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“EN TIERRA DE HOMBRES,

EL TRATO DIGNO
REPRESENTA UNA LUCHA”

[FECHA]
[NOMBRE DE LA COMPAÑÍA]
[Dirección de la compañía]
EN TIERRA DE HOMBRES, EL TRATO DIGNO REPRESENTA UNA LUCHA

En nuestros días, hablar de los derechos de las mujeres es una práctica frecuente con distintos
matices según la persona, institución o medio del que provengan las opiniones. En ocasiones, parece
como si se tratara de un tema que se encuentra “de moda” como, si estar a “favor de las mujeres” nos
hiciera parecer un poco más progresistas o como si conocer sobre algunas noticias que se difunden
en los medios de comunicación donde se habla del derecho al aborto, de las marchas en pro de la no
violencia contra las mujeres, etc., nos volviera eruditos que se encuentran a la vanguardia de las
problemáticas en boga.

En este modesto ensayo, nos proponemos expresar que la violencia de género no es un simple tema
de conversación o polémica, sino que debe tratarse como un universo de actos que impactan en las
vidas reales de mujeres, niñas, madres, hijas, hermanas y sobre todo: personas, personas que con
poca frecuencia aparecen en la televisión pero que, definitivamente sufren este flagelo, las más de las
veces, en silencio, en el ámbito de sus casas, en ese lugar donde la mayoría de la gente denominada
“común” creeríamos que es un lugar seguro pero que, para muchas mujeres no lo es.

Lo anterior, es en lo que “Tierra de Hombres” me hizo reflexionar: En todas esas mujeres que se
enfrentan a sus agresores cada día sin que haya justicia, sin que se logren leyes que protejan y
garanticen sus derechos, me cuestiono ¿por qué en un siglo donde la tecnología ha alcanzado su
punto más álgido, el tema de los derechos humanos ha requerido más tiempo para lograr que se
legisle cabalmente sobre la igualdad de género, que el tiempo que le llevó a la humanidad lograr
llevar un robot a Marte?.

A menudo, cuando uno piensa en una imagen sobre la violencia de género nos viene a la mente una
mujer con un golpe en el rostro, sumisa y desvalida. Sin embargo, a veces, aunque en nuestra
sociedad existan mujeres con iniciativa, empoderadas, inteligentes, con ansias de independencia, con
la intención de traspasar las fronteras de “lo masculino” y “lo femenino” como hizo Josey Aimes al
intentar trabajar en una mina; Pareciera que todo el sistema social a su alrededor ejerciera una fuerza
casi imperceptible para evitar que forme parte de otros ámbitos que no son propios de “lo femenino”.

En otras palabras, me hizo ver que, frecuentemente normalizamos ciertos prejuicios sobre lo que
“debe ser” y lo que no debe ser una mujer, a través de ideas y frases como: “las mujeres deben estar
en casa cocinando para su marido”, “el trabajo rudo es para los hombres”, “seguro te golpeó porque
te encontró con otro”, estas y muchas más ideas, reafirman en el imaginario colectivo que, cuando
una mujer es maltratada, es porque un hombre tuvo razones justificadas para hacerlo.

Como si ancestralmente, los hombres tuvieran una inteligencia superior que les provee de la
capacidad para corregir a las mujeres, para instruirlas o usarlas para su propio placer, como si la
existencia de la figura femenina tuviera el único fin de servir para el beneplácito del varón. Como si el
hombre gozara de un derecho de posesión sobre la mujer solo por ser hombre y, estas ideas a la
larga, se traducen en hechos tangibles.

Lo realmente impactante es, que en ocasiones este imaginario machista, no es exclusivo de los
hombres como uno podría creer, sino que, dicha forma de pensar es tan cancerígena que se valida
con las propias mujeres y un ejemplo claro es cuando las compañeras de trabajo en la mina se
niegan a apoyar a Josey e incluso mienten para evitar ser amenazadas porque consideran que el
sistema “masculino” en el que se desenvuelven, es invencible y por lo tanto, no vale la pena discutir y
mucho menos exigir que algo cambie.

Desafortunadamente, el ejemplo de la película que mencionamos en estas líneas, se encuentra


basado en hechos reales que, de no haberse politizado y generado audiencias en la ciudad donde se
desarrolla la historia, difícilmente habría desenlazado una legislación para la promoción y garantía de
los derechos de las mujeres en las minas. Hay tantos ejemplos que mencionar que, resulta difícil
centrarse en uno solo.

Por otra parte, vemos un elemento positivo en el que se logra transversalizar la perspectiva de género
cuando los hombres del contexto minero, asumen una postura con perspectiva humana y deciden
apoyar la defensa de los derechos de sus compañeras mujeres no obstante, se ven excluidos e
incluso rechazados por sus compañeros de género por “traicionar” a “los suyos”.

Lo que queremos decir es que, en ocasiones puede que la problemática de la violencia de género sea
un tema claramente identificable y evidente, sin embargo y desafortunadamente, existe en contextos
invisibles en los que aún se considera normal y por lo tanto, no se toman acciones al respecto y, no
nos referimos a que se realicen grandes marchas o que se generen políticas públicas que impacten o
a que se inviertan millones (aunque ello representa parte vital del proceso de transversalización de
los derechos con perspectiva de género) sino a aquellos pequeños detalles de la vida cotidiana que,
resultan menos evidentes.

Las prácticas cotidianas que cada uno de nosotros desempeñamos en nuestro día a día, tienen que
ver inevitablemente con una perspectiva de género, me refiero por ejemplo a la forma en que
elegimos vestirnos. Parecería que elegir la ropa que vamos a usar para salir a trabajar, es algo sin la
mayor relevancia, sin embargo, hemos escuchado testimonios de mujeres que pasan buena parte de
la mañana eligiendo un vestuario que no “provoque” las miradas para evitar algún tipo de acoso en el
transporte público o que, usan tenis con su falda para poder correr si es necesario.

Estas ideas microscópicas son el síntoma de otras formas de violencia que, si bien no es tan evidente
como la que observamos en la película que tomamos como referente, no dejan de ser igualmente
impactantes. Con esto queremos decir que, si bien es sumamente urgente y relevante legislar por y
para una efectiva transverzalización de género, también sería importante comenzar a reeducarnos en
las formas en que concebimos los roles de género.

Seguramente esta transformación en el imaginario colectivo con el que estamos idealizando en estas
páginas, no es la panacea para la solución de una problemática tan alarmante, pero, definitivamente
tendría impacto en algunos casos, en la vida de personas comunes y reales. Por ejemplo, si se
diseñara un plan de estudios que contemple inculcar un pensamiento con perspectiva de género en la
educación básica, en un par de generaciones tendríamos adolescentes que muy seguramente
disminuirían sus ideas homofóbicas, sexistas, machistas, etc. y con ello, las cifras de violencia de
género disminuirían también.

A menudo consideramos los grandes cambios, los que implican millones de pesos y estructuras
políticas complejas sin considerar que, no es responsabilidad exclusiva de nuestras instituciones o
gobiernos, garantizar los derechos de las personas, sino que, cada uno de nosotros, desde nuestros
contextos, sean cuales fueren, podemos asumir y liderar con nuestros propios recursos culturales,
materiales y humanos, pequeñas acciones que generen impacto en nuestros círculos sociales.

Pensemos en una escena simple: Si uno de nuestros compañeros varones acudiera a la oficina en
falda y tacones, sería un evento que llamaría nuestra atención, aun cuando intentemos pretender que
somos abiertos y que “está bien” el pensamiento que debe importarnos es ese diálogo interno en el
que evaluamos y criticamos dicho evento.

Seguramente, intentaremos tolerarlo y pasarlo por alto pero, muy arraigado en el fondo de nuestro
programa cultural, estaremos juzgando como algo “impropio” de lo masculino que un hombre vista
con falda. Lo mismo sucede cuando una mujer, en el ámbito privado de su hogar, no continúa
reproduciendo prácticas que son propias de “lo femenino”, cuestionamos mucho al respecto de por
qué no cumple su rol: planchar, lavar, cocinar, servir a su marido o si no tiene marido, ¿por qué no
busca uno?, convertirse en madre para sentirse realizada, escoger carrera acorde con su sexo, etc.

La forma en que pensamos individualmente, tiene un impacto en nuestra realidad y eso determina
cómo nos relacionamos como sociedad, sin embargo, retomando esta idea de inculcar pensamientos
de igualdad, podríamos hacer la diferencia por lo menos en la vida de alguna persona, una diferencia
significativa.

Quizá ese día, una mujer que acude a un Ministerio Público para denunciar maltrato por parte de su
pareja, no sufra críticas o burlas por parte de un servidor público que considere que “seguro andaba
con otro y por eso le pegaron”, quizá una de muchas mujeres, reciba un trato con perspectiva
humana solo porque, una persona no piensa ese día que hay cosas que es normal que le ocurran a
las mujeres y la trate sin juzgarla, anhelamos ese día en que nuestra mente cambie la forma de
pensar sobre temas como éste y ya no represente una lucha sino algo natural, tratar a los demás con
dignidad.

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