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El ayuno que Dios escogió

1- Oración: Padre Santo, quita de mi toda mala obra, toda practica de pecado y
todo lo que no te agrada. Te doy gracias por este momento de poder estar
cerca de ti para conocerte, enséñame a ser sensible a Tu voz, dejándome guiar
y enseñar por tu palabra, moldea mi carácter con tu amor y misericordia y te
pido en el nombre de Jesús que me sigas transformando, amén.
2- Lee la biblia: “¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de
impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y
que rompáis todo yugo?” Isaías 58:6
3- Reflexiona: El ayuno es un medio al cual podemos acudir cuando hay
situaciones difíciles en nuestra vida y queramos humillar nuestra alma delante
de Dios, o también cuando sencillamente deseamos pasar tiempo de intimidad
con El. En el pasaje de hoy el Señor nos enseña algunos aspectos que se deben
reflejar en nosotros, si decimos que hemos estado en ayuno y oración.
Nos habla de “desatar las ligaduras de impiedad”, la cual significa que todo
aquello que en nuestras vidas esté ligado o unido a la impiedad, es decir, lo que
no agrada a Dios, que no va conforme a la piedad ni a su palabra, lo debemos
romper; desligarnos de eso que nos separa de Dios.
Dice que debemos “soltar las cargas de opresión”, muchas veces nosotros por
rebeldía y desobediencia andamos cargando con esa opresión, que nos produce
el pecado; el ayuno es la disposición de nuestro corazón para pedirle a Dios que
nos de la fuerza para apartarnos del mal, buscar el arrepentimiento sincero y
pedir la intervención divina.
Otro fruto de ayuno debe ser “dejar ir libres a los quebrantados”, es decir,
perdonar.
Cuando perdonamos a otra persona la estamos librando de ese quebranto que
le produjo el habernos ofendido y a la vez, le estamos dando la oportunidad de
que cambie su mala conducta, permitiendo así que también se libere de la
opresión del maligno.
Finalmente nos dice el versículo que el ayuno debe “romper todo yugo”,
básicamente significa que debemos romper toda practica que en nuestra vida
nos mantiene unidos al pecado; pedirle a Dios que por su Espíritu nos ayude a
corregir el enojo, la ira, la amargura, malas palabras, gritería, envidia, celos y
toda obra de la carne que rompe nuestra comunión con el Espíritu Santo.
4- Alaba a Dios: toma tiempo para alabarlo, buscarlo en intimidad.

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