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Rosa Aboy

“Ellos y nosotros”. Fronteras sociales en


los años del primer peronismo

Al principio vinieron los “coyas”, una serie de indígenas que vinieron a Buenos Aires,
porque en el campo no se trabajaba y la gente venía a encontrar trabajo aquí. Entonces,
les daban esos departamentos y ellos nunca habían visto un departamento... estropearon
todo, porque ellos no conocían el baño ni el parquet... La bañadera la usaban para otras
cosas [...] Venían del campo, de casas con pisos de tierra y se encontraban con pisos de
parquet, y lo arrancaban para hacerse un asado. Al pueblo, antes de darle algo, hay que
educarlo.
Ofelio Vecchio[1]

1En esta cita, el historiador barrial Ofelio Vecchio da cuenta, de modo elocuente, de la
forma en que un sector de la sociedad porteña recibió la llegada de un numeroso
contingente de compatriotas, llegados a Buenos Aires desde las provincias más pobres de la
Argentina. En efecto, a partir de mediados de la década de 1930, y hasta promediar la
siguiente, se establecieron en el área metropolitana de Buenos Aires alrededor de un millón
de migrantes internos, despectivamente apodados como “cabecitas negras”.

2La capital de la Argentina, con sus altos precios, con la alta ocupación de sus parcelas
urbanas, y con su estilo de vida cosmopolita y sofisticado, relegó en un primer momento
hacia los márgenes a los recién llegados, que en su amplia mayoría se asentaron en el
cinturón suburbano que rodea a la ciudad, el llamado Gran Buenos Aires. De este modo,
sólo en los días festivos, en los carnavales, en los estadios de fútbol y en las
manifestaciones políticas, esos argentinos cuyo aspecto se veía diferente de aquél de sus
compatriotas descendientes de europeos, tuvieron una presencia visible en el espacio
público de la capital.

3La política social del gobierno peronista, inaugurado en 1946, incluyó y dio visibilidad
social a esos argentinos llegados desde el interior rural. Transgrediendo tácitas
convenciones sociales, algunos migrantes internos afincaron su residencia dentro de la
ciudad de Buenos Aires, puesto que el peronismo construyó, en algunos barrios, conjuntos
de viviendas destinados a los sectores más pobres de la sociedad.

4Este artículo tiene por objeto explorar las impugnaciones de orden social y cultural, y la
consecuente conflictividad, relacionadas con la inclusión de los migrantes internos en el
espacio urbano y en el espacio social de la capital de la Argentina. Para ello proponemos un
abordaje que combina una aproximación microhistórica -que circunscribe el campo de
análisis a uno de los conjuntos de vivienda social construidos por el peronismo en la ciudad
de Buenos Aires- con el uso de testimonios orales proporcionados por habitantes de las
viviendas y por vecinos del barrio porteño de Mataderos, donde se localizó el conjunto de
departamentos.

5Con la intención de dejar emerger las tensiones sociales, que tal vez pasarían
desapercibidas en una escala más abarcadora, este artículo presta atención al pequeño
universo social de uno de los conjuntos de vivienda construidos por el gobierno de Perón
dentro del límite de la ciudad: el conjunto Los Perales. Entendemos que ese acotado
escenario nos permite aproximarnos al estudio de las dinámicas en las que se manifestó la
tensión entre los antiguos residentes urbanos y los migrantes rurales.

6Por otra parte, se analiza una serie de testimonios, obtenidos de habitantes del conjunto
Los Perales, que hace referencia a las leyendas urbanas que circularon en torno a ese
conjunto de vivienda social, y que pueden ser interpretadas como una herramienta de
discriminación, en términos de clase, de raza y de cultura.

7Las opciones metodológicas adoptadas -la escala de observación microhistórica y el uso


de historias orales- permiten examinar los argumentos a favor y en contra de esa
construcción discursiva (la leyenda)[2] vertidos por algunos habitantes de Los Perales y por
algunos vecinos que, sin residir dentro del conjunto construido por el peronismo, se
relacionaron con él. Las fuentes de este apartado son fundamentalmente, entrevistas y
memorias, recogidas con los métodos de la historia oral y las historias de vida. Por último,
se ensaya una interpretación provisoria, que hace referencia a la construcción de barreras
simbólicas entre individuos y grupos de similar condición social y adscripción política.

Leyendas barriales y metáforas sociales


8La historia narrada en el acápite ha circulado insistentemente acerca del barrio Los
Perales, inaugurado en 1949. Cuenta esa leyenda que sus primitivos moradores habrían
cometido en los departamentos toda clase de desmanes, entre los cuales se cuenta levantar
los pisos de madera para hacer asados, plantar en las bañeras y vender las griferías y
herrajes. Según quien relate la historia, las motivaciones y la acción misma adquieren
razones y proporciones variables. Estos hechos nunca fueron empíricamente verificados.

9Entendemos que la leyenda condensa un conjunto de representaciones referidas a sujetos


que estuvieron inmersos en los procesos de movilidad social y de acceso al bienestar que
tuvieron lugar en los años peronistas. El relato constituye un punto de partida para analizar
las lógicas que delinearon el trazado de una frontera social, un ellos y nosotros, entre
personas que compartían posicionamientos sociales y culturales similares. Proponemos
abordar su análisis empleando herramientas de tipo cualitativo, para elaborar una
interpretación más sugestiva que concluyente, que permita hacer inteligible un corpus de
memorias y recuerdos, relacionado con la leyenda. Para hacerlo, se trabajó sobre la base de
testimonios orales de actores que se relacionaron con el barrio Los Perales durante el ciclo
del primer peronismo.[3] El valor de estos testimonios reside en la posibilidad de arrojar un
haz de luz, aún si oblicuo y tamizado por la selectividad de la memoria, sobre los
fragmentos de sentido que la leyenda sintetiza, y sobre los rastros de pensamiento social y
político que están detrás de ella.

10El barrio de Mataderos, donde se edificaron los departamentos de Los Perales, tenía una
historia y un marcado carácter desde antes de la construcción de ese conjunto de vivienda
social. La identidad del barrio estaba ligada a la actividad productiva de la zona, en la cual
se habían instalado corrales, mataderos y frigoríficos desde fines del siglo XIX. Desde
entonces, el barrio se fue poblando lenta pero sostenidamente, por la afluencia de mano de
obra hacia la fuente de trabajo. Las historias de “guapos” y “cuchilleros” que usaban como
arma, llegado el caso, la misma herramienta de trabajo, se remontan a esos primeros
tiempos y fueron retratadas, entre otros, por Roberto Arlt en sus Aguafuertes Porteñas:

Los hombres juegan, conversan o beben. Junto a los pies de cada patrón aguarda un perro
matrero, lobuno, de varios colores, cicatrizado de tarascones. [...] Otros hombres, en otras
mesas, conversan de la hacienda. Morenos y blancos, que al fin son criollazos. Rojos o
pardos a veces. Conversan con voces gruesas, con malas palabras, que es muy lindo
escucharlas y las manos están en el cinto chapeado de monedas de plata o en la redondez
del vaso, que diligentemente llena el mozo gallego. Y nadie se desmanda ni hace el malo,
porque saben todos que cuchillo que sale del cinto no es para compadrear sino para
enterrarse en el pecho de otro.[4]

11En el terreno donde en 1949 se inauguró el conjunto Los Perales, funcionaba


antiguamente una colonia de vacaciones municipal y según los vecinos, existían entonces
algunos asentamientos precarios en las inmediaciones.[5] En el imaginario de Vecchio, los
nuevos vecinos que a partir de 1949 comenzaron a ocupar los bloques de departamentos
construidos por el gobierno de Perón, son identificados como antiguos habitantes de las
villas de emergencia:

La idea de su construcción surgió en 1946, apenas instalado el Gobierno de Perón, cuando


comenzaron a llegar los “Cabecitas Negras” del interior para venir a trabajar en la Capital
Federal, dando auge a la formación de Villas de Emergencia, porque existir ya existían y
esa zona estaba prácticamente rodeada por la denominada Ciudad Perdida, Ciudad Oculta y
Villa Pirelli, las dos últimas en Villa Lugano…[6]

12Vecchio hace referencia a los habitantes de Los Perales, a quienes identifica en su


totalidad con migrantes del interior, llamándolos despectivamente “cabecitas negras” o
“coyitas”. Su mirada reduce a un único colectivo (los “cabecitas negras”) la identidad social
y cultural de los habitantes del conjunto de viviendas construido por el peronismo,
ignorando la diferente procedencia geográfica y la relativa heterogeneidad social de los
habitantes del barrio. Analizaremos estas impugnaciones y preconceptos aproximándonos a
los testimonios orales, a través de los cuales los diferentes entrevistados fueron delineando
sus contornos identitarios, y también las creencias y fronteras que los separaban de sus
vecinos.

13Algunas familias de origen humilde que habían llegado de las provincias del interior
accedieron a un departamento en Los Perales, y en su historia se trasluce el pasado de una
dura vida rural y un estatus ciudadano de segundo orden. La familia de Leonor, la primera
de las entrevistadas, había venido desde Santiago del Estero a Buenos Aires buscando
mejores condiciones laborales y de vida en general. Aunque la transición a la vida urbana
fue dura, el padre de Leonor obtuvo trabajo como empleado en la Municipalidad. A
diferencia de sus hermanos mayores, Leonor nació en Los Perales en 1950, ni bien la
familia se mudó.[7]

14Durante la única entrevista que mantuvimos, Leonor se refirió a lo injustamente que “se
manchó a la gente del interior con mentiras”, e hizo recaer el origen de la leyenda en un
supuesto “enfrentamiento entre porteños y provincianos” que habría existido en los años
peronistas.[8] Leonor manifestó que las historias que circulaban -acerca de la destrucción
de las viviendas que habían recibido por medio de la acción social del estado- hacían
siempre referencia a la gente del interior, “más morocha”, como ella. De este modo Leonor
inscribía la “leyenda negra” como un instrumento de discriminación social y racial.

15En coincidencia con los dichos de Leonor, Elsa Roncatti -quien también había llegado
“desde el campo” con su familia- se refirió a la leyenda como “un invento” destinado a
desacreditar a los habitantes del barrio. Sin embargo, Elsa no adjudicó a un enfrentamiento
en términos de procedencia geográfica, o de discriminación racial el origen de las historias
que circulaban sobre el barrio. Su testimonio introduce la cuestión de la identidad política
de los moradores del barrio (mayoritariamente adeptos a Perón) como elemento fundante de
la leyenda. Elsa adjudicó su autoría a los “oligarcas” y los “contras”, empleando
expresiones que probablemente haya oído en su niñez y asumiendo implícitamente la
identidad peronista del barrio.[9]

16En los testimonios de Leonor y de Elsa –en ambos casos migrantes internas, que se
mudaron a Los Perales a poco de su inauguración y residieron en el barrio por más de
medio siglo- la leyenda es interpretada como una operación tendiente a estigmatizar a los
moradores del barrio por razones como su origen social, el color de su piel ó su identidad
política. El enfrentamiento entre porteños y provincianos, referido por Leonor, reaparece en
el testimonio de Elsa no solamente como la expresión de una vieja antinomia entre Buenos
Aires y el interior, sino como expresión de una alteridad entre el peronismo y el
antiperonismo (“los contras” en el discurso de Elsa). Empleando expresiones usuales en la
jerga de aquellos años, Elsa interpreta la leyenda como expresión de un enfrentamiento
entre los sectores sociales más encumbrados (“los oligarcas”) y los vecinos de Los Perales
(miembros de “el pueblo”).

17Una fuerte carga de significados se vislumbra detrás de la leyenda y permite que se


pronuncien sobre ella no solamente los habitantes del barrio llegados del interior rural -los
supuestos “cabecitas negras” estigmatizados en la historia- sino también algunos vecinos
provenientes del área metropolitana. La familia de Héctor Baldini (alias “Chiche”), de
condición humilde, se había mudado a Los Perales desde el Gran Buenos Aires, donde
habitaba una vivienda precaria asentada en los terrenos próximos al ferrocarril en Santos
Lugares. En la entrevista que mantuvimos, Chiche descalificó como una falacia el relato de
los desmanes producidos en las viviendas, y fue categórico al vincular su autoría con la
oposición política al peronismo, pues dijo: “lo de las bañaderas es una mentira de los
‘gorilas’ que nunca vinieron al Barrio.”[10] En su testimonio, adjudica al antiperonismo
social y político (“los gorilas”) el origen de la “leyenda negra”.
18Otro testimonio, en este caso de un antiguo residente urbano que se había mudado con
sus padres y una hermana a Los Perales en 1949, coincidió en hacer recaer en la oposición
a la identidad peronista del conjunto el origen de un encono, del cual la “leyenda” sería
emergente. Sin embargo, a diferencia de los testimonios de Leonor, Elsa y Chiche, en este
caso se admite por primera vez, un posible punto de apoyo de la “leyenda” en casos reales
aislados que habrían sido magnificados y luego generalizados a la totalidad del barrio:

Cuando la gente dice que en el barrio Los Perales se levantaban los pisos, que se hacían
asados...en fin. Dos casos pudo haber habido, dos casos sobre cien mil [...] en un radio de
veinte cuadras hay gente mala y gente buena. Por supuesto que había gente que tal
vez...como en todos lados. Y bueno, entonces eso fue un mito y una ridiculez, porque
nosotros vivimos muy felices.[11]

19El autor de este testimonio, Angel Pissano, alias “Lito”, vivía ya en el barrio de
Mataderos antes de su mudanza a Los Perales, en una casa compartida con otros miembros
de la familia, incluidos sus abuelos italianos y españoles. Su padre, ascensorista de la Caja
Nacional de Ahorro Postal, habría obtenido la vivienda por intermedio de Eva Perón a la
que varias veces trasladara, en virtud de su ocupación. En el caso de Lito, el acceso a un
departamento en el flamante barrio significó el pasaje de la convivencia de una familia
ampliada a la de solamente padres e hijos y, de acuerdo a su testimonio, el acceso a nuevas
comodidades.

20Para Lito, quien vivió en Los Perales hasta su matrimonio, la historia que él califica
como “un mito” habría tenido una base real en actitudes de algunos habitantes que tuvieron
acciones destructivas para con el bien que les había sido otorgado por el estado. Esto es lo
que el entrevistado designa como “gente mala” que, por lo demás, existiría “en todos
lados”. En diferentes momentos de la conversación, Lito intentó dejar en claro que la
hostilidad hacia el barrio se fundaba en la identidad excluyentemente peronista de sus
moradores: “No había nadie en el barrio que no fuera peronista”, dijo el entrevistado. Esta
identidad habría alcanzado un alto grado de cohesión en los momentos posteriores al golpe
militar que derrocó a Perón, cuando se quiso retirar la estatua de Eva Perón de la puerta de
la Escuela que estaba en el interior del conjunto Los Perales. El entrevistado describió ese
momento en los siguientes términos:

Lito: Primero la quisieron sacar y nosotros los corrimos a gomerazos. Les tirábamos piedras
desde las terrazas...tuvieron que venir con los tanques los militares.

R.A.: Afuera de la Escuela había dos bustos, uno de Perón y uno de Evita...

Lito: Si pero el de Perón ya lo habían sacado. El de Evita venían a sacarlo, ¿no? Quisieron
sacar el de Evita y nosotros reaccionamos. Como les tirábamos piedras, tuvieron que venir
con tanques para sacarlo. Y cuando cayó Perón, vinieron a casa y revolvieron todo, los
cajones, todo.

R. A.: ¿Por qué a su casa?


Lito: A toda la gente en Los Perales... vinieron con ametralladoras, entraban adentro a las
dos de la mañana. Entraron en todos lados, en todos los departamentos.

21El testimonio de Lito es rico al ilustrar lo que podría llamarse la identidad del peronismo
no militante, que parece consistir en una red de lazos emocionales y afectivos invisibles y
profundos entre pares, los habitantes del barrio, y con las figuras de los líderes del
movimiento. Del testimonio de Lito, se desprende que la defensa de la permanencia de la
imagen de Evita sería el motor del “heroísmo”, real o mitificado, que asigna a los vecinos.

22En los testimonios de los vecinos, la mención a la leyenda apareció repetida y


espontáneamente. Aún si el origen de la misma tuviese como base un suceso real, su
permanencia es interpretada por los entrevistados como manifestación de un mecanismo de
discriminación social y política. Este hecho puede ponerse en relación con la percepción de
los entrevistados, quienes caracterizan a Los Perales como un barrio de clase trabajadora y
peronista.[12] Los sujetos entrevistados se autoperciben y perciben al barrio en este
carácter.

23Los departamentos de Los Perales proporcionaban a sus habitantes la posibilidad de


vivir de manera confortable, conectados a redes de electricidad, agua potable, gas y cloacas,
de las cuales no disponía la mayoría de las viviendas de las cuales provenían. Por su parte,
el barrio estaba bien comunicado con el resto de la ciudad y con el centro mediante un buen
equipamiento de transporte público. Por tratarse de un emprendimiento de vivienda
subsidiada por el estado, la renta de los departamentos era muy baja y los vecinos pudieron
optar por transformarse en propietarios mediante cuotas a treinta años que no superaban el
valor del alquiler.

24Para los mismos años el peronismo construyó otros conjuntos de vivienda social, muchos
de ellos en el Gran Buenos Aires, como por ejemplo el ambicioso barrio Ciudad Evita, en
el partido de La Matanza. Comparativamente, Los Perales estaba mejor conectado con el
resto de la ciudad para ese momento, y el hecho de que estuviese dentro del límite
capitalino operaba como una ventaja comparativa. Antonio Chabúh, responsable del puesto
de diarios de Los Perales al momento de ser entrevistado, se había mudado al barrio con su
madre y hermanos ni bien inauguradas las primeras viviendas. La cercanía al centro habría
definido a su madre, cocinera en un hospital, a optar por Los Perales. La elección era
adecuada al exiguo presupuesto familiar, pues Antonio recuerda que “la cuota era muy
baja, como un alquiler”, lo que posibilitó a la familia cancelar las cuotas antes de los treinta
años previstos, y obtener la escritura de propiedad en la década del sesenta.[13] Antonio
refirió que les había sido ofrecida una vivienda en alguno de los barrios que el estado estaba
construyendo, pero su madre habría descartado a Ciudad Evita por la distancia, que juzgó
excesiva a su trabajo y al centro, como la mudanza a un barrio de casas individuales, por el
alto costo de las cuotas.[14]

25De algunos testimonios se desprende que la mayor “cercanía al centro” era valorada por
razones prácticas (accesibilidad a fuentes de empleo, a la red tranviaria y de ferrocarril)
tanto como por razones de orden simbólico. Respecto de las últimas, ha señalado Juan
Carlos Torre que el peronismo fue un capítulo en la inclusión de la clase trabajadora a la
vida política nacional; cabe pensar, entonces, que la admisión de esos mismos sectores en
territorios antes vedados, como la ciudad de Buenos Aires, pudo haber sido visto como el
“derribamiento de las barreras que los confinaban a una ciudadanía de segunda clase”.[15]
En efecto, la integración de los trabajadores como ciudadanos sociales, que tuvo lugar
durante el peronismo, amplió la presencia de este colectivo en el espacio público y este
proceso introdujo nuevas tensiones en el tejido social, articulado en base a consensos
preexistentes.[16]

26El testimonio de Horacio Benevéntano, nacido en 1937 al otro lado de la Avenida Eva
Perón (que divide al conjunto Los Perales del asentamiento precario conocido como la
Ciudad Oculta) y encargado de la pileta de natación del conjunto construido por el
peronismo, polemiza abiertamente con las aseveraciones de Ofelio Vecchio que abren este
trabajo. Horacio coincidió con los habitantes al atribuir un carácter predominantemente
obrero y peronista al barrio y paralelamente sostuvo, en coincidencia con Vecchio, que
“una mayoría inmensa de los que vinieron al principio era de afuera, eran del campo, de las
provincias”[17] Sin embargo, Benevéntano descalifica la “leyenda negra” que Vecchio
suscribe, en los siguientes términos:

Eso del parquet, los gorilas lo dijeron porque este barrio es peronista... y es una cretinada.
Ellos decían que se plantaba perejil en las bañaderas y aquí nunca hubo bañaderas. Lo que
pasa es que Rojas decía que este barrio era un nido de ratas peronistas. Y lo de
Vecchio...Vecchio nunca vino al barrio.[18]

27En su testimonio, Horacio Benevéntano hace referencia al libro Recorriendo Mataderos,


escrito por Ofelio Vecchio, que manifiesta haber leído. Este autor afirma que con los
departamentos se favoreció a muchos provincianos que habían llegado a la capital y que
posteriormente fueron expulsados, pues: “algunos deterioraban los artefactos del baño por
desconocimiento, o arrancaban las maderitas del parquet de los pisos de las
habitaciones.”[19] Vecchio afirma que cuando se fueron esos ocupantes, “a los que el
gobierno quiso favorecer antes que educar”, los departamentos se fueron vendiendo a la
clase media de la capital.[20] En una entrevista que mantuvimos, Vecchio fue aún más
explícito en su caracterización de los primitivos beneficiarios de las viviendas:

O.V: ...al principio vinieron los “coyas”. Una serie de indígenas que vinieron a Buenos
Aires, porque en el campo no se trabajaba y la gente venía a encontrar trabajo y aquí había
de todo. Entonces, les daban esos departamentos, que están bien hechos, y ellos nunca
habían visto un departamento.

R.A.: ¿Por qué les llama “los coyas”? ¿Vinieron del norte?

O.V: Del norte vinieron, claro.... [...] Yo creo que al principio vinieron más del interior
...Pero cuando después hicieron...estropearon todo, porque no sabían qué era un baño y qué
era un parquet... La bañadera la usaban para otras cosas[...] Venían del campo, venían de
pisos de tierra y se encontraban con pisos de parquet, Y lo sacaban para hacerse un asado.
Al pueblo, antes de darle algo, hay que educarlo.[21]

28Ofelio Vecchio, hijo de inmigrantes italianos, fue educado en la cultura del esfuerzo y la
autosuperación, como surge en diferentes momentos de las entrevistas que mantuvimos.
Los criollos que trabajaban en los mataderos y los inmigrantes son valorados por él como
gente que quería “progresar y mejorar la situación económica de la familia”, aún a costa de
grandes sacrificios personales. Las virtudes que Vecchio valora en las familias laboriosas
de los inmigrantes, como su ímpetu de ascenso social, se reflejan como en un espejo
invertido en su opinión acerca de los habitantes de las villas de emergencia, y en la gente
del campo recién llegada a la ciudad, a los que colectivamente alude como “los coyitas” o
“los cabecitas negras”. Este grupo es caracterizado en su discurso, por el desapego al
trabajo y el desinterés por el ascenso social:

‘Los coyitas’ ¿qué iban a valorar? Si ellos para ir al baño van a un hoyo en el campo, nada
más. No conocen. Los pisos son de tierra.. Qué iban a encontrarse con una bañera, el agua
de lluvia era mucho para ellos. Yo pensé que Perón... podría haber pensado. Antes de dar
algo hay que educarlos. Es primordial la educación...[22]

29La cita revela la creencia de que los hipotéticos daños eran debidos a la falta de
educación de sus ocupantes, de lo que hace responsable a Perón. Esto último no deja de ser
remarcable en quien, como Vecchio, se reconoce fervorosamente peronista, al igual que el
resto de su familia de origen italiano. Peronista, al igual que los vecinos del barrio Los
Perales.

30El entrevistado hace referencia al tipo de viviendas que habrían preferido los viejos
habitantes de Mataderos: “la gente de acá quería hacerse su casita... al español, al italiano,
le gusta hacerse una casa propia.” Si bien reconoce que los departamentos de Los Perales
“contaban con todo el confort”, asegura que nunca pensó en mudarse a uno de ellos porque
los “departamentitos eran más chicos que las casas. A nosotros nos gustan las casas
amplias, ellos no tenían fondo.”[23] Aquí el “nosotros” se circunscribe a los descendientes
de inmigrantes, que habrían preferido una casa con fondo, parra e higuera, donde reunir a
tres generaciones de una misma familia, por sobre el confort del “departamentito” moderno.

31La casa propia tendría, desde la perspectiva de Vecchio, una superioridad fundada en
promover un modelo familiar valorado positivamente y que estaba siendo amenazado por
los cambios sociales y culturales en curso. El ideal del departamento “moderno, compacto y
confortable” es resistido por Vecchio, quien lo juzga responsable de promover la disolución
de la familia y del orden social: “ya en ese tiempo, las familias empezaban a ser más
chicas...Ahora ya casi ni existen, la familia desapareció, va desapareciendo. Hemos
retrocedido, hemos retrocedido en cuanto a civilización”.[24] Emerge, en el discurso de
Vecchio, la contracara de una valoración positiva de la idea de “progreso”. Sin embargo,
como muestran los testimonios analizados, otras familias descendientes de inmigrantes
valoraban positivamente la modernización de los modos de habitar y de los modelos
familiares, como en el caso de Angel Pissano (alias “Lito”). Esta familia, descendiente
también ella de inmigrantes europeos y peronista -al igual que la de Vecchio- había
adoptado un modelo familiar reducido a padres e hijos, habitando una unidad residencial
independiente en Los Perales, lo que implicó necesariamente, el reemplazo de un modelo
familiar y cultural por otro.

Consideraciones finales
32El recorrido efectuado en estas páginas permite apreciar que la inclusión de los migrantes
rurales en el espacio urbano y en el tejido social de los barrios porteños, realizada al
amparo de las políticas sociales del peronismo, estuvo lejos de ser un proceso libre de
conflictos. La construcción de viviendas para los sectores más pobres de la sociedad fue
una opción de hierro para el gobierno de Perón puesto que el déficit era, en el momento de
su asunción, más amplio que en los tiempos previos y debido también a que su base política
se reclutaba, en buena medida, en los sectores sociales más afectados por la crisis de
vivienda.

33La inclusión de argentinos con una escasa aculturación urbana en los barrios porteños,
generó temores y rechazos por parte de los viejos vecinos. Estos antiguos residentes estaban
muchas veces en relación de proximidad, no solamente en el espacio urbano sino también
en la estructura social, respecto de los recién llegados. La mirada acotada al barrio porteño
de Mataderos y las memorias de los habitantes de los departamentos de Los Perales
permiten plantear algunas consideraciones de carácter provisorio.

34En primer lugar, la leyenda -que desde los primeros años comenzó a circular acerca del
conjunto construido por el peronismo, y a la cual han hecho referencia tanto los vecinos de
Los Perales como algunos vecinos que nunca vivieron allí (Vecchio, Benevéntano)- puede
interpretarse como una construcción defensiva cuyo objeto es crear un hiato, una frontera,
entre nuevos y viejos vecinos de Mataderos, un ellos y un nosotros.

35Teniendo en cuenta los testimonios recogidos, pueden establecerse dos líneas


explicativas acerca del surgimiento de la “leyenda negra”. Mientras que la primera
interpreta la historia como emergente de confrontaciones de orden social, la segunda
enfatiza la existencia de un enfrentamiento político. En el primer caso, la leyenda sería
expresión de un conflicto de orden social que haría visible la tensión entre viejos y nuevos
habitantes urbanos. En el segundo, la lucha se radica en el terreno político del
enfrentamiento entre el peronismo y el heterogéneo conglomerado que convencionalmente
se designa como antiperonismo (aludido en los relatos como “los contras”, “los gorilas”,
“los oligarcas”).

36Por nuestra parte, creemos que ambas líneas explicativas no son excluyentes. Mirada en
perspectiva, la leyenda sería una actualización de actitudes defensivas, por parte de sectores
sociales que se sintieron amenazados ante la irrupción de fuertes cambios sociales, políticos
y culturales, y que se expresaron siguiendo la dinámica fuertemente polarizadora de los
años peronistas. En sus efectos, la leyenda habría contribuido a reforzar la identidad de los
habitantes de Los Perales como peronistas y como obreros. En este sentido, la leyenda
contribuye a caracterizar el conjunto de viviendas como una incrustación social y política
homogénea (pabellones de vivienda para la clase obrera peronista, departamentos para los
“cabecitas negras”, etcétera) en medio de una ciudad donde el ascenso social se había
constituido en un verdadero mito movilizador. La construcción de la “leyenda negra”
constituye una simplificación, que en su estigmatización de los “cabecitas negras” oculta la
porosidad de la frontera trazada; a un lado y al otro de la cual quedaron ubicados sujetos
con similar origen social, con capital cultural semejante y con una misma identidad política.
Esto se verifica, por ejemplo, en los casos de Ofelio Vecchio y de Ángel Pissano (Lito),
ambos descendientes de inmigrantes italianos, ambos peronistas, ambos empleados con
ingresos módicos, que se situaron en posiciones diametralmente opuestas en relación con la
leyenda. De este modo, la construcción cultural que designamos como “leyenda negra”
devino en una herramienta de discriminación que subrayaba las rupturas y diluía las
semejanzas.

37Ante la llegada de los sectores sociales que sin pedir permiso comenzaron a ocupar el
espacio público, algunos sectores apenas menos nuevos, descendientes de inmigrantes
europeos, muchas veces dedicados también ellos al trabajo manual, buscaron tomar
distancia. En este sentido, la leyenda podría interpretarse como catalizadora de aquello que
ha sido caracterizado como el “racismo de clase” de la baja clase media argentina.[25] Sin
embargo, la aproximación que hemos concretado al caso del conjunto Los Perales nos
permite descubrir que la construcción de fronteras sociales en el peronismo no se
circunscribió de manera excluyente a un enfrentamiento entre “la baja clase media” y los
trabajadores, sino que esas barreras se erigieron al interior de un mismo grupo social: los
propios trabajadores peronistas divididos por su proveniencia geográfica y por el grado de
aculturación urbana. En efecto, al cabo del recorrido realizado en este trabajo, puede verse
que la llegada y la posterior inclusión de los migrantes internos a la vida urbana significó el
derribamiento de barreras invisibles y fue experimentado con recelo, activando nuevas y
viejas antinomias: entre los trabajadores descendientes de europeos, ya integrados a la vida
urbana, y trabajadores rurales, entre el puerto y el interior, entre trabajadores de cuello
blanco y trabajadores manuales. Siguiendo la lógica de pretéritos y sucesivos nosotros y los
otros, la “leyenda negra” construyó un relato de transmisión fundamentalmente oral y de
larga vitalidad, que llegó hasta nuestros días, para recordarnos la perdurable segregación
social de los “cabecitas negras”.

38Vista en perspectiva, la extensión de las políticas de vivienda del peronismo hacia


quienes eran percibidos como la alteridad en lo social, los llamados “cabecitas negras”,
tensó al máximo los prejuicios sociales de la Argentina. La audacia de aquellas políticas
surge de la comparación de su alcance social con los programas de otras sociedades que
también tenían un fortísimo componente inmigratorio. Para los mismos años, por ejemplo,
los programas de la Federal Housing Administration de los EE.UU., estaban limitados a la
construcción de viviendas para la clase media blanca, y excluían a los ciudadanos de color
hasta la presidencia de Kennedy. Pero la sociedad norteamericana estaba atravesada por
conflictos raciales y por prejuicios étnicos de los que la Argentina creía verse libre. No
obstante, y al cabo del recorrido realizado en este artículo, puede pensarse que las políticas
sociales del peronismo actuaron como catalizadoras de buena parte de lo que de intolerante,
segregacionista y dicotómico anidaba en la imagen más autocomplaciente de la sociedad
argentina.

Notas
[1] Vecchio, Ofelio, Recorriendo Mataderos, Buenos Aires, Edición del autor, 1997, 2
Tomos. Ofelio Vecchio es presidente de la Junta de Estudios Históricos de Mataderos,
donde reside desde 1936, cuando arribó a la Argentina desde su Italia natal.
[2] A falta de una verificación empírica de los hechos narrados acerca de los desmanes que
supuestamente habrían cometido algunos habitantes en sus departamentos, en este trabajo
optamos por designar como “leyenda” a esa construcción discursiva.
[3] Debido al tiempo transcurrido y a la movilidad social y espacial características de la
sociedad porteña, sólo un escaso número de habitantes originales de Los Perales
permanecía en su vivienda al momento de la investigación. Se entrevistó a un grupo de
residentes que se mudaron al conjunto en los años del primer peronismo y a un grupo de
vecinos de Mataderos, que sin vivir en Los Perales, se relacionaron con él. Los testimonios
orales obtenidos fueron recogidos a través de entrevistas en que luego de explicar el objeto
de la investigación, se invitó a la persona a hablar sobre su historia de vida. Estas
entrevistas fueron analizadas de modo más extenso en Aboy, Rosa, Viviendas para el
pueblo. Espacio urbano y sociabilidad en el barrio Los Perales, 1946- 1955, Buenos Aires,
Fondo de Cultura Económica, 2005. En este artículo, el análisis se circunscribe a un
número acotado de testimonios, que juzgamos representativos de las diferentes posiciones
en relación con la leyenda.
[4] Arlt, Roberto, Aguafuertes Porteñas. Buenos Aires, vida cotidiana, “Criollaje en
Mataderos (27 de marzo de 1929)”, Buenos Aires, Alianza, 1993, p.37.
[5] Estos asentamientos, conocidos en la Argentina como villas miseria o villas de
emergencia, estaban situados al otro lado de la Avenida del Trabajo, donde actualmente se
encuentra la villa miseria más grande de la capital, conocida como Ciudad Oculta, y
también habrían existido algunas viviendas precarias en el interior del terreno que
posteriormente ocupó el conjunto de viviendas.
[6] Vecchio, Recorriendo Mataderos, T.1, Buenos Aires, Edición del autor, 1997, p. 413.
[7] Al momento de la entrevista Leonor aún vivía en Los Perales con su marido. Aunque
tuvo la amabilidad de mostrarme su casa, para que viera la buena calidad de la construcción
y lo bien que se había conservado, no dio a conocer su apellido ni su número de teléfono.
La entrevista tuvo lugar durante una de mis visitas al barrio. Leonor fue la primera
entrevistada (el encuentro no fue concertado y tuvo la forma de una conversación
espontánea) y quien primero mencionó la “leyenda” acerca del conjunto. Aunque Leonor
solicitó mi número telefónico, no volvió a ponerse en contacto conmigo. Entrevista con
Leonor, agosto de 2000.
[8] Durante la entrevista, Leonor usó repetidas veces la expresión “manchar” o “ensuciar”
para calificar el contenido y la intención de la “leyenda negra” a la que claramente y sin
usar esta expresión quiso establecer ante mí como una calumnia discriminatoria.
[9] Elsa había llegado desde el interior en 1949 y se mudó Los Perales con sus padres y
hermanos. A escasos metros de su vivienda, habitaba otra unidad quien posteriormente se
convirtió en su marido, Alberto Roncatti, hermano de un edecán de Evita, y Tesorero de la
Asociación de Vecinos del barrio Los Perales al momento del testimonio. Entrevista con
Elsa Roncatti, marzo de 2001
[10] Entrevista con Héctor Baldini, octubre de 2001.
[11] Entrevista con Angel Pissano, octubre de 2001.
[12] Este recorte social está muy en sintonía con la arquitectura de Los Perales, inspirada
en los conjuntos de vivienda obrera construida por los municipios socialistas de la
República de Weimar. El análisis de las características arquitectónicas y urbanas de Los
Perales, y su relación con modelos preexistentes queda fuera de este artículo, pero ha sido
abordado por nosotros en Aboy, R. Viviendas para el pueblo. Op. Cit.
[13] Entrevista con Antonio Chabúh. Octubre de 2001.
[14] Contemporáneamente a la construcción de Los Perales, fueron edificados en la ciudad
de Buenos Aires otros dos conjuntos de vivienda social, que al igual que aquél se
inauguraron para 1949: el barrio Juan Perón y el barrio 1° de Marzo, ambos en el barrio
porteño de Saavedra. En ambos conjuntos, la unidad de vivienda era una casa individual, a
diferencia de Los Perales, proyectado como 39 bloques de planta baja y tres pisos altos,
integrados por departamentos de dos y tres dormitorios. Para un análisis de las
características espaciales de los diferentes barrios y sus viviendas, Aboy, Viviendas para el
pueblo, Op. Cit.
[15] Torre, Juan Carlos, La vieja guardia sindical y Perón. Sobre los orígenes del
peronismo, Buenos Aires, Sudamericana- Di Tella, 1990, p.14.
[16] El ascenso y consolidación del peronismo en el poder fue de la mano de la
movilización del mundo del trabajo. Este trayecto fue acompañado de la expansión de los
derechos sociales de los trabajadores y de su integración como ciudadanos políticos y
sociales a la vida del país. La bibliografía sobre los orígenes del peronismo es muy amplia.
A los trabajos pioneros de Gino Germani (Política y sociedad en una época de transición,
Buenos Aires, Paidós, 1962; “El rol de los obreros y los migrantes internos en los orígenes
del peronismo” en Desarrollo Económico, vol. 13, núm. 51, 1973), quien veía en los
migrantes internos a una masa en disponibilidad que habría sido cooptada por Perón,
siguieron otras interpretaciones, como la de Murmis y Portantiero (Estudio sobre los
orígenes del peronismo, Buenos Aires, Siglo XXI, 1970) quienes pusieron de relieve el
papel que tuvieron las diferentes “generaciones obreras” en las momentos iniciales del
peronismo y dotaron de racionalidad la adhesión de las masas migrantes a Perón. Por su
parte, los trabajos de Torre han iluminado el acercamiento de Perón a los dirigentes
sindicales, ante quienes desplegó su programa político de concesiones sociales, como una
estrategia para frenar al comunismo, percibido como un peligro latente en la coyuntura
mundial. Juan Carlos Torre ha mostrado que fueron los miembros del elenco dirigente que
pertenecía a los sindicatos más consolidados, la vieja guardia sindical, los primeros
beneficiarios de la nueva política inaugurada por Perón (J.C.Torre, “Interpretando (una vez
más) los orígenes del peronismo”, Desarrollo Económico, vol.28, núm. 112, enero- marzo
1989; La vieja guardia sindical y Perón. Sobre los orígenes del peronismo, Buenos Aires,
Sudamericana- Di Tella, 1990). Dentro de una bibliografía en expansión, y en relación con
el lugar de los trabajadores en el peronismo, puede también consultarse, L. Doyon, “La
formación del sindicalismo peronista" en J.C.Torre (comp): Los Años Peronistas, Tomo
VIII, Nueva Historia Argentina, Sudamericana, 2002.
[17] Entrevista con Juan Horacio Benevéntano. Octubre de 2001.
[18] Ibídem. El marino Isaac Rojas ocupó el cargo de Vicepresidente de la Nación durante
el gobierno de la autodenominada “Revolución Libertadora”.
[19] Vecchio, Ofelio, Recorriendo Mataderos, T.1, Buenos Aires, Edición del autor, 1997,
p. 414.
[20] Entrevista con Ofelio Vecchio. Noviembre de 2001. Luego de haber leído su libro,
contacté a Ofelio Vecchio telefónicamente. Vecchio se mostró muy predispuesto a
conversar conmigo. Nos encontramos en su casa donde me mostró fotos antiguas de
Mataderos y me permitió fotocopiar información de la colonia de vacaciones que
funcionaba en el predio, antes de la construcción de Los Perales.
[21] Ibídem
[22] Entrevista con Ofelio Vecchio. Noviembre de 2001.
[23] Ibídem.
[24] Ibídem.
[25] En un artículo, Carlos Altamirano ha señalado que el enfrentamiento político entre la
clase media y los obreros, llegados del interior rural, sería expresión de un “racismo de
clase” de la baja clase media, en C. Altamirano, “La pequeña burguesía, una clase en el
purgatorio”, Prismas, Revista de Historia Intelectual, Nº 1, 1997, pp. 105- 123.

Para citar este artículo


Referencia electrónica

Rosa Aboy, « “Ellos y nosotros”. Fronteras sociales en los años del primer peronismo »,
Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Debates, 2008, [En línea], Puesto en línea el 04 marzo
2008. URL : http://nuevomundo.revues.org/25782. Consultado el 07 agosto 2012.

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