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ACARREA

LA BENDICION Y NO LA MALDICION
Josué 7:1-26

Hoy veremos cómo un hombre se convirtió en un acarreador de dificultades para los suyos, y cómo su
historia se conecta con la nuestra cuando al igual que él, hacemos que nuestras esposas e hijos se
hundan en un pozo lleno de problemas del cual pareciera nunca saldremos. ¡Conducimos a nuestra
familia a la destrucción!

Israel había conquistado Jericó de manera milagrosa (ver Josué 6), y ahora se aprestaban para
conquistar Hai, una ciudad fortificada ubicada en la región montañosa del noroeste de Canaán mucho
más pequeña que Jericó. Y por ser una ciudad más chica los guerreros de Josué se sintieron confiados
en sí mismos así que dijeron: “con unos dos mil o tres mil soldados es suficiente, no es necesario que
canses a todo el ejército”… se sintieron cancheros (7:3). Sin embargo la derrota que sufrieron por
parte de los “haianos” fue devastadora (7:4).

Josué y los ancianos de Israel atribulados por la incomprensible situación acudieron a Dios para
preguntarle el porqué de la derrota (7:5-9). La respuesta de Dios no se hizo esperar: «Pero el Señor
le dijo a Josué: —¡Levántate! ¿Por qué estás ahí con tu rostro en tierra? ¡Israel ha pecado y ha roto mi
pacto! Robaron de lo que les ordené que apartaran para mí. Y no solo robaron sino que además
mintieron y escondieron los objetos robados entre sus pertenencias. Por esa razón, los israelitas
huyen derrotados de sus enemigos. Ahora Israel mismo será apartado para destrucción. No seguiré
más con ustedes a menos que destruyan esas cosas que guardaron y que estaban destinadas para ser
destruidas»(7:10-12).

Es en este contexto donde aparece ACÁN (miembro de la tribu de Judá), fue él quien no obedeció la
orden de Jehová: «No se queden con ninguna cosa que esté destinada para ser destruida, pues, de lo
contrario, ustedes mismos serán destruidos por completo y traerán desgracia al campamento de
Israel. Todo lo que esté hecho de plata, de oro, de bronce o de hierro pertenece al Señor y por eso es
sagrado, así que colóquenlo en el tesoro del Señor» (6:18-19).

• Significado del nombre Acán: En hebreo aµk_ar “Acarreador de dificultades”.
También significa “el que es una molestia”, “el que perturba”, “torcido y perturbador”.

Pero, ¿Qué fue lo que hizo Acán específicamente?
“Y Acán respondió a Josué diciendo: Verdaderamente yo he pecado contra Jehová el Dios de Israel, y así
y así he hecho. Pues vi entre los despojos un manto babilónico muy bueno, y doscientos siclos de plata, y
un lingote de oro de peso de cincuenta siclos, lo cual codicié y tomé; y he aquí que está escondido bajo
tierra en medio de mi tienda, y el dinero debajo de ello” (7:20-21).
Nótese las tres acciones en el pecado de Acán:
• 1º Ví
• 2º Codicié
• 3º Tomé
Las Consecuencias del Pecado de Acán
1. Causó la derrota de todo un país
2. Perjudicó su propia vida
3. Trajo mal a su familia

APLICACIÓN: Tu pecado siempre afectará a quienes te rodean, no solo a ti. El pecado puede tomar
mil formas: Una mala decisión, falta de liderazgo en el hogar, mala administración financiera, hábitos
destructivos, vicios enraizados, infidelidad conyugal, falta de proactividad, pereza mental-física-
espiritual, carencia de aspiraciones sanas, falta de disciplina, malas juntas, negocios en los que nunca
debiste haberte metido, otros.

A MODO DE CONCLUSIÓN
La práctica del pecado me afecta, afecta a mi familia; pero las buenas virtudes también lo
hacen aunque de manera positiva…
Leyendo el otro día mi Biblia me encontré con un pasaje que ya antes había leído, pero que ahora
cobraba más sentido que nunca, ¿te ha pasado? es decir, lees cientos de veces un pasaje y de pronto
un día…, ¡bam! parece que ese versículo tan conocido estalla en tu corazón; es un «rhema» de Dios
viniendo a ti. El PASAJE que hizo click en mi interior fue: «(6) Si pecas, eso no afecta a Dios; por
muchos pecados que cometas, no le haces nada. (7) Y si actúas bien, nada le das; no le haces ningún
beneficio. (8) Es a los hombres como tú a quienes afecta tu pecado y a quienes benefician tus buenas
acciones« (Job 35).

LECCIÓN: Aprendí que mi conducta ––buena o mala–– no produce ningún mal o beneficio al Creador,
es a mí mismo y a mis semejantes a quienes afecta.

¡Así es! la raza humana es como un juego de dominó, si una pieza cae todas las demás caerán…,
«estamos conectados los unos con los otros» a pesar de nuestras diferencias de credo, raza, color de
piel, idioma y estatus socio-económico, «somos harina de un mismo saco». Por tanto, debo
esforzarme para que mi accionar aquí en la Tierra sea de bendición para muchos, al hacerlo de
alguna manera u otra me beneficiaré a mi mismo porque la cadena de la especie humana está ligada a
mí.

Lo dice la Biblia, «lo que siembras cosechas” (Salmos 126:5; Proverbios 11:18; Proverbios 22:8; 2ª
Corintios 9:6;Gálatas 6:7-8).

Ahora imagínense si aplicásemos esto directamente a nuestras familias…, ¡la bendición del
Todopoderoso siempre estaría de nuestro lado! Lo que trato de decirles es sencillo: Así como el
pecado afecta nuestra vida y a nuestros seres queridos, la práctica de virtudes también.

Por eso es preferible conducirnos correctamente para que la bendición fluya como una cascada de
oportunidades cayendo sobre nuestras vidas y salpicando a los que están cerca nuestro.

Si Acán hubiese entendido esto su vida y su familia habrían disfrutado las bondades del Creador,
pero decidió hacer lo contrario; y al igual que él muchos arrastran a los suyos a un abismo de
problemas del cual no logran salir.

Cuando a Dios le agrada la conducta de un hombre, lo ayuda a mantenerse firme. Tal vez tenga
tropiezos, pero no llegará a fracasar porque Dios le dará su apoyo (Salmos 37:23-24).

¡Sé un acarreador de bendiciones, no de maldiciones!

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