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LAS TARDES DE ENERO

se reflejan las almas marchitas


a través de los pálidos cuerpos.
Y hay un algo de pena insondable
en los ojos sin lumbre del cielo,

Va cayendo la noche: La bruma y las largas miradas se pierden

ha bajado a los montes el cielo; en la nada sin fe de los sueños.

una lluvia menuda y monótona La nostalgia, tristísima,

humedece los árboles secos. arroja en las almas su amargo

El rumor de sus gotas penetra silencio,

hasta el fondo sagrado del pecho, Y los niños se duermen soñando

donde el alma, dulcísima, esconde con ladrones y lobos hambrientos.

su perfume de amor y recuerdos. Los jardines se mueren de frío;

¡Cómo cae la bruma en el alma! en sus largos caminos desiertos

¡Qué tristeza de vagos misterios no hay rosales cubiertos de rosas,

en sus nieblas heladas esconden no hay sonrisas, suspiros ni besos.

esas tardes sin sol ni luceros! ¡Cómo cae la bruma en el alma

En las tardes de rosas y brisas perfumada de amor y recuerdos!

los dolores se olvidan, riendo, ¡Cuantas almas se van de la vida

y las penas glaciales se ocultan estas tardes sin sol ni luceros! Juan

tras los ojos radiantes de fuego.


Cuando el frío desciende a la tierra, Ramón Jiménez

inundando las frentes de invierno,

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