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1.

PREDICAR EN EL DESIERTO
Juan Bautista es el protagonista de estos días de adviento.
Es un tipo rudo, libre y, por tanto, molesto del desierto.
Hasta nosotros llega este dicho, "predicar en el desierto",
para decir que no ganamos gran cosa cuando sabemos que los
avisos, las palabras... no tienen resonancia. Y Juan B. predicaba en
el desierto. De todas formas, y pese a toda la apariencia de fracaso,
la palabra se abre camino.
Hoy vemos muy bien lo que significa esto de predicar en el
desierto: parece que hablamos, decimos… ¿y a dónde van todas esas
palabras? No digo a dónde van las que no decimos, también las que
decimos.

2. ¿QUÉ CAMINOS PREPARAMOS?


"Preparad el camino del Señor". Estas son las palabras
importantes que hoy resuenan. ¿qué significado pueden tener?

Decimos que nos preparamos para la navidad.


Pero nos equivocamos cuando lo convertimos en,
simplemente, “preparamos la navidad” y no en “nos
preparamos…”
Donde más se nota es hacia afuera, en la preparación de las
ciudades, de las mentes, que si se encienden los adornos navideños,
para que nadie se olvide las cosas que puede tener este año, de las
postales que se han de enviar, de los regalos que hay que hacer, de
los décimos de lotería... y claro, así estamos otra vez en el desierto.

La Navidad estará también equivocada, porque si en el


adviento no hay caminos de desierto, caminos de conversión... no
puede haber navidad ni nada.
Si el mismo esfuerzo lo pusiéramos en una preparación
interior, a la espera de ser alcanzados por Dios. Porque no
recordamos que nosotros hayamos encontrado a Dios, sino que El
nos encuentra primero.

"Que los valles se eleven, que desciendan los montes, que lo


torcido se enderece..." Esta es la mejor preparación para la navidad.
Cierto que nos gustaría que la vida fuera más sencilla, que los
problemas desaparecieran, que los niños no fueran tan caprichosos,
que los jóvenes no diesen tantos sustos, que los mayores fueran
menos complicados... que desaparecieran los problemas de todo
tipo... pero eso sí que es predicar en el desierto. No existen, parece,
los caminos llanos, todo está lleno de dificultades, problemas... y
cuando no los hay, nos los inventamos. Y con estas andamos
esperando a Dios.

3. ¿Y PARA QUÉ?
¿Bueno, y para qué? ¿Qué falta nos hace Dios en esta tierra si
nuestros problemas están más o menos resueltos?: seguridad social,
vacaciones pagadas, derecho a protestar, unos padres que ponen
casa y comida, estamos en el "estado del bienestar... ¿Para qué
queremos a este intruso que empieza a fastidiar incluso antes de
llegar con esto de la conversión, y de hacer los caminos llanos?
Como si no tuviéramos ya bastantes problemas, ahora viene éste a
decirnos que nos convirtamos, si resulta que aquí no hay nada de
qué arrepentirse, porque todo el mundo hace lo mismo.

Nos las arreglamos bien sin Dios en este desierto. ¿A qué


viene entonces si nadie le ha invitado a la fiesta? Estamos
socialmente salvados, para qué más salvadores.

Bien, pues ahí está el problema: no es que nosotros le


invitemos a venir; no es que le digamos que puede estar bajo
nuestro techo; no es que ahora digamos a Dios que se quede... es
que la única fiesta que hay es la que Él ha preparado, el único techo
que tenemos es el que El nos ha construido, y la única casa que
tenemos es la que El nos dio.
Dios no es el intruso, fastidión y aguafiestas. Si acaso somos
nosotros los que nos escondemos en el rincón, los que pintamos las
paredes, manchamos la casa y los que no quieren estar en la fiesta.
Estamos socialmente salvados, pero necesitamos, por encima de
todo, ser salvados como personas, tener futuro y vida personal.
Por eso es bueno recuperar el Adviento y este tiempo para
aprender a mirar de otra forma, para esperar de otra forma. Para
abrir un poco más los ojos y ver si Dios me hace falta. Si no le
espero..., estoy invitado a la sorpresa. Si me hace falta, le espero y
lo recibo con alegría.

4- ¿CÓMO?
Hace pocos días, en una clase, hubo algunos que preguntaban,
¿dónde está escrito cómo debe vivir una persona que cree y espera
en Dios?
Había varias teorías: unos decían que ahí estaban los
mandamientos; otros, que hay muchas leyes y está todo en el
catecismo… pero hubo quien dijo que se podría comparar la
relación del creyente y Dios con la de los novios… donde no hay
“normas” escritas: ¿por qué “se porta” bien un novio con su novia?
porque la quiere. Pues lo mismo.

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