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F,ernando Luis González Rey

Psicoterapia, ·subjetividad
y postmodernidad
Una aproximación desde Vigotsky _hacia .
una perspectiva histórico-cultural

N
noveduc
Biunos Aires • México
FERNANDO Lurs GONZÁLEZ REY es graduado en Psicología (Facultad de Psicolop;í.1 d«
la Universidad de la Habana, 1973). Ph. D. en Psicología (Instituto de Psicol11¡• 1,1
General y Pedagógica de Moscú, 1979). Doctor en ciencias (máxima titulación cirn 1fl1
ca de la antigua Unión Soviética en nivel de posdoctorado, Instituto de Psicolop;IJ tk l 1
Academia de Ciencias de la Unión Soviética, Moscú, 1987). Actualmcntt:: es prnl1·1111
titular del Centro Universitario de Brasilia en Brasil. Es profesor v~itante instiwctcu1.il .t. 1
doctorado de Psicología de la Salud de la Universidad Autónoma de Madrid y de l.1 ¡111
graduación en psicología de la Universidad de San Carlos en Guatemala. Ha c~rntu 1
libros. Cinco de ellos se han publicado en portugués y en español.::Ha escrito tamliirn 110
capítulos de libros y más de setenta artículos en revistas especializadas. Le fue concl.'.d1d11 '1
Premio Interamericano de Psicología en 1991. Ha sido conferencista invitado en 11111h1¡1h
congresos científicos internacionales entre los que se destacan: Congreso Inrcrnado11.d d
Psicología Aplicada (San Francisco, Estados Unidos, 1998); Congr<:SOS Intcramcril.\llc 1 • .¡,
Psicología en: Quito, Ecuador (1983); Caracas, Venezuela (1985),; San José, Co~t.t 1{11 1
(1991 ); Santiago, Chile (1993); Santiago, Chile, III Con¿jl'eso Internnc11w11/ 1/
Investigación socio-wltimil y de la actividad (2001 ); Amsterdam, Holanda (2 001 ).
Índice ·11--
PRÓLOGO . ........................................ ...... .. ...... .. ..... ....................... ................ 7

I NTRODUCCIÓN ................. .. ........... . ........ .............. .... ............................... 17

CAPÍTULO 1
l ..i psicoterapia en su evolución: significación creciente
de la cultura y de lo social en el campo terapéutico .. ............................ 21

CAPhULO 2
1\1 enfoque histórico-cultural: su impacto en la psicoterapia .. .......... .. ... . 63

CA l' l l'ULO3
Aportes y consecuenci<l¡S de una representación hostórico-cultural
,obre la subjetividad en la práctica terapéutica .................................... 109

( '.A 1•huLO 4
l ..1s corrientes postmodernas en la psicoterapia:
1endcncias y perspectivas ........... :............................. .. ......... ............ ...... 155

l1 11111oc; RAFÍA ...... .".. .. ........... . ...... .. ................ . ... ............ ... ........ .............. 199
·.
Prólogo 11--

El mundo de la producción teórica es una gran enteleq1úa, que crece


de manera irregular. Afortunadamente, cada tanto surgen pensadores
que revisan críticamente las nociones generadas por su comunidad cien-
tífica. Generalmente movilizados por un entendimiento profundo del
objeto de estudio frente al cual se hallan en la cotidianidad, nos invitan a
dilucidar controversias que retrasan el progreso de la disciplina. La obra
que el lector tiene'en sus manos es un producto de tal inquietud intelec-
tual. Su lectura es imprescindible para quien desee profundizar en el
marco de la perspectiva histórico-cultural en psicología, así como tam-
bién para todo clínico que vea su trabajo limitado por la gnoseología dis-
ponible y por aq~d interesado en los temas de la psicología teórica que
desee nutrirse del pensamiento de ·una mente innovadora. Incluso se
beneficiarán los léctores más interesados en el arte de la terapia, ya que
en este libro, González Rey no· sólo navega los laberintos de la episte-
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
mología y de la teoría psicológica, sino que tambiéff se au·evc a franquc
ar el horizonte de la práctica clínica y nos muestra, con la descripción tk
un caso, su peculiar manera de ayudar al paciente a construir nuevos M·11
ti dos subjetivos.
Como profesional aboc;:ado prioritariamente a la clínica psicológic::1, rn
la que Ja subjetividad es la materia prima de trabajo, comparto con d .1111 <ll
la disconformidad que ha significado estar a la sombra de las prod11l du
nes conceptuales de otras ciencias, que operan con ou·os elementos, p.11 .1
intentar acceder a la comprensión de la mente humana. Tal comos<: ni.1111
fiesta en este libro, una. de las tareas más complejas que Ja psicologí.1 1il lll
por delante es la revisión de su sistema de categorías. Sin embargo, M.
requiere una madurez intelectual propia de autores de la talla de Gom .1lr,.
Rey para manifestar sus desacuerdos con respecto a las categorías ac111.dn
de su campo, sin caer en la tentación de proponer una nueva form ul.1lio11
con pretensiones definitivas.
Luego de una trayectoria académica .fundada en la obra de Vigotsky, <.·I
autor descubre puntos de encuentro entre la perspectiva histórico cuh 11
ral y las ciencias posmodernas que se definen como complejas, no line.1
les y no deterministas. Nos introduce a una serie de alternativas mt:lO
dológicas que permitirían abordar el estudio de los sistemas sflbjetivos e
insiste, acertadamente, sobre la necesidad de replantear cuestiones obw
!etas en la manera de concebir al stijeto.
González Rey elige el camino menos transitado cuando propone rcpcn
sar la naturaleza de lÓ subjetivo, asignándole constructos que le den con
sistencia y reconozcan su cualidad "sui generis". La subjetividad, arguye,
no se define por ninguno de sus atributos concretos (lo interno, Jo priva
do, lo consciente, lo inconsciente), que constituyen sólo espacios de su
desarrollo, sino por su especificidad ontológica: la "subjetividad es una
producción simbólico -emocional. Con el fin de aportar a la comprensión
de esta especificidad, retoma el concepto de "zonas ~le sentidos", ya pro·
puesta en ou·as obras suyas. Y en este texto, cuyo objetivo fundamental
es aportar al avance de una visión psicoterapéutica 01~ientada al estudio de
la subjetividad y basada en el enfoque histórico-cultural, el autor se
ocupa en particular de desarrollar, huevamente, la c'ategoría de "sentido
subjetivo": "U11n unidad psicológica qtte se caracte.riza por la relación

la
J. Balbi 1 Prólogo 1
rntre lo simbólico y lo emocional, unidad donde uno epoca al otro de forma
n:cíproca, sin convertirse en su causa" (pág. 87) . Haciendo una salvedad
t•spccífica para su pi.:opio m arco conceptual de referencia, González Rey
senala que la subjetividad no se interioriza, sino que se construye. Los sen-
tidos subjetivos no son resultado directo del impacto de las experiencias
rn su carácter objetivo, sino que co~sisten en una producción sobre los
di.·cws colaterales d~ lo vivido. Esta producción es posible, únicamente,
p.11"1 icndo de Ja "corifiguración subjetiva" de la persona y del espacio social
{

rn rncstión.
l ~I au tor nos invita a replantear la manera en la cual las <:iencias socia-
b li.111 abordado la·;subjetividad, entendiéndola como una zona de sen-
tido wmpartida por una multiplicidad de ciencias, y a su vez, dentro de
l.1 p.~irnlogfa, por una multiplicidad de enfoques. Siguiendo esta línea,
nos rnfrenta con un recorrido crítico po r las diferentes transformaciones
q ut· lt,\ sufrido la noció n de zona de sentido de lo subjetivo en Ja histo-
11.11k l.1 psicología, desde sus inicios hasta el presente. Comenzando por
1I ¡1\i1 O<lll~lisi s, en la versión original de Freud y la de varios sucesores,
r11 p.1rtirnlar la obr; de Jung, pasando luego por la terapia familiar sisté-
11111.1 , el humanismo, el constructivisrno, la perspectiva posracionalista de
l ;uid.1110 y los enfoques orientados por el construccionisrno social,
t;rn1 1.,\lcz Rey se explaya en un análisis profundo de los aciertos y las limi-
t,1l·iones de las conÚpciones del sujeto (o su ausencia) elaboradas po r
1 .1d.1 pt:rspectiva . La rigidez con que ha sido tratada dicha zona de senti-
do, concluye, se debe fundamentalmente a la renuencia a otorgar a la
~ 1dijt:t ividad un estatus ontológico privilegiado. A grandes rasgos, hay
dus caminos posibh:s para malograr la categoría de subjetividad: uno es
otorgarle un status propio, sin deja·r de abordarla desde la perspectiva
epistemológica ade~uada para el estudio de los fenómenos fisicos o bio-
lc'lp,icos; el otro, simplemente, n~gar su existencia.
Como ejemplo de la primera forma, al psicoanálisis freudiano el autor
le reconoce el mérito de haber inaugurado revolucionarias zonas de sen-
tido en términos d.e representación del hombre, con consecuencias de
gran valor para el desarrollo de las ciencias humanas. Sin embargo, es crí-
t ir<l de sy. aspiración de ajustarse al ideal de ciencia encarnado por la
1111:dicina positivista . El psicoanálisis, se lamenta González Rey, desarro-
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
lló su método psicoterapéutico en torno a una visión de patología psí
quica, que lo embreta en una perspectiva objetivista y' racionalista de la
cura. Por otro lado, la reificación del inconsciente con,10 instancia em;r
gética de orden sexual reprimido (propia de una ontología fisicalista) cs
un obstáculo para comprender la sexualidad como un compone11te de l.1
subjetividad. En este sentido, la producción de Jung representaría u11.1
alternativa válida cuando, rompiendo con la idea de que la cura está aso
ciada a la eliminación de las causas primeras, afirma qué la psicoterapia C\
una producción subjetiva. Esta postura implica una defensa severa por
conservar a la psique, entendida como subj etividad, en el foco de obsn
vación clínico y un intento serio de evitar la tendencia a la "patologiz.1
ción" y "medicalización" de la psicoterapia, que se reafirma en el dcs.1
rrollo de diversas instituciones, no sólo psicoanalíticas:
El autor remite a un fenómeno intelectual hijo del posmodernismo: d
construccionismo social, como exponente máximo de una postura dl·
negación de la subjetividad. Debido a la dureza de sus premisas, c~ 1 .1
perspectiva es incapaz de permitirse el trato con entidades ontológit'.l\
que no refieran a producciones lingüísticas , de este modo, se ve impcd i
da de realizar el puente necesario entre el u niverso del lenguaje y el de l.1
subjetividad personal.
González Rey critica la inconsistencia de autores construccionis t.1~,
como Kenneth Gergen) en su pretensión de explicar los fenómenos pst
cológicos estudiándolos exclusivamente desde una perspectiva relacion.11,
que ignora aquellas cualidades del sujeto que no se manifiestan t:n l.1
comunicación. Aquellos no advierten que de ese modo recalan , a pes.ir
de su aparente complejidad conceptual, en una sorprendente coincidrn
cia epistemológica con el conductismo y otras perspectivas ambicntali s
tas. Debe señalarse co11 énfasis y sin resquemores el err<;> r mayor del cnfC ¡
que construccionista, a saber, "la negación de una condición ontológic.1
propia para el sistema subjetivo personaP'. El construccionismo se carne
teriza, precisamente, por su negación radical del sujeto~ Según este punto
0

de vista, la psique, e incluso el conocimiento científico, son meros dis


cursos legitimados por consenso en las prácticas sociales. Comparto d
criterio de González Rey cuando dice críticamente: «Et constrttccio11im111
genera ima comtmidad comimicativa sin autor. El sujeto no piensn, 111

l 10
J. Balbi 1Prólogo 1
genera) ni constrtt)'e; él es un momento de un espacio dialógico donde toda
producción es social)). El lector advertirá que aceptar estas premisas, o
pasarlas por alto como si carecieran de importancia, podría implicar con-
secuencias graves para el desarrollo de la psicología teórica y disciplinas
conexas. Por otro lado, cabe preguntarse: (cuál sería la función de la psi-
coterapia en un mundo donde hemos aceptado como válida la inexisten-
c.:ia de sistema pers6nal autónomo alguno?
La negación que~ hacen los constr.uccionistas se afianza en la crítica de
un concepto arcaico de subjetividad, señala González Rey. Esta actitud,
dice el autor, limit4 la potencialidad heurística de esta categoría una vez
dl'spegada del contexto histórico concreto en que fue teorizada. Les
i111p11ta a los autorts construccionistas el comprender las producciones
.111tcriores del conocimiento como entidades absolutas a ser juzgadas
rnrno verdaderas ci falsas. Por el contrario, concebirlas como sistemas
1111cligiblcs, situados histórica y socialmente, facilitaría Ja recuperación de
.1q11cllas conceptualizaciones amplias y útiles al adelanto del saber. De allí
q 11l', desde una pe1'Spectiva deconstructiva, propone su noción de "zonas
1k sentido" como espacios de inteligibilidad para el avance de una cien-
l ia, en el contexto de los cuales ciertas categoría.s, como Ja de "subjetivi-

dad", constituyen momentos históricos de representaciones más abstrac-


tas, que facilitan renovadas opciones de desarrollo ante nuevos conoci-
mientos eoncretos y diferentes marcos teóricos.
I.a principal crítica que González Rey tiene para el enfoque de terapia
sistémica es consistente con lo que han sido sus motivos de brega a lo
l.1rgo de su carrera científica: los fundadores de este modelo, en su afán
por poner el foco de interés en el sistema de relaciones familiares, igno-
r.1ron la complejidad subjetiva de las personas que las integran, así como
l.1 pertenencia de éstas a un sistema social más amplio. Otra vez la psique
.1soma comportamental y atomizada, como expresión directa de una
influencia externa. Una posición objetivista, reclama González Rey, que
t•xcl uye la capacidad generadora de la mente. La familia emerge, en cam-
bio , de los sentidos subjetivos diferenciados que se orga~zan en la per-
sonalidad (una categoría cara al autor) de quienes la componen, así como
en los espacios diferenciados de la subjetividad familiar q ue generan las
relaciones entre sus miembros. En ninguna de sus formas de organiza-

11 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
ción, la sociedad ope;a de manera <limeta y lineal sobre el sistema subjc
tivo. Los sentidos subjetivos son fruto de una configW"ación personal qur
expresa una producción original concerniente a lo vivido, en la que ~t·
integran experiencias an teriores ocurridas en diversos contextos ~
momentos de la historia del sujeto.
Mejor se lleva el autor con los terapeutas cognitivos de orienraci<'>11
constructivista. H ace de todos modos una advertencia, crítica que corn
parto. Es cierto· que, sin diferenciarse claramente de los construccioni~
tas sociales, algunos constructivistas h~n sido demasiado influidos pol' 1:1
llamado "giro lingüístico" de la filosofia posmoderna, que en su vcr~ io11
extrema amenaza con erradicar la definición de psique. Sin embargo, ,1
aquellos que se diferenciaron más claramente les recoAoce el mérito di
ser gestores de un cambio radical y favorable. Con e5ta perspccti\',1, ti
terapeuta dejó de estar situado fuera de la relación y pasó él mismo a \l'I
parte esencial del propio sistema simbólico producido en el espacio tl·1.1
péutico. Siento que la posición sobre la subjetividad que defiendo, d1u·
González Rey, encuentra varios puntos de. contacto con los autores lOll'-
tructivistas en psicoterapia, y se aboca a marcar similitudes y difer<.:nl'i.11,,
de un modo que, como a todo lo largo del libro, se transforma en un g<Kc
intelectual para el lector.
Un compromiso particular encuentra Gonzálcz Rey con la posición d<.:
Leslic Greenberg y Juan Pascual-Leone, representantes del modelo cons
tructivista dialéctico. Las construcciones que generan cambio, scgíin
estos autores, son producidas en una combinación dialéctica de cmoci611
y reflexión. Por tanto, vale destacar que el significado ocurre como fonú
meno subjetivo que integra afecto y cognición en un proceso dinámico.
Se hace evidente la misma disposición epistemológica que subyace: la sín
tesis dinámica de Greenberg y Pascual-Leone es un constructo que otor
ga un estatus ontológico particular a la experiencia de sentido.
Acuerda el autor con los constructivistas críticos, como' Mahoncy )'
Guidano, cuando éstos dan relevancia a las hipótesis como instrumcn 1os
fundamentales de la construcción del proceso terapéutico. Estos, dice,
definen ontológicamente los problemas de los que se oqupan, con lo cual
les atribuyen, a diferencia de los construccionistas, una .cualidad difcrcn

l 12
J. Balbi f Prólogo 1
ciada de la naturaleza discursiva del saber que los expresa. Por eso le
parece plausible que se reconozca una identidad personal, representada
com o un self en desarrollo, que se organiza en torno de un proceso con-
tinuo de significación de la experiencia, especialmente emocional, por
parte del sujeto. Ve interesante el concepto de o rganización dinámica de
los trastornos psíqi.licos ofrecido por Guidano. Esta noción, según
González Rey, es una alternativa de hacer inteligibles esos fenómenos, de
una manera diferenciada, tanto de la psicopatología semiológica clásica
como del reduccionismo lingüísticoº discursivo .
Valora ~l concepto de "Organización de Significado Personal" de
Guidano como la apertura de un "campo heurístico, entendido como la
producción de nociones que tienen puntos convergentes en la forma de
representarse un fenómeno". En este caso, por ejemplo, le resulta inte-
resante a González Rey el énfasis que Guidano pone en la complejidad
de una organización, que puede manifestarse en diversas formas particu-
1.irt·s. De modo que la etiología de los desarrollos patológicos no estaría
r11 los contenidos, sino en la configuración misma.

"'n embargo, en una aguda crítica, González Rey reconoce de manera


.11i11;1da un cierto resabio computacional q ue ha sufrido el posracionalis-
1110 gracias a su categoría de "Organizaciones de Significado Personal".
Desde el momento-. m ismo en el que Guidano define a dicha categoría
como "procesamiento proactivo", está confinándola, semánticamente, al
r.lll1po de la metáfora del procesamiento de la información, del cual él
111ismo se diferenció.
( :elcbro esta crític::a y considero oportuno aclarar que de hecho el pos-
1-;1do11alismo, debido a una desafortunada elección de términos, aun hoy
110 se ha desembarazado totalmente de connotaciones asociacionistas y
objcti1isras, lo que provoca dificultades en la clínica y a la vez en el diá-
l ll~o cien tífico. Esta ambigüedad conceptual llama a ser resuelta en la
dirl'rt'ión que propone González Rey para facilitar el avance del estudio
dr l.1 ~ubjctividad como ontología diferenciada ..
l li~ 1c'iric.rn1ente, el foco sobre la categoría de significado puede ser ras-
l1 l'.1d 11 ,, l,1 publicación de· Acts ~f Meaning, de Jerome Bruner, en 1990.
Bt 1111t·1·, l'll un interito de recuperar la iniciativa de la primera revolución

13 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
cognitiva, en la cual él y sus colegas buscaban dar pt;imacía al carácter
constructivo de la mente, declara que la psicología ha ·de ser una ciencia
"que se ocupe esenciali:nente del significado". Lamentablemente, a pesar
de querer dejar atrás la connotación asociada al procesamiento de infor-
mación, el término significado continúa arrastrando tin tinte cognitivo
que parece no brindar lugar a factores experienciales ni emocionales.
La palabra inglesa "meaning'' ha permanecido comó centro del movi-
miento cognitivista, y su traducción, significado, ha Íl~vadido el mundo
cognitivo de habla hispana. Luego de décadas de usar el término "signi-
ficado" de manera indistinta, resulta un verdadero aporte el difundir la
noción de "sentido" para hacer referencia a un domiri\o de la experien-
cia persona] -en el cual las emociones tienen participación cardinal-, del
cual el significado es sólo un aspecto~ Para difundir estas nuevas distin-
ciones a la comunidad de habla inglesa, parecería que el término "sensc"
es apropiado para denotar lo que llamamos · "sentido". Consecuente
mente, se puede hablar de «siibjective sense», y "sense of o neself'; con
ceptos claves para el entendimiento y esclarecimiento en temas de psirn
patología y clínica.
La categoría de sentido ha sido estudiada exhaustivamente por Gonzfü•¡,
Rey en su públicación "O Social na Psicología e a Psicología Social. 1\
emergencia do sujeito" (2004), donde retoma una lectura de Vigotsky qul'
ha sido poco difundida en Occidente. La obra más conocida de Vigot ~ky
forma parte de lo que el autor llama su "segunda época", en el que las ft111
ciones psicológicas, en especial la conciencia, son descritas como un.1 inte
riorización dir.ecta de la actividad de la persona. Esta teoría prescn t•\ l lll
marcado sesgo materialista, a expensas de ignorar los procesos dialéctirn~
de experiencia, y parece ser superada en el primer y tercer período viµ,ot \
kiano, cuando sus esfuerzos se orientan hacia la formulaci ón de un.1 t~·o
ría de la personalidad (otra categoría fundamental para el avance de l.1
psicología). La superación del "giro objetivista" ocurre cuando Vigot~ky
reconoce el carácter sistémico de la personalidad e introduce el conrl'p
to de "sentido", palabra clave en la o bra presente y para la comprl'nsio11
profunda de la mente. El acierto de Vigotsky fue el de enfatizar la ~·x111r
sión del sentido en el significado, como una manifestación singul.11 q111·

l 14
J. Balbi 1Prólogo 1
no obedece las misinas leyes que éste, pero que siempre se presenta junto
.ª él. H aya sido coüsciente de ello o no, Vigotsky introdujo un término
clave que puede sentar las bases para la génesis de una alternativa onto-
lógica particularmente fiel a la naturaleza de la subjetividad hu mana.
González Rey, al retomar el concepto, lo profundiza y enriquece cuan-
do, siguiendo el pensamiento de Vigotsky, juzga que el sentido pertene-
ce a una dimensión, diferente a la del significado; ya que no implica, como
éste, una correspondencia entre el símbolo y aquello que el símbolo
representa, sino m~s bien un "agregado de todos Jos hechos psicológicos
que surgen en la conciencia con relación a un significado". Me atrevo a
sugerir representarnos el sentido como un fenómeno específico del
dominio de la conciencia personal,' que se manifiesta como experiencia
pura, asemántica. ·. El corolario final de lo expuesto es designar como
campo de estudio de la psicología a la subjetivid¡id, desde los múltiples
sentidos personales en los que opera.
La labor que nos ocupa es la de observar el fenómeno de la subjetivi-
dad con la lente que le corresponde, propone González Rey. De este
modo se fortalecen las bases de una clínica psicológica diferente, en la
que la relación terapéutica está orientada, funda1f1entalmente, a generar

.
opciones en la construcción de nuevos sentidos,personales del paciente .

Juan Balbi

IS 1
Introducción 11•-

El pn:s<.:ntc libro discute la psicoterapia desde una perspectiva que


h.1,1.1 tiempos mu)i recientes no se ha asociado con el tema, ni con la psi-
111logf;1 clínica de forma genera:!. Me refiero al enfoque histórico-culm-
1.tl, tfrmi no en sí mismo polémi~o, pues, aunque aparece habitualmente
,\\od.1do a la teoría histórico-cultural de Vigotsky., de hecho, no fue pre-
1 1~.1 mcnte el mom'ento de su obra al que históricamente se ha asociado
es.1 definición el que trajo los mayores aportes de ese autor para una
rnmprensión histórico-culm ral de la mente. Unido a eso, lo histórico-
nilLural representó un principio que caracterizó el desarrollo de la psico-
logía soviética, importante movimiento que, po_r su novedad teórica y
episrcmológica, debe ser mejor conocido en la psicología occidental
.11 t ll:li para una lectura más rigurosa del propio Vigotsky, que ha sido su
.
1q ircscntante más :.conocido en Occidente .
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
El libro tiene cuatro líneas directrices que se relacionan estrechamente
entre sí.
En la primera se hace un balance de las teorías que, en la opinión del
autor, tuvieron un mayor impacto en el período moderno, dentro del
cual m uchas de las teorías más significativas de la psicología crecieron
alrededor de la psicoterapia, que apareció como su momento empírico
más importante, como fue el caso del psicoanálisis. Luego, se muestra
cómo las diferentes teorías tienen un desarrollo en el que lo social· y la
cultura van ganado significación. Las teorías se presentan como esp acios
de inteligibilidad en desarrollo y se critica su institucionalización dog-
mática que tanto daño ha hecho a la psicología.
La segunda línea directriz está asociada a la presentación de la psicolo-
gía soviética y de los principios sobre los que apoyó su definición histó-
rico-cultural. En esta dirección se presentan las diferentes tendencias y
contradicciones que caracterizaron aquella psicología y: sus limitaciones
para el desarrollo de los temas de la subjetividad y de la clínica. El autor,
a partir de esa presentación, introduce su posición para: el desarrollo del
tema de la subjetividad desde esta perspectiva, que servirá para funda-
mentar la propuesta sobre la psicoterapia presentada de.s de una posición
histórico-cultural.
La tercera dirección que el libro presenta es la fund¡imen tación de la
psicoterapia en esta perspectiva que, por su novedad, se.·.d efiende no sólo
teóricamente, sino a través de ejemplos concretos tomádos del ejercicio
terapéutico. Temas como el lugar del terapeuta, la significación de la teo-
ría en el proceso de la psicoterapia, los desafios del proceso terapéutico,
así como la comprensión del cambio en la psicoterapia, se discuten,
defendiéndose el valor heurístico del marco teórico propuesto con rela-
ción a esos temas. Unido a eso se enfatizan los aspectos sociales, institu-
cionales y del modo de vida, tanto en la génesis de los trastornos psíqui-
cos como en opciones necesarias del proceso terapéutico.
Finalmente se discute el significado de la modernidad en este campo y
las diferentes fo rmas que toman las tendencias que se definen como post-
modernas en esta área. Se defiende la afinidad de una definición históri·
co-cultural de la subjetividad con los principios sostenidos por las teorías
de la complejidad, las q ue, en opinión del autor, represehtan una orienrn
,•

l 1a
F. L. González Rey ! Introducción 1
ción postmoderna diferente de la postulada por el post estructuralismo
francés, con frecue~Kia identificado con lo "postmoderno" en filosofia.
Se presentan y discuten aquellas teorías que en psicoterapia han asumi-
do su plena identificación como postmodernas, como el construccionis-
mo social y algun~s de las formas de constructivismo, y se termina con
un balance de los .desafios, contradicciones y perspectivas de esas ten-
dencias en la psicoterapia.
El libro present~ a la psicoterapia como un campo atravesado por las
principales tenden~ias y contradicciones del desarrollo de la psicología y,
~obre todo, como un campo en desarrollo, enfrentado constantemente
rnn nuevas contradicciones y necesidades frente a las que no se pueden
cvii-ar nuevas construcciones teóricas. La psicoterapia ha sido una fuente
tl'Órica y epistemológica fundam.ental para el desarrollo de la psicología
q11c demanda, frerite a sus desafios actuales, discusiones que la integren
.1 los problemas ge.nerales que se debaten hoy en las ciencias antroposo-
cialcs de forma general.
De forma creciente, la subjetividad ha caracterizado las tramas esencia-
les que en estos tiempos dominan formas artísticas como el cine y la lite-
r.1tura. Basta mencionar autores como Sandor Maray, Philip Roth, M ilan
Kundera, Woody Allen y Walter Salles, como algunos de los maestros
que, en ambos géneros, han introducido, con su irreverencia y el cues-
tionamiento de la~ diferentes racionalidades establecidas, el tema de la
subjetividad en la literatura y el cine. El carácter no racional de muchos
de los procesos de la vida humana ha existido desde los tiempos más
rrniotos de la humanidad, siendo muchos rituales, mitos, representacio-
nes y luchas un testimonio fiel de eso. Sin embargo, el dominio del racio-
n.1lismo en el período moderno pasó por alto la especificidad y comple-
jidad de lo subjetivo, con la presentación de un orden instrumental y
r.1donal que dominó el espíritu científico y el sentido común y, con ellos,
l.1 organización de·'.las más diversas instituciones humanas.
Mi carácter irreverente hacía lo establecido como verdad absoluta fren-
ll' .1 los tintes siempre cambiantes de la vida quizás ha influido en mi voca-
l ión por el tema. l)ejo al lector su capacidad de juzgar si la subversión ha
l .11-.11:1crizado este trabajo, siendo su polémica airada conmigo, como

.1111m, quizás el m~jor indicador_de haber conseguido Jo que buscaba .


Capítulo I' 1t•-
LA PS ICOTERAPIA EN SU EVOLUCIÓN:
SIGNIFICACIÓN CRECIENTE DE
LA CULTURA Y DE LO SOCIAL
I

EN EL CAMPO TERAPEUTICO

BREVE RECORRIDO HISTÓRICO SOBRE LA PSICOTERAPIA:


UN ANÁLISIS DE LAS TEORÍAS EN LA BÚSQUEDA DE LAS
DIMENSIONES CULTURALES Y SOCIALES DE LA PSICOTERAPIA

Debido a la ampl\tud de teorías y campos del saber relacionados con la


psicoterapia, me centraré en este epígrafe en las teorías que, de forma
explícita, han desarrollado opciones para la comprensión de la psicotera-
pia como proceso inseparable de la cultura, avanzando en el estudio de
la relación entre psique humana y cultura. ,
La psic9terapia tiene una larga historia asociada a dos tendencias fun-
damentales del desarrollo humano; por una parte, la producción de ali-
vio a estados emocionales, lo que ha representado unan tendencia esta-
ble de todas las culturas y grupos humanos en el desarrollo de sus prác-

21 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
ticas de salud y, por otra, el advenimiento de la ciencia moderna, la cu:i l
se convirtió, con particular fuerza en el siglo XIX y gran parte del siglo
XX, en sinónimo de conocimiento útil y comprobado: La ciencia en lm
siglos XIX y XX pasó a ser decisiva para lo que el propio sentido común
evaluaba como adecuado, convirtiéndose en: la fuente de nuevos dogma ,~
que venían a reemplazar los dogmas teológicos escolásticos que habían
regulado las prácticas y los sistemas valorativos humanós durante la Edad
Media.
Con los orígenes de la psicoterapia ocurre algo muy semejante a lo que:
ocurrió con el origen de la psicología. Este último atribuido a Wundr en
su laboratorio de Leipzig, pero, en realidad, esta atribución es una rc.:f~
rencia totalmente formal, pasada rápidamente por encima por la mayurí.1
de los manuales de psicología, lo que con frecuencia deja la sensació n d<:
que el único mérito de Wundt fue haber inaugurado el laboratorio. A
autores como Farr (1998) y Danziger (1990), entre otros, debemos t•I
rescate del valor de Wundt para la psicología y el análisis de los factorc~
implicados en los que ha sido tan ignorado. Uno de los aspectos esencia
les de ese hecho fue la hegemonía del m odelo empirista y experimentalis
ta de ciencia, qtie dominó a la psicología en la primera parte del siglo XX.
E n la historia de la psicoterapia, figuras como Mesmer y el Marques de
Puyzigur fueron también mencionadas de manera ptúamente formal en
las diferentes referencias sobre los orígenes de la psicoterapia, o mitién -
dose completamente lo que ellos significaron en términos históricos, teó-
ricos y epistemológicos (Neubern, 2005 ). Al igual q ueVVundt, ellos fue -
ron totalmente descalificados por la hegemonía del paradigma positivis-
ta, que se convirtió en sinónimo de ciencia, no sólo dentro de la institu-
ción científica, sino también para el sentido común.
Mesmer, con su teoría de los fluidos magnéticos, abríó el mundo de lo
humano para efectos y estados que se separaban de la racionalidad impli -
cada en la ciencia moderna, introduCiendo procedimientos que llevaban
a respuestas h umanas imprevistas e imposibles de ser acompañadas de
forma lineal y' controlable. De esa forma, el "mesmerismo" 'tuvo un
impacto sobre la comprensión del hombre en la época, abriendo un espa-
cio para fenómenos subjetivos descalificados por la . hegemonía de la

1
F. L. Gonzá/ez Rey 1La psicoterapia en su evolución ... 1
visión dominante sobre la que se desarrolló la ciencia a Jo lar go del perí-
odo moderno.
La idea del fluido magnético genera un objeto de conocimiento y prác-
ticas que se separa de los atributos observables, susceptibles de control y
clasificación, que éaracterizaban el saber médico en la época. Las ideas de
Mesmer fueron d~valuadas como chamanismo y en ningún momento se
reparó en los elementos sobre los que se fundaba la eficiencia que sus
procedimientos tenían en muchos casos. Era mejor ignorar lo que no
cabía en los términos de la definición de ciencia moderna, que descubrir
y elaborar nuevos aspectos de un'a r ealidad inexistente para el saber
humano, que no había sido legitimada por los métodos dominantes, los
cuales, a su vez, no permitían llegar a ella. Esta paradoja caracterizó la
época liderada por el instrumentalismo positivista, donde el método y el
procedimiento era.n Ja vía para recon.ocer el carácter de un fenómeno o
proceso como peri:eneciente al mundo.
Mesmer füe médico, pero fue completamente rechazado por la propia
comunidad médica, en un proceso q ue se irá a repetir de la misma forma
en relación con todos aquellos que, dentro del campo de la p atología y
Ja normalidad (pues el término salud fue tempranamente ignorado por la
mediciné!'), intentáron integrar en sus prácticas aspectos subjetivos no
correspondientes al estándar de objetividad que·orientaba a la ciencia de
la época, como muy atinadamente indica Neubern (2006) en su análisis
sobre el proceso histórico y epistemológico que acompañó esta etapa del
saber con relación a las prácticas psicoterapéuticas.
«La fuerza institucional impidió que fueran levantadas discusiones con-
tundentes sobre el problema de la imaginación. Esto porque) siendo ella elec-
ta como la causa de tantosfenómenos) sería esperado que una discusión más
amplia se desarrollara para comprenderla con más pertinencia y coheren-
cia dentro de las prácticas de la ciencia dominante» (N eubern; 2006, 14).

La ciencia no aceptaba la imaginación y la fantasía corno procesos pre-


sentes en Jos fenómenos humanos, dado que son precisamente estos pro-
cesos los que de forma más contundente destacan una de las característi-
cas cruciales de la subjetividad humana: su carácter activo y generador en

23 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
la producción del mundo dentro del cual operamos, condición cscnci.11
para el desarrollo de un "mundo humano" culturalmente producido.
Posterior a Mesmer, la figura del ma'rques de Puyzigur, que en la lite
ratura brasileña sobre el tema parece ser tratado en profundidad sol.1
mente por Neubern (2005 ), introduce )a cuestión dtl sonambulisllln
com o un estado dentro del cual la pérsona puede hacer cosas realmcllll
inesperadas. Puysigur, según Ncubcrn, se concen traba ·más en un prcKe
so relacio nal donde los enfermos pasaban a tener un papel más activo. 1,.1
cuestión de la cura como fenómeno relacional y no de una naturalc.: za
interna, aislada en la individualidad, fue inu-oducida en.las acciones Lera
péuticas dirigidas a la psique.
El sonambulismo definido por Puyzig ur fue bautizad.o por el médico
escocés Braid como hipnosis en 1843, con lo cual la propia palabra oricn
taba más a la comprensión instrumental de la hipnosis q ue a su ejercicio
como forma de relación, tal y como fue practicada por Puyzigur. Coinci
dentemente, lo mismo ocurrió con e~ experimento, el cual en Wundt se
representaba como un espacio social de intercambio y comunicación y
que, en su u·ansición a lo puramente.instrumental, perdió su carácter de
práctica social, quedando sumido en el mutismo de Ja netmalidad.
C harcot trajo una gran contribución al asumir los temas desarrollados
antes por Mesmer y Puyzigur, y darles un status de cientificidad dentro
de la noseología clínica de la época, con el ró tulo de histeria y, a la vez,
hacer a la hipnosis objeto de trabajo científico (Neubern, 2005 ). Charcot
legitima los síntomas no asociados a causas orgánicas y los incluye den-
tro de la histeria como patología, apartándose de la consideración des-
pectiva de la histeria como simulación que dominaba °Ja época y que, a
pesar de los trabajos de C harcot y después de Freud, siguió monopoli-
zando las representaciones dominantes sobre este fenómeno. El trabajo
de Charcot fue decisivo para la evolución del pensamiento psicológico,
tanto por su impacto en Freud como en P. Janet.
Paradójicamente, integrar el estudio de la histeria y de la hipnosis a la
medicina, tornándolos con ello científicos - lo que representó un paso de
avance en la época-, inauguró también el proceso de la patologización de
la clínica psicológica moderna, por detrás de la cual se ocultaba el reco-

l 24
F. L. González Rey 1La psicoterapia en su evolución ... 1
nocimiento del carácter singular y diferenciado de los procesos subjetivos
humanos. La patología, a partir de la definición de la histeria como enfer-
medad mental, pasó a ser definida por tipos de comportamientos no
reconocidos como ."normales", con toda la carga 'ideológica que ese tér-
mino soporta.
Tras la muerte de. Charcot, sin embargo, su continuador y alumno pre-
ferido, Babinsky, desmanteló el concepto de histeria y lo sustituyó por el
de "pitiatismo", el cual eliminaba la cuestión de las "causas sexuales" y
volvía a considerar a los histéricos como simulado1:es posibles de ser cura-
dos por sugestión (Rodinesco, 199..5 ).
Habinski se orientó hacia una neurología apoyada en evidencias orgá-
11ic 1s, donde los sfotomas siempre se definían por lesiones precisas. El
t\1mpo de la medicina crea una escisión, dejando nuevamente afüera la
ronsideración de los fenómen0s subjetivos asociados a trastornos somá-
ticos. Poco .tiempo después, este debate volverá al escenario de la medi-
' ina a través de los trabajos de Freud, en los que se reivindica la herencia
de Charcot, aunque se desconsidera la hipnosis, que es sustituida por la
.1sociación libre, lo 'que significó la recuperación del espacio del paciente
.1 través de la escucha .

EL PSICOANÁLISIS FREUDIANO: FUNDAMENTOS,


DESARROLLO Y CRÍTICA DE UNA ORIENTACIÓN
FUNDADORA DEL PENSAMIENTO PSICOTERAPÉUTICO

Freud, al igual que su predecesor Charcot, intenta legitimar su posi-


ción dentro del positivismo, lo que queda totalmente explícito en su
'Jhitado de Neurología para Psicólogos. Freud se incorporaba así al movi-
miento que pretendía excluir la definición de subjetividad y que estaba
liderado por la medicina organicista y positivista de la época. Es impor-
tante, en este breve. esbozo histórico, destacar la teoría inicial del trauma
desarrollada por Freud, según la cual las manifestaciones histéricas se
producían en mujeres que habían sL1frido de abuso sexual en sus vidas,

25 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
con lo cual Freud buscaba causas "objetivas", sólo que no asociadas a la
lesión orgánica, sino a .experiencias "objetivamente" vividas.
Posteriormente, al desarrollar su teoría sobre las tendencias reprimidas
de naturaleza sexual, Freud trae la fantasía al espacio de la etiología, lo
cual era totalmente inaceptable para la medicina de la época. La objetivi-
dad que dominaba el modelo médico era fundamentada no solo en los
discursos y representaciones socialeS dominantes en los espacios de b
subjetividad social, sino también en el éxito de sus prácticas dentro de las
representaciones posibles sobre la enfermedad dominantes en la époc1.
Debemos recordar que la sustitución de una concepción contemplativa
y/o demostrativa de ciencia, por una concepción práctica, lo que füc u11
tema muy trabajado por los autores pragmáticos, creó un vínculo inse-
parable entre saber y práctica humana que resultó muy importante en fa
superación de Jos restos de metafisica todavía muy presentes en el imagi-
nario social de la época en que Freud,elaboró su teoría.
La relación inseparable entre saber y práctica, que no dejó espacio para 1
valorar saberes que no tuvieran una expresión práctica inmediata, con -
dujo a un "practicismo" ateórico, que rio fue profesado por los propios 1
pioneros del -pragmatismo y que afectó los campos de todas las ciencias,
pero en especial el de las ciencias humanas, por el impacto tardío que ••
tuvo en éstas la revolución epistemológica generada por Ja mecánica
1
cuántica a principios del siglo XX.
Con el psicoanálisis se institucionaliza la psicoterapia\omo practica clí- 1
nica moderna. La visión psicoanalíti~a de psicoterapia penetró muy fuer·
temente no sólo en el desarrollo del campo de Ja psicoterapia en la psi- 1
quiatría y en la psicología, sino en el propio sentido c<)mún de los países
occidentales, lo que se evidencia muy nítidamente en la investigación de
Moscovici sobre la representación social del psico~nálisis en Francia
(1961). La fuerza y la forma con que Freud nos trae ·eJ problema de la
sexualidad como tema central en la representación de las dinámicas psí-
quicas, así como la unidad y lealtad de los diferentes grupos que a lo
largo de su vida le acompañaron en esta empresa, representó una sub- 1
versión muy fuerte de la representación de hombre apoyada en el racio-
nalismo, que dominaba las más diversas áreas de la actividad humana en
la época de advenimiento del psicoanálisis. Esto fue una de las causas de

l 26
F. L. González Rey 1La psicoterapia en su .evolución ... 1
que el desarrollo del psicoanálisis no quedara restringido a las prácticas
médicas y que ingresara con mucha fuerza en otros dominios de la cul-
tura y del saber que fueron esenciales para su desarrollo.
El psicoanálisis freudiano, a pesar de lo anterior, tuvo en sus procedi-
mientos terapéuticos una fuerte influencia de las prácticas médicas de la
época, sobre todo por la representación objetiva, individual, determinis-
ta y racionalista qué desarrolló sobre la cura. Aquella sexualidad presen-
te en las más divers~s manifestaciones humanas, y que definía el lado sub-
jetivo y distorsionador del comportamiento racional humano, en la cura
era relegada a un espacio dócil y puntual, accesible a través de las pala-
bras dentro del vínculo transferencia!. En el proceso de psicoterapia, las ',
tendencias inconscientes pasaban a ser conscientes, perdiendo su carácter
patológico en ese proceso. ¡Qué simple y lineal se nos presentaba este
complejo proceso! La acción del ter~peuta es una acción guiada por su
conocimiento, capaz de "extirpar" el foco patológico a imagen y seme-
janza de la forma en que la medicina "extirpa" OtIOS elementos genera-
dores de enfermedad. El camino de la cura aparecía como el descubri-
miento de una verdad que estaba en la causa de los síntomas y más allá
de las posibilidades del sujeto que Jos padecía.
Sin embargo, en su riqueza, contradicciones, y en toda la turbulencia
de su desarrollo, serJa un error congelar las contribuciones del psicoaná-
lisis en sus categorías concretas y dejar de analizar las opciones que abrió
en términos de la representación del'hombre y de sus consecuencias para
d desarrollo de las cíencias humanas. Las categorías representan momen-
tos concretos de mi pensamiento que se expresa a través del lenguaje y
de las representaciones que dominan un determinado periodo histórico;
sin embargo, las construcciones que aparecen asociadas a esas categorías
y sus desdoblamientos posibles representan zonas de sentido (González
Rey, 1997) que orientan y producen inteligibilidad sobre nuevos aspec-
tos de un problema; o que crean un nuevo problema para la ciencia. Las
zonas de sentido (González Rey, 1997) son precisamente los espacios de
inteligibilidad que, para el desarrollo de una ciencia, traen los aspectos
111,)s perdurables de ·una teoría en el escenario científico. En el caso del..
psicoanálisis, la idea de inconsciente representó una zona de sentido que
abrió un nuevo campo de construcción para las ciencias humanas en

27 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
general, aunque las categorías concretas empleadas por Freud para pro-
ducir conocimiento sobre su representación del inconséiente representa-
ran solamente una de las múltiples aproximaciones posibles a tan com-
plejo problema.
El psicoanálisis representó una herida de muerte al cuerpo discursivo
dominante en la sociedad occidental en la época de su apari'ción, sólo que
su institucionalización atribuyó a éste la misma posici6:n sobre la que se
erigían otros saberes de la época, y terminó reificándolo y dogmatizándo-
lo en los términos de sus categorías concretas y de sus efectos determinis
tas, causalistas y universalistas, usándolo más como una nueva forma de
saber verdadero que como una forma de subversión orientada a la pro-
ducción de nuevos saberes y prácticas. ~
«( .. . ) la (lógica del inconsciente) pei·manece incompatible con lo que defi-
ne la identidad de lo ético, de lo politico y de lo jurídico en esos conceptos)
pero también en sus instituciones y) por tanto, en sus experiencias hitma-
nas. Si llevásemos en cuenta serianiente) efectivammtei prácticamente) el
psicoanálisis) sería un terremoto casi inimaginable. Indescriptible.
Incluso para los psicoanalistas» (Derrida, 2004, 2 1 ) . .

Al referirse a una "lógica", Derrida nos está remitiendo a un sistema de


construcciones, a un campo de inteligibilidad en movimiento y no al
espíritu de los conceptos freudianos más tradicionales, los que son nccc.:
sariamente parciales e históricos. Freud ha sido usado para explicar de
forma universal, y sobre una base objetiva, un sistema necesariament e
polivalente, complejo y de un carácter histórico y cultural, asociado a
nuevas formas cualitativas de organización y desarrollo: la subjetividad.
Representarse la subjetividad asoci;tda a las mutaciqnes y cambios Je
tendencias sexuales fündadoras y a los conflictos asociados a ellas es negar

' su versatilidad y su independencia de cualquier contenido absoluto que


. .
pueda ser considerado como la base de sus dinámicas (Guattari, 1990;
Deleuze, 1999). Es importante destacar, en la obra de.: estos dos autores,
su idea de una concepción polivalente de la psique humana.
La subversión contra los elementos de la teoría fre udiana que llevaron
a su dogmatización y a su uso indiscriminado y acrítico aparece en bs
F. L. González Rey 1La psicoterapia en su evolución ... 1
propias rupturas que marcaron la historia del psicoanálisis, proceso que
podría evidenciarlas dificultades de Freud para reconocer, en lo diferen-'
te, alternativas al desarrollo de su teoría, lo que históricamente ratificaría
la hipótesis de su· apego a "una verdad" investida de objetividad y que
definía como descubrimiento. Esta situación personal y epistemológica 1
dificnltó Ja aproximación del psicoanálisis al tema de la subjetividad; la
subjetividad quedaba subordinada al estudio del inconsciente, lo que no
permitió avanzar en la definición ontológica de ese inconsciente más allá
del origen sexual .q ue Freud le atribuía.
El psicoanálisis·. freudiano, atrapado en su versión determinista del
inconsciente, no ~uvo versatilidad para avanzar e incorporar los desafios .
de la cultura y d<; Jos nuevos fenómenos sociales en el desarrollo de la
teoría. Este bech? es uno de los mayores problemas con los que se
encontró esta teoría en el campo de la psicoterapia y que ha sido cons-
cientemente "puesto sobre la mesa", tanto por filósofos d e la talla de
Derrida como por generaciones de psicoanalistas latinoamericanos que,
l'.11 mi opinión, es.t án hoy a la vanguardia de una reflexión crítica dentro
del movimiento psicoanalítico. Esto no es una casualidad, sino la expre-
~ión de una realidad social particular dentro de nuestros países.
«No veo en la mriyor parte de los psicoanalistas preocupación con todas las '\.
nitePas circunsta."ncias problemáticas del derecho nacional e internacional
«crimen contra Ja humanidad)) genocidio)) limitación de soberanía .. º)

etc.). Desde este punto de vista) y no obstante las excepciones) el discurso ins-
titucional del psicoanálisis par6ce arcaico. A veces a punto de ser cómico»
(Derrida, 2004;' 215).

De forma semejante, sólo que orientada a reflexionar sobre cómo la


realidad de Brasil .es considerada en las prácticas ael psicoanálisis en ese
país, M. Melo Me;ireles expresa:
crral constatación Jite (se refiere a los problemas concretos que le apa-
recen en su consultorio asociados a la realidad social vivida por sus
p:lcicntes )) a lo largo del tiempo) provocando en mí) más allá de inquie-
1rtrles continuas)' una fuerte necesidad de captar,· reflexionar y sobre todo
indagar, a partir de mi formaciÓ"f\psicoanalítica) sobre el carácter de esas

29 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
influencias) propias de una trama social compleja) sobre el problema de
la subjetividad, y preguntar cómo los psicoanalistas se posicionan frente a
esa situación» (M. Melo Meireles, 2004, 26).

La vida en sus diferentes aspectos, muchos de Jos cuales no eran parte


del momento histórico, ni de la sociedad que le tocó a Freud vivir, .trae
elementos importantes que actúan de formas no previ~tas por la teoría
freudiana. El imperativo histórico cultu ral de análisis del propio psicoa-
nálisis va llevando a una reflexión que desafia los límites actuales sobre los
que se origina todo el saber dentro de esa teoría, y que reclama.nuevas
construcciones que, al incorporar la época actual, necesariamente gene
ran la necesidad de pensar nuevas fo rmas de subjetividad, lo que podría
ir moviendo el centro de gravedad del psicoanálisis hacia el desarrollo de
una teoría compleja y plurideterminada de la subjetividad humana, pre-
sente de alguna forma en los trabajos de Deleuze, Guattari, Castoriadis
y Elliot, entre otros.
La tendencia a una apertura necesaria del psicoanálisis al desarrollo dl'
nuevas formas de subjetivación es expresada con vitalidad y originalidad
por Melo Meireles cuando afirma:
«Dentro de esa perspectiva, desarrollar una investigaciqn en psicoanríli
sis es, antes que nada, llevar et conocimiento -acumulado por más de 1111
siglo- a uno de los campos más fecundos de exploración y de investigaci611,
••
1
.que es el de la subjetividad. Él representa la posibili~ad de reunir 1111
intercambio interdisciplinar de.la mayor, importancia, una vez que ni11
guna disciplina aislada podrá responder a la compleja demanda con·
temporánea qu.e se manifiesta en todos los servicios de atención clinicn ,,
(M. Melo Meireles, 2004, 31 ). ·

En la cita anterior, la autora no sólo subvierte el orden tradicional del


interés psicoanalítico, que ha sido quizás el elemento .más usado para
defender su status exclusivo frente a la psicología (a pesar de que quienes
lo usan nunca especifican de qué psicología están habla(ldo y, al parecer,
asumen el supuesto de que existe un solo psicoanálisis) : el esmdio del
inconsciente. La au tora ve en la subjetividad un campo fecundo al que el

1 30
.· F. L. González Rey 1La psicoterapia en su evolución ... 1
psicoanálisis podría traer su contribución sin agotarlo, lo que queda claro
¡ en su valoración de lo interdisciplinar como forma de avance sobre el
¡. tema.
Las reflexiones ánteriores subvierten el solipsismo de muchos psicoa-
nalistas, que piens.an que sólo ellos pueden dar cuenta de los procesos
complejos del inconsciente, reificando el inconsciente en una sola e indis-
cutida definición: la de ellos. E l gran error q ue en mi opinión han tenil
do los psicoanalist_as que piensan así es creer que el inconsciente como
problema del hombre está encerrado en los límites ahistóricos en los que
fue construido por, Freud, así como pensar que este tema es exclusivo del
psicoanálisis, cuando en realidad es consustancial a una teoría de la sub-
jetividad.
En una posición diametralmente op uesta a la sustentada por Melo
Meireles, otra de las grandes figuras del psicoanálisis latinoamericano, la
argentina S. Bleich.m ar, sustenta exactamente todo lo contrario y mues-
tra la reificación de la dimensión inconsciente asociada a la sexualidad,
cuando afirma (2005 )
«( ... ) cuando decimos Junción de las relaciones sociales en la producción
de mbJetividad>, ¿a qué nos referimos? Porque es indudable que no se
trata del conJunto de las relaciones sociales) sino, en el espacio teórico que
nos corresponde) de definir de qué modo ciertos aspectos de las relaciones
sociales mediatizan) vehiculizan, pautan) los modos primarios de consti-
tución de los inte.rcambios que hacen a la producción de. representaciones
en el interior de (a implantación y normativización de los intercambios
se>."Uales. No nos interesa -c1-testión que puede importar mucho a la socio-
logía o a la antropología, o que nos conmueve como sujetos sociales en
general- de qué modo las relaciones sociales pueden, en cierta época histó-
rica, incrementai~ el sometimiento de una muJer a itn hombre, sino lo que
de ello resulta: bajo qué mediaciones estos modos de sometimiento y despo-
jo inscriben cinúlaciones libidinales que, metabólicamente transforma-
das) operan en los sistemas representacionales que se articulan de modo
residual en el psiquismo infantil» (S. Bleichmar, 2005, 82-83 ).

Lo social se limita a mediatizar, vehicular y pautar modos primarios


asociados a los procesos de representación en el interior de la implanta-

31 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
ción y normativización de los intercambios sexuales. La sexualidad con
tinúa ocupando el centro de interés de la teoría, constituyendo así un sis
tema independiente de los procesos sociales e históricos vividos por l'I
hombre. Es precisamente esta forma de ver las cosas '!a que dificulrn el
desarrollo del tema de la subjetividad como nivel ontológico diferencia
do, que se configura histórica y socialmente en cada cultura y en cacb
persona; su fijación a Ja causalidad última asociada a Ja sexualidad y al psi
quismo infantil le impiden esta comprensión. Esa forma de pensar no
sólo aleja al psicoanálisis de posibles vínculos interdisciplinares, sino qm:
lo aleja de la comprensión de Ja propia subjetividad.
La subjetividad no es una copia ni un reflejo de lo real, pero tampoco
es una expresión universal asociada a invariantes de una naturaleza huma
na. Por eso la discusión ontológica es esencial para estudiar el curso y las
' alternativas actuales que se presentan en el campo de la psicoterapia. Al
hablar de la significación de la cultura para el desarrollo del tema de l<l
subjetividad, muchos autores no se pueden separar de una visión deter-
minista y objetivista y ven la cultura como los proceso.s que están fuera,
en el orden objetivo y que, al interiorizarse, definen lo "su bjerivo", con
lo cual terminan sustituyendo lo subjetivo por una realidad diferente,
aquella de las operaciones de comportamiento.
La cultura es significativa para la producción subjetiva~ pues los procesos
de subjetivación sólo ocurren dentro de espacios simbólicos culturalmente
constituidos. Así, la figura del padre, en una cultura donde, hipotética-
mente, los hombres fueran cazadores, pescadores y guerreros, actuando
como proveedores de mujeres y niños de la comunidad, con ausencias y
pérdidas constantes, podría aparecer en un mito en el que la concepción de
la mujer es un acto sagrado, viendo sólo en la relación sexual la concreción
del acto, pero sin reconocerle a un hom bre concreto la. naturaleza de ese
acto; la figura del padre, en una cultüra con esas características, implica-
ría un lugar totalmente diferente al de la figura paterna en los procesos
de subjetivación. º
Las posiciones cllferentes presentadas antes en las posiciones asumidas
por Melo y Bleichmar indican dos distintos caminos que va tomando el
psicoanálisis en su dimensión histórica; uno orientado al uso y desarrollo
del referencial psicoanalítico para avanzar en una comprensión compleja

ln
F. L. González Rey 1La psicoterapia en su evolución ... 1
de lo subjetivo, inseparable de Jo social y de la cultura, y otro orientado
a Ja conservación de una visión de inconsciente inseparable de una sexua-
1idad infantil universal, como condición de partida para el estudio de los
procesos psíquicos, y que lleva a no considerar la vida social y sus even-
tos como generadores y fundantes de la subjetividad. -~·
1

El segundo cami~o, que ha sido dominante en la institucionalización , l'


del saber clínico, ha sido hasta el presente el más significativo para el psi- '
coanálisis, tanto pa~a la construcción y el desarrollo de la psicoterapia \
como, de forma general, para su impacto sobre la psicología como campo
de producción del saber.

LA PSICOTERAPIA: DEL CAMPO DEL REALISMO


Al DE LA SUBJETIVIDAD

htc apartado no tiene como objetivo hacer una presentación histórica


d1· l.t psicoterapia p6r escuelas, cosa bastante común en los manuales más
11.1didonalcs sobre :el tema, sino analizar ejes que, en nuestra opinión,
h.111 ido caracterizando la producción teórica en este campo.

! .a psicoterapia, por su institucionalización dentro del iluminismo y en


p.ll'licular dentro del modelo bio-médico, comen zó a ganar fuerza cre-
l il'nl l' a partir de ese período como portadora de algunas de las repre-

~rnraciones dominantes para ambos espacios institucionales. La repre-


Sl'lltación del mundo en términos de causalidad, que fue característica de
l.1 mctafisica, no desapareció del panorama del pensamiento moderno a
pcs.1r de una repre5entación de mundo que, inspirada en la física mecá-
nir.1, enfatizó el conocimiento de la relación entre Jos fenómenos y no de
~1 1~ orígenes, aspecto central destacado por el positivismo de Comte.
El determinismo causalista fue esencial al modelo de psicoterapia domi- , 1
11.111tcen ola época moderna, con excepción del análisis experimental de la '
<

• n11ducta, para el cual la visión positivista de relación entre fenómenos


lw¡wmonizó su concepción de psique y de psicoterapia. De cualquier
1<11 ma, el conductismo nos presentó un determinismo de otro carácter: el
dr i.l operación externa sobre la interna en el comportamiento humano . ..
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
El determinismo causalista contribuyó a un proceso.'progresivo de blis
queda por causas cada vez más completas sobre el pt'oblema estudiado.
Así, por ejemplo, el propio Jung, que fue uno de los autores que 111 :~~
tempranamente insistió sobre la importancia de la individualidad en el
proceso terapéutico, escribió:
«Una vez que la individualidad d_el sistema es infinitamente variable (s1·
está refiriendo a la individ1,,,alidad del sistema psíquico» el resitltado n
una variabilidad infinita de afirmaciones de una validez relativa. No
obstante, si la individ11talidad fuera singularidad, esto es, si un indiviri1111
fuese completamente diferente de cualquier otro indipiduo, la psicoloJJÍll
sería imposible en cuanto ciencia ( ... ) Pero como la individualidad es ap1·
nas relativa, esto es, apenas complementa la conformidad o la semeja11~.I/
entre los hombres, las afirmaciones de validez tmiversal, o sea, las comta
taciones científicas, se tornan posibles. Consecuentemente, estas aftnnnrio
nes pueden referirse únicamente a las partes del sistema psíquico co~~/iw
mes, es decir, a las que pueden ser comparadas, y por tanto m;ganizadns
estadísticamente, y no a lo individual, a lo único dentro del sistcmn"
(Jung, 1997; 2-3 ).

A .pesar de que el propio Jung es quizás el autor que, de aquella pri


mera generación d.e psicoanalistas, avanzó más en Ja crítica al positivismo,
../ mantenía sin enibargo una visión de conocimiento científico asociado a
lo qlÍe es com ún.
El carácter objetivo _del psicoanálisis y su aspiración de encajar en el
ideal de ciencia encarnado por la medicina positivista 'moderna füe muy
fuerte en Freud hasta 1915. Como parte de esta búsqueda por la objeti-
vidad, la teoría psicoanalítica parte del concepto de patología psíquica,
manteniendo, como lo había hecho Charcot antes,· la histeria como
enfermedad de origen psicógeno, sólo que sobre nuevos principios. El
psicoanálisis desarrolla la psicoterapia alrededor de una visión de patolo-
gía psíquica, lo que lo lleva, como explicamos antes, a.una visión objcti
va y racionalista de la cura, semejante en muchos aspectos a la forma en
que se había desarrollado la comprensión de la cura en el modelo bio
médico.

l 34
.
F. L. González Rey 1La psicoterapia en su evolución ... 1
A pesar de que .las ideas principales relacionadas con la cura no cam-
biaron esencialme"nte en el curso de la obra de Freud, el tránsito de la
teoría del trauma~ la trama psicodinámica, en la que el trauma se susti- '
tuía por la fantasía: de la paciente, implicó un giro de la teoría freudiana
hacia la subjetividad, sin que nunca Freud asumiera explícitamente este
concepto, esencialmente trabajado en la era postmoderna de las reflexio-
nes psicoanalíticas:
En el psicoanálisis se presentan posiciones ambivalentes hacia el tema
de la subjetividad, pues aunque su evolución marca una tendencia pro-
gresiva a liberarse del determinismo pulsional, dando pasos importantes
rn algunos de sus desdoblamientos a una comprensión histórica, social y
utltural de la psique, la fijación eri un inconsciente ~erritorializado de
11.nuraleza sexual es tan fuerte que, en muchos autores, como la propia
Hl eichmar citada antes, la definición del objeto del psicoanálisis como
estudio del inconseiente y la comprensión ontológica sexualizada de ese
Inconsciente no dejan espacio para el desarrollo de una discusión sobre
I;\ subjetividad .
El fetichismo del inconsciente, que lleva a considerarlo como principio
>' fin de t©da indagación dentro del psicoanálisis, lo convierte en una ins-
tancia ontológica, toda vez que el objeto es reificado en el estudio de las
formas reprimidas de sexualid<td que lo habitan. De esa forma, la sexua7
lidad no es comprendida como subjetividad, quedando su definición
omológica asociada a un fenómeno cnergético, propio de una ontología
fisicalista. Ante esta posición, lo subjetivo como definición ontológica
dife renciada no sería pertinente, manteniéndose la sexualidad sustancia-
li zada como carga energética de representaciones reprimidas que habitan
d inconsciente, lo que la convierte en fuente dinámica universal de todo
movimiento de la psique, transformándola, así, en el objeto universal,
.1hist6rico y único del psicoanálisis.
El psicoanálisis que sigue por ese camino pasa a representar teórica-
111c11Lc la antítesis de una comprensión de la subjetividad y considera sus
propios presupuestos como verdaderos y universales. Esa comprensión
td>rica es, de hecho, metafisica y queda unida a formas "interpretativas
l"<>t-rcctas" que se convierten en momentos continuos de reproducción

35 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
de un sistema invariable en relación co n sus principios fundadores. La
1

cuestión no es abandonar la sexualidad, sino probleprntizar su defini -


ción ontológica y su lugar en la regulación psicológi~a, pues al recono-
cer un estatus ontológico a la subjetividad, de hecho ) o subjetivo se vn
a diferenciar de lo sexual, y será necesario entender cómo lo sexual apa
rece en una di'mensión subjetiva, lo, cual no se restringirá a lo sexual,
pues el origen cultural de la subjetividad supone quelas diferentes for
mas de actividad y procesos humanos son susceptibles de expresarse cn
el nivel subjetivo.
Debido a las referencias frecuentes a la necesidad de una definicio11
ontológica de Ja subjetividad, la posición que defiendo· es que lo subjl'l i
vo es la trama simbólico-emocional que se configura en las personas y r11
sus diferentes espacios sociales como resultado de las múltiples expcrirn
cias vividas. Esa trama no es el resultado directo y lineal de expericn(I,\~
externas, sino el resultado de los m4ltiples efectos colaterales de lo viv1
do que, procedente de campos diversos, se integran subjetivament e rn
cada espacio de experiencia social definida en términos de la cu lrura , lm
que toman for ma subjetiva a través de las configuraciones subjcl iv.1 ~
actuales de la persona, grupo o institución que vive esa experienci,1.
Las categorías psicológicas que he desarrollado para dar cuenta de l' Sl'
proceso son las de sentido subjetivo y configuración subjetiva que.: c.b.1
rrollaré más adelante. La base de la subjetividad como nivel psíq uico
diferenciado del hombre, que es inseparable de la cultura, es la cap.tl i
dad humana de respuestas emocionales múltiples a las produ ccio1a·~
simbólicas de origen cultural sobre las que se desarrollan sus divcrs.1s
prácticas. La subjetividad en esta perspectiva no se define por atributos
concretos como lo interno, lo privado, lo consciente o lo inconscicnlL' ,
que son espacios de su desarrollo, sino por la especificidad ontológic t
de ser una producción simbólico-emocional de Ja experiencia human,1,
donde uno de esos aspectos provoca Ja emergencia del otro sin ser su
causa, generando complejos desdo blamientos y configuraciones subjtti
vas en su curso que se organizan tanto en los tejidos de la vida social
como en las personalidades humanas más allá de la conciencia de su~
protagonistas.
F. L. Gonzá/ez Rey 1La psicoterapia en su evolución ... 1
Será desde esa definición de subjetividad, la que desarrollaremos más
ampliamente en el capítulo dedicado a la aproximación histórico-cultural
a- la psicoterapia, que se desarrollarán ' las posiciones principales que pre-
sento en este libro.
El valor de la sexualidad en el psicoanálisis, desd~ mi opinión, está en
Ja apertura a u na visión de hombre d iferente, subversiva en sí misma por
su enfrent<\,rniento a.las formas de control y a los límites en la definición
sobre lo humano dominante en la época de Freud. Pero si esta definición
se convierte en absoluta, en fuente de todo proceso de subjetivación,
transformándose en verdad universal sobre la namra,leza psíquica, en este
caso, del inconsciente, se pierde totalmente la fuerza de'la teoría; nueva-
mente el tema de la subjetividad se p'erpetuaría en el espacio de la meta-
fisica. Al considerar Ja sexualidad como contenido absoluto y definitorio
de todos los desdoblamientos de la psique, no existiendo ningu na otra
génesis posible de los procesos y fo rmaciones subjetivas, ésta se convier-
1t' cn objeto, lo q ue epistemológicamente lleva a la sustancialización y Ja
11.11 llralización de la sexualidad.

Roudinesco ( 1995) nos presenta otra posición con relación al objeto


dt• la psicoterapia en· una perspectiva psicoanalítica.
"Todos los casos de estudio son construidos como ficciones necesarias] a la
legitimación de las hipótesis del autor. Et caso sólo tiene valor de verdad
prmpte es escrito como ficción. Generalmente es adaptado a la nosografía
ríe la época en que fue escrito. En otras palabras, Anna O -caso prínceps
ríe histeria vienense de final del siglo XIX- hoy no sería niás considerada
11na histérica, pues el concepto• de histeria m1.¡,dó mucho con el adveni-
miento del saber psicoanalítico ( ... ) Y, sobre todo, siempre que el paciente
real comenta retrospectivamente su propio caso - como lo hizo el <Hombre
rf c los Lobos)-) él cuenta ima historia diferente de la historia escrita por el
sabio. ¡No, él no fue curado; no, él no es lo que la ciencia dice de él! Él no
quiere su doble y rechaza el vestuario de ficción» (Roudinesco, 1995, 98).

r,a relatividad de los conceptos -los cuales no pueden ser considerados


rnmo entidades deificadas, sino como formas de inteligibilidad produci-
d.1s por un saber históricamente situado- , que es parte de un sistema en

37 1
1 Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad

desarrollo implicado· en prácticas culturales diferenciadas, lleva a la des·


naturalización, no sólo del concepto de "patología", $ino del propio con-
cepto de cura. Si ambos conceptos dejan de ser considerados como "ver-
dades indiscutibles", ¿por qué la noció;1 de inconscieb.te sexualizado ten
dría que permanecer inalterable, cuando en el interior del propio <lesa
rrollo de las teorías pertenecientes· a la familia psicoanalítica este conccp
to fue profundamente cuestionado?
Como señala Guattari (1990 ), que fue uno de los autores que se sepa
ró del mito psicoanalítico de la sexualidad y se orientó de forma decidi-
da a considerar la subjetividad como producción soc_ial:
«En mi perspectiva, que consiste en hacer transitar las ciencias humanns
y sociales de los paradigmas cientificistas para los paradigmas ético-esté-
ticos) la cuestión no es más saber si el inconsciente fre_udiano o el lacania-
no traen la respuesta científica a los problemas dé la psicología. Estos
modelos no serán más considerados sino a título de p~oducción de mbjeti-
vidad entre otros, inseparables de los dispositivo,s técnicos e institucionales
que los promueven y de su impacto sobre la psiquiatrtp., la enseñanza uni·
versitaria, la media .. . » (Guattari, 1990, 9).

Este camino alternativo al pensamiento metafisico es el único que per-


mitirá aprovechar el psicoanálisis para el desarrollo de una teoría com-
pleja de la subjetividad. En el campo de la psicoterapia, estas posiciones
llevan a subvertir el concepto de cura como descubrimiento y a propo-
ner el concepto de cambio como producción, como .alternativa de subje-
tivación, lo que representa actualmente una visión e~nergente que, desde
diferentes posiciones teóricas, acompaña el desarrollo de la psicoterapia
.en el período postmoderno.
Esa apertura se revela con especial daridad en ;la siguiente cita de
Guattari (1991):
«En ese contexto (se refiere al hospital) se percibe que las dimensiones más
heterogéneas pueden concurrir para la evolución positiva de un enfermo:
las relaciones con el espacio arqititectónico, las relai:iones económicas, la
cogestión entre el enfermo y el asistente de los diferentes vectores de aten-
ción, la aprehensión de todas las ocasiones de apertura sobre el exterior, la

l 38
F. L. Gonzá/ez Rey 1La psicoterapia en su evolución ... 1
exploraci6n procesal de las (singularidades) eventuales1 en fin todo lo que
contribuye para la creaci6n de tma relaci6n auténtica con el otro»
(Guattari, 1991,: 6).

La definición sobre Ja subjetividad que introduje antes es totalmente


coherente con esta visión defendida por Guattari; la subjetividad no es w1
a priori que se organiza en una estructura universal invariable, ella está
sujeta a los procesos de producción de sentido subjetivo que se configu-
ran en el curso de una experiencia, de la cual es inseparable Ja configura-
ción subjetiva actual de los sujetos que participan de la experiencia, así
como de los espacios sociales que se articulan en el "vivir" esa experiencia.

l.AsCONSECUENCIAS DEL ENFASIS EN LO SUBJETIVO


COMO PRODUCCIÓN CULTURAL EN
LA DESPATOLOGIZACIÓN DE LA PSICOTERAPIA

La relación directa que en algunos campos de la práctica clínica se desa-


rrolló entre psicoterapia y patología, propia de un modelo "psico-médi-
co patologizan te" ,."Creó una escisión irreconciliable entre subjetividad y
psicoterapia, la que fue oriunda del campo de la psiquiatría por la posi-
bilidad de la medicación. En la clínica psicológica, esa orientación se
desarrolló a través de la psicometría, que permitía medir él trastorno psi-
cológico excluyéndolo del contexto en que aparecía así como del sujeto
que lo expresaba.
La entidad patológica, en una clínica encuadrada en las exigencias del
positivismo, es necesaria para definir con exactitud el problema frente a
las exigencias jurídicas que confieren legitimidad al estatus de "enfermo"
para ciertos "derechos, beneficios o castigos", así como para fundamen-
tar la prescripción de un fármaco u otro en la acción médica. Tanto una
opción cqmo la otra se definen por el tipo de entidad patológica diag-
nosticada, desconsiderando por completo la organización subjetiva dife-
renciada en la que el trastorno "toma vida" en cada sujeto concreto.
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
Lo contextual, lo cultural, la intricada red social en la que existe el sujc
to, pierden su significado, toda vez que él ya ha sido rotulado como
enfermo, ocultándose tras el rótulo patologizante Ja naturaleza subjetiva ,
compleja y diferenciada de la sintomatología presentada. Eh esta natur.1
leza subjetiv~ compleja e~tá inscripta su génesis histórico-cultural. J,a
patologización de las prácticas de salud, entre ellas de la psicoterapia ,
conduce a ignorar el carácter simbólico, histórico y culturalmente siru.1
do de la "patología", desconsiderando completamente su organización
singular diferenciada como expresión subjetiva . de tina vida. De cst.1
fo rma, el concepto de cura toma la forma de "extirpación" del mal, como
afirmamos antes al analizar la influe~1cia del modelo biomédico sobre l.1
práctica psicoanalítica de la psicoterapia.
El modelo de cura y diagnóstico, orientado por una febril rotulació11
de entidades gnoseográficas, es responsable por la desubjetivación tlcl
proceso terapéutico, así como por la desconsideración:pe) paciente como
sujeto de ese proceso.
E l psicoanálisis freudiano, al partir de una génesis ./forma de organi
zación universales de la patología, ignora el carácter histórico de ésta, lo
que también le impide comprender su naturaleza subjetiva. Lo patológi
co en esa perspectiva está asociado a procesos universales que ocurren en
la estructura intrapsíquica del individuo, si bien esa dinámica intrapsíqui-
ca toma forma singular en cada sujeto concreto. Contexto, sistemas
actuales de comunicación, organización del modo de vida, son todos ele-
mentos insustanciales frente a una dinámica interna de la que se derivan
todas las opciones posibles de la persona frente a estos eventos.
El modelo de psicoterapia dominante en el psicoanáltsis ' freudiano -que
. :se extendió prácticamente a todas las formas de psicoterapia en la prime-
ra mitad del siglo XX- fue el de la psi~oterapia individual en situación de
consultorio, donde el proceso terapéutico está orientado a la superación
,del problema. En ese marco teórico, el problema aparecía situado en una
d inámica intrapsíquica impermeable a rnda influencia 'actual.
La psicoterapia comprendida de esa forma pasaba a ser parte de un
saber clínico individual orientado por el concepto de "patología mental",
desconsiderando formas de subjetivación singulares que, sin ser "norma-
11

F. L. Gonzáfez Rey 1La psicoterapia en su evolución ... 1


les", en tanto asociadas a un modelo institucionalmente reconocido
sobre el "deber ser", son necesarias y posibles dentro de las condiciones
culturales y personales en que estos comportamientos tienen lugar. La
patologización lleva a la estigmatización de las diferencias. La subjetivi-
dad, por el contrario, es necesariamente singular e imposible de ser pen-
sada dentro de normas generales.
El psicoanálisis, en su versión reifü::ada y positivista, que se autodefine
como campo espec.ial y único del estudio del inconsciente y de las dife-
rentes prácticas asociadas a él, de hecho aísla un "inconsciente" corpori -
zado en atributos úniversales y lo saca de cualquier definición histórico-
cultural, con lo que lo absolutiza como objeto único del propio saber
que lo creó. De esi:a forma, el psicoanálisis cae en un callejón sin salida ·
de carácter metafisico; produce su objeto, lo naturaliza y lo .convierte en
d único referente posible de sus construcciones, lo que implica que todo
wnocimiento es posible sólo dentro de los límites de ese objeto. La idea
del "descubrimientO" del objeto trae consigo la idea de su estudio exclu-
sivo por la teoría que lo generó. Ese exclusivismo absurdo, monodisci-
plinario, ahistórico y universalista, es hasta hoy sustentado por muchas
instituciones psicoánalíticas.
Desde esa perspectiva, el psicoanálisis, en mi opinión, no tiene salida
como campo de consu·ucción del conocimiento, lo que llevaría a un con-
gelamiento de sus prácticas ante la imposibilidad de nuevas construccio-
nes teóricas. Ese congelamiento es lo que ha ocurrido con las formas
dominantes de insti¡:ucionalización del psicoanálisis en la práctica clínica,
lo que desafortunadamente ha tenido un fuerte eco en el imaginario ins-
t i Lucional de la psicoterapia.
Sin embargo, el psicoanálisis como familia Cie teorías -enu·e las cuales no
dejo de considerar l~s teorías que formalmente fueron excluidas del movi-
miento psicoanalítico, como las teorías de Adler y Jung- fue evolucionaq-
do en una dirección cada vez más orientada a la cultura y a los procesos
sociales, lo cual es aAalizado de forma muy interesante por A. Elliot en su
libro Teoría Social)'. Psicoanálisisen Transición ( 1992), a pesar de que en
s11 estudio el autor enfatice más el vinculo entre la teoría psicoanalítica y

nuevos problemas sociales, así como sus vínculos con otras teorías sociales.

41 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
EL PSICOANÁLISIS EN SU MOVIMIENTO DE INTEGRACIÓN
CON LO SOCIAL Y LA CULTURA

Considerando el objetivq de nuestro libro y, en función de eso, la nece-


saria síntesis de este punto con relación a tendencias y rupturas significa-
tivas en el campo de la psicoterapia, analizaré la evolucción del psicoaná-
lisis en dirección a una idea de subjetividad cada vez tnás definida dentro
de la cultura y los procesos sociales. En esta perspectiva, considero una
obligación comenzar mi análisis con la obra de Jung . .
Jung nos presenta una visión de psique en la que, a pesar de no poder
explicar la especificidad ontológica de la subjetividad h~1mana en relación
con los fenómenos que participan en su génesis y desarwllo, se define de
forma clara la especificidad de la psique, precisando algunas característi-
cas específicas de ella. Esto representó un antecedente importante para el
estudio de la psique como subjetividad configurada en un espacio socio-
cultural. En este sentido, Jung (1997) escribe:
«Et alma es un territorio en s~ con leyes que le son propias. La esencia del
alma no puede ser derivada de principios de otros campos de la ciencia,
caso contrario se violaría la naturaleza particular de psiquismo. No se
identifica con el cerebro, con las hormonas, ni con ninguno de los instin-
tos conocidos, sino que tiene que ser entendida como fenómeno csui géne-
ris). Por eso la fenomenología del alma no se agota en los hechos reales
aprehendidos por la c~encia natural, sino que también comprende el espí-
ritu humano qite es el padre de todas las ciencias)) (JU:ng, 1997, 14).

Esa defensa de la irreductibilidad dd "espíritu humano" - tema que usa


para designar un tipo de fenómeno diferenciado al referirse a la psique y 1
no para referirse a una entidad espiritual superior, lo que se expresa cuan-
do afirma que tiene leyes propias, con lo cual lo ubica en el campo del 1
saber positivo- tiene mucho que ver con su consideración de la psicote-
rapia como proceso subjetivo, lo cual le permite dist<J,nciarse del objeti - 1
vismo freudiano, así como de la tendencia a la "patol.ogización" que se
\ reafirma en el desarrollo de Ja institución psicoanalítica .
1
F. L. González Rey 1La psicoterapia en su evolución ... 1
Jung asume una posición en la que, por primera vez dentro de la lite-
ratura psicoanalític~, se rompe con la idea de patología como entidad
intrapsíquica, que después ha sido criticada por diferentes escuelas y
autores (Haley, Jackson, Rogers, Rollo May, Gergen, Guattari, Elliot,
entre otros). Con relación a esto, Jung expresa (1997):
«El punto de vista, clínico por sí solo no abarca, ni puede abarcar, la esen-
cia de la neurosis; pues ella es mucho más un fenómeno psicosocial que 1

una enfermedad :(sensu strictiori). La neurosis nos obliga a ampliar el '


r.oncepto de (enfermedad' más allá de la idea de un cuerpo aislado, per-
/ urbado en sus funciones, y a considerar al hombre neurótico como un sis-
lt:111rt de relación social enfermo» (J ung, 1997, 22).

1,a poca sensibilidad a la consideración de la neurosis como un problema


psicosocial, que llevo a la naturalización de Jos trastornos psíquicos como
tr.1stornos individuales y a la no inclusión de la dimensión social en la
ddinición de neurosis, es criticada por Jung en la década de los años cin-
nicnta del siglo pasado, precisamente cuando los autores fundadores de
Ll terapia familiar sistémica estaban comenzando su trabajo sobre la con-
sideración de los trastornos psíquicos como trastornos del sistema de
relaciones familiare_s. Sólo que, para Jung, esta dimensión social de los
1r.1stornos psíquicos no niega, sino que amplía, una visión de la psique
individual.
Es interesante cómo el psicoanálisis, al no reconocer la obra de Jung
lo que implicó la negación de su obra como parte de la matriz del psi-
rn.1nálisis, mientras: que los no psicoanalistas lo definieran como psicoa-
11.1lis1a- llevó a que ,su obra quedara fuera de los campos institucionaliza-
dos de la psicología, en "tierra de nadie", siendo defendida apenas por
~ucicdades junguiarias que, en la mayor parte de los casos, no consiguie-
ron con la misma facilidad de su venerado maestro ir más allá del imagi-
11,1rio institucional s.ocial dogmático deJ propio psicoanálisis, y termina-
ron sacralizando su ·obra como un fin en sí mismo, sin conseguir articu-
l.11 se con otros movimientos que tenían lugar en la psicología y en las
'Ít'1H:ias sociales en general.

43 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
El análisis histórico de la obra de J ung tiene, para mí, una semejanza
grande con la institucionalización del pensamiento de Lacan fuera de Jas
instituciones tradicionales del psicoanálisis que, lejos de superar Jas prác·
ticas características de aquellas instituciones, terminó reproduciéndolas y
" fetichizando" el pensamiento lacaniano (Roudinesco, 1995 ). Lamenta-
blemente, Jung no contó con una historiadora de la talla de Roudinesco
para reconsti"uir su compleja historia, ni con un contexto tan favo rable.:
como el representado por el París de la posguerra para la realización de
esa reconstrucción.
Para finalizar con este importante desdoblamiento dé, la teoría de J ung,
q ue fue capaz de generar "zonas de sentido" nuevas '~n relación con el
pensamiento de Freud, me gustaría :destacar uno de los aspectos centra-
les de su contribución a la psicoterapia: su conciencia :d e que la psicote-
rapia es una producción subjetiva, lo que le permitió-su ruptura con Ja
idea de cura asociada a la eliminación de las "causas ptimeras".
Con relación a la ruptura con la visión objetiva orientada a ver la psi-
coterapia como un proceso capaz de llegar a las " causa.s finales" del tras-
torno, Jung escribe (1997):
«Freitd, siguiendo la tendencia retrospectiva hasta el fin, llegó a los des-
cubrimientos que todo el mundo conoce. Son hechos reales apenas en la
apariencia; porque en la realidad se trata principalmente de interpreta·
ciones. Freud tiene itn método especial de interpretar el material psíqui-
co, y él llega a conclitsiones típicamente suyas, no sólo porque el material
tiene itn aspecto sexual, sino, sobre todo, porque él lo ve'desde un determi·
nado ángulo» (Jung, 1997, 30).

-f.sta rdkxión de Jung, por la época ~n que fue hecha, tiene un valor
.--;pistemológJCo que no sólo impacta a la.comprensión de la psicoterapia,
si:10 a la propia base epistemológica de la psicología dominante de la
época. Esa reflexión se acompañó de reflexiones audaces sobre el queha-
ce:r terapéutico, como la· siguiente:
«En todos los casos dispenso el método dialéctico (el suyo), porque no veo
í'azón rtlguna en fomentar ima evolución individual encima de las nece-
sidc;des del paciente .. Si él encuentra el sentido de su vi.da y la cura de sus
• F. L. González Rey 1La psicoterapia en su evolución .. . 1
inquietudes y desarmonía dentro ael cuadro de una de las formas de con-
fesiones existentes -inclusive un credo político-) entonces el terapeuta debe
aceptarlo. Al fin~!) la preocupación del médico debe ser el enfermo y no el
curado» (J ung, Í 997, 14).

En la cita mencionada, Jung reconoce alternativas de subjetivación que


alivian al paciente como producciones subjetivas que no están referidas a
ninguna " causa objetiva'', a la que sólo el saber del profesional puede
acceder. Esta cita es totalrnente compatible con la forma en que la mayo- ·
ría de las teorías se aproximan hoy a la cuestión del cambio en la psico-
terapia, más como producción subjetiva que como "descubrimiento" de -, ~
: /
causas.
El legado jungujano lo he escogido sobre el de Adler porque sus apor-
Les me parecen m~s sustanciales que los de Adler en el campo de la psi-
coterapia. El trabajo de Adler fue muy valorado por el propio Jung por
el impulso que dio a la inclusión de la psicoterapia en el escenario social
y educativo, aspecto que hoy vuelve a recibir atención por autores orien-
tados por una perspectiva histórico-cultural (Portes, P., 2005 )..
El psicoanálisis ·representa una familia de teorías muy complejas en
cuyo proceso han existido importantes momentos de ruptura que, de
forma progresiva, se han orientado al desarrollo de la intersu bjetividad y
de Ja subjetividad, considerando el papel de la cultura en los comporta-
mientos humanos.
A partir de M . .Klein, en particular con los trabajos de Winnicott, se
comienza a poner un énfasis particular en la relación afectiva madre-hijo
y en los procesos emocionales preverbales que caracterizan ese ·espacio de
relación. En su respuesta a las necesidades y deseos del niño, la madre
expresa sentimientos de amor y conexión, lo cual tiene un valor esencial
en la integración emocional de la persona. Winnicott dio una gran impor-
tancia al concepto de contención introducido por M. Klein, que es la
capacidad de la madre para recibir sentimientos destructivos del niño con
amor y comprensión. Estos procesos escapan de cualquier intencionalidad
o esfuerzo cognitivo, y sus consecuencias dependerán de una autenticidad
de los afectos implicados en la integración de un ser humano con otro.
1 Psicoterapia, subj etividad y posmodernidad

Bion también enfatiza la capacidad de la madre para recibir afectos hosti-


les del niño y expresarle afecto y aceptación a través del concepto de enso-
ñación. Son estas formas primarias complejas de emocionalidad las que, en
su integración a los múltiples procesos simbólicos de la experiencia huma-
na, conducen a la organización de la subjetividad como sistema.
Es interesante que Vigotsky también considere el paso de lo emocio-
nal a lo simbólico a través del desarrollo de la necesidad de comunica-
ción en el niño, la cual marca un tipo de producción emocional centra-
da en el otro y no en las necesidades primarias. Sólo que Vigotsky no
reconoce en el niño esta complejidad emocional temprana que le atribu-
ye el psicoanálisis y que para mí es un tema que incita a continuar desa-
rrollando e investigando. Sin embargo, la complejidad emocional que el
psico(\nálisis reconoce en el niño remite siempre a una idea de sexualidad
que me parece objctivante y constreñidora de las opciones del proceso
de subjetivación.
El concepto de objeto transicional de Winnicott permite comprender
el proceso de la génesis de los sentidos que los objetos del mundo van
adquiriendo para el niño, los cuales representan una compleja integra-
ción de realidatj y fantasía que permiten la extensión y el desarrollo de la
vida psíquica. Los objetos transicio'l.1ales son vivenciados como una
extensión de la madre,.pero, a su vez, como una parte de la mente del
niño. La construcción de estos objetos y las formas de relación del niño
con ellos constituyen momentos importantes para el desarrollo de lacre-
atividad y la fantasía, procesos que son comprendidos, en esta perspecti-
va, como una unidad inseparable de lo emocional y lo simbólico.
Ese énfasis en la relación tiene un impacto marcado sobre la psicotera-
pia, lo que llevó a Winnicott a profundas innovaciones en el ejercicio de
su práctica terapéutica. A pesar de mantener un aspecto común al imagi-
nario psicoanalítico, que es el peso de las experiencias ·organizadas en el
pasado, Winnicott no pretende recorrer un camino regresivo para lograr
la concientización del paciente en relación con las experiencias de odio y
destructividad mal resueltas en su desarrollo, y que son afectos· esencia-
les, tanto en la visión kleiniana como postkleiniana para el estudio de la
etiología de la neurosis.

l 46 1
i.
11
F. L. González Rey 1La psicoterapia en su evolución ... 1
l)ara Winnicott, las situaciones facilitadoras de la aparición del odio y
la destructividad ocurren en la propia relación· terapéutica, lo que le
induce a usar la psicoterapia más como un proceso de génesis de nuevos
afectos, que como un proceso orientado al descubrimiento de las causas '
de Ja patología. La recreación de .lo anterior toma forma de producción
relacional.
'Tales fracasos tuv~eron un efecto destructivo en su época (se refiere a los
fracasos originales ~n las relaciones con la madre que llevaron al domi-
nio de las emociones destructivas), y un tratamiento del tipo que des-
cribo lleva1·á mucho tiempo para que el paciente .consiga encontrar un
ejemplo de fracaso ·original e irritarse con esto ( ... ) La manera por la
cual ese cambio ocurre, a partir de la experiencia de odiar, constituye un
ns1mto que me interesa de forma especial, toda vez que fue en ese punto
tf el trabajo que me sorprendí. El paciente pitede apo;1arse de los fallos del
nnalista)) (Winnicott, 1955, 298).

Al reconocer la importancia de los fallos del analista, Winnicott rompe


rnn una fuerte tendencia de la institucionalización psicoanalítica orienta-
ci.l por el patrón del análisis correcto, con lo que se instrumentaliza y se
prcLcnde objetivar el proceso de psicoterapia. Melo Meireles ha expresa-
do muy bien esto cuando señala (2004):
«Mi experiencia en la participación de seminarios clínicos y supervisiones,
práctica común a todos los del drea (se refiere al área del psicoanálisis)'
apunta en la misma dirección: son casi siemp1·e un disgusto, en la medida
en que Los analistas, al nlatar su trabajo, se sienten constreñidos a revelar
públicamente rnalqUier desliz que pitedan haber cometido ..:.muchas veces
actos creativos y singulares a la especificidad de aquel encuentro analíti-
co-) verdaderos juicios a partir de su práctica, imposibilitando, de esta
forma, que los cimpdssesJ sean verdaderamente cuestionados y teorizados y
no apenas apuntados como errores... " (Melo Meireles, 2004, 27-28 ).

Winnicott abre el proceso de psicoterapia a formas impredecibles de


producción de la subjetividad que puedan ser experimentadas, trabajadas
y usadas en situaciones de juego que permitan la recreación de las expe- ..

47 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
riencias emocionales asociadas a la patología. Un ejemplo muy ilustrati-
vo de una situación impredecible, que se sale de todos los cánones de lo
considerado como correcto en el espacio terapéutico, muy ilustrativa de
la visión de Winnicott sobre la psicoterapia, fue narrada por él de la
siguiente forma (1955): ,
«Hace muchos años vi un paciente masculino, de unos veinte años, que se
quejaba de una depresión que variaba de suave a moderada, con itna
ausencia de objetivos y una sensación de vacío. Él se había sometido a una
lwrlJa psicoterapia analítica que parecía estar basada fundamentalmen-
te en el nivel edípico del conocimiento. Eso parecía justificado, toda vez
que el paciente fue diagnosticado como neurótico y su trauma mayor
había ocurrido durante sit fase edípica, cuando su padre enfermó. La
terapia había sido útil, pero los síntomas con los cuales el paciente de pre-
sentó tendían a sin;gir después del primer tratamiento ( ... ) Un día, al
final de su primer año de análisis, estábamos teniendo lo que parecía una
sesión común. Yo había estado despierto hasta tarde el día anterior y
estaba evidenciando los primeros síntomas de una enfermedad viral. Me
adormecí y me dormí brevemente por algunos segundos, El paciente
había comenzado a conversar cuando yo estaba en estado de somnolen-
cia, pero después reunió el coraje para enfrentarme, y me preguntó si el
cambio en mi ritmo respiratorio no se debía a que me había quedado
dormido. Aunqite mi primera reacción fu e intentar defenderme y bus-
car una oportunidad para pensar una estrategia, pidiendo al paciente
que relacionara lo que estaba diciendo con lo que él sentía, decidí asu-
mir la situación y contarle que m'e había acostado tarde el día ºanterior,
así como la sensación de que me parecía estar entrando en una gripe.
Después de una cierta pausa, él comenzó a llorar. Cua_ndo consiguió con-
tenerse, me dijo que él había creído que yo no le contaría la verdad, y que
intentaría, tal como yo lo había pensado, protegerme. Él explicó sus
lágrimas como una señal de agradecimiento y de apfoximación conmi-
go. Y continuó estábleciendo relación con el comentaría de que sus padres
siempre habían encubierto sus faltas f rente a él de innitmerables formas
y que eso lo hacía sentir que para merecer su amor tenía que ser perfecto
( ... ) Su primer terapeuta no admitía errores') (Winnicott, tomado de
Grolníck, 1993, 121-122).
1
F. L. González Rey 1La psicoterapia en su evolución ... 1
Este ejemplo es una evidencia de cómo la relación terapéutica sigue un
curso singular, don.de las posibilidades del terapeuta siempre están más
allá de las teorías concretas, exigiendo creatividad y autenticidad en sus
posiciones, de tal forma que éstas sean capaces de generar opciones de
subjetivación que, como en este caso, pueden remitir a focos psicológi-
cos que permanecen encubiertos y que llevan a una alternativa de recu-
peración del paciente en la psicoterapia.
La importancia que Winnicott y Bion atribuyeron a los procesos de
relación es importarite para la comprensión de los procesos de subjetiva-
ción como resultado de experiencias producidas en diferentes instancias
y procesos de la vida social. En este sentido, los trabajos de Guattari y
Elliot, a pesar de la..incompatibilidad asumida por el psicoanalista inglés
con relación al psi~oanálisis francés, tienen puntos de encuentro que
están dados por la comprensión de la génesis de fa subjetividad dentro de
la articulación de los diferentes procesos y escenarios de la vida social.
Guattari asume fo presencia simultánea de los más diversos espacios
humanos en el desarrollo de formas nuevas y diferentes de subjetivación
que conducen a la ·:mejoría del paciente. La subjetividad es un sistema
versátil y complejo;, con infinitos e imprevisibles desdoblamientos que
aparecen como resultado de la diversidad infinita de la experiencia, no
sólo de aquella directamente vivida, sino de sus consecuencias, y de otras
indirectamente vividas que pueden pasar a tener un peso central en un
proceso de subjetivación. A partir de esta posición, el propio Guattari
escribe:
«Et terapeuta se implica, asume riesgos, no duda en colocar en la balan-
zrt sus propios fantasmas)' en criar un clima paradoja/ de autenticidad
t'.vistcncial )'., en tanto, de libertad de juego" (Guattari, 7).

l ,a comprensión del proceso terapéutico y de la figura del terapeuta


q11c Guattari asu~e tiene mucho que ver con la concepción de
Winnicott, pero ya en Guattari los modos de subjetivación se han eman-
l ipado de los invariantes universales que caracterizaron el psicoanálisis
li·l·11diano y que Witinicott y Bion, a pesar de sus indiscutibles avances y
lk\ibilización de los esquemas freudianos, no pudieron trascender.
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
En la conducción del psicoanálisis por un camino diferente, compati-
ble con la complejidad y la incertidumbre que acompaña las discusiones
epistemológicas y los nuevos referentes sobre el mund_o en la posmoder-
nidad, Elliot, de forma semejante a Guattari, critica la forma dogmática
y apoyada en elementos inyariables que ha caracterizado las prácticas de
la psicoterapia. En este sentido expresa (1997):
«Por psicologización del deseo entiendo aquellos aspectos.instititcionalizados
del conocimiento especializado en la esfera de la sexualidad humana.
Médicos, trabafadores sociales, psicólogos, psiquiatras, y también muchos
psicoanalistas (cuando el análisis se practica reductivainente), se ocupan de
identificar, clasificar y consolidar un código cohesivo de reglas sexuales. En
términos ideológicos, aquí la fi~erza motivadora consist~ en la búsqueda de
un conocimiento seguro: gracias a la comprensión psicológica de los exper-
tos pueden aplicarse los términos <correcto' e <incorrecto' al modo de enca-
rar las relaciones problemáticas en la.casa, la esct,tela, los negocios, las orga-
nizaciones burocráticas y la administración pública. El saber psicológico
ofrece un reaseguro contra las inseguridades de la vida. El know-how psico-
lógico se usa regularmente para mitigar la ambivalencia personal y cultu-
ral, por el hecho mismo de que los problemas de la vida diaria quedan refor-
mitlados de acuerdo con un vocabulario técnico fifo» (Elliot, 1997, 91-92).

La psicoterapia, para .Jos autores que asumen la subjetividad en una


perspectiva compleja dentro del psicoanálisis, se separa de las visiones tec- r
nicistas y "correctas", pasando a considerarla como un proceso genera-
dor de nuevas formas de subjetivación, irreductibles a ·cualquier referen- t
te objetivo situado fuera del proceso mismo. Esta posición representa
una revisión del tema de la subjetividad, que fue rech~zado por la visión
1 1
1

objetivista de psicoterapia orientada a la eliminación de la patología. Este


giro comienza a focalizar la terapia como emergencia de un sujeto con
l1
-· capacidad generadora, capaz de producir opciones de subjetivación. El
desarrollo del psicoanálisis conduce a muchos momentos de encuentros
entre el psicoanálisis y otras teorías.
Las versiones dogmáticas del psicoanálisis, encerradas en su imaginario
institucional, han jgnorado los aspectos históricos y culturales del <lesa-

1 so
: F. L. González Rey 1La psicoterapia en su evolución ... 1
rrollo humano y, de hecho, han desconsiderado del campo de la psicote-
r;1pia temas como la salud, el modo de vida, la organización social y los
procesos institucion<1les que, entre o'tros, están estrechamente interrela-
cionados en b producción de la tensión "salud-enfermedad".
La psicoterapia individual de orientación infrapsíquica no considera
11111chos procesos y fenómenos de etiología socio-cultural, quedando ais-
1.ida de otros campos del saber social y de la propia psicología, lo que es
evidente en el análisis de su historia. La "medicación" de la psicoterapia
h.1 sido una tendencia de la que diferentes escuelas en psicología han que-
1ido escapar, en mi opinión, sin éxito. La búsqueda de una opción histó-
1 irn cultural en la comprensión de este proceso no es solo una búsqueda
1d1ric.1, sino una definición epistemológica que permite nuevas opciones
dr rnnocimiento y práctica en este campo.
FI psicoanálisis, con independencia de las importantes zonas de senti-
do que inauguró para la comprensión del hombre y de la psicoterapia,
drbr ser trascendido en sus categorías concretas para dar cuenta de fenó-
111r11os queº no pueden ser desarrollados dentro de sus límites tradiciona-
ll ' . Hn su evolución histórica, el psicoanálisis ha ido enriqueciendo su ·
.1proxi111ación al tema de la subjetividad con el desarrollo de nuevos
ll'1t1.1s y de categorías más apropiadas.para una representación de la sub-
Jl't ividad inseparable de la cultura y comprendida en su historicidad.

EL HUMANISMO EN EL MOVIMIENTO HISTÓRICO


DE LA PSICOTERAPIA

1\1 humanismo, a pesar de las nuevas zonas de sentido que desarrolló


sus presupuestos sobre el hom bre y que han permitido analizar tanto
l ' ll

l.1 pi:rsonalidad como la clínica, de una forma diferente, no consiguió


11.m:cndcr la matriz teórica del psicoanálisis freudiano y, por esa razón,
MI l rnitribución al tema de la subjetividad en la psicoterapia no creo que
h.1v.1sido muy relevante. Por otra parte, los autores humanistas, de forma
¡4l'lll'r.1l, se apoyaron más en categorías cognitivas, lo que los limitó en la

SI 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
búsqueda de nuevas unidades de la vida psíquica, eri lo que considero
que Allport y Rollo May fueron excepciones.
El humanismo está ligado al psicoanálisis hasta pdr la propia forma-
ción de algunas de sus figuras más significativas, con1o Rogers y Rollo
May; sin embargo, el humanismo norteamericano, en relación con el cual
Víctor Frankl (1960) se situó críticamente, también asume nna posición
existencial y fenomenológica, que yo realmente pienso que tiene, pero
que se expresa de una forma muy peculiar, unido a: otras influencias,
como las de Ja Gestalt europea, los trabajos de Laing y Cooper y el prag-
matismo de James, entre otros.
El humanismo, si bien no trajo contribuciones teól'icas contundentes
para una nueva representación de la psique, manteniéndose en este
( aspecto en una matriz teórica semejante al psicoanálisi~, destacó el carác-
; ter activo del sujeto y sus posibilidades de acción consciente, Jo que
implicó, a diferencia del psicoanálisis, la consideración.·del aspecto proce-
sual de la psique en su relación con la experiencia vivida. Sin embargo,
no supera el carácter esencialista del psicoanálisis en su visión de las ten-
dencias inherentes al potencial humano. Rogers, en su visión de la psi-
coterapia centrada en la persona, donde ha sido uno dé los autores huma-
nistas más reconocidos, mantuvo una visión determinista sobre la géne-
sis del sufrimiento al comprenderlo como expresión ~e la ruptura de la
congruencia entre las necesidades auténticas de la persona y sus procesos
de simbolización de la experiencia. De esa forma, el cbnflicto se mantu-
vo como expresión de una dinámica intrapsíquica originada en un
momento pasado de la vida de la persona, en lo cual también se aproxi-
ma mucho a la representación sobre el conflicto del psicoanálisis.
La psicoterapia de Rogers centrada en la persona, que representó el pri-
mer momento de su o bra, deposita en la posición activa del paciente,
posible gracias a la empaúa y la aceptación incondicional por parte del
· ter:ipeuta, el proceso de cura, el cual, en esencia, representa la toma de
(
(Onciencia sobre la ruptura entre sus necesidades auténticas y los proce-
\ sos de simbolización de su experiencia. Al igual que d psicoanálisis, el
/< cambio se produce por un proceso de toma de conciencia que permite el j
contacto con la causa del sufrimiento actual. .1
F. L. González Rey 1 La psicoterapia en su evolución ... 1
La psicoterapia ·humanista destaca la procesualidad del proceso psico- ·
terapéutico, pero sigue refiriéndola a un conflicto susceptible de ser con-
cirntizado por la persona mediante la reconstrucción de su experiencia
pnsonal.Y, al final de ese camino, los procesos de simbolización recupe-
1..111 su capacidad de expresar las necesidades aliténticas del sujeto. El
determinismo, el esencialismo y el racionalismo presentes en el psicoaná-
li\Í\ de Freud se mantienen en el h umanismo, aunque ellos desarrollan
dimensiones del hombre totalmente ausentes en el psicoanálisis, como la
1111rgr;ición del self con el comportamiento actual de la persona, relación
11111i1ida por el psicoanálisis.
l Jno de los aspectos más importantes del legado humanista para la psi-
11 lll't.1pia fue su representación de una persona activa, capaz de generar · \
1111¡·vos molivos de diferente orden de complejidad en el curso de su vida, ·"
111111 t•pción que d1vo su mejor expresión teórica en el concepto de
1\llpmt ( 1967) de autonomía funcional de los motivos. A partir de esa ..--
1rpn·~rn 1ación de !a motivación, esencialmente diferente a la propuesta
11111 Frt•ud, adquirieron importancia para la psicoterapia temas importan·
tn , 1·011 10 la filosofla de vida, las alternativas psicológicas múltiples que el
he 11nbn.: tenía al vivir una experiencia y los proyectos de vida. La acción
\' l .1~ formas actuales de organización de la psique aparecieron como rele-
\',ltllt'S al curso del desarrollo de la persona. Esa nueva re.p resentación
permilió la despatologización de los trastornos psíquicos, central para ...--
1111.1 comprensión diferente del proceso terapéutico.

LAS BÚSQU EDAS D E DESARROLLO D E LA PSICOTERAPIA


QUE DESCONSIDERAN AL SUJETO Y A LA SUBJETIVIDAD

[,,\psicoterapia familiar sistémica emerge en un momento de auge de -~


l 1 teoría de los sistemas cibernéticos homeostáticos y de los sistemas socia-
h normativos, esttúcturados jerárquicamente. Los fenómenos humanos
'" l'Xplicaron a partir de aquí como una combinación de elementos cuyos
, nmportamientos se explican por su estructura. El ser humano vive sus
n 1wricncias dentro. de sistemas interactivos. El conflicto pasa a ser anali-
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
zado fundamentalmente en términos relacionales, asociados al equilibrio
del sistema en que las personas interactúan.
La terapia familiar sistémica también fue fuertemehte influida por el
contexto norteamericano en que apareció en los últimps años de la déca-
da del cincuenta y principio de los años sesenta, asociada esencialmente
a los nombres de D. Jackson, P. Waztlawick, G. Bate'son, J, Haley y J.
Weakland, entre otros. Esta terapia fue también influida por el pragma-
tismo norteamericano, que ha sido poco referido entr~ sus antecedentes,
cuya influencia se expresa en Ja legitimación de las acciones prácticas jus-
(_ tificadas sólo por su éxito terapéutico . Los autores sistémicos abandonan
el ideal de búsqueda de la "verdad" o de la verificación como criterio de
legitimidad de Ja psicoterapia. •
Como escribe Haley ( 1998 ), uno de los fundadores del enfoque sisté-
mico:
«Podemos necesitar de una hipótesis para cambiar personas) pero eso no
qitiere decir que la hipótesis tendrá validez científica. Una vez que enten-
damos que Jamás estaremos seguros de conocer la verdftd; la psicoterapia
debe ser erigida teniendo como base lo meJor de nuestro conocimiento, lo
que sea más práctico ( ... ) Vamos a abandonar la idea de conocer la ver-
dad y tratar de escoger la meJor terapia. para un terapeuta cuya tarea es
provocar cambios en el paciente)) (Haley, 1998, 95-96).

( El movimiento sistémico da una importancia mayo~ al conocimiento


como práctica, en tanto las psicoterapias centradas en el individuo estu-
vieron más centradas en estructuras y tendencias universales en la com-
prensión de la psique individual.
Desde esta perspectiva, se va a producir un desconoeimiento del sujeto
( individual que luego vamos a observar fundamentado eil otros principios,
en otras escuelas de la psicoterapia postmoderna. La p~icoterapia familiar
sistémica tuvo dos momentos bien delimitados: la te,rapia sistémica de
'>~ orden primero y la de orden segundo. •La terapia sisté1b.ica de orden pri-
.
mero se representó la familia como un sistema cerrado y regulado por
mecanismos de retroalimentación negativa, orientados a corregir las des-
viaciones del sistema; esos mecanismos activan por errores o cambios en

1 54
. F. L. González Rey 1La psicoterapia en su evolución ... 1
el sistema que ponen en peligro su equilibrio. La familia se representa ·,
como un sistema orientado a la homeostasis, que se organiza alrededor
de un patrón estable que orienta las diferentes relaciones familiares.
Ese tipo de sistema que inspiró a la cibernética de orden primero esta-
ba orientado por normas que dificultaban el cambio. El síntoma dejó de
ser interpretado corno una organización individual y pasó a ser com-
prendido como una expresión del sistema, el cual, en su defensa ante las
presiones externas o las necesidades de cambio, genera una tensión que
se expresa en alguno de los miembros de la familia. EL síntoma tiene
7
como función preservar la homeostasis del sistema.
En Ja terapia sistémica de orden primero, el terapeuta actúa desde fuera
del sistema, y sobre la base de su observación sobre la modalidad orga-
nizativa del sistema se orienta a la definición de sus disfunciones y pato-
logías y define el tipo de intervención orientada a la superación de la dis_/
función. Como expresó M. Elkaim (1996 ): ·
«En nuestro carácter de terapeutas, examinábamos a la familia, estu-
diábamos los papel!fs de sus miembros, investigábamos las reglas del siste-
ma y nos preguntábamos: c¿Qué puedo hacer para ayudarlos a cambiar?), --·-
sin indagarnos sobre el papel que nosotros mismos teníamos en el sistema» · ·
(M. Elkaim, 1996;· 208 ).

En los marcos del · enfoque sistémico de orden primero, el terapeuta


actúa de forma directiva sugiriendo a la familia una agenda de discusión
a partir de sus hipótesis sobre el problema, e interviniendo con el obje-
tivo de corregir los significados o formas de relación que, en su opinión,
están en la base del problema. A principios de la década del setenta del ·
siglo XX se produjo. una reacción contra esta forma de trabajar, que T.
Ander-sen hace clara~ente explícita al escribir (1996):
«A comienzos de la década de 1970, algunas personas empezamos a reu-
nirnos informalmente, un fin de semana al mes. Leímos a Minuchin
(1974), Chalet (1963) y Watzlawick (1974) . Tratamos de aplicar sus
técnicas, pero no tuvimos mucho. éxito en lograr el tipo de cambio que
imaginábamos. En aquella época yo me sentía muy incómodo cada vez
.
que, convencidos de que entendíamos los problemas mejor que las familias

55 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
mismas, presentábamos una comprensión nueva e (inteligente; del proble-
ma o dábamos directrices 'inteligentes; para tratarlo)) (T. .A'.ndersen,
1996, 79).

En la cita anterior se hace explícita la posición que muchos terapeutas


familiares desarrollaban en sus prácticas a inicios de la década del seten-
ta, y que llevaron a la aparición del enfoque conocido tomo terapia fami-
liar sistémica de orden segundo. Ese movimiento superó la representa-
ción de Ja famil ia como sistema horneostático desde sus comienzos. La
/ terapia familiar sistémica de orden segundo se orientó a comprender el
, sistema familiar en desarrollo y movimiento constante. Fue superada la
idea de una estructura que garantizaba la estabilidad del sistema y la psi-
coterapia fue comprendida más en el sentido de superar los obstáculos
. del sistema en su desarrollo, q ue de descubrir y resolver formas de orga-
nización patológica de su estructura. ·
El terapeuta, en la perspectiva de orden segundo, se implicó como parte
del sistema en relación. El carácter directivo que caracterizó a la terapia de
orden primero desapareció en la terapia de orden segundo. Las interac-
ciones pasaron a ser comprendidas corno producciones:simbólicas, lo que
implicó la superación del concepto de,relación como conducta interindi-
\
vidual que había caracterizado la visión de la terapia dé orden primero.
El movimiento sistémico de orden segundo en realidad estuvo desde
muy temprano contaminado y desdoblado, tanto P?r el movimiento
constructivista, que tuvo y tiene un ímpacto importaqte en este campo,
como por el construccionismo social que, como veremos, pasó a tener un
fuerte protagonismo en la psicoterapia familiar, de la cual se separó pos-
teriormente.
<' La orientación del terapeuta en la perspectiva de ordeh segundo fue dia-
lógica, participativa. El terapeuta forrna parte del sistema familiar y parti-
_.... cipa de éste no como experto, sino a través de las conversaciones genera-
das por la familia. La terapia está orientada a facilitar la retroalimentación
positiva del sistema, la cual, a diferencia .de la negativa, es facilitadora del
cambio del sistema. La terapia de orden segundo dio particular impor-
tancia a la creación de lo observado. Apoyada en principios constructi-

1 56
F. L. González Rey f La psicoterapia en su evolución .. . 1
vistas, incluyó al observador como momento.de construcción de las rea-
lidades alternativas producidas en la comunicación. Éste fue el único
1.
ñ10mento en que el tema de la subjetividad pasó por el vocabulario de
estos amores.
El enfoque sistémico, al desplazar la unidad de interés de la psicotera-
pia del individuo al sistema, ignoró el carácter sistémico y complejo de
los sujetos que integran la familia, así como la pertenencia de la familia al
sistema social. Esto i levó a ignorar también las forrnas en que lo social,
en todos los registros y dimensiones· que lo caracterizan, participa de la
constitución de lo famifiar.
La ausencia del individuo ha sido un tema considerado por diversos
autores en la perspectiva de Ja terapia familiar sistémica (Maturana,
Palazzoli, Elkaim, Boscoso & Bcrtrando, entre otros) . Con relación a
esto, Boscolo & Bertrando escriben (2000):
«Para nosotros este concepto ha tenido ima importancia particular (se
refiere al de individuo como sistema autopoiético de Maturana), por
r 111111to nos ha disuadido de aferrarnos terapéuticamente al sistema
/i1111iliM; en especial en los casos en que un miembro (por ejemplo, el
111innbro psicótico), a diferencia de los otros, no experimentaba cambios,
y IJ11 Jacilitado la apertura y la r¡¡valorización del sistema individuo como )
1/1trwa autónoma'» (Boscolo & Bertrando, 2000, 41) .

l.a .1pcrtura de los terapeutas famÚiares para los sistemas determinados


por d problema, d$finición hegemónica hoy en las prácticas terapéuticas
q11l' s1.: apoyan en ~l construccionismo social, de hecho desconsideró la
111¡i.,111ización familiar como portadora de un tipo de organización o naru-
1.1kza particular. D e una visión determinista y mecanicista de Ja familia,
d11111i11ante en la te~apia familiar sistémica de orden primero, se pasó a la
1w¡i..1ción de la fan,ilia como definición ontológiCa. La familia para los ·
1111orcs construcci'onistas no tiene ninguna otra organización que no
r.111 los sistemas de conversación que la constituyen en la práctica de sus
1rl.1doncs, lo cu<il · no especifica cómo se expresan en la organización
t.unili;1r otras formas de organización de la vida social, llevando a un
ll d11n:ionismo dis¿ursivo-conversacional de la familia.

57 1
1 Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad

Desde esta perspectiva, todos los sistemas de lenguaje serían semejan-


tes, de ahí la definición de "sistema determinado .por el problema",
do nde se considera que el problema está organizado por personas dife-
rentes, procedentes de escenarios sociales diversos, y que no tiene por
qué ser definido a priori en los términos de la familia, como ocurrió en
el movimiento de la terapia familiar sistémica. Yo coincido en la crítica al
reduccionismo que se deriva de pensar que, de forma universal, todos los
problemas se forman en los estrechos límites de las relaciones familiares;
sin embargo, de ahí a disolver la fam1lia en lo que ella representa como
organización, como sistema para las personas que la integran, hay una
· distancia grande. Creo que el problema está en la forma en que nos
representamos la organización de ese sistema.
Los autores que evolucionan en la perspectiva construccionista com-
prenden correctamente la reificación de la familia y lo que ello significó
con relación a las prácticas terapéuticas. Mi discrepancia aquí es de carác-
ter ontológico; en mi opinión, la familia es un sistema complejo y, como
tal, recursivo en relación con muchos otros sistemas .que lo constituyen
· y que, a su vez, son influidos por éi. La familia tiene una organización
subjetiva que se expresa y se alimenta en las diferentes relaciones y afec-
tos que constituyen los sistemas de relaciones que la configuran, el cual
es inseparable de los procesos de subjetivación de sus miembros.
La familia aparece en los sentidos subjetivos difereneiados que se orga-
..\ nizan en la personalidad de quie1Í.es la componen, así como en las rela-
ciones entre sus miembros, las que forman espacios diferenciados en el
funcionamiento de la subjetividad familiar. Esto no quiere decir que exis-
ta una relación lineal entre la familia y los comportamientos o procesos
su bjetivos de sus miembros. Ésta sería la lógica deten~inista definida por
una psicología objetiva, en que la psique aparece deforma atomizada y
comportamen tal como expresión directa de una inflÚencia externa. Esa
posición objetivista rechaza la capacidad generadora.de la psique como·
sistema y la sustituye por causas del comportamiento :situadas afuera, en
las relaciones, posición que, en el caso de los terap.eutas familiares, se
expresó por el carácter determinista del sistema sobre la patología de uno
de sus miembros.

l ss
F. L. González Rey 1La psicoterapia en su evolución .. . 1
Lo anterior se observa incluso en uno de los autores más orientados
por una perspectiva compleja en su análisis de la relación individuo-fami-
lia, me refiero a G: Bateson (2006), quien escribió:
«Las pautas y secuencias de mis experiencias infantiles están insertas en
mí. Mi padre hizo tal y tal cosa; mi tía hizo tal y tal otra; y lo que ellos
hicieron estaba afitera de mi piel. Pero) haya aprendido yo lo que haya
aprendido) mi aprendizaje aconteció dentro de mi secuencia vivencia! de
lo que hicieron esos otros impor~antes -mi tía) mi padre-» (G. Bateson,
2006, 25 ).

Es muy interesa11te la reflexión de Bateson; por una parte, se mantiene


fiel al concepto de secuencia que caracterizó a todo el movimiento sisté- ·
mico, el cual es ~n concepto objetivista y comportamental, pues la
secuencia es definida por secuencias de comportamientos regLJlarcs de
relación. Pero, por otra parte, Bateson nos remite a un elemento central
para la comprensión de la subjetividad en la perspectiva defendida en este
libro: la secuencia:vivencial de lo realizado por los ou·os. La secuencia -
vivencia! ya no representa una interiorización de pautas y frecuencias,
sino una producción de sentido subjetivo inseparable de la configuración ·
subjetiva de la persona y de sus alternativas generadoras en el momento
de experimentar una referida secuencia
También en la subjetividad familiar se puede producir un colilflicto a
partir del cual se genere un núcleo subjetivo relevante de la configura-
ción subjetiva actúa! de la persona y, en ese sentido, esa configuración,
que se inicia en la vida familiar ante una configuración subjetiva particu-
lar del sujeto condreto que la expresa, aparece en los sentidos subjetivos
que se organizan ~n las configuraciones subjetivas que aparecen en otros
espacios sociales de ese sujeto, las que irán a actuar de forma recmsiva
sobre la configuración subjetiva del conflicto familiar. En ¡'··. sentidos.
subjetivos se perpetúan, de forma dinámica y no reconocible, eventos ' \
de la vida personal y social, los que no son una expresión liI d.e nin-
gu na experiencia vivida, sino la produc.ción subjetiva sobre lr do, en
la que se integran·situaciones vividas en diferentes contextos "men- ,
tos de una histori~ individual (González Rey, 2002, 2005).

59 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
Esa movilidad de lo social y lo histórico en lo subjetivo es lo que hace
de la subjetividad, en la perspectiva histórico-cultural, 1lna condición pri-
vilegiada para representarnos lo social y sus diferentes espacios, entre
ellos el familiar, en sus consecuencias para la persona, lo que considero
hoy corno la única forma viable para estudiar la significación de lo social
en el desarrollo de la subjetividad. La.sociedad en ninguna de sus formas
de organización actúa de manera lineal y directa sobre lo su bjetivo, lo
que, de hecho, va en una dirección ~ontraria al lugar·que el movimien-
to fami liar sistémico atribuyó a la familia en la génesis de los trastornos
individuales.
Por tanto, aunque no identificamos la familia como un espacio "privi-
legiado" para la génesis de los conflictos psíquicos, como hicieron los
autores sistémicos, sí consideramos que ella configura un espacio de sub-
jetividad social importante para el desarrollo subjetivo de quienes la inte-
gran. Considero los procesos de la familia, así como las relaciones entre
sus miembros y sus formas de organización, como inseparables de una
,./ subjetividad social que aparece por múltiples canale~ simbólicos y por
sentidos subjetivos diferentes en la dinámica actual de la vida familiar.
Los sujetos concretos, en sus múltiples expresiones subjetivas, represen -
tan un momento activo de la subjetividad social en la organización fami-
liar. Cada uno de Los miembros de la familia trae a ella el universo de los
_ procesos sociales que le afectan a través de sus configuraciones subjetivas.
La configuración subjetiva de las personas se convierte· así en un elemen-
to de la subjetividad social en los escenarios sociales en los que la perso-
na participa.
Comprender una organización farniliar dentro de la procesualidad de
las acciones de sus miembros y de los procesos de subjetivación de esas
\ acciones nos permi te entender que los procesos subjetivos que aparecen
) en la familia no son apenas una respuesta inmediata a ninguna secuencia
'-
1
o sistemaími relaciones visibles e identificables en el sis.tema familiar, sino
el resultt obde procesos que se dan en una red de efectos colaterales cuya
produc. y la está asociada a la configuraciones subjetivas de quienes viven
1 _,. esa exiacion/cia. Las formas subjetivas de un evento vivido lo hacen irre -

../ cono¿~ó poi sólo pueden relacionarse por el modelo interpretativo del
\ \ tera;us mier

l 60
. F. L. Go nzález Rey 1La psicoterapia en su evolución ... 1
Considero que la fa.¡nilia es un espacio ontológico definido por los sen-
tidos subjetivos y los:procesos simbólicos compartidos que le dan cohe- , ,
/
rencia y continuidad ~ sus prácticas y a sus sistemas de relaciones, lo cual
no pienso que se agote en la comunicación actual entre sus miembros,
porgue la historia de.las familias, sus configuraciones subjetivas y las de
sus miembros, son varte de su constitución subjetiva actual. Desde la
perspectiva que defiendo la familia existe como configuración subjetiva
para sus miembros, siendo que cada uno tendrá una configuración sub- .
jetiva diferente de su familia, lo que lleva a una familia percibida y senti- \
da en forma diferente por cada miembro.
La organización familiar aparece como sentido subjetivo no por los
procesos intrínsecos~ esa organizaciqn, sino por las configuraciones sub-
jetivas de los espacios de relación y de los miembros en el interior de esa
dinámica familiar (González Rey, 2002). La familia aparece para cada _
uno de sus miembro~ como configuración subjetiva diferente, organiza- ..
da sobre aspectos y consecuencias indirectas de su funcionamiento que se
muestran de forma 'singular para cada miembro. Así, por ejemplo, el
rechazo que uno de los hijos de un matrimonio con u·es hijos ofrece para
comer con la fami lia reunida puede expresar una configuración subjetiva
que se organiza por los celos y las rivalidades con uno de sus hermanos,
lo que le lleva a sentir esas reuniones familiares como momentos de reco-
nocimiento y acepta~ión de ese hen11ano, con inó,ependencia d e lo ade-
cuado o no de esa p~'oducción subjetiva con la realidad.
Como veremos más adelante, y en parte ya adelantamos en este tópico
dedicado al enfoque familiar sistémico, el problema de la psicoterapia, así
como de la teoría psicológica, no es abrir nuevos espacios que amplíen el
tipo de unidad estudiada, sino pensar en un tipo de categoría que nos
permita explicar cómo los diferentes espacios que configuran los proce-
sos e instituciones den tro de una cultura se integran en nuevas dimen-
~i ones constitutivas de la subjetividad social e individual.

61 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad·
NOTA
l. Este concepto, introdu cido inicialmente por M. Ponty (1991 ), representa una alter-
nativa excelente d e subversión a la definición objetivista de objeto del positivismo (ver
Gonzálcz Rey, 2005).
Capítulo 2 11 • -

EL ENFOQUE HISTÓRICO-CULTURAL:
SU IMPACTO EN LA PSICOTERAPIA

EL DESARROLLO DEL ENFOQUE HISTÓRICO- CULTURAL


Y LA FORMA EN QUE FUE ASUMIDO POR
LA PSICOLOGÍA OCCIDENTAL .

El enfoque histórico-cultural aparece asociado 'al trabajo de Vigotsky,


quien, junto a su grupo de colaboradores, desarrolló una teoría de la psi-
que humana de naturaleza cultural. Sin embargo, Vigotsk:y es insepara-
ble de un pensamiento psicológico que buscaba su especificidad dentro
de un país que había realizado una profunda revolución que lo transfor-
mó profundamente y tuvo un impacto en el mundo todo. Esa revolución
mudó las representaciones dominantes sobre el mundo y la sociedad que
habían dominado ei' pensamiento hlosófi.co anterior y asumió al marxis- -
1110 como filosofia inspiradora de su.s transformaciones. En ese contexto,

63 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
apareció una intelectualidad empeñada en desarrollar nuevas representa-
ciones teóricas en los diferentes campos de la cien¿ia, la que se apoyó
tanto en las nuevas prácticas sociales y en las transformaciones de la sub-
jetividad social provocada por los cambios, como en una relación pro-
funda y privilegiada con la teoría marxista en sus diferentes dimensiones.
La psicología no fue una excepción en esta tendÚicia general o rienta-
da al desarrollo de enfoques par ticulares que fueran compatibles con la
nueva visión del murido sobre la que se reconstruía la sociedad soviética.
Sin embargo, este no fue un camino fácil ni lineal. Fue un camino com-
plejo que transitó por diferentes momentos, buscando todo el tiempo la
base que permitiera una explicación n1aterialista de la psiqtte. Muy tem-
- i1 pranamente, la lucha entre idealismo y materialism o. adquirió un fuerte
carácter político e ideológico, por lo que el materialismo pasó a ser el
centro de· gravedad en las interpretaciones marxistas hegemónicas en el
círculo de poder político que se institucionalizaba después de la Revolu-
ció n de Octubre. '
Según M. Shuare (1990), en su interesante y también polémico libro
La psicología soviética tal como yo la veo, los primeros años que siguieron
a Ja Revolución de Octubre se caracterizaron por lo .siguiente:
«J) La defensa de la psicología tradicional (st-tbjetivista, empirista), en
especial en sit línea experimental) que tenía un desa1'rotlo considerable en
el país; 2) la prolongación de la tradición científtco"natitral de la fisio-
logía) que había logrado no pocos éxitos en el estudio .del cerebro y el siste-
ma nervioso en general y que pretendía convertirse en modelo para la psi-
cología e) incluso, reemplazarla; 3) los intentos ·de crear nuevas concep-
ciones sobre la base del marxismo,, (M. Shuare, 1990, 27).

La defensa de la psicología tradicional se apoyaba ,en los trabajos que


ya existían en la psicología rusa antes de la revolución, así como la línea
o rientada a reforzar el análisis fisiológico de los procesos psíquicos, toda
vez q ue, como la autora sostiene, las investigaciones sobre la fisiología
del cerebro y el sistema nervioso central eran muy fuer tes, de ahí la pro-
funda influencia de Pavlov y Bechterev en el curso de la psicología sovié-
tica. Los primeros intentos de usar el marxismo para apoyar el desarrollo
F. L. Gonzá/ez Rey J El enfoque histórico-cultural. .. 1
de una psicología diferente fueron muy simplificadores, y consideraban la
influencia social sobre la psique a partir del concepto de clase social, el
.
que a su vez explicaban sobre la base de determinantes económicos .
J,as tendencias al determinismo fisiologista o sociologizante hegemo-
niznron los esfuerzos realizados en los primeros años posrevolucionarios
p.1ra crear una psicología marxista.
En ese curso contradictorio y tenso que marcó los primeros años del
1 ks.trrollo de la psicología soviética, se fueron abriendo paso dos colosos
q1a· serán definitorios.en el desarrollo de una aproximación diferenciada
de L1 psicología desde una perspectiva marxista: S. L. Rubinstein (1889-
l %0) y L. S. Vigotsky (1896- 1934). Ambos son contemporáneos y se
orirntan a temas diferentes en sus trabajos, aunque tienen un conjunto
di' rnincidencias sobre los principios que deberían caracterizar una psi-
wlogh diferente (ver González Rey, 2002 ). Si bien la teoría histórico-
111h 11r.1! aparece asociada a un cierto momento de Ja obra de Vigotsky, no
drhrrí.1111os reducir eia amplia definición sólo a un momento de la teo-
11 .1 di· Vigotsky, ni a la obra de ese autor, pues la orientación histórico-
' 111! 111.tl fue un principio que caracterizó a las diferentes tendencias de la ->
p~1u 1logí.1 soviética a lo largo de su historia.

Vi¡i,ot~ky desarrolló sus principios teóricos sobre la base de sus investí- J


\
~.1uo11 cs psicológicas y de su actividad profesional concreta, esencial-
llll'ntc en el campo de ·la defectología. Rubinstein se centró en un análisis
fllmc'ifico orientado a la fundamentación de Jos principios que debían apo-
\ .ir d desarrollo de la psicología soviética sobre nuevas bases. Rubinstein
l 11t:11i1.6 la unidad de los procesos psíquicos con su acento en la persona-

hd.td y In conciencia y, a su vez, remarcó el compromiso de la psique con


l.1 .1rtividad a través del principio de la unidad de la conciencia y la activi- --
d.td . Desde sus comienzos, la psicología soviética se caracterizó por des-
t.1l·.1r la relación entre psique y actividad.
1'.1nto la obra de Vigotsky como la de Rubinstein fueron obras en desa-
111Jllo, que sufrieron la presión de momentos políticos diferentes, en el
llll'M> de Jos cuales tari.t o uno como otro fueron reprimidos por "ínter- "'-:>
,,,
prl't.1ciones idealistas", lo que sin dudas dejó una marca en sus trabajos y
lns obligó a escribir bajo determinadas condiciones de presión psicológi-

65 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad

ca. La obra de ambos tomó rumbos diferentes y marcó el desarrollo de


distintas tendencias en el interior de la psicología soviética. Sin embargo,
ambos tributaron sendos aportes al desarrollo de una psicología históri-
co-cultural.
Entre los aspectos que fueron tratados de diversa forma por esos auto-
res, está la cuestión de la relación entre la concien~ia y la actividad, así
como sus representaciones sobre la forma en que las relaciones sociales
definen los procesos psíquicos. Como explico en vatios trabajos anterio-
res (González Rey, 2000, 2002, 2006), no puede· asumirse la obra de
Vigotsky, como la de ningún autor, como una construcción homogénea
que evoluciona linealmente en un desarrollo unilateral. La obra de
Vigotsky tuvo, en mi opinión, tres momentos extremadamente fecundos
que enfatizaron principios teóricos y epistemológicos 'diferentes (González
Rey, 2008). .
El segundo de los momentos que definí en el análisis de esa obra se
caracterizó por el énfasis en la mediación del signo sobre las funciones
psicológicas y por la definición de las funciones psíquicas superiores, las
que definió como funciones cognitivas. Esos mornentos de la obra de
Vigotsky no representan una periodización temporal rígida, sino ocasio-
nes en las que enfatizó determinado conjunto de ideas que no se pre-
sentaron en otras pa,rtes de su obra. Cronológicamente, este segundo
momento estuvo muy cerca del primero, dado ·q ue en la obra de
Vigotsky las distancias temporales son sumamente cortas, considerando
que su obra psicológica se desarrolló en un período de aproximadamen-
te 12 años.
¿__- En lo que definimos como un primer momento de su obra, se destaca
su preocupación por la personalidad, por la unidad .de lo cognitivo y lo
afectivo, y por la fantasía y la imaginación, temas que desaparecen en el
segundo momento de su obra, cuando en su pensamiento se produce un
fuerte "giro objetivjsta" que, en alguna medida viene dado por el peso
que tuvo en aquella psicología el coscepto de reflejo definido por Lenin.
Ese giro marcó de forma definitiva una orientación a la materialización
de la psique, pero esta vez no sobre sus bases fisioiógicas, sino sobre la ·
idea de que la psique representaba un reflejo de las c9ndiciones externas,
F. L. González Rey 1El enfoque hist6rico-cultural. . . 1
con lo cual el materialismo se impuso sobre la dialéctica, generando una -
tendencia a una comprensión mecanicista de la relación entre lo social y
la psique.
Sin embargo, en toda la primera parte de su obra, la que ubico entre
1919 y 1927, Vigotsky mantiene una preocupación explícita por el tema
de la personalidad y de la motivación humanas, a través de la cual se
expresa su interés por los aspectos subjetivos de la psique. En su trabajo
Et defecto y la compen'Sación, elaborado en 1924 y publicado por primera
vez en 1927, Vigotsky expresa (1989):
((( ... ) cualquier defecto no está limitado a Ja declinación aislada de la
función, sino que trae consigo la reorganización radical de toda la perso-
nalidad, reanima nttevas fuerzas psíquicas y además les da una nue11a
orientación" (Vigotsky, 1989, 35).

En la cita anterior se evidencia fa preocupación de Vigotsky pqr la per-


wna1idad como categoría que permite la expresión sistémica del funcio-
11amiento psíquico, y en casi todos los escritos sobre defectología esta
preocupación está muy presente, así como lo está ·en su libro inicial de
esta misma época, Psicología delA_rte. En un trabajo publicado en 1931,
pero escrito dentro de esa misma unidad temática de la defectología, él
l'SCribe (1989):
r'Aquel que quiere comprender la psicología de la personalidad del ciego
partiendo directamente del hecho de la cegitera, como una personalidad
directamente determinada por este hecho, la comprenderá de un modo
tnn incorrecto como aquel que vea en la vacunación sólo la enfermedad))
(Vigotsky, 1989, 79).

En esta cita, el autor deja claro que la condición objetiva de la persona


110 determina su personalidad. Hay una dimensión de sentido en la expe-
objetiva vivida que no está c:kfinida por el hecho. Éste es un paso
1 il·ncia
importante en la representación de la personalidad como sistema subje-
tivo generador, idea presente en much~s referencias de SLl obra en ese pri-
mer momento.

67 1
1 Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad

Sin embargo, debido a las demandas materialistas provenientes de l.1


/ presión política sobre la psicología, Vigotsky, en el segundo momenLO dr
su obra, se orienta de una forma más directa y lineal hacia su compn:n
sión de la relación de la psique con el mundo, la que se representa de u11.1
forma instrumentalista y objetiva, en la que se destaca su énfasis en 1.1
mediación del signo, en la representación de que la función psíquk .1
representa la interiorización de una operación desa1:rollada en un plano
externo, cuando realiza una analogía entre la funcióo del signo en b vitl.1
psíquica y la función de la herramienta en la actividad laboral. Ésta es
probablemente la etapa más objetivista de su trabajo y, sin embargo, flll' ·
ron los conceptos y problemas desarrollados en esa etapa los que le dk
ron, por razones diferentes, una mayor visibilidad a su obra, tanto en d
interior de la Unión Soviética como fuera de ella.
En la interpretación norteamericana de su obra, q~1e ha sido domin.111
te en toda la psicología occidental, el énfasis ha sido puesto en la metfo
ción como actividad semiótica, lo que lleva a u~a interpretación de
· Vigotsky congruente con algunas posiciones del pógmatismo (Rogon~
2005).
Esto hace que la continuidad de li obra de Vigotsky fuera oficialmen -
te asociada a la Teoría de la Actividad, liderada por A. N. Leontiev,
quien, con un conjtmto de discípulos de Vigotsky (Luria, Zaparochets,
Bozhovich, entre otros) se radica en Jarkov en los años treinta del siglo
XX. Las posiciones del segundo momento de la obra de Vigotsky fueron
bastante congruentes por las desarrolladas por la Teoría de la Actividad,
lo que fue una de las razones de la identificación de ~que! momento par-
ticular como "la obra de Vigotsky". Ese momento de la obra de Vigotsky
también fue el más difundido internacionalmente, pues la Teoría de la
Actividad fue consolidada como la ·políticamente le$itima, y por ello sus
seguidores fueron los que más viajaron a Occidente; en el período sovié-
tico. Eso y la proximidad de aquel segundo momento de la obra de
Vigotsky con ciertos au tores del pr~gmatismo fueron elementos esencia-
les para su creciente popularidad en Estados Unidos: Ese momento tam- .
bién fue más cercano a la orientación comportamental de la psicología
norteamericana.
' 1

F. L. González Rey 1El enfoque histórico-cultural. .. 1


La figura de ese Vigotsky -reificado de forma arbitraria en la mediación
~emiótica- fue criticada dentro de la propia psicología soviética a partir
de la segunda mitad de los años setenta del siglo X,'{. Así, los destacados
discípulos de Rubinstein, K. Abuljanova y A. B. Bruchlinsky, escribieron '1<-- t)
(1989):
«Rubinstein, a difei'encia de los representantes de la interpretación <cul-
tnrológica' (cuyo principal representante entre nosotros fue Vigotsky y en
el extranjero Piaget), vio no sólo la determinación de la conciencia indi- ,
vidual por lo social,, sino también su determinación por el ser social del
individuo y por aquellas relaciones sociales en las cuales el individuo está
incluido ( ... ) Sólo el reconocimiento de fa unidad dialéctica entre con-
ciencia y actividad)' no sit identificación permite descubrir la función
de cada una de ellas en sus relaciones recíprocas y, ante todo, reconocer
In función reguladora de la conciencia con relación a la actividad»
(K. Abuljanova y A B. Bruchlinsky, 1989, 58).

En la cita se destaca un aspecto que de forma reiterada ha sido critica-


do .1 la teoría de la actividad; el hec;ho de "disolver" la conciencia en la ' '
.1nividad, evidente cúando Leontiev reconoce que la estructura de la / '·
.1ctividad externa es idéntica a Ja interna. Vigotsky, al introducir el tema
de la interiorización, opta por un camino tremcnd~mente simple y obje-
tivo para explicar el modo en que se forman los procesos psíquicos en los
l'Spacios culturales del hombre. El concepto de interiorización , fuerte-
mente influido por PÍ~get, lleva a comprender la influencia social como
influencia inmediata de carácter operacional, con lo cual los complejos ,
~istcmas de relaciones qó.e caracterizan la vida social del sujeto - al que los :\ ·
rdcridos autores se refieren en términos del ser social- no son conside-
r.11 los en la formación.de los procesos psíquicos.
Ese segundo momento debe analizarse sólo como un momento de su
obra y no separarse del conjunto de ella, pues sólo deLconjunto de su obra
podemos formarnos una idea adecuada de la representación más general
de Vigotsky sobre la psique humana. En un análisis más abarcador de su
1 ihr.t, veremos su extraordinaria preocupación por la comprensión de la

p~igue como sistema, ~n cuyas unidades esenciales intentó expresar la uni-

69 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
dad de procesos afectivos y cognitivos en diferentes momentos. Esta
representación sobre la psique se expresa en toda su complejidad en
Psicología del Arte y en sus trabajos sobre defectología hasta 1925, así
como en el último momento de su obra.
Como expresamos anteriormente, la Teoría de la Actividad de A. N.
Leontiev pasó.a erigírse en la heredera oficial de la obra de Vigotsky y se
separó completamente de aquellos aspectos de su obra que podrían haber
servido para el desarrnllo del tema de la subjetividad en una perspectiva
histórico-cultural.
Después de que la Teoría de la Actividad se había convertido en el enfo-
que rector de la psicología soviética, Leontiev toma distancia de Vigotsky
y lo acusa de no haber tenido una comprensión marxista consistente de
los procesos psíquicos 1 algo de lo que también lo acusó al separarse de sus
posiciones al comienzo de la escisión del grupo de Ja'rkov. Aquí se expre-
sa algo que percibí con mucha claridad durante mis estudios de doctora-
;-- do en Moscú: la idea de que existíá una psicología marxista y ésa era la
Teoría de la Actividad, y todo lo que se separara de ella era una desvía -
ción en relación con la comprensión materialista de la psique. Como toda
teoría que se torna hegemónica, la Teoría de la Actividad se convirtió en
~un dogma y terminó limitando profundamente el desarrollo de la psico-
logía soviética.
En mi opinión, las limitaciones que la reificación de la categoría activi-
dad tuvo para la psicología soviética se expresa en los':siguientes aspectos:
• Representarse todos los procesos y fenómenos psíquicos a través de la
relación sujeto-objeto, toda vez que la comprensión de Leontiev sobre
la actividad humana era una comprensión "objeta!", donde los actos
del hombre se proqucían con relación a objetos del mundo. Los com-
,,,,- plejos procesos del funcionamiento y las producciories simbólicas de la
''\ sociedad fueron completamente ignorados, así c9mo la subjetividad
como nivd ontológico particular de la psique huniana.
-~--- • La categoría comunicación no existía en los marcos de la Teoría de la
Actividad. Las formas de comunicación eran reducidas al esquema
estructural que caracterizaba a las formas de actividad con objetos (ver
González Rey, 1983). M. I. Lizina, una de las psicólogas soviéticas que

l 10
F. L. González Rey 1El enfoque histórico-cultural ... 1
más trabajó la comunicación en niños de edades tempranas desde las
posiciones de la teoría de Ja actividad, escribió ( 1978):
«La comunicación, como cualquier actividad, es objeta!. El objeto de la
actividad de comunicación es otra persona, la contrapartida de su acti-
vidad conjunta. Como objeto concreto de la actividad de comunicación
sirven precisamente aquellas cualidades y propiedades del interlocutor
qttc se expresan durante la interacción. R eflejándose en la conciencia del
niño, ellas forma~ la imagen de otra persona y se convierten después en
el proditcto de la comunicación» (10.. l. Lizina, 1978, 237).

Se puede observar,,que la comunicación no se concibe como un proceso


complejo implicado 'e n una subjetividad social y que tiene carácter genera-
dor, sino como un proceso lineal, donde el otro es el objeto sobre el cual
el producto del proceso aparece como reflejo. La actividad con objetos se
convierte en el modelo que explica todos los procesos psíquicos.
• A partir del lugar .secundario que se otorga a Jos procesos de comuni-
cación, las relaciones con los ou·os se representan como actividades
individuales de refación, ignorándose completamente las producciones ~.,,
s11bjetivas de los cóntextos y espacios sociales en los que estas interac- '
ciones tienen luga,i" Por detrás del énfasis en Ja naturaleza histórico-
social de los procesos psíquicos, se oculta una visión estrecha de lo
social que no considera los complejos procesos subjetivos desarrollados )
en los espacios soCiales. El esquema de actividad dominante que se
define como actividad objeta! representa un modelo individualista inte-
ractivo, donde Jo social se comprende como las relaciones inmediatas
cnu·e las personas" Esa comprensión estrecha de la comunicación se ,
expresó en Ja pobr~za de la psicología social dentro del cuadro general '
de la psicología soviética durante la hegemonía de la psicología de la
'~
actividad.
• Las categorías más complejas orientadas a la comprensión sistémica de
la psique, que integran Ja cognición y los procesos afectivos -como per- -¡ :'
sonalidad, motivos;.jerarquía de motivos y otras-, son definidas en tér- (
minos de la actividad. La actividad se conviert~ en una supracategoría· _,
en cuyos términos ~e expresan todos los procesos humanos. Como evi-

71 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
dencia de la percepción de este fenómenos por los psicólogos soviéti-
cos, V. E. Chudnovsky escribió (1976):
((No es la actividad por sí misma, ni la. interacción de los tipos de activi-
\r· dad, sino los cambios en la esfera motivacional del niño que ocurren en el
proceso de la actividad, los que condicionan el cambio a un nuevo nivel
de desarrollo psíquico» (V. E. Chudnovsky, 1976, 49).

La cita anterior evidencia la forma en que los procesos psíquicos resul-


taban sustituidos por formas de actividad, lo que llevó a la situación para-
dójica de hablar de "patologías de la actividad" para designar a los tras-
tornos psicológicos.
Las limitaciones antes referidas tuvieron un impacto en el desarrollo de
la psicología en general, pero de forma muy particular afectaron el desa-
rrollo de la psicología clínica y de la psicología social y del trabajo. La psi-
cología institucional no existía como campo de trabajo de la psicología
soviética, lo que se explica por ser las instituciones espacios esencialmen-
te regulados desde el control político. Es interesante que, a pesar de la
orientación de aquella psicología para explicar la génesis de la psique indi-
vidual a través de la cultura y de la historia, no se desarrollara el campo
de la psicología social. Esto en parte se explica por la sustitución de lo
social por lo externo, tomado en su expresión objetivo-objetual, median-
te lo cual el complejo mundo de las _producciones simbólicas y subjetivas
<"
~ quedaba reducido a un mundo de operaciones con objetos concretos.
A pesar de la hegemonía de la Teoría de la Activid(ld, que incluía a las
figuras de la psicología soviética principales y más conocidas en Occiden-
te, existieron grupos de producción teórica y de inves tig~~ión ºque no se
subordinaron a los principios rectores de aquel enfoque. 1
En todos los aüos de hegemonía de la Teoría de_la Actividad, hubo
grupos que mantuvieron posiciones críticas más o menos abkrtás con
relación a ella. Sin embargo, en la década de los años setenta, cuando el
centro de poder en la psicología soviética pasó al Instituto de Psicología
de la Academia de Ciencias dirigido por B. Lomov, se produjo una aper-
tura en la discusión sobre las limitaciones del término actividad para el
desarrollo de la psicología soviética, que tuvo como momento culmi-

ln
F. L. González Rey 1El enfoque histórico-cultural. .. 1
nante el V Congreso 'de la Sociedad de Psicólogos de la Unión Soviética,
celebrado en 1977, cuyo tema central fue "El problema de la actividad
~n la psicología soviética".
Tanto las críticas que la Teoría de Ja Actividad recibió antes de ese perí-
odo, como las recibidas en el mencionado simposio, estuvieron esencial-
mente dirigidas en dos direcciones: Ja simplificación de considerar todos
los procesos y formas de organización de la psique en términos de Ja acti-
vidad, lo que empobrecía la construcción teórica de la disciplina, y la '
orientación individualista y objeta! de la definición de actividad presenta- .--
da por Leontiev, lo que restringía el análisis psicológico de los procesos , '· •
1
sociales e institucionáles, así como los temas relacionados con el desarro- /
llo humano. El desarrollo del campo de la clínica dentro de la psicología
soviética estuvo tan fünitado que, con excepción de Miasichev, cuyas crí- ·
ticas datan de los años sesenta, práCticamente ninguna de las presenta-
ciones del referido congreso provenía de Ja clínica.
Con relación a la simplificación que la categoría.actividad imponía a la
psicología, fueron particularmente incisivas las críticas desarrolladas por
L. l. Bozhovich y su equipo a las limitaciones de la Teoría de la Actividad
para el estudio de los temas sobre la personalidad y la motivación huma- '· /

nas, temas particularmente desarrollados por su equipo. Esas críticas fue-


ron muy fuertes ya en la década de los años ses~nta. L. l. Bozhovich -
( 1977)2 expresó, co11 relación a esas limitaciones:
0
«Al principio) en estas investigacio nes nos ateníamos a las opiniones que
sostenía A. N. Leontiev con respecto a las necesidades y motivos. Pero ya . ,
'.
desde el primer momento nos vimos obligados a cambiar un tanto la defi- 1

nición de, (motivo', pues resultaba imposible operar con este término que
siempre suponía un objeto de la realidad objetiva» (L. l. Bozhovich,
1977, 20).

El concepto de objetividad fue un principio fu_erte para toda la psico-


logía soviética, pues resultaba atractivo para el énfasis en la materialidad
de los procesos psíquicos, atributo importante para que la psicologí<J.
fiicra considerada como materialista. En las posiciones oficiales de la
dirección política soviética, el materialismo siempre fue enfatizado sobre

73 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
,.... la dialéctica, la cual inclusive no fue suficientemente µsada ni interpre ta
da en el conjunto de sus consecuencias para el desarrollo del pensamicn
to científico, mucho menos en relación con el pensamiento político, el
cual operaba sobre principios totalmente dogmatizadós. Este hecho tuvo
una fuerte influencia en la falta de consideración de la·cuestión de la sub
jetividad por aquella psicología y, de hecho, la alusióú a la psique como
.. sistema complejo humano se hacía a nombre de la conciencia, que era un
término más aceptado en la representación política sobre las cuestiones
humanas.
Dos fuertes tendencias que expresaron esa búsqueda de objetividad en
aquella psicología fueron: en el aspecto teórico, la reducción de la psique
, . ' a los términos de la actividad, destacando su vínculo directo e inmediato
- · con el objeto de actividad, a la que se hizo referencia· en la cita anterior
/ de Bozhovich y, en términos epistemológicos, esa objetividad se expresó
-:'. .. en el uso indiscriminado de las categorías "ley" y "refl~jo", que aparecen
de forma permanente en el lenguaje de los psicólogos soviéticos y que
continúan apareciendo en el lenguaje de muchos psicólogos rusos hasta
hoy. Esta tendencia es responsable del positivismo metodológico que
caracterizó importantes campos éie investigación en aquella psicología,
en especial los relacionados con el estudio de los procesos psicofisiológi-
cos y cognitivos, que caracterizaron a la mayor parte d'e las publicaciones
de psicología en la Unión Soviética hasta los años setenta .
.Sobre este breve esbozo de la historia de la psicología soviética, me
gustaría enfatizar algunas ideas esenciales.
• El enfoque histórico-cultural expresa las posiciones generales domi-
nantes en una psicología que tuvo varias corrientes teóricas significati-
vas. La comprensión de la psique como una producción social y cultu-
ral, fue teóricamente compartida por todas ellas; sin.embargo, por las
<.. limitaciones que hemos analizado antes, tanto. la comprensión de cul-
tura, como de lo social, quedaron bastantes restringidas a una idea
objetivante de lo externo, sobre la que se desarrolló una representación
de psique esencialmente operacional. Lo que se identificó como la teo-
ría histórico-cultural de Vigotsky fue sólo un momento de su obra,
precisamente el más cercano a la representación dominante de psique
apoyada por el principio del reflejo.
F. L. González Rey 1El enfoque histórico-cultural. . . 1
• La Teoría de la Actividad apareció en este contexto como la heredera
del pensamiento de Vigotsky, a pesar de que, como explicitamos en el
texto, la valoración de la obra de Vigotsky por Leontiev fue ambiva-
lente y se expresó de forma diferente en distintos momentos históricos.
Actualmente algunos autores, como Zinchenko (1997), establecen una
clara diferenciación entre ambas teorías.
• En mi opinión , Ja Teoría de la Actividad de Leontiev "cosificó" el '·
carácter materialisfa de la psique en el concepto de actividad y, por , /
tanto, toda psicolo.gía que no fuera explicada ei1 esos términos era con-
siderada como una psicología idealista.
• La hegemonía de la Teoría de la Actividad tuvo consecuencias tanto de
carácter epistemológico, como fue el retorno a una investigación expe-
rimental Jnspii·ada en el modelo hipotético-deductivo, como en la
organización de la propia psicología soviética, dentro de la cual la psi-
cología social y Ja psicología clínica quedaron bastante rezagadas, en -
particular esta última, que fue absorbida en casi todas sus funciones por "- \
una psiquiatría de orientación fisiologista.
• Vamos a analizar más adelante los desdoblamientos en el desarrollo de
la psicología soviética a partir de la década de los años setenta, cuando
nos centremos en su evolución hacia el desarrollo del tema de la sub-
jetividad que, en nuestra opinión, representa el momento crucial para
el desarrollo de la visión de psicoterapia a partir de este enfoque, que
es el objetivo esencial del presente libro.

m impacto de la hegemonía del modelo centrado en la actividad


rn el desarrollo de la psicología clínica

Como pudimos apreciar en el análisis desarrollado en el epígrafe ante-


rior, la ausencia de la cuestión de la subjetividad y de la comunicación
hizo muy dificil el desarrollo de un referente que favoreci'era a la prácti-
ct clínica, lo cual füe· uno de los factores que contribuyó al poco desa-
rrollo de esa área. Sin embargo, ese no füe el único aspecto que limitó el
desarrollo de la clínica.

75 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
En mi opinión, el desarrollo de la clínica se vio fuertemente afecrndo
por la crítica severa al psicoanálisis desde las instancias políticas y filos61i
cas de aquel tiempo, Jo que estigmatizó al psicoanális~s como "teoría bur
guesa" y, junto con eso, a la psicoterapia como una de las prácticas csen
' ciales que lo identificaban. El espacio de la psicoterapia pasó a ser regido
___ por la rdlexología desde el campo de la psiquiatría, toda vez que el imagi
nario materialista dominante se ar ticulaba de forma an{1ónica en este punto
con la hegemonía del modelo biomédico, q ue en la U11ión Soviética, dcbi
do al gran desarrollo histó rico que había tenido la fisi~logía, era muy fücr
te.3 Debido a lo delicado de trabajar en la clínica bajo las condiciones 1·có
ricas e ideológicas de la época, Zeigarnik definió su espacio teórico en l.1
, práctica clínica como patopsicología, cor¡. lo cual evitaba el nombre de psi
' cología clínica y, al mismo tiempo, se centraba en los aspectos psicológi
cos de la patología, siendo que las patologías esenciales a las que ella se
dedicó duran te bastante tiempo estaban asociadas a lesiones cerebrales,
- -· evitando la discusión de temas como el de la neurosis,° que en la época cr.1
estudiado a través de los reflejos condicionados.
Otro elemento q ue estimuló el poco desarrollo de l~ clínica fue la con-
sideración de que el desarrollo de m1a sociedad soci~lista sana llevaría a
la formación de un hombre sano y diferente, que no precisaría de aten-
ción a sus problemas psíquicos. El determinismo mecanicista, que fue otro
de los principios que se aplicó en nombre del marxis'm o en las ciencias
soviéticas, derivó, en el caso de la psicología, en Ja negación de la especi-
ficidad ontológica de la psique, lo que se expresó en la sustitución del
fenómeno psíquico ora por sus bases neurofisiológicas.; ora por su deter-
minación sociologizame, para la cual la psique aparecía como imagen y
semejanza de operacio nes o condiciones externas.
Lo anterior se expresa muy bien en el siguiente texto de Abuljánova
(1973):
«Pese a las encarnizadas polémicas de los adictos a la ·explicación sociop·
sicológica de lo psíquico y de los partidarios de la interpretación fisiológi -
ca o cibernética, la posición de ambosgrupos es idéntica en el orden meto-
dológico. El afán de <cosificar', de materializar lo psíquico o asignarle el
atributo de materialidad mediante su identificación con <algo' distinto,
revela el carácter antidialéctico de esa forma de conocimiento, la inca·
F. L. González Rey f El en.foque histórico-cultural ... 1
pacidad de aplicar la dialéctica al descubrimiento de la especificidad de
los propios fenómenos psíquicos. La imposibilidad de esclarecer la relación
de lo psíquico con lo <distinto> conduce a tm recurso elemental del pensa-
miento: el de reemplazar lo ·psíquico por algo <distinto>» (Abuljánova,
1973, 49).

Esa característica. general de aquel momento de la psicología soviética


se hizo particularmente presente en el campo de la clínica, donde los psi-
cólogos trabajaron esencialmente la. investigación ydonde la psicoterapia
tuvo muy poco desarrollo, no existiendo prácticamente ningún texto
so bre el tema, en el campo de la psicología, hasta la década de los años
setenta.
Zeigarnik intent6, bajo las fórmulas de lenguaje dominantes y en un
primer momento del desarrollo de sus investigaciones en patopsicología,
estudiar los aspectos psicológicos implicados en enfermedades asociadas
con daños orgánicos, aunque ya en un segundo momento se orientó al ·
estudio de los aspectos psicológicos de otros trastornos donde la presen- /
1 i.1 de factores orgánicos no era tan evidente, como el alcoholismo /

(1\1.llus, 1971). En el desarrollo de esas líneas de investigación la autora


111vo q11e hacer verdaderos "malabarismos" para compatibilizar su interés -
por los aspectos di1~ámicos de la personalidad, que eran su interés esen-
1 i.11, con los discursos de la época, relacionados con la cuestión de la acti-

' idad y de las bases neurobiológicas de los trastornos psíquicos.


A pesar de que Zeigarnik orientó su atención a los procesos psicológi-
u>s .1sociados a los trastornos patológicos -que ella denominó en sus
libros como "patol9gías de la actividad", en una clara concesión al len-
f!ll.ljt• dominante-, sin embargo, ella no se atrevió a formular una defini-
1101\ de "patología psíquica", Ja cual yo también cuestiono, pero no en el
'rnlido por el cual la autora dejó de usar el término. Para Zeigarnik,
l1.1hhlr de patología implica siempre considerar Ja lesión, al menos en sus
dt finiciones explícitas sobre el tema. Sobre esto expresa (1971):
"Z.:I intento de estudiar las alteraciones de ta psique separadas del cerebro>
dr (!Jnorar el material clínico concreto que demuestra las alteraciones de la
1tr1 ividad psíqiúca en su relación con la enfermedad y con las alteraciones
dd t'stado fisiológic,o del cerebro> sería idealista» (Zeigarnik, 1971, 12-13 ).

77 1

1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad


~·. Como fue expresado a través en cita anterior de Abuljánova, la psique
.. , \ era sustituida por algo "diferente", en este caso de naturaleza fisiológica .
, , - Los trastornos generados por los procesos de cons1:1:ucción social de la
\ · · enfermedad a través de los discursos, las representaciones y las prácticas
sociales dominantes con relación a ella fueron completamente ignorados.
La materialización de lo psíquico en los objetos externos o en su base
fisiológica constituyó uri verdadero fantasma que ati;~wesó la psicología
soviética durante varias décadas.
Resulta muy interesante que, a pesar de su definición del trastorno psí-
quico, Zeigarnik se apoyó en las investigaciones psicológicas de Lewin y
su colaboradora Hoppe, de quienes tomó uno de los principales recursos
metodológicos de sus investigaciones; los experimentos usados por ellos
para la comprensión de las dinámicas psicológicas asociadas al impacto
del nivel de aspiración en las actividades de ejecución de las personas.
Por otra parte, cuando la autora se expresa en uf\' nivel teórico más
general, usa como concepto central la actividad. De esta forma se mueve
en la "cuerda floja" de dos presiones muy fuertes que actuaban sobre ella
ante aquel intento pionero de abrir un espacio a la iqvestigación clínica
dentro del marco de la psicología de l.a actividad; pof; una parte, la pre-
sión de considerar la psique como actividad y, por otra, las concesiones
·· al fisiologismo en un campo que estaba en manos de la medicina y domi-
y
nado por una concepción fisiologista organicista de la enfermedad.
Esta situación la lleva a expresiones tan paradojales :Como la siguiente
(1971): .
"Desearíamos sólo afirmar que el camino de estudio de la misma estruc-
tura de la actividad, de sus motivos y de su jerarqitia y estructura, así
como el estudio de las vías de su formaci6n, constituyen aspectos esenciales
de la investigación en el campo de' la psicología de la personalidad»
(Zeigarnik, 19.71, 9).

Frente al párrafo anterior cabe preguntarnos: ilos motivos su jerarquía


y estructura están en la estructura de la actividad o de la personalidad? La
respuesta parece haber sido dada por A. N. Leontiev cuando afirmó
(1978):

l 1a
11
F. L. González Rey 1El enfoque histórico-cultural. .. 1
«Pero el análisis posterior del movimiento de la actividad y de las formas "
de reflejo psíquico que ella engendra, hace necesario incorporar el concep- (,. (
1 to sujeto concreto de la personalidad como momento interno de la activi-
dad (A. N. Leontiev, 1978, 125).
J) ~·

O sea que el sujeto concreto de la personalidad es representado como


un momento interno de la actividad; sin dudas, la actividad emerge como
un macroconcepto que sustituye el valor heurístico de todas las otras
categorías, las cuales ·no son más que formas, momentos o procesos de la
actividad. L1 psique se queda "cosificada" en una categoría que elimina
su dimensión subjetiva.
Ya en el curso de la presentación que la autora hace de sus resultados
de investigación en el libro de referencia (1971) se observa una valora-
ción de Jos conceptos asociados a la organización y la dinámica de la per- ·
sonalidad, lo que en realidad es uno de los objetivos centrales de su inves-
tigación. Estas peripecias y contradicciones nos evidencian un pensa-
miento dificil de sustentar en los marcos constreñidores de la ideología
dominante en aquella época.
V. Zeigarnik tuvo el mérito de desarrollar modelos de investigación
cqalitativos para el e_studio del funcionamiento psicológico de diferentes
tipos de enfermedad, en los cuales el exP.erimento fue usado de forma
muy creativa siguien~o la línea de su maestro K. Lewin, a quien debemos
el desarrollo de una linea experimental participativa que marcó los estu- --.. .
dios sobre la personalidad y la motivación en la psicología soviética -
(Bozhovich, Slavina, Serebriakova, Savonko, Neimark, Chudnovsky y
Bratus, entre otres ).
La forma peculiar de.
usar Jos instrumentos y los diferentes canales de ~>
información que se abrían en el curso de la investigación influyó mucho ,.
en mi interés de justificar esos pro"esos dentro de una concepción epis-
rcmológica de investlgación cualitati\Úi. que vengo desarrollando en mis
diferentes libros dedicados al tema (González Rey, 1997, 1999, 2002,
2005). Esa forma peculiar de investigación que, sobre todo, caracterizó
.1 las investigaciones sobre la personalidad y la motivación, las que no "
.1compañaron el "girp positivista" que caracterizó el estudio de los pro- .1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
cesos cognitivos dentro de la Teoría de la Actividad, 'no se apoyaron, sin
!' \ embargo, en ninguna fundamentación explícita de sus bases epistemoló-
·- gicas y metodológicas, aunque en realidad marcaron una nueva forma de.;
, hacer investigación psicológica.
Testimoniando lo que afirmé anteriormente, Zeigárnik escribe:
«Et experimento, en la forma en que fue usado por la psicología soviética,
fue totalmente afín a mi definición de instrumento, la qi1-e lo considera
como una situación inductora de información que puede llevar a dife -
rentes desdoblamientos y formas de expresión que, aunque no sean unn
expresión directa del instrumento, constitityen fuentes de información
tan legitimas como aqitellas expresiones asociadas al instrumento"
(Zeigarnik, 1971 ).

En la década de los años setenta del siglo pasado, la psicología soviéti-


_, / ca tenía poco que exhibir en la clínica, sin embargo, nos presentaba línc-
as de investigación promisorias que úo han caracterizado al campo de la
clínica en la psicología occidental. En la elaboración. de los temas sobre
las alteraciones psicológicas y la psic¿terapia, sin empargo, no se trabajó
nada, en particular, en su desarrollo congruente con las producciones
teóricas generales desarrolladas dentro de aquella psicología.
De forma general, nos gustaría concluir este epígrafe destacando las
siguientes ideas:
.( • La psicología clínica encontró dificultades de diferente orden para su
' expresión dentro del marco histórico cultural que caracterizó el desa-
rrollo de la psicología soviética. Estas limitaciones fueron de orden
político, institucional y teórico-profesional. •
• Las limitaciones de orden político estaban asociadás a diferentes cues-
tiones; una primera tiene que ver con la exclusión .del psicoanálisis,
considerado como "ciencia burguesa", lo que de hecho colocaba en
entredicho sus prácticas. En segundo lugar, la rep}esentación política
dominante sobre la sociedad y el hombre dejaba pdco margen para los 1
temas de la subjetividad y sus trastornos, pues se asumía una relación
determinista y directa entre el hombre y la sociedad, lo que implicaba, 1
entre sus presupuestos implícitos, que una "sociedad sana" debía gene-
1
i ao
F. L. González Rey 1El e~foque histórico-cultural ... 1
rar individuos sanos; y, en tercer lugar, porque· en Ja visión oficial de
hombre predomi_naban Ja conciencia y la voluntad, convertidos en valo-
res sociales de significación política, Jo que generó un voluntarismo que
privilegiaba la capacidad absoluta de la voluntad para superar los pro-
blemas. La comb.inación de estos elementos, convertidos en valores ide-
ológicos por la dirección política, hacían dificil el ejercicio de la clínica.
• En el orden institucional, se debe destacar que la psicología soviética
pasó a ser hegem;onizada por la visión objetivizante y positivista de la
Teoría de la Actividad, la cual, una vez que se instituyó, privilegió la
formación de cuadros y la delimitación de espacios institucionales y
publicaciones congruentes con esa forma de ver la psicología.
Otra dificultad e~ el orden institucional que, como la anterior, se une
a problemas teórico que desarrollaremos como último asunto, fue la
división rígida entre las ciencias, donde los problemas de los trastornos
y la enfermedad quedaban definidos como campo de la medicina. En / ·
este sentido, la psiquiatría no dejó espacio a Ja psicología en el área de
la salud.
- En relación con'las d ificultades de orden teórico, el énfasis en la acti-
viciad y, concretamente, en la actividad con objetos, la que excluye - ··,
tanto al sujeto en su orgaoizacióh subjetiva diferenciada, como a las
relaciones de comunicación, son principios que no dejan espacio para "·/ .
comprender los ~rastornos psíquicos ni Jos procesos implicados en la
psicoterapia.

T.,n,s bases para la c(Jnstrucción de una teoria compleja sobre


la subjetividad en la psicologia soviética y su desarrollo posterior
en ta ob1·a de tos seguidores de ta Teo·ria Histórico-Cultural

A pesar de haber existido críticas explícitas y abiertas a las limitaciones


de la Teoría de la Actividad antes de la década de los años setenta
( Bozhovich, Miasichev, entre otros), la crítica a par.tir de esos años ganó
1111 espacio muy fuerte en la psicología, incluso entre los propios segui-
dores de esa teoría.

81 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
En el V Congreso de Psicólogos de la Unión Soviética, al que nos referi-
mos antes, se produjo un giro de los conceptos de acción y actividad,
para los conceptos de sistema psíquico y de su naturaleza subjetiva.
La visión en la que la psique fue reducida a operaciones se apoyó en la
concepción de interiorización, mediaqte la cual una operación externa
pasaba a ser una operación interna, conservándose la identidad entre
ambas por su estructura: En el mismo sentido apuntado por Puschkin en
relación con el pensamiento, N. A. Menchinskaya, d~stacada investiga-
dora del campo de la psicología del aprendizaje y el desarrollo, expresó
en aquel simposio (1977):
«El niño recibe parte significativa de su conocimiento. (tanto en la ense-
ñanza organizada como en la no organizada) de la comunicación ver-
bal con las personas que lo rodean; para muchos conocimientos adquiri-
dos en la escuela no es necesario -y muchq.s veces es imposible- crear una
situación tal en la cual el niño realice acciones prácticas (materiales o
materializadas) qite posibiliten su asimilación del contenido del conoci-
miento» (N.A. Menchinskaya, 1977, 42). º

O sea, no sólo la comunicación fue subordinada al esquema dominan-


te de una actividad objetual, sino que los propios procesos psíquicos de
aprender o de pensar fueron reducidos al estudio de las operaciones
\ externas a partir de las cuales se definían sus operaciones internas, pro-
'- píamente psicológicas. La objetivación y esquematización de ese pensa-
miento fue superándose gradualmente a partir de la realización de aquel
congreso, el cual, en cierto sentido, fue la "señal" de que el concepto de
1
actividad podía ser criticado de forma abierta, lo que en gran parte tam-
bién estuvo dado por el cambio en las relaciones de poder.denu·o de la
Unión Soviética y dentro de la propia psicología

En la psicología soviética, sin embargo, una vez que se consolidó su
definición histórico-cultural, esencialmente con los tr~bajos de Vigotsky
y Rubinstein, se crearon las condiciones para una comprensión. compleja
de la mente. La psique adquiría una especificidad cualitativa como expre-
sión de la cultura que no había sido alcanzada por ninguna otra especie

1
animal. En este nivel cualitativo, en el que la psique adquiere capacidad
F. L. González Rey f El enfoque histórico-cultural. .. 1
generadora, y donde sus diferentes funciones son inseparables del siste-
ma psíquico en qu~e se engendran, es donde la psique humana aparece
como producción ~ubjetiva organizada en la cultura. Sin embargo, ese
salto teórico que implica reconocer la subjetividad -que sería una expre-
sión posible de la dialéctica- no .fue dado por aquella psicología donde '"
desde muy temprano el materialismo subordinó ; la dialéctica.
El carácter subjetjvo de los comportamientos humanos estuvo presen-
te en Vigotsky en h primera y última parte de su obra; sin embargo,
Vigotsky no especifica teóricamente el tema, ni avanza en él. Lo subjeti-
vo, de forma gener~, no se explicitó en aquella psicología debido al giro
materialista del ma11xismo ideológicamente dominante·en aquel momen-
to en la Unión Sovi,ética, pero las bases para su comprensi~n aparecieron
a través ·de la construcción teórica de los temas de· la personalidad y la
motivación. En el p,rimer momento de su obra, Vigotsky dedicó especial ·
atención a la cuestión de la personalidad en el desarrollo del niño con
deficiencias.
«La investigación .·del niño retrasado mental ha puesto en evidencia que · ¡
sus relaciones ínterfuncionales se forman de una manera peculiar y dife-
nnte en comparación con las qite se detectan en el desarrollo de los niños
normales. Esta esjera del desarrollo psíquico) la variación de los vínculos ,,
y las relaciones ínjerfuncionales y la variación de la estrttctura interna
del sistema psicológico constituyen la esfera principal de la aplicación de
los procesos superiqres de compensación de la personalidad que se forma»
(Vigotsky, 1989, ·u1).

Es muy interesante, pues ésta es una conferencia dada por Vigotsky en


193 l, en la que retoma el concepto de personalidad que él había utiliza-
do mucho durante ~l primer período de su trabajo con niños portadores
de deficiencia mental. En la cita, y en general en todo el curso de ese tra- '
bajo,4 se observa una posición diferente en relación con el concepto adle-
ri nno de compensaCión que había tenido un profundo impacto en sus
primeros trabajos sobre el tema. En éstos, la cantidad de citas de Stern y
Adlcr evidencia su interés por la psique como sistema, para lo cual el con-
cepto personalidad tiene un indiscutible valor heurístico.

83 1
1 Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad

Analizando la cita anterior de Vigotsky, se observa la complejidad de


su razonamiento para evaluar la función de compensación, lo cual es otro
de los atributos de su pensamiento que evidencia una comprensión de la
psique humana como sistema complejo organizado en su especificidad
ontológica.
La comprensión de la psique en su naturaleza sistémica, orientada a la
superación de su análisis atomizado en funciones y procesos, fue un prin-
cipio importante en la defi nición de la psicología histórico-culmral y tuvo
su forma de expresión en la categoría personalidad. Sin embargo, Vigotsky
no fue sistemático en el desarrollo de esa categoría, la que no apareció en
..,.-· todo el segundo momento de su obra. Ya Rubinstein la manmvo siempre
"'- como un referente teórico importante, con independencia de su tenden-
cia al reduccionismo gnoseológico. Esto de cierta manera fue reconoci-
do por Zinchenko, cuando escribió ( 1997), haciendo una comparación
entre la psicología de la actividad y la psicología histórico-cultural:
· «No debe sorprender que en ninguna de ellas encontremos un est'/ltdio
completo de problemas como la libertad, el destino y la muerte. Además,
ninguna de ellas destapó las rnestiones de los valores y de los aspectos éti-
cos de la existencia. (Lo que he dicho no se puede aplicar tan fácilmente
a los trabajos que Rttbinstein p11tblicó durante el período post stalinista.) »
(Zinchenko, 1997, 45).

La otra cuestión que aproximó a la psicología soviética al problema de ·


la subjetividad estuvo dada, en mi opinión, por el desarrollo que la cate-
'¡_ goría sentido toma en la obra de Vigotsky, lo que estuvo muy bien resca-
tado por A. A. Leontiev. 5 Paradójicamente, como he expresado en publi-
caciones anteriores (González Rey, 2002, 2004 y 2005), la categoría de
sentido ha sido totalmente ignorada y desconocida por los seguidores de
Vigotsky, tanto en la psicología occidental como en la psicología soviéti-
ca. El valor de esta categoría está dado por representar una alternativa
ontológica específica para una definición de lo subjetivo.
La categoría de sentido no pasó inadvertida para A. N. Leontiev, quien,
sin embargo, en el desarrollo de su categoría de sentido personal nunca
citó el antecedente de esa categoría en Vigotsky. Sin ¿mbargo, la idea de
F. L. González Rey 1El enfoque histórico-cultural ... 1
m11 ido personal en A. N. Leontiev va en una dirección diferente a la que
tomó la categoría sen tido en la obra de Vigotsky. Sobre el sentido per-
\on:ll, Leontiev escribió ( 1965 ):
"fü sentido se crea por el reflejo en la cabeza de la persona de las condicio-
11rs objetivas que lo impulsan a actuar hacia aquello a lo que el acto se
Ol'icnta como su resultado inmediato. En otras palabras, el sentido cons- ~
tiente expresa la re~ación del motivo con el objetivo»(Leontiev, 1965, 225 ). /

1.contiev define el sentido en términos de la actividad dentro de una


l1111rgia objetivista qüe expresa el peso que, en los años sesenta, se atri-
l111b a la materialidad de lo psíquico como atributo de su objetividad. Sin
l"mhargo, en su últitno libro Actividad Conciencia y Personalidad, publi-
r.1do en ruso en 1974, el autor expresa una definición más compleja del
~l'llli do personal. En esa obra Leontiev escribe (1978):
"Psicológicamente,·es deci1; en ·et sÚtema de ta conciencia del sujeto, y no
romo objeto o prod1tcto suyo, tos significados no existen en general de otro
11torio qite realizando 1mos u otros sentidos, así como sus acciones y opera-
riones no existen dé otro modo que realizando una u otra actividad sitya
( ... ) La encarnaá6n del sentido en los significados es un proceso profim- ·
damente rico, nada aittomático ni instantáneo. En tas creaciones de la
literatura de ficción, en la práctica de ta educación moral y política este ¡
proceso aparece en toda su plenitud» (Leontiev, 1.978, 120-121 ). '-

En Ja cit~ anterior, el autor parece comenzar a definir el-sentido perso- / l


na! dentro de la trama compleja de lo que llama conciencia, que pode- , _
mos entender como el sistema coniplejo de la psique humana, el que, - ~ <
definido como conciencia, expresa más la tradición objetivista hegemó- • r'1
nica de la cual él fue su más destacado representante. Sin embargo, ante
los cambios que comenzaban a ser percibidos en la Unión Soviética, su
pensamiento parece moverse también en dirección al reconocimiento de
la psique como sistema. Incluso, su reconocimiento explícito de q ue la -
expresión del sentido en los significados ·aparece en toda su plenitud en
las creaciones de ficción abre una alternativa metodológica que siempre
estuvo cerrada en las investigaciones concretas inspiradas en la Teoría de

85 1
1 Psicoterapia, subjetividad y posmode~nidád

-. Ja Actividad, me refiero al estudio de Ja~ producciones más subjetivas del


hombre, las que no pueden ser acompañadas sólo por sus actos concre-
tos, exigiendo el estudio de sus formas má~ complejas de ~xpresión.
El concepto de sentido en Vigotsky, paradójicamente recuperado por
A. A. Leontiev, hijo de A: N. Leontiev, es un concepto promisorio para
el desarrollo de una teoría de la subjetividad en los marcos del enfoque
histórico-culniral, cuyas consecuencias para la psicología Vigotsky no
pudo desarrollar y posiblemente ni tan siquiera consiguió ver claramen-
te. Vigotsky asume el concepto de la obra del psicólogo francés Paulhan
,_ y lo asume como una producción ps!cológica asociada a la palabra, que
era como esa categoría aparecía en la obra qe Paulhan'. D espués, en muy
poco tiempo, reconoce en el sentido una categoría estrechamente aso-
. ciada al funcionamiento de la personalidad, aunque nunca lo llega a sepa-
rar de la palabra.
A. A. Leontiev, en una ·muestra excepcional de coraje y honestidad,
reconoce que el grupo de Jarkov liderado por Leon*v y Luria no asu-
mió la categoría de sentido desarrollada por Vigotsky. Con relación a
esto, el autor escribe (1992):
«Hay muchas ideas teóricas en aquell,Qs trabajos (se refiere a los últimos
trabajos de Vigotsky) "que no fueron recogidas por elgrupo de Jarkov o que
fneron solo parcialmente aceptadas ( ... ) La más importante de esas ideas
fue la de. rsentido, o rcampo de sentido))) (A. A. Leoni:iev, 1992, 41).

A. A. Leontiev fue el primer autor ruso en destacar Ja importancia del


y
último momento de la obra de Vigostky dedica el trabajo que citamos6
a las iqeas de Vigotsky desarrolladas entre finales del 1933 y principios de
1934. A. A. Leontiev expresa (1992):
«Nuestra tarea 'será atr.apar la lógica de su trabajo ~ncompleto e inten-
ta~·
extrapolar las tendencias que fueron desa1'rollándose en sn pensa- 1
miento» (A. A. Leontiev, 1992, 42).
1
Vigostky, en su trabajo "Sobre el problema de la psicología del artista
creativo", escribe (1 984): -
1

l s6
'

\.
F. L. González Rey 1El enfoque histórico-cultural. .. 'I
cr( ... ) las emociones entran en nuevas relaciones con otros elementos de la
vida psíquica, nuevos sistemas aparecen, nitevos conjuntos de fimciones
psicológicas; imidades de nivel superior emer,gen, gobernadas por leyes
especiales, dependencias mutuas y formas especiales de conexión y movi-
miento» (Vigostk.y, 1984, 328).

Vigotsky otorga v¡tlor y carácter generador a las emociones, las cuales, ·


en sus desdoblamientos y nuevas relaciones con otras funciones psíqui-
cas, provocan un complejo movimiento de carácter recursivo que se apar- ·
ta del determinismo lineal de lo externo sobre las operaciones psíquicas,
tan presente en el segundo moi11ento de su obra. En ese tercer momen-
to, al igual q ue en algunos de sus primeros trabajos, Vigotsky crea las
0

condiciones para el desarrollo de una nueva representación sobre la psi-


que humana. Sin embargo, su pensamiento nunca se liberó completa-
mente de la tendencia dominante en la psicología soviética de considerar
a la psique como un reflejo de las condiciones externas.
El concepto de sentido en Vigotsky parece haber sido u n esfuerzo por
definir un tipo de unidad psicológica implicada de forma activa con el sis-
tema psíquico en su conjunto. Esa unidad integra lo cognitivo y lo afec-
tivo en un nuevo nivel, no como suma, sino en unidades psicológicas que
marcan una nueva forma de funcionamiento psicológico. Las funciones
tradicionales, que son analizadas por la psicología como procesos inde-
pendientes, pasan a ser analizadas dentro del sistema de la conciencia. \. .
El carácter incompleto de la categoría de sentido y su pobre desarrollo
me llevó a introducir la categoría de sentido subjetivo. Comprendo el _
sentido subjetivo como una unidad psicológica que se caracteriza por la .
relación entre lo simbólico y lo emocional, unidad donde uno evoca al · ·'
C)tro de forma recíproca, sin convertirse en su causa (González Rey,
2002). Los sentidos subjetivos son producciones psíquicas específica- .
mente humanas que constituyen verdaderas producciones subjetivas, iff
di viduales e sociales, sobre la experiencia vivida. ·Los sentidos subjetivos /
no se forman por el impacto de la experiencia en su carácter objetivo,
sino que son una producción sobre efec:tos colaterales de lo vivido, que · ~; -
sólo son posibles partiendo de la configuración subjetiva de una persona

87 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
o espacio social en el momento de vivir una experiencia. La subjetividad
no se interioriza, se produce, y en esa producción las condiciones de vida,
la configuración subjetiva actual de las personas y los espacios dentro de
los que viven sus experiencia, así como el propio curso de sus acciones,
son momentos que se relacionan recursivamente eri la producción de
nuevas formas de subjetividad.
Una de las tareas más complejas que la psicología tiene por delante es
la revisión de su sistema de categorías, toda vez qu~ existen de forma
simultánea varios sistemas de categorías que se apóyan en principios
ontológicos diferentes y que, sin embargo, son usados indistintamente
sobre la base de marcos teóricos también diferentes. Así, vemos cómo se
usa indistintamente la categoría agresividad, en unos casos para indicar
un comportamiento, en otros, para indicar un rasgo general de la perso-
na, en otros casos como expresión de una dinámica intrapsíquica que es
universal, y así sucesivamente. La consideración de la agresividad como
1 un sentido subjetivo nos orienta al conocimiento dife~enciado de los ele-

<1 mentas psicológicos que aparecen en ella, y nos p~rmite definir, por

f detrás de comportamientos aparentemente semejante.s, sentidos subjeti-


:' vos diferentes según la configuración subjetiva de la persona y el contex-
_to en el que Ja agresividad apareció.
Dewey, quien ha sido uno de los filósofos que más atención ha dado a
la forma en que los sistemas filosóficos han influido las tendencias domi-
nantes en la consu·ucción del conocimiento dentro del mundo occiden-
tal, escribió (1986):
«Et mundo moderno ha sufrido las consecuencias de que la filosofia sólo le
haya ofrecido, en tanto problemas, la alternativa de elegir entre contra-
rios irreductibles y tajantes: el análisis desintegrador o la síntesis rígida;
un completo radicalismo que desdeñaba y atacaba ·el pasado histórico
como trivial y dañino, o un completo conservadurismb que idealizaba las
instittJciones como encarnación de la razón eterna; una dilución de la
experiencia en elementos atómicos que no ofrecen base para una organi-
zación estable, o un enriquecimiento de toda experiencia mediante cate-
gorías filosóficas y conceptos necesarios. Tales han sido: los dilemas que las
escuelas en pugna le ofrecieron» (Dewey, 1986, 121 );.

1 aa 1
F. L. Gonzó/ez Rey 1El enfoque histórico-cultural. .. 1
Ese legado al que se refiere Dewey sobre la fo'rma en que Jos modelos
teóricos dominantes de Ja filosofla influyeron la construcción del conoci-
miento caracteriza a la psicología hasta hoy. La contraposición entre aná-
lisis desintegrador y síntesis rígidas terminó por reducir todo nuevo cono-
cimiento a los términos de algunos de esos polos dicotómicos denuncia-
dos por Dewey. Lo singular se perdía en ambas opciones y por tanto lo . <'
teórico, pues la clasificación terminaba sustituyendo a la construcción. / '
Nuestro rescate del problema de la subjetividad pretende superar esa
dicotomía y dar lugar a formas diferentes de producción de conocimien-
to en psicología (Gbnzález Rey, 1997, 2000, 2002, 2004, 2005 ).
El sentido subjetivo permite apreciar un aspecto de las experiencias psí-
quicas del sujeto que en los referentes teóricos anteriores no tuvo visibi-
lic..lad . .Es precisamente esta categoría el fundamento ontológico del
replanteamiento de la cuestión de la subjetividad que vengo proponien-
do desde hace algunos años dentro del referente histórico-cultural. El
concepto de sentido subjetivo permite una representación sobre las u ni-
dades simbólico-emocionales en que se expresa la experiencia vivida, las
cuales no son una copia, ni un resultado de la experiencia, sino una ver-
dadera producción subjetiva sobre esa experiencia en la que participan,
de forma· inseparabl_e y no lineal, las posiciones asumidas por el sujeto en
el proceso de esa experiencia y las configuraciones subjetivas dominantes
en su subjetividad individual en cada momento de esa experiencia.
La subjetividad es un sistema vivo, susceptible de cambios en el curso
de las acciones asociadas a determinada experiencia; la acción es u na
fuente permanente de producción de sentidos subjetivos, y en este senti-
do es inseparable de la subjetividad como sistema. Desde esta defü~ición,_
Ja subjetividad ~o actúa como causa del comportamiento, sino que repre-
senta su dimensión de sentido subjetivo, lo que define la acción h umana2~.~ -
entre otras cosas, como momento cargado de subjetividad y, por tanto,
generador de sentidos subjetivos.
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad -
Sentido subjetivo, sujeto y subjetividad: las bases para el desarrollo
de la psicoterapia en una perspectiva histórico-ci-tltural

El hecho de que Jos a~tores soviéticos evitaran el uso del término sub-
jetividad por la connotación ideológica que le era au-ibuida por las repre-
sentaciones políticas dominantes en aquel país, llevó a que se empleara la
, - categoría conciencia para designar aquellos procesos c~lacionados con el
funcionamiento de la psique como sistema. La introducción de la cate-
goría sentido subjetivo no puede ser un hecho aislado, ella nos remite a
otra representación de subjetividad, en la que proceso, y organización se
integran definiendo a la subjetividad como sistema en desarrollo. El sen-
·-- tido subjetivo siempre está asociado a la acción, aparece como proceso de
subjetivación de un campo de acción del sujeto contextualmente situado,
/ en tanto las configuraciones subjetivas -que integran diferentes sentidos
'· subjetivos y otros procesos psíquicos que de forma estable caracterizan
;\ - las diferentes producciones psíquica-s de la persona+ representan una
fuente permanente de los sentidos subjetivos que aparecen en el curso de
una actividad. Configuraciones y sentidos subjetivos expresan la tensión
que caracteriza a la subjetividad como sistema en desarrollo.
La su bjetividad, en esta perspectiva, permite gene.·:ar inteligibilidad
sobre fenómenos que se apartan del imaginario objetivista comporta-
mental que sustenta que las influencias objetivas determinan el compor- _
tamiento humano, lo que desconoce que la producción subjetiva ante
esas experiencias es inseparable de su sentido subjetivo:para las personas.
Aquí no estamos hablando de mediación, sino de algo mucho más com-
plejo: de la producción de las propias experiencias subjetivas, las cuales
no son definidas linealmente por ni ngún tipo de influencia externa sobre
el sistema subjetivo, siendo una prodticción de ese sistema.
Las críticas al concepto de subjetividad provienen de_varias direcciones
en el pensamiento moderno, entre las cuales podemos destacar el positi-
vismo, el estructuralismo, el materialismo mecanicistá_y, de forma más
reciente, el post estructuralismo francés más relativista y radical. El giro
lingüístico de la filosofia llevó a una crítica a los megasistemas y a las enti-
dades que, en algunas de sus tendencias, facilitó una reificación del len-
F. L. González Rey 1El enfoque histórico-cultural... 1
guaje que influyó cqn fuerza en el campo de las ciencias sociales y de la
psicología en particular.
El desarrollo del tema de la subjetividad en la perspectiva histórico-cul-
tural tiene en su base otro conjunto de teorías que también marcan una
trayectoria crítica en la filosofia occidental y que se articulan entre sí en
diferentes momentos históricos de lo que llamo "giro complejo" del pen-
samiento occidental, que ha permitido el desarrollo de una nueva relación
entre ciencia y filosofia y que, a su vez, ha contribuido en el desarrollo de
una visión diferente de ciencia asociada a una noción también diferente de
mundo. Las filosofias que más han contribuido en esta dirección y con
las que he venido dialogando de forma creciente en mi trabajo sobre la
subjetividad, han sido el marxismo, la fenomenología de Merleau Ponty, ·
la hermenéutica, la füosofia de la ciencia y la teoría de la complejidad.
Dentro de esta última incluyo científicos que han optado tratar temas
que separaron definitivamente la visión de ciencia de la atomización y las
relaciones directas el'itre lo teórico y lo empírico, entre los que incluyo a
M . Planck, Heisenberg y Prigogine entre otros.
A pesar de que el pragmatismo da una fuerte prioridad a la experien-
cia, a Jo empírico y a una noción inmediata de práctica, que ~o calificó
también como base"teórica del pensamiento behaviorista, nos presenta,
por otr~ parte, una maleabilidad en su comprensión de la teoría que per-
mite entenderla como proceso en cambio constante y apartarse de su uso
como dogma, tendencia muy extendida en el pensamiento psicológico.
El pragmatismo prioriza el proceso sobre la organización de formas de · -
realidad, las que de hecho relativiza, despreocupándose por las definicio-
nes ontológicas que diferencian cualitativamente los problemas asociados
a formas diferentes de conocimiento. En este sentido, me posiciono en
forma diferente de esa corriente, pero reconozco su contribución sobre
el saber como práctica, lo que ha in"fluido de distintos modos en las trans-
formaciones que observamos hoy con relación a la definición de ciencia.
Por ou·a parte, taiito Dewey como James enfatizan distinciones que
definen y reconocen el dominio de los fenómenos subjetivos, así como el
carácter complejo de la realidad, separando su visión de los procesos psí-
quicos del curso objttivo que toma la experiencia humana. En esta direc-
ción, Dewey expresa (1986):

91 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
((Hemos dicho ya que la experiencia humana se hace humana por la exis-
tencia de asociaciones y recuerdos que son filtrados por la red de fa ima-
ginación) de ·manera que respondan a las exigencias emotivas)) (Dewey,
1986, 125).

Aquí Dewey destaca una producción psíquica que respondeº al orden


emocional y que afirma el carácter generador que atribuye a los procesos
psíquicos, enfatizando la imaginación, dimensión que dentro de la psi-
cología objetiva ha sido frecuentemente subvalorada . .
Más adelante, en esa misma publicación, afirma:
· ((Las cosas en que la imaginación pone mayor énfasis cuando remoldea la
experiencia son cosas que no tuvieron 1-ealidad. En el mismo grado en qne
la vida es plácida y fácil) lp, imaginación es perezosa y bovina. En el
mismogrado en que la vida es inquieta y molesta) la imaginación se sien-
te aguijoneada a forjar cuadros de 11/¡n estado de cosas contrario ( .. . ) Lo
qite en la vida real es dificultad y desilusión) se transforma en éxito y en
realización destacada· en las ensoñaciones; lo que en l'a realidad es nega-
tivo se convertirá en positivo en la imagen qite dibuja la fantasía; lo qite
en la acción real es molesto hallará compensación niuy relevante en la
imaginación idealizadora» (Dewey, 1986, 126).

Dewey comprende qtÍe una producción subjetiva no' responde al orden ·


objetivo que caracteriza la experiencia y la ejemplifica en la imaginación
y la fantasía, sin especificar la naturaleza que distingue ·esas funciones. Sin
embargo, el hecho de reconocer una producción psíquica que no se jus-
tifica por el carácter objetivo de la experiencia vivida· reivindica la exis-
tencia de un orden diferente, que es subjetivo por su ,naturaleza, no por
contraponerlo a lo que "existe", pues en ese orden la ·subjetividad es tan
objetiva como cualquier carácter que se especifique en una forma parti-
cular de saber. Sin embargo, esa definición de lo subjetivo no permite
una aproximación epistemológica objetiva.
James, en una crítica dominante a la epistemologí~ dominante en la
ciencia de su época, escribió:

l 92
F. L. Gonzólez Rey 1El enfoque histórico-cultural ... 1
«( ... ) tos fenómenos que no se pued:n clasificar dentro del sistema (se
refiere a sistema del conocimiento) han de ser disparates paradójicos y
deben considerarse falsos ( ... ) Renovará su ciencia quien escudriñe seria-
mente en los fenómenos irregttlares. Y citando la ciencia se renueva, sus
nitevas fórmulas suelen sonar más a la música de las excepciones que a la
de lo que suponían las reglas» (James, 2005, 19-20).

Vemos en ambos ~utores un compromiso con las formas del mundo


que aparecen en las prácticas de conocimiento, lo que representa una
fuerte diferencia con:. el neo pragmatismo situado en el extremo del rela-
tivismo que defiende R Rorty, y que es muy semejante a las posiciones
relativistas más radiéales sustentadas por algunos de los autores post-
estructuralistas franceses
El marxismo es otró antecedente importante de esta visión de subjetivi-
dad; primero, por su ruptura con una representación esencialista y natu-
ralizada de esencia hµmana; segundo, por su comprensión de lo humano
en una dimensión histórico-social; y tercero, por el reconocimiento de la
organización contradictoria y necesariamente procesal de los sistemas .
humanos y sociales, los que existeú dentro de una unidad de contrarios
niyo curso está defi~ido por el funcionamiento del sistema y no por la
.1cción de influencias 'externas a él. Sin embargo, esa organización contra-
1 tictoria en su aplicación a la historia expresó una visión teleológica que

l'Videnció el racionalismo presente en el pensamiento de Marx. La desna-


tu ralización de la esepcia humana permitió una representación del hom-
bre dentro de la historia y de la cultura que facilitó' la aproximación de la ,
psicología soviética a: la psique en términos de la cultura.
Finalmente, la teoría de la complejidad, que ha venido desarrollándose
1.11110 en el nivel filosófico como en las propias construcciones de las cien-
1 i.1s naturales, nos petmite una comprensión sistémica y prÓcesal de la rea-

lid:id que recupera el valor de las definiciones ontológicas diferenciadas


que conduce a una representación diferenciada de la ciencia y de los prin-
dpios epistemólogícos que la apoyan. La teoría de la subjetividad que
liemos venido desarrÓllando es compatible con muchos de los principios
l)lll' vienen emergiendo en la teoría de la complejidad (Mítjans, A., 2005 ).

93 1
1Psicoterapia, subje~ividad y posmodernidad
En nuestros trabajos hemos desarrollado la construcción teórica de l'm
modelo sobre la subjetividad humana paralelamente con una posición
epistemológica diferenciada que he llamado episternología cualitativa
( González Rey; 1997), la que tiene centre sus principios fundadores el
carácter constructivo-i~1terpretativo del conocimiento, lo que entra en
contradicción con el énfasis en la descripción y la inducción que, tanto
el positivismo como la fenomenología usada en las · ciencias sociales a
nombre de Husserl, defienden a través de construcciones y principios
diferentes. ·
Los desarrollos actua}es de teorías orientadas a la comprensión de for-
mas diferentes de la realidad a partir de los principios de la complejidad
dan apoyo a las posiciones que hemos desarrollado sobre la subjetividad,
tanto en lo teórico como en lo epistemológico. Este apoyo no lo asumi-
mos como criterio de veracidad de lo que hacemos, sino como un impor-
tante indicador de que el camino que hemos propuesto en la psicología
se corresponde con desafios que, desde una perspectiva teórica y episte-
mológica novedosa, se están enfrentando en otros campos de la ciencia.
El carácter procesual, sistémico, plurideterminado y no deterrflinista de
la subjetividad humana ha sido muy bien expresado por Morin cuando
afirma (1998):
«( ... ) los pensadores rrevolucionarios) son con frecuencia ignorados niien-
tras viven. Ciertamente, solo pudieron desarrollar . su pensamiento y
exprimirlo en ciertas condiciones socio-hist6rico-culturales. Pero en nin-
gún caso son 1iroducidos) por esas condiciones. No obedecen al determi-
nismo cultural, sino que surgen en las brechas abiertas o que abrieron en
1 ese determinismo ( ... ) Se trata, en efecto> de la conjunci6n de itna inde-

terminaci6n cultural> local y de una relativa indeterminaci6n psico-sub-


(
' jetiva individual que liberta curiosidades, interrogaciones, insatisfaccio-
nes, imaginaciones)) (Morin, 1998, 68). (

En la cita anterior se enfatiza esa procesalidad rica y diversa que inte-


gra lo subjetivo y el contexto histórico-social, integmción que siempre
ocurre a través de la acción de un sujeto concreto, de sus posiciones,
reflexiones y actuaciones dentro de una enmarañada red de factores que
l
~
t
F. L. Gonzá/ez Rey 1El enfoque histórico-cultural. .. 1
propicia la emerge1.1cia de lo creativo. Los trabajos de A. Mitjans sobre
las configuraciones _creativas tienen una semejanza con la posición defen-
dida por Morin, toda vez que llevan al descubrimiento de configuracio-
nes subjetivas diferentes que inte15ran sentidos subjetivos muy diversos en
la expresión creativa del sujeto en un contexto particular.
La subjetividad sólo puede ser es~udiada en una perspectiva construc-
tiva interpretativa que asume lo singular como una exigencia del propio
carácter diferenciad.o de los procesos subjetivos. La singularidad toma
significación dentr9 del modelo teórico en desarrollo que caracteriza un
estudio particular en los marcos de un referente teórico general. La sin-
gularidad en psicología ha sido sacrificada por la tendencia dominante a
la estandarización de los problemas, que apareció como expresión de la
cuantificación de Jo psíquico. La cuantificación redujo la organización
compleja de los sistemas psíquicos· a categorías analíticas susceptibles de
medición.
ccuna ciencia que dé sentido a la noción de creatividad y, en términos
másgenerales, al concepto de innovación, no puede ser más que una cien-
cia profundamente distinta a aquella clásica ( ... )El triunfo de esta cien-
cia es la reducción de la diversidad cualitativa al análisis cuantitativo,
es el devenir (la e'volución durante la cual, sin embat;go, algo se produce,
en sentido literal) convertido en apariencia, en una descripción aproxi-
mativa ligada a nitestra ignorancia'' (Prigogine, 2004, 70).

La creatividad y la innovación representan una subversión de lo esta-


blecido en los modelos extensivos de cuantificación que aspiran a la veri-
ficación de lo estudiado por medios estadísticos. La posibilidad creativa
en ninguna de las.. formas de organización humana emerge de forma
maciza y colectivamente reconocida como consecuencia evidente del ..
orden dominante. Por el contrario, la posibilidad creativa es siempre una
opción no prevista desde el orden establecido desde el que se definen las
exigencias institucionales a la acción humana; es precisamente por ello j / "

que la creatividad es una expresión singular, subjetiva, capaz de produ-


cir algo que social e institucionalmente puede pasar inadvertido. La ere- ,.
atividad es una de las expresiones más interesantes de lo subjetivo, /

95 1
1Psicoterapia, subjetividad .y posmodernidad
expresa la capacidad humana para subvertir lo "dado", condición esen-
cial para el crecimiento de la humanidad. La creatividad repre~enta
siempre una posibilidad de producción de sentidos subjetivos diferentes
que permitan al sujeto desarrollar la compleja configuración subjetiva de
\ la acción creativa.
La categoría sentido subjetivo expresa la integración entre organización
y procesualidad que caracteriza el desarrollo de los sistemas complejos.
Los sentidos subjetivos representan la expresión de una unidad simbólico-
emocional que aparece con relación a espacios, procesos y fenómenos cul-
turalmente establecidos en el curso de la experiencia humana (o sea, los
1 sentidos subjetivos se organizan sobre espacios simbólicamente existentes
( y representan precisamente la posibilidad diferenciada de la acción huma-
\ na dentro de esos espacios). Esa unidad subjetiva en la que lo simbólico y
lo emocional se evocan de forma recíproca> sin que uno se convierta en
causa del otro (González Rey 2002), implica que la emergencia de cada
1 uno de ellos genere desdoblamientos infinitos, en que Jo emocional y lo
simbólico de forma recursiva se afectan recíprocamente dentro de una
unidad inseparable, la del sentido subjetivo. Esa procesualidad tiene innu-
merables alternativas, pero también tiene límites definidos por las confi-
guraciones subjetivas dominantes en el momento de emergencia de esos
sentidos. Sin embargo, el límite no es una barrera absoluta, es un estado
de tensión que puede tomar nuevas formas, pues las .propias configura-
ciones se modifican ante los nuevos sentidos subjetivos que emergen en el .
curso de la actividad del sujeto.
Las configuraciones subjetivas tienen un carácter generador que impli-
ca la aparición de procesos subjetivos que no se justifican por los aspee-
, tos objetivos de la experiencia vivida. Las configuraciones y los sentidos
subjetivos se atraviesan unos a otros, generando contradicciones y ten-
siones generadoras de cambios y de nuevos comportamientos, entendi-
do el comportamiento como el momento de concreción de una acción
'· de carácter subjetivo. Un sentido subjetivo puede transformarse en con-
figuración subjetiva al integrar un sistema de sentidos diferenciados en
torno de sí en un contexto particular de la acción del sujeto. Las confi-
guraciones· subjetivas no son formaciones intrapsíquicas que están sepa-
radas del campo de acción de un sujeto.
F. L. González Rey 1El enfoque histórico-cultural. .. 1
Una vez más, Prig6gine nos auxilia en las representaciones desarrolla-
das a partir del estudio de sistemas complejos en la química. Él escribe
(2004):
«Sin embargo; la estabilidad de un sistema puede peligrar de omi mane-
ra: por <mutaciones) que afecten determinadas unidades, o bien por otro
tipo de unidades introducidas en el sistema qite establezcan e impliquen
un nuevo tipo de relaciones entre los constituyentes. Se produce entonces
una verdadera conipetencia entre los distintos modos posibles de funcio -
11amiento del sistemq,: los mutantes o los intrusos, al principio poco nume-
rosos, serán eliminados y se conservará el fi.mcionamiento <ortodoxo ), a
menos que su presencia determine su inestabilidad. En tal caso, en vez de
ser destruidos, se midtiplicarán y todo el sistema adoptará un nuevo modo
1Ít' jimcionamiento a costa de la destrucci6n de los que ya no desempeñan
papel alguno» (Prigogine, 2004, 93).

Los sistemas químicos y los subjetivos expresan una cualidad diferente,


~on ontológicamente distintos, pero la dinámica, movilidad y funciona-
1nicnto sistémico podrían tener analogías importantes, por lo que este
tipo de construcción teórica ayuda a las nuestras y c~ea opciones de altcr-
ll.1tivas metodológicas para el estudio de los sistemas subjetivos. Es
importante destacar la idea de devenir, de movimiento, donde el sistema
t'~t .~ de forma permanente recibiendo influencias de otros sistemas y pro-
d11cicndo rnlevas opciones frentes a esas influencias, algunas de las cuales
pueden generar alternativas diferenciadas que transformen ~l propio sis-
tt'm.1. En los sistemas subjetivos, la p~opia actividad generadora del siste-
111a es más fuerte que la presencia de elementos externos,'pues, a dife-
l't'nda de un sistema químico, en el sistema subjetivo no pueden "entrar"
dcmcntos externos, sino que producen ·impactos que son responsables
por 1.1 producción de nuevos sentidos subjetivos, pues los sistemas subje-
11vos son autopoiéticos en el significado que este término toma en la obra
dt' Maturana y Varela.
L.1 acción y la comunicación humana son fuentes permanentes de sen-
ridos subjetivos que .p ueden entrar en contradicción con Jos sentidos
s11bjcrivos dominante~ en las configuraciones subjetivas que caracterizan

97 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad

Ja personalidad del sujeto antes de 'una actividad o evento concreto de


su vida. .
o sea, las configuraciones subjetivas no pueden ser analizadas como
causas del comportamiento, sino como una fuente de sentido subjetivo
de todo comportamiento. Las configuraciones subjetivas definen la orga-
nización subjetiva del sujeto, la cual es constituyente de todas sus accio-
nes, aunque los nuevos sentidos subjetivos que aparecen en el curso de
su acción no están contenidos en ellas a priori. Esos nuevos sentidos sub-
jetivos entran en Ja organización de la configuracióri actual y dentro de
ella pueden llevar a una serie de cambios que terminen transformando la
propia configuración, pero también alrededor de un.nuevo sentido sub-
\ jetivo se pueden integrar otros, definiendo una nuevá·configuración sub-
jetiva que pase a tener un Jugar dominante para el $ujeto en una activi-
dad concreta.
Así, una persona que asiste a una entrevista de trabajo, o un niño que
asiste a una nueva escuela, no JJegan a esas experiencias de forma neutra,
ellos tienen un conjunto de expectativas y estados subjetivos que van a
depender de configuraciones subjetivas de su personalidad; sin embargo,
los procesos de subjetivación que aparezcan en esas experiencias no esta-
rán definidos por esa producción subjetiva inicial, sino por el desarrollo
que tome la expresión diferenciada de esas personas dentro de las nuevas
actividades que realizan. La mayor o menor hegemonía de las configura-
ciones subjetivas en los contextos vividos por la persona es algo que
debemos estudiar más profundamente. La configuración subjetiva se ali-
menta y desarrolla de la variedad de sentidos subjetivos producidos por
el sujeto en el contexto de sus acciones, pero mantiene núcleos estables
de producción subjetiva que deben ser iden tificados en las fo rmas dife-
renciadas que asumen en el comportamiento humano.
Vemos el desarrollo como la posibilidad de nuevos repertorios de expre-
sión de una configuración subjetiva y como el resultado de procesos de
reorganización y rupturas de ciertos sistemas de configuraciones subjeti-
,.. vas ante la emergencia de otros nuevos . Las configuraCiones subjetivas no
· , son entidades aisladas que integran sentidos subjetivos diferenciados; las
propias configuraciones subjetivas se organizan como sistemas complejos,
, como una red, donde una puede pasar a ser un sentido subjetivo de otra .
(_
F. L. González Rey 1El enfoque histórico-cultural. .. 1
La idea de sentido subjetivo enfatiza el papel generador de las emocio-
nes, las cuales no están subordinadas a u na mediación de significados,
como enfatizan los ·autores que destacan el carácter semiótico de la emo-
ción. La emoción es una forma de expresión de la persona ante una expe-
riencia vivida. Un niño puede sentir irritación por una combinación de
emociones que no entran en una estructura de significados; sin embargo,
una vez que Ja irritación caracteriza su estado psicológico, él es más sen-
sible a emociones afines a ella, lo que implica desdoblamientos simbóli-
cos que llegan a comprometer la emergencia de un sentido subjetivo que,
una vez organizado, es responsable por la aparición de emociones con-
gruentes eon ese estado psicológico, en un proceso que está más allá de
todo significado, o donde el significado entra como una fuente más en la
producción de esas emociones. Así, por ejemplo, el niñ_o que se conside-
ra bruto, siente miedo, inseguridad, se siente ridículo , pero todas esas
emociones giran alrededor de un núcleo simbolizado que es la inferiori-
dad. La inferioridad sólo aparece cuando se ha constituido una configu-
ración subjetiva que evoca múltiples emociones comprometidas con
manifestaciones simbólicas muy diversas. Esa compleja red subjetiva es '?
inasequible a la intencionalidad consciente del sujeto.
Las manifestaciones psíquicas relativamente estables de las personas tie-
nen por detrás una configuración subjetiva encargada del sentido subje- \
tivo que se perpetúa en los estados y comportamientos del sujeto en dife- /
rrntes áreas de su vida. La psicología tradicional de base empírica rotuló
l'I comportamiento y lo convirtió en "psíquico", como se expresa clara-
lllCntc en el concepto de rasgo, pero por detrás de eso lo que hizo fue
11cgar la psique, sustituyéndola por el comportamiento. De esta parado-
j.1 han sido críticos los propi9s autores behavioristas, así, A. Kazdin
expresó (1978):
"lit rasgo que ha sido inferido de la conducta es utilizado para explicar
lrr conducta. Por ejemplo, la razón por la que una persona actúa agresi-
11rrmente se atribuye a su rasgo «agresión». No obstante, ¿cómo es que uno
mbe que hay un rasgo de agresión sin inferirlo de la conditcta? La expli-
mci6n de la conducta y de los rasgos es circular" (A. Kazdin, 1978, 87).

99 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
El espacio de construcción teórica sobre la psique humana ha ~ido
extraordinariamente confuso y heterogéneo, sin embargo, éste no ha
sido un problema para una ciencia como la psicología, volcada hacia las
mediciones y verificaciones del momento empírico mucho más que hacia
la comprensión de las representaciones teóricas sobre lo que mide y veri-
fica; al ser reducidas las categorías usadas a eventos dd) comportamiento,
son separadas no sólo de su sentido subjetivo, sino del sujeto de ese com-
portamiento.
El sentido subjetivo lleva a la ruptura con el deterrll.inismo mecanicis-
ta causal y comprende las diferentes producciones humanas dentro de '
contextos en los que nuevos sentidos subjetivos emergen, cambiando el l'
valor subjetivo de la situación y, a su 'vez, cambiando :.los sentidos subje-
tivos iniciales que respondían a configuraciones.su bjetivas dominantes al ,
inicio de la acción, en un proceso que, al concretizarse en un comporta-
miento concreto, no se le puede atribuir un origen psicológico puntual-
mente situado. Los sentidos subjetivos se constituyen en configuraciones 11
.. cuando pasan a tener un carácter auto-generador de sentidos subjetivos
que pasan a ser dominantes con relación a otros de'ntro de un campo
. definido de actividad o relación humana. Por ejemplo, en un momento ·
concreto, un alumno puede senti~yergü~n.za en rel~ción con algo que
hizo en la escuela, y esa vergüenza se alimenta de orras emociones, sig-
nificaciones y creencias formadas en otras áreas de su vida, lo que permi-
te definirla como un sentido subjetivo, pues no es sólo el estado de ver-
güenza, es la expresión de- múltiples emociones y procesos simbólicos
que integran procesos habitualmente referidOs -a categorías separadas,
como identidad, a.uroestima, s:guridad, miedo, etcétera.
De lo dicho hasta aquí queda claro que la forma en que asumimos la
subjetividad se caracteriza por una definición ontológica diferenciada,
expresada por la categoría sentido subjetivo, que especifica la naturaleza
de lo que consideramos como subjetivo en relación con otros dominios
de la realidad, que se explican en las representaciones de otras ciencias.
La subjetividad, al quedar definida por la cualidad particular de un tipo
de fenómeno, deja de estar referida a atributos "cosifi_cados" ajenos a su
condición y que, en determinado momento, caractedzaron la aproxima-

l 100
F. L. González Rey 1El enfoque histórico-cultural. .. 1
ción de la psicología al tema, dentro de representaciones que reificaban
su carácter intrapsíqu.ico, individual y esencialista,
La subjetividad en la perspectiva histórico-cultural existe en su doble
condición de proceso y configuración y está relacionada con la configu-
ración de todos los sistemas humanos, desde el sujeto concreto hasta las
instituciones y espacios sociales que sirven como escenarios de las dife-
rentes actividades humanas. Toda producción humana es una producción
subjetiva, lo que no destaca su separación de la "realidad", sino .la emer-
gencia de un nuevo tipo de realidad. Este hecho, que ha sido fehacien:
temente comprendid9 dentro del campo de la ciencia, donde ha tenido
toda una elaboración relacionada con el desarrollo · de nuevas epistemo- ~- ,
logías que rec.onocen la integración del sujeto a todo conocimiento pro- ./
<lucido, y que critican el concepto de objetividad comprendido como
exclusión del sujeto, h a sido desconocido casi completamente en otras
áreas y prácticas humanas, como son la educación, la política y, paradóji-
camente, la propia psicología.
Creo que el desconocimiento de esta dimensión de la actividad huma-
na ha ocurrido también, en parte, como resultado de la ausencia de
opciones teóricas con relación a este problema, el cual ha sido monopo-
lizado por el psicoanálisis, por lo que otras visiones incompatibles con los
principios del psicoaú.álisis han optado por rechazar el tema. Considero
que, como cualquier tipo de problema, el tema de la subjetividad no
puede ser objeto de uúa sola lectura y que su apertura explícita dentro de
una perspectiva histórico-cultural puede abrir nuevas opciones teóricas
Jl·''°''su desarrollo, así como nuevas alternativas prácticas y de investiga-
ción - para la psicología y las ciencias humanas en general- que podrían
lOllducir a importantes rnodifi~eseÍ1 °las representaciones que hoy
¡..\llÍan el trabajo de las instituciones sociales.

10 1 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad .
El sujeto y la subjetividad social: dos conceptos centrales
en esta nueva concepción de subjetividad ·

El énfasis que hemos puesto en considerar eldesarrollo como un atri-


buto central en esta noción de subjetividad implica no perpetuar dos
dicotomías que han tomado diferentes formas en la historia del pensa-
:·: miento psicológico: las dicotomías de lo social y lo individual y de lo sub-
jetivo y la acción. Sobre la primera de estas dicotomfas me he referido en
muchos de mis trabajos anteriores (González Rey, 1985, 1989, 2000,
2001, etc.). Sin embargo, la segunda de estas dicoto111ías la he trabajado
sólo más recientemente. La propia tensión entre la T¿oría de la Actividad !
de Leontiev y el desarrollo de nuevas opciones para la comprensión dife- 1
renciada de otros temas de Ja psicología, y muy especialmente el tema de
la subjetividad, fue, desde muy temprano mi objeto de interés a través de
la categoría de pei.:§Q.!l\!lidad, la única que en los comienzos de mi traba-
jo permitía una aproximación a este tema. 1

.
Sin embargo, ya en 1985, al introducir dentro de mi propia forma de
comprender la personalidad la categoría de s~jeto, expresé mi reconoci-
1 '

miento de que Ja persona no está reducida por una estructura psíquica


que lo determina, y comencé a desarrollar la idea de que la acción del
sujeto era un aspecto esencial de su funcionamiento 'psicológico, con lo
cual establecía un vínculo entre una acción socialmerli:e situada y la orga-
nización de la personalidad. Sin embargo, por el propio contexto ideo-
, lógico y teórico en que desarrollé mi trabajo,7 en aquel momento desta-
caba esencialmente la capacidad consciente del sujeto para trascender los
. límites de cualquier fo rma de activid0ad o comunicación en la que estu-
viera implicado. Reconocía el carácter ·generador del sujeto, pero esen-
cialmente asociado á su actividad consciente. Este concepto fue amplián-
dose progresivamente y esa idea de sujeto, que al pri~cipio usaba tímid2.-
mente para designar la personalidad como sujeto, se fue diferenciando y
en 1989 apareció como una categod~ particular dentro del referente de
estudio de la personalidad (González Rey--&Mitjans;" 1989 ).
Actualmente atribuimos a la categoría ~~to un importante valor teó-
rico para transitar dentro de los desafios que el tema de la subjetividad

i 102
F. L. González Rey 1El enfoque histórico-cultural. .. 1
impone. En primer. lugar, el sujeto en su acción es una fuente perma-
. · nente de procesualidad, de implicación del sujeto en el espacio social a
través de su producción subjetiva; toda acción es comportamental y sub-
jetiva, pues es portadora de sentido subjetivo. El sujeto está siempre en 7.
.
.'\ '
\

actividad dentro de sus diferentes espacios sociales, pero esa actividad no


representa sólo un sistema de operaciones de comportamiento, como
Leontiev la representó.
Hemos decidido hablar de la actividad de la persona para especificar la
categoría sujeto en relación con\ieterriüñ.ad~S-~·ibutos diferenciados
sobre la forma en que esta actividad se desarrolla. En nuestros trabajos
hemos ido definiendo ~~~jeto como la~érsona capaz de generar un espa-
cio propio de subjetivaciónrn sus diferentes campos de activida~,¡ El suje-
to es la persona capaz d~plicar su acción en el compromiso tenso y con-
tra9ictorio de su subjetividad individual y la subjetividad social dominan-
t~.,1La subjetividad social, q~e definiremos más adelante (González Rey,
1991), implica, por su propio carácter, opciones relativamente reducidas
para la persona. Inclusive unos de los atributos históricos que han carac-
terizado el orden ocddental de la subjetividad social es el de la·adaptación
de la persona a lo es~blecido}
El sujeto emerge ~'n la acción que va más allá de las normas formales
establecidas; en la posibilidad de generar espacios propios de subjetiva- '
ción que le permiten'su desarrollo diferenciado denu·o de Jos espacios de
la subjetividad social: Toda subjetividad social tiene principios y normas --¡
que limitan la expresión de las personas; muchas, siempre la mayoría, se ~
subordinan a ellas; ou·os, los que 9evienen sujetos de su actividad, son
capaces de produccio11es alternativas que definen una tensión permanen-
te entre ·su producción y lo socialmente reconocido, tensión que s_e
expresa de forma particular en áreas concretas de Ja vida del sujeto. Esa '
tensión a q ue nos referimos antes, entre la subjetividad social e indivi-
dual, es uno de Jos ekmentos esenciales de la creatividad humana y, por
rnnsiguiente, del desarrollo humano.
l .a dimensión de sujeto implica una posición creativa ante el mundo,
tc111.1 qu e no ha sido objeto de las investigaciones dominantes sobre cre-
.11 ividad en psicologíai en parte por el encerramiento de este concepto en

103 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
la "función" y en su "padronización", donde con frecuencia queda fuera
el momento singular del acto creativo .
Nuestra definición de sujeto en la psicología tiene una profunda afini-
dad con el trabajo del sociólogo francés A. Touraine_, quien ha expresa-
do (2002):
«ouando hablo del sujeto, lo hago desde el punto de vista total1nente
opuesto a la trascendencia. Rernrro a lo que resiste a la sociedad, es decir,
0

al singular, a la conciencia de lo individual, al deseo de ser un actor


individua/Y' (Touraine, 2002, 95 ).

Este deseo de ser actor individual no es una cuestión que pueda ser
reducida a la subjetividad individual. La emergencia del sujeto en cual-
quier espacio social e;s un elemento constituyente de ·.ese espacio, un ele-
mento generador de nuevos sentidos subjetivos que son parte insepara-
ble de la producción subjetiva de ese espacio social.
El sujeto, en la multiplicidad de sus actos concretos, expresa una sub-
jetivación que implica a su subjetividad individual y ·a la social, integra-
ción única que a·parece en forma de sentidos subjetivos singulares, que se
desdoblan en trayectorias únicas dentro del espacio inás homogéneo de
la subjetividad social. Es imposible actuar como sujeto sin comprometer
la producción de sentidos subjetivos, la que toma ·siempre un camino
individual y otro social, pues implica de forma necesaria diferentes siste-
mas de relaciones de ese sujeto.
La emergencia del sujeto en una actividad siempre 'va a comportar una
posición reflexiva y creativa comprometida con la producción de sentidos
subjetivos, por eso es necesaria esta implicación en cualquier actividad
profesional del psicólogo, desde la investigación hasta la psicoterapia. A
partir de aquí, surge la importancia que hemos atribttido al diálogo en la
investigación cualitativa, así como en la psicoterapia, en Ja perspectiva
histórico-cultural que defendemos en este libro. La·'. psicoterapia es una
vía para que la persona se torne sujeto de una experiencia o sistema de
relación, sobre la cual ella ha perdido la capacidad de producir sentidm
subjetivos alternativos a aquellos comprometidos en la producción di.: s11
sufrimiento.

i 104
F. L. González Rey 1El enfoque histórico-cultural. .. 1
La categoría de sujeto, además de representar un .aspecto central para
la comprensión de la procesnalidad de la organización subjetiva indivi-
dual, es esencial para\·epresentarnos c6mo la ·subjetividad so.cial e indivi-
dual se integran y forf.nan un sistema con múltiples alternativas, que tiene
implicaciones simultáneas para la persona y sus espacios de relación.
El imaginario tan ftÍerte -que en las ciencias sociales se ha expresado en
la idea de lo social como algo externo o diferente del sujeto- ha sido uno
de los elementos que ha alimentado la historia de exclusión de ambas
categorías, al extremo de pensarse en la psicología clínica como una
opción de atención y conocimiento de la persona, mientras que la psico-
logía social aparece como una opción de prácticas y conocimientos socia-
les que puede desconsiderar al sujeto individual.
La idea de subjetividad social, qu~ ha sido otro de los conceptos cen-
trales en el desarrollo de esta opción sobre el tema, representa la orga-
nización subjetiva de los diversos espaeios sociales, los cuales forman un
sistema configurado por la multiplicidad de producciones que, dentro de
una determinada sociedad, integra, de forma diferenciada, en cada uno
de sus espacios sociales concretos, producciones subjetivas de otros espa-
cios coexistentes en ia sociedad, configurando una compleja red que
define la subjetividad dominante en una sociedad concreta. La diferen-
cia entre el concepto de subjetividad social y cualquiera de las categorí-
as particulares que definen procesos y fenómenos específicos dentro de
ese sistema es que la comprensión del sentido subjetivo de esos fenóme-
nos y procesos sólo puede ser realizada dentro del sistema y no de forma
.1islada.
Las representaciones sociales son una categoría importante para la
l·onstrucción del conocimieµto psicológico, no sólo por lo que especifi-
r.111 rnmo producción.social subjetiva, sino por la consecuencias que tie-
lll' ll sobre la producción de otros procesos de las subjetividades indivi-

d11.1I y social, así como por lo que integran de otros dominios de la su b-


1' 11vi1 l.ld social.
1 ,, rqwcscntación social se organiza en un espacio de prácticas simbó-
114 il\ wmpn.rtidas que. están implicadas con los sentidos subjetivos dife-
lh 1.1dm de los protagonistas de ese espacio de prácticas, así como con

105 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
sentidos subjetivos asociados a esa forma particular de grupalidad dentro
de la cual la representación circula, los cuales expresan otros espacios de
esa subjetividad social macro de la c~al cada espacio social concreto e~
parte. El estudio de las prácticas sociales no puede e~cluir el estudio tk
sus protagonistas, donde emerge la posibilidad de nuevas construccionc.'>
que no se Limitan a Las representaciones sociales, sino que abarcan el ft111
cionamiento de la subjetividad social como sistema, el cual de forma dile
renciada aparece en la configuración subjetiva de los sujetos concretos dt·
esas prácticas sociales ..
Un hecho social aparentemente irrelevante es expr~sión de una intrin
cada red de subjetividad social, la cual invariablemente se expresa en lo~
sistemas de acciones y relaciones entre individuos dentro de cada csp.1t io
social concreto. El arraigado individualismo que hegemonizó a la psirn
logía como ciencia tuvo, paradójica~nente, una extraordinaria fuerza \.'11
la omisión de la dimensión individual en el estudio de los procesos soci.1
les, precisamente por excluir al individuo del principal sistema que lo
constituye y que es inseparable de las consecuencias de su acción: ti
social. Comprender el sentido subjetivo de cualquier acto individual sig
nifica penetrar en una red de sentidos subjetivos que integra los efecto~
colaterales de todas las acciones y formas de vida social de las personas.
La psicología y Las ciencias humanas en general han intentado, por un
largo tiempo, acorralar en visiones simples de causa y efecto problemas
que tienen una naturaleza extraordinariamente compleja. Así por ejem-
plo, la violencia sobre la mujer se ha intentado comprender exclusiva-
mente en una perspectiva de género, la que sin duda está presente en ella,
pero al hacer' esto. se ha omitido cómo la violencia social, la desigualdad)
el poder y La impunidad, por sóló citar unos ejemplos, pueden ser ele-
mentos de sentido subjetivo presentes en esa violencia. La violencia con-
tra la mujer es expresión de una subjetividad social repleta de sentidos
subjetivos y procesos simbólicos diferenciados que toiann forma singular
en ese acto.
Esta forma de inteligibilidad que la categoría de subjetividad social nos
facilita rompe con determinismos ingenuos y, a vecé_s, hasta reacciona-
rios, que asocian determinado tipo de comportamienro social a una clase

l 106
1 I c.11111óln1 Any 11 1e111hn ¡11" hl5ttlt lrn rnltu1.1I. .. 1
o gr upo poblacional, definidos por una condición objetiva compartida,
como la pobreza. La pobreza no es condición suficiente para explicar un
comportamiento psíquico. Existen :familias muy pobres con niveles de
afectos y patrones éti~os que son envidiables para muchas familias de
clase med ia y alta, con?-o l o testimonian, en éstas últimas, los crímenes de
hijos sobre sus padres con el obj.etivo de robarles. Cualquier expresión
humana debe ser comprendida en las configuraciones de sentido subjeti-
vo únicas de la perso1.1,a y de los grupos e instituciones en que actúa, las
que constituyen un áiaterial excepcional para entender la subjetividad
social.
Esa relación inseparable de la sociedad y el sujeto ha sido expresada
magistralmente por A .· Touraine:
«No s6lo la sociedad no se torn6 un sistema omnip~tente, sino que ella es
impotente para producirse y reproducirse a sí misma: ella depende, de
hecho, de la capacidad del sujeto para superar la descompa,sición sociat»
(Touraine, 1998 , 23,l).

U n ejemplo excelente que nos viene a la mente a partir de esta afirma-


ción de Touraine es l~ corrupción en la sociedad brasileña, la cual se
reproduce en un ordefl social que no encuentra momentos de tensión
que puedan llevar al ca'mbio. Ese cambio sólo podría ser generado a par-
tir de sujetos concretos y nuevos espacios articulados en torno a su
acción, capaces de facilitar la emergencia de un nuevo sujeto social que
fracture el orden establecido, lo que, por algunas de las características
dominantes de la subjetividad social, es una tarea difícil.
El sujeto y la subjetividad social son dos categorías esenciales para
repensar tanto el tema de la subjetividad como sus consecuencias de este
tema para el desarrollo._de diversas cuestiones asociadas a la propia idea
de hombre y de las cuestiones sociales e institucionales en que vive. En
este sentido, este libro presenta nuevas alternativas para repensar la psi-
coterapia.

107 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmoderni.dad
NOTAS
l ..+•Entre éstos, son relevantes el grupo de Uznadze en Tbilisi, que representó una de las
escuelas füertes de la entonces llamada psicología soviética, así como el grupo de psi-
cólogos de Lcningrado, que tenía figuras como Ananiev y'.Miasichcv, entre otros.
Ou·o polo importante de investigación y producción teórica alternativa estaba en
_..- Moscú, representado esencialmente por los laboratorios de L. l. Bozhovich y N.A.
Menchinskaya, en el Instituto de Psicología General y Pedagógica de Moscú. Ya en
los años setenta aparece con mucha fuerza el Instituto de Psicología de la Academia
de Ciencias de Moscú, liderado por B. Lomov, formado en la:Escuela de Leningraclo,
y que integraban los seguidores y colaboradores más fuertes .de Rubinstein, entre los
que podemos señalar a L. l. Antsiferova, K. Abuljánova, A.V. Bruschlinsky. Esos gru-
pos están entre los más destacados por la independencia de sus posiciones con rela-
ción a la Teoría de la Actividad.
2. La fecha referida ~s de la edición en español, en ruso el text9 apareció a fines de los
años sesenta.
3. La clínica dentro de la Teoría de la Actividad se desarrolló esencialmen te a partir de
los trabajos de V Zeigarnik, quien fuera discípula de K. Lewin y que pasó a vivir en
la Unión Soviética cuando aquel grupo de Lcwin se desintegró debido al desarrollo
del fascismo en Alemania.
4. Me estoy refiriendo al trabajo "El problema de los procesós compensato rios en el
desarrollo del niño retrasado mental" (23 de mayo de 1931).
5. Me refiero a su artículo "Ecce Horno. Methodological problemas of thc activity
approach'', 1992 (ver bilbliogafia).
6. "Ecce Homo Methodological Proqlems of thc Activity - T~eorctical Approach, ob.
Citada.
7. Me refiero a Cuba entre los años setenta y noventa.

l 108
1

Capítulo 3 - --

APORTES Y CONSECUENCIAS
DE ·, UNA REPRESENTACIÓN
H1sTóR1 c o - cu LTu RA L
SOB.RE LA SUBJETIVIDAD EN
LA PRÁCTICA TERAPÉUTICA

UNA Dl:FINICIÓN DE PSICOTERAPIA


EN EL MARCO HISTÓRICO-CULTURAL

En mi comprensión actual del problema, no creo que se trate de defi-


nir una nueva escuela -a la que llamaríamos de abordaje histórico-cultu-
ral en psicoterapia-, porque eso réproduciría la forma tradicional en que
principios diferenciados se sustancializan en definiciones teóricas cerra-
das, que excluyen el diálogo con otras posiciones y cierran la posibilidad
de n uevas alternativas al conocimiento actual a partir de la investigación
y el cuestionamieAto. Eso históricamente ha conducido a que las dife-
rentes "escuelas" se presenten más como espacios dogmáticos de repro-
ducción mimética y acrítica, que como nuevos momentos de producción
de conocimiento. Esta característica general de la institucionalización de

109 1
1 Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad

la psicología como campo de saber y prácticas tiene, en mi· opinión, un


origen extraordinariamente complejo y multicausal, pero entre esos fac-
tores quiero destacar algunos que son particularmente incompatibles con
este marco teórico.
En primer lugar, me gustaría comenta·r que las escuelas tradicionales,
de forma bastante general, se han convertido en espacios perpetuadores
de identidades y formas instrumentalizadas de prácticas, tras las cuales se
ha ocultado la producción subjetiva diferenciada del tei-apeuta. Esto res-
ponde, en parte, a la tranquilidad que produce la ilusión de estar situa-
do sobre una verdad del saber, lo que es incompatible, tanto teórica
como ideológica y epistemológicamente, con la concepción de subjetivi-
- dad defendida en este libro. Por el contrario, la forma en que el referen-
te histórico-cultural impacta el espacio terapéutico pasa por la considera-
ción del terapeuta como sujeto de ese proceso, lo que i.tpresenta uno de
los atributos distintivos de esta posición en relación con otras que tam-
bién han enfatizado el diálogo en la comprensión de la psicoterapia,
como el construccionismo social.
En segundo lugar, no ·me g usta la idea de escuela, ptÍes con frecuencia
conduce a la producción de un espacio de identidad l1Sado para Ja pro-
ducción de. un discurso político orientado a la descalificación de otras
posiciones, lo que, al ser realizado sobre la base de principios reificados
y reificantes, va contra la movilidad y la construcción permanentes que
sustentan la aproximación histórico-cultural que defiendo. Los princi-
pios no están reificados, por el contrario, uno de los principales princi-
pios que orientan esta posición es el carácter constructivo-interpretativo
de la propuesta, orientada a acompañar las necesidades de una práctica
diferenciada en desarrollo, que no a~epta principios .teóricos iniciales
como un fetiche invariable, sino principios en movimiento a partir de las
nuevas adquisiciones del conocimiento en las diferéntes áreas de investi-
gación orientadas por este enfoque.
Lo anterior impide pensar que en la obra de Vigotsky estén listas las
categorías concretas para definir una opción histórico-cultural en psico-
terapia, lo que hemos dejado claro en nuestra propuesta sobre la subje-
tividad como alternativa diferenciada para una aproximación a la psico-
terapia desde esta perspectiva. Como eipresa P. Portes, uno de los pocos

l 110
F. L. González Rey 1Aportes y consecuencias ... 1
amores que ha u·a!;>ajado en el desarrollo de la psicoterapia desde esta
perspectiva (2005 ):
((Como Vigotsky y Lut·ia fueron los fundadores de la Teoría Histórico-
Cultural, ellos se preocitparon sólo de forma indirecta del desarrollo de la
psicoterapia y la psicoterapia de adultos en el período soviético. Su foco
més amplio fue el desarrollo de una teoría unificada de la mente, que les
permitiera una fundación amplia para las psicologías edt·tcacional y
social y, tal vez, para la psicología clínica y otras disciplinas asociadas»
(Portesp 2005, 8 ).

Creo, así como el autor, que en ia perspectiva histórico-cultural no


existió una intencionalidad dirigida al desarrollo de la clínica, pero, como
se desarrolló w1a nueva concepción sobre la psique humana, ella permi-
te, a partir de las posibilidades que nos ofrece, una opción para el desa-
rrollo de la clínica y de la psicoterapia. En mi caso particular, me orien-
to al desarrollo de esa posibilidad a partir de la categoría de subjetividad
desde la perspectiva histórico-cultural, la que he venido desarrollando en
los últimos veinte años.
Considero que una de las primeras cuestiones a discutir en el desarro-
llo de esta teoría en. Ja clínica y la psicoterapia es la elaboración de crite-
rios que nos permitan diferenciar una psique saludable de otra genera-
dora de daños. Uso el término "generadora de daños" evitando la con-
notación del término patología, el cual "cosifica" y naturaliza un conte-
nido como anormal, lo que lleva a definir lo patológico como un "obje-·¡.
ro" separado del sujeto y del contexto histórico cultural de esa produc~
ción, como han demostrado los trabajos que defienden la comprensión
de la patología como construcción social, entre los que se destacan los - -
cksarro!lados por Foucault sobre el desarrollo de la locura y sus ensayos
~·ucstionadores del orden de lo patológico: 1

f ,a cuestión de considerar los procesos psíquicos de la patología, tér-


111ii10 acuñado en los discursos médico y jurídico que se articulan entre
~I .1 través de un orden político-social, no deja de ser un tema complejo
p.1r.1 rdlcxionar, investigar y seguir debatiendo. En la discusión de esta
l llnl it'>n, el tema de la subjetividad podría encontrar un mayor valor

111 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
heurístico, superando tanto las limitaciones de una posición reduccionis-
ta como el discurso del construccionismo social, siru:ado en el extremo
opuesto, que considera los trastornos psíquicos apenas como un discur-
so producido, sin reconocer otros registros que participan en la produc-
ción de tan complejo fenómeno. ·
Creo que el logro del reconocimiento del aspecto simbólico-discursivo
de lo patológico estuvo en reconocer una dimensión cultural y social en
fenómenos que históricamente habían permanecido o~ultos tras el meca-
nismo social de su naturalización. Sin embargo, ese reconocimiento llevó
a muchos autores a una reificación de lo discursivo que eliminó otros
registros que, como el de la subjetividad, traen nuev~'.s espacios de inte-
ligibilidad y nuevas consecuencias para el estudio del problema.
La naturalización llevó a ocultar, bajo el rótulo de l;;i "naturaleza real"
de un problema, una cortdición que define prácticas sociales despersona-
lizadas con relación al "problema", perdiendo de vista al sujeto que lo
expresa y al contexto cultural en que ese problema se ptoduce. Estas prác-
ticas, al universalizarse y ritualizarse, tan to en un nivel social como insti-
tucional, conducen al preconcepto y a la exclusión. Es precisamente sobre
esta base que se desarrolló la ideología manicomial responsable no sólo
por el manicomio como iristitución, sino por la persona como objeto,
objeto sin identidad que pasa a ser identificado por el concepto que lo cla-
sifica en una categoría universal portadora del estigma de la anormalidad.
Es muy ilustrativo el análisis de las memorias de Pierre Riviere que
Foucault nos presenta, donde, por detrás del criminal salvaje, responsa-
ble de la muerte de la madre, aparece la persona sensible con una histo-
.ria de sufrimientos y de vejaciones, no sólo asociados a él, sino a la figu-
ra de su querido padre,, generando los diferentes elem~ntos psicológicos
implicados en la configuración subjetiva de un acto humano, socialmente
abominable, pero individualmente posible, que sólo torna forma en el dis-
curso médico y jurídico en términos de locura o psicopatía. El relato de
Riviere nos devuelve a la persona que está por detrás del crimen, persona
de valores que sufre una historia de agravios, injusticias· y decepciones en
relación con sus padres. Una persona llena de marcas afectivas que fueron
integrándose y desarrollándose en una historia de vida·, hasta llegar a la
configuración subjetiva que, en determinadas circunstancias, estuvo en la

l 112
F. L. González Rey 1Aportes y consecuencias ... 1
base del acto criminal . Foucault nos demuestra, a través de los alegatos
presentados, cómo se busca la enfermedad como criterio explicativo y
causal, en lugar de comprender la génesis de una forma posible de subje-
tividad. Se busca al anormal que permita explicar el carácter inhumano del
acto, y no la condición subjetiva de la persona que lo hace posible. Se
quiere descartar el acto humano a través de su patologización.
El ejemplo de Pierre Riviere, más allá de la intención de Foucault, posi-
blemente orientada a presentarnos cómo se constituye al anormal en el
conjunto de laudos que expresan la unión inseparable de los discursos
médico, jmídico y del sentido común, nos muestra, en mi opinión, cómo .'
emociones vivenciadas, memorias inolvidables y recurrentes, valores pro-
fanados, dolor e injusticia padecidos, no sólo para sí mismo, sino en rela-
ción con ou·o ser querido, en su integración y desarrollo, pueden llevar
a una configuración subjetiva capaz de generar sentidos subjetivos pre-
sentes en el acto criminal. Esto es dificil de ser aceptado por la visión de J
norma, históricamente separada del valor, que representa la dimensión de
sentido subjetivo de la norma, frecuentemente ignorada por un discurso
social centrado en ella.
El discurso, sin dudas, configura aquello que se nos presenta como
"realidad" y que ha sido construido por un lenguaje ideológicamente
encerrado, tanto en los límites de una visión de ciencia, como de una
visión de individuo .y sociedad. Sin embargo, reconocer este importante
hecho, por mucho tiempo ignorado por la psicología, no puede llevarnos
a ignorar otros registros que, de forma compleja, se integran en la con-
figuración subjetiva ·de un problema.
Pienso que el rec.onocimiento de la dimensión simbólica asociada al
lenguaje de la patología es un elemento constituyente del propio proble-
1m que estudiamos y al cual le atribuimos una realidad o.bjetiva. Sin
embargo, el hecho de Ri.viere haber asesinado a su madre y hermana, no
t'S sólo el resultado de un discurso que le otorgó un lugar desde el cual
f11c visto siempre por los otros, sino también el resultado de emociones
)' procesos simbólicos que se configuraron, y en un determinado contex-
to ,1,; expresaron en el crimen, más allá de sus posibilidades de control.) .
ht' hecho no puede ser analizado psicológicamente sin considerar la "\
n1 ~.rni1,ación subjetiva de una historia que lo constituye como persona.

113 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
En relatos de personas portadoras de "patologías" sexuales, no en
situación de prisión, lo ·que podría generar una expresión intencional
"defensiva", sino en situación de psicoterapia, donde".· la persona ha ido
de forma espontánea buscando ayuda, se nos revela _el profundo sufri-
miento vivenciado por esa persona que, una vez que ha "descargado" el
impulso urgente y obsesivo asociado al acto, retorna a las condiciones
habituales de su actividad y es sensible a las configuraciones subjetivas
que distinguen su personalidad fuera de la situación de sentido subjetivo
definida por el impulso que orienta el acto consideradó perverso.
Siento que existe una diferencia entre la naturaleza ·del acto cometido
cuando el sujeto se reconoce en él por una historia vivida y que, en el
fondo, no se arrepiente, como puede haber sido el caso de Riviere por su
exhaustiva memoria del hecho, que cuando el sujeto no se reconoce en
ese acto cometido y, una vez realizado, entra en w1a.profunda crisis de
identidad que le trae enorme sufrimiento. En el primer caso, el acto es la
expresión de una configuración subjetiva que pasa a ser el centro de la
persona, el sentido de su vida; la persona lo construye, lo justifica y se
asume en él en una construcción de valores que le hace sentir legitimi-
dad en relación con ese acto. El trastorno psicológico estaría dado, en ese
caso, si la justificación fuera un delirio atribuido a fuérzas externas. Sin
embargo, el acto compulsivo e inevitable, asociado a la culpa y la depre-
sión , representa otro tipo de proceso.
El límite entre la salud y la "patología" estaría, para; mí, en la imposi-
bilidad del sujeto producir nuevos sentidos subjetivos ánte una condición
e que le afecta. Por ejen1plo, el paranoi~e genera miedos, preocupaciones
/ y engaños que son creados desde sus.propias configuraciones subjetivas
·' y que le impiden vÍvenciar las diferencias de las personas que lo rodean.
_ Esa incapacidad de producir nuevos sentidos subjetivos podría estar defi -
nida por la hegemonía de configuraciones subjetivas dominantes, que se
han separado de la procesualidad generadora de sentidos subjetivos que
caracteriza al sujeto. '
Por eso, la "patología-" representa un estado en el q~1e el sujeto pierde
su capacidad generadora y no tiene opciones frente al impulso ·prove-
niente de su configuración subjetiva. Perder esta dimensión del análisis
no nos permitiría comprender en su éomplejidad la ac~ión humana.

l 114
F. L. González Rey 1Aportes y consecuencias... 1
Algo que me distancia del término parología es su carácter universal y
est.rndarizado. Creo que las diferentes "patologías" expresan configura-
t'it>nes subjetivas diferenciadas, tanto las somáticas como las psicológicas,
lo cual no impide la ·presencia de elementos comunes; sin embargo, las
p.llologías no se producen por la suma de elementos comunes, sino por
1 0 11figuraciones cualitativas diferenciadas de carácter sistémico. Esto es

legitimo desde el infarto hasta la depresión.


1\n el desarrollo de las investigaciones que están en la base de estas
rnmtrucciones teóricas, así como de mi práctica clínica, momento esen-
l 1.d de esas investigac;iones, he podido construir configuraciones subjeti-
'"'" diferenciadas, tanto de enfermedades crónicas, las que también repre-
'l'll t.111 un área de la salud mental, como de los trastornos que han sido
.1~ociados al campo de la psicopatología.

Esta forma de ver Já cuestión de la "patología", considerando los aspec-


1m específicos de la configuración subjetiva de un comportamiento y no
d comportamiento en sí, tiene implicaciones para la psicoterapia, toda vez
q11c llevan a considerar el cambio terapéutico asociado no sólo a una
11ucva producción discursiva, como han defendido los autores construc-
11onistas, sino a una nueva producción de sentidos subjetivos que no está
.11 r.lpada solamente ei1 una dimensión discursiva. La producción discur-
'iv:l es, sin dudas, una práctica generadora de sentidos subjetivos. Como
,\firmamos antes, las configuraciones subjetivas del sujeto están presentes
l'l1 los sentidos subjetivos producidos en la acción y, en esa condición ,
son parte de la emergencia de nuevos sentidos subjetivos que pueden lle-
gar a modificar a las propias configuraciones del sujeto. Es de esta forma
que se modifican las .configuraciones subjetivas asociadas a las expresio-
nes psíquicas generadoras de sufrimiento.
El lenguaje y el pensamienro, como ,afirmaba Vigotsky, son parte de un
mismo sistema, sin ql.1e uno se pueda reducir al otro, y ambos, como se
~·xplicita en Pensamie1ito y Lenguaje, son fondones de un sujeto que se
integran en otros asp~ctos de su vida psíquica. Po_r tanto, a diferencia del
ronstruccionismo sodal, Vigotsky defiende un lenguaje constituido en el
'ujcto y activamente implicado con otras fünciones psíquicas, entre las
n 1.llcs el pensamiento tiene un valor esencial para nuevas producciones_
psíquicas. Desde la pérspectiva que defiendo en este libro, el pensamien- J,

115 1
1Psicote rapia, subjetividad ~ posm~dernidad
to es más una función de senido subjetivo que un~ función cognitiva.
.. ' ~No existe pensamiento sin embción; el sujeto sólo piensa en cuestiones
significativas para él, P.o r tanto, el pensamiento sólo aparece como expre-
sión de sentidos subjetivos, de ahí su significación para la definición de
. , sujeto. El pensamiento e~ una función esencial en la expresión del suje-
to, es su principal instrumento de acción y de relaci.ón ; el instrumento
centra] de su intencionalidad diferenciada. Esto tiene repercusiones esen-
ciales para el desarrollo de la psicoterapia.

lAs CATEGORÍAS SENTIDO SUBJETIVO,


CONFIGURACIÓN SUBJETIVA, SUJETO Y
SUBJETIVIDAD SOCIAL EN LA PSICOTERAPIA

En esta perspectiva, la psicoterapia es esencialmente comprendida


como las producciones subjetivas que se desarrollan en un espacio de diá-
logo, pero, a diferencia del construccionismo social, en ese diálogo el
terapeuta, apoyado en hipótesis sobre las configuraciones subjetivas del
problema, participa e jnduce tópicos de conversaciór~ que, sin perder el
momento dialógico, le permiten conversar en torno a áreas que puedan
ser significativas por su sentido su bjetivo para la persona en terapia. El
terapeuta, para levantar sus hipótesis, püede usar instrumentos para pro-
vocar formas diferenciadas de expresión del sujeto, 'en la misma forma
que surgieron en mi propuesta de investigación cualitativa.2
Esos instrumentos pueden representar una import,ante fuente para el
desarrollo de hipótesis, así como para el desarrollo de,. momentos de con-
versación cargados de sentido subjetivo que pueden representar momen-
tos significativos para n uevas producciones de sentido subjetivo en el
curso de la psicoterapia.
Con las hipótesis no se pretende acceder a una "verdad" del sujeto,
sino facilitar la emergencia de producciones subji:tivas alternativas a
aquellas dominantes asociadas al problema de la persona que demanda
el espacio terapéutico. La psicoterapia no es un proceso de descubri-
miento, ni de soluciones centradas en la figura del terapeuta; la psicote-
' .

l 11 6
F. L. González Rey 1Aportes y consecuencias ... 1
rapia es un proceso de producción de nuevos sistemas de subjetivación.
El terapeuta facilita la emergencia de nuevos sentidos subjetivos, pero
no tiene control ~obre la forma que éstos van a tomar, ni sobre los des-
doblamientos que aparecerán en ese proceso, cuyo curso es una fuente
permanente de nuevos procesos d'e subjetivación que pueden favorecer
o no el cambio. Un aspecto esencial del cambio terapéutico lo asocia-
mos a la transformación de la persona; de victima del conflicto a sujeto
del conflicto, lo que representa una alternativa generadora de nuevos
sentidos subjetivos 'y de una nueva identidad en relación con el proble-
ma que le afecta. El trastorno psicológico es resultado de la paralización )
d<.: la persona frente al conflicto que experimenta. _
En nuestra visión; semejante a la que sostienen los autores constructi-
vistas y construccionistas, los proqlemas no se resuelven, sino que apare-
cen nuevas producciones ante las cuales aquellos dejan de existir como
problemas. La difúencia de nuestra interpretaci6!1 con esas teorías está ,
<.:n lo que cada una entiende como nueva producción. Mientras que para
el construccionismo esa producción será la emergencia de nuevas prácti-
cas discursivas que modifican el lugar simbólico desde el cual se produce
el sufrimiento, y pa'ra los autores constructivistas esos cambios están en
las estructuras y los procesos de significación, para nosotros estarían aso-
ciados a la producción de nuevos sentidos subjetivos y configuraciones. ·
Las diferencias y seinejanzas entre estas posiciones las analizaremos en
detalle en el próxim'o capítulo.

Et énfasis en el sufeto

Desde esta persp~ctiva, le damos prioridad a la producción de nuevos


espacios de subjetivación que permitan a la persona asumir nuevas posi-
ciones frente a lo qt¡e le afecta. En la medida en _que la persona pierde su _
participación en la ·, producción de los sentidos subjetivos asociados a
alguna área de la vida, queda a merced de los otros. Como expresamos
antes, la fijación en· un tipo de producción subjetiva es el comienzo de
los trastornos en la vida psíquica.

117 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
El sujeto a qtie nos referimos es un sujeto dialógico, sin embargo, a
diferencia de algunos autores que comprenden la dialogicidad como
espacio soberano, no creemos que ningún espacio humano sea soberano
o pueda ser reificado de forma unilateral. La dialogicidad, aunque repre-
senta un espacio generador de sentidos subjetivos, tiene límites que no
representan una imposibilidad absoluta, sino tensiones que dificultan lo
nuevo como resultado de la propia constitución subjetiva de los partici-
pantes en el diálogo, asr como de la constitución de lo.s espacios de sub-
jetividad social dentro de los cuales se produce el diálogo.
El sujeto emerge como posibilidad_ de producción de sentidos subje-
tivos nuevos comprometidos en sus acciones y que definen un campo de
subjetivación singular dentro de un espacio de subjetividad social. Ese
espacio es también característico del diálogo, sólo que en el diálogo ese
espacio de subjetivación es compartido por los participantes, lo que no
quiere decir que la producción subjetiva de los participantes sea idénti-
ca. Lo que caracteriza el diálogo es precisamente que la producción sub-
jetiva responsable por un tejido social no es simplemente la suma de las
subjetividades de los participantes y va a tener un impacto en cada uno
de ellos.
El desarrollo del diálogo no ocurre desde una posición asimétrica que,
·, · de hecho, considere al terapeuta en un lugar superior. Eso ha sido carac-
terístico en la historia de la psicoterapia, cuando se le h~ reservad~ altera-
peuta un espacio diferenciado de poder -que puede estar en la escucha,
en el silencio, en la interpretación, o en la sugerencia directa de un tipo
de intervención- , ~l cual se convierte en función inherente a su figura,
con independencia del sentido subjetivo de esa relación para el otro. En
esto asumo una posición muy semejante a los autores·. construccionistas
(Anderson, Goolishian y otros), al reconocer al otro la posibilidad de
,.. · preguntar, de asumir un lugar interpretativo, etcétera. Le reconozco al
\ otro el derecho de preguntarme, de querer conocer cosas de mi propia
. \ vida, procesos éstos esenciales a todo diálogo. No existe diálogo sin la
,,..,, emergencia del sujeto. El sujeto sólo aparece en una reflexividad autén-
,, rica, espontánea y activa. El lugar que Winnicott atribuyó a la falla del
terapeuta representó un paso muy importante en el reconocimiento del
valor de la autenticidad del terapeuta.

l 11 a
F. L. González Rey 1Aportes y consecuencias ... 1
LA SIGNIFICACIÓN DE LA SUBJETIVIDAD SOCIAL

La psicoterapia siempre está implicada en un espacio de subjetividad


social, ella se realiza dentro de discursos que expresan sentidos subjetivos
)' procesos simbóli~os que están más allá del propio espacio terapéutico .
U na expresión de estos discursos es la fijación de la terapia al espacio del
consultorio, lo cual reproduce una forma comercial de esa práctica, que
no desconsidero, pues Ja psicoterapia puede ser realizada en el consulto- ·
1 io, pero lo que es ~rróneo es pensar que no puede ser realizada fuera de
d. En el discurso dominante en el campo de la psicoterapia, que ha sido
1111 tüscurso coherente con el modelo biomédico, ella aparece como pro-
ceso de cura e intervención. Sin embargo, su función educativa y su inte- ,
gración dentro de un contexto de prácticas sociales diversas han perma-
111.:cido ocultas al ejercicio más tradicional de la psicoterapia, aspectos
estos que deben ser destacados en una perspectiva histórico-cultural
(R,1tner, 1991, Portes, 2005).
La patología no e·s una estructura intrapsíquica individual, sino una
rnnfiguración subjetiva que es una verdadera producción sobre la expe-
riencia vivida. El concepto de configuración subjetiva nos permite una
kctura de lo social que no es posible realizar en su apariencia, una lectu-
r.1 desde las consecuencias que ese social tiene para las personas y para los
propios espacios sociales e institucionales que coexisten en su definición.
Desde esta perspectiva, las representaciones sociales y los diversos discur-
sos hegemónicos en d interior de la sociedad aparecen en forma subjeti-
n en las configuraciones de los pacientes que atendemos. La incerti-
dumbre, la dispersión, la falta de vínculos, la despersonalización de lo
cotidiano, lo efimerc~ de cualquier condición social, son elementos que
facilitan sentidos subjetivos asociados a la soledad, el vacío, la descon- ·
fianza y el miedo que-con frecuencia son dominantes en los vínculos con .
el otro, y que representan una condición patogénica de la organización .J _·,. •.
.1Ctual del capitalismo global, donde la norma ha perdido su relación con
los valores, 'Pasando las relaciones a estar regidas por el dinero, lo que
11-.1c infinitas consecuencias que van desde la corrupción hasta la disper-
sión social que hace inviable cualquier consenso.

119 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
El análisis de las implicaciones subjetivas de esos procesos sociales nos
permite entender sus consecuencias para la salud humana y para el pro-
pio funcionamiento social, lo que se dificulta cuando reducimos este aná-
lisis sólo al estudio de las prácticas discursivas. El énfasis del pensamien -
to postmoderno en el proceso, y su rechazo a las megateorías y a las defi-
niciones ontológicas referidas a la naturaleza de los procesos y sistemas
de la realidad humana, 110 permite aprehender estos complejos procesos
en sus relaciones constitutivas, llevando a recortes que con frecuencia
pecan por su simplificación.
Los sentidos y las configuraciones su bjetivas de la subjetividad social
están presentes en las configuraciones de los trastornos individuales, por
lo que la acción en el nivel individual debe acompañarse con construc-
ciones y posibles intervenciones en el nivel social. La. práctica de la psi-
coterapia no está limitada al consultorio, como forma privilegiada que
tomó la psicoterapia moderna en la subjetividad social, la que fue el resul-
tado de la concurrencia de un conjunto muy diverso de factores (deseo
resaltar el contrato de comercialización de la psicoterapia, con el conse-
cuente símbolo de prosperidad y reconocimiento social que implican el
lugar y el espacio del consultorio, con sus correspondientes cuadros,
diplomas, etc.).
Sin duda que los diferen tes espacios grupales constiniidos como forma
de la subjetividad social son importantes para el trabajo en psicoterapia.
De hecho, muchos de los grandes psicoterapcutas dieron un gran énfasis
a la psicoterapia grupal, que se convirtió en uno de los tipos más reco-
nocidos de psicoterapia. Sin embargo, considero que atender esa dimen-
sión en el trabajo terapéutico, que constituye una opción diferenciada de
generación de sentidos a partir de conversaciones que ocurren en un
espacio social, no debe. a priori reducirse al grupo, a l.a familia o a cual-
quier otro tipo de unidad social asumida como condición de tipos espe-
cíficos de psicoterapia definitorios de la identidad profesional del tera-
,;·, peuta, sino que debe ser el resultado de la necesidad que aparece ante un
determinado problema y que, como instrumento de acción terapéutica,
puede estar presentes de diferentes formas en ·este proceso.
o
La psicoterapia debe extenderse en un orden institucional que no está
cosificado en un tipo particular de institución, ni en un tipo concreto de

l 120
F. L. Gonzólez Rey 1Aportes y consecuencias ... 1
problema, como ha .defendido el movimiento de la psicoterapia institu-
cional orientado al trabajo con la psicosis (Oury, J., 1976; Guattari, F.,
- 1972). Como indic~ Barus-Michel, J. (2004),
«La psicoterapia instititcional no es una intervención ni se dirige a las
instituciones. Es la':.instititción la que es el instrumento de .una terapia
que se dfrige a los Nicóticos)) (Barus-Michel, J., 2004, 45).

El movimiento de la psicología social clínica francesa, de la cual la auto-


ra es parte, se orien.t a a recuperar el propio escenario institucional, así
como el grupo, como espacios terapéuticos que tienen como objetivo no
sólo a la persona, sii1o el cambio de la estructura social en la que ellas
están insertas, la cual, de formas subjetivamente diferenciadas, les afecta
su subjetividad individual. Las reflexiones de este grupo sobre lo social,
comprendido como una estructura que tiene carácter generador y que
debe ser objeto del trabajo profesional , mantiene semejan za con los prin-
cipios que defendemos a través del concepto de subjetividad social. Los
espacios sociales no son solamente espacios colectivos no caracterizados,
que pueden ser juzgados por la suma de las acciones y las intenciones de
los individuos que los integran, los espacios sociales son sistemas com-
plejos de producción de su bjetividad; donde su organización actual está
siempre co~1prometida con los nuevos campos de subjetivación que apa- J
recen en fa acción social.
Cada unidad o espacio institucionalizado de la vida social se configura
subjetivamente, no sólo por la relación enue sus miembros, no sólo en
la intersubjetividad, que ha sido una de las categorías usadas para especi- ·
ficar la naturaleza de los fenómenos propiamente sociales, cada espacio
social concreto está atravesado por representacion_es, discursos y confi-
guraciones subjetivas socialmente producidas, que aparecen a través de
sentid os subjetivos que integran una.multiplicidad de espa~ios de Ja sub-
jetividad social que están más allá del escenario social concreto que ana-
lizamos. El concepto de subjetividad social tiene valor heurístico para
romper con la fragmentación que ha caracterizado hasta hoy la aproxi-
mación de la psicología al estudio de espacios sociales concretos.
Con el foco puesto en la familia, en las pandillas, en los grupos étnicos
u homosexuales, se ha presentado un panorama fragmentado del tejido

121 1
1 Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad

social que oculta la organización sistémica de la sociedad en la que esas


cuestiones aparecen, lo que en ocasiones conduce a que esos temas sean
presentados como un fin en sí mismos, ignorando lo~ elementos de sen-
tido subjetivo asociados a esas cuestiones y los efectos de una organiza-
ción social que se expresan en ellos, Esas consecuenc;ias complejas, que
se desdoblan en el orden social y que son portadoras de sentidos subje-
tivos ocultos a sus expresiones discursivas em blemátic~s, son ilustradas en
el siguiente análisis de T. Eagleton (2005 ).
«En lo referente a la cultura, el establishment cultural de post guerra, de
natitraleza paternalista, blanda, fue duramente sacitdido por los experi-
mentos populistas de los a1ios sesenta. Para donde quiera que se mirase, las
clases medias altas estaban asiduamente esforzándose para <populariza'
su acento y desabotonar sus jeans. El héroe obrero era triunfalmente pro-
pagandizado. De esa forma, ese popielismo rebelde también pnpai'Ó el
camino para la generalizada cieltitra consumista de los años 80 y 90''
(Eagleton, 2005, 49).

Lo social, como enmarañada red de acciones implicadas en un sistema


generador de sentidos subjetivos que se expresa en esas acciones, pero
que simultáneamente está en pleno desarrollo junto a ellas, siempre pro-
duce un conjunto de consecuencias que pasan inadvertidas a los protago-
nistas del momento y que se pueden convertir en fenómenos diametral-
mente opuestos a las intenciones implicadas en las acciones de una insti-
tución o grupo. Un ejemplo fehaciente de ello fue el socialismo, donde
los contenidos políticos congruentes con los valores morales de sus pro-
tagonistas, condición subjetiva que les permitió actua_r como sujetos de
ese proceso, se fueron gradualmente desplazando de los principios políti-
cos y los valores morales de aquellos, lo que llevó a fa desaparición del
sujeto concreto a nombre de una autoridad reificada que, en términos de
la subjetividad social, condujo a un vaciamiento moral de lo político, que
pasó a ser un contenido formal definido por la autoridad, más que una
expresión moral auténtica del sujeto.
El imaginario social objetivista que se representa lo social apenas como
sistema de hechos que ocurren en lo público, sólo analiza los fenómenos
sociales desde una perspectiva objetivo-descriptiva que atribuye a los pro-

i 122
F. L. González Rey 1Aportes y consecuencias ... 1
rl'sos cconom1cos un lugar central; sin embargo, la imposibilidad de
.1t·cctkr al aspecto subjetivo de estos complejos procesos no les permite
(omprcndcr los procesos sociales. Una expresión de esto es la forma en
que muchos altos funcionarios brasileros relacionados con la seguridad
p11 blica culparon a líl tecnología y a los teléfonos celulares por las pro-
fi111das turbulencias sociales ocurridas en San Pablo en 1996.
Debemos pensar la psicoterapia asociada a espacios subjetivos de acción
social, corno pueden ser la sala de aula, el hospital, los tribunales, las ins-
1i111ciones laborales, la comunidad, los grupos sociales de diferente natu-
1.1lt·1..1, la familia etcétera. Un intento de los autores construccionistas
p.1r.1 resolver la tendencia fuertemente institucionalizada en el ejercicio
dr 1.1 psicoterapia, dirigida de forma absoluta a un tipo particular de espa-
l ll> social, fue sustituír a la familia, como escenario de trabajo, por lo que

ddinicron como "sistemas problema". Algunos de los autores mas repre-


sentativos de esa tendencia se orientan a comprender los espacios socia-
ks como sistemas complejos, sólo que se limitan a reconocerlos como
l'spacios constituidos. por las conversaciones, sin reconocer ningún otro
1ipo de proceso o fenómeno como constituyente de esos espacios.
"Vivimos y trabajamos en sistemas relacionales múltiples) simultáneos y
mperpuestos. Los pienso como sistemas horizontales) donde la participa-
ri6n intra e intersistemas viene determinada por las conversaciones rele-
11nntes)) (H. Anderson, 1999, 119).

Si bien la autora destaca la implicación permanente en espacios socia-


ks múltiples y simultáneos, lo que me parece importante para superar la
idea de un terapeuta concentrado apenas en un espacio social, como si
este pudiera aislarse de la dinámica social, sin embargo, me parece que cae
en una posición reduccionista cuando afirma que "la participación intra e
intersistemas" se determina por las conversaciones relevantes, cuando en
realidad esas conversaciones representan apenas una expresión parcial de
los procesos de subjeti_v idad social e individual presentes en esos espacios .
A partir del concepto de subjetividad social, enfatizamos que el siste-
ma tiene una organización subjetiva que se expresa,. al igual que la sub-
jetividad individual, no como causa de diferentes procesos que se desa-

123 1
1 Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad

rrollan dentro de él, sino por la presencia de configuraciones subjetivas


inseparables de los procesos macro y micro sociales e individuales que
coexisten en todo proc~so social local. Los diferentes procesos particula-
res que caracterizan a los espacios específicos de la vida social represen-
tan manifestaciones particl1lares de la subjetividad social, sobre la que
pueden actuar de forma recursiva. La interrelación de espacios sociales
diferentes dentro de la subjetividad social no se limita a los sistemas de
conversaciones.
Comparto con los autores construccionistas su éi1fasis en sistemas
sociales múltiples y simultáneos, pero si los reducimos a su existencia con-
versacional perdemos la posibilidad de explicar la forma en que muchos
otros sistemas sociales simultáneos aparecen en la producción subjetiva y
no siempre explícita de las conversaciones que se configuran en cada espa-
cio social concreto. Esto no quiere decir que la familia no pueda ser w1
escenario terapéutico, como lo puede.ser una institución, un grupo, etc.,
lo que significa es que la génesis de cualquier fenómeno o proceso que
aparezca en estos espacios contiene, en forma de sentid9s subjetivos, pro-
cesos y consecuencias de otros espacios ·sociales.
La comprensión de la psicoterapia como proceso ori~ntado a una prác-
tica conversacional in situ con los participantes ha implicado dejar a un
lado aspectos que considero relevantes en el quehacer terapéutico como,
por ejemplo, la actuación del terapeuta sobre el estilo de vida de las per-
sonas. Entiendo como estilo de vida el sistema de actividades que confi-
guran la organización de las acciones ·cotidianas de la persona, las que son
una fuente relevante en la configuración de los sentidos subjetivos, tanto
de esas personas como de sus espacios de relación. ·
En las condiciones de la sociedad actual, donde ~l consumo es un
aspecto central de la vida social, se establece una lógi~~ consumo-dinero
que aliena a la persona de sus vínculos y procesos de relación. Las perso-
nas van perdiendo su tiempo personal sobre la base de un tiempo insti-
tucionalizado que los ritualiza en acciones institucionalizadas concretas,
lo que puede llevar a una despersonalización de las relaciones personales
con el costo que eso tiene para una producción subjetiva sana. Este espa-
cio de integración de la subjetividad individual y social puede ser traba-

l 124
F. L. González Rey 1Aportes y consecuencias ... 1
jado a través del estilo de vida de la persona, para lo cual pueden ser rea-
lizadas diferentes acciones terapéuticas.
La categoría de subjetividad social nos permite analizar en sus relacio-
nes muchos problemas que actualmente son atendi_dos fragmentadamen-
te por campos diferentes del saber. Así, procesos como la mediación de
conflictos, ya sean en el ámbito jurídico o institucional, que actualmente
son trabajados a través de acciones técnicas concretas, en realidad repre-
sentan escenarios sociales terapéuticos que deberían estar orientados más
a la producción de nuevos espacios de subjetivación que a la solución de
un conflicto concreto, toda vez que un conflicto no está referido ú nica-
mente a la posición coyuntural de las partes, sino que tiene raíces mucho
más profundas en el sistema dentro del que se engendró.
Muchos de los conflictos que son asumidos de fonpa parcial y, en cier-
to sen tido arbitraria, por instituciones empresariales y jurídicas, repre-
sentan escenarios esenciales para el desarrollo de la psicoterapia en nue-
vos contextos sociales. Como ejemplo de esto podemos destacar los con-
flictos asociados a la guardia y custodia de hijos, al retiro de la patria
potestad de los hijos a padres con determinados problemas sociales y/o
psicológicos, la violencia contra los ancianos, mujeres y niños, etcétera.
Muchos de estos problemas son enfrentados sólo desde una perspectiva
jurídica, con Jo cual el. énfasis se pone únicamente en una solución que
conduzca a nuevos comportamientos, ignorando la reconstitución del
tejido social entre las partes del conflicto, lo cual, tarde o temprano,
implicará nuevas formas de expresión del problema.
La categoría de subjetividad social nos abre un aspecto del trabajo psi-
coterapéutico que no está directamente asociado al diálogo con los otros,
que es el análisis del funcionamiento de las instituciones como forma de
intervenir en procesos .generadores de la subjetividad social de esos espa-
cios. Esta sería, en mi opinión, una cuestión esencial para la psicoterapia
institucional y comunitaria. Esas formas de psicoterapia no pueden estar
orientadas sólo al cambio de las personas individuales que participan en
un tipo de grupalidad, sino a la modificación de la subjetividad social
hegemónica en esos espacios.

125 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
LA PSICOTERAPIA EN ACCIÓN: PRESENTACIÓN DE UN CASO

Como resultado del modelo teórico asumido hem0s desarroUado una


apertura en relación con los modelos clí1úcos más tradicionales, que nos
llevó a deconstruir el concepto de "patología" y a trabajar sobre las con
figuraciones subjetivas diferenciadas de todos los trastornos de salud. En
este sentido criticamos la división tradicional enu·e salud somática y men-
tal (González Rey, 1991, 1994, 2004), lo que progresivamente nos faci-
litó trabajar sobre Jos aspectos psicológicos de la salu.d y profündizar en
los aspectos sociales implicados en la configuración s~1bjetiva de los tras-
tornos estudiados.
Entre los primeros u·abajos realizados en esa direc.éión, estuvieron las
investigaciones apoyadas en el acompañamiento clínico de personas hiper-
tensas e infartadas realizadas en Cuba (González Rey, )994 ). La simulta-
neidad de esas funciones, clínica y de investigación, i10s facilitó apreciar
acciones de carácter metodológico que ofrecían un interesante valor tera-
péutico y, a su vez, representaban un instrumento de investigación.
Como resultado de esas investigaciones comprendimos cómo las rela-
ciones establecidas en el propio proceso de investigación tenían valor
para los participantes. Esto nos obligó a hacer de :l a psicoterapia un
momento esencial del propio desarrollo de la invest:lgación. Esta situa-
ción privilegiad¡i nos permitió avanzar en la comprensión de los procesos
y configuraciones subjetivas de las en!ermedades cardi~:ivasculares, y com-
prender su importancia en la génesis de las emocion;es constitutivas de
procesos subjetivos que son parte del desarrollo de estos trastornos. En
esos primeros trabajos (González Rey, 1991, 1992, 1994), hicimos una
crítica a la forma en que la psicología estudiaba ese problema e intenta-
mos superar el concepto de personalidad de riesgo, rnuy extendido en la
literatura de la época, por el estudio d~ nuevas formas de organización
psicológica que nos permitieran comprender diferentes formas de orga-
nización de los procesos psíquicos asociados a las emo'ciones facilitadoras 1
de la respuesta hipertensiva.
Sin embargo, en aquellos momentos no había desarrollado la concep- 1
ción sobre la subjetividad que presento en este libro y estaba más cen-

l 126

F. L. González Rey 1Aportes y consecuencias... 1
l r,1do en la categoría personalidad, a pesar de lo cual, y debido a mí for-
mación en una psicología histórico-cultural, atribuí una particular impor-
tancia a las categorías .m odo y estilo de vida como una vía para estudiar a
l:1S personas en el contexto de sus acciones sociales. Ese fue un momen-
to tan importante, que a partir de ahí comencé mis trabajos en psicolo-
gía social.
La categoría de roo.do de vida la tomamos de la sociología de orienta-
ción marxista soviética, donde el modo de vida se percibía como el con-
junto de formas de a:ctividad de una comunidad, comprendido en una
relación inseparable con las condiciones en que esa actividad se ejecuta
(Rutkevich, 1989). Ese concepto, sin embargo, deja fuera algo que en
n11estra opinión es esencial al considerar esa categoría: los procesos y sen-
1idos subjetivos de la-. subjetividad social que están en la base del modo
de vida. El modo de vida es una producción esencial de la subjetividad
social y cada activida<;l. concreta en que se expresa está asociada a múlti-
ples sentidos subjetivos que expresan los efectos colaterales de una sub-
jetividad social.
Por ejemplo, la forrúa en que una población se posiciona ante la cues-
tión del transporte público, que es una actividad esencial del modo de
vida, no expresa solamente una reflexión y emociones definidas directa-
mente por la calidad del transporte, sino valores y sentidos subjetivos que
están relacionados co~ la subjetividad social en un sentido más general.
Así, por ejemplo, en Brasilia, que es la ciudad donde vivo actualmente,
para la mayor parte d~ la clase medí" y alta tomar un ómnibus público es
una situación embarazosa, pero esto no es sólo porque el transporte es
malo, sino porque el auto es un signo de prosperidad social que confie-
re status, aceptación y reconocimiento. Esto quizás no sería así si un
gobierno menos elitista creara un transporte público digno, donde la
población se sintiera rfspetada y reconocida, lo que llevaría a muchas más
personas a usar ese tránsporte, implicando formas de subjetivación dife-
rentes con relación a esta actividad. El uso más extendido del transporte
público, a su vez, permite actividades de relación entre sectores diferen-
tes de la población qi:te pueden conducir al desarrollo de visiones dife-
rentes de unos grupos sociales con relación a otros. Nada en el tejido
social es inerte, todo hecho social favorece nuevas relaciones que, en su

127 1
1 Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad

desarrollo , pueden producir nuevos hechos y dimensiones de la subjeti-


vidad social.
El concepto de modo de vida tiene un valor heurístico en tanto nos da
acceso a procesos de la subjetividad social que permanecerían ocultos sin
esa construcción. La incorporación del modo de vida en nuestras inves-
tigaciones sobre salud humana y en nuestras prácticas terapéuticas nos
permitió una representación de acciones terapéuticas órientadas a la recu-
peración del tejido social del sujeto, el cual, por supuesto, es inseparable
de la producción de sentidos subjetivos. Lo social n<;> es una dimensión
de agrupación, sino de relación y producción simbólica asociada a pro-
cesos de subjeti.vación. º

Sobre las nuevas concepciones teóri~as que hemos desarrollado en rela-


ción con el tema de la subjetividad en una perspectiva histórico-cultural,
he desarrollado nuevas formas de significar la psicoterapia y los diferen-
tes procesos asociados a ella, lo que me ha permitido construir nuevas
reflexiones y alternativas sobre casos ya trabajados en momentos anterio-
res de mi práctica profesional. En este epígrafe preseI1.taré algunos casos
trabajados en la práctic.a terapéutica, a partir de los cuales especificaré la
significación de las categorías presentadas antes sobre el tema de la sub-
jetividad, las que me han permitido una aproximación diferenciada al
proceso terapéutico.
J. A. (52 años), casado, padre de un adolescente y de una niña en
matrimonios diferentes. Tuvo el infarto un año antes de comenzar el pro-
ceso terapéutico conmigo. Mecánico industrial de . profesión. N unca
antes había tenido experiencia de carácter psicoterapeutico ni atención
psiquiátrica.
Antes de comenzar la sesión de trabajo le explicaino$ la importancia de
los aspectos psicológicos para la producción de emociones que pueden
estar asociadas a las reacciones hipertcnsivas y a otros indicadores de ries-
go del funcionamiento cardíaco. Le explicamos algunos de los mecanis-
mos de relación entre el funcionamiento cardiovascul'ar y las emociones
y, durante la explicación le preguntamos su opinión sobre su propio
infarto y si había percibido algo sobre lo que le est~bamos explicando,
con lo cual intentamos ir generando un clima dialógico favorable que le
implicara en la relación terapéutica, toda vez que él había solicitado nues-

l 120
F. L. González Rey 1Apor:es y consecuencias ... 1
Lros servicios a partir de la recomendación del cardiólogo. Este fue un
momento muy importante para el proceso ulterior, pues él describió las
formas en que pensaba.que sus principales problemas y tensiones le habí-
an afectado, y nos expresó su convicción sobre el papel de los aspectos
psíquicos en su infarto_.
Esa primera conversación tenía do,s objetivos inmediatos: en primer
lugar, explicar a la persona la importancia de una consulta de psicología,
tratándose de una enfermedad que en el sentido común es considerada
como somática. El hecho de que estos pacientes fueran remitidos para
nuestro equipo por el cardiólogo nos obligaba a hacer esta explicación,
p;1ra que él no pensara ·que su remisión a nuestra consulta estaba defini-
da por alguna sospecha de "locura", t>érmino todavía muy significativo en
las representaciones sociales de la población en relación con el trata-
miento del psicólogo. En segundo lugar, con la conversación pretendía-
mos crear un clima favorable para que' el paciente asumiera el lugar de
sujeto desde el inicio del proceso del proceso terapéutico. Su opinión era
central y él era coloca<;lo dentro de un tejido de conversación que per-
mitía y necesitaba su participación. Sól.o después de esa conversación le
preguntamos sobre su interés en tenei.- este acompañamiento psicológi-
co, al cual no le llamamos psicoterapia.
La participación en psicoterapia siempre debe ser voluntaria y apoyar-
se en el interés y compromiso de la persona atendida, lo cual es así la
mayoría de las veces, pues con frecuencia es la persona quien general-
mente busca el tratamiento, pero no fue así en este caso. Al presentarle
l'I ac9mpañamiento psicológico, también le expresamos que ese acompa-
irnmiento tenía una p~rte referida a una investigación, cuyos objetivos
explicábamos dentro de esa amplia conversación inicial, estimulando
también, en relación con e~te tema, sus preguntas y curiosidad. A este
proceso en la investigación cualitativa le hemos llamado "escenario social
d<.: la investigación" (Gbnzález Rey, 2005).
En nuestra primera conversación le pedimos que nos hablara de su vida
de forma general, nuevamente buscando que asumiera una posición,
d.:ida en este caso por e_l lugar desde el cual organizaba su relato. Su rela-
to se centró en las relaciones dificiles que tuvo con su padre durante la
111fancia y en la delicada situación de su matrimonio actual, dentro del

129 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
o

cual sufría mucho por las constantes provocaciones de su suegra. Me


habló de la forma en que su suegra manipulaba a su esposa y de su frus-
tración al constatar la incapacidad de ésta para tomar una posición fren-
te a la madre en defensa de su relación matrimonial. Ese hecho le hacía
sentirse relegado a un segundo plano en su propia relación matrimonial.
Ellos tenían que vivii; junto a la suegra, pues no tenían otra opción de
vivienda y la suegra era la dueña de la casa. No le gustaba que ellos salie-
ran y cuando iban a algún lugar la esposa se mostraba tensa y preocupa-
da, lo cual lo irritaba profundamente. ·
En esa conversación definimos varios aspectos cemrales para nuestras
hipótesis iniciales, que en esta perspectiva son un importante instrumen-
to para orientar temas de conversación cargados de sentido subjetivo en
los cuales se logre la implicación emocional del paciente; esa implicación
es esencial para la producción de nuevos sentidos subjetivos en el curso
de la psicoterapia. Percibimos que él no sólo estaba en conflicto profun-
do con su suegra, sino también con su esposa, y que sus expectativas frus-
tradas en el matrimonio le hacían experimentar una fuerte tensión emo-
cional que era parte del estado general de agresividad e irritabilidad que
expresaba. Asociado a su estado actual, percibimos un nivel de agresivi-
dad muy fuer te y un malestar constante en los espacios más íntimos de
sus relaciones familiares.
Él y su suegra no se hablaban; sin embargo, el televisor, del cual él era
0

dueño, habfa sido ocupado por la suegra, quien no dejaba espacio para
que el matrimonio pudiera ver los programas que le interesaban. Este
había sido un motivo tan fuerte de disputa que él relata haber destruido
un televisor contra el piso en uno de sus arranques emocionales. Esta
impulsividad le había granjeado una mala reputación entre los vecinos,
que oían los altercados y siempre tomaban posición a favor de la suegra
quien, según él, tenía una extraordinaria capacidad para "hacerse la victi-
ma". Cuando analicé el curso de las conversaciones, comencé a construir
indicadores -elementos de expresión que permiten hipótesis sobre aspec-
tos subjetivos que no aparecen de forma directa ni explícita- (González
Rey, ·2000) sobre posibles sentidos subjetivos que podrían integrar la con-
figuración subjetiva de su conflicto actual.

l 130
F. L. ~onzález Rey 1Aportes y consecuencias ... 1
n,tl· es un momento esencial de la psicoterapia en esta perspectiva. Al
,1,1111111 una definición ontológica de la subjetividad, el conflicto no exis-
h' \nlo rn la organización del lenguaje, ni en las pautas sobre las que se
t11µ.rni1..1 una relaci.ón, sino que existen registros subjetivos que lo defi-
11 1, y que no se pi.teden modificar desde fuera, siendo susceptibles sólo
,1 1.1 propia producción subjetiva de la persona en el curso del proceso
tl·1.1prntico: Sin la aparición de emociones nuevas capaces de inaugurar
11Ul'\',1s cadenas de desdoblamientos simbólico-emocionales, que se orga-
llll'l'll rn nuevos se~tidos subjetivos, !1º se producirá cambio terapéutico.

1 .1 rnnsrrucción y Ja reflexión de Ja persona sobre su experiencia son


llfü p.1r.1blcs de la producción de emociones que, a su vez, elicitan pro-
1 l'ms simbólicos que, en su interrelación con las emociones, pueden lle-

\ .11 .1 un.1 producción subjetiva alternativa a la que aparece como base de


lrn wnflictos que ~stán en la génesis del problema de la persona. Para
q11r t'ste proceso oc;:urra, el "paciente" tiene que convertirse en sujeto de
'" rxpt·ricncia y esto implica su compromiso reflexivo en el proceso tera-
pu11irn. Ese compromiso no presupone ninguna relación inmediata, ni
111mctt•ntc, ni directa, entre lo que el paciente construye y las configura-

11tH1rs subjetivas asociadas al trastorno. Las reflexiones y construcciones
del p.1cicntc representan procesos de .s ubjetivación con múltiples efectos
111l.1tt·r.1lcs que son los responsables de Ja producción de sentidos subje-
tivm que irán a aparecer en el curso del proceso terapéutico. Los senti-
dm subjetivos que se estimulan e'n el proceso terapéutico pasan a formar
p.1nc de otras configuraciones subjetivas de Ja persona en otros espacios
1k su vida cotidiana. Es ese movimiento psicoterapia-vida en el nivel sub-
Jt'tivo el que define.Jos cambios en ese proceso, los que no son resultado
dl' ningún efecto directo de Jos actos del terapeuta.
Nuestros primeros indicadores en las primeras conversaciones apunta-
h.Hl a una configuración subjetiva en la que conseguíamos de for ma
hipotética identificar gran necesidad de sentir afecto, de ser reconocido,
una ansiedad muy grande, una fuerte agresividad con relación a sus con-
flictos actuales, principios rígidos que le dificultaban alternativas frente
.1 l.1s situaciones cotidianas y un machismo fuerte que lo implicaba de
fiirma profunda en el valor "hombría"; este último muy presente en

13 1 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad

expresiones de nuestras conversaciones como las siguiente, "a mí no ha


nacido quién me manipule", "las debilidades no sbn propias de los
hombres", "en todos los lugares por donde pasé siempre fui respetado" ,
entre otras.
Esta hipótesis sobre tma posible configuración subjetiva del conflicto
me permitía constatar su incapacidad para generar sentidos subjetivos
alternativos, entre otras cosas porque se sentía orgulloso de sus expresio-
nes. Unido a eso, reflexionando sobre las posibles acciones terapéuticas a
desarrollar, consideré que estaba frente a una persona fuerte y profunda-
mente emocional, lo cual hacía suponer reacciones intensas y cargadas de
emoción, las ·que en mi opinión representarían una buena opción para el
desarrollo del proceso terapéutico. E n un momento de ese proceso,
cuando consideré que nuestro vínculo era fuerte y cuando ya había con-
seguido integrar varias hipótesis sobre sus configuraciones subjetivas del
conflicto (estábamos en el sexto encuentro terapéutico), decidí aplicar un
completamiento de frases orientado ·a obtener nuevas.informaciones y, a
la vez, iniciar, generar nuevos momentos de nuestro diálogo a partir de
sus expresiones en el instrumento, lo que, de hecho, convertía la aplica-
ción del instrumento en una nueva acción terapéutica.
Iré mostrando los núcleos de sentido que aparecieron en el completa-
micnto de frases y cómo se fueron relacionando con elementos que apa-
recieron en la conversación.
Lo primero que aparece con mucha fuerza es lá intensidad se su
sufrimiento:
1Vfegusta: ser un hombre sereno, tranquilo, armónico.
El tiempo más feliz: cuando no tenga preocupaciones.
Quisiera saber: cómo puedo tener dominio de mí mismo.
Lamento: no tener armonía en mi persona.
Mi mayor temor: es mi füturo y mis compromisos.
En la escuela: fui nervioso y desordenado.
Sufro: enormemente por todo.

l 132
F. L. González Rey 1Aportes y consecuencias ... 1
Es muy interesante que ya en las siete primeras frases del instrumento
expresa la intensidad de su angustia~ pues recuerda muchos de los aspec-
tos que destacó en la primera conversación. Su sufrimiento aparece de
forma directa, es el. centro de sus vivencias actuales; es ésta una de las
características de la 'c. onfiguración subjetiva de un conflicto "neurótico",
el sujeto "reverbera;, sus emociones negativas y, a la vez, se encierra en
"un relato" de su áperiencia que sólo produce sufrimiento. Es un cír-
culo vicioso donde las emociones le causan sufrimiento y sus representa-
ciones mantienen stis estados emocionales dominantes, no permitiéndo-
le opciones subjetivas. Su narrativa personal está presa en la configura-
ción subjetiva dominante, permitiéndole sólo la recreación de los senti-
dos subjetivos asociados al conflicto y al sufrimiento.
La frase sobre la escuela representa un elemento que podría significar
problemas en la infancia, pues ser nervioso y desordenado puede expre-
sar una situación de vida, que implica otras cuestiones no solamente rela-
cionadas con el ámb~to escolar. La forma en que la infancia es recordada,
desde cualquiera de los espacios en que fue vivida, con frecuencia expre-
sa aspectos relacionados de forma general a la familia. Este elemento, al
asociarlo aLvínculo dificil con su padre que revela en las conversaciones,
se convierte en un indicador de problemas emocionales en su infancia. La
forma en que el pasado aparece no representa una memoria concreta y
puntual de lo que ocurrió, sino · un momento de producción subjetiva
sobre lo . recordado. Es por esa razón que una frase aparentemente tan
ingenua inducida por la escuela aparece con mucha frecuencia como
indicador de sentido subjetivo de una etapa de vida.
Él es crítico con relación a sí mismo, lo que se evidencia en las siguien-
tes frases:
Fracasé: por mi forma inmadura de actuar.

.-
Yo: no soy como quiero ser.
.
Mi problema principal: es cómo lograr ser pausado, tranquilo, mesurado .

Me esfuerzo diariamente por: domiriarme.


Siempre que puedo: trato de corregir mis faltas.

133 1
1 Psicoterapia, ·subje~ividad y posmodernidad

J. A es una persona reflexiva y con intereses en su superación y desa-


rrollo, valora la cultura y es un lector voraz, lo cual aparece tanto en el
completamiento de frases como en la entrevista. Esto, unido a sus valo-
res, le faci lita tener una posición antocrítica con deseos de autoperfec-
cionamiento, lo cual es, a su vez, un· indicador de su i"nsatisfacción actual
consigo mismo, explícita cuando afirma: "Yo: no soy como quisiera ser".
Esta afirmación puede estar asociada a .un sentido de culpa que emerge
en la conversación sobre sus actos, donde también, ratificando una de las
frases referidas, afirmó que "fracasó por inmadurez" ..
J. A. es muy agresivo, como se hace evidente en hs frases, y en los
momentos de esa agresividad culpa al otro de su situación, pero inme-
diatamente después aparece un sentido subjetivo en el que son domi-
nantes emociones de culpa y remordimiento, que par~cen estar muy rela-
cionadas a una devaluación de sí mismo desarrollada en sus relaciones
afectivas, en especial en su relación con el padre, quien permanentemen-
te lo ignoraba y subestimaba.
Sin embargo, la configuración subjetiva actual de su relación es tan
conflictiva, y su mujer es tan diferente a él, que el tejido social de esa rela-
ción está muy dañado, ante lo cual él reacciona con fuerte agresividad.
Aunque se siente mal en la relación, la compañía, el cariño y la fami lia
son parte de un sentido subjetivo muy complejo del· que participan los
conflictos con su padre, la culpa con relación a su madre, y la soledad que
ha experimentado por sti forma de ser. Esos aspectos ·de sentido en con-
tradicción, dentro de su configuración subjetiva de la familia, aparecen
tanto en la conversación como en el completamiento de frases. En el
completamiento escri be:
El pasado: me ha hecho mucho daño.
Mis amigos-. son tan pocos, tengo un concepto muy mío de la amistad.
Mi grupo: trato de ponerme a su rúvel y no logro nada. Puede ser qw:
yo sea la causa, pero ...
Cuando era niño: necesité un padre capaz.

l 134
F. L. González Rey 1Aportes y consecuencias ... 1
En esas frases perCibimos un indicador más asociado a la hipótesis que
comenzamos en el bloque anterior de frases en relación con la escuela; el
pasado le produjo daño, lo que sin dudas ·está muy asociado a la figura
de su padre y a las formas como los sentidos subjetivos asociados a esa
figura se extendieron en sus diferentes sistemas de relaciones sociales. Sus
dificultades afectivas con el padre parecen haber tenido un impacto en
sus relaciones sociales, lo que está presente en las dificultades para tener
amigos e integrarse a un grupo. Esa integración social, a su vez, la busca
en su familia, que eS el afecto más íntimo que tiene; sin embargo, en la
intolerancia a las frustraciones aparecen sus miedos asociados a frustra-
ciones anteri9res en sus relaciones más íntimas. Ese cuadro psicológico
genera una configuración subjetiva en la que inseguridad, miedo, suspi-
cacia, celos, rencor, agresividad, soledad y necesidad profunda de afecto,
coexisten en sus diferentes estados emocionales y comportamientos
actuales, generando, en su imaginación y fantasía, suspicacias y represen-
taciones que le generan fuerte agresividad.
En la conversación que desarrollamos a partir del completamiento de
frases nos relató sobre su salida temprana de la casa, sobre su experiencia
en el ejército y la forma en que se abrió camino en el mundo, en todo lo
cual el rechazo a su padre fue decisivo. Como consecuencia de eso se
.1Icjó también de su madre, quien fue muy importante para él, lo cual
puede ser un elemento importante en su marcada sensibilidad a la culpa.
[ndicadores que permiten afirmar esto son:
- Una madre: es un tesoro de bondad y desinterés ( ... ) Siento: no
haber hecho más por ella.
Él se transformó en sujeto de su vida y, sin embargo, las marcas que los
conflictos y la vida le dejaron en su subjetividad aparecen hoy en nuevas
configuraciones subjetivas frente a nuevos conflictos, ante los cuales es
incapaz de generar alternativas de subjetívación. Está "preso" ante un con-
flicto profundo entre su necesidad de afecto, de cariño y de apoyo, y el
miedo a perder lo que tiene en su vida familiar, único reducto afectivo en
l'I que realmente se apoya, pero que al mismo tiempo rechaza y agrede.
J. A. se definió como sujeto con refación a sus padres y a la vida en una
determinada edad y en cierto contexto, emprendiendo caminos propios

135 1
1Psicoterapia, ·subjetividad y posmodernidad
desde muy joven; sin embargo, no consigue actuar coino sujeto ante sus
conflictos actuales, en otra edad y en nuevos contextos, lo que le impide
superar el conflicto. El conflicto es el centro de sus p·(ocesos actuales de
subjetivación y, a través de ellos, se hace cada vez más fuerte, lo que
demanda alternativas que le permitan rupturas con relación a la configu-
ración subjetiva dominante en el momento actual de su vida.
Lo anterior nos evidencia que ser sujeto no es una cualidad que se
adquiere de por vida, sino una condición que se conquista de form a per-
manente en el proceso de acción y de relaciones que acompañan las dife-
rentes experiencias de vida. La imposibilidad de prqducir opciones de
desarrollo en el momento actual de su vida, hace qué J. A. se fije en un
foco de subjetivación asociado a estados emocionales invariables que se
profundizan y perpetúan de forma constante. Es a esta compleja confi-
guración en desarrollo a lo que llamamos trastorno psíquico.
Quizás por el hecho de que su matrimonio represerÚa el único espacio
constituido de su vida afectiva actual, él no consigue tomar una defini-
ción que le permita nuevas alternativas en su relación. Una configuración
subjetiva que actúa en la configuración actual de su matrimonio es la aso-
ciada a su hija, fuente central de afecto .para él. Sin embargo, la crisis de
su matrimonio, la que él no se representa atribuyendo todos los proble-
mas a su suegra, se evidenció de muchas formas diferentes a lo largo del
proceso terapéutico. Algunos indicadores del completamiento de frases
sobre esa crisis y los sentidos subjetivos que se expresan en ella, son:
Mi mayor problema es: mi hija menor y mi familia actual.
Algunas JJeces-. necesito compañía, amistad.
El matrimonio: no he sido feliz jamás.
Mi principal ambici6n: conocer mi felicidad y ver crecer a mi hija.
Cuando tengo dudas-. no tengo con quién aclararlas~

Está claro que el aspecto cen tral de


. su configuración
. subjetiva
. actual
del matrimonio es su hija, pues sobre su esposa no aparece ninguna
expresión de afecto. La necesidad de ~ompañía que asocia con la amistad
evidencia que no la consigue en el matrimonio. La esposa no aparece en

l 136
F. L. González Rey 1Aportes y consecuencias ... 1
ninguna de las setenta frases del completamiento y, a la vez, existen sufi-
l ic.:ntes indicadores, tanto directos como indirectos, sobre el sentido sub-
jc1 ivo de su esposa, como, por ejemplo, la infelicidad en relación' con el
11\;llrimonio, su necesidad de compañía y de amistad y su expresión de
que no hay nadie con quien pueda aclarar sus dudas, frases que, en su
1Tlación, representan un indicador del vacío de su matrimonio.
En la conversación, esos sentidos subjetivos también aparecen cuando
.\firma: " Mi esposa desafortunadamente es débil y no tiene una forma-
ción que le permita razonar y tomar posición", con lo que queda claro
q m: no es su compañera para compartir reflexiones y situaciones. Esa
l'.1lt.1 de formación y debilidad que refiere son aspectos totalmente opues-
tos .1 lo que él valora en la vida y, por eso, representan un indicador más
de• su frustración con la esposa.
El matrimonio ha representado el único espacio que él siente como
propio, de ahí la intensidad del conflicto matrimonial, dada no por lo que
\ \ 1 esposa representa, sino por el valor de ese espacio de relación para él,

el cual es inseparable de lo que más ama, su hija. A pesar de sus diferen-


1 i.1~ e incompatibilidad con esa esposa, él la necesita, pues el sentido sub-

Wl ivo de su hija y dnu estabilidad está asociado al matrimonio en su con-


lip.uración subjetiva . .Es esa configuración subjetiva que está en el centro
dd conflicto. A la vez, sus reacciones agresivas son parte de la configura-
ri6n subjetiva de otro fuerte conflicto; la culpa ante sus propias reaccio-
11c.:s, que se alimenta ·.de situaciones vividas antes, que emocionalmente se
l'xpresan en la culpa como emoción dominante.
Él es crítico con relación a los otros, sin embargo, su agresividad es tan
intensa porque tiene· una necesidad profunda de esos otros. Su conflicto
l'll el matrimonio no es una configuración subjetiva aislada, es una expre-
~ión de la configuración subjetiva más general de su vida afectiva. Su sen-
\tbilidad a Jos otros se expresa en forma de valores morales asumidos, lo
que se observa en et completamiento de frases cuando expresa:
No puedo tole1'ar: que sean injustos conmigo.

Se puede apreciar cómo el conflicto no es una entidad estática que


puede universalizarse, sino una red de sentidos subjetivos en desarrollo y

137 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
en cambio constante, tanto en sus formas de organización, como en los
comportamientos y expresiones en que se expresa.
El conflicto no se puede reducir a ningún patrón general, pues es caó-
tico, se alimenta permanentemente de nuevos procesos y estados del suje-
to, se expresa como una éonfiguración con múltiples cambios, pero sin
que cambien los sentidos subjetivos hegemónicos, principales indicadores
de la presencia de un conflicto. Ese núcleo expresa una compleja configu-
ración subjetiva sobre la cual es necesario trabajar en la psicoterapia.
De las hipótesis anteriores no se concluye ninguna intervención dirigi-
da del terapeuta; por el contrario, estoy consciente de .que sólo la posibi-
lidad del otro para asumirse como sujeto del conflicto le permitirá una
producción subjetiva alternativa y eso sólo va a ocurrir a través del diálo-
go. No existe ningún cambio posible a ser definido p9r la acción directa
del terapeuta; la acción terapéutica exitosa es aquella gue facilita el inicio
de un proceso de subjetivación en que emergen nuevos sentidos subjeti-
vos que llevan a nuevas posiciones en la persona que, ¡i. su vez, represen-
tan nuevos momentos en el desarrollo de los sentidos que las permitie-
ron. Las hipótesis del terapeuta le facilitan posiciones que pueden ayudar
en el curso de este proceso ..
J. A., como afirmamos antes, es una persona con intereses culturales y
de superación, es una persona reflexiva que valora una buena conversa-
ción que le obligue a pensar. Éste fue'uno de los elementos importantes
en el establecimiento de nuestro vínculo. Conversamos siempre de forma
franca y abierta, adentrándonos en reflexiones sobre su problema, como
sobre la vida en general, a partir de las cuales él pens~ba sobre sí mismo
y sobre el momento actual de su vida. Esa posibilid~i:I de pensar en un
espacio de diálogo y aceptación representó algo precioso para él.
Sus reflexiones, sus construcciones.dentro del diálqgo terapéutico, lo
llevaron a construir nuevas opciones y representaciones sobre las que se
comenzaban a organizar nuevos caminos de subjetivación. La significa-
ción del proceso terapéutico apareció también en el completamiento de
frases cuando expresa:
-Este lugar: será el punto de partida en mi éxito.

l 138
F. L. González Rey .1Aportes y consecuencias ... 1
C11ando leí el completamiento de frases y formé mis hipótesis a partir
de los indicadores que elaboré sobre esa información, muchos de los cua-
les he ido describiendo en este análisis, le devolví el completamiento de
frases a J. A, y le pedí que lo leyera con calma, expresándole que me gus-
1;\rÍ:l conversar con él sobre lo que había escrito. Este fue un momento
11111y interesante, pues nos permitió desdoblar el instrumento escrito en
1111<1 sesión de conversación, donde la emergencia de sentidos subjetivos

.1sociados al problema se facilitó extraordinariamente por las "piezas de


srntido subjetivo" que aparecían a lo largo de las frases construidas. Cada
1111;1 de esas frases era un espacio de acceso a memorias cargadas de emo-
l ionalidad. Eran como llaves para acceder, durante la conversación, a las

ronfiguraciones subjetivas de diferentes momentos de vida, lo que le


.1yudó extraordinariamente a construir nuevas reflexiones sobre la situa-
1 i6n que estaba viviendo en su conflicto actual.

Ese proceso reflexivo se facilitó por los sentidos subjetivos, las emocio-
11cs y las memorias que aparecieron en la escritura y que, a su vez, fueron
1:1cilitados por el diálogo mantenido hasta aquel momento. Cada uno de
los momentos críticos de desarrollo de la persona en el espacio de psico-
terapia es expresión 9-e un proceso en desarrollo que va implicando nue-
vas formas de subjetivación. Esta es una de las características que colocan
el proceso terapéutico más allá de cualquier reduccionismo racionalista o
metafísico.
Un núcleo importante en las configuraciones subjetivas de J. A., inte-
rrelacionadas en su estado emocional actual, y que es particularmente
dañino a su salud, es' su valor "homb~ía", que históricamente ha sido un
valor importante ali~entado en la cultura machista de la sociedad cuba-
na e integrado como:forma de subjetividad social a una historia de heroi-
cidad y lucha donde· el culto a la hombría apareció de muchas formas
diferentes.
Para J. A., como para muchos hombres en Cuba, la hombría está aso-
ciada al respeto, a l-' capacidad de enfrentar problemas, de no dejarse
manipular ni dominar por nadie, etcétera. J. A, expresó un fuerte núcleo
de valores alrededor ·de ese concepto que de forma constante aparecía en
nuestras conversaciones y que, desafortunadamente en su caso, era uno

139 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
de los sentidos subjetivos asociados a sus reacciones violentas, en parti-
cular con relación a la suegra. A partir de mis hipótesis sobre la configu-
ración subjetiva de su conflicto y ante la incidencia de este valor en sus
comportamientos más agresivos, los cuales eran un elemento constitu-
yente de su hipertensión y, sin dudas, uno de los sentidos subjetivos que
/ configuraban las emociones asociadas a su infarto, deeidí una acción tera-
,. péutica de confrontación que nos permitiera abrir un "espacio de senti-
do subjetivo" en la conversación, espacio este que se iba a caracterizar
por la elevación de la tensión y la confrontación, aspectos muy necesa-
,, rios, dentro de 'relaciones dominadas por el afecto y el respeto, para pro-
' ducir nuevas alternativas de desarrollo.
Así, en una de las sesiones que se llevaron a cabo después de nuestra
conversación sobre el completamiento de frases, la cual fue excelente, él
entró en el tema de sus valores, destacando que nunca permitió que
nadie lo vejara, lo humillara o le violara sus derechos. Alrededor de ese
tema destacaba su hombría y expresaba su orgullo de que nunca había
permitido que su suegt:a lo manipulara. Ese punto me facilitó hacerle una
reflexión que sabía que iba a tener un impacto fuerte para él, y le dije :
( "J. A., ¿puedo decirle algo que pienso, que sé que va a generar una reac-
( ción fuerte en usted, pero que por el respeto que le tengo y el tipo de
relación que hemos construido no puedo dejar de decirle?", ante lo cual
él, de la forma efusiva que le caracterizaba, me respondió de inmediato:
j "Claro que puede, es precisamente la honestidad con. que hablamos uno
\ de los puntos más importantes para mí de esta relación". E ntonces le
dije: "Cuando me explica las posiciones de su hombÚa, me da la impre-
sión de que, en lugar de tan hombre como se ve a s{ mismo, en ocasio-
'- nes usted es extremadamente débil". Ante mis pala,bras, reaccionó de
forma airada y me dijo: "Profesor, ¡nunca Je aguanté a nadie una expre-
sión como ésa!, pero voy a oír lo que usted tiene pari decirme". Ahí ini-
ciamos un trecho excelente de reflexión y discusión, que tuvo entre sus
aspectos principales los siguientes: el hecho de que su suegra lo manipu-
lará a su antojo y que él reaccionara como ella quería, perjudicando su
salud al extremo de haber tenido un infarto; su incapacidad de respetar
decisiones de su esposa y de tomar él las propias; su falta de fuerza para
abrir un diálogo respetuoso con su esposa y tener capacidad de oírla, y el

l 140
F. L. Gonzólez Rey 1Aportes y consecuencias ... 1
hn:ho de no haber hecho nada para cambiar su forma de vida después del
i11f.u10, entre otros . .
(
<:nmo resultado d_e esa conversación profundizamos durante varias ·-
~1·,io11cs en muchas áreas de su vida implicadas con sentidos subjetivos/
oll'lllalcs, lo que facilitó identificar elementos que debían ser comprendí- .
dos en sus configura~iones, en las complejas redes simbólico-emociona-
ks que estaban en su base. Ese proceso sólo podía aparecer a través de
.icciones personales implicadas con' esas configurac,iones ·subjetivas que
iban apareciendo en el curso de la conversación; el relato de diferentes (
.1spcctos de su vida le permitió Ja ~mergencia de imágenes y memorias /
que, portadoras de tina fuerte carga emocional, convirtieron sus refle-
xiones con el terapeuta en un proceso generador de nuevos sentidos sub-
jetivos. En el curso de una de esas conversaciones llegó a expresar: "la
hombría, de la cual no me puedo separar, aunque la interprete mal, fue
siempre una forma de mostrar a mi padre mi valor, de imponerme en lo
que me proponía, y ~e hacer ver a todos la imposibilidad de destruirme
o desmoralizarme".
Ese trecho de la conversación nos evidencia aspectos del sentido sub-
jl't ivo de la hombría,';asumida de forma intencional como un valor rec-
tor. La hombría era una forma de visualizar su valor y de encontrar su
identidad en un espacio en que se sentía amenazado; amenaza que, sin
dudas, se configuró esencialmente en el tipo de relación que tuvo con su
padre, relación cargada de agresión, miedo, desconfianza y tensión y que
pasó a ser constituyente de otras relaciones importantes de su vida. La,-,
relación con su pacire· se incorporó, en forma de sentido subjetivo, en las ·.
diferentes configuraciones subjetivas de sus relaciones más intimas, faci-
litando Ja emergencia de ciertos tipos de emociones, sobre todo de ira e
irritabilidad y desconfianza.
Las conversacione{ desarrolladas en torno al valor hombría fueron pro-
vocando emociones y reflexiones que permitían la expresión de muchos
elementos asociados ¡t su sufrimiento actual, que ·expresaban relaciones y
experiencias muy complejas de su vida, que incluían al padre, a su madre,
su infancia, las formas dominantes de su socialización, Ja soledad, la inse-
guridad y la falta de afecto y reconocimiento, elementos de sentido sub-
jetivo que aparecieron con frecuencia en nuestras conversaciones y en el

141 1
1Psicoterapia, ~ubjetividad y posmodernidad
complemento de frases. Estos diferentes estados son inseparables entre sí
dentro de configuraciones diferentes, que no representan la suma de
todos ellos, sino núcleos simbólico emocionales parti(ulares con capaci-
dad generadora de nuevas emociones y procesos simbólicos que se arti-
culan entre sí formando nuevos sentidos subjetivos.
) Como he escrito antes, cuando una configuración subjetiva dificulta o
/ bloquea la aparición de sentidos subjetivos frente a :nuevas situaciones
' vividas podemos hablar de la producción de emociones "patogénicas",
término que usamos para definir las emociones asociadas a procesos de
subjetivación perjudiciales a la persona, tanto en su aspecto psíquico
como en los procesos biosomáticos de su organismo.
(' En el curso de las conversaciones sostenidas con J. A. aparecieron emo-
f ciones, significaciones y reflexiones que llevaron al desarrollo de nuevos
,' sentidos subjetivos que se articulaban en nuevas fori11as de comporta-
' _miento. El impacto de la provocación que realicé sobre el valor hombría
marcó un giro en nuestras conversaciones, y esto le facilitó profundizar
en temas einocionalmente sensibles. En ese proceso éi fue tomando nue-
( vas decisiones, resignificando cuestiones sobre las que no había pensado
. y emprendiendo nuevos caminos que le hicieron sentirse mejor. Esa
¡ mejoría nada tiene que ver con el carácter cierto o equivocado de las
decisiones tomadas, o con la mayor veracidad objetiva de sus conclusio-
;, nes; ellas fueron ante todo el resultado subjetivo de nuevas alternativas y

..> posiciones emprendidas que facilitaroü nuevos procesos de subjetivación.
Otra acción terapéutica que ayudó mucho en las conversaciones y que
facilitó la emergencia de un material cargado de sentido subjetivo fue
que, apoyado en su facilidad de expresión y en su placer y compromiso
econ la reflexión, le pedí que llevara un diario de reflexiones sobre los pro-
\ ( blemas de su día tras día y que, cuando se sintiera irritado, en lugar de
actuar sobre otra persona, escribiera todo lo que viniera a su mente, con-
\.~ virtiendo su cuaderno en una verdadero interlocutor. Esa acción facilitó
no sólo una expresión auténtica que estimuló reflexiones de gran valor
_ para nuestras conversaciones, sino que le permitió reaccionar de forma
más tranquila frente a los eventos que enfrentaba.
Las diferentes configuraciones subjetivas que se organizaban en sus
núcleos esenciales de conflicto fueron cambiando y, a pesar de que los

l 142
F. L. González Rey 1Aportes y consecuencias... 1
conflictos se mantenían, él consiguió 'alternativas eficientes frente ellos.
Aproveché las nuevas producciones subjetivas que se fueron generando
cn nuestros diálogos para sugerirle nuevas formas de actividad que favo-
recerían el desarrollo de las opciones de subjetivación que comenzaban a
aparecer en nuestro espacio terapéutico. J. A. comenzó a caminar, mejo-
ró su alimentación, comenzó a conversar con su esposa sobre una rela-
ción basada en el resp.eto, donde las imposibilidades de uno no podrían
limitar al otro y, a partir de ahí, cuando la esposa no quería salir por
acompañar a la mamá, él salía y se distraía, unas veces con su hija, otras
veces solo, lo que le permitió una independencia saludable ton relación
.1 su casa. En ese proceso terminó cambiando muchas de las rutinas y Jos
tipos de comportamiei1to que históricamente lo habían caracterizado y
que estaban asociados,a la configuración subjetiva c;ie su conflicto actual.
El cambio de forma~ de vida apoyado en la reflexión crítica que facili-
ta la psicoterapia es un aspecto esencial para la modificación de emocio-
n<.:s dominantes, lo qué a su vez facilita la integración y desarrollo de esos
nuevos estados emocionales en nuevas alternativas de vida, pudiendo
conducir a cambios ps.icológicos significativos. La ~eparación del mundo
intrapsíquico de la acción y de los contextos de relación actual de las per-
rnnas ha impedido trabajar sobre tipos particulares de actividades y su
organización como parte esencial del proceso terapéutico. La acción
humana es fuente de estados emocioiiales que no pasan por el lenguaje.
J. A. se fue sintiendo mejor, sus reacciones agresivas disminuyeron
mucho, pero en este proceso tomó c~nciencia· de que su matrimonio no
tenía solución y de que no podía mantenerlo sólo por su hija ni por sus
propias necesidades de afecto y estabilidad. Trabajó su decisión, conver-
só con su esposa, y terminó separándose. Seguí a J. A. durante cuatro
años después de terminar su acompañamiento terapéutico y su salud
había mejorado, mantenía excelente relación con su esposa e hija, con
q11ienes salia ºde forma frecuente. El concepto de "casado" no lo obliga-
ba más a vivir donde no se sentía bien, ni al mantenimiento de rutinas que
tl'rminaron alejándolo de la propia relación. En la convivencia con su
tsposa e hija posterior ·al divorcio, la relación encontró un nuevo sentido
y, lejos de romperse., se desarrolló sobre nuevas condiciones, lo que fue
m11y sano para ambos.

143 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
Los nuevos sentidos subjetivos que se desarrollaro9 en su nueva forma
de convivencia fueron .decisivos en los nuevos rumbos que tomó su rela-
ción de pareja. La resignificación no es una producción intelectual del
sujeto, es una producción de sentidos subjetivos posible sólo en un espa-
cio de relación y que se expresa a través de emociones que no responden
ni a la intención ni a las representaciones del sujeto.
Una acción terapéutica importante, como dije ante$, es el trabajo sobre
el modo y la calidad de vida de las personas. Los nuevos procesos de sen-
tido subjetivo que aparecen en el espacio dialógico de la psicoterapia
deben ayudar a una forma de vida diferente, la que a su vez ayudará al
desarrollo de esos nuevos procesos subjetivos, facilitando nuevas opcio-
nes de vida. Eriu-e los aspectos del modo de vida que deben ser. trabaja-
dos en la psicoterapia están los siguientes: el régimen alimentario, la acti-
vidad fisica, los hábitos de higiene, el uso del tiempo, el sueño, el uso de
sustancias tóxicas, etc., todos ellos asociados a procesos de subjetivación
que, de una forma u otra, están preséntes en los diferentes estados y reac-
ciones de las personas. Vivimos en una enmarañada red de actividades y
relaciones que aparecen configuradas subjetivamente en formas diferen-
tes y que son un aspecto cenu-al de la calidad de vida.
El énfasis que ponemos en actividades que no son propiamente dialó-
gicas, pero que sólo pueden ser modificadas dentro <:le un espacio dialó-
gico generador de nuevos sentidos subjetivos, representa una condición
important~ para el cambio terapéutico al facilitar cambios en las configu -
raciones subjetivas asociadas al sufrimiento psíquico. Las configuraciones
subjetivas existen dentro de un sistema dinámico que: es la subjetividad y
que toma formas diferenciadas en los diferentes c(Jntextos en que el
hombre vive. Frente a determinadas condiciones, como ocurrió con J.
A., aparece una configuración que perpetúa determ1nados estados psí-
quicos que definen el sufrimiento. Cuando eso ocurre, la persona pierde
la capacidad de producir nuevas opciones frente a las experiencias vívidas,
enu·ando en la perpetuación de estados emocionales que definen los tras-
tornos psicológicos.
En el caso de J. A., la relación dialógica funcionó muy bien, sin embar-
go, la acción terapéutica de confrontar su valor hombría fue muy impor-
tante al permitirle una producción alternativa de se11tido subjetivo con

l 144
F. L. González Rey 1Aportes y consecuencias... 1
1d.1ci611 a aquella qué caracterizaba el conflicto. Ese tipo de acciones en
d proceso terapéutico representan un momento del proceso de comuni-
cación en desarrollo y"n o pueden analizarse como buenas o malas en abs-
11-;tcto, füera del siste1)rn singular formado en cada relación terapéutica.

Los cambios en J.·A. evidenciaron que estos se producen de forma


semcj:111te a como se organiza el propio confliáo. Un aspecto genera
o tros en un proceso que no reconoce límites formales y que está fuera de
rd.1ciones directas de.· causa-efecto. Los trastornos no son una entidad,
rt·prcscntan una organización que se alimenta de las formas de vida
.in ualcs del sujeto y de sus propias representaciones y posiciones sobre lo
que está viviendo, las que se llegan a naturalizar, convirtiéndose en una
fuente de perpetuación de su propio malestar. Las configuraciones sub-
jetivas patogénicas se.' organizan en la perpetuación de las propias posi-
ciones asumidas para .enfrentar los problemas. La psicoterapia represen-
ta, entre otras cosas, \In camino orientado a "descentrar" al sujeto de sus
pr~kticas dominantes actuales. Eso, en el caso presentado, le facilitó a J.
A. ver nuevas alternativas con relación a sí mismo y a su conflicto. Fue
ese proceso ºel que definió el cambio terapéutico, un cambio que emer-
t1ió de forma gradual, asociado a n uevos procesos de subjetivación inse-
parables del desarrollo de nuevas prácticas y caminos.
La psicoterapia implica acciones diferentes orientadas a facilitar pro-
ducciones subjetivas ·que permitan nuevos procesos de subjetivación.
'}'oda acción que facilite al "paciente" asumir una posición y hacerse res-
ponsable por ella, es una acción facilitadora de la emergencia del sujeto
y, por tanto, facilitadora de la aparición de nuevo$ espacios de sentido
subjetivo en la relación terapéutica.
No hay recetas generales ni procedimientos universales que podamos
aplicar al proceso terapéutico. La psicoterapia no es regida por un cono-
cimiento estático y a priori que pauta su práctica, sino por un conoci-
miento que se organiza en el curso de Ja propia rela<;ión terapéutica y que
se realiza sobre un modelo teórico que es capaz de producir significados
a partir de las propias expresiones dd sujeto. El modelo teprico anticipa
al sujeto, pero no lo sustituye, facilita la inteligibilidad que el terapeuta
construye a partir de sus propias hipótesis. Sin embargo, en la propuesta
que presentamos, la inteligibilidad q ue el terapeuta construye es apenas

145 1
1Psicoterapia, sub¡etividad y posmodernidad
un recurso pa.ra sus posiciones en el proceso terapéutíco, a lo largo del
cual asume un conjtrnto de acciones, orientadas al desarrollo, en el otro,
de posiciones activas, a las que denoQ'.linamos acciones terapéuticas . El
proceso de significación y reflexión del terapeuta es sÜ1gular, y sus con-
secuencias y efectos son únicos en cada relación terapéutica.
La psicoterapia, en la perspectiva que Ciefendemos en este libro, no se
legitima por un tipo particular de práctica. No existen ·modelos de prác-
ticas privativos de una teoría, pero sí una diferenciación de lo que una
misma práctica significa en un abordaje u otro y la forma en que una
acción es trabajada en sistemas de prácticas diferentes que encuentran su
unidad en una representación teórica. Así, por ejemplo, la acción tera-
péutica de sugerir una hora del día para hacer cosas de~eadas, sin culpas
que limiten experimentar el placer en ese tiempo y que usamos con fre-
cuencia en personas para las que el sentido subjetivo del tiempo es cons-
tituyente de sus conflictos "patogénicos'', actuales, esfa dirigida por el
objetivo de que esas personas, durante la hora empleada, sean capaces de
producir reflexiones, emociones y fantasías que estimulen el desarrollo de
nuevos sentidos subjetivos con relación a la distribución y relevancia de
sus actividades, lo que actuará de forma directa en el sentido subjetivo
del tiempo.
Una acción terapéutica es siempre congruente con t~na hipótesis sus-
tentada en determinada representación teórica. La representación teóri-
ca que nos permitió establecer la diferencia entre tiempo personal e ins-
titucional, según el sentido subjetivo que ese tiernpo tiene para la perso-
na, es imposible fuera del. marco que hemos presentado para la com-
prensión de de la subjetividad. Ese mismo fundamento teórico es el que
nos permitió la acción dirigida al uso de una hora libre:cada día, la que
estaría orientada al desarrollo de procesos de subjetivatión alternativos
en relación con el uso del tiempo. El tiempo, en su dimensión subjetiva,
está presente en muchas configuraciones asociadas a diferentes tipos de
trastornos.
La psicoterapia, en esta perspectiva histórico-cultural, actúa sobre las
formas en que las producciones sociales en el interior de una cultura son
subjetivadas y se transforman en sentidos subjetivos, constituyentes de
cualquier trastorno de la salud humana. Una de las consecuencias de una

l 146
1
F. L. González Rey 1Aportes y cons~cuencias ... 1
visión estrecha de Clínica, centrada apenas en las "patologías" reconoci-
das en las clasificaciones psicopatológicas, fue haber dejado a un lado la
acción psicoterapéÚ.tica con pacientes afectados por diferentes trastornos
somáticos. No reco'nocer a la psique un status diferenciado, asociado a su
producción simbólica dentro de la cultura, es ignorar la forma en que el
registro subjetivo se constituye en los diferentes procesos y prácticas
humanas, lo que eri términos del conocimiento es una mutilación sim-
plificadora.
Algo característico de esta aproximación a la psicoterapia es el recono-
cimiento de que las actividades y relaciones del sujeto siempre encuen-
tran formas de subjetivación que las perpetúan, lo que lleva a la naturali-
zación de esas actividades y relaciones, frente a lo cual la única opción de
salud es la capacidad generadora de alternativas del sujeto frente a esas
prácticas. La capacidad generadora del sujeto es inseparable de la pro-
ducción de nuevos sentidos subjetivos, los que son un aspecto constitu-
yente de esas propias prácticas. Este proceso es esencial en la definición
de la psicoterapia y general a todos los campos de prácticas .humanas.
La naturalización significa investir con el status de realidad representa-
ciones y prácticas socialmente producidas; es precisamente generar un
sentido subjetivo que cierra alternativas frente a esas representaciones y
prácticas. Como he presentado en publicación reciente (González Rey
2006), uno de los procesos de subjetivación asociados a la acción de las
representaciones sociales dominantes en nuestra cultura es la naturaliza-
ción del tiempo y de nuestras prácticas dominantes, lo que fue evidente
en el estudio que hicimos de LM, mujer hipertensa de cuarenta y cinco
años, quien expresó en una de las conversaciones: "Lo que me hace sen-
tir estresada es trabajar tanto y al final no tener un centavo. Yo voy a con-
tinuar trabajando duro, pero nunca voy a cubrir mis necesidades con mi
salario. ¿Qué puedo hacer para cambiar eso? Eso no puede cambiar" ( ... )
"De todas las cosas que el cardiólogo me recomendó hacer, yo sólo puedo
hacer el ejercicio fisico, pero no me .gusta hacerlo . .. Y tampoco tengo
tiempo para hacerlo . En el poco tiempo que me queda libre todos los días,
yo prefiero descansar, leer un buen libro o ver televisión, y ése es el único
tiempo que tendría para hacer ejercicio, por lo tanto; hacer ejercicio impli-
caría sacrificar el único tiempo placentero de mi vida cotidiana".

147 1
1 Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad

· El párrafo nos evidencia un cotidiano "lleno de actividades", donde no


están apenas las laborales, sino sus tareas domesticas, las que forman una
rutina frente a la cual es incapaz de opciones. Esa rutina está naturaliza-
da, ella está subordinada a la rutina y nada puede hacer para Superarla,
simplemente "las cosas son así". Es cierto que una parte importante de
la población siente una gran presión; pues el trabajo no les p rovee para
cubrir sus gastos diarios, sin embargo,, también es cierto que existen ruti-
nas de consumo que se naturalizan como "necesarias" y que podrían ser
simplificadas en buena medida, lo cual no puede quedar fuera de la refle-
xión terapéutica. El estereotipo de que sólo una subjetividad " profunda"
está en la base del conflicto resta importancia a los procesos de subjeti-
vación asociados a cosas simples, cuyos efectos se organizan en configu -
raciones subjetivas que están en la base de un trastorno.
La paciente que sufré hipertensión tiene una hija que podría ayudarla
mucho más y contribuir con las economías de la casa, pero está educada
en una idea de "tener" que termina ~sclavizando a la ·rnadre para satisfa-
cer un paÚón de vida creado y naturalizado.
La única forma de romper con los procesos de natmalización es con-
frontarse con la persona, establecer un diálogo reflerivo y crítico capaz
de generar dudas y conflictos que la obliguen a revisar y pensar lo que ha
naturalizado. Por regla general, estos procesos asociados al modo de
vida, que son inseparables de formas de subjetivación directamente
influidas por la subjetividad social dominante, son ignorados en la psico-
terapia; en unos casos por privilegiar el "foco universal" de una patolo-
gía universalizada que existe "dentro" del sujeto y está separada de las
prácticas de su cotidiano, una patología representada ~orno entidad cau-
sal; en otros casos, porque se reifica Ja dimensión discursiva del proceso
y se subestiman las formas de acción q ue pueden privilegiar cambios
sobre configuraciones fuertemente apoyadas en estados emocionales del
sujeto .
Otro ejemplo que llamó mucho mi atención en el referido estudio de
caso, desarrollado por A. C. Dávila, <ilumna de nuestro equipo de traba-
jo en esa investigación, fue su expresión con relación: al período en que
estuvo hospitalizada. Ella expresó sobre.ese momento; "Ese fue un tiem-

l 148
F. L. González Rey 1Aportes y consecuencias... 1
po maravilloso. Yo extraño mucho ese tiempo en el hospital, allí i1o reci-
bía llamadas telefóniCas y tampoco tenía visitas, salvo mis hijas. No tenía
11.Hl.l que hacer, sólo.hacer mi cama y conversar con otras personas en el
linspit;il" ( ... ) "Dorá1ía muy bien después del almuerzo. Realmente ese
11t·mpo fue como unas vacaciones''.
l~n ese trecho observamos nuevamente el efecto subjetivo de la natu-
1.ll1iación: ella fue muy feliz por no recibir llamadas de teléfono ni visitas
q11c no deseaba, sin embargo, tiene un celular que, en su caso, no es una
lll'tcsidad de trabajo, pues tiene trabajo fijo. Tampoco usa su celular para
ll.11n.1das estrictamente personales, sino que recibe muchas llamadas no
l'Sl'.Hfas. Pero el celular es fuente de status, aunque le cueste dinero y
li1nwstar, es algo esencial dentro de su representación actual de cotidia-
1111. Todas las cosas que le permitieron disfrutar la condición hospitalaria,
w11 excepción del tiempo libre de que disponía, son posibles en su vida
di.1ri.1, pero necesita de una reorganización de las configuraciones subje-
1iv.1s para transformar ese cotidiano que aparece naturalizado. Estas son
1 osas tan habituales y simples que pasaron desapercibidas para la mayor

p.1nc de las psicoterapias, que no reconocían una subjetividad individual


u111figurada dentro de la subjetividad social.
El caso de L. M. nos ilustra que es importante tener información sobre
d paciente, pues esa información ayuda al desarrollo de hipótesis y for-
mas de acción necesarias para la psicoterapia. Ese diagnóstico cualitativo
110 tiene como objetivo estandarizar el problema dentro de un concepto
de la psicopatología tradicional, sino reconocer la configuración subjeti-
va singular que caracteriza a la persona, con el objetivo de facilitar accio-
nes, tanto dialógicas como relacionadas al modo de vida, que faciliten
alternativas productoras de sentido subjetivo para la persona. Esas alter-
nativas, una vez que aparecen, producen un nuevo espacio de subjetiva-
c.:ión desde las cuales _se van desarrollando nuevos sentidos subjetivos
dentro del complejo sistema de actividades del sujeto, en un proceso infi-
nito que, en determinado momento, transforma cualitativamente la con-
figuración subjetiva asociada al trastorno estudiado.
La visión de subjetividad que presentamos como fundamento teórico y
l'pistemológico de nuevas alternativas para la psicoterapia, desde esta

149 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
perspectiva histórico-cultural, enfatiza los siguientes aspectos como esen-
ciales al proceso terapéiltico:
1. La psicoterapia es un práctica profesional de carácter relacional, dialó-
gico, orientada a la producción de espacios alternativos de subjetiva-
ción en el momento actual de la vida de una persona, grupo o wlidad
social de cualquier tipo.
2. La acción terapéutica, al estar centrada en la producción de sentidos
subjetivos es, de hecho, inseparable del contexto actual de prácticas y
relaciones de la persona, pues el sentido subjetivo.es expresión de los
efectos directos y colaterales que lo vivido tiene sobre la organización
subjetiva actual de la persona. El sentido subjetivo representa un ins-
trumento teórico para conocer las consecuencias. del sistema social
sobre la vida de la persona.
3. La acción terapéutica se orienta de forma simultánea a acn1ar sobre las
dimensiones social e individual de la subjetividad. La manera,de actuar
sobre ambos tejidos es facilitando formas nuevas de actividad y comu-
nicación que propicien nuevas emociones y desdoblamientos simbóli-
cos que lleven a nuevas alternativas de subjetivaci6n. Esta psicoterapia
·tiene como objetivo que Ja persona se convierta en sujeto de sus prác-
ticas sociales y de vida, Jo que implica Ja capacidad.para la producción
de nuevos sentidos subjetivos y de nuevas acciones personales. Esta
perspectiva compromete tanto el desarrollo de nuevas opciones de
subjetivación de la persona, como la producción de nuevos tejidos de
subjetivación en los espacios sociales significativos para ella.
4. Otro principio importante para esta orientación del trabajo terapéuti-
co es que no existe cambio posible a partir de Ja información y el
conocimiento; sin producción de sentido subjetivo no existe cambio.
La información es sólo, y frente a ciertas situaciones, una condición
necesaria para reflexiones y acciones que pueden ser relevantes a par-
tir de las emociones que generan en el desarrollo ·~e nuevos sentidos
subjetivos.
5. El campo de la psicoterapia en una perspectiva ltist<?rico-cultural no es
neutro, se posiciona.política e ideológicamente, pues estas son dimen-
siones que aparecen directa o indirectamente implicadas con los sen-

l 1so
F. L. González Rey 1Aportes y consecuencias ... 1
tidos subjetivos asociados a los trastornos y sufrimientos humanos.
Todo cambio personal tiene consecuencias políticas si consideramos
como política toda acción que confronta el status actual de institucio-
nalización hegemónica o que la perpetúa. Muchos de los sufrimientos
de la sociedad aétual son consecuencia de los procesos despersonali-
zados de institucionalización.
6. La psicoterapia én esta perspectiva es particularmente sensible a las
consecuencias de_la cultura y de los procesos sociales sobre el desa-
rrollo subjetivo. En este sentido,'se relaciona de forma estrecha con
procesos que históricamente se han asociado al campo de la preven-
ción y promoción de salud y con las políticas públicas en esa área. Esto
trae consecuenci~s ideológicas en su práctica, como es trascender la
visión de psicoterapia asociada de_ forma universal al consultorio.
7. La psicoterapia es una práctica inseparable de cualquier proceso de
rehabilitación o recuperación. Es una función profesional que, como
hemos expresado en momentos anteriores de' este libro, no puede
estar institucionalizada solamente en los organismos que representan
las políticas y prácticas de salud, sino en todas las instituciones socia-
les, en especial las jurídicas y educativas.

Estos principios se han expresado muy bien no sólo en los casos de psi-
coterapia que hemos,.trabajado, sin~ también en la forma en que otros
miembros de nuest~o grupo han desarrollado sus casos concretos.
Mercedes Cupolillo .C:.integrante de nuestro grupo de investigación "El
estudio de Ja subjetiv!dad en Ja salud y la educación"-, quien se ha desa-
rrollado en el campo ·de la psicología educativa y del desarrollo, presen-
tó un interesante esttrdio de Gabriela, niña de siete años con dificultades
para alfabetizarse. El caso ha sido desarrollado en el libro en preparación:
Los rizos de Gabriela: el abordaje hist6rico-cu/tu.ra/ en la psicoterapia
infantil.
Mercedes acompañó este caso no sólo en el consultorio, sino también
en la sala de aula y en la casa, lo que le permitió interesantes construc-
cicmes sobre los sentidos subjetivos que configuraban sus problemas
.1nuales, ya que el problema de su alfabetización fue la forma en que sus

151 1

;
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
conflictos se tornaron socialmente visibles. Pero la dimensión subjetiva
de ese conflicto, que permanecía oculta, fue a la que Mercedes fue lle-
gando en un proceso terapéutico muy interesante.
La autora usa diferentes acciones terapéuticas que le permiten desarro-
llar indicadores sobre sentidos subjetivos que están en la base de la emo-
cionalidad de Gabriela, la cual, si fuera analizada dentro de una lógica
tradicional, séría clasificada como una niña agresiva o con dificultades de
socialización. La autora usa el diseño, el juego, la conversación y la lec-
tura en un flujo espontáneo de acciones que acompañan su trabajo con
Gabriela, y va desarrollando hipótesis, en el curso de esa relación, que
orientan sus acciones y posiciones terapéuticas. Un ex.celente ejemplo de
la forma en que la autora va construyendo esos indicadores se evidencia
cuando Gabriela, jugando con una casa de muñecas, estaba muy preocu-
pada con organizar bien las cosas de la casita, y en tanto hacía esto expre-
saba de forma repetida: "yo siempre cometo errores". Esa frase repetida
fue un importante indicador destacado por Mercedes, ya que, después,
se repite cuando, intentando dibujar una serie de pecécitos, ella le pide a
la terapeuta la goma, pero al recordar que había hecho un trato con la
terapeuta de que no la usaría, borra con los dedos, pc:ir atribuir una con-
notación negativa a su dibujo.
El comportamiento anterior se repite al mirarse al espejo y exclamar
que no le gusta su pelo. y, ante eso, la terapeuta le pregunta sobre lo que
gustaba de sí misma, a lo que Gabriela respondió que nada. Estos indi-
cadores sobre su malestar, agresividad, subestimación. e inseguridad apa-
recen también frente a la realización de las tareas escolares. La presencia
de la investigadora en la sala de aula representó un elemento de sentido
subjetivo muy importante para la niña.
Los elementos de sentido subjetivo van apareciendo en las cliferentes
actividades, tanto en las terapéuticas como en las que se realizan fuera de
ese espacio. Se evidencia que el trastorno de aprendizaje está relaciona-
do con una producción de sentidos subjetivos paraliiante, sobre la cual
la escuela no tiene la más mínima actuación al desconocer esa dimensión
del problema. El proceso de cambio de Gabriela, detalladamente presen-
tado por la autora, evidencia cómo se van desarrollando nuevos sentidos
subjetivos en la niña durante el proceso terapéutico. La visión teórica que

l 1s2
F. L. González Rey 1Aportes y consecuencias ... 1
.ILompaña esta forma de acción permite visualizar, junto a los sentidos
~nbjctivos configurados en la niña, aquellos aspectos de la subjetividad
social que participan d~ la creación de la "niña problemas". Sobre esto la
.1111ora escribe:
"/ 111t:ntar explicar las dificultades de Gabriela a partir de la imposición
1fr 1111 modelo de vida.familiar sería restringir más todavía las posibili-
1/u dn rf e concebirla co~no una niña capaz de desarrollarse. Infelizmente1
.11r1111 parte del conocimiento psicológico producido hasta hace muy poco
fJt'lllf!o, facilitó la ap~opiación por profesores y educadores en general de
1111r1 perspectiva determinista» (M. Cupolillo, 25 ).

,.
l .1 l'lla anterior es el resultado de la forma en que la profesora valora el
¡1111hkma de la niña, atribuyéndolo al hecho de que su padre pasa poco
11¡·1npo en casa, aunque el padr~ representa la principal figura afectiva para
l.1 11i11.1. Esa valoración _parte de prejuicios sociales sobre una forma correc-
1,1 1· 1111ica de organización de la familia, lo que, al ser convertido en causa
di 1¡irnblcma, impide trabajar sobre otros muchos aspectos presentes en
l.1, difü:ulrades que la niña presenta. Desafortunadamente, los profesores,
111111ti la sociedad en general, no tienen representaciones que les permitan
11.1h.1j,1r con la dimensión subjetiva de los problemas humanos.
Fi 1 su relación con la escuela, la investigadora hace una serie de reco-
nw11daciones para facilitar la producción de sentidos subjetivos y la emer-
v.1·111.:ia de Gabriela como sujeto del aprendizaje. Considero muy impor-
t .llltl'S esas sugerencias, las que creo deben o~·ientar la posición con relación
.il 1·scolar den¡ro de la sala de aula y·por" esta razón las cito textualmente.
"1. La valorización de la producción de la niña en lugar de la deprecia-
ri6n que se venía haciendo cuando ella rechazaba ha.cer las tareas
2. Otras alternativas para la enseñanza de la lectura, la cual era reali-
zada de fonna mecánica. Buscar formas de relacionar la lectura con
intereses de la niña.
3. Implicarla en actividades qite atiendan sus intereses1 como poi' ejem-
plo, lectura con otros alumnos.
4. Generar en ella la necesidad de expresión de sus sentimientos e ideas1
apoyándola en sus confrontaciones con los demás» (M. Cupolillo, 23 ).

153 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernic;lad
La autora intenta facilitar la emergencia de sentidos subjetivos diferen-
tes a través de nuevas emociones y acciones comprori.1etidas con el espa-
cio escolar. La psicoterapia, como observamos también en J. A., se
extiende a todas las áreas de vida, pues los sentidos subjetivos no res-
ponden de forma parcial-a actividades diferentes; ellos representan una
producción subjetiva comprometida con la vida de la persona, que emer-
ge de forma diferenciada en cada una de sus actividades concretas.
La psicoterapia salió del consultorio, se unió a Ja vida de diferentes for-
mas y actuó sobre los diferentes sistemas de actividades y comunicación
más significativos para 'la niña.
Los principios destacados más arriba caracterizan la psicoterapia histó-
rico-cultural, conduciendo a una práctica diferente que permite actuar
sobre aspectos de la persona y, al mismo tiempo, sobre sus actividades y
procesos de relación. Estas opciones se legitiman en el desarrollo de una
nueva representación teórica de la subjetividad.

NOTAS
1. Yo, Pieri·e Riviere, habiendo degollado a mi madre, a mi hermana y a mi hermano
(2006), Barcelona, Tusquers.
2. González Rey, F. (2007), Investigación walitativa y subjetividad: los procesos de cons-
trncción de la info1'mación, México, McGraw Hill.

l 1s4
LAS CORRIENTES POSTMODERNAS
EN LA PSICOTERAPIA:
TENDENCIAS Y PERSPECTIVAS

EL IMPACTO DEL PENSAMIENTO POSTMODERNO


EN LA PSICOLOGÍA

La definición de lo p;stmoderno está en desarrollo y representa un


l'amino con múltiples contradicciones y desafíos, susceptible de nuevas
rnnstrucciones y definiciones. En líneas generales, el término ha sido
usado para especificar diferencias importantes que en las últimas décadas
'e han producido en diversas esferas de la actividad humana. La defini-
l'.ic'm de lo que se entiende por postmoderno varía en cada una de esas
,\reas de actividad humana. Para algunos autores se produce una ruptura
1.1dical entre Jo moderno y lo postmoderno (Ermarth, Lyotard), mien-
tr.1s que, para otros, lo postmoderno representa más un periodo tardío
de la modernidad (Touraine, Giddens y otros). De Ja misma forma, resul-

155 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
ta polémica la distinción entre postmodernismo y postestructuralismo.
Para muchos autores, entre quienes me encuentro, el postestructuralis-
mo debe ser tratado como una expresión del postmodernismo en la
filosofia. •
El postestructuralismo es un movimiento que; comienza en Francia en
el inicio de los afios sesenta del siglo pasado, orientado a rebasar las limi-
taciones del cstructuralisino y que tuvo como import~ntes fuentes de ins-
piración a Nietzsche y Heidegger, mientras que el pÓstmodernismo está
más bien referido a una evolución del modernismo estético, que llevó al
abandono de la preocupación estética como movimiento que se origina
en el arte. La asimilación del postestructuralismo y. la post.modernidad
fue muy influida por el trabajo de LY.otard La condición postmoderna,
donde el autor destaca, como elemento definitorio de lo postmoderno
en filosofia, la incredulidad en relación con los meta:rrelatos.
La posición de Lyotard coloca su énfasis en la negación de las teorías
sistémicas y abarcadoras, las que define como las grándes narrativas que
las culturas cuentan sobre sus propias prácticas y cre_encias con la finali -
dad de legitimarlas; el problema es que en esta crítica él integra de forma
indiferenciada las grandes narrativas religiosas o institucionales junto a
teorías que, en la filosofia, han tenido una pretensión sistémica, como las
filosofias kantianas y hegeliana y el marxismo.
Autores como T. Eagleton (1998) y P. Anderson (1994) consideran
que el rechazo a la consideración de la totalidad referida en la crítica a los
metarrelatos, también tiene raíces y consecuencias políticas importantes,
pues deja fuera a la sociedad y, con ello, al propio capitalismo.
«Pero el escepticismo con relación a las totalidades de izquierda o de dere-
cha acostumbra a ser un tanto espurio. El, en genera,l, acaba significan-
do una desconfianza a ciertos tipos de totalidad y aceptando de forma
entusiasta otras. Algimos tipos de totalidad -prisiones, patriarcado, el
cuerpo, las ordenes políticas absolutiftas- se constituyéron en tópicos acep-
tables de discusión, 1n,ientras que otros -modos de producción, formacio-
nes sociales, sistemas doctrinarios- sufrían ima censura velada»
(Eagleton, 1998, 20).

1 156
F. L. González Rey 1Las corrientes postmodernas ... 1
Una marca esencial en el pensamiento postmoderno filosófico, que se
identifica erl' el postestructuralismo francés, desde donde Lyotard nos
habla en la Condición Postmoderna, fue colocar las prácticas discursivas
y construcción discur5iva de la realidad como el problema central de la
filosofía e ignorar otras dimensiones de la realidad y del propio conoci-
miento, lo que llevó a esos autores a una abierta negación de la ontolo-
gía y la epistemología (de Souza Santos, B.; D errida, J. y Lyotard , F.,
entre otros). Estos autores terminan asimilando la epistemología a su
definición positivista y negando el estudio de formas diferentes de cono-
cimiento capaces de generar inteligibilidad sobre realidades diferentes a
las discursivas. B. de Souza Santos (1989) contrapone epistemología a
hermenéutica, asociando la primera a las ciencias naturales y la segunda
;) las sociales, generando así una dicotomía a la que no le veo mucho
provecho.
Ermarth, reflexionando sobre el postmodernismo en las ciencias huma-
n:1s, escribe:
«Et postmodernismo puede ser reconocido por dos presupuestos centrales.
Primeramente, el presupuesto de que no existe cualquier denominador
común -la <naturale7>a' o la <verdad' o <Dios' o el Juturo'-quegaranti-
ce que el mundo sea .Uno o la posibilidad de un pátsamiento natural u
objetivo. En segundo lugar, el presupuesto de q1~e todos los sistemas huma-
nos funcionan de la misma forma que el lenguaje, que son sistemas atito-
reflexivos y no sistemas referenciales-sistemas diferenciales, que son poten-
tes, pero finitos, sistemas de los cuales depende la construcción y conserva-
ción del significado ydel valor» (Ermarth, 1998, 587).

Considero que el impacto esencial del pensamiento postmoderno sobre


las ciencias sociales deforma general y, sobre la psicología en particular,
ha estado en la superación de la naturalización de los procesos sociales y
psíquicos, lo que en rriayor o menor medida caracterizó a todas las cien-
cias sociales al investir de objetividad su objeto y desconsiderar los aspec-
tos sociales y subjetivos de su propia constitución. Esa naturalización fue
1111n expresión del modelo positivista de ciencia que naturalizó el propio
umcepto de ciencia. ~orno fue señalado en la cita anterior por Ermarth,

157 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
conceptos "universales dados" fueron superados, lo que llevó a la ruptu-
ra de una representación unitaria y finalista del mundo. El mundo dejó
de ser algo que estaba "dado" y listo para ser aprehendido, para pasar a
ser considerado como mundo en movimiento, donde los acontecimien-
tos actuales son parte de su curso posterior.
En la psicología, el impacto de este pensamiento ha sido grande, toda
vez que Foucault, cuyos trabajos fueron fundadores d.e esa línea de pen-
samiento, se centró en .la construcción social de los términos de la psico-
patología tradicional, mostrando la naturaleza discursiva y social de Jos
"trastornos mentales" que aparecían naturalizados y objetivados en el
discurso biomédico, fuertemente presente en la clínica psicológica.
Como consecuencia de la desnaturalización del mundo, las prácticas
humanas, en esencial las prácticas de conocimiento, que antes se dirigían
a conocer el mundo como "era", pasaron a ser comprendidas como cons-
tituyentes del propio mundo conocido. En las versiones más relativistas
y radicales de ese pensamiento, las prácticas discursivas se legitimaban por
un proceso de consenso social, no teniendo nada que ver con regisu·os
procedentes de· otros espacios no discursivos. El discurso se convertía
para las versiones relativistas radicales del post estructuralismo en un fin
en sí mismo, y todos los fenómenos sociales podían ;ser reducidos a su
naturaleza discursiva.
El reduccionismo lingüístico y simbólico asociado a las formas más
radicales del pensamiento posmoderno no es compatible con el propio
Foucault quien, en diferentes momentos de su trabajo., en especial en los
primeros y últimos, toma posición ante ºla existencia de registros ontoló-
gicos responsables por la diferenciación de diferentes dominios del saber.
Así en su libro Enfermedad mental y psicología, escrib~ (2000):
«sean sus designaciones primeras psicológicas u orgánicas, la enfermedad
cercenaría de cualquier modo a la situación global del individuo en el
mundo; en lugar de ser ima esencia psicológica ofisiológica, es ima reac-
ción general del individuo tomado en St1' totalidad piicológica y fisiológi-
ca. En todas estas formas recientes de análisis médico, se puede, entonces,
leer una significación única: citanto más se encara como im todo la rea-
lidad del ser humano, más se disipa la realidad de ima enfermedad como

i 1sa
F. L. González Rey 1Las corrientes postmodernas ... 1
ttnidad específica; y-también más se impone, para sustituir el análisis de
las formas naturales. de la enfermedad, la descripción del individuo reac-
cionando a su. situación de modo patológico') (Foucault, 2000, 16 ).

Esta posición nos expresa un Foucault cuestionando la naturalización


y la reificación del concepto de enfermedad mental, así como su carácter
csencialista. Sin embargo, en su análisis no desconoce la especificidad
ontológica de lo fisiológico o Jo psicológico, sólo que la refiere a una
dimensión más compfoja y sistémica, menos tangible, que define como
"situación global del fr1dividuo en el mundo". La enfermedad deja de ser
una "entidad" deificada y comprendida como un aspecto de un "domi-
nio ontológico" específico, y pasa a s·e r comprendida a partir de la con-
vergencia y configuración de espacios ontológicos diversos, lo que se
aproxima más a una vísión de complejidad que al radicalismo discursivo
de ciertos autores postmodernos.
El valor que Foucault da en la cita anterior a la totalidad expresa más
el énfasis en el carácter sistémico de la enfermedad que un holismo esen-
cialista y, sin dudas, va en dirección contraria al rechazo que Lyotard,
sobre todo, expresa con relación a las totalidades. El propio Vattimo cri-
tica el ahistoricismo extremo, defendido por ciertos autores postmoder-
nos, y reivindica lo histórico como la forma en que el pasado aparece en
el momento actual de cualquier fenómeno, limitándose a criticar la visión
teleológica de la historia (Vattimo, 19.91 ).
Uno de los puntos que considero débiles en la crítica epistemológica
presentada por los autores postestructuralistas es su poca relación con los
propios avances de la c;iencia en el período moderno, así como su indife-
rencia a las posiciones. desarrolladás por la filosofia de la ciencia, siendo
,,mbas importantes pai-a la agenda de discusión que esos autores propo-
nen . El desconocimie.qto sobre esos temas con frecuencia los lleva a afir-
m.1ciones generales sobre las ciencias naturales que son obsoletas.
l .a delimitación cronológica entre p,ensamiento moderno y postmo-
drrno nos parece errada, toda vez que la fisica de prÍncipios del siglo XX
111o1rdi rupturas episte.mologías que modificaron de forma radical la
n11~ i 1'm de ciencia, de conocimiento y de realidad. Creo que esas trans-

159 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodern idad
formaciones fueron esenciales para pensar la ciencia y la epistemología
desde perspectivas nuevas, lo que ha sido poco considerado en algunos
de los filósofos postestructuralistas y postmodernos, al negar la episte-
mología y el valor heurístico de la propia ciencia.
Unido al "giro lingüístico" que marcó el tránsito de la filo~ofia de la
conciencia hacia la filosofia del lenguaje, es posible hablar de otro tránsi-
to, el que se produjo en las ciencias naturales e impactó profündamcnte
a la filosofia de las ciencias. Me refiero al "giro complexo" que comien-
za con las rupturas de la mecánica cuántica y se alimenta de los cambios
que progresivamente se füeron dando en todas las ciencias naturales, y
que llevaron a las teorías del caos, de los fractales y oÚas, dando lugar a
una ciencia que no se reconocía más en la imagen determinista de un
mundo estable a cuyas ·regularidades ella debía acceder como resultado
final. Se pasó a una ciencia de los sistemas complejos que llevó a una pro-
funda revolución epistemológica; desde e$a nueva perspectiva, el conoci-
miento no se consideró más como una representación del mundo, sino
como una construcción capaz de generar inteligibilidad sobre otros sis-
temas diferentes a nuestro propio lenguaje, y capaz .de generar nuevas
prácticas que influyen y modifican el mismo problen~á estudiado, prácti-
cas que no son sólo simbólicas -la desintegración del ·átomo, las cirugías
con rayos láser, la posibilidad de explorar el universo;. etc.-.
Ese cambio en la representación del mundo y de la ciencia aparece con
particular claridad en trabajos de científicos naturales que, ante los desafi-
os del conocimiento en sus campos, no pudieron dejar de actuar en la filo-
sofia de la ciencia, como M. Planck, Bohr, Bohm, Heisenbcrg, Prigogine,
por sólo mencionar algunos. Prigogine de forma relativamente reciente
escribió:
«sin embar;go, los contemporáneos, y con mayor moti:Vo la generación de
físicos posterior a Einstein, entendieron u.na lección .muy distinta en el
éxito de la relatividad. Para ellos, la relatividad enseñaba que es imposi-
ble describir la naturaleza desde el exterior: la físicff- está hecha por el
hombre, para el hombre» (Prigogine, 2004, 140).

A pesar de esa importante modific'!ción en el desarrollo de las ciencias


naturales que permitió el desarrollo de nuevos modelos de pensamiento

l 160
F. L. González Rey 1Las corrientes postmodernas ... 1
científico, en los que la representación sobre una ciencia neu tra, objetiva
y causalista estaba superada, la traducción de aquellas conquistas a otros
rampas de la ciencia fue _dificil y demorada por el propio estado de aque-
ll,1s en la construcción d~ sus problemas. De esa forma, aquel momento
histórico inaugurado por la cuántica en las ciencias. naturales, al que
siguió el desarrollo de un fecundo pensamiento crítico con relación a las
t:iencias, con repercusiones no sólo en las ciencias naturales, sino también
l'll las sociales, pasó completamente inadvertido para la psicología.

El desarrollo del tema de la complejidad no puede ser un eslogan que


-.c aplique sólo como ret~rica teórica en la psicología. :j:,a complejidad no
l '.\ una teoría de contenid os particulares, sino una nueva representación

de los fenómenos y un nuevo modelo de pensamiento para cqnstruirlos,


que deben encontrar su forma particular dentro de los diferentes domi-
nios ontológicos en que se desarrollan nuestras prácticas de conocimien-
1ll. La complejidad es, de hecho, una nueva forma de representarnos el
mu ndo, lo que le confiere un inevitable estatus ontológico que, a su vez,
11nplica desarrollos epistemológicos alt~rnativos, que representan, quizás,
l.1 rorma menos trabajada del impacto de la complejidad en cada campo
p.1rticular del saber.
La conciencia de un mundo en relación, permanentemente productor
de nuevas cualidades y, a su vez, definido en espacios particulares dentro
de esa compleja red con~titu tiva que lo define, es ilustrada muy bien por
l'rip,ogine cuando afirma:
"Comenzamos, pites, a descubrir las conexiones que operan entre las cons-
trmtes universales y a comprender este universo un poco a la manera de
una sociedad modern~ de sectores económicos y sociales distintos, aunque
con una misma entidad» (Prigogine, 2 004, 150).

i:.~
interesante que Prigogine use una metáfora del campo de la socie-
dul para representarse el mundo que emerge como resultado del desa-
rwllo de las ciencias de'. la naturaleza. Considero que esto no es casual,
ucs l.1aproximación compleja de la sociedad tuvo mucho que ver con el
udl"lo dialéctico de Marx y el modelo comprensivo de Weber. Con
Marx1 por primera vez)as dimensiones política, ec~nómica y social se

16 1 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
articularon en una nueva inteligibilidad sobre los procesos sociales, mien-
tras que Weber relacionó de forma muy original los procesos subjetivos
con el desarrollo de los procesos económicos del capitalismo productivo.
Esas teorías de la sociología moderna fueron precursoras de la epistemo-
logía de la complejidad.
Edgar Morin ha escrito:
ªA pesar de que los marxismos oficiales fuesen exclusivos y excluidores, mi
marxismo fue y permaneció integrador, y no me sepai'ó de ninguna escue-
la del pensamiento (mi libt·o VHomme et la morte, escrito en 1949-1950,
es ejemplo de eso>> (Edgar Morin, 1995, 26).

El "giro complejo" a que me refiero, y que se desarrolló a partir de las


ciencias, también impactó la filosofía, influyendo en el desarrollo del
tema de la complejidad en ella. Sus dificultades para entrar en la psicolo-
gía se deben en gran parte a las siguientes características que han hege-
monizado la construcción del pensamiento psicológico.
• El determínismo causal universalista que reifica las teorías como dog-
mas, y que dificulta, por la propia presión de los procesos institucio-
nales instituidos en este campo, la producción abierta y procesual de
conocimientos.
• La hegemonía de un modelo positivista de ciencia que privilegia la
objetividad, la simplificación y el instrumentalismo ( González Rey,
1997). Ese modelo es privilegiado hasta hoy por la institucionalización
de la psicología y de su enseñanza en muy diversos países
• La realización de las prácticas y de la propia investigación a través de
referentes teóricos universales considerados como verdaderos.
• El rechazo de la filosofía y la poca cultura sobre este campo que domi-
na hasta hoy a la psicología; campo que, para muchos, se continúa iden-
tificando como un campo práctico-instrumental, cómo queda claro en
el auge que todavía la psicometría tiene en esta ái:ea.

En mi opinión, la teoría de la subjetividad que defendemos se inscribe


en este giro complejo, precisamente por sus orígenes en teorías que se

l 162
F. L. González Rey 1Las corrientes postmodernas ... 1
alimentaron de la dialéctica marxista y que pretendieron comprender al
hombre como resultado de su compleja realidad social, sin tener para ello
que desmembrar la unidad de lo social y lo individual, unidad que lleva
a una nueva definición ontológica sobre los problemas humanos ; lo
social y lo individual se integran en la cualidad de un nuevo sistema que,
ante Ja emergencia de.la cultura, aparece como exclusivo de las personas
)' sus diferentes prácticas: la subjetividad. El análisis histórico de nuestra
posición -orientada al desarrollo de uria teoría de la subjetividad de base
histórico-cultural- ha sido muy bien desarrollado por A. Mitjans.'
Considero ese "giro:complejo" de las ciencias como un momento esen-
cial para el desarrollo de nuevos modelos de pensamiento que, en la cien-
cia, pueden ser definidos como un momento posmoderno de transforma-
ción ontológica y epistemológica. En lugar de la negación de ambas cues-
tiones, las vemos definidas a través de nuevos significados; consideramos
como ontología la apar¡ción diferenciada de formas de realidad en nuestras
producciones teóricas. Lo ontológico nunca nos remite al "ser de una rea-
lidad en sí", como ocurrió en el pensamiento metafisico, sin embargo, sí
expresa "realidades diferentes" frente a formas diferéntes de conocimien-
to. En esta definición, la ontología está estrechamente ligada a las prácticas
de saber )' a la inteligibilidad diferenciada sobre un "real" que se instiu1ye
en esas prácticas. Por ótra pnrte, la epistemología responde a los procesos
diferentes que esas realidades diferenciadas exigen para la producción de
inteligibilidad en cada uno de los campos de acción de la ciencia.
Curiosamente, las posiciones postmodernas asociadas al "giro lingüís-
tico" de Ja filosoña han tenido en la psicoterapia un punto fuerte de
expresión, quizás por ser ésta un área donde las limitaciones del pensa-
miento moderno aparecieron con fuerza particular, afectando no sólo la
psicoterapia, sino todo un modelo educativo y de funcionamiento insti-
tucional particularmente autoritario y orientado a la exclusión.
El modelo histórico-rnltural que presentamos en este libro nos permi-
te un diálogo con otras teorías postmodernas que irá a destacar semejan-
zas y diferencias con ellas. Si algo alimenta un desarrollo diferente a aquel
que caracterizó a la psicología del período moderno, es la consideración
de sus tendencias teóricas como procesos en desarrollo, en permanente
trnsión con la producción de nuevos conocimientos.

163 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
Las posiciones desarrolladas en este libro sobre la subjetividad respon-
den más al "giro complejo" producido en el campo de las ciencias, cuyos
antecedentes están también en las ciencias sociales, que al "giro lingüís-
tico" que marcó una preferencia por el tema del lenguaje sobre otros
tipos de fenómenos sociales. Sin embargo, la subjetiV:idad, como la pre-
sentamos, es totalmente congruente con la crítica a ·1a naturalización y
con la consideración de comprender los procesos y fenómenos de que
nos ocupamos como construcciones sociales. El fuerte-énfasis en la géne-
sis cultural de la subjetividad me llevó a considerarla, como producción
social, y a romper con los vestigios de metafisica e ~ndividualismo que
han caracterizado el desarrollo del tema en la psicología.

UN DIÁLOGO CON EL CONSTRUCTIVISMO

El constructivismo representó un momento de giro radical en el esce-


nario terapéutico, al comprender al terapeuta como momento de la
u·ansformación terapéutica. El terapeuta dejó de estar situado fuera, en
una relación sujeto-objeto, donde el otro estaba a merced de sus posi-
ciones y su saber, y pasó a ser un momento esencial del propio sistema
simbólico producido en el espacio terapéutico. Por otra parte, el cons-
tructivismo da una particular importancia al lenguaje en la producción
del problema; éste no se genera por el hecho objetivo. asociado a él, sino
por la forma en que es significado por la persona.
Neimeyer ( 1997), uno de los autores más significat~vos del movimien-
to constructivista en psicoterapia, escribe:
«Bajo esta perspectiva (se refiere al constructivismo), él lenguaje en reali-
dad constituye las estructuras de la realidad social (Maturan(i/f'y Varela,
1987), exigiendo el cultivo de nuevos abordajes (hermenéutica, narrativa
desconstritccionista, retórica y discursiva), apropiadas al análisis del <texto'
de la experiencia humana en su contexto social (Edwcfrds & Potter, 1992;
Shotter & Ge113en, 1989; Simons, 1989Y' (Neimeyer, i997, 16-17).

l 164
F. L. González Rey f Las corrientes postmodernas ... 1
En ese niomento, que analizo críticamente en mi libro Epistemología
Cualitativa (1997), cil constructivismo está muy influido, como todas las
teorías que en psicología se adhirieron al prefijo post (post-psicoanalistas,
post-racionalistas, etc.), por el impacto del lenguaje en la producción de
la realidad psicológica, lo que de hecho fue muy influido por el llamado
"giro lingüístico" de la filosofia que, desde muy temprano, comenzó a
amenazar con un relÚivismo lingüístico que terminaría por erradicar la
definición de psique. Ese peligro ya se advierte claramente en la posición
de Neimeyer.
Otra característica general de aquel momento inicial de la psicoterapia
constructivista apoyada en el lenguaje fue su indiferenciación con la
orientación construccionista, la cual también comenzaba a definir su
identidad en aquel momento, la que transitaba entre las terapias discmsi-
vas, narrativas y .centradas en la deconstrucción de textos. Sin embargo,
como veremos más adelante, estos movimientos, que formaron una ver-
dadera "simbiosis conceptual" en un determinado momento, se füeron
diferenciando cada vez más entre sí.
El constructivismo, que aparece hoy dividido en muchas tendencias
tt:óricas y prácticas diferentes, entre las que se destacan en la psicoterapia
sus versiones crítica y radical, tiene, sin embargo, algunos puntos en
común entre sus autores, uno de los cuales es explicitado por Neimeyer
( 1997).
«De ese modo, bajo una perspectiva constritctivista, es negado a los seres
hztmanos &ualquier a'cceso directo a una realidad inmediata, que esté
más allá del lenguaJe, definida en términos generales como el repertorio
total de las expresiones y acciones simbólicas propiciadas por nuestra cul-
titra » (Neimeyer, 1997, 17).

En sentido general; el pensamiento postmoderno, usado como refe-


rente, tanto en el constructivismo como en el construccionismo social, se
deriva del "giro lingüístico" de la filosofia postmoderna; sin embargo,
con relación al punto mencionado antes, todas las teorías·que se sitúan
l'I\ una perspectiva postmoderna, incluyendo la teoría sobre la subjetivi-
d.1d defendida en este libro, reconocen la imposibilidad de un acceso

165 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
directo e inmediato a lo real, pero, en realidad, éste no es un reconoci-
miento postmoderno, sino que, como·pudimos apreciar en la cita ante-
rior de Prigogine, es un reconocimiento que comienza con la fisica
moderna, a la cual algunos autores, como el propio Gergen (2006 ), le
siguen atribuyendo rasgos epistemológicos de la epistemología positivis-
ta moderna. En ese sentido, en una generalización errónea, Gergen afir-
ma (2006):
('(La era moderna de.las ciencias ha querido establecer, en primer lugar,
exposiciones objetivas, experimentales, de lo que existe. Ya se trMe de fa
naturaleza de los átomos, de los genes o de las sinapsis en las ciencias
naturales, o del desarrollo de tas organizaciones en las ciencias sociales, el
principal afán ha sido et de la constitución de cuerpos sistemáticos y obje-
tivos del saber» (Gergen, 2006, 119).

Es preocupante que un autor con el peso de Gergen en la comunidad


científica, exprese ese tipo de errores, sintetizan.do la ciencia moderna en
una caricatura totalmente deformada de lo que eila fue. Parece que
Gergen ignora que el átomo fue una de las principales construcciones
que inauguraron una ciencia constructiva orientada .a la producción de
modelos y no a la verificación experimental inmediata en lo empírico.
Para refutar la conclusión de Gergen basta la siguiente afirmación de
uno de los pioneros de la mecánica cuántica, Heisenberg, quien expresa
(1995 ):
ª( ... ) et objeto del conocimiento científico jamás es conocido directamen-
te de la observación, esto es, de ta experimentación) pero sí por la cons-
trucción teórica (o postulado axiomático) especulativamente propuesta y
evalt~ada indirecta y experimentalmente, por las consecuencias que son
deducidas de aqitella construcción~ ( H eisenberg, 199 5, 12).

Como se puede apreciar, las construcciones de la fisica de los años vein..


te y treinta ya respondían a modelos teóricos que n<;> eran "verificados"
objetivamente en el experimento. El desconocimiento de esas posiciones
desarrolladas en la ciencia moderna es grave, en tanto impide usar sus
aportes para pensar cómo la propia ciencia sufrió modificaciones impar-

l 166
:. F. L. González Rey 1Las corrientes postmodernas ... 1
qur repercuten ·en las ciencias sociales. Quizás sea ese desconoci-
1.1111l·s,
miento el que lleva a Gergen a hacer críticas a un pensamiento científico
que, aunque todavía es dominante en psicología, ya fue profundamente
ni1icado, no sólo por los científicos de aquella generación de la mecáni-
la cufotica en fisica, sü1o por los propios filósofos (ver concepto de fic-
ci6n idealizante en M. Ponty) y, de forma muy particular, por los filóso-
fos de la ciencia (Kuhn, Popper, Lakatos, entre otros).
Sin embargo, a diferencia de los constructivistas radicales, que están más
próximos al relativismo absoluto propuesto por los construccionistas
~oda les más radicales, los constructivistas críticos (Mahoney, Guidano,
Nt·imcyer), así como los dialécticos, en especial Pascual Leone, nos pre-
~l'ntan otras (ormas de ver esa relación entre realidad y conocimiento.

"Los constructivistas radicales afirman que toda la experiencia es una


construcción personal; ellos rechazan no sólo el objetivismo, sino también
todas las formas de realismo. Los constructivistas críticos admiten ser na-
listas hipotéticos, pero niegan que podamos .desarrollar una métrica de
rorrespondencia entre la realidad ontológica (la naturaleza de las cosas
mismas) y la reificación epistemológica (el proceso de actuar como si
/Jubicse alguna relación ordenada entre los móviles del universo y los
modelos arquitectónicos de nuestro proceso de conocimiento)» (Mahoney
y Neimeyer, 1997, 5_0 ).

El constructivismo r9mpe con el objetivismo de las terapias cognitivas,


péro reconoce problemas que tienen una existencia como "ontología dife-
l'l'nciada", la que es diferente del discurso socialmente producido sobre
l'sc problema. Sii1 embargo, el lenguaje para esos autores no es un fin en
i.f mismo, sino un instrumento de inteligibilidad frente a las formas de
organización que toman los problemas del paciente. En ese sentido, a
diferencia de los autores constructivistas radicales y de los construccionis-
l•lS sociales, los constructivistas críticos les dan importancia a las hipótesis
<.:omo instrL~mentos procesales en la construcción del proceso terapéutico.
El constructivismo crítico reconoce una identidad o mismidad que gira
.ll rcdedor de un proceso permanente de significación de la experiencia
por el sujeto que la vive, experiencia a la que estos autores siempre le

167 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
reconocen una significación emocional, y se la representan organizada en
un self en desarrollo (modelo cognitivo procesual sistemático del self).
Los constructivistas críticos definen ontológicamente los problemas de
que se ocupan, en el sentido de atribuirles una cualidad diferenciada con
relación a la naturaleza qiscursiva del saber que los e?".presa. El concepto
de organización dinámica de los trastornos psíqukos, presentado por
Guidano, es interesante al ofrecer una posibilidad alternativa de inteligi-
bilidad sobre esos trastornos, diferenciándose tanto 9e la psicopatología
semiológica tradicional, como del reduccionismo lin:_güístico discursivo,
típico del constructivismo radical y del construccionÍsmo social.
Al presentar la categoría de "orgq.nización del significado personal'',
Guidano escribe (1994):
«una Org.S.P. no debe interpretarse como una entidad definida por un
contenido específico del conocimiento · (por ejemplo) una creencia)) sino
como un proceso ordenador unitario) en el que se bus.can la contintúdad
y la coherencia interna en la especificidad de las ptopiedades formales)
estructurales) de su procesamiento del conocimiento (es decir, en la flexi-
bilidad) la generatividad y el nivel de abstracción), más que en las pro-
piedades semánticas definidas de los productos de ese conocimiento))
(Guidano, 1994, 54).

l· Ese concepto pertenece a lo que me gustaría definir como "campo


heurístico", común con mi propuesta, pues tiene gran semejanza con la
categoría de configuración subjetiva propuesta por ~1Í. Entiendo como
campo heurístico la producción de representaciones· que tienen puntos
convergentes importantes en la forma de representarse un fenómeno, así
como de orientar un conjunto de prácticas con relación a él. Esa catego-
ría desarrollada·por Guida.no enfatiza,, una forma compleja de organiza-
ción que puede tomar expresiones concretas muy diversas. Los aspectos
organizativos, configuracionales, de un contenido, són responsables por
sus efectos patogénicos, no el contenido en sí mismo..
El campo heurístico que se define entre la teoría de la subjetividad pro-
puesta y el constructivismo crítico lo veo en la representación sistémica,
dinámica, de las formas de organización de la vida psíquica, rompiendo

l 168
F. L. González Rey 1Las corrientes postmodernas ... 1
11 lll l.1 t.1xunomía de~criptiva de contenidos universales sobre la que se
lt.111 ;1poyado las más diversas teorías psicológicas. Sin embargo, cuando
d <tutor generaliza la:s Org.P.S de ciertos trastornos psicológicos, no va
en la dirección del carácter singular que atribuimos a las configuraciones
subjetivas de cualquier evento o patología. En nuestro análisis, esa forma
diferenciada y singuh1r tendría que ser construida de forma simultánea en
el sujeto y en los espacios de subjetividad social en que están constitui-
d,1s sus prácticas sociales, incluyendo la terapéutica.
La teoría de la sul?jetividad propone una comprensión sistémica dife-
rente a las propuestas por el construccionismo social y el constructivis-
mo. Esa construccic)n sistémica diferente se apoya en una propuesta
ontológica diferente a la de ambas teorías; el sentido subjetivo. Pero la
idea de sistema, movilidad y heterogeneidad en la génesis de los fenó-
menos es similar entre es'tas teorías. Se rompe con la patologización de
ciertos contenidos y formas de comportamiento.
Los autores constructivistas críticos enfatizan el lugar de las emocio-
nes, desconocido tanto por los constructivistas radicales como por los
construccionistas, quienes excluyen las emociones del funcionamiento
complejo del organi'smo humano y de sus formas subjetivas de organi-
zación, para representárselas apenas como un artefacto relacional. A
pesar de la influencia activa y actuante del racionalismo y el cognitivis-
mo - inherentes a las diferentes formas de la psicología cognitiva que
están en la base del pensamiento constructivista y que, en mi opinión,
aparecen de forma subrepticia en algunas de sus construcciones, como
por ejemplo, la dellugar central que otorgan a la categoría significado
personal-, su preocupación por fa integración de lo emocional es paten-
te, aunque no creo que sea algo resuelto en su momento actual. Cuando
me refiero a resuelto no pienso en términos temporales, como solución
definitiva, sino como posibilidad de opciones conceptual~s y en desa-
rrollo frente al tema.
En su definición de significado per'~onal, Guidano (1994) expresa:
((( ... ) el significado personal representa un procesamiento proactivo; un
ordenamiento activo de redes de acontecimientos significativos relaciona-
dos; que genera una percepción del mundo capaz de desencadenar patro-

169 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
nes reciirsivos de moditlación emocional (yo 1) 1 específicamente reconoci-
bles como el propio sí mismo «mí1), unificado y continuo en el tiempo»
(Guidano, 1994, 53).

El significado personal es descrito como procesamiento, término bási-


co de la psicología cognitiva, que representaría un "ordenamiento'', otro
término de fuerte connotación racionalista, el es asociado por Guidano a
la organización de "redes de acontecimientos significativos relaciona-
dos", generadores de una percepción del mundo capaz de desencadenar
recursos emocionales que, a su vez, son "reconocibles". Hasta aquí todos
los procesos descritos son cognitivos: ordenamiento, acontecimientos
significativos (¿pero definidos a partir de qué? ) y púcepción del mundo,
todos reconocibles. Este peso en lo cognitivo no especifica en qué medi -
da lo emocional, que parece ser el resultado de una -cadena de operacio-
nes sobre sistemas de información, actúa recursivaniente sobre los pro-
cesos de ordenación que definen la red de acontecimientos significativos .

En mi opinión, la red de acontecimientos significaO,vos debe estar defi-
nida por procesos emocionales, que serían fundadores y susceptibles a
todo tipo de procesamientos cognitivos y simbólicos, precisamente por
el tipo de lógica recursiva que integra a ambos prosesos en una unidad
diferenciada, donde uno de ellos nunca puede ser r~conocido de forn1a
universal como generador del otro; sin embargo, esto no se especifica en
la definición. de signifie::ado que el a1;1tor propon.e.
U na de las dificultades que observo para la comprensión de la catego-
ría de sentido subjetivo es, precisamente, el papel que en ella se atribuye
en
a lo emocional, que es comprendido una relación l:ecursiva con lo sim-
bólico. Eso, de hecho, define al proceso de subjetiv¡ición como un pro-
ceso que primariamente no es racional, aunque en su desarrollo es inse-
parable de los procesos racionales del sujeto, pero de una racionalidad
relativa, que queda definida siempre dentro de un campo de sentido sub-
jetivo legitimado por la cultura. El sentido subjetivo es la expresión psí-
quica por excelencia de la condición cultural del hombre, y es esa condj-
ción cultural una fuente permanente de relativizacióh de Ja racionalidad ·
humana, lo que ha sido origen de los conflictos que ~an dominado la his-
toria de la humanidad.

l 170
fl 1 C.onzólez Rey j Las corrientes postmodernas ... 1
qu Cluld.11w y Pascual Le~me son los autores más sensibles a
ontr.1dkdón entre los autores constructivistas ·trabajados por mí,
11unq11t' no M.:an conscientes de ella. Así, Guidano (1997) escribe:
"li11 los seres humanos, como en todos los mamíferos (especialmente en
I orfos los primates)1 el sistema afectivo emocional corresponde y depende de
percepciones inmediatas e irrefutables del mundo. Donde, desde un p1.mto
rfe vista pi~ramente ·ontológico, los -sentimientos nunca pueden estar
cr¡ttivocados. Es a través de ellos que experimentamos nuestra manera de
.icr en el mundo. En otras palabras, somos siempre como nos sentimos
(Olafson, 1988). En .el nivel de experiencia inmediata, no es posible
distinguir entre percepción e ilusión (Maturantt, 1996)» (Guidano,
1997. Los destacados son míos).

En la cita anterior se percibe un énfasis en procesos de nan1raleza emo-


cional que no eran enf~tizados de la misma forma en sus trabajos anterio-
res. La diferencia entre percepción e ilusión, que destaca a partir de
Maturana, es esencial en la comprensión del carácter subjetivo de la per-
cepción como proceso,· pues los procesos cognitivos son expresión de un
1111jcto configurado subjetivamente, nunca son procesos "cognitivamente
puros". Cómo consu·uir estas implicaciones de la emoción dentro del
marco teórico que privÜegia como unidad básica de análisis el significado
personal, es algo dificil \:te definir. Sin embargo, en ese último trabajo que
dtamos, Guidano da pasos firmes en la comprensión del carácter prima-
rio y fundacional de las' emociones humanas en la organización psíquica.
No me identifico con el irracionalismo, pues la racionalidad está pre-
sente en los procesos humanos más importantes, sin embargo, tomo dis-
tancia de las versiones de psicoterapia. que convierten las construcciones
del terapeuta en el "nú~leo rector'; del proceso de cambio. Creo que las
construcciones del terapeuta son un "instrumento dialógico" esencial
para ayudar al otro en nuevas producciones subjetivas.
La producción de sentidos subjetivos se integra a nuevas reflexiones y
significados que son parre de ella, pero no su referente "racional". Esas
construcciones significadas le permiten al sujeto nue~1 as representaciones
que pasan a ser parte de su proceso de cambio y desarrollo. Es este el

171 1
1Psicot erapia, subjetividad y posmodernidad
proceso del cambio terapéutico, sin embargo, eso n o significa que el
cambio esté regido por un proceso de ordenación dirigido por la resig-
nificación; la resignificación es un proceso más de producción de sentido
subjetivo, que -se integra dentro de ptros desdoblal'nientos de sentidos
que no están en la dirección de los reordenamientos significados de la
experiencia.
Creo que al aumentar la comprensión del paciente de sus "reglas para
la ordenación de su realidad" no necesariamente · conduce a un grado
apreciable de modulación emocional. La cognición, en la perspectiva que
defiendo en este libro, representa un proceso de subjetivación de natu-
raleza constructiva. Es'esta una de las razones por las que el cambio en
psicoterapia no representa el acceso a una realidad ~esconocida, sino la
construcción de 1ma nueva realidad.
El "efecto facilitador de la asimilación" al que se refiere el autor lo
vemos más como la producción de nuevos sentidos subjetivos que como
reencuadre de las experiencias existentes. Los conceptos asimilación y
reencuadre tienen un cuño piagetiano que inducen a 'pensar que la expe-
riencia es la misma, sólo que va a entrar en una nueva estructura, cuando
en realidad la experiencia es diferente y queda defin.ida por su sentido
subjetivo: ella no existe en ninguna dimensión objetiya fuera del sentido
subjetivo que tiene para la persona.
El constructivismo crítico tiene un interés definido por lo afectivo,
pero su imaginario lógico-cognitivo, definido por sus antecedentes en
Piaget y Kelly, le dificulta construir una unidad teórica que permita una
articulación recursiva y dialéctica entre lo simbólico .Y lo emocional. De
hecho, el papel que atribuyen a los significados personales; con indepen-
dencia de su .apertura en la definición de esta categoría, los limita en el
reconocimiento del carácter generador del afecto en .la vida psíquica.
Aunque en la práctica terapéutica estos autores nó pretenden llegar a
la correspondencia entre los criterios de significación empleados para
valorar la experiencia y la "realidad" de esa experierrda, ellos esperan que
el cambio en los criterios de significación permita al.'.paciente compren-
der cuáles fueron sus patrones de clasificación del vínculo afectivo que
fueron consistentes con el estilo de apego, lo cual considero imposible,

l 1n
F. L. González Rey 1Las corrientes postmodernas... 1
pues los patrones d.e clasificación no son procesos cognitivos, sino pro-
cesos de sentido subjetivo cuya configuración es inaccesible a los signifi-
cados del sujeto, simplemente porque representan procesos de orden
diferentes. De forma indirecta pare:ce que Guidano intenta, en ocasiones,
una defensa a una c.orrespondencia lineal entre conocimiento y realidad.
La reflexión del sµjeto es un proceso esencial de producción de senti-
do subjetivo, pero no por acceder de forma direéta, a través de sus repre-
sentaciones, a los procesos implicados en esa producción subjetiva, sino
porque permite alternativas imaginarias y de acción que se van organi-
zando dentro de una producción simbólico-emocional diferenciada.
Coincido con estos autores en la importancia que atribuyen a la cohe-
rencia en la identidad de la persona, sólo que e5a coherencia no es cog-
nitiva, es un proceso de subjetiva&:ión más relacionado con la capacidad
de producir sentidos subjetivos que con una representacíón cognitiva. La
dificultad en superar los vestigios racionales-cognitivos del constructivis-
mo está en el no reconocimiento de la subjetividad como un sistema dife-
rente de la cognición, cuyas producciones no son ni dirigidas, ni contro-
ladas, ni acompañadas puntualmente por la cognición: la cognición es
una vía de subjetivación.
Con lo anterior.no devalúo el papel de lo racional en la acción huma-
na, sólo que lo coloco en otro plano; la racionalidad no es un supravalor
desde el cual se puede controlar la subjetividad; ella es una producción
subjetiva que crea un referente de valor a los procesos de subjetivación
mediante su objeti~ación en procesos reguladores de la cultura que, a su
vez, tienen una naturaleza subjetiva. La racionalidad está investida de
sentido subjetivo y es objetivada y legitimada por la cultura, solo que
ésta, en su conjunto, representa un sistema subjetivo. La forma en que
cada persona produce sentido subjetivo sobre esa racionalidad dominan-
te en cada cultura qependerá de su propia configuración subjetiva y de su
inserción en el contexto de esa cultura.
Los procesos de $ignificación y construcción de la persona sólo tienen
valor para la regulación del comportamiento cuando se constituyen en
producciones de sé'ntido subjetivo. Las construcciones de la persona se
expresan en lenguajes que, sin dudas, son un aspecto constitutivo impor-

173 1
1Psicoterapia, subjetividad 'Y posmodernidad
tante de esos sentidos subjetivos, pero no un referente absoluto o privi-
legiado de esa producción subjetiva. Bl significado es importante porque
contiene una carga afectiva que no está definida por su contenido explí-
cito, sino por el juego de configuraciones subjetivas en las que un signi-
ficado se apoya.
Otra categoría de fuerte significación cognitiva en la forma en que es
asumida por estos autores es el self. G. Ncimeyer escribe ( 1997):
«Para la mayoría de los autores constructivistas, el self constititye una
unidad m;ganizada de significados, y los eventos que indican profundos
cambios en aquel sistema son amenazadores» (Neimeyer, 1997, 99).

En esta afirmación, Neimeyer reproduce la lógica cognitiva del "even-


to amenazador", la cual está sustentada necesariamente por un proceso
de evaluación de la persona. Desde mi punto de vista, el evento amena-
za como producción de sentido subjetivo, no por un significado que
resulte de una evaluación cognitiva.
Esta relación entre lo emocional y lo cognitivo es presentada en una
cualidad ontológica diferenciada por Greenberg y Pascual Leone, quie-
nes escriben (1997):
«Et cambio en terapia, desde nuestro punto de vista, no ocitrre frecuente-
mente al modificar las cogniciones, ni tampoco por el insight intelectital,
o por la catarsis) o por la (armonización) con los propios sentimientos. Al
contrario) el cambio viene a través de la construcción de nuevos signifi-
cados personales (esto es) afectivos y cognitivos), que se basa inicialmente
en la simbolización de una síntesis dinámica verdaderamente nueva en
la conciencia, ocurriendo en el campo interno de la activación. En este
0

proceso, la construcción de nuevos significados es muy facilitada por la


evocación vivida en terapia de la experiencia emocio':'almente cargada,
situando a la experiencia emocional en contacto con .los procesos reflexi-
vos. La síntesis dialéctica de la emoción y la reflexión_es la clave para el
cambio terapéutico, en oposición a la catarsis y al raciocinio aislados»
(Greenberg y Pascual Leone, 1997, 151). ..

l 174
F. L. González Rey ( Las corrientes postmodernas ... 1
1 ,1 visión dialéctica de estos autores, que me resultó particularmente
.111.11 1iv.1 desde mis primeras lecturas de Pascual Leone, con quien com-
p.1rt í reflexiones que sjn duda contrfüuyeron mucho al curso de mis reíle-
\ Iones actuales, ·se diferencia en dos aspectos del resto de los autores
w11structivistas; primero, los nuevos s¡gnificados se basan «en la simboli-
:-.11ci6n de una síntesis' dinámica verdaderamente nueva de la conciencia».
O sc:l, los significado~ son, de hecho, una producción realizada a partir
de una unidad gue i~tegra de forma dialéctica la cognición y el afecto,
l 1111 lo cual los autor~s toman partido por una integración procesual de

,ll(:cto y cognición que acompaña la experiencia humana superando la


1111ivcrsalizaci6n referida al patrón de apego definido por Guidano y, en
sr..:gundo lugar, la con~trucción de nuevos significados es facilitada por la
integración de los procesos reflexivos con la experiencia emocional.
El concepto de síntesis dinámica de Pascual Leone está cargado de las
mismas preocupaciones ontológicas que el concepto de configuración
subjetiva que he venido desarrollando: la búsqueda de una unidad sim-
bólico-emocional que permita especificar la psique h umana en las condi-
ciones cambiantes de )a experiencia en la cultura
De forma más reciénte, Juan Balbi (2004) ha defendido la especifici-
d;1d del posracionalisi;no con relación al constructivismo, precisamente
por su énfasis en los p_rocesos afectivos.
«Otra diferencia importante er1;tre posracionalismo y constructivismo
mdica en la import.ancia otorgada por los primeros a las emociones, en
varios sentidos: a) como formas de conocimientoj b) como constitutivas del
proceso de la conciencia,· c) como el factor fundamental ínter.viniente en
los procesos de cambio humano ... » (Balbi, 2004, 275).

Siento que la posición sobre la subjetividad que defiendo encuentra


varios puntos de contacto con los autores constructivistas en la psicote-
rapia, pero expresa también importantes diferenci~s. Entre esas semejan-
1.,1s y diferencias podemos destacar las siguientes:
• La importancia atribuida a las hipótesis del terapeuta en la conducción
del proceso terapéutico. Esto es posible, pues en ambas posiciones se
a
reconoce un sujeto constituido que no se "disuelve" en su sistema

175 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
relacional. Sin embargo, a diferencia de los autores constructivistas, no
considero que sea el terapeuta quien explicite y elabore los eventos car-
gados de afreto al sujeto en terapia, pues esa carga afectiva es ininteli-
gible para el terapeuta en su configuración subjetiva. Me oriento más
a estimular nuevas producciones del sujeto sobre diferentes aspectos
que emergen en el proceso terapéutico; es en estas construcciones que
los nuevos sentidos subjetivos emergen.
• Concuerdo en el uso de instrumentos durante el proceso terapéutico.
Los autores constructivistas, como hemos visto en varios momentos
del libro, han sido muy creativos en la elaboración de herramientas que
estimulen el vínculo activo del sujeto en el proceso terapéutico.
• Dar al sujeto un status constructivo sobre su experiencia es otro punto
en común con esos autores; sin embargo, a diferencia de ellos, y qui-
zás por la significación que atribuyo al concepto de subjetividad social,
enfatizo la creación de espacios sociales de subjetivación que no son
parte del repertorio de los autores constructivistas. También enfatizo
más el carácter generador del propio diálogo en eL proceso terapéuti-
co, el cual va permitiendo abrir nuevos espacios de sentido en la comu-
nicación que propician la emergencia de nuevos sentidos subjetivos.

El constructivismo reorienta sus reflexiones en psicoterapia sobre la base


de un fundamento ontológico y epistemológico, y coloca sus produccio-
nes dentro del campo terapéutico como _un momento importante de su
desarrollo general como sistema teórico, lo cual considero muy impor-
tante en el contexto actual del desarrollo del pensamiento psicológico.

UN DIÁLOGO CON EL CONSTRUCCIONISMO SOCIAL

El construccionismo social, a diferencia del constructivismo, no tiene


raíces propias en la historia de la psicología. Este movimiento se alimen-
ta del "giro lingüístico" de la filosofia y asume el concepto de construc-
ción social en la forma en que se presentó en la versión discursiva del pos-

l 176
F. L. González Rey 1Las corrientes postmodernas... 1
tcstructuralismo fraÓcés y del neopragmatismo norteamericano. Estos
;Httores, la mayoría de los cuales viene de la psicoterapia familiar y de la
p~icología social, se fueron apropiando de esos principios en la marcha de
sus reflexiones críticas.
El tránsito hacia eL construccionismo social fue un proceso que, como
.1flrmé antes, tuvo diferentes momentos, donde en ocasiones Jos princi-
pios de ambas teoría~ se presentaban indistintamente por muchos auto-
res. La propia L. Hoffman escribe ( 1998):
«A pesar de que mu'chas personas, induyéndome a mí misma, hayan con-
jimdido frecuentemente esta teoría con el constructivismo, las dos posicio-
nes son bastante diferentes» (L. Hoffman, 1998, 14).

A pesar de ese reconocimiento en el plano teórico, lo cierto es que


muchos autores identificados con el construccionismo social" desarrollan
prácticas de carácter constructivista. El construccionismo social, en reali-
dad, agrupa posiciones bien diferentes, con no pocas contradicciones
profundas entre quienes las comparten, lo cual puede evidenciar, o bien
!J. necesidad de resolver cuestiones teóricas y epistemológicas importan-
tes, cuya solución apw1taría a una transición hacia nuevos momentos
cualitativos en su desarrollo, o bien una fragmentación que definirá ten-
dencias diferentes e irreconciliables en el interior de este movimiento.
El constr!Jccionismo se diferencia del constructivismo por su negación
radical del sujeto y por su "relacionismo radical", como el propio Gergen
lo define. La emergencia del construccionismo social se apoya en el sta-
tus simbólico que los. autores postestructuralistas atribuyen a las realida-
des naturalizadas que caracterizan muchas de las prácticas sociales insti-
tucionálizadas. Esa posición, sin dudas, representó una contribución
importante para Ja psicología: el aspecto social de los diferentes concep-
tos atribuidos a un "mundo real". Eso permitió profundizar en la crítica
a la naturalización, la objetivación y la cosificación ~e las categorías p si-
cológicas, proceso que ya venía siendo desarrollado por diferentes auto-
res (Vigotsky, Cooper, Laing, Castoriadis, Guattari, entre otros).
Como movimiento institucionalizado, esa crítica había comenzado
bastante antes en la psicología, precisamente cuando la psicología sovié-

177 1
1Psicoterapia, sub jetividad y posmodernidad
tica, orientada sobre nuevas bases filosóficas, se representó la formación
de la psique en las condiciones de la cultura y, consecuentemente, desa-
rrolló nuevas prácticas en este campo, lo que se evidencia con claridad en
el trabajo de Vigotsky con los niños portadores de diferentes tipos de
deficiencia. Sin embargo, la crítica postmoderna trajo un repertorio de
nuevos términos que, sin dudas, aportaron nuevas opciones y posibilida-
des para las ciencias sociales, como fueron la centralidad de Jos temas del
poder y del discurso, comprendido este último como. sistema de prácti -
cas simbólicas.
En esa misma dirección se destacan los trabajos de Castoriadis al enfa-
tizar la naturaleza imaginaria de la organización social y de Moscovici
sobre representaciones sociales; conceptos corno discurso, imaginario
social y representación social, destacan una producción simbólica que es
inseparable del concepto de sociedad y de la significación de las prácticas
sociales naturalizadas en el cotidiano .de cada sociedad concreta.
El construccionismo social tuvo fuerte influencia del rechazo postes-
tructuralista de las grandes narrativas, lo que tuvo un impacto sensacio-
nalista que generó una explosión de posiciones extremistas, todas ellas
centradas en la negación, que iban desde la muerte d~_l sujeto hasta el fin
de la historia. Esa tendencia generó un rechazo a toda definición onto-
lógica, con lo cual la psique y el conocimiento científico pasaron a ser
meros discursos legitimados por consenso en las prácticas sociales. En
este punto, pienso que Jos autores construccionistas perdieron su posibi-
lidad de generar nuevos espacios de inteligibilidad e1i sus prácticas y, en
consecuencia, reprodujeron muchos de los problemas que criticaron.
El construccionismo genera una comunidad comunicativa sin autor. El
sujeto no piensa, ni genera, ni construye; él es un momento de un espa-
cio dialógico donde toda producción es social. Gergen (2006) afirma:
«Aquello que consideramos como verdadero y no falso, como objetivo y no
subjetivo, como científico y no irracional, como moral y no inmoral, ha
nacido de grupos de individuos que tienen una situación concreta en la
historia y la cultura ( ... ) El saber, la razón, la emoción y la moralidad
no residen en la mente del indiJJiduo, sino en las relaciones» (Gergen,
2006, 48-49).

l 178
F. L. González Rey 1Las corrientes postmodernas ... 1
1 1 llll .1p.1cidad para. reconocer el carácter complejo de las relaciones
r.1111 t' individuo y sociedad lleva al autor a negar cualquier status ontoló-
~Íl.°ll p;wticular a la psiq_ue: d escenario de cualquier producción humana
n rd.1cional. O sea, la teoría de la relatividad fue un evento relacional y
110 la obra creativa de ·una persona que, inmersa en múltiples relaciones
y formas de saber, fue capaz, dentro de ellas, de construir algo nuevo que
.1bri6 una nueva forma de ver el mundo e infinitas nuevas prácticas que
c1mbiaron para siempre ese mundo .
La crítica al carácter individualista y naturalizado de la psicología, muy
bien hecha por los autores construccionistas, no lleva. de fo rma necesaria
.1 las afirmaciones categóricas realizadas a partir de esas críticas. En oca-
siones parece que una nueva forma de reduccionismo sociologista, rela-
cional y discursivo fuera la única opción frente a los problemas que ellos
critican, lo cual es falso.
A pesar de la negación radical, por la mayoría de esos autores, del indi-
viduo y de la singularidad, una de las autoras más relevantes de esta teo-
ría en el campo de la psicoterapia, H . Anderson expresa (1999 ):
«Notamos que, en lugar de aprender el lenguaje de una familia, apren-
día1nos los lenguajes particulares de cada miembro. La familia no tenia
un lenguaje; sus miembros individuales lo tenían, y cada lenguaje era
distinto. Cada miembro tenía su propia descripci6n del problema y de su
solución, así como m propia descripci6n de la familia y de la terapia. Nos
fascinaron esas diferencias entre las experiencias, las explicaciones y los
significados atribuidos a un mismo hecho, a una misma familia, a un
mismo individuo,, (H. Anderson, 1999, 99).

En el párrafo anterior se reconoce la diversidad de las personas que


integran el contexto familiar, la capacidad que ellas tienen para describir,
de formas diferentes, realidades vividas conjuntamente. La autora limita
su análisis a los significados, las percepciones y el lenguaje. Pienso, sin
embargo, que esas realidades vividas conjuntamente son diferentemente
sentidas, pensadas y elaboradas por personas con configuraciones subje-
tivas diferentes, cuyas realidades subjetivas no se reducen al contexto que
describen y para quienes,esa misma realidad tendrá una multiplicidad de

179 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
matices emocionales diferentes. Sin embargo, la reificación de lo relacio-
nal, asumido con la misma rigidez que un dogma, no les permite a esos
autores plantearse una forma alternativa de entender 1a organización y los
p rocesos de la psique humana como instancia diferenciada de otras, den-
tro del propio contexto ~e las prácticas sociales.
La posición sustentada por ellos tiene en su base una fijación crítica en
u n concepto obsoleto de subjetividad, eliminando todas las posibilidades
heurísticas de ese tema dentro de sistemas de significado diferentes al de
las teorías psicológicas y filosóficas modernas. Otro aspecto que influye en
ese rechazo es la subvaloración, de origen pragmático, ;.de los aspectos teó-
ricos no relacionados de forma inmediata con la práctica. Tal parece que
los autores construccionistas, en lugar de comprender las producciones
anteriores del conocimiento como sistemas de inteligibilidad situados his-
tórica y socialmente, los comprendieran como entidades absolutas a ser
juzgadas como ciertas o falsas. Eso les lleva a declarar la obsolescencia de
aquellos conocimientos, en lugar de una reconstrucción de ellos.
El concepto de zona de sentido desarrollado por mí (González Rey,
1997) está orientado a una lectura deconstructiva del saber, pues separa
las posibilidades de inteligibilidad de un saber, de las. categorías concre-
tas por las cuales esa inteligibilidad fue posible en determinado contexto
histórico y cultural. Las categorías representan momentos históricos de
representaciones más abarcadoras, que facilitan nuevas opciones de desa-
rrollo para marcos teóricos diferentes.
Un ejemplo interesante de la forma rígida y superficial en que Gergen
critica la subjetividad se observa en lo siguiente:
ccNo me voy a extender mucho sobre los problemas que plantea la subje-
tividad. Dos de ellos merecen una "atención especial. El primero es de
orden conceptual, el segundo es de orden ideológico. En el plano concep-
tual, es preciso reconocer que nadie ha llegado aún a dar cuenta de una
manera defendible del modo en que las palabras de una persona dan
acceso a su mundo interior. A partir de las expresio1Íes de los de1nás, no
hay modo alguno de saber qué es lo que nos muestran del estado subjeti-
vo de quien las expone ( ... ) La segunda forma en qtÚ se pone en tela de
Juicio el postulado subJetivista se hace eco del último debate sobre la

1 180.
F. L. González Rey 1Las corrientes postmodernas ... 1
apuesta política del saber. Algunos autores están de acuerdo en decir qite
al asignar esta importancia a la .subjetividad individ-ual reforza11ios la
ideología individualista que atenta contra nuestro porvenir cultural»
(Gergen, 2006,"62-63).

Es realmente impresionante ver a un autor con tantas ideas sugerentes


como Gergen hacer afirmaciones tan simples e irresponsables. En primer
lugar, si tomamos el lenguaje como reflejo de las cosas, cosa que el cons-
truccionismo critica, claro que es imposible reflejar estados subjetivos
complejos en las p·atabras, pero si tomamos el lenguaje no como algo ais-
lado, objetivo, y no lo reificamos como un fin en sí mismo, sino que lo
vemos como parte·de un sistema complejo, tanto social como individual,
que se alimenta de otros registros y no sólo de sus propias producciones,
es claro que el lenguaje, no por las. palabras puntuales, sino por las cons-
trucciones del sujeto, representa una fuente privilegiada para producir
conocimientos sobre otros aspectos, no sólo de la persona, sino también
de la sociedad.
Uno de los problemas que ha tenido el construccionismo social es que,
en su desdén por la ciencia, ha descuidado el desarrollo de formas alter-
nativas de investigación sustentadas sobre presupuestos epistemológicos
diferentes de los que guían las construcciones de la ciencia dominante.
En ese sentido, han reificado los procesos de análisis del discurso a par-
tir de sus propios supuestos ontológicos o de la a'usencia de ellos, punto
de divergencia entre estos autores. Mientras que algunos autores cons-
truccionistas reconocen el carácter ontológico del discurso, como Harre,
otros, como Gergen, lo rechazan.
Otro de los problemas de ese construccionismo orientado a un relati-
vismo extremo es que termina afirmando bajo otra retórica discursiva
algunos de los problemas que critica como modernos, fenómeno que he
denominado de "paradojas del construccionismo social". Entre esas
paradojas está el " relacionismo radical" que destaca Gergen. ¿No es ésta
una forma de reduccionismo1
La segunda razón que usa Gergen- para cuestionar el concepto de sub-
jetividad y a la que atribuye una connotación ideológica referida al refor-

181 1
1 Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad

zamiento de la ideología individualista, que "atenta contra nuestro por-


venir cultural", me lleva nuevamente a tener que esclarecer definiciones
que con frecuencia son pasadas por alto en la literatura: el individualismo
no significa el individuo, lo singular, el individualismo es un valor moral
donde el individuo se centra en sí mismo y es incapaz de desarrollar valo-
res o compromisos sociales. El sujeto, como lo defino aquí, y lo he trata-
do en mi obra anterior (González Rey, 1989, 1995, 2002, entre otras), y
en lo que coincido con otros autores de la sociología (Touraine, Ferraroti
y N. Elias, entre otros), representa una condición par~ un proyecto real-
mente colectivista, pues el colectivismo sin la tensión ei1tre las diferencias
individuales, que la propia Anderson destaca en el trabajo con las familias,
es tan nocivo para el porvenir cultural como el individualismo, pues repre-
senta un totalitarismo opresor qne niega los espacios individuales, llevan-
do a la reificación de elites que hegemonizan un podel- absoluto.
La subjetividad, desde la perspectiva' en que nos situamos, es una cate-
goría de valor heurísticq y práctico para enfrentar algunos de los dilemas
que los autores construccionistas refieren a partir de su·s prácticas. Así, H.
Anderson, cuestionando la familia como unidad defini,toria de la psicote-
rapia escribe (1999):
«En mi perspectiva la familia no existe. No hay una familia; la familia
no existe dentro de Uf! mundo social rarificado. Para mí la familia es
una realidad basada en la comimicación. Por consi4uiente) hay tantas
familias como niiembros del sistema hay) incluido el terapeuta que lo
define. Esto no qiiiere decir que no doy 'valor a la familia. La familia)
tanto en sus sentido más estrecho como en el más amplio, es importante
para todos nosotros) para nuestra existencia y para nuestra identidad))
(H. Anderson, 1999, 122).

El párrafo anterior es una muestra excelente de lo que hemos definido


como paradojas del construccionismo; su lenguaje es tan radical que no
tiene términos para expresar necesidades de su prop1a construcción, y
está obligada a usar términos "modernos" como identidad. Por otra
parte, comienza el párrafo con una expresión sensacionalista al afirmar
rotundamente que la familia no existe ¡para terminal- reconociendo el

l 1s2
F. L. González Rey 1Las corrientes postmodernas ... 1
valor de la familia! Es un párrafo eompletamente paradoja!, pero que no
deja de abrir una reflexión interesant:t.
Las categorías no son modernas o postmodernas en abstracto; lo que
resul ta significativo en· una categoría es la forma en que ella es usada en
1111 sistema teórico. Toda nueva producción de conocimiento genera for-
mas de inteligibilidad sobre determinada cuestión, susceptibles de inte-
grarse a otras que, sin ir en la misma dirección, son capaces de presen-
t.1rnos un problema viejo en una nueva perspectiva teórica capaz de apor-
t.1r inteligibilidad a esa nueva producción, sin negar lo que aquella repre-
~eni.1 como modelo teórico.
Uno de los espacios importantes que el tema de la subjetividad trajo a
l.1 psicología consiste en que los eventos de la experiencia, más que "rea-
li1Lldcs objetivas externas", son producciones subjetivas capaces de expre-
~.1r hechos objetivos a: través de sus efectos sobre el sistema subjetivo
implicado en ellos, produciendo resultados que no son explicables de
forma directa por la información empírica accesible de forma inmediata
'obre aquellos hechos;·es esta especificidad ontológica definida en la cate-
~orfa sentido subjetivo· la que abre la posibilidad de representarse regis-
tros subjetivos que deben ser construidos de forma indirecta de conjun-
tos diversos de información empírica.
Continuando su crítica al concepto de familia en la forma en que este
lite tratado por la psicoterapia familiar sistémica, Anderson continúa
( 1999):
'rLos problemas viven ·y respiran en el lenguaje. El lengiiaje, el comuni-
mrse sobre un problema, configiwa un sistema social; problemas producen
.ristcmas ( .. . ) Conceptualizamos el si'stema del problema como un sistema
de acción social, organizado por el lenguajear sobre los temas vitales que
!rt gente define como problemas. Los siJtemas de problemas, igual que los
problemas, existen en el lenguaje. Los miembros de un sistema terapéuti-
co se aglutinan en tor;io a un problema» (H. Anderson, 1999, 124).

La cita anterior tiene diferentes consecuencias . Por una parte, no reco-


noce que la existencia _objetiva dentro de la sociedad y la culmra tiene
rnnsecuencias sobre lo~ problemas que las personas· presentan; no hay

183 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
registros diferentes al lenguaje que hagan parte del problema. O sea, que
el hecho de que en una pareja ninguno de ellos tenga empleo y se ali-
mentan mal, sóio se "organiza por el• lenguajear". El construccionismo
no dispone de categorí~s para significar los impactos y desdoblamientos
de una realidad vivida sobre la persona, sólo reconoce el lenguaje como
sistema auto producido en los espacios de prácticas sociales de carácter
simbólico.
Una vez definido el problema por el lenguaje, es que se crea el siste-
ma, el cual va a implica.r a las personas que, de una forma explícita, apa-
recen como protagonistas del conflicto, lo que la autora enfatiza cuando
agrega a lo anterior lo siguiente:
«Por ejemplo, incluirá (se refiere a la tei'apia) a un miembro individual
de la familia, a partes de ima familia, a toda la familia, a personas aje-
nas a la familia, a individuos que se 'conozcan íntimamente o que se conoz-
can muy poco. Incluirá a cualquier combinación de personas que tengan
opiniones acerca del problema y traten de resolverlo') (H. Anderson,
1999, 125).

O sea, integrará sólo a los que están directamente implicados en un


espacio relacional inmediato e interactivo, y que tengan opiniones sobre
el problema, con lo cual se absolutizan los aspectos· inmediatos de las
relaciones y el conocimiento directo y explícito.
La noción de sistema de problemas que la autora ·introduce, si bien
rompe con los límites estrechos en que los terapeutas. familiares concep-
tualizaron a la familia, de hecho no da cuenta de todos los aspectos que
pueden estar· configurando un problema, simplemente porque estos
aspectos no se pueden identificar sólo en un orden relacional ni en el
conocimiento de los participantes en esa relación. Los problemas se con-
figuran a través de sentidos subjetivos que se integran en complejas con-
figuraciones, inaccesibles al lenguaje, y de las que no participan sólo ele-
mentos de una situación relacional pr.esente. La posición de Ja autora ter-
mina enfatizando una objetividad y un presentismo que traduce un rea-
lismo superior a cualquiera de las teorías que son aq1sadas por ellos de
realistas.

l 1a4
F. L. González Rey 1Las corrientes postmodernas ... 1
El concepto de sistema de problemas fija el análisis del problema en sus
protagonistas relacionales actuales, en un nivel micro, con lo cual los sis-
temas de problemas aparecen fragmentados en diversos espacios e insti-
tuciones sociales como problemas locales, lo que impide estudiar y tra-
h.ljar sus vínculos con otras cuestiones que, provenientes de otros espa-
l ios sociales, se configuran en la organización del problema; analizar la

~it uación sólo a través de los protagonistas de los marcos relacionales eli-
mina la posibilidad de ~omprender cómo otras proí-fucciones de la cultu-
1,1 y la sociedad participan en las relaciones actuales de las personas.
Desde esa perspectiva, ningún elemento macrosocial, en sus consecuen-
11.is para las personas y/o las comunidades, podría ser estudiado.
En la definición del ?'sistema del problema", todo problema se presen-
1;l como local y contextual y existe sólo en y por e\ lenguaje. Sin dudas,
el estudio de los problemas humanos.dentro del contexto de factores que
los afectan necesita de ·categorías y teorías abiertas a la mayor diversidad
de registros posibles 1:elacionados con las trayectorias de las personas,
~rupos e instituciones en su vida social.'Es precisamente ante este dilema
q11c la categoría subjetividad adquiere importancia para el estudio de
pmblemas humanos concretos, no sólo para estudiar la dimensión indi-
vidual, intrapsíquica de estas cuestiones, sino para estudiar la configura-
l iún de esos problemas en términos de la subjetividad social, dimensión

que no se puede reducir a lo relacional, lo lingüístico, ni a los contextos


inmediatos en los que ~l problema toma forma concreta.
S.1lir del reduccionismo de la familia que caracterizó la psicoterapia
t.1miliar sistémica de orden primero, sin comprender. otro orden ontoló-
~il o que nos pueda introducir en niveles cualitativos nuevos de análisis
dri problema, no lleva a ninguna solución, pues termina ocultando
dimensiones sociales, políticas y ecológicas de los problemas psicológi-
1 m 1 que no aparecen dé forma inmediata en los espacios locales de rela-

1 illn, que son una esp~cie de "iceberg" fenoménico de una compleja

11rp,.1nización simbólico-·emocional.
1"1 problema en todad'sus i~plicaciones no aparece en ninguno de los
p.1dos sociales aislados y concretos que se pretenden usar como expli-
i\oún de su génesis. Los problemas sólo aparecen en la configuración

185 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
subjetiva que expresa la convergencia de registros sociales diferentes, que
toman forma subjetiva única en las configuraciones subjetivas de las per-
sonas en determinados espacios sociales e institucionales en los que esa
relación ocurre. Subjetividad social e individual son dos momentos inse-
parables de la configuración subjetiva de un problema.
Quizás fue por esa razón que A. Touraine (2002) definió:
«si dispusiera todavía de algunos años para dedicarme a la investiga-
ción, concedería prioridad a un nuevo conJunto de intervenciones socio-
lógicas que se centrarían más en los individuos, tal vez intentando esta- .
blecer relaciones inte1personales con ellos, pero que, de cualquier modo,
haría que los grupos reflexionaran sobre sus experiencias individuales, y
se esforzaran por hacer que cada cual extrajera et sentido.de sus propias
preornpaciones personales. Las personas son mucho más importantes que
sus actos y sus palabras» (A. Touraine, 2002, 118).

El sentido subjetivo representa la cualidad diferenciada, de tipo subje-


tivo, del sistema de efectos que aparecen como resultado de la multipli-
cidad de procesos y fenómenos sociales que de forma directa o indirec-
ta convergen en la expresión de un ·problema. Es por esa razón que el
sentido subjetivo sólo puede ser construido en una estrategia "Construc-
tivo-interpretativa que implique las formas más diversas de expresión de
la persona. La expresión de una persona no es un acto individual, es el
resultado del conjunto de efectos subjetivos asociados a sus diferentes
experiencias sociales, las que se tornan históricas, no como hechos, sino
como configuraciones subjetivas. La persona es, en sí misma, un sistema
complejo que, constituido dentro de una compleja· red de efectos de
otros sistemas dentro de los que simultáneamente actúa en su vida
social, representa un espacio único y privilegiado para conocer esos sis-
temas.
Un ejemplo muy interesante de lo anterior aparece en el trabajo de
doctorado de A. Aráis, bajo mi orientación, en el que la autora presenta ~
configuraeiones subjetivas singulares y altamente dift:renciadas de muje-
res con depresión postparto. El trabajo nos brinda m1merosas evidencias
para despatologizar la depresión postparto y comprenderla en la confi-

i 1s6
1 1 Gonzáfez Rey 1Las corrientes postmodernas ... 1
ll 11111* 11v.1 si 11gular de cada mujer estudiada. En esos estudios de
o, ,, l.1 ,·c1, se evidencian sentidos subjetivos asociados al género, la
111.11ri 1ml.1d, el trabajo, la clase social y otros, que resultaron muy útiles
p.11\1 .1lgunas reflexiones sobre Ja subjetividad social del Brasil hoy.
Si hubiéramos usado la estrategia de sistema de problema que A.nderson
~11gicrc, quizás no habríamos tenido acceso a todo lo que fue construido
1·11 la mencionada in~estigación,
, pues nos habríamos limitado al análisis
1k los protagonistas del problema en sus conversaciones, las que no ago-
1.1b,rn Ja naturaleza subjetivo-compleja de esos problemas. Las hipótesis
q11c se fueron desar~ollando en el curso de la investigación facilitaron
ddtnir aspectos de la· subjetividad implicados en las diferentes configura-
doncs subjetivas individuales asociadas a la depresión en cada una de las
mujeres estudiadas .
La representación de Ja subjetividad que defiendo en este libro remite
,1 una noción de subjetividad individual que no es individualista, pues
1rprcscnta Ja configiiración subjetiva del sistema de consecuencias de la
,·11 l.1 social sobre el sujeto, al cual seda imposible acceder de otra forma.
l '. 11 lugar de la absolútización de fo relacional enfatizado por el construc-
li1111ismo social, vemos lo relacional como un espacio dialógico insepara-
ble de la subjetivida.d. La subjetividad se concretiza y se produce de
fiinna permanente en los espacios dialógicos del sujeto, lo que no signi-
lh'.1 que, a diferencia de lo que piensan los autores construccionistas, el
~uj cto se diluya en esos espacios. Por el contrario, la concepción qe sub-
il't ividad que defendemos reconoce tanto el carácter generador del suje-
to, como de sus espacios de relación; la tensión permanente entre el suje-
to y sus espacios sociales de relación representa una importante füente de
producción subjetiva. '
A pesar de los elementos incompatibles con los autores construccio-
11istas, considero posible describir elementos que podrían configurar un
i:.1mpo heurístico común entre las diferentes aproximaciones postmoder-
1us a la psicoterapia.

187 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
EL CAMPO HEU RÍSTICO QUE DEFINE LA ESPECIFICIDAD
POSMODERNA EN PSICOTERAPIA

En primer lugar atribuyo, en la definición de este campo heurístico,


particular importancia al énfasis en la conversación terapéutica. Históri-
camente, como hemos visto en las difer encias tendencias presentadas en
este libro, la comunicación ha sido usada en psicoterapia básicamente en
tres perspectivas: ·
• Como el proceso en que el paciente expresa una información que es
traducida a los términos de la teoría del terapeuta, donde lo que no sea
visible para esa teoría es omitido en la terapia.
• Como el proceso por el cual el sujeto tiene acceso a aspectos .d e su
experiencia que no estaban significados o aparecían distorsionados.
Esta modalidad tiene una expresión más solipsista y objetivista, defini-
da por el humanismo, y otra más dialógica, orientada al diálogo como
vía de resignificación de la experiencia, como se p~esenta en el cons-
tructivismo.
• Como el proceso en que se producen nuevas acciones generadas en su
propio curso. Esta es la forma en que usamos la comunicación desde
la perspectiva de subjetividad que defendemos, y también la forma en
que el construccionismo la usa. Sin embargo, existe ,una diferencia fun -
damental entre ambas; para el const ruccionismo todo lo que se pro-
duce en esa comunicación son nuevas alterna.tiv,as ge lenguaje, siendo
el espacio dialógico soberano. Desde nuestro punto de vista, el diálo-
go es inseparable de lá producción de sentidos subjetivos de .quienes
participan en él.

La diferencia entre mi comprensión de dialogicidad y la propuesta por


estos autores se hace explícita en la siguiente afirmación de H. Anderson
(1999):
«Para la perspectiva interpretativa y narrativa del posmodernismo, la
conversación es un fenómeno lingüístico: un proceso de generación de sen-

l 1ss
F. L. González Rey 1Las corrientes postmodernas ... 1
t 11/o. Su naturaleza transformacional se apoya en la naturaleza dialógi-
rn rf e la conversación y en stt capacidad de re-contar los sucesos de nues-
tra vida en el contexto de un sentido nttevo y diferente» (H. Anderson,
1999, 155).

Me apoyaré en la ·cita anterior para sintetizar mis diferencias con los


autores construccionistas en la comprensión del diálogo en la psicotera-
pia: en primer lugar,._no creo que la conversación sea un fenómeno lin-
güístico, sino subjetivo, en el que intervienen múltiples registros que no
son del orden lingüístico, como las posturas, imágenes, fantasías y emo-
ciones, que representan procesos que pueden no estar presentes en el
lenguaje durante el dlálogo. En segundo lugar, considero que la natura-
leza transfomacional del diálogo se apoya en un proceso que compro-
mete la producción de sentidos subjetivos del sujeto; las reflexiones y
construcciones que se producen en d diálogo están atravesadas por sen-
tidos subjetivos generados dentro de ese espacio, que expresan las confi-
guraciones subjetivas diferenciadas de los sujetos que participan en él.
Re-contar las historias de nuestra vida puede o no ser un proceso de esa
nueva producción de sentidos subjetivos. En ocasiones no se re-cuenta la
historia, sino que se produce una nueva que no es parte de la anterior y
que se apoya.en otros aspectos de la experiencia vivida.
La consideración del sentido como evento lingüístico se diferencia del
uso del sentido subjetivo, que es un evento psicológico. A pesar del uso
frecuente del concepto de sentido por los autores construccionistas, el
término tiene un carácter polisemántico en su obra que no permite com-
prender con claridad a qué se están refiriendo al usarlo. Al parecer, su uso
rs semejante al que hicieron del término los autores semióticos rusos, en
p.uticular Bajhtin, uso que abrió las puertas a un nuevo tipo de catego-
ría que, por su versatilidad y movilidad, considero de gran importancia
p.1ra la psicología.
Otro aspecto del campo heurístico que caracteriza a las teorías posmo-
dcrnas en psicoterapia es el lugar que se atribuye al terapeuta. El tera-
peuta es un sujeto activo, en acción, capaz de producir alternativas cons-
t.rntes en el proceso terapéutico que no pueden ser definidas a priori. Las

189 1
1 Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad

construcciones del terapeuta se deparan de forma permanente con lo


nuevo, lo que le obliga a tomar de~isiones cuyo sentido sólo se puede
juzgar desde el propio proceso en desarrollo y, con frecuencia, a poste-
riori de la decisión tomada. El rescate del terapeuta como sujeto es, sin
embargo, uno de los puntos paradojales del construccionismo, pues al no
reconocer al sujeto no pueden reconocer esa dinámica, aunque implíci-
tamente la reconocen cuando se refieren a su acción ..
Gergen escribe sobre el terapeuta (2006 ):
((La principal consecuencia de esta forma de pensar la terapia está clM·a:
se invita al terapeuta a que saqite partido de todo el campo terapéutico y
utilice todo cuanto pueda servirle en el contexto inmediato ( ... ) La gran
riqueza de la comunidad terapéutica reside en sit riqueza de compren·
sión y en su capacidad para redefinir continuamente stt manera de com-
prender)) (Gergen, 2006, 91).

En el mismo lenguaje el autor es paradoja!. En primer lugar, ¿cómo el


terapeuta puede sacar partido del contexto y utilizar :todo cuanto pueda
servirle, si él no es sujeto del proceso?; ¿cómo es posible ser sujeto de
decisión, lo cual es esencial para el terapeuta, si él no ~s más que la expre-
sión del espacio dialógico dentro del cual está articulado, recayendo en
ese espacio toda la explicación de la acción de cada protagonista?; ¿cómo
hablar en términos de la persona desde una teoría que niega al sujeto? En
el segundo momento de la cita, el autor intenta un ajuste a su "juego de
lenguaje", con lo que hace todavía más patente la paradoja de su discur-
so al hablar de la comunidad terapéütica, evitando él uso de la palabra
terapeuta. ¿Será que la comprensión y la capacidad de redefinir constan-
temente la manera de comprender es una acción comunitaria?, ¿o es una
acción de los sujetos diferenciados que se posicionan· como sujetos con-
cretos de sus prácticas?
La paradoja anterior aparece en diversos momentos en la obra de los
autores construccionistas, en mi opinión, porque es imposible no atribuir
acción y creación al sujeto cuando nos estamos refiriendo a sus prácticas.
Así H . Anderson expresa (1999):

l 190
F. L. González Rey 1Las corrientes postmodernas... 1
«( ... ) la hermenéutica filosófica contemporánea y el construccionismo
social ven a los sistetiias humanos como entidades complejas integradas
por individitos que piensan) interpretan y comprenden" (H. Anderson,
1999, 72). .

Aceptar la perspectiva asumida por esos autores es dificil, pues si el


mundo interior del individuo, como Gergen defiende, es apenas la expre-
sión privada de un evento público, ¿cómo se puede pensar? Interpretar y
pensar son produccio11es humanas, no apenas acciones cognitivas. ¡Es
posible representarse estas funciones sin considerar la subjetividad1 Si así
fuera, estaríamos frente. a una psicología bien tradicional de las funciones
psíquicas.
A pesar del reconocimiento de las decisiones del terapeuta, los autores
l'onstruccionistas abogan por un "no saber", lo que nos parece otra pos-
111ra extremista y sensacionalista; una cosa es no usar el saber para dirigir
d proceso terapéutico de forma explícita y directiva, y otra diferente es
q11c nuestro saber no sea un instrumento inseparable de nuestras postu-
1.1s en el diálogo. El saber es constituyente del sujeto que dialoga, por
1.11110, reconocer ese sujeto, elemento en común entre mi propuesta y el
wnstructivismo, implica reconocer el saber, no como responsable del
l .lmbio terapéutico, sino como una herramienta del diálogo.

Otro punto que nos permite identificar el campo heurístico posmo-


dl·rno en psicoterapia es la posición crítica en relación con el diagnósti-
rn. Como bie.n expresa H. Anderson (1999):
"Yo creo que es un error suponer que los problemas de cualquier categoría
(/111r ejemplo psicosis) alcoholismo) abuso sexual)) son invariables y tienen
t'.\'f'/icaciones únicas (·:.) Semejante universalización modernista oscurece
/11 rompleJidad) _singularidad y riqueza de los acontecimientos y de la gente
inPolucrada. Suelen preguntarme, por eJemplo: ¿Cómo trata el abuso
i1~/nntil?) ¿Cómo trata los desordenes de la alimentación? El supuesto
l111plicito en estas cuestiones es que cada uno de estos problemas se presenta
rir'mprc con las mismas características» (H. Anderson, 1999", 117).

191 1
1 Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad

De hecho, los problemas en la psicopatología tradicional son converti-


dos en entidades despersonalizadas y desubjetivadas, con lo cual los diag-
nósticos y tratamientos se cosifican .y pasan a ser producidos en serie,
siendo ése uno de los procesos distintivos de la naturalización de la pato-
logía. La singularidad · en el tratamiento del problema es un elemento
común a este campo heurístico, aunque algunas construcciones particu-
lares de ciertos autores parezcan ir en otra dirección.
La crítica a los sistemas despersonalizados e instrumentalist~s de diag-
nóstico, muy asociada a lo anterior, también aparece muy bien elaborada
por los autores constrnctivistas. Guidano expresa (1994):
«La ambigüedad·básica de la actita! metodología clínica (como la ejem-
plifica, por ejemplo, el DSM - III .- R) reside en el hecho de que: l} es
esencialmente ateórica y 2} meramente descripti1ja (Faust y Mine1;
1986; Weimer, 1979, 1984) ( ... ) un enfoque clínico.ateórico ha alenta-
do la aceptación profesional de ima casi total ignorancia sobre la etiolo-
gía y los procesos psicopatológicos, que, de hecho, deben constituir los obje-
tivos esenciales de su investigación. Esta ignorancia es la expresión de
una elección metodológica: evitar cualquier investigación del problema
etiológico. Dicha elección aparece en toda su magnitud citando el DSM
- III - R invita a los psiquiatras a coincidir en la identificación de los
trastornos mentales sobre la base de las manifestaciones clínicas, atmqite
no estén de acuerdo sobre el modo en que estas pertu_rbaciones se produ-
cen" (Guidano, 1994, 84).

Nuevamente se pueden observar representaciones compartidas de


estos enfoques sobre el diagnóstico, lo que crea una .nueva zona de sen-
tido para la producción de nuevos procesos de inteligibilidad sobre ese
proceso, a pesar de la existencia de profundas discrepancias, en particu-
lar entre el construccionismo y el constructivismo con relación a la etio-
logía de los trastornos psíquicos. Mi opinión sobre la configuración sub-
jetiva diferenciada de estos trastornos se inscribe en ia misma dirección
que el constructivismo: la búsqueda _de unidades complejas, procesales y
susceptibles de expresiones irrepetibles.
Finalmente, el último aspecto que considero, en la definición del
campo heurístico compartido por las teorías presentadas en este epígra-

l 1n
f' 1 6011111111x Rry l l íl S corrientes postmodernas ... 1
llll'H 111111 111 dl'I t .11nbio en psicoterapia. Las tres teorías que
11111 1111111l1.1d11 t 01110 formadoras de un nuevo campo heurístico en psi-
•• •l t 1.1 p1.1 coinciden en ver el cambio como un proceso de diálogo que se
produce en la comunicación. La definición del cambio como operación
1k conocimiento, sea del terapeuta o del p aciente, queda así superada.

Sin l'mbargo, en la perspectiva constructivista, que como hemos visto


i11t qi,ra muchos matices diferentes, algunos autores no van exactamente
t 11 l'sa dirección. Por ejemplo, Neimeyer (1997) escribe sobre la contri-

h11t 1011 del terapeuta par~ el cambio:


"U terapeuta>entonces> guía al paciente en el sentido de detallar los cefec-
1os reales> del problema 'de m vida (por ejemplo, la exigencia de una vida
d1· confinamiento solitario forzando a tal paciente a no llevar en cuenta
111s propias necesidades corporales). Habiéndose distanciado del problema

de ese modo, el paciente está mejor preparado para resistir a las deman-
rlns de tal problema en su 1'ida y cejecuta,r 1ma historia alternativa>,
impregnada con un mayor sentido de participación y realización»
( Ncimeyer, 1997, 25):

l ..1 cuestión, como nos la presenta N eimeyer, queda en manos del


p.tl'i<.'nte; la operación es una operaCión constructiva orientada a la pro-
d11rción de nuevas historias, sin embargo, la función que el autor atribu-
yr .11 terapeuta de "detallar los efectos reales del problema en su vida" es,
1k hecho, una operación directiva, donde la interpretación del terapeuta
puede con facilidad ejercer un impacto fuerte sobre el paciente, condu-
ril- ndolo a centrarse en aspectos que no necesariamente apoyarían un
¡1rnccso más espontáneo de construcción. En las entrelíneas de muchos
de los autores constructivistas p uede observarse un énfasis cognitivo-
r.1cional que está próximo a las orientaciones producidas y dirigidas desde
L' I saber del terapeuta que dominaron el período moderno de la psicote-
r.1pia, y que se apoyaron en una representación objetiva del trastorno.
Considero que es legítimo usar la reflexión crítica y polemizar con lo
que el otro construye,-.incluso provocarlo, pero siempre obligándolo a
rt'ílcxionar y a asumir una posición, evitando explicitar interpretaciones
directas sobre Ja opción que nos relata, lo cual prefiero preservar para
siLUaciones extremas donde esa partidpación del terapeuta pueda ser

193 1
1Psicoterapia, su_bjetividad y posmodernidad
necesaria. La puntualización a la qtie se refiere Neimeyer sobre los efec-
tos reales del problema en la vida del paciente, representa, de hecho, un
referente que se presenta desde una ló.gica "objetivada", pues los efectos
de cualquier experiencia aparecen como sentidos subjetivos y no como
consecuencias posibles de generalizar desde una observación externa. La
reflexión sobre el distanciamiento del paciente y las posibilidades que
abre para que construya una historia alternativa es, en realidad, una alter-
nativa entre comillas, pues parte de la representación definida por el tera-
peuta. Pienso que la historia alternativa se debe ir "tejiendo" conjunta-
mente entre el terapeuta y el sujeto en el mismo diálogo terapéutico, sin
tener que estar orientada por la representación inicial ofrecida por el
terapeuta.
En la forma en que Neimeyer presenta la cuesti_Ón, parecería que la
narrativa es, de hecho, la responsable por el cambio;_con lo cual el autor
queda muy próximo al construccionismo narrativo, el que representa una
tendencia de su desarrollo actualmente criticada por Gergen (2006).
El cambio no se produce por una nueva narrativa, ·pues el problema no
existe sólo en el nivel narrativo. La narrativa puede ser un recurso que
incentive reflexiones, construcciones, memorias y emociones, capaces de
organizarse en una nueva configuración subjetiva que lleve al cambio. El
cambio nunca está asociado a " un camino", y menos cuando ese camino
sólo aparece en el lenguaje.
Creo que mudar el término "creendas erróneas" por el de narrativas
no lleva a una diferencia esencial en la comprensión del cambio terapéu-
tico. Otros autores constructivistas (Mahoney. Guidano, Greenberg y
Pascual Leone, entre otros), sin embargo, no separan la producción de
nuevas narrativas del momento emocional.
El propio Feixas, en un intento pür separar la intencionalidad partici-
pativa del terapeuta de la idea de control en la terapia, escribe (1997):
('A partir de la perspectiva de la terapia de los constructos personales (él
usa la terminología de Kelly)) tiene sentido hablar de estrategia e
intencionalidad. De hecho, citalquier acci6n humana puede ser vista
como intencional, una vez que ella es investida d'e anticipaciones. En
tanto, hablo aquí de formular estrategias con respecto al proceso, en

l 194 1

1
F. L. González Rey 1Las corrientes postmodernas ... 1
lugar de la connotación usual de la palabra. Su uso en este último sen-
tido puede llevar al control de la dirección de la vida del paciente"
. (Feixas, 1997, 275),

En realidad, la intencionalidad y la estrategia son momentos esenciales


de la producción de 19s sujetos en diálogo. Querer eliminar la intencio-
nalidad representa la eliminación del sujeto, pues éste nunca se reduce
sólo al momento actual del diálogo. Reconocer que el sujeto no se des-
vanece en el diálogo ts reconocerle intencionalidad, la que constituye
una de las formas que toma su reflexividad.
Gergen, en su crítica a las terapias modernas, escribe (2006):
((Ninguna narración moderna se preocupa por los problemas específicos
de los pobres que viv~n en los guetos) de quienes viven con un hermano
· enfermo de sida o con un hijo afectado por el síndrome de Do1vn) con un
jefe atractivo y sexualmente atrevido) etcétera. A diferencia de los deta- .
/les a menudo complejos que pueblan todos los rincones de la vida cotidia-
na y que son sólo la vida misma) las narraciones modernas no son especí-
ficas. Se conciben para ser universales y no develan nada de la particu-
laridad de una situ~ción» (Gergen, 2006, 123).

En esa afirmación, Gergen expresa uno de los problemas fundamenta-


les que enfrentan, no .sólo la psicoterapia, sino la psicología en su con-
junto. Las teorías que integran el campo heurístico posmoderno encuen-
tran un momento de :convergencia sobre este asunto: atribuir significa-
ción en términos teóricos a la multiplicidad singular que caracteriza una
vida. Uno de los prineipios generales c.ompartido por estas posiciones es
la crítica a la patologización asociada a comportamientos y contenidos
concretos, la que ignqra las formas múltiples de expresión humana ante
la diversidad de situac~ones que caracterizan la vida. La idea de normali-
dad asociada a lo institucionalmente establecido ha gobernado la políti-
ca de 'patologizar' lo diferente.
La categoría sentid~ subjetivo como producción psíquica que integra
las consecuencias diferentes y simultáneas de las múltiples experiencias

195 1
1Psicoterapia, subjetividad y posmodernidad
que han caracterizado la historia del sujeto no es expresión lineal de nin -
guna de ellas, sino una producción simbólico- emocional sobre ellas a
partir de la configuración subjetiva actual del sujeto en el proceso de vivir
esas experiencias. Los sentidos subjetivos representan una alternativa teó-
rica para la construcdón de los aspeqos señalados por Gergen .en la cita
anterior, pues a los efectos de su génesis y desarrollo subjetivos nada es
intrascendente; ellos se constituyen en cadenas y desdoblamientos de
hechos intrascendentes para cualquier observador.
Sin embargo, la solución presentada por Gergcn para enfrentar ese pro-
blema se queda en la superficie de la cuestión, quizás por su miedo a los
esencialismos.
«Si nos ceñimos al punto de vista que se expone en estas páginas, la rela-
ción prima sobre el sí mismo individual, ese sí mismo) ese yo, es el fruto
exclusivo del proceso relacional; exponer de forma diferente su propia his-
toria deslizándose de una relación a otra no es ni hipocresía ni interés en
el sentido tradicional del término, bien al contrario. Estos deslizamientos
muest1'an el respeto que tenemos por los diversos modelos relacionales en los
cuales estamos inmersos. Las formas de relaciones múltiples y variadas que
constituyen una vida son consideradas en serio. Existir es ser en la rela-
ción y no fuera de ella;; ( Gergen, 2006, 132).

Esa posición llega a un callejón sin salida si contiqúa eliminando al


sujeto de la narrativa y su constitución personal, que es la única alterna-
tiva para no convertirse en un "saltarín" de una relación para otra. El
"deslizamiento" de una persona de una relación a otra termina siendo un
proceso puramente contextual, sin ningún tipo de vínculo personal pro-
fundo si no se orienta por valores. No entramos en una relación desde un
vacío, que es lo que se deduce de la forma en que Gel-gen defiende ese
"deslizamiento relacional" permanente. .
Uno de los aspectos importantes que atribuyo al diálogo terapéutico es
su capacidad generadora de nuevas reflexiones y emociones del sujeto en
otros espacios de su vida personal, fuera del contexto terapéutico, así
como en su intimidad privada, concepto que ha pasado a ser anacrónico
en el modelo "relacionista y colectivi.zante" que nos presenta el cons-
truccionismo social.

l 196 1
F. L. González Rey 1Las corrientes postmodernas ... 1
La condición subjetiva del sujeto se extiende y desarrolla en el espacio
de diálogo y, a su vez, es parte inseparable de ese espacio . Las acciones
generadoras del sujeto son esenciales al desarrollo del diálogo, y en ese
sentido, como defiende Feixas en la cita anterior, la posición intencional
del terapeuta es esen~ial para la propia cualidad del proceso. Intentando
evitar convertir el diálogo en entidad, lo cual es importante, Gcrgen des-
conoce al sujeto en diálogo.
Ante esta situación asu mo plename nte el siguiente pensamiento de A.
Touraine (2002) que. es totalmente congru ente con nuestras posiciones
con relación a la subjetividad y lo que ellas implic,111 con re l.H:i(>n a una
rrítica al sociologism9.
rrsi la 01-;ganizacián social no se orienta fundarncntal111l'JJ/t' lmtill 111111 11
otra forma de suJeto) el orden social se convierte en ¡111.m riomim1tÍ!Jn.
Rechazo la concepción que podría·mos denominar positiva o econónúcn,
1ttilitarista) de la sociedad. Más aún) rechazo la idea) cara a la sociología
clásica, de que la sociedad es en sí misma creadora de normas, la idea de
que el bien es lo socialmente útil y el mal lo que es malo para la sociedad»
(A. Touraine, 2002~ 134).

La teo ría que preser1tamos; al comp4cnder la subjetividad com o social


e individual, hace de la acción y la expresión individual un momento
l'sencial del funcionamiento y desarrollo de la propia subjetividad social.
l .a eliminación de los. procesos mediante los cuales las person as se tor-
n:rn en sujetos activos y contradictorios de sus prácticas contribuye a
perpetuar la idea de la persona sólo como resultado de las condiciones
y de los procesos en que vive y, precisamente, debemos ver en la subje-
tividad lo contrario: el recurso humano para subvertir .las condiciones en
que se vive.

197 1
1Psicoterapia, sub.jetividad y posmodernidad

NOTA
l. Mitjans. A. (2005), "A teoria da subjctividade de Goniález Rey: Urna expressao do
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