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7º de la Liga.

Encubierto y silencioso

Maris Suelle, uno de los soldados más feroces con el que


jamás hayan contado los Phrixians, se ha sentido un extraño
toda su vida. Creció escondiendo un secreto que le costó
todo... su derecho de nacimiento, su familia y su carrera militar.
Sólo ha tenido un amor en toda su vida y ha sacrificado su
propia felicidad para conseguir que su mejor amigo se reuniese
con la mujer que amaba. Pero ahora que lo ha conseguido, se
siente perdido y a la deriva. Y aunque sus amigos han hecho
todo lo posible por incluirle en su nueva familia, sigue
sintiéndose fuera de lugar.

Ture se ha pasado toda la vida escondiéndose de todo el


mundo mientras intentaba encajar. Todos aquellos a los que
quería terminaron haciéndole daño, así que no cree en ningún
tipo de lealtad. Pero entonces, cuando está en su peor
momento, es salvado por un héroe que sólo pensó que existía
en las novelas. Un hombre tan torturado y tan desconfiado
como él mismo. Un hombre que no quiere volver a
experimentar ningún tipo de relación amorosa.

Siendo la prueba viviente de lo que es una relación


destinada al fracaso, Maris sabe que la atracción y la
decepción van de la mano. Pero Ture tiene algo a lo que no
puede resistirse. Algo que no le dejará alejarse, aunque es
consciente de que debería hacerlo.

Y cuando los viejos enemigos regresan, Maris y Ture


deberán elegir entre permanecer juntos... o morir solos.

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CAPÍTULO 1

—Te digo, Ture, que vendrá a por nosotros.


Ture se burló amargamente del optimismo y la ciega devoción de Zarya.
—Cariño, el único que viene a por nosotros es la muerte, y sólo espero que la
hija de puta haga una parada en su camino aquí y nos traiga unos bizcochitos... Más
pronto que tarde.
Zarya puso los ojos en blanco ante el tono mordaz de Ture y su humor irónico.
No estaba segura llegados a éste punto cuánto tiempo llevaban retenidos. Como no
había ventanas en el infierno, no podía distinguir la noche del día, y aunque dormían
entre sesión y sesión de tortura, no tenía ni idea de por cuánto tiempo. Nunca parecía
ser más que meros fragmentos que eran interrumpidos por el dolor y una agonía
absoluta.
Todo el cuerpo dolorido se le estremeció por las lamentables condiciones en las
que estaba Ture. Él siempre era muy exigente con su aspecto. Tanto como que jamás
un mechón de pelo castaño rojizo estaba fuera de su sitio.
Pero hoy la melena era una maraña ensangrentada y un enredo de nudos. Su
hermosa cara estaba magullada con un ojo hinchado completamente cerrado. Alguien
había dejado una perfecta imagen de la huella de una mano a lo largo de su cincelada
mandíbula. Lo peor eran las huellas de manos con las que había sido estrangulado.
Repetidamente.
La culpa la atormentó. Si no fuera por ella y su estupidez, él ni siquiera estaría
aquí.
Todo es por mi error.
Bajo ninguna circunstancia le debería haber pedido que se pusiera un uniforme
de la Resistencia. Por hacerle un favor, la Liga había asumido que era uno de sus
hombres y sin importar lo mucho que ella trató de decirles la verdad, nadie le hizo

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caso. Siguieron torturándolo en busca de información que no tenía, y a ella por la
información que se negaba a dar.
—Siento mucho haberte metido en esto.
Ture quiso maldecir a Zarya por su estúpida ingenuidad al pensar que podría
llevar a cabo una misión de paz entre lunáticos. Realmente quería hacerlo. Pero
cuando la miró y vio la sinceridad en su mirada –el remordimiento agonizante por el
dolor que le había causado-, la ira se vaporizó. En todo el universo, ella era lo más
cercano a una familia que había conocido durante mucho tiempo. Y eso era por lo que
había quedado atrapado en éste lío.
Por ella, haría cualquier cosa.
Suspirando ante su propia épica estupidez, abrió los brazos y ella aceptó
rápidamente la invitación para un abrazo.
A pesar del dolor que le causó que su cuerpo le tocara, la abrazó contra el
pecho. Ella le metió la cabeza bajo la barbilla igual que su hermana hacía cuando
siendo una niña acababa de volver de sus tratamientos. Cómo odiaba su propia
debilidad. Mara había sido todo para él, y todavía la lloraba. Zarya le recordaba tanto a
ella que él, que había jurado no dejar a nadie volver a entrar en su vida, había sido un
completo idiota con ella desde el primer día. Actuaba de esa manera con cualquier
mujer que sufriera.
Un extremado incauto.
Y lo último que quería hacer era perder a otro familiar al que amaba.
—Tienes que decirles lo que quieren saber, Z.
—No puedo. Quieren que les dé los nombres de los altos mandos de la Sentella.
La Sentella era la única organización existente que realmente amenazaba el
puño de hierro que la Liga mantenía sobre los Sistemas Unidos. Sólo ellos podían
desmantelar a la Liga y liberar a los gobiernos que vivían bajo el temor de su tiranía.
Pero esto no se trataba de la libertad de personas que no escupirían sobre ellos si
estuvieran en llamas.
Esto era por su propia supervivencia. Los interrogadores de la Liga ya la habían
matado una vez. La próxima vez, tal vez no podrían revivirla.
Le apartó el pelo ensangrentado de la cara.
—Tienes que pensar en tu bebé, cariño. Tienes suerte de no haber abortado ya.
Sin embargo, ella se aferraba a una esperanza ciega que ni siquiera podía
empezar a comprender.
—Darling vendrá a por nosotros. Sé que lo hará.

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Ture apretó los dientes ante su pueril devoción. Ni una sola vez desde que
habían sido apresados había vacilado. Honestamente pensaba que su novio vendría
arriesgando su propia vida y los liberaría de éste infernal agujero.
Como le gustaría poder creerlo, también. Pero no era tonto.
—Los héroes no son reales. No vienen a la carga para salvar a su damisela.
Confía en mí. Se convierten en humo a la primera señal de problemas, dejándote atrás
para que te enfrentes al ejército invasor tu solito, con la esperanza de que incendien la
casa sobre ti para así no tener que tratar de nuevo contigo.
—No, Ture. Esos son unos gilipollas egoístas. Un héroe no retrocede o se da por
vencido jamás. Darling, me dijo que se arrastraría desnudo por el dominio ardiente y
helado de Kere y sobre vidrios rotos, sólo para cogerme de la mano, y le creo.
—Los hombres dirán cualquier cosa para meterse en tu pantalón, amor. No
dicen con sinceridad esas palabras para lograrlo.
Ella le cogió la mano y la apretó con fuerza.
—Siento que nunca hayas estado enamorado de un hombre que realmente te
correspondiera en el amor, Ture. Pero te digo... He visto lo que Darling y Maris han
pasado el uno por el otro, y no nos van a dejar aquí. No descansarán hasta que nos
hayan rescatado. Lo sé.
Ture abrió la boca y luego la cerró. No había necesidad de discutir. Ella tenía sus
ilusiones y él tenía los suyas. Tal vez hubo un momento en la vida en el que también
estuvo cegado por el amor y creyó en tales gilipolleces. Pero demasiado años de ser
apaleado por cretinos egoístas le habían hecho mella.
Ni siquiera su propia familia jamás había estado ahí cuando los necesitó. Así que
¿por qué debería estar un extraño?
La gente, en su misma esencia, es interesada. Simplemente es su forma de ser.
Pero a pesar de su pasado, no le quitaría lo único que le deba consuelo en éste
sufrimiento interminable. La dejaría tener sus ilusiones mientras pudiera. Apretó su
mano, con el corazón rompiéndosele por ella, y por la decepción que se había fijado
para sí misma.
Hoy la habían matado durante su tortura y luego la habían reanimado solamente
para poder seguir más adelante con ella.
Malditos fueran todos por su crueldad.
—Espero que tengas razón, cariño —susurró contra su pelo.
Lo último que quería era que aprendiera las duras lecciones que a él le habían
embutido por la garganta con puño de hierro. Lloró por la pérdida de la inocencia de
cualquier persona, especialmente cuando la pérdida era de manera brutal. Y en un
profundo lugar del odio, existía en él el último vestigio de esperanza de que ella tuviera

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razón. Que tal vez, sólo tal vez, había gente en el mundo que merecía la pena. Alguien
que pudiera estar a tu lado, incluso en el infierno y no te traicionase.
Si...
—¿Zarya?
—¿Mmm?
Se aclaró el nudo en la garganta para hacer una pregunta que le hizo odiarse a
sí mismo y a su propio optimismo ciego aún más:
—Dime lo que se siente al ser sostenido por alguien que realmente te ama.
Zarya tragó saliva. La petición le retorció el corazón. Mientras que a casi todo el
mundo al que alguna vez había amado había sido brutalmente asesinado, la familia de
Ture le había abandonado o repudiado. O peor aún, lo utilizaron. Debido a eso, había
tenido momentos incluso más difíciles para confiar en la gente que ella. No importaba
qué, esperaba que las personas a su alrededor se volvieran contra él.
¿La parte más triste?
Siempre lo hacían.
—Es la cosa más maravillosa que te puedas imaginar. No hay realmente nada
como eso.
Él suspiró con cansancio.
—No sé cómo puedes aguantar tal paliza y aun así protegerlo.
¿Cómo no iba a hacerlo? Darling, haría lo mismo por ella, y más. No tenía
ninguna duda. Realmente era ese tipo de hombre.
—¿Te he contado las últimas palabra que mi madre me dirigió?
Negó con la cabeza.
—Fue por la mañana cuando iba a enfrentarse al asesino de mi padre. Le
pregunté por qué no dejaba que uno de los soldados o de los gerentes, arreglase su
rescate. Y me dijo que todas las niñas, independientemente de lo que dicen, sueñan
con que llegue un príncipe que se enamore de ti algún día. Pero lo que nadie
menciona es que todos los niños sueñan con una princesa que haga lo mismo por
ellos. Pero el problema con los príncipes y las princesas es que son mimados y
egocéntricos. Actúan en su propio interés. No van detrás de sus seres queridos para
rescatarlos tanto como lo hacen para vanagloriarse, y en su propio beneficio. Aunque
había tenido a muchos príncipes solicitando su mano, fue un rey el que reclamó su
corazón. A diferencia de los príncipes, los reyes asumen responsabilidades. Piensan
en otros antes que en sí mismos y arriesgan todo, incluso sus propias vidas, por
aquellos que aman. Jamás se trata de ellos, sino de aquellos a los que más aprecian.
Aman tan profundamente que sacrificarían todo simplemente por ver a su familia
sonreír. Por cada mil príncipes, sólo hay un rey. Y esos raros hombres no merecen
una princesa inútil que se sienta sobre su trasero, y que espera que otros la adoren y

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cumplan sus órdenes. Los reyes merecen reinas, mujeres excepcionales que nunca
retroceden a la hora de hacer lo que haga falta para mantener a su rey seguro.
Mujeres que tienen el coraje de enfrentarse a cualquier atacante y recuperarse de
cualquier reto que les depare la vida. No me voy a quedar sentada aquí, me dijo, y
dejar que tu padre sufra mientras me escondo cómodamente. Arriesgó su vida para
mantenernos a salvo y no haré menos por él. Si eso significa mi muerte, que así sea.
Después de todo, él es mi vida y no quiero vivirla sin él. Se merece sólo lo mejor y eso
es exactamente lo que va a conseguir, sin importar el costo personal.
Ture dibujó una respiración entrecortada cuando las lágrimas en los ojos de ella
le conmovieron.
—Aunque nunca he tenido el placer de conocerla, quiero a tu madre. Ya lo
sabes, ¿verdad?
Ella le apretó la mano mientras las lágrimas comenzaron a caer.
—Yo también la quiero. Y he intentado todos los días de mi vida honrarla y ser la
reina que quería que yo fuera.
La besó en la sien.
—Cariño, eres mejor que cualquier reina. Eres una luchadora por la libertad de
nuestro pueblo, y si tu Darling es el rey que crees que es, vivirás para ser una
emperatriz.
—Entonces seré una emperatriz. Ya lo verás.
Ture sonrió ante la sinceridad de su tono. Cómo podía todavía creer en cuentos
de hadas después de todo lo que la vida le había arrojado a la cara, le era
inconcebible.
—Perfecto. Sólo asegúrate de que cuando seas emperatriz, encuentres a un rey
para mí.
—Lo haré.
Ture aumentó la presión sobre ella cuando se relajó entre los brazos. El miedo
se apoderó de él hasta que se aseguró de que aún respiraba.
Gracias a los dioses que no estaba muerta. No soportaba ni siquiera el
contemplar la idea. Jamás en la vida había conocido a alguien tan valioso y leal como
Zarya.
Pero no sería capaz de sobrevivir mucho más. En realidad, tampoco él. Cada día
era más difícil. No podían romperle porque no sabía nada. No podían romperla porque
era la criatura más obstinada que existía.
Admiraba eso a pesar de que le provocaba unas ganas locas de retorcerle el
cuello.

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Su mayor esperanza era que su querido Darling fuera el rey que estaba
convencida que era. En el mundo de Ture, no existían tales hombres. Eran leyendas e
invenciones.
Sin embargo, no podía dejar de imaginar un mundo donde las personas no se
decepcionaran las unas a las otras. Un mundo en el que podría poner su vida y
corazón en las manos de otro y no temer a la traición o al perjuicio. Un universo
poblado por gente como Zarya...
Hablas como una vieja.
Se sentía como un viejo. Cansado. Desapasionado. Dolorido. Se lamió la sangre
de los labios y se esforzó en pensar en cosas que sabía que eran mentiras. Cosas que
eran imposibles. Las personas la jodían. Se aprovechaban y no importa lo mucho que
les dieras, nunca se quedaban.
Cerró los ojos y rezó por la muerte. ¿Y por qué no habría de hacerlo? No tenía
ninguna razón para vivir. No tenía nada por lo que vivir. La vida era simplemente un
lapsus en el que sufrías hasta alcanzar el otro lado.
Y ya estaba tan cansado...
Al borde del sueño, un ruido fuerte y estruendoso sonó fuera de la celda. Al
principio, pensó que era otra forma de tortura.
Hasta que se dio cuenta de que provenía del patio y había soldados
respondiendo.
Frunció el ceño ante los extraños sonidos.
¿Un ataque?
No. No podía ser. Nadie atacaba una prisión. Jamás. Debía ser otro preso
fugado al que pronto matarían a tiros.
Sin embargo, no se podía negar la sirena de alarma a todo volumen o el sonido
de pies corriendo y los gritos de que estaban bajo ataque. Con la esperanza de tener
razón, sacudió a Zarya para despertarla.
—¿Oyes eso? —preguntó.
Zarya apenas podía entender las palabras de Ture. Algo seguía zumbándole en
la cabeza y no se detendría.
—Oír ¿qué?
Una explosión golpeó la puerta. Al principio pensó que lo había imaginado.
Hasta que volvió a golpear.
Y otra vez.
¿Podría ser...?

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No. Estás soñando. No es real. Sólo una alucinación provocada por la fiebre y el
dolor.
En la mente, se imaginaba a Darling sacándola de ésta pesadilla como lo había
hecho cuando sufrió un esguince en el tobillo en la cocina del palacio. Abrazándola y
diciéndole que todo había terminado y que estaba finalmente a salvo.
Te lo juro, si salgo de ésta viva, nunca abandonaré el palacio de nuevo.
Un instante después, la puerta frente a ellos se abrió. El humo entró en la sala,
llenándola al instante. Se atragantó y tosió, tratando de respirar.
Ture apretó los brazos alrededor de ella mientras dos soldados de la Liga
irrumpían en la habitación, luego se giraron para hablar con otro soldado que se había
quedado en el pasillo, disparando a objetivos que Ture no podía ver. Estaba dispuesto
a luchar contra ellos hasta el final si trataban de llevarse a uno de ellos de nuevo, pero
no se acercaron.
Preocupados por todo lo que estaba sucediendo en el pasillo, ninguno se volvió
hacia ellos.
—¡Coge a la mujer! —gritó alguien desde el exterior de la celda—. Tenemos que
retenerla o no podremos salir.
Entonces, los dos soldados se dieron la vuelta.
A Zarya el corazón le latía con fuerza mientras trataba de entender lo que estaba
sucediendo. Dolorida hasta el punto que dolía respirar, no se movió hasta que se
acercaron a ella, en su prisa habían olvidado esposarla.
Su error.
Volvió a su estricto entrenamiento. Agarró el blaster del primero y lo usó para
matar a su compañero.
Con un grito, el soldado cayó al suelo y murió.
Antes de que ella pudiera moverse, el que tenía cogido le dio un puñetazo en la
cara, con un golpe tan feroz, que hizo que la cabeza le estallara de dolor. La sala giró,
nauseabundamente.
Ture se abalanzó sobre él y lo golpeó contra la pared a medida que más
soldados entraban en la habitación.
Zarya luchaba tan duro como podía, pero estaba herida y en inferioridad
numérica. Sin embargo, no dejó que eso la intimidara.
Su padre le había enseñado a luchar, sin importar lo mucho que le doliera.
Había más batalla sonando en el pasillo.
Ture se movió para cubrirla. A pesar de que carecía de la habilidad, no era en
absoluto débil. Tampoco inofensivo.

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Un nuevo grupo de soldados se apresuraron hacia ellos. Zarya apuntó el blaster
y apretó el gatillo, sólo para descubrir que estaba descargado.
Ture maldijo entre dientes. Dejados a su suerte...
Girándolo en la mano, tenía toda la intención de usarlo como un objeto
contundente. Pero los hombres no llegaron. Antes de que pudieran alcanzar a Ture y a
ella, una explosión los hirió y los derribó.
Ture se puso entre Zarya y cualquiera que fuera la nueva amenaza que se
acercaba a ellos.
Un segundo después, el humo se disipó para mostrar otro soldado con un traje
de combate burdeos para comprobar a los soldados caídos de la Liga en busca de
signos vitales.
Éste nuevo soldado apenas había pisado el interior antes de que fuera atacado
por otros tres soldados más de la Liga.
A pesar de que estaba herido en múltiples lugares, el recién llegado tenía unas
habilidades indescriptibles. Se giró y cogió al primero con un golpe tan duro que
rompió la nariz de su atacante. Al siguiente, se dio la vuelta y le apuñaló. El tercer
soldado se detuvo cuando vio lo que le esperaba en los cuerpos esparcidos por toda la
habitación.
Con los ojos desorbitados, salió corriendo.
El recién llegado se volvió hacia ellos.
Ture no estaba seguro de qué hacer con él mientras miraba a Zarya para ver si
conocía a éste. Un vistazo y fue obvio que ella nunca lo había visto antes.
Maldita sea.
Sangrando profusamente de varias heridas, el recién llegado se congeló en el
instante en que los vio. Luego habló en un idioma que Ture no reconoció.
Más ráfagas rebotaron en el pasillo detrás de él.
En un movimiento suave e impresionante, el soldado cayó al suelo, se deslizó
sobre sus rodillas y se dio la vuelta para disparar a los tres guardias de la Liga que
corrían detrás de él. Se dio la vuelta y se detuvo a su lado.
Haciendo caso omiso de Ture, le tocó suavemente el hombro a Zarya con una
mano.
—¿Zarya?
Las lágrimas llenaron sus ojos mientras ella sollozaba y caía en los brazos del
soldado.
—¿Maris?
Maris...

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El corazón de Ture aporreaba ante el nombre del hombre del que ella había
hablado durante interminables horas. En su aprecio, Maris era sólo superado por su
amado Darling.
El recién llegado se enfundó el arma.
—¿Puedes caminar, cariño?
Antes de que pudiera responder, la habitación fue invadida por aún más
soldados de la Liga.
Desenfundado el arma de nuevo, Maris se puso de pie y abrió fuego, obligando
a los soldados a retroceder por el pasillo. Ajeno al hecho de que estaba herido,
luchaba. Ture nunca había visto nada igual. ¿Cómo podía Maris aguantar con tal
fortaleza y sangrar de esa manera?
Pero aún más inconcebible era el hecho de que Maris había venido a
rescatarlos. ¡Y punto!
Zarya había tenido razón. Había seres humanos decentes en el universo
después de todo. ¿Quién lo habría pensado?
Tan pronto como Maris hizo huir a los soldados de la Liga, regresó a su lado.
Ture ayudó a Zarya a ponerse en pie. Ella dio un paso antes de que se le
doblaran las piernas. Más rápido de lo que Ture pudiera parpadear, Maris la levantó en
sus brazos.
—No te preocupes, cariño. Te tengo.
Ture silbó al ver el puntero laser que apareció en el uniforme de Maris. Sin
pensarlo, saltó delante de él. Pero nadie disparó.
En cambio, un hombre vestido con un uniforme de la Sentella negro estaba en la
puerta, como congelado en el sitio.
—¿Zarya? —susurró. Su tono el de una plegaria.
Maris asintió con la cabeza.
—¿Darling? —dijo Zarya, con la voz quebrada mientras se estiraba hacia él.
Ture no podía moverse mientras observaba completamente incrédulo. Dios, su
amor, había tenido razón al poner su fe en su rey. A pesar de su apellido y derechos
de nacimiento, Darling Cruel era todo lo que había dicho y más.
Aturdido a un nivel muy profundo, vio cómo Maris se la entregaba a Darling que
la sujetó como si fuera la cosa más preciosa de todo el universo.
Dioses, tener a una persona que te sostuviera así...
—Sabía que vendrías a por mí —susurró, poniendo la mano en el casco de
Darling, que mantenía su identidad completamente oculta a sus enemigos—. Lo sabía.

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Ture se apoyó contra la pared ya que la habitación le daba vueltas. Por un
momento, pensó que se caería. Pero por otro milagro, aguantó de pie.
—Ni una sola vez perdió la fe en ti, Majestad.
De repente, Maris se puso a su lado, ayudándole a recobrar el equilibrio. Se
pasó el brazo de Ture alrededor de sus hombros y lo sostuvo cerca.
Sin embargo, Ture no podía creer que estuvieran aquí.
—Le dije que no era posible. Que nunca nos encontrarías, pero tenía razón. Dijo
que le habías prometido que reventarías el mismo infierno para llegar a ella. Y que
nunca mentías. —Ture trató de dar un paso, pero fue inútil. Su cuerpo maltrecho había
colapsado.
Ture esperaba caer al suelo.
No lo hizo. En cambio, Maris lo atrapó y lo cogió en brazos.
Maris apretó con más fuerza para mantenerlo a salvo.
—No te preocupes. Te llevaré a los médicos tan pronto como me sea posible.
Era inconcebible. Ture frunció el ceño ante la sangre que tenía en la mano que
no procedía ni de él ni de Zarya.
—Tú necesitas un médico tanto como yo.
A pesar de que lo tenía totalmente acunado, Maris se encogió de hombros.
—No es tan grave como parece.
Sí, claro. Con su uno ochenta y cinco de estatura, Ture era cualquier cosa
menos pequeño. Y aunque era delgado, era todo músculo y no ligero de peso.
Aun así Maris lo condujo pasando a Darling y Zarya como si no pesara nada.
Justo cuando alcanzaron la puerta, un tiro pasó por delante de ellos.
Zarya había usado el blaster de Darling, para abatir a otro soldado de la Liga.
Maris entró de nuevo en la habitación, giró con Ture en los brazos y luego lo
depositó en el suelo.
—Vienen rápido y furiosos —advirtió a los demás.
Con una reticencia evidente, Darling colocó a Zarya junto a Ture.
—Que vengan. ¿Estás listo, Mari?
Maris respondió con un tono risueño.
—Sabes que odio la lucha. Pero por una vez, creo que una pequeña venganza
por mi traje de combate en realidad podría hacerme sentir mejor.
—Sé que me están pasando cosas grandiosas. —Darling sacó un blaster
completamente cargado de la funda y se lo cambió a Zarya por el que había disparado
—. Mantente detrás de nosotros.

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Maris entregó una de sus armas a Ture.
—¿Sabes cómo disparar?
Ture frunció el ceño ante la extraña sensación del arma en la mano.
Irónicamente, su padre había tratado de enseñarle durante años y siempre la jodía
terriblemente. Le ofreció una sonrisa torcida a Maris.
—No soy muy masculino en eso… en más de un sentido. Pero si apunto a sus
pies con suerte puedo herirlos hasta que uno de vosotros los rematéis. Y de esa
manera si realmente fallo, no mataré a un aliado. Simplemente cojeareis.
Maris se echó a reír.
—Gracias por la consideración. Por cierto, soy Maris, y probablemente debería
advertirte que no le ha ido muy bien al último tipo que me ha herido.
Con el aire que tenía Maris de impecable macho, Ture podría imaginárselo. Y
estaba doblemente contento de no haber sido él el que le había disparado.
—Soy amigo de Zarya, Ture Xans.
—Encantado de conocerte.
Bueno, al menos Maris tenía modales. Incluso en medio de la batalla.
Darling se tocó el enlace.
—¿Hauk? ¿Todavía evacuáis a la población?
—Sí. ¿Te cubro?
—No. Estamos saliendo de la última celda. Simplemente no quiero que nos
dispares por error. Sé cómo te enredas en una lucha.
Hauk siseó.
—¿Por qué te quejas de eso otra vez? Sólo te disparé una vez y fue un
accidente causado por tu prematura explosión del problema. Si no me hubieras
sorprendido mientras cambiábamos posiciones, no habría pasado.
—De todos modos —dijo Darling haciendo caso omiso de su arrebato—, somos
cuatro. No dispares.
Darling, se volvió hacia ellos.
—¿Podéis caminar?
—¿Es una broma? —preguntó Zarya—. En éste momento podría volar.
Asintiendo con la cabeza, Ture concordó.
—Para salir del infierno, saltaría al ritmo de la peor canción registrada de la
historia. Incluso si eso significase arrastrar mis entrañas detrás de mí.
Darling resopló.

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—Iremos lento y si tus entrañas empiezan a arrastrarse, por favor avísanos. —
Entonces, él y Maris se dirigieron a la puerta.
—Quédate ahí y volveremos a por ti —dijo Maris.
Por primera vez en la historia, Ture creyó esas palabras.
Ture esperó en la retaguardia con Zarya mientras Darling y Maris abrían fuego y
despejaban un camino para ellos. Sin miedo y ágilmente, se movían en una total
sincronía.
Impresionado de las habilidades de ambos, Ture miró con el ceño fruncido a
Zarya.
—¿Estás segura de que Maris es homosexual?
Ella le sonrió.
—Absolutamente.
Ture no estaba tan seguro. No era que creyera en los estereotipos de ningún
tipo. Había conocido a muchos hombres homosexuales que no se traicionaban a sí
mismos. Al menos no ante los extraños. Pero Maris...
Realmente lo escondía bien.
Maris regresó para ayudarles a caminar mientras Darling montaba guardia en la
puerta.
Ture y ella se quedaron en la retaguardia mientras Maris y Darling avanzaban
lentamente por el pasillo y luego subían por las escaleras con Darling y Maris
turnándose para ayudarlos. A Ture la cabeza le daba vueltas y el estómago se le
revolvió. Peor aún, el hedor de cable quemado agravó las náuseas.
Por favor, no permitas que vomite. No cuando estaban tan cerca de salir de aquí
finalmente. No quería que nada retrasara la fuga. Y menos con algo que le haría
parecer débil frente a Maris y Darling.
Apenas habían llegado al descansillo superior, cuando todo el edificio quedó a
oscuras. Darling y Maris retrocedieron para cubrirlos.
Darling habló con sus hombres.
—Estamos de camino —le dijo a alguien que debía haber hablado con él a
través de su enlace—. Sólo unos minutos más.
Se movieron de nuevo hacia delante.
Al doblar una esquina, un grupo de asesinos abrió fuego. Darling la cubrió
mientras Maris protegía a Ture.
—No te preocupes —dijo Maris en voz baja a Ture mientras le colocaba una
mano sobre el hombro sano—. No dejaré que te pase nada.

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Esas palabras le sorprendieron tanto como el asimiento posesivo de Maris. No
estaba acostumbrado a que la gente no abandonara a los demás para proteger sus
propios culos.
Darling maldijo.
—Realmente podría utilizar el Tricom ahora mismo.
Zarya le ofreció una mueca de disculpa.
—Lo siento. Se rompió cuando me cogieron prisionera.
—Me lo figuro. —Darling eliminó a los asesinos con una pequeña bomba y luego
cabeceó hacia Maris.
Empezaron a moverse de nuevo.
Poco a poco, se abrieron camino por el pasillo hasta que se encontraron con
Nemesis que estaba ayudando a un grupo grande de prisioneros a ponerse a salvo.
Ture se congeló cuando vio al asesino libre más temido conocido. Era una
criatura que no se compadecía de nadie. Se decía que incluso había asesinado a su
propio padre. Sólo por practicar. Y aunque Ture estaba lejos de ser pequeño, ésta
criatura le sobrepasaba con creces.
Mierda santa...
Aun así, Darling y Maris lo saludaron como a un amigo.
—¿Está todo el mundo? —preguntó Darling al legendario asesino.
Nemesis asintió con la cabeza.
—El último grupo está bajando detrás de ti, ahora mismo.
Agradecía a los dioses que Nemesis estuviera de su lado. Sin embargo...
Éste día no podía ser más surrealista y extraño.
Los prisioneros y los soldados de la Sentella abarrotaban el vestíbulo. Para su
completa sorpresa, Maris tomó la mejilla de Ture en su mano enguantada.
—¿Aún con nosotros?
Ture asintió mientras la visión se le oscurecía. Cómo deseaba distinguir el
aspecto de Maris. Pero en este momento, Maris podría tener dos cabezas y piel de
reptil y estaría hermoso para él.
Maris comprobó el pulso de Ture.
—Coge aire, cielo. Estamos casi fuera. Apóyate en mí todo lo que necesites.
Qué patético que esas palabras fueran las más amables que nadie jamás le
había dicho.

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Además, Maris se colocó el brazo de Ture alrededor de sus hombros y lo
mantuvo apretado contra su costado mientras mantenía la otra mano libre para
disparar.
De repente, las paredes que les rodean fueron parpadeando como si alguien
hubiese encendido los monitores de vídeo. De la nada, el rostro de un hombre
apareció a su alrededor, en todas las paredes. Desde el suelo al techo. Hermoso y
cruel, el hombre tenía un ojo cubierto por un parche.
Maris maldijo entre dientes.
—¿Quién es? —le preguntó Ture.
—Kyr Zemin. Alto Comandante de la Liga y el idiota de mi hermano.
Aquí había algo que Zarya se había olvidado de contarle. El hombre que había
estado ensalzando estaba relacionado con el loco que los había retenido y torturado.
Eso no auguraba nada bueno para la estabilidad mental de Maris. Lo que
significaba que Ture se enamoraría de él y luego conseguiría una patada en el culo
por ello.
Un tic furioso palpitaba en la mandíbula de Kyr.
—¿Sabéis quién soy yo?
Nemesis resopló con sorna.
—Lo sabemos. Simplemente nos importa una mierda.
Frunciendo el labio, Kyr lo rastrilló con una mirada repugnante.
—Habéis violado la santidad de una de nuestras prisiones. ¿Tenéis alguna idea
de la sentencia que os caerá encima?
Ahora fue el turno de Darling para burlarse.
—Añádela a las otras doce sentencias de muerte que tenemos.
El tic en la mandíbula de Kyr se aceleró.
—No creo que entendáis realmente la magnitud de lo que habéis hecho.
Devolver a mis prisioneros a sus celdas o…
—Qué. Te. Jodan —gruñó Darling, acentuando cada palabra.
Las fosas nasales de Kyr llamearon.
—Los presos no os pertenecen. Son propiedad de la Liga. No tenéis
absolutamente ningún derecho sobre ellos.
Antes de que nadie se diera cuenta de lo que estaba haciendo, Darling se
arrancó el casco y lo arrojó al suelo con tanta fuerza que rebotó tres metros de altura.
El agarre de Maris en Ture se apretó.

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—Maldita sea su temperamento. ¿Cómo se puede amar tanto a alguien y
todavía querer darle una patada en el esfínter?
Ture no tenía ni idea, y Kyr tenía la misma expresión de sorpresa que estaba
bastante seguro le marcaba el rostro. Mientras todos los que les rodeaban, incluyendo
Kyr, estaba mudo y atónito ante la verdadera identidad de Kere, la conmoción de Ture
provenía de la estupidez de Darling al revelarse ante la persona que podría joderle
seriamente la vida.
Pero lo que provocó que Ture quisiera ahogar a Darling fue el hecho de que
Zarya fue torturada por un secreto que él acababa despiadadamente de revelar.
Debería haberse salvado a sí misma de la agonía y ceder el primer día en que fueron
apresados.
Con su estúpida intrepidez, Darling se dirigió directamente a la pared de la
derecha y dirigió una mirada letal a Kyr.
—¡Qué demonios dices! Ellos son mi pueblo, no el tuyo. Tú enviaste a tu ejército
a mi territorio y te llevaste no sólo a mis ciudadanos, sino a mi consorte. ¡Cómo te
atreves!
Kyr echó una mirada a Zarya de una manera que decía que no se había bañado
en un mes o más.
—No es tu consorte.
Darling negó con la cabeza.
—Lleva mi anillo y oficialmente fuimos prometidos cuando éramos niños, algo
santificado y aprobado por su progenitor.
Zarya quedó sin aliento ante su inesperada revelación.
Ture se quedó boquiabierto. ¿Algo de todo esto era verdad?
—Según todas las leyes —continuó Darling—, es mi consorte. Y cinco minutos
después de volver a casa, oficialmente será mi esposa.
Kyr arqueó una ceja con audacia.
—Así que entonces nos estás declarando la guerra.
Sí, no había vuelta atrás.
Pero Darling no era otra cosa que un político brillante.
—Un concepto interesante. Yo diría que tú nos declaraste la guerra cuando
invadiste nuestro imperio, destruiste nuestras propiedades y luego secuestraste a
nuestros ciudadanos. Y ahora respondemos. Nadie se apodera de mi pueblo. No me
importa quién te crees que eres.
—Fuimos invitados por tu propia asamblea que quería apartarte del poder.

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—¿Estabas tú? —preguntó Darling, con un toque de guasa en la voz—. Eso no
es lo que he oído. De hecho, tengo a toda la ADC 1 que jurará que nunca te pidió que
intervinieras. Que fue decisión tuya atacarnos.
Kyr cerró la mano sobre la mesa.
—No tienes ni idea de lo que estás desatando en estos momentos, verikon.
Ture no tenía ni idea de lo que significaba esa palabra, o el idioma al que
pertenecía, pero por la reacción de Darling, era obvio que él lo sabía bien.
Y no era un cumplido.
—Y tú tampoco, ciratile. Intenta otra vez joderme a mí o a los míos, e invadiré y
saquearé el complejo, y lo quemaré hasta los cimientos gilipollas… —Miró los cuerpos
esparcidos en el suelo—. Y como hemos visto hoy aquí, no hay nada que tus putas
pueden hacer para detenerme. Hablar es barato. El dolor es gratis. Y yo vendo de esa
mierda. Así que date prisa y llévate algo.
Kyr se reía como si le encantara la idea.
—Es la guerra. Buena suerte, Emperador. —Se burló del título—. Nadie te va a
apoyar en esto. Estás a punto de averiguar lo que sucede a las naciones que luchan
solas.
Nemesis se quitó el casco y se colocó al lado de Darling. La mandíbula de Ture
se aflojó. ¿Nemesis era el príncipe Andarion y heredero, Nykyrian Quiakides?
El diablo suelto en la ciudad. ¿Quién se hubiera imaginado esto?
Aun más aturdido, jadeó mientras Nykyrian negaba con la cabeza.
—Ahí cometes un error, Zemen. No sólo tienen el pleno respaldo de Némesis y
la Sentella, también tiene el de mi pueblo. Ambos. Humano y Andarion.
—Y también puedes añadir a los míos —dijo otro miembro de la Sentella
mientras exponía su rostro. Una vez más, Ture boqueó al ver al príncipe Exterian,
Caillen—. Los Exeterians no temen a nada, y estoy bastante seguro de que también
los Qillaqs nos apoyarán. Después de todo, les encanta una buena batalla. Cuanto
más grande y más sangrienta, mejor.
Ninguno de los otros descubrió su rostro, pero estaban hombro con hombro
detrás de Darling.
—La Tavali siempre lucha y apoya a la Sentella, especialmente contra la Liga.
Oh, sí, la guerra que ésta gente estaba empezando iba a ser sangrienta.
Y todo por una mujer a la que había llamado tonta por creer que alguien pudiera
amarla lo suficiente para rescatarla, sin importar iniciar una guerra por su captura.
Guau...

1 Asamblea de Delegados Caronese. (N.T.).

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Kyr se tomó un minuto antes de volver a hablar.
—Todos os arrepentiréis de esto.
Darling sonrió.
—La guerra está en marcha. No puedo esperar para nuestro primer baile.
Un instante después, las pantallas se apagaron.
—¡Qué grosero! —Una mujer soldado chasqueó la lengua—. Es una buena cosa
que esté al otro lado del universo, de lo contrario, tendría que perseguirle y educarle.
El hombre que estaba junto a Nykyrian dejó escapar una risa maliciosa.
—Sí, pero no fue grosería por su parte. —Levantó su ordenador de muñeca—.
Desconecte la conexión. Cinco segundos más viéndole y habría vomitado. —Volvió su
atención a Darling—. Recuérdame más tarde que realmente necesitamos enviarte a
terapia para controlar la ira.
Darling abrió mucho los ojos inocentemente hacia el hombre mientras atraía a
Zarya en su contra.
—No tengo ni idea de qué estás hablando, Rit. Estoy totalmente bien.
—Sí, pero nosotros no lo estamos —dijo otro hombre increíblemente alto—.
Simplemente estamos jodidos.
Uno de los soldados Tavali le pasó un brazo alrededor de los hombros.
—Nosotros no estamos jodidos, hermanito. Sólo los imbéciles que mostraron sus
rostros. —Él pasó una aguda mirada por Nykyrian, Darling y Caillen.
Caillen se encogió de hombros.
—¿Qué demonios? De todos modos, nunca me gustó la sensación de
seguridad. Eso es para las ancianitas.
La mujer que había hablado bajó la escalera, sujetando a otro hombre en su
contra.
Darling corrió hacia ellos.
—¿Qué pasó?
—Me protegió y recibió un disparo.
—Voy a estar bien —dijo el hombre con una mueca.
—Pensé que no eras vidente —comentó Darling.
—No lo soy. Pero conozco mi cuerpo y en éste momento, mi cabeza realmente
te odia, Dar. —Hizo una mueca de dolor cuando se encontró con la mirada de Zarya
—. No te preocupes. Ambos estáis bien.
Estallando en lágrimas, corrió a abrazarlo.
—¡Gracias! Tenía tanto miedo.

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Ture frunció el ceño ante su reacción.
El hombre le dio una palmadita en la espalda y luego se alejó.
—¿Darling? Realmente deberías mostrarle a ella los papeles que encontraste.
Darling, suspiró.
—Odio cuando haces eso.
—Lo sé. Ahora tengo que descansar durante unas pocas décadas.
Ture sentía lo mismo.
El soldado más alto se dirigió para reemplazar a la mujer con el hombre.
—Vamos, salgamos todos de aquí antes de que vengan los refuerzos. Puede
que Kyr esté al otro lado del universo, pero no todo su ejército está con él.
Maris asintió con la cabeza antes de coger a Ture y sacarlo de la prisión hacia el
transporte que esperaba.
Justo fuera de la puerta, Maris se volvió hacia otro soldado que les pasó
caminando.
—¿Hey, Drake? ¿Puedes remolcar mi nave desde aquí por mí?
Drake, que estaba completamente cubierto por su traje de combate, subió a la
rampa junto a ellos.
—¿Estás demasiado herido para volar? —No había ninguna duda de la
preocupación en su tono, en cómo exploraba el cuerpo de Maris y tocaba varias
heridas para inspeccionarlas.
Por alguna razón, Ture sintió una feroz punzada de celos. Drake debía ser el
novio de Maris.
—Estoy bien, cariño. Sólo tengo alguien más importante de quien cuidar.
—Está bien. —Drake dio a Maris unas palmaditas en el hombro—. Avísame si
necesitas algo más.
Ture miró la mano apoyada en el cuerpo de Maris. Y se preguntó si Drake sabía
lo afortunado que era al tener a alguien como Maris en su vida.
Todos a los que Ture había conocido eran capullos egoístas que nunca
vacilaban en apuñalarlo verbalmente.
Cuando Drake se fue, Maris entró con Ture en la nave, hacia un pequeño
camarote donde lo pudo colocar sobre una camilla en la enfermería. Se movió para
conseguir una manta.
—Espero no meterte en problemas con tu novio.
Maris se congeló mientras le arropaba con la manta.
—¿Eh?

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—Drake... el de fuera. Espero que no sea del tipo celoso.
Él se echó a reír.
—Confía en mí, Drake no es mi novio. Tendría que suicidarme si lo fuera. Es
más como un hermano pequeño que he conocido durante la mayor parte de su
irritante vida. —Distanciándose de la cama, Maris apretó el botón para abrir el casco y
luego se lo quitó.
Durante un minuto, Ture no pudo respirar mientras el absoluto impacto del
aspecto de Maris lo abrumaba. El rostro de huesos elegantes y bien cincelado, hacían
de Maris la personificación de la belleza masculina. Los profundos ojos oscuros lo
mantuvieron cautivo, ya que traicionaban la penetrante inteligencia y entusiasmo por la
vida de Maris. El sudor de la batalla había dejado su corto pelo oscuro pegado a la
cabeza, pero para nada en detrimento de su belleza. Más bien, le hacía aún más
atractivo, más masculino. Sin embargo, fueron sus labios regordetes los que hicieron
que la garganta de Ture se secara. Labios que deseaba probar con tanta intensidad,
que cualquier pensamiento de dolor desapareció.
Maldición...
Debería haber dejado que Zarya le presentara a Maris hace mucho tiempo.
¿Cuál había sido su problema?
Obviamente se trataba de algo llamado estupidez.
Maris vaciló mientras una oleada de nerviosismo lo zarandeaba.
Debí haberme dejado el casco puesto. Porque en ese momento, por razones
que no podía comprender, se sentía desnudo y expuesto.
Vulnerable.
Y no tenía ni idea del porqué.
Peor aún, estaba seguro de que se veía como una mierda, y tenía suerte de que
Ture no se encogiera de asco por su grotesco aspecto sudado.
Por favor, no permitas que huela tan mal como me temo que lo hago... A pesar
de que se lo tendría merecido por la cantidad de veces que se había burlado del olor a
sudor de Darling cada vez que su amigo había regresado de una misión.
Repentinamente cohibido, se pasó la mano enguantada por el pelo, con la
esperanza de alisarlo y no empeorarlo aún más.
Realmente, ¿había algo más espantoso que el pelo encasquetado?
Inseguro, se fue al armario y buscó algunos suministros para detener las
hemorragias de Ture. Y reuniéndolos, se esforzó por pensar en atender las heridas y
no en el hecho de que el mejor amigo de Zarya era absolutamente magnífico.
Atractivo. Completamente comestible...

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Aunque Ture había sido golpeado y torturado, no se podía pasar por alto su
increíble belleza. Su cabello castaño rojizo era dos tonos más claro que el de Darling
con reflejos en las puntas que habían crecido durante su encarcelamiento. Igual que
su barba. Algo que Maris nunca había encontrado atractivo en un hombre y sin
embargo...
A Ture le daba un aspecto perfecto.
Malditamente bueno.
Para rizar el rizo, Maris siempre había sido un tonto con un hombre dolorido.
Probablemente fue por lo que se había enamorado de Darling hacía años. El chaval
había recibido una paliza por él el primer día que se conocieron en la escuela primaria.
Esa acción heroica, junto a la visión de Darling sangrando por protegerlo, lo había
conquistado al instante.
Pero esto era muy diferente. Ture no era un niño. Era un hombre en plena
madurez y totalmente delicioso. Estúpidas hormonas. A diferencia de él, no tenían
ninguna lealtad. Y estaban todas de pie en posición de firmes, mientras miraba a un
hombre que era el más espléndido que jamás hubiera conocido.
Obligándose a apartar los pensamientos de los definidos y fuertes músculos de
Ture, Maris colocó las provisiones en la mesa junto a la cama. Abrió la gasa
empapada en desinfectante y se acercó de nuevo a Ture.
—No estoy seguro de qué darte como analgésico por lo que es probable que
vaya a escocer.
—Está bien. Aguanto el dolor.
Valientes palabras. Pero en cuanto Maris puso la gasa sobre la herida más
profunda en la mejilla de Ture, se dio cuenta que el hombre no estaba alardeando. Ni
siquiera se inmutó.
Y eso era más sexy que el infierno.
Con tanto cuidado como pudo, Maris limpió la sangre, el sudor y la suciedad de
la cara de Ture para poder ver el alcance de las lesiones. Sin embargo, todo lo que
descubrió era un conjunto de rasgos duros que no hicieron nada por mantenerle
cuerdo. Y no ayudaba saber que Ture estaba sin duda en el menú...
Con su penetrante mirada ardiente, Ture cubrió la mano que Maris tenía sobre la
mejilla con la suya.
—Gracias.
La gratitud de Ture lo confundía.
—¿Por qué?
—Por ser el hombre que Zarya dijo que eras.

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Maris resopló ante el cumplido que le provocó una profunda incomodidad.
Nacido y criado en una cultura guerrera donde tenían treinta y tres palabras para el
honor, veinte para la lealtad y ni una sola para el amor, Maris podía contar con una
mano el número de veces que alguien le había elogiado por algo.
—Confía en mí, soy más bastardo que héroe.
Ture rió luego hizo una mueca como si el dolor le hubiera atravesado.
La puerta se abrió. Maris se volvió para ver entrar a Syn llevando el casco. El
ladrón y asesino Ritadarion era casi tan alto como él. Syn tenía el pelo oscuro recogido
en una coleta, y la armadura que habitualmente llevaba en combate estaba manchada
un poco alrededor del ojo izquierdo.
—¿Cómo está?
Maris retrocedió para dejarle espacio.
—No soy médico.
—Sí bueno, escucha a Kip lo que dice sobre eso, casi ningún día yo tampoco lo
soy.
Maris rió mientras Syn empezaba a examinar los cortes y contusiones en la cara
de Ture.
Ture no estaba seguro de qué hacer con el recién llegado. No hasta que metió la
mano en un cajón junto a la cama y sacó una tablet médica.
—Soy Syn —dijo en un tono uniforme, mientras conectaba la tablet e introducía
un código—. Y realmente soy un médico licenciado… terminé la carrera siendo el
número uno de mi promoción. —Miró a Ture—. ¿Asumo que eres puramente
Caronese?
—Lo soy.
Syn estrechó su mirada en él.
—¿Al cien por cien? No quiero darte algo y tener una sorpresa desagradable por
eso.
Ya que Ture solamente había acudido a los médicos locales de su planeta de
origen, jamás había pensado en la difícil tarea que debía suponer tratar a una forma
de vida híbrida.
—Sí. Tan puro como cualquiera puede ser.
—Está bien. —Syn metió la mano en el bolsillo en la pierna izquierda de su traje
de combate—. Te voy a dar algo para el dolor y luego te voy a poner un goteo. Estoy
seguro de que eres más que consciente del hecho de que estás muy deshidratado y
desnutrido. —Una vez que había inyectado a Ture, miró a Maris—. ¿Y tú, amigo?
¿Esa sangre sobre tu uniforme es tuya?
—Por desgracia. Un bastardo me lo arruinó.

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Syn apretó los dientes.
—Puedo detener la hemorragia, pero sabes que no tengo nada que darte,
¿verdad?
—No lo tomaría ni aunque lo tuvieras. Limítate a limpiar a fondo y me curaré. —
Demasiado cansado para moverme, Maris se sentó en la silla de la esquina—. ¿Cómo
está Zarya?
—Mejor ahora que despegué a Darling del techo. Te lo juro, casi le inyecté un
tranquilizante en el culo. Definitivamente no quiero estar en los zapatos de tu hermano
en éste momento. Tendremos que poner el arnés a Darling... fuerte. De lo contrario,
hará otra cosa muy estúpida para llegar a Kyr. Pero volviendo a tu pregunta, la
machacaron bastante bien. Por suerte, estará bien en unos días, y el bebé parece no
sufrir secuelas por todo ello. Los dioses lo quieran. —Syn conectó la intravenosa.
Ture parpadeó con fuerza mientras la visión se le oscurecía. Syn no acababa de
suministrarle un analgésico. Le había puesto algo para dejarle noqueado. Quería
permanecer despierto, pero era una batalla perdida. En cuestión de segundos, se
quedó profundamente dormido.
Maris frunció el ceño cuando vio que Ture se aflojaba.
—¿Le hiciste…?
—Sí. Lo necesitaba. Además, pensé que no querrías que presenciara lo que
estoy a punto de hacer para tratarte.
Buen punto. Los seres humanos a menudo tenían dificultades para hacer frente
a las rarezas del Phrixians. Darling, era uno de los pocos que podían entender y
tolerar las especiales necesidades médicas de Maris.
Syn se dirigió hacia el fregadero.
—Quítate la parte de arriba.
Maris ronroneó ante la orden.
—Lo sabes, he estado esperando durante años oír esas palabras saliendo de tu
boca, cielo. ¿Debo quitarme el pantalón, también? Estoy seguro de que podría reunir
algo ahí abajo que pueda requerir tu inmediata atención personal.
Syn se rió de su burlona invitación.
—Eres el único hombre que podría decirme eso y aun así mantener a su mejor
amigo adosado al cuerpo. Tienes suerte de que te quiera, Mari.
—Lo sé, hermano. —Maris se abrió el traje de combate, mientras Syn llenaba
una palangana con agua.
Cuando Syn se volvió hacia él, se quedó paralizado. Sus ojos se abrieron con
horror.

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Maris empezó a cubrirse y luego se detuvo. ¿Qué estaba haciendo? Syn ya
había visto las horribles cicatrices que le estropeaban la carne. ¿Por qué ocultarlas
ahora?
—No tenía ni idea —jadeó Syn.
Maris se encogió de hombros.
—No naces homosexual dentro de una cultura de guerreros sin sufrir daños. —
Por no mencionar su encantador período como preso político de sus enemigos durante
toda una década. Gracias, papá y la Liga, por esas atroces pesadillas—. A pesar de lo
que diga mi familia, estoy bastante seguro de que lo sabían desde el principio, e
hicieron todo lo posible para hacerme cambiar a golpes.
—¿Lo sabe Darling?
Maris negó con la cabeza.
—No me desnudo delante de Darling. —Era por eso que siempre se mantenía
cubierto de pies a cabeza. Muchas veces, incluso llevaba guantes. Sólo sus amantes
le habían visto el cuerpo, y aun así mantenía la habitación lo más oscura posible para
que nadie conociera el peso de la vergüenza que acarreaba.
—Si te hace sentir mejor, Nykyrian y yo tenemos más cicatrices que tú.
Y Darling también.
Miró a Syn.
—Para que conste, Syn, no me hace sentir mejor saber que la gente a la que
quiero ha sufrido incluso más que yo. Realmente nada.
Syn le colocó una mano sobre el hombro y le dio un ligero apretón.
—Y es por eso que te queremos, Mari.
Maris no respondió mientras Syn comenzaba a trabajar en las numerosas
heridas. Él, sin embargo, hizo una mueca cuando el dolor se intensificó. Si tan sólo
pudiera llegar a una bañera de agua...
Demonios.
—¿Estás bien? —preguntó Syn, la voz tensa por la preocupación.
—No me voy a morir. Darling jamás me lo perdonaría.
Syn se echó a reír.
—Conociéndolo, te seguiría al infierno si lo hicieras y te arrastraría de vuelta.
—Y todos vosotros estarías justo a su lado, luchando contra los demonios todo
el camino, para entrar y salir.
—Sí, bueno... somos así de estúpidos.
Sí, lo eran. Y eso era por lo que era leal a todos ellos.

25
Syn se puso de pie y se limpió las manos con una toalla limpia.
—¿Cualquier cosa que pueda hacer por ti?
Maris negó con la cabeza.
—Aunque, gracias.
—Si me necesitas, dame un toque. Me dirijo de nuevo a Zarya.
Maris volvió a ponerse el traje de combate mientras Syn salía. Luego se levantó
y regresó al lado de Ture. No podía imaginar a lo que los dos habían sido sometidos a
causa de la locura sádica de su hermano. La culpa lo apuñaló duro. No debería
sentirse responsable de las acciones de Kyr y sin embargo siempre le ocurría.
—No permitiré que te haga daño nunca más —susurró, deslizando la mano por
el cabello de Ture—. Te lo prometo.



Ture se despertó con la sensación de alguien que comenzaba a recogerlo.


Pensando que era un soldado de la Liga, abrió los ojos, dispuesto a luchar, luego se
relajó cuando se encontró con la mirada oscura de Maris.
Maris le soltó al instante.
—Lo siento, amor. No era mi intención asustarte.
Ture sonrió ante el profundo y agradable acento de Maris. A veces le resultaba
difícil entender las palabras de Maris. Sin embargo, adoraba el sonido de su cadencia
melodiosa.
—No pasa nada. Prefiero que me despiertes tú que un soldado de la Liga.
—Eso no es exactamente un cumplido, ya que estoy bastante seguro de que el
mismo diablo sería preferible a eso.
Cierto.
Ture se mordió el labio cuando se dio cuenta que mientras estuvo dormido,
Maris se había peinado y aseado. Maldición, era despampanante.
—¿Maris? ¿Sería grosero si te preguntara de dónde eres? Sé, por tu acento que
no eres Caronese.
—No es para nada una grosería. Soy Phrixian.
—Ah.
Maris le dedicó una maliciosa y burlona sonrisa.
—No tienes ni idea, ¿verdad?

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—No tengo ni idea. De hecho, si tuviera un mapa estelar ni siquiera sabría por
dónde empezar a buscar. He oído hablar de tu pueblo, pero realmente sé muy poco
más que el nombre.
—Esa es una decisión personal. —Maris le guiñó un ojo—. No nos gusta ni
confiamos en los extranjeros por lo que realmente no somos muy de dar detalles sobre
nuestra gente o territorios.
—¿En serio?
Él asintió con la cabeza.
—Si estás listo, hemos atracado hace unos diez minutos. Zarya quiere que te
lleve al palacio con ella hasta que Syn te dé el alta, en toda regla. Dijo que no tienes a
nadie en casa que cuide de ti.
—Discutiría, pero está bien. —La única persona en su apartamento era
Anachelle, y él estaba cuidando de ella.
No estaba en condiciones de velar por él mientras se curaba.
Cuando empezó a levantarse, Maris lo detuvo. Indicó el poste de la máquina al
lado de la cama.
—Todavía estás conectado, amor.
Syn entró de nuevo en la habitación.
—¿Cómo está?
—No soy médico.
Syn puso los ojos en blanco hacia Ture ante las palabras de Maris.
—Siempre dice eso.
Maris levantó las manos en un gesto muy femenino y adorable.
—¡Eh! Respeto el conocimiento y en lo que respecta a la salud, no sé nada.
Sobre todo si se trata de otras razas.
Sin decir una palabra, Syn separó la cama de la pared para poder manejarla
como si fuera una camilla. Puso la bolsa de suero en un poste pequeño que estaba
cerca de la cabeza de Ture.
—¿Vienes? —le preguntó a Maris.
—Justo detrás de ti, precioso.
Ture se sentía incómodo siendo llevado al palacio de Darling. Aunque había
visto la morada real miles de veces en su vida y había recorrido las secciones abiertas
al público como parte de una excursión escolar hacía décadas, nunca había soñado
con ver las áreas privadas.

27
Entraron por una puerta trasera, y hacia un ascensor. El personal se volvió hacia
ellos, pero nadie dijo nada, ni los detuvieron. Syn le llevó arriba a una habitación
donde los sirvientes rápidamente lo acomodaron.
A Ture se le abrió la boca ante tanta suntuosidad. Nunca había visto nada más
lujoso. El techo sobre su cabeza estaba ornamentado en oro y pintado con una escena
celestial impresionante. Era como mirar hacia el cielo.
La cama era más grande que toda la habitación de Ture... bueno, un poco
exagerado. Aun así, era gigantesca. La cama soportaba un dosel de color azul marino
ribeteado en oro y marrón, los colores de la realeza Caronese.
La puerta se abrió.
Ture medio esperaba que fuera un guardia diciéndoles que salieran. Así que
cuando vio a Darling, el regente, entrar en la habitación para ver cómo estaba, se
sorprendió.
—¿Cómo está?
Syn se acercó a la cama.
—Bastante quebrado. Fractura en el brazo y la espinilla. Trauma severo en la
mano, pero deberíamos ser capaces de ponerle en órbita y en marcha en unas
semanas. Llamé a un amigo mío para que haga la operación en su mano. Debería
recuperar el uso al menos en un noventa por cien.
—¿El noventa? —jadeó Ture.
—Lo siento... es posible que puedas recuperarla al completo. No soy un experto,
que es por lo que he pedido el favor a mi amigo que si lo es. Será capaz de darte un
mejor pronóstico que yo.
Ture quería gritar de exasperación.
—¿Cuánto me va a costar todo esto?
—Nada —dijo Darling—. Cubriré todos los gastos.
Su oferta ofendió a Ture.
—Eso no es necesario.
—Protegiste a mi esposa. Zarya dijo que no lo habría aguantado, si no es por ti.
No puedo hacer lo suficiente para devolverte ese favor. Si necesitas algo, házmelo
saber.
Maris jadeó ultrajado por las palabras de Darling. Con las manos sobre las
caderas, farfulló a Darling antes de decir:
—¿Te casaste con Lady Z sin mí? ¡Bestia! Estoy tan afligido. ¿Cómo pudiste?
Se suponía que debía ser tu dama de honor. —Le dedicó un adorable puchero fingido.
Acortando la distancia entre ellos, Darling atrajo a Maris en un fuerte abrazo.

28
—Tú estabas allí en espíritu. Además, fue muy rápido, nos casamos antes de
que llegáramos a mi habitación.
Ture arqueó la ceja.
—En realidad no era una broma.
Darling, negó con la cabeza.
—Como le dije a Kyr, el sacerdote estaba esperando en la puerta y comenzó los
trámites en el instante en que entramos. Estuve demasiado cerca de perderla. Que me
condenen si alguna vez permito que eso vuelva a suceder.
Ture todavía estaba asombrado y aturdido por los hombres presentes en esta
habitación. Que fueran todo lo que Zarya le había prometido.
Darling, besó la mejilla de Maris.
—Quiero saber si alguno de vosotros necesitáis algo. Me reuniré de nuevo con
Zarya para asegurarme de que no levanta nada más pesado que una cuchara.
Maris se echó a reír.
—Buena suerte con eso.
Darling, dio un profundo suspiro.
—Lo sé, ¿verdad? —Entonces los dejó solos.
—Voy a lavarme y volveré en un momento. —Maris se encaminó hacia una
puerta distinta a la que había utilizado Darling. Ésta se encontraba en medio de la
pared y conectaba a un dormitorio.
Ture no estaba seguro de si debía sentirse halagado o insultado porque el
dormitorio de Maris estuviera unido al suyo. ¿Acaso Maris pensaba en él como una
puta para ser mantenido como una mascota?
Syn remetió las sábanas a su alrededor y, a continuación, comprobó el goteo.
—Lamento la violación de la confidencialidad. Pero…
—Darling es técnicamente el gobierno. De todos modos, no es que no pudiera
averiguarlo.
—Lo haría. —Syn se aseguró de que estaba cómodo y revisó de nuevo todos los
vendajes y medicamentos. A continuación, le entregó a Ture un comunicador—. Si
necesita algo, pulsa eso.
—Gracias.
Syn hizo una breve inclinación de cabeza antes de salir de la habitación.
Solo, Ture no estaba seguro de qué pensar de todo esto. En honor a la verdad,
le atemorizaba. Por regla general la gente no era amable, y en particular eran crueles
con él. Eso es lo que esperaba.

29
A pesar de que parecía estar a salvo, había una parte de él esperando que esto
fuera una especie de broma de mal gusto. No apostaría nada con el precedente de un
emperador que había ascendido al trono por asesinar brutalmente a su tío, y uno cuyo
apellido era Cruel.

30
CAPÍTULO 2

Ture se despertó al escuchar un suave golpe.


―Adelante.
Vestido con un pantalón marrón y una chaqueta de cuero de un brillante tono
verde, Maris entró en la habitación con una bandeja en las manos. En el instante en
que traspasó la puerta, las luces se encendieron con un tenue brillo. Avanzó para
ponerla sobre la mesa al lado de la cama.
―Sé que Syn te ha suministrado fluidos, pero creí que te gustaría comer y beber
algo delicioso.
Ture apretó los dientes mientras se incorporaba. Aún sentía mucho dolor.
―Gracias. ¿Cuánto tiempo he dormido?
―Dos días.
Ture jadeó. Con las gruesas cortinas echadas, no podría decir si en el exterior
era de día o de noche.
―¿Qué hora es?
―Por la tarde.
No podía creérselo.
―No lo sabía.
Maris le sirvió una taza de chocolate caliente al que añadió un poco de crema.
―No te preocupes. Syn, Darling, Zarya y yo te hemos estado vigilando de vez en
cuando para asegurarnos de que estabas bien.
Ture tomó la taza de sus manos.
―En realidad es preocupante saber que habéis estado aquí y no he sido
consciente de ello.

31
Maris le dirigió una sonrisa diabólica.
―¿Sabías que cuando estás dormido eres absolutamente hermoso? Y tienes un
pequeño ronquido. Verdaderamente es bastante adorable.
El calor le recorrió el rostro mientras los ojos oscuros se burlaban divertidos de
él. Sin importar como lo miraras, Maris era el hombre más sexy que había visto nunca.
Había tanto magnetismo en él.
Ésta intrigante mezcla de encanto juvenil y depredador letal. La mayoría del
tiempo, Maris era tranquilo y exuberante. Pero aun así, siempre miraba a su alrededor
buscando como si necesitara asegurarse de que ningún asesino se había acercado. Y
definitivamente tenía el andar de un guerrero.
Cabeza gacha, mirada decidida.
Cierta parte del cuerpo de Ture reacciono con una intensidad embarazosa.
Levantando ligeramente la rodilla para disfrazar el interés, Ture se aclaró la garganta.
―Entonces, ¿que has traído de comida?
―Una variedad de bocadillos. Como no sabía lo que te gustaba, me pareció el
mejor arreglo. ―Maris quitó la tapa de plata del plato y se lo tendió a Ture.
Un escalofrío recorrió a Ture al rozar accidentalmente a Maris con la mano. Se
negaba a permitirle que supiera lo que le excitaba su mera presencia. Nada bueno
podía salir de eso.
―Es más de lo que puedo comer. ¿Quieres compartirlo?
Maris arrugó la nariz juguetonamente.
―Cariño, nunca rechazo una comida. Mi madre solía decir que salí de ella
muriéndome de hambre, y prácticamente ataque al doctor que me atendió para
conseguir un biberón de él.
―¿De verdad?
Maris asintió mientras tomaba delicadamente uno de los bocadillos y lo mordía.
La forma en que Maris saboreaba la comida hizo que Ture sonriera.
―Sabes cómo me gano la vida, ¿no?
―Ni idea. Zarya nunca me lo ha dicho.
Ture se tragó el bocado.
―Soy chef.
Arqueó una ceja intrigado.
―¿De verdad?
Ture asintió.

32
Sus ojos oscuros bailaron alegremente mientras se deslizaba en la cama al lado
de Ture.
―Ooo, cariño... ¿Dónde trabajas?
―Angericos en la Quinta, en el centro.
Maris se quedó sin aliento.
―¿Ese eres tú? Adoro ese lugar. Comería allí todo el tiempo... al menos cuando
consigo hacer una reserva. Tu restaurante siempre está lleno. Incluso Darling tiene
problemas para entrar.
Ture se sonrojó ante los elogios.
―Hago lo que puedo para no dejarme sorber por mi trabajo.
―Bebe, tienes un éxito admirable. ―Maris estaba cogiendo una servilleta
cuando la puerta se abrió para dejar entrar a Syn.
Se detuvo en seco al verles juntos. Después mostró una mueca de disgusto a
Maris.
―¿Lo despertaste?
―Si digo que sí, ¿me azotaras?
Syn rodó los ojos.
―Eres terrible, Mari.
Maris se deslizó fuera de la cama dejando sitio para que Syn comprobara los
signos vitales de Ture.
―No puedo evitarlo. Tuve demasiados hermanos a los que molestar. Ahora es
parte de mi cableado el ser una gran perra.
Ture frunció el ceño. Conocía a uno de los hermanos de Maris mucho más de lo
que le gustaría.
―¿Cuantos hermanos tienes?
―Ocho. ¿Quieres uno? Llevo años intentado desprenderme de un par de ellos.
Ignoró la pregunta.
―¿Alguna hermana?
―No. Los dioses decidieron no ser tan crueles como para lanzar a una niña en
ese antro de testosterona. Por otro lado, quizás si lo fueron. Nací allí, después de todo.
No estando seguro de que responder a eso, Ture se encontró con la oscura
mirada de Syn.
―¿Y tú?
―Tenía una hermana. Murió hace mucho tiempo.

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―Lo lamento, Syn. También perdí a la mía, cuando yo era un adolescente. Aún
la echo de menos.
Syn le palmeó el hombro.
―Siento tu perdida.
Un silencio incomodo llenó la habitación hasta que Syn terminó la revisión.
―Estás haciendo un buen progreso. Mañana, conseguiremos que te levantes y
camines. Voy a programarte fisioterapia para la tarde. Y mi amigo cirujano te mirara la
mano pasado mañana. Ya le he enviado las pruebas. Creo que tendrás una
recuperación completa.
Ture sintió una oleada de entusiasmo por esas palabras.
―Gracias, Syn. De verdad.
―Sin problemas. Ahora mantente fuera de problemas y descansa esta noche.
―Se volvió hacía Maris―. Y eso te incluye a ti, Mari. Sé que no has dormido en dos
días y aún te estás recuperando.
Maris le saludó militarmente de forma muy sarcástica.
Syn lo ignoró y los abandonó.
―¿No has dormido?
Maris miró hacía otra parte. En principio no iba a contestar -su modo normal de
actuar alrededor de otros- pero por alguna razón, la verdad salió antes de que pudiera
detenerla.
―Ni en mis mejores días duermo bien. Y una batalla siempre saca lo peor de mí.
―¿Cómo es eso?
Los recuerdos se alzaron en una cuchillada despiadada mientras volvía a vivir
las batallas que pedía a los dioses nunca haber librado. Era duro conocer a la bestia
que vivía en su interior, saber de lo que era capaz si le arrinconaban. Nada le ponía
más enfermo que algunas partes de la guerra y lo que su familia le había obligado a
hacer en el pasado.
―¿Has matado alguna vez?
Ture negó con la cabeza.
―No es como se ve en las películas o los programas. Es sangriento y aterrador.
Asqueroso y horrible. El ver la expresión en sus rostros y ojos en ese instante en que
se dan cuenta de que su vida ha terminado... Y cada vez que mandas a alguien a la
tumba, parte de ti se va con ellos.
―¿Entonces por qué lo haces?
Maris sintió un nudo en la garganta.

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―Hace mucho que dejé de luchar por mí. Pero por mucho que desprecie matar,
me gusta mucho menos perder a alguien a quien amo. ¿Cómo, con todo mi
entrenamiento y habilidades, podría alejarme y que a los que quiero corran peligro o
mueran mientras no hago nada por ellos?
Ture asintió con simpatía.
―Lo entiendo. ¿Qué edad tenías la primera vez que mataste?
Maris se estremeció por el horror de esa pesadilla.
―Diecisiete.
Ture se quedó asombrado por la edad.
―Eras un niño.
―No en Phrixus. Estaba en el segundo año del servicio militar obligatorio.
―¿Entonces fue en una batalla?
Negó con la cabeza.
―Los Phrixians no son como otras razas. Tenemos un sistema de gobierno muy
jodido. Y una de las cosas que más nos diferencia de los demás, es que no tenemos
ningún tipo de fuerza policial.
―No lo entiendo. ¿Quién hace que se cumplan las leyes?
―Los ciudadanos. Mi gente cree que si no puedes protegerte a ti y a los que
están bajo tu protección, entonces no es necesario que tu ADN esté en nuestro código
genético. Tomamos la supervivencia del más acto al extremo. Pero dicho esto, a la
mayoría se le deja solo porque sabemos que todos estamos muy capacitados y
armados. La única vez en que se ataca a alguien es si se le ve débil.
Ture frunció el ceño mientras intentaba comprender el aterrador mundo que
Maris describía.
―¿Fuiste atacado?
―Mi hermano pequeño. Llegue tarde a donde él estaba para recoger a mi padre.
Ture captó la nota de dolor en la voz de Maris.
―Gracias a los dioses que estabas allí.
Maris dejó escapar una risa amarga.
―Sí, pero esa es la razón por la que fue atacado en primer lugar.
―He vuelto a perderme.
Había tanto dolor en esos ojos oscuros que Ture lloró por él.
―Creyeron que mi hermano era yo, ya que se les había dicho que en ese
preciso momento estaría allí. Si hubiera llegado a tiempo, mi hermano no hubiera
recibido una paliza.

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Se le aflojo la mandíbula. Tenía que ser bastante duro saber que habían atacado
a tu hermano. Para después descubrir que se suponía que te buscaban a ti... Que
horror.
―¿Por qué iban a por ti?
―Limpiando el fondo genético. ―Maris apartó la mirada mientras recordaba la
risa y la burla que le habían metido por la garganta.
“Eres un desperdicio patético. Debería haberte arrancado el corazón cuando
naciste, en vez de desperdiciar los recursos familiares en ti”. Maris aún podía ver el
odio en los ojos de su padre mientras se burlaba de él.
Se encontró con la mirada de Ture e intentó no trasmitir la amargura en la voz.
―Se había corrido la voz de que tuve problemas para conseguir una erección en
el prostíbulo con una mujer. Y semejante cosa se considera una vergüenza y una
grave marca contra mi familia y su honor.
―Bromeas.
Maris negó con la cabeza.
―En nuestro imperio se considera delito capital la disfunción eréctil.
Ture estaba consternado por lo que estaba describiendo.
―¿Realmente matan a alguien por eso?
Maris asintió.
―En el momento en el que llegué, mi hermano apenas vivía a causa de su
salvaje asalto. La furia en mi interior fue aterradora. Y desaté cada onza de ella sobre
los tres hombres corpulentos que estaban sobre él. Ni siquiera fui consciente de lo que
hacía hasta que estuvieron en el suelo despedazados y yo estaba vomitando contra
una pared.
Ture le cogió la mano y la apretó con fuerza.
―Lo siento mucho. No puedo creer que alguien hiciera algo así por un motivo
tan estúpido. ¿Quién los envió a por ti?
Mi padre. Maris apretó la mano alrededor de la de Ture mientras la respuesta le
hacía eco en la mente. A día de hoy, no se atrevía a decirlo en voz alta. Algo que
nunca le había contado ni a un alma.
Ni siquiera a Darling.
¿La parte más triste? Su padre se había jactado ante Maris cuando había
regresado a casa, llevando en brazos casi muerto a Safir.
Una sonrisa se extendió por el rostro de su padre cuando les vio. “Nunca he
estado más orgulloso de ti, muchacho. Aquí estábamos todos creyendo que
tendríamos que enterrar a una mujer defectuosa en una tumba sin nombre. En

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cambio, vuelves a casa redimido y llevando la sangre de tres de mis mejores
soldados. Buen trabajo, Maris. Has restaurado nuestro honor”.
Fue la única vez en la vida en que su padre le había elogiado. Pero lo que más
le había enfermado fue el hecho de que a su padre no le había importado poner a Safir
en peligro. Apenas poco más que un niño, Safir fue considerado un daño colateral por
su padre y familia.
Al igual que él.
Suspirando, hizo todo lo posible para enterrar ese recuerdo.
―No importa. Tres hombres murieron por algo ridículo.
Ture lo tomó en sus brazos y lo abrazó.
―Lo siento, Mari. Pero me alegró de que sigas aquí.
Maris le dio una palmada en la espalda.
―Hay días en que también yo. ―Cerró los ojos y aspiró el olor del cálido cuerpo
de Ture. Podría haberse quedado blando con la puta que lo había delatado a su padre,
pero definitivamente no era un problema en este momento.
Ture le hacía arder.
Y todo lo que hizo fue recordarle porque tenía el cuerpo saturado de una
necesidad tan exigente. No había estado con nadie en más de dos años. Primero por
su necesidad de encontrar a Darling después de que la Resistencia Caronese lo
hubiera capturado. Nada más había importado en esos meses de búsqueda. Y el sexo
era lo último que tenía en la mente. Entonces, Darling había sido encontrado en una
condición que hacía que el aspecto de Ture y Zarya fuera como si hubieran estado de
picnic. La tortura y humillación de Darling a manos de aquellos que habían sido sus
aliados le dejó psicótico.
Maris había estado tan ocupado intentando salvar la vida y cordura de Darling
que había renunciado a cualquier otra necesidad. Además, carecía de importancia.
Estaba enamorado de Darling y aunque podía tener sexo con otros, siempre le dejaba
sintiéndose vacío.
Esos hombres no eran Darling.
Pero mientras sostenía a Ture, la antigua necesidad de enamorarse de alguien
con quien pudiera estar físicamente aumentó. Sólo por una vez en la vida, quería irse
a la cama con alguien cuya felicidad significara más que la propia. Daría cualquier
cosa por sentir hacía un amante una décima parte de lo que sentía por Darling.
Sólo por un instante.
Pero no estaba destinado a ser.
Lo había aceptado hacía mucho. Darling siempre sería heterosexual. Nada
cambiaría eso, y su mejor amigo moriría antes de acostarse con él.

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¿Por qué no puedo alejarme de Darling?
Honestamente, lo había intentado. Había pasado de un hombre a otro,
esperando, ansiando que uno de ellos encontrara el camino hacía su cansado
corazón.
Y cada uno de ellos le había decepcionado, y dejándole cicatrices que eran más
profundas y feas que las que le estropeaban el cuerpo.
Pero mientras respiraba el aroma de Ture, esa parte de él que tanto odiaba se
lanzó hacía arriba. La esperanza era una puta voluble, y odiaba el hecho de ser su
perra.
Has recorrido este camino un millón de veces, Mari.
Solo Darling es Darling. Todos los demás son unos pobres sustitutos.
Apretando los dientes contra una oleada de dolor, Mari se echó hacia atrás y se
levantó. No lloraría por algo que no podía cambiar. Relegaría la esperanza.
Era, y siempre sería, la perra de Darling.
Ture frunció el ceño mientras observaba como Maris arramplaba con la comida
que había traído. Había una oscuridad en él ahora que Ture no comprendía. Un
grueso muro de tristeza.
Las historias que Zarya le había contado sobre Maris le pasaron por la cabeza.
Al igual que él, Zarya no confiaba fácilmente. Era muy desconfiada y cautelosa.
Pero Maris se la había ganado con poco esfuerzo. Ella adoraba a ese hombre.
Al principio, Ture había descartado esos cuentos como un culto a los héroes y delirios.
Nunca había soñado que realmente existiera un hombre como Maris.
Un rey entre príncipes.
Alguien que no dudaría en proteger lo que amaba. Un hombre capaz de poner
las necesidades de otros por encima de las propias. Esos bárbaros eran tan raros
como el legendario iksen que se decía que sólo salía de su cueva una vez cada mil
años.
Ahora que Ture había encontrado a uno, deseo aferrarse a él por mucho tiempo.
Pero mientras ese pensamiento pasaba, conocía la verdad.
El amor nunca dura. La gente traiciona. Y los amantes inevitablemente
decepcionan.
¿Y si no?
Ture intento aplastar ese traicionero pensamiento. No quería tener esperanza.
La esperanza nunca había sido amable con él.
Jamás.

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Sin embargo, no podía evitar preguntarse si Maris podría ser alguna vez tan leal
a él como lo había sido hacía Zarya y Darling. Si Maris podría sostener su corazón en
la mano y no aplastarlo.

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CAPÍTULO 3

Maris se congeló cuando escuchó un golpe en la puerta que conectaba su


habitación con la de Ture. En las dos últimas semanas que Ture había estado aquí,
jamás había llamado. ¿Habría pasado algo?
Más asustado de lo que debería estar por la idea, cruzó la habitación y abrió la
puerta. Ture estaba de pie al otro lado, luciendo magnífico, pero avergonzado.
—¿Algún problema?
—No puedo creer que admita esto... No puedo dormir y me siento solo.
Maris sonrió con comprensión. A menudo también le pasaba eso. Antes de
Zarya, siempre había tenido a Darling para consolarlo durante esas noches. Se
quedaban despiertos durante horas, jugando y bromeando.
Ahora, tenía a Hauk como oponente, pero sólo cuando éste no estaba con una
mujer. Aunque últimamente, Hauk se encontraba en un periodo de sequía que
rivalizaba con la de Maris.
—¿Quieres entrar?
Un rubor se extendió por la cara de Ture.
Maris sonrió.
—No espero que te desnudes, cariño. Somos amigos.
Él resopló.
—No tengo muchos de esos.
—Bueno, me tienes a mí. —Maris dio un paso atrás para que pudiera pasar.
Ture todavía estaba indeciso. Durante las dos últimas semanas,
deliberadamente había mantenido una gran distancia con Maris. Sabía bien que no
debía sentirse atraído por el amigo de un amigo, sobre todo uno tan querido para

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Zayra como Maris. Si ellos llegaban a involucrarse y no funcionaba, sería incómodo
para todos.
Era lo último que quería.
Pero esta noche era el aniversario de la muerte de su hermana, y no podía
respirar por los recuerdos y el dolor de su pérdida. Sólo necesitaba algo que le
distrajera la mente durante un rato.
Mordiéndose el labio, se dirigió al pequeño sofá situado en el centro de la sala
de estar de Maris.
—Guau —susurró, observando la elegante y espaciosa zona—. Y yo creyendo
que mi habitación era enorme.
Maris sonrió.
—Son los aposentos de la reina. Bastante apropiado, a fin de cuentas.
Ture se rió mientras se sentaba.
—¿Cómo terminaste aquí?
—Cuando Darling asumió el poder, me hizo mudarme de mi pequeña habitación
en el ala de invitados a ésta, de forma que estuviera más cerca de su cámara situada
ahora al final del pasillo.
—Apuesto a que eso levantó algunas cejas.
Maris fue a la barra del desayuno en la pared del fondo, sirvió una taza de té y
se la llevó. Había un brillo adorable en sus ojos mientras arrugaba la nariz.
—Todavía lo hace. Incluso estando casado, la mitad del personal y la mayor
parte de la ADC sigue creyendo que es realmente homosexual y que sólo finge estar
casado con Zarya.
Ture cogió la taza de su mano.
—Entonces, si tú dispones de los aposentos de la reina, ¿dónde se aloja Zarya?
—En la cámara de Darling. Antes de que la Liga os secuestrara, ya era reacio a
dejarla fuera de su vista. Ahora… No estoy seguro de que la permita ir al cuarto de
baño sin él.
—Sí, pero me gusta eso de él.
Maris se sentó al otro lado de la mesa de centro, sobre un cómodo butacón
acolchado. Se estiró para coger su propia taza de té.
—¿Quieres hablar de lo que pasa por tu mente?
Ture desvió la mirada cuando sintió que los ojos le escocían por las lágrimas.
—Mi hermana pequeña murió de cáncer cuando yo era adolescente, y… —Se
calló, incapaz de terminar la frase—. Todavía no puedo creer que se haya ido.

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Maris se movió para arrodillarse a su lado y colocó amablemente una mano
sobre la rodilla de Ture.
—Lo siento mucho.
Ture se tragó el doloroso nudo en la garganta.
—Es tan duro, ¿sabes? Era el único miembro de mi familia que me amaba
realmente. La única que no me juzgaba.
—¿Era tu único hermano?
—No, tengo un hermano imbécil que aparece cada vez que necesita un favor o
dinero.
Maris se burló.
—Sobre hermanos imbéciles sé un montón.
—Sí, apuesto a que lo haces. ¿Alguno de ellos se ha puesto en contacto
contigo?
—Safir. Pero es muy peligroso para él hacerlo. Tengo la suerte de que me quiere
lo suficiente para ser estúpido.
Ture se rió.
—Adoro la forma en que describes las cosas. Eres único.
Maris le guiñó el ojo.
—Lejos de mí ser alguna vez normal. No me gusta hacer lo que se espera de mí.
—Le dio un apretón en la rodilla y regresó a su asiento y a su té—. ¿Y en cuanto a ti?
—Definitivamente nada normal.
—La normalidad está sobrevalorada.
—Algunos días también lo está la sensatez.
Maris se rió.
—No podría estar más de acuerdo.
Ture removió la crema del té mientras observaba la forma elegante en que Maris
se movía.
Tenía tanta gracia y dignidad. Un majestuoso refinamiento fluía por todo él y a
veces hacía sentir a Ture desmañado. Como un torpe paleto. Sin embargo, a Maris no
parecía importarle el hecho de que él fuera de humilde cuna.
—¿Cómo es ser un príncipe?
—No es diferente a cualquier otra vida, salvo que tienes que vigilar más tu
espalda. Los enemigos y reporteros desesperados abundan. Eso te vuelve
extremadamente paranoico.
—Tú pareces llevarlo bien.

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—Sobre todo porque no me importa. ¿Qué van a hacerme? ¿Insultarme? ¡Oh,
horror! Que alguien me salve de escuchar la opinión de alguien que no podría
importarme menos.
Ture negó con la cabeza.
—Respeto eso de ti. Yo odio ser criticado. Es como un cuchillo en mi corazón.
Maris jugó con el asa de la taza.
—Supongo que viene de mi infancia, cuando fui insultado tanto que realmente
creía que mi nombre era Idiota y Estúpido.
—No es cierto.
—Oh, te lo aseguro. Darling era el único que me llamaba por mi nombre.
—Lo siento, Maris.
Se encogió de hombros con una despreocupación que Ture empezaba a
sospechar era una fachada.
—No hay nada que tengas que lamentar. Todos soportamos nuestra carga. Sólo
que la de algunos de nosotros se esfuerzan por matarnos vengativamente.
—Bromeas sobre cosas que a mí me dejan pasmado.
—Sí, bueno, intenté ser serio una vez y lo encontré bastante deprimente. ¿Quién
quiere vivir así?
En aquel momento, el impulso de besar a Maris fue tan fuerte, que no estaba
seguro de cómo se contuvo. Todo en lo que podía pensar era en quitarle capas de
ropa hasta tenerlo desnudo entre los brazos. Si Maris era en la cama la décima parte
de animado que en la conversación informal, sería un amante increíble.
El comunicador de Maris sonó. Lo sacó, lo comprobó y luego se echó a reír.
—Por favor, discúlpame un segundo. —Lo abrió—. Hola, Hauk. ¿Cómo está mi
delicioso Andarion esta noche?
Ture tragó saliva contra la extraña puñalada de celos que no podía comprender.
No tenía derecho a ser posesivo con Maris y sin embargo…
Quería tener el derecho a quejarse cuando Maris coqueteaba con otros
hombres.
—No, cariño. De hecho, tengo compañía esta noche. —Maris se rió—. Sigue
hablándome así y tendrás más de mí de lo que puedas manejar.
Sintiéndose repentinamente incomodo, Ture estaba a punto de excusarse
cuando Maris terminó la llamada.
—Claro. Hablaré contigo más tarde. —Y colgó.
Ture sabía que debería mantener la boca cerrada, pero no pudo evitar hacerle la
pregunta primordial que tenía en la mente.

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—¿Novio?
Maris le dirigió una sonrisa adorable.
—Puedes dejar de preguntarme eso. No tengo novio y no tengo ningún interés
en estar atado a ningún hombre.
Eso picó como una bofetada.
—Ah. Eres uno de esos.
Maris arqueó una ceja.
—¿Esos?
—Revoloteador.
Maris se rió con tanta fuerza que se ahogó.
—No lo creo. Te aseguro que jamás voy de flor en flor. Mi único problema es que
el hombre que amo se encuentra actualmente en la cama con tu mejor amiga.
—¿Darling?
Asintió con la cabeza.
—Él y tú…
—Nunca le he tocado.
—¿Ni siquiera un beso?
—Ni siquiera. —Maris suspiró—. Siempre me siento atraído por lo que no puedo
tener. Es sumamente irritante.
Ture conocía el sentimiento.
—¿Crees que alguna vez encontrarás a alguien?
—¿La verdad? Dejé de buscar. Sólo hay una cierta cantidad de sueños que un
hombre puede permitirse perder en la vida. Creo que excedí mi cupo cuando tenía tres
años. —Maris tomó un sorbo de té—. ¿Y tú?
—Mi trabajo es mi amor. Ningún hombre es tan seductor o gratificante. Es lo
único que se merece mi tiempo.
—Así que amas tu cocina.
Ture asintió con la cabeza.
—Estoy tan casado con ella como Zarya lo está con Darling. Es donde paso casi
todas mis horas de vigilia.
—¿Estás preocupado por haberla abandonado durante tanto tiempo?
—Lo estaba. Pero Anachelle me dijo que había estado pendiente de todo por mí
mientras he estado ausente.
—¿Anachelle?

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Ture sonrió.
—Como con Zarya, más bien la adopté. Era camarera en el restaurante donde
trabajo y cuando se quedó embarazada, lo perdió todo. Entonces le ofrecí una cama y
ha estado conmigo durante los últimos meses.
Maris estaba impresionado por su bondad.
—¿Qué te hizo confiar en ella?
—Si alguna vez la conoces, lo entenderás. Se parece mucho a Zarya. Cautelosa
y herida. Sin embargo, posee una esperanza en su interior que todas sus penurias aún
no ha logrado extinguir. Por no hablar de que es preciosa y amable.
—Ya me gusta. —Maris se levantó para rellenar las tazas de té y volvió para
seguir hablando con Ture hasta que salió el sol.
Bostezando, Maris se quedó boquiabierto cuando se dio cuenta de la hora que
era. No podía recordar la última vez que se había quedado levantado toda la noche
hablando con alguien.
Incluso con Darling.
—¿Sabías que ya son las siete?
La mandíbula de Ture cayó mientras se giraba para mirar por las ventanas.
—¿Dónde se fue la noche?
—Se convirtió en luz del día.
Ture reprodujo el bostezo de Maris.
—No es extraño que esté tan cansado. —Levantándose, gimió.
—¿Estás bien?
Bostezando otra vez, Ture asintió con la cabeza. Habían pasado toda la noche
hablando de todo y de nada. Maris definitivamente había mantenido su promesa de
alejar los pensamientos de Ture de su hermana.
—Gracias, Maris.
Inclinó la cabeza hacia él.
—Cuando quieras.
Ture le besó en la mejilla y luego se dirigió a su habitación.
Maris no se movió mientras la mejilla le cosquilleaba por aquellos labios. Labios
que quería saborear con una desesperación que no tenía sentido.
¿Por qué siempre me siento atraído por lo que no puedo tener?
Y no tenía ni idea de qué había en Ture que lo fascinaba así. Bueno, eso no era
completamente cierto. Poseía algo que hacía que a Maris le resultara fácil hablar con

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él. No parecía que Ture lo juzgara. Más bien parecía estar cómodo con todas las
peculiaridades de Maris.
Era suficiente para hacerle reconsiderar su voto de soledad. Pero los sueños
eran para los tontos.
Y Maris había terminado con eso de ser herido.

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CAPÍTULO 4

—Esfuérzate más.
Ture se detuvo en mitad de su recorrido para fulminar con la mirada a Maris
mientras lo entrenaba desde un lado de la gran piscina en el interior del Palacio de
Invierno Caronese donde estaba todavía recuperándose.
—Me estoy esforzando tanto como puedo. Si crees que puedes hacerlo mejor, te
desafío a que te arrastres aquí y lo intentes.
Maris le dedicó una encantadora sonrisa.
—Lamentaría hacerlo mejor que tu, cariño. Esto es acerca de tu progreso, no de
mi grandeza.
No era divertido, Ture rodó los ojos ante su vanidad. Eso era lo único que podía
conseguir irritarle acerca de Maris. Su ego era tan enorme como el universo. Pero
Ture también sabía que era una fachada. A pesar de su bravuconería, Maris era en
realidad bastante inseguro y tímido. Adorable por lo menos a veces.
Durante casi un mes, Ture había estado en fisioterapia, el cuerpo sanando y él
aprendiendo a usarlo de nuevo y reconstruyendo los músculos atrofiados.
Curiosamente, estas sesiones parecían ser cada vez más difíciles en lugar de más
fáciles.
Y ahora mismo...
Ture jadeó cuando la pierna se le bloqueó. Debido a que tenía muy poca grasa
corporal, se hundió hasta el fondo de la piscina como un ancla. Trató de nadar, pero
no pudo conseguir que el cuerpo cooperara. El corazón le latía con fuerza, sabía que
Maris no sabía nadar. Era por lo que nunca se había unido a él en ninguno de los
ejercicios acuáticos.
Si no llegaba a la superficie...
Se asustó aún más.

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De repente, alguien le agarró por detrás y lo levantó.
Ture tosió y se atragantó al salir a la superficie. Echo un vistazo en busca de
Maris. La chaqueta y la camisa estaban dónde había estado, pero ni rastro de él.
Al menos no hasta que el hombre que lo sostenía lo sacó del agua con una
facilidad que era aterradora.
¿Maris?
Aún atragantándose, se volvió de nuevo hacia la piscina.
—No me mires —gruñó Maris. Él se mantuvo por debajo del borde de la piscina
de modo que lo único que Ture podía ver era su mano.
Una mano que ahora tenía un extraño color plateado translúcido y uñas largas
que eran más parecidas a unas garras que a la impecable manicura de Maris...
—¿Mari?
—Estoy bien, Ture. Simplemente no me mires.
Pero no podía evitarlo. Su curiosidad era demasiado grande. Antes de que
pudiera pensarlo mejor, se estiró hacia Maris y se asomó por el borde. Los ojos se le
desorbitaron ante lo que se encontró en el agua.
Jadeando, se tambaleó hacia atrás cuando el crudo miedo se apoderó de él.
¿Qué demonios?
Maris se estremeció al ver la expresión que había visto en el rostro de Ture. A
excepción de Darling, los humanos no manejaban ver a los Phrixians en su estado
natural con gracia. ¿Quién podría culparlos? Su especie era repugnante.
Oh, bueno... no era como si alguna vez pudiera haber algo entre ellos de todos
modos.
De repente, Ture estaba de vuelta en el borde, inclinándose. Sus ojos
vigilándolo, se agachó para tocar el pelo mojado de Maris.
—Lo sé —suspiró Maris—. Soy asqueroso.
—No. Eres muy hermoso como estás.
Aturdido, Maris alzó la vista, sin saber qué esperar. Pero vio la verdad en los
ojos de Ture, no terror.
Ture ahuecó la mejilla de Maris mientras contemplaba con profunda admiración
la actual apariencia del hombre. Nunca había visto nada parecido. La piel de Mari le
recordaba a la de un elegante pez plateado. Sólo que no tenía escamas y era suave
como el terciopelo caliente. Incluso los ojos eran ahora de un intrigante color plateado
que brillaba intensamente. No su oscuro chocolate normal. La parte más nítida era el
hermoso diseño que ahora era visible alrededor de sus ojos. Como si alguien hubiera
utilizado sombra de ojos gris oscura y negra, y trazado líneas para dibujar un fluido
patrón intrincado.

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Colocó la mano sobre la de Maris para estudiar también las diferencias. Sus
uñas eran un poco más largas, surgían cerca del final de los dedos y ahora tenían una
membrana entre las falanges.
—¿Tus pies tienen esto, también?
Maris asintió.
—Así nosotros podemos agarrar mejor en ambientes húmedos. —Presionó una
uña profundamente en el hormigón con casi ningún esfuerzo y ningún efecto sobre su
dedo, pero apareció la línea de un profundo surco a su estela mientras lo arrastraba de
vuelta hacia él—. Somos anfibios. Pero somos mucho más fuertes en el agua que en
la tierra. Es lo que hace a mi gente ser asesinos letales. Si somos capaces de atraer a
nuestro objetivo al agua, nos hacemos con él y nada puede pararnos.
Eso era una idea aterradora.
—¿Por qué no me lo dijiste?
Maris miró hacia otro lado.
—Se supone que no debemos dejar que nadie de fuera sepa sobre nosotros.
Nunca. En Phrixus, me matarían por esto.
Ture le miró boquiabierto.
—¿Me hubieras dejado morir?
Él esbozó una sonrisa maliciosa.
—En Phrixus... sí.
Riendo por algo que sabía que Maris realmente no haría, Ture negó con la
cabeza. Posó la mirada en el cuerpo húmedo bien esculpido de Maris. Aunque había
sospechado lo finamente tonificado que estaba, nunca lo había visto antes. Ni siquiera
un vistazo. A pesar de su extravagancia, Mari siempre se mantenía completamente
cubierto desde el cuello hasta los pies y hasta el final de las muñecas.
Ahora Ture sabía por qué. La espalda de Maris era un desagradable mapa de
cicatrices. Cicatrices que le recorrían los brazos y el pecho. Sin pensarlo, Ture se
agachó para tocar una que por muy poco no le había atravesado el corazón.
—¿Qué pasó?
—Yo era un soldado con mucha experiencia en combate. —Maris cubrió la mano
de Ture con la suya—. Esto es un regalo de mi hermano mayor, una vez que se enteró
que era homosexual trató de matarme por la deshonra que le había provocado a mi
familia.
Ture se estremeció al oír las palabras que atravesaron su propio corazón y le
recordó lo mal que sus propios padres habían reaccionado. Aunque para ser honestos,
no habían tratado de matarlo por ello.
—Lo siento.

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Maris se encogió de hombros mientras soltaba la mano de Ture.
—Es lo que es. Si todo el mundo estuviera bien, ¿cómo podríamos luchar
legítimamente entre nosotros? Los estúpidos nos mantienen fuertes.
Una triste sonrisa le curvó los labios mientras miraba la facilidad con la que Maris
se mantenía a flote.
—Pareces estar disfrutando de la piscina.
—Te lo dije, somos anfibios, y nacemos bajo el agua. Es nuestro entorno más
natural. En realidad, no caminamos sobre la tierra hasta que estamos casi en la
escuela.
—¿En serio? Y yo que pensaba que evitabas el agua porque no sabías nadar.
Maris se echó a reír.
—Difícilmente. No me aventuré a salir a tierra hasta que tuve cinco años.
—¿Te acuerdas?
Una sombra oscura cayó sobre sus ojos, dejando a Ture saber que era un
recuerdo doloroso.
—Lo recuerdo. —Sacudiéndose de ello, Maris le tendió la mano a Ture—.
¿Quieres unirte a mí?
La mirada fija de Ture bajó al pantalón oscuro que Maris aún llevaba.
—¿Vas a nadar a medio vestir?
—No nos bañamos desnudos en nuestro hogar. Tiende a ser mal visto. Los
Phrixians son letales, pero civilizados. Por supuesto, la ropa es resistente al agua,
pero estoy también acostumbrado a esto. No me molesta en lo más mínimo.
Ture regresó a la piscina.
Asombrado, estudió a Maris mientras se dirigía directamente al fondo para nadar
durante varios minutos. Era fascinante verlo. Mari se retorcía y giraba de una manera
que Ture no hubiera pensado posible en cualquier persona con una columna vertebral.
Pero lo qué era realmente impactante era cuanta velocidad tenía. Podía salir
disparado desde un extremo de la enorme piscina al otro tan rápido que apenas podía
seguirlo con la mirada.
Maris era verdaderamente una belleza. Y repleto de agradables sorpresas que le
intrigaban mucho más de lo que debería.
No vayas por ahí.
Sabía que no debía involucrarse con el amigo de un amigo. Que nunca
funcionaba. Jamás. Y aun así no podía dejar de ver a Maris como lo más deseable
sobre dos piernas. Algo ayudaba el hecho de que Maris parecía sentir lo mismo por él.
Sin embargo, se mantenía a distancia.

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Otra cosa que era sexy como el infierno. Tenía una integridad de la que la
mayoría de la gente carecía.
Maris se disparó fuera del agua, a unos metros de distancia con una sonrisa en
su rostro que hizo que Ture se alegrara realmente de que él estuviera en el agua. De
lo contrario, Maris sabría exactamente cómo de lamible le encontraba.
—Se siente tan bien —susurró Maris—. No tienes ni idea lo difícil que ha sido
verte durante tu terapia mientras me moría por saltar dentro. El agua es como el aire
que respiramos. —Se hundió de manera que todo lo que Ture pudiera ver fueran ese
increíble par de ojos.
—Lo puedo asegurar. No creo que te haya visto jamás tan animado.
Maris se puso serio al instante.
Ture frunció el ceño ante su reacción.
—¿He dado en el clavo?
Maris se pasó las manos por el pelo mojado. Maldición... tenía los rasgos más
perfectos que el de cualquier hombre que hubiese visto.
—Fantasmas. Lo siento. Trato de mantenerlos ocultos, pero a veces emergen en
los peores momentos.
Ture nadó acercándose a él.
—Sí, lo sé todo sobre eso.
Maris tragó cuando Ture le tocó el hombro con simpatía. El calor de su mano
junto con la expresión de su rostro lo mantuvo inmóvil. Sabía que debía retirarse. Sin
embargo, no pudo conseguir que el cuerpo cooperara.
No cuando todo lo que realmente quería hacer era nadar más cerca.
Antes de que pudiera moverse, Ture le capturó los labios con los suyos. Maris
gruñó ante el dulce sabor de él. Había pasado demasiado tiempo desde que había
estado tan cerca de alguien a excepción de Darling. Cada hormona en el cuerpo entró
en erupción, e hizo todo lo posible para no mostrar a Ture exactamente cómo de ágil y
poderoso era en el agua.
Respirando con dificultad, Maris mordisqueó la barbilla de Ture cuando las
fantasías enterradas durante mucho tiempo sobre tener relaciones sexuales en el
agua se dispararon. Ya que su gente mataba a cualquiera que no fuera heterosexual y
que nunca se había atrevido a dejar que nadie conociera este lado suyo, sólo había
estado desnudo con un amante en el agua en sus sueños.
Pero ahora...
No vayas por ahí.
Ture no podía respirar mientras sentía el poder de Maris entre los brazos. De
alguna manera, Maris logró sostenerlos a ambos estables en el agua.

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Desde hacía mucho tiempo, Ture había soñado con tener un caliente, guerrero
masculino propio. Pero nunca había pensado en encontrar uno tan increíblemente
hábil en la guerra, y aún tierno con los demás. Todos sus soldados pasados habían
sido tan crueles con él, como lo habían sido con sus víctimas. Maris era la dicotomía
más extraña de asesino brutal y juguetón encantador. A veces, era como si dos
hombres habitaran en su exuberante cuerpo.
Y Ture los encontraba a ambos deliciosos.
Maris profundizó el beso luego retrocedió. Su respiración era pesada, deslizó
una mirada por Ture que sólo lo puso más hambriento.
—No podemos hacer esto.
Ture presionó la mejilla contra la de Maris.
—Lo sé, cariño. Lo siento... no pude resistirme a ti. —Le dio un casto beso y
luego se alejó.
Maris apretó los dientes mientras miraba a Ture regresar a su rutina de
fisioterapia. El hecho de que lo entendiera y lo aceptara le hacía aún más atractivo.
Era raro encontrar a alguien que estuviera dispuesto a poner las necesidades de otros
por encima de las suyas. Así era el corazón y el alma de Darling, que habían
mantenido a Maris unido a él todos estos años. Por lo que jamás había sido capaz de
alejarse de su mejor amigo, incluso cuando sabía que debería.
También debido a que lo llevaba en la sangre. Nunca iba a luchar para sí mismo.
No podría importarle menos lo que le pasara. Lo único por lo que luchaba era por
quién y a quiénes amaba.
Darling, por encima de todos los demás, por el simple hecho de que Darling
había sangrado por él en más de una ocasión.
El resto era una corta lista formada por el único hermano de Maris que aún le
hablaba, Safir, la familia inmediata de Darling, la Sentella y Caillen Dagan.
Ahora Ture se beneficiaría de ese pequeño círculo. Pero no si le rompía el
corazón a Maris. Y a pesar de que daría cualquier cosa por dejar entrar a Ture, no era
tonto. Había recorrido este sangriento camino muchas veces. Tan pronto como sus
amantes se daban cuenta de que nunca podrían suplantar a Darling en su corazón, se
volvían hacia él con un odio justificado.
Maris no podía evitar lo que sentía. Le pertenecía a Darling. Siempre sería así. A
pesar de que nunca serían nada más que los mejores amigos, Darling era su corazón.
Había estado allí para Maris cuando nadie más había estado. Cuando el universo
entero se había cerrado de golpe sobre él y a nadie le había preocupado, Darling,
solo, había atravesado el mismo infierno para salvar la vida de Maris.
Se paralizaba cada vez que pensaba en dónde estaría sin su noble príncipe. Si
él aún estaría vivo.

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Suspirando, se levantó y salió fuera del agua para sentarse en el borde de la
piscina mientras Ture continuaba nadando. Los recuerdos se dispararon mientras
cogía una toalla. Incluso ahora, veía a Darling el día que se habían conocido de
pequeños en un patio de recreo.
Debido a su corta edad, y que Maris había estado enclaustrado en Phrixus no
había aprendido plenamente el idioma Universal. En realidad, apenas había aprendido
a caminar. Un día, había sido un renacuajo, aprendiendo sobre su propio pueblo y sus
leyes, y el siguiente había sido arrancado de su mundo y enviado a existir entre los
seres humanos y sus extrañas reglas extranjeras. Reglas que le habían desconcertado
y asustado.
El único dictado de conducta de su padre había sido riguroso. “Me avergüenzas
o me traicionas y yo mismo te cortaré el corazón y te alimentare con él antes de morir.
Una palabra de que has violado cualquier código o costumbre humana, y serás
despellejado por ello”.
El hombre no había estado bromeando o exagerando.
Con apenas cinco años de edad, Maris había estado aterrorizado de cometer un
solo error.
E incluso ahora, después de tantos años, veía los pequeños y brillantes ojos de
Lord Trustan cuando había dado a Maris su nuevo código de conducta. “Por lo tanto
como respires sobre uno de nuestros hijos, o hagas cualquier acto de violencia contra
cualquier ser humano, serás enviado a casa a tu padre en pedazos. ¿Entendido?”
En el momento en que Trustan había dicho aquellas palabras, sus propios hijos
habían sabido que Maris era presa fácil para su abuso.
Y le habían hecho sangrar a base de bien por la única razón que sus pueblos
habían estado en guerra durante siglos.
Para cuando la escuela había comenzado, Maris había sido un felpudo muy
usado que no se había atrevido a defenderse por miedo a lo que su familia haría por
“la deshonra”, o bien Trustan, para el caso.
El hijo mayor de Trustan, Crispin, había sido el que lo había perseguido a través
del patio de la escuela aquel fatídico día. Aunque Maris realmente no había entendido
los insultos que ellos habían gritado, conocía la miseria de ser golpeado y abofeteado
sin que pudiera devolver los golpes.
Cansado de todo, había estado rezando por la muerte cuando de la nada un
niño la mitad de su tamaño se había estrellado contra Crispin y lo lanzó lejos de Maris.
Como un héroe mítico, Darling había golpeado al bastardo y le había dicho que
mejor no tocara a Maris de nuevo. Entonces se dio la vuelta, sangrado y magullado, y
le tendió la mano a Maris.
—Hola, soy Darling Cruel. Deberíamos ser amigos. —En ese instante, Maris
había caído locamente enamorado de él. Y había estado así desde entonces.

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Nunca había conocido a nadie que estuviera cerca de la lealtad, la bondad, o el
espíritu generoso de Darling.
Hasta Ture.
Por Zarya, había arriesgado la vida sin dudarlo. Una mujer que no era de su
familia, pero era una amiga a la que amaba y que colocaba por encima de sí mismo.
No había muchas personas que hicieran tal cosa por cualquiera.
No desmerecía que Ture también tenía uno de los mejores cuerpos que había
visto desde hacía tiempo. Lo mejor de todo, no se había asustado sobre la
"singularidad" de Maris.
Ture nadó hacia él y con valentía puso la mano en el borde de la piscina, justo
entre los muslos entreabiertos de Maris.
—¿Aún puedo llamarte un día?
No fue fácil entender esas palabras cuando una fantasía le pasó por la mente y
le dejó el cerebro desprovisto de todo flujo de sangre.
—Um, sí.
Aj, espero que solamente no acabe de prometer comprarle algo muy caro...
Ture se alejó y se impulsó fuera de la piscina junto a él. Cogió una toalla y
comenzó a secarse el pelo. Una mezcla hermosa de ceño fruncido y sonrisa le
apareció en el rostro.
—No te tomó mucho tiempo volver a cambiar, ¿verdad?
Maris se miró el tono de "piel" normal.
—No. A los pocos minutos de salir del agua, volvemos a la apariencia humana.
—¿Qué pasa con la sudoración? ¿Eso te cambia?
Maris negó con la cabeza.
—Tiene que ser completa inmersión. El único peligro real está en la exposición
accidental son las lluvias torrenciales.
Ture le cogió la mano y la examinó.
—Esta tan clara. ¿Te duele algo cuando cambias?
—No. Realmente, ni siquiera nos damos cuenta.
—Aunque eso puede joderte.
—¿Cómo es eso?
—A menos que estés con un Phrixian, no te puedes duchar con tu amante.
Maris arqueó una sonrisa.
—Una dificultad evidente en el pasado. He ofendido a varios hombres por ello.

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Ture tiró de él para levantarlo y luego lo abrazó.
—Gracias por salvarme la vida... dos veces.
Maris se obligó a soltar a Ture mientras se alejaba. Con el cuerpo duro y
dolorido, observó como Ture iba a vestirse.
El hambre se estableció en el fondo del estómago, pero lo sabía bien. Nada
bueno podía venir de salir con Ture. Sería un error titánico.
Suspirando, Maris terminó de ponerse la camisa y la chaqueta cuando Darling
entró en la estancia. Se detuvo en seco cuando vio el pantalón mojado de Maris.
Su mandíbula se aflojó, rápidamente se dio la vuelta y vio que Ture se había ido.
—¿Qué ha pasado?
Maris se secó el pelo con la toalla.
—Casi se ahoga. Salté para salvarlo.
—¿Así que Ture lo sabe?
Maris asintió.
Lo qué causó que Darling frunciera el ceño.
—¿Estás bien, colega?
Maris hizo una pausa mientras pensaba cual era la mejor respuesta.
—¿Honestamente? No lo sé. En realidad él no reaccionó... lo cual es bueno,
supongo.
Darling, esbozó una sonrisa de complicidad.
—¿Pero es malo?
Maris se rió de la capacidad de Darling para leerlo tan bien.
—Para mi salud mental, sí. Es terrible.
—¿Por qué? Él está disponible... Tú estás disponible.
En realidad no, y ese era el problema. Su corazón sólo quería amar a un
hombre, a Darling.
—Sí, pero cuando nos separemos, va a ser duro tener que verlo siempre que
esté con Zarya. Me gusta tener novios de los que puedo alejarme y nunca verlos de
nuevo. ¿Entiendes?
—Ya que la única novia que he tenido es mi mujer, en realidad no. Pero respeto
tu decisión. Siempre lo hago.
—Y es por eso que te amo. —Maris besó la mejilla de Darling, después se fue a
cambiarse el pantalón.

55
Pero a medida que se marchaba, los pensamientos se le dirigieron a la única
cosa que siempre había querido pero nunca había encontrado.
Alguien que estuviera con él para siempre. Aquella persona que podía mantener
su corazón en sus manos y no destrozarlo.

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CAPÍTULO 5

Maris deambulaba por el dormitorio de Ture con un nudo en el estómago. Sabía


desde el principio que tan pronto como Ture se curara, éste volvería a su casa y que
no lo vería excepto en visitas ocasionales que le hiciera a Zarya. Y aunque esto le
había parecido aceptable entonces...
Ahora...
Realmente le echaba de menos y sólo hacía una semana que se había
marchado. Pero fue la semana más larga de la vida de Maris. Peor, sentía que algo le
faltaba. ¿Cómo de triste era eso?
Soy patético.
Francamente, debería irse de aquí y encontrar su propio lugar para vivir. Darling
ya no le necesitaba. Ahora tenía a Zarya y ellos dos pasaban la mayor parte de su
tiempo juntos. Que era cómo debería ser. El cónyuge de un hombre debería ser el
primordial centro de atención.
Pero dejaba a Maris terriblemente solo. Ture había sido una distracción
agradable. Comían juntos y hablaban de absolutamente lo que fuera durante horas.
Veían viejas películas...
Maris suspiró tristemente. El único problema era que no tenía a dónde ir. Estaba
muerto para su familia. A causa de las diferencias de especies y al hecho de que
estaba cansado a un nivel alarmante, realmente no tenía amigos, excepto la Sentella
en donde todos estaban casados.
Menos Hauk.
Sonrió ante el pensamiento. Hauk era probablemente la única persona que le
hacía parecer optimista en comparación. Y aunque adoraba al gigantesco Andarion,
eran demasiado diferentes para pasar el rato con regularidad. Aparte de los juegos y
los amigos que compartían, no tenían nada en común.

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El enlace sonó. Maris no hizo caso, pero tan pronto como bajó la mirada vio la
identificación de Ture. Una sonrisa estalló antes de que la pudiera parar.
Contestó inmediatamente.
Ture se aclaró la garganta.
—Hola... Yo um... ¿Cómo estás?
Maris sonrió aún más ampliamente debido a la vacilación en la voz de Ture.
—Bien. —Echándote de menos como un loco. Se contuvo antes de decirlo en
voz alta. Absolutamente nada bueno podría venir si Ture supiera cuánto añoraba Maris
su compañía—. ¿Cómo estás?
—Bien.
Un silencio incómodo llenó la línea mientras Maris trataba de pensar en algo
inteligente que decir sin hacerlo parecer un idiota enfermo de amor.
—¿Cómo está tu piso?
—Bien.
Más incomodidad.
—¿Cómo está Zarya? —preguntó Ture.
Maris salió de la habitación y volvió a la suya. Sabía que Ture no podía verlo a
menos que encendiera el vídeo, pero por alguna razón le hacía sentirse extraño el
estar en el cuarto que ocupó Ture mientras hablaba con él.
—Está muy bien. Si exceptuamos la magnitud de planear una boda de estado
para asegurar la legitimidad de su bebé, pero... está mucho mejor.
—Eso es bueno.
Maris se mordía el labio. No tenía ni idea de por qué esto era tan difícil. Nunca
habían tenido problema en hablar el uno con el otro antes, y ahora…
Esto apestaba.
—Bueno, Mari, me preguntaba... Sé cuánto te gusta la buena comida...
Se contrajo de miedo por la necesidad de que Ture le diera una fecha para una
cita.
—Esta noche, el especial en mi restaurante es Chipped Oryan. Sé que es uno
de tus platos favoritos y pensé que te gustaría comer aquí. Si te interesa, puedo
reservarte una mesa. Es nuestra noche de mayor ocupación y no seré capaz de decir
más que un hola de paso mientras cenas, pero te tengo que decir que hago el mejor
en los Nueve Mundos. Gritarás a tu madre lo bueno que es, y te estropearé para el
resto de tus comidas, ya que no querrás otra cosa.
Maris se rió, era una invitación que no podía rechazar.

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—Seguro. —Y antes de poder detenerse añadió—: Me encantaría comprobar si
eres la mitad de buen chef de lo que afirmas ser.
—Ah, cariño, soy mejor.
Maris suspiró ante el apelativo cariñoso. No sabía por qué, pero el sonido del
acento de Ture siempre le sonaba frívolo y dulce...
Se le hizo la boca agua.
—¿Entonces, a qué hora debo indicar que te esperen? —preguntó Ture.
—¿Las ocho?
—Perfecto. Me pongo con ello ahora mismo. Tendrán la mesa lista para cuando
llegues. Sólo diles tu nombre.
—Gracias. Realmente lo aprecio.
—Ningún problema. Hasta luego.
Maris cortó la transmisión y deslizó el enlace en el bolsillo, comprobando la hora.
Bien, tengo seis horas. Mejor si empezaba a vestirse, o llegaría tarde.



Maris vaciló al ver la larga cola de gente que esperaba para entrar en el
restaurante donde Ture trabajaba. Pero siempre era así. Sabía por sus visitas
anteriores que Ture era un gran chef. Tanto que casi había una cola de una media
hora hasta alcanzar la entrada donde estaba ubicado el maître.
El hombre no alzó la vista de su libro electrónico.
—¿Nombre al que está hecha la reserva?
—Maris Sulle.
—¿Con una S…
—Sí.
Con un increíble esnobismo que haría a uno de los senadores de Darling
sentirse orgulloso, el hombre echó un vistazo a su libro.
—Lo siento —dijo con un sarcasmo que ahogó la disculpa, por fin levantó la
mirada y recorrió a Maris con un gesto arrogante en sus labios que comunicaba su
creencia de que Maris mentía sobre lo de tener una reserva—. No hay ningún Sulle.
¿Hay otro nombre bajo el cual podría estar?
Maris tragó mientras la vergüenza le inundaba, odiaba al tipo, por hacerle sentir
así delante de tantas personas.
¿Había confundido la noche? ¿O había olvidado Ture añadirle, después de
todo?

59
—¿Podría comprobarlo otra vez?
El maître le rastrilló con una cara de desprecio aún más pronunciada.
—Soy bastante experto… en múltiples lenguas. Su nombre no está aquí.
Maris entró en su propia ronda de esnobismo de nobleza militar. Una cosa sobre
su familia noble y guerrera... Nadie fuera de la aristocracia mostraba condescendencia
con ellos. Al menos no si querían preservar sus testículos unidos al cuerpo.
—Estoy ahí. Pero quizás estoy con alguno de mis títulos. ¿Príncipe o
Embajador?
Eso bajó los humos al bastardo un poco.
—Um... no, Alteza. Sigo sin verle en la lista. Lo siento. —Esta vez, al menos,
había un poco de sinceridad en sus palabras.
—Gracias. —Aunque se sintiera como una zorra abofeteada, Maris juntó la poca
dignidad que pudo y se dio la vuelta.
Cuando alcanzó la puerta, alguien le tocó el brazo. Se giró para encontrar a una
mujer embarazada diminuta, que apenas le llegaba a la mitad del pecho.
—¿Sois Maris, mi Lord?
Todavía consciente de la satisfacción petulante en las caras de aquellos que
habían sido testigos de su humillación, dio una cabezada concisa.
Ella dejó escapar un suspira de exasperación.
—¡Lo supe en cuanto lo vi! Es tal cual Ture le describió. Lamento mucho lo del
tonto del culo de Bertram. Por favor, venga conmigo. Ture llevaba toda la noche
preguntando una y otra vez si ya habíais llegado.
Con aquellas pocas palabras, le hizo sentirse mejor al instante.
—Después de usted, señora.
Sonrió y dio la vuelta para llevarlo a la parte trasera del restaurante.
—¿Perdón? —Bertram rompió el silencio cuando pasaron delante de él—.
¿Dónde creen que van?
Ella lo fulminó con la mirada junto a una sonrisa artificial.
—Esperemos que a salvar tu trabajo y tu estúpido culo. Y en vez de mantener
esa actitud, deberías decir, gracias.
El rubor cubrió sus mejillas.
Alcanzó a Bertram y le mostró una nota escrita a mano que estaba en el
mostrador. Tirando de ella la cogió y se la pegó en el pecho dejándola colgando ahí.
—Lord Maris es un amigo personal de Ture, imbécil. Se habría comido tu culo
como postre si yo no hubiera salido de los servicios a tiempo para alcanzar a ver al

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hombre que nos describió a todos nosotros para que estuviéramos al tanto.
¿Recuerdas la reunión?
Palideciendo bastante, miró el papel y luego a Maris.
—Lo siento increíblemente tanto. Yo… yo… yo…
—Sigue balbuceando —dijo—, y encuéntranos cuando finalmente tengas un
pensamiento inteligente. —Se volvió hacia Maris con una sonrisa amistosa—. Por
favor, mi Lord, venga conmigo.
Maris le ofreció el brazo.
Lo tomó, lo condujo por el restaurante, y luego bajo su completa confusión
siguieron a través de las puertas dobles hasta la cocina. Realmente incómodo, redujo
la velocidad.
Sin una palabra, tiró de él hasta una lejana esquina al fondo donde se
encontraba una mesa incluso mejor que la de su clientela. Sacó una silla acolchada
para él.
—Anachelle es mi nombre. ¿Qué puedo traerle para beber, mi Lord?
Así que ésta era la persona a la que Ture había acogido. Como Ture había
predicho, Maris entendió ahora por qué Ture había sido tan amable con ella. Algo
sobre ella era muy agradable y dulce, y no era sólo porque le hubiera salvado
galantemente el ego.
—Vino seco de la casa.
—Muy bien, mi Lord. Volveré ahora mismo.
Todavía incómodo, Maris asumió su porte aristocrático ya que notó los
numerosos vistazos curiosos que recibía del personal mientras trabajaban, pero a Ture
no se le veía por ninguna parte.
Esto era realmente incómodo.
Tal vez debería haberse quedado en casa....



Ture tuvo una parálisis completa cuando salió del congelador y finalmente vio la
cara que se había estado muriendo por ver durante días. Había estado agitado y
nervioso desde el momento en que Maris había aceptado la invitación.
Y ahora Maris estaba aquí...
Y era aún más guapo de lo que recordaba.
Ture tragó con fuerza cuando admiró el aspecto de Maris. Vestido con un caro
traje negro mucho más conservador que el hombre que lo llevaba, Maris era el mismo

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comandante militar rígido que le había rescatado. Destilando pura masculinidad y
ferocidad. Confianza y elegancia.
La palabra atractivo era un eufemismo cuando se aplicaba a un hombre como él.
—¿Mari?
Se volvió con un porte aristocrático y se levantó despacio.
—Ture. —Inclinó su cabeza hacia él.
Confundido por su severa formalidad, Ture frunció el ceño mientras acortaba la
distancia entre ellos.
—¿Hay algún problema?
Guardando una distancia respetuosa y grandilocuente, Maris se inclinó
ligeramente para susurrarle en la oreja.
—No sé cómo de abierto eres, ni lo que saben, y no quiero meterte en
problemas con tu jefe.
Esa era la cosa más amable que alguien hubiera dicho o hecho por él en la vida.
Y explicaba su conservadora vestimenta, aquella que mostraba su bien musculado
cuerpo. Y ahora que Ture pensaba en ello, parecía que Maris hubiera tomado
prestada de Darling aquella ropa sombría.
En ese momento, Ture supo que estaba definitivamente enamorado de este
hombre. Aunque apenas lo conociera.
Sonriendo, giró la cabeza y capturó los labios de Maris para un tierno beso antes
de que Maris se apartara.
—Todos saben cuáles son mis gustos, cariño. ¿En cuanto a lo otro? Soy el
dueño del restaurante y aunque puedo cabrearme conmigo mismo por multitud de
motivos, tú definitivamente no eres uno de ellos.
Maris le devolvió la sonrisa y perceptiblemente se relajó.
—Oh. Lo siento. No pretendía insultarte o dar nada por hecho. Por la manera en
la que hablas de ello creía que sólo trabajabas aquí.
Era verdad. Lo hacía.
—La fuerza de la costumbre. Comencé como cocinero y se lo compré al antiguo
dueño hace tres años.
—Ah.
Anachelle volvió con el vino y lo dejó.
Ture la miró con el ceño fruncido.
—¿Qué te dije, señorita?
Retrocedió con una mirada culpable.

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—Tuve que ir al cuarto de baño. Lo siento. —Se escabulló a la esquina donde
había colocada otra silla acolchada—. Además, estamos realmente ocupados. Yo
debería ayudar.
Maris se percató de que Anachelle no hizo ninguna mención a Ture sobre
Bertram y lo que había hecho. Decía mucho sobre su personalidad que guardara eso
para sí misma y procurara no perjudicar a alguien que era obviamente poco amable.
—No quiero que pongas en peligro a ese bebé. ¡Dobla servilletas!
—Sí, señor. —Resoplando, obedientemente cogió la cesta a su lado, sacó una
servilleta color burdeos y la desplegó para poder darle la forma de una intrincada
estrella. La colocó en un contenedor de plástico junto con otras creaciones similares.
Maris sonrió ante la bondad de Ture.
—Nunca te había visto tan mandón antes.
—No eres el único que puede mandar. —Arrugó la nariz juguetonamente—.
¿Quieres ver el menú?
—Tu casa. Tus reglas. Comeré cualquier cosa menos niños pequeños, bebé o
roedores.
Ture apretó su brazo.
—Bien. Una ración de aperitivos misteriosos en marcha.
Cuando Ture encabezó hacia el área de cocina principal, Maris se volvió hacia
Anachelle que le miraba con curiosidad.
—¿Algún problema?
—No. Me gusta usted mucho más que su último novio. Era un completo
gilipollas, que es por lo que creo que hace tanto que Ture no tenía ninguna cita. Y
quiero decir “mucho” tiempo. Parece usted muy agradable.
De acuerdo... No estaba seguro de qué hacer con ella o ese comentario.
—No soy su novio. Somos sólo amigos.
—Si usted lo dice.
—¿No me cree?
Alcanzó otra servilleta.
—Veo cómo ustedes dos se miran el uno al otro. Incluso desde aquí, estuve a
punto de chamuscarme un poco.
Maris no sabía por qué, pero realmente ella le gustaba.
—Aquí... —Acercó la silla a la mesa entonces la colocó de manera que pudiera
apoyarle los pies en el muslo—. Los tiene que poner en alto o se hincharán.
Arqueó una ceja hacia él.

63
—¿Conoce a muchas mujeres embarazadas, verdad?
—La esposa de mi mejor amigo espera un bebé, así que es mi obligación cuidar
que Zarya no haga nada estúpido.
Su cara se iluminó con el nombre.
—¿Zarya Starska?
—¿La conoce? —preguntó Maris, sorprendido por su entusiasmo.
—¡Ah, la amo y adoro! Solía entrar y comer a menudo. Esta mesa realmente se
puso aquí sólo para ella... ¿Cómo está mi muchacha? No la he visto desde hace
mucho. La echo tanto de menos. ¿Está realmente embarazada?
—Bien, y sí.
Se rió de sus respuestas concisas y simples, ella siempre era caótica e
incoherente.
—Entonces, está claro. Debe ser buena persona para que le guste a Zarya.
Confía en muy pocos.
—Habla mucho de vosotros, también. —Maris le quitó los zapatos mientras
bebía a sorbos su vino alternándolo con masajear sus pies—. ¿Para cuándo espera su
bebé?
—Otro mes.
—¿Chico o chica?
Su sonrisa se desvaneció.
—Chico.
Maris la miró ceñudo por su tono triste.
—Usted y su padre deben estar emocionados.
Apretó sus dientes cuando sus ojos se oscurecieron con cólera.
—Su padre es un hombre casado que volvió corriendo a su esposa y bloqueó
mis llamadas en el momento en que averiguó que estaba embarazada.
Se estremeció por la crueldad.
—Oh, cariño, cuánto lo siento. En nombre de la especie masculina, me gustaría
darle una paliza a fondo a ese insensato por ser un bastardo.
—Gracias, mi Lord.
—Por favor, llámeme Maris o Mari.
Ture se acercó con una expresión divertida cuando vio los pies de ella en las
manos de Maris.
—¿Estáis vosotros dos lo suficientemente cómodos?

64
Las mejillas de ella se colorearon.
—Maris lo está.
Maris jadeó con indignación ante su rápida exclamación.
—¿Acabo de ser lanzado bajo una lanzadera? Espero que alguien anotara el
número de la matrícula.
Sonriendo, Ture puso un plato de quesos con una salsa picante espolvoreada
sobre ellos y un plato aparte de galletas.
—En absoluto. Aprecio que cuides de mi muchacha. Alguien tiene que hacerlo.
Anachelle hizo un sonido de suprema irritación.
—Cree que soy un perro vagabundo. Hasta me acogió en su piso hasta que el
bebé nazca.
—Nunca he creído que fueras un perro vagabundo, cielo. Sólo que tu suerte no
es muy buena, lo que tristemente nos pasa a todos en algún momento.
Ture sirvió más vino a Maris. Entonces indicó la pasta en un bol pequeño sobre
el plato de galletas.
—Esto es paté con almendras. Si no te gusta, avísame y te prepararé otra cosa.
—Tiene buena pinta y huele delicioso.
Ture sacó varios paquetes pequeños del bolsillo para que Maris se limpiara las
manos.
—Estoy preparando tu Chipped Oryan yo mismo, así que mejor regreso a ello
antes de que se chamusque.
Tan pronto como se fue, Anachelle se inclinó para susurrarle:
—Realmente es el mejor que hayas probado alguna vez, pero no alimentes el
ego de Ture. Ya es bastante arrogante sobre sus habilidades culinarias.
Tan pronto como Maris probó el paté, entendió el porqué.
—¡Ah Dios mío, esto está fabuloso! —Untó una galleta para Anachelle—.
¿Quieres una?
—Embarazada y hambrienta todo el tiempo... Absolutamente sí. Gracias. —La
cogió y alcanzó su agua embotellada que estaba cerca de las servilletas—. Entonces,
¿qué haces para ganarte la vida, mi... Maris?
Se rió de ella por el casi resbalón.
—Soy el Embajador Andarion en el Imperio Caron.
Frunció el ceño.
—¿No se supone que deberías ser Andarion para eso?

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Se rió de su confusión, era la típica reacción de todos con los que se
encontraba.
—Normalmente. Pero el príncipe Andarion es un buen amigo de mi mejor amigo.
Me asignó aquí antes de la muerte del Gran Consejero, para garantizar la seguridad
de la verdadera familia real.
Se quedó pálida.
—¿Es Darling Cruel tu mejor amigo? ¿El bastardo estúpido que nos lanzó a la
guerra contra la Liga?
Maris se contuvo a sí mismo ante las palabras que por lo general le enviaban a
un frenesí asesino. Pero claro, no contra mujeres embarazadas.
—Darling es uno de los hombres más inteligentes que existen. Un poco
impetuoso, te lo concedo, pero nunca, nunca estúpido. No es desconsiderado con la
vida de nadie. Yo estaba allí cuando ocurrió todo. La Liga comenzó esta guerra por
Zarya. Quisieron encerrarla en prisión, junto con Ture y varios otros ciudadanos
Caronenses. Darling es la única razón por la que cualquiera de ellos está hoy vivo.
—Yo puedo testificar eso. —Ture puso un plato delante de Maris. Se dirigió a
Anachelle—. Sabes que no adoraba precisamente a la familia real. Todo eso
definitivamente cambió cuando Darling, en persona, acompañado de Maris, entraron
en mi celda y me liberaron junto con Zarya. No sé de ningún otro emperador que
hubiera hecho eso por nadie. Y tenía la intención de mantener la paz. Pero la Liga no
se lo permitió. Estoy de parte de nuestro emperador y lo estaré hasta el día en que me
muera.
Maris arqueó una ceja ante las palabras de Ture.
Ture encontró su mirada.
—Nunca olvido las deudas de sangre. He tenido demasiadas personas tratando
de hacerme daño como para dilapidar la decencia de alguien que protege mi culo. —
Se inclinó para susurrar en el oído de Maris—: Soy tan leal con a los amigos y a la
familia como lo eres tú.
Esas palabras, combinadas con su cercanía, prendieron fuego a Maris.
Ture los dejó para regresar al trabajo. Maris volvió su atención a Anachelle.
Ella levantó las manos a modo de rendición.
—Confío en Ture y como dijo, recuerdo bien con cuánta frecuencia él y Zarya
deseaban el mal para nuestro noble líder. Si los pudo convertir, entonces me suscribo
a vosotros tres. Obviamente hay mucho sobre el emperador que no conozco, y soy
bastante sabia para saber que es mejor eso que confiar en los medios y sus mentiras
blanqueadas.
—Buena chica. Darling es una de las pocas personas por las que mataría o
moriría. —Probó su comida mientras Anachelle volvía al plegado de servilletas.

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Los ojos se le desorbitaron por el sabroso gusto que le golpeó con fuerza. Ture
tenía un don.
—Te lo dije... —Ella sonrió con una luminosa sonrisa—. Ture es un dios en la
cocina. Es por eso por lo que se alinean alrededor de la manzana para entrar.
—¿Cómo lo hace?
Ella se encogió de hombros.
—Es algo rácano no compartiendo esa información. Pero he visto a muchos
hombres y mujeres, trabajadores y nobles, pidiéndole matrimonio sólo por sus platos
de pastas.
Divertido por la anécdota, Maris observó a Ture. Era tan feroz y organizado
como un comandante de batalla mientras revisaba la temperatura de la comida, la
presentación, la preparación y otras mil cosas que dejaron tambaleándose a Maris.
Era realmente una hazaña impresionante. Se movía como un bailarín de ballet.
Elegante y bondadoso. Siempre que alguien tenía un problema, se acercaba para
ayudar y conseguía que sonrieran de nuevo. También intervenía entre las
desavenencias de sus trabajadores. Manteniendo en todo momento un temperamento
jovial.
Realmente, realmente impresionante.
Y era obvio que este restaurante lo era todo para él. Estando aquí cobraba vida.
La felicidad brillaba en sus ojos y aunque estuviera agotado, Ture tenía un paso ligero
y fácil.
Maris apenas había terminado su comida cuando Ture volvió con dos
exuberantes postres. Uno era una deliciosa montaña de chocolate humeante para
Maris, y otro de fresa y crema para Anachelle cuya cara entera se iluminó cuando lo
vio.
—Te amo Ture. ¡Cásate conmigo! —Se rió agarrando una cuchara y
hundiéndola.
Devolviendo su risa, Ture la besó en la mejilla.
—Si fuera hetero lo haría, cariño.
Ella suspiró cansadamente.
—¿Por qué todos los hombres buenos son homosexuales o están muertos?
—¿O casados? —preguntó Maris sin pensarlo. Se encogió cuando lo miró
frunciendo el ceño y comprendió lo insensible que debía haberle parecido a ella.
—Lo siento. Lo olvidé.
—Está bien. Yo fui la idiota que durmió con él. Algo que nunca hubiera hecho si
hubiera sabido que tenía una esposa en casa. Esto es lo que consigo por creer que
alguien tendría la suficiente integridad para no mentir sobre su estado civil.

67
Maris se tragó la comida de la boca.
—Algunos de nosotros la tenemos.
—Sí, pero no la suficiente.
Sostuvo la copa de vino hacia ella.
—Estoy totalmente de acuerdo. He tenido que forjar mi corazón las suficientes
veces como para saber de qué hablas.
—Sí... los hombres apestan.
—No todos. —Maris le guiñó un ojo.
—La compañía presente y el dios de la comida que me trae dulces están
excluidos. —Enterró la cuchara otra vez con una alegre avaricia.
Tan pronto como terminaron, Anachelle se levantó para recoger la mesa. Ture
apareció de la nada y chasqueando la lengua le quito los platos de las manos y los
llevó al fregadero.
Suspirando, ella dirigió a Maris una cómica mirada.
—Me siento como una inválida.
—Creo que se está tomando la revancha por el modo en que le traté cuando
estaba herido.
Anachelle se sentó.
—¿En serio?
—Sí, en serio. No le dejaba levantarse. Era completamente exigente.
—Era completamente molesto de un modo muy dulce y maravilloso. —Ture le
sirvió una copa de licor.
Maris lo miró con el ceño fruncido.
—¿Tratas de emborrachándome?
—¿Depende... funcionaría?
Maris sonrió.
—Lo siento. Sé cuáles son mis límites y nunca me acerco a ellos.
—Lastima. Pero no es eso. Un poco de licor realza el sabor del chocolate.
Inténtalo.
Anachelle alcanzó otra servilleta.
—Eso es cierto. Siempre tiene razón sobre la comida... De la gente, no tanto. —
Tomó el zumo de la mano de Ture—. Gracias, jefe.
—De nada. —Se giró y salió corriendo para apagar un fuego.
Literalmente.

68
Maris comenzó a levantarse, pero Anachelle le detuvo.
—No te preocupes. Pasa mucho con los jefes de cocina novatos. Ture sólo
alucina cuando el fuego alcanza a alguien.
—¿Alguien?
—La cocina puede ser mortal.
Después de unos minutos, Ture volvió a la mesa.
—¿Tenía razón sobre el vino o no?
—Sí. Sobre todo. Francamente tengo que decir que ésta es la mejor comida que
he probado jamás. Muchas gracias.
Ture brilló.
Anachelle soltó un gemido audible.
—Ah no, has alimentado a la bestia. ¿Mari? ¿Cómo pudiste traicionarme así?
¡Tengo que vivir con ese descomunal ego que ya ocupa la mitad del piso!
Ture hizo rodar sus ojos.
—Tienes que ir a casa y dormir un poco.
—Todavía me queda una hora.
—No te preocupes por eso. Recoge antes de que el tráfico se ponga
insoportable.
Sonrió abiertamente a Maris.
—Demonios, debería haberme quedado preñada de un cabrón gilipollas hace
tiempo. —Levantándose, hizo una pausa al lado de Ture y besó su mejilla—. Te veré
más tarde.
Ture se arrojó el paño que tenía en la mano sobre el hombro y se giró hacia
Maris.
—¿Cuánto hace que sois amigos? —preguntó Maris.
—Unos cinco buenos años. Es un ángel, pero el padre del bebé es el hijo de un
senador. No sé de cuál. Ese bastardo ha hecho de su vida un infierno. La desalojó de
su antiguo apartamento y le ha estado causando toda clase de problemas.
—¿Por qué?
—¿Por qué?
—Quiere que ella deje el planeta y desaparezca. Tengo miedo de que la intente
matar.
Maris vio todo rojo.
—¿Quieres mudarla al palacio para que tenga protección?

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Ture se encogió.
—Lamentaría abusar.
—Puedo hablar por Darling. El lugar es lo suficientemente grande, nadie sabría
que está allí. Y ampliaría la invitación él mismo si estuviera aquí, especialmente
teniendo en cuenta que es familiar de uno de los miembros de la ADC quien la acosa.
Ture amaba lo protectores que eran tanto Maris como Darling con aquellos que
los rodeaban, hasta con los extraños.
—Le puedo preguntar a ella, pero nosotros los plebeyos nos sentimos un poco
intimidados por los sitios que tú frecuentas tan naturalmente.
Maris sonrió con satisfacción.
—No sé de qué hablas. No veo nada común en ti o en Anachelle.
Ture se rió del inesperado cumplido. Por eso amaba tanto a Maris. No importaba
lo que dijera o hiciera, el hombre le hacía sentirse especial y cómodo.
Seguro y protegido.
Querido.
Cosas que no había sentido desde que tenía diecisiete años y sus padres lo
sorprendieron besando a su primer novio y lo echaron de casa.
“¡Eres asqueroso! ¡Condénate en el infierno! ¡No puedo creer que enterrara a mi
hija y no a ti! Vete. ¡Espero que mueras de una infección antes de que cualquiera de
mis amigos averigüe nada de esto!”
Desde aquel día, ninguno de sus padres hablaba con él. Y la fría brutalidad de
su comportamiento no era nada comparado con las palabras, las cuales todavía
llevaba marcadas a fuego en el alma.
¿La peor parte? Que sus padres habían llamado a la madre y al padre de su
pareja para informarles, y en venganza, su novio había desatado el infierno sobre él.
Ture todavía llevaba la cicatriz en la mejilla izquierda de su anillo universitario, el que
le había abierto la cara mientras Devilyn roció puñetazos como perforadoras en la cara
de Ture.
Pero eso fue hace mucho tiempo y se negaba a pensar más en ello.
Maris se levantó y miró alrededor torpemente.
—¿Cuánto te debo por la comida?
—Nada, amor. Es mi regalo para darte las gracias. Por todo.
—Gracias, entonces. —Maris vaciló—. Creo que debería dejarte trabajar.
—Me gustaría que te quedaras.
Maris tragó con fuerza, esas palabras significaban mucho más para él de lo que
deberían. Te tienes que ir.

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Pero realmente no quería.
—¿Estás seguro?
Afirmó con la cabeza.
—Sólo estaremos abiertos durante unos treinta minutos más, de todos modos.
—Entonces esperaré aquí.
Ture adoraba el modo en que Maris expresaba las cosas. Era tan formal, incluso
extravagante y divertido. Un poco de ello provenía del hecho de que todavía no era
completamente fluido con el Universal, y parte era porque le gustaba mantener a los
demás descentrados en lo que a él se refería.
—En realidad, estarías probablemente más cómodo en mi oficina mientras
cerramos. Traté de conseguir que Ana la usara, pero tiene una aversión extraña. Tiene
miedo a que el resto del personal la odie por su tratamiento especial. —Ture le
condujo a la trastienda, que estaba amueblada con un pequeño escritorio cubierto de
papeles, un monitor de pared y además un cómodo sofá de cuero—. No tienes que
quedarte aquí, pero es donde paso la mayor parte de mi tiempo.
Maris hizo una breve reverencia.
—Entonces estaré aquí cuando termines.
Ture se apartó pero se giró tan rápido que Maris apenas se dio cuenta de que lo
había hecho. Antes de reaccionar, Ture lo abrazó y lo besó con una increíble pasión
que hizo que la cabeza le diera vueltas.
Maris gruñó en lo profundo de la garganta mientras envolvía los brazos alrededor
del esbelto y arrebatador cuerpo de Ture, y lo sostenía cerca. Deseaba al amigo de
Zarya mucho más de la que debería. Tanto que no le encontraba ningún sentido.
Ture deslizó la mano bajando por la espalda de Maris y presionó sus caderas
contra él, hasta que sintió que Ture estaba tan duro por él como él por Ture.
Maldición.
¿Por qué no podía el cuerpo, por una vez, escuchar al cerebro?
—Esto es un error —susurró contra los labios de Ture. Lo sabía con todo su ser.
Pasando la mano por el pelo de Maris, Ture le acarició el lóbulo de la oreja con
la lengua, enviándole aún más escalofríos por el cuerpo.
—Te lo juro, Mari... Nunca seré tu error. Déjame darte el amor que mereces.
Aquellas palabras se le esculpieron en el corazón y quemaron con un dolor
indescriptible.
Queriendo creer a Ture a pesar de que el pasado le había enseñado mejor,
Maris encontró su mirada y vio la sinceridad estampada ahí. ¿Podría confiar en ello?
—Ture... No puedo ser herido más veces. Estoy cansado de ello.

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Apretando los dientes, se estremeció con los malos recuerdos que le habían
dejado una profunda cicatriz en el alma.
—Mira, no deberíamos juntar nuestras vidas, porque esto es lo que va a pasar.
Vas a decirme que no te molesta que esté enamorado de otro hombre, creyendo que
puedes sacar a Darling de mi corazón y mi vida. Durante días, semanas o meses, nos
divertiremos. Pero después comenzarás a enfadarte cuando Darling llame y yo acuda,
sin importar lo que esté ocurriendo o lo desnudos que estemos. Un día o una noche,
voy a llamarte darling2 y no sabrás si es que me refiero a ti con cariño o si finjo que
eres él. Entonces comenzarás a odiarme y esto terminará mal. Siempre lo hace.
Ture le frunció el ceño.
—¿Por el amor de Dios, Mari, con qué tipos de gilipollas inseguros has estado
teniendo citas?
Se rió amargamente.
—No eran inseguros hasta que se citaron conmigo.
Ture presionó su frente contra la de Maris, como Maris solía sostener a Darling a
veces.
—Sí, lo eran. Porque puedo jurar que jamás tendré celos de tu amor por Darling.
Es esa lealtad y amor que le procesas lo que atesoro. Muestra la verdadera
profundidad de tu carácter y corazón el que puedas estar ahí para él, sin dudar o
vacilar cuando no hay nada más que lograr que una casta amistad. —Besó la frente de
Maris—. No quiero sacar a Darling de tu corazón o sustituirlo de ningún modo. Sólo
quiero compartirte a veces. Créeme, entiendo de separaciones y duras obligaciones.
De todos modos, Maris estaba inseguro.
—Eso dices ahora, pero...
—Lo diré mañana, también. —Tomó la mano de Maris en la suya y se la llevó a
la ingle de modo que la pudiera presionar contra el duro pene. Sus ojos grises
quemaron a Maris profundamente con su amor y sinceridad—. Sólo piensa en ello,
Mari. Confía en mí. Si todavía estás aquí cuando cierre, entonces te puedo prometer
una noche que no olvidarás. Y si te vas... me afligiré. Pero lo entenderé y podemos
continuar como nada más que civilizados y castos amigos.
Sí, pero al igual que Ture, él quería más. Ansiaba el mismo cuento de hadas que
Darling compartía con Zarya. Tener a esa persona en su vida con la que podía contar.
Para dormir y despertarse en los brazos de alguien con quien envejecer. Alguien en
quien confiar que no le haría daño o juzgaría.
Alguien que le aceptara a él, con defectos y todo.
Tal vez su familia había tenido razón. Tal vez no se merecía nada.
Sin embargo, lo deseaba.

2 Darling en inglés significa: Querido, amor… De ahí la confusión a la que se refiere Maris. (N.T.)

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Y se odió por ello.
Rezando por no estar a punto de cometer otro terrible error, Maris afirmó con la
cabeza.
Ture presionó su cara contra el pelo de Maris para poder inhalar su olor.
—No te haré daño, Mari. Mi corazón también está lleno de cicatrices y en trozos.
No confío a la ligera, pero quiero confiar en ti.
Aquellas palabras trajeron lágrimas a los ojos. Ahuecó la cara de Ture en la
palma.
—Estaré aquí. Esperando.
—Entonces cerraré rápidamente... antes de que cambies de opinión. —Le dio un
beso ligero y se separó.



Aterrorizado de que Maris se aburriera y se fuera, Ture se precipitó para cerrar,


limpiar y despejar todo para que su gente se pudiera ir a casa y él poder estar con
Maris. Pero por algún estúpido motivo, les llevó el doble de tiempo hacer las tareas
más simples.
Por favor no te vayas, Mari...
Condenado destino, por confabular contra mí.
Para cuando volvía al despacho para terminar con el papeleo, tenía una
sensación de malestar en la boca del estómago de que era demasiado tarde.
Se evaporó en el momento en que abrió la puerta y encontró a Maris dormido en
el sillón. Una lenta sonrisa se extendió por el rostro de Ture cuando notó el aspecto
juvenil y dulce de Mari. Sus largas piernas estaban doblabas, pero todavía pendían
sobre el borde del canapé. Se había quitado la chaqueta y la estaba usando como una
manta mientras tenía la cabeza apoyada sobre el brazo. Nunca había visto a Maris
más a gusto.
O más delicioso.
La necesidad de arrastrar la mano por esa deliciosa visión era tan irresistible que
no supo cómo se resistió. Pero no quería molestarlo hasta que pudiera prestarle toda
su atención. Silenciosamente, avanzó hacia el escritorio. Pero en el instante en que se
movió, Maris se levantó del canapé con una postura letal.
Se relajó tan pronto como su mirada se centró en Ture.
—Lo siento. Te debería haber advertido que tengo el sueño ligero.
No era broma. Se despertaba como un soldado, listo para luchar.

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Ture archivó esto como advertencia de no hacer movimientos repentinos
mientras Maris dormía.
—Ningún problema. Tengo algo de papeleo por terminar, y no quería molestarte.
Maris recogió su chaqueta del suelo.
—¿Necesitas que me marche?
—No. —Ture se sonrojó al darse cuenta de lo rápido y contundente que la
respuesta le había salido—. Quiero decir...
Maris cortó sus palabras con una carcajada.
—¿Por qué estamos tan nerviosos el uno con el otro? No he bailado en torno a
un hombre de esta manera desde los días antes de que le dijera a Darling que era
homosexual, y me aterrorizaba que lo averiguara y me odiara.
Porque nunca he estado enamorado así de un hombre antes...
Ture apenas contuvo esas palabras. Eran la verdad. Deseaba a Maris de un
modo que jamás había conocido. Pero no le debía decir eso demasiado pronto.
—No sé. Creo que es tu aura feroz que me intimida.
—¿Mi aura feroz?
Ture afirmó con la cabeza.
—Parece que estoy en el mismo cuarto con una exótica bestia salvaje. Eres
elegante y hermoso. Cada movimiento es una sinfonía de gracia. Y al mismo tiempo,
sé lo fácilmente que puedes arrebatar una vida y no parpadear. A qué velocidad
puedes entrar en erupción en un asesino sanguinario.
—No soy sanguinario.
Ture cerró la distancia entre ellos para enderezar los pliegues en la camisa de
Maris.
—Pero te he visto matar sin remordimientos. Y he tenido malas experiencias con
gente que me ha hecho daño. Así que... sí, me pone un poco nervioso. No quiero que
tengas alguna mala escena retrospectiva y me mates.
Maris ahuecó la cara de Ture en la palma ya que esos ojos oscuros le
chamuscaban con su intensidad.
—Nunca te haría daño, Ture. —Bajó sus labios y le dio el beso más suave que
alguna vez conoció.
Ture cerró los ojos y saboreó ser abrazado otra vez. Ya que esperaba que esto
no fuera el error que Maris temía que fuera.
—Creo que mi trabajo puede esperar.
Maris se retiró con una risa profunda, dulce.

74
—El trabajo primero. Todavía estaré aquí y todavía estaré duro para ti.
Arqueó una ceja ante la última parte. Estaba tan fuera del carácter de su
remilgado y correcto soldado y hombre de estado.
Maris le besó la ceja, retrocedió y luego le dio un suave codazo a Ture hacia su
escritorio.
—Cuanto más rápido lo hagas...
Más rápido podría cenarse al hombre por el que estaba hambriento.
Mordiéndose el labio, Ture iba anotando los recibos y agrupando los créditos
colocando nuevos pedidos para la mañana. En todo momento, su mirada seguía
vagando hacia Maris, que estaba sentado en el sillón con su enlace en las manos.
—¿Qué haces?
Una adorable sonrisa le curvó los labios.
—Soy un fiero jugador. Ahora mismo, estoy machacando a Hauk que juega
contra mí.
Eso le sorprendió. Nunca habría adivinado que Maris fuera uno de esos.
—¿Juegas?
Maris se encogió de hombros.
—Era parte de nuestra formación cuando era un soldado y aunque no disfruto de
una muerte real, el número de muertos ficticios me entretiene sin que haya efectos.
—Nunca habría pensado que fueras de esos.
—¿Sí, verdad? Debajo de toda esta montaña de increíble sexualidad late el
corazón de un pequeño niño.
Ture se rió de la imagen en la cabeza. Una parte de él envidiaba a Darling por el
largo pasado que había tenido con Maris.
—¿Cómo eras de niño?
—Taciturno, molesto, temperamental... Realmente no he cambiado, ahora que
pienso en ello.
—No te clasificaría como taciturno o temperamental.
Maris le dirigió una sonrisa.
—Ninguna renuncia a lo de molesto. Tomo nota.
Ture se rió otra vez.
—No eres molesto, Mari.
—Sólo espera. No me has visto por las mañanas. Te lo aseguro, tengo SPM
hasta las dos... a veces las tres de la tarde. Ni siquiera Darling quiere tratar con esa
zorra.

75
—He oído que el sexo cura esos síntomas.
Maris alzó la vista del juego.
—¿Perdón?
Ture se encogió de hombros alegremente.
—Es lo que las mujeres que trabajan para mí dicen. No sé. Nunca he dormido
con una mujer. ¿Tú sí? —Sabía por lo que Maris le había dicho unas semanas atrás
que, a diferencia de él, al menos había hecho una tentativa. Pero no sabía si lo había
llevado a cabo alguna vez.
Una agradable sombra rojiza avanzó lentamente por su cuello hasta cubrir su
cara.
—Estuve comprometido con una mujer.
Esa revelación le derribó. Raro que algo así nunca hubiera surgido.
—¿En serio?
Maris afirmó con la cabeza mientras volvía a su juego.
—Sigo amándola, pero no para eso. Es más como una hermana pequeña. Que
es por lo que no pude llevar a cabo la boda y cómo supe más allá de ninguna duda
que era homosexual. Ella quería hijos y no quise forzarla a ella, y ellos, a vivir una
mentira conmigo. Así que para contestar a tu pregunta, he tenido más que mi parte
justa de mujeres. Créeme, lo intenté todo por ser hetero. Realmente lo hice. La última
cosa que quería era decirle a mi familia de despiadados héroes militares de sangre
azul y asesinos, que su hijo no se parecía a todos los demás. Sabía que ninguno de
ellos lo tomaría bien, y no decepcionaron mis temores.
—Debió ser difícil para ti.
Maris suspiró.
—No creo que sea fácil para nadie. Nadie quiere ser diferente, sobre todo no
cuando eres joven.
Eso era verdad. Como Maris, también había hecho todo lo posible por negarlo.
Pero al final había sido una batalla inútil. Sin importar lo que hiciese, regresaba al
hecho indiscutible de que el cuerpo no le reaccionaba ante una mujer de la manera
que lo hacía con un hombre.
Tampoco lo hacía el corazón.
—¿Entonces, como se lo soltaste a Darling?
Maris se rió.
—No lo hice. Me atrapó babeando.
Humillante, Ture no podía imaginar lo terrible que debió ser.
—¿Te hizo daño?

76
—No, no le podía haber preocupado menos. Por eso lo amo. Me dijo que no le
importaba que fuera homosexual, pero que si alguna vez le agarraba su manubrio,
perdería el mío.
Ture arqueó una ceja.
—Sonó más gracioso cuando Darling lo dijo. Por lo general también yo soy más
gracioso. Pero estoy de vuelta a ese nerviosismo que me provocas.
Ture dejó el escritorio y se colocó delante de Maris.
—Encuentro gracioso que seas tú el que está nervioso, cuando resulta que estás
entrenado para matar.
Maris apagó el juego y se levantó. El calor en su mirada chamuscó a Ture.
—No debería estar aquí. Ni siquiera debería plantearme esto.
—Te lo dije, Mari. Soy adulto. No juego juegos infantiles con las emociones de la
gente. Respeto lo que compartes con Darling y siempre lo haré. Todo lo que quiero es
una posibilidad de demostrarte que no todo el mundo es un gilipollas. Que puedo
compartirte y tratarte como te mereces.
Él ahuecó la mejilla de Ture con la mano.
—No rompas mi corazón, Ture. Ya me lo han roto bastante.
Ture lo tomó entre los brazos para demostrarle cuánto quería que fuera parte de
su mundo. Cerrando los ojos, le susurró:
—Ven a mi casa, Mari. Deja que te abrace como llevo muriéndome por hacer
desde el momento que te vi patinar en mi celda disparando dos blaster.
Se rió.
—Bien. Llévame a casa, soy tuyo.
Sin otra palabra, Ture cerró el restaurante y lo condujo a su transportador.
Maris estaba aún más nervioso que antes mientras observaba las sombras y la
luz jugando en los perfectos rasgos de Ture. Aunque su cuerpo todavía se estaba
recuperando de los daños que la Liga le había infringido, Ture tenía muy pocas
heridas externas. Y Maris esperaba que ninguna de las suyas en curación interfiriera
con los proyectos de esta noche. Todo lo que quería era hacer el amor con Ture hasta
que ambos fueran incapaces de andar.
—¿Qué haces cuando llueve? —preguntó Ture de repente.
—¿Perdona?
—Estaba recordando cuando estabas en la piscina. Dijiste que las lluvias
torrenciales podrían exponerte. ¿Qué hacéis durante los días lluviosos?
—Tratamos de quedarnos dentro. Y si tenemos que salir, llevamos mucha ropa
impermeable y nos aseguramos de que la lluvia no toque nuestra piel.

77
—¿Alguna vez has estado expuesto accidentalmente?
—No de adulto. La última vez que sucedió, un gilipollas de la escuela me tiró
fuera del gimnasio cerrando las puertas mientras me cambiaba de ropa. Darling salió
para buscarme y me ayudó a esconderme hasta que volví a la normalidad.
—Entiendo que lo ames.
—Sí... Me ha acompañado a través de mucho infierno.
Ture tomó una curva.
—Me asombra que tus padres te enviaran a una escuela con humanos. ¿Es
normal eso?
—No en absoluto. La mayor parte de los Phrixians ni siquiera conocen a un
humano. Los pocos que lo hacen por lo general sólo los conocen en la batalla. Fui una
desafortunada excepción.
—¿Por qué?
—Por mandato de la Liga. Quisieron que un miembro de la familia dirigente
estudiara el comportamiento humano para que no estuviéramos tan en guerra contra
ellos. No podían tomar a Kyr porque era el heredero en aquel momento, así que mi
padre organizó un sorteo arbitrario y mi nombre fue el que escupió el ordenador.
Ture oyó la amargura en el tono de Maris.
—Realmente no te gustan los humanos, ¿verdad?
—No me gustaban mis compañeros de clase. Los humanos están bien siempre y
cuando sean humanos.
No podía estar más de acuerdo.
—¿Funcionó el plan de la Liga?
—Podría haberlo hecho si no hubieran enviado al hijo homosexual. Así las
cosas, mi padre echó la culpa de mi elección personal a la exposición a una especie
inferior a una edad tan impresionable. Al final, todo lo que hizo fue alimentar el
combustible de Kyr para trepar entre las filas de la Liga y emprender su propia guerra
contra el resto de los mundos. Y mi padre ahora odia a todos los humanos con una
locura irracional.
—Lo siento, Mari.
—Gracias, pero no lo hagas. No sé lo que le pasó a Kyr. No era un desalmado
hasta que cumplió los diecisiete años. Algo cambió para siempre en él. Lo que fuera,
mató la poca compasión que tenía y lo convirtió en el monstruo que es hoy.
Ture oyó la tristeza y la pena en el tono de Maris.
—¿Todavía le amas?

78
—Es mi hermano. No fui yo el que lo repudió. Y aunque no esté de acuerdo con
sus acciones u opiniones, eso no corta el lazo de sangre que compartimos.
Ese era el corazón que se había ganado el afecto de Ture.
Ture llegó hasta un pequeño aparcamiento y paró. Maris salió primero y esperó
hasta que Ture se le unió. Era un bloque de pisos agradable a sólo unas manzanas
del restaurante. Un portero uniformado los dejó entrar.
Maris no habló cuando entraron en el ascensor que los llevó al último piso. El
apartamento de Ture estaba al final del elegante y largo pasillo.
Ture abrió la puerta.
—Espero que Anachelle se haya dormido.
—No está dormida —dijo Anachelle desde un dormitorio al fondo—. Pero cerrará
la puerta y se pondrá los auriculares para amortiguar el ruido. Tendréis toda la
diversión que queráis y no penséis siquiera que estoy aquí. La nevera de mi habitación
está completamente abastecida y estaré encerrada toda la noche.
Maris se rió.
—Realmente ella me gusta.
—A mí también. Déjeme que la eche un vistazo y vuelvo enseguida.
Maris se quedó en la sala de estar, pero podía oír el dialogo juguetón mientras
Ture se quejaba de que estuviera despierta y no descansara.
—Vete con la madre del novio que no tienes y le dices a él que sí, tengo los pies
en alto. Estoy bien, Abuela.
Ture todavía sonreía cuando volvió, sacudiendo la cabeza.
—Es incorregible. —Se dirigió hacia la cocina—. ¿Quieres un poco de vino?
—Mejor no. No quiero achisparme.
Ture arqueó una ceja.
—Tuve una mala experiencia y problemas con el alcohol. Realmente no quiero
volver ahí.
—Lo siento. No lo sabía.
Maris dejó la chaqueta sobre el respaldo de una silla.
—No es algo que la gente lleve escaneado colgado al cuello. ¡Ey! Universo, soy
un adicto en recuperación.
—Si te hace sentirse mejor, yo mismo pasé por ciertos malos momentos.
Maris lo observó con una mirada que le envió un temblor por la espina dorsal.
—No me hace sentir mejor por ti. Es jodido estar solo en el infierno.
—Pero tenías a Darling.

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Maris no comentó nada. Hubo un breve tiempo, debido a su propia estupidez,
que estuvo solo. Pero trató de no pensar en ello.
Y rezaba a los dioses para que nunca tuviera que pasar por algo así de nuevo.
Ture se acercó por detrás y envolvió la cintura de Maris con los brazos.
—Tengo que decir que estás delicioso esta noche, más incluso de lo que
esperaba.
Jadeó cuando Ture le presionó el lóbulo de la oreja con los dientes.
—No soy siempre una reina de la extravagancia. Realmente hay ocasiones en
que la normalidad aparece.
—No me importa cómo te vistas, Mari. Adoro todas las facetas de tu
personalidad. —Deslizó la mano hacia abajo para ahuecarle mientras continuaba
girando la lengua alrededor de la oreja a Maris. La respiración se le volvió irregular.
Inclinándose hacia atrás, Maris pasó la mano por el pelo de Ture y cerró los ojos
mientras saboreaba la sensación de ser sostenido y acariciado otra vez. Había pasado
demasiado tiempo. Y le hacía anhelar algo que siempre lo eludía.
Una verdadera relación con alguien en la que poder dar tanto como tomar.
Estaba tan cansado de manipuladores egoístas. De la gente que estaba aún
más dañada de lo que estaba él.
Con el corazón galopante, capturó los labios de Ture mientras éste hundía su
mano en el pantalón de Maris para acariciarlo. Gruñó por lo bien que se sentía.
—Estás realmente duro.
Maris sonrió.
—Llevo así desde que me llamaste.
La ceja de Ture se alzó.
Dándose la vuelta para quedar enfrente de él, Maris susurró:
—Tengo una resistencia legendaria. —Le arrancó la camisa a Ture y deslizó la
mano sobre su musculado pecho—. Y aunque tú puedes ser el maestro de la cocina,
tus habilidades palidecen en comparación con lo que yo puedo hacer en un dormitorio.
—Por supuesto, me dejaras ver esas habilidades de las que habla, ¿no, mi
Lord?
Ture jadeó cuando Maris le levantó y lo llevó en volandas como si no pesara
nada. Aunque Ture no era ni mucho menos ligero, la fuerza de Maris era inhumana.
Literalmente.
Ture le dirigió al dormitorio. Pero cuando se estiró para encender la lámpara,
Maris le detuvo.

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—Trabajo mejor en la oscuridad.
Sabiendo cómo de tímido era Maris sobre sus cicatrices físicas, Ture retiró la
mano.
—La próxima vez quiero luz, y creo que me siento muy ofendido de que acabes
de considerarlo trabajo.
La profunda risa sonó retumbándole en los oídos mientras Maris lo colocaba
sobre la cama.
—Bien entonces, te daré mayor placer en la oscuridad.
—Eso sigue sin sonar del todo bien.
—Sí, pues puedo usar mi lengua para hablar contigo, o para...
Ture jadeó cuando Maris le saboreó el pezón. Los escalofríos se le extendieron a
lo largo de todo el cuerpo mientras se endurecía hasta el dolor.
—Sea lo que sea, no me dejes entorpecer eso.
Otra risa caliente le excitó cuando Maris marcó un rastro lento, deliberado y
ardiente del pezón al abdomen. Arrojó un profundo suspiro cuando Maris le lamió el
ombligo mientras magistralmente le desabrochaba el pantalón a Ture. Levantando las
caderas, permitiendo que Maris lo deslizara para quitárselo junto con los zapatos y
calcetines.
Entonces, Maris le chupó los dedos del pie. Los ojos le rodaron hacía atrás por el
placer que lo asaltó. No había tenido ni idea de que esto le hiciera sentir tan bien.
Maris pasó la lengua alrededor de cada dedo para después deslizarla por el arco del
pie.
No le extrañaba que Anachelle se hubiera visto tan contenta mientras Maris le
masajeaba los pies. Era increíble.
Maris pellizcó el talón de Ture con los dientes, y después muy despacio se fue
abriendo camino por los músculos de las piernas de Ture. El olor de su piel se le subió
a la cabeza, emborrachándole más que cualquier vino. Desde el momento en que
Maris le había visto, se había estado muriendo por esto. Cualquier hombre que tuviera
humor bajo el fuego de la batalla...
Por no mencionar, la lealtad que había entregado a Zarya.
Con el corazón martilleándole, Maris deslizó la mano hasta la polla de Ture y se
deleitó con el placer que vio en su cara. A diferencia de un humano, los Phrixians
podían ver también en la total oscuridad como si fuera pleno día... una cortesía de ser
anfibio. Ya que la luz no podía penetrar a las profundidades del agua donde muchos
de ellos vivían, habían desarrollado esa capacidad hacía mucho tiempo.
Mordisqueó la cadera de Ture mientras éste le sepultaba la mano en el pelo y le
masajeaba el cuero cabelludo. Era tan bueno ser acariciado otra vez. Tan bueno estar
con alguien a quien podía respetar.

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Anhelante de intimidad, deslizó los labios sobre la punta de Ture y lentamente se
lo introdujo en la boca.
Ture lanzó un grito cuando le tragó entero. Todo él se estremeció ante la
sensación del aliento y la lengua de Maris sobre el cuerpo. Nunca había tenido a nadie
que hubiera sido tan cuidadoso con él. No había estado exagerando en lo más mínimo
cuando habló de sus habilidades. Era como si Maris encontrara su placer en
proporcionárselo a otros.
Cuidadoso y lento para no hacerle daño, Ture alzó las caderas mientras las
manos de Maris le acariciaban el cuerpo y aumentaba cada lamida.
Ture quería quedarse así, saborear el momento todo lo que pudiera, pero Maris
autentificaba su jactancia... No podía durar. Maris exprimía demasiado placer del
cuerpo de Ture. Demasiado pronto, le sobrevino una explosión de puro éxtasis.
Y aun así Maris siguió degustando. No se estremeció o retiró. No antes de que
hubiera sorbido cada gota del placer de Ture.
Jadeando y débil, Ture consiguió decir:
—Ha sido asombroso.
Maris no habló mientras despacio besaba un camino desde el estómago de Ture
hasta alcanzar el pezón de nuevo. Parecía que disfrutaba haciéndolo. Su lengua se
arremolinó alrededor mientras levantaba las caderas de Ture. Se retiró ligeramente y
entonces se deslizó dentro.
Gimió en voz alta mientras Maris empujaba contra él con una increíble habilidad.
—Más fuerte, Mari.
Maris le mordió el labio saboreando esas palabras. Ahuecó la mejilla de Ture y
mirándole fijamente le dijo:
—Eres hermoso.
Ture giró la cara para poder besarle la palma.
—Palidezco en comparación contigo.
En eso estaba equivocado. Maris estaba marcado por dentro y por fuera.
Demasiados años tratando de vivir una mentira, complaciendo a la gente que no se
preocupaba por él, habían pasado factura. Había atravesado el infierno y cada llama le
había chamuscado.
Pero ahora mismo, con Ture, casi se sentía normal. No tenía sentido. Pero por la
razón que fuera, parecía estar en casa.
Clavó la mirada en esos inteligentes ojos grises y se perdió por completo. Un
instante más tarde tembló, ya que su propia liberación se produjo finalmente.
Ture lo abrazó estrechamente mientras jugaba con el pelo de Maris. Una sonrisa
le curvó los labios.

82
—¿Cuándo te has quitado la ropa?
Maris se rió sobre el hecho de que Ture no hubiera notado siquiera que se había
desvestido en medio del placer.
—Te lo dije, soy así de bueno.
—Sí, cariño, lo eres.
Maris se colocó al lado de Ture para poder atraerlo y abrazarlo.
Ture colocó la mano sobre la de Maris mientras se apoyaba en su pecho y
pasaba una pierna sobre sus muslos.
—Me estremezco al pensar con cuánta gente has tenido que estar hasta
alcanzar tal nivel de maestría.
Sobrecogido por algo en lo que no quería pensar o hablar, Maris suspiró.
Lamentablemente, también sabía que no debía mentir sobre ello. Tarde o temprano,
Ture lo averiguaría y o lo aceptaría o se marcharía. Y si se iba a marchar, Maris
prefería que se fuera antes de que los sentimientos arraigaran.
—¿Quieres la verdad?
—No... Sí. No me gustan las mentiras.
Inspirando profundamente en busca de coraje, Maris se preparó para la cólera y
la condena moral de Ture.
—Fui una puta.
—Mari, no te deberías insultar así…
—No, Ture. Era un prostituto entrenado. Comprado y vendido.
Ture se puso rígido.
—¿Qué?
Aquí viene...
—No te preocupes. No estoy enfermo. Me he hecho pruebas y análisis de sobra.
—Apretó los dientes cuando el dolor avanzó desgarrándole el corazón—. Fue hace
una eternidad... Cuando mis padres averiguaron que era homosexual, me repudiaron.
Mi padre cogió todo lo que tenía y lo destruyó. Incluso mi ropa y el dinero que había
ganado legalmente. Todos mis bienes fueron confiscados por el gobierno Phrixian, la
belleza de tener padres nobles con influencia política. No tenía nada excepto el
uniforme y un puñado de créditos en el bolsillo. Demasiado avergonzado para decirle
nada a Darling, o a cualquiera para el caso, por la manera en que me trataron.
Humillado y deseoso de escaparme de los horrores de mi vida, hui. Ya que no querían
contratarme como soldado o asesino, y no tenía ninguna habilidad comercial, terminé
liándome con el primer tipo complaciente que me recogió. Creía que se preocupaba
por mí, pero era todo mentira. Al final de una semana, me había enganchado a las
drogas y me había vendido a un burdel.

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—Oh cielo...
Maris saboreó la falta de condena mientras Ture le pasaba la mano a través del
pelo y lo besaba en los labios.
—Lo siento mucho, Mari. ¿Cuánto estuviste allí?
—Más tiempo del que quiero confesar. Y todavía probablemente estaría allí si no
fuera por Darling, que removió el infierno por encontrarme, arriesgando su propia
seguridad con su tío para conseguirlo. Cuando me localizó, estaba tan colocado que
no le reconocí.
Pero Maris nunca olvidaría la vista de Darling cuando le envolvió con una manta
para cubrirle el cuerpo desnudo tendido en esa cama sucia y asquerosa en el cuarto
donde le habían encarcelado y encadenado. Furioso sobre lo que le habían hecho a
Maris contra su voluntad, Darling lo había sostenido cerca de su pecho. Estaba igual
de furioso con Maris por no haber acudido a él cuando necesitó ayuda.
—Darling me sostuvo cerca de su corazón y me dijo que me llevaría a casa con
él y que el esclavista sería condenado. Que nunca me dejaría sufrir mientras él viviera.
Y tuvo que luchar con fuerza para conseguir mi liberación. Las putas entrenadas valen
mucho dinero. Enviaron todo lo que pudieron para detenerle.
Pero Darling se había impuesto y liberado a Maris.
Sonrió a Ture.
—Como muestra de mi gratitud eterna por rescatarme, le vomité encima durante
el camino a casa. No dijo ni una sola palabra sobre ello. En cambio, me llevó con su
amigo Nykyrian y con Syn, que me cuidaron hasta que me recuperé. Y tan pronto
como estuve seguro, Darling encontró al tipo que me había vendido y al esclavista
dueño del burdel y los desmembró.
—Solo por eso, ya amo a Darling.
Maris se mofó.
—Eso dices ahora...
Ture se levantó hasta que centró la mirada en la de él.
—Siempre lo diré, Mari. Te salvó. Le debo eso.
De todos modos, Maris no le creyó. Había estado con demasiados tipos que le
dijeron que nunca estarían celosos de Darling, y al cabo de un tiempo ninguno de ellos
había sido capaz de tolerar el hecho de que si Darling lo llamaba, acudía sin vacilar.
De día o de noche.
Le debía a Darling demasiado para no hacerlo.
Atrajo a Ture contra él y le acunó la cabeza contra el centro del pecho. Cambió
ligeramente de posición para que el cuerpo de Ture se le acoplara entre las piernas.
—¿Y tú? ¿Cómo reaccionaron tus padres cuando lo averiguaron?

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—Como los tuyos. Mi padre lanzó todo lo que era de mi propiedad sobre el
césped y le prendió fuego. Entonces se mudaron y se aseguraron de que no
consiguiera la nueva dirección. Les mortificaba que alguien pudiera saber la verdad,
así que dijeron a todos que había muerto. Hasta celebraron un entierro.
Maris se estremeció cuando una cruda cólera le embargó. Nunca entendería la
crueldad de otros. Sobre todo no contra sus propios hijos.
—¿Estás de broma?
Ture negó con la cabeza.
Maris suspiró solidarizándose con el dolor.
—Mi madre quemó mi partida de nacimiento y mi padre suprimió mis archivos
del gobierno de Phrixian. Durante un tiempo, no pude hacer nada… ni siquiera podía
alquilar un sitio para vivir. El pobre Syn tuvo que forjarme todos los registros de nuevo.
Pero está bien. Rebajó en dos años mi edad.
Ture se río.
—¿En serio?
Sonriendo, afirmó con la cabeza.
—Tengo grandes amigos.
—Y yo tengo un amante increíble. —Ture se acercó para besarle.
Maris cerró los ojos y apreció aquellas palabras y la sensación del cuerpo de
Ture encima del suyo. Por esto era por lo que había revoloteado de un amante a otro
con más frecuencia que la mayoría de la gente cambiaba las sábanas. Mantén las
relaciones físicas y cortas, sin compromiso ni sentimientos reales. Así sería mucho
más difícil que le rompieran el corazón. Pero para ser sincero, mataría por la
tranquilidad de saber que la persona con la que estaba no lo abandonaría. Que era su
mundo y siempre seguiría siendo así.
Sólo por una vez.
Rodando de costado y reculando, Ture se acurrucó contra él. Maris sonrió
mientras sepultaba la cara contra la nuca de Ture e inhalaba el cálido olor de su piel.
Francamente, había echado de menos a Ture más de lo que quería admitir. Cuando
regresó a su casa, Maris se había sentido extrañamente a la deriva. Como si algo le
faltara.
Ahora ese sentimiento había desaparecido. Se sentía mejor de lo que se había
sentido en mucho tiempo.
La cabeza de Ture descansaba sobre el bíceps y Maris cubrió con el otro brazo
las costillas de Ture para poder sostenerle más cerca del pecho. Cerró los ojos y se
perdió en este momento perfecto, tratando de no pensar en el día en que Ture
aprendiera a odiarlo y saliera hecho una furia de su vida.

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Porque nada perduraba. No lo malo...
Y especialmente no lo bueno.

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CAPÍTULO 6

Maris se despertó en una cama vacía, pero el aroma más increíble que jamás
hubiese olido flotaba en el ambiente. Hizo que le crujieran las tripas de hambre.
Salivando, dejó la cama y vio la bata que Ture había dejado cubriendo sus ropas en
una silla cercana.
Se la puso y fue a investigar el cálido aroma. Cauteloso, escudriñó si Anachelle
continuaba atrincherada en su habitación o se había ido. Ya que tenía tantas cicatrices
en las piernas como en el resto del cuerpo, no le gustaba que otros las viesen. Si los
retortijones de hambre no fueran tan atroces, se habría vestido primero.
Siguiendo el olfato, encontró a Ture solo en la cocina.
Como si sintiera su presencia, Ture se dio la vuelta con una sonrisa.
—Hola, cariño. ¿Dormiste bien?
Asombrosamente, lo hizo.
—Sí. ¿Y tú?
—Como un bebé. —Ture le colocó un beso rápido en los labios y regresó al
fogón.
—¿Dónde está Anachelle?
—Salió hace algunos minutos para un reconocimiento médico. —Le dio un vaso
de zumo a Maris—. Recién exprimido, es mi particular zumo y mezcla de especias que
está garantizado para espabilar hasta al noctámbulo más acérrimo.
Buena suerte con eso. Ni siquiera la instrucción militar había conseguido eso, de
ahí venían casi la mitad de las cicatrices físicas. Pero cuando Maris lo bebió, le
despertó, y estaba delicioso.
—Joder, eres un dios en la cocina.
—Prefiero ser una diosa. —Ture levantó las cejas con orgullo.

87
Sonriendo, Maris se aproximó.
—¿Puedo hacer algo para ayudar?
—¿Quieres picar la cebolla? —Ture gesticuló hacia la isla donde una estaba
esperando.
Maris se movió hacia la tabla de cortar. Junto a ella, Ture había cortado un bistec
en dados. Cogió el cuchillo que estaba entre los dos artículos y extendió la mano para
alcanzar la cebolla.
Ture soltó un chillido de protesta.
—¡Oh Dios mío, alto! No te muevas.
Desconcertado por el pánico en el tono de Ture, frunció el ceño.
—¿Qué pasa?
—Lo juro, eres tan mortal en la cocina como en combate.
Maris completamente confundido, clavó los ojos en él.
—¿Qué pasa? —repitió.
Ture le quitó el cuchillo de la mano.
—Contaminación cruzada3. ¿No te enseñó nada tu madre?
—Nada sobre cocina. No es precisamente algo que se les permita hacer a los
príncipes. De hecho, ni tan siquiera sé en qué parte del palacio se encuentra la cocina.
Ture hizo una pausa.
—Por un minuto olvidé que eres de la realeza. De cualquier manera, nunca uses
la misma tabla o cuchillo de las proteínas para cortar las verduras. Consideración,
hombre. ¡Nos matarás a todos!
Maris se rió de su indignación.
—Lo siento.
Ture se hizo un hueco con el brazo mientras daba un codazo a Maris para
apartarle de la comida cruda.
—¿Puedes hacer unos huevos revueltos?
—Puedo intentarlo. Nunca lo he hecho antes, pero soy hábil sacudiendo los
pensamientos de las personas. ¿Cuánto más difícil puede ser confundir a un huevo sin
emplear palabras?
Ture negó con la cabeza.
—Ven acá, y te enseñaré cómo se hace.

3 Se conoce como “contaminación cruzada” al proceso por el cual los alimentos entran en contacto con sustancias ajenas, generalmente nocivas para la salud. Un

ejemplo típico de contaminación cruzada es el contacto de la sangre de la carne con alimentos cocidos. (N.T.).

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Maris obedeció. Ture lo atrajo para situarlo entre él y la cocina donde una sartén
con algo de aceite estaba calentándose sobre una llama. Poniendo la mano sobre la
suya, Ture se la condujo hacia los huevos y sacó uno. Le mostró a Maris cómo
romperlo con una mano, echarlo en la sartén y usar una espátula para mezclarlo.
Era realmente sencillo.
Después, Ture le mostró cómo poner el huevo en un plato y rociar una salsa
rojiza sobre él.
—Fíjate, ahora ya sabes cocinar.
Maris sonrió con orgullo.
—Puedo alimentarme solo. ¿Quién lo diría?
Repentinamente, Ture hizo una mueca.
—Bien, sí, ahora puedes cocinar un huevo y morir en el proceso.
—¿Y eso por qué?
Ture cogió la mano de Maris y la giró para mostrar clara de huevo cruda en la
piel.
—Gérmenes, cariño. Son unos asesinos más silenciosos que los mejores
asesinos de la Liga.
Arrastró a Maris ante el fregadero para poder lavarlo.
Para su sorpresa, Ture no se apartó. En su lugar, lavó las manos de Maris él
mismo y jugueteó con la membrana entre los dedos que se alargó ante el prolongado
contacto con el agua.
Maris contuvo el aliento con la sensación de los dedos de Ture deslizándose
entre y sobre la piel y las membranas que siempre eran mucho más sensibles en su
forma acuática. Sintió escalofríos por todo el cuerpo. Y también notó el cambio en la
respiración de Ture.
Cerró el grifo y deslizó la mano por el pecho de Maris, abriendo la bata para
poder deslizar los dedos por la piel de Maris. Inspirando fuertemente, Maris se reclinó
en los brazos de Ture y le rodeó la cabeza con la mano. Podía sentir lo duro que
estaba Ture contra el culo.
—Recuérdame que siempre me deje huevo en la mano cuando esté en tu
cocina.
Ture se rió junto a su oído mientras bajaba la mano suavemente, acariciándole
mientras le apartaba la bata de los hombros y la dejaba caer al suelo. Estirando los
brazos hacia atrás, Maris tiró del pantalón de Ture hacia abajo para poder devolverle
el favor. Ture le lamió la oreja, excitándole aún más antes de aceptar la invitación y
deslizarse dentro.
Maris gruñó de placer mientras Ture empujaba contra él y le acariciaba la polla.

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Sintió el aliento caliente de Ture en el cuello mientras mordisqueaba y
jugueteaba con la piel. Maris tomó aire con fuerza.
—Me encanta cómo me haces sentir.
—Y a mí cómo me haces sentir tú, cariño.
Ture le lamió el cuello mientras le acariciaba aún más rápido.
—Oh, mierda. Pensé que estarías solo.
Ambos se congelaron ante el sonido de una voz masculina en la puerta. Alto,
rubio y muy guapo, parecía tener alrededor de veinticinco años.
Ture dio un paso hacia atrás inmediatamente, se subió de golpe el pantalón y se
volvió, impidiendo que el hombre viera a Maris, quien rápidamente agarró la bata del
suelo y se lo puso mientras trataba de apaciguar la respiración.
—¿Qué diablos estás haciendo aquí, Bristol? Se suponía que nos
encontraríamos en el restaurante. Más tarde.
—No podía esperar para verte. —Sus ojos azules fueron hacia Maris. Se
estrecharon peligrosamente con un odio que azotó a Maris como un golpe físico—. No
tenía ni idea de que te iba a sorprender con otro hombre.
Un gruñido bajo salió de la garganta de Ture.
—Ahora vuelvo.
Agarró a Bristol por el brazo y lo arrastró fuera de la estancia.
Maris los podía oír discutir en voz baja, lo cual hacía que tuviese aún más
curiosidad acerca de Bristol. ¿Quién era?
Sobre todo, ¿qué era para Ture?
¿Ture le había mentido acerca de tener otro amante?
Mientras Maris se dirigía al dormitorio para ducharse, Bristol salió del despacho
de Ture y arqueó una ceja en su dirección. Recorrió el cuerpo de Maris con un
acusado gesto de disgusto.
—Me resultas familiar. ¿Trabajas en el restaurante de Ture?
—No.
—¡Bristol! —ladró Ture—. Déjale en paz y vete. ¡Ya!
—Sí, su Alteza Real. —Bristol se devolvió hacia Maris—. Espero que te trate
mejor de lo que me trata a mí.
Con esas crueles palabras de despedida, se marchó.
Ture salió del despacho y se congeló cuando percibió la expresión en la cara de
Maris. Parecía como si le hubiesen dado una patada en los huevos. Pero peor que su
palidez fantasmal era el dolor en sus oscuros ojos.

90
¡Maldito seas, Bristol, mamón!
Cuando alargó la mano para tocar a Maris, Maris dio un paso atrás.
—Mari, es mi hermano —dijo rápidamente—. Te lo juro. Sólo viene de visita
cuando quiere dinero.
Maris soltó la respiración contenida cuando esas palabras finalmente sacaron el
aguijón de los sentimientos heridos.
—¿De verdad?
Ture asintió con la cabeza.
—Tengo fotos de ese pequeño vándalo de nuestra infancia y también fotos
familiares. Te las enseñaré encantado. Sólo lo dijo para lastimarte y atacarme. Es así
de hijo de puta. Ven, te lo demostraré.
Empezó a andar de vuelta al despacho.
Maris atrapó su brazo para detenerle.
—No tienes que ir a por las fotos. Te creo.
Ture retrocedió y rodeó a Maris con los brazos.
—Lo siento mucho. No te haría daño por nada del mundo y puedo ser muchas
cosas, pero no soy infiel. Nunca.
Maris le abrazó más fuerte y luego dio un paso atrás.
—Si es tan gilipollas, ¿por qué continúas dándole dinero?
—Porque soy estúpido. Mi hermana murió cuando éramos niños y, a pesar de lo
que Bristol me molesta, no puedo soportar pensar que le suceda algo. Además, es el
único miembro de mi familia que todavía me habla.
Maris le besó en la cabeza.
—Lo siento, cariño.
Ture colocó la cabeza en el hombro de Maris.
—La lealtad es una mierda.
—Sólo cuando se da a la persona equivocada.
Ture envolvió los brazos alrededor de él.
—¿Sabes de qué tengo miedo, Mari?
—No, cariño.
—De que pronto descubrirás a mi Darling y me dejarás como todos los demás.
Frunció el ceño mientras intentaba encontrar sentido a eso.
—¿Tu Darling es tu hermano?

91
—No. Mi restaurante. Me consume totalmente y por eso nunca he conseguido
mantener a un solo novio. Al principio, a todos les encanta la idea de poder entrar en
uno de los restaurantes más exclusivos del planeta sin reserva y comer gratis. Pero
después de algunas semanas o meses, se ponen celosos y furiosos porque no me
puedo tomar más de un día de descanso cada dos semanas. Porque ocupa mi mente,
día y noche. Porque paso casi todo el día allí. Contigo, los hombres tienen celos de
otro hombre. Conmigo, de un objeto inanimado que no comprenden.
Maris se echó hacia atrás para sonreírle.
—Prometo que nunca tendré celos de un edificio.
Ture se rió.
—Eso es lo que dicen todos.
Maris pasó un dedo a lo largo de la mandíbula de Ture.
—Pasión ardiente, lo comprendo. Eres el propietario de un exitoso negocio. No
puedes cerrar y marcharte. Si el restaurante quiebra, pierdes todo lo que tienes y todo
para lo que has trabajado. Debería ser tu objetivo principal.
—Eres el único que ha comprendido eso.
Maris le besó.
—Si ese es tu peor miedo, supéralo. Sé lo que se requiere para tener éxito, y
nunca te atosigaría por encargarte de tu negocio. Es como cuando yo era soldado.
Tenía que permanecer concentrado. Si apartas los ojos de la misión, pierdes la
cabeza. Lo último que necesitas es un gilipollas montando un drama innecesario por
ello.
—Y por eso te amo, Mari.
Maris se congeló mientras esas palabras le golpeaban como un puñetazo. Quiso
creerlo. Lo hacía. Pero no podía. Demasiada gente le había herido. El amor era tan
sencillo de profesar. Si llegaba demasiado fácil, tenía una muerte rápida. Sabía eso.
Ture le ahuecó la mejilla.
—Lo sé, Mari. Veo el miedo en tus ojos. Como tú con mi restaurante, te
entiendo. Pero te demostraré que puedo compartirte con Darling y no ser celoso.
Acepto el hecho de que nunca tendré la parte de ti que él tiene. Prefiero crear mi
propio sitio en tu corazón, y siempre voy a tener una parte de ti que él nunca tendrá.
—¿Y eso es?
Ture sonrió mientras ahuecaba a Maris en la mano.
—Éste cuerpo seductor que me vuelve loco de deseo. Te lo juro, aunque fuese
hetero, te desearía ardientemente.
Maris capturó sus labios y le abrazó. No rompas mi corazón, Ture. Pero en el
fondo, sabía que Ture lo haría.

92
Tarde o temprano, todos los hombres lo hacían.
Incluso Darling.

93
CAPÍTULO 7

Ture se congeló mientras se tomaba un minuto para observar a Maris


interactuando con el personal. Durante las últimas tres semanas, habían estado juntos
día y noche, casi sin interrupción. Todavía le asombraba que Maris no hubiera perdido
los nervios ya. Nunca había estado con alguien ese tiempo sin tener al menos una
discusión por algo.
Y el personal amaba a Maris.
Incluso Bertram, y Bertram odiaba a todo el mundo.
Con las manos cubiertas por guantes de goma, Maris estaba de pie ante el
fregadero, ayudando a enjuagar los platos debido a que uno de los lavaplatos se había
puesto enfermo y tuvo que irse temprano. Vestido con su traje negro de cuello alto de
motorista con franjas reflectantes blancas, Maris era un espectáculo extraño con el
delantal blanco cubriéndolo. El acolchado de cuero cosido, que le protegía cuando
conducía la motocicleta aérea, abrazaba cada centímetro de su cuerpo musculoso y le
envolvía el culo de una manera que debería ser ilegal. Maldita sea, se veía tan robusto
y masculino que era difícil para Ture respirar.
Lo mejor de todo, Maris había comenzado a dejarse crecer el pelo para Ture. Y
puesto que no se había afeitado en dos días, tenía una hermosa sombra de barba que
no le ayudaba con la erección en lo más mínimo.
—Estás muy enamorado de él —susurró Anachelle mientras hacía una pausa al
lado de él.
—¿Es tan obvio?
Asintió con la cabeza.
—Te lo estás comiendo completamente con los ojos.
Riéndose, Ture negó con la cabeza hacia ella.
—Eres terrible.

94
—Oye, no soy la que está molestando mentalmente al pobre hombre que está
tratando de lavar los platos para ti.
—¿Nadie te dijo alguna vez que es una idea mala hostigar a tu jefe?
—No. Debí haberme perdido ese correo electrónico. —Arrugando la nariz
juguetonamente, retomó el camino de regreso a su rincón para doblar servilletas y
clasificar la cubertería de plata.
Ture se adelantó hacia el horno y sacó su último experimento. Al menos una vez
a la semana, intentaba algo nuevo. Afortunadamente, olía bien. Cortó un pedacito y se
lo llevó a Maris para que fuera su conejillo de Indias.
Maris se quitó los guantes antes de que abrir obedientemente la boca y dejar
que Ture se lo colocara en la lengua.
—¿Y bien?
Maris masticó y luego frunció el ceño.
Ah, mierda. Nunca había hecho eso antes. Ture se desinfló.
—¿Qué falta?
—Algo... —Maris bajó la cabeza y lo besó ferozmente. Retrocediendo, sonrió—.
Sí, definitivamente ese era el ingrediente que echaba de menos. —Le guiñó el ojo—.
Es perfecto. Delicioso. Necesitas probarlo.
Ture le entregó el tenedor para que lo lavara y se dirigió de nuevo hacia el asado
cuando vio a un camarero que parecía estar a punto de llorar. Desvió el rumbo hacia
él.
—¿Qué pasa?
Tyryn suspiró.
—Unos clientes irritantes.
La vista se le oscureció ante esas palabras mientras Tyryn alcanzaba dos platos
y los colocaba en una bandeja de servir.
—¿Son para esa mesa?
Asintió con la cabeza.
—Tal vez a la cuarta sea la vencida.
—¿La cuarta?
—Estaba poco hecho. Demasiado cocinado. Y luego demasiado frío.
Ture tomó la bandeja de sus manos.
—Quédate aquí, me ocuparé de esto. Tomate una media hora y relájate. Me
ocuparé con gusto de cubrir tu sección... ¿Qué mesa es?
—Treinta y cuatro, y gracias, jefe.

95
—No hay problema. —Ture se apresuró hacia la puerta del comedor.
Maris frunció el ceño mientras veía a Ture salir con una bandeja y una gran
mueca. Es extraño. Fue hacia Tyryn que estaba ahora sentado sobre un taburete con
la cabeza en la mano como si tuviera una enorme migraña.
—¡Ey! ¿Qué sucedió?
—Una palabra. Gilipollas. —Tyryn suspiró—. Unos aristócratas entraron y
decidieron que nada era suficiente bueno para ellos y que nuestro restaurante estaba
seriamente sobrevalorado.
Maris se estremeció. Ture estaría destrozado si atacaban su orgullo y su alegría.
Quitándose el delantal, se fue hacia la ventana y miró afuera para ver quien estaba en
la mesa problemática. En el momento en que su mirada se enfocó en los buscapleitos,
su furia remontó. Brux Nylan y su mejor amigo Aston Hyrun. El padre de Nylan era un
senador que había montado un escándalo con Darling tiempo atrás que casi le había
costado la vida. Aston era un capullo con el que tanto Darling como él habían ido a la
escuela. Uno que había sido amigo de Crispín. Y el mismo bastardo que había
arrojado a Maris bajo la lluvia, desnudo, y le había cerrado la puerta.
Temblando por el peso de la furia, Maris dejó la cocina para apoyar a Ture que
no tenía ni idea de la magnitud de la crueldad que estaba a punto de enfrentar.
Nylan escupió la comida en su boca encima del plato.
—Esto es peor aún. Inaceptable. ¿Cómo puede ser posible que este restaurante
sea de primera cuando se sirve comida para perros?
La mirada herida en la cara de Ture le atravesó el corazón. Incapaz de
soportarlo, Maris se detuvo junto a Ture y le puso la mano sobre el hombro.
—Tendrás que perdonarlos, Tur. Están tan acostumbrados a lo sabroso de las
botas que lamen que todo lo demás les sabe extraño. Quizá si bañas su comida con
una salsa de mugre, la encontrarán más de su gusto.
Aston curvó los labios mientras echaba un vistazo por el restaurante.
—Bien, bien, mira quién está aquí. Me asombra que Darling te permitiera
levantarte de las rodillas el tiempo suficiente para dejar el palacio. ¿O ha asumido él el
papel de puta? Nunca he sacado en claro cuál de vosotros es la mujer.
—Oh querido, la puta al completo soy yo. Si tuvieras algo parecido a una polla lo
sabrías.
Aston se disparó sobre sus pies, pero Maris no pestañeó o retrocedió.
Maris miró de arriba a abajo a Aston en tono burlón.
—¿Perdiste la lengua o los nervios?
—No quiero sangre de marica sobre mí y contagiarme de cualquier enfermedad
que tengas.

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—Entonces por supuesto, te mostraré la puerta... ¿O preferirías salir a través de
una pared?
—Vámonos —dijo Nylan, levantándose—. He perdido el apetito.
—Has perdido más que eso.
Maris miró más allá del hombro de Nylan para ver a Drake de pie allí con una
expresión en su cara que decía que había oído la mayor parte de la conversación.
Drake dio un paso atrás para que sus guardias tuvieran acceso a los dos
hombres.
—Brux Nylan y Aston Hyrun, ustedes dos están bajo arresto por traición y algún
otro cargo que se me pueda ocurrir mientras como. —Un brillo perverso iluminó los
ojos de Drake cuando se encontró con la mirada de Maris—. Creo que los dos van a
descubrir todo sobre la posición de puta en la cárcel.
—¡No puedes decirlo en serio! —gruñó Aston.
—¡Esto es indignante! —gritó Nylan—. Llamaré a mi padre.
Drake le dio una palmeada en la mejilla.
—Hazlo, pastelito. No puedo esperar a que tu padre se enfrente a mi hermano.
—Sonrió a Maris—. Probablemente deberíamos vender entradas para ese evento,
¿eh, Mari?
—Ciertamente.
Mientras los guardias de Drake los sacaban arrastras mientras gritaban
obscenidades, Maris miró a los impresionados comensales.
—Lamento la odisea que han sufrido. Dos delincuentes siendo arrestados
siempre es noticia. Sin embargo, para compensarles, sus cenas van por mi cuenta.
Ture jadeó asombrado ante su extraordinaria oferta.
Drake se inclinó para susurrarle a Maris.
—Lo cubriré por ti.
—No tienes que hacerlo.
—Entonces vayamos a medias.
—Si te hace sentir mejor. —Maris frunció el ceño—. ¿Por qué estás aquí, de
todos modos?
Drake ladeó la cabeza hacia una hermosa rubia sentada ante una mesa.
—Mi cita. La estoy impresionando al traerla aquí... gracias por eso, a propósito.
Maris puso los ojos en blanco ante lo poco que se necesitaba para hacer feliz a
Drake.
—Gracias por tu ayuda.

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—No hay problema. No me gustan las personas que insultan a alguno de mis
hermanos. —Sostuvo en alto la mano para Maris. Cuando Maris la tomó, Drake lo
atrajo hacia sus brazos—. Te quiero, hermano.
—Yo también te quiero.
Drake le palmeó la espalda y luego regresó con su cita.
Maris hizo una pausa mientras él percibía el extraño gesto en el rostro de Ture.
—Lamento si te avergoncé.
—No me avergonzaste. No puedo creer que vinieras en mi rescate.
Maris rozó la barbilla de Ture con los dedos.
—Te dije que no permitiré que nadie te lastime. Eso incluye a cazurros
insensibles.
Ture ayudó a Maris a despejar la mesa mientras el asombro lo llenaba. Jamás
nadie había salido en su defensa antes. Miró a Drake que se estaba riendo con su
compañera. El príncipe era mucho más guapo que en las fotos de estado en las que
aparecía. Y Ture podía comprender la devoción de Maris hacia la familia real. Se
mantenían unidos de una manera que pocas familias lo hacían.
Sobre todo, se cuidaban las espaldas los unos a los otros.
Cuándo regresaron a la cocina, Maris les pidió a los camareros que le trajeran
las cuentas de los comensales que habían estado presentes durante el
enfrentamiento.
Ture lo tocó el brazo.
—No tienes que hacer eso.
—Sí, tengo. No voy a permitir que un restaurante lleno de personas hablen mal
de mi hombre o su negocio por algo que hice yo. ¿Qué clase de perra crees que soy?
A Ture se le quedó el aliento atascado en la garganta. Era la primera vez que
Maris se refería a ellos como una pareja o que había usado un término posesivo hacia
él. Maris ni siquiera se había dado cuenta de que lo había hecho mientras regresaba a
lavar los platos.
Pero Ture lo había oído y eso le provocó lágrimas en los ojos. Para Maris, éste
era un gran paso.
Y significaba el universo para él.



Horas más tarde, Ture estaba limpiando el interior del horno cuando sintió a
Maris detrás de él. Mientras se daba la vuelta, Maris le dio un ligero y dulce beso.

98
—Estoy por hacer las cuentas de mis recibos. ¿Quieres que me ocupe del resto
de la contabilidad?
Ture se sorprendió por la oferta.
—¿Sabes cómo?
Maris sonrió abiertamente.
—Claro. Ana me lo mostró.
—Entonces sí. Por favor.
—Sabes, también puedo registrar los pedidos y preparar la nómina.
—Oh Dios mío, te amaré eternamente si lo haces.
Un brillo malicioso entró en los ojos oscuros de Maris.
—¿Eternamente?
—Y aún más.
Maris le apretó el brazo antes de dirigirse al despacho para hacer el papeleo que
Ture despreciaba con todo su ser. Había querido decir lo que dijo. Si Maris no hubiera
sido perfecto antes de esto, esto lo habría asegurado.
—¿Ture?
Miró hacia Bertram.
—Terminé el comedor. ¿Hay alguna otra cosa que necesites que haga?
—No. Te dejaré ir. Gracias por ayudar.
—Es un placer.
Realmente no lo fue. Bertram había renegado en voz baja todo el tiempo. Pero él
era responsable y, la mayoría de las veces, sumamente eficiente en su trabajo.
Ture lo acompañó hasta la puerta y le dio las buenas noches antes de cerrar otra
vez e ir a revisar los cuartos de baño. Satisfecho de que todos se habían ido, regresó
a la cocina para terminar la última parte de la limpieza y el orden.
Tan pronto como lo hizo, se fue al despacho para encontrarse a Maris
registrando los pedidos. Sus dedos volaban sobre las teclas. Era mucho más diestro
en eso que Ture.
Avanzó un paso y se detuvo cuando vio una gran bolsa sobre el sofá.
—¿Qué es eso? —preguntó frunciendo el ceño.
—Fue entregado justo después de que Ana se fuera a casa. Son sólo algunas
cosas que compré para el bebé.
Ture sonrió. Cada día Maris aparecía con algo nuevo para el bebé o Anachelle.
—Sigue así y todos van a pensar que eres el padre del niño.

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—No lo puedo evitar. Zarya y Darling siguen enviándome email pidiéndome
opinión sobre las cosas que van a comprar para su renacuajo y cuándo las veo y me
gustan, las quiero para Ana, también. Todos los bebés necesitan ser mimados.
—Estás haciendo un trabajo estupendo en eso. —Ture parpadeó para ahuyentar
las lágrimas ante lo generoso que era Maris. Nunca había conocido a nadie con un
corazón tan grande, y el hecho de que tantos le hubieran lastimado hizo que Ture
quisiera su sangre por eso.
¿Cómo alguien podía no amar y adorar a Maris?
Se colocó detrás de la silla para poder masajear los hombros a Maris mientras
terminaba.
—¿Cuánto te queda?
—Sólo esto y luego habré terminado.
—Guau, eres rápido.
—Esto no es nada. Intenta hacer informes de vuelo, diagramas, chequeos y
planes cada noche después de haber pasado todo el día de patrulla. Si me olvido del
pedido de chalotas, la vida de nadie llega a su fin y no voy a estallar en llamas un
instante antes de que el vacío del espacio desgarre mi nave.
Ture se encogió de miedo.
—No me gusta ese pensamiento.
—A mí tampoco. Y me gustaría mucho menos si alguna vez hago algo así.
Apoyándose en el respaldo, Maris lo contempló mientras enviaba el último pedido.
Todo hecho.
—Todo hecho —repitió Ture mientras giraba la silla para que Maris lo enfrentara.
—Ummm, creo que eso merece una recompensa de algún tipo.
Maris arqueó la ceja.
—¿Qué clase de recompensa?
Mordiéndose el labio, Ture se encogió de hombros.
—No sé....
Maris se congeló ante la mirada ardiente en los ojos de Ture mientras le subía
lentamente las manos por los muslos. Se endureció instantáneamente.
Ture se montó a horcajadas sobre las piernas y luego lo atrajo para un beso
abrasador.
Gruñendo de placer, Maris deslizó las manos por debajo de la camisa de Ture
para acariciarle los duros músculos.
—Continúa con esto y nunca tendrás que hacer nuevamente el papeleo.

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Ture se rio mientras ahuecaba a Maris y le desabrochaba el pantalón. Con la
respiración entrecortada, se deslizó hasta el suelo entre los muslos abiertos de Maris.
Justo cuando se inclinaba hacia delante para saborearlo, el enlace de Maris vibró con
el tono único que estaba reservado exclusivamente para Darling para que Maris nunca
se perdiera sus llamadas.
Silenciosamente, Ture maldijo el sentido de la oportunidad del hombre.
Maris lo cogió y lo contestó mientras Ture se acuclillaba. Apoyó el codo en el
muslo de Maris y descansó la cabeza en la mano.
—No, está bien. ¿Necesitas algo?
Ture puso los ojos en blanco. Realmente no estaba bien. Por lo menos dos
veces por semana, Darling los interrumpía. Lo único que impedía que maldijera a los
dos era el conocimiento de que Darling, era la única razón por la que tenía a Maris.
Más que eso, Darling era el responsable de que estuviera vivo en este momento.
Así que eso le permitía aceptar algo que normalmente le habría vuelto loco.
—Sí, estaré allí en pocos minutos... Vale.
Ture suspiró pesadamente mientras cerraba la bragueta de Maris.
—Lo siento —dijo Maris tímidamente—. La Liga aumenta sus esfuerzos por
nuestras cabezas y él quiere...
Ture interrumpió sus palabras con un beso.
—Está bien, Mari. Te lo dije. No estoy celoso. Irritado, pero no celoso. Y no estoy
irritado contigo. —El de Darling era el cuello que quería estrujar—. Vamos. Llevaré a
casa el regalo de Ana y tendré algo de mousse de chocolate esperándote cuando
regreses.
Maris deslizó el dedo por la mejilla de Ture mientras lo contemplaba con
asombro. Fiel a su palabra, Ture todavía no se había enojado por las llamadas de
Darling o porque Maris saliera a reunirse con él. En lugar de eso, Ture lo sobornaba
para que se apresurara a regresar con pecaminosos placeres como el delicioso
mousse que hacía que se le derritiera la boca y que cada papila gustativa se le subiera
a la cabeza cantando.
—¿Con cobertura extra?
—Por supuesto.
Maris vaciló mientras Ture daba un paso hacia atrás.
—¿Seguirás amándome después de que me hayas hecho engordar demasiado
para entrar en mi ropa?
—Habrá más de ti que amar.

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Levantándose, Maris presionó la mejilla contra la de Ture, y cerró los ojos
mientras saboreaba el cálido aroma de la piel de Ture. Por primera vez en la vida,
estaba dividido entre el deseo de quedarse y la necesidad de irse.
Casi le había dicho a Darling que podría esperar. Nunca en la vida había sentido
esta compulsión.
Esta noche la sentía.
Y honestamente, le asustaba infernalmente. No le gustaba el cambio. Nunca le
había gustado.
Pero las cosas cambiaban rápido y no estaba seguro si era para mejor o peor.
Retrocediendo, ahuecó la mejilla de Ture.
—Regresaré pronto.
—Estaré esperando.
Maris asintió con la cabeza, pero mientras salía, se preguntó cuánto tiempo más
estaría dispuesto a esperar Ture.

102
CAPÍTULO 8

—¿Está hecho?
Maris levantó la vista de los pedidos que estaba revisando para mirar a Ture de
pie en la puerta del despacho.
—Casi... ¿Realmente piensas encargar doscientos rábanos?
Una sonrisa maliciosa se dibujó en su hermoso rostro.
—Así es. ¿Tienes algo en contra del poderoso rábano?
Maris levantó las manos en señal de rendición.
—No del cocinero, pero ¡qué asco! Sin embargo, si alguien posiblemente puede
preparar algo sabroso con algo tan repugnante, tengo toda mi fe puesta en tus
capacidades.
Sonriendo, Ture se movió para colocarse detrás de la silla de Maris y poder
revisar los pedidos que tramitaba por él.
—Todavía no puedo creer que hagas esto por mí sin quejarte. Detesto esta parte
del negocio.
Maris se encogió de hombros mientras se recostaba en la silla.
—El papeleo no me molesta en lo más mínimo. Y me hace sentir más útil que
arruinar la noche de Hauk cuando le gano en línea. Por no hablar de la verdadera
razón por la que lo hago...
—¿Y cuál es?
Hizo girar la silla y puso a Ture en su regazo.
—Cuanto antes llegues a casa, más pronto puedo follarte.
Mordiéndose el labio, Ture puso los brazos alrededor del cuello de Maris.
—Definitivamente me gusta esa idea.

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Maris lo besó hasta que alguien se aclaró la garganta. Miraron hacia la puerta
para ver a Anachelle allí de pie imperturbable.
—¿Chicos? Realmente odio entrometerme, pero he roto aguas.
Con un grito ahogado, Ture se puso en pie. En total pánico, caminó hacia a
Anachelle, luego se volvió hacia Maris, luego la rodeó de nuevo. Sería gracioso, si Ana
no tuviera necesidad de ir al hospital.
Maris lo sujetó por los brazos.
—Respira, cariño. Está bien. Yo termino, cierro... y limpio el agua del suelo.
Puedes llevarla al hospital, yo te veré allí.
—Está bien. —Él se asustó aún más.
—Ture —dijo Maris con calma—. Mírame, cariño.
Él obedeció.
—Cálmate. No va a tener el bebé encima de ti. Te lo prometo. Conduce con
cuidado. Está a sólo cinco calles de distancia. La dejas en la puerta de la sala de
urgencias, aparcas y luego entras. ¿De acuerdo?
—Dios, te quiero, Mari. —Le dio un rápido beso y después fue hacia Anachelle
para sacarla del restaurante.
Ana y Darling eran las razones por las que siempre iban a trabajar en dos
vehículos. En caso de que uno de ellos tuviera que salir, el otro tenía un medio para
volver a casa.
Maris los siguió hasta la puerta para asegurarse que Ture realmente la metía en
el transportador. Sonrió al ver que Ture continuaba correteando descontroladamente
cuando trató de ayudarla a entrar, después se dirigió a su lado del vehículo y entonces
volvió para asegurarse de que ella estaba dentro y segura. Al mismo tiempo, respiraba
con tanta rapidez, que era raro que no se hubiera desmayado.
Ese hombre no manejaba una crisis adecuadamente. Sus neuronas transmitían
en tantas direcciones que nunca podría centrarse en un solo pensamiento o tarea. Era
algo que sus anteriores novios habían despreciado, pero a Maris le resultaba
extrañamente adorable. Y cuando había realmente importado, cuando estaban
escapando de la prisión, Ture había logrado mantenerse firme con una fuerza que aún
le sorprendía. Sólo ahora que lo conocía mejor, apreciaba plenamente lo difícil que
había sido para él.
Al entrar, Maris echó el cerrojo a la puerta y limpió el desastre de Ana antes de
realizar rápidamente el papeleo. No tenía la menor duda de que Ture estaría haciendo
un agujero en forma de rosquilla en el suelo del hospital, hasta que él llegara allí. Maris
era el único capaz de calmarlo cuando se encontraba en uno de esos estados de
ánimo frenético. Sobre todo porque había aprendido a mantener a raya las emociones
en la batalla. Y debido a que la ansiedad de Ture hacía aflorar su lado protector, en
lugar de su impaciencia. Esa vulnerabilidad le hacía sentirse necesario.

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Porque aparte de eso, Ture era muy autosuficiente y muy orgulloso de ello.
Maris se detuvo cuando vio una sombra en la puerta. Instintivamente, se llevó la
mano al pequeño blaster que llevaba enfundado en la base de la columna vertebral. Al
principio Ture se había aterrorizado ante el hecho de que siempre iba armado, pero
una vez que supo el precio por su cabeza, había insistido en que llevara más armas de
las que cargaba en el pasado.
Y después de la última ronda de contratos que había sido emitida por la Liga
contra ellos, todos estaban en alerta máxima.
Utilizando las sombras para cubrirse, se dirigió a la parte delantera. Puesto que
la persona era visible a través del vidrio traslúcido, dudaba que fuese alguien
entrenado por la Liga. Sin embargo, podría ser un ladrón queriendo robar.
Maris inclinó la cabeza para ver a través de la pequeña línea de cristal
transparente mientras se aseguraba de que la persona de afuera no lo pudiese
detectar. Se relajó cuando reconoció a Bristol.
Poniendo los ojos en blanco, retiró la mano del arma y colocó la chaqueta en su
lugar. Abrió la puerta.
—¿Puedo ayudarte?
—¿Dónde está mi hermano?
—No está aquí.
Bristol frunció el ceño mientras lo miraba fijamente durante un minuto.
—¿Tú eres el tipo que encontré con Ture hace unas semanas?
—Lo soy.
—¡Guau! Ture ha estado con alguien durante más de un mes. Es la primera vez.
—Estudió fijamente a Maris—. Lo siento, no te reconozco con la ropa puesta, y sin la
polla de Ture enterrada en tu culo. ¿Cómo dijiste que te llamabas?
Maris maldijo con violencia, pero ahora... Definitivamente podía ver el atractivo
de golpear la petulante cara de Bristol.
—No lo dije. —Cerró la puerta y puso la alarma con el control remoto que tenía
en la mano, lo que incrementó la extrañeza de Bristol.
—Ture no deja que sus novios tengan las llaves de su restaurante. ¿Dónde
está?
Maris deslizó la tarjeta de seguridad en el bolsillo.
—Tuvo que salir temprano.
La ira asomó a los ojos de Bristol mientras lo miraba.
—No juegues a esta mierda conmigo. Soy su hermano. Ahora, ¿dónde está?

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Maris apretó los dientes con frustración por tener que lidiar con esto. Ture había
sido muy insistente en que nunca diera ninguna información a su hermano. “Cuanto
menos sepa, mejor... Confía en mí, Mari. No hables con él. A diferencia de mí, él no
tiene ninguna lealtad o inhibiciones”.
Ya que Ture conocía mejor a su hermano que él, hizo caso a su advertencia.
—Puedo hacer que te llame cuando lo vea. —Maris comenzó a alejarse, pero
Bristol lo detuvo con un duro agarre que hizo que la visión se le ensombreciera.
—Será mejor que me respondas, jodido chupapollas. O desataré el infierno en ti.
Maris bajó la voz una octava y entró de lleno en el entrenamiento militar.
—Muchacho, vas de cabeza hacia un camino que te llevará hacia un muy mal
año. Ahora quita tu mano de mi brazo, da dos pasos atrás, y puede que pases la
noche sin un viaje en ambulancia.
La conmoción sustituyó la sonrisa. Aun así, no aflojó el agarre.
—No actúas como un maricón.
—Y no golpeo como una chica, hijo de puta. Ahora, a menos que te apetezca un
extenso arreglo dental y una cirugía reconstructiva, sal de mi vista.
Ese gruñido consiguió que Bristol lo liberara.
—¿Quién eres?
—El bastardo con suerte que resulta ser el novio de tu hermano. Y me aseguraré
de que te llame antes de que meta su polla en mi culo más tarde. Ahora, buenas
noches.
Maris lo rodeó y se dirigió a la motocicleta aérea que tenía aparcada a pocos
metros de distancia. Mientras se ponía el casco, miró hacia atrás para ver que Bristol
todavía tenía la mirada clavada en él.
No importaba.
Cada familia tenía su idiota. Y en el caso de Maris, la suya tenía una buena
docena. Olvidándose de él, se dirigió hacia el hospital.



Ture miró el reloj y su ansiedad empeoró. Maris ya debería estar aquí...


¿Y si le había pasado algo?
Incapaz de respirar por el pánico, sacó el enlace para llamar.
—¿Dónde está Ana?
El alivio lo atravesó cuando escuchó ese acento profundo y glorioso. Se volvió y
se lanzó a los brazos de Maris.

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—¿Qué te llevó tanto tiempo? Me tenías preocupado.
—Lo siento. Tu hermano apareció mientras estaba cerrando.
—No le diste tu nombre, ¿verdad?
Maris negó con la cabeza.
—Me dijiste que no lo hiciera. —Entregó la tarjeta de seguridad del restaurante a
Ture.
—Consérvala.
—¿Estás seguro?
Ture asintió.
—Y para responder a tu pregunta, el médico de Ana me echó hasta que pueda,
y cito, controlarme a mí mismo.
Maris le dirigió una adorable sonrisa.
—Pareces recuperado. ¿Quieres intentarlo de nuevo?
—Por supuesto.
Maris le ofreció el brazo. Ture lo enganchó por el codo y lo llevó a la habitación
de Anachelle. Ella estaba acostada en la cama, masticando hielo picado, mientras que
una enfermera le comprobaba los signos vitales.
La enfermera le arqueó la ceja a Ture.
—¿Está tranquilo ahora?
Ture rodó los ojos.
—Sí, mi cordura acaba de llegar.
Su mirada prácticamente lamió a Maris de pies a cabeza. Vestido todo de negro
con su equipo de protección de motero, estaba guapísimo. Sobre todo desde que se
estaba dejando crecer un bigote y una sexi y bien cuidada barba. Una lenta sonrisa se
extendió por la cara de ella.
—Odio hacerte esta pregunta guapo, ¿pero eres familia?
—Él es el padre del bebé —respondió Anachelle antes de que Maris tuviera la
oportunidad de hablar.
Maris arqueó una ceja, pero no la contradijo. Después de todo, ellos habían
estado burlándose de él por actuar como un expectante padre durante semanas.
—Oh bueno —dijo la enfermera, extendiendo la mano hacia Mari—. Soy
Aundrea, la enfermera asignada para este parto. Le estaba diciendo a su...
—Novia —proporcionó Anachelle.

107
—Novia, que está en tres centímetros, por lo que tardará un poco de tiempo.
Pero no deberíamos suponer nada. Voy a decirle al médico que usted está aquí y
luego volveré. —Salió de la habitación.
Maris le frunció el ceño a Anachelle.
—¿Novia?
Ella se encogió de hombros.
—Ya les había dicho que Ture era mi hermano para que pudiera quedarse
conmigo mientras te esperábamos, no quería darles la oportunidad de pensar que
vosotros dos sois incestuosos o algo así.
—Genial —suspiro Maris—. Así que en lugar de ser tú espeluznante hermano
incestuoso, soy el sórdido novio que se lo monta con tu hermano. Estupendo.
Simplemente la etiqueta que estaba buscando. Se acercó y le dio un beso en la mejilla
—. ¿Cómo te sientes, cariño?
—Es un poco doloroso. No voy a mentir. Pero manejable por el momento. Me
alegro de que estéis aquí. A pesar de lo que ellos piensen, tú y Ture sois toda la
familia que tengo. Gracias por cuidar de mí. —Las lágrimas le llenaron los ojos y le
corrieron por las mejillas.
Maris la abrazó.
—Oh, cariño. Te amamos. Siempre estaremos aquí para ti, ya lo sabes.
Ture le tomó la mano.
—No te preocupes por nada, excepto por ese niño.
Sorbiéndose las lágrimas, ella asintió con la cabeza.



Horas más tarde, Maris dejó la sala de partos para encontrar a Ture dormido en
un sofá de la sala de espera. Dado que Ana le había catalogado como padre y a Ture
como hermano, el médico le había permitido a Maris quedarse y Ture fue forzado a
salir una vez comenzó el trabajo de parto en serio.
Sacudido por todo esto, se arrodilló junto al sofá y lo tocó en el brazo.
Ture despertó con una sacudida, después frunció el ceño.
—¿Hay algún problema, cariño?
—Estoy muy contento de no ser una mujer. —Soltó un jadeo entrecortado—.
Eso... fue terrorífico. Estoy pensando que sería mejor encerrar a Darling cuando Zara
se ponga de parto. Se va a poner feo.
Ture le ahuecó la mejilla.
—¿Cómo están ella y el bebé?

108
—Ella está bien y duerme. El niño... Fue increíble, Ture. Ojalá hubieras estado
allí. En un momento, Ana estaba diciendo algo así como que todos los órganos
genitales masculinos del universo deberían ser amputados, y al siguiente... esta
pequeña persona se encontraba en las manos del médico. Él me lo entregó mientras
le cortaba el cordón, y me quedé mirando esos ojos oscuros que me miraban
fijamente. Es tan pequeño y perfecto. Hermoso. ¿Quieres verlo?
—Por supuesto. —Ture se incorporó de golpe—. ¿Cómo estás?
—Bien, pero agotado. —Maris bostezó y luego le pasó el brazo por los hombros
y lo condujo hacia la sala cuna—. Daría cualquier cosa por que pudieras llevarme a
casa.
—Oh, cariño, yo también lo deseo.
Maris se detuvo frente a una gran ventana y saludó a una de las enfermeras.
Ella sonrió y luego levantó a uno de los bebés envuelto en mantas azules y lo acercó
para que Ture lo pudiera ver.
Las lágrimas le empañaron los ojos.
—Oh, Mari, es hermoso.
—Lo sé, ¿cierto?
—¿Qué nombre le puso?
—Andros Terek… Sulle.
Ture arqueó una ceja ante eso.
Sonriendo tímidamente, Maris se encogió de hombros.
—Creen que soy el padre, y ella tenía que decir el nombre del padre para su
registro. Al menos de esta manera su verdadero padre no podrá venir y usarlo en su
contra más adelante. Nunca tendrán un registro de su nombre verdadero en ninguna
parte.
Eso era muy cierto.
—¿Así que ahora tienes que pagar la manutención?
Se echó a reír.
—No, voy a ceder la custodia tan pronto como ella pueda comenzar con los
trámites.
Se volvió hacia el bebé, Ture sonrió.
—Hola, pequeño Terek —dijo, a pesar de que el bebé no podía oírle. Entonces
lo saludó con la mano.
Era la cosa más adorable que Maris había visto en la vida. Volvió a bostezar.
Ture frunció el ceño.

109
—Tengo que llevarte a la cama.
Los ojos de Maris se abrieron con agudo interés mientras el cuerpo se le
animaba al instante.
—Ese es mi muchacho.
Riendo, Ture negó con la cabeza.
—¿Eso es en lo único que piensas?
—Por supuesto que no. En la comida... que también me das. Maldita sea, Tur,
creo que eres el hombre perfecto.
Ambos se congelaron cuando se dieron cuenta de lo que Maris había dicho. Era
lo más parecido a una declaración de amor que había hecho. El terror lo invadió.
—Relájate, cariño. Sé que estás cansado, y no estoy suponiendo nada. —Ture
caminó con él hasta la puerta—. Deja que te lleve a casa y te alimente.
Maris siguió a Ture hasta su transportador y luego se dirigió a su motocicleta
aérea. Esta era la única parte de su pasado Phrixian a la que realmente se había
aferrado. Todavía recordaba la mirada de asombro en el rostro de Darling, la primera
vez que lo había visto montar una.
“Ese no eres tú”.
Maris sonrió mientras se ataba el casco. Darling, tenía razón. El normalmente no
hacía cosas que le revolvieran el pelo o la ropa. Pero le encantaba la libertad que le
daba. La sensación de volar por el aire a más de doscientos kilómetros por hora... No
había nada como eso.
Ture odiaba que la condujera. Pensaba que era peligroso. Pero también lo era
respirar.
Maris comprobó los espejos. Entrecerró los ojos al ver a alguien en las afueras
del hospital, mirándolo. ¿Era por atracción o insidiosamente?
Desde esta distancia, no podía decirlo. Sin embargo, llamó a la Sentella para
que dispusieran un guardia para Anachelle y el bebé.
Más vale prevenir que lamentar.
Y mientras pensaba nuevamente en Ture, un nuevo temor se apoderó de él. A
diferencia de Darling y su pequeño grupo de amigos, no era un militar entrenado. Él
era puramente civil.
Indefenso.
Si la Liga o un cazador de recompensas fueran tras Ture, no había nada que
pudiera hacer para protegerse a sí mismo.
De repente aterrorizado, Maris aceleró el motor y llegó al edificio en un tiempo
récord. Arribó, cerró rápidamente y luego corrió hacia el interior.

110
Conteniendo la respiración, intentó no entrar en pánico. Pero no podía evitarlo.
—¿Ture? Recorrió el apartamento.
No había ni rastro de él.
Aún más frenético, revisó las habitaciones. Acababa de mirar en el baño cuando
oyó a alguien en la puerta. El corazón se le aceleró, corrió por el pasillo y lo encontró
cerrando la puerta.
Ture apenas se había dado la vuelta cuando alguien lo agarró y lo empujó contra
la pared. No fue doloroso, pero el inesperado acto le sobresaltó. Comenzó a entrar en
pánico hasta que el maravilloso aroma de la piel de Maris y su colonia lo golpeó.
Cuando abrió la boca para preguntarle qué le pasaba, Maris le reclamó los labios con
un beso tan caliente que la cabeza le daba vueltas. Maris lo sostuvo con una
desesperación que era tan preocupante, como increíble.
Cuando Maris finalmente se retiró, puso la cabeza en el hombro de Ture
mientras lo mantenía encerrado entre los brazos. Podía sentir el violento latido del
corazón de Maris contra el pecho.
—¿Cariño? ¿Qué pasa?
Maris respiró entrecortadamente.
—Estoy cansado. No era mi intención asustarte. Lo siento.
—Está bien. No me importa que caigas todo militar sobre mí. Siempre y cuando
no me duela, estoy bien con eso.
Levantó la cabeza y lo perforó con una sincera mirada.
—Yo nunca te haría daño.
Extremadamente preocupado ahora, Ture asintió.
—Lo sé. —Rozó con los dedos la barba en crecimiento de Maris. Nunca había
sentido cariño por ellas en el pasado, pero Maris la hacía parecer más atractiva que el
infierno—. La verdad es que te amo, Mari. Locura y todo.
Maris quería devolver esas palabras con cada parte de sí mismo. Pero no pudo.
Especialmente no esta noche. Devolvérselas desafiaría al destino para que le hiciera
daño a Ture. Y lo arrancaría de su vida.
En cambio, finalmente se apartó para que Ture pudiera entrar en el apartamento.
Sin embargo, no podía evitar una mala sensación en el estómago. Algo estaba mal.
Todos los instintos que tenía estaban en alerta máxima.
Se sacó la chaqueta, y la puso sobre la silla en la que habitualmente la dejaba.
—Sabes, Mari... He estado pensando.
Las entrañas se le anudaron con temor. Aquí viene… Fuera. Sabía que era
demasiado bueno para durar.

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—¿Sí?
Ture se andaba con rodeos, lo cual hacía que las entrañas de Maris se le
retorcieran en un doloroso nudo.
—Yo… umm… podrías… —suspiró con fuerza—. Está bien, voy a decirlo.
Puedo hacerlo. En serio… ¿Quieres vivir conmigo? Quiero decir, ya estás aquí la
mayor parte del tiempo, de todos modos. ¿Cierto?
Maris se sintió débil con la propuesta a la vez que la alegría lo atravesaba.
—Me encantaría.
—¿En serio?
—Por supuesto.
Ture se mordió el labio mientras la felicidad lo embargaba. Había estado
esperando para pedirle a Maris que se mudara, estaba demasiado asustado, ya que
Maris estaba reacio a decirle que lo amaba. No es que tuviera que hacerlo. Se lo
demostraba en todo lo que hacía. Grande o pequeño. Cosas tales como hacerse cargo
del papeleo para que él pudiera centrarse en preparar la comida y poder volver un
poco más temprano a casa. Interviniendo con un par de manos más que dispuestas
siempre que él o su personal necesitaban ayuda. Ir al congelador por él para que no
cogiera frio. Dejarlo ir primero a la ducha cada mañana, así nunca había tenido que
tomar un baño con agua tibia o fría. Un millón de cosas amables que se juntaban para
hacer de Maris el más dulce y más caliente amante que cualquiera pudiera pedir. Y
aunque Mari no era perfecto, lo intentaba. Eso más que nada significaba el universo
para él.
Apretó la mejilla contra Maris.
—Gracias.
—¿Por qué?
—Por ser tú, cariño.
Maris frunció el ceño cuando Ture lo dejó y se dirigió al dormitorio.
—Yo te amo —susurró. Pero cada vez que trataba de decirlo en voz alta, se le
atragantaban las palabras.
Sólo por una vez en su vida, quería que todo funcionara. Nada le haría más feliz
que volver a vivir las últimas semanas una y otra vez, hasta que muriera a causa de la
sobrecarga de pura dicha. No quería que nada de eso cambiara.
Nunca.
Pero nada perduraba.
No lo malo...
Y especialmente no lo bueno.

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CAPÍTULO 9

Maris hizo una pausa cuando alguien llamó a la puerta del dormitorio.
—Adelante.
Darling entró en el cuarto con un ceño.
—Acabo de enterarme de que habías regresado y… —Su ceño se volvió más
profundo cuando vio a Maris haciendo las maletas.
A causa de su renuencia a tentar el destino, Maris había pasado las dos últimas
semanas trasladando sus cosas al apartamento de Ture. Tenía la esperanza de que si
iba lo bastante lento, la mala suerte lo ignoraría y no le daría una bofetada por
atreverse a ser feliz con otra persona.
—¿Te marchas?
Maris copió su ceño cuando captó el tono herido en la voz de Darling.
—¿No estarás celoso, verdad?
—¿Honestamente? Un poco, sí. Echo de menos el tenerte cerca, amigo. No te
he visto en las últimas semanas.
Maris metió las camisas en la maleta y acortó la distancia entre ellos. Envolvió a
Darling con los brazos y le dio un ligero apretón.
—Sabes que eres mi primer amor.
Darling lo abrazó con más fuerza antes de soltarlo.
—No estoy acostumbrado a compartirte de esta forma. No me gusta, Mari.
—¿Entonces me amas de verdad? —bromeó.
—Sabes que sí.
Pero no románticamente. El corazón y el alma de Darling siempre pertenecerían
a Zarya primero y a Maris eso le parecía bien. Y ahora que tenía a Ture, comprendía
eso mejor de lo que jamás lo había hecho antes.

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Darling tragó saliva.
—Contra viento y marea, hermanos hasta el final, ¿verdad?
Maris le dirigió una honesta mirada.
—Siempre. Cuando me necesites, de noche o de día, sabes que estaré aquí
para ti. Ture dice que lo acepta y que le parece bien. —Los dioses sabían que Ture ya
lo había demostrado. Aun no había dicho nada desagradable sobre la frecuencia con
que Maris desaparecía cada vez que Darling le hacía una señal.
—¿Él realmente te gusta, verdad?
Maris vaciló. Lo que sentía era muy complicado. Ciertamente disfrutaba pasando
el rato en el restaurante con Ture y su personal. Robando besos en las esquinas
cuando nadie miraba. No le molestaba en absoluto que pasaran de dieciséis a veinte
horas al día allí.
Incluso disfrutaba ayudando a Ana a cuidar de Terek en medio de la noche.
Vigilando al bebé durante el día para que ella pudiera descansar. Era la primera vez
en su vida que realmente se sentía como si estuviera en casa; que formaba parte de
una familia que lo aceptaba por completo. Incluso su mal humor por la mañana
temprano.
Cuando se había mudado por primera vez al Palacio de Invierno Caronese como
embajador, el tío de Darling le había hecho sentirse como la enfermedad venérea de
un burdel. Arturo se había desvivido atacándolos verbalmente tanto a Darling como a
él.
Luego, tras la muerte de Arturo, Darling se había vuelto… francamente, loco.
Durante un tiempo, incluso temió que Darling pudiera matarlos a ambos.
Hasta Zarya.
Ella había curado a Darling y le había devuelto al mejor amigo con el que había
crecido. Pero desde el momento en que ella se mudó, Darling había estado pendiente
de ella, dejando que Maris se sintiera como el tercero en discordia. Ellos habían
intentado incluirlo, pero querían y necesitaban estar solos a veces, y así era como
debía ser.
Sin embargo, él se había sentido un poco abandonado y muy solo.
Al menos hasta que Ture entró en su vida. No sabía cómo lo hacía ese hombre,
pero calmaba la rabia interior que Maris había estado cociendo a fuego lento en las
entrañas desde el día que sus padres lo repudiaron. Ture le tocaba una parte que ni
siquiera sabía que poseía. Lo único que quería era estar con él. Y aun así, vivía en un
estado de miedo constante por perderlo todo de nuevo.
Esto lo dejaba inseguro y echo un lio. Aterrorizado y ansioso al mismo tiempo
que feliz y calmado.
Nada de esto tenía sentido.

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—No estoy seguro de qué contestar.
Darling entrecerró los ojos con desconfianza.
—¿Qué fue lo primero que te vino a la mente? Y sé que no fue lo que dijiste.
Suspirando, Maris se alejó un paso. Darling lo conocía mejor que nadie. Incluso
que él mismo.
—Sí. Me gusta mucho.
—¿Entonces cuál es el problema?
—Sabes cuál es el problema. —Maris bajó la mirada hacia la ropa y el equipaje
—. ¿Qué estoy haciendo, Darling? Sé que esto no va a durar. No puede. Nunca lo
hace. Y estoy tan cansado de ser herido. ¿Cómo perdonaste a Zarya por traicionarte?
Darling resopló.
—No fue fácil. Pero un gran amigo mío la empujó hacia mí y me dejó sin
opciones, salvo la de tratar con el dolor de mi pasado. Y quise odiarla en formas que
no puedes ni imaginar. Lo ansié. Sin embargo, tan difícil como era confiar en ella, la
agonía de vivir sin ella era mucho peor. Sólo hay un puñado de personas en este
universo que necesito. La idea de perderos a uno de vosotros me provoca un estado
de pánico indescriptible. Es por eso que la vista de esas maletas sobre la cama me
cabrea a niveles de rabia del tipo Andarion. No puedo protegerte si no estás aquí.
—Siempre y cuando esté sobrio, hago un trabajo bastante bueno en proteger mi
trasero… y el tuyo.
—Lo sé. Pero desde la pasada noche, la Liga ha aumentado de nuevo la
recompensa por nuestras cabezas. Llegados a este punto, tu trasero vale casi dos
veces más que el mío. Creo que Kyr te está usando para hacerme daño.
—¿Y qué pasa con Zarya y Drake?
—Zarya es para él una pesadilla política que evita públicamente. ¿Quién sabe lo
que hace en privado? De la misma forma, se quedará lejos de nombrar a mis
hermanos y hermana. No está seguro de que ayudaran a rescatar a Zarya, a Ture y a
los demás, así que, legalmente, no puede tocarlos.
Eso hizo sentir a Maris un poco mejor.
—¿Hay precio por la cabeza de Ture?
—No. Sólo sobre aquellos de nosotros que Kyr pudo identificar en el grupo de
rescate.
—Tú, Nykyrian, Caillen y yo.
Asintió con la cabeza.
—Es cuestión de tiempo que empiecen a enviar a sus mejores asesinos.
Maris cerró la última maleta.

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—Saf me advertirá antes de que vengan a por mí.
—Si lo sabe. Kyr podría no decírselo.
Maris negó con la cabeza.
—Kyr no sabe que todavía nos hablamos. —Si lo hiciera, mataría a su hermanito
y entonces Maris tendría que aniquilarlo por ello. Después de que hubieran confundido
a Saf con él y lo atacaran brutalmente cuando su padre intentó asesinarlo, Maris había
sido híper protector con él.
Nadie tocaba a Saf y quedaba impune.
—Esto está a punto de ponerse feo, Maris. Tuve que enviar tropas para fortificar
mis fronteras hace una hora. La Liga se dirige a nuestras colonias e intenta
bloquearnos y embargarnos. La mayor parte de los imperios se han retirado por miedo
a ellos. Ayer atacaron dos pequeñas bases de la Sentella y mataron a casi doscientas
personas. E hirieron a otras mil más.
—No tengo miedo.
—Yo tampoco. No por mí. Pero por aquellos que amo… No quiero verte sufrir
porque descargue mi rabia en tu hermano cuando debería haber mantenido mi
temperamento bajo control.
Maris le sonrió.
—Te dije cuando íbamos a recatar a Zarya, que si ibas al infierno, yo conduciría
el autobús. Que venga la tormenta.
Darling suspiró.
—Y viene, hermano mío. Con un aguacero torrencial. Una que no quiero que te
pille.

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CAPÍTULO 10

Una y otra vez, la advertencia de Darling se reproducía en la cabeza de Maris


sentado en el transportador público que estaba bloqueado en el tráfico. Nunca había
sido paciente con este tipo de cosas, pero hoy...
Frunció el ceño mientras barría el paisaje que los rodeaba y una mala sensación
lo recorría. Cuando te cazan, el atasco era una cosa peligrosa. Era otra de las razones
por las que normalmente se movía con motocicleta aérea. Era prácticamente imposible
caer en una emboscada.
Pero con el equipaje, había necesitado un maletero. Y un transportador hacía de
él un blanco fácil.
Cada onza de entrenamiento militar se disparó.
—Voy a salir aquí —le dijo al conductor antes de pasarle la tarjeta—. Entregue
mi equipaje en el destino, y me aseguraré de que sea bien recompensado.
—Sí, mi Lord.
Dos segundos después Maris golpeaba la tarjeta, abatido por su desenfrenada
estupidez. Maldita sea, llevaba demasiado tiempo viviendo como un civil. Si la Liga
estaba vigilándolos, acababa de dar su ubicación. Estúpido imbécil.
Maldiciéndose, Maris salió del transportador y aseguró la bolsa más pequeña a
través del cuerpo de modo que ambos brazos estuvieran libres. No se detuvo ni vaciló
mientras maniobraba a través de la calle atestada de gente a pie. Asegurándose de
mantener una mano sobre el arma oculta, permaneció vigilante, odiando cada
segundo de esto.
A pesar de que le fue inculcado durante horas y horas de entrenamiento y
ejercicios, este grado de alerta máxima lo lanzaba de nuevo a un tiempo y lugar que
no quería volver a visitar.

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“¿Qué eres, un maricón patético? ¡Mantén la guardia! Sólo los maricones
dependen de sus amigas para protegerlos. Eres un soldado, no un afeminado
cobarde”.
En aquel entonces, había vivido en un estado de perpetuo cabreo. Había sido lo
suficientemente fuerte para ser insultado, pero oír el desprecio abierto y hostil hacia
una preferencia que había hecho todo lo posible por negar y "curar" sólo había
empeorado las cosas. Lo había intentado todo para ser como los demás hombres de
su familia, de la academia y de la armada. Diciéndose a sí mismo que no era
realmente homosexual. Que era desconcierto o curiosidad. O lo que fuera necesario
menos lo que realmente era.
Sólo su prometida, Tams, había hecho que fuera soportable. Como ella no era
Phrixian, había asumido que el comportamiento extraño y la renuncia a tocarla era su
propio nerviosismo por ser de una raza diferente.
Lo mejor de todo, le había proporcionado una excusa fácil para mantenerse
célibe. Le había dicho que no quería deshonrarla antes de la boda. Tams habían
pensado que eso era muy dulce, aunque su padre había hecho rodar los ojos ante
algo que consideraba nada viril. Los hombres Phrixian eran esclavos de sus
identidades. La integridad estaba establecida sólo cuando te abalanzabas sobre
alguien al que patear el culo. Por lo demás, el universo era tu patio de recreo y tú
hacías lo que te venía en gana.
Las mentiras y el implacable miedo a ser expuesto habían conducido a Maris a
estar a un paso de la locura.
Únicamente Darling había sabido la verdad y había entrenado a Maris sobre
cómo fingir los pasos de un guerrero. La forma de pasar desapercibido por el
machismo acérrimo que iba en contra de sus tendencias naturales. Si no fuera por
Darling y su ayuda, Maris habría muerto antes de llegar a la madurez. No había tal
cosa como un Phrixian homosexual. Maris jamás había conocido a otro o incluso había
oído hablar de nadie a parte de él.
Y ser un príncipe para colmo...
Eso más que nada era por lo que su recompensa era mayor que la de Darling o
Nykyrian. Nykyrian podría haberle quitado el ojo a Kyr, pero mientras Maris viviera, era
una mancha en el honor de la familia. Y si uno de sus hermanos pudiera reclamar su
vida, él sería ofrecido en bandeja a sus padres para la limpieza de su flota genética. El
asesino de Maris sería honrado como un héroe nacional.
Un repentino destello a la derecha le llamó la atención.
Reaccionando por instinto, Maris se dejó caer un instante antes de que un dardo
negro le pasara muy cerca del rostro, sintió el aire caliente del mismo. Por detrás, un
asesino se acercó con un cuchillo mientras la muchedumbre se daba cuenta de lo que
pasaba y entraba en pánico. La gente corría en todas direcciones, gritando mientras
buscaban refugio. Maris giró y cogió la muñeca del hombre. El asesino gritó cuando

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Maris torció y rompió el hueso. El asesino levantó su blaster, pero antes de que
pudiera disparar, Maris le golpeó la nariz con el dorso de la mano. Le arrebató el arma
al asesino mientras el hombre caía sobre la acera. Cambiando el disparo para aturdir,
Maris le disparó y se mantuvo agachado mientras buscaba al próximo objetivo.
Vio al que le había disparado el dardo y se movió hacia él con una determinación
visceral. Sin darse cuenta, cayó en la fijación del destino y no se dio cuenta del tercer
asesino que le hundió una daga profundamente en el costado. Silbando, se giró y
aplicó un movimiento de revés. Cuando se disponía a romperle la nuez, Maris se
congeló.
Draygon...
Su hermano menor, que apenas tenía un año más que Saf.
Se estremeció al verle. Cambio la táctica, y mandó a Draygon al suelo con un
fuerte agarre a su cuello. Un hombre inteligente lo eliminaría. Hermano o no. Sin
embargo, cuando Maris iba a matar, no vio a un soldado. Vio a su hermano riendo
mientras trataban de saltar por encima de una zanja que había dejado a Maris con una
pierna rota. Aunque Draygon se lesionó a sí mismo, había llevado a Maris a casa.
Éste no era un enemigo.
Era su hermano pequeño.
Los ojos oscuros de Draygon lo desafiaban ahora, tal como lo habían hecho ya
de niños cada vez que se habían cabreado por algo. Maris podía oír la burla en la
cabeza. ¡Vamos adelante y golpéame! Puedo soportarlo.
Así era como habían sido criados ambos.
En silencio, Draygon lo miraba desafiante, esperando el golpe mortal.
Maris se extrajo el puñal del costado que Draygon había introducido allí. Sin
decir una palabra, se inclinó y lo lanzó directamente al corazón del asesino sobre el
que había fijado su objetivo.
Sin embargo, la mirada de su hermano nunca vaciló mientras esperaba que
Maris lo matara. Maris lo inmovilizó con un asimiento paralizante del que Draygon
jamás había sido capaz de escapar. Si Maris lo dejaba ir, el honor de Draygon estaría
eternamente dañado. Ser derrotado por un objetivo era el peor insulto para un
Phrixian.
Por un objetivo que era homosexual...
El acto más amable sería cortar la garganta de Draygon y dejarlo muerto en la
calle. Pero mientras Maris miraba en un par de ojos idénticos a los suyos, no podía
hacerlo.
A pesar de todo.
Dejando inconsciente a Draygon con un golpe, rápidamente se alejó entre los
civiles gritando, apretándose la profunda herida con la mano.

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Tengo que conseguir ayuda. Al ritmo que estaba sangrando, nunca lo lograría en
un hospital. Sólo tenía tiempo suficiente para una llamada antes de desmayarse, y
muy probablemente morir en la calle...
Sin vacilar, llamó a la única voz que más necesitaba oír.
—Hola, amor. ¿Estás en camino?
Maris jadeó ante el gran dolor mientras la visión se le oscurecía.
—Estoy gravemente herido, Ture.
—¿Qué?
Maris se metió en un callejón y presionó la espalda contra la pared de piedra
mientras se deslizaba hacia abajo, metiéndose más en las sombras. Observó el
entorno en busca de más asesinos.
—Fui atacado.
—Cariño, ¿dónde estás?
Maris trató de concentrarse, pero la sangre caliente seguía fluyendo sobre la
mano y bajaba por la pierna. Se deslizó sobre ella y golpeó la acera.
—¡Mari! Háblame.
—Um... —Todo giraba a su alrededor. Trató de levantarse y no pudo. Se estaba
muriendo y lo sabía—. Ture... Te quiero.



—¡Maris! —gritó Ture mientras las palabras susurradas de Maris le traspasaban


el corazón.
No hubo respuesta.
Aterrorizado, mientras las lágrimas le inundaban los ojos, se arrancó el delantal y
llamó a Darling. Le entregó el delantal a su jefe de cocina.
—Hazte cargo hasta que yo vuelva.
Su mandíbula cayó mientras corría hacia la puerta. En el momento en que Ture
llegó a la calle, respondió Darling.
—¿Darling? Soy Ture. Maris me acaba de llamar, ha sido atacado y herido. Creo
que se desmayó mientras estaba hablando conmigo. No tuvo la oportunidad de
decirme dónde estaba. Ayúdalo, por favor. Dime cómo encontrarlo.
—¿Dónde estás?
—Estoy fuera de mi restaurante.
Podía oír los sonidos de la carrera de Darling.

120
—Está bien... se fue de aquí hace unos veinte minutos. Debería estar más cerca
del restaurante que del palacio. Automáticamente habrá buscado refugio. Un callejón
probablemente. Estoy en camino, pero tengo que colgar para localizarlo.
Las lágrimas corrían por el rostro de Ture.
—Encuéntralo, por favor. —Tenía la respiración entrecortada mientras el pánico
amenazaba con embargarle, colgó y corrió por la ruta de Maris, tratando de averiguar
por dónde podría haber ido.
Al cuarto callejón vacío, estaba listo para gritar.
Por favor, no te mueras...
La cruda y absoluta agonía lo atormentó. Era tan devorante que quiso
arrodillarse y gritar por su intensidad. Sólo el conocimiento de que Maris lo necesitaba
lo mantuvo en posición vertical. Tenía que mantener la calma.
Si Mari estuviera aquí, le diría que se mantuviera tranquilo. Que respirara.
Al llegar al sexto callejón, oyó el sonido de sirenas. Delante, había tres cuerpos
en el suelo y la gente se congregaba a su alrededor.
Acortando la distancia, vio gotas de sangre sobre la acera y se paró de repente.
Maris. Él debió darse cuenta de que estaba dejando un rastro.
Asustado y tembloroso, Ture se dirigió al callejón cercano a la sangre. Abrió la
boca para llamarlo en voz alta y luego se detuvo a sí mismo. ¿Y si había más
atacantes entre la multitud? Podían oírle y terminar con Maris.
Con todo el cuerpo debilitado por el miedo y la angustia, buscó en el callejón
signos reveladores. Estaba a punto de irse cuando vio una pequeña mancha roja en
un ladrillo a los pies. Entonces vio el talón de una bota de color marrón oscuro
enterrado en los escombros...
—Mari —susurró, corriendo hacia él.
De alguna manera, Maris había logrado meterse detrás de una pequeña unidad
eléctrica. Con cuidado de no hacerle daño, Ture lo sacó.
Oh Dios, no.
La sangre cubría todo el costado de Maris. Su rostro estaba pálido, con un tinte
azulado. Ture lo acunó contra el pecho mientras sollozaba incontrolablemente.
—¡No te atrevas a morir en mis brazos, Mari! ¿Me oyes? No te mueras. No
puedo vivir sin ti.
De repente, oyó que alguien corría por el callejón. Ante el temor de que fuera un
asesino, Ture agarró el blaster que Maris llevaba de reserva en la bota y apuntó hacia
el intruso.
Darling se congeló y levantó las manos.

121
—No dispares. Soy de los buenos.
Ture bajó el arma al instante. No podía hablar al darse cuenta de la cantidad de
sangre de Maris que tenía encima. Los labios le temblaban.
Darling y Hauk se arrodillaron a su lado. Tomó a Maris de los brazos de Ture, y
lo puso en el suelo.
—Sé que me vas a odiar por esto, Mari, pero... —Rasgó la camisa de Maris y
expuso la herida irregular del costado.
Abriendo un maletín, Hauk llamó a Syn.
Ture luchaba por contener las lágrimas. La última cosa que quería hacer era
distraerlos con su inútil histerismo. Pero era tan difícil cuando todo dentro de él gritaba.
Con mano temblorosa, le apartó el pelo de la cara a Maris mientras Darling y
Hauk trabajaban en él.
Darling maldijo en el mismo instante en que los ojos de Hauk se abrieron con
pánico. Él inclinó la cabeza de Maris hacia atrás y comenzó las compresiones
torácicas.
—¡Respira, maldita sea, respira! —gruñó.
De repente, Syn estaba allí con ellos.
Darling, se alejó y le permitió tomar el relevo. Cuando la mirada agonizante de
Darling coincidió con la de Ture, Ture vio lo mucho que también significaba Maris para
Darling.
En este terrible sufrimiento, eran almas gemelas.
—Testarudo y bastardo Phrixian. Eres un grano en mi culo —gruñó Syn por lo
bajo—. No nos hagas esto. —Extrajo un inyectable de su bolsa.
Los ojos de Ture se desorbitaron por el tamaño del mismo.
Cuando Syn se disponía a enterrarlo en el centro del corazón de Maris, Ture
comenzó a dirigirse hacia él, pero Darling, lo atrapó y lo retuvo.
—No mires.
No podía apartar los ojos de ellos mientras Syn inyectaba adrenalina
directamente en el corazón de Maris.
Justo cuando Ture estaba a punto de gritar, Maris tomó una respiración profunda
y frenética y abrió los ojos. Jadeante y tembloroso, Maris miró a su alrededor hasta
que vio a Ture con Darling. Él extendió la mano hacia ellos.
Al principio, Ture pensó que iba dirigido a Darling. Pero fueron sus dedos los que
Maris agarró. Los atrajo más cerca hasta que pudo darle un ligero y delicado beso en
los nudillos.

122
Más lágrimas ahogaron a Ture retornando las caricias en el pelo de Maris
mientras Syn lo estabilizaba para trasladarle.
Darling se acuclilló junto a Ture y apretó el hombro de Maris.
—La próxima vez que te marches cuando te pido que no lo hagas, te juro que te
pegaré un tiro yo mismo.
Maris tosió.
—Simplemente no apuntes a la ingle.
—No tiene gracia —dijeron Ture y Darling al mismo tiempo.
Hauk se echó a reír
—Creo que es muy gracioso.
Ambos le miraron airadamente.
Molesto al extremo, Darling le dio la espalda a Hauk mientras Maris acariciaba la
palma de Ture. Fue entonces cuando Darling se dio cuenta de que Maris no lo había
llamado a él cuando fue atacado.
En cambio, había llamado a Ture.
Por un instante, una loca puñalada de celos le atravesó. Desde el jardín de
infancia, Maris había sido para Darling una constante con la que podía contar, costara
lo que costara. Había tenido a Mari consigo durante tantos años que era difícil aceptar
el hecho de que Maris finalmente tenía a otra persona.
Alguien al que amaba lo suficiente para que fuera solo la voz de Ture la que
había querido escuchar antes de morir.
No la de Darling.
Pero eso no era algo por lo que estar celoso. Maris merecía ser amado y
apreciado por alguien que pudiera darle todo lo que necesitaba. Y aunque Darling
podía ofrecerle la amistad y el corazón, jamás podría compartir el cuerpo con Maris.
Sin importar lo mucho que lo amaba.
Por primera vez, comprendió plenamente la profundidad del amor de Maris por
él. A pesar de que estaba enamorado de él, Mari había buscado a Zarya y la había
devuelto a la vida de Darling, para sanarle el alma devastada. ¿Cuántas personas
serían tan altruistas?
Inclinándose, Darling besó la mejilla barbuda de Maris.
—Te amo, Mari.
—Yo también te amo —contestó automáticamente Maris. Sonrió ante las
sentidas palabras de Darling hasta que el miedo se apoderó de él. Miró a Ture,
esperando lo peor.

123
No había juicio ni odio en esos hermosos ojos grises. No titubeó en su tacto
mientras continuaba acariciando el pelo de Maris.
Hauk fue al encuentro de los sanitarios que traían una camilla para Maris.
Syn comprobó sus signos vitales.
—A menos que haya infección, creo que vas a salir de ésta, amigo. Y no te
atrevas a coger una infección. Esto es lo más cerca de la muerte que quiero tenerte en
la vida.
Maris tosió.
—Trataré de evitar la muerte lo mejor que pueda. La hija de puta es implacable.
Creo que trabaja para la Liga.
Ture y Darling se pusieron de pie y retrocedieron para que los médicos pudieran
levantar a Maris en la camilla.
Cuando llegaron al transportador sanitario, ambos empezaron a entrar. Ture
vaciló. Darling sonrió amablemente.
—Lo siento. La fuerza de la costumbre. Sé que él prefiere tenerte a ti.
Ture no estaba seguro de eso. No es que realmente le importara en este
momento. Bajó la mirada hacia el blaster de Darling.
—Debes ir tú. No puedo protegerle de otro atacante. No como puedes hacerlo
tú. Te veré en el hospital.
Su sonrisa se fundió en un ceño fruncido.
—¿Estás seguro?
—Completamente. No se trata de mi ego. Se trata de la vida de Mari. Mantenle a
salvo para mí. Por favor.
Darling, lo abrazó antes de meterse en el transportador detrás de Syn.
—No te preocupes —dijo Hauk mientras le pasaba un brazo por los hombros a
Ture—. Voy a conseguir que estés allí antes que ellos.



Maris se quitó la mascarilla del rostro cuando el transportador sanitario despegó.


—¿Dónde está Ture?
Darling volvió a ponérsela sobre la boca y la nariz y luego la sostuvo en su sitio
para que Maris no pudiera quitársela de nuevo.
—Me pidió que fuera contigo.
Haciendo una mueca, Maris apretó los dientes. A pesar de todas las veces que
Ture le había profesado su amor, Maris jamás había respondido. Pero con Darling...

124
Maris ni siquiera había pensado en ello, o cómo le sonaría a Ture.
¡Maldita sea! Tenía que doler profundamente. No era de extrañar que se hubiera
quedado atrás. Con su suerte, Ture nunca hablaría con él de nuevo.
—Shh —dijo Syn, inclinándose sobre él—. Tienes que calmarte.
Más fácil decirlo que hacerlo. No habría herido a Ture por nada.
¿Qué he hecho?
Cuando él no pudo relajarse, Syn lo noqueó.



Fiel a su palabra, Hauk llevó a Ture al hospital en su motocicleta aérea antes de


que llegara el transportador. Estaba debilitado por el miedo ante la manera de pilotar
de Hauk, pero había llegado de una sola pieza. Físicamente, de todos modos.
Mentalmente era otra cuestión.
Hauk le condujo al interior del vestíbulo, donde Zarya, la princesa Annalise,
Drake y un hombre que se parecía mucho a Hauk les estaban esperando. Ahora el
embarazo de Zarya era tan evidente como había sido el de Ana hace un par de
semanas.
Ture se mordió el labio al ver lo pálida que parecía.
—¿Estás bien, cariño? ¿Es bueno que estés de pie?
Su mirada revoloteó sobre la sangre en la ropa y la piel de Ture mientras
palidecía aún más.
—¿Mari? —dijo con voz temblorosa.
—Está vivo.
Cerró los ojos, suspiró de alivio y se llevó la mano al corazón.
—Me aterroricé cuando Darling me dijo que Maris había sufrido una emboscada.
¿Estás bien?
—Asustado como tú, pero no estoy herido. —Ture la atrajo hacia sí y la abrazó
—. Te he echado de menos.
—Yo a ti también. —Inclinó la cabeza para sonreírle—. Te lo dije, ¿no?
Frotó la nariz contra la de ella.
—Sí. Tenías razón. Amo a Mari. Él es todo lo que dijiste y más.
Drake dejó escapar un silbido para llamar la atención.
—Deja que mi hermano te vea importunar a su esposa de esa manera, y voy a
tener que raspar tus restos con una espátula. Sin ánimo de ofender, odio limpiar.

125
Zarya se echó a reír.
—Relájate, Drake. Darling, no dirá una palabra.
Drake parecía tener serias dudas mientras se colocaba junto a su hermana,
Annalise.
Las puertas se abrieron. Ture se volvió para ver la camilla con Darling y Syn. Sin
detenerse, Syn pasó con Maris junto a él y atravesó las puertas de urgencias.
Darling se paró a su lado.
—Mari está estable. Entró en pánico cuando se dio cuenta que yo estaba con él
y que tú te habías quedado atrás, por lo que Syn lo dejó fuera de combate para
mantener sus constantes vitales normales.
Ture suspiró.
—Él nunca creerá que no estoy celoso de ti. No sé cómo convencerlo de que
vuestra relación no me molesta.
Darling arqueó una ceja por el escepticismo en un gesto muy similar al que
utilizaba Maris. Se conocían desde hacía tanto tiempo que compartían muchas de
esas peculiaridades.
—¿No lo estás?
—No. ¿Por qué habría de estarlo? Tú has estado en su vida mucho más tiempo
que yo. No es como si te hubieras acostado con él o lo hicieras... Con eso podría
mostrarme en desacuerdo. Hasta ahora, he pensado en ti más como un familiar
político irritante al que Maris cuida... y cuya existencia tengo que sufrir en silencio.
La mandíbula de Darling se aflojó.
—Creo que me siento insultado... ¿Y qué quieres decir con “hasta ahora”?
Ture se puso serio.
—Habría muerto hoy si no hubieras estado allí. Yo podría estrangularle por
llamarme a mí y no a ti. Pero si no es por ti, no habría tenido ni idea de dónde buscar,
o la manera de localizarlo. Gracias, Darling.
—No tienes que darme las gracias por salvar a Mari. Ese es mi trabajo. —Darling
atrajo a Zarya para abrazarla—. Sólo cuídale por mí. Eso es todo lo que te pido.
—¿Majestad?
Darling se giró mientras un oficial se unía a ellos.
El agente de sexo masculino hizo una profunda reverencia.
—Dos asesinos estaban muertos a la llegada. El tercero mató a tres agentes y
escapó. Hemos puesto sobre aviso a todas las agencias para que estén en guardia.
Con suerte, lo atraparemos.
Darling, inclinó la cabeza.

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—Gracias por su servicio y el informe.
El oficial comenzó a alejarse, luego desenfundó su blaster y apuntó a la puerta.
Sorprendido, Ture miró más allá de él para ver a un asesino uniformado de la
Liga entrar en el vestíbulo. Tan pronto como vio al oficial, levantó las manos y se
quedó inmóvil.
Darling bajó el arma del hombre hacia el suelo.
—Está bien, agente Dalens. Él está de nuestro lado.
Inclinándose de nuevo, el oficial se retiró.
Sólo entonces el asesino se acercó. Alto, bien musculado, bien armado y de pelo
negro, se movía con la gracia fluida de un ejecutor letal. Sin embargo, había algo
extrañamente familiar en él.
—¿Cómo está? —preguntó el asesino a Darling.
—Vivirá. ¿Alguna idea de quién se nos escapó?
Un tic empezó en la mandíbula del asesino.
—Draygon. Mi conjetura es que Mari lo dejó ir. Es imposible que Dray se hubiese
escapado de él... lo que significa que va a un asetum para el perdón.
—¿Qué? —preguntó Ture.
Darling, hizo un sonido de suprema irritación.
—Vendetta de sangre para vengar su honor. Pero es más grave de lo que
parece. Cuando un Phrixian hace un asetum, es a muerte.
—En este caso, la de Dray... a menos que Mari permita que le arranque la
cabeza. El estúpido hijo de puta podría acceder.
Ture lo vio todo rojo ante esas palabras. Sin pensarlo, empujó hacia atrás al
asesino.
—¡No te atrevas a insultarlo!
Darling, se interpuso entre ellos antes de que el asesino pudiera tomar
represalias.
—Todos nosotros tenemos las emociones a flor de piel. Pero antes de que
vosotros dos os dejéis llevar por ellas, permitidme hacer las presentaciones. Ture,
Xans conocido como Safir Jari. Saf es el hermano menor de Maris. Ture es el novio.
Eso eliminó la rabia de Ture, y el fuego se apagó en los ojos oscuros de Saf.
—Lo siento —dijeron al mismo tiempo.
Así que éste era el hermano que había sido golpeado en lugar de Maris.
El que Mari amaba por encima de todos los demás.

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Por la expresión ligeramente suavizada en la cara de Saf, Ture supo que Maris
había hablado con su hermano sobre su relación. Pero no estaba muy seguro de cómo
comportarse. Como todos los asesinos, Saf mantuvo sus emociones visiblemente
reprimidas.
—No quise faltarle el respeto a Mari —explicó Saf—. Simplemente es demasiado
tierno de corazón cuando se trata de nuestros hermanos idiotas. Personalmente, me
gustaría tener una oportunidad lícita sobre Kyr... y la mayoría de los días, Dray,
también.
—Sí, salvo que fue Dray no la Liga —dijo Darling—. Los otros dos fueron
asesinados.
Saf apretó los dientes.
—Kyr ha convocado a toda la familia sobre Maris para poder vengar la
vergüenza que ha traído a nuestra casa. Vuestro pequeño truco en la prisión acabó
con la última pizca de cordura que Kyr poseía. Aunque le encantaría tener tu cabeza
colgada en la pared, está obsesionado con la de Maris.
Ture frunció el ceño.
—¿Por qué?
El tic volvió a la mandíbula de Saf, algo que Mari hacía cuando estaba cabreado.
—Sería bastante malo si Maris solo fuera homosexual. El hecho de que es gay y
el mejor y más condecorado guerrero de la familia... Kyr quiere sus testículos en un
frasco para demostrar que él es el mejor hombre.
—¿Mari es mejor que tú? —No pudo evitar preguntar Ture.
Safir se puso rígido.
—Soy muy bueno en lo que hago. Me gustaría enfrentar mis habilidades contra
cualquiera, en cualquier momento y en cualquier lugar... excepto contra Maris y
Nykryian. —Miró a Darling—. Y contra el hombre que enseñó a Mari cómo luchar de
verdad, y hacer volar la mierda a pedazos. Al crecer, me metí en bastantes altercados
con Mari para saber que puede barrer el piso con mi culo, y eso que se contuvo
porque realmente no quería hacerme daño. Si bien puedo hacerle sangrar, no puedo
detenerlo, y lo sé. A diferencia del resto de mi familia, tengo un gran respeto y aprecio
por las habilidades y destrezas de mi hermano.
Darling, se encogió de hombros.
—Sí, bueno, aprendí la mayoría de lo que sé de Nyk.
—Es por eso que no he aceptado su contrato. O el tuyo. Puedo ser arrogante,
pero no soy estúpido. Por suerte, Kyr y Dray son los familiares que lo acaparan.
A Ture le estaba empezando a gustar realmente Saf. A diferencia de los otros de
su calaña, Saf era extrañamente humilde y amable.

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Safir observó la estancia.
—Hablando de eso, mejor me voy. No es precisamente inteligente venir y ser
visto aquí. Pero cuando escuché el informe de Dray, me entró el pánico y quise
asegurarme de que estaba mintiendo acerca del estado de gravedad de Mari. —Le
tendió la mano a Darling.
—Paz, hermano. —Darling tomó su mano y luego lo abrazó.
Para el completo asombro de Ture, Saf tiró de él en un abrazo de todo el cuerpo.
—Cuida de mi hermano por mí. Dile que no puede morir y dejarme como única
fuente de cordura en la familia. Que dependo de su ayuda para resistir.
Después de dar a Hauk el mismo abrazo que le había dado Darling y besar la
mejilla de Zarya, Saf hizo una señal de respeto y solidaridad de la Liga sobre el
corazón y luego se marchó.
Ture arqueó una ceja hacia Zarya.
—Es sorprendente.
Ella asintió con la cabeza.
—Me cayó bien Safir desde el momento en que lo conocí. ¿Sabes que él es la
única razón por la que tú y yo estamos vivos, no?
Ture frunció el ceño.
—No. ¿Cómo es eso?
Darling, cruzó los brazos sobre el pecho.
—Después de que todos nuestros recursos combinados no pudieron localizaros,
Saf es el que descubrió donde estabais siendo retenidos e informó a Maris. Vosotros
dos seguiríais prisioneros, o muertos, si no fuera por Safir.
Ture se congeló ante el coraje que le supuso a Safir ir contra Kyr y el resto de la
Liga. Si alguna vez se enteraban de lo que había hecho, harían que su muerte fuera
un ejemplo, doloroso y prolongado.
—Me gusta mucho más, ahora. —Frunció el ceño—. ¿Por qué no me contó
Maris eso?
—Mari protege lo que ama. Eso no quiere decir que no confíe en ti. Pero
teniendo en cuenta su dura educación, ha aprendido a decir lo menos posible cuando
se trata de entregar información que podría llevar a que alguien sea asesinado. No
tienes ni idea de los horrores que él y Saf han tenido que pasar. Hay una razón por la
que toda su familia está loca. Y Maris es la única razón por la que Saf es medio
normal. Él hizo todo lo posible por proteger a su hermano, y mostrarle que había otras
maneras de vivir que la vida severa en la que habían nacido.
Ture digirió eso.

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—Mari nunca habla realmente de su familia o del pasado. —Cada vez que
trataba de abordar el asunto, Maris cambiaba hábilmente de tema.
—Porque te partiría el corazón. —Darling lo apartó de los demás para que
pudieran hablar en privado—. ¿Sabías que los Phrixians tienen treinta y tres palabras
para el honor? ¿Veinte para la lealtad? ¿Tres docenas para la traición, pero ni una
sola palabra de amor?
A Ture se le desencajó la mandíbula.
—Estás bromeando.
Darling, negó con la cabeza lentamente.
—La declaración de afecto los unos por los otros se traduce por: No te causaré
deshonra. O: Esera diya kya, lo que significa que moriré antes de causarte vergüenza.
Su gente realmente no tiene un concepto social del amor.
—¿Ninguno?
—Ni siquiera de padres a hijos. Los niños Phrixian son vistos como propiedad
del gobierno. Los padres no los tienen, ni siquiera los educan, porque los quieran o los
amen. Lo hacen porque es su deber nacional criar guerreros para luchar, y las hijas de
procrear la próxima generación de soldados.
Horrorizado por lo que describió Darling, le miró fijamente.
—Mi mente ni siquiera puede concebir lo que me estás diciendo.
—Lo sé. Su mundo es alucinante. Los niños pueden ser, y serán, arrebatados de
cualquier padre que se considere demasiado indulgente con ellos. A los dieciséis
años, sus hombres son reclutados en las fuerzas armadas. Algunas muchachas, si
ellos las aprueban, pueden unirse, pero está mal visto. Allí, ellos son vistos como
propiedad del gobierno hasta los cuarenta y dos años de edad. Hasta entonces, no
pueden poseer nada, ni casarse. Si tienen un hijo, es criado por el gobierno y no
saben nada de la educación del niño.
—¿Qué pasa con sus hijas?
Darling, hizo rodar los ojos con repugnancia.
—Si las consideran bellas o tienen un buen linaje, son introducidas en el
estanque matrimonial como trofeos vírgenes para los guerreros retirados que buscan
compañera. Las demás son introducidas en el servicio público, lo cual incluye servir a
los soldados reclutados siempre que ellos se ganen los privilegios sexuales.
Ture frunció el ceño.
—Estoy confundido. Mari estuvo comprometido una vez. Me dijo que fue en
serio.
—Maris es un príncipe. Aunque aun así tienen que acatar las mismas leyes que
todos los demás, a ellos, en exclusividad, se les permite tener propiedades antes de

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que abandonen el servicio militar, y podrían casarse si su padre necesitara aliados
políticos. Incluso casados, no pueden vivir con sus esposas hasta que cumplan los
cuarenta y dos y sean liberados del servicio. La única otra salida honorable, para
cualquiera de ellos, es ser lo suficientemente buenos para unirse a la Liga como
asesinos, al igual que Saf y Kyr.
Donde se les forzaba a ser célibes, y donde nadie podía retirarse. A los asesinos
se les mataba en el momento en que se hacían demasiados viejos o estaban muy
heridos para seguir con sus obligaciones.
Las lágrimas llenaron los ojos de Ture, mientras trataba de imaginar lo horrible
que la existencia había sido para un amante de la paz como Maris.
—Mari dijo que la Liga obligó a su padre a entregar a un hijo por mezclarse con
los humanos.
Darling, asintió con la cabeza.
—Maris fue un preso político durante diez años.
Ture estrechó su mirada en Darling.
—¿Prisionero? Por la manera en que él lo explicó, pensé que sólo había sido
acogido por una familia humana.
Darling soltó una carcajada amarga.
—Adoro como Mari endulza las cosas para aquellos a los que ama. —Fijó una
mirada ardiente sobre Ture—. Tenía apenas cinco años, y no podía entender una sola
palabra de Universal o cualquier idioma que no fuera el Phrixian, cuando su propio
padre lo esposó y lo entregó a la custodia de la Liga con un orden... Acarrea cualquier
vergüenza sobre Phrixus y nos cenaremos tu hígado.
Asqueado, Ture lo miró fijamente.
—¿Qué?
Mirando hacia Zarya, Darling suspiró profundamente.
—Su padre no estaba bromeando. Habría matado a Mari si hubiera recibido
algún informe de mala conducta o problemas. Así que ahí estaba Mari, sin
conocimiento de la bondad o el amor o la compasión de ningún tipo, incapaz de
comprender lo que las personas extrañas que lo rodeaban estaban diciendo, arrojado
a los lobos. Solo.
Era poco más que un bebé.
Y Darling no hizo ninguna mención sobre la naturaleza anfibia de Mari y la
presión de mantener ese secreto. A pesar de que aborrecía la violencia, Ture quería
matar a la familia de Maris por la crueldad de abandonar a un niño tan joven.
—En Phrixus —continuó Darling—, alguien hace algo que no te gusta, y los dos
lucháis hasta que uno de vosotros pierde la consciencia o muere. Esa es la ley

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Primordial. Repentinamente, Maris fue arrojado a un mundo en el que estaba prohibido
atacar a nadie. Bajo ningún motivo. Todo para lo que había sido entrenado y educado
desde su nacimiento era exactamente lo contrario de lo que se esperaba de él una vez
que abandonó el territorio Phrixian. Tuvo que frenar cada instinto que poseía o morir
por ello. La Liga le dijo que mejor era que ni aplastara, ni matara una mosca o ellos
tomarían represalias. Primero contra él. Después contra su pueblo.
El estómago de Ture se contrajo por el horror que Maris debió sentir como un
crio pequeño solo en un mundo que no entendía.
—¿Dónde vivió?
—La Liga se lo entregó a la familia real Ultaran.
Ture no estaba seguro de dónde estaba Ultara, pero conocía el nombre del
planeta.
—¿Por qué allí?
—Los Ultarans llevaban siglos en guerra con los Phrixians. Nadie se preocupaba
por eso, hasta que un trasportador de la Liga quedó atrapado en el fuego cruzado. Ya
que los Phrixians fueron los que lo hicieron estallar, fueron castigados con mayor
severidad que los Ultarans. El Alto Mando de la Liga exigió que el emperador Phrixian
cediera a un hijo durante un periodo de diez años a los Ultarans para garantizar un alto
el fuego entre sus imperios.
—¿Y los Ultarans? ¿Cuál fue su castigo?
—Básicamente una amonestación menor.
A Ture le repugnaba como funcionaba la Liga.
—¿Entonces Mari fue entregado a los enemigos de su padre?
La expresión en el rostro de Darling, confirmó los temores de Ture.
—Así fue.
Y como el hijo de su enemigo...
—Supongo que no fueron amables.
—¿Sabes cómo conocí a Maris, ¿verdad?
Era uno de los mejores recuerdos de Mari.
—Le salvaste de un matón.
—El príncipe Ultaran. Crispin. Tengo que admitir que estaba muerto de miedo
aquel día. Era la primera vez que estaba lejos de casa o de la familia, y lo único que
quería era que el día terminara y viniera mi padre a buscarme. —Darling se detuvo
cuando los recuerdos le acudieron a la mente. Incluso después de tantos años, podía
verlo como si hubiera sido ayer.

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Había estado jugando al pilla-pilla con otro chico cuando Crispin, que dejaba
enanos a Maris y a él, tiró al suelo a Maris y lo mantuvo allí cogido por el pelo. El ojo
de Maris estaba magullado y su nariz sangraba por los puñetazos que Crispin ya le
había dado.
—No eres muy fuerte, ¿verdad, Phrixian? No eres más que un gallina. Di, soy un
mariquita asustado. ¡Dilo!
Un grupo de chicos mayores, los amigos de Crispin, los rodeaban y se reían del
abuso al que estaba siendo sometido Maris.
—Dilo, ¡escoria Phrixian!
Si Darling viviera mil años, jamás olvidaría el miedo que vio en el rostro de Maris.
Debido a que el padre de Darling, a menudo atendía las sesiones y reuniones
con él en su regazo, había tenido bastantes conocimientos de la política a su corta
edad, y sabía quién era Maris y por qué estaba en la escuela. Por encima de todo,
sabía que Maris tenía prohibido defenderse. Si hubiera osado protegerse, un informe
habría sido presentado en la Liga, y Maris habría sido ejecutado por ello. Si no por la
Liga o los Ultarans, entonces por su propio padre.
Maris había dicho algo en Phrixian, pero la comprensión de Darling del idioma en
aquel momento había sido tan pobre como la Maris por el suyo.
—¿Qué? —le gritó Crispin en la oreja—. ¿Quieres chuparme la polla? ¿Es eso lo
que dijiste, monstruo? —Levantó la mano todavía envuelta en el cabello de Maris.
Como ya había comenzado la instrucción militar antes de que hubiera sido
entregado a la Liga, Maris había fintado a la derecha y retrocedido. Y a pesar de que
había dejado un mechón de pelo ensangrentado en la mano de Crispin, había salido
disparado a través del patio con los otros persiguiéndole.
Dos de los estudiantes mayores le habían puesto la zancadilla mientras corría
delante de ellos. Con una gracia fluida, Maris había rodado y puesto de pie. Pero
apenas había recuperado el equilibrio cuando Crispin lo estrelló contra la pared y
comenzó a golpearle de nuevo.
Darling, había mirado a sus maestros que estaban ignorándolo todo. Ellos
sabían que el padre de Crispin simplemente los castigaría si intervenían. Como
emperador, él tenía poder absoluto sobre ellos. Y como el padre de Maris no haría
nada para ayudar a su hijo, se negaron a prestar ayuda y arriesgar sus cuellos o
trabajos.
Incapaz de soportar ni un minuto más la crueldad, Darling atravesó el patio a la
carrera y golpeó a Crispin con el cuerpo, apartándolo de Maris. Cegado por la furia,
Darling había dado una paliza al cobarde llorón.
Dos veces su tamaño y edad, Crispin había llorado como un bebé.
—¡Júrame que no lo vas a golpear más! ¡Nunca! —Había exigido Darling.

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—¡No!
Darling, le había golpeado una y otra vez, hasta que tuvo los nudillos
ensangrentados y amoratados.
—¡Júralo! ¡O por dios, que te golpearé cada vez que te vea!
—¡Vale! Juro que nunca lo golpearé otra vez.
—¡Ni siquiera en casa!
—Ni siquiera en casa.
Sólo entonces Darling se retiró. Dolorido y jadeante, se giró para mirar a Maris
todavía contra la pared, mirándolo como si temiera que Darling fuera a continuar
donde Crispin lo había dejado.
Darling, le había sonreído y trató de pensar en algo que Maris entenderían en
Universal.
—Hola, soy Darling Cruel. Deberíamos ser amigos.
Maris había fruncido el ceño como si luchara por traducir lo que Darling le había
dicho.
Así que Darling había sacado del bolsillo su Notebook del tamaño de una mano,
y descargó un traductor para decírselo en Phrixian.
Sólo entonces Maris le devolvió la sonrisa. Se acercó al Notebook y escribió una
respuesta.
—Tus servicios eran necesarios y serán memorizados.
Eso fue meses antes de que Darling entendiera la extrañeza de ese comentario.
Los Phrixians no tenían palabras para amigo, gratitud o agradecimiento.
Se había señalado a sí mismo.
—Darling.
Maris había hecho lo mismo.
—MAH-ress.
A partir de ese momento en adelante, Darling había mantenido a Maris cerca,
vigilando su espalda mientras enseñaba a Mari Universal y Mari le enseñaba a él el
Phrixian lo bastante bien para poder hablarse entre ellos con fluidez. Aquellos días
habían sido muy duros para Maris. Darling, ni siquiera podía contar cuántas veces
había llegado a la escuela con moretones y cortes donde los Ultarans lo habían
atacado mientras estuvo en su tierra.
Mari nunca dijo una palabra al respecto. Tampoco trató de hacerse amigo de
nadie. “Soy leal a ti, solo a ti, Darling. Ellos no son de confianza”.
Su desconfianza sólo creció cuando vio cómo brutalmente sus compañeros
habían dado la espalda a Darling cuando éste, para salvar la vida de su madre por un

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asunto que le habría supuesto la ejecución, había reclamado a su amante masculino
como propio. Después de aquello, Maris nunca había confiado en nadie con nada de
lo que podría perjudicarle el cuerpo o el corazón.
Fue por eso que los dos eran más que hermanos. Por lo que Darling podría
matar a cualquier persona que causara un daño a Maris.
Los pensamientos de Darling volvieron al presente, mientras miraba a los ojos
de Ture. En todos estos años, Ture era al único al que Maris había ofrecido su
corazón.
Eso solo le decía lo mucho que Maris amaba a Ture.
—Tan asustado como yo estaba, sabía que Maris lo estaba aún más. Y yo no
podía quedarme de brazos cruzados y ver como le hacían daño.
—Eres un buen hombre, Darling.
Se burló de la alabanza de Ture.
—En realidad no. Imperfecto como todos los demás. Pero lo intento. Y estoy
agradecido de que Crispin fuera a la misma academia que yo, de lo contrario jamás
hubiera conocido a Maris. Y me estremezco ante lo que hubiera sido de nosotros si no
nos hubiésemos encontrado. Sé que no hubiera logrado soportarlo sin él.
—Él siente lo mismo por ti, Darling. Y ahora entiendo el porqué. No me puedo
imaginar lo terrible que debió ser para él.
—Sí, fue duro. Mientras que el resto de nosotros, se iba a casa de vacaciones y
permisos, Maris no. A su familia sólo se les permitía visitarle con la Liga como
carabina, y sólo durante un par de horas a la vez. Algo que muy raras veces hacían. —
Y cuando ocurría era únicamente para amenazarle—. Mientras tanto, después de que
las clases habituales terminaban, pasaba seis horas al día con los tutores Phrixian
para seguir con sus enseñanzas que contradecían todo lo que nuestra academia le
inculcaba. Hablé acerca de la tarea... No te puedes imaginar la carga de trabajo que
soportaba, y no se le permitía aflojar o hacerlo mal en cualquier tema, ya sea humano
o Phrixian.
—¿Por qué no?
—Honor. Fallar o permitir que un humano lo superase avergonzaría a su familia.
Se pasaba días sin dormir, sólo para poder seguir el ritmo.
Ture hizo una mueca. No era de extrañar que Maris rara vez se cansara y nunca
se quejara de estar tantas horas trabajando en el restaurante. Estaba acostumbrado a
eso.
—¿Nunca consiguió un descanso?
—A veces. Debido a nuestra amistad, mi padre intercedió lo que pudo entre la
Liga, los Phrixians y los Ultarans para que a Maris se le permitiera permanecer con

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nosotros, o de visita. Durante siete años, hicimos un muy buen trabajo ejecutando
interferencias.
—¿Sólo siete?
Los ojos de Darling se oscurecieron por el dolor.
—Mi padre fue asesinado cuando yo tenía doce años. Y aunque algunos de los
tecnicismos que él había establecido para permitir las visitas de Maris siguieron
vigentes, mi tío me quería aislado. Dejó en claro que él preferiría que Maris se
mantuviera alejado. Así que durante dos años y medio, permaneció en la academia sin
mí. Es algo de lo que nunca habla, así que sé que tuvo que ser malo para él.
—Y después entró en la armada Phrixian.
Darling, asintió con la cabeza.
—Eso también fue una pesadilla para él. Debido a que había sido "humanizado"
por algo que él se había visto obligado a hacer en contra de su voluntad, los Phrixians
agotaron la manera de castigarlo por ello. Lo perciben como débil y corrompido por su
tiempo con los Ultarans. Es por eso que su padre eligió a una no Phrixian para que se
casase con él. No quería que Maris avergonzara a su familia con sus simpatías
humanas y maneras afeminadas. Tampoco quería que ni uno solo de sus otros hijos
"puros" fuera contaminado por el hedor de un ser humano.
—¿Cómo pudo soportarlo Maris?
Darling rió con amargura.
—Sobre todo, arremetiendo. En aquellos momentos estaba perpetuamente
cabreado. Furioso con su padre, su familia. A veces incluso conmigo. Fue lo que le
convirtió en el gran guerrero que es. Había que dar rienda suelta a esa furia y jodía a
golpes a cualquier persona que se acercaba a él.
Ture jadeó cuando finalmente entendió las dos partes contradictorias de la
personalidad de Maris, y cómo podía oscilar de coquetear a vil asesino con tanta
rapidez.
—Sabes, yo solía odiarte mucho. Pasé muchas horas maldiciendo todo sobre ti y
tu familia real. Deseando que estuvieras muerto y enterrado... Lo siento, Darling. No
debería haberte juzgado y aborrecido, cuando no conocía nada acerca de tu
personalidad o situación. Y no puedo agradecerte lo suficiente todo lo que has hecho
por Maris. Entiendo totalmente su devoción ahora.
Darling, le ofreció una sonrisa triste.
—Maris y yo hemos estado juntos en las duras y las maduras. Espalda con
espalda, nos hemos defendido entre nosotros con todo lo que poseemos. Cada vez
que teníamos que recurrir a alguien, nos llamábamos el uno al otro. Hasta hoy.
Cuando pensó que se moría, fue tu voz la que quiso oír por última vez. No la mía.
Sinceramente, una parte de mí está un poco herido. Nunca he tenido que compartirlo

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con nadie antes. Pero lo amo lo suficiente como para dejarlo libre. Su felicidad lo es
todo para mí.
—Para mí también.
Darling, lo abrazó.
—Gracias por llamarme.
—Gracias por salvarlo.
Se echó hacia atrás y le ofreció su mano a Ture.
—¿Hermanos?
—Hermanos.



Maris se despertó con un dolor punzante en el costado. Haciendo una mueca,


abrió los ojos para encontrarse a Syn comprobando la venda sobre las costillas.
Cuando se dio cuenta de que estaba en un hospital, todo se precipitó hacia él.
El ataque.
Draygon...
Y a Ture negándose a entrar en la ambulancia después de que Maris le hubiera
dicho a Darling que lo amaba.
Mierda. Las consecuencias estaban destinadas a ser nucleares.
Syn levantó la cabeza para mirarlo a los ojos mientras Maris intentaba hablar.
—Tranquilo, Mari. Tendré que noquearte.
Incapaz de hablar, utilizó la mano libre para gesticular a Syn.
—Darling está fuera con los demás.
Maris se disponía a preguntar por Ture cuando la puerta del baño se abrió y Ture
se detuvo en seco.
—¿Está despierto?
Syn asintió.
—Acaba de abrir los ojos.
Ture corrió hacia el lado opuesto de la cama. Se inclinó sobre la barandilla y
sonrió a Maris mientras le pasaba la mano por el cabello.
—Hola, cielo. Nos diste un gran susto.
Confundido, Maris trató de darle sentido a esto. Había esperado la ira de Ture.
No su amor.

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Syn le quitó la mascarilla de la cara, y luego le entregó un vaso de agua.
—Despacio, a sorbitos.
Ture le ayudó con eso.
Maris tosió luego se encontró con los ojos grises de Ture.
—¿No estás cabreado conmigo?
—¿Por qué? ¿Por conseguir que te apuñalaran? No creo que lo hicieras a
propósito, ¿verdad?
—No... por lo de Darling.
Ture duplicó su ceño fruncido.
—¿Por lo de Darling?
—Por lo que le dije.
Ahora parecía irritado.
—¿Qué lo amabas?
Maris asintió.
Ture puso los ojos en blanco.
—¿Por qué iba a cabrearme por eso? Sé que lo amas. No es que alguna vez lo
hayas mantenido en secreto.
—Entonces, ¿por qué no te metiste en el transportador sanitario?
Sus rasgos se suavizaron mientras acariciaba el rostro de Maris.
—Tenía miedo de que te atacarán de nuevo, amor. Quería hombres junto a ti
que supieran hacer picadillo a alguien además de a un filete.
—¿En serio?
Ture suspiró profundamente.
—No estoy celoso por lo que hay entre tú y Darling, Mari. ¿Cuántas veces tengo
que decírtelo antes de que me creas? Jamás me interpondré entre los dos, y lo que
habéis compartido. Y en el futuro, cuando te estés muriendo, por el amor a los dioses,
por favor llama al que es capaz de salvar tu vida y no al que no puede.
Maris entrelazó sus dedos con los de Ture.
—Tú eres mi vida.
Ture le sonrió mientras le levantaba la mano hasta los labios y le besaba los
nudillos.
—Yo siento lo mismo por ti, que es por lo que quiero machacarte a palos por
llamarme cuando deberías haber llamado a una ambulancia. —Miró a Syn—.
Entonces, ¿cómo está, doctor?

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—Mejor. —Miró a los ojos a Maris—. Sin embargo, recibiste una infernal
puñalada. Tu hermano rozó la arteria y se dirigió directamente hacia el intestino. La
recuperación va a ser dolorosa.
—¿Qué puedo decir? Dray es bueno en lo que hace. Ni siquiera lo vi hasta que
lo tenía encima.
Syn frunció los labios.
—No alabes a ese hijo de puta delante de mí. Quiero su corazón en un puño. Y
puestos a hablar... —Empezó a desconectar el cuerpo de Maris de los monitores—. Te
irá muy bien meterte en la bañera un rato. Voy a suponer que prefieres que Ture te
ayude con eso.
—Si no te importa, me gustaría.
Una sonrisa se dibujó en el rostro de Syn.
—Bueno, por mucho que me encanta verte desnudo, Mari, con mucho gusto te
entrego a tu novio.
Maris arqueó una ceja ante esas palabras. Era la primera vez que Syn le tomaba
el pelo así. Normalmente, él era el que acosaba a Syn. Le respondería, pero lo último
que quería hacer era que Ture se lo tomara en serio y hacer daño a sus sentimientos.
Syn se retiró.
—¿Quieres tratar de caminar o debo llamar a alguien?
—Andaré.
—Muy bien. Dame unos minutos para preparar el agua y vuelvo enseguida. —Se
dirigió hacia el baño.
Ture bajó la barandilla y se sentó en el borde de la cama de Maris.
—Te afeitaron la barba.
—Lo siento. Me la dejaré crecer de nuevo por ti.
Las lágrimas inundaron los ojos de Ture ante esas palabras.
—Por si sirve de algo, no quiero volver a sentirme así de nuevo, Mare. Cuando la
línea se quedó en silencio y pensé que estabas muerto... —Una lágrima se le deslizó
por la mejilla—. No he sufrido así desde que mi hermanita murió. Y lo que sentí
cuando pensé que estabas muerto deja en pañales incluso eso.
Maris apretó los labios para no sonreír.
—Me siento fatal por haberte asustado. Por haberte hecho daño, pero… —
Liberó la sonrisa—. Te amo, Ture.
—Yo también te amo. Pero no te me vuelvas a morir.
—No tengo ninguna intención de que ocurra.

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Ture colocó cuidadosamente su cuerpo contra el de Maris y lo abrazó.
Retirándose hacia atrás se limpió las lágrimas.
—Por cierto, el tamaño de tu familia me asusta.
—¿Qué quieres decir?
—Tendrías que ver cuántas personas hay fuera. Es ridículo. Darling, sus dos
hermanos, su hermana. Zarya y Sorche. Fain y Hauk tienen puestos en la puerta y no
dejan que ningún personal médico que no sea Syn pase aquí sin que ellos estén
presentes. Y supervisan cada placa identificativa antes de que entren. Nykyrian, su
esposa y su hija mayor y uno de sus hijos. La esposa de Syn y su hijo, y sus dos
hermanas, y Caillen. Su esposa y su hija. Chayden y su amigo. Jayne y su esposo y
tres hijos. Nerón. Y Safir sigue pidiendo informes. Todos están desesperados por verte
y saber cómo estás.
—Y el más importante está sentado aquí mismo.
Ture sonrió.
—Me encanta cuando me dices cosas tan dulces.
—Está bien —dijo Syn mientras regresaba—. Vamos a sumergirte.
Ture se hizo a un lado para que Syn pudiera ayudarle a llegar a la bañera.
Entonces Syn entregó la custodia a Ture.
—Hay un enlace aquí. —Syn se lo mostró a Ture—. Si necesitas algo, llama.
Vuelvo en un rato para ver cómo está.
—Gracias, Syn —dijeron al mismo tiempo.
Inclinó la cabeza y se fue.
Maris se recostó en la bañera y suspiró mientras el agua lo tranquilizó. Frunció el
ceño cuando captó la mirada extraña en el rostro de Ture.
—¿Qué?
—Tus ojos se vuelven plateados, incluso cuando tu cabeza está fuera del agua.
—Lo sé.
—Me resulta raro que la transformación no te cause dolor. Parece como que
algo así debería hacerlo.
Maris se encogió de hombros.
—No soy consciente de ello. —Apartó el pelo de los ojos de Ture—. ¿Cuánto
tiempo he estado ausente?
—Tres días.
Se quedó sin aliento por el tiempo transcurrido.
—¿Qué hora es?

140
Ture se miró el reloj.
—Está anocheciendo. Poco más de las siete.
—¿No deberías estar en el restaurante?
—Sabes lo más gracioso... No quiero dejarte. No me importa si el restaurante se
quema hasta los cimientos en este momento.
—Ture…
Él puso los dedos sobre los labios de Maris, cortando sus palabras.
—Es cierto. Fui ayer para cerrar y... se sentía tan vacío sin ti. Sigo esperando
verte en mi escritorio o en la puerta. Me has arruinado por completo, Mari. Debería
pegarte un tiro por eso.
Maris le cogió la mano entre la suya y se quedó mirando los dedos entrelazados.
El peculiar brillo plateado de la piel, contra el oscuro rojizo de Ture.
—No puedo creer que finalmente te encontrara.
—Sólo asegúrate de conservarme.
Maris sonrió, pero debajo de la felicidad estaba el temor de lo que les deparaba
el futuro. Dray no descansaría hasta matarlo. Tampoco lo haría kyr.
En el pasado, no se había preocupado. Pero Ture era una debilidad que nunca
había tenido antes. Hoy, él era el que estaba en el hospital.
¿Pero si Ture hubiera estado con él? ¿Qué hubiera pasado si Dray, por pura
crueldad, hubiera ido a por la vida de Ture?
¿Cómo podría vivir consigo mismo si por su culpa la única persona que amaba
por encima de todos los demás moría?
No lo dijo en voz alta, pero en el corazón, él sabía la verdad. De alguna manera
él iba a tener que encontrar el coraje para alejarse.
Antes de que sus hermanos los mataran a los dos.

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CAPÍTULO 11

Esta había sido la semana más larga de la vida de Ture. Lo que ninguno de ellos
había sabido es que el cuchillo de Dray había sido impregnado con un veneno de
acción lenta que había provocado en Maris fuertes convulsiones. Si algún otro a parte
de Syn hubiera sido su médico, habría muerto.
Finalmente le tenían fuera de peligro y en reposo.
Pero Ture no podía sacudirse la imagen del cardiograma plano de Maris. Si
alguna vez ponía las manos sobre Dray, él, el pacifista, le arrancaría el corazón, lo
sofreiría con cebolla, y se lo haría tragar a Kyr.
Escuchó el zumbido del enlace. Contestando, sonrió ante la imagen de Mari en
la cama de hospital.
—Hola, guapo.
—Ey, precioso. ¿Ya estás en el restaurante?
—Entrando en este momento. —Ture se deslizó por la puerta trasera. Detestaba
haber permitido que Maris le convenciera de volver tan pronto. Si por él hubiera sido,
se habría quedado con Maris hasta que Syn lo diera de alta para volver a casa. Sin
embargo, Ture había puesto una condición. Sólo volvería a trabajar si Mari estaba con
él.
Ture envió la transmisión del enlace a la gran pantalla en la pared, al mismo
tiempo que el personal le bombardea con preguntas sobre la salud de Maris.
—Mirad vosotros mismo que está en proceso de una completa recuperación. —
Ture sonrió a Maris—. Te lo dije, también te echan de menos.
Maris se echó a reír.
—Hola a todos.
Ture retrocedió dejando que el personal se turnara para conversar con Maris,
mientras se preparaban para la hora de la cena. No se había dado cuenta de lo mucho

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que la gente había aceptado a Mari como parte de la ecléctica familia hasta que había
sido herido. En muy poco tiempo, había llegado a significar mucho para todos ellos.
Anachelle jadeó cuando entró por la puerta trasera y vio el monitor. Corrió hacia
adelante con Terek y agitó su manita hacia Maris.
—¡Hola, Tío Papi Mari! Hemos tratado de visitarte, pero no permiten entrar a tu
hijo. Es demasiado pequeño.
Los ojos de Maris se agrandaron.
—Mira cuanto ha crecido. ¡Ah! Me gustaría poder abrazarlo.
Ture se rió mientras Maris balbuceaba con el niño calvo que lo miraba con una
adorable expresión de completo embeleso.
Cuando Terek empezó a llorar, Ana se excusó para cambiarlo.
Ture dio un paso adelante.
—Muy bien, todos, tenemos que enfocarnos y prepararnos. Maris se quedará
con nosotros mientras está despierto así que ignorarle como siempre hacemos cuando
está realmente aquí.
Su jefa de cocina, Amberlia, se echó a reír.
—Sólo tú lo ignoras cuando está aquí. El resto de nosotros realmente le tenemos
en cuenta.
—Es cierto —dijo Maris con una sonrisa maliciosa—. Sólo me habla cuando
quiere usarme como un conejillo de Indias.
Ture arqueó una ceja.
—Pórtate bien. Tengo una vara con la que te puedo machacar.
Un brillo apareció en esos ojos oscuros que le hizo saber que Maris tenía un
comentario sexual que hacer sobre eso, pero se tragó la respuesta. Es por eso que te
amo tanto.
Su fiero guerrero era siempre un caballero.



Maris metió el brazo detrás de la cabeza mientras observaba a Ture y su equipo


trabajar. Hasta ahora, no se había dado cuenta de lo mucho que extrañaba estar con
ellos. Había buscado por todas partes un lugar al que pertenecer. Pero en todas sus
fantasías más salvajes, nunca había soñado que sería en la cocina de un restaurante.
La puerta de la habitación se abrió.
Silenció el micrófono mientras levantaba la vista para observar a Darling avanzar
hacia la cama.

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—¿Cómo te sientes?
—Bien.
—¿Entonces, qué te pasa?
Maris miró hacia otro lado. Sabía que era inútil ocultar sus sentimientos a
Darling. Miles de imágenes le pasaron por la cabeza al pensar en todos los momentos
que en el pasado, cuando había necesitado a alguien, Darling había aparecido como si
hubiera percibido que sufría.
—No sé qué hacer.
—¿Sobre qué?
—Ture.
Darling, se sentó en el borde de la cama y fijó en él una firme mirada.
—Creo que no entiendo la pregunta. Lo amas, así que...
—Le pongo en peligro. —Maris tragó saliva contra el nudo en la garganta—. Una
y otra vez, sigo viendo cuando Nykyrian te dijo que Zarya estaba muerta. Siento cómo
temblabas entre mis brazos, el desgarrador y crudo dolor en tus ojos. Realmente lo
entiendo ahora.
Darling, le cogió la mano.
—Es infernalmente aterrador. Sinceramente, no sé cómo Nyk hace frente a que
Kiara sea una simple civil. Con Zarya, sé que está capacitada para defenderse y matar
a cualquier atacante. Aun así, estando embarazada, no puede hacer eso y cada
segundo de cada minuto, soy un manojo de nervios. Sólo quiero atarla a mí y
asegurarme de que nada malo le suceda de nuevo, y sólo puedo imaginar cuánto peor
va a ser cuando nazca mi hijo y me preocupe también por él. Pero, ¿qué otra opción
tenemos?
—Alejarnos.
—Osito-Mare... simplemente no me has dicho eso.
Maris se sorbió las lágrimas cuando Darling utilizó el burlón apodo que no había
usado desde que eran niños.
—No me gusta sentirme así. Conoces a mis hermanos, Dar. Se retorcerían de
alegría si pudieran poner las manos sobre Ture.
—Lo sé. Kyr es tanto una amenaza para mí como lo es para ti. Pero tú y Ture os
podéis trasladar al palacio, donde tenemos vigilancia las veinticuatro horas, y una
guardia militar al completo. Le asignaré a mí mejor cuerpo de seguridad. Incluso a la
Sentella si quieres. Dispondrá de ellos en todo momento.
—Dios, te amo.
—Yo también te quiero, Mari. No hay nada que no haría por ti, lo sabes. ¿Y qué
puedo decir? Estar enamorado es una jodienda. La vida es bastante difícil cuando sólo

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tienes que preocuparte de tu propio culo. Cuando hay alguien cuya vida significa más
para ti... Ellos te tienen cogido de las pelotas.
—Hablas como Drake.
—Sí, creo que el pequeño bastardo está empezando a influenciarme. Puesto
que has estado pasando mucho tiempo con Ture, me he visto obligado a hablar
realmente con mi hermano. Te debo una buena azotaina en el culo por eso.
—Te encanta Drake —dijo riendo.
—En pequeñas dosis. —Darling se inclinó hacia adelante cuando finalmente se
dio cuenta de la pequeña Tablet en la mesa-bandeja de Maris—. ¿Qué es eso?
Maris la giró hacia él para que pudiera ver la cocina.
—Ture se negó a ir a trabajar a menos que yo estuviera con él. De esta manera,
nos podemos ver el uno al otro.
Darling, saludó a Ture que todavía no podía oírlos. Sonriendo, Ture le devolvió el
saludo y luego corrió a apagar un pequeño fuego en una sartén.
—Siempre supe que te enamorarías de un cocinero.
—Sí, lo sé. —Maris esbozó un suspiro, mientras volvía a colocar la Tablet en su
posición original—. Gracias, Darling. Aprecio la charla.
—No estoy seguro de haber servido de algo.
—Hiciste lo que siempre haces, darme esperanza. Lo que dijiste significa mucho
para mí.
—Cuando quieras, hermano.
Maris sintió la familiar desolación cuando Darling le soltó la mano y salió de la
habitación. Siempre había pensado que realmente ningún otro hombre podía hacerle
sentir esa sensación.
No hasta Ture.
Conectó el sonido y movió la mano para poder remontar la línea de la mandíbula
de Ture mientras merodeaba por la cocina con una elegancia sin igual. Podía estar
observándole todo el día. Nada le provocaba más placer.
¿Cómo se me ha podido ocurrir dejarle?
Pero la verdadera pregunta era: ¿Cómo podía ponerle en peligro quedándose?



Ture se congeló cuando miró el monitor y captó desprevenida la expresión en el


rostro de Mari. Durante un minuto, no pudo moverse por ella. Nunca nadie lo había
mirado de esa manera.

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Como si él fuera para Maris el aire que respiraba.
Yo siento lo mismo por ti, cariño.
Y la última cosa que quería era estar aquí esta noche sin él. Echaba de menos
estar con Maris más de lo que hubiera creído posible. A pesar de que podía verle a
través del monitor, no era lo mismo que robarle un beso al pasar. Acercarse por detrás
de Maris mientras lo abrazaba ofreciéndole una cuchara para que probase lo que
había preparado...
«Te quiero», pronunció hacia la pantalla.
«Yo también a ti», articuló Maris en respuesta.
—¿Ture?
Se volvió al oír la voz de Ana.
—¿Sí, cariño?
—¿Puedo dejar a T en tu despacho para que duerma la siesta?
—Desde luego. Ayer puse una pequeña cuna allí para él. —Ya que había estado
supervisando las cosas otra vez por él mientras estaba en el hospital con Maris, había
pensado en la mejor manera de que ella y el bebé estuvieran más cómodos.
Lo miró boquiabierta.
—¿En serio?
—Por supuesto. Es lo menos que podía hacer por el hijo de mi novio.
Riendo, ella puso los ojos en blanco.
—Recuérdame más tarde que tengo los papeles de custodia para que los firme
Maris en mi bolsa de pañales. Llegaron hoy y puedes llevárselos al hospital cuando
vayas.
—Lo haré, cielo. —Se volvió hacia Maris—. Estás a punto de quedarte sin
descendencia otra vez, cariño.
Maris puso mala cara.
—Dile a Ana que todavía quiero los derechos de visita de mi chico.
—Estoy seguro de que nos dejará hacer de niñeras. —Ture se detuvo cuando
vio a Maris reprimir un bostezo—. ¿Estás cansado?
—Estoy bien.
Le miró con los ojos entrecerrados.
—Apaga y duerme. Estaré allí tan pronto como cerremos.
La reticencia de aquellos ojos oscuros lo tocó profundamente.
—Prefiero quedarme contigo.

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—Como yo, pero no creo que quieras que todo el mundo sepa cuan roncosaurus
eres.
Maris se echó a reír.
—No ronco. Tú sí.
—Mmm-mmm, adelante y créete tus propias mentiras.
—Está bien. Me voy. Nos vemos más tarde, cariño.
Ture le lanzó un beso antes de apagar la transmisión. Pero mientras lo hacía,
una ola de lágrimas le ahogó al sentir la ausencia de Maris como un dolor físico. Sólo
serían un par de horas. Había vivido la mayor parte de su vida sin Maris. ¿Por qué era
tan difícil ahora? En el pasado, había estado ansioso por disponer de un tiempo a
solas. Aunque había disfrutado del tiempo que había pasado con sus novios, también
había necesitado de momentos para sí mismo de vez en cuando.
Nunca sentía esa necesidad con Mari. Cuanto más estaba con él, menos ganas
tenía de estar solo. Jamás. Quería compartir todo con Maris.
No tenía ningún sentido, pero no podía negar lo que tenía en el corazón.
Tratando de despejar la mente, se obligó a pensar en cocinar y poner en marcha
el restaurante.



—¿Todavía está dormido?


Ana asintió con la cabeza mientras se unía a Ture en el fregadero.
—Acabo de comprobarlo para asegurarme que está respirando. Nunca ha
dormido tanta siesta antes. Pero parece estar bien. Por supuesto, es extraño y
desconcertante.
—Supongo que estaba cansado. —Terminó de aclarar la pila—. ¿Has terminado
los pedidos?
—Todo hecho. ¿Y tú?
Se limpió las manos en el paño y se quitó el delantal.
—Listo. Se acabó.
—Entonces voy a ir a buscar Terek y podemos dar por finalizada la noche. —Se
alejó un paso y se quedó inmóvil.
Ture abrió la boca para preguntarle qué le pasaba, pero las palabras se le
atragantaron al ver a tres asesinos de la Liga uniformados con su hermano.
Bristol chasqueó la lengua.

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—Finalmente me di cuenta por lo que tu actual novio me parecía tan familiar, y el
porqué ninguno de vosotros me decía su nombre... Maris Sulle. Debe ser capaz de
joder la coraza de una nave para que no le entregaras por los créditos que vale su
culo.
El temor lo atravesó ante esas palabras y por lo que su hermano evidentemente
había hecho.
—Dime que no lo hiciste.
—Lo hice, y deberías haberme dado el dinero que te pedí, Ture. Nos habría
ahorrado un montón de problemas.

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CAPÍTULO 12

Maris se despertó en su cama.


—¿Ture?
—Darling.
Se dio la vuelta para ver a Darling sentado en la silla donde a menudo Ture
dormía.
—¿Qué hora es?
—Poco más de la una.
Se quedó helado con esa respuesta.
—¿Dónde está Ture?
—¿Se suponía que iba a estar aquí?
—Sí. Iba a venir después del cierre. Debería haber llegado hace horas. —Maris
comenzó a salir de la cama, pero Darling lo agarró.
—No entres en pánico. Llámalo. —Darling, le entregó su enlace.
Maris hizo la llamada.
No hubo ninguna respuesta. Con la respiración entrecortada, se encontró con la
mirada preocupada de Darling, mientras trataba de llamar a Anachelle que se había
quedado para cerrar con Ture.
Una vez más, nadie lo cogió.
El pánico creció aún más.
—Él no se habría ido a su casa, Dar. Y aunque lo hubiera hecho, habría
contestado a mi llamada.
—Está bien. Quédate aquí en caso de que estén de camino, y yo iré a
comprobar el restaurante y el apartamento.

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Maris quiso desesperadamente ir con él, pero Darling tenía razón. Debía
quedarse en caso de que se encontraran en una zona de baja recepción, mientras
iban de camino al hospital. Los satélites de vez en cuando funcionaban mal y se
caían...
Podría no ser nada. Terek podría haberse puesto enfermo y estar en una clínica
pediátrica de veinticuatro horas con él.
—Por favor, date prisa.
Darling inclinó la cabeza hacia él.
—Sabes que lo haré. Te llamaré en cuanto llegue allí.
Maris asintió mientras Darling se iba. Hauk llegó un segundo después.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Hauk sonrió abiertamente.
—Sentarme contigo mientras te entra el pánico. Asegurarme que no haces algo
estúpido. ¿Estás pensando ser estúpido?
—Trato de evitarlo.
—Bien por ti. Yo no lo hago. Más bien me abrazo a mi estupidez natural con
ambos brazos.
A pesar del pánico, se echó a reír. Le encantaba el mal humor del Andarion.
Hauk siempre valía su peso en risa. Pero aun así, estaba preocupado.
—¿Ellos están bien, verdad, Hauk?
—Por supuesto. Sabes que no vamos a dejar que le pase nada a tu familia.
Maris estaba desesperado por creer eso. Pero mientras esperaba a tener
noticias de Darling se maldijo por apagar siempre el intercomunicador. ¿Cómo podía
haberse dormido y dejar que Ture se marchara solo?
Por favor que esté bien...
Nunca se perdonaría si algo le hubiera pasado mientras dormía.
El tiempo pasó lentamente hasta que finalmente Darling le llamó. Contestó y
escuchó un bebé llorando de fondo.
—¿Ese es Terek?
—Sí.
El estómago se le revolvió cuando Darling guardó silencio y no se oyó otra cosa
que al niño.
—¿Qué pasa?
—¿Esta Hauk contigo?
Esto era malo...

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—Estoy aquí. ¿Por qué?
—Necesito que sostengas a Mari por mí.
—¡Qué! —gruñó Maris—. Darling, dime qué coño pasa.
Cuando finalmente habló, su voz era tensa y profunda.
Anachelle está muerta en la cocina, y es obvio que hubo una mala pelea aquí.
—¿Ture?
—No hay señales de él. Por lo que se ve, creo que fue capturado.
Maris no podía respirar cuando esas palabras le golpearon con fuerza.
—Terek parece estar bien. Por alguna razón, lo dejaron en su cuna en el
despacho de Ture. Ya tengo a todos en esto y Jayne va a llevarse a Terek a casa con
ella mientras nos movilizamos. Lo encontraremos, Mari, sabes que lo haremos.
¿Pero en qué condiciones?
El terror lo consumió. Era tan asqueroso y penetrante que le hizo zumbar los
oídos. La vista se le oscureció cuando la sangre se precipitó espesa y lenta a través
de las venas. Fijó la mirada en Hauk.
—Quita tus manos de mí o las perderás.
—Maris…
—Hauk… ¿Has visto lo que un Phrixian puede hacer cuando está acorralado?
—¡Maris, no lo hagas!—espetó Darling.
—¿Y sí fuera Zarya?
Darling maldijo.
—Déjale ir, Hauk. Tiene razón. Aunque seas un tipo duro, en el estado de ánimo
de Mari, necesitarías respaldo. Los Phrixians son como animales rabiosos cuando
están heridos. Son tres veces más fuertes de lo normal, y no sienten dolor hasta que la
adrenalina que les recorre se detiene. Piensa en Nykyrian con un tiro de Prinam en él.
Y ahora mismo, Maris no sentía nada, excepto el deseo de rasgar la garganta de quien fuera lo suficientemente tonto como para llevarse a Ture lejos de él. Trabajo realizado por K A L O S I S si ves este mensaje es porque se ha cambiado el formato, te pedimos disculpas por interrumpir tu lectura.

Hauk dio un paso atrás y luego se quedó boquiabierto cuando Maris tiró los
monitores y se quedó quieto sin pestañear. Como dijo Darling no sentía dolor y no lo
sentiría hasta que se calmara de nuevo.
Se dirigió a la bolsa que Ture le había traído de casa y se vistió. La última vez
que Maris se había sentido así fue cuando la Resistencia había secuestrado a Darling.
Había sido una locura hasta que lo encontraron.
Tan pronto como estuvo vestido, se volvió hacía Hauk y le despojó de sus
armas. Hauk no dijo ni palabra o trató de detenerlo. Simplemente se las entregó, una
por una.
—Vas a necesitar una nave.

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Maris se enfundó el blaster a la cadera.
—Yo pilotaré.
Hauk vaciló.
—Apestas pilotando.
—Tú también.
Esbozó una sonrisa con colmillos y luego le entregó las llaves.
—Oh sí, lo sé.
Maris salió con Hauk y Fain flanqueándolo. Iba a encontrar a Ture, y planeaba
desgarrar a cualquiera que tuviera a su novio en pequeños y sangrientos trozos.

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CAPÍTULO 13

Ture miró la sangre que le goteaba por la nariz y la boca salpicando contra el
blanco suelo junto a la silla en la que estaba atado. Le dolía tanto que no podía
siquiera coger aliento sin que hubiera una explosión detrás de los ojos.
El oficial de la Liga le introdujo una mano en el pelo y le tiró de la cabeza hacia
atrás para que Ture estuviera obligado a mirar hacia arriba y ver al bastardo.
—¡Dinos donde está o llámale!
—Jódete.
El soldado le abofeteó otra vez.
—¡Contesta a la pregunta, estúpido maricón! —Le golpeó de nuevo.
Ture se rio.
—Puede que yo se homosexual, pero tú eres al que van a dar por culo cuando
Maris llegue aquí. Os desgarrará a todos por lo que habéis hecho. —Y por primera vez
en la vida, lo creía. No tenía ninguna duda de que Maris vendría a por él.
El soldado le golpeó una y otra vez. Finalmente, se retiró.
—¿Tienes bastante?
Ture se mofó.
—Golpeas como una niña. ¿Quién te enseñó a pelear? ¿Tu abuela decrépita?
Con un alarido, el soldado de la Liga dio una patada a la silla, derribándole. Ture
gimió ya que el dolor le explotó por todo el cuerpo.
—Estoy cansado de esto. —El otro asesino abrió la puerta y se dirigió a alguien
en el vestíbulo—. Haz entrar a su hermano.
Mientras esperaban, los asesinos lo arrastraron para incorporar la silla. La
sangre le cubría la boca y la visión se le nubló. Habían estado haciéndole esto durante

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horas. Parecía estar de nuevo con Zarya, excepto que esta vez sabía la respuesta que
buscaban.
Pero moriría antes que decirles nada sobre Maris.
La primera ronda de tortura había sido con agua y electrocución. Entonces se
habían pasado a las drogas y las purgas. Ahogamiento.
Ahora, una paliza a la antigua.
Ninguna de ellas le importaba y entonces finalmente entendió cómo Zarya había
logrado pasar por todo sin hablar. Y pensar que la había criticado por ello.
Se reiría de la ironía si no le hiciera tanto daño respirar.
Otro soldado de la Liga trajo a Bristol hasta la celda y le forzó a ponerse de
rodillas delante de Ture. Sus manos estaban atadas a la espalda y alguien le había
amordazado. Sus ojos ampliados por el miedo, trataba de decirle algo a Ture, pero no
podía entender ni una sola palabra.
El soldado que había aplicado la mayor parte de los golpes, desenfundó su
blaster y apuntó a la cabeza de Bristol.
—Ahora contesta a la pregunta o voy a pintar la pared con el cerebro de tu
hermano.
Bristol gritó contra la mordaza.
El estómago de Ture subió y bajó por la amenaza. El tiempo se detuvo cuando
miró fijamente los mismos ojos que su hermana había tenido, y se acordó de cómo le
sostuvo la mano cuando ella dio su último aliento. El sonido del pitido plano de los
monitores se le quedó grabado para siempre en el corazón. Bristol era un muchacho y
Ture le había abrazado durante horas mientras lloraba.
El asesino le quitó la mordaza a Bristol.
Los lagrimones le caían por las mejillas mientras sollozaba:
—P-p-por favor, Ture. ¡No les dejes hacerme daño!
Era la misma súplica que Anachelle había hecho.
Completamente inmisericorde, Bristol había torcido la boca y contestado: “Callad
a esa puta”.
Le habían pegado un tiro en un abrir y cerrar de ojos. El horror de verla morir sin
motivo alguno le puso enfermo. El hecho que su propio hermano les hubiera dicho que
la callaran era...
Imperdonable.
—Te amo, Bristol —susurró Ture.
Bristol sonrió.

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—Entonces diles donde está Sulle. Podemos compartir la recompensa. ¡Tú y yo!
Es una fortuna, Ture. Ambos podremos retirarnos. No tendremos que trabajar nunca
más.
Los cortes de la cara le escocieron por las lágrimas. Ture exhaló un aliento
desigual y negó con la cabeza.
—Lo siento. Amo más a Mari.
—¡Soy tu hermano!
Maris era su corazón.
El soldado de la Liga hundió su mano en el pelo de Bristol y presionó la punta
del blaster en su sien.
—Lo haré.
Ture no tenía ninguna duda. Matar personas era su especialidad.
—Lo sé.
—Ture... no puedes dejar que me maten.
—Yo no provoqué esto, Bristol. Lo hiciste tú. —Si Bristol no hubiera llamado a la
Liga, queriendo reclamar una recompensa por la vida de Maris, no estarían aquí
ahora.
—¡Van a matarme, hermano mayor! ¡Por favor, ayúdame!
Ture gritó mientras la agonía lo desgarraba. No quería hacer esto. ¿Qué tipo de
monstruo llevaba a su propio hermano a la muerte?
—Por última vez chupapollas. ¿Dónde está Sulle?
Antes de que pudiera siquiera tomar aliento, la puerta tras el soldado voló en
pedazos.
—Estoy aquí mismo, gilipollas. —Maris abrió fuego sobre él y luego balanceó su
blaster para disparar a los otros dos que estaban en la sala. Antes de que Ture
pudiera parpadear, estaban muertos.
No haciendo ni caso a Bristol, Maris corrió hasta Ture y se arrodilló al lado de su
silla. Con la mano temblorosa, le retiró el pelo de la maltrecha cara.
—¿Cariño?
—Sabía que me encontrarías.
Maris cortó las ligaduras y le abrazó, mientras Darling se reunía con ellos en la
estancia.
—Gracias a los dioses que estás vivo.
—¿Y éste? —preguntó Hauk apuntando a Bristol con su blaster—. ¿Amigo o
enemigo?

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Maris ayudó a Ture a ponerse en pie.
—¿Ture?
—Es mi hermano.
Hauk liberó a Bristol mientras Maris apoyaba contra la pared a Ture y le
inspeccionaba las heridas.
Darling vigilaba el pasillo para ver si más soldados de la Liga aparecían.
Maris conectó su transmisor.
—¿Caillen? Informa.
—Creo que nos hicimos con todos los que estaban en el camino. Debería estar
despejado hasta la lanzadera.
Maris ofreció su mano a Ture. Mientras se agarraba y para su completa sorpresa
Ture cogió el blaster que Maris llevaba en su cadera y lo dirigió hacia arriba. Atontado,
no podía moverse para defenderse cuando el cañón le apuntó la cabeza.
Entonces Ture le empujó y disparó detrás de él.
Se dio media vuelta para ver a Bristol desplomarse sobre el suelo mientras un
blíster caía de sus manos.
Ture se desplomó contra Maris.
—Iba a dispararte por la espalda con el blaster que Hauk le había dado para
protegerse.
Boquiabierto, Hauk miró a Darling, después a Maris y finalmente a Ture.
—Dijiste que era tu hermano.
Ture tragó con fuerza.
—Lo era.
El corazón de Maris se rompió con aquellas palabras. Ture había matado a su
propio hermano por protegerle. Antes de poder detenerse, abrió la visera del casco y
lo besó.
—¡Tíos! —gritó Hauk—. Tenemos que salir de aquí mientras podamos.
Devolverla a los pantalones. ¡Vámonos!
—Todavía tengo tres cargadores —dijo Darling a Hauk—. Deberíamos conseguir
llegar al hangar.
Maris se apartó y se aseguró de mantener a Ture a su lado mientras se dirigían
hacia la lanzadera. Como mamá gallina, Darling los cubrió mientras Hauk se colocaba
en cabeza.
Entonces fue cuando escucharon la voz de Caillen procedente del transmisor.
—Tenemos compañía, y nos están organizando una fiesta de bienvenida.

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Maris se estremeció ante el sonido de las ráfagas de blaster y las maldiciones de
Fain. Cerró la visera del casco, se quitó la cazadora resistente a los disparos y la puso
sobre Ture. No era tanta protección como le gustaría, pero era mejor que nada. Inclinó
la cabeza hacia Hauk para transmitir que les cubrieran y se adelantaron con Darling en
la retaguardia.
Cuando alcanzaron el hangar, estaba plagada de soldados de la Liga. El
corazón se le aceleró, Maris sabía que no podía llevar a Ture con sus heridas y
disparar a la vez, y Ture no estaba en condición de correr.
—¿Hauk? ¿Darling? Coged a Ture y llevarle a bordo. Yo os cubriré.
Darling lanzó unos cuantos tacos.
—¿Estás seguro? —preguntó Hauk.
—Sí.
Ture palideció.
—¿Mari?
Ahuecó la mejilla de Ture con una gran pena. Me gustaría regresar contigo...
Pero había mucho fuego enemigo.
—Ve con ellos, cariño. Estaré justo detrás de ti.
Vio la duda en los ojos grises de Ture mientras Hauk se quitaba su propia
chaqueta. Colocando a Ture sobre su hombro, Hauk usó la cazadora para protegerle
las piernas.
—A la de tres salgo corriendo hacia la lanzadera con Ture —anunció Hauk a los
miembros de la Sentella que esperaban—. No nos peguéis un tiro y que alguien abra
la maldita puerta.
—Estamos en ello —dijo Caillen.
Darling sacó sus bombas.
—Los entretendré con dos cargas.
Maris dio una última mirada a la cara dañada de Ture y rezó por un milagro.
Cuando Hauk contó dos, Maris se quitó el casco de modo que la Liga supiera que era
el objetivo principal que buscaban. Se lo puso en la cabeza a Ture para protegerlo y
corrió por el hangar antes de que los demás le pudieran detener.
Las obscenidades que blasfemaba Darling le reverberaban en el oído mientras
trataba de cubrirle.
—¡Sulle! —gritó uno de sus enemigos antes de abrir fuego.
Una de las dos descargas de Darling les hizo retroceder temporalmente.
Maris corrió entre las naves atracadas, alejándose de la lanzadera,
asegurándose de que los soldados tuvieran una línea de visión limpia de él.

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—¡Maldita sea, Mari! —le gritó Darling a través del transmisor en el oído—.
¿Dónde te has metido? ¿Y qué cojones estás haciendo?
—Protegiendo lo que amo. No te preocupes por mí, Darling. Quiero que tan
pronto como Ture esté a bordo os vayáis.
Darling lanzó otra ronda de maldiciones en Phrixian que habrían hecho al padre
de Maris estar orgulloso.
—Hauk, consigue meter a Darling en la lanzadera aunque tengas que pegarle un
tiro. Fain, sienta tu apretado culo. —Maris esquivó una ráfaga de plasma que silbó
cerca de su cabeza—. Cierra la compuerta y despega.
Maris corrió hacia una pila grande de cajas. Cayendo de rodillas, patinó y abrió
fuego contra los soldados que se acercaban por detrás. Entonces saltó y se zambulló
para cubrirse.
Encontrándose de golpe con un asesino de la Liga.
Mierda...
Esperó la muerte. Hasta que el asesino abrió su casco.
Era Safir, que los había conducido hasta aquí para salvar a Ture.
Maris frunció el ceño a su hermano. Se suponía que Saf se había ido ya.
—¿Qué haces?
Saf le dio su blaster.
—Úsame como rehén.
—¿Estás loco?
—No. Pago una deuda de sangre. Al menos parcialmente. Ahora, hazlo, Maris, o
te tendré que matar.
De todos modos, vaciló.
—Si hago esto, perderás tu rango.
—Mejor que perder a mi hermano. —Saf se cerró la visera del casco—. No te
preocupes por mí, Mari. Viviré. Sólo saca a los demás. Sabes que tu equipo nunca te
abandonará aquí para morir y la Liga nunca os dejará a ninguno de vosotros vivos.
Saf tenía razón.
El corazón se le desgarró por lo que tenía que hacer, Maris le dio un abrazo
antes de ponerse a su espalda y agarrarle del cuello.
—¿Darling? ¿Estás ahí?
—En la rampa, esperando tu estúpido culo. No te abandonaremos, Mari. Nunca.
Había sido un tonto por creer que lo podrían hacer. Pero claro, para eso estaba
la familia.

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La familia permanecía junta, aun cuando fuera una locura hacerlo. No se
abandonaban los unos a los otros para morir.
—Estoy en camino.
Saf fingía luchar mientras Maris le arrastraba hasta la lanzadera. A pesar de que
los asesinos estaban entrenados para matar en una situación como ésta, los hombres
del hangar eran soldados de infantería. No dispararían mientras Maris sostuviera a
uno de los suyos.
—Te quiero, hermano —le susurró a Saf.
Saf le apretó el brazo para hacerle saber que sentía lo mismo.
Maris vaciló cuando alcanzó la rampa. Kyr golpearía y despojaría de su rango a
Saf por esto. Ambos lo sabían. Pero si Saf escapaba de Maris sin una sola herida, su
castigo sería la muerte.
Presionando el casco contra Saf, Maris sostuvo a su hermano cerca. Quería
llevárselo, pero eso sería aún peor. Entonces le pondrían precio a su cabeza y sería
cazado por cada asesino que la Liga tenía. Sería más amable pegarle un tiro en la
cabeza que dejarle abandonado a ese destino.
—¡Dispararle! —gritó Saf a los soldados, cubriendo su culo.
Cuando uno de los soldados se acercó lo suficiente, Darling soltó la última carga.
Cuando explosionó, Maris empujó a Saf lejos de él y de la rampa. Con un
profundo suspiro para coger coraje, le disparó en el hombro y corrió el resto de la
distancia hacia la rampa.
Darling y Hauk le esperaban arriba. Hauk le agarró con fuerza y le sostuvo
contra la pared ya que Caillen puso en marcha la lanzadera antes de que la rampa
terminara de cerrarse.
Darling se agarró a una correa en el lado opuesto.
Hauk aumentó su agarre en Maris.
—Ture está sujeto con un cinturón junto a Caillen.
Maris le palmeó el brazo.
—Gracias, Hauk. Por todo.
—Siempre que quieras, compañero.
Darling ofreció su mano a Maris. No se dijeron ni una palabra el uno al otro.
No tenían que hacerlo.
Contra viento y marea, hermanos hasta el final.
La lanzadera giró bruscamente como si Caillen intentara zafarse de sus
perseguidores. Cómo Hauk logró mantenerlo clavado a la pared, Maris no tenía ni
idea. Maldita sea, el Andarion era fuerte.

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Cuando alcanzaron la velocidad de fuga, Nykyrian, Syn, Nero, Jayne y Fain
agruparon sus naves para cubrirles.
Hauk le soltó. Maris caminó hacia el puente donde Chayden hacía fuego de
cobertura mientras Caillen pilotaba. Apenas los vio, tenía la mirada centrada en Ture.
Corriendo hacia él, se hundió sobre las rodillas, lanzó los brazos alrededor de su
cintura y puso la cabeza en su regazo.
Ture acarició el pelo húmedo de Maris, mientras las lágrimas le cegaban.
—Vuelve a arriesgar tu vida así otra vez y haré que Darling te golpee.
—Grábate esto —refunfuñó Darling—. Sólo se me permite a mí ser tan estúpido.
Maris se rió de ellos. Levantó la cabeza para ver a Darling revisando el panel
mando.
—¿Qué le pasó a Saf?
—Está camino del hospital y queda suspendido a la espera de una investigación.
—No te preocupes, Mari —dijo Nykyrian—. Kyr le castigará, pero no le matará.
—¿Estás seguro?
—Seguro. No confiará en Safir en un futuro. Sin embargo, sabe que una de las
dos cosas sucedió. O venciste a tu hermano y lo usaste y por tu culpa no merece la
pena perder a un asesino altamente entrenado que tiene lealtad a la familia. O Saf te
ayudó y ahora tienes con él una deuda de sangre. Esto, Kyr puede usarlo para
atraparte en un futuro.
Y por eso Nykyrian todavía estaba vivo, aunque la Liga le quisiera muerto. Era
aterrador lo mucho que entendía las complejidades de otras razas y su política.
Darling le echó un vistazo y le ofreció una sonrisa.
—También tenemos a uno de nuestros espías cubriéndole la espalda a Saf. Si
alguien hace un movimiento sobre él, le sacaremos inmediatamente. Te lo prometo,
nadie va a hacerle daño a tu hermano.
—Gracias. —Maris alzó la vista hacia Ture—. ¿Estás bien?
—Ahora que estás a salvo, sí.
Maris atesoró aquellas palabras mientras se esforzaba por alejar los
pensamientos de la tragedia de esa noche. La Liga les había asestado un duro golpe.
El hermano de Ture estaba muerto.
Por mi causa.
Tomando la mano de Ture se la llevó a los labios y la dura realidad se hundió en
él. Nadie, aparte de Darling o Saf, le había protegido así. Era algo que nunca olvidaría.
—Te amo —susurró.

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Una gran lágrima cayó por la mejilla de Ture.
—Yo también te amo.
Por primera vez en la vida, Maris sabía que no era palabrería.
Esto era de verdad.
Y lo sería para siempre.
—¿Darling?
—¿Sí?
Maris se rió cuando tanto Darling como Ture le contestaron. Fiel a su promesa,
Ture jamás se ofendería las veces que lo llamara con el apelativo cariñoso 4”. Es más,
se lo tomaría como la muestra de cariño que era, y jamás asumiría que Maris le
estuviera llamando con el nombre de otro.
—Ture —dijo con una sonrisa para especificar a quien se dirigía—. El emperador
nos ha ofrecido que vivamos en el palacio con su guardia. ¿Te mudarás conmigo?
Ture sonrió.
—Por supuesto, lo haré. ¿No has visto las tonterías que cometes? No tengo la
intención de perderte de vista. No me lo puedo permitir.
Maris se echó a reír.
—Bien. De otro modo, tenía miedo de que estuvieras a punto de relegarme al
estado de acosador loco.
Apretando su mano, Ture sacudió la cabeza. Hasta que otro pensamiento le
golpeó.
—¿Dónde está Terek?
—El marido de Jayne lo tiene. No está herido, le habían alimentado y estaba
durmiendo la última vez que lo comprobé.
Ture soltó el aliento aliviado.
—Sabes, todavía apareces como su legítimo padre, y Ana no tenía otra familia.
Tengo los papeles de la adopción preparados, pero…
A Maris se le atascó el aliento en la garganta mientras esperaba que Ture
estuviera diciendo lo que él creía.
—¿Quieres adoptarlo?
—Me encantaría, ¿Y a ti?
Maris afirmó con la cabeza.
—Siempre he querido ser madre de alguien más que de Darling y sus
descarriados hermanos.
4 Darling en inglés significa: Querido, amor… Por eso tanto Darling como Ture contestan a la vez. (N.T.).

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Todos se rieron de eso.
Maris miró a los ojos de Ture.
—¿Sabes? Esto oficialmente nos hace una familia de verdad.
Ture echó un vistazo a Darling, luego a Hauk.
—Creo que ya éramos una familia mucho antes de esto.
—Sólo no me hagáis hacer de tío espeluznante —dijo Hauk—. Recordad, para
eso tenemos a Fain.
Resoplando, Maris recorrió con la mirada a la gente que lo significaba todo para
él. No, no estaban emparentados por la sangre. Pero estaban unidos por algo mucho
más fuerte y más poderoso.
Amor mutuo y respeto. Y esa era la única cosa en el universo que era realmente
indestructible.
Se había pasado toda la vida tratando de encontrar un lugar al que pertenecer.
Ahora lo tenía, y era mucho mejor de lo que lo había sido en sueños.
No, la gente a su alrededor no era perfecta. Él tampoco. Pero lo intentaban y le
amaban.
Como él los amaba a ellos.
Eso era todo lo que realmente importaba. Era mejor de lo que cualquiera pudiera
esperar y ahora mismo, sabía una verdad indiscutible…
Realmente era la puta más afortunada del universo.
Y mientras tuviera a Ture y a su hijo con él, nada volvería a ser más importante.

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DEL MUNDO DARK-HUNTER…
STYXX

Llegada 3/9/2013

Justo cuando creías que el día del juicio final había terminado…
Hace siglos Acheron salvó a la raza humana encarcelando un antiguo mal
empeñado en la destrucción absoluta. Ahora ese mal se ha desatado y busca
venganza.
Como gemelo de Acheron, Styxx no siempre ha estaba del lado de su hermano.
Han pasado más siglos tirándose a la garganta del uno al otro que protegiéndose las
espaldas. Ahora Styxx tiene la oportunidad de demostrar lealtad a su hermano, pero
sólo si está dispuesto a cambiar su vida y su futuro por Acheron.
La diosa Atlante de la Ira y la Miseria, Bethany, nació para corregir las injusticias.
Pero nunca fue una tarea que disfrutó.
Hasta ahora.

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Tiene con Acheron una deuda que se compromete a saldar, cueste lo que
cueste. Él se unirá a sus compañeros dioses en el infierno y a ella nada va a
detenerla.
Pero las cosas nunca son lo que parecen, y Acheron ya no es el último de su
linaje. Styxx y Acheron deben dejar de lado su pasado y aprender a confiar el uno en
el otro o sufrirán más.
Pero es difícil arriesgar tu propia vida por alguien que una vez intentó arrebatarte
la tuya, incluso si es tu propio gemelo, y cuando las lealtades son distorsionadas y no
puedes confiar en nadie, ni siquiera en ti mismo, ¿cómo encuentras un camino de
regreso de la oscuridad que quiere consumir el mundo entero?
¿Una que quiere empezar por devorar tu misma alma?
A continuación un adelanto exclusivo…

23 de junio, 9548 a.C.


El rey Xerxes se quedó mirando al niño que tenía dormido plácidamente en los
brazos. ¿Cómo podía su alegría haberse vuelto tan amarga con tanta rapidez?
Durante un momento había creído ser el más bendecido de los reyes. Que los dioses
le habían concedido dos hijos para gobernar su vasto imperio.
Ahora…
¿Tenía siquiera uno?
No había duda que el primogénito, Acheron, era nacido de los dioses. Que su
reina consorte se había prostituido a sí misma con ellos y había dado a luz a eso.
Pero Styxx…
El rey estudió cada pulgada del perfecto y dormido niño acurrucado contra él.
—¿Eres mío? —Estaba desesperado por conocer la verdad.
El niño parecía ser un simple bebé humano. A diferencia de Acheron, cuyos ojos
se arremolinaban con un vivo color plateado, los de Styxx eran de un intenso y
perfecto azul. Pero claro, los dioses siempre eran traicioneros.
Siempre engañaban.
¿Podría ser que Acheron fuera su hijo y éste no lo fuera? ¿O que ningún niño le
perteneciera?
Contempló a la sabia anciana que había proclamado a Acheron como hijo de un
dios justo después de nacer. Decrépita y marchita, vestía pesados ropajes blancos
lujosamente bordados con oro.
—¿Quién es el padre de este niño?
La mujer hizo una pausa en la limpieza.

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—Majestad, ¿por qué me pregunta algo que ya sabe?
Porque no lo sabía. No a ciencia cierta. Y odiaba el sabor del miedo que le
quemaba la garganta y le dejaba un regusto amargo. Miedo que hacía que el corazón
le latiera con inquietud.
—¡Respóndeme, mujer!
—Verdad o mentira, ¿creerá cualquier respuesta que le dé?
Condenada fuera por su sagacidad. ¿Cómo podían los dioses haberle hecho
esto? Les había hecho sacrificios y rezado durante toda la vida. Devotamente y sin
blasfemar. ¿Por qué mancillaban a su heredero de esta forma?
O peor aún, ¿tenía algún heredero de él?
Estrechó el abrazo, lo que hizo que el bebé se despertara llorando. Una parte de
él quiso estampar al niño en el suelo y verlo morir. Hundirlo fuertemente en el olvido.
¿Pero y si éste era su hijo? Su propia carne y sangre…
La mujer sabia había dicho que lo era.
Sin embargo, ella simplemente retransmitía lo que los dioses le decían, ¿y si
ellos mintieron?
Enfadado y traicionado, se dirigió a la mujer y metió al niño entre sus brazos.
Que alguien más lo consolara por ahora. No podía soportar la vista de ninguno de los
niños.
Sin otra palabra, salió como una tromba de la habitación.
En el momento que estuvo a solas con el bebé, la anciana bruja se transformó
en una hermosa joven de largo pelo negro. Vestida de rojo sangre, besó la cabeza del
niño y éste se calmó al instante.
—Pobre, pobre Styxx —susurró la diosa Atenea mientras lo mecía en los brazos
para tranquilizarlo—. Como tu hermano, el tuyo será un futuro desagradable. Siento no
poder hacer más por ninguno de vosotros. Pero el mundo humano necesita sus
héroes. Y un día, todos ellos te necesitarán a ti.

10 de marzo, 9543 a.C.


Cinco años más tarde
—¡Tú, desgraciado ladronzuelo!
Styxx levantó la vista ante el agudo chillido de su hermana mayor. Ryssa se
alzaba sobre él y su hermano gemelo Acheron mientras jugaban con sus caballos y
soldados de madera en el suelo.
¿Por qué siempre estaba tan enfadada con él? Hiciera lo que hiciera para
intentar complacerla, nunca era suficiente.

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Ryssa lo odiaba. Siempre lo había hecho.
—No cogí nada.
Crispando los labios, ella se acercó y lo levantó del suelo con un tirón del brazo.
—¿Dónde lo pusiste, pequeño gusano sin valor? —exigió, sacudiéndolo con
tanta fuerza que sintió como si le fuera a arrancar el brazo.
Styxx trató de liberarse, pero era demasiado fuerte para él.
—¿Poner el qué?
—El caballo de juguete que Padre me dio para mi cumpleaños. Sé que tú los
coleccionas y sé que robaste el mío. ¿Dónde está?
—No lo he tocado.
—¡Eres un mentiroso? —Lo arrojó al suelo y fue a buscar entre sus cosas de
nuevo—. ¿Dónde lo has escondido?
Styxx se encontró con la mirada de Acheron.
—¿Lo cogiste tú? —susurró a su hermano.
Acheron negó con la cabeza.
¿Entonces quién?
—¿Qué haces aquí?
Todos se congelaron ante el furioso sonido de la voz de su niñera. Antes de que
Styxx pudiera explicar que había invitado a Acheron a jugar con él, ella apartó
bruscamente a su hermano.
Acheron gritó ante el doloroso apretón de la niñera en su pequeño brazo.
—¿Cuántas veces te he dicho que te quedes en tu propio cuarto?
Styxx entró en pánico al darse cuenta de que Acheron todavía sujetaba uno de
los soldados en la mano. Incluso aunque él se lo había dado a su hermano, sabía lo
que pasaría si alguien lo veía en posesión de Acheron.
Su hermano sería castigado. Otra vez.
Queriendo sólo proteger a Acheron, Styxx se abalanzó desde el suelo y se lo
arrebató de la mano.
Acheron le ofreció una pequeña sonrisa de gratitud antes de que se lo llevaran.
—¡Tú! —Ryssa hizo una mueca mientras miraba airadamente el juguete que
sostenía—. Eres tan egoísta. Jamás piensas en nadie, salvo en ti mismo. ¿Qué daño
te habría hecho el dejarle un juguete? ¿Eh? —Señaló los otros dispersados por el
suelo—. Nada es suficiente para ti, ¿verdad? Tú siempre quieres más y no te importa
de quién lo tomas.

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Le quitó el juguete de un tirón, cortándole la palma en el proceso, y salió
enfurecida de la habitación.
Afligido, Styxx se quedó sin compañía. Odiaba estar solo con una pasión que no
tenía sentido. Muchas veces, se preguntaba si no venía del hecho de nacer con un
hermano gemelo. Seguramente los dioses no le habrían dado un hermano si querían
que estuviera siempre solo.
Y sin embargo, pasaba muchísimo tiempo de su vida sin compañía alguna.
Suspirando con tristeza, Styxx echó un vistazo alrededor del cuarto lleno de
juguetes. Con mucho gusto los regalaría todos si pudiera tener una persona con quien
jugar. Ryssa se negaba porque él no le caía bien y era un niño maloliente, y según
decía, demasiado estúpido para participar en los juegos que ella jugaba con Acheron.
Los otros niños huían de él porque sus padres tenían miedo que pudieran hacerle
daño, sin querer o intencionadamente, e incurrir en la ira de su padre.
Acheron era el único que le daba la bienvenida como compañero de juegos.
Pero su padre exigía que ellos permanecieran separados.
Styxx miró el juguete de su hermano y deseó con todas sus fuerzas que las
cosas fueran diferentes para los dos. Mejor haber nacido agricultores pobres que tener
que soportar la carga de esta horrible familia y su mezquindad.
Dejó el juguete a un lado. Más tarde, cuando todos durmieran, se lo devolvería a
su hermano.



—¿Acheron? —susurró Styxx, dándole un empujoncito a su dormido hermano


para que despertara.
Lentamente, Acheron parpadeó hasta abrir los ojos. Frotándolos con el puño,
Acheron se sentó en la cama. Styxx empujó un trozo de pan dulce en su cara,
haciendo sonreír a Acheron en el momento que lo vio.
—No traje miel, lo siento. Pero… —Styxx abrió su pequeña bolsa de tela para
mostrar los higos azucarados que había cogido—. Conseguí robar tus favoritos.
Los ojos plateados de Acheron se iluminaron.
—¡Gracias! Pero no deberías haberlo hecho. Te podrían haber pillado.
Styxx se encogió de hombros.
—No me habrían hecho daño por esto. —Al menos no físicamente… esas
palizas estaban reservadas para otras ofensas. Aunque había veces que prefería ser
golpeado a escuchar como lo llamaban inútil u otros insultos.
Feliz por haber ayudado a su hermano, Styxx observó como Acheron desgarraba
el pan. Ya que los habían enviado a los dos a la cama sin cenar, Acheron estaba

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muerto de hambre. Pero como siempre, Styxx había sido incapaz de dormir y, por eso,
una vez que el palacio se quedó tranquilo, se coló en la despensa.
—¿Qué comiste tú? —preguntó Acheron.
—Pan… con tu miel. —Sonrió ampliamente con culpabilidad.
Acheron se rió.
—Eso estuvo mal por tu parte.
Styxx indicó la pequeña bolsa.
—Pensé que preferirías los higos.
—Podrías haberme dado la opción.
—Y lo habría hecho si no hubiera tenido calambres en la barriga. Olía tan bien,
que no pude soportarlo más. Tuve que comer un poco de camino hacia aquí. Lo
siento.
—Entonces te perdonaré. —Acheron le ofreció el pan—. ¿Quieres más?
Sacudió la cabeza, rehusando. A pesar de que todavía tenía hambre, sabía que
Acheron tenía incluso más.
Frunciendo el ceño mientras comía, Acheron inclinó la cabeza.
—¿No podías dormir de nuevo?
—Lo intenté. —Morfeo le guardaba rencor por motivos que sólo los dioses
entendían. No importaba lo mucho que Styxx lo intentara, el sueño siempre lo eludía.
Acheron se echó hacia atrás en su camastro, dejando más espacio.
Inmensamente agradecido, Styxx aceptó su tácita invitación y se acostó a su
lado.
A los pocos minutos, estaba profundamente dormido. Acheron terminó de comer
y metió la bolsa en la túnica de Styxx. Lamiéndose los restos de azúcar de los dedos,
se enroscó detrás de Styxx, espalda con espalda, y colocó la planta de los pies a ras
con los de su hermano. Hasta donde podía recordar habían dormido así siempre que
podían. A ninguno de los dos le gustaba estar solo o separados, y sin embargo su
familia estaba decidida a que fuera así. No era algo que ninguno entendiera.
Lo que deseaban era que los dejaran juntos y en paz.
Y Styxx era a quien él más quería.
Su hermano era el único que lo trataba como si fuera normal. Styxx no lo odiaba
como sus padres lo hacían, ni lo idolatraba como si fuera un dios encarnado como
Ryssa era propensa a hacer.
Eran hermanos. Jugaban. Se reían. Y peleaban por todo lo que valía la pena.
Pero cada vez que la pelea terminaba, se sacudían el polvo y volvían a ser amigos de
nuevo.

168
Por siempre y para siempre.
Cerrando los ojos, Acheron escuchó las voces que siempre le moraban en la
cabeza. Styxx también las oía. Pero mientras Acheron sólo escuchaba las de los
dioses, Styxx escuchaba esas y muchas, muchas más. Era una de las razones por las
que su hermano tenía tantas dificultades para dormir. Cuando estaban juntos, las
voces en la cabeza de Styxx paraban de gritar y lo dejaban descansar. Styxx sólo
podía escuchar los pensamientos de Acheron entonces, y Acheron era muy cuidadoso
con ellos.
Pero en el momento que estaban separados, las voces volvían a Styxx con saña.
La falta constante de sueño volvía a su gemelo irritable la mayoría de los días y le
provocaba unos dolores de cabeza terribles. Dolores de cabeza tan feroces, que a
veces su nariz sangraba por culpa de ellos y a menudo le revolvían el estómago.
Nadie más lo entendía. Acusaban a Styxx de fingir el dolor. Y a los dos les
aterrorizaba el contarle a los demás lo que escuchaban. Todos menos Styxx lo
odiaban ya bastante. No tenía ningún deseo de darles otra excusa.
Cuando Styxx había intentado contarle a otros lo de las voces, había sido
ridiculizado y castigado por mentir. Incluso Ryssa le había acusado de que lo hacía
para llamar la atención. Así que ambos habían aprendido a guardar el secreto y a no
decírselo a nadie. Nunca.
Había muchos secretos sobre ellos dos que compartían.
Y se habían prometido mutuamente que algún día, cuando crecieran y nadie
pudiera detenerlos, abandonarían este lugar y se irían a alguna otra parte donde la
gente no los tratara tan mal.
Al igual que su hermano gemelo, Acheron no podía esperar a que ese día
llegara.

9 de mayo, 9542 a.C.


—¡Siéntate derecho! Te sientas con los hombros caídos como el hijo de un
pescadero.
Styxx se estremeció ante el iracundo tono de su padre y se enderezó
inmediatamente en el incómodo sillón de oro, donde las piernas se le habían
entumecido por colgar sobre el borde del mismo. Pero si las doblaba bajo él, su padre
se enfadaría incluso más que con la pose desgarbada. Aunque su padre a menudo lo
idolatraba, sobre todo cuando estaban en público, había otros momentos en que
estaba tan enfadado que nada de lo que él hacía lo complacía. Momentos cuando su
padre parecía lamentar cada aliento que tomaba.
Hoy era definitivamente uno de esos días.
—¿Te estamos aburriendo, muchacho?

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Styxx rápidamente negó con la cabeza, resistiéndose al impulso de gemir en voz
alta cuando el dolor le abrió el cráneo con una absoluta agonía. Siempre odiaba sus
dolores de cabeza y el de hoy era más insoportable de lo normal. Le hacía imposible
enfocarse. Peor, sentía como si fuera a vomitar en cualquier momento. Eso su padre
lo encontraría imperdonable.
“¿Qué? ¿Eres una mujer embarazada, muchacho? Vomitas como una. Aprende
a controlar tu estómago. Compórtate como un hombre, por el amor a los dioses. Los
hombres no vomitan cada dos minutos. Controlan sus cuerpos en todo momento”.
El estómago se le revolvió violentamente, provocándole más dolor punzante en
la cabeza, lo que le puso incluso peor. El vaivén constante entre la cabeza y el
estómago era tan fuerte como para hacerlo querer gritar en agonía.
—¿Puedo retirarme, Padre?
Su padre se giró para fulminarle con su iracunda mirada.
—¿Con qué propósito?
—No me encuentro bien. —Era un considerable eufemismo.
—Ven aquí.
Styxx se deslizó del pequeño trono y luchó contra el impulso de estremecerse
cuando el alfilerazo de mil agujas le impactó en las piernas dormidas. Sabiendo que no
debía dejar que su padre viera el dolor que soportaba, cruzó el estrado hacia el
enorme trono dorado de su padre. Era tan descomunal que la parte superior de su
cabeza rubia apenas llegaba al apoyabrazos. Vestido con el quitón5 blanco y púrpura y
la clámide6 que hacía juego con la túnica de Styxx; el pelo y la barba rubia de su padre
brillaban bajo la corona laminada de oro que un día sería de Styxx.
Como siempre hacían todas las semanas durante este día, habían pasado toda
la mañana tratando los problemas y preocupaciones de los nobles y la gente que
quería una audiencia con su rey. Ya que esto era algo que Styxx tendría que hacer
cuando gobernara este reino, durante el último año su padre lo había obligado a estar
presente y escuchar para aprender a usar la sabiduría de su progenitor una vez que
heredara la corona. Mientras Styxx estaba aquí, jamás debía moverse o hablar. Sólo
observar.
El “privilegio” de asistir a estas sesiones había sido su especial regalo en su
quinto cumpleaños.
Con un ceño feroz que le fruncía el gesto, su padre tocó la frente de Styxx.
—No tienes fiebre. ¿Cuáles son tus síntomas?
—Me duele la cabeza.
Él hizo rodar sus ojos.

5 Es una túnica confeccionada en lana. En los hombres podía cubrir la pierna hasta la mitad del muslo o descender hasta los pies. (N.T.).

6 Prenda de vestir ligera hecha de lana, que llevaban sujeta en el hombro derecho a modo de capa los soldados y efebos griegos. (N.T.).

170
—¿Y?
Quiero vomitar y estoy terriblemente mareado. Pero sabía por experiencia que
su padre sólo ridiculizaría aquellas quejas.
—Eso es todo, Padre. Pero el dolor es brutal.
Su padre lo miró airadamente.
—Un día serás rey, muchacho. ¿Piensas que ellos pararán una guerra o una
rebelión porque tienes un patético dolor de cabeza?
—No, Padre.
—Es correcto. El mundo no se para por algo tan trivial. Ahora siéntate y escucha.
Contempla tus futuras obligaciones. Tu pueblo es mucho más importante que tu
aburrimiento y se merecen tu completa atención.
Pero esto no era aburrimiento. Cada fragmento de luz o el más mínimo sonido le
perforaba la cabeza con un dolor tan nauseabundo que quería golpear sus propios
sesos. ¿Por qué nunca nadie podía entender los dolores de cabeza que tenía y el
daño que le hacían?
Se le formaron lágrimas de dolor y frustración, pero rápidamente parpadeó para
eliminarlas. Había aprendido hacía mucho que mientras su padre consolaría a Ryssa
siempre que llorara, jamás toleraría las lágrimas de su hijo. Styxx debía ser un
hombre, no una muchacha mimada...
Intentando no mover la cabeza mientras caminaba, Styxx volvió a su asiento.
—¡Siéntate derecho! —ladró su padre al instante.
Styxx se estiró completamente entonces se estremeció de dolor. No lo
demuestres...
Pero era tan difícil no hacerlo. Tragando agónicamente, echó un vistazo hacia el
exterior de la ventana para ver a Ryssa en el jardín con Acheron. Se reían mientras se
perseguían el uno al otro y jugaban. Lo que él no daría por estar fuera con ellos bajo la
hermosa luz del sol.
Aunque daría lo mismo. Incluso si no le doliera la cabeza, Ryssa nunca le
balancearía alrededor de ella así. Jamás se reiría con él o le haría cosquillas. Su amor
estaba reservado únicamente para Acheron.
Girando la cabeza, trató de no pensar en ello cuando otra oleada de miseria le
perforó el cerebro.
Styxx se inclinó hacia delante al mismo tiempo que la sangre le fluyó por la nariz.
¡No! Por favor, ahora no... Por favor, dioses. Se la taponó con la mano, tratando de
contenerla antes de que su padre se percatara.
—¿Majestad? ¿Su Alteza está bien?

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Styxx se sobrecogió de pánico ante la pregunta del guardia que provocó toda la
atención de su padre.
La rabia oscureció el semblante de su padre.
—¿Lo has hecho a propósito?
Sí, me he cortado a propósito la nariz por el simple hecho de fastidiarte, Padre.
Tengo realmente un talento natural para eso.
—No, Padre. Seré bueno. Esto es simplemente otra hemorragia nasal. Se
cortará en unos minutos.
El rey frunció el labio con repugnancia.
—¡Mírate! Estás asqueroso. No deshonres a los que te rodean o tu divina
posición con tal sanguinolencia. —El rey hizo un gesto con la barbilla al guardia que le
había delatado y al criado de Styxx encargado de mantenerlo impecable y presentable
para cualquier acto público—. Llevaros al príncipe a sus aposentos y ocuparos de que
sea limpiado y cambiado.
Genial, suena como si fuera un bebé o un cachorro.
Ellos hicieron una reverencia antes de cruzar el salón hasta colocarse delante de
Styxx.
Atemorizado por lo que esto significaría para él más tarde, Styxx se mantuvo
presionadas las fosas nasales, se deslizó del asiento y se dirigió a sus aposentos de la
planta superior. Mientras cruzaba el atrio del salón del trono hacia los aposentos
reales, se detuvo de nuevo para ver a Acheron y a Ryssa riendo y jugando al fondo del
jardín. La hemorragia empeoró así como las voces que se alzaban aún más fuertes
que antes.
Las lágrimas le inundaron los ojos. Quería gritar por todo ello, y cuando Acheron
se cayó y se raspó las rodillas, Styxx no pudo aguantar más. Cayó al suelo,
agarrándose la pierna y gritando cuando finalmente el dolor lo abrumó.
Por favor, dioses, por favor simplemente dejadme morir...
Acheron vino corriendo a su lado.
—¿Styxx? ¿Estás bien?
No, vivo en un estado de dolor físico perpetuo que nadie entiende o lamenta. Y
estaba harto de ello. Dioses queridos, ¿no podía disfrutar de una sola hora donde algo
no le doliera?
—¿Styxx?
No podía responder a su hermano, no mientras el dolor fuera tan descomunal y
de tantas formas. En cambio, miró fijamente la sangre sobre la piel devastada de
Acheron. Sentía la misma herida sobre su propia rodilla y aun así sabía que si se

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mirase la pierna, no tendría ninguna herida para explicar el dolor palpitante que sentía
ahí.
—No te hieras más, Acheron —susurró finalmente Styxx—. Por favor.
Acheron frunció el ceño mientras Ryssa se acercaba. Ella se arrodilló sobre el
suelo al lado de Styxx.
—¿Por qué mientes?
Styxx se levantó antes de que ella también pudiera burlarse de su dolor.
—Me caí.
Ella echó un vistazo alrededor del camino.
—No hay nada que provocara tu caída. ¿Qué? ¿Viste caer a Acheron y no
pudiste soportar que tuviera cinco segundos más de atención que tú?
Styxx la miró airadamente mientras más agonía le hendía el cráneo.
—Sí, eso es exactamente lo que pasó.
—¿Tienes otro dolor de cabeza? —preguntó Acheron.
Styxx afirmó cabeceando y luego se estremeció.
Ryssa se mofó.
—Padre dice que sólo finges tenerlos para escaquearte de tus
responsabilidades.
Se señaló el quitón manchado.
—¿Y la sangre que me cubre?
—Probablemente te lo provocaste en busca de compasión. Te conozco. Eres
muy capaz de hacer cualquier cosa para conseguir atención.
No hacía eso... jamás.
Incapaz de tratar con su crítica, Styxx se presionó el dolorido cráneo con la mano
derecha y avanzó hacía su cuarto con su criado y guardia siguiéndole.
Acheron comenzó a seguirle, pero Ryssa lo detuvo.
—Déjele marchar, Acheron. Él simplemente te meterá en problemas como hace
siempre. Ven. Sigamos jugando.



Horas más tarde, Styxx estaba en la cama intentando no moverse ni respirar. De


repente sintió una apacible mano en el pelo. Al instante supo quién era. Sólo una
persona mostraba esa clase de preocupación por él.
—¿Acheron? —susurró.

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Sin contestar, su hermano se metió lentamente en la cama detrás de él.
—¿Está mejor tu dolor de cabeza?
—No realmente. ¿Y el tuyo?
—Me duele, pero creo que no tanto como a ti. Todavía puedo funcionar con el
mío. —Acheron tocó las contusiones frescas sobre el trasero desnudo de Styxx que le
palpitaba incluso más que la cabeza—. ¿Por qué fuiste castigado tú?
—Abandoné la sesión de la corte antes de tiempo. Como Ryssa, Padre no creyó
en mi dolor de cabeza. Pensó que yo trataba de evitar mis responsabilidades. —Algo
que su padre no toleraba bajo ningún concepto.
Acheron le envolvió con los brazos y lo sostuvo cerca.
—Lo siento, Styxx.
—Gracias. —Styxx no habló durante varios minutos mientras las voces en la
cabeza finalmente se atenuaron lo suficiente para que casi pudiera respirar
normalmente otra vez—. ¿Acheron? ¿Por qué crees que puedo sentir tu dolor, pero tú
no sientes el mío?
—Ryssa diría que es la voluntad de los dioses.
¿Pero por qué? Styxx sospechaba que él no debía ser tan importante para los
dioses como Acheron. ¿Por qué si no sentiría las heridas de su hermano mientras
Acheron era inmune al dolor que él sentía? Era como si los dioses quisieran
asegurarse de que Styxx protegiera a su hermano de todo mal. Como si él fuera la
cabeza de turco divinamente escogida para Acheron...
—¿Qué crees tú, Acheron?
—No lo sé. Tampoco entiendo por qué los dioses nos han abandonado a tal
gente horrible mientras nos hablan tan fuerte en nuestras cabezas. Esto no tiene
sentido, ¿verdad? —Acheron se giró y presionó su espalda a la de Styxx, y después
los pies. Mientras yacían en silencio en la oscuridad de la habitación de Styxx,
Acheron estiró el brazo para coger la mano de Styxx—. Lamento que Ryssa sea tan
desagradable contigo. Simplemente cree que eres idolatrado y mimado mientras ellos
me tratan mal a mí.
—¿Tú que piensas?
—Veo la verdad. Nuestros padres también recelan de ti. Y aunque ellos son
agradables contigo de vez en cuando, son también muy, muy infames.
Sí, ellos lo eran. Y a diferencia de Acheron, él no podía quejarse de ello. Nadie le
creía cuando lo hacía. Lo acusaban de ser mimado y luego descartaban su dolor como
insignificante, o incluso peor, se regodeaban de su sufrimiento, como si se lo
mereciera porque era un príncipe, mientras que ellos no lo eran. A veces pensaba que
sería mejor ser Acheron. Al menos su hermano sabía qué le esperaba siempre que
sus padres estaban cerca. Styxx nunca lo sabía hasta que era demasiado tarde.

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A veces su padre era agradable, y luego otras...
Atacaba a Styxx como si lo odiara aún más de lo que aborrecía a Acheron. No
tenía sentido y era terriblemente confuso para su joven mente. Por eso, no quería
estar alrededor de sus padres o su hermana.
Lo mejor era evitarlos a ellos y la confusión que le causaban.
Suspirando, apretó la mano de Acheron y dejó que el toque acallara las voces
que lo impulsaban a suicidarse. Eran despiadadas en sus pullas.
Eres ponzoña. ¡Mientras vivas, sufrirás!
Pero si él moría, Acheron también fallecía. La mujer sabia lo había proclamado
así cuando ellos nacieron. Sus vidas habían sido entretejidas por los mismos dioses y
no había ningún modo de deshacerlo.
Tal vez es por eso que sufres.
Los dioses estaban tratando de hacerle matar a Acheron. Que odiara a su
hermano para que Styxx los asesinara a ambos. De alguna manera eso tenía sentido.
Tal vez pensaban que si torturaban a Styxx lo suficiente, le llevarían al agotamiento y a
la desesperación como para que acabara con Acheron y así poner fin a la agonía.
¿Era por eso que sus ojos eran diferentes? ¿De modo que si mataba a su hermano,
no viera sus propios ojos azules cuándo lo hiciera?
Pero no podía obligarse a odiar a la única persona que le amaba. La única
persona que lo consolaba y calmaba el sufrimiento de cabeza.
Dioses o no dioses, miseria o felicidad, Acheron era su hermano. Por siempre y
para siempre. Él era la única verdadera familia que Styxx tenía.
Y una cosa que había aprendido en su corta vida es que no podía confiar en
nadie. Ni siquiera en los dioses. La gente que le rodeaba le mentía. Constantemente.
Incluso sobre las pequeñas cosas. Sólo Acheron era de confianza y honesto. Sólo su
hermano no trataba de dañarlo o lo traicionaba a su padre. Así que, ¿cómo podía
hacer daño a la única persona en su vida que lo trataba como algo más que un objeto
para ser despreciado? ¿Una persona que no sonreía de silenciosa satisfacción
siempre que él estaba herido?
—Te quiero, Acheron.
—Yo también te quiero, hermano.
Styxx echó la cabeza hacia atrás hasta que la apoyó contra la de Acheron y
finalmente dejó caer las lágrimas que había estado reteniendo en los ojos durante todo
el día. Podía mostrarlas delante de Acheron. Su hermano las entendería y jamás se
burlaría de ellas.
—¿Crees que alguna vez seremos capaces de abandonar este lugar y encontrar
la paz?
—No. Pienso que nacimos para sufrir.

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¿La parte más triste? Él también lo pensaba.
—Al menos nos tenemos el uno al otro.
Acheron cabeceó.
—Hermanos, por siempre y para siempre. Ellos no serán capaces de separarnos
jamás.

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