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CATECISMO PARROQUIAL

JÓVENES y ADULTOS
COMUNIDADES
RURALES
Parroquia El Santo Cristo
-Santos Lugares-

Diócesis de Añatuya
Un aliento y agradecimiento del
PAPA FRANCISCO a los CATEQUISTAS y ANIMADORES…
Siento una enorme gratitud por la tarea de todos
los que trabajan en la Iglesia. Agradezco el hermoso ejemplo
que me dan tantos cristianos que ofrecen su vida y su tiempo
con alegría. Ese testimonio me hace mucho bien y me sostiene
en mi propio deseo de superar el egoísmo para entregarme
más
(La Alegría del Evangelio, nº 76)

Una breve reflexión: Nuestro Catecismo


Nos gusta el catecismo, porque en el catecismo aprendemos a conocer a
Dios y a rezar. En el catecismo empezamos a tener amistad con Jesús. La
Biblia es el Libro del pueblo de Dios. El catecismo es como el libro que nos
ayuda a entenderla. En el catecismo encontramos los temas principales de
nuestra fe, algunas palabras más importantes de la Biblia, los puntos más
significativos de la vida de Jesús. Saber el catecismo es como andar por la
vida bajo la luz de Dios. Siempre que uno no se quede solamente
sabiéndolo...
Es necesario saber y vivir el catecismo. Saber y vivir el Evangelio.
Conocer el proyecto de Dios, que es el Reino, y trabajar por el Reino hasta
la muerte. El mejor catecismo, sin embargo, no es precisamente un libro de
papel. El mejor catecismo es la familia, religiosa y unida. El mejor

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catecismo es la comunidad, sincera en su fe, animada en las celebraciones,
valiente en las luchas de la vida.
Cada uno de nosotros ha de ser para los hermanos, un catecismo vivo.
Como Jesús es el Catecismo del Padre. Como María y los apóstoles son los
primeros catecismos de Jesús. Lo que uno cree, eso habla y hace. La fe que
tenemos en el corazón ha de resplandecer en toda nuestra vida. Nosotros
debemos ser, como Jesús, la luz del mundo.
(Pedro Casaldáliga, Obispo de la Prelatura de São Félix)

Querida/o hermana/o:
¡Bienvenida/o a este camino de fe! Tienes en tus manos el libro del
Catecismo. Has decidido comenzar este itinerario para conocer, amar y
comprometer más tu vida con la fe. Fe que recibimos de otros y que queremos
seguir compartiendo con otros. Fe que queremos celebrar y hacerla vida en
acciones nuevas. A fin de poder aprovechar mejor este catecismo, aquí van
algunas aclaraciones y sugerencias:
Empezamos un camino de fe…
No se trata de aprender muchas cosas, sino de encontrarnos con Dios, dejando que
Él se nos vaya dando a conocer. Este catecismo es para todo aquel que quiera
encontrarse con Dios, con los demás y consigo mismo. Por más que ya tengamos
los sacramentos, nos hará mucho bien realizar este camino de fe.
El catecismo es un camino de amistad:
A veces hemos reducido la catequesis a un paso obligado para recibir los
sacramentos, como si fuera un libro de estudio para “aprobar el examen” y llegar a
la Comunión y Confirmación. La catequesis es otra cosa. Es un camino de fe y de
amistad con Dios. No lo hacemos para recibir algo a cambio, como si los
sacramentos fueran un premio a nuestro esfuerzo. Lo hacemos para conocer mejor
y amarlo más a Dios y comprometernos más con nuestra fe.
En comunidad…
Lo mejor es realizar estos encuentros junto con otros hermanos. La fe es un
camino personal, pero en comunidad. A lo largo de los encuentros, iremos
compartiendo cosas de nuestra vida, que son lindas charlarlas con otros. En el caso
de que sea imposible compartir estos encuentros con alguna persona que nos
acompañe, es importante no pasar por alto ningún punto del encuentro.

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Con algunas etapas en este camino…
-Hemos dividido nuestra catequesis en 3 partes: I. Lo que creemos (1-12); II.
Celebramos nuestra fe (13-19); III. Vivimos nuestra fe (20-24). Como verán, este
itinerario consta de 24 encuentros, junto a 3 jornadas de oración y celebración,
repartidas en el año.
-Estas 3 jornadas forman parte esencial de este camino. Son como un día especial
y distinto en la catequesis. Allí tendremos un tiempo de oración más prolongado.
Luego, compartiremos juntos un rato, celebrando el estar juntos. Podemos invitar a
llevar algo para compartir. En cada una de estas 3 jornadas, cada uno recibirá un
signo que marcará el paso de este camino de fe, ellos son:
1-La luz y el Credo: como cierre de la etapa de: lo que creemos, luego del nº12
2-Agua bendita y Rosario como cierre de la etapa de celebramos nuestra fe, luego del
nº19
3-La Cruz: como cierre de todo el año, preparación inmediata a los Sacramentos, y
cierre de la etapa de: vivimos nuestra fe, luego del nº24.
Con varios pasos en cada encuentro…
-Canto: comenzamos cada encuentro con un canto que tiene que ver con el tema.
En el caso de no saber la melodía, lo leemos como si fuera una oración.
-Repaso del encuentro anterior: antes de comenzar con el tema del día, es bueno
poder compartir cómo nos fue en la semana con “viviendo lo reflexionado”, qué
frases pude anotar de la Palabra leída en casa. Releemos juntos los títulos del
punto 2 del encuentro anterior, a modo de repaso.
-1. Miramos nuestra vida: (para dialogar y compartir): luego del canto y del
repaso, comenzamos a leer esta parte donde se nos presentará algún hecho de
nuestra vida que nos hará dialogar y charlar. Es importante dejar tiempo para
hacerlo tranquilos.
-2. Comprendiendo un poco más: (para escuchar y guardar en el corazón): es la
parte más larga que va explicando el tema del encuentro. Cada título de este punto
es un pequeño resumen de la idea desarrollada abajo. Les proponemos, en lo
posible, memorizar estos títulos, ya que resumen lo más importante de nuestra fe.
-3. Compartiendo a Dios en comunidad: aquí empezamos a charlar juntos las
preguntas propuestas. Este compartir nos enriquece mucho y nos ayuda a
comprender mejor lo que leímos antes. Dios nos habla en su Palabra y en la voz de
cada hermano de comunidad, que es también para nosotros un Catecismo.
-4. Celebramos lo aprendido: es el momento de dialogar con Dios y celebrar lo
aprendido. Lo hacemos con algún signo y consigna, y lo concluimos rezando con
la Palabra. Es bueno dejar un espacio para hacer una oración en eco. ¿En qué
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consiste? Una vez que se termina de leer la Palabra, se deja un silencio para que
cada uno pueda leer en voz alta la frase que más le gustó de la Palabra.
-5. Viviendo nuestra fe: esta parte es para realizarla en casa. Es importante para
ello poder dedicarle el tiempo necesario. Es un momento también para repasar y
memorizar los títulos del punto 2 del encuentro. Ayuda mucho el poder ir
escribiendo en un cuaderno las cosas que vamos sintiendo, descubriendo,
pensando. Allí iremos registrando todo lo que nos va mostrando Dios en cada
encuentro.
ATENCIÓN:
-En algunos encuentros, realizaremos este punto viviendo nuestra fe en familia. La
idea es que cada uno reúna a su familia en su casa, en esa semana, para rezar
juntos, siguiendo las indicaciones de Celebramos nuestra fe en familia.
-En otros encuentros, realizaremos este punto viviendo nuestra fe en comunidad.
Para ello, en esa semana nos reuniremos todo el grupo, para realizar alguna acción
misionera, propuesta en algunos encuentros.

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Con algunos compromisos…
-De parte del CATEQUISTA:
a) Puntualidad y responsabilidad con el horario del encuentro.
b) Seguimiento de cada uno y de su participación, visitando a los que han faltado,
para animarlos a seguir viniendo y a realizar en la casa el encuentro que estuvieron
ausentes.
c) Entregar a cada uno: 1 catecismo y 1 cancionero y 1 Biblia (en el caso de que
no la tuvieran).
d) Llevar preparados los materiales necesarios que se usarán en cada encuentro.
e) Preparar y conseguir los signos que se entregarán en cada jornada de oración (1
vela, 1 botella de agua bendita, 1 Rosario y 1 cruz por cada uno).

-De parte de cada JOVEN/ADULTO:


a) Asistencia y puntualidad con el horario del encuentro.
b) Llevar a cada encuentro los elementos necesarios: catecismo, cancionero,
Biblia, cuaderno.
c) Realizar en la semana la tarea propuesta en cada encuentro y cumplir con ella.
d) Tener un altarcito o lugar de oración en casa para realizar las consignas de la
semana.
e) Realizar en familia las 5 celebraciones propuestas.

PARA TENER EN CUENTA…


-Realicemos todo el encuentro completo, dándonos el tiempo necesario para pasar
por cada etapa del encuentro. No es bueno saltear partes, o hacerlas de prisa. Es un
camino de vida y de fe, que necesita su tiempo y su dedicación.
-No hagamos 2 encuentros por semana. Cada tema propuesto es bastante profundo,
por eso necesitamos una semana para irlo entendiendo y bajándolo al corazón. No
hay apuro para terminar los encuentros. Todo necesita su tiempo y su momento.
-Es importante ayudar a comprender que la catequesis no es una clase sino un
encuentro. Que no vengan sólo a aprender o a escuchar, sino a participar
activamente, sin miedo a hablar, compartir y decir lo que se piensa. La catequesis
la hacemos entre todos.
-Presentemos la catequesis como un camino, un proceso de fe, donde nos vamos
comprometiendo más con Dios y la comunidad. Por ello, al concluir la catequesis,
no sentimos que hemos terminado, sino que estamos comenzando una nueva
etapa. Es lindo concluir este itinerario con algún compromiso, con algún paso

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importante en la fe. Un fruto de este camino puede ser el de pasar este catecismo a
alguna persona para que ella también pueda hacer este itinerario de fe.

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I. LO QUE CREEMOS

En estos primeros encuentros (1 al 12) iremos recorriendo


las riquezas más grandes de nuestra fe, para conocerlas más,
para amarlas más y entrar en una mayor amistad con Dios…

1. Creemos en Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo:


LA SANTÍSIMA TRINIDAD
1. Miramos nuestra vida: (para dialogar y compartir)
Cantamos: Dios Familia nº 9.
Desde chicos hemos sentido hablar de “Dios”…En nuestra
boca nunca falta el si Dios quiere, gracias a Dios, Dios te
bendiga, en el nombre de Dios…
Pero no siempre pensamos: ¿quién es Dios para nosotros?
¿Cómo es Dios? Pensemos un momento cómo nos imaginamos a Dios, qué
pensamos de Él, qué sentimos hacia Él, qué nos han dicho acerca de Él…

2. Comprendiendo un poco más: (para escuchar y guardar en el corazón)


Existe un solo Dios verdadero
Nosotros, los cristianos, creemos que hay un solo Dios verdadero. Creemos que
este Dios es uno solo, pero en tres personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Las tres personas son el único y el mismo Dios. El Padre Eterno es Dios. El Hijo,
que se hizo hombre y se llama Jesús, es Dios. El Espíritu Santo, enviado a nosotros
por el Padre y el Hijo, también es Dios.

Un solo Dios en tres personas


A este Dios le llamamos Santísima Trinidad. Nadie está capacitado para entender y
explicar correctamente lo que es la Santísima Trinidad, pues Dios es infinitamente
más grande que nosotros. Por eso se habla del “misterio” de la Santísima Trinidad.

Jesús nos mostró el secreto de la vida de Dios: un Dios en tres personas, un


Dios familia y comunión
Jamás nadie podía descubrir que la vida de Dios era así. Fue Jesús quien nos lo
reveló. Podemos ver algunos ejemplos de la Palabra: Yo y el Padre somos uno (Jn
10,30). El Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre les enseñará a
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ustedes todas las cosas (Jn 14,26). Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos,
bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28,19).

Dios es la Comunidad más unida


El misterio de la Santísima Trinidad manifiesta que Dios forma una comunidad.
Una comunidad muy unida. Tan unida que, siendo tres personas diferentes entre
ellas, son, al mismo tiempo, un único y solo Dios.

Debemos vivir unidos como la Santísima Trinidad


Dios nos creó semejantes a El. Nos creó para que vivamos en comunidad, una
comunidad muy unida en el amor. Todos diferentes, pero al mismo tiempo iguales.
Los primeros cristianos formaron una comunidad tan unida, que todo el pueblo se
admiraba de ellos. Y por eso eran estimados por todos (Hech 2,42-47). Ellos sí
que vivían de Dios. Vivían como la Santísima Trinidad. Todos nosotros fuimos
bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Por eso, a través
de nuestras vidas y de nuestras comunidades, debe manifestarse la unión de la
Santísima Trinidad.

3. Compartiendo a Dios en comunidad:


¿Quiénes me han hablado de Dios? ¿Qué me han enseñado de Él?
¿Qué siento al pensar en Dios? ¿En qué momentos me acuerdo de Él?

4. Celebramos lo aprendido:
Vamos a escribir en una hoja ¿quién es Dios para mí?, luego lo compartimos.
Rezamos juntos el Credo de nuestras comunidades de la contratapa de este
Catecismo. Terminamos leyendo juntos y rezando: Salmo 139.
5. Viviendo nuestra fe:
-Trataremos de pensar con amor en Dios al levantarnos cada día y al acostarnos.
-Rezamos con Juan 1,1-18 y anotamos la frase que más nos gustó.

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2. Creemos en Dios todopoderoso creador del cielo y de la
tierra, que nos puso en esta Casa para cuidarla, para que
seamos felices y hagamos felices a los demás. Somos imagen y
semejanza de nuestro Padre, nos parecemos a Él.
1. Miramos nuestra vida: (para dialogar y compartir)
Cantamos: Padre Dios nº 14 (estrofas nº 1 al 3).
Vamos a hacer un ratito de silencio para mirar y escuchar todo lo que nos
rodea (podemos salir a caminar para hacer este ejercicio). Percibimos la belleza de
las plantas, el canto de los pájaros, los colores de la naturaleza, la altura de las
plantas, las distintas especies vegetales del monte. Vemos la transparencia y
frescura del agua, sentimos la brisa en nuestra piel. Podemos detener nuestra
mirada en algún bichito, descubriendo sus formas, el sentido de por qué está en
este mundo… Disfrutamos por unos instantes la hermosura de todo lo que nos
rodea. Pensamos que todo esto lo ha hecho Dios para nosotros, por amor a
nosotros, para que lo gocemos y usemos bien…
Ahora miramos nuestras manos, nuestro cuerpo, sentimos nuestra
respiración, el latido de nuestro corazón, la sangre que corre por nuestras venas.
Sin duda, somos la mejor obra de la creación de Dios, llevamos su marca original
de hijos suyos, nos parecemos a Él porque podemos pensar, sentir, amar…
Miramos alrededor y nos detenemos en el rostro de alguna persona para
descubrir esta bondad y belleza de Dios en su hijo/a. ¿Cómo nos sentimos? ¿Por
qué habrá hecho Dios todo esto tan hermoso? ¿Por qué lo sigue cuidando y
manteniendo para que exista y viva? ¿Por qué nos creó a nosotros?

2. Comprendiendo un poco más: (para escuchar y guardar en el corazón)


Dios es nuestro Padre y Madre, y todos somos hermanos
Dios es nuestro verdadero Padre y nuestra verdadera Madre que nos cobija y
contiene. Dios nos hizo semejantes a Él, como un hijo es semejante a sus padres
(Gn 1,26). Por eso, todos somos hermanos. Todos iguales. Nadie es más que otro.
La mujer es igual al varón en dignidad. Lo mismo sucede con las personas de otra
raza, lengua, idea política o religión.

Todo lo creado por Dios es para todos


Todo lo que existe es de Dios. Él hizo todas las cosas para nosotros, para todos
nosotros, sin diferencias o privilegios. Dios nos da la vida y las condiciones
necesarias para vivir: la inteligencia, el corazón, la fuerza de los brazos, la salud.

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El nos da la tierra con las plantas, el agua, el cielo con el sol, la luna y las estrellas,
las aves, los peces y los demás animales (Gn 1,28).

Nosotros participamos de la fuerza creadora de Dios


Nosotros participamos de la fuerza de Dios por medio de nuestro TRABAJO.
Por el trabajo sacamos de la tierra lo necesario para vivir, transformamos el mundo
y creamos suficientes recursos para vivir todos.

Dios nos prestó la Creación por un tiempo, no somos los dueños


Así como cuidamos nuestra casa, nuestro hogar, manteniéndolo limpio, ordenado
y cuidado, así también Dios nos invita a cuidar la Creación, evitando hacer basura,
dañar las plantas, matar animales sólo por el hecho de matar, desperdiciar agua.
La Madre Naturaleza es nuestra Casa, cuidémosla.

La Creación nos ayuda a conocer y a querer más a Dios


Dios es el autor y creador de todo. Al mirar la belleza, inmensidad y variedad de
todo lo creado, podemos descubrir el corazón de Dios que es bueno, como sus
obras. Dios es bello y transparente como el agua, Él nos da calor y abrigo como el
sol, nos refresca y reanima como lluvia en verano, Él es tierno y nos acaricia como
brisa de la tarde, nos ilumina y orienta como luna llena en la noche...
El vivir en el campo nos ayuda a estar en mayor contacto con la naturaleza,
descubriendo con más facilidad la presencia amorosa de Dios en sus creaturas…

Dios nos creó conscientes, libres y responsables


El hombre es la única creatura hecha a imagen y semejanza de Dios, capaz de
amar y ser amado, capaz de conocer y de elegir, capaz de lo mejor, pero también
de lo peor. Dios nos regaló la CONCIENCIA que es esa voz interior que nos dice
lo que está bien y lo que está mal. Voz que debemos escuchar y obedecer. Voz que
debemos ir enseñándole de acuerdo a lo que Dios quiere para nuestra felicidad. Es
muy importante poder hacerlo de pequeños, en casa, la escuela, la Iglesia. De este
modo, vamos aprendiendo a distinguir lo bueno de lo malo, lo verdadero de lo
falso, lo correcto de lo incorrecto. Dios también nos regaló la LIBERTAD que es
la capacidad para poder ir eligiendo los mejores caminos para ser felices. Dios no
nos puede forzar a hacer algo. Somos sus hijos, no sus esclavos. Junto a la libertad,
nos regaló la RESPONSABILIDAD, es decir, nuestra capacidad de responder a
nuestros actos. Somos libres para tomar tal camino, pero debemos hacernos cargo

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de nuestras opciones libres y sus consecuencias. Debemos responder por lo que
hacemos.

Dios no acepta que unos se aprovechen de otros


Un verdadero padre quiere a todos sus hijos. No permite que un hijo se aproveche
de los otros hermanos, que muchos trabajen y unos pocos vivan a costa del trabajo
ajeno. Dios no acepta: que haya ricos y pobres, opresores y oprimidos; que el
hombre domine a la mujer; que los blancos desprecien a los indios y a los negros.
Dios no acepta que un pueblo explote a otro pueblo.

3. Compartiendo a Dios en comunidad:


¿En qué cosas nos parecemos a Dios? ¿En qué cosas no nos parecemos a Él?
¿Qué cosas de la naturaleza me ayudan a pensar más en Dios? ¿Qué podemos
hacer para cuidar más la Creación, nuestra Casa común?

4. Celebramos lo aprendido:
En un lugar que nos ayude a estar más en contacto con la naturaleza, vamos a rezar
juntos. Podemos volver a hacer silencio como al comienzo del encuentro para
mirar y escuchar. Luego, terminamos leyendo juntos y rezando: Salmo 104.

5. Viviendo nuestra fe:


-Haremos una acción de cuidado a la Naturaleza (no tirar basura, no derrochar
agua, etc.). Rezamos la oración del final del Catecismo: Oración por nuestra tierra
nº 4. Rezamos con Lucas 12,22-32 y anotamos la frase que más nos gustó.

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3. El pecado nos hace infelices, porque nos separa del
amor de Dios y del hermano. Dios nos sale a buscar,
prepara un pueblo para enviar a su Hijo y liberarnos
del pecado. Su AMOR es más fuerte.
1. Miramos nuestra vida: (para dialogar y compartir)
Cantamos: El pueblo de Dios nº 95.
Recordando el encuentro pasado, vemos que Dios ha hecho todo bien y de manera
hermosa. Vamos a pensar ahora en aquellas cosas de nuestro mundo que nos
ponen tristes. ¿Qué cosas me duelen y siento que no están en orden? ¿Qué cosas de
hoy en día se oponen a este sueño de Dios de amor, orden y belleza? Sin ir tan
lejos, pensemos en nuestra comunidad, ¿qué cosas están mal? ¿Qué cosas pueden
mejorar o cambiar? Pensamos: ¿qué fue lo que pasó?, ¿por qué hoy hace más bulla
lo feo, lo malo, lo triste, que lo bueno, lindo y bello?

2. Comprendiendo un poco más: (para escuchar y guardar en el corazón)


Adán y Eva desobedecen a Dios cometiendo el pecado original
Nuestros primeros padres tenían todo en el paraíso, no les faltaba nada. Pero
fueron tentados por el demonio, que odia nuestra felicidad y que nos quiere separar
de nuestro Padre Dios, la fuente de nuestra felicidad. Adán y Eva no aceptan ser
creaturas que dependen de Dios. Al contrario, quieren ocupar su lugar, ser como
dioses, ser más de lo que eran. Y así, se separaron de Dios por el pecado.

El pecado rompe la unidad con Dios, con los demás, con la Creación y con
nosotros mismos
Dios ha creado todo para la unidad, el amor y el entendimiento. El pecado es todo
lo contrario: introduce la división, la pelea, el odio, los celos, la venganza, la
violencia. Al pecar, nos dañamos a nosotros mismos porque nos alejamos de
nuestro corazón que es imagen y semejanza de Dios.

No todo está perdido: el amor de Dios es más fuerte que el pecado


Pero Dios nunca renunció a su proyecto. Dios sigue queriendo la igualdad y la
felicidad para todos sus hijos. Por eso inmediatamente nos prometió un Salvador
para que reparara lo que el pecado había destruido. Y así mantuvo fielmente su
promesa. Como Padre, nunca deja de cuidar de sus hijos, aunque estos se olvidan
de Él y se pelean entre ellos.

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La Biblia cuenta la presencia de Dios en la historia del pueblo de Israel
Dios está siempre al lado de la gente. Él acompaña la marcha de todos los pueblos,
también la de aquellos que no son cristianos. Dios estuvo presente, de un modo
especial, en la marcha del pueblo de Israel. Escogió a Abraham para ser el padre
de este pueblo (Gn 12,1-3). Con este pueblo hizo una Alianza, que es un pacto de
amistad y fidelidad: Ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios (Jr 31,1). El pueblo
de Israel fue conducido por personas amigas de Dios como Moisés, David y los
profetas. Así descubrió, en los momentos más difíciles de su historia, que no
estaban solos, sino que Dios siempre estaba a su lado:
-en la liberación de la esclavitud de Egipto: de este hecho histórico nació la Pascua
de los Judíos;
-en la dura marcha por el desierto y en la conquista de la tierra prometida;
-y en otros momentos: de persecución, de destierro y de sufrimiento.
En la Biblia se cuenta esta presencia especial de Dios en la vida de su Pueblo.

El Salvador prometido es Jesús


Dios quiso salvar a los hombres eligiendo al Pueblo de Israel con el que estableció
una Alianza. Este pueblo atravesó en su historia momentos de fidelidad y de
infidelidad a Dios. A pesar de ello, Dios permaneció siempre fiel a sus promesas.
De este pueblo nace Jesús, el Salvador prometido, el “Dios en medio de nosotros”.

3. Compartiendo a Dios en comunidad:


Así como el pecado original, tuvo una solución de parte de Dios: ¿creo que los
problemas de este mundo tienen solución? ¿Tengo esperanza de que mejore
nuestro mundo? ¿Qué puedo aportar de mí para hacer posible esta esperanza?

4. Celebramos lo aprendido:
Vamos a escribir en un papel nuestros errores y pecados, las veces que le volvimos
la espalda a Dios. Luego los vamos a quemar, dando gracias a Dios porque su
amor misericordioso es más fuerte que nuestros pecados. Terminamos rezando
juntos: Salmo 103.

5. Viviendo nuestra fe:


Vamos a tratar de perdonar de corazón a alguien que nos haya ofendido y que aún
le guardamos rencor. Si nos resulta casi imposible, al menos, pedimos a Dios la
gracia de poder hacerlo algún día. Rezamos con Lucas 15,11-32 y anotamos la
frase que más nos gustó.
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4. Nos comunicamos con Dios, le hablamos en la oración,
escuchamos su Palabra, dialogamos con Él.
1. Miramos nuestra vida: (para dialogar y compartir)
Cantamos: Callemos hermanos nº 20.
No estamos solos en este mundo. Dios nos ha puesto
con otros, con los que nos comunicamos, encontramos y
relacionamos. Para ello usamos las palabras: hablamos y
escuchamos. Con los más cercanos hablamos cosas más de
adentro, compartimos más nuestra intimidad y secretos.
Cuánto más amor nos une con ellos, más profunda se hace esta
comunicación: con la palabra, con gestos, con silencios, miradas, con mensajes
escritos. Si dejamos pasar el tiempo y no dialogamos, esta amistad se va enfriando.
Con Dios nos sucede igual. Él es nuestro Padre y nos escucha siempre. Por eso lo
invocamos, le hablamos, le contamos nuestras cosas. Lo hacemos de muchas
maneras: con nuestras palabras, con oraciones aprendidas, con nuestros gestos
(señal de la cruz, manos juntas, tomando gracia de alguna imagen, encendiendo
una vela, con agua bendita, haciendo silencio, mirando una estampa o imagen).
También lo escuchamos en el silencio, atendiendo a nuestro corazón, donde Él
habita, o en el rostro del hermano, o en su Palabra, la Biblia.
¿Por qué me gusta hablar con los demás? ¿De qué cosas hablo? ¿Por qué hay veces
que prefiero callar? ¿Con quiénes hablo mis cosas más de adentro?

2. Comprendiendo un poco más: (para escuchar y guardar en el corazón)


Jesús nos enseñó a rezar con su ejemplo
Jesús se retiraba muchas veces a solas para dialogar con su Padre. Tempranito,
antes del amanecer, o durante la noche, encontramos a Jesús en este diálogo íntimo
con su Padre. Él nos pidió que nunca dejásemos de rezar (Lc 18,1). Pero también
nos alertó para que nuestra oración no fuese igual a la de los fariseos. Ellos
alababan con la boca, pero su vida estaba lejos de Dios y de los hermanos.

Rezar es estar muchas veces a solas, tratando de amistad, con Aquel que
sabemos que nos ama
Es estar: presente, dejando distracciones, preparando el momento, dedicándole
este rato sólo a Jesús, poniendo todo el corazón. Muchas veces: perseverar,
dedicarle tiempo, no cansarse de hacer camino, nunca dejar de intentarlo, aunque a
veces parezca aburrido o sin sentido. A solas: sin hacer otra cosa mientras
rezamos, sabiendo permanecer en silencio para escuchar la voz de Dios, buscando
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un lugar solitario y tranquilo para este rato. Tratando de amistad: con cariño,
confianza, sinceridad, como con un amigo, ya que rezar no es pensar mucho sino
amar mucho. Con Aquel que sabemos que nos ama: lo hacemos bajo la mirada de
Jesús, disfrutando su amor que nos sana y renueva, estando tranquilos delante de
quien nos ama mejor que nadie.

La oración es la respiración de nuestra vida que hace crecer nuestra FE y


confianza en Dios, nuestra ESPERANZA en los momentos difíciles, nuestro
AMOR y compromiso con el prójimo
Cuánto más recemos, tanto más vamos a necesitar dedicar este tiempo a Dios y a
nosotros. En la oración se nos hace más clara la voluntad de Dios, lo que Él quiere
para nuestras vidas, lo que sueña para nosotros. La oración nos hace más felices y
hace más felices a los demás. Ella transforma nuestra vida, la va haciendo más
parecida a la de Dios, la Virgen y los santos. Ella es como el agua que riega
nuestras actividades cotidianas, llenándolas de la vida de Dios, haciendo que
nuestra vida tenga un sentido, dando frutos de amor, solidaridad y compromiso
con los más pobres de nuestra comunidad.

Rezar es alabar a Dios, pedir por nosotros y por otros, agradecer, escuchar a
Dios, pedir perdón: no puede faltar nada de esto en nuestras oraciones.
Alabar: bendigo a Dios por su amor y sus obras. Me alegro profundamente de que
Dios sea Dios. Le canto emocionado por ser quien es; le digo cosas lindas. Pedir
por nosotros: invoco a Dios para pedirle por una necesidad propia, siempre
teniendo en el horizonte su voluntad ya que sólo me concederá lo que más conduce
a mi propio bien (Lc 22,42). Pedir por otros: miramos el mundo y abrimos el
corazón para rezar por las necesidades de los demás. Nos vamos haciendo
solidarios de tantos crucificados de nuestra comunidad y del mundo (Jn 17,9).
Agradecer: me reconozco agraciado, regalado por Dios, reconociendo sus dones
(vida, salud, fe, familia, bienes materiales), me ofrezco a mí mismo (Lc 17,15-16).
Escuchar: hago silencio para dejar que Dios me diga lo que quiera decirme, para
que me consuele en el dolor, me anime en la tristeza, me sane en mi debilidad, me
sostenga en mi caminar (Mt 6,5-6). Pedir perdón: reconozco con sinceridad mis
errores, no le escondo mi verdad a Dios, invoco su misericordia para que cubra
mis pecados y sane mis heridas, pido fuerza para cambiar (Lc 18,13).

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Además de la oración en comunidad, necesitamos la oración cotidiana y
personal, en un lugar adecuado y en un momento del día
El momento más importante de la oración de la Iglesia es la celebración de la
Misa. También hay muchas oraciones que aprendemos desde niños: el Avemaría,
la Señal de la cruz y otras. Pero rezar no es repetir como loros unas oraciones que
aprendimos de memoria. Un hijo para hablar con su padre no necesita aprender de
memoria lo que le va a decir, sino que le habla de aquello que siente en su corazón.
Así también nosotros, hablamos con Dios con confianza, expresándole con libertad
nuestros sentimientos. Podemos hacerlo de distintas maneras: cantando, con
oraciones ya conocidas, el Rosario, escribiéndole, repitiendo lenta y
continuamente alguna palabra (Jesús, María) o alguna frase (Jesús, ten piedad de
mí que soy un pecador, Dios mío ven en mi auxilio, Tú eres mío y yo soy tuyo,
Padre, en nombre de tu Hijo Jesús, dame el Espíritu Santo). Lo podemos hacer al
ritmo de nuestra respiración. Podemos orar contemplando la naturaleza, alabando a
Dios por su creación o rezando con la Palabra, meditando un texto corto.

En la oración del Padrenuestro está todo lo que necesitamos decirle a Dios


La Biblia tiene muchas oraciones. El libro de los Salmos es el libro de las
oraciones del pueblo de Israel, y contiene la memoria del pueblo de la presencia
activa y liberadora de Dios en su historia. Los apóstoles le pidieron a Jesús que les
enseñase a rezar. Y Jesús les enseñó el Padrenuestro, que es la forma más perfecta
de oración. Allí recordamos al Padre y a los hermanos, pedimos el Reino de Dios,
que se haga su voluntad, pedimos el pan de cada día para todos, pedimos perdón y
la fuerza para perdonar y para evitar el mal.
3. Compartiendo a Dios en comunidad:
¿Qué oraciones acostumbras rezar en familia, en tu comunidad? ¿Qué es rezar?
¿Cómo lo haces? ¿Por qué será que el momento del día del atardecer le llamamos
la oración? Explicar el sentido del dicho: A Dios rogando y con el mazo dando.
4. Celebramos lo aprendido:
Rezamos el Padrenuestro, lentamente, tomándonos de las manos y sintiendo cada
palabra que decimos. Luego, terminamos leyendo juntos y rezando: Salmo 62.
5. Viviendo nuestra fe: EN FAMILIA
Un día de esta semana invitamos a nuestra familia a tener un rato de oración
juntos. Lo haremos siguiendo las indicaciones del final del catecismo en:
CELEBRAMOS NUESTRA FE EN FAMILIA nº 1.
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5. Dios nos dirige su Palabra
porque somos valiosos.
La Biblia nos indica el
camino para ser felices.
1. Miramos nuestra vida:
Cantamos: Tu Palabra nº 19.
Cuentan que en una
familia muy pobre, un padre
partió a un país lejano en busca
de trabajo. Antes de hacerlo, le
entregó a su mujer unas cartas
escritas para ella y sus hijos,
para que pudieran releerlas a
fin de no echarlo tanto de
menos. Así fue, cada noche la
mujer reunía a sus hijos y a la
luz de una vela, junto al fuego,
leían estas cartas. Era un ritual
familiar. Era algo que los
mantenía juntos, unidos, con
esperanza de reencontrar a su padre en sus palabras y pensamientos. No leían
mucho. Un simple párrafo bastaba para cerrar los ojos y volar con la imaginación
al rostro de aquel hombre que había tomado esta decisión, sólo por amor a ellos.
De este modo, el padre estaba vivo en estas palabras de amor, los mantenía unidos,
reavivaba su amor por ellos. Luego de las palabras, sucedía un largo silencio
cargado de amor, de memoria, de imaginación. Muchas veces, cada uno compartía
lo que más le había llegado de estas palabras. Cada hijo encontraba un mensaje
único y distinto, que enriquecía el pensamiento de los otros que no habían llegado
a percibir ese detalle. De este modo, el compartir familiar enriquecía el texto de
cada carta. Por último, cada uno le decía algo a su padre, con la seguridad de que
él los escuchaba. ¿Qué te hace pensar este relato?¿En qué se relaciona con tu vida?
2. Comprendiendo un poco más: (para escuchar y guardar en el corazón)
La Biblia es un conjunto de libros con dos grandes partes: el Antiguo y el
Nuevo Testamento, antes y después de Cristo.
Biblia es una palabra que significa: biblioteca, conjunto de libros. En ella no se
busca por el número de página, sino por el nombre del libro, capítulo y versículo

17
(por ejemplo el nacimiento de Jesús se encuentra en Lucas 2,1-7). La Biblia es una
sola pero tiene distintas traducciones con algunas diferencias y matices.
El Antiguo Testamento nos relata la Antigua Alianza que Dios hace con los
hombres. Hay libros históricos que cuentan la historia del pueblo de Israel. Hay
libros poéticos que expresan las más profundas oraciones del pueblo de Israel. Hay
otros libros que se llaman sapienciales, y son reflexiones de los sabios de Israel
que, a la luz de Dios, planteaban los grandes problemas de la vida: la verdad, la
muerte, el futuro, la vida, la justicia. Hay libros proféticos, que narran la vida de
los profetas y sus enseñanzas. Ellos fueron hombres a quienes Dios iluminó de una
manera especial para que anunciaran al Pueblo lo que Él quería decirle. El AT
contiene 46 libros escritos por el pueblo de Israel antes de la venida de Jesucristo.
Muchos están escritos en hebreo, otros en arameo y otros en griego.
El Nuevo Testamento o Alianza contiene los libros que se refieren a la Alianza
última y definitiva que Dios hizo con los hombres con la Sangre que derramó
Cristo en la Cruz. Son 27 libros escritos en griego por los primeros cristianos
después de la venida de Jesucristo. Contiene los 4 Evangelios (lo más importante
de la Biblia), los Hechos de los Apóstoles (que narra la vida de la primera Iglesia)
y las Cartas escritas por San Pablo y otros apóstoles a distintas comunidades.

Los 4 Evangelios (Mateo-Marcos-Lucas-Juan) son lo más importante de la Biblia


Evangelio significa “Buena noticia”. Después de la Resurrección de Jesucristo,
cumpliendo su mandato, los apóstoles anunciaron a todos los pueblos la Buena
Noticia (Mc 16,15-16): ¡Cristo murió por nuestros pecados y Resucitó para darnos
la Nueva Vida librándonos de la muerte eterna! La Buena Noticia, el Evangelio, es
uno solo que ha sido escrito por 4 autores distintos. Cada uno de ellos trató de
poner por escrito lo más importante de la vida y del mensaje de Jesús adaptándolo
a las comunidades a las que predicaban.

La Biblia ha sido escrita por personas de una determinada cultura, inspiradas


por Dios
Para leer la Biblia hay que tener en cuenta: *Que los autores pertenecían a otros
tiempos y a otras culturas. *Que la Biblia es una totalidad. No se puede tomar
aisladamente un versículo como si fuera todo. *Que la Biblia fue escrita por
hombres que pertenecían a una comunidad creyente. Por eso, para entender qué
decían, debemos tener en cuenta qué creía, practicaba y enseñaba la misma
comunidad. *Que cada uno de nosotros recibe la Biblia de manos de la Iglesia. No

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nos cae del cielo, sino que debemos tener en cuenta la forma en que la Iglesia
interpreta y nos explica el texto que nos da.
A la Palabra de Dios no nos acercamos con curiosidad, sino con espíritu de fe.
Dios está vivo en su Palabra y en la comunidad que se reúne a rezar con ella
Dios tiene algo único y original para decirnos cada vez que leemos su Palabra. Lo
que leemos no son cosas del pasado. Dios mismo nos habla ahora a nosotros,
mirando nuestra realidad, lo que estamos viviendo, lo que nos está sucediendo y
nos dice una Palabra importante para nuestra vida. Al leer la Palabra, nos
encontramos con Jesús vivo que nos habla, no con una letra muerta, sino con una
Persona Viva. Necesitamos rezar con la Palabra y reunirnos en comunidad para
leerla juntos, explicarla, compartirla y responderle a Dios con nuestras palabras.
Como cristianos debemos amar la Biblia, conocerla y rezar con ella
Podemos poner la Biblia en un lugar importante de la casa, prenderle una vela,
tomar gracia de ella, como lo hacemos con nuestros santos. La podemos llevar a la
Misa y animar a nuestra comunidad a reunirse cada domingo o, al menos, una vez
al mes, para rezar juntos con la Palabra. Al viajar a algún lado, podemos llevarla
con nosotros para que nos acompañe. Es importante leer cada día un pedacito de la
Palabra. Si tenemos la hoja con la lectura de cada día, podemos usarla. También
podemos leer cada día un pedacito de uno de los 4 Evangelios, y luego seguir
leyendo el resto de los libros del NT. Los Salmos ayudan mucho a rezar, ya que
son oraciones del pueblo de Dios (Ver las indicaciones de esta oración, al final del
catecismo: Para rezar cada día con la Palabra nº 9).
3. Compartiendo a Dios en comunidad:
¿Soy de leer la Biblia? ¿En mi casa la leen? ¿En mi comunidad se reúnen a
compartir la Palabra? ¿Qué podemos hacer para que nuestra comunidad quiera y
use más la Biblia?
4. Celebramos lo aprendido:
Siguiendo las indicaciones de esta oración, al final del catecismo: Para rezar cada
día con la Palabra nº 9, rezamos juntos con el siguiente texto: Lucas 10,38-42.
5. Viviendo nuestra fe:
-Ponemos el libro de la Palabra de Dios en un lugar importante de la casa,
tomamos gracia cada día de este libro sagrado y leemos un texto todos los días.
Rezamos con Lucas 6, 46-49 y 8,4-15 y anotamos la frase que más nos gustó.

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6. Creemos que Jesús es el Hijo de Dios y el hijo de
María. Dios nos visita en su Hijo hecho hombre
1. Miramos nuestra vida: (para dialogar y compartir)
Cantamos: Si cada día es Navidad nº 91.
Cada persona tiene su historia familiar, sus raíces. No
caemos del cielo, sino que venimos de una familia.
Conocer nuestras raíces, tradiciones, historia, nos
ayuda a tener una identidad, a saber mejor quiénes
somos y hacia dónde vamos. La historia de Jesús,
como toda historia, tiene un principio... Es la de un pueblo y de una pobre familia
de ese pueblo. Familia como tantas de nuestra patria, familia que anduvo errante
buscando cobijo para el hijo que nacía y que no pudo ofrecerle más que un pesebre
en el silencio y la oscuridad de una noche. Una familia que guardaba y cuidaba el
precioso tesoro del Hijo de Dios. Jesús nunca renegó de su historia, siempre se
sintió orgulloso de sus orígenes pobres y humildes. Amaba profundamente a su
familia, vecinos y pueblo. Nunca escondió su historia, ni se avergonzó de ella.
Pensemos en nuestros padres, abuelos, en su forma de vida, en lo que nos han
transmitido: ¿valoro mis raíces familiares y culturales? ¿Qué es lo que más rescato
de mis orígenes?
2. Comprendiendo un poco más: (para escuchar y guardar en el corazón)
El Hijo de Dios viene hasta nosotros, para que nosotros podamos ir hasta Dios
JESÚS es la respuesta de Dios a quienes nos habíamos alejado por el pecado. El
pueblo que caminaba en tinieblas, necesitaba de Alguien que le trajera la luz. La
luz es volver a encontrarse con Dios que es el único que le da sentido a la familia y
al trabajo, a la alegría y al dolor, a la vida y a la muerte. Hoy lo seguimos
necesitando porque nos sentimos, muchas veces, insatisfechos, inseguros, con
miedo, frustrados, en la oscuridad. Dios no podía dejar que sus hijos se perdieran.
Por eso, nos mandó a su Hijo eterno, para salvarnos.
Jesús vino al mundo:
-PARA SALVARNOS DE NUESTROS PECADOS Y DE LA MUERTE
- PARA AMIGARNOS CON DIOS,
- PARA QUE CONOCIÉRAMOS EL AMOR GRANDÍSIMO DE DIOS,
- PARA ENSEÑARNOS CON SU EJEMPLO A VIVIR MEJOR
- PARA HACERNOS PARTICIPAR DE SU MISMA VIDA DIVINA,
- PARA FORMAR UNA FAMILIA Y VIVIR EL SUEÑO DE DIOS: EL REINO:
que consiste en ser y tratarnos como hermanos y como hijos de un mismo Padre.
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La palabra Jesús quiere decir Dios salva. Ese nombre dice quién es Jesús y cuál es
su misión: salvar a los hombres que se habían alejado por el pecado.
Jesús es el Hijo de Dios enviado por el Padre para salvar al mundo
Cuando Jesús fue bautizado en el río Jordán, se escuchó una voz del cielo que
decía: Este es mi hijo amado, al que miro con cariño (Mt 3,17). Jesús es la Palabra
de Dios. Todas las cosas fueron hechas por Él (Jn 1,3). Jesús es el Hijo de Dios
enviado por el Padre para salvar y liberar a todos los hombres de todos los
pecados, de todas las esclavitudes y de la muerte.
Jesús es el Emanuel, es decir, el Dios en medio de nosotros
Enviando a su Hijo, Dios cumple su promesa. Jesús es la prueba del amor que
Dios nos tiene: Tanto amó Dios al mundo que entregó a su propio Hijo: Jn 3,16.
Es la presencia de Dios entre nosotros: Quien me ha visto ha visto al Padre Jn 14,9
El Nacimiento de Jesús lo celebramos en cada Navidad, preparándonos en las
cuatro semanas del tiempo de Adviento
En cada Navidad, los cristianos no recordamos simplemente un hecho del pasado,
sino que celebramos a Jesús que HOY vuelve a nacer en medio nuestro. Por eso,
nos preparamos cada año con el Adviento. En este tiempo, encendemos una velita
cada semana, para preparar la llegada de Jesús (ver al final del Cancionero nº 31).
Jesús fue un campesino que nació pobre y vivió en medio de los pobres. Fue
un hombre en todo igual a nosotros, menos en el pecado
Jesús, el Hijo de Dios, es también el hijo de una mujer del pueblo, María de
Nazaret. Él nació en Belén, en un corral. Unos pastores pobres fueron los primeros
en recibir la noticia de su nacimiento: Lc 2,8-12. Siempre vivió pobre, con los
pobres, en un pueblo sometido por el imperio Romano. María fue escogida por
Dios para ser la Madre del Salvador y cumplió con dignidad y coraje su misión.
Jesús se crió en Nazaret, como un hombre sencillo del pueblo. Tenía una familia
humilde, con su padre José y su madre María. Crecía en sabiduría, bondad y
participaba de la vida de su pueblo: Lc 2,41-52. Tenía también varios amigos.
Desde su nacimiento vive como obrero en Nazaret. Se siente a gusto estando en
compañía de los pobres, enfermos, pecadores y marginados de la sociedad. Es
objeto de chismes y críticas de parte de la gente de bien. Jesús hablaba tanto con
pobres como con ricos. Es de todos y para todos, en todo igual a nosotros, menos
en el pecado. El pecado nos disminuye, limita, esclaviza y destruye. Al perdonar
los pecados, Jesús nos humaniza, restaura y libera, capacitándonos para amar.

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3. Compartiendo a Dios en comunidad:
Descubriendo el nacimiento y la infancia de Jesús: completamos las siguientes
frases, desde las citas bíblicas:
-En el sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea,
llamada Nazareth, a una ....................................(Lc. 1,26-27).
-Pero el Ángel le dijo ..........................................................(Lc. 1,30).
-En aquellos días María partió y fue sin demora a............................(Lc. 1, 39)
-María dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en ..................... (Lc. 2,7).
-En esa región acampaban unos......................................................(Lc. 2,8).
-Cuando llegó el día fijado por la ley de Moisés para la purificación, llevaron
al ........... .......................................................................................(Lc.2, 22).
-El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de..................................(Lc. 2, 40)
-Él regresó con sus padres a Nazaret y vivía ...................................(Lc. 2, 51)
4. Celebramos lo aprendido:
Prendemos una velita para recordar que Jesús es la luz del mundo que ilumina las
tinieblas del mundo. Presentamos a Dios nuestras oscuridades, las de nuestra
comunidad y las del mundo. A cada oscuridad que compartamos, respondemos:
Jesús, luz del mundo, ilumínanos. Terminamos rezando juntos con Jn 3,16-21.
5. Viviendo nuestra fe:
Completamos el siguiente cuadro: (ver los primeros 2 capítulos de Mt y de Lc)
1. Ciudad en que nació Jesús ____N
2. Ciudad en que se crió Jesús _A____
_
3. Oficio del padre de Jesús. C____
_____
4. Nombre del ángel. ____I__
5. Nombre de la madre de Jesús. M____
6. Cuantos hermanos tenía Jesús. _I____
_
7. Rey que mandó matar a los niños. _E____
_
8. Quien bautizó a Jesús. _ _ _N _ _ _
_______
9. Nombre de uno de los reyes magos ___T____
_
10. Padre de Jesús. _O__ 22
-Rezamos con Lucas 1,46-56. Mirando nuestra historia familiar y personal,
escribimos un canto de alabanza a Dios por todas sus bendiciones, como el de la
Virgen que acabamos de leer, llamado también: El Magnificat, que lo podemos
cantar del cancionero nº 77.
-Rezamos la oración del final del Catecismo nº 5.

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7. Jesús vino a anunciar el Reino con obras y gestos
de amor revelando el corazón y el proyecto del Padre
1. Miramos nuestra vida: (para dialogar y compartir)
Cantamos: Cristo te necesita para amar nº 39.
Pensemos en las personas que son más importantes en
nuestra vida, aquellas a las que tenemos un cariño
especial y hacia las cuales nos sentimos eternamente
agradecidos. Este cariño, seguramente, brota de gestos
concretos de amor que ellos han tenido hacia nosotros.
Tal vez no recordemos sus palabras, pero lo que sí
tenemos bien presente son las acciones de amor hacia
nosotros, cosas que nunca se olvidarán. A las palabras
se las lleva el viento, pero las acciones de amor, por su
propio peso, quedan para siempre en el corazón.
Con Jesús sucede igual. Él enseñó mucho, dijo muchas palabras. Pero todas ellas
estuvieron confirmadas por su acción. Sus gestos de amor fueron la mejor
explicación de sus enseñanzas. El Reino que predicó con parábolas y dichos, se
hizo más claro en su modo de vivir su relación con el Padre y su compromiso de
amor con los demás. Compartamos ahora algo de esas personas y por qué son tan
importantes para nosotros…
2. Comprendiendo un poco más: (para escuchar y guardar en el corazón)
Jesús pasa 40 días en el desierto para orar. Al concluir, es bautizado en el río
Jordán por su primo Juan el Bautista y luego comienza su vida pública
Luego de 30 años de vida oculta en Nazareth, en familia, en trabajo duro y
silencioso, en un pueblo pobre y sometido, se va al desierto para escuchar mejor la
voz de su Padre para empezar a dar a conocer su mensaje. Luego de ser tentado
por el demonio, sintiendo en carne propia nuestra propia lucha cotidiana por hacer
el bien y evitar el mal, Jesús va al río Jordán, donde es bautizado por Juan.
La misión de Jesús es predicar y hacer presente el Reino de Dios
Jesús salió a anunciar lo que guardaba en su corazón y aquello por lo que había
venido al mundo: la intimidad de Dios que no podía callar. Nos quiso revelar el
vivir de Dios en el corazón del hombre. Nos mostró el verdadero rostro del Padre
que nos ama. Sus primeras palabras al salir a predicar fueron: el Reino de Dios
está cerca, conviértanse y crean en el Evangelio (en la Buena Noticia): Mc 1,15.
En la sinagoga, el lugar de oración de su aldea, un día pasa a leer la lectura que
decía: El Espíritu del Señor está sobre mí porque me ha consagrado por la unción.
24
El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los
cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un
año de gracia del Señor (Lc 4,18-19). Y le dice a la gente: esta Palabra se cumple
hoy, ésta es mi misión. Para ello, recorre todo el territorio de Palestina predicando
la buena noticia y realizando milagros como señal de que el Reino de Dios está
llegando. Sólo pedía que tuvieran fe y confianza en Él. Jesús atribuye sus milagros
a la fe de las personas: tu fe te ha salvado, vete en paz (Mc 5,34).
La Buena Noticia que Jesús anuncia es que tenemos un Padre que nos ama y
que nos da a su Hijo para salvarnos y hacernos participar de su propia vida,
congregándonos en la Iglesia, que es la familia de Dios.
Jesús hacía llegar esta Buena Noticia a través de sus acciones de bien. Con su gran
corazón admiraba la naturaleza; le agradaban los niños; se compadecía de los
enfermos y de los pecadores; defendía a los débiles y marginados. Pasó por la vida
haciendo el bien a todos (Hech 10,38). Jesús es hombre y Dios. Como hombre,
sentía como nosotros, se cansaba, lloraba, reía, compartía amistades. Como Dios
tenía el poder de sanar, perdonar los pecados, liberar endemoniados. Esta misión le
ocasionó sufrimiento, contrariedades y persecuciones. Tuvo que enfrentarse con
los poderosos que oprimían al pueblo: los sacerdotes del templo, los fariseos, el
rey Herodes y el gobernador romano Pilato. Hasta sus mismos familiares y
discípulos, muchas veces no le comprendieron. Finalmente, dará la vida por
nosotros, gesto máximo de amor. Su Sangre será la firma de todas sus palabras y
enseñanzas, será la más clara acción del Reino de Dios entre nosotros.
Los milagros y curaciones son signos del Reino de Dios presente en Jesús
Jesús no habla solamente. Acompaña su palabra con milagros que manifiestan que
el Reino está presente en Él. Por eso, el Evangelio de Juan llamará signos a los
milagros, ya que señalan el Reino de Dios. El Evangelio nos cuenta algunos de los
milagros que hizo Jesús, mostrándonos su predilección y dedicación al que sufre:
-Se duele de un padre y una madre ante la pérdida de sus hijos (Mt 15,21-Lc 8,40)
-Se compadece de la multitud que lo sigue y no tiene qué comer (Mt 14,13-22)
-Devuelve la salud y la dignidad a los que estaban enfermos de lepra (Lc 17,11-19)
-Da la vista y la luz a los ciegos (Mc 10,46-52).
Todos los gestos y actitudes de Jesús son la caricia de Dios a su pueblo que sufre,
son cercanía y presencia de su amor por los hombres. Es el mismo Dios que se
compadece de sus hijos y no quiere que sufran. Jesús no curó a todos los enfermos,
sino a algunos. No vino a quitar todos los males de la tierra, sino a liberar al

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hombre de la esclavitud más grave, la del pecado (Jn 8,34-36), que es el obstáculo
más grande en nuestro camino a la felicidad. Por eso:
•Con mucha delicadeza se compadece de la mujer pecadora (Lc 7,36-50).
•Perdona y da esperanza al buen ladrón (Lc 23, 39-43).
•Brinda una nueva oportunidad al despreciado cobrador de impuestos Mc 3,13-17.
Para realizar su misión Jesús elige colaboradores: discípulos/as y 12 Apóstoles
Todo lo que hizo y enseñó Jesús significó un cambio en la manera de mirar a Dios,
de relacionarnos con las cosas y con los demás. Para que esta nueva forma de
enfocar la vida se propusiera a los hombres de todos los tiempos, Jesús se rodeó de
un grupo de hombres y mujeres, que lo seguían y vivían con Él. De este grupo,
elige doce más cercanos, los apóstoles; que fueron llamados para estar con Él y
continuar su obra, anunciando y construyendo el Reino de Dios. Con ellos nació la
Iglesia que, desde entonces, hace presente el Reino entre los hombres.
3. Compartiendo a Dios en comunidad:
Nos dividimos en grupos, cada uno leerá una de las siguientes citas y luego
compartirá con los demás lo leído y esta pregunta: ¿qué nos está mostrando del
corazón de Dios esta acción de Jesús? Anotamos lo que decimos y lo presentamos
en el momento siguiente de celebramos lo aprendido. Citas: Jn 8,1-11;Mc 5,21-43;
Lc 5, 27-32; Mc 1, 32-45; Mc 10, 13-22; Lc 19, 1-10.
4. Celebramos lo aprendido:
Compartimos en forma de agradecimiento las buenas noticias que tenemos en
nuestra zona, en nuestra familia, en nuestra comunidad, sabiendo que ellas son
parte de la Buena Noticia de que Dios nos ama, nos salva y nos reúne en
comunidad a celebrar su Vida. Terminamos rezando juntos con Juan 10,1-11,
prestando nuestros labios a tantos que sufren.
5. Viviendo nuestra fe:
-Estaremos atentos para descubrir, en nosotros y en los
demás, signos del Reino de Dios: acciones de amor, que
hacen presente hoy a Dios entre nosotros. Rezamos la
oración del final del Catecismo nº 14.
-Leemos Santiago 1,19-25 y 2,14-26.

26
8. El centro de la predicación de Jesús:
¿Qué es el Reino de Dios?
1. Miramos nuestra vida: (para dialogar y compartir)
Cantamos: Algo lindo nº 7.
Cuando vamos entrando en confianza con los demás,
empezamos a contarles nuestras cosas más hondas del
corazón: nuestros sueños, alegrías, ilusiones. Nos vamos
haciendo confidentes, los invitamos a pasar a nuestra
casa, a conocer nuestra familia, los sentamos en nuestra
mesa. Algo así empezó a hacer Jesús con sus discípulos, comenzó a abrir los
secretos de su corazón, los sueños del corazón del Padre, que Él llamó: el Reino de
Dios. Así les dirá en la noche de la Última Cena, en las vísperas de su Pasión, en
torno a la mesa, donde les dejará su presencia para siempre en su Cuerpo y en su
Sangre: ya no los llamo servidores, porque el servidor no sabe lo profundo de su
señor. Yo los llamo ahora amigos, porque les he contado todo lo que sé de mi
Padre (Jn 15,12-17). Pensemos ahora en los valores que hemos heredado de
nuestros antepasados, lo que hemos escuchado y aprendido de ellos. Valores que
ahora son para nosotros verdades absolutas, certezas que sostienen nuestra vida,
mojones en el camino, tan fuertes y seguros como esos esquineros que sostienen la
tensión de los alambres y hacen que nuestra vida esté firme y segura. ¿Cuáles son
esas verdades que aprendimos de nuestros mayores? Muchos de ellos no sabían ni
leer ni escribir, pero poseían una gran sabiduría: ¿qué herencia nos han dejado?
2. Comprendiendo un poco más: (para escuchar y guardar en el corazón)
El Reino de Dios es el centro de las enseñanzas de Jesús
El Reino que Jesús anunció es el reinado del mismo Dios como único dueño y
señor de nuestro corazón y de nuestra vida. Como el Reino es la acción de Dios en
nuestro corazón, sólo puede crecer si permitimos que Él obre en nosotros. De ahí,
que tenga una exigencia radical: ¡a cambiar de vida que el Reino llegó! Todos
estamos llamados a entrar a este Reino. Para ello hay que recibir y aceptar con un
corazón humilde la Palabra de Jesús, hay que hacerse como niños porque el Padre
les revela su misterio sólo a los pequeños. Los pecadores son invitados de honor
en su Reino, Jesús se compadece de nuestra miseria y nos propone cambiar. Donde
reina Dios no hay lugar para el mal, se destruye la mentira y la opresión; se aleja la
injusticia y la violencia; se terminan las esclavitudes. El Reino de Dios es el Reino
de la Verdad, Justicia, Amor y Paz. El Reino ya está entre nosotros, porque Jesús

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lo inauguró, con Él empezó a reinar Dios en esta tierra. Pero todavía no ha llegado
a su plenitud, por eso pedimos en el Padrenuestro que venga a nosotros tu Reino.
¿Cómo es el Reino de Dios?
Con comparaciones, enseñanzas y parábolas Jesús va anunciando el Reino que:
-va creciendo cada día en los corazones y en el mundo (Mc 4,26-28).
-es como una semilla que da fruto si cae en una buena tierra (Mt 13,4).
-es como un grano de mostaza, la más pequeña de las semillas que, al crecer, llega
a convertirse en árbol (Mt 13,31-32).
-es como una gran fiesta donde hay derroche de perdón, amor y alegría, donde la
mesa está servida. Sólo basta sentarse a compartir y celebrar (Lc 14,15-24)
-hay que buscarlo como lo más importante de nuestras vidas, confiando que todo
lo demás nos será dado por añadidura (Lc 12,31).
-se busca como lo hace un comerciante de perlas finas que, al encontrar una de
gran valor, vende todo para comprarla (Mt 13, 45-46).
Jesús pasó gran parte de su vida enseñando con autoridad las cosas de Dios
Jesús habló siempre sin miedo, diciendo la verdad. Lo que más impresionaba a la
gente era que les enseñaba con autoridad (Mt 7,28). Nunca un hombre ha hablado
como este hombre (Jn 7,46). Explicaba las cosas de Dios con sencillez, usando
ejemplos y parábolas. Su vida y su palabra eran luz para todos.
Enseñanzas principales de Jesús: 32 citas bíblicas (una para cada día del mes)
1.Dignifica a la mujer: frente a la marginación de aquella época Lc 10,38-42;8,1-3
2.Recibe con cariño a los niños: que no eran tenidos en cuenta en esa sociedad, y
nos invita a nosotros a recibir el Reino con corazón de niños Mt 19,13-15.
3.Nos enseña la Misericordia de Dios y a perdonar de corazón Lc 15;Mt 18,21-35
4.Poner la esperanza en las riquezas impide seguir a Jesús: no podemos servir a
Dios y al dinero: Lc 16,13-15 (Mt 19,16-26; Lc 12,13-21; 16,19-31).
5.Denuncia las hipocresías y las injusticias: condena al fariseísmo (Mt 23,23-39).
6.Nos enseña a orar: con confianza de hijos: Mt 6,5-15;Lc 11,1-13;18,1-14
7.Nos enseña el servicio humilde a los demás: lavatorio de los pies (Jn 13,2-15).
8.Nos enseña el amor a los pobres y sufrientes: Mt 25,31-46, Lc 10,25-37; 14,7-14
9.Nos enseña el valor de la comunidad: cuando estamos dos o más reunidos en su
Nombre, Él está presente en medio nuestro: Mt 18,19-20.
10.Nos enseña a ser humildes y a reconocernos pecadores, a hacernos cargo de
nuestras acciones y a no echarle la culpa a los demás: Lc 6,43-45; 18,9-14; Mc
7,14-23: Mc 3,15-17; 9,33-37.
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11.Nos enseña a no juzgar al prójimo y a amar a nuestros enemigos: Lc 6,27-42.
12.Confía en nuestras capacidades y quiere que las compartamos con los demás:
él nos dio talentos Mt 25,14-30; nos envía para ser sal y luz del mundo Mt 5,13-16
13.Nos enseña a ser sinceros y a no tener doblez de corazón: Mt 5,33-37; 23,1-4.
14.Quiere que nos tratemos como hermanos (Jn 13,34-35; 1Jn 4,20-21; 1Cor 13).
15.Nos muestra dónde está la verdadera felicidad: las bienaventuranzas Mt 5,1-12
El amor es el mandamiento más importante en el Reino de Dios
Toda la misión de Jesús se resume en este mandamiento nuevo: Ustedes han de
amarse unos a otros como yo les he amado. Así reconocerán todos que ustedes
son mis discípulos (Jn 13,35). El signo que distingue a la comunidad cristiana es el
amor mutuo. Un amor como el de Jesús, fuerte y fecundo, servicial y generoso,
desinteresado y puro, capaz de renuncias y de gozos. Un amor que da vida y que se
compromete con la necesidad de los demás. Un amor que no tiene límites porque
es el mismo amor de Dios. En el amor a Dios y al prójimo está contenida toda la
Ley y los mandamientos.
3. Compartiendo a Dios en comunidad:
De todo lo que hemos aprendido de las enseñanzas de Jesús, ¿qué es lo que más te
gusta de su Persona y mensaje? De todas estas enseñanzas, ¿cuáles debo escuchar
más y vivir mejor? ¿Cuál de ellas las vivo con más facilidad?
4. Celebramos lo aprendido:
Nos tomamos un rato para releer del punto 2 Enseñanzas principales de Jesús.
Cada uno elige una enseñanza y lee el texto bíblico sugerido allí. Elegimos la frase
que más nos gustó de la Palabra y la compartimos con los demás.
Terminamos rezando juntos con Lucas 19,1-10.
5. Viviendo nuestra fe: Un mes con la Palabra…
En este mes rezaremos cada día con un texto de la Palabra del punto 2 Enseñanzas
principales de Jesús. De este modo, iremos conociendo mejor el corazón del
mensaje de Jesús. Le pedimos a Dios la gracia de vivir esta Palabra que vamos
meditando cada día.

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9. Creemos en el amor de Jesús que ha vencido la muerte.
Su amor es más fuerte que el mal y el pecado.
Al resucitar nos regala una vida nueva de resucitados.

PARA HACERLO LA SEMANA PREVIA


A SEMANA SANTA
1. Miramos nuestra vida: (para dialogar y compartir)
Cantamos: Te miro a los ojos nº 99.
Qué importante es valorar la sabiduría honda de las
tradiciones de fe de nuestros mayores. Seguramente todos
recordamos las cruces que se hacían en los quebrachos durante las tormentas, para
alejar los rayos de la casa. ¿Cómo olvidar ese consejo para los Viernes Santo de
matar víboras? ¡Qué gran confianza en la Providencia, ante la inclemencia y la
violencia de las tormentas de verano, cuando se clavaba el hacha en el patio para
dividir la tormenta y alejarla del rancho! ¡Qué fe profunda hacía poner la boca del
mortero en dirección a la tormenta, formando una cruz con el palo, expulsando así
todo peligro de muerte! ¡Cuántas cruces trazadas en el aire por nuestras abuelas,
junto al grito: Cruz, Cruz, Cruz, deteniendo el remolino amenazante, para proteger
la familia y la casa! Todos estos ejemplos dejan bien en claro la gran fe en el poder
salvador de la Cruz Luminosa de Cristo. Poder que viene de su amor hacia
nosotros para ahuyentar todo tipo de mal y peligro. La Cruz de Jesús vence el mal.
Esto han intuido nuestros mayores. Nuestros antepasados han sabido siempre que
de toda Cruz brota la Vida Nueva de la Resurrección. Y lo expresan al encender
una vela en el cementerio, al poner en cada cruz de palo, un ramo de flores o una
corona de colores, como signo de la vida que brota de la muerte.
Compartamos estos recuerdos: ¿seguimos haciendo lo mismo que ellos hacían?
¿Encontramos el sentido de seguir haciéndolo? ¿Cómo podemos recuperar estas
tradiciones tan sabias? ¿Que significa para nosotros el poder de la Cruz de Jesús y
la Vida que brota de Él?
2. Comprendiendo un poco más: (para escuchar y guardar en el corazón)
Jesús ha venido a darnos Vida y Vida en abundancia (Jn 10,10)
Jesús pasó haciendo el bien. Nos habló del amor y lo vivió hasta las últimas
consecuencias, jugándose por entero por amor a su Padre y a nosotros. No anduvo
con medias tintas. Vivió en medio de los pobres, los enfermos, los marginados, los
que el mundo desprecia, los que erraron el camino. Jesús no vino para los justos,

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sino para los pecadores... Compartió el dolor de la gente y murió con amor para
que el sufrimiento y la muerte no tuvieran la última palabra.
Jesús se entregó libremente por amor a nosotros (Jn 10,18)
Durante su vida se fue dando a sí mismo en cada gesto, en cada actitud, hasta
entregarse por entero en la cruz. Fue coherente hasta el final. Aceptó libremente su
pasión y su muerte por amor a su Padre y a los hombres. Como Jesús era hombre
como nosotros, pero también era el Hijo de Dios, pudo cargar sobre sus hombros
toda la realidad de nuestro pecado. Él no tenía pecado, pero cargó con amor los
nuestros. Y entre esos pecados estaban también los míos. Por eso, cada uno de
nosotros puede decir: Jesús murió por mí. Él asumió sobre sí el pecado para
destruirlo. Y el Padre aceptó el sacrificio y lo resucitó de entre los muertos.
Con su muerte, Jesús nos consigue la verdadera vida
Jesús fue fiel a su misión hasta el final. Dio a conocer al verdadero Dios y anunció
la llegada del Reino, con palabras y obras. Por todo esto fue acusado de agitador y
subversivo (Lc 23,5). Fue traicionado, apresado, torturado y condenado a morir en
la cruz. Hasta sus amigos lo abandonaron. Aparentemente, su misión parecía haber
fracasado. Pero Él mismo nos había dicho: Si el grano de trigo no cae en la tierra
y muere, no dará fruto (Jn 12,24). De su muerte surgió la vida para todos nosotros.
Así son las cosas de Dios: de la muerte brota la vida. La Resurrección es la verdad
más importante de nuestra fe. Con su muerte y resurrección, Cristo dio muerte al
pecado y el Padre nos ha reconciliado con Él y con todos los hombres. Todo mal
ha sido vencido: Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque
muera, vivirá. El que vive, el que cree en mí, no morirá para siempre (Jn 11,25-
26). Los que creemos en Jesús, cuando morimos, entramos en la Vida plena, que
compartiremos con María, los Santos y con nuestros seres queridos.
La Cuaresma son 40 días que nos ayudan a prepararnos para la celebración
de la Pascua. Comienza el miércoles de Ceniza. Es un tiempo de conversión
Como la Pascua es la fiesta más importante de nuestra fe, necesitamos disponer el
corazón. Para ello, contamos con 40 días de oración, de conversión, donde
rezamos cada Viernes el Via Crucis, nos privamos de algún gusto para ofrecerlo a
otro. El Domingo de Ramos empezamos la Semana Santa, la más importante del año.
Jesús resucitado está siempre con nosotros
Por la resurrección, Dios aprobó todo lo que Jesús hizo y dijo. La última palabra
de Dios es palabra de vida y no de muerte. Jesús resucitado y victorioso es la
garantía de que el Reino de Dios se va a realizar. Jesús resucitado confirma y
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anima todas las esperanzas humanas. El está a nuestro lado en la construcción de
un mundo nuevo: Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo Mt 28,20.
La Resurrección es la verdad más importante de nuestra fe: 1Cor 15,19-22
Si Cristo no resucitó, nuestra fe no tendría sentido, seríamos los hombres más
dignos de lástima, al poner nuestra confianza en un muerto. Pero Él resucitó el
primero de todos. Así como todos han muerto por Adán, todos reviven en Cristo.
La Pascua es el día más importante porque es el paso de la muerte a la Vida.
Cada cristiano está llamado a dar este paso a una vida más plena en el amor
Cada Pascua que celebramos es una oportunidad para dar un paso en nuestra vida
de fe. Por eso, la Pascua es el día más importante del año. Allí los niños salen a
pedir la bendición a sus padrinos porque es el día que celebramos nuestro
Bautismo, cuando hemos pasado de la muerte a la vida nueva de hijos de Dios.
3. Compartiendo a Dios en comunidad y 4. Celebramos lo aprendido:
Rezamos juntos el Via Crucis y las citas de la Palabra de cada estación (lo
podemos hacer caminando), en el nº 34 de la segunda parte del Cancionero.
5. Viviendo nuestra fe: EN FAMILIA
En los días más importantes de esta semana invitamos a toda nuestra familia a
prender una velita en el altarcito de casa y a tener juntos un rato de oración en
familia. Lo haremos siguiendo las indicaciones del final del catecismo en:
CELEBRAMOS NUESTRA FE EN FAMILIA nº 2.

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10. Creemos que la Iglesia es la continuadora
de la misión de Jesús y que todos los cristianos
formamos su Iglesia
1. Miramos nuestra vida: (para dialogar y compartir)
Cantamos: Signo de esperanza nº 11.
Cuando hablamos de la Iglesia, muchas veces
pensamos en la capilla donde nos juntamos a rezar.
Nos gusta tener una Iglesia en nuestra comunidad: para
rezar, para tener Misa, para celebrar los bautismos y
casamientos, para reunirnos y encontrarnos para
charlar cosas importantes, para convocar a los niños
para la catequesis. La Iglesia es, entonces, la casa de
Dios, nuestra casa de oración, la casa de todos los
cristianos. Allí está Dios y nuestros santos más queridos, allí nos sentimos más
hermanos, dejando de lado nuestras diferencias. Allí las puertas están abiertas para
todos y no sólo para algunos. Allí sentimos que somos la gran familia de Dios,
donde todos somos importantes e iguales, donde no hay unos más que otros, ni un
dueño del lugar, ya que todos somos hijos de Dios y hermanos. Allí sentimos algo
de lo que viviremos en el cielo, en el amor, la comunión y la paz eterna.
Charlamos: En una comunidad que no tenga capilla, pero que se reúne a rezar,
¿tiene Iglesia? ¿Qué entendemos por Iglesia? ¿Por qué me gusta ir a la Iglesia?
¿Cuándo voy con más ganas?
2. Comprendiendo un poco más: (para escuchar y guardar en el corazón)
Cuarenta días después de la Pascua, Jesús sube a los cielos (Hch 1,9-11)
Durante cuarenta días después de su resurrección, Jesús se apareció a sus
discípulos, comió y bebió con ellos (Hch 10,41). Después ya no lo vieron con sus
ojos de la carne sino con los ojos de la fe. Jesús resucitado ha entrado en el cielo,
de donde ha de volver un día para reinar para siempre en la historia. Jesús
intercede por nosotros ante el Padre mientras recorremos esta vida, en la esperanza
de estar un día con Él eternamente.
Jesús envía el Espíritu Santo en Pentecostés 50 días luego de la Pascua Hch 2,1-11
Los discípulos recibieron el encargo de continuar la misión de Jesús: Vayan por
todo el mundo y anuncien la Buena Noticia a toda la creación (Mc 16,15). Pero no
tenían ánimo ni fuerzas para cumplirla. Se sentían muy ignorantes, muy pobres y
muy cobardes. Después de subir Jesús al cielo, vivían juntos, pero encerrados en
una casa por miedo a los judíos. Jesús les había dicho que no los dejaría huérfanos
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y que les enviaría al Espíritu Consolador, el Defensor que permanecería siempre
con ellos, el Espíritu de la Verdad. Y así fue. El día de Pentecostés Jesús envió su
Espíritu sobre los apóstoles que recibieron su luz y su fuerza, transformándolos
por entero. Ya no tienen miedo a nadie ni a nada. Con toda valentía predican que
Jesús está vivo y viven en paz como hermanos. Desde aquel día nació la Iglesia.
Los que creyeron en la Palabra anunciada por los discípulos comenzaron a
formar comunidades unidas en la alegría, la oración y el compartir fraterno
Jesús envió a sus apóstoles: Como el Padre me envió a mí, yo también les envío a
ustedes (Jn 20,21). Los que creían en la predicación de los apóstoles eran
bautizados e iban formando comunidades. De esta forma nació la Iglesia de Jesús.
Iglesia quiere decir reunión, comunidad de cristianos que se reúnen. Así vivían los
primeros cristianos: Todos los creyentes vivían unidos y compartían todo cuanto
tenían. Vendían sus bienes y propiedades y se repartían de acuerdo a sus
necesidades. Acudían diariamente al Templo con mucho entusiasmo y con un
mismo espíritu, compartían el pan en sus casas, comiendo con alegría y sencillez.
Alababan a Dios y eran queridos por todo el pueblo (Hch 2,42-47; 4,32-37)
La Iglesia de Jesús es una sola, pero se ha dividido
Jesús quiere que haya un solo rebaño con un solo pastor (Jn 10,16) y que todos
sean uno (Jn 17,21). Nuestras divisiones, críticas y peleas (dentro de la comunidad
o con otras religiones) impiden que otros hermanos se acerquen a la fe. En cambio,
nuestro amor y respeto atrae a más hermanos a la comunidad: en esto reconocerán
que son mis discípulos, en el amor que se tengan los unos con los otros (Jn 13,35).
El amor es el documento de identidad de nuestra fe cristiana.
La misión de la Iglesia es la misma que la de Jesús
La Iglesia recibe de Jesús su misma misión: continuar su obra, anunciar que el
Reino de Dios llegó a nosotros en la persona del Hijo de Dios. Evangelizar,
mostrar el amor de Dios por los hombres, es el mayor servicio que la Iglesia puede
hacer. No sólo con la palabra sino con gestos de amor y de misericordia que hagan
ver el amor que Dios nos tiene. El Señor designó a otros 72 discípulos,los envió de
dos en dos, diciéndoles: digan a la gente: El Reino de Dios está cerca Lc 10,1-12
La Iglesia es el Pueblo de Dios
Dios nos quiso salvar por medio Jesús, no individualmente sino como Pueblo. El
Espíritu Santo nos reúne como Pueblo de Dios sin dejar a nadie fuera. El Pueblo
de Dios es la gran Familia de Dios enviada a caminar en medio de la historia y de
los pueblos, con el corazón puesto en Dios, por la oración, la escucha de su
Palabra y la celebración de los sacramentos.
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La Iglesia es el Cuerpo de Cristo, todos somos importantes y necesarios 1Cor 12,12-27
La Iglesia está formada por todos los seguidores de Jesús. Cada uno es una parte
de esta Iglesia, como cada miembro es una parte del cuerpo. Cada uno tiene una
misión que cumplir, lo mismo que en el cuerpo el pie, la mano, los ojos. Todos los
miembros son necesarios. Todos se ayudan entre sí, y se cuidan, especialmente, a
los más débiles y necesitados. La Iglesia tiene su organización, con diferentes
servicios. Al principio: eran Pedro, los apóstoles y muchos discípulos/as. Hoy, en
la Iglesia Católica, están el Papa, los obispos, los religiosos/as, los sacerdotes, los
animadores, los catequistas, los que cuidan de los enfermos y todos los que
trabajan por el Reino de Dios.
La Iglesia es la esposa de Cristo, por Ella entregó su vida en la Cruz Ef 5,21-33
La Iglesia es Santa porque está asistida por el Espíritu Santo, aunque esté
compuesta por pecadores. Es Católica porque contiene todo lo que necesitamos
para ser felices aquí y en el cielo y porque está llamada a incluir a todos los
hombres, sin dejar nadie afuera. Es Apostólica porque está fundamentada en la fe
de los Doce Apóstoles: Juan 20,19-23. Es Romana porque, si bien su Cabeza
invisible es Jesús, su cabeza visible es Pedro y sus sucesores (los Papas), que
tienen su sede en la ciudad de Roma. Ellos han recibido de Jesús la misión de
cuidar la unidad en la fe y en el amor, y de conducir a todo el pueblo de Dios en el
camino del Evangelio. Podemos leer la escena de cuando Jesús le confía esta
misión a Pedro: Mateo 16,13-20; Juan 21,15-17.
3. Compartiendo a Dios en comunidad:
¿Me siento parte de la Iglesia? ¿Cómo participo en mi comunidad? ¿Qué es lo que
más me gusta de mi comunidad? ¿Qué es lo que más me cuesta de mi comunidad?
4. Celebramos lo aprendido:
Rezamos con 1Cor 12,12-27. Luego, en un papel dibujamos el Cuerpo de Cristo, y
cada uno escribe su nombre en la parte del cuerpo con la que se sienta más
identificado, la que represente mejor su misión. Rezamos el Padre nuestro
tomados de la mano.
5. Viviendo nuestra fe: EN COMUNIDAD
Vamos a hacer un gesto misionero. Un día de esta semana, nos reunimos todo el
grupo para armar una carta con un mensaje a todas las comunidades, compartiendo
lo lindo de este camino de la catequesis, para que la puedan leer toda la semana por
la FM o por alguna de las radio bases y todos puedan recibir nuestro testimonio.

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11. Creemos en la resurrección de los muertos
y en la vida eterna del cielo
1. Miramos nuestra vida: (para dialogar y compartir)
Cantamos: Juntos como hermanos nº 3.
La muerte forma parte de la vida. Aunque a veces nos
creamos como dioses: inmortales, perfectos,
todopoderosos, la muerte nos recuerda que no somos
dueños de nuestra vida, sino que la hemos recibido
prestada por un tiempo. No hay nadie, por más poder y títulos que tenga, que
pueda escapar de esta realidad tan humana. Cada día, si lo pensamos bien, vamos
haciendo pequeñas pascuas, pequeños pasos, pequeñas muertes que vamos
sufriendo y que nos preparan para nuestra muerte final. ¿Qué haríamos sin nuestra
fe? Ella nos ayuda a vivir mejor, más felices y con más paz. Jesús, el Hijo de Dios,
también murió y su muerte le da un nuevo sentido a nuestra muerte. ¿Qué
sentimos frente a la muerte? ¿Por qué seguimos recordando a nuestros difuntos?
¿Por qué pedimos misas por ellos? ¿Cómo los honramos?
2. Comprendiendo un poco más: (para escuchar y guardar en el corazón)
Hechos para Dios, nuestro corazón sólo estará en paz cuando descanse en Él
El Dios de la Vida nos ha creado para que seamos felices y podamos vivir para
siempre. Nos ha preparado un lugar para vivir siempre con Él y con nuestros
hermanos: el cielo, la vida eterna. Allí esperamos reunirnos un día todos juntos.
Allí no habrá divisiones, peleas, marginaciones, sufrimiento, dolor, injusticias.
La muerte es el paso a la Vida eterna con Dios
Para ello, necesitamos morir. Es un paso doloroso, pero lleno de esperanza. No nos
espera un abismo, sino unos brazos abiertos que nos darán la bienvenida, los de
nuestro Padre Dios. Es como el dolor del parto, un dolor que nos prepara para
entrar en la vida. Dolor que todos pasamos, tanto el que se va, como los que se
quedan. De ahí nace la costumbre de la novena de los difuntos, como esos 9 meses
que pasamos en el vientre de nuestra madre, esperando ver la luz. Así también estos
9 días de oración son un camino hacia la luz, para que nuestros difuntos puedan estar
contemplando la luz del rostro de Dios, la vida nueva del cielo.
Al morir, nuestro cuerpo se separa del alma y se volverán a reunir cuando
Jesús venga nuevamente y resucite nuestros cuerpos, al final de los tiempos
El cuerpo del difunto es lo que velamos y enterramos. Por eso, lo visitamos en el
cementerio, lo honramos y velamos, lo tratamos con respeto y cuidado, porque es
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parte de nuestro ser querido. Pero el alma ya no está más con ese cuerpo, sino que
vive de otra manera. En la última venida de Cristo, Él resucitará nuestros cuerpos,
para que unidos a nuestras almas, puedan estar completos, para gozar para siempre
de la felicidad con Dios.
La comunión de los santos: rezamos unos por otros
Creemos que los que ya están junto a Jesús y María, forman la Iglesia del cielo,
ven a Dios cara a cara y viven de su Amor. Ellos interceden por nosotros ante Dios
y con su amor nos ayudan a seguir a Jesús. Después de esta vida, los que murieron
en amistad con Dios, pero con el corazón no del todo limpio, sufren una
purificación, a fin de alcanzar la santidad necesaria para entrar en el gozo de Dios.
Siguiendo también las enseñanzas de Jesús, la Iglesia nos advierte de la
posibilidad del infierno que es la separación definitiva de Dios y de la felicidad
para la que fuimos creados. La Iglesia está formada por los que caminamos acá en
la tierra (Iglesia Peregrina), los que están esperando el encuentro definitivo con
Dios, entre los que se encuentran algunos de nuestros difuntos (Iglesia Purgante),
y aquellos que ya están gozando de su presencia en el cielo, es decir, los santos
(Iglesia Triunfante). El alma de nuestros difuntos no queda dando vueltas o
penando por la tierra, sino que va a alguno de estos tres lugares.
¿Por qué rezamos por nuestros difuntos?
Para hacer memoria agradecida de sus vidas: recordando y agradeciendo por
todo lo aprendido de ellos. Para que Dios nos regale el consuelo, la paz y la
fuerza: en esos momentos de dolor, donde la fe y la presencia de la comunidad nos
dan mucho ánimo. Para que ya estén con Dios: una vez purificados de sus faltas y
pecados, puedan estar en el cielo, como un santo más de esta familia. Y desde el
cielo rezan e interceden por nosotros.
Dios nos va a juzgar por el amor a nuestros hermanos
Para alcanzar esta vida feliz necesitamos reconocer y testimoniar cada día que
Dios es nuestro Padre y que nosotros somos hermanos. Sólo cuando cumplamos
estos mandamientos seremos acogidos por Jesús en el juicio final: Vengan
benditos de mi Padre a tomar posesión del Reino: porque tuve hambre y ustedes
me alimentaron, tuve sed y me dieron de beber. Pasé como forastero y ustedes me
recibieron en su casa. Anduve sin ropas y me vistieron. Estuve enfermo y fueron a
visitarme. Estuve en la cárcel y me fueron a ver (Mt 25,34-36).
¿Qué sucede con la muerte del “angelito”?
Cuando muere un niño pequeño, le llamamos angelito, porque ya sabemos que está
con Dios en el cielo, con sus santos y ángeles. Por eso, más que rezar por el bebé,
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le rezamos al bebé, para que nos cuide desde el cielo y consuele el corazón de sus
papás, abuelos y hermanitos. Nuestro angelito estará eternamente agradecido con
sus padres que le han regalado la vida y la posibilidad de estar con Dios para
siempre, esperando el reencuentro definitivo con ellos en el cielo. Lo que
llamamos bautismo, es una oración que hacemos dando gracias a Dios porque sus
padres, al desear hacerlo hijo de Dios, le han concedido ya el Bautismo, que
llamamos bautismo de deseo.
No hay que esperar al cielo para ser felices, el cielo comienza aquí en la tierra
El Reino que vino a traer Jesús ya está en medio nuestro. Dios quiere que seamos
felices ya ahora en la tierra, y no esperar recién llegar al cielo para vivir esta
felicidad. Sabemos que la felicidad del cielo será perfecta, sin sombra de dolor.
Dios quiere que ahora vivamos su Reino, en nuestro modo de vivir y de tratarnos
con los demás. El cielo y el infierno comienzan aquí. El que vive en comunión con
los demás, ya está anticipando el cielo aquí en la tierra, haciendo más cielo nuestro
suelo. Aquel que vive para sí mismo, en su propio mundo de aislamiento, soledad,
egoísmo, ya está viviendo el infierno que es la separación de Dios y de su amor.
Con cada pequeña decisión estamos eligiendo el rumbo final de nuestra vida.
Aprovechemos, pues, el regalo de la vida para vivirla lo mejor que podamos
siendo felices y haciendo felices a los demás.
3. Compartiendo a Dios en comunidad:
¿Cómo nos imaginamos el cielo? ¿Cómo podríamos hacer para que esto que
imaginamos lo podamos vivir ya desde ahora? Vamos a imaginar nuestra propia
tumba en el cementerio, y a escribir en un papel lo que nos gustaría que diga de
nosotros la placa recordatoria, es decir, cómo nos gustaría ser recordados.
4. Celebramos lo aprendido:
Nombramos a nuestros difuntos y recordamos algo de ellos, algo que nos quedó
como herencia de sus vidas, como enseñanza para nosotros. Terminamos rezando
juntos con 2 Corintios 4,16-5,10.
5. Viviendo nuestra fe:
Tratamos de ir a visitar un cementerio y rezar por nuestros difuntos, recordando
todo lo aprendido en este encuentro, damos gracias por sus vidas y por nuestra fe
cristiana. Allí rezamos la oración del final del catecismo: No llores si me amas nº1.
Rezamos con Lucas 12,35-40-Mateo 25,31-46 y anotamos lo que más nos gustó.

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12. Contamos con la ayuda y el ejemplo de la
Virgen y de nuestros hermanos mayores los Santos
1. Miramos nuestra vida: (para dialogar y compartir)
Cantamos: Todos podemos ser santos nº 149.
¡Cómo nos gustaría sentir más de cerca a Dios,
tocarlo, sentirlo, verlo! Sabemos que, por ahora, eso
es imposible. Por eso, tenemos en casa estampas,
imágenes, medallitas. En algún lugar importante está
nuestro altar, que es el corazón de nuestro hogar, lo
más sagrado de nuestra familia. Allí también está la
Biblia y algunas fotos de nuestros seres queridos,
algunos vivos, otros ya con Dios. Es como un modo
de tenerlos más cerca y de sentirlos más al lado
nuestro. De este modo, la casa se nos llena del Buen Dios. Los alumbramos con
una vela y ellos también alumbran nuestras vidas. Tomamos gracia de estas
imágenes, sabiendo que, algo de este poder de Dios, nos regalan para nuestra lucha
cotidiana. Ellos protegen nuestra vida. Al salir y volver de casa, pasamos por
nuestro altarcito para pedir la bendición de Dios a través de sus amigos: los
Santos. Esto nos da más alegría, paz, seguridad, nos ayudan a vivir mejor entre
nosotros, a ser más buenos. ¿Por qué nos gusta tener Santos en nuestra casa?
¿Cuáles tenemos? ¿Qué les pedimos? ¿Qué significa ese lugar para nuestra
familia? ¿Qué nos piden los Santos a nosotros?

2. Comprendiendo un poco más: (para escuchar y guardar en el corazón)


Creemos que los santos son los amigos y seguidores de Jesús
La Iglesia es una familia que camina hacia la casa del Padre guiada por su único
Pastor, Jesucristo: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida, nadie va al Padre, sino
por mí (Jn 14,6). Los santos son un camino que nos lleva a Cristo. Él no es un
santo más, sino el que hace a los santos. Es la fuente de donde brota la santidad.
Por eso decimos que sólo a Jesús lo adoramos y alabamos porque es Dios. A la
Virgen y a los santos los veneramos. Por eso, las imágenes de Jesús ocupan el
centro de nuestro altar familiar. Los Santos son parte de nuestra familia, son
nuestros hermanos mayores en la fe. Ellos ya están con Dios en el cielo. A muchos
de ellos los conocemos y los invocamos como patronos de nuestras comunidades,
los sacamos en procesión, los velamos y les rezamos ante diversas necesidades:
San Cayetano, patrono del pan y del trabajo; Santa Rita, patrona de los imposibles;
San Pantaleón, patrono de los enfermos; San Roque, patrono de nuestros animales;
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San Isidro Labrador, patrono de nuestras tierras y cultivos; San Expedito, patrono
de las causas urgentes; San Antonio, patrono de las cosas perdidas. Otros los
sentimos más nuestros: Beato Ceferino Namuncurá, santo de la Patagonia; San
Francisco Solano, ardiente misionero de nuestras tierras; Beato Cura Brochero,
amigo de los pobres; Beata Laura Vicuña, protectora de los jóvenes. A su vez, en
el cielo hay muchos más santos que no conocemos. Muchos de nuestros difuntos
que ya están en el cielo, forman parte de este grupo de santos anónimos y
desconocidos, pero santos al fin. Por eso, los cristianos tenemos una fecha en el
año para recordarlos a todos ellos: el 1º de noviembre.
Los santos le hablan a Dios de nuestras necesidades, son nuestros
intercesores. Su vida nos habla a nosotros de Dios, son nuestros ejemplos
Ellos experimentaron con profundidad el amor de Dios y lo hicieron vida. Son
como un evangelio viviente. Son nuestros ejemplos y modelos de Fe. Por estar ya
cerca de Dios, interceden por nosotros, son como el oído de Dios frente a nuestras
necesidades. Por eso los invocamos y los veneramos. Sabemos que no son Dios,
pero nos acercan a Dios.
Creemos que Dios quiere que todos sus hijos seamos santos
Los santos son hombres y mujeres que vivieron en esta tierra, al igual que
nosotros, con sus problemas y tentaciones. Ellos tuvieron una fe grande en Jesús.
Conversaban con El a través de la oración y por ello supieron vivir como Jesús,
entregándose al servicio de los demás. Es muy importante que conozcamos la vida
de los santos. Ellos enseñan cómo debemos vivir los cristianos. En nuestros días
hay también santos que viven entre nosotros. Santo es toda persona que tiene fe en
Jesús y que hace lo que Él nos manda. Para ser santo no hay que hacer cosas raras,
ni grandiosas. Basta creer mucho y sacrificarse de veras en servicio de los demás.
La Virgen María es la Madre de Dios y nuestra Madre. Ella es una sola,
aunque la invocamos bajo distintos nombres y advocaciones
María se apareció a lo largo de la historia en distintos lugares, entrando en la
historia de cada pueblo, como signo de la maternidad de Dios y de su gran cuidado
hacia nosotros. El mismo Jesús nos dice desde la Cruz: aquí tienes a tu Madre.
Dios nos deja a María por Madre porque no quiere que nos sintamos huérfanos.
María nos entrega a Jesús, nos acerca más a Él. Ella es la Virgen Misionera que
está presente en cada región: en Guadalupe (Méjico) como patrona de América y
de las embarazadas; en Itatí como patrona del Litoral argentino, en el Valle como
patrona de Catamarca, en Luján como patrona de nuestra Patria, en Lourdes como
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patrona de los enfermos, en Fátima como protectora de la paz, en Huachana como
patrona de nuestro monte y su gente, en la Merced como patrona de la libertad, en
Sumampa como patrona de Santiago del Estero, y en tantos otros lugares más,
bendecidos por su presencia y amor maternal.
María escucha nuestras súplicas y tiene muchas cosas para decirnos
¿Qué nos dice María con su ejemplo de vida?: Que escuchemos siempre a Dios y
hagamos su voluntad, diciéndole siempre sí: como lo hizo Ella al aceptar la
misión de ser la madre de Jesús: Lc 1,26-45. Que seamos solidarios con los
demás, saliendo de nuestra comodidad: como Ella que fue a visitar a su prima
Isabel para ayudarla: Lc 1,39-56. Que seamos siempre agradecidos con Dios por
sus bendiciones: como Ella que le cantó agradecida por todos los dones recibidos:
Lc 1,46-56. Que seamos fieles a Dios a pesar de las dificultades de la vida: como
Ella que dio a luz en un corral, ante las puertas cerradas en Belén: Lc 2,1-7. Que
vivamos contentos en la sencillez y humildad, sin sentirnos menos que otros. Que
estemos atentos y prontos para dar una mano cuando se necesite: Ella fue la
única que se dio cuenta que faltaba vino en unas bodas en Caná e intercedió ante
Jesús por estos novios, logrando su primer milagro: Jn 2,1-11. Que seamos fuertes
y pacientes en el dolor: como Ella que recibe una espada que le atraviesa el
corazón: Lc 2,35, sin quejarse, ni renegar de la voluntad de Dios. Que
acompañemos de cerca a los que sufren: Ella no le escapó al dolor, estuvo de pie
junto a la Cruz de su Hijo: Jn 19,25-27. Que luchemos siempre por la unidad,
rezando juntos y participando de la comunidad: Ella acompañó al grupo de
discípulos, aguardando juntos la llegada del Espíritu Santo: Hch 1,12-14.
3. Compartiendo a Dios en comunidad:
¿Conocemos la historia y la vida de algún santo? Contar algo de la vida de alguno
de ellos. ¿Por qué los santos son santos? ¿Qué es lo más importante en la vida de
los santos? ¿Se pueden adorar las imágenes? ¿Por qué? ¿A quién debemos adorar?
4. Celebramos lo aprendido:
¿Qué es necesario para ser santo? ¿Podemos serlo también nosotros? Leemos del
final del Catecismo el nº 7, para conocerlo más a Gottau. Rezamos con Mt 5,1-12.
5. Viviendo nuestra fe:
Colocamos en nuestro altarcito una imagen de Jesús, como centro de nuestra fe.
Elegimos algún santo para rezarle más, sintiéndolo como amigo y compañero.

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Tratamos de averiguar algo más de su vida y de escuchar qué es lo que nos pide.
Rezamos con Juan 15,1-11 y anotamos la frase que más nos gustó.

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1º JORNADA DE ORACIÓN Y CELEBRACIÓN
En este día vamos a tener un tiempo de oración más prolongado. Luego,
compartiremos juntos un rato, celebrando el estar juntos. Podemos invitar a llevar
algo para compartir. Se prepara de modo especial el salón. Ponemos una imagen
de Jesús con una vela grande y varias velas pequeñas para repartir a cada uno y un
recipiente con agua bendita.
RENOVAMOS NUESTRA FE: Recibimos la luz y el Credo
Comenzamos la oración cantando: Dios está aquí en nº 52, mientras
encendemos la vela recordando que nuestra fe es como una luz para
nuestras vidas. Luego, el catequista va guiando la oración:
-En estos encuentros que fuimos viviendo, hemos conocido más nuestra fe.
Hoy queremos dar gracias a Dios por tener fe, por estar juntos para
celebrarla. Por eso, vamos a dar nuestro sí a Dios, eso es la fe: es confiar y
decirle siempre sí a Dios, como María, como los Santos, como el mismo
Jesús. Primero lo haremos de forma personal y luego juntos en comunidad.
-Nos sentamos en una postura cómoda, cerramos los ojos y lentamente
vamos a ir repitiendo dentro nuestro una misma frase, sin apuros, de
forma pausada. Vamos a ir diciendo: Dios mío, confío en ti. Lentamente lo
empezamos a decir. Podemos hacerlo al ritmo de nuestra respiración: al
tomar el aire, decimos la primera parte: Dios mío y al soltarlo: confío en ti.
Respiramos normalmente sin forzar nuestro modo de respirar. (Silencio de 5
minutos)… Lentamente, vamos abriendo los ojos y a soltar nuestro cuerpo.
-¿Cómo se sintieron? ¿Qué sintieron? ¿Pudieron rezar? ¿Se animan a volver a
rezar de esta manera durante la semana, en casa?
-Vamos ahora a renovar nuestra fe en comunidad. En este camino de la
Catequesis vamos a dar el primer paso en la etapa de este camino, que es el
de recibir la luz y el Credo. Vamos a bendecir nuestros catecismos, que son
los libros que contienen nuestra fe y nos ayudan a ser más amigos de Dios
y a sentirnos más parte de su comunidad.
-El Catequista va entregando a cada uno una vela, mientras se acercan a
encenderla con la vela más grande. Acompañamos este momento cantando:
Esta es la luz de Cristo nº 49.
Catequista: Al ser bautizados, nuestros padres y padrinos respondieron a
Dios, en nombre nuestro. Ahora, nosotros ya estamos en condiciones de
hacerlo por nuestra propia cuenta. Por eso, pensemos bien en lo que
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decimos, para que nuestras palabras sean fiel reflejo de nuestro corazón.
Ponemos en alto nuestras velas encendidas en una mano y en la otra
tenemos el Catecismo con la oración del Credo (contratapa) en alto.
Respondan entonces, con sus velas encendidas y con el Credo en sus
manos: ¿Renuncian al pecado para vivir en la libertad de los hijos de Dios?
Todos: Sí, renunciamos.
Catequista: ¿Renuncian al demonio que es el autor del mal, la mentira, la
división y el pecado? Todos: Sí, renunciamos.
Catequista: ¿Renuncian a toda clase de pecado como es la envidia, el odio, la
venganza, la violencia, la crítica, el robo, las peleas, los chismes y el egoísmo?
Todos: Sí, renunciamos.
Catequista: ¿Creen en Dios Padre todopoderoso creador del cielo y de la tierra?
Todos: Sí, creemos.
Catequista: ¿Creen en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que nació de la
Virgen María, padeció y fue sepultado, resucitó de entre los muertos y está sentado
a la derecha del Padre? Todos: Sí, creemos.
Catequista: ¿Creen en el Espíritu Santo, la santa Iglesia Católica, la comunión de
los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de los muertos y la vida eterna
del Cielo? Todos: Sí, creemos.
Catequista: Esta es nuestra fe, la fe de la Iglesia, que nos sentimos orgullosos de
renovar y anunciar. Fe que hemos recibido en el Bautismo y que alimentaremos y
confirmaremos en la Comunión y la Confirmación. Fe que vamos conociendo más
y queriendo más en este camino de la Catequesis con estos Catecismos que son
nuestros libros de oración que bendecimos ahora en el nombre del Padre y del Hijo
y del Espíritu Santo. (El catequista pasa rociando con agua bendita los
catecismos).
Catequista: Vamos a apagar las velas y a llevarlas para encenderlas en
casa, cuando rezamos en nuestro altarcito. Como signo de la alegría de la
fe compartida, vamos a darnos el saludo de la paz y a bendecir al que
tengo al lado, haciéndole en la frente la señal de la Cruz, como hicieron
nuestros padres y padrinos cuando fuimos bautizados.
-Terminamos cantando juntos: Santa María del Camino, nº 63 del Cancionero.

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II. CELEBRAMOS NUESTRA FE
En estos encuentros (13 al 19) iremos conociendo
mejor nuestro modo de celebrar todo lo que creemos,
todos los misterios de nuestra fe…

13. Los sacramentos son regalos que Jesús nos


dejó para acompañarnos en los momentos
importantes de nuestra vida, para darnos su
fuerza y su amor. El primero de ellos es el
Bautismo.
1. Miramos nuestra vida: (para dialogar y
compartir)
Cantamos: Esta es el agua pura nº 103.
Somos cuerpo y alma, espíritu y materia,
corazón y cabeza. Lo interior del corazón siempre necesita expresarse hacia fuera
con signos visibles que podamos sentir: mirar, escuchar, oler, tocar, gustar.
Nuestra vida está llena de signos que expresan nuestros sentimientos más hondos:
una flor, una caricia, un abrazo, una sonrisa, una lágrima, una carta… Dios
también usa con nosotros signos sensibles, claros, sencillos, para mostrarnos su
amor. Y lo hace con elementos muy simples, propios de nuestra vida cotidiana:
agua, pan, aceite, una mano que bendice.
¿Cómo expresamos nuestro cariño a los demás? ¿Cómo expresamos nuestro cariño
a Dios? ¿Qué signos usamos para mostrarle nuestro amor? ¿Qué signos usa Dios
con nosotros para decirnos que nos acompaña y que nos quiere?
2. Comprendiendo un poco más: (para escuchar y guardar en el corazón)
En cada sacramento celebramos a Jesús vivo que nos sigue haciendo el bien
Jesús resucitado está glorificado en el Cielo pero también se ha quedado para
siempre en medio de su pueblo. Cristo sigue estando con nosotros en el presente.
Está en medio de las reuniones de los hermanos. Nos habla a través de la Santa
Biblia. Espera siempre nuestra ayuda en toda persona necesitada. Cualquier
servicio que le hacemos a un hermano, se lo hacemos a Él mismo en persona. Y
sobre todo, lo encontramos al celebrar cada uno de los siete sacramentos.
Los Sacramentos fueron instituidos por Cristo y son siete canales por los que
la vida de Dios llega a nosotros en momentos importantes de nuestro camino

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Los sacramentos tienen que ver con todas las etapas y momentos de la vida:
nacimiento, crecimiento, madurez, alimentación, los compromisos, las cruces. Dan
nacimiento y crecimiento, curación y misión a la vida de fe, vivida en comunidad.
Por eso tienen sentido cuando se vive dentro y se participa de la comunidad.
1) Sacramentos de iniciación o de comienzo de nuestra vida cristiana:
BAUTISMO: somos hechos hijos de Dios, tomamos el compromiso de seguir a
Jesús, nacemos para la vida de Dios, en la Iglesia.
CONFIRMACIÓN: recibimos el Espíritu Santo, para que seamos más valientes
para dar testimonio de Jesús y trabajar en la construcción del Reino de Dios.
EUCARISTÍA: es la celebración en comunidad de la Pascua de Jesús. Juntos
escuchamos la Palabra de Dios y nos alimentamos del Cuerpo de Cristo.
2) Sacramentos de curación o sanación:
RECONCILIACIÓN-CONFESIÓN: nos reconcilia con Dios y los hermanos
UNCIÓN DE LOS ENFERMOS: es bendición para momentos de enfermedad,
confortando, animando y transformando el sufrimiento en semilla de salvación.
3) Sacramentos de misión en la Iglesia
MATRIMONIO: Jesús bendice el amor del hombre y de la mujer y la vida de la
familia, ayudándonos a vivir con amor nuestros compromisos familiares.
ORDEN SACERDOTAL: lo reciben los sacerdotes y obispos para servir de un
modo especial a la comunidad: en la celebración de la Eucaristía; en el anuncio de
la Palabra de Dios; en la Reconciliación y animación de la comunidad.
En cada Sacramento la Iglesia repite con signos los gestos y palabras de Jesús
Los sacramentos tienen poder por sí mismos de realizar aquello que dicen,
dándonos la gracia y la fuerza de Dios. Cada Sacramento tiene palabras y gestos.
En algunos se usan cosas muy comunes de la vida: agua, aceite, pan y vino. Estas
palabras, gestos y signos ayudan a la comunidad a entender lo que Dios está
realizando en cada Sacramento. Por estos siete canales los cristianos recibimos la
vida de Dios para transmitirla al mundo.
Lo que hace en nosotros EL BAUTISMO
Nos hace hijos de Dios y de la Virgen para siempre, dándonos la misma Vida de
Dios. Nos incorpora a la familia de Dios: la Iglesia, la comunidad. Nos protege del
mal y del peligro y nos borra el pecado original. Nos compromete con el prójimo,
en el amor sincero a nuestros hermanos. Nos sumerge en la Muerte y Resurrección
de Jesús, haciéndonos otros Cristos.
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REZAMOS CON LOS SIGNOS DEL BAUTISMO
La señal de la Cruz: Los padres y padrinos bendicen al niño/a, gesto que podemos
hacer cada día invocando la protección de Dios sobre los hijos y ahijados
La unción con el aceite: El celebrante unge el pecho del bautizado con el aceite
consagrado, pidiendo que el mal nunca entre en nosotros y que siempre nos resbale
El Agua Bendita: Es el momento central de la celebración. Por el agua recibimos
la vida de Dios, la dignidad de hijos amados de Dios. Esta Vida Nueva ha de ir
creciendo cada día con la oración, el compromiso en la comunidad y los hermanos.
El Santo Crisma: El celebrante unge la cabeza con este aceite mezclado con
perfume. Nos unimos a Jesús, que nos confía su misma misión de esparcir su
aroma: anunciando su Palabra (como profetas), ofreciendo nuestras vidas y tareas
(como sacerdotes), y sirviendo con amor (como reyes-servidores).
La luz de la Vela: Los padrinos encienden su vela con la luz de Jesús Resucitado
y alumbran la vida de su ahijado, con el compromiso de cuidarla de toda oscuridad
y hacerla crecer en la fe, la esperanza y el amor.
La misión de los PADRINOS: ser los padres y las madres en la fe
La Iglesia les confía la misión de ser los padres en la fe: a través de su ejemplo de
vida cristiana, su oración cotidiana por ellos y su cercanía cariñosa. Han de ayudar
a sus ahijados a que crezcan y se alimenten con los sacramentos, la oración y las
buenas obras. Los acompañarán a la catequesis y los animarán a comprometerse en
su propia comunidad. Tienen el poder de Dios para bendecir a sus ahijados, como
signo del amor protector de Dios. Por ello, han de estar muy cerca de Jesús.
3. Compartiendo a Dios en comunidad:
¿Qué significa en mi vida estar bautizado? ¿Me siento protegido por Dios? ¿Cómo
podemos vivir mejor nuestro compromiso bautismal en nuestra comunidad?
4. Celebramos lo aprendido:
Con agua bendita, nos persignamos renovando la alegría de ser hijos de Dios y el
compromiso de vivir como buenos cristianos en nuestra comunidad. Encendemos
una velita y la vamos pasando de mano en mano, mientras rezamos la oración
Credo de nuestras comunidades que está en la contratapa del Catecismo, damos
gracias por la fe recibida de otros y que deseamos compartirla con otros.
Leemos Rm 6,3-11
5. Viviendo nuestra fe:
Averiguamos nuestra fecha de bautismo y la recordamos para celebrarla cada año.
Rezamos con Juan 3,1-8 y 1 Pedro 3, 18-22 y anotamos lo que más nos gustó.
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14. El Espíritu Santo confirma y completa en nosotros
lo que ha comenzado en el Bautismo.
La Confirmación: sacramento de la madurez cristiana.
1. Miramos nuestra vida: (para dialogar y compartir)
Cantamos: Maranatha nº 114.
En nuestra vida siempre vamos dando pasos, creciendo,
desarrollándonos, madurando. A veces, estos pasos son dolorosos, preferimos la
comodidad de lo conocido y seguro. Pero crecer nos hace bien, nos hace sentirnos
más libres, más dueños de nuestra vida, más protagonistas de nuestra historia.
Vamos, entonces, tomando nuestras propias decisiones, escribiendo nuestra propia
historia. En nuestra vida de fe sucede lo mismo. De pequeños, nuestros padres nos
bautizaron, nos llevaron a la Iglesia, nos brindaron lo que creían mejor para
nosotros. Ahora somos nosotros los que vamos buscando y eligiendo lo que
creemos mejor, confirmando lo que han hecho nuestros padres cuando éramos
niños. En el sacramento de la Confirmación, Dios nos da su Espíritu para
ayudarnos en este camino de crecimiento, para fortalecer nuestras opciones,
sostener en el tiempo nuestros compromisos. ¿Has sentido dolor al crecer? ¿Te
sentiste solo en algún momento de la vida? ¿Sentiste impotencia ante algún
desafío? ¿Cómo lo has podido superar? ¿Quién te ha ayudado?
2. Comprendiendo un poco más: (para escuchar y guardar en el corazón)
Jesús envía al Espíritu Santo para animarnos en la fe y llenarnos de su fuerza
Después de su resurrección, Jesús volvió a la gloria del Padre. Como había
prometido, envió al Espíritu Santo sobre sus discípulos. El Espíritu Santo
transforma a las personas y las anima en su trabajo por el Reino de Dios. Fue así
con los apóstoles. Antes de la llegada del Espíritu Santo, ellos estaban acobardados
y con miedo. Después de recibir el Espíritu Santo, se llenaron de fe y valor y se
fueron por el mundo predicando el Evangelio de Jesús.
El Espíritu Santo es el mismo Dios que viene a habitar en nuestros corazones:
nos enseña a rezar, nos hace crecer en la comunión y nos anima a la misión
El Espíritu Santo nos enseña a tratar a Dios como Padre y a no vivir más como
esclavos (Gal 4,6-7). El Espíritu Santo nos enseña a rezar y nos da los gestos y las
palabras adecuadas en el momento oportuno. El Espíritu Santo es como el
cemento, la mezcla del material, que hace que los distintos ladrillos puedan unirse
los unos con los otros. De este modo, el Espíritu va construyendo la comunidad
con los diversos dones y carismas de cada cristiano. Ante el miedo, la vergüenza,

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el sentirnos pequeños y pobres, el Espíritu Santo pone sus palabras en nosotros
para anunciar con valentía y coraje el Reino de Dios.
Los frutos del Espíritu Santo son los signos de su presencia en nuestras vidas
Cuando una persona está llena de Dios, se manifiesta por sus frutos. Ellos son:
amor, alegría y paz, tolerancia, amabilidad, bondad, confianza, mansedumbre, y
dominio de sí mismo (Gálatas 5,22-23). Lo contario al Espíritu son lo que San
Pablo llama: las obras de la carne, es decir, todo aquello que nos lleva a rivalizar
con el prójimo, dividirnos, buscar ser más que otros, criticarnos, separarnos,
aislarnos de la comunidad (Gálatas 5,19-21).
El Espíritu Santo nos da sus siete dones para vivir mejor la fe en comunidad
Sabiduría: para gustar las cosas de Dios y mirar la vida como Él la ve.
Entendimiento: para comprender el paso de Dios en los demás y en los
acontecimientos de la historia.
Ciencia: para comprender mejor los misterios de Dios y anunciarlos a los demás.
Temor de Dios: para adorarlo, asombrarnos de su amor y respetar sus cosas.
Fortaleza: para atravesar las dificultades de la vida y sostener el caminar del otro
Consejo: para iluminarnos en las decisiones importantes, para elegir el camino
mejor y seguir la voluntad de Dios.
Piedad: para dedicarle tiempo a la oración, al silencio, al diálogo con Jesús, a leer
cada día la Palabra
Dios confirma su amor por nosotros y nosotros confirmamos nuestra fe
recibida en el Bautismo: Dios vuelve a elegirnos como discípulos y misioneros
de su Hijo, y nos confirma en su amor. A su vez, nosotros confirmamos esa fe
recibida de pequeños y que ahora elegimos vivirla mejor.
El obispo, sucesor de los Apóstoles, nos da el don del Espíritu Santo con la
imposición de las manos y la unción con el Santo Crisma en la frente
El obispo nos interroga en nombre de la comunidad acerca de nuestro compromiso
de vivir la fe cristiana con compromiso y dedicación. Luego, como hacían los
Apóstoles, reza una oración con las manos extendidas y pide al Espíritu Santo que
nos cubra con su fuerza y poder. Cada confirmando recibe en su frente la unción
con el Santo Crisma, mientras escucha las palabras del obispo: recibe por esta
señal el don del Espíritu Santo. En el Bautismo ya fuimos ungidos con este aceite
con perfume. Ahora lo recibimos nuevamente como signo de la marca imborrable
del Espíritu Santo, que nos impulsa a compartir el buen aroma de Cristo con todos.
El obispo nos da el saludo de la paz, con una palmada en la mejilla, como signo de
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aliento en este compromiso de ser testigos valientes de Jesús. El padrino, con su
mano en nuestro hombro, se compromete a respaldar nuestro compromiso,
alentándonos a ser fieles en nuestra vida cristiana, en nuestra palabra dada a Dios.
Con el Bautismo, la Comunión y la Confirmación completamos la iniciación
cristiana, asumiendo un mayor compromiso comunitario y misionero
Con la Confirmación empieza una vida cristiana de mayor compromiso. No es el
sacramento del adiós, sino del comienzo, del compromiso, del inicio. Al recibir la
Confirmación, debemos dar un paso importante en nuestra fe. Podemos empezar
algún servicio en la comunidad: en la animación de la fe, la catequesis, en un
grupo de jóvenes, en la misión casa por casa, en la visita a los enfermos. Dios
cuenta con nosotros para seguir haciendo presente su Reino, Él confía en nuestra
persona, en nuestros dones y talentos.
3. Compartiendo a Dios en comunidad:
¿Quién es el Espíritu Santo para mí? ¿Cómo podemos hacer para invocarlo con
más frecuencia? ¿A qué nos podemos ir comprometiendo en nuestra comunidad
para seguir con este camino de fe que será fortalecido al recibir los sacramentos?
4. Celebramos lo aprendido:
El Espíritu Santo es invisible, pero se hace visible a través de los frutos que obra
en nosotros. Se lo representa con algunos símbolos. Vamos a dividirnos en cuatro
grupos. Cada grupo va a leer el texto de uno de estos signos y a hacer una oración
al Espíritu Santo, de acuerdo a este signo:
-El agua: porque nos refresca y nos da la vida: Juan 7,37-39.
-El viento: porque nos empuja y nos saca de nuestras comodidades: Juan 3,8-9.
-El fuego: porque está siempre en movimiento, da calor y luz: Hechos 2,1-11.
-La paloma: porque nos trae la paz y nos da la libertad: Marcos 1,9-11.
Terminamos compartiendo juntos la oración de cada grupo y leyendo juntos la
Canción del Cancionero: Secuencia de Pentecostés, nº 118.
5. Viviendo nuestra fe:
-Escribo un compromiso que pueda vivir en mi comunidad, algún paso importante
que pueda dar al servicio de los demás. Pienso en los obstáculos que puedo llegar a
tener (cansancio, desgano, falta de tiempo, miedo, vergüenza) y le pido al Espíritu
Santo su fuerza para superar estas piedras del camino.
-Leemos del final del Catecismo los nº 18 y 19, para conocer mejor la vida de
nuestra Parroquia.
-Rezamos con 1 Corintios 13,1-13 y anotamos la frase que más nos gustó.
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15. Jesús nos reúne en comunidad en torno a su Mesa y
nos alimenta en la comunión: La Misa
1. Miramos nuestra vida: (para dialogar y compartir)
Cantamos: Como Cristo nos amó nº 35.
¡Qué lindo se pone el pago para fin de año! Empezamos a ver
caras nuevas, vehículos nuevos, movimiento de gente que va
y viene. Aprovechamos para encontrarnos. Los de lejos
vienen, luego de todo un año de trabajo, de espera ansiosa que prepara el
reencuentro. La mesa se agranda. El horno, luego de un largo descanso, empieza a
humear casi todos los días. Vivimos la fiesta del encuentro. En nuestra zona
valoramos mucho las fiestas, valoramos mucho el encuentro, la familia, las visitas.
¡Qué bien nos hace encontrarnos cada tanto! Ver reunida a la familia grande alegra
mucho el alma. Recordamos nuestra historia, reímos juntos, celebramos,
escuchamos anécdotas del año, compartimos tiempos sin tiempo y sin apuros.
Descubrimos nuestra identidad común, nuestra sangre que nos hermana y que nos
da una pertenencia, un sentido.
Algo así pasa en nuestras comunidades cuando nos reunimos. Necesitamos
encontrarnos con esta familia más grande que es nuestra comunidad. Lo hacemos,
principalmente, en torno a una mesa, como en nuestras casas. Esta mesa es el altar,
donde Jesús se nos da como alimento en el pan y en el vino.
Conversamos: ¿Recibimos visitas a fin de año? ¿Quiénes vienen? ¿Cómo
se sienten ellos al venir? ¿Cómo preparamos su venida? ¿Qué es lo que más nos
gusta de esos días? ¿Cómo nos sentimos cuando se van?

2. Comprendiendo un poco más: (para escuchar y guardar en el corazón)


Jesús celebró la primera misa el Jueves Santo, en la Última Cena, la noche
antes de morir
Jesús reunió a sus amigos para celebrar la fiesta de la Pascua. Era la fiesta en que
los judíos recordaban la liberación de la opresión de Egipto. Durante esta cena
Jesús tomó un pan, dio gracias a Dios y lo repartió entre sus compañeros, y dijo:
ESTO ES MI CUERPO QUE SERÁ ENTREGADO POR USTEDES. Después
tomó una copa de vino y dijo: ESTE VINO ES MI SANGRE QUE SERÁ
DERRAMADA POR USTEDES. ES LA SANGRE DEL NUEVO ACUERDO,
DE LA NUEVA ALIANZA ENTRE DIOS Y LOS HOMBRES. Todas las veces
que se reúnan hagan esto para acordarse de mí. Así nació la MISA: durante una
comida, comiendo todos juntos, recordando la gran liberación del pueblo.

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En la misa celebramos la comunión, el estar juntos y el ser comunidad y nos
alimentamos con Jesús que nos une más con Él y entre nosotros
Comer juntos es señal de amistad, de unión, de fiesta. El que come del mismo plato
es porque es de la familia, es amigo, compañero leal. En la misa, todos comemos
del mismo pan y bebemos de la misma copa. Se la llama también comunión pues nos
unimos más a Dios y a los hermanos. Es el momento más importante de la comunidad.

En su Cuerpo y su Sangre, Jesús nos regaló un recuerdo vivo, un memorial de


su Muerte y Resurrección
En cada misa celebramos el Sacrificio de amor de Jesús por nosotros en la Cruz. El
pan se convierte en su cuerpo entregado, el vino se transforma en su sangre
derramada. En cada misa comulgamos con el amor de Jesús que murió y resucitó
por cada uno de nosotros. Allí recibimos la entrega de amor de Jesús por nosotros.
Su mismo amor se hace nuestro alimento que fortalece la fe.

Las partes de la Misa:


-Canto de entrada: nos ayuda a darnos cuenta de que estamos juntos, cantando lo
mismo, como familia de Dios que se reúne a celebrar.
-Pedimos perdón: nos arrepentimos de nuestros pecados, nos reconciliamos con
Dios y con los hermanos, para vivir más aliviados la fiesta de la misa.
-Escuchamos la Palabra: somos tan valiosos para Dios que nos dirige su Palabra,
nos dice algo importante para nuestra vida, nos ilumina en el camino cotidiano.
Escuchamos una lectura, luego respondemos a Dios con alguna frase de un Salmo,
cantamos el Aleluia y nos ponemos de pie para escuchar el Evangelio, la parte más
importante de la Biblia.
-Respondemos a esta Palabra: rezando el Credo que resume nuestra fe y
presentándole a Dios alguna necesidad de nuestra familia, de nuestra comunidad y
del mundo entero. Rezamos unos por otros, como una gran familia.
-Ofrecemos el pan y el vino y toda nuestra vida: es el ofertorio, donde, junto a
algún canto, le ofrecemos a Dios lo que estamos viviendo: alegrías, penas,
preocupaciones. En el pan y el vino le presentamos a Dios toda nuestra vida.
-Agradecemos a Dios: el sacerdote, en nombre de todos, eleva una oración de
agradecimiento a Dios por algún don recibido de Él y nos invita a unir nuestros
agradecimientos a esta oración. Concluimos cantando el Santo, alabando su
inmenso poder, misericordia y bondad.
-Consagración: al repetir las palabras de Jesús en la Última Cena, el pan se
convierte en el cuerpo de Cristo y el vino en su sangre. Por eso, si es posible, nos
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arrodillamos como signo de adoración a Jesús que se hace presente de modo
especial en su Cuerpo y su Sangre. Le expresamos nuestro cariño mirándolo y
diciéndole: Señor mío y Dios mío.
-Pedimos por todo el mundo, la Iglesia, los difuntos y nos unimos a la Virgen y
a los Santos: como comunidad, ampliamos nuestros horizontes y nuestro corazón,
mirando el mundo entero y rezando por todos.
-Junto a Jesús, en su Cuerpo y su Sangre, nos ofrecemos al Padre: toda esta
larga oración, que el sacerdote va diciéndole al Padre en nombre de todos nosotros,
la concluimos rezando juntos la parte final, como signo de ofrecimiento de toda
nuestra vida a Dios Padre: Por Cristo, con Él y en Él…
-Padrenuestro y saludo de la paz: rezamos juntos la oración de Jesús,
sintiéndonos hijos amados de Dios y hermanos del que tenemos al lado. Nos
damos la paz, como signo de nuestro deseo de perdonar, de no guardar rencor, de
estar en paz con todos, antes de recibir a Jesús, Pan de Vida, en la comunión.
-Comunión: es el momento más importante de la misa. Nos acercamos a recibir a
Jesús. Hablamos con Él, pensamos en Él. Lo hacemos con algún canto que nos
ayude a rezar, a sentir esta profunda comunión con Jesús y el hermano. Luego
hacemos un rato de silencio para dialogar personalmente con Jesús.
-Bendición final y envío misionero: somos bendecidos y enviados para que la
misa no concluya ahí, sino que se prolongue en nuestras vidas, amando más a los
demás, viviendo mejor nuestra fe en casa, en el trabajo, con los vecinos.
3. Compartiendo a Dios en comunidad:
¿Qué es lo que más nos gusta de las misas? ¿Por qué nos ayuda ir a misa?
¿Cualquier rezo es una misa? ¿Cuál es la diferencia entre una oración comunitaria,
una reza y una misa? ¿Cómo podemos hacer para participar mejor de las misas?
4. Celebramos lo aprendido:
Nos dividimos en grupos y para leer una parte de las tres hojitas del comienzo del
cancionero: Comunidad que reza unida, permanece unida. ¿Para qué este
cancionero? Luego cada grupo comparte lo que leyó y hacemos un compromiso
común para vivir mejor la Misa. Terminamos rezando juntos con: 1 Cor 11,17-34.
5. Viviendo nuestra fe:
Leemos de la parte final del Catecismo: Para vivir mejor la misa nº2. Tratamos de
vivir estos consejos en alguna misa que podamos participar en la comunidad, o en
alguna comunidad vecina, o siguiendo la misa transmitida por la Radio.
-Rezamos con Juan 6,48-58 y anotamos la frase que más nos gustó.
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16. Jesús está presente en la Eucaristía para estar más
cerca nuestro, alimentar nuestra vida, unirnos en
comunión y venir a nuestro corazón.
1. Miramos nuestra vida: (para dialogar y compartir)
Cantamos: Tomen y coman nº 51.
En el encuentro anterior, recordábamos lo importante que son
para nosotros las visitas. Cuánto más disfrutamos estos
encuentros, más nos duelen las despedidas. Por eso
guardamos algo, para no extrañarlos tanto: una foto, una carta, un regalo.
Conservar estas cosas con cariño, nos hacen tener más cerca a los nuestros y no
sentir tanto su ausencia. Con Jesús pasó algo parecido. Él tenía que volver a la casa
del Padre, pero no nos quiso dejar solos. Eligió algo muy sencillo para estar con
nosotros: pan y vino. Su cuerpo y su sangre no son sólo un recuerdo de Jesús, o un
simple signo de su amor. Su cuerpo y su sangre son el mismo Jesús. Él sigue
estando con nosotros de forma misteriosa, pero bien real. Está entre nosotros como
alimento, para que lo compartamos y comamos. Comer con otros es compartir,
celebrar, encontrarnos. Si no comemos, desfalleceremos. Nuestra salud depende
mucho de nuestro alimento. Jesús se hace alimento para que estemos fuertes,
sanos, para que tengamos vida abundante. Él se deja comer para ser parte de
nosotros, para compartir nuestra vida, y su amor, dándonos su misma energía de
Dios. Así como alimentamos nuestro cuerpo, ¿cómo estamos alimentando nuestra
alma? ¿Qué alimentos le hacen bien al alma? ¿Qué alimentos no le hacen bien o la
enferman?

2. Comprendiendo un poco más: (para escuchar y guardar en el corazón)


Yo soy el Pan de vida. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene ya la vida
de Dios y yo lo resucitaré en el último día, porque mi carne es la verdadera
comida y mi sangre la verdadera bebida (Jn 6,48.54-55)
Jesús nos quiere dar su misma vida a través de este sacramento. Él se queda con
nosotros en la humildad de un pan y de un poco de vino. Estos alimentos nunca
faltan en nuestra mesa. Jesús quiere vencer toda distancia, no quiere que le
tengamos miedo, o que lo miremos de lejos. Quiere estar bien cerquita nuestro,
adentro nuestro, ser parte de nosotros, ser nuestra energía, nuestra fuerza y vida. Si
no comemos o comemos mal, nos enfermamos. Si no alimentamos bien al alma o
la alimentamos mal, estaremos débiles en el espíritu, sin fuerza, con el peligro de
“pescarnos” cualquier virus, cualquier vicio, cualquier tentación.

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Dios nos cuida y nos nutre haciéndose pan. No podemos desaprovechar este
regalo que tanto necesitamos
A veces, por miedo, vergüenza, timidez o por lo que sea, nos privamos de este
alimento tan necesario. Jesús nos sirve la mesa de su Cuerpo y de su Sangre para
alimentarnos a todos. Solamente nos privamos de comulgar cuando tenemos
conciencia de no estar en comunión con Dios. Es decir, si hemos dañado al
prójimo gravemente o si hemos rechazado a Dios. En ese caso, Dios nos invita a
reconciliarnos antes con Él por medio de la Confesión y luego recibirlo en la
Comunión. Nos hace mucho bien comulgar porque necesitamos la fuerza de Dios.
Lo hacemos porque nos reconocemos pequeños, frágiles, necesitados y por eso
vamos a la fuente de la Vida a llenarnos de su amor.
En las misas de difuntos, nos reunimos muchos para rezar, consolarnos,
fortalecernos. Rezamos por ellos, para que estén con Dios, pero rezamos también
por nosotros, que aún caminamos en esta vida, para que estemos siempre con Dios.
Al comulgar, nos unimos más a nuestros difuntos, encontrándonos en el corazón de
Jesús Pan de Vida. No nos privemos de este regalo que nos une más entre nosotros,
con Dios y con nuestros mismos difuntos.
Algunos nombres de este Sacramento:
Eucaristía: significa: acción de gracias, así llamamos a la celebración de la Misa
porque es una gran oración de agradecimiento a Dios y también llamamos así a
Jesús Pan de Vida.
Misa: significa: envío, ya que en cada celebración, Dios nos envía a vivir y a
anunciar lo compartido.
Comunión: así llamamos a Jesús en el Pan y también al momento de acercarnos a
recibirlo, ya que Jesús hecho pan nos une más con Él y con nuestros hermanos
(tanto vivos como difuntos).
Hostia: significa: sacrificio, entrega: así llamamos a Jesús hecho Pan que se nos
da como alimento.
Jesús está siempre con nosotros, presente, vivo y real en medio nuestro
Ante la pregunta: ¿qué es más importante la foto de tu mamá o tu mamá en
persona? Nadie dudaría de la respuesta. En la Eucaristía, lo tenemos a Jesús en
persona. En ese momento, es lo más importante de la Capilla. Por eso, para las
misas, sabemos dejar el lugar central de la mesa del altar, a la Eucaristía, corriendo
a los santos para los costados. En algunas capillas o templos, o en parroquias de la
ciudad, la Eucaristía suele estar en una cajita llamada Sagrario, junto a la cual hay

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una lucecita que indica su presencia. Allí permanece Jesús hecho Pan para que lo
vayamos a adorar, a rezar, a hablar con Él.
La misa es la oración más importante, pero no es la única oración
La misa es el momento más importante de nuestra comunidad porque Jesús, a
través de nosotros, alaba al Padre, reza en medio nuestro, nos habla en su Palabra y
nos alimenta con su Cuerpo y Sangre. Las rezas, rosarios, procesiones, novenas,
celebraciones de la Palabra, velaciones, son momentos de oración muy necesarios,
que enriquecen nuestra fe comunitaria. A Jesús lo encontramos en la comunidad
reunida, en la Palabra, y, en la misa presente en el Pan de Vida. Es bueno que le
demos valor a la misa, sobre todo si la tenemos muy de vez en cuando. Es
importante participar de ella activamente, estando atentos, cantando, aplaudiendo,
compartiendo la Palabra o alguna intención. Algunas comunidades con un camino
de fe más maduro, tienen en su Capilla un Sagrario, donde guardan algunas
hostias. De este modo, podemos ir a visitar a Jesús Eucaristía durante la semana.
También hay animadores que son ministros de la comunión. Ellos pueden dar la
Eucaristía en las celebraciones de la Palabra, o se la pueden llevar a la casa de
alguna persona enferma para que comulgue.
3. Compartiendo a Dios en comunidad:
¿Por qué la misa es la oración más importante de la comunidad? ¿Hacemos lo
posible para participar cuando tenemos la misa cerca? ¿Cómo podemos hacer para
que nuestra comunidad aproveche y valore más la misa? ¿Cómo vivimos la misa
que escuchamos a través de la Radio? ¿Cómo podemos hacer para vivirla mejor?
4. Celebramos lo aprendido:
Vamos a ir pasando un pan y a compartirlo con cada uno. Antes de comerlo, vamos
a decir en voz alta qué queremos que Jesús alimente en nosotros (nuestro amor,
compromiso, unidad, alegría, etc.). Terminamos rezando con: Lucas 22,14-27.
5. Viviendo nuestra fe: EN FAMILIA
-Nos vamos a reunir en familia un rato antes de que empiece la misa del Domingo
por la FM, para rezar juntos y participar de la misa. Lo haremos siguiendo las
indicaciones del final del catecismo en: CELEBRAMOS NUESTRA FE EN
FAMILIA nº 3. Si tenemos posibilidad de ir toda la familia a alguna misa en la
comunidad o cerca de nuestra casa, trataremos de hacerlo.
-Al viajar a la ciudad o a algún pueblo más grande, me haré un tiempo para pasar
por la Iglesia para visitar a Jesús Eucaristía, presente en el Sagrario. Rezamos con
Lucas 24,13-35 y anotamos la frase que más nos gustó.

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17. Dios siempre nos perdona. Su misericordia es más
grande que nuestro pecado. Celebrar el perdón de Dios:
el sacramento de la Reconciliación (Confesión)
1. Miramos nuestra vida: (para dialogar y compartir)
Cantamos: Zamba del perdón nº 16.
Todos, en algún momento, hemos sido heridos y también
hemos herido. Perdonar y ser perdonados forma parte natural
de la vida, aunque nos cueste mucho hacerlo. Si dejamos
pasar el tiempo, la herida se agranda, la distancia también y sentimos una molestia
en el corazón, algo que no está en paz. Dar el paso de perdonar, dar el paso de
pedir perdón implica mucho coraje, y trae mucha alegría. Si somos los que
pedimos perdón: necesitamos mucha humildad para reconocer nuestro error.
Debemos dar el paso de expresar nuestro arrepentimiento y dolor por lo ocurrido.
Si fuera necesario, hemos de reparar el daño realizado y proponernos no hacerlo
más. Si somos los ofendidos, necesitamos disminuir nuestra bronca, aceptar las
disculpas, comprender el error del hermano, perdonarlo y no guardarle rencor.
Dios nos ha perdonado mucho y lo seguirá haciendo. Él es rico en Misericordia, no
guarda rencor, ni castiga, ni se venga. Su corazón es compasivo con nuestra
miseria. Confía en nuestra bondad y en el cambio de nuestra vida. Nada más
hermoso que recibir su perdón y compartirlo con los demás. ¿Alguna vez me he
sentido perdonado por Dios? Ante algún conflicto, ¿me resultó fácil pedir perdón?
¿Me resultó fácil perdonar? ¿Qué es lo más lindo de perdonar y de ser perdonado?
2. Comprendiendo un poco más: (para escuchar y guardar en el corazón)
No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no
he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores (Mt 9,12-13). Jesús dedicó
gran parte de su vida a estar con los pecadores y compartir con ellos su vida.
Jesús es el rostro de la Misericordia del Padre. Junto a Él, los pecadores, los que
eran mal vistos por la sociedad, se sentían a gusto. Él no los juzgaba ni condenaba.
Los aceptaba sin condiciones, invitándolos a un cambio de vida, para poder ser
más felices. Esto molestaba profundamente a los que se creían justos y buenos,
que no aceptaban esta actitud misericordiosa de Jesús. Para ellos, Dios debía
rechazar a los pecadores. Esta gente no conocía bien a Dios ni a su Misericordia.
Jesús nos invita a todos a reconocer nuestro pecado, nuestra fragilidad
Para que un enfermo vaya el médico, necesita reconocer su enfermedad. Para que
pidamos perdón, necesitamos reconocer nuestro pecado. Esto nos cuesta mucho.
Es más fácil mirar el defecto del hermano, que reconocer el propio. Nos mentimos
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muchas veces, ocultamos nuestra miseria, la escondemos a nosotros mismos y a
los demás. En el fondo, pensamos que si nos conocieran como somos, nadie nos
podría querer en serio. Por eso, aparentamos ser personas que no somos. Nos da
miedo mostrarnos como somos. Pero a Jesús no le podemos mentir. Él nos conoce
en lo profundo y, sin embargo, nos ama infinitamente. Nuestro pecado no le asusta
a Jesús, él no nos rechaza ni se avergüenza de nosotros, sino que nos ama con más
profundidad. Como una madre que quiere a todos sus hijos, pero al más débil lo
cuida más y lo protege más. Así hace Dios con nosotros. No necesitamos fingir
delante de Él. Le podemos mostrar nuestras vidas tal como son.
El pecado rompe la comunión, la Reconciliación nos une nuevamente a Dios y
a la comunidad
Cuando dos hermanos se pelean, es el padre quien se siente ofendido. De igual
forma podríamos decir que sucede con el Padre Dios. Cuando los hermanos se
ofenden entre sí, también se ofende a Dios y se perjudica a toda la comunidad. Ella
también fue herida y ofendida por nuestro pecado. El sacramento es este diálogo
de reconciliación y de hacer las paces con Dios y la comunidad. Delante del
sacerdote, que representa a las dos partes ofendidas: Dios y la comunidad, el
pecador reconoce la ofensa y pide perdón.
La Reconciliación es el sacramento donde confesamos con sinceridad nuestros
pecados, recibimos la misericordia de Dios y la sanación de nuestro corazón
Por la Confesión, recibimos de modo especial el perdón de Dios. Muchas veces le
pedimos perdón a Dios por nuestras faltas. Es aconsejable hacerlo cada noche,
antes de descansar. Pero, cada tanto, hace bien repasar nuestra vida, arrepentirnos
y decirle a Dios nuestras faltas en la Confesión. De este modo, nos hacemos cargo
de nuestra vida y no echamos la culpa a los otros de nuestras fallas. El sacerdote
representa a Jesús en este sacramento, escuchándonos con paciencia y dándonos,
en nombre de Dios, la absolución de nuestros pecados, es decir, el perdón
misericordioso de Dios. Tal vez sintamos vergüenza de hacerlo. Hay que vencer el
primer miedo y animarnos. Nos hace mucho bien, nos alivia sentirnos escuchados
y que una persona, en nombre de Dios y de la comunidad, nos confirma el perdón.
Celebrando el perdón de Dios: la Reconciliación
¿Cuándo nos podemos confesar? Generalmente lo hacemos antes de la primera
Comunión, o en algún retiro o jornada de oración. Dentro de lo posible, es bueno
hacerlo algunas veces en el año: para Pascua, para la Virgen de Huachana, para
Navidad o para la fiesta patronal de la comunidad. En la confesión no importan
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tanto nuestros pecados, aunque conviene contarlos y decirlos, sobre todo los que
consideramos más importantes o los que nos hacen sentir con más culpa. Lo más
importante es el momento de recibir el perdón. Con la confesión, Dios va sanando
la raíz de donde proceden nuestros pecados: el orgullo, el egoísmo, la vanidad, el
rencor, el miedo. Sabemos que Dios va sanando nuestro corazón con su gracia. Es
muy conveniente confesarse, al menos, una vez al año. El sentido más profundo de
las novenas es prepararnos para recibir la gracia que Dios nos regala en la fiesta.
La Confesión nos ayuda a quitar todo obstáculo y barrera a su amor, abriendo el
corazón a las bendiciones que Dios quiere derramar en el día de la fiesta.
Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden Lc 11,4
Recibir el perdón de Dios nos llena de esperanza y alegría. Nos da la fuerza para
perdonar, no guardar rencor, y trabajar por la reconciliación en nuestra comunidad.
Cuando nos sentimos perdonados y amados gratuitamente por Dios, nos dan ganas
de perdonar y amar así a los demás. De este modo, evitamos toda violencia,
agresión, crítica, división y vamos construyendo un mundo más parecido al Reino.
3. Compartiendo a Dios en comunidad:
¿Me he confesado alguna vez? ¿Qué pienso de la confesión? ¿Me da miedo
hacerlo? ¿Por qué? ¿Qué podríamos hacer en nuestra comunidad para vivir mejor
este sacramento del perdón?

4. Celebramos lo aprendido:
Repartimos unos papelitos para que cada uno anote de un lado las personas a las
que debería pedir perdón y del otro lado las personas a las que debería perdonar.
Rezamos el Padrenuestro, prestando especial atención a la parte que dice: perdona
nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
Terminamos rezando: Mateo 18,21-35

5. Viviendo nuestra fe:


Miramos nuestra vida. Presto atención a mis pecados más comunes, las cosas que
más me cuestan y las raíces de mis malas obras. Pido perdón a Dios y la gracia de
ir sanando mi corazón. ¿Hay alguien a quién debería perdonar en lo profundo de
mi corazón? ¿Hay alguien a quien debería pedirle perdón?
Nos proponemos confesarnos una vez al año y preparamos esta confesión. Leemos
de la parte final del Catecismo: Para vivir mejor la Confesión nº3 y rezamos la
oración nº 13 del final del Catecismo.
-Rezamos con Lucas 19,1-10 y anotamos la frase que más nos gustó.
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18. No estamos solos en el dolor. Dios nos acompaña
y nos alivia, le da un sentido nuevo a nuestras
cruces. La Unción de los enfermos.
1. Miramos nuestra vida: (para dialogar y compartir)
Cantamos: Junto a la Cruz nº 98.
Qué hermoso se sabe poner el monte para el tiempo de
septiembre, para el tiempo de la primavera. Muchas
plantas sueltan sus flores, que envuelven, con su aroma
y color, todo el paisaje. Otras sueltan un verdor
intenso, signo de la vida que empieza a brotar luego del
invierno. Para que este espectáculo tan bello sea
posible año tras año, es necesario pasar por los crudos inviernos. Allí todo parece
seco, gris, lleno de tierra, con hojas amarillas o gajos pelados. Las fuertes heladas
de invierno azotan las plantas. Ellas parecen morir pero, en lo secreto se fortalecen
y hacen posible la vida que les hará soltar sus hojas, flores y frutos en tiempos de
primavera y de verano. Así sucede en nuestra vida, las cruces y dolores pueden
hacer nacer en nosotros actitudes nuevas, hermosas y nos posibilitan para dar
mucho fruto. El dolor es parte de la vida, bien lo sabemos, aunque nos cueste
muchas veces aceptarlo. ¿Cuáles han sido tus dolores más profundos? ¿Quiénes te
ayudaron a hacerlos más llevaderos?
2. Comprendiendo un poco más: (para escuchar y guardar en el corazón)
La vida trae consigo enfermedad, dolor y sufrimiento. En esta vida es
imposible esa falsa promesa de “pare de sufrir”.
En el dolor experimentamos nuestro límite e impotencia. No somos omnipotentes,
no somos Dios, necesitamos de Él y de los demás. A veces, el dolor puede
conducir a la angustia, al encierro, al enojo, la queja y desesperanza, al maltrato de
los más cercanos, incluso a la rebelión contra Dios. Pero también puede hacernos
más maduros, ayudándonos a mirar las cosas más importantes de la vida y dejar de
lado las que no lo son tanto. La enfermedad nos lleva a una búsqueda de Dios.
La enfermedad nos hace confiar más en Dios
La enfermedad nos va despojando de muchas seguridades y nos ayuda a poner
nuestra única seguridad y apoyo en Dios. Ella despierta en nosotros y en los que
nos rodean, sentimientos muy nobles de cariño, perdón y cuidado. Nos enfrenta
con nuestra verdad, nos ayuda a confiar más en Dios, como niños en sus brazos,
sostenidos por su Amor. Ella nos hace pensar en la realidad de la muerte, como un
horizonte posible. Como cristianos, no tememos ante la muerte, la miramos, más
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bien, como un paso a la Vida con Dios. No nos espera un abismo, sino unos brazos
abiertos que nos reciben. Dios quiere nuestra vida y quiere que luchemos por ella y
no nos resignemos a dejarnos morir. Dios actúa también a través de los avances de
la medicina, recurriendo a los médicos cuando sea necesario, sabiendo que Él los
asiste para que, a través de su ciencia, nos brinden algún alivio.
Jesús dedicó gran parte de su vida a estar con los enfermos, con los que más sufren
Jesús pasó por este mundo haciendo el bien, curando dolencias, males,
enfermedades. Él pasa ahora por nuestras vidas, derramando su luz. Su compasión
hacia los enfermos y sus numerosas curaciones son un signo maravilloso de que el
Reino de Dios está muy cerca. Además de curar, Jesús perdona los pecados: vino a
curar al hombre entero, alma y cuerpo. Su amor lo lleva a identificarse con ellos:
estuve enfermo y me visitaste. Esto nos compromete a reconocer a Cristo en los
que sufren y a estar como María, al pie de la Cruz de nuestros hermanos sufrientes.
El Sacramento de la Unción de los Enfermos es el signo de la compañía y
fuerza de Dios en la angustia que provoca en nosotros la enfermedad
Dice Jesús: Vengan a mí todos los que están agobiados y afligidos que yo los
aliviaré. Carguen sobre ustedes mi Cruz. Y aprendan de mí que soy paciente y
humilde de corazón (Mt 11,28-29). No estamos solos para llevar nuestra cruz, Él
nos quiere ayudar, poniendo hermanos en el camino. Ante la angustia, el miedo, o
la incertidumbre que provoca en nosotros la enfermedad, la Unción es una
presencia de Dios para darnos paz, consuelo, confianza y fuerza. Dios nos
acompaña en el dolor, no nos deja solos, nos da su presencia y compañía a través
de esta caricia que es el sacramento de la Unción de los Enfermos.
En la Unción celebramos al Dios de la Vida que acompaña nuestro dolor
Este sacramento lo pueden recibir, las veces que sea necesario, las personas
mayores, ancianas, por la fragilidad de su salud. También las personas que están
en peligro de muerte o aquellos que han de someterse a alguna operación de cierto
riesgo. También los que por su dolencia están muy angustiados y tristes. Somos
ungidos con el aceite consagrado, en las palmas de las manos, que son los centros
de energía de nuestro cuerpo, abriéndolos a la fuerza de Dios para recibir la
sanación. Muchas de nuestras enfermedades y dolencias se originan en nuestra
mente y pensamiento. Nuestras preocupaciones y angustias enferman nuestro
cuerpo. Dios toca con su bendición nuestra cabeza, para liberarla de todo mal
pensamiento, abrirla a la esperanza y a la confianza sin límites en su amor, por eso
somos ungidos también en la frente.
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¿Qué hace la Unción?: consuelo, curación, aceptación y preparación al Cielo.
-Nos da consuelo, paz y ánimo para vencer las dificultades propias del estado de
enfermedad grave o de la fragilidad de la vejez. Esta gracia es un don del Espíritu
Santo que renueva la confianza y la fe en Dios y fortalece contra las tentaciones
del maligno: el desaliento y la angustia ante la muerte. Da la fuerza al enfermo
curando el alma y el cuerpo, si tal es la voluntad de Dios. Nos ayuda a confiarnos
más a la voluntad de Dios, diciéndole como Jesús: si es posible, aparta de mí este
cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya. Le da un sentido a nuestro
dolor, para vivirlo con más fe, uniéndonos a Cristo Crucificado, compartiendo el
peso de su Cruz. Si ofrecemos con fe y amor nuestro dolor, nos unimos más a
Jesús, colaborando con Él en la salvación del mundo. Nos dispone también para
entrar en la Casa del Padre, en el cielo, para gozar con Él para siempre de la
felicidad. Nos defiende en los últimos combates para entrar en la Casa del Padre
con el corazón reconciliado con Él y con los hermanos.
Si alguien está enfermo que llame a los presbíteros de la Iglesia para que oren
por él y lo unjan con óleo en nombre del Señor. La oración de la fe salvará al
enfermo el Señor lo aliviará y si tuviera pecados le serán perdonados Stgo 5,13-14
Sólo Dios basta, no hace falta confiarnos a otras manos que no sean las suyas. No nos
dejemos engañar por muchos que aprovechan nuestra fragilidad para sacar algún
provecho. No dudemos nunca en llamar a un sacerdote para que nuestros familiares
enfermos reciban esta cercanía y fuerza de Dios en la Unción de los Enfermos
3. Compartiendo a Dios en comunidad:
Pensando en nuestras cruces, ¿cómo las vivimos? ¿Me enojo, me encierro, me
quejo, me vuelvo agresivo? ¿Me dejo ayudar por otros? ¿Pido ayuda? ¿Puedes
rescatar alguna enseñanza o fruto en tu vida a partir de esa situación de cruz?
4. Celebramos lo aprendido:
Vamos a armar una cruz con dos ramitas, pensando en aquello que más nos pesa y
nos cuesta cargar de nuestra vida. La dejamos en el altar, descansando en Jesús
nuestra cruz. Tomaremos la cruz de un hermano, con el compromiso de rezar por
él y de aliviar su dolor. Otro tomará mi cruz, y rezará por mí. Terminamos leyendo
juntos con Salmo 88, prestando nuestros labios a tantos que sufren.
5. Viviendo nuestra fe: EN COMUNIDAD
Vamos a hacer un gesto misionero. Un día de esta semana, nos reunimos para
visitar a algunos enfermos o ancianos de la comunidad. En la visita, podemos
llevarles alguna estampa y rezar juntos la oración del final del Cancionero nº 14.

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19. Nuestra vocación y misión en la Iglesia.
Los sacramentos del Matrimonio y del Orden Sagrado
1. Miramos nuestra vida: (para dialogar y compartir)
Cantamos: Alma misionera nº 37
Lo que más ansía nuestro
corazón es amar y ser amados.
Fuimos creados para el amor.
Nuestra vida es fruto del amor
incondicional de Dios que nos trae a este mundo y
sostiene nuestra vida. Él ama nuestra vida, quiere que existamos y nos da una
misión única a cada uno. Venimos aquí para llevar adelante una obra única y
original. Nadie la puede hacer por nosotros. Si pensamos en los momentos de
mayor felicidad de nuestra vida, seguramente están relacionados con el amor.
Sentirnos queridos y sentir que amamos a otros es lo que más llena el alma. No
hay dinero, ni cosas que puedan reemplazar esta felicidad. Deseamos que esos
momentos sean eternos, que nunca se acaben. Y sentimos el dolor de que duren
tan poco y pasen tan fugaces. En medio de tantos cambios en nuestro mundo,
creemos que el amor verdadero está llamado a durar para siempre, a ser estable.
Es posible amar para siempre a una persona y construir con ella un proyecto de
vida común. Es posible consagrar para siempre la vida a Dios al servicio de su
comunidad. No faltarán cruces y obstáculos. Pero Dios nos da su gracia para
fortalecer nuestro amor, para hacerlo nuevo y posible cada día, superando las crisis
y los conflictos cotidianos. ¿Para qué has venido a este mundo? ¿Cuáles han sido
los momentos más felices de tu vida? ¿Por qué? ¿Conoces gente que sea feliz?
¿Cómo son? ¿Cómo viven? ¿Qué es lo que los hace felices?
2. Comprendiendo un poco más: (para escuchar y guardar en el corazón)
Dios nos llama a todos a la santidad viviendo el amor en nuestra vida cotidiana
Todos tenemos una vocación, es decir, un llamado de Dios, una misión en esta
vida. Dios nos llama a ser felices ya aquí en esta vida, realizando un camino
personal y comunitario de fe. Por eso, a cada persona Dios le regala una vocación.
Por el Bautismo comenzamos este camino, lo fortalecemos por la Confirmación, lo
alimentamos con la Eucaristía, lo sanamos con la Confesión. Dios nos regala dos
sacramentos más, para bendecir nuestra misión, nuestro estado de vida.
Dios nos crea en familia, juntos, en comunidad, donde hay amor allí está Dios
No es bueno que el hombre esté solo, nos dirá Dios al comienzo de la Biblia. Por
eso, creará una compañera del costado de Adán, alguien con quien compartir esta
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vida. Desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer. Por eso, el
hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos no serán sino una sola carne. De
manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que
Dios ha unido: Mc 10,6-9. El sueño de Dios es que seamos felices por el amor,
formando una familia. Nacemos de una familia, crecemos en ella, y luego, en
algún momento, damos un paso para formar nuestra propia familia. Conocemos a
alguien que nos quiere y despierta nuestro cariño y lo mejor de nosotros. Al cabo
de algunos encuentros, decidimos vivir juntos, levantar nuestra casita, comenzar
un sueño compartido, un mismo camino, transitado de a dos. En ellos ya está Dios,
porque hay amor y este amor es regalo de Dios. La Biblia nos dice: El amor
procede de Dios, y el que ama ha conocido a Dios, porque Dios es amor:1Jn 4,7-8
El sacramento del Matrimonio es la bendición de Dios para ser felices en
familia, amándonos para siempre, en la fidelidad y en la fecundidad
Comienza así una hermosa aventura, llena de ilusiones y de amor. Al tiempo,
surgen algunos conflictos, contrariedades, discusiones, enojos. Nos empezamos a
conocer tal y como somos: nuestras luces y sombras. No es siempre fácil amar. El
pecado nos hace buscarnos a nosotros mismos, ser egoístas, orgullosos, agresivos,
indiferentes. Nos damos cuenta de la fragilidad de nuestro amor. Necesitamos
alimentar y cuidar cada día esta llama para que no se apague. Aparecen los hijos,
la crianza, las impaciencias, los desencuentros. Descubrimos que necesitamos de
Dios para cuidar este amor y hacerlo crecer. El sacramento del Matrimonio es la
bendición de Dios para vivir con su fuerza y luz las exigencias del amor, en el
compromiso fiel, el cuidado de los niños, el crecer juntos como familia.
Matrimonio: sacramento del amor de Dios por su pueblo, de Jesús por su Iglesia
Nuestro amor no queda encerrado en nuestra propia familia. Nuestro amor se hace
visible a nuestros vecinos, luminoso, generador de vida, contagiando la alegría de
dar, de amar. El amor vivido en la pareja es un signo del amor de Dios por
nosotros. Nuestro amor matrimonial refleja la luminosidad del Dios Trinidad.
Animarnos a recibir esta bendición, venciendo miedos, prejuicios y comentarios
¿Qué es necesario para casarse? Simplemente el amor mutuo y la decisión libre de
dar este paso. Además de recibir la bendición y fuerza de Dios para la familia, este
sacramento nos ayuda a hacer público nuestro compromiso, a compartirlo con los
demás, a dar nuestra palabra de vivir juntos hasta que la muerte nos separe. El
casamiento tiene mala prensa. Algunos no lo hacen por miedo al qué dirán. Otros
porque tienen miedo de comprometerse para siempre, no se juegan al compromiso
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fiel. Otros piensan que se necesita dinero, pilchas, comida, gastos para celebrarlo.
Muchos varones tienen miedo de quedar como débiles, como cazados, pillados por
su mujer, perdiendo su hombría y autonomía, para poder hacer lo que quieran. Es
una pena que nos perdamos la posibilidad de esta fuerza de Dios, con estas razones
tan falsas y tan mentirosas. Si la pareja ve en su conciencia lo bueno que sería para
ellos el casamiento, han de dar el paso, sin prestar atención al juicio ajeno. No
hace falta nada material para el casamiento. En una misa, en una celebración, los
novios pueden jurarse fidelidad para siempre y el sacerdote los bendice, recibiendo
de ellos su consentimiento matrimonial.
El Orden Sagrado es el sacramento que reciben algunos para servir a la
Iglesia con la Palabra, los sacramentos y la animación de la comunidad.
Algunos hermanos pueden sentir un llamado de Dios a dedicar su vida a
consagrarse a Él y a la Iglesia. De este modo, comparten esta inquietud con algún
sacerdote, para descubrir si es un llamado de Dios lo que sienten en su corazón. Si
es así, deciden dejar su familia, ingresar al Seminario, para ordenarse como
sacerdotes. Primero lo hacen como diáconos, luego como sacerdotes y, algunos de
ellos, como obispos. Su misión es la de celebrar los sacramentos, animar la
comunidad como pastor, acompañando a los catequistas y animadores de cada
comunidad y anunciar la Palabra a través de la catequesis, la enseñanza de la fe,
las predicaciones, las charlas. Los sacerdotes renuncian libremente a formar una
familia biológica, ya que deciden entregar su vida a una familia más grande que es
su comunidad. Su corazón desea estar del todo disponible a Jesús y a su Iglesia.
Los consagrados y consagradas nos muestran con sus vidas que Dios es lo más
valioso de la vida, ellos son signos de Jesús y de la felicidad de vivir su Reino
Algunas mujeres y varones sienten el llamado de Dios a consagrarse a Él,
haciendo votos de pobreza (su única riqueza es Jesús y su Reino), obediencia (a
Dios, a su comunidad y al Pueblo de Dios) y castidad (su único amor es Jesús y su
pueblo). Lo hacen formando comunidades que buscan ser signos y testimonios del
Reino de Dios. Ellos tienen la misión de vivir el Evangelio en comunidad, en lo
que ellos son y hacen. Se los llama también: religiosos, hermanas, hermanos,
monjes, monjas. Cada familia religiosa tiene un carisma, es decir, un modo
especial de vivir su consagración, de acuerdo a la inspiración que Dios le dio a su
fundadora o fundador. Esto embellece el rostro de la Iglesia, que se hace presente
por medio de ellos en la misión, la educación, la atención a los enfermos, los
pobres, los que más sufren, en la oración silenciosa, en el acompañamiento
personal, en la predicación de la Palabra, etc.
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La variedad de dones y carismas en la Iglesia enriquece y embellece nuestra fe
De este modo, cada uno desde su lugar, cumple su misión en la Iglesia, entregando
con amor lo que sabe hacer y enriqueciendo la comunidad con el don de su
persona. En la Iglesia no puede haber desocupados o gente de brazos cruzados.
Todos podemos y tenemos que hacer algo. Los laicos, es decir, todos los
bautizados, hacen presente a Jesús y a su Reino en las tareas cotidianas: la familia,
los vecinos, el trabajo, la escuela, el estudio. Ellos son como la levadura que hace
fermentar, crecer y elevar, desde dentro, la masa. Al estar insertos en el mundo del
trabajo, de la escuela, de la política, del estudio, en los lugares de diversión, en los
clubes, organizaciones, instituciones, hacen presente a Dios allí y acercan más
estas realidades a Dios. Los sacerdotes acompañan a las comunidades,
alimentándolas con la Palabra, los Sacramentos y las animan para vivir la unidad y
la comunión, poniendo nuestros carismas en común. Las religiosas/os testimonian
la alegría de ser de Dios y de vivir para Él, nos ayudan a que las cosas de este
mundo no le resten espacio a Dios. Su fidelidad, su entrega, su fraternidad nos
ayudan a comprometernos por el Reino, al servicio de los más débiles.
3. Compartiendo a Dios en comunidad:
¿Crees que es posible el amor para siempre? ¿Conoces parejas que son ejemplo de
vida matrimonial? ¿Cómo lo han podido lograr? Cuenta y comenta algunos casos.
Vamos a nombrar a los sacerdotes y hermanas que conozcamos. ¿Creo que son
felices con su vocación? Compartimos lo que hemos aprendido de ellos/as.
4. Celebramos lo aprendido:
-Leemos Efesios 5,25-6,4 y rezamos la oración nº12 de la segunda parte del
Cancionero. Leemos Mateo 9,35-38. Siguiendo la invitación de Jesús, vamos a
mirar el mapa de la diócesis de Añatuya (al final del Catecismo), con una mirada
de pastor, como la de Jesús. Reconocemos tantas ovejas sin pastor en este inmenso
territorio, reconocemos tanta cosecha que necesita ser levantada por trabajadores.
Pedimos a Dios por las vocaciones y nos comprometemos a rezar siempre por
ellas. Rezamos la oración nº 17 de la segunda parte del Cancionero.
5. Viviendo nuestra fe:
Nos preguntamos: ¿Cuál es el sueño de Dios para mi vida? ¿Qué estoy haciendo
para cumplirlo? Trato de mirar mi vida no como algo que se va haciendo así
nomás, sino como un proyecto o un sueño que voy pensando, decidiendo,
eligiendo. Rezamos con Lucas 10,1-9.17-24 y anotamos lo que más nos gustó.

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2º JORNADA DE ORACIÓN Y CELEBRACIÓN
En este día vamos a tener un tiempo de oración más prolongado. Luego,
compartiremos juntos un rato, celebrando el estar juntos. Podemos invitar a llevar
algo para compartir. Se prepara de modo especial el salón. Ponemos una imagen
de Jesús con una vela, la Biblia, los Rosarios y botellas con agua bendita.
CELEBRAMOS NUESTRA FE: Recibimos el agua bendita y el Rosario
Comenzamos la oración cantando: En el nombre de Dios nº 10, mientras
encendemos la vela recordando la alegría luminosa de nuestra fe, que
ahuyenta toda tiniebla. Luego, el catequista va guiando la oración:
-En estos encuentros que fuimos viviendo, hemos conocido los siete
sacramentos, regalos de Dios para nuestra vida. Hoy queremos dar gracias
a Dios por ellos, por habernos dejado signos tan cercanos y poderosos de
su presencia.
-JESÚS, ¿DÓNDE VIVES? ¿DÓNDE TE PODEMOS ENCONTRAR?: es
la pregunta que vamos a hacerle hoy a Jesús. Pero Jesús, nos da vuelta la
pregunta y nos dice: ¿a ti qué te parece? ¿Dónde vivo? ¿En dónde me
encuentras mejor?
-Vamos a responderle a Jesús entre todos. (Escuchar las respuestas de cada
uno (en el cielo, en la Iglesia, en nuestro corazón, entre nosotros…) y ayudarles a
pensar: cuando nos queremos, Jesús está allí; cuando nos perdonamos unos a otros,
Jesús está allí; cuando acogemos a los demás, aunque no sean nuestros amigos,
Jesús está allí con nosotros; cuando sentimos ganas de prestar nuestras cosas a los
demás, Jesús está con nosotros…
-Ahora le preguntamos a Jesús, a ver qué nos dice: Jesús, tú ¿dónde vives?
-El catequista, toma la Biblia del altar y lee: Jn 1,37-39.

-Después de un momento de silencio, el catequista sigue diciendo:


Para ver y aprender dónde y cómo vive Jesús, venimos a la catequesis.
Vamos a agradecerle por sus presencias en medio nuestro. Lo haremos con
algunos signos y respondiendo juntos a cada presencia: te reconocemos
Señor:

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-Nos tomamos todos de las manos y escuchamos: Gracias Jesús por tu
presencia en la comunidad. Tú nos has dicho que cuando dos o más nos reunimos
en tu nombre, tú estarás en medio nuestro. Por tu presencia en la comunidad, te
decimos: te reconocemos Señor
-Ponemos la mano en el corazón: Gracias Jesús por estar adentro nuestro, por
ser lo más profundo y sagrado de nuestras vidas. Tú vives en nosotros. Ayúdanos
a reconocerte, a hacer silencio para encontrarnos contigo, a no descuidar nunca tu
presencia en nosotros. Por tu presencia en nuestro interior, te decimos: …
-Ponemos nuestras manos mirando al cielo: Gracias Jesús por estar en cada
hermano que sufre, en el pobre, enfermo, anciano, solitario, en los desanimados. Tú
nos has dicho: “cada vez que hicieron algo por el más pequeño de mis hermanos, a mí
me lo hicieron”. Por tu presencia en el hermano que sufre, te decimos:..
-Acercamos la Biblia que está en el altarcito, todos ponemos nuestras
manos dirigidas hacia la Palabra: Gracias Jesús por estar en la Palabra. Tu
presencia se hace luz y guía para nuestros pasos. Abre nuestros oídos para
escuchar tu voz, nuestra boca para compartirla con los demás y nuestras manos
para vivirla cada día. Por tu presencia en tu Palabra, te decimos:…
-Nos arrodillamos y juntamos nuestras manos sobre el pecho: Gracias Jesús
por estar en la Eucaristía. Tanto es tu amor por nosotros que te has hecho Pan,
para poder estar más cerca nuestro. Tú nos has dicho que el que te come vivirá
para siempre. Ayúdanos a valorar siempre tu Cuerpo hecho Pan, en cada Misa.
Que nunca dejemos de alimentarnos con tu Pan de Vida. Por tu presencia en la
Eucaristía, te decimos: …
-En este camino de la Catequesis vamos a dar el segundo paso en la etapa
de este camino, que es el de recibir el agua bendita y el Rosario. Estos dos
signos nos ayudarán a encontrarnos mejor con Jesús. Persignarnos con el
agua bendita, nos hace sentir lo mismo que Jesús sintió en el Jordán,
cuando era bautizado por Juan y escuchó lo que le dijo su Padre: Tú eres mi
hijo muy querido. Tomar el Rosario, rezarle a la Virgen, dormirnos con el
Rosario en las manos, nos pone más cerca de Dios, nos hace sentirnos más
protegidos por su amor. (Mientras se van entregando los Rosarios y las
botellas con agua bendita, cantamos: Jesús está pasando por aquí nº 140).
-Terminamos leyendo el nº 10 del final del Catecismo para saber cómo usar el
agua bendita. Leemos el nº 19 de la segunda parte del Cancionero para
aprender a rezar el Rosario.

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III. VIVIMOS NUESTRA FE
En estos encuentros (20 al 24) iremos conociendo mejor
nuestro modo de vivir todo lo que creemos y celebramos,
todos los misterios de nuestra fe

20. ¡A vivir como Dios manda!:


Los 10 mandamientos se resumen en amar a Dios sobre
todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. Los tres
primeros mandamientos.
1. Miramos nuestra vida: (para dialogar y compartir)
Cantamos: Prueben qué bueno es el Señor nº 22.
Cuando compramos una máquina de coser, una moto, un
celular, antes de usarlos, leemos el manual de instrucciones
para utilizarlos bien y evitar que se echen a perder. El que
fabricó la máquina es el que sabe cómo usarla para que nos
dure mucho tiempo. Cuando vamos en la ruta, encontramos distintas señales de
tránsito que nos indican el camino, nos previenen de los peligros y nos ayudan a
cuidar nuestra vida y la de los demás. Nadie nos obliga a respetar estas
señalizaciones. Pero sería muy necio de nuestra parte no hacerles caso o hacer lo
contrario de lo que nos indican. Los mandamientos de Dios son señales en la vida
que nos ayudan a vivir mejor y a cuidar esta hermosa vida que Dios nos regaló.
Los mandamientos son como ese manual de instrucciones que debemos seguir
para que nuestra vida sea cuidada, nos dure mucho y llegue a su plenitud. Nadie
mejor que Dios para indicarnos lo que nos hace bien y lo que nos hace mal. ¿Qué
cosas son las que nos hacen felices y nos hacen bien? ¿Qué cosas dañan nuestra
vida y la de los demás? ¿Nos cuesta hacer el bien? ¿Por qué?
2. Comprendiendo un poco más: (para escuchar y guardar en el corazón)
El primero de los mandamientos es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el
único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma,
con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo
como a ti mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos Mc 12,29-31
Los mandamientos son la ley de Dios, que están en la Biblia (Ex 20,1-17). Dios se
los entregó a Moisés, después que liberó a su pueblo de la esclavitud de Egipto.
Para no volver a caer en la esclavitud y tener una guía segura en el cumplimiento
de la Voluntad de Dios, Dios entregó los Diez Mandamientos. Jesús no anuló esta
Ley. Él vino a completarla. Ella vale hasta el día de hoy para todos aquellos que

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creen en Dios. Ella nos ayuda a conocer y a realizar la Voluntad de Dios, a
establecer el Reino de Dios entre nosotros. Los Mandamientos de Dios nos liberan
de toda esclavitud y nos ayudan a organizar una nueva sociedad de hermanos.
Los Mandamientos de Dios son diez:
1) Amar a Dios sobre todas las cosas. 2) No tomar el nombre de Dios en vano.
3) Santificar los domingos y los días de fiesta. 4) Honrar al padre y a la madre.
5) No matar. 6) No cometer inmoralidades sexuales.
7) No robar. 8) No mentir, ni calumniar a los demás.
9) No desear la mujer (o el varón) del prójimo. 10) No desear las cosas del prójimo
Los tres primeros nos indican cómo debemos relacionarnos con Dios
1) Amar a Dios sobre todas las cosas: Dios debe ser lo primero y más importante en
nuestros corazones. Nadie ni nada debe ocupar su lugar. Ni el dinero, el poder, el trabajo,
un equipo, un deporte, ninguna otra persona. Sólo Dios es Dios, el resto son todas
criaturas. Poner una cosa en el lugar de Dios se llama idolatría. Nuestro amor a Dios lo
expresamos dedicándole tiempo a Él, en la oración de cada día. Sólo a Dios adoramos y
alabamos. A la Virgen y los Santos, les rendimos veneración, devoción, pero nunca
adoración. Dios debe ser lo primero en nuestras vidas, todo debe estar subordinado a Él.
2)No tomar el nombre de Dios en vano: recurrir a la magia, a los parapsicólogos, a otros
cultos, a los “hechiceros”, es un modo de querer usarlo a Dios. Si creemos en Él, debemos
confiar en Él. Aunque tengamos una seguidilla de problemas, no hemos de desconfiar de
Dios, pensando que nos han hecho un trabajo, una maldición. Recurrir a estas personas
nos infunde miedo, desconfianza, gastamos dinero, nos enemistamos con nuestros
vecinos, andamos tristes y desconfiando de todos. Por el Bautismo ya hemos recibido toda
protección contra el mal, no necesitamos ningún amuleto de la suerte, ningún cuernito o
cinta roja para ahuyentar el mal. Lo tenemos a Dios dentro de nosotros, que es todo lo que
necesitamos, su amor protector y su poder. Ante los problemas, lo mejor es rezar, charlar
con algún sacerdote o catequista o religiosa, leer la Palabra, comulgar en la misa,
confesarnos. Si andamos con problemas de salud, podemos recibir el sacramento de la
Unción de los enfermos. Nunca podemos invocar a un santo para dañar a otra persona o
para maldecirla o para que le vaya mal. Dios no quiere eso.
Las promesas son compromisos que hacemos con Dios y nuestra comunidad como
agradecimiento ante alguna bendición o gracia recibida
Un modo de oración a Dios, a la Virgen y a los Santos es hacerles promesas. Es bueno
recordar que Dios no está obligado a cumplir nuestro pedido. Si lo hace, nos alegramos y
le devolvemos con algún gesto, su obra de amor. Las promesas las hacemos por amor,
70
como un deseo de devolver con algo de nuestra vida, el infinito amor de Dios hacia
nosotros. No es el pago de una deuda, como si saldáramos la cuenta del almacén, sino que
es entregar algo de nosotros como ofrenda de agradecimiento al favor de Dios. Por eso, la
mejor ofrenda que le podemos hacer a Dios es la de un corazón bueno, fiel, generoso,
honesto, respetuoso, en una vida cristiana comprometida. Nuestra devoción a Dios, la
Virgen y los santos nos deben ir haciendo cada vez mejores personas, mejores vecinos,
más pacientes y buenos en nuestras familias, más comprometidos en la vida de nuestra
comunidad. La Palabra de Dios es muy clara en este tema: nuestro amor a Dios se expresa
en el amor al hermano, nuestra mejor ofrenda es cuidar y amar a los que tenemos al lado.
Leemos de nuestras Biblias: Isaías 1,11-17; 1 Juan 4,20-21; Mateo 5,23-24.
3) Santificar los domingos y los días de fiesta
El Domingo es el día más importante del cristiano, porque es el día de la Pascua de Jesús,
de la Vida nueva que nos regala con su Resurrección. Es el día de las familias, donde nos
encontramos a compartir la comida y a prolongar ese rato de estar juntos. Es el día de
descanso. Es importante en este día compartir con la familia y la comunidad y no trabajar.
Descansar es un modo de honrar a Dios, de cuidar nuestra salud y cuidar la vida de
nuestra familia, compartiendo más tiempo con ellos, jugando con los niños, dialogando
con los jóvenes, teniendo tiempos de intimidad con la pareja. Es el día de la comunidad.
Si aún no podemos reunirnos en nuestra comunidad todos los domingos, podemos
comenzar a hacerlo una vez al mes. Llevamos algo para compartir, leemos la Biblia y
compartimos lo que nos dice Dios a cada uno y a toda nuestra comunidad. Seguir la
celebración de la Misa por la Radio, en casa con la familia nos ayuda mucho a vivir este
mandamiento. Lo podemos hacer en nuestro altarcito, encendiendo una vela, cantando las
canciones, siguiendo la Palabra desde nuestras Biblias.
3. Compartiendo a Dios en comunidad:
Cuando tenemos problemas, ¿desconfiamos de Dios yendo a consultar a alguna persona
que anda en cosas extrañas? ¿Pasa esto en nuestra comunidad? ¿Qué podríamos hacer
para que suceda menos? ¿Por qué es importante el día domingo? ¿Cómo lo vivimos en
nuestra comunidad? ¿Cómo podemos vivirlo mejor?
4. Celebramos lo aprendido:
Cada uno le escribe una carta a Dios, alabándolo por su amor. Rezamos la oración del
final nº12. Vemos en cada estrofa la referencia a cada mandamiento. Rezamos el
Salmo16
5. Viviendo nuestra fe: EN FAMILIA

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Un día de esta semana nos reunimos en familia junto al altarcito de casa para tener
juntos un rato de oración. Lo haremos siguiendo las indicaciones del final del
catecismo en: CELEBRAMOS NUESTRA FE EN FAMILIA nº 4.

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21. La familia, el valor sagrado del cuerpo y la
sexualidad. Los mandamientos 4º, 6º y 9º.
1. Miramos nuestra vida: (para dialogar y compartir)
Cantamos: Oración de la familia nº 93.
Uno de los valores más importantes de nuestra zona, es la
familia. Apreciamos mucho la vida en familia. La
añoramos cuando estamos lejos, la disfrutamos cuando la
tenemos cerca. La familia nos da cobijo, seguridad,
pertenencia, nos da una identidad. La familia tiene sus
raíces en la pareja, en el hombre y mujer que deciden dejar sus hogares, para
formar uno nuevo. Cuánto mayor sea el amor de los esposos, mayor será la unión
familiar que dará seguridad a los niños, haciéndolos crecer en un ambiente de
respeto y cariño. La vida en familia tiene sus dificultades, sus conflictos. Por eso,
Dios nos invita a cuidarnos unos a otros, a respetarnos, a dialogar y crecer juntos.
La familia abarca también tíos, abuelos y tantos otros que se van sumando al grupo
familiar. Hay cosas que ayudan a crecer a la familia y otras que la van
destruyendo. ¿Cuáles son? En nuestra zona, ¿qué atenta contra la vida familiar?
¿Cuáles son las mayores riquezas de nuestras familias? ¿Cómo me gustaría que
fuera mi familia? ¿Qué puedo ir haciendo desde ahora para que sea realidad?
2. Comprendiendo un poco más: (para escuchar y guardar en el corazón)
Jesús se crió en una familia y la santificó para siempre al vivir 30 años en ella
La vida en familia de Jesús, José y María, no se diferencia mucho de cualquier otra
familia pobre. José en su carpintería y María en sus quehaceres domésticos. Vida
sencilla, con sus alegrías y penas. José y María vivieron dedicados a la educación
de su hijo. Le enseñaron a rezar y a conocer la Santa Biblia. Ellos supieron criarlo
para que en todo fuera servidor de Dios y del prójimo. Era la familia de un
carpintero-albañil del interior del país. Sabían del sufrimiento de los que salen en
busca de trabajo. Supieron lo que es el hambre, la sed, el cansancio; la vida
insegura, la falta de trabajo y andar sin techo. Sufrieron en carne propia lo que es
el desprecio. Jesús, ya jovencito, ayuda en la carpintería, y más tarde, al morir
José, tuvo que trabajar para alimentar a su mamá. Ellos, como nosotros, tuvieron
toda clase de problemas. Pero supieron resolverlos a base del diálogo, con mucho
respeto y amor mutuo. El centro de aquella familia fue JESUS.
Jesús valora nuestra familia, su primer milagro lo realiza en un casamiento
Jesús quiso participar de las alegrías de un casamiento en un pueblito llamado
Caná. Y está presente también ahora en todas las familias que le invitan. Él
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siempre está dispuesto a realizar el gran milagro de que dure la alegría de los
novios durante toda una vida. Pero, con frecuencia, somos irresponsables y el
egoísmo mancha nuestro matrimonio. El egoísmo es la mala hierba del matrimonio
que siempre hay que estar arrancando. Debemos ser pacientes, perdonarnos,
ayudarnos y comprendernos. El amor de los casados es como una planta linda pero
delicada, que hay que cultivar constantemente para que llegue a crecer y dar buen
fruto. El amor comienza en el noviazgo y debe crecer durante toda la vida.
Los hijos son el fruto del amor de los padres
Ellos llegan a este mundo deseados, queridos, esperados. Traer un hijo es una gran
responsabilidad. Nos tenemos que hacer cargo de la vida que engendramos,
cuidándola, amándola, cobijándola. Tanto el padre como la madre son necesarios
para la crianza del hijo. La madre aportará más la ternura, la comprensión, el
cobijo. El padre dará seguridad, pondrá límites, lo afirmará en su identidad. Los
hijos necesitan mucho de sus padres. No basta con que ellos aporten el sustento
nomás. También han de pasar tiempo con ellos, hablarles, escucharles, ser un
ejemplo y un faro en el camino de sus vidas. No siempre contamos con el padre
biológico, por eso algún familiar cubre este rol de padre, tan necesario para el hijo.
Los padres han de velar por sus hijos y ellos han de honrarlos y respetarlos
Dios ayuda a cumplir esta responsabilidad. Ser padres de familia es aceptar la
responsabilidad de colaborar con Dios en que los hijos nazcan, crezcan y lleguen a
la madurez. Tenemos que aprender a cultivar sus habilidades, de modo que les
ayudemos a crecer y a madurar. Para ello hay que tener en cuenta sus gustos e
ideas propias. Hay que enseñarles a caminar por ellos mismos. Los hijos han de
respetar a sus padres que, a pesar de todos los defectos que puedan tener, son los
que le han dado la vida, el mayor de los regalos. Los han de obedecer de pequeños.
Con el tiempo, la relación será más de compañerismo y amistad. Finalmente, los
hijos asumirán el cuidado de sus padres. Es importante que los atiendan, los visiten
y los asistan, como sus padres lo han hecho con ellos cuando eran niños.
Somos creaturas amadas por Dios, modeladas por su mano, su aliento vive en nosotros
Cada ser humano ha sido creado por Dios. La Biblia usa una imagen muy linda
para relatar la creación: somos barro y soplo de Dios. Él nos modela y nos da su
espíritu, nos besa con su aliento que nos hace vivir. Como personas, entonces,
somos cuerpo y alma, barro y aliento de vida, materia y espíritu. Nuestro cuerpo es
sagrado, es amado por Dios. Dice la Palabra que el cuerpo es el templo del
Espíritu Santo. Por eso hemos de cuidarlo, respetarlo, alimentarlo, higienizarlo,
74
curarlo cuando se enferma. No sólo a nuestro cuerpo, sino también el cuerpo del
prójimo. Nuestro cuerpo es expresión de nuestro espíritu. Para saber cómo está mi
hermano, basta con mirarlo a los ojos y descubrir, en su expresión, los
sentimientos más profundos de su espíritu. Nuestra interioridad se expresa a través
de nuestro cuerpo, en gestos y palabras.
El 6º y 9º mandamiento nos invitan a valorar y respetar la sexualidad
Muchas veces perdemos de vista esta unidad que somos. Miramos al prójimo sólo
como si fuera un cuerpo sin alma, un pedazo de carne, un mero objeto y no una
persona con sentimientos, con alma, con corazón. Cuidamos tanto nuestro cuerpo a
veces, que nos olvidamos del alma. El cuerpo de cada uno es un límite sagrado.
Nadie puede acceder a él, si yo no se lo permito. Toda acción realizada sin mi
consentimiento se trata de un abuso, de la transgresión de un límite. Esto hiere
profundamente el alma de la persona, que se siente culpable y con miedo, a pesar
de no ser responsable de nada, sino tan solo una víctima. Dios nos anima a hablar,
a denunciar, a no guardar estas cosas, para que dejen de suceder y no sufra más
gente. Hemos de velar por los más pequeños para que no sufran estas cosas. Si
silenciamos estos hechos, somos cómplices de estas aberraciones.
Darse tiempo para hacer crecer el amor. La entrega de los cuerpos ha de
estar acompañada por la entrega del corazón
Cuando dos personas se conocen y comienzan a atraerse, se sienten impulsadas a
unir sus cuerpos para expresar su amor. Entregar el cuerpo en la intimidad a otra
persona, es algo importante. Uno no lo puede hacer con el primero que conoce. Si
fuera así, convertiríamos algo tan bello y sagrado como la relación sexual, en algo
vacío y sin sentido, donde nos tratamos como objetos y no como sujetos, sin
interesarnos como personas. El amor necesita conocimiento, tiempo, esperas. La
intimidad con otra persona necesita un camino previo. Compartir los cuerpos es el
paso final, que viene luego de haber compartido otras cosas. Además, muchas
veces no se está preparado para ser padre, se adelantan los tiempos y los hijos
llegan sin haber sido deseados. Otra cosa distinta es cuando hay un compromiso
estable y esa entrega de los cuerpos, puede llamarse en serio: hacer el amor. Esta
expresión de amor ayuda a crecer mucho al matrimonio. Ellos han de buscar no
sólo satisfacer sus deseos, sino entregar sus vidas.
La fidelidad en el matrimonio es signo del respeto a la pareja y a los hijos
Cuántos sufrimientos que hay en los matrimonios por no haberse respetado, por
haber fallado en la confianza al compañero o compañera de la vida, por haber dado
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rienda suelta a los instintos más bajos. Cuánto sufrimiento en los hijos que son
testigos de estos desencuentros, de estos engaños. Cuánto machismo aún vemos en
nuestra zona. En muchos lugares, la infidelidad está bien vista, o no se la considera
tan grave. Pero el verdadero “macho” es aquel que no se deja llevar por la
tentación y tiene la fuerza y la honradez de mantener su palabra dada, de no
defraudar la confianza de su pareja. Ése es en verdad el hombre fuerte. El otro es
tan frágil que no es capaz de vencer una tentación, es tan débil que no puede
mantener una promesa de fidelidad.
3. Compartiendo a Dios en comunidad:
¿Es cierto que algunas familias hacen daño a sus hijos? ¿En qué cosas? ¿Qué le
pasa a la familia cuando el hombre se emborracha muy seguido? ¿Por qué algunos
maridos tratan mal a sus mujeres? ¿Pensamos que el buen marido debe ayudar a su
mujer en el cuidado de los hijos y en los quehaceres de la casa? ¿Por qué? ¿Cómo
viven en nuestra zona los ancianos? ¿Están bien atendidos por sus hijos? ¿Por qué
algunos no mandan a sus hijos a la escuela? ¿O no se preocupan de cómo les va en
sus estudios?
4. Celebramos lo aprendido:
Vamos a compartir en voz alta qué cosas buenas aprendimos de nuestras familias,
dándole gracias a Dios. Vamos a escribir en un papel todas las cosas malas que
atentan contra nuestras familias. Luego apoyamos sobre esta lista un corazón con
la palabra amor. Le pedimos a Dios por las familias que más sufren estos
problemas. Luego terminamos rezando juntos con Mateo 5,27-32.
5. Viviendo nuestra fe:
Vamos a anotar en un papel las cosas buenas que queremos vivir en nuestra
familia (diálogo con los hijos, perdón, comprensión, alegría, etc.) y las cosas malas
que queremos evitar. Lo releemos y se lo pedimos a Dios como una gracia a vivir.
-Rezamos con 1 Tesalónica 4, 1-8 y 1 Cor
6,15-20 y anotamos lo que más nos gustó.

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22. La vida es un don de Dios, que hay que defender,
cuidar, amar y respetar: el 5º mandamiento
1. Miramos nuestra vida: (para dialogar y compartir)
Cantamos: En el nombre de Jesús nº 110.
Muchas veces empezamos a valorar algo cuando ya no lo
tenemos más. Ante la enfermedad, valoramos más la salud;
ante la pérdida de un ser querido, valoramos su presencia y
cariño; ante la cercanía de la muerte valoramos el don de la
vida. La vida es el don más grande que tenemos. Al estar
vivos, no caemos en la cuenta de lo importante que es el
valor de la vida. Vivimos como si fuera lo más normal, sin darnos cuenta de que es
el regalo más grande que tenemos: la vida me han prestado y tengo que
devolverla, cuando el Creador me llame para la entrega. A pesar de ello, hoy la
vida está amenazada por distintos peligros. Dios no quiere solamente que
sobrevivamos, sino que vivamos con dignidad. ¿Qué cosas amenazan la vida en
nuestra sociedad? ¿Qué diferencia hay entre vivir y sobrevivir?
2. Comprendiendo un poco más: (para escuchar y guardar en el corazón)
Sólo Dios es el Señor de la vida, Él la crea y Él le pone fin: Nadie puede
disponer de la propia vida ni de la vida del prójimo. Es el derecho básico de todo
ser humano. La sangre de las víctimas claman a Dios. Este mandamiento: No
matarás, no solamente nos obliga a defender la vida de toda amenaza de muerte,
sino que nos impulsa a cuidarla, especialmente la de los más débiles. Una vida
digna es el derecho de todo ser humano, sea del país que sea, de la raza que sea.
No podemos poner en riesgo la vida ni la salud propia ni ajena
El aborto es uno de los atentados contra la vida más crueles, ya que el bebé no se
puede defender en el vientre de su madre y porque sus mismos asesinos son los
que le han dado la vida. Si bien, no estamos siempre preparados para tener un hijo
y criarlo, nunca podemos cortar la vida del prójimo, menos aún de un indefenso.
El alcoholismo, tan común en nuestra zona, atenta también contra la integridad
física de la persona y de sus familiares. Esta grave epidemia trae violencia, peleas,
infidelidades, engaños, riesgos y peligros para los que viajan en los caminos,
abusos, violaciones, perversiones. El alcohol rompe la unidad familiar, el diálogo,
la paz, la unión. Los que más sufren son los más débiles: los niños, las mujeres. El
dinero ganado en duros días de trabajo, se termina perdiendo en pocas horas. La
droga también es una peste que viene avanzando cada vez más. Se lucra con la
salud de los jóvenes. Muchos hacen plata a costa de la muerte de otros. Aparece

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silenciosamente en las comunidades, como algo inofensivo y atrayente. Y termina
por acabar con la vida de muchos jóvenes, encerrándolos en caminos sin salida.
Las peleas son también un atentado contra la vida. Ir a un baile portando un arma
de fuego o un arma blanca, ya nos predispone a la violencia, a la lucha. Lastimar a
alguien es herir al mismo Jesús. Nada se arregla con los golpes, ni con la venganza
La violencia familiar atenta contra la vida de los más cercanos. Violencia que
puede ser física: golpes, tirada de pelos, arrojar cosas. Puede ser verbal, a través de
palabras violentas y agresivas, que hieren en lo profundo del alma, dejando una
marca imborrable. Puede ser por abandono, por no atender a la familia: alimento,
salud, educación, vestimenta. La imprudencia en los caminos, ya sea por altas
velocidades, por no tener el vehículo en condiciones (luces, cubiertas en buen
estado, casco, cinturón de seguridad) o por conducir en mal estado (alcohol, droga
o falta de descanso), o por hacerlo en forma de juego (corriendo picadas, destrezas
o piruetas). El suicidio es uno de los males más misteriosos que también aquejan a
nuestros jóvenes. Suelen hacerlo cuando no encuentran ninguna salida para su
dolor. Esto nos obliga a estar más atentos para cuidar, dialogar y ayudar a nuestros
jóvenes. La explotación laboral lleva a trabajar en condiciones indignas, a
descuidar la salud en labores muy sacrificados. Ya sea a causa de patrones injustos
e inhumanos, que se aprovechan de la necesidad, para hacerlos trabajar muy duro,
pagándoles muy poco o con mercadería. Otras veces, somos nosotros los que
ponemos en riesgo nuestra vida, salud y la de nuestra familia. Los niños no están
en edad de hacer trabajos duros (carbón, postes, cosechas). Se ha de respetar su
derecho al estudio, al juego. Ya habrá tiempo para trabajar. La falta de cuidado
del medioambiente lleva a descuidar nuestra Casa Común, es decir, la Creación.
Tarde o temprano, terminará afectando la vida de los que vivimos en este mundo.
Arrojar basura, desperdiciar el agua, consumir energía innecesariamente,
desforestar en exceso, cortar plantas sin sembrar nuevas, cazar animales en forma
desproporcionada: todo esto va dañando la Creación y hace peligrar nuestra vida.
El odio y la indiferencia es una forma de atentar contra la vida, es hacer que el otro para
mí esté como muerto, como que no existe, ni tiene valor.
Dios ama la vida, la defiende y está siempre de parte y al lado del que sufre
Jesús pasó cuidando la vida de los demás, procurando para que vivieran más
dignamente. Su poder sanador devolvía la integridad física a los enfermos, pero
también la conciencia de ser valiosos y dignos de amor, la reinserción en la
comunidad, de la que habían sido marginados por sus enfermedades, dolencias y
pecados. Dios no quiere el sufrimiento, ni la injusticia. Cuando muere alguien a
causa de alguna negligencia humana (accidente, abandono, descuido, mala praxis,
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injusticia, hambre, desnutrición) es un pecado grave que clama al cielo. Así no ha
de ser, esto seguramente no era el destino. Dios no quiere esto. A veces nos
resignamos con facilidad ante cosas que podían evitarse, y que son fruto de
acciones corruptas, injustas o negligentes (por no hacer lo que se tiene que hacer).
Dios nos encomienda la misión de defender y cuidar la vida propia y ajena
Frente a tantas amenazas de muerte, Dios nos llama a cuidar la vida. El primer
lugar es la familia, donde el niño, adolescente y joven, descubre el valor de la vida.
Ellos han de experimentar profundamente que la vida es valiosa y hermosa, por
eso hay que cuidarla y amarla. El diálogo transparente en la familia, los límites
claros (esto está bien, esto está mal; no puedes hacer tal cosa, etc.), el conocer las
juntas y amistades de los hijos, a dónde salen y con quiénes, a qué hora regresan:
todo esto es muy importante para prevenirlos de toda amenaza. Hemos de velar
por nuestra salud, higiene del cuerpo, el acceso a los centros de salud. Todos
tenemos los mismos derechos, los de la ciudad y los del campo. Los gobiernos han
de asegurar que estos derechos se cumplan con todos y no sólo con algunos.
Prevenir, denunciar con valentía, unirnos en la lucha común por la vida
Como comunidad cristiana debemos hacer algo frente a estas amenazas. La tarea
más importante es la prevención. Las propuestas en la comunidad: deporte, grupos
de servicio, academias de danza, emprendimientos comunitarios, actividades
recreativas, ayudan a salir del aburrimiento al joven y a evitar las tentaciones.
Muchas veces nos lamentamos cuando es tarde. Hay que perder el miedo, dejar de
depender de lo que van a decir los otros, dejar de lado el no te metás. Es muy
importante unirnos, organizarnos, para ser una fuerza común capaz de luchar,
denunciar y no ser cómplices de estas amenazas.
3. Compartiendo a Dios en comunidad:
¿Qué cosas de nuestra comunidad favorecen la vida? ¿Qué cosas amenazan la
vida? ¿Qué podríamos hacer para prevenir a niños y jóvenes de estas amenazas?
4. Celebramos lo aprendido:
Compartimos los signos de vida de nuestra comunidad, pidiendo a Dios que los
podamos multiplicar con nuestras acciones. Terminamos rezando con Ef 5,8-20.
5. Viviendo nuestra fe: EN COMUNIDAD
Vamos a hacer un gesto misionero. Un día de esta semana, nos reunimos para
preparar unas tarjetitas con frases que nos ayuden a valorar más la vida. Las
entregamos en cada familia. Preparamos también algunos carteles con frases para
pegar en nuestra comunidad: escuela, destacamento, posta, almacenes, clubes, etc.

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23. ¡A cuidar y a respetar los bienes del prójimo!
La verdad, la justicia y la honestidad.
Los mandamientos 7º, 8º y 10º
1. Miramos nuestra vida: (para dialogar y compartir)
Cantamos: Un nuevo sol nº 38.
Muchas de nuestras familias viven de la cría de animales.
Sabemos que para tener hay que afanar, es decir, hay que
andar, trabajar, sacrificarnos. Debemos cuidar la majada de
todo peligro, seguirla, rastrearla, atenderla. Uno de
nuestros peligros más grandes es el león que, cada tanto,
hace de las suyas. Otro peligro es algo más invisible y no tan “ruidoso”. Se trata de
las pestes, embichadas, bacterias, que muchas veces atacan a nuestros animales.
No los matan de un día para el otro, lo van haciendo muy lenta y silenciosamente.
Si no los curamos a tiempo, terminarán con nuestros animalitos. Algo parecido
pasa en nuestras vidas. Hay males grandes que nos amenazan y los distinguimos
con claridad, como al león. Pero hay otros que van avanzando lentamente, sin que
los percibamos, que nos van dañando de forma oculta. La mentira es una de ellas.
La crítica que divide y separa; la desconfianza y la sospecha al hermano. Los
chismes que hacemos correr, ya sea poniendo el oído o poniendo nuestra voz. Los
proclamamos con seguridad sin saber si son verdad, los agrandamos,
condimentamos, sin saber el daño que vamos haciendo. Pequeños robos que nos
vamos concediendo hacer, porque nadie se da cuenta. Y así nuestro corazón se va
enfermando. El diablo suele tentarnos con estas cosas. Él odia nuestra felicidad,
nuestra unidad y comunión con Dios y con los demás. Por eso, hará hasta lo
imposible para separarnos y dividirnos. Pero lo hace con astucia, para no ser
descubierto. No usa la forma del león, sino la de la peste, la del virus, instalándose
lentamente en nuestro corazón. ¿Por qué es importante decir la verdad? ¿Qué es la
mentira? ¿Hay muchos robos en nuestra zona? ¿Qué generan estos hechos en
nuestros vecinos? ¿Qué es lo que nos hace dividirnos en nuestra comunidad?
2. Comprendiendo un poco más: (para escuchar y guardar en el corazón)
Todos debemos respetar los bienes del prójimo como si fueran los propios
Hay una ley en la Biblia que dice: Todo lo que deseen que los demás hagan por
ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Biblia (Mt 7,12). A todos nos gusta
que nos respeten, que respeten nuestras cosas, nuestros bienes que hemos ganado
con el trabajo honesto. De ahí que debemos respetar siempre lo que es del prójimo.
Ante cualquier necesidad, debemos pedir, pero nunca robar. A veces lo hacemos

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como venganza por lo que nos han hecho. Y así comienza un cuento de nunca
acabar. Debemos cuidar los bienes del otro y de la sociedad (edificios públicos,
carteles, plazas, paredes, sillas, etc.) como si fueran propios.
La justicia es dar a cada uno lo que le corresponde. La injusticia es una forma
de robo
Un padre de familia que, pudiendo hacerlo, no le pasa a sus hijos y señora lo
necesario para vivir, les está robando. Esto es muy grave, ya que los priva de algo
tan importante para el sustento: salud, educación, vestimenta, comida, etc. Por eso,
desperdiciar el dinero es una forma de robo. Las apuestas, carreras, juegos de
taba, quinielas y otros juegos de azar, muchas veces terminan llevándose el dinero
que les corresponde a los niños y mujeres, a los más débiles. Una cosa es divertirse
sanamente y gastar algo de dinero cada tanto, y otra cosa es tirar el dinero en
juegos, bailes, campeonatos, bebidas. Por más que la familia no pase necesidad,
sin embargo, tiene el derecho de progresar y de vivir un poco mejor.
Administrar con cuidado nuestros bienes
Los bienes familiares han de ser administrados inteligentemente. Es bueno que la
pareja decida qué hacer con sus ingresos y a qué cosas destinarlos. Es importante
poder guardar algún ahorro por cualquier urgencia familiar. A la hora de sacar un
crédito, préstamo o de comprar algún producto en cuotas, hemos de pensar
fríamente si es un bien necesario y si estamos en condiciones de afrontar este
gasto. Hemos de recordar que hay prioridades: la salud de los niños, su educación,
una vivienda digna, una vestimenta adecuada para cada integrante de la familia.
Antes de encarar otros gastos, estas prioridades han de estar contempladas y
cubiertas. Es importante recordar que las pensiones por discapacidad han de ser
destinadas a cubrir los gastos de salud de la persona pensionada. Ese dinero tiene
el fin de cubrir gastos de viajes, medicamentos, estudios de la persona enferma. No
se puede usar ese dinero con otro fin.
El cuidado en la administración de los bienes ajenos
Muchas veces nos puede tocar tener o administrar cosas que no son nuestras.
Hemos de ser muy claros y transparentes con el manejo de estos bienes. No
podemos disponer de ellos, porque no son nuestros. Si llegamos a necesitar,
debemos pedir a todos los que les corresponde decidir sobre el destino de esos
fondos. El poder y el dinero suelen hacer tambalear hasta al más fuerte. ¡Cuánta
gente que parecía honesta, cuando llegó a tener algo de poder, terminó perdiendo
la cabeza! Por ello, todos los que tienen alguna función pública del Estado o en la
81
comunidad, han de ser muy cuidadosos y honestos, ya que disponen de bienes que
no son de ellos, que no pueden repartir a su gusto, sino que deben ser para los que
más lo necesitan, sin importar el color político. Se ha de gobernar para todos y no
para algunos. Por ello, comprar votos con favores políticos también es injusto.
Dejarse manipular por otros, es decir, dejar que el otro decida por mí, es una falta
contra la propia libertad, conciencia y dignidad.
No cumplir con el trabajo es una forma de robo
Todos los que cobran algún sueldo (personal de salud, de educación, etc.) han de
cumplir honestamente con su trabajo. No hacerlo implica una falta grave, sobre
todo si su ausencia perjudica a los más necesitados (niños, enfermos, etc.).
Pagar injustamente es una forma de robo
El sueldo no es un regalo del patrón, sino un derecho del trabajador. Se trata de un
intercambio de bienes: yo doy mi trabajo y, a cambio, recibo el pago del sueldo.
Ambos deben cumplir con honestidad. Aprovecharse de la necesidad del
trabajador, pagando injustamente, o elevando las horas de trabajo, es una grave
injusticia. Como así también, cobrar de más un producto necesario para el otro, es
otra forma de robo.
La verdad es un valor fundamental para nuestra vida y convivencia humana
La mentira nos va dañando internamente. Mentirnos a nosotros mismos es más
común de lo que pensamos. Nos mentimos para no ver la realidad y no sentirnos
mal con nuestras fallas. La mentira es una carcoma peligrosa que avanza y
destruye en silencio. Terminamos pensando que lo falso es verdadero y lo
verdadero es lo falso. Terminamos viviendo en la mentira. La mentira al prójimo
daña las relaciones. La confianza es la base de todo vínculo. La mentira destruye la
confianza, introduce la duda, la sospecha. El que miente es una persona muy
miedosa que no se anima a afrontar los riesgos de decir la verdad. El que dice la
verdad es una persona valiente que asume las consecuencias de lo que dice.
La crítica, la difamación y la envidia van dividiendo las comunidades
Este mal ha de ser combatido con fuerza. Las familias, las comunidades, los
vecinos se van distanciando por culpa de la crítica. La difamación es aún más
grave, ya que no parte de la verdad, sino de cosas mentirosas. La envidia también
nos va destruyendo lentamente. Ella nos hace estar tristes por el bien del prójimo.
En vez de estar contentos con todo lo que Dios nos da y por lo que somos y
tenemos, vivimos siempre angustiados, disconformes, haciendo terribles
sacrificios por lograr lo que otros tienen. Y así vamos viviendo una competencia
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que nos impide disfrutar todo lo que tenemos. Esto nos genera broncas, odios,
despertando lo peor de nosotros mismos, dañando también todo nuestro entorno.
¡A poner a tiempo el remedio!
Frente a la embichada del animal, no nos dejamos estar, sino que ponemos cuanto
antes la curavichera, para que el mal no avance más. Así hemos de hacer con
nosotros. No está de más insistir en que el diablo es muy astuto y va haciendo que
estas enfermedades se vayan instalando en nosotros, sin darnos cuenta. Pequeños
robos, pequeñas concesiones que nos damos, nuestras autojustificaciones y
mentiras (no está tan mal, si acá todos lo hacen), todo esto nos va haciendo llamar
bien a lo que está mal. Hemos de tener la valentía para dejarnos mirar por Dios,
para que Él descubra nuestras mentiras y pecados, para volver a tiempo a retomar
su camino. De más está decir que vivir en la mentira, la injusticia, la deshonestidad
y el robo, nos vuelve personas tristes, fugitivas, escondidizas, bagualas.
Recordemos lo que decía Jesús: Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a
ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra
conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus
obras han sido hechas en Dios (Jn 3,20-21).

3. Compartiendo a Dios en comunidad:


¿Es fácil decir siempre la verdad? ¿Por qué? ¿Qué consecuencias trae la mentira en
nuestra comunidad? Frente a un agente sanitario irresponsable, un maestro
faltador, ¿qué podemos hacer como comunidad para que se haga justicia? ¿Creen
que nos animaríamos a hacerlo?
4. Celebramos lo aprendido:
Compartimos el nombre de personas que sean honestas y sinceras. Damos gracias
a Dios por ellas. Compartimos también los bienes (tanto materiales como
espirituales) que cada uno de nosotros tiene, como una manera de agradecer y
valorar estos dones. Esto nos ayudará a vencer toda tentación de envidia para con
el hermano. Luego terminamos rezando juntos con Lucas 12,39-48.
5. Viviendo nuestra fe:
Releemos el encuentro y nos preguntamos si algunos de estos pecados están
presentes en nuestro corazón (robo, engaño, crítica, mentira, deshonestidad,
envidia). Nos animamos a poner a tiempo el remedio, para frenarlo. ¿De qué
manera?: reconocemos nuestra verdad, pedimos perdón y buscamos el modo de no
hacerlo más. Leemos Gal 5,18-25-Lc 16,10-13 y anotamos lo que más nos gustó.
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24. Nuestra misión cotidiana: llamados y enviados a
anunciar el Reino
1. Miramos nuestra vida: (para dialogar y compartir)
Cantamos: Signos de amor nº 46.
De chicos, alguna vez nos sucedió que alguna persona,
que considerábamos importante o que admirábamos, un
día se detuvo, nos miró, nos llamó por el nombre y nos
pidió algún favor. ¡Cómo se habrá hinchado de orgullo
nuestro corazón! Tal vez sucedió con nuestro abuelo, con
nuestra maestra, con alguien importante de la comunidad.
Dios se fija en nosotros. Nos trajo a este mundo por amor.
Él nos llama por el nombre y nos encomienda una misión, porque confía en
nosotros y en nuestros dones. Hay algo en este mundo que sólo nosotros podemos
realizar y nadie más. Esa es nuestra vocación y misión. Dios quiere hacer mucho a
través de cada uno de nosotros. Hay algo de este mundo que Dios quiere cambiar y
mejorar a través de nuestra persona. Esto nos hace sentirnos valiosos y nos hace
tomar en serio nuestra vida, tomarla en nuestras manos con confianza y
responsabilidad, sabiendo que está en nosotros cumplir el sueño de Dios y dejar
una huella en este mundo. Dios no quiere otra cosa para nosotros que nuestra
felicidad, que nuestra plenitud. ¿Nos gusta soñar? ¿Cuándo nos tomamos tiempo
para soñar? ¿Cumplimos nuestros sueños o quedan como imposibles? ¿Conozco
gente soñadora? ¿Cómo son? ¿Han podido realizar sus sueños?
2. Comprendiendo un poco más: (para escuchar y guardar en el corazón)
El sueño de Jesús es que tengamos Vida y Vida en abundancia Jn 10,10
Las cosas de Dios nos llevan a la vida y a tener más vida. Las cosas que no son de
Dios nos conducen a la muerte, la tristeza, el odio, el aislamiento, la soledad. Los
mandamientos, que hemos ido viendo en los encuentros anteriores, son senderos
que nos llevan a una vida mejor y más feliz. Pero, ¡cuidado!, a veces podemos
entender la vida cristiana como un camino de no hacer lo malo. Es decir, no robar,
no matar, no mentir, no faltar el respeto, etc. Sin embargo, Jesús no se contenta
con que nosotros no hagamos cosas malas. Es verdad, eso es un paso, pero el
camino sigue. Estamos llamados a hacer cosas buenas. Jesús nos descubre el
secreto de la felicidad, un tesoro escondido:
Las Bienaventuranzas de Jesús son las claves para ser felices aquí y en el cielo
Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los
Cielos. Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia. Felices los
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afligidos, porque serán consolados. Felices los que tienen hambre y sed de
justicia, porque serán saciados. Felices los misericordiosos, porque obtendrán
misericordia. Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios. Felices
los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios. Felices los que
son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de
los Cielos. Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los
calumnie en toda forma a causa de mí. Alégrense y regocíjense entonces, porque
ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo (Mt 5,1-12).

La misión es un estilo de vida


Se trata, entonces, no sólo de no hacer cosas malas, sino de hacer cosas buenas. Y
Jesús avanza un poco más, invitándonos a no sólo hacer, sino a ser. ¿De qué
modo?: pobres, pacientes, con hambre y sed de justicia, misericordiosos, con
corazón puro, trabajando por la paz, dándole sentido a nuestra aflicción,
asumiendo la persecución, el insulto, la calumnia a causa de Jesús. Este es el estilo
del discípulo-misionero de Jesús: vivir las bienaventuranzas a lo largo de toda
nuestra vida, en cada momento y circunstancia. ¡Qué importante es vivir con un
sentido, con un norte, con un para qué! Nuestro sueño es nuestro motor de vida.
Sentir que Dios nos llama y que nos confía una misión nos hace sabernos en
camino, con una meta, con un rumbo claro. Cada acción cotidiana, por más
pequeña que sea, es fundamental, ya que nos conduce a la meta, o nos aleja de la
meta. No hay un camino intermedio. Todo lo que hacemos o nos ayuda a ir
concretando nuestro sueño, o nos va alejando de la posibilidad de hacerlo.
Los ámbitos y lugares de misión
Cada persona es llamada por Dios para cumplir una misión. La mayoría de las
personas lo hacen en el seno de una familia. Es allí donde Dios nos envía a hacerlo
presente en los gestos y las palabras, en la vida compartida de cada día, en el
respeto, el perdón y el cuidado mutuo. El trabajo es otro lugar donde tenemos la
posibilidad de ser testigos de Jesús, viviéndolo con honestidad y responsabilidad,
sin avergonzarnos de ser cristianos y de obrar como tales. El ejercicio de una
profesión también es una oportunidad para hacerla al modo de Jesús, con sus
valores y sus opciones. El estudio también es un espacio para hacer presente a
Dios en medio de los compañeros/as. La comunidad donde vivimos, sea el barrio
de una ciudad, en un pueblo o en un paraje rural, son lugares para hacer presente a
Jesús, en el buen trato con los vecinos, en el participar en organizaciones o grupos
que hacen algo bueno para la comunidad. Las amistades y lugares de encuentro
social (clubes, escuela, colegio, ONGs) necesitan también la presencia de Dios a
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través de nuestra misión. Dios no está ajeno a los momentos de diversión o
descanso, también allí nos envía a hacerlo cristiana y sanamente.
Los alimentos necesarios para nuestra misión cotidiana. Algunos consejos:
1. Reza media hora cada día con la Palabra de Dios: (ver las indicaciones de esta
oración, al final del catecismo: Para rezar cada día con la Palabra nº 9).
2. Participa activamente en tu Comunidad, para celebrar juntos la fe y compartir
la Palabra: lo ideal sería una vez a la semana, o sino, empezar probando un día
fijo en el mes. Si te encuentras fuera de tu paraje, puedes sumarte a la comunidad
del barrio o del pueblo donde estés.
3. Participa cada vez que puedas de la Misa y no te prives de la Comunión: si
tenemos la posibilidad de ir todos los domingos, sería lo mejor. En caso de no
poder hacerlo, santifiquemos el día del Señor con alguna oración más prolongada,
en familia o en comunidad.
4. Reconcíliate con Dios en la Confesión al menos una vez en el año: con
ocasión de alguna fiesta religiosa, es bueno poder pedir perdón de nuestros
pecados y recibir la misericordia de Dios. Si lo puedes hacer más veces en el año,
es mejor, ya que eso nos ayudará a crecer más en nuestra vida espiritual. Para la
manera de hacerlo, puedes leer de la parte final del Catecismo: Para vivir mejor la
Confesión nº 3.
5. Trata de participar en alguna misión o servicio en la Comunidad: podemos
servir como animadores, catequistas, en algún grupo solidario, en algún
emprendimiento social. Es importante que nuestra fe se traduzca en obras
concretas. También nuestra vida cotidiana (trabajo, familia, etc.) es importante
vivirla como una misión, para ser testigos de Jesús en esos lugares.
6. Ten siempre presente tu sueño y tu meta: para que todo lo que hagas esté
encaminado a esa vocación y misión que Dios te ha encomendado.
7. Ten la humildad de pedir ayuda cuando estés extraviado: el camino a veces se
vuelve escarpado y puede ser que nos desviemos o desorientemos. Tengamos la
humildad de corregirnos a tiempo, pidiendo ayuda y animándonos a hablar con
alguien que nos pueda ayudar (sacerdote, hermana, animador, etc.).
3. Compartiendo a Dios en comunidad:
¿Dónde nos envía Dios a anunciar su Palabra? ¿En qué lugares nos resulta más
fácil hacerlo? ¿En cuáles nos cuesta más? ¿Por qué?
4. Celebramos lo aprendido:
Vamos a tomarnos un rato para responder en un papel las siguientes preguntas:
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1. ¿Cuál es mi sueño?
2. ¿Qué cosas creo que me pueden impedir realizarlo?
3. ¿Cómo puedo vencer estos obstáculos para lograr mi sueño?
4. ¿Qué paso puedo dar hoy para hacer posible mi sueño?
5. ¿Qué cosa de este mundo me propongo mejorar?
En caso de que haya tiempo y ganas, lo podemos compartir con los demás. Lo
importante es que llevemos este papel con nosotros, para releerlo cada tanto.
Terminamos rezando juntos con Marcos 16,14-20.
5. Viviendo nuestra fe: EN FAMILIA
-Un día de esta semana nos reunimos en familia junto al altarcito de casa para
tener juntos un rato de oración. Lo haremos siguiendo las indicaciones del final del
catecismo en: CELEBRAMOS NUESTRA FE EN FAMILIA nº 5.
-Releemos el papel donde escribimos nuestro sueño y le pedimos a Dios su fuerza
para cumplirlo. Rezamos con 2Timoteo 4,1-8 y anotamos lo que más nos gustó.
-En esta semana, iremos releyendo los temas de este catecismo, repasando todo lo
que aprendimos. También releemos el cuadernito donde fuimos anotando nuestras
cosas más personales. Podemos marcar algún tema que nos haya gustado más, para
compartirlo en el encuentro siguiente.

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25. Saboreamos el camino recorrido.
3º JORNADA DE ORACIÓN Y CELEBRACIÓN
En este día vamos a tener un tiempo de oración más prolongado. Luego,
compartiremos juntos un rato, celebrando el estar juntos. Podemos invitar a llevar
algo para compartir. Se prepara de modo especial el salón. Ponemos una imagen
de Jesús con una vela, la Biblia y las cruces para entregar.
REPASAMOS NUESTRA FE Y NOS COMPROMETEMOS:
Recibimos la Cruz
1) Cantamos: En el nombre del Padre nº 1, y encendemos la vela del altar.
2) Luego, el catequista va guiando la oración: Llega el final de este camino.
Por un lado, tenemos una gran alegría porque en pocos días recibiremos el perdón
de Dios en la Confesión, el alimento de Jesús Pan de Vida en la Comunión y la
fuerza del Espíritu Santo en la Confirmación. Por otro lado, tenemos una cierta
tristeza, ya que estamos llegando al final de un camino muy lindo. En este camino
hemos vivido cosas muy lindas: en casa, en la comunidad, con nuestros
compañeros… Por eso, queremos agradecer a Dios por todo el amor que nos ha
regalado en estos meses, pues, como dice el dicho, es de bien nacido, el ser
agradecidos. Cada uno irá compartiendo algo que le quiera agradecer a Dios de lo
vivido en este año de Catequesis. A cada oración, responderemos juntos:
GRACIAS, SEÑOR, POR TU AMOR…
3) Luego, el catequista dice: Vamos a ir pasando por el corazón las cosas más
lindas de nuestra fe. En los primeros encuentros fuimos descubriendo más a Dios,
conociendo más LO QUE CREEMOS. Tomamos entonces, nuestros Catecismos y
leemos juntos los títulos de cada encuentro y los títulos del punto 2 de cada encuentro
que son el resumen de cada tema. Lo haremos desde el encuentro 1 hasta el nº 12
inclusive. Al concluir cantamos: Padre Dios nº 14 las estrofas: 1, 2, 3 y 4.
-Continúa diciendo: Hemos recordado las verdades más importantes de nuestra fe:
lo que creemos. Vamos a tomar ahora la vela del altar y la iremos pasando de mano en
mano, dando gracias a Dios por la fe que tenemos, mientras rezamos el Credo de
nuestras comunidades que está en la contratapa del Catecismo.
4) Luego, el catequista dice: Siguiendo este camino, vamos a mirar ahora CÓMO
CELEBRAMOS esta fe que tenemos. Seguimos leyendo juntos los títulos de cada

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encuentro (del 13 al 19) del Catecismo y los títulos del punto 2 de cada encuentro. Al
concluir cantamos: Padre Dios nº 14 las estrofas: 5, 6 y 10.
-Continúa diciendo: Hemos repasado los sacramentos que hacen presente a Jesús en
medio de la Comunidad que se reúne a celebrar. Vamos a pasar a tomar gracia de la
imagen de Jesús y de la Biblia, celebrando con alegría nuestra fe, mientras rezamos
Comunidad que reza unida, permanece unida, del nº 15 del final del Catecismo.
5) Luego, el catequista dice: Concluyendo con nuestro camino, vamos a pensar
ahora CÓMO VIVIR NUESTRA FE. Seguimos leyendo juntos los títulos de cada
encuentro (del 20 al 24) del Catecismo y los títulos del punto 2 de cada encuentro.
Al concluir cantamos: Padre Dios nº 14 las estrofas: 10 y 11.
-Continúa diciendo: Hemos escuchado juntos la invitación de Jesús a vivir nuestra
misión, cumpliendo sus mandamientos, que se resumen en el amor a Él y al prójimo.
Vamos a rezar juntos Un programa de vida en… de las oraciones del final del
Catecismo en la nº 16.
6) Luego, el catequista dice: Llega el momento más lindo del año: el día de los
Sacramentos. Tal vez pensemos que el camino termina. Pero, en verdad, estamos
empezando una nueva etapa, donde tenemos que vivir lo aprendido, poner en obra
nuestros compromisos, hacer que otros hermanos vivan lo que nosotros hemos vivido.
Jesús nos necesita para seguir anunciando su Palabra. Él cuenta con nosotros. Él nos
espera en cada celebración comunitaria, en cada Misa, en su Palabra, en cada hermano
que nos necesite.
En este camino, hemos recibido: la luz, el Credo, el Rosario y el Agua Bendita.
Vamos a recibir ahora la Cruz, como el signo más grande de nuestra fe. En la Cruz
descubrimos el inmenso amor de Dios por nosotros y nuestra inmensa dignidad, lo
valioso que somos para Dios. La Cruz nos invita a vivir el amor cada día, como Jesús,
dando nuestra vida por los demás. La Cruz es como nuestro DNI, nuestro documento
de identidad. Recibamos, pues, este signo que nos identifica como cristianos. Sintamos
que hoy Jesús nos dice: “Vayan, yo los envío, anuncien a todos mi Palabra, la
alegría de mi amor. No están solos, cuentan con mi presencia en la Palabra, en
la Comunión y en la Comunidad que permanece unida.”Al entregarnos la
Cruz, el catequista nos dirá: “Jesús cuenta contigo”, a lo que nosotros
responderemos: “y yo con su fuerza”. Besamos la Cruz y el Catequista nos la coloca
por sobre la cabeza. Cantamos: Cristo te necesita para amar, nº 39.

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ALGUNAS ORACIONES

1. NO LLORES SI ME AMAS (Ante la muerte de un ser querido)


¡Si conocieras el don de Dios y lo que es el Cielo!
¡Si pudieras oír el cántico de los Ángeles y verme
en medio de ellos! ¡Si pudieras ver con los ojos los
horizontes, los campos eternos y los nuevos
senderos que atravieso! ¡Si por un instante
pudieras contemplar como yo, la belleza ante la
cual todas las otras bellezas palidecen! Créeme:
cuando la muerte venga a romper las ligaduras
como ha roto las que a mí me encadenaban y
cuando el día, que Dios ha fijado y conoce, tu alma
venga a este Cielo en que te espera la mía, ese día
volverás a ver a quien te amó y que siempre te ama, encontrarás su
corazón con todas las ternuras purificadas. Volverás a verme, pero
transfigurado y feliz; no ya esperando la muerte; avanzando con vos por
los senderos nuevos de la luz y de la vida bebiendo con embriaguez, a los
pies de Dios, un néctar del cual nadie se saciará jamás. Por eso, no llores si
me amas.

2. PARA VIVIR MEJOR LA MISA


 Canta con mucha fuerza y alegría, expresando el gozo de celebrar nuestra
fe
 Escucha con atención cada palabra y únete a ella, como si brotaran de tus
propios labios
 Mira el rostro de los que tienes al lado y agradece a Dios el tenerlos como
hermanos, parte de esta familia que es la Iglesia, con quienes vamos a compartir la
Cena del Señor
 Sigue cada parte de la Misa:
1. Traza con devoción sobre tu cuerpo, la señal de la Cruz, signo de la fe recibida
en el bautismo, bendice a Dios por tus mayores que te la han transmitido.
2. Pide perdón con sinceridad de tus pecados, sabiendo que Dios es misericordioso
y no se cansa nunca de perdonarnos.

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3. Escucha con atención la Palabra de Dios. Es el mismo Dios el que nos habla,
dándole luz y sentido a nuestras vidas, impulsándonos a vivir mejor.
4. Únete a las intenciones del mundo entero, de los más necesitados y pide
también por los tuyos, por tu familia, comunidad y por tu patria..
5. Junto al pan y al vino, ofréce tu vida a Dios, tu trabajo, tus penas y alegrías, tu
familia, tu pueblo, todo lo que haces y eres, para que Dios los transforme, junto a
las ofrendas que se ofrecen en el altar.
6. Dale gracias a Dios por todos sus dones: la vida, la fe, la salud, la familia, las
maravillas que obra en ti.
7. Mira en silencio el pan que se convierte en el Cuerpo de Cristo y el vino en su
Sangre, y déjate amar por Jesús que da la vida por ti.
8. Reza por el mundo entero y siéntete en profunda comunión con Jesús, la
Virgen, los santos y tus seres queridos difuntos.
9. Reza el Padre nuestro con profunda alegría de saberte hijo de Dios y hermano
de tu prójimo.
10. Dale la paz al que tienes al lado, como signo sincero de tu deseo de perdonar y
de reconciliarte con los que te han lastimado.
11. Acércate a recibir el Cuerpo de Cristo, y permanece en profunda comunión
con Él y tus hermanos, dándole gracias por este don de su amor.
12. Con un corazón nuevo, recibe la misión que Dios te encomienda, de llevar la
alegría de este Encuentro a tu vida cotidiana, donde Dios te envía.

3. PARA VIVIR LA CONFESIÓN


1. Agradécele a Dios por todo su amor, por sus dones y gracias que te ha regalado.
2. Recuerda con humildad, serenidad y paz, tus errores, faltas, tus malas actitudes,
el bien que pudiste haber hecho y no lo hiciste, tus rencores, egoísmos,
indiferencias. (Puedes releer los mandamientos y las bienaventuranzas en los nº 22
y 23 de la segunda parte del Cancionero)
3. Reafirma tu confianza en la bondad de Dios que no se cansa nunca de
perdonarnos.
4. Graba a fuego estas palabras: nunca tu pecado será más grande que la
Misericordia de Dios.
5. Delante de la mirada buena del Padre Dios, pídele ser mejor, cambiar de vida,
convertir tu corazón a su amor.
6. Déjate sanar por Dios, a través de su perdón sacramental. Acércate con
confianza al sacerdote, ministro del perdón de Dios:
 Comienza agradeciendo a Dios por los dones que te ha concedido.
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 Con confianza y sinceridad, dile tus pecados, sabiendo que es a Jesús a
quien se los estás confesando.
 Escucha los consejos que te da el sacerdote.
 Ofrécele a Dios tu arrepentimiento y deseo de ser mejor, a través de alguna
sencilla oración de perdón, que puedes decir con tus palabras. (Puedes usar la nº 18
de la segunda parte del Cancionero)
 Recibe la absolución de tus pecados, que es el momento más importante de
este sacramento, donde Dios te reconcilia con Él y tus hermanos, borrando tus
culpas y pecados, sanándote en lo más profundo de tu corazón.
 Reza la oración que te proponga el sacerdote, como signo de reparación del
mal que ha sido perdonado para siempre.
 Celebra la Misericordia de Dios con una vida nueva al servicio de tus
hermanos.

4. Oración por nuestra tierra (Papa Francisco)


Dios omnipotente, que estás presente en todo el universo y en la más
pequeña de tus
criaturas, Tú
que rodeas con
tu ternura todo
lo que existe,
derrama en
nosotros la
fuerza de tu
amor para que
cuidemos la vida y la belleza. Inúndanos de paz, para que vivamos
como hermanos y hermanas sin dañar a nadie. Dios de los pobres,
ayúdanos a rescatar a los abandonados y olvidados de esta tierra que tanto
valen a tus ojos. Sana nuestras vidas, para que seamos protectores del
mundo y no depredadores, para que sembremos hermosura y no
contaminación y destrucción. Toca los corazones de los que buscan sólo
beneficios a costa de los pobres y de la tierra. Enséñanos a descubrir
el valor de cada cosa, a contemplar admirados, a reconocer que estamos
profundamente unidos con todas las criaturas en nuestro camino hacia tu
luz infinita. Gracias porque estás con nosotros todos los días.
Aliéntanos, por favor, en nuestra lucha
92
por la justicia, el amor y la paz. Amén

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5. Oración al Señor de la Salud
Patrono de nuestra Parroquia. Plantada en el
cementerio de Cruz Grande antes del año
1700 por algún misionero. Fue trasladada al
domicilio de la Familia Villalba (Doña
Panchita), en Santos Lugares, a causa de la
inundación del cementerio. En 1975 fue
entregada a Mons. Jorge Gottau para ser el
Patrono de la Parroquia.
A Él le confiamos nuestra salud
del alma y del cuerpo…
“Cruz de Quebracho colorado, que
representa el sudor y la sangre de
todos los hacheros que, como Cristo,
entregan su vida para el bien
de sus familias y de su pueblo” (P.Duilio)
Jesucristo, Señor de la Salud, Amigo y Patrono fiel, junto al río Salado, en Cruz
Grande, nuestros antepasados te velaron. Clavado en la Cruz, ofreces tu amor
misericordioso a todo pecador. Brazos abiertos que nos abrazan, manos tiernas
que nos sostienen, tu abierta herida un refugio de amor, tus pies descalzos huella
segura, Casa y Camino para el sediento corazón. Nada mezquinas, todo lo
entregas, a todos recibes y te brindas. Bendice a nuestros enfermos, cuida a
nuestros niños y jóvenes, une a nuestras familias, acaricia el alma de nuestros
ancianos. Bendice a tantas mujeres marginadas y olvidadas, espacio fecundo
donde se gesta la vida. Delante de ti renovamos nuestro pacto de fidelidad y de
amor: TÚ ERES NUESTRO Y NOSOTROS SOMOS TUYOS. Bendice nuestro
monte santiagueño, tierra y casa que nos provee el sustento de cada día. Te
agradecemos el don del Bautismo y la fe recibida de nuestros mayores. Que
nunca nos avergoncemos de nuestra identidad, ni perdamos la memoria
agradecida de historia y tradiciones, de lucha y sacrificio, de largas esperas, y de
tantas injusticias. Que siguiendo tus pasos, pasemos por este mundo haciendo el
bien, aliviando el dolor de tantos crucificados. Bendice nuestra Patria, anima a
nuestra Iglesia, donde todos somos protagonistas, alimentados con tu Palabra y
con el Pan de Vida. Que junto a nuestra Patrona, la Virgen de Huachana,
caminemos hacia la anhelada orilla, donde todos al fin celebremos que somos
hijos y hermanos, junto a nuestros santos y difuntos, en la Fiesta Eterna de la
Vida, un solo Cuerpo y Familia. Amén.
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6. VIRGEN DE HUACHANA: Patrona del Monte Santiagueño
Breve reseña de su historia: Cuentan que por el año 1820, la Virgen se le apareció
a una niña llamada Telésfora Verón, que trabajaba en el monte. Ante la
incredulidad de su familia y vecinos, deciden ir a confirmar los dichos de la niña.
Luego de una noche en vela, junto al fuego preparado para pasar el frío, descubren
la imagen de Nuestra Madre, con una manito quemada por las llamas. A partir de
ese momento, su historia se empieza a difundir por la zona, junto al testimonio de
su gran poder intercesor y milagroso. Cada año se acercan miles de peregrinos de
Santiago, salteños, tucumanos, jujeños, chaqueños, santafesinos y de otros lugares
del país, como de países hermanos.
Su original manto verde: María lleva los colores del monte santiagueño, donde
quiso quedarse y desde donde nos bendice con su ternura de Madre. Este color nos
habla de la Vida que María, la llena de gracia, nos transmite con su humilde
presencia. La vida del monte y de la naturaleza que queremos defender y
conservar, como fuente de vida para tantos hermanos campesinos. La Vida de su
Hijo Jesús que ha venido para que todos tengamos vida y Vida en abundancia.
Vida que queremos cuidar y proteger frente a tantas amenazas. Su color nos
compromete en la defensa de la Vida.
María, Madre de Jesús,
te invocamos hoy en la
lengua de nuestros padres
con el dulce nombre de
VIRGEN DE HUACHANA.
Tú que fuiste pobre y
humilde ruega por nosotros
ante el Señor, para que
crezca
nuestra fe, amemos a todos
como hermanos y seamos
cristianos de verdad.
Escúchanos Señora en

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nuestras necesidades y así nos alegraremos siempre de pertenecer a la
familia de Dios. Amén.
7. Siervo de Dios monseñor Jorge Gottau:
Primer obispo de Añatuya
Jorge Gottau nació en Buenos Aires el 23 de mayo de
1917. Durante el año 1961 la Santa Sede creó varias
diócesis en nuestro país, entre las que figura la de
Añatuya, en la provincia de Santiago del Estero. La
zona de Añatuya era, y sigue siendo, muy pobre en
recursos y medios, pero más pobre aún era el
panorama espiritual y de vida religiosa. Se necesitaba
un obispo auténticamente misionero, y el Papa Juan
XXIII encontró en Jorge Gottau a la persona clave. El
1º de octubre de 1961 se hizo cargo de la recién creada
diócesis de Añatuya. Recibió una diócesis que contaba
sólo con 7 parroquias y 7 sacerdotes para atender a los 120.000 habitantes
desperdigados en 68.000 Km2. Al llegar a Añatuya, acompañado por el
padre Emilio De Elejalde, recorrió toda la diócesis e inmediatamente se
dedicó a conseguir recursos económicos y colaboradores para desarrollar
una obra magnífica que llenó de esperanza a todos los habitantes de la
región del chaco santiagueño. Durante los 31 años que estuvo al frente de la
diócesis creó 15 nuevas parroquias, más de 200 capillas, con la
colaboración de 30 sacerdotes, 150 religiosas y gran cantidad de religiosos y
laicos. También creó 26 centros educativos de todos los niveles, primarios,
secundarios, agrotécnicos, terciarios, de capacitación laboral, talleres, una
escuela de educación especial. Además creó 6 hogares, uno para niños, 3 de
ancianos y 2 de discapacitados. Promovió cooperativas y el denominado
"Proyecto del Salado" que benefició a cientos de productores. Gestionó la
construcción de canales, aljibes y postas sanitarias. Creó un plan de
viviendas para erradicar las viviendas rancho, en las que se reproducen las
vinchucas. También creó delegaciones de Caritas y comedores en todas las
parroquias. Además se crearon 3 radios, un centro deportivo y un centro
cultural. En el año 1970 creó la colecta nacional "más por menos" destinada
a ayudar a las diócesis más necesitadas de nuestro país, constituyendo una
puesta en común de los bienes entre todos los cristianos argentinos, para
que los que tienen MAS ayuden a los que tienen MENOS. Monseñor Gottau
renunció a la diócesis de Añatuya, por edad, el día 21 de diciembre de 1992.
96
Falleció el 24 de abril de 1994, a los 77 años, en la Ciudad de Bs As.
Actualmente sus restos descansan en la catedral de Añatuya.
Oración
Padre nuestro,
que llamaste a tu hijo Jorge Gottau a ser buen
pastor de tu pueblo, en la Iglesia pobre
de Añatuya, escucha nuestra oración.
Te pedimos que, siguiendo su ejemplo
de entrega y generosidad, caminemos
tras sus huellas y llevando tu Palabra junto con
acciones concretas, en favor de nuestros
hermanos más necesitados, seamos auténticos
discípulos-misioneros de tu Hijo.
Glorifica, Señor, a tu siervo a fin de que
podamos tenerlo pronto entre los santos reconocidos por la Iglesia.
Y a nosotros concédenos la gracia que te pedimos (mencionar
la gracia que deseamos). Padre nuestro, Ave María y Gloria.
Desde el 2010 comenzó a estudiarse su vida,
para poder proponerlo a toda la Iglesia
como modelo de santidad, como patrono y protector.
Por eso, podemos rezar esta oración, pidiendo alguna gracia a Dios
por intercesión de Gottau. En caso de que se cumpla,
lo podemos comunicar al obispado de Añatuya.
8. Antigua oración al Señor de la Salud
Dulce Jesús: que eres el autor de la vida y en tus
manos está la salud de los hombres, no rechaces mi
humilde plegaria. Señor que en los días de tu vida
mortal sanaste a cuantos enfermos te invocaron con
fe y confianza, animado con tales sentimientos,
vengo a pedirte concedas la salud a nuestros
hermanos enfermos, a fin de que, experimentando
una vez más tu paternal amor, te sirvan en adelante
con más fidelidad y constancia. Pero no se haga mi
voluntad sino la tuya. Virgen Santísima, Tú que eres
la Salud de los Enfermos, intercede ante tu Hijo por

97
la salud de los enfermos de este día y de esta hora, que con filial confianza
imploran tu maternal intercesión. Amén

98
9. PARA REZAR CADA DÍA CON LA PALABRA
 LO NECESITAMOS: así como alimentamos el cuerpo para estar sanos y
fuertes, nuestra alma necesita la fuerza de Dios para vivir bien.
 LO ELEGIMOS: está en nosotros hacernos un tiempo para rezar cada día. Se
trata de buscar un lugar y un tiempo del día para esta cita con Dios.
 LO PREPARAMOS: buscamos el momento
del día para hacerlo, tratamos de dedicarle, si es
posible, una media hora al día, donde podamos rezar
tranquilos.
 LO DEFENDEMOS: necesitamos cuidar
este tiempo de oración que nos hace bien. Ante la
falta de ganas, de “tiempo”, elegimos hacerlo igual,
porque sabemos que lo necesitamos y que Dios nos
espera cada día para hablarnos.
 LO COMPARTIMOS: lo podemos hacer
solos, en familia o en la comunidad. Con el tiempo,
sentiremos una comunión más profunda con los
demás.
 LO VALORAMOS: si cada día nos dejamos iluminar por la Palabra, estaremos
mejor en nuestra familia y con nuestros vecinos. Una paz nueva invadirá el alma,
con nuevas fuerzas para hacer el bien.
UN CONSEJO: puedes elegir 1 día en la semana (al menos) para hacerlo con
toda la familia y otro día en la semana (o en el mes) para hacerlo con tu
Comunidad. Cada día lo puedes hacer solo, en comunión con otros que, como
tú, están rezando con la Palabra.
¿Cómo podemos rezar diariamente con la Palabra?: LOS PASOS DE
ESTA ORACIÓN
1 Invocamos al Espíritu Santo: antes de abrir la Palabra, nos tomamos un
momento para hacer silencio y descubrir la presencia de Dios en su Palabra. Lo
podemos hacer con nuestro cuerpo: arrodillarnos, besar el texto antes y después
de leerlo, levantar las manos al cielo, respirar profundamente para serenarnos.
El mismo Espíritu Santo que inspiró a los que escribieron el texto sagrado que
vamos a rezar, es el mismo que habita en nosotros y nos abre a la escucha de lo
que Dios hoy quiere decirnos.

99
2. Escuchamos durante 10 o 15 minutos: ¿QUÉ DICE? Tratamos de leer el
texto del día, escuchando con el corazón, sin prisa, pausadamente,
detenidamente, como quien escucha por primera vez, con asombro y humildad.
Saboreamos cada palabra, tratamos de memorizarla. No reflexionamos, ni
pensamos, simplemente escuchamos con atención.
3. Tomamos una palabra y le agradecemos al Señor: ¿QUÉ ME DICE? Nos
quedamos con una frase o palabra del texto y la repetimos (con la mente o con
los labios) durante un rato dentro nuestro. Esto nos ayuda a bajar la Palabra
hasta el corazón para que sienta más de cerca lo meditado. Luego,
descubriremos que, a lo largo del día, esa Palabra se nos hará presente, se
volverá a repetir, iluminará alguna situación que estamos viviendo.
4. Respondemos a esta gracia con nuestras palabras: ¿QUÉ LE DIGO? Esta
Palabra escuchada y saboreada despierta en nosotros una respuesta que se hace
alabanza, gratitud, súplica, pedido de perdón o intercesión por otros. No nos
miramos a nosotros mismos, sino que lo miramos a Dios y le hablamos.
5. Descansamos en Dios: ESTAMOS JUNTOS. Dejamos de lado ya las
palabras y pensamientos y nos quedamos en profundo silencio con Dios,
mirándolo con amor y dejándonos mirar por Él. Como dos enamorados, nos
damos cuenta que las palabras están de más, basta simplemente una mirada
silenciosa. Podemos cerrar los ojos y dedicar unos 5 o 10 minutos para estar en
silencio. Si nos viene un pensamiento o idea, los dejamos pasar sin detenernos
en ellos. Ante cada “distracción” decimos suavemente una palabra que nos
ayude a mantener nuestra intención de estar en silencio con Dios. Puede ser:
Jesús, María, Amén, Gracias, Ven… No la repetimos continuamente, sino sólo
cuando aparece algún pensamiento o idea.
6. ¡A vivir esta Palabra!: concluimos agradeciendo a Dios este rato y pidiendo
su fuerza para vivir lo rezado.

10. EL AGUA BENDITA:


-REFRESCA la vida de Dios que llevamos dentro
-REAVIVA nuestra dignidad de hijos de Dios y de la Virgen
-ANIMA nuestro compromiso bautismal en la comunidad
-NOS PURIFICA del mal, del egoísmo, la tristeza, la indiferencia y la soberbia
LA USAMOS PARA…
-BENDECIR EN LA FRENTE A NUESTROS SERES QUERIDOS
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-PERSIGNARNOS AL COMENZAR EL DÍA Y AL CONCLUIRLO
-FORTALECER NUESTRA VIDA CRISTIANA EN EL CAMINO DEL
BIEN, EN LA LUCHA CONTRA EL MAL
-ROCIAR NUESTRA CASA Y NUESTRAS COSAS
-REZAMOS JUNTOS: Bendito seas, Padre, por el don del agua. Ella nos
refresca y reaviva, nos anima y purifica. Bendice nuestras vidas, enciende
nuestra fe, esperanza y amor. Que tu Espíritu haga nuestro corazón
semejante al agua: más humilde, sencillo y bueno, como el de tu Hijo Jesús.
Que junto a María, seamos bendición y luz para tantos sedientos que ansían
saciarse con tu amor. Amén.
Dice Jesús: “YO SOY EL AGUA VIVA, el que viene a MÍ, jamás tendrá sed”

101
11. Antiguo himno al Señor de la Salud
Cuando el mundo estaba enfermo, todos logran grandes gozos,
del grave mal del pecado, en tu sana virtud.
de tu amor obligado, LÍBRANOS DE TODO MAL
bajaste a darle el remedio. SEÑOR DIOS DE LA SALUD
Logrando por este medio,
sanar nuestra ingratitud. Aquí por tu clemencia,
LÍBRANOS DE TODO MAL el que llega dolorido,
SEÑOR DIOS DE LA SALUD se mira favorecido,
en cualquier mal y dolencia,
Aquí mi Jesús piadoso, logrando nuestra conciencia
de los fieles venerados, de auxilios gran multitud.
Sanas a todo accidentado, LÍBRANOS DE TODO MAL
como Médico famoso, SEÑOR DIOS DE LA SALUD

12. Oraciones que rezaban nuestros mayores en los velorios y novenas: Al cielo

1. Al cielo, al cielo 5. Si al cielo quieres ir 9. Si al cielo quieres ir


al cielo quiero ir honrarás a los mayores huye cual del demonio
al cielo, al cielo mas a los inferiores del falso testimonio
al cielo quiero ir los debes instruir. y también de mentir.
2. Si al cielo quieres ir 6. Si al cielo quieres ir 10. Si al cielo quieres ir
a conseguir la palma donde nada tú padezcas conserva el alma pura
a Dios en cuerpo y alma no tomes ni aborrezcas que es toda su hermosura
has de amar y servir ni te atrevas a herir. en mal no consentir.
3. Si al cielo quieres ir 7. Si al cielo quieres ir 11. Si al cielo quieres ir
jurar en falso evita detesta la impureza no codicies lo ajeno
ni quieras la maldita y siempre con limpieza pues todo lo terreno
blasfemia proferir. procura tu vivir. dejarlo has al partir.
4. Si al cielo quieres ir 8. Si al cielo quieres ir 12. Si al cielo quieres ir
observa bien las fiestas odia robo y usura confiesa tus pecados
de remoler en estas pues es gran desventura porque a los obstinados
cual de peste has de robar y así morir. jamás han de admitir.

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13. Oraciones que rezaban nuestros mayores en los velorios y novenas: Oh dulce
Jesús mío:
9 Ya vuestra clemencia 19 Te crucificaron, en la
1 Dulce Jesús mío llamándome está cruz Señor, por mis
mira con piedad pero los temores pecados llevas el dolor.
un alma perdida no me dan lugar. 20 El día del juicio es día
por culpa mortal. 10 Si vuestra justicia final y hemos de dar
2 Conozco Dios mío me ha de castigar cuenta de lo que es legal.
mi fragilidad en todo se cumpla 21 Todos mis pecados
también reconozco vuestra voluntad. diciéndome están que
tu suma bondad. 11 Muy arrepentido vuestra justicia me ha de
3 Yo ciego he vivido me pongo a llorar castigar.
en mi libertad con dolor contrito 22 Que yo arrepentido,
sin temer las penas de tanta maldad me pongo a llorar, con
de la eternidad. 12 Pequé, Señor mío, como dolor contrito, por tanta
4 Pediré llorando desleal, poderoso eres maldad
a mi majestad para perdonar. 23 Dulce muy supremo,
perdón de mis culpas 13 Ten sólo clemencia piadoso Señor ten
de la eternidad. perdona el Señor, los compasión por mí
5 Teniendo ojos grandes delitos de este pecador
no supe mirar pecador. 24 Mira esos clavos con
los daños del alma 14 Dulce Padre mío que traspasó en sus pies y
¡Oh, qué ceguedad! de mi corazón, llagado y manos vuestras culpas
6 Mas endurecido herido, por mi salvación. son
las lágrimas nos dan 15 Dulce Jesús mío, de mi 25 Dulce Jesús mío de mi
para qué son los ojos corazón perdonad mis corazón llagado y herido
si no han de llorar. culpas por vuestra pasión. sólo por mi amor.
7 Lloren ojos míos 16 ¿Dónde vas Dios mío? 26 Dame de limosna
qué razón será ¿qué llevas, Señor? vuestra bendición así
el tiempo perdido ¿qué vas tan afligido como distes a aquel buen
por mi mal obrar. con tanto dolor?. ladrón.
8 Si lágrimas suelen 17 Esa cruz pesada que 27 Dejamos y pases ahí
perdón alcanzar llevas, Señor, peso de mis mi buen Jesús. Cese
yo haré que mis ojos culpas que lo he puesto yo. vuestro enojo y tu
lloren sin cesar. 18 Vos pagas mis culpas, indignación.
mi dulce Pastor, que siendo 28 Postrado me veo me
yo la causa, de tanto dolor.

103
14. Bienaventuranzas del Pueblo Cristiano
1. Feliz aquel que ama a Dios y vive, por la fe, en
su presencia. El que cree, ora y tiene tiempo para
participar de las celebraciones de la comunidad
2. Feliz aquel que reconoce a Dios como el Padre
que cuida celosamente de sus hijos. No hagas de
Él un negociante, recordándolo sólo a la hora de
pedirle favores y a cambio de las promesas que le
hagas.
3. Feliz aquel que ha descubierto que el
verdadero Dios camina con el pueblo y quiere su
liberación. No digas que es voluntad de Dios la
explotación, la miseria, la injusticia, la existencia
de ricos y pobres
4. Feliz aquel que sabe que seguir a Jesús es vivir en comunidad, siempre unido al
Padre y a los hermanos. No te engañes: quien se aleja de la comunidad, en busca de
ventajas personales, se aleja de Dios; quien persigue a la comunidad, persigue a
Dios.
5. Feliz aquel que respeta y trata a todos como iguales, como hermanos de verdad.
No es verdadero cristiano quien desprecia al indio, al negro, al peón, al anciano, a la
prostituta, al pobre.
6. Feliz aquel que confía en los compañeros. No confíes en las promesas de los
grandes. No pretendas apoyarte en "árbol que da mucha sombra".
7. Feliz aquel que cree que la vida y el buen nombre de los compañeros vale más
que todo el oro del mundo. No es cristiano el que se deja llevar por la venganza, el
que no sabe perdonar, el que levanta falso testimonio, el que traiciona a los
compañeros.
8. Feliz aquel que ama y respeta a su familia: el marido, la mujer, los hijos, los
padres. No estropees tu vida y la felicidad de tu familia con vicios, con el juego, en
borracheras, en la infidelidad.
9. Feliz aquel que sabe que su dignidad personal es sagrada. No vendas tu
conciencia, tu libertad, tu voto, por dinero, empleo, ventajas.
10. Feliz aquel que ha descubierto que la verdadera religión consiste en amar a Dios
como Padre y al prójimo como hermano: trabajando por el Reino de Dios, estando
siempre al lado de los más débiles, no acobardándose nunca, ni siquiera en las

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dificultades y persecuciones, luchando por la Liberación, en las organizaciones
populares, en la política, en la comunidad.
(Pedro Casaldáliga, Obispo de la Prelatura de São Félix)

105
15. COMUNIDAD QUE REZA UNIDA, PERMANECE UNIDA

Cuenta la Palabra de Dios, acerca de las primeras comunidades


cristianas:
“Todos se reunían con frecuencia para
escuchar la enseñanza de los Apóstoles y
participar en la vida común, en la fracción
del pan y en las oraciones. Todos ellos se
mantenían unidos y ponían lo suyo en
común. Íntimamente unidos, frecuentaban a
diario el Templo, partían el pan en sus casas,
y comían juntos con alegría y sencillez de
corazón; ellos alababan a Dios y eran
queridos por todo el pueblo. Y cada día, el
Señor acrecentaba la comunidad”.

LA VIDA SE HACE MÁS BELLA, CUANDO LA


VIVIMOS CON JESÚS Y LA VIRGEN Y CUANDO LA
COMPARTIMOS EN COMUNIDAD.
CELEBRAR NUESTRA FE EN COMUNIDAD ES VIVIR
EL SUEÑO DE DIOS, HACER PRESENTE SU REINO ENTRE
NOSOTROS.
LA ALEGRÍA DEL AMOR DE DIOS SE HACE CANTO,
ALABANZA, ORACIÓN COMPARTIDA…
QUE ESTE CATECISMO, CON SUS ENSEÑANZAS Y
ORACIONES, SIGA ELEVANDO NUESTROS CORAZONES A
DIOS, NOS SIGA ANIMANDO A AMAR A NUESTROS
HERMANOS, A IR FORMANDO COMUNIDADES ORANTES,
FRATERNAS Y MISIONERAS

106
16. Un programa de vida en palabras del
Papa Francisco
¡Es tan lindo rezar! Porque es mirar hacia
el cielo, mirar a nuestro corazón y saber
que tenemos un Padre Bueno, que es Dios.
Les quiero pedir un favor: caminemos
todos juntos, cuidémonos los unos a los
otros, cuídense entre ustedes, no se hagan
daño; ¡cuídense! Cuiden la vida, cuiden la
familia, cuiden la naturaleza, cuiden los
niños, cuiden a los viejos. Que no haya
odio, que no haya peleas. Dejen de lado la
envidia y no le saquen el cuero a nadie;
dialoguen, vayan creciendo en el corazón y acérquense a Dios. Dios es
bueno, Dios siempre perdona. Dios es Padre, acérquense siempre a Él. Que
la Madre los bendiga mucho.

17. SAN BENITO: patrono del Colegio de Santos


Lugares (Fiesta: 11 de julio)
Benito fue un amigo de Dios y de los hombres que
nació en el año 480, en Italia, donde el Imperio y la
cultura romana estaban en plena crisis. Su familia era
muy rica y lo mandaron a estudiar a Roma. A los 20
años decide retirarse a una montaña, para dedicarse al
silencio y a la oración. Trabajaba y amaba la tierra y
pronto se le unieron muchos compañeros, formando
una comunidad de monjes. Muere en el año 547. Su
lema de vida fue: REZA y TRABAJA. En 1987, al
fundarse el Colegio, se lo eligió como patrono y
modelo de los jóvenes campesinos, asimilando su
forma de vida: oración, trabajo y compañerismo.
SAN BENITO ES…
NUESTRO DEFENSOR de todo lo que amenaza nuestra vida
NUESTRO AMIGO que nos acompaña e intercede por nosotros.
NUESTRO EJEMPLO de vida, oración, trabajo y compañerismo
107
18. Organización de la Parroquia
1. Algunas ideas claras:
 Desde los primeros pasos de nuestra vida
parroquial, hemos hecho la opción de caminar juntos con
el estilo de las Comunidades Eclesiales de Base.
 Entendemos la Parroquia como COMUNIDAD
DE COMUNIDADES
 Cada una de las 49 comunidades que integran la
Parroquia tiene su propia vida, organización, estilo propio
de vivir la fe, en comunión con el resto de las comunidades
 Para la vivencia comunitaria de la fe no basta con las pocas visitas que el
párroco realiza en el año, sino que debe tener otros momentos de encuentro
 Para ello, la figura del ANIMADOR/A es fundamental en la vida de fe de cada
comunidad para sostener la vivencia comunitaria de la fe
 Hemos dividido nuestra parroquia en 5 ZONAS PASTORALES
 Cada una de ellas tiene un COORDINADOR/A que integra el COPAPAS
2. ¿Qué es y para qué sirve el COPAPAS (Consejo Pastoral Parroquial)?
-Es un grupo de personas (laicos, catequistas, animadores, hermanas, sacerdote) que,
bajo la luz del Espíritu Santo, y en comunión profunda, tiene la misión de conducir y
decidir comunitariamente el rumbo de la Parroquia.
-¿Cómo lo hacen? Mirando la parroquia como una gran familia, pensando juntos
cómo vivir mejor la fe en nuestra gran extensión parroquial. Es una mirada pastoral,
es decir, al estilo de Jesús Buen Pastor, que busca lo mejor para sus ovejas. Buscan y
sueñan lo mejor para todas las comunidades, para que estén más unidas entre sí y
menos separadas. Su lema es: un oído en el pueblo y el otro en el Evangelio, ya que se
trata de estar atento a lo que Dios quiere de nosotros como parroquia y a lo que
necesita nuestra parroquia y sus comunidades en este momento histórico. Sus
miembros rezan juntos para descubrir qué nos quiere decir Dios en su Palabra y
cómo podemos ser fieles a lo que descubrimos.
-Está integrado, al menos, por un representante de cada zona pastoral (el coordinador)
que tiene la misión de llevar al Consejo las necesidades y realidades de su propia zona,
y de llevar desde el Consejo las propuestas parroquiales a su propia zona pastoral.
Cada miembro está unos años en esta misión, no es aconsejable variar de persona.
-Cada miembro busca animar su propia zona, que debe conocer y recorrer. Trata de
llegar a las comunidades de su zona que están más bajoneadas, a sus animadores y
catequistas, para alentarlos en la misión. Intenta que cada comunidad tenga una

108
mirada más amplia de toda la parroquia, y que la parroquia tenga una mirada más
amplia de toda la diócesis de Añatuya y de sus distintas parroquias.

109
3. Tareas y espiritualidad del animador/a:
-Es una persona de profunda fe y espiritualidad. Tiene un contacto frecuente con la
Palabra de Dios, su alimento para su misión. Tiene una amistad sincera con Jesús,
que la alimenta con los sacramentos: Eucaristía, Reconciliación. Con su conducta es
ejemplo en la comunidad y referente para los pobladores del paraje.
-Busca unir a su comunidad. Evita todo lo que pueda dañar la comunión (críticas,
chismes, habladurías, comparaciones). Suma las capacidades y carismas de todos
para el bien de la comunidad. Trabaja en grupo, junto a otros, evitando que dependa
todo de él/ella. Sabe delegar y confiar en otros.
-No se adueña de la Capilla y/o ermita. Da lugar a otros a participar y recibe con
sincera alegría a los que se acercan. Vive su misión con humildad, sin sentirse mejor
que otros por su tarea en la comunidad.
-Tiene especial predilección por los que están más “alejados” y por los que menos
se acercan. Sale a buscarlos con profundo espíritu misionero.
-Participa de los encuentros y jornadas de capacitación para renovar su misión y no
estancarse, en comunión con el resto de la parroquia y la diócesis.
-No queda encerrado en su propia comunidad, sino que se siente responsable de las
comunidades vecinas.
-Coordina los 4 ejes de la comunidad:
-CATEQUESIS: en profunda relación y apoyo a los catequistas.
-MISIÓN: visitas las casas, los enfermos, los más alejados, las comunidades vecinas.
-LITURGIA: celebración de la Palabra (el domingo, día del Señor), cantos, orar con
la Palabra, con una especial atención a los tiempos “fuertes” (Cuaresma, Semana
Santa, Pascua, Pentecostés, fiestas de la Virgen, Adviento y Navidad), celebrando los
distintos misterios de nuestra fe a través de Vía Crucis, Pesebres, procesiones. Prepara
las fiestas patronales (lema, novena o triduo). Responsos. Prepara la visita del
sacerdote (confesiones, visitas a realizar, bautismos, casamientos).
-LOGÍSTICA: mantenimiento de la capilla, arreglos, beneficios.
4. Momentos importantes del año para la comunidad:
-Semana de pastoral en Añatuya (marzo/abril,
participa el COPAPAS)
-Encuentros zonales de animadores (marzo)
-Cuaresma y Semana Santa (Via Crucis,
Pascua)
-Encuentros zonales (septiembre)
-Fiesta de la Virgen de Huachana
-Fiestas patronales de la comunidad (Sacramentos, Comuniones, Confesiones)
-Fiesta patronal de toda la Parroquia (Señor de la Salud: último sábado de noviembre)
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-Adviento y Navidad (misión con el Niño Dios, Triduo de Navidad, Pesebre viviente)
-Reunión del COPAPAS (febrero y diciembre en Santos Lugares, marzo/abril: en Añatuya)
19. UNA FAMILIA GRANDE: nuestras comunidades y sus patronos
1. ZONA NORTE (11):
LA MANGA: Virgen de Fátima
EL CHURQUI: Virgen de Guadalupe
ANCA OVERA: El Señor de Matará
MANISNIOJ: Virgen de la Ternura
RANCHITOS: Asunción de la Virgen
BAJO GRANDE: Virgen de Loreto
TACANITAS: Señor de los Milagros de Mailín
SAN FERNANDO: Virgen del Valle
TORO POZO: Sagrado Corazón de Jesús
CHAÑAR POZO: Virgen de Itatí
SAN SERAFÍN: Virgen del Rosario de San
Nicolás

2. ZONA HUACHANA (9) :


HUACHANA: Virgen de Huachana
EL AIBAL: Virgen del Valle y San Roque
JUMIAL GRANDE: Virgen de Huachana
SANTA CRUZ NORTE: La Santa Cruz
PALOMA: Virgen del Valle
SAN RAMÓN: San Ramón
YUNTA POZO: El Divino Niño
LAS CARPAS: Virgen de Lourdes
SAN MIGUEL: San Miguel

3. ZONA CENTRO-COSTA (8):


SANTOS LUGARES: Señor de la Salud
LAS PARVAS: Pentecostés
MARAVILLAS: Virgen de Fátima
ESPERANZA: Virgen de América
ESTEROS: Santa Rita y Natividad de la Virgen
111
SAN GREGORIO: San Gregorio y Virgen de Sumampa
EL CADILLAL: Virgen de la Merced
LAS CEJAS: San Isidro Labrador

4. ZONA NACIENTE (14):


MAJANCITO: Virgen del Valle
SANTA CRUZ AGRARIO: El Señor de
Matará
SANTA MARÍA: Virgen del Milagro
LAS PALMITAS: San Cayetano
VINAL VIEJO: Virgen del Rosario de San
Nicolás
TACO POZO: Virgen de Lourdes
BUEN LUGAR: Virgen de Luján
EL PORVENIR: Virgen de la Merced
CAMPO LA FLOR: San Cayetano
POZO PANCHO: Santa Rita
SAN ANTONIO: San Antonio
SAN ROQUE: San Roque
LA MELADA: Virgen del Valle
NARANJITO: San Antonio

5. ZONA SUR (7):


POZO LIMPIO: San Francisco Solano
VILLA PALMAR/ SIMBOLAR
CHAÑAR POZO (F): La Medalla
Milagrosa
QUEBRACHAL OESTE: María
Reina de la Paz
EL NEGRITO: Virgen de la Merced
POZO DEL CASTAÑO: San Roque
EN LA TARDE DE LA VIDA
EL ALBARDÓN: Virgen del Milagro
SEREMOS JUZGADOS
EN EL AMOR

“Lo que hicieron por el más


pequeños de mis hermanos
a mí me lo hicieron” 112
(Jesús)
CELEBRAMOS NUESTRA FE EN FAMILIA
Celebración nº 1

¡A CONFIAR MÁS EN DIOS!


(para hacerlo en la semana posterior al encuentro nº 4)
-Reunimos a toda la familia junto al altarcito de casa (si aún no lo tenemos,
lo podemos armar con velas, flores, algunas estampas, imágenes, la Biblia,
fotos de familiares, etc.).

-Nos ponemos en la presencia de Dios, haciéndonos la señal de la Cruz.

-Cantamos Dios Familia, nº 9 del Cancionero.

-Vamos a leer juntos este cuento: “NO TE VEO, PAPA”


Érase una familia feliz que vivía en una casita de suburbio. Pero una noche
estalló de improviso en la cocina un incendio espantoso. Cuando las llamas
empezaron a propagarse, padres e hijos salieron fuera corriendo. Se
abrazaron e, impotentes, contemplaban desconsolados su hogar envuelto
en llamas y humo. Entonces, con horror y pena indescriptibles, cayeron en
la cuenta de que faltaba el más pequeño, un niño de cinco años. En el
momento de salir, asustado por el crepitar de las llamas y sintiéndose
ahogar por la acidez del humo, volvió atrás y subió al piso de arriba. ¿Qué
hacer? El padre y la madre se miraron desesperados e impotentes, las dos
hermanitas comenzaron a llorar: lanzarse a aquel horno era imposible. Y
los bomberos no acababan de llegar... Pero he aquí que arriba, en lo alto, se
abrió la ventana del desván, y el niño se asomó gritando con fuerza:
“¡Papá, Papá!”. El padre, esperanzado, respondió: “Salta, hijo, salta”.
Debajo de sí el niño sólo veía fuego y humo, pero oyó la voz de su padre y
contestó: “¡Papá no te veo!” A lo que el padre respondió: Te veo yo, hijo, eso
basta. Salta, gritó el hombre con toda su alma. El niño saltó y cayó sano y
salvo en los cariñosos brazos de su padre, que lo había recogido al vuelo.

113
-Compartimos lo que más nos gustó del cuento y lo que entendimos. Luego
de haber compartido, seguimos leyendo lo siguiente:

-Este cuento nos enseña la confianza


que hay que tener cuando rezamos.
Nosotros somos ese niño del cuento
que muchas veces no vemos a Dios,
pero confiamos en Él. Dios está siempre
con nosotros y nos invita a confiar en Él
y arrojarnos en sus brazos de Padre,
sobre todo en los momentos de mayor
oscuridad y sufrimiento familiar o
personal.

-Pedimos a los padres que recen ahora


juntos esta oración:

ORACIÓN DE LOS PADRES


¡Gracias, Dios Padre nuestro! Nuestros hijos (decir el nombre de cada uno)
son el mejor regalo que nos has podido hacer. Gracias porque nos ayudas
en su crecimiento, porque nos das la fuerza necesaria para obrar bien ante
las dudas y miedos que nos surgen y para seguir adelante.
Pedimos tu ayuda para enseñarles a nuestros hijos quién eres.
Tu ayuda para que te descubramos en nuestra familia
y para que nuestro hogar sea un lugar de amor y respeto.
Gracias por este rato de oración en familia. Lo necesitábamos mucho.
Te pedimos que siempre nos podamos hacer un tiempo para ti
y para nuestra familia. Que el trabajo y las tareas de cada día
no nos hagan olvidar ni descuidar la fe y la vida en familia. Gracias.
-Ahora cada uno comparte en voz alta algo por lo que le quiera dar gracias
a Dios. A lo que diga cada uno, repetimos todos diciendo: Gracias, Señor…
-Terminamos rezando juntos el Padrenuestro, tomados de las manos, dando
gracias por tenernos juntos en familia…
CELEBRAMOS NUESTRA FE EN FAMILIA
114
Celebración nº 2
¡ACOMPAÑEMOS A JESÚS EN SU PASIÓN,
MUERTE Y RESURRECCIÓN!
(para hacerlo en la Semana Santa, si ya pasó la fecha, hacerlo la semana
siguiente al encuentro nº 9)
Intentaremos participar en familia en las celebraciones de Semana Santa
de nuestra comunidad o de proponer juntarnos estos días para rezar
en nuestra comunidad, con las familias y compañeros de catequesis.
-Reunimos a toda la familia junto al altarcito de casa. Tener preparada una
Biblia para estos días. Vamos a reunirnos cada uno de los días más
importantes de esta semana.

-Nos ponemos en la presencia de Dios, haciéndonos la señal de la Cruz.

-Cantamos Juntos como hermanos, nº 3 del Cancionero.

-Leemos juntos:
 JESÚS MURIÓ POR NOSOTROS CARGANDO TODO EL MAL Y EL
PECADO DEL MUNDO. LA CRUZ ES LA EXPRESIÓN MÁXIMA DEL AMOR
DE DIOS POR NOSOTROS. ALLÍ DESCUBRIMOS CUÁNTO VALEMOS A
LOS OJOS DE DIOS: LA SANGRE DE SU PROPIO HIJO.
 ESTA ENTREGA DE AMOR SE HACE PRESENTE EN EL SACRAMENTO
DE LA EUCARISTÍA: COMIDA DE AMOR QUE DIOS NOS DEJÓ PARA
HACER PRESENTE SU AMOR, ALIMENTARNOS Y ENSEÑARNOS A AMAR
COMO ÉL NOS AMÓ.
 JESÚS ES HOMBRE Y DIOS, AL RESUCITAR, VENCE EL PECADO Y
LA MUERTE, VIVE PARA SIEMPRE JUNTO A SU PADRE DIOS.

¡HAY QUE APOSTARLO TODO POR ÉL! ¡LA VIDA Y EL AMOR SON MÁS
FUERTES QUE EL MAL Y EL PECADO! JESÚS LO HA DEMOSTRADO.
NOS TOCA COMPROMETERNOS, SER SIGNOS DE AMOR Y VIDA EN
NUESTRAS COMUNIDADES ANTE LOS SIGNOS DE MUERTE.

115
 DOMINGO DE RAMOS
-El pueblo judío vivía bajo la opresión del imperio romano debiendo pagar duros
impuestos. El pueblo esperaba que se cumpliera la promesa del Salvador. Muchos
pensaron que Jesús los liberaría de esa opresión y esclavitud. Por eso lo
proclamaron rey cuando entró en Jerusalén. Pero la liberación de Jesús pasaba por
otro lugar, por algo mucho más profundo y estructural: la opresión del pecado y de
la muerte. Por eso, no entra en Jerusalén con grandes cortejos y carrozas, sino
montado en un burrito, con la compañía de doce humildes pescadores.
-Jesús entra a Jerusalén para celebrar la fiesta judía de la Pascua. Fiesta que
recordaba el paso (pascua) de la esclavitud a la libertad. Cruzando el Mar Rojo, el
pueblo quedó libre de la opresión de los egipcios y comenzó a tener su propia
tierra.
-En la Última Cena, Jesús se reúne con sus discípulos para celebrar la Pascua, y
hacer la Primera Misa. Él transformará la pascua judía en pascua cristiana. Su paso
de la muerte a la vida nos incluye a todos, liberándonos de la esclavitud del pecado
y de la muerte, para abrazar la libertad nueva de la vida y del amor.
-Hoy comenzamos la Semana Santa. Se bendicen los ramos y aclamamos a Jesús
como Rey y Salvador de nuestra vida.
 Leer Marcos 11, 1-11:
1.¿Por qué lo recibieron bien a Jesús?
2.¿Cómo lo recibo yo a Jesús en mi corazón?

 JUEVES SANTO
* Jesús convierte el pan en su Cuerpo y el vino en su Sangre en la Última Cena
porque sabe que va a morir y quiere quedarse para siempre con nosotros como
alimento, para ayudarnos a ser cada día mejores seguidores suyos. En este día
Jesús instituye la Eucaristía.
* Les dice a sus discípulos: “hagan esto en memoria mía”, es decir, sigan
haciendo esto, en su Nombre, para que todos, no solamente ustedes, puedan comer
mi cuerpo y beber mi sangre hasta el fin de los tiempos. En este día Jesús instituye
el sacerdocio.
* Lava los pies a sus discípulos durante esta Cena y les dice ámense como yo los
amo, es la condición para ser sus discípulos: amarse como él nos ama hasta dar la
vida si fuera necesario. Nos da un ejemplo de servicio, al lavarnos los pies. En este
día Jesús instituye el mandamiento del amor.
 Leer Juan 13, 1-17; 1Corintios 11,23-26.

116
1.¿Por qué Jesús lava los pies a sus discípulos?
2.¿Qué nos quiere enseñar Jesús con este gesto?
3.¿Me cuesta mucho ponerme al servicio de los demás? ¿Por qué?

117
 VIERNES SANTO
-Nuestro Señor sabe que va a morir. En ningún momento se niega ose rebela contra
aquellos que injustamente lo condenan. Jesús se entrega a la muerte porque sabe
que el amor es recompensado con la resurrección y la vida eterna para El y para
todos los hombres.
 Leer Marcos 14,1-15,47.
1.¿Cuál es la parte que más te impresiona de lo que acabas de leer?
2.¿Con qué personaje de los que aparecen en el relato te identificas? ¿Por qué?

 SÁBADO SANTO - VIGILIA PASCUAL


-La sepultura de Jesús se realiza según el ritual judío. El muerto era envuelto en
una sábana después de haber sido ungido con aceite y perfumes. Se lo coloca en
una tumba cavada en la piedra.
-Jesús murió un viernes y pasó el sábado en el sepulcro.
-El domingo las mujeres fueron a la tumba para cumplir con el ritual de la
sepultura que no habían hecho el sábado. Al llegar comprueban la ausencia del
cuerpo.
 Leer Juan 20, 11-18
1.¿Quién fue la primera persona al que se le apareció Jesús Resucitado? Averigua
un poco sobre su vida.
2.¿Por qué piensas que se le aparece a ella primero?
3.¿Qué misión le encomienda Jesús?
4. Pienso en algo que me pone triste, en alguna cosa de mi vida personal que me
hace sufrir, ¿creo realmente que Jesús va a sacar vida de esta pequeña cruz que
me toca cargar?

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CELEBRAMOS NUESTRA FE EN FAMILIA
Celebración nº 3
¡ALIMENTANDO NUESTRA FE CON LOS SACRAMENTOS
Y CON LA COMUNIDAD!
(para hacerlo en la semana posterior al encuentro nº 16)
-Reunimos a toda la familia junto al altarcito de casa. Lo haremos una hora
antes de participar de la misa. Si tenemos alguna misa cerca, haremos el
esfuerzo de ir todos juntos, como familia. Si no tenemos esa posibilidad,
participaremos a través de la FM, celebrándola todos juntos, como familia,
estando atentos y dedicándole a Dios este rato de oración.
-Nos ponemos en la presencia de Dios, haciéndonos la señal de la Cruz.
-Cantamos Qué lindo llegar cantando, nº 2 del Cancionero.
-Vamos a charlar juntos acerca de la Misa:
-La Misa es una gran oración comunitaria a Dios, donde unimos nuestra
oración a la de todo el pueblo y a la de Jesús.
1) Pedimos perdón: vamos a compartir en voz alta las cosas que queremos
que Dios nos perdone. A lo que diga cada uno, respondemos todos: Señor
ten piedad…
2) Escuchamos la Palabra de Dios: vamos a preguntarnos: ¿nos escuchamos
en casa los unos a los otros? ¿Dialogamos en familia? Compartimos lo que
pensamos y sentimos.
3) Le hablamos a Dios: vamos a compartir nuestras necesidades, lo que
hoy le queremos pedir a Dios: necesidades de nuestra familia, de nuestra
comunidad, de nuestros vecinos, de nuestra patria y del mundo entero. A
lo que diga cada uno, respondemos todos: Escúchanos Señor…
4) Nos ofrecemos a Dios: vamos a ofrecerle a Dios nuestras vidas, las cosas
que nos cuestan, que nos duelen, que queremos mejorar y corregir. Cada
uno comparte lo que quiere ofrecerle a Dios, diciendo: yo te ofrezco… a lo
que todos respondemos: Te lo ofrecemos, Señor.
5) Agradecemos a Dios: vamos a compartir lo que hoy queremos agradecer
a Dios, o alguna alabanza que le queremos dar. A cada una, respondemos:
Te damos gracias, Señor.

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6) Comprometidos en la comunión: cada uno dirá en voz alta algo a lo que
se compromete a vivir en la familia, para que nos llevemos mejor y
compartamos más tiempo juntos (realizar alguna tarea, estar más en casa,
dialogar más, etc.). Concluimos tomándonos de las manos, como familia
unida y rezando juntos un Padrenuestro.
-Ahora, ya cerca del horario de la Misa, leemos juntos este texto que nos
predispone para participar bien de este momento más importante de la
semana:
PARA VIVIR MEJOR LA MISA
 Canta con mucha fuerza y alegría, expresando el gozo de celebrar nuestra fe
 Escucha con atención cada palabra y únete a ella, como si brotaran de tus propios labios
 Mira el rostro de los que tienes al lado y agradece a Dios el tenerlos como hermanos, parte
de esta familia que es la Iglesia, con quienes vamos a compartir la Cena del Señor
 Sigue cada parte de la Misa:
1. Traza con devoción sobre tu cuerpo, la señal de la Cruz, signo de la fe recibida en el
bautismo, bendice a Dios por tus mayores que te la han transmitido.
2. Pide perdón con sinceridad de tus pecados, sabiendo que Dios es misericordioso y no se
cansa nunca de perdonarnos.
3. Escucha con atención la Palabra de Dios. Es el mismo Dios el que nos habla, dándole luz y
sentido a nuestras vidas, impulsándonos a vivir mejor.
4. Únete a las intenciones del mundo entero, de los más necesitados y pide por los tuyos.
5. Junto al pan y al vino, ofrécele tu vida a Dios, tu trabajo, tus penas y alegrías, tu familia, tu
pueblo, todo lo que haces y eres, para que Dios los transforme, junto a las ofrendas que se
ofrecen en el altar.
6. Dale gracias a Dios por todos sus dones: la vida, la fe, la salud, la familia, todo bueno de ti.
7. Mira en silencio el pan que se convierte en el Cuerpo de Cristo y el vino en su Sangre, y
déjate amar por Jesús que da la vida por ti.
8. Reza por el mundo entero y siéntete en profunda comunión con Jesús, la Virgen, los santos
y tus seres queridos difuntos.
9. Reza el Padre nuestro con alegría de saberte hijo de Dios y hermano de tu prójimo.
10. Dale la paz al que tienes al lado, como signo sincero de tu deseo de perdonar y de
reconciliarte con los que te han lastimado.
11. Acércate a recibir el Cuerpo de Cristo, y permanece en profunda comunión con Él y tus
hermanos, dándole gracias por este don de su amor.
12. Con un corazón nuevo, recibe la misión que Dios te encomienda, de llevar la alegría de
este Encuentro a tu vida cotidiana, donde Dios te envía.
CELEBRAMOS NUESTRA FE EN FAMILIA
Celebración nº 4
120
¡CON LA AYUDA DE DIOS SUPERAMOS LAS DIFICULTADES
DE LA VIDA Y CONFIAMOS MÁS EN SU PODER!
(para hacerlo en la semana posterior al encuentro nº 20)
-Reunimos a toda la familia junto al altarcito de casa.
-Nos ponemos en la presencia de Dios, haciéndonos la señal de la Cruz.
-Cantamos Dios está aquí, nº 52 del Cancionero.
-Vamos a leer juntos este cuento: “Huellas”
Soñé que estaba caminando por la playa con el Señor, y, a través del
cielo pasaban escenas de mi vida. Por cada escena que pasaba percibí que
quedaban dos pares de pisadas en la arena. Uno era mío y el otro del Señor.
Cuando la última escena pasó delante de nosotros, miré hacia atrás y noté
que muchas veces en el camino de mi vida quedaba sólo un par de pisadas
en la arena. Noté también que eso sucedía en los momentos más difíciles y
angustiosos de mi vida. Eso realmente me enfureció y pregunté al Señor:
Señor, cuando resolví seguirte me dijiste que me acompañarías todo el camino, pero
durante los peores momentos de mi vida había en la arena sólo un par de pisadas.
No comprendo por qué Tú me dejaste en los momentos en que yo más te necesitaba.
El Señor me respondió: Hijo querido, yo te amo y jamás te abandonaría en los
momentos de sufrimiento. Cuando viste en la arena sólo un par de pisadas fue
justamente allí donde yo te cargué en mis brazos.
-Compartimos lo que más nos gustó del cuento y lo que entendimos. Luego
compartimos estas preguntas: ¿Qué cosas me dan miedo? ¿Qué hago cuando
tengo miedo? ¿Qué cosas me serenan y me quitan el miedo?
-Luego de que cada uno pudo compartir, vamos a responder a cada
invocación: GRACIAS POR ESTAR SIEMPRE CON NOSOTROS JESÚS
-Tú que no nos prometes que el camino sea fácil, pero sí que contamos
contigo para transitarlo, te decimos: Gracias…
-Tú que nos invitas a confiar más en ti, sin recurrir a cosas raras, o a
personas que se aprovechan de nuestra desgracia, te decimos: Gracias…
-Tú que nos invitas a sentirnos cuidados por ti, a rezarte más, a
suplicarte con más confianza e insistencia, te decimos: Gracias…
-Tú que nos has regalado una familia para atravesar juntos las
dificultades y una comunidad para permanecer unidos, te decimos: Gracias

121
-Tú que nos das a tu Madre y a los Santos para acompañarnos en el
camino de la vida, te decimos: Gracias…
-Tú que nos das tu fuerza y compañía en los siete sacramentos, sin
abandonarnos ni un instante de nuestras vidas, te decimos: Gracias…
-Tú que nos das la luz de tu Palabra para orientarnos y guiar nuestros
pasos en el camino del bien, te decimos: Gracias…
-Tú que estás en cada hermano que sufre, esperando nuestra compañía
y ayuda solidaria, te decimos: Gracias…
-Rezamos todos juntos esta oración:
MÁNDAME ALGUIEN A QUIEN AMAR
Señor, cuando tenga hambre, dame alguien que necesite comida;
cuando tenga sed, mándame alguien que necesite una bebida;
cuando tenga frío, mándame alguien que necesite calor;
cuando tenga un disgusto, preséntame alguien que necesite un consuelo;
cuando mi cruz se haga pesada, hazme compartir la cruz de otro;
cuando esté pobre, ponme cerca de alguien necesitado;
cuando me falte tiempo, dame alguien que necesite unos minutos míos;
cuando sufra una humillación, dame la ocasión de alabar a alguien;
cuando esté desanimado, mándame alguien a quien tenga que dar ánimos;
cuando sienta necesidad de la comprensión de los demás, mándame alguien
que necesite la mía; cuando sienta necesidad de que me cuiden, mándame
alguien a quien tenga que cuidar; cuando piense en mí mismo, atrae mi
atención hacia otra persona. Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros
hermanos que viven y mueren pobres y hambrientos en este mundo de hoy.
Dales, a través de nuestras manos, el pan de cada día, y por medio de nuestro
amor comprensivo, dales tu paz, tu amor y tu alegría. Amén
-Cada uno relee la oración en silencio y comparte la frase que más le llegó.
Terminamos rezando juntos el Padrenuestro, tomados de las manos, dando
gracias a Dios por estar juntos en familia…

122
CELEBRAMOS NUESTRA FE EN FAMILIA
Celebración nº 5
¡A SEGUIR VIVIENDO NUESTRA FE!
(para hacerlo en la semana posterior al encuentro nº 24)
-Reunimos a toda la familia junto al altarcito de casa.
-Nos ponemos en la presencia de Dios, haciéndonos la señal de la Cruz.
-Cantamos Alma misionera, nº 37 del Cancionero.
-Vamos a leer juntos esta reflexión: “HAY COSAS MÁS IMPORTANTES”
No llores por la novela de la tarde, llora por lo que no tiene solución.
No le grites al referí, grita si es que necesitas pedir ayuda.
No te amargues ni te alegres tanto por un gol, hay cosas más importantes a
que gane tu equipo.
No te quejes de los políticos, reflexiona y hazte responsable. Fue la mayoría
de la gente y tú mismo quien los eligió.
No te quejes por las malas noticias, si te hacen daño, no sufras, es sencillo:
cierra el diario, apaga la radio y el televisor, pero no te quejes.
No culpes a nadie por tus problemas, reconoce tu parte y trata de cambiar.
No mires siempre para otro lado buscando culpables.
No llores, no grites, no sufras, no te quejes, y no te preguntes qué puede
hacer este país por ti, pregúntate qué puedes hacer tú por él.
-Compartimos lo que más nos gustó. Luego compartimos estas preguntas:
Este camino de la catequesis, ¿en qué nos ayudó como familia? ¿Nos sentimos más
cerca de Dios y más unidos como familia? ¿Cómo podemos seguir haciendo estas
cosas que tanto bien nos hacen?
-Ya estamos llegando al final de este camino de la catequesis. Tal vez
pensemos que esto ya termina. Pero, en verdad, esto recién comienza.
Hemos vivido cosas muy lindas que no pueden quedar en el olvido. Ahora,
más que nunca, debemos comprometernos más con Dios y con nuestra
comunidad. Los sacramentos que recibiremos en unos días, nos darán una
fuerza nueva para vivir más cerca de Jesús y de su Iglesia. ¡Qué lindo sería
que como familia aprovechemos los Sacramentos para renovar la fe de
nuestro Bautismo! ¡Qué lindo sería que toda la familia pudiera confesarse y
comulgar también ese día de la Misa! Pensémoslo… Rezamos juntos:

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TE PROPONEMOS
Que reces en familia
Que participes de la Misa y celebraciones de la comunidad,
Que te regales tiempo para una buena lectura,
Que dialogues con tu familia
Que pidas perdón por tus errores,
Que visites a algún enfermo o anciano,
Que realices algún gesto solidario,
Qué te acuerdes de alguna persona que está sola,
Que hagas un paseo para disfrutar de la naturaleza.
ESTO NO TE IMPIDE
Que salgas a pasear con tu familia,
Que salgas a trabajar
Que hagas cualquier deporte,
Que participes de las fiestas
Que visites a tus amigos,
Que disfrutes de un merecido descanso.
PERO MUCHOS
Pierden el tiempo en cosas que no hacen bien,
Viven sólo para el trabajo, sin tener tiempo para otras cosas lindas,
Dedican todo el día a lavar, arreglar la casa, ordenar y limpiar todo,
sin dedicar tiempo a jugar, a rezar, a dialogar, a reír en familia,
No se pierden un baile, beben en exceso, pelean, descuidan sus
obligaciones, son mal ejemplo para sus hijos,
No tienen en cuenta a nadie y viven para sí mismos.
Y TÚ, ¿CÓMO QUIERES VIVIR?
¿CÓMO QUIERES QUE TE RECUERDEN EL DÍA DE MAÑANA?

-Vamos a hacer un compromiso personal para vivir mejor nuestra fe.


Luego, entre todos, elaboramos un compromiso para toda la familia. Lo
escribimos en un papel y lo ponemos en un lugar visible de la casa, para
recordarlo cada día y ayudarnos a vivirlo entre todos. Concluimos,
poniendo este compromiso en manos de la Virgen, rezando el Avemaría.

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CREDO DE NUESTRAS COMUNIDADES
CREEMOS EN DIOS HACEMOS
NUESTRO PADRE, MEMORIA
QUE AMA LA VIDA, Y AGRADECIDA DE
NOS TRAJO A ESTE ESTA HERMOSA FE
MUNDO PARAEN
CREEMOS QUE QUE HEMOS
NUESTRO
SEAMOS FELICES
SEÑOR Y RECIBIDO DE
JESUCRISTO,
HAGAMOS
HIJO DE FELICES
DIOS Y A NUESTROS
NUESTRO
LOS DEMÁS,
HERMANO, QUE SE MAYORES
HIZO UNO Y QUE
DE
CUIDANDO SU QUEREMOS
NOSOTROS, QUE PASÓ HACIENDO
CREACIÓN, A FIN DE SEGUIR
EL BIEN,
QUE SUSPREDICÓ
BIENES EL REINO CON
CUIDANDO Y
PALABRAS Y
LLEGUEN A TODOS. OBRAS, MURIÓ
TRANSMITIENDO
Y RESUCITÓ
CREEMOS PARA
EN ASALVARNOS,
LOS DEMÁS.
QUE ESTÁ
NUESTRO SEÑOR SIEMPRE VIVO Y
CELEBRAMOS
PRESENTE EN
JESUCRISTO, HIJOSU
DE PALABRA,
NUESTRA FE EN
DIOS Y NUESTRO COMUNIDAD,
REZANDO JUNTOS

HERMANO, QUE SE HIZO UNO DE CON LA PALABRA, PARTICIPANDO


NOSOTROS, QUE PASÓ HACIENDO DE LAS MISAS, HACIENDO FIESTA
EL BIEN, PREDICÓ EL REINO CON A NUESTROS SANTOS Y A
PALABRAS Y OBRAS, MURIÓ Y NUESTRA MADRE LA VIRGEN,
RESUCITÓ PARA SALVARNOS, RECONOCIÉNDOLOS COMO
QUE ESTÁ SIEMPRE VIVO Y EJEMPLOS DE VIDA E
PRESENTE EN SU PALABRA, EN INTERCESORES ANTE DIOS.
LA EUCARISTÍA, EN LA MIRAMOS CON ESPERANZA
COMUNIDAD Y EN CADA NUESTRO FUTURO, SABIENDO
HERMANO NECESITADO. QUE CRISTO VENCIÓ A LA
CREEMOS EN DIOS ESPÍRITU MUERTE, LE DA SENTIDO A
SANTO, QUE ANIMA CON SU NUESTRAS CRUCES, Y LE DA VIDA
FUERZA A LA IGLESIA, FAMILIA ETERNA A NUESTROS DIFUNTOS.
DE DIOS, NOS HACE HIJOS DEL NOS COMPROMETEMOS A VIVIR
PADRE Y HERMANOS POR EL LO QUE CREEMOS Y
BAUTISMO, NOS REÚNE EN CELEBRAMOS, SEGUROS DE QUE
COMUNIDAD, Y NOS ALIENTA A EN CADA GESTO DE AMOR EL
LA MISIÓN. REINO DE DIOS LLEGA A
NUESTRAS VIDAS.

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