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Tema 4. Aportes de la Etnoarqueología a la comprensión de la temática de tierras bajas.

La cerámica y
otros artefactos como indicadores de á reas de asentamiento, actividad. La vivienda y la estructura social.

El Tema 4 provee una visió n de la contribució n de la metodología etnoarqueoló gica para problemas propios de
las tierras bajas (de Colombia, Ecuador y Perú ) y aú n como contribució n a una teoría general. Ambos temas
introducen una dimensió n metodoló gica para la resolució n de problemas, que han permitido destruir mitos y
diluir prejuicios en relació n con temas característicos de las tierras bajas, así como también aprender lecciones
metodoló gicas que van má s allá de este á mbito.

Problemas con los modelos clá sicos de la inferencia arqueoló gica. Consideració n del contexto de formació n y
depositació n. Reformular el proceso complejo y la multiplicidad de relaciones entre el contexto de formació n
y el registro arqueoló gico.
Etno: observar estos contexto de uso de artefactos y generació n del registro arqueoló gico para así poder
formular diseñ os de muestras, inferir relació n entre conductas y registro y formular modelos para
interpretar el registro (modelos espaciales específicos).

TEÓRICO

Las tierras bajas son las zonas donde má s trabajos etnoarqueoló gicos se han realizado. Como técnica
hay una diversidad de opiniones, tanto del punto de vista teó rico como metodoló gico. Los campos de acció n en
la actualidad, las distintas tendencia y casos de aplicació n.
Toda acció n humana, sea cual sea su origen, deja consecuencias materiales -principio de la arqueología-.
Estas consecuencias materiales las podemos dividir en dos: parte de los principios de la denominada teoría
de rango medio.
1. Estas son recurrentes y forman un patró n que pueda ser observado en el registro etnográ fico.
2. Este patró n puede ser identificado en el registro arqueoló gico.

La teoría de rango medio surge dentro del enfoque procesual o el enfoque ecoló gico-sistémicas en la
década del ‘60-‘70, cuyos principales representantes son Binford y Schiffer. Dentro del marco postprocesual,
Hodder también va a realizar trabajo etnoarqueoló gico. Junto con la tafonomía, los procesos de formació n de
sitios, la arqueología experimental forman parte de la teoría de rango medio, dentro del marco procesualismo,
aunque han sido utilizadas por otros marcos teó ricos con objetivos etnoarqueoló gicos totalmente diferentes.

Conceptos generales:
● La EA busca responder a la pregunta del pasado: ¿Cuál es la naturaleza de la relación entre la conducta
cultural del pasado (que el arqueólogo no observa de manera directa) y su representación arqueológica (el
registro material con el que el arqueólogo trabaja habitualmente)?
● Vincula la conducta humana y sus derivados materiales.
● Es una subdisciplina de la antropología (que abarca la arqueología y la etnografía principalmente)
● Es también una estrategía de investigació n porque la TRM es netamente metodoló gica, una manera de
aproximació n al estudio del registro arqueoló gico a partir, justamente, de los casos etnográ ficos.
● Deriva del enfoque ecoló gico-sistémico (aunque siempre se utilizó la informació n etnográ fica) y se hizo
popular en los ú ltimos 30 añ os.
● Método que permite inferir de modo adecuado y objetivo la informació n de objetos, estructuras, las
relaciones entre ellos, etc.
● Dato se transforma en informació n decodificando esos datos que contienen los objetos.

Etnoarqueología, analogía y el principio de uniformidad teoría de rango medio. El razonamiento


analó gico es la base de la arqueología y la EA.
Cuando se hacen observaciones en el presente y se busca proyectarlas hacia el pasado se emplea la
analogía. EA como estudio de las actividades y restos que dejan las sociedades originarias actuales en su vida
cotidiana y compara eso conocido con lo desconocido (el RA), lo hace a través de la aplicació n de la analogía.
Definición de analogía en arqueología:
● El pasaje de informació n de un objeto a otro sobre las bases de ciertas relaciones de
comparabilidad entre ambos. (Uemov, 1970; Wylie, 1980)
● La transposició n de informació n del sujeto al objeto, sobre las bases de la comparació n que,
completamente desarrollada, especifica cuá les de los términos comparados son similares,
diferentes o desconocidos. (Wylie, 1985:93)
● Para Gá ndara (1988), la ANALOGÍA es la “aplicació n bá sica del procedimiento de inferencia
inductiva, de proyecció n de lo conocido a lo desconocido”.

En la analogía lo que se comparan son las relaciones de relevancia entre objetos/fenó menos y no estos
en sí mismos. Importan los términos de la relació n entre objetos/fenómenos/contextos y no estos en sí
mismos:
Clases de analogías utilizadas en arqueología: analogía formal / analogía relacional.
Tradicionalmente, la arqueología ha utilizado la analogía etnográ fica para otorgarle funció n a los materiales
arqueoló gicos.
En el caso de las TBA los trabajos de Meggers y sus hipótesis son un claro ejemplo de uso de analogía
etnográ fica (directa). Lo que propone ella es que las poblaciones amazó nicas, por la capacidad de sustentació n
del ambiente, no han llegado a desarrollarse sociedades de rango centralizadas tales como jefaturas y estados.
Los tipos de suelo funcionan como determinantes de la posibilidad del desarrollo de cultivo intensivo y, por
ende, de grandes poblaciones. Este modelo llega hasta nuestros días, a pesar de las evidencias que
demuestran la existencia de sociedades complejas.
Por medio del razonamiento analó gico, objetos de funció n conocida en sociedades etnográ ficas han
servido para caracterizar funcionalmente otros de forma similar encontrados en el registro arqueoló gico.
Esta forma de analogía directa asume que los procesos que actú an en el presente son similares a
aquellos que han actuado en el pasado y se basan en el principio de uniformidad (Nueva AQ).

DeBoer y Lathrap, 1979: Si bien el razonamiento analó gico es inevitable en arqueología, este debería
depender lo menos posible de enunciados de uniformidad para explicar el registro arqueoló gico, “puesto que
esta uniformidad se no es aplica a la mayoría de los casos” ¿De qué manera debería usarse?
● Yacobaccio 1991: El razonamiento analó gico podría utilizarse si se haya especificado y justificado en
relació n con el tema de investigació n, determinando los límites de la uniformidad planteada.
● Gould 1978: Só lo le atribuye a la analogía la posibilidad de sugerir hipó tesis pero no la de justificarlas.
● Binford, 1968, 1997: El razonamiento analó gico es un enfoque para la construcció n de teoría y no un
fin interpretativo en sí mismo. La informació n etnográ fica sirve como fuente de hipó tesis. Trata de
demostrar có mo los hechos etnográ ficos pueden ser empleados en explicaciones arqueoló gicas que van
má s allá de simples argumentos analó gicos.
○ La Teoría del Rango Medio está entre los marcos teó ricos generales y la evidencia
arqueoló gica empírica.

Analogía formal:
Parte inevitablemente del razonamiento arqueoló gico y sin ella no hubiéramos podido imaginar un
pasado tal cual lo hacemos, ni le hubiéramos podido asignar usos y funciones a artefacto, ni le hubiéramos dado
significado al registro arqueoló gico (Kent, 1995; Hernando, 1995; O’Connell, 1995). Un ejemplo de analogía
formal es la analogía etnográ fica.
Por el uso de la analogía etnográfica: se le asignaron funciones y usos a las hachas del paleolítico,
desde el comienzo de la arqueología científica (Wylie, 1985).

Analogía relacional: analogía superadora de la formal.


Se propone que la comparació n de dos fenó menos (fuente-sujeto) debe superar a la bú squeda de
similitudes formales (analogía formal) e investigar las “relaciones de relevancia” (Lewis-Williamms, 1991) que
establezcan mecanismos o procesos causales que liguen ambos fenó menos (analogía relacional).
Se propone que esto se consigue reforzando la analogía con el incremento de rasgos idénticos en las
situaciones que se comparan.

ANTECEDENTES DE LA EA:
Antropología americana fue la primera en relacionar la evidencia arqueoló gica con comportamiento
etnográ fico.
● Fewkes en 1900 fue el primero en usar la palabra para relacionar yacimientos Hopi con los Hopi actuales
y determinados ritos.
● Thompson (1939) .primer etnoarqueólogo- estudia las variaciones estacionales en cuanto a las
herramientas y el tipo de asentamiento entre algunas poblaciones del desierto australiano.
● Kleindienst y Jo Watson (1956): le dan un sentido formal a la EA a partir de nominarla arqueología en
acció n, “el estudio arqueoló gico de las comunidades vivientes”.
● Oswalt y Van Stone: propone que es usada para referirse a la informació n oral sobre la cultura material
en un yacimiento Inuit ocupado entre 1840 y 1910.
● Gould en 1969 publica Yiwara y en 1974 usa “living archaeology”. Trabaja con los aborígenes del desierto
australianos.
● Binford comenzó a interesarte en el tema en 1967 y luego lo desarrolló má s en 1978.
● En 1977 aparecen los trabajos de Yellen en “Archaeological Approaches to the present” propuso distintos
uso de la etnografía dentro de la arqueología.
● Hodder, 1977 y 1982: sistematiza lo que el piensa que es la EA. Se preocupa del uso de los símbolos en las
vidas de sus informantes en el este de Á frica.
○ Reconociendo que las relaciones entre los símbolos y sus referentes es, a la vez arbitraria y
propia de las convenciones culturales de sus creadores.
○ Los objetos tienen un papel importante en la manipulació n de relaciones entre personas de
manera simbó lica.
○ Las significaciones vinculadas a los objetos resultan de un proceso de construcció n durante las
interacciones sociales.

Definiciones de Etnoarqueología:
● Década del ‘70-’80: “Arqueología vida” / “Etnografía arqueoló gica” / “Arqueoetnografía”.
● Comparació n entre los datos arqueoló gico y etnográ ficos (Gould, 1978 y Stiles, 1977).
● EA es la colecció n de informació n etnográ fica original para ayudar a la informació n arqueoló gica
(Stanislawsky, 1974).
● “El uso controlado de la informació n etnográ fica para explicar el registro arqueoló gico” (Steensberg,
1980, en Ravn, 1993).

Zeidler, (1983:158): Puede definirse como “la observació n etnográ fica, desde una perspectiva arqueológica,
de la interrelació n entre el comportamiento humano, la cultura material y sus residuos materiales”.

● Década ‘90 y nuevo siglo se va desarrollando la siguiente postura:


○ “EA incluye el campo de estudio de la producció n, tipología, distribució n, consumo y descarte de
la cultura material, con especial referencia a los mecanismos que relacionan variabilidad al
contexto socio-cultural y a la inferencia de los mecanismos de procesos del cambio cultural”
(David, 1992). Producció n, tipología, distribució n, consumo y descarte. Habla de mecanismos
que tienen que ver con estos procesos, los mecanismos que los relacionan.
○ EA: Es un programa de investigació n orientado a establecer relaciones causa-efecto, entre los
comportamientos humanos y sus consecuencias arqueoló gicos, enfatizando en su definició n la
característica metodoló gica de la obtenció n de informació n acerca del registro arqueoló gico
(Yacobaccio, 1994, formació n procesual. Definición muy cuadrada y no deja mucho juego a
los comportamientos humanos). Netamente metodológica.

Politis, 1996: La definició n de esta disciplina tiene variaciones pero bá sicamente se resume en la obtenció n de
datos etnográ ficos para ayudar a la interpretació n arqueoló gica. Se diferencia de otros estudios actualísticos en
que incluye la observació n sistemá tica de sociedades vivientes y se distingue de las otras etnografías en su
explícita atenció n hacia los fenó menos arqueoló gicos.
La EA es una sub-disciplina de la arquelogía y de la antropología social que obtiene informació n
sistemá tica acerca de la dimensió n material de la conducta humana.
Es una generadora de referentes analó gicos para la interpretació n arqueoló gica y es una fuente de
producció n y contrastació n de hipó tesis y modelos acerca de có mo funcionan las sociedades.

(!) Con los trabajos EA uno puede proponer hacerlos porque tiene una pregunta arqueológica o puede hacerla
para poder aportar desde el punto de vista teórico.

Es una de las mejores vías para proveer la informació n requerida para contextualizar las analogías y
para justificar asunciones. Es un antídoto contra el etnocentrismo cuya expresió n má s cabal es la asunció n de
que “el sentido comú n” es universal y puede servir por sí só lo, para decidir entre varias posibilidades distintas
de interpretació n.
EA es la disciplina que obtienen informació n acerca de la correlació n entre la conducta humana y sus
derivados materiales. En cualquier tiempo y lugar. Es un recurso de analogía y es una fuente de producció n de
hipó tesis y modelos acerca de có mo funcionaron las sociedades en el pasado.

Sillar, 2000. Es el estudio de có mo la cultura material es producida, usada, depositada y descartada por
sociedades contemporá neas en relació n a amplios aspectos sociales, ideoló gicos, econó micos, ambientales y/o
técnicos, con especial referencia a los problemas de interpretació n de materiales.

En los ‘90 se incorporó el estudio de las dimensiones sociales e ideacionales de la cultura material y se
hizo explícita la necesidad de prestarle atenció n a la informació n cultural integral que contextualiza la
generació n del registro.
El estudio de la supuesta relació n unívoca entre la cultura material y las conductas que la produjeron ya
no era suficiente ya que se consolidó la idea que los procesos culturales que forman el registro arqueoló gico no
son independientes de nuestra comprensió n global de la sociedad (Hodder, 1986). Prestemosle más atención a
lo que tiene que ver con lo social y lo ideológico, superando lecturas economicista de la subsistencia.
A partir del añ o 2000 se incluyó la dimensión política y esto se hizo explícito también en las
definiciones de la sub-disciplina.
González Ruibal: (ú nico manual de EA en españ ol): la definició n que se propone pretende, al menos
teó ricamente, solventar una deuda con el Tercer Mundo: EA es el estudio de la AQ de sociedades
generalmente preindustriales, con el objeto de producir una AQ más crítica y menos sesgada
culturalmente, de generar ideas que favorezcan el debate arqueológico y de contribuir al conocimiento de las
sociedades con las que se trabaja, teniendo en cuenta sus tradiciones, ideas y puntos de vista . (Gonzá lez Ruibal,
2003:12).

Campos de utilidad de la etnoarqueología:


Hay por lo menos tres campos en donde la EA tiene utilidad para interpretació n AQ:
1. Buscar relaciones recurrentes entre la conducta humana y sus derivados en la cultura material (la
má s comú n, relacionado con TRM Binford, De Boer y Lathrap; Zeidler; Politis).
2. Generar modelos y proponer sus derivados materiales contextualizados dentro de los órdenes
sociales e ideacionales, abordando sistemas más complejos (comprensió n de la conducta humana
contextualizada en la social/ideacional; aquí la dimensió n material no es tan directa ni obvia; Bowser;
Holster; Nielsen; Kuznar).
3. Para entender y explorar otras formas de pensamiento o patrones de racionalidad (racionalidades
no occidentales) y comprender otras ló gicas má s allá de la cultura material; ver factores ideológicos,
sociales y tecno-económicos que intervienen en la configuración de la cultura material (Haber;
Hernando; Hodder; Politis).

La experiencia etnográ fica permite ampliar el horizonte creativo del arqueó logo en contacto con otras
formas de pensamiento.

Tendencias EA desde la década del ‘80: Hodder, 2002.


1. Variante Analítica: casos de estudios restringidos a efectos físicos de conductas definidas dentro de
sistemas, con variables controlables (Ej: Cremonte, 1988-89; Nasti, 1993, EA de pastores andinos.
Incluir casos en modelos universales. É nfasis en lo tecno funcional y determinantes ecoló gicas.
Procesual clásica).
2. Variante hermenéutica: EA estudia sistemas má s complejos, con fenó menos má s diversos, busca
significados sociales ideacionales de los objetos (Ej. Alfarería y cestería como vehículo de expresió n
social, Silva; fauna y tabú es alimentarios, Politis y Martínez; ceremonialismo caravanero andinos,
Nielsen). Artefactos como representació n de ideas, son polisémicos y funcionales que operan en
diferentes dimensiones. También entender el punto de vista del actor desde el “adentro”.
3. Variante de orientación brasilera: EA para reconstruir el proceso histó rico de grupos indígenas
contemporá neos. Entender procesos de continuidad y cambio en casos específicos. Ligado a la historia
indígena. Tiene un carácter histó rico-cultural.

ALGUNOS CASOS DE ESTUDIOS EA EN LAS TBA: De Boer y Lathrap, 1979, Shipibo Conibo; Zeidler, 1983,
Achuar; Borrero y Yacobaccio, 1989 Aché; Politis, 1996, 1999, Nunak; Politis y Jaimes, 2005, Hoti; Rostain, 2006,
Achuar; 2017 Guayana Francesa Aldea de Palikur; Browser.
Amazonia: 1876 trabajos que se dedicaban a rescatar datos etnográ ficos para interpretar las
evidencias arqueoló gicas (Goeldi, 1906).
A partir de 1970 diferentes problemas y objetivos:
● Entendimiento sobre la trayectoria histó rica de larga duració n (Heckenberger, 1996, 2001;
Neves, 1998, 2001).
● Aprender la relació n de las poblaciones con el medio natural y físico, elaborando modelos
interpretativos sobre los procesos de formació n del registro arqueoló gico (De Boer y Lathrap,
1979; Carneiro, 1979; Politis, 1996).
● Estudios sobre ecología histó rica evidencian que las poblaciones, má s que limitadas por el
ambiente, fueron transformando y manejando el medio creando paisajes a partir de sus propios
objetivos, percepciones y visiones de mundo (Baleé, 1998; Erickson, 2006, 2008; Keckenberger,
1996, 2001).
● Comprensió n del entendimiento de algunos procesos culturales responsables de la
domesticació n de los paisajes.
● Manejo del ambiente:
○ Quemas para eliminar las especies de plantas no deseadas o para facilitar las estrategias
de caza.
○ Formació n de islas de recursos (por ej. palmeras) formando islas de recursos para los
humanos o para los animales (Politis, 1996, 2001; Erickson, 2008)
○ Trabajos experimentales y EA con pobladores locales en los Llanos de Moxos (Bolivia)
(Erickson, 2006)

● EA y AQ de la Infancia (Politis, 1999):


○ Contribuir el desarrollo de instrumentos metodoló gicos para identificar e interpretar el agente
infantil en las sociedades del pasado.
○ Asunció n general implícita: los restos materiales recuperados han sido producidos por adultos.
○ Los niñ os perturban el RA, no lo generan.
○ Se basa en la argumentació n analó gica usando como fuentes de los Nunak.
○ Los niñ os no han sido visualizados como actores sociales y su producció n material no se ha
tenido en cuenta.
○ Son generadores importantes de residuos materiales en los campamentos de C-R y que su
actividad ha sido subestimada en el aná lisis e interpretació n de los depó sitos arqueoló gicos.
○ Aporta elementos para la identificació n de la actividad infantil en el contexto material para
entender la dinámica social de los C-R del pasado. Generar una hipó tesis.
● Proyecto EA Hoti (Amazonía Venezolana): Politis y Jaimes.
○ Ampliar la base empírica EA de los C-R de América del Sur, enfocando la relació n entre la
conducta de estas sociedades y los derivados materiales que se producen.
● Poblaciones agricultoras ribereñas conjuntos de asentamientos:
○ Estudio de la variació n de tamañ o y morfología de estructuras y á reas de actividad diversas (por
ej. estructuras de habitació n, casas, comunitarias, plazas ceremoniales, estructuras de
almacenaje, á reas de descarte) (Heckenberger, 1996; Silva, 2000; Mazz, 2008).
○ Uso del fuego: incineració n de á reas cercanas a los asentamientos para evitar la proliferació n de
insectos por la acumulació n de desechos orgá nicos.
● Trabajos EA sobre el origen de las terras pretas.
○ Objetivo: poder comprender los posibles procesos culturales que generaron la formació n de las
terras pretas.
■ Etnoconocimiento de las prácticas tradicionales del uso y manejo de los suelos.
■ Comportamientos cotidianos de producció n, uso y descarte de materiales cerámicos en
las á reas de asentamiento.
■ Modo como las poblaciones utilizan las á reas de actividad dentro de un mismo
asentamiento.
■ Formación de las terras pretas: (Fraser y Clement, 2008) Asociació n entre la formació n
de las terras y la intensificació n de la utilizació n de mandioca.
● Origen, ocupación y expansión de los pueblos Tupí:
○ Comprensió n de procesos de movilidad y ocupació n territorial de diferentes poblaciones,
tratando de diferenciar las causas de los mismos, reocupació n y abandono (Machado, 2008;
Stuchi, 2008).

De Boer y Lathrap (1979). La fabricació n y rotura de la cerámica Shipibo-Conibo.


Cuestionan el tema del isomorfismo. Trabajo de EA desde la postura clá sica, cuales son los efectos
materiales de determinadas conductas. Especificar algunas de las relaciones entre la conducta y los patrones
formales y distribucionales manifestados en una clase particular de productos derivados del comportamiento,
la cerámica. Es un trabajo de índole general, no tiene una problemá tica particular que sigue.
Utilizan: modelo de flujo de artefactos a través de sistemas culturales (Schiffer, 1972). Pasaje de
artefactos desde el contexto sistémico (comportamiento) hacia su contexto en el registro arqueoló gico. El
modelo tiene un conjunto de pasos desde el aprovisionamiento de la materia prima hasta el uso, descarte,
depositicació n, etc. (Modelo de Schiffer, 1972).

Obtención: Explotan una amplia variedad de materias primas obtenidos localmente (excepto pigmentos).
● Tres tipos de arcilla (negra, blanca y roja).
● Dos clases de antiplá stico (caraipé -tipo de espículas de esponja- y tiestos molidos), para que la seque y
la mantenga armada.
● Pigmentos minerales (no locales).
Manufactura:
● Se realiza en la casa de la alfarera (solamente mujeres) o en un lugar específico para este propó sito.
● Se prefiere la estació n seca (mayo a octubre)
○ Factores que influyen en esta estacionalidad:
■ Anegamiento de los depó sitos de arcilla.
■ Escaso nú mero de días despejados para el secado de la cerá mica.
● La relació n de volumen de arcilla y antiplá stico consiste entre 2 y 3 aunque depende de la clase de
recipiente a fabricar.
● Construcció n en espiral.
● Terminació n de superficial y decoració n de varían de acuerdo con la forma de la vasija.
Uso:
● La mayoría de las piezas son usadas dentro del grupo familiar.
● Préstamo y regalos, para fiestas de parientes.
● Almacenadas en estantes, suspendidos de vigas o en estanterías especiales al aire libre.
● No hay correlació n entre el tamañ o o composició n de un grupo familiar y el nú mero de vasijas.
● Frecuencia de vasijas no está directamente gobernada por las necesidades inmediatas del grupo
familiar. Puedo manufacturar y guardarlas.
● Cada forma de vasija está asociada con uso específico.
○ El conjunto de funciones ideales (escudilla para comida) es un indicador del uso real de la
vasijas.
○ No abarca la totalidad de usos subsidiarios y secundarios que se le pueden dar a las vasijas.
Mantenimiento:
● Reparaciones o modificaciones que permiten un uso cotidiano en el mismo grupo de actividades. Se
arreglan las rajaduras y se descartan cuando ya no se pueden arreglar má s.
Ciclado lateral y reciclado:
● Ciclo lateral: se refiere al re-uso de vasijas en un nuevo conjunto de actividades.
○ Uso de ollas y jarras como recipientes auxiliares, uso de tiestos de ollas grandes como comales -
como un disco de cerámica-, readaptació n de ollas medianas cuyos fondos está n rotos.
● Reciclado: instancia especial de ciclado lateral en el cual los tiestos se transforman en ingredientes
para la manufactura de nuevas vasijas.
○ Uso de tiestos antiguos y modernos.
■ Reclamación: algo que estaba en el contexto arqueoló gico que vuelve al contexto
sistémico.
Descarte y Desecho:
● La mayoría de las vasijas son manufacturadas, usadas, rotas y descartadas dentro del grupo familiar.
Salvo las que se intercambian o regalan.
● Desechos de cocina y cerá mica rota son limpiados contífugamente del á rea del grupo familiar y
acumulados inmediatamente má s allá del perímetro de limpieza (desperdicios en forma de anillo).
● Si una vasija se cae o se rompe de otra manera en el á rea del grupo familiar es probable que los tiestos
resultantes sean barridos hacia un sitio de desechos secundarios.

Conclusión DeBoer y Lathrap


● El comportamiento formador de desechos actú a como ú ltimo editor del registro arqueoló gicos.
● El registro arqueoló gico refleja principalmente aquel comportamiento que produce desechos.

Zeidler (1983). La EA de una vivienda Achuar y sus implicaciones arqueoló gicas.


Estaba trabajando con estructuras del sitio Real Alto (Valdivia). Lo que quiere ver o identificar son
á reas de actividad dentro de las casas Valdivias diferenciadas por géneros. Lo que hace es analizar las casas de
los Achuar.
Orden del espacio doméstico: oposició n diamétrica entre los extremos masculino y femenino de la casa,
con una simetría bilateral en un eje longitudinal. Áreas de actividad intrasitio:
● Á reas de actividad individual y multifuncional.
● Á reas de actividad comunal.

Estos lugares pueden ser delineados para cada individuo y sus tamañ os relativos corresponden má s o
menos a la importancia relativa de un individuo dentro de la casa. Hay un flujo diferencial de los artefactos
cerámicos.
Cuatro patrones espaciales: propone 4 modelos a partir de los resultados de su trabajo.
● Divisió n conceptual del espacio doméstico en sectores masculinos y femeninos. La casa esta dividida.
● Á reas de actividad individual y multifuncional, dentro de cada á rea específica por género.
● Á reas de actividad comunal y tareas específicas dentro de cada á rea masculina y femenina.
● Proceso de acumulació n característico y diferencial de los depó sitos alrededor de los fogones. En ellos
se acumula a partir del barrido de todos los residuos.

(!) A partir de esto logra plantear el patrón de ocupación que tiene en Real Alto, proponer hipótesis
acerca del ordenamiento espacial que tenga que ver con alguno de los patrones propuestos.

Bowser (2004). La casa amazó nica, una casa de política de mujeres, cerá mica y prestigio.
● Trabajo en Conambo con comunidades Achuar, Quichua y Zapara.
● La resolució n de un conflicto en una sociedad igualitaria a pequeñ a escala.
● Analiza la importancia central de los cuencos de cerámica en el proceso de resolució n de conflictos: el
á mbito político de la vida, tal como se lleva a cabo en el hogar: “Hasta que tengas un tazón de cerámica
de cerveza de chicha, nadie habla”.

Analiza la vida social de las personas y sus cosas, especialmente sus casas y los cuencos de cerámica que
todas las mujeres hacen para servir cerveza a su familia e invitados para documentar có mo y por qué la cultura
material (las cosas de las personas) puede proporcionar pistas sobre el comportamiento.
La participació n de las mujeres en la vida política en sociedades a pequeñ a escala, y có mo la cultura
material de las mujeres puede decirnos por analogía sobre la organizació n política en las comunidades
prehistó ricas. Se generan preguntas.
Las mujeres desarrollan redes de relaciones en la comunidad y en toda la regió n que son distintas a las
de sus maridos, aunque superpuestas y complementarias. Las mujeres construyen sus redes de forma
independiente en el curso de la vida cotidiana, parando para visitar y hablar en otras cosas de mujeres, ayudar
en el parto, compartir arcillas de cerá mica y dar regalos como pigmentació n de cerámica, una jarra de cerveza o
tallos de mandioca para propagació n.
Las mujeres organizan fiestas de trabajo y visitan otros hogares junto con sus maridos, fortaleciendo
sus redes mutuas: obtienen informació n, monitorean problemas, proponer soluciones y construyen apoyo para
su familia y amigos durante las confrontaciones políticas. En la casa, mientras beben un poco de chicha, porque
las mujeres se visitan, se sientan aparte de los hombres, participan en animados debates sobre cuestiones
políticas entre ellas, mientras los hombres lo hacen entre ellos.
Los cuencos de cerá mica para cerveza son el foco visual de eventos políticos de la casa. Ademá s es visto
como un símbolo de prestigio de las mujeres que celebran grandes reuniones en sus casas hacer una gran
cantidad de cerveza, y el nú mero de jarras de cerveza en la casa de una mujer en un indicador estadístico de su
status.
Mujeres en diferentes redes políticas en Conambo hacen su cerámica de formas distintivas, o sea, que se
puede llegar a saber quién hizo esta cerá mica. Se puede ver el individuos y la agencia. La cerá mica es símbolo
de prestigio de las mujeres. Enfoque post-procesual.

Rostain (2006). EA de la casa Huapala y Jíbaro.


Analiza en el valle del Upano (amazonía ecuatoriana) la relació n entre numerosos montículos edificados
y luego abandonados por las sociedades Upano entre 700 a.c. y 400 d.c., algunos de ellos recuperados por
grupos Huapula entre 800 y 1200 d.C.
Excavació n horizontal (a diferencia de pozos de sondeos) de un montículo reveló un piso habitacional
muy bien conservado, realizá ndose el aná lisis especial de las actividades practicadas -domésticas-.
El estudio EA de esta habitació n Huapula muestra las grandes similitudes que existen con el modo de
há bitat actual de los grupos jíbaros de la regió n.
(!) Toma el trabajo de Zeidler.

Sitio Huapula:
● Sitio má s extenso del alto Upano con 700.000 m².
● 30 complejos de montículos y una red de largos canales.
● Complejo XI bordea el río Huapula y se extiende sobre un á rea de 70 x 50 mts.
● Está organizado segú n el modelo espacial de 6 elevaciones que rodean 2 plazas bajas, separadas por
una plataforma central.
● Situado en una pendiente, el montículo Tola Central se eleva a 3,5 m de altura, extendiéndose su cima
alrededor de 130 m².
● La Tola Central y la plaza norte fueron excavadas por decapado de grandes superficies.
○ Técnica francesa en la cual se siguen los pisos naturales del suelo y se hace con pincel.
● El decapado de 90 m² en la cima de la Tola Central sacó a la luz del día lo restos de un piso doméstico y
las huellas de 49 hoyos de poste.
● El estudio planimétrico de los rasgos permite esbozar la forma de una estructura que cubre casi toda la
totalidad de la superficie utilizable, alrededor de 120 m². La superficie má xima de la casa Huapula es de
unos 80 m². Esto quiere decir que una casa ocupaba la cima del montículo y sus dimensiones eran
comparables a la casa Shuar o Achuar actual.
○ Área central de la cocina Huapula con los metates, las manos y las piedras de fogón.
○ No se hacen trabajos de formación de sitios, se considera que el piso de ocupación está
igual a como fue dejado.

Actividad doméstica:
● Casa Huapula 4 fosas (una con una olla grande completa).
● 7 fogones simples divididos en dos conjuntos; un conjunto central con funciones culinarias; uno de los
fogones tenía un metate cubriéndolo.
● Se recuperaron también: lajas sin modificació n, manos y restos de 4 ollas grandes, 2 cuencos y
fragmentos de otras vasijas.
● Análisis arqueobotánicos de: 18 especies (5 familias: Mimosaceae, Passifloraceae, Phytolaccaceae,
Poaceae, Rosaceae) y diversos hongos.
● 2 torteros de cerá mica para hilar algodó n.
● Relaciona las ollas grandes con la preparació n de chicha.

(!) Encuentran dos ocupaciones: Upano y Huapula.

Comparación de la casa Huapula y Jíbaro:


● Compara la casa Huapula con la casa Achuar estudiada por Zeidler (1983).
● Extendiéndose en una superficie de 80 m², la casa Huapula presentaba un plano rectangular con los
extremos rectos o redondeados.
● Dada su dimensió n, se puede suponer que albergaba a una sola familia. Al igual que en la actualidad, el
equipamiento doméstico era esencialmente utilizado por las mujeres.
● Los 2 metates encontrados en la cocina, así como los 2 torteros, corresponden posiblemente a la
presencia de 2 mujeres que utilizaban sus propios utensilios.
● La cultura Huapula representa la primera aparició n Jíbaro en la cuenca del río Upano, lo que indicaría
una presencia de este grupo en esta regió n desde hace má s de un milenio.

Zeidler (1983). La etnoarqueología de una vivienda Achuar y sus implicancias arqueológicas


Introducción:
Antecedentes: El presente trabajo trata de la reconstrucció n de la utilizació n del espacio y de los
patrones de actividad dentro de la casa doméstica prehistó rica, a partir de la inferencia de la dispersió n
espacial de los restos culturales incorporados en los pisos de ocupació n arqueoló gica.
Tiene origen en el aná lisis de artefactos provenientes de los pisos de estratificació n arqueoló gica del
“sitio Valdivia”, de Real Alto, costa de SO de Ecuador. El análisis meticuloso de esos restos habría de permitir
la reconstrucció n de la organizació n espacial de la casa y los patrones de actividad; y también proporciona
informació n crítica de la naturaleza de la producció n doméstica. Para ello, antes se obligaba a una exploració n
previa y a justificació n etnográ fica.
Planteamiento del problema: Problema específico: llenar el vacío de relaciones entre “contexto
arqueoló gico” y “contexto sistémico” de deposició n material --- falta general de consideraciones contextual en
los aná lisis espaciales tradicionales --- modelos y métodos sobre simplificados.
Hay demasiados procesos intermedios entre las actividad de un grupo humano y el testimonio
arqueoló gico resultante para permitir una reconstrucció n regular y exacta por medio de la inferencia.
É ste estudio intenta un aná lisis de la organizació n del espacio doméstico dentro de viviendas unitarias
de forma elíptica de familias extensas en sociedades de economía mixta--- Meta última: generació n de modelos
espaciales específicos a este contexto social particular para proporcionarnos inferencias de la utilizació n del
espacio en un contexto arqueoló gico semejante.

Una perspectiva EA sobre pisos domésticos arqueológicos. Los Achuar del Este de Ecuador:
Etnoarqueología y el estudio del espacio doméstico: Problema arqueológico específico: naturaleza de
los “procesos de formació n” responsables de la deposició n e incorporació n de los desechos culturales a un piso
ocupació n arqueoló gica.
● Para ello examinar la variedad de factores sociales que puedan afectar la naturaleza de la organizació n
del espacio interior, utilizació n del espacio y patrones en la dispersió n de artefactos.
● Para ello: es necesario un estudio intensivo del flujo de bienes y manera en la cual son descartadas o
depositados.

Dentro del contexto social bien demarcado de la vivienda Achuar se examinaron los 4 siguientes tó picos
de investigació n:
1. Organización y utilización del espacio social dentro de la vivienda: El orden má s obvio es la
oposició n diamétrica entre los extremos masculinos y femeninos (tankamash y ekent respectivamente),
características de todas las grandes relaciones de los Shuar. También se ve una simetría bilateral clara
en un eje longitudinal; en el que los lados de la vivienda reflejan el uno al otro en equipamientos
domésticos, patrones de trá fico y circulació n, y á reas de actividad. El movimiento de trá fico hacia
dentro y fuera de la casa sigue la dicotomía sexual de la segregació n espacial.
2. Delineación de áreas de actividad:
a. Áreas de actividad: unidades espaciales má s pequeñ as de aná lisis arqueoló gicos. En la vivienda
de Tsamirku delinearon 2 tipos:
i. Á reas de actividad individual y multi-funcional.
ii. Á reas de actividad comunal y de tarea específica: exclusivamente para una ú nica tarea,
comú n a uno o ambos sexos.
b. Esto nos provee de un contexto social dentro del cual podemos examinar los procesos de
formació n que afectan los depó sitos de la cultura material en los pisos.
3. Flujo diferencial de varias clases de artefactos y bienes culturales dentro del espacio doméstico:
Dos etapas:
a. Compilar un inventario completo de los artefactos mayores.
b. Complicar los planos de distribució n de estos objetos:
i. Movimientos de ciertos artefactos fueron rastreados a través de sus historias
individuales por medio de “modelos de flujo” y “aná lisis de cadenas de conducta”
(Schiffer).
4. Sistema de desechos de restos culturales y la naturaleza de disposición de los pisos de las casas:
Hay dos maneras en que el descarte sistemá tico de desechos primarios puede afectar
significativamente la incorporació n de artefactos dentro de los depó sitos.
a. Barrido periódico: reduce la cantidad de material que obviamente hubiera sido incorporada en
el piso por medio del pisoteo constante. Acumulació n rá pida de depó sitos primarios en á reas de
actividad de “alta intensidad”.
i. Funció n de la intensidad de uso y descarte má s intensidad de pisoteo antes del barrido.
b. Por medio de la “acción mezcladora de la escoba”: altera la localizació n original de la
acumulació n de desechos.

Aplicación de la inferencia arqueológica: áreas de actividad y el estudio espacial de la dispersión de artefactos


arqueológico
Se han reconocido 4 grupos de patrones en el uso del espacio doméstico entre los Achuar que pueden
ser probados con los datos arqueoló gicos de las dos estructuras de la fase 3 en Real Alto. No tienen
aplicabilidad estos modelos a estructuras menores a 30 m2: mientras menor el área, menor la segregación
espacial entre las áreas de actividad discretas y mayores las probabilidades de acción mezcladora por pisoteo y
barrido. (!) Aplicació n y limitació n del método.
1. División conceptual del espacio doméstico en espacios masculinos y femeninos: Relació n con la
divisió n seual del trabajo.
2. “Áreas de actividad individual y multifuncional”: identificación arqueológica: acumulació n pequeñ a
en superficies de artefactos y desechos muy variados pertenecientes al repertorio de actividades de un
individuo específico: el mismo conjunto se debe encontrar repetidamente. Individuos con papeles
similares: generan desechos similares.
3. “Áreas de actividad comunal y tarea específica”: muy variables en tamañ o. Los desechos materiales
deben ser comparativamente restringidos.
4. Fogón: ceniza y suelo quemado en el proceso de formación: contrae un proceso de acumulació n
diferencial de los depó sitos (debido a las actividades que allá se desechan y al tipo de suelo): alta
densidad de artefactos y desechos materiales.

(!) La 2 y 3 son mutuamente excluyentes.

Conclusión:
Estos 4 modelos NO agotan las posibilidades. Sirven solo para casos super particulares con muchas
condiciones de semejanzas.
Este tipo de estudios, con todas las salvedades de las diferencias y particularidades de cada caso,
permiten evitar la trampa del razonamiento circular.

Bowser B. J. 2004 The Amazonian House. A Place of Women's Politics, Pottery, and Prestige
The central importance of pottery bowls in the process of conflict resolution—the political realm of life
—as it is carried out in the home: “Until you hold a pottery bowl of chicha beer, no one speaks. You don’t drink
from a gourd at such times.”
I work in Conambo, a small village of about 200 Achuar, Quichua, and Zapara-speaking people in the
Ecuadorian Amazon.
Throughout the region, women and men remember the wars or grew up hearing first-hand accounts,
and the potential for conflict is intimately understood and carefully managed. Today, people remain vigilant,
aware of the tragedy of unmitigated conflict.
Adults in the village discuss and debate such matters, use their influence to sway opinion, and help
resolve disputes. In this way, problems among families will not escalate, strained relationships can be mended,
and wrongdoings are adjudicated through an informal political system based on common law and cultural
principles of appropriate behavior.
I am interested in exploring women’s lives. As an ethnoarchaeologist, I conduct anthropological work in
contemporary societies to test and develop the ways that archaeologists may understand societies of the past. I
do this by studying people’s social lives and their things—especially, their houses and the beautifully painted,
delicate pottery bowls that all women make to serve beer to their family and guests—to document how and
why material culture (people’s things) can provide clues to behavior. Particularly, I have become interested in
women’s participation in political life in small-scale societies, and how women’s material culture may tell us by
analogy about political organization in prehistoric communities.

Women’s political lives:


First, we learned that women’s political lives are separate from men’s. Women develop networks of
relationships in the community and throughout the region that are distinct from their husbands, though
overlapping and complementary. Women build their networks independently in the course of daily life,
stopping to visit and talk at other women’s houses, helping in childbirth, sharing pottery clays, and giving gifts
such as pottery pigments, a pottery brewing jar, or stems of manioc for propagation.
Through these networks, women obtain information, monitor problems, propose solutions, and build
support for their family and friends during political controversies. In the house, while drinking bowls of chicha,
visiting women sit apart from men, engaging in lively discussions of political issues among themselves, while
men debate issues among men. At the end of the day, husband and wife sit and talk together, articulating the
two spheres of politics.
Second, we learned that prestigious women are judged by many of the same criteria as prestigious men.
According to people in Conambo, an important person is persuasive, solves conflicts between people, knows
how to organize people, and can direct the actions of others. In fact, women are better positioned to act as
political intermediaries than men, because women are more likely to build networks that cross-cut political
divisions.

Politics and material culture:


How do women’s politics relate to material culture? I measured and mapped people’s houses,
inventoried women’s pottery, and studied the designs on pottery bowls. I tested women’s abilities to recognize
the pottery made by women in different political networks. I compared the data with what we learned about
women’s political lives, including our measurements of women’s and men’s political alliances and status.
In Conambo, the house is a place where political activities may occur on a daily basis. Prestigious,
influential people are more likely to have large political gatherings in their homes, and so they build larger
houses. People build their houses near their allies, and they move their houses when their alliances shift. As a
result, women’s and men’s political alliances can be estimated by the
distance between their houses.
In Conambo, pottery beer bowls are the visual focus of political events in the house. During visits,
serving and drinking chicha beer from these bowls is highly stylized and required by social etiquette. Women in
different political networks in Conambo make their pottery in distinctive ways. In general, they vary the
painted designs on their beer bowls. Furthermore, pottery designs on beer bowls provide subtle clues to a
woman’s political networks, and these are detectable by other women in Conambo.

Rostain, Stéphen 2006. Etnoarqueología de las casas Huapula y Jíbaro


Introducción:
En 1999, cuando terminaba el artículo sobre las excavaciones de montículos del valle del Upano,
publiqué en esta revista interrogá ndome si «los Huapula se relacionaban culturalmente con los Jíbaros».
La excavació n por decapado del nivel cultural Huapula de un montículo artificial de tierra en el valle del
Upano, reveló un piso habitacional muy bien conservado (Rostain, 1999a). El aná lisis espacial de los rasgos y
vestigios permitió encontrar la prá ctica de diversas actividades y su distribució n en el á rea de la casa (Rostain,
1999c; 2000). El estudio etnoarqueoló gico de esta habitació n Huapula muestra las grandes similitudes que
existen con el modo de há bitat actual de los grupos jíbaros.

El valle del Upano:


Hace má s de dos milenios, ciertos grupos humanos comenzaron a edificar montículos de tierra a lo
largo del barranco que domina el Upano. Huapula es el sitio má s extenso del alto Upano con 700 000 m2 (fig.
1A). Está compuesto por unos treinta complejos de montículos y una red de largos canales. El Complejo XI
bordea el río Huapula. Está organizado segú n el modelo espacial característico de los sitios del Upano. Es decir
6 elevaciones que rodean 2 plazas bajas, separadas por una plataforma central. Situado en una pendiente, el
montículo Tola Central se eleva a 3,5 m de altura, extendiéndose su cima a alrededor de 130 m2 (16 x 8 m). La
Tola Central y la plaza norte fueron excavadas por decapado de grandes superficies.
La estratigrafía de la Tola Central representa 4 etapas sucesivas principales: entre 700 a.C. y 400 d.C.,
comunidades de la cultura Upano instalaron sus pueblos a orillas del Upano. Los primeros en llegar ocuparon
directamente el espacio sin realizar terraplenes.
Má s adelante construyeron montículos de tierra, plazas bajas, canales y caminos cavados, distribuidos
en complejos con un modelo espacial preciso. La cima del montículo de arcilla de la Tola Central fue quemada
para así conseguir un piso compacto.
Hacia el 600 d.C., una erupció n del Sangay depositó una gruesa capa de cenizas en el valle del Upano
provocando la huida de los habitantes. Del 800 al 1200 d.C., llegaron al valle grupos de cultura Huapula y se
asentaron sobre los montículos pre existentes.
Tres conjuntos cerá micos principales fueron reconocidos: el Upano es el má s antiguo, típico por su
decorado en rojo y delimitado por incisiones, y má s adelante reemplazado por la cerámica Kilamope,
caracterizada por incisiones, impresiones cordeladas y pintura negativa marró n y beige. La cerámica
precolombina má s reciente es la Huapula con un decorado corrugado o pintada de rojo y blanco.

La casa Huapula:
Al instalar su casa en la cima de un montículo, el grupo Huapula se protegía de las inundaciones,
facilitaba la evacuació n de las aguas y evitaba la formació n de un suelo enlodado.
En el Complejo XI, dado que la pendiente que llevaba al río era demasiado abrupta, fue necesario
atenuarla cavando un camino menos empinado. Igualmente, los actuales achuar aseguran el acceso al río
instalando leñ os en forma de escalera para así prevenir los deslizamientos peligrosos.
Durante el proyecto Sangay-Upano (1995-1998), se adoptó una nueva técnica de excavació n que
decapó grandes superficies y dio una visió n global del piso arqueoló gico. El aná lisis de la dispersió n de los
artefactos y rasgos culturales ayuda a la reconstrucció n de la utilizació n del espacio doméstico.
El decapado de 90 m2 en la cima de la Tola Central sacó a la luz del día los restos de un piso
doméstico y las huellas de 49 hoyos de poste.
La superficie má xima de la casa Huapula es de unos 80 m2. Esto quiere decir que una casa ocupaba la
cima del montículo y sus dimensiones eran comparables a la casa Shuar o Achuar actual. Cinco dataciones al
14C han sido obtenidas sobre muestras de carbones de madera fiables que provenían del piso habitacional.

Actividades domésticas:
En la casa Huapula existían 4 fosas redondas u ovaladas. Dos fosas se encontraban vacías y una tercera
ubicada en el centro contenía una gran olla de cerámica. La ú ltima fosa localizada hacia el borde oriental del
montículo, era profunda y cubierta por la parte superior de una gran olla, que sirvió aparentemente para tapar
la fosa que pudo contener alimentos.
7 fogones simples. Se trataba de estructuras de combustió n instaladas al nivel del piso, sin adecuaciones
ni excavaciones. Al centro, 3 de ellos formaban una gran y ú nica á rea de combustió n. Está n en efecto
conectados por un á rea de suelo compacto, duro y rojizo que contiene numerosos carbones de madera y granos
calcinados, lo mismo que se interpreta como el resultado de la dispersió n de los fogones. Fenó menos similares
ocurren hoy en las casas Jíbaros
Otros dos, ubicados al norte, formaban otra á rea. Los dos ú ltimos estaban dispuestos simétricamente a
4 m del grupo central, uno al este y el segundo al oeste.
Como en la actualidad, había varios fogones en la casa Huapula. Los dos conjuntos centrales tenían una
funció n culinaria. Un metate cubría uno de los fogones, indicando así que el utensilio había sido desplazado y
que la organizació n espacial de la cocina era a veces cambiada. Los 2 fogones periféricos estaban seguramente
destinados a la iluminació n y como fuente de calor.
En el centro del montículo, una pequeñ a laja con una superficie finamente pulida se utilizó como
afilador y una mano rectangular, cuya funció n secundaria era la de pulidor, para fabricar agujas o puntas. Dos
metates ocupaban el centro de la cocina, frente a frente, y con sus extremos de evacuació n opuestos (fig. 3A).
De esta manera, cuando se las utilizaba, las mujeres se hallaban una enfrente de la otra. La molienda se
realizaba cerca del calor de las hogueras.
El á rea ocupada por los fogones centrales, las piedras molares y las ollas de cerámica representa má s o
menos 15 m2, es decir un sexto (1/6) de la superficie total. Los restos de las 4 ollas grandes, 2 cuencos y de
algunas cerá micas se juntaban justo al norte de los fogones centrales. La cocina ocupaba el centro de la
habitació n, agrupando así fogones, ollas y cuencos de cerá mica para la cocció n, metates y manos de piedra, al
igual que diversas plantas alimenticias.
La chicha se preparaba aparentemente en las grandes ollas globulares.
Las numerosas macro-plantas calcinadas recolectadas en la Tola Central son interesantes por su
diversidad y por su presencia en un contexto doméstico y culinario. El maíz domina ampliamente en el
mostrario.
En el lado oeste del montículo, no muy lejos de uno de los fogones, se hallaban 2 torteros de cerá mica,
que servían para hilar el algodó n, materia prima ampliamente explotada por los pueblos amazó nicos.

Comparación de las casas Huapula y Jivaro:


La reconstitució n de las á reas de actividad de la casa Huapula da como resultado una distribució n
similar a aquella de la casa Achuar. La molienda del maíz y la cocina se practicaban en el centro. La presencia de
2 metates y sus manos cerca de los fogones centrales y de 2 torteros sugiere que 2 mujeres vivían en la casa.
El afilado se hacía cerca de la cocina. En fin, la presencia de torteros junto a un extremo, deja suponer
que se hilaba el algodó n en ese lugar. Los datos arqueoló gicos indican que la casa Huapula tenía un patró n
espacial comparable al de la casa Achuar, es decir con una divisió n del espacio doméstico en 2 sectores
(masculino y femenino), así como á reas de actividades individuales y colectivas.

Conclusión:
Debido a la ausencia de datos arqueoló gicos de este tipo, un aná lisis comparativo de los diferentes
há bitats amazó nicos actuales fue llevado a cabo. Inclusive si existen numerosos aspectos en comú n, cada grupo
muestra rasgos distintivos de su modo de asentamiento.
Al igual que en la actualidad, el equipamiento doméstico era esencialmente utilizado por las mujeres.
Los 2 metates encontrados en la cocina, así como los 2 torteros, corresponden posiblemente a la presencia de 2
mujeres que utilizaban sus propios utensilios. Esto podría ser un indicio de una sociedad polígama comparable
con la de los actuales shuar. Pensamos que la cultura Huapula representa la primera aparició n Jíbaro en la
cuenca del río Upano, lo que indicaría una presencia de este grupo en esta regió n desde hace má s de un milenio.

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