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El monstruo de Austria

EL CASO QUE CONMOCIONO A AUSTRIA Y AL MUNDO ENTERO

Angelis y Laura | Lengua Española | 30 de septiembre de 2022


 SE CUMPLEN CATORCE AÑOS DEL CASO DE
PEDERASTIA Y ABUSOS SEXUALES QUE
CONMOCIONÓ A LA OPINIÓN PÚBLICA
 SECUESTRÓ Y VIOLÓ A SU HIJA ELISABETH DURANTE
MÁS DE DOS DÉCADAS

¿Cómo es posible que durante veinticuatro años nadie se percatase de lo que


ocurría bajo los cimientos de la casa de Josef Fritzl en la pequeña localidad
austríaca de Amstetten? Ni su propia mujer, Rosemarie, llegó a sospechar
jamás que su encantador marido guardaba un secreto: había secuestrado a
su propia hija, de la que abusaba sexualmente y con la que había tenido
siete hijos. El destino quiso que una de las hijas -en realidad, nieta- del
pederasta, Kerstin, de diecinueve años, tuviese que acudir al hospital
aquejada de una rara enfermedad.

Durante el reconocimiento médico, los especialistas encontraron en uno de


sus bolsillos una nota en la que contaba su historia y pedía ayuda. Los
doctores, extrañados, pidieron hablar con su madre, Elisabeth. Entonces
explotó la mentira y la verdad salió a la luz. Uno de sus vecinos era un
auténtico “monstruo”.

Cuando los medios de comunicación de medio mundo, incluidos los


españoles, se hicieron eco de la noticia, una ola de consternación invadió
a la opinión pública. ¿Qué tipo de “monstruo” era capaz de hacer algo así?

Aquel apelativo recorrió todos los rotativos esperando conocer toda la


verdad de un caso que, hoy por hoy, sigue teniendo sus sombras. “El padre
de las tinieblas”, como le llamó el diario francés Le Figaro, acababa de
entrar en la lista de los criminales más peligrosos de la historia. Conocer la
declaración que hizo a su abogado, todavía escandaliza: “El impulso de
tener sexo con Elisabeth se hizo cada vez más fuerte. Sabía que Elisabeth
no quería que le hiciera eso. Sabía que la estaba hiriendo. Pero, finalmente,

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el impulso de ser capaz de probar el fruto prohibido fue demasiado fuerte.
Era como una adicción.

“ SER CAPAZ DE PROBAR EL FRUTO


PROHIBIDO FUE DEMASIADO FUERTE. ERA
COMO UNA ADICCIÓN”
Josef Fritzl

El modus operandi fue el mismo que con Elisabeth pero en el piso superior


de la casa. Allí la encerró, tapió con ladrillos las ventanas y se convirtió
en su carcelero.
No obstante, este comportamiento sexual y violento lo exteriorizó a finales
de los años sesenta, cuando fue acusado de violar a una mujer. El sexo
opuesto estaba siendo el blanco perfecto para contrarrestar todas las
humillaciones a las que lo sometió su madre. “Nací para la violación y,
pese a ello, aún me contuve largo tiempo”, ratificó a su psiquiatra durante
una de las sesiones.

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Dos décadas viviendo bajo tierra

En abril de 2008, Kerstin, de diecinueve años, acude al hospital por una


serie de dolencias graves producidas por una enfermedad poco común. La
acompaña su abuelo, Josef Fritzl. Ella permanece inconsciente debido a la
gravedad de su estado. Durante la exploración, los médicos encuentran
una nota de auxilio en uno de los bolsillos de la ropa de la
muchacha. Proceden a buscar su historial médico sin éxito alguno. Deciden
preguntarle a su acompañante, que precisamente es su secuestrador. Insisten
en ver a la madre y, ante la negativa de Fritzl, llaman a la policía. Las
autoridades se personan en el domicilio del pederasta y, con su ayuda, bajan
al sótano perfectamente sellado y con grandes medidas de seguridad.
Allí encuentran a Elisabeth, de cuarenta y dos años.

En sus primeras declaraciones, la joven explica que lleva encerrada bajo


tierra desde agosto de 1984 y que su padre ha abusado de ella desde que
tenía once. Ocho años de violaciones sirvieron para que Fritzl decidiese
sedarla, atarla y encerrarla en el zulo que había construido bajo los
cimientos de su casa. Todo ello sin el conocimiento de su esposa
Rosemarie.

Desde 1977 las palizas y violaciones fueron la rutina de Elisabeth, hasta


que dicha rutina cambió con su encierro. Los dos primeros días la mantuvo
esposada y hasta los nueve meses siguientes, la retuvo atada para evitar que
se escapase. No contento con esto, la recluyó en una sola estancia durante
nueve años -después construyó más habitaciones en el sótano- y allí la
violaba de forma sistemática.

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De los múltiples encuentros sexuales, Elisabeth dio a luz a siete hijos que
fueron testigos de aquellas aberraciones. Tres de ellos -Kerstin, de
diecinueve años, Stephen, de dieciocho, y Felix, de cinco- permanecieron
junto a su madre bajo tierra; tres más -Lisa, de quince años, Monika, de
catorce, y Alexander, de trece- vivían junto a Josef y su esposa en la casa; el
séptimo murió al tercer día de vida y fue incinerado.

Lo llamativo del caso es cómo tres de esos niños habían tenido una vida
aparentemente normal junto a su padre/abuelo y que Rosemarie no
sospechase nada. La respuesta la encontramos en la versión dada por Fritzl.
Tanto para la policía como para el secuestrador, Elisabeth se había fugado
de casa motu propio. Había sido la segunda vez que lo intentaba y en esta
ocasión lo había conseguido. De ahí que su madre no siguiese buscando.

También ayudaron las cartas que la muchacha tuvo que escribir a


Rosemarie obligada por Fritzl. Era una forma de evitar que siguiese
sospechando. En la primera, confesaba el motivo de su huida; y en las
siguientes, le pedía que cuidase de sus hijos, a los que no podía mantener.

No obstante, el austríaco jamás dejó un fleco suelto en toda esta historia.


Las cartas demostraban que su hija seguía viva y que no quería mantener
ninguna relación con la familia. Además, Fritzl echaba más leña en el fuego
asegurando que todo era culpa de una secta que la había captado y que
la obligaba a deshacerse de sus bebés.
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Cuando la policía investigó la historia, pensó que Fritzl había tenido uno o
varios cómplices. Sin embargo, esta teoría se fue desmoronando a medida
que se fueron recopilando las pruebas. El pederasta gozaba de una buena
posición económica, lo que le permitía tener varios inmuebles a su nombre
y una total libertad de movimientos. También era un miembro respetado
de la comunidad, por lo que nadie podía imaginar las barbaridades que
estaba cometiendo el “monstruo” a pocos metros de sus hogares.

La celda de los horrores

Cuando estalló la bomba, el impacto social fue abrumador. Medios como el


Österreich abrieron las portadas de su periódico con titulares como “Todo
Amstetten debería avergonzarse. Los vecinos cerraron los ojos”. Al fin
y al cabo, esta localidad austríaca tan sólo cuenta con veintidós mil
seiscientos habitantes. Sin embargo, las buenas maneras de Fritzl lograron
despistar a su vecindario, mientras él construía un calabozo con grandes
medidas de seguridad.

El espacio tenía 80 metros cuadrados, con


una altura máxima de 170 centímetros, y se
extendía por todo el jardín. Para acceder a él,
colocó una puerta corredera de hormigón de
300 kilos escondida detrás de una estantería.
Era franqueable mediante un código que sólo
Fritzl conocía. El recinto constaba de una
entrada, dos dormitorios de 3 metros cuadrados,
una pequeña cocina, un baño y un lavadero. La única fuente de ventilación
provenía de un tubo.

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Bibliografía
 Tribune de Genève 
  “Austria: la historia alucinante de Elisabeth
Fritzl” , Alain Van der Eecken, martes 29 de
abril, 2008.
 "Los investigadores todavía están registrando
la casa del incestuoso padre austríaco" ,
despacho de AFP, 30 de abril de 2008.
 "Viví tres años con un monstruo" , Émeline Cazi
y Marc Menou, 30 de abril de 2008.
  Fritzl regresa al sótano del incesto "visita de
Joseph Fritzl en la cárcel" BBC News 26 de
septiembre de 2008.
 "Secuestro de una mujer en Austria: su padre
hace una confesión completa" , 28 de abril de
2008
 "Austria: el padre incestuoso amenazó a sus
víctimas de gas venenoso"  1 st mayo de 2008.
 “El“ monstruo de Amstetten ”ante sus
jueces” , Liberación , 16 de marzo de 2009.
 "Convocatoria de testigos en el caso de incesto
en Austria , informe de Reuters, en el sitio
lexpress.fr, 30 de abril de 2008.

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