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Objetivos:
1. Analizar las diversas fuentes para comprender temas de nivel.
2. Aplican razonamiento crítico para la construcción de argumentos.
Instrucciones:
Lea la guía comprensivamente y luego responda las preguntas que se presentan
a continuación.
Introducción.
Casi 190 años después, la discusión de una nueva constitución establecería en Chile
nuevamente la disputa de que, si el voto de las personas vale lo mismo, declaraciones de
la Dra. María Luisa Cordero o la de los votantes del apruebo una vez su opción haya
perdido dejan en claro que, en Chile, la participación popular aún deja dudas en las
personas letradas.
A continuación, se expondrán dos fuentes, una de carácter secundario que hablará sobre
la situación pre constitución de 1833 y otra, de carácter primario que hablará sobre la
situación post plebiscito del 4 de septiembre de 2022.
Fuente nº1: Julio Pinto (2014) Caudillos y Plebeyos. La construcción del Estado en América del Sur
(Argentina, Perú y Chile) 1830-1860. pp. 40-42.
Fuente Nº2: Daniel Matamala (2022) El gran roteo. La Tercera.
En 2020, en el plebiscito de entrada, las únicas comunas de Santiago en que no ganó el Apruebo
fueron Las Condes, Vitacura y Lo Barnechea. La explicación de María José Gómez, coordinadora
de la campaña del Rechazo, fue que esas tres “son comunas altamente informadas”.
En la campaña de 2022, desde el Rechazo se hizo ver que el texto constitucional era
“incomprensible para la mayoría” (Lucía Santa Cruz), y que por “lo paupérrimo de nuestra
formación cívica y conocimiento histórico, y los bajos niveles de comprensión lectora”, los chilenos
no podrían entenderlo (Cristián Warnken).
Tras el triunfo del Rechazo en el plebiscito de salida, hemos comprobado que ese clasismo no era
patrimonio de un sector: cruza Chile transversalmente, de derecha a izquierda.
Uno es derechamente cruel: “¿Cómo amanecieron mis señoras rechazonas dueñas de casa que
no se les pagará ni uno hoy por las labores domésticas realizadas? ¿Cómo van esas lagunas
previsionales”, se burló el exconvencional Nicolás Núñez, el mismo que se hizo famoso al votar
desde la ducha? “Hay poblas que se sienten condominios. Más del 60% dijo estar bien como están.
Excelente por ustedes. Pero sigo viendo desclasados, racistas, homofóbicos y mucho
individualismo”, agregó la exconvencional Natividad Llanquileo.
Otro tono es compasivo: no es su culpa, a ustedes los engañaron. “Los pueblos originarios no
entendieron el texto”, dijo el director nacional de la Conadi, Luis Penchuleo. El exconvencional
Marcos Barraza atribuyó la votación por el Rechazo a una campaña que “puso en el centro las
mentiras”.
Otro tono es autocrítico. “No supimos explicar bien. No se entendió bien y eso fue un error
nuestro”, se lamentó el exconvencional Luis Jiménez.
Pero el paternalismo es el mismo en todos los casos: hay una verdad que, por ignorancia, mentiras
o incapacidad de enseñar, no fue entendida por el pueblo. La relación es vertical, patronal. Yo sé,
tú no. Yo hablo, tú escuchas. Yo te explico, y tú (ojalá) entiendes. Y si no entiendes lo que yo te
explico, peor para ti.
Es un despotismo ilustrado de izquierda: “todo por el pueblo, pero sin el pueblo”. No entra en la
lógica de los roteadores que muchos habitantes de comunas vulnerables tienen una experiencia
vital y una manera de pensar distinta -ni superior ni inferior- que les hizo valorar de manera
diferente el proyecto.
Un caso es el de Petorca. “Está súper claro quién ganó con el rechazo, y los de Petorca felices de
seguir sin agua”, escribió el diputado Jaime Naranjo. Para muchos, sólo la ignorancia puede
explicar que sus habitantes hayan votado contra una Constitución que consagra el derecho al
agua. ¿No piensan que los petorquinos también son personas complejas, con otras
preocupaciones y prioridades? ¿Que, tal vez porque conocen de primera mano el problema, son
más incrédulos de que una declaración en la Constitución lo resuelva?
¿Por qué la gente votó contra tener más derechos? Tal vez porque desconfía del poder. ¿Por qué
habría de confiar en una lista teórica e interminable de 108 derechos, prometida desde ese poder?
“Cuando una institución pierde la confianza de la ciudadanía, las personas quedan sujetas a creer
información negativa sobre ella”, advierte la académica Loreto Cox. Hubo una campaña de fake
news, claro: no es cierto que se iba a estatizar la vivienda ni las pensiones. Pero sí es cierto que el
énfasis de la Convención estuvo lejos de la propiedad, y que el asunto fue minimizado, e incluso
ridiculizado (“no es tu platita”, dijo el exconvencional Daniel Stingo). El Rechazo leyó mejor ese
clima cultural.
Muchos enfatizan los argumentos “irracionales” que dan algunos votantes del Rechazo en
comunas populares. Es la salida fácil: la gente votó equivocada, por engaño o ignorancia. Pero la
evidencia muestra que el votante “ilustrado” no es más racional. Todos votamos desde nuestras
emociones y nuestro sentido de pertenencia.
David Hume decía que la razón es “sólo la esclava de las pasiones, y no puede pretender otro
oficio que el de servirlas y obedecerlas”. Experimentos contemporáneos le dan la razón. En
política, tendemos a formarnos una opinión automática, basada en la intuición, y luego usamos la
razón para justificarla. No razonamos como científicos, sino como abogados defensores de
nuestros prejuicios.
La mayoría de los que estaban fuertemente identificados con el proceso del estallido y la
Convención habrían votado Apruebo fuera cual fuera el texto. Con una mano en el corazón,
¿cuántos de quienes leyeron el proyecto de Constitución cambiaron su voto después de leerlo? Sin
duda, muy pocos. A la gran mayoría, la lectura les sirvió para encontrar argumentos que reforzaran
una decisión -Apruebo o Rechazo- ya tomada de antemano, por razones identitarias y
emocionales, antes que por el estudio desapasionado y neutral del texto.
Es el sesgo de confirmación. “Una vez que las personas se unen a un equipo político, quedan
atrapadas en una matriz moral”, afirma el sicólogo social Jonathan Haidt. “Ven confirmaciones de
su narrativa en todas partes”.
Tener más información no necesariamente cambia nuestras decisiones, sólo nos da mejores
argumentos para fundarlas. Y eso vale por igual para el votante de Las Condes, Petorca, Ñuñoa,
La Pintana o Tirúa.
Esto no significa que no debamos preocuparnos del alarmante fenómeno de las fake news. Los
medios de comunicación estamos al debe en nuestra responsabilidad de desmontar mentiras, e
informar de los asuntos públicos de manera clara y comprensible. Una sociedad es mejor cuando
está mejor informada.
Pero atribuir una paliza electoral a la ignorancia del pueblo es clasista, antidemocrático,
intelectualmente deshonesto y políticamente suicida.