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Se ha hablado anteriormente sobre las relaciones tóxicas, pero hay un hecho al que
es necesario prestarle atención: este es un concepto que engloba muchos tipos de
situaciones muy distintas entre sí.
Es decir, que existen varios tipos de relaciones tóxicas con características diferentes
y que engloban diferentes formas de relación en la que uno o ambos miembros de la
pareja experimentan malestar.
En cualquier caso, una de las características de todos los tipos de relaciones tóxicas
es que hay un elemento afectivo que hace que romper con ellas resulte doloroso o,
como mínimo, muy incómodo. Por eso, muchas de ellas permanecen a flote durante
meses o incluso años.
Es por eso que es bueno tener en mente aunque sea un esquema sobre las
principales relaciones tóxicas y el modo en el que se pueden identificar.
Algunas veces, los afectos y el amor que una vez fueron la base y la justificación de
la relación son sustituidos por una forma de chantaje que alarga la vida de la
relación de manera dañina y artificial.
El caso del chantaje emocional es claro: una persona le tiene lástima a su pareja y
le concede un trato privilegiado y favorable, lo cual sirve a su vez para que la otra
persona aprenda a "ser una víctima" para cobrar sus beneficios. En esta relación la
víctima principal es la que cede constantemente, ya que a la práctica está siendo
controlada y manipulada por su pareja.
Esta puede hacer ver que le deja a la otra una total capacidad para tomar
decisiones sobre su propia vida, pero indirectamente hace cosas para que la otra se
sienta mal cuando, por ejemplo, salga de fiesta con amigos o amigas del sexo
contrario y sin su "supervisión". En otras palabras, la herramienta que la parte
manipuladora utiliza para salir beneficiada es su capacidad para inducir el
sentimiento de culpa en la otra.
3. El otro idealizado
Este tipo de relación tóxica aparece cuando empieza a hacerse evidente que uno o
los dos miembros de la pareja no se han enamorado de la persona con la que
comparten afecto, sino con una versión idealizada de ella. Aunque este hecho
pueda haber sido intuido ya durante los primeros meses de la relación, es posible
que se le preste poca importancia y que, en todo caso, se haya solucionado esa
disonancia cognitiva sobrevalorando la capacidad que tiene el otro para cambiar en
un futuro y amoldarse a nuestras expectativas.
Cuando se hace evidente que la otra persona no cambiará tal y como nosotros
queremos, aparece el rencor. Sin embargo, el peor de los escenarios que se puede
producir desde este tipo de relación tóxica es cuando la presión que una de las dos
personas ejerce sobre la otra para intentar que cambie se transforma en una forma
de maltrato.
4. La relación idealizada
Al igual que se puede idealizar a una persona, también puede ocurrir lo mismo con
las relaciones. Si el grado de idealización es lo suficientemente intenso, esto la
transformará en un tipo de relación tóxica.
Se ha hablado anteriormente sobre las relaciones tóxicas, pero hay un hecho al que
es necesario prestarle atención: este es un concepto que engloba muchos tipos de
situaciones muy distintas entre sí.
Es decir, que existen varios tipos de relaciones tóxicas con características diferentes
y que engloban diferentes formas de relación en la que uno o ambos miembros de la
pareja experimentan malestar.
En cualquier caso, una de las características de todos los tipos de relaciones tóxicas
es que hay un elemento afectivo que hace que romper con ellas resulte doloroso o,
como mínimo, muy incómodo. Por eso, muchas de ellas permanecen a flote durante
meses o incluso años.
Por tanto, los motivos que están detrás de esta toma de poder no pueden ser
justificados atendiendo a lo útil que resulta esto para conseguir ciertas metas y,
además, mina la autonomía de uno de los componentes de la pareja, que ve cómo
su poder de decisión queda drásticamente reducido.
Esto puede no ser percibido como un problema al principio, ya que puede ser visto
como un tipo de relación en la que la otra persona es la que asume riesgos y hace
las cosas más difíciles. Sin embargo, entrar en estas dinámicas hará que una de las
partes se acostumbre a mandar y la otra a obedecer sin cuestionar.
Algunas veces, los afectos y el amor que una vez fueron la base y la justificación de
la relación son sustituidos por una forma de chantaje que alarga la vida de la
relación de manera dañina y artificial.
El caso del chantaje emocional es claro: una persona le tiene lástima a su pareja y
le concede un trato privilegiado y favorable, lo cual sirve a su vez para que la otra
persona aprenda a "ser una víctima" para cobrar sus beneficios. En esta relación la
víctima principal es la que cede constantemente, ya que a la práctica está siendo
controlada y manipulada por su pareja.
Esta puede hacer ver que le deja a la otra una total capacidad para tomar
decisiones sobre su propia vida, pero indirectamente hace cosas para que la otra se
sienta mal cuando, por ejemplo, salga de fiesta con amigos o amigas del sexo
contrario y sin su "supervisión". En otras palabras, la herramienta que la parte
manipuladora utiliza para salir beneficiada es su capacidad para inducir el
sentimiento de culpa en la otra.
3. El otro idealizado.
Este tipo de relación tóxica aparece cuando empieza a hacerse evidente que uno o
los dos miembros de la pareja no se han enamorado de la persona con la que
comparten afecto, sino con una versión idealizada de ella. Aunque este hecho
pueda haber sido intuido ya durante los primeros meses de la relación, es posible
que se le preste poca importancia y que, en todo caso, se haya solucionado esa
disonancia cognitiva sobrevalorando la capacidad que tiene el otro para cambiar en
un futuro y amoldarse a nuestras expectativas.
Cuando se hace evidente que la otra persona no cambiará tal y como nosotros
queremos, aparece el rencor. Sin embargo, el peor de los escenarios que se puede
producir desde este tipo de relación tóxica es cuando la presión que una de las dos
personas ejerce sobre la otra para intentar que cambie se transforma en una forma
de maltrato.
4. La relación idealizada.
Al igual que se puede idealizar a una persona, también puede ocurrir lo mismo con
las relaciones. Si el grado de idealización es lo suficientemente intenso, esto la
transformará en un tipo de relación tóxica.
El problema fundamental que hay en este tipo de relación es que los miembros de la
pareja parten con expectativas muy distintas acerca de cómo será su relación. Se
trata, básicamente, de un problema de comunicación durante las primeras etapas de
la relación.
Este es uno de los tipos de relaciones tóxicas cuyos efectos se hacen notar a largo
plazo, cuando se han realizado varios sacrificios por la pareja que llegado un punto
pueden verse como vanos o inútiles, lo cual puede producir mucho rencor y
frustración.
Por supuesto, las relaciones en las que hay un maltrato claro basado en las
agresiones (físicas o verbales) y el miedo a que la pareja tome represalias si se
entera de ciertas cosas es no sólo una relación tóxica, sino una grave amenaza
cuya resolución debe ser gestionada a través del sistema judicial.
CONCLUSIÓN.
Las relaciones tóxicas son relaciones en las que ambas partes son incapaces, por
alguna razón, de impedir hacerse daño. Puede tratarse de una relación de pareja,
pero también de amistad, de trabajo, incluso de una relación familiar. Los signos que
deben alertar de que se está en una relación tóxica con frecuencia son indirectos y
subjetivos, lo que dificulta a las víctimas alejarse de la relación tóxica antes de que
sea demasiado tarde.
Una relación se vuelve tóxica en el momento en que una de las partes "se
aprovecha" de la otra, cuando aparentemente solo uno de los dos obtiene un
beneficio.
Generalmente, una relación tóxica se establece entre dos tipos de personas, una
persona manipuladora (perverso narcisista), y una persona susceptible a la
culpabilidad, sensible y vulnerable, que sufre de dependencia afectiva y que
usualmente está volcada a los demás. Cuando dos personas con estas
características se encuentran, se produce una especie de red dañina en la que
quedan atrapados y de la que es muy difícil salir. Es importante tener presente que
los métodos utilizados por una persona tóxica para controlar a su pareja no
necesariamente son evidentes ni aparentes, ni siquiera para la pareja víctima.