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El caracol y la sirena: Rubén Darío

[.. .]ld raza


. que uida con Los ru,imeros pitagóricos crea.
R. D.

Nuestros textos escolares llaman siglos de oro al xvr y


xvrl; Juan Ramón Jiménez decía que eran de cartón dora-
do; más justo sería decir: siglos de la furia española. Con
el mismo frenesi con que destruyen y crean naciones,
los españoles escriben, pintan, sueñan. Extremos: son los
primeros en dar la vuelta al mundo y los inventores del
quietismo. Sed de espacio, hambre de muerte. Abundante
hasta el despilfarro, Lope de Vega escribe mil comedias y
pico; sobrio hasta la parquedad, la obra poética de San
I
8 j 8 Fundtuin t tlsdut¡a I 1.¿n.aLa ld sir.nd: Rub¿11 l)¡río 8¡s

Juan de Ia Cruz se reduce a tres poemas y unas cuantas -un movimiento cuyo fundamento y meta primordial era
canciones y coplas. Delirio alegre o reconcentrado, san el movimiento mismo- aún no termina: la vanguardia de
griento o pío: todos los colores y todas las direcciones. rgzr y las tentativas de la poesía contem¡roránea están
Delirio iúcido en Cervantes, Velázquez, Caldcrón; labe- íntimamente ligac{as a ese gran comienzo. Iin sus días, el
rinto de conceptos en Quevedo, selva de estalactitas ver- modernismo suscitó adhesiones fervientes y oposiciones
bales en Góngora. De pronto, como si se tratase del espec- no menos vehementes. Algunos espíritus lo recibieron
táculo de un ilusionista y no de una realidad histórica, el con reserva: Miguel de Unamuno no ocultó su hostilidad
escenario se despuebla. No hay nada y rlenos que nada: y Antonio Machado procuró guardar l¿s distancias. No
los españoles viven ur.ra vida refleja de fantasmas. Sería importa: ambos están márcados por el modernismo. Su
inútil buscar en todo el siglo xvlt r un Swift o un Pope, un vel so sería otro sin las conquistas y hallazgos de los poe-
Rousseau o un Laclos. En la segunda mitad del siglo xIx tas hispanoamericanos; y su dicción, sobre todo allí don-
surgen aquí v allá tímidas mancl.ras de verdor: Bécquer, de pretende sepárarse más ostensiblemente de los acen
Rosalía de Castro. Nada que se compare a Coleridge, Leo- tos y maneras de los innovadores, es una suerte de
pardi o Hólderlin; nadie que se parezca a Baudelaire. A involuntario hon.renaje a aquello mismo que rechaza.
fines de siglo, con idéntjca violencia, todo cambia. Sin Precisamente por ser una reacción, su obra es insepara-
previo aviso irrumpe un grupo de poetas; al principio po- ble de lo que niega: no es Io que está más allá sino lo qloe
cos los escuchan y muchos se burlan de ellos. Unos años está frente a Rubén Dalíc¡. Nada rnás naturel: el moder-
después, por obra de aquellos que la crítica seria había nismo era el ler.rguaje de la época, su estilo histórico, v to-
llamado descastados y «airancesados,, el idioma español dos los creadores estaban condenados a respiral su at-
se pone de pie. Estaba vivo. Menos opulento que en el si- mósfe ra.
glo barroco pero menos enfático. Más acerado y transpa- Todo lenguaje, sin excluir al de la Ibertad, termina por
rente. convertirse en una cárcel; y hay un punto en el que la ve-
El último poeta del período barroco fue una monja me- locidad se confunde con la in¡novjlid¿rd. I-os grandes poe-
xicana: sor Juana Inés de Ia Cruz. Dos siglos más tarde, tas modernistas fueron ios primeros en rebelarse y en su
en esas mismas tierras americanas, aparecieron los pri- obla de madurcz van más allá del lenguaje que ellos mis-
meros brotes de la tendencia que devolvería al idioma su mos habían creado. Preparan así, cada uno a su manera,
vitalidad. La importancia del n.rodernismo es doble: por Ia subversión de la vanguardia: [,ugones es el antecedente
una parte dio cuatro o cinco poetas que reanudan Ia gran inmediato de la nueva poesía n.rexicana (Ramór.r López
tradición hispánica, rota o detenida al finalizar el siglo Velarde) y argentina (Jorge LuJs Borges); Juan Rarnón
xvlI; por la otra, al abrir puertas y ventanas, reanimó al Jiménez fue el maestro de la generación de Jorge Guillér.r
rdioma. El modernisr.r.ro fue una escuela poética; también y Federico García Lorca; Ramírn del Valle-Inclán está
fue una escuela de baile, un campo de entrenamiento físi- presenfe en la novela y el teatro moderno y 1o estará más
co, un circo y una mascarada. Después de esa experiencia cada día... El lugar de Darío es central, inclusive si se
el castellano pudo soportar pruebas más rudas y aventu- cree, como yo creo, que es el menos actual de los grandes
ras más peligrosas. Entendido como lo que realmente fue modernistas. No es una influencia viva sino un término
84o Fundación 1 rlisidenat EL t¿trdolr l.s s¡¿nr: Rüb¿n Ddti) 8,+ 1

de referencia: un punto de partida o llegada, un límitc blemente de una de las obras n.renos estudiadas (y más
que hay que alcanzar o traspasar. Ser o no sel como él: de rrodernas) de Cervantes: Los trabajos de PelsiLesy Segis-
ambas maneras Darío está presente en el espíritu de los munda... Cuando la ola del romar.rticismo se retira, el
poetas contemporáneos. Es el fundador paisaje es desolador: la literatura española oscila entre 1a
La historia del modenrismo va de r88o a rgro y ha oratoria y la charla, la Academia y el café.
sido contada muchas veces. Recordaré lo esencial. El ro- Francia había sido la fuente de inspiración de r.ruestros
manticismo español e hispanoamericano, con dos o tres románticos, Aunque en ese país el romanticismo nc¡ cuen-
excepciones menores, dio pocas obras notables. Ninguno ta con figuras comparables a las de germanos y sajones
de nuestros poetas románticos tuvo conciencia clara de la (si se exceptúa a Nerval y al Victor Hugo del Fin de Sa-
verdadera significación de ese gran cambio. El romanti- tán),la generación siguiente r.ros ha dejado un grupo de
cismo de lengua castellana fue una escuela de rebeldía y oilras que, simultáneamente, consuman la tentativa ro-
declamación, no una visión -en el sentido que daba Ar- mántica y la transcienden. Baudelaire y sus grandes des-
nim a esta palabra: "Llamamos videntes a los poetas sa- cendientes dan una conciencia -quiero dectr una forma
grados; llamamos visión de especie superior a la creación significatiua al romanticismo; además, y sobre todo, ha-
poética". Con estas palabras el romanticismo proclama cen de la poesía una experiencia total, a un tiempo verbal
Ia primacía de la visión poética sobre la revelaciór.r reli y espiritual. La palabra no sólo dice al nrundo sino que lo
giosa. Entre nosotros falta también Ia ironía, algo muy funda -o lo cambia. EI poema se vuelve un espacio po-
distinto al sarcasmo o a la invectiva: disgregación del ob- blado de signos vivientes: animación de la escritura por el
jeto por la inserción del yo; desengaño de la conciencia, espíritu, por el ánima. En el último tercio del siglo xIx las
incapaz de anular Ia distancia que la separa del mundo fronteras de la poesía, las fronteras con lo desconocido,
exterior; diálogo insensato entre el yo infinito y el espa- están en Francia. En las obras de sus poetas la inspiración
cio finito o entre el hombre mortal y el universo inmor- romántica se vuelve sobre sí misma y se contempla. El en-
tal. Tampoco aparece la alianza entre sueño y vigilia; ni el tusiasno, origen de la poesía para Novalis, se convierte
presentimiento de que la realidad es una constelación de en la reflexión de Nlallarmé: la conciencia dividida se
símbolos; ni la creencia en la imaginación creadora como venga de la opacidad del obleto y lo anula. Pero los escri-
la facultad más alta del entendimiento. En suna, falta la tores españoles, a pesar de su cercanía de ese centro ma!!-
conciencia del ser dividido y la aspiración hacia la uni- nético que era la poesía fiancesa (o tal vez por eso mis-
dad. La pobreza de nuestro romanticismo resulta aún mo), no se sintieron atraídos por la ¿ventura de esos
más desconcertante si se recuerda que para los poetas años. En cambio, insatisfechos con Ia garrulería y la tiesu-
alemanes e ingleses España fue la tier;-a de elección del es, ra irnperanre' en Lsprnr. lo\ hirp¿normeric¿nos com-
píritu romántico: el grupo de Jena descul¡rió a Calderón; ¡rrendieron que nada personal podía decirse en un len-
Shelley tradujo algunos fragmentos de su teatro; uno de guaje que había perdido el secreto de Ja metamorfosis y
los libros centrales del romanticisno alemán, el poderoso la sorpresa. Se sienten distintos a los españoles y se vuel
y alucinante Titán, está in.rpregnado de ironía, magia y ven, casi instintivamente, hacia Francia. Adivinan que
otros elementos fantásticos que Jean-Paul recogió proba- allá se gesta no un mundo r.ruevo sino un nuevo lenguaje.
842 tunrl¡.ir;n., ¿isidcftc¡d ¡l cnla.ol), Ld stleni: R¡1b¿i D.lrn) 841

Lo harán suyo para ser más ellos mismos, para decir me- nlector apasionado de Nietzsche, Baudelaire y Mallar-
jor lo que quieren dccir-. Así, la reforma de los moderr.ris- ¡¡6",, los primeros modernistas pasaron del culto de los
ta. lrispanoameIicdr]o\ con\i\re. cn l\rinrcr t(rmino. (n románticos franceses al de los parnasianos. La segunda
apropiarse y asimilar la ¡roesía moderna europea. Su mo- generación, en plena marclta, «agrega a las maneras par-
delo innrcdjato fue la poesía francesa no sólo porque era nasianas, ricas en visión, las rlaneras simbolistas, ricas
la más accesible sino porque veían en ell¿, con razón, la en mu.icaliJad '. Su curiosidad era rnu) e\tensa e tnten
expresión más exigente, audaz v completa de las tenden- sa pero su mismo entusiasmo nublaba con frecuencia su
cias de la época. juicio. Admiraban con fervor iguai a Gautier y a Mendés,
frt sr primcra ctJpx el moderni.mo no.e |rr'sert¿ a Heredia y a Mallarmé. Ulr índice de sus preferencias es
corflo Lrn movimiento concertado. En Iugares distintos, la serie de retratos literarios que Rubén Darío publicó en
casi al mismo tiempo, surgen personalidades aisladas: un diario argentino, casi todos recogidos en Los raros
José Martí en Nueva York, Julián del Casal en La Haba- (r 89 6). En esos artículos los nombres de Poe, Vrlliers de
na, Manuel Gutiérrez Nájera y Salvador Díaz Mirór.r er.r l'Isle-Adam, Léon Blo¡ Nietzsche, Verlaine, Rimbaud
México, José Asunción Siiva en Bogotá, Rubén Darío y Lautréámont alternan con los de escritores secundarios y
en Santiago de Chile. No tardan en conocerse entre ellos con otros hoy totalmente olvidados. Aparece únicamente
y en advertir que sus tentativas indivicluales forman parte un escritor de lengua española: el cubano José Martí;
de un caml¡io general en la sensibilidad y el ler.rguaje. y un portugués: Eugenio de Castro, el iniciador del verso
Poco a poco se forman pequeños grupos y cenáculos; bro- libre. En ciertos casos es asombroso el instinto de Darío:
tar.r las publicaciones periódicas, como la Reuista Azul fue el primero que se ocupó, fuera de Francia, de Lautréa-
de Gutiérrez Nájera; las tendencias difusas cristalizan y mont. (En la misma Francia, si no recuerdo mal, sólo
se constituyen dos centros de actividad, uno en Buenos Léon Bloy y Remy de Gourmont habían escrito antes so-
Aires y otro en.Nrléxico. Este período es el de la llanada bre Ducasse. Sospecho, además, que es el primer escritor
segunda generación modernista. Rubén Darío es el pun- de lengua castellana que alude a Sade, en un soneto dedi-
to de unión entre ambos momentos, La muerte prematu- cado a Valle-lnclán.) A esta lista hay que agregar, claro
ra cle la mayoría de los ir.riciadores, y sus dones cle crítico está, muchos otros nombres. Bastará con mencionar a los
y animador, lc¡ conyierten en la cabeza visiblc del movi- más salientes. En primer término Baudelaire y, en segui-
miento. Con ma¡,or clariclad que los precursores, los nue- da, Jules Laforgue, ambos decisivos para la segunda ge-
vos poetas tienen conciencia de ser la primera expresión neración modernista; los simbolistas belgas; Stefan Geor-
realmente indeper.rdiente de l¿r lite¡atura hispanoanerica- ge, Wilde, Swinburne ¡ más como ejemplo y estímulo
na. No les asust¿r qlre los llamen descastados: sáben que que como modelo directo, §fhitman. Aunque no todos
nadie se encuentra a sí rnismo si antes no abandona el lu- sus ídolos eran franceses, Darío dijo alguna vez, quizá
gar natai.
L¿r influencia francesa fue pr:edominante pero no exclu- r. Max Hcnríqnez Ureña. Breue histaria de[ mod¿riisnla, Mi\ico, 1962.
.iva. Con la cr.cpeión Je Jose l\ lrrri. quc \onoara ) rmil z. Enriqne Anclerson lmlDetr, His¡¡ria de la literaturu h¡s|anadmcri.dltd,
ba las literaturas inglesa y norteamericana, y de Silva, -VIéxicr¡, Fondo de Cukura Económica, r 962.
84q F n¿dcth y dk¡dencín l:l h]¿ol Ih sircnn: R,b¿i1 t)dti) ¡i4 i

para irritar a los críticos españoles que lo acusaban de hizo n.rás viva y sensible nuestra lejanía histírrica. 1r a
r.ría
galicismo nrenr¿l : .Fl modernismo no es otla cosa que París o a I-ondres no era visitar otro continentc sino saltar
el verso y la prosa castellanos pasados por el fino tamiz a otro siglo. Se ha dicho que el modernismo fue una eva-
del buen verso y de la buena prosa ftanceses». Pero sería sión de la realidad anericana. Más cierto seríá decir quc
un error reducir el movimiento a una filera imitación de fue una fuga de la actualidad local -que er¿, a slrs ojos, lr¡l
Francia. La originalidad del modernismo no está en sus anacronismo- en busca de una actualidad unir.ersal, la
influencias sino en sus creaciones. única y verdadera actualidad. En lal¡ios de Rubén Darío y
Desde r888 Darío emplea la palabra modernismo para sus amigos, modernidad y cosmopolitismo eran tórminos
designar las tendencias de los poetas hispanoamericanos. sinónimos, No fueron antian.rericanos; qLrer:ían una Amé-
En r898 escribe: "El espíritu nuevo que hoy anima a un rica conten'rporánea de París y I-ondres.
pequeño pero triunf¿nte y soberbio grupo de escritores y La rnanifestación más pura e inmediata del tiempo es el
poetas de la América española: el modernismo [...]". Más ahora. El tien.rpo es lo que está pasando: la actualidad. La
tarde dirá: los modernos, la modernidad. Durante su ex- lejanía geográfica y la histórica, el exotismo \ el arcaís-
tensa y prolongada actividad crítica no cesa de reiterar que mo, tocados por la actualidad se funden en un presente
Ia nota distintiva de los nuevos poetas, su razón de ser, es la instantáneo: se vuelven presencia. La inclineción de los
voluntad de ser modernos. Del mismo modo que el térmi- modernistas por el pasado más remoto y ias tierras más
no udfiguardid es ama metáfora que delata una concepción distantes -leyendas medievales y bizarrtinas, figuras de la
guerrera de la actividad literaria, el vocablo modernista Anérica precolombir.ra y de los Olientes que en esos años
revelá una suerte de fe ingenua en las excelencias del futu- descubría o inventaba la sensibilidad eriropea* es una dc
ro o, más exactámente, de la actualidad. La primera im- las formas de su apetito de presente. Pero no los fascina la
plica una visión espacial de la literatura; la segunda, una máquina, esencia del mundo modcrno, sino las creacio-
concepción temporal. La vanguardia quiere conquistar un nes del ¿rf nout/edu. La modernidad no es la industria
sitio; el modernismo busca insertarse en el ahora. Sólo sino el lujo. No la lír'rea recta: el arabesco cle Aubrev
aquellos que no se sienten del todo en el presente, aquellos Beardsley. Su mitología es la de Gustave Nloreau (al que
que se saben fuera de la historia viva, postulan la contem- dedica una serie de sonetos Julián del Casal); sus paraísos
poraneidad como una meta. Ser coetáneo de Goethe o de secretos los cle l{uysrnans áe Á rebours; sus infiernos los
Tamerlán es uná coincidencia, feliz o desgraciada, en la de Poe y Baudelaire. Un ¡rarxista diría, con cierta razón,
que no interviene nuestra voluntad; desear ser su contem- que se trata de una literatura de clase ociosa, sin queha
poráneo implica ia voluntad de participar, así sea ideál- cer histórico y próxima a e\tinguirse. Podría replicarse
mente, en la gesta del tiempo, compaltir una historia que, que su negación de ia utjlidad y su exaltación clel arte
siendo ajena, de alguna manera hacemos nuestra, Es una como bien sLrpremo son algo más que un hedonismo de
afinidad y una distancia -y la conciencia de esa situación. terrateniente: son una re]:elión contti¡ la presiírn social ¡,
Los nodernistas no querían ser franceses: querían ser mo una crítica de la ab_vecta actualidad latinoameric¿¡na.
dernos. El progreso técnico había suprimido parcialmente Además, cn algunc,s de estos poetas coincicle el ladicalis-
1a distancia geográfica entre Ar¡érica y Europa. Esa cerca- rrro ¡oliric,' c¡,r l¡r p,-r'icionc\ c\reric.r\ 'rr¿ir etflent.rs:
T

8,+ 6 ttudu' t ¡ ltsdcttcta t I caracaly la vena: Ruhert Dart,t s+¡

apenas si es necesario recordar a José Martí, libert¿rtlo| sucesión de máscaras que ocultan.un rostro tenso y ávi-
de Cuba, y a Manuel González Prada, uno de nuestros do, en perpetua interrogación. Su amor desmedido por
primeros anarquistas. Lugones fue uno de los fundadorcs las formas redondas y plenas, por los ropáies suntuosos
del socialismo argentino; y muchos c{e los modernistrrs y los mundos abigarrados, delata una obsesión. No es el
particjparon activamente en las luchas históricas dc srr amor a la vida sino el horror al vacío el que profiere to-
tiempo: Valencia, Santos Chocano, Díaz Mirón, Vargrrs das esas metáforas brillantes y sonoras. La Perpetua bús-
Vila... Et modernismo no fue una escuela de abstenci<i¡r queda de lo extraño, a condición de que sea nuevo -y de
política sino de pureza artística. Su esteticismo no l¡rot¡r lo nuevo a condición de que sea único- es avidez de pre-
de una ir.rdiferencia moral. Tampoco es un hedonisnr(). sencia más que de presente. Si el modernismo es apetito
Para ellos el arte es una pasión, en el sentido religioso tlc de tiempo, sus mejores poetas saben que es un tiempo de-
la palabra, que exige un sacrificio como todas las pasio sencárnado. La actu¿lidad. que a primera v¡\ta Parece
nes. El amor a la modernidad no es culto a la mod¿r: cs una plenitud de riempos. se muestra como una c¿rencia
voluntad de participación en una plenitud histórica h¿rst¡ y un desamparo: no la habitan ni el pasado ni el futuro.
entonces vedadá a los hispanoamericanos. La modcrlli Movimiento condenado a negarse a sí mismo porque lo
dad no es sino la historia en su for:ma más inmedi¿rtil y único que afirma es el movimiento, el modernismo es un
rica. Más angustiosa también: instante henchido de prc mito vacío, un alma deshabitada, una nostalgia de la ver-
sagios, vía de acceso a la gesta del tien.rpo. Es la contou dadera presencia. Ése es el tema constante y central, el
poraneidad. Decadente y bárbaro, el arte moderno t,s tema secreto y nur.rca dicho del todo, de los mejores poe-
una pluralidad de tiempos históricos, lo más ántiguo y l( ) tas modernistas.
más nuevo, lc¡ más cercano y 1o más distante, una totrr li Toda revolución, sin excluir a las artísticas, postula un
dad de presencias que la conciencia puede asir en LU.l nr() futuro que es también un regreso. En la Fiesta de la Diosa
rnento único: Razón los jacobinos celebran la destrucción de un pre-
sente injusto y la inminente llegada de una edad de oro
1 muf igl,r drez y oclr,,, y muy ,rrrriguo ¡nterior a la historia:1a sociedad natural de Rousseau. El
y muy moderno; audaz, cosmopolita... futuro revolucionario es una manifestación privilegiada
del tiempo cíclico: anuncia la vuelta de un pasado arque-
No deja de ser una paradoja que, apenas nacida, la ¡rx' típico. Así, la acción revolucionaria por excelencia -la
sía hispanoarnericana se declare cosmopolita. ¿Córro st, lrlptura con el pasado inmediato y la instauración de un
llama esa Cosmópolis? Es la ciudad de ciudades. Nirivc, orden nuevo* es asimismo una restauración: la de un pa-
París, Nueva York, Buenos Aires: es Ia forma más tr¡rr* sado inmernorial, origen de los tiempos. Reuolución srg-
parente y engañosa de la actualidad pues no tiene uonr nifica regreso o vuelta, tanto en el sentido original de la
bre ni ocupa lugar en el espacio. El modernismo cs r¡n¡r palabra *gilo de los astros y otros cuerpos- como en el
pasión abstracta, aunque sus poetas se recrean en l¿l ¡( lr cle nuestra visión de la historja. Se trata de algo más pro-
mulación de toda suerte de objetos raros. Esos objclor lundo que una mera supervivencia del pensamiento ar-
son signos, no símbolos: algo intercambiable. Máscrrr':rr, c¡ico. El mismo Engels no resistió a esta inclinación casi
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espontánea de nuestro pensar e hizo del «comunismo pri- mer.rto más alto de la pasión modernista: el instante de la
mitivo" de Morgan la primera etapa de la evolución hu lucidez que es asimismo el de la muerte.
mana. La revolución nos libera del orden viejo para que Búsqueda de un origen, reconquista de una herencia:
reaparezca, en un r.rivel histórico superior, el order.r primi- nada más contrario, en apariencia, a las tendencias ini-
genio. El futuro que nos propone el revolucionarjo es una ciales del movimiento. En r896, en pleno luror reformis-
promesa: el cumplimiento de algo que yace escondido, ta, Darío proclama: "Los poetas nuevos americanos de
semilla de vida, en eJ origen de los tienpos. El orden re- idioma castellano hemos tenido que pasar rápidamente
volucionario es el fin de los maios tiempos y el principio de la independencia mental de España [...] a la corriente
del rienrpo rerdadero. f:e principirr e\ un cornienTo pero que hoy une en todo el mundo a señalados grupos que
sobre todo es un origen. Y más: es el fundamento mismo forman el culto y la vida de un arte cosmopolita y univer-
del tiempo. Cualquiera que sea su nombre -razón, justi- sal". A diferencia de los españoles, Darío no opone lo
cia, fraternidad, armonía natural o lógica de la historia- universal a Io cosmopolita; al contrario, e[ arte nuevo es
es algo que está antes de los tiempos históricos o que de universal porque es cosmopolita. Es el arte de la gran ciu-
alguna manera los determina. Es el principio por excelen- dad. La sociedad moderna nedifica la Babel en donde to-
cia, aquello que rige el transcurrir. La fuerza de gravedad dos se comprends¡,. (No sé si todos se comprendan en
del tiempo, lo que da senrido a su movimiento y fecundi- las nuevas babeles, pero la realidad contemporánea, se-
dad a su agitación, es un punto fijo: ese pasado que es un gún se ve por Ia historia de los movimientos artísticos del
perpetuo principio. siglo xx, confirma Ia idea de Darío sobre el carácter cos-
Aunque el modernismo canta el incesante advenin.rien- mopolita del arte moderno.) Su oposición al nacionalis-
to del ahora, su encarnación en ésta y aquella forma glo- mo -en aquellos años se decía «casticismo»- es parte de
riosa o terrible, su tiempo marca el paso, corre y no se su amor por la modernidad y de ahí que su crítica a la
I.rueve. Carece de futuro justamente porque ha sido cer- tradición sea también una crítica a España. La actitud an-
cenado de pasado. Estética del lujo y de la muerte, el mo- tiespañola tiene un doble origerr: por una parte, expresa la
dernismo es una estética nihilista. Sólo que se trata de un voluntad de separarse de la antigua metrópoli: unuestro
nihilisn-ro más vívido que asumido, más padecido por la movimiento nos ha dado un puesto aparte, independiente
sensibilidad que afrontado por el espíritu. Unos cuantos, de la literatura castellana,; por Ia otra, identifica españo-
Darío el primero, advierten que la modernidad no es sino lismo con tadicionalismo: "la evolución que llevara el
un girar en el vacío, una máscara con la que la conciencia castellano a ese renacimiento, habría de verificarse en
desesperada simultáneamente se calma y se exaspera. Esa América, puesto que España está amurallada de tradi-
búsqueda, si es búsqueda de algo y no mera disipación, es ción, cercada y erizada de españolismo".
nostalgia de un origen. El l.rombre se persigue a sí mismo Reforma verbal, el modernismo fue una sintaxis, una
al correr tras éste o aquel fantasma: anda en busca de su prosodia, un vocabulario. Sus poetas enriquecieron el
principio. Apenas el modernismo se contempla, cesa de idioma con acarreos del francés y el tnglés; abusaron de
existir como tendencia. La aventura colectiva llega a su arcaísmos y neologismos; y fueron los primeros en em-
término y comienza Ja exploración individual. Es el mo- plear el lenguaje de la conversación. Por otra parte, se ol-
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850 Itudacrou l drs uoa Ll¿¡rdoL I ld s¡tc d: Rab¿ Datío 85r

vida con frecuencia que en los poemas modernistas apare- ha mostrado Pedro Henríquez Ureña. Pero las conclusio-
ce un gran número de americanismos e indigenismos. Su nes teóricas no iueron el origen de la reforma métrica
cosmopolitismo no excluía ni las conquistas de la novela sino la consecuencia natural de la actividad poética. En
naturalista francesa ni las formas lingüísticas america- suma, la novedad del modernismo consistió en Ia inven-
nás. Una parte del léxico modernista ha envejecido como ción de metros; su originalidad, en [a rcsurrección del rit-
l.ran envejecido los muebles y objetos del art nouueau; mo acentual.
el resto ha entrado en la corriente del habla. No ataca- En materia de ritmo. como err todo lo den.rás, nuestro
ron la sintaxis del castellano; más bien le devolvieron romanticjsmo se quedó a medio camino. Los poetas mo-
naturalidad y evitaron las inversiones Iatinizantes ). el én- derni\la\ rceogieron Ia rendencia rotnán¡ica.:t una nl¿yor
fasis. Fueron exagerados, no hinchados; muchas veces libertad rítmica y la sortetieron a Lrn rigor aprendido en
Íueron cursis, nunca tiesos. A pesar de sus cisnes y gón- Francia. El ejemplo francés no fue el único. Las traduc-
dolas, dieron al verso español una flexibilidad y una fa- ciones rítmic¿s de Poe, el ve;:so germánico, la influencia
miliaridad que lamás fue vulgar y que habría de prestárse de Eugenio de Castro y la lección de Whitman fueron los
admirablemer.rte a las dos tendencias de la poesía con- antecedentes de los primeros poemas semilibres; y al final
temporánea: el amor por la imagen insólita y el prosaís- del modernismo el mexicano José Juan Tablada, precur-
mo poético. sor de la vanguardia, introdujo el haikú, forma que indu-
[.a reforma afectó sobre todo a la prosodia, pues el mo- dablemente impresionó a Juan Ran.rón Jimónez y tal vez
dernismo fue ur.ra prodigiosa exploración de las posibili- al mismo Antonio Machaclo, como cualquier lector aten-
dades rítmicas de nuestra lengua. El interés de los poetas to puede comprobarlo. No vale la perla enumel ar todos
modernistas por los problemas métricos fue teórico y los experimentos e innovaciones de los modernistas: la
práctico. Varios escribieron tratados de versificación: reslrrrección del endecasílabo anapéstico y el proven-
Manuel González Prada señaló que los metros castella- zal; la ruptura de la división rígida de los hemistiquios
nos, cualquiera que sea su extensión, están formados por del alejandrino, Elracias al «encabalgamiento"; la boga del
elementos binarios, ternarios y cuaternarios, ascendentes eneasílabo y el dodecasílabo; los cambios de acentua-
o descendentes; Ricardo Jaimes Freyre indicó que se trata ción; la invención de versos Iargos (hasta de veinte y más
de períodos prosódicos no mayores de nueve sílabas. sílabas); la mezcla de medidas distintas pero con una mis-
Para ambos poetas el golpe del acento tónico es el ele- ma base silábica (tcrnaria o cuáternaria); los versos amé-
mento esencial del verso. Los dos se inspiraron en la doc- tricos; la vuelta a l¿rs formas tradicionales, como el co-
trina de Andrés Bello, quien desde r835 había dicho, sante. .. La riqueza de ritmos del moclernismo es única en
contra la opinión predominante en España, que cada uni- la historia de la lengua y su reforma preparó la adopción
dad métrica está compuesta por cláusuJas prosódicas del poema en prosa y del verso libre. Pero lo que deseo
-algo semejante a los pies de griegos y romanos, sólo que subrayar es que el cosmopolitrsmo llevó a los poetas his-
determinadas por el acento y no por la cantidad silábica. panoamericanos a intentar [.ruchos injertos y cruzat¡ien-
El modernismr¡ r'eanuda así la tradición de la versifica- tos; y esas experiencias les revelaron la verdadera tradi
ción irregular, antigua como el idioma rnismo, según lo ción de la poesía española: la versificación rítmica. El
¡ij2 run.!¡rtú¡ )' d¡snlc c¡n f lc¡t¿¡,1 t la suttt,t'l<¡tl'"n lt¡tt¡ 851

descubrimiento no fue casual. Fue algo n.rás que una retó- lores, vibraciones; fusión de los sentidos en uno. Las imá-
rica: una estética ¡ sobre todo, una visión del mundo, genes poéticas son las expresiones, las cncarnaciones a
una manera de sentirlo, conocerlo y decirlo. ur.rtiempo espirituales y sensibles, de ese ritmo plural y
A t¡avés de un proceso en apariencia intrincado, pero único. Esta manera de ver, oír y sentir al mundo se expli-
na¡ural er.r el {or.rdo, la búsqueda de un lenguaje moder- ca generalmente en términos psicológicos: la sinestesia.
r.ro, cosmopolita, lleva a los poetas hjspanoamericanos Una exasperación de los nervios, un trastorno de la psi-
a reclescubrir la tradición hispánica. Digo la y no una que. Pero es algo más: una experiencia en la que participa
tradición española porque la que descubricron los mo el ser entero. Poesía de sensaciones, se ha dicho; yo diría:
dernistas, distinta a la que defendían los casticistas, es la poesía que, a pesar de su cxasPel ado individualismo, no
tradición central y más antigua. Y precisamente por esto afirma el alma del poeta sino la del mundo. De al.rí su in-
apareció ante sus ojos como ese pasado inmemorial que diferencia, a veces abierta hostilidad, ante el cristianis-
es tanbién un perpetuo comienzo. Ignorada por los tra- mo. El mundo no está caído ni deiado de Ia n.rano de
dicionalistas, esa cor¡iente se revela universal; es el mis- Dios. No es ur.r mundo de perdición: está habitado por el
mo principio qre rige la obra de los grandes románticos y espíritu, es la fuente de la inspiración poética y el arqueti-
simbolistas: el ritmo como fuente de la creación poética po de todo transcurrir: .Ama tu ritmo y ritma tus accio-
y como llave del universo. Así, no se trata únicamente de nse...,. La poesía de lengua española nunca se hal¡ía
una restauración. Al recobrar la tradición española, el atrevido á afirmar algo semejante, nrtnca había visto en
modernismo añade algo nuevo y que no existía antes en la naturaleza la morada del espíritu ni en el I itmo la vía
esa tradición. El modernismo es un verdadero conienzo. de acceso -no a la salvación sino a la reconciliación entre
Como el simbolismo francés, el movimiento de los hispa- el hombre y el cosmos. La pasión libertaria de nuestros
noamericanos simultáneanente fue una reacción contra románticos, su rebelión contra «el trono y el altar»! sor.r
la vaguedad y facilidad de los románticos y nuestro ver'- algo muy distinto a esta visiór.r del universo en la que
dadero romanticisr¡o: el universo es un sistema de co- la escatología del cristianismo apenas si tiene sitio y en la
rrespondencias, regido por el ritnro; todo está cifr-ado, que la figura misma de Cristo no es sino una de las for-
todo rima; cada forma natnral dice algo, la naturaleza se mas en que se manifiesta el firan Ciclo. Es inexplicable
dice a sí misr.na en cade uno de sus cambios; ser poeta no que nuestra crítica no se haya detenido en estas creencias.
es sel el dueño sino el agente de transmisión del ritmo; la ¡Y esa misma crítica ha acusaclo a los poetas modernis-
imaginación más alta es la analogía... En foda la poesía tas, sobre todo en España, de superficialidad! El moder-
modernista resuena un eco de los Yers dorés: un ruystére nismo se inicia como una estética del ritmo y desemboca
d'dmr»t dans le métal repose; tout est sensible. en una visión rítmica del universo. Revela así una de las
Ir no.t.rlgr,t dc la unidad cúrrnica c' urr \errtimi(nto tendencias nás antiBuas de la psique humana, recul¡ierta
permanente del poeta modernista, pero también lo es su por siglos de cristianismo y racionalismo. Su revolución
fascinación ante la pluraiidad en que se manifiesta: "la fue una resurrección. Doble descubrimiento: fue la pri-
celeste ur.ridad que presupones -dice Darío- hará brotar mera aparición de la sensibilidad americana en el án.rbito
en ti mundos diversos". Dispersión del ser eu formas, co- de la literatura hispánica; e hizo deI verso español el pun-
8;+ tun(rd i ój1 \, ¿¡s¡d? tlt¡d 1:.1 carn.al! h ercnd: Rub¿ D,1tio tl5 5

to de confluencia entre el fondo ances¡ral del hon.rbre traterrestre; en el segundo, por su afirmación vitalista, su
americano y la poesía europea. Al mismo tiempo reveló panteísmo ¡, el sentirse por derecho propio cantor de la
un mundo sepultado y recreó Jos lazos entre la tradición América Latina como el otlo lo fue de la safona. A dife-
española v el espíritu moderno. Y hay algo más: el movi- rencia de Poe, nuestro poeta no se ellcerró en slr propia
miento de los poetas hispanoamericanos está impregna- aventura espiritual; támpoco tuvo la fe ingenua de \Xlhit
do de una idea extraña a la tradición castellana: la poesía man en el progreso y la fraternidad. Más que a los dos
es una revelación distinta a la religiosa. Ella es la revela- ¡¡randes angloamericanos, podría asemejarse a Victor
ción original, el verdadero princtpio. No dice otra cosa la Hugo: elocuencia, abundancia y la sorpresa continua de
poesía moderna, desde el romanticismo hasta el surrea- la rima, esa cascadá inaÉjotable. Como el poeta francés,
lisrno. En esta visión del mundo reside no sólo la origina- tiene inspiración de escultor ciclópeo; sus esttofas son
lidad del n.rodernismo sino su modernidad. bloques de materia animada, veteada por delicadezas sú-
bitas: la estría del relár.r.rpago sobre la piedra. Y el ritmo,
el continuo vaivén que hace del idioma una inmensa
TI masa acu¿itica. Darío es menos desmesurado y profético;
también es u.renos valiente: no fue un rebelde y no se pro-
Ángel, esp ectrct, medusa... puso escribir la biblia de la era moderna. Su genJo era li
R. D. rico y profesó el mismo horror a la miniatura y al titanis-
mo. Más nervioso y angustiado, oscilante entre impulsos
Por su edad, Rubén Da¡ío fue el puente entre los inicia- contLarios, se diría un Hugo atacado por el mal "deca-
dores y ia segunda generación modernista; por sus viajes dentista". A despecho de que amó e imitó sobre todo (v
y su actividad generosa, el enlace entre tantos poetas y robre todos) a Verl¿ine. rus mejorcs poema\ \e parecen
grupos dispersos en dos continentes; animador y capitár.r poco a los de su modelo. Le sobraban salud v energía; su
de la bat:rlla, fue tambión su espectador y su crítico: su sol ela más fuerte y su vino más generoso. Verlaine era un
conciencia; y la evolución de su poesía, desde Azul... provinciano de P¡ri''l D¡río urt (entroamcricJno tl¡)til-
(r888) hasta Poema del otoño (r9ro), corresponde a la mundos. Su poesía es viril: esqueleto, corazón, sexo. CIa-
del moviniento: con él principia y con él acaba. Pero su ra y rotunda hasta cuando es triste; nada de medias tin-
obra no termina con el modernismo: lo sobrepasa, va tas. Nacida en pleno fin de siglo, su obra es Ia de un
más aliá del lenguaje de esta escuela y, en verdad, de toda romántico que fuese también un parnasiano y un simbo-
escuela. Es una creación, algo que pertenece más a la his- lista. Un parnasiano: nostalgia de la escultura; ur.t sim-
toria de la poesía que a la de los estilos. Darío no es úni- bolista: presciencia de la analogía. Un híbrido, no sólo
canentc el más arnplio y rico de los poeras modernistas: por la variedad de influencias espirituales sino por las
es uno de nuestros grandes poetas modernos. Es el ori- sangres que corrían por sus venas: india, española y unas
gen. A ratos hace pensar en Poe; otros, en \fhitn.ran. En
el primero, por esa porción de su obra desdeñosa del r. Era algo más y Dario supo o/r su nrúsica, que cs la de Villon ,v la dc Apol-
mundo americano y preocupada sólo por una n.rúsica ul- 1r¡¡irc. INot.r de r qqo.
856 Fmdaaln y tlsidencia F.L rat¡coLt la sirena: Rubén D¿tío 8t7

gotas africanas. Un ser raro, ídolo plecolombino, hipo- Segundo encuentro con Rosario Murillo. Su amor había
grifo. En América, la sajona y la nuestra, son frecuentes sido violento y sensuál pero sólo ahora los enámorados
estos injertos y superposiciones. América es un gran ape- llegan a la consumación final. Darío descubre que Rosa-
tito de ser y de ahí que sea un monstruo h;stórico. ¿No rio no era virgen. Años después diría que «una particula-
son monstruosas la hermosura moderna y la más anti- ridad anatómica lo hizo sufrir ". El engaño ¿no le dolió
gua? Dar'ío lo sabía n.rejor que nadie: se sentía conten.rpo- más? Herido, en 1886, emprende el primer gran viaje:
ráneo de Moctezuma y de Roosevelt-Nemrod. Chile. Empieza el gran periplo. No cesará de viajar sino
Nació en Metapa, un poblacho de Nicar:agua, el r 8 de hasta su muerte.
enero de r867. Unos meses después de su nacimiento, el En Santiago v Valparaíso penetra en mundos más civili-
padre abandona Ia casa familiar; la madre, a la que ape- zados e inquietos. Hoy no es fácil hacerse una idea de lo
nas conoció, lo dela al cuidado de unos tíos. Su verdade que fueron las oligarquías hispanoamericanas al final del
ro nombre era F'élix Rubén García Sarmiento pero desde siglo. La paz les había dado riqueza y la riqueza, lujo. Si
los catorce años firmó Rubén Darío. Nombre como un no sintieron curiosidad por lo que pasaba en sus tierras,
horizonte que se despliega: Persia, Judea... Precocidad: la tuvieron muy viva por lo que ocurría en las grandes
innumerables poemas, cuentos y artículos, todos ellos metrópolis ultramarinas. No crearon una civilización
imitaciones de las corrientes literarias en boga. Los temas propia pero ayudaron a afinar una sensibilidad. En la bi-
cívicos del romanticismo español e hispanoamericano: el blioteca privada de su joven amigo Balmaceda, Darío
progreso, la democracia, el anticlericalismo, la indepen- "sáciá su sed de nuevas lecturas". Bohemia. Aparece el
dencia, la unión centroanericana; y los líricos: el amor, ajenjo. Primeros artículos de combate: "Yo estoy con
el más allá, el paisaje, las leyendas góticas y árabes. El Gautier, el primer estilista de Francia". Admira también
despertar erótico fue igualmente precoz: amores infanti- a Coppée y sobre todo a Catulle Mendés, su iniciador y
les, fascinación por una trapecista yanqui ¡ a los quince guía. Al mismo tiempo sigue escribiendo desteñidas imi-
años, la pasión: Rosario Murillo. Pretende casarse con taciones de los románticos españoles: ahora son Bécquer
ella. Lo disuaden sus ámigos y familiares que lo envían a y Campoanor'. Es una despedida pues su estética ya es
El Salvador. Allí hace amistad con Francisco Gavidia que otra: "La palabra debe pintar el color de un sonido, el
le da a conocer en el original Ia poesía de Hugo y de algu- perfume de un astro, aprisionar el alma de las cosas".
nos parnasianos: "La lectura de los alejandrinos del gran En r888 publica Aza/... Con ese libro, compuesto de cuen-
francés -diría después- hizo surgir en mí la idea de reno- tos y poemas, nace oficialmente el modernismo. Descon-
vación métrica, que debía ampliar y realizar más talde". certó sobre todo la prosa, más osacla que los versos. En la
Aún leía mal el francés pero en algunos poemas de esos segunda edición (r89o), Darío restablece el equilibrio
años, advierte Anderson Imbert, hay ir.rdicios del can.rbio: con la publicación de varios poemas nuevos: sonetos en
"En Serenata ya está el hachís que Baudelaire y Gautier
habían lanzado al me.rcado [...) y en Ecce Homo aparece r. Sus tres primeros lihros, escritos antes de los veinte años, constituyen su
el spleen",la enfermedad poética del siglo xIx como Ia conrribrrciórr algusto irapeñmet Epístolas )] poenas (r 88:); Aú¡olos (ril8z);
melancolía fue ia del xvlr. En r884 regresa a Nicaragua. .v Rizras (r887).
85u tunddcíón y dnidencia F.l úntol)'ld sn'enn: Rib¿n 1)aia 859

alejandrinos (un alejandrino nunca oído antes en espa- ce a Rafaela Ciontreras, la Stelia de Prosas profanas, y se
ñolr. orros cn dodec¿\ilabo\ y orro mjs en un exrraño y casa con ella. Vagabundeos centroamericanos: Guatem¿-
rico metro de diecisiete sílabas. No sólo fueron los ritmos la, Costa Rica. En r89z va a España, por dos meses. En el
insólitos sino el brillo de las palabras, la insolencia del curso de ese viaje, al pasar por l,a Habana, conoce a uno
tono y la sensualidad de la frase lo que irritó y hechizó. El de los prin.reros n.rodelnistas, Julián del Casal, con el que
título era casi un manifiesto: ¿eco de Mallarmé (Je suis pasa una semana memorable de poesía, amistad y alco-
hanté! L'a1ur, L'azur, L'azur, I'azur) o cristalización de hol. Al regreso de España, muere su mujer Ella estaba en
algo que estabá en el aire del tiempo? Max Henríquez El Salvador mientras Darío visitaba Nicaragua. Conmo-
Ureña señala que ya Gutiérrez Nájera había mostrado ción psíquica, alcohr¡lismo. Al poco tiempo: recaída en
parecida fascinación por los colores. Abanico de prefe- Rosario Murillo. La pasión se degrada; en una de sus bo-
renciás y caminos a seguir, en Azul... hay cinco "meda- rracheras los hermanos de su arnante, bajo amenaza de
llones", a la manera de Heredia, dedicados a l,econte de muerte, lo obligan a casarse. F.n r 893 lo nombran cónsul
Lisle, Mendés, §íalt §7hitman, J.J. Paima y Salvador de Colombia en Buenos Aires. Darío emprende el viaje,
Díaz Mirón; también hay un soneto a Caupolicán, pri- vía Nueva York v París, con Rosario, pero en Panamá la
mero de una serie de poemas sobre la "América ignota». abandona. No para siempre: esa mujer lo perseguirá has-
Todo Darío: los maestros franceses, los contemporáneos ta su muerte con una suerte de odio amoroso. En Nueva
hispanoamericanos, las civilizaciones prehispánicas, la York, otro encLrentro decisivo: José Martí. La escala en
sombra del águila yanqui (oEn su país de hierro vive el París fue una iniciación; ai salir "juraba por los dioses del
gran viejo..."). En su tiempo Azul..- f're un libro proféti- nuevo Parnaso; había visto al viejo fauno Verlaine, sabía
co; hoy es ur.ra reliquia histórica. Pero hay algo más; un del misterio de klallarmé y era amigo de Moréas". En
poema que es, para mí, eJ primero que escribió Darío; Buenos Ajres encuentra lo que buscaba. Vivacidad, cos-
quiero decir: el primelo que sea realmente una creación, mopolitisno, lujo. Entre la pampa y el mar; entre la bar-
una obra. Se llana Venus. Cada una de sus estrofas es si- barie y el miraje europeo, Buenos Aires era una ciudad
nuosa y fluida como un agua que busca su camino en la susper.rdida er.r el tiempo más que asentada en el espacio.
"profunda extensión, (porque la noche no es alta sino Desarlaigo pero asimismo voluntad de inventarse, ten-
honda). Poema negro y blanco, espacio palpitante en sión por crear su propio presente y su futura tradición.
cuyo centro se abre la gran flor sexual, "como incrustado Los escritores jóvenes habían hecho suya la estética nue-
en ébano un dorado v divino jazn.rín,. El verso final es va y rodearon a Darío apenas llegó. Fue el jefe indiscuti-
uno de los más punzantes de nuestra poesía: "Venus, des- ble. Años de agitación, polérnica y disipación: la sala de
de el abismo, me miraba con triste mirar,. La altur¿ se redacción, el restaurante, el bar. Amistades fervientes:
vuelve abismo y desde allá nos mira, vértigo fijo, ia mujer. Leopoldo l,ugones, Ricardo Iaimes Freyre. Años de crea-
En 1889 Darío vuelve a Centroamérica. Nuevo en- ción: Los raros y l'rosas profanas, ambos de r896. los
cuentro corl Rosario Murillo. Huida a El Salvador, er.r ratos Íue el vademécum de la nueva literatura; Prosas
donde funda un diario en favor de la unión centroameri- profanas fue y es el libro que define mejor al primer mo-
cana, causa a la que perrnanecerá fiel toda su vida. Cono- dernismo: mediodía, non plus ultra d,el movimiento. Des-
F ¿dtú¡ ), ¿¡stlent¡d EI cantol¡, Lt s¡ren¡: Rttl¡rin Darío

pués de Pro-s¿7,( profanas los caminos se cierran: hav que §7hltman"; an.rbivalencia, amor y burla, ante el pasado
replegar las velas o saltar hacia lo desconocido. Rubén español: "abuelo, preciso es decíroslo: mi esposa es de mi
Darío escogió 1o primero y pobló las tierras descubiertas; tierra; mi q[eriCa, de París". Entre todas estas declara-
Leopoldo Lugones se arriesgó a lo segundo. Cantos de ciones -clarividentes o impertinentes, ingenuas o ¡fecta-
uida )- esperdnza ( , qoS ) y Lunario sentimental lt9o9J das- resaltan las de orden estético. La primera: la liber-
son las dos obras capitales del segundo r.nodernismo y de tad del arte y su gratuidad; en seguida, la negación de
ellas parten, directa o indi¡ectamente, todas las experien- toda escuela, sin excluir la suya: "mi literatura cs mía en
cias y tentativas de la poesía n.rodel na en lengua caste- mí; quien siga servilmente mis huellas perderá su tesoro
llana. personal"; y el ritmo: «como cada palabra tiene un alma,
Prosas profanas: el título, entre erudito v sacríJego, irri- hay en cada verso, además de la armonía verbal, una me-
tó aún más que el del lil¡ro anterior. Llamar prosas -him- lodía ideal. La música es sólo cle la idea, rr.ruchas veces,.
nos que se cantan en las misas solerlnes, después del Antes había dicho que las cosas tienen un almai al]ora
Evangelio- a una colección de yersos predominantemen- dice que las palabras también la tienen. El lenguaje es un
te eróticos era, más que un arcaísn.ro, un desafío,. El títu- mundo animado y la mirsica verbal es música de almas
lo, por otra parte, es una muestra de confusión delibera- (Mallarmé había escrito: de la Idea). Si las cosas tiener.r
da entre el vocabulario litúrgico y el del placer- Esta run alma, el universo es sagrado; su orden es el de la músi-
persistente inclinaciór.r de Da¡ío y otros poetas está muy ca 1. la danza: un concjerto hecho de los acordes, reunio-
lejos de ser un capricho; es uno de los signos de la alter- nes y separaciones, de una cosa con la otla, de Lrn ánima
nativa lascinacjón y repulsión que experimenta la poesía con las otras. A esta idea, antigua como el hon.rbre y vista
moderna ante la religión tradicional. El prólogo escanda- siempre con desconfianza por el cristianismo, los poetas
lizó: parecía escrito en otro idioma y todo lo que decía modernos añaden otla: las palabras tiel)en un alma y el
sonaba a paradojá. Amor por la novedad a condición de orden del lelrguaje es el del universo: la danza, la armo-
que sea inactual; exaltación del yo y desdén por la mayo- nía. El lenguaje es un doble mágico del cosmos. Por la poe-
ría; supremacía del sueño sobre la vigilia y del arte sobre sía, el lenguaje recoL.rra su ser original, vueh,e a ser músi
la realidad; horror por el progreso, la técnica y Ia demo- ca. Así, música idcal no quiere decir n.rúrsica de las ideas
cracia: usi hay poesía en nuestra An.rérica, ella está en las sjno ideas que en su esencia son mírsica. Ideas en el senti-
cosas viejas, en Palenque y en Utátlán, en el indio legen- do platónico, realidacles de realjdades. Arn.ronía ideal:
dario, v en el inca sensual y fino, y en el gran N{c¡ctezuma alma del mundo; en su seno todos y todo somos una mis-
cle Ia silla de oro. Lo demás es tuyo, denrócrata §lalt ma cosa, un¿ misma illma. Pero el lenguaje, aLrnque sea
sa€irado por participar en la animación musical del uni-
r. Sin dudr Darío conor:ía el pocma dc l,[allat:fn¿ Prose lour D¿s Lss¿¡n verso, es también discordancia. Como el honbre, es con-
,¿s, aparecido cn r885. Es sahida, además, su admir¡ción por Huvsnrans: tingencia: a un tiempo la palabra es músicá y signifi-
"Dc septiembre de r89,1 r febrero.le r9¡3.+-dicc \{ax Hcnríqucz Urcña- cación. I-a distancia entre el nombre y la cosa nombrada,
Darío escribió Lrnrr c¡ r-¡nice e¡ un diario de Buenos Aires con el pseudónirro el significado, es consecuencia de la separación ertre el
dc Dcs Esscintes". nundo y el hombre. El lenguaje es la expresión de la con-
862 Fü ntld.i ón y.tis i de n c i,1 1.1 .¿/¿.ala 1,1\¡r¿n¿: Rtuh¡ni t)nú' 861

ciencia de sí, que es conciencia de la caída. Por la l.rerida humana frente a la soledad de las cosas? No todo lo que
de la significación el ser pleno que es el poema se desan- contiene ese libro es cacharro de coleccjonista. Aparte de
gra y se vuelve prosa: descripción e jnterpretación del varios poemas perfectos y de muchos fragmentos inolvi-
mundo, A pesar de que Darío no formuló su pensar exac- dables, hay en Prosas profanas rna gracia y una vitalidad
tamente en estos téflninos, toda su poesía y su actitud vi- que todavía nos arret¡atan. Sigue siendo un libro joven.
tal revelan la tensión de su espíritu entre los dos extremos Critican su artificio y afectación: ¿se ha reparado en el
de la palabra: la música y el significado. Por lo primero, tono a un tiempo exquisito y directo de la frase, sabia
el poeta es "de la raza que vida con los números pitagóri- mezcla de erudición y conversación? La poesía española
cos crea»; por lo segundo, es "la conciencia de nuestro tenía los músculos envarados a fuerza de solemnidad y
humano cieno, - patetismo; con Rubén Darío el idioma se echa a andar. Su
Entre la estética de Prosas profanas y el temperamento verso fue el preludio del verso contemporáneo, directo y
de Darío había cierta incompatibiLdad. Sensual y disper- hablad<¡. Se acerca la hora de leer con otros ojos ese libro
so, no era hermético sino cordial: se sentía y sabía solo admirable y vano. Adn.rirable porque no hay poema que
pero no era un solitarío. Fue un hombre perdido en los no contengá por io menos una línea impecable o turba-
mundos del mundo, no un abstraído frente a sí mismo. dora, vibración fatal de la poesía verdadera: música de
Lo que da unidad a Prosas profanas no es la idea sino la este mundo, música de otros n.rundos, siempre familiar y
sensación -las sensaciones. Unidad de acento, algo muy siempre extraña. Vano porque la manera colinda con el
distinto a esa unidad espiritual que hace de Les Fleurs du amaneramiento y la habilidad vence a la inspiración.
mal o d,e Leaues of Crass mundos autosuficientes, obras Contorsiones, piruetas: nada podría oponerse a esos ejer-
que despliegan un tema único en yastas olas concéntri- cicios si el poeta danzase al borde del abismo. Libro sir.l
cas. El iibro del poeta hispanoamer.icano es un prodigio- abismc¡s. Y no obstante...
so repertorio de ritmos, formas, colores y sensaciones. El placcr r.s el tema central de Prosas profanas. Sólo
No la historia de una conciencia sino las metamorfosis de qrrr el placer. preci.rmenre por \cr un jLrcgo. es trn rir,'
una sensibtlidad. Las innoyaciones métricas y verbales del que no están excluidos el sacrificio y la pena. .EI dan-
de Prasas profanas de'lumbr¿ron y conragiaron a crri dismo -decía Baudelaire- linda con el estoicismc¡." La
todos ios poetas de esos años. Más tarde, por culpa de los religión del placer es una religión rigurosa. Yo no repro-
imitadores y ley fatal del tiempo, ese estilo se degradó y charía al Darío de Prosas profanas el hedonismo sino la
su música pareció empalagosa. Pero nuestro juicio es di- superficialidad. La exigencia estética no se convierte en
ferente al de la generación anterior. Cierto, Prosas profa- rigor espiritual. En cambio, en los mejores momentos,
nds a yeces recuerda una tienda de anticuario repleta de brilla la pasión, "luz negr¿ que es más luz que la luz blan-
objetos art nouueaz, con todos sus esplendores y rarezas ca". La mujer lo fascina. Tiene todas las tonnas natura-
de gusto dudoso (y que hoy empiezan á gustarnos tanto). les: colina, tigre, yedra, ma! paloma; está vestida de agua
Al lado de esas cl.rucherías, ¿cón.ro no advertir el erotismo y de fuego y su desnudez misma es vestidura. Es Lrn surti
poderoso, la r¡.relancolía viril, el pasn.ro ante el latir del dor de imágenes: en el lecho se «yuelve gata que se encor-
mundo y del propio corazón,la conciencia de la soledad va" y al desatar sus trenzas asonan, bajo la camisa, "dos
864 Findd.rj y dtsidencid El cdrn¿olt la sircna: Rúbé Ddrío 865

cisnes de negros cuellos". Es la encarnación de la otra re- bras pueden evocat pero no decir. Todo el romanticismo,
ligión: .Sonámbula con alma de Eloísa, en ella hay la sa- aspiración al infinito, está en ese verso; y todo el sinbo-
grada frecuencia del altar". Es la presencia sensible de Iismo: la belleza ideal, indefinible, que sólo puede ser su-
esa totalidad única y plural en la que se funden la historia gerida. Más ritmo que cuerpo, esa forma es femenina. Es
v la natur alez.a, la naturaleza y es la muier:

1... I fatal, cosmopolita, Adornan verdes palmas al blanco peristilo;


universal, inmensa, única, sola los astros me han predicho 1a visión de la Diosa;
y todas; misteriosa y erudita; y mi alma reposa en la luz como reposa
ámame mar y nube, espuma y ola. el ave de la luna sobre el lago tranquilo.

E[ erotismo de Darío es pasional. Lo que siente no es tal Apenas si es necesario señalar que estos soberbios alejan-
vez el amor a un ser único sino la atracción, en el sentido drinos recuerdan a los de Delfica: Reconnais tu le Temple
astronómico de la palabra, hacia ese astro incandescente du péristyle immense... La misma fe en los astros y la
que es el apogeo de todas las presencias y su disolución misma atmósfera de misterio órfico. El soneto de Darío
en luz negra. En el espléndido Coloquio de los centau, evoca ese «estado de delirio supernaturalista " en que de-
ros la sensualidad se transforma en reflexión apasionada: cía Nerval haber compuesto los suyos. En los tercetos
.toda forma es un gesto, una cifra, un enigma". El poeta hay un brusco cambio de tono. A la certeza de la visión
oye "las palabras de la bruma" y las piedras mismas le sucede la duda:
hablan. Venus. rein¿ de l¿' nrarrice. . impera en e>te
universo de jeroglíficos sexuales. Todo es. No hay bien ni Y no hallo sino la palabra que huye,
mal: "ni es la torcaz benigna i ni es el cuervo protervo: la iniciación melódica que de la flauta fluye
son formas del enigma,. A lo largo de su vida Darío osci t...1
lará "entre la catedral y las ruinas paganas», pero su ver-
dadera religión será esta mezcla de panteísmo y duda, El sentimiento de esterilidad e impotencia -iba a escri-
exaltación y tristeza, júbilo y pavor. Poeta del asombro bir: indignidad- aparece continuamente en Darío, cono
de ser. en otros grandes poetas de esa época, de Baudelaire a
El poema Íinal de Prosas profanas, el más hermoso del Mallarmé. Es la conciencia crítica, que a Yeces se resuel-
Iibro para mi gusto, es un resumen de su estética y una ve en ironía y otras en silencio. En el verso final el poeta ve
profecía del rumbo futuro de su poesía. Los temas del al mundo como una inmensa Pregunta: no es el hombre
Coloquio de los centauros y otras composiciones afines el que interroga al ser sino éste al hombre. Esa línea vale
adquieren una densidad extraordinaria. La primera línea todo el poema, como ese poema vale todo el libro: "Y el
del soneto es una definición de su poesía: "Yo persigo cucllo del gran cisne blanco que me interroga -.
una forma que no encuentra mi estilo,. Busca una her, En r898 Darío da el gran salto. Nombrado correspon-
mosura que está más allá de la belleza, algo que las pala- sal de La Nación,vlfuá er Europa hasta 1914 y sólo re-
bwdL¡óx d¡si¿encit El cdracoly la sirena, Rubén Dario 867
^)

gresará a su tierra para morir- Vida errante! repartida prin- ca, aparte de muchos volúmenes de prosa, sus grandes li-
cipalmente entre París y Mallorca. Trabajos periodísticos bro' de poesia Buena parte de esas composiciones son
y cargos diplomáticos (cónsul general en París, ministro una prolongacrón de la etapa anterior. sin conlar con que
plenipotenciario en Madrid, delegado de Nicaragua a va- algunas fueron escritas en la época de Prosas profanas y
rias conferencias internacionales ). Viajes por Europa y aun antes. Pero la porción más extensa y valiosa revela
América'. En rgoo conoce a Francisca Sánchez, la espa- un nuevo Darío, más grave y lúcido, más entero y viril.
ñola humilde que ha de acompañarlo en sus correrías eu Aunque Cantos de uida y esperdnz.o es su libro meior,
ropeas. Fue la devoción y la piedad amorosa, no la pa- lo. que le.iguen continüan la mi.ma vena y contienen
sión. Esos años son los de la celebridad. Fama, buena y poemas que no son inferiores a los de esa colección. Así,
nala: reconocido como la figura central de nuestra poesía, todas esas publicaciones pueden verse como un solo libro
lo rodea l¿ admiración de los mejores españoles e hispa- o, más exactamente, como el fluir ininterrumpido de va-
noan.rericanos (Jiménez, los dos Machado, ValleJnclán, rias corrientes poéticas sirnultáneas. Por lo demás, no
Nervo) pero también lo sigue una cauda de parásitos, hay ruptura entre Prosas profanas y Cantos cle uida y es'
compañeros de tristes francachelas. Años rápidos, horas peranza. Aparecen nuevos temas y la expresión es más
largas en que diluye su vino, su sangre, en el .cristal de sobria y profunda pero no se amengua el amor por la pa-
las tinieblas,. Creación y esterilidad, excesos vitales y men- Iabra brillante. Tampoco desaparece el glrsto por las in-
tales, la .rnútil rebusca de la dicha", el .falso azul noc- nováciones rítmicas; al contrario, son más osadas y segu-
turno" de la juerga y un "dormir a llantos". Noches en ras. Plenitud verbal, lo mismo en los poemas libres que
blanco, examen de conciencia en un cuarto de hotel: o ¿por en esas admirables recreaciones de la retórica barroca
qué el alma tien.rbla de tal manera?". Pero el viento en la que son los sonetos de Trébo\ soltura, fluidez, sorpresa
calle desierta, el rumor del alba que avanza, los ruidos continua de un lenguaie en perpetuo movimiento; y sobre
misteriosos y familiares de la ciudad que despierta, le de- todo: comunicación entre el idioma escrito y el hablado,
vuelven la vieja visión solar Durante este período publi- como en la Epktola a lá señora de Lugones, indudable
antecedente de [o que sería una de las conquistas de la
r. Visitó nuestro contineDte en r9o6 (Conferencia Panámericán¿ dc Río dc poesía contemporánea: la fusión entre el lenguaje litera-
Janeiro);en r9o7 (el famoso viaje a Nic¡raeua, que Ie inspirri varios poemes rio y el habla de la ciudad. En suma, la originalidad de
memorables); en rgro (1a fracasada visita a México); v e[ r9r z (gira dc con-
ferencias). Sobre el vieje a México: el presidenre interino de Nicaragüa, doc' t. Cdlltos de ridd y esper,tnaa, Los cisnes y ott¡)s poemas I IgoS); ELcdnto
or Ntadnz, lo había lombtado su representante en ias fiestas delcentenaro erfifite I t9a7); Poemd del otoño y otros poemds \19t a); Cafito d la Atgen-
de la lndependencia nexic¡na. Mienrras D¡río se dirigía hecia l\4éxico, las tina y otras poenas lrgr4). Hay que agregar la nurterosa obra no recogida
rropas angloarnericanas ocupaban Nicaragua y obligaban a Nladriz a dejar en volumen sino hasta después de su muerte. La mejor edición de 1a poesia

el poder Para evitar complicaciones internacionales al gobierno de Méri- de Darío es la del Fondo de Culrura Econóuica, México, r952. Comprende
co, elpoem no prosiguió su viaje hasta la capital. En rgrr publicó un follc- todos sus libros poédcos y una antoiogía de Ia obra dispersa. La edición es-
to polírico sobre la inrervención angloarnericant en supatria: Refutación aL ruvo al cuidarlo de Ernesto Meiía Sánchez y el prólogo, excelente, es de En

presidenteTdft. rique Anderson Irrbert.


868 Funddci't t ¿¡siden.id Lil carutcoly la sirena: Rubén Darnt 869

Cantos tle uida y esperanzt no implica negación del perío- ficación: "el alma que entle allí debe ir desnucla". Par¿
do anterior: es un cambio natural y que Darío define Darío la poesía es conocimiento práctico o mágico: vi-
como "la obra profunda de la hora, la iabor del rninuto y sión que es asimisn.ro fusión de la dualidad cósmjca. Pero
el prodigio del año". Prodigios ambiguos, como todos no hay creación poética sin ascetisrno o combustión espi-
los del tiempo. ritual: .de desnuda que está brilla [a estrel]a". La estética
El primer poema de Cantos de uid,a y esperdnza es lna de Darío es una suerte de orfismo que no excluye a Cris-
confesión y una declaración. Defensa (y elegía) de su ju- to (más como nostalgia que con.ro presencia) ni a nin¡¡una
ventud: u¿fue juventud la mía?"; exaltación y crítica de de las otras experiencias vitales y espirituales del hombre .
su estética: "la torre de ll-rarfil tentó mi anhelo"; revela- Poesí¡: t ot¿ lid¡ d y rra n' [igu raciott.
ción del conflicto que Jo divide y afirmación de su destino Al cambio de centro de gravedad corresponde otro de
de poeta: "hambre de espacio y sed de cielo". La duali- perspectiva. Si el tono es más hondo, ia mirada es más
dad que en Prosas profanas se manifiesta en términos es- amplia. Aparece la historia, en sus dos forr.r.ras: como tra-
téticos -la forma que persigue y no encuentra su estilo- dición viva y como lucha. Prosas profanas contenía más
se muestra ahora en su verdad humana: es una escisión de una alusión a España; los nuevos libros la exaltan. Da-
del alrna. Para expresarla Darío se sirve de imágenes que río r.runca fue antiespañol, aunque le irritaba, como a la
brotan casi espontáneamente de lo que podría llarnarse mayoría de los hispanoar.nericanos, el espíritu provincia-
5u cosmología. si se entiende pol e\ro no un sisrema pen no y engteído de la España de tin de siglo. Pero la renova-
sado sino su visión instir.ltiva del universo. El sol y el mar ción poética, recibida primero con desconfianza, había
rigen el movimiento de su imaginación; cada vez que bus- conquistado ya a los jóvenes poetas españoles; al mismt¡
ca un símbolo que defina las oscilaciones de su ser, apare- tiempo, una nueva generación iniciaba en esos años un
cen el espacio aéreo o el acuático. Al primero pertenecen examen riguroso y apasionado de la realldad española.
los cielos, la luz, los astros y, por analogía o magia simpá- Darío no fue insensible a este cambio, ai que, por 1o de-
tica, la mitad supersensible del universo: el reino inco- más, no había sido ajena su influencia. Por últin.ro, la ex
rruptible y sin nombres de las ideas, la música, los núme- periencia europea le reveló [a soledad histórica de Hrspa-
ros. El segundo es el dominio de la sangre, el corazón, el noamérica. Divididos por las asperezas de la geografía y
mar, el vino, la mujer, las pasiones ¡ también por conta- por los obtusos regímer.res que imperaban en nuestras tie-
gio mágico, la selva, sus animales y sus monstrLros. Así rras, no sólo estábamos aislados del mundo sino separa-
compara su corazón a la esponja saturada de sal marina e dos de nuestra propia historia. Esta situación apenas si
inmediatamente después vuelve a compararlo a una fuen- ha cambiado hoy; y es sabido que la sensación de soledad
te en el centro de una selva sagrada. Esa selva es ideal o en el espacio y el tien.rpo, fondo permanente de nuestro
celeste: no está hecha de árboles sino de acordes. Es la a¡- ser, se vuelve más dolt¡rosa en el extranjero. Asimismo, el
monía. fl ¿r¡e riende un puenle enlle uno y orro univer- contacto con otros Iatinoamericanos, perdidos como no-
so: las hojas y ramas del bosque se transforman en instru- sotros en las grandes urbes modernas, nos hace redescu-
mentos musicales. La poesía es reconciliación, inmersión brir inmediatámente una identidad que rebasa las artifi-
en la "armonía del gran Todo,. Al mismo tiempo es puri- ciales fronteras actuales, impuestas por la combinaciírn
87o Ftntlduónt disiden¿i¿ El cdracol t La s¡re»¡, Rtbén Ddrío R7,

del poder extraño y la opresión interna. La generación de cierra ios ojos ante la grandeza angloamericana -admiraba
Darío fue la primera en tener conciencia de esta situación a Poe, Whitman y Lmerson- pero.e niega.r aceptar que
y muchos de los escritores y poetas modernistas hicieron esa civilización sea superior a la nuest¡a. En el poema A
apasionadas defensas de nuestra civilización. Con cllos Rooseueb opone al optimismo progresista de los yanquis
aparece el antiimperialismo. Darío aborrecía la política (.Crees que en donde pones la bala del porvenir pones:
pero los años de vida en Europa, en un mundo indiferen- NO" ) una realidad que no es de orden material: el alma
te o desdeñoso de lo nuestro, lo hicieron volver los oios hispanoamericar.ra. No es un alma muelta: nsueña, vibra,
hacia España. Ve en ella algo más que el pasado: un princi- ama". Essignificativo que ninguno de estos verbos designe
pio todavía vigente y que da unidad a nuestra dispersión. virtudes políticas: justicia, Iibertad, energía. El alma hispa-
Su visión de España no es excluyente: abarca las civiliza- noamericana es un aln.ra al¡straída en esferas que poco o
ciones precolombinas y el presente de la Independencia. náda tienen que ver con la sociedad humana: soñar, amdr
Sin nostalgia imperial o colonialista, el poeta habla con el y uibrar sor. palabras que designan a estados estéticos,
mismo entusiasmo de los incas, los conquistadores y los pasionales y religiosos. Actitud típica de la generación
héroes de nuestra Independencia. El pasádo lo exalta modernista: José Enrique Rodó enfrentaba al pragmatismo
pero le angustia la postración hispánica, el letargo de angloamericano el idealismo estético latino. H,stas defini-
nuestros pueblos interrumpido sólo por sacudimientos ciones sumarias hoy nos hacen sonreír Nos parecen super-
de violencia ciega. Nos sabe débiles y mira con temor ha- ficiales. Y lo son. Pero hay en ellas, a pesar de su ingenui-
cia el norte. dad y de la presunción retórica con que fueron enunciadas,
En aquellos años los Estados Unidos, en vísperas de con, algo que no sospechan los ideóiogos modernos. El tema
vertirse en un poder mundial, extienden y consolidan su tiene cierta actualidad y de ahí que no me parezca entera-
dominación en la América Latina. Pa¡a lograrlo usan de rnente reprobable arriesgarme a una digresión.
todos los medios, desde la diplomacia pánamericanista Nos habíamos acostumbrado a juzgar la historia cono
hasta el bigstick, en una mezcla nada infrecuente de cinis- una lucha entre sistemas sociales antagónicos; al mis-
mo e hipocresía. Casi a pesar suyo (.Yo no soy un poeta mo tiempo, a fuerza de consider:ar a las civilizacior.res
para las muchedunbres pero sé que indefectiblemente ten- como máscaras que encubren la verdadera realidad so-
go que ir a ellas") Darío toma la palabra. Su antiimperialis- cial -o sea: como uideologías", en el sentido que daba
mo no se nutre de los temas del radicalismo político. No ve Marx a esta palabra- habíamos terminado por atribuir
en los Estados Unidos la encarnación del capitalismo ni un valor absoluto a los sistemas sociales y económicos.
concibe el drama hispanoamericano como un choque de Doble error: por una parte hicimos precisamente de la
intereses económicos y sociales. Lo decisivo es el conflicto
"ideología, el valor histórjco por excelencia; por la otra,
entre ciyilizaciones distintas y en diferentes períodos histó- incurrimos en un grosero maniqueísmo. Hoy no me pare-
ricos: los Estados Unidos son la avanzada más joven y ce ilegítimo volver a pensar que las civilizaciones, sin ex-
agresiva de una corriente -nórdica, protestante y pragmá- cluir el modo de producción económica y la técnica, son
tica- en pleno ascenso; nuestros pueblos, herederos de dos también expresión de un temple particular o, como se de-
antiguas civilizaciones, atraviesan por un ocaso. Da¡ío no cía antes, del genio de los pueblos. Tal vez la palabra ge-
i

8'7 L F n¡li.lón ), dsden.ia El cnturol y ld si.e d: R"béti Ddtí¡) 871


I

nio, por su riqueza de asociaciones, no sea la más a pro- que unos son chinos y otros rusos? Los chinos son chinos
pósito: diré que se trata de ur.ra disposición colectiva, más desde hace más de tres mil años y no es fácil que un cuar-
bien consecuencia de una tradición histórica que de una to de siglo de régimen revolucionario haya borrado mile-
dudosa fatalidad racial o étnica. El genio de los pueblos nios de confucianismo y taoísmo. Los rusos son n.rás ió-
sería aquello que modela a las instituciones sociales y venes pero son los herederos de Bizancio'.
que, simultáneamente, es modelado por ellas; no una po- Otro tanto puede decirse de las dificultades a que se en-
tencia sobrenatural sino la realidad concreta de unos frenta la Alianza Atlántica. La incipiente unidad europea
hombres, en un paisaje determinado, con una herencia ha puesto de relieve que las afinidacles entre los euroPeos,
semejante y cierto número de posibilidades que sólo se desde España hasta Polonia, son nrayores y más profun-
realizan por y gracias a la acción del grupo. En fin, cual- das que los lazos que unen a los Estados Unidos y la Gran
quiera que sea nuestra idea sobre las civilizaciones, cada Bretaña con sus aliados continentales. Se trata de algo
día me parece menos fácil sostener que son meros refle- que tiene escasa relación con Ios regímenes sociales impe-
jos, sombras fantásticas: son entidades históricas, reali- rantes. Desde la guerra de los Cien Años los ingleses se
dades tan reales como los utensilios técnicos. Son los han opuesto a todas las tentativas de unificación euro-
hombres que los manejan. Desde esta perspectiva la que- pea, vengan de la izquierda o de la derecha. Y ninguno de
rella sinosoviética o la lenta pero inexorable disgregación sus filósofos políticos se ha interesado realmente en esta
dela alíanza atlántica cobran otra significación. idea. Los Estados Unidos han seguido la misma política
En teoría, Ia enemistad entre fusos y chinos es inexpli- de disgregación, primero en la América Latina y después
cable, ya que se tráta de sistemas sociales semejantes y en el mundo entero. Esta política no se deL¡e al azar ni es
que, támbién en teoría, al suprimir el capitalismo han únicamente el reflejo de una maquiavélica voluntad de
abolido la rivalidad económica, es decir, la raíz misma de dominación universal. Es un estilo histórico, la forma en
las contiendas políticas. Sin embargo, a pesar de que la que se manifiestan una tradiciór.r y una sensibilidad. Los
disputa ideológica no tiene origene\ económicos ni socia anglosajones son Lrna rama de la civilización occidental
le.', asume la misma forma de las pugnar entre n¿ciones que se define ante todo por su voluntad de separación;
capitalistas'. Por su parte, los "realistas, en.rpíricos afir- son excéntricos y periféricos. La tradiciór.r latina y la ger-
man que la querella sobre la interpretación de las escritu- mánjca son centrípetas; la anglosaiona es centrífuga o,
ras, la "ideología,, efectivamente es una máscara -sólo rnás bien, pluralista. Ar.nl¡as tendencias operan desde la
que no encubre realidades económicas o sociales sino la disolución del mundo medieval. No eran claramente visi-
ambición de grupos rivales que luchan por la hegemonía. bles en Ia época del apogeo de las nacionalidades porque
¿No hay más? ¿Cómo no ver en ese conflicto el cho- las cubría la agitaciór.r de las luchas entre los Estados na-
que de maneras de ver y sentir diferentes, cómo ignorar
r. Las rellexiones sol¡re cl conilcto chi¡o-soviético, €ntonces cn apogeo,
r. .Al mismo ticr¡po que 1a oposición de clases en ei seno de las nacio¡es así como las relativas a la Aliarrza Adánrica y a la polílica de Estados Uni-
-drce el Manifiesto corrazistd- dcsaparecerá e1 antagonismo entte las na- clos y de lnglaterra, fucron escritas hace más de un cuarto dc siglo. Hoy las
formul¿ría dc un modo un poco disrinto. lNo¡¿ dc ¡qqo.l
871 Fun.la c ión y disi{ e I t c¡¡ r'.1 .a .ol l 1,1 sÍ¿na: Rub¿n Daña 875

cionales. Hoy que éstos tienden a agruparse en unidades valores. La inseguridad psíquica de Ios angloamericanos,
más vastas, aparece a Ia superficie la €scisión que divide a cuando no estalla en violencia, se recuble con afirmacio-
Occidente desde el Renacimiento: la tendenciá pluralista nes moralistas. Esta actitud los lleva a disminuir o negar
y la tradición romano-germánica. Aunque la generación al interlocutor: ellos representan el bien y los otros el
modernista ignoró la sociología y la economía, vislum- error. El diálogo histórico con ellos es particularmente di-
bró que los conflictos entre civilizaciones no se reducen a fícil por que asume siempre la forma del juicio, e[ proceso
la lucha por los mercados ni a la voluntad de poder. o el contrato. Nuestra actitud ante los angloamericanos
Nada más ajeno a Darío que el maniqueísmo. Nunca también es ambivalentei los imitamos y los odian.ros.
creyó que las verdades fuesen exclusivas y prefería asu- Pero no los negamos. Aunque nos hicieron y nos hacen
mir [a contradicción a postular algo que negase a los daño, nos rehusamos a verlos como una especie distinta a
otlos. Veía en el imperiaiismo yanqui el principal obstácu- la nuestra, encarnación del mal. Por tradición católica y
lo a la unión de los pueblos de habla española y portu- liberal nos repugna toda visión exclusiva del hombre,
guesa. No se equivocaba. Tampoco se equivocaba al ad- todo puritanismo.
mirar a los Estados Unidos y en proponernos sus virtudes Rubén Darío compartía los sentimientos de la mayoría
como un ejemplo. En realidad ningún hispanoamericano de América Latina. Por 1o demás, no era un pensador po-
se ha atrevido a negar la existencia y el valor de la civi- lítico y su carácter no era inflexible: ni en la vida pública
lización anglosajona. En cambio, ellos han negado la ni en Ia privada fue un modelo de rigor. Así, no es extra-
nuestrá con fi'ecuencia. Nuestro resentimiento contra los ño que, en r9o6, al asistir como delegado de su país a la
Estados Unidos es superficial: celos, ser.rtimiento de infe- Conferencia Panamericana de Río de Janeiro, escriba S¿7-
riondad ¡ sobre todo, la irritación de aquel que es pobre lwtación al Águila. Este poema, que celebra algo más que
y débil al verse tratado sin equidad. En América Latina la colaboración entre las dos Américas, podría hacernos
no hay mala voluntad hacia los angloame¡icanos. La ver- dudar de su sinceridad. ¿F'ue honrado su entusiasmo? En
dader¿ malevolencia e., dc ellr,,s y ru r¿rz. c mi ;uicio, e. todo caso, no le duró mucho. Él mismo lo confiesa en su
doble: el sentimiento (inconfesado) de culpa histórica; y Epístola a la señora de Lugonesr n En Río de Janeiro[.. '] /
la envidia (igualmente inconfesada) ante formas de vida 1...1 yo panamericanicé / con un vaSo temor y muy
poca
que Ia conciencia puritana y pragmática encuentra a un fe,. Prueba de su soberana indiferencia por [a coherencia
tiempo inmorales y deseables,. Por ejemplo, nuestra con- política: ambos poemas figuran, a pocas páginas de dis-
cepción del ocio los fascina y les repugna y de ambas má- tancia, en el mismo libro.
neras los perturba: pone en tela de juicio su sistema de A pesar de estos vaivenes Darío no cesó de profetizar
la resurrección de los pueblos hispanoamericanos. Aun-
r. Ioy escribiría estos párrafos de rn modo distinto. En Esrados
De nLrcvo: que nunca lo dijo claramente, creía que si el pasado ha-
Ulidos no hay malcvolencia hacia América La¡rna sino indifi¡cncia, des- bía sido indio y español, el futuro sería argentino y, tal
dén e ignorarcia. Entre nosotros el rcsentimiento v la mela voluutacl se han vez, chileno. Nunca se le ocurrió pensar que la unidad y
errconado. La ideología h¡ cnvenenado muchas almas, «rbre rodo cntre los el renacimiento de nuestros pueblos sólo podía ser obra
irtelec!ualcs. lNot¡ de r99o.l de una revolución que echase abajo los regímenes impe-
3zG Fltndd.¡ón y diside cid F.l ,:¿t¿.óll l¡ sú1,1¿: 1l béil Dnñ) R77

rantes en su tiempo y, con raras excepciones, en el nues_ poco que decir y su pobreza se reviste de oropel. Emite
tr.o. El Canto a Argentina (r9ro) reúne sus ideas pre- opiniones, ideas generales; le falta la mirada de Vhit-
_la
dilecta,,: paz. indu:tria, cosmopol ismo, larinidad. Fl evan_
nran, la mirada fundida a lo que ve, la realidad sufrida y
gelio de_la oligarquia hispanoa merica na de lines de siglo, gozada. Los poemas de Darío carecen de substancia: sue-
con su fe en el progreso y en las virrudes sobrehumr"nas lo, pueblo. Substancia: lo que está abajo y nos sostiene y
de la inmigración europea. No falra siquiera la denuncia alimenta. ¿Vio la miseria de nuestra gente, olió la sangre
del «extravío» revolucionario: .Ananké la bomba puso de los mataderos que llámamos guerras civiles? Tal vez
-Bue_
en la mano de la Locura,. El poema es un himno a quiso abarcar demasiado: el pasado precolombino, Espa-
nos Aires, la Babel venidera: «concenrración de vedas, ña, el presente abyecto, el futuro radioso. Olvidó o no
biblias y coranes". Una cosmópolis a la manera de Nuel quiso ver la otra mitad: las oligar:quías, la o¡rrcsión, ese
va York pero
"con perfume latino,. Los asuntos latinoa- paisaje de huesos, cr-uces rotas y uniformes manchados
mericanos no fueron los únicos que lo apasionaron. Fue que es la historia latinoamericana. Tuvo entusiasmo; le
un enamorado de Francia ("¡Los bárbaros. cara Lu- faltó inclignación.
recial") y un pacifisra ardienre. El Canto de esperanza, Una gran ola sexual baña roda Ia obra de Rubén Darío.
poema corrtra Ia guerra. contiene algunos versos mila_
Ve al mundo como un ser dual, hecho de una continua
Srosos! como el inicial: .Un gran vtlelo de cuervos mfln_ oposición y copulación entre el principio masculino y el
cha cl azul celes¡e-. No rodo el poema riene el mismo femenino. El verl¡o atnar es universal 1, conjugarlo es
aliento. practicar la ciencia sL¡prem¿'l: rlo es un saber cle conoci
La poesía de inspiración polirica e histórica de Darío miento sino de creación. Pero sería inútil buscar en su
ha envejecido ranro como Ia vers¿llesca y decadenre. Si
erotismo esa concentración pasional que se vuelve incan-
ésta hace pensar en la tienda de curiosida'dcs. aquélla re_
descente punto fijo. Su pasi<in es dispersa y tiende ir con-
cuerda los museos de historia nacional: glorias oficiales, fundirsc con el r aivóu del nl¡r. l-n urr ¡oema nrur corrori-
glorias apolilladas. Si se comparan sus poemas con lo.,
de do confiesa: "Plur¿l ha sido la celeste / histr¡ria de rni
Vhirman se advier¡e inmediaramen¡e la dilerencia. El corazón". Extraño adjetiv<.r: si llar¡amos celeste a ase
poeta yanqui no escribe sobre la historia sino desde ella y
amor que nos lleva a ver en la persona amada un reflejcr
con ella: su palabra y la historia angloamericana son uná de la esencia divina o de la ldea, su pasión responde difi
y Ia misma cosa. Los poemas del hispanoamericano son
cih¡ente al calificativo. Quizá otra acepción de la pala-
textos para ser leídos en la tribuna, ante un auditorio de bra le convenga: su corazón no se alimenta dc la visión
fiesta cívica..Hay momentos, claro está, en que el poeta
del cielo inmóvil pero obedece al movirriento de los as-
vence al orador. Por ejemplo, la primera part¿ de Ahoo_
t¡:os. I.a tradición de nuestra poesía amorosa, provenzal
seueLt, modelo de insolencia y hermosa desenvoltura;
al_ o platór.rica, concibe a la criatura como una realidacl r'e-
gunos fragmento s d.e Canto a la Argentina,.uyn. ,.i.._
fleja; el fin último ciel amor no es el abrazo carnal sino la
tos verbales recuerdan a Whitman, un \X/hitman larino y
contemplaciór.r, prólogo de las nupcias entre el alma hu-
que tra leído a Virgilio; ciertos refámpagos de visionariá
mana y el espíritu. Esa pasión es pasión de unidad. Darío
en el Canto de esperanza... No es básrante. Darío tiene
aspira a lo contra¡io: quiere disolverse en cuerpo y irlm;r
___rt_

il7,1 Í ndit¡ón ! ¿tsí¿e citt Íl.¿tucol \ ln sirena: Rubón Ddrío 879

en el cuerpo y el alma del mundo. La historia de su cora- plo divino que anima la creación. Unos versos más ade-
zón es plural en dos sentidos: por el nírmero de mujeres lante la imagen se hace más precisa y osada: el «semen es
amadas y por la fascinación que experimenta ante la plu- sagrado". Para Darío el licor seminal no sólo contiene en
ralidad cósmica. Para el poeta platónico la aprehensión germen al pensamiento sino que es materia pensante. Su
de la realidad es un paulatino tránsito de lo vario a lo cosmología culmina en un misticismo erótico: hace de la
uno; el amor consiste en la progresiva desaparición de la mujer la manifestación suprema de la realidad plural y
aparente heterogeneidad del universo. Darío siente esa endiosa al semen.
heterogeneidad como la prueba o manifestación de la Los actores de esta pasión no son personas sino fuerzas
unidad: cada forma es un mundo completo y simultánea- vitales. El poeta no busca salvar su yo ni el de su amada
mente es parte de la totalidad. La unidad no es unai es un sino confundirlos en el océano cósmico. Amar es ensan-
universo de universos, movido por la gravitación erótica: char el ser. Estas ideas, corrientes en la alquimia sexual
el instinto, la pasión. El erotismo de Darío es una visión del taoísmo y en el tantrismo budista e hindú, nunca ha-
mágica del mundo. bían aparecido con tal violencia en la poesía castellana,
Amó a varias mujeres. No fue lo que se llama un toda ella impregnada de cristianismo. (Las fuentes del
amante afortunado. (¿Qué se quiere decir con esá expre- erotismo español son otras: la poesía provenzal, la místi-
sión?) Sus desventuras, si lo {ueron realmente, no expli- ca árabe y la tradición platónica del Renacimiento italia-
can la sucesión de amoríos ni la substitución de un objeto no.) No es fácil que Darío se haya inspirado directamen-
erótico por otro. Como casi todos los poetas de nuestra te en los textos orientales, aunque sin duda tuvo vagas
tradición, dice que persigue un amor único; en verdad, nociones de esas filosofías. En todo esto hay un eco de
experimenta un perpetuo vértigo ante la totalidad plural. sus lecturas románticas y simbolistas pero hay algo más:
No el amor celeste ni la pasión fatal; ni Laura ni Juana esas visiones son la expresión fatal y espontánea de su
Duval. Sus mujeres son la Mujer y su Mujer las mujeres. sensibilidad y de su intuición. La originalidad de nuestro
Y más: la Hembra. Sus arquetipos femeninos son Eva y poeta consiste en que, casi sin proponérselo, resucita una
Cipris. Ellas «concenrran el misterio del corazón del antigua manera de ver y sentir a la realidad. Al redescu-
mundo,, Misterio, corazón, rnundo: entraña femenina, brir [a solidaridad entre el hombre y la naturaleza, funda-
matriz primordial. Aprehensión sensual de la realidad: en mento de las primer¿rs civilizaciones y religión primordial
la mujer ose respira el pelfume vital de cada cosa". Ese de los hombres, Darío abre a nuestra poesía un mundo de
perfume es lo contrario de una esencia: es el olor de la correspondencias y asociaciones. Esta vena de erotismo
vida misma. En el misn.ro poema Darío evoca una imagen mágico se prolonga en varios grandes poetas hispanoa-
que también seclujo a Novalis: el cuerpo de la rnujer es el mericanos, como Pablo Neruda.
cuerpo del cosmos y amar es un acto de canibalismo sa- La imaginación de Darío tiende a manifestarse en di-
grado. Pan sacramental, hostia terrestre: corner ese pan recciones contradictorias y complementarias y de ahí su
es apropiarse de la substancia vital. Arcilla y ambrosía, la dinan.rismo. A la visión de la mujer como extensión y pa-
carne de la mujer, no su alma, es celeste.Esta palabra no sividad anirr.ral y sagrada -arcilla, ambrosía, tierra, pan-
designa a Ia esfera espiritual sino a la energía vital, al so- sucede otra: es la «Potente a quien las sombras temen, la
u8o ludación I dts¡.lek.¡d ¡:l cn colj Ld sitena: Rub¿n Dúía R8r

reina sombría». Potencia activa, dispensa con indiferen- mundo. Son los símbolos, "vestidos de belleza", de la dua-
cia el bien y el mal. Encarna, diría, la profunda, sagrada lidad, el signo viviente del ayuntamiento cósmico: «el mons-
amoralidad cósmica. Es la sirena, el monstruo hermoso, truo expresa un ansia del corazón del Orbe". La filosofía
tanto en el sentido lísico como en el espiritual. En ella de Da¡ío se resuelve en esta paradoia: "sabed ser lo que
confluyen todos los opuestos: la tierra y el agua, el mun- sois, enigmas siendo formas".
do animal y el humano, la sexualidad y la rnúsica. Es la Si todo es doble y todo está animado, toca al poeta des-
forma más cornpleta de la mitad femenina del cosmos y cifrar las .confidencias del viento, la tierra y el mar". El
en su canto salvación y perdición son una misma cosa. La poeta es como un ser sin memoria, como un niño perdido
muler es anterior a Cristo: lava todos los pecados, disipa en una ciudad extraña: no sabe ni de dónde viene ni
todos los miedos y su virtud lustral es tal que
"al torcer adónde va. Pero esta ignorancia esconde un saber inme-
sus cabellos, apaga al infierno". Sus atributos son dobles: morial. Frenre al mar ca¡alán: sien¡o en roca, aceite 1
es agua pero también es sangre. Eva y Salomé: vino, / yo mi antigüedad". Niño milenario, el poeta es la
conciencia del olvido en que se sustenta toda vida huma-
Y la cabeza de Juan el Bautista, ná: sabe que perdimos algo en e[ origen pero no sabe con
ante quien tiemblan los leones, certeza qué fue lo que perdimos o nos perdió' Percibe
cae al hachazo. Sangre llueve. .fragmentos de conciencias de al.rora y ayer,, mira al sol
Pues la rosa sexual negro, llora por estar vivo y se asombra de su muerte.
al ent¡eab¡i¡se La crítica universitaria generalmente ha preferido ce-
connrue\ e todu lo que e\i,le rrar los ojos ante la corriente de hermetismo y de ocultis-
co¡ su efluvio carnal mo que atraviesa la obra de Darío. Este silencio daña la
y con su estigma espiritual. comprensión de su poesía. Se trata de una corriente cen-
tral y que constituye no sólo un sistema de pensamiento
Los arquetipos de su universo son la matriz y el falo. sino de asociaciones poéticas. Es su idea del rnundo o
Están en todas las formas: .el peludo cangrejo tiene espi- más bien: su imagen del mundo. Como otros creadores
nas de rosa / y los moluscos reminiscencias de mujeres". modernos que se han servido de los mismos símbolos,
La seducción del segundo verso r.ro proviene únicamente Darío transforma la "t¡adición oculta" en visión y pa-
del ritmo sino de la conjunción de tres realidades distin- labra. En un soneto no recogido en libro durante su
tas: moluscos, mujeres y reminiscencias. La alusión a vi, vida confiesa: .En las constelaciones Pitágoras leía, I yo
das anteriores es frecuente en la poesía de Darío e implica en las constelaciones pitagóricas leo,. En la nconfusión
que la cadena de las conespondencias es también tempo- de su alma, la obsesión de Pitágoras se mezcla con Ia de
ral. La analogía es el tejido viviente de que están hechos Orfeo y ambas con el ten.ra del doble. La dualidad ad-
espacio y tiempo: es infinita e inmortal. El carácter enig- quiere ahora la forma de un conflicto personal: ¿quién y
mático de la realidad consiste en que cada forr¡a es doble qué es él? Sabe que es, «dssds el tiempo del Paraíso,
y triple y cada ser es reminiscencia o prefiguración de reo»; sabe que "robó el fuego y robó la armonía"; sabe
otro. Los monstruos ocupan un lugal privilegiado en este que et dos en sí mi.'mo;1 que .siempre quiere ser
E8z FLndd r ¡ ón y .lt s idenci a Ll carn.al I ld s¡e a: R bén t)nt¡o 881

otro». Sabe que es un enigma. Y la respuesta a este enig- llamadas y respuestas: el hombre. F'n Augurios Pasan so-
ma eS otro: bre la cabeza del poeta el águila, el búho, la paloma, el rui-
señor y cada uno de esos pájaros es un agüero de fuerza,
En la arena me enseña la tortuga de oro saber o sensualidad. De pronto la enumeración cambia de
hacia dónde concluce de las musas el co¡o rumbo, el lenguaje simbolista se quiebra e irrumpe el habla
y en dónde triunfa augusta la voluntad de Dios. directa: oPasa un murciélago / pasa una mosca / un mos-
cardón1...]". No pasa nada y llega la muerte. Sorprende el
En otro soneto, dedicado a Amado Nervo y gue perte- tono amargo y el voluntario, dramático Prosaísmo de las
nece también a la obra dispersa, la tortuga de oro apare- líneas finales. Disolución del sueño en la sórdida muerte
ce como el emblema del universo. Esta composición me cotidiana. El tema de nuestra finitud adopta a veces lá for-
parece ser una de las claves del Darío mejor y menos co- ma cristiana. En Sp¿s el poeta prde a Jesús, oincomparable
nocido y merecería un análisis derenido. Aquí apunto perdonador de injurias,, la resunección: "dime que este
sólo mi perpleja lascinación. Los signos que traza la tor- espantoso horror de la agonía / que me obsede, es no más
tuga en el suelo y los que se dibujan en su caparacho ,,nos de mi culpa nefarrda". Pero Cristo es sólo uno de sus dio-
dicen al Dios que no se nombra,. La forma en que se re- ses, una de las formas de ese Dios que no se nombra. Aun-
vela esa divinidad innombrable es un círculo; ese círculo que a Darío le repugnaba el ateísmo racionalista y su tem-
"encierra la clave del enigma / que a Minotauro mata y a peramento era religioso, y aun supersticioso, no puede
la Medusa asombra". En el soneto que cité primero, la decirse que sea un poetá cristiano, ni siquiera en el sentido
enseñanza de la tortuga consiste en mostrarle al poeta polémico en que lo fue Unamuno. El terror de la muerte' el
la .voluntad de Dios"; en el que ahora comento esa vo- horror de \er, el l\co de 't mistllo. expresiones que ¿pare
luntad se identifica con el eterno retorno. La obra divina cen una y otra vez a partÍ de Cdntos de uida y esperanza,
es la revolución cíclica que pone arriba lo que estaba aba- son ideas y sentimientos de raíz cristiana; pero falta la otra
jo v obliga a cad¿ cosa ¿ ¡ransformarse en .,u conlrario: mitad, la escatología del cristianismo. Nacido en un mun-
inmola al Minotauro y petrifica a la Medusa. En el espí- do cristiano, Darío perdió la fe y se quedó, como la mayo-
riru del poera 16. signos de la tortLrga \e convierren en ría de nosotros, con la herencia de la culpa, ya sin referen-
un «ramo de sueños" y un «mazo de ideas florecidas". cia a una esfera sobrenatural.
Unión del mundo vegetal y el mental. Esta imagen se re- El sentimiento de la mancha original impregna mu-
suelve en otra más, predilecta del poeta: esos signos son chos de sus mejores poemas: ignorancia de nuestro ori-
los de la música del mundo. Son el emblema del movi- gen y de nuestro fin, miedo ante el abismo interior, ho-
miento cíclico y el secreto de la armonía: la orquesta ny rror de vivir a tientas. La fatiga nerviosa, exacerbada
lo que está suspenso entre el violín y el arco,. Verso hen- por una vida desordenada y los excesos alcohólicos, el
chido de rdivin¿ciones y reminiscencias: momento en ir y venir de un país a otro, contribuyeron a su desaso-
que se detiene, sin detenerse, la voluntad circular que siego. Iba sin ruml¡o fijo, hostigado por el ansia; des
perpetuamente recomienza. pués caía en letargos que eran "pesadillas 5t¡¡¿ls5» y la
La analogía no es perfecta. Hay una falla en el tejido de muerte se le aparecía alternativamente como pozo sin fin
884 Funda c¡ a» y d ¡s¡¿ en.it1 tl ¡am¿olt l¿ s¡ena: Rubén D¡río 885

o despertar glorioso. Entre esos poemas, escritos en un dad es siempre dos. Por eso su emblema, como 10 vio
lenguaje sobrio y reticente, oscilante entre el monólogo y Juan Ramón Jiménez, es el caracol marino, silencioso
la confesión, me conmueven sobre todo los tres Nocr¿zr- y henchido de rumores, infinito que cabe en una mano.
z¡os. No e' difrcil ¡dverrir \u \emeian,/t (on cierto\ poe- Instrumento musical, resuena con un "incógnito acen-
mas de Baudelaire, como L'Examen de minuit o Le to»; talismán, Europa lo ha tocado «con sus manos divi-
Gouffre' . El primero y el último de los Nocr¿¿¡r.¡os termi- nas»i amuleto erótico, convoca a nla sirena amada del
nan con el presentimiento de la muerte. No la describe y poeta"; objeto ritual, su ronca música anuncia el alba y el
se limita a nombrarla con el pronombre: Ella. En cam- crepúsculo, la hora en que se iuntan la luz y la sombra. Es
bio, la vida se le aparece como un mal sueño, abigarrada el símbolo de la correspondencia universal. Lo es tam-
co¡ección de n.romentos grotescos o terribles, actos irri- bién de la reminiscencia: al acercarlo a su oído escucha la
sorios, proyectos no realizados, sentimientos mancha- resáca de las vidas ¡rasadas. Camina sobre la arena, allí
dos. Es la angustia de la noche urbana, ese silencio inte- donde "deian los cangrejos la ilegible escritura de sus
rrumpido por «el ¡ssornr de un coche lejano" o por el huellas" y su miráda descubre a la concha marina: en su
zumbido de la sangre: oración que se vuelve blasfemia, alma .otro lucero como el de Venus arde,. El caracol es
cuenta sin fin del solitario frente a un futuro cerrado su cuerpo y es su poesía, el vaivén rítmico, el girar de esas
como un muro. Pero todo se resuelve en ale61ría serena si imágenes en las que el mundo se revela y se oculta, se dice
Ella aparece. El erotismo de D¿río no se resigna y háce y se calla. En e[ segundo Nocturno hace la cuenta de lo
nupcias del morir'. que vivió y no vivió, dividido «entre un vasto dolor y cui-
En el Poema deL ot<tño, una de sus grandes y últimas dados pequeños", entre recuerdos y desgracias, ilumina-
composiciones, se unen los dos ríos que alimentan su poe- ciones y dichas violer.rtas:
sía: la meditación ante Ia muerte y el erotismo panteísta.
El poema se presenta como variaciones sobre el viejo y Todo esto viene en meclio del silencio profundo
gastado tema de la brevedad de la vida, la flor del instan- en que la noche envuelve Ia terrena ilusión,
te y otros lugares comunes; al final, el acento se vuelve y siento cono un eco del corazón del mundo
más grave y desafiante: ante la muerte el poeta no afirma que pencrr.l ) (orrr¡Lreve tni propio corlzon.
su vida propia sino la del universo. En su cr áneo, como si
fuese un caracol, vibran la tierra y el sol; la sal del mar, En r 9 -r 4, ya Europa en glrerra, Darío regresa a Amé-
savia de sirenas y tritones, se mezcla a sLr sangre: morir es rica. En los últimos tiempos, los apuros materiales se
vivir una vida más yasta y poderosa. ¿Lo creía realmen- añadían a los trastornos del cuerpo v el alma. Concibió
te? Es verdad que temía a la muerte; también lo es que la el proyecto de realizar r.rna gira de conferencias por el
ámó y la deseó. La lrluerte fue su medusa y su sirena. conlinente, acotnp:rñado pol un comparriota \ulo que
Muerte dual, como todo lo que tocó, vio y cantó. La uni- actuaba como su empresario. En Nueva York cayó en-
fermo. Su compañero lo abandonó. Herido de muerte,
r. En la breve corrposició¡ sin título que se inicia co¡ Ia lilca .¡Oh terre- se traslada a Guatemala. Allí lo recoge la implacable
moto üentall,, Darío cita expres:rrnenre al poeta lrancés. Rosario Murillo, que lo lleva a Nicara¡¡ua. Muere en su
Frndación y dísidencia

19r6, "El caracol la fo¡ma


casa, el 6 de febrero de
de un corazón". Fue su pecho de vivo y su cráneo.
muerto.
Delbi, a 6 de octubre de t

nEl caracol y [a sirena: Rubén Da¡ío" se publicó por prirnera,


en Reuista de ld Uniuersidad,MéÁco, diciembre de 1964; ¡
iormette, en Cuadrialo, México, Joaquín Mortí2, 1965. ,,.1,
, t.¡
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OCTAVIO PAZ
OBRAS COMPLETAS II

Excursiones / Incursiones
Dominio extran,ero

Fundación ydisidencia
Dominio hispánico

¿orcróu DEL AUToR

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<rfrrr;U r-<¡ DE LECToRES
Ptimera edición: círculo de Lecmres, t99r
Seganda edición: Galaxia Gutenberg I Cítculo de Lectores, 2ooo

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