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Resumen: El lenguaje nos constituye. Emergemos a la existencia desde las palabras, las frases, las
narraciones, los textos, las conversaciones… La palabra es paradójica: advenimos desde y hacia ella
como seres incompletos, atravesados por los constreñimientos y las carencias; no obstante, entre sus
intersticios se filtran las posibilidades de la chispa creadora, de la potencia del pensamiento, de las
exploraciones de lo otro, de lo nuevo, de lo que aún no ha sido dicho (ni hecho). Así, pues, en este ensayo
propondré un flujo de reflexiones acerca de los nexos entre libertad, creación verbal y pensamiento
crítico.
(…)
las palabras
no hacen el amor
hacen la ausencia
si digo agua ¿beberé?
si digo pan ¿comeré?
(…)
en esta noche en este mundo
extraordinario silencio el de esta noche
lo que pasa con el alma es que no se ve
lo que pasa con la mente es que no se ve
lo que pasa con el espíritu es que no se ve
En vez de decir “te amo”, “te quiero”, “te deseo” o “te necesito”, el poema
de Adoum explora expresiones morfosintácticas más desafiantes que abren la
posibilidad de otros significados y sentidos. Recordemos, en principio, que la
palabra “amor” también es una palabra, “te amo” son un par de palabras que de
repente no llegan a rendir cuenta de ese tipo de vínculo, no logran capturar esa
forma primigenia de hacer comunidad en los seres humanos, que es el amor
(entre otras cosas). En Annie Hall (1977) de Woody Allen, cuando el
protagonista desea declarar su amor a Annie, en vez de decirle “te amo”, le dice
que la frase “te amo” queda tan corta, resulta tan fallida frente a lo que siente,
piensa y sostiene con ella, de modo tal que le dice, en el doblaje al castellano- “te
ammo”, “te armo”, “te almo”… En fin, Woody Allen comienza allí a jugar de
forma seria con el lenguaje y sus (im)posibilidades. ¿Cómo poner en palabras
‘adecuadas’ y ‘precisas’ esa inconmensurable pluralidad, esa heterogeneidad
perturbadora e irreductible de la experiencia humana del amor, incluso de
cualquier experiencia humana personal o colectiva? ¿Será que el amor tiene que
ver con ese espacio intersticial entre lo personal y lo colectivo que Lacan llamó
lo transindividual, eso que no es meramente mío ni es meramente del otro sino
que es ese campo de intersección entre uno y otro ser humano? Asimismo, esa
“libertad bajo palabra” que es la poesía –en el amplio sentido de poiesis- emerge
de lo transindividual.
Las palabras nos atraviesan y nos dan la posibilidad de pensar las cosas y
las circunstancias más allá de los sentidos ya establecidos, que en la actualidad
provienen del discurso capitalista, del discurso farmacológico, del discurso
político y del discurso mediático, que nos intentan reducir a ser ‘buenos’ sujetos,
sujetos dóciles, sujetos bien disciplinados (tal como Louis Althusser y Foucault
lo subrayaban hace casi medio siglo). Por ello, domesticar el habla resulta crucial
para los poderes instituidos. Por ejemplo, una inmensa cantidad de personas en el
mundo urbano hoy en día habla acerca de todo con lenguaje empresarial, desde el
cual la subjetividad misma es concebida como una empresa: ‘todo’ en función de
la lógica de costo/beneficio. Así, podemos escuchar –cada vez más- afirmaciones
como “voy a invertir mi tiempo en dormir” o “voy a gestionar mis emociones”,
como si el tiempo y el sueño fuesen cosas, que se reducirían a las mediciones,
como si las emociones, los sentimientos, los afectos y los deseos fuesen
cuantificables. Ni el amor ni la libertad ni la palabra constituyen meras
estadísticas, porcentajes, números enteros con decimales para sentirnos
conformes con los dispositivos de dominación sociosimbólica imperantes que
expropian nuestra libertad (nunca plena). Tal vez la libertad bajo la palabra sea
uno de los pocos caminos que abisman al sujeto más allá de las servidumbres
voluntarias (de esas que con tanta meticulosidad han puesto en cuestión Étienne
de La Boétie y Friedrich Nietzsche).
Para reimaginar un posible más allá de las voluntarias servidumbres, deseo
convocar la mordaz canción “Pastillas para no soñar” de Joaquín Sabina,
aparecida en su álbum Física y química (1992).