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Evaluación n°1

Estudiante: Benjamín Núñez A.

En base a todo lo estudiado en el curso y lo dialogado en clases, se podría afirmar que la


representación más patente que caracteriza al África es la idea del subdesarrollo.
Subdesarrollo que la diversidad de autores estudiados explica a su manera, pero que
textualmente en: Emitai, Estudios de Historia Africana, se habla de esta como una
“creación occidental” (Iniesta, 2000:284). La idea del subdesarrollo implica por si misma
que está acompañada por otras ideas, prejuicios y conceptos como el atraso, la
incapacidad, el desgobierno, la desorganización y la pobreza, que tristemente arrastra
consigo el hambre. “Si el esclavo y el bárbaro no eran sujetos pensantes, nuestros negros
son percibidos en Europa como sujetos hambrientos y, por lo tanto, poco o nada
pensantes” (Iniesta, 2009:12).

Si el subdesarrollo es una invención de occidente, también lo es el desarrollo mismo y


sus variantes de progreso. Un progreso que pareciera ser la única marcha posible en la
historia y que mientras avanza no deja espacio a otros modelos o formas de organización
social. Occidente intenta ser una civilización universal en la que uno de sus factores más
importantes, si es que no es el más importante, es el factor del progreso económico.
Pareciera que lo único capaz de medir que tan virtuosa es una sociedad son sus índices
económicos establecidos por las principales instituciones occidentales que se encargan
del asunto, tal como señalan Albert Roca y Fernán Iniesta: ¿La vida es pura econometría,
como piensan el FMI y el BM, o tiene otras dimensiones y, con ellas, los modelos sociales
de los humanos han sido y pueden ser aún diversos? (Iniesta & Roca, 2006:20)

La visión económica del progreso del mundo alcanza su mayor faceta con la llegada de
las ideas ilustradas, esto en conjunto con el desarrollo del liberalismo abriría las puertas a
lo que fue el modelo imperialista que caracterizó los siglos XVIII, XIX y finalizó en el XX.
Proceso que fue de la mano de las principales potencias europeas como Francia,
Alemania, Bélgica, Inglaterra, entre otros. De las propias comunidades científicas y de las
cúpulas intelectuales europeas, se validó, se aceptó y se justificó la empresa esclavista en
conjunto con la idea de una superioridad en todo ámbito del blanco en cuanto al negro. El
propio Hegel expuso:

En la vida del negro, el punto característico es que la conciencia aún no ha


alcanzado la realización de ninguna existencia objetiva sustancial, como –por
ejemplo- Dios o la Ley (…) el africano [permanece] en la unidad uniforme y
subdesarrollada de su existencia. (Hegel, 1956)

Aunque, como se desarrolla en Imaginar África, precisamente en el capítulo uno, se hace


un breve repaso de lo que fue el recorrido histórico de la imagen del negro para occidente.
Se hace una revisión de lo que fue la civilización egipcia y como producto de sus
conflictos con el pueblo hebreo, es que se asoció por primera vez la idea de la negritud
con la maldad: “en ese pequeño y tenaz pueblo de los montes cananeos empezó a
labrarse la identificación entre negritud y maldad, entre origen negro y maldición divina”
(Iniesta, 2009:27).

Así es como empieza a gestarse un imaginario del negro en un principio bíblico, que luego
iría tomando aún más matices terminando la edad antigua. En el mismo texto se habla de
la idea de que posteriormente, con la decadencia y el declive de Egipto, comenzó a verse
al negro como un ser políticamente fracasado y débil militarmente. Lo que fue una gran
civilización con grandes avances culturales, artísticos, arquitectónicos y de todo tipo,
comenzó a desvanecerse en el imaginario occidental, pero aún no se había llegado al
nivel máximo de desprecio y deshumanización que tomaría la imagen del negro más tarde
llegado el colonialismo. Ya entrada la edad media, “la negritud física era asimilada a la
fealdad y a veces identificada con la noche y el color diabólico” (Iniesta, 2009:25).
Continuando con el ideario del texto, tenemos que había cierto derecho bíblico de los
occidentales a esclavizar a los negros, pero que de todas formas estos no habían perdido
lo que era su humanidad, ni su alma, ni su capacidad de ser redimibles. Existía también
cierta asociación de lo negro con lo exótico, con la ritualidad, con el baile, con la
sexualidad, con la animalidad del hombre; y así es como con el paso del tiempo se pasó
del negro visto como un humano exótico y evangelizable, a un ser prácticamente sin alma
y esclavizable, pues, llegado el proceso imperialista, dice el texto: “la esclavitud negra se
había convertido ya en una de las bases del sistema expansivo de occidente” (Iniesta,
2009:16).

Si nos remontamos al texto de Roca e Iniesta, nos percatamos de que este tiene un
enfoque algo más antropológico y fijado en como los propios africanos conciben sus
sistemas políticos y cuál es la relación que estos tienen con el mundo que les rodea.
Desde cómo operan las lógicas de poder y jerarquía, hasta cómo se concibe cuando una
autoridad es legítima y cuando no. Se realiza cierta crítica a un discurso progresista
dominante en occidente, que cataloga muchas veces las tradiciones como algo negativo,
cayendo nuevamente en el pensamiento de que todas las sociedades que existen en el
mundo deben someterse a los valores de la democracia y Estados occidentales. “El
resultado de esa incomprensión europea hacia toda tradición ha llevado a identificar a
esas culturas de corte atrasado con las dictaduras y las homogeneidades obligatorias,
tanto en lo jerárquico como en lo ideológico” (Iniesta & Roca, 2006:50).

Es por esta razón, en parte, que el África independiente continúa presentando una gran
cantidad de crisis sociales y políticas, puesto que la instalación de Estados de corte
moderno en el continente no se adecua ni está en sintonía a la realidad y al contexto del
pueblo africano. Se intenta aplicar una lógica individualista a lo que siempre fue un
desarrollo colectivo compuesto por partes que funcionaban de manera holista y
autónoma, que solo tomaban de fuera lo que ellos consideraban necesario, y jamás
sucumbieron a una aculturación, ni con el Islam ni con el cristianismo, ya que pudieron
mimetizarse con estos sin abandonar lo que venía siendo su tradición. “Si el clan se ha
mantenido durante tanto tiempo no es por una rancia autocomplacencia, sino por su
versatilidad holista” (Iniesta & Roca, 2006:34).
Analizar las consecuencias que dejó la colonia en África requiere comprender lo que es el
término de fanga, el cual se refiere a un poder ilegítimo que se instala gracias a un
“principio violento” (Iniesta & Roca, 2006:45). Al más puro estilo dictatorial se reemplaza
un poder legítimo, una jerarquía justa basada en la tradición, y una confianza en los
líderes, por un dominio déspota y corrupto por medio de la violencia y la coerción. Como
bien se explica en el texto, esto llevó a muchas comunidades a adoptar la violencia en
respuesta a la existencia de estos grupos con la finalidad de defenderse. Lo peor llegó
cuando estos líderes abandonaron a su gente y la dejaron a merced de los colonialistas
que arribaron en el continente a fin de obtener beneficios individuales, dejando atrás todo
lo que significaba el colectivo para el mundo africano. La fanga aún persiste en muchos
Estados de África, al igual que aún existen autoridades tradicionales que pueden hacer un
contrapeso.

Son estas situaciones críticas las cuales mantienen en el imaginario occidental la idea de
que el África negra es incapaz de dar gobernanza a si misma y requiere de, un concepto
ya varias veces abordado en clases, un tutelaje por parte de las potencias occidentales
(Carreño, 2021), casi como si estas fueran una autoridad moral que puede enseñarle a los
bárbaros a ser civilizados. Si bien el concepto de bárbaro ya no es el utilizado
preferentemente, este no ha desaparecido, simplemente se ha transformado. En esto
recae la importancia de los historiadores, para echar abajo cada mentira que se ha dicho
en torno al África negra y a su gente. Para reivindicar, de una vez por todas, a los
“pueblos a quienes se les niega el pasado” (Iniesta & Roca, 2006:30), para terminar de
lleno con el racismo que aún vive y se esconde en muchos círculos políticos y
académicos. A caso de esto último cito:

Todo ese cúmulo de despropósitos, mezcla de racismo y menosprecio cultural ha


sido desmantelado por los sucesivos volúmenes de la Atenea Negra de Martin
Bernal sobre la falsificación racista de la historia por los ideólogos europeos a
partir del siglo XVIII (…) la egiptología y el helenismo oficial, mayoritario, es racista
y de un trasnochado imperialismo académico. (Iniesta & Roca, 2006:30)

Es necesario estudiar África teniendo todas las consideraciones que ya se han señalado a
lo largo del ensayo, no se pueden justificar las crisis sufridas en el continente aludiendo a
una supuesta incapacidad de mantener el orden por parte de los gobiernos africanos,
adjudicándoles la culpa cuando gran parte de la responsabilidad la tiene occidente y su
afán civilizatorio, que a su vez le impide ver las crisis propias y reduce cada sistema de
organización política y social diferente a una especie de folklore o cultura que se resiste a
morir, nuevamente asumiendo como el sistema universal. Occidente carga consigo la
creación de la idea de raza en base a prejuicios y periodos históricos en los que mantener
este discurso les fue económicamente conveniente, y el deber del historiador es
desmantelarlo en base a la evidencia de que si África se mantuvo en pie, fue porque
nunca necesito de occidente.
Bibliografía:

-Carreño, Eduardo (2021) Apuntes de Clases. Curso de Historia de África Actual,


Licenciatura en Historia, Universidad de Chile. MIMEO

-Hegel, G. W. (1956). The Phylosophy of History (extracto).

-Iniesta, Ferrán (2000) Emitai. Estudios de historia africana, Barcelona: Edicions


Bellaterra, pp. 283-296

-Iniesta, Ferrán (2009) “El estigma de Cam: el negro en el pensamiento occidental” En:
Castel, Antoni & Sendín, José Carlos (editores) Imaginar África. Los estereotipos
occidentales sobre África y los africanos, Madrid: Catarata, pp. 11-34

-Roca, Albert & Iniesta, Ferrán (2006) “Raíces: ¿por qué la historia es un conocimiento
vital en el África del siglo XXI”? En: Echart, Enara & Santamaría, Antonio (coordinadores)
África en el horizonte. Introducción a la realidad socioeconómica del África Subsahariana,
Madrid: Catarata, pp. 20-54

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