eso hace que mi propia polla gotee en mis
pantalones.
Mi boca se está llenando de saliva mientras lo saco, revelando los
muchos, muchos centímetros de su polla. En serio, la cosa estaba bastante
doblada allí, y ahora que está libre, puedo ver que es enorme.
—Mierda... —susurro, comiéndomela con los ojos por un segundo.
Su garganta se aclara y cuando lo miro de nuevo, gruñe:
—Tres minutos. Nunca lo lograrás.
Usando mi mano, lo acaricio un par de veces, saboreando la sensación
de él creciendo y endureciéndose en mi palma. Cuanto más duro se pone,
más grande se vuelve, y es jodidamente fascinante. La cosa debe tener
veinticinco centímetros de largo.
Mi cara se mueve, cayendo en su regazo para lamer alrededor de la
curva de su gorda cabeza. Sabe a sal y jabón, mis ojos se ponen en blanco
porque maldición, echaba de menos esto. No he estado con nadie en tanto
tiempo... No he hecho esto desde hace tiempo.
Mierda, eso significa que podría estar oxidado.
Date prisa, Felix. Tienes que ganar.
Sin perder más tiempo, hundo su polla en mi suave boca, ahora está
duro como una roca, y se estremece entre mis labios. Mis ojos encuentran
los suyos y parece estar tratando desesperadamente de no verse afectado,
pero su mandíbula está tan apretada que sus dientes podrían romperse, y
sus dedos están clavados en la tela del sofá.
Pasando mi lengua por la parte inferior de su erección, me inclino 310
hacia abajo y lo dejo tocar la parte posterior de mi garganta. Un suspiro
audible se le escapa, y lo uso como alimento, empujando más profundo,
forzando el reflejo nauseoso fuera de mi mente para dejar que su punta
empuje aún más hacia atrás.
—Dios… mierda —grazna, y mi corazón da un vuelco.
Deslizando mis manos por sus musculosos muslos, los mantengo bien
abiertos, usando el exceso de saliva como lubricante para trabajar mi boca
de arriba a abajo. Está muy mojado... El sonido ya es obsceno, pero me
vuelve jodidamente loco, y no puedo evitar empujar mis caderas contra el
sofá para conseguir algo de fricción.
Gimiendo sobre su polla, lo trago lo mejor que puedo, chupando
alrededor de su circunferencia mientras uso en él todas las habilidades que
he acumulado a lo largo de los años. Y creo que está funcionando. Mi doctor
robot se está desmoronando un poco debajo de mí.
Su amplio pecho está agitado. Puedo escuchar los pesados jadeos que
salen de él. Y cuando nuestros ojos se encuentran, deja caer sus pestañas
oscuras y su cabeza se inclina hacia atrás.
—No voy a dejarte ganar, Escultor —gruñe, pero eso no evita que su
mano se aferre a mi cabello.
Gimo sobre su polla una vez más, chupándolo fuerte y alcanzando sus
bolas. Ya lo veremos, doctor Want.
Estoy desesperado por frotar sus bolas, pero sus pantalones aún me
bloquean. Así que lo agarro por la cintura y tiro de ellos hacia abajo con
fuerza, haciéndolo gruñir. Nuestras miradas se cruzan, un infierno ardiente
entre su ámbar y mi gris mientras agarro sus bolas, y las aprieto lo
suficiente.
Muerde su labio, guiando mi cabeza con su mano mientras sus ojos
intentan permanecer abiertos. Se ve ebrio de lujuria, y tan jodidamente
cerca de correrse. No sé cuánto tiempo me queda, pero no pueden ser más
de treinta segundos.
Aun así, sé que lo tengo. Puedo sentir cada músculo de su cuerpo
contraerse. Así que empujo el dolor y me meto su polla de nuevo por la
garganta, tragando y tarareando mientras lo hago.
—Mierda —su voz se quiebra—. Dios, mierda…
Y luego su pene se hincha y estalla, entrando en erupción en el fondo
311
de mi garganta. Derrama pulso tras pulso de semen espeso en mi lengua, y
lo bebo todo, ajustando mi garganta mientras lo observo, saboreando sus
pequeños jadeos y gemidos reticentes. Se ve majestuoso sentado encima de
mí. Tan grande, con sus hombros anchos y pecho agitado por sus
respiraciones irregulares.
Yo hice eso. Yo hice que se corriera de esa manera.
Nunca he estado tan orgulloso de mí mismo.
Excepcional actuación, Felix. 10+++
Cuando finalmente saco su polla de mi boca, me aseguro de chuparlo
en la salida, lo que me gana otra pequeña probada y un gemido suave y
oculto de mi doctor. Sus dedos rozan mi cabello durante una fracción de
segundo antes de dejarlos caer y recordar.
Sentado sobre mis rodillas, lo observo removiéndose para recolocarse
sus pantalones. Realmente no se sonroja con su tez, pero estoy seguro de
que eso es lo que consigo en este momento. Parece nervioso.
Es jodidamente adorable.
Me paso el pulgar por el labio inferior y me pongo de pie.
—Esta vez quiero cerdo Moo Shu. ¡Ooo y lo mein!
El doctor Love no dice nada. Solo me está mirando desde el sofá, ya
habiendo recobrado su postura rígida. Se ve enojado de nuevo, pero todavía
hay un aturdimiento postcoital rodeándolo que lo hace mucho menos
aterrador.
Sus ojos caen y parpadea. Miro hacia abajo para ver lo que está
mirando boquiabierto y me doy cuenta de que mi erección está haciendo
una tienda de campaña con la parte delantera de los pantalones de mi mono.
Me acerco al sofá.
—¿Quieres intentarlo?
En un abrir y cerrar de ojos, se levanta de un salto y me agarra por la
garganta.
—Escucha, Felix. Solo porque ganaste la apuesta, no significa que
algo vaya a suceder aquí. Da la casualidad de que eres un gran chupapollas.
Felicidades.
—Gracias —chillo y su agarre alrededor de mi garganta se aprieta
mientras camina hacia atrás, empujándome hasta que mi trasero golpea su
escritorio. 312
—Suficiente —sisea, a escasos centímetros de mi cara—. Tu boca
estuvo en mi polla, Felix. No al revés. No estoy interesado en jugar estos
juegos contigo.
Lloriqueo ante la sensación de su cuerpo duro atrapando mi erección
entre nosotros. Su rostro cae y luego se transforma en aún más
consternación y rabia.
Se estira entre nosotros y agarra mi polla a través de mis pantalones,
tan fuerte que suelto un grito.
—Te encargarás de esto solo, pequeño psicópata. ¿Entendido?
Asiento rápidamente, aunque soy incapaz de evitar retorcerme en su
mano.
—Estás tan enfermo —dice furioso. Pero no parece que solo haya odio
en su tono.
También hay lujuria y una confusa atracción.
—Te gusta. —Lo animo, empujando mi garganta y mi polla contra sus
manos.
Aprieta más fuerte ambas, y mis ojos se ponen en blanco.
—¿Vas a correrte, muchacho enfermo? —provoca, agarrando mi polla
como un tornillo de banco. No me está masturbando ni nada, pero la está
sosteniendo y se siente fantástico.
—Solo si quieres que lo haga —ronroneo.
Me empuja con fuerza contra el escritorio, frotándose contra mí por
un momento. Creo que podría correrme así. Estoy excitado y listo para
explotar en su mano.
Pero luego libera mi polla y mi garganta simultáneamente. Da un paso
atrás, se endereza y se acerca a la mesa, recogiendo su teléfono para detener
la grabación.
Estoy temblando como un idiota mientras me mira, con cara de
piedra, y dice:
—Nuestro tiempo se acabó.

313
23
Lem

—¿D
octor?
Estoy mirando fijamente la pared
frente a mí. Es una especie de gris claro, con
una grieta en el medio. Concreto, supongo.
El principal material que hay aquí.
—¿Doctor Love…?
Mi mente está en blanco. La cerré, y ahora todo está tranquilo en mi
cabeza. Necesito que sea de esta manera. Me he estado obligando a no
pensar desde ayer…
Tengo que decir que desconectarse se siente bien. El silencio, la
calma. No más pensamientos tumultuosos.
No más preguntas.
Pero entonces chasquean unos dedos frente a mi cara, y me
sobresalto.
—Doctor Love. ¿Está listo?
Mis ojos encuentran al anteojudo doctor Johansson, que me mira
fijamente con algo de leve preocupación. Cuando miro a la izquierda,
encuentro al doctor Templeton luciendo impaciente. Y a su lado, Abel
Figueroa, quien claramente está emocionado de estar aquí.
Maldito bicho raro.
314
Me aclaro la garganta, volviendo a familiarizarme con la realidad. Se
supone que debemos ir a hacer algo... Y no creo que pueda manejarlo ahora
mismo.
—Ustedes empiecen. Yo solo... observaré.
Templeton deja escapar un resoplido sutil, y lo fulmino con la mirada.
Las líneas de la frente de Johansson se fruncen.
—Pero pensé que quería involucrarse…
—No esta vez —ladro.
Los tres comparten una breve mirada antes de ceder y salir de la
oficina sin otra palabra. Pongo los ojos en blanco, levantándome lentamente
de mi asiento para seguirlos. Tomamos los pasillos como una tropa de
profesionales, aunque ahora mismo no siento que ninguno de nosotros lo
sea.
Aunque supongo que no importa.
Al final del pasillo, mi ritmo se hace más lento mientras veo a los tres
desfilar dentro de la sala de examinación. Me arrastro hasta la puerta,
mirando por la ventana. Él ya está allí.
El asistente está encadenando a un Felix sin camiseta a la silla. Siento
que mi respiración aumenta un poco, y es perturbador. Es por eso por lo
que no quería involucrarme en esto hoy.
Necesito un descanso. No importa el hecho de que acabo de ver a
Manuel Blanco cortarle la garganta a un hombre basado en algo que yo
hice... Nos llevó a todos a una habitación como una demostración de poder,
para recordarnos con quién estamos tratando.
De verdad, desearía poder sentirme mal por eso. Pero llámenme
egocéntrico. Después de lo que pasó ayer, tenía la cabeza atrapada en
alguien que no era el desafortunado guardia de la sala de control que
probablemente no merecía morir.
Y ni siquiera tenía intención de verlo hoy.
Quiero decir, realmente... ¿¿Qué diablos me pasa??
Mi mandíbula se aprieta mientras aparto todos los recuerdos
revueltos y me concentro en trabajar. Templeton está colocando los
habituales electrodos en las sienes de Felix, y luego los coloca sobre su
pecho desnudo. Todavía puedo ver las marcas en él de su último
experimento. Están descoloridas... No creo que dejen cicatriz. Aun así.
Los sentimientos más extraños de ira y protección me llenaron cuando
315
me mostró esas marcas la otra noche. No tiene sentido. ¿Qué son estas
reacciones que no dejo de tener con él?
Es como si se hubiera metido en mi cabeza, lo cual es ridículo, ya que
soy yo quien lo estudia a él. Soy yo el que está a cargo, el que tiene el control
sobre el psicópata. Se supone que no debe llegar a mí.
Se supone que no debe hacerme…
No vayamos allí.
Felix está atado a la silla de examinación por todas las sujeciones; en
sus tobillos, muñecas, y cuello. Apenas puede moverse, y aunque parece
exhausto, como si estuviera acostumbrándose a estar atado y ser testeado
de esta manera, todavía se las arregla para pelear contra las restricciones.
Todavía no me ha visto, lo cual es bueno. Apenas estoy mirando a
través la ventana, tratando de mantenerme oculto. Realmente no quiero que
me vea. Si nuestros ojos se cruzan, entonces me veré obligado a recordar
cómo se veía cuando estaba de rodillas frente a mí, y no puedo pensar en
eso ahora mismo. Nunca he sido negador, pero creo que en este caso esa
será mi mejor opción.
Ignóralo y desaparecerá.
Después de todo, solo fue una mamada. Las he tenido de mujeres que
conocí por menos tiempo del que he conocido a Felix.
Pero aun así... eran mujeres.
Y Felix es un hombre.
Entonces… Sigamos ignorándolo.
—¿¿Qué es esto?? —La voz inestable de Felix me devuelve al presente.
Le han puesto una venda en los ojos y se está poniendo visiblemente agitado.
Sé que es porque no puede ver. Felix odia no poder ver.
Una extraña sensación de inquietud se asienta en mis entrañas
mientras lo veo sentado y atado impotente a la silla, esperando lo que sea
que estén planeando esta vez.
El doctor Johansson se presenta a las cámaras, diciendo la fecha y la
hora, seguido por los signos vitales de Felix. Las cámaras ocultas filman
veinticuatro-siete en las salas de examinación, con una transmisión en vivo
que va directamente a nosotros, los doctores y al alcaide, en caso de que
elija verlo. También graba el metraje para su reproducción.
No hay privacidad aquí. 316
—Hoy le estamos inyectando pentotal sódico al paciente —dice
Johansson, luego asiente hacia Templeton, que le limpia el brazo a Felix.
Pentotal sódico, también conocido como el suero de la verdad.
—¿¿Espera, qué?? No quiero que me inyecten... ¿qué es esa mierda?
—Felix intenta retorcerse, pero en realidad no puede moverse.
Templeton todavía lo agarra del brazo, inyectándole una aguja larga.
Felix se muerde el labio.
Cuando la jeringa está vacía, Templeton se la entrega a Figueroa,
sosteniendo una gasa en el lugar de la inyección durante unos cinco
segundos. Luego asiente con la cabeza hacia Johansson.
—¿Qué... me dieron...? —La voz de Felix se desvanece, su cabeza está
un poco como colgando.
Trago saliva, poniéndome completamente frente a la ventana. Tiene
los ojos vendados, de todos modos.
—Vamos a hacerte algunas preguntas, Felix, y solo queremos que
respondas como mejor te parezca —instruye Johansson—. Lo primero que
se te ocurra, ¿de acuerdo?
—Eres un imbécil. —Felix se ríe.
Tengo que morderme el interior de la mejilla para dominar mi propia
sonrisa.
Johansson lo ignora y pregunta:
—Por favor, indica tu nombre completo, edad y lugar de nacimiento
para nosotros.
Felix suelta un suspiro.
—Felix Harmon Darcey, veintitrés años. —Obviamente se siente
bastante relajado porque ya no lucha contra sus ataduras, y parece muy
distraído—. Nací y me crie en… ¡Ridgefield, bebé! ¡Vamos tigres! —Se ríe a
carcajadas.
Ellos todavía están todos serios y con cara de piedra en la habitación,
tomando notas en sus portapapeles.
—Felix, ¿a qué se dedicaban tus padres? —pregunta Johansson.
—Mi padre era neurocientífico en Yale y mi madre era una... perra. —
Resopla—. No, ella era ama de casa.
—¿Puedes hablarnos sobre el diagnóstico de salud mental de tu 317
madre?
Su hombro se encoge un poco.
—Ella nunca nos contó sobre eso… Ni mí ni a Zach. Pero sé que estaba
tomando medicamentos y odiaba tomarlos.
—¿Qué crees que padecía?
—Yo qué carajo sé. Ustedes son los doctores, díganme ustedes. —Sus
dedos se mueven—. Su estado de ánimo tenía violentos altibajos… Subidas
maníacas y luego episodios de depresión. Realmente solo se preocupaba por
sí misma, y no tenía sentido de protección hacia nosotros. Su relación con
mi padre era tóxica porque él era el polo opuesto a ella, y no tenía sentido
que estuvieran juntos en primer lugar. Dos personalidades muy diferentes...
—Su voz se arrastra y soy testigo del movimiento de su nuez de Adán en su
garganta.
Templeton está garabateando notas tan rápido que parece que sus
dedos van a salir disparados. Yo solo estoy mirando, observando a Felix,
porque estas son cosas que ya sé. A esta altura todos sabemos sobre su vida
familiar. Pero supongo que el objetivo del experimento es verlo hablar sobre
ello y controlar sus signos vitales mientras lo hace.
—Ahora cuéntanos sobre tu estancia en LIU —instruye Johansson.
—La universidad estaba bien, pero no era para mí —suspira
descuidadamente.
—¿Por qué dices eso?
—No captó mi atención lo suficiente. Una vez que descubrí mi
verdadero propósito… —Se lame el labio lentamente.
—¿Y cuál es tu verdadero propósito? —Los ojos de todos están puestos
en Felix mientras sus labios se curvan.
—Soy el malo —dice con tanta confianza como nunca he escuchado
de él—. Soy el monstruo que acecha en las sombras. El mal que hace que
sientas escalofríos por la columna vertebral y hace que los pelos de la nuca
se te ericen. Soy solo yo. Yo soy El Escultor.
Los doctores se quedan en silencio, mirándolo boquiabiertos durante
unos sólidos tres segundos antes de empezar a tomar más notas. Se ven
muy intrigados. Todos lo hacemos, y supongo que eso significa que todos
somos un poco retorcidos, porque esto es lo que hace que nuestros
estómagos hormigueen.
318
Estar en presencia de algo que el mundo consideraría realmente
maligno. Y en un paquete de aspecto tan normal, también. Es fascinante.
Me muevo hacia la puerta mientras Johansson pregunta:
—¿Quién fue tu víctima favorita?
Felix se ríe.
—¡Eso es como pedirme que elija a mi hijo favorito! Es imposible. Pero
diré que me divertí con cada uno de ellos, eran especiales, a su manera.
—No puedes elegir un favorito… ¿ni siquiera a Emmanuel Pedroia?
Felix hace pucheros.
—Emmanuel podría haber sido el amor de mi vida. Creo… —Se pone
un poco melancólico, y realmente desearía que no tuviera los ojos vendados
para poder vérselos.
—Si no lo hubieras matado… —pregunta Johansson más como una
declaración.
—No quería matarlo —se queja Felix—. Necesité hacerlo. Hay una
diferencia.
Templeton observa el EEG.
—¿A quién querías matar? —pregunta Johansson.
—A Tom Kline. —La sonrisa de Felix se amplía; malvada. Está
sonriendo, pero puedo imaginar la ira en sus ojos. Odiaba a Tom Kline—. A
Dan Benton… Él fue el que encontraron frente a la iglesia, ¿recuerdan? Sí,
él era un maldito asqueroso. Le gustaba tocar a niños pequeños, pero nunca
lo acusaron. Ya saben, todo el asunto de la Iglesia Católica. —Felix suspira
y niega con la cabeza—. A Kurt Hamlin... Ese imbécil drogó a dos tipos en
clubes de Manhattan. Lo seguí durante tres semanas. Era un verdadero
pervertido. Así que le corté la cabeza y la dejé en el capó de su BMW. —Deja
escapar una risita.
No creo que mis ojos hayan estado nunca tan amplios.
—Quería preguntarte sobre eso, Felix —continúa Johansson—. Tu
proceso de eliminación.
—Mmm. —Felix asiente con entusiasmo.
—Durante tres años, los policías de Nueva York se estuvieron
volviendo locos. Los cuerpos aparecían por todas partes, algunos intactos,
otros extremadamente desmembrados. ¿Puedes contarnos sobre tu
proceso?
319
—Bueno, la forma más fácil de hacerlo era cortarlos en pedazos.
Durante el primer año o así, ponía una parte del cuerpo en una bolsa con
un montón de basura normal y simplemente lo dejaba en la acera. La ciudad
lo recogía y nadie encontraba los trozos durante meses. Pero luego estaban
los tipos a los que exhibí... Y eso fue mucho más difícil.
» Lo planeaba para los momentos en que sabía que iba a conducir a
casa para ver a mi familia. O al menos pretendía. Alquilaba un auto, cubría
el interior con plástico, y luego los transportaba de esa manera.
Nunca hubo pruebas de ADN que vincularan a Felix con los crímenes.
No fue así como lo atraparon, lo cual es milagroso con tantas víctimas.
Recuerdo cuánto odiaba el FBI a Felix. Se podía decir durante las
conferencias de prensa y en las noticias. Estaban tan enojados de que fuera
tan activo y a la vez tan meticulosamente limpio.
—En ocasiones, arrojaba una parte del cuerpo al río o la enterraba en
algún lugar. Me volví arrogante después de un tiempo porque estuve
matando durante tanto tiempo, a tanta gente, y la policía ni siquiera estaba
cerca. —Su diversión se desvanece y tira de sus muñecas—. Se volvió un
poco frustrante. Quiero decir, en parte me encantaba. Estaba haciendo lo
que estaba destinado a hacer. Finalmente tenía un propósito. Pero todavía
era invisible. Ni siquiera el FBI me veía…
Johansson y Templeton comparten una mirada. Johansson me mira.
—¿Estás diciendo que... querías que te atraparan? —le pregunta a
Felix.
Se muerde el labio por un momento.
—Solo quería que alguien me notara, maldita sea. Nadie quiere ir a
prisión, pero sabía que era donde se suponía que debía estar. Yo era
terrorífico. Todavía lo soy… —Deja escapar un lento suspiro—. Merezco
estar aquí. Lo sé.
La forma en que habla hace que mi pecho se sienta pesado, como si
hubiera ladrillos apilándose detrás de mis costillas.
—Entonces, ¿dejaste ir a Henry Liu a propósito? —pregunta
Johansson cuidadosamente.
—No. —Felix se burla—. No lo liberé y le dije que fuera a contarle a la
policía quién era. Pero tal vez estaba un poco... cansado con él. Tenía
pedazos del cuerpo de Nick en el armario. Apenas había limpiado el baño
cuando llevé a Henry a casa. Y solo… no sé, estaba exhausto.
320
Johansson me mira por un momento antes de preguntar:
—¿Qué te hizo querer matar a Kieran O’Malley?
Felix tararea.
—Kieran O’Malley fue un regalo. —Hace una pausa y unos leves
nervios me atraviesan. Puede que no sepan lo que quiere decir con eso, pero
yo sí.
Quiere decir que le di a Kieran O’Malley. La matanza fue un regalo
mío.
—Él merecía morir, y yo merecía ser quien lo matara —continúa—.
Supe en el momento en que lo vi que estaba destinado a quitarle la vida. Y
eso fue incluso antes de que me enterara de su crimen. Me lo entregaron en
bandeja de plata… —Sonríe con cariño.
Siento que si esa venda en los ojos no estuviera en medio, me estaría
mirando directamente a mí. Mi estómago da vueltas y vueltas, y me agarro
a la puerta, haciendo todo lo posible por ignorarlo. Johansson y Templeton
me están mirando. Deben saber que fui el que le dio las llaves a Felix. O al
menos, lo sospechan.
—Mi Want está tan dolorosamente interesado en mí… —ronronea
Felix—. Sé que lo está.
Que le den a esta mierda.
Giro rápido sobre mis talones y me alejo pisoteando, caminando con
energía para alejarme de esta mierda antes de enloquecer.
Ese pequeño psicópata no sabe de lo que está hablando. Está loco de
remate.
No soy nada suyo. Y que él me dé el mismo nombre que a su extraño
amigo maniquí es puramente idiota.
Saliendo furioso de la prisión, golpeo mi mano en la ventana del
todoterreno más cercano. Kent ya está sentado en él, y se sobresalta cuando
salto en el asiento trasero.
—Vámonos —gruño.
Sé que son unas horas antes de lo que suelo salir, pero no me importa.
Necesito largarme de esta prisión.
Kent acelera y me lleva de vuelta a la mansión. Una vez que estoy
dentro y en mi habitación, me permito caminar de un lado al otro.
¿¿En qué diablos estaba pensando, al dejar que un asesino en serie me
chupara la polla?? 321
Es un psicópata reconocido. Quiero decir, acababa de terminar de
contarme sobre cómo prácticamente le arrancó la polla a mordiscos a un
tipo, y luego, ¿qué hago? Le ofrezco la mía, sin dudas.
Arrastrándome sobre mi cama a cuatro patas, presiono mi cabeza
contra el edredón y la cubro con mis brazos. Estoy jodido. Dejando de lado
el hecho de que es un despiadado asesino, también es un chico, y no follo
con tipos. Literalmente, nunca antes me había sentido atraído por personas
del mismo sexo.
Ni indicios, ni curiosidades. Nada de experimentar en la universidad.
Nada de eso.
Siempre he sido vehementemente heterosexual.
Pero por alguna razón, algo sobre Felix Darcey parece cruzar mis
cables. Ni siquiera puedo encontrarle sentido. ¿¿Por qué él??
Cuatro mil millones de hombres en el mundo, y elijo tener una
experiencia gay con El Escultor.
Mis inseguridades se vuelven desenfrenadas, y mis pensamientos
caen en espiral sin control. Necesito concentrarme. Conseguir algo de
perspectiva. Volver a reencaminar esto.
Rodando fuera de la cama, voy al escritorio al otro lado de la
habitación, recogiendo el expediente de Felix. Examino papeles, mis notas
mezcladas con fotos de escenas de crímenes, no estoy siquiera seguro de lo
que estoy buscando, solo que necesito trabajar. Necesito ser profesional. Esa
es la clave.
No dejar que el lunático se meta en mi cabeza.
Encuentro el examen médico y análisis de sangre más recientes de
Felix. Se supone que deben realizarles chequeos regulares a todos los
reclusos en la Penitenciaría de Alabastro, pero decir que sucede
regularmente sería una gran exageración. Aun así, Felix consigue un
tratamiento que otros reclusos no reciben, y tiene controles cada pocas
semanas.
Mis ojos escanean la información y siento que me calmo un poco.
Volviendo a mi papel. Soy el doctor. Nada más importa.
La lista de ETS tiene casillas para marcar al lado de cada una. VIH,
322
hepatitis, sífilis, y gonorrea, todos negativos. Me recuerda su historia sobre
el sexo sin protección... El tipo que le rogó a Felix que se corriera dentro de
él.
Cierro los ojos y trago. Enfócate.
Volviéndolos a abrir, tiro los archivos y busco en mi bolsillo. Saco mi
teléfono y voy a mis grabaciones. La última es de ayer...
Estuvo grabando todo el tiempo. Sigo olvidándome de ese hecho.
Un travieso escalofrío me recorre mientras miro las grabaciones. Mi
cerebro me dice que la elimine...
Todavía no la he subido al servidor del alcaide, y probablemente no lo
haré. ¿¿Por qué lo haría?? No quiero que nadie sepa que participé en un acto
sexual con un recluso. Si los guardias lo hacen es irrelevante… No soy un
guardia. Soy un maldito doctor.
Aun así, mi dedo toca el botón para reproducir la grabación.
Completamente en contra de mi voluntad.
Hay mucho silencio al principio. Realmente no sabía qué decirle,
después del asunto de la masturbación y pensé que si me quedaba quieto y
en silencio, como solía hacerlo cuando nos conocimos, se volvería un poco
loco y me daría nueva información con la que trabajar.
Pero en cambio, no dejaba de hacer todo tipo de preguntas sobre mí.
Como si estuviéramos en una cita o algo así. Un puro sinsentido.
Me acerco a la cama, tomo asiento y escucho la grabación mientras
busco desesperadamente cualquier indicio de que yo no inicié lo que
sucedió. Él me estaba contando la historia de ese violador que le estaba
follando la cara en un callejón… Y Felix le mordió la polla.
Mi estómago se revuelve. Me hizo reír. ¿¿Cómo me hizo reír?? Es un
asesino feroz.
Nadie me hace reír... Esto es muy perturbador.
Escuchando más atentamente, me muevo en la cama. Estaba como
coqueteando conmigo. Nada para sorprenderse. Tiende a hacer eso.
Pero luego la ofrecí. La apuesta.
Hice una apuesta con él de que podría chuparme hasta el orgasmo en
cinco minutos.
Fui yo quien lo empezó. Mierda.
El calor se extiende por mi cuello hacia mi cara mientras escucho esto. 323
No es propio de mí sentir vergüenza o humillación. Es tan raro, pero ahora
mismo estoy jodidamente sonrojado.
Los sonidos son como susurros, pero cuando cierro los ojos, puedo
verlo. Felix Darcey se arrodilló y me abrió los pantalones. Mis bolas zumban
y lentamente me acuesto en la cama, mirando hacia el techo mientras nos
escucho respirar. A él chupando. Y yo gimiendo.
Jodido Jesucristo... ¿¿qué es esto??
Mi mano se desliza hacia mi entrepierna y ajusto mi creciente
erección.
Esto no tiene sentido. No me interesan los hombres. No me atrae
sexualmente El Escultor. No puede hacerlo.
Pero mi polla está palpitando mientras lo escucho haciéndome correr
con su cálida boca húmeda, y para ser honesto, creo que fueron mucho
menos de cinco minutos. Probablemente fueron como tres. Él solo es...
mierda, tan bueno en eso. Su lengua, y la forma en que te chupa
profundamente en la parte posterior de su garganta. Quiero decir, Dios, mi
polla no es corta y casi tenía mis bolas contra la barbilla.
Maldita boca talentosa.
El líquido preseminal sale de mi polla dentro de mis pantalones y
gruño con frustración, tirando el teléfono lejos de mí. Necesito resolver
esto... Necesito una solución a esta locura.
Después de todo, soy doctor. Valoro la ciencia, la investigación por
encima de todo.
Necesito hacer un experimento.
Saltando, me ocupo de mis bolas doloridas y paseo por la habitación,
agarrando mi portátil. Al abrir un navegador web, abro un sitio web porno
popular. No lo miro a menudo, pero cuando lo hago, tengo mis valores
predeterminados. Chica con chica, anal, tal vez algo de BDSM ligero si tengo
ganas.
Pero hay un lado del sitio al que nunca voy, y ese es en el que estoy
haciendo clic en ahora mismo.
Porno gay.
Se siente extraño incluso mirar esto. Siento muchos movimientos
incómodos en mi intestino en este momento, pero también siento que mi
erección se está muriendo mientras me desplazo por todos los videos. No 324
creo que quiera esto...
Aun así, encuentro un video y presiono reproducir. Es bastante
básico. Dos tipos blancos, uno con tatuajes, ambos bastante musculosos.
Se están besando, y observo, un poco aburrido. Luego comienzan a
chuparse las pollas uno al otro.
Nada. La mía ha vuelto a estar flácida.
Un tipo se pone boca abajo mientras el otro mete la cara entre sus
nalgas. Dejo escapar un resoplido molesto.
Pero luego la voz de Felix aparece en mi cabeza... Cuando me estaba
contando sobre su decimoséptima víctima.
—Me comió el trasero como por media hora.
Mi polla se anima. Veo el video de los chicos tocándose, lamiendo y
chupando. Y de repente, todo lo que puedo ver es a Felix haciéndolo. Trago
un nudo en mi garganta, y mi mano cae para frotar mi creciente erección
sobre mis pantalones mientras el chico en la pantalla agarra las caderas del
otro chico y le da la vuelta.
Se acomoda entre sus piernas y cierro los ojos.
Esto es lo que hizo Felix. Antes de que los matara.
Abriendo mis pantalones lentamente, meto mi mano dentro y saco mi
polla. Lo froto suavemente, imaginando la mano de Felix alrededor de la
garganta del hombre. Él bombea su polla dentro del hombre, apretando su
agarre. Toma un cuchillo y corta la carne del hombre….
Mi polla pulsa líquido preseminal en mi mano y dejo escapar un
suspiro inestable. Cuando miro la pantalla, encuentro a un tipo sujetando
al otro, bombeando dentro de él. Mis párpados revolotean y veo mis propias
manos sujetando piel pálida debajo de mí. Las curvas del músculo pectoral.
Me imagino cabello castaño sedoso, labios carnosos de color rosado y
ojos grises tormentosos escondidos tras unas gafas de montura negra.
—Fóllame, doctor...
Aprieto mi mano con fuerza alrededor de mi erección mientras me
acaricio, imaginando lo apretado que estaría…
—Esto es tan estúpido… —susurro para mí mismo—. No soy
homosexual. —Mi mano se mueve más rápido mientras imagino su cara.
Sus ojos rodando hacia atrás—. No te deseo.
Él grita mientras me aferro a su garganta, y su polla estalla, rociando
semen donde están mis manos. Lo recojo con mis dedos y los meto en su
325
boca.
—No te… deseo… —gruño de nuevo, cayendo por el borde en un
clímax como un vendaval.
Jadeo y jadeo mientras mi polla lanza largas, y casi dolorosas
corrientes de semen sobre mí.
A la mierda esto.
Mi cabeza da vueltas mientras bajo del subidón, y cierro mi
computadora portátil. Es inútil. Nada de esto tiene sentido.
No me atraes, Felix Darcey.
No.

Puedo admitir cuando mi estado mental se está deteriorando. Parece


que estoy tambaleándome al borde de un episodio, y no estoy
completamente seguro de cuándo podría quebrarme.
Al bajar los escalones, sigo el aroma de la deliciosa comida. Los
cocineros están preparando comida china, según el pedido que hice más
temprano. Porque no soy nada si no soy un hombre de palabra. Y una
apuesta es una apuesta.
Deambulando, los encuentro transfiriendo el contenido de un wok a
un par de recipientes de plástico.
—Buenas noches, señor —dice la chef, Marla—. Tengo su lo mein
aquí. El Moo shu ya está hecho y hay envoltorios para usted, si lo prefiere.
Ah, y también me tomé la libertad de preparar unos cuantos rollitos
primavera. —Me guiña un ojo—. Yo invito.
Asiento cortésmente, recogiendo los recipientes y los cubiertos de
plástico metiendo todo en una bolsa de papel.
—Gracias, chef. Huele fantástico.
—Qué lo disfrute, señor.
Afuera, Kent ya está esperando para llevarme a la prisión. Está oscuro 326
fuera, son poco después de las nueve de la noche, pero no puedo dejar de
notar que no he visto asistentes a las fiestas en los alrededores. Ni escucho
el retumbar de la música de arriba.
Tal vez se estén tomando la noche libre.
Conducimos los cinco minutos hasta la prisión, y entro por la puerta
lateral con mi bolsa en la mano. Caminando por el pasillo, no puedo evitar
mirar dentro de las ventanas de cada habitación acolchada que conduce a
la de Felix. Cuento seis reclusos en celdas acolchadas.
Al llegar a la de Felix, miro dentro antes de abrir la puerta. Está
usando la camisa de fuerza, descalzo, y deambulando por la circunferencia
de la habitación. Lo observo por un momento, buscando algún tipo de
cariño. Creo que está ahí, pero no lo entiendo. Es demasiado confuso para
siquiera procesarlo…
Todo lo que sé es que una parte extraña y confusa de mí está ansiosa
por entrar en esta celda con él.
Hace una mueca como si oliera algo y levanta la mirada. Nuestros ojos
se encuentran y sonríe.
—Dios mío, entra aquí —suplica.
Frunzo el ceño, la frustración se apodera de mí porque me exige que
haga algo. Pero abro la puerta de todos modos y entro, cerrándola de una
patada detrás de mí.
—Su cena, Sir Darcey —murmuro, con un tono lleno de sarcasmo.
—Perfecto. —Su sonrisa se amplía, luego asiente hacia el suelo—. Por
favor, tome asiento en el Vanderkolff. 21
Mis labios se fruncen, pero me obligo a no hacerlo y dejo la bolsa en
el suelo. Él va a sentarse, pero lo detengo.
—Ven aquí, por el amor de Dios. —Simplemente me da una mirada
que es como la de un ciervo frente a unos faros, así que me acerco a él,
tirando con impaciencia para deshacer sus ataduras—. Listo.
Se quita la camisa de fuerza, la deja caer y estira los brazos.
—Gracias.
—Siéntate —gruño, dejándome caer y abriendo la bolsa de comida.
Se sienta con gracia frente a mí, un poco demasiado cerca, pero lo
ignoro, entregándole sus contenedores.
—¡Oh! ¡Rollitos primavera! —Se mete toda la cosa en la boca, 327
masticando feliz.

Vanderkolff: marca de sofás.


—El chef los hizo —le digo, mirándolo mientras abro mi comida—.
Solo para ti.
Parece impresionado, y me niego a reconocer la agradable calidez que
me hace sentir. Ambos nos sumergimos en nuestra comida, comiendo en
silencio. Pero la parte más extraña es que no es incómodo. Supongo que los
silencios entre nosotros no suelen ser incómodos, ahora que lo pienso.
Demonios, comenzamos la mayoría de nuestras sesiones simplemente
mirándonos fijamente.
—Gracias por hacer esto —murmura entre bocado y bocado.
Mi ceja se levanta.
—Ganaste la apuesta, Felix.
—Sí, pero simplemente podrías no haberlo hecho. —Se encoge de
hombros—. Quiero decir, ¿qué voy a hacer?
Lo miro boquiabierto por un momento. Sé que tiene razón. Yo soy el
doctor y él es un recluso. No está en condiciones de exigir nada.
—Honro mis apuestas —le digo deliberadamente antes de volver a mi
comida.
—Eres bastante honorable, Sir Love. —Dice con un falso acento inglés.
Me trago otra potencial sonrisa.
A pesar de lo deliciosa que está la comida, me está resultando difícil
realmente hincarle el diente. Por lo general, tengo un apetito decente, pero
en este momento me siento raro. Felix, por su parte, come vorazmente. Sé
que es porque no come mucho aquí, y cuando lo hace, la comida no es
buena. En realidad, es repugnante. La he visto. Lo mejor que estos reclusos
pueden esperar son Egg Beaters 22, nuggets de pollo y gofres Eggo que han
sido descongelados y congelados tantas veces que básicamente saben a
cartulina.
Que yo le traiga a Felix cualquier tipo de comida es un lujo, sobre todo
con su enorme apetito.
Me ocupo de la limpieza, empacando las sobras en la bolsa, las que
planeo dejarle. Lástima que no tenga nevera… ni ningún mueble, para el caso.
Pero observándolo en este momento, no parece importarle. Solo está
comiendo alegremente. No puedo evitar preguntarme qué está pasando por 328

22 Egg Beaters: es un producto comercializado en los Estados Unidos como un sustituto

saludable de los huevos enteros que no tiene colesterol.


su cabeza. Estoy seguro de que el suero de la verdad de más temprano ha
desaparecido... Ahora solo está feliz de estar comiendo buena comida.
Conmigo.
Trago saliva ante el pensamiento. Esa fue su estipulación para ganar
la apuesta... Quería comer la comida conmigo. Supongo que porque le gusta
pasar tiempo conmigo.
Felix deja su contenedor vacío, dejando escapar un suspiro feliz.
—Eso fue inspirador. Por favor, felicita al chef de mi parte.
Asiento, mirándolo fijamente. Se ve un poco cansado, probablemente
por todos los experimentos que ha tenido últimamente. Y de dormir en el
suelo todas las noches. Aun así, su cabello se ve muy limpio y suave, todo
despeinado.
Mis ojos van a su boca y noto un poco de salsa en su labio. Mi boca
se seca.
—Tienes… —Mi voz desaparece mientras él me mira boquiabierto.
—¿Hm?
Llevo mi pulgar a mis labios, pero él no parece entender lo que quiero
decir. Y no puedo hablar. He perdido la voz.
Esto es una locura... Todas mis palabras se han desintegrado.
—¿Terminaste la tuya? —pregunta. Pero ni siquiera puedo
concentrarme en lo que está diciendo, porque hay salsa en su maldito labio
y eso me distrae mucho.
Me pongo de rodillas. Me mira fijamente. Gateo. Sus ojos se amplían.
Gateo más cerca, hasta que estoy flotando sobre él, y agarro su mandíbula.
—¿Q…qué está pasando…? —suspira.
—Cállate por un segundo —gruño.
Y me inclino, rozando mi boca con la suya hasta que puedo sentir su
cálido aliento como un puntapié en mis bolas. Estoy vibrando mientras sello
mis labios sobre los inferiores suyos, y chupo. Apenas como... besando la
salsa de su boca mientras tiembla debajo de mí.
Solo necesito ver... Solo quiero probar...
Felix deja escapar un murmullo de necesidad, sucumbiendo a lo que
329
estoy haciendo mientras instantáneamente se mueve hacia arriba, como si
se estuviera entregándose a mí. Sin vacilaciones ni reparos.
Simplemente se entrega.
Su labio es suave y dulce en mi boca. Sabe a pastel azucarado por lo
que estábamos comiendo, pero mezclado con él, algo que nunca he probado
antes.
Es un hombre. Estoy besando a un hombre.
Se me escapa un suave suspiro y entra en él. Y lo acoge, abriendo sus
labios lo suficiente como para que yo deslice mi lengua sobre su labio.
Aprieto su mandíbula más fuerte con dedos frustrantemente dedicados. Es
suave, recién afeitada. Pero afilada. Muy masculina.
Yo no... Yo no lo odio.
Felix gime y me da su lengua, tocando la mía con la suya.
Y entonces entro en pánico. Me asusto como la mierda, soltándolo
rápido y saltando hacia atrás porque ¿¿qué carajo estoy haciendo??
¿Por qué lo estoy besando? ¿Por qué, por qué, por qué…?
—No te detengas —suplica, su voz profunda y áspera, grave por la
excitación, pero a la vez suave como el satén.
Suena como un hombre, porque lo es. Un hombre que está encendido,
porque lo estaba besando.
Sacudo la cabeza y me froto los ojos.
—Solo necesitaba ver algo…
—¿Ver qué? —Se desliza más cerca de mí.
Retrocedo.
—Te estaba testeando.
—¿Testeando? —Repite mis palabras, con la frente arrugada.
—Sí —gruño—. Probándote.
Me mira boquiabierto, desconcertado, por un momento.
—¿Qué pensaste…?
—No siento nada por ti, Felix —le digo con la mandíbula apretada.
Si digo las palabras lo suficiente, serán verdad. Así es como funciona,
¿verdad?
330
Sus pestañas revolotean.
—Grosero.
—Es verdad —murmuro, odiando la mirada en su rostro en este
momento.
—Eso es porque tengo aliento a comida china. —Jadea indignado—.
Deja que me cepille los dientes y será…
—No, no me importó eso —le digo en voz baja—. Sabía… bien.
—¿Entonces qué? —Se arrastra hacia mí de nuevo y me alejo. Él está
literalmente persiguiéndome por la celda acolchada, ambos sobre nuestras
manos y rodillas.
¿Qué diablos está pasando ahora mismo?
—No hay forma de que no sientas nada —sisea.
—Eso es lo que te estoy diciendo —le ladro en respuesta.
—Incluso un poco de algo… —Agarra mi brazo—. Algo pequeñito
diminuto…
Sacudo la cabeza.
—Nop. Nada.
—A la mierda eso. —Resopla, y antes de que me dé cuenta de lo que
está pasando, está saltándome encima.
Me tira al suelo, sosteniéndome por los brazos, usando el peso de su
cuerpo para clavarme en el suelo.
Lucho contra él.
—Felix, detente. Esto es completamente ridículo.
—No puedes simplemente besar a alguien y luego decirle que no
sientes nada —gruñe sobre mi cara—. Es desagradable.
—No me importa. —Le disparo llamas de ira a través de los ojos—.
Quítate de encima, Felix. Ahora mismo.
—No. —Mueve sus caderas, presionándolas contra las mías—.
¿Sientes eso?
Nuestros pechos están agitados por el esfuerzo de lo que sea que esté
sucediendo. Mi cara se siente caliente... De hecho, todo mi cuerpo está
ardiendo. Sus mejillas están rosadas y sus pupilas están dilatadas detrás
de sus lentes, su cabello castaño colgando en su rostro mientras me mira
fijamente.
331
—Quítate de encima de mí —le digo con furia.
Mueve sus caderas contra mí de nuevo, y esta vez realmente puedo
sentir la forma de su polla contra la mía. Incluso a través de nuestros
pantalones, está muy dura, y parece volverse más dura cada vez que empuja
contra mí.
—¿Lo sientes, doctor? —Su voz tiembla con varias cosas; lujuria, ira,
frustración, confusión. Lo sé porque creo que estoy sintiendo las mismas
cosas ahora mismo.
Sí, lo siento. Lo siento todo.
Pero no puedo. No quiero.
Bramo:
—¡Te daré cinco segundos para que te quites de encima antes de que
realmente pierda mi mierda!
—¿Cinco segundos? —jadea, sin aliento. Asiento rápidamente y
murmura—: A la mierda.
Y deja caer su boca sobre la mía.
Agresivamente, salvaje pero suave, de todos modos. Viene a mí con un
beso del que no puedo escapar. Quiero... pero no puedo.
—Suéltame —gimo en su boca, devolviéndole el beso porque no sé qué
más hacer…
Se siente mal y bien al mismo tiempo.
Estoy tan jodidamente confundido.
Nuestros labios se mueven al unísono y el tiempo se ralentiza. Creo
que se detiene. Todo el mundo ha dejado de girar, y solo estamos acostados
aquí, besándonos. Felix está frotándose desesperadamente contra mí, y la
fricción de su polla en la mía crea una niebla en mi cerebro a través de la
que no puedo ver. Su boca es tan cálida y dulce, su lengua es sedosa cuando
toca la mía, y no puedo olvidar lo jodidamente bien que sabe. No debería
saber bien, pero lo hace.
Estoy siendo partido por la mitad. Entre el conocimiento de que no
puedo dejar que esto suceda, y el deseo. La urgente necesidad de dejarlo
seguir chupando mis labios como caramelos.
Cuando finalmente levanta sus manos y las pasa por mi pecho, uso
la oportunidad de voltearlo sobre su espalda. Me mira, jadeando sin aliento,
332
mientras yo hago lo mismo.
—Tú no estás a cargo, Felix —tarareo con mis rastas colgando
alrededor de mi rostro, nuestros dedos se entrelazan mientras sostengo sus
manos hacia abajo.
—Estoy de acuerdo con eso —suspira—. Solo admite que sientes algo.
—No voy a admitir una mierda. —Suelto una de sus manos, pasando
la mía hacia arriba hacia su garganta.
Usa la mano libre para ahuecar mi polla sobre mis pantalones. Está
dura.
Maldita sea, está tan dura. ¿¿Cómo es eso siquiera posible??
—Quieres esto. —Aprieta mi eje.
—No.
—Entonces, ¿por qué no te vas? —Se ve engreído, a pesar de que sus
párpados están caídos por obvia excitación.
—Cállate y sácala —le gruño una orden.
He perdido toda noción de lo que está pasando. Todo lo que tengo es
sensación. Tacto, gusto, olfato y vista. Estoy vagando perdido en este
momento.
Le libero a Felix su otra mano y usa ambas para sacar frenéticamente
mi polla.
—La tuya también —suspiro. Me mira por un momento con
temblorosos labios húmedos—. Acarícialas juntas.
Gime y mueve sus pantalones hacia abajo lo suficiente como para
sacar su erección. Está tan duro que casi puedo ver las venas palpitando, y
la punta brillando con líquido preseminal. Presiono mis caderas hacia abajo
y hace un puño alrededor de nuestras dos pollas juntas. Ambos gemimos
en voz baja.
Luce cautivador. Su piel pálida y la mía morena. Mi polla es más larga
que la suya, pero no por mucho. Y la suya es un poco más gruesa. Es muy
proporcionada. Apenas puede cerrar su mano alrededor de ambas.
Mi corazón está volando en mi pecho, saltando salvajemente contra
mis costillas, mientras la sangre corre en mis oídos más fuerte que mis
agresivas respiraciones. Dejando que la necesidad me conduzca, vuelvo a
dejar caer mi boca sobre la suya y gime una especie de sollozo de deseo entre
333
mis labios.
—Haz que los dos nos corramos. —Jadeo, temblando, sudando y
besándolo febrilmente—. Al mismo tiempo. Los dos.
—Ajá —jadea y asiente, sacudiéndonos más fuerte, más rápido.
La sensación de su polla sobre la mía es una locura. Nunca había
sentido algo así. Se siente mal, pero bien. Increíblemente bien. Mis ojos
saltan a la ventana en la puerta y un escalofrío de emoción me atraviesa.
Jesús, no debería estar haciendo esto.
Es reprensible.
Mis bolas palpitan, y mi polla late, goteando sobre la suya.
—Maldición, me gusta eso —se queja, empujando sus caderas hacia
las mías mientras nos acaricia.
—Felix... —murmuro en sus labios y mi cabeza da vueltas.
—Doctor Love —gime, ronco y temblando por todas partes.
—Esto es malo... —Me estiro, y empujo mis pantalones más abajo,
luego bajo los suyos lo suficientemente como para que podamos frotar
nuestras bolas también. Se me escapa un gemido salvaje—. Esto es tan
jodidamente malo.
—Todo lo que hago es malo —susurra.
Prácticamente nos usamos el uno al otro; cuerpos calientes y
sofocantes juntos mientras lo froto contra el suelo y él nos masturba en un
frenesí.
—No sé... supone que tú me lo hagas. —Agarro su cabello en mi puño
y chupo su labio inferior.
—Puedes hacérmelo tú a mí —jadea, suplicando—. Te dejaré que me
hagas cualquier cosa, doctor Love.
—Jesús, me voy a correr —gruño, empujando contra su puño, una y
otra vez—. Córrete conmigo.
—Estoy ahí —gime.
Estoy dando vueltas, ardiendo y tensándome. Ni siquiera puedo creer
que apenas me haya corrido hace unas horas porque estoy a punto de
estallar nuevamente.
—Córrete en tu mano —exijo, respirando pesadamente sobre su
334
boca—. No derrames ni una gota, de ninguno de los dos. ¿Entendido?
Asiente rápidamente.
—Mierda, mierda, mierda… Doctor…
—Mmm…
Soy inundado por escalofríos mientras mi polla estalla, y el semen
brota en largas y dolorosas pulsaciones. Miro entre nosotros para observar
como la polla de Felix hace lo mismo mientras ronronea como un gatito feliz.
Nuestras dos pollas liberan nuestros orgasmos y lo atrapa en su mano. Hay
semen en toda su palma y dedos.
Deja escapar un suspiro irregular, y sus ojos regresan a los míos. Nos
miramos fijamente por un momento de tranquilidad que se siente como una
eternidad.
El psiquiatra y el psicópata.
—Lámelo —susurro—. Cómetelo todo.
Lo hace sin una pizca de protesta. Levantando su mano, lame toda la
corrida de sus dedos y su palma. Apenas ha terminado cuando agarro su
cara y beso su boca, chupando sus labios y saboreando su lengua. El sabor
es tan inherentemente masculino. Nunca lo he probado antes... Ni siquiera
he besado a una chica que acabara de hacerme una mamada. Pero aquí
estoy, lamiendo a Felix con nuestros orgasmos unidos moviéndose entre
nuestras bocas.
Los sonidos de nosotros besándonos y respirando es lo único que se
escucha. Y cuando bajo del subidón, me aparto de él, sobresaltado.
—No salgas corriendo —suplica—. Por favor.
Niego con la cabeza, poniéndome de pie y guardando mi polla.
—Tengo que irme. Esto está tan jodido…
—Pero… te veré mañana. ¿Cierto…?
Lo contemplo, se ve tan esperanzado. No quiero destrozarlo, pero creo
que tengo que hacerlo. Nada de esto tiene sentido.
—No lo sé. Ya veremos. —Me enderezo mientras Felix se sienta en el
suelo, subiéndose los pantalones y moviéndose inquieto en su lugar.
—El resto de la comida es tuya —murmuro—. Simplemente no la dejes
fuera. Las cucarachas…
Asiente, pero no dice nada. 335
Abro la puerta de la celda, listo para atravesarla y salir corriendo. Pero
lo miro una última vez por encima del hombro. Está sentado allí, sonrojado,
despeinado y aunque no creo que lo pueda admitir... Es bastante hermoso.
Mis labios se abren, pero no tengo idea de qué decir.
Así que simplemente pronuncio un robótico:
—Buenas noches, Felix.
Y salgo con el portazo de la puerta acolchada de la celda.

336
24
Felix

—¿Q
ué carajos pasó aquí?
Mis ojos se abren ante el sonido de
una voz femenina áspera y disgustada. Me
toma un momento recordar dónde estoy, lo
que en realidad nunca me sucede. Al menos, no lo ha hecho desde que me
encerraron.
Pero esta vez, estoy aturdido. Como si estuviera enterrado a metros
de profundidad en una tumba de sueño ininterrumpido. Mi mente se vuelve
repentinamente frenética, tratando de recordar si soñé.
No creo que lo hiciera... No recuerdo ningún detalle. Aun así, siento
que acabo de salir de un coma.
—Oye, abeja asesina… —Joy se adentra más en la celda, evitando los
contenedores de comida china vacíos esparcidos por todas partes. Se inclina
para mirarme a los ojos, y luego chasquea los dedos frente a mi cara—.
¿Estás aquí?
Me estremezco y retrocedo, frotándome los ojos.
—Sí, estoy bien. Estaba dormido, en caso de que no te hayas dado
cuenta por el hecho de que tenía los ojos cerrados.
—No te hagas el sabelotodo conmigo —gruñe—. Mira este lío. ¿¿Quién
crees que va a limpiar todo esto??
—Claude. —Me encojo de hombros. 337
Hace una mueca.
—Sí, supongo que tienes razón. —Entonces me agarra por el brazo—.
Pero aun así, despierta, chico. Necesito llevarte a la duchas, y no tengo todo
el día.
Me pone de pie y me tambaleo un poco. Mis piernas se sienten como
gelatina... Hombre, estaba fuera de combate.
¿Así quedas después de tener orgasmos constantes? Me siento tan
renovado.
Tal vez el doctor Love tenía razón... Tal vez no he estado realmente
satisfecho con mi vida sexual. Hasta ahora.
Los recuerdos de la noche anterior revolotean en mi mente como una
ola brillante de colores vivos y sensaciones deslumbrantes. Mi carne es
cubierta instantáneamente con piel de gallina y me froto lentamente los
brazos.
Al recordar que estoy parado junto a Joy, la miro y entrecierra los ojos.
—¿Por qué te quitaste la camisa de fuerza? —pregunta
sospechosamente—. ¿Y dónde conseguiste la comida?
Mis labios se separan, pero no sale nada. Su mandíbula tiene un
visible tic.
—Déjame adivinar... el doctor Idiota. —Se coloca justo en mi cara.
Retrocedo instintivamente hasta que golpeo la pared—. Escucha, estás
drogado pequeño mocoso. ¿Tienes alguna idea de lo que tu amigo le ha
hecho a esta isla? ¿¿Lo que empezó?? Todos estamos jodidos ahora por la
mierda que hizo.
—¿Por qué todos actúan como si él fuera el que la cagó? —murmuro
con incredulidad—. Soy yo el que mató a O’Malley. Yo. Cúlpame a mí, no a
él.
Inclina la cabeza.
—Es dulce que lo estés defendiendo, #89, pero los hechos son hechos.
¿Cómo conseguiste tener acceso a O’Malley en primer lugar, hm? —
Parpadeo hacia ella, sin palabras—. Eso es lo que pensaba. Sus acciones
son la piedra que causó las ondas que todos nos vemos obligados a esquivar
ahora. Se fugaron presos, se perdieron malditas vidas... Todo por su culpa.
Los músculos de mi cuerpo se contraen, y una presión me oprime el 338
pecho y no puedo respirar. Quiero tanto defender al doctor Love. No quiero
que vayan por él, aunque supongo que técnicamente tiene razón.
Tal vez si no hubiera matado a O’Malley... Tal vez si no hubiera dejado
que Dash se fuera...
Parpadeo con fuerza, manteniendo los ojos cerrados durante unos
segundos mientras mi estómago se tensa con nudos.
Nunca me cuestiono. ¿¿Qué diablos está pasando??
Una voz llama por su radio, distrayéndome de mi confusión interna.
—Oye, Joy. Tenemos una situación... No traigas al #89 a las duchas
del Ala Este.
Joy resopla con frustración, da un paso atrás y saca su radio de la
funda.
—¿Cuál es el mal problema, Brenner?
—Se reventó una tubería o algo así... Es un desastre aquí abajo —
responde la voz del oficial Brenner, sonando angustiado.
—A la mierda con todo —murmura Joy, fulminándome con la mirada.
Se calla por un momento antes de consultar su reloj—. ¿Qué hay de su
vestuario?
—Uh… puedes hacer lo que quieras, pero no estoy seguro de que sea
una buena idea —dice Brenner con cautela.
—Sí, sí, lo sé —suspira—. Está bien, está bien. Solo… haz que alguien
arregle la maldita tubería. —Lo interrumpe mientras él está hablando—.
¿Hancock? ¿Jasper? ¿Alguno de ustedes me copia?
—¿Qué pasa, Jamesy? —Una nueva voz llega por el radio.
—Tengo que llevar al #89 a población general para ducharse. —
Parpadea hacia mí.
Jesús, todo este drama por una ducha. Si me dejaran, simplemente iría
a bañarme al océano.
La persona en el otro extremo suspira audiblemente en el receptor.
—De acuerdo. Tú eres la jefa.
—Vete a la mierda —gruñe Joy, enganchando su radio de nuevo en su
pistolera y tomando un par de esposas—. Está bien, abeja asesina.
Vámonos. —Las sujeta a mis muñecas, luego mis tobillos con los grilletes—
. Te doy un consejo: quédate cerca de mí. 339
No puedo evitar tragar saliva cuando nuevos nervios chisporrotean en
mis extremidades.
—¿Por qué…? ¿Qué está pasando allí arriba?
—Digamos que se ha corrido la voz de que mataste a O’Malley. Y no
todos creen que merecía morir tanto como aparentemente tú lo hacías.
Mierda.
Todavía estoy pensando en todo esto mientras me saca de mi celda y
tira de mí junto a ella, tropezando para mantener el ritmo. Caminamos por
los pasillos en silencio; nada más que las pisadas de sus botas de combate
y el sonido metálico de mis cadenas haciendo eco en el cemento desgastado.
Antes de llegar al final del último pasillo en el Este, Joy golpea su puño tres
veces en una puerta.
—Qué alguien vaya a limpiar la celda del #89 —grita, pero no se queda
a charlar.
Sigue tirando de mí, a través del siguiente par de puertas, que abre
con llave. Ahora estamos caminando a través de aislamiento.
La gente grita ante el sonido de nuestros pasos, llamando a través de
las grandes puertas familiares de metal rojo, diciendo cómo están
hambrientos y muriendo. Eso hace que me trague los recuerdos de estar allí
durante semanas.
Por mucho que odie que me jodan en el Este, al menos allí consigo
comer y ducharme regularmente. Y tener orgasmos, aparentemente.
Conteniendo el aliento, me pregunto dónde está el doctor Love en este
momento. Me pregunto si siquiera podré verlo hoy, o si estará
escondiéndose. Acobardado en su rincón de chico-heterosexual-que-acaba-
de-experimentar-con-un-hombre-por-primera-vez durante días hasta que
finalmente se sienta cómodo mirándome de nuevo.
Pongo los ojos en blanco. Es por eso por lo que no tengo sexo con
hombres heterosexuales. Cada interacción es seguida por toda esta duda y
reflexión. Me estresa. Ya tengo suficiente conmigo mismo, con asesinar a
mis compañeros sexuales y todo eso. No tengo tiempo para preocuparme de
que cuestionen sus identidades.
Honestamente, ¿qué tiene de malo ser bisexual, de todos modos? No es
como si que un hombre que tiene sexo con otros hombres necesitara ser gran
cosa. Si aún te gustan las mujeres, genial. Más poder para ti. Solo haz lo que
quieras hacer y vámonos, ese es mi lema. 340
Hay demasiadas etiquetas. ¿Y saben qué son las etiquetas? Son solo
formas para que las personas sientan que tienen el control, cuando en
realidad no hay control. El mundo es un caos. Punto.
Joy nos saca de la fila de aislamiento, y nos lleva a través de los
sinuosos pasillos que conducen a población general. No he estado aquí
desde hace un tiempo. Ni siquiera recuerdo la última vez, pero
definitivamente fue antes de que me enviaran al Este. Mirando a mi
alrededor, me doy cuenta de lo diferente que se siente aquí arriba.
De alguna manera se siente más limpio, aunque en realidad no lo es.
Pero está técnicamente más alto que aislamiento y el Este, por lo que hay
menos verdín y olor a mar. Menos moho en las paredes, aunque
definitivamente todavía está allí.
Pasamos junto a las filas de celdas de población general, primero en
la que solía vivir antes de matar a Wilkerson, luego por el resto, donde están
alojados los otros reclusos. Hay mucho ruido aquí, algo que no echo de
menos. Los gritos son casi ensordecedores. Presos gritando, peleando,
follando. Hay demasiado ruido, y lo que es más loco es que Joy ni siquiera
parece darse cuenta.
Recuerdo que también solía bloquearlo. Pero ahora que he estado en
silencio durante meses, tengo la fuerte necesidad de taparme los oídos.
Pasamos los pasillos de la cafetería, que debe tener un montón de
presos dentro desayunando, porque puedes escuchar como charlan a través
de tres puertas separadas. Solo otro minuto de caminata, y estamos en las
duchas. Literalmente nos llevó quince minutos llegar caminando hasta aquí.
No es de extrañar que Joy no quisiera hacer esto.
Me detiene con una mano en el pecho antes de que pueda entrar,
pasando por encima de dos guardias que están apostados justo fuera de las
puertas de las duchas. No recuerdo sus nombres ya que apenas he
interactuado con ellos, pero uno es musculoso y lleva un corte rapado, y el
otro es más alto y delgado, con el cabello desgreñado peinado hacia atrás y
con tatuajes en los brazos.
—¿Está el #62 ahí? —les pregunta Joy. Uno de ellos asiente. Joy pone
los ojos en blanco—. Genial.
Me agarra y tira de mí a través de las puertas, llevándome a la ducha 341
del final de la habitación antes de quitarme las cadenas.
—Hazlo rápido, ¿de acuerdo? —dice, un poco demasiado en serio para
mi gusto. Asiento rápidamente—. Estaré ahí afuera. —Hace un gesto hacia
las puertas.
Me desvisto rápidamente mientras Joy se aleja para quedarse fuera
de la entrada. El hecho de que parezca estar en alerta máxima hace que el
pánico crezca dentro de mí.
Realmente no soy un peleador. Sé que esto puede parecer
sorprendente, ya que soy capaz de exprimir literalmente la vida de hombres
más grandes que yo, pero es verdad. El elemento sorpresa juega a mi favor,
y sí, puedo defenderme, si es necesario, pero no peleo.
Soy introvertido. Odio la confrontación.
Apilando mi ropa doblada en el muro de concreto que separa las
duchas, presiono el botón del agua y muevo mi cuerpo desnudo debajo del
rocío. Contemplo dejarme los anteojos puestos por un momento… Sé que
no se supone que debo ducharme con ellos puestos, pero realmente odio no
poder ver claramente, especialmente cuando soy así de vulnerable.
Aun así, decido quitármelos, dejándolos con mi ropa antes de
sumergir la cabeza bajo el chorro de agua tibia con baja presión. Se siente
bien ducharme. Me gustaría tener mi cepillo de dientes, pero por supuesto
está en la habitación con la tubería rota. Tendré que pedirle a Joy si puedo
agarrarlo cuando hayamos terminado.
Abriendo la boca, atrapo un poco de agua y la agito antes de escupirla
en el suelo. Me recuerda a lo que dijo el doctor Love anoche... sobre cómo le
gustaba el sabor al besarme.
Mi polla se mueve ante el recuerdo.
Es tan diferente de cualquier chico con el que me haya acostado. Es
mayor y tan serio... Estoico y severo. Callado. Quiero decir, ¿cuántas veces
nos hemos quedado simplemente sentados mirándonos?
Pero no se siente desagradable cuando lo hace. Se siente bien... Como
que tener su atención sobre mí es correcto.
Pasando mis manos por mi cabello mojado, estiro la mano y bombeo
un poco de jabón en mi palma del dispensador en la pared. No huele tan
bien como el jabón en barra Dove que tengo abajo, pero supongo que servirá.
Usándolo para lavarme por todas partes, lo paso rápidamente por mi 342
cabello, debajo de mis brazos, mis bolas... el paquete completo. Jajaja.
Pero mientras me enjuago, siento que alguien me observa. Me giro
rápidamente, parpadeando gotitas de agua fuera de mis ojos.
Hay un hombre parado allí, pero sin mis anteojos, es difícil de
identificar. Puedo decir que tiene el cabello negro y algunos tatuajes. Piel
bronceada, altura promedio y es musculoso.
—Así que… eres El Escultor, ¿eh?
Mi corazón late con fuerza cuando intento alcanzar mis anteojos. Pero
no están allí.
¿¿Dónde están?? ¡Los dejé justo allí!
Mi pulso se acelera cuando el hombre se acerca. Levanto las manos.
—Mira, no quiero problemas.
Antes de que me dé cuenta lo que está pasando, se abalanza sobre mí.
Su mano está alrededor de mi garganta y tiene mi cuerpo desnudo clavado
a la pared con el suyo.
De cerca así, puedo ver que es asiático. Lo he visto antes, pero no sé
su nombre.
—Mataste a mi compañero de celda —gruñe en mi cara—. Mataste a
mi amigo.
¿Se refiere a O’Malley? Debe ser… después de lo que Joy me dijo abajo,
supongo que este tipo está enojado por lo que hice con Kieran. Y sé que
probablemente debería disculparme o algo así, para quitármelo de encima…
Pero realmente no está en mi naturaleza.
Trago bajo su palma, notando que está muy caliente, y nuestras pollas
se están tocando.
—Tu amigo... merecía morir.
El hombre muestra sus dientes, apartando mi cuello lejos de la pared,
luego golpeándolo hacia atrás hasta que mi cráneo resuena contra el
concreto. Duele como la mierda, y siseo, cerrando los ojos con fuerza.
—Sabes, psicópata... Debería follarte en carne viva por lo que le hiciste
a mi amigo. Pero probablemente te gustaría —dice furioso en mi cara—. Así
que, en cambio, solo te voy a arruinar. Te dejaré sangrando... A ver si te
gusta eso.
343
Mi corazón está martillando, y el miedo está aumentando dentro de
mí. Pero aun así acepto lo que viene. Me preparo para un dolor intenso y
murmuro:
—Haz lo que sea que sientas que tienes que hacer, hombre.
Desearía que la expresión de su rostro fuera visible, pero es borrosa.
Aun así, creo que distingo que sus cejas se juntan...
Antes de lanzar un gancho de derecha directamente a mi estómago.
—Mierda —toso, doblándome por la cintura y agarrando mi estómago.
Fue duro como el infierno. Siento que podría escupir un poco de
sangre. Y justo cuando veo su forma retrocediendo para golpearme en la
cara, alguien aparece alrededor la pared y lo agarra.
—Byron... oye —dice la voz masculina, luchando contra mi atacante
mientras trata de liberarse de su agarre—. Basta. No es necesario.
—¡Y una mierda que no! —ruge el chico asiático—. ¡Mató a O’Malley!
¡¿No te importa?!
—No realmente —suspira el otro tipo, casualmente inmune.
Me enderezo, tratando de alcanzar mi ropa mientras observo sus
formas borrosas. El chico nuevo es alto, también de cabello negro, pero se
ve más largo, mojado y cuelga sobre su frente. Tiene la piel más pálida y
algunos tatuajes. También es bastante musculoso. Incluso mi trasero ciego
puede notar su increíble cuerpo sin mis lentes.
—Vete a la mierda, Ren —resopla el chico asiático, apartándolo. Me
tenso, pero parece que ya no viene por mí—. Eres un imbécil.
—Sí, está bien. Eso es cierto. —El otro tipo, Ren, definitivamente
escuché su nombre por los alrededores, asiente, agarrando a su amigo por el
brazo de nuevo—. Pero O’Malley también lo era. No puedes fingir que no se
merecía esta mierda…
—¡¿Se merecía ser asesinado por este idiota?! —ladra, señalándome
con el pulgar.
Rápidamente me coloco la ropa, mojado, porque no tengo tiempo de
buscar una toalla, y no quiero estar parado desnudo, esperando a que me
pateen el trasero un poco más. Además, ahora me doy cuenta de que Ren
tiene una toalla alrededor de la cintura, y le acaba de entregar una a su
amigo, Byron.
—Oye, Kang, él estaba enfermo. —Una nueva voz viene de la vuelta de
la esquina, y otro chico aparece mientras se sube los pantalones. Él como 344
que tiene mi complexión, y la cabeza rapada. Ángulos agudos que puedo
distinguir a través del desenfoque.
—Todos estamos enfermos —responde Kang, luego hace una pausa—
. Excepto tal vez tú.
—Gracias. —El chico de la cabeza rapada se ríe. Camina hacia donde
estoy parado, mirándome. Luego se vuelve hacia Kang—. Dale sus gafas,
hombre.
—No puedo. Las pisé. —Kang se encoge de hombros.
—Eso es jodido —murmura Ren.
—Lo siento, hombre —me dice el chico nuevo, moviendo una mano
frente a mi cara—. ¿Puedes ver algo?
Me estremezco y me alejo.
—Déjame en paz. Estoy jodidamente bien.
—Sí, estás bien, Escultor —se burla Kang—. Si te atrapo aquí otra vez,
te patearé el trasero. Por O’Malley, ya que al parecer a estos imbéciles no les
importa. —Luego se aleja de Ren, saliendo a trompicones fuera de la vista.
Ren deja escapar un suspiro, y se acerca.
—¿Estás bien?
—¿Qué te importa? —gruño, sintiendo todo tipo de inseguridades
después de haber sido atacado en la maldita ducha.
Y ahora mis gafas están aún más rotas. Excelente. Con suerte, el
doctor Love tenga ese nuevo par para mí.
—Solo estaba comprobando. —Ren se agacha y luego vuelve a
levantarse riéndose—. Kang es un idiota. Las pisoteó descalzo. Hay sangre
por todas partes.
El otro tipo se ríe.
—Es tan dramático.
Toma mis anteojos rotos de Ren y me las entrega. Trato de ponérmelas
pero los marcos han visto días mejores, y las lentes están totalmente rotas.
Termino quitándomelas y agarrándolos con enojo en mi puño.
Alejándome de ellos, me pongo mis zapatos, preparado para salir
corriendo. Pero el chico de la cabeza rapada me agarra del brazo.
—Oye... Entonces fuiste el último en ver a Dash, ¿no? —pregunta, su
tono es tranquilo, educado y amable. Parece un buen tipo... Pero ni siquiera
345
lo conozco.
Le doy una mirada escéptica a su rostro borroso antes de asentir
lentamente.
—Sí… ¿y? ¿¿También quieres patearme el trasero por dejarlo salir??
—En primer lugar, Lexington no te pateó el trasero. —Ren da un paso
hacia mí—. Byron lo hizo, y está enojado porque mataste a su amigo. Estoy
seguro de que puedes entender eso, ¿verdad? —Parpadeo hacia él—. No
puedes decirme que nunca has ido por alguien que lastimó a tu amigo…
Mi mente va inmediatamente a Tom Kline...
Lo mataría un millón de veces más por Cam si pudiera.
Dejo que mis hombros caigan un poco.
—Soy Luthor —dice el chico con la cabeza rapada—. Y Dash era mi
compañero de celda. Él era mi amigo. Así que solo quiero saber si estaba
bien. Cuando lo viste…
Recordando el día que abrí la celda de Dash en el Ala Este y corté la
camisa de fuerza para quitársela, asiento con la cabeza.
—Lo dejé salir. Luego le di las llaves y mis zapatillas. Eso es todo lo
que sé.
Luthor y Ren comparten una mirada.
—¿Cómo diablos supo a dónde ir? —Ren se pasa los dedos por su
cabello oscuro.
—Hemos hablado de eso muchas veces —suspira Luthor—. La puerta
del Ala Este, derecha, izquierda, izquierda, derecha, luego la alcantarilla; así
evitas el calor en la salida lateral. Yo estuve ahí abajo, hombre. Lo vi.
—Está bien… entonces eso te saca de la prisión. ¿Cómo iba a saber
qué hacer después de eso? Quiero decir, nadie ha intentado sumergirse en
la Shark Bay desde el maldito Toby.
Luthor mira a Ren. Puedo decir por la forma en que se están mirando
fijamente que deben ser buenos amigos, o que tienen algún tipo de conexión
que les permite compartir pensamientos telepáticos.
—El bote —dice Ren cuando se da cuenta. Luthor asiente—. El
maldito bote de Velle. Jesús, ese ruso lunático. —Resopla una carcajada,
sacudiendo la cabeza.
346
—Lo sé. Eso es lo que estoy diciendo —murmura Luthor—. Es una
locura, pero como... que tiene algo de sentido.
—¿Necesito estar presente para esta conversación? —me quejo.
La barbilla de Ren se sacude en mi dirección, y hace como si me
mirara de arriba a abajo lentamente.
—Le das un nuevo significado al término lindo pero psicópata, ¿lo
sabías?
Luthor lo empuja lejos de mí.
—Está bien, ignóralo. Es una trampa para la sed. 23 Ve, arregla tus
lentes. No te retendremos.
Me balanceo en el lugar por un momento, mirándolo fijamente,
deseando poder ver más claro. Tengo la sensación de que me podrían gustar
estos tipos... Parecen decentes.
—Gracias —murmuro, dándome la vuelta.
La voz de Luthor me alcanza al salir.
—Y Darcey… —Me giro para enfrentarlo—. Gracias. Por ayudar a
Dash.
Asiento. Se siente como que es todo lo que puedo hacer.
Luego dejo las duchas, volviendo a Joy. Y de vuelta a la tranquilidad
de mi sección en el infierno.

Han pasado algunas horas.


Después de la ducha, Joy me llevó a comer a la cafetería, lo que fue
otra experiencia divertida. Apenas conseguí tomar algunos bocados antes
de que los reclusos estuvieran atacándome por todos lados. Fue un caos…
Tenía guardias rodeándome con las armas en la mano mientras ella me
arrastraba fuera y de vuelta a un lugar seguro.
Aparentemente, la prisión está en confinamiento después de lo
sucedido. El alcaide hace que Velle corra de un lado al otro confiscando el
botín de todos, es un gran alto al comercio de bienes por sexo que
generalmente ocurre aquí. Lo que significa que los reclusos se ven obligados

347
23 Thirst trap (trampa para la sed) es un tipo de publicación en las redes sociales que

tiene como objetivo atraer sexualmente a los espectadores. Su nombre en inglés se refiere
a la “sed” de un usuario, un coloquialismo que compara la frustración sexual con la
deshidratación, lo que implica desesperación.
a vivir esta vida de mierda en una isla apartada sin siquiera lo esencial para
el entretenimiento, como libros, pornografía y cigarrillos.
Si pudiera sentirme mal, creo que lo haría ahora mismo. Realmente
no tenía la intención de hacer de la vida de todos un infierno. Solo soy un
asesino que vio una oportunidad.
Sin embargo, lo más loco es que todo esto parece provenir de la fuga
de Dash, en lugar de la muerte de O’Malley. Kang es la única persona que
está activamente molesta por eso. Pero por lo que estoy viendo, el
confinamiento es por lo de Dash.
Después de mi intento de almorzar, Joy fue y agarró mis cosas de la
habitación con la tubería rota y me dejó cepillarme los dientes en un
vestuario diferente. Debía ser solo para guardias, porque los casilleros
tenían nombres y ella estaba parada junto a mí, apresurándome todo el
tiempo.
Ahora estoy sentado en mi celda acolchada, ciego como un
murciélago, preguntándome cuándo diablos tendré gafas nuevas. Sé que no
es fácil conseguir cosas en esta isla, pero el doctor Love generalmente parece
obtener cosas con poco esfuerzo. Aun así, algo como unas gafas recetadas
podría ser un poco más difícil. Espero que no esté afectado por este
confinamiento también...
Mi ansiedad está bastante alta por esto. Odio no poder ver, y lo que
es más, no puedo dejar de moverme anticipándome a estar en la misma
habitación que mi doctor de nuevo. Dejamos las cosas bastante en el aire
después de anoche. Me he acostumbrado a verlo básicamente todos los días,
pero desde que las cosas se pusieron físicas, ha estado pisando los frenos.
Eso no me gusta. Estoy apegado a él ahora. Más de lo que he estado
con nadie en un tiempo.
Sé que tengo tendencia a enamorarme de los tipos, pero esto se siente
diferente. El doctor Love es una presencia que quiero desesperadamente a
mi alrededor, y por algo más que la muerte definitiva. Quiero entrar en él
como lo ha hecho conmigo. Arrastrarme dentro de él profundamente; y
acurrucarme allí.
Desafortunadamente, no veo que vaya a dejar que eso suceda pronto.
Mis sienes palpitan, un fuerte dolor de cabeza se aferra a mi cráneo 348
por no tener puestos mis lentes durante tanto tiempo. Estoy tratando de
descansar los ojos cuando unos pasos retumban por el pasillo, viniendo
directamente a mi celda. Me pongo de pie preparándome.
Las llaves tintinean, la puerta se abre y me encuentro con el cabello
rubio arenoso y los ojos verdes musgo de Rook.
—Hola, #89. Contra la pared, por favor. —Suena exhausto.
Me giro y coloco la frente plana contra la pared cuando viene detrás
de mí y me esposa las muñecas. Sin grilletes esta vez. Debe estar demasiado
cansado... O simplemente ya no le importa.
Mientras caminamos por los pasillos, no puedo evitar mirarlo. En
realidad es unos centímetros más o menos más bajo que yo, pero se
comporta de una manera que ni siquiera lo notas. Tiene ese aire de policía
en él... Me pone más nervioso que nada.
Me recuerda al día que me atraparon.
Los sonidos de los gritos llenan mis oídos. Los objetivos me apuntaban
a la cabeza.
Me sacudo.
—¿Es cierto que la prisión está confinada?
Rook no me responde. Su mirada está fija hacia adelante, su mano
fuertemente envuelta alrededor de mi bíceps mientras tira de mí, que voy
tropezando porque no puedo ver una mierda.
—¿El alcaide está enojado? —pregunto en voz baja.
—¿Tú qué crees? —sisea Rook, y una mirada enojada que apenas
puedo distinguir cae sobre mí.
Está bien, por Dios. Relájate.
No digo una palabra más.
Llegamos a la oficina del doctor Love y, en un instante, mi corazón se
acelera en mi garganta. Rook llama a la puerta, la abre y me empuja adentro,
quitándome las esposas y marchándose antes de que la puerta termine de
cerrarse tras él.
Mi mirada borrosa va a través de la habitación donde el doctor Love
está sentado en su escritorio. Por un momento no me presta atención, y
simplemente me quedo allí, preguntándome qué diablos se supone que debo
hacer. Esto es tan incómodo...
Solo he tenido sexo con chicos a los que he matado después. Excepto 349
Bobby, pero él solo era un idiota. Nunca he tenido que enfrentar
repetidamente a un hombre después de hacer lo que el doctor Love y yo
hemos hecho juntos. Especialmente uno tan reservado y heterosexual como
él.
Me aclaro la garganta, preparado para preguntarle sobre mis nuevos
anteojos, pero antes de que pueda, lo veo saltar de su escritorio. Lo rodea y
se precipita hacia mí rápidamente, acercándose. Es todo lo que puedo oler...
Ese delicioso aroma, como dulce y almizclado juntos. Postre y cuero intenso,
o algo así. Es embriagador.
Levanto la cara para mirarlo, deseando como el infierno que no esté
tan borroso. Aun así, puedo distinguirlo. Como si su piel más oscura fuera
más fácil de distinguir para mis ojos o algo así, quien sabe. Pero me encanta
tanto. Me da consuelo, en lo profundo mis huesos.
—Tus ojos… —suspira, su voz retumba dentro de mí como un bajo. Y
todo en lo que puedo pensar es en la forma en que se sentía tener sus labios
sobre los míos. Su polla en mi mano y su lengua en mi boca…
Jesús, fue como un bocado de fruta prohibida. Más que cualquier cosa
mala que haya hecho jamás.
Se aclara la garganta y se aleja unos centímetros.
—¿Qué pasó con tus gafas?
—Alguien las rompió en las duchas —le digo.
Su mano se levanta. Casi me toca, pero la aparta antes de hacerlo.
—¿Estás herido?
Niego con la cabeza.
—Simplemente odio no poder ver…
—Lo sé —dice en voz baja.
Camina hacia la mesa junto a la puerta y recoge un paquete,
abriéndolo rápidamente. Cuando vuelve a mí, tiene unos marcos en la mano.
—Espero que estén bien. Tuve que hacer algunas llamadas para
conseguir tu prescripción más reciente.
Y luego los coloca en mi cara. Los desliza lentamente, como la zapatilla
de cristal de Cenicienta.
Si no estuviera al borde del desmayo, me sentiría como el mayor
perdedor del mundo. Pero ni siquiera me importa. 350
Eso fue... jodidamente sexy.
Puedo ver su cara ahora, perfectamente. Se ve super claro. Serio,
severo, robótico, como de costumbre. Pero con el más mínimo indicio de
cariño nervioso que me hace querer ponerme de rodillas aquí mismo.
—Perfecto —susurro, luego parpadeo—. Quiero decir… veo genial.
Gracias.
—Te compré dos pares —murmura—. Solo en caso de que te pateen
el trasero otra vez.
Sus labios se curvan. Estoy jodidamente feliz de poder verlo.
—Qué gracioso —murmuro, frunciendo la sonrisa.
—Entonces… —suspira, dando un paso atrás. Solo una vez, pero aun
así... Me duele el pecho con el deseo de acercarlo más—. Mañana dramática,
¿eh?
—Diría que sí. —Estiro los brazos, finalmente capaz de relajarme de
nuevo ahora que tengo mis anteojos. Los toco solo para asegurarme de que
son los mismos y lo son. Son exactos—. Este lugar está patas arriba... Y todo
es mi culpa.
—O es nuestra culpa —dice deliberadamente.
Pongo los ojos en blanco.
—Yo no lo veo así. Me gustaría pensar que soy lo suficientemente
ingenioso como para manejar las cosas solo.
—Sí, bueno, no hay mucho que puedas hacer atrapado dentro de una
celda, Felix. —Resopla—. Después de todo, no eres el Increíble Hulk.
—¿Quién lo dice? —Inclino mi rostro—. Algunas personas piensan que
soy increíble.
El doctor Love me mira entrecerrando los ojos.
—¿Como quién?
—Mmm… no lo sé… —Me encojo de hombros, luego estiro la mano
para rozar mis dedos a lo largo de su cinturón—. ¿Tal vez… tú?
Rápidamente agarra mi mano y jadeo.
—Hablando de eso… necesito hablar contigo sobre lo que pasó
anoche.
—¿Qué pasa con eso? —Lo miro, admirando sus líneas y curvas. Las
351
pendientes de sus labios… Como dos balsas salvavidas en las que solo
quiero sentarme.
—Fue un error —dice con firmeza.
Se me cae el estómago.
—Eso no suena bien.
—Sí, lo hace. Felix, esto no puede pasar. Soy tu doctor. Además, soy
heterosexual. —Se ve serio, pero todavía está sosteniendo mi muñeca,
agarrándola con su mano.
—Te sentías bastante heterosexual cuando me besaste —murmuro
sarcásticamente.
Su mandíbula tiene un tic.
—Eso fue un error. No debería haber sucedido.
—Pero lo hizo. —Lo fulmino con la mirada.
—Sí, bueno… Pasan muchas cosas que no deberían. Se llama vida. —
Deja caer mi muñeca—. No tengo tiempo para debatir esto contigo, Felix.
Solo estoy diciéndote que no volverá a pasar porque no me interesa y tú eres
mi paciente. Fin de la historia.
Mi corazón se acelera un poco frenéticamente ante la idea de que él
realmente me esté descartando. Me recuerda a Isaac. Sabía que me deseaba,
pero tuvo que hacer un escándalo porque se asustó. ¿Y entonces qué pasó?
Lo vi en un club gay frotándose con un tipo.
El cuerpo no miente, hombre.
Entonces, en lugar de enloquecer y gritar como mi corazón quiere que
lo haga, simplemente muerdo el interior de mi mejilla y me encojo de
hombros.
—Está bien. Lo que sea. Tú te lo pierdes.
La mirada ámbar del doctor Love se estrecha hacia mi cara.
—¿En serio? ¿Estás de acuerdo con todo lo que acabo de decir?
Aprovechando cada pizca de calma que tengo dentro de mí, asiento.
—Síp. De todos modos, no eres tan bueno besando en realidad. Creo
que tal vez solo estaba aburrido.
Una oscuridad pasa a través de sus ojos, y sus rasgos se vuelven
duros. 352
—¿Eso es cierto…?
—Mhm. —Me acerco al sofá—. Tal vez intentaré conectarme con
Templeton. Quiero decir, él ha hecho que me corra, después de todo.
De repente, una mano se envuelve alrededor de mi garganta desde
atrás y, en un instante, su gran cuerpo está contra mi espalda.
—Dijiste que no era tu tipo —gruñe en mi oído. Mi polla se pone dura
en segundos.
—Mentí —susurro, resistiendo el impulso de aplastar mi trasero
contra su entrepierna.
No estoy seguro de qué pasa con este hombre que me pone tan
necesitado, pero estoy tratando de no pensarlo demasiado. Quiero cosas con
el doctor Love que nunca antes había probado. Cosas que creo que siempre
he querido en secreto, pero no tuve las agallas de pedir.
Siempre estaba demasiado ocupado haciendo lo imposible por los
tipos que al final me iban a dejar. Ya sea por sí mismos o por mi mano.
—Creo que ahora estás mintiendo. —Aprieta mi garganta, provocando
una opresión en mi cara—. Te vi en ese video, Felix. Te gustó la sensación,
pero no la querías de él.
—Vaya, realmente te centraste en esa mierda, ¿no? —Me rio, y deja
escapar un sonido bajo, ahogándome más fuerte—. ¿Cuántas veces lo has
visto?
—Cállate, Felix… Esto no va a funcionar —sisea—. Lo único que estás
a punto de hacer es obligarme a golpearte el trasero.
—Creo que a mí también me gustará eso —ronroneo, cediendo y
arrastrando mi trasero contra su entrepierna.
Puedo sentir su forma, deslizándose en la grieta a través de mis
pantalones. Es tremendamente satisfactorio.
El doctor Love gira, empujándome hacia la puerta. Mi frente se golpea
con ella, y gruño de dolor. Aun así, me enciende. Nunca supe lo mucho que
quería esto… Ser maltratado como una puta común.
Resulta que es un fetiche oculto. ¿Quién lo diría?
—Creo que es hora de que te vayas. —El doctor Love me libera,
alcanzando la manija de la puerta—. Me estás enfureciendo demasiado hoy.
—¿Por qué? —Lo miro por encima del hombro—. ¿Porque te estoy
obligando a enfrentar tus sentimientos? ¿Porque sabes que secretamente
quieres arrancarme la ropa tanto como yo quiero que lo hagas...? 353
Su cara se desconcierta por un segundo.
—Yo no…
—Sí, lo haces —digo con firmeza—. Y cuanto antes lo aceptes, antes
podremos dejar atrás esta mierda de pelear y luego follar, simplemente
follar.
Gruñe con frustración y golpea la puerta con la palma de la mano,
justo al lado de mi cabeza. No puedo evitar estremecerme.
—Me estás volviendo jodidamente loco. ¿Qué diablos pasa contigo?
Juro por Dios, nadie ha hecho nunca que me sienta tan... tan...
—¿Tan qué? —jadeo, temblando de necesidad.
—Fuera de control —murmura, presionándose contra mí por detrás—
. Tan desesperado por algo que literalmente nunca había querido antes.
—Es solo sexo, doctor… —jadeo pesadamente.
Me atrapa entre su gran cuerpo y la puerta.
—Sexo con un hombre… No soy gay, Felix.
—Se sentirá igual, lo prometo —gimoteo—. Probablemente mejor.
—Eres odioso —dice, sin aliento, agarrando la cintura de mis
pantalones y bajándomelos hasta los muslos.
Mi polla está tan dura que intenta saltar, pero no tiene espacio por la
puerta, por lo que apunta al suelo. El doctor Love se aleja de mí apenas lo
suficiente como para acunar mi trasero en sus fuertes manos y maúllo como
una maldita puta necesitada.
—Tu trasero es agradable, sin embargo... —murmura con asombro, y
sus dedos vagan tan cerca de la grieta que estoy temblando—. Muy
agradable. Un trasero redondo y relleno como una manzana.
—Mmm... Es cálido y apretado para ti —le digo, y mi cabeza da
vueltas.
Nunca he suplicado que me follen antes... Ni siquiera sé cómo
reaccionaría a que me folle. Lo único que ha estado dentro de mi trasero fue
ese consolador de vidrio que usó Templeton. Pero por alguna razón, el doctor
Love simplemente hace que quiera inclinarme.
¿Es porque estoy tan desesperado por complacer a los tipos que quiero?
Que seré quien quieran que sea solo para que se queden...
Espero que no, pero nunca lo sabremos si no lo intentamos. 354
El doctor Love masajea mi trasero desnudo por un momento, antes de
empujar un dedo hacia mis labios.
—Chupa.
Lo hago, lento y húmedo, asegurándome de mirarlo por encima del
hombro. Sus ojos nunca se apartan de los míos, salvo por alguna mirada
ocasional a mi boca. Su amplio pecho está moviéndose, listo para salirse de
esa camisa abotonada que apenas lo contiene. Es una imagen jodidamente
deliciosa. Se ve tan peligroso... Mayor y aterrador. Como que él podría ser el
que me mate.
La emoción que siento por dentro no tiene rival.
Una vez que su dedo está mojado, lo vuelve a bajar a mi trasero. Y
usando su otra mano para apartar mis nalgas, lo presiona contra mi ano,
lenta pero lo suficientemente persuasivo como para que sienta la
instantánea presión.
—Vamos a comprobarlo —dice, con los ojos todavía en mis labios—.
A ver si es realmente tan apretado como dices que es.
—Será aún más apretado sobre tu…
Su boca cae sobre la mía. Es apenas un beso cálido y suave antes de
apartarse.
—No digas una mierda, chico enfermo. Solo quiero que respondas a
mis preguntas, ¿de acuerdo?
Asiento.
—Sí, doctor.
—Bien. Ahora, relájate.
Empuja la punta de su dedo dentro de mí. Mi cuerpo lucha contra eso
por un segundo, pero empuja con más fuerza, obligándome a tomar el dedo
con un gruñido.
—Mmm... eso es —tararea en mi oído, su aliento me calienta—. Está
apretado.
Mete el dedo más profundamente y yo gimo:
—Mierda...
—¿Se siente bien? —Empuja hasta donde su dedo puede llegar,
tirando de mis caderas hacia atrás con la otra mano.
—Sí. —Se me quiebra la voz.
Retirándolo lentamente, pregunta: 355
—¿Se sintió así de bien cuando Templeton lo hizo? El experimento…
Jesucristo, está celoso.
Siento que podría correrme en el momento, solo de saber que está
preocupado porque disfrutara de algo que hizo el imbécil de Templeton más
que de lo que está haciendo ahora.
Mi frente cae hacia la puerta mientras empuja el dedo hasta el fondo
completamente, hasta que sus nudillos llegan a mis nalgas. Gimo
suavemente, con los ojos en blanco cuando toca ese punto esquivo por el
que he escuchado a muchos de mis compañeros sollozar.
—Respóndeme, Felix. —Me enjaula, curvando el dedo de una manera
que se siente incómodo, pero solo por un segundo antes de que me encienda
completamente.
—Mierda, es mejor. —Me estremezco con las palabras, dejándolo
abrazarme a él, guiándome con su dedo en mi trasero—. Mucho, mucho
mejor…
—¿Sí? —Deja caer sus labios en mi nuca, sin besarme del todo, pero
como si los rozara sobre mi piel sensible.
Mi polla está goteando en el suelo, puedo sentirlo.
—Sí… —Mis dedos se clavan en el metal de la puerta.
Desarrolla una especie de ritmo con su digitación, adentro y afuera;
lento pero también lo más profundo posible, sacándolo hasta la punta antes
de agregar otro. Estoy tratando de controlar mi volumen, pero no creo que
nada se haya sentido así de bien, incluso en carne viva, sin otro lubricante
más que mi saliva.
—También tenías razón sobre que era cálido —murmura, con la voz
llena de excitación y algo de fascinación salpicada en su tono. Suena aún
más más excitado y hambriento de mí que anoche, y vivo por ello—. ¿Quieres
que meta mi polla en este agujerito apretado y cálido?
Todo mi cuerpo prácticamente convulsiona.
—Sí… Dios, sí. Por favor, doctor Love.
—Por favor, ¿qué...? —Su mano recorre mis abdominales, los dedos
se arrastran a lo largo las curvas de mi pelvis.
—Por favor, fóllame —suplico, sin importarme un carajo lo
desesperado que sueno. Lo necesito.
Quiero que me clave a la maldita puerta. 356
—Realmente no creo que debería… —murmura, como si estuviera
hablando consigo mismo. Definitivamente suena seguro de que piensa que
no debería, pero tampoco suena como si particularmente le importara.
—Los debería son para los idiotas. —Agarro su antebrazo y se ríe—.
Solo… Por favor. Por favor, por favor, por favor.
—¿Alguna vez has suplicado por una polla así antes? —pregunta,
divertido.
—No, y no me avergüenzo. Quiero la tuya. —Giro la barbilla para
mirarlo. Su cabeza se inclina con curiosidad—. No tiene que significar nada,
doctor Love. Solo por favor inténtalo.
Sus ojos me evalúan por un momento, y algo que no puedo descifrar
brilla en ellos. Se lame los labios y baja la mirada. Luego retira gradualmente
sus dedos de mi trasero.
Un sonido se me escapa, haciendo que sus ojos salten de nuevo a los
míos.
—¿Nunca te han follado antes?
Sé que no se refiere al consolador de cristal, así que niego con la
cabeza lentamente. Gruñe, desabrochándose el cinturón y bajando la
cremallera de sus pantalones. Trato de girar un poco para ver lo que está
haciendo, pero me empuja contra la puerta.
Aun así, puedo decir cuando su polla está fuera porque lo pasa por la
raja de mi trasero.
—¿Crees que serás capaz de manejar toda esta polla en tu primer
intento? —pregunta, engreído pero también como si estuviera
preguntándoselo sinceramente. Asiento frenéticamente. La empuja entre
mis nalgas—. No tengo ningún lubricante…
—Qué carajo importa —jadeo.
Su mano se desliza hasta mis bolas, y las agarra, apretando hasta que
gimoteo.
—Compórtate, monstruo.
—Ahh… sí, señor. Lo siento, doctor —balbuceo, y me suelta. Dejo
escapar un jadeo.
—Eso es —tararea, luego me da su otra mano y ordena—: Escupe.
357
Lo hago, escupiendo todo lo que puedo en su palma. Luego hace lo
mismo, para luego usarla para lubricarse. Mierda, creo que esto podría
doler, pero realmente ni siquiera me importa.
Creo que lo preferiría así.
De repente, siento una cabeza suave y gorda presionando en mi
trasero. Aprieto por instinto, pero roza sus labios en mi cuello de nuevo.
—Déjame entrar, Felix. Tú querías esto.
Obligando a mi cuerpo a relajarse, me concentro en la sensación
pecaminosa de su punta empujando en mi agujero. Incluso entonces, no
entra directamente. Pero lo intenta. Escupe en su mano un par de veces
más, pasando los dedos resbaladizos alrededor de donde su polla está
tratando de abrirse camino dentro de mí.
—Ninguna de las vírgenes anales con las que he follado me ha hecho
trabajar por ello así, Felix —suspira, empujando y empujando.
—Lo... lo siento. —Me relajo aún más, doblándome por la cintura para
darle mi trasero.
—No lo hagas —ronronea en mi oído—. Me gusta.
—Mierda... —gimo. Y finalmente, la cabeza se desliza dentro.
Gimo de nuevo. Él también lo hace.
Mi polla gotea más líquido preseminal en el suelo mientras su punta
redonda y sedosa atraviesa mi trasero. Ya se siente jodidamente fenomenal.
Ni siquiera puedo pensar. Soy todo sensación.
—Jesús, eso es bueno. —La voz del doctor Love es ronca detrás de mí,
agarrándome fuerte mientras el principio de su polla permanece dentro de
mí—. Estás haciendo un desastre por todo el suelo.
—No puedo... evitarlo. —Mi pecho está ardiendo de necesidad, al igual
que el ardor debajo de mi cintura mientras mi cabeza cae hacia atrás contra
él.
Muerde mi cuello, avanzando poco a poco más dentro de mí.
—No puedo creer que estoy follando a un asesino en serie… —Gimoteo
en voz alta y me hace callar—. Silencio, monstruo. Mantente callado y
déjame mostrarte quién manda.
358
Justo cuando su polla se está abriendo un ardiente camino sin
lubricante dentro de mí unos centímetros más, escuchamos pasos.
El doctor Love se congela. Mi respiración es pesada como el infierno,
así que presiona su mano sobre mi boca.
Están cada vez más cerca.
—No digas ni una jodida palabra —me susurra al oído mientras los
pasos se mueven hasta llegar al otro lado de la puerta en la que estamos.
Entonces alguien llama.
Mi pulso se acelera rápidamente, la sangre corre tan fuerte en mis
oídos que apenas puedo oír. Y puedo sentir el corazón del doctor Love
latiendo en mi espalda, pero él no parece tan nervioso como yo cuando
gruñe:
—¿Quién es?
—Soy el doctor Johansson. ¿Tiene un momento?
Por Dios solo sabe qué razón, el doctor Love todavía me mantiene en
el sitio, en lugar de quitarme su polla. Es como una piedra dentro de mí,
pero todavía está allí, y no seré capaz de mantenerme en esta posición por
mucho tiempo antes de que empiece a retorcerme.
—No —le responde el doctor Love a Johansson a través de la
puerta—. Iré a su oficina más tarde.
—En realidad, es bastante importante, señor. —Johansson continúa
hablando como el viejo molesto y tonto que es—. Solo tomará un momento.
El doctor Love maldice por lo bajo, dejando caer su frente sobre mi
hombro por un segundo. Me susurra:
—No te muevas.
Y luego abre un poco la puerta.
—¿Qué pasa, Johansson? Realmente no tengo tiempo para esto…
No puedo ver lo que está pasando sin moverme y me aterroriza
hacerlo, porque el peso de mi cuerpo está como descansando sobre la
puerta. Pero el doctor Love está hablando directamente con Johansson a
través de la rendija, mientras que del otro lado, diez centímetros de su polla
están enterrados en mi trasero.
¡¿Qué diablos está pasando aquí...?!
Contengo la respiración para escuchar mientras Johansson dice: 359
—Estoy seguro de que ha oído sobre el confinamiento que ha ordenado
Manuel.
—Sí... ¿y qué? —ladra el doctor Love, claramente malhumorado por
ser interrumpido. No es todo el tiempo, pero mis dedos de los pies se doblan
en mis zapatos.
—Bueno, solo pensé que le gustaría saber que he hablado con él, y a
pesar de todo, nuestro acuerdo se mantiene con los experimentos.
—¿Qué diablos tiene que ver un confinamiento con los experimentos?
—gruñe el doctor Love—. ¿Y cómo es esto importante?
Johansson se queda callado por un momento, muy probablemente
marchitándose bajo la mirada mordaz de mi doctor.
—Creo que estamos siendo reducidos —tartamudea Johansson—.
Puede que Abel necesite ser reubicado o transferido…
—Eso suena como su problema —gruñe el doctor Love, luego mueve
sus caderas unos centímetros. Me muerdo el labio para contener mis
sonidos—. No el mío.
—Cierto… —Johansson suena desconfiado—. ¿Está todo bien,
doctor?
—Métase en sus jodidos asuntos, Johansson —la voz del doctor Love
está a punto de estallar como un volcán de odio, puedo oírla.
—Por supuesto. Lamento molestarlo —responde Johansson, luego se
aclara la garganta—. Necesitaremos al Sr. Darcey en la sala de examinación
en una hora si desea unirse... Hay una máquina que he estado ansioso por
usar.
La mención de mi nombre hace que un escalofrío recorra mi columna
vertebral. La mano del doctor Love se aprieta sobre mi boca.
—¿Máquina? —pregunta, mucho más entrecortado de lo normal.
Pensarán que todo esto estaría suavizando su polla, pero todo lo contrario.
Está palpitando dentro de mí.
—Sí. No la hemos usado en bastante tiempo, pero creo que podría ser
beneficiosa —canta Johansson.
—Bien. Lo que sea. Le veré luego. —El doctor Love cierra la puerta
mientras Johansson está murmurando algo.
Se cierra con un clic, y la bloquea; los dos nos quedamos quietos hasta
que escuchamos que los pasos de Johansson vagan de regreso por donde 360
vino.
Finalmente, el doctor Love quita su mano de mi boca y suelto un largo
suspiro.
—Jesús… eso fue una locura —susurro.
—Mmm... —Desliza sus manos por mis caderas, y las yemas de sus
dedos bailan sobre la carne de mi trasero antes de que saque su polla.
—Espera. —Mi gruñido se convierte en un gemido de protesta—. No
pares...
—Tengo que hacerlo —dice suspirando. Me levanta los pantalones y
luego me da palmaditas en el trasero—. Eso estuvo demasiado cerca.
Me doy la vuelta, apoyándome en la puerta para mantenerme erguido.
—Bueno, no parecía importarte demasiado como para sacármela
mientras estabas charlando con él.
Termina de recolocarse la ropa, subirse la cremallera y abrocharse el
cinturón mientras me da una mirada divertida pero lasciva una vez más.
—Te sientes demasiado bien… ¿No?
Da un paso hacia mí, atrapándome contra la puerta de nuevo, solo
que esta vez estamos cara a cara. Mi barbilla se inclina y parpadeo hacia él,
murmurando:
—Supongo que sí.
—Supones que sí. —Resopla, y sus ojos brillan mientras que de
alguna manera están borrosos por la lujuria de lo que habíamos estado
haciendo mientras pasa su dedo índice a lo largo de mi labio inferior. Podría
ser el que estuvo dentro de mí, pero ni siquiera puedo pensar en eso ahora.
No mientras me mira de la forma en que lo hace—. ¿Qué me estás haciendo,
malvado?
Me quedo literalmente sin aliento.
Roza sus labios sobre los míos, y nos respiramos como si fuéramos
oxígeno. Exhalar, inhalar.
Inhalar. Exhalar.
—No me dejes con ellos —le ruego en voz baja, moviendo mi boca
contra la suya—. Por favor.
—No necesitas que te rescate, Felix. —Suspira, sosteniendo mi 361
mandíbula antes de que sus dedos bailen por mi garganta—. Ahora, vamos
a llevarte. Te están esperando.
25
Lem

D
iez centímetros…
Diez. Malditos. Centímetros.
Todavía estoy tratando de procesar lo que sucedió en
mi oficina más temprano. El hecho de que metí diez centímetros de mi polla
dentro de un hombre, un hombre que es un psicópata asesino, realmente me
está volviendo loco.
Ya estuvo bastante mal cuando lo observé masturbarse. O el desafío
de hacerme una mamada.
O besarnos mientras él acariciaba nuestras dos pollas juntas.
Todas esas cosas combinadas equivaldrían a una locura de
dimensiones épicas que te cambia la vida. Pero luego puse diez centímetros
de mi polla dentro de él. Y la verdad, si el doctor Johansson no hubiera
llamado a la puerta, se los hubiera dado todos. Cada pedacito hasta que
estuviera tan lleno de mí que no hubiera forma de saber dónde terminaba
yo y dónde empezaba él.
Pero la pregunta que estoy considerando mientras camino de un lado
al otro en este pasillo contiguo, esperando que Johansson venga a buscarme
y me haga saber que harán hoy, es cómo.
¿Cómo diablos pasé de ser un hombre totalmente heterosexual, que
nunca siquiera ha considerado interactuar sexualmente con otro hombre, a
terminar en una especie de purgatorio gay con uno de los asesinos en serie 362
más conocidos de esta generación?
Apoyando la espalda contra la pared, cierro los ojos e imagino tetas.
Y vaginas.
Todavía me gustan esas cosas, ¿verdad?
Creo que sí, pero el problema es que pensar en alguien que no sea
Felix se está volviendo muy difícil. Él es la única persona que he tenido
cerca... O la única persona en la que me he enfocado. Durante semanas,
todo en lo que he pensado es en él. Eso debe haberse transferido de alguna
manera convirtiéndose en afecto lujurioso. Una obsesión, muy parecida a la
que él siente por sus víctimas.
¿Pero cómo me pasó a mí? No soy alguien que se deje llevar por otras
personas. De hecho, no creo que nadie me haya enganchado. Jamás.
Entonces, ¿¿por qué está sucediendo ahora, con este sociópata de todas
las personas??
Tengo que admitir que a pesar de lo obviamente trastornado que está,
también resulta ser el ser humano más fascinante con el que he tenido el
placer de pasar tiempo. Y eso debe ser un anzuelo macabro para mí, pero el
hecho de que sea un asesino no me asusta. Ni siquiera me molesta. Ni un
poco. En realidad solo hace que me guste más.
¿¿Eso también me convierte en un sociópata??
De cualquier manera, no tengo tiempo para seguir retozando en un
estado de coerción. Johansson me está invitando a observar su próxima
prueba con Felix y debería llamarme en cualquier momento. Necesito poner
mi cabeza en el juego. Lo que sea que pasó entre Felix y yo en mi oficina
puede esperar.
Por encima de todo, soy un doctor e investigador de la condición
humana. Eso es lo más pertinente en este momento. No diez centímetros.
Solo un momento después, Johansson asoma la cabeza por la puerta
del pasillo en el que estoy y dice:
—Estamos listos para comenzar.
Lo sigo por el largo pasillo de las salas de examen. Entra en una
diferente a la habitual. Y cuando miro por la puerta, encuentro a Claude, el
asistente, quitándole a Felix la camisa de fuerza y entregándole una bata de
hospital.
Johansson está ocupado jugando con una máquina y una mesa con
una bandeja de instrumentos. Claude saca un par de esposas, pero
363
rápidamente levanto una mano.
—No lo esposes.
Me da una mirada, luego mira a Johansson, quien simplemente
asiente con la cabeza, de acuerdo con mis términos.
—Por favor, desvístase y póngase esto, Sr. Darcey.
Los ojos de Felix se posan en mí, el gris tormentoso brilla con
preocupación mientras se quita la ropa y le entrega todo a Claude, quien lo
dobla y lo coloca sobre el mostrador. Felix se retuerce rápidamente para
colocarse la bata de hospital, pareciendo tenso, pero también ligeramente
reconfortado. Y creo que es por mi presencia.
En el video que he visto donde es tratado por los otros, siempre parece
preocupado por lo que le harán. Pero cuando estoy aquí, supongo que piensa
que lo protegeré y me aseguraré de que no vayan demasiado lejos.
¿Lo haré?
Me conviene seguir siendo profesional. Dejar que Johansson se ocupe
de Felix de la forma que crea conveniente. Pero también, el recuerdo de
Templeton follándolo con ese consolador vive gratis en mi mente, y puedo
sentir mi presión arterial aumentando cada vez que lo recuerdo.
Claude ayuda a Felix a subirse a una camilla y luego sale de la
habitación.
Miro tras él.
—¿No viene Templeton hoy?
—Sentí que este experimento funcionaría mejor solo con nosotros dos
—dice Johansson. Luego enciende su máquina. La cosa parece bastante
antigua. Como si hubiera sido hecha en los años setenta.
Entrecerrando los ojos, pregunto:
—¿Eso es un ecógrafo?
—Sí —responde Johansson casualmente, luego establece su
presentación habitual para las cámaras ocultas. Fecha, hora, todos
nuestros nombres y los signos vitales de Felix—. Esto es un ultrasonido, con
algunos ajustes, por supuesto. Lo he usado antes en un paciente y obtuve
algunos resultados interesantes.
Recoge una tira larga de plástico con cables unidos a ella, como un
gran electrodo.
—Felix, necesitaré que te recuestes y te levantes la bata. Voy a colocar
364
esto en tu abdomen —dice Johansson, como si fuera la cosa más normal del
mundo.
Los ojos muy amplios de Felix se mueven hacia los míos. Yo solo lo
miro fijamente, mis pensamientos están atascados pensando por qué
estamos a punto de hacerle una ecografía a Felix Darcey. No es como si
hubiera mostrado algún síntoma de enfermedades que valga la pena revisar.
Felix traga, luego se recuesta sobre la mesa, con las piernas colgando
del borde mientras se levanta lentamente la bata.
—¿Cuál es el punto de hacerme usar esta bata si van a estar mirando
mis partes, de todos modos? —murmura, molesto.
—Es para tu comodidad —dice Johansson, colocando la larga tira
plástica de electrodos en la parte inferior del abdomen de Felix, justo debajo
de su ombligo.
Mi garganta se vuelve repentinamente seca como un hueso, y estoy
tratando activamente de no mirar en dirección a Felix, porque su polla está
ahí, suave pero aun así con un tamaño impresionante. Su trasero también
está ahí... El lugar donde antes tenía metida la punta de mi polla…
Trago. ¿¿Hace calor aquí o solo estoy ardiendo en el infierno??
Johansson vuelve a la máquina, presionando algunos botones. Y de
repente en la pantalla, hay un montón de cosas que borbotean.
—¿Qué es eso? —pregunta Felix, mirando boquiabierto la pantalla.
—Esa es una imagen de ultrasonido de tu interior —le dice
Johansson—. Estas máquinas, como sabrás, se utilizan típicamente para
monitorear las primeras etapas del embarazo. —Recoge un palo largo y gris
que tiene una forma ligeramente similar a un pene. Más ancho en la parte
superior, luego se afina en el resto, tiene aproximadamente veinticinco
centímetros de largo—. Sin embargo, son usadas para más que para eso.
Esta vara detectará movimiento e intrusiones. Puede ayudar a detectar
tumores, cáncer, cosas así en lugares como tu hígado, páncreas, riñones,
etc.
—¿¿Cáncer?? —jadea Felix, y sus grandes ojos miran en mi
dirección—. ¡¿Él dijo cáncer?!
—Bueno, sí, pero no creo que tengas cáncer —dice Johansson con
calma—. Ese es solo uno de sus usos.
—¿Entonces para qué lo estamos usando hoy exactamente? —
365
pregunto con la cabeza un poco dándome vueltas.
Los ojos de Johansson se posan en los míos.
—Esto es solo investigación, doctor.
Se pone un guante de goma. La nuez de Adán de Felix se balancea
visiblemente.
Me estoy poniendo muy tenso y cálido por todas partes cuando
Johansson exprime una generosa cantidad de lubricante en la vara,
moviéndose hacia Felix.
—Espera, ¿¿vas a meter eso dentro de mí?? —gruñe Felix, luego me
mira—. ¡¿Puedes hacer algo?!
Mis labios se separan, pero parece que no puedo encontrar ninguna
palabra. El doctor en mí, el que fue a una escuela de medicina acreditada,
sabe que debería hablar. Y decir que esto probablemente no es necesario.
Pero entonces, el hombre curioso dentro de mí... El que, hace solo una
hora, puso su polla en el mismo lugar en el que la cosa está a punto de ser
metida, quién todavía puede sentir el apretado calor en su polla torpemente
endurecida, se queda callado. Mis dedos tiemblan, mi interés ha sido
despertado.
—Felix, por favor, abre las piernas. Dobla las rodillas y coloca los pies
planos sobre la mesa. —Johansson va hacia él con la vara, y Felix presiona
sus muslos cerrándolos.
—No… Esto es raro como la mierda. No estoy enfermo y no soy una
mujer embarazada. No necesito esto. —Me ladra de nuevo—. ¿¿Tienes algo
que decir??
Me acerco, colocando mi mano en su pierna. Su muslo es musculoso,
con vello y esas cosas, ya que saben… es un chico. Nunca antes he tocado
la pierna de un hombre.
Las pestañas de Felix revolotean hacia mi cara.
—Coopera por favor, Felix —le digo en voz baja.
Toma aire, dejándolo salir lentamente antes de asentir. Luego levanta
sus piernas, colocando los pies sobre la mesa y doblando las rodillas.
—Más amplio —exige Johansson.
Descanso mis manos en las pantorrillas de Felix y aparto aún más
sus piernas. Está visiblemente nervioso, así que me aseguro de dibujar un
pequeño círculo o dos en su carne con mis pulgares. Solo para calmarlo un
poco... 366
—No será malo.
—¿Estás bromeando? —Resopla—. Mira el tamaño de esa cosa.
Levanto mi ceja hacia él, diciendo sin palabras: no es lo más grande
que has tenido dentro hoy.
Sus mejillas se sonrojan y traga.
Johansson no se da cuenta de lo que está pasando entre nosotros. O
no le importa. Simplemente se para junto al borde de la mesa y presiona la
punta de la vara entre las nalgas de Felix.
—¡Jesús, maldición! —se queja Felix—. Está frío, imbécil.
Johansson lo ignora.
—Relájate, por favor.
Mi mano se desliza de su pierna hacia su mano, cubriéndola con la
mía. Me mira, sus labios tiemblan con su respiración temblorosa, y su pecho
se mueve hacia arriba y hacia abajo, debajo de la bata de hospital, enrollada
alrededor de sus hombros. Sus dedos se entrelazan lentamente con los míos
y mi estómago comienza a retorcerse.
Johansson le da un empujón a la vara y Felix gruñe, apretando mi
mano. No puedo dejar de observar su rostro, pero también encuentro que
mis ojos vagan hacia abajo entre sus piernas donde la mano enguantada del
doctor está metiendo la vara dentro de él. Profundamente.
—Maldición... mierda, mierda —murmura Felix con voz ronca, con los
ojos cerrados y la cabeza inclinada hacia atrás.
La pendiente de su garganta es... agradable a la vista.
—Doctor —me llama Johansson y salgo de mi trance.
—¿Hm?
—¿Está familiarizado con los datos de un ultrasonido? —Levanta las
cejas hacia mí, y asiento.
—Relativamente —respondo, notando la presencia de la vara en la
pantalla.
Esto es ciertamente diferente a cualquier ultrasonido que haya visto.
Puedes ver la vara dentro de Felix, clara como el agua.
Me hace preguntarme qué más podrías ver... De dentro de él.
—Eso es raro —murmura Felix, luego se retuerce, todavía agarrando
mi mano. Bajo la mirada hacia él—. ¿Ven algo... malo? 367
Parpadeo hacia él, tratando de volver a familiarizarme con la realidad
de la situación.
—Uh… —Me aclaro la garganta, y mis ojos revolotean hacia la
pantalla—. No, luces saludable.
Johansson mueve la vara y Felix deja escapar un ronroneo que hace
que me palpiten las bolas. Contra mi voluntad, mi amplia mirada se mueve
hacia su polla, que está cada vez más dura a cada segundo.
—Te gusta la sensación… —le digo con voz ronca. Nuestros ojos se
conectan y el rubor en sus mejillas me da otra sacudida debajo de la cintura.
Su lengua se desliza sobre su labio inferior, luego tira de él entre sus
dientes.
—Déjenos, doctor —le ladro de repente a Johansson.
Hace una pausa confundido antes de tartamudear:
—No estoy seguro de que yo...
—Ahora. —Le dirijo una mirada que dice: tienes tres segundos para
salir de esta habitación antes de que yo mismo te expulse.
Todavía persiste durante unos segundos, enojándome con su
incapacidad para seguir instrucciones, sus ojos se posan mi mano y la de
Felix unidas.
Arranco la mía y cruzo los brazos sobre mi pecho.
Johansson no dice nada. Simplemente suspira en voz alta y suelta la
vara, dejándola dentro de Felix mientras se quita los guantes de goma y deja
la habitación, cerrando la puerta con un golpe detrás de él.
Un escalofrío de emoción me recorre y simplemente no lo entiendo. No
entiendo por qué estoy desesperado por estar a solas con este hombre,
especialmente cuando está desnudo y en una especie de posición
comprometedora. Me emociona profundamente, hasta la médula, y no
puedo entender por qué.
Pero ahora mismo no es el momento en el que quiero evaluar mis
procesos de pensamiento. Porque Felix tiene las piernas abiertas, y hay algo
sobresaliendo de su tarsero que está poniendo su polla dura. Ahí es donde
está mi atención ahora mismo, ya sea que lo entienda o no.
Moviéndome hacia la mesa a sus pies, tomo la vara. Apenas la muevo,
pero Felix chilla. Lo miro fijamente, viendo su pecho palpitar con
respiraciones inestables mientras se muerde el regordete labio inferior. 368
—¿Ves esto? —Hago un gesto hacia la pantalla.
Felix se retuerce.
—Ves este objeto dentro de ti... —murmuro, tirando de él un poco,
luego metiéndolo de nuevo, empujando la vara dentro y fuera de él
tranquilamente mientras tararea y tiembla.
—Sí. —Traga saliva, y sus ojos se mueven rápidamente hacia la
pantalla—. Está realmente... ahí.
—Mmm... sí. —Observo la pantalla mientras introduzco y extraigo el
objeto de él, viéndolo moverse de arriba a abajo—. Me gusta poder ver lo que
está pasando dentro de ti. Me gusta... observar tu interior.
—Eso suena tan espeluznante —murmura Felix, como el atrevido que
es, aunque sus párpados están caídos, y le están sudando visiblemente las
sienes.
—Me pregunto si puedo encontrar tu próstata con esto… —canto,
moviéndola un poco alrededor. Puedo ver algo que creo que sería su
glándula prostática basada en la ubicación.
Cuando la rozo con la vara, los dedos de los pies de Felix se curvan y
gime, y líquido preseminal gotea de su polla sobre sus abdominales.
—Mmmierda.
Me inclino sobre él.
—Oh, creo que es esa. ¿Qué opinas?
Vuelvo a acariciar el lugar y se estremece visiblemente de pies a
cabeza, arqueando la espalda fuera de la mesa.
—Oh Dios, sí... eso es... tan bueno.
Mi corazón está martillando detrás de mis costillas, mi polla está
sólida y atascada incómodamente dentro de mis pantalones. Necesito liberar
esta cosa... Necesito...
Saco la vara de Felix y jadea, luego se queja:
—¿¿P…por qué hiciste eso??
—Quiero ver cómo se ve con otra cosa dentro de ti. —Tiro la vara sobre
la mesa de la bandeja y empiezo a desabrocharme el cinturón, bajando la
cremallera mientras Felix me observa con la mirada entrecerrada y los labios
húmedos, temblando con anticipación.
Empujándome los pantalones hacia abajo rápidamente, jadeando y 369
loco de necesidad, libero mi polla adolorida y la acaricio un par de veces.
Mis ojos rebotan hacia los techos, sabiendo que hay cámaras ocultas aquí
grabándome, pero simplemente no puedo evitarlo. No puedo no hacer esto.
Fuimos interrumpidos antes, y me tomó todo mi esfuerzo detenerme.
Ya no poseo ese tipo de fuerza de voluntad.
No más juguetes o herramientas médicas dentro de él. Él es mi
paciente. Si algo va a ser metido en su interior en nombre de la maldita
investigación, voy a ser yo.
Agarrando el tubo de lubricante con dedos temblorosos, exprimo un
poco, untándolo en los centímetros de mi ansiosa erección. Dios, no he
follado en meses, y necesito esto. Ser detenido antes me provocó un dolor
en mis entrañas, probablemente bolas azules. Y ahora estoy palpitando con
el deseo de rellenar ese estrecho canal suyo con mi polla.
Me coloco sobre Felix, agarro su muslo con mi mano izquierda y mi
polla con la derecha, presionándola hacia él. Y esta vez, no duda ni está
nervioso. Está abriendo sus piernas para mí, temblando con el obvio deseo
de ser llenado.
Por mí, y solo por mí.
Me niego a admitirlo, pero me encanta el hecho de ser el primero que
va a follarlo. Es como si estuviera tomando su virginidad, que siempre ha
sido una oscura fantasía mía. Excepto que solía ser con mujeres... Pero, lo
que sea. Aquí estamos.
—He estado anhelando tu polla dentro de mí durante tanto tiempo —
gime Felix mientras froto mi cabeza alrededor de su agujero caliente.
Mis dedos se clavan en su carne.
—¿Sí? El pequeño monstruo enfermo quiere una polla en lo profundo
de su trasero…
Le doy un empujón y maúlla.
—Mierda, sí. La tuya. Solo… la tuya. —Sus palabras se vuelven
ásperas a medida que empujo más profundo.
Mirando la pantalla, veo mi polla aparecer en ella. Puedo ver mi polla
empujando dentro de él. Mierda, esto es una locura.
—Mira la pantalla, Felix —le gruño la orden.
Se obliga a abrir los ojos y gira la cabeza mientras me meto hasta el
fondo, alimentándolo con mis centímetros hasta que mi pelvis está contra
sus mejillas. 370
Profundo hasta las jodidas bolas.
Gime al verlo.
—Oh Dios, eso parece una locura… Toda tu polla está dentro de mí.
—Sí…
Ambos estamos mirando la pantalla, yo entre sus muslos, con los
brazos a cada lado de sus caderas. Retrocedo un poco, y luego empujo de
nuevo y suelta un sollozo irregular. Me quedo empuñado, y es jodidamente
increíble.
—¿Sabes cómo se ve? —pregunto, girando mi rostro hacia el suyo.
—¿Cómo? —suspira con mi boca sobre la suya.
—Parece que soy tu dueño, chico enfermo. —Mis labios rozan los
suyos y se estremece—. Eres mi monstruo.
Felix gime y se inclina hacia atrás, arqueándose hacia mí.
—Sí. Soy tuyo, doctor.
Mierda, ¿por qué suena tan jodidamente bien?
Finalmente, empiezo a mover mis caderas a un ritmo gradual,
montándolo lento pero profundo. Tan profundo como es humanamente
posible, deslizándome hacia atrás, luego metiendo mi polla en su trasero,
observando la pantalla mientras la forma entra y sale de él. Luce diferente
a todo lo que podría imaginar presenciar.
Follar con alguien es una cosa; saber que estás dentro de él,
reclamando su cuerpo como tuyo. Pero poder verlo frente a tu cara; observar
mi polla moviéndose dentro de los anillos del músculo de su trasero es una
experiencia totalmente diferente.
—Maldición, Felix —susurro, dejando caer mi frente sobre la suya,
mis manos recorren su pecho—. Te sientes tan cálido, resbaladizo y mojado.
Tu trasero es demasiado apretado, está acunando mi gran polla.
—Tu polla es tan grande, doctor —ronronea, envolviendo sus piernas
alrededor de mis caderas, aferrándose a mí—. Dios, me estás destrozando.
—Bien —gruño, y luego muerdo su labio inferior hasta que llora en mi
boca—. Quiero destrozarte.
—Mmm… rómpeme el trasero. Por favor. —Sus manos están sobre mí,
recorriendo mi camisa, rasgándola, agarrándola en sus puños.
—No eres tan aterrador, asesino psicópata. —Arrastro mi boca por su 371
garganta mientras mis caderas empujan contra él—. Solo eres una pequeña
puta necesitada, ¿no?
Gime, ahuecando mis pectorales y apretándolos.
—Tuya. Tu puta.
Suelto un gemido, y miro la pantalla, buscando su próstata. Empujo
mi polla contra ella, y se arquea fuera de la mesa.
—¿Ese el punto, bebé?
Llora:
—Sííí. Por favor, por favor... más.
Lo estoy follando salvajemente, feroz con mis movimientos mientras
mis ojos se mueven entre la pantalla y él. Golpeo su próstata con mi polla,
observando con avidez su polla perfecta mientras expulsa chorros de líquido
preseminal.
—Eres un desastre pegajoso, chico enfermo —gruño—. Limpia eso.
Se estira y limpia el semen con los dedos, metiéndoselos en la boca.
—Bésame... por favor, doctor Love. —Sus largas y oscuras pestañas
revolotean con una expresión ebria de lujuria—. Estoy rogando por tus
labios.
—Ruégame, bebé... —Lo provoco dejando que mi boca baile sobre la
suya.
Me agarra por las rastas.
—Estoy jodidamente desesperado por ti.
—Sé que lo estás. —Embiste, embiste, embiste. Mis empujes se vuelven
más duros, aumentando el ritmo hasta que el sonido de mis caderas sobre
él resuena a través de la habitación—. Me deseas mucho, ¿eh, maldito
monstruito?
—Yo… quiero… maldición, te quiero a ti. Arruíname para cualquier
otra persona.
Con un rugido, dejo caer mis labios sobre los suyos y lo beso hasta
que ambos estamos sin aliento y gruñendo en la boca codiciosa del otro.
—¿Qué diablos pasa contigo...? —tarareo, chupando y lastimando sus
labios, lamiendo su lengua—. ¿¿Cómo haces que te desee así?? No tiene
sentido.
—Nada adictivo tiene sentido —suspira, con las piernas envueltas
alrededor de mí, los tobillos enganchados en la parte baja de mi espalda, las 372
manos en mi cabello y agarrando mi camisa—. Fóllame muy bien, doctor.
—Toma bien esta polla, mi dulce y pequeño psicópata.
Los sonidos que estamos haciendo son obscenos. Las bofetadas y los
sorbos, los rugidos y gruñidos. Es la música animal de dos hombres
follando, y nunca en un millón de años pensé que me gustaría, pero esta
música que hacemos juntos hace que mis bolas se contraigan con tanta
fuerza que podría reventar en cualquier momento.
—Mieerda, quiero ver cómo te corres dentro de mí en el ultrasonido —
gime Felix, abriendo finalmente mi camisa para poder tocar todas las
superficies de mi pecho y abdominales.
—¿Quieres que me corra profundamente dentro de tu trasero
codicioso, bebé? —La cabeza me da vueltas.
—Sí. Sí, sí, por favor. Vierte tu semen caliente en mí, doctor.
Agarro su mandíbula con fuerza, obligándolo a mirarme.
—Tienes una boca sucia.
—Y te encanta.
—Que te den.
—Así es... dame.
Estamos sudando contra el otro y puedo sentir la polla de Felix, tan
estirada y dura, que las venas están estallando por todo su grueso eje,
rozando mis abdominales mientras lo follo fuerte y profundo, usándolo como
una prenda de vestir que nunca pensé que me probaría. Pero ahora que
estoy dentro de él... Me queda jodidamente bien.
—Córrete para mí, Felix —le ordeno, mordiendo y chupando sus
labios, besándolo tan profundo que mi lengua está jodidamente cerca de
deslizarse por su garganta.
—Golpéame... justo ahí... ¡sí! —Sus ojos ruedan hacia atrás en su
cráneo mientras lo follo tan fuerte que apenas puedo respirar—. Oh, Dios,
me voy a correr.
Lo agarro por la garganta justo cuando su polla estalla, rociando su
orgasmo sobre los dos. Verlo, y saber que le hice esto con mi polla metido
en su trasero, me empuja justo sobre el borde.
Y estoy cayendo, profundamente. Dentro del abismo.
Se me escapa un sonido estrangulado, y todo mi cuerpo libera un
dulce temblor cuando estallo y mi orgasmo comienza a fluir. Felix y yo
373
forzamos nuestras miradas cansadas hacia el ultrasonido para poder verlo.
Mi polla pulsando semen dentro su cuerpo.
—Jodida mierda, eso se ve tan bien —le susurro, ronco y aun
acariciando. Su trasero se aprieta sobre mi eje, como si estuviera tratando
de mantenerme dentro durante tanto tiempo como sea posible.
—Lléname —grazna—. Por completo.
—Maldición, sí, estás rebosando de mí, bebé. Mira todo ese semen
dentro de ti. Buen chico.
Felix está temblando, luchando por respirar mientras sus dedos
necesitados acarician mi pecho, luego mis brazos, y mis manos. Su toque
es tan cariñoso que deja un calor abrasador a su paso.
Cuando la gravedad regresa a la habitación y terminamos de flotar
como astronautas en el espacio, nuestra respiración es todo lo que se
escucha. Cuerpos calientes y pegajosos presionados juntos, y mi polla
ablandándose lentamente en su trasero.
El… mejor… sexo… que… jamás… he… tenido.
Apenas me doy cuenta de que estoy acariciando mi cara en el hueco
de su cuello, oliéndolo. El olor a nosotros, el sexo, y nosotros teniendo sexo
está por todas partes, y no lo entiendo, pero está deslumbrando una parte
extraña de mí que no sabía que existía.
Me aparto y lo miro fijamente. Parpadea hacia mí desde detrás de sus
anteojos, el gris en sus ojos como cielos nublados. Me recuerda lo
jodidamente incierto que es esto.
Yo, el psiquiatra, follándome a un asesino en serie. Y que me encante.
Sacando mi polla de él lentamente, no puedo evitar mirar confundido
su trasero mientras mi semen gotea. Me lamo los labios, y luego miro a Felix,
que está mirándome fijamente, aturdido en sí mismo.
Doy un paso atrás y se aclara la garganta.
—No entiendo… —murmuro, principalmente para mí mismo. Quizás
un poco para él.
Estoy aturdido. Desconcertado. Confundido como la mierda.
—Te lo dije, tal vez no necesites entender. —Se apoya sobre brazos
temblorosos.
—Está bien, bueno, claramente no me conoces en absoluto. —Me
burlo—. Soy doctor. Un psiquiatra... Un investigador psicológico. Las
374
respuestas son todo lo que tengo. Maldita sea, necesito entenderlo.
—Lo entendemos, Doctor Robot, eres más inteligente que el oso
promedio. —Pone los ojos en blanco—. Pero solo digo, si sigues buscando
respuestas en algo como esto, simplemente te volverás loco.
—Oh, ¿sí? ¿Y qué te convierte en experto?
Me da una mirada.
—Creo que sé un poco más de química que tú.
Resoplo una carcajada y niego con la cabeza.
—Cierto.
—Lo digo en serio. Hablaste y hablaste sobre cómo nunca había
sentido realmente gratificación sexual, y creo que tenías razón. Pero estoy
dispuesto a apostar que tú nunca sentiste una verdadera química con nadie
con quien hayas salido.
Lo miro fijamente, tragando sobre mi garganta seca. Se arranca la
bata, usándola para limpiar el semen de sí mismo. Está sentado allí en esta
mesa, desnudo y… es hermoso. No entiendo como un hombre puede verse
tan jodidamente hermoso para mí, pero está haciendo que me duela la
cabeza y se me revuelva el estómago.
—Tengo razón, ¿no? —Salta de la mesa y camina en busca de su ropa.
Lo observo moverse, su cuerpo alto, sus largas extremidades, con
gracia en su balanceo. Las curvas y tendones de músculos tensos que lo
componen. La complexión pálida, decorada con algún hematoma ocasional
de este maldito lugar. Pero se ven bien.
Creo que me gustaría hacerle algunos hematomas yo mismo. Solo
algunos ligeros, como de mi boca, mis dientes, o mis dedos.
Mi respiración es repentinamente superficial, pero mi corazón está
acelerado.
—Tú no eres el que me está examinando —le gruño mientras se viste,
mirándome por encima del hombro—. Yo soy el doctor y tú eres el paciente.
Y no sabes de lo que estás hablando.
Termina y camina hacia mí, pasando sus dedos dentro de mi camisa
de vestir que cuelga abierta. Agarro su muñeca y jadea, mordiéndose el
labio.
—Sigue diciéndote eso… Doc.
375
Hay tantos impulsos fluyendo por mis venas, que ni siquiera sé qué
hacer conmigo mismo. Todo lo que sé es que estar cerca de él jode mi
sistema. Es como un virus, y la única manera de deshacerme de él es
poniendo distancia y algo de perspectiva.
Desafortunadamente para mí, incluso si quisiera hacer eso, lo cual no
quiero, no es una opción.
Aunque después de que Manuel Blanco vea este video, podría ser la
gota que colme el vaso. Podría despedirme.
O matarme.
Ni siquiera puedo pensar ya. Estoy tan distraído, tan confundido,
agotado y atormentado por el estado de las cosas, que termino arrastrando
a Felix por el pasillo y arrojándolo dentro de su celda. Cuando cierro la
puerta de golpe, lo veo mirándome a través de esa pequeña ventana.
Encerrado en una jaula como el animal rabioso que es.
No puede tener razón, ¿verdad?
¿Hay una química tan fuerte a la que no le importa quién eres o a qué
estás acostumbrado, y te impondrá sentimientos por los destinatarios más
inverosímiles? Y si es así, ¿cómo combatiría algo así?
Además, ¿Felix Darcey realmente se preocupa por mí, o todo esto es
solo un síntoma de su interminable necesidad de afecto y sus flagrantes
problemas con su padre?
O peor… ¿es solo porque está atrapado?
De vuelta en la mansión, me meto en la ducha y me paro debajo del
rocío del agua durante una hora, solo pensando. Considerando el lavado de
cerebro en el que pude haberme embarcado con mi paciente, el asesino...
Y lo beneficioso que es… O no lo es.

376
26
Felix

E
l viento silba entre los árboles.
Ha anochecido y el bosque está tranquilo.
Los únicos sonidos son los crujidos y chasquidos
ocasionales. Los animales en movimiento.
Monstruos acechando a sus presas.
Estoy caminando, pero no lo siento. Me deslizo, mis piernas se mueven
solas, tejiendo un camino alrededor de árboles partidos y ramas rotas.
Y ahí es cuando lo veo.
Al zorro. El que encontré cuando era niño.
No estoy seguro de cómo sé que es el mismo zorro, pero puedo decirlo.
Lo siento dentro. Es mi zorro.
Pero está vivo.
Mi corazón se acelera con euforia mientras me acerco a él. Levanta la
mirada de lo que está haciendo, y sus profundos ojos dorados se clavan en
los míos. Su color es familiar…
Me doy cuenta de que ha estado comiendo algo. Hay sangre en su boca,
carne entre sus dientes.
Estaba masticando un conejo.
Me arrodillo sobre las hojas y las agujas de pino, y clavo mis dedos en
el cadáver ensangrentado del animal muerto. Me inclino a comerme sus 377
órganos, untando sangre en mis labios mientras arranco y desgarro sus
partes.
El zorro se ha ido.
El zorro soy yo.
El chasquido de una ramita hace que mi cabeza salte en esa dirección.
Soy yo.
Me veo a mí mismo, acercándome poco a poco, con cuidado. Soy yo,
pero no luzco como yo.
Él es más alto y oscuro. Una presencia grande y dominante. Tranquilo
como yo, pero mucho más seguro. Él es El Escultor. No yo.
Se agacha y toma mi barbilla entre sus dedos. Su cara es diferente.
Es el doctor Love.
Me besa suavemente, y cuando se aleja, tiene sangre en la boca
también. Y luego saca una hoja afilada y corta mi garganta.
No siento dolor.
Trepa encima mío y me lame la herida, chupando y besando la sangre
de donde brota de la herida en mi garganta. Él come mi carne…
Ahora él también es el zorro.
Mis ojos se abren repentinamente, ajustándome a la oscuridad. Solo
un tenue rayo de luz entra por la pequeña ventana en la puerta de mi celda.
Me froto los ojos, rodando sobre mi espalda. Mi cadera está rígida de dormir
sobre ella en el suelo, la cabeza me da vueltas y estoy mareado por las
imágenes parpadeantes.
El zorro, la sangre… el doctor Love.
Un latido entre mis piernas atrae mi atención sobre el hecho de que
estoy duro. Dejo escapar un suave murmullo. Vaya, qué sueño...
Me levanto sentándome.
Un sueño. ¡Tuve un sueño!
—Mierda —jadeo riendo asombrado. La presión se acumula detrás
mis ojos mientras me muerdo el labio.
No puedo creer que finalmente soñara otra vez. Estaba seguro de que
mis sueños se habían ido para siempre.
Dejándome caer hacia atrás, miro hacia el techo; la emoción 378
chisporrotea a través de mi cuerpo. Mis sueños están de vuelta. Y creo que
sé por qué...
No he visto al doctor Love en días. Es difícil entender el paso del
tiempo en este lugar, con la falta de un horario y el conocimiento de lo que
está sucediendo fuera de estos muros. Pero según mis cálculos, me atrevería
a decir que es el tercer día sin el doctor.
Después de verme perder la virginidad de mi trasero con él a través
de un ultrasonido, una de las experiencias más extrañas pero más calientes
de toda mi vida, desapareció, y no he sabido nada de él desde entonces.
Podría haber imaginado que se asustaría un poco. Es bastante asustadizo
con respecto a sus tendencias homosexuales.
Pero aun así... La forma en que el tiempo se estira en este lugar...
Cada segundo que pasa se siente como una eternidad sin él. Se ha
convertido en una luz en la oscuridad para mí. Lo único que me da la más
mínima luz de esperanza en esta sentencia de por vida.
Y ahora parece que lo he perdido.
No quiero darle todo el crédito, pero sé que el doctor Love es el
responsable de que mis sueños hayan regresado. Es todo él... Su gruñido,
sus comportamientos volubles, mezclados con el afecto inesperado. Él es en
realidad... dulce. Y es tan desconcertante para mí, que ha convertido mi
enamoramiento en una verdadera obsesión.
Él es todo en lo que pienso ya. Como, duermo y respiro por el doctor
Lemuel Love.
Pero ha desaparecido.
Porque eso es lo que hacen. Todos se van.
Siempre te dejarán, Felix.
La emoción que sentía por el regreso de mis sueños se marchita con
mi estado de depresión y me quedo quieto, mirando al techo durante lo que
parecen horas. Mi espalda está rígida, y aunque nunca querría volver a
aislamiento, extraño mucho dormir en una cama, incluso aunque fuera ese
viejo catre de mala muerte en el que me tenían.
Cuando cierro los ojos, mis recuerdos toman el control y recuerdo
sintiéndolo dentro de mí...
El abrumador ardor de placer, su cuerpo tomando el control del mío.
Nunca nada se ha sentido tan bien. Y aunque no puedo creer que haya
379
pasado todo mi despertar sexual como activo cuando podría haber sido
pasivo, sintiendo el lascivo éxtasis de hacer algo que se supone que no debes
hacer, también me encanta que mi primera vez fuera con el doctor Love.
No creo que nadie más pueda siquiera acercarse a lo que él le hace a
mi cuerpo. Cuando está cerca de mí, siento que nuestras almas están
entrelazadas; como una combinación arremolinada de deseo y necesidad tan
poderosa que podría entrar en combustión espontánea.
Dijo que yo nunca había sentido verdadera satisfacción sexual... Y
luego él me la dio.
—Típico —me burlo hacia el techo.
—¿Hablando solo? —murmura una profunda voz familiar justo afuera
de mi celda y mis ojos se abren de golpe—. ¿Por qué no me sorprende?
Mi corazón da un brinco en mi pecho mientras me incorporo
lentamente, evitando mostrar una sonrisa embelesada al ver su rostro de
nuevo. Lo extrañaba. Mucho.
—Porque soy un asesino —respondo con sarcasmo.
Sus labios se curvan, pero los controla, arqueando una ceja.
—¿Estás listo para otro experimento?
Esta vez, mi sonrisa es demasiado persistente.
No podría detenerla aunque lo intentara.

—Esto es una locura.


—¿Y eso te agrada?
—Claro.
—Felix... Continúa.
—Lo siento. —Me apresuro a ir a su lado, respirando
ininterrumpidamente mientras caminamos a través de los árboles, con las
hojas crujiendo bajo nuestros pies. Los dedos de mi mano izquierda están
entrelazados con los dedos de su mano derecha. Me observa con una especie
de mirada de regaño—. Solo creo que podría ayudar... si estuviéramos
tomados de la mano.
380
—Mmh —gruñe, viendo a través de mi estratagema, aunque hay
diversión en sus ojos.
Sin embargo, es cierto. Facilitaría las cosas, ya que nuestras muñecas
ya están esposadas juntas mientras caminamos arduamente por el bosque,
hacia la esquiva Mansión Ivory. Ese es el experimento.
El doctor Love apareció en mi celda hace aproximadamente diez
minutos con muy pocas palabras. Simplemente abrió la puerta, colocó una
esposa en su muñeca y la otra en la mía, luego comenzó a arrastrarme por
los pasillos del Ala Este hacia una puerta de salida. Y luego me llevó fuera.
Cuando le pregunté a dónde íbamos, me dijo:
—Te llevaré a la mansión conmigo.
Y cuando le pregunté por qué, dijo:
—Excursión.
Eso es todo lo que tengo, pero créanme, es más que suficiente.
Me va a llevar a casa con él. Ni siquiera puedo entenderlo... Pero estoy
comenzando a darme cuenta de que este hombre hace lo contrario de lo que
crees que va a hacer. Es muy confuso y llámenme loco, pero estoy un poco
obsesionado con ello.
El doctor Love está sosteniendo una linterna, usándola para iluminar
nuestro camino, ya que está totalmente oscuro aquí, y las únicas luces
cercanas provienen de la prisión, de la que nos alejamos. Solo hemos estado
caminando durante unos minutos, pero ya se puede ver la mansión a lo
lejos. Las endorfinas flotan a través de mi sistema por estar fuera por
primera vez en seis meses son suficiente para hacer que esté saltando en el
séptimo cielo.
Pero también lo hace saber que puedo entrar en la mansión de la que
todos hemos escuchado pero que nunca hemos visto con nuestros propios
ojos... ¿Y estoy siendo llevado por mi sexy novio doctor?
No creo que nunca haya estado tan feliz.
Está bien, novio es probablemente una exageración, Felix. Él es solo un
doctor que te ha estado estudiando, a quien de vez en cuando le gusta besarte
y follarte. No significa que te vas a casar. Maneja tus expectativas.
—Tus dedos se están moviendo —murmura el doctor Love.
—Y mis manos están sudorosas —suspiro—. Lo sé. Lo siento. Es
simplemente que estoy tan emocionado de estar fuera otra vez. Este pequeño 381
trozo de bosque es… —Hago una pausa para mirar alrededor, aspirando
una larga bocanada de aire del océano. Mirando hacia el cielo oscuro, veo
algunas estrellas titilando entre los árboles y tarareo—. Impresionante.
Deja de caminar, lo que a su vez me detiene, ya que estamos
esposados juntos. Lo miro, tragando instintivamente su presencia oscura y
dominante, sus ojos ámbar encendidos con algo travieso, sexy y un poco
aterrador. Me excita muchísimo.
—Ven —exige en voz baja, tirando de mí hacia él por nuestras
muñecas esposadas.
Me tropiezo con él y me agarra por la garganta, agarrándola
suavemente pero lo suficientemente fuerte como para cortar apenas un poco
de oxígeno. Nuestros ojos se fusionan, y ojalá pudiera oír lo que está
pensando. Él es un misterio para mí.
Lo único que sé en este momento es que esto es nuevo, para los dos.
—Si no estuvieras esposado en este momento… ¿qué harías? —
pregunta suavemente, y la severidad en su mirada me da escalofríos.
—Todavía estaría parado aquí mismo —murmuro sinceramente—. Yo
solo… quiero estar cerca de ti.
Algo pasa por su rostro, se forman líneas en su frente por un
momento. Soy testigo de cómo se mueve su nuez de Adán en su garganta
antes de sacar una llave de su bolsillo.
—Tengo una idea. —Abre las esposas y las deja caer en el suelo del
bosque.
Luego se da vuelta y se aleja.
—Espera… —murmuro, siguiéndolo—. ¿¿A dónde vas??
Me mira por encima del hombro, dándome una especie de mirada de
complicidad, pero no dice una palabra. Simplemente continúa caminando.
Me detengo por un segundo.
Quiere que yo... ¿lo siga?
No. Quiere que lo persiga.
Un escalofrío de emoción me recorre. Hace mucho que no acecho a
nadie... No estoy seguro si recordaré cómo.
Escabulléndome alrededor de un árbol, lo observo pisando fuerte a lo
largo del camino destruido. Lo observo mientras camina de puntillas lo más
silenciosamente posible hacia el siguiente árbol, manteniéndome escondido.
Y vuelve a mí, como memoria muscular.
382
Manteniendo mis pasos ligeros, lo sigo. Aguantando la respiración
para mantenerme en silencio. La forma en que mi pulso bombea
constantemente, en control, me anima. La adrenalina aumenta mi
entusiasmo, al mismo tiempo que me mantiene en línea.
Permito que el doctor Love se mantenga a unos seis metros por delante
de mí mientras lo sigo, me encanta tanto este juego que me tiemblan los
dedos. Él realmente está actuando como si no estuviera aquí, y me está
poniendo la polla tan dura que tengo que reacomodarla contra la cintura de
mis pantalones.
Llegamos a una vieja pared de roca que se cae a pedazos y el doctor
Love camina hacia ella, dando un par de pequeños pasos dentro de una
alcoba que emite una vibra espeluznante al estilo Secret Garden 24,
especialmente por la noche. Estoy obsesionado con eso.
Viviría aquí si pudiera.
Hay plantas por todas partes, algunas vivas, otras muertas. Pero
incluso entre la ruina de lo que sea esto, hay puntos de colores vibrantes.
Pizcas del inicio del verano iluminando la penumbra. Un parche de dalias
amarillas atrapa mi mirada, y tengo que recordarme que se supone que debo
estar acechándolo, no deteniéndome a oler las flores.
Pasamos por un gran edificio que parece una casa de algún tipo. Y
entonces nos acercamos a una especie de estructura que parece un
invernadero, y para mi sorpresa, el doctor Love abre la puerta y entra. Por
supuesto que lo sigo.
Hay flores aún más interesantes aquí. El olor es fantástico. Una
combinación embriagadora de océano y flores, hierbas y tierra húmeda.
Estoy en el cielo. Nunca pensé que volvería a oler el aire libre, y aquí estoy
con mi fragancia favorita llenando mis fosas nasales. Sin mencionar que
estoy lo suficientemente cerca del doctor Love como para olerlo, y su aroma
es simplemente lo más delicioso que existe, especialmente cuando se mezcla
con el aroma silvestre.
Estoy tan distraído que ni siquiera me doy cuenta de que se ha
escabullido en otra dirección. Parece que lo he perdido; mi cabeza se
balancea de izquierda a derecha mientras observo alrededor frenéticamente.
Maldita sea.

24
Secret Garden: es una novela de Frances Hodgson Burnett publicada por primera vez
383
como libro en 1911, se considera un clásico de la literatura infantil inglesa. Ha sido
adaptada al cine y a la televisión numerosas veces. Y narra la historia de una niña huérfana
que es enviada a vivir con su tío y un primo enfermo en Inglaterra, ahí descubre un jardín
secreto que les cambia la vida a todos.
Vagando con cuidado entre las hileras de plantas y flores, arbustos y
árboles pequeños, busco alguna señal de él. Escucho atentamente, pero está
completamente silencioso. Lo único que puedo escuchar es el latido de mi
corazón bombeando dentro de mí.
De repente, soy jalado hacia la izquierda por un firme agarre en mi
muñeca.
El doctor Love me empuja contra una viga entre un manojo de flores.
Los pétalos revolotean a nuestro alrededor mientras jadeo con
sorpresa. Se presiona contra mí, y sus labios van a mi oreja.
—¿Y se supone que tú eres el peligroso? —Su gran cuerpo me atrapa,
envolviéndome con su calor—. No estoy impresionado.
Mi cabeza se inclina hacia atrás mientras le doy mi garganta y muerde
el anzuelo, pasando su boca sobre mi nuez de Adán mientras esta se
balancea.
—Estoy seguro de que podría remediar eso…
—Suena divertido. —Siento el fantasma de una sonrisa contra mi
carne temblorosa—. Pero deberíamos entrar. No puedo permitir que nadie
nos encuentre aquí.
Me quejo y tararea, alejándose de mí de mala gana. Pero esta vez, toma
mi mano.
Me arrastra fuera del invernadero y hacia un patio de piedra con una
parrilla, algunos muebles con dosel y luces centelleantes colgadas en lo alto.
Ni siquiera puedo evitar quedarme boquiabierto mirando a mi
alrededor con asombro.
—Esto es hermoso. No puedo creer que algo tan hermoso exista en
esta isla…
—Mm… —La voz del doctor Love retumba y me mira por un momento.
Pero no dice nada más, sigue arrastrándome hasta que llegamos a
una puerta trasera de la mansión. Como que quiero ver este lugar de frente,
pero incluso desde aquí atrás, es enorme. Todo mármol blanco, un
elaborado castillo enclavado en medio de un bosque prohibido. Un lugar tan
increíble…
Y estoy aún más aturdido cuando entramos.
384
El interior está tenuemente iluminado y es ominoso, pero está
magníficamente diseñado. Y le da un nuevo significado a la palabra enorme.
Los techos son tan altos que me siento como una hormiga. Todo está
impecablemente limpio, es frío y está decorado como si estuviéramos en
Transilvania.
Mi cabeza se balancea de un lado a otro con asombro mientras el
doctor Love sigue tirando de mí rápidamente, a través de la planta baja. Una
vez que alcanzamos lo que parece el vestíbulo principal, veo dos escaleras
distintas. Ambas son largas y se elevan hacia arriba como si estuviéramos
en una especie de museo. Me lleva a un lado y subimos por las escaleras,
rápida y silenciosamente. Básicamente está corriendo conmigo a cuestas, y
supongo que es porque si alguien nos ve, estaría en grandes problemas.
Aunque en este punto, parece que simplemente hace lo que quiere.
Quiero decir, si no se metió en problemas por darme las llaves,
¿entonces qué importa si me saca a escondidas de la prisión y me mete en la
casa del alcaide?
Trago saliva. Realmente no puedo creer que esto esté sucediendo
ahora mismo.
Estoy seguro de que El Ivory se enterará de esto. Tiene ojos por todas
partes; siempre está observando. No hay forma de que este pequeño
experimento pase desapercibido. Pero supongo que es solo una cuestión de
cuánto tiempo podremos salirnos con la nuestra hasta que él reaccione.
De cualquier manera, no me importa. En cualquier caso, estoy
atrapado en esa prisión por el resto de mi vida. Bien podría aprovecharlo al
máximo jodiendo tanta mierda como sea posible antes de que finalmente me
maten.
Dejamos de subir las escaleras en el segundo nivel, y el doctor Love
me lleva por un pasillo oscuro hasta una puerta cerrada. La abre, y luego
me hace señas para que entre primero. Al entrar, estoy inmediatamente
dando vueltas en círculos de nuevo. Es un dormitorio enorme, y quiero decir
gigante. Probablemente del tamaño de todo mi apartamento en Brooklyn.
Hay una ventana que da al océano, cortinas negras y lámparas que iluminan
con un resplandor suave. Una cama grande en el centro de la habitación
con las sábanas más lujosas que he visto en mi vida. Todos los muebles
parecen estar hechos de rico caoba y roble. Todo es obviamente súper caro.
El doctor Love cierra la puerta con llave mientras deambulo, hurgando
en las cosas. Hay cuadros en la pared que me llaman la atención. Todo negro 385
y rojo sangre para coincidir con el ambiente. Una chimenea. Un baño
adjunto en la suite. Corriendo hacia él, miro dentro. También es gigante,
con una cabina de ducha enorme y una bañera con patas aparte.
Cuando me doy la vuelta, encuentro al doctor Love mirándome
fijamente.
—Este lugar es una locura —susurro—. ¿Está es tu habitación? —
Asiente despacio—. ¿Y querías traerme aquí... como un experimento? —
pregunto, apoyándome en el marco de la puerta de madera. Asiente de
nuevo—. Quieres ver qué hace el monstruo cuando lo liberan de su jaula y
lo dejan caer en un escenario de lujo…
—No necesariamente. —Finalmente habla, parado a solo unos metros
de mí, su presencia domina la habitación.
—¿Entonces qué? —Mi cabeza se inclina.
Da un paso más cerca.
—Algo ha estado pasando entre nosotros, Felix. —Su tono es
infinitamente travieso. Mi carne se cubre con escalofríos—. He intentado
ignorarlo... guardarlo, obligarlo a mantenerse oculto. Concentrarme en mi
trabajo. Pero tú eres mi trabajo. Y creo… —Se calla por un momento antes
de continuar—. Que prefiero disfrutar enfocándome en ti. —Se acerca aún
más, hasta que puedo sentir su voz cuando habla—. Quiero ver cómo se
siente esto… cuando no eres un prisionero.
Todo mi cuerpo está temblando. Sus palabras se han abierto camino
en mi piel, a través del músculo y el tejido, y tallado un lugar en mi pecho.
Justo al lado de mi corazón.
Quiere ver cómo se siente... estar conmigo.
—Sigo siendo un monstruo —susurro—. Eso no cambia con la
ubicación.
Asiente una vez más.
—Lo sé.
Mis pestañas revolotean.
—Te gusta... ¿no?
Su mandíbula se tensa, como si estuviera tratando de luchar contra
ello. Pero no puede. Porque ambos sabemos que es la verdad.
—Y a ti te gusta que no te tenga miedo —gruñe colocando las manos
en mi pecho, pasándolas por mi cuello.
386
Esta vez yo asiento.
—Me encanta cómo me miras. Cómo me observas. —Mi voz suena
entrecortada por la necesidad.
Sus pulgares rozan mi mandíbula, sus manos grandes me sostienen
en el lugar mientras su boca baja sobre la mía.
—Eres un espécimen tan fascinante, Felix Darcey. Toda una vida
aprendiendo de ti apenas arañaría la superficie.
Un gemido sale de mis labios justo antes de que él los cubra con los
suyos, besándolos en un lento estupor, hipnotizándome con su boca. Estoy
frenético de lujuria, y la sensación de ser libre. Sin esposas, sin camisa de
fuerza. Parado en una habitación que no es una celda, un vestuario
húmedo, o su oficina. Ni siquiera estamos en la prisión ahora mismo.
Estamos en su habitación. Y me está besando.
Mis dedos tiemblan y me pongo tan nervioso que tengo que
recordarme desacelerar. Saborearlo.
El doctor Love alcanza mis anteojos, pero lo detengo con mis manos
en sus muñecas, lanzándole una mirada nerviosa.
—¿Confías en mí? —Me mira; intensos remolinos ámbar que me
suplican.
Asiento lentamente.
—Sí.
Me quita las gafas y las coloca con cuidado en una mesa auxiliar. No
puedo evitar tragar saliva ante la ansiedad que me recorre por la falta de
definición en mi visión.
Pero toma mi rostro entre sus manos una vez más.
—Podría tragarte entero, Felix. No quiero nada en el camino.
Apenas tengo tiempo para desmayarme antes de que su boca baje
sobre la mía otra vez, más insistente esta vez. Me hace girar y me echa para
atrás mientras chupa furiosamente mis labios, empujando su lengua en mi
boca con un zumbido.
—Maldita sea, tienes un sabor increíble —murmura en mi boca y mi
polla palpita—. Nunca he probado nada como tú.
—Es el sabor del mal —jadeo, pasando mis dedos ansiosos por su
pecho.
—Es delicioso —suspira con asombro en su tono. 387
Luego me empuja hacia atrás sobre la cama.
No pierde el tiempo gateando sobre mí y levantando mi camiseta por
encima de mi cabeza. Nos quitamos los zapatos y los calcetines, luego uso
mis dedos temblorosos para desabrocharle los botones de la camisa, y se la
quita de sus anchos hombros. Odio que mi visión no sea lo suficiente clara
como para distinguir todos sus tatuajes, pero puedo verlos vagamente.
Cubren su torso y brazos. Por todas partes. El azul profundo teje toda su
piel marrón. Mis bolas zumban con el deseo de explorar cada centímetro de
él. Y dejarlo entrar en cada una de mis grietas.
—¿Por qué desapareciste? —pregunto mientras lo ayudo a quitarse el
cinturón y los pantalones, ambos respirando pesadamente; la sed amorosa
se mueve entre nosotros como una corriente.
—No lo entiendes, Felix —gruñe, empujando mis pantalones y bóxer
hacia abajo, arrancándomelos hasta que estoy desnudo y retorciéndome en
la tela sedosa de su ropa de cama—. Esto es difícil para mí. Nunca he...
estado con un hombre. Nunca he mirado a un hombre en absoluto…
—Hasta mí —susurro.
—Hasta ti —dice en voz baja, quitándose totalmente sus pantalones.
Ambos estamos desnudos ahora, y esto es... intenso. Mi corazón está
martillando en mi pecho por el mero hecho de que está desnudo conmigo.
Nunca lo he visto desnudo antes, y ahora estamos en una cama de verdad,
tocándonos y besándonos; carne contra carne caliente.
—Quiero verte mejor —me quejo con voz ronca mientras sus labios
bailan por mi mandíbula.
—Todo lo que necesitas hacer es sentir esto, bebé —ordena, y su
erección acaricia la mía.
Ambos gemimos ante la sensación, y retrocede, su polla gruesa y
llena, se siente pesada entre sus piernas mientras recorre la mía a lo largo
con un movimiento rápido de sus caderas.
—No puedo creer lo increíble que se siente… —suspira, deslizando los
dedos hacia arriba por mis brazos mientras su boca presiona lentos y suaves
besos en mi garganta. Muerde mi clavícula y jadeo, mirándolo—. No soy gay,
Felix.
—Está bien... —ronroneo cuando sus labios cubren mi pezón y
succiona—. Mmm… puedes fingir que soy una chica si quieres. Cualquier
cosa con tal de asegurarme que esto nunca se detenga.
388
Se ríe, haciendo uno de esos pequeños sonidos bajos y gruñones que
engendra mariposas en mi esófago.
—Las chicas no tienen esto. —Agarra mi polla en su puño y la acaricia
despacio.
—Bueno, si no eres gay, ¿por qué la estás tocando? —Me burlo,
mordiendo mi labio mientras lo observo lamiendo mis pezones y acariciando
mi polla.
—Creo que le gusta que la toquen —tararea, apretando mi polla con
fuerza mientras su puño bombea hacia arriba y hacia abajo a un ritmo
pausado.
—Definitivamente lo hace... Especialmente por parte de doctores robot
heterosexuales.
Resopla otra risita sobre mi pezón mientras lo chupa y estoy en la
maldita luna.
Sus ojos ámbar se deslizan hasta los míos.
—¿Le gusta ser... besada?
Mi polla palpita literalmente en su mano, y líquido preseminal brota
ante la mera mención de que él ponga su boca en cualquier lugar cerca de
ella.
Trago saliva, recordándome lucir calmado.
—Creo que le encantaría…
—¿Sí? —Se mueve hacia abajo, haciendo un camino con sus labios a
lo largo de las líneas de mis abdominales.
—Sí…
Su lengua se asoma y estoy temblando.
—Tu cuerpo es inmaculado. —Muerde los músculos en V de mi pelvis.
—Ni de lejos tan grande como el tuyo. —Mis párpados caen cuando
su boca se mueve por mis caderas.
—Es más grande que el de cualquiera con quien haya tonteado. —Hay
asombro en su tono mientras besa el interior de mis muslos.
—Supongo que eso es cierto. —Trabamos la mirada. Entonces sus
labios rozan mis bolas—. Mierda…
—¿Te gusta eso? —Está preguntando sinceramente. Asiento con la
cabeza y su boca se mueve hacia arriba, rozando el largo de mi eje con sus
389
labios—. ¿Qué tal esto…?
—Dios, me estás matando. —Empuño el edredón.
—Tendrás que decirme qué hacer... —murmura, mirando mi polla
como si fuera una ecuación matemática en la que está trabajando. Sus ojos
saltan a los míos—. Quiero hacerte sentir más que bien.
—Mm… ¿Quieres mostrarme euforia con tu boca, como lo hice
contigo? —Mis labios se tuercen con diversión. Sus ojos brillan y asiente.
Mis dedos bailan a lo largo de sus anchos hombros—. Te lo prometo, me
llevarás allí sin importar lo que hagas.
Sus cejas se levantan en una pregunta silenciosa. ¿Así? Asiento y me
muerdo el labio.
Y extiende su lengua, deslizándola a lo largo de la parte inferior de mi
coronilla.
Mi cabeza cae hacia atrás en la cama.
—Maldición, sí... —Él lo hace de nuevo, y gimo.
—A Felix le gusta esto… —susurra, como si estuviera hablando
consigo mismo, sus labios se mueven sobre mi carne adolorida.
—Serás mi muerte. —Lo miro—. Dame más de esa boca virgen. Por
favor.
Sus pestañas oscuras revolotean casi con nerviosismo, y me
hormiguean las bolas cuando deja caer sus labios entreabiertos sobre mi
cabeza, chupándola como una paleta. Mis manos vuelan a sus rastas por
instinto.
Chupa más fuerte, tomando solo un poco más, y sus ojos se levantan
a los míos por alguna verificación. Ya voy a estallar... Este doctor enorme,
hermoso, seguro como el infierno, y heterosexual, está tratando
ansiosamente de complacerme con su primera mamada.
Creo que he muerto y me he ido al cielo.
—Oh, mierda… Doctor… —divago sin aliento mientras succiona de
arriba abajo sobre los primeros centímetros de mi polla, construyendo un
pequeño ritmo agradable.
Gime sobre mi polla, luego me suelta.
—Se me hace agua la boca…
—Bueno. Úsala —le digo, ahuecando su mandíbula mientras jadea—
. Haz que sea descuidado.
390
—¿El pequeño monstruo enfermo quiere que le chupen la gran polla?
—Levanta una ceja antes de deslizarme de nuevo dentro, llevándome aún
más profundo.
Mis ojos ruedan hacia mi cráneo mientras tiro de sus rastas en mi
puño.
—Eres tan jodidamente bueno…
Realmente retumba mucho, gimiendo sobre mi polla y dándome las
mejores vibraciones hasta que me estoy desmoronando. Su boca se mueve
lentamente, llevándome más y más profundo, adorando mi polla con su
calor mientras se acostumbra a ello. Parece un maldito sueño hecho
realidad con esos labios hinchados envueltos alrededor de mi polla. El
contraste de mi luz con su oscuridad es lo más hermoso que he visto jamás.
Y la forma en que sus ojos se quedan fijos en los míos mientras sostiene mis
caderas, clavando las yemas de sus dedos, seguramente dejando huellas de
moretones. Parece decidido a no usar sus manos, lo cual es jodidamente
glorioso.
Su saliva gotea hasta mis bolas mientras toma más y más,
permitiendo finalmente que la punta toque la parte posterior de su garganta.
Tiene arcadas y luego gime, dejando caer su frente sobre mis abdominales,
como si le gustara.
Se desliza para respirar.
—Eres tan largo, Felix. —Sus ojos encuentran los míos—. ¿Cómo se
supone que voy a llegar a tus bolas con mis labios?
Una sonrisa perezosa se forma en mi boca.
—¿Es eso lo que quieres? ¿Mis bolas en tus labios?
Asiente, casi inocentemente, y es tan jodidamente lindo y sexy que me
derrito por todas partes.
—Práctica, bebé. —Mi dedo traza la comisura de sus labios.
Saca la lengua para lamerlo.
—¿Luzco como tu bebé, Felix? —Está tratando de poner un frente
rudo, pero puedo ver que está encantado de que lo llame así.
—Sí. —Tiro de su barbilla—. En realidad, lo haces.
—¿Por qué? ¿Solo porque te estoy chupando la polla? —Su boca se
391
curva, y lame mi eje, presionando besos en él.
—Mmm… sí. Soy la primera polla que entra en tu boca. En lo que a
mí respecta, ahora es mío, doctor.
Muevo mis caderas y gruñe, agarrando mi polla y metiéndola de nuevo
en su boca. Después de eso, va directo al grano, chupando, chupando y
chupando hasta que estoy mareado y sudando. Mi orgasmo se aproxima
rápidamente, y cuando me deja deslizarme en la parte posterior de su
garganta de nuevo, esta vez sin arcadas, me estoy desmoronando por las
costuras.
—Si no quieres beberlo, me detendría —le digo, girando una de sus
rastas alrededor de mi dedo.
Me mira con maldad en sus ojos ambarinos. Pero no se detiene. En
cambio, sigue trabajándome, bombeando mi polla con su boca, una y otra
vez, arriba y abajo, arriba y abajo. Acaricia mis bolas suavemente con sus
dedos, luego los desliza sobre mi perineo. Gimo, abriendo más mis piernas
mientras traza mi agujero, chupándome con fuerza punitiva hasta que estoy
listo para estallar.
—Doctor Love… doctor.… Want…
El clímax llega a su punto máximo, y mi polla explota, vertiendo
chorros de semen en su boca. Chupa mi polla mientras me corro, su
garganta se ajusta a tragárselo todo, con los párpados cerrados mientras lo
hace.
Creo que le gusta... Creo que realmente le encanta el sabor de mi semen.
—Santa mierda, bebé... Maldición, sí. —Sostengo su rostro mientras
bajo de mi subidón, todo sonrojado y temblando.
El doctor Love aparta su boca y se la limpia con el dorso de la mano.
La mirada en su rostro es algo que estoy seguro recordaré por el resto de
mis días... Su expresión ligeramente tímida, pero más excitada, sorprendida
pero eufórica. Porque se la chupó a un hombre y se tragó un montón de
semen. Y obviamente le gustó mucho.
Una repentina y extraña punzada de celos sofoca mi pecho por dentro.
—Quiero que solo me hagas eso a mí —gruño, tirando de su labio
inferior con mis dedos.
Su mirada se estrecha mientras sube lentamente sobre mí,
392
poniéndonos cara a cara.
—¿Desde cuándo recibo órdenes de ti?
Parpadeo, y mi estómago se revuelve con todo tipo de pensamientos
inquietos. ¿¿Qué pasa si me deja?? Siempre lo hacen…
¡¿Qué pasa si solo me está usando para acostumbrarse a estar con
hombres y luego me deja para ir a clubes y encontrar chicos más calientes y
menos psicóticos para follar?!
No puedo hablar. Me siento increíblemente posesivo de repente. Ese
orgasmo aumentó mi locura unos pocos niveles.
Mis labios se abren, pero corta lo que fuera que iba a decir con su
boca, besándome profundamente, alimentándome con su lengua para que
pueda saborearme.
—¿Crees que solo porque chupé el delicioso y dulce semen de tu polla
perfecta, eso significa que soy tuyo para que me des órdenes? Bueno, déjame
recordarte de algo, Escultor… —Me agarra los muslos y levanta mis piernas,
doblándolas en las rodillas. Luego empuja su enorme erección entre mis
mejillas hasta que gruño—. Asesino en serie o no, no te tengo miedo. Te
chuparé y te follaré cuando yo quiera, y mantendrás tu boca terca y
malcriada cerrada. ¿Entendido?
Mi corazón salta contra mis costillas, y mis labios tiemblan mientras
lo miro boquiabierto.
—Pero solo yo... ¿verdad? —Sus ojos están entrecerrados en su estado
de frustración desconcertada—. ¿Solo me la chuparás y me follarás a mí...?
—Eso no es de tu incumbencia —murmura, luego retrocede,
volteándome abruptamente para que esté boca abajo. Golpea mi trasero,
fuerte, y jadeo—. Prepárate, bebé. Te voy a follar tan fuerte y profundo que
mi polla te lastimará las amígdalas.
Se me escapa un maullido y me estremezco. Me inquieta que se niegue
a decirme que soy el único, pero no puedo concentrarme en eso cuando sé
que estoy a punto de conseguir que esa polla perfecta entre en mi trasero.
Lo he estado esperando desde el otro día. La forma en que su polla
toca ese lugar dentro de mí es el mejor y más intenso placer de mi vida.
Dejaré mis celos por ello. Sin dudas.
El doctor Love me pone en cuatro patas, luego agarra su cinturón y
se arrodilla a mi lado, convirtiéndolo en una atadura.
393
—¿Q…qué estás haciendo? —pregunto; mi polla ya se está llenando.
—Te estoy atando —responde casualmente—. Porque tienes que
entender quién está a cargo aquí.
Trago.
—De acuerdo…
Pasa el cinturón a través de las barras de su cabecera, luego alrededor
de mis muñecas, apretándolo para que tenga que apoyarme en los codos o
poner la cara hacia abajo y el trasero hacia arriba. Agarra algo de su mesita
de noche, y luego se posiciona detrás de mí, haciendo que la sensación de
unos dedos resbaladizos deslizándose por la raja de mi trasero me haga
gemir.
—He estado pensando en estar dentro de ti durante días, Felix —
murmura, metiendo uno dentro para mojarme—. Tu trasero es lo mejor que
he tenido envuelto alrededor de mi polla.
Cuando termina de sondearme, me abre, guiando la cabeza regordeta
de su polla hasta mi agujero.
—Quiero que me digas cómo te sientes a lo largo de este proceso, ¿de
acuerdo, bebé? —dice en su tono robótico habitual, aunque es mucho más
perversamente suave ahora, como un pañuelo de raso envuelto alrededor de
mi garganta—. Quiero oír tu voz mientras te follo.
—Sí, doctor —ronroneo, volviéndome loco. Y ni siquiera está dentro
de mí todavía.
Le da un buen empujón a su polla y la cabeza se abre paso. Ambos
soltamos gemidos ásperos.
Se introduce un poco más.
—Lo juro por Dios… podría verme desaparecer dentro de este agujero
apretado todo el día, todos los días.
—Mmmfff… —Caigo hacia adelante, enterrando mi cara en las
almohadas. Huelen como él. Estoy apretando.
—¿Te aferras fuerte a mí, bebé? —Se introduce más profundo,
estirando mi trasero con su circunferencia.
—Uh-huh —me quejo en la almohada, sacando mi trasero para él,
dándole acceso completo.
Nunca antes había sentido un anhelo tan profundo de estar lleno
hasta el tope, y sinceramente, me encanta.
El doctor Love me da de comer centímetros durante lo que parece una
394
eternidad. Su polla es tan larga, que para cuando finalmente está enterrado
hasta las bolas, creo que realmente puedo sentirlo en mi maldito estómago.
Presiona su pelvis contra mis mejillas, luego se inclina sobre mi espalda,
dejando besos afelpados a lo largo de mi columna vertebral.
Cuando retrocede y empuja de nuevo, una descarga ilumina mi
próstata. Sollozo contra las almohadas, pero me las arranca de la cara.
—Te dije que hablaras conmigo, chico enfermo —sisea, agarrándome
por el cuello y levantándome, lo más que puede con mis brazos atados a la
cabecera. Sella su pecho a mi espalda, y las curvas de sus músculos debajo
de esa sedosa piel suave me calientan mientras sus labios rozan mi oreja—
. Déjame escuchar esa retorcida boca que tienes.
—Uhhmmff —jadeo, arqueándome hacia él mientras empuja y sale de
mi trasero, haciendo que la fricción lubricada me vuelva loco—. Yo… yo…
me estás partiendo a la mitad.
—Mmm… ¿y te gusta? —tararea en mi oído chupando el lóbulo
suavemente.
—Me encanta. —Me estremezco—. La sensación de tu polla en mi
trasero.
—Es dura, ¿no? —Su boca se mueve sobre mi cuello.
—Muy dura. Y larga…
—Estoy en tus entrañas en este momento, ¿no? —gruñe y jadeo un
maullido ronco. Me encanta cuando sale un poco de su lado no médico.
Cuando se deshace incluso una de sus capas de robot... Me vuelve
loco.
Asiento rápidamente, y sus manos se mueven para agarrar mis
pectorales mientras bombea en mi trasero por detrás. Mi polla está tan
rígida como un poste entre la cama y yo, ya desesperada por correrse de
nuevo. Nunca he sido de los que experimentan orgasmos tan seguidos, pero
el doctor Love y su maravillosa polla hacen que todo sea posible.
Su mano izquierda se desliza por mis abdominales, provocando y
haciéndome cosquillas en la carne de mi pelvis.
—Tócame. Por favor, doctor —le suplico, y accede, encerrando mi polla
en su puño.
—¿Qué quieres que haga con tu polla, Felix? —Usa la otra mano para
mantenerme firme mientras bombea dentro de mí con embestidas 395
devastadoras.
—Acaríciala —gimoteo, con la cabeza colgando hacia atrás sobre su
hombro—. Ordéñame el semen y dámelo de comer.
—Pequeño monstruo sucio —gruñe, tirando inmediatamente de mi
polla, desde las bolas hacia arriba y luego hacia abajo. Apartando la mano
rápidamente, ordena—: Escupe. —Lo cual hago. Y canturrea—: Buen chico.
—Luego vuelve a masturbarme, usando mi saliva mientras empareja sus
embestidas con el tempo de su mano.
Algo acerca de este ángulo y sus embistes superficiales hacen que viva
en mi próstata, y el placer se arremoline en mis ingles, causando que el
líquido preseminal fluya de mi polla. Lo toma con los dedos y lo mete en mi
boca. Chupo mi propio sabor sin dudarlo, luego me masturba más fuerte,
apretando mi polla y realmente sacando chorros de semen. Lleva sus dedos
a su propia boca esta vez, chupándolos para limpiarlos.
—Quiero que comas mi semen —susurro, perdido en un brumoso
trance de otro orgasmo inminente—. Todo el día, todos los días. Quiero
beber el tuyo mientras tú bebes el mío.
—Sabes tan jodidamente bien —suspira, y sus embestidas aumentan
mientras sus músculos se tensan. Creo que se está acercando—. Me
encantaría chupar el semen de ti mientras mi polla late en el fondo de tu
garganta.
—Mmmierda, me voy a correr de nuevo —gimoteo.
—Estoy ahí contigo, bebé —ronronea, pellizcando mi pezón entre sus
dedos mientras su otra mano bombea mi polla.
Los sonidos de sus caderas golpeando contra mi trasero, más y más
fuerte, los dos gruñendo y gimiendo y jadeando hasta que estamos a punto
de estallar, son como una música hedonista. La cama cruje, golpea contra
la pared, y estoy poniéndome rígido, a punto de salir disparado del cielo
como una cometa con este hombre.
De repente, y con movimientos frenéticos, el doctor Love quita el
cinturón de alrededor de mis muñecas y se sale de mí. Me da la vuelta,
arrojándome sobre mi espalda, y apenas tengo tiempo para procesar lo que
está pasando antes de que estar recibiendo semen en la cara.
Se masturba con su mano bruscamente, gimiendo mientras rocía su
carga por toda mi mandíbula y mi cuello. 396
—Mierda, sí, Felix. Maldita sea, te ves como un sueño decorado con
mi semen.
Estoy zumbando, acostado allí nervioso y listo para explotar. Estoy
tan apretado, incluso él corriéndose sobre mí, se siente placentero. Me
duelen las bolas, están tensas y pesadas.
Y tan pronto como termina de correrse, deja escapar un suspiro y baja
la boca hacia mi polla. La succión cálida y húmeda me excita en segundos.
El doctor Love traga otra carga de mi semen, gimiendo con avidez
mientras lo hace, tomando mis manos entre las suyas y apretándolas con
fuerza.
Estoy jodidamente anonadado.
—Realmente te encanta beber mi semen, ¿eh? —ronroneo mientras
mi pecho se agita de arriba abajo; la piel besada por el sudor aprecia el
bocado del aire fresco en la habitación.
Me mira con mi polla en la boca, chupando hasta la punta antes de
dejarla libre.
—Sí. ¿¿Por qué me gusta tanto tragarte entero?? Soy jodidamente
heterosexual.
Dejo escapar una risa saciada, limpiando su semen de mi cara con mi
pulgar y metiéndomelo en la boca. Se sienta.
—No eres tan heterosexual ahora, ¿verdad, doctor Love? —Me lanza
una mirada de regaño y me río de nuevo—. Eres igual de bicho raro que yo.
—Creo que hay algunas diferencias clave —gruñe saliendo de la cama,
y volviendo con su camisa.
La usa para limpiar el semen sobrante de mi cuello y pecho. Luego la
tira, presionando un suave beso en mi boca.
—¿Por qué a veces me llamas doctor Want?
—Porque te deseo —le digo sin dudarlo.
—¿No es ese el mismo nombre que tenías para tu amigo maniquí? —
Su frente se arquea.
—Sí... ¿Y? —Me encojo de hombros—. Me recuerdas a él. Ambos son
mis confidentes. Solo que yo quería que él fuera real, y quiero que tú...
Mi voz se corta de repente cuando me doy cuenta de que estoy a punto
de decir algo que podría hacer que se vaya. Me mira boquiabierto por un 397
momento, como si estuviera completamente loco, y no diré que me molesta,
porque sé que estoy jodido. Estoy cada vez más preocupado de que se vaya
ahora...
Porque como sabemos… Todos dejan a Felix Darcey.
Pero entonces una sonrisa inesperada se forma en sus labios. Una
que es más grande y brillante que cualquiera de los pequeños movimientos
de labios que le he visto hacer antes. Es tan milagrosa de presenciar, que
puedo verla tan clara como el día, incluso sin mis gafas puestas. Estoy
instantáneamente enganchado.
Y ahora apenas puedo recordar lo que estaba pensando.
—¿Ves lo que quiero decir? —Tararea una risa suave a través de su
sonrisa como una puesta de sol—. Somos personas muy diferentes.
Trago.
—¿Lo odias?
Niega con la cabeza.
—No. No lo hago. Pero puedes llamarme Lem. En vez de llamarme
siempre doctor Love. Si tú quieres…
Mi corazón se ha expandido en mi pecho, como esas pequeñas
cápsulas que solías dejar en el agua y que se convertían en una criatura
esponjosa. Es tan drástico que casi duele. Pero el dolor se siente bien.
Me recuerda que estoy vivo. Y que esto es real.
—¿No te enciende cuando te llamo Doctor...? —Sonrío con suficiencia,
parpadeando con mis ojos de corazones hacia él.
—Sí. Claro que lo hace. —Me peina el cabello hacia atrás con los
dedos—. Porque eres mi paciente... eres peligroso y definitivamente no se
supone que deberíamos estar desnudos en la cama juntos.
—Mmm... Entonces, ¿lo que estás diciendo es que esto está prohibido?
—Mi sonrisa se ensancha.
La suya también.
—Sí. —Me besa de nuevo—. Pero también eres más que mi paciente,
Felix.
Mi estómago da una vuelta de revés.
—¿Lo soy? —Asiente. Trazo las yemas de los dedos a lo largo de su
mandíbula—. Lem.
Sus pestañas revolotean mientras sonríe.
398
—Darcey.
Me río y me besa. Me besa suavemente, pero con seriedad;
valorándome y siendo perfecto. El tipo de beso que nunca antes había
recibido. No hambriento de lujuria y una necesidad de acumular para
liberar. No está mezclado con nada malo, o enmascarando un adiós. Es solo
un beso entre dos hombres que no están seguros de qué mierda están
haciendo, pero que están disfrutando de la incertidumbre.
Cuando se aleja, lo miro. Y aunque es un poco borroso, puedo verlo
en sus ojos...
Él también me desea.

399
27
Lem

L
a habitación está oscura.
Con el tipo de oscuridad que te envuelve. Ni siquiera
hay un solo rayo de luz en ningún sitio.
Y silencio, lo que se suma a la oscuridad. Dándome la sensación de que
estoy atrapado, perdido en un abismo de nada.
Pero luego me doy cuenta de que tengo las muñecas en carne viva. El
dolor despierta algo dentro de mí y salgo del trance. Trato de mirar alrededor,
pero no puedo ver nada. Estoy ciego.
No. Tengo los ojos vendados.
Me sacudo, intento moverme, pero mi cuello también está atado, sujeto
a algo con tanta fuerza que no puedo respirar bien. Cuanto más me despierto
con las sensaciones, más dolor regresa a mi conciencia. Mi garganta está
ardiendo, por dentro y por afuera. Está tan seca como un hueso y mi lengua
se siente hinchada. Por fuera, mi cuello está en carne viva. Mi cabeza se siente
como si pesara un millón de kilos, pero no tengo más remedio que mantenerla
en posición vertical. Estoy... suspendido de algo.
Todos los músculos de mi cuerpo están gritando. Yo estoy gritando. Pero
no sale nada.
Tengo una mordaza en la boca.
Trato de flexionarme contra las restricciones que me sujetan, pero no
soy lo suficientemente fuerte. 400
No soy tan grande como ahora.
Soy más joven. Un niño, que acaba de convertirse en un hombre.
Mi mandíbula está adolorida y late por estar estirada por la mordaza,
y escupo lo que fluye de mi boca. Trato de patalear contra lo que sostiene mis
piernas, pero cuando lo hago, eso solo ejerce más presión sobre mi cuello y
garganta.
La ira crece dentro de mí y rujo detrás de la mordaza. ¿¿Dónde mierda
estoy??
Mi cerebro está tratando de armar el rompecabezas lentamente. Pero
no tiene ningún sentido. ¿Cómo llegué aquí? ¿Quién me hizo esto?
De repente, escucho un ruido. El crujido lento de una puerta al abrirse.
El miedo se aferra a mi columna vertebral.
Concéntrate, Lem. Tú puedes superar esto.
Lucha.
Escucho pasos y trato de concentrarme en las cosas que sé. Algo que
podría ayudarme. Las restricciones están hechas de cuerda. La cuerda puede
expandirse si se ejerce suficiente presión sobre ella. Empujo hacia adelante
contra la cuerda que sostiene mis brazos y mi cuello. Duele, al clavarse en mi
piel ya irritada y ensangrentada. Los pasos se acercan cada vez más.
Eres lo suficientemente fuerte. Pelea, pelea, ¡PELEA!
Me arrancan la venda de los ojos. Ellos intentan adaptarse, pero sigue
estando tan oscuro a mi alrededor.
Dice algo... Y no escucho las palabras porque estoy demasiado ocupado
centrándome en su voz.
Su maldita voz es familiar.
Me toca. Me estremezco.
Sigo empujando contra la cuerda mientras las lágrimas brotan de mis
ojos.
Me hace cosas que no quiero, pero trato como el infierno de no pensar
en ello.
Sigo luchando, usando todo mi peso corporal, frotando mis muñecas y
mi garganta hasta dejarlas en carne viva. No puedo respirar y me estoy
mareando.
Él va a ganar... 401
Esta vez no saldré.
—Oye... Lem.
La suave voz me saca del oscuro agujero en el que estaba y parpadeo
para despertarme.
Ya no estoy más allí… Estoy en la cama. En la Mansión Ivory.
Con el jodido Felix Darcey, mirándome.
—¿Estás bien? —Parpadea.
Tiene sus lentes puestos de nuevo. Quiero preguntarle cuánto tiempo
ha estado despierto, pero parece que no puedo encontrar ninguna palabra
en este momento. No los estaba usando cuando nos desmayamos,
enredados en el otro. Una cama gigante tamaño king pero dormimos sobre
el otro como si fuéramos ropa.
Su cabeza descansa sobre la almohada, y nuestras caras están a solo
unos centímetros de distancia mientras nos miramos fijamente.
—Estabas hablando en sueños —susurra.
Me sorprendo. No sabía qué hacía eso... Por otra parte, nadie se ha
quedado conmigo lo suficiente como para averiguarlo. Incluso Gabrielle y yo
rara vez pasábamos la noche juntos. Prefiero dormir solo... A menos, por
supuesto, que tenga a un asesino en serie en mi cama. Entonces
aparentemente prefiero acurrucarme.
—¿Qué estaba diciendo? —pregunto, colocando mi mano en su
cintura debajo de las mantas. Está desnudo... y yo también.
—Le estabas diciendo a alguien que peleara —murmura, y sus ojos
grises brillan detrás de sus gafas—. Diciéndole que saliera.
Asiento, cambiando rápidamente de tema.
—¿Dormiste bien?
—Mhm. —Sonríe, deslizando su cuerpo desnudo hacia el mío.
Doblando mis brazos alrededor de él, lo sostengo cerca de mí mientras
me pregunto qué diablos estoy haciendo. ¿Por qué la primera persona con
la que me siento tan cómodo es un asesino en serie? Debe haber algo mal
conmigo...
—Si te pregunto algo, ¿serás completamente honesto conmigo? —le
pregunto, pasando mis dedos de arriba a abajo por su musculosa espalda. 402
Es tan obvio que no es una mujer; que hace que mi cabeza me dé
vueltas. Pero no puedo negar lo bien que se siente...
Inclina la barbilla para mirarme.
—¿Crees que te he estado mintiendo todo este tiempo? —Parece
herido.
—No. —Niego con la cabeza.
—Entonces, ¿por qué siquiera pensarías que necesitas preguntarme
eso?
—Solo quiero asegurarme de que siempre serás sincero… Incluso si
es algo que crees que podría alejarme o molestarme. —Le doy una mirada,
con las cejas levantadas, esperando que acepte lo que estoy diciendo.
Asiente.
—Sí. Seré honesto. Sin importar qué.
—¿Alguna vez has querido lastimarme? —Nuestros ojos están fijos en
el otro, y la intensidad brota de ambos lados.
Soy testigo de cómo se balancea su garganta.
—No.
—Felix…
—No, estoy hablando en serio. No quiero lastimarte... yo... —Su voz
se queda callada antes de susurrar—: Quiero gustarte.
Mi parpadeo se vuelve rápido por un momento mientras mis labios se
curvan en una sonrisa halagada. Pero la suprimo y me pongo serio.
—Pero también querías gustarles a tus víctimas. Bueno, los que te
gustaban.
Sonríe.
—Sí, pero a ellos sí les gustaba. A ti, siento que te tengo que
perseguir…
Frunzo los labios para sofocar aún más sonrisas psicóticas que
quieren secuestrar mis labios. Mis manos recorren su trasero y lo aprieto.
—¿Me estás persiguiendo, chico monstruo?
—¿Qué puedo decir? —Suspira—. Tengo problemas paternales.
Le gruño.
—Tengo treinta y siete. Apenas soy lo suficientemente mayor como
para ser tu padre. 403
—Ehh… casi. —Sonríe, provocándome con esa actitud de hablador
suya.
Lo hago rodar sobre su espalda, inmovilizándolo con el peso de mi
cuerpo.
—Debes tener cuidado con lo que dices... ¿Cómo te dice Joy? ¿Abeja
asesina?
Se ríe a carcajadas.
—Sí. Sí, así me llama.
—Creo que funciona. —Acaricio mi cara en el hueco de su cuello,
oliéndolo y besando su pulso.
—Es pegadizo. —Empieza a jadear en su estado de excitación.
—¿Qué quiere desayunar mi abeja asesina? —Mi cabeza está nublada
con deseo. Como la cálida pelusa de algodón de azúcar por esta peculiar
sensación… Estar con él. Es diferente a todo lo que he sentido antes.
Simplemente no lo entiendo, pero él es... De alguna manera se ha
abierto camino en mi pecho.
Cuando me doy cuenta de que se ha quedado callado, retrocedo para
encontrarlo mirándome.
—¿Cuánto tiempo puedo quedarme aquí?
Me encojo de hombros.
—No lo sé. ¿Hasta que me digan que te lleve de vuelta?
Se ríe.
—Hombre, realmente no has pensado en esto. ¿Qué es lo que crees
qué va a hacer El Ivory cuando descubra que, sin querer, está compartiendo
el techo conmigo?
Pienso en lo que me está preguntando por un momento, antes de
negar con la cabeza.
—Me imagino que estará molesto. Pero luego se dará cuenta de que la
naturaleza de mi investigación es fundamental y se verá obligado a dejarlo
pasar.
—¿Y si te despide? —pregunta Felix, con ojos amplios y llenos de
súbita preocupación.
—No creo que eso suceda…
404
—Pero no puedes estar seguro. —Comienza a retorcerse—. No, no, no.
No volveré a como era antes. Estaba tan solo. No puedo hacerlo de nuevo.
—Sus ojos me suplican—. No puedes irte.
Aparto su cabello castaño hacia atrás con mis dedos en un intento
por calmarlo. Sabía que esto era inevitable con Felix. Su apego a mí. Quiero
decir, ha matado a la mayoría de sus amantes para evitar que se fueran. Y
claro, afirma que nunca ha querido lastimarme, pero eso no significa que
eso no cambiará cuando decida que es hora de irme.
Lo que pasa es que no le tengo miedo… Creo que me tengo miedo a
mí. Porque la idea de irme de repente me oprime el pecho y me retuerce el
estómago como si tuviera ganas de vomitar.
—Felix, sé que las cosas se han complicado —le digo con calma—.
Pero confía en mí cuando te digo que estarás bien sin mí. No me necesitas
para nada.
—No se trata de necesidad, se trata de deseo. Te deseo. —Se vuelve
claramente frenético mientras me alejo de él, sentándome en la cama. Él
también se sienta, y sus ojos se agrandan con severidad—. Y si tratas de
dejarme, también te mataré. Como lo hice con el resto.
Aprieto la mandíbula y salto de la cama.
—Felix, basta.
—Lo digo en serio. —Me sigue—. Te sacaré el corazón para poder
quedármelo para siempre —sisea mientras me persigue por la habitación—
. Te cortaré la cara para mantenerte sonriendo porque eres muy importante
para mí.
—¡Felix! Suficiente —le gruño. Se detiene y parpadea con sus ojos
redondos y tormentosos—. No respondo a amenazas de mierda como esta.
Ahora detén esta mierda y actúa bien antes de que tenga que ponerte sobre
mi maldita rodilla.
Se queda callado por un momento antes de murmurar:
—¿C…cómo sabes que no lo haré...?
Me acerco a él.
—Porque no te dejaré, así es como. Si no le permití al último tipo que
me quitara la vida, entonces estoy seguro como la mierda de que no voy a
morir en manos de un mocoso terco como tú, que mata como su propia
forma de berrinche. —Está haciendo una mueca como si todavía quisiera
desafiarme, discutir sobre eso. Así que lo agarro por la garganta y tararea—
405
. Adelante, chico enfermo. ¿Quieres matarme? Esta es tu oportunidad. —
Estamos furiosos, desnudos y jadeando, con la adrenalina disparada por
ambos lados. Me inclino sobre él—. Hazlo. Te reto.
Sus pestañas oscuras abanican sus mejillas en pesados parpadeos
mientras sus pupilas se dilatan y se humedece los labios. Cuando siento
que algo me pincha, miro hacia abajo para encontrarlo duro como una roca,
y su erección está presionando mis abdominales. Eso les da a mis bolas un
buen palpitar.
—Yo… quiero panqueques de arándanos. Por favor —dice con voz
áspera—. Con extra de mantequilla y sirope.
Lo observo con atención. Severo, pero victorioso.
—¿Tocino o salchicha?
—T…tocino. —Se estremece.
Lo suelto y me alejo, buscando mi teléfono para llamar a Kent.
Probablemente puedo hacer que nos traiga comida sin que tenga que dejar
a Felix aquí solo.
—Gracias, Lem —susurra, y me vuelvo sobre mi hombro, imitando
lanzarle un beso.
Porque finalmente vuelve a ser cortés y razonable, se merece cariño
como recompensa. Tira de su labio inferior con sus dedos.
Mientras ordeno la comida, se acerca a mí.
—Oye, dijiste que no permitiste que el último tipo te quitara la vida…
—Me congelo con el teléfono en la mano—. ¿Qué significa eso?
—Nada —digo con firmeza—. No te preocupes por eso. —Lo beso en la
mandíbula—. La comida subirá en unos minutos. Puedes usar mi cepillo de
dientes y cualquier cosa que hay en la ducha. También tengo ropa en el
armario que puedes usar.
—¿Puedo usar tu ropa? —Jadea, sonando emocionado. Lo miro—.
¿Crees que me quedará bien?
Me río.
—Actúas como si fuera un gigante en comparación contigo. Somos
casi del mismo tamaño.
—Lo que tú digas, doctor Want. —Sonríe y yo pongo los ojos en blanco.
Se aleja para ir al baño mientras me envío mensajes de texto con Kent.
Todavía no tengo mensajes de nadie sobre Felix, así que espero que a los 406
guardias les tome al menos otro día darse cuenta de que no está. Manuel ya
lo sabrá… Estoy seguro de que los operadores de la sala de control se lo
dijeron. Los que quedan, de todos modos.
¿Cierto? No hay forma de que sean tan malos en su trabajo...
Cuando termino, bajo mi teléfono y me giro para encontrar a Felix de
pie en la puerta del baño, observándome.
—Pensé que había dicho que te ducharas —le gruño y traga saliva
visiblemente.
—Estaba pensando en lo que dijiste... —murmura—. Sobre ponerme
sobre tu rodilla… —Tira de su labio inferior entre los dientes—. ¿Realmente
harías eso?
Doy un paso de advertencia más cerca.
—¿Quieres averiguarlo?
Su rostro se ilumina de emoción y se da la vuelta, metiendo su
irresistible trasero desnudo de nuevo en el baño. Y lo sigo… Porque el
lunático me tiene envuelto alrededor de su dedo.

Más tarde ese día, después de que el sol se ha puesto, tengo a Felix
en mi regazo, moviendo sus caderas contra las mías mientras nos besamos
como dos adolescentes cachondos.
Hemos pasado casi todo el día unidos, y aunque creo que me encanta
meter mi polla en su cuerpo más de lo que nunca me ha encantado nada,
ahora mismo es más sobre besos lentos y pausados. Ya saben esos de
cuando estás conociendo a alguien por primera vez... Apenas sumergiendo
el dedo gordo del pie en las aguas de lo físico, probándose uno a otro.
Explorar de maneras más íntimas que solo follar puede proporcionar.
Por ejemplo, me doy cuenta de que sus manos en mi pecho aceleran
mi pulso considerablemente. Disfruto ser tocado por él, pero él parece tener
algo por los torsos. Le gusta trazar mis músculos con la yema de los dedos,
haciendo lo mismo con mis tatuajes.
Me he estado tatuando desde que tenía diecisiete años, pero Felix no
tiene ninguno. Su piel virgen y cremosa no tiene marcas, como la nieve 407
recién caída.
Me llena una necesidad desenfrenada de marcarlo.
También hace unos ruiditos cuando nos besamos; pequeños jadeos
entrecortados. Provocan un gran golpe en mis bolas porque es como un
indicador. Ellos me dicen lo bien que se siente y lo mucho que le gusta.
Ni en un millón de años me imaginé teniendo sexo con alguien como
Felix, por una miríada de razones diferentes. Pero ahora que lo estoy
haciendo, parece que no puedo detenerme. Me he vuelto adicto a él muy
rápido. Es como la heroína.
Probé, y ya estaba perdido.
Estoy sentado en la cama, apoyado contra la cabecera con Felix a
horcajadas sobre mis caderas. Mis manos están en su mandíbula mientras
él agarra mi pecho. Y nuestros labios están pegados, como imanes.
Chupando y mordiendo, mientras nuestras lenguas luchan por control. Solo
está usando calzoncillos porque cada vez que se pone algo más, termina
siendo sacado. Y yo estoy usando uno de mis pantalones de chándal, porque
había planeado ir al gimnasio durante unos minutos. Pero ¿cómo puedo irme
cuando tengo algo así de tentador encerrado en mi habitación, como un
pequeño secreto sucio?
Felix se retuerce contra mí, su polla está tan larga e hinchada que
sobresale de su bóxer. Y cada vez que arrastra sus bolas por la forma de mi
polla a través de mis pantalones, gime en mi boca y su polla late. Es
fascinante.
¿¿Qué me ha hecho este chico??
¿Cómo voy a separarme de Felix Darcey?
—Felix… —gruño en su boca.
—Lem —ronronea, temblando en mis brazos.
—Despacio, bebé —lo regaño en un tono persuasivo—. Estás goteando
por todas partes encima de mí.
Aparta sus labios el tiempo suficiente para mirar hacia abajo al el lío
pegajoso que está dejando en mis abdominales.
—Lo siento… me estoy emocionando demasiado. Tú haces que todo
se sienta tan bien.
Mi corazón bombea detrás de mis costillas, pero lo ignoro.
—Me alegro, precioso. Quiero hacerte sentir bien. Pero estás haciendo 408
un desastre, y ya nos hemos duchado dos veces.
—Mmm… —Chupa mi labio inferior—. Lo limpiaré.
Mi polla salta debajo de él.
—Hazlo ahora. Déjame ver.
Se arrastra hacia abajo, inclinándose lo suficiente como para lamer
su líquido preseminal de mis abdominales, obteniendo hasta la última gota.
Cuando termina, me mira, mordiéndose el labio. Y realmente no estoy
seguro de cómo, pero puedo escucharlo preguntar sin que diga una sola
palabra: ¿Quieres probar?
Asiento, aturdido, mientras vuelve a subirse a mi regazo y me besa
lentamente. Toco su lengua con la mía, saboreando la sal y ese
inconfundible sabor a Felix del que no puedo tener suficiente.
En serio, viví durante treinta y siete años, sin saber que me encantaría
el sabor del semen de un hombre. ¿Qué me he estado perdiendo todo este
tiempo? ¿Siempre he sido secretamente bisexual? ¿O es solo él… Felix Darcey,
el psicópata asesino?
No puedo decirlo con certeza, pero cuando pienso en otros hombres,
cuando me cruzo a los guardias en la planta baja o en la prisión, me importa
un carajo a qué saben. No estoy interesado en ver sus pollas. Tal vez solo
para comparar o algo así, pero no creo que quiera ponerme de rodillas y
chupárselas. Me hace sentir extraño por dentro, como algo inquietante en
el estómago.
Pero cuando pienso en hacérselo a Felix… todo mi cuerpo reacciona.
Un fuego lento me quema desde la cintura hasta el pecho y mis dedos
tiemblan de necesidad. Él es al que quiero... Lo cual es jodidamente
inconveniente porque realmente no se supone que debería tenerlo.
Estoy a dos segundos de arrancarle los anteojos, necesito devorarlo
realmente, y no los quiero en medio, cuando suena un golpe en la puerta de
mi habitación. Ambos nos detenemos y nos miramos fijamente, nuestros
labios a milímetros de distancia, y los sonidos de nuestras respiraciones
irregulares ondeando a través del silencio.
—¿Le pediste algo más? —pregunta Felix, refiriéndose a Kent, quien
ya ha estado aquí dos veces para traernos comida. Bueno, traerme a mí
comida, en lo que a él concierne.
Niego con la cabeza. Se reanudan los golpes.
Felix salta fuera de mí, y ambos corremos hacia el baño. Recorro con 409
mis dedos el largo de su espalda desnuda, guiándolo hacia el interior.
—Quédate aquí, bebé —susurro. Asiente diligentemente, con los ojos
muy abiertos mientras se muerde su hinchado labio inferior—. No hagas ni
un sonido. Me desharé de ellos.
Parece que quiere decir algo, pero simplemente asiente de nuevo.
Cierro la puerta del baño, giro y me apresuro hacia la puerta del dormitorio
mientras los golpes son cada vez más persistentes. Tomando una
respiración profunda, pongo mi rostro más distante mientras desbloqueo la
puerta y la abro.
—¿Puedo ayudarte? —le pregunto al hombre del otro lado, a quien
nunca he visto antes.
Es más bajo que yo, delgado, de piel morena con rizos apretados que
son cortos y se estiran hacia los lados, tiene dos aros en la nariz y unos ojos
verde azulado muy penetrantes que podrían o no ser lentes de contacto.
Me sonríe cortésmente.
—¡Hola, doctor Love! Estoy tan contento de finalmente conocerlo en
persona. —Su voz es familiar. Extiende su mano para estrechar la mía—
. Soy Yari Estevez. Hemos hablado por teléfono varias veces.
Ah, así que este es Yari. Le estrecho la mano con firmeza.
—Sí, claro. Encantado de conocerte.
Su mirada se desliza sutilmente hacia mi pecho desnudo antes de
volver a subir. Tiene una especie de brillo sospechoso en sus ojos, pero me
ofrece una sonrisa cortés.
—¿Qué puedo hacer por ti? —digo con voz ronca—. Acabo de regresar
del gimnasio y voy a retirarme por hoy, así que…
—Bueno, desafortunadamente, su relajación tendrá que esperar —
dice Yari—. El señor Blanco ha solicitado su compañía en el atrio. Es una
noche hermosa. Perfecta para tomar una copa.
Lo miro boquiabierto, y un poco de nervios se desliza dentro de mí. El
alcaide quiere verme… Eso solo puede significar una cosa.
—¿No puede esperar hasta la mañana...? —murmuro, tratando
realmente de demorar esto hasta que pueda averiguar qué hacer con Felix.
O qué decirle al Ivory.
—Me temo que el asunto es apremiante. —Yari asiente levemente con 410
seriedad—. Adelante, póngase algo de ropa. Informal de negocios está bien.
Estaré justo aquí esperando para acompañarle.
—¿Vas a quedarte parado afuera de la puerta? —Mis ojos se abren
como si estuviera loco—. Sé dónde está el atrio.
—Requerimiento del Sr. Blanco, doctor Love. Él es el jefe. —Yari
sonríe.
Es muy encantador y no parece tener problema con los planes
casuales, pero aun así. No puedo evitar sentirme al límite. La forma en que
me exige que vaya a reunirme con El Ivory tan tarde. ¿¿Y va a esperar fuera
de mi habitación??
Definitivamente saben que Felix está aquí.
Trago saliva y asiento lentamente.
—Bien. Solo... dame un minuto.
—Tómese su tiempo —dice cortésmente.
Cierro la puerta y la bloqueo, corriendo inmediatamente al baño. Voy
a abrir la puerta, pero está bloqueada. Inteligente.
Llamo tan suavemente como puedo manejar.
—Felix, abre la puerta.
Las palabras apenas salen de mi boca mientras él la abre un poco,
mirando con nerviosismo. Me meto dentro y cierro detrás de mí.
—¿Qué pasó? —pregunta, la inquietud gotea de su tono.
—Era el asistente del alcaide. Quiere que baje y me encuentre con él
afuera. —Me froto los ojos.
—¿¿Ahora?? —Felix comienza a caminar—. Oh, Dios… estamos
jodidos. Él sabe que estoy aquí. ¡Va a enloquecer!
—Shh... cálmate, bebé. —Agarro su mano y lo jalo hacia mí, colocando
su palma sobre mi corazón. Fusiona su cuerpo con el mío, apoyando su
frente en mi hombro—. Todo estará bien. Solo necesito que te quedes aquí
y te quedes callado. ¿Puedes hacer eso por mí?
Asiente, luego levanta la cabeza para mirarnos a los ojos.
—¿Y si vienen buscándome mientras no estás?
—No lo harán. Me aseguraré de ello —le digo con confianza, tomando
su mandíbula en mis manos.
411
—¿Cómo lo sabes? —suspira.
Hay una nueva sensación que recién estoy descubriendo... Cuando
Felix está molesto, o preocupado, se me encoge el estómago y me llena de
una nerviosa necesidad de hacer todo lo que pueda para borrar esas líneas
de angustia de su frente.
—¿Confías en mí? —murmuro, y él asiente. Sin temor, ni
cuestionamiento.
Él confía en mí...
La idea me llena de calidez, pero también de cierta preocupación. ¿Por
qué su confianza se siente como una placa de vidrio extremadamente frágil
que estoy balanceando en la punta del dedo?
Presiono un beso en sus labios.
—Ponte algo de ropa y mantente callado. Si escuchas que alguien
viene, entra en el armario y escóndete.
Soltándolo, me apresuro hacia mi escritorio, rebuscando en la parte
superior del cajón para localizar mi teléfono. No es el que me dieron para
trabajar, sino mi propio teléfono, el que no he usado ni una vez desde que
estoy aquí. Lo enciendo y se lo doy a Felix.
—Si me necesitas, llama al primer número en el registro de llamadas.
Ese es mi teléfono del trabajo. Y vendré a buscarte, ¿de acuerdo?
Está mirando el dispositivo en sus manos como si fuera una especie
de objeto extraño que nunca ha visto antes.
—Felix. —Chasqueo los dedos frente a él, y levanta la mirada,
asintiendo.
—De acuerdo. Por supuesto.
Me apresuro a vestirme con unos pantalones y una camisa abotonada
mientras Felix solo se queda en medio de la habitación, luciendo tenso.
Le doy un último beso y le digo:
—Todo estará bien, abeja asesina. Lo prometo.
Sus labios se contraen ante el apodo.
—Ten cuidado.
Le guiño un ojo, haciendo un gesto con la cabeza para que vuelva al
baño, y lo hace. Luego salgo del dormitorio y encuentro a Yari de pie en el
pasillo mirando su teléfono.
Levanta la vista cuando me escucha y sonríe.
412
—¿Listo?
Asiento. ¿Listo para que El Ivory me patee el trasero? Seguro, ¿por qué
no?
Caminamos por el pasillo, y luego bajamos las escaleras. En el
vestíbulo, Kent se une a nosotros, silencioso como siempre, como un
guardaespaldas. Sé que ese es su propósito principal. Él y ese otro tipo,
Nestor, son como el equipo de seguridad de Manuel Blanco. Ellos también
son conductores, aunque El Ivory tiene su propio chofer para su Rolls, que
es lo que lo lleva de aquí para allá en esta isla, y los tipos que te traen lo que
sea que necesites de fuera de la isla. Trato principalmente con Kent, y es un
buen tipo. Él hace un montón de recados para mí, y nunca se queja.
Pero ahora mismo, estoy preocupado. Porque, por supuesto, su
lealtad es para El Ivory, así que no hay nada que le impida contarle a su jefe
todas las cosas que ha estado consiguiendo para Felix en mi nombre. Sé que
me dieron rienda suelta sobre la isla y los recursos de Manuel Blanco, pero
tengo que asumir que hay un límite. Todo tiene un costo.
Los tres deambulamos por las escaleras, y no puedo dejar de notar lo
inquietantemente silencioso que está el interior. Ahora que lo pienso, no he
oído ningún ruido de fiesta del lado de los guardias en al menos una
semana, y supongo que tiene que ver con el confinamiento.
Además, ahora que lo estoy pensando, no he visto a Velle o a Joy
durante varios días... No es que los vea muy a menudo, pero por lo general
están por aquí.
Dejo a un lado mis curiosidades mientras pasamos por el bar, y
atravesamos la puerta lateral que lleva al patio de piedra. Es una pequeña
área encantadora, rodeada de árboles y plantas, lujosamente amueblada,
completa con una parrilla y luces centelleantes colgando por encima.
Recuerdo cuando traje a Felix por aquí para llegar a la mansión
anoche... la forma en que sus ojos se iluminaron, y su cabeza se balanceaba
para mirar el paisaje. Me encantaría traerlo aquí fuera... Dejarlo disfrutar
del entorno y relajarse.
Aparto esa idea. Es un asesino en serie. Se supone que debe estar en
prisión.
Veo a Manuel Blanco de inmediato, sentado encorvado en uno de los
sofás de dos plazas con un vaso de licor en la mano. Y puedo decir de 413
inmediato que algo le pasa.
Lleva el cuello de la camisa desabrochado, y no tiene corbata, lo cual
es raro en él. Su cabello blanco está un poco despeinado y tiene ojeras
debajo de los ojos. Se ve estresado y a pesar de que está sentado
casualmente, con el tobillo cruzado sobre la rodilla, su pie tiembla mientras
mira fijamente su vaso; sus ojos oscuros están enfocados en algo que
supongo que solo él puede ver.
Un recuerdo aparece... De la última vez que lo vi. Cuando le cortó la
garganta al guardia de la sala de control...
Trago saliva mientras nos movemos hacia las otras sillas, y Yari se
aclara la garganta, lo que llama la atención de Blanco. Nos mira y fuerza
una sonrisa tensa.
—Lem. Qué bueno verte. —Señala la silla contigua—. Toma asiento.
Kent, ve a traernos unas copas, ¿quieres? Yari, mi querido muchacho, sé
que tomarás un 1800 y soda. Lem, ¿qué te gustaría beber?
—Estoy bien —digo con voz grave.
—Él tomará un Macallan. —Manuel me ignora—. De hecho, trae la
botella. Y mis puros, ya que estás en ello.
Kent sale corriendo y tomo asiento en la silla, mirando a Manuel
cuidadosamente en mi periferia. Yari se sienta en un asiento frente a donde
está sentado el jefe, sacando su teléfono para reanudar su rápida escritura.
La mirada del Ivory se pierde por un momento. Parece profundamente
concentrado en alguna especie de pensamiento angustiado, lo cual es
extraño, por decir lo menos. Este comportamiento es muy diferente de su
exceso de confianza normalmente altanero.
—¿Qué tal van las cosas —le pregunta a Yari—. Con el reclutamiento?
—Haremos que funcione —responde Yari—. Puede llevar algo de
tiempo, ya sabes, teniendo en cuenta que querremos examinarlos
adecuadamente y todo eso.
Manuel asiente.
—Quiero lo mejor de lo mejor. Sin excepciones.
—Por supuesto —dice Yari, levantando la mirada de su teléfono para
dirigirla a Manuel—. ¿Pudiste volver a hablar con Jonathan, ahora que
ambos se han calmado…?
—Nadie se ha calmado —sisea Manuel—. Y me ocuparé de él, no te
preocupes. 414
Las cejas de Yari se fruncen.
—Solo quiero decir que obviamente estabas molesto. Y Jonathan…
—Si vuelves a decirme su nombre, te golpearé la cara con este vaso.
—Manuel habla con tanta calma que si no estuvieras escuchando sus
palabras, pensarías que simplemente está charlando casualmente.
—Sí, señor —murmura Yari, obedeciendo, aunque no del todo
desconcertado por la amenaza.
Supongo que al ser el asistente de Manuel Blanco, probablemente está
acostumbrado.
Aun así, no me sienta bien. Y Jonathan… ¿Están hablando de Velle?
¿¿Pasó algo??
—¿Está todo bien? —le pregunto a Manuel, no por preocupación, sino
por impaciencia. Si va a actuar como un bebé por alguna mierda personal
con la que está lidiando, entonces preferiría volver a mi habitación.
Volver con Felix…
—No es de tu incumbencia —dice Manuel cuando regresa Kent. Él nos
entrega un vaso a cada uno, y a Manuel un puro, que no pierde tiempo en
encender—. Estás aquí, Lem, porque tenemos que hablar. Sobre El Escultor.
Hace una pausa para mirarme con vehemencia... ¿Tal vez para ver
cómo reacciono al escuchar como le dicen a Felix? Quién sabe, pero me
quedo quieto.
Da una calada a su puro, libera el humo y observa cómo se arremolina
en el aire.
—Realmente es una noche hermosa —murmura El Ivory entre soplar
anillos de humo—. Una de esas noches en las que estoy muy agradecido por
ser capaz de pasar tiempo aquí… En mi casa.
Sus ojos revolotean hacia los míos y me taladran, ese negro cavernoso
que sostiene tanta presión en su interior. Como el carbón comprimido en
diamantes.
Sé a lo que se refiere. Ni siquiera necesita decir las palabras...
Sabe que Felix está aquí ahora mismo.
Tomando un sorbo de mi whisky, me concentro en la quemazón
mientras se desliza por mi garganta.
—¿Qué querías saber, Manuel? Sobre El Escultor.
415
Deja escapar una especie de resoplido de incredulidad, sacudiendo la
cabeza con diversión.
—Sabes, cuando te contraté, pensé que sabía en lo que me estaba
metiendo. Era muy consciente de que tus métodos serían poco ortodoxos, y
en realidad estaba emocionado por ese hecho. Supuse que te llevarías
bastante bien con Johansson y su equipo… Que ampliarías sus métodos.
Que conseguirías meterte más profundo en la mente de ese pequeño hijo de
puta retorcido en formas que simplemente ellos no son capaces.
Se sienta hacia adelante, inclinando la cabeza hacia mí, como un
depredador jugando con su presa antes de ese primer mordisco.
—Lo que no esperaba era que te convirtieras en masilla en sus manos
empapadas de sangre.
Mi mandíbula se aprieta con ira. Si hay algo que me molesta más que
cualquier otra cosa, son las personas que asumen que saben lo que está
pasando. Y que este imbécil sea el alcaide no significa una mierda.
—Te aseguro que eso no es lo que está pasando —gruño, y se ríe otra
vez. Digo las palabras furioso entre dientes apretados—: Tengo el control
total de Felix Darcey y mi investigación. Lo que sea que hayas visto es
irrelevante. Estoy haciendo mi trabajo, Manuel. Para el que me has
contratado.
Frunce los labios.
—No te contraté para que te follaras a mi recluso.
Mi columna se pone rígida, pero lo ignoro.
—Me lo has dicho una y otra vez. Mis métodos son míos. Las formas
en que elijo examinar a Felix dependen de mí. Pero te diré ahora mismo, que
él no se está aprovechando de mí. Sé exactamente lo que estoy haciendo con
él.
Las palabras que acabo de pronunciar resuenan en mi mente,
pinchándome los oídos. La verdad es que no tengo idea de lo que estoy
haciendo con Felix. Y nuestra relación física muy bien podría estar poniendo
en peligro mi investigación y este trabajo... De hecho, estoy seguro de que lo
hace.
Pero simplemente... no puedo hacer que me importe. Tal vez porque
todavía es algo tan nuevo, tan único y brillante que ha entrado en mi mundo.
Pero ahora mismo, es difícil imaginar alejarme de esto. Aunque sé que
finalmente tendré que hacerlo… 416
El Ivory me mira por un momento en silencio.
—Tu solicitud decía que eras hetero…
—Lo soy.
Sus ligeras cejas se arquean.
—Vi el video de la ecografía. —Un poco de vergüenza sube por mi
cuello hasta mi cara, pero la ignoro y me trago el resto de mi copa—. Veo
todo lo que sucede en esta isla, Lem. Ya sabes eso.
—¿Y? —Me encojo de hombros—. Eso no significa nada. Esta es mi
investigación, Manuel. Así es como llego a él. Tú mismo me dijiste que me
querías dentro de cada grieta de su mente. ¿Bien adivina qué? Ahí es
exactamente dónde estoy. Si necesito invadir su cuerpo también, entonces
eso es lo que haré. No tengo una relación con él... Es trabajo.
La expresión de Blanco cambia y parece impresionado.
Desconcertado, pero encantado.
—¡Y yo que pensaba que era de sangre fría! —Deja escapar una risita
divertida y termina su bebida, sirviéndose un poco más de la botella—.
Bueno, Lem, si dices que lo tienes bajo control, entonces me siento inclinado
a creerte. Además, no voy a mentir, ver cómo se desarrolla tu investigación
es muy entretenido. —Un brillo lascivo parpadea en sus ojos oscuros.
Me muevo, intentando que mis emociones vuelvan a encarrilarse, pero
todas como que están pululando dentro de mí. No tengo idea de lo que estoy
haciendo...
Estoy perdido.
Soy débil.
Soy un fraude.
Tal vez mis padres tengan razón… Soy un charlatán egoísta. ¿¿Qué sé
yo, de todos modos??
Estoy follándome a mi paciente que es un asesino en serie...
¿¿Llevándolo a casa conmigo??
Jesucristo... Soy un desastre total.
Pero no dejo que se muestre ninguna de mis dudas. Simplemente
alcanzo la botella cuando Manuel me la pasa, sirviendo más whisky en mi
vaso y tomándolo en sorbos rápidos.
—Sin embargo, según cómo van las cosas, Lem, tendré que insistir en
que me proporciones actualizaciones diarias de tu investigación a partir de
417
ahora —exige casualmente—. Y voy a necesitar que Felix vuelva a la prisión.
Sus ojos se mantienen fijos en los míos. Mi respiración se vuelve
superficial y trago saliva. La forma en que me está mirando... Sé que este
hombre podría matarme ahora mismo si quisiera. Aparentemente, se lo he
puesto muy fácil. No creo que lo haga, pero aun así... Necesito moverme con
cuidado.
Asumir que puedo salirme con la mía no es la jugada más inteligente
aquí.
—Entiendes por qué... ¿no es así, doctor? —pregunta entrecerrando
la mirada hacia mí.
Asiento con la cabeza.
—Sí. Por supuesto. Pero tengo que decir... este experimento es
innovador. Sacarlo de esa prisión fue como poder estudiarlo en su hábitat
natural.
Blanco hace una mueca como si no estuviera necesariamente en
desacuerdo.
—¿Planeas permitirle matar a un miembro de mi personal? —La cara
de Kent se inclina en nuestra dirección, parando claramente las orejas ante
eso, y Manuel sonríe maliciosamente—. Solo quiero saber para poder estar
preparado.
Bebo de mi vaso.
—No diré que está fuera del ámbito de la posibilidad. Tenemos que
esperar y ver qué hace.
Manuel se ríe a carcajadas.
—Eso es fantástico. Así que tu polla es como una especie de campana
pavloviana… Eres retorcido, Lem. Y debo decir que me encanta.
Me trago los nervios que chisporrotean dentro de mí con el resto de
mi whisky escocés, bajando el vaso.
—Sí, bueno... debería regresar.
—Por supuesto. —Me da una sonrisa de complicidad que me ruboriza
incluso con más vergüenza mientras me pongo de pie—. Haz lo que debas
hacer ahora mismo. Pero Lem... hablo en serio. Quiero a Felix de vuelta en
esa prisión. —Me fulmina con la mirada, y su expresión se vuelve
amenazadora—. No me obligues a hacerlo yo mismo. 418
Asiento y me doy la vuelta, saliendo rápidamente de la habitación.
Oigo la voz de Yari mientras estoy volviendo, que grita:
—¡Buenas noches!
Pero no puedo mirar atrás. Necesito alejarme de esa situación. No sé
lo que estaba pensando allí abajo. La mitad de lo que estaba diciendo era
pura mierda, y el resto, pues… quién sabe.
Mis experimentos con Felix han ido demasiado lejos. Reconozco eso.
Este juego que he estado jugando se está saliendo de control. ¿Soy Ícaro?
¿Volando demasiado cerca del sol…?
¿Será este trabajo finalmente mi fin?
No estoy seguro. Todo lo que sé es que ahora mismo, la necesidad de
volver a Felix es una que fluye a través de mi torrente sanguíneo como un
veneno, al que me he vuelto minuciosamente adicto.
Tomando los escalones de dos en dos, corro hasta mi piso, caminando
sigilosamente por el pasillo hasta mi dormitorio. Abriendo la puerta
lentamente, miro adentro, aunque no lo veo por ningún sitio. Me apresuro
a ir al baño primero, empujando la puerta para abrirla. No está allí. Mi
corazón se acelera con cada segundo que pasa.
Corriendo a través de la habitación, voy al armario. Es uno en el que
se entra, y es bastante agradable. Entro, enciendo la luz y veo a Felix
sentado en el suelo en el extremo opuesto. Cuando ve que soy yo, su rostro
se relaja con consuelo y alivio.
Ni siquiera puedo evitarlo. Soy atraído. Como una polilla a su fuego
perversamente cautivador.
Me acerco a él, cayendo de rodillas frente a donde está sentado,
usando un par de mis pantalones de chándal grises y mi sudadera con
capucha de Johns Hopkins. Alcanzo su mano, tomándola en la mía y tirando
de él hacia mí. No pierde el tiempo en envolverse a mi alrededor como una
manta caliente, enterrando su cara en el hueco de mi cuello para inhalarme.
Y le hago lo mismo. Respiro su olor, tan masculino y embriagador, que
se me hace agua la boca. Sostengo la parte posterior de su cabeza con mi
mano, apretándolo fuertemente, amoldándolo a mi cuerpo. Deja escapar un
suspiro, como si estuviera contento. Está feliz... Y yo hice que eso sucediera.
Nunca he estado seguro de que Felix pudiera experimentar la
verdadera felicidad. Él siempre la había estado buscando, y matar parecía
ser lo único que aplacaba su alma inquieta. 419
No estoy seguro de que alguna vez pueda ser suficiente para él, solo
yo. E incluso aunque no sabía que quería serlo hasta este momento, me
preocupa profundamente.
Porque la sensación de abrazarlo contra mí mientras respira,
sintiendo su corazón negro latiendo contra el mío... Es lo que nunca me
permití querer. Lo que me dije que no necesitaba.
Es mi homónimo. Y es más que jodidamente peligroso.

420
28
Felix

E
s bastante fácil acostumbrarse a estar encerrado, lejos del
resto del mundo. Los seres humanos estamos hechos para
adaptarnos. Lo crean o no, solo unos pocos días en la prisión
y ya te has acostumbrado a tu entorno.
La rutina y la regularidad son cosas que estamos programados
internamente para desear. La estabilidad. Todos la estamos buscando.
Bueno, la mayoría la estamos buscando.
Es la única razón por la que la mayoría de los seres humanos temen
al cambio. Los cambios drásticos y abruptos te lanzan en bucle. Te dan la
vuelta y te fuerzan a que te acostumbres a un nuevo montón de mierda.
Así que en prisión, cuando te acostumbras a la comida repugnante, a
la falta de aire fresco y sol, ejercicio y entretenimiento, y luego alguien te lo
vuelve a presentar, como que impacta en tu sistema.
Pero encontramos maneras de adaptarnos...
Durante las últimas dos semanas, Lem, así es, ahora lo llamo Lem, ha
estado viniendo a mi celda después de que las luces son apagadas en los
pasillos del Ala Este. Todas las noches, abre la puerta de mi celda acolchada
y me saca, los dos salimos de la Penitenciaría de Alabastro lo más
silenciosamente posible.
Caminamos por el bosque, disfrutando de las tardes de verano en una
isla a kilómetros y kilómetros lejos de la conmoción y la anarquía del resto
del mundo. Luego me lleva dentro de la Mansión Ivory, hasta su dormitorio. 421
Y dormimos juntos. Está bien, hacemos más que eso. Pero eventualmente,
sí dormimos. Y por la mañana, me trae de vuelta.
Nuestras sesiones han cambiado drásticamente. Hablamos, sí. Sobre
mis crímenes, mi pasado, la historia de lo que me llevó a donde estoy ahora.
Desafortunadamente, no hablamos de él. Ojalá lo hiciéramos... Estoy
desesperado por aprender más sobre él, porque sabe literalmente todo lo
que hay que saber sobre mí. Y se siente extremadamente unilateral.
Pero no me quejo. Porque todavía me gusta hablar con él. Supongo
que siempre me ha gustado.
Pero la mayoría de las veces, hacemos el tonto en su oficina, porque
no podemos mantenernos alejado del otro. Luego me vuelve a poner en mi
celda y espera a que se apaguen las luces.
Y hacemos todo de nuevo.
Es un poco difícil creer que esta es mi vida ahora. Esperaba estar
pudriéndome completamente en esa prisión hasta el día en que
eventualmente me quitaría la vida. Porque es lo que me merezco.
Años pasados lastimando gente solo pueden conducir a una cosa. La
vida que he llevado tenía un solo discurso.
Pero Lem ha girado una llave inglesa en todo eso. Surgió en mi mundo
como una flor en la existencia monótona y vacía que había estado viviendo,
envuelto en una camisa de fuerza y hablando con la pared. Irrumpió como
un soplo de aire fresco. Como si alguien abriera una ventana en invierno y
dejara entrar la brisa helada.
Me dio algo en lo que concentrarme. Él.
Y ahora realmente no sé qué pensar. Todavía estoy aquí, todavía
sentenciado hasta la eternidad en esta isla. Pero gracias al doctor Love,
puedo caminar en la arena. Puedo oler el aire del océano, y puedo besarme
contra los árboles con un hombre que es tan abrumadoramente sexy que es
imposible evitar que me deje caer de rodillas para adorarlo como él quiere.
El deseo que tengo por él es más fuerte que cualquier otro que haya
experimentado en mis veintitrés años de vida. Y lo más loco de todo es que
no quiero matarlo activamente.
Estoy aterrorizado de que pueda dejarme, seguro. Eso me mantiene
despierto por la noche a veces, después de despertarme de uno de mis
ilustres sueños de correr a través del bosque, donde la hierba cubierta de
rocío y las hojas me rozan mientras corro, persiguiendo a mi presa mientras 422
otro depredador me persigue a mí. Cuando me doy la vuelta en la cama de
Lem para observarlo y escucharlo murmurar en sueños sobre la imagen que
sea que esté viendo en esa mente compleja suya, el miedo que se apodera
del interior de mi garganta es tan espeso que es como si me hubiera tragado
un bocado de alquitrán. Cubre mis entrañas, poniéndome tan enfermo, tan
intensamente asustado, que no puedo evitar las lágrimas que se deslizan de
mis ojos.
Literalmente, lágrimas de miedo. 25
No sé qué haré si lo pierdo. Creo que podría destrozar a alguien
miembro a miembro. Incluso podría ser a mí.
Pero incluso sabiendo que me siento de esta manera, experimentando
tales emociones sofocantes que rodean a este hombre del que no sé casi
nada, no quiero matarlo. No quiero acabar con su vida para evitar que me
deje, porque si lo hago… no podré averiguar si se quedará.
Es como lanzar una moneda. Cara o cruz. La apuesta definitiva.
¿Lo dejo con vida y le doy la oportunidad de amarme, o hago un ataque
preventivo?
Estoy sentado en su cama en este momento, viendo la televisión. Lo
sé, ¿¿verdad?? ¡Soy un maldito asesino en serie! Y estoy viendo el maldito
Netflix.
En realidad es apropiado. Lem puso la primera temporada de
Mindhunter. Dice que es su programa favorito, basado en un libro que
considera su Biblia, uno de los pocos detalles sobre sí mismo que he podido
obtener. Pueden apostar su trasero a que estoy sosteniendo eso tan cerca
de mi pecho como es humanamente posible.
Pero él no está conmigo en este momento. Está en el pasillo hablando
por teléfono.
Prácticamente acabábamos de llegar a la mansión para pasar la noche
y pusimos el programa, preparándonos para un poco de Netflix y relajación,
cuando sonó su teléfono. Lem gruñó molesto, pero se levantó para contestar
de todos modos. Y ahora simplemente estoy temblando en el lugar,
esperando que no sea nada malo...
Voy a ser totalmente honesto... Cuando me dio su teléfono celular el
otro día, puede que haya echado un vistazo a sus mensajes de texto. Está
bien, bien, me enterré en esa mierda como un cerdo a la caza de trufas.
Porque soy un asesino. Estoy bastante seguro de que husmear en el teléfono
de alguien es lo más agradable que se puede esperar de mí. 423

25 Como el grupo musical que le gusta: Tears for Fears.


No había mucho que encontrar. Algunos mensajes de alguien llamada
Emily sobre cosas de trabajo. Un mensaje de texto de su padre preguntando
dónde está y si está bien, lo que me pareció un poco dulce. Un mensaje de
un colega doctor.
Pero luego me topé con una llamada para tener sexo.
Una chica llamada Cynthia le había enviado un mensaje de texto
preguntándole si quería que se juntaran de nuevo. Su mensaje era muy
coqueto e insinuaba que habían estado juntos antes. Eso hizo que una furia
de celos bastante fuerte recorriera mis venas, y el asesino con falta de
autocontrol en mí casi respondió diciéndole que si alguna vez volvía a
contactar a este número, la destriparía como a un pescado y enviaría piezas
de ella a toda su familia.
Pero me recompuse, porque soy un caballero. Y seguí cavando.
Fue entonces cuando encontré un hilo completo entre él y alguien
llamada Gabrielle. Otra ex, supongo, aunque esta parecía alguien con la que
había estado involucrado durante un tiempo.
Sentí como si alguien me estuviera apuñalando en el pecho con un
tenedor, una y otra vez. Dolores ligeros y palpitantes detrás de mi caja
torácica que me dieron ganas de vomitar.
He experimentado celos antes. Claro que lo he hecho. Pero por lo
general era por alguien que no conocía. Alguien que estaba mirando desde
lejos, imaginando cómo sería si fueran míos, y pudiera decirle a la persona
coqueteándole que dejara en paz a mi hombre.
Con Lem, lo considero mío, pero no estoy seguro si realmente lo es.
En ocasiones, actúa como si lo fuera... A veces, la forma en que me mira, la
forma en que sostiene mi cara entre sus grandes manos y besa mi boca
suavemente, como si todavía no estuviera tan seguro si esto es algo que
quiere, pero simplemente no puede detenerse... Es como aquella vez que me
besó en mi celda. No hay absolutamente ninguna manera de que él no sienta
nada por mí.
Pero todavía actúa principalmente como mi doctor. Mi doctor, que
sorprendentemente se ha obsesionado con meterme la polla. Es
terriblemente frustrante.
No sé qué esperar de él. Siento que no debería esperar mucho, pero 424
no puedo evitarlo. Es lo que hago, después de todo.
Me enamoré de Love. Literalmente esta vez.
Sus pasos se acercan a la puerta, y guardo todo mi exceso de
sentimientos, sabiendo muy bien que no hay forma de que pueda decirle
nada de esto. Ya es asustadizo así como estamos, teniendo en cuenta que
solo ha estado con mujeres, y ahora está aventurándose en un territorio
bisexual que lo asusta como la mierda. Sin mencionar que es un robot, y
aunque sé que hay algo allí similar al cariño por mí, basado en los textos
entre él y sus parejas anteriores, es un novato en el amor.
Lem entra en la habitación, cerrando la puerta detrás de él y
regresando a la cama. Deja su teléfono en la mesita de noche con un suspiro,
luego se quita los zapatos y se sienta a mi lado.
Me muero por saber quién era, si era Cynthia rogando por otro rodeo
en su polla perfecta y gigante, o Gabrielle preguntando si podían volver a
estar juntos, pero sé que es mejor no preguntar. No me lo diría, de todos
modos. Nunca responde a ninguna de mis preguntas sobre sí mismo.
La única razón por la que sé de dónde es, es porque todos los números
que le enviaban mensajes de texto tenían códigos de área de Atlanta.
Se recuesta contra la cabecera, enfocándose en la pantalla de
televisión que cuelga en la pared opuesta a la cama, volviendo a su habitual
modo esquivo. No puedo evitar mirarlo, apreciando la línea de su mandíbula
y su vello facial pulcramente afeitado. Sus labios carnosos y nariz simétrica,
cejas inmaculadas. Esas rastas. Dios, son sexys. Me gusta aferrarme a ellas
cuando nos besamos. Y me encanta cuando las ata en una especie de media
cola de caballo.
Incluso sus cicatrices… las que tiene alrededor de su garganta y en
sus muñecas. No sé de dónde vienen y, por supuesto, nunca me lo diría.
Pero por alguna razón, sus imperfecciones son tan atractivas como el resto
de él. Más incluso. Porque me recuerdan que es humano...
Lo hacen parecer alguien que podría sobrevivir a alguien como yo.
Es tan deslumbrante que ni siquiera sé cómo actuar. Desde el día
uno, he estado haciendo el ridículo con este hombre. Estoy un poco
sorprendido que siquiera esté interesado en mí, de cualquier tipo de forma.
Tragando mis inseguridades, me muerdo el labio. ¿Qué estamos
haciendo, Lemuel Love? ¿Querrías que fuera tuyo? ¿O solo estoy soñando…?
—Felix —gruñe mi nombre en ese tono de voz que le da a mis bolas 425
una agradable palpitación.
—Lem —susurro, parpadeando hacia su hermoso rostro.
Sus ojos se posan en los míos.
—Me estás mirando fijamente.
Mis pestañas revolotean nerviosamente.
—Lo siento…
—¿No estás disfrutando del programa? —pregunta, y hay un minuto
de desesperación en sus ojos que es casi la cosa más linda y sexy del mundo.
Es muy importante para él que me guste su programa favorito...
Me desmayo.
—Oh no, definitivamente lo estoy disfrutando —murmuro,
acurrucándome a su lado, recorriendo su muslo con mis dedos—. Pero
cuando ves Netflix y te relajas, en realidad se supone que no debes ver el
programa…
Sus ojos se oscurecen y su amplio pecho se mueve con una
respiración pesada.
—¿Eso es cierto…?
—Mhm. —Asiento con la cabeza.
Se mueve para estar completamente frente a mí.
—¿Qué se supone que debes hacer, entonces?
—Adivina. —Juego con el botón de su pantalón.
—Mmm... —murmura agarrando mi mano y luego presionándola
contra su ingle.
Una ráfaga de aire se me escapa mientras me froto contra él,
sintiéndolo ponerse rígido debajo de mi palma. Ya estoy jodidamente
salivando, mi trasero se aprieta con el deseo codicioso de ser llenado. Ni
siquiera puedo imaginar lo adicto que soy a tener su enorme polla enterrada
hasta el fondo de mi cuerpo. Es como ser electrocutado con placer.
—Mi pequeño psicópata sexy quiere que lo follen profundamente, ¿eh?
—pregunta en un acento salaz que envía un escalofrío por mi columna, y
mis bolas.
Asiento frenéticamente y ronroneo:
—Fóllame, doctor.
426
Gruñe, agarrando mi rostro y acercando mis labios a los suyos. Me
besa hasta dejarme en carne viva durante minutos, chupando y mordiendo
mi boca, casi agresivamente, y a mí me encanta. Mi polla ya está goteando.
—Creo que deberíamos tomar un baño —murmura en mis labios
hinchados—. Todas estas noches te has estado quedando aquí y todavía no
hemos usado la bañera.
Mis párpados se abren y lo miro, con ojos caídos con lujuria.
La bañera…
Inmediatamente, mi mente recuerda todas las veces que he estado en
una bañera con un hombre. Más de veinte veces, creo.
Los recuerdos del agua tibia empapada de rojo me hacen cosquillas
en el estómago. Lem me mira fijamente, con una mirada de complicidad en
el rostro. Esto no es coincidencia, él no es estúpido. Sabe perfectamente lo
que está sugiriendo. Siempre está experimentando.
Un hormigueo de entusiasmo comienza en los dedos de mis pies y
viaja por todo mi cuerpo mientras asiento lentamente.
—Me encantaría bañarme contigo.
Golpea mi barbilla con sus nudillos.
—Bien.
Luego se levanta y toma mi mano, ayudándome a levantarme de la
cama. Y corremos juntos hacia el baño. La bañera es una obra de arte.
Hubiera matado por tener algo así en mi casa, ¿entienden?
Es una tina con patas, definitivamente lo suficientemente grande
como para que quepan dos hombres adultos, con manijas cromadas y un
grifo con una boquilla desmontable. Una araña con una luz tenue cuelga en
lo alto y un espejo descansa en la pared justo al lado.
Es casi demasiado bonito para llenarlo de sangre. Dije casi.
Lem abre el grifo y comienza a llenar la tina, vertiendo lo que parece
como un poco de aceite y una pizca de sales de baño que tienen pétalos de
rosa y trozos dorados en ellas.
—Elegante —tarareo, mordiéndome el labio.
Me mira.
—Desvístete.
Mi polla salta ante su hosca orden. Me derrito por la forma en que me
ordena. 427
Me saco la camiseta y luego me quito los pantalones y el bóxer.
Desnudo y sin vergüenza, me paro frente a él, resistiendo el impulso de
cubrirme. A esta altura ya sé que le gusta mi cuerpo desnudo, sin importar
si entiende o no el por qué.
Sus ojos me dan un lento repaso y se lame los labios.
—Desnúdame.
Mi pulso se acelera cuando doy un paso hacia él, desabrochándole
primero la camisa de vestir. Me tomo mi tiempo, también porque mis dedos
están temblando, y abro un botón a la vez. Entonces desabrocho su cinturón
y sus pantalones, quitando la camisa de dentro.
Lem hace un sonido entrecortado, como si le gustara que le quite la
ropa. Lo enciende.
Lleno de confianza, empujo la camisa fuera de sus hombros
musculosos y por sus gruesos brazos. Prácticamente tengo que despegarla,
porque está muy bien adherida alrededor de las curvas de su fuerza y
tamaño. Entonces empujo sus pantalones con el bóxer hacia abajo,
agachándome mientras lo hago.
Dejo que mis dedos se deslicen por los gruesos troncos de sus piernas,
mirando hacia arriba, a él. Me está mirando, con los ojos llenos de esa
mezcla de nerviosa curiosidad y hambre lasciva que enciende el fuego en mí.
Levanta sus pies para que pueda quitarle los pantalones por completo, y
mis ojos se posan en sus partes como un imán. Su polla aún no está
completamente dura, pero sigue siendo impresionante, especialmente
descansando por encima de esas bolas perfectas. Todo el paquete es
majestuoso.
Obligándome a dejar de comérmelo con los ojos, me levanto
lentamente, ambos desnudos y respirando pesadamente con anticipación.
Mi mirada se dirige al espejo a nuestro lado, y admiro el reflejo. Lo diferente
que nos vemos… Es asombroso. Somos como dos piezas completamente
distintas, piezas que nunca esperarías que encajaran. Pero lo hacemos.
Perfectamente.
Los dedos de Lem rozan los míos y me estremezco. Gira para cerrar el
agua, y lo observo con avidez, su gran cuerpo, oscuro y decorado con tinta,
todas las curvas y líneas de sus excesivos músculos. Se me hace agua la
boca. Su piel es tan suave...
Toda esa deliciosa carne. 428
—Felix —tararea, tomando mi mano—. Quiero probar algo contigo.
—Te escucho —respondo ansiosamente, y mi polla bombea con más
sangre a cada segundo.
Me acerca más y nuestras pollas se rozan. Gimoteo.
—Esta vez, yo seré el asesino… Y tú serás la víctima.
Lo miro boquiabierto por un momento.
—¿Quieres ser yo...?
—Quiero verte como eran tus víctimas —suspira, acercándose poco a
poco a mi boca—. Que dejes tu control. —Estoy temblando mientras mi
pulso late en mis oídos—. Para mi investigación.
Cierto… Siempre experimentando.
—Por supuesto. Para la investigación —murmuro, pero sigo asintiendo
con la cabeza, porque haré cualquier cosa depravada por este hombre. Él
dice salta y yo ya estoy cayendo en picada—. Seré tu víctima, doctor Want.
Mátame.
Tararea un gruñido, mirando mis labios como si quisiera morderlos y
arrancármelos de la cara. Pero no lo hace. No todavía. En cambio, me ayuda
a entrar en la bañera.
Me acomodo en el agua tibia y calmante, el olor a aceite de rosas me
rodea en el aire lleno de vapor. Lem entra en la bañera, se sienta frente a
mí, juntando nuestras piernas cuando nos enfrentamos.
—¿Tienes miedo? —pregunta, inclinando la cabeza. Y en este
momento, él podría ser fácilmente el asesino entre nosotros dos.
Hay algo en él... Lo he sentido desde la primera vez que lo conocí.
Él también es retorcido.
Y entonces, aunque no necesariamente le tengo miedo, al hacer el
papel de víctima, asiento. Porque si yo fuera una de sus víctimas, estaría
aterrorizado.
Alcanza la mesa auxiliar junto a la bañera y recoge una de esas
esponjas de baño grandes y suaves.
—Déjame cuidar de ti, bebé. Te mostraré que no tienes nada que
temer.
Dios, mi polla está dura. Prácticamente está saliendo del agua. 429
Lem sumerge la esponja en el agua y comienza a lavarme. Empieza
con mis pies, masajeándolos y limpiando uno a la vez. Luego sube por mis
piernas, deslizándose más cerca a medida que avanza. Tira de mi mano
hasta que estoy sentado a horcajadas sobre su regazo, manteniendo
nuestros ojos unidos mientras él lava entre mis piernas.
—Uhhmmff... —murmuro, y se me cierran los ojos cuando acaricia mi
polla en el agua, usando la esponja para limpiar cada centímetro. Cuando
acaricia suavemente mi trasero, me estremezco y él tararea.
—Te gusta eso, ¿no? —Su voz vibra a través de mí, la esponja sube
por mi espalda. Asiento rápidamente—. Eres tan inocente… Tan dulce y
puro. No quiero nada más que atesorarte, amor.
—Se siente bien —susurro mientras aprieta la esponja sobre mis
hombros y mi pecho, dejando que el agua tibia me recorra todo el cuerpo—
. Tu afecto. Confío en ti.
Su garganta se hunde visiblemente al tragar y deja caer la esponja,
usando sus manos mojadas ahora, pasándolas por todo mi pecho y
subiendo por mi cuello. Va por mis anteojos, pero niego con la cabeza y no
me presiona más. Sigue adelante, lo cual tengo que apreciar.
—¿Listo? —pregunta, y no estoy seguro de lo que va a hacer, pero
estoy listo para todo.
Asiento, y me inclina hacia atrás, sumergiéndome al revés para que
solo mi cabello quede en el agua. Luego me levanta, aplacando las hebras
mojadas hacia atrás con los dedos.
Mi corazón está galopando. Esto es tan intenso. No tengo idea de lo
que vendrá con este juego, pero me encanta. Me encanta tener sus manos
encima, y su enorme cuerpo duro debajo de mí. Su polla flotando con la mía
en el agua, frotándonos por todas partes. Se siente sublime.
Lem quita un pétalo de rosa de mi mejilla, y sus ojos se clavan en mi
cara mientras estudia cada centímetro. De mí.
Luego me lleva a su boca y me besa con ternura, chupando mis labios
húmedos como si quisiera devorar cada bocado de mi sabor. Gimo
suavemente, agarrando sus hombros mientras nos besamos hasta quedar
estupefactos, respirando con dificultad mientras atacamos la boca del otro.
—Quiero tenerte para siempre, mi mascota —dice con voz grave.
Y aunque sé que esto es solo parte de su experimento, mi corazón
vuela dentro de mi pecho; le brotan alas y vuela por todo el lugar. Solo
430
escucharlo decir esas palabras es un sueño hecho realidad...
Si tan solo fuera real.
—Por favor... no me hagas daño. —Mi voz tiembla. Reproduce las
palabras que he oído tantas veces, de tantos hombres.
Pero cuando se lo digo a Lemuel, lo digo en serio. Resulta que sí le
tengo miedo.
Miedo de que cuando saque mi corazón de mi pecho, simplemente lo
dejará tirado.
—No tengas miedo. —Su voz ronca resuena en mis oídos, llevándome
de vuelta a mi bañera, a Brooklyn.
Me oigo decir las palabras, una y otra vez.
No tengas miedo.
Un apaciguamiento vacío. Tenían todo el derecho de estar asustados.
Tal como lo estoy ahora, solo que de una manera diferente.
La mano de Lem hace un camino hacia mi garganta, y tomo una
última y profunda respiración antes de que comience a apretar.
No estoy seguro de hasta dónde planea llevar esto. Pero le permitiré
sacarme el aire, porque hay algo muy emocionante en tener la mano de un
hombre alrededor de tu garganta. En renunciar a ese control... Poner tu vida
en las manos de alguien es la liberación definitiva. Es serenidad. Resulta
que disfruto renunciando al control tanto como anhelo tenerlo, algo de lo
que quizás nunca me haya dado cuenta si no fuera por el doctor Lemuel
Love.
Aprieta más fuerte y mi rostro se tensa, nuestros ojos están fijos en el
del otro. Él se cierne sobre mí, y antes de saber lo que está pasando, estoy
recostado en el agua, con él encima de mí. Y él está apretando mi garganta
lo suficientemente fuerte como para que mis los pulmones estén ardiendo y
mis ojos se pongan llorosos.
—Se supone que debes luchar contra esto, Felix —gruñe en mi cara—
. Como tus víctimas lo harían.
—Yo… no puedo… —Lucho por respirar.
—¿Por qué no?
—Porque no soy una víctima —grazno—. Y te dejaría matarme sin
dudarlo.
Su agarre se afloja, y sus cejas se fruncen.
431
—¿Quieres morir?
Mi cabeza se mueve un poco.
—No me importa.
Parpadea, como si estuviera en parte fascinado, en parte perturbado
y en parte triste. Sus dedos han renunciado por completo a estrangularme,
y ahora solo está rozando mi carne húmeda. Se estira hacia la mesa y toma
un control remoto, presionando un botón que inmediatamente enciende algo
de música suave.
La reconozco al instante.
—Esta es mi canción favorita.
Me mira boquiabierto, sus salvajes ojos ámbar están llenos de tanta
emoción mientras Tears For Fears canta sobre que todos que quieren
gobernar el mundo. Y murmura:
—La mía también.
No puedo evitar cómo lo estoy mirando en este momento. Saboreando
esta pequeña gotita de información como si fuera la primera gota roja de un
corte.
Tenemos la misma canción favorita...
Lem alcanza la mesa de nuevo, y esta vez su mano regresa sosteniendo
una de esas viejas navajas de afeitar de barbería. Mis ojos se posan en el
metal reluciente. La hoja afilada. Vuelvo a mirarlo, y mi respiración se vuelve
superficial.
La presiona contra mi garganta, suavemente, pero firme. El más
mínimo movimiento y me cortaría.
Mi polla está increíblemente rígida, se me hace agua la boca mientras
escalofríos me recorren por todas partes.
—¿Esto te asusta? —pregunta.
—No —tarareo, lamiendo mis labios.
—¿Te enciende…?
—Sí.
Murmura, y sus pestañas revolotean con un parpadeo lento. Le gusta
eso.
A mi doctor le gusta mi maldad.
Lem pasa la hoja por mi esternón hasta mi pecho, observando su
432
mano moverse a medida que avanza. Sus ojos vuelan hacia los míos, y sus
pupilas están dilatadas como si acabara de tomar alguna droga dura. Luego
clava la hoja en mi pectoral izquierdo, justo encima de mi corazón.
Se clava en mi carne, y el aguijón palpita inmediatamente mientras la
sangre gotea del corte. Gimo suavemente, dejando caer la cabeza hacia
atrás. Mierda, sí...
El dolor. La imagen de la sangre... Me está encendiendo. Nunca me he
excitado al ver mi propia sangre antes... Pero es Lem el que está cortándome.
Él es el asesino y yo soy su víctima.
—Felix —ronronea, sonando como si se estuviera desmoronando
mientras me corta de nuevo haciendo una X en mi pecho. Su cuerpo entero
está temblando mientras mi sangre corre por mi pecho.
—Lem… Lemuel —gimoteo, con el pulso acelerado.
Mi mirada de ojos caídos va a la sangre que corre hacia el agua y
maúllo un sonido áspero de excitación, mis bolas palpitaban al ritmo del
dolor de mi herida.
Lem se inclina y pasa sus labios por mi sangre. Luego los arrastra
hasta mi cuello, y mi cara. Y me besa, untando mi propia sangre en mi boca.
Esto es lo que él quería esa vez en la ducha, después de que maté a
O’Malley. Pero no estaba seguro... Hasta ahora.
—Mierda, bebé —jadeo mientras frota su polla contra la mía en el
agua. Está duro como una roca ahora—. ¿Te gusta cuando sangro para ti?
—Sí —lloriquea. Jodidamente lloriquea... nunca lo había escuchado
sonar así antes.
Se ha acercado bastante cuando está chupando mi semen.
Aparentemente, estas son sus perversiones. Degustar sangre y semen.
Jesús, este tipo está tan jodido como yo. Estoy increíblemente
enamorado de él.
—Más —gruño, ronco y temblando de necesidad.
Usa la hoja para cortar la parte inferior de mi pectoral esta vez. Mi voz
tiembla con suaves gritos de necesidad mientras gime en respuesta,
lamiendo la sangre que gotea de la herida. Pasa su lengua hasta mi pezón,
chupándolo fuerte, sus labios todos rojos con mi sangre mientras succiona
mi carne enarbolada como si estuviera tratando de sacar algo de eso. Se
siente tan jodidamente bien. Y cuando muerde, me estremezco y sollozo.
433
—Pruébeme, doctor Want —jadeo, agarrando sus rastas en mis
puños—. Quiero estar dentro de ti.
Es como un animal, gruñendo y rugiendo, chupándome y
mordiéndome, lamiendo mi sangre y untándola por toda mi piel. Vuelve a
mi boca, besándome hasta dejarme mareado mientras frota su pecho contra
el mío, untando sangre por todas partes sobre nosotros dos.
El sabor del cobre en nuestra boca es embriagador. Ambos estamos
borrachos y drogados por esto. Aturdidos, enfermos y excitados como el
infierno.
—Quiero comerte vivo, Felix Darcey —gruñe, arrastrando la boca por
mi garganta, mi pecho, y luego mis abdominales. El agua circundante es de
un color rosa opaco por la sangre, y mientras arrastra sus labios a lo largo
de mi cuerpo, murmura—: Toma esto. —Empuja la navaja de afeitar hacia
mí, y luego levanta mis caderas fuera del agua.
Tarareando, miro con anticipación mientras besa y chupa las líneas
de mis abdominales, luego mi pelvis. Besa por todas partes, ignorando a
propósito mi polla, que está tan estirada que se balancea, duele, su cabeza
brilla y las venas sobresalen por todas partes. Los ojos de Lem vuelven a los
míos y pasa su lengua en la coronilla, pero solo una vez. Suficiente para que
gotee antes de que vuelva a provocarme. Se mueve hacia abajo por mis
bolas, acariciándolas lentamente con sus labios gruesos. Luego besa la parte
interior de mis muslos, baja por mis piernas, acariciando su rostro contra
el vello de mis muslos, luego mis pantorrillas.
Creo que este es un momento para él... Uno en el que no solo deja
libre a su psicópata interior, sino también a su bisexual interior. Se está
permitiendo adorar mi cuerpo, explorar los lugares donde soy
inherentemente masculino.
Tengo que admitir que me está excitando como un loco. Este hombre
mayor recto como una flecha está acariciándome con su boca, su lengua y
su tacto. Es como mi fantasía oculta hecha realidad.
Lem se recuesta y saca mi pie del agua. Luego sube los labios por el
arco, tirando de mi pierna entre las suyas, frotando su polla en la parte
inferior de mi muslo mientras se mete mi dedo gordo del pie en la boca y lo
chupa.
—Mierda... —Tiemblo por la sensación incómoda pero que a la vez me
hace cosquillas.
434
No soy un tipo de pies en absoluto, y no creo que él tampoco lo sea.
Pero hay algo sobre que él quiera besar, lamer y chupar cada parte de mi
cuerpo que me hace temblar hasta la médula.
Gime con pura hambre animal, lamiendo cada uno de mis dedos antes
de pasar mi pie por su pecho y sus abdominales. Lo presiona hasta su polla
y maúllo, viéndolo empujar su enorme polla contra mi arco.
—Dios, bebé, sí… —jadeo, resollando sin aliento—. Úsame. Usa cada
pedazo de mí.
—Felix, me vuelves loco —se queja, con los ojos caídos de pura
intoxicación por lo que estamos haciendo—. Yo era normal antes de ti.
—Por supuesto. —Me río y sonríe perezosamente—. Sigue diciéndote
eso.
Deja caer mi pie y gruñe:
—Ponte en cuatro patas. Me voy a comer tu trasero.
Presiono mis labios para sofocar mi gemido. Nunca me ha hecho eso
antes.
Volteando, me pongo de rodillas en la bañera, y el agua rojiza chapotea
mientras me agarra el trasero. Me abre y deja escapar un suspiro, como si
se estuviera muriendo de hambre y finalmente se sentara a comer una
comida gourmet. Entonces su lengua se desliza sobre mi trasero.
Tarareo y me muerdo el labio. Lo vuelve a hacer, más lento esta vez,
lamiéndome poco a poco antes de besarme justo en el agujero. Sus labios
son como almohadas, chupando mi trasero mientras lo traza con su
poderosa lengua, dando vueltas y vueltas, en círculos castigadores.
—Maldita sea, Felix... —dice con voz áspera, con la boca enterrada en
mi trasero—. Sabes bien en todas partes. Eres tan dulce, bebé. Un agujero
estrecho y dulce.
—Fóllame… —Insto mis caderas hacia atrás, dándole mi trasero para
que lo devore, lo cual él hace. Estoy tan mareado que apenas puedo
sostenerme, y mi polla gotea líquido preseminal en el agua mientras gruñe
palabras obscenas directamente dentro de mi cuerpo.
—Podría comerte durante horas, bebé. Días… Quiero correrme en tu
trasero y comérmelo, pequeño puto dulce y enfermo.
—Lem —lloro, todo encendido y tan necesitado que creo que podría
colapsar—. Por favor fóllame. Te necesito dentro de mí. Por favor.
Resopla, separándose de mi trasero y dándome la vuelta. Cuando 435
nuestros ojos se encuentran, nos miramos, la respiración agitada, las
manchas de sangre en nuestras caras. Parecemos dos psicópatas totales, y
nunca he estado más enamorado, y más desesperado por correrme.
Los ojos de Lem se posan en la navaja que tengo en la mano. También
lo hacen los míos. Y sin pensármelo dos veces, le corto el pecho. En el mismo
lugar que él lo hizo en el mío.
Se ve sorprendido, durante dos segundos, antes de ahogar un gemido
irregular.
Su sangre gotea lentamente por su cuerpo mientras suplica, con una
voz ronca de necesidad.
—Súbete a mi polla, chico enfermo.
—Tú estás tan jodidamente enfermo —le digo bruscamente,
removiéndome para montarme a horcajadas sobre sus caderas.
—Eres malo. —Agarra mi cara, respirando sobre mis labios—. Vil.
—Tú eres jodidamente hermoso. —Empuño su polla, que ahora está
cubierta por su sangre.
Agarra mi trasero con fuerza en sus manos, abriéndome y
ayudándome a posicionarme.
—Eres el jodido monstruo más retorcido, depravado... y perfecto que
he conocido jamás. —Azota mi labio inferior con su lengua, guiándome hacia
abajo sobre su polla.
Mi trasero lucha por aceptarlo al principio. Aquí no hay lubricante
real en juego. Solo sangre, agua, líquido preseminal y saliva. Pero funciona.
Porque lo deseo.
Mi cuerpo se relaja lo suficiente como para recibirlo, y su cabeza se
abre paso en mi trasero. Ambos gemimos fuerte, empapados en sangre, y
nuestros ojos nunca se apartan del otro mientras me meto más de su polla
gigante.
—Dios, maldición, Lemuel. Úsame como si fuera tuyo. —Dejo caer mi
cara en la curva de su cuello, chupándolo y mordiéndolo.
—Toma toda esta polla hinchada en tu trasero apretado, ser malvado.
—Me siento sobre cada centímetro, enterrado tan profundamente que puedo
sentir todo de él, pulsando con necesidad.
Se está adueñando de mí con su polla. Poseyéndome.
Gimo y me quejo, lamiendo las cicatrices en su garganta.
436
—Cúrame. Arréglame, doctor.
—Te arreglaré, ¿de acuerdo? —gruñe, levantándome—. Monta mi
polla, Felix. Móntame como la puta malvada que eres.
Mis movimientos son temblorosos cuando me levanto sobre mis
rodillas tambaleantes, y mi trasero se arrastra por su polla antes de
descender en picada. Ambos gruñimos y gemimos, manos por todas partes,
nuestra sangre pintando nuestros pechos mientras se frotan.
—¿Sientes mi sangre en ti, bebé? —Suspira mientras me balanceo y
bajo sobre él—. ¿En lo profundo de tu trasero?
—Sí —jadeo, inclinándome un poco hacia atrás, desarrollando un
ritmo para montarlo lentamente. Se siente jodidamente increíble. Su polla
estirando mi trasero, apuñalando mi próstata, mientras yo reboto de arriba
a abajo en su regazo.
Probablemente luzco como una zorra maníaca en este momento, y me
encanta. Cubierto de sangre y frotando mi trasero necesitado sobre cada
centímetro de su polla.
—¿De quién es este trasero, bebé? —Lo golpea cuando subo, y lo
aprieto.
—Tuyo, doctor Love. Eres dueño de mi trasero.
—Mmm… Maldición, Escultor. Monta bien mi polla.
El mundo gira en espiral a nuestro alrededor. Enjoy The Silence de
Depeche Mode se reproduce de fondo con nuestros sonidos jodidamente
salvajes, y el agua roja salpica los alrededores de la tina.
—Mira esta gran polla ensangrentada —ronronea Lem, y mis ojos se
posan en mi polla entre nosotros, cubierta de su sangre. O la mía...
Probablemente la de ambos. La agarra y la acaricia a un ritmo que coincide
con el de mi incesante balanceo—. Córrete para mí, dulce monstruo. Quiero
ver palpitar a esta polla bonita.
Me estoy volviendo loco, montándolo como un demonio mientras me
masturba, y mi trasero lo agarra como un puño. Todo mi cuerpo está
enrollado con fuerza, apretado a su alrededor como una vid. Puedo sentir lo
tenso que está, listo para estallar en cualquier momento.
Quiero que se corra dentro de mí. Lo necesito.
La brillante euforia de su gran polla tocando mi próstata es casi
demasiado. Estoy atado al placer, tenso. Sin aliento y esperando…
—Voy... —gimoteo mientras mi cabeza gira fuera de mi cuerpo—. Voy 437
a… Bebé, bebé, bebé…
Lem me agarra la cara.
—¿Tu gran polla va a estallar para mí, chico enfermo? —Asiento con
la cabeza frenéticamente. Me besa y gruñe en mi boca—. Dame tu orgasmo,
Escultor. Yo también quiero ser dueño de eso.
—Mieeeerda... es tuyo. —Caigo por el borde y mi polla estalla—. Es
tuyo, es tuyo. Es todo… tuyo.
El semen sale disparado de mí, hasta nuestras caras. Puedo sentirlo
golpeando mi cuello, luego rociando todo nuestro pecho mientras Lem me
besa, tragando mis gemidos. Estoy jadeando tan fuerte que no puedo
obtener suficiente oxígeno, como si hubiera estado bajo el agua durante
minutos. Mis inhalaciones desesperadas están llenas de gemidos y quejas
del clímax más intenso de mi existencia.
—Eres jodidamente hermoso, bebé —murmura, con fascinación en su
tono—. La pieza más exquisita del mal. Yo…
Su voz se corta rápidamente, y me quedo buscando peligrosamente
sus palabras mientras gruñe una maldición y murmura:
—Me corro, Felix. Me corro en tu trasero.
—Córrete en mi trasero —le pido, confuso y encorvado contra su
pecho mientras bombea dentro de mí tan fuerte y profundo, estoy seguro de
que su semen va a salir disparado de mi boca cuando estalle.
—Maldición, sí, me correré en ti. Toma mi carga en tu trasero, dulce
Escultor, bebé.
—Lo estoy tomando... Tu monstruo lo está... tomando —jadeo, y otro
pequeño chorro de semen sale de mí al sentir su polla vertiendo pulsación
tras pulsación de calor dentro de mí.
Mi trasero se tensa a su alrededor y deja caer su frente contra la mía,
respirando en mi boca.
—Aprieta mi polla con ese agujero perfecto.
Su boca es tan sucia que estoy perdiendo la cabeza. Y mientras bajo
del subidón, escuchando sus malvadas palabras, todo lo que puedo pensar
es...
Te amo. Estoy enamorado de ti.
Se está reproduciendo en repetición en mi cerebro. Diferentes tipos de
palabras de lo que está vomitando su boca, pero todavía tan insistentes que 438
tengo que morderme los labios para evitar que se liberen.
Lem se desinfla por su orgasmo, y nos quedamos envueltos alrededor
del otro durante minutos en silencio. Solo escuchando su lista de
reproducción de música de los ochenta, que es exactamente igual a la que
escuchaba cuando estaba libre.
Las mismas canciones exactas que me ponía para revolotear por mi
apartamento mientras comía comida china. A veces bailaba con Want. A
veces le cantaba quienquiera que todavía estuviera en la bañera.
Estas canciones me traen muchos recuerdos, y aquí están. Siendo
reproducidas por el hombre del que ahora estoy desesperada y
perdidamente enamorado.
—No puedo creer que te guste la música de los ochenta… —Me
permito decir las palabras soñolientamente.
Los dedos de Lem suben y bajan por mi espalda, consolándome con
su toque saciado.
—¿Por qué no puedes creerlo? Para mí tiene más sentido que las
escuche yo que tú. Eres básicamente un niño.
Me río, y no estoy seguro de cómo, pero puedo sentirlo sonriendo.
—Nunca dijiste nada cuando te dije que me encantaba Tears For Fears
y Depeche Mode...
—Porque no estábamos hablando de mí. —Suspira, tocando el cabello
en la parte de atrás de mi cuello. Se siente alentador.
—Cierto. Siempre estamos hablando de mí —murmuro, obligándome
a apartarme de su pecho para poder mirarlo. Mis ojos caen por un
segundo—. ¿De dónde salieron estas? —pregunto vacilante, mientras mis
dedos rozan la piel desigual en su garganta.
Parpadea y, por un momento muy breve, veo a un chico asustado. La
persona que recibió estas cicatrices...
Pero lo cubre rápidamente, con un tic en la mandíbula.
—Seguimos sin hablar de mí, Felix.
—¿Por qué no? —pregunto—. No eres mi doctor en este momento.
—Sí, lo soy —dice intencionadamente.
Trago saliva, no me gusta a dónde va esta conversación. 439
—Pero… no eres solo mi doctor. ¿Cierto…?
Me mira por lo que parece una eternidad. Y de repente quiero retirarlo
todo. Quiero arrastrarme hasta un rincón y hacerme un ovillo.
—No —suspira. Y mi pavor se retira.
Sé que no debería presionar... Pero no puedo evitarlo.
—¿Qué eres?
Toma mi barbilla entre sus dedos.
—Estoy cubierto de tu sangre. Vamos a limpiarnos.
Sabía que no sacaría nada de él. Ni siquiera sé por qué lo intenté.
Lo que sea. No quiero que eso arruine mi estado de ánimo, porque ese
sexo fue increíble. Incomparable con nada.
—El mejor orgasmo de mi vida —bostezo, y Lem sonríe.
Realmente me gusta cómo no lo oculta tanto ahora. Todavía son raras,
sus pequeñas sonrisas y sus risas, pero se está volviendo menos tacaño con
ellas. Se siente como una recompensa.
Me agarra de las caderas para estabilizarme.
—Me voy a retirar, bebé. Pero quiero que mantengas ese semen dentro
de ti. No derrames una gota, ¿entendido?
Mi polla cansada se estremece cuando asiento con la cabeza. Jesús,
este hombre es un bicho raro. Es tan caliente que podría morirme.
Lem me ayuda a levantarme, sacándome de su polla blanda. Aprieto
tan fuerte como puedo, mordiendo el interior de mi mejilla mientras mi cara
se calienta bajo su mirada. Sé que me está escudriñando, y va a buscar ese
semen en un minuto, así que será mejor no dejar salir nada.
Ambos nos ponemos de pie con piernas temblorosas, mirando hacia
el agua. Está roja. Y me refiero a jodidamente roja. Derramamos mucha
sangre allí, lo que me recuerda.
Compruebo los cortes en mi pecho. La X que hizo sobre mi corazón,
como el tesoro enterrado de un pirata. La X marca el lugar... El sangrado
parece haberse ralentizado, pero todavía está burbujeando un poco. El del
pecho de Lem todavía está goteando.
—Los limpiaré después de que nos duchemos —me dice, con palabras
confiadas.
Me hace sentir como algo precioso, la forma en que se preocupa por
mí ahora, después de que tonteáramos. En la prisión él no era así… Me 440
apartaba cuando terminábamos, supongo que porque tenía miedo de lo que
eso significaba. Pero ahora, es diferente. Somos diferentes.
Solo desearía que lo admitiera. No quiero que huya de mí como todo
el mundo lo hace.
Me ayuda a salir de la bañera y me estremezco ante la sensación del
semen queriendo escurrirse fuera de mí. Luego me lleva a la enorme ducha
y entramos, abriendo el agua caliente.
Estoy removiéndome inquieto en el lugar. No creo que pueda aguantar
mucho más cuando dice:
—Date la vuelta. Déjame ver.
Giro y me doblo por la cintura.
—Abre —ordena. Mi cara está en llamas de vergüenza mientras tiro
de las mejillas de mi trasero para separarlas—. Puedes soltarlo ahora, bebé.
Lo hago, y observa su semen gotear de mí. Me siento humillado, pero
para mi propio disgusto, mi polla se está endureciendo, lo que significa que
me debe gustar.
Me siento especial… Elogiado por su inspección, su mirada posesiva.
En realidad me encanta.
Lem viene detrás de mí, pasando su pulgar sobre mi trasero,
introduciéndolo dentro de mí. Volviendo a meter el semen. Jadeo y él gime.
—Eres tan jodidamente sexy, Felix —susurra, dejando un beso en mi
espalda—. Date la vuelta y mírame.
Hago lo que dice, e inmediatamente me presiona contra la pared de la
ducha. Sus ojos brillan, sosteniendo algunas emociones que no puedo
ubicar mientras me mira fijamente, nuestros cuerpos tibios y manchados
de sangre pegados.
Insta su boca hacia la mía, besándome sensualmente; con una pasión
que nunca he experimentado antes de él. Bajo el rocío del agua, con
nuestros labios fusionados, las huellas de nuestra maldad son limpiadas.
Nos purificamos juntos, como un bautismo.
Pero mis pecados nunca podrán realmente ser lavados como la sangre
en nuestra piel. Sé eso.
Solo espero que mi condena no me lo quite a él. Que no se vaya como
todo el mundo, porque no tiene sentido para ellos amarme.
No merezco amor... ¿o sí?
441
Con todos los que vinieron antes que él, me encantaba la idea de
mantenerlos más que realmente amarlos. Ya no estoy tan seguro de que ese
sea el caso...
Porque este hombre, este humano profundamente complejo,
inteligente y hermoso, es el Want que siempre he soñado. Es de carne real
y lleva sangre caliente en sus venas, las cuales chorrean cuando lo corto…
Es perfecto, y eso es aterrador, porque sé que me dejará.
Sé que no merezco amor.

442
29
Lem

L
a incertidumbre me da comezón.
Siempre he anhelado el orden. Desde los catorce años
que salí corriendo, jadeando, con el corazón galopando del
sótano de una casa vacía, con las muñecas y la garganta en
carne viva.
Después de ese momento, supe que necesitaba tener el control de
todo. No podía dejar que nunca nadie me viera como una persona holgazana
y desordenada.
Nunca vuelvas a convertirte en un objetivo.
Entonces, cuando las cosas están en el aire, fuera de mi capacidad
para atraparlas en mi palma bajo mi sumisión, me siento tenso y repulsivo.
Mi piel pica y me cuesta respirar bien.
Me dirijo a la oficina de Johansson para que podamos conversar,
según su pedido. Me ha estado llamando durante los últimos días,
molestándome sobre Felix y sus estudios.
Esta reunión no tiene sentido. Ya sé cuál es su problema. Está molesto
porque no ha tenido tanto acceso a Felix últimamente para sus
experimentos. Me lo dijo por teléfono la otra noche.
Cree que mi relación con Felix está interfiriendo con su investigación,
al igual que con la mía. No lo dijo directamente, pero leí entre líneas.
Lo que pasa es que sé que tiene razón, pero me niego a admitirlo. 443
Porque no tengo una relación con Felix. Esto es solo trabajo…
Independientemente de lo espectacularmente destructivo que ha
sido... Lo maravillosamente mal, y hermosamente inconveniente que todo se
ha vuelto entre nosotros... Todavía es solo un trabajo. Y cuando complete
mi tarea, me iré.
Me… iré.
Mi estómago da un vuelco, pero lo ignoro, y deliberadamente no miro
en dirección a la fila de celdas donde Felix está actualmente encerrado. Lo
puse devuelta allí la mañana después de nuestra intensa noche juntos en
bañera llena de sangre. Pero eso fue hace días, y no lo he visto desde
entonces.
No he ido a su celda por la noche, cuando todo está tranquilo como lo
había estado haciendo durante días, y no lo he sacado de su celda. No lo he
llevado a dar un paseo por el bosque con los dedos entrelazados. No lo he
metido en la Mansión Ivory, llevado sigilosamente arriba a mi dormitorio y
follado hasta dejarlo sin sentido.
Hace días que no dormimos arropados en el otro… No me he
despertado con él quemándome vivo, metiendo su trasero en mi entrepierna,
o con su brazo pesado sobre mi cintura, sus respiraciones suaves y un poco
de su baba en mi pecho mientras duerme tranquilo.
Es tan tranquilo mientras duerme; el sueño de alguien sin una
preocupación en el mundo. Como si no hubiera asesinado a docenas de
personas y no estuviera encerrado indefinidamente en una prisión podrida
por ello. No puedo evitar preguntarme si es por mí que está durmiendo tan
profundamente. ¿Es porque lo hago sentir cómodo? ¿Seguro?
¿O es solo porque es un sociópata y no se preocupa por nada?
Realmente no importa, pero el punto es que independientemente de
que El Ivory me advirtiera que sacara a Felix de su casa, no pude evitarlo.
Continué llevándolo a casa conmigo todas las noches, porque no estaba
pensando. He estado hipnotizado por la química entre nosotros... Es tan
abrumadora, que ni siquiera puedo comprender de dónde vino o cómo es
posible. Y el sexo. Dios, sexo mortífero, escalofriante, y que te revienta las
bolas... Nunca he tenido algo así. Y he tenido sexo caliente antes.
Montones. Aventuras casuales con mujeres que conocí en cuartos
oscuros, perversiones compartidas siendo exploradas, y el poder ejercido
sobre sus cuerpos.
Sin embargo, nada de eso se acerca a lo que hago con Felix. Ni siquiera 444
está a la altura de la sensación de su cuerpo atesorando el mío, sus labios
y su piel suaves, su delicioso sabor. Sus músculos esculpidos, rastrojo
afilado entre afeitados… Su gran polla.
Lo digo en serio. ¿¿Desde cuándo me gustan las pollas?? Realmente no
tengo idea de cómo o por qué sucedió esto, pero la polla de Felix aparece en
mi cabeza al menos una vez cada quince minutos más o menos, y eso me
desconcierta.
Soy un hombre heterosexual, un doctor de la mente humana,
fascinado por la polla de un maníaco asesino. La vida va bien.
De cualquier manera, tuve que apagarlo. No importa cuánto me
gustaría mantener a Felix en mi cama en todo momento, tuve que dejar de
llevarlo a la mansión cuando Johansson comenzó a quejarse. Es demasiado
intenso por ahora. Necesitamos calmarnos… Tomarnos un tiempo
separados para que pueda averiguar qué está pasando entre nosotros.
Todo esto realmente me está sacando de mi juego, y solo necesito un
poco de tiempo para despejar mi cabeza.
La inquietud se asienta en mis entrañas cuando llamo a la puerta de
la oficina de Johansson, permitiéndome entrar. Como de costumbre, está
sentado detrás de su escritorio, y Templeton está parado junto a la
estantería. Pero esta vez hay un hombre que no reconozco en el sofá donde
suele sentarse Figueroa.
Acercándome, disfrazando casualmente mi frustración, aparto una
silla frente a Johansson y tomo asiento. Puedo sentir todos sus ojos sobre
mí, pero mantengo mi cara imperturbable y aburrida.
—Doctor Love —Johansson dice mi nombre con mucho menos
entusiasmo que usualmente, señalando al hombre en el sofá. Es más bien
joven, tal vez en sus cuarenta y tantos, con el cabello oscuro peinado hacia
atrás, bien afeitado. Atractivo, supongo, si lo estuvieras mirando de esa
manera—. Este es el doctor Arvin Hassan. Está aquí como sustituto, con la
transferencia de Abel y todo eso…
Asiento, sin entusiasmo.
—Lemuel Love.
—He escuchado grandes cosas, Doctor. —El doctor Hassan ofrece una
sonrisa cortante—. Yo también soy ex alumno de Johns Hopkins.
Levanto mis cejas.
—Sí…
445
Asiente.
—Creo que fui unos años antes que usted. Pero sé que debe haber
estudiado con el doctor Ricker…
—Sí, por supuesto —resoplo, complacido por la mención de uno de
mis profesores favoritos—. Todavía es fuerte, por lo que entiendo.
—Nunca se jubilará. —Hassan se ríe—. Es demasiado terco.
—En eso tienes razón —estoy de acuerdo. No diré que confío en este
tipo solo porque compartimos un alma mater, pero parece bastante decente.
Mis ojos se mueven hacia Johansson, que nos observa en silencio con la
cara en blanco—. Entonces… ¿Qué puedo hacer por ti, Jarvis?
Johansson frunce los labios.
—He hablado con Manuel. Hemos llegado al acuerdo de avanzar en
algunas técnicas agresivas con Felix. Ahora que él está de nuevo aquí para
siempre.
Mis dientes rechinan tan fuerte que me duele la mandíbula.
—¿Y qué tipo de técnicas serían esas?
Johansson mira a Templeton.
—Lemuel, mira. Sabes que nadie te respeta más que yo. He estado
siguiendo tu carrera durante bastante tiempo, y tu investigación aquí con
Felix ha sido impecable. Dicho esto, en las últimas semanas, parece que
puedes haber... perdido de vista el objetivo.
—¿Hablas jodidamente en serio? —digo furioso en voz baja.
—No estoy diciendo estas cosas para acusarte. Traigo esto a colación
para recordarte que todos tenemos un trabajo que hacer aquí. Todos
utilizamos métodos controvertidos. Es nuestro juego. Pero, ya sabes...
dentro de lo razonable.
—¿Qué estás tratando de decir exactamente, Jarvis? —Me inclino
hacia adelante, fulminándolo con la mirada—. Deja de dar vueltas y ve al
grano.
Johansson se mueve.
—Estás dejando que se meta en tu cabeza.
—No. —Resoplo—. Eso es mentira.
—Lo llevaste a casa contigo. —La voz de Templeton se cuela en mi oído
y mi rostro salta en su dirección—. Durante días sin parar… has estado
conviviendo con él en nombre de la investigación del comportamiento. — 446
Resopla, sacudiendo la cabeza—. Es una buena teoría, pero hay maneras
de conseguir lo que estás obteniendo sin permitir que un asesino en serie
duerma en tu cama contigo.
—Sí, todos conocemos tus métodos, pervertido de mierda —le siseo.
—Está bien, vamos a calmarnos. —Johansson suspira, pero lanzo una
mano hacia él, con la mirada fija en el idiota escocés junto a la estantería.
—No. A la mierda eso. Pongamos todo sobre la mesa. —Mi cabeza se
inclina—. No me gustas una mierda, Templeton. Creo que eres un
presumido, santurrón que es una vergüenza para la profesión. —Los ojos de
Templeton se endurecen mientras echa humo en mi dirección. Pero no he
terminado—. Te investigué, ¿sabes? Casi fuiste expulsado de la Universidad
de Edimburgo por mala conducta. Por experimentar con estudiantes
universitarios bajo el radar de la universidad…
—Eso fue un error de juicio —se queja—. Todos daban su
consentimiento…
—Estoy seguro de que sí —murmuro sarcásticamente—. Pero el hecho
se mantiene. No confío en ti con Felix. No confío en que no lo jodas o lo
arruines de alguna manera en nombre de tu investigación equivocada.
—Doctor, todos estamos aquí para investigar —responde Johansson—
. Felix no es tu propiedad personal. Y tú preocupación debe estar en lo que
podemos ganar de él, y no en él.
—Él es mi paciente. —Mi puño se aprieta una y otra vez a mi lado, y
la rabia se está construyendo dentro de mí como un Tetris.
—Paciente. No novio —murmura Templeton.
Veo rojo. Poniéndome de pie rápidamente, empujo mi silla fuera del
camino con un fuerte chirrido.
—¿Tienes algo que decir, hijo de puta pelirrojo? —Pisoteo hacia
Templeton mientras se endereza.
No me detengo hasta que estoy a un centímetro de su cara. No
retrocede, y me está dando ganas de derribarlo. No soy de los que se meten
en altercados físicos, pero he estado boxeando en el gimnasio durante años.
Si este imbécil quiere seguir diciendo mierdas, no tendré problema en
cargármelo.
—Tu tiempo aquí se acabó, Love —dice Templeton con calma,
demasiado presumido para mi gusto—. Es hora de que vuelvas a tu vida.
Deja a Felix conmigo. —Sonríe—. No te preocupes... yo me ocuparé de él.
447
Me abalanzo sobre él, e inmediatamente Johansson y Hassan me
sostienen mientras rujo en la cara del escocés:
—Te voy a noquear, ¡¿me oyes?! ¡Tócalo de nuevo y estás muerto!
—¡Doctor, basta! —se queja Johansson, luchando por mantenerme
bajo control.
Por mucho que quiera zambullirme sobre ese imbécil y aplastarle la
cara contra el suelo, me obligo a cerrar los ojos y respirar.
—Quítense de encima de mí. —Me encojo de hombros fuera de su
agarre, acechando hacia la puerta.
—¡Doctor! Lemuel… ¡vamos a tratarlo! Te guste o no. —La voz de
Johansson resuena, pero ya estoy fuera de la oficina, irrumpiendo en el
vestíbulo.
Necesito alejarme de estos tontos antes de que realmente pierda el
control.
Me abro paso a través de las puertas del Ala Este, de regreso a mi
oficina, mientras me regaño mentalmente. No puedo creer que haya
explotado así...
Nunca antes me había comportado de esta manera con mis colegas. Y
claro, esos tipos están en el tono más oscuro del gris de la moral,
especialmente para ser doctores. Pero aun así, esa es la naturaleza de este
lugar. Este trabajo, y la investigación que estoy haciendo aquí. Investigación
por la que he estado muriendo desde la escuela de medicina. Incluso antes
de eso... Desde que era un adolescente.
Trabajar con alguien como Felix Darcey, aprender de él, siempre ha
sido el sueño que he perseguido. Y ahora que lo tengo, lo estoy arruinando.
Me estoy follando a mi paciente. Tampoco he hecho eso antes...
¿La primera vez que cruzo esa línea poco ética y lo hago con El
Escultor…?
¿¿Qué mierda me pasa??
Entro a pisotones en mi oficina, cierro la puerta de un golpe con un
rugido, retrocediendo contra ella. Me tapo la cara con las manos y trato de
acordarme de respirar. Pero contar hasta diez no está funcionando esta vez.
Mi cabeza está completamente jodida.
Nunca antes había dejado salir mis emociones frente a extraños.
Nunca he sido tan posesivo con un paciente que solo conozco desde hace
unas pocas semanas... 448
Nunca había tenido el impulso tan fuerte dentro de mí de proteger a
alguien. De mantenerlo bajo un vidrio, como una flor rara y preciosa. ¿¿Por
qué me siento así??
¿¿Qué tiene este paciente, el jodido Felix Darcey, que está poniendo
todo mi mundo patas arriba??
Sea lo que sea, no puedo permitirlo. No me comporto de esta manera.
John Douglas estaría avergonzado.
Mi mente está disparando pensamientos rápidamente mientras me
acerco a mi escritorio y recojo el walkie que uso para contactar a los
guardias. Presionando el botón, ladro:
—Que alguien traiga a Felix Darcey a mi oficina ahora mismo.
Tirándolo, camino por la habitación durante minutos y minutos.
Pasan tan jodidamente lento, que cada uno de ellos eleva la tensión en mis
venas; la ira, la confusión y la angustia. Todo está tejiendo su camino
alrededor de mis músculos hasta que estoy hirviendo.
Y luego suena un golpe en la puerta.
Peters entra, arrastrando a Felix. Está usando una camisa de fuerza,
y está encadenado en los tobillos. Pero cuando Peters va a quitarle los
grilletes, gruño:
—Déjaselos.
Peters me da una mirada. Luego mira a Felix, cuya frente está cubierta
de inquietud.
—De acuerdo —murmura Peters y sale de mi oficina, cerrando la
puerta detrás de él.
Mi mirada acalorada se centra en Felix mientras parpadea hacia mí.
—¿Realmente no me vas a quitar estas cosas?
—No. —Hago un gesto hacia el sofá—. Ve a sentarte.
Felix parece preocupado y confundido.
—¿Está todo bien…?
—Siéntate, Felix —gruño.
Traga visiblemente, arrastrando los pies hacia el sofá, y las cadenas
resuenan mientras camina. Toma asiento, atado en la camisa de fuerza,
pareciendo totalmente incómodo. Pero no me importa eso. Lo he hecho
sentirse más que cómodo en el poco tiempo que lo conozco. Ese fue el error
número uno.
449
Pensé que haría que se abriera a mí, que me ayudaría con el trabajo.
En cambio, le hizo pensar que éramos amigos. O potenciales amantes.
Necesito cortar con esta mierda.
Camino hacia la silla, tomo asiento, presiono grabar en mi teléfono y
lo dejo caer sobre la mesa con un golpe.
Los ojos de Felix están muy amplios mientras me mira boquiabierto.
—¿Estás seguro de que estás bien…? Pareces…
—No estamos hablando de mí, Felix —lo interrumpo con severidad—.
Tú eres el paciente y yo soy el doctor.
Sus cejas se juntan.
—¿Qué carajos, Lem? No te veo durante días, y cuando finalmente me
llamas, actúas como...
—¿Actúo como qué? —Entrecierro los ojos.
—Como un idiota —resopla.
—Bueno, resulta que todo lo que necesitaba era un tiempo lejos de ti.
—Dejo que las palabras se deslicen por el aire. Y una vez que están ahí fuera,
son todo lo que puedo oír. Me hace sentir mal, pero lo supero lo mejor que
puedo.
Felix parece atónito; herido. Como si le hubiera disparado de la nada.
—¿Por qué estás actuando así? —No digo nada, simplemente lo miro
fijamente mientras se pone un poco nervioso—. ¿Se trata de las chicas de
tu teléfono…? ¿Vas a volver con ellas?
Le doy una mirada confusa.
—¿Qué chicas? ¿De qué estás hablando?
Mira su regazo.
—Revisé tu teléfono y vi tus mensajes de texto. Tus ex te estaban
enviando mensajes…
La explosión de cosas que sucede dentro de mí al escuchar esto es
abrumadora como el infierno. Estoy indignado, pero también un poco
halagado. Intrigado, y me quedo embelesado por un momento. Pero luego lo
bloqueo, reemplazándolo con molestia, negación y más hostilidad.
—Mis relaciones no son de tu incumbencia, Felix —grazno, luego
aclaro mi garganta—. Tampoco lo es lo que elija hacer cuando deje esta isla.
450
Sus ojos se agrandan mientras lucha contra la tela de la camisa de
fuerza.
—Espera… ¿Cuándo dejes esta isla? ¿¿Por qué te irías??
Mi cara es de piedra todavía. Tengo que forzarla para que se quede
así.
—Es inevitable. Mi investigación contigo se ha estancado. No estoy
seguro de cuánto más pueda aprender de ti, y se está volviendo demasiado
complicado.
La expresión de su rostro me está dando ganas de vomitar, pero me
lo trago.
—No… No, no, no. Espera. Tengo más. —Jadea frenéticamente,
respirando irregularmente, como si fuera a hiperventilar—. Puedo darte
más. Lo que sea, simplemente no… no te vayas.
Mis dedos se están clavando en mi muslo con tanta fuerza que me voy
a lastimar.
—¿Cómo qué? ¿Qué más puedes decirme...?
Hace una pausa por un momento, mordiéndose el labio inferior.
—Puedo hablarte de alguno de los cuerpos desaparecidos. Las
víctimas que la policía no pudo localizar…
—Eso no me interesa —gruño—. No estoy realizando una
investigación policial.
—Está bien, bueno, ¿qué quieres saber? Cualquier cosa… te contaré
lo que sea. —Sus labios están temblando. Puedo verlo desde donde estoy
sentado, y me recuerda las veces que lo he besado.
Lo suaves que se sienten sus labios sobre los míos, lo carnosos y
jugosos que son, y cómo se emociona cuando los muerdo. Los sonidos
entrecortados que han fluido entre nosotros cuando estamos perdidos en la
lujuria más espesa que la niebla sobre los páramos.
Parpadeando fuerte, apartando eso. No puedo. No puedo tener
sentimientos por él.
Felix Darcey no tiene material de novio. Es un sociópata narcisista
que ha asesinado a más personas que el maldito Jack El Destripador.
Inclinándome hacia adelante en mi asiento, fijo mi mirada furiosa en
sus ojosos grises tormentosos.
—Cuéntame más sobre lo que sentiste cuando los mataste.
451
Sus pestañas revolotean nerviosamente.
—E…está bien. —Asiente—. Por supuesto. Um... bueno, solía usar
mis manos para estrangularlos, pero es muy difícil. Terminaba golpeando
sus cráneos eventualmente porque se me cansaban las manos.
Mi corazón late con fuerza y aprieto los dientes.
—¿Pero preferías la estrangulación? ¿Por qué?
—Porque las puñaladas y los golpes hacen un desastre —dice
simplemente. Me dijo esto antes, pero estoy buscando.
—Entonces, ¿qué usaste? ¿Aparte de tus manos?
—Bridas —dice con calma—. Bolsas de plástico, cinturones, cables.
Realmente cualquier cosa que tuviera cerca. Las bridas son las más fáciles.
Puedes comprimirlas rápidamente, y no hay manera de que se zafen.
Mis ojos están secos por no parpadear durante un tiempo.
—¿Y los observabas mientras hacías eso?
Me da una mirada perpleja.
—Sí…
—Simplemente te sentabas y observabas mientras seres humanos
luchaban por respirar... Se sacudían, giraban, se retorcían e intentaban
liberarse... como tú cuando estás excitado y listo para que te follen. —Su
cara se ruboriza al instante. Mi pulso está acelerado, pero continúo. Sigo
empujando—. Tú solo te quedaste allí parado y los observaste morir.
Parpadea, en silencio por un momento, antes de murmurar:
—Bueno... sí.
—¿Y cómo te hizo sentir eso? —gruño.
—Yo… —tartamudea—. Realmente no sentía nada.
Lo fulmino con la mirada.
—Nada.
Se encoge de hombros.
—A veces me excitaba… Por lo general, los sostenía. Descansaba mi
cabeza sobre sus corazones y escuchaba…
—Esperando a que se detuviera —susurro, fascinado. Disgustado y a
la vez tan jodidamente hipnotizado. 452
Mi estómago se revuelve. ¿¿Este es el hombre por el que estoy
desarrollando sentimientos?? No puedo. No puedo tener sentimientos por él.
Es un monstruo.
Podría intentar matarme.
Un escalofrío me recorre la columna y la oscuridad parpadea en mi
mente.
Luchando contra las ataduras. Empujando y luchando, esforzándome
por liberarme.
Mis dedos se elevan distraídamente hacia las cicatrices en mi
garganta.
—Si estás tratando de encontrar remordimiento en mí, sabes que no
lo tengo —dice furioso, y vuelvo a la realidad—. Soy un monstruo, Lem. Yo
lo sé y tú lo sabes. ¿¿Por qué eso es un problema de repente??
—Porque estás enfermo, Felix —suspiro. Mi corazón está cansado—.
Y no quiero que me infectes.
Sus ojos se vuelven redondos y brillantes, le tiembla la barbilla por su
evidente sufrimiento. Pero lo cubre con animosidad.
—Vete a la mierda.
Me levanto rápido. Porque ya no puedo quedarme aquí sentado y verlo
así. No puedo ver su rostro. Esto es demasiado.
Apresurándome hacia mi escritorio, busco el walkie-talkie. Lo necesito
fuera de aquí.
—¡Qué carajo... detente! —ladra, saltando. Casi se cae por las cadenas
alrededor de sus tobillos mientras se precipita hacia mí—. No los llames. No
todavía. ¡No hagas que me vaya!
—Felix, he terminado —murmuro, recogiendo el walkie.
Antes de que pueda presionar el botón, me da un golpe con la cadera
y este sale volando hacia el suelo.
Lo fulmino con la mirada.
—¿Qué mierda es esto? ¿¿Vas a pelear conmigo para que deje que te
quedes?? ¿Cuál es el punto?
—No sé qué pasó entre el otro día y ahora, pero esto no tiene ningún
sentido. —Respira con dificultad, abriéndose paso frente a mí—. Estás
corriendo porque estás asustado, y es patético.
Me inclino sobre él. 453
—¿Crees que soy patético?
—Creo que tienes miedo... de lo mucho que te gusta estar conmigo —
grazna—. De ser como yo.
—No soy para nada como tú, Felix —digo en su rostro.
Algo pasa por sus ojos y se pone rojo.
—¡Sí lo eres! ¡Admítelo! Eres retorcido como yo, y eso te asusta.
—¡Eres un asesino en serie! —rujo.
—¡Sí, y te encanta! —grita—. Puede que no seas un asesino, pero
tienes sentimientos por uno.
Lo agarro por la garganta.
—Cierra la puta boca.
—¿Ves lo que quiero decir? —Jadea, luego presiona sus caderas
contra las mías—. Estás duro ahora mismo. Quieres estrangularme,
¿verdad, Lem?
—Por supuesto que estoy duro —siseo—. Estoy parado junto a una
pequeña zorra a la que le encanta que se la metan en carne viva. —Lo froto
agresivamente contra mi escritorio y gime—. Y es doctor Love.
—Debería ser doctor Miedo. —Sus labios tiemblan a través de sus
palabras—. Porque le tienes miedo al amor.
Algo en mí se quiebra.
El control al que me he estado aferrando como el infierno, que ha
estado pendiendo de un hilo todo el día, se desliza entre mis dedos y hago
erupción como un volcán de odio, lujuria, ira, confusión... miedo. Todas esas
cosas y algunas más.
Rujo en la cara de Felix y le doy la vuelta, empujándolo hacia delante
con una mano en la espalda hasta que está inclinado sobre mi escritorio.
En un abrir y cerrar de ojos, he bajado sus pantalones y calzoncillos hasta
dejarlos alrededor de sus muslos y me estoy desabrochando el cinturón.
—Lem… —La voz de Felix tiembla.
Pero no puedo escucharlo. Me quito la corbata y se la meto en la boca.
—No hables, maldito enfermo.
Saco mi polla, y está tan dura que está goteando. Escupo en mi mano
unas cuantas veces, lubricándola tanto como puedo con eso. Tendrá que ser
454
suficiente, y si no es así, no me importa.
Me he vuelto loco.
Mis movimientos son frenéticos y nerviosos mientras empujo mi
resbaladiza cabeza hacia su agujero y gime alrededor de la obstrucción en
su boca. Librando mi cinturón de los presillos de mi pantalón, lo doblo y lo
golpeo fuerte contra su trasero.
Balanceo mi mano para golpearlo de nuevo, y el sonido amordazado
de sus sollozos resuena, pero no lo suficientemente fuerte como para
dominar mi pesada respiración, o mi corazón latiendo en mis oídos. Lo azoto
en el trasero con mi cinturón varias veces... Honestamente, no he estado
contando, pero creo que fueron al menos diez veces. El trasero de Felix está
rojo, desgarrado y a punto de sangrar.
Escupo en mi polla una vez más, dejando caer el cinturón y abriendo
sus mejillas para escupir en su agujero.
—Esto es lo que te mereces, Escultor —siseo, metiendo mi polla en su
trasero.
No le doy tiempo a adaptarse. Solo me aseguro de que la saliva
funcione como lubricante por un segundo, pero luego empujo cada
centímetro dentro de él.
Llora con mi corbata en la boca mientras bombeo dentro y fuera de él,
de forma áspera y rápida, metiéndome en un trance. Un anhelo furioso arde
en mis venas como ácido mientras follo a Felix contra mi escritorio, haciendo
que mis bolas choquen contra las suyas con mis embestidas profundas y
dañinas. Le aparto las piernas todo lo que puedo, los grilletes le impiden
extenderse, pero me las arreglo.
El slap, slap, slap de mis embistes tan fuertes como es humanamente
posible resuena a través de la habitación, y mis gruñidos y sus gemidos
azotan mi cabeza. Estoy mareado, descontrolado, observándome desde
algún lugar lejano.
Simplemente no puedo volver.
Mi orgasmo se acerca rápidamente... Sé en algún rincón lejano de mi
mente que lo he extrañado. Lo he extrañado desesperadamente durante
días, con mi cuerpo.
Con mi corazón.
Pero aparto eso lejos y sigo embistiéndolo, conduciendo mi polla
profundamente y tirando de él hacia atrás, solo para volver a azotarlo. 455
Inclinándome sobre él, agarro su cabello, echando su cabeza hacia atrás.
—¿Te duele, chico enfermo? —susurro en su oído, y mi voz se quiebra
con la necesidad urgente de correrme. Asiente rápido—. ¿Te gusta?
Asiente de nuevo con lágrimas en los ojos.
—¿Te correrás por el dolor? —le pregunto, chupando
desesperadamente la carne blanda de su cuello. Lo muerdo y maúlla—.
¿Porque soy yo quien te folla, rudo y enojado, de la forma en que mereces
que te follen?
—Mmm-mmm —murmura y asiente, con las pestañas revoloteando,
sus anteojos casi resbalándose de su cara por mis desenfrenadas
embestidas.
—Buen chico —gruño—. Te voy a llenar, Felix. Y quiero que te corras
en tus pantalones mientras me vacío en ti, ¿de acuerdo?
Asiente, con los ojos en blanco cuando empujo su rostro hacia abajo
con fuerza sobre el escritorio. Lo presiono con fuerza, corcoveando contra
él, cabalgando fuerte su trasero hasta que me parto justo en el medio. Y dejo
escapar un gemido irregular mientras me corro violentamente en su trasero.
Mis manos se precipitan sobre él, agarrando la camisa de fuerza
mientras mi polla se libera, y mis pelotas se contraen. Todo mi cuerpo está
entumecido. Ni siquiera puedo procesar lo que acaba de suceder.
Dejando caer mi frente sobre su espalda, recupero el aliento mientras
Felix gimotea y solloza. Alcanzo entre sus piernas y froto sus bolas, sintiendo
inmediatamente la humedad de su orgasmo por todas partes.
—Felix… —suspiro—. Yo…
No. Detente.
Lo que fuera que iba a decir… no puedo. Me reviso y salgo de él,
subiéndole rápidamente los pantalones. Guardando mi polla, me enderezo,
y alcanzo el walkie del suelo.
—Que alguien venga a buscar al recluso #89 —gruño, tirándolo de
nuevo.
Felix está de pie, tembloroso y desaliñado. Le quito la corbata de la
boca, y la meto en el cajón de mi escritorio. Luego me apresuro hacia la
mesa para agarrar el teléfono, deteniendo la grabación. Me aclaro la
garganta y tomo asiento. Mis ojos se mantienen en mi teléfono durante los 456
diez minutos que tarda Peters en llegar aquí, y sacar a Felix de mi oficina.
No puedo mirarlo.
La cagué.
Lo reconozco. No estoy demasiado orgulloso de decir que cometí un
gran error. Y lo hice.
Una gran y gigantesca cagada.
He estado en la mansión durante horas. Después de mi desastroso
día en la Penitenciaría de Alabastro, de inmediato me fui directamente a
casa. Tomé una larga ducha e intenté obligarme a comer, aunque ya no
tenía apetito. Deber haber desaparecido con mis malditos modales.
Y ahora he estado holgazaneando con mis sentimientos, tratando de
mirar la TV, pero no puedo concentrarme en nada de lo que sucede en la
pantalla.
Todo lo que puedo ver es la cara de Felix cuando le dije que no quería
que me infectara.
O el estado en que dejé su trasero.
Soy un maldito pedazo de mierda.
Ni siquiera puedo creer que le hice eso. Independientemente de mi
propia mierda, con la que estoy tratando de lidiar, no es su culpa. Lo único
que me ha hecho, a mí directamente, es expresarme su interés.
Sabes que es más que eso, tonto. Tiene fuertes sentimientos… por ti.
Me estremezco y tiro de mis rastas. Un asesino en serie está
enamorado de mí. ¿¿Qué se supone que debo hacer al respecto?? ¿Dónde
empezó a descarrilarse todo?
Sé la respuesta a eso. Cuando accedí a aceptar este maldito trabajo.
Suena un teléfono y me acerco al teléfono del trabajo en la mesita de
noche. Pero no está sonando.
Levantando la mirada, mis ojos van a mi escritorio. Debe ser mi
teléfono personal... 457
Me levanto y camino, abro el cajón y tomo mi celular. Callahan me
está llamando. Suspirando en voz alta, deslizo mi dedo sobre la pantalla
para ignorar la llamada. Se supone que no debo tener contacto con la gente
de fuera mientras estoy en este trabajo. Fue una de las estipulaciones del
alcaide que realmente tomé en serio. Principalmente porque estaba usando
este trabajo como unas vacaciones de mi vida normal. Y al parecer
funcionó…
Vine aquí y entré en una relación homosexual con un asesino. Si eso no
son unas vacaciones de la realidad, entonces no sé qué es.
Pensar en Felix hace que me duela el pecho. La tristeza en sus ojos.
Las respiraciones dolorosas que salían de él cuando lo estaba follando
contra el escritorio... Sé que se corrió, pero ese no es el punto. Lo traté mal,
y necesito disculparme.
A la mierda el espacio. A la mierda la distancia. Solo necesito verlo.
Necesito…
Mi teléfono empieza a sonar de nuevo. Es Callahan. Otra vez. Vete,
hombre. Estoy ocupado.
Deslizo para ignorar una vez más, y guardo el teléfono en mi bolsillo.
No tengo tiempo para lo que quiera ahora mismo. Necesito hacer algo
primero.
Salgo de mi habitación rápidamente, bajando las escaleras. Agarrando
unos cuantos recipientes de sobras de comida china, los caliento y luego los
empaco en una bolsa de papel. Y salgo.
Kent no está cerca, así que me subo a uno de los SUV y conduzco
hacia la prisión. Y cuando llego allí, me dirijo directamente a la celda de
Felix.
Cuando llego, lo encuentro acostado boca abajo en el suelo, lo cual se
ve raro. Pero luego recuerdo su trasero, todo rojo y en carne viva por mi
cinturón, y mi estómago se desploma sobre el sucio cemento.
Qué pedazo de basura.
Tragándome mis inseguridades cargadas de culpa, abro la puerta. Su
rostro salta ante el sonido, y cuando ve que soy yo, hay una elaborada
mezcla de alivio, miedo y furia en sus ojos grises.
Entro lentamente.
—Felix… 458
—Pareces olvidar que podría matarte —gruñe—. Y que disfrutaría
totalmente haciéndolo también.
—Lo sé. Sé eso. —Asiento con la cabeza, acercándome a él—. Pero
también sé que no lo harás.
Sus cejas se levantan mientras se sienta, haciendo una mueca cuando
lo hace.
—¿En serio?
—Bueno, no al cien por ciento…
Frunce los labios como si estuviera tratando de no sonreír.
Me dejo caer de rodillas frente a él.
—Bebé... lo siento.
Me mira en silencio por un momento, y arruga la frente mientras su
mirada cae y murmura:
—Vete a la mierda.
Alcanzo su mandíbula y se estremece. Se siente como ser apuñalado
entre las costillas.
—Lo digo en serio. No te merecías eso.
—No me digas —sorbe por la nariz, y sus ojos saltan de vuelta a los
míos—. ¿Qué demonios te pasó? Eres como el doctor Jekyll y Mr. Hyde.
—Fui un imbécil. —Paso mi pulgar a lo largo de su labio inferior—
. Déjame compensártelo.
Parpadea.
—Diría que no, pero huelo comida china.
Una sonrisa incontrolable, del tipo de la que solo Felix es responsable,
tira de mis labios.
—Arroz frito con pollo, brócoli y camarones.
—Ñam —susurra.
—Ven aquí. —Me pongo de pie, ayudándolo a levantarse. Luego me
estiro a su alrededor, y desato los cordones de su camisa de fuerza. Inclina
su cabeza hacia mí, y mi corazón se hincha.
Estoy lleno de nervios... todavía lo estoy. Estoy confundido acerca de
lo que está pasando entre nosotros, tal como lo he estado desde el primer
día. Pero eso no cambia el hecho de que no creo que pueda alejarme de esto 459
si lo intentara.
No sé qué se supone que debo hacer, pero por ahora, lo libero. Luego
tomo su mano en la mía y lo saco de la celda, recogiendo la bolsa de comida
al salir. Y caminamos a mi oficina.
Abriendo la puerta para él, entra paseando, estirando los brazos
detrás de su espalda.
—Esperaba que volviéramos a la mansión...
Cierro la puerta y la bloqueo.
—El sofá tendrá que servir. Lo siento, bebé.
Se muerde el labio.
—Todavía estoy enojado, pero puedes seguir llamándome así si
quieres.
Suelto una risa. Simplemente brota de mis labios.
—¿Te gusta, bebé?
—A decir verdad, podrías llamarme cualquier cosa y estaría bien con
ello. —Su ceño se arquea—. Incluso enfermo de mierda.
Resoplando, niego con la cabeza, dejando la comida en la mesa antes
avanzar hacia él. Tomo su rostro entre mis manos y lo obligo a mirarme.
—Lo siento mucho por lo de antes, Felix. No lo decía en serio…
—Sí lo hacías. —Su garganta se hunde—. Está bien. Sé lo que soy…
—Lo sé, pero eso no significa que sea correcto. La forma en que te
traté... fue aborrecible. Me enferma que haya tenido ese comportamiento,
bebé.
Me da una mirada como si estuviera loco.
—Pero soy un asesino, Lem. Mato gente... Y ni siquiera me siento mal
al respecto. Todo lo que me dijiste era verdad.
—Sí, lo sé —suspiro—. ¿Pero eso significa que mereces ser usado y
tirado a un lado como basura? —Hace una mueca que dice, tal vez...—
Bueno, supongo que eso está por verse. Pero yo no quiero tratarte de esa
manera. Porque creo que eres increíble. Honestamente… Estoy deslumbrado
por ti.
Coloca una palma sobre mi pecho, sobre el corte que me hizo y que
apenas está comenzando a sanar.
460
—Solo te gusto porque estoy jodido. Soy como una creación de
laboratorio… algo retorcido y antinatural que mantienes encadenado. No se
supone que debes preocuparte por esta cosa, Lem.
—Sé que no se supone… —susurro. Pero creo que lo hago…
Vuelve a negar con la cabeza, el rostro decorado con coacción.
—Solo digo que nada de esto importa. Nunca podríamos... estar
juntos. —Sus ojos se agrandan mientras me mira boquiabierto—. Quiero
decir… si tú quisieras eso. Lo cual no estoy diciendo que lo hagas…
Le hago un puchero, porque es tan jodidamente lindo, luego presiono
mis labios contra los suyos con un beso dulce. Uno que no exige nada. Es
solo un beso para Felix, porque creo que necesita uno.
—Soy un monstruo. —Su voz tiembla—. Y tú no. Eres una persona
normal.
—Estoy lejos de ser normal —murmuro, divertido—. Lo que me
estabas diciendo antes era cierto. Estoy jodido. No tanto como tú, pero tengo
secretos, también…
Nuestras miradas se absorben antes de que la suya caiga en mi
garganta. Trago fuerte.
—Ven, siéntate conmigo —insisto en voz baja, tirando de él hacia el
sofá.
Toma asiento suavemente y yo me siento justo a su lado, nuestros
muslos se tocan. En este momento, solo quiero hablar con él. No examinarlo,
ni obtener respuestas. Quiero escucharlo hablar porque me gusta su voz y
sus palabras son las cosas más interesantes que he escuchado. Y quiero
contarle cosas... Porque creo que se lo merece.
—Hay algo que he querido preguntarte. —Me inclino hacia atrás,
escabullendo mi brazo alrededor de su cintura.
Se pone rígido por un momento antes de ceder acurrucándose a mi
lado y levantando las rodillas sobre el sofá.
—¿Debería preocuparme?
Sonrío y beso su cabello, saboreando el aroma. Incluso teniendo que
bañarse en las duchas de la prisión, huele increíble. Estoy empezando a
pensar que es simplemente él. 461
—¿Qué harías si volvieras a ver a Cameron? —le pregunto con
curiosidad. Se queda quieto, con el rostro inclinado hacia arriba—. Quiero
decir, ¿cómo te sentirías...? —Acaricio su mandíbula con los dedos—. ¿Crees
que... todavía estás enamorado de él?
Al principio, parece que no tiene idea de cómo responder a la
pregunta. Se muerde el labio por un momento, pensando, antes de negar
con la cabeza.
—Honestamente, no estoy seguro de haber estado enamorado de
Cam. Quiero decir, sí lo amaba, pero se convirtió en un símbolo para mí. Un
talismán... Representaba lo que siempre pensé que quería. El chico perfecto
para mí... —Toma aire, mirándome de una manera que se siente muy
intensa—. ¿Pero quieres saber algo?
—Siempre.
—Ni siquiera he pensado en él en semanas. —Sonríe reticentemente,
entonces sacude su cabeza—. Solía pensar en él todo el tiempo, pero
últimamente ha estado desapareciendo de mis pensamientos. Y creo que sé
por qué… —Nos miramos fijamente durante unos cuantos segundos antes
de agregar—: ¿Por qué preguntas? ¿Estás celoso?
Me río.
—¿Quieres decir como cuando tú revisaste mi teléfono? Nah. No estoy
tan loco.
Jadea con falsa indignación.
—¡Disculpa! Soy el asesino en serie más cuerdo que has conocido,
¿recuerdas?
Me río y acerco su boca a la mía.
—Sí... lo eres. —Besándolo suavemente, murmuro—: Quiero contarte
algo... sobre mí.
Aparta su boca de la mía y me mira boquiabierto.
—Pero, Lemuel, yo ya sé mucho sobre ti.
Pongo los ojos en blanco.
—Si sigues portándote mal, no conseguirás ningún secreto. O comida.
—Lo siento, doctor —suspira a través de su sonrisa—. Me comportaré.
Hablo en serio... Puedes contarme cualquier cosa.
Tomando una respiración profunda, considero lo que estoy a punto 462
de decir. Algo que nunca le he dicho en voz alta a nadie.
—Cuando tenía catorce años, me secuestraron. —Digo las palabras;
mi verdad. Le estoy contando a Felix Darcey mi pasado—. Me drogaron y me
desperté en el sótano de una casa vacía. Estaba atado a una viga de soporte
por el cuello con una cuerda tan apretada que quedaba suspendido, y mis
pies apenas tocaban el suelo. Mis muñecas y tobillos también estaban
atados.
Los ojos de Felix nunca han estado más abiertos mientras me mira,
sorprendido pero también claramente interesado.
—Mierda.
—Sí. Mi cabeza estaba atontada cuando desperté por primera vez,
pero cuando recuperé la conciencia, me di cuenta de que la cuerda era lo
suficientemente débil como para intentar estirarla. Lo suficiente para
conseguir liberar mis manos o mis pies. Pero tuve que empujarme hacia
adelante para hacerlo, poniendo más presión en mi garganta. De ahí es de
donde vienen las cicatrices. —Abro mi cuello más amplio, y luego levanto
mis muñecas—. Fueron quemaduras de segundo grado de la soga.
—Pero entonces... obviamente te las arreglaste para escapar —dice
Felix, la esperanza en su tono me hace querer reír. No está contento de que
su última víctima escapara… Es divertido pensar que él esté feliz de que yo
escapara de mi captor.
—Lo hice. —Asiento con la cabeza—. El hombre responsable entró
cuando estaba tratando de liberarme. Él… —Hago una pausa y cierro los
ojos, recordando respirar.
Felix se gira, sentándose casi en mi regazo mientras me toca la cara.
—Oye… no tienes que contarme todo. Me has dado suficiente…
—No, está bien —murmuro, colocando mis manos en su cintura,
manteniéndolo donde está—. El hombre que hizo esto… Su nombre era
Stephen Love. Es mi tío.
Felix jadea, sus labios están entreabiertos mientras solo me mira.
Me aclaro la garganta.
—Resulta que eso era lo suyo. Después de que me liberé y fui a la
policía, salió a la luz dentro de nuestra familia que había secuestrado,
violado y torturado a otros siete adolescentes. Incluso mató a uno, aunque
nunca averiguamos dónde estaba el cuerpo.
—Jodido Jesucristo… 463
—Mhm. —Me muevo, pasando mis manos por la espalda de Felix.
Tocarlo realmente parece relajarme—. No puedo creer que esté diciendo
estas palabras en voz alta. —Resoplo y sacudo la cabeza.
—¿Así que fue capturado? —pregunta.
Mi mandíbula se tensa.
—No. No, no fue capturado. Verás, en mi familia todos son doctores.
Miembros respetables de la comunidad. Su reputación lo es todo para
ellos… Así que cuando supieron lo que había pasado, que mi tío, mi propia
carne y sangre, le había puesto droga a mi limonada cuando estaba en su
casa cortando el césped, tomaron la deliberada decisión de encubrirlo.
—¡¿Qué?! —ladra Felix.
Mis labios se curvan por lo lindo que es.
—Sip. Mi abuelo conocía al comisionado de la policía y al fiscal del
distrito. Lo barrieron todo debajo de la alfombra. Específicamente nunca
informaron a las autoridades sobre el asesinato, sabiendo que sin un cuerpo
no sería problema. Enviaron a mi tío a una instalación en Chicago durante
un año, pero después de eso, salió. Era libre, y lo ha sido durante décadas.
Felix parece que está dividido entre querer llorar o matar por mí. Es
increíble... Este hombre, el sociópata, que mató a treinta y siete personas
sin sentir nada, se preocupa por algo que me pasó hace veinte años. Le
importa... y es asombroso.
A mi propia familia no le importa lo suficiente como para indignarse.
Deslizando mis manos por su garganta, murmuro:
—Así que ya ves, Felix... Sí, eres un lunático. Eres un psicópata y un
vicioso asesino sin remordimientos, y mereces completamente estar
encerrado. Pero hay gente caminando por ahí libre todos los días, que han
hecho las mismas cosas, o peores. Eres solo un ser humano, todos lo somos.
El mal no existe. Es solo la realidad del caos del mundo. Y seguimos girando.
Me mira boquiabierto, y un pequeño sonido se escapa entre sus labios.
—Tú escribiste ese libro... ¿no? —Parpadeo hacia él—. Beneficial
Brainwashing. Tú lo escribiste… ¡Eres el doctor Strange!
No puedo evitar la enorme sonrisa que secuestra mi boca, y tengo que
reírme de la expresión en su rostro.
—Sinceramente, me sorprende que no te hayas dado cuenta de eso
antes.
—Bueno, sí. —Niega con la cabeza—. El libro sería pésimo con Love.
464
Resoplo.
—Eso es tan estúpido.
—Gracias. —Sonríe—. ¡No, en serio! ¡¿Qué demonios?! El libro es
genial, por cierto.
Realmente estoy tratando de sofocar las sonrisas de una persona loca
en mis labios.
—¿Averiguaste cómo conseguí el nombre doctor Strange? Y no, no es
por Marvel.
Felix hace una mueca.
—No me digas. —Se queda en silencio por un momento antes de que
su cabeza se incline y sus ojos se salgan de sus órbitas—. ¡Oh! ¡La canción
de Depeche Mode, Strangelove! Eres Strange, y Love. —Una risa retumba de
mí—. Y Melvin podría ser Mel... y Mel al revés es Lem. Mierda, soy increíble.
No puedo dejar de reírme.
—Consigues una estrellita dorada.
—¿Eso es todo? —murmura, presionando un lento beso en mis labios.
Cuando nos apartamos sin aliento, tira de una de mis rastas—. Gracias por
contarme tu historia. Estoy seguro de que no es fácil hablar de eso.
—Nunca hablo de ello. —Suspiro, y la diversión desaparece—. No he
hablado con Stephen desde el día que le di una patada en las bolas y hui de
ese sótano como si mi vida dependiera de ello. Pensé que mis padres no
habían hablado con él tampoco, pero cuando estuve en su casa el mes
pasado, encontré una carta de él.
—¿Qué decía?
Me encojo de hombros.
—No estoy seguro. No la leí.
—Deberías haberla leído. Al diablo con eso —se queja Felix—. Y al
carajo tus padres por ser unos pedazos de mierda.
Incapaz de detenerme, me lanzo hacia él, besándolo lo
suficientemente fuerte como para sorprenderlo con la dedicación de mis
labios sobre los suyos. Sé que esto no está bien, lo que estamos haciendo
juntos. No lo entiendo ni un poco, pero siento cosas por Felix Darcey que
nunca había sentido por nadie antes que él.
Y una parte retorcida de mí está desesperada por ser el último hombre
del que se enamore. El único al que no mate.
465
Estoy temblando por la severidad de lo que está pasando en mi pecho
mientras murmuro en su boca:
—No me harías daño, Felix. —Gime y sacude la cabeza con reservas.
Pero sigo adelante—. Podrías intentarlo, pero no te dejaría hacerlo. Esa es
la diferencia entre tus víctimas y yo. He sobrevivido antes…
Deja caer su frente sobre la mía.
—Sí, pero no es solo eso. Soy exactamente lo que dicen que soy, Lem.
Tal vez no sea maligno, pero estoy lo más cerca posible.
—No dudes de ti, bebé —le digo, trazando el vendaje en su pecho a
través de su camiseta—. Te has mantenido fiel hasta este punto. ¿Qué
cambió?
Puedo sentirlo temblar mientras suspira:
—Que estoy enamorado de ti.
Lo más extraño sucede dentro de mí cuando dice esas palabras. Me
invade la primera verdadera sensación de alivio. Me siento en paz, a gusto.
Me siento como si estuviera en casa.
¿Cómo es posible que te sientas así cuando un asesino en serie te dice
que te ama? ¿Y soy un completo idiota por aceptar estos sentimientos de
Felix, sabiendo que él sufre de las mismas aflicciones que el hombre que me
secuestró y me violó? Claro, no exactamente las mismas... Porque Felix se
siente de cierta manera acerca de personas que dañan a los niños. Pero aun
así... No está muy lejos, es más como un pequeño paso.
¿Y cómo sabría si realmente me ama, de todos modos? Felix Darcey
se enamora de todos. ¿Debo creer que sus sentimientos por mí son
diferentes?
Supongo que podrían serlo... Mis sentimientos por él lo son, después
de todo.
Felix chasquea los dedos frente a mi cara y me estremezco.
—Lemuel… has estado mirando fijamente a la nada durante un
minuto entero. ¿Te asusté? Porque si es así, podemos olvidar por completo
que dije eso. Quiero decir, no es como si pudiera salir nada de eso de todos
modos... ¿verdad?
Mi ceño se frunce.
—¿No?
—No lo sé... —Se frota los ojos—. Soy jodidamente egoísta, bebé.
466
Quiero tanto quedarme contigo. Quiero que seas mío de la forma en que yo
soy obviamente tuyo. Pero estoy aquí, y no hay razón por la que debas
quedarte atrapado en esta maldita isla solo porque yo lo estoy…
Su posesividad estrecha mi pecho por dentro, como un tornillo de
banco sobre mis pulmones. Solía pensar que era incomodidad. Pero estoy
empezando a entender la sensación un poco mejor…
—Vamos, mi abeja asesina —suspiro, bajándolo de mi regazo—. Basta
de hablar. La comida definitivamente estará fría. —Alcanzo la bolsa,
sacando contenedores y los cubiertos—. Come.
Sus ojos se quedan sobre mí mientras recoge su comida y la come.
Hago lo mismo, la tensión en el aire es sofocante.
—No voy a pasar por alto lo que dijiste —le digo en voz baja, y mis ojos
parpadean en su dirección—. Me… me gusta. Creo que me alegro de que
estés… ya sabes…
—¿Enamorado de ti? —murmura, y asiento.
—Sí. Eso. —Contengo la sonrisa de euforia en mis labios.
Ambos comemos en silencio durante unos minutos. Solo pensando y
masticando, disfrutando la comida con todas estas incertidumbres colgando
sobre nuestras cabezas como nubes de lluvia.
—Te perdono —susurra.
Dándome más alivio.
—Gracias.

Felix está dormido sobre mi pecho, en el sofá de mi oficina.


Después de terminar nuestra comida, me sentí mal viéndolo
retorcerse de dolor, así que le apliqué un poco de loción en la nalga
adolorida. Y luego le chupé la polla, lento y realmente bien, porque creo que
merece ser mimado para variar. Incluso dejé que me follara la boca, y luego
me tragué su semen como si fuera un postre porque no puedo resistirme a 467
su sabor y no estoy seguro de que alguna vez entienda por qué.
Se durmió perezosamente acariciándome, murmurando sobre drenar
mi polla, aunque obviamente estaba demasiado cansado para seguir
adelante con eso, con lo cual yo estaba más que de acuerdo.
Estaba más interesado en observarlo dormir y pensar en qué diablos
voy a hacer ahora.
Las cosas entre los doctores del Ala Este y yo están tensas. Sé que
Manuel Blanco confía en mí y me permitirá quedarme a bordo todo el tiempo
que quiera…
Pero también tengo que pensar en la financiación.
Nunca admitirá que es un problema, pero obviamente lo es. La
Penitenciaría de Alabastro se está viniendo abajo bastante visiblemente.
Apenas puedes caminar por un pasillo sin que un trozo de hormigón no te
golpee en la cabeza. Los servidores son las únicas cosas actualizadas, e
incluso ellos no son a prueba de balas. Escuché que justo antes de que yo
llegara aquí, una gran tormenta casi los apaga. Cortó la energía. Quiero
decir… todas estas son cosas serias sobre las que el alcaide no parece estar
pensando.
Mientras tanto, me está pagando una pequeña fortuna para
acostarme con uno de los reclusos. No puedo imaginar que esto pueda
continuar por mucho más tiempo.
¿Tal vez podría sugerir quedarme con un salario más bajo? No es como
si necesitara el dinero. Incluso si necesito comenzar a pagar mis propios
suministros, eso no puede costar mucho. Si no estoy pagando un alquiler o
una hipoteca, entonces es pan comido.
Pero eso me lleva a la otra parte de esto... ¿Realmente voy a quedarme
aquí? ¿¿Solo por Felix??
Y si es así, ¿por cuánto tiempo?
Mi cerebro está corriendo a un kilómetro por minuto. Buscando
apagarlo, me concentro en la respiración de Felix, el pequeño charco de baba
que está haciendo en mi pecho y sus pacíficos latidos golpeando mi
estómago. Mirándolo, observo cómo se agitan sus párpados. Debe estar
soñando...
Lo que no daría por estar dentro de sus sueños con él. Y ver los tipos
de mierda retorcida con la que sueña un asesino en serie. 468
Paso mis dedos por su cabello castaño suave y sedoso, admirando la
belleza de su rostro, sin sus anteojos. Es hermoso de cualquier manera, pero
me encanta poder admirar sus contornos. Mi dedo índice recorre la
pendiente de su nariz.
Pero entonces un teléfono sonando me detiene.
Dejo escapar un suspiro molesto, ignorándolo. Una vez que se detiene,
vuelve a sonar y yo pongo los ojos en blanco. Si esta mierda lo despierta,
estaré muy enojado.
Suavemente, deslizo a Felix fuera de mí hacia el sofá, me pongo de pie
y me apresuro a agarrar el teléfono. Es Callahan otra vez. Jesús, ¿qué
necesita este tipo?
—Hola, doctor Callahan —gruño, exasperado, al teléfono—. ¿Qué
puedo hacer por ti?
—Love… Al fin —suspira, sonando estresado—. Mira, tenemos un
problema.
Hago una pausa.
—Está bien... ¿qué pasa?
—Es Trevel —dice, y mi estómago se cae al suelo—. Mató de nuevo.

469
30
Felix

E
sta vez estoy en la playa.
Justo en la orilla, sentado con mi trasero en la arena.
Debo haber estado sentado durante un rato porque me duele
un poco la nalga...
Lem está conduciendo una moto de agua y yo lo estoy observando,
sonriendo. Siempre quise montar en una, pero nunca tuve la oportunidad.
Me arrestaron antes que pudiera hacer muchas de las cosas que quería
intentar...
Nunca he viajado. Papá nos llevó a Disneyland una vez cuando éramos
pequeños. Pero mamá fue tan insufrible que pelearon todo el tiempo. Nunca
fuimos a ningún otro sitio después de eso, y siempre soñé que podría viajar
solo algún día… O mejor aún, con alguien a quien amara.
Iríamos a Londres, a Italia... a Australia, a España o a Irlanda. A algún
lugar diferente. No me malinterpreten, amo Nueva York, pero el mundo es
un lugar enorme. ¿Qué clase de vida es pasársela sentado en la misma
ciudad para siempre?
Muchas noches soñé con subirme a un avión, viajando a varios
lugares hermosos, probando su comida, explorando su cultura. Pero la
verdad, nunca estaba solo en estas pequeñas fantasías. Siempre estaba
sosteniendo la mano de alguien...
No podía imaginármelo exactamente. Al principio, pensé que era
Cameron, pero después de un tiempo, me costaba recordar exactamente
470
cómo era. Así que cada vez que conocía a un chico nuevo, lo insertaba en la
fantasía, como photoshopeando a alguien en una imagen que ya existe.
Cualquiera de ellos podría ser, aunque en el fondo sabía que no lo serían.
Después de Emmanuel, mi plan era matarlos, ya sea que me dijera lo
contrario o no. Realmente nunca tuve la intención de beber champán en
primera clase con ellos, explorar las playas de Jamaica, Ibiza o donde sea,
con sonrisas en el rostro, vientres llenos de comida emocionante, dedos
entrelazados todo el tiempo.
Eran objetos para mí. Ahora puedo admitir eso...
Ahora que he encontrado a la persona que pertenece a esas imágenes.
Lem está saltando olas en la moto de agua y yo lo estoy animando. La
estoy pasando muy bien, pero cuando miro hacia abajo, me doy cuenta de
que todavía estoy usando el mono de la prisión. Y mis muñecas están
esposadas.
Volviendo a mirar a Lem, lo veo sonriéndome mientras da la vuelta.
No parece demasiado preocupado por el hecho de que estoy esposado, así
que tal vez no sea gran cosa. Miro por encima del hombro. La Mansión Ivory
está ahí... pero la prisión no está.
Frunzo el ceño mientras miro a mi alrededor en su búsqueda. Pero no
la veo por ningún lado. La Penitenciaría de Alabastro ya no existe.
La curiosidad se dispara dentro de mí, y la preocupación crece en mi
pecho mientras observo a Lem. Se está alejando cada vez más. El cielo sobre
nosotros se está oscureciendo.
Cae un rayo y salto, el trueno es tan fuerte que hace retumbar el suelo
debajo de mí.
Poniéndome de pie, grito:
—¡Lem! ¡Vuelve! ¡Es demasiado peligroso!
Los vientos azotan a mi alrededor, el granizo cae rápido y golpea mi
piel. Mi corazón vuela debajo de mi caja torácica, y el miedo se apodera de
mi columna.
No puedo ver a Lem...
No puedo distinguirlo.
¡¿Dónde está?!
—¡Lem! —grito en el abismo gris.
La tormenta nos está tragando... 471
Y no puedo ver.
Lanzándome en posición vertical, mis ojos se abren de par en par
mientras miro a mi alrededor frenéticamente. Mi pulso late con fuerza en
mis oídos y estoy sudando. Me toma un momento recordar dónde estoy, pero
luego reconozco mi entorno como la oficina de Lem.
Oh, cierto. Nos quedamos dormidos aquí.
Golpeando mi mano sobre mi corazón, me estremezco porque todavía
tengo heridas curándose ahí. Jesús, ese sueño fue una locura. Cierro los
ojos y tomo una respiración profunda, calmándome. Luego los vuelvo a
abrir, alcanzando mis anteojos sobre la mesa. Me los pongo y mi pánico
reaparece.
Lem no está aquí.
Mi parpadeo se vuelve rápido cuando me deslizo fuera del sofá,
mirando alrededor de la habitación. Todo está exactamente como estaba
cuando me quedé dormido. Los contenedores de comida china vacíos están
sobre la mesa... Pero su teléfono del trabajo no está.
Tal vez solo fue al baño.
Me digo a mí mismo que eso es todo. Que solo necesitaba manejar
algunos asuntos muy rápido, y volverá en unos minutos. Pero cuantos más
minutos pasan, cada vez me siento más inquieto, hasta que estoy dando
vueltas por la oficina al borde de un ataque.
Decido abrir la puerta de la oficina, mirando hacia el pasillo. Está
tranquilo, como es habitual. No veo ni escucho a nadie. Por una parte sé
que debería quedarme en la oficina de Lem y esperar a que regrese... Pero
por otra parte estoy nervioso. Han pasado horas, y ya no puedo quedarme
aquí sentado. Así que salgo al pasillo.
Caminando lo más silenciosamente posible, mi cabeza se mueve de
un lado al otro, atento a cualquiera. Sé que se supone que no debo estar
deambulando solo. Eso es obvio. Pero necesito encontrar a Lem. Necesito
asegurarme de que está bien. Estoy… preocupado. Hay una especie de
sensación de malestar retumbando en mis entrañas como náuseas, y sé que
no desaparecerá hasta que lo vea.
Sigo deambulando por los largos pasillos hacia las duchas, pensando
que comprobaré allí primero… y a través de cualquier puerta que pueda
abrir sin llave. Pero justo antes de llegar a la última, esta se abre frente a
mi cara.
—Oh, hola. —Los delgados labios del doctor Templeton se curvan en 472
una sonrisa siniestra.
Retrocedo lentamente. Mierda.
Da un paso más cerca, otro hombre viene detrás de él, alto con cabello
oscuro peinado hacia atrás y piel aceitunada. Tiene cara de piedra, es serio,
y está siguiendo Templeton mientras ese imbécil se acerca a mí.
Sigo retrocediendo.
—Justo te estábamos buscando —dice Templeton con calma, sacando
un walkie-talkie de su cinturón—. Lo encontré. Pasillo B5 del Ala Este, justo
antes de las duchas.
Alguien del otro lado dice, diez-cuatro, y siguen avanzando hacia mí,
lentamente, como si fuera un animal atrapado que podría atacar. Eso es
bastante preciso.
—Retrocede, Templeton —gruño—. Iré a mi celda. Está bien.
—Tenemos otros planes —dice.
Mi columna se pone rígida por el miedo. No sé quién es este tipo
nuevo, pero su presencia me preocupa. ¿Por qué está aquí? ¿Y dónde diablos
está Lem?
Mi espalda se conecta con la puerta, y rápidamente alcanzo detrás de
mí, para abrirla y me lanzo a través de ella. Estoy preparado para correr tan
rápido como pueda de regreso a la oficina de Lem, pero cuando me giro, me
encuentro cara a cara con Claude y uno de los otros asistentes más grandes,
Bruce.
Mierda…
Vienen hacia mí lentamente con una camisa de fuerza. Mi cara gira
sobre mi hombro para encontrar a Templeton y al tipo nuevo tambaleándose
hacia mí desde el otro lado. Me tienen acorralado.
La sangre se precipita en mis oídos mientras trato de esquivar a los
asistentes. Pero me agarran.
—¡Váyanse a la mierda! —Lucho contra ellos, combatiéndolos con
todas mis fuerzas, tirando de mis brazos y pateando con mis piernas—.
¡Suéltenme!
—Yo manejaré esto. —El pelinegro se acerca y noto una jeringa gigante
en su mano.
Mis ojos se abren con pánico.
—¡Mierda… no! ¡Lem! ¡Lem, ayuda!
473
Mis gritos son cortados cuando me la clava en el cuello.
Y todo se vuelve negro.
Mi cabeza pesa doscientos kilos.
Mi garganta está seca, y mis labios agrietados. Me duele todo y mis
párpados están tan pesados que apenas puedo levantarlos.
Eventualmente lo logro, pero mi visión es borrosa…
Mis lentes.
Hay algo en mi cara. Algo que puedo sentir que está bloqueando mi
boca, como un jodido bozal. Intento alcanzarlo para tocarlo, pero no puedo
mover mis brazos. Supongo que es por la camisa de fuerza... Pero algo se
siente diferente.
¿¿Dónde estoy??
Intento mirar a mi alrededor, pero tampoco puedo mover el cuello. O
las piernas. ¡No puedo mover nada! Todo lo que puedo hacer es mover los
dedos de las manos y los pies, parpadear y mover la boca detrás de esta
cubierta que atada sobre mi cara. Eso es literalmente todo.
Me quedo congelado.
Cuanto más recupero la conciencia, tratando como el demonio de
recordar algo o elegir un detalle cercano que me dé alguna respuesta, más
me doy cuenta de que mi espalda está apoyada contra algo. Algo duro, de
metal. Como una losa.
Sacudiéndome hacia adelante, siento mi torso atado. Mis piernas
también.
Mi respiración se está acelerando, mi ritmo cardíaco aumenta
constantemente mientras me retuerzo, intento liberarme y luchar contra lo
que sea que me esté reteniendo. Estoy atrapado.
Me estoy asfixiando.
—Oh, mierda, oh, Jesús... —jadeo, cerrando los ojos con fuerza,
tratando de aspirar aire a través de este maldito bozal que cubre mi boca—
. Está bien, cálmate. —Mi voz es amortiguada por la estrechez de la
máscara—. Solo respira. Todo está bien.
474
Veo un movimiento borroso y mis ojos saltan en su dirección.
—Buena arenga. —La voz es conocida.
Maldita sea, no este imbécil.
—Sabes, Felix, no sé de qué te estás quejando —continúa Templeton,
divagando sus tonterías mientras trato de recordar respirar, amordazado y
atado a una losa como el maldito Hannibal Lecter—. Has tenido un montón
de privilegios aquí. Infinitamente más que cualquiera de los otros cuerpos
tristes y marchitos en esta prisión. Has conseguido mejor comida, ropa...
Incluso antes que tu Papi el Doctor llegara, tenías drogas y sexo.
No puedo verlo bien. Está demasiado borroso sin mis lentes, pero
puedo escuchar la sonrisa malvada en su voz. El recuerdo de cuando me
tocó hace que mi piel se erice.
—Y luego aparece Lemuel y consigues aún más libertades —gruñe—.
¡Pudiste dormir en una mansión! Mierda, yo ni siquiera puedo hacerlo. Has
sido mimado como una especie de realeza depravada. El príncipe malvado
de la Penitenciaría de Alabastro.
Mueve su cara frente a la mía, y puedo distinguir su piel pálida, casi
translúcida. Sus ojos oscuros, de un color avellana asqueroso, como un
pantano. Puede que este tipo sea doctor, pero es tan malvado como yo.
Puedo verlo.
Es como Lem escribió en su libro...
Todos tenemos el bien en nosotros. Todos albergamos el mal. La medida
en que lo practicamos es lo que nos separa de ellos.
—¿Por qué estás jugando conmigo? —murmuro, apenas capaz de
formar oraciones con lo apretada que está esta cosa envuelta sobre mis
labios.
—Porque puedo —suspira, claramente muy satisfecho consigo
mismo—. Porque es mi trabajo. Y tenemos mucho por hacer. Pero primero,
te llevaré a una pequeña excursión.
Templeton desaparece detrás de mí. Intento forzar mi cuello para
moverme y buscarlo, pero estoy atado alrededor de mi garganta. Si me
muevo, me ahogo.
Pero de repente, me muevo. Todo mi cuerpo se mueve.
Me sobresalto, y mis ojos se amplían cuando me empujan hacia la
puerta. Estoy en una especie de carro. Templeton literalmente me está
475
sacando de la habitación oscura en la que estaba, a través de una puerta y
me está llevando por un largo pasillo.
Dios, ¿¿qué carajos está pasando?? ¿Adónde me lleva...? ¿Qué me va
a hacer?
¿¿Y dónde carajos está Lem??
Templeton me lleva durante un rato. Pasamos unos cuantos guardias
que me miran boquiabiertos como si estuviera loco. Y eso es exactamente lo
que soy.
Soy un monstruo encadenado. Con bozal y amarrado.
Y sé que me lo merezco.
Fui un idiota al pensar que podría tener algún tipo de relación con Lem.
Cualquier tipo de cosa normal...
La verdad es que no soy normal. Soy una de las personas menos
normales jamás creada. Soy el cero punto cero, cero, cero, cero, seis por
ciento de la población. Un asesino, sin remordimientos.
¿Qué me llevaría a creer que soy digno de amor...? Especialmente amor
con alguien como Lemuel…
Es un genio. Es tan jodidamente inteligente, reflexivo e inquisitivo.
Reservado, pero cuando entras en él lo suficiente, es como encontrar un
baúl del tesoro lleno de emociones de oro brillante.
Es la mezcla perfecta de bueno y malo, retorcido y marcado en las
mejores formas posibles. Es jodidamente hermoso por dentro y por fuera, y
lo amo. Lo amo, más de lo que he amado a nadie.
Ha sido y siempre será mi perdición. Mi maldición.
Enamorarse del Amor, está fuera de mi alcance.
Escucho ruidos. Sonidos que no he escuchado en un tiempo...
Voces. Muchas. Gritando, rodeado de fuertes ruidos metálicos. Nos
acercamos a población general.
Mierda.
Soy llevado por los pasillos e, imagínense, es el momento exacto en
que los guardias están sacando a los reclusos de la cafetería.
—¡Santa mierda! ¡¿Ese es El Escultor?! —grita alguien.
Y entonces se produce el pandemónium.
476
Los presos están gritando, pululando a mi alrededor mientras los
guardias los empujan hacia atrás.
—¡Pónganse en fila, idiotas! —brama la voz de Joy, y todos se encogen.
No puedo ver mucho, ya que no puedo girar la cabeza, pero capto un
vistazo borroso de los chicos que conocí en la ducha aquella vez... Luthor y
Ren, confirmado por sus familiares voces.
—Mierda, hombre... Eso es jodido —dice Luthor en voz baja mientras
Rook lo empuja para que siga caminando.
—Muévete, recluso —se queja Rook, aunque sus ojos comprensivos
están puestos en mí—. No hay nada que ver aquí.
—¡¿Estás drogado?! —ruge alguien, y aunque no puedo verlo, sé de
inmediato que es Velle—. ¿¿Qué le haría pensar a tu cerebro del tamaño de
un guisante que es buena idea traerlo aquí ahora??
—Tengo órdenes, oficial —murmura Templeton, luego continúa
empujándome—. Si me disculpan...
—Jesucristo, odio a los doctores —dice furioso Velle.
Mientras Templeton me lleva girando la esquina, veo a Velle de pie
junto a Rook. La imagen es borrosa, pero aún distingo la mano de Rook,
rozando el costado de Velle. Mis cejas saltan con sorpresa.
Vaya... Cujo 26 tiene novio. Interesante.
Y luego veo que Rook le hace lo mismo a Joy, quien le guiña un ojo.
¿¿Los tres?? Está bien, en realidad, tiene perfecto sentido.
Templeton me acompaña a lo largo de otros dos pasillos, y cada
guardia que pasamos me da expresiones de asombro, lo que debe significar
que realmente me veo como una amenaza con esta cosa. Pero todo lo que
puedo pensar es en lo diferente que es aquí arriba... con la gente por todas
partes. El ruido.
Solía ser abrumado por eso. Siempre he preferido el silencio al ruido
fuerte, y que fuera encerrado lejos del resto de la prisión tenía sentido. Pero
ahora mismo, siento una punzada en mi pecho.
Desearía tener amigos.
Ojalá pudiera sentarme en una mesa con Luthor y Ren, charlar sobre
lo que sea que les guste hablar. Desearía que Dash todavía estuviera aquí y
poder escucharlo.

477
26Cujo: es el nombre del San Bernardo rabioso, que aterroriza a la familia Trenton en la
novela de terror psicológico Cujo escrita por Stephen King en 1981 y que fue hecha película
en 1982.
Siempre estoy tan solo... Incluso después de Lem, él era todo lo que
tenía. Y eso no es justo para él.
Incluso si se quedara en esta isla conmigo... ¿Podría realmente ser
suficiente para él?
Dios, mis pensamientos están por todas partes. Estoy cayendo en
espiral. Necesito a mi doctor. ¿¿Dónde está??
Finalmente, llegamos a una habitación grande y Templeton me
empuja hacia el centro, luego se detiene.
—Felix Darcey —canturrea una voz familiar. Y esta hace que todos los
vellos de mi cuerpo se ericen.
Ivory.
El alcaide da un paso delante de mí, y su piel pálida y cabello blanco
casi iluminan la oscuridad de la habitación.
—Debo admitir que así te ves exquisito. —Sonríe, tirando del bozal
alrededor de mi boca y nariz. Es húmedo como el infierno dentro de esta
cosa por mi respiración agitada.
—Le pedí al doctor Templeton que te trajera para poder decirte en
persona cuánto lo siento. —Habla uniformemente, con la voz tan suave
como la música, incluso cuando dice un montón de mierda.
—¿Por qué? —murmuro, y mis ojos muy abiertos se clavan en él.
Se endereza, elevándose sobre mí. Como si él fuera el monstruo, lo
cual creo por completo.
—Por el doctor Love. Lamento mucho que tuviera que terminar de esta
manera.
Mi corazón cae en mi estómago con tanta fuerza que me estremezco.
Mis labios están temblando mientras jadeo:
—¿Q…qué... qué quieres decir?
Me estoy volviendo loco. El terror instantáneo me está estrangulando,
cortándome el oxígeno. No puedo respirar.
Si lastimó a Lem, juro por Dios que lo destrozaré con mis propias manos.
—Se ha ido —dice casualmente.
Me lanzo contra mis ataduras, mostrando mis dientes como un
478
animal, a pesar de que él no puede verlos. Mirándolo con el ceño fruncido,
rujo:
—Si lo lastimas, te haré pedazos, Ivory. ¡¿Me escuchas?! —Mi voz se
eleva hasta convertirse en un bramido ronco—. ¡Te cortaré la garganta de
oreja a oreja! ¡Te cortaré la cabeza y me follaré tu cadáver decapitado!
El rostro del alcaide se ilumina, una amplia sonrisa aparece en sus
labios.
—¡Vaya!
Deja escapar una risa divertida.
—¡Eso fue perfecto! Tengo escalofríos. —Aplaude—. En serio, bien
hecho, Felix. Realmente te has ganado tu nombre. Eres aterrador.
—Vete a la mierda —me quejo, sin aliento, y mi pecho se hunde
devastado—. Solo dime dónde está…
—Está vivo y bien, Felix. Cálmate antes de darte un aneurisma. — El
alcaide comienza a caminar lentamente frente a mí mientras suelto el
suspiro de alivio más largo de la historia—. Pero desafortunadamente, ya no
está en la Isla de Alabastro. Me temo que tuvo que dejarnos.
Mi corazón estaba avanzando poco a poco hacia mi pecho, y ahora
está manchando el suelo.
No… ¿¡¿qué?!?
—Su estadía con nosotros ha llegado a su fin. Lo cual es triste porque
su investigación era impecable. —El alcaide deja de hablar y mira hacia
algún lugar detrás de mí—. Oh, suficiente con las quejas, Templeton. Has
conseguido lo que querías. Love se ha ido, y ahora te toca a ti.
Hay tantas cosas dando vueltas en mi cabeza que siento que podría
desmayarme.
El Ivory suspira.
—Sí, no fue una sorpresa que muchos de mis empleados cuestionaran
las intenciones del doctor Love. Pero el hecho permanece... Yo lo contraté,
sabiendo que haría las cosas de manera diferente. —Hace una pausa y se
gira para sonreírme—. Y no defraudó.
—P…por qué… —jadeo, sintiendo como si me estuviera
desmoronando dentro de todo este material que me amarra.
—Tenía algunos asuntos que atender con un antiguo paciente. Algo
urgente. —Me da una mirada perversamente cómplice—. Más importante
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que en lo que estaba trabajando aquí, aparentemente. Y cuando dejas esta
isla, no vuelves. Esa es mi regla... ya sea si a algunas personas les gusta
desobedecerla o no.
Tiene este grabado furioso en su rostro por un momento, pero no le
presto atención.
Estoy demasiado ocupado derrumbándome.
—No… —gimoteo; mi rostro se vuelve tenso, y la presión que se
acumula detrás de mis ojos es tan espesa que podrían salirse de mi cráneo.
Él no se pudo ir...
¿¿Por qué se iría sin siquiera despedirse??
Siento como si alguien me estuviera sacando el corazón del pecho con
herramientas sin filo. Nunca había sufrido un dolor emocional tan extremo.
Nada que haya experimentado jamás se ha sentido tan horrible...
Me dejó. Él me abandonó.
Una lágrima se desliza por mi mejilla.
—Felix, puedo ver que estás molesto —dice el alcaide—. Sé que
Lemuel debe haber significado algo para ti. Después de todo lo que se dedicó
contigo, estoy seguro de que era inevitable que te encariñaras. Pero voy a
ser brutalmente honesto aquí… —Se inclina sobre mi cara—. Él es solo un
doctor, y tú solo eres su paciente. Nada más.
Siento que la cavidad vacía en mi pecho ya se está descomponiendo.
Mi alma está podrida, cubierta de moho negro y hedor a muerte.
Esto es lo que merezco.
—Cumpliste tu propósito para él —continúa el alcaide, todavía
haciéndome daño con sus palabras—. Obtuvo lo que siempre soñó…
Deslizarse dentro de la mente de un asesino en serie. Y hombre, seguro que
se labró su lugar dentro de la tuya. —Sonríe, y es una curva astuta y
condenatoria en sus labios rosados—. Pero Lemuel no es como tú, Felix. Así
que ha vuelto a su vida. Y tú todavía estás aquí con nosotros.
Mis extremidades están temblando, las lágrimas húmedas escurren
de mis ojos, nublando mi visión aún más. No puedo respirar bien, sollozando
debajo de mi bozal.
Duele. Esto duele.
480
—Es lo mejor, mi mascota. —El Ivory me guiña un ojo—. El lavado de
cerebro está completado.
Gira alejándose de mí, caminando por la habitación haciendo un
movimiento de su mano en el aire.
—Llévatelo de vuelta a la mazmorra, Templeton, mi querido chico. Tú
y Hassan tienen mucho trabajo por hacer.
Nos estamos moviendo de nuevo, pero no puedo sentirlo. No puedo
sentir nada más que un dolor palpitante, como el dolor que proviene de una
herida.
Como el dolor en mi pecho donde me cortó. Donde me marcó y bebió mi
sangre…
Pensé que teníamos algo. Pensé que me quería.
Lloro suavemente.
—Quiero... quiero a Love.
Templeton murmura algo, pero no puedo oírlo.
Estoy vacío una vez más. Justo como sabía que lo estaría. No puedo
creer que me engañé pensando que se quedaría...
Nadie se queda. Todos me dejan al final.
Porque soy un inútil perdedor. Un pervertido, un monstruo...
Estoy enfermo... y se fue antes de que lo infectara.
Mi Love se fue. La única persona que tenía en este mundo... La única
persona que realmente me entendió, que me vio.
Y soy invisible de nuevo.

481
31
Lem

N
o quería dejarlo.
Cuando Callahan me llamó, estaba frenético.
Después de todo, había estado tratando a Trevel durante
semanas desde que me fui. Que asesinara de nuevo
seguramente se reflejaría en las habilidades de Callahan. Pero sé que es
más...
El asesinato de Trevel no tiene nada que ver con Callahan. Y por
mucho que algunos piensen lo contrario, tampoco tiene mucho que ver
conmigo.
Se trata de él. Trevel mató porque quiso.
Independientemente de todo eso, sabía que probablemente debería ir
a atender el asunto. Pero la cosa era que aunque hubiera querido ignorarlo,
eso ya no era una opción.
Porque El Ivory se había involucrado.
De alguna manera, Manuel Blanco se enteró de Trevel y de sus
asesinatos. Pienso que empezó a prestar atención a Trevel cuando empezó
a prestarme atención a mí, aunque no puedo estar seguro, porque no me
contestó cuando le pregunté por ello.
Apenas unos instantes después de colgar con Callahan, Yari me llamó
y me dijo que me reuniera con Manuel en su despacho. Y cuando llegué allí,
me presentó su ultimátum. 482
—Lo quiero —había dicho Manuel, totalmente serio mientras se
recostaba en la silla de su escritorio, girando de lado a lado—. Me gustaría
añadir a Trevel Fenwick a mi colección, y tú, mi querido Love, vas a ir a
buscarlo por mí.
No sabía qué decir o hacer, así que simplemente pregunté:
—¿Y si no puedo?
Sus labios se curvaron mientras me miraba, con ojos oscuros que
irradiaban una astuta certeza.
—Eso sería lamentable, ¿no es así, Lemuel?
Mis últimas palabras a Trevel resonaron en mi cerebro...
Eso sería lamentable, ¿no?
No pude evitar quedarme boquiabierto mirándolo, como el brujo
malvado que obviamente es.
Manuel se enderezó.
—Hay un auto esperándote abajo para llevarte de vuelta a tierra firme,
y luego al aeropuerto. Volverás con Trevel, o no lo harás.
Luego me despidió mientras Kent abría la puerta de la oficina,
diciéndome sin palabras que esto tenía que ocurrir ahora mismo.
La frustración y el malestar nadaban en mis venas.
—Pero no necesito salir de la isla para traerlo aquí —argumenté—.
Déjame hacer unas cuantas llamadas telefónicas y...
—Lamento haberte hecho creer que esto sería una sesión de
intercambio de ideas, Lemuel. —El Ivory me miró con severidad—. Irás,
ahora mismo, a buscarme a Trevel. —Las palabras salieron lentas,
pronunciadas claramente. Una orden segura. Luego comenzó a girar su silla
de nuevo—. Después de todo, tal vez un tiempo lejos de esta isla te haga
bien.
Se me hundieron las entrañas mientras mis músculos se agarrotaban
en una desesperada frustración. Quería alejarme de Felix...
¿Por qué? ¿Qué juego está jugando aquí?
No pude luchar contra la sensación de que todo esto era una prueba.
Y siempre he sido un gran examinador. Dicho esto, no había manera de que
me fuera sin decirle a Felix lo que estaba pasando. No podía dejar que
pensara que lo había abandonado sin una palabra. 483
Mis labios se separaron para decirlo, pero los ojos de obsidiana de El
Ivory me dispararon una inquietante urgencia, y todo me secó la garganta.
Me congeló, como Medusa, con la realidad de la situación. No podía decir
esas palabras al Ivory. No podía hacerle saber que quería quedarme con
Felix... De lo mucho que me importaba. Eso lo desbarataría todo.
Le daría aún más ventaja contra mí de la que ya tenía. Y en ese
momento, tuve un flash en mi cerebro. Como una premonición...
Felix y yo acurrucados en la tumbona del atrio exterior de la mansión,
rodeados de flores. Felix levantando la cabeza de mi pecho para mirarme con
una sonrisa saciada, empujando sus gafas por su nariz. Yo besándolo. Él
sabiendo a limonada, a fresas y a verano.
Una cursi canción de amor de los ochenta sonando de fondo...
No tengo ni idea de dónde salió esa imagen, pero sabía que la quería.
La quiero. Tal vez incluso más que eso. La necesito.
Por supuesto, podría dejar la isla de Alabastro y no mirar atrás. Ya he
completado el trabajo con el que he estado soñando durante décadas. Podría
volver a mi vida normal habiendo tachado esto de mi lista...
Pero la idea de no volver a verlo, a mi fascinante criatura mortal, se
sentía como una asfixia... Como una cuerda que me apretaba la garganta.
Porque a pesar de todo lo que me costaría amarlo, no podría
imaginarme seguir sin él. No puedo. Resulta que quiero los problemas.
Puede que incluso lo ame...
Así que me obligué a cerrar la boca e hice lo que se me dijo,
abandonando la Isla de Alabastro sin decir nada. Me dolió hacerlo, pero
tengo toda la intención de volver por mi paciente.
Esto es una prueba, después de todo. Tengo que demostrar que
pertenezco a este lugar. Y para hacerlo, tendré que ensuciarme las manos.

Me lleva muchas horas de viaje volver a Atlanta. Y es lo más extraño,


pero una vez que estoy aquí, inmediatamente extraño esa isla en medio del
océano.
484
La ciudad era calurosa y húmeda, entrando en el verano, más ruidosa
y sofocante de lo que recordaba. Voy directamente a mi despacho, aunque
es de noche. Dentro, disfruto de la tranquilidad del edificio a esta hora de la
noche. Es increíble lo mucho que estar en la Penitenciaría de Alabastro
durante un par de meses me hace ver las cosas con perspectiva.
Resulta que prefiero la tranquilidad y la oscuridad.
Vivir en medio del caos.
Miro alrededor de mi oficina y me familiarizo con mi entorno. Es un
lugar agradable, moderno y lujoso de una manera eficiente. Ojalá tuviera un
lugar así en la Penitenciaria de Alabastro. Pero ese edificio se está cayendo
a pedazos. No hay espacio para oficinas bonitas.
Tomando asiento en mi escritorio, hago unas cuantas llamadas más,
invitando a Callahan a pasar por la mañana para charlar, ya que de todos
modos estaré esperando.
Y luego, me pongo a trabajar en mis propias tareas.
Me paso horas redactando documentos, una lista de todos mis
pacientes para repartir entre Callahan y los miembros de su consulta. Un
guión para que Emily los llame y les comunique que ya no los trataré. Luego
preparo una carpeta para el subarrendamiento de mi ático, la venta de mi
auto, mi oficina y mi condominio en St. Simons.
Escribo una especie de declaración para mis empleados, mi abogado,
el consejo de administración de mi edificio, en fin, para todos los
interesados, en la que básicamente afirmo que voy a hacer una pausa
indefinida, una especie de misión de búsqueda del alma. Que estoy bien,
pero que no los veré pronto.
Creo que será suficiente. Si no, no me importa.
Es liberador. Al igual que cuando decidí aceptar este trabajo loco
cambia vidas en la Isla de Alabastro, sólo que un poco más intenso. Como
lanzarte en parapente, que ya hice, por cierto.
El viento me azota la cara y puedo oler el océano.
Ya casi llego... Volveré contigo pronto, bebé.
Me quedo toda la noche en la oficina trabajando y por la mañana,
cuando ya no puedo concentrarme en ninguna otra tontería tediosa, pido
que me traigan el desayuno porque me muero de hambre. No he comido
desde la comida china con Felix hace casi treinta y seis horas.
Llega justo cuando aparece Callahan. Estoy devorando unas crepas y 485
una guarnición de pollo, manzana y salchicha de gruyere mientras Callahan
se pasea nervioso a mi alrededor.
—¿Cómo puedes comer? —Jadea, pasándose las manos por los ojos
cansados.
—Porque me muero de hambre —refunfuño, y luego lo miro—. Y
porque esto realmente no es un gran problema.
—¿No es un gran problema? —Parece consternado—. ¡El hombre al
que he estado tratando, al que tú has estado tratando durante años, cometió
una ola de asesinatos!
Lucho por no poner los ojos en blanco.
—Yo no lo llamaría una ola de asesinatos. Mató a la mujer con la que
salía, a su hermano y a un chico del autobús en un lapso de unos tres días.
—Sí, fueron dos —gruñe—. Eso es una ola de asesinatos.
—Ehh... ¿no en tres días? —Me encojo de hombros—. No estoy tan
seguro.
—No importa, carajo —sisea—. La policía está haciendo preguntas.
Hay una cacería humana en marcha...
—Sí, bueno, estoy seguro de que lo atraparán. —Tomo un sorbo de
zumo de naranja, reteniendo la información que tengo sobre el asunto.
Callahan se sienta frente a mí.
—Sabes, yo estaría mucho más preocupado si fuera tú.
Mi ceja se arquea.
—¿Ah sí? ¿Y eso por qué?
—Porque a Trevel no le gustó que lo dejaras conmigo —dice, con los
ojos muy abiertos clavados en mí—. Me dijo varias veces que sentía que lo
habías abandonado en su momento de necesidad. Por Dios, ahora que lo
pienso, algunas de las cosas que dijo deberían haber levantado algunas
banderas rojas. —Deja caer su cara entre las manos.
Me siento mal por Callahan. Está muy metido en su cabeza, y
claramente, no ve estas cosas como inevitables, así como yo.
Trevel puede estar molesto conmigo todo lo que quiera, y la verdad es
que sus sentimientos hacia mí sólo van a deteriorarse con lo que he
planeado. Sólo espero que mi chico pueda encontrarlo antes que la policía.
—Callahan, mira. —Me siento hacia adelante—. No te preocupes por 486
mí. Estoy bien. Vete a casa y relájate. Quédate con Felicia y los niños.
Tómate un tiempo libre. Todo esto se resolverá por sí solo.
Levanta la cara para mirarme fijamente.
—Estás muy confiado para alguien cuyo paciente asesino en serie
anda suelto y enfadado.
Mi cara sigue siendo casualmente inexpresiva. No es el único asesino
lunático que conozco personalmente...
Callahan y yo charlamos durante unos minutos más, la mayoría de
los cuales los paso intentando calmarlo. Acepta a regañadientes tomarse
unas vacaciones y sale de mi oficina, tras lo cual hago una llamada a Yari
con los datos del detective jefe del caso de Trevel. No creo que la policía lo
encuentre antes que mi chico, pero por si acaso... Manuel Blanco podría
tener que agitar esa tarjeta que utiliza tan a menudo para conseguir lo que
quiere. Por no mencionar que estoy seguro de que dirán al público que Trevel
está muerto en cuanto lo entregue a El Ivory.
Hablando de eso, hago una llamada más a mi investigador privado,
que me pone al día de algunas pistas prometedoras que tiene, y me siento
bien. Me reconforta lo que está pasando. El caos que me rodea se siente...
agradable.
Y con eso en mente, llamo a mis padres. Después de todo, tengo algo
de tiempo para matar.
—Lemuel, ¿dónde has estado? —Mi madre parece realmente
preocupada, lo cual es sorprendente—. Tu padre y yo hemos estado
preocupados. Tu asistente dijo que estabas viajando por trabajo, pero no
tenía más detalles...
—Sí, madre, estaba haciendo un trabajo en un lugar remoto —le
digo—. El servicio celular era limitado.
—¿Qué clase de trabajo requiere que un psiquiatra se desplace a un
lugar remoto? —pregunta, y aunque no lo dice abiertamente, casi puedo oír
la burla. Como si fuera puramente ridículo que alguien quisiera contratarme
para algo.
—Es irrelevante —murmuro entre dientes apretados—. Mira, he
vuelto a la ciudad, pero sólo por unos días. Me gustaría ir a verte... —Para
despedirme.
—Oh, está bien —dice, aparentemente sorprendida—. Bueno, ¿qué tal
esta noche? Cocinaré e invitaré a tu abuelo.
—Suena como un plan. —Casi sonrío. 487
Es la primera vez que me emociona ver a mis padres, y por supuesto
será la última.
Tengo la intención de hacerla valer.

Más tarde, esa noche, llego a casa de mis padres.


La familiar punzada de inquietud nerviosa se abre paso en mi
estómago, pero para mi sorpresa, no es ni de lejos tan sofocante como suele
ser. Esta vez, estoy preparado para su desaprobación. Diablos, incluso lo
agradezco.
Nunca me he preocupado de hacerlos felices, o de que se sientan
orgullosos, ya que nunca se han preocupado de hacerlo por mí. Pero en este
caso, creo que me gustaría ver cuánto puedo arruinar sus estados de ánimo.
Llamo a la puerta principal. Y después de unos segundos, se abre,
revelando el rostro de mi padre.
—¡Hijo! Me alegro de verte. —Me da la bienvenida al interior y me
detengo un momento, desconcertado.
¿Hijo? Es la primera vez.
—Hola, papá. —Atravieso el vestíbulo con él y, como siempre, vamos
primero al bar a tomar una copa.
Sabe que no bebo mucho. De hecho, ni él, ni mamá. Pero es una
especie de tradición para nosotros. Tomar un par de tragos con la cena. Creo
que es la única manera de tolerarnos el uno al otro.
—Eh, ahí estás. —El familiar estruendo de mi abuelo me llega al oído,
y me giro para encontrarlo acercándose, usando un bastón.
—Abuelo... ¿qué pasó? —Pregunto, dándole uno de esos medio
abrazos, medio apretones de manos.
—Ah, nada. —Me hace un gesto con la mano—. Me estoy haciendo
viejo, por si no lo sabías. —Sonríe, y fuerzo una pequeña sonrisa para él.
Ojalá hubiera sido diferente, abuelo... Ojalá no hubieras hecho lo que
hiciste. Podríamos haber sido cercanos. 488
—¿Vino? —pregunta mi padre.
—Quizá algo más fuerte —respondo, y parece sorprendido.
—Pues whisky —dice, sirviéndonos un vaso a cada uno y los
levantamos—. Por la familia.
Chocamos los vasos y toman sorbos, pero me quedo helado. No puedo
creer que sean tan arrogantes, especialmente después de la forma en que
me fui la última vez. No he hablado con ellos desde aquella noche, ¿y van a
actuar como si no hubiera pasado nada?
Esto es una mierda.
—¿Mamá está en la cocina? —Pregunto, dando un sorbo a mi bebida.
No es tan suave como la que me dio Manuel Blanco.
—Sí, dando los últimos toques —dice papá, y se apoya en la barra, de
cara a mí, mientras el abuelo toma asiento—. Entonces, ¿qué es eso de un
trabajo en un lugar remoto?
Aquí vamos...
Tomo aire.
—No puedo hablar mucho de ello, pero es un lugar bastante...
Pienso con nostalgia en aquella mansión. El jardín, y el camino del
bosque... Presionando a Felix contra un árbol, y besándolo hasta marearlo
mientras ambos temblamos...
—¿Qué es, una especie de cosa ultrasecreta de la CIA? —El abuelo se
ríe.
—Sí, seguro que siempre necesitan terapeutas —bromea mi padre, y
mi puño se aprieta a mi lado.
—Me pidieron específicamente a mí —murmuro, mirándolo por
encima del borde del vaso.
Mi padre asiente.
—Bueno, un mes es mucho tiempo para estar fuera...
—En realidad, no he terminado —digo—. Ni mucho menos. De hecho,
volveré en cuanto pueda. Indefinidamente.
Mi padre se atraganta con su sorbo.
—¿Indefinidamente? ¿Vas a quedarte allí?
—¿Y ni siquiera puedes decirnos dónde está? —Pregunta el abuelo.
489
Niego con la cabeza.
—No, no puedo. Probablemente no lo haría aunque pudiera.
—¿Qué se supone que significa eso? —Mi padre resopla.
—Significa que nunca te ha importado mi trabajo, y tampoco te
importa ahora. ¿Por qué iba a decirte algo al respecto?
Los dos me miran fijamente por un momento. Me dan ganas de reír.
Quiero decir, honestamente. ¿Qué creían que iba a pasar? ¿Que íbamos a
olvidar todo y vivir el resto de nuestras vidas actuando como si nada hubiera
pasado? En realidad, estoy seguro de que eso es exactamente lo que
pensaron.
Puñado de tontos...
Mi madre asoma la cabeza en la habitación y dice:
—La cena está lista, chicos. Lemuel, sé bueno y sírveme una copa de
tinto.
Hola a ti también, mamá.
Papá y el abuelo entran en el comedor mientras sirvo el tinto. Cuando
me reúno con ellos, mi madre reparte los últimos platos de comida. Y no voy
a mentir, esta es la única parte que echo de menos. La comida de mi madre
es estupenda.
Tomamos asiento alrededor de la mesa, y la tensión ya es alta. Puedo
sentirla. Pero elijo no enfocarme en ello en este momento. Sólo va a
empeorar.
Cuando por fin termina de servir, mi madre dice:
—Adelante, todos. Coman.
—Todo huele muy bien, mamá —le digo, tomando una generosa
porción de ensalada de patatas en mi plato. Seguido de buñuelos de maíz.
Y su famosa ensalada de cangrejo. Dios mío, ¿cómo voy a dejar esto?
—Gracias —dice mamá con una sonrisa cortante—. Entonces,
cuéntanos la situación de este trabajo. Suena extraño...
Mi cara pierde todo rastro de deleite. Ah, sí. Así es cómo.
—Bueno, como les dije a papá y al abuelo, no puedo decir mucho —
murmuro entre bocados—. Ya que he firmado un acuerdo de
confidencialidad y todo eso.
—No mencionaste un acuerdo de confidencialidad —dice mi padre.
Mis ojos se dirigen a los suyos con una mirada punzante. 490
—Estaba llegando a eso cuando empezaste a reprenderme.
—Lemuel, ¿por qué tienes que ser siempre tan dramático? —me
reprende mi madre—. Actúas como si estuviéramos contra ti, cuando en
realidad todo lo que queremos es lo mejor para ti. Siempre lo hemos hecho.
Esperaba un poco más de tiempo con esta comida, pero supongo que
empezamos ahora.
Dejo caer el tenedor en mi plato con un tintineo.
—¿Eso es cierto? ¿Siempre han querido lo mejor para mí?
Los fulmino con la mirada. Papá y el abuelo parecen ligeramente
arrepentidos. Pero mi madre no lo acepta. Se mantiene firme.
—Lemuel, tienes que aprender a dejarlo ir —dice en voz baja, con un
tono casi de advertencia que coincide con la mirada en su rostro.
—Vera, creo que deberíamos... —Mi padre lo intenta, pero levanta una
mano para detenerlo.
—No, tiene que escuchar esto. —Sus ojos son severos, similares a los
míos en color, más ricos alrededor del iris—. Las cosas pasan, y uno sigue
adelante. Así es el mundo. Quiero decir, por el amor de Dios, ¡eres
psiquiatra! ¡¿Aconsejas a tus pacientes que se queden con cosas que
pasaron hace veintitantos años?!
La rabia sube por mi cuerpo, es como la marea alta.
—No, madre. Yo les aconsejaría que se enfrentaran a su pasado, de
frente. —Algo revolotea por mi cerebro, una idea. Pero la dejo de lado por
ahora—. Así que eso es lo que estoy haciendo. Ustedes... —mis ojos rebotan
entre los tres—, son gente horrible.
—Lemuel, por favor... —se queja mi padre.
Me pongo de pie, agarrando el borde de la mesa con los nudillos
blancos.
—Permitieron que ese monstruo me hiciera lo que me hizo. Dejaron
que se saliera con la suya. Lo encubrieron como si no fuera nada. —Mi
volumen se eleva, la furia sacude mi voz—. Ni una sola vez me ofrecieron
algo por lo que pasó esa noche. Ni terapia, ni nadie con quien hablar. Lo
escondieron bajo la alfombra y fingieron que nunca había pasado. Bueno,
¿adivinen qué? Sucedió. Y le pasó a su único hijo, que aparentemente no
vale nada. 491
En un arrebato, recojo mi vaso y lo azoto contra la pared opuesta. El
vidrio se rompe, el licor gotea sobre la pintura. Mi madre se estremece, pero
mantiene intacta su mueca de enfado. Los ojos de mi padre se abren de par
en par con inquietud. Y mi abuelo... Bueno, se queda mirando en silencio.
Completamente apagado.
—Por eso hago lo que hago —les digo, aunque sólo es parcialmente
cierto—. Quiero asegurarme de que nadie tenga que vivir nunca con algo
que se lo coma vivo. Porque eso es lo que hace esta mierda. Es como el
cáncer que extirpas a tus pacientes. Crece dentro de ti, una masa negra,
infectando cada aspecto de tu vida. La mente humana es mucho más
compleja de lo que ustedes, imbéciles, le dan crédito.
Me detengo a respirar y observo sus rostros sorprendidos, que me
miran como si no tuvieran la menor idea de qué decir o hacer. Estoy seguro
de que no la tienen. Después de todo, hicieron lo que hicieron por una razón.
Porque no están preparados para lidiar con ningún tipo de conflicto
emocional o confrontación. Es triste, realmente lo es.
Dejando escapar una respiración entrecortada, murmuro:
—Pueden intentar enterrar las cosas en lo más profundo de sus
mentes... Negar que hayan ocurrido. Pero siempre lo recordarán. —Mis ojos
se dirigen a los de mi madre—. Como la vez que te atrapé follando con Harold
cuando tenía diez años. —Su cara se retuerce de indignación y humillación
mientras mi cabeza se ladea—. Ya sabes, el otro hermano de papá... El que
no es un violador asesino.
—¡Lemuel, basta! —ladra mi padre—. ¿Qué bien puede venir de
desenterrar el pasado de esta manera?
Dejo escapar una risa incrédula.
—Es curioso, pensé que ya había respondido a esa pregunta. Pero no
esperaba que la comprendieras. Después de todo, sabías que te había
engañado... y te quedaste con ella. Los dos están muy metidos en su
negación. Siempre preocupados por cómo se ven las cosas desde afuera.
Pero debajo de la superficie, están podridos.
Mis ojos se posan en mi abuelo.
—Y tú. Has estado muy callado durante todo este asunto... ¿Quieres
opinar? —Se limita a soltar un suspiro cansado, con la frente arrugada por
la derrota—. Eso es lo que pensaba. Tú eres el peor de todos. Eres el que
ayudó a Stephen a no ir a prisión. Usaste todas tus elevadas conexiones,
por ser el mayor egoísta del mundo, para mantener a un violador y a un 492
asesino en las calles. Un año en Belleview. ¡¿Un maldito año?! —Golpeo mis
puños sobre la mesa, haciendo sonar los cubiertos—. ¡¿Tienes idea de lo que
me hizo?!
La mano del abuelo vuela hacia su boca. Sus ojos se llenan de
lágrimas. Pero no dice nada.
No hay nada más que decir.
Se suponía que estas personas debían preocuparse por mí, no por él.
Pero en lugar de eso, actuaron como si nunca hubiera pasado. Y desde ese
día, he estado persiguiendo respuestas. La aceptación.
Un cierre.
Han pasado veintitrés años y todavía estoy jodido por ello. Por culpa
de ellos.
—¿Saben qué? —Suspiro, pateando mi silla hacia atrás con fuerza—.
Me siento más a gusto rodeado de criminales y psicópatas que junto a
ustedes. Y eso es decir algo.
Les dirijo una última mirada de disgusto y decepción antes de
dirigirme a la puerta.
La voz de mi madre me sorprende antes de salir del comedor.
—Lemuel, espera. No puedes volver a salir así sin más...
Me vuelvo por encima del hombro.
—Sí puedo. La única diferencia es que esta vez no voy a volver.
Y luego me voy.
Atravieso la casa a toda velocidad, corriendo hacia la puerta como la
última vez. Y eso me recuerda...
Al detenerme de nuevo en la mesa auxiliar junto a la puerta, veo el
mismo correo con la dirección del remitente: S. Love Chicago, IL
La voz de Felix aparece en mi cabeza. Tómalo. Esta es tu oportunidad.
Tomo el sobre y salgo corriendo de la casa sin darle una sola mirada.
Me subo a mi auto de alquiler y me dirijo al aeropuerto.

493
Durante todo el trayecto hasta Hartsfield-Jackson, pensé en mi
próximo movimiento. Y gran parte de ello se sintió como una niebla.
Para lo lento que suele ser el tiempo, los momentos previos a éste
pasaron en un abrir y cerrar de ojos. Fue casi como si me moviera
instintivamente. Como en piloto automático, haciendo lo que siempre supe
que debía hacer, pero no me atrevía a realizarlo.
Supongo que esto era inevitable. Sólo hizo falta un pequeño empujón
de mi asesino en serie favorito para llegar aquí. Para darme cuenta de que
la respuesta estuvo delante de mí todo el tiempo.
Mi taxi se detiene en la acera frente a la casa y miro por la ventana.
Aquí es. 8213 West Summerdale Avenue.
Pago al conductor y me bajo, tomándome un momento de tranquilidad
para contemplar la residencia. En realidad, es sólo una casa. No hay nada
profético en ella, ni gritos que salgan de su interior ni cuervos que la rodeen
en el cielo. De hecho, es un millón de veces más normal que el lugar donde
he estado viviendo los últimos dos meses. Lo que demuestra que las
apariencias son una mierda.
Stephen parece normal. También Felix...
Mis labios se mueven al pensar en mi lunático nerd, obligando a mis
pies a moverse, llevándome por el pasillo hasta la puerta principal. Respiro
largamente y me preparo para llamar al timbre.
Desplazando mi peso con ansiedad, espero durante muchos y pesados
segundos, preguntándome si debo tocar de nuevo. Hay un auto en la
entrada, lo que significa que definitivamente hay alguien aquí. Sólo espero
que sea él y no una esposa despistada o algo así.
Pero entonces oigo movimiento detrás de la puerta. Y se abre de golpe,
revelando un rostro que no he visto en veintitrés años.
—Hola, Stephen —digo con calma, aunque la adrenalina me hace
temblar los miembros—. Cuánto tiempo sin verte.
Al principio me mira de forma extraña, como si no me reconociera del
todo, ya que ha pasado mucho tiempo. La última vez que me vio, yo tenía
catorce años. Apenas en desarrollo, a punto de convertirme en un hombre.
Cabello más corto, menos músculos. Sin tatuajes. Y él tenía unos treinta
años, con el mismo aspecto que ahora. Sólo que ahora es visiblemente más
viejo, con la cara un poco desgastada, con algunas líneas y canas en las
sienes. Pero sigue siendo claramente él. 494
El hombre que probablemente me habría matado si hubiera atado la
cuerda más fuerte.
Veo el momento en que se da cuenta de quién está de pie en su
escalera. Sus ojos se abren de par en par y tiene una especie de mirada de
horror, aunque intenta disimularla. Mira rápidamente detrás de mí y me río.
—Aquí no hay equipos de cámaras ni nada. —Sonrío—. Sólo yo.
—¿Qué quieres, Lemuel? —murmura—. Creí que no te volvería a ver...
—Estoy seguro de que no lo hacías —murmuré y asentí detrás de él—
. ¿Puedo entrar? —Parece que quiere negarse, pero antes de que pueda,
añado—: Sólo quiero hablar. Creo que me lo debes.
Mirándome con recelo, finalmente suelta un suspiro y se aparta,
permitiéndome pasar junto a él. El interior de su casa es lo que se espera
de un monstruo secreto. Ordenado. Organizado. Escasamente decorado.
Tiene algunas obras de arte en las paredes que probablemente ni siquiera
le interesan. Pero es sobre la apariencia.
Me acerco a una estantería para observar unas cuantas fotos
enmarcadas. No reconozco a nadie en ellas.
—Entonces... ¿de qué querías hablar? —pregunta dubitativo—. No
tengo mucho tiempo. Estoy esperando a alguien.
Mis labios se curvan.
—No, no lo haces. Sólo quieres que piense que tendrás respaldo en
caso de que intente algo...
Su mandíbula se tensa visiblemente, pero no discute.
Tomando asiento con un suspiro en un sillón de cuero, saco del
bolsillo el sobre que robé de la casa de mis padres.
—Sé que has estado en contacto con mis padres. Sé que te han estado
enviando dinero, y estoy seguro de que el abuelo también... Han estado
financiando tu vida durante años. —Mis ojos se mueven por la habitación—
. Te compraron esta casa, ¿verdad?
Soy testigo de cómo traga, pero se queda callado.
Inclinándome hacia delante, apoyo los codos en las rodillas.
—Ni siquiera eres un miembro productivo de la sociedad, Stephen.
¿Trabajas? ¿Haces algo? Aparte de violar chicos jóvenes, quiero decir.
Porque afrontémoslo... No hay forma de que dejaras eso.
495
Sus labios se separan, el odio brilla en sus ojos. Pero aun así, no dice
nada.
—Después de todo, te libraste... Así que por qué no ibas a seguir
adelante, ¿verdad?
—No —finalmente gruñe—. Te equivocas. Después de que tú... —Su
voz se corta para no tener que decir las palabras. La furia brota como una
semilla dentro de mí—. Fui a Belleview. Conseguí ayuda. Me curaron.
Una sonrisa casi del gato de Cheshire se forma en mi boca y me siento
en la silla para crear una postura despreocupada, cruzando el tobillo sobre
la rodilla.
—Stephen, ¿sabes a qué me dedico?
—No —refunfuña—. ¿Cómo diablos voy a saberlo?
Mi hombro se levanta en un encogimiento.
—Tal vez vigilas al que se escapó. Quién sabe...
—No lo hago —gruñe—. Arruinaste mi vida. Deberías haber mantenido
tu maldita boca cerrada.
Vaya. La audacia.
Ignorando eso por ahora, suspiro.
—Soy psiquiatra clínico y estudio la psicología del comportamiento,
especialmente en lo que se refiere a la sociopatía. —Su mirada furiosa se
torna un poco contrariada—. Y por eso, sé con absoluta certeza que no estás
curado. Nunca lo estarás. —Mi cabeza se inclina—. Estás tan enfermo,
depravado y socialmente atrofiado como cuando tenía catorce años y me
ataste a una viga en un sótano abandonado y me chupaste la polla.
Suelta un rugido de rabia y se levanta de su asiento, acercándose a
mí.
Permanezco sentado.
—¡Eres un maldito provocador de pollas, Lem! Siempre lo has sido —
me sisea—. Andando por ahí sin ninguna preocupación en el mundo.
Parecías la presa más fácil del mundo. Pero en lugar de eso, ¡resultaste ser
un enorme dolor en mi trasero!
—¿Porque te obligué a parar...? —Pregunto despreocupadamente—.
¿Abriendo mi maldita boca?
—¡Sí! —Jadea—. Porque eras una mierdecilla prepotente. Podrías 496
haberlo aceptado, como el resto de ellos. Pero no... tuviste que ponerte cómo
un loco.
Me rechinan los dientes mientras las lianas de la rabia se arrastran
más rápido y me levanto lentamente, poniéndome a unos centímetros de su
cara. Veo cómo tantea su resentimiento mientras estrecho la mirada.
—¿Cómo se llamaba el chico que mataste? Tim Meadows, ¿verdad?
—Nunca encontraron un cuerpo —balbucea en voz baja, esa confianza
de hace un segundo vacilando—. No pudieron relacionarme con él.
—Es curioso que lo menciones... —Sonrío—. Porque mi investigador
privado, se llama Sven. Un jodido fenómeno de la excavación, te lo digo, fue
capaz de localizar el cuerpo de un desconocido en Atlanta. El chico tendría
unos trece años. La misma edad que Tim Meadows cuando desapareció...
—No hay manera de vincularme a él —dice de nuevo, insistentemente.
Tratando de convencerse a sí mismo.
—Tal vez. —Me encojo de hombros—. Como he dicho, mi chico es muy
bueno. Y conoce a mucha gente en muchas oficinas. Forenses,
examinadores médicos, analistas forenses, detectives. Quién sabe lo que
podrían encontrar ahora que por fin están investigando esto. Como deberían
haberlo hecho hace más de veinte años, si tu padre no estuviera tan
consumido por cómo se vería... tener un depravado asesino pedófilo por hijo.
Sus ojos brillan de furia y se lanza hacia mí. Pero soy más rápido.
Utilizando todo el peso de mi cuerpo, lo embisto, empujándolo a través
de la habitación contra la estantería. Su espalda se golpea y un gruñido se
escapa de sus labios cuando lo agarro por el cuello.
—La cosa es que Tim no fue el único, ¿verdad? —Me enfurezco en su
cara, apretando su garganta y atrapándolo con mi tamaño mientras sus
brazos se agitan y trata de apartarme—. Eres patético para mí, Stephen.
Pero la cosa es que no te culpo por lo que haces. Sólo lo hago porque es lo
que te mereces. Esto es pura venganza, simple y llanamente.
—Q…qué... qué mierda... —pronuncia sin aliento, forcejeando contra
mí.
Alcanzo uno de los marcos de cristal que hay detrás de él y lo estrello
contra la estantería hasta que sólo tengo un trozo de cinco centímetros.
—Ahora, sé esto por experiencia, tío Steve... —Sostengo el vidrio en su
garganta, mi corazón martillea en mi pecho—. Sólo hay dos cosas que
497
puedes hacer con un perro rabioso. Enjaularlo o sacrificarlo. —Me inclino
para un último susurro—. Deberías haber elegido la jaula.
—No... espera... —Pero no lo hago.
Me muevo hacia atrás y muevo la muñeca, cortando el afilado cristal
a lo largo de su garganta con fuerza. El sonido del corte en su carne es
notablemente audible, un corte tan profundo que se abre inmediatamente,
la sangre brotando del corte.
Stephen se agarra a él, intentando mantenerlo cerrado, pero le
arrebato las manos y lo inmovilizo, dejando que su cuerpo se desangre.
Tiene los ojos muy abiertos y desorbitados mientras chisporrotea, brotando
a borbotones, tosiendo sangre en mi cara.
Las salpicaduras me cubren, y siento un subidón como nunca he
experimentado. Excepto con Felix.
Sonrío sangrientamente, pensando en mi abeja asesina y en lo mucho
que le gustaría ver esto conmigo. Observar a mi violador morir en mis
manos.
Suelto a Stephen y se derrumba en el suelo, sangrando y muriendo
mientras me quedo de pie junto a él, mirando. Y siento cosas... Pero ninguna
de ellas es remordimiento. No me siento culpable por haberle quitado la vida,
porque era mía. Me la debía.
Sé que esto me convierte en un psicópata. Pero no me importa. Me
robó algo mucho más valioso... Los restos de mi infancia. Porque después
de ese incidente, después de escapar con cicatrices de las cuerdas que había
atado alrededor de mi cuerpo, el niño que había en mí estaba muerto. Me
obligó a crecer antes de que estuviera preparado.
La experiencia me marcó, mental y físicamente, pero también fue lo
que despertó mi eterna fascinación morbosa por los monstruos humanos.
Con la gente que hace cosas atroces. Supongo que debo agradecerle esa
parte. Porque aunque me dejó sintiéndome insatisfecho durante muchos
años, también me llevó a la Penitenciaría de Alabastro. Y a Felix.
Mi estómago da una voltereta.
Se siente bien ver morir a Stephen. Mientras da su último aliento,
tendido en un charco de sangre, veo los recuerdos de mí mismo, atado y
asustado, girando en el aire como el humo.
Nunca será capaz de hacer eso a nadie más.
Y no puedo pretender que esa sea la razón por la que hice esto, pero
definitivamente es la guinda del pastel de este asesinato. Una noción 498
espléndida para tener.
Felix estará orgulloso.
El repentino deseo de volver a él es insistente, mis dedos se agitan con
la necesidad de tocarlo. Quiero ver su cara y escuchar su voz...
Maldito Manuel Blanco.
Pero me llevará de vuelta a la Isla de Alabastro sin importar cuándo
aparezca. Porque ahora pertenezco allí.
Recogiendo los trozos rotos del marco de fotos, los guardo para tirarlos
en algún sitio. Luego limpio todo lo que he tocado y localizo las llaves del
auto de Stephen. Como lo único que tengo es la ropa que llevo puesta, voy
a su habitación y me pongo unos vaqueros y una camiseta blanca. No me
quedan bien y no son de mi estilo, pero tendrán que servir.
Justo cuando estoy terminando, suena mi teléfono y exhalo un
suspiro de alivio.
—Sven. ¿Cuál es la situación?
—Así que... lo encontramos. —Suena dubitativo.
—Muy bien... eso es algo bueno.
—Bueno...
Me rechinan los dientes.
—Sólo escúpelo.
—Está en Tailandia.
Me quedo helado.
—Tailandia...
—Sí. Resulta que se subió inmediatamente a un avión.
Porque es inteligente.
—De acuerdo... entonces, ¿cómo vas a localizarlo?
—Ya tenemos los ojos puestos en él. Sólo tengo que ir allí y capturarlo.
Tardará un poco más de lo que predije en un principio.
Mis músculos se ponen rígidos.
—¿Cuánto tiempo más?
—Una semana. Diez días, como mucho.
Nop. 499
—No tengo diez días. O una semana —gruño—. Lo necesito ahora.
—Intentaré ir lo más rápido posible, pero si lo asustamos, podríamos
perderlo definitivamente.
Frotándome los ojos, suelto un largo suspiro. Tiene razón.
Pero no hay manera de que me aleje de Felix por una semana. Volveré
ahora. Manuel tendrá que aceptar mi palabra de que Trevel está en camino.
—Bien. Sólo... date prisa. —La línea se queda en silencio un momento
antes de que murmure—: ¿Y el otro?
Sven respira.
—Correcto. Sí, también lo encontré.
Mi cuerpo se pone rígido mientras agarro el teléfono con fuerza en el
puño.
—¿Y....?
—Vivo y bien, vive en Los Ángeles —me dice Sven, y suelto un robusto
aliento de alivio—. Quiero decir, bastante bien...
Las líneas de mi frente se arrugan.
—¿Qué significa eso?
—No estoy seguro de que siempre haya sido así, pero es un poco...
problemático. Luchando con el abuso de sustancias. Y fue detenido hace
unas semanas por un disturbio en un club nocturno de lujo en Beverly Hills.
Estaba ebrio y un poco drogado, alegando que un tipo le debía dinero... Fue
todo un asunto.
Se me revuelve el estómago.
—Así que es un trabajador sexual.
—Eso parece —dice Sven de mala gana.
No sé qué hacer con todo esto. La cabeza me da vueltas y sólo puedo
pensar en Felix.
Cómo podría reaccionar sabiendo que Cameron está sufriendo... De
repente, mis pulmones están un poco apretados.
—Pero está bien... ¿verdad? —Pregunto, aferrándome a ello—. Sólo,
quiero decir que no está... no se va a hacer daño ni nada...
Sven vuelve a callar y el silencio, con un cadáver en el suelo a mi lado,
se siente excepcionalmente pesado.
—Mira, Lem, ¿qué quieres que te diga? 500
Pellizcándome el puente de la nariz, me doy dos segundos más para
estresarme con esto antes de cerrarlo.
—Gracias, Sven. Sólo... mantente en contacto. Sobre Trevel.
Cuelgo el teléfono, me despido rápidamente de mi tío muerto en el
suelo y me voy. Me pongo nervioso cuando me subo a su Honda Accord
negro, muy discreto, tiene mucho sentido, y me alejo, dejando atrás mi primer
cuerpo y Chicago. A pesar del conocimiento que tengo ahora y que se desliza
dentro de mí como una serpiente, estoy concentrado y decidido.
Posiblemente incluso más. He tomado mi decisión, he actuado, he adivinado
las consecuencias.
Todo está sucediendo, como siempre debió ser. Y ahora estoy de
camino a casa. El primer hogar real que creo que he tenido desde que era
un niño.
Porque ahora soy un asesino. Y si hay un lugar que conozco donde los
asesinos brutales son recibidos con los brazos abiertos... es en la Isla de
Alabastro.

501
32

Felix Harmon Darcey


Edad: 22 años
Ubicación: Brooklyn Heights, NY

M
e lo encontré fuera de la cafetería del parque...
El que se escapó.
Verás, estaba en las nubes por el éxito de exponer
a Lee. La policía, el FBI, toda la ciudad de Nueva York... incluso gran parte
del país estaba alborotado.
Era famoso.
Y los policías me odiaban. Me aborrecían.
Es decir, estaban muy enojados. Después de todo, se habían pasado
el último año relacionando mis crímenes basándose en un perfil psicológico,
ya sabes, esa cosa tipo Mindhunter, pero no tenían ninguna prueba física.
Sin armas homicidas. Ni ADN.
Esas eran las cosas que me aseguraba de no dejar atrás. Porque esas
eran las cosas que te atrapaban. Bueno, eso y un cuerpo, que debo admitir,
me volví bastante impresionante con la dispersión de las partes.

502
Dejar a Lee Turnov en el árbol del Rockefeller Center fue mi Capilla
Sixtina, mi sinfonía cuarenta y uno... Mi Citizen Kane 27. Fue la obra maestra
que me llevó de ser un monstruo desconocido acechando en las sombras a
tener mis asesinatos en la lista junto al maldito asesinato de Sharon Tate 28.
Ni siquiera fue mi último asesinato. Había traído a casa un par de
tipos más en los últimos meses, pero lo único que le importaba a todo
el mundo era Lee Turnov, la maldita decoración navideña.
Su atención estaba siendo absorbida por él, y era algo bueno. Porque
definitivamente seguía en el negocio. Todavía haciendo lo mío, trabajando
en la librería tres días a la semana, y luego por la noche, siguiendo a los
chicos por el parque.
La ciudad era mi patio de juegos.
Y fue entonces cuando lo vi en el periódico...
La ciudad se acobarda ante la amenaza del Escultor.
El Escultor.
¡Ese era yo!
¡Muévete, Hijo de Sam!
En serio... Alguien escribió eso en el New York Times. Que quienquiera
que estuviera cometiendo estos actos atroces era mil veces más depravado
de lo que podría ser David Berkowitz 29.

27
Citizen Kane. Es una película dramática estadounidense de 1941 dirigida, escrita,
producida y protagonizada por Orson Welles. Está considerada como una de las más
grandes obras maestras de toda la historia del cine.
28
Sharon Tate. Actriz y modelo estadounidense 'sex symbol' de Hollywood y esposa del
famosos director de cine Roman Polanski, fue brutalmente asesinada junto a otras cuatro
personas en su mansión de lujo de Beverly Hills. El crimen fue cometido por la "familia" de
Charles Manson, convertido en un ritual brutal y sanguinario.
29
David Berkowitz David Berkowitz también conocido como El hijo de Sam o El asesino
del calibre .44. Es un asesino en serie estadounidense que estuvo activo entre 1976 y 1977.
Cuando se enteró que estaba siendo buscado, comenzó a dejar como firma en un papel
"Son of Sam" (Hijo de Sam) Fue caracterizado por no tener un modus operandi. Vendió sus
memorias a una editorial y debido a ello se creó la New York Executive Law Section 632, 503
conocida como Ley del Hijo de Sam «Son of Sam law» de modo que todos los beneficios que
obtuviera como derechos de autor no fuesen destinados a él sino a un fondo para las
víctimas gestionado por la Unidad de Crímenes de New York.
Caminaba en el aire. Reluciente, como si me hubieran bañado en
diamantes. Claro, en ese momento sabía quién era desde hacía más de
cuatro años. Había estado matando activamente desde los dieciocho años,
cortando cuerpos, esculpiendo sus rostros. Sabía por dentro que era El
Escultor... Pero uno no se pone un apodo, como el de ese escritorzuelo
Berkowitz.
Te sientas y dejas que el New York Times lo elija por ti.
Por fin se me reconocía. Por fin, y con sólo veintidós años, me había
hecho un nombre. Había dejado huella.
No era invisible... era una estrella.
Y, sinceramente, en ese momento, mientras escudriñaba el artículo
del periódico tan a fondo que ni siquiera podía pestañear, tuve que
contenerme activamente para no ir corriendo a la comisaría y entregarme.

Fue una reacción breve e instintiva que desapareció a los pocos


segundos. Pero aun así... Mi primer pensamiento fue: quiero que sepan quién
está haciendo esto.
Quería crédito. Quería que mi nombre, Felix Darcey, estuviera
vinculado a este apodo de tipo duro, El Escultor.
Pero una distracción lujuriosa me robó la atención y fue cuando lo vi.
Henry Liu... Salía de la cafetería de la que acababa de salir, también
con un café y un periódico en la mano. No estaba prestando atención a nada
de lo que lo rodeaba, porque estaba demasiado ocupado leyendo ese titular.
El que hablaba de mí.
Mis ojos se detuvieron en él mientras mi pulso palpitaba en mi cuello,
con los dedos agarrando los objetos en mis manos con demasiada fuerza.
Era muy atractivo, moreno, de ángulos marcados. Llevaba una camiseta sin
mangas que dejaba ver sus inmaculados bíceps, lo suficientemente ajustada
como para que se viera aún más gloriosa la musculatura que había debajo.
Era verano, pero recuerdo que ese día no era sofocante. Sólo lo
suficientemente cálido como para sentir que podía derretirme con ese
hombre tan guapo. Y fue entonces cuando me di cuenta de que nunca podría 504
entregarme. Nunca podría permitir que me atraparan.
Necesitaba demasiado matar.
Mis víctimas eran una parte de mí. No era tan arrogante como para
pensar que podía ser famoso sin ellas... No, no. Sin ellos, no sería El Escultor.
Así que decidí que pasaría disfrutando de la tarde siguiendo a Henry
Liu. Porque después de la rabia que había descargado sobre Lee Turnov,
que era, de hecho, un pedófilo que abusaba de los niños, y el estrés que
había sufrido al hacerlo posar en ese maldito árbol yo solo, me hicieron
pensar que me tocaban unos cuantos meses más de relajación.
No me esperaba alguien dulce y hermoso, como Cameron, a quien
pudiera cuidar en el baño.
Estaba listo para mi próxima víctima.
Y aparentemente, él estaba listo para mí. Porque el universo lo envió
caminando directamente hacia mí.
—¡Oh, mierda! Lo siento mucho. —Henry estaba revisado la calle tras
chocar conmigo en la acera. Comprobó su café y luego mi camiseta
frenéticamente—. No te lo derramé encima, ¿verdad?
Mis labios se curvaron en una agradable sonrisa. Era tan amable, y
olía fantástico.
—Sólo un poco, pero no hubo daño. —Le di un rápido repaso, antes
de murmurar—: Soy Felix.
Su mirada de preocupación se desvaneció al apreciar mi rostro, con
una sonrisa de interés cubriendo también sus labios.
—Soy Henry.
En el fondo de mi mente, sabía que este prólogo de estilo de encuentro
no era una gran idea. Nunca recogía a los chicos a plena luz del día,
especialmente con tantos testigos alrededor. Las calles de Brooklyn Heights
estaban llenas de gente en esta hermosa tarde de domingo, lo que no era
ideal.
Pero también me sentía orgulloso de mi nuevo apodo. Me sentía
engreído, considerado en una lista de élite de seres humanos enfermos que,
de alguna manera, se consideraban celebridades en este retorcido país.
Y desgraciadamente, la parte que parecía olvidar en ese momento era
que cada uno de esos tipos había sido capturado.
Pero todo eso pasó a un segundo plano en mi mente mientras me 505
acercaba a Henry, mirando el periódico en su mano.
—Es una locura, ¿verdad? Lo que este tipo ha estado haciendo...
Las oscuras pestañas de Henry se agitaron mientras asentía con la
cabeza, soltando un suspiro nervioso.
—¡Lo sé! Sólo estaba leyendo sobre ello... Quiero decir, lo del
Rockefeller Center fue inquietante.
La euforia se desvaneció en mis entrañas.
—Tan enfermo. Y estuvo en todas partes durante meses.
—Así es —coincidió Henry, aunque percibí un poco más de
fascinación morbosa que asco en su tono y sus rasgos—. No podías encender
la televisión sin ver cómo bajaban ese cuerpo del árbol...
Apreté los dientes para no sonreír.
—Ojalá lo atrapen pronto.
—Sí. —Henry asintió con la cabeza—. Lo sé. Me gustaría poder
caminar por la noche sin mirar por encima del hombro cada dos segundos.
Mis ojos recorrieron sutilmente sus brazos y su torso.
—Por tu aspecto, creo que podrías manejarlo.
Mordiéndome el interior de la mejilla, recé por una reacción positiva a
mi coqueteo. Por supuesto, los hombres heterosexuales no solían
comprometerse durante tanto tiempo, aunque había tenido algunas
víctimas bicuriosas en los últimos dieciocho meses más o menos. Sin
embargo, podía sentir que me apegaba a la idea de Henry. Mi corazón se
inclinaba hacia él como mi próximo Cameron-de-remplazo. Ese anhelo que
nunca pude saciar de verdad.
Y cuando sonrió y se mordió el labio, supe que estaba dentro.
Quedará muy bien en mi bañera.
—Gracias —murmuró—. Para eso está el gimnasio, ¿no? Entrenar
para defenderse de los asesinos en serie...
Me reí.
—Tal vez puedas protegerme. —Me incliné un poco más y susurré—:
Del gran villano Escultor.
Sentí un cambio en su respiración mientras sus ojos se dirigían a mi
boca.
—¿Quieres dar un paseo conmigo? —le pregunté, esperanzado.
506
Al principio, percibí una leve aprensión en medio de la intriga, como
si conocer a hombres extraños y salir inmediatamente con ellos no fuera lo
normal para él. Pero debió ver algo en mí que le gustó, porque me dedicó
una ligera sonrisa y dijo:
—Claro, me encantaría.
Después caminamos juntos por el parque durante un rato, hablando
y terminando nuestros cafés. Y cuando nos acercamos a mi apartamento, le
pregunté si quería subir.
Estaba indeciso, y mirando ahora hacia atrás, por supuesto que lo
estaba. Me estaba excitando mucho más de lo que lo había hecho antes, lo
que debería haber sido una señal de alarma tanto para mí como para él.
Pero ya no podía soportarlo. Tenía esa necesidad que me subía por las
entrañas, esa desesperación por añadirlo a mi colección. Si todo iba bien, él
sería el número treinta y cinco, y estaba casi salivando por ello.
El subidón de mi nueva fama me estaba nublando el juicio. Pasamos
aún más tiempo hablando del asesino que estaba suelto, de modo que
cuando nos acercamos a mi apartamento, ya estaba excitado y listo para
explotar.
Conseguí que Henry accediera a subir diciéndole que sólo quería
cambiarme la camiseta, ya que me había derramado el café. Una especie de
forma de culpa leve. Y se lo creyó.
El sol acababa de ponerse cuando subió conmigo a mi apartamento.
Y después de eso, las cosas se volvieron un poco confusas.
Aunque obviamente estaba tenso, me dejó besarlo. Y me devolvió el
beso. Terminamos besándonos en mi sofá durante un rato, y todo el tiempo,
lo único en lo que podía pensar era en ese artículo. El apodo.
Soy el Escultor, me decía una y otra vez en mi cabeza.
Fue entonces cuando me volví más agresivo. Quería desnudar a Henry
para poder sentir su piel, pero él dudaba. Me di cuenta de que le gustaba,
pero lo ponía nervioso moverse demasiado rápido. Obviamente no era como
los otros chicos que traía a casa, que siempre buscaban sexo casual.
Este tipo era demasiado dulce, inocente. Empezó a joderme un poco
la cabeza. Y lo siguiente que supe fue que lo estaba asfixiando.
La expresión de su cara cuando mis manos se dirigieron a su garganta
y la apretaron no se parece a nada que pudiera haber imaginado. Vi el 507
momento en que lo entendió, la mirada en sus ojos cuando se dio cuenta de
que el asesino del que habíamos hablado toda la tarde estaba encima de él.
Podía verlo en su cara, la conciencia. El Escultor iba a matarlo.
Usé mis manos, lo que no había hecho en un tiempo, como si tuviera
algo que probar. Quería robar la vida de este hermoso hombre, y guardarla
para mí como un trofeo. Y quería hacerlo con las manos desnudas.
Henry estaba realmente asustado. Luchaba y forcejeaba contra mí con
todas sus fuerzas. Pero yo tenía mucha más experiencia en asesinar que él
en no ser asesinado. De alguna manera terminamos en el suelo, y estaba
clavando mis manos en su garganta con tanta fuerza, que podía ver los
vasos sanguíneos estallando. Esos capilares rojos reventados en sus ojos...
Fue brutal.
Mis manos estaban agotadas, pero lo conseguí. Finalmente, después
de varios minutos, se quedó sin fuerzas debajo de mí, y me desplomé.
—Vaya, cariño... —Susurré, apartando el cabello mojado de sudor en
sus sienes—. Me has hecho trabajar por ello, ¿no?
La satisfacción me invadió como un maremoto. Mi corazón latía con
fuerza, la adrenalina corría por mis venas como una potente droga mientras
besaba su cuello. Mis labios y mis manos lo recorrieron, disfrutando
realmente del tacto de su cuerpo. Le toqué las abdominales y el pecho,
siempre me han gustado los torsos, mientras le besaba los labios con
ternura, lamiendo los profundos moretones que ya se estaban formando
alrededor de su garganta.
Me sentí muy bien. Era justo lo que necesitaba.
Nunca había sido tan feliz.
Hasta que recordé que aún tenía algunas piezas del número treinta y
cuatro en el armario.
—¡Mierda! —Me quejé, me levanté de un salto y me dirigí al armario
del vestíbulo, abriendo la puerta de golpe.
Efectivamente, ahí estaba la cabeza de Nick, mirándome fijamente.
Mirando hacia arriba con esa expresión de horror que había tratado de
arreglar con mi cuchillo.
No podía creer que me hubiera olvidado de él. Ya había tirado la mayor
parte de él en bolsas de basura separadas y en diferentes contenedores
detrás de restaurantes y bodegas de toda la zona. Pero las cabezas me
gustaba dejarlas para el final. Me gustaba tenerlas cerca. A veces hablaba
con ellos... cuando Want no se sentía especialmente hablador. 508
En mi neblina de adrenalina, decidí que tendría que encontrar tiempo
para deshacerme de la cabeza de Nick antes de deshacerme de Henry. Era
lo que se debía hacer.
Llevé a Henry al baño y lo metí en la bañera. Lo limpié, como solía
hacer, que era mi parte favorita. Su cuerpo era tan agradable, y tenía la piel
más suave. No pude evitar frotarme contra él hasta que me corrí.
Después de eso, me vestí, recorté el artículo del New York Times y lo
colgué en mi nevera, subí el volumen de Tears For Fears y me preparé para
trabajar.
Sólo que se presentó otro problema... No había más bolsas de basura.
—Genial... —Murmuré sarcásticamente, poniéndome los zapatos—.
Tengo que ir corriendo a la esquina —les dije a todos. Nick, Henry y Want.
A Want específicamente, le dije—: Vigílalos, por favor.
Me ignoró, lo que desató la irritación en mis venas. Estaba enfadado
porque recogiera a Henry de la forma en que lo hice. Want tenía tendencia
a enfadarse cuando no hacía las cosas a su manera.
—Mocoso obstinado —había murmurado al salir del apartamento.
Estuve afuera sólo unos veinte minutos. Pero cuando volví... Henry
Liu se había ido.

Después de que Henry Liu escapara, estaba seguro de que todo había
terminado para mí.
En cuanto volví y vi que no estaba en la bañera, entré en pánico. Salí
corriendo del apartamento, siguiendo el rastro de agua que había dejado
como si fueran migas de pan, buscándolo frenéticamente durante cinco
minutos, hasta que finalmente lo vi.
Caminando desnudo por Atlantic Ave.
Estaba claramente desorientado. Era obvio por el tipo de arrastre que
hacía como un zombi, y por el hecho de que ni siquiera se había molestado
en intentar ponerse la ropa. 509
Miré a mi alrededor para ver si alguien me prestaba atención,
intentando acercarme a él, pero sin querer llamar la atención. Pero lo bueno
de la ciudad siempre ha sido lo poco que la gente parece fijarse en lo extraño
e inusual. Supongo que cuando vives en un lugar en el que la gente grita en
las esquinas, lleva ropa hecha de basura, tiene sexo en el metro y utiliza las
estaciones como sus propios baños personales, ver a un tipo caminando
desnudo por una de las calles más transitadas de Brooklyn es un día más
en la ciudad de Nueva York
Mientras no se interpusiera en el camino de nadie, probablemente
nunca se darían cuenta de su presencia.
Hasta ese momento había funcionado a mi favor, pero mi suerte
estaba a punto de agotarse. Estaba a pocos metros de Henry cuando pasó
una patrulla de policía.
Me agaché rápidamente al doblar una esquina mientras se detenían
con las luces encendidas, saltando del auto para comprobar cómo estaba el
hombre desnudo con el cuello herido. Estaba temblando hasta el tuétano
mientras veía cómo llamaban a los paramédicos. Sabía que tenía que salir
de allí, pero también necesitaba saber lo grave que era.
Y sí, era malo. Pero mientras escuchaba atentamente, oí a los dos
policías conversar sobre cómo Henry Liu no respondía a sus preguntas, y no
podía hablar realmente.
Un pequeño alivio me invadió. Debió sufrir un ataque o algo así por la
falta de oxígeno cuando lo estrangulé. Todavía no podía creer que estuviera
vivo. Henry Liu era un luchador, sin duda. Desgraciadamente, eso hizo que
me gustara aún más.
Una vez que llegó la ambulancia y se lo llevaron, me apresuré a volver
a mi apartamento y me preparé para hacer una gran limpieza. Incluso pensé
en mudarme, ya que era cuestión de tiempo que Henry recordara dónde
vivía.
Pero mientras pasaba los dos días siguientes fregando cada superficie
de mi apartamento con lejía, caí en un agujero de nostalgia.
No quería dejar el apartamento 213. Era mi hogar. Es donde descubrí
mi verdadero yo. Si las paredes pudieran hablar, habrían necesitado una
intensa terapia.
Después de eso caí en una depresión aturdida. Pasó una semana en
la que no salí de mi apartamento, actuando como un maníaco adicto al crack 510
o algo así, mirando a través de mis persianas cada dos minutos a cada
sonido que oía.
Y, naturalmente, fue entonces cuando Want decidió volver a hablar.
Sabes lo que voy a decir, ¿verdad?
Mi mandíbula se apretó con fastidio.
—Sí. Por supuesto que sé lo que vas a decir.
Te has vuelto demasiado arrogante. Cualquiera podría haberte visto
con Henry Liu ese día, y no sabes nada de él. ¿Y si sus padres son súper
ricos, y no se detendrán ante nada para averiguar quién le hizo esto a su hijo?
—¡He dicho que lo sé! —Le rugí, dando un pisotón y poniéndome en
su cara—. ¿Crees que no lo sé? Lo jodí a lo grande, ¿bien? Jesús...
Want se quedó en silencio por un momento después de eso, mientras
yo me revolvía en mis emociones.
—Está demasiado jodido para hablar —refunfuñé finalmente—. E
incluso si lo hace, su cerebro es como papilla. He leído sobre ello... La
pérdida de memoria es un síntoma común de la asfixia severa. Cortar el
oxígeno al cerebro, es como aniquilarlos.
Sí, pero no permanentemente.
—¡Eso no lo sabes! —Gruñí—. No seas un sabelotodo, Want. A nadie
le gusta eso.
Su rostro blanco y sin emoción me miró con desprecio. Sólo te digo...
Las cosas van a cambiar porque fuiste demasiado impaciente.
Estaba furioso. Pero sabía que tenía razón.
Lo único es que no ocurrió de inmediato.
Durante dos semanas, después de que Henry Liu escapara, esperé a
que la policía echara abajo mi puerta. Pero nunca sucedió.
Hubo una pequeña mención de él en las noticias, en las que decían
que estaba en el hospital, en estado crítico por las heridas sufridas durante
el ataque. Básicamente, sospechaban que era el responsable, pero
necesitaban que Henry Liu les ayudara a encontrarme. Y él no respondía.
Y así, aunque sabía que lo mejor sería que, como mínimo, me mudara,
no lo hice. Porque Want tenía razón... fui demasiado arrogante.
Y también tenía razón al sentirme así. Porque cada vez pasaba más
tiempo, las semanas se convertían en meses, y todavía no había pasado
nada. Según los periódicos, Henry Liu estaba despierto y por fin iba a salir 511
del hospital. Pero había sufrido una gran pérdida de memoria.
Parecía que estaba a salvo.
Hasta el 30 de octubre.
Era la víspera de Halloween y estaba emocionado. Acababa de matar
a mi trigésima quinta víctima, James Van Gerry, y me dispuse a dejar los
restos de su cuerpo en un cementerio como mi propia forma de celebración.
Había estado fuera todo el día, haciendo recados en un estado de fuga, y
cuando volví a mi vecindario, me detuve en la tienda para comprar algo.
Eso fue cuando lo vi.
Un boceto compuesto... de mi cara.
Me quedé helado. Todo mi cuerpo se quedó inmóvil mientras estaba
en la fila, mirando fijamente la pila de periódicos, todos los cuales tenían la
misma imagen en la maldita portada.
A mí.
—Muévete, amigo. Vamos —ladró un imbécil detrás de mí,
recordándome mi entorno.
Inquieto, me acerqué a pagar. El hombre que estaba detrás del
mostrador me miraba con extrañeza, lo que me produjo un escalofrío
mientras sacaba temblorosamente un billete de cinco dólares y se lo
deslizaba. Observé cómo sus ojos se dirigían al periódico que tenía a su lado.
El boceto de la policía en la primera página, que era tan claramente
yo, que ni siquiera era gracioso. Lo tienen todo... Mi cara, la estructura ósea,
las gafas... Incluso mi cabello era exactamente igual que en ese momento.
Con la cara en el suelo, salí corriendo de la tienda sin recoger el
cambio. Podía sentir los ojos sobre mí en todas partes, como manchas
calientes y picantes en mi piel. La gente me miraba fijamente.
Normalmente, habría vuelto a casa caminando, pero necesitaba
desesperadamente evitar que me miraran los desconocidos que pasaban por
la acera. Así que me subí a un autobús.
Sin embargo, en cuanto me subí, me di cuenta de que fue un error.
Había al menos tres personas sentadas justo delante, leyendo el
periódico con mi foto en la portada. Una anciana me miró desde el lugar en
el que me encontraba, agarrado al poste amarillo. Sus ojos se posaron en el
periódico y volvió a hojear lentamente la primera página. Luego volvió a
mirarme.
Sus ojos se abrieron de par en par. 512
Necesitaba bajar del autobús.
En la siguiente parada, me bajé y todos los pasajeros me miraron con
desprecio mientras subía la manzana, luchando por pasar lo más
desapercibido posible mientras prácticamente corría. Agaché la cabeza,
incluso me quité las gafas de la cara mientras caminaba lo más rápido
posible. No podía ver bien sin ellas, pero no me importaba. Necesitaba salir
de allí, pero era inútil.
La gente me veía a diestra y siniestra. Los murmullos comenzaron a
asaltarme desde todos los lados...
¿Es él? Debe serlo.
Se parece a él. Es ese tipo, ¿no? El asesino en serie...
¡Es él! ¡El Escultor!
¡Se dirige hacia el parque!
Las voces eran tan fuertes que resonaban en el interior de mi cráneo
mientras trotaba por la calle, hasta la entrada del parque Cobble Hill.
Y entonces empezaron a perseguirme.
A distancia, por supuesto. Nadie se acercaba directamente a mí, pero
definitivamente me estaban siguiendo, y era obvio. Me perseguían por la
ciudad como el monstruo de Frankenstein. La gente de Nueva York,
blandiendo tridentes.
Estaban enfadados.
Mi corazón se agitaba dentro de mi pecho, la sangre se agitaba en mis
oídos mientras retomaba la carrera, temblando de pies a cabeza por el miedo
desesperado. Intenté por todos los medios perderlos, pero cuando llegué a
la salida del parque, me encontré con un muro de policías y agentes del FBI.
Me detuve. Tragué saliva.
La gente gritaba a mi alrededor, un ruido tan fuerte como un trueno,
caos desde todos los ángulos. Mi corazón se quedó quieto.
Las armas se levantan, los láseres de sus visores apuntan a mi pecho
y a mi cara.
Alcé las manos lentamente.
Y eso fue todo. El día de mi muerte.
513
33
Felix

D
esearía estar muerto.
La palabra sufrimiento ni siquiera es suficiente. Todo
mi cuerpo está palpitando de dolor.
Mis muñecas se han entumecido, están en carne viva y sangrando
desde hace mucho tiempo por estar esposado a una tubería de drenaje, que
casualmente está a la misma altura del suelo que yo con los brazos hacia
arriba sobre mi cabeza, menos unos miserables centímetros. Y esos
centímetros son los que tienen mis dedos de los pies apenas capaces de
tocar el suelo. Lo que significa que las esposas alrededor de mis muñecas
básicamente están soportando mi peso corporal, clavándose en mi carne
todo el tiempo que he estado atado así, y según mis cálculos han sido de al
menos cuarenta y ocho horas.
Sin embargo, no estoy seguro. Me desmayé por un rato.
Me han tenido así desde que Manuel Blanco me dijo que Lem me
dejó... Así que no solo mi cuerpo está en agonía física, sino que también mi
corazón ha hecho las maletas y se ha ido.
Es gracioso... En tantas cosas que hago, me encuentro carente de
emoción. La forma en que se supone que la gente se siente acerca de las
cosas, yo no lo hago. Así que uno pensaría que tener mi corazón destrozado
en pedazos sería como un paseo por el parque, ya que se supone que soy
una persona fría e insensible cómo un reptil.
Pero al contrario... El dolor de enamorarse de alguien como el doctor 514
Love, alguien tan esquivo y difícil de arrancarle afecto, es un millón de veces
más insoportable que mis muñecas ensangrentadas. O mi espalda y piernas
adoloridas, mi mandíbula duele por la mordaza con pelota en mi boca ... Mi
estómago que se está comiendo a sí mismo por inanición y deshidratación.
Perder a Lem es jodidamente peor que todo.
Especialmente porque todo lo que he tenido es tiempo para pensar.
He estado atado aquí en esta habitación húmeda y lúgubre que apesta a
moho, sangre con costra y agua rancia del océano, con los ojos vendados y
amordazado, y lo único que puedo ver detrás de mis ojos cansados es su
rostro.
La forma en que sus pupilas se dilatan cuando se da cuenta de que
está excitado por algo tan sucio y depravado como chupar semen de mi
polla, como si fuera una pajita en su batido de vainilla, o untar nuestra
sangre sobre mi carne desnuda como la pintura de dos artistas locos
delirantes. La forma en que sus labios perfectamente afelpados se separan
y tiemblan cuando está a la altura de mis bolas. Cómo une nuestros dedos
y susurrará órdenes indecentes en mi oído.
Cómo me mira siempre profundamente a los ojos, sin vacilar en ese
intenso contacto, como si estuviera tratando de leer los datos almacenados
en mi mente con sus poderes robóticos.
Pero sobre todo, no puedo jodidamente dejar de pensar en cómo mis
sentimientos por él son épicamente diferentes de lo que he sentido por
cualquier otra persona. No es como Cameron, ni Emmanuel, ni como
ninguno de los demás. Está tan espectacular y trágicamente vivo en mi
mundo, cuando el resto de ellos son recuerdos muertos, restos cortados y
descartados que quedan solo para la presentación de diapositivas de El
Escultor.
Lemuel Love pertenece a Felix Darcey.
O... Lo hacía. Tiempo pasado.
Porque se ha ido, y ahora voy a pasar el resto de mi probablemente
corta existencia siendo castigado por mis crímenes. Y no de la manera
divertida, como lo hace Lem. Esta mierda que está sucediendo en este
momento es una tortura brutal. Y creo que solo puedo aguantar durante un
tiempo antes de morder la bala y tragarme mi propia lengua.
Si no fuera por la jodida mordaza, probablemente ya lo habría hecho.
Esto no es vida... Y aquí no hay vida sin él. 515
Mientras contemplo formas de suicidarme atado así, escucho el
crujido de la pesada puerta. Tengo que asumir que es Templeton. Él es quien
me puso aquí hace dos días, o cuando sea, y sé que ha regresado desde
entonces solo para verme. Mirarme como el jodido inútil que es. Realmente
no tengo idea de dónde está Johansson, o por qué este imbécil pelirrojo está
a cargo de repente. Pero supongo que eso es para que ellos lo sepan y yo
nunca lo descubra.
¿Cuál es incluso el punto de la venda en los ojos? No es que haya algo
que ver en esta estúpida habitación, de todos modos.
Mi cabeza es pesada, mis sienes palpitas mientras cuelgo hacia
adelante, mi cuello está demasiado cansado para siquiera sostenerla un
poco mientras escucho los pasos de alguien que se me acerca. Puedo
sentirlos dando vueltas alrededor, probablemente observando el estado en
el que estoy, las incomodidades que me han impuesto con un orgullo
equivocado, como si realmente se necesitara mucho talento para hacerle
esto a alguien.
El goteo de sangre y escupitajos que corren como un chorro lento de
mi boca alrededor de la gran bola atada, es el mismo tipo de sensación de
la sangre que gotea por mis brazos desde mis muñecas. Y entonces, cómo
podríamos olvidar la orina que tuvo que correr por mi pierna hace horas
cuando finalmente cedí porque ya no podía aguantar más. Parece que ya
podría estar casi seca, pero quién jodidamente lo sabe. Esta mierda es tan
horrible y degradante, de nuevo no en el buen sentido, y lo juro por Dios, si
alguna vez salgo de estas esposas, este hijo de puta va a lamentar el día...
—Te lo dije... —una especie de voz susurra y mi cabeza se lanza en su
dirección, no es que pueda ver nada.
A pesar de que estaba en silencio, todavía es familiar como la voz de
mi persona menos favorita en la tierra, el doctor Templeton. Pero algo sobre
la forma en que lo dijo me hace sentir que tal vez no estemos solos aquí.
—Mmmmmffmm... —Trato de gruñir sobre la obstrucción en mi boca,
lo cual no tiene sentido. Pero solo quiero que sepa que lo odio. En mi mente,
ya he explorado las formas más extravagantes de separar su cabeza de su
cuerpo, y luego los usos creativos para ella.
Podría optar por alguna creación de tipo hágalo usted mismo, como mi
chico Ed Gein 30.

516
30 Ed Gein: Presunto asesino en serie y ladrón de tumbas de los años 50’s. cuando su

casa fue investigada por la desaparición de una mujer, encontraron el cuerpo de esta,
desnudo, decapitado y abierto por el torso, también descubrieron, cráneos para usar
como tazones y ceniceros, pantallas de lámparas y asientos hechos de piel humana, un
De repente, me están bajando los pantalones. Me estremezco, pero no
tengo a dónde ir. Estoy colgando aquí como un imbécil con mi polla de fuera.
El aire frío pica mi carne expuesta mientras mis pantalones y los
boxers que Lem consiguió para mí cuelgan alrededor de mis tobillos
encadenados. Mi pulso se acelera, la adrenalina se activa con mi respuesta
instintiva de lucha. No sé qué planea hacer cara de mierda con mi mitad
inferior expuesta, pero estoy seguro de que no es bueno.
—¿Ves? —Dice Templeton, y ahora definitivamente no creo que me
esté hablando.
Pero no escucho a nadie más, y no puedo jodidamente ver. Mi cara se
levanta y gira, pero es demasiado oscuro para distinguir cualquier sombra
a través de la maldita venda de los ojos.
Vuelvo a temblar cuando sus dedos rozan mi pelvis mientras sujeta el
dobladillo de mi camiseta, levantándola lentamente. La sangre corre por mis
oídos como una cascada mientras escucho cualquier señal de quién más
está aquí, pero no escucho nada. Mi camiseta es bajada de nuevo...
¿Como si me estuvieran observando? ¿¿Apreciándome??
Vuelvo a retumbar desde detrás de la mordaza de bola, y Templeton
avanza y murmura, un shhh.
Jodido hijo de puta.
Escucho algunos pasos ligeros cuando alguien más se acerca. Y luego
un clic.
Es un sonido claramente familiar. Una cámara.
¿¿Me están tomando fotos?? ¡¿Qué mierda?!
Me retuerzo, dejando escapar un gemido desesperado porque solo
consigo clavarme más profundamente las esposas en mis muñecas y,
aunque ya casi no puedo sentirlas, todavía me duele de alguna manera. El
dolor es tan fuerte que irradia de arriba y hacia abajo por mis brazos.
Siento a Templeton caminando alrededor de mi lado izquierdo hasta
que está detrás de mí, y una conciencia aterradora se asienta en mis
entrañas. Trago con fuerza al saber que estoy seriamente jodido en este
momento. Literalmente.
Un guante de goma chasquea. 517

cinturón de pezones, una caja de zapatos con vulvas y muchos objetos más hechos con
partes de cuerpos humanos.
—Sabes, Felix... Tienes suerte. —Oh, ¿de verdad, imbécil? — Le conté
a mi colega aquí lo mucho que disfrutaste ese último experimento que
hicimos juntos. —Sus labios rozan mi oreja y me estremezco de asco. ¡No lo
disfruté, viejo asqueroso! — Y lo sorprendentemente agradable que fue para
mí ayudarte con eso. Así que sugirió que intentáramos algo similar. Si
cooperas, consideraremos bajarte. ¿Suena bien?
Gimiendo, me ahogo desde detrás de la mordaza, tratando como el
infierno de gritarle.
¡No! No está jodidamente bien. ¡Lo juro por Dios, te sacaré los ojos con
una cuchara oxidada y te los daré de comer!
Pero, por supuesto, no obtiene nada de esos pensamientos. En
cambio, escucho más clics, fotos mías siendo tomadas mientras Templeton
abre mis piernas tan lejos como irán con los grilletes. Entonces escucho
algunos crujidos. No estoy seguro de qué es, pero mi adrenalina está
alcanzando su punto máximo, y en un abrir y cerrar de ojos, estoy cansado.
Estoy tan jodidamente agotado que ni siquiera quiero pelear. No tiene
sentido, de todos modos. Él va a hacer lo que quiera conmigo, y no hay nada
que pueda hacer al respecto. Debería tomar los castigos que merezco porque
soy un monstruo.
Mi corazón todavía se acelera, porque a mi cuerpo obviamente no le
gusta lo que está sucediendo mientras siento sus manos agarrando mis
nalgas y abriéndome. Cada músculo de mi cuerpo está tenso como el
infierno, mi cabeza se desploma hacia adelante mientras cierro los ojos
detrás de la venda y finjo que estoy en otro lugar.
En el bosque... con Lem. En ese jardín, rodeado de plantas y dalias
amarillas. Las huelo... Siento sus suaves labios en los míos.
Un gemido de devastación agónica me deja cuando me penetra por
detrás. Una estocada dura, contundente, apenas lubricada y sin mostrar
piedad. Afortunadamente, estoy un poco demasiado alto y no puede llegar
hasta el fondo. Además, la polla obviamente no es muy impresionante, por
lo que solo hay unos pocos centímetros en mí.
Pero aun así... No lo quiero. Lo odio, de hecho.
Está cubierto de látex, al menos está eso. Puedo sentirlo, moviéndose,
tratando desesperadamente de profundizar mientras deja escapar un ruido 518
de asquerosa satisfacción que me provoca arcadas. El ruido de la cámara
sigue adelante mientras se acerca a mí y solo pienso en suicidarme.
Rezo por la muerte, a quien quiera escuchar. Dios, el Diablo, o la
Muerte misma, con su guadaña...
Alguien tiene que venir y llevarme ahora. Simplemente ya no puedo
hacer esto.
Las lágrimas se filtran de mis ojos, absorbiéndose en la venda de los
ojos. Me siento tan mal del estómago ante la sensación de lo que está
ocurriendo que creo que podría vomitar. Y entonces una idea parpadea...
Si vomito con esta mordaza de bola en la boca, entonces podría
atragantarme con mi propio vómito. Probablemente será un camino doloroso
para seguir, pero cualquier cosa es mejor de lo que estoy sintiendo en este
momento.
Templeton está diciendo cosas, pero no estoy escuchando, porque
todo es una tontería sobre sí, tómalo, y tu trasero se siente tan bien, y bla,
bla, solo termina de una maldita vez.
Sucumbiendo a las náuseas que se elevan dentro de mí, insto a mi
cuerpo a reaccionar a esta experiencia repugnante produciendo bilis. No he
comido en días, así que dudo que haya mucho. Solo necesito que sea
suficiente para que me ahogue.
Ahora estoy llorando a todo pulmón, solo sollozando porque a pesar
de que soy una cáscara sin vida, todavía puedo sentir todo.
No quiero sentir esto. No quiero jodidamente esto...
Lo siento, Lem. Ojalá pudiera aferrarme a ti, pero no puedo. No quiero
vivir más.
Mi cuerpo se sacude con sus movimientos, las esposas raspan a lo
largo de la tubería de metal mientras yo vacilo dentro y fuera de la
conciencia.
Pero luego un fuerte portazo me despierta de nuevo.
Siento que Templeton salta detrás de mí. Luego murmura:
—Oh, mierda —retirándose rápidamente y retrocediendo.
¿¿Qué pasa??
Ojalá pudiera jodidamente ver, pero todo es negro. Todo lo que tengo
son los sonidos de alguien diciendo:
519
—Por favor, espera... —y luego un golpe.
Algo se estrella contra el suelo y escucho un montón de gruñidos.
Pasos... Al menos dos personas.
¡¿Qué demonios está pasando?!
Hay montón de arrastres, pisadas y más pasos, antes de que una voz
retumbe:
—¿A dónde crees que vas?
Mi corazón salta tan fuerte contra mis costillas, que sacude todo mi
cuerpo.
Lem.
Santa mierda, está aquí. ¡Es él! Lo sé.
—Escucha, s…solo espera —escucho a Templeton suplicando, con la
voz temblorosa por el miedo—. Podemos hablar de esto...
Sus palabras se convierten en un gruñido ante el sonido de lo que
obviamente es el puño de Lem golpeándole la cara. Lo escucho una y otra
vez mientras cuelgo aquí, temblando y resoplando.
—Quédate abajo, perro —gruñe Lem.
Escucho más arrastres, y algunas maldiciones murmuradas, antes de
sentirlo. Pero luego su aroma me envuelve de inmediato, su calor parado
frente a mí provoca una ola de deleite para borrar todo lo terrible que acabo
de experimentar.
Está aquí. Volvió por mí.
Me salvó.
Primero me sube los pantalones, mi Lem el caballero, y luego me quita
la mordaza. Mi mandíbula está tan adolorida por estar abierta así durante
tanto tiempo, que me duele cerrar la boca. Escupo un poco de sangre, espero
no haberlo salpicado. Pero no parece importarle. Simplemente me quita la
venda de los ojos, envolviendo inmediatamente sus grandes y cálidas manos
alrededor de mi mandíbula para sostener mi cara mientras lo hace.
Mis ojos tratan de ajustarse, pero es difícil porque está muy oscuro y
todavía estoy llorando. Ni siquiera me importa. No intentaré actuar como un
tipo duro, porque no importa. Rompiendo a llorar gimoteo entre sollozos
desgarradores mientras Lem amolda mi cuerpo contra el suyo.
—Felix, bebé. —Su voz tiembla de emoción, y su gran palma acuna la
parte posterior de mi cabeza mientras tiemblo en sus brazos—. Quiero
abrazarte para siempre, amor. Nunca quiero dejarte ir, especialmente no
520
ahora, pero tengo que bajarte de aquí. Necesito bajarte ahora mismo, bebé.
Tus muñecas están sangrando.
Olfateo y asiento, forzando mi boca a croar.
—Está bien. Sí, por favor. Bájame.
Me baja, mi cuerpo descansa en cuestión de segundos mientras él
corre hacia un cuerpo desplomado en el suelo, mi visión borrosa asume que
es Templeton. No tengo mis gafas, pero mis ojos se han ajustado en su
mayoría, y encuentro a Lem cavando en los bolsillos de Templeton en busca
de las llaves de las esposas y grilletes.
Las localiza y luego vuelve a mí y me alegro de que su cara esté
borrosa, porque no quiero ver nada como la lástima allí. Pero cuando se
acerca lo suficiente como para que distinga sus líneas, no es lástima. No me
está mirando como una víctima. Solo está preocupado por mí porque le
importo.
Todo se siente espeso y lento dentro de mí, mi corazón lucha por
bombear de vuelta a la vida. Hay un destello dentro de mi pecho, un rayo
de luz solar en la oscuridad, extendiendo un fervor renovado por mis venas,
porque mi doctor Love regresó.
Está realmente aquí.
Abre las esposas e inmediatamente me agarra por la cintura,
levantándome sobre su gran cuerpo mientras mis brazos caen para cubrir
sus hombros.
—Agárrate a mí, bebé. Te voy a llevar a la pared para que puedas
apoyarte en ella mientras te quito los grilletes.
Asiento con la cabeza con la cara apoyada en su hombro, inhalando
la más larga bocanada de su aroma como el aire más fresco de lo alto de
una montaña. La suave aspereza de sus rastas en mi mejilla es eufórico en
este momento, mezclada con el olor dulce y masculino de él. La sensación
de su fuerza, todos sus músculos duros con nosotros pecho a pecho... Es
mi sensación favorita en el mundo.
Estoy completo; entero de nuevo. Me está volviendo a unir. Cosiendo
todos mis cortes desagradables.
Cuando siento que mi espalda se conecta con una pared de concreto,
lo vuelvo a soltar para que pueda doblarse y quitar los grilletes alrededor de
mis tobillos. Pero un movimiento nos llama la atención. El tipo que no es
Templeton, que también había estado tirado en el suelo, está tropezando 521
con sus pies y saliendo por la puerta. Corre tan rápido que si fuera una
bruja de dibujos animados, habría horquillas en el aire detrás de él.
Lem se burla y sacude la cabeza.
—Maldito idiota. ¿A dónde cree que va a ir?
Resoplo y me mira. Nuestros ojos se conectan, pero realmente no
puedo verlo bien sin mis gafas y la niebla de lágrimas persistentes en mis
ojos. Aun así, siento ese ámbar, brillando mientras se levanta lentamente,
solo unos centímetros de espacio entre nosotros. Ambos pechos se mueven
con respiraciones duras, chocando mientras su boca se cierne sobre la mía.
—Volviste por mí —susurro.
Asiente.
—Por supuesto que lo hice. Creo que ya no sé cómo vivir sin ti, Felix
Darcey.
Mi corazón se derrite en mi pecho mientras sus labios rozan los míos.
Pero entonces un gemido roba el momento y nuestra atención.
—Quiero besarte hasta dejarnos sin aliento en este momento, pero no
quiero que este se escape —canturrea.
Asiento con la cabeza, con los ojos puestos en Templeton, que parece
estar despertando del estado de inconsciencia en el que Lem aparentemente
lo puso.
Irrumpió aquí y noqueó a dos tipos por mí? Vaya... Es como Idris Elba
o algo así.
Se acerca a Templeton y pone un pie en su garganta.
—No te muevas. —Me mira—. Bebé, ¿podrías agarrar esas esposas,
por favor?
La neblina se despeja un poco cuando me doy cuenta de que soy libre,
y mi violador está frente a mí. Tal como había estado deseando...
Es como si mis oraciones fueran respondidas. Y este es mi regalo.
La emoción retorcida se eleva dentro de mí, El Escultor despierta de
su letargo. Mi cuerpo está volviendo a la vida, y se llena de adrenalina
cuando empujo el dolor de moverme para caminar y agarrar las esposas.
Asiento con la cabeza a Lem.
—Levántalo. Lo esposaré a la tubería.
Lem deja escapar un sonido apreciativo.
522
—Bien pensado, hermoso.
Soy físicamente incapaz de evitar que la sonrisa cursi adorne mis
labios mientras veo a mi hombre arrastrando a Templeton como si su peso
corporal no fuera nada.
—Estoy tan malditamente feliz de que estés aquí.
Lem sonríe, es tenso, pero sigue siendo hermoso, y murmura:
—Yo también.
Pone de pie a Templeton, quien parece volver a la conciencia,
luchando mientras intento esposarlo a la misma tubería de desagüe en la
que me tuvo enganchado durante malditos días.
—¡No! Espera, espera por favor...
Lem lo golpea con la palma abierta en la cara.
Ni siquiera puedo evitar la risa que estalla de mí.
—¡Oh, mierda! Golpe de perra.
Fue tan duro que sorprendió a Templeton, y aprovecho la oportunidad
para esposarlo. Luego me apresuro y agarro los grilletes, abrochándolos
alrededor de sus tobillos.
Dejando escapar una respiración temblorosa, agotado incluso por
esos pocos movimientos, miro hacia abajo a mis muñecas. Lem se acerca
corriendo, tomándolas en sus dos manos.
—Necesitamos limpiarlas y vendarlas —dice con firmeza.
Mirando su rostro, mi corazón bombea salvajemente con tanto amor
que estoy abrumado por él. Estoy jodidamente contento de que haya vuelto.
Fueron solo unos días, pero pensé que se había ido para siempre. Eso es lo
que dijo el alcaide, de todos modos.
Creo que se da cuenta de que mi mente se está volviendo loca en este
momento, porque dice:
—Tenemos mucho de qué hablar, bebé. Pero lo primero es lo primero...
Mis ojos revolotean a la derecha.
—Él.
Lem asiente. Sin dudarlo.
—Es tuyo. 523
Mis labios se curvan sádicamente mientras todas las cosas que podría
hacerle a este hombre brillan a través de mi cerebro.
—¡No puedes hacer esto! —Templeton grita, puro terror en sus ojos—
. Felix, piensa en esto...
Me inclino para recoger la mordaza con pelota.
—¿Me traerías mis gafas? —Le pregunto a Lem, luego agarro a
Templeton de la mandíbula, lo suficientemente fuerte como para que se
estremezca—. Quiero ver esto. —Apretándolo más fuerte, gruño—: Abre bien
hijo de puta.
Fuerza sus labios para mantenerlos cerrados, pero Lem literalmente
mete sus dedos en su boca, agarrando sus filas superiores e inferiores de
dientes con ambas manos y abriendo su maldita boca para que pueda
rellenarla con la mordaza.
—Eres tan jodidamente perfecto —le susurro a mi sexy y aterrador
doctor.
Me pasa los dedos por el cabello, luego deja caer un beso en mis labios.
—Iré a buscar tus gafas. Y algunas herramientas.
Distingo una sonrisa radiante y sus cejas moviéndose hacia
Templeton antes de que se vaya, dejándome, riendo.
—Es realmente genial —suspiro—. Nos llevamos bien.
Templeton está murmurando y gimiendo detrás de la mordaza, como
lo estaba yo hace solo unos minutos.
—Oh, cómo han cambiado las cosas. —Alcanzo su camisa,
arrancando algo de material de la parte inferior mientras salta. Lo uso para
envolver mis muñecas temporalmente para poder jugar antes de que
necesite buscar atención médica—. Sabes, ese es el riesgo que corres
cuando juegas con alguien como yo, Pequeño Cretino. Así es como te voy a
llamar de ahora en adelante, por cierto. Porque apenas podía sentirte dentro
de mí. —Le muestro una sonrisa de satisfacción mientras sus ojos brillan
enojados, aunque todavía están llenos de miedo, lo cual es inmensamente
satisfactorio—. De todos modos, como estaba diciendo, ciertamente te
divertiste a mi costa. Pero si vas a hacer algo así, tienes que saber con
certeza, como estar cien millones por ciento seguro, de que no exista forma
de que sobreviva. De lo contrario, te estás poniendo en una posición
realmente mala. Como lo estás ahora mismo.
524
Hago una pausa y giro, dando unos pasos antes de girarme y
retroceder.
—Verás, Pequeño cretino, ahora eres mi juguete. Y cartas sobre la
mesa, nunca fui bueno cuidando mis juguetes. —Me río entre dientes—. Te
lo digo; Enterré más figuras de acción en mi patio trasero de lo que parece
factible. Solía hacerles todo tipo de cosas... Quemarles la nariz, amputarles
brazos y piernas. En realidad, fue probablemente cuando me di cuenta de
que me gustaba esculpir cosas, porque solía clavar una hoja de afeitar en
su carne de plástico... y me encantaba.
Mi cabeza se inclina.
—Pero no te preocupes, eso no es todo lo que te voy a hacer. Confía
en mí, vamos a hacer que esto sea divertido. —Dando un paso adelante, me
acerco a él de nuevo, dejándolo ver mi cara mientras le digo—: Voy a quitarte
todo lo que pueda, Pequeño Cretino. Te mantendré respirando solo para que
puedas desear no estarlo. Te haré orar por la muerte como lo hacía yo antes
de que mi hombre me salvara. Te prometo, doctor Templeton —gruño,
cobrando vida con las palabras—, sentirás cada pedacito de mi odio por ti.
Tocarme fue el peor error de tu vida.
Está visiblemente temblando de miedo, ya se está orinando encima.
Por favor, yo duré como dos días completos antes de tener que hacer eso...
Mocos y lágrimas corren por su rostro.
—¡Dios, esto va a ser tan satisfactorio! —Me río.
Lem regresa a la habitación, viniendo directamente a mí. Coloca algo
en el suelo a nuestro lado, luego se acerca a mí, sonriendo. Me muerdo el
labio mientras desliza mis gafas por mí. ¡Y voilà! Puedo ver su hermoso
rostro, claro como el cristal.
—Mmm... esto es mucho mejor —suspiro.
—Realmente lo es. —Sonríe, pasando un pulgar a lo largo de mi sien
y por las puntas negras de mis marcos—. Me alegro de haber pedido algunos
pares adicionales para ti, ya que aparentemente se pierden a menudo. —Su
cara es de regañado, pero de una manera burlona.
—Oye, culpa a este imbécil. —Mi pulgar señala a Templeton.
—Confía en mí ... Lo hago. —Los ojos de Lem se vuelven hacia él, y la
mirada más aterradora de ira enfermiza se apodera de su rostro. Es algo
aterrador, pero también excitante como el infierno. Parece que quiere
destrozar al hombre con sus propias manos. Por mí. 525
Dios, amo su protección posesiva. Es tan jodidamente caliente.
Mirando al suelo, encuentro un maletín negro.
—Te traje algunas cosas con las que jugar —me dice Lem a modo de
explicación. Ambos nos inclinamos cuando lo abre y mis ojos se iluminan,
como un niño psicótico en una tienda de dulces caníbales.
Hay todo tipo de dispositivos enfermos aquí. Cuchillos de diferentes
formas y tamaños, pinzas, una sierra de huesos, una cuchilla de carne,
clavos oxidados... incluso una cuchara. ¡Oh! Justo lo que quería.
—¿Qué hiciste? ¿Limpiar los cajones de las salas de examen? —Me río
entre dientes.
—Apenas. Sabes cuántas cosas hay allí. —Sonríe—. Hazme saber si
hay algo más que quieras, y lo traeré.
Mis ojos se acercan a los suyos, y las palabras simplemente salen.
—Te amo.
Tan pronto como salen, quiero alcanzar el aire y tomarlas de nuevo.
Estoy nervioso como el infierno, especialmente porque la última vez que dije
algo así, desapareció.
Pero antes de que pueda comenzar a retractarme, Lem susurra:
—Yo... yo... también. —Su garganta se hunde, las pestañas
revolotean. Es la cosa más linda y sexy que he visto cuando está nervioso.
Es tan raro que desearía tener una cámara. Respira hondo—. Yo también te
amo, Felix.
—No, no lo haces —murmuro con incredulidad, sacudiendo la cabeza.
Sus frente se arruga, y su boca se frunce.
—Sí... Lo hago.
—No hay manera.
—Hay una manera. Porque es verdad.
—Simplemente no veo cómo...
Lem se lanza hacia mí, agarrándome la cara para besarme y dejarme
sin aliento, tal como lo prometió. Es tierno, pero tan apasionado que me deja
sin aliento.
Cuando se retira, un gemido se me escapa.
—Está bien, tal vez lo hagas.
Se ríe, pasando una mano por mi pecho para cubrir mi corazón.
526
—Ahora, destripa a este imbécil, bebé. Quiero verte en acción.
Una sonrisa ansiosa cubre mi cara y me presiono el labio inferior entre
los dedos.
Esto va a ser una buena diversión a la antigua y sangrienta.

Ha pasado más de una hora y Templeton ha visto días mejores.


Las cosas que le hice... Son melodramáticas incluso para mí.
Tal vez la próxima vez lo piense dos veces antes de violar a un asesino
en serie.
Al apartar el cabello de mi frente, queda una mancha de sangre
pegajosa allí que puedo sentir. Mirando a Lem, lo encuentro sonriendo.
Sostiene la cámara que el otro tipo de la habitación había dejado caer y me
toma una foto.
—Recabando evidencias —me río.
—Voy a hacer un álbum de recortes —dice, satisfecho consigo mismo.
Mi sonrisa se desvanece cuando parpadeo hacia él.
—Puedes... borrar las otras fotos de allí, ¿verdad?
Lem me da un vistazo, acercándose a mí lentamente.
—Por supuesto que lo haré.
—No quiero que las veas —insisto suavemente. Sus cejas se fruncen—
. Lo digo en serio... Simplemente te enojarás más.
—Bebé, no las veré, pero te lo digo... Ya poseo el máximo nivel de odio
por este hombre. —Sus ojos revolotean hacia Templeton, aunque hay un
destello de satisfacción por el estado en el que se encuentra—. Y por ese
imbécil de Hassan. —Mi cabeza se inclina con curiosidad—. Ese es el otro
tipo que estaba en la habitación. Es un nuevo doctor.
—¿Qué carajo le pasó a Johansson? —Pregunto, mi interés finalmente
ha despertado.
—Todavía está aquí... Me encontré con él primero cuando regresé. Así 527
es como supe dónde estabas. Simplemente se sentó y permitió que esta
escoria tuviera rienda suelta sobre ti mientras yo no estaba, así que en lo
que a mí respecta, también es culpable. —Toma mi cara en sus manos—.
Haré que todos paguen por lo que te hicieron.
No puedo evitar sonreír.
—Recuerdas que soy un asesino en serie, ¿verdad?
Se ríe, pero luego se pone serio.
—Felix, te lo dije. No creo que eso justifique cosas como esta. Sé que
eres quién eres, y no hay diferencia en eso... Pero tampoco hay que cambiar
las partes de ti que son buenas. Como tu inteligencia, tu ingenio, tu lealtad
feroz... Me encantan todas esas cualidades. Y para ser honesto, también
amo las malas. Te amo, ya sea que esté mal o bien, o jodidamente erróneo,
porque creo que sabemos que lo es. —Sonríe y yo me río—. Pero no me
importa ni un poco. Conocerte fue lo mejor de mi vida.
Mi sonrisa se ensancha.
—Tu vida aún no ha terminado. Todavía hay tiempo para crear nuevos
recuerdos...
—No puedo esperar —respira las palabras en mi boca, besando mis
labios, luego mi barbilla, luego mi mandíbula.
Nos obligamos a separarnos, porque queda mucho por hacer, y
necesitamos seguir adelante.
Lem suspira de satisfacción, luego se asoma al suelo.
—¿Qué quieres hacer con el pie?
Miro el pie cortado debajo del cuerpo de Templeton, el mísero vendaje
que usamos para envolver la herida en su tobillo lo suficiente como para que
no muera ya empapado de sangre.
—Déjalo por ahora —respondo—. Podemos conseguirlo más tarde.
Quiero enterrarlo en la tierra del jardín y hacer que parezca que alguien está
ahí. —Me rio y Lem resopla, sacudiendo la cabeza.
—Mi pequeño monstruo enfermo. —Me da una especie de expresión
salaz que prende fuego a mi sangre.
—Ni siquiera me mires así en este momento —me quejo—. Estoy
asquerosamente sucio y débil, y cada vez que me pongo duro, siento que me
voy a desmayar.
528
—Bueno, no podemos permitir eso —responde con firmeza—. Déjame
limpiarte y luego te alimentaré.
—Suena maravilloso.
Estamos a punto de dejar a un Templeton ensangrentado y
descuartizado para que se pudra hasta que decidamos volver por más,
cuando Lem hace una pausa.
Toma unas tijeras extremadamente afiladas y me mira, levantando
una ceja traviesa.
—¿Te importa?
Un escalofrío de emoción me atraviesa.
—Adelante.
La idea de que quiera participar en este baño de sangre es demasiado
emocionante para mí. Como lo es la mirada determinada en sus ojos
mientras acecha hacia Templeton. El imbécil violador apenas está
consciente, desplomado y sangrando a través de su ropa por todos los
cortes. Pero cuando Lem se acerca a él y comienza a desabotonarle los
pantalones, se retuerce de nuevo a la vida.
Lem empuja los pantalones de Templeton lo suficiente como para
sacar su polla flácida. El hombre está retorciéndose como un pez en un
anzuelo, pero cuando Lem estira su polla y sostiene las tijeras, se queda
quieto, llorando detrás de la mordaza.
—En algunos países, si te atrapan robando, te cortarán la mano —
dice Lem en un gruñido bajo—. Pusiste esto en un lugar que me pertenece...
lo que te convierte en un ladrón.
—Lo intentó —chasqueo—. Confía en mí, no tuvo éxito.
—Nunca —está de acuerdo Lem, todavía mirando a Templeton
colgando—. Solo quiero que entiendas por qué estás perdiendo tu polla,
Templeton. Porque jodiste con algo que es mío. Esto es retribución. Es
merecido.
Y luego, sin pensarlo dos veces... ¡Tijeretazo!
Mis ojos se abren como un reflejo, porque es realmente difícil no sentir
eso yo mismo en algún sentido. Mi mano corre hacia mi polla, que se está
volviendo más dura con cada segundo por ver a mi hombre mutilar al hijo
de puta que me violó.
Templeton está chillando como un cerdo detrás de la mordaza con
pelota, sangrando profusamente desde el lugar donde ahora es un eunuco. 529
Maldita sea...
—Pásame esa gasa —pide Lem, arrojando despreocupadamente la
polla cortada de Templeton al suelo como la basura que es.
Le doy una gasa de los suministros, y envuelve la herida con presión
para evitar que Templeton se desangre. Podría morir. De cualquier manera,
no me importa, pero preferiría mantenerlo vivo y sufriendo por mucho más
tiempo. Veremos.
Lemuel, el psicópata absoluto que acaba de cortar la polla de un tipo
y parece no inmutarse por ello, me sonríe.
—¿Hora de la ducha?
Nunca me he sentido más atraído por él que ahora.
Le doy una sonrisa amorosa y un asentimiento entusiasta.
—Sí, por favor.
Empaca el maletín, luego toma mi mano, y cerramos con llave la
puerta de esta sala de tortura diversa, vagando por los pasillos de la prisión.
Y para mi sorpresa, no se ve tan oscuro u horrible aquí como lo hizo una
vez.
Con sus dedos entrelazados en los míos, las cosas parecen más
brillantes. Luminosas. Este infierno es solo un lugar donde estamos juntos,
y eso hace que no sea tan malo.
De hecho, me gusta. Se siente correcto, como si aquí es donde
pertenecemos, juntos.
Nos abrimos paso por los largos pasillos y corredores, usando las
llaves que encontramos en el bolsillo de Templeton, ya que Lem tuvo que
devolver las suyas cuando se fue.
Lo que me lleva a preguntar:
—¿Cómo conseguiste que el alcaide te dejara volver? Dijo que una vez
que te vas, lo haces para siempre...
—Resulta que solo necesitaba demostrarle que me tomaba en serio
quedarme. —Sus labios se curvan con diversión, luego se gira a mí,
guiñando un ojo.
Estoy intrigado como el infierno, pero no pregunto. Sé que me dirá si
quiere. Todavía hay mucho que aprender sobre él.
Eso es lo que pasa con nosotros... No somos una pareja normal. Ni
siquiera sé si somos una pareja. Pero nos amamos. Creo que eso es todo lo
que importa. Todo lo demás sucederá como deba hacerlo,
530
independientemente de dónde estemos o cómo hagamos las cosas.
Después de todo, es el caos del universo...
Y seguimos girando.
Antes de llegar al Ala Este, Lem se detiene y abre una puerta. Es el
vestuario que usan los guardias. Lo recuerdo de la vez que Joy me dejó
cepillarme los dientes aquí. Me lleva adentro, haciendo un gesto a uno de
los casilleros.
—Tus cosas están ahí. Las moví antes de irme —dice—. Oh, y agregué
algunas cosas más para ti.
Instantáneamente emocionado, me apresuro a comprobarlo. No solo
las duchas están un millón de veces menos repugnantes que las del Ala
Este, pero la idea de tener cosas de nuevo me tiene retorciéndome.
Al abrir el casillero, encuentro mis boxers, además de tres nuevos
paquetes. Uno de ellos me llama la atención y lo saco, sonriendo de
inmediato.
Son boxers amarillos con abejas.
Mordiéndome el labio, mis ojos se dirigen hacia Lem. Está parado allí
todo hermoso y tímido, obviamente tratando de disfrazar lo orgulloso que
está de sí mismo.
—Hay calcetines a juego —susurra.
—Estoy obsesionado contigo —murmuro, completamente serio.
Antes de atacarlo, encuentro un nuevo cepillo de dientes, pasta de
dientes, hilo dental, gracias a Dios, toneladas de jabones y lociones,
champús y acondicionadores de olor elegante de la mansión, Tylenol y una
botella grande y agradable de lubricante.
Estoy seguro de que mi sonrisa podría verse desde el espacio mientras
giro para enfrentarlo.
—¿Abrimos esto ahora?
Sus ojos se iluminan. Pero luego frunce los labios.
—No hasta que tengas vendajes adecuados en tus muñecas y comida
en tu estómago.
La forma en que este hombre quiere cuidarme... Es un concepto tan
extraño, es desconcertante.
Entregado a él, le doy una mirada, suplicando por su cercanía, afecto 531
y atención, que me da de inmediato, sin discusión. Me desnuda mientras
me cepillo los dientes, revisándome las muñecas. Realmente se ven
asquerosas, en carne viva y con ampollas.
Lem se desnuda y me lleva a la ducha, y por muy duras que estén
nuestras dos pollas, todavía se las arregla para seguir siendo puramente
profesional. Lava todo mi cuerpo, luego me deja lavarlo, permitiéndome
tocarlo en lugares que nunca antes había podido. Apoyado contra la pared,
me mira con ojos encapuchados mientras mis dedos se deslizan entre sus
piernas.
Se tensa cuando le toco el trasero, pero aun así suelta un aliento
temblorosamente nervioso y susurra:
—Te amo, Felix.
Mis labios caen a la cicatriz en su pecho. La que yo hice.
—Te amo mucho, Lem. —Tocándolo lentamente, lamo la cicatriz,
antes de acercarme a las de su garganta y besarlas—. Me encantan estos
lugares. Tus imperfecciones... Tus cicatrices de batalla. Son lo que te hace
humano, y eso es lo que amo. Amo tu mortalidad y supervivencia, doctor
Want.
Respira suavemente, y por mucho que no quiera, aparto mi mano del
lugar donde quiere ir más allá, llevándola por su erección, que está firme,
largos centímetros que llegan más allá de su ombligo.
—Bebé... —Gimoteo, uniéndome a él. Sellando nuestros cuerpos bajo
el rocío de agua tibia—. Nunca quiero perderte de nuevo, ni siquiera por un
minuto.
—No lo harás, mi dulce monstruo. —Me besa el cabello mojado—.
Estoy aquí para quedarme, lo prometo.
Levantando la cabeza, lo miro a través de las lentes ligeramente
empañadas de mis gafas.
—Pero ¿por qué renunciarías a tu vida por alguien como yo? ¿Cómo
sabes que esto podría funcionar?
—¿Por qué no lo haría? —Desliza las manos por mis costados,
sosteniendo mi cintura.
—Puedo pensar en treinta y siete razones... —Murmuro.
Su pecho se mueve con una pequeña risa antes de tomar mi cara y
obligarme a mirarlo.
—Aceptarte, Felix, es aceptar el hecho de que siempre estaré a la 532
sombra de otros treinta y siete hombres.
Mi corazón golpea agresivamente. Y por primera vez, en mi vida, siento
una pizca de arrepentimiento por lo que hice.
No porque desearía no haberlos matado, o porque me sienta mal. Solo
quiero que Lemuel Love sea la persona más especial de mi mundo. No quiero
que se sienta como otra obsesión mía.
—Eres diferente. —Lo miro a sus ojos ámbar para convencerlo de que
hablo en serio—. Porque todavía estás aquí, Lem. Nunca podrías estar a sus
sombras. Eres monumental en mi vida. Lo eclipsas todo, y eso es
exactamente lo que quiero. Para que me arregles, incluso si el producto
terminado todavía está roto... No importa mientras me mantengas unido,
Want.
—Felix Darcey. —Suspira mi nombre como si fuera su bendición, no
una maldición, sus grandes manos corriendo por mi pecho para cubrir mi
corazón y las cicatrices que hizo allí—. Si yo soy tu Want, entonces tú eres
mi Need 31.
Debo estar agotado en todas las facetas, porque la presión se eleva
detrás de mis ojos. Las lágrimas caen, corren por mis mejillas, pero las dejo,
disfrazándolas como gotas de agua mientras beso su boca, chupando sus
labios con desesperación, decidido a absorber tanto de él como sea posible.
Como un salvavidas, está atado a mi corazón palpitante.
Nos besamos bajo el agua corriente hasta que se enfría, cuerpos de
carne, sangre y hueso presionados juntos, construyendo un amor vibrante.
La electricidad más brillante.

533

31
Need: En español Necesidad, es un juego de palabras. Felix es su necesidad.
34
Felix

C
uando finalmente terminamos de ducharnos, me siento en
el banco con una toalla mientras Lem usa el botiquín de
primeros auxilios para curar las heridas en mis muñecas.
Una vez limpias, se sienten mucho mejor, y dice que
después de comer, puedo tomar un poco de Tylenol.
Y estoy sentado aquí, amando la atención. Es todo lo que siempre he
querido... Que me cuiden. Ser reconocido, me mimen y me consientan. Y el
hecho adicional es que es de alguien como Lemuel, que nunca hace cosas
como esta. Para cualquiera menos para mí, aparentemente.
¿No soy el monstruo más especial del mundo?
Nos vestimos y salimos del vestuario. Pero en lugar de ir hacia el Ala
Este, me lleva a la vuelta de la esquina a una puerta que nunca había visto
antes.
—Quiero llevarte a la mansión, pero como acabo de regresar y aún no
he hablado con Manuel, no quiero arriesgarme a agitar las cosas —dice—.
Así que por ahora, tengo una nueva celda hecha para ti.
No puedo evitar la mirada perpleja que le estoy dando mientras se ríe
y abre la puerta. ¿Ya está desbloqueada?
—Adelante, bebé. —Me empuja.
Apartando mis ojos de él, miro dentro de la habitación. Y estoy...
conmocionado. 534
Es pequeña, por supuesto, pero aún más grande que mi celda
acolchada. Algo así como la celda en la que solía estar cuando llegué aquí
por primera vez, solo que esta tiene una cama. Sigue siendo como un catre,
pero parece más grande que las literas, o las de aislamiento. Y tiene
almohadas blancas esponjosas y un edredón.
Pero eso no es todo. También hay una estantería en una esquina con
un montón de libros, uno de esos pequeños estéreos de la vieja escuela con
un reproductor de CD, una alfombra negra en el piso frente a la cama y una
mesa con una silla a lo largo de la pared opuesta.
Honestamente, se siente como un dormitorio, como una verdadera
habitación.
No tendrías idea de que esto ésta dentro de una prisión.
Mis pies me guían hacia adentro, con la boca abierta mientras exploro
todo. Sentir la manta, quitarme los zapatos para caminar sobre la alfombra,
revisar el escritorio y la estantería. Los libros obviamente han sido
seleccionados personalmente por Lem, porque son todas las cosas que
puedo asumir fácilmente que ha leído. Además, los dos primeros en el
estante superior son Mindhunter, su favorito, y Beneficial Brainwashing de
mi propio doctor Strange.
—Bebé. —Sus risas llaman mi atención de tocar literalmente todo—.
Por mucho que odie alejarme de verte así porque es adorable, voy a ir a
buscarte algo de comida. Ponte cómodo ya vuelvo.
Algo de ansiedad ligera surge dentro de mí ante la idea de que me deje
aquí. Pero luego me da una mirada segura, acercándome a la puerta. Lo
observo mientras gira una cerradura... En el interior de la puerta.
Estoy jodidamente atónito en este momento.
—¿Puedo encerrarme? —Jadeo—. Como en... ¿Puedo dejar a la gente
fuera? —Lem asiente, sonriéndome como si nunca hubiera estado más feliz
por algo.
—Voy a conseguir tu comida, cariño. Volveré en unos quince minutos.
—Se va, gruñendo—, Cierra esto detrás de mí —al salir.
Bueno, no merezco nada de esto. Pero jodidamente lo aceptaré.

535
Quince minutos después, llaman a la puerta.
Estoy nervioso por solo un segundo antes de que aparezca la voz ronca
de Lem.
—Entrega desde el Palacio de Szechuan.
Estoy mareado cuando salto de mi nueva cama y me apresuro a abrir
la puerta, encontrándolo, sonriendo y sosteniendo una bolsa de papel, lo
que significa comida china, y mi estómago está retumbando tan fuerte que
casi me está derribando.
Agarro su camisa y lo arrastro, cerrando la puerta con llave detrás de
él.
—¿No tienes una llave?
—Tengo que encontrar una —dice, llevando la bolsa a la mesa—. Este
era un viejo armario de almacenamiento por el que le pagué a Kent
demasiado para que lo limpiara y acondicionara para ti.
Mis líneas de la frente se arrugan.
—¿Por qué un armario de almacenamiento se cerraría desde el
interior?
—¿Cómo podría saberlo? Este lugar es extraño. —Abre los recipientes,
el olor familiar me hace babear como loco.
—No me dejes comer demasiado rápido, o me enfermaré —le suplico,
mirando por encima de su hombro toda la exquisitez.
—No es mi primera vez, Felix. —Me sonríe. Pero entonces sus ojos
caen a mi boca, y de alguna manera surge un gruñido hambriento—. Carajo,
necesito chupar ese labio hasta que esté negro y azul.
—Por favor —me estremezco. Seriamente... a la mierda la comida.
Sacude la cabeza lentamente, con los ojos todavía clavados en mis
labios.
—No hasta que hayas comido.
—Sí, señor, doctor Want —gruño.
Desliza su dedo en la cintura de mis pantalones y me tira hasta que
mis caderas presionan la suya.
—Compórtate, Need.
Un sonido desesperado me abandona mientras dejo caer mi frente
536
sobre su hombro por un segundo para recomponerme.
—Come, Felix —exige.
A pesar de que hay una silla, decidimos sentarnos en el suelo, porque
la alfombra es cómoda y nos recuerda a cuando comimos nuestra segunda
comida juntos en mi celda, después de que gané la apuesta de la mamada.
Lem incluso saca dos latas de doctor Pepper de la bolsa, y no hay forma
posible de que pueda saber que es mi favorito.
Pero luego dice:
—Sí, sé que es tu favorito. Lo mencionaste una vez cuando estabas
divagando sin pensar.
Me río a carcajadas.
—Grosero. Todas mis palabras son importantes.
—Sé que lo son, bebé. —Toma un plato de papel y sirve raciones de
pollo con naranja y arroz frito con salchicha china, mi otro favorito, en él.
Me entrega el plato primero antes de hacer uno para sí mismo, y
frunzo los labios para sofocar la sonrisa de una persona que no debería ser
tan feliz.
—Nunca has sido así de romántico con ningún otro tipo... ¿verdad?
—Bebé, nunca he sido así de romántico con nadie. —Cubre una
tímida sonrisa.
Pero mi estómago se tuerce de deleite.
—¿Puedo ser el único...? —Sus ojos se levantan—. ¿Tu único?
—Felix, eres mi único... Mi todo —dice con certeza, y luego asiente con
la cabeza al plato en mis manos—. Come, ahora. No lo diré de nuevo. —Mi
polla palpita ante su orden creciente cuando empiezo a meterme comida en
la boca, y agrega—: Lentamente.
Recordando hacerlo, tomo bocados más pequeños, aunque es tan
delicioso
Siento que podría tener un mini orgasmo.
Lem dice:
—Buen chico —y tiemblo mientras ambos comemos en un cómodo
silencio...
Durante cinco minutos antes de que comience la conversación de
nuevo. 537
—Felix, solo necesito decirte lo arrepentido que estoy por dejarte de la
manera en que lo hice. —Lo miro entre bocados que son tan buenos que mis
dedos de los pies se mueven en mis nuevos calcetines de abejas—. Si
hubiera tenido la más mínima idea de lo que pasaría... —Su voz sigue y esa
misma ira aterradora que presencié en su rostro antes, justo antes de cortar
la polla de un tipo, se agita en sus ojos—. Hubiera luchado más duro. Lo
habría obligado a dejar que me quedara.
Me acerco hacia adelante, colocando mi mano sobre su muslo para
calmarlo.
—Está bien, cariño. Soy resiliente. Puedo soportar mucho más de lo
que la gente supone.
—Ese no es el punto —gruñe—. Entrar en esa habitación y ver lo que
te estaba haciendo... —Mi garganta se siente como si se estuviera cerrando
por un segundo, pero consigo tragar—. La muerte es demasiado indulgente
para él. Así que me aseguraré de que se mantenga vivo para sufrir por el
resto de su maldita vida por lo que hizo. Y descubriré qué hacer con El
Ivory...
Parpadeo rápidamente sobre los ojos muy abiertos.
—Está bien, pero solo recuerda, él es dueño de este lugar.
—Lo sé —suspira, un poco derrotado—. Nos tiene por las bolas.
—Yo no diría eso...
Su cabeza se inclina.
—¿Qué quieres decir?
—Piénsalo. —Le sonrío—. La mejor manera de ganarse la confianza de
un monstruo es ponerse de su lado de la valla. Y luego puedes meterte en
su cabeza y hacer tu magia desde allí. —Tomo un bocado—. Es Beneficial
Brainwashing 101.
Suelta una risa que me calienta por todas partes.
—Sabes, no puedo decir si darte ese libro fue algo bueno o no.
Me río entre dientes.
—Oye, eres tú quien sedujo a un asesino en serie. Creo que por
extensión eso te hace el siniestro.
—Hablando de... —dice después de tragar su comida—. ¿Puedo
decirte lo que hice? Cuando me fui...
—Si me dices que hiciste un montón de cosas de doctor Robot rico, 538
podría golpearte —me quejo burlonamente y se ríe de nuevo.
—Bueno, también hice eso. Vendí todas mis cosas... como mi auto, mi
consultorio. Transferí a todos mis pacientes.
Me quedo boquiabierto.
—¿Estás... finiquitando?
Respira entre risas.
—No. Estoy aquí, Felix. Me quedo aquí mismo. Contigo.
—Oh... —Mi corazón está saltando de maldita alegría dentro de mí—.
Eso es... Quiero decir, es tu funeral, supongo.
—Felix...
—Sabes que estoy extasiado. —Suspiro—. Creo que estás loco, y no
tengo idea de cómo funcionará esto, pero estoy... Estoy enamorado de ti, y
que volvieras es lo mejor que me ha pasado.
Me mira fijamente durante muchos segundos antes de decir:
—Lo maté.
Mis pestañas revolotean.
—¿Mataste a quién?
—A mi tío —responde suavemente—. El que…
—Oh, recuerdo a tu tío. Confía en mí. —Mi cabeza está dando
vueltas—. Tú... lo mataste? —Asiente—. ¿Estás seguro?
Sus labios se retuercen en una pequeña sonrisa adorable.
—Le corté la garganta y lo vi sangrar.
Creo que mis ojos sobresalen físicamente de mi cráneo como esos
muñecos de goma que aprietas para aliviar el estrés. Lem pone su plato
abajo y se acerca a mí.
—Se sintió bien, Felix. Me sentí muy bien, y todo lo que pensé fue en
lo orgulloso que estarías. —Su mano se desliza sobre mi muslo, los dedos
fuertes me frotan lentamente mientras me preocupo un poco.
—Está bien, entonces, solo necesito saber algo. —Trago saliva—. No
hiciste eso, como... por mi culpa. ¿Lo hiciste? —Giro la cara para mirarlo.
—¿Sería malo? —pregunta, tomando mi plato y moviéndolo hacia un
lado para poder besar un poco mi cuello. Se siente fantástico, pero sus
palabras me están retorciendo.
—Cariño eres bueno, sin embargo. —Me alejo para evitar que me 539
distraiga.
—No lo soy... En realidad no —retumba en mi costado mientras sus
dedos se deslizan entre mis muslos.
—Lo eres. —Me alejo de nuevo, moviéndome sobre mis rodillas para
poder enfrentarme a él—. Claro, estás jodido. Todos lo estamos. Pero en
cuanto a esa línea... Entre lo moral y lo inmoral... No perteneces a mi lado,
Lem. No realmente.
Sus ojos ámbar brillan de dolor por un momento, como si
estuviéramos en la cafetería de la escuela y le dijera que no puede sentarse
conmigo.
—Tal vez no pertenezco allí, pero tuve que dar ese paso por encima de
la línea, Felix. Tenía que hacerlo. No merecía caminar libre después de lo
que hizo. —Su voz comienza a volverse frenética y enojada—. Necesitaba
pagar por sus pecados. No podía simplemente vivir, no después de algo así.
No después de arruinarme como lo hizo.
Asiento y tomo su mano.
—Está bien, cariño. Te escucho. Y lo entiendo totalmente. Entiendo
completamente lo que estás diciendo. Quiero decir, así es como me sentí
acerca de Tom Kline, ¿recuerdas? —Asiente, y me acerca a él. Me acomodo
en su costado mientras me rodea con sus brazos—. Pero no te arruinó, Lem.
Ni siquiera un poco. Eres perfecto.
—Sí, claro —se burla.
—No, hablo en serio. A través de mis ojos, Lemuel Love... Eres tan
perfecto como puedes serlo.
Su pecho se mueve rápidamente con algunas respiraciones rápidas
mientras se retira para mirarme, con los ojos parpadeando ricas y doradas
llamas. Caen a mi boca y me lamo los labios.
—Llévame a la cama, por favor, Felix —susurra. Y algo sobre la forma
en que lo dice hace vibrar mis bolas como una línea de fondo.
Nada en la faz del planeta suena mejor, o más tentador, que tenerlo
desnudo en esa nueva cómoda cama conmigo.
Así que me levanto de un salto y lo llevo a la cama, cuando llegamos
allí, me tira encima de él. Nos lanzamos sobre el otro, besándonos tan fuerte
y profundamente que podría ahogarme, pero no tengo ningún deseo de
tomar aire. Sus manos están en mi cabello, y las mías están en su pecho,
apreciando la sensación de su enorme cuerpo debajo de mí.
540
—He estado soñando... Sueño contigo, bebé. —Arrastro mi entrepierna
a lo largo de la suya, sintiendo su polla endurecida con la mía.
—No puedo creer que estemos aquí —ronronea, metiendo sus manos
en mis pantalones para apretar mi trasero—. No puedo creer que estemos
haciendo esto. Pero quiero ser el hombre de tus sueños. Lo necesito.
Levantando su camisa sobre su cabeza, beso su mandíbula. Gime
cuando mis labios bailan a través de las cicatrices en su garganta, la lengua
revolotea sobre la piel deformada hasta que sus caderas se levantan.
Agarro su muñeca derecha y la llevo a mis labios, besando las
cicatrices allí.
—Lo prometes, ¿Want?
Nuestros ojos se encuentran mientras hago lo mismo con las
cicatrices a su izquierda.
—Lo prometo, Need.
Mi cuerpo tiembla por todas partes, mi corazón se precipita dentro de
mi caja torácica mientras trabajo por su pecho, lamiendo las cicatrices de
allí también, las que hicimos juntos, antes de chupar sus pezones. Sus
pectorales son tan grandes y firmes, la piel suave se curva sobre las rocas
de sus músculos debajo. Ni siquiera puedo evitar lamerlo por todas partes,
probándolo mientras me muevo por sus abdominales hasta el contorno de
su erección empujando a través de sus pantalones.
Bajándome los pantalones, mantengo mis ojos con los suyos mientras
paso mis labios sobre la impresionante forma de él a través de sus boxers.
Sus ojos se cierran y exhala, agarrando mis hombros mientras lo hago de
nuevo, lamiéndolo a través del material.
Cuando los tiro hacia abajo y lo deslizo en mi boca, lo siento
desmoronarse en un instante.
—Felix... —jadea mientras yo trabajo en trance, chupándolo,
adorándolo con mis labios y mi lengua mientras sus dedos se enredan en
mi cabello—. Mierda, Felix... eso es tan bueno, hermoso.
—Mmm... —Mi saliva corre por su grueso eje sobre sus bolas y la
persigo, lamiéndolo y chupándolo hasta que abre las piernas.
Más amplio. Más amplio...
Y más amplio. Luego levanta un poco las caderas.
Lo miro con los ojos llorosos y su polla atravesando mi garganta, 541
observando cómo muerde nerviosamente su labio inferior.
—Lame... más bajo. —Su voz es una súplica irregular—. Por favor.
Su tono, la mirada en su rostro, su polla grande y hermosa temblando
en mi boca... Todo sobre esto me tiene goteando en mis pantalones.
Tomando las nalgas perfectamente regordetas de su trasero en mis
manos, lo abro y me muevo más abajo, lo suficiente como para colocarme
entre sus piernas y comer. Lo hago. Me doy un maldito festín con él.
Esta es la primera vez que le hago esto a alguien en mucho tiempo.
Probablemente un par de años en este punto. Y hacérselo a Lem es como un
sueño. Es muy sexy, y sus sonidos me vuelven loco. Es como música sensual
para mis oídos, escuchándolo jadear y ronronear mientras envuelve sus
largas y musculosas piernas alrededor de mí. Quiero que esto realmente
funcione para él desde que me lo pidió, y está siendo tan abierto y vulnerable
conmigo, lo cual es una rareza.
Quiero hacer todo lo posible para complacerlo a toda costa.
Agitando mi lengua sobre su apretado agujero, beso y chupo con mis
labios hasta que lo siento relajándose. Y me pregunto...
Levantando mi mano, trazo tentativamente su borde con la punta de
mi dedo. Deja escapar un tipo de ruido ansioso y escalofriante, pero se
inclina hacia el toque. Mi mente ya está huyendo.
Me dejó tocarlo allí en la ducha... Y ahora quiere más. ¿Quiere llegar a
ese punto? ¿Tiene eso algún sentido?
Es un tipo heterosexual que es tan rígido como puede ser...
Pero luego, desde mi propia experiencia, es un tipo de felicidad
adictiva que cualquiera podría desear.
Su mano vuela repentinamente hacia mi nuca, forzando mi cara a ir
más profundo mientras sus caderas persiguen mi boca.
—Eso se siente... Dios, es tan jodidamente bueno.
—¿Sí? —Pregunto, más o menos en su cuerpo con mis ojos en los
suyos. Asiente rápido.
—Más.
Está bien, él lo pidió. Chupándome el dedo, lo presiono suavemente.
Al principio está tenso, pero cuando lamo alrededor de su borde al mismo
tiempo, se relaja lo suficiente como para que la punta se abra paso.
—Maldito Jesucristo —gruñe.
542
—¿Estás bien?
—Sí... Sí... Más profundo.
Así que le doy más de mi dedo, trabajándolo lento y fácil. Pero para
mi sorpresa, sus caderas también están persiguiendo eso ahora.
—Lem... —Mi voz es ronca cuando nuestros ojos se encuentran—.
¿Tú... quieres que lo haga...? —Sus pestañas se abanican sobre sus mejillas
oscuras—. Porque lo haré totalmente... Pero solo si lo quieres.
Su lengua rosada se desliza sobre su labio inferior.
—Lo hice esconder lubricante aquí en algún lugar.
Mi estómago se voltea de emoción. La idea de poner mi polla dentro
del doctor robot... Mi doctor robot. El hombre heterosexual... Ya me está
encendiendo.
Es como si estuviera tomando su virginidad.
Saco mi dedo rápidamente de él y gruñe.
—¡Mierda! Lo siento. ¿Dónde crees que está...? —Me acerco al borde
de la cama y, efectivamente, está encajado entre la cama y la pared. Una
botella de lubricante—. Lo encontré.
—Felix... —gime, ese tono me llama la atención. Nunca antes había
sonado así.
—¿Cariño? —Me arrastro de nuevo sobre él, pasando mis manos por
su pecho.
—¿Va a... —Su voz se desvanece, la manzana de Adán sumergiéndose
en su garganta—. ¿Duele mucho?
Sonrío y beso la preocupación de su rostro.
—Dios, eres sexy. No, para nada. Es una presión, pero como... del tipo
delicioso. Tu cuerpo se ajustará y te prometo que te sentirás increíble.
¿Confías en mí?
Asiente de inmediato.
—Confío en ti —dice con las manos en mí trasero.
—Eso es una locura. —Sonrío y se ríe.
—Estoy dejando que un asesino en serie me folle... Creo que pasamos
la locura hace unos kilómetros.
Ronroneo y lo beso más profundamente, mientras exprimo un poco de
lubricante y lo aplico en mi polla. Lem se hace cargo, lubricando bien mi
543
erección hasta que es resbaladiza y mis bolas palpitan por la sensación de
su palma mojada apretándome.
Su cuerpo va a estar mil veces más apretado... Espero no reventar en
segundos.
Colocando un poco de lubricante en mis dedos, los deslizo entre sus
nalgas, presionando un dedo resbaladizo en su agujero. Me traga de
inmediato... De lejos, la cosa más apretada que he sentido.
—Esto... Esto me va a exprimir todo el semen, cariño —me quejo,
dándole un segundo dedo.
—Mmmierda. —Su cabeza se inclina hacia atrás. Uhh, esto es tan
intenso.
—¿Estás de acuerdo con esto? —Bombeo hacia adentro y hacia afuera
gradualmente.
—Sí —jadea—. Sí, follame, Felix. Despacio. Quiero sentir cada curva
de ti dentro de mí.
Mi polla filtra más pre-semen en su pelvis.
—Lem, no voy a durar, cariño. Mira lo que ya me estás haciendo.
Mira hacia abajo a nuestras pollas presionadas juntas, mi pre-semen
brillando sobre él.
—Sabes lo que voy a decir... —Me da una mirada mordaz.
—Oh, cierto. —Deslizando mis dedos a través de él, me los meto en mi
boca y lo chupo.
—Buen chico —gruñe, ronco por mis dedos de vuelta en su trasero,
pero aún autoritario y dominante. Me encanta—. Bésame, monstruo. Dame
tu sabor mientras me metes esa enorme polla en mi trasero.
—Mierda. —Lo beso y su lengua se cuela dentro, rozando la mía para
probarla.
Mientras nuestras bocas se devoran, saco mis dedos de él, luego
coloco la cabeza hinchada de mi polla hasta su apretada entrada.
—Relájate, Want —le susurro en los labios—. Y si dices alto, nos
detenemos, ¿de acuerdo?
—Felix, no estoy hecho de vidrio —refunfuña—. Estoy seguro de que
puedo manejar...
Le doy un buen empujón para callarlo y sus palabras se funden en un 544
gemido ahogado. Mi corona rompe el primer anillo de su cuerpo, su cálido
trasero me envuelve mientras empujo más lejos, dándole la mitad de mi
polla.
—OhhmierdaFelixohpordiossiiii. —Las palabras salen a borbotones
mientras sus dedos se clavan en mí tan fuerte que definitivamente tendré
moretones.
—¿Te gusta, Love? —Deslizo mi mano entre nosotros, palmeando su
larga polla para poder sentirla moverse mientras mi polla desaparece en su
trasero.
—¡Allí —Jadea cuando le golpeo la próstata, un montón de pre-semen
cayendo sobre sus abdominales—. Ahí, justo allí.
—Vaya... Es lo más sexy que he visto nunca. —Me detengo para
admirar la vista con el cabello colgando en mis ojos.
Mi pelvis presiona contra sus mejillas, cada centímetro de mí
enterrado dentro de él, su trasero apretando sobre mí, agarrando mi eje
hasta que me estoy desmoronando.
—Me voy a mover, bebé. —Mi voz sale ronca mientras saco mi polla, y
luego vuelvo a clavarla, dándole un buen empujón superficial.
—Oh... mierda —suspira, arqueando la espalda.
—Doctor Love... Maldita sea, te ves bien tomando mi polla —le digo
con mi pecho expandiéndose, agarrando sus caderas y acelerando un poco
el ritmo.
Retrocedo, luego me introduzco, mirando mi polla con asombro, toda
brillante con lubricante mientras la saco, luego la empujo hacia adentro con
el balanceo del ritmo de mis caderas. Los ojos de Lem luchan por
permanecer abiertos, mirándome, los labios separados y temblando.
—Te amo, Want. —Me dejo caer sobre él, ondulando mis caderas para
follarlo lento, pero profundo, cabalgándolo y cayendo en picada por la
mirada en su rostro...
Ese aturdimiento por la lujuria que lleva puesto hace que se vea
malditamente perfecto. Sus manos se inclinan por mi cintura, luego mis
abdominales, luego mi pecho, llegando a descansar sobre mi cuello mientras
nuestros ojos se unen como pegamento.
—Jodidamente... Te amo, mi Need.
El mundo se ralentiza después de eso. No hay más sonidos que
nuestras respiraciones compartidas, los gemidos suaves y los gruñidos 545
ondulantes de placer que salen de nuestros labios. La cama está crujiendo,
pero no mucho porque lo estoy manteniendo suave para él. Somos como
olas rompiendo en una orilla, el calor caliente y ardiente de su cuerpo
agarrándome; apretándome, sosteniéndome. Como si nunca quisiera
dejarme ir.
Hemos follado duro antes, y es genial. Pero en este momento, estoy
haciendo el amor con él, y me está destrozando como nunca antes. Mis bolas
están llenas, pesadas y exigiendo su liberación. Pero me niego a dejarme
explotar hasta que vea su larga polla disparar su orgasmo hasta su pecho.
—Eres hermoso —jadeo con mis labios en todas las partes que pueden
alcanzar, las manos agarrando la cama para apalancarme mientras me
muevo entre sus piernas.
—Eres tan jodidamente hermoso, Felix. —Sus dedos se precipitan
sobre mí—. Follame... Escultor.
Mi polla dolorosamente sólida pulsa pre-semen en él y me estremezco.
—Tú controlas a El Escultor, cariño... Incluso cuando te está follando
en el colchón.
Gime en voz alta.
—Así es... Me sirves, ¿no, chico enfermo?
—Siempre —me quedo sin aliento—. Tú me posees. Soy tuyo para
siempre, doctor Love.
Gime y se tensa, los músculos se contraen mientras envuelve sus
piernas alrededor de mi cintura.
—Hazme venir con tu gran polla.
—Te voy a llenar, cariño. —Mi cabeza da vueltas—. ¿Hasta el final?
—Hasta... el... maldito... final.
Estoy a dos segundos de estallar como un globo mientras mi puño se
envuelve alrededor de su grueso eje y lo acaricio para que coincida con mis
empujes. Está gimiendo y gruñendo como si nunca hubiera sentido algo tan
intenso, retorciéndose hacia mí hasta que jadea.
—Tu polla me va a hacer venir. —Las palabras brotan de sus labios
temblorosos—. Oh, Dios, Felix. Bebé... bebé, yo....
Y antes de que pueda decirlo, su polla comienza a palpitar corriéndose
sobre sí mismo mientras yo lo ordeño, observándolo con fascinación al ver
su semen blanco decorando todos los músculos de su torso. 546
—Bebé, bebé, bebé necesito... —Su voz se quiebra, gime
profundamente instándome a seguir.
Sin siquiera pensarlo, me agacho y lamo el semen de su pecho,
chupando su polla mientras estoy dentro de él hasta la empuñadura,
ronroneando mientras mi propio orgasmo alcanza la cima. Y salgo de él para
decirle:
—Me voy a correr dentro de ti, doctor.
—Córrete dentro de mí. —Ordena con voz ronca.
—Me voy a venir.
Bombeando mi polla tan profundamente cómo es físicamente posible,
ambos gemimos mientras mi clímax se dispara dentro de su cuerpo. Me
agito entre las contracciones de llenarle el trasero, abrazándolo y besándolo,
untando su semen entre nuestros cuerpos febriles.
Nos besamos de vuelta a la tierra con sus tobillos enredados sobre mi
trasero, y mi polla ablandándose dentro de él. E incluso cuando me retiro,
siento que quiere que me quede. Para siempre.
—¿Cómo te sientes? —Pregunto, recuperando el aliento mientras nos
acostamos uno al lado del otro, mirándonos.
—Siento que te amo —dice con asombro saciado en su tono—. Nunca
he estado enamorado antes...
—¡¿Así que tenía razón?! —Jadeo—. Cuando te lo dije esa vez.
Pone los ojos en blanco, aunque la sonrisa es persistente en sus
labios.
—Sí, Felix. Tenías razón.
—Mmm... —Lo beso suavemente—. Eso es bastante satisfactorio.
—Felix... —Creo que me está regañando al principio, pero cuando me
concentro, lo encuentro serio, con los ojos muy abiertos—. No sé cómo
resultará esto, con nosotros dos. Pero solo quiero que sepas que siempre me
tendrás, bebé. Pase lo que pase... Te has abierto camino en mi alma.
Mis pestañas revolotean.
—Es por eso por lo que eres mi Want, Lemuel ... Porque todo lo que
quiero es tu amor. Y siempre consigo lo que quiero. —Sonrío triunfalmente
y se ríe.
—Sé que lo haces, abeja asesina. 547
Nos vestimos y aún despeinados, vamos a la vuelta de la esquina al
vestuario para limpiarnos. Y luego volvemos a mi nueva habitación para
pasar la noche revolcándonos juntos en la cama, tocándonos y bromeando.
Terminamos nuestra comida y hablamos, bromeamos y reímos. Se
siente como si estuviéramos en una relación honesta, y la parte que me
asombrosa es que es la primera vez que me pasa esto.
Todos esos hombres que amaba antes eran piezas deformes de mi
rompecabezas; trofeos para la parte de mí que tiene sed de sangre.
Pero este hombre, mi Want real, me sacia con amor y aceptación. Se
enfrenta a El Escultor y mima a Felix Darcey, como siempre he necesitado.
Es mi doctor del caos. Girando conmigo, para siempre.

548
EPíLOGO
Lem

M
e las he arreglado para pasar una semana en esta isla
antes de que me llamen para ver a El Ivory.
No diré que no estoy nervioso. Sé lo que hice para
volver a estar aquí. El alcaide de la Penitenciaría de
Alabastro colecciona psicópatas como algunos coleccionan estampillas. La
recopilación más perturbadora de la historia.
Además, tengo una espina clavada con él, y aunque sé que está
esperando impacientemente mi entrega, tampoco me importan
precisamente sus exigencias después de lo que hizo...
Después de lo que permitió que le hicieran a Felix, a sabiendas, en el
momento en que me alejó.
No ocurrió por casualidad. No hay casualidades en lo que respecta a
Manuel Blanco. Por eso, una parte de mí quiere saltar sobre su mesa en
cuanto llegue y retorcerle el cuello.
Pero la otra parte, la más astuta, sabe que eso no me llevará a ninguna
parte. Al fin y al cabo, necesito a Manuel Blanco... Necesito estar en su lado
bueno para lo que he planeado. Al menos, por ahora.
Así que, aunque no le voy a partir la cara hoy, puede que tenga que
sacar a relucir algunas quejas. Principalmente... Los doctores del ala este, y
lo que le hicieron al amor de mi vida.
Supongo que de eso se trata todo este asunto... Mi odio hacia 549
Johansson y su equipo de imbéciles, mi deseo de deshacerme de ellos. Y
todo es por él. Mi intenso, abrumador y estúpido amor por Felix Darcey.
Esto ya no es sólo un trabajo para mí. Me he mudado a esta mansión
para siempre, porque prefiero pasar el resto de mis días separado del resto
del mundo que pasar un minuto más lejos de él.
Así que mi siguiente paso es hacer de este lugar una experiencia de
vida óptima para ambos. Y la mayor parte de eso es asegurarme de que
jamás vuelva a pasar nada parecido a lo que le ocurrió cuando entré en esa
habitación.
Todavía estoy lidiando con ataques de rabia por ello. Gracias a Dios
por las bolsas de box en el gimnasio, de lo contrario estaría en el bosque
golpeando árboles.
O desquitándome con lo que queda de Templeton.
Pero eso es otra cosa.
Kent intentaba acompañarme al Ala Oeste para que me reuniera con
Manuel, pero lo rechacé. No necesito un equipo de seguridad para recorrer
este lugar. Después de todo, ahora es mi principal lugar de trabajo. Me estoy
acostumbrando a considerar esta isla como mi verdadero hogar, en lugar de
un traslado temporal. Y, aunque no lo creas, no lo odio.
Pero mucho de eso tiene que ver con Felix.
Mis recuerdos se centran en el aspecto que tenía esta mañana, la piel
pálida expuesta para que mis manos lo exploren en esa pequeña cama
gemela en la que apenas cabemos juntos en su nueva celda. Sinceramente,
me gusta. Me encanta dormir enredado en él...
Mi hermoso hombre depravado... Mi primero y mi único.
Me enfoco mientras subo las escaleras y me dirijo al despacho de
Manuel Blanco. Llamo tres veces a la puerta y me obligo a concentrarme.
Nunca sé exactamente qué va a pasar cuando tenemos estas reuniones.
Porque Manuel Blanco es tan monstruoso como el resto de nosotros.
No hay inocencia en esta isla.
Me dice que entre y lo hago, cerrando la puerta tras de mí mientras
me acerco a su gran escritorio. La enorme ventana detrás de él sólo da al
océano, y es hipnotizante. Es el único lugar de esta prisión con una vista
real... Y es una vista impresionante. Las aguas son de color azul marino, un
poco agitadas, pero aun así, se ve refrescante como el infierno. 550
Manuel está escribiendo en su teléfono, pero murmura:
—Lem, por favor, siéntate. Enseguida estoy contigo.
Si tratara de medir su estado de ánimo, diría que hasta ahora parece
moderadamente feliz. Pero quién sabe con este tipo.
Espero un minuto, sentado mirando por la ventana, escuchando los
chasquidos de sus mensajes de texto desenfrenados, antes de que suspire y
deje el teléfono sobre su escritorio, con los ojos finalmente levantados hacia
los míos.
Sus labios se curvan.
—Así que... volviste.
—Volví. —Mantengo mi tono casualmente firme.
Se reclina en su silla.
—Bueno, no puedo decir que me sorprenda. Este asunto entre tú y
Felix Darcey es... interesante. Por decir lo menos.
Mi boca se abre, pero levanta la mano antes de que pueda hablar.
—Lem, voy a ser sincero. Me importa un carajo a quién te estés tirando
—dice, totalmente serio, aunque sus ojos se iluminan con diversión—. Si
decides meter la polla en un avispero, es tu decisión. Has demostrado ser
muy valioso y has hecho que merezca la pena, por lo que te he permitido
volver. Y también, no voy a mentir... me gusta tenerte aquí.
Se detiene un momento y veo un extraño destello de vulnerabilidad.
Apenas es visible, un rápido parpadeo en sus ojos oscuros que desaparece
en menos de un parpadeo. Pero lo capté...
—No estoy seguro de si has estado al tanto del.... supongo que diremos
drama que ha estado ocurriendo aquí. Con mis oficiales y yo... —Su
mandíbula se mueve—. Pero admito que me resulta muy difícil confiar en la
gente en este momento. Y la confianza, Lemuel —se inclina—, lo es todo.
—Ciertamente estoy de acuerdo. —Asiento con la cabeza. Y no me fío
de ti, ni de esos imbéciles que llamas doctores.
—Así que, independientemente de lo que ocurra contigo y con El
Escultor, me alegro de tenerte de vuelta. —Sonríe—. Siempre y cuando tu
regalo llegue pronto.
Mis labios se fruncen.
—He oído que debería ser cualquier día.
551
Asiente con la cabeza.
—Encárgate de que llegue sin problemas... O estoy seguro de que no
disfrutarás de lo que ocurra.
Dejé que su amenaza se desvaneciera, simplemente moviendo la
cabeza hacia un lado.
—La única otra cosa que te diré es esto —continúa—. Tanto si te lo
follas como si no, El Escultor sigue siendo mi posesión. No lo olvides nunca,
Lemuel. Él me pertenece. Y ahora que estás aquí indefinidamente, tú
también.
Huyo del impulso de tragar mientras mis dedos se enroscan a mi lado
y me aferro a su oscura mirada.
—Has elegido hacer de Felix Darcey tu responsabilidad, así que
cualquier cosa que haga en esta isla será por ti. Estás depositando tu
confianza en El Escultor, Lemuel. Sólo debes saber que... tu vida está en
sus manos, y viceversa.
Asiento con la cabeza, aunque me hierve la sangre.
¿Hay una pequeña voz dentro de mí que está un poco preocupada?
Por supuesto. Después de todo, en el gran esquema, no he conocido a Felix
por mucho tiempo. Es un ser humano muy enfermo, por lo que intentar
navegar por una relación con él es como atravesar un campo de minas con
tacones de aguja.
Dicho esto, mi corazón late por él. Es una atracción física que nos
mantiene unidos, una fuerza de magnetismo de la que no podría
desprenderme si lo intentara. Lo hice, al principio. Pero fue inútil.
Felix Darcey ha tejido su camino a través de las fibras de mí ser. Es
un veneno en mis venas... Y no me interesa el antídoto.
—Hablando de confianza, y del interés de mantener a Felix a salvo,
hay algo que quería mencionarte... —Empiezo, dispuesto a arremeter contra
él por la idiotez que hizo, entregando a Felix a Templeton.
Pero me interrumpe un golpe en la puerta.
Manuel me levanta el dedo índice y luego ladra:
—¿Sí?
La puerta se abre y el oficial Chevelle asoma la cabeza. Cuando me ve,
sus ojos se dirigen a Manuel como si preguntara: ¿regreso en otro momento?
—¿Qué pasa, oficial? —Manuel murmura, sonando muy poco
entusiasmado. 552
Velle entra hasta el centro de la habitación.
—Siento interrumpir —murmura, mirándome.
No puedo evitar mirarlo, preguntándome a dónde ha ido a parar su
hostilidad hacia mí. Hay algo en él que parece diferente, pero no puedo
precisarlo. Hay un cambio en su paso, y una confianza en él que parece más
genuina y menos ostentosa.
Y en la facilidad de la presencia de Velle, parece haber una rígida
incomodidad que irradia de Manuel Blanco.
—¿Qué necesita, oficial Chevelle? —Manuel sisea, con la mandíbula
visiblemente tensa.
—Necesitamos combustible —le dice Velle, sin que le afecte el
repentino cambio de humor de Manuel.
—¿Combustible? —Su ceja salta ligeramente.
—Para el yate —añade Velle, asintiendo—. ¿Puedes enviar a Kent? O
tal vez a Paulino...
Manuel suspira, pellizcándose el puente de la nariz.
—¿Cuándo se supone que va a pasar esto?
—Este fin de semana. —Los labios de Velle se mueven ligeramente.
No puedo evitar que mis ojos reboten entre los dos. Esta interacción
es interesante, como mínimo.
—Bien —gruñe Manuel, frunciendo los labios—. Le diré a Paulino que
lo consiga, y que tenga el yate abastecido para este fin de semana.
—Gracias. —La voz de Velle sale más sedosa que nunca.
Y juro por Dios que pasan diez segundos de pura tensión durante los
cuales la habitación está en silencio, pero puedo sentir que algo sucede. La
postura de Manuel es rígida, y parece que sus dedos se clavan en su
escritorio mientras Velle se coloca en una postura dominante, con la mirada
clavada en El Ivory.
—¿Eso es todo? —pregunta Manuel, con voz ronca.
—Sí, señor —responde Velle, aunque sigue de pie mientras se miran.
Haciendo que el aire de la habitación esté caliente y cargado, como si
estuviéramos en una jungla.
Por fin, los ojos de Velle pasan de los de Manuel a los míos. Como si
olvidara que estoy aquí por un segundo. Y en esa fracción de segundo de 553
contacto visual, veo algo intrigante. Algo beneficioso.
Probablemente todavía me odia, pero las cosas han cambiado
claramente desde nuestra última interacción.
Jonathan Chevelle podría ser un aliado potencial.
Se da la vuelta y sale de la habitación, cerrando la puerta tras de sí.
Y oigo a El Ivory soltar un suspiro que quizá haya estado conteniendo.
Sus ojos se detienen en la puerta mientras dice:
—En fin. Lemuel, tengo que decirte... Las cosas han cambiado aquí
recientemente. Y habrá más cambios en un futuro próximo. Tengo algunas
cosas en juego que aún no puedo mencionar. Pero necesito hacer lo mejor
para la Penitenciaría de Alabastro. No puedo reaccionar emocionalmente
aquí. Estoy seguro de que entiendes...
Hace una pausa para mirarme fijamente hasta que asiento con la
cabeza. No estoy seguro de qué está hablando, pero tengo la sensación de
que tiene algo que ver con Velle. Sobre todo después de que su incómoda
tensión acaba de sacar el aire de la habitación.
O tal vez también sabe que estoy enamorado de Felix... y quiero
reaccionar emocionalmente y darle una patada en el trasero por lo que
permitió que esos cabrones le hicieran a mi dulce psicópata.
—A mí nunca me han gustado las emociones. —Suspira—. Cuando
bajas la guardia, te dejas abierto a los ataques. Y hay mucha gente a la que
le gustaría verme con los escudos abajo. Por eso no tengo intención de
bajarlos otra vez.
¿Otra vez?
—Con la llegada de mi nueva incorporación, gracias a ti, pienso hacer
una... reestructuración. —Pone los dedos sobre el escritorio y sus ojos
vuelven a mirar hacia la puerta—. Y eso es todo lo que puedo decir por
ahora. Pero confío en que si necesito confiar en ti, puedo hacerlo...
Lo miro fijamente por un momento, guardando la verdad en mis
músculos mientras asiento con la cabeza.
Juega el juego. Sé el monstruo.
—Sí, por supuesto.
Sus labios se curvan agradablemente mientras se levanta, rodeando
el escritorio. Yo también me pongo de pie y me tiende la mano.
—Me alegro de tenerte de vuelta, doctor Love. —Sus dedos envuelven
firmemente los míos—. Y sin rencores, ¿verdad? 554
Me obligo a sonreír con facilidad, fingiendo y diciendo entre dientes.
—Agua bajo el puente.
Su sonrisa crece.
—Me alegro de oírlo. Ah, y déjame decir que estoy impresionado con
tu trabajo en Chicago.
Perfecto. Permito que mi sonrisa se amplíe.
—Esperaba que lo estuvieras.
—Creo que tenemos mucho en común, doctor. —Pone su mano en mi
hombro, guiándome hacia la puerta—. Estoy deseando trabajar más
contigo.
Al salir de su despacho, mis pensamientos se agolpan en mi cabeza.
No le mencioné nada sobre los otros doctores... Porque ahora pienso
que quizá no tenga que hacerlo. Maniobrar en esta isla es como un juego de
ajedrez.
Y mi mejor movimiento ahora mismo implica un caballo, una reina y una
torre...

Bueno, maldita sea.


—Hombre... no puedo creer que haya muerto —se queja Felix,
pateando la bolsa de huesos empapada de sangre en el suelo—. Qué mierda.
Suspiro.
—¿Qué demonios se supone que vamos a hacer con él ahora? —El
doctor Templeton está muerto. Hasta nunca.
Supongo que por fin pudo liberarse de nuestras cadenas,
metafóricamente, por supuesto, ya que seguía atado. Lleva varias semanas
en esta habitación, experimentando todas las torturas nefastas que a Felix
o a mí se nos ocurrían. Incluso coloque una vía intravenosa para
proporcionarle suficientes nutrientes e hidratación, lo mínimo, para
mantenerlo vivo.
El bulto en el suelo apenas se parece al hombre que he odiado desde 555
que lo conocí. Y me alegro. Después de lo que le hizo a Felix, la muerte es
una liberación demasiado dulce. Si fuera por mí, lo habría mantenido
viviendo durante años así.
Sin polla, sin pies, sin dedos, sin dientes. La lista podría seguir, pero
no quiero asquearte.
Desgraciadamente, parece que se ha librado de algunas más. No estoy
seguro de cómo, pero realmente no me importa. Mi principal preocupación
ahora es qué hacer con él. Y para mi propia sorpresa, Manuel Blanco no me
ha hablado de él para nada en las semanas que llevo de vuelta. Creo que
tiene cosas más importantes en mente que la muerte de uno de sus doctores
violadores.
Deshacerse de Templeton es una victoria para nosotros. Pero
Johansson y ese imbécil de Hassan siguen escabulléndose por aquí, aunque
hacen todo lo posible por evitarme. Hassan en particular, después de que le
diera una paliza. Y a Johansson lo dejé libre con una advertencia... por
ahora.
Los sacaré de esta maldita isla aunque sea lo último que haga.
—Tal vez deberíamos llamar a alguien —dice Felix, agachándose para
observar la cara esculpida de lo que solía ser el doctor Templeton.
—¿Cómo a quién? ¿La policía? —Me río, y él pone los ojos en blanco.
—Sí, a la policía —murmura sarcásticamente—. Se subirán a su barco
de la policía y navegarán hasta aquí para resolver el caso. No, tonto. Me
refiero a... Joy.
Mi instinto es decir al carajo con eso, no, y ocuparme de esta mierda
por mi cuenta. Pero entonces recuerdo la conversación que tuve con Velle
ayer...
Llegamos a un acuerdo. Ahora estoy en el equipo Chevelle. Y Manuel
cree que estoy en el Equipo Ivory. Soy como el Benedict Arnold 32 de la Isla de
Alabastro.
Y como Joy está mucho menos dispuesta a darle una paliza a Felix
por algo así que Velle, y a ella le gusta él, quiera admitirlo o no,
probablemente sea la apuesta más segura. Aunque aparentemente Joy,
Velle y Rook vienen en un paquete.
De cualquier manera, Felix tiene razón. Tenemos que llamar a alguien.
No creo que pueda deshacerme de este cuerpo yo solo sin que nadie lo note.

556
32 Benedict Arnold. General estadounidense que se pasó al bando británico durante la

Guerra de Independencia de EE.UU. Los estadounidenses lo consideran la imagen de la


traición, mientras que los ingleses un patriota.
Así que hago la llamada. Y diez minutos después, los tres están de pie
junto a Felix y a mí, mirando el cuerpo.
—Esto es... muy desagradable —dice Joy con un aleteo de sus oscuras
pestañas.
—Sí, pero quiero decir... odiaba a este imbécil. —Velle se ríe. Se mueve
por detrás de mí para chocar los cinco con Felix—. Buen trabajo, jodido
psicópata.
Felix sonríe ampliamente, claramente orgulloso de sí mismo.
—Gracias.
—Me voy a enfermar —refunfuña Rook, dándose la vuelta y tosiendo.
—¡Aww... Cookie! ¿Qué pasa? —Joy se ríe, acercándose a frotar su
espalda—. ¿Nunca has visto restos humanos descuartizados?
—Acabemos con esto. —Velle suspira—. Tengo restos de lasaña en la
nevera con mi nombre.
—Los odio. —Rook tiene arcadas. Entonces sus ojos encuentran a
Felix—. Especialmente a ti. ¿No puedes controlarte? Quiero decir, ¿qué hizo
este tipo, de todos modos...
—Me violó —dice Felix con calma.
Los tres pares de ojos saltan hacia él antes de compartir una mirada.
—Buena decisión, entonces —dice Velle con firmeza.
—Sí, cortémoslo en pedazos y hay que dárselo de comer a los
tiburones —dice Joy, dándole a Felix una sonrisa reconfortante.
—Eso suena como una manera perfecta para que se vaya —está de
acuerdo Rook—. Pero voy a necesitar una máscara o algo... Porque este olor
me sobrepasa.
Velle se ríe y pasa sus dedos por el cabello de Rook antes de volverse
hacia mí.
—Vamos a trabajar.
Y nos lleva horas.
Horas de desmembrar el cuerpo de Templeton y meter todos los trozos
en esa carretilla gigante que encontró Rook, para luego llevarla a la saliente
de la roca en el lado sur de la isla y tirarlo todo al océano.
557
Felix realmente quería ser el que hiciera esa parte, pero Velle trazó
una línea al no dejarlo salir de la prisión. Supongo que no sabe que comparte
techo con El Escultor al menos dos noches a la semana. Pero nos
guardaremos eso para nosotros por ahora.
Después de eso, tenemos que limpiar la sangre y las entrañas. Y es
más trabajo. Pero Felix trae su pequeño equipo de música y ponemos el CD
de Best Of Depeche Mode. La música ayuda a que todo sea más fácil. Somos
como uno de esos equipos de limpieza que se encargan de las escenas del
crimen.
En realidad es bastante divertido.
Cuando terminamos, Felix va a ducharse y se retira a su habitación
mientras yo les ayudo a terminar.
—No puedo creer que salgas con un asesino en serie. —Joy resopla,
arrancándose los guantes de goma y tirándolos a la basura.
—¿Es algo malo? —pregunto burlonamente.
Ella y Rook comparten una mirada y luego jadea.
—¿Es usted realmente genial, doctor ¿Love?
Me río entre dientes.
—No sé si soy genial...
—Pero eres más como una persona normal —conjetura Velle—. Lo
cual es divertidísimo porque todos pensábamos que eras un robot
espeluznante hasta... justo ahora.
—Oigan, hay cosas peores —les digo, limpiándome las manos con
toallitas higiénicas.
—Quiero que sepas que si chico psicópata la jode de alguna manera,
será culpa tuya —afirma Velle—. No voy a aguantar más presión por sus
tonterías. Eso fue, como, la peor cosa por hacer.
Lo miro de reojo.
—¿Fue realmente eso lo que causó todo este drama? ¿Un prisionero
se escapa y todo se desestabiliza? Me resulta difícil de entender...
—Aquí nada ha sido estable, Love. —Velle me mira de reojo—. Todo
estaba colgando de un hilo hasta que tú lo cortaste.
Trago saliva.
—Lo siento por eso...
558
—La mierda pasa —suelta Joy.
—Sí, y para ser honesto, creo que fue lo mejor —dice Rook, dando un
codazo a Velle en el brazo. Se sonríen el uno al otro.
Verlos a los tres juntos me provoca un calor en el pecho. Realmente
forman un gran equipo. Y me siento cien por ciento mejor al quedarme aquí
con ellos al mando. Pero entonces recuerdo algo...
—Mira, no sé si puedo hablar de ello aquí —le susurro a Velle—. Pero
mantén los ojos abiertos. Me dijo algo sobre cambios...
Los ojos azul oscuro de Velle se detienen en los míos. No parece
preocupado, pero creo que eso forma parte de su personalidad. Estoy seguro
de que estará en guardia en el futuro inmediato.
Antes de que pueda decir algo más, sus tres radios se disparan.
—Ingresando... Nuevo preso. Acaba de salir del ferry.
La cabeza de Velle salta en dirección a sus compañeros y todos
comparten una mirada confusa y ansiosa.
—Creo que sé quién es —les digo—. Vamos.
Todos salimos de la habitación, con olor a productos químicos, y
atravesamos la prisión, hasta la entrada principal. Y justo cuando salimos,
un todoterreno negro se detiene.
Mi pulso aumenta considerablemente, mis dedos se agitan en mis
costados. No sé qué esperar...
Esta es la principal razón por la que pude volver aquí. Era mi billete
de vuelta a Felix.
La pregunta es, ¿cómo reaccionará ante la Penitenciaría de Alabastro?
Dos guardias salen del vehículo, abren la puerta trasera. Y
efectivamente, sale mi paciente.
Trevel Fenwick.
Está esposado y encadenado mientras lo llevan a toda prisa hasta
donde estamos. Sus ojos violetas se fijan en mí al instante. Y sus labios se
curvan en una expresión de disgusto.
—Vaya, vaya, vaya —gruñe mientras lo acompañan hasta las
puertas—. Mira quién es.
—Trevel —murmuro, manteniéndome tan profesional como puedo, 559
aunque me mira como si quisiera arremeter contra mi aquí mismo. Supongo
que no se alegra de volver a verme...
—Míreme ahora, doctor. —Su conducta británica, típicamente
educada, se tambalea y hace vibrar una rabia calmada que puedo sentir con
varios metros de distancia que nos separan—. Justo donde me querías.
Condenado a muerte en este puto agujero de mierda...
—Trevel, deberíamos hablar en otro momento. —Intento calmarlo con
los ojos de cinco guardias sobre mí—. Sin embargo, me alegro de tenerte
aquí. Creo que esto podría ser bueno para ti...
—¡¿Bueno?! —ladra una burla, y luego estrecha su mirada hacia mí,
relamiéndose los labios—. No, será bueno. Nosotros bajo el mismo techo.
Una familia feliz, como en Riverwoods.
—Muy bien, vamos, amigo. —El guardia se impacienta y tira de él.
—Doctor Love —llama Trevel por encima de su hombro—. Recuerde...
También podría ser desafortunado, ¿no?
Me quedo quieto mientras veo cómo llevan a Trevel al interior de la
Penitenciaría de Alabastro, sus palabras y su tono me llenan de inquietud.
Me culpa... Por supuesto que lo hace. Me merezco su rabia.
Lo único que me preocupa es lo que podrá descubrir ahora que
estamos todos en el mismo espacio aislado. Y lo enfadado que está en
realidad.
—¿Debería preocuparme por esto? —Velle pregunta con los ojos fijos
en la dirección en la que nuestro nuevo recluso acaba de ser conducido.
Oigo un grito que me produce un escalofrío.
—Ya te avisaré.

Es nuestro aniversario de tres meses.


Hace tiempo decidí que quería hacer algo especial para Felix, así que
he planeado un picnic en el bosque. Preparé algo de comida, traje una
manta, el paquete completo.
560
El tiempo hoy es hermoso. No hace un calor excesivo. Además, los
árboles nos proporcionarán una agradable sombra.
Estoy ansioso cuando aparezco en su habitación, y cuando abre la
puerta, mi corazón se detiene. Es una locura para mí, sentir esto por
alguien. Especialmente con la última persona del mundo a la que se supone
que necesito como si fuera mi oxígeno.
Felix sonríe, como de costumbre. Siempre se emociona al verme, y me
vuelve ligero. Vestido con un pantalón de presidiario y una camiseta blanca,
podría estar modelando marcas de diseñador. Así de bien se ve.
—Siempre tan hermoso. —Sonrío, me acerco a él y deslizo mis manos
alrededor de su cintura para acercarlo.
—Hola, cariño —suspira, colocando sus brazos sobre mis hombros.
Sus labios bailan sobre las cicatrices de mi garganta mientras susurra—: Te
extrañé.
—Acabo de verte esta mañana —me río, apretándome a él, con las
manos apoyadas sobre su trasero mientras aspiro su delicioso aroma.
Su masculinidad y dulzura envuelven la potente amenaza de peligro.
Me encanta todo esto.
Lo amo.
—Lo sé, pero soy codependiente. —Siento su sonrisa en mi piel.
—Creo que yo también. —Me desplazo para besar sus labios
carnosos—. Oye... Feliz aniversario.
—¡¿Es nuestro aniversario?! —Me chista en la boca, siendo su
habitual marca de listillo, porque sabe que lo es. Fue su idea celebrar
aniversarios al azar. Y, por supuesto, se lo concedí.
Le daré todo lo que quiera por el resto de mi vida.
—Tengo una sorpresa para ti. —canturreo, y se aparta para mirarme
con entusiasmo—. ¿Qué te parecería un picnic en nuestro lugar en el
bosque, seguido de un bonito paseo por la playa...?
Se ilumina.
—Yo diría que lleves el lubricante.
Me río a carcajadas. ¿Cómo hace eso? Juro por Dios que nunca me
había reído o sonreído tanto en mi vida antes de conocer a Felix Darcey.
Tomando su mano, lo conduzco fuera de la prisión, por la puerta 561
lateral. Y seguimos el camino que hemos hecho, caminando desde la prisión
hasta la mansión. Es nuestra ruta habitual, y el paseo se ha convertido en
una de mis cosas favoritas.
Llegamos a nuestro lugar, entre dos de los árboles más altos con la
gran roca plana en la que no me da pena admitir que me lo he follado varias
veces. Incluso solo mirándola se me pone la polla dura, como una campana
pavloviana.
—Aquí estamos, abeja asesina —suspiro, extendiendo la manta y
colocando todo en el suelo.
—Vaya, gracias, amante asesino. —Me sonríe, dejándose caer en el
suelo.
Al desempaquetar la comida, lo miro, observando su interés por los
alrededores. Le encanta el bosque, más de lo que nunca entenderé. También
le gusta la playa... Estar al aire libre en general. Pero hay algo en estar
rodeado de árboles, arbustos, tierra y flores, vivas o muertas, que le da una
sensación de serenidad. Lo admiro... Creo que es una de las muchas cosas
que me fascinan de este hombre. Las cosas que me hacen amarlo,
independientemente de la decadencia que alberga en su interior.
—Hay algo que quería decirte... —Murmuro, entregándole una lata de
Dr. Pepper.
La abre inmediatamente y toma un sorbo satisfecho.
—No eres realmente un doctor. —Sonríe ante mi mirada de
reprimenda por sus comentarios de sabelotodo, porque puede ver la sonrisa
que estoy tratando desesperadamente de sofocar.
—Estás suplicando para que te pegue en el trasero esta noche,
¿verdad? —Mi ceja se arquea.
Se muerde el labio y gime.
—Detente, por favor, me la estás poniendo dura. —Se ajusta y tengo
que recordarme a mí mismo que debo contener mis ansias el tiempo
suficiente para decirle lo que tengo que decirle.
Porque en aras de ser comunicativo, dándole más de mí, le digo:
—Hice que alguien, mi amigo investigador privado, buscara a
Cameron Kline. Cam...
Su diversión cae rápidamente, su garganta se hunde.
—¿Mi Cam?
No puedo evitar que me rechinen los dientes al oír eso.
562
—¿Es tuyo, Felix?
—No —responde al instante, sacudiendo la cabeza. Luego parpadea
con fuerza—. No, no, no es eso lo que quería decir. Sólo quería decir... ¿Por
qué?
—Porque quería saber dónde está y qué hace —respondo, sonando
descaradamente celoso a mis oídos. Y porque quería vigilar a tu primer
amor...
Las pestañas de Felix revolotean de esa manera que hace que mis
dedos se retuerzan con la necesidad de agarrarlo.
—De acuerdo... pero ¿por qué?
Mi cabeza se inclina.
—¿No te importa dónde está... o qué está haciendo?
Sus labios se separan, aunque tarda un momento en hablar.
—Quiero decir, tal vez tengo un poco de curiosidad... Ahora que has
sacado el tema. Pero para ser sincero, como te dije antes, ya casi no pienso
en él. Quiero decir, ¿piensas en Gabrielle?
—Eso es totalmente diferente —gruño de forma contundente—. No
estaba enamorado de ella.
—Y yo no estoy seguro de haber estado realmente enamorado de Cam
—contrarresta—. No creo que estuviera enamorado de alguno de ellos... No
como lo estoy de ti.
Mirándolo fijamente por un momento, puedo sentir mi corazón
golpeando contra mí por dentro, rogando por acercarme a él. No puedo
evitarlo.
Me abalanzo sobre él y lo inmovilizo contra el suelo del bosque para
besarlo febrilmente. Nuestros labios se mueven juntos, en un ir y venir
perfecto y seductor, con las lenguas combatiendo, con gemidos y jadeos de
necesidad.
—Te amo, doctor Love —gime, con las caderas buscando las mías. Las
aprieto contra las suyas con fuerza y gruñe.
—Te amo más, Escultor.
Cuando por fin salimos a tomar aire, le sostengo la cara y toco cada
superficie, cada línea que lo compone. Sigo fascinado. Siempre fascinado por
él.
563
—Entonces... ¿Cameron está bien? —Me pregunta su voz
tranquilamente dubitativa mientras estudio las curvas de sus labios y la
inclinación de su nariz.
—¿Hm? —Trazo su barbilla con la punta de los dedos.
¿Quién tiene una barbilla sexy? Mi novio psicópata, ese es.
—Sólo para saber... por un cierre —continúa, y finalmente vuelvo a
centrarme en lo que está diciendo—. ¿Está bien?
La pausa que hago antes de responder, mientras considero cómo
responder, parece muy larga, cuando en realidad no lo es. La decisión que
tomo es fácil.
Es mío. Y tengo que cuidar de él.
—Sí, está bien —le miento con tranquilidad, apartando mechones de
sedoso cabello castaño que quieren caer en sus ojos.
E inmediatamente sé que he tomado la decisión correcta. Parece feliz,
tranquilo por mis palabras. Esta es la última pieza del rompecabezas, y
ahora puede empacar a Cameron Kline, y meterlo en el armario de sus
recuerdos. No hay necesidad de darle más vueltas.
Lo hecho, hecho está, después de todo.
Tal vez mentir al hombre que amo me convierte en un imbécil, pero
ya hemos establecido dos cosas: uno, no soy una buena persona. Y dos,
haré lo que sea necesario para proteger a mi monstruo.
Felix vuelve a acercar mi boca a la suya y nos dejamos llevar por más
besos dulces, más toques, respiración y exploración de este nuevo amor.
Esta electricidad palpable, de alguna manera calmante en su ardor. La
sensación de estar con él no se parece a nada de lo que podría haber
esperado.
Entré en este trabajo dispuesto a abrirlo de par en par y sacar todo lo
que lo hace único en su interior, ponerlo bajo el microscopio y analizarlo.
Realmente nunca pensé que él terminaría en mi interior...
Porque mi misión al conocer a Felix Darcey era abrirlo, pero él lo hizo
conmigo a cambio, desplegándome de formas que nunca creí posibles. Y
ahora, no creo que pueda respirar otra vez sin él.
Puede que él sea el paciente, pero a mí me han lavado el cerebro. Y no 564
quiero despertar nunca de este desenfreno.
EPíLOGO
Felix

H
e estado soñando despierto cuando el doctor Love
chasquea sus dedos delante de mi cara.
—Felix... céntrate —me regaña con su tono de
robot—. Estamos en medio de una sesión.
Me muevo en el sofá de terciopelo rojo de su despacho, dando un
vistazo a la habitación. Me siento como si hubiera estado aturdido durante
meses. Mi fantasía más intensa hasta ahora...
Toda la historia de nuestra relación.
Parpadeando a mi doctor, me pregunto si tiene idea de lo mucho que
lo amo. Cuánto hemos hecho juntos en mi mente.
Pero nada de eso ocurrió realmente...
Todo fue un sueño.
Hago un puchero y muevo mi pie para llegar a los pies de Lem.
¡Sólo BROMEABA!
Por supuesto que sucedió. ¿Qué pensabas, que me había inventado
toda esa mierda loca en mi cabeza?
Lem trata de contenerse, conservando su fachada dura, pero veo que
se quiebra por mí. Y empuja su zapato contra el mío.
—Te amo —susurro, y luego me muerdo el labio—. Quiero que me
inclines sobre tu escritorio. 565
Se mueve y se aclara la garganta.
—Felix... compórtate. Se supone que tenemos una sesión. Órdenes del
alcaide.
—Mmm... bueno, ya nos ha visto y oído follar antes. —Me desplazo del
sofá sobre mis rodillas, separando sus piernas—. Creo que le gusta.
Probablemente más que yo hablando de mis asesinatos por millonésima vez.
Alcanzo la hebilla de su cinturón y la desabrocho lentamente mientras
lo miro. Su preciosa cara, tan seria todo el tiempo, excepto conmigo. Soy el
único que consigue sus pequeñas sonrisas y carcajadas. A veces me regala
enormes sonrisas y grandes carcajadas. Esas son mis favoritas.
Soy el único que recibe sus besos y abrazos, su cariño, su respiración
contenida, sus gemidos y gruñidos. Su polla desmesuradamente larga y, en
raras ocasiones, su trasero. Su piel suave y sus manos fuertes. Su sangre y
su sed de sangre.
Su deseo, su necesidad y su amor.
Lo entiendo todo, y me hace sentir el tipo más afortunado del mundo,
porque soy el único que puede llamarlo mío. Y por eso, porque le agradezco
enormemente que viva en esta isla apartada solo por mí, le chupo la polla
lenta y profundamente, jugando con sus bolas como a él le gusta.
Esta vez, se corre en dos minutos. Y sólo está mi nombre en sus labios
todo el tiempo.
—Hasta aquí llegó la sesión, ¿no? —Me burlo, sentándome en su
regazo en su gran sillón de cuero mientras su ritmo cardíaco se regula por
el intenso orgasmo.
—Tendremos que volver a intentarlo mañana —tararea, con una
sonrisa de satisfacción en los labios mientras me besa el cuello.
Y lo intentaremos de nuevo. Esa es la naturaleza de nuestra relación,
después de todo. Sólo intentamos todo lo que podemos aquí, ver lo que
funciona. Él sigue siendo mi doctor, y yo sigo siendo su paciente. Pero
también somos amantes, amigos y socios en el crimen. Somos todo para el
otro, y eso es todo lo que siempre he querido.
Sé que es una locura pensar en salir de prisión. Y no estoy seguro de
cuánto tiempo podría durar así, pero no me importa. Porque ahora mismo,
estoy enamorado de Love, jeje, y él está enamorado de mí, y es
simplemente... bueno. 566
Lo único bueno que he hecho.
Unas horas más tarde, Joy se presenta en la oficina de Lem mientras
leemos juntos el mismo libro en el sofá.
—Siento interrumpir —dice con una de sus astutas sonrisas—. Pero
necesito tomar prestada a la abeja asesina por un segundo.
Miro a Lem, que parece receloso.
—¿Qué estará haciendo?
—Hay algo en lo que creo que podría querer participar... —dice—. Un
evento de jueves.
—¿Es algún tipo de código para algo? —Lem pregunta.
—Sí. —Joy sonríe.
Me vuelvo hacia él, tirando de una de sus rastas.
—Vuelvo en un momento.
Parece que no quiere dejarme ir y Joy gime.
—Jesús, su relación es tan poco saludable que estoy a punto de
contratar a un nutricionista. Vamos, ¡corta-cubitos! No tengo todo el día, y
esta oferta expira en diez segundos.
Sonriendo, doy un rápido beso a los preocupados labios de Lem. Luego
me levanto de un salto, siguiendo a Joy.
—¡Ten cuidado! —me dice mientras salimos de la oficina.
—No creí que fuera posible, pero puede que esté más obsesionado
contigo que tú con él. —Joy se burla.
—Seguro que está muy cerca. —Me río entre dientes mientras
caminamos.
—Por cierto, voy a tener que esposarte cuando nos acerquemos a
población general —me dice—. Por ellos más que por ti, ¿de acuerdo?
Asiento con la cabeza.
—Sí, lo entiendo.
Recorremos todos los largos pasillos, salimos del ala este y entramos
en aislamiento. Es extraño; las cosas cambian y, sin embargo, siempre
permanecen igual. Es difícil de describir, pero por mucho que nos
adaptemos a la vida en este lugar, sigue siendo una asquerosa prisión en 567
medio del océano. Esa parte nunca cambiará, por muy bonita que sea mi
habitación ahora, o por el hecho de que no me hayan puesto una camisa de
fuerza en meses.
No han experimentado conmigo desde el incidente con Templeton, que
difícilmente llamaría experimento. Eso fue una violación, pero da igual.
Ahora está muerto, y definitivamente recibió lo que se merecía.
No veo a Johansson a menudo, ni a ese otro imbécil, Hassan. Pero sé
que están aquí. A veces nos cruzamos con ellos en los pasillos y tengo que
agarrar el brazo de Lem para que no se abalance. Quiere que se vayan, y sé
que está tratando de idear un plan sobre cómo hacerlo, pero no estoy seguro
de cuál será o cómo funcionará. Por mucho que al alcaide le guste Lem,
sigue siendo leal a esos imbéciles.
Por otro lado, mi novio es bastante persuasivo.
En realidad, estamos viviendo lo mejor que podemos cuando uno de
nosotros es un asesino en serie sin esperanza de salir de esta isla. Solía
sentirme un poco culpable, como si estuviera impidiendo a Lem salir y vivir
fuera de esta burbuja. Pero en realidad le encanta estar aquí.
Y honestamente, no lo culpo. La Mansión Ivory es un lugar increíble.
Aprecio el par de días a la semana que puedo pasar allí.
Aunque tampoco es tan importante, creo que todo tiene sentido con
Lemuel en mi vida.
Soy un monstruo, pero he encontrado a mi doctor Frankenstein, que
me atesora por mí.
Y las cartas sobre la mesa, él mismo es un poco retorcido, lo que
ayuda.
Joy me detiene antes de que lleguemos al primer pasillo de población
general y me pone las esposas en las muñecas. No me coloca los grilletes, lo
que tengo que agradecer, pero mantiene la mano en su Glock mientras me
acompaña a la cafetería.
Todavía no estoy seguro de lo que estamos haciendo, pero me siento
un poco menos estresado al llegar a población general que antes.
Últimamente vengo más veces y más seguido, sobre todo para comer cuando
Lem no puede llevarme comida a mi habitación. Todavía me hacen sentarme
solo y me dan de comer mientras sigo esposado, pero es mejor que no comer
nada y estar completamente aislado de los demás.
El otro día, Luthor y Ren me saludaron. Así que eso fue genial.
568
Hablando de eso, cuando pasamos por las puertas dobles de la
cafetería, los veo inmediatamente. Sin embargo, no están sentados en su
lugar habitual. Esta vez están en una mesa en el extremo de la cafetería,
lejos de todos los demás. Joy asiente en su dirección, así que me dirijo hacia
allí. Pero al llegar a la mesa, me deja y se dirige a un guardia que le hace
señas para que se acerque.
Luthor y Ren sonríen cuando me ven. Pero Kang sigue llevando esa
mueca de disgusto cuando estoy cerca. No puedo culparlo. Maté a su amigo,
así que... Sí. Es incómodo.
—¡Oigan, es Darcey! —dice Luthor amablemente, acercándose al
banco y dándole una palmadita—. Toma asiento, hombre. Pon tú trasero
cómodo.
Ren se ríe.
—Dijiste trasero.
—Dios mío. —Pone los ojos en blanco—. Eres dolorosamente
inmaduro. Y tengo como tres años menos que tú.
Ren pone una cara hosca y Luthor le sonríe, metiendo su dedo índice
en uno de los hoyuelos de Ren. No puedo evitar inclinar la cabeza hacia
ellos. Parecen más pareja que antes...
Me pregunto cómo llegaron a eso.
En cualquier caso, son jodidamente adorables juntos. Y de repente
deseo como el infierno que Lem estuviera aquí para poder mostrar mi propia
relación asesina. Gran elección de palabras, lo sé.
Me siento junto a Luthor, mirando la mano de Ren mientras se desliza
posesivamente sobre el muslo de Luthor.
—Me alegro de volver a verte, Felix —me dice Ren agradablemente.
—Igualmente... —Me meneo en mi sitio bajo la intensidad de sus ojos
azul cielo—. Um... no sé realmente por qué estoy aquí.
—Para comer. Obviamente —refunfuña Kang.
—Byron, dale un respiro. —Ren suspira—. Felix es amigo de un amigo.
Así que ahora también es nuestro amigo. Y a veces nuestros amigos se
matan entre sí. Así es el mundo.
Luthor parece horrorizado, y Kang finalmente esboza una sonrisa.
—Espera, ¿un amigo de un amigo? —Pregunto, perplejo.
Joy vuelve a aparecer pisando fuerte. 569
—Lo siento. Drama carcelario, como siempre. —Deja caer una bandeja
de nuggets de pollo frente a mí—. Él debería llamar en cualquier momento.
Toma.
Toma uno y me lo acerca a la boca, ayudándome a comer.
—Oh, cariño. —Ren mueve las cejas hacia ella—. Me estás excitando.
—Te voy a dar una paliza. —Resopla, aunque sonríe. Ren se ríe.
No puedo evitar sonreír mientras mastico. Me gustan las interacciones
entre todos ellos. Y estoy acostumbrado a solo observar, así que podría
sentarme y solo mirar si fuera necesario. Al fin y al cabo, ser el marginado
es mi posición por defecto. Aunque parece que quieren que me involucre, lo
que aumenta mi ansiedad social.
No sé cómo actuar con la gente. Y ciertamente no estoy acostumbrado
a tener amigos.
Tal vez si pudiera verlos desde una esquina o algo así...
El teléfono de Joy en su funda empieza a sonar y me mete un nugget
de pollo en la boca, casi ahogándome. Luthor se ríe.
—Joy Jameson de Industrias Jameson. Ve por tú alegría. —Sonríe.
Quienquiera que esté al otro lado debe estar hablando porque ella
obviamente está escuchando. Entonces se echa a reír. Miro a Luthor y a
Ren, que prácticamente están rebotando. Parece que están en vilo por algo
y todo esto me resulta muy extraño.
Dijo él llamaría... ¿Quién es él?
—Me alegro de oír tu voz, #101. —Joy suspira—. Según tu petición,
tengo a otro lunático aquí para ti. —Hace una pausa y se ríe—. Sí,
definitivamente me lo debes. Bien, espera. Aquí está.
Me acerca el teléfono a la oreja y no tengo ni idea de lo que pasa, pero
digo:
—¿Hola...?
—¡Felix Darcey! —una voz suave pero rasposa me chirría con
entusiasmo al oído. La calidad de la llamada no es fantástica, pero aun así
la voz me resulta definitivamente familiar...— ¿Cómo diablos estás, amigo?
Mis pestañas se agitan y miro a Joy.
—¿Quién... Dash? —Se ríe, y entonces todo vuelve a mí.
Su voz a través del muro de hormigón compartido de nuestras celdas
de aislamiento. Horas de conversación destinadas a distraernos de los 570
gruñidos de nuestros estómagos...
Él cantando Bohemian Rhapsody para mí en ruso.
—¡Sí, bebé! Estoy tan feliz de volver a hablar contigo. —Mi cara se
ilumina.
—¡Oh, Dios mío! ¿Dónde estás?
Los ojos de Joy se abren de par en par y sacude la cabeza. Miro a los
otros chicos y todos niegan con la cabeza.
—De acuerdo, olvida esa pregunta. —Jadeo, y vuelve a reírse—. ¿Pero
cómo estás? No puedo creer que esté hablando contigo...
—Lo sé, hombre. —Suspira—. He estado hablando con Joy y los chicos
desde hace unas semanas, y la semana pasada Luthor dijo que te vio en la
cafetería y yo estaba como, ¡Oh, Dios mío! Tengo que conseguir que Joy lo
ponga al teléfono también. En serio, Felix... sólo quiero darte las gracias. No
estaría donde estoy si no fuera por ti.
Su discurso me calienta el pecho.
—No te preocupes. Estoy feliz de ayudar.
—Bueno, lo hiciste. Me ayudaste a llegar a Kemper —dice con
nostalgia—. Así que, por lo que a mí respecta, eres una superestrella y voy
a tener que ponerle tu nombre a algo.
Me río. Es un poco embarazoso, pero no me importa. Había olvidado
lo mucho que su voz me hace desfallecer. Además, es el más dulce.
Pero entonces hago una pausa.
—Espera... ¿has dicho Kemper? ¿Cómo el guardia que solía trabajar
aquí?
—¡Sí! Es mi hombre —dice Dash con orgullo. Es jodidamente
adorable.
Espera, ¡¿entonces Dash es gay?! Maldita sea... Si lo hubiera sabido,
habría intentado hacer un movimiento a través de esa pared.
Sonrío ante mis pensamientos. Menos mal que no lo hice. Estamos
mejor como amigos, con nuestros respectivos hombres ardientes.
Tengo un millón de preguntas sobre cómo fue capaz de escapar y luego
localizar a un guardia que solía trabajar aquí, pero sé que es mejor no
preguntar. Estoy seguro de que es una historia épica, pero no es algo en lo
que podamos entrar ahora.
571
—Saluda a Kemper de mi parte —murmuro tímidamente, y me
muerdo el labio—. Siempre fue muy amable conmigo. Y como... mortalmente
hermoso, con un olor delicioso, ya sabes. El paquete completo.
Dash se ríe.
—Pero lo es, ¿no? Nos vamos a casar.
—Vaya, felicidades.
—Quiero decir, quién sabe cuándo. Pero sí... estoy tan feliz que es
repugnante. —Puedo oír la sonrisa en su voz, y me hace sonreír de alegría
por mi amigo.
—¿Y tú? ¿Te va bien con el encierro?
—Sí... en realidad, estoy muy bien. —Me remuevo en mi asiento—.
¿Recuerdas al doctor que enviaron a estudiarme?
—Por supuesto —dice—. Nunca lo conocí, pero recuerdo que me
hablaste de él.
—Bueno... estamos saliendo. —Controlo la sonrisa psicótica de mis
labios—. En realidad, estamos enamorados. Es decir, realmente lo amo.
—¡¿Santa qué?! —Dash jadea—. ¡Es una locura! ¿Cómo se llama?
—Doctor Lemuel Love. —Mi estómago se llena de mariposas incluso
al decir el nombre.
Dash se ríe y luego aplaude.
—Ve por ello, chica. —No puedo evitar carcajearme en voz alta
mientras hace lo mismo en mi oído—. ¡Estoy tan jodidamente feliz por ti!
Entonces tiene todo el sentido que te hayas quedado.
—Realmente lo hace. —Asiento con la cabeza—. Quiero decir, pensé
en cómo habría sido ir contigo... Pero creo que todo salió exactamente como
debía.
—Realmente lo hizo —suspira Dash.
Al levantar la vista hacia Joy, la encuentro sonriendo, con los ojos
puestos en Rook y Velle, que se molestan mutuamente al otro lado de la
habitación. Y cuando vuelven a posarse en los míos, me guiña un ojo. Luego
miro a Luthor y a Ren, que se miran con ojos saltones. Luthor se inclina y
le susurra algo a Ren, cuyas largas pestañas oscuras se abren sobre sus
pálidas mejillas mientras se muerde el labio.
—Parece que el amor está en el aire en la Penitenciaria Alabastro —
murmuro. 572
—Siempre. —Dash está de acuerdo—. Bueno, fue genial hablar
contigo, Felix. Si quieres, podemos hablar la semana que viene. Intento
llamar todos los jueves.
—¡Me encantaría! —Jadeo, luego me aclaro la garganta—. Ya sabes,
ya que no hay nada más que hacer por aquí. —¿Qué tiene este tipo que me
hace sentir como un idiota?
Dash se ríe como el dulce bocado que es.
—Bien. De acuerdo, colega. Hablamos pronto. ¿Puedes poner a Luth,
por favor?
—Sí. Hablamos luego, cariño —le digo. Luego me vuelvo hacia
Luthor—. Te toca.
Se separa de Ren, tomando el teléfono de Joy.
—¡Es mi mejor amigo! Oh, mejor amigo, te he extrañado.
—Um... yo soy tu mejor amigo —le gruñe Ren a Luthor mientras se
ríe.
—No, tú eres mi... —La voz de Luthor se corta rápidamente. Sus
mejillas se vuelven rosas y traga saliva visiblemente.
Ren levanta las cejas expectante.
—¿Soy tu qué, Lex?
—Cállate —murmura. Luego frunce los labios y le dice a Dash—: Tú
también cállate.
Resoplo para mis adentros, disfrutando de las endorfinas que conlleva
tener amigos. Realmente es un concepto extraño para mí. Y estar rodeado
de un grupo de chicos que aman a otros chicos es realmente muy divertido.
Me recuerda a cuando solía salir a los clubes de Manhattan. Pero incluso
entonces, no participaba en los buenos momentos. Siempre estaba
observando... acechando. Como un depredador.
Aquí, realmente me gustan estos tipos. Y parece que yo les gusto a
ellos. Al menos a todos menos a Kang.
Al mirarlo, lo encuentro jugueteando con sus uñas, que están
pintadas de negro. De repente me siento fatal. Todo el mundo está hablando
de sus relaciones, coqueteando, tocándose, y estando enamorado. Debe ser
una mierda para una persona soltera. Y no estoy seguro de que Kang esté
soltero... Pero parece un poco solitario ahora mismo.
Un movimiento en las puertas dobles me llama la atención, y me giro
para ver a Peters arrastrando a un hombre alto de cabello negro. Un recluso
573
que nunca había visto antes.
Le doy un codazo a Joy.
—¿Quién es ese?
—Tipo nuevo —dice—. Trevel Fenwick. #102.
—¿Trevel... como el.... el antiguo paciente de Lem? —Mis ojos están
muy abiertos. Es... sorprendentemente hermoso. De una manera brutal,
todo líneas y contornos, como un trozo de euro hombre-caramelo.
—Sí, es él. —Joy suspira—. Yo tendría cuidado si fuera tú. Creo que
la tiene contra tu hombre.
Mis pestañas se agitan. Lem me contó el asunto de Trevel. Cómo tuvo
que usar a Trevel para volver aquí. Y ahora Trevel culpa a Lem.
Y probablemente yo también.
Trato de no ser obvio observándolo. Pero entonces veo a Kang en mi
periferia, y también está mirando a Trevel. Quiero decir, mirándolo
boquiabierto. Estoy a punto de ofrecerle una servilleta para que se limpie la
baba.
Trevel recoge una bandeja y toma asiento en una de las mesas vacías,
apartando sus mechones de obsidiana de los ojos. Su rostro se levanta y
establecemos contacto visual.
Su cabeza se inclina. La mía también.
Su mirada se estrecha. Hago lo mismo.
Hola, compañero monstruo.
Hay una especie de mirada cómplice en su rostro. Pero entonces sus
ojos se dirigen a Kang, que mira hacia otro lado rápidamente, fingiendo que
no estaba mirándolo. Ah. Eso es tan lindo.
Y cuando Trevel me devuelve la mirada, la comisura de su boca se
convierte en una sonrisa encantadora y aterradora al mismo tiempo.
Y me saluda.

Estamos retozando por el bosque.


Sin aliento, los corazones volando, las manos entrelazadas. Este es mi
574
momento favorito con mi hombre.
Estos paseos entre los árboles. Por un breve momento, puedo olvidar
la realidad de la situación y sentirme libre. Seguir la guía de mi pulso y la
fuerza del hombre que me arrastra. El hombre que me posee.
Te pertenezco, Lemuel Love.
Llegamos al jardín justo cuando empieza a llover, caminando entre el
muro de mármol, la piedra desmoronada llena de enredaderas mientras
grandes gotas de agua caen a nuestro alrededor. Lem me empuja hacia un
conjunto de Dalias, atrapándome con sus caderas.
Lo miro y él a mí, el olor de él, la lluvia y las flores me drogan.
—Quiero rozar tu dulce piel con estos pétalos —tararea, levantando
mi camiseta con los dedos. Arranca una flor del tallo y la pasa por la línea
de mis pantalones, por debajo del ombligo.
—Recoge algunos y podemos ponerlos en el baño más tarde —susurro,
temblando por la sensación de los suaves pétalos en mi carne sensible.
Arrancando una yo mismo, la rozo a lo largo de su hombro. El amarillo
queda fantástico con su tez oscura.
—Eres tan hermoso —susurra, acercando su boca a la mía para
besarme con insistencia. Suavemente y con hambre. Es su norma, y no
podría gustarme más.
—Eres tan guapo que es una locura —tarareo, y suelta una carcajada
dentro de mí—. En serio... Apuesto a que ese paciente tuyo estaba muy
enamorado de ti.
Se aparta para regañarme con la mirada. Cree que es intimidante,
pero en realidad, sólo me pone la polla dura.
—No seas ridículo.
—Lo digo en serio, bebé. —Me arqueo hacia él—. ¿Estás seguro de que
nunca te enrollaste con él? Incluso un poco...
Sus labios forman una sonrisa de euforia.
—Tus celos hacen que mi polla se convierta en piedra, chico
monstruo.
Intento hacer un mohín con mi sonrisa, pero no funciona.
—Lemuel... Sólo quiero que seas mío para siempre. —Mi sonrisa se 575
desvanece mientras él resopla—. Rezo para que no te despiertes dentro de
seis meses, o seis años, queriendo vaginas de nuevo. —Se ríe entre dientes,
y trazo sus labios con la flor—. Lo digo en serio. ¿Soy sólo una fase?
Toma mi cara entre sus manos.
—No eres una fase, Felix Darcey. Eres un acto de Dios. Eres la única
persona con la que quiero estar... Para siempre.
Un suave gemido me abandona.
—No juegues conmigo.
—No lo hago. —Me abraza a su cuerpo fornido—. Puede que haya
estado con muchas mujeres antes de conocerte, pero tú me has hipnotizado,
Felix. Tal vez no esperaba nada de esto. Por supuesto que no, pero eso no
cambia lo enfermizo, maniático y estúpidamente enamorado que estoy de ti.
Me arde la sangre cuando me acerco más a él, queriendo simplemente
hacerme un hueco dentro de él y vivir allí. Quiero ser parte de él. Nunca
antes había querido coserme físicamente a otra persona de esta manera.
Las palabras de Dash de antes me vienen a la mente...
Con las nubes de tormenta sobre nuestras cabezas, las gotas de lluvia
y los pétalos de flores sobre nuestra piel, susurro:
—Cásate conmigo.
Se detiene brevemente. Luego lo siento temblar mientras sus labios
bailan por toda mi cara.
—No sabes lo que estás diciendo, Escultor.
Gimoteo.
—Yo también estoy hipnotizado, cariño. Estoy en un sueño contigo y
no quiero despertar nunca.
—Te he lavado el cerebro. —Sonríe sobre mis labios.
Asiento con la cabeza.
—Sabía que lo harías, incluso antes de conocerte.
Deja escapar un suspiro de satisfacción.
—¿Me estás diciendo lo que realmente quieres, Felix? O lo que crees
que quiero oír...
Le coloco la flor amarilla detrás de la oreja.
—Lem, prefiero ser un monstruo encadenado contigo que ser libre y
vivir en un mundo en el que no pueda tocarte cuando quiera. Estoy aquí, 576
igual que tú. Estamos aquí juntos, y si me has lavado el cerebro, que así
sea. Estoy feliz de dejar que poseas mi mente, mi corazón, y mi cuerpo...
Sólo si estás de acuerdo en poseer mi maldad.
Sus ojos ámbar brillan como brasas mientras cae de rodillas ante mí.
—Felix Darcey... El Escultor. —Sonríe y suelto una risita—. ¿Vivirás
en este aturdimiento conmigo para siempre... y te casarás conmigo, bebé?
La brisa se convierte en vientos violentos mientras mi pulso se acelera
por este hombre. Me muerdo el labio y asiento.
—Sí —cayendo de rodillas para besarlo con malicia.
Y estamos tan perdidos el uno en el otro, que no nos damos cuenta de
la caída del rayo hasta que el trueno retumba debajo de nosotros.

Fin

577
EXTRA
VISTAZO EXCLUSIVO DE FRAGMENTS:
PENITENCIARIA DE ALABASTRO, VOLUMEN 4

Ren

—N
ecesito un subidón.
Gruñe, reconociendo que me ha oído. Pero
no hace ningún movimiento inmediato para darme
lo que quiero. Eso me irrita.
Pero entonces se introduce en mí y mis ojos se ponen en blanco. Claro,
sí. Eso es mucho mejor que la línea de coca.
Al posicionarme, recuerdo el ángulo, asegurándome de inclinar el
cuello y morderme el labio, porque eso les gusta. Por supuesto, lo que está
sucediendo se siente bien, siempre es así, pero también tengo que
concentrarme en hacer que esto se vea bien para ellos.
Es por lo que están pagando.
Una mano fuerte sube hasta mi garganta, donde se detiene, aprieta y
aprieta. Me arde la cara y aprieto los dientes. Si va a ponerse rudo, necesito
más drogas.
—Necesito un... —Mi voz ahogada se desvanece en un gemido cuando
su polla vuelve a rozar mi próstata—. Subidón.
Respira acaloradamente en mi nuca, y los escalofríos cubren mi carne,
con los pezones agarrotados y sensibles. Lo que me recuerda...
578
Abro los ojos y fijo la mirada en el hombre al otro lado de la habitación,
que está bebiendo whisky y me mira fijamente, con una gigantesca y visible
erección mostrándose a través de sus pantalones de vestir a medida.
—¿Así que eres como el socio silencioso? —Murmuro en su dirección,
mis labios se mueven ante la mirada oh-tan-seria de su rostro.
Parece que quiere ignorarme, o incluso llamarme asquerosa puta
maricón, el modus operandi habitual de los tipos como él, pero ni siquiera
puede intentar actuar como si no le interesara lo que está pasando en este
lado de la habitación.
No sólo puedo ver toda su polla ahora mismo bajo la mísera tela que
lleva, sino que el calor de su mirada me abrasa.
Mi mente divaga al instante, en pensamientos de lo que
probablemente él quiere hacer...
Deja ese vaso en el maldito suelo y ven aquí. Saca tu enorme polla y
empuja mi boca sobre ella. Fóllame la cara hasta que llore mientras tu amigo
me destroza el trasero.
Arrasa conmigo, desconocido.
Supongo que no soy el único que tiene estos pensamientos, porque
John Doe 33 detiene sus meticulosos empujones y se retira, un gemido
estremecedor sale de sus labios, audible para mis ansiosos oídos incluso
por encima de los graves de la música que llega desde el piso de abajo.
Me da unos golpecitos en el muslo.
—Arriba, cariño. Deja que mi chico pruebe un poco de este dulce coño.
Sus sucias palabras con esa voz grave me hacen sentir un escalofrío.
Pero me quito de encima, poniéndome de pie lentamente.
—Dame algo. No lo volveré a pedir.
Capto un atisbo de diversión impresionada en la cara del amigo
mientras John Doe se ríe.
—Te lo dije. Este es cómo un cable de alta tensión.
Se acerca, toma una bandeja de plata y corta unas líneas blancas con
una American Express negra mientras observo con ansiedad. Con un billete
de cien enrollado, esnifa una línea, echando la cabeza hacia atrás y
limpiándose la nariz. Luego me la entrega.
Cuando me agacho para inhalar mi línea, me golpea el trasero. Con
fuerza. El escozor es bueno, y mis bolas palpitan. Pero aun así, no puedo
luchar contra la irritación que siento.
579

33John Doe: Nombre genérico que se usa en EE.UU. para nombrar a hombres con
nombre desconocido.
Estos tipos son siempre iguales.
Creo que tal vez por eso me molestan tanto mis clientes. Es la falta de
originalidad de todo ello. Puedo predecir sus movimientos, anticipar lo que
van a hacer o decir a continuación. Por una vez, me gustaría que alguien
hiciera algo diferente.
Me gustaría que algo cambiara. Porque siento que voy a la deriva...
Siempre estoy a la deriva.
Con las drogas en mi sistema, estoy temblando de necesidad. Todo es
rápido y de alta definición. La música estruendosa del club de abajo me hace
vibrar las venas, la oscuridad y las sombras nos rodean. Estoy bañado en
luz roja mientras camino desnudo hacia el centro de la sala y me acerco al
silencioso desconocido. Está jugueteando con su cámara de vídeo, colocada
a un lado.
Cosas como estas están permitidas aquí... Por un precio. Sólo los
grandes apostadores están permitidos en estas habitaciones. Y no vengo
aquí por menos de cinco mil dólares la hora.
No es que necesite el dinero. Es el resto.
Me gusta que me follen, y me gusta hacerlo con hombres extraños.
Puntos extra si son heterosexuales, extremadamente ricos y poderosos
funcionarios del gobierno, como el viejo John Doe de allí.
La luz escasa capta el brillo de la purpurina en mi piel, resaltando las
curvas de mis músculos. Al desconocido le gusta. Me doy cuenta, porque ya
no está jugando con la cámara. Ahora prácticamente babea mientras su
mirada hambrienta se desliza sobre mí. Acercándome a él, alargo la mano
para jugar con el cuello abierto de su camisa blanca.
—Lo que quieras... es tuyo —susurro sobre sus labios.
Está muy concentrado, manteniéndose firme. No hace esto tan a
menudo como John Doe, eso está claro.
Algo vulnerable reluce en sus ojos oscuros mientras gira la cabeza
hacia la derecha. Evalúa mi rostro con atención, como si buscara algo. No
puedo evitar preguntarme qué está viendo cuando me mira.
La imagen... La caracterización. Eso es todo lo que ven.
El caparazón de Warren Xavier. 580
Nadie sabe lo que se esconde debajo.
De forma inusual, la mano de Desconocido sube y sus dedos bailan
tiernamente sobre mi mandíbula. Permanece en silencio mientras su pulgar
me roza el labio inferior. Su suavidad, la forma gentil en que me toca, es una
reanimación para mi corazón muerto. Me hace cosquillas en la boca del
estómago... Como un cosquilleo del que no puedo librarme.
Se siente tan extraño... El afecto. Pero no... no creo que lo odie.
Por desgracia, antes de que pueda procesar lo que siento, el
desconocido me mete el pulgar en la boca.
Las cosas se vuelven rápidas y brumosas después de eso.
Me empuja a arrodillarme y me atraviesa la garganta con su larga
polla mientras su amigo esnifa cocaína en mi trasero y se masturba en el
fondo. Estoy aturdido cuando me arrastran de nuevo al sofá, y se sientan,
uno al lado del otro, pasándome de un lado a otro. Me utilizan como si fuera
un juguete sexual.
Pero esto es a lo que estoy acostumbrado. Esto tiene sentido.
Ser follado con fuerza, agresivamente, por hombres que me ven como
un objeto. Sus puños furiosos en mi cabello, empujando mi cabeza en la
oscuridad.
El torbellino de drogas y semen. Los gruñidos, los moretones y el
control... El toma y daca.
Ellos dan. Yo tomo.
Al final, estoy entumecido. Sé que me he corrido. Normalmente lo
hago, pero no puedo recordar los orgasmos después de unos segundos, y no
estoy seguro de lo que significa.
Me dejan con las muñecas atadas con sus costosas corbatas, cubierto
de semen y un poco de sangre, rodeado de un montón de dinero sudado.
Típica noche de viernes.
Una vez que me he aseado y vestido, el sol sale lentamente sobre esta
isla que llamamos Nueva York. Salgo del club, luchando contra el impulso
de cojear y tratando como un demonio de dejar en paz el corte en mi labio.
Lo clandestino.
La limusina está aparcada en la acera, como siempre. Pero no la tomo.
Nunca lo hago. 581
De hecho, me desentiendo y camino las dos manzanas hasta la
estación de metro más cercana. El viaje es aleccionador, como siempre. Me
pongo los auriculares y escucho mi lista de reproducción favorita,
desconectando entre los paseantes de Manhattan y la gente que trabaja a
estas horas intempestivas, incluso los fines de semana. La ciudad está rota,
y solitaria, como el resto de nosotros.
Cuando llego a casa, no puedo evitar mirar hacia arriba, observando
el gigantesco ático del Upper East Side con un suspiro.
Me encantaría ver cómo arde todo...
En el interior, la casa sigue en silencio, cómo asustadiza por el
personal que ya está levantado, cocinando y limpiando lo más
silenciosamente posible. No es que importe... Mis padres están en su ala,
que parece estar a kilómetros de distancia de este lado de la casa.
Ignoro las miradas que me dirigen mientras subo las escaleras y voy
directamente a mi dormitorio. Esto es sólo un periodo de transición, me digo
mientras me desnudo y me dirijo a la ducha. Mi reflejo en el espejo me llama
la atención, todos los moretones que cubren mi carne sobresalen entre mi
tinta dispersa.
Me gustan. Los moretones me recuerdan que estoy vivo y que puedo
hacerme daño. Como cuando tenía doce años y me cortaba.
Sólo para sentir.
Mientras me ducho, mi mente recorre imágenes. Recuerdos de esta
noche, con John Doe. Estoy obligado por contrato a fingir que no sé quién
es... Aunque definitivamente lo sé. Mis padres donaron a su campaña para
el Congreso. Y el nuevo desconocido... También me resultaba familiar.
Siempre lo hacen. Si diera los nombres de todos los hombres poderosos
por los que me he inclinado, podría acabar con la ciudad de Nueva York.
Lo disfruto, lo hago. No puedo actuar como si no lo hiciera, pero esa
vocecita debilitada de mi interior intenta gritar a mi cerebro. No quiero seguir
aquí.
Sácame.
Sácame... de… aquí.
Después de mi ducha, me meto en la cama. Y me desmayo durante
horas. Muchas horas.
Cuando mis ojos se abren de nuevo, es la hora de la cena. Y no me 582
sorprende, puedo oír a mi madre gritando en el pasillo. Abro la puerta de mi
habitación, me froto el sueño de los ojos y me preparo para otra entrega de
Grita a Ren hasta que se dé cuenta del error de sus actos.
—Rosa, te lo he dicho cientos de veces... Si el Sr. Xavier tiene visitas
de negocios, no podemos tenerlos a todos dando vueltas. Son una
distracción y es poco profesional. —Mi madre detiene su reprimenda al ama
de llaves el tiempo suficiente para mirarme—. Bueno, mira quién ha
decidido honrar al mundo con su presencia. —Sus ojos se posan en mi torso
sin camisa por un momento antes de poner los ojos en blanco y burlarse—:
Eres increíble. —Luego vuelve a fijarse en la pobre Rosa—. ¡Saca a todos de
la vista, ahora mismo!
—Sí, señora Xavier —Rosa tiembla, corriendo a cumplir su tarea. Y la
entiendo. Mi madre definitivamente da miedo... A la gente a la que le
importan jodidamente sus estupideces, cosa que a mí desde luego no me
importa.
—¿Qué carajo pasa? —Bostezo y estiro los brazos sobre mi cabeza—.
Necesito mi sueño reparador de belleza y tú estás graznando como un pájaro
demente.
—Warren, basta —dice Beth, mi madre—. Tu padre está esperando
compañía y tú estás de pie pareciendo el epítome de la decepción. Ponte algo
de ropa.
No puedo evitar la mirada de asombro que le dirijo.
—La compañía de papá no es mi problema. Ahora, si me disculpas,
regreso a la cama. Tengo trabajo en unas horas.
—¡Warren! ¡Juro por Dios que no vamos a hacer esto otra vez! —Se
abalanza sobre mí, agarrándome por el brazo con tanta fuerza que sus uñas
acrílicas rompen la piel—. Ya es bastante malo que toda la sociedad sepa
que te expulsaron de la escuela por conducta inapropiada. Y ahora te paseas
por la ciudad como una vulgar prostituta. Es asqueroso. ¡Junta tu mierda,
o te enviaremos de vuelta a rehabilitación!
—¡Blah blah BLAH! —Le grito en la cara y se estremece, mirándome
como si fuera el engendro de Satanás. Si el zapato te queda, mamá—. Suenas
tan aburrida y estúpida. Escucha, me importa una mierda tu parloteo. —
Arranco mí brazo de su agarre—. Si querías un hijo normal, no deberías
haberme jodido tanto.
Los ojos azules de mi madre se abren de par en par, arden con una
rabia descomunal en mi dirección cuando se calla. Es esa furia silenciosa la 583
que me hace saber que va en serio. Por desgracia para ella, sigue sin
importarme. Físicamente no poseo la parte de esa composición química que
permita que me importe un carajo lo que piense la gente, especialmente mis
padres.
Y en realidad no es la única parte que me falta.
—Estás viviendo en esta casa —se queja—. Estamos pagando tu estilo
de vida...
—No necesito que hagan eso —gruño—. Estoy ganando mi propio
dinero.
—No estamos hablando de eso, Warren —sisea, su Botox no permite
que las reacciones faciales puedan de tirar de su piel—. Lo que haces con
tu tiempo es asqueroso.
—¿Por qué... porque soy un hombre haciéndolo con hombres? —Mis
brazos se cruzan sobre mi pecho—. Mientras tanto, el que tú te prostituyeras
en el campus de Columbia no fue un gran problema...
—¡Kenneth! —Mi madre grita a todo pulmón, haciéndome estallar los
malditos tímpanos. Se aleja de mí enfadada, bajando las escaleras,
probablemente hacia el despacho de mi padre—. ¡Tienes que controlar a tu
hijo! Juro por Dios que me voy a volar los sesos.
—No me hagas ningún favor, madre querida —refunfuño en voz baja,
girando hacia mi dormitorio.
Me encantaría volver a dormir, pero sé que ya no podré. Así que me
cambio y salgo a correr.
Cuando vuelvo, pisando fuerte en el vestíbulo con la música a todo
volumen y el extremo de mi botella de agua en la boca, me encuentro cara-
a-jodida-cara con el tipo que me folló y me abofeteó anoche...
El amigo de John Doe.
En mi casa.
¿Qué clase de mierda cósmica...?
Al vernos, los dos nos quedamos completamente inmóviles y nos
quedamos mirando durante diez segundos. Sus ojos se fijan en lo que llevo
puesto... Mis pantalones de correr ceñidos y una camiseta de entrenamiento
de malla sin mangas que deja ver todos mis tatuajes laterales.
Soy testigo de cómo traga, y mi mirada se estrecha.
584
Un conocido de negocios de mi padre, supongo.
Sus ojos se mueven alrededor antes de susurrar:
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Eh, vivo aquí, Sherlock. —Vuelvo a dar un sorbo a mi botella de
agua—. ¿Qué haces? Déjame adivinar... invirtiendo. ¿O es que te gustaron
tanto mis habilidades y no pudiste evitar seguirme la pista? No sería la
primera vez...
Su rostro se vuelve ceniciento, mientras que simultáneamente se
transforma en horror, asco, vergüenza y rabia. Tantas cosas que estoy
acostumbrado a ver en las caras de los hombres. Es aburrido.
—Firmaste un acuerdo de confidencialidad —gruñe—. No lo olvides,
Ren.
No puedo evitar sonreírle.
—Pero si me demandas... ¿quién crees que pagaría por ello? —Miro el
gigantesco, lujoso y opulento ático en el que nos encontramos.
Su mandíbula se mueve, sus ojos encienden con una mecha de ira
mientras se acerca a mí.
—Eres una pequeña puta despreciable.
—Oh, papi —tarareo—. Háblame sucio.
Lo juro por Dios, parece que está a punto de ponerme las manos
encima. Y estoy rezando por ello.
Lo necesito, es como una tormenta que ha estado sucediendo dentro
de mí durante días, semanas, meses, años... Todo el tiempo mezclándose
como una nada gris sofocante. La necesidad de estallar, de liberarme de las
cadenas de esta vida, que me asfixian cada vez más...
Estoy a punto de estallar.
Pégame, hijo de puta. Te reto.
—¿Qué está pasando aquí? —La voz de mi padre rompe el hechizo,
Desconocido se echa hacia atrás, reencontrándose al instante con la
realidad y su entorno.
—Lo siento mucho, Kenneth... Por desgracia, no voy a firmar el
acuerdo. —Su mirada hosca se estrecha hacia mí—. He cambiado de
opinión.
Se da la vuelta y camina hacia la puerta principal. El cambio palpable
en la habitación es fuerte, como una repentina fuga de gas nocivo en el aire.
Mi padre me lanza una mirada fulminante y persigue a su posible socio
585
comercial hasta la puerta, rogándole que lo reconsidere.
Mi madre sale del comedor, simplemente sacudiendo la cabeza.
—¿Qué hiciste ahora?
Levanto el hombro en un encogimiento de hombros aburrido. ¿A quién
le importa?
Cuando mi padre regresa, me agarra del brazo y me arrastra hacia su
cara.
—¡¿Tienes idea de lo que has hecho?!
Mis músculos se endurecen de rabia mientras le gruño a la cara.
—¿Parece que me importan jodidamente tus negocios?
Me empuja lejos de él.
—Eres repugnante.
—Escucha, padre, si ya no vas a recibir fondos de los hombres que
me han montado brutalmente, siento decirlo, pero tus cuentas están a
punto de estar más secas que el coño de tu mujer.
Me abofetea. Fuerte, justo en la cara. Como una perra.
Una risa brota de mi garganta, fuerte. Una carcajada desquiciada.
Escupo sangre al suelo.
—Vete a la mierda.
—¿Crees que puedes salirte con la tuya? —Mi padre me fulmina con
la mirada, y aunque siempre me ha gustado mi aspecto, en este momento
lo desprecio por las similitudes entre nosotros—. ¿Arruinar nuestras vidas,
nuestra reputación con tu enfermizo estilo de vida? No podrás. Te quemaré
hasta los cimientos antes de dejar que destruyas todo lo que he construido.
Quemar.
Un parpadeo de euforia se enciende en mi interior.
Como el resplandor de un fosforo...
—No te preocupes, papá —susurro con una sonrisa en los labios—.
Estoy un paso por delante de ti.
Los gritos se confunden en mis oídos mientras me alejo de él. Las
amenazas que he escuchado desde que era un niño. El odio que he
construido con esta gente, este hogar, se apilan dentro de mí como ladrillos.
El último clavo en el ataúd.
586
La gota que derrama el vaso.
Quemarlo todo.
Y más tarde esa noche, cuando el castillo está tranquilo, me rodea el
olor a queroseno.
Y enciendo un fosforo.

Síganme para conocer las novedades de


Fragments, que llegará en 2023.

"El único motivo que hubo fue el de controlar completamente a una persona; una
persona que me pareciera físicamente atractiva. Y mantenerlas conmigo el mayor
tiempo posible".
-Jeffrey Dahmer

587
NOTA DE LA AUTORA
¡¡CORTAR Y PICAR, BEBÉ!!
¿Y? Eso no fue tan malo, ¿verdad? Es momento de nuestro contacto
post lectura. ¿Vomitaron? ¿Cuántos orgasmos tuvieron? ¿Derramaron una
lágrima o dos? Todo sería perfectamente aceptable. ¡Incluso incentivado!
Tengo muchas cosas que me gustaría contarles sobre este libro,
porque para ser honesta, está lleno de guiños. Como mencioné en el
prefacio, soy una gran fanática de los crímenes reales, y he estado
estudiando asesinos en serie desde que era probablemente demasiado
pequeña para hacerlo.
Realmente quería ser agente del FBI cuando tenía cerca de once años,
así que toda la fascinación de Lem con Mindhunter... Sí, esa soy yo.
Vamos de principio a fin.
En primer lugar, si no son fanáticos de los crímenes reales, espero que
este libro aun haya sido agradable para ustedes y, además, espero que les
haya intrigado lo suficiente como para ¡querer comprobar cosas! Voy a poner
una página a continuación con algunas recomendaciones si están
interesados en divertirse con crímenes reales.
Pero para aquellos de ustedes como yo, que este libro es, literalmente,
el sueño húmedo para cualquier fanático de los crímenes reales. Quiero
decir, vamos. ¿El psiquiatra y el psicópata? Mi primera incursión doctor-
paciente y por supuesto no podía hacerlo como una persona normal.
De todos modos, hablemos de Jeffrey Dahmer 34. Él es el asesino que
inspiró a Felix Darcey. Me basé en él muy vagamente, por supuesto, porque
Felix nunca incursionó en el canibalismo. Simplemente no era su
perversión. Lo más cerca que estuvimos fue el juego con la sangre, y para
aquellos de ustedes que me han estado siguiendo durante un tiempo, saben
que jugar con sangre no es lo mío en absoluto. Así que fue interesante
escribir que a dos personajes les gustara tan desesperadamente. Yo misma
me sentía como Lem, con una especie de inesperada excitación. Nunca
588
34Jeffrey Dahmer: apodado El Caníbal de Milwaukee, El Carnicero de Milwaukee o El
Monstruo de Milwaukee, fue un asesino en serie estadounidense responsable de la muerte
de 17 adultos y niños varones entre 1978 y 1991.
pensé que me resultaría sexy cortarle la carne y lamerle la sangre a alguien,
pero déjenme decirles, que esos dos hicieron que me gustara.
Los guiños a Jeffrey Dahmer están por todas partes en este libro. A
propósito incluí guiños a mis partes favoritas de su historia (así como a
algunos otros asesinos a los que llegaremos en un momento). Por ejemplo,
Tom Kline saliendo a trotar. Una parte muy específica de la historia de la
confesión de Jeffrey Dahmer fue sobre un corredor al que observó cuando
era más joven. Fue el momento en que supo que se sentía atraído por los
hombres, sí, pero también que sus pensamientos sobre las partes de sus
cuerpos no eran... tan normales.
Además, el apartamento de Darcey en Brooklyn Heights era el número
213, que era el mismo número que el de la infame residencia de Jeffrey
Dahmer en Milwaukee, donde había experimentado con sus víctimas y
guardado pedazos de ellos en el congelador. Sí.
Incluso la personalidad y la educación de Darcey tienen pequeños
detalles de Dahmer. Crecer como un extraño perdedor solitario, con solo un
verdadero amigo que en cierto modo lo defendió... Madre bipolar, padre frío
y distante, y un hermano menor que recibía toda la atención. La única gran
diferencia aquí es que Jeffrey Dahmer eligió convertirse en un alcohólico
furioso a una edad temprana para hacer frente a sus problemas. Y Felix
Darcey… bueno, él no hizo eso.
¡Y el traumatismo craneoencefálico! Es mencionado brevemente por
Lem cuando lee por primera vez el archivo de Darcey, que Darcey
experimentó un traumatismo craneal a una edad temprana. Si alguna vez
han leído sobre asesinos en serie, sabrán que esta es una bandera roja
gigante que delata a muchos de nuestros asesinos más notorios. Un dato
curioso: el modelo de la portada de Brainwashed, Ben Smith, tiene una
notable cicatriz en la línea del cabello en la foto. El increíble fotógrafo, Daniel
Jaems, estaba listo para editarla con Photoshop y yo le dije que ¡no!
Funciona perfectamente para mi pequeño monstruo, Felix. ¡Es el destino!
(Sí, me tomo así de en serio estos detalles).
La fuga de Henry Liu es también un guiño a la historia de Dahmer, al
niño filipino cuyo cráneo perforó y le vertió ácido dentro... El niño se liberó
y comenzó a caminar por la calle en mal aspecto. ¿Y qué hizo la policía?
¡Dejaron que Jeffrey Dahmer se lo llevara a casa! Literalmente tenían tanto 589
miedo de contagiarse de los piojos de un gay que no querían tener nada que
ver con la investigación del crimen.
Ni siquiera puedo pensar en ello ahora mismo.
Algunos otros guiños específicos a mis asesinos favoritos son los
siguientes:
La dirección del horrible tío de Lem, Stephen... es la misma dirección
de la casa de John Wayne Gacy en Chicago, donde los cuerpos de veintiséis
niños fueron encontrados enterrados debajo de su cámara.
La fascinación de Darcey por la decapitación es algo que tomé
prestado de nuestros amigos Ted Bundy 35 y Ed Kemper. Junto con mucho
de sus procesos de asesinato y disposición de los cadáveres en general.
Y luego, la parte que simplemente me hace cosquillas, es el expediente
con la confesión final de Darcey, el capítulo treinta y dos, en el que
detallamos su captura. A esta escena muy especial, la rocié con fragmentos
de mi historia de arresto favorita... Richard Ramírez, también conocido como
The Night Stalker 36. No voy a entrar demasiado en esto, ya que literalmente
podría hablar del asunto durante días sin parar a tomar aire, pero Richard
Ramírez fue un asesino atroz en el área de Los Ángeles en los años ochenta,
que cuando finalmente fue atrapado, ¡hubo gente literalmente
persiguiéndolo por las calles y barrios que había estado aterrorizando
durante un año! Dios, su arresto es una gran historia. La mejor en mi
opinión.
Todo ese capítulo (el treinta y dos) detalla el comportamiento
primordial del asesino en serie. Cuando empiezan volverse engreídos y
cometen deslices, es lo mejor. Como por ejemplo, Felix hablando con Henry
Liu sobre sí mismo... Haciendo referencia al Escultor en los periódicos y
diciendo: “Ojalá lo atrapen pronto”. Es algo que estos imbéciles narcisistas
simplemente no pueden evitar hacer. Ted Bundy solía hacerlo, Ed Gein...
Demasiados para nombrarlos.
Honestamente, hay tantas cositas de crímenes reales en este libro,
que me tomaría días analizar, ¡pero comenzaré un hilo en el grupo de spoiler
de la Mansión Ivory en Facebook donde podemos charlar sobre eso si
quieren!
A continuación, solo quería mencionar algo que probablemente
captaron, sobre lo que hace que Lemuel Love sea el compañero perfecto para
Felix. A pesar de que los dos parecen como si no pudieran ser más

590
35 Ted Bundy: fue un asesino en serie estadounidense. Después de más de una década

negándolo, confesó 30 homicidios de mujeres estadounidenses, que cometió en siete


estados, entre 1974 y 1978. El número real de víctimas es desconocido.
36 The Night Stalker: El Acechador Nocturno.
diferentes, después de retirar las capas, llegamos a encontrar que son justo
lo que el otro necesita.
Felix pasó su vida adulta persiguiendo al que se escapó... Cameron.
Él siempre pensó que quería a alguien así, como los chicos hacia los que
siempre parecía gravitar… Isaac, Emmanuel, los hombres con los que salía,
eran todos iguales. Encantadores, extrovertidos, dulces y confiados.
Básicamente todo lo que Felix Darcey nunca se sintió ser.
Todo lo que era El Escultor.
Y esa es la parte más interesante, es cuando puedes ver los destellos
del Escultor aparecer en Felix. Momentos en los que era capaz de soltar sus
inseguridades y ser su verdadero yo; una combinación de los dos. Mucho de
su invisibilidad, que provenía de su niñez, se convirtió como una muleta
para él. Le permitió hacer lo que necesitaba hacer para sobrevivir. Y a su
vez, se convirtió en su verdadero yo.
Por eso era tan importante para él encontrar a alguien diferente a su
prototipo de Cameron. Claramente, todos podemos ver que Felix Darcey
tiene enormes problemas paternales. Y es que necesitaba a alguien que
fuera como su padre de alguna manera, frío, tranquilo y dominante, pero al
igual que Cameron con detalles que lo tranquilizarían: ansias por cuidarlo,
apoyarlo y preocuparse pase lo que pase.
Lem es ese alguien. ¡Qué es también el tipo de conexión que vemos
entre Lem y Want, el maniquí! Want fue el primer verdadero confidente de
Felix. La voz de su yo interior, por supuesto, pero también su amante ideal.
Quien es muy parecido a Lem, y por eso Felix termina llamando Want a Lem.
Porque Lemuel es el Want que Felix que siempre necesitó. ¿Lo entienden? ;)
El desarrollo de Lemuel fue algo que me tomó por sorpresa durante la
escritura del libro. Siempre supe que Lemuel Love no era un buen tipo. Eso
era un hecho, con su extrema fascinación por estos atroces asesinos, y por
escribir un libro como Beneficial Brainwashing…
Otro dato divertido: el término Beneficial Brainwashing proviene de
una campaña de los años sesenta cuando la CIA realizó el proyecto MK
Ultra 37, y usaban LSD 38 para lavarle el cerebro a las personas. Así es,

37 Proyecto MK Ultra: también conocido en ocasiones como programa de control mental 591
de la CIA, es el nombre en clave dado a un programa secreto e ilegal diseñado y ejecutado
por la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos para la experimentación en
seres humanos, sin su debido consentimiento.
38 LSD: conocida como ácido, es una sustancia psicodélica semisintética que produce

efectos psicotrópicos.
amigos. ¡No solo soy una fanática de los crímenes reales sino que también me
gustan las teorías conspirativas!
Pero realmente no puedo entrar en teorías de la conspiración o la CIA
en este momento porque señor, esto tendría ochocientas páginas, pero si les
interesa, les recomiendo encarecidamente que escuchen el podcast que puse
en la página de las recomendaciones.
¡Pero sí! En términos de los intereses de Lem en los experimentos
moralmente cuestionables en los que participan el doctor Johansson y su
banda de médicos lunáticos, creo que todos entendimos desde el principio
que nuestro Papi el Doctor no era una especie de caballero de brillante
armadura, cabalgando hacia el Ala Este para salvar a Felix de convertirse
en una rata de laboratorio. De hecho, su brújula moral parece oscilar de un
lado a otro a lo largo de la historia, hasta el final cuando reconoce sus
verdaderas necesidades.
Por Felix y por venganza. Es interesante por decir lo menos.
Esta es la línea con la que jugamos en este libro. Asumen que Lem es
el que le lava el cerebro a Felix, pero es todo lo contrario. Felix Darcey se
abre camino dentro Lemuel Love de una manera que no puede ser ignorada.
Y finalmente implora la pregunta... Si no fuera por su encuentro y
enamoramiento desesperado con Felix Darcey, ¿Lem habría matado a su
tío?
Es la misma pregunta con la que comienza el libro. Sobre la
circunstancia… Naturaleza versus educación.
¿Fue impulsado a convertirse en un asesino por su asociación con la
persona más intrigante con la que jamás se ha topado? O... ¿matar a
Stephen era inevitable?
El yo-yo que ocurre en este libro es una locura, y podría hablar de eso
durante horas, también. No lo haré, pero les insto a que piensen en las
interacciones del doctor Love con Trevel. Lo que discutían…
En cierto modo, el personaje del doctor Love refleja al de Trevel, en
una forma más positiva. Trevel es como la versión bizarra de Love. Lo cual
es muy emocionante, porque él es un personaje que apareció de la nada, y
créanme, hay mucho más de él por ver. ;)
En términos de línea temporal, pueden ver que todos los libros hasta 592
ahora han estado algo así como superponiéndose entre sí, lo que sucede por
una razón. Era muy emocionante para mí mostrarles el escape de Dash a
través de los ojos de la persona que lo ayudó, porque a pesar de que hemos
experimentado esto desde diferentes puntos de vista hasta ahora, algunas
personas todavía piensan que Joy fue parte de ello.
Pero recapitulemos: Joy solo le estaba proporcionando cosas a Dash
en nombre de Kemper. Ella no tuvo nada que ver, directamente, con la fuga
de Dash. Eso fue todo obra de Felix.
Él abrió la celda y le dio las llaves a Dash.
Ahora, en términos de lo que ha estado sucediendo en la sala de
control del Ala Este... esa es una respuesta para otro momento. Pero a partir
de ahora, sabemos que el doctor Love le dio a Darcey las llaves, y Darcey se
las dio a Dash.
Quise decir lo que dije. Cada libro responderá algunas preguntas y
presentará otras tantas. No diré nada ahora, pero solo sé que todas las
pequeñas migajas de pan esparcidas a lo largo de esta serie nos conducirán
a un final muy intenso, caótico y repugnante.
Lo último que quiero señalar es que escribir a Felix Darcey, mientras
que fue inmensamente satisfactorio para mi corazoncito oscuro, fue muy
complicado, porque lo hice sabiendo que el personaje no tendría un
verdadero arco. No habría ningún momento de claridad, construyéndose a
lo largo del libro hasta que finalmente él se diera cuenta de cuánto ha
crecido, o cómo necesita cambiar para bla, bla, bla. Eso no existe para él.
Es un asesino sin remordimientos, y eso es todo lo que ella escribió.
El arco de Felix se trata más de que él descubra que,
independientemente de lo malo que es, merece amor. ¿Es esto cierto?
Bueno, eso es para que cada uno decida. Estoy segura de que en el mundo
real, muchos diríamos que no. Y eso está bien. Pero en el mundo ficticio de
la Penitenciaría de Alabastro, quería que esta historia terminara con alguien
tan repugnante y moralmente reprobable como El Escultor dándose cuenta
de que puede enamorarse como todos los demás. Que se merece, por lo
menos, estar con alguien que lo encuentra tan jodidamente fascinante que
ni siquiera puede quitarle las manos de encima.
Y ese es Lemuel Love.
Entonces, tal vez, de alguna manera, Lem es su salvador. Tal vez él es
la persona que tomó la cadena perpetua de este hombre incomprendido y le
dio una segunda oportunidad para experimentar las cosas que había estado 593
buscando toda su vida, pero que nunca pudo precisar.
Y para Lem, finalmente pudo entregarse a su verdadera naturaleza.
Su verdadero yo. Mandando a la mierda a su familia, a sus colegas, a sus
ex y a sus expectativas. Se enamoró de alguien que era el polo opuesto de
quien se suponía que debía amar, y se sentía más correcto para él que
cualquier otra cosa.
Eso es lo que marca una historia de amor cruda y honesta, creo.
Cuando los personajes están juntos, manteniéndose fieles a sí mismos todo
el tiempo.
Muy bien, bueno, eso es suficiente. Necesito parar antes de escribir
otras ciento ochenta mil palabras. Solo espero que estén todos contentos
con el desenlace de esta sangrienta historia. Y solo sé que lo que viene
después será cualquier cosa menos suave...
Después de todo, hay mucho en juego en esta roca.

Recomendaciones sobre crímenes reales de Nyla K:


The Last Podcast On The Left - Pueden escucharlo en Spotify, Apple,
donde sea que escuchen podcasts
Literalmente dediqué este libro a los anfitriones de este programa, a
los que debería hacerles saber lo importante que es esto para mí. No es solo
un podcast. Quinientos episodios más tarde, siento que estos tipos son mis
amigos o algo así. Mucho de lo que he aprendido, no solo para esta serie,
sino también para eones de otros temas, es de estos tres bichos raros.
Recomiendo escuchar la serie sobre Alcatraz, Jeffrey Dahmer (obvio),
Richard Ramírez (obvio), Herbert Mullins, Panzram, Aleister Crowley,
Bonnie y Clyde... La lista continúa. Solo escúchenlos, ¿de acuerdo?
Y luego compren su libro: The Last Book On The Left.

Mindhunter - Pueden verla en Netflix


Así que pongamos las cartas sobre la mesa, todavía no he leído este
libro completo. Lo tengo (el de John Douglas del que Lem siempre habla
entusiasmado), pero el libro es lo que inspiró a la serie de televisión, que es
lo que les recomiendo que vean. Todo está basado en hechos reales, y solo
hay dos temporadas, lo cual es una burla. ¡Será mejor que estén haciendo
más o cazaré a alguien! (Es broma, por supuesto).
594
Night Stalker: La caza de un asesino en serie - Pueden verla en
Netflix
Este es el documental que comentaba sobre Richard Ramirez (The
Night Stalker). Era casi insondablemente aterrador. Un atroz asesino
prolífico que causó estragos en Los Ángeles durante un año maníaco entre
1984 y 1985. Este documental es del punto de vista de los detectives que lo
atraparon, y es realmente una historia fascinante. Muy recomendable.

Conversaciones con un asesino: Ted Bundy y John Wayne Gacy -


Ambas en Netflix
Estos son documentales sobre crímenes reales basados en
conversaciones grabadas con estos dos. Es algo muy interesante. Ambos
tipos eran enormes imbéciles que mantuvieron su inocencia hasta casi el
final. Recomiendo enormemente revisarlos ambos.

Mi amigo Dahmer - Pueden verla en Hulu


Esta es una película ficticia, no un documental, pero realmente la
disfruté. Basada en lo que sé sobre Jeffrey Dahmer, tiene muchas cosas
correctas, sobre su crianza y todo eso. Esta película tiene lugar antes de su
primer asesinato, pero muestra muchas de las cosas de las que estaba
hablando sobre la soledad y el alcoholismo.

También asegúrese de revisar los libros de Thomas Harris que


inspiraron las infames películas: Dragón rojo, El silencio de los inocentes y
Hannibal.

Eso es todo lo que tengo por ahora, ¡pero definitivamente únanse al


Grupo de Spoiler de la Mansión Ivory (Ivory Mansion Spoiler Group) en
Facebook para charlar más sobre todas estas cosas sombrías y crudas!

**Por favor, hay que tener en cuenta que mientras hablamos de tener
interés en el lado oscuro de hechos muy reales, de ninguna manera veo que
los asesinos en serie sean celebridades, o gente a la que admirar. El interés
en los crímenes reales es solo eso; una intriga por lo macabro. Pero me doy
perfecta cuenta de que estos hombres les quitaron la vida a personas que 595
no lo merecían, lo cual es simplemente abominable. La romantización en mi
libro es solo con fines ficticios.**
PRó XIMO LIBRO
FRAGMENTS (Alabaster Penitentiary #4)

Siempre he estado enamorado


del amor.
Con pasión, hambre,
necesidad... Con fuego.
Toda mi existencia se ha
construido a su alrededor y, sin
embargo, sigo estando vacío por
dentro.
Porque soy un mentiroso.
Al menos eso es lo que dicen.
Para mí, es más creer en cosas que
no son exactamente ciertas. Pero lo
único con lo que siempre puedo
contar es con el chico de los ojos
verde azulado.
¿Cómo alguien tan joven
puede ser tan inteligente? Me
desconcierta siquiera pensar en ello.
Lo he querido todo el tiempo que he
estado encerrado, pero él en
realidad no me ve. No como yo lo
veo.

Q u i e r o a Lexington Deon m á s q u e a n a d a . 596


Pero nunca podré tenerlo.
SOBRE LA AUTORA
Nyla K.

¡Hola, chicos! Soy Nyla K, también conocida como Nylah Kourieh; una
torpe amante de todo lo romántico con boca de marinero, que vive en Dirty
Lew, en Maine, con mi prometido, a quien pueden llamar PB, Patty Banga
si son desagradables. Cuando no estoy escribiendo y leyendo libros sexys,
me muevo con Machine Gun Kelly y YUNGBLUD, cocinando comida
deliciosa y preocupándome por mi gatito (y no, eso no es un eufemismo).
¿He mencionado que tengo la mente más sucia que probablemente todos los
que conocen? 597
Me gusta admirar a chicos sexys (¿no lo hacemos todos?) y los novios
de libros, los pasteles y el helado son mi kriptonita. Puedo recitar cada
palabra que alguna vez se pronunció en Friends, Padre de Familia y Cómo
Conocí a su Madre, el Gatorade rojo es mi sangre vital, y me encanta cantar,
aunque me han dicho que lo hago con la voz de Cher por alguna razón. Me
apasionan mucho las cosas que me importan y el arte es probablemente lo
más importante. Si me dices que te gustan mis libros, te daré lo que quieras.
Considero que mis lectores son mis amigos y les doy la bienvenida a que me
busquen en redes sociales cada vez que quieran hablar de libros o ¡de tipos
sexys!

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