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USUFRUCTO.

Según el art.467 del Código Civil, “el usufructo da derecho a disfrutar los bienes
ajenos con la obligación de conservar su forma y sustancia a no ser que el título de
su constitución o la ley autoricen otra cosa”.

El usufructo es un derecho real porque da a su titular una situación de señorío o


potestad respecto de unos bienes, engendrando por ello una situación
especialmente protegida frente a terceros. Pero esta inicial visión no debe ocultar
que la constitución del usufructo crea, sobre todo, una relación jurídica compleja
entre usufructuario y propietario, ambos con facultades y deberes.

El usufructo pertenece a los derechos reales limitados; puede decirse que es el


paradigma de esta categoría. Al recaer sobre cosas ajenas, entraña el
reconocimiento de que la propiedad la ostenta otra persona, y su titular no tiene las
mismas facultades que el propietario, que se ve limitado en su dominio. El
usufructuario gozará de la cosa con dos límites principales: primero, el tiempo que
dure el negocio; segundo, la obligación de no dañar o destruir la cosa.

En cuanto a los sujetos, no hay regla especial que se refiera a la capacidad para
ser usufructuario. La titularidad del derecho puede ser ostentada por cualquiera con
capacidad de celebrar negocio jurídico inter vivos, o para adquirir mortis causa o por
usucapión. Para el nudo propietario, la constitución del usufructo es un acto de
gravamen, por lo que debe tener facultad de disponer.

El usufructo tiene como objeto una o varias cosas materiales, muebles o inmuebles,
siempre que sean apropiables, estén dentro del comercio y sean susceptibles de
utilización y disfrute.

En cuanto al contenido, según el art. 470 del Código Civil, “los derechos y
obligaciones del usufructuario serán los que determinen el título constitutivo del
usufructo; en su defecto o por insuficiencia de éste, se observarán las disposiciones
contenidas en las dos secciones siguientes”. Es decir, inicialmente, la fuente de
regulación del usufructo es la autonomía de la voluntad y, subsidiariamente, las
reglas dadas por el Código(derechos, arts. 471 al 490; y obligaciones, arts. 491 al
512).

Según el art. 513 del Código Civil, el usufructo se extingue por muerte del
usufructuario, expiración del plazo por el que se constituyó, cumplimiento de la
condición resolutoria (si la hubiere), reunión del usufructo y nuda propiedad en una
sola persona, renuncia del usufructuario, pérdida de la cosa, resolución del derecho
del constituyente, prescripción, o expropiación forzosa.

SERVIDUMBRE.
Según el art. 530 del Código Civil, la servidumbre es “un gravamen impuesto sobre
un impuesto perteneciente a distinto dueño”. Nuestro Código Civil contempla la
servidumbre en más de setenta artículos (530 a 604), con una regulación minuciosa,
la mayor parte dedicada a regular servidumbres concretas, aunque reconociendo
amplio poder de acción a la autonomía de la voluntad, encontrándose en el art.
594 de nuestro Código que “todo propietario de una finca puede establecer en ella
las servidumbres que tenga por conveniente, y en el modo y forma que bien le
pareciere, siempre que no contravenga a las leyes ni al orden público”.

La definición, no muy afortunada, del art. 530, ha sido precisada por varios autores:

Se centra en la relación entre inmuebles. Según DE DIEGO, el inmueble es


sólo la base sobre la que se construye la servidumbre, que implica siempre la
intervención de personas. Es un derecho subjetivamente real; quien en cada
momento sea propietario del fundo, será titular de la servidumbre. Además, el art.
531 admite que pueden establecerse servidumbres en favor de personas.

Aunque el Código contempla el aspecto pasivo de la servidumbre (gravamen),


es ésta, al tiempo, un derecho real, que recae sobre la cosa y se ejerce erga
omnes. Puede exigirse del dueño del previo sirviente que no haga o deje hacer
algo. Por regla general, se impone a éste una mera conducta pasiva y omisiva.

La servidumbre recae sobre cosas ajenas. A pesar de que parece que el art.
541 fija una excepción, al decir que la existencia de un signo aparente de
servidumbre entre dos fincas del mismo propietario, se considerará en caso de
enajenación de una de ellas como título para que la servidumbre continúe,
realmente se trata de una impresición lingüística, pues realmente se crea una
nueva servidumbre.

La servidumbre limita el derecho de propiedad. No puede ser presumida sino


probada su constitución.

La servidumbre es inseparable de la finca a que pertenece e indivisible.

En cuanto a los tipos de servidumbre, podemos atender para su clasificación a su


objeto (prediales y personales), a la fuente de su regulación (voluntarias o legales),
a su contenido (positivas o negativas), al elemento temporal (continuas o
discontinuas) y, a su manifestación externa o no (aparentes y no aparentes).

En cuanto a los sujetos, como la servidumbre predial implica un gravamen para el


fondo sirviente y un derecho subjetivo para el dominante, resulta obvio que
determina una relación cuyos sujetos son los propietarios de ambos predios, y como
este negocio tiene carácter dispositivo y eficacia real, hay que considerar el acto de
constitución como dispositivo; así pues, podrán constituir servidumbre aquellas
personas con capacidad para disponer.
El objeto del derecho es el predio sirviente, que debe quedar perfectamente
determinado. La servidumbre se extingue, según el art. 546 del Código Civil, por
consolidación, por no uso durante veinte años, como por pérdida de la cosa, por
vencimiento, por renuncia, o por convenio instintivo.

Dentro de las servidumbres típicas, la que ocupa nuestro caso es la servidumbre de


paso, que implica al propietario de una finca el derecho de exigir paso por las
heredades vecinas, previa la correspondiente indemnización, siempre que
concurran estos dos requisitos del art. 564: primero, que se halle enclavada entre
otras ajenas; segundo, que carezca de salida a camino público.

En nuestro caso concreto, y dada la redacción del mismo, vamos a presumir que
tanto el usufructo de Antonio como la servidumbre de Santiago, han sido
válidamente constituidos, es decir, ambos tienen la capacidad para haber celebrado
esos negocios.

DERECHO REAL.

Un derecho real es un poder jurídico que ejerce una persona sobre una cosa; regula
la Propiedad, y los derechos y obligaciones concernientes a la propiedad. Este
poder puede ser directo e inmediato o indirecto y mediato, y puede suponer un
aprovechamiento total o parcial, siendo este derecho oponible a terceros.

PRENDA.

La prenda es un contrato de garantía real para asegurar que se cumpla una


obligación y grava bienes muebles. La persona acreedora retendrá el bien mueble
hasta que se pague la obligación que ha contraído el prestatario.

HIPOTECA

«Derecho real de hipoteca» redirige aquí. Para otras acepciones, véase Derechos
reales.

La hipoteca es un derecho real de garantía, que se constituye para asegurar el


cumplimiento de una obligación (normalmente de pago de un crédito o préstamo),
que confiere a su titular un derecho de realización de valor de un bien,
(generalmente inmueble) el cual, aunque gravado, permanece en poder de su
propietario, pudiendo el acreedor hipotecario, en caso de que la deuda garantizada
no sea satisfecha en el plazo pactado, promover la venta forzosa del bien gravado
con la hipoteca, cualquiera que sea su titular en ese momento (reipersecutoriedad)
para, con su importe, hacerse pago del crédito debido, hasta donde alcance el
importe obtenido con la venta forzosa promovida para la realización de los bienes
hipotecados.

DERECHOS DE OBLIGACIONES

Obligación: vínculo o relación jurídica en virtud de la cual una persona ( acreedor)


tiene la facultad de exigir de otra ( deudor) un determinado comportamiento positivo
o negativo ( prestación), de cuyo cumplimiento responderá en última instancia el
patrimonio del deudor.

OBJETO DE LAS OBLIGACIONES

Ya desde el antiguo derecho romano se habían acuñado definiciones célebres


acerca de la obligación civil, como por ejemplo la clásica definición contenida en las
Institutas de Justiniano en donde se dice que "obligatio est iuris vinculum, quo
necessitate adstringimur alicuius solvendae rei secundum nostrae civitatis iuria". Es
decir, la obligación es un vínculo jurídico que nos constriñe en la necesidad de pagar
alguna cosa conforme a las leyes de nuestra ciudad.

O la diversa definición del jurisconsulto Paulo que la concibe como "obligationum


substantia non in eo consistit, ut aliquid corpus nostrum (aut dservitutem nostram)
faciat, sed ut alium nobis obstringat at danum aliquid, vel faciendum , vel
prestandum". Es decir, la esencia de la obligación no consiste en convertir algo en
cosa o servidumbre nuestra; sino en compeler a otro para darnos, hacernos o
prestarnos algo.".

Ahora bien, las anteriores definiciones y muchas otras elaboradas en épocas


posteriores tienen el defecto de que sólo hacen énfasis en uno o dos de los tres
elementos esenciales del concepto obligación, por ejemplo, diremos que la primera
definición citada caracteriza a la obligación civil por el vínculo jurídico que enlaza a
los sujetos de la misma; en tanto que Paulo se concentra únicamente en el objeto
de la obligación, o sea, en la conducta que asumirá el sujeto deudor, para definir a
la obligación.

En ese tenor de ideas el maestro Borja Soriano, en su obra titulada "Teoría General
de las Obligaciones" después de citar varias definiciones logradas por diversos
doctrinarios, termina concluyendo que para lograr una definición cabal sobre la
obligación, no debemos fijar nuestra atención de manera especial sobre alguno de
los elementos que constituyen la naturaleza de la obligación, a saber: los sujetos, el
objeto y la relación jurídica, sino que tenemos que comprenderlos a todos en una la
definición, ya que cada uno de ellos forma parte de su esencia. Por tanto, una
definición completa de la obligación sería aquella que dentro de su comprensión
lógica contenga los tres elementos necesarios de ésta.

En congruencia con lo anteriormente expuesto, podemos definir a la obligación civil


como la relación jurídica por virtud de la cual un sujeto llamado deudor queda
vinculado jurídicamente respecto de otro sujeto llamado acreedor a realizar una
conducta que puede consistir en un dar, en un hacer o en un no hacer.

SUJETO DE LAS OBLIGACIONES

Los sujetos de la relación jurídica obligación son el acreedor y el deudor. El


acreedor es el sujeto activo de la obligación que es titular de un derecho subjetivo,
comúnmente llamado derecho personal o derecho de crédito.

EFICACIA DE LAS OBLIGACIONES

La eficacia de la obligación está sujeta a término o plazo si la iniciación de sus


efectos, o su extinción, depende de la llegada de un acontecimiento futuro
necesario. Cualquier día determinado por su fecha.

EL MUTUO

El mutuo1 o préstamo de consumo es un contrato2 en virtud del cual una persona


(prestamista o mutuante) entrega a otra (prestatario, mutuario o mutuatario) dinero
u otra cosa consumible, para que se sirva de ella y devuelva después otro tanto del
mismo género y cantidad

Joel Chirino explica los antecedentes del contrato mutuo, pues manifiesta que “el
contrato de mutuo se reguló en el derecho griego y en el derecho romano como un
préstamo de consumo. Originalmente fue considerado gratuito dado que sólo se
practicaba por lazos de amistad y sólo cuando se impuso una contraprestación al
contrato, éste se convirtió en un acto jurídico reglamentado por el derecho de
gentes. Su práctica común se inicia al fin de la república como consecuencia de la
escasez de dinero resentida por los romanos. Posteriormente el préstamo marítimo
propició la práctica comercial de este contrato. Aunado a la crisis económica el
interés subió en forma considerable. Ante este nuevo fenómeno se fue
acrecentando la necesidad de proteger al mutuario contra las acciones usureras de
quienes practicaban el préstamo y por primera vez fue fijada una tasa máxima legal
del 1% mensual. –En la época de Justiniano este porcentaje fue reducido al
cincuenta por ciento. Posteriormente, bajo el imperio bizantino y la influencia
cristina, el mutuum con interés fue prohibido totalmente al considerarse como un
pecado. La prohibición del interés en el mutuum subsistió desde la época de
Carlomagno hasta la revolución francesa.

EL COMODATO

El comodato es un contrato que consiste en un préstamo de uso, mediante el cual


una de las partes deja a otra el uso y disfrute de algo no fungible, que será devuelto
en el momento que se hubiera estipulado en el acuerdo en cuestión.

Comodato

El comodato es un contrato por el cual se entrega gratuitamente un bien no fungible


para que sea utilizado por un periodo de tiempo y después devolverlo.

¿Cómo se define el comodato?

Según el Diccionario del Español Jurídico, el comodato es un contrato o préstamo


de uso, por el que una de las partes (comodante), entrega a la otra (comodatario)
una cosa no fungible para que use de ella durante cierto tiempo, transcurrido el cual
habrá de devolverla.

¿Cuáles son las principales características del contrato de comodato?

El comodato es un contrato real (recae sobre una cosa), unilateral (el acuerdo solo
puede establecerse hacia una parte), gratuito (el comodante no recibe nada a
cambio), y de mera tenencia, pues el comodatario es consciente de que no le
pertenece aquello que le han prestado.

¿Qué obligaciones tiene el comodatario?

La persona que recibe prestado un objeto intangible quedará sujeto a los siguientes
deberes:

Tendrá que satisfacer los gastos ordinarios necesarios para el uso y conservación
de la cosa prestada.
Será responsable de la pérdida de la cosa, aunque ésta fuera por caso fortuito, en
los casos enumerados a continuación:

Si destinara el objeto a un uso diferente del debido.

Si conservara la cosa en su poder más tiempo del establecido.

Si el objeto fue entregado en tasación.

No estará obligado a pagar los deterioros que aparezcan en la cosa por el mero uso
de la misma.

No podrá retener el objeto prestado hasta que el comodante le devuelva lo que le


debiera.

Todos los comodatarios a quienes se presta conjuntamente algo, habrán de


responder solidariamente.

¿Cuáles son las obligaciones del comodante?

Las obligaciones que ha de cumplir todo comodante son:

Podrá reclamar la cosa prestada, solo cuando se haya concluido el uso para el que
se prestó. Si necesitara utilizarla urgentemente, lo que podrá reclamar únicamente
es su restitución.

El comodante podrá, sin embargo, reclamar el objeto prestado si en el contrato no


se hubiera estipulado ni el uso, ni la duración del comodato.

Tendrá que pagar los gastos extraordinarios que surgieran a raíz del uso de la cosa.

El comodante deberá avisar de los vicios del objeto prestado (si los tuviera), porque
de lo contrario, responderá de todos los daños que sucedieran por esas causas.

DEPOSITO Y PRENDA

El certificado de depósito es el documento que acredita la propiedad de mercancías


o bienes depositados en un almacén y este emite: el bono de prenda, la constitución
de un crédito prendario sobre las mercancías o bienes indicados en el certificado de
depósito correspondiente.

LA FIDUCIA
Un fideicomiso o fidecomiso1 (del latín fideicommissum, a su vez de fides, "fe", y
commissus, "comisión") es un contrato en virtud del cual una o más personas
(fideicomitente/s o fiduciante/s) transmiten bienes, cantidades de dinero o derechos,
presentes o futuros, de su propiedad a otra persona (fiduciaria, que puede ser una
persona física o jurídica) para que esta administre o invierta los bienes en beneficio
propio o en beneficio de un tercero, llamado beneficiario, y se transmita su
propiedad, al cumplimiento de un plazo o condición, al fideicomisario, que puede ser
el fiduciante, el beneficiario u otra persona.

Una vez que el fideicomiso ha sido perfeccionado, ninguna de las partes es


propietaria del bien objeto del fideicomiso. 2

El fideicomiso es, por tanto, un contrato por el cual una persona llamada
fideicomitente destina ciertos bienes a un fin lícito determinado, encomendando la
realización de ese fin a una institución fiduciaria que en determinado tiempo o una
vez cumplida la condición impuesta por el otorgante del patrimonio, deberá entregar
al beneficiario o fideicomisario determinado los frutos o productos que haya
generado la actividad.

Los bienes afectados al fideicomiso no corren el riesgo comercial del fiduciante (el
que transmite la propiedad de los bienes) ni del fideicomisario (el propietario de los
bienes fideicomitidos luego del vencimiento del plazo del contrato), puesto que el
patrimonio que es objeto del fideicomiso no puede ser perseguido por los
acreedores de ninguno de ellos, ni afectado por la quiebra de ambos o de alguno
de ellos.

OBLIGACIONES NACIDAS DEL CONTRATO

Según la concepción romana de la época clásica, contrato –contractus– es el acto


lícito que, descansando en un acuerdo de voluntad, se endereza a la constitución
de un vínculo obligatorio. Presuponiendo siempre el acuerdo, el efecto jurídico del
contrato sólo en determinados casos –en los llamados contratos consensuales–
depende exclusivamente del acuerdo mismo. En todos los demás, tal efecto se
supedita al agere o a la forma. Por otra parte, hay actos lícitos que no se fundan en
el acuerdo, y crean, sin embargo, un vínculo obligatorio.

Sistema contractual romano y Derecho de la antigua Roma


La sucesiva evolución se inclina más y más a exaltar el acuerdo –conventio,
consensus–, erigiéndolo en requisito dominador. En el Derecho justinianeo, contrato
es todo acuerdo capaz de constituir a una persona en deudora de otra. Se refiere el
acuerdo a toda suerte de negocios, ya se encaminen a la constitución de
obligaciones o de derechos reales, ya a la modificación o extinción de cualquier
relación jurídica. Queda así superada la concepción propia del ius civile, a tenor de
la cual el contractus sólo puede producir obligaciones.

Las Instituciones de Gayo clasifican los contratos en reales, verbales, literales y


consensuales. Fuente de obligationes es el contrato, y éste es un acto que puede
traerlas a vida según modos diferentes –re, verbis, litteris, consensu–.

Tal clasificación atañe a negocios del ius civile vigentes en la época clásica. Fuera
de ella quedan el nexum –figura que en la historia de la obligatio ocupa una posición
especial, no bien conocida por los mismos juristas romanos–, así como los contratos
innominados –acogidos éstos a la sanción pretoria–. De otra parte, por litterarum
obligatio se entiende aquí el nomen transcripticium.

Desaparecida luego la transcriptio –ni de ella queda ya recuerdo en el siglo IV–, la


clasificación se reduce a tres miembros: re-verbis-consensu. Volverá a ser de cuatro
en la época justinianea, con la nueva obligación literal. Se habla ahora de obligatio
litteris cuando media un documento escrito y no es dable oponer contra él, por haber
transcurrido el tiempo útil, la querela non numeratae pecuniae. Si no cabe oponer la
querela, el deudor queda obligado por la escritura –dum quaeri non potest, scriptura
obligetur–.

CONTRATOS CONSENSÚALES

Contrato consensual es aquel que se perfecciona por la mera voluntad explícita en


la manifestación del consentimiento de las partes contratantes. El consentimiento
no puede tenerse por sobreentendido ni cabe por omisión, siendo estrictamente
necesario que se manifieste de forma expresa.

Un contrato es un acuerdo legal, oral o escrito, manifestado en común entre dos o


más personas con capacidad jurídica (partes del contrato), que se vinculan en virtud
del mismo, regulando sus relaciones a una determinada finalidad o cosa, y a cuyo
cumplimiento pueden compelerse de manera recíproca, si el contrato es bilateral, o
compelerse una parte a la otra, si el contrato es unilateral.1Es el contrato, en suma,
un acuerdo de voluntades que puede generar derechos, obligaciones y otro tipo de
situaciones jurídicas relativas; es decir, que solo vinculan a las partes contratantes
y, eventualmente, a sus causahabientes. Pero, además del acuerdo de voluntades,
algunos contratos exigen, para su perfección, otros hechos o actos de alcance
jurídico, tales como efectuar una determinada entrega (contratos reales), o exigen
ser formalizados en documento especial (contratos formales), de modo que, en esos
casos especiales, no basta con la sola voluntad. De todos modos, el contrato, en
general, tiene una connotación patrimonial, incluso parcialmente en aquellos
celebrados en el marco del derecho de familia, y es parte de la categoría más amplia
de los negocios jurídicos. Es función elemental del contrato originar efectos jurídicos
(es decir, obligaciones exigibles), de modo que a aquella relación de sujetos que no
derive en efectos jurídicos no se le puede atribuir cualidad contractual.

En cada país, o en cada estado, puede existir un sistema de requisitos


contractuales, diferente en lo superficial, pero el concepto y requisitos básicos del
contrato son, en esencia, iguales. La divergencia de requisitos tiene que ver con la
variedad de realidades socio-culturales y jurídicas de cada uno de los países (así,
por ejemplo, existen ordenamientos en que el contrato no se limita al campo de los
derechos patrimoniales, únicamente, sino que abarca también derechos personales
y de familia como, por ejemplo, los países en los que el matrimonio es considerado
un contrato).

En tanto el contrato es una categoría del acto jurídico, su validez y eficacia no solo
están supeditadas a las reglas que regulan tales aspectos del contrato, sino también
aquellas reglas relativas a los negocios jurídicos. Por tanto, toda causal de nulidad
o anulabilidad de un acto jurídico, lo es también de un contrato.

CONTRATOS INNOMINADOS

Los contratos innominados son aquellos que no figuran expresamente en ninguna


ley, pero que, por contener los elementos generales de cualquier contrato, surte
efectos entre las partes que los suscriben.

Por ejemplo, el pacto de socios es un contrato que no figura ni el código civil ni en


el código de comercio, pero que es válido para las partes que lo han firmado.

La casuística casi infinita de la vida real y cotidiana hace imposible que un código
contener todos los contratos posibles, así que la partes tienen la libertad para firmar
cualquier contrato y darle el nombre que quieran, siempre que el contrato no trata
sobre objetos ilícitos o que no violen una ley.
Este tipo de contrato se caracteriza por su atipicidad, al no poseer elementos que lo
regulan para su creación, sino que son las partes las que definen la regulación
propia del contrato a través de las cláusulas que se incluyan.

En cambio, su forma no debe alejarse de los diversos puntos que determinan su


existencia, así como la consideración de que estos contratos sean válidos a todos
los efectos.

Ejemplo de contratos innominados.

Un ejemplo de contrato innominado es el contrato de inversiones, en el que se


incluya una cláusula que prohíba al inversionista retirar la inversión antes de x
tiempo, o antes de haber alcanzado determinado retorno.

Es un contrato que ni figura en ninguna ley, pero que en virtud de la libertad


contractual las personas pueden firmar, y se obligan mutuamente a cumplir lo
acordado, no importa que sea un contrato innominado, una rareza o una
excentricidad.

Otro ejemplo es un pacto de socios, que no figura en ninguna ley, al igual que un
contrato de representación o mánager, etc.

Diferencia entre contrato nominado e innominado.

En definitiva, las diferencias entre los contratos nominados y los innominados


radican en su aparición o no en el Código Civil o comercial, según corresponda,
pero en esencia tienen fundamentos similares que se aplicarán sobre diferentes
materias.

La característica de nominado o innominado no afecta la validez de las obligaciones


asumidas la firmar un contrato.

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