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OPERANDO EN EL LLAMADO A TRAVÉS DE LA HONRA Y EL AMOR

Marcos 10: 42 así que Jesús los llamó y les dijo: como ustedes saben, los que se
consideran jefes de las naciones oprimen a los súbditos, y los altos oficiales abusan
de su autoridad. 43 Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que quiera
hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor, 44 y el que quiera ser el
primero deberá ser esclavo de todos. 45 Porque ni aun el Hijo del hombre vino para
que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos".

Todo hijo debe respetar a sus padres y honrarlos, de esa manera aseguraría su
bienestar, prosperidad y bendición.

Se activa el poder del llamado cuando honras a tus padres naturales y


espirituales. “Te ira bien”.

Al que le cuesta sujetarse a la autoridad difícilmente prospera. En cambio, al que


obedece autoridad se le abren las puertas de los cielos.

El éxito comienza con honra.

La mayor bendición está encapsulada en obedecer a tus padres; honra a tus padres
a pesar de sus errores.

Así como hay poder y recompensa en la honra a los padres, hay un poder inmenso
que marca el futuro glorioso y profético, cuando los padres imparten la bendición
paterna sobre sus hijos y linaje.

Cuando honramos a nuestros padres, mentores, maestros, apóstoles, pastores,


aprendemos de ellos, esto nos produce largura de vida.

Cuando recibes al hombre de Dios que te alimenta como un padre, es cuando recibes
los beneficios de una herencia. La herencia solo fluye de padres a hijos.

El llamado de Dios es poderoso y está por encima de toda autoridad dada al hombre,
pero cuando entendemos la autoridad dada por Dios a nuestros padres naturales o
espirituales, y le somos obedientes en todo, entonces es donde se nos desarrolla el
llamado y se activa el poder sobre nuestras vidas.

Hay que restaurar la cultura del Reino que es bendecir y no maldecir.

Como padres estamos llamados a ser administradores de las vidas que Dios nos
entrega, entendiendo que la autoridad que él nos dio es para servir y dar la vida por
nuestro linaje, por nuestros hijos, por nuestras familias, bendiciendo y no
maldiciendo.

La autoridad que Dios nos dio no es para maldecir, ni abusar, ni juzgar, ni condenar,
sino para ganarse el respeto y la honra de nuestra familia y de todos los que estén
bajo nuestra cobertura, dejando en ellos una plataforma de grandes bendiciones
como herencia.

Tenemos que estar claro en que debemos edificar a nuestras familias para que sean
fuertes y perdurables en el tiempo bajo los principios de Dios, amando y valorando a
nuestros hijos, nuestras esposas, esposos y todo nuestro grupo familiar. Así iremos
creando en el mundo espiritual dentro de nuestro entorno familiar una fortaleza, que
impedirá que lo malo entre a nuestra casa. Amen.

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