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Tesis
Marzo de 2016
INDICE
Resumen ……………………………………………………………………………………..2
PRIMERA PARTE
Introducción ……………………………………………………………….................3
SEGUNDA PARTE
TERCERA PARTE:
Lo que dicen los testimonios sobre el amor y los goces al final del análisis.
Bibliografía y Notas
Agradecimientos
1
Resumen
Summary
2
Introducción
3
Introducción
Nota Preliminar
1
En el establecimiento del texto utilizaremos las normas de publicación APA, del Manual de estilo de
Publicaciones de la American Psychological Association (adaptado para el español por Editorial El
Manual Moderno; 2ª Edición, 2002). Por otro lado, se usará tipografía itálica únicamente en el caso de
palabras extranjeras, o bien como destacado. En cuanto a las citas textuales las consignamos sin comillas,
pero con una tipografía más pequeña. En lo que atañe a la obra de Sigmund Freud, hemos utilizado la
traducción al español de mayor circulación en nuestro medio, editada por Amorrortu. En cuanto a la obra
de Jacques Lacan, hemos utilizado las ediciones de Seuil en francés, y las versiones de Paidós y de Siglo
XXI en español. La bibliografía utilizada corresponde a la lengua española y francesa.
4
Fundamentos de la elección del tema de la tesis
1
Pase: Procedimiento creado por Lacan y presentado en la “Proposición del 9 de Octubre de 1967 sobre
el psicoanalista de la Escuela”. Desarrollaremos este punto en el capítulo 7.
3 Dark continent es la expresión inglesa utilizada en una época por los europeos para designar una región
desconocida e inexplorada del continente africano.
5
En resumidas cuentas, final de análisis y feminidad serán los ejes de nuestra
investigación, que si bien por sus consecuencias dentro de la clínica han sido objeto de
muchos estudios y controversias dentro de la comunidad analítica, serán retomados
juntos, entrelazados entre sí, investigando si es posible cernir un final de análisis
específico dentro del campo femenino propio y diferente al masculino.
Consideramos que el mayor aporte y novedad de nuestro trabajo consiste en
realizarlo a partir del estudio analítico de una serie de testimonios de analizantes que
han realizado el dispositivo del Pase, y el desafío es lograr traducirlos en elaboración de
datos clínicos, sistematizados en guías clínicas, pero teniendo siempre presente una
lectura analítica. Este desarrollo nos permitirá realizar comparaciones, pudiendo pasar
de la singularidad de cada caso a la posibilidad de arribar a conclusiones que puedan
extenderse no solo al campo femenino sino que permitan también conocer más del
campo masculino y la relación y diferencias entre ambos.
Poder cernir la investigación sobre los testimonios de aquellos que terminaron su
análisis es la mejor manera de poder acceder a lo que ocurrió en esa cura, lo que es
imposible de hacer mientras se está en el proceso. Son los propios analizantes los que
toman la palabra y no ya los analistas didactas los que teorizan sobre el fin de análisis
de sus pacientes. Entonces, rescatar en la presente investigación lo que las mujeres
“dicen” en sus testimonios del pase sobre su sufrimiento, sus avatares amorosos, sus
fracasos y logros, es una forma de “decir” desde el psicoanálisis.
También nos permitirá iluminar ciertas formas de presentación sintomáticas de la
época, tales como anorexias, actings, pasajes al acto, locuras histéricas. .
Por un lado, la clínica nos confronta de entrada a pensar el tema del final de
análisis: no es posible dirigir una cura si no se tiene una concepción sobre su fin. Freud
comparaba el desarrollo del análisis a una partida de ajedrez, en la que sólo las
aperturas y los finales pueden ser objeto de una exposición sistemática exhaustiva.
Lacan, retomando la metáfora freudiana, nos advierte que el lugar donde deben
funcionar nuestros órganos de garantía son el inicio y el final del psicoanálisis.
Iinvestigar sobre el final de análisis nos permite no sólo acercarnos a la pregunta “¿Qué
es un analista?”, sino que abre las puertas a comprobar qué hace un análisis con un
sujeto.
Investigar, preguntar, hacer hablar a los testimonios de los pasantes es una manera,
aún con el formato de una tesis universitaria, de contribuir al progreso del psicoanálisis,
6
de rescatar en algo el acto analítico, de enterarnos qué hace un análisis y de acercarnos
de alguna manera al deseo del analista.
Capítulo 1
Cuestiones Metodológicas
Antecedentes del tema
7
Cuestiones metodológicas
Antecedentes del tema
Si bien nuestro eje conceptual serán los textos sobre sexualidad femenina y fin de
análisis escritos por Freud y Lacan, también tomaremos los aportes realizados por
analistas contemporáneos –cuando sean pertinentes para el enriquecimiento del tema–.
Encontramos que son muchos los escritos sobre fin de análisis y feminidad y, sin
embargo, muy pocos los que se detienen en la relación entre ambos; por lo tanto,
tomaremos sólo autores que estudiaron su entrecruzamiento.
Comprobamos que son los testimonios de las analizantes mujeres, eje de nuestra
investigación, los que nos permiten extraer los mayores aportes sobre el tema.
Es importante señalar que por tratarse de una investigación que trabajará sobre el
material aportado por sujetos, los recaudos deben ser extremados. El hecho de haber
elegidos los testimonios del pase nos asegura que los analizantes han decidido
testimoniar sobre sus tratamientos y darlos a conocer a la comunidad. Se trabajará con
aquellos que ya hayan sido publicados.4
4
La función del AE es pública, su responsabilidad es que mientras se mantiene en la función, debe
transmitir sus reflexiones, ya que tiene como objetivo, entre otros, producir un saldo de saber.
8
obra. Rescata la tesis de Lacan a que “un fin de análisis produce un analista”, es una
mutación que hace de un sujeto un analista virtual, no necesariamente operante.
Remarca que es una mutación que no hace desaparecer la división del sujeto, sino que la
trata sin reducirla. Hay una ganancia que concierne a la posición del sujeto, un saber de
la castración.
En la travesía de un análisis cambiará su relación al Otro, Soler dice que la neurosis
es “la religión del Otro”, hace existir al Otro, y a medida que se desarrolla una cura se lo
va destituyendo, al mismo tiempo que se va produciendo la caída del Sujeto Supuesto
Saber.
Rescatamos la puntuación que la autora realiza en relación a la castración: el
neurótico anhela ser el falo y en el análisis debe descubrir que no lo es. Esta operatoria
se produce en el primer tiempo de la infancia pero también en el análisis, y en ambos
casos este descubrimiento de que no es el falo encuentra sus condiciones en el Otro,
hace falta que algo responda en el Otro de la “incompetencia”. En el caso de la madre es
la incompetencia de dejar filtrar el deseo, en mostrarse castrada; y en el análisis se
jugará en el deseo del analista. En esta postulación encontramos un punto de partida
para nuestra investigación en la posibilidad de relación entre deseo de la madre y deseo
del analista.
Es en su libro Lo que decía Lacan de las mujeres (SOLER, 2004) donde
encontramos reflexiones en relación a la diferencia de los sexos y su incidencia en la
cura. De su lectura se desprenden interrogantes que serán retomados y funcionarán
como guía de nuestro trabajo: el efecto de una cura ¿es el mismo sobre un hombre o una
mujer? La autora remarca la distinción de la manera mujer y la posición histérica, a
partir de las fórmulas de la sexuación planteadas por Lacan, dando una pista para
diferenciarlas a través de lo que llama “campo masculino” y “campo femenino”,
independientemente del género de los sujetos que allí se sitúen.
La sexualidad del sujeto se vincula a una elección de goce, entonces ubicarse del
lado femenino o masculino es una elección del parlêtre: si bien hay elección, nos aclara
que es una elección al “menos orientada”.
Es en el libro La maldición sobre el sexo (SOLER, 2000) dónde plantea que la
maldición del inconciente, es ese inconciente que condena a la sexualidad a ser
sintomática, y esto obedece al hecho de que el inconciente “dice mal”, es imposible que
los sexos logren “relación-proporción”, en los seres sometidos al lenguaje. Es difícil
anudar el goce a otro y el otro sexuado. El inconciente conoce un solo sexo, mientras el
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amor aspira al Uno de la fusión, el goce al contrario no se comparte, se goza solo. No
encontramos directamente lo sexual sino las pulsiones parciales. Sin embargo, en su
tesis afirma que es el análisis lo que permite revisar las represiones, lo que quiere decir
que permite una nueva elección, la puesta en acto de una nueva elección del sujeto. De
esto nos dan cuenta aquellos sujetos que han recorrido hasta el final un análisis como
nos lo muestran los testimonios de nuestra investigación.
Son varios textos los que dedica a hablar de Los fines... del amor, planteando los
efectos de la operación analítica, a nivel del amor. Desarrolla el uso que el analista hace
del amor, que es inédita. Mientras el uso común, espontáneo del amor apunta a producir
un efecto de ser, al que se apela como compensación de la falta en ser del sujeto, el
analista no espera su ser de la transferencia, tiene que estar curado de su falta en ser,
rechaza el amor. El dispositivo programa el amor y el analista tiene como horizonte la
programación de un duelo, despojarse de los espejismos del amor.
Un concepto muy trabajado por Soler es el de destitución subjetiva, en el libro
“¿Qué psicoanálisis? (1996) y en diferentes seminarios desarrolla este concepto,
definiéndola como antinómica al narcisismo y de la falta en ser que el sujeto obtenía de
su fantasma. El sujeto al final del análisis adquiere un saber de lo imposible y también
sobre su manera propia de arreglárselas con su falta y de compensarla. Él se hará una
causa, de la causa del deseo.
En esta línea, Diana Rabinovich plantea en el libro “Los modos lógicos del amor de
transferencia” (RABINOVICH, 1992) que el amor de transferencia, puede ser
considerado inicialmente como necesario, bajo la forma de carta-letra de amor, su
necesidad desembocará en la contingencia que lo funda, la carta-letra de a-muro. Entre
el hombre y la mujer está el a-muro como una respuesta al muro de la castración. Por
eso el amor puede definirse como un lazo imaginario privilegiado de cada sujeto con un
número elegido de personas. Elección contingente, elección fundada en el obeto a.
Un libro clásico, que es referencia para muchos sobre la feminidad, es el de Gérard
Pommier La excepción femenina (POMMIER, 1986). Plantea que el goce se despliega
de manera diferente en el cuerpo para los dos sexos: el goce fálico, de ese lado quedan
el hombre, la madre y la histeria, y el goce femenino, suplementario propio de las
mujeres y que en algún momento aparece relacionado al de las místicas. La madre fálica
no da respuesta a la pregunta de lo que es una mujer, aunque el niño ofrece una solución
momentánea al problema de lo que quiere una mujer. Una mujer no tiene identificación,
tiene identificaciones, que expresan la falta de consistencia del rasgo identificatorio y
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develan la imposibilidad de definir un modelo femenino. La inexistencia de un
significante de la mujer, articula además un acceso propio de lo femenino, que puede
presentarse o estar ausente.
Nos preguntaremos si este goce femenino puede ser movilizado en el análisis. ¿No
es necesario decir, entonces, que el análisis es susceptible de feminizar y no solamente a
las mujeres? Entonces, ¿Qué es lo específico en cada sexo?
En el texto “Las variables del fin de la cura” (SOLER, 1995) recuerda que lo
insaciable de la exigencia amorosa no es deducido por Lacan de la envidia del pene,
sino de este goce que la sobrepasa, que no la identifica, por eso ella espera que ese amor
le dé un valor fálico que sí es “identificante”.
En la misma línea Diana Rabinovich en “El deseo del psicoanalista”
(RABINOVICH, 1995) remarca que Lacan plantea del lado del no-todo, de la sexuación
femenina, el objeto a. El objeto a, finalmente, es el único partenaire posible en la
medida que no hay otro sexo. Si el objeto a está ubicado del lado del no-todo, quiere
decir que es allí donde el analista encontrará, más allá del impasse de la castración –en
lo que Lacan llamó el Pase– la posibilidad de hacer funcionar el discurso analítico como
causa del deseo del analizante. Tomaremos este punto en nuestra investigación: cuáles
son las semejanzas y diferencias entre posición del analista y posición femenina.
Otro eje de nuestra investigación es rastrear la relación entre madre e hija, tema que
es de una gran intensidad e importancia en la vida de una mujer. Todos los autores
mencionados confluyen en afirmar la distinción entre madre y mujer siguiendo a Lacan,
quien se diferencia de la tesis de Freud, para quien la mejor salida es la maternidad:
“hace de la mujer una madre”, el sexo de la mujer queda fuera.
Jacques-Alain Miller en el libro “De mujeres y semblantes” (MILLER, 1993)
recuerda la afirmación de Lacan de que hay “verdaderas mujeres”, las que se miden por
su distancia subjetiva de la posición de la madre. Verdadera mujer, cuando ha
consentido con la modalidad propia de su castración. Se llama mujer a esos sujetos que
tienen una relación esencial con la nada.
Lacan afirma que hay algo estructural en la relación entre madre e hija que implica
un estado de desarmonía, se refiere a esta relación con el término “estrago” (ravage).
Importantes aportes sobre el vínculo madre e hija y la tramitación de la feminidad
pueden leerse en los diferentes testimonios de mujeres que realizaron el pase.
Es en este libro que Miller desataca el final del análisis en relación a la
identificación al síntoma, se ha transformado él mismo en su síntoma, traduce la puesta
11
al desnudo del goce del síntoma y es la revelación de este goce lo que pone fin a la falta
de ser. Hay un consentimiento con su modo de gozar a través del síntoma, una forma de
asunción de la castración y porque no de lo incurable.
Entre los numerosos textos de Jacques-Alain Miller dedicados a la feminidad y a lo
sintomático del lazo ente un hombre y mujer, para nombrar algunos: “El partenaire-
síntoma” (2008), “Los signos del goce” (2010) recortamos lo que plantea en el libro “El
hueso del análisis” (MILLER; 1998) en que el síntoma es presentado como partenaire
de goce del parletre. Su tesis es que el hueso al final es el síntoma, o más precisamente,
el partenaire-síntoma, esa es la vía al Otro sexuado, la genuina ruta hacia el saber para
quienes pueden gozar de un cuerpo. La pareja-síntoma, es el hueso médula de la cura, se
funda sobre la relación a nivel del goce. Significa que el Otro se torna el síntoma del
parletre, esto es, se torna un medio de goce. Lo que quiere decir un modo de gozar
primeramente del inconciente, de la articulación significante y en segundo lugar, es un
modo de gozar del cuerpo del Otro.
Mariel Alderete de Weskamp, ex AE, afirma en su libro “Posición femenina y final
de análisis”(WESKAMP, 2005) que el final de análisis en las mujeres tiene relación
con el desprendimiento de lo Real del cuerpo de la madre. Es necesario al final haber
realizado el duelo de la madre. Nos preguntamos: ¿es entonces necesario la disolución
de este vínculo para pasar a la posición femenina, es decir, al lado derecho de las
fórmulas de la sexuación? ¿Podemos autorizarnos a decir, entonces, que si el analista
no está en posición femenina, en determinado momento, más allá de su sexo, no hay fin
de análisis?
Cuestiones metodológicas
Hipótesis Principal:
Es posible determinar la existencia de un fin de análisis que sea particular al campo
femenino, lo que le imprime al deseo del analista mujer un sello singular.
12
Hipótesis específicas:
1. Es posible verificar en los testimonios de las pasantes que al final de la relación
analítica, restos de la relación primitiva entre madre-hija se reedita, relación que ha
determinado una marca de goce particular.
3. Es posible cernir cómo este resto puede devenir en deseo del analista y su
posible coincidencia con la posición femenina. Los testimonios de las pasantes dicen
mucho de la ligazón-padre pero también permiten el acceso a ese otro territorio que está
más allá del Padre, más allá del Edipo, resto de la ligazón-madre.
4. Es posible acceder a ese otro territorio que denota la oportunidad para el sujeto
de llegar a imprimir lo más singular y lo más propio, esa nueva dimensión del deseo que
se abre al final del análisis: el deseo del analista.
5. Es posible determinar que los análisis dirigidos por analistas mujeres poseen una
marca particular diferente a la de los analistas hombres, en tanto la posición femenina
imprime un sello particular a la posición del analista.
6. Es posible ubicar que los sueños que narran las pasantes verifican la reedición y
duelo por la ligazón madre-hija.
Objetivo general:
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Realizar en primer lugar un estudio teórico-bibliográfico sobre sexualidad
femenina-feminidad-fin de análisis que permita la articulación clínica-empírica con los
testimonios seleccionados de AE, de analistas mujeres, a fin de poder verificar si es
posible cernir un fin de análisis característico al campo femenino.
Objetivos específicos:
1. Revisar los aportes y las elaboraciones realizadas por Freud, Lacan y analistas
actuales en relación al tema, señalando coincidencias y divergencias.
2. A partir de realizar el rastreo bibliográfico, precisar un instrumento de
recolección y elaboración más adecuado de la información de los testimonios de los AE
en función del problema investigado (desarrollado en el punto de metodología).
3. Investigar en los testimonios de los AE el lugar fundamental que le otorgan a
los sueños ya que se desprende que estos ofrecen una sustancia que permite tener un
sentimiento de autenticidad de la experiencia.
4. Analizar los modos de aparición de relación con el Otro: relación madre-hija,
padre, partenaire, hijos, transferencia con el analista en los testimonios.
5. Introducir las referencias al dispositivo del Pase creado por Lacan, sus logros y
obstáculos, recortando los aportes de los analistas que han formado parte del Pase:
cartel, pasadores y pasantes.
1.2.3. Interrogantes
Nos centraremos especialmente en dos interrogantes, los que nos abren a varios
caminos de investigación:
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Lacan plantea que a pesar de haber virado hacia el padre, contrariamente a lo
esperable, la hija parece seguir esperando más subsistencia de la relación con su madre.
¿Qué es esta subsistencia que no deja de esperar de su madre? Nos preguntamos si
muchos de los trastornos severos, somáticos, hipocondríacos, etc., pueden atribuirse a la
imposibilidad de interpretar el corte con la madre y esto acarrea el “enloquecimiento del
cuerpo”.
Por ser una investigación de carácter teórico- empírico el trabajo se efectuó en dos
tiempos:
15
teórica y política” en sus contenidos. A fin de hacer posible su estudio se convertirán los
testimonios en una historia clínica digitalizada.
Se incluirán en este estudio aquellos materiales que cumplan con los siguientes
requisitos, definibles a partir de la puesta en funcionamiento de un formulario que
permitirá confeccionar la historia clínica adecuada:
El corpus estará constituido por guías, que funcionarán como Historias Clínicas
confeccionadas a partir de:
a) Testimonios de pasantes que fueron nominadas con el título de AE, que hayan
sido efectivamente publicados por razones que hacen a la ética psicoanalítica.
b) Se seleccionarán aquellos testimonios que fueron presentados en serie, es decir,
que tengan más de una versión, ya que esto permite un rastreo de los ítems elaborados,
permitiendo ver una evolución de la historia del tratamiento.
c) Se partirá de la lectura de 25 testimonios de pasantes mujeres y 20 testimonios
de pasantes varones (en el que se realizará un testeo de una guía de lectura a partir de la
cual se confeccionará la guía clínica definitiva) y se seleccionarán para su investigación
los 15 testimonios de mujeres y 10 de varones que sean los que más se adecuan a los
requisitos ya planteados.
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Se confeccionará una Guía de lectura precodificada, destinada a la sistematización
del material seleccionado Este instructivo tendrá dos funciones: la homogenización de
los materiales clínicos y brindar la posibilidad de sistematizar los datos con categorías
abiertas, dada la complejidad del tema a abordar (pero posibles de ser codificadas
posteriormente).
17
diferencias y convergencias entre deseo materno, deseo femenino, deseo del analista,
analizando qué nos dicen los testimonios del Pase en relación al amor, al goce y su
relación al partenaire. Intentando rastrear si hay diferencias en el final de análisis entre
los hombres y las mujeres; pesquisar la marca del deseo materno, si hay un nexo entre el
duelo de la madre al deseo del analista, entre la posición femenina y el fin de análisis.
Nos detendremos en los relatos de los sueños, especialmente los del final de la cura.
Por último realizaremos las conclusiones y las nuevas vías de investigación y
consecuencias arrojadas por nuestra investigación.
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Capítulo 2
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La mujer freudiana y la mujer lacaniana
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existe una imposibilidad lógica de colectivizarlas, lo propio de lo femenino no se deja
encuadrar en las generalizaciones.
Si bien la elucidación de la sexualidad femenina está en el eje del psicoanálisis
desde el comienzo mismo, comprobamos que desde mucho antes de Freud, la mujer fue
centro de interés y motivo de diferentes controversias.
Ante la ausencia de un significante que la represente, encontramos a través de la
historia diferentes intentos de definirla. El lugar otorgado a la mujer sufrió diferentes
oscilaciones: desde el endiosamiento y el atribuirle poderes oraculares, hasta sufrir el
destierro social o renegar de su sexualidad.
Comprobamos que, a lo largo del tiempo, ante la imposibilidad de definir a la
mujer, circularon diferentes versiones sobre las mujeres. En la Antigüedad hay
conceptos filosóficos que la definen como lo inefable5 o también como un hombre
incompleto. En el mundo griego, especialmente en el pensamiento de Platón y
Aristóteles, la mujer aparece en disminución, en inferioridad. Por su parte, en un
tiempo, la Iglesia católica la consideró como una bruja que debía ser quemada viva para
liberar a los hombres de los pecados del mundo.
Diferentes intentos de estigmatizarlas bajo variadas figuras: brujas, simuladoras o
histéricas, diabólicas o putas, madres abnegadas, objeto del deseo del hombre, malditas,
santas, siempre difamadas.
No hay significante que nombre a la mujer y, cada vez que se intenta, se la “mal-
dice”: se habla de la madre, del objeto del deseo del hombre, etc.
Podemos adelantarnos y señalar que una mujer no nace, se hace, se va
construyendo. Una mujer no tiene identificación, tiene identificaciones que develan la
imposibilidad de definir un modelo femenino.
La clínica nos revela cuán frágil es el anudamiento de lo imaginario en una mujer,
y si éste, que anuda y nomina, es el que le da consistencia a la estructura, arduo será el
camino para ella de apropiase de su cuerpo, de su nombre y de su deseo.
5
Inefable: Lo inefable es lo que no está articulado en significantes, cuando algo no puede ser dicho. Este
punto de inefable, es algo que está más allá del campo del Otro, más allá del campo del saber que es
campo de articulación significante.
21
La feminidad fue un tema que interrogó a Freud hasta el final de su vida, así lo
atestigua una carta que le escribe a Marie Bonaparte en la cual le dice que después de 30
años de indagación del alma femenina no ha podido responder a la pregunta sobre
“¿Qué quiere una mujer?”. La vida sexual de la niña continúa siendo para él un
“continente oscuro”.
Freud funda el inconsciente como falocéntrico: la libido es solamente una y
masculina para los dos sexos. Cualquiera sea el lugar de su obra que abordemos, el
destino de la feminidad freudiana siempre pasa por el falo. Tener o no tener el falo es lo
que condiciona los modos de gozar del inconsciente: tener falo para el sujeto en
posición masculina y no tener falo para el sujeto femenino, cabiendo a esta la posición
de objeto, pasiva.
Al ubicar a las mujeres en “todas fálicas”, Freud queda prisionero de una lógica
universal, que lo limita para abordar el enigma de la feminidad. La niña cruzará una
serie de transformaciones en su camino hacia la femineidad, pero la premisa de falo
permanece como el anclaje de la teoría freudiana, llegando a decir, en un texto
posterior, que “la niña es como un hombre” (Freud, 1933, 109).
He aquí una de las mayores dificultades que encontramos en la teoría freudiana, ya
que la sexualidad femenina es estudiada en relación con la masculina, comparando la
evolución de las mujeres a partir de la libido única, masculina. Forma de reducir el
suplemento de lo femenino a lo masculino, como complemento de lo pasivo a lo activo.
La pregunta freudiana que se impone es: ¿cómo se torna mujer si se parte de la premisa
de que, al inicio, todos tienen pene? ¿Qué es necesario reprimir de lo masculino para
que la niña se torne mujer?
Uno de los mayores aportes que le debemos a Freud es el hecho que desvinculó la
sexualidad de la anatomía. Freud reconoció muy rápido que no era la anatomía lo que
hacia a la feminidad. La sexualidad no se dice en función de lo biológico; lo que
delimita, en la misma vertiente, una diferenciación entre cuerpo y organismo.
Encontramos en Freud diferentes teorías sobre la sexualidad femenina, que
podemos diferenciar, sólo a fines didácticos, en diversos periodos según la época de su
obra.
22
Si bien la sexualidad femenina está presente desde el inicio de su teoría, las
afirmaciones más contundentes, que realiza de una manera clara y precisa, se
encuentran en los textos de los años 30.
2. Segundo periodo: presenta su célebre texto “Tres ensayos sobre una teoría
sexual “(1905) en el que articula la premisa de falo para ambos sexos: la libido es
solamente una y masculina. Para el niño, todas las personas tienen pene, considera que
la niña hace un camino análogo al niño. La sexualidad de la niña pequeña tiene un
carácter enteramente masculino, este criterio de simetría prevalece hasta alrededor de
1925.
Plantea la sexualidad infantil como bifásica: en un primer momento, ambos
manifiestan una sexualidad de naturaleza autoerótica. En un segundo momento, en la
pubertad, se producen modificaciones debidas al desarrollo de los caracteres sexuales
secundarios y a la posibilidad de una relación genital.
Freud plantea en este texto que, al inicio, para el varón todos tienen pene, idea que
se aferra obstinadamente a abandonar, rechaza la visión de la castración y sólo la
aceptará luego de serias luchas interiores. Para la niña también todos tienen pene, pero
ante la visión del genital masculino no incurre en el rechazo de la castración, sino que
cae presa de la envidia al pene y en su deseo de ser un hombre. El reconocimiento
inmediato de la castración y la envidia señalan ya la dificultad entonces que la
castración femenina constituye. La mujer no puede significar la falta marcada por la
23
castración del registro de lo sexual de la misma manera que el hombre. Freud esclarece
el por qué de esa diferencia al describir las transformaciones que sufre la polaridad
sexual a lo largo de la organización sexual infantil, contextualizando la fase fálica.
La polaridad sexual es descripta en antítesis: la primera es introducida como la
elección de objeto, la cual presupone un sujeto y un objeto, estableciendo un corte, una
primera separación, una primera castración, inherente a todo ser que habla. En el estadio
de la organización sádico-anal no existe aún la pregunta masculino/femenino; la
antítesis es pasivo/activo y dominante. En el estadio siguiente, la organización genital
infantil, existe lo masculino, no lo femenino; la antítesis es, entonces, entre el genital
masculino o castrado.
Posteriormente, en el texto “La organización genital infantil” también resalta la
premisa universal del falo, a partir de la cual se inaugura la oposición genital masculino
o castrado. En este texto Freud dice expresamente: “…para ambos sexos, sólo desempeña
un papel un genital, el masculino. Por tanto, no hay un primado genital, sino un primado de
falo.” (Freud, 1923, 146)
24
consumado. Es decir, la niña pequeña reconoce la falta de pene y se dirige hacia quien
lo posee: su padre.
Cuando Freud observa las explicaciones dadas por los niños sobre la sexualidad,
les da el valor de “Teorías verdaderas” (Freud, 1905, 192) y nota que contrariamente a
lo que pueden aparentar, no son sólo fantasías de niños, y que presentan algo serio e
irrevocable porque vienen de los componentes de la pulsión sexual ya en movimiento en
el organismo infantil, y cuyo sentido el sujeto necesita precisar para atenuar la angustia
suscitada por ellas. Las teorías sexuales infantiles parten de lo real pulsional y
estructuran el aparato psíquico. El niño construye muchas teorías sobre la relación entre
los sexos, las inventa a partir de la metáfora de las pulsiones parciales.
La primera de esas teorías reza sobre la diferencia entre los sexos y ratifica lo ya
postulado en el texto de 1905: “Atribuye a todos los seres humanos, aún en las mujeres,
un pene” (Freud, 1905, 192).
A partir de 1920, encontramos en Freud la pregunta sobre lo femenino: “¿Qué quiere
una mujer?”, apareciendo también la diferencia con la posición masculina, trayendo
aparejada otra pregunta: “¿Qué es un padre?”. Así la pregunta sobre el continente negro
de la feminidad se articula con la pregunta sobre qué es un padre, ambas preguntas
aparecen juntas en la teoría freudiana. Lo desconocido de lo femenino y de su goce se
plantea en el lugar mismo en que el padre ya no responde, padre mítico perdido en este
goce.
25
Al igual que el varón, la niña pequeña se caracteriza por presentar la actividad
falo-masturbatoria, tomando por falo al pequeño clítoris y a la madre como primer
objeto de amor.
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encontrarse con el hombre. Podríamos agregar que este sería el destino freudiano de la
mujer: complementación, articulación al hombre.
Entonces, si en el Edipo la niña debe cambiar de objeto y de zona y busca al padre
(como puerto donde refugiarse), y en él y sus subrogados demanda el significante de su
femineidad, nos preguntamos: ¿cómo abandona la demanda de falo que la alivia si en
ese abandono se enfrenta con el estrago materno? Desde la óptica freudiana pareciera
que no hay salida, pues queda pegada pasivamente al padre para evitar dicho estrago.
Comprobamos que en Freud quedan superpuestos, sin lograr una clara y precisa
diferenciación: histeria-feminidad, mujer-madre. Freud propone la maternidad como la
solución para la sexualidad de la mujer. El mejor destino para la sexualidad femenina es
lo que resumió con la ecuación hijo = falo.
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Considera que el varoncito abandona a su madre como objeto de amor por una
angustia de castración. Una vez sepultado el complejo de Edipo, el superyó se incorpora
como la voz del padre que prohíbe al pequeño niño acostarse con su madre. Con la
intervención de la ley de prohibición del incesto, el niño cae de ese lugar fálico, para
dejar de ser y tener posibilidades de acceder al tener. Es la instancia superyoica la que
pone en marcha todos los procesos que apuntan a la inserción del individuo en la
comunidad cultural. Es el superyó el encargado de vigilar el renunciamiento de goce.
Las huellas que quedan son la rivalidad y el deseo de muerte.
Para la mujer, el efecto de castración es muy diferente. En la niña pequeña, el
encuentro con la diferencia anatómica no tiene por consecuencia la angustia de
castración, pues ella sabe de inmediato que su castración es un hecho consumado. Es
decir, la niña pequeña reconoce la falta de pene y se dirige hacia quien lo posee: su
padre. En la niña la madre cede su lugar para dar inicio al complejo de Edipo en la
mujer. El deseo de poseer un pene toma la forma de un hijo y queda en el inconsciente,
donde es investido fuertemente. La mujer está de este modo preparada para su futuro
papel sexual, la maternidad, y con ese deseo se dirige a un hombre.
Freud dice que, en la mujer, el Edipo escapa a las fuertes influencias hostiles que,
en el hombre, ejercen una influencia destructora. A menudo esto no es superado del
todo por la mujer, esta es la razón según Freud, por la cual los resultados culturales de
su disgregación son menos consistentes y de menos alcance que en el hombre.
Concluye, entonces, que es esta relación tan particular de las mujeres con el Edipo y con
la castración, lo que da su impronta al carácter de la mujer como ser social. Freud
reconoce que al no tener la hostilidad la misma influencia en la mujer, el Edipo no será
completamente resuelto, y quedará apresada allí al menos en parte.
Freud plantea la terminación del Edipo en la mujer con cierto grado de infinitud,
no termina de sepultarse. Este punto de fragilidad en la destrucción del Edipo es
heredero de la debilidad del superyó femenino, es lo que sostiene cierta relación débil
de la mujer con lo simbólico, con la sublimación de lo pulsional y escaso sentido de
justicia y, como consecuencia, endeblez en sus intereses sociales, para terminar
afirmando, en la Conferencia 33ª que un hombre joven parece “aprovechar las
posibilidades de desarrollo que le abre el análisis” en contraposición con una mujer, la
que “aterra por su rigidez psíquica y su inmutabilidad”.
Esta idea ya está presente en “El Malestar en la cultura” (1929, 101) donde Freud
expone la idea de que las mujeres están en contra del movimiento de la civilización y,
28
sin embargo, también dice que son las mujeres, gracias a su amor, las que establecieron
las bases de la civilización. Las mujeres pusieron los intereses de la familia y de la vida
sexual delante del trabajo de la cultura, en la medida en que esos intereses requieren un
grado de sublimación de las pulsiones que no poseen. La civilización y el Eros no
moldean un par armonioso. La cultura requiere un gran gasto de la energía de los
hombres que es quitada a la convivencia con las mujeres, que se ven relegadas a
segundo el plano. La mujer es excluida de los beneficios de la civilización, no obstante
ellas son su soporte, su lazo de unión como madre y el centro de los deseos de los
hombres. Asimismo, en la Conferencia 33ª, Freud remarca esta división, entre la mujer
como un ser humano que forma parte del movimiento de la civilización y la mujer como
ser sexuado que no tiene condiciones de sublimar las pulsiones para el bien de la misma
civilización.
Sin embargo, es necesario resaltar que este superyó débil en la mujer no coincide
con lo que se encuentra en la clínica y, todo lo contrario, muchas mujeres padecen de las
exigencias de un superyó feroz; y también comprobamos que hay una mayor proporción
de analizantes mujeres que hombres y, que muchas veces, estos llegan a la consulta por
medio de sus mujeres.
Por el sesgo lacaniano podemos ubicar que ese superyó normalizador que se halla
menoscabado, deja la vía abierta a dos posibilidades: el encuentro contingente con el
Otro goce propiamente femenino más allá del falo; y la otra vía, la cara estragante del
empuje a gozar del superyó que va más allá del principio del placer.
Si bien Freud no conceptualiza ninguno de estos puntos, deja algún resquicio por
donde lo femenino muestra su singularidad para poder ser retomada.
29
con su madre. Reprime buena parte de sus pulsiones sexuales: “aterrorizada por la
comparación con el varón queda descontenta con su clítoris” (Freud, 1931, 231). Esta
salida se puede vincular con la posición histérica en tanto realización del deseo al modo
de la insatisfacción. La inhibición de la sexualidad lleva a la frigidez.
2. En la segunda salida retiene la masculinidad amenazada con la esperanza de
tener un pene. El complejo de masculinidad es una “transformación de carácter”, se
trata de una obstinada rebeldía para desmentir la carencia. Niega la falta quedando
ligada a la posición fálica masculina que determina muchas veces la elección de objeto
homosexual. Busca refugio en una identificación con la madre fálica o con el padre.
3. La tercera posibilidad es la maternidad –que Freud llama la “final conformación
femenina”–, que toma al padre como objeto y así halla la forma femenina del complejo
de Edipo.
La salida normal de la feminidad en Freud sigue el camino desde la envidia del
pene al deseo de hijo. Entonces vemos cómo Freud le da un valor estructural a la
envidia al pene, que es el motor del desplazamiento hacia el padre.
Podemos decir que Freud hace de la mujer una madre. Para Freud la mujer y la
madre se superponen.
En relación con el “anhelo de pene” hay que diferenciarlo de “envidiarlo”. Desear
el pene implica reconocer una falta y tratar de colmarla con un objeto. Y desde la óptica
freudiana, el objeto ideal para colmar la falta fálica de una mujer es el hijo. El deseo de
niño es un deseo del objeto fálico que no se tiene, es el falo sustituto de la madre. Ahora
bien, si resulta posible realizar la ecuación simbólica pene = niño, es porque
precisamente en las mujeres opera la premisa universal del falo.
También en la Conferencia 33ª, Freud remarca que la relación preedípica de la
ligazón-madre de la niña es fundamental para toda su vida futura. Relación fundamental
en el destino de la mujer. A esta altura descubre que la transición desde la ligazón con la
madre a la ligazón con el padre algunas veces no se concreta y, entonces, la mujer queda
fijada en esta ligazón intensa con la madre. De este modo, Freud remarca lo pre-edípico
como una importante fuente de neurosis y no solamente la salida del Edipo, tema al que
nos dedicaremos más adelante.
En resumidas cuentas, el complejo de Edipo no alcanza para constituir un tan
seguro puerto de arribo.
30
Una primera consecuencia de la Penisneid6 es la “cicatriz”, que marca la relación
que una mujer tiene de partida con su cuerpo y que traza un sentimiento de inferioridad,
le falta algo a la imagen del cuerpo propio. La herida narcisista, sentida generalmente
como humillación, es muchas veces, para la mujer, determinante en la elección de
objeto amoroso.
En el texto “Introducción al narcisismo” (1914), Freud ya explicita la dificultad
que la niña enfrenta, en el desarrollo puberal, por la conformación de los órganos
sexuales femeninos hasta entonces latentes (Freud, 1914, 85), pues ella guardaba la
esperanza de tener un falo que debería llegar en la pubertad, por el cumplimento de la
promesa paterna de un hijo = falo. La cicatriz de falta fálica produce un crecimiento al
narcisismo originario que es desfavorable a la construcción de un objeto de amor
realmente sobreestimado sexualmente.
De este modo, la libido es dirigida al propio cuerpo como defensa contra la falta
fálica. Freud remarca que existen mujeres que sufren de la incapacidad de amar
manteniéndose fijadas a un ideal materno fálico a ser alcanzado. Freud se disculpa por
situar a la mujer de manera tan narcisista en relación al amor, diciendo que existen
algunas mujeres que pueden amar, pero según el modelo masculino. Son mujeres que,
así como los niños, jamás abandonarán el ideal de ser viril, hecho que constituye una
dificultad para la niña en su camino rumbo a la feminidad.
Freud postula la feminidad como un objetivo que será capaz o no de ser alcanzado,
en la medida en que la mujer “nace de un hombrecito”; y también es en la conferencia
“La feminidad” que propone la división de la mujer entre “Un ser comandado por su
función sexual” y un “ser humano”, división que podemos hacer equivaler a esta otra:
“todo fálico” y “no todo fálico”.
Sin embargo, para Freud la feminidad de la mujer se deriva de “su ser castrado”,
es mujer aquella cuya falta fálica incita a dirigirse al amor de un hombre. El primero es
el padre, heredero él mismo de una trasferencia que se dirigió primordialmente a la
madre y luego viene el esposo.
6
Penisneid: Envidia al pene. Ocupa un lugar nodal en la sexualidad femenina. Lo que es el equivalente
de la angustia de castración para el varoncito, lo es la penisneid para la niña. Que la niña admita el hecho
de su falta de pene no quiere decir que se someta sin más a él. Al contrario, se aferra por largo tiempo al
deseo de llegar a tener algo así, cree en esa posibilidad hasta una edad tardía (Cf. Freud, 1933).
31
En la tercera opción de envidia del pene no renuncia al tener fálico. No renuncia,
pero consiente pasar por la mediación del partenaire. Esto implica, aunque Freud no lo
formula así, una subjetivación de la falta, que supone que ella consiente a la injusta
distribución del semblante, y que admite también estar a merced del reencuentro con el
deseo del hombre.
32
madre sólo le ofrecen acceso al campo fálico. Al no ser atrapado por el significante, lo
femenino se halla por fuera de la lógica de las identificaciones.
33
camino al descubrimiento de una zona de lo femenino que va más allá de los discursos,
escapando de la horma fálica universal. Será Lacan en “Ideas directivas para un
congreso sobre la sexualidad femenina” (1960) quien se referirá al Otro absoluto –en
cuya cuenta se deposita todo– como lo refractario a un modelo de totalidad regida por el
falo.
En el texto “Las mujeres” (2008), Chamorro reflexiona que si bien la identidad
freudiana está sostenida en el complejo de Edipo, sin embargo podemos leer que Freud
en “La sexualidad femenina” conmueve los signos de lo que había sostenido la
constitución de la identidad. En ese sentido el Edipo femenino se va desacomodando.
Esto va a permitir a Lacan su lectura, cuya conclusión será más allá del Edipo, el goce
femenino y el pasaje de la identidad sexual a la sexuación.
Sobre todo en los puntos en que remarca las bases pre-edípicas de la mujer que
alcanzan una significación que no le había adscripto hasta entonces y que parece
necesario privar de su carácter universal el enunciado según el cual el complejo de
Edipo es “el núcleo de la neurosis”. La relación made-hijo cobrará una fuerza y una
extensión que debilita el lugar del padre. El complejo de Edipo es en la mujer el
resultado final de un desarrollo más prolongado, e incluso es frecuentísimo que la mujer
nunca lo supere. Lacan muestra que estar dentro del Edipo es un imposible, es una
lógica del cierre, debe cerrarse por la intervención del padre.
Otra de las dificultades que encontramos en la conceptualización sobre la mujer,
es lo que Freud define como el masoquismo femenino, a partir de dos textos: “Pegan a
un niño” (1919) y “El problema económico del masoquismo” (1924) en los que
sostiene que el deseo femenino es de esencia masoquista, que apunta a gozar del dolor,
incluso a querer hacerse mártir del Otro. Lo distingue del masoquismo erógeno o moral,
lo define como “expresión del ser de la mujer”. Lacan dice a propósito: “prejuicio” e
incluso “monstruoso”. Sin embargo, el masoquismo no consiste en franquear los límites
del principio del placer, no tiene nada de específicamente femenino.
Esta tesis del masoquismo femenino se extendió e incluso se popularizó en la idea
de que “lo que quiere una mujer es sufrir”, quizás porque no se poseía todavía la noción
de la mujer, pudiendo ofrecerse como objeto en su relación con el deseo del hombre.
Será más tarde, con los aportes de Lacan, que podrá conceptualizarse que en tanto
fálica, la mujer ofrece su mascarada al deseo del Otro, hace semblante de objeto, se
ofrece allí como falo sin quedar identificada a ese lugar, punto que retomaremos en el
próximo capítulo más detenidamente.
34
2.2 Desde Lacan
35
También en Lacan podemos ubicar diferentes periodos en su obra, en su manera
de ir conceptualizando la feminidad, concomitante a los desarrollos que va realizando.
“…es para ser el falo, es decir el significante del deseo del Otro, para lo que
la mujer va a rechazar una parte esencial de la femineidad, concretamente
todos sus atributos en la mascarada.” (Lacan, 1958, 674)
En “La significación del falo” (1958) Lacan reafirma con vigor la prevalencia del
complejo de castración en el inconsciente y en el devenir sexual. Da una función de
nudo tanto en la estructuración de síntomas y en la identificación con el tipo ideal de su
sexo y de la maternidad.
36
2. Segundo periodo: Muy pronto Lacan postula que por la vía del falo no era
posible avanzar en el camino de acercarse a la mujer. Se va instaurando desde “Ideas
directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina” (1960) una especie de plan
de investigación sobre la pregunta respecto a eso femenino que venía haciendo cruz
desde lo real. En la conclusión de este texto, Lacan hace diferentes preguntas sobre las
incidencias sociales de la sexualidad femenina, preguntas que conservan hoy toda su
vigencia, intentando cercar, a su vez, lo propio femenino. Pregunta:
1. ¿Drena la mediación fálica y la maternidad todo lo que puede manifestarse de
pulsional en la mujer? Ya es una forma de empezar a pensar un goce femenino que
trasciende lo simbólico y al falo. Contestará: En la mujer el falo no drena todo lo
pulsional. A eso pulsional que trasciende al falo lo llamará luego “goce suplementario”.
2. ¿Por qué falta un mito respecto a la interdicción del incesto entre la hija y el
padre? Recordemos que la Ley universal de la prohibición del incesto concierne
solamente al goce de la madre. Una respuesta posible la encontramos en la forma en que
Freud concibe el mito edípico, planteando que sus enunciados son apropiados solamente
para los varones como el amor por un sexo y el odio rivalizante por el otro. La censura
en relación a los deseos incestuosos en dirección a la madre instituye una instancia de
superación que lo va insertar en la civilización. El varón renuncia al goce con la madre
por algo superior que va obtener a esa renuncia. Para la niña, por causa del complejo de
castración entra al Edipo, y es frecuente que nunca salga, por eso son pequeños y de
menor alcance los resultados culturales de su disolución. Probablemente es esa
diferencia lo que da un especial carácter a las mujeres como seres sociales.
3. ¿Será todo lo sexual accesible al análisis? El hecho de que todo lo que es
analizable sea sexual, no implica que todo lo que sea sexual sea accesible al análisis.
Todavía lo analizable está identificado en este texto con lo simbólico.
4. ¿Cómo situar los efectos sociales de la homosexualidad femenina, en relación a
lo que era reducido en la homosexualidad masculina, considerada una especie de
entropía que era ejercitada yendo camino a la degradación comunitaria? Respecto a esta
pregunta sobre la homosexualidad femenina, puede ser pensada respecto del amor,
permitiendo establecer un lazo social. Hay una dirección al Otro del amor, y del amor
por el Otro sexo, pero sexo como siempre Otro.
5. ¿Por qué, definitivamente, el ejemplo social de la mujer continúa trascendente
al orden del contrato difundido por el trabajo? ¿Y, especialmente, será como efecto de
ella que se mantiene el estado del matrimonio? Esta pregunta nos remite al vínculo del
37
padre con el trabajo. Recordemos que el orden social está fundado en dirección al
trabajo, sustentado en el discurso del amo, que está inserto en la norma fálica. En el
mito planteado por Freud en Tótem y Tabú, la muerte del padre establece la ley por
incorporación del Padre que, así, se perpetúa después de su muerte. La primera
identificación con el padre se da por la vía del amor. Para las mujeres, el trabajo como
inserción social de la norma fálica es una realidad, más no basta, pues ella continúa a
mantener el status del casamiento. Para que se constituya la familia, la mujer precisa del
hombre, pues es a través de él que ella acepta una ley del deseo, no todo fálico,
inclusive como madre. Si la mujer mantiene el status del casamiento, es porque es la
relación con el hombre lo que la nomina mujer.
38
Así es que en los ’70 domina el concepto de no-relación, planteando con sus
fórmulas dos maneras de concebir la lógica de la sexuación en cuanto a los modos de
goce: “goce fálico” y “Otro goce” como dos modos de relacionarse los seres hablantes
con el falo. Con los nudos, avanza completando las fórmulas, dando un paso más allá, al
ubicar al Otro real mismo en el nudo. Los seres hablantes como seres sexuados se
relacionan no solo a nivel del significante, sino a nivel del goce en un cuerpo vivificado.
Tomaremos como perspectiva la afirmación final de Lacan, como horizonte y
marco último alrededor del cual vamos a ir trabajando las fórmulas de la sexuación, que
están muy alejadas del cuerpo anatómico.
El término “falo” deriva del latin phallus, que designa el órgano masculino, el
pene. En tiempos primordiales del patriarcado, el falo ya era representado en pinturas
y esculturas como un objeto sagrado, venerado en las ceremonias de iniciación,
simboliza al poder soberano, a la virilidad transcendente mágica o sobrenatural y era
reverenciado en diversas religiones paganas y orientales.
Freud se refiere numerosas veces al falo como órgano o pene, sin embargo
también es impregnado de forma simbólica, dando en su teoría de la libido un lugar
privilegiado a lo fálico. El falo viene al lugar de una representación imposible, de un
simulacro, de un semblante.
Hay diferentes textos en los que Lacan perfila la noción de falo, desbrozándola y
separándola de la pura anatomía, aunque siente su base en aquella. Lacan ya plantea en
el seminario 3 “Las psicosis” (1955-1956) que la razón de la disimetría se sitúa
esencialmente a nivel simbólico, que se debe al significante. En este seminario teoriza la
metáfora paterna y el falo ya no como órgano, sino como significante.
El falo, en tanto significante, es el encargado de designar –en la batería
significante– la significación fálica. Es decir, si un determinado objeto adquiere valor
fálico es porque sobre ese gran Otro que representa la cadena significante ha operado el
significante fálico.
El falo simboliza la falta que constituye al sujeto del inconsciente y lo recubre de
sentido; por eso, la diferencia anatómica entre los sexos viene significada en el registro
de lo sexual; o sea, “la amenaza de castración obtiene su efecto posteriormente
[nachträglich]” (Freud, 1924, 183): es la percepción de la castración del Otro la que da
39
al sujeto la realización de su propia castración, de su falta fálica. Es el “papel
desempeñado por el genital masculino” –se puede decir, la “función desempeñada por
el falo”– la que determina para cada sujeto la relación con la castración. Mas la mujer
no está castrada por la ausencia del genital masculino, soporte imaginario del falo, sino
porque está sometida a los efectos de la palabra, porque padece los efectos del
significante a título de hablanteser. Por lo tanto, todo hablanteser tiene que enfrentar la
falta radical y dar de ella una respuesta, pero son respuestas que tienen en cuenta la
ausencia o la presencia del genital masculino.
A partir de lo anterior, podemos despejar, por lo menos, dos definiciones del falo,
ya que es un concepto que fue variando a lo largo de la enseñanza de Lacan:
Desde la subjetividad del sujeto, al aparecer como una presencia el falo produce la
ilusión de que no falta nada. Esto se llama “función imaginaria del falo”. Por lo tanto,
el falo imaginario es lo que completa una falta produciendo la expansión del narcisismo.
Para hablar del falo, tanto en el Seminario 5 como en “La significación del falo”,
Lacan hace referencia a la turgencia de la imagen fálica. Esto quiere decir que aquello
que da vida, que da turgencia a una persona, es el falo.
En este seminario se refiere a dos significantes privilegiados: el significante del
Nombre-del-Padre (NP) y el significante fálico. Define al NP como el significante que
“tiene la función de significar el conjunto del sistema significante, de autorizarlo a
existir, de dictar su ley”. Ahora, el NP, por ser el significante del significante, resulta
ser, de alguna manera, un significante garante. Pero Lacan sostiene también que hay
otro significante privilegiado, cuyo efecto es instituir en el Otro lo siguiente: que
cambia su naturaleza, a saber, que no es pura y simplemente el lugar de la palabra sino
que está, como el sujeto, implicado en la dialéctica del deseo.
El falo en este momento es un significante privilegiado encargado de encarnar la
conexión entre la articulación significante y la carga libidinal, atrayendo a hombres y
40
mujeres y ubicándolos bajo su dependencia. Determina las posiciones a las que estarían
sometidos los dos sexos: serlo o tenerlo. El hombre se arma de semblantes para proteger
su tener. La mujer se arma de semblantes para enmascarar lo que no tiene. En las
mujeres hay conjunción de amor y deseo, en los hombres disyunción entre amor y
pulsión, entre virgen y prostituta. El falo es el operador freudiano que en este momento
llega al máximo de formalización.
Las relaciones entre los sexos giran alrededor de un ser y de un tener el falo. “Ser
el falo” es una expresión desconocida en el pensamiento de esta divergencia freudiana.
Lacan hizo sufrir una transformación al binario de “tenerlo o no” con el que Freud se
contentaba. Hace valer que en la relación de los deseos sexuados, la falta fálica de la
mujer se presenta convertida en un beneficio de ser el falo, o sea, ser lo que le falta al
Otro. Ese “ser el falo” designa a la mujer en tanto que, en la relación sexuada, ella es
llamada al lugar de objeto. En el amor, por la gracia del deseo del partenaire, la falta se
convierte en un efecto de ser casi compensatorio: ella llega a ser lo que no tiene. Es
decir que, para Lacan, la falta femenina se encontraba positivada. Ahora bien, leemos:
Lacan plantea que entre el hombre y la mujer interviene un tercer término: el falo.
Lacan da a entender que es en la ausencia fálica de la mujer donde el falo simbólico se
constituye. En efecto, nueve años después, Lacan escribe que es en la “falta de pene de
la madre donde se revela la naturaleza del falo” (Lacan, 1966, 856). ¿Cuál es la
naturaleza del falo? La de ser un semblante.
El falo se designificantiviza y se desimaginariza. El falo es puesto en relación con
el pene real. La problemática de la falta se ubica del lado masculino a partir de la
detumescencia del órgano, y no ya del lado de las mujeres en cuanto privadas de
órgano. La cuestión fálica es para la mujer un problema secundario y la esencia de la
mujer no está en la castración. La posición femenina aparece como más simplificada,
más verdadera, más real, no entorpecida por el objeto y con una relación más directa
con el deseo del Otro y una superioridad en cuanto al goce.
41
En 1972-1973, en el Seminario 20: “Aún”, Lacan formaliza la premisa fálica
como una función, utilizando las proposiciones aristotélicas y estableciendo las
fórmulas de la sexuación. Tales fórmulas son la lectura lacaniana del postulado
freudiano de la primacía fálica para todo ser parlante y también de lo que Freud deja
fuera del registro del falo, el continente negro femenino, que Lacan teoriza como no-
toda.
Lacan relee a Freud y, en su lectura, avanza y teoriza sobre el falo. Mariel
Alderete de Weskamp (2008) dice que podría resumirse su recorrido como sigue: de la
pregnancia imaginaria del órgano erecto, el falo imaginario, el objeto de deseo de la
madre, ser o no ser el falo de la madre, objeto metonímico, objeto universal, significante
fundamental que determina la distancia entre la demanda y el deseo, significante de la
falta, al significante que más allá de la pulsión, interviene en la asunción simbólica de la
sexuación.
42
Una pregunta que sostiene Lacan en diferentes momentos de su enseñanza es:
“¿Qué es un padre?”. Entre muchas de las cosas que va desarrollando alrededor del
padre, dice que el padre no es un objeto real, aunque debe intervenir como objeto real
para dar cuerpo a la castración. No es tampoco un ideal. Resalta que el padre es
simbólico; es una metáfora –aclarando que una metáfora es un significante que viene
en lugar de otro significante–.
El padre en el Complejo de Edipo es un significante que sustituye a otro
significante, y dice que ahí está el único resorte esencial del padre, en tanto que
interviene a ese nivel. Pensar el padre como un significante nos aleja rápidamente del
padre fenoménico, del padre de la realidad.
Desde esta perspectiva, decimos que la carencia del padre es la carencia de este
significante privilegiado y su presencia se constituye en un elemento fundamental para
la Metáfora Paterna, la cual depende de la presencia del Nombre del Padre para su
constitución:
PADRE . MADRE NP . DM : NP A
MADRE X DM X FALO
43
identificación al falo, por efecto de la metáfora. Una cuestión central, es el lugar que
tiene el Padre en el deseo de la madre. Es la madre la que posibilita la entrada del padre
en juego.
Por lo tanto, la Metáfora paterna trata de poner al padre, en cuanto símbolo o
significante, en lugar de la madre. Remarquemos que este en “lugar de” constituye el
punto central del complejo de Edipo.
El padre es el que priva a la madre del objeto de su deseo, especialmente del
objeto fálico. Estamos en el nivel de la privación. El padre priva a alguien de lo que a
fin de cuentas no tiene, es decir de algo que sólo tiene existencia porque lo hace surgir
en la existencia en cuanto símbolo. Para que se establezca que no lo tiene, esto ya ha de
estar proyectado en el plano simbólico, como símbolo.
Es pues en el plano de la privación de la madre donde en un momento dado de la
evolución del Edipo se plantea para el sujeto la cuestión de aceptar, de simbolizar él
mismo, de convertir en significante esa privación de la que la madre es objeto.
Esta privación el niño la asume o no la asume, la acepta o rechaza. Este punto es
esencial, nodal en el Edipo. Aceptar que lo que es castrado no es el sujeto, es la madre.
Si el niño no franquea este punto nodal, es decir, no acepta la privación del falo de la
madre operada por el padre, mantiene una determinada forma de identificación con el
objeto de la madre. Esta relación no es la misma en la Neurosis, Psicosis y Perversión:
“…la cuestión que se plantea es ‘ser o no ser’, ‘to be or not to be’ el falo
[…] Sobre el plano imaginario, se trata para el sujeto de ser o no ser el
falo […] la fase que hay que atravesar pone al sujeto en posición de elegir
[…] elegir entre comillas pues la frase ya ha sido comenzada antes por
sus padres […] ustedes perciben que se ha de franquear un paso
considerable […] que es completamente diferente, que es tenerlo o no
[…] dicho de otro modo, tener o no tener el pene, en el medio está el
complejo de castración, lo cual supone que para tenerlo primero se debe
haber establecido que no se puede tener.” (Lacan, 1957-58, 191)
44
En el primer tiempo del Edipo el niño desea ser el objeto de deseo de la madre,
para ello se convierte en aquello que la madre desea. La instancia paterna se introduce
bajo una forma velada. Ello no impide que el padre no exista.
Desde el niño: se cree el falo, se identifica con un objeto imaginario. Dice Lacan
que para el niño es suficiente con ser el falo para obtener el amor de la madre. Es
aquello bajo lo cual va a quedar inscripto el deseo de la madre.
Desde la madre: el niño la hace sentir completa. El niño es el falo para la madre.
Así la madre fálica, es aquella que siente que no le falta nada. Tiene alguien para quien
ella es todo, tiene un súbdito incondicional, está sometido al capricho materno, aunque
este capricho sea articulado. Ella es la que marca la ley del deseo, como ley
omnipotente. Ambos forman una unidad narcisista en que cada uno posibilita la ilusión
en el otro de su perfección y produce un narcisismo satisfecho.
45
El que ejerza la castración constituye el padre simbólico y no tiene por qué ser el padre
real.
Si la madre, aún sin el padre, reconoce ante su hijo que no puede hacer lo que
quiere, y hay algo exterior a lo que se debe someter, que también está sometida a un
sistema de regulaciones, implica una restricción de su poder sobre su hijo, puede
representar la función de castración simbólica. No solamente queda castrada la madre,
también el padre, como alguien que debe depender de un orden exterior a él. Así
aparece el concepto de ley.
En el tercer tiempo del Edipo se trata del padre que da. Es el tiempo en que las
relaciones de la madre con el padre vuelven a pasar al plano de lo real. Dos situaciones:
1- Producida la castración simbólica, la ley pasa a ser una instancia en cuya
representación un personaje puede actuar pero no es él. O sea que en el tercer tiempo
quedan instauradas la ley y el falo, como instancias que están más allá de cualquier
personaje. El niño, al no ser el falo, deja de estar identificado con el Yo Ideal.7
2- El padre puede darle a madre lo que ella desea, y puede dárselo porque lo tiene.
Interviene como Real y Potente. Es interiorizado en el sujeto como Ideal del Yo y
entonces declina el Complejo de Edipo: no quiere decir que el niño vaya a tomar
posesión de todos sus poderes sexuales y a ejercerlos, sino que el niño tiene en reserva
todos los títulos para usarlos en el futuro. Tiene todos los títulos para ser un hombre y lo
que más tarde aparecerá en la pubertad, puede ser debido a algo que no haya cumplido
del todo con la identificación metafórica, con la imagen del padre.
Se produce así la identificación con el Ideal del Yo,8 que para Lacan es una
constelación de insignias. Dice Lacan:
7
Yo Ideal: imagen de la perfección narcisista, representa a un personaje dotado de atributos, de
completud, de perfección.
8
Ideal del Yo: las insignias son un distintivo que lleva alguien para señalar que está ocupando un lugar,
desempeñando una función. Es un elemento material significante. Constelación de rasgos.
46
El Ideal del Yo está orientado hacia lo que el deseo del sujeto representa un papel
tipificante, el hecho de asumir la masculinidad o la feminidad. Tipificar algo significa
ubicar dentro de un tipo: clasificar como perteneciente a una clase, en este caso la de los
hombres o la de las mujeres.
En este tercer tiempo el padre aparece como permisivo y donador. La aceptación
de la ley, la ley del incesto, no sólo prohíbe la relación sexual con la madre sino que la
posibilita con otras mujeres: “No te acostarás con tu madre pero sí con cualquier otra
mujer”. El padre aparece como aquel que otorga el derecho a la sexualidad y como
consecuencia se produce la asunción de la identidad de ser sexuado.
Lo importante es que el padre intervenga en el tercer tiempo como el que tiene el
falo y no como el que lo es, pues solo así el sujeto puede hacer el giro de ser el falo a
tener el falo. En lugar de ser el falo deseado de la madre, el sujeto encuentra una
solución a su falta en ser a través del tener.
La salida del Edipo en la mujer es diferente. Esta tercera etapa es más sencilla.
Ella no ha de enfrentarse con la identificación, ni ha de conservar este título de virilidad.
Sabe dónde está eso y sabe dónde ha de ir a buscarlo, al padre, y se dirige hacia quien lo
tiene. Esto también indica en qué sentido una verdadera feminidad siempre tiene una
dimensión de coartada. De esta manera, Lacan da cuenta de que la angustia de
castración es algo que no le concierne a la mujer directamente, pues ella sabe que no
tiene eso tan “precioso” que se conoce con el nombre de falo.
Más adelante, en el Seminario 10: “La angustia”, Lacan es muy conciso en este
punto al sostener explícitamente que a la mujer “no le falta nada”. De allí que el temor a
la castración del falo imaginario es algo que a la mujer no le concierne, más bien de lo
que adolece es de la privación de un falo simbólico.
Así es como puede ser franqueado el tercer tiempo del Complejo de Edipo, o sea
la etapa de la identificación. Se trata para el niño de identificarse con el padre como
poseedor el pene, y para la niña de reconocer al hombre como quien lo posee.
Gracias a la interdicción de la ley paterna el sujeto se encuentra listo para la asunción de
su sexo.
47
2.2.4. La mujer lacaniana
“Tal vez quiere decir simplemente que todo puede ser puesto en la cuenta
de la mujer en la medida en que en la dialéctica falocéntrica ella
representa el Otro absoluto.” (Lacan, 1960, 741)
48
“… el sexo corporal, el sexo de la mujer –dije de la mujer,
cuando justamente no hay la mujer, la mujer no toda es– el sexo
de la mujer no dice nada, a no ser por intermedio del goce del
cuerpo.” (Lacan, 1972-73, 15)
La Mujer no existe, pero eso no significa que no haya mujeres, A lo que se refiere
Lacan con “La Mujer no existe” es que no hay el universal de “La Mujer”, lo que hay
son mujeres con distintas posiciones subjetivas. Si La mujer con mayúscula es
imposible de identificar como tal, ya que no existe, esto no impide que la condición
femenina exista.
Lacan formalizará lo femenino como heterogéneo, múltiple e irreductible al falo.
Freud acentuó de manera precisa la función esencial y principal de la castración
maternal en una manera necesaria para ambos sexos, debido a que es ante ella que el
sujeto elige su posición sexual masculina o femenina.
49
Capítulo 3
De la histeria a la feminidad
50
De la histeria a la feminidad
9
Histeria: viene de matriz, útero. Hasta el siglo XVIII, fue considerada como un trastorno uterino causado
por falta de alimentación seminal, el útero se desplazaba hacia arriba y dificultaba el funcionamiento de
los órganos funcionales. Según los textos de Hipócrates (460-377 a.C.), cuando la continencia privaba el
Hystero (útero) de humedad, se secaba, perdía peso y migraba para las vísceras. La diversidad de los
síntomas histéricos era relacionada con la variedad de nuevas localizaciones del útero. Esto afectaba,
sobre todo, a las mujeres que no tenían relaciones sexuales y a las mujeres de cierta edad De acuerdo
con cómo se pensaba su etiología eran las propuestas terapéuticas: terapia del coito o embarazo.
Posteriormente, Charcot le supone una causa hereditaria y un sustrato orgánico del tipo irritación o
inflamaciones medulares.
51
¿Podemos acordar en que está desapareciendo? O bien, ¿estamos los psicoanalistas
confrontados a nuevas formas de síntomas?
No podemos negar que existen una cantidad de patologías incrementadas en esta
época, que evidencian las exigencias del discurso social, que enfrentan al analista a una
demanda diferente a la clásica y pone en aprietos el dispositivo analítico –entendiendo
estas formas del síntoma como una manifestación de los nuevos callejones sin salida
que experimenta el sujeto actual y que delatan el malestar de la cultura–.
Dado que todo discurso opera sobre lo Real, no es raro que también las patologías
sufran las consecuencias de la vida actual. Sin embargo, podemos afirmar que la histeria
sigue vigente, pero muchas veces adoptando los ropajes de moda de la época, delatando
lo que es propio de ella: la identificación.
A veces son los psicoanalistas quienes tienden a confundirla. A toda neurótica que
se presenta en análisis se le supone histérica, casi a priori. Sin embargo, Lacan insiste
en que no es exclusivo de la mujer. Incluso podemos decir que en todo sujeto hay
histeria, Lacan también habló del “nudo histérico de la neurosis”.
También llega a afirmar, en una tesis más tardía –en “Joyce el síntoma II” (1975) –
que en materia de histeria, el hombre tiene superioridad sobre la mujer. Hay histeria más
pura en los hombres, porque el deseo de hacer desear el saber puede en él no estar
limitado por el goce. Hegel es el paradigma, a quien Lacan define como “el más
sublime de los histéricos”. El sujeto del deseo es el sujeto histérico.
Colette Soler, en la conferencia “La histeria histórica” (2013) se refiere a cómo las
histéricas cuentan historias,10 y cómo las histéricas fluctúan en la historia –según los
cambios que afectan al significante amo; puesto que el partenaire de la histeria es un
significante amo, significante que sí cambia en la historia.
En el año ’70, Lacan dice que la histeria es un discurso, un tipo de lazo social.
Por lo tanto, podemos decir que hay diversas histerias. Es importante, entonces,
precisar lo que no cambia: lo que no cambia es la estructura del lazo social de la
histérica, que es transhistórico.
El valor del síntoma histérico, que sea homo o hetero, es justamente, su valor de
lazo, el cual depende del estado de los lazos sociales de su época.
10
Para C. Soler, “contar historias” es una expresión equívoca que significa contar mentiras, cosas que no
son verdaderas, pero también significa construir cadenas significantes. La historia no existe sin el relato
de las cadenas significantes, es la novela la que fabrica la historia.
52
3.1.1 El encuentro de Freud con las histéricas
11
Freud desarrolla el método de la catarsis, dando lugar a la cura por la palabra, que la paciente Anna O.
llamaba “talking cure” o el “deshollinado”. Bajo hipnosis, va rememorando hechos a los que en otro
estado de conciencia no podía acceder. Poco a poco, abandona la hipnosis para dar lugar a la asociación
libre, regla fundamental del psicoanálisis.
53
algún motivo– puede permanecer enquistado en algún lugar, y sólo va a hacerse efectivo
después, cuando alguna condición nueva favorezca la reaparición de estos contenidos
mnémicos en la conciencia. Lo traumático es el recuerdo, que está cargado
afectivamente. He aquí el germen de la teoría de la represión.
En 1897, Freud realiza un pasaje de la teoría del trauma a la de la fantasía de
seducción. Pero años más tarde, se ve obligado a abandonar la hipótesis de la seducción,
ya que era imposible generalizar los actos perversos adultos. Este es un momento en que
Freud cree que toda su teoría se derrumbó. Y con gran honestidad, en su famosa carta
69, le escribe a Fliess: “Ya no creo en mi neurótica”; ya no se siente seguro de poder
curar la neurosis. Pero, lejos de retroceder, renueva su búsqueda. Comienza a pensar
cómo distinguir la verdad frente a una ficción afectivamente cargada y así conceptualiza
la teoría de la fantasía. Lo que funciona con valor de verdad es la fantasía.
Así, en el historial de Dora, Freud incrementa la importancia de la realidad
psíquica. Sin embargo, Freud nunca deja de buscar una base real detrás de la fantasía.
Dirá que la teoría de la seducción es una prefiguración de la teoría del Edipo. Se trata de
la importancia de la relación de la hija con el padre.
De este modo, la etiología se va diluyendo y posteriormente se verá para Freud que
lo específico de la histeria es que aparezca más ligada al deseo sexual, mientras la
neurosis obsesiva implica una fijación al erotismo anal.
En “La predisposición a la neurosis obsesiva” (1913), Freud destaca la relación de
la histeria con la última fase del desarrollo de la libido, caracterizada por la primacía de
los genitales y la función reproductora; postula que en realidad la histeria se trataría de
un lugar donde se aísla el deseo sexual.
54
Los seres hablantes, en tanto disponemos del lenguaje, podemos hablar e incluso
sentir, tener la vivencia del cuerpo como algo distinto: “Tengo un cuerpo” y “No soy un
cuerpo”; este efecto de separación entre sujeto y cuerpo, sólo es posible por la
intervención del lenguaje. Es la estructura del lenguaje la que viene a recortar el cuerpo
y constituirlo como tal. Está cernido con una marca significante.
En “Psicoanálisis. Radiofonía y Televisión” (1970) Lacan distingue dos cuerpos: el
cuerpo de lo simbólico y el cuerpo en sentido ingenuo, aquel con el que cada uno se
sostiene. Pero en análisis el cuerpo que tenemos que conocer es un efecto de lenguaje.
Recibimos el cuerpo sintomático y pulsional del ser parlante.
Colette Soler desarrolla en el Seminario “L’en-corps del sujeto” (2001-2002) los
diferentes momentos de la enseñanza de Lacan sobre el cuerpo:
1. Primero señala el cuerpo de la imagen, al que se convoca en el estadio del espejo,
el júbilo del niño ante su imagen encuentra la unidad que falta a su organismo, el sujeto
se reconoce, pero esto es algo que le viene desde afuera; es por identificación
imaginaria con esa imagen del otro que el niño adquiere la imagen de su propio cuerpo.
2. Posteriormente, Lacan retoma en el ’75 la afirmación de que lo imaginario es el
cuerpo, pero agrega que lo imaginario tiene una consistencia que es real, es decir, que
va más allá de la imagen. Modifica su estadio del espejo y dice que no es la imagen sino
el lenguaje el que tiene valor operatorio, hace de la imagen misma un efecto de lo
simbólico.
¿Cuál es el efecto de la incorporación del lenguaje en el cuerpo? La sustracción de
goce. El cuerpo está en disyunción con su goce por la operación del lenguaje. Es un
cuerpo del cual el goce ha sido expulsado, por eso Lacan utiliza la oposición de estos
dos términos: el cuerpo y la carne. El cuerpo que no es del viviente y la carne que es del
viviente. Ese cuerpo es un desierto de goce.
No obstante, el goce vuelve al cuerpo: en primer lugar en el síntoma y,
especialmente, en el síntoma histérico; no es tanto que este síntoma haga hablar a los
órganos, sino más bien que los significantes de la verdad toman cuerpo de goce.
También la enfermedad hace entrar el goce en el desierto, por ejemplo, en el dolor.
En el Seminario 20: “Aún” (1972-1973) Lacan emplea el término “sustancia
gozante”, expresión que va a la par con que para gozar hace falta un cuerpo. Este cuerpo
–lugar del acontecimiento del síntoma– no es el mismo que el cuerpo tomado en el
discurso. El cuerpo tomado en el discurso es un cuerpo hablado, un cuerpo gozado, el
cuerpo parlante es, al contrario, un cuerpo que goza.
55
3.2.1 El síntoma histérico
Freud sostiene la tesis de que todo síntoma tiene un sentido, un sentido sexual, que
debe ser descifrado (FREUD, 1917). Puede compararse con una escritura jeroglífica.
Así, Freud busca una respuesta a la constitución del síntoma histérico que tenga en
cuenta tres elementos:
56
indifference” que suele presentar ante las cosas dolorosas. En este texto presenta las
diferentes características del síntoma histérico relacionándolo con la fantasía:
57
3.3. El cuerpo de la histérica/ El cuerpo femenino
58
La histérica no presta su cuerpo sin una distancia. Son cotidianos sus rechazos. Y
cuando no se niega, siempre tiene el recurso muy conocido de ausentarse de su cuerpo,
en sus pensamientos, en sus fantasmas, La histérica lo da todo, menos su cuerpo, no
busca el goce del cuerpo (SOLER, 2004).
Hay un rechazo a prestarse como objeto, es decir, como objeto de goce, es un sujeto que
se identifica a la falta de deseo y no a la causa de la falta.
Esto explicaría, en parte, el hecho de que Lacan en varios lugares hable del recurso
al rechazo del cuerpo en la histeria. Lo dice textualmente en el Seminario 17: “El
reverso del psicoanálisis” (1969-70) sustituyendo al término –empleado por Freud– de
“complacencia somática” por rechazo del cuerpo. Más tarde se refirió a que la histérica
hace “la huelga del cuerpo”, lo cual resulta paradójico, ya que, por otro lado, es su
cuerpo el tomado por los síntomas.
Este hecho está un poco disimulado en el discurso actual, porque con su ideal de
paridad, favorece el hacer-de-hombre histérico, la identificación a la norma masculina
bajo sus formas actuales. Por lo tanto, la época favorece el hacer de hombre y la paridad
en el goce fálico hasta en el ámbito de la vida propiamente sexual.
Al final, Lacan (en la conferencia sobre Joyce) va a definir que la huelga histérica en una
mujer es la negación a ser un síntoma-mujer. La histérica quiere parecer una mujer, ser más que
la otra, mejor, pero el síntoma-mujer es otra cosa, se juega a nivel del cuerpo.
59
deseo masculino. La fórmula del fantasma visualiza esta disimetría entre el sujeto
deseante y el partenaire como el objeto complementario de su deseo.
La mujer se presta a ocupar el lugar del objeto causa del deseo, lugar que es vivido
por la histérica como una amenaza desde una posición fálica. Vive ese lugar como
degradación, ser “usada”, no es leído como objeto causa de deseo sino como objeto de
desecho.
Esta disimetría se traduce en el hecho de que, en la relación sexual, es necesario
que el hombre desee, en cambio es suficiente con que la mujer se deje desear, que
consienta; lo cual marca la diferencia entre la histérica, eminentemente fálica, y el goce
femenino, más allá del falo, goce adicional, suplementario. Porque identificarse con el
deseo, caso de la histérica, excluye identificarse con el objeto de goce. Esta tesis
atraviesa toda la enseñanza de Lacan.
Ante la pregunta “¿Qué quiere la mujer?” Lacan dice (en 1958): “Ella quiere
gozar”. La histérica más que gozar, busca no satisfacer al Otro, apunta a un plus de ser.
Habría que decir, entonces, una mujer quiere gozar, la histérica quiere ser. Incluso exige
ser, ser algo para el Otro, no un objeto de goce, sino el objeto precioso que sustenta el
deseo y el amor. Deseo de hacerse ser lo que falta al Otro.
Si bien la histérica no se niega a todo goce, es un sujeto que consume falta, y eso es
también un goce, pero no es el goce viviente. Gozar de la falta y gozar de la carne son
dos cosas muy diferentes. Lo que define la posición histérica es esta voluntad de no
satisfacer el goce.
Soler establece una tabla de rasgos diferenciales entre ambas (SOLER, 2004, 63):
MUJER HISTERICA
Referencia de goce Referencia de deseo
+ (un plus) – (un menos)
Querer gozar o hacer gozar Querer ser
S (A/) S/ ______ S1
A S2
O| La/ mujer
60
En la relación con el partenaire, la histeria siempre tiene una estrategia de
sustracción –“escamoteo”, dice Lacan–, lo que Freud designa como seducción y
rechazo, la mano que levanta la falda y la mano que la baja.
Una diferencia importante es que mientras la mujer se presta a “ser el síntoma de
otro cuerpo”, esto no le impide, por otra parte, ser un sujeto, es decir, ella presta su
cuerpo al goce de otro cuerpo. Lacan reitera que para el hombre la mujer es un síntoma.
No es el caso de la histérica, quien se caracteriza por interesarse por otro síntoma,
por el síntoma del otro, pero se niega a consentir ser un síntoma de otro.
La feminidad implica la relación con el Otro, que ella acentúe “el hacer gozar” no
excluye el “hacer desear”.
La histérica hace lazo con una pareja sexual, pero es siempre de a tres (SOLER,
2013). Anudada a una pareja sexual, a la cual no pertenece, pero constituye todo su
interés. Dora se interesa en la pareja de su padre con la señora K. Sócrates también hace
lazo con la pareja de Alcibíades con Agatón.
En la histeria la pregunta “¿Qué es ser una mujer?” se realiza desde la
identificación viril, porque identificada a un hombre, desde allí, se pregunta qué es una
mujer y por eso necesita que el hombre que tiene al lado tenga otra. Es importante
resaltar que no ser una mujer no significa ser hombre.
¿Qué significa el “hacer de hombre” de la histérica? Esta expresión toma varios
sentidos:
Este hecho está un poco disimulado en el discurso actual, porque con su ideal de
paridad favorece el hacer-de-hombre histérico y lo favorece para todos, hombres y
mujeres. Las histéricas hacen semblante de cinismo sexual y fálico (lo propio de la
mujer emancipada, que aspira, como los hombres, a su propio goce, aunque en realidad
no sea así).
61
Quizás por ello, las histéricas tienen más ocasiones de angustias. Freud ya había
dicho que la envidia del pene desemboca en la depresión, ahora sería en la angustia:
Reducirse a su cuerpo es lo que el histérico rechaza. Lo real del goce del Otro. En
la histeria, la angustia de lo real es importante y es sin duda la que dirige todas sus
evitaciones, el goce de la histérica –paradójicamente– es el goce a-sexual, el goce de la
falta de gozar. Hay una asombrosa tolerancia de las mujeres histéricas con la impotencia
del hombre, o a su propia frigidez, que no se encuentra en las mujeres obsesivas o
fóbicas.
Es de destacar, entonces, que si bien la histeria es una de las formas posibles de la
mujer, podemos afirmar que la posición femenina es todo lo contrario. No quiere decir
esto que la mujer no pasará por la posición histérica: por momentos se posicionará
como tal aparentado ser el falo, por ejemplo, en el momento de la seducción, pero
también podrá salir de este lugar y pasar a la posición femenina.
A través del recorrido de un análisis se podrá ir avanzando desde la posición
histérica a la femenina.
62
en una identificación, y es uno de los mecanismos esenciales para la formación de
síntomas. Por ejemplo, Dora sustituye su deseo dirigido al padre por la tos. Este síntoma
le permite ubicarse en el lugar del padre, así el deseo vuelve a surgir, pero dirigido hacia
la señora K. Es una identificación que constituye el Ideal del yo, que está esencialmente
constituido por significantes, identificación secundaria en el sentido de que primero está
la elección de objeto y luego se identifica.
3. Identificación histérica, que se efectúa independientemente de toda actitud
libidinosa previa respecto del objeto. No hay un deseo previo que una al sujeto con el
objeto que se identifica. Se trata más bien de una actitud de colocarse en la misma
situación que otro, es decir, no se copia ningún rasgo significante, sino que se trata de
una situación más global. Es la identificación en la masa: el líder pasa a tener el lugar de
Ideal del yo. Lacan remarca que no es una identificación al partenaire, si no que la
identificación es a una situación de deseo.
Las máscaras ocultan el deseo y lo muestran. No hay otra forma, para la histérica,
de comunicar su deseo si no es a través de esta función de la máscara.
Lacan plantea en el “Seminario 5: Las formaciones del inconsciente “(1957-58) que
si el falo es el significante del deseo, su otra vertiente es: “Se trata de ser o no ser el
falo”. Lo que queda es rechazar lo que se es en el parecer. En cuanto mujer, se hace
máscara. Se hace máscara precisamente, para detrás de esa máscara ser el falo. Todo el
comportamiento de la histérica se pone de manifiesto en el gesto de aquella mano que se
lleva al botón, acompañado de la frase “No vale la pena”. ¿Por qué no vale la pena?
Porque la cuestión es que no se mire detrás, porque ahí no se va a encontrar el falo.
La mascarada femenina es la salida fálica para la mujer. La mascarada que vela su
carácter de no-toda resulta ser, aunque imprescindible, lo menos esencial de la
feminidad. Esa mascarada ofrece su consistencia a un goce que permanece más allá del
símbolo. Joan Riviere –en su célebre artículo “La feminidad como máscara”– dice:
“¿Cómo distingo yo la feminidad verdadera y el disfraz? En realidad yo no sostengo
que tal diferencia exista”.
Podemos precisar diferentes máscaras:
63
1. La intriga: estructura escénica en la cual el sujeto aparece inocentemente como
espectador. Él no interviene directamente.
2. Conversión histérica: es el cuerpo propio el que se transforma en escenario.
3. Provocación histérica: ella es la otra, capaz de suscitar personalmente el deseo en
el otro. En nombre del significante del deseo, en nombre del falo. Un
comportamiento fundamental es una conducta provocativa y de defensa. La
provocación de la histérica va dirigida a constituir el deseo. Ella indica el lugar de
algo que le presenta el deseo, sin por supuesto permitirle el acceso, porque es algo
que se presenta detrás de un velo.
4. La gestualidad histérica: designa lo que falta y aparece como provocación,
porque ahí aparece como deseo. La gestualidad en el parecer, justamente es
provocadora del deseo. Apunta al deseo del otro.
5. Reivindicación histérica: reclamo que efectúa el sujeto histérico por el daño
sufrido al ser excluido de la situación de deseo. Por ejemplo, cuando el analista se
muestra como no castrado. Lacan señala la importancia de vacilaciones de la
neutralidad del analista. Es decir, el analista se muestra en algún momento en
falta, no instalado en el lugar del saber, puede equivocarse.
6. Depresión: se presentan con las características del sujeto depresivo, sin deseo.
12
“Quiero dar una cena, pero como provisiones sólo tengo un poco de salmón ahumado. Quiero ir de
compras pero me acuerdo que es domingo por la tarde y todas las tiendas están cerradas. Pienso en
telefonear a algunos proveedores pero el teléfono está averiado. De manera que he de renunciar al deseo
de dar una cena”. Sueño que aparece en el capítulo 4 de La interpretación de los sueños.
64
su poder” (1958), en el capítulo 5, donde lee el sueño de la Bella carnicera utilizando
los comentarios y análisis de Freud.
La paciente le había replicado a Freud que este sueño es lo contrario de lo que su
teoría postula, no es una realización de deseos. Pero Freud, ante este planteo desafiante,
le pide asociaciones para mostrarle que ése es el deseo: el deseo de que no se satisfaga
un deseo. Esta fórmula le sirve a Lacan para plantear que esa es la particularidad del
deseo en la histeria: “Deseo de deseo insatisfecho”.
Freud, a partir de las asociaciones del sueño, demuestra el sentido del sueño. No
invitar a su amiga y, por lo tanto, no contribuir a que engorde y le guste más al marido.
Lacan remarca como propio de la histeria el acceder al deseo, pero no a la
demanda, es decir, accede al deseo del otro como lo demuestra en el sueño, ya que la
bella carnicera tiene salmón ahumado, comida preferida de su amiga, pero no a su
demanda de ir a comer. Lacan dice, en relación a la bella carnicera, ¿qué demanda ella?
Demanda amor. ¿Qué desea? Caviar. ¿Qué quiere? Que no le den caviar.
La rebanada de salmón ahumado es, dice Freud, una alusión a una amiga que desea
salmón, pero se prohíbe comerlo. La bella carnicera hace lo mismo con el caviar, lo
desea, pero persuade a su marido que no se lo dé.
En “La dirección de la cura…” Lacan subraya que el deseo de caviar es un
significante, porque se sustituye, en el sueño, por salmón ahumado. El deseo de caviar
es el significante cuyo significado es “el deseo de un deseo insatisfecho”.
En Lo que Lacan decía de las mujeres, Colette Soler (2004, pp. 57-59) remarca que
la identificación histérica es compleja, estratificada, y distingue en este caso:
65
satisfacción y el objeto de deseo, entre el objeto-goce y el objeto-falta. Esta
primera identificación es con el objeto que sostiene el deseo.
2. La segunda identificación: el resorte de su identificación en el eje
simbólico de la relación del sujeto al Otro. Se pregunta por el deseo de su
marido: “¿No tendrá él también un deseo que ha quedado atravesado, cuando
todo en él está satisfecho?” (LACAN, 1958, 606). Ella interroga el ágalma, el
encanto de la amiga, el misterio de su seducción de flaca desde el punto de vista
del hombre, queda identificada con el hombre: “En lo cual la mujer se identifica
con el hombre, y la rebanada de salmón ahumado viene a tomar el lugar del
deseo del Otro” (Ibid). Esta identificación es con el sujeto del deseo.
3. Tercera identificación: se identifica con el falo, definido como
significante de la falta; “Ser el falo aunque fuese un falo un poco flaco. ¿No es
ésta la identificación última con el significante del deseo” (LACAN, 1958,
617), ser el falo, esa es la fórmula del deseo de la carnicera, y es un anhelo de
hacerse ser por medio de la falta del Otro.
66
3.5.2 Análisis fragmentario de un caso de histeria (caso Dora)
67
Esto no se lo permitía del todo su padre, por eso ella necesitaba su punto de apoyo
en el Sr. K, pero si el Sr. K le dice que no, es así que entonces vuelve a la demanda y a
los reclamos del padre. Dora le da una soberana cachetada en el lago, ante lo intolerable
de la frase de que su mujer no es nada para él, ya que él sostiene la identificación en
Dora. Bofetada que es conceptualizada por Lacan como pasaje al acto. Podemos ubicar
un antes y un después de la escena del lago, que produce lo que podemos llamar un
corte en la cadena de las complicidades.
En “Intervención sobre la transferencia” (1951), Lacan analiza cómo Freud condujo
la cura de Dora, plantea cómo cada fase del tratamiento encuentra un obstáculo, pero
también la clave que permite sortearlo. Plantea que el caso Dora es expuesto por Freud a
partir de lo que llama inversiones dialécticas y desarrollos de la verdad, usa la dialéctica
hegeliana basada en pares opositores: tesis-antítesis y, a partir de esa síntesis, surge una
nueva tesis. El modo en que Freud expone el caso, entonces, es idéntico al modo en que
progresa Dora en su análisis.
68
padre? Se llega a la inversión de que el objeto de celos no es su padre sino
hacia la persona del sujeto-rival.
3. Tercer desarrollo de la verdad: Lacan va más allá y nos revela el valor real
del objeto que es la Sra. K para Dora: la atracción fascinada de Dora hacia la
Sra. K (su cuerpo blanquísimo), ser confidente de las relaciones con su
marido, con su padre. Este interés se confundió con homosexualidad. Pero
este interés “por la otra” no es homosexual, sino la puesta a punto de la
pregunta que encarna la identificación histérica, la identificación al objeto de
deseo, ¿qué es ser objeto de deseo del hombre?
Es fundamental para la histérica preguntarse qué desea ese hombre en esa otra
mujer. La pregunta de por qué no le guarda rencor a la Sra. K, a pesar de que partieron
de ella las acusaciones de embuste, llevan a la tercera inversión dialéctica: la que daría
el valor real del objeto que es la Sra. K para Dora: encarna el misterio de su feminidad,
no es su persona, sino que la Sra. K representa un ágalma, al suponerle un saber sobre la
feminidad.
Interpretarlo como una pregunta del sujeto sobre el deseo, abre las puertas de un
nuevo desarrollo de la verdad: que conduce al fantasma fundamental del sujeto. Lacan
dice que esta última inversión se encuentra en el texto: Dora en su primera infancia
chupándose el pulgar izquierdo, al tiempo que con la mano derecha tironea la oreja de
su hermano, un año y medio mayor que ella.
Aparece ya un antecedente del fantasma en esta descripción del recuerdo infantil.
Lo piensa como una matriz imaginaria, que acompañará a Dora durante toda la vida; lo
liga con el automatismo de repetición. Lacan dice que en esta escena tan “ingenua”,
podemos leer lo que es para ella la mujer y el hombre.
69
función del padre, que es paradigmática en Dora y en la histeria: la impotencia del
padre, “carencia fálica”. Sabemos que el padre es impotente y que Dora lo sabe.
Aunque Lacan la sitúa al comienzo como perversión, posteriormente dirá que –en
este caso– se trata de una histeria; y le servirá como paradigma de una modalidad de
situarse frente al padre. En el “Seminario 4: La relación de objeto”, Lacan realiza un
contrapunto entre Dora y La joven homosexual. Plantea que hay dos modalidades en la
histeria con las que se sostiene al padre: por desafío y por procuración.
Recordemos que la joven homosexual, en el recorrido normal del Edipo, de esperar
un hijo del padre, sufre una decepción, porque el padre le da un hijo a la madre, nace un
hermanito y allí hay una gran decepción fálica, justo cuando se está dirigiendo hacia la
heterosexualidad y al padre. Esto es decisivo y traumático en su historia.
Hay un carácter mostrativo hacia su padre cuando ella se pasea con la “cocotte”,
mostrándole, desafiante, su homosexualidad. Lacan lo describe como un acting. Busca
la mirada del padre y lo que encuentra es su indiferencia, forma de dejarla caer de su
deseo. Repitiendo el no tener lugar, de la misma manera que cuando nació su hermanito.
Busca un lugar de sostenimiento en la otra mujer, pero cuando también se siente
rechazada por ésta, se arroja a las vías del tren. Lacan conceptualiza esta escena como
pasaje al acto, hay una brusca caída fuera de la escena. Introduce un término alemán
para dar cuenta del pasaje al acto: “niederkommen”, que significa dejar caer, y dice que
es esencial a toda súbita puesta en relación del sujeto con lo que es como objeto a. El
pasaje al acto es una forma radical de rechazo.
Lacan dice que Dora es alguien que ama por procuración. Amar por procuración
supone que su posición es la de alguien cuyo objeto es un objeto homosexual, y que ella
aborda a este objeto homosexual por identificación con alguien del otro sexo. Amar por
procuración, es lo que se ejemplifica en el fantasma histérico, se hace presentar por la
otra en la escena. Es lo que hace Dora ubicando a la Sra. K en ese lugar.
La joven homosexual hace lo inverso. Por eso no es un padre impotente, es un
padre que aparece como autoritario, que no le da un lugar en el deseo y en el amor. Es
un padre completo, de ahí que a través del acting la homosexual tienda a barrarlo. Lo
barra para encontrar un lugar donde alojarse.
70
Freud dice que el arrojarse al tren, tiene el sentido de una pérdida definitiva del
objeto: el falo que se le niega, cae. La caída tiene aquí valor de privación definitiva y
también de mímica de una especie de parto simbólico. Lo interpreta como una forma
demostrativa de convertirse ella misma en ese niño que no ha tenido, destruyéndose al
mismo tiempo, en un último acto significativo del objeto; es Freud, ante este último acto
hace una interpretación significante. Diferente a Lacan, quien lo va a tomar por el lado
del objeto.
A la altura del “Seminario 10: La angustia” (1962-63) Lacan –contando con la
teorización del objeto a– puede pensar el caso de la joven homosexual ya no como
perversión sino como histeria. Y en el “Seminario 11: Los cuatro conceptos
fundamentales del psicoanálisis” (1964) se refiere a este caso aludiendo al “Otro
engañado”: la joven le dedica a Freud un sueño de heterosexualidad, con un final feliz,
con casamiento e hijos, es ahí dónde Freud se pregunta si el inconsciente miente y le
dice lo que él quiere escuchar. Lacan dice que la joven capta el deseo de Freud de su
intención de final heterosexual y le lleva estos sueños.
71
comenzando por Anna O., que presentaba síntomas clásicos de histeria, pero también
una división psíquica espectacular. De día era una Anna angustiada, con contracturas
musculares, se comportaba normalmente, hablaba su propia lengua, el alemán, y
expresaba sus quejas con lucidez. De noche era otra Anna, se presentaba con
alucinaciones, sonámbula, en estado de auto-hipnosis, totalmente ausente, y hablaba
inglés. Un comentario de Colette Soler:
“La Anna de día vivía el tiempo del calendario y la Anna de noche vivía
el horario del trauma del invierno anterior, en el cuál ve el padre
debilitarse.” (SOLER, 2006, 9)
72
La locura es también descrita por Lacan, en el Seminario 6: “El deseo y su
interpretación”, como:
Esos dichos de Lacan llevan a pensar que las mujeres son particularmente afectas a
la locura, pues ellas, por ser no-todas,13 están siempre más en desacuerdo, no
acomodadas entre lo que determina la sociedad y sus creencias, o sea , transgreden más,
ultrapasan los límites de la norma.
Las mujeres suelen enloquecer también en el amor. Cuando se trata del amor, viven
desajustadas entre la cultura y el lazo social. Son capaces de todas las concesiones.
También de la devastación, una de las formas posibles de relación entre una madre y su
hija, deja para la hija un punto de forclusión, no simbolizado, no drenado por el falo que
las deja locas (LACAN, 1960, 739), tema que desarrollaremos en el siguiente capítulo.
Las mujeres, en su partición de goce, se sitúan en tanto seres sexuados, como no-
todas fálicas, lo que puede dar a algunas acceso a la alteridad, al fuera de lo real no
simbólico. ¿Pero será que eso las aproxima a la locura? Se dice loco de todo aquel que
no está inserto en la norma fálica y, consecuentemente, experimenta un goce Otro que el
fálico. En este sentido, ¿la vivencia del goce Otro que el fálico, goce femenino, es
siempre una especie de locura? Punto que retomaremos en nuestra investigación.
Un autor que trabajó la diferencia entre locura y psicosis es, Jean-Claude Maleval
en “El delirio histérico no es un delirio disociado” (1984). Podemos extraer:
13
La construcción “pas folles-du-tout” admite también los sentidos de “nada tienen de locas” y de “no
todas locas”.
73
proyección puede presentarse, en la histeria, bajo múltiples aspectos. Por
ejemplo, el fenómeno de personalidades sucesivas, o desdoblamiento de la
personalidad, locuras en el cuerpo, adicciones. En la proyección del delirio
histérico se reconocen los mecanismos propios del sueño, a saber: el
desplazamiento, la metonimia y la condensación, metáfora. Para el psicótico,
sus palabras no remiten a ninguna otra significación, tiene certeza.
2. En la locura histérica, las fantasías edípicas que alimentan el delirio
permanecen inconscientes; en cambio, en el psicótico está desabonado del
inconsciente, a cielo abierto. Lo censurado en la locura histérica puede aparecer
y cobrar sentido en relación con el desencadenamiento y los temas del delirio.
Existe la posibilidad asociativa, y la posibilidad de encontrar sentido, entre el
delirio y lo censurado. Esto no va a ser posible en la psicosis, la conciencia se
encuentra disociada del sentido de los temas delirantes.
3. Los delirios psicóticos versan sobre temas muy disímiles; en cambio, en
los delirios histéricos se puede detectar la significación fálica: sueños edípicos,
fantasmas de prostitución y de violación por el padre.
4. El delirio como los demás síntomas histéricos representa una castración
imaginaria y también es fuente de satisfacción autoerótica. En esto no difiere de
los demás síntomas histéricos. Se detectan los beneficios secundarios del delirio
como en el neurótico.
En la psicosis no está instaurada la función del Ideal del Yo. Para que se constituya
el Ideal del yo tiene que operar la castración, es necesario que se produzca la inscripción
del Rasgo Unario, que está en la base de todos los ideales del yo.
En la transferencia de la locura histérica se puede detectar un intento de barrar al
Amo, para preservar la insatisfacción; es decir, hay algo, dirigido al Otro claramente. A
diferencia del psicótico, que no está dirigido al Otro. Maleval agrega que la dimensión
incestuosa de la situación analítica causa la violencia de la ambivalencia transferencial.
En las histéricas, las alucinaciones visuales están acompañadas generalmente de
varias otras perturbaciones: fantasmas de fragmentación del cuerpo; capacidad de
desidentificación y de proyecciones identificatorias correlativas; aptitud para la
regresión a demandas infantiles. En el psicótico no podemos analizar “la otra escena”,
su neurosis infantil.
74
El suceso traumático en el delirio histérico es mantenido fuera de la conciencia, no
es reprimido sino transformado. La censura obra por magnificación.; tendencia a la
exageración y a la teatralización; lo traumático se magnifica. Mientras el hablar en
tercera persona en la locura histérica es un desdoblamiento imaginario, en el psicótico
es la ausencia del sujeto de la enunciación.
Es de destacar, que luego de este minucioso desarrollo que nos brinda Maleval para
diferenciar locura histérica y psicosis, años después tiene la sinceridad de aclarar que muchas de
las pacientes de estas investigaciones que fueron diagnosticadas, de acuerdo a estos criterios, de
locuras histéricas tuvieron descompensaciones y resultaron ser psicóticas. Lo cual le resta fuerza
a la diferenciación propuesta, pero no por eso deja de ser valiosa.
Quizás la manera más paradigmática de rechazo del cuerpo nos lo presentan las
anoréxicas y bulímicas que abundan en nuestra época (FARIAS, 2010).
Se puede pensar a la anorexia como una modalidad por la que la histérica buscaría
nombrarse como mujer, a través de la imagen de su cuerpo, buscando agotar en la
imagen la pregunta por la feminidad.
Muchas histéricas de hoy son las anoréxicas, y bulímicas, extraviadas en un
desorden de sus conductas sexuales, quienes desdeñan el saber del inconsciente que
pueden elaborar en el trabajo analítico, o reducen el saber a algo inútil, no suscitan el
deseo de saber.14
A diferencia de las histéricas de antes, donde, al decir de Freud, la verdad hablaba a
través de sus cuerpos, que permitían la práctica de interpretación de los acontecimientos
del cuerpo, las histéricas actuales se muestran reacias a la transferencia. Tratan a sus
cuerpos como objetos de consumo y dificultan un diagnóstico que permita situar y
orientar una cura. La posición en la que llegan es la “de poco me vale el saber”.
Muchas se presentan con una consistencia del ser: el “soy bulímica” o “soy
anoréxica”, es una forma de nominarse. Sienten que ese significante las representa y, al
mismo tiempo, las convierte en objeto.
14
Podemos realizar una diferenciación entre los modos de presentación de los síntomas clásicos y los
llamados “síntomas actuales”: no serían síntomas en el sentido freudiano, si entendemos por síntoma
represión y retorno de lo reprimido y al analista concernido en la transferencia. Por el contrario, el nuevo
síntoma induce a una ruptura del vínculo del sujeto con el saber, el sujeto es reacio a conectar sus
síntomas con los avatares de su existencia, a conectarlo con las huellas de su propia historia.
75
Los llamados nuevos síntomas parecen tener todas las dimensiones del acting out
histérico. Muestran las diferentes formas de gozar sin pasar por el órgano y el sexo.
En la histeria la angustia se manifiesta como angustia corporal, de ahí que los
actings y pasajes al acto15 en la histeria de hoy se juegan en relación con el cuerpo,
como un retorno de la pulsión sobre el cuerpo.
Ambas centran su discurso sobre el cuerpo presentado crudamente en su estatuto de
real: las sesiones son relatos minuciosos sobre sus padecimientos físicos, sin ninguna
interrogación. La pulsión se presenta en forma muda, estado de puro goce, triunfo de la
pulsión de muerte, que lleva a estos pacientes muchas veces al estado de máximo riesgo,
y a una urgencia clínica que hay que atender. La dimensión significante queda excluida
en la urgencia. Son pacientes que se caracterizan por ocultar sus síntomas, siendo las
familias cómplices de la negación. El pensamiento es sustituido por una actividad
incoercible.
Son fenómenos clínicos en los que no se produce la operación metafórica “típica”
de las formaciones del inconsciente, es decir, se trata de la clínica donde nos
encontramos con que la lógica del significante tambalea, y por lo tanto cobra particular
importancia la relación al objeto en tanto imposible de significar. Por eso no es casual
entonces que de acting out y pasaje al acto Lacan hable sobre todo en su Seminario 10:
“La angustia” (1962-63) donde trabaja la noción de objeto a, en relación con la angustia
y como objeto causa.
Por lo tanto, ambos son del orden de la acción, son respuestas del sujeto ante la
angustia. Sirven para defenderse de ese punto donde en el otro no hay respuesta a la
pregunta del sujeto frente al deseo.
Tanto la anorexia como la bulimia se presentan en un 90% de casos en mujeres, y
se desencadenan en la pubertad, hay un despertar de la sexualidad, aparecen deseos
15
El acting out es un mensaje, en él hay un sujeto, una escena y la mirada del Otro. Posee un carácter
mostrativo, se muestra algo del deseo pero como otra cosa y se dirige al Otro. Es una acción inmotivada.
Es el amago de la transferencia, es la transferencia salvaje. Aísla un objeto para señalar otro, lo que está
en juego es el objeto a. Hay una verdad en juego. Pone en juego lo real, por eso no se puede interpretar,
porque está más allá de la palabra. El acting necesita al Otro. Se produce cuando el fantasma, en su
función de sostén neurótico del deseo ha fracasado. Pasaje al acto: es cuando la defensa frente a la
angustia no se incluye en el fantasma y se presenta como una forma franca de no querer saber, rechazo al
Otro del saber, al Otro intérprete. Hay un no al Otro. El sujeto se sustrae a toda dialéctica del
reconocimiento. No hay espectador, hay desaparición de la escena. Hay certeza igual que en el acto.
Mientras que el acting se caracteriza por su sostenimiento, por su estructura de escena, el pasaje al acto
tiene en cambio el rasgo de la velocidad. Es abrupto. Tiene un carácter de urgencia. El paradigma es el
suicidio. El sujeto se identifica absolutamente con el a, en su función de resto, y se deja caer. Se identifica
con el objeto resto. Ese dejar caer es el correlato esencial del pasaje al acto.
76
nuevos, constituyen generalmente una respuesta a la aparición de las formas femeninas,
etapa que implica el encuentro con el cuerpo como Otro, con el Otro sexo.
Existe entre el sujeto bulímico, el anoréxico y el alimento un vínculo de
sometimiento. De ahí que muchas veces se las tratan como adicciones.
Etimológicamente, “adicto” significa esclavo, también lo no-dicho, pero la dificultad es
que centrarlas como adicciones conlleva a suponer que la temática está centrada en “el
objeto comida”.
3.7.1. Anorexia
Existe una dificultad en relación a lo femenino que se esconde detrás del síntoma
anoréxico-bulímico.
Podemos pensar a la anorexia entre las mascaradas fálicas. Ser delgada es una de
las aspiraciones del ideal de belleza de esta época. Creen que esto les permitirá situarse
frente a los enigmas que le plantean la transformación de su cuerpo y el encuentro
sexual con un varón.
En este sentido la anorexia funciona como una respuesta fácil, al alcance de las
jóvenes de esta época, en relación a la pregunta: ¿Qué es ser una mujer?
La anorexia constituye una respuesta o subterfugio para eludir la cuestión de la
feminidad.
En las anorexias encontramos el recurso de nombrarse a partir del cuerpo, fallido en
las bulimias, mostrando como correlato que el deseo se presenta como “deseo de nada”,
que también es deseo de muerte, se transforma en una realización de la pulsión de
muerte, como lo señala Lacan.
En la anorexia neurótica el objeto mirada ha sido efectivamente extraído del campo de
la percepción, es por ello que retorna enmarcado en el espejo, recortado en una
superficie de proyección que por ello mismo participa de la estructura de velo. El sujeto
anoréxico rechaza su ser de semblante, y aquello que no puede ser velado retorna en la
imagen. Su particularidad es que esa imagen fracasa en su intento de representar al
sujeto.
Hay que destacar que la anorexia es una conducta reivindicada por el sujeto, no es
un síntoma que entra en conflicto con el Otro.
La anorexia es un cuerpo que se confronta con el Otro, sea la madre o sea el Otro
social, con la demanda del Otro.
77
En el negarse a comer hay una verdad en juego. En el no comer, intenta excluir al
Otro, logrando así salvaguardar su deseo, intenta que su cuerpo desaparezca, para que el
deseo como tal subsista.
La relación con la madre es muy importante en estas patologías. Suelen ser
relaciones plagadas de discusiones, enfrentamientos y rivalidades. Son madres a las
que les es difícil descifrar qué es lo que demanda la hija, responden “atiborrándolas de
papillla” y la hija rechazando. Hay una confusión entre lo que demanda y desea, entre el
dar amor con el dar cuidados.
La anorexia no sabe servirse de una formación del inconsciente, como la histérica
clásica. Será al modo del acting out, rehusándose a satisfacer la demanda del Otro de
dejarse alimentar, que la anoréxica intentará introducir un intervalo en esa demanda.
La imagen interna del cuerpo está dominada por una distorsión que se expresa en la
persistente e incomprensible negación de su delgadez. En la anorexia asistimos a una
transformación imaginaria de la imagen que se manifiesta como un exceso, incluso en
un estado de máxima delgadez. La anoréxica intenta extraer del cuerpo el exceso propio
de la carne, rechazando el cuerpo en su dimensión real, como sustancia gozante.
3.7.2. Bulimia
El sujeto intenta fallidamente recuperar aquello que supone haber poseído alguna
vez. Es un intento de incluir al Otro, forma de suturar aquello que le falta.
Mientras que en la bulímica hay un comer desmesurado y no puede parar de comer,
no tiene un límite que le diga basta; y como no quiere engordar, vomita todo lo que ha
comido. Oscila entre el atracón y mecanismos compensatorios posteriores, que implican
la articulación compulsión-impulsión. Sus impulsiones engloban toda la vida del
paciente, ésta se halla totalmente alterada, las actividades que realiza suelen ser
interrumpidas bruscamente por la emergencia de una crisis. Hay detención del proceso
asociativo, dificultad en el control de los impulsos. El nivel del pensamiento es
sustituido por una actividad incoercible. Llevan una vida dual, por un lado mantienen
lazos sociales habituales, y por otro viven su conducta alimenticia en secreto y en
silencio. Llevan la ingesta compulsiva exclusivamente cuando se hallan solos, viven su
drama en silencio.
78
En la bulimia, la muerte puede producirse por ruptura gástrica, hemorragia
digestiva e incluso por ataque cardíaco, mientras que la anorexia tiene como principales
causas la inanición e incremento de infecciones, trastornos cardíacos.
Si bien las formas actuales de la clínica nos obligan a reinventar, el deseo del
analista mantiene su premisa, o su promesa ética de encaminar al sujeto al acto de su
propio deseo, conectarlo con su causa, trayendo al inconsciente en el lugar de la verdad.
Será tarea del psicoanalista reconducir este síntoma autista, que no llama, para que se
haga mensaje, para que conforme el síntoma analítico, verdadera brújula de la cura. Es
preciso que sea aceptado por el analista desde el deseo del analista, que pueda tener
cabida el ser del sujeto, como enigma, como causa del deseo. En otras palabras, para
que el sujeto ponga en el juego su significante reprimido con el contexto significante de
manera tal que le permita leer y reconocer que hay saber inconsciente.
El paciente que hoy consulta, nos pone nuevamente en una encrucijada, con su goce
servido sobre la mesa, sujetos conectados con sus objetos a sin mediación, lo que nos
lleva a orientar una dirección de la cura que ayude a velar esta relación, construyendo el
fantasma que enmarque esta relación y así permitir luego el trabajo de vaciamiento de
goce.
En relación a la maniobra transferencial hay que tener en cuenta que el silencio
puro del analista no causa la palabra del sujeto. Es un hablar para hacer hablar,
interrogando no afirmando, sin interpretación de significación, mostrando que debe
desplegar su decir, que el analista no tiene la respuesta.
En la medida en que el analista ofrece ocuparse de dar lugar a la cuestión de qué
causa mueve su deseo, entonces el saber del inconsciente puede ser apreciado por el
sujeto como un saber que descifra la verdad oculta.
Son pacientes con un proceso asociativo pobre. El desafío del analista es lograr
pasar de una clínica del hacer a una clínica del decir, lograr pasar de una satisfacción
autoerótica, pulsional, a un discurso regido por la cadena significante. Hay que intentar
que las crisis, lo mudo de la pulsión, pueda ir poniéndose en palabras. El analista invita
a hablar y por ese medio es posible lograr poner un coto al acting, al pasaje al acto.
La presencia, silencio e interpretación son modalidades de intervención.
79
3.8. Discurso de la histérica
el agente el otro
la verdad la producción
Discurso histérico
$ _________ S1
a S2
Impotencia
80
Los elementos que lo forman: en el lugar del agente, de donde parte el discurso, se
sitúa al histérico y/o histérica. El histérico presenta su síntoma, su división subjetiva, a
un Otro, en el lugar del Otro está el S1 (el significante amo), abajo a la derecha van a
poner el S2 en el lugar de la producción; abajo del S1, para que produzca el saber y abajo
a la izquierda el objeto como su goce a (que se puede leer como causa de su deseo).
El discurso de la histérica es la respuesta y el modo de acceso que el sujeto
encuentra a la relación sexual imposible.
Lo que tiene de interesante la histérica, es una verdad que le es totalmente extraña,
produce lo que del saber sexual ella no tiene. Es decir, da el saber que no tiene.
La histeria tiene un particular gusto por la verdad, quiere que eso se sepa, pero no
cualquier verdad. La verdad que le interesa es que el amo está castrado, la verdad que
denuncia el discurso histérico es la castración del padre o el equivalente.
Lo que a ella le importa es que el otro, el hombre, sepa en qué objeto precioso ella
se convierte en ese contexto del discurso.
Hay que distinguir la histeria de la histeria analizante (SOLER, 2013). Es una
histeria producida por el discurso analítico. Para empezar un análisis se debe producir
un efecto de histerización. Hacer pasar el sujeto tachado del lado del que trabaja. Hay
que histerizar a las histéricas. Porque si no, no es un sujeto que trabaja sino es un sujeto
que cuestiona. El efecto de histerización se obtiene con la participación al deseo del
Otro. Por eso se dice que debajo de la transferencia opera el deseo del analista.
La histeria analizante, es una histeria separada de los síntomas paradigmáticos de la
estructura clínica. Cuando histerizamos al obsesivo se vuelve una histeria analizante.
Es una variante de la histeria descolgada de los síntomas paradigmáticos de la estructura
y esto produce la posibilidad de análisis. Lacan dice que enseña en tanto histeria
analizante, es decir, es operativa no sólo en la cura, sino a nivel de la producción de
saber.
Al referirse al pase, Lacan invita al pasante a hablar de sí mismo como histérico de
su análisis, historizar su análisis, no su vida. La histeria analizante es necesaria para el
trabajo de la causa analítica.
81
3.9. ¿Qué dicen los testimonios de las analistas nominadas AE sobre la histeria?
Partiremos de pensar a qué llamamos testimonio, y para ello nada mejor que tomar
las palabras de una AE, Ana Lucía Letterbach Holck (2008-2011) que, al referirse al
testimonio, cita a Agamben, quien en su libro “Lo que resta de Auschwitz” (2003),
distingue dos términos en latín para distinguir testimonio: el primero (Testis) significa a
aquel que se sitúa como tercero entre dos partes en un litigio, y el segundo (Supertestis)
designa al que vivió algo, atravesó de punta a punta un acontecimiento y puede por lo
tanto testimoniarlo. Sin embargo, al referirse al testimonio de los verdaderos
sobrevivientes de los campos de concentración, resalta que el verdadero testimonio vale
esencialmente por aquello que le falta, porta en su corazón un “intestimoniable”. Es
justamente con el uso de esa ausencia que el testimonio porta un intestimoniable que
sostiene una transmisión: aquello que no es posible de testimoniar en la experiencia de
un análisis; transmisión que implica un vacío en el decir, una puesta en acto, cada vez,
del no-todo. Transmisión posibilitada por un saber hacer con el no-todo femenino.
La persona que pide el Pase no lo hace en tanto psicoanalista, sino en tanto
psicoanalizante. El Pase no garantiza ninguna práctica, ningún hacer del analista, no
consiste en una evaluación sobre el fin del análisis, como habitualmente se lo
malinterpreta, sino saber como un analizante se hace analista.
En el texto “La proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la
Escuela”, al referirse a la nominación de AE, Lacan dice:
El AE, al estar todavía próximo a este paso, puede transmitir los puntos vivos de su
experiencia reciente a la dimensión colectiva. En los testimonios se sitúa un núcleo de
verdad particular, del cual surge la elaboración de saber que se vuelve transmisible,
posibilitando esa inédita articulación entre lo más singular del sujeto y lo generalizable
de un saber expuesto. En la “Nota a los italianos” (1972), Lacan dice explícitamente
que el saldo del Pase debe ser contribución al saber.
82
Sabiendo, entonces, que hay un imposible de ser transmitido, intentaremos hacer
una lectura clínica de los testimonios escogidos, para situar qué dicen las pasantes
mujeres sobre la histeria y los puntos desarrollados.
Con el propósito de sistematizar los datos que se desprenden de los testimonios
confeccionamos una guía clínica, con diferentes variables, que nos permita realizar
inferencias analíticas, recortando lo que se repite en los diferentes testimonios.
Aplicamos esta guía a cada uno de los 15 testimonios de analistas mujeres nominadas
AE, pertenecientes a diferentes Escuelas de Psicoanálisis.
Con el objetivo de hacer más clara y didáctica la lectura iremos ubicando lo que nos
dicen los testimonios en relación al tema desarrollado en el capítulo pertinente, tomando
literalmente fragmentos de los testimonios, consignando al final del mismo una de las
15 guías completadas con fragmentos del testimonio, eligiendo la más paradigmática.
De la histeria a la feminidad
En nuestro recorrido hemos señalado que Lacan distingue la histeria de una mujer.
Desde los comienzos de su enseñanza ya había destacado que volverse mujer y
preguntarse qué es una mujer son dos cosas esencialmente diferentes. En El Seminario 18
“De un discurso que no fuera del semblante” Lacan señala: “La histérica no es una mujer.
Se trata de saber si el psicoanálisis tal como lo defino da acceso a una mujer” (LACAN,
1970-71)
Los testimonios de las AE de nuestra investigación dan cuenta de cómo el análisis
les permitió cambiar su posición histérica en relación al falo, al deseo y al Otro
pudiendo acceder a una posición femenina, “volverse mujer”.
Por lo tanto, los testimonios muestran cómo la experiencia del análisis, en estos
casos llevados hasta el final, implica una transformación que da acceso a la feminidad,
por vías que le son propias: la de desbaratar la defensa neurótica que se construyó en el
encuentro con el “No hay relación sexual”, y la de acceder a un goce que ya no ignora
lo inexorable de esa ausencia, la inexistencia de ese Otro que es la mujer misma.
83
Los testimonios nos enseñan cómo llegaron a “tener un cuerpo” en lo singular,
hacerse de un cuerpo de mujer a partir de la experiencia analítica; cómo pasar del
cuerpo de la histérica, cuerpo sufriente al cuerpo femenino.
Los testimonios muestran cómo el síntoma se va modificando por la intervención
del analista. Indican la presencia del síntoma desde el inicio hasta el fin de análisis, y de
un cuerpo que se transforma con él.
Lo real del síntoma, como fundamental, está relacionado con aquello que, en lo
particular, cada quien escribirá como respuesta ante la falta de un programa de relación
entre los sexos.
Lacan pudo pensar el goce positivizado como aquel de un cuerpo que se goza: se
trata de un goce situado como acontecimiento de cuerpo. Síntomas sostenidos por
diferentes fantasías: de sometimiento al Otro, ser tapón de la castración del Otro,
fantasías masoquistas, etc., que fueron recortándose a lo largo de la cura y logrando
modificar las condiciones de goce.
El rechazo del cuerpo aparece en diferentes versiones: anorexia; sensaciones de
pérdida, ausencia, desmayos, limitaciones del movimiento, del habla, de la visión.
84
infancia. Durante mucho tiempo creía que era el Otro que me metía en los
líos y enredos, que me usaba como confidente, pero en el sueño lo que
aparece no es lo que ha venido del Otro sino lo propio…”.
85
No sólo los síntomas en el cuerpo precipitaron la consulta, muchas veces estuvo
acompañado de una angustia, angustia en lo real, desbordante. En algunas la respuesta
fueron actings o pasajes al acto. En otras, la angustia es por la emergencia de ese goce
loco, Otro goce sin límites y no como del lado hombre angustia de castración.
Los testimonios dan cuenta de las diferentes identificaciones alienantes, las que
fueron cayendo en el recorrido del análisis. Ubican un goce y un circuito pulsional que
fija y determina la repetición, obteniendo allí satisfacción sintomática y fantasmática
que condiciona la forma de relación al partenaire. En varios testimonios aparece la
modalidad de: ausentarse, desaparecer, forma de no poner el cuerpo para la inscripción
86
del uno del goce. Como nos muestra el caso del testimonio de Silvia Salman, en el que
se ve claramente cómo la anorexia de la niña estuvo tratada por una interpretación del
padre “mi dibujo animado”, dando así un cuerpo al sujeto, cuerpo que estaba por
desaparecer en lo real, permitiendo construir el cuerpo de la histeria.
Se constata lo que Lacan señala para la histeria: el amor al padre estructura la
histeria, el goce de la madre la desestructura. Aparecen en los testimonios padres
idealizados, sostenidos al punto de la ceguera, el análisis permitirá confrontarse con la
falla del padre, o la otra cara, padres impotentes, barrados por madres omnipresentes.
87
relaciones amorosas, bajo el modo de la histeria. Una intervención del
analista donde le pregunta si en la mirada de los hombres veía la mirada
del padre. Recorta un modo de goce que se repite en los lazos con el
partenaire amoroso condicionándolo. ‘Sentirme agarrada por la mirada
del Otro’, fija una posición subjetiva, querer estar en otra parte”.
“El encuentro con la falta del padre hace caer el velo. Aparece el goce del
padre como el reverso de lo que ha transmitido por el lado de los ideales.
Sin embargo, la posición fantasmática hace que lo que ha sido revelado
vuelva a velarse para poder seguir sosteniendo al padre como ideal y
amarlo ciegamente. A partir de un encuentro dramático con la falla del
padre y con la responsabilidad de sostenerle, cae la creencia en el padre.,
punto de anclaje del sujeto cae, sale a la luz el ser del sujeto. Como
consecuencia aparece la falta, y el sujeto del lado del deseo. Ya. no se
trata de buscar la verdad como en el inicio, ni de escuchar por glotonería.
Solo se trata de escuchar desde el agujero a partir de haber cernido algo
del propio horror al saber”.
88
habitar su cuerpo de mujer, el cual estaba marcado por demasiadas
palabras estigmatizantes. En particular, su ‘no saber donde meterse’
participaba del evento del cuerpo, y la colocaba en situaciones
tragicómicas de las cuales salía muy mal parada, unas palabras la habían
golpeado, que la hicieron tomar el camino de un fantasma sadiano, al que
el analista le había dado un nombre: el complejo de Justine. Ella
descubrió allí el fantasma de captación del Otro, se liberó de él,
aligerándose también de este imperativo amoroso. Consintió a hacerse
causa del deseo del hombre amado sin sentir angustia ni culpabilidad. A
alojar su destierro en el nuevo apellido que él le ofrecía, con su amor.
89
3.10Guía 1: Cuerpo de la histeria y cuerpo de la feminidad
90
GUÍA 1: CUERPO DE LA HISTERIA Y CUERPO DE LA FEMINIDAD
ESCUELA: AMP
ANALISTA: Hombre
91
1.3 ¿Cómo da cuenta de las identificaciones?
Texto: Identificada al objeto ideal, sostenía la bella imagen falicizada que encubría un
cuerpo todo erotizado. Identificada al objeto idealizado o al objeto perverso, la mujer se
satisface en el goce fálico.
Objeto de goce, víctima, forzada por un Otro lleno de voluntad, identificada al vacío del
objeto, dejaba prevalecer el deseo de muerte.
Resalta un significante, un S1, "bella", significante de una identificación fálica que irá a
contornear el sin límite de lo femenino.. Bella frente a la mirada materna que la vestía, esa
identificación se volvió el eje de la vida amorosa. El significante "bella" tomó fuerza
porque venía a recubrir lo que le parecía feo. Si por un lado, recubría lo real de la carne y
bajo el significante hacía erigir La mujer que se alojaba toda en el agujero del Otro,
resultando en erotomanía histérica y seducción, por otro lado –al caer– se identificaba a la
pura nada, devastada. Verificar que me hacía un objeto para tener, hacer y suceder, para
un supuesto goce del Otro, resultó en un cierto vaciamiento de mí.
Indicadores1: Identificación con el objeto de deseo
Indicadores2: Identificación histérica
Texto: 1.El primer amor llevaba el apellido del padre, amor cortés donde ella ocupaba la
posición de objeto supervalorizado.
2.El segundo casamiento fue con alguien que, a pesar de no ser de la familia, era –
"coincidentemente"– de la misma ciudad de la que provenía su padre y llevaba, una vez
más, el mismo apellido. No eran solo los significantes los que se repetían, después de
escapar de la devastación, al encontrar una nueva pareja, le transmitía las coordenadas de
su goce, concediendo así –cada vez– el modo de reproducirlas
92
Indicadores1: Relación idealizada
Indicadores2: Relación masoquista/sometimiento
2.1 ¿Cómo da cuenta del pasaje del síntoma histérico a ser el síntoma de otro
cuerpo?
Texto: Identificada al objeto idealizado o al objeto perverso, la mujer se satisface en el
goce fálico. La vagina no es una zona erotizada en la relación primordial con el Otro como
ocurre en las zonas oral, anal y fálica, ella permanece desconocida y su descubrimiento
exige una otra tarea. El agujero en el cuerpo de la mujer, como los otros, tampoco es
natural pero además es inútil.La transformación de la falta imaginaria en agujero
erotizado resulta de una deducción lógica que proviene de la extracción del objeto y la
confrontación con el agujero en el Otro, cuando la sexualidad se suelta de las zonas
erógenas previstas en la organización infantil perversa polimorfa y da a la anatomía su
destino erótico. El tercer casamiento escribió otro nombre y otro lugar, el de causa.
Indicadores1: De conversión a querer/hacer gozar
93
Texto: Leí trabajo en la clínica, después de pasar por un período de cuestionamiento que
sacudió certezas y convicciones y una desidentificación con el objeto del fantasma,
encontró en el deseo del analista su lugar en la práctica clínica.
Indicadores1: De ident. con obj. de deseo a ident. con obj. goce
2.5 ¿Cómo da cuenta de los cambios en las modalidades de relación con el partenaire?
Texto: El tercer casamiento escribió otro nombre y otro lugar: el de causa de deseo.
Indicadores1: Del goce asexual a goce del partenaire como causa
Indicadores2: Disolución del Complejo de Edipo.
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Capítulo 4
La mujer no existe, las madres sí
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La mujer no existe, las madres sí
Con estas palabras el poeta recita la propiedad más sustancial de las mujeres, la
facultad que guarda su cuerpo para engendrar un niño. Sabemos que la relación primera
y fundamental, tanto del niño como de la niña, es con la madre. Esto condicionó a un
discurso que hace de la madre el objeto vital por excelencia: el símbolo mismo del amor
puro. Uno de los mitos más arraigados es el “instinto maternal”, lo que transforma
automáticamente a una mujer en un ser incondicional y abnegado de partida.
Si bien la madre es quien dispone del organismo para humanizarlo, transmite
lalengua, haciendo huella en el cuerpo de su hijo; sin embargo, el proceso de la
maternidad no tiene nada de natural e instintivo, y el vínculo entre madre e hijo es
complejo y sufre toda suerte de vicisitudes.
En este capítulo nos ocuparemos del intenso vínculo entre madre e hija, recortando
la diferencia entre madre y mujer, y cual es la posición de Freud y Lacan al respecto.
Reflexionaremos sobre las marcas maternas en la vida de una mujer, y qué hace con
ellas al final del análisis. Nos detendremos a pensar: ¿cuáles son las diferencias y
coincidencias entre deseo de la madre y deseo de la mujer? Recortaremos en los
testimonios de las AE las referencias a la relación con la madre y el destino de este
vínculo al final del análisis.
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los testimonios de las AE investigados. Todos se refieren a este intenso vínculo y su
incidencia en el destino de su feminidad.
La relación madre-hija está atravesada por pérdidas. La madre necesita al hijo, el
hijo necesita ese tiempo de alienación al deseo materno, pero tanta proximidad requiere
de la separación y esto implica poder atravesar tiempos de duelo. Sin embargo, ese
tiempo de alienación es fundamental para la construcción del cuerpo y la emergencia de
un sujeto tiene una función estructurante. La humanización del niño pasa por un deseo
no anónimo. Solamente con esta condición, el niño podrá ser inscripto en un deseo
particularizado.
Colette Soler dice que sólo se puede prescindir de la madre a condición de que haya
servido primero a la producción del cuerpo, la denomina “policía del cuerpo” en su libro
“Lo que dice Lacan de las mujeres” (p.111) .Plantea que las faltas de la madre están
siempre presentes en el discurso del inconsciente:
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patriarcal. Todo está hecho para hacer de una mujer sólo una madre, el sexo de la mujer
queda fuera. Freud no estuvo ajeno a estos prejuicios: hace del lazo de amor sensual a
este primer objeto una experiencia irremplazable, en la que para un sujeto, se enraízan
todas sus capacidades de amor futuro. Incluso reconoce en el apego al hijo varón el
único amor sin ambivalencia, encarna el objeto fálico deseado por la madre y permite
una identificación más ideal, sin embargo para la hija es más difícil.
Como consignamos en capítulos anteriores, en el Edipo freudiano la niña debe
cambiar de objeto y de zona, busca al padre (como puerto donde refugiarse) y en él y
sus subrogados demanda el significante de su femineidad. El niño sale del Edipo por el
complejo de castración, la niña en cambio se encuentra castrada de entrada y hace
responsable a la madre de esa falta fálica que padece, con lo cual esa relación se torna
hostil y llena de reproches. Esto la lleva a dirigirse en segundo término al padre, como
entrada en el Edipo. La niña se decepciona de la madre, decepción que designamos
como estructurante, produce su viraje hacia el padre y deslizándose a lo largo de la
ecuación simbólica, esperará un hijo del padre y luego de un hombre. Esto es la mejor
salida del complejo de Edipo para la niña.
Entonces podemos pensar, siguiendo a Freud, que la maternidad es una forma de
resolver el complejo de Edipo: se trata de compensar la falta fálica con un niño, que es
demandado al padre y que toma imaginariamente el lugar del falo:
“La mujer no obtiene una satisfacción tan básica, tan fundamental, tan
instintiva, como la de la maternidad, más que por las vías de la línea
sustitutiva.” (FREUD, 1931,239)
Freud nos dice que la mujer encuentra ante el vacío que la habita un “premio
consuelo”: la maternidad. Y Colette Soler agrega que:
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Al avanzar en su análisis con mujeres, Freud encuentra que el extrañamiento de la
madre no es tan sencillo, es más, encuentra que éste puede durar hasta una edad
increíblemente tardía. Recién en sus últimos artículos, a partir de los años 30, Freud
remarca la gran importancia que tiene la relación primera entre la niña y la madre, lazo
amorosamente pre-edípico que puede instalar un duelo imposible de calmar.
Plantea que se trata de una relación de exclusividad con la madre. Hay fantasías que
acompañan la masturbación clitoridiana que tienen como objeto a la madre. Freud dice
que una de las causas que origina el desprendimiento de este vínculo y determina la
entrada en el Edipo está determinada por el descubrimiento de la inferioridad del clítoris
en relación al pene, haciendo responsable a su madre de tal perjuicio. A esta poderosa
motivación, Freud agrega otras: la nutrió de manera insuficiente, la obligó a compartir
con otro el amor materno, no cumplió todas las expectativas de amor, incitó primero el
quehacer sexual y luego lo prohibió, aunque dice que el principal motivo es que la
ligazón-madre tiene que irse a pique porque es la primera y es intensísima.
Si bien Freud ubica esta ligazón en la fase pre-edípica, hay que decir que la misma
puede prolongarse hasta la edad adulta, repercutiendo en la relación con el partenaire
masculino:
La hostilidad hacia la madre puede leerse de diferente manera, como el motivo que
permite separarse de ella, o también puede ser una manera de alienarse al deseo del otro
bajo una forma hostil. Podemos pensar que la hostilidad que se juega entre madre e hija
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va en el doble sentido: de la niña a la madre y de la madre a la hija, no es una hostilidad
edípica, sino anterior.
En su último artículo “Análisis terminable e interminable” (1937) Freud plantea
que la experiencia del análisis topa con un obstáculo insalvable, la roca de castración, y
que constituye tanto en el varón como en la mujer un rechazo a la feminidad. En el caso
de la mujer se manifiesta como la penisneid, envidia del pene, y determina en la niña
una posición de envidia y reivindicación frente a lo que el otro tiene y ella no. Freud
habla de penisneid como un destino de la niña, que nunca va a dejar de demandar o
exigir.
Es de remarcar la ausencia del padre en su función interdictora, que propiciaría la
separación entre la madre y la niña. Hay un goce que escapa a la ley paterna, función
que sí es señalada por Lacan en el segundo tiempo del Edipo.
“El hijo fálico puede, a veces, taponar, hacer callar la exigencia femenina
(…). Pero, por lo esencial, el don de un niño sólo raras veces permite
clausurar la cuestión del deseo. El niño como resto de la relación sexual
puede obturar en parte la falta fálica en la mujer, pero no es causa del
deseo femenino que entra en juego en el cuerpo a cuerpo sexual.”
(SOLER, 2004, 41)
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Agregamos que es el amor lo que mejor suple la falta en la mujer, lo que
realmente quiere es ser amada.
Después del padre del mito edípico, los posfreudianos hacen entrar a la madre en
el escenario de las causas:la madre llena de objetos de Melaine Klein, la de cuidados
de Winnicot, la del amor primario de Balint. En cada caso se identificó la causa de la
desdicha subjetiva con el fracaso o los límites de la función materna, elevan ese
primer objeto de goce imposible al estatuto de culpable de la limitación. Desde un
primer momento Lacan introduce a un tercero entre madre-hijo.
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En sus últimos seminarios se consagra a dilucidar la cuestión de un goce no
fálico que sitúa del lado de la posición femenina, del que nos ocuparemos en el
capítulo siguiente. De este modo, la sexualidad femenina implica necesariamente
diferenciar una madre de una mujer.
Madre que la dejaba caer en función del duelo imposible de tramitar por la
muerte de su único hijo varón. Frente a esa posición permanecía muda y un padre
que no logra poner un límite suficiente al goce materno. Posiciones que constituirían
la matriz de las repeticiones a lo largo de la relación libidinal con el Otro. Se erigía
así misma en La mujer para completar al Otro, haciéndolo existir. Es el amor el que
había tomado las formas “más locas y variadas” en esa búsqueda, ocupando el lugar
de objeto masoquista. La construcción del fantasma le va a permitir, allí donde estaba
devastada en su relación con la madre, encontrar un saber hacer con eso.
102
desvistiendo a las niñas. El análisis resalta un significante, un S1, ‘bella’,
significante de una identificación fálica que irá a contornear el sin límite
de lo femenino, una especie de piel. Bella frente a la mirada materna que
la vestía, esa identificación se volvió el eje de la vida amorosa, tomando
diferentes sentidos según la prevalencia del goce en cuestión. Si el
significante ‘bella’ tomó fuerza e importancia, fue justo porque venía a
recubrir lo que le parecía feo. Si por un lado, recubría lo real de la carne y
bajo el significante hacía erigir La mujer que se alojaba toda en el
agujero del Otro, resultando en erotomanía histérica y seducción, por otro
lado –al caer– se identificaba a la pura nada, devastada.”
Hay varias maneras de “querer demasiado a un hijo”, decía Lacan. Así, “la
coyuntura dramática” en la que se incluye la maternidad en cada mujer, las
particularidades de su historia, intervienen en su transmisión de la falta y en su
incidencia en la subjetividad del niño.
Madre-niño hacen Uno. Este unario arma un uno que tiene que estar
simbólicamente en todo sujeto como una marca, siguiendo a Alicia Hartmann (2006),
quien afirma que las marcas tempranas son los significantes, los rasgos. Dos conceptos
quedan unidos al de marcas: el concepto de pulsión y el que provee el ideal del yo. El
cuerpo está implicado: “la gloria de la marca”, es marca sobre la piel. Marca que nos
lleva también a pensar el tema de las identificaciones. Es importante la identificación
porque se constituye el campo imaginario.
Si el Ideal funciona se pueden armar ficciones fantasmáticas. El mundo imaginario
también nomina, da nombre, linaje, atributo del sexo, el sujeto se inscribe.
Colette Soler plantea en “Lo que dijo Lacan de las mujeres” (2004) que, en todos
los casos, es con su palabra que la madre deja su marca. La mujer en tanto que madre,
hace hablar al pequeño hombre, y que por eso, a ella le toca transmitir lalengua y,
entonces, tiene efectos de inconsciente. Se trata sobre todo de la lengua privada de la
pareja originaria de la madre y su niño. Son las palabras de la madre, sus imperativos y
sus comentarios, los que inscriben en la memoria la voz que puede tornarse destructiva
y persecutoria.
La primera humanización del cuerpo está abierta a los excesos, a las trasgresiones,
está al “servicio sexual de la madre” (LACAN, 1966, 831) en posición de fetiche y a
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veces de víctima. Al principio el neonato no es al principio un sujeto, sino un objeto.
Objeto real en las manos de la madre, quien mucho más allá de lo que exige los
cuidados maternos, puede usarlo como una posesión para gozar y hacer gozar.
Eric Laurent remarca en “Psicoanálisis con niños y sexualidad femenina” :
“que el maternaje, el ocuparse de los niños, es una actividad sexual y no educativa o
sublimada” (LAURENT, 1999, 170).
Todo el problema consiste en comprender “por cuáles caminos pasan los fantasmas
para ir de la madre al hijo” (LACAN, 1966, 730), ya que no podemos dudar de que los
fantasmas que ella suscita deben algo a su propia subjetividad, a su falta y a su manera
de taponarla. Los caminos no son otros que los del discurso. Es en tanto que ser de
palabra, que ella deja su marca en su niño. Es la que permite al cuerpo corporizarse de
manera significante. Los poderes del verbo llegan lejos, hasta regular el goce, y la
madre es la primera representante de esos poderes. Entonces, mucho dependerá del
lugar que el inconsciente materno reservará a este objeto surgido en lo real, por si acaso
le reserva uno, puesto que hay también madres que no son más que ponedoras de
objetos que abandonan y para quienes a falta de ser un sustituto fálico, el niño es sólo
un pedazo de carne. Las psicosis puerperales para una madre, un nacimiento, pueden ser
el encuentro con un real susceptible de causar el delirio, presentificando con ello un
punto de forclusión.
En la mayoría de casos, es la solución materna a la falta fálica y es la manera en
que el niño está ubicado allí, lo que marcará su destino. Dependerá de la interpretación
que hará el pequeño sujeto del discurso que lo rodea. Se necesita también de un
momento crucial, en el que según las circunstancias el enigma del Otro tachado se
actualiza para el sujeto, en sus dos vertientes: misterio de su deseo, opacidad de su goce.
Los eventos propicios pueden ser el nacimiento de un nuevo hijo, un duelo, todos los
accidentes que tocan la libido de la madre, y más generalmente la de los padres.
El niño conquista el amor materno, lo eleva al estatuto de poder simbólico, que
detenta los poderes de la palabra, y aquellos que se originan en las sentencias, deja
huellas en la memoria, de sus imperativos y comentarios inolvidables. Y también
tropieza con lo que dice más allá de sus dichos, sus contradicciones, sus equívocos, todo
lo que no dice, pero deja entender.
En varios testimonios de analistas mujeres, en el dispositivo del Pase, se puede
verificar esta marca materna, marca de goce particular.
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El testimonio de Patricia Dahan (AE 2010-2012), al que denominó “Sobre lo vivo”
es paradigmático sobre la incidencia de las marcas que producen las palabras, muestra
cómo un análisis es un medio de acceder a lalengua, a lo real del inconsciente, y de qué
manera en su cura permitió por este acceso a lalengua librar el sentido de su síntoma.
Relata en su testimonio la relación afectiva con la lengua y la marca que deja la manera
en que ella fue hablada y oída; no es la lengua de la comunicación, sino la lengua de los
afectos. La pasante dice que es en lalengua que pudo encontrar la explicación de su
síntoma, es decir del ciframiento de la letra. Lacan define la letra como el retorno de lo
reprimido. El retorno de lo reprimido desde Freud es el síntoma, pero decir que el
síntoma es una letra, es introducir la noción de real, es decir que el síntoma no tiene
solamente una estructura de metáfora, que tiene también una dimensión de goce. La
letra como lalengua está del lado del fuera-de-sentido.
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una palabra de las asociaciones del sueño produjo un efecto que calificaré
de fulgurante. Esta palabra podía resumir un pequeño recuerdo de
infancia que había sido interrogado a lo largo de mi análisis, pero en el
momento no había hecho el lazo. A este significante del sueño
inmediatamente asocié otro significante de esta lengua que no era, para
nada, hablada más en mi medio ambiente desde hacía una veintena de
años. Desde la desaparición de mi abuela, no escuchaba hablar más esta
lengua. Pero este significante de lalengua, surgido en el análisis, era una
expresión que mi madre a menudo utilizaba cuando era niña y evocándola
percibí todo el goce que contenía cuando ella la pronunciaba.
Las sesiones que siguieron me permitieron asociar sobre una parte de mi
historia que me parecía no me concernía, algo que había pasado antes de
mi nacimiento, y que apenas había evocado en la primera parte de mi
análisis. Lo que el análisis me permitió comprender de qué manera yo
estaba concernida por lo que se había producido antes de mi nacimiento.
Algo que tenía que ver con la muerte.
El enunciado de este enigma, lo encontré en este significante de lalengua:
«svelta», que se podría traducir por «viva». El síntoma en el cual se
encuentra el ciframiento de la letra, en lo que a mí concierne: inhibición,
lentitud, borradura, en una palabra falta de vivacidad del cual es la
enunciación.”
“Ella había creído que su padre la había soltado (dejado caer) y que había
perdido el lugar de sostén fálico que como niña se había otorgado ante él.
También creyó que su madre, muy joven, la acogió poco, por haber
nacido muy pronto, antes de la unión legítima, y además del lado malo de
la sexuación… En el curso del análisis esto se invirtió: en la ilegitimidad
de su nacimiento, más allá del fantasma que ella había alimentado, se dio
cuenta de la marca positiva de aquello que unía a sus padres. Ella era la
hija del amor.
…Descubrió también, detrás de la causa materna y de la imagen reina de
la Madona, a la mujer que no existe y que el hombre quiere convertir en
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madre a cualquier precio. En virtud de la transferencia, la historia del
malentendido de su nacimiento como traumatismo fundamental se
convertirá en una historia antigua. Tendrá sin embargo que desplegar esta
historia, para darse cuenta de la parte de goce nefasto que ella había
cultivado en eso.
…La mirada materna en el momento de la adolescencia, y un gesto
paterno cuando ella quiere extraerse de su familia demasiado pronto,
aportarán ahí la versión imaginada que regirá su vida amorosa, hasta la
travesía de esta versión.
…Le tomó pues mucho tiempo antes de habitar su cuerpo de mujer, el
cual estaba marcado por demasiadas palabras estigmatizantes. En
particular, su ‘no saber donde meterse’. Tomó el camino de un fantasma
sadiano, al que el analista le había dado un nombre: el complejo de
Justine. Toda exposición en la arena de la vida amorosa servía para
alimentar al fantasma: colocarse en las manos del Otro, o entregarse a los
decires del Otro, exponiéndose a cambio a una mirada celosa, que le
costaba angustia y culpabilidad.”
En relación al concepto del superyó Freud nos advierte que en relación al origen y
papel del superyó muchos puntos permanecen oscuros y sin respuesta (FREUD.1923)
Debemos un esmerado trabajo sobre el concepto del Superyó a Marta Gerez
Ambertín, quien ha escrito varios libros sobre el tema, es en su libro “Imperativos del
Superyó, casos clínicos”, que señala: “El superyó es uno de los conceptos freudianos
que, encabalgado al de pulsión de muerte, deja un trazo incurable en la subjetividad, es
el resultado de la intrusión -lenguaje mediante- del malestar en la cultura…. El superyó
da cuenta de la versión intrusiva y no regulada –como cuerpo extraño y traumático- del
inconciente que constriñe al sujeto”. (GEREZ AMBERTÍN, 2014, 49)
De esta manera queda articulado superyó al concepto de pulsión de muerte y que en
Lacan lo llevará a ubicarlo en lo real como una de las formas del objeto a. La autora
señala como las manifestaciones clínicas del superyó se muestran en compulsiones
irrefrenables, coerciones, culpas que piden castigos, masoquismo, autodestrucción, etc.
Actos que encontramos en diferentes estructuras y sexos. Sin embargo en el texto
“El sepultamiento del complejo de Edipo”, Freud dice que, excluida la angustia de
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castración, está ausente también un poderoso motivo para instituir el superyó en las
mujeres:
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“El superyó ciertamente es la ley, pero no la ley pacificadora,
socializante, sino la ley insensata, en tanto entraña un agujero, una
ausencia de justificación. Es la ley como significante unario, S1, cuya
significación desconocemos (…). El superyó es la evidencia y la paradoja
que resulta de un significante único que, por estar solo, es insensato. (…)
Hay que tener claro que al valorizar la función de la madre, estamos
valorando la incidencia traumatizante del goce puro.” (MILLER, 1981,
151)
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Con la madre insaciable se inaugura el deseo de la madre. Lacan lo define en el
seminario 5 como “el deseo primitivo, opaco, oscuro, de la madre”. El niño logra
entrever que en esa madre habita un deseo cuyo significado es enigmático. El sujeto
experimenta vértigo cuando percibe que el Otro no es un Otro garante y todopoderoso,
sino que es un Otro en el cual habita un deseo. El niño está sujetado al capricho
materno, incluso si este capricho es un capricho articulado.
En el inicio del proceso de subjetivación, el niño se identifica a un significante
opaco (x), Deseo de la Madre que alude al superyó materno, en tanto ley incontrolada:
“¿Es que no hay, detrás del superyó paterno, un superyó materno todavía
más exigente, todavía más insistente, en la neurosis, que el superyó
paterno?”(BATLA, CRISCAUT y otros, 1997)
Para que haya pacificación tiene que haber una “ley de la ley”. El padre puede ser
una referencia abstracta, quitándole esa dimensión originaria de capricho, que luego
deberá ya no ser un padre puro símbolo sino estar encarnado en un agente.En algún
momento su intervención consistirá en desalojar al niño de esa relación imaginaria con
la madre, prohibiendo un goce situado ahora en un estatuto fálico. A cambio de esta
inscripción de la falta fálica, se adquiere la relación con un emblema, un ideal. Así se
conquista otra dimensión del falo y con ella las posiciones sexuales. Lacan se refiere al
deseo materno en el seminario 17, “El reverso del psicoanálisis”:
“El deseo de la madre no es algo que pueda soportarse tal cual, que pueda
resultarles indiferente. Siempre produce estragos. Es estar dentro de la
boca de un cocodrilo. Eso es la madre. No se sabe qué mosca puede
llegar a picarle de repente y va y cierra la boca. Eso es el deseo de la
madre… Hay un palo, de piedra por supuesto, que está ahí en potencia,
en la boca, y eso la contiene, la traba.es lo que se llama falo. Es el palo
que te protege si, de repente, eso se cierra.” (LACAN, 1969-1970, 118)
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o niña son el pequeño objeto a, objeto que puede ser devorado por ese deseo oscuro si la
boca se cierra. Es el exceso lo que puede hacer daño y exige un proceso de separación.
Entonces, Lacan pone el acento en el deseo de la madre, es decir, hay que
comprenderlo como el deseo de la mujer en la madre, deseo que permite limitar la
pasión materna. Una madre no es toda de su hijo porque su aspiración fálica se divide
entre el hombre y el hijo. Deseo que permite hacer de ella no-toda madre, es decir, no-
toda para su hijos, y pasar a un “más allá del Edipo”, donde él sitúa a la mujer tachada,
Otra, no toda ocupada del hombre o del niño. Es la castración materna la posibilidad de
constituir al sujeto.
El deseo de mujer, mantenido más allá de la maternidad, es la que introduce al niño,
por medio de la angustia de castración, a una dialéctica de identificaciones
contradictorias que le permitirá desprenderse de la posición pasivizada de objeto de la
madre, y al final, asumir su propio sexo.
Existe una disimetría entre mujer y madre: la mujer ocupa para un hombre el lugar
de objeto a en la medida en que consiente ser su fantasma para producir su deseo, pero
la mujer como madre encuentra su objeto a en sus hijos. Pero así ya aparece el niño no
tomado como falo sino como objeto causa del deseo.
Entonces, el niño puede encontrarse en distintas posiciones en tanto objeto de la
madre y situarse en la neurosis o en la psicosis. Puede estar mediatizado por un hombre
que hace a esa mujer la causa de su deseo y entonces la mujer se ocupa de los niños sin
cristalizarlos en su fantasma como objetos de goce, de lo contrario si se le hace entender
que la colma, el niño estará completamente entrampado en su ser de objeto, como
posesión de la madre y no de una estrecha relación con la falta. Los dos se refieren sin
111
duda a la falta fálica, pero de modos diferentes. El ser madre resuelve esta falta por el
tener, bajo la forma de niño, sustituto del objeto fálico que le falta. Sin embargo, el ser
mujer de la madre no se resuelve enteramente con el tener fálico sustitutivo. Su relación
con el falo se divide, y el niño no la satura (SOLER, 2004).
Colette Soler dice que si bien el deseo propiamente femenino hace que la madre sea
ausente para su hijo, pero para el niño será muy diferente dependiendo que sea
descifrable en el orden fálico, o al contrario, que lo sobrepase oscuramente. El falicismo
habla y se transmite por signos, y por eso instaura un orden en el cual el niño encuentra
dónde ubicarse. Al contrario el no-todo calla, su silencio es absoluto y es a los márgenes
de todo lo que se ordena en la serie fálica. La variedad de madres se despliega entre los
dos extremos y va de la madre demasiado madre que encierra al niño, hace un rehén
fálico, hasta la madre demasiado mujer, ocupada en otras cosas, hasta ser a veces tan
Otra, que allí no ocupa ningún lugar.
Concluyendo: sabemos que el deseo de la madre es un lugar central y fundante en
la constitución de los sujetos, pero esto no implica reducir a las mujeres a la maternidad,
ni tampoco hacer de éstas el destino necesario para todas las mujeres. La maternidad en
un hecho de elección y no de destino.
El testimonio de la AE Cora Aguerre, muestra la dificultad de una madre para
alojarla en su deseo, y el intento de la hija de sostenerla completa, al precio de pagar
con su propia falta:
“Aparece con claridad la dificultad del Otro materno para acoger, para
poder soportar los tropiezos, pero durante mucho tiempo seguiré
albergando la esperanza, como modo de creencia en el Otro, de que esto
se podrá modificar. Creía que se trataba de mi torpeza, de mi propia
dificultad con el Otro materno. De mi lado estaba la impotencia, el querer
algo que el Otro materno no podía ofrecerme, y más bien se repetía el
desencuentro, la decepción. Siempre lo mismo. Había un engaño en
juego, el otro materno no podía alojar la castración, lo que no iba.
Cuando eso aparecía los reproches eran infinitos y eso me producía
culpabilidad, pues no podía ver que ese era un límite de su lado.
…Un punto de viraje fundamental de la cura se operará, cuando después
de muchos intentos la analista interpreta y marca un corte. Ese es un
punto de imposibilidad que ha estado siempre ahí, desde la niñez, en ese
punto el Otro materno no puede acogerla…Encuentro con un tope, eso no
112
ha sido ni será. Aparece el dolor, y a partir de allí se hace evidente la
castración del Otro. Ese viraje produce el pase de la impotencia a lo
imposible, que permitirá lo posible. Hay un apaciguamiento en la relación
al Otro materno y un poder disfrutar de lo posible.
…Por el lado del Otro materno un no querer saber, no hacer acuse de la
castración, y por el lado del padre un no poder decir contundente sobre lo
que no había que me precipitaba en un círculo infernal. Se revela la
responsabilidad del sujeto en la posición fantasmática como
complemento del Otro que le dejaba a sus expensas. El inscribirme en el
discurso familiar bajo el significante «muy querida» me dejaba atrapada
en la alienación. Se produce un cambio de posición y como efecto
desaparece la angustia.”(AGUERRE, 2010)
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mujeres intentan vivir eludiendo la función simbólica introducida por el falo. Se
encuentra trabada cualquier intervención de un “agente real” que pretenda reintroducir
la función –fi que en sus dos vertientes: de castración a la madre de ese falo positivizado
que encarna la hija y a la hija de ser ese falo de la madre.
Aquella que se sostiene estragada busca el establecimiento de su ser por medio de
un Otro absoluto que ella misma erige, al que se aliena devastando su subjetividad. Esto
designa al estrago, ya sea madre u hombre. Así, podría pensarse que vía un “hombre-
estrago” se establece la reproducción de la relación estragante madre-hija. Desoída la
dimensión de la falta, en la zona del estrago, lo que responde a la demanda por el ser es
la voz que toma un matiz injuriante u oracular. En definitiva el superyó materno
vocifera, emite órdenes insensatas (SOLER, 2004).
¿Por qué la hija en particular? Podemos pensar que el hijo viene a colmar el anhelo
fálico de la madre y el hijo varón, provisto de pene, encarna mejor dicho anhelo.
Además, la hija mujer evoca en la madre la relación con su propia madre y suscita las
cuestiones en relación al hecho de ser mujer y la feminidad no bien resueltas en su
momento y reactivadas por la presencia de la niña.
Si bien Lacan advirtió los límites para la función paterna como operador que
permita resolver lo enigmático del deseo femenino y la solución no la encuentra vía el
Edipo, hay que decir que tampoco alentaba el buscar la solución en la mentada relación
pre-edípica con la madre y en el texto “El Atolondradicho” plantea las dificultades
causadas por este error. Sin embargo, señala en este texto que, a pesar de haber virado
hacia el padre, contrariamente a lo esperable, la mujer parece seguir esperando más
subsistencia de su relación con su madre. Por lo tanto, la demanda a la madre no se
resuelve tan idealmente demandando un hijo al padre sino que hay algo de la demanda
que persiste. En la mayoría de las relaciones madre-hija, la hija espera de la madre, en
tanto mujer, más subsistencia que del padre.
114
Deteniéndonos en esta frase, Lacan está haciendo referencia al complejo de Edipo
freudiano, en el cual la mujer se mueve como pez en el agua porque no debe pasar por
la amenaza de castración. Pero esa angustia que se ahorra se contrasta dolorosamente
con el estrago vivido y sentido en la ligazón madre-hija.Parece decir que la relación de
la hija con la madre, en su mayor parte implica un estrago, y habría otra parte de la
relación que quedaría fuera del estrago. Puede leerse que el estrago en la relación
madre-hija se produce cuando la mujer-hija espera de la madre, en tanto mujer, aquello
que su palabra no mediatiza, una respuesta al enigma femenino. Es decir, la hija espera
de su madre, una identificación femenina. Eso que espera una hija “no pega” con el ser
segundo de su madre. No pega ya que espera de la mujer en tanto madre, es decir,
espera desde el lugar de toda madre, lo que la diga mujer.
La madre, en tanto mujer, estructuralmente no puede transmitir qué es una mujer
porque no existe la escritura de La mujer. En la mujer hay una vinculación con ese
vacío que puede tomar su aspecto más mortífero como exceso, capricho, sinsentido,
locura, demanda insaciable de responder a aquello que no tiene respuesta. Algo de esto
se pone en juego entre la madre y la niña en el estrago. Porque la exigencia imposible de
satisfacer no se refiere sólo a la falta fálica sino a la falta en ser.
Si la pregunta de una mujer dirigida a la primera en el estrago, encuentra a una
madre instalada en el circuito deseante y, por ende, actualizando la dimensión de una
falta esto posibilitará a la que demanda ese saber, relanzar el deseo en la vía del
significante fálico (BATLA, CRISCAUT y otros, 1997). Entonces, estrago más que un
concepto es efecto de la incidencia traumatizante del goce puro, sin medida, no acotado
por el falo. Goce que el síntoma no alcanza a metaforizar. Por eso se puede entender al
estrago como un efecto de estructura, en tanto existe el lado derecho de la fórmula,
aquella que muestra que la metaforización producida por el Nombre del padre no
alcanza.
“Estrago” connota un término negativo que llevaría a pensar, que es algo que se
debe evitar; sin embargo, si lo pensamos como un hecho de estructura, podemos
reflexionar sobre la tesis de Marie-Magdaleine Chatel, quien, por lo contrario, postula
que la psicosis se instala por no haber estrago con la madre. Se puede inferir que el
estrago no lo produce la madre, sino es un hecho de estructura instalado en la relación
madre-hija.
En “El atolondradicho”, Lacan parece afirmar esta tesis, dice:
115
“La niña se halla en estado de disarmonía, de reproche con la madre. No
se trata aquí del cocodrilo que devora, hay también en la hija, algo que no
marcha, que hace ruido, en su relación con su madre.” (LACAN, 1972)
116
“Cerrar la boca hasta casi desaparecer es sin duda una locura, en mi caso
la más temprana… el fantasma de desaparición es el primer objeto que el
sujeto propone como respuesta al enigma del deseo materno… dar vida al
cuerpo inanimado de la niña que se encontraba mortificado por su
relación con el goce del Otro materno; un cuerpo que se escabulle, que no
puede ser agarrado ya que no se trata de un cuerpo de carne y hueso sino
de un dibujo; y un modo de nombrar en masculino, deja en suspenso la
construcción de un cuerpo de mujer… del ‘dibujo animado’ pude extraer
la prevalencia del objeto mirada que se recorta en el horizonte del padre.
Pude destacar entre otros tres elementos concentrados en esa fórmula…lo
vivo en lo animado, que hace de contrapunto al goce mortífero de la
anorexia vinculado al Otro materno.” (SALMAN, 2011,54)
“Del ‘dibujo animado’, que vivificó al cuerpo del sujeto, pero que no se
dejaba agarrar, al ‘encarnada’, donde tenemos la presencia de un cuerpo
erótico, que se deja agarrar y se deja llevar por un hombre, por ejemplo,
en la danza… Este nombre del Sinthome… escribe una presencia de
cuerpo, que ya no necesita desaparecer para ser. Un cuerpo erótico que
más allá de la imagen fálica, puede obtener una satisfacción dejándose
agarrar, pero manteniendo sin embargo cierto modo de ausentarse.”
(SALMAN, 2011, 55)
117
Otro. La ausencia de cuerpo se irá desplazando a las relaciones amorosas, bajo el modo
de la histeria. Se recorta así un modo de goce que se repite en los lazos con el partenaire
amoroso condicionándolo. Sentirme agarrada por la mirada del Otro. Serán sucesivas
vueltas de análisis para que este sintagma madre loca-niña desamparada se desarticule,
es decir caiga el goce. Esto permite que se produzca la transformación de un cuerpo
mortificado en el dibujo, a un cuerpo que pueda alojar una satisfacción: “Síntoma que
entonces, ya no animado por el fantasma, que le permitió consentir a una satisfacción en
dejarse agarrar por un hombre.”
118
falta, que dirige su deseo hacia el objeto causa de su deseo. De esta manera, la
maternidad se vuelve una forma de suplencia a La Mujer que no existe, funciona como
tapón del no-toda.
En el libro “Las mujeres y sus goces” (2013), Silvia Tendlarz dice que una división
del deseo se impone: el objeto niño no debe ser todo para el sujeto madre, sino que debe
encontrar el significante de su deseo en el cuerpo del hombre para situar al niño frente a
la castración. Así como no es posible determinar el universal de las mujeres, tampoco es
posible determinar cómo ser madre. Cada una se sitúa frente a la maternidad por la
aceptación o por el rechazo, desde una posición masculina o femenina, como un empuje
al toda madre o por su no-toda como mujer que repercute en su ser madre.
Es preciso que el hijo esté entre la mujer y la madre, preservando el no-todo del
deseo femenino; es decir, que una mujer puede desear un hijo y también desear a un
hombre o puede agotar su deseo en el hijo, depositando en esa relación el peso de
obturar todo lo que atañe a la vida sexual. Entonces madre y mujer no aparecen como
términos antagónicos sino que se entrecruzan. En otras palabras, la maternidad es una
de las soluciones que un sujeto femenino encuentra al impasse suscitado por La Mujer
que no existe.
¿Qué nos quiere decir Lacan con “La mujer no existe”? Quiere decir que es
imposible enunciar el universal de “La Mujer”. No hay el universal de “La Mujer”, lo
que hay son mujeres con distintas posiciones subjetivas.
119
“Lo verdadero en una mujer, se mide por su distancia subjetiva de la
posición de la madre.” (MILLER, 1993, 90)
“Esto también les indica en qué sentido una feminidad, una verdadera
feminidad, siempre tiene hasta cierto punto una dimensión de coartada.
Las verdaderas mujeres, eso siempre tiene algo de extravío” (LACAN,
1957-58, 201)
¿Qué es una verdadera mujer para Lacan? Y su respuesta más sencilla es que el
carácter verdadero de la femineidad sólo se mide por su distancia con la madre. Tanto
menos madre, más mujer. Será necesario entonces que la niña no encuentre la respuesta
a su propia feminidad en su madre, en tanto lo que produce la separación entre la niña y
la madre, no es el padre sino el hombre “en el sentido que es el deseo del hombre, el que
opera como separador”. Esto es lo que nos da la diferencia radical entre histéricas y
mujeres.
“Mujeres locas, es verdad, pero no locas del todo. Todas son locas porque
en lo universal está la locura, pero en lo real no son locas en absoluto,
porque lo que desean son hombres.” (MAESO, 1994,49)
Tanto el acceso al fin del análisis como, asimismo, a la feminidad, son largos y
dolorosos trayectos donde deben elaborarse varios duelos para dar lugar a la elaboración
de la castración. Serán necesarias sucesivas vueltas del análisis, o de la vida, para que
esta poderosa ligazón-madre se vaya a pique.
120
Nuestra hipótesis es que al final de un análisis, algo de esta relación madre-hija se
reedita (FARÍAS, 2008).
Se llega a un punto nodal en el análisis de una mujer, que no se puede avanzar: el
punto en que se re-edita el vínculo pre-edípico, este que Freud llama “el continente de
sombra”. Tratando de avanzar en esta zona difícil de analizar, la de la relación pre-
edípica, generalmente aparecen puntos de gran resistencia.
El duelo de la madre vuelve a aparecer en el fin de análisis y es necesario para
terminar de disolver aquella vieja relación. Para poder transitarlo es condición que una
hija haya logrado despojarse del odio y de la decepción, a veces olvidada, a veces
vigente, para poder acceder a la intensa relación que alguna vez tuvo con su madre, ésta
sí profundamente reprimida y olvidada. Es significativo que este duelo, debe realizarse
independientemente de que la madre real esté viva o ya haya fallecido.
Siguiendo la tesis de Mariel Alderete de Weskamp, ex AE:
121
“Abre el acceso al lado femenino, que será un modo de decir del
empalme, ese en el que el analizante pasa a analista. Un modo de decir de
la posición del analista en tanto posición femenina. Un sujeto advertido
de sus marcas imprimirá su estilo, que le permitirá un modo singular de
hacer: de vivir, de amar, de desear, de analizar, de hacer lazo. Tal vez
entonces la pulsión conozca otro destino y el odio también: el acceso a un
Nuevo Amor donde finalmente ese resto de ligazón-madre encontrará una
verdadera pacificación. Algo allí hará sinthome, inscripción de lo
femenino, en tanto vacío creador. Entonces, la pulsión más allá del
fantasma, queda del lado de la vida, ese saber-hacer-con esa marca
singular de goce proveniente de la ligazón-madre, deviene marca de
analista, lo que permite hacer algo singular con su Deseo del Analista: un
estilo.” (MISSORICI, 2004)
Adriana Missorici en su testimonio narra una serie de sueños producidos durante las
entrevistas con los pasadores, surge un significante nuevo: “Basta”, que contiene la B
del nombre de su madre y muestra cómo le permite finalizar el duelo de su madre.
122
Último Sueño: La mañana de la última cita con la pasadora se produjo
este sueño: “Sólo había esta vez una carta, en ella mi madre escribió que
había decidido ir a morir a otra parte. Firmaba”.
Ya no se trataba entonces de una carta de amor. Se escribió una carta, una
letra... El Otro primordial vaciado de voz cedió lugar a la letra. Es la letra
lo que permite que algo pueda ser leído-escrito, de ese saber de lo
imposible, de ese saber en lo real. Momento de encuentro con lo real de
un resto del cuerpo materno, del lazo madre-hija, que reclamaba la
consumación de un duelo. Uno que permitió la escritura de una letra la B,
la carta estaba firmada tan sólo con su inicial. Así ese significante nuevo
producido en el pase, el BASTA, esa relación con el Otro materno, sólo
quedó reducida a una letra: la B.
Sueños del final, sueños del Pase: hay una insistencia en los testimonios
de pasantes mujeres del desgarro, de la separación con lo Real del cuerpo
de la madre, coincidiendo con lo que Lacan extrae de sus casos: “Al final
de cada uno de mis análisis vi el fantasma del desmembramiento, el mito
de Osiris…” (LACAN, 1950, 20).
123
significante, da un sentido cómico al ‘bella’, es decir, ‘bella como una
bella mierda’.
El deslizamiento de sentido de paté a pavé (‘para ver’), ‘pacumé’ (‘para
comer’) encontró su límite en ‘patu’ un significante nuevo, que no forma
parte de la lengua materna, significante de la falta en el Otro S(/A), que
trae en su interior tanto la posición antigua, ‘para todo’, como la que
indica un lugar nuevo, ‘pastout’, no-toda, posición femenina. De no ser
por no tenerlo, del ‘paté’ al ‘patu’, se revela lo real de la estructura
femenina…”
124
desde esa posición que yo era blanco de ataque de la Otra mujer. Pero aún
me impedía ver que yo también era objeto de ataque de mi madre.
Se recortó un fantasma de encierro: El Oro me encierra, el Otro me
amenaza, el Otro sabe todo… Lo que me situaba en un callejón sin
salida… Todo era muerte.
Se construye una lógica del nudo edípico del que había quedado cautiva.
El núcleo de ese acto que fue el pasaje al acto hace evidente la mirada de
odio de mi madre, la pasividad impotente de mi padre y mi lugar como
objeto tomada en la mirada de la muerta. La importancia en la conclusión
de este duelo es que cesa mi creencia en el sufrimiento edípico.
Comienzo a poder escuchar menos la mortificación del Edipo en cada
analizante, para apuntar más a lo que hay de deseo en cada uno.
Mi segunda hija, tiene una mirada oriental, la llamamos tibetana. Esa
mirada rasgada en realidad es mía: mi madre me decía chinita, y es
también un rasgo de la mirada de ella. Este es el atravesamiento del
fantasma. Verme a través de la mirada de mi hija, era consecuencia de
que amor, mirada y muerte, se anudaron de otro modo. Se destaca en
dicha asociación mi posición entre dos: entre mi madre y mi hija. Una
chinita entre una japonesa y una tibetana. Es en relación a mi hija que la
mirada rasgada se inscribe como rasgo agalmático. Esa condición
inscribe ese incurable que habita esa mirada, en la que no todo es brillo
agálmico, también está la sombra del deshecho. Es sólo después del pase,
por él, que cayó el último velo sobre ese deshecho, perdiendo así el valor
de goce que aún pesaba sobre él.”
125
Luego hay un desplazamiento del objeto hacia su cara agalmática, el rasgo del
objeto ya no cargará con el peso mortificante que era el del arrebato de la mirada de la
hija por parte de la madre, forma de la castración en la que el carácter destructivo del
Otro apuntaba, no al falo imaginario, sino a su reverso como objeto a. El sujeto
encontrará en la mirada de su hija el mismo rasgo que había sido fuente de
padecimiento y que en la mirada de su hija adquiriere un valor fálico. La transformación
del valor de ese objeto anudó la relación madre-hija de otro modo. Al mismo tiempo el
rasgo común en las tres generaciones anuda también a las mujeres de un modo distinto.
La chinita, entre la japonesa y la tibetana, en “cadena generacional”, hacen que amor-
mirada-muerte se anuden de otro modo, mediante la inscripción de “la mirada rasgada”
como rasgo agalmático en la hija, si bien es cuestión de deseo también lo es de amor.
126
GUÍA 2: RELACIÓN MADRE-HIJA
ANALISTA: Mujer
Indicadores1: Amorosa
Indicadores2: Estrago
127
madre. Ésta fue durante la infancia de la sujeto constantemente depresiva. No
dejaba de declarar en voz alta sus ideas de suicidio, ideas que la evocaban muerta,
o asociando en la ocasión a su hija en el cuadro. Esa manera de ser la justificaba
por la infancia de su madre marcada por el duelo y el abandono. Esto suscitaba en
la analizante una compasión sin límite, que la sumía por completo en lo
insoportable… Aquello de que goza la madre, no es del padre sino que el nombre
es:depresión. Es un estrago específico alrededor del objeto oral.La madre se
caracteriza por ser, por un lado, una devoradora de hombres y, por otro lado, una
mujer devorada por la depresión. Cuando la depresión la invade, ésta se vuelve
inaccesible a la demanda del Otro.Esta separación "salvaje", estrago primitivo
provoca el rechazo alimenticio.El análisis le mostrará la posición del sujeto en el
fantasma:hacerse comer, morder por el Otro , es el goce pulsional que recupera de
un goce perdido de otro del que está excluida
Texto: La madre comenta frente a sus hijos la impotencia paterna , así justifica sus
infidelidades frente a los ojos del padre. Padre fascinado por la belleza de una
mujer a la que adora.El consiente la insatisfacción del deseo de la madre y cierra
los ojos frente a las soluciones que ella encuentra. La sujeto no le perdona a su
padre el abandono del puesto fálico cerca de la madre. Lo verifica-más allá de la
pareja que la madre forma con el hermano menor al que le dedica un amor
sublime- por la sucesión de amantes que jalonaban su vida. La madre sin apetencia
vital, "muerta", devorada por la depresión, se encuentra transformada en
comedora de hombres convertidos en bocados, como lo había ya hecho con su
marido... Hay el desborde del goce de la madre más allá de lo que ha podido
significar el padre por sus efectos significantes, este desborde es aprehendido más
allá del falo por la incidencia de la muerte, verificada en la depresión, en abortos
sucesivos y en relaciones carnales poco significativas. El síntoma anoréxico se
articula a una identificación viril y a un goce pulsional marcado por un "no
comeré de ese pan", o más bien "como nada"
1.4 ¿Cómo da cuenta del vínculo entre los padres y del lugar de la pasante en la
128
relación?
Texto: El padre ocupó un lugar central. Este con una importante invalidez debido
a la guerra y con sus problemas ortopédicos, encarna una figura heroica cuyo
impulso fue quebrantado por la guerra.Sumado a la depresión de su madre la lleva
a decidir ser médica. Idea de ser médica de los más despojados. Un recuerdo
encubridor que muestra a ella asfixiándose con un acceso de tos, su padre la salva
introduciendo su dedo para posibilitar una ventilaión mejor. Ella lo muerde.El
gesto paterno que salva está irremediablemente fijado a ella. ..Salvar organizaba
su vida, tanto en su elección amorosa como profesional.Salvar es percibido a partir
del amor al padre y de la identificación viril.La decisión precoz del cuidado se
articula a la idea de la esperanza fálica que ella constituia para sus padres, luego
que un hermano mayor fuera destituido de ese lugar. El triunfo fálico de la niñita
se produce sobre un fondo de dolor insoportable. La falicización hizo de ella
durante un tiempo un ser andrógino en su aspecto, anoréxico. La tristeza e
inquietud se subvertían por una incesante actividad. Aparecía la idealización
edípica:el padre en su dimensión de impotencia o de amo. es recién en su segundo
análisis, por haberse centrado de entrada en la posición fantasmática, que será un
análisis más alá del Edipo.
Texto: De entrada la elección del analista estuvo determinada por ciertos criterios:
debe ser mujer, de reconocida trayectoria y poseer un saber sobre la cuestión
femenina. Finalmente el nombre de la analista elegida es el mismo que el del su
madre. Y.Este primer análisis de 14 años se termina en un impasse ligado a una
interpretación. Marcado en la transferencia con el sello del terror y con una
inercia particular que parece eternizar el proceso. Una interpretación brutal del
analista le asigna explícitamente al analizante un lugar en la depresión y su
cercanía mortal. Es contra lo que había luchado toda la vida. Esto hizo que huyera
del consultorio. Sin embargo, retorna al análisis y lo finaliza,en un trabajo de
agotamiento del inconciente y la analizante llega a la idea que el análisis está
terminado. El segundo análisis de 4 años con un analista hombre tuvo otro
estilo.Fulgurante. Eltiempo se aceleró, hubo reducción a los matemas y la puesta al
día de la posición de goce del sujeto.
Indicadores1: Sueños
129
Indicadores2: Hacia el final del análisis
1.6 ¿De qué modo los sueños testimonian la relación madre-hija? ¿En qué
momento de la cura?
Texto: Aparece un sueño que se produce fuera del análisis y que no será
analizado,que le da la certeza de haber terminado con la analista y la posición
materna. El sueño escenifica a la analista, la madre de la analista y la analizante.
La analista aterrorizada por su madre, duda en presentarla a su analizante. Esta
no tiene ningún terror y acepta la presentación. Descubre entonces una figura de
cartón, obscena y ridícula, toda vestido de negro. Este personaje es un personaje
de ópera que identifica en el sueño a la Reina de la Noche. Aprés-coup la Reina de
la Noche, significante que proviene del personaje mozartiano y del siglo XVII se
devela como pura ficción. El descifrado del goce femenino materno, es de hecho
tan solo el del sujeto en su posición femenina. …Un año después hace un nuevo
análisis, esta vez con un hombre. Partirá del sueño en suspenso. El significante
Reina de la noche es el nombre de goce que ella le asigna a la posición materna que
la aterrorizó durante tantos años. De su madre había extraído el inquietante modo
de gozar a través de la recurrencia de dichos sobre la muerte... Esta nominación
del goce materno más allá del goce fàlico por el significante Reina de la Noche, fue
desdoblada en Reina de la muerte por una interpretación del analista. El gesto
paterno que salva es ahora leído de otro modo:como hacerse morder por el
Otro.Quedaba del yo (je) a nivel pulsional :un Yo muerdo ,que fue leído con el
equívoco significante:Yo muero. Reina de la noche y yo muer(d)ose le presentan
como dos caras de la medalla, la de un modo de goce. La medalla la remite al
padre,cuyo coraje en la guerra le valió varias medallas. Como trabajo del análisis
aparece otro significante El rey Sol, insignia del padre muerto. El rey Sol llega
ahora a articularsee en un binario significante con la Reina de la Noche. El trabajo
de reducción a dos significantes Rey Sol/ Reina de la Noche, son los significantes
singulares que Lacan designa como S1 y S(A/) . .. El Rey Sol viene a metaforizar el
goce materno Escritura de la separación del Otro con el goce, el goce prohibido.
130
la castración y el objeto a son las vías por las cuales el sujeto descubre cómo el
fantasma, sostén de su deseo, se articula al objeto causa.El significante "reina de la
noche" vale como significante de "saber en fracaso".Es un nombre de goce. Su
producción es obtenida como contrapartida de la construcción del fantasma, de la
ley, de la serie que ordena la existencia del sujeto en su relación al goce, permitirá
ahora la producción del S1, que regía su vida. El fin del análisis marcado por el
abandono del analista como deshecho es correlativo de la pérdida de valor del
objeto a. El goce del blablá encuentra un punto de finitud significante por el
aislamiento de un significante fuera de la cadena. Es un nombre de goce, un
nombre del síntoma.
Indicadores1: Sueños
131
Capítulo 5
132
La mujer: entre el amor y el goce
Lacan ubicó el amor como una de las pasiones del ser, junto con el odio y la
ignorancia. El amor es un tema al que los analistas nos vemos convocados, es una
temática central en la clínica y sabemos que la cura analítica está atravesada por las
vicisitudes del amor de transferencia: “No hacemos otra cosa que hablar de amor”
(FARÍAS, 2010).
El sujeto humano nace atravesado por el lugar que el otro le otorga. Demanda
incondicional de presencia y ausencia. La demanda al Otro no es sólo que haya un
lugar, sino que el Otro de signos de amor que alivien “la insoportable levedad del ser”.
En el amor se da lo que no se tiene a quien no es, dice Lacan en los años ’50, es decir,
el sujeto se dona todo él como ser fálico, a otro que, en tanto es completable, delata las
marcas de su misma incompletud. Se trata pues, de la eficaz circulación de un objeto
inexistente, por el cual paradójicamente los sujetos se pierden.
El amor connota una ilusión, la ilusión de fusión, del encuentro, de ser uno. El amor
se establece exactamente en el lugar donde es posible suponer en el Otro un saber cómo
133
hacer con el otro sexo. Amor que no hace proporción. En el fracaso de la relación
sexual, en la falta de complementariedad de los goces encuentra su lugar el amor.
Podemos considerar que el amor funciona como tapón universal, suple la relación
sexual que no existe. Suple, entonces, el imposible acoplamiento sin fisuras entre
sujetos e ilusiona, en consecuencia, con la fantasía de que la fusión narcisística es
posible, y que existe la adecuación y armonía sexual.
No hay nada como el amor que disimule tan bien esa fórmula inexistente. En tanto
se ama se vela la falta en el otro. Lacan en el seminario La angustia establece su
articulación con el objeto a, que, en tanto perdido, es fundamento del sujeto deseante
que busca inscribir su goce pulsional en el lugar del Otro. El sujeto busca el a en
función de los signos de goce que despejó de la interpretación que efectuó de la falta del
Otro, reeditando un nuevo recorrido pulsional. Así, la condición de elección del
partenaire se determina por los signos de goce que busca hacer entrar en él,
identificándolos. Al mismo tiempo, el sujeto se topa con la falta del Otro,
identificándose allí se propone como dador de lo que no tiene. Es decir, se es amante
dando lo que no se tiene.
El amor es signo de que hay un significante que falta, a pesar de lo cual dice de un
lazo posible y denuncia que, a pesar de la imposibilidad de la correspondencia sexual,
hombres y mujeres se encuentran. En tanto suplen la inexistencia de la relación sexual
sostienen un lazo sintomático. Esto es lo que Lacan evidencia al sostener que:
“…quizás para hacerse una sana idea de lo referente al amor habría que
partir quizás de esto que, cuando algo se juega pero seriamente, entre un
hombre y una mujer, siempre se pone en juego la castración.” (LACAN,
1971, p.46)
Castración que es indicio de la carencia del goce sexual y de aquello que lo suple:
el goce fálico. Este goce, fundado en el Uno, no simboliza al Otro, goce solitario que
establece el fracaso de la relación, del lazo determinando un muro, “amuro”, según
Lacan, entre el hombre y la mujer.
134
“Entre el hombre y la mujer siempre está el síntoma. El síntoma del
parlêtre involucra un modo de gozar del cuerpo del Otro cuerpo propio
con su dimensión de alteridad, cuerpo del prójimo como un medio de
goce del propio cuerpo, y esto determina la relación con el patenaire-
síntoma. En tanto el sujeto se enlaza a un partenaire, puede encarnar su
síntoma puesto que se vuelve la envolutura del objeto a. El partenaire
fundamental para los dos sexos, es finalmente aquel que es capaz de
volverse su síntoma.” (MILLER, 1996-1997, p.420)
¿Qué hace, entonces, que dos sujetos se vuelvan una pareja? El goce por sí mismo,
el goce del Uno, dado su estatuto autoerótico, vuelve solitarios a los amantes. El cuerpo
del Otro, de su partenaire, resulta inalcanzable. El hombre queda a solas con su órgano,
la mujer con su goce. Es la castración la que da una posibilidad de encuentro en la
medida en que el goce autista resulta perdido y se vuelve a encontrar bajo la forma del
objeto a, plus de goce, en el partenaire. De esta manera, la castración obliga a encontrar
el complemento de goce en el Otro que toma parte de ese goce y le da la significación
de la castración. La verdad de la castración es que para gozar hay que pasar por el Otro
y cederle parte de su goce. Así, el objeto a es el partenaire a nivel del goce.
Lacan especifica en el seminario Aun que del amuro, de las huellas que se inscriben
en el muro, parte lo que es capaz de responder con el goce del cuerpo del Otro. Huellas,
marcas sobre el cuerpo, señales determinadas por la intromisión de lalengua que no
especificarán una respuesta acabada en relación al goce del cuerpo del Otro ya que no
dependen de dicho goce sino de su esencia significante.
El “amur”, traducido como “amuro”, es un neologismo construido por Lacan donde
condensa las palabras “amour” (amor) y “mur” (muro). Dice que lo único que puede
haber entre un hombre y una mujer es el amor. Amor que se separa del hombre por un
mundo, mundo interpuesto por un muro. Así, lo que constituye un mundo para el
hombre es la mujer, eso de lo que no todo puede saber porque hay el muro que levanta
lalengua. Muro donde la letra inscribe huellas, signos que afectan posibilitando el amor.
El muro es erosionado por la letra, ese Uno ensimismado en su identidad que cifra un
sin sentido del cual el inconsciente testimonia un saber. Saber que soporta los afectos
que por lalengua permanecen enigmáticos al ser que habita el habla. Es allí donde
Lacan le da un lugar inédito al amor como afecto, como signo que posibilita el
135
reconocimiento de un más allá del muro, de un saber no sabido que deja al ser hablante
exiliado de la relación sexual.
El único partenaire real es el goce y no el semejante sexuado. Hay un modo de
gozar del inconsciente, del saber inconsciente. Pero el cuerpo del Otro, es tanto el
propio cuerpo, como el cuerpo de cualquier Otro. El partenaire como ser sexuado no
hace pareja a nivel del goce. En “Psicoanálisis, Radiofonía y Televisión” (1970), Lacan
nos señala: “Lo real le miente al partenaire” (p.566), ya que el objeto real no es el
partenaire. Pero también señala en otro momento de su obra, que es el amor el que
contribuye a hacer condescender el goce al deseo, es decir, cuando se ama se protege al
Otro de instrumentarlo al exclusivo servicio del puro goce, que desconoce siempre la
otredad, y anula, por ende, toda diferencia.
Sí el síntoma está determinado por el modo en que un sujeto, en tanto ser hablante,
goza de la cifra producida por la letra, el amor síntoma posibilita enlazar esta relación
entre el goce y la letra a un semejante sexuado. Es un amor que anuda a dos síntomas
autistas, dos modos singulares de hacer con el exilio:
136
del saber inconsciente, modo de goce por el cual se busca suplir el vacío que se despeja
de la inscripción de la letra. El síntoma se sitúa en el lugar de la no relación sexual. No
obstante, este síntoma enlaza lo Real del goce y lo Simbólico estableciendo para el ser
parlante una relación autista con el Uno. Lo que queda por fuera de este anudamiento es
el registro Imaginario, la posibilidad de enlazar el goce en un lazo social.
137
La pareja es un proceso complejo, abierto a múltiples fracasos y extravíos,
configura un espacio de entrecruzamiento del deseo con el amor, por lo que está abierto
al exceso perverso, por un lado, o bien al enamoramiento idealizante por el otro.
La pareja resulta del cruce de niveles narcisísticos con niveles edípicos, objeto
privilegiado para la proyección de múltiples figuras significativas. Cada integrante trae
a la pareja su propio arsenal afectivo: amores anteriores, estructura psíquica,
características narcisistas, vínculos parentales, matrimonios previos, hijos. Este cúmulo
de proyecciones confiere vulnerabilidad a la pareja cuando el amor en lugar de
expandirse se hunde en pantanos neuróticos. Uno exige al otro en forma desmedida,
construye monstruos imaginarios y crece la carrera de críticas y reproches. En estos
casos la neurosis se lleva lo mejor de la vida.
Cuando Lacan introduce el objeto a, causa de deseo primero y, luego, plus de goce,
la disimetría entre los sexos y las vicisitudes de la vida amorosa son examinadas desde
esa égida, en particular en el seminario La angustia. En el segundo tiempo, con el más
allá del Padre y la pluralización de los goces, el objeto a, definido como semblante en el
seminario Aun, permite que el sinthome se vuelva el concepto fundamental para estudiar
la relación con el partenaire.
Si bien cada sujeto apunta al otro para extraer de él su plus de goce, y este es un
nivel que funciona de la misma manera en hombres y mujeres, del lado femenino se
añade un elemento diferente: la relación con la falta en el Otro. Esto tiene consecuencias
en la vida amorosa.
Lacan señala al final de su enseñanza una oposición entre el hombre y la mujer.
Para el hombre la mujer es un síntoma, en cambio para la mujer el hombre puede
volverse un estrago. De esto nos ocuparemos en los puntos siguientes.
Los celos son intrínsecos al amor. Es considerado una pasión constitutiva del deseo.
Está presente tanto en hombres y mujeres, aunque de diferente manera, y determinan
diferentes posiciones del sujeto en la forma de amar.
En muchos pueden llegar a convertirse en un síntoma atormentador. La celotipia es
típica de la histeria ya que se interesa en los signos del deseo del otro. Tiende a delegar
en la Otra lo que concierne al deseo, modo de interrogar cómo es deseada una mujer.
También le sirven de sostén para su fantasma de exclusión y de sustracción al goce. Es
138
Freud quien dice que en la mujer desempeñan un papel mucho mayor en la vida anímica
porque reciben un enorme refuerzo desde la fuente de la envidia del pene desviada.
Muchas veces se requiere de la participación de un tercero como forma de causar el
deseo. Es frecuente el goce homosexual entre mujeres, como una forma de querer
alcanzar el goce femenino a través del saber. Le suponen a la Otra que posee un deseo o
goce al que ellas no pueden acceder. Y ante esta imposibilidad aparecen los celos.
Podemos decir que los celos aparecen en una imposibilidad de decir lo real.
Los celos no surgen de la razón. Implican temor a la pérdida. Comprenden el temor de
perder el objeto amado, pero la paradoja es que al mismo tiempo es más estimado si es
deseado por otro. Es el deseo del Otro lo que recorta el interés del objeto y lo vuelva
más deseable.
Freud, en su texto “Sobre algunos mecanismos neuróticos en los celos, la paranoia
y la homosexualidad”, escrito en 1922, plantea una identificación proyectiva en los
celos, una manera de neutralizar la propia inclinación a la infidelidad, aún cuando no
sea realizada, como también el resultado de la proyección de un deseo homosexual.
Aunque se refiere sobre todo a la paranoia.
Freud también se refiere a los celos normales en relación con una herida narcisística
y la imposibilidad de aceptar dejar de ser amado, lo que nos lleva a inferir una posición
infantil referida al Complejo de Edipo y al rival fraterno que en la infancia habría
desplazado al yo respecto del amor exclusivo de la madre.
Lacan rescata la mirada celosa y envidiosa del niño ante un hermanito menor, se
vale de una frase de San Agustín:
“(…) Vi con mis propios ojos y conocí bien a un pequeñuelo presa de los
celos. No hablaba todavía y ya contemplaba, todo pálido y con una
mirada envenenada, a su hermano de leche.” (LACAN, 2002, 107)
En el texto “Los celos y la mujer que no existe” Luciano Lutereau rescata este
concepto lacaniano uniéndolo más a la envidia que a los celos. El envidioso se siente
privado de un goce ignorado que supone realizado en el partenaire especular. No se trata
de que desee el objeto de deseo del semejante, sino que se envidia la satisfacción
supuesta. Señala cómo en los hombres los celos pueden dejarlo en una posición pasiva,
feminizándolo. Están enlazados a:
139
“(…) suponer un goce de la mujer al que el hombre quisiera –y lo hace, a
través de la fantasía de cómo goza el partenaire–. De este modo, los celos
ofrecen una segunda coordenada, además del enquistamiento en la
demanda fálica, un interés en un goce supuesto, y con una consistencia
plena y atormentadora para el celoso.” (LUTEREAU, 2013, 29-30)
Lacan enfatiza los celos femeninos como algo muy diferente a los masculinos, y
que solo se puede situar en el punto más radical, el de resto que cae de la relación con el
Otro, en tanto ese resto es irreductible a la demanda:
Colette Soler plantea en “Lo que Lacan dijo de las mujeres”(2006, 80-82) que el
amor de las mujeres es celoso y exclusivo. Celoso lo es porque demanda el ser. Al
ubicarse ella misma como objeto del deseo masculino, la mujer se vuelve más dependiente de
los signos de amor de su partenaire. La pérdida del amor tiene un efecto depresivo en el
sujeto que cree perder parte de sí mismo y “no ser ya nada”. Esto está acentuado en la
histeria, pero también en la mayor parte de hombres y mujeres.
El amor femenino es celoso porque depende de las características de su goce. Al
contrario del goce fálico, el goce otro, suplementario, “sobrepasa” al sujeto, este goce
no identifica. Por ello surge la necesidad de identificarse por el amor. A falta de poder
ser La mujer, le queda la posibilidad de ser “una” mujer elegida por un hombre.
En muchos hombres los celos reflejan el temor de no poder responder a la demanda
femenina, forma de acusar su impotencia.
Retomando el testimonio de la ex AE Florencia Dassen (tanto en su testimonio “La
mirada rasgada” como en “Versiones celosas”), muestra cómo su vida amorosa estuvo
140
atravesada por los celos que “abren a lo real de un saber que da lugar al Otro sexo”
(DASSEN, 1997, 63).
141
Recordamos que mientras la mujer encuentra el objeto de su deseo en aquel a quien
se dirige su amor, para el hombre amor y deseo pueden estar escindidos. Dice Freud:
1. La condición del «tercero perjudicado», es necesario que sea la mujer del otro,
es decir, que la mujer elegida es, por lo general, la mujer sobre la cual otro
hombre pueda pretender derechos de propiedad. Este otro hombre puede ser:
marido, prometido, amigo e incluso Dios.
142
“Esa elección de objeto de curioso imperio y esa rara conducta tienen el
mismo origen psíquico que en la vida amorosa de las personas normales;
brotan de la fijación infantil de la ternura a la madre (…) de la primera
condición, la de que la mujer no sea libre o del tercero perjudicado.
Intelegimos de inmediato que en el niño que crece dentro de la familia el
hecho de que la madre pertenezca al padre pasa a ser una pieza
inseparable del ser de aquella, y que el tercero perjudicado no es otro que
el propio padre.” (FREUD, 1910, 162-163)
2. La condición del «amor por mujeres fáciles», es decir, que sea una mujer que
tenga mala reputación. Freud remarca que existe un nexo entre la madre y la
“mujer fácil”, aunque se nos aparezca como antagónicos y que esto responde a
que cuando el niño tiene noticia de las relaciones sexuales entre sus padres concluye
que a pesar de todo no es tan grande la diferencia entre la madre y la prostituta, pues
ambas en el fondo hacen lo mismo.
143
En el testimonio de Marcelo Mazzuca (AE 2010-2012) podemos leer, en las
diferentes versiones de su testimonio, su relación con el problema de la feminidad; a
través de una secuencia de sueños se le plantea la pregunta por el goce femenino y el
trabajo de desciframiento del partenaire síntoma.
144
clasificación que en otros tiempos determinaba las elecciones amorosas,
pero tampoco del todo ajena a la práctica «lenguajera» de un inconsciente
que, por ejemplo, continúa poniendo apodos y jugando con la duplicación
de las letras. (…) El enigma de la feminidad es, entonces, el telón de
fondo de la escena onírica (...). Tercer sueño: Tengo una relación sexual
con una mujer. Mi hermano se encuentra detrás prestándome el órgano.
(Respecto de sentido del sueño: la Gestión y el ejercicio de la palabra
queda figurado por el falo fraterno). Cuarto sueño: Estoy acostado en una
camilla a punto de parir. A mi lado se encuentra mi padre junto con un
hombre que podría ser mi hermano mayor. (Sentido: se produce un
deslizamiento de la Gestión a la Gestación y del padre al hermano
mayor). Quinto sueño: Estoy embarazado, pero no soy la madre de la
criatura. Simplemente presto mi vientre para que alguien tenga un hijo.
(Sentido: el producto no es todo mío. El cuerpo funciona como caja de
resonancia para que la palabra del otro acceda a la creación). Sexto
sueño: Dejo a mi hijo recién nacido un tiempo en un hospital-
estacionamiento. Nos vamos con mi mujer a disfrutar un tiempo solos.
(Sentido: el hijo es no todo mío y la mujer es no toda madre). A partir de
estos sueños la Gestación y la Gestión se vinculan de otro modo,
perdiendo la Gestión el peso del Ideal paterno que conservaba hasta
entonces. Hasta cierto punto se han fusionado, o más bien, se ha
encastrado una (la Gestión) en la otra (la Gestación), que en este período
se hicieron notorias algunas de las consecuencias de esa operación
Gestión-Gestación, particularmente en lo que respecta al humor, la
música, la relación de pareja, la paternidad, e incluso el ejercicio del
psicoanálisis.”
En su última enseñanza, Lacan enfatiza el lugar de objeto de deseo que una mujer
ocupa para un hombre. En 1975, en el seminario 22 “ RSI “ afirma que para todo
hombre una mujer es un síntoma y lo retoma meses después en la Conferencia sobre
Joyce, donde señala una diferencia entre la histérica y la mujer. Una mujer es síntoma
de otro cuerpo, en cambio la histérica sólo le interesa otro síntoma, el de la otra mujer.
Lacan plantea que la mujer se vuelve síntoma del hombre en tanto que encarna el
lugar del objeto a, su objeto de goce en el fantasma y eso produce su deseo. Remarca
145
que para el hombre una mujer siempre es un objeto a. Él elige a una mujer, en tanto
portadora de su a, para gozar no de ella, sino de lo que en ella hace signo de su
inconsciente. Podemos decir que un hombre elige a una mujer en función de su
inconsciente, de los signos que reconoce en ella, signos de su goce. Ella presta su
cuerpo a la letra de ese hombre, para que él goce allí.
“(...) una mujer es síntoma para un hombre (...). Hacerla síntoma, a esta
una mujer, es de todos modos situarla en esta articulación en el punto en
que el goce fálico como tal es también su asunto. Contrariamente a lo que
se cuenta, la mujer no tiene que sufrir más o menos la castración que el
hombre.” (LACAN, 1974-1975, 21/6/75)
“(...) Él cree que hay una, algunas veces dos o tres; y es precisamente ahí
además que está lo interesante: es que él no puede creer sólo en una. Cree
que hay una especie, en el género de los Silfos o de las Ondinas (....) él
cree que el síntoma es capaz de decir algo, que solamente hay que
descifrarlo. Ocurre lo mismo con una mujer, excepto, lo que sucede, pero
lo que no es evidente, esto es que uno cree que ella dice efectivamente
algo. Es ahí que juega el tapón: para creer allí, uno la cree. Uno cree lo que
ella dice: es lo que se llama el amor (….) Y es por eso que corrientemente
se dice que el amor es una locura.” (LACAN, 1974-1975, 21/6/ 75)
Él cree que ella tiene algo para decirle en relación a su verdad, él cree en su síntoma
como Otro. Otro que le puede decir algo de su ser. El hombre efectiviza un rapto, toma
a una mujer según lo que él cree que ella porta, lo cual, no dice del ser de ella. Hay que
tener en cuenta que, una mujer, consiente ser el objeto de un hombre a condición de ser
la única.
Por lo tanto, podemos hablar de la paradoja “Hay relación sexual y no hay
relación”. Hay relación al sinthome en la medida en que la relación con el otro sexo es
sostenida por el sinthome. La fórmula “No hay relación sexual” implica que a nivel de
lo real, solo hay semblante, no hay relación en la medida en que el semblante consiste
en hacer creer que hay algo allí donde no hay. Lo que suple, lo que viene al lugar de ese
146
sexo que falta, posibilita una relación, en tanto vela la equivalencia. Esto no hace a la
relación proporción sexual
El testimonio que Xavier Esqué que tituló “El síntoma al final del análisis se hace
practicable”, se refiere a su relación con las mujeres y al goce femenino de esta
manera:
147
semblantes caían: en relación a su partenaire, en la Escuela, en el análisis
y en el analista.”
¿Qué pasa con el amor en la mujer? Sabemos lo importante que es el amor para las
mujeres. La demanda de amor femenina comporta un carácter absoluto y
potencialmente infinito. Es una demanda que incide sobre el ser de la pareja y deja al
desnudo su forma erotomaníaca: ser amada. “La del que el Otro la ame (…). Es por lo que
no es por lo que pretende ser deseada al mismo tiempo que amada.” (LACAN, 1960, 710)
148
un goce, ese goce suyo que le devuelve a una mujer y que no la hace toda suya porque
en el intento de sostener la representación del goce falla al no abarcar el conjunto vacío.
Y en tanto falla, posibilita que en ella se re-suscite Otro goce. Ese goce que el hombre le
devuelve, podría pensarse en relación a la exigencia de amor que ella le hace, ella le
pide palabras
“…Si para el hombre eso marcha sin decir porque el goce lo cubre todo,
incluido justamente que no hay problema relativo al amor, el goce de la
mujer (…) el goce de la mujer no marcha sin decir, o sea, sin el decir de
la verdad. Vía esa exigencia, una mujer no signa su ser más bien en torno
a su ser esas palabras desfallecen. Desde allí podría sostenerse la
devolución de ese goce que no la hace toda suya del cual nada se puede
decir. Un goce de la palabra en relación a ese Ⱥ, donde (…) se articula un
lugar paradojal que es el culmen, la esencia misma de la palabra y sin
embargo al mismo tiempo el punto en el que desfallece. Y es allí donde
las mujeres encuentran el silencio.” (LACAN, 1973-1974, inédito)
Por su parte, Ritheé Cevasco en el texto “La discordancia de los sexos”, plantea
que si bien para las mujeres no existe la misma disociación que para el hombre; y que el
vector del amor y del deseo se dirige a un mismo hombre, sin embargo, destaca que
cuando ambos vectores converjan hacia un mismo hombre, en ellas también existe una
disociación, porque lo que aman en un hombre, no es lo mismo que desean.
Por lo tanto, hay que volver a remarcar que el objeto del deseo con el objeto del
amor, en general, van disociados:
149
Pero, fundamentalmente, el ser significante del deseo la sitúa a ella como causa de
deseo, del de él, lo cual facilita su consentimiento al acto y ello con independencia del
goce que de él podrá a su vez experimentar. Vimos cómo la histérica puede contentarse
con ser la causa de ese deseo, sin por ello no consentir al acto, ni importarle su propio
goce. La mujer, el significante de su deseo lo encuentra en el pene de su partenaire.
Lacan explica que el órgano de su partenaire es también un sustituto fálico, incluso un
fetiche. Entonces, de lo que ella se satisface es de objetos sustitutos, de fetiches. Por eso
no hay fetichismo en la sexualidad femenina
¿A quién se dirige el amor de una mujer? Al íncubo ideal: padre muerto o el amante
castrado “que se oculta para la mujer detrás del velo para solicitar allí su adoración”
(LACAN, 1960, 710).
En la feminidad la elección del hombre recae sobre la imagen paterna o el hombre
que pueda amarla (que entrega su castración) y al hacerlo guarda siempre su dirección al
Otro, esto la diferencia de la histérica, ya que ser única para un hombre propio de la
feminidad no es equivalente a ser la única que es propia de la histérica, que busca “ser
excepcional”, que guarda una dirección fija al objeto y se incluye en la demanda de
amor.
En la mayoría de los testimonios de nuestra investigación hay distintas referencias
al amor: tanto al padre como a su partenaire. Leemos en el testimonio de Elizabeth
Leturgie (AE 2005-2007):
150
5.5. La privación
151
en silencio. Y desde ese lugar electivo, cercano al de la santa, se exponía
a recibir las flechas. Actualizaba la pulsión de muerte que se practicaba
en esta repetición –un hacerse decir en el que ella se prestaba al fantasma
del Otro para hacerse amar. Era otra versión de aquello que la había
empujado, de manera tan precoz y tan paradójica, a desertar la cuna
familiar para emanciparse, poniendo en riesgo su vida. (….) Darse cuenta
de un significante-amo de su existencia: la cautiva, fue para ella un
momento de travesía radical. Ella descubrió allí el fantasma de captación
del Otro que él encubría, se liberó de él, aligerándose también de este
imperativo amoroso. Al liberarse de esta servidumbre fantasmática,
consintió a hacerse causa del deseo del hombre amado sin sentir angustia
ni culpabilidad. A alojar su destierro en el nuevo apellido que él le
ofrecía, con su amor.”
“El hombre sirve de relevo para que la mujer se convierta en ese Otro
para sí misma como lo es para él.” (LACAN, 1960, 710)
Otro para sí misma, donde consiente con ese goce suplementario, un goce que la
interroga sobre su ser, que dice en silencio más allá de lo que ella sabe posibilitándole
inventarse y desde allí sostener un saber operar con nada. Lo cual le permite ser Otro
para el hombre, sin adherirse a este lugar.
El relevo del hombre, su mediación le permite a la mujer alcanzar la alteridad
radical que representa su feminidad. Notemos que la histérica solo logra efectuar el
relevo a condición de introducir a la otra mujer en lugar de volverse Otro para sí misma:
152
La mujer representa en la dialéctica falocéntrica el Otro radical y, desde esta
perspectiva, la dirección al hombre.
Cuando el estrago se instala, no hay lazo posible entre un hombre y una mujer. Es
decir, un estrago designa sufrimiento, dolor, pero a diferencia del sinthome, localizado
del lado masculino, del lado femenino la estructura del no-todo produce que la respuesta
del partenaire, o su no respuesta, sea experimentada como un estrago. Le retorna su
demanda de amor infinito bajo la forma de estrago. Es una devastación infinita
producida por ese goce Otro que hace a una mujer.
Recordemos, como ya lo desarrollamos, que estrago también es la palabra que
Lacan utiliza para definir la relación madre-hija donde la madre puede tornarse un
estrago para su hija. En esta relación hay lo que escapa a la regulación fálica, ese no-
todo que las determina a ambas en tanto mujer. Así, podría pensarse que vía un “hombre
estrago” se establece la reproducción de la relación estragante madre-hija. Puede
considerarse el estrago femenino como una enfermedad del amor. Estrago y amor
tienen el mismo principio que es el no-todo en el sentido de sin límites. Aquella que se
sostiene estragada busca el establecimiento de su ser por medio de un Otro absoluto que
ella misma erige, al que se aliena devastando su subjetividad. En la medida en que el
partenaire se ubica del lado del S(/A), el retorno invertido de esta demanda ilimitada es
devastadora. Pero S(A) que escribe el sin límites, el no-todo de la mujer, es también el
153
matema del goce del amor, es el matema del goce femenino. El estrago se ubica en la
otra cara del amor, su cara de goce infinito.
Encontramos que los testimonios de las AE hablan mucho sobre el amor y muestran
una estrecha relación entre amor-muerte y amor-estrago. Dicen de un goce y un circuito
pulsional que fija y determina la repetición; y que condiciona la forma de relación al
partenaire. El hombre puede inscribirse muy rápido como estrago para una mujer, a
partir de eso que revela para ella: el engaño del amor. Devastadas por el amor, pero con
su contracara demandante hacia el partenaire, el amor puede así tomar las formas más
locas. La persistencia de la demanda deja a la mujer sometida a las exigencias sin
límites de un otro real, el superyó muestra su cara de imperativo. En algunas, su ser se
sostiene por la mirada del Otro, acompañado de celos insensatos (separarse del hombre
es derrumbarse), puede tomar la forma erotomaníaca o, incluso, estar identificada al
objeto idealizado o perverso. Una vez que cesó el amor como repetición mortífera,
como memoria de las marcas edípicas, es preciso inventar un nuevo modo de amor
dentro del no- todo. Los testimonios muestran que el transcurso del análisis permite
situar, por medio de la ordenación simbólica, el exacto orden del deseo y salir de la
tragedia edípica.
Así lo testimonia en “Relatos” (2008), Ana Lucia Lutterbach Holck:
154
sometida a su gusto, daba consistencia al Otro. O exiliada del mundo,
pareja de la soledad caída en un abismo infinito, identificada al vacío del
objeto, dejaba prevalecer el deseo de muerte.”
“(…) También una mujer puede consentir con ese rapto, en tanto (…) el
goce que se tiene de una mujer la divide, haciendo de su soledad
partenaire, mientras que la unión queda en el umbral.” (LACAN, 1972,
490-491)
Así, según se posicione frente al rapto, una mujer podrá tomar ese goce para
transportarse en su creación o para ser fundamento de su estrago. Por un lado, un
encuentro que la extravía, la despoja de significantes, la rapta dejándola en relación con
un ser de nada. Rapto ante el que una mujer puede posicionarse buscando decirse toda,
enmarcando su goce en relación a un hombre, dejándose estragar en una búsqueda
insaciable de palabras que provengan de ese Dios, lugar al que eleva a su partenaire, su
subjetividad borrada, al intentar taponar su agujero mediante significantes vanos. Es
decir, en el mismo punto del estrago que puede ser un hombre para una mujer, se juega
ese goce Otro que la hace “una”. Un goce que produce estrago, que no la liga a una letra
y la arroba de sí misma. Es decir, más allá del encuentro con un hombre, una mujer
puede dejarse raptar, en otro lugar, por un goce que excede la unión con su partenaire, y
que le permite encontrarse. En el momento en que se deja raptar, que consiente con ese
goce que la sobrepasa sin la exigencia de su significantización, en ese momento puede
encontrar algo en ese vacío, en ese agujero. Algo que vela esa nada, un semblante al que
no se identifica, una solución del lado del ser que…
155
“(…) consiste en no colmar el agujero, sino en metabolizarlo,
dialectizarlo, y en ser el agujero. Es decir, fabricarse un ser con la nada”
(MILLER, 1993, 88)
Dejarse raptar, arrobar, encantar para transportarse por un goce que la excede del
que no puede hablar pero que le posibilita en acto hacer(ser) “una”, producirse un ser al
crear en torno a lo real. Leemos en el testimonio de Silvia Salman:
156
5.6. El amor de transferencia
157
la carta de a-muro es correlativo del paso del objeto a a la causa del deseo, de la
construcción y luego la separación de los dos términos del fantasma fundamental.
El dispositivo es la única práctica donde gracias al amor, en vez de utilizarlo como
velo, se lo utiliza para ir progresivamente demostrando lo que no es y al final no existe.
El recorrido del análisis va del sujeto supuesto al saber, al saber sin sujeto. El análisis
tiene que demostrar que en lo real hay un saber que falta.
En el análisis, se produce una destitución del Otro. El neurótico, constantemente,
necesita recurrir al Otro, lo hace existir, le cree, un otro que goza y sabe, hasta llegar a
que el Otro no existe.
Que el sujeto pueda ir disolviendo la consistencia del Otro, no dice aún nada acerca
de cuál será el nuevo lazo con el Otro inconsistente que el sujeto va a sostener. Es algo a
verificar que hace el sujeto con sus marcas, de qué manera sostiene su deseo, pudiendo
anudarlo a su modo de gozar, es decir, a su lazo al Otro: implica darle un nuevo destino
a esas marcas de amor, luego de enterarse qué fue uno como objeto de deseo del Otro,
marca de goce fundamental, que inscribe la imposibilidad de arribar al objeto perdido,
pero sí permite arribar a la marca de esa pérdida. El sujeto ya no hace responsable al
Otro como agente de la castración, de todas sus desgracias.
Testimonio de Elizabeth Lutergie:
158
estas dos frases se ponen juntas con tal evidencia. Ahora, considero este
momento como un acceso a un nuevo saber, forjado en la cura después de
la travesía del fantasma, y que testimonia de la separación de objeto que
yo había sido para el otro.”
159
“(…) En ese sueño me encontraba en un auditorio, en donde
celebrábamos un encuentro. Yo estaba de espectador y quien fuese mi
analista presentaba un trabajo sobre un caso clínico. Yo no escuchaba
claramente la voz de la analista, pero al verle, me di cuenta que
presentaba mi trabajo de análisis. Al darme cuenta me molesté y decía
que eso no le correspondía a ella, que solo yo podía presentar ese trabajo.
En esos tiempos, el inconsciente estaba a merced de una elaboración que
se daba más allá de estar presente en el dispositivo analítico. Cada
momento se traducía en un nuevo saber propio (...). Un día, al conducir
hacia el consultorio de mi analista y manejando como se dice en
automático, me encontraba exhorto con mis elaboraciones; y sin darme
cuenta, me pasé de su consultorio. Al regresarme, me reía de mi acto
fallido. La analista había quedado afuera y el momento oportuno, la
ocasión para pasar al acto estaba por presentarse. Al tomar el ascensor, ya
no se desplegó la duda que varias veces me invadió en ese tiempo: ¿El
consultorio está en el piso uno o en el dos? Tantos años yendo al mismo
sitio y que se presentara esa duda. Ese día dije: “Esta en el uno, no en el
dos, ella está en el uno, yo también”. Todo empujaba al fin. Entro al
consultorio y me recuesto en el diván., sin pensar le respondí: “Pues ya
no tengo más nada que decir aquí”. Me paré del diván, la miré, di las
gracias y le comenté:” te llamaré para reunirnos y presentarte el material
que voy a llevar al pase”. En ese momento se había puesto en acto el
deseo; y al salir, algo seguía vibrando. Esa salida fue el instante del fin
del análisis.”
160
de saber. Es un amor vaciado de la demanda. Poder acceder a la significación de un
amor sin límites, como lo define Lacan al final del seminario Los cuatro conceptos...
Pero, ¿Qué nos quieres decir Lacan con un amor sin límites?, una forma de entenderlo
es pensar que se trata de un amor que solo puede vivir más allá del padre, más allá de la
ley, prescindir del padre a condición de servirse de él.
Para concluir, al final de análisis, luego de haber atravesado el horror al incesto, es
posible un amor sin límite. Un amor que logra conjugar el amor y el deseo, un amor que
comporta una dosis de sublimación. Resta al final del análisis que el sujeto pueda
asumir aquello que lo determinó, hacerse responsable, podrá aparecer un margen de
libertad, cierta liberación, que le permitirá, en el mejor de los casos elegir.
Cora Aguerre (AE 2008-2010) en su testimonio muestra los cambios que fue
realizando, durante el análisis, en su posición al Otro, sobre todo a las figuras
parentales. La madre deja de ser un Otro estragante y cae la idealización del padre, que
le permitió atravesar su fantasma y poder sostener un amor menos fantasmático y con
más efectos de verdad.
161
Testimonio de Ana Lucia Lutterbach Holck:
162
GUIA 3: LA RELACIÓN CON EL AMOR
163
hacer existir, a partir del ideal ausente, la relación sexual imposible, es decir de no querer
saber nada de la castración ligada a lo real del sexo. Era también confundir la muerte y la
castración como el límite. Esto anudaba de manera angustiosa lo real del sexo y la muerte.
Indicadores 1: Estrago
Indicadores 2: Relación Idealizada
164
real en el corazón de la sexualidad. Este imposible no es ni triste ni horroroso. Por
el contrario libera al analizante de su temor de lo que lo amenazaba, que no era la
hiancia misma, sino lo que de modo defensivo le taponaba el acceso: una mirada
devoradora.
Como consecuencia de lo cual varias cosas caen en este momento esencial de
travesía. Cesa la angustia de castración ligada a esta amenaza del goce del Otro. El
objeto que el sujeto se hacía ser para este Otro que caía, cesa de obstruir la
faltaque consiste en esta pérdida de lo que no existió sino como vacío. La
castración en tanto que esta es esa hiancia, deviene el asidero de apoyo para el
deseo y cesa de ser angustiosa.
Así la castración materna, fuente de un tormento desde la infancia, deja de
estar recubierta por el drama ligado a lo real de la muerte, y da acceso a lo que
habrá sido la dificultad en devenir una mujer. Se esclarece allí cómo lo que ha sido
atrapado por el sujeto como transmisión materna, lo que oscureció el abordaje del
goce femenino, escabulléndose, faltar –esperar a un niño– estar abandonado.
Lo que esta dimensión dramática venía a enmascarar, era la imposible
realización de la relación entre los sexos. La cuestión del misterio femenino se
produjo con el levantamiento de este velo.
Indicadores 1: Aceptación de la castración
Indicadores 2: Separación
165
cuando el fantasma no podía ya arreglárselas con ello. Otra separación interviene
entonces: es un corte entre lo que la pulsión deja de disponible en el lazo al Otro y el goce
que se precipitaba allí antes.
Indicadores 1: Sustracción de goce
Indicadores 2: Deseo propio.
166
PASANTE: MAURICIO TARRAB
ESCUELA: Escuela de la Orientación Lacaniana (AE 2006-2008)
ANALISTA: Hombre
_________________________________________________________________________
167
una película vista en la infancia: El globo rojo, donde un niño tiene un globo de gas
maravilloso que quieren arrebatarle, pero él no lo suelta, se eleva con el globo se pierde en
el cielo desaparece aferrado a su globo. Se juntan allí, pero también ahora se separan, ella
y el objeto. Vuelve a aparecer aquella dimensión del objeto que me ligaba al sacrificio,
pero ahora se hacía evidente que eso mismo me separaba de la mujer.
Indicadores 1: Mujer ideal
Indicadores 2: Amor estragante, sacrificial.
168
lógica que lo reduce al objeto que le conviene. Era la manera en que se formulaba para mí
el rechazo de lo femenino. Su conmoción deja aparecer esa diferencia incomparable que
hace a la mujer Otra.
Indicadores 1: Separación.
Indicadores 2: Aceptación de la diferencia.
169
Capítulo 6
170
Acerca de los goces: el todo fálico y el no-todo fálico
En este capítulo, nos centraremos en el recorrido que Lacan hace por la noción de
goce, deteniéndonos en la diferencia entre goce fálico y goce femenino. Introduciremos
su importante aporte: las fórmulas de la sexuación, que le permiten diferenciar el campo
femenino del masculino.
En nuestro recorrido precedente hemos hecho hincapié en que, desde el
psicoanálisis, no es posible una teoría general sobre “la mujer” ni sobre “las mujeres”.
Esta característica precisamente hace que el goce femenino mismo sólo pueda ser
abordado “una por una” y por ello recurriremos, nuevamente, a los testimonios de las
AE y su intento de cernir algo de este goce intransmisible.
Con las fórmulas de la sexuación cobran fuerzas los dos axiomas lacanianos: “L/A
mujer no existe” y “No hay relación (proporción) sexual que pueda escribirse”. Puntos
de imposibilidad de identificación con lo real.
Lacan recurre a diferentes mitos para dar cuenta del goce, uno de ellos es el de
Tiresias. Mito que intenta dar una respuesta a aquello imposible. Es Tiresias hombre el
que habla y el único indicio que da sobre el goce femenino son números, cifras:
“Un día que Zeus y Hera discutían sobre quien, el hombre o la mujer
sentía mayor placer en el amor, se les ocurrió la idea de consultar a
Tiresias, el único que había tenido la experiencia doble. Tiresias, sin
vacilar, aseguró que si el goce amoroso se compusiese de diez partes, a la
mujer corresponderían nueve y al hombre uno solo.”
171
Esta respuesta de Tiresias, metamorfoseado en mujer durante siete años, que le
permitió comparar el goce femenino con el de los hombres, le valió ser enceguecido por
Hera, furiosa al ver revelado el secreto de su sexo; y, por el contrario, gratificado por
Zeus, con el don de profecía. Sin embargo, el goce femenino no está situado en un
registro que pueda ser comparado al del hombre.
El mito dice que la mujer goza más que el hombre, nueve veces más que el hombre.
Es necesario decir que más que mayor el goce femenino es disímil. Es otra modalidad
de goce y justamente de un goce que no es contable.
172
“…el campo del goce es propiamente el campo lacaniano, serán ustedes
lacanianos si quieren… yo soy freudiano.” (LACAN, 1968-69, 73)
Hay lo que suple eso que no anda: el falo como función. Función fálica,
entendiendo por esta una función de castración que ejerce el lenguaje sobre el goce.
En los diferentes testimonios de pase estudiados, hay referencias al goce, aunque
cada una de manera diversa y singular: algunos lo relacionan al síntoma, otros a la
173
sexualidad, a lo traumático. Todos dan cuenta de que el atravesamiento de una cura no
es sin conmover las modalidades de goce que determinan la posición subjetiva.
El testimonio de la ex AE, Hebe Tizio hace referencia a su encuentro con un goce
traumático, y muestra cómo su análisis le permitió “Ver eso de lo que se está cautivo”.
Así llama a su testimonio.
174
6.1.3 Cuerpo y goce
175
condicionándolo. Sentirme agarrada por la mirada del Otro, fija una
posición subjetiva, un padecimiento que toma la forma de querer estar en
otra parte… un cuerpo que se escabulle, que no puede ser agarrado ya
que no se trata de un cuerpo de carne y hueso sino de un dibujo… y un
modo de nombrar en masculino, deja en suspenso la construcción de un
cuerpo de mujer. Se aísla el significante Encarnada, es el revés de dibujo
animado… En este significante se encuentra el cuerpo y lo animado, que
hace de contrapunto al goce mortífero de la anorexia vinculado al Otro
materno. Lo vivo y lo femenino que se obtiene al final de la experiencia.
Se produce entonces la transformación de un cuerpo mortificado y
aplastado en el discurso, a un cuerpo que puede alojar y soportar una
satisfacción. Se abre una vía posible para encarnar un cuerpo de mujer.
Presencia de un cuerpo erótico, que se deja agarrar y se deja llevar por un
hombre.”
También los testimonios de AE hombres dan cuenta del goce en el cuerpo. Así el
testimonio de Mauricio Terrab, muestra cómo la palabra materna toca el cuerpo. El
análisis le permitirá reconocer el fantasma que encubría el circuito pulsional que se
satisfacía reteniendo al Otro, “haciendo del Otro un agujero donde soplar”:
176
túnel, sube la escalera a toda carrera y al llegar tiene un desmayo. Lo
esencial del recuerdo es que la madre dirá luego que eso fue un soplo al
corazón. Al terminar recibo una interpretación: La palabra de su madre
penetró. Con la palabra materna que traumatiza al niño, se conjugan la
excitación sexual, el fading y la amenaza de muerte. Marca cierta
vulnerabilidad del cuerpo que se afronta con los recursos de sobre-
compensación que la obsesión ofrecería. Queda la huella y el significante
soplo marcando el cuerpo... Un recuerdo precipita la construcción del
fantasma... un episodio de la vida de mi padre, quien en su infancia
estuvo a punto de morir por una enfermedad pulmonar y que para
recuperar el uso de sus pulmones debía inflar con su soplido la cámara de
una pelota de fútbol. Ser el soplo que le faltaba al Padre. La fórmula
identifica el ser del sujeto y define el objeto. Alentar al Otro, soplar en el
agujero del Otro era la matriz del fantasma… Ser el soplo del padre es la
vertiente nombre del padre, de aquello que penetró en el cuerpo por la
lalengua materna…”
“…el cuerpo que habla en tanto que no logra reproducirse sino gracias a
un malentendido de su goce. Lo cual es decir que no se reproduce sino
errando, pues lo que quiere decir –a saber, como bien dice el castellano,
su sentido– es un goce efectivo. Y errándolo es como se reproduce, es
decir, jodiendo” (LACAN, 1972, 146)
Es decir, Lacan no niega la diferencia anatómica sexual. Se dice que son diferentes
el hombre y la mujer a partir de “la pequeña diferencia”, que se sustenta en el órgano y
177
por lo tanto, que la sexualidad no se dice en función del órgano. Es porque el falo es un
significante que los diferencia; y más tarde agrega también que es el significante del
goce. Esta es la vía, que le permitirá a Lacan sostener que “…el goce, en tanto sexual,
es fálico…” (LACAN, 1972, 17).
El falo es un significante, pero un significante forcluido de lo simbólico, en cuanto
retorna en lo real del goce sexual, en lo real de la erección del órgano. Ya que es por
medio de la presencia del falo que se cree arribar al otro sexo, a sostener una relación
sexual. No obstante, es seguido por la detumescencia que marca un límite al goce.
Solo porque hay un goce más allá del significante es que el ser hablante puede
posicionarse con respecto a su sexo. El inconsciente dice mal al ser del sujeto, en tanto
no acuerda con el cuerpo. Entonces, ya estamos en condiciones de afirmar que la
posición sexuada se decide a partir de la castración.
La elección del sujeto en cuanto a su posición sexuada no depende del sexo de
nacimiento sino de un encuentro y de la significación que el sujeto le da. Es por eso que
hablamos de la elección del sujeto, ya que es, por una parte, libre de esta significación y,
por otra parte, esta significación se deriva de la pulsión.
Recordemos que en la primera enseñanza de Lacan, el sujeto al final del Edipo se
identifica con el ideal de su sexo. El sujeto ante la castración materna debe tomar
posición. Una posibilidad es que reconozca la eficacia de la castración para él y no
solamente para la madre. O repudia la castración, rechaza su operatividad y elige con
ello permanecer en su primera teoría sexual infantil. Es decir que la elección se hace a
partir de un rechazo de saber sobre la privación materna.
Posteriormente, hay un cambio importante y alrededor de los años ’70 postula la
sexualidad ya no por el lado de las identificaciones edípicas, sino por el lado del goce.
Su tesis fuerte es que la sexualidad del sujeto se vincula a una elección de goce. Lo
desarrolla plenamente en el seminario “Aun”, en el que remarca que la posición
sexuada, del lado hombre o del lado mujer, no es la identificación a un sujeto, sino
cómo una relación con el goce sexual permite identificar, o no, el sexo de un sujeto.
Entonces en la sexuación es necesaria una implicación subjetiva del sexo, asumir de
alguna manera el inscribirse de acuerdo al significante fálico. No es por identificación,
es por elección de un ser sexuado como se hace a un sexo.
178
6.2.2 La alteridad femenina
Entonces, del lado del sujeto del inconciente el Otro sexo falta tanto para el hombre
como para la mujer. Para ambos el Otro sexo es radicalmente Otro: es un lugar de la
alteridad para cada sujeto. Es lo que por esencia resiste a lo simbólico.
Lacan dice que el sujeto femenino ejercita su función imperativa del goce cuando
trata de alcanzar la alteridad femenina en el goce sexual: “Otro para ella misma”
(LACAN, 1969, 710-711).
179
Alcanzar a otra en ella misma es experimentar la infinitud, abolirse en Otro/a. Lo
que hay de insoportable en la relación entre dos seres, no es la mujer como sujeto, sino
la exigencia de infinitud del cuerpo, de ese otro goce.
El hombre trata de alcanzar la alteridad femenina por el camino del objeto a, el
objeto que viene en el lugar de esa alteridad imposible de alcanzar. La mujer trata de
alcanzar la alteridad por el desdoblamiento entre toda fálica y no-toda fálica que se
presentifica en ella misma. Es por el no-toda fálica que la mujer tiene una relación
directa con la alteridad.
6.2.3 Sexuación
180
6.3. Las fórmulas de la sexuación
Estas fórmulas son el producto de años de elaboración, pero Lacan recién las despliega
en el seminario 20: “Aun”. Su antecedente lo encontramos en los conceptos de las
identificaciones sexuales y en las fórmulas cuantificadas de la sexuación.
Para crearlas requirió ir más allá de Freud, subvertir la lógica clásica de Aristóteles
y establecer la lógica del no-todo. El no-todo es la lógica que rige del lado femenino,
mientras que del lado masculino rige la lógica del todo y la excepción. Son el
instrumento lógico por medio del cual Lacan da cuenta de dos modos de goce que
responden a la lógica masculina y a la lógica femenina, como opciones de inscripción
con respecto a la función fálica: “Todo ser que habla se inscribe en uno u otro lado”
(LACAN, 1972, 96).
Un sujeto es, de hecho, libre de inscribirse todo en la función fálica, es decir, bajo
el régimen de la castración y del Edipo, lo que implica su sumisión a un padre que no
estaría sujeto a la castración. Sin embargo, ciertos sujetos pueden también inscribirse en
un no-todo de la función fálica. Ellos se desdoblan en una parte que se inscribe en esta
función, y una parte que escapa de ella y que corresponde a lo femenino. Una mujer
puede acceder al goce fálico y puede, además, tener acceso a un goce suplementario, el
goce femenino, otro goce diferente al fálico.
Para poder arribar a las fórmulas, Lacan desarrolló durante años su axioma No hay
relación sexual, afirmando que la relación entre los sexos es una relación que lejos de
ser armoniosa y complementaria resulta ser inexistente y logra dar un fundamento real a
la diferencia sexual.
Entre el todo del lado del hombre (universal afirmativo) y el no-todo del lado de la
mujer (particular negativo) no existe una contradicción sino una distribución.
Con la formulación de este axioma y las fórmulas de la sexuación se abre una
nueva clínica, que rescata a la anterior, pero da un paso más en el abordaje de la
psicosis, el padre y la mujer.
181
relación de oposición entre dos términos: tener o no tener, o de una diferencia entre dos
dimensiones: la de tener y la de ser.
Para comprender el cuadro debemos tener en cuenta que Lacan, para llegar a
escribir las fórmulas de la sexuación, recurre a nociones de las matemáticas, de los
infinitos de Cantor, también utiliza conceptos de Aristóteles, el esquema de Pierce y de
Frege.
Masculino Femenino
ƎxФx ƎxФx
VxФx VxФx
182
La lógica Aristotélica: A partir de su seminario 18:” De un discurso que
no fuera del semblante” (1971) Lacan comienza su recorrido por la lógica
Aristotélica, pero la subvierte. Utiliza lo que se conoce como “El cuadrángulo de
Aristóteles”, en el cual se reparten las proposiciones universales y las
proposiciones particulares. En el mismo hay un sistema de relaciones que se
establecen mediante las tablas de verdad, lo cual implica que determinadas
proposiciones sean posibles o imposibles de sostener. Universal Afirmativa
(UA), Universal Negativa (UN), Particular Afirmativa (PA), Particular Negativa
(PN). También introduce los cuantificadores, que designan las partículas, que se
denominan “prodiorismos”, que señalan los universales (todo, ningún) y las
particulares (algunos sí, algunos no). Lacan emplea el término de “cuantor” para
restarle la idea de cantidad.
183
Lacan utiliza la lógica de los cuantificadores así como las funciones
proposicionales de Frege para escribir el no-todo y la función fálica, Фx, que le
permitieron escribir la lógica de lo femenino. La función que constituye la relación del
goce y el significante, todo ser hablante se define mediante ella, se designa F(x), donde
x adquirirá su valor según cuatro posibles articulaciones signadas en cuantores. Lacan
distingue la función, que es siempre constante, invariable, del argumento, que es
sustituible, variable. Una misma función puede tener varios argumentos. Utiliza dos
tipos de negaciones –forclusiva y discordancial–, una única función –fálica– unida a una
variable, y quedan enlazadas a la lógica modal. Las fórmulas se escriben pues con una
función, con negaciones y con cuantificadores:
184
También Lacan incluye la modalidad temporal, si cesan o no de escribirse, de la
siguiente manera: 1) necesario, no cesa de escribirse; 2) imposible, no cesa de no
escribirse; 3) posible, cesa de escribirse y 4) contingente, cesa de no escribirse.
Las fórmulas deben leerse de a dos y de esa manera se puede ver la articulación
entre ambas (fórmulas 1-2 y fórmulas 3-4).
185
La fórmula 3 (ƎxФx designa que no existe un “x” que no satisfaga la
función fálica, es decir, que haga su excepción): No existe el equivalente al
padre de la horda, al Uno; por lo cual, no hay lo que limite el acceso de las
mujeres a la función fálica. Este cuantor, que Lacan ubica del lado femenino,
sostiene que no hay en el conjunto mujer lo que designe el “al menos uno” que
diga no a la castración. Aquí también el existencial funciona como una
excepción modulada como un “imposible”. Es una categoría lógica que funda lo
real como lógicamente inverificable. En este imposible se sitúa tanto “No hay
relación sexual” como”La mujer no existe”. No hay un significante que pueda
nombrar a la mujer.
186
contingente a ese goce otro. Puede inscribirse del lado izquierdo o del lado derecho de
las fórmulas, igualmente los hombres.
$ S(Ⱥ)
a La
Ф
Lacan escribe cómo se reparten las identificaciones sexuales, que dan acceso a las
modalidades de goce. Después escribe cómo cada sujeto reencuentra su partenaire y
cómo fracasa la relación sexual. Se trata más de una repartición: la castración del lado
hombre y la división del lado mujer.
Si este $ está en posición masculina, no goza del cuerpo de una mujer, puesto
que él no encuentra una mujer sino a través del objeto a de su fantasma. Esto es
indicado por el trayecto de la flecha desde $ al objeto a, estableciendo que el
hombre busca en una mujer el objeto de su complemento de ser, objeto de su
fantasma que viene al lugar de ese Otro del sexo que no hay. Del lado hombre,
187
el hombre a la ausencia de relación sexual, mientras que, para la mujer, lo
que suple esta ausencia suelen ser los hijos.
2. Posición Femenina: El lado derecho de la tabla representa la parte
mujer donde puede inscribirse un ser que habla. De ese lado nos encontramos
con: S(Ⱥ), a y L/a.
“A todo ser que habla, sea cual fuere, esté ono provisto de
los atributos de la masculinidad –aún por determinar– le está permitido,
tal como lo formula expresamente la teoría freudiana, inscribirse en
esta parte. Si se inscribe en ella, vetará toda universalidad, será el no-todo,
en tanto puede elegir estar o no en Фx” (LACAN,1972-73, 97).
188
Términos el hombre y la mujer, queda el hiato de la indeterminación
de su relación común con el goce. Ellos no se definen en relación con este a
partir del mismo orden” (LACAN, 1971, 44).
“El goce fálico es el obstáculo por el cual el hombre no llega a gozar del
cuerpo de la mujer, porque de lo que goza es el goce del órgano. Es por lo
que lo que el superyó tal como lo he apuntado con el ¡Goza! es correlato
de la castración, que es el signo con el que se reviste la confesión de que
el goce del Otro, del cuerpo del Otro, no se promueve sino por la
infinitud.” (LACAN, 1972-73, 1)
Esta referencia al superyó es porque Lacan sitúa la alteridad femenina con su efecto
de superyó a la hora de intentar alcanzarla en el goce sexual. Lo que hay de superyoico,
de insoportable, no es esa mujer como sujeto, sino esa “exigencia de infinitud” de ese
cuerpo, de ese goce Otro, imposible de alcanzar. Dice Lacan:
189
Y como hemos ya consignado, para ambos sexos existe la suplencia del amor,
como suplencia a lo que del Otro sexo es imposible de alcanzar. A diferencia del goce
femenino, que no es contable, el fálico sí puede contabilizarse porque funciona con el
Uno del significante. Evidentemente, el funcionamiento del órgano masculino
(tumescencia/detumescencia) se presta a esa contabilidad. Pocos años después, en “La
Tercera”, Lacan diría: “El goce fálico define lo que yo he calificado como su carácter
fuera-del-cuerpo”.
En el gráfico sitúa el goce fálico en el entrecruzamiento de lo real y lo simbólico,
fuera del registro imaginario, fuera de la imagen del cuerpo. Del goce fálico, entonces,
queda dicho que es: goce del órgano, fuera-del-cuerpo, y obstáculo.
En la enseñanza de Lacan la mujer es situada alternativamente en distintos lugares
en relación al hombre: como el falo (la mujer se ofrece allí como falo, “es el don de lo
que no se tiene”), como el objeto a incluido en el fantasma y como su síntoma.
Del lado hombre, deseando a la mujer la convierte en objeto a. Ésta a su vez se
propone como a. No hay oportunidad de que un hombre goce del cuerpo de la mujer, es
decir que haga el amor. El hombre entonces no gozará de su cuerpo si no la mutila, la
desea por pedazos, o bien sus labios, o bien sus pechos…
Una mujer puede ser el síntoma del hombre porque puede representar lo más
irreductible de su goce. Una mujer como síntoma establece el anudamiento del amor y
el goce sexual. En definitiva, lo que puede permitir por parte del hombre ese
anudamiento, es dejar a una mujer existir como Otra, en su alteridad, en su goce,
soportando no alcanzarla más que con el goce fálico sexual.
El goce de la mujer cautiva a un hombre más allá del amor que él puede tenerle. Ser
el instrumento del orgasmo femenino lo concierne. El hombre se interesa en el goce
femenino porque pone en escena un fantasma que el goce fálico no le permite alcanzar.
Para el hombre el goce fálico tiene un valor que identifica. Por eso los hombres se
vanaglorian de sus hazañas, siempre fálicas, y se reconocen tanto más hombres cuanto
más acumulan goce fálico. Por lo tanto, es el goce del Uno que no hace lazo al Otro,
más bien, deja al ser hablante gozando de ese órgano que instrumentó vía el
significante, goce masturbatorio, goce del idiota.
Retomemos el testimonio de la AE Ana Lucia Lutterbach Holk (que hemos
desarrollado en la guía 1 del capítulo 3), testimonio que logra dar cuenta del goce fálico
y su acceso al goce femenino.
190
Divide su análisis en 3 tiempos, en los que transmite cómo fue arribando a la
posición femenina: se vale de tres figuras femeninas: Justine, Antígona y Lol y se
reconoce.
191
lugar al deseo. Tiempo en que prima la letra por el significante. Tiempo de
alegría sorprendente.
192
el lugar donde el niño esperaba encontrar algo ya conocido no había nada.
De la incidencia de lalengua sobre el parlêtre surgió un goce inédito:
mirar, espiar, es decir, alimentar el ojo velando la falta con la mirada
misma… La tía contaba que cuando el padre llegó y vio que se trataba de
un niño dio media vuelta y se volvió al trabajo. La interpretación del
sujeto ‘mi padre no me miró’, le aseguró el lugar de excluido, expulsado,
en el fantasma. El sujeto quedaba así prendido de la mirada del Otro: ‘si
no me miran me caigo’. El sujeto haciéndose ver trataba de recuperar el
goce perdido, la mirada era recuperada en el uso del síntoma. Sería
preciso llevar el análisis hasta el final para conseguir vaciar esa mirada...
El fantasma, entonces, como significación inconsciente del sujeto se
organizaría en función de salvar al padre y con la finalidad de ignorar su
goce… La interpretación fantasmática del sujeto del inconsciente, ‘mi
padre no me miró’, instalaba al analizante en el lugar de la decepción…
En esta etapa de su análisis una fuerte crisis en la relación con su
partenaire a punto estuvo de provocar la ruptura... el sujeto verificó que ni
el significante ni la verdad alcanzan para dar cuenta del goce femenino.
Experimentó que la falta de significante, S(A/), indica, del lado femenino,
la ausencia de la función de excepción como límite. Fue el momento de
comprender en todos sus registros que el Otro no existe, experimentar
que el Otro falta… Son signos de un nuevo amor que transita por los
bordes del exilio de la relación sexual que no hay…”
193
suplemento. Pero en lo relativo a su goce como mujer puede acceder en forma
contingente a un goce suplementario que la vuelve al mismo tiempo no-toda en su
relación al goce fálico. Entonces, para la mujer, el goce fálico, el del poder, no le está
prohibido, pero eso no la hace una mujer. Entonces, algunas sólo gozan en el sentido
fálico, goce ligado al significante, a lo simbólico, es decir, ligado a la castración, en esta
posición queda detenida la histérica, identificada al hombre. Y otras acceden al “goce
otro”, goce femenino, en el cual la mujer puede gozar de la falta, de la ausencia, de eso
que no tiene sin creérsela demasiado. El goce femenino queda deshabitado de
significante, goce forcluido del inconsciente, goce de lo inexistente.
Ese goce adicional, habita el cuerpo en tanto el cuerpo es condición de goce, una
mujer lo siente en-cuerpo. Dice Lacan:
“Hay un goce del cual quizás ella misma nada sabe, a no ser que ella
lo siente, eso sí lo sabe: que ella lo siente. Claro lo sabe, desde luego,
cuando le ocurre, no le ocurre a todas” (LACAN, 1972-73, 90).
“(…) sino que es un goce que tiene cierta relación con el cuerpo todo, que
tiene una relación hacia el infinito”; en tanto no hay el órgano que lo sitúe
es goce femenino, ya que es La Mujer el significante que falta “(…) el
sexo corporal, el sexo de la mujer –dije de la mujer, cuando justamente no
hay la mujer, la mujer no toda es– el sexo de la mujer no le dice nada, a no
ser por intermedio del goce del cuerpo” (LACAN, 1972-73, 15)
194
El goce femenino Lacan lo esboza como inscribiéndose en el borde del saber,
conecta de una manera peculiar con la dimensión de lo real. Es por excelencia el lugar
donde se accede a la experiencia de que no hay Otro del Otro. La cuestión no es sólo la
inconsistencia del Otro, es gozar de dicha inconsistencia. Lacan insiste en que ese goce
femenino no conviene que sea dicho, precisa que el goce femenino habla de otra cosa:
Utiliza el mito del Don Juan e indica que es un sueño femenino: un hombre igual a
sí mismo, al que no le faltaría nada. En el seminario 10: “La angustia”, dice Lacan que
el prestigio de Don Juan surge de la aceptación de su impostura más que de la
inspiración de deseo; y en el seminario Aun lo relaciona con el goce femenino. Utiliza el
término “compacidad”. El conteo de espacios, uno por uno, se aproxima al mito de Don
Juan, lo esencial en el mito es que las posee una por una.
En el acto sexual, cuando la mujer experimenta un orgasmo, podemos decir que
algo de este goce femenino se pone en juego. La clínica muestra que la experiencia del
orgasmo invariablemente desestabiliza al sujeto.
“Decir que una mujer no es toda es lo que nos indica el mito dado por ella,
ser ultrapasada por su goce, el goce que se produce por el coito”
(LACAN, 1972, 467).
195
de ciertos fenómenos del amor en las mujeres. El goce femenino mantiene un vínculo
muy estrecho con el amor y con el saber.
Los testimonios de AE hacen referencias a experiencias de goce, sensaciones de
aniquilamiento, experiencia de éxtasis, también situaciones límites, de locura y muerte.
Leemos en el testimonio del Pase de Florencia Dassen:
196
mi madre y mi hija. Una chinita entre una japonesa y una tibetana. Es en
relación a mi hija que la mirada se inscribe como rasgo agálmico. Si la el
objeto de mis celos angustiosos era la japonesa, se debía a que me
arrebataba la mirada que soy yo misma (…).”
Lacan extrajo la idea del goce femenino, de su lectura de los místicos, señalando su
similitud. Lo que expresan los místicos, es la dificultad de transmitir su experiencia, que
no hay palabra que alcance. Intentan testimoniar de ese goce con un partenaire divino,
Dios, goce que no llega a ser localizado en una parte determinada del cuerpo. Lo dejan
en el campo de lo inefable.
La diferencia es que en el goce místico el Otro es completo, Dios, mientras en el
goce de una mujer hay una relación con el Otro tachado. Los textos místicos atestiguan
que la aspiración mayor de esos sujetos es anularse en el Otro, sobresalen en decir de
este vacío, esta aspiración hacia Dios, estado de beatitud. Este goce va más allá del sexo
y del cuerpo, pero este más allá fálico que permite sobrepasarse del sexo no debe
confundirse con el fuera-del-sexo de la psicosis. El místico sirve a Dios, se ofrece a él
en cuerpo y alma. La mujer abriga la causa del deseo de un hombre. En ambos se trata
de hacerse el soporte de lo que es el deseo, el fantasma de un extraño.
También dice a propósito de los místicos “que ellos lo sienten, pero de eso no saben
nada”. Tal ignorancia es, según la confesión de los místicos, su bien más preciado. El
éxtasis místico sigue siendo enigmático. El llamado desprendimiento del nombre divino
resiste a la razón, reside en una ausencia de referencias transmisibles. Dios es el nombre
prestado a la ausencia de nombres.
Si bien el goce místico parece concernir sobre todo a las mujeres, Lacan menciona
además de Santa Teresa de Jesús, a San Juan de la Cruz, que tuvo que desembarazarse
del goce fálico, hubo de renunciar al uso de su órgano viril.
197
En “El pecho del amor tan lastimado” (1991) Enrique Millán realiza un estudio
psicoanalítico sobre San Juan de la Cruz y da cuenta de ese goce místico. Canonizado
por el papa Benedicto XII, dedicó su vida a lo religioso e intentó cifrar esa experiencia
por medio de la escritura. Sus actos son subversivos para la iglesia oficial. Máxima
pobreza, entregado a la oración, el despojamiento lo lleva hacia la posición mística. En
la cárcel de Toledo, su cuerpo es sistemáticamente torturado a fin de que cambie de
idea, y él inconmovible soporta su convicción absoluta. El dolor no le duele, el cuerpo –
en trance de despedazamiento– parece permanecer extrañamente unificado. Lo unifica
su creencia de que Dios está de su parte. El amor que Dios tiene por él es infinito, el
castigo es interpretado como amoroso, el goce por lo tanto masoquista. Posteriormente
se siente abandonado por él. “…No llora por haberle amor llagado, que no le pene verse
así afligido, aunque en el corazón está herido: más llora por pensar que está olvidado”
(versión de “El pastorcito”, por San Juan de La Cruz, encontrada por José Manuel
Blecua en la RFE, 1949, 378-380)
El goce femenino que, a pesar de ser distinto del goce sin límites de la psicosis,
puede ser experimentado como locura. Lacan se refiere a la locura de las mujeres
diciendo “todas son locas” y es por eso mismo que no son todas, esto es, “no locas-del-
todo”.
Sin embargo, no hay que confundir la experiencia del goce femenino con la
psicosis, en la que no se encuentra la función de castración y, por ende, hay forclusión
del nombre del padre. “Ese lado no-todo, comandado por su función sexual, pura alteridad,
inhumano y loco, clama por más substancia como mujer” (LACAN, 1972, 465).
Es cuando ese goce femenino no encuentra límites, que nos encontramos con
efectos devastadores. En ambos, se pueden producir fenómenos alucinatorios, delirantes
y salvajes, disfrute de la pulsión de muerte, de la aniquilación, el goce fuera de la norma
del falo.
En la psicosis, especialmente en la paranoia, la feminización es el resultado de un
goce intrusivo, no correlacionado al significante fálico. Schreber, por ejemplo, habla de
este goce como el de una mujer embriagada por sensaciones voluptuosas: Dios, escribe,
reclama un estado constante de goce. El habla también de beatitud. Mientras la mujer
está alojada en la lógica del no-todo y si bien habita más allá del falo, el psicótico no
198
está concernido por la castración. Por eso el psicótico experimenta el empuje hacia el
infinito de extensión, a una feminización. El psicótico se encuentra con la sinrazón de
ese Otro fuera de la ley, ajeno a todo sentido.
“Ella sabe sin él, eso que el enseña” (LACAN, 1965, 66).
Lo que quiere decir que ella mantiene una relación de proximidad singular, sin el
psicoanálisis, con el inconciente. En sus novelas, Margarite Duras le atribuye a ciertos
personajes, sobre todo sujetos en posición femenina, un saber que bien podría pasar por
un saber que proviene del inconciente. Sus personajes logran transmitir más allá del
significante, aluden al vacío, a una ausencia de ellas mismas. Personajes enigmáticos
tales como Emily L., Lol V. Stein con cierto vacío interior. Mujeres locas, en el sentido
de este goce loco y enigmático.
Se pregunta Lacan a propósito del homenaje que le hace a Margarite Duras, que es
esta vacuidad. Y dirigiéndose a Lol, dice: “Fuiste, sí por una noche y hasta el amanecer
en que algo en ese lugar cedió: el centro de las miradas” (LACAN, 1965, 67).
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Esa vacuidad es lo que Marguerite sabe sin haber leido a Lacan. Son mujeres
atravesadas por la pérdida: muerte, separaciones, la deseperación, el sentirse en el
límite.
Su heroína Emily escribia poesías, y habia perdido una hija durante su nacimiento,
escribe la pérdida. Su otro personaje Lol V.Stein es abandonada por su novio, sin
palabras. En ambas, aparece el no estar más allí, un agujero y, sin embargo, todavía hay
simbólico. La pérdida las ha confrontado al real de la feminidad. Esta pérdida deja una
marca en el ser la que da acceso a la inconsistencia del Otro, donde nada se puede decir
de la soledad y el desierto. No hay significantes que pueda decir.
Lacan toma de la mitología a Medea, tragedia griega de Sófocles, y también a
Madeleine Gide, la mujer del escritor francés André Gide para referirse a “la verdadera
mujer”
¿Qué quieres decir Lacan con “verdadera mujer”, concepto que que parece una
contradicción con su axioma “La mujer no existe”, su teoría del no-todo y la verdad a
medio decir? Existen múltiples versiones de Medea: la amante o la celosa enfurecida. Es
una historia de traiciones, muerte y lucha de poder. Pero para Medea la traición que no
puede tolerar es la de Jasón, su marido.
La primer traición es la de su padre. Ella defiende a Jasón y cuando escapa con él y
sus hombres, perseguida por el ejército de su padre, Medea mata a su hermano. La
pareja se escapa a Corinto, al reino del rey Creonte. Allí Jasón la abandona por la hija
de Creonte y es condenada al exilio junto a sus dos hijos. Ella mata a sus dos hijos y
desaparece en un carro alado.
Lacan habló del crimen de Medea como el acto de una verdadera mujer. Muestra
los efectos castradores, devoradores y aterradores de la actividad femenina. Medea mata
presenta no como una madre, sino como una mujer.
Dice Ritheé Cevasco en “La discordancia de los sexos” que la referencia a Medea
ilustra algo propio del deseo femenino, la locura fuera de los límites de la ley. Goce loco
y enigmático cuando ese deseo extremo rebalsa el límite del apego a los bienes que
podrían tener el máximo valor para una mujer en tanto madre (el valor del hijo
precisamente es un valor fálico).
Muestra la ferocidad femenina, Medea es una mujer traicionada que mata a sus
hijos por venganza o por orgullo, por el abandono y la traición porque sabe que con ese
acto de violencia está apuntando a un punto de máximo dolor que puede causar en el
otro. Lacan analiza tanto el acto de Medea como el de Madeleine, más que como un
200
acto de máxima venganza, como un acto de locura de cierta posición femenina
desamarrada de los límites de la función fálica. Medea, por qué no decirlo, es coherente
con su deseo absoluto, irracional y brutal por un hombre. En ese sentido, y solo en ese,
es la verdadera mujer a la que hace referencia Lacan.
También Madeleine, esposa de Andrés Gide, hace desaparecer lo más valioso para
él, sus cartas, al descubrir que él se enamora de de un partenaire homosexual; Madeleine
vive esto como una terrible traición y quema sus cartas.
Finalizamos este capítulo, con la metodología de seleccionar una de las guías de las que
fueron realizadas sobre el tema. De todos los testimonios investigados elegimos: el
reciente testimonio de la AE, Gabriela Grimbaun, que da cuenta de su arribo a una
posición femenina, de su búsqueda por encontrar una respuesta a la pregunta por el ser
de la mujer, y cómo se jugó transferencialmente el sexo de sus analistas. Y de los
testimonios de varones recortamos el de Marcelo Mazzuca (AE 2009-2012), quien en
diferentes versiones, publicadas en “Ecos del pase “(2010), muestra la pregunta por el
goce femenino y el desciframiento del partenaire-síntoma, en el cual los sueños
cumplieron un papel destacado en el trabajo de análisis.
201
GUIA 4: GOCE FÁLICO Y GOCE FEMENINO
PASANTE:GABRIELA GRIMBAUM
ESCUELA: Asociación Mundial del Psicoanálisis - AE 2014
ANALISTA: Primer análisis con una analista mujer y luego con analista hombre.
TIEMPO: 28 años en total .
______________________________________________________________________
1. ¿Cómo da cuenta dela posición más allá del falo en las mujeres como
diferente ala posición femenina?
1.1 ¿Cómo se va delimitando el goce femenino en el testimonio como diferente
del goce fálico?
Texto: Quería ser actriz. Y todo en mi vida estaba al servicio de satisfacer la pulsión
de hacerme ver… Lo mío tenía que ver con la puesta en escena permanente. A los 21 años
comienzo mi segundo análisis con una mujer. “Una mujer que sabe del fantasma
femenino”… Mi pregunta no era ¿qué es ser una mujer? La búsqueda que me atravesaba
era ser una mujer diferente con el sello de lo original. La fascinación por las mujeres
homosexuales me desvelaba. Mi desprecio por los semblantes universales de lo femenino,
desde muy chica me intranquilizaban. Ser mujer sin los postizos de las tontas, así lo
creía… la búsqueda por encontrar una respuesta a la pregunta por el ser de la mujer
atravesó 14 años de trabajo analítico. La manera de construir esa versión fue por la vía de
la mujer original (trabajé para ser original años… como único camino para encontrar la
diferencia). Durante mi segundo análisis, llega la propuesta de mi marido de tener un hijo.
Para mí eso debía esperar… Mi falta de deseo de ser madre me llevaron al recuerdo: La
llegada de los hijos en mi casa natal no fue la fiesta. El embarazo de mi madre se produce
la noche de bodas… Desde muy temprano, quedé ubicada como el sujeto supuesto saber
reparar lo que cotidianamente no marchaba entre mis padres. ¿Qué lugar allí para la
mujer?… Tenía la convicción, vía el falo, de saber lo que hay que saber sobre los
hombres… De ninguna manera un hijo era la mejor de las soluciones frente al penisneid
en la mujer. No me interesaban los juegos de la mamá. Ni los bebés. La curiosidad era
respecto al lazo de una mujer con otra mujer… me ubico como la que enseña a las otras
202
cómo hacer. El analista interrumpe: “goza de ser la Otra”. Ser la Otra de las mujeres…
tengo un sueño donde soy un jovencito. Mi identificación viril que reconozco desde
pequeña fue asociado a lo que encontraba de femenino y muy poco masculino en mi
hermano un año mayor que yo. Dice mi analista: “Usted es el agente de la reparación”. El
rechazo inconciente a la maternidad es el rechazo a ser semejante a la madre. Y en
consonancia el desamor del hombre cuando la ha hecho madre. Devenir la Otra Mujer fue
la manera hallada para sostener el deseo del hombre, su elegida y favorita. Si mi debate
circulaba entre ser la Otra Mujer o la madre, los artificios y maniobras construídas en el
análisis permitieron ser una y la otra para el mismo hombre.
Indicadores 1: Ser objeto de goce de un hombre.
Indicadores 2: A nivel del cuerpo.
Texto: Mi segundo análisis dura 14 años. Tiempo en el que me caso y tengo dos hijas.
Ser amada y la certidumbre de que el otro me elige fue la marca de una abuela. “Mais,
vous êtes en retard”. A lo que yo escucho, clarísimo: “Usted es retardada”. Ese lugar en la
transferencia me acompañó muchos años en ese análisis… mi madre, cambia mi fecha de
nacimiento para adelantarme un año y lograr entrar a la escuela… ¿Qué hizo mi madre?
Averiguó el test psicopedagógico que tomaban y me preparó para asegurarse que entrase
al agrado 1ero A, el de los más inteligentes. Entre la adelantada y la retrasada circuló
parte de mi vida… El tercer analista supo ubicarse en el lugar que más convenía, jugando
el juego en la transferencia de partenaire de la joven adelantada, recuperando el lugar del
falo del Otro, reactivando la niña audaz y original del padre. Sólo desde ahí fue posible la
caída del padre idealizado. Reubicando al partenaire, más allá del consejo de la abuela,
tendiendo los puentes hacia un verdadero encuentro con el hombre de mi vida. El goce de
no dormir estuvo presente toda mi vida. Es recién en el tercer análisis que se ubica como
síntoma. Básicamente porque mi marido no lo soporta más. Exceso de planes nocturnos,
vida social sin límites. Todo con tal de no dormir o para ser precisa, para no dejar dormir
a nadie. El no dormir conduce en la cura al recuerdo, de ir a ver a mi padre durante las
noches para asegurarme que respira, deteniéndome en el movimiento de su abdomen... Un
padre extremadamente culto para quien yo era indiscutiblemente la favorita. Descubrí
que Dios era mi padre… Amado y venerado por mí… Un padre silencioso al que me
dediqué a arrancarle las palabras hasta quedarme sin voz para despertarlo, agotadora
satisfacción: “Si no lo mantengo despierto, muere”. Y así con el otro, el partenaire, el
analista. Redoblo la apuesta. Cada vez hablando de algo que lo interese más, lo despierte
más. Finalmente interviene: “Ud. exagera para despertar más interés en el otro”. Me
203
avergonzó como nunca. Revelando mi posición en el fantasma. Algunos años después le
digo a mi analista que ya no me encontraba intentando despertar a mi padre ni a él y
mucho menos a mi marido. Los estaba dejando, no siempre, dormir a todos.
Indicadores 1: Ligazón paterna.
Indicadores 2: Repetición de posición ante el Otro.
Texto: ¿Qué del teatro? Después de la fatídica frase de mi padre: “Me preocupa que
no te da la voz”, continué un tiempo largo con funciones, ensayos, múltiples consultas a
fonoaudiólogas… luego comencé a dar clases de teatro a niños, trabajé de profesora de
teatro durante toda mi carrera. También dirigí. Nada me daba más gusto… la docencia en
la facultad es donde el circuito pulsional encuentra la sustitución de ese goce. Dar clases es
para mí montar la escena, despierta el entusiasmo en el sujeto y en el otro. Le digo a mi
analista que en mi fantasía él me quería más femenina... Pero eso no, es algo más de lo que
no cambia. Sin embargo, agrego, soy mujer y mi goce, asumo, es singular. El activismo en
mi lazo al partenaire no impide en lo más mínimo que a nivel del goce se trate de una
identificación al objeto. Hay la condición de lo femenino en un hombre para que el rasgo
primario de perversión funcione. Que el partenaire sea el amante, que el amor del hombre
como sucede cada vez que un hombre ama, lo feminiza. La identificación viril sostenida en
el agente de la reparación no implica ni un complejo de masculinidad ni un querer poseer
los atributos viriles. Implica saber ahí, saber ser la Otra. Ser original era la vía para
sortear el riesgo de la tontería materna… Ah, falta algo, el sueño del final: Llego al
consultorio del analista, me dice que ya no me analizo más, que terminé, pero que lo ayude
a decorar su nueva casa. Es una especie de loft con cortinas que parecen telones y le
sugiero un cambio de color de esos telones. Me cuenta que se acababa de separar y me
invita a que vaya a conocer a su nueva mujer. Es una actriz, Annette Bening. Me dice que
pase. Y pasé, dos años y medio después de la última sesión, me demoré o mejor, me
retardé… un poco…
204
PASANTE: MARCELO MAZZUCA
ESCUELA: Escuela de Psicoanálisis de los Foros del Campo Lacaniano (AE 2009-2012)
ANALISTA: Hombre.
TIEMPO: 14 años.
______________________________________________________________________
Texto: El mal humor ya estaba presente desde la infancia, pero no cobró dimensión
de síntoma hasta no conectarse con el deseo por las mujeres en la adolescencia… el
tratamiento del mal humor fue el del recurso al narcisismo… Dicho de otro modo: era la
competencia con los semejantes lo que intentaba reducir a cero ese mal humor, tanto como
las heridas narcisistas sufridas desde la infancia como consecuencia del nacimiento del
hermano varón. Un recuerdo infantil lo ilustra... Mientras mi madre daba el pecho al
recién nacido, yo me ubicaba a su lado y daba grandes sorbos a una botella de Coca-
Cola… soldadura entre el autoerotismo y el campo de las fantasías, donde queda
expresado un «doble» recurso: al mismo tiempo en que el dolor es tratado por medio de la
satisfacción oral, se inicia una competencia narcisista que encontrará compañeros y
escenarios diversos a lo largo del tiempo, especialmente en el deporte… incluía –además–
una inocente práctica delictiva: robarle al otro aquellos «tesoros» valorados como los más
preciados. Así, sustraje a mi compañero preferido de la escuela primaria, su «bolón azul»
(una canica). Es decir, el trofeo más codiciado entre los compañeros... En el tramo final del
análisis… se trataba de una confrontación con figuras masculinas que representaban un
cierto grado de sujeción al hermano mayor. Curiosamente, o no, el nombre de aquellas dos
personas era el mismo, y su profesión la misma que la mía. La trampa consistía: queriendo
hacer uso de la palabra como instrumento fálico de autoafirmación, no podía evitar
quedar atrapado en un goce que clasificaría como oral e invocante. Ya no me quedaba
mudo, más bien todo lo contrario, me precipitaba a decir lo que, aún cuando fuese
auténtico, difícilmente podría ser escuchado y bien recibido. Dicho de otro modo: pasé de
la inhibición de la palabra al pasaje al acto, y esto lo pagaba con el precio del mal humor.
Indicadores 1: En el vínculo con otros hombres.
Indicadores 2: En lo laboral.
205
1.5 ¿Cómo testimonia acerca de su relación al partenaire?
Texto: Sucesivas «afectaciones del nombre propio»… trabajo analizante que está
dado por la referencia al nombre propio (Marcelo) y al apellido paterno (Mazzuca). Se
206
trata –por así decir– del «narcisismo del nombre», o dicho de otro modo, de la seguridad
proveniente del carácter fuerte y el pegoteo de la doble consonante del apellido paterno
(ZZ) y de la repetición de las iniciales de los nombres (MM). Convicción delirante –
agregaría hoy– que produjo notables efectos terapéuticos con el correr del análisis, pero a
expensas del mantenimiento de la omnividencia del Otro... Se trataba de un primer golpe
asestado al nombre propio: «te salió el ma(zz)uquita». Fue así que el síntoma habló y la
interpretación se produjo: del mazzuquita al ma(zz)oquista quedaba bien transliterado y
delimitado el masoquismo del carácter… Segunda afectación del nombre propio el
inconsciente traductor… La referencia específica a la voz paterna genera sucesivas
declinaciones: la voz mandante y comandante del padre, la voz hipnótica y exótica de la
mujer, la voz del humor, del dolor y del amor, la voz irritante, la voz desfalleciente y la voz
cantante. En el transcurso de esos deslizamientos y des-ligamientos, la voz va
despojándose de sus antiguas vestiduras, al mismo tiempo en que un antiguo significante
(Gesta) y un nuevo nombre (Gestor) se dejan escribir en una serie de sueños. Las
consecuencias de la intervención del analista («pisaste el palito») no se hicieron esperar. Se
despliega la lista: mazzuquista, masoquista, musiquista, mujerista, humorista y deportista.
Es, al mismo tiempo, una deriva del nombre propio, una voz(z) que se hace letras(s),
evocaba metonímicamente el instrumento del deseo, conformando una serie que va de
palito a palitos, palillos y palos, y de allí a hermano, mano y falo.
Indicadores 1: Relación con el padre.
Indicadores 2: Identificaciones.
Texto: Serie de sueños mostraban los límites del goce femenino. •Primer sueño: Una
madre y dos hijos hechos piedra en el baúl de un auto estadounidense… el rasgo de lo
estadounidense da el tono de extranjeridad y extrañeza propio del deseo femenino. El
elemento auto indica que el campo de la significación es paterno, e incluso que está
sometido a una demanda que empuja el deseo hacia el Ideal… la petrificación muestra en
el sueño su costado más horroroso: Una mirada congelada, signo del horror frente a lo
femenino. •Segundo sueño: Hay un Banquete y una gran celebración. El padre está
muerto, este sueño-índice funciona como signo de una nueva relación posible entre deseo y
satisfacción. Al padre ya no se lo ve, en su lugar están la comida, la comicidad y la música,
acompañadas por una leve sensación de euforia y calma al mismo tiempo Y lo que estaba
en juego era –principalmente– el interés por encontrar un modo de sostener una palabra
propia. •Tercer sueño: Tengo una relación sexual con una mujer. Mi hermano se
encuentra detrás prestándome el órgano. Cuarto sueño: Estoy acostado en una camilla a
207
punto de parir. A mi lado se encuentra mi padre junto con un hombre que podría ser mi
hermano mayor, se produce un deslizamiento de la Gestión a la Gestación y del padre al
hermano mayor. •Quinto sueño: Estoy embarazado, pero no soy la madre de la criatura.
Simplemente presto mi vientre para que alguien tenga un hijo. Sentido: el producto no es
todo mío. El cuerpo funciona como caja de resonancia para que la palabra del otro acceda
a la creación. •Sexto sueño: Dejo a mi hijo recién nacido un tiempo en un hospital-
estacionamiento. Nos vamos con mi mujer a disfrutar un tiempo solos (Sentido: el hijo es
no todo mío y la mujeres no toda madre). •Séptimo sueño: Logro que me inviten y me
hagan partícipe de una salida de mujeres. Vamos todas a cenar. Soy una mujer más entre
las mujeres, lo cual me produce expectativas y una gran curiosidad por aquello de lo que
hablan. Se vuelve a plantear el problema del goce oral e invocante, pero esta vez en
relación al deseo y al goce femenino constato que se produce un efecto de pérdida de lo que
denominaría el «goce de la curiosidad». Dicho de otro modo: no hay grandes secretos, las
mujeres no hablan de nada en particular, simplemente hablan, «parlotean», y por
supuesto gozan. De allí en más, unas pocas sesiones bastaron para encontrar la ocasión
que permitiera concluir el análisis.…
208
Capítulo 7
209
Final de análisis y Pase
¿Qué se espera al final del análisis? ¿Qué el sujeto ya no sufra? ¿Qué haya borrado
las marcas del Otro además de percibirlas? Para Freud se trata de producir un
debilitamiento de las posibilidades de enfermar y reencontrarse con lo que llama la
salud: el placer de amar y trabajar: “Reconducir la miseria neurótica a la miseria banal”
(FREUD, 1937). Sin embargo, allí donde Freud encuentra un tope, Lacan ve una
posibilidad.
210
Lacan afirma que hay un fin de análisis. Se trata de llegar a lo incurable, un
enfrentamiento con lo real. Su tesis es que un fin de análisis produce un analista, se está
en condiciones de ser analista, hay un pasaje de analizante a analista, es una mutación
que hace de un sujeto un analista virtual, no necesariamente operante.
“Al fin del análisis se lo puede definir. El fin del análisis es cuando se
ha girado dos veces en círculo, es decir reencontrado eso de lo cual se
está prisionero… Y el inconsciente es eso: es la cara Real… de eso en
lo que se está enredado”.
Jacques Lacan, “El momento de concluir” (1978).
211
momento”, o al contrario a apresurarla sin poder diferenciar cuándo se trata de una
resistencia a dar una vuelta más, el paso del final.
Héctor López en su Seminario “Finales de análisis: Momento de concluir el tiempo
para comprender” (2006) plantea que al igual que en el ajedrez donde hay un jaque
mate, en el análisis hay una especie de “El rey ha muerto”: un Otro que cae, analista en
representación del Otro, muerte del padre, caída de ese objeto abyecto, que ya no juega
más. Tiempo lógico, tiempo en que cesan las dudas y adviene una especie de certeza, el
acto analítico soportando lo incalculable.
Lacan tiene varias teorías del fin de análisis, y no siempre dice lo mismo al
respecto. Según la época de su enseñanza rescatamos dos vertientes para investigar el
fin de análisis: el atravesamiento del fantasma y posteriormente la identificación al
síntoma.
El atravesamiento del fantasma singular de cada sujeto permite develar la causa del
horror al saber sobre su castración, la marca de lo que fue como objeto de deseo del
Otro.
Los diferentes testimonios dan cuenta de un efecto de libertad, se produce una
flexibilización de la condición de amor que domina a las elecciones de objeto. Luego de
las caídas de las identificaciones fundamentales del Edipo, se consigue avanzar un poco
más, se avanza hacia lo real que cubría el fantasma, es decir, liberarlo del goce pulsional
que cae de él.
Lacan dice que el fin de análisis entendido como atravesamiento del fantasma no es
el encuentro de la nada, sino la oportunidad, por fin, del encuentro con lo que funda la
pulsión.
Se habla de atravesamiento cuando el sujeto ya no cree en su ficción, sino que
reconoce en ella su propia apuesta. Lacan dice que lo que se descubre al final es que “la
conquista del deseo no es más que un deser”. El deser del fin de análisis es una pérdida
de este efecto de ser que el sujeto obtenía de su fantasma. Terminado el análisis hay otra
212
permeabilidad del sujeto con su fantasma. No es que desaparece, sino que el sujeto no
reacciona desde su escena fantasmática.
Colette Soler en su libro “¿Qué Psicoanálisis?” (1996) se pregunta qué le ocurre al
sujeto que de golpe se ve privado del sostén que para él había sido su pelea con el Otro,
sobre aquel al que imaginó como agente de su castración. Por un lado, aparece alivio,
pero al mismo tiempo lo fuerza a confrontarse que de ahí en adelante nada puede
relevarlo de su castración.
Cuando el sujeto asume su propia determinación podrá aparecer un margen de
libertad, cierta liberación de esa causa que el sujeto fue para el deseo del Otro. Se
vuelve el sujeto capaz de elegir, menos inhibido, menos impedido, en suma más
decidido.
Hay que tener en cuenta que Lacan, a medida que avanza en su teoría, postula que
no es aún conclusión de un análisis… fue desplazándose hasta la identificación con el
síntoma.
213
esté dispuesto a emprender la aventura de un análisis. Lacan habla incluso de “la
reducción de las identificaciones”, emplea la expresión “denunciar las identificaciones”.
“Saber hacer con su síntoma”, es la expresión de Lacan en el seminario 22: “RSI
(1974-1975). En la salida por identificación al síntoma, se ha transformado el sujeto
mismo en el síntoma. Es una de las formas de saber hacer con lo incurable. Por lo tanto,
reconciliación con lo real. Hay un consentimiento del modo de gozar a través del
síntoma, es un aceptarse. El final de análisis en esta perspectiva quiere decir que resta
hacer del síntoma una obra singular. Saber hacer que pone a la pulsión al servicio de
otros fines, habiendo sabido cuál es la cara Real del objeto en el fantasma.
El análisis no consiste en que un sujeto esté liberado de sus síntomas sino en que el
sujeto sepa, por qué está enredado en lo simbólico y en sus consecuencias que son sus
síntomas. Hay una nueva restauración de una suplencia sintomática distinta a la de la
transferencia.
El síntoma de fin de análisis traduce la puesta al desnudo del goce del síntoma, y es
la revelación del goce de ese síntoma lo que pone fin a la falta en ser. El sujeto sabe cuál
es ese resto de goce que lo divide y se reconoce en él. Este goce que creía que estaba en
el Otro se le vuelve como lo más propio del sujeto, así logra un efecto de ser. Se logra
un “soy eso”. Se ha transformado él mismo en su síntoma.
Dice Lacan en “La Tercera” que lo mejor que podemos lograr es que lo real del
síntoma reviente. Por un lado, hay reducción de goce por el estallido del síntoma y por
otra la libido unida a las identificaciones imaginarias queda en gran medida libre,
cuando el sujeto ha cernido la diferencia absoluta de su síntoma.
Con la introducción del nudo borromeo, se promueve al concepto de sinthome
como un nuevo anudamiento de goce. Lacan denomina sinthome al síntoma del fin de
análisis. El ser del sujeto ya no es ahora su yo sino el sinthome. Se trata de una re-
escritura de las inscripciones de lo real en lo inconsciente a lo que Lacan llama
nominación. El sujeto se convierte en un “egoarca”, en un yo fundamental más allá de
lo imaginario y de la sujeción al Otro. El sinthome supone –por parte del sujeto– poner
el goce en obra, es decir producir un artificio que lo nomine como ser.
Leemos en el testimonio de Mariel Alderete de Weskamp:
214
Inconciente, ligado con lo Real, no transita el camino de sus
Formaciones y produce creación. Epifanías, iluminaciones, que
como una estrella indican un camino. Con ese camino algo se hará.
Con lo que haya, con las marcas propias, el nudo que se había
desarmado mostrando sus hebras, se vuelve a anudar de otra forma,
una y otra vez… Y el vino fue color para la tela blanca de las
pinturas que salían de mis manos, que una y otra vez pintaban
formas que bordeaban un vacío.Y el cuadro era para ser mirado por
otros.Un tiempo después del fin de análisis encontré la pintura.”
7.3 El síntoma-padre
215
era término diferencial originario, deja de ser un punto de referencia
desesperante.” (JINKIS, 1991, 58)
La idea es que la destitución implica también un cambio del lado del partenaire
analista. Es decir, donde había la x, va a venir la respuesta, va a venir el ser destituido.
Y donde había el ser del analista, al contrario va a venir lo que llama des-ser.
Cuando se ama al Otro se le otorga ser y existencia, también la transferencia otorga del
lado del analista un ser, un ser supuesto y que va a caer finalmente. El sujeto destituido
ya no espera del Otro, sabe que el sujeto supuesto saber es imposible.
Al final el sujeto se sabe determinado como objeto en el Otro. Este Otro es su
inconsciente. No es otro partenaire exterior, y por eso podemos decir que el sujeto se
encuentra equivalente al objeto a.
¿Y cómo se manifiesta clínicamente? Es el final de las preguntas. La determinación
pone en un punto final a las preguntas sobre el ser. Sobre el enigma propio, sobre el qué
216
soy. Y un fin a la postergación. Es decir que la destitución es el final de la enfermedad
neurótica. Se logra un “se es eso”. Acostumbrarse a ser, hay un acto de conclusión.
El analista pierde el valor de objeto precioso para adquirir el valor de deyecto. Es
en ese final de análisis cuando el analizante “sabe ser una sobra”, condición para que él,
cuando sea analista y conduzca el análisis de otros sujetos, pueda también ser dejado en
el final como deyecto de la experiencia. El acto final estaría en la posibilidad de
producción de un analista. Por lo tanto un análisis sólo llegará hasta donde llegó el
análisis del analista.
Podríamos puntuar, aunque esto es muy incompleto, que al final de la operación
analítica el sujeto va de la
217
agujero en el ideal de una proporción posible, buscada infructuosamente
durante mucho tiempo. La caída de ese ideal, del recubrimiento de la
diferencia abre la vía a un encuentro basado en la alteridad, en la
diferencia a partir de la falta. Ese tiempo, del encuentro con un analista,
será seguido por un tiempo de trabajo en soledad como analista de la
propia experiencia…”
218
“…Un nuevo pasaje por la inexistencia del Otro, esta vez,
recortando la ausencia de esa voz que tanto había llenado antes mi
vida. Aún –o por eso– en los momentos más extremos. La voz de
mi madre, aún esperada en el teléfono cuando ya había muerto. La
voz de mi analista –vacía ya de todo sentido– cuando por teléfono
le hablaba de lo inhumano e irremediable de la separación y del
desgarramiento, en los tramos finales del análisis… El que
quedando por fuera del análisis –por lo menos de esas citas
periódicas que encontraron su final– inscribió el momento clave del
final del análisis. Cuando, como dice Lacan, el analizante empieza
el duelo del objeto a al que por fin ha reducido al analista... Luego,
el duelo se consuma Objeto que deberá desprenderse también del
analista para quedar disponible en tanto causa. Sueño: ‘El analista
con una bolsa sobre sus piernas dentro de la cual estaban sus ojos
celestes, separados entonces de sus órbitas. Él ya tenía otros ojos, él
ya miraba hacia otro lado’.”
219
enseñado a trabajar, a enfrentar grandes desafíos, considerado ético,
había sido muy importante en su vida. En el sueño puede decir que no
era tan bueno trabajar con él. Decidió salir de aquel lugar. Sale sola,
entra al ascensor que comenzó a caer. Llamó a algunas personas para
que vinieran a salvarla, no encuentra a nadie. Falta poco tiempo para
que el elevador termine de caer. En las asociaciones, comenta que
aquella persona no tiene nada que ver con todo el afecto que le
dedicaba, solo hablaba de ética, gratitud y ahora él estaba distante, un
figurante. Una pregunta del analista. ¿Qué pasó? Posibilita interpretar
el sueño como transferencial. Comienza a oír al analista, había una
persona allí, su voz comienza a incomodar, sentimiento de tristeza que
evocaba la despedida… Sobrepasar el horror de saber sobre el propio
goce tiene consecuencias: hace posible un cambio en la relación con el
Otro, en la relación con los pacientes, torna posible el silencio para
oírlos. Antes oscilaba entre la posición de muda y de quien hablaba
mucho sin poder silenciar/oír… Algunos sueños «en el lugar de
muerta» permiten hacer surgir algo que empuja a hablar a partir de un
«posible hablar bien» Esto es lo que, inclusive, hace posible dirigirse a
la Escuela para transmitir su pase, aceptando correr el riesgo de no ser
oída.”
220
Si hay un fin de análisis no hay más interpretación, ni de los silencios ni palabras
del analista. Hay una caída del Otro, no hay interpretación del analizante del deseo del
analista. Ya no hay interpretación que ponga en marcha el análisis. Es lo que permite al
análisis trascender a la relación de identificación fálica de un sujeto (FARIAS, 2005).
Extremando podríamos decir que al final no hay muchas interpretaciones, hay una,
la que interpreta lo que se escribió. Dice Lacan que el efecto de la interpretación es el
surgimiento de un significante irreductible, que no tendría ninguna especie de sentido y
que abriría a lo real, significante que tiempo después lo llamara letra, elemento extraído
del inconsciente, fuera de la cadena, no representa nada. Apunta sin embargo a la
certeza, trabaja por la certidumbre de su ser, la reducción de los significantes a un sin-
sentido permite encontrar la determinación de toda la conducta del sujeto. Se produce
un sujeto asegurado de saber.
Estamos seguros de estar en el inconsciente, dice Lacan, cuando es fuera del
sentido. Sin embargo, es necesario pasar un largo tiempo por el sentido hasta que un
decir lo conmueva. Es la emergencia de un decir lo que permitirá que se elabore un
saber sobre lo dicho.
C. Soler, formula en “El decir del analista” (1994) que al final debemos encontrar
la supresión de todas las suposiciones a favor de lo que se llama el aseguramiento. Para
poder concluir que todo fue dicho es necesario obtener un decir, lograr “hacer existir el
decir”.
La interpretación que opera por el equívoco, la interpretación que en lugar de llenar un
sentido está abierta a tener un efecto, efecto que no se determina en absoluto por sentido
alguno. Y que permite en el análisis que se exprese un decir. Interpretación que logra
producir el surgimiento de un significante por fuera de la cadena, un significante amo,
un significante del goce.
Explicaría así por qué encontramos pocas referencias a interpretaciones realizadas
por el analista narradas en el Pase. Una posible respuesta es porque queda una
interpretación sin Otro, que ya no se autoriza en el Otro, sino en sí mismo. Se podría
pensar que en el testimonio, los dichos del analizante y los del analista se convierten en
una sola cadena, implicando un borramiento de lo que pertenece a uno y lo que
pertenece a otro. Podríamos preguntarnos ¿cuál sería el destino de la letra al final del
análisis? Y aventurarnos a hipotetizar: el destino de la letra es producir un efecto, y ese
efecto (de la letra, del análisis) es el testimonio de pase.
Patricia Dahan dice en su testimonio al que llamó “Sobre lo vivo”:
221
“…Tuve un sueño. La interrupción de la sesión sobre una palabra de las
asociaciones del sueño produjo un efecto que calificaré de fulgurante.
Esta palabra podía resumir un pequeño recuerdo de infancia que había
sido interrogado a lo largo de mi análisis, pero en el momento no había
hecho el lazo… el corte de la sesión había producido un efecto de choque
y que a este significante del sueño inmediatamente asocié otro
significante de esta lengua que no era, para nada, hablada más en mi
medio ambiente desde hacía una veintena de años. Desde la desaparición
de mi abuela, no escuchaba hablar más esta lengua, mi madre utilizaba
cada vez menos expresiones en judeo-español y yo completamente me
había desprendido de eso, al menos así lo pensaba. Pero este significante
de lalengua, surgido en el análisis, era una expresión que mi madre a
menudo utilizaba cuando era niña y evocándola percibí todo el goce que
contenía cuando ella la pronunciaba… Las sesiones que siguieron me
permitieron asociar sobre una parte de mí… Lo que el análisis me
permitió de qué manera yo estaba concernida por lo que se había
producido antes de mi nacimiento. Algo que tenía que ver con la muerte,
el enunciado de este enigma, lo encontré en este significante de lalengua:
«svelta», que se podría traducir por «viva». El síntoma en el cual se
encuentra el ciframiento de la letra: inhibición, lentitud, borradura, en una
palabra falta de vivacidad del cual es la enunciación… certeza, la de
tocar un límite, límite de lo simbólico en el corazón de la palabra
analizante, con la paradoja de que es un límite y a la vez una apertura, a
la parte más singular del inconsciente, anudada a lo real, la que sostiene
la extracción de la letra.”
222
Los sueños constituyen la vía regia de acceso al inconsciente, pero también –y esto
es lo que me interesa resaltar– los sueños permiten un acceso a lo real. Los sueños irán
escribiendo las distintas posiciones alcanzadas por el sujeto en el recorrido de análisis.
Habrá sueños de avance subjetivo y otros en los que se escribe el regreso del sujeto a
posiciones de atrapamiento en el Otro.
Por lo tanto no poseen el mismo estatuto los sueños soñados durante el análisis que
aquellos soñados durante el proceso del pase. Distinguiré para pensar esta diferencia
tres categorías de sueños:
223
transmitir cierta certeza del inconsciente que marca un antes y un después del análisis.
Testimonio que mostraba cómo un sujeto pudo, por etapas sucesivas, desprenderse de
la muerte para escoger por fin un modo decidido de la vida. En el que se manifestó lo
Real en diferentes niveles:
224
“La interpretación del último sueño en la cura condujo a este final del
análisis. He aquí el sueño: La analizante se encuentra en el borde de un
precipicio. Invadida por el vértigo se agarra de una columna que limita el
vacío. Pero paradójicamente, es esta columna la que volcándose al suelo
la hace caer al piso. Sorprendida y un poco enfurecida, la analizante se
despierta.
La contradicción presente en este sueño casi toma el aspecto de un chiste:
en efecto, lo que hace caer y amenaza con aplastar a la analizante en el
sueño, no es el abismo del vacío, sino lo falaz de la apariencia a la cual se
agarraba. El replanteamiento de esta identificación fálica le permite
perder este punto de ilusión en el corazón del fantasma. « El Otro
mayúscula está tachado » nos dice Lacan En este final de cura destituye
al sujeto atentando contra el Sujeto-supuesto-Saber… Pero este sueño
también precipitó un decir, devolviendo a través del vacío, lo que hay de
causa inatrapable, real, en el deseo del Otro. Este real queda a cargo de la
pasante - analista, que no retrocede delante de esta hiancia en el lenguaje
y en el saber, ya que es de ella que se origina el deseo del analista…”
3. Sueños del Pase: los sujetos que piden el pase dan cuenta de que el pase
reabre el inconsciente. Los sueños que el pase desencadena son testimonio de
este fenómeno. Esto da cuenta inequívoca de la inagotabilidad del inconsciente,
aunque haya “fin de análisis”. Sueños en el pasante, sueños que precipitan la
demanda de pase, sueños desencadenados por ejemplo ante el nombre de los
pasadores o la espera de la respuesta del cartel (FARÍAS, 2011, 20).
De dichos testimonios se puede inferir que hay análisis que concluyen en el pase.
Hay restos del análisis que se terminan de perder en el pase. En particular aquellos
referidos al objeto causa de división del pasante y no al lugar transferencial relativo al
Sujeto Supuesto Saber.
Hay que resaltar que obviamente no son sueños que aparecen como enigmas que
piden interpretaciones, no se dirigen al Otro, no abren al desciframiento, permiten
arribar a una conclusión que se deja leer, parecen que ya interpretan en sí mismo. Son
interpretados como efecto de la verdad por los pasantes.
225
Es posible, porque se trata de una hipótesis de investigación, que sea en el
procedimiento de pase donde el analizante-analista termine de elaborar el duelo por el
fin de análisis. Sueños de la inexistencia incuestionable del Otro.
En el testimonio de Marcelo Mazzuca hay una serie de sueños narrados; cuenta un
sueño que reaparece en la entrevista con el Secretariado del pase y en el cual ubica allí
el comienzo de la experiencia del pase. “Se me derretían dos o tres dedos de la mano”,
es la respuesta a la oferta del dispositivo del pase, sueño de castración que él mismo
interpreta y que le permite dar una vuelta más al trabajo realizado en su análisis en
relación al nombre propio y al deseo del analista.
La emergencia de estos sueños una vez finalizado el análisis no buscan ninguna
interpretación y a la vez no tienen ningún alcance de sentido, es decir, hay un tope al
efecto de lo simbólico. Es por esa característica que se puede estar seguro de que se está
en el inconsciente, el inconsciente real.
Lacan se refiere a la satisfacción del final del análisis –en el Prefacio a la edición
inglesa del seminario 11–, y sitúa el inconsciente en el registro de lo real en la forma de
satisfacción, en oposición a la verdad:
Es decir, hay una marca del final del análisis dado por esta satisfacción. Hay que
haber terminado con la búsqueda de la verdad, con los embrollos y los avatares de su
historia. Al sujeto ya no le interesa seguir buscando la verdad en la cura, no porque esté
agotado, sino porque ha llegado a una transformación del goce. Se abandona el
sufrimiento.Verdad y saber son incompatibles y si la satisfacción del fin de análisis es
“saber inédito”, no puede más que conducir hacia lo que este saber transforma: las
mutaciones subjetivas singulares. Pero también el cambio, la transformación de la
relación con los otros. De este modo la satisfacción ligada al trabajo efectuado en la
cura podría redoblarse con la satisfacción de transmitir un saber que podría servir al
psicoanálisis.
226
También en el Prefacio, Lacan define el pase como la hystorización del análisis –
que no se debe confundir con la hystorización de la vida que es efectuada en el análisis.
Cada pasante privilegia un aspecto en su hystorización del análisis. Lacan se refiere a la
trampa de la historia. “Dejé a la disposición –dice Lacan– para testimoniar de la mejor
manera posible sobre la verdad mentirosa” (1976, 601). Cuando se habla de verdad
mentirosa, no es una descalificación de la verdad. Es una constatación: no se puede
distinguir completamente la verdad de la mentira. El sujeto da su testimonio de esa
verdad mentirosa. La hystorización es precisamente hacer de esta búsqueda de la verdad
una historia que se cuenta. Devolverle a la historia “analizada” su peso e importancia.
Evidentemente, el pase puede captarse más bien en los puntos en los que falla la novela.
Plantea la posibilidad de “alcanzar unos pedazos de lo real”. La relación entre lo
real y la posibilidad de alcanzarlo no excluye las “pequeñas emergencias históricas”.
Ya no es solamente el saber que no hay relación sexual. Es un saber que Lacan
ubica en el registro de lo real. Esto modifica también la versión del Pase: supone que,
habiendo alcanzado el inconsciente real, se ha llegado a saber que la verdad es un
espejismo.No pulveriza el inconsciente, pero lo transforma. Dejando al sujeto más cerca
de la equivocación, de la contingencia, y de lo real, que de la cadena de saber. Solo
cuando ya no hay más sentidos que recorrer y en los cuáles insistir, tratamos con lo real.
En el comienzo del seminario Aun Lacan se refiere a la satisfacción de su “no
quiero ni saber”; se siente satisfecho con el saber adquirido, aun cuando sabe que no
está todo dicho. Quiere también decir que está satisfecho con su síntoma, con el saber
hacer con él.
227
sabía bien el camino y de repente me encontré en otro lugar, no
cualquiera, estaba en la antiquísima parroquia del Cementerio de Caracas.
Todo me empujaba al fin. La salida se produce con el nombre de resto de
goce rebelde. Sucede entonces un desinvestimiento súbito, cae la vía de la
elaboración y se inicia un momento importante de perplejidad que
termina con un: ‘se acabó lo que se daba’. Ya no hay duda, esta vez el
corte no irá acompañado de volver de nuevo. El desencadenamiento de la
salida transporta una certeza y se produce sin esfuerzo. La analista
quedaba atrás… ‘De otra manera’ me dije mientras cruzaba el umbral.
Salida de una sujeto destituida pero no desatada, todo lo contrario; es una
mujer limitada pero decidida. La limitación no es producto ya de la
identificación, sino más bien de lo que resulta como resto de la operación
de separación. Alguien que cada vez tiene que arreglárselas con su
causa… Aún recuerdo la alegría que acompañó a esa etapa conclusiva.
Era descubrir la vida en las pequeñas cosas antaño imperceptibles. La
pulsión se expresaba en toda su magnitud y su esplendor y constancia
imprimían una energía vital en lo cotidiano que me permitían hablar de la
‘fuerza del deseo’.”
Hasta aquí hemos planteado fin de análisis y pase en general, sin distinción de
sexo, a continuación nos detendremos como se juega en las mujeres.
Tanto el acceso al fin del análisis como asimismo a la femineidad son largos y
dolorosos trayectos donde deben atravesarse varios duelos para dar lugar a la
elaboración de la castración.
Tiempo extraño el del des-ser: el sujeto ya no se reconoce en ese significante con el
que se reconocía, hay un vacío con el que cada uno se enfrentará para lograr hacer ahí,
un acto de creación, para arreglarse con ese a que lo causa. Y en esto se emparentan un
final de análisis con la femineidad.
228
los testimonios de pasantes mujeres del desgarro, de la separación del Otro primordial,
“desprendimiento Real del cuerpo de la madre”.
Habrá que despojarse, primero del odio y de la decepción, para poder avanzar en la
ligazón-madre, primera e intensa relación. Allí se volverá a nombrar a aquello a quien lo
unía un entrañable amor desde el cuerpo, desde lo Real del cuerpo de la madre.
Nombrarlo y reconocerlo en esa operación, es también saberlo radicalmente perdido.
Lacan plantea que el sujeto se encuentra al final con el significante que le dio
origen y postulamos, siguiendo lo planteado en varios testimonios, que también con esa
relación con el Otro primordial. Los testimonios de las pasantes dicen mucho de la
ligazón-padre pero también permiten el acceso a ese otro territorio que está más allá del
Padre, más allá del Edipo, resto de la ligazón-madre, ya por fuera de la ley. Acceder a
ese otro territorio del Otro primordial, es la oportunidad para el sujeto de llegar a
imprimir lo más singular y lo más propio, a esa nueva dimensión del deseo que se abre.
Sostenemos que el recorrido de análisis de las mujeres (que podríamos resumir
que va del goce materno al deseo femenino, caída de la demanda materna que opera
como superyó materno y obstaculiza la feminenidad ) se llega a un punto nodal en el
análisis de una mujer, un punto en que no se puede avanzar: el punto en que se re-edita
el vínculo pre-edípico. Es lo que va a dar al análisis de una mujer su fin singular.
Por lo tanto nuestra hipótesis es que es necesario realizar el duelo de la madre. La
ligazón-madre debe irse a pique para que haya fin de análisis. Paso necesario, para
poder acceder a la posición femenina.
En el duelo por la madre hay varias vueltas: en primer lugar aceptar no ser el falo
de la madre,
aceptar que no es posible tenerlo, necesario para “poder duelar” los otros objetos, es la
aceptación de la castración primordial, la que hará posible el fin de análisis. Abre el
acceso al lado femenino, permitiendo el pasaje de analizante a analista. Tal vez
entonces la pulsión conozca otro destino y donde finalmente ese resto de ligazón-madre
encontrará una verdadera pacificación. Algo allí hará sinthome. Permitiendo inventar un
lazo inédito con el otro, con el psicoanálisis. Podemos en esta línea pensar la cercanía
de la posición del analista con la posición femenina.
Ese resto de ligazón-madre tomó diferentes formas en los testimonios de Pase: la
forma de la evitación, que decía del riesgo de encontrarse con lo real de un goce
materno, la de la presencia de vestigios aún no pacificados y finalmente la de una
229
ligazón desligada que permitió el acceso a la dimensión de la causa, a la separación del
cuerpo de la madre y a saber-hacer-con él algo artístico, una forma estética de agujero.
Adriana Missorici es quien más ha resaltado en su testimonio el trabajo realizado en
su cura en relación al duelo materno y su acceso al deseo de analista. Afirma en su
texto, “Testimonio del
Pase” (2004):
Recorto dos de los sueños, relatados en su testimonio, que dan cuenta de este última
separación con su madre. Ambos soñados en las vísperas de las entrevistas con los
pasadores, y que muestran claramente la relación con el superyó materno, aparece una
voz que en el final deja de exigir fidelidad, ya no es ”gociferante”
230
aún esperada en el teléfono cuando ya había muerto. La voz de mi
analista –vacía ya de todo sentido– cuando por teléfono le hablaba
de lo inhumano e irremediable de la separación y del
desgarramiento, en los tramos finales del análisis.
Llegué al segundo encuentro con la pasadora en Blanco y con
dificultad. Y es cuando escucho su voz que comienza a llenar el
espacio, que con cierta claridad pero sin saberlo le digo: Se me
dificulta trabajar acá con vos.En ese momento se precipitó el con
vos por oposición al sin voz.
Fue entonces que dije Basta. La pasadora prestó su cuerpo, dando
sustancia a ese objeto preciso, la voz, objeto real y primitivo. Así,
en este segundo momento de mi pase, la pulsión cercó otro campo:
el invocante. Momento inédito y nuevo que hacía diferencia con mi
análisis.Momento de encuentro con lo real de un resto del cuerpo
materno, del lazo madre-hija, que reclamaba la consumación de un
duelo.Voz como pedazo del cuerpo materno que se desprendió bajo
la forma de un significante: BASTA, su último ruido, su último
estertor. La caída, así que BASTA vino a anunciarla… Ese
significante nuevo producido en el pase, el BASTA, esa relación
con el Otro materno, sólo quedó reducida a una letra: la B. El
último sueño del pase marcó su final:Una carta escrita por mi
madre que decidía ir a morir a otra parte. La carta estaba firmada
tan sólo con su inicial: B. Ya no se trataba entonces de una carta de
amor.Se escribió una carta, una letra...El Otro primordial vaciado
de voz cedió lugar a la letra.
El Basta que le sirvió a mi madre moribunda para decidir bien
morir, el Basta que me sirvió para bien vivir. La B inicial del
nombre de la madre. Letra materna que encontró el reposo y en un
giro alcanzó la escritura de la letra paterna. La B inicial del nombre
del analista...”
231
“Fui para hablar con ella del dolor insoportable, no solo de la pérdida,
sino de esta separación del cuerpo que llamo desprendimiento, ya que
solo se desprende lo que estuvo unido por la sangre. Mi particular
descubrimiento: el fin de análisis de una mujer no es sin este
desprendimiento de lo Real del cuerpo de la madre Del desprendimiento,
de la carne que está unida por la sangre, por la sangre que une y ata, la
sangre fue vino del cáliz.
…Descubrimiento que yo pongo en palabras de una y mil maneras
en mis escritos… Y el cuadro era para ser mirado por otros… Aquella
mirada fue cayendo en el camino del análisis. La mirada que fotografiaba,
mirada demandada, fue duelado junto con el duelo de mi padre. …Su
madre, quien había tenido un primer novio provisto de un cierto brillo
social y económico que su padre no poseía. Tal novio se llamaba igual
que su marido, ahora lo percibía. Ella creía que su madre amaba más a su
propio padre que al padre de la analizante.En el curso de tales
asociaciones, se da cuenta de que el nombre de su abuelo, el nombre del
primer novio de la madre, el nombre del hermano de su madre y el
nombre de su marido tenían letras que pertenecían al final del abecedario:
X, R, S, W, V, letras que para ella estaban en un confuso montón, y que
le era imposible enunciar ordenadamente..Tales asociaciones le llevaron a
reconocer a su madre deseante, deseante de su padre, con quien se había
casado por amor….
232
no hay hijo que colme, sabiendo que es nada más que una metáfora. No es una posición
pura y acabada, sino la posibilidad de ir transitando todos esos lugares.
En cuanto a la posición del analista, éste hará de soporte del objeto a, posición de la
cual también caerá, y esta posición es estructuralmente similar a la posición femenina,
en la que puede jugar a ser objeto, por momentos, y así tener acceso al goce
suplementario, goce de la falta, el goce llamado femenino.
El analista soporta el lugar de “a”, pero allí suspende su goce. ¿De qué manera? Por
estar sostenido en el deseo del analista. Si así no lo hiciera, podría muy gozoso ser
objeto “a” del fantasma que allí se construye, lo cual remite a un goce masoquista,
volviendo el análisis interminable, el lugar del analista, por el contrario, está vaciado de
goce.
Sin embargo, podemos pensar que, independiente de su sexo, al final del análisis,
hay un acceso a la posición femenina, pasaje de analizante a analista. Momento
privilegiado de encuentro con lo Real. Si el analizante no llegó de alguna manera a la
posición femenina, es decir, a reconocer la inexistencia del Otro, tampoco hay fin de
análisis.
233
es el rechazo a ser semejante a la madre. Y en consonancia el desamor del
hombre cuando la ha hecho madre. Devenir la Otra Mujer fue la manera
hallada para sostener el deseo del hombre, su elegida y favorita. Dice
Miller: ‘Querer ser la Otra mujer es una solución que se propone al deseo
femenino’. Si mi debate circulaba entre ser la Otra Mujer o la madre, los
artificios y maniobras construidas en el análisis permitieron ser una y la
otra para el mismo hombre... Le digo a mi analista que en mi fantasía él
me quería más femenina… Pero eso no, es algo más de lo que no cambia.
Sin embargo, agrego, soy mujer y mi goce, asumo, es singular. El
activismo en mi lazo al partenaire no impide que a nivel del goce se trate
de una identificación al objeto. Hay la condición de lo femenino en un
hombre para que el rasgo primario de perversión funcione. Que el amor
del hombre como sucede cada vez que un hombre ama, lo feminiza. La
identificación viril sostenida en el agente de la reparación no implica ni
un complejo de masculinidad, ni un querer poseer los atributos viriles.
Implica saber ser la Otra... Ser original era la vía para sortear el riesgo de
la tontería materna. Luego de transmitirle algunas cosas sobre mi caso…
Antes de volver a despedirme me pregunta qué voy a hacer, con toda
certeza le contesto, el pase. Tenía una inmensa satisfacción, algo de la
que me daban los estrenos cuando hacía teatro y algo de otra cosa que no
sé bien y que es nueva…”
Hay una afinidad entre el psicoanálisis y la histeria. Habría que definir qué es una
mujer, si eso fuera posible, para interrogarnos respecto a la analista mujer: llamamos
“mujeres” a esos sujetos que tienen una relación esencial con la nada; de ahí la conexión
directa entre las mujeres y el semblante, porque justamente el semblante tiene por
función velar la nada, dice J.A.Miller en “De mujeres y semblantes”(1993)
Pero debemos tener en cuenta que Lacan favoreció la posición histérica en la
institución y la posición femenina en el análisis. Dominique Laurent afirma justamente
en su texto “El analista mujer” (2005) que los carteles del pase constataron que los
hombres tienen más facilidad para hablar del fantasma, pero mayor dificultad para situar
lo que tiene que ver con S(A/). En las mujeres, al contrario, hay más facilidad de captar
el más allá del fantasma, aunque no siempre sea fácil cernir el significante del Otro
234
barrado. Es decir, que el llamado de amor insaciable del Otro es más fácil de captar en
las mujeres. El amor se inscribe en una relación al Otro de la incompletud. Y también es
el goce más allá del falo que interroga específicamente la posición femenina. Ir más allá
de la dificultad del sujeto histérico con su madre hacia el S(A/) es un recorrido analítico
difícil.
Es interesante detenernos en las razones de elegir un analista mujer. Del lado mujer
se la puede buscar: para encontrar una madre; para interrogar la feminidad; evitando al
hombre, evitando una posición paterna, etc. Y del lado hombre: para no encontrar un
padre; eligen una madre; para que sea una excepción en la serie de mujeres que son para
él intercambiables. En todo caso, el analista no debe identificarse con el lugar que le es
asignado por el fantasma, sino apuntar a la diferencia radical entre S (A/) y a y esto es
independiente del sexo del analista.
235
para comenzar ese análisis. Mi tercer análisis se inicia a la búsqueda de
una voz que me había ensordecido y que había quedado congelada a la
espera. Dos décadas después me dirigí a él y con ese analista llegué al
final… No me daba una nueva cita. Era yo quien le preguntaba, ¿cuándo
vuelvo? Lo femenino asoma cuando dejo de ser la voz para el padre. Una
voz que se silencia. Un silencio que no es mudo.”
Deseo del analista: no se trata del deseo del sujeto, sino del deseo desde el cual
opera en tanto psicoanalista, no es el deseo de ser psicoanalista. Es lo que lo sostiene en
su acto, lo que hace por ejemplo que empuje a sus analizantes a no detenerse en los
momentos difíciles o que se oriente en la estructura. No ceder en su acto es el corolario
del deseo del psicoanalista. El analista debe ir más allá, animarse a atravesar la puerta
del saber, para dar cabida a un deseo nuevo, inédito. El deseo del analista es un deseo
donde el Otro falta, más allá de los ideales, soportando el rechazo de la humanidad, la
que no quiere saber.
La función deseo del analista, es hacerse causa del deseo: “hacerse una causa de un
plus de gozar”, una pequeña ganancia de goce, un pequeño plus que responde al menos
de goce de la castración. El deseo del analista en la medida en que es un deseo de “la
diferencia absoluta”, es un deseo de revelación de lo que es el sujeto.
Al final del recorrido el sujeto es él el nuevo analista, ha llegado al lugar donde
siente deseos de retornar la experiencia con otro sujeto. Ha pasado al lugar del analista,
a asumir el deseo del analista Lacan postula que este deseo adviene en el curso de un
análisis cuando es conducido hasta sus últimas consecuencias. Ir más allá del
desciframiento del saber inconsciente, aquello que lleva al encuentro con el objeto
pulsional que aloja para el sujeto la causa de su deseo.
Destitución del sujeto, des-ser que es efecto de la caída de las identificaciones., y
encuentra al sujeto en el punto fundamental de falla de los nombres del padre. El
analista cae como resto, pasa a existir en el tiempo verbal del “habiendo sido”. En “La
nota a los italianos”, Lacan sitúa al analista, una vez más, en el lugar del desecho, y de
esa condición dice que “lleva la marca y la responsabilidad de haber transmitido un
deseo inédito”:
236
“Debe haber circunscripto la causa de su horror, el suyo propio, el de él
separado de todos, horror de saber […] si ello no lo lleva al entusiasmo
bien puede haber habido análisis, pero analista, ni por asomo.” (LACAN,
1972)
“Si tengo que decir en una fórmula qué tocó el pase, qué pude verificar
sin haber tenido la intención de hacerlo, podría ser: despertó una
exigencia ética del deseo del analista, que había leído muchas veces en
los libros, pero que nunca me había tocado, hasta después del pase. […]
Deseo del analista, fórmula a veces ya gastada, es deseo y no goce, pero
es un deseo que se funda en lo real del goce. La ética del cínico es goce
sin conexión al Otro del deseo, sino al Otro del cuerpo; la ética del
analista, en cambio, es una ética que anuda deseo y goce. El pase, puedo
concluir, permitió este pasaje de la posición cínica a la del analista, en
tanto el acto de hacer el pase es el acto de llevar al Campo del Otro, el
Otro vaciado de su ser, ese resto éxtimo de goce producido en el fin de
análisis, y que en el pase devino letra. […] Si mi análisis condujo a la
caída y destitución de las cicatrices del Edipo y, al despejar su causa, al
surgimien-to de un sujeto nuevo, el pase fue la conclusión de un camino
cargado de escansiones, el camino de la interrogación de por qué el
psicoanálisis, y a la verificación de un deseo nuevo, el del analista. Un
camino que fue en mí como supo decir Lacan: ‘Yo no tuve que ponerle
ninguna intención, sólo tuve que seguir’, y yo agrego: seguir es una
decisión. Todo en el psicoanálisis se sabe después; así el pase como acto
exige que el analizante que devino analista continúe, siga, en tanto
analizante la lectura de cada vuelta inédita de la pulsión en su nuevo
destino: el del bien decir en la transmisión de su acto.”
237
Es a través del dispositivo del Pase y los testimonios recogidos que ha permitido
enterarnos qué hace un psicoanálisis con un sujeto, cuáles son las transformaciones de
su síntoma, los nuevos destinos de la libido que la salida deja disponible para otros
fines, cuál es la ganancia de deseo, cuál es el estatuto del Otro, cómo se vive la pulsión
luego del final, cómo pudo ponerse un punto de capitón al puro deseo de decir (tope al
inconsciente transferencial), hasta considerar cómo el sujeto arribó a un saber hacer con
el sinthome.
238
Lacan plantea un saber que ubica en el registro de lo real. La definición de Lacan
sobre la que se asienta una nueva versión del pase es “una puesta a prueba de la
hystorización del análisis”. Se trata de un saber hacer con los restos, los trozos de real
encontrados de modo de hacer con ellos una historia que se cuenta. Dicho de otro modo,
este deslizamiento es el de renunciar al saber sobre la verdad para apuntar a un saber
sobre lo real. Ya no es solamente el saber que no hay relación sexual. Aparece como
central la noción de satisfacción, no sólo la satisfacción alcanzada por el sujeto en el
final y que resuena sobre el fondo de la insatisfacción neurótica, sino también la idea de
que en el procedimiento del Pase resulta crucial “obtener la satisfacción de los colegas”.
Lacan funda la Escuela en 1964, para que ahí cada analista diga ante su comunidad
las razones de su práctica, de su acto.
El pase es una tarea de Escuela, lo oferta y se elige pasar o no por dicha
experiencia. Con la introducción del Pase, propuesto por Lacan en “La proposición del
9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela”, se instala la cura en el
corazón de la experiencia analítica, el analista mismo se propone como verificación.
El pase es un nuevo procedimiento para ser psicoanalista de la Escuela, dejando de
lado los sistemas burocráticos de análisis del analista conocidos hasta ese entonces. El
analizante toma la palabra, anula el poder del didacta, denuncia la jerarquía analítica, no
hay una valorización de su experiencia. Se distingue desde el comienzo de los
procedimientos de habilitación tradicionales, ya que se sitúa en el campo de la auto-
autorización. Ya no será su analista, sino él mismo el quien se autorice y desee
someterse a la verificación de la Escuela, toma a su cargo la tarea de dar cuenta a Otro,
que ya no es el analista, de lo que ocurrió en su análisis. Ya no anuda la pareja
analizante-analista, sino analista-Escuela
Nos encontramos con dos principios enunciados en distintos momentos por Lacan:
El analista solo se autoriza de sí mismo y el analizante hace el pase para hacerse
autorizar como analista de la Escuela, principios que aunque parezcan contradictorios,
los dos son solidarios. Lacan posteriormente aclara que el autorizarse de sí mismo
conlleva una decisión que jamás se toma aislada, sino más bien equivale a un
“autorizarse de sí mismo y de algunos otros”.
239
En la “Nota a los italianos”, texto tardío de la enseñanza de Lacan, hay
formulaciones fuertes, entre ellas, afirma que el análisis es así necesario pero no
suficiente para garantizar que ex-sista analista. Agrega que no hay analista a no ser que
le surja el deseo de ocupar el lugar de desecho de la docta ignorancia de la humanidad.
Una tesis fuerte de Lacan es que al final se da un pasaje de analizante a analista. Al
crear el dispositivo del pase Lacan apuesta por captar ese acto en el momento en que se
produce, como menciona en su “Discurso a la EFP”. Lo que pide a los que participan
de esta experiencia es intentar cernir cómo se produjo eso nuevo que produce el acto, ya
que implica un antes y un después produciendo el advenimiento de un sujeto destituido,
un sujeto nuevo.
240
transmisión la diferencia entre el testimonio dado como pasante a los
pasadores en el procedimiento del pase y el testimonio dado a la comunidad
al ser nominado AE, es a partir de esta elaboración del testimonio donde
podemos decir que surge un saldo de enseñanza sobre los problemas
cruciales del psicoanálisis. El pase requiere cierta reserva, cierta discreción
pero al mismo tiempo apertura, hay que pasarlo a la comunidad. En los
testimonios se sitúa un núcleo de verdad particular, del cual surge la
elaboración de saber que se vuelve transmisible, posibilitando esa inédita
articulación entre lo más singular del sujeto y lo generalizable de un saber
expuesto. Es de destacar que son justamente los testimonios de los AE
publicados, los que fueron expuestos a la comunidad, los que nos
permitieron realizar la presente investigación.
2. Dos nominaciones otorga la Escuela: AME o analista miembro de
la escuela. La escuela lo reconoce como psicoanalista que ha probado ser tal.
Por su contribución al psicoanálisis, por su enseñanzas, análisis realizado. Es
un título que no se demanda sino que es otorgado por la comisión de la
garantía. AE o analista de la Escuela. Es una función que dura tres años.
título que se demanda. Recordemos la propuesta original de Lacan: se
imputa al AE ser de aquellos que pueden testimoniar sobre problemas
cruciales en los puntos vivos en que están para el análisis, especialmente en
tanto que ellos mismos, los AE, están en la tarea o al menos en la brecha de
resolverlos. Se lo llama pasante cuando se encuentra dentro del
procedimiento.
3. Pasante: se espera de ellos que puedan testimoniar sobre algún
punto del análisis, y particularmente sobre cómo accedieron a la posición de
analista a partir de su propio psicoanálisis. El pasante es aquel que desea
testimoniar acerca de su pasaje de analizante a analista, cuenta si su análisis
fue llevado hasta su fin y si puso en juego su deseo de analista.
4. El pasador: cada uno de los pasadores son propuestos por su
propio analista. Un AME designa entre sus analizantes a aquel que cree que
está en condiciones de escuchar al pasante y transmitir su testimonio. La
función de pasador, está en el centro del dispositivo del pase ya que es quien
recibe el testimonio del pasante y lo transmite o lo hace pasar al cartel. El
pasador es el elemento bisagra del dispositivo del pase. Está en una posición
241
de mediación entre el pasante y el Cartel del Pase. El cartel recibe por
separado a cada uno de los pasadores, el número de pasadores para cada
pase es dos. Mi experiencia como miembro de un cartel, me permitió
apreciar las diferencias entre los pasadores que habían escuchado a un
mismo pasante: diferencias de estilo, de modalidad de presentarse ante el
cartel, de lo que escucharon. Hay distintas formas que puede tomar la
transmisión, incluidos lapsus, olvidos, y otras formaciones del inconsciente.
El pasador “padece del testimonio” hasta que lo transmite, por eso Lacan
dice que el pasador “es el pase”. Lacan utilizó la metáfora de placa sensible
al referirse a los pasadores. Debe producir un testimonio justo sobre el
pasante y permitir entonces tomar al jurado una decisión. Lacan dice en el
texto “Sobre la experiencia del pase”: es importante que el que oye al
pasante no se muestre altanero, se espera de ellos (los pasadores) que “no se
la den de analistas”, y se espera de él un importante trabajo psíquico que
consiste en un testimonio, en la transmisión de una experiencia. No ocupar
la posición del analista permite una corriente de confianza y solidaridad
entre la pareja pasante-pasador. Ambos están en la posición analizante, uno,
el pasante, que “se autoriza de sí mismo”, y el otro, el pasador que está en
un momento cercano al del pasante, al borde de un franqueamiento. Sin
embargo y a pesar de la corriente de confianza existente, la función de
pasador exige que éste cuide de no pervertir el dispositivo con su propio
fantasma. Lo extraído del testimonio del pasante se articula al saber
adquirido en el propio análisis del pasador. Por eso no se trata de ser sólo un
simple mensajero, de trasladar de un lugar a otro el texto literal que otro le
ha dado a llevar, sino que el testimonio del pasador debe permitir que algo
pase para que el cartel pueda llegar a una decisión.
5. El cartel del Pase: si hay un peligro en el procedimiento del pase
es de hacer de él un ideal de escuela, y no un procedimiento de investigación
(sumergida totalmente en la clínica psicoanalítica) y nominación. El cartel
del pase escucha “la última historia que el pasante se cuenta”. Interroga la
multiplicidad de soluciones encontradas en aquellos que han llegado al
Inconsciente Real, es decir, que han llegado a elaborar lo simbólico incluido
en lo real, que es la verdad mentirosa del síntoma. Por eso remarcamos que
la experiencia del pase no deja de ser un acto clínico, distinto a una cura,
242
pero clínico en el sentido de que lo que importa es lo inconciente y no la
escena en sí misma.
Pero ¿Cuál es la posición de los miembros del cartel? ¿Están allí como
analizantes o como analistas? Si bien creo que la posición que más conviene
a un miembro de un cartel del pase es la de analizante, en la perspectiva de
ofrecer su escucha no desde el lugar del sujeto supuesto saber, a la vez se
toca con la posición de analista en el punto de sustraerse de su propio
fantasma y sus prejuicios. Debe dar por un lado lugar a la singularidad de
cada sujeto, y por otra parte existe la imposibilidad de pensar una decisión
sobre un pase sin que esté en juego la teoría del fin del análisis, lo cual
implica una generalidad opuesta a la singularidad. Entonces debemos
advertir que lo que se nomina es algo singular, de cada pase. Lo nodal es lo
que el psicoanálisis puede aprender de los testimonios: “lo vivo” de la
experiencia del analizante. Lo más impactante para los miembros del cartel,
es cuando se logra la transmisión por los pasantes “de un trozo de real” a
partir del cual parece jugarse toda la existencia. Este aporte es el que
justifica el carácter de “investigación” que tiene el pase, sobre todo
investigación sobre la operación “fin de análisis” A pesar de tantos años de
historia, de años de análisis hay testimonios que permiten realizar una
reducción muy impresionante de todo el discurso de sujeto algunos
elementos mínimos y princeps. Lo cual es producto de la reducción operada
en su análisis pero también favorecida por la forma de transmisión indirecta
del pase. Es de destacar que “reducción simbólica” la realiza el propio
inconsciente en el final de análisis y una función del pase es que reaparezca
en el pase bajo el testimonio de sus efectos y consecuencias que han dejado
en el pasante.
243
del decir de la analista, (es decir de su interpretación ajustada, a tiempo),
se había revelado y su verdad la atestiguaba la caída de la angustia, en
otro tiempo, compañera inseparable… Esa palabra era una conclusión
sobre ese modo tan mío, tan propio que había tenido de hacer de la
castración, un adorno. Lo que me permitió dar cuenta de mi análisis en el
proceso del pase, fue la sencillez de aquello que logré entender, si lo
entendía era entonces fácil de transmitir. La sencillez era dada por la
posibilidad de condensar, de poder reducir el material que año tras año
había logrado transferir a un papel… Concluí mi análisis con la decisión
anticipada del pase, estaba tomada desde antes. Si al comienzo está el
deseo decidido, al final del trayecto aparece nuevamente la cuestión de la
decisión y no de la autorización. La decisión por este paso era leída desde
una libertad tal, que arriesgaba hasta el equivocarse.. Fue un encuentro
afortunado que me indicaban nuevamente, como sujeto del síntoma, del
dolor, se levanta de la escena fija de su fantasma en donde aparece
arrodillada, y se encamina hacia cualquier lado que su deseo le dicte...”
¿Qué evalúa el cartel del pase? Una pregunta que no tiene una sola respuesta, ya
que hay diversidad en los jurados del Cartel del pase (Son 5 integrantes: cuatro y un
más uno)
La nominación no es aprobar el análisis, que es otro de los prejuicios que circula
como resistencia. No se nomina ni al ego, ni al sujeto, no es un reconocimiento. Apunta
a algo de la falta. Ni siquiera es una jerarquía. La nominación no responde a la pregunta
por el ser del analista, no dice lo que es, sino a la pregunta sobre si lo hay o no:
244
“La tarea y el acto de la nominación quedan a merced de la frónesis, de la
prudencia del cartel. La tarea es imposible, la decisión implica una cuota
de azar y de arbitrariedad (en el sorteo de los pasadores, en la sensibilidad
y la empatía entre los integrantes del jurado, y hasta en factores
idiomáticos), y sin embargo, este dispositivo es el mejor que se ha
inventado para iluminar un aspecto clínico, epistémico y ético que es
inabordable desde los otros dispositivos del psicoanálisis: el acto analítico
considerado como pasaje de analizante a analista.” (LOMBARDI, 2011,
143)
Es una manera de tener otra distancia frente a su propio análisis, permite ver su
propia neurosis con relación al psicoanálisis, a la teoría y a sus problemas. Aquello que
le enseñó ese análisis, ya no lo guarda para sí, sino que lo transmite a los otros
(FARÍAS Y OTROS, 2011).
Pedir el Pase es poner en cuestión con fines de examen la propia destitución
subjetiva. En muchos casos presentarse al pase es para compartir el descubrimiento de
haberse dejado encontrar por el inconsciente, el entusiasmo lo empuja a decir, a
certificar la ex-sistencia del inconsciente, del que intentará dar cuenta en el pase.
Los testimonios suelen referirse, en forma muy diversa: haber sentido cierta
“imposición”, certeza de que debían pedirlo, sin importar demasiado cual sería el
resultado final, un momento que no debían dejar pasar.
En algunos se les precipita como “necesario”, casi en forma inmediata de la
finalización de su análisis y quizás como una prolongación del mismo, como forma de
terminar de desprenderse de su análisis; en cambio en otros les aparece ese momento
245
luego de varios años de haber finalizado su cura, de haber dado varias vueltas, de ya
estar establecidos como analistas, considerando que el momento institucional los
entusiasma para poder compartir su experiencia de análisis con su comunidad.
Podemos pensar que “una verdadera” demanda de pase implica en sí misma un
acto, el que siempre está a cargo del sujeto, pero hay que considerar que algunas
demandas que no pueden considerarse actos sino más bien pasajes al acto o actings out.
Para algunos el pase opera en realidad como una demanda de reconocimiento, demanda
de amor, de seguridad, su decir no está separado de las sujeciones a la demanda del
Otro. Impasses que toman diferentes formas, y que no implica que no haya habido
efectos terapéuticos. El cartel puede dejarse enseñar por los impasses, se aprende tanto
como de las experiencias logradas.
Leemos en el testimonio de Trinidad Sanchez de Biedma, “Por una razón”:
“Un día supe que había llegado donde iba. Detenía mi andar sabiendo que
se había producido un cambio en mi persona, un viraje. No solo se había
modificado la angustia sufriente del comienzo, sino que también se
arribaba a un goce digamos satisfactorio, propio de la vida… Y fui al
pase, fui con la intención de hablar de un análisis que había finalizado
varios años atrás y que había organizado en una escritura… Se va
construyendo en el curso de las entrevistas con los pasadores una lógica
de la cual se sabía desde antes; pero que nunca se había articulado en un
decir, en un dicho… ¿Qué se puede trasmitir de ese viraje subjetivo que
produce un análisis? Se puede transmitir un rasgo, origen del significante,
matriz de la repetición inaugural y del sufrimiento. …. El análisis me
permitió acceder a una palabra: palabra perfectamente situable en mi
historia y que revela la demanda del Otro y una visión de la castración
materna. Palabra que recubre el goce pulsional. Un significante que se
juega tanto al comienzo como en el desenlace de la transferencia, que
Lacan llamó modelo de la neurosis y que se deja leer en el pase… Objeto
que producía cierta voluptuosidad, así como una cierta versión degradada
del amor… El sujeto puede decir lo que ha sido, la negativa con que se ha
ofrecido al Otro para engañarle sobre su deseo verdadero. La escena del
fantasma, es la del sujeto del inconsciente, posibilidad que le permite
convocar a la vez al verdugo y a la víctima gozante en una misma escena.
Del sujeto angustiado, aplastado por el objeto, a un sujeto con un saber.
Atravesar la experiencia del pase me permite ver con mayor claridad la
246
posición subjetiva, posibilidad que legitima volver a la vida de otra
manera. Pasaje de la pasividad a la actividad que no es activismo. Del
sujeto que “sostenía” las desgracias del mundo, incluyendo las de sus
pacientes, a un, deseo de la escucha de la diferencia, más allá de la
historia de las vicisitudes, propias de cada quien. El final se hablaba
mientras que la libido analizante no se agotaba y por otra parte no tenía
ninguna idea de por dónde esto iba a surgir. Esto surgió en el momento en
el que digo, a la salida de una sesión, un enunciado cuya contradicción
me capta. Es una revelación que testimonia la caída del Sujeto-supuesto-
Saber y permite que se desprenda una última forma de lazo alienante al
amor. Lo que sigue es el pase…
247
GUÍA 5: FINAL DE ANÁLISIS Y PASE
248
Indicadores1: Efectos analíticos
Indicadores2: Sinthome
1.5 ¿Cuál ha sido el destino de la transferencia (a) y cómo da cuenta de ello (b)?
Texto: Es un momento de separación del Otro. La separación del final del análisis.
Lo que es posible o no. La relación con lo imposible y lo que ese cambio le permite
al sujeto. La separación es no tener más el soporte del Otro, ya no espera nada del
249
Otro. Un significante extraído de un sueño, el nombre de un objeto encontrado en
un viejo maletín de herramientas, es un galicismo, es Cizalla, producto del cruce de
ciceau y tenaille, tijeras y tenazas. Es una herramienta que hace el corte sobre el
metal pero también nombra los recortes de metal, es también resto que queda al
cortar, es instrumento corte y resto. Creo que ejemplifica muy bien la separación,
el corte y el plus de gozar que queda después de ese corte. Lacan en el seminario la
angustia habla del objeto a como teniendo funciones diferente, una función de
corte y una función de resto. Es un final de análisis en dos tiempo, un primer
tiempo que deja al sujeto en una posición de vulnerabilidad, separación
precipitada, producida por un decir no a una sugestión del Otro. Un sueño
instaura nuevamente la transferencia en el que se pone en primer plano la cuestión
del lugar, el enfrentamiento con la muerte y la relación con el psicoanálisis. Un
segundo tiempo donde es la posición ética frente al goce, la que está en primer
plano. La decisión de ocupar para otros ese lugar de deshecho y acompañarlos en
el itinerario que los lleva a su propia falta en ser, entonces operará como analista
por lo único que garantiza su acto: El deseo del analista. Al final el sujeto se realiza
en tanto falta “final de partida perdida, final de perder”. Indicadores1:
Restos a perrder
Indicadores2: Duelo
250
pero que implica también estar dispuesto a todo! Estar dispuesto hasta a morir.
Esa palabra enigmáica me presenta, la importancia de hacerme un lugar. …Estar
dispuesta a todo hasta a morir lo que implica arriesgarse a vivir. Implicaba
acabar con la historia.
Indicadores1: Sueños
Indicadores2: Cernir lo real
1.7 ¿Cómo se testimonia de la marca del deseo materno al deseo del analista?
Texto: Durante mi primer análisis murió mi madre, el efecto de ser expulsada que
me produjo su muerte, fue algo que no pudo manejarse en el análisis, mi
transferencia se callo y se instaló en Francia, tome la decisión de ir a ese país y me
fui con mi familia, para mi el análisis tenia un fin, era como una promesa que
encontraba en la teoría de Lacan y tuve que atravesar el atlántico y aprender otra
lengua y otra cultura para terminarlo.El hecho de ir a Francia con mi familia para
continuar el análisis, lo he nombrado “la travesía del Atlántico” durante la fase
final del análisis soñé que para salir tenia que dar cuenta del recorrido hecho, sino
no podía salir. A partir de ese momento empecé a escribir sobre mi experiencia…
Indicadores1: Sueños
1.8 ¿De qué modo se verifica la validez del dispositivo del Pase para terminar de
concluir un análisis?
Texto: Después de hacer el pase tuve un sueño en el que hacia una travesía que
pasaba por la casa de mi analista, por el arco del triunfo y por parajes selváticos.
Partiendo de los andes colombianos me embarque en un recorrido que me llevo,
como un río con momentos de calma y otros de remolinos, a llegar al otro lado.
¿Que hay al otro lado? Una perspectiva del recorrido.Es un atravesamiento que te
atraviesa y ya no eres la misma, no es sólo lanzarse al agua “tirarse al cauca” sino
también atravesarlo y llegar al otro lado, recuerdo una intervención de mi analista
en un momento en que me referí de nuevo a esa frase, me dijo “usted ya está al
otro lado” pero aún tenía que correr mucha agua debajo del puente antes de
terminar el análisis.
251
Capítulo 8
252
La enseñanza de los testimonios
253
sobre la manera propia de arreglárselas con la falta y de compensarla. Muchos se
refieren al “efecto de satisfacción” obtenido al final. Hay una nueva disposición de la
libido, que se invierte en el trabajo, en el amor. Algunos testimonian de que en el pasaje
de la impotencia a lo imposible, lograron una sorprendente alegría con las cosas simples
de lo cotidiano.
Recordemos que para el psicoanálisis no hay dos representantes en el inconsciente
de la diferencia de los sexos. Hay un solo significante, el falo, que va a distribuir el
reparto entre masculino y femenino, el cual es considerado el operador estructural de la
castración. Hemos hecho hincapié, de diferente manera, en que un sujeto debe elegir su
sexo inscribiéndose en función de su modo de gozar; no depende del sexo biológico
sino de la lógica distributiva del significante fálico.
Ubicamos el punto problemático de la sexualidad femenina en la obra freudiana y
el callejón sin salida que plantea al enunciar el primado fálico rescatando los aportes
realizados por Lacan para superar los impasses freudianos. Al ubicar a las mujeres en
“todas fálicas”, Freud queda prisionero de una lógica universal, que lo limita para
abordar el enigma de la feminidad. Freud centra el límite del análisis en el punto de
detención que consiste el complejo de castración.
Lacan agrega al campo freudiano, especialmente, el “dominio del real” femenino.
Sirviéndose de Freud, va más allá del goce fálico, abandonando la lógica de supuestas
totalidades: hombre, mujer, para incursionar en la inconsistencia del no-todo. Se
deduce que lo femenino es distinto de la castración y la pura falta. Lo que permite ir
más allá del Edipo, cernir un el goce femenino y el pasaje de la identidad sexual a la
sexuación
La sexuación nos permite hablar de un proceso complejo y sobre todo de una
elección propia de cada uno, articulada en torno a identificaciones edípicas, a fijaciones
de goces y fundamentalmente a una decisión en cuanto a la castración, siendo operativa
la inscripción de la castración de la madre, en cuanto Otro originario, como operador de
la diferencia sexual. Se supone así no sólo la asunción del propio sexo, sino también la
aceptación del sexo del Otro.
Lacan extrae de esa indeterminación –que no haya partenaire prefijado en el
inconsciente–, el planteo del no-todo (en la sexuación femenina) y su correlato en el
objeto a. El objeto a, finalmente, es el único partenaire posible en la medida en que no
hay otro sexo. Si el objeto a está ubicado del lado del no-todo; esto quiere decir que es
allí donde el analista encontrará, más allá del impasse de la castración –en lo que Lacan
254
llamó el Pase– la posibilidad de hacer funcionar el discurso analítico como causa del
deseo del analizante.
255
Los testimonios nos enseñan cómo llegar a “tener un cuerpo”, hacerse de un cuerpo
de mujer a partir de la experiencia analítica. Muestran cómo el síntoma se va
modificando por la intervención del analista a lo largo de la cura, y un cuerpo que se
transforma con él.
El rechazo del cuerpo aparece en diferentes versiones: anorexia; sensaciones de
pérdida, desmayos, limitaciones del movimiento, del habla, de la visión, la modalidad
de ausentarse, desaparecer, forma de no poner el cuerpo.
Se produce entonces la transformación de un cuerpo mortificado y aplastado en el
discurso, a un cuerpo que puede alojar y soportar una satisfacción, se abre una vía
posible para encarnar un cuerpo de mujer. En palabras de una de las pasantes:
256
vía en la roca de castración planteando un más allá del Edipo, donde sitúa a la mujer
tachada, Otra, no toda ocupada del hombre o del niño, en este caso.
La ligazón-madre debe irse a pique para que haya fin de análisis y para eso son
necesarias sucesivas vueltas del análisis, o de la vida. Paso necesario para poder acceder
a la posición femenina.
Nuestra hipótesis es que el duelo de la madre vuelve a aparecer en el fin de análisis
y muchas veces es necesario para terminar de disolver aquella vieja relación.
Lacan plantea que el sujeto se encuentra al final con el significante que le dio
origen y postulamos que también con esa relación con el Otro primordial.
Los testimonios de las pasantes dicen mucho de la ligazón-padre, pero también
permiten el acceso a ese otro territorio del Otro primordial, que está más allá del Padre,
más allá del Edipo, resto de la ligazón-madre.
Ese resto de ligazón-madre tomó diferentes formas en los testimonios de Pase: la
forma de la evitación, que decía del riesgo de encontrarse con lo real de un goce
257
materno, la presencia materna en los sueños del final: frases, despedidas, la de la
presencia de vestigios aún no pacificados y una ligazón desligada que permitió el acceso
a la separación del cuerpo de la madre y a saber-hacer-con él y darle otro destino.
La “cosa materna” toma una dimensión diferente en las mujeres, no sólo porque
una mujer se relaciona con ese lugar otro por medio de su propio cuerpo sino porque la
mujer está siempre sobrepasada por lo real.
Hay una insistencia en los testimonios de pasantes mujeres del desgarro, de la
separación del Otro primordial, “desprendimiento Real del cuerpo de la madre”.
258
Lacan señala al final de su enseñanza una oposición entre el hombre y la mujer.
Para todo hombre una mujer es un sinthome, en cambio para la mujer el hombre puede
ser una aflicción o incluso volverse un estrago. El estrago es la otra cara del amor. El
sinthome permite una relación aunque sea imposible la inscripción de la relación sexual.
Si bien los celos son intrínsecos al amor y están presentes tanto en hombres y
mujeres, aunque de diferente manera, y determinan diferentes posiciones del sujeto en la
forma de amar, en muchos pueden llegar a convertirse en un síntoma atormentador.
Para las mujeres el amor es celoso y exclusivo. Celoso lo es porque demanda el ser.
La celotipia es típica de la histeria, ya que se interesa en los signos del deseo del otro.
Tiende a delegar en la Otra lo que concierne al deseo, modo de interrogar cómo es
deseada una mujer. También le sirven de sostén para su fantasma de exclusión y de
sustracción al goce.
Varios testimonios de las AE dan cuenta del sufrimiento ocasionado por los celos.
Al ubicarse ella misma como objeto del deseo masculino, la mujer se vuelve más
dependiente de los signos de amor de su partenaire. En la medida en que el partenaire se
ubica del lado del S(/A), el retorno invertido de esta demanda ilimitada es devastadora.
Retorna bajo la forma de estrago producida por ese goce Otro que hace a una mujer.
Encontramos que los testimonios de las AE hablan mucho sobre el amor y muestran
una estrecha relación entre amor-muerte y amor-estrago. Dicen de un goce y un circuito
pulsional que fija y determina la repetición; y que condiciona la forma de relación al
partenaire. El hombre puede inscribirse muy rápido como estrago para una mujer, a
partir de eso que revela para ella: el engaño del amor. Devastadas por el amor, pero con
su contracara demandante hacia el partenaire, el amor puede así tomar las formas más
locas. La persistencia de la demanda deja a la mujer sometida a las exigencias sin
límites de un otro real, el superyó muestra su cara de imperativo. En algunas, su ser se
sostiene por la mirada del Otro, acompañado de celos insensatos (separarse del hombre
es derrumbarse), puede tomar la forma erotomaníaca o, incluso, estar identificada al
objeto idealizado o perverso.
Los testimonios muestran que el transcurso del análisis permite situar, por medio de
la ordenación simbólica, el exacto orden del deseo y salir de la tragedia edípica; el
superyó muestra entonces su cara de imperativo de goce y se presenta como un Otro
tiránico que ordena traspasar todas las barreras e ir más allá del placer, del dolor y del
pudor, pura pulsión de muerte
259
En muchos hombres los celos reflejan el temor de no poder responder a la demanda
femenina, forma de acusar su impotencia. Para ellos, la mujer se vuelve síntoma en
tanto que encarna el lugar del objeto a, su objeto de goce en el fantasma y eso produce
su deseo. Podemos decir que un hombre elige a una mujer en función de su
inconsciente, de los signos que reconoce en ella. Para hacer de una mujer su síntoma,
necesita creerle. Hay que tener en cuenta que, una mujer, consiente ser el objeto de un
hombre a condición de ser la única.
En varios testimonios de AE masculinos aparece la estrategia de retener al Otro, al
partenaire, como manera de rechazar la heterogeneidad radical del Otro sexo según la
lógica del fantasma, el rechazo de lo femenino.
260
Lacan dice que el sujeto femenino ejercita su función imperativa del goce cuando
trata de alcanzar la alteridad femenina en el goce sexual. Alcanzar a otra en ella misma
es experimentar la infinitud, abolirse en Otro-a. Lo que hay de insoportable en la
relación entre dos seres, no es la mujer como sujeto, sino la exigencia de infinitud del
cuerpo, de ese otro goce. Es por el no-toda fálica que la mujer tiene una relación directa
con la alteridad.
El hombre trata de alcanzar la alteridad femenina por el camino del objeto a, el
objeto que viene en el lugar de esa alteridad imposible de alcanzar.
Los modos de gozar de los seres hablantes determinan su repartición en posiciones
sexuadas y los matices de entrecruzamiento entre el amor, el deseo y el goce. Se trata
más de una repartición: la castración del lado hombre y la división del lado mujer.
Lacan remarca como operador central de sexualidad femenina a la privación.
Todos los testimonios dan cuenta de que el atravesamiento de una cura no es sin
conmover las modalidades de goce que determinan la posición subjetiva. Se infiere que
el análisis recorta un modo de goce que se repite en los lazos con el partenaire amoroso
condicionándolo
Hay referencias al goce, aunque cada una de manera diversa y singular: algunos lo
relacionan al síntoma, otros a la sexualidad, en varios casos el goce genital es vivido
como amenaza a la integridad del cuerpo. En otros testimonios hacen referencias al
encuentro con un goce traumático y a cómo este es cernido durante el análisis, o a un
goce en el cuerpo, que no deja de repetirse, ubicándolo con diferentes nominaciones.
El cuerpo del Otro, de su partenaire, se vuelve inalcanzable. El hombre queda a
solas con su órgano, la mujer con su goce. La castración da una posibilidad de
encuentro en la medida en que el goce autista resulta perdido y se vuelve a encontrar en
el partenaire bajo la forma del objeto a, plus de goce, semblante ya no universal sino
singular.
La mujer pasa por entero por la lógica fálica. La no-toda se define porque una
mujer estructuralmente se hace mujer consintiendo a pasar por la castración y así va a
surgir ese excedente, no como un menos que se sustrae, que es la posición histérica,
identificada al hombre, sino como un más que es un plus de suplemento. El goce
261
femenino queda deshabitado de significante, goce forcluido del inconsciente, goce de lo
inexistente.
Una mujer tiene relación con Фx en tanto ser hablante, pero no-toda, lo que hace
que se relacione con S(Ⱥ) determinando un goce suplementario que la hace Otra para sí
misma. Algunas mujeres asisten a esta experiencia: una parte de ellas, la que se les
escapa extrayéndose del Uno fálico, las confronta a una cierta extrañeza, a una ausencia
de ellas mismas. Ser Otra para sí misma es la mejor fórmula para dar cuenta de ello.
Hay una doble privación: la del falo y la privación del significante de La Mujer. Lo
femenino es una experiencia de la pérdida y de la inconsistencia del Otro. Esta
característica precisamente hace que el goce femenino mismo sólo pueda ser abordado
“una por una” y por ello recurrimos, nuevamente, a los testimonios de las AE y su
intento de cernir algo de este goce intransmisible.
En varios testimonios de las AE se refieren a la transformación de un cuerpo
mortificado y aplastado en el discurso, a un cuerpo que puede alojar y soportar una
satisfacción. Pasaje de una posición histérica, situada en el goce fálico al goce
femenino, a una posición femenina.
El goce femenino puede abordarse a partir de ciertas manifestaciones clínicas, en
particular pueden aparecer efectos de despersonalización; caen las identificaciones
yoicas, que se sitúan en el límite de lo simbólico. También es abordable el goce
femenino, sobre todo en la experiencia analítica, a partir de ciertos fenómenos del amor
en las mujeres. El goce femenino mantiene un vínculo muy estrecho con el amor y con
el saber.
Mujer y locura son significantes que pueden confundirse, ya sea por las locuras de
las mujeres o por la locura que ellas pueden provocar en los hombres; y sin embargo
hemos remarcado su diferencia con la psicosis. Podríamos decir que están más en
desacuerdo, no acomodadas entre lo que determina la sociedad y sus creencias, o sea,
transgreden más, ultrapasan los límites de la norma. También la devastación, es una de
las formas posibles de relación entre una madre y su hija, deja para la hija un punto de
forclusión, no simbolizado, no drenado por el falo, que las deja locas.
Los testimonios de AE hacen referencias a experiencias de goce femenino como
experiencia de éxtasis, conectado de una manera peculiar con la dimensión de lo real,
más allá de lo simbólico. Esos relatos hablan también de pura alteridad:confronta a una
cierta extrañeza, a una ausencia de ellas mismas, ser Otra para sí misma. Los efectos
262
subjetivos de ese aniquilamiento son relatados como desorientación, angustia profunda.
Testimonio:
“El sueño del propio cuerpo despedazado, servido en bandeja, del cual
ese despierta por un goce indescriptible, pura pulsión sin sentido, deja
entrever la imposibilidad de una simbolización integral, atisbo de lo real.”
263
8.6 Atravesamiento del fantasma
El atravesamiento del fantasma singular de cada sujeto permite develar la causa del
horror al saber sobre su castración, la marca de lo que fue como objeto de deseo del
Otro.
Hay una función distinta del fantasma en hombres y mujeres: en el deseo masculino
se acentúa el deseo perverso, hay una voluntad de goce que necesita un fantasma. Hay
una muy especial pregnancia del fantasma en la sexuación del hombre y, a veces, lejos
de que el fantasma permita un atravesamiento del lado del deseo masculino, se observa,
al contrario, como una comprensión del mismo.
Podemos decir que los hombres tienen más facilidad para hablar del fantasma, pero
mayor dificultad para situar lo que tiene que ver con S(A/). En las mujeres, al contrario,
hay más facilidad de captar el más allá del fantasma, aunque no siempre sea fácil cernir
el significante del Otro barrado. Es decir, que el llamado de amor insaciable del Otro es
más fácil de captar en las mujeres. El amor se inscribe en una relación al Otro de la
incompletud.
En los testimonios de varones aparecen al final más referencias a la relación con el
padre. Llevar a un sujeto neurótico al síntoma-padre es un gran éxito que permite
alcanzar lo que tiene de más real, de menos parecido a ser del montón. Se trataría de ir
del padre al más allá del padre, del Otro sin tacha al Otro tachado, de la impotencia a la
imposibilidad.
El síntoma de fin de análisis traduce la puesta al desnudo del goce del síntoma, y es
la revelación del goce de ese síntoma lo que pone fin a la falta en ser. El sujeto sabe cuál
es ese resto de goce que lo divide y se reconoce en él. Este goce que creía que estaba en
el Otro se le vuelve como lo más propio del sujeto, así logra un efecto de ser. Se logra
un “es eso”.
En la salida por identificación al síntoma, se ha transformado el sujeto mismo en el
síntoma. Hay un consentimiento del modo de gozar a través del síntoma, es un
aceptarse, es una de las formas de saber hacer con lo incurable. Por lo tanto,
reconciliación con lo real.
264
El final de análisis en esta perspectiva quiere decir que resta hacer del síntoma una
obra singular. Saber hacer que pone a la pulsión al servicio de otros fines.
Lacan denomina sinthome al síntoma del fin de análisis. Se trata de una re-escritura de
las inscripciones de lo real en lo inconsciente a lo que llama nominación.
El análisis no consiste en que un sujeto esté liberado de sus síntomas sino en que el
sujeto sepa, por qué está enredado en lo simbólico y en sus consecuencias que son sus
síntomas.
Hemos comprobado que en los testimonios los sueños ocupan un lugar prioritario.
Muchos pasantes ordenan la historia de su análisis basándola en el relato de diferentes
sueños, y en particular de su final. Todos los testimonios escuchados hicieron
referencias a sueños como determinantes en la cura, que les permitió atisbar algo de su
posición subjetiva y de su relación al Otro.
Los sueños constituyen la vía regia de acceso al inconsciente, pero también –y esto
es lo que me interesa resaltar– los sueños permiten un acceso a lo real. Los sueños irán
escribiendo las distintas posiciones alcanzadas por el sujeto en el recorrido de análisis.
Algunos sueños marcaban la entrada en análisis, otros fueron fundamentales porque
presentificaban el “objeto”. A estos sueños se les asignaba un valor de certidumbre en el
camino de la construcción del fantasma. Son sueños soñados en transferencia,
interpretados en el análisis.
La mayoría de los pasantes sitúan sueños que verifican el fin de su análisis, de los
que extraen consecuencias conclusivas del saber de una cura. En algunos un sueño
permite resignificar toda una historia, en otros acentúan un viraje que consistía en
figuraciones de vaciamiento del objeto y eran descifrados como salidas de la lógica
fálica: “tal objeto que se disolvía”, “se trataba de recorrer un agujero”.
Los testimonios tanto de varones y mujeres dan cuenta de la disolución de la
transferencia en términos del saber, cómo se deja de esperar del analista la clave del
síntoma, la palabra del analista ha perdido su valor. Sueños que dan cuenta del final del
análisis, de la separación con su analista; del dolor que acarrea ese duelo. El analizante
deberá finalmente descubrir, en relación al analista, la particularidad del estatuto de
resto y el analizante empieza el duelo del objeto a al que por fin ha reducido al analista.
265
Luego, el duelo se consuma con el objeto que deberá desprenderse también del
analista para quedar disponible en tanto causa.
Los pasantes le asignaban a los sueños ser señales fundamentales de la construcción
y algún grado de franqueamiento del fantasma. Articulan lo pulsional, como una
mostración que ya no se puede acceder por la vía de la palabra.
Hay que resaltar que obviamente no son sueños que aparecen como enigmas que
piden interpretaciones, no se dirigen al Otro, permiten arribar a una conclusión que se
deja leer. Son interpretados como efecto de la verdad por los pasantes.
De dichos testimonios se puede inferir que hay análisis que concluyen en el pase.
Hay restos del análisis que se terminan de perder en el pase. En particular aquellos
referidos al objeto causa de división del pasante y no al lugar transferencial relativo al
Sujeto Supuesto Saber. Es posible, porque se trata de una hipótesis de investigación,
que sea en el procedimiento de pase donde el analizante-analista termine de elaborar el
duelo por el fin de análisis. Sueños de la inexistencia incuestionable del Otro.
266
Lacan formalizará lo femenino como heterogéneo, múltiple e irreductible al falo.
Una mujer tiene más favorecido un acceso al A/, es decir, a saber que el Otro no existe.
Son las mujeres que recuerdan a los hombres que son engañados por los semblantes, y
que esos semblantes no valen nada en comparación con lo real del goce. Es en esto que
las mujeres son más amigas de lo real que los hombres, y es de su lado que tienen
acceso más fácil que los hombres a la verdad que el falo no es todo y es semblante.
Se puede decir que a una mujer su deseo la conduce “naturalmente” al A/, mientras que
la función fálica hace obstáculo en el hombre a la reducción del falo al semblante.
Hay una muy especial pregnancia del fantasma en la sexuación del hombre, y a
veces lejos de que el fantasma permita un atravesamiento del lado del deseo masculino,
se observa, al contrario, como una comprensión del mismo.
Por eso podríamos aventurar que lo ideal del pase, se busca a nivel del A/, pero eso
es del lado femenino. Recordemos que Lacan ha privilegiado la salida del análisis del
lado femenino, así como se ha definido la misma posición del analista en afinidad con la
posición femenina.
Podemos decir con Lacan, en un segundo sentido, que el goce más allá del falo
interroga específicamente la posición femenina. Ir más allá de la dificultad del sujeto
histérico con su madre hacia el S(A/) es un recorrido analítico difícil. Permite
metaforizar a la mujer a partir de la madre, al asignarle como único recurso un nombre
de goce que siempre será solo un semblante. Vemos cómo se separan aquí la posición
del analista mujer de la diosa madre, que adoctrina sobre todo, el amor, el sexo, con una
seguridad que los hombres envidian, enredados como lo están con el saber, en la
demostración.
Plantea que las analistas mujeres serían más libres frente al inconsciente, están
menos sometidas frente a su yugo. Pero Lacan también dice en “La tercera” que
sostener el lugar del objeto en la transferencia le es más difícil a la mujer y también que
hay una relación inversa en relación a su autoridad en el movimiento analítico con sus
elaboraciones de saber.
Esto da una perspectiva más profunda en el abordaje de la cuestión de la
feminización del medio analítico. Es por eso que se puede entender que Lacan haya
favorecido la posición histérica en la institución y la posición femenina en el análisis.
Planteamos que al final se produce un encuentro con la insensatez de un goce que
abre a la dimensión de lo femenino, de Otro Goce, que dará singularidad al Deseo de
analista y su posible coincidencia con la posición femenina.
267
Posición femenina y posición del analista entonces presentan puntos convergentes,
pero también diferentes. En relación a la posición femenina, hay que considerar que no
es algo logrado, que se alcanza de una vez y para siempre, siendo sólo momentos
imposibles de sostener en forma permanente. Implica soportar no tener, no ser, soportar
el vacío, que no hay hijo que colme. En cuanto a la posición del analista, éste hará de
soporte del objeto a, posición de la cual también caerá, y esta posición es
estructuralmente similar a la posición femenina, en la que puede jugar a ser objeto, por
momentos, y así tener acceso al goce suplementario, goce de la falta, el goce llamado
femenino. Pero una diferencia importante es que el analista soporta el lugar de “a”, pero
allí suspende su goce. ¿De qué manera? Por estar sostenido en el deseo del analista.
Hay que remarcar sin embargo, que la función del analista borra la diferencia
sexual en tanto hay analista. Si el analizante no llegó de alguna manera a la posición
femenina, es decir, a reconocer la inexistencia del Otro, tampoco hay fin de análisis.
Sin embargo, es necesario reflexionar, que al final del análisis, independiente de su
sexo, hay un acceso a la posición femenina, pasaje de analizante a analista. Momento
privilegiado de encuentro con lo Real, goce suplementario.
Al final del recorrido el sujeto es él el nuevo analista, ha llegado al lugar donde
siente deseos de retornar la experiencia con otro sujeto, a asumir el deseo del analista
Lacan postula que este deseo adviene en el curso de un análisis cuando es conducido,
hasta sus últimas consecuencias.
Una de esas consecuencias es la satisfacción producto del análisis y de la que se
derivaba un deseo, una apetencia por trabajar con el grupo psicoanalítico. Pero también
el cambio, la transformación de la relación a los otros. De este modo la satisfacción
ligada al trabajo efectuado en la cura podría redoblarse con la satisfacción de transmitir
un saber que podría servir al psicoanálisis. Es un saber que Lacan ubica en el registro de
lo real. No pulveriza el inconsciente, pero lo transforma. Dejando al sujeto más cerca de
la equivocación, de la contingencia, y de lo real, que de la cadena de saber. Sólo cuando
ya no hay más sentidos que recorrer y en los cuáles insistir, tratamos con lo real.
268
Conclusiones
Interrogantes
Transferencia de los resultados
269
Conclusiones
Conclusiones
270
Sin embargo, Lacan ha privilegiado la salida del análisis del lado femenino, así
como ha definido la misma posición del analista en afinidad con la posición femenina.
Ha remarcado que poseen las mujeres un modo de autorización original mucho más
eficaz que la autorización burocrática, una facilidad mucho más grande que la de los
hombres para arreglárselas con el inconsciente, más cercanas a lo real. ¿Podemos leer
en estas afirmaciones un final de análisis propio en las mujeres o necesariamente arribar
al final de análisis es acceder a una posición femenina, indiferente del sexo?
Nos deja nuestro recorrido entonces interrogantes para retomar y seguir
investigando: ¿Por qué Lacan no subraya la diferencia de sexos al final del análisis?
¿Por qué quizás quiere que prevalezca lo estructural y universal sobre el ser sexuado?
Pero, sin embargo, sabemos que un final de análisis apuesta a lo más singular y más
real en el goce de cada sujeto.
271
La mayoría de los testimonios de mujeres investigados dicen también de la
importancia que revistió en su cura el Otro materno y su articulación con la feminidad.
El trabajo realizado en el análisis fue en la dirección de metaforizar el goce mortífero, y
salir de esa dimensión estragante, dando una nueva versión a las marcas maternas,
marcas de goce. Por lo tanto, podemos afirmar que es necesario el duelo de la madre
para acceder a la posición femenina. La ligazón-madre debe irse a pique para que haya
fin de análisis y para eso son necesarias sucesivas vueltas del análisis, o de la vida.
Hay una insistencia del desgarro, de la separación del Otro primordial,
“desprendimiento Real del cuerpo de la madre”. Ese resto de ligazón-madre tomó
diferentes formas: la forma de la evitación, que decía del riesgo de encontrarse con lo
real de un goce materno, la presencia materna en los sueños del final, sueños de
despedida, sueños en los que se terminaba de realizar el corte, también la presencia de
vestigios aún no pacificados y una ligazón desligada que permitió el acceso a la
separación del cuerpo de la madre y a saber-hacer-con él y darle otro destino.
Es de remarcar la importancia de los sueños en los testimonios, tanto en varones y
mujeres, que dan cuenta del final del análisis y de la separación con su analista; del
dolor que acarrea ese duelo, de la disolución de la transferencia en términos del saber. Y
también hablan de una satisfacción que era producto del análisis y de la que se derivaba
un deseo, una apetencia por trabajar con el grupo psicoanalítico.
Todos los testimonios dan cuenta de que el atravesamiento de una cura no es sin
conmover las modalidades de goce que determinan la posición subjetiva.
Los testimonios de las AE hacen referencia a experiencias de goce femenino, más
allá del falo, en los que se desprende lo que tiene de inefable e intransmisible. Algunas
mencionan una experiencia de éxtasis, conectado de una manera peculiar con la
dimensión de lo real, más allá de lo simbólico. Aparecen relatos en que por ese goce
ellas pueden llegar a ser empujadas a esa zona apasionada donde se confrontan con la
forma erotomaníaca del amor femenino –o sino bajo la forma de un amor tan total que
anula todo y se parece a la muerte.
Podemos pensar que es cuando ese goce femenino no encuentra límites, que nos
encontramos con esos efectos devastadores. Los efectos subjetivos de ese
aniquilamiento son relatados como extrañeza, desorientación, angustia profunda.
Los hombres y mujeres se distinguen no sólo por el más-menos en cuanto al falo,
sino que se distinguen porque tienen una relación distinta en relación con la alteridad
femenina, encarnada por el cuerpo femenino. El hombre trata de alcanzar la alteridad
272
femenina por el camino del objeto a, el objeto que viene en el lugar de esa alteridad
imposible de alcanzar. La mujer, por el desdoblamiento entre toda fálica y no-toda fálica
que se presentifica en ella misma, puede ser Otra para sí misma.
Planteamos que al final se produce un encuentro con la insensatez de un goce que
abre a la dimensión de lo femenino, de Otro Goce que dará singularidad al Deseo de
analista y su posible coincidencia con la posición femenina.
Transferencia de resultados
1. Institucional:
a) En los estudios de violencia de género: el recorrido realizado sobre la
feminidad, sobre el deseo y goce en la mujer, su posición subjetiva en relación al
partenaire: sometimiento, la forma estragante en el amor, etc., permite dar luz y
comprensión a la psicología femenina en los casos de violencia masculina.
273
b) Estudios de género: Concebir la posición sexuada como una elección de
goce, nos permite poder realizar inferencias y avanzar en los estudios de la
diferenciación sexual.
c) En los estudios sobre la sexualidad femenina: cernir un goce propiamente
femenino, más allá del falo, diferente al masculino, nos permite delimitar mejor la
comprensión de la subjetividad femenina en relación al partenaire y su posición en
la sexualidad.
2. Transferencia en la Docencia
Poder realizar la transmisión sobre los resultados obtenidos sobre los testimonios
del Pase en un ámbito de enseñanza, ya sea universitario, de grado y posgrado o en las
Escuelas o instituciones psicoanalíticas, implica profundizar el estudio de cuáles son las
consecuencias de un análisis, sus logros, efectos terapéuticos y didácticos y abren una
puerta a nuevos planteos en relación a la diferenciación de sexos y su incidencia en el
deseo del analista.
3. Investigación
Lo investigado y los interrogantes que nos dejan, abre las puertas a nuevas
investigaciones: no solo profundizar en las variables propias femeninas que quedaron
sin investigar profundamente (Superyó femenino, angustias femeninas, relación madre-
hijo varón, etc.), sino encarar una nueva investigación sobre los testimonios de los AE
de los hombres, con ítems desprendidos de sus testimonios, que permitirán realizar un
estudio comparativo más profundo que el actual.
274
BIBLIOGRAFIA Y NOTAS
Nota preliminar
PRIMERA PARTE
Presentación del tema, Antecedentes, Cuestiones Metodológicas
Introducción
Ambertín Gerez, Marta: (2014) Imperativos del Superyó, Letra Viva, Buenos Aires.
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SEGUNDA PARTE
Diferencias entre mujer-histeria-madre y su articulación con los testimonios de las AE
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TERCERA PARTE:
Lo que dicen los testimonios sobre el amor y los goces al final del análisis
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