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Nombre: Juan Esteban Rozo López.

Carrera: Piscología.

El laberinto de la amapola

DEL DIARIO DE FEDERICO


Bogotá, domingo, enero 17. 2016
Estoy maravillado. Mañana inició a estudiar la carrera de ingeniería química en la mejor
universidad del país. Llegue ayer en la noche a esta enorme metrópoli a la que muchos
llaman, a mi parecer, de manera injustificada “la nevera”, si bien no posee el clima de
ensueño que la mayoría de lugares de este vasto terreno tropical; si comparamos su
temperatura con cualquier ciudad de Europa septentrional, el clima aquí se convierte en un
aspecto sin trascendencia. Eso sí, no llevo ni siquiera cuarenta y ocho horas aquí, y ya he
sido víctima de sus aguaceros torrenciales. Por supuesto que tuve en cuenta el muy
nombrado mal clima de la ciudad, por lo que con mi chaqueta de invierno marca The North
Face y mi sombrilla en mano, me sentía listo para soportar cualquier adversidad que
pudiera imponer el clima. Lo que no te dicen de Bogotá es que el agua te ataca es por abajo,
pues hasta la más leve llovizna puede convertirlo todo en el lodazal más espantoso, en
donde más que charcos, la ciudad se llena completamente de pozos nauseabundos de basura
sedimentada, imposibles de eludir. Así pues, mis primeros instantes en la capital,
consistieron en apreciar desde la ventana del taxi camino a la residencia, la trágica danza de
saltitos improvisados que los transeúntes bogotanos se ven obligados a realizar para
esquivar estos cuerpos repulsivos de agua.
Todo transcurría según lo previsto, cuando de repente, el conductor detiene el auto en seco.
- Pelao me da mucha pena con usted, pero va tener que bajarse aquí porque el trancón esta
tenaz y yo ya tengo que ir a entregar el carro a mi compañero- me dice el conductor en un
tono poco amigable.
Súbitamente entonces, me encontraba yo pocos instantes después junto con todas mis
pertenencias y un dudoso sentido de la ubicación, haciendo parte al igual que muchos de
este curioso baile cachaco para evitar ser alcanzado por el agua. Asumí inicialmente que lo
mejor sería entonces pedir indicaciones y replicar las pisadas de personas delante mío para
evitar empaparme; lo cual fue completamente inútil, pues en ningún lugar pudieron
brindarme ayuda con la dirección que tenía anotada y la replicación de pasos concluyó en
ser víctima de una de esas baldosas asesinas mal puestas que escupen un líquido indeleble
al entrar en contacto con la ropa.
La residencia es agradable, es un edificio medianamente alto y modernizado con amplias
áreas comunes dentro de los destacan unas terrazas enormes con vista a toda la ciudad. Mi
cuarto por supuesto, no goza de la misma suerte, es más, podría decirse que está diseñado
milimétricamente para ser ocupado por un estudiante promedio con pocas cosas todavía en
su posesión. No obstante, tiene todo lo necesario y tengo que dar gracias a Dios por
brindarme esta valiosa oportunidad que muy pocas personas tienen en este país.
Así pues, comenzaré por así decirlo, este “diario de campo” ¡ojo! que quede claro desde
este momento, que esto no es un diario personal del que escriben las mujeres. Lo que se
redacte aquí será estrictamente de carácter objetivo e imparcial, cuya finalidad será
estrictamente recopilar información de mis observaciones y vivencias, para en un futuro,
poder cuantificar mi progreso y desarrollo como profesional. Incluso, he considerado la
posibilidad de poder presentarlo ante el departamento de antropología universidad.
Imaginen ustedes un trabajo etnográfico de cinco años consecutivos del desarrollo de un
estudiante foráneo en el centro de la ciudad, simplemente irresistible. Lo más probable es
que me den un premio o galardón por ello. Voy a hacer que mis papás se sientan
nuevamente muy orgullosos de mí, siempre lo consigo. A ver, y no es por alardear, pero
durante más de diez años seguidos fui galardonado por excelencia académica y deportiva
en mi colegio. Toda la vida he sabido que tengo algo especial, que sobresalgo por encima
de los demás y precisamente por eso he llegado hasta aquí, a rodearme y formarme con los
mejores. Ya casi es medianoche y mañana tengo clase de siete, lo mejor sería ir que fuera a
dormir ahora mismo, aunque no se si pueda lograrlo, estoy muy emocionado.

Bogotá, lunes, enero 18. 2016


Acabo de llegar a la residencia, son casi las ocho de la noche y estoy exhausto. Hoy fue un
día bastante complicado, la verdad no imaginaba que mi primera experiencia en la
universidad iba a ser de esta manera. Me levanté sobre el tiempo, pues ayer de la ansiedad
que tenía no pasé una buena noche. Tengo el presentimiento de que en medio de un trance
de sueño puede haber apagado la alarma a las cinco y media de la mañana. El punto es que
llegué tarde a la universidad y casi no puedo encontrar el berraco salón. Es un lugar tan
grande y lleno de edificios por todo lado, que me pegue una embolatada terrible.
Sinceramente no entiendo cuál es la razón de ponerle nombre de personajes ilustres a los
edificios, si en el horario van a aparecer únicamente designados por un número. Así
entonces, después de durar media hora pidiendo inútilmente indicaciones a personas que
seguían de paso, o me miraban extrañados de arriba abajo, logré finalmente que un portero
me ayudara a encontrar mi salón. Creo incluso en mi búsqueda desesperada por
indicaciones, oí reír a una persona que estaba pasando y decir - seguramente es pilo paga
marica-. La verdad todavía no entiendo bien que quiso decir con eso, pero eso sí, marica no
soy, pues creo haber aclarado bien que este es un diario de campo y que yo soy un hombre
hecho y derecho como Dios manda.
En fin, el caso es que llegué a mi primera clase treinta minutos tarde. Por lo que no
solamente me toco desfilar vergonzosamente frente a un salón de casi cien personas, sino
que no tuve más remedio que hacerme en la última fila. El resto de la siguiente hora y
media de clase fue bastante frustrante, pues no entendí una sola palabra de lo que dijo el
profesor. La visibilidad casi nula y su dudoso nivel de español, me hacían casi imposible
poder seguir lo que estaba diciendo, y justo cuando por momentos, creía empezar a
conectar con la clase, este detenía abruptamente su exposición y decía:
- Esto no lo voy explicar por qué todo esto ustedes ya lo debieron ver en el colegio-.
Pero lo peor de todo, sin duda alguna, para colmo de mi mala suerte, fue esta persona al
lado mío que no paraba de desconcentrarme con este ruido fastidioso que emitía su boca.
Una mujer, no podría decir si era estudiante o no, pues no traía maleta consigo, ni siquiera
un cuaderno. Lo único que tenía a su disposición era una pequeña hoja en mal estado y un
lápiz con el que parecía estar dibujando, porque no estaba prestando ni el más mínimo
cuidado a lo que el profesor estaba diciendo. - Que descaro-pensé-. Pero lo peor como dije
antes, lo que más me irritaba, era este sonido intermitente que realizaba al hacer chocar su
lengua con el paladar cada vez que decidía retomar su dibujo. Espero no volver a sentarme
nunca más cerca de ella, ni mucho menos tener que hacer actividades en grupo. Uno debe
rodearse únicamente de la gente que le conviene. Además, mi papá dice que tengo que
hacerme amigo de los hijos de sus socios, me recalca todo el tiempo que es muy importante
para mi futuro.
El resto del día transcurrió más o menos igual. Me estoy dando cuenta de que me va tocar
estudiar el triple, ya que no estoy entendiendo muy bien el contenido de las clases y los
parciales ya son como en dos semanas. Seguiría escribiendo más cosas de mi día, pero la
verdad es que estoy que me caigo del sueño y no quiero que me pase lo de esta mañana.

Bogotá, domingo, febrero 7. 2016


Estoy al límite, no he tenido un minuto para descansar. Ya han pasado dos semanas desde
la última vez que escribí y apenas hasta hoy tengo tiempo de sentarme a hacerlo. Han sido
unos días muy duros, de verdad creo que estoy empezando a enfermar del estrés y ya no
recuerdo la última vez que dormí más de cuatro horas seguidas. La carga académica es más
fuerte de lo que creía, no queda tiempo más que para comer algo rápido dos veces al día e ir
de vez en cuando al baño. La biblioteca ahora es mi nuevo hogar, salgo exclusivamente
para ir a clase o de vez en cuando a alguna monitoria académica. Sin embargo, siendo
realista, pese a todo este esfuerzo, no veo un buen pronóstico en cuanto a la calificación de
mis primeros parciales, como mucho creo que podré aprobar solamente uno de los seis que
he realizado.
En cuanto a amistades, tampoco hay noticias muy alentadoras. Todavía es el día en que no
he conseguido ni siquiera a una sola persona con quien al menos poder compartir la hora
del almuerzo. Por un momento pensé que Jerónimo Hernández, hijo de un muy buen amigo
de mi padre, a quien conozco hace muchos años, podría ser una gran opción, ya que vemos
casi las mismas clases. Pero cada vez que saludo o intento siquiera acercarme a él, parece
ignorarme. Hasta le he escrito múltiples mensajes por WhatsApp, de los cuales claramente
tampoco he recibido ninguna respuesta.
De todas formas, mi prioridad en este momento radica única y exclusivamente en estudiar
para obtener buenas calificaciones. Si bien esta primera parte del semestre puede que me
haya tomado por sorpresa, eso no volverá a suceder, porque estudiaré más fuerte que nunca,
y evitare a toda costa cualquier tipo de distracción banal que me aleje de las cosas
realmente importantes.

Bogotá, sábado, febrero 27. 2016


Ayer hice algo malo, algo que no debí haber hecho. Creo que ingerí alcohol por primera
vez en toda mi vida. Juro por lo más sagrado que yo no quería hacerlo, pero
desafortunadamente lo hice, me dejé llevar; supongo que habrá sido culpa de uno de esos
lapsus de los que tanto hablan los políticos amigos de mi papá en televisión. Tengo que
admitir que no recuerdo muy bien todo lo que aconteció anoche, pero de todas formas
intentaré resumirlo aquí con la esperanza de que más cosas vengan a mi cabeza, o por lo
menos, poder entender mejor qué fue lo que sucedió.
Ayer por la tarde culminó por fin mi terrible semana de parciales de segundo corte, por lo
que por primera vez después de dos semanas de estar estudiando diariamente dieciséis
horas al día, si bien no me sentía del todo tranquilo, por lo menos si, con un menor peso
encima. Camino a la residencia sintiéndome medianamente feliz y confiado de lo que había
logrado en la semana, decidí parar un momento en una tienda local para comprar algo de
picar, pues tenía ganas de ver una película en la noche. De repente, para el momento en
que me disponía a pagar, noto que alguien me toca la espalda y pregunta:
- ¿Federico?
Me doy la vuelta sorprendida de haber escuchado mi nombre y me doy cuenta
instantáneamente de que se trata de mi compañera de colegio Lucia.
-Hola Lu!-le digo fingiendo emoción y sorpresa-. No tenía idea de que también estabas
estudiando aquí.
- ¡Yo tampoco! que chévere encontrarnos aquí tan lejos de todo- me dice impresionada.
Asumiendo que la conversación no iría mucho más lejos de ese simple saludo, hice un
gesto leve de despedida y posteriormente me dispuse a salir. Cuando de repente, Lucía
estira su mano rápidamente y me dice:
- ¿Qué vas a hacer hoy en la noche?
Juro que hasta este momento no sé por qué respondí lo siguiente:
-Nada en particular ¿Porque la pregunta?
- Hay una fiesta de un amigo hoy en la noche aquí en las residencias del frente ¿Vamos?-
me pregunta mirándome fijamente a los ojos, como intentando ver a detalle mi reacción.
- Si, me encantaría- respondí rápidamente, temiendo que descubriera cualquier indicio de
duda.
- Okay, perfecto Fede. Nos vemos entonces allá, te escribo ahora más tarde para enviarte la
dirección.

Al llegar a la fiesta, me costó mucho encontrar a Lucia. El apartamento estaba


completamente repleto de gente, con música a todo volumen e iluminado con unas luces
artificiales de color azul que daba al recinto una estética un tanto subacuática. Todo el
mundo se encontraba muy eufórico. Cuando al fin pude dar con ella, al principio, casi no
logro reconocerla, pues se encontraba arrodillada frente a la mesa de la sala aspirando un
polvito blanco de manera efusiva. Finalmente, cuando detuvo por fin sus actividades por la
nariz, se percató de mi presencia, grito mi nombre y procedió a saludarme con un muy fuete
abrazo. Estaba vestida toda de negro y traía una falda muy corta, unas mallas y unas botas
grandes estilo militar. Me acerco un vaso y me preguntó si quería algo de tomar, cosa a la
que naturalmente acepté pues tenía bastante sed. No había ni terminado el primer vaso,
cuando empecé a sentirme un poco mareado, incluso podría decir que contento. Aquí es
cuando todo empezó a tornarse raro y difuso. Recuerdo que tomé un par de vasos más, y
que estaba oyendo una conversación entre Lucia y otra persona cuyo nombre desconozco,
sobre algo que si mal no recuerdo le llamaban “el patriarcado”, la verdad no estaba
prestando mucha atención. Lo que, si recuerdo bien, es ver entrar por la puerta a un hombre
muy bien vestido, con un traje de color rojo; al parecer era alguien muy popular porque
llego a saludar a todo el mundo como si lo conociera, con una confianza y capacidad de
hacer reír a los demás indiscutible. Siempre he envidiado la locuacidad y el sentido del
humor en las personas, es algo que por más que lo intento no lo consigo. La mayoría de las
veces, cuando estoy frente a otros simplemente no encuentro nada interesante que decir,
solo puedo hablarles de trabajos.
Volviendo a la fiesta, la siguiente cosa que recuerdo es que estaba en el baño vomitando en
el inodoro, sentía un intenso dolor de cabeza y todo parecía dar vueltas interminablemente.
En ese momento, cuando me encontraba ahí tirado, recuerdo que alguien no paraba de
llamar a la puerta diciendo que necesitaba el baño, a lo cual yo respondía constantemente
que estaba ocupado. Al continuar los reclamos, enojado hice un esfuerzo sobrehumano para
ponerme en pie y abrir la puerta, quería gritarle a aquella persona que me parecía una falta
de respeto lo que estaba haciendo. Pero al abrir ligeramente la puerta, me encontré frente a
frente con aquel hombre de rojo mirándome directamente a la cara. Con una sonrisa casi
burlona en el rostro se acerca y me dice:
- Hola Federico ¿Qué haces aquí?
No tengo ni la más mínima idea de porque se sabía mi nombre, pero por alguna razón que
aún no logro explicar no pude emitir una sola palabra de mi boca para responderle. Después
de un breve silencio, una chica detrás suya se asomó ligeramente y le preguntó…
- ¿Con quién hablas?
Era la chica fastidiosa de mi clase de la mañana, aunque dudo que haya podido
reconocerme.
- Nadie, solo un conocido-. Mejor vámonos a otro lado- le respondió el sujeto de rojo
cerrando la puerta.
Abrí la puerta nuevamente para ver a dónde se dirigían y pude ver que a lo lejos entraban a
un cuarto mientras se besaban apasionadamente. Largo rato después, en la madrugada
cuando la sensación de mareo se desvanecía y la música estaba bajando de volumen, decidí
salir del baño. Al no encontrar a Lucia, opte por volver a casa, pues me encontraba bastante
enfermo. Justo cuando estaba llegando al edificio, pude ver sorprendido que aquel hombre
de traje rojo se encontraba sentado en silencio fumándose un cigarrillo en una banca muy
cerca a la puerta de la entrada. Como tenía bastante dolor de cabeza y me sentía
supremamente avergonzado por haber protagonizado la escena en el baño horas atrás, opté
por fingir que no me percate de su presencia. No obstante, apenas me disponía a abrir la
puerta para entrar a la residencia escuche que me dijo: 

- Te estaba esperando-. ¿Se siente bien verdad? 


Por un momento pensé que estaba completamente loco o drogado, pero me pareció de mala
educación no responderle. 
- ¿A qué te refieres? - le pregunté con seriedad. 
- ¿Es tu primera vez borracho no? - se debe estar sintiendo increíble-me dijo
calmadamente.  
Pensé en preguntarle cómo lo sabía, pero lo descarté de inmediato dado a que me había
visto en un estado deplorable horas atrás. Por consiguiente, decidí proseguir con la
siguiente pregunta más obvia.
- ¿Nos conocemos? ¿Cómo sabes mi nombre?
No hubo respuestas por parte suya. Por lo que decidí hacer otra pregunta.
- ¿Cómo es tu nombre?
- Me llamo Marco, un gusto en conocerte. – me responde con una sonrisa y procede a
estrecharme la mano.
- Bueno Federico, háblame de ti ¿Quién eres? – me pregunta con gran curiosidad
mirándome detenidamente a los ojos.
- Soy un estudiante ingeniería química de los Andes de 17 años, proveniente del Valle del
Cauca, que algún día aspira heredar la exitosa empresa agronómica de su padre – le
respondo con sentido del humor.
- Aun no respondes la pregunta- me dice con seriedad-. No me has dicho aun quien eres.
- No entiendo a qué te refieres- le contesto intrigado.
- Todo lo que acabas de decir son cosas a las que te dedicas, de donde vienes, o lo que
planeas heredar-. Yo te pregunte sobre quién es Federico.
Pensando en que seguía drogado o algo por el estilo, decidí evitar la pregunta y cambiar de
tema. Nos quedamos hasta la madrugada hablando, al parecer tenemos muchísimas cosas
en común.

Bogotá, lunes, febrero 29. 2016


Hoy fue un día muy extraño, al parecer en aquella fiesta del viernes ocurrieron mas cosas
de lo que aun puedo recordar. Al llegar a mi clase de siete el lunes, paso la cosa más rara
del mundo. Cuando me dirigía para el salón me encuentro con esta chica fastidiosa que
nunca presta atención en clase, y sin titubear corre hacia mí y me abraza, para después
estamparme un beso en la boca. Naturalmente, yo la aparto con el brazo y la pregunto que
en que demonios esta pensando, que si esta loca. Ella responde enojada:

- ¿Por qué te comportas así? No te acuerdas de mí, soy yo Alicia-. Por favor no me digas
que eres de ese tipo de hombres.

- ¿Qué tipo de hombres? – le respondo confundido-. La verdad es que no te conozco y no


tengo idea de lo que me estás hablando.

- Eres un completo imbécil Marco ¿lo sabias? – me grito casi en llanto-. Pensé que después
de todo lo que había hablamos, algo había significado para ti. No quiero saber volver a
saber de ti nunca en mi vida.

-¿Marco?- le pregunte aun mas confundido.

Estallo en llanto y se fue corriendo, yo no podía creer lo que estaba pasando, simplemente
no tenía ningún sentido. Después, para complementar la extrañeza de mi día, al entrar al
salón de clase, muchas personas empezaron a saludarme y hablarme de lo bien que lo
habíamos pasado, contaban anécdotas y se reían de bromas que, según ellos, yo había
hecho. Yo simplemente asentía con la cabeza y me reía, pues no quería que se dieran cuenta
de que realmente había estado la mayoría del tiempo borracho. Quiero aclarar de que no
estoy loco. Una cosa es que no recuerde bien los acontecimientos de esa noche, y otra muy
distinta, es que Alicia o como quiera que se llame esa desquiciada me confunda con una
persona completamente distinta. En fin, supongo que tendrá algún problema psiquiátrico al
que se le ha dado un muy mal manejo. Sin embargo, eso no es asunto mío.

Bogotá, Domingo, mayo 8. 2016


Siento que no puedo más. La verdad es que no recuerdo bien cuando fue la última vez que
escribí en este estúpido cuaderno, pero si lo estoy haciéndolo ahora es única y
exclusivamente para desahogarme. Me encuentro acorralado, mis calificaciones en casi la
mayoría de materias, a excepción de alguna que otra, van en picada, y para este punto del
semestre no veo mucho que se pueda hacer al respecto. La verdad es que no lo comprendo,
genuinamente no entiendo cómo puedo seguir fracasando pese a que le he metido tanto
empeño y esfuerzo a este semestre, es demasiado frustrante. Además, para ser
completamente honesto, siento que ya ha llegado el punto en que ni siquiera lo hago por mí
mismo. Cuando me encuentro reventado con dos pastillas de modafinilo encima y mas de
cuarenta y ocho horas sin dormir, lo único en lo que puedo pensar es que solo me motiva el
hecho de que mis papas puedan llegar a sentirse orgullosos de mí. Solo espero, pese a que
los resultados no sean los mejores este semestre, mis padres puedan comprenderlo y
apoyarme.

Bogotá, viernes, junio 17. 2016


Esta es la ultima vez que escribo en este diario, así que esto no es un hasta luego, es un
adiós. Me canse, estoy complementa agotado de vivir en esta pecera, en donde todo esto
parece ser puro teatro. Estoy harto de mis padres y de la gente en general, de que me digan
como tengo que vivir mi vida. Pero, sobre todo, estoy cansado de sus verdades absolutas,
de su forma unilateral y arbitraria de ver la vida. Se empeñaron durante años en hablarme
de un tal Dios, pero la verdad es que como lo dijo alguna vez un tocayo mío alemán “Dios
ha muerto, y somos nosotros quienes lo hemos matado” y ha muerto precisamente porque
en la medida que fuimos buscándolo a lo largo de la historia, se nos fue paulatinamente
develando como una ficción. Somos los asesinos de Dios, porque precisamente en nuestro
intento de querer encontrarlo, nos hemos percatado de que este ha sido construido por
nosotros mismos, no es nada más que una metáfora, un mal chiste que hemos naturalizado
y perpetuado durante años para dar sentido a nuestra vida.
Lo mismo ocurre con todo, me he dado cuenta con el tiempo que la única verdad que
existe, es que, en el fondo, nadie tiene ni la más remota idea de lo que está haciendo. Nos
pasamos toda nuestra vida edificando valores morales y principios ordenatorios para calmar
nuestra angustia, toda una vida construyendo una pecera; pero al final de cuentas todas
estas cosas a las que solemos llamar “amor”, “justicia” y “verdad” y demás no son más que
patrañas. Son simplemente un relato que nos contamos a nosotros mismos. Así que sí, estoy
hastiado de este mundo del carajo, de esta obra siniestra, en la que todo parecer operar en
función de un interés económico, en el que ya no nos relacionamos de una manera sincera y
equivalente con los demás, ni mucho menos con nuestro entorno natural. La realidad es que
como seres humanos instrumentalizamos todo, las cosas valen únicamente en la medida en
que puedan favorecernos a nosotros mismos, o no sean útiles para alcanzar nuestros propios
intereses.
Dicha toda esta chachara metafísica, he tomado la decisión definitiva de vivir mi vida en
completa libertad, lejos de todas estas cadenas, y lo más importante de todo, sin la
necesidad de tener que dar explicaciones a nadie, pues una persona como mis padres jamás
podrías entenderlo. Bueno, la verdad es que, si hay alguien que lo comprende, Marco, junto
conmigo, es una de las muy pocas personas que han logrado quitarse la venda. De hecho,
cabe destacar que estos últimos meses la hemos pasado mejor que nunca incursionando en
el basto mundo de los estupefacientes. La verdad es que no puedo creer que haya pasado
tanto tiempo de mi vida, ignorando este universo de sustancias tan maravillosas. Basta tan
solo una esnifada (porque el verbo correcto es esnifar) de este polvo de hadas, de este elixir
celestial, para que todo el dolor desaparezca. Lo que no te dice la gente “civilizada”, es que
en el momento en que la sustancia pasa por tu torrente sanguíneo y alcanza tu cerebro, es el
único momento en el que puedes sentirte verdaderamente feliz y tranquilo pues nada puede
lastimarte, es una especie de nirvana por así decirlo. Creo que por esto ha sido casi una
revelación para mí, porque en un mundo en donde todos están tratando de imponerte su
verdad o usarte para su propio despliegue, las drogas se presentan como una alternativa
para hacerte ver que realmente no necesitas a nadie ni a nada para ser feliz.
Estoy emocionado. Marco me dice que ha conseguido una droga mucho más poderosa, se
puede esnifar, pero es mucho mejor si se inyecta. Me cuenta que sus orígenes vienen de la
morfina, pero que sus efectos son inconmensurables. Hoy le pregunte intrigado:
-Marco, pero intenta decirme que se siente, ¿cómo es?
- Es como flotar sobre un campo lleno de amapolas-responde.

  

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