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ESPÉRAME EN EL CIELO

EL PROCESO DE DUELO SEGÚN LA TERAPIA ESTALT

Carmen Vázquez Bandín

“Llegó con tres heridas,


la de la vida, la del amor,
la de la muerte”
(M. Hernández)

Dedicado a Pluma que, durante 23 años,


me facilitó “vivir en la frontera”,
gracias a su sabiduría perruna.

El tema de la muerte, los duelos, los enfermos terminales, … me ha


fascinado siempre. Pero no en un sentido morboso o escatológico, sino desde
un punto de vista psicológico, de apoyo, de acompañamiento… A lo largo de mi
vida he podido encontrar razones y vivencias que podrían explicar
racionalmente este interés pero nunca han llegado a convencerme mucho. Es
algo que está en mí, que siento. Hace ya tiempo, dejé de buscar razones y
busqué la forma activa de poner en acción mis inquietudes. Llevo más de veinte
años trabajando psicológicamente con personas en proceso de duelo, desde
personas con una enfermedad terminal a personas que han perdido un ser
querido.
Soy psicóloga clínica y terapeuta gestáltica y este es el enfoque al que he
adaptado mi formación psicológica en el trabajo con las personas en un proceso
de duelo.
Es a la doctora Elisabeth Kübler-Ross a quien debo la orientación y la
sistematización teórica del trabajo psicológico con las personas en procesos de
duelo. Esta elección es debida a tres razones, escritas aquí sin ningún orden
prioritario:
 Es la pionera en trabajar con los duelos y los moribundos;
 Es la persona que encauzó mi interés personal para que se convirtiera en
una genuina vocación profesional; y
 Su enfoque es fenomenólogico y experiencial y, aunque nunca ha hablado ni
escrito en términos de “campo”, ni de relación dialogal, siempre ha tenido
presente la importancia del “aquí y ahora y lo siguiente” y “la magia de la
intimidad de relacionarse sin trabas”.1
Este artículo, así como los talleres vivenciales que dirijo están
extractados del material teórico del taller teórico-práctico que imparto dentro
del programa de Formación en Terapia Gestalt en mi Instituto de Terapia

1
.- Conversación personal, Head Waters, 1992.
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Gestalt de Madrid, España, como en otros Institutos de Terapia Gestalt de


España y de Europa.
Por lo que se refiere a la Terapia Gestalt, mi orientación, tanto
terapéutica como de formadora está basada en nuestro libro fundacional:
Terapia Gestalt: Excitación y crecimiento de la personalidad humana , de Perls,
Hefferline y Goodman2. No obstante, en este artículo , voy a evitar todos los
tecnicismos posibles para hacerlo más ameno y menos “erudito”.

Encuadre histórico-social del tema

Con el advenimiento de la Ciencia, la Medicina nos ha hecho creer que la


salud y el bienestar del hombre son una cuestión de conocimiento, de saber.
Pero, dos guerras mundiales y la situación de los moribundos, en el país
científica y económicamente más avanzado del mundo occidental, llevan a
cuestionar esta ideología y hace que surjan las voces de algunos sacerdotes, de
algunos médicos y psiquiatras y de los mismos pacientes para decirnos que no
todas las cosas, en el mundo humano, se van a poder arreglar con la Ciencia y
que, en última instancia, una de las cosas que nos unen como Humanidad es el
hecho de estar vivos y sufrir pérdidas.
La figura pionera que trata de articular una metodología para los duelos
y las pérdidas es la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross, cuyos estudios se
inscriben en un desarrollo socio-psico-filosófico que comienza en Estados
Unidos, en el año 1955, con la aparición de su primer libro ( “Sobre la Muerte y
los moribundos”3), junto con el del también psiquiatra y psicoanalista Kurt R.
Eissler, titulado “El psiquiatra y el paciente moribundo” 4. Tanto la obra de este
último como la de Kübler-Ross, que vio ocho ediciones en solo tres años desde
su primera aparición en 1969, surgen de una clínica médica cada vez más eficaz
en la reparación del organismo humano biológico del hombre pero impotente
ante los efectos de la muerte tanto en la vida de los individuos como en el
plano social.

Literatura técnica sobre los duelos

Tanto en la literatura psicológica como sociológica cada vez son más


frecuentes libros y artículos que tratan del trabajo con los duelos, de cuidados
paliativos, de la atención psicológica a los moribundos y del trabajo emocional
con las familias que han sufrido una pérdida significativa. No obstante, cada
autor enfoca el tema desde su propia perspectiva y desde su propia experiencia
tanto personal como profesional. El profano interesado no llega a tener una
idea clara ni unos elementos teóricos consensuados que canalicen su interés.
Estamos en una fase a la que podríamos llamar de “expansión y divulgación del
tema”. En este terreno aún queda mucho por hacer ya que hay una cierta
urgencia en recopilar, sistematizar y aunar toda esta información en una
2
.- PERLS; F.S., HEFFERLINE, R. y GOODMAN, P.: Terapia Gestalt: Excitación y crecimiento de la
personalidad humana, Ed. Sociedad de Cultura Valle-Inclán, Colección Los Libros del CTP,
Ferrol/Madrid, 2002.
3
.- KÜBLER-ROSS, Elisabeth: Sobre la muerte y los moribundos; Ed. Grijalbo, Barcelona, 1975.
4
.- EISSLER, Kurt R.: The Psychiatrist and the Dying Patient; International Universities Press, New
York, 1955.

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metodología coherente, no para suprimir la parte profundamente humana del


trabajo con personas en duelo sino para establecer unos criterios de eficacia
probada. Confío en que todo llegará a su tiempo y este tema, lejos de ser casi
una inclinación individual pase a ser, sin dejar de ser vocacional, un asunto
prioritario que acepte la sociedad como un apoyo comunitario.
En las últimas páginas de éste articulo hay una pequeña bibliografía no
solo de los libros citados aquí sino de algunos libros que considero interesantes
y útiles para una visión psicológica del proceso del duelo.

Literatura gestáltica

Aunque en nuestro libro fundador “Terapia Gestalt: Excitación y


crecimiento de la personalidad humana”5, en el Volumen II, Goodman hace
alguna referencia expresa a los duelos, casi no hay libros ni artículos dedicados
específicamente a este tema. Los pocos que hay son alusiones al tema o
relatos de experiencias personales.
Utilizando como referencia la revisión hecha por Stephanie Sabar en su
artículo “Duelo, pesar y llanto por una pérdida, una perspectiva gestáltica” 6 y
mi propia búsqueda de referencias, existen dos libros: The Courage to Grieve
(Tatelbaum, 1980) y About Mourning: Support and Guidance for the Bereaved
(Weizman y Kamn, 1985).
Seis artículos: “Grief and Gestalt Therapy” de Anne Clark (1982), “Dying:
Towards a more Human Death” de Corbeil (1983), el de la propia Sabar, citado
más arriba (2000), “Living with Dying”, relato vivencial autobiográfico de Ken
Evans (2000), “La culpa en el proceso de duelo” de Mª Isabel Chávez de
Sanchez (2002), y el de la terapeuta gestáltica griega Katia Hatzilakou: “A
Meeting with Life through Life’s Death: A Gestalt approach of working through
grief” (2002). Una Carta al Editor de The British Gestalt Journal (“Closing the
Last Gestalt”, 1994) de Dolores Bate.
Existe otro material más disperso en escritos más generales sobre
Terapia Gestalt. Perls en “El enfoque gestáltico/Testimonios de Terapia”7,
cuando menciona la metáfora de “pelar la cebolla”, habla del estrato implosivo,
relacionándolo con la muerte y el miedo a la muerte, y la expresión de pesar
con el nivel explosivo (Perls, 1969; McLeod, 1993). Kepner hace algunas
referencias a lo positivo de llorar por las pérdidas en “Healing Tasks” (1995). E.
Polster (1995) en “A Population of Selves”, analiza la pérdida del sentido de
uno mismo y de la vida después de una muerte. Woldt y Stein (1997)
describen las pérdidas que sobrevienen con la edad y los asuntos
transferenciales de los terapeutas ante la decadencia y la muerte de sus
clientes. Zinker (1994) ve el apoyo ante el pesar en forma de presencia,
testimonio y rituales. Violet Oaklander, en “Ventanas a nuestros niños” (1988),
presenta un método aplicable a los niños que han vivido una pérdida.
5
.- PERLS, F., HEFFERLINE, R. y GOODMAN, P.: Excitación y crecimiento de la personalidad
humana, Ed. Sociedad de Cultura Valle-Inclán, Colección Los Libros del CTP, Madrid, 2002. (A partir de
ahora PHG).
6
.- SABAR, Stephanie: Duelo, llanto y pesar, una perspectiva gestáltica, en “Gestalt Review”, vol 4, nº2,
2000. (Documento nº 167 del Centro de Terapia y Psicología de Madrid, España; traducido por Carmen
Vázquez Bandín)
7
.- PERLS, Fritz: El enfoque gestáltico/Testimonios de Terapia; Ed. Cuatro Vientos, S. de Chile, 1973.

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Encuadre y definición del proceso de duelo

“Todo tiene su momento, y cada


cosa su tiempo bajo el cielo:
Su tiempo el nacer,
Y su tiempo el morir…
Su tiempo el llorar,
Y su tiempo el reír;
Su tiempo el abrazarse,
Y su tiempo el separarse.”
(Eclesiastés, 3, 1-5)

Cuando en el relato de Saint-Exupèry, “El principito”8, este llora al


despedirse del zorro, al que le ha llevado tiempo conocer, hacerse su amigo y
disfrutar con su relación, el zorro le dice: “cuando se ama, se corre el riesgo de
llorar un poco”. ¡Sabías palabras las que Saint-Exupèry pone en boca del zorro!
Porque como sabemos por la teoría de la Terapia Gestalt todo tiene un principio
y un final, un abrir y un cerrar, un contacto y una retirada. Pero como también
dice la teoría de la Terapia Gestalt: “cuando se han agotado todos los fondos”
[…] “de tal modo que no queda ningún apetito en la consciencia del cuerpo” 9, el
cierre, la retirada del campo organismo-entorno se da de una forma natural,
organísmica, necesaria. Se da una pérdida total del interés y solamente cuando
hay una confluencia insana, se mantiene la relación con el objeto.
Este proceso contacto-retirada en el campo organismo-entorno
podemos verlo, por ejemplo, en el comer. Cuando tenemos hambre, vernos
delante de la comida nos produce placer, excitación, deseo. Y comemos con
gusto. Sabemos que hemos llegado a la fase de cierre cuando hemos perdido el
interés, nos sentimos saciados, apartamos el plato. En la bulimia, la persona no
es capaz de cerrar, no siente organísmicamente el momento de la retirada y la
ansiedad de la “separación” le hace engullir todavía más deprisa.
Pero en el proceso de duelo no hay esa “ausencia de apetito en el
cuerpo”, ni se han “vaciado todos los fondos”, no hay una retirada natural,
organísmica sino que, por el contrario, el entorno desaparece, se nos arrebata
produciéndonos “una situación de frustración, de privación” que hace que “la
frontera empiece a tensarse de una manera intolerable porque las exigencias
propioceptivas no pueden equilibrarse desde el entorno”10.
El proceso por el que se atraviesa para resolver esta “tensión intolerable”
debida a la frustración es el duelo. PHG dicen, concretamente: “… el ser amado
acaba de morir. […] La pena, la confusión, el sufrimiento se mantienen durante
tiempo, ya que hay mucho por destruir y aniquilar, y mucho que asimilar” .11

8
.- SAINT-EXUPÈRY, Antoine: El principito, Ed. Alianza, Madrid, 1975.
9
.- PHG II, 13, 1, 5.
10
.- PHG II, 3, 6, 5
11
.- PHG II, 9, 4, 5

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Si ahora, de un modo más coloquial, definimos el duelo como el proceso


psicológico para elaborar la pérdida de un “objeto” significativamente emocional
para alguien, podemos darnos cuenta inmediatamente de lo amplio del tema y
de la cantidad de matices diferentes que pueden darse en los duelos. Aunque
es cierto que podemos tener un duelo por la pérdida de un trabajo, la pérdida
de una casa, de un amigo que se enfada, de un hijo que se independiza y un
largo etc., generalmente, hablamos de proceso de duelo cuando la pérdida es
“para siempre”, a veces debido a una separación, un divorcio, … y más
concretamente, a la muerte de un ser querido. Por lo tanto, aquí voy a hablar
del proceso de duelo y su enfoque terapéutico ante la pérdida “definitiva” de
alguien significativo en la vida de otra persona. Voy a hablar del duelo en la
pérdida, en la muerte, de un ser querido al que se está emocionalmente ligado.

Fases del duelo

Si partimos de que para la Terapia Gestalt: “toda función humana es una


interacción en un campo organismo-entorno sociocultural, animal y físico” 12, la
muerte de un ser querido es un desequilibrio en la autorregulación organísmica
en el campo organismo-entorno, y, por lo tanto, el proceso de duelo es la
restauración de ese equilibrio. Y este proceso, como tal, podemos desglosarlo
en diversas fases13:

1ª fase.- negación y aislamiento


2ª fase.- regateo y ritual
3ª fase.- ira
4ª fase.- tristeza
5ª fase.- aceptación.

Fase Primera. Negación y aislamiento

“El aturdimiento y la desorientación son grandes


por lo que no es conveniente apresurarse”
(Hugo Dopaso)

Después de una muerte tanto imprevista como después de un largo


período de enfermedad, la familia se queda desconcertada, sobrecogida,
generalmente incapaces de enfrentarse a la brutal realidad.
Los primeros días están muy ocupados haciendo gestiones y atendiendo
a los parientes y amigos que van a verlos. El vacío se siente después del
entierro, cuando los parientes y amigos se han marchado y empieza la vida
cotidiana.
12
.- PHG II, 1, 3, 1
13
.- Las fases o etapas del duelo mantenidas en este artículo se deben a mi propia experiencia profesional,
basada en las orientaciones, como he dicho antes, de la Dr. Kübler-Ross. Otros autores tienen otros
criterios como, por ejemplo, Kavanaugh, que lo divide en siete etapas: 1) shock y negación; 2)
desorganización; 3) emociones violentas; 4) culpabilidad; 5) pérdida y soledad; 6) alivio y 7)
restablecimiento. Davidson (1979), lo divide en cuatro fases: 1) shock e insensibilidad; 2) búsqueda y
ansiedad; 3) desorientación y 4) reorganización. Horowitz (1976) lo describe compuesto por cuatro fases:
1) protesta, negación; 2) intrusión; 3) obtención y 4) conclusión.

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Como parte del proceso, la persona se pregunta “¿Por qué a mí? ¿por
qué ha tenido que sucederle a él/ella?” y ante la falta de respuestas suele
aparecer la negación (“Seguro que es una pesadilla”, “Me despertaré y habrá
sido solo un mal sueño”, …).
Muchas personas están muy preocupadas por los recuerdos y absortas
en sus ensueños, a menudo, hablan con el difunto como si aún estuviera vivo.
No solo se aíslan de los vivos sino que se dificultan a sí mismos el afrontar la
realidad de la muerte del ser querido. Esta situación, esta pérdida
(bereavement) podría definirse como un estado de tristeza o de soledad
profunda.
Como dice Saint-Exupéry: “De los muertos se debe hacer muertos.
Entonces, en su papel de muertos, ellos encuentran otra forma de presencia.
Pero las familias aquellas suspendían su regreso, y los convertían en ausentes
eternos, en retrasados invitados a la eternidad. Trocaban el duelo por una
espera sin contenido.”14
La persona en duelo, en esta etapa, y desde un punto de vista gestáltico,
ve interrumpido su proceso de contacto de un modo radical. La reacción más
habitual es primero una función temporal infranormal, la negación seguida por
otra función temporal, pero esta vez supranormal: el sueño, la imaginación
vida, la pseudoalucinación. La primera como una manera de protección, la
segunda con “una descarga de la energía de la tensión del exceso
propioceptivo.”15
Con la desaparición repentina de la persona amada, no es posible una
buena fase de postcontacto en el proceso del contacto. Inevitablemente, se da
el aislamiento, el egotismo.

Un amigo ha empujado a Raquel a venir a consulta. Raquel tiene


38 años y acaba de quedarse viuda. Su marido ha sufrido un infarto
repentino.
Mi primera impresión cuando veo a Raquel es como si fuera un
muñeco sostenido por hilos que una mano moviera desde arriba. Trata
de mantenerse erguida y parecer sólida. Yo experimento una sensación
de ligereza, como si el suelo me hubiera dejado de sostener y me siento
frágil.
Se sienta muy despacio y muy recta en el sillón, no apoya la
espalda en el respaldo y me mira fijamente. Yo tengo la sensación de
que no me mira a mí. Es como si mirara más allá de mí, a un punto
indefinido en alguna parte lejana.
“No sé por qué he venido”, son sus primeras palabras, “esto que
me ha pasado a mí, le pasa a mucha gente… y sobrevive. Nadie puede
hacer nada por mí”. Su voz me suena a la vez dura y ausente. Yo me
siento perdida, sin “estar conectada”. Y le digo cómo me siento, como un
experimento para ver si sale de su autismo y puede darse cuenta de que
estoy en la habitación con ella. Entonces, tengo la sensación de que me
mira por primera vez, y de sus ojos empiezan a resbalar las lágrimas y

14
.- SAINT-EXUPÉRY, Antoine: Carta a un rehén. Editorial Goncourt, Buenos Aires, 1968, pág. 15.
15
.- PHG, II, 3, 6, 6.

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empieza a hablarme de su vacío, de su soledad, de su fragilidad, de que


se siente perdida.

En esta etapa, es necesario comprender esta necesidad aunque tratando


de sacar a la persona de su aislamiento paulatinamente. Suelen tener
necesidad de encontrar a alguien con quien poder hablar del muerto. Contar
anécdotas, compartir algunos buenos momentos de la vida en común, cómo se
conocieron, gustos, proyectos ahora truncados y también malos momentos o
“tozudeces” del difunto.
Todos los expertos en el trabajo con personas con duelo recomienda
como básico el que la persona cuente con el mayor lujo de detalles posible las
circunstancias y los detalles de la muerte de la persona amada 16.
No he encontrado nunca, en mis veinte años de experiencia en el trabajo
con personas en duelo, a ninguna que no hablara espontáneamente, al poco
tiempo de hacerle yo alguna pregunta sobre la persona que ha perdido, de lo
que acabo de citar en el párrafo anterior, con los ojos brillantes no solo por el
dolor sino por la excitación de poder compartir sus recuerdos. Y esto ha
ocurrido no solo con personas que habían acudido voluntariamente sino
también con las que habían sido animadas por algún familiar cercano, algún
amigo o en el caso de viudos/as recientes, por alguno de sus hijos.
He compartido historias, cartas, fotos, anécdotas, … siempre sugeridas
por la persona en duelo.
En esta fase, yo recomiendo dos actividades fuera de nuestras sesiones:
 Escribir una especie de “diario” de cartas a la persona que ha fallecido, en
algún cuaderno bonito elegido solo para esta finalidad y con un título
general (Por ejemplo: “Cartas a un amor que se vistió de eternidad”, “Desde
el corazón”)
 Recopilar en cassettes, CD o cualquier otra forma de registro canciones
“significativas” de esa relación.

La finalidad de estas sugerencias es activar el proceso de “sacar fuera”,


para poder hacer el proceso de destrucción (des-estructuración) y aniquilación
de un modo paulatino, para que después pueda haber asimilación y
crecimiento.
Contándome a mí las historias que, en un primer momento se contaba
para sí una y otra vez, en una retroflexión sin salida que la lleva al egotismo,
apoyo la interrupción creando de nuevo un campo con nuestra relación. Al
mismo tiempo, estoy facilitando el paso de los sentimientos a las emociones, ya
que “la emoción es la consciencia inmediata e integradora de la relación entre
el organismo y el entorno.”17

Segunda Fase. Regateo y ritual

16
.- HOROWITZ, M.J., SIEGEL, B., HOLEN, A. et al.: Diagnostic criteria for complicated grief
disorder, en American Journal of Psychiatry 1997; 154(7); 904-10.
17
.- PHG II, 12, 6, 2.

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“Cuando mi voz se calle con la muerte,


mi corazón te seguirá hablando”
(R. Tagore)

Algunas personas familiarizadas con el tema de los moribundos y la


muerte se sorprenden al oírme hablar de esta etapa cuando el duelo se debe a
una muerte. Esta fase es una etapa significativa en los procesos de duelo, tanto
del enfermo como de la familia, cuando es debido a una enfermedad
catastrófica o terminal. Aunque de una forma no tan marcada, esta fase existe
en los duelos debidos a una pérdida por muerte. Puedo admitir que parece
formar parte de la etapa anterior, en donde la negación a aceptar la realidad
permite el “regateo” pero yo la considero una fase en sí misma, por derecho
propio aunque derive de la fase anterior y no sea tan evidente en los casos de
duelo debido a una muerte.
En esta fase, la persona viva, inmersa aún en el shock que le ha
producido la noticia, que le ha producido la realidad trata, inútilmente, de hacer
“acuerdos”, de negociar –con Dios, con la Vida, con la persona muerta, con un
ser superior, …- una especie de intercambio, una promesa a cambio de; en una
palabra, regatea.
Este regateo es una forma de retardar la noticia, de diferir la intensidad
de la carga emocional que conlleva y al mismo tiempo propiciar la fase
siguiente, permitir sin sentimientos de culpa el paso a la rabia, a la ira, al
enfado, a la indignación de no sentirse escuchado por el interlocutor “invisible”.
El final de esta fase está caracterizada por dos elementos. El primero es
el inicio de la siguiente fase: la rabia. Pero el segundo es una constatación mía
que vengo observando y comprobando desde hace más de diez años y que
nunca he visto descrita ni sugerida en ningún texto sobre el tema, ni ningún
profesional ha hablado de ella. Yo la llamo el “ritual”.
El ritual, yo lo definiría como una ofrenda, es una renuncia que se le
ofrece al muerto, generalmente de un modo no consciente, como un modo de
perpetuar su memoria.
Recuerdo en un taller de profesionales sanitarios (médicos, enfermeras,
ATS, ayudantes sanitarios) una enfermera que comentaba y trabajaba su
proceso de duelo no vivido por la muerte de su padre, que había fallecido
cuatro años antes. En un momento en que lloraba y lloraba comentando cuánto
lo echaba de menos, yo le pregunté que cuáles eran las cosas que compartían,
qué cosas había perdido al perderle a él. No tardó ni un segundo en
contestarme, levantó los ojos y me miró directamente, con los ojos brillantes y
sin una lágrima, en una frase pronunciada con claridad y de un solo golpe:
“¡Ah, le encantaban las natillas pero, desde ese día no he vuelto a hacer natillas
para nadie, nunca más!”. Y en su tono yo sentía una mezcla de desafío y de
orgullo. Luego, siguió con su llanto aunque ahora era más suave.
Otras personas sé que habían renunciado a ir a una playa determinada, a
oír una música determinada. Y yo, que también he pasado algún duelo, sé que
por mi marido, rompí “su” guitarra en añicos contra la pared y nunca más he
vuelto a tocarla.
Lo importante del ritual no es tanto recuperar la actividad a la que se
renunció sino la consciencia de la renuncia.

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Tercera Fase. Ira

“Será que a la más profunda alegría,


me ha seguido la rabia ese día:
la rabia bomba –la rabia de muerte-“.
(Silvio Rodriguez)

La experiencia me ha enseñado que aunque la persona en duelo,


durante la primera fase, llora y se siente triste, es la rabia, la ira, la primera
emoción que empieza a sacar en el campo. Es como si las lágrimas y la tristeza
anteriores fueran “solo para ella/él mismo”.
Kübler-Ross dice: “Cuando no se puede seguir manteniendo la primera
fase de negación, es sustituida por sentimientos de ira, rabia, envidia y
resentimiento”.18
En esta etapa, la persona en duelo me lanza las preguntas que aquellos
primeros días se hizo a sí misma “¿Por qué a mí?”, “¿Por qué ha tenido que
pasarme esto?”, “¿Qué hecho yo para merecerlo?”.
A veces, aparece un intento de culpa por alguna acción pasada con
relación al difunto o de su propia historia pasada. Pero siempre, es el tiempo en
el que dudan de Dios, de la Vida, de qué es lo que merece la pena, etc.
Ellos no tienen respuesta para sus preguntas pero yo tampoco la tengo.
Ni trato de darles ninguna. Sencillamente no la hay. Yo no intento inculcarles
ninguna idea religiosa, la tengan ellos o no; simplemente acepto sus
planteamientos y sus creencias. Pero, por supuesto, considero cruel e
inadecuado hablarles del amor de Dios, de Su Voluntad.
Su rabia va desde las abstracciones (Dios, la Vida, …), a seres concretos
más o menos cercanos (los médicos, los sacerdotes, las enfermeras, algún
vecino, familiares …), incluso la propia persona que ha muerto, hasta yo me
convierto en objeto de su rabia… ¿por qué no le doy respuestas que le sirvan
de algo?, ¿por qué no le digo cómo acabar rápidamente con su dolor?
Para mí, esta transición es adecuada y esperada. Es la señal de que he
hecho un buen apoyo y que me considera lo suficientemente estable y cercana
como para poder elaborar su rabia conmigo.
Según la Terapia Gestalt estamos en una fase de destrucción en donde
es necesaria la agresividad, la ira. Para poder continuar satisfactoriamente con
el proceso de duelo, la persona necesita poder destruir, desestructurar la
situación intolerable y la pérdida del objeto-amado. “La destrucción es la des-
estructuración de una totalidad en fragmentos, con el fin de asimilarlos como
partes nuevas en una nueva totalidad.”19
“Es a través de la rabia y el trabajo del duelo cómo se aniquila la
necesidad de lo imposible”.20
Al final de esta etapa la persona habla de su miedo a olvidar a la persona
amada, de su necesidad de recordar cada detalle, cada gesto, … a veces
incluso comenta que le es difícil recordar su figura, algunos rasgos de su cara…
18
.- KÜBLER-ROSS, Elisabeth: Idem, pág. 73.
19
.- PHG II, 8, 5, 2.
20
.- PHG II, 9, 6, 2.

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A veces, se siente culpable. Ha empezado la desestructuración y, por lo tanto,


surge el miedo y la angustia dando paso a la fase siguiente.

Pilar, es una mujer sencilla de 48 años. Siempre vestida de negro.


Ha perdido, en un accidente de coche, a una hija de 18 años. Otra de
sus hijas la animó para que empezara un trabajo de duelo conmigo.
Llevamos varios meses en esa tarea. Mantenemos una buena relación.
En esta sesión, Pilar llega con los ojos enrojecidos, su cara está
crispada, su respiración es superficial. Yo siento cómo se me encogen los
hombros y me duele el pecho. Siento angustia. Se derrumba en el sillón
y no me da tiempo a decirle nada. A bocajarro, me dice, en un tono de
voz agudo y precipitado: “¡No puedo recordar su cara! Miro las fotos
¡pero ni aún así puedo recordar después su cara! ¡Mi pobre niña!”. Mi
dolor de pecho se me cambia a un nudo en la garganta. Le tiendo mis
manos y ella las agarra con fuerza y llora desconsoladamente de un
modo entrecortado. “¿Y ahora qué será de mí? ¡Nunca la veré crecer, ni
casarse! ¡La vida es un asco! ¿Qué sentido tiene tanto sufrimiento?”. Y
mientras seguimos con las manos fuertemente cogidas, su tono de voz
va cogiendo fuerza y energía. Yo me doy cuenta de que respiro más
profundo, el dolor de pecho y el nudo en la garganta han desaparecido.
Pilar empieza a despotricar contra todo lo que se le viene a la cabeza,
mientras agita nuestros brazos contra el aire.

En términos gestálticos podríamos decir que es la lucha interna entre la


aniquilación y la destrucción. “La aniquilación, como nos dicen Perls, Hefferline
y Goodman, consiste en reducir a la nada, […] y borrarlo de la existencia. […] Y
es, sobre todo, una respuesta defensiva contra el dolor” 21. Mientras que, como
hemos visto, en la destrucción la finalidad es poder asimilar ya que esto es lo
único que va a poder facilitar “un nuevo funcionamiento espontáneo”22.
En esta fase del duelo debe haber tanto destrucción como aniquilación.
Algunos recuerdos, algunas vivencias deben ser des-estructuradas, otras…
aniquiladas.
Esta fase de la rabia es importante ya que “la rabia contiene los tres
elementos de la agresividad: la destrucción, la aniquilación y la iniciativa” 23. Y la
iniciativa lleva a la acción.

Fase Cuarta. Tristeza

“Cuando nos invade la pena,


21
.- PHG II, 8, 5, 2
22
.- PHG II, 8, 5, 4
23
.- PHG II, 8, 6, 5

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un día dura tanto como tres otoños”


(Le Tangh Tonh)

“Por Guillaumet, el último amigo que perdí, acepté llevar duelo.


Guillaumet ya no cambiará. Nunca volverá a estar presente, pero tampoco
estará nunca ausente. Sacrifiqué su cubierto en mi mesa –trampa inútil- e hice
de él un verdadero amigo muerto”24.
Después de la rabia y, a veces intercalándose entre ella, aparece la
tristeza. Ahora es como si la persona en duelo fuera organísmicamente
consciente de su pérdida. Ya no es algo exclusivamente racional, mental;
podríamos decir que siente la pérdida, que vivencia la ausencia.
Esta es la fase más delicada de todas ya que se siente la pérdida como
un vacío no solo de la presencia de la persona amada sino un vacío personal,
de ideas, planes, sentimientos, intereses, proyectos, ilusiones, …

Ramón, 25 años, era un hombre corpulento. Ahora, después de


perder a su mujer, después de solo un año de casados, es la sombra del
que era. Ha perdido peso, está desgarbado y cuando le veo tengo la
sensación de ver a un fantasma o a un zombie. Lleva tiempo en terapia.
Como llevado por la inercia entra en el despacho y se deja caer en el
sillón. Silencio. Le miro. Me recuerda a un muñeco de trapo. Sus ojos
están vidriosos, su expresión perdida, mira hacia el suelo como si nada
de lo que tuviera alrededor le importara. Sigue el silencio y yo noto cómo
pierdo la vitalidad, la energía. “Es duro”, le digo. Sin fijar la vista en mí,
dice entredientes, apenas audible: “Sssseee” y sube y baja los hombros
en un gesto de indiferencia, de impotencia. Silencio de nuevo. Me siento
sin palabras, sin recursos. “A veces me pregunto –le digo-, si perder a la
pareja será igual o más duro para un hombre que para una mujer”. Su
expresión de cara me hace pensar que está sopesando mis palabras y
contrastando sus sensaciones y sus sentimientos. “¿He conseguido
despertar su interés?”, me pregunto en silencio. Después, Ramón levanta
la cabeza, me mira con los ojos un poco más brillantes y me dice:
“¿Sabes?, me gustaría estar muerto. A veces pienso que no voy a poder
resistir este dolor, este vacío… Duermo por puro agotamiento, cuando
duermo…, mal como, no tengo ganas de hacer nada y tengo la sensación
de que va a ser así para siempre…”. Su respiración es más profunda, su
mirada más intensa. “Ya me ves, me dice, no soy capaz ni de vestirme
decentemente…”. Y poco a poco entablamos una conversación sobre de
qué y cómo le gustaría ir cambiando. Pienso que posiblemente, por el
momento, el despertar de sus intereses no le dure durante mucho
tiempo, pero está en camino.

Es la etapa en la que la persona se abandona más, le cuesta comer,


duerme mal o no duerme, está apática muchas horas del día, no puede
concentrarse, … Personas con una tendencia depresiva pueden tener en esta
etapa ideas o intentos de suicidio. Hay una retroflexión de la agresividad y un
24
.- SAINT-EXUPÉRY, Antoine: Carta a un rehén, Editorial Goncourt, Buenos Aires, 1968, pág. 15.

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cambio neurótico de la destrucción (des-estructuración) en aniquilación,


autoaniquilación. Esta es la etapa de los sentimientos de culpa.
La desesperación y la tristeza, lo mismo que ocurre con el amor, la
alegría, etc. son más bien estados que movimientos afectivos, “por eso
podemos ver hasta qué punto son terribles puesto que, si no hay ya ni ‘Yo’ ni
‘para ti’, el sentimiento es como una sensación de abismo”. 25
El trabajo del terapeuta en esta etapa es apoyar la expresión de las
emociones junto con las interrupciones en curso, que suelen ser las habituales
con las que se interrumpe el proceso de contacto, básicamente, la confluencia,
la introyección, la proyección, la retroflexión y el egotismo.
Aquí, sin romper el contacto entre terapeuta y paciente, puede ser
adecuado el empleo de la técnica de las “sillas calientes”, no solo como una
técnica de awareness sino principalmente como un modo de abreación. Como
una catarsis de la tensión y el control acumulados.
A menudo comento que la pérdida de un ser querido es como una
pastilla de jabón “atragantada en el corazón” y solo, a través de las lágrimas
“en torrente” (no “dos lagrimitas”), expresadas con todo nuestro ser, es como
esta pastilla de jabón puede deshacerse. De lo contrario, tanto para esta fase
como si no se viven las demás, el duelo se quedará enquistado en nuestro ser y
no de una forma “encapsulada” sino que se abrirá paso de otra manera,
generalmente menos organísmica y holística, expresándose en el cuerpo la
mayoría de las veces en forma de cáncer.26
El dolor y el sufrimiento emocional, como sabemos por PHG, tienen un
sentido, una utilidad, “sirven para evitar aislar el problema, ya que trabajando y
elaborando el conflicto, el self puede crecer en el campo de lo existente”. 27 Si
nos apartamos del conflicto, si negamos la pérdida, si anulamos y bloqueamos
nuestros sentimientos de tristeza, dejamos de hacer frente al dolor y a la
confusión, se acabará el sufrimiento pero el duelo quedará sin resolver y pasará
a ser un asunto inconcluso que más pronto o más tarde pasará su factura.

Fase Quinta. Aceptación

“Todo pasa y todo queda


pero lo nuestro es pasar”

25
.- PHG II, 13, 2, 2
26
.- Muchos oncólogos americanos, especialmente Le Shan, han realizado estudios acerca de la relación
entre el cáncer y un duelo no vivido. Yo también he realizado mis comprobaciones y he constatado que es
así.
27
.- PHG II, 9, 4, 6.

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(A. Machado)

La Aceptación es equivalente a la Asimilación de la pérdida. Sin un


tiempo concreto establecido de antemano, la persona, en la etapa final de su
duelo va y viene del dolor al renacer, es como si “el amor-muerte” continuara
viviendo orgánicamente pero como la excitación ha desaparecido, al intentar
recuperar “los buenos momentos” “obligatoriamente se fracasa, ya que el buen
momento posible, ahora, es completamente diferente”.28
El proceso de duelo, como en cualquier proceso de contacto, para que
haya un buen contacto debe sacar su energía de las tres personas
gramaticales: “Yo” (el que habla, “con el estilo que utiliza en su presente no su
biografía”29; “Tú” (a quien se habla) y “Ello” (de lo que se habla). Pero según va
avanzando la elaboración, las dos últimas personas gramaticales cambian. La
primera persona siempre es “Yo”. Pero, en las primeras fases, aunque el
paciente habla al terapeuta, me habla a mí, es como si yo fuera un simple
“receptor” de un “Ello”, de un contenido dedicado al fallecido, como si, sin
perder la noción de la realidad se permitiera espontáneamente “alucinar”, ya
que, como sabemos “la realidad está en la acción” 30 y solo así se puede
conseguir un ajuste creativo. En esta última fase, el “Tú” es claramente el
terapeuta y “Ello” pasa a ser la persona fallecida y los nuevos intereses que se
van despertando.
Aquí entra en juego el hábito de la lealtad, esto es, la identificación con
alguna de las características de la persona fallecida que ha satisfecho
necesidades y potencialidades y “que es una fuente de fuerza para las acciones
posteriores.”31 Esta lealtad se puede ver también en el mantenimiento de las
costumbres, de la ropa y las cosas del difunto, … y que, en esta etapa final de
asimilación se van entreviendo la posibilidad de hacer cambios.

Elvira y yo nos vemos en terapia desde hace más de un año.


Perdió a su marido después de una larga enfermedad. He ido
compartiendo sus cambios a través de un doloroso proceso de duelo. En
las últimas sesiones, Elvira ha reencontrado parte de su vitalidad. Hoy,
cuando nos vemos, me regala una sonrisa, como hace en los últimos
meses. Me siento a gusto con ella. También yo sonrío. En un momento
de la sesión, con expresión resuelta me dice: “He decidido regalar los
trajes de Santiago a una ONG, se que lloraré cuando los saque del
armario, será como perderle un poco más pero creo que hay mucha
gente a la que les puede venir bien, y tenerlos colgados en las perchas
no me va a devolver a mi marido”. Me mira directamente, con una
expresión agridulce. Noto como la piel de mi cuerpo se me pone de
“gallina”. Pienso que está tomando una decisión que le cuesta pero que
tiene muy clara. “A Santiago le llevo y le llevaré en mi corazón”,
concluye con los ojos brillantes. Yo le digo lo que estoy pensando: “Creo
28
.- PHG II, 13, 5, 3.
29
.- PHG II, 7, 2, 6.
30
.- PHG II, 5, 11, 1.
31
.- PHG II, 13, 6, 2.

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que eres una mujer muy valiente”. Y en el silencio que sigue después,
nuestras miradas en contacto lo dicen todo.

Los duelos en los niños

“Ya sé cosas de dinosaurios,


ahora lo que quiero saber
es por qué se ha muerto mi abuelo”
(Diego, 5 años)

Aunque no es el objetivo de este escrito, habría que decir también algo


sobre los niños. Generalmente se les olvida o no se los tiene en cuenta. No es
que nadie se ocupe de ellos; suele ocurrir lo contrario. Pero muy pocas
personas se sienten cómodas hablando a un niño de la muerte.
Los niños tienen una idea diferente de la muerte, y hay que tener esto
en cuenta para hablar con ellos y comprender sus reacciones.
Hasta los tres años, a un niño lo único que le preocupa es la separación,
después le preocupa la mutilación. Dice Kübler-Ross: “Es a los tres años cuando
el niño empieza a movilizarse, a hacer sus primeras incursiones ‘en el mundo’, a
correr en triciclo por la acera. Es en este ambiente donde puede ver por
primera vez cómo un coche atropella a un animalito querido o cómo un gato
mata a un pajarito”32. Esto es lo que la mutilación significa para él, pues es la
edad en la que está preocupado por la integridad de su cuerpo y se siente
amenazado por cualquier cosa que pueda destruirlo.
Para un niño entre tres y cinco años, no es considerada como un estado
permanente. Es algo tan temporal como enterrar un bulbo en el suelo en otoño
para ver salir una flor la primavera siguiente.
Después de los cinco años, la muerte suele representarse como un
hombre, un ogro que viene a llevarse a la gente; todavía se atribuye a una
intervención exterior.
Entre los nueve y los diez años, empieza a aparecer la concepción
realista, es decir, la de la muerte como un proceso biológico permanente.
Cada niño va a reaccionar de una manera diferente a la muerte del padre
o de la madre: desde la retirada silenciosa hasta el llanto a gritos que atrae la
atención en el intento de sustituir así un objeto querido y necesitado.
Como los niños todavía no pueden diferenciar entre el deseo y la acción,
a veces, pueden sentir remordimientos y culpabilidad. Se pueden llegar a sentir
responsables de haber “matado” a la persona querida (padre, madre, abuelo,
hermano, …) y van a temer un castigo horrible. En otros casos, pueden
tomarse la separación con una calma relativa y hacer afirmación como:
“Volverá en las vacaciones de verano”. Si los adultos, que ya están, dadas las
circunstancias, bastante trastornados durante este período, no comprenden a
los niños, no les explican nada, les regañan o corrigen, los niños pueden
retener y bloquear dentro de sí la pena, dando lugar posteriormente a
problemas emocionales.
32
.- Kübler-Ross, E.: Sobre la muerte y los moribundos, pág. 230.

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En un adolescente, sin embargo, las reacciones son similares a las de un


adulto. La adolescencia ya es de por sí, una época difícil, y a menudo la pérdida
de uno de los padres o de un hermano(a) es un peso excesivo. En cualquier
caso, deberíamos darles el apoyo suficiente como para que pudieran expresar
sus sentimientos, tanto si son de culpabilidad o de rabia como simplemente de
pena y tristeza.

La Formación para acompañar el proceso del duelo

“Quien enseña al hombre a morir,


le enseña a vivir”
(Montaigne)

Dice la doctora Kübler-Ross: “Sería muy útil que hubiera más gente que
hablara de la muerte como de una parte intrínseca de la vida, del mismo modo
que no se vacila al hablar de que alguien está esperando un niño”. 33
La sensibilización y formación de terapeutas y personal sanitario en
talleres y cursos de acompañamiento y elaboración de los procesos de duelo es
una necesidad social urgente. Nadie nos dejaríamos operar por un “virtuoso”, al
que le gusta la medicina y la cirugía pero que no es médico, que no ha recibido
la formación adecuada, por mucho que le guste el tema.
No obstante, todavía hay mucha reserva social, sobre todo por parte de
la mayoría de los médicos, que no entienden la necesidad del apoyo terapéutico
y psicológico, ni para el enfermo, ni para sus familiares. Su distanciamiento
emocional de los seres humanos y de su dolor y preocupación ante la
enfermedad, les hace ver “enfermedades” y no personas que sufren.
“Con los médicos y el personal sanitario , dice la Dra. Kübler-Ross, lo más
difícil es el primer paso. Una vez que han abierto la puerta, han escuchado lo
que en realidad pretendemos (en lugar de especular sobre lo que tramamos),
es casi seguro que van a continuar” 34 y su actitud, sin ninguna duda, en la
mayoría de los casos, va a cambiar.

El terapeuta gestáltico ante el proceso de duelo

“La soledad es más llevadera…,


cuando se tiene a alguien
a quien decírselo”
(G.A. Bécquer)
33
.- Kübler- Ross, Elisabeth: Ídem, pág. 183.
34
.- KÜBLER-ROSS, Elisabeth: Ibid, pág. 313.

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La experiencia me ha enseñado que el terapeuta gestáltico tiene una


bonita tarea acompañando y ayudando a elaborar los procesos de duelo. Las
características de la Terapia Gestalt como la observación de lo que ocurre en el
“aquí-y-ahora”, la no interpretación, el apoyo a las interrupciones del contacto,
la relación que, por definición, es dialogal, del “Yo” al “Tú”, la creencia en la
autorregulación organísmica, la concepción holística del ser humano y el
concepto de campo son conceptos vitales como elementos básicos cuando se
acompaña a una persona en duelo.
Dicen PHG: “… el ser amado acaba de morir. Hay un conflicto triste entre
la aceptación intelectual, y el deseo y los recuerdos. El hombre mediocre trata
de distraerse. Pero el hombre superior obedece a la señal, se compromete con
el sufrimiento, recuerda el pasado, constata que su presente está
desesperadamente frustrado; no puede imaginar lo que necesita hacer ahora
que ha perdido el eje de todo. La pena, la confusión, el sufrimiento se
mantienen durante tiempo, ya que hay mucho por destruir y aniquilar, y mucho
que asimilar. Durante este tiempo, no debe ocuparse de sus ocupaciones no
importantes, cosa que suprimiría inmediatamente el conflicto. Finalmente,
cuando el trabajo de duelo se acaba, el individuo está transformado, acepta
ahora un ‘desinterés creativo’; enseguida, otros intereses se vuelven
dominantes”.35
No obstante, no podemos olvidar que, a pesar de lo vital y
profundamente humano que supone trabajar con personas en proceso de
duelo, la Terapia Gestalt es un modelo terapéutico 36 basado en el proceso y sus
interrupciones, y que el contenido, en este tema como en cualquier otro, forma
parte del segundo plano y, como tal, así debe de permanecer.
Dentro del programa de Formación en Terapia Gestalt que ofrezco en mi
Instituto, se imparte un fin de semana de formación en el proceso de
acompañamiento y elaboración del duelo. Como dice la Dra. Kübler-Ross: “A la
larga, es el cuidado persistente del terapeuta que ha afrontado lo suficiente su
propio complejo con respecto a la muerte lo que ayuda al paciente a
sobreponerse a la ansiedad y al miedo de su propio proceso”.37

Cierre

Pero a pesar de mi fascinación por el proceso del duelo y la muerte, me


gusta estar viva y me encanta sentir como la excitación y el interés por las
personas, las cosas y los acontecimientos de este mundo me llenan de vitalidad
y pasión, impulsándome “a la frontera” en donde trato de vivir plenamente la
vida. Y coincido con la frase de la poetisa Safo: “si la muerte fuera un bien, los
dioses no serían inmortales”.

35
.- PHG II, 9, 4, 5.
36
.- VAZQUEZ BANDIN, C.: Apuntes sobre Terapia Gestalt, artículo no publicado, 2002, presentado en
la 1ª Conferencia de Escritores sobre Terapia Gestalt en español, Madrid, Septiembre, 2002.
37
.- KÜBLER-ROSS, Elisabeth: Ibid, pág. 69

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Bibliografía

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- VAZQUEZ BANDIN, Carmen: Apuntes sobre Terapia Gestalt, artículo sin
publicar, 1ª Conferencia de Escritores sobre Terapia Gestalt en español,
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