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IV. ELCULTO DIARIO El culto sacrificial cotidiano era celebrado por los veinticuatro turnos sacerdotales sucesivamente (cf. pp. 328-334, supra); cada uno de ellos servia cada vez durante una semana. E] cambio de turno tenia lugar en sabado; el que se retiraba oficiaba en el sacri- ficio matutino y en los demas sacrificios sabaticos extraordinarios (segtin Nm 28,9.10); los sacerdotes que entraban de servicio ofre- cian el sacrificio verspertino'. En las grandes festividades de Pas- cua, de la Semanas y Taberndaculos oficiaban a Ja vez los veinti- cuatro turnos sacerdotales”. Carecen de todo fundamento histérico los esfuerzos de al- gunos especialistas en Nuevo Testamento que han tratado de de- terminar cronolégicamente la semana en que correspondia oficiar al turno de Abias, con vistas a fijar el ano del nacimiento de Jesus (Le 1,5). Cada turno semanal estaba a la vez subdividido en grupos, entre cinco y nueve, que oficiaban durante un dia por término medio. Si estos grupos eran menos de siete, algunos de ellos ofi- ciaban dos veces; si eran mas de siete, dos grupos oficiaban juntos el mismo dia (cf. p. 328, supra). Pero Gnicamente una parte de los sacerdotes pertenecientes a un grupo asignado a un 1 Cf. en especial tSukk. 4,24-25; Sukk. 5,7-8; Tam. 5,1. Cf. también 2 Cr 23,4.8 (que, a diferencia del texto paralelo de 2 Re 11,5.9, se refiere claramente a los turnos sacerdotales). Josefo, Ant., VII,14,7 (365): diétabé te plav natouav draxoveiobar tH de@ éni Husa 6xtd Gxd oaBBatov éxi odBBatov. C. Apion., 11,8 (108) se refiere también probablemente al cambio semanal, no diario, de los turnos: Alii succedentes ad sacrificia veniunt et congregati in templum median- te die a praecedentibus claves templi et ad numerum omnia vasa perci- pinnt. 2 Cf. Sukk. 5,6-8. _ > Los calculos se apoyan parcialmente en supuestos absolutamente sin comprobar y en parte sobre la tradicién rabinica segan Ja cual el turno de Yoyarib estaba de servicio el dia de la destruccion del tem- plo. Cf. bTaa, 29a; Seder Olam, en A. Neubauer (ed.), Mediaeval Jewish Chronicles 11 (1895) 66, y B. Ratner, Seder Olam Rabba (1897) 147ss. Esta tradicién resulta sospechosa por el hecho de basarse en la Pretensién dogmética de que la secuencia cronoldgica de la segunda lestruccidn repetia exactamente la primera, a continuacién del interva- lo profético de setenta semanas de afios. Para una exposicién moderna, cf. P, Winter, The Cultural Background of the Narratives in Luke I and II: JQR 45 (1954) 160-65. 388 SACERDOCIO Y CULTO DEL TEMPLO. determinado dia podia ser designado por la suerte para participar realmente en el culto regular coticiano. Al igual que los sacerdotes, también los levitas estaban divi- didos en veinticuatro turnos (cf. p. 340-341, supra) que se sucedian uno a otro por semanas‘. Finalmente, de acuerdo con este reparto de los sacerdotes y levitas en veinticuatro turnos, también la nacién lo estaba en otros veinticuatro msmrwt, cada uno de los cuales habia de ac- tuar por rotacién semanal como representante de toda la nacién ante Dios cuando era ofrecido el sacrificio cotidiano®. El turno de servicio era llamado m‘mr o cuerpo asistente. A diferencia de los sacerdotes y levitas, estos israelitas no estaban obligados a acudir en masa a Jerusalén cuando les tocaba la vez, sino que en lugar de ello se reunian en sus sinagogas locales para orar y leer la Biblia; probablemente acudia a Jerusalén unicamente una dele- aciOn para estar presente cuando se ofrecia el sacrificio. Esta de- legacion, por tanto, era el m‘mr propiamente dicha, en el sentido de que «asistia» mientras era ofrecido el sacrificio®. 4 1 Cr 9,25; 2 Cr 23,4.8. Josefo, Ant., VII14,7 (367); Taa. 4,2. 5 G. F. Moore, Judaism II, 12-13. I. Elbogen, Der jiidische Gottes- dienst (31931) 127s; D. Sperber, Mishmarot and Ma‘amadot, en Enc. Jud. 12 cols. 89-93. ® Cf. en especial Taa. 4,1-4. El principal pasaje, Taa. 4,2 dice asi: «Los primeros profetas establecieron veinticuatro turnos (msmrwt). Por cada turno habia un ma‘amad (cuerpo asistente) en Jerusalén, compuesto de sacerdotes, levitas e israelitas. Cuando Ilegaba el mo- mento en que debia subir un turno, los sacerdotes y levitas acudian a Jerusalén y los israelitas del mismo turno se reunian en (las sinagogas de) sus ciudades y lefan el relato de la creacién...» La redaccién de este pasaje es contradictoria por el hecho de afirmar que toda el ma‘a~ mad se encontraba en Jerusalén, pero que los israelitas se reunjan en las sinagogas de sus ciudades. El pasaje paralelo de tTaa. 4,3 da proba- blemente el sentido correcto en cuanto que a «israelitas del mismo turno» afiade «que no podian subir a Jerusalén». El sentido es, por consiguiente, que los sacerdotes y levitas pertenecientes a un turno de servicio y capacitados para ejercer sus funciones estaban obligados a subir a Jerusalén, pero que los israelitas impedidos por algiin motivo podian permanecer en sus casas, con tal de que algunos de ellos viaja- ran realmente a Jerusalén. En consecuencia, Tam. 5,6 presupone, sin necesidad de otras precisiones, que «el jefe del ma‘amad>» (r’im‘md) estaba presente en Jerusalén. La Regla de la Guerra de Qumran esta- blece una norma semejante, pero después de introducir un cambio, consistente en que se suponen veintiséis en vez de veinticuatro turnos: «Debajo de ellos (los levitas) estaran los jefes de las ibus junto con EL CULTO DIARIO 389 Durante los servicios de culto llevaban los sacerdotes ofi- ciantes unas vestiduras especiales que constaban de las siguientes cuatro prendas: 1. mknsym, calzones cortos hechos de byssus (probablemente no de algodon, sino de lino blanco fino). 2. So- bre éstos, el ktnt un largo vestido que llegaba hasta los pies, mas bien cefiido y con mangas estrechas, hecho asi mismo de byssus. 3. Este vestido iba sujeto hacia el pecho mediante un cenidor (bn‘t), hecho también de byssus, pero entreverado de hilos de purpura y adornos de colores escarlata y azul. Era, por tanto, la unica nota de color sobre el fondo completamente blanco de los restantes ornamentos sacerdotales. 4. El mgb‘t, una especie de gorro o turbante que servia para cubrir la cabeza’. Nunca se los (52) cabezas de familia de la congregacion. Asistiran diariamente a las puertas del santuario, mientras que los jefes de las secciones con sus nombres designados asistiran cuando les corresponda» (1QM 2,3- 4). Bik. 3,2 relaciona el m‘md con una zona geograficamente definida, dando por supuesto que la reuni6n tenia lugar en Ia capital del distri- to. Cf. sin embargo Taa. 2,7. 7 Sobre las vestiduras sacerdotales, cf. Ez 44,17-19; Ex 28,40-43; 39,27-29, y sobre todo la detallada descripcién de Josefo, Ant., III,7,1- 3 (151-58). Para una breve exposicién, cf. Filon, De Vita Mos., 11,28 (45): xitdvag Awods, Covacs te xai meguoxeAy. De Spec. Leg., 1,16 (83): 8&8 god75 got xLtdV Awots xai megitwpua. Josefo, Ant., XX,9,6 (216): Aviv atoAty. Aristeas (ed. Wendland) 87: tov iegéwv xexahuupévoy uéyor tHV oPVEaV Bvocivots xLtTMotv. La mas exten- sa descripcién de la «vestidura de combate» de los sacerdotes se halla en la Regla de la Guerra Qumran: «Se vestirén con prendas de tela blanca o lino (byssus, 53), con una tanica de lino fino (ktwnt bd) y calzones de lino fino (mknty bd); iran cefidos con una tela fina de lino (byssus) bordada con hebras de color azul, purpura y escarlata (bnt bd & miwazrtklt wrgmu wtwl't sny), un dibujo multicolor reali- zado por un artesano, y en sus cabezas Ilevarin turbantes mitrados (pry mgh‘ wt). Estos seran los ornamentos de combate; no los llevaran lentro del santuario» (1QM 7,9-10; Vermes, DSSE 133; Y. Yadin, The Scroll of the War, 217-20). La bibliografia sobre este tema es la misma que se dio a propésito de los ornamentos del sumo sacerdote; cf. p. 367-368, supra. Sobre la cuestion de si el byssus = lino en vez de algodén, cf., entre otros, S. R. Driver, Exodus (1911) 265; Linen, en EB III, cols. 2799-2801; S. Krauss, Talmudische Archdologie 1 (1910) 138ss; K. Galling, Biblisches Reallexikon (71977) 326; A. G. Barrois, Manuel d’archéologie biblique 1, 469; F. Olck, Byssus, en RE III, cols. 1108-14; G. Widengren, Sakrales Kénigtum im Alten Testament und am Judentum (1955) 26ss; R. J. Forbes, Studies in Ancient Technology IV (1956); L. Bellinger, Cloth, en IDB I, 650-55; J. M. Myers, Linen, en IDB III, 134-35. Dado que los antiguos no siempre distinguian 390 SACERDOCIO Y CULTO DEL TEMPLO menciona el calzado, y ha de darse por seguro que los sacerdotes oficiaban descalzos*. Se exigia que los sacerdotes llevaran ornamentos blancos por ser este el color simbolico de la pureza, sobriedad y limpieza ri- tual. No se les permitia mientras tocaba oficiar a su turno el vino o los licores?. No se permitia entrar en el atrio para tomar parte en el culto al que no estuviera ritualmente puro, y quienes lo es- taban ya debian tomar sin excepcién un bano ritual antes de iniciar los servicios coticianos'®. Estaban obligados ademas a la- estrictamente entre lino y algodén, es posible que en determinadas circunstancias se utilizara también el algodén para confeccionar las vestiduras sacerdotales; por ejemplo, la fina tela india que Ilevaba el sumo sacerdote el dia de la Expiacion por la tarde estaba hecha proba- blemente de algod6n; cf. p. 368, supra. Por otra parte, es seguro que normalmente se utilizaba el lino. Segtin Kil. 9,1, se empleaban tnica- mente lino (pstym) y lana de oveja (smr), la segunda para los adornos policromos del cenidor. Josefo observa que sélo a los sacerdotes esta- ba permitido llevar telas compuestas de una mezcla de lino y algodén; cf. Ant., 1V,8,11 (208): undeis 5° && tydv xAwoti e€ goiov xai hivov otodiv @ogeito toics yao iegevor pdvorg tavtHV am0dedety- at. La indumentaria de los sacerdotes, por consiguiente, estaba ex- presamente excluida de la prohibicién formulada en Lv 19,9 y Dt 22,11. ® Sobre los servicios en la sinagoga, cf. Meg. 4,8: «Quienquiera que diga: no oraré con vestiduras de color, tampoco podra hacerlo con vestiduras blancas. Quienquiera que no lo haga calzado con san- dalias, tampoco podra hacerlo con los pies descalzos». El sentido es que nadie debe atreverse a llevar indumentaria sacerdotal en el culto de la sinagoga. Por otra parte, Yohanin ben Zakkay, segin se dice, ordené que la bendicién sacerdotal, incluso después de la destrucci6n del templo, fuera pronunciada nicamente por los sacerdotes con los pies descalzos (bR.H. 31b; bSot. 40b; J. Derenbourg, Essaz, 305, n. 3; J. Neusner, A Life of Yohanan ben Zakkat [71970] 212). * Ly 10,8-11; Ez 44,21; Hecateo en Josefo, C. Apton., 1,22 (199): TO nagdmav oivov ov mivovtes év tH leg@ = Stern, GLAJJ I, n° 63; Filon, De Spec. Leg., 1,18 (98-100); Josefo, Ant., I11,12,2 (279); Bello, V,5,7 (229); Taa. 2,7; jTaa. 65d; Sifra a Lv 10,9 (ed. Weiss, 46ab). 2 Yom. 3,3: «Nadie entre en el atrio para el culto, aunque esté limpio, sin antes haberse hecho la inmersién». Cf. Tam. 1,2; Jub. 12,16; T. Levi, 9,11: xai med tod eioedteiv cig ta Gyia AoVoU xai év t@ tvew vintov - xai anagtitwv maw tiv Bvoiav viztov. Habia que tomar un bafo también después de evacuar; cf. Yom, 3,2. Sobre el punto en que se hallaba situado el bafo, cf. Tam. 1,1; Mid. 1,9. L EL CULTO DIARIO 391 varse las manos y los pies en el gran recipiente de bronce kywr colocado al aire libre entre el santuario y el altar de los holo- caustos!!, Los numerosos sacrificios que cada dia eran ofrecidos! se re- partian en dos clases: publicos y privados!?, Los primeros se ofrecian en nombre del pueblo y se costeaban con los estipendios ofrecidos por los fieles, especialmente el tributo del medio siclo. Los segundos eran a intencién de las personas particulares y se ofrecian por una amplia por una amplia diversidad de motivos; unos eran voluntarios y otros, por distintas razones, obligatorios. En cualquier caso, los sacrificios eran de distintas clases, con- forme al contenido y a la finalidad de la ofrenda, a saber: 1. Holocaustos, que en esencia consistian en que la victima ofrecida se quemaba totalmente sobre el altar. " Ex 30,17-21; 40,30-32; Tam. 1,4; 2,1; Filén, De Vita Mos., 11,27 (138); nd8ac uddtota xai xetoas anovimtduevor. Jub 21,16. Tam- bién en el pasaje citado en nota anterior, T. Levi, 9,11, vinteoar se menciona junto con Aoveotat. Sobre kywr en concreto, cf. también Ex 38,8; Mid. 3,6; Yom. 3,10; Tam. 3,8. 1. Benzinger, Hebraische Archdologie (21927) lam. XIV,2.3; C. Watzinger, Denkmdler Palasti- nas (1933) 105-6; W. F. Albright, Archaeology and the Religion of Israel (71946) 152-54; J. L. Kelso, The Ceramic Vocabulary of the Old Testament (1948) 20; P. L. Garber, Laver, en IDB III, 76-77. Sobre el rito del lavatorio de las manos, cf. L. Finkelstein, The Pharisees, 273- 77, 718-19, '2 Sobre el culto sacrificial en general, cf. J. Wellhausen, Geschich- te Israels 1, 53-84 = Prolegomena (5.* ed.) 54-81. F. Pfister, Kultus, en RE XI, cols. 2180ss. G. B. Gray, Sacrifice in the Old Testament (1925) 179-270; J. Pedersen, Israel III/IV (1940) 299-375; H. H. Row- ley, The Meaning of Sacrifice in the Old Testament; BJRL 33 (1950) 74-110 [From Moses to Qumran (1963) 67-107]; R. Rendtorff, Studien zur Geschichte des Opfers im alten Israel (1953); T. H. Gaster, Sacrifi- ce, en IDB IV, 147-59; R. de Vaux, Imstituctones, 528-48, 558-65; Studies in O.T. Sacrifice (1964); H. H. Rowley, Worship in Ancient Israel (1967) 111-43; Sacrifice, en Enc. Jud. 14, cols. 599-616. Cf. tam- bién las obras generales sobre arqueologia y teologia del Antiguo Tes- tamento. © Filén, De Spec. leg., 1,35 (168): "Enel 8 tov Svoidv ai wév slow tate dnavtos tov *Ovouc, ei Sé Sei td GAndéc eineiv bxeg Gmavt0s avbednwv yévous, ai 5 inte Exdotouv tov legoveyeiv GEobvtwV, hextéov Tedtepov megl tHV xOWOV. Josefo, Ant., III,9,1 (224): S00 pév yao eiow iegoveyiat, tovtwv 4° H pév bd TOV (tworav Etéga d’ Hd Tod SruoV GvvtEhobpevat x.T.A. 392 SACERDOCIO Y CULTO DEL TEMPLO 2. Sacrificios expiatorios y penitenciales, en que slo se que- maba la grasa sobre el altar, mientras que la carne quedaba para los sacerdotes. 3. Sacrificios de comunién (zbhy slmym), también Ilamados ofrendas pacificas; la grasa se quemaba también sobre el altar y la carne era utilizada por el oferente en una alegre celebracién sacri- ficial'*. Ni que decir tiene que los sacri s privados eran los mas numerosos. Sin embargo, en esta descripcién del culto regular cotidiano tendremos en cuenta unicamente el sacrificio publico, especialmente en su modalidad mds importante: el holocausto diario de la comunidad. Parece conveniente formular en este punto algunas observa- ciones de cardcter topografico’®. El atrio interior, en que se desa- rrollaban todas las actividades cultuales, estaba dividido en dos mitades, oriental y occidental, por un muro. El sector oriental era llamado «atrio de las mujeres», no porque sélo estuviera per- mitida Ja entrada en el mismo a las mujeres, sino porque éstas también podian entrar en aquel recinto'®. La bella puerta situada '* En la fuente principal sobre los sacrificios, Lv 1-7, se mencio- nan cinco tipos: 1. el holocausto; 2. la ofrenda de grano; 3. el sacrifi- cio pacifico; 4. el sacrificio expiatorio; 5. el sacrificio penitencial. Pero la ofrenda de grano no es comparable con el sacrificio de animales y casi siempre aparece como complemento de éste, igual que la libacién. Los sacrificios penitencial y expiatorio son claramente distintos, pero estan tan intimamente relacionados que pueden considerarse como de una misma especie. En cuanto al sacrificio de animales, que era con mucho el mds importante, habra que distinguir tres tipos principales, como se hace en Filén, De Spec. Leg., 1,36 (194), y Josefo, Ant., III,9,1-3 (224-32); Estos tres tipos aparecen por igual en los sacrificios ptblicos y privados, si bien el sacrificio pacifico se daba raramente como sacrificio publico, normalmente con ocasién de la fiesta de las Semanas (Lv 23,19) y circunstancialmente en ocasiones especiales (cf. Peace Offering, en JE 1X, 566; Sacrifice, en Enc. Jud. 14, cols. 603-4). La carne de los sacrificios pacificos pablicos correspondia a los sacer- dotes (Lv 23,20). Sobre estos sacrificios en general, cf. Pes. 7,4; Zeb. 5,5; Men. 5,7; Meil. 2,5. Los holocaustos y sacrificios expiatorios ofrecidos en nombre de la comunidad eran muy frecuentes; cf. la lista de los correspondientes a los dias festivos en Nm 28-29. Sobre los holocaustos, cf. L. Rost, Erwdgungen zum israelitischen Brandopfer, en Von Ugarit und Qumran (O. Eisfeldt Festschrift, 1958) 177-83. '5 Sobre fuentes y bibliografia para el templo de Herodes, cf. vol. I, p.402, n. 71, 16 Cf. Josefo, C. Apion., II,8 (104): In secunda vero porticu (se EL CULTO DIARIO 393 al este del atrio en cuestién, con sus hojas de bronce artistica- mente decoradas (i) O¥ga 7 Aeyouévn dogaia Hech 3,2), era el acceso principal al atrio (cf. pp. 89-91, supra), por lo que éste era el lugar en que solfan situarse los mendigos (Hch 3,2). El sector occidental del atrio estaba reservado a los israelitas varones, y en él se alzaba el templo propiamente dicho. No era, relativamente hablando, un gran edificio, pero estaba magnificamente cons- truido. El interior, en que es de suponer que penetraria escasa- mente la luz del dia, consistia en una espaciosa antecdmara y en otra estancia, situada detras de la anterior y cuyo volumen venia a ser la mitad. Esta segunda cdmara era el «Santo de los Santos» en que nadie podia penetrar sino el sumo sacerdote una vez al afio, con motivo del dia de la Expiacion. En la antec4mara (la es- tancia situada al este) estaban los tres elementos del ajuar sagrado cuyo cuidadoso manejo era una de las mds importantes tareas del ministerio sacerdotal: 1. En el centro, el altar del incienso (mzbb hzhb), de oro, llamado también «altar interior» (mzbh hpnymy), sobre el que se ofrecia diariamente el incienso, mafiana y tarde’’; enuiende el atrio de las mujeres) cunct: Indaer mgrediebantur eorum- que coniuges. '” Sobre la ofrenda diaria de incienso, cf. Ex 30,7-8. Sobre la pre- paracién del incienso, Ex 30,34-38. Sobre el altar del incienso, Ex 30,1-10; 34,25-29. 1 Mac 1,21; 4,49; Filon, De Vita Mos., I1,21 (101); De Spec. Leg., 1,35 (171); Josefo, Anc., I11,6,8 (147); Bello, V,5,5 (216). M. Lohr, Das Rauchopfer 1m Alten Testament (1927); A. Vin- cent, La religion des judéo-araméens d’Eléphantine (1937) 212-23; M. Haran, The Censor Incense and Tamd Incense: «Tarbiz» 26 (1956) 115-25; The Use of Incense in the Ancient Israelite Ritual: VT 10 (1960) 113-29; R. de Vaux, Instituctones del AT, 419, 524; H. H. Rowley, Worship in Ancient Israel (1967) 84ss; J. Milgorm, Altar, en Enc Jud. 2, cols. 765-67. Sobre el significado de zhb como incienso, cf. G. Ryckmans, De lor (2), de Dencens et de la myrrhe: RB 58 (1951) 372-76; R. de Langhe, Het gonden altar in de Israeltische eredienst: «Mededelingen van de Kommnklyke Vlaamse Academie, Klasse de Letteren» 14, 6 (1952) 3-23; Studia Biblica et Onentaha 1 (1959) 342-60 = Bibl. 40 (1959) 476-94. mzbh hzhb- Yom. 5,5.7; Hag. 3,8; Zeb. 5,2; Men. 3,6; 4,4. mzbh bpnymy: Yom. 2,3; 5,5; Zeb. 4,2; Mei. 3,4; Tam. 3,6.9; 5,1. La existencia del altar del incienso en el segundo templo esta undnimemente atestiguada desde los tiem- pos de los Macabeos hasta Josefo y la Misna. Es cierto que Hecateo de Abdera, en Josefo, C. Apron., 1,22 (198), menciona, junto al cande- labro, tnicamente un Bopds de oro dentro del templo, que podria teferirse lo mismo a la mesa de los panes de la proposicién que al altar del incienso. Por otra parte, el altar del incienso no se enumera junto con los demés objetos hallados en el templo por Pompeyo, Ant., 394 SACERDOCIO Y CULTO DEL TEMPLO 2. Al sur de aquél, el candelabro de siete brazos (mnwrh), tam- bién de oro, cuyas luces debian mantenerse encendidas constan- temente'®; 3. Al norte del altar, la mesa de oro para los panes de XIV,4,4 (72). Sin embargo, es un pasaje paralelo, Bello, 1,7,6 (152), se alude al candelabro, la mesa y los @vpLatyjeua, que podrian entender- se como el altar del incienso. Ademés, si tenemos en cuenta los restan- tes datos, no puede caber duda acerca de la existencia del altar en tiempos de Pompeyo, ya que el hecho de que no aparezca entre los objetos tomados por Tito como botin, Bello, VII,5,5 (218), podria ex- plicarse por su valor limitado. Menos seguro es que existiera en tiem- pos de Hecateo (siglo II a.C.). 18 Sobre el cuidado de la menorah, cf. Ex 27,20-21; 30,7-8; Lv 24,1-4; Nm 8,1-4; 2 Cr 13,11. A juzgar por los textos biblicos, parece que las lamparas se encendian tnicamente al atardecer, de ma- nera que alumbraran durante la noche. Asi también Filén, De Spec. Leg., 1,54 (296). Por otra parte, segtin Josefo, Ant., III,8,3 (199), tres de las siete lamparas ardian durante el dia; por la noche permanecian encendidas las siete; segtin la Misnd, estaban encendidas una de dia y las siete por la noche, Tam. 3,9; 64,1; también Sifra a Lv 24,1-4 (ed. Weiss, 103ab), y Sifre a Nm 8,1-4 (§ 59-61, ed. Horovitz, 57-59). Cf. también Hecateo en Josefo, C. Apion., 1,22 (199): éxi todtwv pas gotw dvandoPeotov xai tas vdxtas xai tas *\usoas. Diodoro, XXXIV-V, 1,4 = FGrH 87 F. 109 = Stern, GLAJJ I, n. 63: tov 88 &bdvatov heyouevov mag’ adtois Avyvov xai xaduevov &diarein- tw év t@ vaw. Sobre la menorah, cf. Ex 25,31-40; 37,17-24; 1 Mac 1,21; 4,49. Filon, De Vita Mos., 11,21 (102-3); Josefo, Ant., I1I,6,7 (145-46); Bello, V,5,5 (217); VII,5,5 (149); Men. 3,7; 4,4; 9,3; Tam. 3,6.9; 6,1. Menorah, en JE VIII, 493ss; K. Galling, Biblisches Reallexi- kon (71977) 200-1; W. F. Robin, The Story of the Lamp (1939); R. F. Funk y I. Ben-Dor, Lamp, en IDB III, 63-64; L. E. Toombs, Lamp- stand, en IDB III, 64-66; H. Strauss, Menorah, en Enc. Jud. 11, cols. 1355-67; L. Yarden, The Tree of Light (1971). Entre los relieves del arco de Tito en Roma se conserva una representacion de las \amparas (cf. vol. I, p. 651); cf. W. Eltester, Der siebenarmige Leuchter am Titus- bogen, en Festschrift J. Jeremias (1960) 62-76; Enc. Jud. 11, cols. 1363- 66. Sobre representaciones en tumbas y sinagogas, tanto de Palestina como de la diaspora, cf. laminas en Yarden, op. cit., y figuras 1-12 en Ene. Jud. 11, cols. 1355-63. Durante las excavaciones realizadas en la ciudad vieja de Jerusalén en 1969 se descubrié una menorah herodiana grabada sobre yeso; cf. N. Avigad, «Qadmoniot» 3 (1970) 28-29; Enc. Jud.11, cols. 1358, fig. 19. Cf. también N. Avigad, en Jerusalem Re- vealed:— Archaeology in the Holy City 1968-1974 (1975) 47-49. La representacién més antigua es probablemente la que muestran las mo- nedas de Matatias Antigono, con una menorah de base triangular, fe- chadas en torno al afio 37 a.C. Y. Meshorer, Jewish Coins of the Se- cond Temple Period (1967) n. 36 y 36A; cf. lam. V. Sobre la coloca- EL CULTO DIARIO 395 la proposicién, sobre la que se colocaban cada sébado doce ho- gazas tiernas'?. La fachada del templo daba al este. Delante de ella y al aire libre se hallaba el gran altar de los holocaustos, o «el altar», sobre el que se ofrecian todos los sacrificios, excepto el incienso. Era una elevada estructura cuadrada de grandes dimensiones, cuya base media treinta y dos codos en cuadro, segtin la Misn4, mien- tras que, por ejemplo, el interior del santuario media tan sdlo veinte codos de ancho. Las medidas iban en disminucién hacia arriba, por escalones, de forma que el plano superior atin media veinticuatro codos en cuadro”°. Toda esta estructura estaba hecha de piedras sin labrar, que no habian sido tocadas por ninguna he- rramienta*'. Por el costado sur, una escalinata hecha asi mismo cién de la menorah al sur del altar, cf. Ex 26,35; 40,24. Sobre la meno- rah como simbolo judio, cf. A.-M. Goldberg, Der siebenarmige Leuchter: ZDMG 117 (1967) 232-46. "9 Sobre el cuidado de la mesa de los panes de la proposicién, cf. Lv 24,5-9. Filén, De Spec. Leg., 1,35 (172-76); Josefo, Ant., III,10,7 (255-57). Sobre la mesa de los panes de la proposicién en si, cf. Ex 25,23-30; 37,10-16; 1 Mac 1,22; 4,49; Filén, De Vita Mos., 11,22 (104); Josefo, Ant. 11,66 (139-41); Bello, V,5,5 (216); VIL5,5 (148); Men. 9,5-7. Cf. también la descripcién de la mesa supuestamente donada al templo de Jerusalén por Tolomeo Filadelfo en Aristeas (ed. Wendland, 57-72); Josefo, Ant., XII,2,7-8 (57-63). Cf. A. R. S. Ken- nedy, Shewbread, en HDB IV, 495-97. También aparece una repre- sentacién de la mesa en los relieves del arco de Tito. Cf. H. Holzin- ger, Der Schaubrodtisch des Titusbogens: ZAW 21 (1901) 341s. Sobre la colocacién de la mesa al norte del altar del incienso, cf. Ex 26,35: 40,22. J. Pedersen, /srael III/IV, 312, n. 1; 474, n. 3; R. de Vaux, Instituciones, 536s. H. F. Beck, Bread of the Presence, en IDB I, 464. CEE. R. Goodenough, Jewish Symbols V (1956) 62-95 y laminas. ?° Cf. en especial las descripciones de Mid. 3,1-4 y Josefo, Bello, V,5,6 (225); Ant., IV,8,5 (200-1); cf. también Hecateo, en Josefo, C. Apion., 1,22 (198) = Stern, GLAJJ I, n. 12; Aristeas (ed. Wendland, 87); 1 Mac 4,44-47; Filén, De Spec. Leg. 1,51 (274-76). Las medidas, en Ez 43,13-17. Cf. también Altar, en JE I, 464-69; RE 1, cols. 1640- 91, sobre paralelos en el culto pagano; K. Galling, Der Altar in den Kulturen des Alten Orients (1925); W. F. Albright, The Babylonian Temple-tower and the Altar of Burnt- Offering: JBL 39 (1920) 137-42; Archaeology and the Religion of Israel (71946) 150ss. G. B. Gray, Sa- cnifice in the Old Testament (1925) 96-178. L. H. Vincent, L’autel des holocaustes et le caractére du Temple d’Ezéchiel, en Mélanges Paul Peeters (Analecta Bollandiana 67; 1949) 7-20. K. Galling, Altar, en IDB I,96-100; R. de Vaux, Instituciones del AT, 522-527. * Hecateo en Josefo, C. Apion., 1,22 (198) = Stern, GLAJJ 1, 396 SACERDOCIO Y CULTO DEL TEMPLO de piedras sin labrar conducia hasta el altar propiamente dicho. El fre © que ardia sobre él nunca se dejaba extinguir, ni siquiera de noche”*. Entre el templo y el altar, también al aire libre, se hallaba el gran recipiente de bronce (kywr) ya mencionado en el que los sa- cerdotes se lavaban las manos y los pies antes de iniciar los actos de culto. Al norte del altar, y también al aire libre, se hallaba el espacio acotado para degollar las victimas; en el pavimento se habijan fi- jado unas argollas a las que se sujetaban los animales para ser de- gollados. Cerca habia unas columnas para colgarlos una vez muertos y unas mesas de marmol que servian para desollarlos y para lavar las entrafias”’. El templo, incluidos el altar y la zona destinada al sacrificio de las victimas, estaba rodeado por una cerca en cuyo interior s6lo podian penetrar por norma los sacerdotes; los demas judios s6lo podian hacerlo «cuando fuera necesario para la imposicién de las manos, para el degiiello y el balanceo (tnwph)»**. n12: Gtyritwv ovAkéxtwv Goy@v Aibwv. 1 Mac 4,47. Filén, De Spec. Leg., 1,51 (274): && MOov hoyddwv xai atyrtwv. Josefo, Ant., IV,8,5 (200-1); Bello, V,5,6 (225); Mid. 3,4. Los altares mas antiguos y primitivos se construian indudablemente con piedras sin labrar o in- cluso de tierra apisonada; tal costumbre se da por supuesta en la legis- lacién J (Ex 20,24-26; cf. Dt 27,5-6). Salomén, sin embargo, erigié un altar de bronce en Jerusalén (1 Re 8,64; 9,25; 2 Re 16,14-15; 2 Cr 4,1). El Cédigo Sacerdotal trata de describir el santuario como si fuera portatil en su totalidad, y con tal finalidad supone la existencia de un altar de los holocaustos hecho de madera y cubierto de bronce (Ex 27, 1-8; 38,1-7; Nm 17,1-5). Dificilmente podria haber existido un altar semejante. La practica posexilica tendié mas bien a seguir la legislacion mis antigua (Ex 20,25; Dt 27, 5-6). Cf., en general, J. Wellhausen, Geschichte I, 30, 38s; Prolegomena (5.* ed.) 29s, 37s; R. de Vaux, Institu- ciones del AT, 521-526. 22 Ly 6,6; Filén, De Spec. Leg., 1,52 (285); Josefo, Bello, 11,17,6 (425); cf. también 2 Mac 1,18-36. 23 Mid. 3,5; 5,2; Tam. 3,5; Seq. 6,4. Lv 1,11 prescribe que las victimas destinadas al holocausto sean degolladas al norte del altar. Pero las destinadas a los sacrificios expiatorios y penitenciales han de serlo en el mismo lugar (Lv 4,24.29.33; 6,18; 7,2; 14,13). Esta dispo- sici6n se omite tnicamente en el caso de los sacrificios pacificos. Para mds amplios detalles referente a los distintos lugares en que eran dego- Iladas las victimas sacrificiales, cf. Zeb. 5. 24 Cf. Kel. 1,8. Sobre la cerca, cf. en especial Josefo, Bello, V,5,6 (226); Ant., VIHL,3,9 (95); XUI,13,5 (373). EL CULTO DIARIO 397 La parte mas importante del culto diario era el holocausto del pueblo, ‘lt btmyd, o simplemente btmyd, «el perpetuo»®, En cuanto a los detalles, sin embargo, la manera de llevarlo a cabo varié de una a otra época, no sdlo en cuanto a que era costeado or los reyes antes del exilio (Ez 45,17 y 46,13-15 segin los XX), mientras que més tarde lo seria por el pueblo, sino tam- bién en cuanto a su naturaleza misma**. En tiempos de Ajaz se ofrecia un holocausto por la mafiana y Gnicamente una ofrenda vegetal por la tarde (2 Re 16,15). Esta practica estaba tan firme- mente establecida que lleg6 a servir para indicar las partes del dia; decir «cuando se presenta la ofrenda vegetal» significaba «hacia la tarde» (1 Re 18,29.36). Lo cierto es que esta manera de indicar el tiempo arraig6 tanto que se siguié empleando incluso cuando se introdujo la costumbre de ofrecer holocaustos también por la tarde (Esd 9,4.5; Dn 9,21)?”. Pero no parece que esta prac- tica estuviera vigente ya en tiempos de Ezequiel, aunque por en- tonces ya se habia producido una ampliacién de la vieja costum- bre, puesto que en Ez 46,13-15 se mencionan un holocausto y una ofrenda vegetal que se hacian por la manana. E] Codigo Sa- cerdotal, en cambio, prescribe que se ofrezcan un holocausto y una ofrenda vegetal tanto por la mafiana como por la tarde, acompafandolos en cada caso con una libacién (Ex 29,38-42; Nm 28,3-8). También el Cronista da por supuesto que el sacrifi- cio diario en forma de un holocausto ofrecido dos veces al dia viene de tiempo atras (1 Cr 15; 40; 2 Cr 8,11; 31,3). El holo- causto era el verdadero niicleo y centro de todo el culto sacrifi- cial. Bajo ninguna circunstancia podia ser suprimido. El afo 70 d.C., cuando Jerusalén llevaba ya mucho tiempo sitiada por los romanos y el hambre hacia los mayores estragos, el sacrificio diario seguia siendo ofrecido a pesar de todo, Cuando el 17 de Tammuz hubo de ser definitivamente interrumpido, se entendid que éste fue uno de los mas rudos golpes**. 5 de htmyd: Nm 28,10.15.24.31; 29,16.19.22.25.28.31.34.38; Esd 3,5; Neh 10,34. bemyd: Dn 8,11-13, 11,313 12,11. Pes. 5,1; Yom. 7,3; Taa. 4,6; Men. 4,4. De ahi toma su nombre el tratado Tamid. 26 J. Wellhausen, Geschichte 1, 81-82 =Prolegomena (5.: ed.) 78s; A. C. Welch, Post-Exilic Judaism (1935) 284-90; Ch. Tschernowitz, Toledoth Ha-Halakah 1/2 (1936) 260s; L. Finkelstein, The Phansees, 282-83, 854-55, ?? En la Misna, el tiempo de la minhah (la ofrenda vegetal) equi- vale todavia a la tarde; por ejemplo, Ber. 4,1; Pes. 10,1; R.H. 4,4; Meg. 3,6; 4,1. Incluso hoy se llama minbah a la plegaria de la tarde. ® Josefo, Bello, VI,2,1 (94-95); Taa. 4,6. También durante la per- 398 SACERDOCIO Y CULTO DEL TEMPLO Las prescripciones, mAs detalladas, contenidas en el Cédigo Sacerdotal acerca del tamid son como sigue (Ex 29,38-42; Nm 28,3-8)"’. Por la mafiana y por la tarde tenia que ser sacrificado como holocausto un cordero sin mancha, y en ambas ocasiones debian observarse las normas relativas a los holocaustos en gene- ral, es decir, lo prescrito en Ly 1,10-23 y 6,1-6. Cada uno de los dos sacrificios tenia que ir acompajiado de ofrendas vegetales y de libaciones conforme a las normas del Cédigo Sacerdotal, se- gun las cuales todo holocausto lleva consigo una ofrenda adicio- nal de grano y liquidos (Nm 15,1-16). La ofrenda vegetal en el caso de la ofrenda de un cordero consistia en una décima parte de efa (2,2 litros) de flor de harina (s/t) mezclada (blwl, es decir, no amasada) con un cuarto de hin (0,9 litros) de aceite puro; la liba- cién era de un cuarto de hin de vino. La hora sefialada para el sacrificio matutino era al romper el dia; la del sacrificio vesper- tino era la caida de la tarde conforme a la definicién biblica, byn h'rbym. Mas tarde se hizo costumbre habitual ofrecer el sacrifi- cio vespertino a media tarde, hacia las tres°°. También la ofrenda vegetal diaria del sumo sacerdote era pre- sentada siempre junto con el holocausto cotidiano del pueblo. secucién de Antioco Epifanes se consideré una gran calamidad la inte- rrupcién del tamid (Dn 8,11-133 11,31} 21,11). ? E. Kénig, Theologie des A.T. (1923) 87ss. R. H. Pfeiffer, Intro- duction, 253-69. J. Hempel, Priesterkodex, en RE XXII (1954) cols. 1943-67. R. de Vaux, Studies in O.T. Sacrifice (1964) 27-36. Para mas detalles, cf. el tratado Tamid; cf. n. 42, infra. 3° Filon y Josefo, en sus principales referencias al tamid, se limitan a repetir las prescripciones biblicas sobre la hora de su ofrenda; Filén, De Spec. Leg., 1,35 (169): Kad’ éxdotmy uév otv tuéoav d¥0 au- vovs avayelv Sielontar, tov pév dua tH &w, tov é Seidns Eoné- eas. Josefo, Ant., III,10,1 (237): & 58 tod dSnuociov avai mpatoc vouos gotiv dova xad’ Exdomv hugoav opatectar tov adtoetTOV Goxouévns te fuseas xai Anyovons. La practica real en época tardia queda claramente reflejada en Ant., XIV,4,3 (65): dis ths Tuéoas rewi te xal negi evatnv Heav iegoveyotvtwv éxt tod Bwyod. Es- ta noticia concuerda exactamente con Pes. 5,1, donde se dice que la victima para el sacrificio vespertino solia ser degollada unos treinta minutos después de la hora octava y ofrecida una hora después (es decir, a las 2.30 y 3.30 de la tarde). Cf. también Josefo, C. Apion., IL8 (105): «Mane etenim aperto templo opportebat facientes traditas hos- tias introire et meridie rursus, dum clauderetur templum». Era, pues costumbre acudir al templo para orar también hacia la hora nona (las tres de la tarde); cf. Hch 3,1; 10,3.30). Cf. en general Str.-B. II, 696- 98; R. de Vaux, Jnstituctones del AT, 593. EL CULTO DIARIO 399 Segtin Lv 6,12-16, el sumo sacerdote estaba obligado a presentar cada dia (tmyd)*' por la maiana y por la tarde una ofrenda vege- tal distinta, tanto por su materia como por su preparacion, de la ofrenda vegetal del pueblo que servia de complemento al holo- causto. Consistia también en sdlo una décima de efé de flor de harina que se ofrecia la mitad por la mafiana y la mitad por la tarde; no solo se mezclaba con aceite, sino que ademas se cocia después en una bandeja (mbt). Cuando ya estaban cocidas las tortas, se partian en trozos, se rociaban de aceite y asi eran ofre- cidas (Lv 6,14; cf. Lv 2,5-6)°2, Debido a esta manera de prepa- rarla, en tiempos posteriores se conocia esta ofrenda como hbytym, «tortas planas», y con este nombre aparece directa 0 in- directamente en el libro de las Crénicas® y sobre todo en la Misna*. Como este sacrificio era obligatorio para el sumo sacerdote, se puede hablar de su sacrificio cotidiano*>. Pero realmente lo 31 Las palabras «en el dia de su uncién» (Lv 6,13) no pueden com- paginarse con lo dicho; en efecto, son omitidas en algunas versiones modernas. R. H. Pfeiffer, Introduction, 254. M. Noth, Leviticus (1967) 55-57, estima que se han combinado dos conjuntos introducto- rios diferentes. % Sobre la preparacién, cf. también Filén, De Spec. Leg., 1,47 (256); Josefo, Ant., III,10,7 (255-57); Men. 11,3. Incluia /§h («amasar>) y 'pyb («cocer»). J. Pedersen, Israel III/IV, 349ss, N. H. Snaith, Sacri- ficses in the O.T.: VT 7 (1957) 308-17. R. de Vaux, Instituciones del AT, 530. % 1 Cr 9,31. Los LXX interpretan m‘sh bbytym como t& ~oya tis Buotas tod mydvou tod peydhov tegéwc. El Cronista, sin em- bargo, se refiere probablemente con aquella expresién no sdlo a la ofrenda vegetal del sumo sacerdote, sino a todas las ofrendas previa- mente cocidas en general; cf. Brown-Driver-Briggs, Lexicon, s.v. La referencia no queda limitada al sumo sacerdote. 34 Tam. 1,3; 3,1; 4,3; Yom. 2,3; 3,4; Men. 4,5; 11,3; Mid. 1,4. De Tam. 3,1; 4,3; Yom. 2,3, se desprende claramente que la ofrenda del sumo sacerdote era presentada entre la ofrenda vegetal del pueblo y la libacién, Cf. en general la detallada descripcién del culto diario en el tratado Tamid. %5 Eclo 45,14: «Su ofrenda se quema totalmente, dos veces al dia, sin faltar». Filén, De Spec. Leg., III,23 (131): evyas 5& xai dvoias tehdv xat’ éxdotmy huéoav. El conocido pasaje de Heb 7,27 ha de ser explicado también probablemente sobre esta base, aunque esta ofrenda vegetal cotidiana del sumo sacerdote no ha de entenderse co- mo un sacrificio expiatorio, como podria entenderse en Hebreos. Cf. Str.-B. III, 696-700. 400 SACERDOCIO Y CULTO DEL TEMPLO ofrecia tnicamente en el sentido en que también podia decirse que el pueblo hacia un holocausto cotidiano. Lo cierto es que el sumo sacerdote era responsable de que se ofreciera en su nombre y a sus expensas**. En ningin modo era preciso que hiciera per- sonalmente la ofrenda. Por Josefo sabemos que el sumo sacer- dote oficiaba como norma los sébados y dias festivos (cf. p. 367, n, 4, supra), Los restantes dias del ao, la ofrenda vegetal del sumo sacerdote y el sacrificio del pueblo eran presentados por los sacerdotes de servicio; cuando se echaban a suertes los distintos cometidos del dia, uno de ellos era el de presentar el hbytyn, es decir la ofrenda vegetal del sumo sacerdote*”. De hecho, dado que la Biblia describe este sacrificio como el de «Aarén y sus hijos» (Lv 6,13), también podria entenderse que se trata de un sa- crificio que los sacerdotes ofrecian por si mismos**, Ademis de estos sacrificios, los sacerdotes tenian que cuidar diariamente del altar, del incienso y del candelabro instalado den- tro del templo. Majana y tarde habia que hacer una ofrenda de incienso todos los dias (Ex 30,7.8); la ofrenda de la mafiana pre- cedia y la de la tarde seguia al holocausto, de forma que éste que- +6 Josefo, Ant., II1,10,7 (257): Over 5&6 iegets(= el sumo sacer- dote) éx tv idiwv avakwuatwv, xai dig Exdotns Tueoas tTodtO movei, Ghevoov éhaiw peuaypévov xal mennyds onthoe Boaxeia, nai cic pév éottv Goodewv Tod akevgov, tottou dé 6 wav fuLov TO Twi 16 5° Etegov Seidns enupéger t@ avgi. Cuando moria un sumo sacerdote, la ofrenda vegetal tenia que hacerse a expensas del pueblo hasta que su sucesor asumia el cargo; segin R. Yehuda b. Elay, los costos corrian a cargo de sus herederos (Seq. 7,6). °*? Tam. 3,1; 4,3; Yom. 2,3. Hablando estrictamente, estos pasajes no se refieren al sacrificio en si; mas bien tratan de la accién de acer- car hasta las gradas del altar los elementos sacrificiales. Sin embargo, segin Tam. 5,2 y Yom. 2.4-5, para ofrecer el sacrificio, es decir, para colocarlo sobre el altar, se nombraba el mismo numero de sacerdotes que para llevarlo hasta él, concretamente nueve, que correspondian a los nueve elementos sacrificiales; entre éstos se nombran explicitamen- te en los pasajes citados (Tam. 3,1; 4,3; Yom. 2,3) los bbytyn. No cabe duda, por consiguiente, de que el sacrificio de los bbytyn era realizado de hecho y como norma por un sacerdote ordinario. 38 Filon, Rer. Div., 36 (174): "AAAG xal tas évdedexeis Pvoias dod¢ cic toa Sunonuéas, Hv te txée attHv avayovoww oi tegeic Sua Ths ceyrddrews, xai tiv tre tod Evous tHv Suvoiv duvav, ots évapégew dSieigntar. De Spec. Leg., 1,47 (256): Eepidadts yae f evdehexiig attdv tuoia péteov iegod 1d dSéxatov xa? Exdotyv fwégav, ob 1d peév fprov newtac, 10 dé furov Seng Teooayetar taynviodév ev dhaim, undevos cic Bowow broheptévtos. EL CULTO DIARIO. 401 daba de hecho enmarcado entre las ofrendas del incienso””. También habia que cuidar manana y tarde del candelabro. Por la manana se limpiaban las lamparas y renovaba el aceite; una o varias lamparas (tres segtin Josefo) permanecian encendidas du- rante toda la jornada. Por la tarde se encendian las restantes lam- paras, de forma que ardieran las siete durante toda la noche (cf. en especial Ex 30,7-8; 2 Cr 8,11; en general, cf. pp. 393-394, supra). PSnalmente, el culto divino se embellecia con el concurso del canto y de la musica. Cuando era presentado el holocausto, los levitas lo acompafaban con sus cAnticos y musica de cuerda, al mismo tiempo que dos sacerdotes hacian sonar las trompetas de plata (2 Cr 29,26-28; Nm 10,1-2.10), Mientras tanto, el pueblo se reunja para orar en el templo. Cada vez que los sacerdotes, en los intervalos del canto, hacian sonar las trompetas, el pueblo se pos- traba en adoracién*®, Los levitas tenian asignado para cada dia de la semana el salmo que habian de cantar: Sal 24 el domingo, Sal 48 el lunes, Sal 82 el martes, Sal 94 el miércoles, Sal 81 el jueves, Sal 93 el viernes y Sal 92 el sabado*'. 3° Filon, De Spec. Leg., 1,35 (171): dig dé nad? Exdomv fuéoav énOupratar ta Mévtov cdwdéotara Buptapdatwv eiow tod xata- Tetaopatos, cvioxovtos fAiov xai Svopévov, 196 te tis Ewdwrs Svoias xai weta tiv éomeguvyv. De Spec. Leg., 1,51 (276): ob yag Egietar tiv Ohdxavtov Suoiav Ew ngocayayetv, mgiv Evdov regi Badiv Se8eov éndupiacat. Atin més preciso es el dato recogido en Yom. 3,5: «El incienso matutino era ofrecido entre (la aspersién de) la sangre y (la ofrenda de) las porciones; el incienso vespertino entre (la ofrenda de) las porciones y la libacién>. © Sobre la asamblea del pueblo en el templo para la oracién, cf. Le 1,10 y Hch 3,1. Para los datos més precisos recogidos en Ta- mid, cf. infra. Las horas para la oraci6n eran: 1. por la mafiana tem- prano al tiempo del sacrificio matutino; 2. la hora nona del dia (las 3 de la tarde); 3. a la caida del sol. Cf. Ber. 1,1ss; 4,1. Cf. J. Doller, Das Gebet im A.T. (1914); I. Elbogen, Der jidische Gottesdienst in seiner geschichtlichen Entwicklung (71931) 27-60; A. Z. Idelsohn, Jewish Li- turgy (1932); A. Cronbach, Worship in NT Times, Jewish, en IDB IV, 895-903. Sobre la plegaria judia durante los primeros siglos de la era cristiana, cf. J. Heinemann, Prayer in the Talmud. Forms and Patterns (1977). Sobre las etapas de la plegaria cristiana, cf. la nota de A. V. Harnack a Avdaxxy VIIL,3 (Texte und Untersuchungen II,1-2, 27); Foakes-Jackson y Lake, The Beginnings of Christianity IV (1933) 10- 11, 191. Str.-B. IV, 208-49; C. W. Dugmore, The Influence of the Synagogue upon the Divine Office (1944) 59-70. 4" Tam. 7,4. A. Graetz, Die Tempelpsalmen, en MGW] (1878) 402 SACERDOCIO Y CULTO DEL TEMPLO EI culto del templo que acabamos de describir responde a la forma que con tanto entusiasmo describe Ben Sira (Eclo 50,11- 21). En el tratado Tamid de la Misna se recoge una descripcién muy minuciosa, basada en una tradicién fidedigna; podria utili- zarse para completar las anteriores observaciones*”. Los sacerdotes de servicio dormian en una camara del atrio interior. Muy temprano, antes de salir el sol, el funcionario en- cargado de repartir a suertes las tareas del dia hacia designar por aquel procedimiento al encargado de retirar las cenizas del altar de los holocaustos. Los sacerdotes que desearan encargarse de aquella tarea tenian que haber tomado el bajio ritual ya antes de que lIlegara el funcionario. Entonces se echaban entre ellos las suertes para esta tarea. El elegido iba a ocuparse inmediatamente de su cometido en medio de la oscuridad alumbrada unicamente por el resplandor del fuego que ardia sobre el altar. Lavaba sus 217-22; A. Biichler, Zum Vortrage und Umfange der Tempelpsalmen: ZAW (1900) 97-114. Sobre cinco de estos salmos dan correctamente los LXX la indicacién del dia a que corresponden: Sal 24 (23): tis pas oaPBatov; Sal 48 (47): Sevtéog oaPBatov * yi; Sal 94 (93): teteddt caPpatou; Sal 93 (92): cic tiv huéoav tod noosaPPatov Ste xatmxotar; Sal 92 (91); el¢ tiv fégav tod ocaPPatov. A és- tos debe afiadirse Vet Lat. Sal 81: Quinta Sabbati, que debe de proce- der también de un modelo griego. En el caso del salmo correspon- diente al sabado, el dato ha pasado también al texto masorético. Segtin la opini6n judia, el paralelismo con los seis dias de la creacién influyé en la eleccién de estos salmos (cf. bR.H. 31a; Soferim, 18,1). Pero en la mayor parte de ellos no aparece tal paralelismo. Esta opinién se debe obviamente al hecho de que las lecturas biblicas de las m‘mdwt (cf. p. 388, supra) estaban ordenadas de tal modo que en el curso de la semana se leja completo el relato de la creacién (Taa. 4,3: el domingo leen el primer dia de la creacidn; el lunes, el segundo; el martes, el tercero, etc.). Aparte de los salmos para ios distintos dias de la sema- na, habia otros muchos asignados a las diferentes celebraciones del templo. Por ejemplo, el llamado hallel se cantaba siempre en los dias de fiesta mas solemnes; se trata, segin la opinién comin, de Sal 113- 18, pero la tradicién varia acerca de qué ha de considerarse como ha- Hel; cf. J. Levy, Neuhebraisches Worterbuch, s.v.; A. Biichler, Die Hallelpsalmen im Tempel: ZAW (1900) 114-35: L. Cohen, Hallel, en JE VI, 176-78. Str.-B. I (1922) 845ss; I. Elbogen, Der jiidische Gottes- dienst (71931) 136-38, 495-96; E. Lohse, Hallel, en RGG III (1959) col. 38. J. Hempel, Halle! y Hallelujah, en IDB Il, 513-15; Hallel, en Enc. Jud. 7 cols. 1197-99. #2 Para una edicién critica con comentario, cf. O. Holtzmann, Ta~ mid (1928). EL CULTO DIARIO 403 pies y manos en el recipiente de bronce situado entre el templo y el altar, ascendia las gradas de éste y retiraba las cenizas con una bandeja de plata. Mientras lo hacia, otros sacerdotes preparaban la ofrenda vegetal amasada (la del sumo sacerdote)**. Se echaba entonces en el altar lefia nueva; mientras prendia, los sacerdotes, después de lavarse pies y manos en el recipiente de bronce, pasaban a la Lidkat ha-gazit (cf. pp. 301-302, supra), donde tenja lugar un nuevo sorteo**, El funcionario echaba ahora las suertes para determinar: 1. quién degollaria la victima; 2. quién asperjaria la sangre sobre el altar; 3. quién limpiaria las cenizas del interior del altar; 4. quién limpiaria las lamparas. Luego sorteaba quiénes llevarian los trozos de la victima sacrificada hasta las gradas del altar, concre- tamente quién llevaria 5. la cabeza y una pierna; 6. las dos paleti- llas; 7. el rabo y la otra pierna; 8. el pecho y el cuello; 9. los dos costillares; 10. las entrafias; 11. quién llevaria la flor de harina; 12. la ofrenda vegetal amasada (del sumo sacerdote); 13. el vino*, Salian luego a ver si ya era de dia; a la primera sefial de que apuntaba la aurora en el cielo, iban a buscar un cordero del aprisco y los noventa y tres utensilios sagrados de la camara en ue se guardaban. Se daba de beber al cordero destinado al sacri- ficio de un recipiente de oro y era llevado al degolladero, situado al norte del altar*®. Entre tanto, los dos sacerdotes encargados de limpiar el altar del incienso y el candelabro se acercaban al templo, el primero con un cubo de oro (tny) y el segundo con un jarro (kwz), tam- bién de oro. Abrian la gran puerta del templo, entraban y proce- dian a limpiar el altar del incienso y el candelabro. Para lo se- gundo, si las dos lamparas situadas més al este ardfan atin, no las tocaban y limpiaban tnicamente las restantes lamparas. Pero si las dos lamparas situadas ms al este ya se habian apagado, éstas eran las que primero limpiaban y encendian. Los dos sacerdotes se retiraban a continuacin, dejando en el templo los utensilios de que se habian servido*”. Mientras se realizaba esta tarea, el cordero era degollado en el ® Tam. 1,1-4. Cf. Yom. 1,8; 2,1-2. Tam, 2,1-5. * Tam. 3,1; Yom. 2,3. “© Tam. 3,2-5. Cf. Yom. 3,1-2. 7” Tam. 3,6-9. Para una exégesis de Tam. 3,6, cf. H. Graetz, MGW (1878) 289ss; O. Holtzmann, Tamid, 44-45. 404 SACERDOCIO Y CULTO DEL TEMPLO lugar designado para ello por los sacerdotes a que habia corres- pondido hacerlo, y otro sacerdote recogia la sangre y la rociaba sobre el altar. Se desollaba a continuaci6n la victima y se tro- ceaba, Cada uno de los sacerdotes designados a suerte para ello recogia la porcién correspondiente. Se lavaban las entrafias en unas mesas de marmol que habia en el mismo lugar en que se de- gollaban las victimas. Las seis porciones del animal eran repar- tidas entre otros tantos sacerdotes. Un séptimo portaba la ofrenda de flor de harina, un octavo llevaba la ofrenda vegetal cocida (del sumo sacerdote) y un noveno el vino para la libacién. Todo ello era depositado en la mitad inferior del costado occi- dental de la escalinata que llevaba hasta el altar y se rociaba de sal**, Después pasaban nuevamente los sacerdotes a la liskat ha- gazit para recitar el Sema‘. Una vez cumplido este requisito, se echaba nuevamente a suertes. Primero se sorteaba la ofrenda del incienso entre los que nunca la habian realizado"; luego se sorteaba quiénes habrian de llevar las porciones sacrificiales hasta el altar (segan R. Eliezer ben Yagob, lo hacian los mismos sacerdotes que habian acercado al altar las distintas porciones). Quiencs no fueran designados por la suerte en cada ocasién quedaban libres para marcharse y se despojaban de sus sagrados ornamentos™. El sacerdote elegido para hacer la ofrenda del incienso to- maba entonces una bandeja (kp) de oro con tapadera, dentro de la cual iba otro recipiente menor (bzk) con el incienso*!. Un se- “8 Tam. 41-3, Sobre el lugar en que eran depositadas las porcio- nes, cf. también Seq. 8,8. Segtin Seq. 6,4, al oeste de las gradas del altar habia una mesa de mérmol a tal fin. Sobre la sal que se afadia a las porciones sacrificiales, cf. Lv 2,13; Ez 43-24; Josefo, Ant., III,9,1 (227); Jub, 21,11; T. Levi, 9,14: xai maoav Bvoiav diate &dteic. Siguiendo a Lv 2,13, numerosos manuscritos de Mc 9,49 afiaden xai méoa Svoia GAi GdvOyjoeta.. El consumo de sal era tan considerable que en el atrio del templo habia una camara dedicada a guardarla; cf. p. 373, n. 29, supra. *? La ofrenda del incienso se consideraba el momento més solemne de todo el servicio. Cf. Filén, De Spec. Leg., 1,51 (275): “Oow yao, olpat, Aidwv piv dpeivov yovadc, Ta Sé Ev GSUtOLG tHV éxtd¢ ayvbtega, tooottp xeeittwv j dud tov exrdvpiopévov edyaguo- tia tis dua tov Evaiywv. De ahi que los sacerdotes recibieran reve- laciones especialmente cuando ofrecian el incienso; asi, Juan Hircano, Josefo, Ant., XIII,10,3 (282), y Zacarias, Le 1,9-20. 5° Tam. 5,3; cf. Yom. 2,4-5. 51 De Tam. 7,2 se desprende claramente que la tapadera corres- pondia no al bzk, sino al kp, asi como de la presuncién de que un EL CULTO DIARIO 405 gundo sacerdote iba a buscar unas ascuas del altar de los holo- caustos con un cogedor de plata (mhth) y las echaba en otro co- gedor de oro®*. Los dos se acercaban entonces al templo. Uno de ellos echaba las ascuas en el altar del incienso, se postraba en adoracién y se retiraba. El otro sacerdote tomaba la pequefa bandeja que contenjia el incienso, entregaba la bandeja mayor a un tercer sacerdote y echaba el incienso de la bandeja en las brasas del altar y entonces se elevaba el humo. También él se postraba y luego se retiraba. Los dos sacerdotes que se habian ocupado de limpiar el altar del incienso y el candelabro habian entrado previamente, el primero para retirar su cubo de oro (tny) el segundo asi mismo para retirar su bwz, pero a la vez para limpiar la lampara situada més al este, que atin permanecia sin arreglar, mientras que la otra se dejaba encendida, de manera que su fuego sirviera para encender el resto de las lamparas por la tarde. Si ya se habia apagado, se limpiaba y se encendia con fuego tomado del altar de los holocaustos”*. Los cinco sacerdotes que habian estado ocupados dentro del templo subian entonces las gradas que habia frente al santuario con sus cinco utensilios de oro y pronunciaban la bendicién sa- cerdotal (Nm 6,22ss) sobre el pueblo; en esta ocasién pronuncia- ban el nombre divino tal como esté escrito, es decir, yhwh, y no *dwny*™, poco de incienso podria derramarse del bzk bien lleno en el kp; cf. Tam. 6,3. 52 Tam. 5,4-5. Sobre los cogedores de plata y de oro y sobre el incienso mismo, cf. también Yom. 4,4. * Tam. 6,1-3. Segdn esta descripcién de la Misna, sdlo una de las siete lamparas de la menorah ardia durante el dia, la que estaba en medio de las tres situadas al lado oriental. Por otra parte, segtin el testimonio, de més peso, de Josefo, eran tres las lamparas que perma- necian encendidas durante el dia. Sobre el problema de cuales y cudn- tas lamparas quedaban encendidas de dia, cf. p, 394, supra. * Tam. 7,2. Cf. Sot. 7,6 (cf. p. 588, n. 137, infra). Fuera del tem- plo, segtin los pasajes citados, ni siquiera a los sacerdotes les estaba permitido pronunciar el nombre sagrado. Ello se presume obviamente en Eclo 50,20. También Filén observa que el nombre de Dios sélo puede ser pronunciado y escuchado dentro del santuario (év &yious); cf. De vita Mos., 11,23 (114). Cf. también B. Ritter, Philo und die Halachah, 131; W. L. Knox, Some Hellenistic Elements in Primitive Christianity (1944) 48; también Josefo refiere que Moisés pidid que le comunicara ademés su nombre, de forma que cuando ofreciera sa- crificios pudiera suplicarle por su nombre que se hiciera presente, Ant., 11,12,4 (275-76): iva Obwv g dvopnatos avtdv mageivat toic 406 SACERDOCIO Y CULTO DEL TEMPLO Tenia lugar seguidamente la presentacién del holocausto. Los sacerdotes designados para ello a suertes tomaban las porciones de animal sacrificado que se encontraban colocadas sobre las gradas del altar y, después de haber extendido las manos sobre ellas, las colocaban encima del altar®>. Cuando el sumo sacerdote deseaba oficiar, los sacerdotes le acercaban las porciones (cf. Eclo 1,12) y él les imponia las manos y las iba colocando sobre el al- tar. Finalmente eran presentadas las dos ofrendas vegetales (la del pueblo y la del sumo sacerdote), junto con la libacién. Cuando se acercaban los sacerdotes a derramar la libacién, se hacia una senha a los levitas para que iniciaran el canto. Empezaban ellos a cantar y a cada pausa del canto, los sacerdotes hacian sonar las trom- petas de plata; a cada sonido de las trompetas, el pueblo se pos- traba en adoracién®. El culto vespertino era muy semejante al matutino. En el pri- mero, sin embargo, la ofrenda del incienso se hacia después, no isgoics magaxady. Kai 6 tedg adt@ onuatver tiv abtod meoonyo- gtdv. Era sefial de especial solemnidad el hecho de que el sumo sacer- dote,en el dia de la Expiacién y durante la confesién de los pecados, pronunciara el santo nombre de Dios (Yom. 6,2; Tam. 3,8). Sobre la inefabilidad del nombre divino, cf. también San. 10,1; A. Geiger, Urschrift un Ubersetzungen der Bibel, 261ss; B. Jacob, Im Namen Got- tes (1903) 164-76; W. Bousset, Die Religion des Judentums (?1926) 349-50; W. Bacher, JE XI, 264; G. Dalman, Worte Jesu (71930) 146- 55; A. Marmorstein, The Old Rabbinic Doctrine of God 1 (1927) 17- 40; H. Gunkel, Yabve, en RGG III’, 9ss; W. von Baudissin, Kyrios III, 63s; G. F. Moore, Judaism I, 424-29. M. Buber, Moses (1946) 39- 55 = Werke Il (1964) 47-66; Kingship of God (1967) 99-107 = Werke II (1964) 608-26; cf. P. Vermes, Buber’s Understanding of the Divine Name related to Bible, Targum and Midrash: JJS 24 (1973) 147-66; E. E. Urbach, Los Sabios (1969) 103-14 (hebreo); God, Names of, en Enc. Jud. y, cols. 880-84. Bibliografia en G. Fohrer, History of Israe- lite Religion (1973) 75-79. ° Esta accion requeria especial pericia, alabada ya en Aristeas (ed. Wendland, 93). 5¢ Tam. 7,3; cf. Eclo 50,11-21. El tratado Tamid de la Misna re- sulta mas bien sumario hacia el final. Describe la ofrenda del sacrificio Gnicamente en los casos en que oficiaba el sumo sacerdote en persona. Por otra parte, no se alude explicitamente a la presentacién de las dos ofrendas vegetales. De la secuencia en que son mencionadas en otros lugares, Tam. 3,1; 4,3, se deduce sin lugar a dudas que las hemos situado en el lugar correcto. La ofrenda vegetal del sumo sacerdote, en consecuencia, no era ofrecida antes que el sacrificio publico, como se deducirfa de Heb 7,27, sino a continuacién de él. EL CULTO DIARIO 407 antes del holocausto; las lamparas del candelabro no se limpia- ban, sino que se encendfan por la tarde (cf. p. 401, supra). Estos dos sacrificios publicos cotidianos constituian el nticleo esencial de todas las ceremonias del templo. Eran ofrecidos de la manera descrita también en sdbado y en los dias festivos, aunque los sabados y dias festivos se distinguian por la adicién de otros sacrificios publicos al tamid habitual. Este complemento consis- tia los sibados en la ofrenda de dos corderos de un aio como ho- locaustos, junto con dos décimas partes de un afé de flor de ha- rina como ofrenda vegetal y la cantidad correspondiente de vino como libacién. El sacrificio del sabado, por consiguiente, equiva- Ifa a los sacrificios matutino y vespertino juntos”. Las adiciones para los dias festivos eran en mayor cantidad. Durante los siete dias de la Pascua, por ejemplo, el holocausto diario constaba de dos becerros, un carnero y siete corderos, junto con las corres- pondientes ofrendas vegetales y libaciones, y aparte de todo ello, un macho cabrio como ofrenda expiatoria (Nm 28,16-25). En la fiesta de las Semanas, que duraba tan sélo un dia, eran ofrecidos los mismos sacrificios que en un dia de la Pascua (Nm 28,26-31). En la fiesta de los Tabernaculos, que se prestaba a especiales ac- ciones de gracias por coincidir con el final de la cosecha, era aun mayor el numero de los sacrificios. El primer dia de aquellas ce- lebraciones eran ofrecidos en holocausto trece becerros, dos car- neros y catorce corderos, junto con las correspondientes ofrendas vegetales y libaciones, y ademas un macho cabrio como sacrificio expiatorio; estos mismos sacrificios se hacian en cada uno de los siguientes seis dias festivos, excepto que cada dia se iba reduciendo en uno el nimero de los becerros sacrificados (Nm 29,12-34). Sacrificios complementarios semejantes estaban Prescritos para las dems festividades de la Luna Nueva, el Afto Nuevo y el dia de la Expiacién (cf., en general, Nm 28-29). Ademis de todas estas ofrendas, cuya finalidad era simplemente destacar en general el caracter festivo de aquellos dias, se ofrecian °7 Nm 28,9-10; Filén, De Spec. Leg., 1,35 (170): Taig d& ép- Souaic diraorater tov tov iege(wy Gevdpdv. Josefo, Ant., 11,101 (237): nave 5 EPSsunv Auéoav, fis GaPBata xadeitar, do opPattovat, Tov adTdv TEdTOV tegovgyotvtes. Las prescripciones de Ez 46,4-5 son esencialmente distintas. Sin embargo, la principal dife- rencia entre los tiempos pre y posexilicos, por Jo que se refiere a los sacrificios de las grandes fiestas y también al tamid, consitia en que antes del exilio era el rey el que sufragaba los gastos, mientras que después era el pueblo el que los costeaba. Cf. en especial Ez 45,17 y, en general, Ez 45,18-46,15. 408 SACERDOCIO Y CULTO DEL TEMPLO otros sacrificios especiales relacionados con el significado parti- cular de cada fiesta. (cf. Lv 16 y 23)°*. Aunque estos sacrificios publicos eran muy numerosos, resul- taban insignificantes comparados con los sacrificios privados. Era su enorme cantidad, tan grande como para resultar casi increible, la que daba al culto del templo sus rasgos mas peculiares. Dia tras dia eran degolladas y quemadas alli verdaderas masas de vic- timas, y a pesar del gran numero de sacerdotes, cuando llegaba una de las grandes fiestas, el numero de sacrificios era tan grande que apenas podian atenderlo en su totalidad®®. Pero los israelitas veian en la celebracién exacta de esta liturgia el medio esencial para asegurarse la divina misericordia. 58 Filén, De Spec. Leg., 1,35 (180-89) da una descripcién de los sacrificios correspondientes a los dias festivos conforme a Nm 28-29 y Lv 16 y 23. 59 “Ansteas (ed. Wendland, 88): TloAkai yao pverddes xtnvev Meocayovtat xata tas tov Eootav tpEoas. Filén, De Vita Mos., 11,31 (159): TloAA@v && xata 16 avayxaiov a&vayopévov Bucrav xad’ Exdotny huéeav, xai Suapegdvtws év navnytbeeot mai éoetais Unée te idig Excotov xal xows tnt andviwv did puoias xai obyi attas «1.2. Cf. las cifras de 1 Re 8,63; 1 Cr 29,21; 2 Cr 29,32s; 30,24; 35,7-9.

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