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En los juzgados de familia día a día aumentan las demandas, esto sucede porque la
sociedad tiene cada vez menos recursos informales para resolver los conflictos inherentes a
los vínculos especialmente de parejas y familias. A su vez la justicia es cada vez más
impotente a la hora de solucionar los conflictos, tanto por razones estructurales como
contingentes. Una de ellas es que las legislaciones van por detrás de los movimientos
sociales y los cambios culturales, la ley no sabe qué hacer con tantos fenómenos sociales a
los cuales no puede anticiparse y para los cuales no tiene la letra adecuada. También es
cierto que para el derecho, el derecho de familia fue siempre un tema menor. Sin embargo,
es pertinente analizar las lógicas subyacentes a las demandas de conflictos familiares y a
las respuestas jurídicas a ellas.
Precisemos que los estilos actuales de plantear estas demandas, se articulan también en
forma discursiva: hacer discurso es equivalente a decir que hacen lazo social. Constituyen
legítimamente un tipo de discurso al que se refieren todos los demás -los psi y los jurídicos-
que habitan el expediente. Por tanto estas demandas constituyen una de las sendas
principales en el mapa de las encrucijadas, que es preciso desandar analíticamente. La
autora ubica la demanda como la recurrencia voluntaria al dispositivo judicial de uno o más
miembros de un grupo familiar, para obtener solución a lo que es vivenciado por el o los
demandantes como un conflicto subjetivamente desbordante o un detrimento de derechos
subjetivos en su contra, o como una intención de privar a la otra parte de los derechos que
pudieran corresponderle. Demanda excede el sentido jurídico y en relación a lo que el
psicoanálisis entiende, relativa al amor, al Otro y la puesta en juego de un deseo por parte
del sujeto demandante. Demanda, aquí, da cuenta de ese viraje que ubica a aquel que
fuera familiar en posición de extraño, de enemigo.
¿Qué formas toman hoy esas demandas? por lo general, causas relacionadas con los hijos
y que involucran regímenes de visitas y alimentos, obstrucción del vínculo por parte de uno
de ellos, niños que quedan como botín de guerra.
Si bien han aumentado los índices de divorcio por común acuerdo, cada vez existen más
formas de violencia familiar, que se presenta de maneras más complejas. Bogan por la
desaparición del otro, y ponen en juego el poder. Se legitiman sobre el derecho del otro, y
como dueños de esos hijos que quedan como objetos.
Podríamos decir desde el psicoanálisis que estas demandas toman forma de lo que Lacán
denomina el discurso histérico, no referente a la psicopatología de alguno de los miembros,
sino de un tipo de discurso. Para el, los discursos son modos distintos de tratar el goce; la
manera en que cada uno trata de dominar algo: en el caso del amo, la ley, en el histérico, el
síntoma. Es este tipo de relación del sujeto al Otro, ordenada por el goce de la falta que
implica un sujeto dividido dirigiéndose a otro para denunciar, para develar la impotencia que
caracteriza al Amo, sea aquel al cual se dirige -los significantes del sistema jurídico- sea
aquel al cual se refiere su demanda. Está caracterizado por una insatisfacción donde la
verdad del sujeto histérico está dada por estar ubicado en posición de objeto y es esa
verdad la que se denuncia. El goce está precisamente en que dicha demanda no se
satisfaga, para que algún deseo pueda ser ahí sostenido. También atañe a la castración y el
falo, tener o no tener.
El sistema jurídico y sus significantes son el Amo al cual el sujeto agente del discurso
histérico dirige su demanda para producir allí un saber sobre el goce perdido, para
recuperar algo de él.
Con la separación conyugal toma relevancia el tema de la tenencia, que implica con qué
progenitor los niñxs van a quedarse, que será el responsable de sus cuidados, mientras que
al otro le corresponderá un régimen de visitas. El mismo art. dice que ambos seguirán
ejerciendo la patria potestad (actual responsabilidad parental, deberes y derechos sobre los
hijos y sus bienes hasta mayoría de edad). Esto genera un imaginario social particular:
quien tiene la tenencia tiene la patria potestad, y existe una tendencia a pensar que deberá
encomendarse a la madre. Cabe preguntarnos por el término tenencia, ¿tener qué?
El rol del psi forense en equipos de familia: cambios a partir del nuevo Código
Nuestro rol nos exige un basto conocimiento en los códigos civiles. La intervención la
realizamos desde los equipos técnicos forenses pertenecientes a los juzgados de familia,
desde el lugar de asesores y consultores de secretarios y jueces, a partir de la
implementación de la ley de violencia familiar.
Las demandas que recepcionamos se dividen en dos grupos: por medio de oficios (informes
psicológicos por denuncias de violencia familiar, restitución de menores, cuidado personal,
valoraciones de interacción familiar, inscripción al registro de adopción, guardas, adopción
plena e informe psicológico) o inmediatas por servicio de guardia (participar en audiencias,
internación involuntaria, valoración psi).
Debemos establecer que la familia es para nosotros un sistema integrado por partes que
cumplen diferentes roles afectivos, educativos, una estructura abierta, compleja,
heterogénea, que genera espacio simbólico para la incorporación de normas culturales y
sociales, en intercambio permanente con el afuera.
Se demanda nuestra participación cuando la dimensión del conflicto vincular de la familia
obstaculiza las posibilidades de comprensión y manejo de la instancia judicial.
Con el nuevo Código, se acortan los tiempos de la litis ya que la pareja está separada hace
tiempo, generando en teoría menos conflictos. El juez interviene para resolver en el caso de
que las partes no hayan podido. Al diseñar el plan de parentalidad prestar orientación y
dirección al hijo para el ejercicio y efectividad de sus derechos. Se incorpora el término de
autonomía progresiva, considerando un criterio flexible de determinación según el caso a
caso.
Se incorpora progenitor afín, que legitima una función en la estructura familiar a nivel
simbólico y práctico relativo a la crianza, ya que será quien conviva con el hijo. Debemos
acompañar los contratos que establezcan las parejas, ocupando rol de mediador ya que uno
podría sentirse excluido.
Los niños no serán motín de guerra; se desestima el sexo de la persona que ejerce la
mayor función, evitamos la construcción de alianzas conflictivas y ayudamos a construir
vínculos más sanos.
Teorizando sobre el proceso de separación en la familia
Estos mitos de los que nos hemos apropiado icc, están en relación con nuestros deseos y
anhelos más cc. En su entramado se entretejen siempre ideales culturales que circulan en
el imaginario social, que nunca es homogéneo. Ellos pueden operar con la fuerza de un
mandato icc, cuyo no cumplimiento implicará sufrimiento. No quedar entrampado en el mito
implica poder aceptar y tolerar lo semejante, lo diferente, lo ajeno, y que el amor y el deseo
pueden caducar.
En cuanto a la parentalidad, el nacimiento de los hijos constituye a hombre y mujer en
padres, complejizando la pareja, inaugurando una nueva dimensión que coexistirá y se
constituirá diferenciada de la conyugalidad. Inaugura el pasaje de pareja a familia, lazos
materno y paterno filiales.
Cuando la pareja enfrenta la separación del vínculo, se abre en la familia una operatoria de
transformaciones en los vínculos, que supone un complejo trabajo de reconocimiento de
pérdidas, reformulación de intercambios relacionales y necesidad de producción de otras
alternativas vinculares. Este es el momento de deconstrucción y de nuevas construcciones.
Toda nueva construcción vincular lleva implícita la deconstrucción de otras. En la
separación toma protagonismo la deconstrucción (un proceso psíquico activo que no solo
supone la elaboración del duelo sino que una mirada crítica sobre el vínculo por parte de los
sujetos, tanto histórico como presente). Este proceso va del dolor a la furia, a la desilusión,
al sentimiento de estafa, ello dependerá de cómo cada pareja enfrente la construcción, en
donde se reconoce que hay algo que me une y también que me diferencia.
La legalización del divorcio (1987) permite a las parejas separadas reconocerse en una
denominación instituida socialmente. Esta transformación socio histórica, ¿ha desprovisto la
ruptura de lo traumático? no, por ello se acude a tribunales en una búsqueda que se vuelve
interminable.
La autora André Ruffiot habla de la pasión del desamor, dice que la situación de ruptura
revive fenómenos psíquicos de la misma naturaleza que aquellos que experimentaron en
estado de enamoramiento, pero negativo. “Se cae desenamorado con la misma intensidad
que se cae enamorado”, el desamor no es el regreso a lo neutro.
Nasio dice que el dolor del duelo es efecto de la sobreinvestidura de las representaciones
psíquicas ligadas al otro, real o imaginario, producida en su ausencia y sin su rta recíproca.
Una de las formas de tramitar la crisis viene dada por las llamadas organizaciones dualistas:
aquel en el cual los miembros se reparten en dos mitades, las cuales mantienen relaciones
complejas que van desde la hostilidad hasta intimidad, que se encuentran asociadas a
diversas formas de rivalidad y cooperación. Suele presentarse como inocente vs culpable,
víctima vs victimario. Estas son dinámicas o instrumentales.
Las estáticas dan cuenta de la imposibilidad de las familias de tramitar la crisis y
transformarla en oportunidad de cambio.
La crisis, a su vez, puede ser vivida como:
- trauma: luego de un primer tiempo de perplejidad, la intensidad cede y todo vuelve a
su lugar sin alteración radical.
- acontecimiento: el sujeto y grupo incorporan la situación y logran transformaciones
radicales, logrando nuevos roles y vínculos.
- catástrofe: cuando no hay esquemas representacionales que posibiliten registrar,
elaborar, inscribir.
Su tramitación será singular.
Los integrantes de la pareja se ven en una paradoja: desprenderse del otro y construir un
nuevo vínculo, como padres. Entre la necesidad de la presencia del otro para garantizar sus
cuidados y la ausencia para el duelo.
El vínculo materno y paterno filial cambiará, el más importante será dejar de ser vividos en
simultáneo. Esta pérdida enfrenta a los hijos a la realidad de que han dejado de quererse;
en niños pequeños puede existir la fantasía de que los dejarán de querer. Además, el
progenitor que se queda con los niños tendrá mayor continuidad en la cotidianidad que
aquel que no, que se siente despojado. Puede surgir la tendencia omnipotente de la función
de quien se queda con la tenencia.
Desde el polo filial, los hijos pasarán a sentir que pueden ejercer un poder que los
confundiría como tales y que acarreará conflictos con el no conviviente. El padre que no
conviva con los hijos puede abandonar progresivamente su función, lo cual sería traumático.
El vínculo fraterno se refuerza en sus aspectos solidarios; en aquellas familias en donde se
dividan unos hijos con un padre y otros con el otro, se los despoja de una apoyatura
significativa. Pueden responder instalándose en una rivalidad con el hermano, armándose
grupos enfrentados, o obedecer a alianzas con los padres según identificación.
Las familias de origen surgen como función amparadora, con el retorno de un cónyuge a la
casa de sus padres o un estrechamiento de los lazos.
Acerca de la familia
En 1970 se concebía al grupo familiar como un sistema de estructura icc, regulado por el
ppio de intercambio y de prohibición del incesto, donde se diferenciaban dos formas de
funcionamiento: el obsevable de las relaciones familiares, más accesible a la cc, y el de la
estructura icc, más inferible desde el terapeuta. Se accedía al icc a través de algo conocido
como producciones familiares: nombres ppios, representaciones del tiempo y espacio,
mitos, etc.
Un modo de pensar la estructura icc es el que propone Levi Strauss en relación a la
estrucura elemental del parentezco. El diferencia dos subsistemas: el de las nominaciones
(madre, padre, hermano) y el de los sentimientos, que cada cultura adscribe como
esperable para cada relación, junto con lo que rechaza y prohíbe. Así, se manifiestan solo
sentimientos/actitudes permitidos mientras que los prohibidos se tornan icc por represión.
Otra referencia importante de Strauss es el uvunculado, que es la relación e/ tio materno y
sobrino. Encuentra que existe una oposición entre ellos y la paterno filial. Cuando el tío
materno representa toda la autoridad familiar, el padre carece de ella. Si el lazo padre hijo
se debilita, se refuerza el otro. Esto implica un nivel de organización fundante basada en el
intercambio.
Barenstein considera que la org familiar es un sistema psicosocial basado en el intercambio,
subyace a nivel icc, poniéndose de manifiesto en cambio los lazos biológicos. Este ppio
permanece icc porque está en relación con la prohibición del incesto y ubica la significación
del parentezco en la relación de alguno de los dos sist: fam de origen-famconyugal. Se
recortan entonces cuatro tipos de relaciones: consanguineo (hermanos); de alianza (pareja);
de filiación (padre-hijo); avuncular.
Barenstein toma esta relación como eje para estudiar todo aquel que represente a la familia
de donde proviene la madre y su relación estructural con la familia conyugal.
De ahí deriva su def del grupo familiar como “sis relacional entre dos familias, asentada en
la prohibición del incesto, reguladora del intercmbio dentro del grupo y de éste con otro para
renovar el parentesco por medio de alianza”.