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“No tenemos respuesta del Gobierno provincial formoseño. La medida de fuerza tiene
que ver con la expropiación de 2042 hectáreas de tierras en manos del Estado”, cuenta
Díaz.
“Los caciques son comprados, les dan el mandato, pero a cambio de un poder político, y
no son elegidos por las comunidades, obtienen el poder por herencia. El gobierno utiliza
esta figura para poder manipular o desviar el reclamo, porque los caciques trabajan para
el gobierno, reciben un sueldo, y eso dificulta muchísimo el reclamo”, explica el líder.
“Nos hemos cansado de ir y venir, de denunciar y presentar recursos de amparo que han
sido rebotados por ‘improcedentes’, habeas corpus…”, cuenta persistente.
Desde el 25 de julio, la ruta nacional 86 permanece cortada por la comunidad Qom “La
Primavera”, ante el avasallamiento del Gobierno a sus derechos, y luego del conflicto
por las 2042 hectáreas que las autoridades formoseñas le dieron a un señor llamado
Celías, a quienes los wichis ya soportaron por un largo tiempo. Ahora ya no más…
“Nosotros desde siempre tenemos asignadas 5178 hectáreas. Ahí viven mi comunidad
desde siempre. Yo he vivido, mis padres han vivido, familias que somos hermanos. Y
un día aparece una empresa de alambrar la tierra y nos quitan bosque, lagunas, nos
quitan de donde viven nuestros animales, que son nuestra fuente de alimentación”.
Lo que sucedió es que Celías, “cedió” estas tierras (cómo si fueran realmente suyas),
para que la Universidad de Formosa construya un predio de aproximadamente 800
hectáreas.
“Nada sabemos de ese proyecto, nada nos han consultado. Y que una tierra que está en
litigio, que es nuestra por derecho ancestral, se pongan a levantar edificios, es
demasiado”, dijo Díaz, dejando en claro que la donación de Celías luego de haber
“recibido” las tierras por parte del Gobierno, es más que sospechosa.
Durante el corte, el líder indígena denunció haber recibido “muchísimas presiones” por
parte de los policías y la gendarmería nacional, quienes según contaron, incluso llegaron
a quemar dos ranchos de una familia humilde: “Les quemaron todo lo que tenían”,
expresa con lamento.
Sin embargo y pese a todas las presiones y amenzas en su estadía en la ruta, lo más
preocupante para Díaz es la negación diaria a sus necesidades por parte de las
instituciones, debido al corte:
“Nos niegan la atención en los hospitales vecinos, se nos niega la asistencia médica, y
se nos niega el acceso al agua, todo como consecuencia de la medida de fuerza. No
podemos denunciar en la comisaría, no nos podemos mover, estamos rodeados de
policías…”, denuncia.
Aislados, desamparados, abandonados por un Gobierno que los utiliza para sus fines
políticos y que hace oídos sordos ante las palabras wichis que suplican justicia, y
obtienen sólo agresión cuando se organizan para fortalecer su reclamo.
Agua, salud, vivienda, educación… ese es su reclamo, ni más ni menos. Todas esas
cosas que nosotros consideramos descontadas desde el momento en que nacemos y que
este pueblo, hermano, sufre. Sufre con el alma…
Y ante todo esto, casi como una gigantesca nube que decora el paisaje, su filosofía de
vida, su convicción y su unión ante su causa, que así la cuenta el mismo Díaz:
“La gente tiene el ánimo alto, son concientes, lo toman como algo normal. La
supervivencia es parte de la vida -relata el líder – dormir en el suelo, tomar agua en el
charco, traer comida del campo, es algo natural para nosotros”.
“Yo creo que para la resistencia que estamos haciendo, es fundamental la capacidad de
la gente de compartir lo poco que tiene, la generosidad vuelve a retomar como parte de
nuestra vida, ese es el fuerte…”
“No tenemos horario para comer, ni desayunar, ni almorzar, todo lo que se come es al
día, a veces se come, a veces no se come, pero hay conciencia en el reclamo de la tierra,
porque está ligado a la vida de los indígenas…”