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Autores:
Carolina Barroetaveña (CIEFAP-CONICET)
Teresa Schinelli Casares (INTA)
Vilma N. Bassani (UNPat SJB)
Luis Tejera (INTA)
Leonardo Gallo (INTA)
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Índice
INTRODUCCION………………………………………………………………... 1
Las micorrizas.......................................................................................................... 1
Inoculación micorrícica en vivero……………………………………………...… 2
Selección del inoculo............................................................................................... 3
Momento de inoculación………………………………………………………….. 3
MATERIALES Y MÉTODOS…………………………………………………… 4
Diseño de la experiencia………………………………………………………….. 4
Selección de las especies EM. Recolección……………………………………..... 4
Preparación del inóculo. Análisis de la viabilidad. Dosis……………………….. 6
Viverización de los plantines de Nothofagus……………………………………... 7
Momentos de inoculación……………………………………………………….... 7
Análisis de los plantines. Evaluación de la micorrización. Análisis foliar……….. 8
RESULTADOS…………………………………………………………………… 8
Colonización micorrícica y variables morfométricas…………………………….. 8
Lenga……………………………………………………………………………… 9
Raulí…………………………………………………………………………….… 10
Roble pellin……………………………………………………………………….. 11
Descripción de los morfotipos encontrados………………………………………. 11
Análisis foliar en Lenga……………………………………………………...……. 12
DISCUSIÓN………………………………………………………………………. 13
CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES…………………………………... 14
AGRADECIMIENTOS…………………………………………………………… 15
BIBLIOGRAFÍA…………………………………………………………………... 15
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Inoculación ectomicorrícica de Nothofagus spp. creciendo bajo fertirriego
INTRODUCCIÓN
El uso indiscriminado del recurso forestal nativo de la región Andinopatagónica, sumado
a la incorporación de ganado y a la ocurrencia de eventos extremos como los incendios
forestales, ha ocasionado a lo largo de la historia el deterioro y la pérdida de sustentabilidad o la
desaparición de masas boscosas. Por otro lado el uso de especies exóticas para la recuperación de
áreas forestales es una práctica que se sustenta, en parte, en la falta de conocimiento sobre la
dinámica de regeneración de los bosques naturales y la escasa experiencia en la producción y
establecimiento de plantas nativas (Urretavizcaya 2005).
En la Patagonia Andina, si bien la masa boscosa no ha disminuido tan drásticamente
como en otros lugares del país, los bosques de lenga (Nothofagus pumilio (Poepp et Endl.)
Krasser) exhiben importantes áreas degradadas, pues se trata de unas de las especies forestales
más extensamente explotada por la calidad de su madera. A ello se suman el hecho de que
resulta palatable tanto para los cérvidos como para el ganado, que en situaciones intensivas de
pastoreo impiden la regeneración de los árboles (Constantino y Papara 1953; Veblen et al. 1996;
Vázquez 2002.), y la ocurrencia de incendios forestales, que en las últimas décadas han
aumentado su frecuencia y daños (Estadística de Incendios Forestales 2006; Veblen et al. 2003;
Quintanilla 2008). En Chubut se ha determinado que la superficie de bosque nativo alto
degradado por incendios asciende a 36604 ha. (Bava et al. 2006).
Las acciones de restauración de estos bosques han crecido en los últimos años
promovidas por instituciones estatales relacionadas al tema y privados preocupados por la
pérdida de superficies boscosas, recibiendo un fuerte impulso en el año 2007 con la sanción de la
Ley 26.331 “Ley de Presupuestos Mínimos de Protección Ambiental de los Bosques Nativos”,
que en el art.3 inciso “e” de los Objetivos establece: “Fomentar las actividades de
enriquecimiento, conservación, restauración, mejoramiento y manejo sostenible de los bosques
nativos”. Por ello es de vital importancia incorporar procesos biotecnológicos al desarrollo
productivo, para brindar una mayor seguridad y eficacia en la producción de plantas.
Las condiciones adversas que supone un sitio altamente disturbado, exigen que los
plantines necesarios para repoblar estos sitios sean producidos de modo tal que estén preparados
para sobrevivir a dichas condiciones. Esta capacidad viene dada por la CALIDAD del plantín
que a su vez es función del origen del material vegetal y el manejo durante la producción en
vivero. Los criterios para definir la calidad de los plantines no están limitados a evaluar el estado
y tamaño de la parte aérea solamente, sino que también tienen en cuenta el sistema radical; del
cual depende la captación de agua y nutrientes (Pera y Parladé 2005). Es aquí donde juegan un
rol importante las micorrizas. Los hongos micorrícicos ayudan a las plantas incrementando la
toma de nutrientes y agua y contribuyen a la restauración de la estructura del suelo, aportando a
restablecimiento de un ecosistema estable con un ciclo de nutrientes funcionando completamente
(Jasper et al. 1987).
Las micorrizas
Las micorrizas, asociación mutualista establecida entre diversas especies de hongos con
las raíces cortas y activas de las plantas, tienen un importante papel en el crecimiento y
desarrollo vegetal. Están presentes en casi todos los ecosistemas boscosos, donde las especies
arbóreas han coevolucionado y son dependientes de estas asociaciones para su supervivencia y
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crecimiento adecuado (Castellano y Molina 1989; Pera y Parladé 2005). Del mismo modo, al
desaparecer la cubierta arbórea con la que los hongos micorrícicos interactúan, la población de
estos también desaparece. Por lo tanto en las tareas de reforestación o restauración se debe
reintroducir o restablecer la flora simbionte (Valenzuela Flores 1993; Pera y Parladé, 2005). Ello
implica que las plántulas deben formar la simbiosis previamente a la plantación, a fin de asegurar
el prendimiento y buen crecimiento de la plantación. Esto se logra mediante la inoculación de los
plantines en el vivero.
Las especies de Nothofagus forman típicamente asociaciones del tipo ectomicorrícico
(EM) (Smith y Read 1997), lo cual ha sido reportado por diversos estudios en los bosques de
Nothofagus chilenos y unos pocos en bosques de Argentina (Singer y Morello 1960; Singer y
Moser 1965; Garrido 1988; Carrillo et al. 1992; Valenzuela 1993; Palfner y Godoy 1996 a y b;
Palfner 1996; Flores et al. 1997; Valenzuela et al. 1999). Los hongos asociados son en general
los conocidos como “hongos de sombrero” (epigeos) y las “trufas” y “falsas trufas” (hipógeas),
en su mayoría pertenecientes a las clases Basidiomycetes y Ascomycetes (Smith y Read 1997).
Las EM en general son bastante específicas, por lo cual una especie de hongo solo puede
asociarse con una o unas pocas especies de plantas, y además pueden ser específicas a las
condiciones medioambientales (suelo, clima, etc.).
En la simbiosis micorrícica el hongo aporta principalmente agua, nitrógeno y fósforo,
este último sumamente retenido en los suelos derivados de ceniza volcánica de la región
Andinoparagónica, que a través de esta simbiosis se encuentra disponible (Mazzarino y Gobbi
2005). Recibe a cambio hidratos de carbono provenientes de la fotosíntesis del árbol y un nicho
ecológico, ya que las raíces proveen de una superficie continua para el crecimiento, un pH
relativamente constante en la región cortical y de células muertas de la raíz que aportan
nutrientes y factores de crecimiento. Además de aumentar la superficie de absorción de las
raíces, las EM producen diversas hormonas (auxinas, fitoquininas) y compuestos que influyen
positivamente en el desarrollo de la planta, y mantienen por más tiempo a las raíces activas
fisiológicamente (Smith y Read1997; Bowen 1973 y Theodorou 1997). El manto fúngico actúa
además como protección física frente a patógenos impidiéndoles instalarse en el área ocupada
por él, y/o secretando compuestos fungistáticos y antibióticos capaces de eliminar o minimizar
su desarrollo.
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frecuentemente se utilizan esporas obtenidas directamente de las fructificaciones de los hongos
(Castellano y Molina 1989; Rincón et al. 2001). Las esporas ocupan muchísimo menos volumen,
toleran largos periodos de almacenamiento, son muy abundantes en los cuerpos fructíferos y son
fáciles de aplicar. La desventaja es que su disponibilidad depende estrictamente de la formación
de fructificaciones, sujeta a las variaciones climáticas estacionales y anuales. La inoculación con
esporas se realiza regando los plantines con una suspensión de esporas obtenidas de
fructificaciones en buen estado y trituradas (Parladé et al. 1996; Rincón et al. 2001).
Momento de inoculación
La literatura reporta diferentes momentos para efectuar la aplicación del inóculo EM
utilizando esporas. La alternativa más ampliamente citada para coníferas es aplicar esporas a la
semilla antes de realizar la siembra, a fin de estimular la colonización y dar tiempo al desarrollo
de las micorrizas (Marx y Bell 1985; Marx et al.1984; Marx y Cordell 1990). También resultaron
positivos diversos ensayos de inoculación a campo, cuando se aplicó el inóculo luego de 2-6
meses de establecidas las plantaciones de especies de los géneros Fagus, Betula y Quercus (Pera
y Parladé 2005). El inconveniente con la incorporación en el campo es que resulta más engorrosa
la aplicación de la suspensión planta por planta.
La influencia de altas dosis de fertilizante sobre la colonización micorrícica se ha
reportado con diferentes resultados; algunos investigadores afirman que las plantas desarrolladas
bajo altas dosis de fertilizante químico no necesitan de una asociación simbiótica para la
captación de nutrientes y agua, por lo que la micorrización es pobre en caso de existir (Gagnon et
al. 1987, Gagnon et al. 1988, Hunt 1988, Reitveld et al. 1989, Chakravarty y Chatarpaul 1990,
Le Tacon et al. 1997, Smith y Reid 1997); otros afirman que la formación de micorrizas es
independiente del nivel de fertilización utilizado (Molina y Chamard 1983, Danielson et al.
1984, Khasa et al. 2001), mientras que Trappe (1977) y Marx (1980) afirman que las distintas
asociaciones EM no responden de igual forma a las dietas de fertilizante usadas y que cada caso
debe estudiarse por separado.
Una opción para evitar los períodos de alta concentración de nutrientes debidos al
fertirriego es aplicar las esporas durante la rustificación (Martínez 2005). En Patagonia esto sería
en febrero-marzo, lo cual implica la necesidad de almacenar el inóculo durante 9-10 meses. La
conservación del material inoculante puede, sin embargo, ir en detrimento de su viabilidad, por
lo cual es necesario establecer técnicas que permitan conservar el mayor grado de viabilidad
posible.
Existe muy poca información referida a inoculación EM en Nothofagus, ya que la
producción intensiva en contenedor en nuestra región es muy reciente. Barra Alarcón (2004) en
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Chile reportó que la aplicación de nitrógeno no influye en la micorrización con el hongo
Descolea antarctica (especie EM de los bosques nativos de Nothofagus) en plantines de
Nothofagus oblicua (Mirb) Oerst, mientras que Schafer (1988) tampoco detectó efectos
significativos de la fertilización sobre la micorrización en una inoculación presiembra de
plántulas de Nothofagus alpina con tres especies ectomicorrícicas.
Frente a estos antecedentes, aparece como una alternativa interesante probar si se obtiene
buena micorrización aplicando el inóculo en diferentes momentos coincidiendo con períodos
dónde se reduce de la concentración de N y P en el esquema de producción con fertirriego. El
objetivo general de este trabajo fue evaluar la micorrización de plantines de Nothofagus spp.
producidos en invernáculo bajo ferti-irrigación, inoculados con especies EM candidatas. Como
objetivos particulares se planteó:
Evaluar la eficiencia de la inoculación con Setchelliogaster fragilis y Austropaxillus statumm
en roble pellin y raulí, en tres momentos de aplicación del inóculo
Evaluar la eficiencia de la inoculación con Hallingea purpureus y Austropaxillus statumm en
lenga, en tres momentos de aplicación del inóculo.
Determinar si existen cambios en el crecimiento de los plantines inoculados.
MATERIALES Y MÉTODOS
Diseño de la experiencia
Se utilizaron 3 especies de Nothofagus: raulí, roble pellin y lenga creciendo bajo
fertirriego en invernáculo. Para cada especie se efectuó un experimento separado.
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La colecta de cuerpos fructíferos para usar como inóculo en este trabajo se realizó entre
abril y mayo de 2008, en el mismo bosque de lenga muestreado el año anterior, agregando otro
sector de búsqueda en lengales ubicados en zona del Lago Baguilt (Chubut). Cada colección se
colocó en bolsas de papel, se identificó el lugar de procedencia y se le confeccionó una ficha
descriptiva para confirmar su determinación taxonómica en el laboratorio.
Debido a las dificultades que presentó el otoño de dicho año, que fue muy seco en el
comienzo, inhibiendo la aparición de fructificaciones, sumándose luego la profusa caída de
ceniza proveniente de la erupción del volcán Chaitén, se obtuvieron pocas colecciones de
hongos(Foto 2). La capa de ceniza, aparte de dificultar mucho la búsqueda, impedía que el agua
llegue al suelo. Por ello, dado que el material de S. fragilis obtenido no alcanzaba para inocular
todos los ensayos, se decidió reemplazar para Lenga esta especies por Hallingea purpureus (Foto
1) un hongo hipógeo muy abundante en los lengales, que fructifica en colonias y posee una
densidad de esporas muy alta.
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Esporas
vacías
Espora
viable
Foto 3. Esporas con tinción bajo microscopio.
Tabla 1. Porcentaje de viabilidad de las esporas de las tres especies inoculadas, con los días de
almacenamiento en frío.
Se inoculó cada plantín (Foto 4) con una aplicación de 0.6 x 106 esporas viables, lo que
representó un número variables de esporas totales en cada especie y en cada uno de los
momentos de inoculación, dependiendo de la viabilidad cuantificada en cada caso. La
preparación y conservación de los inóculos, así como los conteos y tinciones de esporas y la
evaluación de los plantines se realizaron en instalaciones del Centro Forestal CIEFAP
(laboratorio de protección).
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utilizado fue de 2 partes de turba Sphagnum en 1 parte de arena volcánica. El sustrato y las
bandejas habían sido previamente desinfectados con agua hirviendo.
En cuanto a las condiciones de crecimiento, las bandejas de plántulas se colocaron en un
invernáculo y sobre mesadas elevadas de superficie libre, a fin de facilitar la autopoda de raíces
que llegaban a la base del contenedor. Las condiciones de temperatura fueron mantenidas
constantes entre 18 y 22 grados. Esto se logró mediante una caldera programada que mantenía la
temperatura en ese rango, y un sistema automático de apertura y cierre de ventanas.
El fertiriego dentro del invernáculo se suministró mediante un sistema de microaspersión
elevado. A través del riego se suministraron los nutrientes acordes a cada etapa de crecimiento,
aplicándose fertilizantes solubles en todos los riegos, de manera de mantener una concentración
de solutos estable en el sustrato.
Las dietas fueron ajustadas según la etapa de crecimiento de las plantas de la siguiente
manera (Tabla 2).
Momentos de inoculación
Los momentos de inoculación se determinaron eligiendo las fases dónde disminuía la
dosis de fertirriego. Se determinó así el momento 1, el 17/09/08, coincidiendo con la dosis de 50
ppm de P (producto 10-45-16). El momento 2 fue el 14/10/08, coincidiendo con una dosis de 30
ppm de N (producto 18-7-17). El momento 3 fue el 05/02/09, coincidiendo con una dosis de 100
ppm de K (producto 4-27-38).
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metros. El largo total necesario se definió con un pre-muestreo, empezando con 3 metros que se
redujeron a 2 sin diferencias en los promedios.
Con el sistema radical en agua y bajo lupa estereoscópica se cuantificaron las puntas
micorrizadas a lo largo de las raíces, siguiendo la metodología descripta por Brundrett et al.
(1996), discriminando las diferentes asociaciones o morfotipos presentes además de contabilizar
las puntas de raíces no micorrizadas. Para discriminar los morfotipos se observaron
características morfológicas como el tamaño, color, arquitectura, presencia de hifas emanantes y
rizomorfos, según metodología descripta por Goodman et al. (1996). Se realizaron también
preparados microscópicos en agua para evaluar las microestructuras: características de la red de
Hartig, forma y dimensiones de las hifas, presencia y tipo de septos y concreciones de cristales
sobre las paredes u ornamentaciones (Agerer 1994, 2001).
Se calculó el porcentaje de micorrización total (PM) y el porcentaje de micorrización con cada
morfotipo identificado (Pmx) en cada plantin, obteniendo luego los promedios de las 3 plantas
muestreadas por tratamiento. El porcentaje de micorrización total se calculó como:
PM = (puntas micorrizadas/total de puntas) x 100
El porcentaje de micorrización de cada morfotipo se expresó como:
Pmx = (puntas micorrizadas morfotipo x/total de puntas) x 100
Los datos se analizaron mediante análisis de la varianza factorial en bloques, usando el
programa spss versión 11.5. Se chequearon en cada análisis los supuestos de normalidad (test
Kolmogorov-Smirnov) e igualdad de varianzas (test de Levenne) de las variables por separado.
Para todos los análisis se usó un nivel de significancia de 0.05.
Se realizaron análisis foliares de muestras compuestas de hojas de Lenga únicamente.
Para ello se colectaron en abril de 2009 hojas de testigos sin inocular, plantas inoculadas con A.
statuum y con H. purpureus, que se secaron en estufa a 38º C y se molieron. En Laboratorio se
evaluó Carbono total (Nelson y Sommers 1996), Nitrógeno total, Fósforo total, Calcio total,
Magnesio total y Potasio total (Richards 1993).
RESULTADOS
Colonización micorrícica y variables morfométricas
Para las tres especies forestales, independientemente de las especies EM inoculadas y del
momento de inoculación, se observó una nula micorrización con las especies seleccionadas, una
alta proporción de raíces finas sin micorrizar, y una colonización baja a moderada del hongo
ectomicorrícico Thelephora terrestris y en mucho menor medida de Cennococum sp. La
identidad de Thelephora terrestris se confirmó a partir de fructificaciones encontradas en los
tubetes (Foto 5).
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Lenga
La micorrización promedio varió entre 9,56 a 20,78 %, mayoritariamente constituida por
T. terrestris y en mucho menor escala por C. geophilum (0 a 1,39%). No se detectaron
diferencias significativas entre los tratamientos para micorrización total (p= 0,575 para especies
y p= 0,184 para momento, Anova factorial en bloques) ni para la micorrización con T. terrestris
(p= 0,49 para especies y p= 0,21 para momento, Anova factorial en bloques).En las plantas
testigo se detectó colonización con T. terrestris únicamente (la normalidad en momento 1 para
prom tot. y prom Thel dio no normal, p=0.014).
Tabla 2: Valores promedio de micorrización total (% Micorr. tot), micorrización con T. terrestris (% T.
terrestris), micorrización con C. geophilum (% C. geophilum), largo del vástago (Largo vast.) diámetro
del cuello (Diám. cuello) para cada combinación de tratamientos en lenga.
El largo del vástago varió desde 33,16 a 51,79 cm entre los tratamientos, sin diferencias
significativas entre especie inoculada (p= 0,63, Anova factorial en bloques) pero
significativamente entre momentos de inoculación (p= 0,005, Anova factorial en bloques),
siendo mayor el valor para el momento 2 (Tabla 2) (varianzas no homogéneas entre especies,
p=0,01). El diámetro del cuello varió entre 5,13 a 5,96 mm entre tratamientos, sin diferencias
significativas entre especies (p= 0,642) ni momentos (p= 0,338 Anova factorial en bloques).
Raulí
La micorrización promedio varió entre 2,8 a 5,9 %, constituida casi completamente por
Thelephora terrestris (Tabla 3). No se detectaron diferencias significativas entre los tratamientos
para micorrización total (o con T. terrestris) (p= 0,599 para especies y p= 0,586 para momento,
Anova factorial en bloques. En las plantas testigo se detectó colonización con T. terrestris
únicamente.
El largo del vástago varió desde 53.77 a 68,73 cm entre los tratamientos, con valor
significativamente mayor para las plantas inoculadas con H. purpureus (p= ,011, Anova factorial
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en bloques) pero sin diferencias entre momentos de inoculación (p= 0,381, Anova factorial en
bloques). El diámetro del cuello varió entre 5,13 a 5,79 mm entre tratamientos, sin diferencias
sinificativas entre especies (p= 0,158) ni momentos (p= 0,971338 Anova factorial en bloques)
(Tabla 3).
Tabla 3: Valores promedio de micorrización total (% Micorr. tot), micorrización con T. terrestris (% T.
terrestris), micorrización con C. geophilum (% C. geophilum), largo del vástago (Largo vast.) diámetro
del cuello (Diám. cuello) para cada combinación de tratamientos en raulí.
Roble pellin
La micorrización promedio varió entre 5,57 a 20,78 %, mayoritariamente constituida por
T. terrestris y en mucho menor escala por C. geophilum (0 a 0,60%). No se detectaron
diferencias significativas entre los tratamientos para micorrización total (p= 0,141 para especies
y p= 0,061 para momento, Anova factorial en bloques) ni para la micorrización con T. terrestris
(p= 0,401 para especies y p= 0,110 para momento, Anova factorial en bloques) (Tabla 4). En las
plantas testigo se detectó colonización con T. terrestris únicamente.
El largo del vástago varió desde 62,11 a 79,22 cm entre los tratamientos, sin diferencias
significativas entre especie inoculada (p= 0,363) ni entre momentos de inoculación (p= 0,290,
Anova factorial en bloques). El diámetro del cuello varió entre 5,16 a 5,98 mm entre
tratamientos, sin diferencias significativas entre especies (p= 0,305) ni momentos (p= 0,563
Anova factorial en bloques) (el diam en especie 2 fue no normal, p=,016 Kolmogorov-Smirnov).
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Tabla 4: Valores promedio de micorrización total (% Micorr. tot), micorrización con T. terrestris (% T.
terrestris), micorrización con C. geophilum (% C. geophilum), largo del vástago (Largo vast.) diámetro
del cuello (Diám. cuello) para cada combinación de tratamientos en roble pellin.
La tabla 5 presenta los resultados del análisis foliares de las hojas de lenga, de
tratamientos testigo, inoculados con A. statuum y H. purpureus.
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Foto 6. Morfotipo de Thelephora terrestris bajo lupa.
Tabla 5. Análisis de fósforo total (Pt) Calcio total (Cat), Magnesio total (Mgt), Potasio total (Kt),
Carbono total (Ct) y Nitrógeno total (Nt) en hojas de lenga.
Tratamiento PT Ca T Mg T KT CT NT
(%) (%) (%) (%) (%) (%)
Testigo Lenga 0,32 0,90 0,26 1,63 47,5 1,44
H.purpureus-Lenga 0,40 1,00 0,27 1,53 47,1 1,45
A. statuum-Lenga 0,38 0,90 0,23 1,71 46,5 1,63
DISCUSIÓN
La inoculación con las especies seleccionadas no fue exitosa. Dada que la viabilidad de
las esporas fue chequeada en cada aplicación, la falta de colonización se ha debido muy
probablemente a la fertilización. Si la dosis de esporas no hubiese sido la óptima, se habrían
encontrado al menos algunas puntas micorrizadas con alguno de los hongos inoculados.
La alta tasa de colonización con Thelephora terrestris plantea el interrogante del orígen
del inóculo. Dado que el invernáculo es abierto, la entrada de esporas acarreadas por el viento es
una via posible. La especie posee fructificaciones epígeas muy abundantes, cuyas esporas
pueden ser arrastradas fácilmente por el viento, y ha sido encontrada fructificando en viveros de
la región (Barroetaveña y Rajchenberg 2003; Barroetaveña et al. 2005). Otra posible via de
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entrada de este inóculo es el agua utilizada para el riego, que es tomada del arroyo blanco, que
atraviesa bosque de Nothofagus spp. en su recorrido. Al tratarse de una especie cosmopolita,
citada por Singer (1969) asociada a N. antarctica, es factible que esté presente en los suelos de
estos bosques, y que sus propágalos lleguen con el agua al invernáculo.
Thelephora terrestris, además de poseer una distribución cosmopolita, asociada a
numerosas especies de coníferas y latifoliadas en diferentes partes del mundo, está muy bien
adaptada a las condiciones de vivero, dónde la abundante disponibilidad de agua y nutrientes
solubles estimulan la rápida colonización del sustrato (Castellano y Molina 1989; Colpaert
1999). Por ello es muy común encontrarla abundantemente en los sistemas radicales de platines
producidos bajo fertirriego. Sin embargo, ante la disminución o eliminación de las dosis de
fertilizantes es reemplazada, en viveros de coníferas, por otros simbiontes EM como
Ascomycetes del grupo E-strain, Amphinema byssoides o Cenococcum geophilum (Castellano y
Molina 1989). En general es considerada como una especie poco competitiva frente a otras
especies EM en ambientes naturales, siendo abundante en plantas establecidas en suelos recién
formados, o en plantaciones exóticas donde no se han introducido hongos EM más competitivos
que la desplacen (Colpaert 1999). No sobrevive en condiciones de alta acidez, altas temperaturas
o con metales pesados. Dado que esta evaluación no incluyó un seguimiento a posteriori de las
plantas, no sabemos que permanencia tendrá esta especie en los sistemas radicales en plantación.
Cenococcum geophilum también es una especie de carácter cosmopolita, cuyas
asociaciones micorrícicas han sido descriptas con frecuencia para bosques templados del
hemisferio norte, incluso bajo condiciones extremas de impacto antrópico (Flores et al. 1997).
Tiene características de pionera, estando presente en diferentes estadios de las plantas, desde
plántula hasta árboles maduros, y es considerada como una especie persistente más que una
competidora exitosa. Se encuentra entre las primeras especies de hongos EM que colonizan
plantas en suelo recientemente formados como morenas , dunas, ceniza volcánica o terrenos con
tala rasa. Es particularmente reconocida por su capacidad de tolerar el estrés hídrico, y puede ser
dominante en suelos con bajo contenido de humedad (LoBuglio1999). Se ha demostrado
experimentalmente que la especie estimula la absorción de P orgánico mucho más
eficientemente que de P inorgánico, así como de N en forma de NH4, redundando en biomasa
para las plantas. Además produce antibióticos que inhiben bacterias Gram posiva y Gram
negativas, levaduras y actinomycetes (LoBuglio1999). Para Chile la especie ha sido
documentada por Garrido (1986) asociada a varios hospedantes introducidos, y asociada a 8
especies de Nothofagus (Garrido 1988, Flores et al. 1997). Bajo estas consideraciones, es muy
probable que la especie haya llegado al vivero a través del agua de riego, dado que el
invernáculo está rodeado por una producción de plantines de pino ponderosa, donde no se ha
detectado Cenococcum en evaluaciones anteriores (Barroetaveña y Rajchenberg 2003;
Barroetaveña et al 2005).
La pérdida de viabilidad de las esporas con el tiempo de almacenamiento es un punto
muy importante a considerar en el manejo de inoculación. Este trabajo detectó que Hallingea
purpureus pierde drásticamente la viabilidad, por lo cual no constituye una buena especies para
inoculaciones con esporas, salvo que se use inmediatamente luego de ser cosechada.
Austropaxilus statumm y S. fragilis mostraron menor pérdida de viabilidad, pero con valores
disminuyendo marcadamente con el tiempo. Esto plantea la necesidad de considerar la pérdida
de viabilidad al momento de calcular las dosis de esporas a inocular, y también al momento de
colectar fructificaciones para almacenar, a fin de que alcancen cuando deban ser usadas. La
oferta estrictamente estacional de fructificaciones y la fuerte dependencia de su ocurrencia y
abundancia determinadas por las condiciones climáticas de cada año, implican que la obtención
de las mismas debe ser una actividad planeada y ajustada temporalmente cada año.
En general las variables morfométricas largo de vástago y diámetro del cuello fueron muy
homogéneas entre tratamientos y también entre las 3 especies forestales. Los valores de
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micorrización sin embargo, si bien fueron homogéneos entre tratamientos, variaron entre los
ensayos. Lenga presentó los valores más altos (14,53% promedio general), seguido por roble
(8,62% promedio general) y raulí (3,60% promedio general). Dado que la evaluación se realizó
en bloques, no puede atribuirse el resultado al efecto del momento en que se realizó la
evaluación. Estos resultados estarían indicando que Thelephora sp., bajo las condiciones de
crecimiento brindadas en este estudio, poseería más afinidad por lenga. Los análisis foliares, que
se hicieron al final de la fase de vivero en hojas que ya estaban senescentes, mostraron que los
valores de N encontrados fueron superiores a los reportados por Diehl et al. (2003) para análisis
foliares hechos en bosque de lenga en hojas senescentes (aproximadamente 0.5%) pero inferiores
a lo reportado en hojas maduras (2,4% aprox.), mientras que para P y K los valores obtenidos
fueron siempre superiores incluso a los valores reportados por dichos autores para hojas maduras
(0,15 % y 0,9 % respectivamente).
CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES
Las tres especies EM seleccionadas para inocular estos ensayos no formaron simbiosis
con ninguna de las tres especies de Nothofagus evaluadas, en ninguno de los tres momentos de
inoculación elegidos. Se detectó asimismo la presencia constante de T. terrestris y en menor
grado C. geophilum, especies altamente colonizadoras en situaciones de vivero con ferti-
irrigación. Estos resultados indican que las dosis de fertilizante utilizado inhiben la formación de
micorrizas con las especies probadas, dado que la viabilidad de las esporas aplicadas fue
chequeada químicamente.
Dado que no puede descartarse que otras especies de hongos EM puedan tener un
comportamiento más exitoso en este esquema productivo, habría que entonces repetir ensayos
similares a este seleccionando otros hongos EM con características pioneras, que puedan
competir con T. terrestris en la fase de de vivero. Sin embargo, parece más prometedor apuntar a
modificar el esquema de inoculación, realizando las aplicaciones de inóculo de especies EM
seleccionadas al momento de la plantación, usando incluso plantas colonizadas naturalmente con
T. terrestris y C. geophilum, a fin de evaluar si las especies EM seleccionadas pueden competir y
establecerse en simbiosis cuando las condiciones ambientales y nutricionales cambian
drásticamente. Dada la colonización natural con T. terrestris y C. geophilum, sería oportuno
incluir en los ensayos de plantación controles colonizados por estas especies y controles sin
colonización EM, a fin de evaluar la persistencia en el campo y los efectos sobre la
supervivencia y crecimiento de las plantas de estas dos especies.
Toda la experiencia previa hace suponer que la tecnología de inoculación de plantas será
más necesaria y redundará en notables beneficios en la plantación, cuando se trate de reforestar
estos Nothofagus en ambientes degradados (talas rasas, incendios, desplazamientos de suelo, etc)
o suelos recuperados de la actividad agrícola, dónde el inóculo EM es nulo o muy marginal.
Replicar estos ensayos de campo en zonas con bosque de Nothofagus (o sea en presencia de
inoculo EM el suelo) y en zonas degradadas (con baja o nula presencia de inóculo EM)
permitiría evaluar experimentalmente el efecto de la inoculación con especies seleccionadas y el
efecto de la micorrización natural con Thelephora y C. geophilum, para poder así determinar
cuando son necesarias las inoculaciones.
En resúmen, el paso siguiente a este estudio sería comprobar la efectividad de especies de
hongos EM seleccionadas como inoculante en plantaciones, aplicando las suspensiones de
esporas a los sistemas radicales en el momento de colocarlas en el hoyo de plantación,
incorporando plantines controles micorrizados espontáneamente con T. terrestris y C. geophilum
a fin de verificar si estas asociaciones persisten en la plantación, si las plantas sobreviven
adecuadamente, o si eventualmente son reemplazados por otras especies EM. En todos los casos
16
sería altamente recomendable mantener un número adecuado de plantas de cada tratamiento en
las plantaciones a fin de evaluar el establecimiento y la evolución del crecimiento de las mismas
con el tiempo.
AGRADECIMIENTOS
A la Lic. Marcia Rafael, quién colaboró activamente en la instalación de los ensayos y al Tec.
For. Juan Monges por su colaboración en la búsqueda de fructificaciones en el campo.
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