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TUS CICATRICES SON HERMOSAS PARA DIOS

Cómo encontrar paz y propósito en tus heridas del pasado

Sharon Jaynes

Traducido por Marta Varisco

EDITORIAL MUNDO HISPANO

Editorial Mundo Hispano


7000 Alabama Street, El Paso, Texas 79904, EE. UU. de A.

www.editorialmundohispano.org

Nuestra misión: Producir y distribuir los mejores recursos que


ayuden a la persona que los utilice en su formación de los valores
cristianos y su aplicación a la sociedad en la cual participa.

Tus cicatrices son hermosas para Dios. © Copyright 2007, Editorial


Mundo Hispano. 7000 Alabama Street, El Paso, Texas 79904,
Estados Unidos de América. Traducido y publicado con permiso.
Todos los derechos reservados. Prohibida su reproducción o
transmisión total o parcial, por cualquier medio, sin el permiso
escrito de los publicadores.

Publicado originalmente en inglés por Harvest House Publishers,


Eugene, Oregon, bajo el título Your Scars Are Beautiful to God, ©
copyright 2006, por Sharon Jaynes.

Las citas bíblicas han sido tomadas de la Santa Biblia: Nueva


Versión Internacional. © Copyright 1999, Sociedad Bíblica
Internacional. Usada con permiso.

Editora: Alicia Zorzoli


Armado de páginas: Rebecca Jagger
Conversión para eBooks: Arlo B. Calles

Primera edición: 2007


Clasificación Decimal Dewey: 235.3
Tema: Vida cristiana

ISBN: 978-0-311-60016-8
EMH Núm. 60016

4 M 4 07
Impreso en Colombia
Printed in Colombia

Contenido

1. Las cicatrices nos cuentan una historia

2. Reconociendo a Jesús a través de nuestras cicatrices

3. Reflexiones acerca del propósito de nuestras cicatrices

4. Redimiendo nuestro dolor al invertir en los demás

5. Reemplazando las heridas con cicatrices

6. Restaurando un corazón herido

7. Recibiendo la gracia y el perdón

8. Renunciando a la nube de la vergüenza

9. Quitándonos la máscara y siendo sinceras

10. Resistiendo el miedo al rechazo

11. Rechazando la mentira de estar deshabilitadas


12. Revelando la verdad

13. Liberando el poder que tienen nuestras cicatrices

Guía de estudio bíblico

Notas

Este libro está dedicado a mi padrastro, Peter Wright. Él fue un


retrato de amor incondicional y fue muy amado por todos los que
tuvieron el privilegio de conocerlo.

Reconocimientos

Este libro no hubiera sido posible sin los hombres y mujeres


valientes que no se avergonzaron de sus cicatrices, sino que
estuvieron dispuestos a usar su dolor personal para ministrar a
otros. En especial, doy gracias a Bob y Audrey Meisner, Patricia
Dilling, Marita Yerton, Karl Kakadelis, Patricia Campbell, Micca
Campbell, Wendy Blight, Carol Sittema, Tom y Lyndalyn Kakadelis,
Katie Signaigo, Melissa Taylor, Blake Taylor, Dylan Taylor, Tricia
Groyer, Rod Huckaby, Huck Huckaby, Carol y Gene Kent, Kathy
Klein, Susie Pietrowski, Ginger Plowman, Many Nash, y mi hijo,
Steven Jaynes. El ver cómo cada uno de ustedes encontró paz y
propósito en el dolor de su pasado me alentó a compartir con todo el
mundo la esperanza y la sanidad que Jesús ofrece.

Nuevamente, estoy agradecida al increíble personal de Harvest


House Publishers por haber creído en este proyecto. Ciertamente
ustedes están transformando el mundo para Cristo e introduciendo
una cosecha abundante. Estoy eternamente agradecida a mi
maravilloso esposo, Steve, por sus oraciones, su amor y su apoyo
durante los meses de escribir este libro y los años de aprender estas
lecciones. Por sobre todo, estoy eternamente agradecida a mi Padre
celestial por sanar mis heridas más profundas y transformarlas en
cicatrices hermosas.

UNO
Las cicatrices nos cuentan una historia

¿Te ha redimido el Señor? ¡Pues dilo!


SALMO 107:2 LA BIBLIA AL DÍA.

Como el lomo de un buen libro, las cicatrices, por su verdadera


naturaleza, implican que hay una historia para contar. Representan
una arruga en el transcurso del tiempo en que la vida de una
persona ha cambiado para siempre. Sirven como recordatorios
permanentes de un incidente que, de una manera u otra, ha
provocado una impresión indeleble en la vida de alguien. Travis se
levanta la pierna del pantalón para mostrarnos el lugar donde dos
balazos traspasaron su piel durante la Guerra de Corea. Melanie
lleva una cadena de oro justo sobre la incisión que le hicieran en su
delicado cuello para salvarla del cáncer de tiroides. Justo debajo del
borde de los pantalones capri de Gayle, están las señales de la
cirugía de rodilla que le hicieran para extraerle un tumor. A través
del maquillaje de Beth puede verse la sombra de una cicatriz
producto de una relación con un novio abusivo. Bajo la manga de la
camisa de Raquel se esconde el diario recordatorio de su intento de
suicido unos diez años antes. Como mostrando un trofeo, Bobby,
con sus cuatro años de edad, nos muestra la cicatriz en su rodilla
lastimada, como si fuera una medalla al valor.

Cada cicatriz representa un momento en el tiempo o un pasaje en el


tiempo cuando algo nos sucedió a nosotras o a través de nosotras, y
que no vamos a olvidar jamás. Yo misma tengo varias cicatrices en
mi cuerpo, y cada una de ellas nos cuenta una historia. Una de ellas
se encuentra justo en el medio de mi frente. Me la gané en el tercer
grado.

En mis primeros años de vida, fui una niña muy traviesa, ruda y
pendenciera. Me gustaba trepar a los árboles, tirar piedras al agua y
dejar las huellas en el asfalto con mi bicicleta. El patio de mi casa
era la envidia del resto de los chicos en mi vecindario. Por la parte
de atrás pasaba un canal de desagüe que se extendía por seis
cuadras, tenía túneles en las intersecciones y desembocaba en una
fosa mayor que habíamos dado en llamar "la cañada". Esta
"cañada" se encontraba a tres cuadras de mi casa. Del otro lado de
esta desértica tierra de nadie, vivían "los chicos de la cañada". Estos
eran los chicos del complejo habitacional para gente de menores
recursos. En esos tiempos, este complejo habitacional albergaba a
solo familias blancas, subsidiadas por el gobierno. Siempre existía
gran animosidad entre los chicos de "la cañada" y los de mi
vecindario (a los cuales yo pensaba que pertenecía). En una
ocasión, las dos facciones guerreras decidieron ir a la batalla en el
patio de mi casa, con solamente el canal de desagüe entre medio de
ambos bandos. El arma favorita para la batalla no eran ni pistolas ni
cuchillos, sino proyectiles de barro.

Cada bando se posicionó a un lado de la fosa con las municiones


apiladas a cada costado. Al sonido de guerra, comenzó el ataque.
Palabras terribles que nunca había escuchado antes se cruzaban de
un bando a otro. Palabras como "grasoso", "baboso", "nariz
parada"…. ¡ay!, cómo han cambiado los tiempos.

En un momento de la batalla, uno de los chicos de "la cañada"


rompió con una de las reglas tácitas de la pelea y tiró un ladrillo.
Justo cuando el proyectil dejaba su mano, se me ocurrió mostrar mi
cabeza de detrás de un árbol por un instante y serví como el blanco
perfecto para su ataque. El ladrillo aterrizó justo en el medio de mi
frente e inmediatamente comenzó a correr la sangre por mi
arrugado entrecejo. Se hizo un silencio profundo en el campo de
batalla. Luego yo misma rompí el silencio con el grito de "¡Hiciste
trampa!".

Al ver la sangre, el enemigo se desbandó corriendo en diversas


direcciones. Mis compañeros de batalla (o pandilleros) me rodearon,
temerosos de que mi golpe fuera fatal. En realidad no dolió tanto,
por lo que puedo recordar; al menos no tanto como la paliza que me
dio mi madre esa noche.

Pues bien, el doctor tuvo que afeitar un poco de mi cabello en esa


zona de mi frente, y suturar la herida. Por varias semanas llevé
orgullosamente una enorme banda adhesiva sobre la herida como
una medalla al valor y la bravura.

¿Y ahora? Mi pelo nunca logró volver a crecer en ese lugar, y aún


tengo la cicatriz justo en el medio de mi frente en el borde donde
comienza a crecer mi cabello. El flequillo ha sido un problema desde
ese tiempo.

Tengo otras cicatrices en mi cuerpo. Una de ellas en mi pierna


derecha sobre el tobillo. La llamo la cicatriz de la desobediencia.

Ya en el quinto grado, había dejado atrás esa fase de pendenciera.


Creo que fue por los ojos azules de Isaac Thorpe que me convencí
de que, después de todo, no era tan malo ser una niña. En ese
entonces me regalaron mi primer juego de ruleros eléctricos, un
poco de sombra para párpados Cover Girl en un color azul brumoso,
y mi propio frasco de gel Dippity-do para el cabello. Mi madre hasta
me comenzó a permitir el usar medias de red largas. Pero mis
piernas. ¡Ay, mis piernas! ¡Eran horriblemente velludas!

—No te puedes afeitar las piernas hasta que cumplas los doce años
—indicó mi madre.

—¡Doce años! —repliqué—. ¡Voy a estar en mediados del sexto


grado para entonces!

Consideré que mi madre estaba siendo muy poco razonable, y mi


tozudez de niña comenzaba a hacerse ver cada vez más a menudo.
Un día sábado, mientras mi madre estaba fuera de la casa haciendo
mandados, entré en el baño de mi padre, saqué su máquina de
afeitar, le coloqué la hojita de afeitar de doble filo, y la volví a cerrar.
Luego, me puse la espuma de afeitar en las piernas, respiré
profundo y decidí comenzar. Mi mamá nunca se va a enterar, pensé.

En esos tiempos no existían las afeitadoras marca Daisy o Lady


Schick. Solamente esas máquinas de afeitar de doble filo con
suficiente filo como para cortar un cabello en dos. Con la primera
pasada de la hoja sobre mi velluda pierna, no solamente levanté el
vello, sino también la carne hasta llegar al hueso. Sí, sangró mucho.
Sí, todavía tengo la cicatriz. ¡Y sí, se enteró mi madre!

Tengo numerosas historias sobre cicatrices. Hay una en mi labio, al


desobedecer (otra vez) y tratar de cruzar una transitada calle para
ver a mi mejor amiga…sólo para caer sobre un clavo que perforó mi
labio. Hay otra en mi rodilla de cuando una vez atropellé un auto
estacionado mientras andaba en mi bicicleta sin prestar atención por
donde andaba. Hay otra en mi frente por punzarme accidentalmente
con el lápiz en el primer grado, y romper la mina al tratar de quitarlo.
Hasta el día de hoy tengo la mina del lápiz incrustada.

Pero algunas otras cicatrices en mi cuerpo no son tan graciosas. Por


ejemplo, hay dos pequeñas cicatrices justo bajo mi ombligo. No son
el resultado de tratar de colgarme ningún ornamento, sino por una
cirugía de exploración laparoscópica para tratar de entender por qué
no podía concebir. Me recuerdan los tiempos en que mi esposo
Steve y yo nos enfrentamos al problema de la infertilidad y la
pérdida de un hijo. Luego está la cicatriz en mi seno derecho que
me recuerda las semanas de espera y ponderaciones acerca de si
la muestra que habían extraído era benigna o maligna. No, no todas
las cicatrices son graciosas.

Quizás las cicatrices más dolorosas que poseo son las que no se
pueden ver. Tú sabes a qué me refiero. Todas las tenemos. Son las
cicatrices en nuestro corazón y en nuestra alma. La cicatriz por el
rechazo de un padre que no sabía cómo demostrarnos su amor. Las
cicatrices de crecer en un hogar lleno de alcohol y abusos físicos.
Las cicatrices de la desilusión al perder un hijo. La cicatriz de los
sueños rotos.

Recibimos cicatrices en una de dos maneras: Lo que nos han hecho


otros o lo que nos ha pasado como resultado de nuestros propios
errores y faltas. De ambos modos, yo creo que las cicatrices son
algo que no tenemos que esconder o de qué avergonzarnos, sino
una invitación a compartir el poder sanador de Jesucristo en un
mundo doliente. Porque una cicatriz, por su propia definición,
significa que hay cura.

Quizás, nunca has pensado en las heridas de tu vida como tesoros


potenciales. Yo te aliento a que escarbes un poco más profundo en
tu interior, que dejes de lado la tierra y llegues a descubrir las joyas
que yacen bajo la superficie. Como diamantes que relucen,
brillantes rubíes y llamativas esmeraldas, nuestras cicatrices son
hermosas para Dios.

En el camino, puede que te des cuenta de que tus heridas no están


curadas. Eso está bien. Podemos trabajar juntas en esto. Te invito a
que te unas a mí en un maravilloso viaje para encontrar paz y
propósito en el dolor de tu pasado. Pero debo advertirte de algo.
Este viaje puede cambiar tu vida.

DOS
Reconociendo a Jesús a través de nuestras cicatrices

Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Al ver al Señor, los
discípulos se alegraron.
JUAN 20:20

Eran unos pocos días después de la Pascua, y estaba leyendo


acerca de la resurrección de Jesús en el Evangelio de Juan, capítulo
20. Había leído esa historia muchas veces antes, pero esta vez Dios
me abrió los ojos para ver algo que nunca antes había notado.

Con los ojos de mi mente pude ver la bruma de las primeras horas
de la mañana suspendida sobre el jardín que rodeaba a la tumba
donde yacía el cuerpo de Jesús desde hacía unos tres días. Allí se
encontraba María Magdalena, sumida en dolor y luto por la muerte
de su amado Jesús. Pero luego… María titubea… parpadea, trata
de reenfocar sus ojos… y descubre lo impensable. La masiva piedra
de la entrada a la tumba de Jesús había sido movida.

¿Cómo puede ser esto? María pensó para sí misma. ¿Quién puede
haber robado su cuerpo?

—Debo ir y contarle a los otros —se decía mientras se alejaba


rápidamente de la tumba vacía.

—¡Se lo han llevado! —dijo María mientras atravesaba con prisa la


puerta de la habitación donde estaban escondidos los discípulos—.
¡Su cuerpo ha desaparecido!

Sin hacer pregunta alguna, Pedro saltó del lugar donde estaba
sentado y salió corriendo. Un Juan mucho más joven y ágil que
Pedro lo siguió detrás, y eventualmente pasó a su amigo más viejo.

—No está aquí —Juan le susurró mientras miraba hacia adentro de


la cueva—. Se han llevado su cuerpo.

Un momento más tarde llegó Pedro. Quedó atónito. —Mira —le dijo
Juan a su amigo que estaba sin aliento—. Allí en esa esquina.

Un rayo de luz penetraba la oscuridad como si fuese un reflector de


teatro iluminando a un solo actor. Al final del rayo de luz se
encontraban las vendas vacías con las que habían sepultado a
Jesús. Pedro atropelló al más tímido Juan, y entró en la oscura
tumba. Había suficiente luz como para ver los trozos de lino y la tela
sepulcral que había cubierto la cabeza de Jesús. "¿Qué ha pasado
aquí? ¿Qué significa todo esto?" ponderaban los dos hombres.
Pedro y Juan regresaron a sus hogares, pero María se quedó en el
jardín, llorando a su amado Jesús.
Se arrodilló frente a la entrada de la tumba vacía cubriendo con sus
manos sus ojos llorosos. De pronto, un haz de luz le llamó la
atención. Allí, en el mismo lugar donde había estado el cuerpo de
Jesús hacía poco, ahora estaban sentados dos brillantes ángeles
vestidos de blanco; uno a los pies y el otro a la cabeza.

—Mujer, ¿por qué lloras? —le preguntaron los ángeles.

—Se han llevado a mi Señor —replicó María a través de sus


lágrimas—. Y no sé dónde lo han puesto.

Al escuchar un ruido entre la hojarasca detrás de ella, María giró su


cabeza. Se encontraba allí otra figura, como si en un sueño. Era
Jesús, pero María no lo reconoció o no lo esperaba.

Jesús hizo eco a los ángeles: —Mujer, ¿por qué estás llorando?
María pensó que era el jardinero. En esto no estaba tan fallida.

—Señor,—gimió ella—si usted se lo ha llevado, dígame dónde

Al escuchar el sonido de su nombre, María reconoció al Señor.


Luego de una breve conversación, María corrió nuevamente a
donde estaban los discípulos.

Más tarde ese mismo día, mientras la desilusionada banda de


discípulos se amontonaba en su escondite, se apareció Jesús en
medio de ellos. No llamó a la puerta. No abrió la puerta.
Simplemente se apareció.

—¡La paz sea con ustedes!

Los discípulos no lo reconocieron. Se parecía a Jesús, hablaba


como Jesús, pero… ¿cómo podía ser?

Para convencer a los discípulos de que en verdad era el Cristo


resucitado, Jesús hizo un simple gesto. Extendió sus manos y reveló
sus manos perforadas por los clavos. Se levantó la túnica y reveló la
cicatriz de su costado traspasado por la lanza. Fue luego de esto
que ellos creyeron.

Mientras leía el capítulo, Dios seguía mostrando estas escenas en


mi mente, pero realmente fue esta la que me llamó particularmente
la atención: "—¡La paz sea con ustedes! Dicho esto, les mostró las
manos y el costado. Al ver al Señor, los discípulos se alegraron"
(Juan 20:19, 20).

Oh, Dios, dije en mi oración, no reconocieron a Jesús hasta que les


mostró sus cicatrices. Si, hija mía, él pareció decirme. Esto es lo que
yo quería que vieses. No reconocieron a Jesús hasta que les mostró
sus cicatrices, y por ellas es que hasta el día de hoy otros lo
reconocen... cuando hombres y mujeres que han experimentado la
cura de heridas del pasado no tienen vergüenza de mostrar sus
cicatrices en un mundo doliente.

Fue como un tipo de epifanía. Una revelación. Un cambio dramático


en mi pensamiento.

Jesús no necesitaba retener las cicatrices de la crucifixión en su


cuerpo resucitado. Podía haber regresado sin ellas. Después de
todo, fue por su poder que los leprosos tuvieron nueva carne en sus
manos y pies. Pero él eligió retener sus cicatrices —yo creo—
porque eran preciosas para él… De esta manera iban a poder
reconocerlo.

Por seis meses Dios me despertó cada mañana con las mismas
palabras: No te avergüences de tus heridas.

—Señor, yo no me avergüenzo de mis heridas. Cuento mi historia


con lujo de detalles por donde voy.

—No te avergüences de tus heridas, —continuaba diciéndome.


Como Pedro —cuyo corazón parecía estrujarse ante el repetido
cuestionamiento de Jesús al lado del fuego: "Pedro, ¿me amas?"—,
mi corazón se perturbaba por la confusión.

—No tengo vergüenza, Señor. ¿Por qué me sigues despertando con


las mismas palabras día a día?

—Hay más. Ayuda a otros a entender.

Dios todavía me habla acerca del poder de nuestras historias


personales y de cómo las cicatrices de nuestro pasado son como
hermosos tesoros. Jehová Rapha, "el Dios que sana", coloca su
mano en las heridas sangrantes de nuestros corazones y transforma
esas heridas en hermosas cicatrices. Curar… eso lo que hace el
Señor. Contar a otros acerca de su poder sanador en nuestras
vidas… eso es lo que Jesús desea que nosotros hagamos. De esta
manera otros van a reconocer que es el Hijo del Padre.

El poder de una historia


Mi vida comenzó unos pocos días antes de Navidad. Por supuesto,
no recuerdo mi debut, pero entiendo por lo que me cuentan que era
un día nevado en la pequeña ciudad rural de Spring Hope, Carolina
del Norte. Spring Hope era demasiado pequeña para tener un
hospital, por lo que mis padres tuvieron que manejar hasta Rocky
Mount, donde el drama de mi vida iba a comenzar. Por supuesto, mi
vida era tan solo una parte de la serie de dramas en la saga de las
familias Edwards y Anderson, pues ninguno de nosotros es un libro
que se mantiene parado por sí sólo.

No recuerdo mucho de mis primeros años de vida. Tengo furtivos


recuerdos de mi abuela, que parecía eternamente vieja. Recuerdo
sus dientes postizos que ponía en un vaso con agua por las noches,
sus amplios bombachones que ponía a secar en la cuerda de la
ropa, y la larga trenza que solía enroscar en su cabeza para el día y
dejaba colgar hasta la cintura durante la noche.
Tengo recuerdos muy vagos de mis primeros cinco años de vida.
Desafortunadamente, los recuerdos más prominentes son
desagradables. Estoy segura de que hubo días felices guardados en
el libro de los recuerdos en mi mente, pero los días oscuros tienden
a apagar la luminosidad de manera tal que los días brillantes han
perdido su resplandor.

Vivíamos en un lindo barrio, en una casa de un solo piso a la


sombra de unos pinos de más de 18 metros. Un grupo de azaleas
se alineaban en el frente de nuestra casa, columnas de estilo
colonial sostenían el amplio porche, y una perra llamada Lassie
servía de centinela y protectora. Mientras que la casa parecía el
típico cuadro sureño de tranquilidad, dentro de las paredes se vivía
una atmósfera de hostilidad y miedo.

Mi padre no bebía todos los días, pero cuando lo hacía no sabía


cuándo parar. Mis padres peleaban tanto verbal como físicamente
delante mío, y yo vivía muchos de mis días con miedo. Sentía como
que estaba viviendo en la línea de quiebre de un terremoto, siempre
a la espera de ver cuándo iba a tocarme el terremoto mayor. Hubo
muchos de ese tipo.

Recuerdo ir a la cama por la noche y apretar las cobijas debajo de


mi barbilla y orar que el sueño llegara pronto para evitar escuchar
los gritos, alaridos y peleas que se iban a suceder en la habitación
contigua. Sobre mi vestidor yo tenía un alhajero que era una cajita
musical rosada con una bailarina que salía una vez que se
levantaba la tapa. Muchas noches, yo llegaba hasta la cajita, giraba
la llavecita y abría la tapa con la esperanza de que la música
ahogase los sonidos de la pelea en el cuarto de al lado.

Muchas de las heridas que sufrió mi corazón infantil fueron


inintencionadas. Siempre creía que estorbaba a los demás, que no
era lo suficientemente inteligente o bonita, y que hasta mis padres
no me querían. Mi objetivo se convirtió en mantenerme alejada de
todos y volverme independiente y autosuficiente lo más pronto
posible. La tumultuosa relación de mis padres era la base por la que
actuaba y tomaba mis decisiones.

Sentimientos de inseguridad, inadecuación e inferioridad eran parte


de cada uno de los días de mi existencia. Me sentía fea. No en mi
exterior pero sí en mi interior, donde más importaba.

Ahora escucha esto. Recuerda: la historia de nuestra vida no es


como un libro que se puede mantener parado por sí mismo. Mis
padres hacían lo mejor que podían. Mi madre había sido la hija del
medio de entre una docena de niños criados en una granja, y mi
padre había sido el más chico de seis. Su padre había muerto
cuando tenía cinco años y fue criado por una madre viuda en los
comienzos de la Gran Depresión. Yo creo que ambos trajeron a su
matrimonio todas las inseguridades propias, y ninguno de los dos
sabía cómo hacer funcionar una familia.

Pero Dios intervino en nuestra vida, y todo comenzó conmigo.


Cuando tenía 12 años, la madre de una amiga en el barrio me
presentó a Jesucristo, y a los 14 lo acepté como mi Señor y
Salvador. Te puedo decir que desde ese momento ya no fui la
misma. Si bien mi padre terrenal nunca me había sentado en sus
rodillas, nunca me dijo que era la favorita, ni me trataba como una
hija a la que amaba, ahora yo tenía un Padre celestial que me
amaba por sobre todas las cosas.

Luego de entregarme a Cristo, mis amigos y yo comenzamos a orar


por mi familia como nunca antes. Mientras que mis padres al
principio tomaron con escepticismo mi nueva fe, no podían ignorar la
alegría y la paz que yo tenía ahora.

Dos años más tarde, mi madre le entregó su vida al Señor. Y tres


años más tarde, mi padre entregó su vida a Jesucristo. He contado
en gran detalle esta increíble transformación en mis otros libros El
secreto de una vida equilibrada y en La mujer de sus sueños, por lo
que no quiero repetir lo que muchas de ustedes ya han leído, pero sí
quiero detallar la historia de mi padre. Permíteme abrir la historia de
la familia en este capítulo particular de la vida de mi padre.

El alcohol no era el único vicio en la vida de mi padre. Si bien nunca


se hablaba de esto en el hogar, sus problemas con el juego, la
pornografía y otras mujeres eran una realidad constante. Era un tipo
duro. Pero a medida que empezamos a orar por él, el duro exterior
de mi padre comenzó a ablandarse, y las duras paredes alrededor
del corazón de mi padre comenzaron a desmoronarse.

Luego de la conversión de mi madre, mi padre hizo un anuncio: "Voy


a dejar de beber", dijo, "pero no puedo aceptar la salvación que
Jesucristo ofrece. He hecho cosas terribles en mi vida y no creo que
Dios me vaya a perdonar. No podré jamás llegar a ser lo
suficientemente bueno".

—¡Ay, papito! —dije yo— Dios te va a perdonar en cuanto se lo


pidas.Además, ninguno de nosotros puede ser lo suficientemente
bueno. Si así lo fuera, Jesús no hubiera tenido que morir por
nuestros pecados en la cruz.

Amedida que Dios comenzó a suavizar el corazón de mi padre, fue


verdad que dejó de beber; drásticamente, de un día para el otro.
Eso en sí mismo era todo un milagro. Pero aún existía en él como
un volcán de enojo siempre bullendo bajo la superficie, y nunca
sabíamos cuándo ese enojo podía volver a surgir y escupir la lava
del odio y el resentimiento sobre nuestras vidas. Continuamos
orando.

Mi padre siempre había sido un hombre de negocios exitoso, pero


en cierto momento, cuando yo tenía veinte años, comenzó a pasar
por un laberinto de vuelcos y giros en su vida que solamente Dios
podía haber orquestado. Renunció a su trabajo en la compañía
donde había sido gerente, para comenzar su propia empresa de
provisión de materiales de construcción con otros cuatro inversores.
Pero su empleador previo amenazó con llevarlo a juicio para que
respetase un acuerdo restrictivo que estipulaba que no podía
trabajar en el mismo tipo de industria para hacer competencia,
dentro de un radio de unos 100 kilómetros a la redonda. Por todo
esto estaba enfrentando un proceso legal, el ser expuesto a sólo
Dios sabe qué, y la ruina financiera en la pequeña ciudad donde
vivía. Sintiendo que se derrumbaba bajo todo el peso de estas
circunstancias, mi padre iba camino a una crisis nerviosa y una total
falta de control.

Ahora Dios lo tenía justo donde él quería. Mi padre había tocado


fondo y la única dirección hacia donde ir era hacia arriba. Mientras
estaba en Pennsylvania, a unos 800 kilómetros de su hogar, mi
padre sintió que estaba a punto de quebrarse. Así que se dirigió a
una iglesia y preguntó si había alguien allí que lo pudiese ayudar.

—¿Hay aquí un pastor que pueda orar conmigo? —preguntó. —Lo


lamento —respondió la recepcionista—. No está aquí en estos
momentos.

—Pero aquí tiene—continuó mientras anotaba una dirección en un


trozo de papel—. Aunque nuestro pastor no está aquí hoy, yo sé que
Clyde Barnes, el pastor de la iglesia más allá está haciendo algo de
construcción en el nuevo edificio de su iglesia. ¿Por qué no se dirige
allí y trata de encontrarlo? Estoy segura de que lo va a ayudar.

Entonces mi padre volvió a subir a su auto y manejó hasta una


iglesia en el campo donde encontró a un hombre con un martillo en
la mano y Jesús en su corazón.

—¿Qué puedo hacer por usted? —dijo el pastor. —Necesito que ore
por mí—explicó mi padre con lágrimas que le surcaban el curtido
rostro.

—Vamos a sentarnos en este tronco mientras usted me cuenta lo


que está pasando.
Por varias horas, mi padre se sentó al lado de este colega
constructor y le contó lo que había hecho con su vida. Cuando mi
padre terminó sus confesiones, el pastor puso su brazo alrededor de
los hombros agitados de mi padre y le contó su propia historia.

Como ves, Allan —comenzó—, yo era un hombre como tú. En los


minutos siguientes el pastor reveló su propio pasado oscuro, y la
hermosa esperanza y sanidad que encontró en su relación con
Jesús. Como el Cristo resucitado, el pastor reveló sus cicatrices y mi
padre reconoció al Salvador.

Ese día mi padre y este pastor que no conozco se arrodillaron en los


bosques de Pennsylvania y oraron la "oración del pecador
arrepentido". Mi padre entró en esos bosques como un pecador y
salió de ellos transformado en santo.

¿Qué hizo que mi padre cambiara? Bueno, con toda seguridad fue
el poder del Espíritu Santo que movió a su espíritu muerto a buscar
la vida. Y también creo que debido a que este pastor estuvo
dispuesto a mostrar sus propias cicatrices, un hombre cuyas
abiertas heridas necesitaban cura pudo encontrar la ayuda que
estaba buscando. A menudo me pregunto qué hubiera pasado si el
pastor hubiera sentido vergüenza de su vida pasada y hubiera
guardado los detalles sórdidos de su pasado para sí mismo. Me
animo a decir que posiblemente mi padre no hubiera aceptado a
Cristo en ese día.

Cuando no estamos avergonzadas de nuestras cicatrices sino que


contamos la historia de cómo Dios ha redimido nuestra vida y nos
ha sacado del pozo, la gente puede ver a Jesús en nuestra vida. Se
convierte en alguien real. De pronto Jesús no es solamente un
hombre en un libro o un rostro en una pintura. Se convierte en el
Gran Médico, el Sustentador, el Redentor …él se vuelve real.

Más tarde en la vida, mi padre me explicó: "Le conté a un hombre


todo lo que yo había hecho en mi vida y él me respondió que había
hecho las mismas cosas. Por ello me di cuenta de que si Dios podía
perdonarlo a él, y hasta le permitía ser un predicador, entonces
también podía perdonarme a mí".

Todos tenemos una historia para contar


Todo seguidor de Jesucristo tiene una historia para contar. Así era
yo antes… Y así soy ahora.

Tradicionalmente, llamamos a nuestras historias "testimonios". En


los tribunales de justicia, un testimonio es el relato de alguien que ha
presenciado un acto. Un hombre o una mujer no pueden sentarse
en el banquillo a testificar y pasar a narrar lo que otro le ha dicho
acerca de un incidente. Solamente pueden contar acerca de lo que
han visto con sus propios ojos o lo que han escuchado con sus
propios oídos. De la misma manera, la historia más poderosa que
podemos narrar es lo que Cristo ha hecho por nosotros, ¡cómo nos
trajo de la muerte a la vida!

Un día, Jesús pasaba cerca de un hombre ciego sentado a la vera


del camino. Jesús escupió en el polvo del camino, hizo una pasta de
barro y refregó ese barro en los ojos del ciego.

—Ve y lávate en el estanque de Siloé—le dijo luego al hombre.


Cuando este hombre lavó ese barro sagrado de sus ojos, por
primera vez en su vida pudo ver los rayos del sol, las olas en el
agua del estanque y las palmas de sus manos. Recibió el regalo de
la vista.

No era el barro lo que contenía poderes milagrosos. Nunca lo es. Es


lo que Jesús hizo con ese polvo lo que transformó esa sustancia en
un medio para curar. Y lo mismo sucede con nuestras vidas.

La gente de la aldea estaba maravillada. —¿Es éste el mismo


hombre que hemos visto por años pidiendo limosna a la vera del
camino? —se preguntaban. —¡Soy yo! —replicaba él con alegría—.
El mismísimo yo. —¿Cómo recibiste la vista? —preguntaban todos.
—Un hombre llamado Jesús hizo lodo con la tierra del camino y
refregó mis ojos con el lodo y luego me envió a Siloé para que me
lavara. Hice tal como me lo ordenó. Cuando terminé de lavarme,
pude ver1.

Las autoridades religiosas no estaban felices de ver que Jesús


había sanado a este ciego en el día de reposo. Estaban más
preocupados por las leyes religiosas que por la ceguera de este ser
humano, por lo cual interrogaron al hombre en cuestión.

—Me puso lodo sobre los ojos, me lavé y ahora veo. No satisfechos
con esta respuesta, llamaron a los padres del hombre y los
interrogaron. Ellos respondieron:

—Sabemos que este es nuestro hijo, y sabemos que nació ciego.


Pero no entendemos cómo es que ahora puede ver. No tenemos
idea de lo que ha provocado que ahora pueda ver. ¿Por qué no le
preguntan ustedes? Es un adulto y puede responder por sí mismo2.

Así que nuevamente volvieron a traer al hombre que era ciego para
seguir cuestionándolo.

—El que hizo esto no puede ser de Dios —dijeron—. Sabemos que
ese hombre es un pecador.

A lo cual, el hombre que había recibido el milagro de la vista


contestó:

—Yo no sé si es pecador o no. Lo único que sé es que yo era ciego


y ahora veo3.

Es muy difícil poder refutar la historia personal de alguien. En Una


vida con propósito, nos dice Rick Warren:

Las historias personales también son más fáciles de relatar que los
principios, y a las personas les gusta oírlas. Captan nuestra atención
y las recordamos por más tiempo. Los no creyentes quizás pierdan
el interés si citas a los teólogos más reconocidos, pero sienten una
curiosidad natural acerca de las experiencias que ellos nunca han
tenido. Compartir historias construye un puente relacional que Jesús
puede cruzar, de tu corazón al de los otros4.

Sí, ahora el hombre ciego tenía una historia que contar. Dios lo
había planeado desde hacía mucho tiempo. Aún antes de que
ocurriera el milagro, los discípulos de Jesús habían preguntado:

—Rabí, para que este hombre haya nacido ciego, ¿quién pecó, él o
sus padres?

—Ni él pecó, ni sus padres —respondió Jesús—, sino que esto


sucedió para que la obra de Dios se hiciera evidente en su vida
(Juan 9:2, 3).

Aveces la vida no se desarrolla de la manera que pensamos que


debería y gritamos: "¿Por qué, Señor, por qué?". Y la respuesta de
Dios es la misma: para que la obra de Dios se hiciera evidente en tu
vida.

La historia personal de Pablo


La historia del hombre ciego implicaba la sanidad de una
enfermedad física, pero algunos de los testimonios más poderosos
son los que narran la sanidad de un alma enferma. Tal fue el caso
de Pablo. Era un hombre con un pasado, y no tenía vergüenza de
contarlo. En varias oportunidades, en ocasión de hablar o predicar a
las multitudes, comenzaba por compartir las cicatrices de su historia
personal. Mientras hablaba en Jerusalén, Pablo comenzó por
revelar su pasado. Dijo:

Yo soy judío, nacido en tarso de Cilicia pero criado en esta ciudad.


Bajo la tutela de Gamaliel recibí instrucción cabal en la ley de
nuestros antepasados, y fui tan celoso de Dios como cualquiera de
ustedes lo es hoy día. Perseguí a muerte a los seguidores de este
Camino, arrestando y echando en la cárcel a hombres y mujeres por
igual, y así lo pueden atestiguar el sumo sacerdote y todo el
Consejo de ancianos. Incluso obtuve de parte de ellos carta de
extradición para nuestros hermanos judíos en Damasco, y fui allá
con el fin de traer presos a Jerusalén a los que encontrara, para que
fueran castigados (Hechos 22:3-5).

Pablo admitió que había cometido atrocidades contra Jesucristo y


aquellos que se llamaban a sí mismos cristianos. Pero luego
continuó:

Sucedió que a eso del mediodía, cuando me acercaba a Damasco,


una intensa luz del cielo relampagueó de repente a mi alrededor.
Caí al suelo y oí una voz que me decía: "Saulo, Saulo, ¿por qué me
persigues?". "¿Quién eres, Señor?", pregunté. "Yo soy Jesús de
Nazaret, a quien tú persigues", me contestó él. Los que me
acompañaban vieron la luz, pero no percibieron la voz del que me
hablaba. "¿Qué debo hacer, Señor?", le pregunté. "Levántate —dijo
el Señor—, y entra en Damasco. Allí se te dirá todo lo que se ha
dispuesto que hagas". (Hechos 22:6-10).

Pablo comenzó por contarnos quién era y lo que había hecho, y


luego nos narró la increíble transformación que ocurrió cuando
creyó. No endulzó su pasado ni trató de justificar sus acciones.
Simplemente dijo: "Así era. Tuve un encuentro con Cristo cara a
cara y ahora ven como soy".

Un último beso
"Cuando Porter salió de casa esa mañana para ir a trabajar en la
casa de mi hermana", explicó Micca, "yo no tenía la menor idea de
que nunca más iba a regresar a nuestro hogar. Cuando me dio su
beso de despedida no sabía que ese beso iba a ser el último o que
su hijo recién nacido nunca iba a llegar a conocer a su padre. Luego
de ese día, Porter nunca envejeció como yo había imaginado que
íbamos a envejecer juntos. Al contrario, desde ese día, siempre va a
ser joven en mi corazón y en mi mente".

Micca conoció a Porter cuando tenía 19 años. Trabajaba en


Shoney's cargando cajas de alimentos congelados en enormes
camiones de 18 ruedas que a su vez trasportaban estos alimentos
por todo el país. Sus músculos bien definidos, sus penetrantes ojos
oscuros y el hoyuelo en su mentón lo hacían un joven encantador.
Después de la primera cita, Micca ya sabía que éste era el hombre
con el que deseaba pasar el resto de su vida.

Un año después de haberse conocido, Micca y Porter se casaron.

"Sentíamos como que el mundo entero había sido creado para


nosotros", dijo Micca. "Nada podía afectar nuestro amor. Si el
mundo se hubiese acabado en ese momento, no nos hubiera
importado, siempre y cuando pudiéramos permanecer juntos".

Los recién casados eran tan pobres como ratones de iglesia, pero
vivían de su amor el uno por el otro y de sus grandes sueños. Sus
noches los encontraban abrazados en el sillón de su pequeño hogar
fantaseando acerca del futuro, poniendo nombres a los hijos que
aún no habían nacido y pensando en cómo iba a ser la casa que
iban a construir. Luego de 18 meses de casados, el amor que se
profesaban se manifestó en un pequeño: un hijo varón. Como en un
cuento de hadas, todos los sueños de Micca se iban haciendo
realidad. Pero luego sucedió algo completamente inesperado dentro
de esta historia de libro de cuentos.

"Recuerdo que iba y venía con el bebé en mi cadera,


preguntándome dónde podía estar Porter. La cena se estaba
enfriando en la mesa y no había llamado para decir que iba a llegar
más tarde. Comencé a preocuparme. Luego escuché los golpes en
la puerta. Al ver a mi padre quien estaba a la puerta con su rostro
blanco como un papel, le pregunté:

—¿Qué pasa, papi? ¿Ha pasado algo malo? —Porter ha tenido un


accidente —dijo mi padre—. Necesitamos ir al hospital. —¿Está
muy mal? —pregunté. —No sé —contestó.

"El viaje al hospital me pareció una eternidad. Nunca antes me


había parecido un trayecto tan largo. Con cada momento que
pasaba, mi ansiedad crecía. Mi mente conjuraba todo tipo de cosas
malas que hubieran podido pasar, pero nada me había preparado
para lo que iba a ver".

Esa mañana temprano, el esposo de Micca había ido a la casa de


su cuñado para ayudarlo a impermeabilizar el sótano. Porter y Pat
cavaron una fosa alrededor del cimiento de la casa y luego
comenzaron a aplicar un material impermeable que era altamente
inflamable. Mientras trabajaban, como la fosa era profunda, los
gases de este material seguían sin dispersarse. Cuando faltaba
solamente un metro y medio para terminar el proyecto, el aparato de
aire acondicionado y calefacción que estaba afuera de la casa se
encendió automáticamente provocando una chispa que encendió los
gases en la fosa. La fosa se convirtió en un infierno de llamas. Pat
logró salir de la fosa pero vio a Porter envuelto en llamas.
Rápidamente bajó nuevamente y lo sacó. Ambos hombres eran
como dos antorchas vivientes con las llamas quemando su ropa y su
piel.

Unas casas más allá, unos bomberos estaban terminando con un


llamado de ayuda. Cuando vieron las llamas acudieron prontamente
a la escena del fuego. Para cuando llegaron donde estaban Porter y
Pat, ambos estaban en estado de shock. Inmediatamente colocaron
a los dos hombres quemados en camillas, los subieron al camión de
los bomberos y los trasportaron al Centro del Quemado Vanderbilt.

"Mi cuñado tenía quemaduras en más del 40 por ciento de su


cuerpo", Micca recordaba, "pero esperaban que se pudiese
recuperar. Porter tenía quemaduras en más del 80 por ciento de su
cuerpo, tanto en sus órganos internos como en su exterior, y su
probabilidad de sobrevivir era de un cincuenta por ciento.
"Nunca voy a olvidar el largo trayecto por el corredor del hospital
mientras el doctor me llevaba a la habitación donde habían puesto a
mi esposo y a mi cuñado. Todo parecía moverse en cámara lenta
para mí, y escuchaba el eco de nuestros pasos en mis oídos. Creo
que no respiré en todo ese trayecto. Cuando llegué a la puerta,
quedé petrificada. Ambos hombres estaban tan quemados que era
imposible identificar quién era quién. La piel estaba completamente
negra, sus cabezas eran el doble de la medida normal, y la carne
comenzaba a caer de sus extremidades".

Las piernas de Micca no la pudieron sostener al ver a su amado


Porter en tal estado. Cuando volvió en sí del desmayo, se dirigió al
lado de la cama y deseó poder abrazar a su precioso esposo. La
única parte de su cuerpo que no estaba quemada eran sus pies. Ella
tocaba su piel en los pies y trataba de imaginarlo entero.

Los siguientes ocho días fueron una nebulosa de visitantes,


doctores y oraciones. Cada día que Porter seguía con vida, era un
tesoro sin precio. Mientras él luchara por su vida, Micca podía tener
esperanzas.

Ocho días después de la explosión, los médicos trataron de hacer


un trasplante de piel para reparar algunas de las áreas más críticas
del cuerpo quemado de Porter. Pero cuando los médicos regresaron
a la sala de espera con los ojos bajos y expresión desesperanzada,
Micca supo que algo malo había sucedido.

"En medio de la operación", comenzó a explicar el doctor, "Porter


tuvo un paro cardíaco. Su cuerpo no pudo aguantar el trauma de la
cirugía y ha comenzado a apagarse. Puede despertar dentro de las
próximas veinticuatro horas. Tendremos que esperar y ver".

Micca comenzó a lamentarse profundamente en voz alta mientras le


rogaba a Dios que salvase a Porter de la muerte. Se debatía al
pensar que quizá era mejor para Porter partir a la eternidad y dejar
este cuerpo de dolores. Los médicos dijeron que era muy posible
que perdiese el uso de sus brazos y que iba a estar cubierto de
cicatrices si lograba sobrevivir. ¡Pero Micca lo deseaba vivo! Debería
dejarlo partir, pensaba para sí misma. En el cielo va a estar
completamente restaurado en su salud y no va a estar lleno de
dolores. Pero ella aún conservaba la esperanza de que iba a vivir.

No había vida cerebral. Ya no respiraba por sí solo. No despertaba.


Uno a uno, los órganos de Porter comenzaron a dejar de funcionar.
Sin vida.

Luego del funeral, Micca se encontró sola, como una madre reciente
y ya viuda a los 21 años. Su atormentado corazón hacía pareja con
el atormentado cuerpo de su esposo. Ambos tenían huellas de
profundas cicatrices, quemados, envueltos en dolor. Aún así, Micca
sabía que Porter estaba en el cielo adorando a Dios, ahora
completamente restaurado. ¿Podría ella ser restaurada? ¿Podría
ella continuar caminando por esta tierra con este doloroso vacío en
su corazón?

Te voy a ser honesta. Este libro tiene que ver con la honestidad y
con ser realistas.Micca estaba enojada. Estaba furiosa contra Dios
por haberse llevado a su esposo, al padre de su hijo, al hijo de su
suegra. Se sentía totalmente abandonada por Dios, por el Dios que
ella había amado desde que era pequeña.

"¿Cómo pudiste hacerme esto?", gritaba Micca.

Luego, una solitaria noche después de haber puesto al bebé a


dormir, Micca consideró unirse a Porter. Se debatía entre morir para
estar con su esposo o vivir para estar con su hijo. En un momento
crítico, escuchó el sonido de la respiración del bebé por el monitor
como si Dios hubiese aumentado el volumen. "¿Cómo pudiste
hacerme esto?", gritaba Micca contra el cielo.

Micca cuenta lo que sucedió esa noche. "Tal como una madre corre
hacia su hijo que está gritando, mi Padre celestial corrió hacia mí.
No lo vi con mis ojos ni lo toqué con mis manos, pero realmente
sentí su consoladora presencia envolviéndome. Todo su ser me
cubrió. Fui a mi Biblia y busqué el Salmo 139. '¿Adónde podría
alejarme de tu espíritu? ¿Adónde podría huir de tu presencia? Si
subiera al cielo, allí estás tú; si tendiera mi lecho en el fondo del
abismo, también estás allí. Si me elevara sobre las alas del alba, o
me estableciera en los extremos del mar, aún allí tu mano me
guiaría, ¡me sostendría tu mano derecha!' (versículos 7 al 10). Yo
sabía que aún en este valle de muerte, Dios había venido a decirme,
'Estoy contigo'. Seguí leyendo a través de mis lágrimas. 'Tus ojos
vieron mi cuerpo en gestación; todo estaba ya escrito en tu libro;
todos mis días se estaban diseñando, aunque no existía uno solo de
ellos' (versículo 16).

"Es como si Dios me estuviera diciendo que la muerte de Porter no


era un ataque personal o el pago por mis pecados. Dios, en su plan
soberano, conocía el número de días de la vida de Porter. Y había
sido mi privilegio formar parte de algunos de ellos".

Han pasado 19 años desde que Porter pasó de esta vida a la


eternidad junto con Dios. Micca se ha vuelto a casar y ha dado vida
a otros dos hijos, pero la memoria de Porter la acompaña siempre.
Dios ha restaurado su corazón quebrantado y sus profundas
heridas. Pero sus heridas son hermosas para ella, para su familia, y
para las incontables mujeres a las que ella ayuda. La cicatriz de
cuando Porter fue cortado brutalmente de su vida es parte de su
historia de redención, recuperación y renovación espiritual. Satanás
hizo todo lo que pudo para tentar a Micca a no volver a confiar en
Dios porque sabe que nuestra disposición a poner nuestra vida en
las manos de Dios nos llevará a la redención total. Micca ha
aprendido que Dios está siempre con ella, no importa lo que pase.

Mientras que la cicatriz de Micca es invisible a los ojos de otros, las


cicatrices de su cuñado están bien a la vista. Se recuperó del
accidente, pero sus brazos, su espalda y su pecho muestran la
marca de las quemaduras en su carne. Siempre usaba camisas de
manga larga y mantenía las huellas de las quemaduras fuera de la
vista de los demás. Un día Micca le contó cómo se sentía acerca de
las cicatrices de él.

"Pat, sé que te sientes avergonzado de tus cicatrices y que para


algunas personas puede que ellas sean feas. Pero quiero que sepas
que tus cicatrices son hermosas para mí. Debido a ellas, me diste la
oportunidad de tener ocho días más con Porter que de otra manera
no hubiera podido tener. Pat, tus cicatrices son hermosas para mí, y
yo creo que también son hermosas para Dios".

Micca y Pat se abrazaron en un raudal de nuevas lágrimas. Ahora


Pat usa camisas de manga corta.

Otro último discípulo


Cuando Jesús se apareció por primera vez a los discípulos luego de
su resurrección, había uno de ellos que estaba ausente de este
grupo: Tomás. Cuando éste regresó al grupo, los encontró a todos
alborotados contando de la aparición de Jesús. Pero Tomás no les
creyó una palabra de lo que decían:

—Mientras no vea yo la marca de los clavos en sus manos, y meta


mi dedo en las marcas y mi mano en su costado, no lo creeré —
repuso Tomás. Una semana más tarde estaban los discípulos de
nuevo en la casa, y Tomás estaba con ellos. Aunque las puertas
estaban cerradas, Jesús entró y, poniéndose en medio de ellos, los
saludó. —¡La paz sea con ustedes! Luego le dijo a Tomás: —Pon tu
dedo aquí y mira mis manos. Acerca tu mano y métela en mi
costado. Y no seas incrédulo, sino hombre de fe. —¡Señor mío y
Dios mío! —exclamó Tomás (Juan 20:25-28).

El mundo está lleno de "Tomases". Yo era una de ellos, y quizás tú


también. Y aunque no puse mis dedos en las manos con las heridas
de clavos de Jesús, ni pasé mi mano por su costado traspasado,
pude reconocerlo a través de las cicatrices de hombres y mujeres
que no tuvieron miedo de compartir sus historias de sanidad y
redención… y yo creí.

EnApocalipsis 12:11, Juan nos cuenta: "Ellos lo han vencido (a


Satanás) por medio de la sangre del Cordero y por el mensaje del
cual dieron testimonio". Hay un increíble poder que se desata
cuando tiramos abajo las cadenas de la amargura, el miedo y la
vergüenza para mostrar al mundo nuestras heridas. Debido a que
Satanás sabe que nuestras historias son instrumentales en lograr su
derrota final, va a hacer todo lo posible y hasta lo imposible para
convencernos de que mantengamos nuestro tesoro escondido. ¡Ay,
querida amiga! Dios nos está llamando para que no nos
avergoncemos de nuestras cicatrices, pues es por estas mismas
cicatrices que otros van a reconocer al Salvador, Jesucristo.

TRES
Reflexiones acerca del propósito de nuestras cicatrices

Esto es para ustedes motivo de gran alegría, a pesar de que hasta


ahora han tenido que sufrir diversas pruebas por un tiempo. El oro,
aunque perecedero, se acrisola al fuego. Así también la fe de
ustedes, que vale mucho más que el oro, al ser acrisolada por las
pruebas demostrará que es digna de aprobación, gloria y honor
cuando Jesucristo se revele. 1 PEDRO 1:6, 7

Mi hijo, Steven, y yo estábamos sentados en el piso de su cuarto


jugando un juego de cartas. Teníamos unos pocos minutos antes de
salir rápidamente a inscribirlo en las clases de natación para ese
verano, y queríamos disfrutar de una jugada más. Realmente este
verano se perfilaba como uno de los mejores. Nuestra perra, Ginger,
acababa de tener siete adorables cachorritos, Steven disfrutaba de
su sexto verano de vida y, luego de cuatro años de pasar por el
desen32 Tus cicatrices son hermosas para Dios canto de varias
pruebas de embarazo negativas, Dios nos había sorprendido con la
respuesta de una nueva vida creciendo en mi vientre.
Pero mientras Steven y yo estábamos en el piso sentí una
sensación caliente y pegajosa de que algo corría por mi pierna. Un
rápido viaje al baño confirmó mi mayor miedo. Esa tarde nuestro
bebé murió y ahora está esperándonos en el cielo.

Un verano que comenzó lleno de vida y alegría de pronto se


convirtió en una estación de grandes pérdidas y tristeza. Lloré la
pérdida de ese hijo por el cual había orado y sentí el dolor de mis
brazos vacíos. Alguien una vez dijo: "Nunca pensé que podía
extrañar tanto a alguien a quien nunca llegué a conocer". Pero sí,
¡cuánto extrañaba a esa hija! Nunca lo supimos con seguridad, pero
en mi corazón yo sentía que ese bebé había sido una niña.

Durante los meses de ese verano pasé por las etapas del luto, una a
una. Admito que estaba enojada con Dios por 'ilusionarme' con el
regalo de este hijo para luego llevárselo. Pero a través de los meses
y años que siguieron Dios me dio muchas lecciones acerca de mí
misma, acerca de su persona y acerca de la confianza en su amor
infalible.

Yo creo que cuando pasamos por una tribulación que nos hiere
profundamente, Dios puede usarla para enseñarnos valiosas
lecciones. Algunas de ellas pueden ser una comprensión más
profunda de quién es él, o de quiénes somos nosotros, y en qué
basamos nuestra fe. Nuestra fe crece en el portaobjetos del
microscopio de las adversidades en el laboratorio de la vida. Una de
las lecciones más valiosas que recibí de todas mis heridas y
cicatrices fue la decisión de dejar de preguntar "¿por qué?" y
comenzar a preguntar "¿y ahora qué?". Pero la lección que continúa
reverberando como un suave trueno es la verdad del infalible amor
de Dios.

Durante los difíciles meses que siguieron a la pérdida de nuestra


hija yo luché con Dios. Tal como Jacob peleó con Dios a través de
esa oscura noche del alma, yo también batallé. ¿Cómo puede
amarme y luego permitir que esto suceda? ¿Por qué Dios no
permite que se realice este sueño? ¿Es capaz? ¿Es misericordioso?
¿Está realmente presente en nuestras vidas?

Era un verano muy seco… en mi corazón y en mi alma. Nadie podía


ayudarme, consolarme o levantarme de mi desesperanza. Y aunque
yo no quería hablar con Dios, él nunca dejó de estar a mi lado.
Pacientemente, esperaba que le gritase… que le dijese: Voy a
confiar en ti aunque no entienda estas circunstancias.

¿Por qué suceden cosas malas?


No hay una respuesta sencilla a la pregunta de por qué nos golpea
la tragedia. ¿Es un acto de disciplina de Dios? ¿Es una artimaña del
diablo? ¿O es el resultado de vivir en un mundo caído y
degenerado? Cada uno de estos planteos es una opción viable.

El rey David conoció la disciplina de Dios cuando contó a sus


hombres aptos para la guerra (1 Crónicas 21). Tan pronto como
hubo terminado de contar al último hombre, David supo que esto le
había parecido mal a Dios y pidió perdón. Dios perdonó a David
pero éste tuvo que sufrir las consecuencias de sus acciones.

—Así dice el SEÑOR: "Elige una de estas tres cosas: tres años de
hambre, o tres meses de persecución y derrota por la espada de tus
enemigos, o tres días en los cuales el SEÑOR castigará con peste
el país, y su ángel causará estragos en todos los rincones de Israel"
(1 Crónicas 21:11, 12).

Recuerdo cuando mi hijo tenía diez años de edad y lo pescamos


diciendo mentiras. Mi esposo le dio dos alternativas como castigo.
—Bueno, Steven, puedes pasar siete días sin Nintendo ni la
televisión, o recibir cinco golpes con la palmeta. Steven pensó por
un momento y respondió: —¿Quién me va a dar los palmetazos?
Yo, incrédula, miré a mi esposo y pregunté: —¿Y eso importa?

Mi esposo soltó una carcajada y dijo: —Por supuesto que importa.


Me imagino que mamá siempre tiene un golpe más suave cuando
se trata de usar la palmeta. (Para terminar la historia: Steven prefirió
los cinco palmetazos… administrados por su padre).

En cuanto a Dios, no tenemos la oportunidad de elegir cómo vamos


a ser disciplinadas, pero te aseguro, amiga mía, que por el amor que
Dios te tiene, te va a disciplinar (Proverbios 3:11).

Cuando Miriam inventó chismes acerca de su hermano Moisés y


trató de usurpar su autoridad, Dios la castigó con lepra y frenó el
progreso del viaje de Israel hacia la tierra prometida por tres días
(Números 12). Cuando Saúl desobedeció a Dios y se consagró a sí
mismo como sacerdote, Dios le quitó el reino (1 Samuel 13).
CuandoAnanías y Safira mintieron acerca de la cantidad que habían
ofrendado a la comunidad de creyentes, Dios los hizo caer muertos
(Hechos 5).

El autor de la carta a los Hebreos explica: "Nuestros padres nos


disciplinaban por un breve tiempo, como mejor les parecía; pero
Dios lo hace para nuestro bien, a fin de que participemos de su
santidad. Ciertamente, ninguna disciplina, en el momento de
recibirla, parece agradable sino más bien penosa; sin embargo,
después produce una cosecha de justicia y paz para quienes han
sido entrenados por ella". (Hebreos 12:10, 11).

En el libro de Job, vemos otra posibilidad que siembra calamidad en


nuestras vidas: el diablo.

Un día los ángeles se presentaron ante el Señor, y también Satanás


estaba presente. El Señor le preguntó: —¿De dónde vienes? Y el
acusador contestó: —He andado recorriendo la tierra de un lado a
otro. Entonces le dijo el Señor:

—¿Te has fijado en mi siervo Job? No hay nadie en la tierra como


él, que me sirva tan fielmente y viva una vida tan recta y sin tacha,
cuidando de no hacer mal a nadie. Pero el acusador respondió:
—Pues no de balde te sirve con tanta fidelidad. Tú no dejas que
nadie lo toque, ni a él ni a su familia ni a nada de lo que tiene; tú
bendices todo lo que hace, y él es el hombre más rico en ganado de
todo el país. Pero quítale todo lo que tiene y verás cómo te maldice
en tu propia cara (Job 1:6-11 DHH).

Dios le dio permiso a Satanás para atacar a Job en todas las


maneras posibles, excepto acabar con su vida. Job perdió todo,
menos a su contenciosa esposa, y sin embargo nunca supo qué o
quién lo había golpeado tan duramente. Tampoco pudo entender por
qué. Pero a través de todo esto, Job no maldijo al Señor, sino que
confió en su mano soberana.

¡Ay, cómo me encanta el final de esta historia! Satanás pierde. Dios


gana. Job es bendecido nuevamente. "…Dios le devolvió su
prosperidad anterior y aun le dio dos veces más de lo que antes
tenía" (Job 42:10 DHH).

Hay una guerra que estamos peleando… una guerra que no


podemos ver con nuestros ojos pero podemos reconocer con
nuestro espíritu. Pablo nos advierte que "nuestra lucha no es contra
seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra
potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas
espirituales malignas en las regiones celestiales" (Efesios 6:12).
Esta guerra no se la pelea en combate mano a mano, sino con
oración de espíritu a espíritu. "Su enemigo el diablo ronda como un
león rugiente, buscando a quién devorar" (1 Pedro 5:8).

No debemos temer a Satanás. Santiago nos dice: "Resistan al


diablo, y él huirá de ustedes" (Santiago 4:7). Él no tiene más poder
sobre nuestra vida que el que nosotros le otorgamos.

Una tercera consideración por la cual una tragedia puede golpear


nuestra vida es el hecho de que vivimos en un mundo caído. Hay
maldad a todo nuestro alrededor, y a veces pasan cosas
simplemente porque vivimos en una sociedad degenerada. Génesis
3 registra que el pecado entró en el mundo luego de que Adán y Eva
cayeron fuera de la gracia. ¿Recuerdas el castigo para todo aquel
que comiese del árbol del conocimiento del bien y del mal? Dios dijo
que iban a morir. Y aunque físicamente Adán y Eva no murieron
inmediatamente, tan pronto como la fruta prohibida tocó sus labios,
sus espíritus murieron.

La Biblia nos dice que "por medio de un solo hombre el pecado


entró en el mundo, y por medio del pecado entró la muerte; fue así
como la muerte pasó a toda la humanidad, porque todos pecaron"
(Romanos 5:12).Mientras que la mayoría cree que la paga por la
desobediencia de Adán y Eva fue el ser echados del Paraíso, el
verdadero castigo fue la muerte espiritual.

Desde entonces, todo hombre y mujer han nacido con un espíritu sin
vida. Pero Dios ha hecho provisión a través de su Hijo, Jesucristo.
Por medio de su muerte y resurrección, todos los que creen en
Jesucristo como Señor y Salvador tienen la oportunidad de "nacer
de nuevo". Reciben un nuevo espíritu, una nueva naturaleza y una
nueva identidad. Pero aún así vivimos en un mundo caído.

Me gusta pensar en esto de la siguiente manera. Cuando venimos a


Cristo, somos salvas del castigo del pecado. Mientras vivimos en
este mundo, somos transformadas del poder del pecado. Cuando
dejemos este mundo y vayamos al cielo a pasar la eternidad con el
Padre, vamos a ser salvas de la presencia del pecado. Hasta ese
momento, vivimos en un mundo caído y rodeados por la presencia
de pecado.

En resumidas cuentas
Aunque no hay nada de malo con tratar de comprender por qué
ocurren las heridas en nuestra vida, la Biblia nos dice claramente
que no debemos depender o confiar en nuestra propia habilidad
para encontrar respuesta a estas preguntas difíciles… ¿por qué? El
autor de Proverbios nos dice "Confía en el SEÑOR de todo corazón,
y no en tu propia inteligencia" (Proverbios 3:5). No dependas de tu
propio raciocinio para comprender cómo es esta vida.

En última instancia, Dios está en control, y sus caminos son más


altos que nuestros caminos. Dios nos recuerda: "Porque mis
pensamientos no son los de ustedes, ni sus caminos son los míos
—afirma el SEÑOR—. Mis caminos y mis pensamientos son más
altos que los de ustedes; ¡más altos que los cielos sobre la tierra!"
(Isaías 55:8, 9). En el libro titulado When God Doesn't Make Sense
(Cuando Dios no tiene sentido), el Dr. James Dobson dice: "Tratar
de analizar su omnipotencia es como si una ameba tratara de
comprender el comportamiento del ser humano1". Simplemente no
es posible.

Pero sí hay una cosa de la que puedo estar segura. "Todas las
sendas del SEÑOR son amor y verdad", ya sea que las
comprendamos o no (Salmo 25:10). "Ahora vemos de manera
indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara
a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces
conoceré tal y como soy conocido" (1 Corintios 13:12). Puede que
recién cuando crucemos de lo temporal a lo eterno lleguemos a
comprender los muchos "por qué" en nuestra vida. Hasta ese
momento, debemos confiar en la soberanía de Dios.

No importa por lo que hayamos pasado o por lo que vayamos a


pasar en el futuro, Dios nos promete: "Así que no temas, porque
estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré
y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa" (Isaías 41:10).

Dios desea saber si vamos a confiar en él, pase lo que pase en


nuestras circunstancias personales; aunque signifique la muerte.
¿Podremos decir con Job que "aunque él me mate, en él he de
esperar"? (Job 13:15, RVA).

Para la mayoría de nosotras ocurre una crisis de fe durante una


situación difícil. Sabemos que Dios, quien creó todo el universo con
su palabra, es todopoderoso y absolutamente capaz de rescatarnos,
sanarnos, o salvarnos; por lo tanto nos sentimos abandonadas o
engañadas cuando no hace ninguna de estas cosas.Yte apuesto
todo lo que posees a que Satanás va a estar esperando al costado,
para musitar todo tipo de dudas en nuestro oído. Él merodea
alrededor nuestro como un león rugiente, como nos explica Pedro (1
Pedro 5:8), buscando el momento justo para desalentar al creyente
herido.

En el capítulo anterior estuvimos viendo el día en que Jesús se


levantó de entre los muertos y dejó la tumba vacía. Volvamos a la
escena, por un momento, y acompañémoslo en el polvoriento
camino a Emaús.

El mismo día en que Pedro y Juan descubrieron la tumba vacía, dos


de los discípulos estaban caminando hacia la aldea de Emaús, a
unos 11 kilómetros de Jerusalén. A medida que la ciudad sagrada
quedaba atrás, también dejaban atrás a sus sueños y esperanzas.
Mientras discutían los trágicos acontecimientos del fin de semana
que habían vivido, otro hombre se apareció y comenzó a caminar al
lado de ellos.

"Jesús les preguntó: —¿De qué van hablando ustedes por el


camino? —¿Eres tú el único que ha estado alojado en Jerusalén y
no sabe lo que ha pasado allí en estos días? —¿Qué ha pasado?"
(Lucas 24:17-19, DHH).

Entonces los dos discípulos le dieron al otro viajero un recuento


detallado del arresto de Jesús, su crucifixión y desaparición de la
tumba. Sus ojos estaban enceguecidos por la desesperanza, y no
se daban cuenta de que la esperanza misma estaba caminando al
lado de ellos.

Quizás has viajado en tu propio camino polvoriento a Emaús, en


circunstancias que te han dejado confundida, preocupada y
deprimida. Si esto es así, recuerda lo siguiente, querida amiga:
simplemente porque no veas a Jesús o no sientas su presencia,
esto no significa que esté ausente. Él va caminando con nosotras.
Jesús nos da seguridad con las siguientes palabras: "Nunca te
dejaré, jamás te abandonaré" (Hebreos 13:5). Él nos dio su palabra.
Él nos dio su vida.

Dios no tiene obligación de contestar nuestros "por qué". A lo largo


del libro de Job, Dios permaneció en silencio, y luego en los últimos
capítulos comenzó a dar respuesta a las preguntas de Job.

El SEÑOR le respondió a Job desde la tempestad. Le dijo: "¿Quién


es éste, que oscurece mi consejo con palabras carentes de sentido?
Prepárate a hacerme frente; yo te cuestionaré, y tú me responderás.
¿Dónde estabas cuando puse las bases de la tierra? ¡Dímelo, si de
veras sabes tanto! ¡Seguramente sabes quién estableció sus
dimensiones y quién tendió sobre ella la cinta de medir! ¿Sobre qué
están puestos sus cimientos, o quién puso su piedra angular
mientras cantaban a coro las estrellas matutinas y todos los ángeles
gritaban de alegría?" (Job 38:1-7).

Dios continuó hablando con Job. Te aliento a que vayas y leas


nuevamente las magníficas palabras en Job 38-41 que nos
recuerdan quién es Dios y lo que nosotros no somos. En últimos
términos, Job replicó: "¿Qué puedo responderte, si soy tan indigno?
¡Me tapo la boca con la mano!" (Job 40:4).

Una de las imágenes más hermosas de la confianza en la soberanía


de Dios es la historia de Sadrac, Mesac y Abednego. Estos tres
jóvenes se negaron a postrarse delante del ídolo del Rey
Nabucodonosor. El castigo por tal rebelión en contra del rey era la
muerte por fuego en la hoguera. Cuando los hombres fueron
llevados delante del rey, antes de enfrentarse a la muerte, ellos
respetuosamente explicaron:

"Si se nos arroja al horno en llamas, el Dios al que servimos puede


librarnos del horno y de las manos de Su Majestad. Pero aún si
nuestro Dios no lo hace así, sepa usted que no honraremos a sus
dioses ni adoraremos a su estatua" (Daniel 3:17, 18).

Esa es una fe real; verdaderamente probada a fuego. Dios me


puede liberar de estas circunstancias, pero si decide no hacer eso,
igualmente lo he de servir. Dios puede sanarme, pero si no lo hace,
igualmente lo amo como mi Señor.

Al respecto, ¡los tres hombres salieron del horno de fuego sin


siquiera un cabello chamuscado en sus cabezas, o siquiera el olor a
humo en sus ropas! E increíblemente, mientras el rey los observaba
caminando en el fuego, notó que eran cuatro y no tres los que
estaban en la hoguera. Podemos estar seguras de esto: Cuando
caminamos a través de las tribulaciones de la vida, no estamos
solas, Jesús está junto a nosotras (Isaías 43:1, 2).

La crisis de fe de Wendy
Wendy creció en una familia de militares que viajaba mucho
alrededor del mundo y nunca permanecía en un solo lugar por más
de dos años. Su familia acostumbraba ir a la iglesia, pero tenía
simplemente una religión, no una relación personal con Jesucristo.
Dios era alguien de quien ella había leído en un libro, pero no era un
Padre celestial que ella conociera personalmente. Jesús era un
ícono en la cruz, pero no su Señor personal.

Luego de la escuela secundaria, Wendy fue a la Universidad de


Baylor en Waco, Texas. Allí conoció a muchos estudiantes
maravillosos que ejemplificaban lo que significaba ser un cristiano. Y
si bien su interés fue acicateado, su fe casi era nula.

Parecía que Wendy lo tenía todo. Su cuerpo esbelto de más de 1m


60cm, su largo cabello oscuro y sus penetrantes ojos marrones
hacían que no pasase desapercibida a la gente. Sus calificaciones
en la escuela eran sobresalientes, su vida ordenada, y sus logros
realmente admirables. Al final de sus cuatro años de estudios
terciarios, tenía un anillo de compromiso en su dedo, una posibilidad
de trabajo en la universidad en su agenda, y la promesa de la
escuela de leyes en el horizonte.

Pero una semana antes de su graduación la vida deWendy tomó un


giro inesperado. Un viernes a la tarde, ella y varias de sus amigas
se reunieron alrededor de la piscina de su departamento. Siendo
queWendy amaba el sol, fue una de las últimas en irse. Se despidió
de sus amigas que quedaban en la piscina y se dirigió a la escalera
trasera que llevaba a su departamento. Cuando Wendy entró a su
departamento por la puerta trasera, le llamó la atención que la
puerta delantera estuviera cerrada con llave. Yo no recuerdo haber
cerrado esta puerta, pensó. Un ligero estremecimiento corrió por su
espalda, pero Wendy lo desestimó rápidamente y procedió a subir a
su habitación.

En cuanto dio la vuelta al pasillo, Wendy vio al hombre parado allí.


Tenía un pañuelo en la cara con agujeros para sus ojos y llevaba
puestos guantes de cuero de cazador. En sus manos tenía un largo
y amenazador cuchillo.

Al principio Wendy pensó que todo era un chiste. —¿Qué hace


usted aquí?—preguntó todavía con cierta ligereza en su voz. Pero
en cuanto salió la primera palabra de la boca del hombre, Wendy se
dio cuenta de que no era ningún chiste. —Baja y cierra todas las
persianas —le ordenó. Con el cuchillo apuntándole, Wendy
obedeció. —Ahora, sácate la ropa y acuéstate en la cama —
demandó. —Por favor, no haga esto —rogó ella—. Acabo de
comprometerme.— ¡Cállate la boca! —dijo el hombre—. Sé todo
acerca de ti y tu vida.

El hombre puso una toalla sobre el hermoso rostro de Wendy y


procedió a violarla repetidas veces. —Si cuentas a alguien lo que te
he hecho, voy a regresar a matarte —dijo mientras salía por la
puerta.

Luego de estos momentos aterradores, Wendy tuvo que sobrellevar


los efectos terribles de semejante invasión personal: visitas al
hospital, polvo para recabar huellas dactilares en todo su
departamento, entregar su ropa de cama como evidencia a la
policía, y tener que contar repetidas veces lo que había sucedido.

"Estaba muy confundida", contaba Wendy. "Siempre había pensado


que si vivía una buena vida, Dios me iba a cuidar. Yo no bebía, no
fumaba, no tomaba drogas. Mi vida estaba en orden y siempre
había sido una 'buena chica'. ¿Por qué Dios permitió que me pasara
esto?

"Recuerdo estar muy enojada con Dios", admitió Wendy. "Trataba de


irme a dormir por las noches, pero terminaba golpeando la
almohada y llorando: '¿Por qué permitiste que esto pasara? ¿Por
qué te ama la gente y te reverencia? ¡Yo te odio! ¡Yo te odio!'.

"Llegué a una crisis de fe con tres opciones bastante lógicas para


elegir. Primera, Dios no era todopoderoso y, por lo tanto, no podía
protegerme. Segunda, Dios es todopoderoso, pero a él yo no le
importaba lo suficiente como para intervenir. Finalmente, Dios es
todopoderoso, y me ama en gran manera, pero permitió que esto
me pasara. Esta última opción es la que más me asustaba".

En los años siguientes, Wendy vivió su vida en una prisión de


miedos. No tomaba ni una ducha sola a menos que alguien
estuviese en el baño con ella.

Wendy se casó tal como lo había planeado. Comenzó a ir de


consejero en consejero tratando de encontrar alivio para su trauma.
"Estaba desalentada", decía. "Iba a grupos de crisis por violencia
sexual y veía a mujeres que habían sido violadas diez años antes, y
todavía estaban batallando con el incidente. ¿Va a ser así conmigo
también?, me preguntaba".

La frustración, el miedo y la falla de obtener alivio llevaron a Wendy


al único lugar donde iba a encontrar paz: la Biblia.
"Por primera vez abrí la Biblia para explorar a ese Dios en el que
siempre había creído, pero que, a mi ojos, claramente me había
abandonado", dijo Wendy. "Yo quería respuestas, por lo cual
comencé a estudiar la Biblia para aprender que Dios es soberano,
sabio, amoroso y santo. Comencé a ver la vida desde la perspectiva
de Dios. Él tiene grandes propósitos en nuestras tribulaciones.
Nuestros momentos de dificultad no son actos sin sentido
destinados a hacernos miserables o destruirnos. La razón de ellos
es refinarnos y hacernos fuertes".

El camino de Wendy hacia su liberación es maravilloso; pero así


también es la obra milagrosa de Dios en nuestra vida. Él la liberó de
la prisión del temor y la llevó a compartir la esperanza que ahora
hay en ella. A través de este proceso de sanidad, Wendy se
enfrentó cara a cara con Jehová Rapha: el Gran Sanador.

"No quiero decir con esto que estoy contenta de que me hayan
violado", aclaró Wendy. "Pero puedo ver claramente la mano de
Dios en el proceso de sanidad en mi persona. Si esa tragedia no
hubiera ocurrido, yo jamás habría comenzado este camino en mi
vida para descubrir una relación con Dios más profunda e íntima. No
hubiera tenido nunca el valor o la pasión para ministrar a otras
mujeres aconsejando en grupos de ayuda a mujeres que han sufrido
violencia sexual, enseñando en estudios bíblicos y guiando a otras
mujeres en su recorrido hacia el corazón de Dios. Eso es 'el bien' en
Romanos 8:28. Siempre hay algo 'bueno'".

Wendy ha encontrado el propósito de su dolor. Otras mujeres se


sienten atraídas a sus estudios bíblicos porque desean aprender
acerca del Dios que le da a ella tanta paz luego de haber pasado
por momentos trágicos en su pasado.

El tesoro escondido
Por tanto ¿qué es lo 'bueno' que mencionabaWendy? Romanos
8:28 es un versículo en la Biblia que ha sido amado y odiado por
muchos que deben pasar por grandes pérdidas personales.
"Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes
lo aman" (Romanos 8:28). ¿Qué quiere decir Dios con "todas las
cosas"? Es muy probable que quiera significar todas las cosas: lo
bueno, lo malo y lo feo.

El objetivo final de Dios no es nuestra comodidad sino nuestra


conformidad a sus propósitos. En cada oscura circunstancia de
nuestra existencia, yo creo que hay una pepita de oro, un tesoro
escondido, esperando ser descubierto. Sin embargo, para que eso
ocurra debemos tomar la suciedad, hacerla a un lado y mirar más
allá de la superficie.

¿Es fácil? No. ¿Es complicado? Generalmente lo es. ¿Vale la pena?


Siempre.

Muchos años después de haber perdido a mi bebé, estaba parada a


la puerta del cuarto de Steven observando a mi hijo hecho un nudo
de sábanas, brazos y piernas. Era ahora un joven de más de 1.80
cm, con necesidad de una buena afeitada, y en su cabeza había
una tupida cabellera de rizos color castaño.

"Señor", oré, "tú sabes lo mucho que amo a los niños y cuánto he
deseado ser madre. Tus caminos son más altos que nuestros
caminos, y sé que tú eres mi Padre celestial que sabe lo que es
mejor para mí. Pero Dios, necesito una pepita de oro en el día de
hoy. Necesito que me muestres que hay un propósito detrás de mi
dolor".

Luego, la Palabra de Dios comenzó a caer sobre mí como agua.


Pues Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único, para que
todo el que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna (Juan
3:16 DHH).

"¿Eres tú, Señor?", pregunté. Pues Dios amó tanto al mundo, que
dio a su Hijo único, para que todo el que cree en él no muera, sino
que tenga vida eterna. Estas palabras me refrescaron como lluvia de
primavera en tierra muy seca, y por primera vez en mi vida,
verdaderamente pude contemplar la altura, la profundidad y la
anchura de estas palabras tan conocidas.

Yo tengo un hijo único.Amo a muchas personas en este mundo,


pero no hay nadie…nadie…a quien yo ame tanto como para
sacrificar a mi hijo. En cambio, Dios me amó tanto como para hacer
eso. Me amó lo suficiente como para sacrificar a su Hijo único para
darme la vida. Con lágrimas corriendo por mis mejillas le agradecí a
Dios por ayudarme a comprender su gran amor; por darme una
imagen que vive y respira, y que se encuentra indeleblemente
impresa en mi mente y en mi corazón. Si ese fue el propósito para
los años de infertilidad y pérdida de un hijo, entonces fue suficiente.

José ve el propósito final


José era un hombre con muchas cicatrices en su vida. Su historia se
encuentra registrada en Génesis 37-50. Mientras que era el hijo
favorito de su padre era, al mismo tiempo, el menos querido entre
sus hermanos. Debido a que su padre, Jacob, mostraba un
favoritismo constante hacia este hijo de su amada esposa Raquel,
sus hermanos estaban celosos y lo trataban con desdén, burlándose
y mostrándole rencor. La ingenuidad de José no ayudaba en estas
cosas. Les refregaba por las narices que tenía una túnica
ornamentada que su padre había mandado hacer especialmente
para él, era un chismoso cuando ellos se comportaban mal, y les
contó de un sueño que tendría que haberse guardado para sí
mismo.

"Escuchen este sueño que tuve", José dijo a sus hermanos.


"Resulta que estábamos todos nosotros en el campo atando
gavillas. De pronto, mi gavilla se levantó y quedó erguida, mientras
que las de ustedes se juntaron alrededor de la mía y le hicieron
reverencias" (Génesis 37:6, 7).

Luego de esta revelación, sus hermanos lo odiaron aún más. Pero el


pobre muchacho no se daba cuenta, y fue y les contó otro sueño.

"Escuchen", dijo, "tuve otro sueño, en el que veía que el sol, la luna
y once estrellas me hacían reverencias" (Génesis 37:9). Este sueño
fue la gota que rebasó la medida.

Un día sus hermanos vieron la oportunidad de deshacerse de este


soñador de una vez por todas. Primero lo tiraron en una cisterna,
ensangrentaron su preciosa túnica, y tramaron un cuento para
contar al padre que un animal salvaje había atacado a José. Pero
mientras José estaba en el pozo, llegó la liberación. Su hermano
Judá notó que pasaba por allí una caravana camino a Egipto, y los
hermanos vieron la oportunidad de sacar cierto provecho económico
de esta situación. Decidieron vender a José al mercader de esclavos
en vez de dejarlo morir en el desierto. Y así comenzó su vida de
esclavitud.

Pero los tiempos difíciles no terminaron allí. Cuando la caravana de


esclavos llegó a Egipto, José fue llevado a la casa de Potifar, uno de
los oficiales del faraón. Potifar vio que Dios estaba con José y que
era exitoso en todo lo que hacía, por lo que nombró a José como su
administrador personal que se ocupaba de todo lo que Potifar
poseía. Parece ser que también la esposa de Potifar tenía sus ojos
puestos en el buen mozo y atractivo muchacho. En varias
oportunidades esta ama de casa desesperada trató de que
convencer al nuevo esclavo de que se acostara con ella, pero cada
vez José se rehusó a hacerlo.

Luego, un día, José entró en la casa para atender a sus deberes y


no había ningún otro sirviente dentro de la residencia.

"Ven a mi cama", le rogó la esposa de su amo mientras lo tomaba


de su túnica.

Pero José huyó, dejando su túnica en manos de la mujer. Como dice


el refrán: "Ni el infierno tiene la furia de una mujer desdeñada".
Cuando Potifar regresó a la casa, su mujer le mostró la túnica de
José, y lo acusó falsamente de haber querido violarla.

"Mira", le dijo, "ese esclavo hebreo que compraste vino a mí para


divertirse. Pero en cuanto grité pidiendo ayuda, dejó su túnica y salió
corriendo de la casa".

El amo creyó la historia de su mujer y echó a José en la cárcel. Pero


ahí no terminaron las dificultades. Mientras estaba en la cárcel,
interpretó los sueños del que había sido el copero del rey y del que
había sido el panadero del rey. A cambio de esto, su único pedido
fue "Acuérdense de mí cuando les den la libertad".

El panadero fue colgado, tal como lo predijera José. Y cuando el


copero del rey fue puesto en libertad, se olvidó de que José siquiera
existía.

Vendido en esclavitud, acusado falsamente, traicionado y olvidado.


Los primeros 30 años de la vida de José estaban más llenos de
angustias y problemas que lo que muchos de nosotros podemos
experimentar en una docena de vidas.

Pero dos años más tarde, la vida tuvo un giro inesperado. El faraón
tuvo un perturbador sueño que no podía interpretar. Su copero,
ahora restaurado en esa posición, se acordó de José y le habló al
rey acerca de su habilidad para interpretar sueños. Entonces, el
faraón mandó llamar a José y le pidió ayuda.

"No soy yo quien puede hacerlo", José contestó al faraón, "sino que
es Dios quien le dará al faraón una respuesta favorable" (Génesis
41:16).

José procedió a interpretar el sueño de faraón, prediciendo una


sequía de siete años y logrando salvar a todo el pueblo de Egipto de
morir de hambre. En recompensa, José fue puesto a cargo de todo
el país de Egipto. Y el faraón le colocó el anillo que tenía su sello
oficial, lo vistió con ropajes muy finos y le puso un collar de oro en el
cuello. Y a la edad de 30 años, el faraón le dio a José una esposa.

Antes de cumplir los 37 años, José ya tenía dos hijos. Uno llamado
Manasés, que significa "Dios ha hecho que me olvide de todos mis
problemas, y de mi casa paterna" (Génesis 41:51).

Y el segundo hijo se llamó Efraín, que significa "Dios me ha hecho


fecundo en esta tierra donde he sufrido" (Génesis 41:52). Las
cicatrices emocionales de José eran tan reales como lo hubieran
sido las físicas si realmente hubiese sido atacado por un animal
salvaje.

Pasaron muchos años. Durante los años de abundancia, los


egipcios almacenaron más grano que lo que pudieron contar. Luego,
cuando golpearon los siete años de sequía, tenían suficiente grano
para sostener al país y a los países de alrededor también. Entre los
que vinieron a comprar comida estaban nada más y nada menos
que los engañadores hermanos de José. Vemos que José trazó el
camino para el perdón y estableció un estándar que no tuvo igual
hasta el momento de la cruz. Fue reunido con su familia, incluyendo
su anciano padre y su hermano menor.

Los hermanos mayores de José estaban horrorizados por el castigo


que temían se iba a amontonar sobre cada una de sus respectivas
cabezas. Pero José pudo ver el tesoro escondido en sus dolorosas
circunstancias. "Es verdad que ustedes pensaron hacerme mal,
pero Dios transformó ese mal en bien para lograr lo que hoy
estamos viendo: salvar la vida de mucha gente" (Génesis 50:20).
Oh, amiga, tómate de estas palabras; aférrate a ellas. "Ustedes
pensaron hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en bien"
establece el camino que nos lleva directamente al destino que Dios
ha planeado todo este tiempo. José pudo encuadrar su dolor en la
soberanía de Dios.

Cuando el olvido no es suficiente


Cuando José supo que su padre Jacob estaba enfermo, llevó a sus
dos hijos Manasés y Efraín para una última visita. Cuando llegaron,
Jacob dijo: "Acércalos, por favor, para que les dé mi bendición"
(Génesis 48:9).

José trajo a sus hijos a la vera de la cama de su padre. Puso a


Efraín a su derecha junto a la mano izquierda de Jacob, y a
Manasés, su primerizo, a su izquierda junto a la mano derecha de
Jacob. Pero en vez de dar la bendición a su primer hijo, Jacob
extendió su mano derecha y la puso sobre la cabeza de Efraín, si
bien este era el hijo menor, y cruzando sus manos, puso su mano
izquierda sobre la cabeza de Manasés. José trató de frenar a su
padre para que no le diera la bendición al hijo menor, en vez de al
mayor, pero su padre se rehusó.

"¡Ya lo sé, hijo, ya lo sé! También él gestará a un pueblo, y llegará a


ser importante. Pero su hermano menor será aún más importante, y
su descendencia dará origen a muchas naciones" (Génesis 48:19).
Por lo tanto, puso a Efraín delante de Manasés.

¡Qué hermosa imagen! Sí, José había tenido una vida con
dificultades y sufrimiento a manos de los que abusaron de su
persona, lo abandonaron y traicionaron. Pero Dios no quiso que
solamente olvidase su sufrimiento, como el nombre de Manasés
implicaba; el quiso que fuese fructífero en su sufrimiento.

Lo mismo sucede contigo y conmigo. Dios no desea que


simplemente olvidemos el dolor de nuestro pasado. ¡Él desea que
seamos fructíferas en nuestra tierra de sufrimiento! Que lo
utilicemos para bien. Que ministremos a otros. Que plantemos las
semillas de la esperanza.

"Yo les recompensaré a ustedes por los años en que todo lo devoró
ese gran ejército de langostas… Ustedes comerán en abundancia,
hasta saciarse, y alabarán el nombre del SEÑOR su Dios que hará
maravillas por ustedes. ¡Nunca más será avergonzado mi pueblo!"
(Joel 2:25, 26).

Purificadas como el oro


Hay muchos propósitos para las cicatrices de nuestro pasado.
Nuestra comprensión del carácter de Dios aumenta, nuestra fe se
fortalece, nuestro carácter madura, nuestras almas son purificadas,
nuestra visión se hace más clara, nuestra pasión es inflamada y
nuestros corazones son suavizados. Por supuesto, por cada una de
estas cualidades positivas, se puede dar una negativa. Por ejemplo,
nuestra comprensión de Dios puede torcerse, nuestra fe verse
debilitada, nuestro carácter verse comprometido, nuestras almas
mancilladas, nuestra visión entenebrecida, nuestra pasión
extinguida y nuestros corazones endurecidos. El sol endurece la
arcilla y ablanda la cera; podemos endurecernos o ablandarnos. No
podemos cambiar nuestro pasado, pero podemos determinar el
efecto que pueda tener en nuestro futuro para convertirnos en
resentidas o en mejores personas.

Pienso en todo lo que Job sobrellevó: todos —excepto tres de sus


sirvientes— fueron asesinados, cayó fuego del cielo y mató a sus
ovejas, los caldeos le robaron sus camellos, y un poderoso viento
hizo que se derrumbara la casa donde estaban sus hijos en una
fiesta… matando a todos… ¡y todo eso le pasó en un solo día! (Job
1:13-19).

¿Qué hizo Job ante estas pérdidas? Se rasgó sus vestiduras y se


rapó la cabeza en señal de luto. Eso lo puedo entender. Pero
después vemos que "se dejó caer al suelo en actitud de adoración"
(versículo 20).

A lo largo del libro de Job leemos de más tragedias que le


sucedieron a este hombre. ¿Cuestionó a Dios? No. ¿Maldijo a Dios
como lo sugiriera su esposa? No. Al final, luego de que Dios le habló
a Job, él respondió: "De oídas había oído hablar de ti, pero ahora te
veo con mis propios ojos" (Job 42:5). La historia de Job es un
camino difícil, pero para lo que aprendió acerca de Dios ¡valió la
pena todo el trayecto! Dios lo hizo próspero nuevamente y le dio el
doble de lo que había tenido en primer lugar. "El SEÑOR bendijo
más los últimos años de Job que los primeros" (Job 42:12).

A QUIEN DIOS ELIGE


Cuando Dios desea entrenar a un hombre, y entusiasmarlo y
capacitarlo; cuando Dios desea moldear a un hombre, para que
desempeñe su papel más noble; cuando aspira con todo su corazón
a crear un hombre grande y valiente, para admiración de toda la
humanidad, observa sus métodos, observa sus modos. ¡Cómo
perfecciona despiadadamente a quien en su soberanía elige! Cómo
lo martilla hasta que duele y con duros golpes lo convierte en una
maleable forma de arcilla que solamente el Creador comprende
¡mientras el corazón del hombre llora, y al cielo implora con sus
manos! Cómo Dios dobla pero no quiebra cuando busca el bien de
la persona. Cómo utiliza a quien él elige, y con toda intención lo
funde. Pero cada acto que el hombre haga demostrará el esplendor
de Dios. ¡Bien sabe Dios lo que hace! HENRY F. LYTE (traducción
libre)

Jesús me ama
Era el primer aniversario de los atentados terroristas del 11 de
septiembre del 2001. Los escombros de las Torres Gemelas habían
sido retirados y el Pentágono reparado, pero hombres y mujeres a
través de todo el país todavía estaban de luto por las 3000 vidas
perdidas en ese tenebroso día. En mi ciudad natal se construyó un
monumento para recordarlos en una expansión de tierra en la que
un mar de cruces blancas representaba a los hombres y mujeres
que murieron ese día.

Kathy y su familia fueron a ver este monumento. Junto a su hija


Heather de 17 años, Kathy llevó a su sobrina de tres años, Taylor.
Era difícil para la pequeña Taylor poder entender exactamente lo
que estaba pasando y por qué tantas personas estaban tan tristes,
pero caminó obedientemente de la mano de su prima entre las
pequeñas cruces. En cierto momento, la pequeña se alejó de sus
familiares.

El grupo de personas reunidas para la ocasión se movía en


reverente silencio mientras miraban uno a uno los nombres
inscriptos en las cruces del memorial. Algunas cruces estaban
decoradas con flores, otras con ositos de peluche u otros
recordatorios. Pero nada hablaba con mayor fuerza que el silencio,
cortado por quietos sollozos de los presentes. Luego, como si
viniera directamente del cielo, se pudo escuchar una voz flotando en
la brisa. Todos se dieron vuelta para ver a una pequeña que con
brazos extendidos daba vueltitas entre las cruces.

Con su rostro vuelto hacia el cielo, ella cantaba:

Cristo me ama, bien lo sé, su Palabra me hace ver, que los niños
son de aquél, quien es nuestro amigo fiel. Cristo me ama, Cristo me
ama, Cristo me ama, la Biblia dice así.

El tiempo pareció detenerse mientras cientos de los presentes


fijaban su atención en una niña pequeña con un gran mensaje. Aún
en el medio del dolor, aún con la pérdida de vidas, de sueños y de
esperanzas… Jesús nos ama. Es ese amor el que puede levantar la
carga de la desesperación, resucitar nuestros sueños, y darnos
esperanzas nuevamente.

Pablo nos recuerda: "Porque Dios, que ordenó que la luz


resplandeciera en las tinieblas, hizo brillar su luz en nuestro corazón
para que conociéramos la gloria de Dios que resplandece en el
rostro de Cristo. Pero tenemos este tesoro en vasijas de barro para
que se vea que tan sublime poder viene de Dios y no de nosotros.
Nos vemos atribulados en todo, pero no abatidos; perplejos, pero no
desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero
no destruidos… Por tanto, no nos desanimamos. Al contrario,
aunque por fuera nos vamos desgastando, por dentro nos vamos
renovando día tras día. Pues los sufrimientos ligeros y efímeros que
ahora padecemos producen una gloria eterna que vale muchísimo
más que todo sufrimiento. Así que no nos fijamos en lo visible sino
en lo invisible, ya que lo que se ve es pasajero, mientras que lo que
no se ve es eterno" (2 Corintios 4:6-9; 16-18).

Cristo me ama, bien lo sé. Las cicatrices no representan solamente


la sanidad o el final de una situación difícil, ¡sino también el
comienzo de un ministerio! Miremos la forma en que Dios desea que
utilicemos el tesoro de nuestras cicatrices para invertirlo en las vidas
de quienes están a nuestro alrededor.

CUATRO
Redimiendo nuestro dolor al invertir en los demás

Así nosotros, por el cariño que les tenemos, nos deleitamos en


compartir con ustedes no sólo el evangelio de Dios sino también
nuestra vida. 1 TESALONICENSES 2:8

Había terminado de hablar en un retiro de mujeres, y decidí


relajarme y descansar mientras Susie me llevaba al aeropuerto.
"Susie, cuéntame tu historia", le dije.

"Bueno, veamos", comenzó ella. "Mi padre murió cuando yo tenía


cuatro años. No recuerdo mucho acerca de su enfermedad, pero sí
lo he extrañado mucho desde ese entonces. Pareciera ser que
estuve buscándolo en todos lados durante toda mi vida. En cada
hombre con el que tuve una relación, siempre he estado buscando a
mi papi y el amor que sé que me hubiera brindado si hubiese estado
vivo.

"Mi madre trabajaba del amanecer hasta el anochecer en una


granja, tratando de la mejor manera de alimentar a sus cinco hijos.
Trabajaba en el campo y preparaba las comidas, tratando de ser
padre y madre a la vez. Consecuentemente, yo sentía que me
faltaban los dos. No tengo memoria de ella abrazándome, o
besándome o diciéndome que me amaba. Seguramente me amaba,
pero era un secreto muy bien guardado.
"Debido a nuestra pobreza, siempre me sentía inferior a mis
semejantes. Crecí muy tímida e insegura".

Susie procedió a contarme que comenzó una búsqueda de alguien


que la amase y le dijese que era bonita y valiosa. Se casó después
de su primer año de estudios terciarios, y los siguientes 18 años de
su vida rodaron sin mucha pena ni gloria. Pero durante su
decimoctavo año de casada, su vida se comenzó a desintegrar. Tres
de sus hermanas fueron diagnosticadas con cáncer, y su hermano
se divorció. Susie comenzó a sentir un gran vacío en su propia vida,
y su esposo no tenía deseos de ayudarla.

"Mi esposo venía con sus propios problemas y no me podía ofrecer


el apoyo y el amor que yo necesitaba tan desesperadamente",
explicó Susie. "Hasta se propuso no mostrarme afecto. Recuerdo
una vez que literalmente corrí tras de su auto calle abajo para que
me diese un beso de despedida mientras él subía rápidamente la
ventanilla del auto. Ambos nos reímos, pero interiormente eso me
hacía llorar. Traté de todas formas de captar su atención. Lloré,
protesté, me quejé, y hasta me hice varias cirugías innecesarias.
Nada funcionó".

El esposo de Susie empezó a quejarse de que ella era malísima en


la cama. "Quizás es hora de que tengas una relación
extramatrimonial", le dijo. "¡Puede que eso te ayude!". Ella escuchó
horrorizada. Después de todo, ellos iban a la iglesia. Él era diácono,
y ella era solista y directora del coro de los adolescentes.

Pero la semilla había sido plantada y comenzó a crecer. Susie


decidió hacer instalar una piscina en su patio. Cuando el constructor,
bronceado y musculoso le comentó cuán bonita era y qué bien que
olía, Susie bebió esas palabras como suelo árido. Susie le dijo a su
esposo por teléfono:

—¡Ey, Carl! ¿Recuerdas tu comentario acerca de tener una relación


extramatrimonial? ¿Lo dices en serio? —Seguro —contestó Carl—.
¿Por qué? ¿Ya encontraste a alguien?

—Sí, creo que sí—, dijo ella. —Solamente sé discreta—, fue su


único comentario.

Susie comenzó una relación extramatrimonial con Danny, y más


tarde su esposo amenazó con matarlos a los dos. Ella amaba a su
esposo, pero llegó a convertirse en una adicta al afecto y la atención
que recibía de su amante. El esposo de Susie le quitó la chequera,
sus tarjetas de crédito y hasta su casa. Así ella dejó su hogar y
hasta abandonó a sus hijos en búsqueda de la atención que nunca
había recibido en su matrimonio.

"Danny era un hombre atrapado por las mentiras de Satanás, tal


como yo", dijo Susie. "Me prestaba más atención y me mostraba
más amor que cualquier otra persona a mi alrededor; siempre y
cuando no lo hiciera enojar. Cuando estaba enojado, se convertía en
un hombre abusivo verbalmente, diciéndome que era mejor que yo
fuese buena con él porque nadie más me iba a querer. Permanecí
en esta relación por cuatro años".

La promiscuidad de Susie se desató luego de su relación


extramarital con Danny. Fue de hombre en hombre buscando amor
y significado. Nuevamente se casó, pero este casamiento solamente
duró unos 18 meses. Susie volvió a la iglesia, pero al mismo tiempo
continuaba con su alocada vida social.

Nuevamente se volvió a casar. "Durante nuestro noviazgo, Steve


había sido mucho más atento y romántico que cualquier otro hombre
que haya conocido", explicó. "Pero todo terminó el día que nos
casamos. En realidad, el casamiento tuvo lugar una tarde, y cuando
llegamos a la casa decidió ponerse a pintarla. Eso significó que
estaba demasiado cansado esa noche para una relación sexual. Al
igual que yo, Steve también había estado casado dos veces
anteriormente. Gracias a Dios, el Señor nos encontró a los dos en
una iglesia en Florida. Steve se entregó al Señor y ambos nos
comprometimos con Cristo. Luego de varios años, nos mudamos a
Texas.

"Sharon, le he pedido a Dios que me perdone por todo lo que he


hecho. Dios ha sido muy bueno conmigo. Estuvo presente en mi
vida, aún en tiempos en que yo no tenía conciencia de su presencia
en mi vida; cuando no sentía para nada que estaba conmigo; y
hasta cuando no quería sentir su presencia en mi vida. Me perdonó
e hizo que surgiera algo bueno de todo este enredo que había
hecho de mi vida. Steve y yo tenemos una buena vida con varios
nietos a los que adoramos. Somos un buen ejemplo de cómo Dios
puede tomar una terrible existencia y hacer algo hermoso de los
pedazos".

Me recosté en el asiento. Estábamos ya en el estacionamiento del


aeropuerto, sentadas en su auto.

—Susie, ¿cuánta gente en la iglesia sabe de tu historia? —pregunté.


— Nadie —me contestó—. No le he contado a nadie toda la historia
de mi vida.

Eso fue una sorpresa; si bien ya me había pasado lo mismo en otras


oportunidades.

Debido a que comparto mi historia en muchas ocasiones, muchas


veces las mujeres se sienten lo suficientemente seguras como para
compartir sus historias conmigo. En muchas ocasiones pregunto:
"¿Cuántas personas conocen tu historia?" y la respuesta que recibo
es "Nadie".

Como una habitación cerrada bajo candado, muchas mujeres


guardan secretos en sus corazones. Cuando la llave no la posee
Dios, pues entonces la tiene el enemigo. Empero, cuando tomamos
conciencia del poder de nuestras cicatrices y redimimos ese dolor
invirtiendo en otros a nuestro alrededor, Satanás pierde todo el
control y la llave del candado se desliza de sus resbaladizas manos.

Cuando conocí a Susie, era una bulliciosa persona con una figura
pequeña y un corto cabello rubio; la clase de persona de mediana
edad que todas las mujeres más jóvenes en su iglesia deseaban
imitar. Estaba en el grupo de ministerio a las mujeres, cantaba en el
coro, y tenía una relación personal con Cristo. También tenía un
tesoro escondido… su historia muy personal de una vida rota y de
su posterior experiencia de sanidad.

Me pregunto a cuántas personas Susie pudo haber ayudado si ellas


hubieran sabido de su historia de redención. Me pregunto a cuántas
mujeres que están batallando contra la tentación del pecado sexual
hubiera ella podido afirmar y alentar si ellas hubieran sabido del
arduo camino por el que ella misma había transitado. Me pregunto
cuántas personas hubieran llegado a conocer al mismísimo Gran
Médico si Susie hubiera tenido el coraje de dejar de lado su vida
aparentemente perfecta y revelado la verdad.

Susie había mantenido sus cicatrices escondidas por muchos años.


Luego de nuestra conversación, la desafié a no desaprovechar ni un
momento más lo que había aprendido, sino a invertir el tesoro que
con su experiencia personal había desenterrado después de
muchos años de vida en el barro. Ha aceptado hacerlo. Vamos a
volver a Susie más adelante.

La imagen de la redención
Cuando yo era niña, mi madre solía hacer las compras en el
Supermercado White en la esquina de Tarboro y Pearl. Había otras
despensas alrededor, pero White otorgaba con las compras las
estampillas S&H. Los días de compras, yo vigilaba cómo la cajera
registraba todo lo que mi madre compraba, tirando de una manivela
con cada producto que registraba. Los ojos de mi madre se
iluminaban con cada sonido 'caching' de la máquina, pues eso
significaba más estampillas. Cuando terminaba de registrar el total,
la caja registradora literalmente escupía muchas estampillas, tanto
grandes como pequeñas. Nunca poníamos las estampillas en los
cuadernillos al momento. Mi madre las guardaba en una bolsa y
esperaba a tener suficientes como para trabajar en llenar los
cuadernillos por todo un día.

Cada seis meses, mi madre sacaba de un estante su bolsa repleta


de estampillas S&H. Vaciaba el contenido de la bolsa sobre una
mesa y anunciaba: "Bueno, Sharon, ¡es hora de pegar las
estampillas!".

Por horas, lo único que yo hacía era mojar, pegar, mojar, pegar,
mojar, pegar. Las estampillas más grandes representaban los
dólares gastados y con solamente tres se llenaba una página. Las
pequeñas estampillas representaban los centavos gastados y se
requerían 30 por página. Yo prefería las de un dólar.

Luego de seis meses de coleccionar estampillas y una seis horas de


pegatina, mi madre y yo nos dirigíamos entusiasmadas hacia el
Centro de Redención de Estampillas S&H. Con los brazos llenos,
dejábamos todo nuestro cargamento sobre el mostrador de la
empleada.

—¿Qué vas a reclamar, mami?—, le preguntaba mientras


recorríamos los estantes llenos de artefactos.

—No lo sé, querida —respondía mi madre—. ¡Pero va a ser algo


bueno!

Luego de mucha consideración, mi madre decidía por un tesoro tal


como un abridor de latas eléctrico, una plancha a vapor, o un juego
de tazones de acero inoxidable para mezclar.

Sí, era un día emocionante cuando hacíamos el viaje al Centro de


Redención de Estampillas S&H y podíamos cambiar nuestras
estampillas por algún tesoro especial.
Esta es una imagen muy simple de la palabra "redención". Significa
intercambiar algo por otra cosa, cambiar las estampillas (o sea
redimirlas) por un premio; por algo de valor. Eso es lo que Dios
puede hacer con nuestras cicatrices si confiamos en él.

"Satanás va a hacer todo lo posible para tentarnos a no confiar en


Dios, porque sabe que nuestra disposición a ponernos en sus
santas manos va a llevarnos a una redención completa…Redención
significa que el dolor ha sido tratado y cambiado tan radicalmente
que no sólo pierde la capacidad de hacernos daño, sino que
también
obtiene el poder para hacer algo bueno"1.

Regresa el terrateniente
Había una vez un terrateniente que decidió irse en un largo viaje.
Llamó a sus tres siervos y dividió las responsabilidades, cada uno
de acuerdo a su habilidad. También les dejó una cierta suma de
dinero para administrar. El dinero eran 'talentos'. A un siervo le dio
cinco talentos, a otro le dio dos y a otro le dio un solo talento.

Luego de muchos meses, regresó a su casa y se reunió con sus


siervos para ver la administración de sus asuntos. El sirviente que
había recibido cinco talentos, los había invertido y duplicado la
ganancia; pudiendo devolverle a su amo diez talentos. El sirviente
con dos talentos también había invertido su cantidad de dinero y lo
había duplicado; por lo que pudo entregarle a su amo cuatro
talentos. A estos dos esclavos el amo les dijo: "¡Hiciste bien, siervo
bueno y fiel! En lo poco has sido fiel; te pondré a cargo de mucho
más. ¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!" (Mateo 25:21).

Pero luego estaba el siervo con el único talento. Era un hombre


holgazán y miedoso que no quería arriesgar nada. Por ello no
invirtió, sino que hizo un pozo en la tierra y luego escondió el talento
en el barro.

"Señor, yo sabía que usted es un hombre duro, que cosecha donde


no sembró y recoge donde no esparció. Por eso tuve miedo, y fui y
escondí su dinero en la tierra. Pero aquí tiene lo que es suyo"
(Mateo 25:24, 25 DHH).

El amo se puso furioso ante este siervo temeroso. Tomó su talento y


lo entregó al que tenía diez talentos (Mateo 25:28).

Yo veo nuestras cicatrices como tesoros sin precio que nuestro


Señor nos ha encomendado. Podemos elegir invertir esos tesoros
en las vidas de otros semejantes, o podemos elegir esconderlos
debido al miedo. Yo he visto cómo la inversión en la vida de otros de
esas cicatrices del pasado ha producido dividendos que van más
allá de cualquier expectativa. Una pequeña inversión puede tener
gran resonancia y efecto en la vida de alguien, tanta que ha de
continuar en las generaciones por venir. Esa es la historia de mi
propia vida.

¿Consoladores o consuelo dadores?


En 2 Corintios, Pablo escribe: "Alabado sea el Dios y Padre de
nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y el Dios de toda
consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones,
para que con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido,
también nosotros podamos consolar a todos los que sufren. Pues
así como participamos abundantemente en los sufrimientos de
Cristo, así también por medio de él tenemos abundante consuelo".
(2 Corintios 1:3-5, énfasis agregado). Dios no nos consuela
simplemente para consolarnos, valga la redundancia. Dios nos
consuela para habilitarnos a consolar… a otras personas.

El dueño de una tienda estaba colocando un cartel en la vidriera de


su local que decía "SE VENDEN CACHORROS", cuando se
apareció un muchachito.

—¿En cuánto está vendiendo los cachorros? —preguntó el niño.El


hombre le dijo al niño que esperaba sacar por lo menos $50 por
cada cachorro.
El niño hurgó en su bolsillo, sacó algo de cambio, miró al dueño de
la tienda y le dijo:

—Tengo dos dólares y 37 centavos. ¿Puedo mirarlos? El dueño de


la tienda sonrió y silbó. De la perrera salió corriendo una perra,
Lady, seguida por cinco cachorros pequeños y gordos. Uno de los
cachorritos corría más despacio. Inmediatamente el muchachito
preguntó por el cachorro que rengueaba.

—¿Qué le pasa a ese cachorro? —El veterinario nos dijo que tiene
un problema en la cadera. Siempre va a renguear de esa manera.

—Ese es el que quiero comprar —dijo decididamente el niño. A


esto, el dueño de la tienda replicó:

—No, tú no quieres comprar este cachorro. Si realmente lo quieres,


yo te lo doy gratis.

El muchachito se acercó enojado al hombre:

—Yo no quiero que me lo entregue gratis. Ese perrito vale tanto


como los otros, y le voy a pagar por él el precio completo. ¡Para que
vea, le voy a dar estos dos dólares con 37 centavos ahora, y 50
centavos cada mes hasta que lo haya pagado todo!

El dueño de la tienda dijo:

—No, no, no. Tú no quieres ese perrito. Nunca va a poder correr y


saltar y jugar como los otros perros.

En respuesta a esto, el niño se levantó la manga del pantalón para


revelar su pierna izquierda mal torcida y sostenida por dos varas de
metal.

—Mire, señor —continuó el niño—, yo tampoco puedo correr bien y


ese cachorrito va a necesitar a alguien que comprenda eso2.

Querida amiga, Dios bien puede enviar a alguien en tu camino que


necesita una persona que la entienda. Nadie puede ayudar a una
mujer que está luchando con un adolescente rebelde como la madre
que ha recibido en su hogar a un hijo pródigo. Nadie puede alentar a
mujeres que están batallando con el problema de la depresión como
la mujer que ha salido de esa oscuridad para caminar en la luz.
Nadie puede ayudar a una mujer sumergida en la discordia de un
matrimonio con desavenencias, como una mujer que ha visto su
matrimonio transformado de los ruidos discordantes de la contienda
en una hermosa sinfonía de amor. Nadie puede ayudar a una mujer
luchando con el dolor de un pasado vergonzoso, como la mujer que
ha cambiado sus pobres vestiduras por el vestido de una hija del
rey.

En el libro Where Is God When It Hurts? (¿Dónde está Dios cuando


duele?) Philip Yancey nota: "Aquellos que sufren, ya sea de dolor
físico o psicológico, a menudo sienten una opresiva sensación de
soledad. Se sienten abandonados por Dios y por los demás, porque
deben sobrellevar su dolor a solas y nadie más los puede
entender"3.

¿Pero supongamos que hay alguien más que entiende?


¿Supongamos que esa persona eres tú o yo? ¿Supongamos que
nosotras podemos ser la persona que ayude a aliviar ese sentido de
desesperación y soledad o aislamiento debido a que hemos tenido
que ser peregrinas involuntarias en ese mismo camino?

Es muy seguro que Dios va a mandar a personas que crucen


nuestro camino y que necesitan escuchar nuestra historia. ¿Vamos
a abrir nuestro corazón para tocar a esa mujer que necesita que
alguien verdaderamente la comprenda? ¿Vamos a exponer nuestras
cicatrices para dar evidencia del poder sanador de Jesús? ¿Vamos
a invertir nuestra vida en nuestros semejantes? Yo creo que el
muchachito de la historia estaba en lo correcto.
De las tumbas a la ciudad
Luego de que Jesús pasó un agotador día enseñando, sin
mencionar que había calmado una tormenta ese mismo día, cruzó el
mar de Galilea para entrar en la región de los gerasenos. Tan pronto
como bajó del bote, un hombre poseído por el demonio, que había
vivido entre las tumbas, corrió a verlo. En verdad que no era una
recepción de bienvenida. El hombre comenzó a gritar a voz en
cuello:

—¿Por qué te entrometes, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? ¡Te ruego
por Dios que no me atormentes! (Marcos 5:7). —¿Cómo te llamas?
—le preguntó Jesús. —Me llamo Legión, porque somos muchos —
replicó.

¿Conoces el refrán que habla de "cuando los chanchos vuelen"?


Bueno, este es el día en que eso sucedió. Jesús ordenó a los
demonios a que salieran del hombre, y los envió volando a un hato
de cerdos. Luego el grupo entero de cerdos, cerca de 2000 de ellos,
bajaron por una escarpada ladera al lago y allí se ahogaron (Marcos
5:9-13).

¿Y qué pasó con el hombre? Antes de su encuentro con Jesús este


habitante de un cementerio andaba a los gritos de día y de noche, y
se cortaba con las piedras. Hasta había logrado romper las cadenas
que otros habían tratado de usar para restringirlo. Pero luego de su
encuentro con Jesús la gente estaba maravillada de verlo sentado,
completamente vestido y en su sano juicio.

Mientras Jesús estaba preparando el bote para dejar esa población,


el agradecido hombre corrió hacia él y le rogó: "Por favor,
permíteme ir contigo".

Pero Jesús no lo permitió. En vez de ello, le dijo que volviera a su


familia y su población y que mostrara sus cicatrices.
—Vete a tu casa, a los de tu familia, y diles todo lo que el Señor ha
hecho por ti y cómo te ha tenido compasión (Marcos 5:19).

¿Te sorprende esto? No debería.

Jesús no nos consuela para ponernos cómodas, sino que nos


consuela para hacernos consoladoras o "consuelodadoras".

La inversión de Tricia
Tricia Goyer enfrentó el embarazo en la adolescencia… dos veces.
Era una cicatriz que iba a llevar por el resto de su vida, pero ¿la iba
a llevar con culpa y vergüenza, o con evidencias de la gracia y el
perdón? ¿Podía Dios tomar algo que, obviamente, estaba fuera de
su voluntad, como lo es la intimidad sexual fuera de la unión
matrimonial, y utilizarlo para bien? Si creemos lo que dice Romanos
8:28, entonces la respuesta es sí. Tomemos un momento para dejar
que Tricia nos cuente su historia…

"No recuerdo el rostro de la enfermera que me dio la noticia, pero sí


recuerdo el silencioso regreso a casa en el auto con mi madre. Y
recuerdo las palabras que salieron de la boca de mi novio: 'No lo
puedo creer. De todos modos está todo terminado entre tú y yo'.

"Yo tenía diecisiete años; estaba embarazada, sola y no sabía qué


hacer. No era la primera vez. Casi dos años antes había estado
saliendo con el mismo muchacho y había recibido la misma noticia.
Para aquel embarazo elegí la salida 'más fácil', solo para descubrir
que no hay nada de fácil acerca del dolor del corazón y la vergüenza
que provoca un aborto. No había sido fácil enfrentar el hecho de que
elegí no darle la vida a mi hijo.

"Esta vez, sabía que la decisión correcta sería tener al bebé. Pero
¿qué iba a pasar con mi vida? En una semana era una bastonera y
estudiante en el cuadro de honor. En la siguiente semana no era
ninguna de las dos cosas. La vergüenza de mi creciente vientre me
hizo dejar la escuela, dejar las actividades extracurriculares y mi
vida social por completo. Me pasaba los días durmiendo hasta el
mediodía, haciendo mis deberes para recibir crédito por mis clases,
y mirando las telenovelas.

"Cuando estaba por los seis meses de embarazo llegué a mi punto


más bajo. Me desperté al mediodía y lo primero que hice fue
extender la mano hacia el control remoto del televisor. Estaba
enojada con mis amigas porque no me llamaban, enojada con mi
novio pues ya me había dejado por otra chica. Inesperadamente
estallé en un mar de lágrimas, dándome cuenta de lo que había
sucedido con mi vida. Pero, mientras que mi corazón estaba
dolorido, algo en lo profundo dentro de mí me decía que yo no tenía
que enfrentar todo esto sola. Pensé en lo que había aprendido de
niña en las clases de la Escuela Dominical. Me acordé de la alegría
de mi maestra cuando me contaba que Jesús me amaba. Y
mientras permitía que las palabras del corito 'Jesús me ama'
penetraran en mi mente, crucé mis brazos alrededor de mi vientre e
imploré a Dios.

"'Señor, he arruinado mi vida. Si puedes hacer algo para mejorar


esta situación, ¡por favor hazlo!'.

"Se me llenaron los ojos de lágrimas, y una chispa de esperanza se


encendió en mi corazón. A pesar de sentirme sola, a pesar de tener
reparos acerca de poder criar un hijo ya que me sentía una niña,
comencé a confiar que había un plan de Dios para que mi vida
mejorase en vez de seguir en este camino de autodestrucción.

"Durante el resto de mi embarazo, de vez en cuando leía mi Biblia y


oraba. Traté de llevar una vida mejor, pero me encontré luchando
con esos mismos sentimientos de rechazo y aislamiento. Pero el día
en que nació mi hijo comencé a comprender la fidelidad de Dios. Al
tener a mi hijo en mis brazos, mi corazón se llenó de amor. Y por
primera vez pude comprender un poquito más el amor que Dios
tenía por mí. Mi hijo me miraba con tanta confianza, y yo comprendí
que no podía fallarle".
Poco tiempo después de que Tricia regresara a su casa con su
bebé, llegó a su vida otro joven. Juan era el hijo de su pastor, y
mostró un interés especial en ella y en su hijo. Al año estaban
casados. Ocho años más tarde, Juan, Tricia y ahora los tres niños
Groyer, se mudaron a Montana para vivir una vida apacible. En ese
lugar se involucraron en una maravillosa comunidad de fe e hicieron
nuevas amistades; amistades que no sabían nada de la historia de
Tricia en cuanto a su embarazo de adolescente y su aborto. Pero
dejemos que Tricia continúe…

"Mi familia y mis amigos no tenían conciencia de que mis


sentimientos personales de rechazo y menosprecio estaban
supurando como si tuviera una astilla justo debajo de la piel. Me
daba vergüenza compartir las circunstancias de mi embarazo de
adolescente con estos nuevos amigos, y todavía sentía una gran
carga de culpa respecto del aborto. Deseaba más que nada dejar
todo esto en el pasado, pero ¿cómo podía suceder eso cuando los
recuerdos de esas decisiones erradas no dejaban de perseguirme?

"Un día, en la iglesia, una joven anunció una nueva clase de estudio
bíblico. Ella dijo: 'Tuve un aborto a los diecinueve años. Sé que he
sido restaurada emocional y espiritualmente, y quiero ofrecer la
misma esperanza a otras personas'.

"¡Yo no lo podía creer! ¿Cómo podía esta joven pararse delante de


la congregación y compartir lo que yo no podía confesar ni a mis
amigas más íntimas?".

Le tomó a Tricia un mes el juntar el valor suficiente para hacer la


llamada. En la noche del estudio bíblico, manejó hasta la iglesia; su
corazón palpitaba aceleradamente. Pero al entrar en la clase,
descubrió que otras mujeres como ella estaban enfrentado los
mismos problemas y el mismo dolor.

Mientras Tricia compartía la historia de su aborto y consiguiente


embarazo, comenzó a sentir que el peso de la vergüenza y dolor
dejaba de agobiarla. Estas mujeres entendían. Volvió a su hogar
claramente conciente del perdón de Dios, y de esta manera
comenzó a dar los primeros pasos para perdonarse a sí misma.

Unas semanas más tarde sintió que Dios la instaba a compartir su


historia con la comunidad de la iglesia. Se paró frente a la
congregación y narró su historia de dolor, vergüenza y sanidad.
También habló de las dificultades de ser una madre adolescente y
de cómo todo eso la había acercado a Dios nuevamente. Fue una
sorpresa para ella ver que luego de este testimonio, mujeres —
jóvenes y ancianas— se le acercaron y le contaron sus historias…
¡Ese es el poder de nuestras cicatrices! Tricia pronto se encontró
ayudando a aquellas que se veían abrumadas por errores del
pasado, invirtiendo en otros para ayudarlos a encontrar perdón y
esperanza para el futuro.

La inversión de Tricia se multiplica


Tricia continuó ayudando a mujeres que estaban esclavizadas por
sus errores del pasado y sus fallas, pero Dios tenía en mente un
plan aún mayor para esta joven. Cuando Tricia tenía 27 años, su
pastor habló con ella acerca de la necesidad de tener un centro de
crisis por embarazos en la comunidad. Al principio la idea le produjo
pánico, pensando en todas las razones por las que no se sentía
equipada para semejante tarea, pero al final decidió obedecer la voz
de Dios. Seis meses más tarde, el "Centro Esperanza para Crisis de
Embarazos" abrió sus puertas.

"El comenzar el centro significó mucho trabajo y dedicación", Tricia


explicó. "No solamente tenía que conectarme con agencias que
ofrecían ayuda durante la crisis de un embarazo no deseado, sino
que personalmente tuve que revisar aquellos aspectos de mi pasado
que debí enfrentar como madre adolescente. Aún así, con cada
obstáculo Dios me mostraba que estábamos bien encaminados. En
menos de un año, una iglesia local donó una casa enorme de estilo
victoriano para nuestro uso; comenzamos a trabajar cinco días de la
semana y teníamos cuarenta voluntarios. El promedio de abortos en
nuestra comunidad descendió un veinte por ciento".

Dios continúa abriendo puertas para que Tricia invierta sus propias
cicatrices en los demás. Comenzó un grupo para madres
adolescentes de preescolares en la comunidad, y es autora de un
libro para madres adolescentes titulado Life Interrupted: The Scoop
on Being a Young Mom (Vida interrumpida: la experiencia de ser una
madre muy joven).

Tricia ha experimentado el gozo de invertir sus propias cicatrices en


otros a su alrededor. Me pregunto cómo sería su vida, y la vida de
todos los que ha tocado, si hubiese escondido su tesoro en la arena
debido al miedo. Le estoy tan agradecida por tener el valor de hacer
esa inversión inicial y verla crecer exponencialmente en la vida de
tantos hombres y mujeres…no solamente en su comunidad, sino a
través de todo el mundo.

Gabriel Marcel define a la esperanza como "un recuerdo del futuro".


Ese es el regalo que Tricia da todos los días.

Pedro es desafiado a invertir


Me alegra mucho que Jesús haya elegido a Pedro para que fuese
uno de sus discípulos. Una y otra vez en la historia lo vemos "meter
la pata", guardarse su orgullo en su bolsillo, y llevar su
temperamento a flor de piel. Satanás sabía que Pedro podía ser de
gran impacto en la comunidad de la iglesia en general, y trató por
ello de desviar su rumbo varias veces. Durante la última cena, Jesús
le advirtió a Pedro que iba a ser probado: "Simón, Simón, mira que
Satanás ha pedido zarandearlos a ustedes como si fueran trigo.
Pero yo he orado por ti, para que no falle tu fe. Y tú, cuando te
hayas vuelto a mí, fortalece a tus hermanos (Lucas 22:31, 32,
énfasis agregado).

Pedro hinchó su pecho, irguió su cabeza y dijo: "Estoy listo a ir


contigo a la cárcel o hasta la muerte".
Y me imagino a Jesús pensando en sus adentros: "Seguro, hijo mío,
seguro".

Unas pocas horas más tarde comenzó el zarandeo. Mientras Pedro


estaba junto al fuego afuera del lugar donde estaban golpeando y
juzgando a Jesús, una pequeña sirvienta lo ve y le pregunta si es
uno de los seguidores de Jesús.

—Muchacha, yo no lo conozco —dijo (Lucas 22:57). Luego,


nuevamente… —¡Hombre, no lo soy (uno de sus discípulos)! —
replicó Pedro (versículo 58). Y nuevamente… —¡No, hombre, no lo
soy! (versículo 60). Y justo cuando la tercera negación de Pedro
salía de los labios de Pedro, el gallo cantó y le recordó las palabras
de Jesús: "Antes de que el gallo cante, me negarás tres veces".
Pedro salió y lloró amargamente (versículos 61, 62).

Jesús sabía que Pedro lo iba a negar, y aún así, antes de que
cayese en desgracia, Jesús lo estaba apuntalando. Sí, Pedro estaba
absolutamente destrozado por su debilidad en haber negado a
Jesús tres veces. Pero luego, el rayo de amor de Dios le recordó las
palabras de Jesús: "Y tú, cuando te hayas vuelto a mí, fortalece a
tus hermanos" (Lucas 22:32).

Luego de su resurrección, Jesús le recordó a Pedro que debía


invertir en otras personas lo que había aprendido. Tres veces Jesús
le preguntó: "¿Me amas?". Luego de cada respuesta de Pedro,
Jesús le dijo: "Apacienta mis corderos… Cuida de mis ovejas…
Apacienta mis ovejas" (Juan 21). Pedro hizo exactamente eso que
Jesús le pidió, y se pasó el resto de su vida invirtiendo en los
demás.

¿Recuerdas a Susie, a quien conocimos al comienzo del capítulo?


¿Aceptó mi desafío de no avergonzarse de sus cicatrices sino, por
el contrario, encontrar paz y propósito en el dolor del pasado?
¿Siguió el ejemplo de Pedro y cuidó de las ovejas de Dios? Sí, por
supuesto que lo hizo. Susie no se esconde más detrás de un barniz
de perfección religiosa. Cuando se presenta la oportunidad se sienta
junto a alguna joven que está luchando y le dice: "Permíteme que te
cuente una historia".

Así como Pedro, Susie ha aprendido el gozo de redimir el dolor


invirtiendo en los demás que están a su alrededor.

Una reina valiente


Katie nació en Wichita, Kansas; una rubia menuda que era la alegría
y el orgullo de la familia Signaigo. En los años por venir iban a nacer
otras dos nenas, y con ello la prole Signaigo estaba completa. Katie
creció disfrutando de todas las emociones y aventuras de la
infancia. Le encantaban la escuela, las actividades en la iglesia,
nadar, correr y, más que nada, amaba a sus amistades.

Cuando Katie tenía nueve años, notó un bulto en su tobillo izquierdo


que no se le iba. El dolor iba y venía, pero el bulto permanecía.
Durante más de un año ella y su madre entraron y salieron de
numerosos consultorios de médicos que trataban de ver cuál era la
razón de ese misterioso bulto. Se le diagnosticó erradamente que
era un tendón inflamado, y en otra oportunidad que eran coágulos
de sangre.

En desesperación y fe, la abuela de Katie y su madre pusieron sus


manos en la guía telefónica de Arkansas y oraron a Dios para que
las guiase a un médico que pudiese dar un diagnóstico correcto. Y
así sucedió.

En 1991 Katie y sus padres entraron en el consultorio médico del


Hospital de Niños de Arkansas. El doctor miró solamente una vez el
bulto en su tobillo y sugirió hacer una biopsia. Este procedimiento
dio una respuesta definitiva, pero no fue la que ellos hubieran
querido escuchar. Katie tenía un sarcoma… cáncer. En menos de
una semana Katie, de once años, yacía en la mesa de operaciones
mientras los médicos separaban su pierna cancerosa justo debajo
de la rodilla.

¡Nadie va a amarme o querer casarse conmigo! —decía la jovencita


a su madre llorando mientras esta la abrazaba en la cama del
hospital—. ¡Mi vida nunca va a ser igual! ¿Qué voy a hacer? La
gente se va a reír de mí y se van a mofar de mí. No voy a poder
caminar o correr nunca más. ¡Voy a tener que vivir el resto de mi
vida en una silla de ruedas!

—¡Oh, mi hija preciosa! —le decía su madre con palabras de aliento


—. Te vas a casar algún día. Eres una niña hermosa. Vas a poder
correr y nadar y hacer todas las cosas que amas hacer. No vas a
estar confinada en una silla de ruedas, pues vas a tener una pierna
artificial que te va a permitir hacer todo lo que has hecho hasta
ahora. No, tu vida no va a ser la misma, pero igualmente va a ser
una buena vida. Vas a ver. Vamos a vencer esto juntas.

Como precaución, Katie recibió sesiones de quimioterapia por todo


un año. Aparte de perder una pierna, Katie también sobrellevó el
tener que perder su hermoso cabello rubio.

—¿Cuándo va a terminar todo esto? —lloraba Katie. La pequeña


Katie, sabia para sus pocos años, decidió entregarle todo esto a
Dios. —Sé que Dios va a cuidar de mí —dijo. Aunque se sentía
débil, con nauseas y avergonzada, regresó a la escuela.

Eventualmente, el cabello de Katie volvió a crecer, aprendió a


caminar con una prótesis, y su vida comenzó a tener un cierto
sentido de normalidad. Sin embargo, nadie…pero absolutamente
nadie más que su familia inmediata, vio la pierna de Katie. Ella
mantenía su prótesis escondida del mundo.

Katie había aceptado a Cristo cuando tenía nueve años de edad, y


su relación con Jesucristo continuó creciendo durante estos años
tan difíciles. Al llegar a los 16, Katie pareció sentir que Dios la movía
hacia redimir su pasado invirtiendo en los demás.
—Sentí como que Dios me llamaba a regresar al hospital de niños
para hablar con los niños que enfrentaban un cáncer o una
amputación —explicaba Katie—. Me resistí. ¡Y cómo me resistí!
Pero un día, una enfermera llamó preguntando si podía venir para
hacer una visita.

—Tenemos una niña aquí que va a ser operada de lo mismo que tú


hace seis años atrás —me dijo la enfermera—. ¿Puedes venir y
hablarle?

—Por esto dejé mis temores de lado y me dirigí al pabellón de


cáncer. Le mostré a Amanda mi pierna y le dejé que la tocara.
Mientras le contaba todas las cosas que podía hacer, pude ver que
había algo nuevo en su mirada. Era la esperanza.

Desde esos días, Katie y su madre han hecho muchas visitas al


hospital contando a los niños y sus padres qué es lo que pueden
esperar, y llevando esperanza. Ambas mujeres llevan sus cicatrices,
tanto emocionales como físicas, e invierten en otras personas.

Pero la historia no termina aquí. Katie se graduó de la escuela


secundaria y entró a estudiar en la Universidad deArkansas Central.
Mientras estaba allí, vio un programa de Oprah Winfrey en el que
entrevistaba a Aimee Mullins, una joven que llegó a ser una atleta y
modelo, a pesar de haber sufrido una doble amputación.

Aimee habló con entera libertad de su doble amputación y sus


piernas artificiales. Hasta mostró las distintas 'piernas' que utilizaba
para ocasiones diferentes.

El ver a Aimee en este programa, le dio a Katie el valor para no


tener vergüenza de su pierna artificial. "Debido a la confianza y
seguridad que Aimee tenía en sí misma, yo comencé a aceptarme a
mí misma", explicó Katie.
Con esa confianza recién adquirida, Katie decidió hacer su debut en
gran forma. Se postuló para el concurso de Miss UCA (Universidad
de Arkansas Central). Mientras participaba en las secciones
dedicadas a talento, vestidos de noche y concurso de entrevistas
Katie parecía como cualquier otra concursante. Pero ganó la
admiración de toda la audiencia cuando con orgullo caminó por la
pasarela… en el concurso de trajes de baño. Siempre ha sido un
emotivo momento cuando los auspiciantes de un concurso de
belleza colocan la corona sobre la cabeza de la ganadora. Pero, me
animo a decir, no ha habido un momento más precioso que cuando
Katie Signaigo fue coronada "Miss Universidad de Arkansas
Central". Unos meses más tarde Katie compitió en el concurso de
Miss Arkansas.

Luego de haber ganado la corona, le escribió a Oprah para


agradecerle el haber mostrado el inspirador programa que la había
alentado a no tener más vergüenza de su prótesis. También le contó
a Oprah acerca de su valiente decisión de participar en un concurso
y de su nuevo título de reina.

Unos días más tarde sonó el teléfono. —Hola, ¿estoy hablando con
Katie Signaigo? —Sí, soy yo. —¡Hola, Katie! Te estoy llamando del
programa de Oprah Winfrey. Recibimos tu carta y deseamos tenerte
como una invitada especial para un programa —continuó la mujer.

Al día siguiente, un equipo de filmación de Chicago llegó a la puerta


de Katie. La filmaron hablando con pacientes en el hospital e
interactuando con su familia. Cuando la llevaron al programa de
Oprah, Katie habló de encontrar paz y propósito en su amputación y
recuperación.

Katie cuenta ahora con 24 años y enseña música a estudiantes de


secundaria. Pero su primer amor es contar acerca de Jesucristo, y
compartir la paz y esperanza que solamente pueden provenir de él.
Ha enfrentado más dificultades que otras personas con el doble de
su edad, y ama poder ayudar a aquellos que están caminando por el
incierto camino que trae un cáncer.

"Todas en cierto sentido somos como vasijas agrietadas", dijo Katie


a un grupo de mujeres en un encuentro femenino. "Todas tenemos
algunas imperfecciones. No le tengan miedo a sus imperfecciones.
Busquen los aspectos positivos en la vida. No se queden
estancadas en lo negativo. Mis circunstancias han sido una gran
bendición para mí".

Katie ha aprendido el gozo de redimir el dolor invirtiendo en aquellos


a su alrededor. Y tengo el presentimiento de que esto va a ser el
comienzo de mucho más.

CINCO
Reemplazando las heridas con cicatrices

¿Quieres quedar sano?


JUAN 5:6

El rostro de Bárbara mostraba las líneas y arrugas de una mujer que


llevaba años arrastrando consigo resentimiento y pesar. Luego de
escuchar mi historia, me preguntó si podía hacer un aparte y hablar
con ella. Nos sentamos en un mullido sillón y ella comenzó. "Fui
criada en un hogar 'religioso', la menor de doce hijos", me explicó.
"Mi padre bebía mucho y continuamente nos menospreciaba. Mi
madre hacía muy poco por protegernos, aún cuando él nos hacía
desfilar por la casa en nuestra ropa interior. Creo que ella le tenía
miedo. Él siempre la estaba contradiciendo y eso la hacía estar
nerviosa todo el tiempo.

"Mi padre nos dijo que los primeros cuatro hijos habían sido
planeados", continuó. "Pero el resto de nosotros habían sido
accidentes. Yo fui uno de esos accidentes".

"Todos los hijos nos bañábamos juntos, y recuerdo que uno de mis
hermanos me tocaba en lugares inapropiados. Varios años más
tarde, recuerdo haberle hecho lo mismo a uno de mis vecinos".

"Yo escucho que usted dice que 'hay que dejar atrás el pasado'",
continuó, "y que 'Dios nos perdona cuando se lo pedimos'. Sé que la
Biblia dice que 'somos una nueva creación en Cristo, que lo viejo se
ha ido, que lo nuevo ha llegado', pero no me puedo perdonar a mí
misma por lo que he hecho y no puedo perdonar a mi padre por
hacer que yo sea de esta manera. ¡Me es muy difícil dejar ir el
pasado!".

Bárbara y yo seguimos hablando por un largo tiempo, y pude ver por


qué no íbamos a llegar a ninguna parte. Finalmente, le dije:
"Bárbara, vamos a orar".

Por favor, escúchame. No quiero que pienses que fui demasiado


severa con esto, pero Dios me reveló algo mientras orábamos. No
era que Bárbara no podía dejar ir su pasado. Era que ella no quería
dejar ir su pasado. Como un niño que se sigue rascando la cascarita
de una herida, Bárbara continuaba rascando la cáscara de las
heridas en su vida, no dando oportunidad a que realmente pudiesen
curarse.

Olvidando lo pasado
Hay muchas cosas de mi niñez que no recuerdo. Tengo una vaga
memoria de dos o tres incidentes ocurridos entre mi nacimiento y
mis seis años. Tengo pocos recuerdos de cuando tenía siete años, y
es realmente a los ocho años cuando mis recuerdos comienzan a
aparecer nítidamente en mi pantalla. Las pocas memorias que tengo
de esos primeros años no son agradables. Recuerdo a mi padre
pegándole a mi madre, arrojando objetos por la casa, y sus
discusiones violentas. Recuerdo momentos tensos en las horas de
las comidas, horribles fiestas familiares, y solitarios eventos en la
escuela en los que mis padres brillaban por su ausencia. Recuerdo
que me escondía en un armario oscuro o me iba al techo de la casa
y en esos lugares dejaba que mi imaginación volara hacia un lugar
donde era amada y apreciada; pero los traumas de la niñez tienen
una manera de ensombrecer todos los días soleados que pudieron
existir. Claro que también había momentos felices. Recuerdo ver a
mi madre cocinando ricos platos sureños; el pollo con buñuelitos era
mi plato favorito. Recuerdo los veranos en casa de mi abuela y el
sentimiento de que para ella era la nieta favorita (creo que hacía que
todos sus nietos sintieran que eran especiales). También recuerdo
las vacaciones en la playa donde comenzó mi amor por la costa y el
mar. Sí, hubo momentos felices.

Mientras crecía comenzaron a resurgir ciertos recuerdos. Empecé a


comprender el origen de muchas de mis inseguridades. Cuando
comencé a comprender, comencé a sanar. Los científicos han
comprobado que los hombres recuerdan hechos, y que las mujeres
no solamente recuerdan los hechos sino también las emociones
conectadas con esos hechos.

Son esas emociones las que a veces nos impiden sanar. Como
seres humanos, tendemos a recordar lo que deberíamos olvidar y
tendemos a olvidar lo que deberíamos recordar. Dios, por el otro
lado, olvida lo que promete olvidar y recuerda lo que ha prometido
recordar. Dios dijo: "Y nunca más me acordaré de sus pecados y
maldades" (Hebreos 10:17).

Pablo nos cuenta uno de los secretos en su éxito como cristiano y


en la vida. "Hermanos, no pienso que yo mismo lo haya logrado ya.
Más bien, una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y
esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo avanzando
hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su
llamamiento celestial en Cristo Jesús" (Filipenses 3:13, 14).

Pero espera, ¿no contradice esto el mensaje de este libro? ¿Cómo


podemos "olvidar lo pasado" y descubrir la belleza de nuestras
cicatrices al mismo tiempo? La clave se encuentra en una
comprensión bíblica de la palabra "olvido".

En la Biblia, Dios nos dice que se "olvida" de nuestros pecados y no


los recuerda más. ¿Pero cómo hace un Dios omnipotente,
omnisciente para olvidar? Miremos el antónimo para tener una mejor
comprensión.

Hay muchos eventos en la Biblia que comienzan con las palabras


"Dios recordó": "Dios se acordó entonces de Noé" (Génesis 8:1); "se
acordó de Abraham" (Génesis 19:29); "se acordó de Raquel"
(Génesis 30:22); "… al oír sus quejas, se acordó del pacto que
había hecho con Abraham, Isaac y Jacob" (Éxodo 2:24). En cada
incidente, el hecho de que Dios recordaba significaba que iba a
hacer algo al respecto: Dios iba a intervenir.

Por tanto, si Dios recuerda, significando con esto que va a actuar,


entonces que Dios olvide significa que él no va a intervenir. "Yo les
perdonaré su iniquidad y nunca más me acordaré de sus pecados"
(Jeremías 31:34), dice él. Dios se olvida de nuestros pecados; no va
a proceder de acuerdo a ellos. De la misma manera, aunque no
podamos olvidar físicamente los detalles de las heridas de nuestro
pasado, podemos elegir no actuar de acuerdo a esas heridas.
Podemos elegir perdonar a la persona que nos ha hecho daño y no
permitir que el recuerdo de la ofensa llegue a controlar todos los
aspectos de nuestra vida. En ese sentido podemos perdonar y
olvidar.

Cuando Pablo habla de olvidar, no quiere decir que va a poder o


siquiera va a tratar de borrar un incidente de su memoria. "Olvidar
no significaba borrar la memoria de su pasado, pero era un rechazo
conciente a permitir que absorbiese su atención y que le impidiese
su progreso"1. Pablo se negaba a permitir que algunos aspectos de
su pasado pudiesen controlar su presente. Podía contarles a otros
de su pasado, pero sin dolor, malicia o siquiera indicios de
venganza.

Sí, recuerdo las heridas de mi pasado, pero puedo decir


honestamente que no actúo de acuerdo a ellas. Cuando ahora
recuerdo no siento el aguijón, no siento la amargura, ni escucho las
campanadas de la injusticia. Mi pasado no controla más a mi
presente. Debido a que estos recuerdos tienen ya tan poco poder
sobre mis acciones y emociones de hoy en día, afloran en la
superficie cada vez menos. Satanás ha tenido que hurgar bien
profundo en su bolsa de municiones porque las viejas tretas de los
punzantes dardos del pasado simplemente ya no tienen eficacia.
Para mí, eso es olvidar mi pasado.

¡Pero es tan difícil!, es muy posible que digas. Amiga, Dios nunca
nos dice que hagamos algo para lo cual no nos dé el poder. Por lo
tanto, nos ha instruido a que perdonemos…y ha de darnos el poder
para hacerlo. Él nos instruye que dejemos atrás el pasado…y nos va
a dar el poder para hacerlo. Él nos ha instruido a que nos quitemos
el viejo yo…y nos dará el poder para hacerlo. Pablo dijo: "Todo lo
puedo en Cristo que me fortalece" (Filipenses 4:13). "Todo" significa
todas las cosas que Dios nos llama a hacer.

Isaías escribió: "Cuando un agricultor ara para sembrar, ¿lo hace sin
descanso? ¿Se pasa todos los días rompiendo y rastrillando su
terreno? Después de que ha emparejado la superficie, ¿no siembra
eneldo y esparce comino? ¿No siembra trigo en hileras, cebada en
el lugar debido, y centeno en las orillas?" (Isaías 28:24, 25).

Creo que muchas de nosotras hemos estado rompiendo y trillando


la misma tierra demasiado tiempo. Hemos estado contando y
recontando lo que se hizo y cómo se hizo… revolviendo siempre el
mismo terreno y levantando una gigantesca nube de tierra. Pero
llega un momento en que debemos dejar de arar y debemos
comenzar a plantar semillas; hasta que no llegue ese momento no
vamos a ver ninguna cosecha.

¿Quieres quedar sana?


A veces, las cadenas que llevamos y que aprisionan nuestro
corazón se vuelven tan cómodas que nos acostumbramos al dolor y
nos olvidamos de lo que significa sentirse bien. Quizás alguna de
nosotras no conoce la libertad. Pero la gran pregunta es ¿quieres
quedar sana? ¿quieres ser libre? Por supuesto que quiero, te
escucho decir. Pero ¿realmente lo quieres?

Hubo un hombre a quien Jesús enfrentó y que se encontraba con la


misma encrucijada en su vida. En Jerusalén, hombres y mujeres con
diferentes problemas de salud se congregaban en el estanque de la
puerta de las Ovejas. Alrededor del estanque había cinco pórticos
donde se reunían los enfermos, esperando ver "el agitar de las
aguas". Ellos creían que en determinados momentos un ángel del
Señor bajaba del cielo y agitaba las aguas del estanque. Cuando las
personas veían las aguas moverse, todos hacían un intento
desesperado por entrar en el estanque. Ellos creían que el primero
en entrar iba a ser curado.

Un hombre, inválido, había estado esperando por 38 años. Cuando


Jesús lo vio echado en el suelo, y supo que había estado allí por
tanto tiempo, le preguntó: —¿Quieres quedar sano? (Juan 5:6)

Pareciera una pregunta poco usual, ¿o no? A veces nos


acostumbramos a estar "enfermas". Nos apegamos a nuestras
heridas. Pasan a formar parte de quienes somos, y no podemos
imaginar la vida sin ellas. Para este hombre, la sanidad significaba
un cambio drástico en su vida. Iba a tener que conseguir trabajo,
pasar a ser un adulto responsable, e iba a tener que dejar de
pasarse el día junto a un estanque.

El dolor se puede convertir en un ídolo. No significa que lo


adoremos en el buen sentido de la palabra, pero igualmente lo
adoramos como una fuerza poderosa y le permitimos que controle
nuestra vida. Cuando permitimos que nuestro pasado dictamine
nuestro futuro le estamos dando el poder como a un dios y lo
estamos convirtiendo en un ídolo. "Podemos abrazar nuestros
dolores y hacer un altar de nuestras aflicciones, o podemos
ofrecerlos a Dios como un sacrificio de alabanza. La decisión es
enteramente nuestra"2.
¿Quería el hombre inválido sanarse? Él no le había pedido ayuda a
Jesús. Pareciera como que se aferraba a su enfermedad y le
echaba la culpa a los que estaban alrededor; una víctima de las
circunstancias. "No tengo a nadie que me meta en el estanque
mientras se agita el agua" (Juan 5:7). No sabemos si había perdido
la voluntad como para ser sanado, si había temido el perder las
entradas que estaba percibiendo como mendigo, o si simplemente
ya había aceptado su invalidez como su destino en la vida. De todos
modos, inesperadamente, se encontró frente a Aquel que le podía
dar libertad.

El hombre nunca respondió a la pregunta de Jesús. Por su parte,


Jesús le dijo simplemente: —Levántate, recoge tu camilla y anda
(Juan 5:8). Y así lo hizo.

Treinta y ocho años es mucho tiempo para estar inmobilizado pero,


sin embargo, en mi propia vida ha habido cosas que me han frenado
por la misma cantidad de tiempo. Estaba paralizada por
sentimientos de inferioridad e inseguridad, de sentirme inadecuada,
debido a mensajes de mi pasado. Entonces Jesús me preguntó: —
¿Quieres quedar sana?

Satanás quiere utilizar nuestro pasado para paralizarnos. Dios


quiere utilizar nuestro pasado para impulsarnos. La decisión es
nuestra.

Una mano de ayuda


¿Puedo llevarte a que conozcas a otro hombre con un impedimento
físico? ¡Ay! ¡Cuánto conmueve mi corazón la historia en Marcos 2:1-
12!

Un día Jesús viajó a Capernaúm, la ciudad natal de Pedro. La gente


del lugar había escuchado cómo Jesús había sanado a los
enfermos, había hecho caminar a los inválidos, y echado a los
malos espíritus. Esa noche la gente se metió en todos los rincones
de la casa de Pedro, hasta afuera de la casa, para escuchar a
Jesús.

Pero la voz de Jesús no era lo único que se escuchaba. Golpes,


martillazos, sonidos de excavación. Luego de un corto tiempo, Jesús
notó que la arcilla del techo comenzaba a caerle encima como si
fuera lluvia, y le cubría la cabeza y las pestañas. El polvo
comenzaba a acumularse alrededor de las sandalias que calzaban
sus pies y empolvaban su túnica.Mientras Jesús levantaba sus ojos
hacia el techo, vio un agujero cada vez más grande y a cuatro
hombres muy decididos.

Luego de cierto tiempo, la gente abrió grande los ojos al ver cómo
un quinto hombre descendía a través del agujero en una camilla y
era colocado a los pies de Jesús. Jesús miró al hombre paralítico
que yacía en la camilla frente a él y simplemente dijo: —Hijo, tus
pecados quedan perdonados (Marcos 2:5).

Pero espera, ¿era eso lo que el hombre quería? ¿Era eso lo que sus
amigos tenían en mente? Oh, amiga mía, a veces es nuestro
pecado lo que nos paraliza. Una de las tácticas de Satanás que
causa más daños es paralizarnos con nuestras propias emociones.
Él quiere cubrirnos con la vergüenza, apesadumbrarnos con la
sensación de culpa, y paralizar nuestro progreso hacia la cruz. ¡Pero
Jesús vino a darnos libertad! ¡Jesús nos dice que nos levantemos y
caminemos!

Hay otro aspecto de esta historia que hace cantar a mi corazón. Los
amigos de este hombre lo amaban tanto como para llevarlo hasta
Jesús. A veces no tenemos la suficiente energía como para llegar al
Gran Médico por nuestra cuenta. Cuánta bendición es contar con
amigos que cargan nuestra camilla hasta el Salvador, arriesgan el
enojo de los demás, y no tienen miedo de ensuciarse en el proceso.

Los psicólogos dicen que es difícil para una persona mantener su


sanidad mental a menos que tenga a alguien con quien pueda ser
totalmente honesta emocionalmente3. Jesús contaba con 12 amigos
cercanos, y tres amigos íntimos: Pedro, Santiago y Juan. Es
realmente un regalo contar con una persona con la que podemos
ser completamente honestas. ¡Cuánto mejor si tenemos dos o tres!

Alguien dijo una vez "Un amigo escucha la melodía en mi corazón y


me la canta cuando mi memoria falla". Una amiga me puede
recordar la fidelidad de Dios cuando mi memoria se oscurece por las
circunstancias de la vida.

• ¿Tienes una amiga que se encuentra emocionalmente o


espiritualmente paralizada debido a pecados o un trauma de su
pasado? ¿Cómo estás dispuesta a ayudarla?

• ¿Estás emocionalmente o espiritualmente paralizada debido a


pecados o traumas de tu pasado? ¿Estás dispuesta a permitir que
otra persona te ayude a caminar nuevamente?

Santiago nos dice: "Humíllense delante del Señor, y él los exaltará"


(Santiago 4:10). No necesariamente te va a elevar a un lugar de
honores de acuerdo al mundo, pero te va a sacar del barro, fuera de
la camilla, y va a colocar a tus pies en el sendero que ha elegido
para ti desde un principio.Aveces puede que llame a un amigo para
que lleve tu camilla. Otras veces puede que te llame para que seas
tú la que acarrea la camilla de otros.

La cura es un proceso
La cura es un proceso. No sabemos mucho acerca de lo que
sucedió luego de que los dos hombres inválidos fueron sanados,
pero me imagino que tuvieron que aprender a pararse sobre sus
propias piernas; literal y figurativamente.

La sanidad comienza reconociendo que una herida necesita sanar:


un recuerdo doloroso, un resentimiento supurante, un dolor del
corazón. Generalmente la sanidad no ocurre en un instante, sino a
través de un proceso de pasos o decisiones. El Diccionario
Larousse define la palabra "proceso", como una "serie de fases de
un fenómeno; la evolución de una serie de fenómenos"4.

Una de mis palabras favoritas en el Nuevo Testamento es


"instantáneamente". "Al instante recobraron la vista" (Mateo 20:34),
"al instante se le quitó la lepra" (Lucas 1:42), "al instante cesó su
hemorragia" (Lucas 8:44). A veces Dios sana… instantáneamente.
Y a veces elige que vayamos a través de pasos que nos han de
curar. De cualquiera de las dos maneras, aprendí que Dios está más
interesado con el proceso que con el producto final. Por supuesto,
yo prefiero la ruta de lo "instantáneo", pero la mayoría de las veces,
pareciera ser que viajo a través de montañas y valles como lo tuvo
que hacer Much Afraid (Con temor) en el libro Hinds
Feet on High Places (Patas traseras en lugares encumbrados).

La buena noticia es que Jesús nunca se enfrentó con alguien cuyo


problema haya sido mayor que su poder para sanar. Puede que tú
pienses que ya estás demasiado grave. Pero descansa en la
certeza de que Jesús se especializa en dar vida después de la
muerte, no importa cuánto tiempo pareciera que la muerte ha
prevalecido.

En la Biblia hay tres incidentes en los que Jesús levantó a alguien


de entre los muertos: el hijo de la viuda de Naín (Lucas 7:11-17), la
hija de Jairo (Lucas 8:41-56) y Lázaro, hermano de María y de Marta
(Juan 11:1-57). La hija de Jairo había estado muerta por algunas
pocas horas, el hijo de la viuda de Naín probablemente haya estado
muerto por unos días, y Lázaro estuvo muerto lo suficiente como
para que su cuerpo comenzara a descomponerse. Ni el periodo de
tiempo en que la persona estuvo muerta, ni el estado de deterioro le
importaron a Jesús. ¡Con solamente emitir una palabra, ya estaban
nuevamente en sus pies!

De la misma manera, no importa el tiempo que hayamos sentido el


dolor de una herida que pareciera ser fatal en nuestra alma, Dios
puede restaurar y resucitar nuestros sueños rotos. Hasta puede
crear un vasto ejército de un montón de huesos secos. Él le dijo al
profeta Ezequiel que le hablase a un promontorio de huesos.

Profetiza sobre estos huesos, y diles: "¡Huesos secos, escuchen la


palabra del SEÑOR! Así dice el SEÑOR omnipotente a estos
huesos: 'Yo les daré aliento de vida, y ustedes volverán a vivir. Les
pondré tendones, haré que les salga carne, y los cubriré de piel; les
daré aliento de vida, y así revivirán. Entonces sabrán que yo soy el
SEÑOR'". Yo profeticé, tal como el SEÑOR me lo había ordenado, y
el aliento de vida entró en ellos; entonces los huesos revivieron y se
pusieron de pie. ¡Era un ejército numeroso! (Ezequiel 37:4-6, 10).

Si Dios puede tomar una pila de huesos secos y transformarlos en


un numeroso ejército, bien puede también tomar los pedazos rotos
de nuestra vida y transformarnos en poderosos guerreros para su
causa. Eric Liddell dijo una vez: "Puede que parezca que las
circunstancias han destrozado nuestra vida y los planes de Dios
para nosotros, pero Dios no está como un inválido entre las ruinas".

Llorando las pérdidas


Beth es una de mis mejores amigas. Estuvo casada por 24 años
cuando su esposo decidió abandonar la unión matrimonial. Beth es
una cristiana fuerte, y por cinco años mostró un rostro sonriente,
diciendo a todos a su alrededor —incluyendo a sí misma—:
"Jesucristo es suficiente". Tiene dos hijos absolutamente increíbles
que aman al Señor y sirven en determinadas facetas de ministerio.
Y aún así, me he preguntado varias veces si ella era la primer
persona que yo haya visto que logró saltear el proceso de luto que
sigue a un divorcio devastador.

Pero no fue así. Cinco años después del divorcio, Beth y yo


estábamos hablando por teléfono acerca del maravilloso hombre
que había estado saliendo con ella en los últimos dos años.

—Beth, ¿qué le pasa a Randy? ¿Por qué se demora tanto? —le


pregunté—. ¡Yo ya quiero escuchar las campanadas para la boda!
—Sharon, no creo que el problema sea Randy. Creo que soy yo —
me contestó—.

Estuve casada por 24 años y, honestamente, tengo problemas para


volver a confiar. Sé que Randy no es para nada como mi primer
esposo. El amó a su primera esposa y ambos tuvieron un increíble
matrimonio en el que Cristo ocupaba el centro, antes de que ella
muriera de cáncer. ¡Pero hay algo que no está bien en mí!

—Beth, yo creo que nunca te permitiste llorar tu pérdida. Sé que tu


ex esposo te traicionó en el verdadero centro de lo que un
matrimonio debe ser, pero igualmente es una pérdida. Hay duelo por
la pérdida de tus hijos al no haber tenido al padre que merecen, la
pérdida por haber invertido 24 años en un hombre que te traicionó, y
la pérdida del sueño de cómo un matrimonio puede y debe ser; lo
que Dios ha querido desde el comienzo de los tiempos.

Recién ahora, Beth está comenzando a sentir las muchas pérdidas


que acompañaron a su divorcio y ella —y sus dos hijos ya grandes
—, están en el proceso hacia la liberación.

En el libro On Death and Dying (Sobre la muerte y los que mueren),


Elisabeth Kübler-Ross nota cinco etapas del duelo:

• Primera etapa: Negación y aislamiento • Segunda etapa: Enojo •


Tercera etapa: Negociación • Cuarta etapa: Depresión • Quinta
etapa: Aceptación

Pero para nosotras las que hemos unido nuestra vida con
Jesucristo, hay otra sexta etapa:

• Resurrección

El dolor es parte del proceso de sanar. En mi caso, yo tuve que


llorar el hecho de que no tenía la familia que yo añoraba. He llorado
el dolor de saber que no he sido la favorita de mi padre, que no he
sido amada incondicionalmente, y que no he podido tener en mis
brazos un segundo hijo. El llorar cada una de estas pérdidas me
ayudó a dejarlas ir. Pero luego de un tiempo, tuve que dejar de
lamentarme por lo que no era y empezar a alegrarme en las
bendiciones de lo que es. Recuerda, no puedes cambiar el pasado,
pero sí puedes decidir qué es lo que vas a hacer con él.

Quizás necesites llorar por las pérdidas en tu vida. He aquí varias:

• Pérdida de la inocencia • Pérdida de una familia acogedora •


Pérdida del amor incondicional • Pérdida de la aceptación • Pérdida
de la seguridad • Pérdida de la virginidad • Pérdida de una relación
más cercana con tu madre • Pérdida de una relación saludable con
tu padre • Pérdida de la confianza • Pérdida de la educación •
Pérdida del empleo • Pérdida del matrimonio • Pérdida del esposo/a
• Pérdida de un hijo/a • Pérdida de la amistad

Es saludable llorar por una pérdida, pero luego llega un momento en


que debemos dejar el luto y comenzar una nueva vida.

Mi amado me habló y me dijo: "¡Levántate, amada mía; ven


conmigo, mujer hermosa! ¡Mira, el invierno se ha ido, y con él han
cesado y se han ido las lluvias! Ya brotan flores en los campos; ¡el
tiempo de la canción ha llegado! Ya se escucha por toda nuestra
tierra el arrullo de las tórtolas". Cantares 2:10-12

Viviendo en libertad
Cuando estaba en el grado 12, tuvimos que presentar un trabajo de
investigación. Por alguna extraña razón yo hice mi investigación
sobre "El índice de reincidencia de los prisioneros en las cárceles".
Ya sé, ya sé. ¿Por qué? Te aseguro que no puedo recordar la razón
que tuve para elegir este tema. Pero pude aprender varios datos
interesantes acerca de cuán a menudo los que estaban en prisión
cumpliendo su condena iban a regresar a prisión luego de ser
puestos en libertad.

Permíteme darte algunas estadísticas más actualizadas. Entre los


300.000 prisioneros puestos en libertad en 15 estados de los
Estados Unidos en 1994, un 67.5 por ciento fueron arrestados
nuevamente por nuevas ofensas dentro de los primeros tres años.
Un 49 por ciento fueron nuevamente procesados por nuevos
crímenes. Casi un 52 por ciento (51.8) volvieron a la prisión para
cumplir una condena por una nueva sentencia o una violación
técnica de sus condiciones de libertad, tal como puede ser el fallar
en un examen antidroga, no aparecer para tener la consabida
entrevista con su oficial de libertad condicional, o el arresto por un
nuevo crimen5.

Para algunos, el estar en la cárcel es más cómodo que estar en


libertad. Ellos saben cómo funcionar en la prisión, y el estar afuera
viviendo en libertad es un concepto demasiado extraño, difícil o
complicado. La vida entre rejas es más fácil.

A veces las personas heridas se sienten tan cómodas con su herida


que no saben muy bien cómo pueden vivir sin ella. Esa herida se
convierte en ellas mismas, y tienen miedo de estar en el mundo
libre. Las barras de la prisión crean un falso sentido de seguridad.
Por lo menos saben qué esperar de estas circunstancias, y se les
pide muy poco a cambio.

Pero Jesús vino a dar libertad a los cautivos y a darles vida


abundante. Por ello, la pregunta sigue siendo muy pertinente:
¿Quieres quedar sana?

Progresando más allá del dolor


Estaba sentada al lado de la cama de un amigo de 55 años,
escuchándolo hacer nuevamente su repaso de la lista de pasadas
injusticias. Stan estaba relativamente sano, pero había tenido un
susto con un tumor que había aparecido en un examen de rayos X
de sus pulmones. El tumor resultó ser benigno, pero la recuperación
luego de la delicada intervención iba a tomar varios meses. Aunque
el cirujano había logrado quitar esa masa enferma, la masa
cancerosa que estaba envenenando su corazón continuaba.
Durante la visita, Stan había contado y recontado su lista de heridas
de la infancia, pasando de escena en escena como si fuese un
crítico de películas de cine, y señalando las debilidades y
peculiaridades de los actores en el set. Como una vieja película en
blanco y negro, arruinada por la estática y el paso del tiempo, yo
escuché su percepción del pasado y cómo continuaba afectándolo
en el presente.

Toda mi persona deseaba gritar: "¡Suficiente!". Deseaba tomar esa


muleta invisible que se había convertido en buena excusa para su
mala conducta, y quebrársela sobre su cabeza dura.

—¿En qué te diferencias del padre que tanto has detestado? —


hubiera querido preguntarle. Pero no lo hice. Simplemente volví a
escucharlo en su letanía… una y otra vez. ¿Qué le diría Jesús a
Stan? ¿Qué piensas que Jesús le ha estado preguntando a Stan en
el pasado? —¿Stan, quieres quedar sano?

Cada una de nosotras hace una elección cuando llega el momento


de reemplazar nuestras heridas con cicatrices.Admito que puede ser
atemorizante; especialmente si una herida es lo único que hemos
conocido. Como un pajarito que no está todavía muy seguro de
poder navegar los cielos tan inmensos, nos quedamos en el borde
del nido, preguntándonos si podremos sobrevivir fuera de este lugar
seguro.Algo nos dice en nuestro interior que no hemos sido creadas
para quedarnos en el nido toda la vida, pero ¿nos aventuraremos
fuera para volar?

Oh, amiga mía, ¡espero que tu respuesta sea un resonante sí! En


los próximos dos capítulos, hemos de ver dos pasos necesarios
para reemplazar viejas heridas por hermosas cicatrices: perdonando
a aquellos que nos han hecho mal y perdonándonos a nosotras
mismas. Así que respira hondo. Puede que esta sea la montaña
más difícil de escalar en este viaje que estamos realizando, pero la
vista desde la cima nos va a quitar el aliento.
SEIS
Restaurando un corazón herido

El Espíritu del SEÑOR omnipotente está sobre mí, por cuanto me ha


ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a
sanar a los corazones heridos, a proclamar liberación a los cautivos
y libertad a los prisioneros,… a consolar a todos los que están de
duelo. ISAÍAS 61:1, 2

"Lo que realmente deseaba era subirme al regazo de mi madre y


que me acunara, pero en vez de ello me gritó: '¡Fuera de mi vista!
No te puedo ni mirar. Si no fuera por ti, no tendría tantos problemas'.
Así que me dirigí por el pasillo para esconderme. Con hambre y
miedo, quería ir a algún lugar donde no fuese un problema para
nadie… a veces deseaba morir".

Mary vino al mundo como una niña no deseada y no amada. En un


esfuerzo por abandonar a su octavo hijo, la madre de Mary se
escapó del hospital y dejó a la niña en la sala de recién nacidos del
hospital con la esperanza de que otra persona se la llevara a su
casa. Pero las autoridades localizaron a la madre y la llevaron a los
tribunales para obligarla a que recibiese a su hija. Así comenzó la
trayectoria de Mary por un mundo solitario, frío y cruel.

"Todo lo que deseaba era subirme al regazo de mi madre y que me


abrazara amorosamente" explicó Mary. "Pero lo único que recibí
fueron frases como 'No te puedo ni ver', '¡Fuera de mi vista!', 'Eres
otra boca más para alimentar'.

"Había algunos días en que literalmente quería desaparecer. Sabía


que nadie me iba a echar de menos, ni siquiera mis hermanos y
hermanas, y con seguridad mucho menos mi madre. Ella me gritaba
constantemente que me mantuviera 'fuera de su vista'. Yo le
causaba más problema que los otros chicos por ser la más
pequeña".
La madre de Mary siempre la hacía que se fuera a un patio lleno de
piedras. Aunque la niña había visto serpientes en el lugar, su madre
continuaba enviándola al mismo lugar día tras día.

"Yo deseaba escapar y esconderme", recuerda Mary. "Quería


encontrar un lugar seguro con alguien que me amase. Pero no
podía pensar en una sola persona que se alegrase al verme. Pasé
muchos días con hambre y sed. Me preguntaba si Dios podía hacer
uso de una pequeña como yo. Nadie decía que yo servía para algo;
al contrario, siempre estorbaba. Mis hermanas solían contarle a mi
madre que yo hacía cosas que verdaderamente no había hecho
para que me castigase y me mandase fuera de su vista".

Por lo tanto, mucho de la primera infancia de Mary es apenas un


recuerdo borroso, pero luego ocurrió un incidente que la iba a
atormentar por muchos años. Cuando tenía seis años, el mismo año
en que murió su padre, entró otro hombre en la familia. Le dijo que
era un tío, pero ella sabía que no lo era. Le traía regalos, la colmó
de atenciones y parecía disfrutar de pasar el tiempo con la familia.
No pasó mucho tiempo para que concentrase su atención en el
miembro más pequeño de la familia, que también era el más débil y
vulnerable: Mary. Cuando ofreció llevarse a Mary a su casa para
cuidarla, su madre dio su consentimiento demasiado rápido. El
hombre comenzó a tocar a Mary en sus partes privadas, y con el
tiempo el abuso sexual escaló a mucho más que tocar. Ella rogaba
que el hombre la dejase tranquila pero él continuaba llevándose a la
pequeña Mary a su casa.

"El hogar es donde un niño debería sentirse seguro", dijo Mary.


"Pero este hombre había visto mi soledad y se había mostrado
amistoso conmigo. Sistemáticamente me insistía que confiase en él.
Para muchos, yo seguía siendo la misma persona. Iba a la escuela,
hablaba con los vecinos y jugaba en el patio, pero lo que le permitía
a este hombre hacerme me estaba enviando al abismo de la
desesperación. Yo deseaba contarle a alguien del abuso, pero él me
amenazaba con tirarme en el río o en un pozo de serpientes si decía
una sola palabra. Yo tenía seis años. Yo le creía. Yo sabía que
estaba mal, pero no sabía cómo detener el abuso".

Así es como, a los seis años, Mary sentía que su vida estaba
terminada. Se veía a sí misma como una pequeña sucia, viviendo
algo horrible… se sentía sin valor, perdida, y sola. Aprendió a mentir
y se puso una máscara para ocultar su dolor. Hablaba y caminaba y
dormía, pero muchas veces pretendía ser otra persona. Mary se
convirtió en una persona dolorosamente tímida e introvertida, nunca
permitiendo a otros ver más allá de la fachada.

"Cada vez que veía una niña bonita, deseaba ser ella, "explicaba
Mary. "Cada vez que la maestra mostraba su orgullo por algún otro
niño, yo trataba de imitar lo que ese niño hacía. Trabajé muy duro
siempre para agradar a los demás, pero no parecía hacer ninguna
diferencia. Fantaseaba acerca de alguien que llegase a mi vida y me
llevase a su casa para ser su hija. Añoraba desesperadamente que
alguien me amase y se mostrase feliz de tenerme como hija propia.
Necesitaba amor, pero no podía encontrar a nadie que me lo diese.
Al tratar de buscar la aprobación de los demás, estaba jugando un
juego que yo sabía que nunca iba a ganar".

El abuso sexual continuó por tres años. De alguna manera, a los


nueve años, Mary juntó el coraje suficiente como para decirle a ese
hombre que si la volvía a tocar, iba a contárselo a alguien. Mary no
tenía idea a quién le iba a contar, pero la amenaza surtió efecto y el
hombre no la volvió a molestar.

El abuso sexual fue una de las muchas facetas de la dolorosa


infancia de Mary. Su madre estaba siempre enojada, con episodios
de arrebatos de furia casi todas las noches. Muchas veces en sus
ataques rompía todos los platos o les destrozaba la ropa hasta que
quedaba hecha jirones.

Durante este trayecto, surgieron destellos de otra vida. Una vez una
vecina tuvo compasión de Mary y le trajo galletitas. Una asistente
social que descubrió que ella quedaba sola por muchas horas, la
llevaba consigo cuando hacía visitas hogareñas y le daba lápices de
colores y cuadernillos para colorear. Una pareja que la vio un día
muy mal vestida, tocando la campanilla del Ejército de Salvación en
Navidad, le regaló un hermoso sweater azul. Una maestra, la señora
Foster, mostró un interés especial en ella y la seleccionó para que
tomase parte en la comedia para la escuela.

"La señora Foster estaba contenta todo el tiempo y siempre parecía


contenta de verme" recordó Mary. "No se mofaba de mis pobres
ropas o de mi pelo desaliñado.Me dijo que yo era inteligente y que
podía leer muy bien. Hasta me seleccionó para que tomara parte en
la comedia de fin de año. Me tocó ser un árbol, ¡pero fui el mejor de
los árboles! Me paré muy tiesa y muy quieta. La señora Foster me
ayudó a recuperar algo de mi orgullo y dignidad. Se enteró de que
mi madre me menospreciaba, y parecía que teníamos un pacto
silencioso. Ella vio la necesidad de hacer que mi madre
comprendiera que yo era buena. Por primera vez alguien era
amable conmigo y no quería nada a cambio. Podía ser una pequeña
sucia y descuidada, pero me sentía apreciada y amada por esta
maestra". Sí, Dios envió rayos de sol en esta corta y sombría vida.
YMary atrapó en su corazón el rayo de esperanza de que un día, las
cosas iban a mejorar.

Las cicatrices de un niño no querido


La herida de no ser querido o de sentirse no deseado de niño es
una de las más difíciles de curar. Aunque Mary enfrentó cosas muy
difíciles en su vida —abuso sexual, una madre inestable
mentalmente, pobreza, hambre, descuido, padres y hermanos
alcohólicos, y más tarde un tumor en la cabeza y cáncer de pecho
—, la herida que fue más profunda para ella era la de sentirse no
querida, no deseada por su propia madre.

¿Por qué es este un obstáculo tan difícil de superar? Creo que es


porque va en contra de la misma naturaleza de lo que Dios pretende
en una relación entre madre e hija. Nuestro cuerpo está diseñado
para nutrir con senos que alimentan a un recién nacido, caderas que
sirven para balancear a un chiquillo y un corazón para atesorar toda
una vida. El rechazo de un padre golpea a un niño en el centro
mismo de su necesidad de ser amado.

En Silver Boxes (Cajas de plata) la escritora Florence Littauer


compara a las palabras alentadoras con pequeñas cajas de plata
con hermosos moños en ellas. Todos los días damos, recibimos y
hasta robamos las cajas de plata que van destinadas a otros.
"Cuando es una madre la que nos roba la cajita de plata", explica
Florence, "es posible que terminemos sintiendo como si fuésemos
un burdo papel de envolver marrón que siempre busca el plateado
fulgor del papel de regalo por el resto de nuestra vida"1.

Ningún padre es perfecto. Ninguna de nosotras puede estar


disponible todo el tiempo; tanto física como emocionalmente. De
tanto en tanto, somos demasiado controladoras, sobreprotectoras o
demasiado permisivas. Perdemos la paciencia, la calma y el control.
Nos sacan de las casillas y hacemos muchas cosas a las corridas.
Tenemos pies de barro; somos seres humanos. Pero a pesar de
todo, la mayoría de los niños saben que sus padres los aman… ¿no
es cierto?

Si preguntas a los niños puede que te sorprendan las respuestas


que recibas de ellos.

La mayoría de los niños pueden soportar un momento de enojo


ocasional si tienen suficiente amor depositado en la cuenta de su
banco emocional. Pero si el enojo y el rechazo son constantes, ese
niño sufrirá de bancarrota emocional. Lamentablemente, muchos
nunca se recuperan.

Cuando la semilla del rechazo es plantada en el corazón de un niño,


esa semilla continúa creciendo a medida que ese niño crece. El
resultado final es un adulto que se siente desvalorizado, inútil y no
amado. Todo pensamiento o mensaje es interpretado a través del
tamiz del sentimiento de inferioridad, inadecuación e inseguridad. Es
fácil describir el dolor de ser abusado física y verbalmente, pero
puede ser muy difícil describir el dolor del rechazo tanto físico como
verbal. Lo llamamos "pecados de omisión". Lo que no se hizo, en
vez de lo que se hizo.

Muchas veces, el padre que le niega afecto o amor a su hijo se


presenta como una víctima de circunstancias terribles. Entonces el
niño o joven se siente culpable por las heridas y hace todo lo posible
para ignorarlas o cubrirlas.

En Toxic Parents (Padres tóxicos), la doctora Susan Forward indica:

Ya sea que "no fue la intención de hacer daño", o "hicieron lo que


pudieron", estas excusas oscurecen el hecho de que estos padres
abdicaron su responsabilidad para con sus hijos. A través de esta
abdicación estos padres tóxicos robaron a sus hijos de modelos o
roles positivos y, con esa ausencia, se hace muy difícil lograr un
sano desarrollo emocional.

Si eres el hijo adulto de un padre deficiente o inadecuado,


probablemente has crecido sin darte cuenta de que hay alternativas
a sentirte responsable por él. Tener que bailar al ritmo emocional
que ellos marcan pareciera ser un estilo de vida, no una elección2.

¿Notaste que en la historia deMary ella sentía que los arranques de


ira de su madre eran en cierta manera culpa suya? Una razón se
debe a que su madre se lo decía abiertamente. Una pequeña de
tres años no sabe razonar y llegar a la conclusión: "No, yo sé que no
soy mala. No hay manera de que yo sea la razón de todos los
problemas de mi madre. Mírenla. Tiene ocho hijos, sin marido, y
ninguna habilidad para mantenerlos. Es mentalmente inestable,
bebe demasiado, y no tiene control sobre sus emociones. Yo no soy
mala. Mi madre lo dice porque está enferma".
Un niño no puede razonar como un adulto, sino que generalmente
tiende a culparse a sí mismo por el abuso o el descuido. La
alternativa es demasiado dolorosa de reconocer. El hogar debería
ser un lugar seguro. Se supone que los padres deben ser los
protectores. Es más fácil para los niños sentirse culpables que tener
que admitir que el mismo fundamento de sus vidas es lo que está
faltando.

Quizás las heridas que enfrentas de tu infancia no son como las de


Mary, pero bien sabes que están ahí. Recuerda esto: "Tú no eres
responsable por lo que te hicieron cuando eras una niña indefensa.
Pero tú sí eres responsable de hacer lo posible por dar los pasos
necesarios para hacer algo al respecto"3.

¿Puedo repetir esto? No eres para nada responsable por lo que te


ha pasado cuando eras niña. ¡Porque eras una niña! Tú
responsabilidad comienza cuando decides qué es lo que vas a
hacer con la herida. ¿Vas a rascarte la cascarita o vas a permitir que
se cure para que llegue a ser una hermosa cicatriz?

Ignorado por el hombre, elegido por Dios


Me llamó mucho la atención la escena que describe al profeta
Samuel cuando fue a ungir al futuro rey de Israel. Siguiendo las
instrucciones que Dios le dio, Samuel fue a Belén a la casa de Isaí.
Él sabía dónde ir y de qué familia iba a provenir el próximo rey.
Sabía que uno de los hijos de Isaí iba a ser ese rey…pero no sabía
cuál de todos ellos.

Samuel llegó a Belén y pidió a Isaí que trajese a todos sus hijos
para inspeccionarlos. Isaí trajo a cada uno de sus siete hijos, uno a
uno. Mientras Samuel, en oración, se fijaba en cada uno de los
jóvenes, Dios dijo: "No, no es ese… No, no es ese otro… No,
tampoco ese otro". Siete veces Dios rechazó a los hijos de Isaí.
Finalmente, exasperado y totalmente confundido, Samuel le
preguntó a Isaí: "¿Son estos todos tus hijos?" (1 Samuel 16:11).
—¡Oh, sí, tengo uno más! —dijo Isaí—. Casi me olvidaba de él. El
pequeño David está cuidando del rebaño. Voy a mandarlo llamar.

David era tan insignificante hasta para su propio padre que cuando
el profeta pidió una audiencia con todos los hijos, el padre ni
siquiera pensó en invitarlo. Sin embargo, ese fue el joven elegido
por Dios para ser el gobernante de su pueblo elegido. ¡Qué
emocionante!

Puede que sientas que no te consideran, que te menosprecian, y


hasta que eres ignorada por toda tu familia terrenal, pero ¡Dios te ha
elegido para que seas su hija!

Abuso sexual
Aparte de ser abusada verbalmente y de sentirse abandonada, Mary
también sufrió el abuso sexual por parte de un amigo de la familia.
El abuso sexual es una horrible invasión del corazón y alma de un
niño, debido a que la misma persona o grupo de personas a los que
un niño debería recurrir por protección, es el ser del que debería ser
protegido.

Un componente principal del abuso sexual es el "factor secreto". Los


que perpetran este tipo de crímenes contra la infancia, suelen
amenazar al niño con el objetivo de mantenerlos callados. El
chantaje emocional puede incluir "Si lo cuentas, mataré a tu madre",
"Si lo cuentas, te mato", y "Si lo cuentas, nadie va a creerte". Es un
secreto sucio, y la mayor parte del tiempo el niño está tan
avergonzado que es un partícipe obediente manteniendo silencio al
respecto. La vergüenza es la corriente que subyace en las venas de
un niño que ha sido víctima de abuso. Y ese río no cesa de correr
simplemente porque ese niño haya llegado a ser un adulto o porque
el abuso haya terminado. Continúa fluyendo silenciosamente como
las sucias cloacas escondidas debajo de las calles de una bulliciosa
ciudad.

Podemos arrojar lejos algunos pecados como si fueran basura vieja.


Pero el problema con el pecado sexual o el abuso sexual es que lo
llevamos con nosotras en nuestro propio cuerpo. No podemos
distanciarnos de él.

Si el abuso sexual es realizado por un miembro de la familia, y en la


mayoría de los casos es así, puede que el niño se calle por miedo a
que se deshaga la familia si lo cuenta. La mayoría de los niños
desea una familia unida, no importa cuán disfuncional sea esa
unidad familiar.

La doctora Susan Forward, quien ha aconsejado a cientos de


víctimas de incesto y abuso sexual, dice: "Cada adulto que ha sido
molestado de niño, trae de esa infancia sentimientos muy arraigados
de ser incorregiblemente inadecuado, menospreciado y realmente
una mala persona. No importa cuán diferente pueda ser su vida en
la superficie, toda víctima de incesto comparte con otros un legado
de sentimientos trágicos. Las palabras que caracterizan el incesto
son: Sucia, Arruinada y Diferente"4.

En el libro Healing of Memories (Sanidad de los recuerdos), David


Seamands explica por qué el recuerdo del abuso sexual es tan
doloroso:

Hay muchas razones por las cuales el recuerdo de lo sexual puede


ser muy doloroso. Primeramente, nuestra sexualidad está en el
verdadero centro de nuestra identidad personal. Nuestra sexualidad
está profundamente compenetrada de quiénes somos y cómo nos
percibimos a nosotros mismos. El daño que se causa en esta área
de nuestra vida va a afectar profundamente nuestra autoestima. La
segunda razón, es que el sexo es una emoción muy poderosa…Uno
de los hechos más terribles acerca del abuso en los niños es el de
despertar estas emociones avasalladoras a una edad tan temprana
y en circunstancias tan atemorizantes… Pero, quizás la razón más
importante por la que estas memorias son tan dolorosas sea el
hecho de que los sentimientos sexuales pueden ser las emociones
más contradictorias que un ser humano pueda experimentar…
Aquello que [las mujeres abusadas] han vivido puede traer como
resultado que experimenten el sexo como una increíble combinación
de deseo y temor, placer y dolor, fascinación y miedo. Esta es la
razón por la cual todo trauma sexual que no ha sido curado y que es
acarreado dentro de la unión matrimonial, a menudo produce un
terrible conflicto interior de desear sexo a la vez que también se lo
odia"5.

Permíteme compartir esta estadística sorprendente. Un estudio


realizado por el Departamento de Servicios Humanos de los
Estados Unidos de Norteamérica demostró que uno de cada diez
niños es molestado antes de los 18 años por un familiar que se lo
considera de confianza6. Si eres una víctima de abuso sexual, por
favor recuerda que no estás sola.

Siempre he escuchado decir a la gente: "El tiempo cura todas las


heridas". Pero en este caso, estoy en desacuerdo. El tiempo no
sana; solamente Dios puede hacerlo.

La restauración de Mary
¿Podía Dios sanar la vida de Mary? ¿Rota en tantos pedazos?
¿Puede restaurar tu corazón? ¡Absolutamente! Un día, cuando Mary
tenía unos 12 años, llegaron a su puerta dos mujeres que le
comentaron que a unas pocas cuadras de su casa se había
establecido una nueva iglesia. La invitaron a la Escuela Dominical y
le dijeron que Jesús la amaba. "Yo estaba segura de que estaban
equivocadas", dijo Mary. "Nadie me amaba. Yo no era digna de ser
amada".

Pero estas dos mujeres habían picado el interés de Mary, y el


domingo a la mañana, mientras el resto de la familia estaba
ocupado haciendo otras cosas, Mary se dirigió a esta nueva iglesia
que se congregaba en un comercio. La gente le dio la bienvenida a
Mary, y hasta algunos se ofrecieron para pasar a buscarla por la
casa el próximo domingo. Pero, como ella no deseaba que las dos
mujeres de la iglesia se encontrasen con su violenta madre, ella
declinó la invitación. Iba a regresar por sus propios medios,
caminando.

Y fue en esta pequeña iglesia bautista de unos 50 miembros que


Mary por primera vez aprendió del maravilloso amor de Jesucristo.
Le presentaron a un Salvador que sabía todo sobre ella y aún así la
amaba.

"Aprendí que Jesús iba a presentarme ante el Padre limpia y sin


faltas. Mi corazón desbordó de emoción cuando entendí, de acuerdo
a Judas 24, que Jesús me iba a presentar al Padre sin tacha y con
gran alegría al único Dios, mi Salvador. Me maravillaba el pensar
que esa niña pequeña y sucia de años atrás iba a ser presentada al
Padre limpia y sin tacha, como un corderito recién nacido".

El Salmo 27 se convirtió en su salvavidas. "Aunque mi padre y mi


madre me abandonen, el SEÑOR me recibirá en sus brazos" (Salmo
27:10). Se dio cuenta de que aunque toda su vida su madre le había
dicho que 'se perdiera de vista', su Padre celestial la quería acercar
a sí mismo cada vez más. Dios hizo que muchos amigos cristianos
se acercaran a Mary; ellos la alentaron, la apoyaron, y hasta se
ocuparon de que pudiese proseguir sus estudios luego de graduarse
de la escuela secundaria. A través de un consejero cristiano, Mary
pudo enfrentar sus miedos y comenzar el proceso de sanidad de
años de abuso y descuido. ¿Y ahora? Mary dirige grupos de apoyo
para mujeres que han pasado por situaciones de abuso sexual.

"Yo sabía que había mujeres en mi iglesia que probablemente


habían experimentado abuso sexual en su infancia" explicó Mary.
"No es que yo quisiera hablar de esto públicamente, pero sentí que
Dios me estaba llamando a que estuviera disponible para ayudar a
otras mujeres que estaban dolidas por su pasado. La parte más
importante de mi recuperación ha sido el creer que Dios me ama y
desea el bien para mi vida. Cuando finalmente acepté esa verdad,
pude mirar hacia adentro mío, y poner el dolor y las heridas del
pasado donde debían estar. El amor de Dios es un poderoso
'herbicida', y Dios deseaba matar las malas hierbas del pasado que
hasta ese momento ahogaban el futuro de mi vida".

Mary ha encontrado paz y propósito en las cicatrices de su pasado.


Ahora ella ayuda a otros a hacer lo mismo. Aunque se dedica
principalmente a las mujeres que están en la cárcel, ella está
dispuesta a compartir acerca del Dios que le dio libertad con
cualquiera que desea escucharla.

El ungüento saludable de Dios


Cuando yo era niña, mi abuela mantenía un frasco de ungüento de
Mentholatum siempre listo. No importaba el tipo de problemas o la
causa, la abuela sacaba su ungüento y refregaba este resbaladizo
ungüento por todo mi cuerpo. No era solamente resbaladizo, sino
que el olor que poseía era suficiente para asustar y hacer desistir a
cualquier germen o bacteria que deseara atravesar las paredes
epiteliales de mi piel.

Dios también tiene su ungüento. Se llama perdón. Perdonar a


aquellos que nos han herido o han abusado de nosotras es quizás
uno de los aspectos más difíciles de la sanidad; pero sin ello no creo
que podamos liberarnos enteramente como para encontrar la
belleza y el propósito en las cicatrices de nuestro pasado. En
realidad, si no extendemos la mano en gesto de perdón, yo dudo
que la cicatriz pueda curar totalmente. Cada vez que recordamos lo
que se nos hizo, lo que se dijo y cómo se dijo, y cuánto nos
lastimaron cuando no hicimos nada para merecerlo, empezamos a
rascar la cascarita de la cicatriz de la ofensa y reabrimos la herida.

"La falta de perdón puede compararse a un parásito; se alimen ta


del enojo y dolor de quien lo alberga, y encuentra su alimento más
satisfactorio en el dolor humano. Se regodea en el ciclo de escenas
repetidas, recuerdos angustiosos y justificaciones fabricadas para
mantener vivos los rencores del pasado. Esencialmente, la falta de
perdón se engorda con nuestro deseo de venganza"7.
Mientras que muchas de nosotras no planeamos ejercer la
venganza, de alguna manera pensamos que el aferrarnos a la falta
de perdón es venganza suficiente. La ironía es que la persona a la
que nos negamos a perdonar es posiblemente a quien menos le
importe eso y puede que ni siquiera esté conciente de que
arrastramos esta falta de perdón con nosotras a todos lados. La
única persona que se ve afectada cuando elijo no perdonar…soy yo
misma. La única persona a la que lastimas cuando eliges no
perdonar…eres tú. Es como si yo estuviera golpeando mi cabeza
contra la pared para castigar a otra persona.

La palabra griega para "perdón" es aphieme. Un significado de esta


palabra es "soltar el poder o la posesión; dejar libre; dejar
escapar"8. Significa cortar los lazos con una persona. Por eso, lo
opuesto de perdonar —no perdonar— significa mantener atado.
Piensa un poco en esto. Cuando elegimos no perdonar, estamos
atando a la persona a nuestra espalda y luego vivimos cargando ese
enorme peso en rencor, odio y venganza. ¡Con razón algunas de
nosotras no estamos corriendo muy bien la gran carrera de nuestra
vida! Es muy difícil correr con semejante carga.

A medida que recorremos el camino que nos lleva a descubrir la paz


y el propósito en el dolor de nuestro pasado, aquí es donde muchos
deciden que el terreno se vuelve demasiado áspero para transitar.
"Es demasiado duro para mí", protesta el viajero cansado. "No me
gusta ese camino", protesta el rebelde caminante. "¿No hay otra
manera?", ruega el cansado viajero.

Lamentablemente, el perdón es el único sendero hacia la libertad.


Cuando piensas en ello, el perdón es el único camino hacia la
libertad para todos nosotros. Desde nuestro nacimiento todos y cada
uno de nosotros somos esclavos del pecado. No nos convertimos en
pecadores la primera vez que hicimos algo malo. Ya nacimos en
pecado, con un cuerpo vivo pero un espíritu muerto. Debido a ese
pecado hemos sido separados de Dios.
Pero Dios no nos ha abandonado como a extraños condenados a
una vida de esclavitud y eternidad en el infierno. Él envió a su hijo,
Jesucristo, quien nació de una virgen, vivió una vida perfecta, murió
como sacrificio por nuestros pecados, y se levantó de entre los
muertos para reinar para siempre. No esperó a que "fuésemos
suficientemente buenos", porque sabía que ese día nunca iba a
llegar. "Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que
cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros"
(Romanos 5:8). Dios tomó el obstáculo más grande en nuestras
vidas, nuestra herencia de pecado, y prácticamente cambió nuestro
ADN espiritual. "Que si confiesas con tu boca que Jesús es el
Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los
muertos, serás salvo" (Romanos 10:9).

"Por lo tanto, ya no hay condenación para los que están unidos a


Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha
liberado de la ley del pecado" (Romanos 8:1, 2). Dios nos libera el
mismo momento en que creemos.

Pero ¿qué tiene que ver todo esto con perdonar a la persona que
nos ha herido tanto? Mucho. Dice la Biblia: "Así como el Señor los
perdonó, perdonen también ustedes" (Colosenses 3:13).

Pero no se merece que lo perdonen, te escucho decir. Tampoco yo.


Tampoco tú. Perdonar no tiene nada que ver con si la persona que
nos ha herido se merece ser perdonada o no. Al perdonarla, no
estamos diciendo que lo que esa persona haya hecho, o no haya
hecho, estuvo bien. Simplemente dice que estamos sacando a una
persona de nuestras espaldas y la estamos poniendo en las
espaldas de Dios. Nos la estamos quitando de encima y le estamos
transfiriendo la carga a Dios. Ya no estamos permitiéndole a esa
persona que nos tenga cautivas al guardarle rencor.

Durante el tiempo que no perdonamos nos encontramos en las


trampas del diablo. Ese es su método número uno para atrapar a
sus víctimas. Pablo escribió: "Abandonen toda amargura, ira y
enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia" (Efesios 4:31).
¿Por qué? "Para que Satanás no se aproveche de nosotros, pues
no ignoramos sus artimañas" (2 Corintios 2:11).

Perdonar no significa que nos ponemos en una posición que permite


que vuelvan a abusar de nosotros o a maltratarnos. Si te encuentras
en una relación abusiva, es muy importante establecer límites
sanos, o mejor salirte de esta situación. Hoy en día hay muchos
buenos libros que te pueden ayudar sobre cómo y cuándo
establecer límites para lograr relaciones sanas. Uno de esos libros
se titula simplemente Límites por Henry Cloud y John Townsend.

Nada nos puede provocar más amargura que un espíritu que no ha


perdonado. Y nada puede disolver la amargura más rápidamente
que la decisión de perdonar y dejar ir las ofensas y desilusiones. No
podemos guardar rencor y estar mejor al mismo tiempo.

Perdonar no es

• decir que lo que la persona hizo no estuvo mal • absolver a la


persona de la responsabilidad de sus actos • negar que el daño
haya ocurrido • pretender que el abuso no sucedió

Perdonar es

• desprendernos de nuestro deseo de venganza • liberar a la


persona • negarnos a permitir que la amargura y el odio gobiernen
nuestra vida • dejar atrás el pasado, no permitiéndole que controle
nuestras acciones y emociones

Seis pasos para perdonar

Perdonar es un trabajo difícil. También lo es el buscar oro o


desenterrar un tesoro escondido. Pero al final, la joya valiosa vale
todo el trabajo realizado. Permíteme caminar contigo por seis pasos
hacia el perdón que pueden ayudarte en el proceso.
1. Escribe en una hoja de papel el nombre de la persona que te ha
lastimado.

2. Escribe cómo fue que te lastimó (violación, abuso verbal, abuso


sexual, descuido, traición, abandono, rechazo).

3. Escribe qué es lo que sientes hacia esa persona. Sé honesta;


Dios sabe bien cómo te sientes.

4. Decide perdonar. El perdonar no es un sentimiento, es una


decisión de nuestra voluntad. Dios no nos va a decir nunca que
hagamos algo sin habernos provisto del poder para obedecer. Nos
pide que perdonemos, y Dios nos dará el poder de hacerlo, pero
todo comienza con nuestra decisión de perdonar.

5. Lleva tu lista a Dios, y confiesa tu incapacidad de perdonar.


"Señor, hoy vengo a ti y te entrego mi incapacidad para perdonar. Yo
perdono a por . En este momento, elijo no seguir atada a sus
ofensas contra mí. Pongo a esta persona en tus manos, y oro
especialmente para que sanes mis heridas emocionales y me
ayudes a ser capaz de ayudar a otra persona con la misma
consolación que tú me has dado. Dejo libre a . Amén".

6. Destruye la lista. Como un ejercicio visual, destruye esa lista.


Algunas personas han puesto la lista en un buen lugar, como ser un
hogar de leños, y la han quemado. Otras han clavado literalmente la
lista a una cruz de madera. Otras han escrito el nombre de la
persona que han perdonado en un globo inflado con helio y lo han
lanzado hacia los cielos. Cualquiera sea la manera, entrégale ese
nombre a Dios.

Verte como te ve Dios


Perdonar a los que te han herido es una de las montañas más altas
que vas a tener que escalar en este camino, pero no es la única.
Para la mayoría de nosotras, la ofensa ha torcido nuestro concepto
de nosotras mismas, y no podemos vernos como Dios nos ve. Juan
escribe: "Y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres" (Juan
8:32). Conocer la verdad de quién eres en Cristo te va a dar libertad
para no tener un concepto equivocado respecto a cómo Dios te ha
creado.

Por casi 40 años, Margarita vivió con las heridas provocadas por el
abuso verbal que casi destruyeron su vida. Desde el primer día en
que comenzó la escuela, ella y su maestra —la señora Garner— no
se llevaron bien. La señora Garner era dura, amarga y cruel, y no
toleraba la infantil idiosincrasia de Margarita. Por años la tensión
entre ambas fue en aumento.

Cuando Margarita tenía nueve años, ocurrió el cataclismo; el hecho


que destruyó su vida. Sucedió después del recreo cuando regresaba
corriendo para entrar a clase, otra vez tarde. Mientras atravesaba la
puerta, vio a sus compañeros mirarla con una mirada de malicia y
desdén.

—¡Margarita! —gritó la señora Garner—. ¡Te hemos estado


esperando! ¡Ven al frente de la clase ahora mismo! Margarita se
dirigió lentamente hacia el escritorio de la maestra.
Esta le ordenó que mirara a la clase y luego comenzó la pesadilla.

La señora Garner comenzó su tirada:

"¡Niños y niñas! Margarita ha sido una niña mala. Yo traté de


ayudarla a ser responsable pero, aparentemente, no quiere
aprender. Por lo tanto, debemos enseñarle una lección. Tenemos
que forzarla a que vea que es una persona egoísta. Quiero que
cada uno de ustedes venga al pizarrón, tome la tiza, y escriba algo
malo de Margarita. ¡Quizás de esta manera se sienta motivada a ser
una mejor persona!".

Margarita permanecía completamente inmóvil al lado de la señora


Garner. Uno a uno, los compañeros comenzaron su silenciosa
procesión hacia el pizarrón. Uno a uno, fueron escribiendo palabras
que ahogaban la vida dentro de la pequeña, extinguiendo
lentamente la luz en el alma de Margarita. ¡Margarita es estúpida!
¡Margarita es egoísta! ¡Margarita es gorda! ¡Margarita es tonta! Uno
a uno fueron escribiendo, hasta que el pizarrón quedó lleno con 25
frases terribles conteniendo aspectos malos de Margarita.

Las venenosas acusaciones acosaron a Margarita en lo que parecía


ser el día más largo de su vida. Luego de caminar hasta su casa con
cada una de estas palabras cáusticas escritas indeleblemente en su
corazón, se metió en la cama, dijo que estaba enferma y lloró
tratando de hacer que el dolor se fuera. Pero este dolor nunca más
la dejó, y 40 años más tarde se derrumbó en el sillón de un
psicólogo, todavía estremeciéndose a la sombra de esas 25 frases.

Jesús comprende lo que se siente cuando otros hablan mal de


alguien. La gente habló de él diciendo que era un blasfemo (Mateo
9:3), que quebrantaba la ley (Marcos 2:24) y que tenía un espíritu
maligno (Marcos 3:30). Hasta su propia familia decía que él estaba
fuera de sí (Marcos 3:21). Sí, él sabe lo que se siente cuando te
rompen el corazón, tanto figurativamente como físicamente.

Luego de que Jesús dijera "Todo se ha cumplido" en la cruz del


Calvario (Juan 19:30), uno de los soldados le abrió el costado con
una lanza para confirmar que estaba muerto. Mientras retiraban la
lanza de la herida brotó agua y sangre del cuerpo de nuestro
Salvador. ¿Por qué agua? Hay una sola explicación. La única forma
en que podía salir agua y sangre de esa herida era si el corazón
había estallado. Sí, es verdad que los clavos atravesaron sus manos
y pies, la corona de espinas penetró en su frente, el látigo rompió
sus carnes, pero finalmente… Jesús murió con un corazón roto.

Jesús comprende nuestro dolor por haberlo experimentado él


mismo. En la paráfrasis bíblica The Message (El mensaje) Eugene
Peterson escribió: "Ahora que tenemos conciencia de lo que
poseemos —a Jesús, este sumo sacerdote con total acceso a Dios
— no permitamos que se nos deslice entre los dedos. No tenemos
un sacerdote que está alejado de nuestra realidad. Él también ha
pasado por debilidades y pruebas, lo ha experimentado todo;
excepto el pecado. Así que podemos caminar hacia su presencia y
obtener lo que está tan deseoso de darnos. Tomemos de su
misericordia y aceptemos su ayuda" (Hebreos 4:14-16).

Un nombre más
Volvamos a Margarita por un momento. Luego de décadas de
depresión y ansiedad, finalmente buscó la ayuda de un psicólogo.
Dos años largos de terapia semanal la ayudaron a distanciarse
finalmente de su pasado. Fue un camino largo y muy difícil, pero
pudo sonreír a su consejero (¡cuánto tiempo hacía que no sonreía!)
mientras hablaba de sentirse lista para moverse a otra etapa en su
vida.

— Bueno, Margarita —dijo el consejero suavemente—. Creo que


hoy es el día de tu graduación. ¿Cómo te sientes? Luego de un
largo silencio, Margarita habló: —Estoy… bien. El consejero vaciló.
—Margarita, yo sé que es difícil, pero para estar seguro de que
estás lista para continuar progresando, voy a pedirte que hagas
algo. Deseo que regreses al aula de la escuela y que me detalles
otra vez los eventos de ese día. Tómate todo el tiempo necesario.
Describe a cada uno de los niños mientras se acercaban al pizarrón.
Recuerda lo que escribieron y cómo te sentiste… los veinticinco
alumnos".

En cierta manera, esto hubiera sido fácil para Margarita. Por 40


años había recordado cada detalle. Y aún así, el recordar una vez
más la pesadilla le iba a tomar hasta el último gramo de energía que
tuviese. Luego de un largo silencio, comenzó la dolorosa
descripción. Uno por uno, describió a los otros alumnos
vívidamente, como si los estuviese viendo ahora mismo,
deteniéndose periódicamente para conservar su compostura, y
forzándose a sí misma para enfrentar a cada uno de los alumnos,
una vez más.
Finalmente terminó, y sus lágrimas no cesaban de correr. Margarita
lloró mucho tiempo antes de darse cuenta de que alguien estaba
musitando su nombre.

—Margarita, Margarita, Margarita. Miró al consejero que la estaba


observando y diciendo su nombre una y otra vez. Margarita dejó de
llorar brevemente. —Margarita, te olvidaste de una persona. —¡Con
seguridad que no! He revivido esta historia por 40 años. ¡Conozco a
cada estudiante de memoria!

—No, Margarita, te has olvidado de alguien. Mira, está sentado al


fondo de la clase. Se levanta, va caminando hacia la maestra, la
señora Garner. Ella le da una tiza y él la toma. ¡Margarita, él toma la
tiza! Y luego camina hacia el pizarrón y levanta el borrador. Va
borrando cada una de las frases escritas por los otros alumnos.
¡Todas borradas! Margarita, ¡todas borradas! Luego gira y te mira,
Margarita. ¿Lo reconoces? Sí, su nombre es Jesús. Mira, está
escribiendo nuevas frases en el pizarrón. Margarita es amada.
Margarita es hermosa. Margarita es suave y amable. Es fuerte.
Margarita es muy valiente.

Y Margarita comenzó a llorar. Pero rápidamente, las lágrimas se


transformaron en una sonrisa, y luego en risa, y luego en lágrimas
de alegría9.

Por 40 años Margarita había rengueado por la vida con el dolor de


un corazón destrozado. Pero finalmente le permitió a Jesús, el
Sanador, el Gran Médico, el Consolador, que atendiese a su
corazón y le permitiese sanarla.

¿Qué está escribiendo Jesús en el pizarrón acerca de ti?

Has sido elegida. Eres realmente amada. Eres santa. Eres hermosa.
Eres pura. Tú eres mi novia. Tengo tu nombre grabado en la palma
de mi mano.
SIETE
Recibiendo la gracia y el perdón

Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo


viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo! 2 CORINTIOS 5:17

"¡No puedo creer que yo haya hecho esto! ¡Tuve tres abortos y yo
amo a los niños! ¿Cómo pude haber matado a mis hijos?".

Esta parecía ser la pregunta que resonaba en los oídos de Laura,


como un reloj despertador, al comienzo de cada día. Aunque en
varias oportunidades le había pedido a Dios que la perdonase,
Laura seguía aferrando sus errores del pasado y no se había
perdonado a sí misma.

No muchas personas saben de los abortos de Laura. Ella es ahora


una cristiana fiel que esconde su dolor muy bien; excepto para
aquellos que la conocen más íntimamente. Un día la enfrenté.

—Laura, cuando tuviste esos abortos eras una adolescente.


Estamos hablando de 30 años atrás, cuando no eras cristiana.
Ahora eres una nueva creación. Lo viejo ha pasado, lo nuevo ha
llegado. La Laura de hoy en día no podría tener un aborto. La Laura
vieja, muerta, sí. Pero esa Laura ya no existe.

—Ya sé —replicó—. Pero no me puedo perdonar a mí misma. Por


30 años Laura ha actuado bajo un espíritu de condenación. Cada
vez que mira a un niño a los ojos, incluyendo a sus propios hijos,
siente vergüenza por lo que ha hecho. Pero Dios perdonó a Laura
años atrás. Dios limpió su vida y escribió la palabra "perdonada" en
brillantes letras rojas en la tablilla de su vida. Dios desea que Laura
opere bajo un espíritu de gracia, misericordia y perdón, pero no la va
a forzar a abrir el regalo, sacar el moño de la caja y disfrutar de lo
que se encuentra dentro. Ella debe desear recibirlo.
Tan claramente como Dios ha perdonado a Laura y ha echado sus
pecados al más profundo de los abismos, Satanás, el padre de
todas las mentiras, se ocupa de recordarle todos los días sus fallas
y la alienta a que siga buscando encontrar más faltas en su persona
todos los días. Mientras ella esté dispuesta a morder el anzuelo,
Satanás va a seguir tirando la línea.

Recibir gracia y perdón por los errores cometidos es un acto de fe.


"Es muy difícil comprender un amor tan incondicional y
extravagante, y muchos de nosotros dejamos el regalo sin abrir.
Admiramos el envoltorio y nos maravillamos de su grandeza, pero
evitamos llegar a acercarnos mucho.Algo dentro de nosotros se
niega a abrazar la idea de que Dios así dispuso su plan, por lo cual
nosotros ponemos condiciones para recibir su regalo1". Pero Dios
pone sólo una condición para este regalo… creer en su Hijo,
Jesucristo. Dios nos ofrece el regalo de la gracia, pero nosotras
debemos aceptarlo.

Nadie se merece la gracia y la misericordia de Dios, pero por alguna


razón, Dios ha decidido derramarla sobre nosotras. En The
Ragamuffin Gospel (El Evangelio de los harapientos), Brennan
Manning explica: "Vivir por gracia significa reconocer toda la historia
de mi vida, tanto el lado bueno como el malo. Al admitir mi lado
oscuro aprendo quién soy y lo que la gracia de Dios significa. Como
dijera ThomasMerton: 'Un santo no es alguien que es bueno, sino
alguien que experimenta la bondad de Dios en su vida'"2.

En el capítulo anterior consideramos las heridas que otros a nuestro


alrededor nos han infligido, pero, ¿qué acerca de las heridas que
nosotras mismas nos infligimos? ¿Las malas elecciones que hemos
hecho: promiscuidad sexual, aborto, mentiras, traiciones,
drogadicción, infidelidad, asesinatos? Todas estas, amiga mía,
pueden ser algunas de las heridas más difíciles de curar. Pero,
cuidado, no son difíciles para Dios sino difíciles para que nosotras
mismas nos las perdonemos. Permíteme narrarte una de las
historias más increíbles de gracia y perdón que Dios me ha
permitido vivir. Sucedió entre amigos.

Perdonando a Karl
La vida de Trish Campbell rebosaba de promesas. Era el viernes 27
de junio del 2003. Su hijo, Wayne, estaba de visita ya que estudiaba
en laAcademiaMilitar Camden en Carolina del Sur. El cadete de 16
años había recibido su licencia de conductor hacía poco y le habían
regalado un auto nuevo. En cuatro días, Trish iba a casarse con
Teddy e iban a pasar la luna de miel en un crucero en Alaska. La
vida era buena.

Wayne tenía planes de pasar el fin de semana con uno de sus


mejores amigos de la Academia, Karl Kakadelis. Karl se había
graduado de Camden hacía poco y estaba destinado a comenzar
sus clases en la academia militar de estudios superiores The Citadel
en el otoño.

A Trish le gustaba Karl. Este parecía extrovertido, educado y


responsable. También confiaba en sus padres. El padre de Karl,
Tom, era pastor en una iglesia grande en Charlotte, Carolina del
Norte, y su madre, Lindalyn, era una ex miembro del consejo
escolar.

Trish no se sentía tranquila con el hecho de que Wayne tuviera que


manejar su nuevo auto hasta las afueras de la ciudad, en la hora de
más tránsito, hasta la casa de Karl, así que decidió acompañarlo.

—Te amo—le dijo varias veces antes de dejar a su hijo en lo de la


familia Kakadelis. —Yo también te quiero, mami —contestó Wayne
mientras la abrazaba repetidamente.

Lo que Trish no sabía era que los dos muchachos tenían un secreto.

Karl, que tenía diecinueve años, había planeado una fiesta. Debido
a que no tenía suficiente edad para hacerlo él, Karl había
convencido a otro joven de 21 años de que comprara un barril de
cerveza para ellos. El barril estaba escondido en el jardín de un
hotel cerca de la casa de Karl.

Más allá de una multa por exceso de velocidad, este joven nunca
había estado en problemas. Era un buen estudiante y se había
graduado segundo en su clase en Camden. Era presidente de una
de las sociedades honorarias y del club de bellas artes, estaba en el
comité directivo del Club Key para Carolina del Norte y del Sur, era
capitán del equipo de fútbol y del equipo de lucha cuerpo a cuerpo, y
en su último año en la escuela militar fue comandante de una
compañía estando a cargo de 65 cadetes. Pero el 28 de junio de
2003, Karl tomó algunas decisiones equivocadas.

Él y sus amigos habían planeado la fiesta con gran precisión. Tenían


el lugar elegido: un campo cercano; y una coartada: la mentira de
que iban a pasar la noche en casa de otro amigo.

—Vayan, pero se quedan en esa casa —instruyó Tom a los dos


muchachos mientras se preparaban para salir de la casa de Karl. —
¡Y nada de alcohol! —agregó Lindalyn apuntando el dedo a sus
rostros. —No, señora —contestaron ambos—. Nosotros no
bebemos. Luego de que hubieron partido, Lindalyn dijo a su esposo:
—Tom, estos muchachos me preocupan. Me parece que hay algo
que no está bien. Se los veía demasiado descarados.

Los dos jóvenes fueron al hotel luego de las 10 de la noche y


recogieron el barril de cerveza para llevarlo a la fiesta. Karl iba
manejando su jeep, mientrasWayne llevaba el barril sobre sus
rodillas. Cuando llegaron al lugar designado para la fiesta, se
comenzaron a congregar otros jóvenes. Varios de ellos trajeron sus
carpas e hicieron una enorme fogata.

Karl controló quiénes bebían y cuánto bebían. Todos habían


acordado que no iban a manejar luego de beber.

Alrededor de la medianoche, Karl recibió una llamada en su celular.


—Muchacho, soy Chris—dijo quien hablaba—. Tengo el hielo, pero
no puedo encontrar el campo. —Estás muy cerca, quizás a unos
kilómetros. Quédate ahí y voy a buscarte para guiarte en el camino.
—Karl, creo que no conviene que manejes —dijo uno de sus
amigos. —¡Estoy bien! —gritó Karl.

Entró en su jeep y se puso el cinturón de seguridad. Un amigo se


sentó en el otro asiento y también se aseguró el cinturón de
seguridad. La capota convertible estaba baja, y Wayne saltó para
colocarse en la parte trasera, agarrándose del travesaño
antivuelcos.

Karl hizo un círculo alrededor de la fogata y luego se dirigió


cruzando el campo hasta llegar al camino. A unos kilómetros del
lugar de la fiesta, el jeep de Karl se fue hacia la izquierda. El
conductor corrigió demasiado rápidamente el movimiento, yéndose
bruscamente hacia la derecha y luego hacia la izquierda. El jeep y el
conductor estaban descontrolados. Las llantas del lado derecho
explotaron y mordieron el camino. Luego el jeep se dio vuelta y
Wayne fue despedido unos 30 metros sobre el pavimento.

El auto terminó al lado del camino sobre unos arbustos y malezas,


volteado sobre su costado derecho. Wayne estaba tendido en el
camino, su cabeza en un charco de sangre. Karl y el otro joven
todavía estaban en el auto, pero muy mal heridos. El labio superior
de Karl colgaba desgarrado; todavía él no entendía la gravedad de
la situación. Por primera vez se dio cuenta de que quizás estaba
ebrio.

Karl se tambaleó torpemente hasta su mejor amigo, Wayne, y trató


de hablarle, pero lo único que recibió como respuesta fueron
quejidos.

La tranquilidad de la madrugada de ese domingo 28 de junio de


2003 fue interrumpida por el ruido de sirenas, el zumbido del
helicóptero de rescate, y el llanto de los jóvenes allí reunidos.
Mientras el helicóptero aerotransportaba a Wayne al hospital, Karl y
el otro pasajero del accidente eran llevados en ambulancia. Mientras
tanto, los padres de los involucrados eran notificados de lo
sucedido.

Ambas parejas de padres mostraban una mezcla de enojo, dolor,


completa incredulidad y preocupación por sus hijos. Cuando Tom vio
a Trish en el hospital, ambos se confundieron en un abrazo y
lloraron juntos. Iban a pasar diez horas antes de que permitieran a
Trish ver a su hijo. Durante todo ese tiempo ella se aferraba
mentalmente a las imágenes de su apuesto hijo con su cabello
oscuro, sus ojos castaño-verdosos y su porte militar. En su mente,
también podía escucharlo cantando himnos con ella en el auto.

Finalmente le permitieron ver a Wayne. Se lo veía con su cabeza


toda vendada y muy golpeada, y muchos tubos que entraban y
salían por varias partes de su cuerpo.

Karl debió someterse a una cirugía para reimplantarle el labio


superior, pero no había solución inmediata para las heridas internas
de su alma. Su corazón estaba totalmente roto. Como persona
estaba totalmente destrozado.

—Lo lamento tanto —dijo Karl llorando cuando vio a la madre de su


mejor amigo—. Lo lamento tanto. —No te culpo —le dijo Trish—.
Todos tomamos malas decisiones. CuandoWayne salga de esta,
también va a tener que dar sus propias explicaciones.

PeroWayne nunca salió del hospital. Seis días después de haber


arribado,Wayne Campbell, el hijo único de Trish Campbell, murió.

En la casa de velatorios, durante el funeral, Karl hundió el rostro en


el pecho de su padre y lloró desconsoladamente. Al verlo desde otra
habitación, Trish se dirigió al joven y se sentó junto a él.
—¡Cuánto lo lamento! ¡Cuánto lo lamento!—repetía el muchacho
mientras lloraba.

Trish tomó entre sus manos el rostro de Karl surcado en lágrimas, y


dijo:

—Hijo, te perdono. Yo te amo.Wayne era tu amigo y te amaba.


Aquellos presentes que escucharon esta interacción quedaron
sorprendidos ante tanta gracia y perdón que emanaban de esta
mujer. No era algo humano… era algo divino.

Más tarde Trish pudo explicar:

—Yo soy pecadora y Dios envió a su Hijo único para salvarme y


perdonar mis pecados. No merezco este perdón. De modo que,
¿cómo no voy a perdonar a Karl?

¿Qué pasó después?


Karl se entregó a las autoridades. Le tomaron la impresión de sus
huellas digitales, lo registraron y enfrentaba la posibilidad de unos
59 meses en prisión por homicidio involuntario. La policía estaba
admirada de la actitud de sus padres. "No trataron de liberarlo del
tremendo problema en el que se había metido. Deseaban que todo
fuese expuesto abiertamente para que otros aprendieran de los
errores que su hijo había cometido. Sin importar cuál iba a ser la
decisión de la corte sobre el castigo de Karl, el joven iba a tener que
vivir con la sentencia de por vida de haber jugado un papel
preponderante en la muerte de su mejor amigo.

La fecha para su juicio en la corte fue pospuesta por siete meses.


Mientras esperaba ese momento, Karl vivió sumido en confusión y
pena. Su sueño de ir a The Citadel y llegar a ser un piloto de
aviación estaba destruido. Mientras hablaba con un grupo de
estudiantes de la escuela secundaria, Karl les dijo:

—Les cuento cómo estoy sirviendo mi condena. Vivo todo el tiempo


conWayne en mi corazón, y el momento del accidente en mi mente.
Creo que mi castigo es saber que cometí un error que le costó la
vida a mi mejor amigo.

El 11 de marzo de 2004, Karl compareció ante la justicia. Antes de


que comenzara el procedimiento, Trish, la madre de Wayne, se
acercó al joven, le dio un beso y le musitó:

—Karl, tengo que sentarme en el otro lado, pero estoy orando por ti.
Tú sigue orando, también.

Uno a uno, fueron pasando los hombres y las mujeres que se


presentaron para testificar a favor de Karl: su entrenador de fútbol,
sus maestros, y su maestra de la Escuela Dominical. Luego de que
el demandante presentara el caso, Trish pidió un momento para
dirigirse a la corte y le concedieron ese pedido.

"Mi hijo y Karl fueron a la escuela juntos y eran grandes amigos.


Amo a este joven como si fuera mi propio hijo. No es mi deseo que
vaya a la cárcel. Yo entiendo que debe tener algún castigo, y acepto
eso. Pero también sé que Karl está absolutamente arrepentido y
nunca pretendió que ocurriera semejante tragedia".

Cuando los presentes en la corte volvieron a hacer silencio, el juez


miró al jovencito y le dijo:

"¿Dónde están tus acusadores? Nadie desea que vayas a la cárcel.


Yo no puedo encarcelarte".

De modo que la sentencia de Karl fue la siguiente: sentencia de 13 a


16 meses suspendida, tres años de libertad condicional, 50 horas de
servicio en la comunidad, 20 horas de terapia, varias presentaciones
ante la Academia Militar de Camden durante los siguientes tres
años, y seis discursos en las escuelas secundarias de la zona en los
tres años siguientes. Nada de tiempo en la cárcel.
Sí, es verdad, Karl pudo evadir la prisión, pero igualmente no se
sentía libre.

Varias semanas más tarde, la Academia Militar de Camden hizo un


culto al aire libre para recordar a Wayne. Lo hicieron tres días antes
de la fecha en que Wayne se hubiese graduado. Karl permanecía al
fondo del grupo que se reunió para esta ocasión, recostado contra
un pino, su cabeza baja y sus brazos cruzados en su pecho.
Cuando hubo finalizado la ceremonia, Kenny, el padre de Wayne,
abrazó a Karl y luego le empujó suavemente el pecho con el dedo.

"Sigue contando tu historia", le dijo. "No lo hagas simplemente


porque la justicia te lo haya ordenado. Continúa haciéndolo después
de lo demandado.Ahora has aprendido una lección de estas
circunstancias terribles. Utilízala para enseñar a otros".

Desde ese entonces, Karl ha visto a un cirujano plástico para tratar


de reparar su labio superior. Pero ha decidido retener la cicatriz que
tiene en su mano. Desea mantenerla como un recordatorio diario de
cómo una muy mala decisión puede destruir la vida3.

Ha sido muy difícil para mí el escribir esta historia. Me tomó unos


cuántos días. ¿Por qué? Mientras la escribía se me llenaban los
ojos de lágrimas y se me empañaba la visión. Paraba. Al día
siguiente, decidía retomarla. Otra vez, lágrimas.

Conozco esta familia. Conozco la historia. Mi corazón se parte aún


hoy al pensar en Karl, tan precioso, y en el dolor que ha tenido que
soportar por una mala decisión. Pero ¿sabes qué? Todas nosotras
tomamos malas decisiones todos los días. Solamente que en el
caso de Karl, él tuvo que pagar un precio muy alto por ello.

Yo me identifico con Karl. A pesar de no haber sido condenada por


homicidio involuntario debido al alcohol, ciertamente he hecho otras
cosas en detrimento del corazón y el alma de algunas personas a mi
alrededor…y también en detrimento de mi corazón y mi alma. Luego
veo a la madre de Wayne acercarse al banquillo de los acusados
donde está Karl. Y veo a Jesús acercarse a ese banquillo donde
debiera estar sentada yo.

"Juez", diría Jesús. "Amo a esta mujer como si fuera mi propia hija…
en verdad es mía. Y sé que va a tener que sufrir consecuencias aquí
en la tierra por las muy malas elecciones que ha hecho, pero no
deseo que vaya a la cárcel. Pido para ella que extiendas tu mano de
misericordia y gracia, que puedas conmutar su sentencia y darle la
libertad".

Luego escucho el martillo del juez que golpea y su anuncio: "No la


condenaré a ir a la cárcel".

Sí, el juez me ha dado la libertad. Yo acepto su gracia y perdón.


Pero también puedo ver otra escena… al padre de Wayne… a mi
Padre celestial… apuntando un dedo a mi pecho y diciendo:

"Sigue contando tu historia. No lo hagas simplemente porque la


justicia te lo haya ordenado. Continúa haciéndolo aún después.
Ahora has aprendido una lección de estas circunstancias terribles.
Utilízala para enseñar a otros".

Ese es el objetivo de este libro. Ahora hemos aprendido la lección…


entonces debemos utilizarla.

Quebrantamiento y arrepentimiento
A través de toda la Biblia vemos ejemplos increíbles de la gracia de
Dios y su perdón extendido a seres humanos débiles como tú y yo.
El rey David fue uno de ellos.

Dios se refirió a David como "un hombre conforme a mi corazón"


(Hechos 13:22). No puedo pensar en una mejor recomendación que
esa. Y aún así, David se vio atrapado por su propia celebridad y, por
un momento, se creyó que estaba por sobre la ley de Dios.
Una primavera, durante el tiempo en que los reyes iban a la guerra,
el rey David decidió quedarse y pasar un tiempo de descanso en
palacio. Mientras caminaba por la azotea del palacio para tomar un
poco de aire fresco, vio a su hermosa vecina, Betsabé, tomando un
baño en su terraza. Típico caso de ver y desear lo que vio.

—¿Quién es esa joven? —preguntó a uno de sus sirvientes. —Ella,


mi señor, es la esposa de Urías el hitita, uno de tus más fieles
soldados. —¡Envía a alguien para que la traigan a mi presencia!—
ordenó David.

Y en una noche estrellada, bajo el calor de la pasión, David se


acostó con la esposa de su vecino, y ella quedó embarazada.

Cuando David fue notificado de que Betsabé estaba encinta, sintió


pánico. ¿Confesó David en ese momento? No. ¿Se arrepintió
David? No.Al contrario, lo que trató de hacer fue cubrir sus huellas.
Envió por Urías para que regresara a su casa desde el campo de
batalla, pensando que iba a dormir con su esposa y de esa forma
iba a poder tapar el hecho de que el hijo por nacer era de David.
Pero el fiel Urías no deseaba disfrutar de esos placeres durante un
tiempo de guerra. En vez de disfrutar del abrazo de su esposa,
Urías durmió en las afueras del palacio.

Así que David tuvo que ir al plan B. Envió un mensaje a Joab, el


comandante del ejército.

"Cuando vayas a la guerra, pon a Urías al frente de la batalla.


Luego, cuando la lucha sea más dura, haz que tus hombres ser
retiren, dejando a Urías expuesto como único blanco para el
enemigo".

Joab siguió las órdenes de su comandante en jefe. Urías fue dejado


solo en el frente de batalla y lo mataron. Luego del apropiado tiempo
de luto, David tomó a la embarazada viuda por esposa. (2 Samuel
11:1-26).
¿Te preguntas cómo se sentía David, un hombre conforme al
corazón de Dios, después de todo esto? ¿Sentía miedo? ¿Tenía
remordimientos? ¿Estaba orgulloso por la gran manera en que
había cubierto sus huellas?

Afortunadamente, Dios nos ha permitido ver dentro del corazón de


este hombre. Luego de este momento de total falla moral, David
escribió el Salmo 51.

Ten compasión de mí, oh Dios, conforme a tu gran amor; conforme a


tu inmensa bondad, borra mis transgresiones. Lávame de toda mi
maldad y límpiame de mi pecado. Yo reconozco mis transgresiones;
siempre tengo presente mi pecado. Contra ti he pecado, sólo contra
ti, y he hecho lo que es malo ante tus ojos; por eso, tu sentencia es
justa, y tu juicio, irreprochable. Yo sé que soy malo de nacimiento;
pecador me concibió mi madre. Yo sé que tú amas la verdad en lo
íntimo; en lo secreto me has enseñado sabiduría. Purifícame con
hisopo, y quedaré limpio; lávame, y quedaré más blanco que la
nieve. Anúnciame gozo y alegría; infunde gozo en estos huesos que
has quebrantado. Aparta tu rostro de mis pecados y borra toda mi
maldad. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva la
firmeza de mi espíritu. No me alejes de tu presencia ni me quites tu
santo Espíritu. Devuélveme la alegría de tu salvación; que un
espíritu obediente me sostenga. Así enseñaré a los transgresores
tus caminos, y los pecadores se volverán a ti. Dios mío, Dios de mi
salvación, líbrame de derramar sangre, y mi lengua alabará tu
justicia. Abre, Señor, mis labios, y mi boca proclamará tu alabanza.
Tú no te deleitas en los sacrificios ni te complacen los holocaustos;
de lo contrario, te los ofrecería. El sacrificio que te agrada es un
espíritu quebrantado; tú, oh Dios, no desprecias al corazón
quebrantado y arrepentido. SALMO 51:1-17

David estaba quebrantado en su espíritu; pero nadie lo sabía, ¿O


sí?
Luego de que David tomó a Betsabé por esposa, el profeta Natán
confrontó a David con su pecado.

David no trató de justificar sus actos, echar la culpa a otra persona,


ni reclamó amnistía por ser el rey. Inmediatamente dijo:

—¡He pecado contra el Señor! Luego que David se arrepintió, Natán


proclamó: —El Señor ha perdonado ya tu pecado (2 Samuel 12:13).

David era un hombre quebrantado que se arrepintió de sus pecados


y luego inmediatamente recibió la gracia y el perdón de Dios.
Retomó sus deberes como rey y pasó a ser uno de los reyes más
poderosos en la historia de Israel.

Perdonando esa imagen en el espejo


David pudo aceptar el perdón de Dios, pero para muchos la culpa
persiste como el dolor de la artritis que da punzadas cuando cambia
el clima. En días soleados en nuestra vida, nos felicitamos a
nosotras mismas por haber traspasado las sombras en el armario.
Luego, en los días nublados, cuando las tormentas de la vida nos
amenazan, los vientos de la adversidad soplan, y los relámpagos del
recuerdo golpean, nos acobardamos vergonzosamente. Yo creo que
este sube y baja de emociones ocurre cuando nosotras colocamos
la responsabilidad de borrar los errores en nosotras mismas, en vez
de hacerlo en Aquel que verdaderamente puede borrar toda
mancha. Nos agobiamos con condiciones que nunca fueron
impuestas por Dios.

Aquí está la verdad. No hay nada que podamos hacer para ganar el
perdón de Dios. Nada. Pues no tiene que ver con nosotras. Tiene
que ver con Dios. Solamente cuando nosotras "aceptamos el hecho
de que somos impotentes y estamos sin ayuda, cuando
reconocemos nuestra pobreza a las puertas de la misericordia de
Dios, es entonces que Dios puede hacer algo hermoso de
nosotras"4.
Hay una culpa sana y una culpa enfermiza. En The Ragamuffin
Gospel (El Evangelio de los harapientos), Brennan Manning explica
la diferencia:

La preocupación por nosotros mismos es un factor preponderante


en la culpa enfermiza y la recriminación. Agita nuestras emociones,
provocando comportamientos autodestructivos, nos encierra en la
torre de nuestro propio ser, lleva a la depresión y desesperación y
contradice la presencia de un Dios compasivo. El lenguaje de la
culpa enfermiza es duro. Demanda, abusa, critica, rechaza, acusa,
culpa a otros, condena, reprocha y reta. Es uno de impaciencias y
amonestaciones. Los cristianos están tremendamente sorprendidos
y horrorizados porque han fallado. La culpa no saludable se
convierte en algo más grande que la vida misma. La imagen de la
historia para niños Chicken Little nos viene a la mente. La culpa se
convierte en la experiencia por la que la gente siente que se les va a
caer el cielo encima.

Sí, sentimos culpa por nuestros pecados, pero la culpa sana es la


que reconoce el mal hecho y siente remordimiento, pero luego es
libre de recibir el perdón que ha sido ofrecido. La culpa saludable se
concentra en la comprensión de que todo ha sido perdonado, el mal
ha sido redimido5.

Pablo lo dijo de esta manera: "La tristeza que proviene de Dios


produce el arrepentimiento que lleva a la salvación, de la cual no
hay que arrepentirse, mientras que la tristeza del mundo produce la
muerte" (2 Corintios 7:10). Satanás utiliza la culpa para
condenarnos. Dios utiliza la convicción para traernos al
arrepentimiento y el perdón.

Orgullo y autorectitud

Ahora, retrocedamos varios años en la historia hasta el predecesor


de David, el rey Saúl. Durante este tiempo en la historia de Israel,
Dios gobernaba a la gente y hablaba a través de los profetas. Este
tipo de gobierno es conocido como una teocracia. Pero luego de un
tiempo, la gente se cansó de ser gobernada por Dios. Ellos
decidieron que querían que un rey los gobernase… como tantas
otras naciones. Por tanto, Dios permitió que tuvieran un rey y
designó a Saúl, un hombre de la tribu de Benjamín. Al principio Saúl
estaba aterrado por su nueva asignación. Para demostrarlo, en su
coronación, ¡lo encontraron escondido entre el equipaje! (1 Samuel
10:20-23). Pero, eventualmente comenzó a actuar en su nuevo
papel y comenzó a disfrutar de lo que implicaba.

Dios ungió a Saúl con el Espíritu Santo, y hasta recibió el don de


profecía. Él guió a Israel a la victoria en varias batallas y dependió
de Dios para obtener sabiduría y fortaleza… por un tiempo.

Pero luego de varios meses, la confianza de Saúl se elevó a niveles


peligrosos, y comenzó a tomar decisiones sin considerar la voluntad
de Dios. Antes de ir a la batalla contra los filisteos, Saúl y sus
hombres estuvieron esperando al profeta Samuel para ofrecer los
sacrificios necesarios al Señor. Luego de siete días, el tiempo
dispuesto por el mismo profeta Samuel, Saúl se cansó de esperar y
sus hombres empezaron a impacientarse.

¿Cuán difícil puede ser? pensó Saúl. Voy a ofrecer el sacrificio yo


mismo. Así que Saúl fue en contra de lo ordenado por Dios y se
transformó a sí mismo en sacerdote. Samuel llegó justo cuando Saúl
estaba dando los toques finales al altar.

—¿Qué has hecho? —Es todo culpa tuya —protestó Saúl—. Como
vi que no llegabas, los hombres empezaron a inquietarse y a
desbandarse como moscas. ¡Yo tenía que hacer algo! ¡Por eso
ofrecí el holocausto yo mismo!

Saúl no admitió que había hecho nada malo. Al contrario, justificó


sus acciones, le echó la culpa a otros, y mantuvo su soberbia (1
Samuel 13:5-12).
Y éste fue el comienzo del final para Saúl.

¿Aprendió su lección? Oh, no. Unos capítulos más tarde vemos que
desobedeció a Dios una vez más. Dios le indicó que fuera a la
batalla contra los amalecitas y que destruyera todo ser viviente, no
guardando nada de botín para sí. Pero, durante el ataque, Saúl le
perdonó la vida al rey de Amalec y se quedó con las mejores ovejas,
el ganado y otras cosas que vio que eran buenas.

Una vez más, el profeta Samuel enfrentó a Saúl. —He cumplido la


misión que el Señor me encomendó—se preció Saúl. (Como si Dios
no fuera a notar la diferencia). —¡Ah! ¿sí? ¿Y entonces qué
significan esos balidos de oveja que escucho a lo lejos? —replicó
Samuel. —Ah, eso… Bueno, en realidad tomamos las mejores
ovejas y el mejor ganado… para ofrecerlo en sacrificio al Señor; tú
entiendes ¿verdad?

Una vez más, Saúl no mostró ningún remordimiento por lo que


había hecho. Una vez más justificó sus acciones, echó a otros la
culpa, y mantuvo su soberbia. —¡Basta! ¡Basta! —gritó Samuel en
frustración—. Dios no quiere sacrificios. Dios desea que le
obedezcas. ¿No te has dado cuenta ya de ello?

A diferencia de David, Saúl no estaba arrepentido de lo que había


hecho. Estaba arrepentido de haber sido descubierto. Como
resultado, Dios le quitó el reino a Saúl. Estaba terminado (ve 1
Samuel 15:1-23).

Para recibir la gracia y perdón de Dios necesitamos ver la actitud en


nuestro corazón respecto del pecado. "Dios se opone a los
orgullosos, pero da gracia a los humildes" (Santiago 4:6).

Gracia y perdón
Pareciera que el pecado de David fue mucho más evidente que el
pecado de Saúl. Pero Dios le quitó el trono a Saúl, mientras que
perdonó completamente a David. ¿Cuál era la diferencia? David
estaba arrepentido, quebrantado y lleno de remordimientos por lo
hecho. Saúl fue arrogante, contencioso y orgulloso.

¿Dónde te hallas tú en este continuo paso entre una actitud de


orgullo y una de quebrantamiento? Dios quiere que mostremos
quebrantamiento ante nuestros pecados, pero luego él toma esos
trozos quebrados de nuestra vida y nuevamente los une para
hacernos más fuertes y más útiles que antes. Mientras sigamos
aferrándonos a los pedazos de nuestra destrozada vida, van a
permanecer como eso… pedazos rotos.

¿Por qué no abres ese puño cerrado y le ofreces tu destrozado


pasado como un sacrificio al Señor? Dios te va a sanar. Te va a
utilizar. Te va a hacer más fuerte que antes.

He aprendido que un hueso roto que se ha soldado queda más


fuerte en el lugar de la soldadura. De la misma manera, un tejido
cicatrizado es más fuerte y más resistente que la piel virgen. Dios
puede tomar las heridas de nuestra vida y nos puede convertir en
personalidades más fuertes que lo que solíamos ser.

C. S. Lewis observó:

Para Dios no es una cuestión simplemente de enmendar, o de


restaurar el status quo. Una humanidad redimida debe ser mucho
más gloriosa que lo que hubiera sido una humanidad caída…
Cuanto más grande el pecado, mayor la misericordia; cuanto más
profunda la muerte, más brillante el renacimiento6.

La luz de Saúl se apagó. La luz de David brilló más que antes. Antes
de ir a la cruz, Jesús sirvió a sus discípulos la última cena que
comerían juntos.

Partió pan, que representaba su cuerpo, y pasó a todos la copa de


vino, que representaba su sangre. Este sacramento, a menudo
llamado "La última Cena", ha sido celebrado por siglos. ¿No es
acaso interesante el saber que ambos, el grano y la uva, necesitan
ser triturados? ¿Puede ser, acaso, que nuestra vida, a través del
quebrantamiento y la trituración, sirve como testimonio viviente de lo
que Cristo ha hecho en nosotras?

"La más íntima comunión con Dios viene, creo yo, a través del
sacramento de las lágrimas. Tal como las uvas son trituradas para
hacer el vino y el grano es triturado para hacer el pan, también los
elementos de este sacramento vienen de las experiencias
aplastantes de la vida"7.

Pago completo
Cuando le pedimos perdón a Dios por nuestros errores y nuestras
fallas del pasado, él lo hace. La Biblia promete: "Si confesamos
nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos
limpiará de toda maldad" (1 Juan 1:9). Confesamos nuestros
pecados, recibimos perdón y creemos que está terminado. En el
capítulo anterior consideramos la palabra griega para perdón,
aphieme. Mientras que significa "liberar", también significa "cancelar
una deuda, la remisión del castigo por una conducta pecaminosa"8.

Esto implica confesión y arrepentimiento. "Confesar" significa mucho


más que simplemente decir "Sí, lo hice". En el Nuevo Testamento, la
palabra "confesar" es homologeo y significa "hablar de la misma
manera, asentir, acordar, estar de acuerdo…confesando al admitirse
culpable de lo que uno es acusado, el resultado de una convicción
interior"9. Como en la confesión de David, es estar de acuerdo con
Dios acerca de tu pecado.

"Arrepentirse" significa cambiar tu mente e ir en la dirección


opuesta. La palabra griega es metanoeo y significa "cambiar la
mente de uno o su propósito"10. Cuando Jesús perdonó a la mujer
adúltera, le dijo: "Vete y no vuelvas a pecar" (Juan 8:11). En otras
palabras, "Deja de hacer lo que estás haciendo, ve en la dirección
opuesta y no cometas adulterio nunca más". Ese es un cuadro de
verdadero arrepentimiento.
¿Estás realmente dolida por tu pecado? ¿Le has pedido a Dios que
te perdone? ¿Estás de acuerdo con Dios de que lo que has hecho
está mal y estás comprometida a girar e ir en la dirección opuesta?
Si así lo has pedido, entonces él ya te ha perdonado esa ofensa. Si
así lo has pedido pero aún así tienes dificultad para recibir libertad,
entonces ora esta oración y recibe liberación por fe:

Amado Señor, vengo a ti hoy confesando . Estoy verdaderamente


arrepentida y apenada por mi pecado contra ti. Te pido que me
perdones y me limpies. En este momento, recibo tu gracia y perdón.
Yo creo que tú me has perdonado y que no tienes más mi pecado
presente contra mí. Yo acepto el sacrificio de Jesús en la cruz por
mis pecados y te agradezco que mi deuda ha sido totalmente
pagada. Gracias, Dios mío, por perdonarme. En el nombre de
Jesús. Amén.

Ahora, mi querida, deseo que imagines a tu pecado clavado a la


cruz. Está terminado. No permitas que Satanás trate de convencerte
de lo contrario. Y créeme, él va a tratar de hacerlo. Satanás es
llamado "el acusador" porque acusa a los cristianos de día y de
noche (Apocalipsis 12:10). Me lo imagino caminando de aquí para
allá, con nuestras fotos en sus manos, ante el trono de Dios
diciendo: "¡Mírala! ¡Es culpable por su pecado!". Y, en respuesta,
nuestro Padre celestial diciendo: "Yo la conozco. Es mi hija preciosa
a quien tanto amo. Ya he tomado medidas respecto de su sentencia.
Ahora es enteramente libre de pecado".

Segundas oportunidades
Quizás una de las historias de gracia y perdón más memorables y
reconfortantes está registrada en Lucas 15. Es la que hemos llegado
a conocer como "la historia del hijo pródigo". Este joven demandó
que se le diera su parte de la herencia mientras su padre todavía
estaba vivo; se gastó todo en una vida licenciosa, y se encontró
posteriormente sucio, destituido y desesperado. Por todo lo
desagradable que los cerdos son para los judíos, este joven tuvo
que tomar un trabajo cuidando de cerdos para poder comer y así
poder sobrevivir. Pero luego tuvo una epifanía.

"Por fin recapacitó y se dijo: '¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen


comida de sobra, y yo aquí me muero de hambre! Tengo que volver
a mi padre y decirle: Papá, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya
no merezco que se me llame tu hijo; trátame como si fuera uno de
tus jornaleros'. Así que emprendió el viaje y se fue a su padre"
(Lucas 15:17-20).

¿Y dónde estaba su padre? Estaba oteando el horizonte, esperando


ver alguna señal de que su hijo regresaría a la casa paterna.
Mientras "todavía estaba lejos" (versículo 20), el padre divisó a su
hijo en el horizonte. Lleno de compasión, se levantó los bordes de
su larga túnica y comenzó a correr hacia su hijo. No esperó a que su
hijo llegara, se arrastrase ante su presencia, y rogara ser
perdonado. No; tan pronto como el padre pudo ver a su hijo a la
distancia, corrió hacia él, lo colmó de besos y le dio la bienvenida.

Si lo recuerdas, no todos estaban felices con el regreso del hijo


pródigo. Su hermano mayor resentía el hecho de que se le diera una
segunda oportunidad. ¿Y sabes qué? Va a haber muchos alrededor
nuestro que van a resentir el hecho de que nosotras también
recibimos una segunda oportunidad.

"Tu hermano mayor no tiene problemas con que regreses, siempre y


cuando lo hagas con la cabeza gacha y muestres lo avergonzado
que estás. Pero cuando Dios tiene la audacia de darte un poquito de
dignidad y entonces te atreves a mostrar tu radiante rostro a los
cielos en adoración por la liberación de tu pecado, ¡tu hermano
mayor puede quedar pasmado! Es ese orgullo que no puede
celebrar el regreso del hermano pródigo. Los que no celebran son
los que todavía están convencidos de que han hecho algo correcto
para ser amados por el Padre"11.
Pues yo digo, ¡déjenlo que se asombre! Nada hace enojar más a la
gente que la gracia. El hermano mayor también está invitado a la
gran fiesta, y es suya la decisión de participar o no de la
celebración. Lo que sí me pone contenta es saber que él no es el
encargado de dar la fiesta.

Viéndonos como nos ve Dios


Deseo terminar este capítulo de la misma manera que finalicé el
capítulo 6: invitándote a que te veas como Dios te ve. Esto es muy
importante para mí, debido a que por muchos años después de
haber aceptado a Jesucristo viví un sentido falso de quién era yo
realmente. No tenía idea del cambio que había ocurrido en mí al
momento de aceptar a Cristo. No me veía de la manera en que me
ve Dios, y no comprendía que su verdad es diferente de lo que es mi
percepción de ella. Mi mente estaba cubierta por un sistema de
coladores o tamices formado por sentimientos de inferioridad,
inseguridad e inadecuación. Cuando yo procesaba información
acerca de mi mundo y acerca de mí misma, primero tenía que
filtrarla a través de este sistema negativo de tamices.

Recién cuando tuve más de treinta años comencé a darme cuenta


de que Dios me veía de manera muy diferente a como yo me veía a
mí misma. Como una niña hambrienta, comencé a investigar y
escribir los versículos que me mostraban mi nueva identidad en
Cristo. Aprendí que soy una creación admirable y prodigiosa (Salmo
139:14), una criatura de Dios (Juan 1:12), totalmente libre (Juan
8:36), escogida (Juan 15:16), una hija de Dios (Romanos 8:14), una
nueva creación (2 Corintios 5:17), santa (Efesios 1:1), justa y santa
(Efesios 4:24), santa y amada (Colosenses 3:12), y completamente
perdonada (1 Juan 1:9). También aprendí que era Satanás el que
mantenía ese sistema de coladores o tamices tan negativo en su
lugar.

Llegué a una encrucijada en mi viaje espiritual. Podía seguir


creyendo en las mentiras o podía comenzar a creer en la verdad.
Jesús dijo: "Conocerán la verdad, y la verdad los hará libres" (Juan
8:32). Decidí creer la verdad. Al principio fue difícil y no parecía tan
cómodo. Como el hombre rengo que volvió a tener movimiento en
sus piernas, o el ciego que ha recibido nuevamente la vista, tuve
que ajustarme a este nuevo sistema de creencias.

Oh, amiga mía, Dios tiene muchos planes para que nosotras
hagamos y seamos, pero si estamos funcionando bajo un sentido
falso en cuanto a quiénes somos realmente, puede que nos veamos
paralizadas por sentimientos de culpa y de vergüenza.

En el primer día de su ministerio público, Jesús caminó hasta el río


para que su primo, Juan, lo bautizara. Mientras Jesús salía del
agua, se oyó una voz del cielo decir: "Tú eres mi hijo amado; estoy
muy complacido contigo" (Lucas 3:22). Esto mismo te dice Dios a
ti… y a mí.

"Tú eres mi hija… a quien yo amo… estoy muy complacido contigo".

"No puedes ir más allá de la opinión que tú tienes de ti mismo; no


importa cuántas cosas buenas diga Dios de ti en su Palabra. No
importa cuántos planes maravillosos Dios tenga deparados para tu
vida, ninguno de ellos se va a concretar si tú no cooperas"12. Dios
está extendiendo su gracia y su perdón. Está en nosotras aceptarlos
y creer.

OCHO
Renunciando a la nube de la vergüenza

Radiantes están los que a él acuden; jamás su rostro se cubre de


vergüenza. SALMO 34:5

La mesa era terriblemente fría, lo mismo que las manos del médico
que trabajaban con rapidez para extraer la pequeña vida cuyo
corazón recientemente había comenzado a latir. Todo me daba
vueltas en la habitación, y la vergüenza de lo que estaba
permitiendo que hicieran a mi bebé amenazaba con asfixiarme
también a mí. Si bien no había sonidos, ni ruego verbal, yo podía
escuchar una voz muy pequeña llamándome desesperadamente.
¿Qué era lo que decía? No, por favor no. Por favor, no. No, por
favor. Pero ya era demasiado tarde. La voz no estaba más, lo mismo
que el pequeño cuerpo. La misma culpa, la depresión, y el total
sentido de desolación me siguieron al dejar esa habitación. ¿Cómo
podía hacer algo tan egoísta y malvado?, pensé. ¿Qué clase de ser
humano soy? Me quería morir.

Mientras me trastabillaba hacia la salida de la clínica, noté a una


enfermera llenando una tarjeta en su tarjetero. Supongo que tenía
mi nombre y la información concerniente a mi bebé muerto. Y eso es
todo, pensé. Su vida entera en una tarjeta que va a permanecer
entre la E y la G en ese frío gabinete de metal. ¿Qué decía la
tarjeta? ¿Mencionaba si era un niño o una niña? Llamémoslo
intuición, pero yo creo que era un varón.

En los días y semanas que siguieron, me imaginé a las manos de


Dios formando los rasgos de mi bebé, su personalidad, sus gustos y
sus disgustos. Luego me convencía a mí misma a que dejara de
pensar en todo esto… que no importaba. Pero, de alguna manera,
yo sabía que sí importaba. Sabía que algo que importaba mucho
estaba escrito en una tarjeta, en vez de estar con vida, respirando,
riendo y amando. La tarjeta nunca va a mencionar las expresiones
de su rostro si hubiese dado sus primeros pasos o pedaleado por
primera vez en su bicicleta. La tarjeta nunca va a contar acerca de
las muchas noches que yo hubiera ido hasta su cuarto luego de
haberlo puesto a dormir, simplemente para poder acunar su
cuerpecito en mis brazos o la forma en que yo hubiera sonreído al
ver su pelo revuelto al despertar la siguiente mañana.

Ese pequeño niño no va a conocer nunca lo que es mandar besitos


o nunca va a experimentar la alegría de ver a su papá llegar a la
casa después del trabajo. No va a conocer nunca la calidez y
seguridad de ser abrazado por su mamá luego de tomar un baño.
No, la tarjeta no va a contar nada de todo esto porque nada de esto
va a suceder.

—Ginger

Ginger es una belleza de ojos castaños; menudita, de alrededor de


1. 60 cm y unos 55 kilos de amor por Jesús. Pero no siempre fue
así. Desde su nacimiento, los padres de Ginger la adoraron. Ambos
la consentían y eran muy livianos con ella en cuanto a la disciplina.
Cuando cumplió 16 años, Ginger recibió un auto que mostraba una
tarjeta en la parte delantera: "Consentida al máximo".

Durante la adolescencia de Ginger, sus padres se interesaron en la


fe cristiana y ambos llegaron a comprometerse con Cristo. Por
primera vez la iglesia se convirtió en una parte importante de la vida
de la familia. Ginger no estaba contenta con este cambio. La libertad
que siempre había disfrutado ahora era filtrada a través de la nueva
fe que sus padres habían encontrado. Si voy a tener que ir a la
iglesia, pensó GingerI Y así lo hizo."

Todavía recuerdo el dolor en mi estómago la noche en que junto a


mi mejor amiga nos sentamos en la cama a esperar a ver si la cinta
se volvía rosada", dice Ginger. "Y así sucedió".

Ginger estaba en el último año de la escuela secundaria… y


embarazada.

Una semana más tarde, Ginger, junto a su noviecito, salían de la


clínica de abortos, ambos concientes de que habían cometido el
error más grande de sus vidas. En unos pocos segundos, y por
$200, el hijo de ambos estaba muerto.

Por muchos años Ginger escondió la vergüenza y gran dolor por lo


que había hecho en un lugar secreto, con la llave invisible
colgándole de su cuello. Su familia no podía entender sus periodos
de depresión, sus tiempos de silencio, y sus lágrimas repentinas.
Cuando Ginger veía a bebés o niños pequeños llorando… ella
también lloraba. ¿Es así cómo se sentía mi hijo cuando lo
arrancaban de mi cuerpo? se preguntaba.

Las desveladas noches de Ginger eran seguidas por horribles


pesadillas de niños muertos. Sabía que tenía que contárselo a
alguien… ¿pero a quién?

Finalmente, Ginger decidió contarle todo a un hombre que trabajaba


en el restaurante de sus padres. Ella sabía que era cristiano y que
podía confiar en él.

—Ginger, lo que hiciste estuvo mal, pero Dios te va a perdonar si se


lo pides—, le dijo Sam. —No merezco ser perdonada —dijo Ginger
llorando. —Es verdad, ninguno de nosotros lo merece. Justamente
eso es lo que significa la gracia: recibir el perdón que no nos
merecemos. Y también tienes que perdonarte a ti misma —este
hombre la alentó. —Creo que nunca voy a poder hacer eso —musitó
entre sollozos. —Pienso que lo primero que debes hacer es
contárselo a tus padres. Nunca vas a estar totalmente libre hasta
que lo hagas—continuó Sam.

Luego Sam tomó entre sus manos las manos de Ginger mientras
oraba por ella. Aunque la herida estaba abierta y sangrando, ya se
vislumbraba el comienzo de la cura para Ginger.

Una noches más tarde, Ginger fue al dormitorio de sus padres. —


Mami y papi, hay algo que les quiero decir —dijo Ginger en un hilo
de voz.

—Entra, querida —dijo su madre mientras se extendía para


encender la luz de su velador.

—¡No! No enciendas la luz —rogó Ginger.

Los siguientes momentos parecieron una eternidad. Ginger se subió


a la cama de sus padres, se acurrucó entre los dos y les contó toda
la historia del embarazo, el aborto y el persistente sentimiento de
culpa y dolor. Durante varias horas los padres lloraron y consolaron
a su pequeña.

Ginger también le pidió a Dios que la perdonase, y eventualmente


pudo perdonarse a sí misma. Jesús limpió su vergüenza y cambió
sus desgarradas vestiduras con un manto de rectitud que es lo que
ahora ella viste. Ya no lleva la llave de su vergüenza colgando de su
cuello. Ahora esa llave pertenece al que es Señor y dueño de su
corazón.

Hoy Ginger es una poderosa guerrera de Dios. Es una escritora y


conferencista que tiene gran impacto por todo el mundo. Ella
advierte a la gente acerca de una de las mentiras más grandes del
siglo veinte: que el aborto es la solución para un embarazo no
deseado. Ginger habla por los no nacidos, y cuenta del poder
redentor de un Dios de amor que puede perdonar el pecado del
asesinato, y hasta puede utilizar una terrible decisión para mostrar
su gloria.

Las estadísticas muestran que una de cada cuatro mujeres en la


iglesia en el día de hoy ha pasado por la experiencia de un aborto.
Ellas necesitan desesperadamente encontrar a alguien que no esté
avergonzada de sus cicatrices para hablarles del perdón y el amor
de Dios. Pero no quieren escucharlo de alguien que no haya
experimentado el sentimiento de condena que ellas sienten.
"¿Perdón? Es fácil para ti decirlo", argumentan silenciosamente.
"¡Tú no has hecho lo que yo hice!".

Pero debido a que Ginger no se avergüenza de sus cicatrices y


cuenta su historia valientemente, y las mujeres ven la esperanza
delante de ellas, Dios está usando a Ginger para restaurar a los
quebrantados de corazón y dar libertad a los cautivos.

El origen de la vergüenza
"Dios, en el principio creó los cielos y la tierra" (Génesis 1:1). Mi
corazón se acelera asombrado, no importa la cantidad de veces que
escuche estas palabras. El solo pensar que antes de que Dios
hablara para dar vida al mundo, había…nada. Pero luego Dios dijo:
"¡Que exista la luz!" (versículo 3), y así sucedió. En los siguientes
seis días, Dios hizo los cielos, unió las aguas para formar los
océanos, y sopló una brisa fresca para secar la tierra. Habló, y
comenzó a crecer en la tierra todo tipo de vegetación, apareció el
sol en el firmamento durante el día, y la luna y las estrellas
alumbraron la noche. Dios hizo que rebosaran los mares con
criaturas vivientes, los cielos con seres alados y la tierra con todo
tipo de animales que caminan y se arrastran.

En el sexto día, Dios decidió hacer una criatura como ninguna otra
que hasta ese momento había creado: alguien a su propia imagen.
Así que, en vez de darle vida como lo había hecho con toda su
creación anterior, Dios se inclinó y juntó un poco del polvo de la
tierra. Y con ese polvo, los dedos de Dios dieron forma y moldearon
al hombre.

Al final de cada día, Dios miraba lo que había hecho y decía: "Esto
es bueno". La única ocasión en que dijo: "Esto no es bueno", fue
cuando comentó: "No es bueno que el hombre esté solo" (Génesis
2:18).

Por eso Dios hizo que el hombre cayera en un profundo sueño,


tomó una de sus costillas y creó ayuda idónea para él. Su obra
maestra final, una especie de 'gran final', fue la mujer. Y en el
séptimo día, Dios descansó.

Dios llamó Adán al primer hombre. Luego, respetando el hecho de


que ya Adán tenía asignada la tarea de nombrar a los animales,
Adán llamó Eva a la mujer. Eran perfectos y llevaban una vida
perfecta. Tenían conciencia de lo importantes que eran al gobernar a
todas las otras criaturas por sobre toda la tierra, estaban a salvo y
seguros en su relación con Dios como su proveedor de todo lo que
necesitaban, y ambos tenían un sentido de pertenencia al estar en
completa unión con Dios y el uno con el otro. La Biblia nos dice que
en el jardín del Edén ellos estaban desnudos pero ninguno de los
dos sentía vergüenza (Génesis 2:25).

Adán y Eva tenían un dominio total sobre todo el jardín, con una
restricción: "Puedes comer de todos los árboles del jardín, pero del
árbol del conocimiento del bien y del mal no deberás comer. El día
que de él comas, ciertamente morirás" (Génesis 2:16, 17).

Pero muy pronto Satanás se deslizó en el utópico mundo de Adán y


Eva. Con gran malicia, tentó a Eva con la única restricción que
había sido impuesta por Dios. La hizo pensar que Dios estaba
escondiendo algo… lo cual es el modo de operar favorito de
Satanás.

Primero cuestionó a Dios:

—¿Es verdad que Dios les dijo que no comieran de ningún árbol del
jardín? (Génesis 3:1). 138 Tus cicatrices son hermosas para Dios
Renunciando a la nube de la vergüenza 139 Segundo, contradijo a
Dios: —¡No es cierto, no van a morir! (versículo 4). Tercero, hizo que
Eva dudara de la justicia de Dios:

—Dios sabe muy bien que, cuando coman de ese árbol, se les
abrirán los ojos y llegarán a ser como Dios, conocedores del bien y
del mal (Génesis 3:5).

Eva creyó las mentiras del engañador y comió de la fruta prohibida.


Luego le dio a su esposo y él comió también. "Y en ese momento se
les abrieron los ojos, y tomaron conciencia de su desnudez. Por eso,
para cubrirse entretejieron hojas de higuera" (Génesis 3:7). En el
preciso momento en que Eva hincó sus dientes en la fruta prohibida,
el miedo y la vergüenza hicieron su entrada en el mundo, la relación
que tenían con Dios se rompió, y murieron sus espíritus.
Inmediatamente Adán y Eva trataron de cubrir su vergüenza
entretejiendo hojas de higuera para hacerse delantales. Cuando eso
no fue suficiente, trataron de esconderse de Dios entre los árboles
del jardín. Al día siguiente, Dios vino para hacer su caminata
matutina con sus amados hijos, pero no los podía encontrar. Así que
llamó:

— ¿Dónde estás?

Esa fue la primera pregunta en la Biblia, y es todavía la pregunta de


Dios a nosotras en el día de hoy: "¿Dónde estás?". No importa lo
que hayamos hecho por lo que deseamos esconder nuestro rostro
de la presencia de Dios, él nos llama a que salgamos del escondite
y entremos en sus brazos. "¿Dónde estás, hija mía? Ven a mí".

El hombre (Adán) contestó: —Escuché que andabas por el jardín, y


tuve miedo porque estoy desnudo.

Por eso me escondí. —¿Y quién te ha dicho que estás desnudo? —


le preguntó Dios—. ¿Acaso has comido del fruto del árbol que yo te
prohibí comer?

Él respondió: —La mujer que me diste por compañera me dio de


ese fruto, y yo lo comí. Entonces Dios el SEÑOR le preguntó a la
mujer: —¿Qué es lo que has hecho? —La serpiente me engañó, y
comí —contestó ella (Génesis 3:10-13).

Debido a esta desobediencia, Dios maldijo a la serpiente, condenó a


Adán y a Eva a una vida de problemas y duro trabajo, y los echó del
jardín del Edén para siempre. Pero Dios tenía un plan para reunir a
la humanidad caída consigo mismo. En el libro A Gift for All People
(Un regalo para todos) Max Lucado escribió: "El momento en que la
fruta prohibida tocó los labios de Eva, la sombra de la cruz apareció
en el horizonte. Y entre ese momento y el momento en que un
hombre con un martillo clavó las manos de Dios a la cruz, tomó
lugar un plan maestro".
Adán y Eva trajeron pecado y vergüenza al mundo en el jardín del
Edén, pero Jesucristo estableció una manera de borrarlos en el
jardín de Getsemaní. Adán y Eva desobedecieron a Dios al comer
del árbol prohibido, y Jesucristo dio su vida como sacrificio para
erradicar la vergüenza al ser colgado del árbol del Calvario.

Señales de vergüenza
Antes de empezar a bailar y cantar de alegría por lo que hizo Jesús
por nosotras, miremos al jardín del Edén por un instante para notar
las características de la vergüenza. Desde el primer momento en
que la vergüenza entró en el mundo hasta ahora es similar, se la
siente igual, y tiene el mismo efecto sobre la humanidad.

1. La vergüenza esconde. Adán y Eva se escondieron de Dios. La


vergüenza hace que escondamos nuestro verdadero ser del mundo.

2. La vergüenza niega. Ambos, Adán y Eva, negaron que habían


hecho algo malo.

3. La vergüenza echa la culpa a otros. En vez de admitir que habían


fallado, Adán le echó la culpa a Eva, Eva le echó la culpa a Satanás
y Satanás simplemente sonrió.

4. La vergüenza trata de encubrir. Adán y Eva trataron de encubrir


su pecado con hojas de higuera. Nosotras ponemos una expresión
de felicidad y tratamos de cubrir nuestra vergüenza con ropa,
actividades, logros y todo otro tipo de encubrimientos.

5. La vergüenza causa miedo. Luego de que pecaron, Adán y Eva


se escondieron de Dios porque temieron lo que iba a hacerles al
enterarse. Cuando sentimos vergüenza, tenemos miedo a las
consecuencias una vez que otros descubran la verdad.

Si notas cualquiera de estas características de la vergüenza en tu


vida, por favor, toma conciencia de que Dios desea sacarla de tu
vida. Cuando Jesús murió en la cruz, su sangre se derramó sobre
las espinas malditas hasta el suelo. ¡Qué hermosa imagen el ver la
sangre de Jesús cubriendo esa maldición… las espinas… esa parte
del castigo a la humanidad desde el Jardín del Edén!

Algunas de nosotras hemos estado caminando envueltas en una


nube de vergüenza que nos rodea a dondequiera que vayamos.
Dios desea que salgamos fuera de esa nube. Es Satanás quien trata
de mantener este manto de vergüenza alrededor nuestro como una
nube de polvo. "Si no nos puede ensuciar, por lo menos va a tratar
de hacernos sentir sucios"1. Pero si continuamos viviendo
avergonzadas y creyendo las condenas de Satanás sobre las
promesas del perdón de Dios, estamos eligiendo creer una mentira.

La llave secreta
Cuando era adolescente, la escuela secundaria donde asistía
estaba a unos pocos kilómetros de mi casa. El tiempo libre para el
almuerzo era un poco menos de una hora, pero a mí me gustaba
manejar hasta casa y tener un momento de descanso de toda la
actividad en los atestados pasillos de mi escuela.

Rocky Mount, Carolina del Norte, era un adormilado pueblito con


una vía de ferrocarril que atravesaba el pueblo dividiéndolo en dos
condados, un equipo de béisbol en ciernes que de acuerdo a la
revista Sports Illustrated tenía las peores instalaciones en la liga, y
un restaurante Hardee's en cada esquina para recordarnos que la
sede central de esa cadena de restaurantes estaba calle abajo.
Cuando era niña, dormíamos con nuestras ventanas abiertas, las
puertas sin cerrojo, y paseábamos en nuestras bicicletas por todo el
pueblo sin preocupaciones.

Pero los tiempos cambiaron en la década de los sesenta y primeros


años de los setenta. Comenzamos a cerrar nuestras ventanas por
las noches, a poner llave a las puertas aún durante el día, y los
niños no se alejaban tanto de sus hogares. En nuestra casa
manteníamos una llave extra en el buzón para la correspondencia
justo dentro de la cochera. Esta cochera no tenía puertas, así que el
buzón estaba al acceso de cualquiera. Pero las únicas personas que
sabían de la llave en el buzón eran los miembros de nuestra familia
y el cartero.

Durante la secundaria, cuando regresaba para el almuerzo a las


12:10 cada día, yo simplemente buscaba esa llave en el buzón para
entrar, y luego la dejaba nuevamente en su lugar hasta mi regreso a
casa a las 3:15.

Un día, regresé a casa luego de la escuela a la hora habitual


utilizando la llave escondida para entrar. Antes de hacerme un
bocadillo, me dirigí directamente hacia el televisor para ver mi
programa favorito. Al abrir la puerta me di cuenta de que faltaba el
aparato de televisión.

No sabía que el aparato estaba descompuesto, pensé yo. Mami


debe haberlo llevado al taller para que lo reparen.

Llamé a mi madre a donde trabajaba. —Hola, ¿en qué puedo


servirle? —¡Ey, mamá! Soy Sharon. ¿Llevaste hoy el televisor para
arreglar?

—No, no lo hice. ¿Por qué? —Pues, no está en su lugar. —¿Qué


quieres decir con que no está en su lugar? —No está. El armario
está vacío. —¿Faltan algunas otras cosas? —preguntó con cierto
tono de miedo en su voz.

—No sé. Déjame ver. No tuve que ir muy lejos para ver que faltaban
otros elementos de la casa. Cuando regresé al teléfono para
informarle, mi madre dijo:

—¡Sharon, sal de ahí rápido!

Cuando llegó la policía, descubrimos que alguien había entrado en


la casa y se había llevado varias cosas. ¿Cómo logró entrar? Pues
claro, había utilizado la llave escondida.

Aparentemente, alguien me había estado observando. Sabía que yo


venía a casa a las 12:10 y que volvía a salir a las 12:45. También
sabía que regresaba a la casa a las 3:15. Así que entre 12:45 y
3:15, simplemente tomó la llave del buzón, entró y se llevó consigo
todo lo que deseaba de nuestras pertenencias personales. Luego,
después de llevarse todo lo que quería, el ladrón simplemente cerró
la puerta con llave, y la puso nuevamente en el buzón "para
seguridad".

Al recapacitar sobre este incidente, veo que esto es exactamente lo


que Satanás hace cuando tenemos alguna vergüenza escondida en
nuestro corazón. Él sabe dónde tenemos guardada la llave, y la
utiliza para robarnos en momentos oportunos. Desea robarnos
nuestra paz, nuestro propósito y nuestra perspectiva. Mientras
tengamos la llave escondida, él sabe donde ir a buscarla.

Hay una solución para esto. No escondas la llave. Dale la llave a


Dios. No más escondites. No más vergüenza.

En el libro Who Holds the Key to Your Heart? (¿Quién tiene la llave
de tu corazón?) Lysa TerKeurst nos ofrece esta seguridad:

Te aseguro, amiga mía, que dentro de nuestro corazón existe un


lugar secreto. Detrás de una puerta de pensamientos ocultos y
dolorosos recuerdos, yace un dolor tan avasallador que no podemos
permitir que suba a la superficie. El más leve vistazo hacia adentro
revela inseguridades a las que conviene dejar tranquilas. Por ello la
puerta permanece cerrada y mantenemos los secretos alejados aún
de Dios mismo. ¿O no?

La verdad es que Dios conoce los secretos de nuestro corazón y los


desea para sí. El creador de este vasto y hermoso universo está
esperando que le demos la llave del corazón de su más grande
creación: tú. Dios desea tener la llave de tu corazón, todo tu
corazón, especialmente esas partes ocultas.

Cuando eres tú la que tiene la llave, Satanás va a pelear por ella, va


a dar a conocer tu vergüenza, y con ello te va a acusar y condenar.
Satanás ama mantener a una persona en tal estado mental de
derrotismo que es completamente incapaz de hacer algo por la
causa de Cristo. La ironía es que esas mismas cosas que tú
consideras vergonzosas, pueden ser utilizadas para la gloria de
Dios.

Esta es la belleza de la muerte de Cristo y su resurrección. El precio


ha sido pagado, y tu tablilla está limpia nuevamente. No hay ningún
pecado demasiado grande que te pueda mantener alejada del toque
de la mano del Maestro. Dios todavía está en la empresa de hacer
milagros, y por ello desea la llave de tu corazón2.

Perdónate a ti misma

La vergüenza es una emoción fuerte producida por la falta de


perdón…de ti misma a ti misma.Mientras que el Espíritu Santo nos
convence de pecado para traernos al arrepentimiento, el diablo nos
condena con nuestro propio pecado para traernos inactividad y
desolación.

Audrey era una mujer que había cometido adulterio. Dios había
restaurado milagrosamente su matrimonio, y la había cubierto con
su gracia y perdón. Su esposo, sus hijos y sus padres también la
perdonaron, pero dos años más tarde, en una reunión de oración,
ella se dio cuenta de que nunca se había perdonado a sí misma.
Ella recuerda que una vez, luego de una cena del Día de los
Enamorados, un muy buen amigo oró por ella.

Ese Día de los Enamorados está marcado en mi corazón para


siempre. Luego de la cena, el doctor Don comenzó a ministrar a
todo el grupo. Mientras oraba por mí, él identificó una pena aguda
que estaba encerrada muy en lo profundo de mi corazón. Prosiguió
explicando que todos nosotros pasamos por etapas de dolor, pero
que esto era algo diferente. Era el resultado de una gran pérdida de
algo o alguien, y que este dolor estaba cerrado con llave dentro mío.
Miré a mi alrededor y todos estaban en silencio. Luego procedí a
contar la historia de lo que había pasado solamente dos años antes.
Mi pena estaba cerrada con llave pues yo no me había perdonado
por lo que había pasado. Todavía sujetaba esa pena y ese dolor, y
los guardaba cerca de mi corazón. Exteriormente, pocas personas lo
advertían. Pero Dios lo sabía, y pronto descubrí que me encontraba
en el medio de otra cita con lo divino3.

Esa noche Audrey se perdonó a sí misma y fue liberada de este


dolor tan arraigado en ella. Dios quitó su vergüenza y hoy en día ella
está absolutamente radiante. Como dice la Biblia: "Radiantes están
los que a él acuden; jamás su rostro se cubre de vergüenza" (Salmo
34:5).

Jesús dijo: "Así que si el Hijo los libera, serán ustedes


verdaderamente libres" (Juan 8:36). Nada de peros acerca de esto.
Es un trato hecho. Dios nos perdona en el momento en que se lo
pedimos. Sin embargo, nosotras podemos continuar
condenándonos todo el camino hasta las puertas del cielo. Pero es
una acusación falsa; una que Satanás, el padre de todas las
mentiras, musita a nuestro oído.

La Biblia dice que el sacrificio de Jesús "limpia nuestra conciencia


de obras que llevan a la muerte" (Hebreos 9:14), y que "no hay otra
condenación para aquellos que están en Cristo" (Romanos 8:1).
"Miren que pongo en Sión una piedra principal escogida y preciosa,
y el que confíe en ella, no será jamás defraudado" (1 Pedro 2:6).

Recordando el dolor
Aunque debemos aceptar el perdón de Dios y debemos
perdonarnos a nosotras mismas, nunca olvidamos realmente
nuestro pecado. Honestamente, me alegra que así sea. Si yo
olvidase mis pecados y el dolor que llevan aparejados, es muy
seguro que volvería a cometer los mismos errores. Dios quita la
vergüenza y el castigo, pero la memoria nos ayuda a que elijamos
no volver a recorrer ese camino otra vez.

El recordar nuestras debilidades también nos ayuda a ser


misericordiosas con los demás cuando caen en seductoras trampas.
Yo soy más compasiva ahora que lo que era unos 30 años atrás,
cuando mis propios errores eran muchos menos. Al mirar los errores
cometidos por otros, teniendo presente como trasfondo mi propio
pasado oscuro, hace que esos errores sean menos visibles para el
ojo que juzga.

Yo puedo decir lo mismo que John Wesley cuando comentó al ver


que un hombre era llevado a la horca: "Ese podría ser yo, si no
fuera por la gracia de Dios".

El que levanta mi cabeza


Cuando mi hijo Steven estaba creciendo, yo siempre podía darme
cuenta cuando había hecho algo malo. Él agachaba su cabeza,
caminaba con cierto pesar, y rehusaba hacer contacto visual
conmigo. Sí, siempre podía darme cuenta cuando había hecho
algo… solamente tenía que averiguar qué era lo que había hecho.

Diariamente veo hombres y mujeres que caminan con esa misma


postura de derrota, miedo y vergüenza. Y, en realidad, Dios añora
poner un dedo bajo sus barbillas, levantar sus ojos para que
encuentren su amorosa mirada, y decirles que pueden ser
perdonados y limpios con solo pedirlo. David escribió: "Pero tú,
Señor, me rodeas cual escudo; tú eres mi gloria; ¡tú mantienes en
alto mi cabeza!" (Salmo 3:3).

Dios tiene un plan para tu vida: "Porque yo sé muy bien los planes
que tengo para ustedes —afirma el Señor—, planes de bienestar y
no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza"
(Jeremías 29:11). Satanás también tiene un plan: Viene a "robar,
matar y destruir" (Juan 10:10). Increíblemente, todo se sintetiza en
una pregunta: ¿A quién le vamos a creer? ¿La verdad de Dios, que
dice que somos perdonadas y hechas nuevas, o las mentiras de
Satanás, que dice que estamos condenadas y ni siquiera valemos el
polvo del que estamos hechas? Yo prefiero elegir a Dios. Espero
que tú lo hagas también.

NUEVE
Quitándonos la máscara y siendo sinceras

Si es pecador, no lo sé. Lo único que sé es que yo era ciego y ahora


veo. JUAN 9:25

Todavía recuerdo el ritual de los sábados por la noche en mi hogar,


cuando contaba con seis años de edad. Mi madre enrollaba mi
cabello color rubio ceniza, aclarado por el sol, en lo que parecían
cien ruleros de esponja color rosa. Ella pasaba dos dedos por el
jarro de gelatina fijadora azul, la desparramaba en un mechón de
pelo, y luego enrulaba ese mechón en el rulero de esponja, vuelta
tras vuelta. Mis "¡Auch!" y muecas de dolor solamente recibían como
respuesta "quédate quieta" y "deja de moverte".

¿Por qué me sometía mi madre a esta tortura, y me sentenciaba a


una incómoda noche de dormir de a ratos, pues durante toda la
noche yo trataba de encontrar una posición más confortable para
descansar mi cabeza? La razón era que el siguiente día era
domingo e íbamos a la iglesia luciendo de lo mejor. Los domingos
nuestra familia iba en auto a la iglesia; muchas veces peleábamos
durante todo el camino y luego caminábamos traspasando el umbral
de la puerta doble, todas sonrisas y gracia.

—¿Cómo están ustedes? —preguntaban los hermanos de la


congregación. —Bien. ¿Y cómo está usted?—contestábamos
mecánicamente. —Muy bien, gracias.

Pero bien sabíamos que no estábamos bien, y me imagino que los


otros sentados en la misma banca de la iglesia tampoco estaban
bien.

Mi hogar estaba lleno de infelicidad. Mi padre bebía copiosamente, y


usualmente los sábados eran las peores noches para ello. Mi madre
era extremadamente infeliz, yo estaba sola y atemorizada, y mi
hermano estaba enojado la mayor parte del tiempo. Pero nadie
sabía todo esto, pues lográbamos esconderlo bien.

¿Qué es lo que hay en una iglesia que hace que nos pongamos
máscaras para cubrir lo que realmente está pasando dentro
nuestro? Olvídate de las hojas de higuera. Ahora hemos progresado
a las ropas de diseñadores, autos resplandecientes, y rostros
sonrientes para asistir a ese baile de disfraces que llamamos
"iglesia".

¿Por qué lo hacemos? ¿Es acaso porque no queremos parecer


débiles? ¿Es acaso porque deseamos parecer tan fuertes como la
Roca de Gibraltar, aun cuando nuestro esposo ha perdido su
trabajo, nuestro hijo está fallando en la escuela, nuestros padres
están muriendo de cáncer y nosotras nos hemos descubierto una
dureza mientras nos duchábamos esa mañana?

—¿Cómo está usted? —Bien, muy bien. Gloria a Dios.


A veces la iglesia se convierte en nuestro escenario para
representar el papel de "Vamos a pretender". Pero mientras la
audiencia aplaude nuestra actuación, la voz del Director se va
haciendo cada vez menos audible.

Hay una escena en la película de C.S. Lewis El León, la bruja y el


ropero que ejemplifica lo que yo creo que Dios desea ver en el
cuerpo de Cristo. La Bruja Blanca ha convertido a muchos de los
habitantes de Narnia en estatuas de piedra. Luego, en una valiente
muestra de coraje, Aslán, el león que es la figura de Cristo, entra en
ese patio y le da su aliento a cada una de las estatuas…
devolviéndoles la vida. Unámonos por un momento a la
celebración…
El patio ya no parecía un museo, sino más bien un zoológico. Las
criaturas más increíbles corrían detrás de Aslán y bailaban a su
alrededor, hasta que él casi desapareció en medio de la multitud. En
lugar de un blanco de muerte, el patio era ahora una llamarada de
colores: el lustroso color castaño de los centauros; el azul índigo de
los unicornios; los deslumbrantes plumajes de las aves; el café
rojizo de los zorros, perros y sátiros; el amarillo de los calcetines y el
carmesí de las capuchas de los enanos. Y las niñas-abedul
recobraron el color de la plata, las niñas-haya un fresco y
transparente verde, las niñas-alerce un verde tan brillante que era
casi un amarillo…

Y en vez del antiguo silencio de muerte, el lugar entero retumbaba


con el sonido de felices rugidos, rebuznos, gañidos, ladridos,
chillidos, arrullos, relinchos, pataleos, aclamaciones, hurras,
canciones y risas1.

Creo que nuestras iglesias se han convertido en patios de estatuas


de piedra donde todos tratan de mezclarse y conformarse a la
imagen… no de Cristo… pero de lo que otros esperan ver en
aquellos que van a las iglesias. Sin embargo, nunca se pretendió
que fuéramos una congregación de estatuas idénticas, sino de
individuos coloridos, increíblemente maravillosos … gente
auténtica… desenmascarada.

Mientras hacía la gira para el libro La mujer de sus sueños, me


senté en un salón verde de un canal de televisión con un pastor
soltero de unos 30 años que había sido invitado para un segmento
diferente del programa.

—¿De qué va a hablar hoy? —me preguntó. —Me están


entrevistando por mi libro La mujer de sus sueños —le contesté—.
He entrevistado a centenares de hombres para encontrar siete
cualidades que todo hombre añora ver.
—¿Realmente? ¿Y cuáles son? —preguntó con repentino interés.

—Pues dígamelo usted. —Bueno, ella debe ser una mujer devota a
Dios —comenzó—. Una mujer que sea una ayuda idónea.

Siguió un poco más y yo simplemente sonreí. —Bueno, ya me ha


dado su respuesta de "iglesia" —bromeé—. Ahora dígame la
verdad. Dígame lo que realmente quiere. —Es cierto —gritó su
amigo desde el otro extremo del salón—. ¡Eso no es lo que me
decías anoche en el restaurante!

Todos nos reímos y al final terminó diciéndome qué era lo que


añoraba encontrar en una mujer. Pero esto justamente prueba una
vez más que las máscaras que utilizamos en la comunidad cristiana
muchas veces echan un velo que oculta la verdad de quién somos
realmente.

Somos un lío
Al menos una vez cada domingo, el pastor Tom Henry decía lo
siguiente durante el sermón: "¡Estoy hecho un lío!". Tom es uno de
los pastores más transparentes que conozco. A él no le preocupaba
que nosotros supiéramos que tenía dificultades en su matrimonio, o
con sus hijos, o con los ancianos de la iglesia. Tom no tenía
vergüenza de mostrar sus cicatrices, y nos alentaba a que nosotros
tampoco la tuviésemos.

¡La verdad es que todos somos un lío! En su libro Espiritualidad


desarreglada, Michael Yaconelli dice: "En Espiritualidad
desarreglada doy una descripción del cristianismo que la mayoría
vive, y que pocos de nosotros queremos admitir. Es un intento de
romper a través de la pared religiosa de la secretividad y dar
legitimidad a una fe que no está terminada, es incompleta y no tiene
experiencia. Espiritualidad desarreglada es la celebración de un
discipulado que está en construcción"2.

"Nuestras iglesias están llenas de gente que exteriormente parecen


estar contentas y en paz, pero interiormente están a gritos buscando
alguien que los ame… tal como son: confusos, frustrados, a menudo
atemorizados, culpables, e imposibilitados de comunicarse aún
dentro de sus propias familias. Pero el resto de la gente en la iglesia
parece tan feliz y contenta que uno muy pocas veces tiene el coraje
de admitir sus propias necesidades profundas ante un grupo tan
autosuficiente, como pareciera ser el grupo de iglesia promedio"3.

Yaconelli resume esta espiritualidad desarreglada como "el rechazo


a pretender, a mentir, o a permitir que otros crean que somos algo
que realmente no somos"4. "Adiferencia de Cuasimodo, el jorobado
de Notre Dame, no necesitamos esconder todo lo feo y repulsivo en
nosotros. Jesús no viene para los superespirituales, sino para los
débiles y a los que les tiemblan las piernas, los que no las tienen
todas consigo, y no son demasiado orgullosos para aceptar la
dádiva de la gracia increíble"5.

Carol Sittema es una de mis heroínas al haberse negado a ser nada


más que sincera, no importa cuán desordenada haya sido su vida.
Por unos pocos años, Dios permitió que fuera parte de nuestra
iglesia para mostrarnos lo que significa ser sincera.

Desenmascarada y sin velos


Nos reunimos en el salón con chimenea del centro de familias para
dar la bienvenida y conocer a Carol, la esposa de nuestro pastor
asociado. El doctor John Sittema se unía a nuestra congregación
proveniente de Dallas, Texas, y todas las mujeres de la
congregación estaban ansiosas por conocer a su nueva esposa. La
primera esposa del doctor Sittema había muerto de cáncer varios
años antes, y él y Carol se habían casados hacía solamente dos
años.

Luego de la cena, Carol se acercó al podio y compartió su historia.

"Gracias por recibirme y por permitirme compartir un poquito de mí


misma en esta noche, pero debo advertirles que puede que esta no
sea la típica historia de esposa de pastor que algunos esperan.
Permítanme comenzar desde el principio.

"Cuando mi madre estaba todavía en la escuela, conoció y se casó


con el que mis abuelos consideraban un muchacho de clase baja
'del lado incorrecto de las vías'. Ella estaba enamorada de este
joven así que dejó la escuela para ser su esposa. Muy poco tiempo
después de dar el 'sí', el muchacho comenzó a beber y a golpearla.
Cuando llegaran los hijos, ellos fueron los protectores de su madre.

"Recuerdo a mi madre venir por la noche a dormir con nosotros


pues tenía miedo de mi padre. En más de una ocasión mi padre le
hacía cosas en frente de nosotros que no debiéramos haber visto
nunca. Y esa es mi infancia tal cual yo la recuerdo. Nos
arreglábamos con lo que podíamos, yo siempre tenía miedo y
aprendí que el sexo es algo sucio que se debe evitar.

"Mi madre se quedó junto a mi padre por 20 años. Una noche


cuando estaba embarazada de siete meses, él casi la mató a
golpes. Pero el punto final fue cuando mi padre volvió su violencia
en contra de mi hermano y mía al tratar de protegerla. Ahí fue
cuando ella decidió dejarlo y consiguió una orden judicial en su
contra. Yo estaba comenzando la secundaria y me preguntaba por
qué mi madre había esperado tanto. Perdimos nuestra casa y todo
sostén financiero, pero por lo menos estábamos a salvo. Mi madre
consiguió un trabajo en una tienda que le daba unos trescientos
dólares al mes. No teníamos seguro de salud, ni asistencia por
familia numerosa ni ayuda social, y todo lo que comíamos eran
garbanzos y arroz.

"En realidad nunca tuve infancia. Parecía que nací para aprender a
arreglármelas. Pero pude asistir a un programa para adolescentes
en laAsociación Cristiana de Jóvenes y las Niñas Exploradoras. Fue
allí que pude vislumbrar cómo funcionaban las familias 'normales'.
"De alguna manera me di cuenta de que era inteligente. Me gradué
siendo la número 42 en una escuela secundaria de unos setecientos
alumnos y decidí que iba a continuar estudios universitarios. Era la
década de los sesenta, cuando todo el mundo parecía estar loco… y
yo no fui ninguna excepción. Mi hermano, que había ingresado en la
Marina, nos introdujo a la mariguana. Me convertí en una 'hippie',
me unía a todo tipo de marchas de protesta que se cruzaran por mi
camino, y mi compañera de habitación era una bruja. Ella tenía
poderes, podía predecir el futuro y echar embrujos. Así que en
nuestra habitación pasaban cosas raras. Ella me enseñó a tirar las
cartas de tarot".

(Debo hacer una pausa aquí. Quiero que te imagines que eres una
mosca en la pared cuando esta esposa de nuestro nuevo pastor nos
contaba esta historia. Ahí estaban todas las mujeres de la iglesia,
distendidas luego de una linda cena, para escuchar una versión
dulce y aséptica de "Cristo me ama". En vez de ello, estaban
espantadas con tanta transparencia y honestidad. Me hubiera
gustado que estuvieras ahí. Voy a continuar).

"Luego de tres años dejé de estudiar, me mudé con mi novio a una


casa abandonada en Kauai, Hawai, y trabajaba en los campos de
maíz. Hicimos un horno con un bote de basura de metal, nos
bañábamos en un arroyo, y comíamos piñas y bananas que crecían
en los campos vecinos.

"Mientras trabajábamos en los campos, me sentí atraída hacia una


mujer hawaiana que cantaba cantos de alabanza a Dios mientras
trabajaba. Ella me habló de Jesús, pero yo le dije que esa 'era la
religión del hombre blanco' y no para mí, una mujer hispana. Pero
ella continuó hablándome y yo continué escuchándola. Solíamos
caminar juntas por las filas del maizal, sacando los marlos mientras
me contaba historias de la Biblia.

" 'Ven conmigo a la iglesia, Carol' me dijo, un día. Y como había


llegado a amar a esta mujer hawaiana, dije que sí.

"No recuerdo mucho de ese día, excepto que escuché el evangelio


de Jesucristo y lloré y lloré. El pastor oró por mí para que recibiese a
Cristo y así lo hice. Más tarde alguien puso una Biblia en mi buzón
del correo, y cada vez que la leía parecía que las palabras saltaban
de las páginas. Luego de haber ido a la iglesia, traté de continuar
usando las cartas del tarot que mi compañera de cuarto me había
regalado, pero no las pude hacer funcionar. Por primera vez tuve
miedo de las brujerías a las que había estado expuesta y en las
cuales yo había participado. Lo que no entendía es que la luz
comenzaba a alumbrar y a alejar las tinieblas. Sentía la presencia
de Dios, pero no estaba segura de lo que era. Era como sentir la
presencia de alguien cuando sabes que él está en la habitación.

"También, por primera vez me sentí culpable de vivir con mi novio.


Terminamos nuestra relación y me mudé de regreso a El Paso para
vivir con mi madre. Les aseguro que eso fue difícil. Me echaba en
cara mis fallas, y cuando me veía leyendo la Biblia me decía: '¿Qué
te hace pensar que Dios te va a perdonar?'.

"Decidí regresar a la universidad para terminar los estudios.


Mientras estaba allí todavía parecía una 'hippie' —sin sostén, con
pies en sandalias, camisetas sin mangas, piernas sin afeitar—
bueno, pueden imaginárselo. Un día estaba sentada con mis viejos
amigos, y comenzamos a hablar del libro de Apocalipsis en la Biblia.
Entonces llegó un tipo bien arreglado, con su pelo bien cortado, y
preguntó de qué estábamos hablando.

"Le contamos y se sentó con nosotros.Abrió su Biblia y comenzó a


explicarnos todas las cosas que estábamos cuestionando. Me
asombró ver cuánto sabía él de la Biblia. Más tarde me pidió que
fuese a una reunión de Cruzada Estudiantil. Fui, aunque me sentía
muy fuera de mi elemento con toda esta 'gente de iglesia'. Pero me
amaron y me aceptaron. Una de las líderes femeninas me invitó a
almorzar y eventualmente se convirtió en mi mentora.

"Quiero acelerar un poco la historia. Eventualmente, me gradué y


comencé a trabajar para Cruzada Estudiantil. Comencé a trabajar
con estudiantes de minorías: negros, asiáticos e indios
norteamericanos. Unos pocos años más tarde conocí a un joven que
era líder de un grupo juvenil en una iglesia católica. Salimos como
novios por bastante tiempo, pero no funcionó. Yo estaba devastada
y decidí mudarme al sur de Texas, donde un 90 por ciento de la
población es hispana. Mientras estaba allí conocí a otro hombre en
mi complejo de departamentos. Lo llevé al Señor, comenzamos a
salir románticamente, y un año y medio más tarde nos casamos. Él
ingresó al Seminario Teológico de Dallas, y yo tenía un trabajo muy
bien pagado en una firma de contadores, de modo que todo estaba
bien en mi mundo.

"La vida marchaba sobre ruedas para nosotros dos. Mi esposo


estaba en el consejo de un 'Centro de crisis para embarazos no
deseados', y servía en una iglesia. Pero una noche, justo antes de
salir para una de las reuniones del consejo, mi esposo tiró una
bomba.

"—Carol, cuando yo era pequeño me gustaba vestirme como una


nena. "—¿Te gustaba hacer eso? "—Sí, me gustaba. "—¿Y aún lo
haces? "—Sí, todavía lo hago. "Y luego salió del cuarto para
dirigirse a su reunión.

"No quiero entrar en todos los detalles truculentos, pero en los


meses que siguieron traté de desenredar el misterio en que se había
convertido mi vida. Vivíamos en una hermosa casa que daba a un
campo de golf, y en el altillo descubrí vestidos de mujer y maquillaje
que mi esposo utilizaba en su vida secreta. Fuimos a consejeros y a
terapia, pero él no estaba dispuesto a enfrentar o tratar su adicción.
Lo que era seguro es que él era esclavo de eso. Y yo llegué a estar
esclavizada de mi gran secreto.

"Asistí a un programa de doce pasos para hijos de alcohólicos pues


me di cuenta de que siempre me sentía atraída a gente necesitada,
y no en una buena manera. Mientras estaba en este programa, pude
ver por primera vez… la honestidad. Esta gente era tan honesta
acerca de sus problemas y sus heridas… sus cicatrices. ¿Y saben
qué? Yo también aprendí cómo ser honesta.

"Algunas de ustedes están sentadas aquí hoy preguntándose qué


es lo que acaba de llegar a la iglesia. Pero, mujeres, así es
realmente la vida. Yo soy sincera. Es lo único que puedo ser.

"Tomó seis largos años para que nuestro divorcio finalizara. Como
se pueden imaginar, no quería saber nada con hombres o una
relación romántica. Jesús era suficiente.

"Me dediqué por completo al trabajo. Varios años más tarde, fui a
una cena-reunión donde el pastor John Sittema compartió su
testimonio. Nos contó cómo él y su esposa habían tenido cáncer, y
cómo mientras él recibía quimioterapia en una habitación, su esposa
de 25 años moría en el otro cuarto. Y aún así, él confiaba en Dios.
Fue muy sincero conmigo. John habló de su enojo con Dios, del
dolor por su pérdida, y del cansancio en su alma. Yo quise poder
conocer mejor a este hombre... no para casarme con él...
simplemente para conocerlo.

"En realidad yo lo invité a salir.Ahí tienen. Otra vez estoy siendo


honesta. Teníamos poco en común. Él era blanco... yo era hispana.
Él era tradicional... yo soy, bueno, no tradicional. Él siempre había
vivido una vida limpia y nada complicada... yo había vivido una vida
'colorida'. Nunca voy a olvidar cómo, cuando le conté de mi vida, se
sentó frente a mí, con todos sus más de dos metros, y se echó a
llorar.

"Bueno, un año y medio más tarde, nos casamos. Y aquí estoy. "No
sé si esto es lo que esperaban escuchar esta noche, pero es la
verdad. Esta soy yo, y estoy feliz de estar aquí".

¡Qué bocanada de aire fresco! Yo tenía ganas de pararme y subirme


a la mesa y bailar, pero pensé que los otros miembros de la iglesia
más propensos a sentarse modositos en las bancas no iban a estar
muy preparados para ver algo así. Lo que estábamos recibiendo era
a una persona que no tenía miedo de ser sincera. Carol no tenía, ni
tiene en el presente, vergüenza de sus cicatrices. Ellas la han
formado en la hermosa mujer que es ahora, y Dios la está utilizando
con toda su realidad para ministrar a otras mujeres a cada paso de
su vida. Sus cicatrices son hermosas para Dios.

Creo que esa es la belleza de la mujer samaritana que Jesús


encontró cerca del pozo de agua. Ella se había estado escondiendo
por mucho tiempo debido a su vida desordenada, pero Jesús sabía
que, para que ella pudiera mejorar, primero tenía que enfrentar su
realidad. Una vez que se enfrentó cara a cara a su verdad, sin que
hablemos de haber estado frente a la Verdad, ya no tuvo más
vergüenza ni sed. Dejó su cántaro al lado del pozo y se fue a
contarle a todo su pueblo acerca de Jesús. Ya no estaba enfocada
solamente en su pasado, sino en su futuro.

"Las personas quebrantadas se preocupan por ser auténticas; lo


que otros piensan les importa menos que lo que Dios sabe de ellas;
están dispuestas a morir a su propia reputación"6.

Esa noche, mientras Carol revelaba su verdadero ser a nosotros, yo


vi la gloria de Dios brillando en su rostro.

Pablo escribió: "Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto


reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos
transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción
del Señor, que es el Espíritu" (2 Corintios 3:18).

Iba a parar allí, pero sigamos leyendo: "Por esto, ya que por la
misericordia de Dios tenemos este ministerio, no nos desanimamos.
Más bien, hemos renunciado a todo lo vergonzoso que se hace a
escondidas; no actuamos con engaño ni torcemos la palabra de
Dios. Al contrario, mediante la clara exposición de la verdad, nos
recomendamos a toda conciencia humana en la presencia de Dios"
(2 Corintios 4:1, 2).
No tenemos vergüenza de nuestras cicatrices ni de aquellas cosas
que en un tiempo mantuvimos en secreto. ¡No! Hablamos la verdad
llanamente y mostramos la misericordia de Dios trabajando dentro
de nosotras.

La mujer de peluche
Muchas de nosotras hemos leído o escuchado el cuento clásico
para niños llamado El conejo de peluche. Quizás lo hayas
escuchado por primera vez estando en los brazos de tu madre o,
como en mi caso, de adulta con un hijo acurrucado en mis brazos.
El conejo de peluche es un tesoro que yo descubrí siendo madre, no
en mi infancia. Como en muchos libros de literatura infantil, el
mensaje encierra una verdad profunda que impacta más a los
adultos que a los niños.

La historia comienza con un pequeño que descubre a un conejito de


peluche en su calcetín de regalos en la mañana de Navidad. Era el
mismo conejo que había admirado previamente al verlo en la
vidriera de un comercio. El pequeño amó a su conejo... por unas dos
horas, pero luego el conejito fue a parar a los estantes de su cuarto
con todos los otros juguetes. Debido a que era de peluche, algunos
de los juguetes más caros lo despreciaban. Algunos juguetes se
jactaban de estar diseñados como pequeños modelos de cosas
reales, tales como los botecitos y los soldados. Pero el conejo ni
siquiera sabía que existía tal cosa como un conejo real. Pensaba
que todos eran como él era, relleno de aserrín. Pero una noche, el
conejo hizo un descubrimiento fascinante.

Un juguete en particular dentro del cuarto del niño había sobrevivido


a todos los juguetes a cuerda. El caballo de peluche estaba gastado
pero era muy sabio. Por lo cual el conejito decidió hacerle varias
preguntas:

—¿Qué significa ser real? —le preguntó el conejo un día, cuando


estaban alineados uno junto al otro, cerca de la puerta de la
habitación antes de que Nana viniese a poner orden en el cuarto—.
¿Significa tener cosas que zumban dentro tuyo y una manija que se
extiende hacia afuera?

—Real no tiene que ver con cómo estás hecho —dijo el caballo de
peluche—, sino que es algo que te pasa. Cuando un niño te ama por
un largo, largo tiempo, no solamente para jugar contigo, pero
REALMENTE te ama, entonces te conviertes en real. —¿Duele? —
preguntó el conejo. —A veces —dijo el caballito, pues siempre era
muy sincero—. Cuando eres real no te importa que te duela. —
¿Sucede todo al mismo tiempo, como cuando te dan cuerda? —
preguntó— ¿o sucede poco a poco?

—No sucede todo al mismo tiempo —dijo el caballo de peluche—.


Te vas volviendo real. Toma mucho tiempo. Por ello es que no
sucede con la gente que se rompe fácilmente, o tiene bordes filosos,
o que requiere mucho cuidado. Generalmente, para el momento en
que eres real, casi todo tu pelo se te ha caído, y se te salen los ojos
y tus coyunturas se aflojan y te ves gastado. Pero estas cosas no
importan, porque cuando eres real no puedes ser feo, excepto para
aquellas personas que no entienden7.

El conejo de peluche ni siquiera sabía lo que debía hacer un


conejito. Él simplemente sabía que había más en la vida que estar
lleno de aserrín y sentado en un estante.

Ser real. Eso es lo que realmente importa. Yo no deseo esperar


hasta que se me haya caído casi todo el pelo y haya perdido casi
todo mi relleno. Quiero ser real ahora. Así que no importa si no
parezco tan brillosa como los otros juguetes en la habitación del
niño.

Sí, a veces es doloroso ser real. Se necesita coraje. Pero hasta que
lo hacemos, vamos a encontrar que existimos sentadas en un
estante, y esto es un pobre reflejo de la libertad y el baile jubiloso
que Dios había planeado para la vida.
Jacob se vuelve sincero
Jacob; este sí que era un tipo que no sabía cómo ser sincero. Era el
hijo de Isaac y el hermano mellizo de Esaú. Al nacer, si bien no era
el primer hijo, Dios había vaticinado que el hermano mayor (Esaú)
iba a servir al menor (Jacob). Era el favorito de su madre, y ella
quiso asegurarse de que Jacob recibiese la bendición destinada
para el primogénito. En vez de confiar en Dios para que hiciese lo
que Dios dijo que iba a hacer, ella decidió que iba a ayudar un poco
a Dios. Así que vistió a Jacob como su velludo hermano Esaú y
engañó a su esposo casi ciego para que diese a Jacob la bendición
que estaba destinada a Esaú. Cuando el hijo menor de Isaac se
acercó al lecho de muerte de su padre, Isaac le preguntó a Jacob:

—¿Eres realmente mi hijo Esaú? —Sí —mintió Jacob.

Por tanto Isaac dio la bendición de Esaú a Jacob (Génesis 27:1-29).

Más adelante, cuando Jacob estaba en edad de casarse, su futuro


suegro lo engañó para que se casase con Lea, la de los ojos
apagados, en vez de la prometida Raquel. ¡Ah! Pero Jacob no se
iba a dejar ganar. Después de todo, había aprendido de la mejor
persona: su madre. Jacob por tanto, engañó a su suegro y tomó el
mejor ganado para sí. Jacob era un engañador, y continuaba
teniendo el control de su propia vida... o por lo menos eso es lo que
pensaba (Génesis 30:29–31:1).

Pero llegó un momento en la vida de Jacob en que no pudo


controlar más sus circunstancias. Regresaba a su tierra natal para
encontrarse con su hermano Esaú... aquel a quien le había robado
su derecho de primogenitura y su herencia. ¿Lo querría matar
Esaú? ¿Iría Esaú a recibirlo y darle la bienvenida? ¿Iría Esaú a
matar a su familia? ¿O iría Esaú a perdonarlo? Todas estas
preguntas y muchas más llenaban la mente de Jacob.

La noche anterior, antes de encontrarse con su hermano, Jacob tuvo


un encuentro cercano con un ser celestial. En Génesis 32:22-31,
leemos que luchó con un ángel. Por años Jacob había estado
tratando de controlar y manejar su vida en sus propios términos,
pero sabía que no tenía control sobre el próximo día cuando iba a
enfrentarse a Esaú. Toda la noche Jacob luchó con el ángel,
tratando de convencerlo para que lo bendijese. Pero antes de que
esto sucediera, Jacob tuvo que enfrentar una realidad.

Cuando el padre de Jacob, Isaac, le había preguntado: "¿Quién


eres tú?", Jacob había pretendido ser alguien que no era y había
contestado "Esaú".

Durante la lucha cuerpo a cuerpo, el ángel le dio a Jacob otra


oportunidad para enderezar este error: "¿Cuál es tu nombre?"
(versículo 27). En esta oportunidad Jacob no pretendió ser alguien
que no era, sino que contestó sinceramente: "Jacob" (versículo 27).

"Sin pretensiones, sin intentar dar una buena impresión, sin


explicaciones, ni justificaciones, Jacob habló la verdad desnuda y
sin vueltas. 'Jacob: el estratega, el engañador, el manipulador, el
artista de decepciones. Ese soy yo'"8.

Una vez que Jacob decidió ser sincero y dejar de tratar de ser otra
persona, Dios le dio de su poder y le puso otro nombre. Ya no era
más Jacob, "el engañador", sino que ahora era Israel, "Príncipe con
Dios". Oh, sí, debió caminar con una renguera por el resto de su
vida.Aveces ese es el resultado de ser sincero. Pero esa renguera
era un recordatorio para Jacob de que el que estaba en control era
Dios. Era su cicatriz.

Ser sincera genera sinceridad


Era el primer encuentro del pequeño grupo de estudio bíblico de
Julie. Ocho mujeres de su iglesia se encontraron y se sentaron en
un círculo para presentarse unas a otras.

"Me alegra mucho que todas ustedes estén aquí", dijo Julie.
"Estamos aquí para estudiar la Biblia y conocernos mejor unas a
otras. Algunas de nosotras nos conocemos desde hace un tiempo,
pero otras aquí se conocen muy poco, excepto por el nombre. Así
que en los próximos momentos, vamos a ir alrededor del círculo y
vamos a contar a las demás cuánto tiempo llevamos en la iglesia y
algo de nuestra familia".

Una a una, las mujeres dieron informes brillantes de esposos


maravillosos, niños que andaban muy bien en la escuela, y de vidas
muy comprometidas con la vida de la iglesia. Luego fue el turno de
Amanda.

Hubo una pausa incómoda mientras los ojos de Amanda se llenaban


de lágrimas: "Me alegra escuchar que sus vidas son tan
maravillosas, pero en estos momentos la mía es un desastre. Mi
matrimonio se está desintegrando, mis chicos están fuera de control,
y yo estoy aquí pues pienso que estoy a punto de perderlo todo".

Julie se levantó de su asiento, cruzó el salón y abrazó a su nueva y


sincera amiga. Luego la reunión comenzó nuevamente. Una vez
más, las mujeres fueron una por una compartiendo sobre sus vidas,
pero esta vez con una historia diferente. Se habían quitado la
máscara y comenzaron a contar de sus propios problemas. La
verdad fue como un rompehielos que creó ríos de lágrimas que
bajaban por los rostros de mujeres sinceras compartiendo sus
heridas y lo que había en sus corazones.

La autora y consejera Brenda Waggoner explica: "Ser sincera, ser


auténtica, a veces no es nada agradable. No es para una animada
conversación a la hora de la cena, y no puedes desenmascarar tu
dolor con cada persona que conoces. Pero aquellas de nosotras que
no queremos aceptar una espiritualidad superficial debemos
aprender a ser honestas con nosotras y con Dios. Y todos
necesitamos a otro ser humano —sea un consejero, pastor o círculo
de confiables amigos—con quien podemos hablar y mostrarnos
vulnerables"9.
En otro cuento clásico de niños, El mago de Oz, conocemos a un
hombre que era la antítesis de lo sincero. Mientras que pretendía
ser un mago, en realidad, su magia eran simplemente campanas,
silbatos, humo y fuego. Este mago estaba viviendo una mentira, y la
gente lo respetaba y le temía porque parecía algo que no era
realmente. Tuvo que venir el perrito a abrir la cortina para revelar la
verdad: un viejo canoso con nada más que unos pocos botones,
palancas y micrófonos.

Es interesante ver que, cuando el mago fue expuesto y se reveló la


verdad, dejó la tierra de Oz y comenzó la aventura de su vida.

Siendo sinceras con Dios


Es una cosa ser sinceras con los demás, ¿pero podemos ser
sinceras con Dios? Más nos vale; él conoce nuestros corazones
mejor que cualquiera. En El conocimiento del Dios santo, A. W.
Tozer escribió:

Cuán inconmensurablemente dulce es saber que nuestro Padre


celestial nos conoce completamente. Ningún chismoso puede
informar sobre nosotros; ningún enemigo puede hacer una
acusación; ningún esqueleto olvidado puede salir cayéndose de
algún armario escondido para avergonzarnos y exponer nuestro
pasado; ninguna debilidad insospechada en nuestro carácter puede
aparecer a la luz y hacer que Dios se aleje de nosotros, ya que él
nos conocía completamente antes de que nosotros lo conociéramos
a él y nos llamó a su seno en el pleno conocimiento de todo lo que
pesaba en contra nuestro.

En realidad, Dios sabía quién era yo antes de que yo me conociese


a mí misma. David escribió: "No me llega aún la palabra a la lengua
cuando tú, Señor, ya la sabes toda" (Salmo 139:4). Jeremías fue un
poderoso hombre de Dios que no tenía miedo de ser sincero ante su
creador. Él escribió:
Yo soy aquel que ha sufrido la aflicción bajo la vara de su ira. Me ha
hecho andar en las tinieblas; me ha apartado de la luz. Una y otra
vez, y a todas horas, su mano se ha vuelto contra mí. Me ha
marchitado la carne y la piel; me ha quebrantado los huesos. Me ha
tendido un cerco de amargura y tribulaciones. Me obliga a vivir en
las tinieblas, como a los que hace tiempo murieron (Lamentaciones
3:1-6).

Jeremías estaba enojado, y estaba enojado con Dios. En lo que a él


concernía, Dios era la causa de sus problemas. Se sentía atrapado
y atemorizado. Él continúa:

Me tiene encerrado, no puedo escapar; me ha puesto pesadas


cadenas. Por más que grito y pido ayuda, él se niega a escuchar mi
oración. Ha sembrado de piedras mi camino; ha torcido mis
senderos. Me vigila como un oso agazapado; me acecha como león.
Me aparta del camino para despedazarme; ¡me deja del todo
desvalido!... Y digo: "La vida se me acaba, junto con mi esperanza
en el SEÑOR" (versículos 7-11, 18).

Jeremías estaba en una mala situación... en mayor parte por tener


una percepción de Dios incorrecta. Dios no hizo que caminase en la
oscuridad, ni hizo que su carne se marchitara, ni rompió sus huesos.
Dios no le había tendido un cerco de amargura o dificultades. Pero
Jeremías había permitido que sus circunstancias deformaran su
percepción.

Aunque lo que Jeremías tenía para decir era incorrecto y


ciertamente pintaba una imagen para nada precisa de Dios, podía
ser sincero acerca de lo que estaba sintiendo. Jeremías no sintió la
necesidad de ponerse una máscara de santidad ante este Dios que
todo lo sabe. ¿Y sabes qué? Dios no lo mató por ser sincero y decir
lo que estaba en su corazón.

Antes de dejar al pobre de Jeremías, notemos qué sucede al final de


su lamento. El profeta comienza a recordar todas las veces que Dios
le había sido fiel.

Pero algo más me viene a la memoria, lo cual me llena de


esperanza: El gran amor del SEÑOR nunca se acaba, y su
compasión jamás se agota. Cada mañana se renuevan sus
bondades; ¡muy grande es su fidelidad! Por tanto digo: "El SEÑOR
es todo lo que tengo. ¡En él esperaré!" (versículos 21-24).

Jeremías limpió todo lo acumulado en su armario de las emociones


y redescubrió tesoros que se había olvidado que estaban allí. Sus
circunstancias no cambiaron. Dios no cambió. Pero su actitud y su
percepción de Dios cambió, y sus emociones cambiaron conforme a
esto.

Tirando la máscara
Cuando Steve y yo perdimos a nuestro segundo hijo, yo estaba
devastada. Ojalá pudiera decir que mantuve mi frente en alto, me
aferré a la certeza de la soberanía de Dios y recité "Todas las cosas
trabajan para bien" a todos los que se me acercaron para decirme
cuánto lamentaban mi dolor. Pero no fue así. Yo estaba enojada con
Dios. Estaba desilusionada con él. Me fui a la cama, me cubrí la
cabeza con las sábanas y le dije a Dios que iba a ponerme
nuevamente en contacto con él quizás en algunos meses... o años.

Duele tener que decirte esto, pero es la verdad. Aquí van las buenas
noticias. Por unos tres meses yo lloré por la pérdida de esa nena y
no le hablé a Dios. ¿Pero sabes dónde estaba él todo este tiempo?
Justo a mi lado.

—Nunca te voy a dejar o abandonar —dijo Dios. —¿Aunque yo no


quiera hablarte? —pregunté. —Aún en esas circunstancias.

Dios nos creó para estar desnudos y sin sentir vergüenza. Las hojas
de higuera y las máscaras son idea del hombre. Él sabe todo lo que
hay que saber; hasta lo que nosotras no sabemos.
Uno de mis amigos fue a visitar a su familia, y se estaba cambiando
de ropa en su cuarto de la infancia. El ama de llaves, quien había
estado con ellos por más de 30 años, entró sin anunciarse y
encontró a Andrés con los pantalones bajos. Avergonzado, se apuró
a cubrirse rápidamente.

—Señor Duffy —ella bromeó—, no sienta vergüenza. ¡Yo lo he visto


a usted aún antes de que se haya visto usted mismo!

Puede que nos avergüence si Dios nos encuentra emocionalmente


"con los pantalones bajos", pero hija, "Dios te ha visto antes de que
te hayas visto a ti misma". ¿Y sabes qué? Él te ama tal cual eres.

DIEZ
Resistiendo el miedo al rechazo

¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién


puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio
Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de
darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién
acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica.
ROMANOS 8:31-33

Estaba enseñando en un taller para conferencistas. Las


participantes eran mujeres que sentían el llamado de Dios para
utilizar el podio para hablar y enseñar, o la pluma y el papel para
escribir. Doscientas sesenta mujeres fueron colocadas en pequeños
grupos de a diez, para practicar sus habilidades para la oratoria.
Durante nuestro tiempo con el primer grupo, las mujeres tenían
cinco minutos para compartir un mensaje preparado. Luego, al
segundo día, nos volvimos a encontrar para compartir otro mensaje
de cinco minutos.

Patty estaba en mi grupo. Era una pelirroja vivaz y bulliciosa con un


obvio amor por el Señor. Pero en el segundo día del seminario
percibí un cambio en el comportamiento de Patty. Cuando
finalizamos nuestro tiempo en el grupo pequeño la llamé para
hablarle:

—Patty, ¿estás bien? Instantáneamente, sus ojos color ámbar se


llenaron de lágrimas. —Tenía mi discurso bien preparado para esta
noche, pero creo que Dios desea que comparta algo diferente.

—Eso es bueno—la alenté—. Siempre es mejor que compartamos


lo que Dios ha puesto en nuestro corazón, aunque sea muy
diferente a los planes originales. Tú compartes lo Dios desea que
compartas.

—Creo que no entiendes —dijo ella entre las lágrimas que ahora le
surcaban el rostro—. He hecho amigas aquí. No quiero que sepan
mi historia. ¡No quiero que nadie sepa mi historia!

—¡Oh, Patty! Este es un lugar seguro —enfaticé—. No hay nada


que nos puedas contar que haga cambiar la opinión que ya tenemos
sobre ti.

—No estoy tan segura de eso —dijo Patty. Luego, por los próximos
30 minutos, Dios me dio el privilegio de sentarme junto a una de sus
preciosas hijas para escuchar cómo había redimido su vida del
abismo. Patty era un milagro que vivía, respiraba y caminaba; y
nadie lo sabía.

La alenté a que contara su historia. Decidió orar acerca de ello.

Esa noche, nuestro grupo se reunió en nuestro salón de reuniones


para escuchar y criticar las presentaciones de cinco minutos cada
una. Mi asistente tenía listos su cronómetro y sus carteles para
avisar cuando faltara solamente un minuto.

Patty fue la tercera mujer en acercarse al podio. Allí se paró y se


presentó a las demás, y luego una lágrima comenzó a rodar por su
mejilla.
—Lo que tengo que compartir es muy difícil para mí—comenzó.

—Patty, antes de que empieces, quiero que nos olvidemos del


cronómetro—interrumpí yo—. Lo que va a suceder en este salón es
mucho más importante que el que cualquiera de nosotras
aprendamos cómo hacer una presentación adecuada. Dios está por
sanar un corazón.

Luego, entre sollozos, Patty comenzó a contar su historia.

"Cuándo era niña, lo único que yo deseaba era crecer para llegar a
ser esposa y madre. Mi padre era un predicador y me criaron en un
ambiente muy estricto. No había televisión, ni radio, ni podíamos
nadar fuera del grupo familiar inmediato.Mis padres eran muy
religiosos, pero se peleaban mucho cuando yo no estaba presente.
Un día me enteré que el hombre a quien yo más amaba en el
mundo había tenido una relación extramarital.

"Mi madre perdió a su esposo, y mi hermana y hermano perdieron


un padre, pero en mi caso yo perdí a la persona que más me amaba
en el mundo. Yo era la favorita de mi papá, y por ende, había
perdido a la persona más importante en mi vida.

"Mi familia pasó de ser una unidad familiar en la que todos éramos
muy unidos, a una en la que primaba el 'sálvese quien pueda'.
Pasamos a vivir en un tipo de atmósfera de supervivencia, peleando
todos batallas similares, pero cada uno en su campo de batalla
individual en nuestras mentes y corazones. Yo no veía a mi padre a
menudo, pero cuando cumplí los 16 años me dejó su regalo en el
porche delantero de la casa, y pude ver las luces traseras de su
auto cuando se alejaba. Me alentaba el ver que se había acordado
de mi cumpleaños, pero mientras las luces de su auto desaparecían
a la distancia, yo sentía como que mi propia luz se iba apagando.

"Mis padres formaron otros matrimonios y nuevamente se volvieron


a divorciar. Más adelante, ambos se casaron por tercera vez. Nunca
lloré siquiera una lágrima durante todos estos años, sino que
escondí mi dolor en un lugar oscuro y profundo. Yo sentía que nadie
me quería, por lo que comencé a buscar a cualquiera que me
aceptase y me hiciese sentir especial. Desafortunadamente, me
incliné hacia otra mujer y así comencé una relación homosexual.

"Por diez años viví una vida de homosexualidad, no solamente


como una mera participante, sino como una sostenedora vocal y
activa de un centro de llamadas de la coalición de derechos de
homosexuales y lesbianas. Era voluntaria en este centro y
aconsejaba a personas homosexuales en diversas situaciones por
las que estaban atravesando. Yo, enferma y dolida, ayudaba a otros
enfermos y dolidos.Más tarde estuve a cargo de un boletín
informativo para esta coalición de homosexuales y lesbianas. Era
una vida de absoluta inmoralidad pero, a pesar de todo esto, yo
continuaba orando a Dios y pidiéndole que no me soltase y no me
dejase librada a mis propios pensamientos. Herí a mis padres
terriblemente. Hasta llegué a demandar que si mi madre deseaba
verme, aún para las fiestas especiales, tenía que permitir que yo
trajera conmigo en las visitas a quien fuera mi compañera de turno.
¡Cuánto me tiene que haber amado mi madre y qué dolor del
corazón debe haber sido para ella! Este estilo de vida te consume
totalmente y es como que hay un lavado de cerebro... a menos que
hayas estado en esto, es muy difícil de explicar. Satanás altera tus
pensamientos al punto de estar totalmente convencida de que estos
amigos son tu verdadera familia.

"Iba de relación en relación, buscando un amor verdadero para


curar mis heridas, en vez de buscar a Dios. Me alimentaba de otros
que estaban en la misma búsqueda equivocada. Las etiquetas de
cambio de domicilio en mi correspondencia comenzaron a crecer
hasta que literalmente cubrían todo el sobre de las cartas. Aunque
parezca raro, iba a una iglesia para homosexuales con la esperanza
de que Dios aprobara esto que estaba haciendo, aunque dentro de
mí yo sabía que era una abominación para Dios. ¡Ay, cuán fiel ha
sido Dios conmigo!".

En este momento Patty comenzó a sacudirse con sus sollozos. Me


acerqué al podio, puse mi brazo sobre sus hombros y suavemente
la animé a que continuara.

"Me mudé a otro estado con uno de los líderes del movimiento
homosexual en el área. Durante uno de nuestros 'retiros', todo mi
grupo de 'amigas' se volvió contra mí acusándome de mentir acerca
de un determinado tema. Cada una de ellas me fue dando la
espalda y me ordenaron que dejara el círculo. Este fue el rechazo
final. Llorando incontrolablemente, me retiré de ahí y me dirigí hacia
mi ciudad natal. No sé cómo llegué allí. Increíblemente, cuando
llegué a mi casa encontré que había manejado con la goma de
auxilio colocada en una de las ruedas; pero no recuerdo haber
tenido una goma desinflada ni siquiera si alguien me cambió la
goma en el trayecto.

"Me internaron en un centro de asesoramiento psicológico llamado


Rapha para recibir atención intensiva. No me había bañado, comido,
dormido, ni siquiera peinado por varios días. No respondía a las
terapias, y el personal del centro estaba preocupado pensando que
iba a morir. Luego de una semana sin cambios, alguien vino a mi
habitación y dejó allí un libro, La búsqueda de significado, en mi
mesa de luz. Lo tomé y comencé a leer acerca de mi vida en cada
una de esas páginas. Dios me estaba hablando, y si bien yo no
escuchaba a los consejeros, comencé a escuchar a Dios a través de
las páginas de este libro. Y empecé a llorar y llorar y llorar, pero era
ahora un llanto de sanidad. Estaba comenzando el camino del
regreso.

"Dios tuvo que quitarme mi hogar, mi trabajo, y a todas mis


amistades para poder salvarme. Lo que Satanás intentaba utilizar
para mal, ahora Dios está usándolo para bien. ¡Qué misericordia...
qué gracia! Estoy maravillada de que Dios haya querido elegirme,
bendecirme, y ahora utilizarme en su reino".
¿Qué sucedió cuando Patty terminó de contar su historia? ¿Se
disgustaron las mujeres presentes en ese salón? ¿Estaban
consternadas? ¿Pensaban que esto que habían escuchado era
horrible? Muy por el contrario. Cada mujer del grupo se acercó al
frente del salón y todas nos abrazamos en una mezcla de brazos y
muchas lágrimas brillantes. Luego todas alabamos a Dios por la
historia de redención de Patty, y oramos a Dios para que la utilizara
en gran manera para ayudar a otros homosexuales a encontrar la
libertad.

La vida de Patty es un ejemplo de una mujer que reveló la verdad de


sus cicatrices, y ahora está ayudando a muchos otros a romper con
esas cadenas que por tanto tiempo la tuvieron esclavizada. Hoy es
una hermosa joven con un marido muy masculino y apuesto, y dos
hermosos hijos. Dios está utilizando a Patty para ayudar a familias
con hijos pródigos viviendo el estilo de vida homosexual,
alentándolas para que no pierdan la esperanza.

Antes de que Patty revelara su increíble historia, yo podía


imaginarme a Satanás acicateándola: ¡No lo hagas! ¡No lo hagas!
Te van a odiar. ¡Lo vas a lamentar! ¿Quién va a querer ser tu amiga
cuando sepan la verdad?

Me alegra mucho ver que ella no solamente no escuchó sus


mentiras, sino que también resistió el miedo al rechazo. Y, de paso,
no odiamos a Patty; la amamos. Ella no está avergonzada; ahora
está libre. ¿Y quién desea ser su amiga? Pues yo. Es una mujer que
se ha vuelto muy querida y cercana a mi corazón. Sus cicatrices son
hermosas para mí... y son hermosas para Dios.

Sobrevivientes bíblicos
No tenemos más que hojear las páginas de la Biblia para ver que el
sobreponerse al miedo al rechazo es como un hilo que corre a
través del registro de la historia.
• Noé se sobrepuso al miedo al rechazo cuando obedeció a Dios y
construyó el arca en tierra seca.

• Abram se sobrepuso al miedo al rechazo cuando dejó su tierra


natal sin tener una indicación clara acerca de adónde debía dirigirse.

• Jacob se sobrepuso al miedo al rechazo cuando regresó a su tierra


natal y a su hermano a quien había engañado.

• José se sobrepuso al miedo al rechazo cuando rehusó los avances


sexuales de la esposa de su amo, Potifar.

• Moisés se sobrepuso al miedo al rechazo al ir ante el faraón y


demandar que los israelitas fueran dejados libres.

• Josué se sobrepuso al miedo al rechazo cuando le dijo a su


ejército que sus órdenes eran marchar en silencio alrededor de
Jericó por siete días.

• Rut, la moabita, se sobrepuso al miedo al rechazo cuando


comenzó a recoger las espigas en los campos de un judío.

• Samuel se sobrepuso al miedo al rechazo cuando la gente decidió


que quería un rey, en vez de Dios, para que los gobernara.

• David se sobrepuso al miedo al rechazo cuando se ofreció para


enfrentar a Goliat.

• Sadrac, Mesac y Abednego se sobrepusieron al miedo al rechazo


cuando rehusaron inclinarse y adorar al rey Nabucodonosor.

• Ester se sobrepuso al miedo al rechazo cuando se presentó


delante del rey para pedir por la vida de su gente.

• Todos y cada uno de los profetas se sobrepusieron al miedo al


rechazo cuando proclamaron el mensaje de juicio por parte de Dios
a su pueblo.

Cuando llegamos a la última página del Antiguo Testamento y


miramos en el Nuevo, vemos el mismo patrón de valentía. Jesús,
sus discípulos, Pablo y el creciente cuerpo de creyentes, todos
enfrentaron y tuvieron que superar este miedo al rechazo. La actitud
de Pablo era "para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia"
(Filipenses 1:21). No importa lo que otros piensen. "Si Dios está de
nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? ¿Quién
acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica"
(Romanos 8:31, 33).

Por supuesto, el rechazo mayor ocurrió cuando nuestro Señor y


Salvador tuvo que colgar de una cruz romana. "Despreciado y
rechazado por los hombres" (Isaías 53:3). Pero Jesús se sobrepuso
al miedo al rechazo y el resultado fue su glorificación. Él sabía que
la cruz era inminente. Justo antes de que fuese arrestado, Jesús oró
con sus discípulos: "Padre, ha llegado la hora. Glorifica a tu Hijo,
para que tu Hijo te glorifique a ti" (Juan 17:1). No mencionó su
rechazo y muerte en la cruz que le esperaban. Él oró que Dios fuese
glorificado. Eso era lo primordial en su mente y en su corazón. De la
misma manera, yo creo que podemos sobreponernos al miedo al
rechazo cuando lo primordial en nuestras mentes y en nuestros
corazones es glorificar a Dios.

El apóstol Pablo enfrentaba el rechazo a cada momento. En su


primera carta a los Tesalonicenses él escribió:

Y saben también que, a pesar de las aflicciones e insultos que antes


sufrimos en Filipos, cobramos confianza en nuestro Dios y nos
atrevimos a comunicarles el evangelio en medio de una gran lucha.
Nuestra predicación no se origina en el error ni en malas
intenciones, ni procura engañar a nadie. Al contrario, hablamos
como hombres a quienes Dios aprobó y les confió el evangelio: no
tratamos de agradar a la gente sino a Dios, que examina nuestro
corazón (1 Tesalonicenses 2:2-4).
Ya sea que compartamos el evangelio o las cicatrices de nuestro
pasado, siempre va a haber algunos que no nos aceptarán.
Ciertamente no somos mayores que los profetas del Antiguo
Testamento o los discípulos del Nuevo. No todos estaban gustosos
de oír lo que ellos tenían para decir, pero proseguían hacia la meta a
través de los miedos y caminaban en fe. A ellos se debe que
tengamos el evangelio tan accesible en estos tiempos.

El hombre que dijo que no


La mayoría de los hombres y mujeres en la Biblia se encuentran allí
por haberle dicho "sí" a Dios. Empero, hay algunos personajes muy
coloridos que se encuentran en la Biblia por su propensión a decir
que no. Jonás es uno de ellos.

En el comienzo del libro de Jonás, leemos que Dios vino a él con el


mandato de que fuese y predicase el arrepentimiento a los
malvados habitantes de Nínive... lo cual no era un tema muy
popular, me imagino.

¡A Jonás no le gustó este mandato ni un poquitito!, por lo cual


decidió huir de la inevitabilidad del rechazo y se tomó un barco hacia
una dirección opuesta... Tarsis.

Pero Jonás aprendió lo que muchas de nosotras hemos aprendido a


través de los años: no puedes esconderte de Dios. Dios envió un
fuerte viento para que agitase el mar y moviese el barco
violentamente. Luego de tirar la carga que había a bordo para
aligerar el peso, los tripulantes del barco se preguntaron si la
tormenta podía ser un posible juicio por parte de un dios enojado.

—¿Quién eres y de dónde vienes? —le preguntaron a Jonás. —Soy


hebreo y temo al Señor, Dios del cielo, que hizo el mar y la tierra
firme (Jonás 1:9).

—¡Qué es lo que has hecho! Jonás contó a los hombres que estaba
huyendo de Dios y que la tormenta era su culpa.

—Tómenme y láncenme al mar, y el mar dejará de azotarlos.Yo sé


bien que por mi culpa se ha desatado sobre ustedes esta terrible
tormenta (versículo 12).

¿Has pensado alguna vez que tu desobediencia puede causar


tormentas que afectan a los que están a tu alrededor? Jonás y los
miembros de la tripulación experimentaron este fenómeno de
primera mano. Aunque no deseaban matar a un hombre "inocente",
no tuvieron otra alternativa que lanzarlo al mar. En cuanto así lo
hicieron, la tormenta cesó.

Esta historia es tan grande como una ballena... solamente que es


verídica. Dios envió un enorme pez que se tragó a Jonás y luego,
unos tres días más tarde, lo escupió en tierra firme. Esta vez, Jonás
resistió el miedo al rechazo y obedeció al Señor de amor. Al final,
toda la ciudad de Nínive prestó atención a la palabra de Dios a
través de Jonás, los habitantes se arrepintieron de sus malvados
caminos, y recibieron gracia y perdón. ¡Nada como pasar tres días
dentro de un pez para hacernos cambiar de actitud!

La mujer que dijo que sí


Había estado hablando en un retiro para mujeres. Un maravilloso
trío nos guiaba en la alabanza y adoración. Las tres mujeres eran
vivaces, espiritualmente maduras y llenas de una espontánea
capacidad para alabar.

Hacia el final de la segunda sesión, compartí con las mujeres


presentes acerca de no tener vergüenza de nuestras cicatrices y de
utilizar nuestro pasado para ayudar a otros a reconocer el poder
sanador de Jesús en nuestras vidas. Luego del cierre, una de las
mujeres del grupo de alabanza se alejó un poco del grupo que se
había congregado cerca de una cruz de madera en el centro del
escenario, pero quedó lo suficientemente cerca mío como para que
yo pudiera ver que había lágrimas en sus ojos color castaño oscuro.
—Marita —le susurré mientras la guiaba a un banco vacío—. ¿Qué
está pasando en tu corazón en estos momentos?

—Sharon, lo que dijiste acerca de no tener vergüenza de nuestras


cicatrices realmente me impactó. Creo que Dios me está diciendo
que he estado escondiendo la verdad por demasiado tiempo —me
contestó.

—¿Qué verdad es esa?

—Como ves, yo canto en este grupo de alabanza. Viajo por todo el


país ministrando a otras personas. Pero nadie conoce mi historia.
Bueno, algunos saben parte de ella. La mayoría de la gente cree
que soy una buena mujer que va a la iglesia y que ha vivido una
vida sin mancha —me explicó.

—¿Y no es ese el caso? —No, no es así. —¿Puedes contarme


sobre esto?

En los siguientes minutos, Marita reveló una historia bien guardada


de dolores del corazón, decepciones, traición y mucho dolor.

"Estuve divorciada... dos veces. El hombre con el que me casé


ahora es mi tercer esposo. La mayoría cree que es mi único esposo.

"Fui criada en el noroeste de Arkansas. Crecí en la vida de la iglesia


y mis padres eran cristianos con una fe sólida como una roca.
Cuando me fui a continuar mis estudios universitarios, conocí a un
maravilloso joven que me trató como una princesa. Estábamos en
un colegio bíblico y cantábamos juntos en un grupo musical
cristiano. Admito que no estaba totalmente enamorada de él, pero
de su parte no había nada que no estuviese dispuesto a hacer por
mí. Parecía ser la pareja perfecta para mí. Cuando me pidió que nos
casáramos, me pareció tonto decir que no. Él era todo lo que yo
hubiera podido soñar.
"El día antes de la ceremonia dijo que no quería verme. Me pareció
extraño, pero no le presté mucha atención.

"Nuestro casamiento fue como en un cuento de hadas con mi


hermoso vestido blanco, los varones del cortejo vestidos de negro y
las damas acompañantes en hermosos vestidos color rosa. Mi
abuelo celebró la boda. Todo fue perfecto. Pero lo que no sabía era
que los votos de mi esposo eran una farsa.

"Cuando llegamos a nuestro destino para pasar la luna de miel, mi


esposo de una pocas horas se volvió hacia mí y me dijo: 'Marita, no
tendría que haberme casado contigo. No te amo y nunca te he
amado. Los planes ya estaban demasiado avanzados para que yo
rompiese contigo antes de la boda'.

"Todo esto fue una total sorpresa. Pero en cuanto pude recuperar
mis sentidos, comencé a gritarle y a golpear su pecho: '¿Cómo
puedes hacer esto? ¿Por qué te casaste conmigo? ¿Por qué no
interrumpiste los planes? ¿Qué voy a hacer ahora?'.

"El resto de la luna de miel es un recuerdo borroso. Yo estaba


totalmente destruida.

El matrimonio no duró mucho. No regresamos al colegio bíblico; en


vez de ello, mi esposo aceptó un trabajo como ministro de música
en una iglesia. En los siguientes doce meses cambió varias veces
de trabajo, y en realidad, dependía de mí para sostenernos como
familia. No tardamos mucho en firmar los papeles de divorcio y
nuevamente regresé a vivir con mis padres.

"Con solamente veinte años yo ya estaba divorciada; algo que


jamás imaginé que me sucedería a mí. El enojo y el resentimiento
se convirtieron en mis compañeros constantes. "Yo sentía que había
vivido una vida que agradaba a Dios y hasta me había casado con
el tipo de hombre que Dios podía aprobar. ¿Y esta era mi
recompensa?
"Durante este tiempo, un compañero de trabajo trabó amistad
conmigo. Era diez años mayor que yo y estaba en una posición
económica que le permitía llenarme de regalos y atenciones. Su
interés me sacó de este pozo oscuro, y su promesa de un futuro
brillante me dio esperanza. Un año después de mi divorcio, me volví
a casar.

"La vida parecía buena... por un tiempo. Pero luego, este esposo
número dos fue arrestado por malversación de fondos. El abogado
fiscal demandó que se mudara a otra zona, de lo contrario iba a
tener que enfrentar cargos criminales. Por ello, recogí todas
nuestras pertenencias y nos mudamos a unas dos horas de mi
ciudad natal.

"Luego de haber sido arrestado, Don comenzó a beber mucho. Una


noche, mi más grande temor se convirtió en realidad cuando me
golpeó brutalmente. Un vecino escuchó los gritos y alaridos, y llamó
a la policía. No presenté cargos en su contra. Sharon, desde ese
momento las cosas fueron de mal en peor. La noche que me apuntó
con un revólver fue la noche en que finalmente lo dejé.

"Aunque luego de ese incidente ambos buscamos consejería


matrimonial, él no quería dejar de beber. Entonces llegó el momento
en que, finalmente, pedí el divorcio.

"Durante todo el siguiente año, lo que hice fue dormir. Volví a


mudarme a casa de mis padres, y en los siguientes doce meses iba
a trabajar y luego regresaba a casa y dormía. Esa era mi existencia.
Estoy segura de que mis padres estaban muy atribulados y
avergonzados, pero nunca me lo hicieron saber. Fueron
maravillosos y me amaron a través de todas estas circunstancias".

—Marita —le pregunté—. ¿Qué edad tenías en este tiempo? —


Veinticinco años. —Bueno, ahora sé que tienes un buen esposo.
¿Cómo sucedió eso?
—Daryl y yo fuimos compañeros del primero al sexto grado. Una
amiga de la iglesia le contó que yo había regresado a la ciudad. Él
me dijo que me había amado desde que tenía doce años, pero no
estoy segura de eso.

Por primera vez, vi asomarse el dejo de una sonrisa y lucecitas en


los ojos de Marita. Supe que había un final feliz para esta historia.

—Daryl y yo salimos juntos por dieciocho meses, y varias veces me


pidió que nos casáramos, pero yo estaba tan envuelta en mis
miedos. ¡Había fallado dos veces! Finalmente, un día dije que sí.
Hemos estado casados veinte y seis años y tengo dos preciosos
hijos, uno de veintidós y otro de dieciséis años.

—Marita, ahora que me has contado tu historia ¿qué crees que Dios
desea que hagas con ella? —le pregunté.

—No estoy segura. Pero no creo que Dios desee que la esconda
más. Mucha gente no sabe que he estado divorciada una vez, y
mucho menos dos. Pero estoy empezando a ver que Dios puede
utilizar mi historia. Hay tantas mujeres en las iglesias que están
dolidas, y creo que les puedo mostrar que hay esperanza. Toda mi
vida he estado preocupada por el qué dirán. No solamente eso, me
ha preocupado lo que puedan pensar acerca de Dios si supieran
que Dios permitió que yo pasase por tales dolores del corazón. Me
parece que he estado tratando de protegernos a ambos.

Luego de nuestra conversación, alenté a Marita a que orase para


que Dios le mostrara lo que debía hacer con su historia de
redención. Varios meses más tarde volví a escuchar de ella. —
Bueno, Sharon, conté mi historia esta noche —dijo Marita con una
voz en la que había energía.

—¿Cierto? ¿Qué pasó?


—Yo tengo a mi cargo un grupo de jóvenes casadas, y estamos
estudiando Every Woman's Battle (La batalla de toda mujer). En el
libro hay una historia de una mujer que logró desprenderse de su
pasado y abrazar la victoria. En vez de leer esa historia, les conté
otra.Al final les dije que la mujer de la historia era yo. Estaban muy
conmovidas. Una me dijo: "No puedo creer cuánto amas al Señor y
cuán positiva eres constantemente. Parece increíble que hayas
sufrido tanto y aún así puedas mantener una sonrisa en tu rostro y
en tu corazón". Y yo le contesté que era porque un Dios que todo lo
perdona puso esa sonrisa en mí.

—¿Cómo te sientes ahora? —le pregunté. —Liberada.

Me he mantenido en contacto con Marita para escuchar cómo Dios


la está utilizando para restaurar matrimonios y enmendar corazones
rotos. Ella no se preocupa por ser rechazada por los que están
dentro de su esfera de influencia, Dios la acepta.

Dios la está utilizando. Dios está usando sus cicatrices. Ella está
agradecida más allá de las palabras.

La caja de alabastro
Marita está agradecida más allá de las palabras... por eso canta. La
mujer que lavó los pies de Jesús con sus lágrimas puede
identificarse con esto (Lucas 7:36-50). Me la puedo imaginar
abriéndose paso a empujones entre la gente de las polvorientas
calles de Capernaúm.

—¿Lo han visto? ¿Lo han visto? —pregunta—. Escuché que Jesús
está en la ciudad. ¿Saben dónde está?

—Sí. ¿Pero qué va a querer hacer con alguien como tú? —le dice
alguien de la multitud despectivamente.

—¿Dónde está Jesús? Por favor, dímelo. ¿Dónde está?—volvió a


pedir.
—Está cenando en la casa de Simón, pero tú no vas a ser
bienvenida en esa casa.

La mujer se levanta el ruedo de su túnica y corre a la casa de este


conocido fariseo. Atropella entrando por la puerta de madera y sus
ojos están solamente fijos en Jesús, su Salvador, que está reclinado
junto a la mesa. Los hombres la miran.Algunos la conocen por su
mala fama; otros porque son sus clientes.

Despacio, ignorando a los presentes que la desprecian, camina


hacia Jesús; sus ojos fijos en él. Con cuidado, se arrodilla frente a
él, y toma sus pies. Las lágrimas comienzan a caer de sus ojos
como las gotas de lluvia. Lentamente ese río de lágrimas comienza
a ablandar el duro barro seco y el polvo acumulado en los pies de
Jesús. Escandalosamente, se saca las peinetas de su cabello negro
y este cae como cascadas sobre sus hombros y espalda. Toma los
mechones de pelo y gentilmente comienza a secar los pies de
Jesús. Mientras tanto, por sus mejillas siguen cayendo las lágrimas
de gratitud y adoración mientras continúa cubriendo los pies del
Salvador con sus besos.

Se hace un silencio en la habitación cuando la mujer que ha vivido


una vida de pecado muestra un frasco de alabastro lleno de perfume
y lo derrama en los pies de su Maestro. Una fragancia de gracia
llena el cuarto impregnando a los presentes.

Esta mujer tenía muchas cicatrices, pero ya no sentía ninguna


vergüenza por ello. ¡Era libre! Cuán precioso es ver que Dios eligió
utilizar a alguien como ella para que ministrase a su Hijo. Ella
resistió el miedo al rechazo y adoró a su Señor.

ONCE
Rechazando la mentira de estar deshabilitadas

Y tú, cuando te hayas vuelto a mí, fortalece a tus hermanos. LUCAS


22:31

Desde el momento en que escuché a mi hijo llorar por primera vez


supe que me estaba embarcando en una de las trayectorias más
increíbles de mi vida; y estaba en lo cierto.

Ser madre ha sido uno de los trabajos más plenos, frustrantes,


excitantes, agotadores, espeluznantes, emocionantes, estimulantes,
conmovedores, deliciosos, difíciles, intensamente laboriosos,
enaltecedores, inspiradores, desafiantes, cautivantes y
recompensadores que haya tenido jamás.

Cuando Steven nació, yo no tenía idea cuánto amor podía estar


envuelto en tan pequeño paquete. A través de los años, Steven ha
tironeado de las cuerdas de mi corazón como un ángel tironeando
de las cuerdas de un arpa para llenar los cielos con hermosa
música.

Por supuesto, no todos los días eran tan melodiosos. A veces sentía
que las cuerdas de mi corazón las estaba tironeando un pequeño
diablillo con su tridente.Me he cuestionado personalmente mi
capacidad de ser una buena madre, he dudado de mis habilidades,
y me he preguntado si no debería impedírseme estar en un
ministerio que alienta y trata de equipar a las madres para que críen
a la próxima generación para Cristo.

Cuando Steven nació, me convertí en una estudiante de la


maternidad. Observaba a aquellas madres que lo hacían bien,
escuchaba a los hijos ya adultos contar lo que les parecía que sus
madres habían hecho bien y no tan bien, leía libros de historia para
ver lo que las madres de hombres y mujeres famosos hicieron para
instilar en sus hijos valores divinos, estudiaba la Biblia para obtener
la guía de Dios y oraba fervientemente para que Dios hiciese lo
mejor con mis faltas como madre.

Steven estaba en el noveno grado cuando entregué mi primer


manuscrito para Being a Great Mom, Raising Great Kids (Cómo ser
una madre excelente, y criar hijos excelentes). El libro fue una
culminación de años de investigación, estudio y experiencia
personal. En aquel entonces yo era presidenta de Ministerio
Proverbios 31; un ministerio internacional de radio, medios gráficos,
Internet y presentaciones orales en conferencias para llevar la paz,
la visión y el propósito de Dios a la ocupada mujer moderna. Steven
fue un excelente hijo. Yo me sentía una excelente madre. Todo
estaba bien con el mundo.

Sin embargo, el día después de haber atado las hojas impresas y


haberlas puesto en el correo en dirección a la oficina del editor, mi
mundo se vio conmovido en su mismo eje.

Sonó el teléfono.

—¡Hola, mamá! Soy yo, Steven.

—¿Qué haces llamándome en el medio del día? ¿Estás bien? —le


pregunté.

—No. Estoy en la oficina del director de la escuela. Me han


encontrado robando —dijo.

No recuerdo qué fue lo que pasó luego. Todo lo que recuerdo es que
me encontré sentada en la oficina del director preguntándome a mí
misma quién era este muchacho que llevaba la ropa de mi hijo. El
director estaba sentado detrás de su escritorio mientras Steven
miraba sus zapatos y confesaba a su mamá.

—Por varias semanas agarré los paquetes de papas fritas del


comedor durante el recreo. No pagaba por ellas. Simplemente las
tomaba.

—¿Por qué hiciste eso? —No lo sé. Creo que se convirtió en una
especie de juego por ver si podía hacerlo sin que me pescaran.
En esos momentos me sentí cualquier cosa menos una excelente
madre y sentí que Steven era muchas cosas, menos un hijo
excelente. En la escuela lo suspendieron por una semana y, en mi
caso, yo estuve arrestada en mi casa por un mes. No era que no
podía dejar mi hogar, es que realmente no deseaba hacerlo.

Dudas, confusión, enojo, inseguridad, incertidumbre, tristeza y


vergüenza; todo eso me mantuvo encerrada dentro de mi casa.
¿Quién era yo para estar diciendo a otros cómo ser buenos padres?
¿Quién era yo para dirigir un ministerio internacional? ¿Quién era yo
para hablar a miles de mujeres cada año? ¿Quién era yo para
figurar en un programa internacional de radio? Me sentí que debía
renunciar a mi posición y al ministerio por estar.... deshabilitada.

¿Qué nos habilita para ser deshabilitadas?


Algunas de ustedes puede que estén pensando: ¡Hija, eso es nada!
¿Y qué si tu hijo ha robado del comedor de su escuela? Yo he
robado de mi lugar de trabajo. He vendido mi cuerpo por dinero. He
probado drogas. He abortado. Le he mentido a mi marido. He
copiado en los exámenes. Yo...

Podemos caer en esta trampa de comparar nuestras heridas y tratar


de decidir quién tiene la más profunda y terrible. Mi dolor es peor
que el tuyo. Mi vida ha sido más traumática que tu vida. Mi pecado
es más horrendo que tu pecado. Cualquiera sea la medida o
severidad de nuestra cicatriz, Satanás todavía nos murmura la
misma mentira al oído... deshabilitada.

Quizás pienses que no mereces servir al Señor debido a lo que has


hecho. Pero ¿sabes qué? En primer lugar, tú nunca mereciste servir
a Dios. Ninguna de nosotras, en realidad. Si pensamos que todo se
basa en quién merece o no merece servirle, pues entonces estamos
poniendo demasiado valor en nuestro rol en el proceso de
redención. Es como si estuviéramos diciendo que hemos tenido algo
que ver con ello. Escucha, hermana, es todo de Dios en primera
instancia, y va a ser todo de Dios en última instancia.

Mientras que el pecado de Steven era lo que él había hecho en este


caso, te puedo asegurar que mi reacción a todo esto fue bastante
mala. La maestra de la Biblia, Beth Moore, tiene lo siguiente para
decir acerca de no sentirnos capacitadas debido a los pecados en
nuestro pasado:

Yo no discuto que puede que necesite cambiarse el tipo de servicio,


pero no permitir a servidores sinceros la oportunidad de servir en
alguna forma, es casi como destruirlos. Prefiero ser ese servidor...
en el juicio que esa audaz persona que, sin ninguna compasión,
dictamina esa sentencia de muerte sobre aquella persona
arrepentida (Santiago 2:12-13).

Yo no creo que se les debe negar la oportunidad de servir a aquellos


que nunca han sido completamente fieles y que terminan cayendo
en su propia rebelión, luego de haber mostrado un arrepentimiento
completo y una demostración clara de sanidad espiritual. Su
debilidad puede ser la mera circunstancia que Dios mismo utilice
para zarandearlos y luego convertirlos en verdaderos servidores que
van a lavar los pies a sus semejantes. ¡Amenudo, las personas
verdaderamente arrepentidas han sido tan purificadas y
humilladas por el desastre por el que han pasado que están
dispuestas a hacer cualquier cosa! Si las personas que proclaman
su arrepentimiento todavía muestran su arrogancia y no están
dispuestas a aceptar su propia responsabilidad, probablemente
están equivocando el camino al arrepentimiento. Les falta mucho
para estar listas.

¡Pero no las desechemos todavía! ¡Hablemos con ellas, digamos la


verdad en amor y oremos por ellas hasta que se arrepientan
verdaderamente!1.

Si el pecado nos deshabilita para el ministerio, entonces todas


tendríamos que estar escondidas en nuestros hogares. Echemos un
vistazo a los hombres y mujeres en la Biblia. El haber cometido
adulterio y asesinato no deshabilitó a David para ser el elegido de
Dios como rey de Israel. Rajab no fue deshabilitada para ser parte
del pueblo de Israel debido a su condición de prostituta. Gedeón no
fue deshabilitado para liderar el ejército de Dios debido a que se
comportó como un cobarde y se escondió entre las prensas para
triturar uvas y hacer el vino. Saulo (cuyo nombre fue cambiado por
Dios mismo a Pablo), no fue deshabilitado para ser un apóstol y
evangelista entre los gentiles debido a que persiguió a la iglesia
antes de su encuentro con Jesús. Pedro no fue deshabilitado para
ser uno de los padres fundadores de la iglesia cristiana debido a que
negó a Jesús tres veces.

Escúchame bien. Si nuestras fallas del pasado y nuestros errores


nos deshabilitan para el ministerio, entonces ninguna de nosotras
podría pasar el examen. El rey David escribió: "Si tú, SEÑOR,
tomaras en cuenta los pecados, ¿quién, SEÑOR, sería declarado
inocente? Pero en ti se halla perdón, y por eso debes ser temido...
espera al SEÑOR. Porque en él hay amor inagotable; en él hay
plena redención" (Salmo 130:3, 4, 7). No he podido encontrar en la
Biblia un sólo ejemplo donde una persona arrepentida fuese
deshabilitada para servir en el futuro.

Satanás utiliza nuestras fallas y debilidades pasadas en nuestra


contra, para hacernos sentir que no estamos capacitadas para
servir. También utiliza lo que otros nos han hecho para hacernos
sentir incapaces o indignas de ser elegidas.

Michael Yaconelli escribe:

No todos hemos elegido nuestro pasado. Muchos acarrean las


cicatrices del abuso físico, mental o psicológico, despertando cada
día a recuerdos que nos acechan acerca de un tiempo en que
fueron forzados, en contra de su voluntad, y ahora se encuentran
atrapados desesperadamente entre enfrentar el pasado o huir de él.
Una triste realidad de la vida moderna es el creciente número de
personas que, por un pasado de abuso, se han autoconvencido de
que son indignas. A menudo, es la persona abusada la que se ha
deshabilitado a sí misma y no ve la posibilidad en la gracia de Dios.
Las personas abusadas tienden a verse arruinadas, más allá de
toda posibilidad de reparación, tan sucias que no pueden ser
limpiadas, como prisioneros que no pueden ser liberados"2.

Tamar era la hija del rey David y la hermana de Absalón. Y mientras


que su nombre significaba "árbol de palmeras", un símbolo de
victoria y honor, su vida se convirtió en ejemplo de derrota y
desesperación. Un día, cuando menos lo esperaba, su medio
hermano Amnón la violó sexualmente y luego la desechó como un
trapo sucio. Fue una mujer que se sintió inhabilitada por lo que le
hicieron.

Luego del ataque, Absalón cuidó y protegió a Tamar en su propia


casa. Eventualmente, se vengó del violador y lo mató, pero ella no
volvió a sentirse nunca más una princesa. Por el resto de sus días
vivió en desolación y oscuridad. (Lee la historia de Tamar en 2
Samuel 13).

Su padre nunca hizo nada por restaurar a su hija al lugar que le


correspondía. Pero, amiga, ¡tu Padre celestial sí lo ha hecho
contigo! Envió a su Hijo, Jesús, para que cambiase tus harapos
sucios y te diese una túnica real sobre tus hombros. "El Espíritu del
Señor omnipotente está sobre mí, por cuanto me ha ungido para
anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a sanar los
corazones heridos, a proclamar liberación a los cautivos y libertad a
los prisioneros, a consolar a todos los que están de duelo, y a
confortar a los dolientes...Me ha enviado a darles una corona en vez
de cenizas, aceite de alegría en vez de luto, traje de fiesta en vez de
espíritu de desaliento" (Isaías 61:1-3).

Ya sea que es algo que tú has hecho o algo que te han hecho a ti,
Satanás va a utilizar la información y la experiencia para hacerte
sentir deshabilitada. Pero Dios ha dicho que tú estás habilitada
desde el preciso momento en que creíste en Jesucristo, su Hijo.
Aunque tus heridas te marcan, ellas no te definen.

"Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para


buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las
pongamos en práctica" (Efesios 2:10). ¿Comprendes esto? Antes de
que nacieras, él ya había planeado buenas obras para que tú las
llevaras a cabo. ¿Piensas que sus planes para tu vida pueden ser
neutralizados debido a algo que te ha sucedido en el pasado? ¡Oh,
no, querida amiga! No es posible frustrar ninguno de los planes de
Dios (Job 42:2).

Dios "los ha facultado para participar de la herencia de los santos en


el reino de la luz. Él nos libró del dominio de la oscuridad y nos
trasladó al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención, el
perdón de pecados" (Colosenses 1:12-14, énfasis agregado). Él es
el que faculta o habilita. Ni yo. Ni tú. Ni ninguna otra persona.
Solamente Dios.

Satanás toma meticulosas notas respecto de nuestros errores del


pasado, pero Dios es un milagroso borrador de errores. ¡Y hasta se
encarga de destruir la lista!

Rajab salva el día


Varios años atrás, viajé a la convención de la Asociación de
Rechazando la mentira de estar deshabilitadas 191 Vendedores de
Literatura Cristiana en Nueva Orleans, Luisiana. Nunca voy a saber
por qué el comité eligió Nueva Orleans, pero te puedo asegurar que
aprendí mucho mientras estuve allí.

Una tarde decidí explorar la famosa calle Bourbon. Parecía que


había una fiesta en la calle. Sin darme cuenta, me encontré hombro
a hombro en una masa humana: un tropel de personas gritando,
bailando y bebiendo. ¡Mantuve mi cartera apretada a mi pecho y
busqué una salida! Bombardeada por una cacofonía de sonidos,
colores y olores, mis ojos se dirigieron a uno de los balcones por
sobre mi cabeza. Si bien todavía era de día, varias "damas de la
noche" se balanceaban sobre los enrejados del balcón, tentando a
los hombres que pasaban por debajo para que se uniesen a ellas
para un rato de placer sensual, por hora.

Estas "damas" llevaban corpiños tipo bustiers, medias con portaligas


de plumas, y camisolas de encaje. Con tacones bien altos en sus
pies, joyas que giraban en sus orejas, y labios pintados en colores
vibrantes, se mostraban desde el balcón de lo que sería una casa
de citas, mostrando sus cuerpos y usando palabras seductoras para
tentar a sus presas.

Nunca antes había visto una casa de citas, pero ahora tenía una
mejor idea de cómo podía ser la casa de Rajab en la Biblia. En el
Antiguo Testamento, justo antes de que los israelitas conquistaran,
capturaran y reclamaran la tierra prometida, ellos enviaron espías
para que verificasen las defensas que tenía Jericó. Al llegar allí, los
espías entraron en la casa de una prostituta, posiblemente porque
nadie podía sospechar de que hombres extraños entraran allí. Las
autoridades hicieron una visita oficial buscando a estos espías, pero
Rajab los escondió hasta que no hubiera peligro de que dejasen el
lugar. A la mañana siguiente, antes de que el sol saliera, Rajab hizo
una declaración de fe:

—Yo sé que el SEÑOR les ha dado esta tierra, y por eso estamos
aterrorizados; todos los habitantes del país están muertos de miedo
ante ustedes. Tenemos noticias de cómo el SEÑOR secó las aguas
del Mar Rojo para que ustedes pasaran, después de haber salido de
Egipto. También hemos oído cómo destruyeron completamente a los
reyes amorreos, Sijón y Og, al este del Jordán. Por eso estamos
todos tan amedrentados y descorazonados frente a ustedes. Yo sé
que el SEÑOR y Dios es Dios de dioses tanto en el cielo como en la
tierra. Por lo tanto, les pido ahora mismo que juren en el nombre del
SEÑOR que serán bondadosos con mi familia, como yo lo he sido
con ustedes (Josué 2:9-12).
Los espías le dijeron a Rajab que atase un cordón rojo a su ventana
y que reuniese a toda su familia bajo su techo. Cuando llegó el
ejército israelita a destruir la ciudad, buscaron el cordón rojo y
rescataron a Rajab y toda su familia.

Esta historia me entusiasma mucho. ¡Nosotras también tenemos un


cordón rojo! Es Jesucristo, el Hijo único de Dios, cuya sangre
carmesí nos salva, nos protege y nos libera. ¿Sabes lo que es
maravilloso? Rajab no solamente fue salva de la destrucción, sino
que fue integrada a la familia de Dios y utilizada para su gloria.
Hasta se casó con un maravilloso hombre judío de nombre Salmón.
Quizás no hayas escuchado hablar de él, pero estoy segura de que
has escuchado hablar de su hijo, Boaz o de su nieto Obed, o de su
bisnieto Isaí, o de su tataranieto David.

No importa lo que hayamos hecho o de dónde provenimos, cuando


llegamos a Cristo y atamos el cordón rojo en la ventana de nuestro
corazón, Dios nos salva, nos da la bienvenida, y nos utiliza para su
gloria. Desafortunadamente, muchos creen que son perdonados,
pero no sienten que son lo suficientemente buenos como para ser
utilizados. Se mantienen como un espectador, mirando hacia
adentro de la ventana de una gran mansión, mientras que el gran
banquete se está llevando a cabo adentro. Sus estómagos gruñen
de hambre mientras que el padre corta el pavo y los sabrosos jugos
se deslizan en la carne cocida. Se les hace agua la boca, mientras
que la salsa cubre las papitas calientes y los ricos panecillos son
pasados de persona a persona.

Lo que no ven es que hay asientos vacíos, y que tienen justamente


sus nombres colocados en esos lugares de la mesa.

Tú has sido integrada a la familia de Dios y estás invitada a cenar en


la mesa de banquetes de tu Padre. No mires todo desde afuera. Ve
a la mesa y encuentra el lugar que te pertenece. Él te está
esperando. "Y desde entonces, Rajab y su familia viven con el
pueblo de Israel" (Josué 6:25).
Maniobras estratégicas
¿Observaste el tiempo en que ocurrió la ofensa de Steven al
comienzo de este capítulo? Yo estoy totalmente convencida de que
no fue simplemente un accidente que mi hijo fuera a parar a la
oficina del director al mismo tiempo que yo entregaba el manuscrito
para un libro sobre cómo educar a los hijos. Hasta puedo imaginar a
Satanás planeando y armando sus estrategias todo este tiempo.

—Bueno, muchachos. Vamos a tentar al hijo de Sharon, para que


haga algo malo, bien malo. Permitámosle que se salga con la suya
por unas semanas, pero luego, justo cuando ella esté por enviar por
correo ese horrible libro sobre educar hijos que tengan conciencia
de Dios, vamos a hacer que lo pesquen. ¡Va a ser tremendamente
devastador para ella! ¡Va a dejar el ministerio, va a dejar de hablar
de Jesús todo el tiempo y se va a callar la boca! ¡Vayan y empiecen
este trabajito! —debe haber dicho a sus demonios.

—¿Qué va a pasar con el hijo? —uno de los demonios debe haber


preguntado.

—No me importa el hijo. Es carne de cañón que estamos usando


para llegar a ella. Él es su punto más débil. Vamos a destruirla a ella
utilizando su hijo.

¿No te enoja esto? A mí me enoja mucho.

Como un experto manipulador, el tiempo de Satanás es siempre


impecable. Tal como los japoneses cuando bombardearon Pearl
Harbor en un plácido domingo por la mañana en diciembre de 1941,
nuestro enemigo trata de atraparnos en sus redes cuando menos lo
esperamos.

Probablemente todas recordamos la narración de Jesús ayunando y


orando en el desierto por 40 días antes de comenzar su ministerio
de tres años en la tierra. Cuando Jesús estaba más debilitado
físicamente, Satanás, el oportunista, lo tentó con comida y poder.
Jesús peleó con una poderosa espada de su parte: la palabra de
Dios. Luego de que Satanás fuese derrotado, se escurrió para
esperar otra oportunidad. La Biblia dice: "Así que el diablo, habiendo
agotado todo recurso de tentación, lo dejó hasta otra oportunidad"
(Lucas 4:13, énfasis agregado).

Satanás dijo: "¡Volveré!". Comprende esto. El objetivo de Satanás es


detenernos, enmudecernos y derrotarnos. Él es el que nos dice que
no estamos habilitadas debido a nuestras cicatrices. Pero, es Dios el
que nos dice que en nuestra debilidad somos hechas mucho más
fuertes.

Una llamada a un amigo


Como mencioné anteriormente en este capítulo, cuando
suspendieron a Steven de la escuela me debatí mucho entre si
debía o no renunciar al ministerio donde estaba sirviendo. Esta no
era una decisión que debía tomar por mí sola, y sentí que
necesitaba un consejo que tuviese en cuenta lo que Dios deseaba.
Llamé a Rod, el pastor de los jóvenes y sus padres, y le expliqué la
situación. —Rod, siento que tengo que renunciar. ¿Quién soy yo
para decir a otros cómo educar a sus hijos? —le expliqué.

—Sharon, déjame que te cuente una historia.

"Una noche, a eso de las 12:30 de la madrugada, recibí una


llamada; la clase de llamada que te hace sentir enfermo. Era un
amigo de la iglesia que me decía que mi hijo mayor y tres de sus
amigos estaban rodeados por la policía y los iban a arrestar por
destruir propiedad privada.

"Inmediatamente fui al lugar de la escena. Allí me encontré con


cuatro patrulleros de la policía, luces giratorias y cuatro muchachos
esposados y metidos en la parte trasera de los patrulleros. La policía
me explicó que los muchachos, por hacerse los vivos, habían
saltado el cordón de la vereda con el auto y habían decidido
manejar su jeep cuesta arriba por una colina en el club de natación.
Con las ruedas del auto habían arruinado la tierra y el césped. Un
vecino que los había visto llamó a la policía e insistió en que se
tomaran medidas y se los arrestara.

"Así que ahí estaba yo, el pastor de jóvenes de una de las iglesias
más grandes de la ciudad, con cuatro de mis alumnos de
secundaria, uno de ellos hijo mío, esposados y por ser procesados.
Los otros padres y yo tratamos de convencer a los policías de que
no era necesario arrestarlos por lo ocurrido, pero ellos no tenían
alternativa. Tenían que continuar todo el trámite dado que el vecino
deseaba presentar cargos en contra de ellos.

"Los cuatro muchachos fueron llevados a la comisaría, se les


tomaron las impresiones digitales y sus fotografías. Los pusieron en
celdas hasta que fuesen entregados a la custodia de sus
respectivos padres. Tuvieron que dar disculpas públicamente al
comité vecinal, debieron escribir una carta pidiendo perdón, luego
debieron restaurar la tierra y el césped a su condición original y
hacer varias horas más de servicio voluntario en la comunidad.

"Como tú, me pregunté si debía renunciar a mi posición en el


ministerio. Era alguien muy visible en la comunidad, y yo era el
pastor juvenil para estos muchachos; un modelo para imitar. Se
suponía que mi familia debía estar en orden."

—¡Precisamente así es como me siento! —le contesté.

—Fui a hablar con nuestro pastor principal. Le expliqué la situación


y le pregunté si debía renunciar. Él dijo: "decididamente no", y me
aseguró que iba a orar por mi familia. Sospecho que su experiencia
al criar tres hijos propios jugó su parte en el consejo.

"Si bien no protegí a mi hijo de las consecuencias de su conducta,


tampoco lo abandoné. Hasta fui con los muchachos y supervisé la
restauración de la propiedad".
Rod me ayudó mucho ese día. No estaba avergonzado de sus
cicatrices, y me ayudó a ver que los errores de un hijo no
deshabilitan al padre para el ministerio... y tampoco deshabilitan al
hijo.

Rod mencionó tres cosas que le llegaron a la mente mientras estaba


parado observando las luces del patrullero de policía esa noche: su
reputación, la reputación de su hijo, y la reputación de Cristo. Es
interesante que esas sean las tres áreas en las que veo a Satanás
atacándonos para que nos sintamos deshabilitadas para servir.
¿Pero sabes qué?... sus tácticas están llenas de mentiras para
poder congelarnos en completa inactividad. Te sugiero que estemos
al lado de la luz de Cristo, y permitamos que el calor de su amor nos
descongele para que, de esa manera, comencemos a servir en los
ministerios en los que Dios nos ha llamado a servir y nos ha
equipado para ello.

El muchacho que no tenía piernas


Era el tercer partido del año para el equipo de fútbol americano de la
escuela secundaria de Coronel White en Dayton, Ohio. Luego de
que el equipo de esta escuela dejó los vestuarios en el medio
tiempo, los árbitros se acercaron a los entrenadores en los
costados.

El jefe Dennis Daly anunció:

—El número 99 no puede jugar más. No tiene zapatos, ni rodilleras


ni guardamuslos.

—¡Pero no tiene piernas! —exclamó el entrenador Earl White. —Lo


lamento. Son las reglas —dijo Daley.

El escritor deportivo Rick Reilly contó la historia de Bobby Martin en


un artículo de Sports Illustrated (Deporte ilustrado) titulado: "Todo un
hombre, a la mitad de su altura". Bobby Martin era la reserva de la
defensa interior y el encargado de cubrir al jugador que daba la
patada inicial. Bobby Martin nació sin piernas. Pero lo que le falta en
piernas, lo posee en coraje. Bobby corre con sus manos tan
rápidamente como sus compañeros lo hacen con sus piernas.
Puede hacer 215 flexiones en el gimnasio y tiene la esperanza de
postularse para formar parte del equipo de lanzamiento de pesas.

Mientras Bobby se sentaba en el banquillo dijo: "El árbitro me puede


mirar y ver que no tengo pies o rodillas. ¿Cómo puedo entonces
usar zapatos sin tener pies?".

"La regla es la regla", dijo el árbitro.

Reilly escribió: "¿Cómo se puede sacar de un partido a un chico que


no tiene piernas por no estar usando zapatos? ¿Puede uno sacar a
un muchacho sin brazos por no usar muñequeras? Y aunque,
imprevistamente este jovencito pudiese mostrar que tiene sus
zapatos, rodilleras y guardamuslos de acuerdo a la reglamentación,
¿dónde se supone que Bobby los lleve? ¿colgados de sus orejas?

"¿Hay acaso algo peor que un adorador inflexible del sonido del
silbato, que se autoenaltece y no puede ver más allá de su libro de
reglamentos a la realidad que se le presenta delante de los ojos?
¿Aunque esa 'situación' sea un chico de menos de un metro de
altura que pesa un poco más de 50 kilos, 49 de ellos de puro
corazón?".

Reilly también citó a un comentarista de radio que había estado de


acuerdo con el árbitro. "Las reglas dicen que tienes que llevar
zapatos y rodilleras; punto", había dicho el comentarista. "No puede
jugar. Tiene una incapacidad física. Hay ciertas cosas que la gente
con incapacidades no puede y no debe hacer. Una de ellas es jugar
al fútbol americano".

El entrenador White trató de explicar a los árbitros que Bobby había


pasado sus exámenes físicos, y tenía el permiso para jugar por
parte de sus médicos. Pero estos árbitros continuaban insistiendo:
"Podemos mostrarles el reglamento".

Para el siguiente partido, el entrenador White había logrado obtener


una carta de la Asociación Atlética de las Escuelas Secundarias de
Ohio en las que se indicaba que los oficiales estaban equivocados y
que Bobby podía continuar jugando3.

Volvamos a la pregunta de Reilly: "¿Hay acaso algo peor que un


adorador inflexible del sonido del silbato, que se autoenaltece y no
puede ver más allá de su libro de reglamentos a la realidad que se
le presenta delante de los ojos?". Yo no sé si te ha pasado, pero yo
he visto en mi vida a algunas personas en nuestras congregaciones
religiosas que son adoradoras del silbato, inflexibles,
autoenaltecidas que no pueden ver más allá de sus preciosos libros
de reglamentos, para considerar a la criatura de Dios arrepentida,
quebrantada y dolorida que se encuentra parada delante de ellos.
Siempre va a haber árbitros religiosos que van a tratar de que un
pecador arrepentido no entre en el campo de juego. Va a haber
siempre fariseos modernos que van a preferir ver a mujeres
similares a Tamar mantenerse en la oscuridad y fuera de la mirada
pública.

Pero, amiga, Dios no nos llama a participar en el juego de la vida


para que nos sentemos en el banquillo al costado del campo. ¡Nos
llama a meternos en el partido! ¿Y para aquellos árbitros que
desean decirnos que estamos deshabilitadas? Nuestro entrenador
tiene una carta en su bolsillo. El creador del universo dice que
hemos pasado los exámenes requeridos y estamos habilitadas para
jugar.

DOCE
Revelando la verdad

Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como


en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su
semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el
Espíritu. 2 CORINTIOS 3:18

Nunca imaginamos que eso nos iba a suceder a nosotros. Ni en


nuestra más loca imaginación pensamos que fuera posible. ¿Por
qué íbamos a pensarlo? Todo nos iba bien. Lo teníamos todo: un
matrimonio "perfecto", tres hijos hermosos, un ministerio televisivo
que nos hacía sentir realizados y que daba frutos y, más que nada,
un profundo amor por Jesús. La vida para nosotros era un viaje
emocionante lleno de propósito y gozo. Nuestro rumbo estaba
establecido y nuestro camino parecía seguro. El pronóstico: aguas
calmas en el futuro. La infidelidad no era siquiera una nube en el
horizonte, y no había de ello el menor vestigio en nuestros espíritus.
O por lo menos así pensábamos. Pero, sin nosotros saberlo, estaba
encaminada hacia nosotros, volando bajo de nuestro radar, lista
para atacar arteramente y tomarnos por sorpresa —Audrey

Audrey y Bob tenían un gran matrimonio y un ministerio creciente.


Ella había nacido en un hogar piadoso donde sus padres amaban y
obedecían a Dios. Una vida de educación cristiana le había dado a
Audrey convicciones firmes y la había provisto de una estabilidad
que daba por descontado. Habían estado casados 16 años y tenían
tres hijos maravillosos. Pero algo sucedió que conmovió ese mundo
perfecto para siempre.

"Debiera haberlo visto venir, pero no fue así.Mi confianza en mi


propia inmunidad es lo primero que me dejó completamente
vulnerable ante la infección. Mi orgullo por tener un matrimonio
'excepcional' es lo que cegó por completo mi percepción" dijo
Audrey.

Todo comenzó muy gradualmente, como una pequeña nube que se


formaba a la distancia. Audrey conoció un hombre que la inundó de
atención, admiración y generosas expresiones de aprecio. Luego de
un corto tiempo, Audrey comenzó a necesitar, como una adicción,
esos cumplidos y afirmaciones. Una vez que la puerta de su corazón
estuvo abierta y el "anzuelo" entró, el pecado la comenzó a desviar,
lenta pero implacablemente, del camino correcto a un sendero falso
de mentiras y autoengaño. Primero cedió en una cosa, luego en
otra, y en otra, engreídamente confiada de que podía controlar este
mundo secreto.

Lo que comenzó como un "inocente" flirteo creció hasta ser una


relación emocional. Y no pasó mucho tiempo en que este juego
emocional tuvo que manifestarse en una relación física. Audrey
pensó que conocía la voz del enemigo, pero de alguna manera
sucumbió a sus seductoras mentiras. "No es gran cosa", susurraba
Satanás. Y, casi sin darse cuenta, ella entró en las negras aguas del
autoengaño y el adulterio.

"Creo que nunca supe lo que era el verdadero dolor" explicaba


Audrey "hasta el día en que confesé mi adulterio, y enfrenté la
reacción estremecedora de la persona a quien más amaba. La
marejada inmensa de incredulidad, de horror y enojo amenazó con
envolverme por completo y ahogar mi vida. En ese momento,
comencé a comprender lo que era el dolor —el dolor de Bob y mi
dolor— y tuve por primera vez una fugaz comprensión de la
magnitud de mi pecado".

Cuando Audrey confesó su adulterio a Bob, su esposo, este


respondió con indignación, incredulidad y horror. Su vida, que
consideraba casi perfecta, comenzó a derrumbarse a sus pies.

"Yo sabía que lo que había hecho estaba mal", admitió Audrey. "Por
eso fui y confesé todo a Bob. Si hubiera mantenido mi silencio,
nadie hubiera sabido; excepto Dios y yo. Pero necesitaba sentirme
liberada; yo quería sentirme liberada. Por tanto, la confesión era mi
única opción. El contar mi pecado era la única manera de regresar
del peligroso desvío por el que me había aventurado".

¿Cómo se sintió Bob? Permitámosle a él que nos lo cuente.


"CuandoAudrey me contó que me había sido infiel, fue como si
alguien me pegase en el estómago.Mi primera respuesta
instantánea fue no creerle: No, esto no puede estar sucediendo. No
debo haber escuchado bien. Debo haber malinterpretado lo que dijo;
seguramente no dijo lo que creo que me dijo. Cuando tomé
conciencia de la realidad —cuando bien dentro de mi ser me di
cuenta de que era verdad—fue devastador. ¿Cómo pudo suceder
esto? ¿Qué me había hecho Audrey? ¿A nosotros? ¿A nuestro
matrimonio? ¿A nuestros hijos? ¿A nuestro futuro? De pronto ya no
supe más dónde estaba parado. Ya nada tuvo sentido. Toda la
escena era como de una de esas películas surrealistas. A medida
que mis preguntas surgían, también afloraba mi enojo. Necesitaba
hacer algo, y rápido, pero no sabía qué. Finalmente, salí del cuarto,
simplemente, dejando a Audrey sola con esta bomba que había
tirado en el medio de nuestro matrimonio. Necesitaba tiempo para
estar solo y hacer… ¿qué?".

Bob hubiera podido dejar a Audrey sin miramientos. Pero algo


dentro suyo lo hizo pelear por su matrimonio. Inmediatamente
buscaron consejo con alguien que amaba y obedecía a Dios, y
comenzaron a juntar las piezas rotas de sus vidas para recomenzar.
Fue extremadamente doloroso; como juntar trozos de vidrio roto con
afiladas puntas. La repercusión del pecado de Audrey la catapultó
de cabeza en un "campo de muerte y destrucción"1 e iba a
necesitarse la ayuda de un Dios de milagros para poder salir de todo
esto.

Durante el proceso de curación, Bob y Audrey se comprometieron a


orar el uno por el otro cada día. Todos hemos escuchado las
estadísticas que indican que uno de cada dos matrimonios en los
Estados Unidos de América (50 por ciento) termina en divorcio, aún
entre aquellos que asisten a la iglesia regularmente. Pero hay un
hecho que se conoce poco: De acuerdo a una encuesta Gallup, para
las parejas cristianas que oran juntas diariamente, el promedio de
divorcio disminuye a una pareja de cada 1.152; un .011 por ciento2.
El camino de Audrey y Bob hacia la sanidad y restauración no fue
nada fácil. En este trayecto tuvieron que enfrentar un embarazo
como resultado del adulterio, tres mudanzas, y los problemas de sus
hijos que tuvieron que recorrer este tortuoso camino con sus padres.
Enfrentaron el desdén público de otros cristianos, acusaciones de
estar deshabilitados para el ministerio, y la condenación de aquellos
que no podían aceptar que la gracia de Dios y su perdón también
eran para ellos. Pero ambos decidieron que no iban a esconder su
problema.

Bob y Audrey aparecieron en el programa de televisión fundado por


el padre de Audrey It's a New Day (Es un nuevo día). Fue un
momento sumamente difícil para esta pareja, pero ellos abrieron las
puertas de este gran dolor para que el mundo pudiera ver. Sí, hubo
emociones mezcladas. La mayoría se regocijó en lo que Dios había
hecho para traer a Audrey al punto del arrepentimiento, a Bob a un
lugar de perdón, y a su matrimonio a un lugar de restauración y
sanidad. Pero, como el hermano mayor que no recibió con alegría a
su hermano pródigo al regresar a la casa paterna, hubo quienes no
aceptaron a Bob yAudrey. Hubo aquellos que consideraron que con
lo sucedido Audrey estaba deshabilitada para siempre para servir a
Dios en el ministerio. Otros se sintieron celosos de ver que ellos
podían ser felices luego de este trauma. Y también hubo otros que
sintieron que Audrey no merecía ser perdonada y restaurada.

Como dije anteriormente, el hermano mayor no estaba feliz cuando


el hermano menor regresó a casa. Fue invitado a la fiesta, pero no
quiso participar de ella.

¿Valió la pena el hacer público todo el problema y exponer sus


cicatrices? ¡Ambos dirían un resonante sí!

Yo omití contarles cómo y dónde conocí a Bob y Audrey. Estábamos


compartiendo el vehículo que nos llevaba a una entrevista televisiva
donde iban a compartir su historia de redención y restauración. Yo la
llamo La nueva letra escarlata de Dios... P de Perdón. Su historia es
un testimonio de esperanza para otros de que se puede sobrevivir
un adulterio o algún otro gran problema en un matrimonio.

Hoy, Bob y Audrey Meisner viajan alrededor del país hablando en


conferencias para matrimonios, y observan a Dios restaurar
matrimonio tras matrimonio. Su familia está sana e intacta. Ellos
ayudan a contestar preguntas duras como: ¿Cómo puedes volver a
encontrar el amor perdido? ¿Cómo puedes salvar a un matrimonio
devastado por la infidelidad y la traición? ¿Cómo puedes proteger a
un matrimonio del ataque determinado de un enemigo implacable?
¿Cómo puede un matrimonio no solamente sobrevivir sino también
florecer en medio de esta cultura que no tiene la menor idea de la
naturaleza del amor verdadero?

Ellos pueden decirles a hombres y mujeres que deben buscar la raíz


del amor verdadero en su fuente sobrenatural, no porque lo han
leído en un libro sino porque ellos mismos han estado al borde del
abismo y han logrado regresar. Ellos han experimentado el dolor de
la infidelidad y el toque sanador deAquel que es siempre fiel.
(Puedes conocer más de la historia de Audrey y Bob en su libro
Marriage Undercover [Matrimonio encubierto]).

Revelando la verdad
Un día estaba hojeando mi periódico local y noté que había un
calendario de eventos para la semana. Por primera vez miré la lista
para ver lo que estaba pasando en mi linda ciudad. Me golpeó una
triste realidad y comencé a contar. En esa sola semana, 146 grupos
de apoyo tenían reuniones programadas. Había de todo, desde
"Alcohólicos anónimos" a "Codependientes anónimos" hasta "Apoyo
a los adictos a comer demasiado". Luego, en el costado, había una
nota que decía: "Si usted está buscando un grupo de apoyo que no
está en esta lista, puede llamar a...". Una vez más pensé en cuán
desesperadamente la gente necesita apoyo y aliento, y cómo va a ir
a cualquier lugar para encontrarlo. Lamentablemente, la gente
busca ayuda fuera de la iglesia debido a que muy pocos de nosotros
estamos dispuestos a admitir que tenemos o hemos tenido un
problema.

Para poder revelar una cicatriz debemos poner nuestro orgullo a un


costado, debemos quitarnos la máscara y debemos ser reales. El
proceso implica morir a nuestro orgullo egoísta que nos quiere
convencer de que debemos mostrarnos más felices, más sanos o
más santos de lo que realmente somos. Jesús dice: "...si el grano de
trigo no cae en tierra y muere, se queda solo. Pero si muere,
produce mucho fruto. El que se apega a su vida la pierde; en
cambio, el que aborrece su vida en este mundo, la conserva para la
vida eterna" (Juan 12:24, 25).

Cuando tomamos la semilla de nuestro propio testimonio y la


plantamos en la tierra del corazón herido de otra persona, va a
producir fruto de sanidad para aquellos que más lo necesitan: esas
almas heridas que se sienten como si fueran las únicas personas
que han experimentado ese dolor o fracaso.

En Brokenness – The Heart God Revives (Quebrantamiento; el


corazón que Dios reaviva), Nancy Leigh DeMoss dice lo siguiente
acerca del grano: "Puedo tomar un grano de trigo y limpiarlo,
ponerlo en un hermoso plato de porcelana china en mi salón
comedor, puedo iluminarlo, tocarle música, orar por él ¿y qué va a
pasar? ¡Absolutamente nada! Va a continuar allí 'solo'. ¿Qué debe
suceder con el grano para que lleve fruto? Debe enterrárselo en la
tierra y debe morir... Luego —después de haber 'muerto'— va a
echar raíces, y los brotes de nueva vida van a comenzar a
asomar"3.

Luego continúa diciendo: "Con toda nuestra charla sobre la


adoración, unidad, reconciliación, amor y el poder de Dios, hemos
pasado por alto el ingrediente esencial que hace posible estas
cosas. Creo que el regreso a esta verdad —la necesidad de
quebrantamiento y humildad— es el punto de partida para
experimentar el avivamiento que necesitamos tan
desesperadamente en nuestra vida, nuestros hogares y nuestras
iglesias"4.

Cuando revelamos la verdad que ha sido escondida como un tesoro


bajo la tierra, va a haber algunos que van a desdeñar y a burlarse.
Y, lamentablemente, muchos de ellos van a ser miembros de
iglesias llevando la Biblia en sus manos; "agentes del poder
religioso" 5.

Cuando guardamos silencio


¿Qué nos sucede cuando nos callamos acerca del dolor en nuestro
pasado? Una cosa, por seguro: no desaparece. Escuchemos lo que
el rey David tenía para decir acerca de su silencio: "Mientras guardé
silencio, mis huesos se fueron consumiendo por mi gemir de todo el
día. Mi fuerza se fue debilitando como al calor del verano, porque
día y noche tu mano pesaba sobre mí. Pero te confesé mi pecado, y
no te oculté mi maldad. Me dije: 'Voy a confesar mis transgresiones
al SEÑOR', y tú perdonaste mi maldad y mi pecado" (Salmo 32:3-5).

Varios estudios han demostrado que el contar un secreto, ya sea a


una persona amiga, a una persona amada, o a un virtual extraño,
puede ser bueno para tu salud. "El abrirse a otra persona ha
demostrado repetidamente que aumenta el sistema inmunológico de
uno y reduce la vergüenza y sentido de culpa", dice el doctor James
W. Pennebaker, doctorado en psicología y autor de Opening Up
(Abriéndose a otros)6. Hasta hay una página en Internet donde la
gente puede escribir sus secretos en postales para que los
muestren anónimamente.

Cuando estamos verdaderamente arrepentidas, humilladas y


quebrantadas, no nos importa realmente quién sabe de nuestras
cicatrices porque no tenemos nada que perder. Y aquellas personas
que escuchan nuestras historias de redención tienen mucho por
ganar. Brennan Manning escribió: "El vivir por gracia significa
reconocer toda la historia de mi vida, las partes iluminadas y las
partes en la oscuridad. Al admitir mi parte sombría, yo aprendo
quién soy y lo que la gracia de Dios significa verdaderamente"7.
Aquí es necesaria una nota de precaución. Mientras que la
confesión es "buena para el alma", como muchos han dicho, no
significa que debemos ir por todos lados diciendo lo que se nos
ocurra a cualquier persona. Luego de tener esta explosión
emocional puede que podamos decir "me saqué este peso de
encima", pero puede que hayamos puesto una pesada carga en los
hombros de la otra persona. Ten cuidado a quién y qué cosas
compartes con otros.

La mirada del amor


A menudo, en los retiros femeninos, se me acercan las mujeres en
las que el dolor de la vergüenza y la derrota han hecho estragos. El
manto invisible de vergüenza que visten es tan pesado que lo
arrastran por el suelo y las tira abajo. Frases tales como "si
solamente supieras", "no podría contarle a nadie", "lo que hice fue
horrible", y "soy tan falsa" abundan en las conversaciones.Ysi bien
la herida puede haber sucedido muchos años atrás, para ellas es
como que los hechos sucedieron hace apenas un momento.

Gina es una de estas mujeres. Absolutamente adorable como


persona. Una mujer pequeña con ojos color del chocolate, una
hermosa sonrisa, y hermoso pelo ondeado. Pero mientras
estábamos bajo la cruz al final de la sesión principal, una sesión en
la que clavamos nuestras cargas y errores del pasado a una cruz de
madera, vi que esos enormes ojos marrones estaban rojos de tanto
llorar y que su manto de vergüenza estaba apretujado a sus pies.

—Gina, ¿quieres hablar de esto? —le pregunté mientras observaba


que otras mujeres dejaban la sala. —No puedo. Tengo mucha
vergüenza —lloró. —¿Quieres contarme? —Sí, tengo que
contárselo a alguien. Quiero contártelo a ti, pero tengo miedo. No se
lo he dicho a nadie —continuó ella. —Salgamos afuera —le dije
mientras la guiaba a dos sillas mecedoras que miraban hacia la
cadena de las grandes montañas Smoky.
En la siguiente hora, Gina volcó todo su corazón en la historia.

Estando en la escuela secundaria, su madre volvió a casarse. No


pasó mucho tiempo hasta que el padrastro comenzó a hacer
avances sexuales hacia Gina. La madre o no veía lo que pasaba o
no quería admitir la verdad. El único recurso que Gina tuvo fue
escaparse; así que se fue de la casa. Sin dinero. Sin un lugar
seguro a donde ir. Nadie que la ayudase. Sin amigas.

—No tenía donde ir. No contaba con suficiente dinero como para
poder alquilar un departamento. Pero luego encontré esta mujer que
parecía preocuparse por mí. Me contó de una manera de poder
hacer dinero, más dinero de lo que podía hacer trabajando por un
jornal mínimo. Aunque al principio me pareció repulsivo, me dijo que
me iba a acostumbrar en poco tiempo.

—¿Qué es lo que te sugirió que hicieras? —pregunté temiendo lo


peor.

—La prostitución —dijo sollozando—. No me acostumbré a ello. Y


cada vez que lo hacía es como que moría una parte de mí. No lo
hice por mucho tiempo, solamente unas pocas veces, pero no he
podido olvidarme de la vergüenza y lo sucia que me sentía. Aunque
ahora estoy casada, tengo dos hijos, y tengo una hermosa vida, aún
me siento sucia. Todo esto pasó hace tiempo, pero yo siento como
que fue ayer. Nadie lo sabe. Mi esposo no lo sabe. Siempre me dice
que soy preciosa para él. Si lo supiese, esto lo mataría.

Hablamos por largo rato acerca del perdón de Dios, acerca de cómo
Dios no condenó a la mujer encontrada en adulterio sino que la
perdonó y le dijo que se alejara de ese estilo de vida en pecado, y
de lo que Dios nos ofrece en la cruz: un nuevo comienzo. Gina
sabía mucho de todo esto en su cabeza, pero le costaba creer en su
corazón que fuera tan fácil.

Luego de nuestra conversación le pregunté: —¿Estás contenta de


habérmelo contado?

—Sí. Principalmente porque la manera en que me estás mirando


ahora no se diferencia de la manera en que me estabas mirando
antes de contártelo.

Ah, mi querida, eso mismo hace Jesús. Nos mira con el mismo amor
después del hecho que antes. Y yo creo que nos vamos a
sorprender al ver que otros a nuestro alrededor nos van a mirar con
el mismo amor y compasión cuando revelemos nuestras cicatrices
del pasado. Es Satanás quien nos dice que vamos a ser
condenadas, porque no desea vernos liberadas.

Puede que haya algunas almas que nos juzguen o nos condenen,
pero ¿sabes qué? Eso no importa. "¿Quién acusará a los que Dios
ha escogido? Dios es el que justifica" (Romanos 8:33). Hermana, ya
estás justificada, santificada y purificada. ¡Ahora todo lo que
necesitas hacer es creerle a Dios para tener el poder y sentirte
fortalecida!

Veamos cómo trata Jesús a los que tienen espíritu de condenación:

Pero Jesús se fue al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó


de nuevo en el templo. Toda la gente se le acercó, y él se sentó a
enseñarles. Los maestros de la ley y los fariseos llevaron entonces a
una mujer sorprendida en adulterio y poniéndola en medio del grupo
le dijeron a Jesús:

—Maestro, a esta mujer se le ha sorprendido en el acto mismo de


adulterio. En la ley Moisés nos ordenó apedrear a tales mujeres.
¿Tú qué dices? Con esta pregunta le estaban tendiendo una
trampa, para tener de qué acusarlo. Pero Jesús se inclinó y con el
dedo comenzó a escribir en el suelo. Y como ellos lo acosaban a
preguntas, Jesús se incorporó y les dijo:

—Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera


piedra. E inclinándose de nuevo, siguió escribiendo en el suelo. Al
oír esto, se fueron retirando uno tras otro, comenzando por los más
viejos, hasta dejar a Jesús solo con la mujer, que aún seguía allí.
Entonces él se incorporó y le preguntó:

—Mujer, ¿dónde están? ¿Ya nadie te condena? —Nadie, Señor. —


Tampoco yo te condeno.Ahora vete, y no vuelvas a pecar (Juan 8:1-
11).

Una mujer lo cuenta todo


¿Recuerdas a la mujer junto al pozo de agua? Fue una mujer que
pasó de esconder sus cicatrices a mostrarlas como si fueran
carteles de neón que decían "¡PERDONADA! ¡PERDONADA!".
Volvamos al pozo de agua y recordemos la historia.

Luego de que Jesús pasó un tiempo ministrando en Judea, decidió


regresar a su ciudad natal en Galilea. La mayoría de los judíos
respetables cruzaban el río Jordán y viajaban junto a la orilla del
lado este del río para evitar tener que pasar por Samaria. Los
samaritanos eran una raza mixta pues se habían casado con
gentiles, y los judíos no querían tener nada que ver con ellos. Pero,
Jesús "tenía que pasar" (Juan 4:4) por Samaria, no debido a la
geografía sino porque su Padre lo había enviado para un encuentro
divino.

Jesús se adelantó a los discípulos y llegó al pozo de Jacob mientras


que los doce iban a la población para comprar comida. Cansado y
sediento, Jesús se sentó al borde del pozo. Luego de unos
momentos, una mujer samaritana vino a sacar agua del pozo para el
día. Tradicionalmente, las mujeres de la aldea venían a buscar agua
muy temprano por la mañana o al final del día para evitar el calor del
sol. No fue así con esta mujer en particular, ya que no quería
relacionarse con las otras mujeres, o quizás ellas no querían
asociarse con ella. Estaba cansada de las miradas penetrantes, los
silbantes susurros, y las miradas de costado que le echaban. Para
ella, era más fácil de soportar el sol ardiente que el desdén de los
habitantes de la aldea. Por eso venía al pozo al mediodía. Ella
estaba avergonzada de sus cicatrices... y con justa razón.

Cuando iba a meter su cántaro en el pozo, Jesús le pidió: —Dame


un poco de agua (Juan 4:7). La mujer se sorprendió de ver que
Jesús le hiciera tal pedido. —¿Cómo se te ocurre pedirme agua, si
tú eres judío y yo soy samaritana? (versículo 9).

No era inusual para un viajero sediento el pedir un trago de agua


fresca, pero lo escandaloso era que un judío mantuviese en público
una conversación con una mujer, especialmente una samaritana.
Era algo nunca visto que un rabí judío bebiese de la misma taza de
un samaritano; ya fuera hombre o mujer.

La respuesta de ella debe haber tenido algo de sarcasmo, pero


Jesús no permitió que eso lo desviara de su misión. Él estaba
interesado más en ganar a la mujer que en ganar un argumento.

—Si supieras lo que Dios puede dar, y conocieras al que te está


pidiendo agua —contestó Jesús—, tú le habrías pedido a él, y él te
habría dado agua que da vida... Todo el que beba de esta agua
volverá a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré, no
volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él esa agua se
convertirá en un manantial del que brotará vida eterna (versículos
10, 13, 14).

Agua viviente. No tener sed nunca más. El solo pensamiento de no


tener que regresar al pozo y enfrentar los murmullos de los
habitantes de la aldea fue suficiente como para hacerla prestar
interés. Pero Jesús tenía mucho más que agua para su sediento
cuerpo; él ofrecía satisfacción para su alma sedienta.

La mujer le dijo

—Señor, dame de esa agua para que no vuelva a tener sed ni siga
viniendo aquí a sacarla. —Ve a llamar a tu esposo, y vuelve acá —le
dijo Jesús.—

No tengo esposo —respondió la mujer. —Bien has dicho que no


tienes esposo. Es cierto que has tenido cinco, y el que ahora tienes
no es tu esposo. En esto has dicho la verdad (Juan 4:15-18).

Jesús le hablaba como si la mujer importara. Y en verdad era


importante.

La Luz del Mundo había revelado sus zonas más oscuras. Fue
increíble para ella el ver que Jesús podía ver a través de ella, como
si la hubiese visto todos los días de su vida. Ella le creyó cuando él
dijo que era el Mesías. Toda su vida había buscado satisfacción.
Había ido de un hombre a otro, pero su corazón continuaba tan
vacío como el cántaro de agua que llevaba en sus brazos. Sin
embargo, fue en este preciso día que ella conoció al único ser que
iba a satisfacer toda su añoranza. Corrió a la aldea en plena luz del
día para contar a todos acerca de este hombre que le había dicho
todo acerca de ella (versículo 29). Ya no estaba avergonzada de sus
cicatrices, sino que las mostró y llevó a una aldea entera a Cristo.

Como dijera Margaret Lee Runbeck una vez: "No hay poder en la
tierra más formidable que la verdad". Esto se aplica a Jesús, quien
es la verdad, y a nosotras cuando revelamos la verdad.

Comencemos con una


Quizás hay algunas partes de tu vida que sientes que Dios te llama
a compartir. ¿Dónde comenzar? ¿Puedo hacer una sugerencia?
Comienza con algunas amigas que son confiables; que te aman
pase lo que pase.

Dios nunca pretendió que fuéramos por la vida solos. Como ya


hemos visto, cuando creó al hombre dijo: "No es bueno que el
hombre esté solo" (Génesis 2:18). De la misma manera, no es
bueno para ninguna de nosotras vivir la vida en soledad. Nos
necesitamos las unas a las otras. Al haber creado Dios
primeramente al hombre y a la mujer, su intención es que vivamos
en comunidad los unos con los otros y con él.

Hay una escena muy graciosa en la película Cocodrilo Dundee. Él


se encuentra en una fiesta en Nueva York con su nueva amiga Sue.
Ella presenta a Dundee a un psiquiatra, y Dundee está confundido
acerca del rol de este tipo de médico.

—¿No tienen psiquiatras en Australia? —pregunta Sue. —No.


Simplemente tenemos "compañeros" (usando el término australiano
"mates" para "amigos") —contestó.

Como mujeres, las relaciones se dan naturalmente; entonces


tomemos ventaja de esta habilidad que nos ha dado Dios para nutrir
relaciones y compartir nuestros dolores secretos y nuestra sanidad.
En un artículo por Melissa Healy, ella nota:

Las mujeres son guardianes de los secretos de otras mujeres, son


estimulantes cuando la confianza vacila, son coconspiradoras en las
aventuras de la vida. A través de la risa, las lágrimas y un imparable
río de conversación, se mantienen bien, y hasta se mejoran unas a
otras. Ahora, el poder de las amigas está comenzando a mostrar
sus secretos a la ciencia. Para las mujeres, la amistad no solamente
es primordial, también protege. Logra amortiguar la dureza de
ciertas transiciones en la vida; nos ayuda a bajar la presión
sanguínea, aumenta nuestra defensa inmunológica y promueve la
salud. Puede que ayude a explicar uno de los misterios de la ciencia
médica: cuál es la razón por la que, en promedio, las mujeres tienen
menores porcentajes de enfermedades del corazón y una
expectativa de vida más larga que los
hombres...
Con seguridad, las amistades —ese sentimiento de estar conectada
a un grupo que nos apoya— afectan profundamente la salud de
ambos sexos, de acuerdo a los investigadores. Aquellos hombres y
mujeres que experimentan soledad mueren antes, se enferman más
a menudo y enfrentan las transiciones de la vida con mayor
desgaste físico que aquellos que dicen tener un grupo de apoyo en
sus amistades y su familia8.

Healy nos cuenta lo que Suzanne Dragge, de 82 años, comenta:


"Con las mujeres, tú puedes desnudar tu alma. Uno no hace eso
con el esposo, y ellos no lo hacen contigo". Ella y su amiga Connie
Smith, de 85 años, han contado innumerables ofrendas en su
iglesia, se han contado chistes, y han pescado juntas por casi una
década. "¡Gracias a Dios por las amigas!", dice Suzanne9.

Así como Dios colocó a Rut con Noemí, a María con Elisabet, a
Jonatán con David, él nos da amigas con las que podemos
compartir nuestras vidas. No es bueno para el hombre o la mujer
estar solo.

Cuando recuerdo algunos de los mayores desencantos en mi vida,


el compartirlos con una querida amiga siempre ayudó a aliviar la
carga y me dio la perspectiva divina que la nube de lágrimas a
veces escondía. Cuando he compartido algunas de mis cicatrices y
dificultades, es en la mirada de una amiga que no me juzga donde
veo el reflejo de la compasión de Dios y su amor.

Una persona a quien amo inmensamente se encontró envuelta en la


seducción del pecado sexual. Yo quise ayudarla siendo una amiga
con la que ella pudiera desnudar su alma. Durante un almuerzo
consideré que era el lugar seguro para que ella mostrara su herida y
—yo esperaba— pudiese comenzar el proceso de sanidad para
llegar a tener una hermosa cicatriz después de tan difíciles
circunstancias.

A los pocos días de nuestro encuentro me escribió una nota.


Comparto esto contigo, no para recibir una palmadita de felicitación,
sino para mostrarte que al ser una de nosotras un lugar seguro para
que otra persona se sane, somos representantes de Cristo en un
mundo que es duro y no perdona:
Querida, querida Sharon:

El miércoles tuve el privilegio de almorzar con Cristo mismo. Su


misma esencia, espíritu, amor y carácter comieron conmigo,
escucharon a mi hambriento y empobrecido espíritu, y me dijeron:
"Yo te amo; sin condiciones. No hay NADA que puedas hacer que
provoque que yo te rechace como mi amiga apreciada".

Me reuní con Cristo, quebrantada, vacía y necesitada. Salí de ese


encuentro sintiéndome alimentada, nutrida y fortificada en su
verdad, y amada con un amor que NUNCA voy a olvidar.

Sharon, alabo a Dios por residir en tu persona, por su amor que


brota por los poros, y por su verdad que es honesta, directa e
inamovible. Oh, querida sierva de nuestro Señor Jesucristo, esta hija
suya le da muchas gracias por ti. Te amo.

¿Tienes una amiga así, que te va a amar no importan las


circunstancias en las que te encuentres? ¿Tienes a alguien con
quien puedes ser totalmente honesta? Puede que sí pero que no le
hayas dado una oportunidad a la transparencia. Si has escondido
tus cicatrices en lo más profundo de tu corazón, y están deseando
ser expuestas, yo te aliento a que cuentes tu historia.

"Cuando vamos por la vida aferrando, arañando, apretando y


tratando desesperadamente de retener aquellas cosas que
debiéramos dejar ir naturalmente, nos duele. Es como que nos
atamos en nudos. Nos sentimos constreñidas emocionalmente y
encerradas en nuestro dolor. Perdemos la libertad de movimiento en
nuestra vida y nos sentimos paralizadas"10.

C. S. Lewis dijo una vez: "Por su propia naturaleza, todo nuestro ser
es una vasta necesidad; incompleto, en preparación, vacío pero
repleto, clamando por Aquel que puede desatar aquellas cosas que
están anudadas y que puede atar todo aquello que todavía está
suelto". Muchas veces Dios utiliza a las amigas como el medio para
216 Tus cicatrices son hermosas para Dios pintar la belleza de
nuestras cicatrices en la paleta de colores de nuestra vida. Pueden
mostrar las sombras, el colorido, y los matices que a veces
olvidamos que se encuentran allí.

Honestamente
SheilaWalsh era un rostro conocido para aquellas personas que
veían programas de televisión cristianos. Era una artista popular y
coanimadora del programa El Club 700. Pero durante su tiempo
como animadora en este programa, algo anduvo mal. Sheila
comenzó a perder su concentración y a olvidarse de las preguntas
cuando hacía entrevistas. Sheila tuvo que enfrentar la verdad de
que estaba luchando con una depresión clínica severa, tuvo que
internarse en un hospital psiquiátrico en Washington, DC, y tuvo que
aprender a ser sincera.

Mientras estaba en el hospital, Sheila fue a un culto cristiano en el


que el pastor puso palabras a su problema.

"Hay algunos de ustedes aquí", comenzó el pastor, "que sienten que


están muertos. Es como si ya estuvieran enterrados bajo tierra,
mirando la tapa de su cajón mortuorio desde adentro. Esta mañana,
Jesús desea liberarlos. Lo que simplemente tienen que hacer es
hacer uso de la llave y pasarla por el pequeño cerrojo por donde ven
un pequeño haz de luz"11.

Sheila descubrió muchas verdades nuevas acerca de su verdadera


identidad durante los días y semanas que pasó en el hospital.
Principalmente, aprendió que no era su pasado el que la definía sino
un amoroso Dios que la llamaba su hija. ¿Pero estaba preparada
Sheila para revelar estas cicatrices a la audiencia que la había visto
tantas veces? Sí, lo estaba.

Sheila regresó a El Club 700, solamente que esta vez ya no era la


entrevistadora sino la persona entrevistada. Hubo cierto debate
sobre si debía contar a la audiencia acerca de su estadía en el
hospital psiquiátrico y de su lucha contra la depresión, pero ella
respondió: "Esta era la pura verdad, y yo necesitaba seguir
contando la verdad como mejor pudiera hacerlo".

Contó su historia, con los coanimadores Pat Robertson, Ben


Kinchlow y Terry Meeuwsen a su lado. En los meses que siguieron,
Sheila recibió y leyó más de 5000 cartas de televidentes que le
contaron sus propias historias. Estaba realmente sorprendida de ver
carta tras carta llenas de historias de gente batallando contra sus
propias depresiones o las de un ser querido. Sheila no se sintió ni se
siente avergonzada de sus cicatrices, y Dios la está usando para
llevar paz y propósito a otros con cicatrices propias.

En Honestly (Honestamente) Sheila nos alienta a que dejemos las


sombras en que nos encontramos y enfrentemos la verdad:

Cuando dejas las sombras y pones tus pies en la tormenta, puede


que por un tiempo te encuentres a merced de los vientos, pero
Cristo el Señor reina sobre el viento y las tormentas, y vas a salir
con una vida plena; no un mero susurro de lo que Dios nos ha
llamado a ser. ¡Hay tanto más en la vida que simplemente
sobrevivir! Dios desea que vivas, no simplemente que perdures de
un día para el otro. Podemos tratar en vano de mejorarnos a
nosotros mismos, pero solamente Aquel que nos ha creado conoce
el camino para nuestra sanidad12.

Prepárate para volar


Puede ser difícil revelar nuestras cicatrices, especialmente si las
hemos escondido bajo años y años de pretender. Pero un barco no
está destinado para el puerto, el águila no está destinada para el
granero, y un pájaro no está destinado a ser un huevo para siempre.
Y tú, mi amiga, no estás destinada a ser un tesoro que permanece
escondido en la arena.

En Cristianismo …¡y nada más!, C. S. Lewis dice:


Para un huevo puede que sea difícil convertirse en un pájaro; pero
sería mucho más difícil aprender a volar siendo un huevo. Ahora
somos como huevos. Pero no podemos permanecer siendo huevos
decentes y ordinarios en forma indefinida. O salimos del cascarón o
nos ponemos hueros13.

Cuando decides revelar la verdad y utilizar las cicatrices de tu


pasado para ser una bendición para otros, no vas a estar sola. Dios
va a estar contigo a medida que des un paso de fe, y el siguiente, y
el siguiente.

Respetando la vida de otros


Antes de comenzar el trayecto de revelar la verdad y utilizar
nuestras cicatrices para llevar el mensaje de sanidad a otros, hay un
importante filtro a través del cual deben fluir nuestras historias: el
amor. "Hagan todo con amor", nos dice Pablo en 1 Corintios 16:14.
Así que "pongámonos de rodillas", como diría un entrenador de
fútbol americano, y escuchemos.

Volvamos al mensaje del capítulo 2 por un instante. "Recuerda, la


historia de nuestra vida no es como un libro que se puede mantener
parado por sí mismo". No hay parte de nuestra historia que no
afecte o involucre a otra persona. Vivimos en comunidad y en
relación con otros seres humanos. La Biblia nos dice que
"respetemos" a otros (Levítico 19:3; 1 Pedro 2:17, 3:15). Dios no
desea que ministremos a expensas de otra persona. Si el motivo no
es el amor, entonces no glorifica en nada a Dios.

Por ejemplo, hay mucho de mi pasado que yo comparto y hay


mucho de mi pasado que no lo comparto. No porque esté
avergonzada, sino porque puede traer deshonra a otra persona. Lo
que sí comparto acerca de mi infancia, mi madre lo ha leído y lo
aprueba. Pero, como te digo, hay otras facetas y dificultades que yo
no hago públicas porque la información heriría a otros
profundamente.
En muchos de mis libros, hay hombres y mujeres que han
compartido ciertos trozos de sus vidas para alentar, equipar, y
capacitar o dar poder a otros. A menudo yo cambio el nombre de la
persona; nuevamente, la razón para hacer esto no es la vergüenza,
sino es debido a que el compartir las señas particulares de una
persona (su padre, por ejemplo), podría deshonrarlo.

Los tres hijos de Noé


Poco después de haber creado a las personas, Dios comenzó a
sentirse muy frustrado. "Al ver el SEÑOR que la maldad del ser
humano en la tierra era muy grande, y que todos sus pensamientos
tendían siempre hacia el mal, se arrepintió de haber hecho al ser
humano en la tierra, y le dolió en el corazón" (Génesis 6:5, 6).

Por eso Dios decidió quitar a la humanidad de la faz de la tierra por


medio de una gran inundación. A los únicos que dejó con vida
fueron a Noé, su esposa, sus tres hijos: Sem, Cam y Jafet, y sus
esposas.

Luego de 40 días y noches de lluvia y otros 354 días de esperar a


que bajaran las aguas, Dios dio la señal para que esta pequeña
banda de sobrevivientes abandonase el arca. La misión que ahora
tenían era esparcirse, poblar y dominar la tierra.

Una de las primeras cosas que hizo Noé fue plantar una viña. Un
día, celebrando el fruto de su trabajo con quizás demasiado del fruto
de su viña, Noé bebió vino hasta embriagarse y se desplomó en su
carpa... desnudo. Cam entró en la carpa, vio a su padre que yacía
desnudo, y salió corriendo a contárselo a sus hermanos.

—¡Eh, muchachos! —posiblemente les dijo—Vengan y vean a


nuestro padre. ¡Se ha emborrachado y está durmiendo su
embriaguez tan desnudo como el día en que nació!

Mientras Cam se mofaba de su padre y exponía su pecado, los


otros dos hermanos entraron cuidadosamente y lo cubrieron. De
manera tal de no deshonrar a su padre, los dos se cubrieron con un
manto, se lo echaron sobre sus hombros y caminaron hacia atrás
para no verlo y avergonzarlo más aún. Luego ellos dejaron caer el
manto sobre la desnudez de Noé (Génesis 6:20-23).

Cuando Noé despertó de su borrachera y se enteró de cómo su hijo


menor lo había expuesto y había difundido la noticia de su
borrachera, maldijo al muchacho y a su descendencia. Pero, en el
caso de sus otros dos hijos, los bendijo (Génesis 6:24-27).

Moisés bajó del monte Sinaí con lo que se ha dado en llamar los
Diez Mandamientos. Metido en el medio de "Acuérdate del sábado,
para consagrarlo" y "No mates", se encuentra el quinto
mandamiento: "Honra a tu padre y tu madre, para que disfrutes de
una larga vida en la tierra que te da el SEÑOR tu Dios" (Éxodo
20:12). Pablo nos recuerda que este es el primer mandamiento con
una promesa (Efesios 6:2).

El doctor Neil Anderson ha aconsejado a muchos hombres y


mujeres, y los ha guiado por el camino hacia el perdón. Como
primer paso les pide que escriban los nombres de las personas que
los han ofendido en el transcurso de sus vidas.

"De los cientos de personas que han completado esta lista en mi


oficina para asesoramiento" dijo el doctorAnderson "el 95 por ciento
ponen al padre y a la madre como números uno y dos. Tres de los
cuatro primeros nombres en la mayoría de las listas son parientes
cercanos"14.

No es nada raro que las cicatrices de nuestro pasado sean infligidas


por miembros de la propia familia. Esta es otra razón para respetar
la vida de otros cuando compartimos las historias.

La maestra de la Biblia Beth Moore a menudo menciona el hecho de


que fue victimizada cuando niña. Aún así, siempre ha permanecido
en las generalidades y nunca menciona el nombre del perpetrador
de esos hechos contra ella.

"Mi victimización no era constante pues quien lo hacía no tenía


acceso continuo a mí personalmente" dijo Beth en una entrevista
con la revista Today's Christian Woman (La mujer cristiana de hoy).
"Pero ciertamente fue suficiente como para arruinar mi vida en el
momento en que estaba tratando de descubrir quién era yo"15.

Cuando contamos nuestra historia, no necesitamos proveer todos


los detalles, especialmente aquellos que pueden exponer el pecado
del otro.

Puede que te interese saber que cada vez que cuento la historia de
alguien en uno de mis libros publicados, yo imprimo lo que he
escrito, lo envío a la persona a la cual me he referido, y le pido que
me dé permiso para compartir la historia. A veces volvemos sobre
una historia y sacamos algunos detalles. La mayoría de las veces,
retiramos elementos que pueden herir a algún familiar.

Nuevamente, el apóstol Pablo nos exhorta: "Hagan todo por amor"


(1 Corintios 16:14). Si exponemos el pecado de otros para ganancia
personal, y lo hacemos con un cierto dejo de amargura o enojo,
entonces no debemos llamar a esto un ministerio.

"Muestra respeto a todos" dijo Pedro (1 Pedro 2:17). Si vas a contar


tu historia en forma pública, asegúrate de que respetas la vida de
otros y permite que el amor sea siempre el principio que te guíe.
Cualquier otra cosa tiene olor a venganza.

Habiendo dicho esto, avancemos en nuestro empeño de revelar la


verdad, de no sentirnos avergonzadas por nuestras cicatrices, y de
compartir la esperanza y sanidad de Jesucristo.

TRECE
Liberando el poder que tienen nuestras cicatrices
Ellos lo han vencido por medio de la sangre del Cordero y por el
mensaje del cual dieron testimonio.
APOCALIPSIS 12:11

El título principal decía: "Mancha para un oficial de la marina;


acusado de asesinato en un tiroteo en Orlando".

Jason Kent era miembro del equipo de navegación a vela en alta


mar de laAcademia Naval de los Estados Unidos. Se suponía que
su amor por el agua lo iba a llevar esta semana al océano Pacífico y
a su primera responsabilidad como oficial a bordo de un barco
anclado en Honolulu. Pero posiblemente el joven teniente nunca
más vuelva a ver el mar. Pasa sus días en la cárcel del condado de
Orange esperando el juicio por haber sido acusado de asesinato en
primera instancia.

Como es un oficial y un caballero, Kent no va a decir una palabra


acerca del tiroteo que mató al exmarido de su esposa1.

Carol y Gene Kent son una pareja que personifican una radiante
vida cristiana. Carol ha dedicado su vida a amar a su esposo, criar
un hijo con valores divinos, y guiar a otras mujeres a que puedan
hablar con confianza acerca de su relación con Jesucristo a través
de seminarios denominados Speak Up with Confidence (Hable con
confianza).

El hijo de ambos, Jason (también conocido como J. P.), fue el sueño


de toda madre. En las palabras de Carol, él era un "joven centrado,
disciplinado, compasivo, dinámico y alentador que desea vivir por
aquellas cosas que realmente importan en la vida, un joven adulto
que se dedicó a servir a Dios y a su país a través del servicio militar
en la marina de los Estados Unidos de América"2.

Jason Kent amaba a la gente. Tenía una trayectoria estelar en la


secundaria, triunfó en los deportes y era presidente de la Sociedad
Nacional de Honores. Aparte, era voluntario para "Habitat para la
Humanidad", ayudaba a jóvenes estudiantes y donaba sangre para
la Cruz Roja toda vez que lo precisaban. Jason ganó un cinturón
negro en karate y era líder en el grupo juvenil de su iglesia. Había
sido un gusto poder criar a Jason. Nunca causó problemas ni les dio
a sus padres razones para preocuparse por algún proceder
incorrecto. Como estudiante en la Academia Naval de los Estados
Unidos, en Annapolis, Maryland, estudiaba arduamente y tenía
buenas notas. Era disciplinado tanto física como mentalmente y
soñaba con formar parte del equipo especial de la marina "SEAL".

Pero el 23 de octubre de 1999, algo hizo cortocircuito en la mente


de este hombre, y el mundo de Carol y Gene cambió para siempre.
J. P. apretó el gatillo de un revólver y mató a un hombre en el
estacionamiento de una tienda de comestibles.

¿Qué pasó en la mente de Jason? Nadie lo sabe con seguridad.


Cuando Jason se casó con una mujer que había estado casada
previamente, recibió dos hermosas hijastras. Hubo acusaciones de
abuso, y varios meses antes del tiroteo Jason descubrió que el
padre biológico de las niñas estaba buscando poder visitarlas sin
supervisión. Jason sintió que tenía que proteger a las niñas.

Carol y Gene estaban devastados. Dudaron de su capacidad como


padres y de la relación de ambos con Dios. Todo su mundo era un
tembladeral, y sintieron como que ninguna parte de sus vidas
continuaba en tierra firme. Carol se sintió "perdida en un mar con
marejadas de temor y desesperación"3.

En su libro When I Lay My Isaac Down (Cuando entregué a mi


Isaac) Carol nos lleva en un viaje que cubre los cuatro años desde
la llamada por la que se enteraron del arresto de Jason, pasando
por los días en que estuvo sentada durante el juicio que hizo que su
único hijo recibiera una sentencia de por vida sin oportunidad de
libertad condicional, hasta el presente en el que continúan tratando
de recomponer sus vidas totalmente deshechas. Al final, Carol y
Gene se dieron cuenta de que tenían que entregar a su Isaac para
el sacrificio.

"El entregar a nuestro Isaac fue la decisión más difícil que jamás
hayamos tenido que tomar. Parece algo arriesgado, torpe, poco
práctico, escalofriante y hasta ridículo. Pero nuestros corazones
saben que eso es lo que se debe hacer. Nos postramos en
adoración ante el Dios que nos ama mucho más que lo que nosotros
amamos a nuestro Isaac y abrimos nuestros puños. Y en el proceso
de dejar ir, nos sentimos inmensamente amados"4.

Carol llegó a una encrucijada en su ministerio y su carrera, así como


en su vida personal. Era una conferencista internacional. ¿Qué iba a
hacer con su ministerio? ¿Podría continuar? ¿Debía renunciar?

"Una de las tácticas más destructoras del Enemigo es la de


paralizarnos con nuestras propias heridas psicológicas en lo
emocional; llenarnos de tanto dolor y vergüenza que realmente nos
convencemos de que nunca más vamos a poder volver a
'levantarnos y caminar'", nos recuerda Carol5.

Carol y Gene lograron levantarse y caminar. No fue fácil pelear para


no rendirse a la depresión y la desesperación, enfrentar pérdidas
enormes y decidirse a seguir a Cristo a pesar de todo. Cada día
ellos continúan renunciando a tener control sobre el futuro de la vida
de su hijo: han entregado a su Isaac. Y el matrimonio Kent ha
descubierto el poder de sus cicatrices.

Carol explica:

Hay un territorio común de comprensión, perdón, aceptación y


sanidad cuando somos auténticos unos con otros. Cuando
contamos nuestras historias de lo que hemos enfrentado en este
peregrinaje que es nuestra vida, destruimos barreras y creamos un
lugar seguro para arriesgarnos a revelar allí la verdad. La intimidad
en nuestras relaciones se aviva cuando no seguimos
escondiéndonos detrás de la máscara de la negación, vergüenza,
culpa y deshonra. Somos simplemente nosotros; gente que ha
tenido algunos días buenos en la vida y gente que ha vivido algunos
días muy malos. Hemos dejado de pretender que todo "anda
perfecto" y que la vida es maravillosa. Cuando compartimos
nuestras historias unos con otros, encontramos una manera de
relatarlas sin fachadas y sin necesidad de impresionar. Podemos ser
sinceros. Esto nos trae una tremenda sensación de libertad...

Solía preguntarme cómo podía resultar algo bueno de rever los


detalles y revivir el dolor de una experiencia no deseada. Pero he
descubierto que hay un tremendo poder liberador cuando nos
animamos a hablar y comunicar nuestras historias personales con
honestidad y vulnerabilidad. Al hacerlo, estamos recordando a otros
que la vida es un peregrinaje impredecible para todos nosotros.
Suceden cosas malas, y el Enemigo trata de destruir nuestro
espíritu y nuestro sentido de propósito. Si podemos recordar que
estamos involucrados en una batalla espiritual —sin armas y sin
odios, pero con esperanza, fe, y gozo— entonces estamos
afirmando nuestra total seguridad en Dios y nuestro amor por él en
medio de nuestro dolor. La recompensa plena de gracia que
obtenemos es que nos encontramos envueltos en un amor firme,
íntimo y extravagante que continúa moviéndonos hasta entrar en el
corazón de la más grande aventura que podamos vivir"6.

Carol y Gene continúan dirigiendo la organización dedicada a


hablar, pero tienen una nueva pasión... Speak Up for Hope (Habla
por la esperanza); una organización sin fines de lucro que trata de
ser la voz de aquellos que no tienen voz en las prisiones de nuestro
país. Han descubierto y puesto en libertad el poder de sus cicatrices
para dar esperanza a los sin esperanza, aliento y fuerzas a los
cansados, sanidad a los matrimonios que se han visto divididos por
el encarcelamiento, y estabilidad mental, espiritual y hasta física a
los hijos de encarcelados.

La economía de Dios
¿Qué piensas cuando escuchas la palabra "poder"? Una de las
acepciones de la Real Academia Española para "poder" dice que es
"fuerza, vigor, capacidad, posibilidad, poderío". En el griego, idioma
original del Nuevo Testamento, la palabra es dunamis y significa
"aquello que manifiesta el poder de Dios"7. De allí proviene la
palabra "dinamita".

En la Biblia, Jesús dijo a sus discípulos que iban a recibir poder


luego de su muerte y de que el Espíritu Santo viniera a vivir en y a
través de ellos (Hechos 1:8). "Les conviene que me vaya porque, si
no lo hago, el Consolador no vendrá a ustedes; en cambio, si me
voy, se lo enviaré a ustedes" (Juan 16:7). En la mente de los
discípulos, esto no tenía sentido. ¿Por qué iba a ser mejor para ellos
que Jesús los dejara? ¿Cómo podía ser posible que tuviesen más
poder si él se iba?

Seguramente ésta no hubiera sido la forma en que los discípulos


hubieran planeado el reino de Jesús. Hasta Pedro —cuando Jesús
predijo su inminente sufrimiento, muerte y resurrección— dijo:
"¡Nunca Señor! ¡Esto nunca te va a suceder a ti!" (Marcos 9:32).
Ellos no entendían la economía de Dios: los primeros serán los
últimos, ganamos nuestra vida cuando morimos a nosotros mismos,
recibimos cuando damos, somos poderosos cuando somos débiles,
somos puestos en alto cuando nos humillamos frente a Dios.

En el primer sermón dado por Jesús que registran los Evangelios, él


comenzó con una lista de aparentes contradicciones:

Dichosos los pobres en espíritu, porque el reino de los cielos les


pertenece. Dichosos los que lloran, porque serán consolados.
Dichosos los humildes, porque recibirán la tierra como herencia
(Mateo 5:3-5).

En Brokenness – The Heart God Revives (Quebrantamiento; el


corazón que Dios reaviva), Nancy Leigh DeMoss nota lo siguiente
respecto a las palabras de Jesús sobre los pobres en espíritu:
Jesús vino para introducir una manera radicalmente diferente de
pensar acerca de la vida. En la lengua griega en que fue escrito
originalmente el Nuevo Testamento, hay dos palabras que Jesús
pudo haber utilizado para hablar de alguien "pobre". La primera
palabra sugiere a alguien que vive justo por debajo de la línea de
pobreza, alguien que siempre está teniendo que medirse y no
excederse para sobrevivir, alguien que lo logra, pero apenas. Esa no
es la palabra que utilizó Jesús. Él utilizó la otra palabra, que significa
pordiosero; una persona que es total y absolutamente indigente.
Este pordiosero no tiene ninguna esperanza de sobrevivir a menos
que alguien le extienda una mano y lo levante de sus circunstancias.

¿Qué está diciendo Jesús? Benditos los indigentes; aquellos que


reconocen que están en indigencia espiritual y en bancarrota. Ellos
saben que no tienen oportunidad de sobrevivir si no fuera por la
intervención de Dios en su misericordia y gracia8.

Considera estos versículos de las Escrituras que parecen


contradictorios:

• El que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su


servidor, y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de los
demás; así como el Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino
para servir y para dar su vida en rescate por muchos (Mateo 20:26-
28, énfasis agregado).

• Den, y se les dará; se les echará en el regazo una medida llena,


apretada, sacudida y desbordante. Porque con la medida que midan
a otros, se les medirá a ustedes (Lucas 6:38, énfasis agregado).

• El que recibe en mi nombre a este niño —les dijo—, me recibe a


mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió. El que es más
insignificante entre todos ustedes, ése es el más importante. (Lucas
9:48, énfasis agregado).

• Pero Dios escogió lo insensato del mundo para avergonzar a los


sabios, y escogió lo débil del mundo para avergonzar a los
poderosos. También escogió Dios lo más bajo y despreciado, y lo
que no es nada, para anular lo que es, a fin de que en su presencia
nadie pueda jactarse (1 Corintios 1:27-29).

• Pero él me dijo: "Te basta con mi gracia, pues mi poder se


perfecciona en la debilidad." Por lo tanto, gustosamente haré más
bien alarde de mis debilidades, para que permanezca sobre mí el
poder de Cristo (2 Corintios 12:9, énfasis agregado).

• Humíllense delante del Señor, y él los exaltará (Santiago 4:10,


énfasis agregado).

Tendemos a pensar que nuestras cicatrices impiden nuestro servicio


a Dios cuando a menudo sucede que son nuestras propias
cicatrices las que nos habilitan. A través de nuestra debilidad, él nos
fortalece. A través de nuestro morir, él nos brinda vida. A través de
nuestras heridas, él nos completa. Es cuando narramos y
mostramos, que se extiende y libera el poder de Dios.

Completando el círculo
En el libro de Éxodo, en elAntiguo Testamento, encontramos al
pueblo de Dios sirviendo como esclavos de los poderosos egipcios.
Debido a que los hebreos habían crecido en número, Faraón decide
hacer que los hebreos sirvan al pueblo egipcio como esclavos en la
esperanza de subyugarlos. Por 400 años el pueblo hebreo sirvió
bajo el látigo egipcio, hasta que un día Dios escuchó sus lamentos y
decidió liberarlos.

Los israelitas, o hebreos, vieron cómo Dios realizaba muchos


milagros para ellos: el río de sangre, el mal olor de los sapos, los
enjambres de mosquitos, la picazón de las pulgas, la muerte del
ganado, el dolor de los forúnculos, las tormentas de granizo, la
destrucción de las langostas, el manto de oscuridad, y la muerte de
los primogénitos; pero ninguna de estas plagas que Dios infligió
sobre los egipcios tocó a su pueblo elegido. Ellos se maravillaron
cuando Dios partió el mar Rojo para que pudieran cruzar por su
lecho sobre tierra seca, observaron maravillados mientras Dios
envió maná del cielo, y se alegraron cuando Dios hizo brotar agua
de la roca para que dejaran de tener sed. Por dos años Dios
proveyó para cada una de sus necesidades.

Pero cuando llegó el momento de entrar en la tierra prometida, los


israelitas tuvieron un momento de duda. Moisés envió 12 espías a
ver el lugar; para comprobar si realmente era la tierra de leche y
miel. Al regresar, los espías dieron el siguiente informe:

"—Fuimos al país al que nos enviaste, ¡y por cierto que allí abundan
la leche y la miel! Aquí pueden ver sus frutos. Pero el pueblo que allí
habita es poderoso, y sus ciudades son enormes y están
fortificadas... Comparados con ellos parecíamos langostas, y así nos
veían ellos a nosotros" (Números 13:27, 28, 33).

Pero no todos los espías estaban de acuerdo. Dos hombres, Josué


y Caleb, aseguraron al pueblo de que Dios ya les había entregado la
tierra prometida. Lo único que tenían que hacer era marchar y tomar
lo que ya se les había entregado en la mano.

Lamentablemente, el pueblo creyó el malvado informe de los diez


espías, en vez de creer las promesas de Dios. Debido a esta falta
de fe, Dios castigó al pueblo y no permitió que toda esa generación
entrara en la tierra prometida.Y, aunque los hebreos fueron liberados
de la esclavitud, vivieron el resto de sus días deambulando por el
desierto del descreimiento. Desafortunadamente, ese es el lugar en
el que muchos cristianos viven hoy; salvos del castigo del pecado
pero deambulando en el desierto debido a su falta de fe.

No fue hasta muchos años después, una vez que murió esa
generación de hebreos faltos de fe, que Dios dio a sus hijos otra
oportunidad para entrar en la tierra prometida. Solamente se les
permitió entrar a dos hombres de la generación original: Josué y
Caleb. Esta vez, la nueva generación de hebreos eligió creer que
Dios iba a hacer lo que había dicho que iba a hacer por ellos.

Su primera parada antes de entrar en la tierra prometida fue un


lugar llamado Gilgal, al oeste del río Jordán. La palabra "Gilgal"
significa "círculo". Dios había traído a su pueblo elegido a completar
el círculo. Finalmente podían poner a Egipto atrás y podían entrar en
la tierra que Dios les había dado todo ese tiempo. La falta de fe de
sus padres los mantuvo fuera, pero su propia fe les iba a permitir
entrar.

Muchas veces, antes de entrar en la tierra prometida, Dios nos hace


completar el círculo. Lo que nos ha herido es, a menudo, la cosa
que precisamente Dios utiliza para llevarnos a la tierra prometida del
ministerio. Cuando no nos avergonzamos de nuestras cicatrices,
Dios nos lleva a nuestro Gilgal personal y luego nos guía a la tierra
en la que abundan las oportunidades.

Una mujer que ha sanado emocionalmente luego de ser una víctima


de abuso trabaja en un refugio para mujeres ofreciendo esperanza.

Una mujer que conoce el poder sanador y el perdón, luego de haber


abortado en el pasado, ministra a mujeres en un centro de crisis por
embarazos no deseados, ofreciendo alternativas correctas.

Una ex drogadicta ofrece su ayuda a mujeres que están


esclavizadas por la cocaína y les ofrece liberación.

Una ex prostituta ayuda a otras mujeres a tratar de romper las


cadenas del pecado sexual y les ofrece una vida de pureza.

Una madre que ha perdido un hijo consuela a otras madres afligidas


por las recientes heridas de una pérdida similar y el dolor que esto
conlleva.

Una víctima de violación sexual aconseja a otra mujer que ha sufrido


los estragos de la violencia sexual.
Hay una sola persona que puede detener tu posibilidad de entrar en
tu tierra prometida: tú misma. No es la persona que te hirió, la que
abusó de ti o la que te abandonó. Solamente tú. Dios nos trae a un
lugar para que cerremos el círculo y nos pregunta: "¿Estás lista para
entrar en tu tierra prometida ahora?". Me encanta este párrafo de
Samuel Chadwick: "Es maravilloso lo que Dios puede hacer con un
corazón roto, si le entregamos todos los pedazos".

Dedo a dedo con la esperanza


Cuando Melissa nació, sus padres estuvieron inmensamente felices
de dar la bienvenida a su primera hija al mundo. Pero cuando el
médico les mostró que dos de sus deditos en cada pie estaban
unidos, las lágrimas de alegría de su madre se convirtieron en
lágrimas de aprensión.

—No se preocupe. Los patos tienen los dedos de sus patas unidos,
y se las arreglan muy bien —le dijo el doctor. —¡Pero mi hija no es
un pato! —dijo su madre sollozando.

Melissa no recuerda mucho acerca de su crecimiento con este tipo


de problema en sus deditos. Pero cuando tenía siete años, estando
descalza en un parque de juegos, un niño señaló sus dedos de los
pies diciendo "¡pufff!" para que todos a su alrededor escucharan.
Desde ese momento en adelante, Melissa nunca permitió que otros
vieran sus pies.

—Mantuve mi deformidad escondida de los demás —me dijo


Melissa—. Nadie los podía ver. Si alguien llegaba a verlos, la
reacción era siempre la misma... ¡puf!

A veces Melissa se sentía como un monstruo, o un personaje de


circo. Si alguien lograba echar un vistazo a su deformidad, sus
exclamaciones hacían que otros vinieran a ver qué sucedía.
"¿Puedo tocarlos?" preguntaban. "¿Qué siente uno?" preguntaban
otros. Era mucho mejor mantenerlos escondidos.
Mientras Melissa se convertía en una hermosa mujer, continuó
manteniendo este defecto escondido de la mirada de los demás. No
se sentía cómoda con que viesen esa anormalidad, excepto su
esposo.

Cuando nacieron cada uno de sus cuatro hijos, ella contó los deditos
de cada uno de sus pies para asegurarse de que estuvieran todos
allí... separados. No fue una sorpresa cuando su primer niño, Blake,
presentó dos dedos unidos en cada pie. Muchas de las
inseguridades de Melissa volvieron a la superficie mientras sostenía
en sus brazos a su precioso niño.

Varios años más tarde, Melissa tuvo a su tercer hijo, Dylan. Todos
los deditos de Dylan estaban presentes y separados, pero este niño
tenía una anomalía diferente. Justo debajo del lugar donde está el
punto blando en su cabeza, Dylan tenía una masa extraña de tejido
cutáneo del tamaño de una moneda grande. Esta superficie era
bulbosa, protuberante y cubierta de nódulos nada atractivos.

—¿Qué es esto en la cabeza de Dylan? —preguntó Melissa. —Se


llama cutis aplasia —explicó el doctor—. Es como un tejido que ha
cicatrizado. —¿Le va a crecer el pelo allí para ocultarlo? —No, ahí
no. —¿Qué podemos hacer al respecto? —Les sugiero que lo
hagan ver por un cirujano plástico para que dé vuelta el cuero
cabelludo y pueda remover este tejido. Le va a quedar una pequeña
cicatriz pero va a parecer como si fuera la raya de su pelo.

Melissa y su esposo decidieron que la cirujía plástica era una


maravillosa opción... una que Dylan les iba a agradecer al correr de
los años.

Bueno, querida amiga, aquí comienza la parte buena.

Melissa es una de mis amigas que también es conferencista. Hace


poco viajó para hablar en un evento femenil en Valley Forge,
Pennsylvania. El tema era Extreme Makeover: Soul Edition
(Transformación completa de belleza: Edición para el alma). Durante
una de las sesiones deMelissa, se sintió impulsada a hablar de sus
dedos unidos.

"Todas tenemos cosas de las que nos avergonzamos", comenzó


ella. Antes de entrar a hablar de los secretos escondidos de
nuestros corazones, Melissa contó de sus dedos unidos y de la cutis
aplasia de su hijo Dylan.

Mientras Melissa hablaba, hizo contacto visual con una mujer en la


audiencia que parecía que iba a saltar de su silla. Mientras
continuaba hablando, el rostro de esta mujer comenzó a ruborizarse.
Melissa supo enseguida que algo que ella había dicho había
penetrado el corazón de esta mujer. Luego de la sesión, fue la
primera mujer en correr para hablar con Melissa.

"¡No lo va a creer!", exclamó la mujer. "Yo también tengo dos dedos


unidos en cada pie. Nunca conocí a nadie con el mismo problema
en los pies, y lo he escondido toda mi vida. Cuando usted comenzó
a hablar acerca de sus pies, Dios comenzó a quitarme ese peso de
vergüenza. ¡Nunca más voy a sentirme avergonzada!".

Luego, las dos mujeres se sentaron ahí mismo en el suelo, se


sacaron los zapatos y compararon sus dedos. Otras se acercaron y
sonrieron al ver a las dos mujeres descalzas.

Cuando el grupo de sonrientes observadoras se hubo dispersado,


otra mujer, madre de cuatro niños, se acercó a Melissa.

"¡No lo va a creer!", exclamó la joven madre. "Pero yo nací con cutis


aplasia. Nunca conocí a nadie en toda mi vida que tenga esto,
aparte de mí".

Luego la mujer explicó que dos de sus cuatro hijos habían nacido
con cutis aplasia. Ella y su esposo estaban en el proceso de decidir
si debían optar por la cirujía para corregir el cuero cabelludo de sus
hijos.

—Probablemente usted no sepa por qué fue enviada aquí—dijo la


mujer—, pero yo sí. Dios la envió especialmente para mí. He estado
luchando, tratando de ver qué es lo mejor que debo hacer para mis
hijos. La gente da consejos fácilmente, pero en mi corazón yo
siempre pienso: ¡Pero usted no entiende! Dios la envió aquí porque
deseaba que yo escuchase de alguien que sí entiende. Y en cierta
manera, él me está diciendo que, principalmente, es Dios quien
comprende. Gracias por compartir su historia con nosotros —
continuó con lágrimas en los ojos—. Usted hubiera podido seguir
ocultando estos defectos, pero Dios los ha utilizado para darme
esperanza.

—Gracias por hacérmelo saber —dijo Melissa—. Dios realmente la


ama. Me trajo desde cientos de kilómetros solamente para usted.

—De paso —dijo la mujer a través de sonrisas mezcladas con


lágrimas—, mi hija tiene los dedos de los pies unidos.

Me da escalofríos de sólo pensarlo. De todas las hijas de Dios que


hubieran podido ministrar a ese grupo de mujeres en Pennsylvania,
él eligió a Melissa. Debido a que ella ya no estaba avergonzada de
los defectos, deformidades y anormalidades de su vida, otras vidas
fueron cambiadas. Desde la cabeza de su hijo a los dedos unidos de
los pies de ella, Dios utilizó cada pedacito de Melissa para traer la
esperanza y sanidad de Jesucristo a estas preciosas mujeres.

¡Oh, cuánto amo este versículo!: "Que el Dios de la esperanza los


llene de toda alegría y paz a ustedes que creen en él, para que
rebosen de esperanza por el poder del Espíritu Santo" (Romanos
15:13). ¡Él es el Dios de la esperanza! Cuando le confiamos
nuestras cicatrices, nuestra esperanza rebosa hacia los que están a
nuestro alrededor y los empapa de esperanza también. Ese es el
poder de nuestras cicatrices.
Los "Chicos del Rey"
Los ángeles estaban volando bajito en nuestra iglesia en esta
mañana particular de domingo. Era un día especial para un grupo de
diez "chicos" conocidos como los "Chicos del Rey". Ellos guiaban la
adoración y estaban cantando una canción especial; solamente que
muchos de estos chicos no podían entonar, o caminar por sus
propios medios o ni siquiera controlar sus brazos y piernas.
Nosotros estábamos sentados en silencio mientras veíamos a esta
disímil banda de líderes de adoración subir torpemente al escenario.
Cada uno de estos hijos de Dios tenía un defecto bien visible. Los
"Chicos" se alinearon, muchos de ellos con adultos que los
sostenían por detrás tanto física como emocionalmente. Kristen, una
jovencita con síndrome de Down, parecía ser la líder. Se paró
delante de los demás con confianza, fortaleza y pasión.

Comenzó la pista de acompañamiento y los "Chicos del Rey"


comenzaron a "cantar" con sus manos mediante el lenguaje de
señas. "Sigue adelante", proclamaban sus manos. Con amplios
movimientos y adoración sin inhibiciones, Kristen cantaba con
brazos y manos a Aquél que más la amaba.

Había una niña en particular que captó mi atención. No podía hacer


las señas sola. Sus miembros eran demasiado débiles y sin control.
Yo observaba cómo esa jovencita se apoyaba en una mujer que
estaba detrás suyo, y descansaba sus manos y brazos en ella.
Mientras los otros hacían las señas pertinentes a cada palabra, la
mujer movía las manos de su encargada al mismo tiempo que los
otros niños. Beth simplemente se apoyaba en su asistente y le
entregaba todo el control.

Entonces Dios habló a mi corazón. Esto mismo es lo que quiero que


hagas. Apóyate en mí, entrega el control, y permíteme mover tu vida
en una sinfonía de alabanza.

Todas tenemos discapacidades. Aunque los defectos son variados,


Dios anhela que cada una de nosotras hagamos como Beth hiciera
ese domingo por la mañana. Apóyate en él, entrégale el control, y
permitamos que Dios nos mueva de acuerdo a su canción.

¿ Cicatrices? Todas las tenemos. La manera en que las miremos es


lo que va a cambiar nuestro corazón. Es lo que decidimos hacer con
ellas lo que puede cambiar al mundo.

No había un sólo par de ojos secos en este santuario que alberga a


2000 personas. Estos "Chicos" preciosos tenían muchas heridas y
cicatrices en su corta vida, pero ellos nos alentaban a nosotros a
"seguir adelante". Sus incapacidades eran visibles, sin embargo
nosotros, los que estábamos sentados en las bancas, teníamos
incapacidades no visibles al ojo desnudo, pero igualmente
verdaderas.

¿Hay cicatrices hermosas en tu vida que necesitan ser reveladas?


Me pregunto qué es lo que Dios desea realizar a través de ti. Me
pregunto cuánto tiempo ha estado esperando para que quites la
cubierta. No te avergüences de tus cicatrices, porque es por esas
mismas cicatrices que el mundo va a poder reconocer al Salvador,
Sanador y Señor.

Esta no es una conclusión, mi amiga. Es una comisión. No es el final


de un viaje juntas, sino el comienzo. Jesús dijo: "Vayan por todo el
mundo y anuncien las buenas nuevas a toda criatura" (Marcos
16:15). Puede que tu mundo sea tu vecindario. Puede que sea al
otro lado del planeta. Pero donde sea que Dios te guíe, yo oro para
que no te sientas avergonzada de tus cicatrices sino que puedas
revelar la verdad del poder sanador, redentor y restaurador en tu
vida. Tus cicatrices son hermosas para Dios.

Guía de estudio bíblico

Lección uno: Las cicatrices nos cuentan una historia


1. Como una diversión, escribe una lista de las cicatrices que tienes
en tu cuerpo. Al lado de cada una de ellas, cuenta cómo lograste
tener esa cicatriz y qué aprendiste de cada incidente o accidente. Si
estás haciendo este estudio bíblico en un grupo, selecciona una de
tus historias para compartirla en el grupo.

2. Las cicatrices nos cuentan una historia e indican que ha habido


un proceso de curación. Lee Juan 9 y responde a las siguientes
preguntas:

a. ¿Por qué nació ciego éste hombre?

b. ¿Cuál fue el testimonio del hombre sanado cuando fue llevado


ante los fariseos?

c. ¿Cuál fue el poder en su historia? ¿Fueron capaces de cuestionar


su historia?

d. ¿Qué hizo Jesús cuando escuchó acerca de cómo este hombre


había sido tratado en la corte?

e. ¿Quién dijo el hombre que era Jesús en el versículo 38?

f. Si te trajesen ante la corte para que digas por qué crees en Jesús,
¿cuál sería tu testimonio? ¿Hubo sanidad en tu testimonio? ¿Había
una herida que luego se convirtió en una cicatriz? ¿Abrió Jesús tus
ojos? ¿Qué sucedió en tu vida que es prueba irrefutable, no algo de
segunda mano que escuchaste de otros, sino tu propia experiencia
directa de lo que te sucedió a ti?

Lección dos: Reconociendo a Jesús a través de nuestras


cicatrices

1. Lee lo siguiente y encuentra lo que Jesús enseñó a sus discípulos


acerca de su muerte y resurrección:
a. Mateo 16:21

b. Mateo 20:17, 18

c. Marcos 8:31

d. Marcos 10:32-34

2. Aunque Jesús había explicado su inminente muerte y


resurrección a sus discípulos, ellos no entendieron, o quizás no lo
creyeron. Ahora avancemos al día de su resurrección. Lee Lucas
24:1-12.

a. Describe la escena.

b. ¿Qué es lo que vieron las mujeres?

c. ¿Qué dijeron los ángeles?

d. ¿Cómo respondieron los discípulos a la noticia?

e. ¿Qué pensamientos había en la mente de Pedro luego de haber


visto la tumba vacía?

f. Describe cómo te hubieras sentido si hubieras estado en las


sandalias de Pedro.

3. Miremos a otros dos hombres también muy confundidos.


Continúa leyendo en Lucas 24:13-35.

a. ¿A quiénes se les apareció Jesús?

b. ¿Por qué no lo reconocieron?

c. Considerando sus palabras en los versículos 21-24, uno podría


pensar que los hombres estarían llenos de esperanza, en cambio
estaban descorazonados y cabizbajos. ¿Por qué no estaban
contentos?

d. Mientras Jesús continuaba caminando con los hombres, llegaron


a destino. Era costumbre en esos tiempos ser hospitalario, invitar a
los viajeros a cenar en su casa y, en algunos casos, hasta pasar la
noche. Era también la costumbre por parte del extranjero de no dar
por hecha esa hospitalidad sino de actuar como si fuese a un
destino más lejos. Aunque Jesús era el invitado, tomó el papel de
anfitrión al partir el pan y dar las gracias. ¿Puedes pensar en otras
circunstancias en las Escrituras en las que Jesús actuó en manera
similar?

e. ¿Cómo y cuándo finalmente reconocieron a Jesús?

¿Qué hubieran notado en sus manos cuando partía el pan?

4. Inmediatamente, los dos hombres corrieron a ver a los otros


discípulos, que estaban escondidos tras las puertas cerradas.
Mientras contaban entusiasmados las noticias del día, Jesús se les
apareció nuevamente. ¡Puf! ¡Allí estaba! Miremos cómo narra Juan
la experiencia. Lee Juan 20:19-31.

a. ¿Qué les mostró Jesús a los discípulos?

b. ¿Qué les dijo Jesús a los discípulos que Dios los estaba llamando
a hacer?

c. Tomás no quiso creer el informe de que Jesús estaba vivo. ¿Cuál


fue la prueba que dijo que necesitaba para poder creer?

d. Lee y describe en tus propias palabras el encuentro de Tomás


con Jesús en Juan 20:26-29.

5. Jesús bien hubiera podido regresar con un cuerpo resucitado; sin


cicatrices; uno perfectamente sano. ¿Por qué piensas que decidió
retener las cicatrices de sus manos y pies atravesados por los
clavos, y la de su costado?

6. En tu propia vida, ¿puedes ver la belleza de tus cicatrices? Sí,


Dios pudo haberte dejado sin ellas, pero están allí por una razón.
¿Cuáles pueden ser esas posibles razones?

7. Escribe en tus propias palabras lo que dijo Jesús en Juan 20:21.

Lección tres: Reflexiones acerca del propósito de nuestras


cicatrices

1. Para ver el propósito de nuestras cicatrices,debemos mirar a


nuestro pasado desde la perspectiva de Dios. ¿Qué es capaz de
hacer Dios, de acuerdo a Romanos 8:28?

2. Miremos a Pablo una vez más:

a. Describe las circunstancias de Pablo durante el tiempo en que


escribió el libro de Filipenses. Especialmente nota lo siguiente:
Filipenses 1:7, 17, 30; 4:11-14.

b. ¿Cuál era su perspectiva acerca de lo que podríamos llamar los


"lamentables" eventos en su vida? (Filipenses 1:12-18).

c. ¿Cómo es Pablo un ejemplo para nosotras de cómo no solamente


sobrevivir a una situación difícil, sino también prosperar en esa
situación difícil?

3. Lee Proverbios 25:4, 5.

Un refinador de metales sabía que el proceso de refinamiento


estaba finalizado cuando miraba la plata y no había impurezas, sino
que veía claramente su reflexión. Luego podía bajar la temperatura
del fuego. Mientras la imagen se veía borrosa sabía que tenía que
seguir trabajando. ¿Qué imagen pinta Malaquías 3:3, 4 en tu
mente? (Los levitas eran los hombres que servían a Dios en el
tabernáculo).

4. ¿Has sentido alguna vez como que Dios está aumentando la


temperatura en tu vida para traer a la superficie todas las
impurezas? Explica.

5. Lee los siguientes versículos y anota lo que aprendes acerca de


las tribulaciones:

a. Job 23:10

b. Proverbios 17:3

c. Romanos 5:3-5

d. Santiago 1:2-4

e. 1 Pedro 1:6, 7

6. ¿A qué conclusión llegó Job al final de todas sus tribulaciones?


(Job 42:5).

7. Da un ejemplo de algo que Dios te ha enseñado a través de una


dificultad, y que no hubieras aprendido de otra manera.

Lección cuatro: Redimiendo nuestro dolor al invertir en los


demás

1. Lee Isaías 61:1-3. ¿Cómo te ha dado Dios una corona en vez de


cenizas? Quizás solamente veas las cenizas. Si es así, pídele a
Dios que te muestre cómo desea revelar la corona en tu persona.

2. Lee y escribe en tus propias palabras 1 Tesalonicenses 2:8.

3. Lee los siguientes versículos y nota cómo esta gente invirtió en


otros:

a. Rut 1:16, 2:2, 11, 12

b. 2 Samuel 9:7-12

c. Proverbios 31:20

d. Lucas 5:17-19

e. Lucas 10:33-37

4. Luego de que Pablo se encontró con Jesús en el camino a


Damasco, se pasó el resto de su vida invirtiendo en otras personas.
Miremos el caso de un joven en particular.

a. ¿Cómo llamó Pablo a Timoteo?

i. Romanos 16:21

ii. 1 Corintios 4:17

iii. 1 Corintios 16:10

iv. 2 Corintios 1:19. (¿Qué hizo Timoteo?).

b. ¿De quién son las siguientes cartas?

i. Filipenses 1:1

ii. 1 Tesalonicenses 1:1

iii. 2 Tesalonicenses 1:1

iv. Filemón 1:1


c. ¿Dónde estaba Pablo cuándo escribió la mayoría de sus cartas?
(Filipenses 1:13, 14, Filemón 1:1).

d. Lee 1 y 2 Timoteo, y fíjate cómo invirtió Pablo en Timoteo.


Especialmente nota 1 Timoteo 1:2, 18; 6:20; 2 Timoteo 1:2.

e. Ponte en el lugar del joven Timoteo e imagina cómo se debe de


haber sentido respecto a Pablo. Trata de poner esto en palabras.

5. Lee 2 Corintios 9:6-15.

a. ¿Qué aprendes acerca del principio de sembrar y cosechar?

b. La mayoría considera estos pasajes en términos de dar


financieramente, ¿pero cómo podemos aplicar esto a invertir en el
bienestar emocional y espiritual de otros?

c. ¿Cuál es el fundamento de esta dádiva? (versículo 15).

6. ¿Qué hizo Jesús para invertir en otros? (Marcos 10:45).

7. ¿Hay alguien en quien Dios quiere que inviertas hoy?

Lección cinco: Reemplazando las heridas con cicatrices

1. A veces, nuestras heridas pueden parecernos como montañas


inamovibles. Ya sea que es algo que nos hicieron a nosotras
mismas, o que a través nuestro, Dios puede quitar el dolor y la
vergüenza. Lo que vemos como un imposible, Dios lo ve como un
hecho. Lee Zacarías 4:6-7 y contesta las siguientes preguntas:

a. Zorobabel estaba preocupado por su habilidad para reconstruir el


templo de Dios. ¿Cuál fue la respuesta del ángel en el versículo 6?

b. A menudo en la Biblia los obstáculos son vistos como montañas.


¿Qué dice el versículo 7 que Dios puede hacer con aquellos
obstáculos en nuestra vida que son una barrera para que podamos
obedecer a Dios?

c. La piedra principal es la piedra final; significa que el proyecto está


completo. ¿Cuáles serán los gritos de alabanza luego de que el
obstáculo es allanado y la piedra principal es puesta en su lugar? Si
tienes acceso a la versión popular "Dios Habla Hoy" escribe también
esas palabras.

d. La gracia es lo que allana la montaña de nuestro pecado. ¿Cómo


ha allanado la gracia de Dios la montaña de tu pecado?

e. ¿Eres conciente de que tu pecado ha sido quitado, o estás


constantemente regresando con una pala y un balde, tratando de
poner la montaña de nuevo en su lugar?

2. ¿No estás convencida? Miremos otros versículos acerca de Dios


allanando montañas en nuestra vida. Lee los siguientes versículos y
anota lo que aprendes acerca del poder de Dios para quitar
obstáculos en nuestro camino a ser obedientes:

a. Isaías 40:1-5.

b. Busca y escribe la definición de "preparar".

c. ¿Hay montañas y valles en tu vida que necesitan ser allanados


antes de que puedas seguir el camino que Dios tiene elegido para
ti? Si es así, ¿cuáles son?

d. ¿Estás dispuesta?

e. ¿Qué nos dice el versículo 5 que va a ser el resultado de todo


esto?

3. Isaías 49:11-13 también utiliza las imágenes de allanar montañas


y elevar los valles para quitar los obstáculos en nuestra vida. Lee
estos versículos y escribe:

a. ¿Quién ha de venir una vez que los obstáculos son quitados?

b. ¿Cuál es el propósito de Dios para toda la gente que ha de venir?

c. ¿Crees que Dios puede utilizar tu vida para consolar a su pueblo?

d. ¿Hay obstáculos que necesitan ser quitados para que esto pueda
suceder?

4. Miremos a algunos versículos del Nuevo Testamento acerca de


quitar montañas. Lee y escribe lo que aprendes acerca de:

a. Mateo 17:20

b. Mateo 21:21, 22

c. Marcos 11:23-25

d. 1 Corintios 13:2

5. Una vez que le hayas pedido a Dios que quite los obstáculos en
tu camino —ya sea perdonarte a ti misma, perdonar a la otra
persona que te ha herido, tu falta de fe, tu vergüenza, tu culpa, tus
miedos, etc.—, acéptalo y termina con esto. La piedra principal era
la piedra final y significaba que el trabajo estaba terminado. ¿Cuáles
fueron las últimas palabras de Jesús en la cruz? (Juan 19:30).

Lección seis: Restaurando un corazón herido

1. Quizás te han pasado muchas cosas malas. Si es así, no eres la


única. Miremos cómo enfrentó Pablo el abuso y los malos tratos.
Lee 2 Corintios 11:23-29.

a. Haz una lista de todas las cosas malas que le sucedieron a Pablo.
b. ¿Se merecía todo este maltrato?

c. ¿Cómo manejó todas estas situaciones de malos tratos? Vemos


su secreto en Filipenses 3:13, 14. ¿Cuál es?

d. En Filipenses 3:15, ¿cómo llama Pablo a los cristianos que son


capaces de tener esta visión de su pasado?

e. ¿Puede ser que vivir en el pasado nos impida madurar en Cristo?

f. ¿Hay algo en tu pasado que necesitas dejar de lado en el camino


para poder progresar y crecer hacia la "madurez"?

2. Recibir perdón es un gran factor en eso de dejar el pasado detrás.


Mira y anota lo que aprendes acerca del arrepentimiento de los
siguientes versículos:

a. Salmo 30:5

b. Salmo 51:8

c. Salmo 51:14

d. Isaías 57:15

e. Isaías 61:3

f. Mateo 6:12

3. ¿Qué dicen los siguientes versículos acerca de cómo Dios va a


restaurar a los corazones heridos?

a. Salmo 30:11, 12

b. Isaías 49:4
c. Isaías 61:7, 8

d. Zacarías 9:11, 12

4. ¿Cómo se siente Dios acerca de aquellos que lastiman a los


niños? (Lucas 17:1, 2).

5. ¿Qué dice la Biblia acerca de la venganza?

a. Lucas 23:34

b. Romanos 12:19

c. Romanos 12:21

d. Hebreos 10:30, 31

6. ¿Qué nos dicen los siguientes versículos acerca de orar por los
que nos hacen daño?

a. Mateo 5:44

b. Lucas 6:28

c. Romanos 12:14

7. Lee Juan 4:1-42. En esa cultura, solamente el hombre podía


iniciar acciones de divorcio. Esto significa que esta mujer había sido
rechazada cinco veces por los hombres que había amado. Nota
cómo Jesús trata a esta mujer. ¿Te alienta el ver su gentileza y
actitud perdonadora? ¿Qué te dice de su carácter? ¿Qué piensas
que Jesús te diría hoy a ti acerca de tu pasado?

8. ¿Hay alguien a quien debes perdonar? ¿Por qué no empiezas por


orar por esa persona y entregarla a Dios?
Lección siete: Recibiendo la gracia y el perdón

1. Lee los siguientes versículos y anota lo que aprendes acerca del


amor de Dios hacia ti:

a. Salmo 13:5

b. Salmo 89:2

c. Salmo 136

d. Jeremías 31:3, 4

e. Juan 3:16

2. El pecado no tiene que ser una enfermedad mortal. ¡Hay cura!


Lee los siguientes versículos y anota el remedio:

a. Juan 3:1-21

b. Romanos 10:9

c. 1 Juan 1:9

d. 1 Juan 4:4

3. Lee los siguientes versículos y anota lo que aprendes acerca del


perdón de Dios. Fíjate también el tiempo del verbo. ¿Es presente,
pasado o futuro?

a. Efesios 4:32

b. Colosenses 2:13

c. Colosenses 3:13
4. La gracia de Dios es una de las enseñanzas más importantes del
Nuevo Testamento. Lee y responde a lo siguiente:

a. Utilizando un diccionario, define la palabra "gracia".

b. Moisés trajo la ley. ¿Qué trajo Jesucristo? (Juan 1:17).

c. ¿Cómo llama Pablo al evangelio en Hechos 20:24?

d. ¿Mediante qué somos justificados? (Romanos 3:24).

e. ¿Mediante qué somos salvos? (Efesios 2:8).

f. ¿Cómo recibimos la gracia de Dios? (Romanos 5:15).

g. Esto es clave para comprender la gracia de Dios. Lee y anota lo


que aprendes acerca de la gracia en Romanos 11:5, 6. Anota en tus
propias palabras lo que significa para ti el versículo 6.

5. Ahora que has mirado la gracia y el perdón, ¿puedes ver cómo


obran juntas?

6. Lee 2 Corintios 7:10. ¿Qué es la tristeza que proviene de Dios?

7. Lee Lucas 18:10-14. Describe estas dos oraciones. ¿Quién en


última instancia recibió misericordia? ¿Por qué somos lentos para
mostrar misericordia? ¿Qué se deleita Dios en hacer de acuerdo a
Miqueas 7:18?

8. Consigue un trozo de papel y escríbele una carta a Dios


explicando exactamente lo que has hecho. Luego de haberla
terminado, toma un marcador rojo y escribe PERDONADA
atravesando la página o las páginas.

9. Lee y escribe el Salmo 103:1-5. Enfatiza o subraya las frases o


palabras que significan mucho para ti. Ahora, cierra esta lección
orando el Salmo 103 a Dios.

Lección ocho: Renunciando a la nube de vergüenza

1. ¿Puedes imaginar cómo sería el Jardín del Edén sin la presencia


de la vergüenza, la culpa y el miedo? Lee Génesis 2 y trata de
describir la existencia de Adán y Eva sin la presencia de la
vergüenza.

2. Dale una rápida mirada a Génesis 3. ¿Cómo cambió la relación


de Adán y Eva con Dios una vez que el pecado hubo entrado en el
mundo?

3. ¿Cuál fue el plan de Dios para quitar su vergüenza? (Romanos


5:18, 19).

4. Adán y Eva trataron de cubrir su vergüenza con hojas de higuera.


¿En qué maneras tratamos de cubrir o camuflar nuestra vergüenza
en el día de hoy?

5. Dios vio las hojas de higuera y supo que ellos precisaban algo
mejor. Entonces Dios hizo el primer sacrificio animal para cubrir la
vergüenza de la primera pareja humana. ¿Qué nos enseñan los
siguientes versículos acerca del sacrificio de Cristo para cubrir
nuestra vergüenza y redimir nuestros pecados?

a. Efesios 1:7, 8

b. Colosenses 1:19, 20

c. Hebreos 9:22

d. Apocalipsis 12:11

6. Lee y anota el Salmo 34:5.


7. Mira la palabra "cubre" del Salmo 34:5. Lee los siguientes
versículos y nota lo que nos cubre como hijas de Dios.

a. Isaías 61:10

b. Romanos 4:7

8. ¿Cuál es la promesa de Romanos 10:10-13 respecto a la culpa?

9. ¿Crees que el sacrificio de Jesús en la cruz fue suficiente para


cubrir y quitar tu vergüenza?

10. ¿Qué dijo Pablo acerca de su propia vergüenza en 2 Timoteo


1:12?

11. Lee 1 Corintios 6:9-11. Haz una lista de tres cosas en el


versículo 11 que Dios ha hecho por ti.

12. ¿Estás vistiendo un manto de vergüenza hoy o has aceptado el


regalo de Dios que es un manto de rectitud digno de una princesa?

Lección nueve: Quitándonos la máscara y siendo sinceras

1. ¿Por qué piensas que los cristianos se resisten a ser sinceros, o


les cuesta admitir sus debilidades y faltas los unos a los otros?

2. ¿Qué te dicen los siguientes versículos acerca de cómo considera


Dios al orgullo?

a. Salmo 138:6

b. Proverbios 3:34

c. Santiago 4:6
d. 1 Pedro 5:5

3. Jesús llamó a los fariseos "sepulcros blanqueados". Lee Mateo


23:27, 28. ¿Qué piensas que quiso decir con esa analogía?

4. Una de las maneras en que podemos alentar a otros a "ser


sinceros" es teniendo un espíritu de aceptación y compasión. Lee
los siguientes versículos y anota lo que Tus cicatrices 256 son
hermosas para Dios has aprendido acerca de crear un ambiente de
apertura y honestidad:

a. Romanos 15:7

b. Colosenses 4:6

c. 2 Tesalonicenses 2:16, 17

d. Hebreos 12:15

5. Dale una mirada rápida a Romanos 14. ¿Cuál dirías tú que es el


tema general? ¿Cuál es la recomendación de Pablo en 14:4?

6. ¿Hay alguna persona a la que has estado juzgando


severamente? ¿Qué piensas que diría Dios acerca de tu actitud de
juicio?

7. Lee Gálatas 6:1. ¿Por qué debemos ser siempre misericordiosos


con aquellos que han caído?

8. Lee 2 Corintios 11:3. ¿Cómo describió Pablo la devoción que


tenían a Cristo? ¿Eran cristianos maduros o nuevos en el Señor?
Ahora que tienes más en claro a quiénes estaba escribiendo, ¿cuál
fue su advertencia?

9. Romanos 3:23 es fundamental en lo que se refiere a sacarnos las


máscaras y ser sinceras. Léelo, escríbelo con tus propias palabras y
memoriza este texto.

Lección diez: Resistiendo el miedo al rechazo

1. Cuando llega el momento de mostrar nuestras cicatrices, puede


que nos sintamos avergonzadas por nuestra aparente debilidad
¿Qué dice Pablo acerca de sus debilidades en los siguientes
versículos?

a. Romanos 8:26, 27

b. 1 Corintios 1:27

c. 1 Corintios 2:3, 4

d. 2 Corintios 12:9, 10

2. ¿Cuál fue el comentario de Dios al profeta Samuel acerca del


rechazo de su pueblo? (1 Samuel 8:7).

3. Casi todos los líderes en la Biblia enfrentaron el rechazo en algún


momento de su vida. Mira los siguientes versículos y llena los
blancos.

a. José fue rechazado por (Génesis 37:5-8, 18-25). b. Moisés fue


rechazado por (Hechos 7:33-36).

c. Moisés también fue rechazado por (Números 12:1-3).

d. David fue rechazado por (1 Samuel 17:28).

e. David también fue rechazado por (1 Samuel 18:5-12).

f. Pablo y Silas fueron rechazados por (Hechos 16:16-26).

4. El mayor rechazo en la historia ocurrió cuando el hombre rechazó


al Hijo de Dios. ¿Qué nos enseñan los siguientes versículos acerca
de Jesús?

a. Isaías 53:3

b. Mateo 21:42

c. Marcos 8:31

5. Lee lo que tienen para decir los siguientes versículos acerca de


aquellos que buscan "agradar al hombre".

a. Gálatas 1:10

b. Efesios 6:6

c. Colosenses 3:17

d. Colosenses 3:23

6. El pasaje de 1 Pedro 2:4 tiene la llave para la victoria sobre el


rechazo. Llena los espacios:

"Cristo es la Piedra viva, rechazada por los pero escogida y preciosa


ante... ".

7. ¿Cuáles son las promesas y recompensas a pesar de un posible


rechazo? (Lucas 6:22, 23).

8. ¿Puedes pensar en cicatrices de tu vida que estás escondiendo


debido a tu temor al rechazo?

Lección once: Rechazando la mentira de estar deshabilitadas

1. A veces nos sentimos como que somos las únicas en el mundo


que hemos tomado malas decisiones, que hemos sido abusadas, o
que hemos fracasado. ¿Qué nos dicen los siguientes versículos
acerca de nuestra propensión colectiva a pecar?

a. Isaías 53:6

b. Romanos 3:10

c. Romanos 7:18

Por estos versículos, ¿quién piensas tú que puede estar habilitada


para servir a Dios debido a sus propios méritos?

2. Cuando se trata de juzgar a otros o de que otros nos juzguen a


nosotras, vemos que Dios tiene una opinión bien definida de ambas
cosas. Lee lo siguiente y escribe lo que aprendes acerca de juzgar a
la gente:

a. Mateo 7:1, 2

b. Romanos 14:4

c. 1 Corintios 4:3, 4

d. Santiago 4:12

3. Lee Mateo 7:3-6 y parafrasea este pasaje con tus propias


palabras.

4. Cuando llegamos a Cristo somos una nueva criatura. Lee y


escribe lo que aprendes acerca de tu nueva vida en Cristo:

a. Romanos 8:1

b. 2 Corintios 5:17

c. Gálatas 2:20
d. Colosenses 1:13, 14

e. Colosenses 1:21-23

5. ¿Qué le dijo el ángel a Pedro que enseñase en el templo en


Hechos 5:20?

6. ¿Qué dice Colosenses 1:12 acerca de tus aptitudes como hija de


Dios?

7. ¿Qué obstáculo encuentras para creer que Dios te ha habilitado


para ser su hija, una embajadora elegida por él, equipada para el
ministerio?

Lección doce: Revelando la verdad

1. Hubiera sido muy fácil para Dios no mencionar las cualidades


menos honrosas de los héroes en la Biblia. Pero él eligió incluir las
características buenas, las malas y las feas de sus siervos
escogidos. Hoy vamos a mirar a varios hombres y mujeres que nos
son conocidos en la Biblia. Haz dos columnas en una hoja de papel
y completa el siguiente cuadro:

2. ¿Por qué piensas que Dios se aseguró de registrar las faltas así
como los éxitos de su pueblo elegido? (1 Corintios 10:6, 11).

Rasgos positivos de carácter Debilidades


Noé Génesis 6:8 Génesis 9:21
Abraham Génesis 15:6 Génesis 12:1-13
Sara Génesis 21:1, 2 Génesis 16:1, 2
Isaac Génesis 26:28 Génesis 26:7
Rebeca Génesis 24:15-21 Génesis 27:5-13
Jacob Génesis 25:23 Génesis 27:18, 19
David 1 Samuel 16:13; Hechos 13:22 2 Samuel 11:1-26
Salomón 1 Reyes 3:7-15 1 Reyes 11:1-6

3. ¿Qué nos dice Romanos 3:10 acerca de una vida sin Cristo?

4. Busca la acepción y define con tus propias palabras lo que


significa "redimir".

5. ¿Qué nos enseñan los siguientes versículos acerca de "ser


redimidas"?

a. Deuteronomio 7:8, 9

b. Deuteronomio 24:18

c. Job 33:28

d. Isaías 43:1, 2

e. 1 Pedro 1:18, 19

6. Si eres cristiana, entonces has sido redimida o comprada


nuevamente. ¿De qué has sido redimida? Sé específica.

7. ¿Qué nos dijo Jesús que hiciéramos con la luz que hay en
nosotras? (Mateo 5:14, 15).

8. Brennan Manning dijo: "La esencia de una espiritualidad


desordenada es el rechazo a pretender, a mentir, o a permitir que
otros crean que somos algo que realmente no somos".

a. ¿Hay áreas donde has pretendido ser diferente de lo que


realmente eres?

b. ¿Cómo puede el hecho de ser sinceras y revelar la verdad ayudar


a otros a comprender la redención?
c. ¿Estás dispuesta a quitarte tu máscara y revelar la verdad para
que puedas llevar a otros a la Verdad: Jesucristo?

Lección trece: Liberando el poder que tienen nuestras cicatrices

Pablo era un hombre con muchas cicatrices, tanto emocionales


como físicas. Miremos algunas de sus dificultades y cómo las pudo
utilizar para glorificar a Dios. 1. Lee 2 Corintios 4:7-18 y responde a
las siguientes preguntas: a. Haz una lista de los contrastes que
aparecen en estos versículos. Por ejemplo: atribulados en todo, pero
no abatidos (versículo 8).

b. ¿A qué fue impulsado Pablo por el hecho de "creer"? Nota


también lo que dice en 1 Corintios 9:16.

c. ¿Te impulsan tus creencias a hablar? Si es así, ¿por qué? Si no,


¿por qué no?

d. ¿Cuál es el beneficio de hablar que encontramos en el versículo


15?

e. Sin lugar a dudas el sufrimiento de Pablo estaba perjudicando su


cuerpo. ¿Cómo compara Pablo las dificultades en este mundo con
las recompensas que han de venir?

f. El sufrimiento que resulta en gloria no sucedió automáticamente.


Pablo tuvo que mantener su atención fija en Cristo y decidir qué era
lo primordial. ¿Cómo lo hizo? Lee también Colosenses 3:1, 2.

g. ¿Cuáles son algunas de las maneras en que podemos "fijarnos


en lo invisible" en vez de concentrarnos en lo visible?

h. ¿En qué dominio o esfera concentras la mayor parte de tus


pensamientos y energía: lo visible o lo invisible? 2. Lee 1 Pedro
4:12, 13, 19.
a. ¿Qué te dicen estos versículos acerca de lo inevitable que es el
sufrimiento?

b. ¿Qué nos dicen estos versículos acerca de cómo debemos


reaccionar?

c. ¿Por qué debemos regocijarnos en nuestro sufrimiento?

d. Pablo estaba tratando de alentar a los nuevos creyentes, si bien


estas no parecen palabras muy alentadoras. ¿Por qué supones que
él deseaba que tuvieran esta perspectiva sobre el sufrimiento?

e. ¿Hay acaso algunas cicatrices en tu propia vida que podrías


considerar de manera diferente con esta perspectiva?

f. Jesús enseñó a sus discípulos acerca del sufrimiento. ¿Qué dijo


en Juan 16:33?

g. ¿Qué vio Pablo como el beneficio de su sufrimiento? (2 Corintios


12:9, 10)

h. ¿Cómo puede tu cicatriz o tu sufrimiento ser de beneficio para ti?

3. Lee Hechos 16:25-34 y contesta las siguientes preguntas:

a. ¿Dónde estaban Pablo y Silas?

b. ¿Qué estaban haciendo?

c. ¿Qué sucedió mientras cantaban?

d. ¿Qué efecto tuvo esta liberación sobre el carcelero?

e. ¿Qué efecto puede tener tu "liberación" en aquellos que conocen


tu historia?
4. ¿Qué pasó cuando las siguientes personas revelaron a otros lo
que Dios había hecho por ellas?

a. Mateo 9:6-8

b. Mateo 9:28-31

c. Marcos 5:18, 19

d. Juan 4:39

e. Hechos 3:7-9

5. ¿Has pensado alguna vez en que eres una verdadera


representante de Jesús aquí en la tierra? Lee los siguientes
versículos y anota cuidadosamente tu papel en ellos:

a. 2 Corintios 2:15

b. 2 Corintios 3:3

c. 2 Corintios 3:18

d. 2 Corintios 5:20

6. ¿Cuál es tu historia? ¿Estás lista para experimentar el poder de


Dios obrando a través de tu vida a medida que compartes con otros
lo que Dios ha hecho en ti?

7. ¡Lee y anota lo que dice 1 Corintios 2:9!

Notas

Cap. 2. Reconociendo a Jesús a través de nuestras cicatrices


1. Juan 9:1-11, traducción libre de "The Message".
2. Juan 9:18-21, traducción libre de "The Message".
3. Juan 9:24, 25, traducción libre de "The Message".
4. Rick Warren, Una vida con propósito. (Miami, FL: Editorial Vida,
2003), p. 316.

Cap. 3. Reflexiones acerca del propósito de nuestras cicatrices


1. James Dobson, Cuando lo que Dios hace no tiene sentido.
(Miami, FL: Unilit, 1993), p. 17.

Cap. 4. Redimiendo nuestro dolor al invertir en los demás


1. BethMoore, The Patriarchs. (Nashville, TN: Lifeway, 2005), p. 158.
2. Dan Clark, Puppies for Sale and Other Inspirational Tales.
(Deerfield Beach, FL: Health Communications, Inc., 1997), p. 3.
Utilizado con permiso de Health Communications, Inc.
3. Philip Yancey, ¿Dónde está Dios cuando sufrimos? (Miami, FL:
Unilit, 2002).

Cap. 5. Reemplazando las heridas con cicatrices


1. Zondervan NIV Commentary, Volume 2, New Testament. (Grand
Rapids, MI: Zondervan Publishers, 1994), p. 806.
2. Richard Exley, cita textual por Carol Kent en When I Lay My Isaac
Down. (Colorado Springs, CO: NavPress, 2004), p. 33.
3. Neil Anderson, Victory Over the Darkness. (Ventura, CA: Regal
Books, 1990), p. 188.
4. Toro y Gisbert, Pequeño Larousse Ilustrado. (Buenos Aires:
Editorial Larousse, 1968).
5. Departamento de Justicia de los Estados Unidos, Oficina de
Programas de Justicia, Informe Especial de la Oficina de
Estadísticas de Justicia, "Los Índices de Reincidencia de los
Prisioneros Puestos en Libertad en 1994", junio 2002, NCJ 193427.

Cap. 6. Restaurando un corazón herido


1. Florence Littauer, Silver Boxes. (Dallas, TX: W Publishing Group,
1989), p. 74.
2. Susan Forward, Toxic Parents. (Nueva York, NY: Bantam Books,
1989), p. 48.
3. Ibíd, p. 11.
4. Ibíd, p. 159.
5. David Seamands, Healing of Memories. (Nueva York, NY:
Inspiration Press, 1985), p. 360.
6. Forward, Toxic Parents, p. 140.
7. Diane Dempsey Marr, The Reluctant Traveler. (Colorado Springs,
CO: NavPress, 2002), p. 113.
8. Spiros Zodhiates, et al., eds., The Complete Word Study
Dictionary: New Testament. (Chattanooga, TN: AMG Publishers,
1992), p. 229.
9. Ron Lee Davis, Mistreated. (Portland, OR: Multnomah Press,
1989), pp. 84-86.

Cap. 7. Recibiendo la gracia y el perdón


1. Diane Dempsey Marr, The Reluctant Traveler. (Colorado Springs,
CO: NavPress, 2002), p. 155.
2. Brennan Manning, The Ragamuffin Gospel. (Sisters, OR:
Multnomah Press, 1990), p. 26.
3. Especial agradecimiento a Charles Chandler del Charlotte
Observer por la serie de artículos impresos julio 11, 12 y 13, 2004
("Perdonando a Karl", julio 11, 2004, pp. 1A y 8A; julio 12, 2004, pp.
1A y 8A; y julio 13, 2004, pp. 1A y 6A). Muchos de los detalles del
juicio a Karl fueron tomados de los artículos de Chandler. Utilizado
con permiso del autor.
4. Manning, The Ragamuffin Gospel, p. 78.
5. Ibíd, p. 114.
6. C. S. Lewis, Miracles. (San Francisco, CA: HarperSanFrancisco,
una división de HarperCollins, 1947, HarperCollins edición 2001), p.
198.
7. Ken Gire, Windows of the Soul. (Grand Rapids, MI: Zondervan
Publishers, 1996), p. 194.
8. W. E. Vine, Merrill F. Unger, yWilliamWhite, hijo, Vine's Complete
Expository Dictionary of Old and New Testament Words. (Nashville,
TN: Thomas Nelson, 1985), p. 250.
9. Ibíd, p. 120.
10. Ibíd, p. 525.
11. Beth Moore, When Godly People Do Ungodly Things. (Nashville,
TN: Lifeway, 2003), p. 145.
12. Joyce Meyer, Beauty from Ashes. (Tulsa, OK: Harrison House,
1994), p. 75.

Cap. 8. Renunciando a la nube de la vergüenza


1. Beth Moore, When Godly People Do Ungodly Things. (Nashville,
TN: Lifeway, 2003), p. 86.
2. Lysa TerKeurst, Who Holds the Key to Your Heart? (Chicago, IL:
Moody Press, 2002(, p. 18.
3. Bob y Audrey Meisner, Marriage Undercover. (Huntsville, AL:
Milestones International, 2005), p. 138.

Cap. 9. Quitándonos la máscara y siendo sinceras


1. C. S. Lewis, El león, la bruja y el ropero, en "Las crónicas de
Narnia", (HarperCollins Publishers, New York, NY, 1956), pp. 188,
189.
2. Michael Yaconelli, Messy Spirituality. (Grand Rapids, MI:
Zondervan Publishers, 2002), pp. 16, 17.
3. Keith Miller, citado textualmente por Michael Yaconelli en Messy
Spirituality, pp. 22, 23.
4. Yaconelli, Messy Spirituality, p. 27.
5. Brennan Manning, The Ragamuffin Gospel. (Sisters, OR:
Multnomah Press, 1990), p. 30.
6. Nancy Leigh DeMoss, Brokenness—The Heart God Revives.
(Chicago, IL: Moody Press, 2002), p. 94.
7. Margery Williams, The Velveteen Rabbit. (Nueva York, NY:
Doubleday & Co., sin fecha), pp. 16, 17.
8. DeMoss, Brokenness, p. 123.
9. Brenda Waggoner, The Velveteen Woman. (Colorado Springs,
CO: Chariot Victor Publishing, 1999), p. 19.

Cap. 11. Rechazando la mentira de estar deshabilitadas


1. Beth Moore, When Godly People Do Ungodly Things. (Nashville,
TN: Lifeway, 2003), pp. 118, 119.
2. Michael Yaconelli, Messy Spirituality. (Grand Rapids, MI:
Zondervan Publishers, 2002), pp. 69, 70.
3. Rick Reilly, "Half the Size, Twice the Man", artículo publicado en la
revista Sports Illustrated, octubre 3, 2005, p. 90

Cap. 12. Revelando la verdad


1. Bob y Audrey Meisner, Marriage Undercover. (Huntsville, AL:
Milestones International, 2005), p. 26.
2. Ibíd., p. 68.
3. Nancy Leigh DeMoss, Brokenness—The Heart God Revives.
(Chicago, IL: Moody Press, 2002), p. 94.
4. Ibíd., pp. 26, 27.
5. Brennan Manning, The Ragamuffin Gospel. (Sisters, OR:
Multnomah Press, 1990), p. 134.
6. James W. Pennebaker, Real Simple, septiembre 2005, p. 47.
7. Brennan Manning, citado textualmente por Carol Kent en When I
Lay My Isaac Down. (Colorado Springs, CO: NavPress, 2004), p.
159.
8. Melissa Healy, "Friendship's Healing Power", The Charlotte
Observer, Sección E , 30 de mayo, 2005, p. 1.
9. Ibíd., p. 3.
10. Pam Vredevelt, Letting Go of Disappointments and Painful
Losses. (Sisters, OR: Multnomah Press, 2001), p. 17.
11. Sheila Walsh, Honestly. (Grand Rapids, MI: Zondervan
Publishers, 1996), p. 48.
12. Ibíd., p. 102.
13. C. S. Lewis, Cristianismo …¡y nada más! (Editorial Caribe,
Miami, FL, 1977), p. 189.
14. Neil Anderson, Victory Over the Darkness. (Ventura, CA: Regal
Books, 1990), p. 203.
15. Beth Moore, citada textualmente por Jane Johnson Struck en
"Beth's Passion", artículo publicado en la revista Today's Christian
Woman, septiembre/octubre 2005, pp. 32, 33.

Cap. 13. Liberando el poder que tienen nuestras cicatrices


1. Henry Pierson Curtis, "Blemish for Navy Officer", artículo
publicado en el periódico The Orlando Sentinel, 6 de noviembre,
1999, p. 1.
2. Tomado de When I Lay My Isaac Down por Carol Kent, pp. 16, 17.
Utilizado con permiso de NavPress—www.navpress.com. Todos los
derechos reservados.
3. Ibíd., p. 24.
4. Ibíd., p. 72.
5. Ibíd., p. 125.
6. Ibíd., pp. 175, 178, 179.
7. W. E. Vine, Merrill F. Unger, yWilliamWhite, hijo, Vine's Complete
Expository Dictionary of Old and New Testament Words. (Nashville,
TN: Thomas Nelson, 1985), p. 478.
8. Nancy Leigh DeMoss, Brokenness—The Heart God Revives.
(Chicago, IL: Moody Press, 2002), pp. 49, 50.

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