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All content following this page was uploaded by Patricia Fournier on 18 February 2016.
Patricia Fournier
Escuala Nacional de Antropología e Historia
Luis Arturo Jiménez
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla
Precisiones teóricas
Tradicionalmente, el estudio del ritual ha sido ligado con
el ámbito de la religión en los grupos llamados tradicio-
nales o premodernos. Igualmente, se ha afirmado que
el ritual es una especie de “puesta en escena” del mito
que define y revitaliza la identidad de los sujetos preci-
samente a partir de esa escenificación. En este contexto,
los ritos, por un lado, se convierten en mecanismos re-
productores del orden establecido y, por otro, proponen
formas sociales modificadas.
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2 . Los datos fueron recabados en cuatro temporadas de trabajo de campo efectuadas de 2001 a 2006
en ese campo santo y otros lugares de París.
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Figura 1
Lápida de la tumba de Jim Morrison a fines de la década de 1980 bajo una bandera
de los Estados Unidos de América colocada ahí por un fan. Nótese que el Rey La-
garto, porta sobre su cabeza una corona de espinas como si se tratara de Jesucristo;
además resalta el graffiti pintado en el murete con la leyenda —tomada de una
de las canciones de The Doors, “Tell all the people” del álbum The Soft Parade de
1969—, “FOLLOW ME DOWN”, con el signo de paz y amor sobre la letra “o” de la
última palabra. Fotografía de Michelle Campbell ©, publicada con su autorización.
El rock fue la religión organizada de los años 60, un nexo que abarcaba mú-
sica, lenguaje, danza, sexo y estimulantes, conjuntados en un solo ritual de ex-
presión individual y viaje espiritual [Dickstein, 1977]. Sin duda Morrison fue
uno de los principales exponentes de ese fenómeno al sacralizar el desorden.
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3 . Los favoritos del Rey Lagarto fueron el lsd y la marihuana entre los ilícitos pero, sobre todo, el tabaco
y las bebidas alcohólicas que eran socialmente aceptados.
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La música de The Doors era más surrealista que psicodélica, más angustio-
sa que la característica del llamado rock ácido con Morrison al frente como
un ángel exterminador, que en cada ejecución trastocaba el rock and roll en
un ritual de exorcismo psicosexual [Youngblood, 1967]. En concierto, Mo-
rrison se retorcía contra el pedestal del micrófono, se detenía en prolongadas
pausas con los ojos cerrados para después, repentinamente, saltar y gritar
agresivamente o bien gemir con dulzura como si se tratara de un moderno
San Sebastián atravesado por las flechas de la angustia y la revelación. Como
poeta político-erótico, declaraba que para él la música liberaba su imagina-
ción y, en el escenario, ejecutaba actos dramáticos no sólo como ocurría en el
teatro convencional, sino conducentes a la acción social para que The Doors
y su público, juntos, participaran en una celebración hasta convertirse en una
escultura de cuerpos humanos en acción: los conciertos eran la arena donde
se desplegaba la política sexual [Lydon, 1969].
Morrison, inspirado en el Teatro de la Crueldad de Antonin Artaud e incor-
porando elementos del Teatro Vivo de Beck y Malina [v. Beck, 1969; Gattnig,
1968], en ambos casos basados en la acción participativa, incitaba a los asisten-
tes a un concierto a salir del letargo en que se encontraban sumidos sin que se
percataran que ellos mismos habían forjado las cadenas que los tenían presos:
Juegas a ser guardia de tu alma. Estás dentro de una prisión que tú misma cons-
truiste[...] Rasga tu telaraña. Lima todos tus barrotes. Funde hoy tu celda. Estás
dentro de una prisión que tú misma construiste[...] [Jim Morrison].4
4 . Fragmento de la composición lírica escrita por Morrison y que se intitula “Unhappy Girl”, que se
incluye en el álbum Strange Days de 1967 [Shaw, 1997].
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cuyo mejor exponente explosivo fueron los tres días de paz y amor en el
mega concierto de Woodstock, sin freno ni censura alguna posible.
No obstante, si alguien se caracterizó por provocar candentes situaciones
en el escenario fue precisamente Jim Morrison, quien a finales de 1967 tuvo
fuertes altercados con la policía en un concierto en New Haven. El Rey La-
garto fue arrestado en el escenario debido a que, presuntamente, profirió
obscenidades. Dada la intervención de las fuerzas del orden, los espectadores
se amotinaron al truncarse el concierto de The Doors; de hecho, Morrison
fue el primer cantante de rock apresado en una presentación pública por ri-
diculizar a las fuerzas policiales estadounidenses y expresar, con alto conteni-
do erótico, críticas al estatus quo. Aunque fueron mínimas las repercusiones
ya que Jim solamente pagó una multa a la ciudad de New Haven, lo ocurrido
fomentó la fama de la banda entre la juventud debido a la violación del dere-
cho constitucional de Morrison a su libertad de expresión [Zwerin, 1968:7].
En presentaciones posteriores llegó a ser común que la audiencia, arengara
por Morrison, estallara en comportamientos frenéticos. El resultado: en más
de un auditorio hubo daños materiales y fueron arrestados algunos fans. Tal
fue el caso en Phoenix, Arizona, en noviembre de 1968 cuando en concierto
Jim manifestó, ante el resultado de las elecciones presidenciales que llevaron
a Richard Nixon al poder, que con esa administración no deberían tolerarse
cuatro años más de mediocridad y “estiércol” (bullshit), invitando a subir
al estrado a los jóvenes espectadores que con sus manos hacían la señal de
la paz, aunque algunos arremetieron a empujones contra los policías que se
encontraban en el auditorio. Esas declaraciones y en general la actitud con-
testataria de Morrison fueron catalogadas de vulgares y obscenas [Humprey,
1968; Phoenix Gazette, 1968; Shaw, 1997].
A inicios de 1969 Morrison asistió a montajes de la obra “Paradise Now”
de la compañía del Teatro Vivo, encabezada por Julian Beck [v. Beck, 1969],
en donde el superrealismo que se buscaba generar partía de una confron-
tación con el público y la interacción entre sus integrantes y los actores, de
manera que se derrumbara cualquier separación entre la vida y el arte; el
mensaje político se centraba en crear una atmósfera ritual de comunión en-
tre todos los presentes para que se liberaran de toda inhibición, de los con-
vencionalismos impuestos por la sociedad militar-industrial, con lo cual los
actores se desnudaban en el escenario y conminaban a los espectadores a
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grabados visibles la presencia del sujeto [v. Nandrea, 1999]; lo escrito, repre-
sentado o ejecutado sobre medios pétreos rememora para su creador lo que
lo motiva a acudir cual peregrino, como ocurre en Père Lachaise, a la tumba
de Jim Morrison, identificándose así el individuo con su ídolo y con los otros
que igualmente acuden al cementerio con el mismo fin.
Con base en nuestras observaciones de campo así como en testimonios re-
copilados en varios lugares, hemos captado cuando menos dos clases de visi-
tantes al sepulcro de Jim Morrison. Uno de esos tipos son aquellos visitantes
que llegan a París con el fin explícito de visitar la tumba, pero también con el
objetivo de recorrer los diversos sitios que frecuentaba el Rey Lagarto durante
los pocos meses que residió en la Ciudad Luz antes de su deceso. En una espe-
cie de peregrinaje, los fans y admiradores, organizados en grupos pequeños o
de manera solitaria, recorren y visitan los restaurantes-bar, el edificio donde se
encuentra el departamento donde Jim habitaba con Pamela, su compañera, la
cercana Plaza de Vosges y el templo del Sagrado Corazón, entre otros lugares.
En otras palabras, dichos visitantes se introducen en un proceso de peregrina-
ción en el cual explícitamente deciden transitar por puntos y zonas que consi-
deran emblemáticos, dado que son espacios significativos que tienen que ver
con los últimos días de vida del personaje al que le rinden culto.
El otro tipo de concurrencia (fans, admiradores y visitantes), que sólo tie-
nen como objetivo expreso la llegada a la tumba. Dichas visitas se realizan
tanto a título individual como en pequeños grupos.
En ambos casos, aunque con ciertas variantes, consideramos que ambas ac-
ciones son descritas son actividades relativas a la peregrinación, ya que consti-
tuye un viaje que emprende un individuo o grupo de personas a partir de una
inspiración religiosa-espiritual, hacia un lugar que se considera más sagrado o
propiciatorio que el ordinario, con la finalidad de buscar un encuentro con Jim
Morrison como objeto-sujeto de culto específico (Figura 2) para, así, lograr
un remedio o beneficio espiritual, emocional o físico, o bien como un acto de
penitencia o de acción de gracias [v. Burns, 1999; Margry 2007].
En el marco de una peregrinación concebida como un símil de los ritos
de paso, los entes liminares transitan de un centro mundano a una periferia
sagrada que se convierte en un nuevo centro, se separan de la influencia de
poder de su sociedad de origen para formar una communitas con otros suje-
tos liminares. En ese seno, el peregrino es un personaje usualmente anónimo,
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igual a los otros, de poca importancia su clase social o género, y que existe
fuera de los conceptos de lugar y tiempo de la sociedad de la que forma
parte. Un peregrino viaja desde su centro primario a uno sagrado, donde se
une a una comunidad liminar, posteriormente viaja de vuelta al centro pri-
mario donde se reagrega, comparte sus experiencias, cuenta historias de las
personas que conoció, los lugares que vio, las ideas que absorbió y los rituales
que presenció o en los que participó, que en su conjunto son experiencias
ajenas a la mayoría de los que radican en el centro primario. Ello impacta
en esa comunidad, de manera que el peregrino incide en su transformación
[Stopford, 1999].
Figura 2
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6. Entre nuestros informantes hay un individuo escocés que podría considerase el fan “decano”, ya
que hace más de 25 años viaja a París para participar en los actos conmemorativos asociados con el falle-
cimiento y el cumpleaños de Morrison.
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do por los fans, seguidores y visitantes como un sitio sagrado al cual acuden
periódicamente en un proceso de peregrinaje; y que, evidentemente, esos
individuos son peregrinos. Por tanto, los fenómenos mencionados son parte
de una especie de hierofanía moderna, al construirse un mito en torno a Jim
Morrison como un héroe específico [Fournier y Jiménez, 2000-2001, 2005].
En este caso es válido retomar lo que plantea Eliade [1983] respecto a que el
mito es un modelo ejemplar para la acción de los sujetos, y los ritos que reali-
zan los fans en Père Lachaise y otros sitios de París, son puesta en escena de la
inscripción de ese tiempo mítico en el tiempo profano e histórico, perpetuando
el gesto esencial del héroe [Maisonneuve, 1991:78].
Estos actos rituales de peregrinación se pueden caracterizar por: 1) una
organización previa, ya sea en los lugares de origen de los individuos o en
algún sitio acordado al establecerse redes de comunicación vía internet o
por otro medio en París, para llevar a cabo la visita a los diferentes lugares
emblemáticos con el objetivo de recorrer los puntos y, en la medida de lo
posible y en ocasiones empleando mucho la imaginación, seguir las mismas
rutas que supuestamente el héroe mítico siguió en vida; 2) entrar en contacto
lo más cercano posible con Jim Morrison al menos en el lugar donde yacen
sus restos mortales; 3) realizar acciones diversas en donde las actitudes y las
posiciones corporales de los fans se modifican al estar frente a la tumba, actos
que se asemejan a comportamientos de petición, de rogativa, de oración y de
misticismo, claras alusiones a procesos de reciprocidad simbólica entre el fan
y el héroe mítico; y 4) encontrase y conocer a otros actores que comparten
los mismos gustos, creencias y, en muchos casos, semejantes sentimientos en re-
lación con el Rey Lagarto [v. Fournier y Jiménez, 2008].
Todos los actos mencionados son realizados mayoritariamente por los dos
tipos de peregrinos a los que hemos aludido con anterioridad y, evidente-
mente, tienen una dimensión ritual. En sus peregrinaciones, los fans y segui-
dores de Jim Morrison y The Doors que acuden al cementerio parisino son
entes liminares que llevan a cabo acciones en un territorio y en rutas cultural
y periódicamente inscritas en donde se realizan prácticas específicas y distin-
tivas, con el objetivo de conformar una communitas en un lugar apropiado,
subjetivamente y aunque sea de manera momentánea, llegando a conformar
identidades emergentes, esporádicas e intersticiales [v. Fournier y Jiménez,
2004, 2006]; por ende, sus actos implican un tránsito a un estado liminar en
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Figura 3
Hubert (q.e.p.d.), fan francés que acudió a Père Lachaise en julio de 2005
portando una playera estampada con una imagen de Jim Morrison, tomada
de la contraportada de la revista Rolling Stone del 5 de abril de 1969, que,
como parte del reportaje acerca del incidente de Miami y en el estilo del
viejo oeste ofrece recompensa aquien entregue a Morrison. Fotografía de
Patricia Fournier.
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Figura 4
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Lo que portan esos sujetos resulta, en consecuencia, un símbolo que les per-
mite insertarse en lo que para ellos constituye la “familia de Jim Morrison”,
es decir, el conjunto de individuos que usualmente se congregan dos veces al
año en el cementerio parisino, que comparten y degustan tanto viandas como
bebidas en sus festines, en ocasiones orgiásticos y dionisiacos, en medio de acti-
vidades rituales que rompen con las estructuras de su cotidianidad [v. Fournier
y Jiménez, 2004, 2006].
Adicionalmente, hay hechos interesantes de la apropiación de espacios públi-
cos para tornarlos en liminares e inclusive parcialmente sacros, como observamos
en diciembre de 2003 cuando estaban en curso las celebraciones asociadas con el
sexagésimo cumpleaños del Rey Lagarto. En uno de los distritos donde en vida
transitó frecuentemente Jim, en las proximidades de la glorieta de la Bastilla, so-
bre las oscuras baldosas de piedra que cubren la acera noreste de la calle de Lyon
en un tramo mayor a los 40 metros, espaciados, había fragmentos de poemas y
composiciones líricas morrisonianas de color blanco. Poco visibles a miradas no
atentas, en todos los casos se trataba de mensajes necrófilos y de angustia de au-
toría de Jim, como si alguien hubiera caminado sobre los pasos previos a la muer-
te de nuestro personaje trazando con la pintura “tiempo para vivir, tiempo para
morir”, “el futuro es incierto y el fin siempre está cerca”, “la sangre en las calles
arrastra un río de tristeza”, “este es el final, hermoso amigo”,7 entre otros.
Un ejemplo paradigmático puede ilustrar el efecto que aún a décadas de su
deceso tiene Morrison como símbolo dominante sobre los sujetos que acuden
a su parco mausoleo, que son símbolos instrumentales en ese contexto ritual.
El 5 de diciembre de 2003, a tres días de la celebración del sexagésimo nata-
licio de Jim Morrison, Samuel, de veintitantos años de edad, italiano, solo, pasó
horas en un punto privilegiado por su ubicación espacial frente a la tumba del Rey
Lagarto. Escuchaba en su discman música de The Doors y entonaba a viva voz
las canciones, como una especie de homenaje sonoro y público al hombre-dios.
Había pocos visitantes en el sepulcro que en su mayoría acudían por parejas o en
grupo. A pesar del gélido clima, Samuel mantenía descubierta su cabeza rapada y
cualquiera podía visualizar sobre el temporal y parte del parietal izquierdo, un ta-
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Consideraciones finales
En este ensayo mostramos la pertinencia de los instrumentos de la antropología
simbólica para analizar un fenómeno moderno y secular. Teórica y metodoló-
gicamente, los planteamientos de Turner son viables en el análisis de eventos
y acciones que desarrollan actores específicos en torno a una producción de
lo sagrado, como es el caso del “culto” a Jim Morrison. Aunque teóricamente
hemos mostrado que el Rey Lagarto es el símbolo dominante de los actos ri-
tuales y performativos que los fans, admiradores, seguidores e, incluso varios
turistas realizan en torno a la tumba y otros sitios emblemáticos identificados
como morrisonianos. Se puede afirmar que dicho personaje adquiere una serie
de cualidades y caracterizaciones convirtiéndolo en una especie de deidad. Sin
embargo, para que dicha producción sacralizada se efectúe es necesario que los
peregrinos y demás visitantes experimenten cambios ontológicos y se conviertan,
previamente al cumplimiento de los ritos de paso, en entidades liminares. Llevar
a cabo cualquier clase de rito implica un acto performativo pero efectuar un rito
de paso implica, asimismo, una transformación [Grimes, 2000].
El conjunto de entes liminares que acuden a Père Lachaise crea y recrea
continuamente pasos en el marco de las actividades rituales en las que inter-
vienen, mismas en las que el Rey Lagarto es un símbolo dominante que le da
sentido a muchos de estos individuos, inclusive cuando a lo largo del resto
del año se encuentren lejos de la tumba a la que siempre, como un magneto,
retornarán, pues como escribió en uno de sus poemas Jim Morrison:
8 . Poema de 1968 que aparece en la compilación póstuma de Wilderness [Morrison, 1989] y que, además, se
musicalizó para incorporarlo al álbum de L. A. Woman que saliera al mercado a inicios de 1971 [Shaw, 1997].
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