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Entrevista publicada en

Suplemento Zona de Clarín y en Revista Ñ Digital


(Periodista:  Fabián Bosoer)  
Enero 2014

“Es como dice el tango: primero hay que saber sufrir,


después amar ...”
A FONDO / HUGO LERNER. MÉDICO PSICOANALISTA
La aceptación del sufrimiento como parte inseparable de nuestras vidas es una condición necesaria para
superar las angustias y depresiones, dice este psicoanalista.

 
Malestares. “Una de las cosas que más disturbios produce en las parejas es el reproche, que lleva a la
desvalorización”, dice Lerner

Este médico psiquiatra y psicoanalista da con el perfil clásico del terapeuta junto al diván pero se le anima a
los temas que preocupan “allí afuera”. Vicepresidente de la Fundación de Estudios Psicoanalíticos y miembro
de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (ApdeBA), Hugo Lerner es autor y compilador de “Los
sufrimientos” (Ed. Psicolibro, 2013), que contiene también trabajos, entre otros prestigiosos psicoanalistas, de
Abel Fainstein, Luis Hornstein, Andrés Rascovsky, Cristina Rother, Miguel Alejo Spivacow y Juan Carlos
Volnovich.

¿Los argentinos sufrimos más de la cuenta?

Bueno, tenemos una trayectoria ..., esa idea de que hay cierta melancolía instalada en nuestro modo de ser.
Razones no nos faltan para sufrir, lo que no sé es si somos sufrientes. Cuando determinados proyectos
personales y colectivos entran en zozobra o sufren una crisis, eso aparece más a flor de piel. Y la Argentina
suele generar recurrentemente este tipo de situaciones de padecimiento que nos distraen de una realidad
ineludible: el sufrimiento es algo normal e inevitable.

¿Cuáles son las razones principales del sufrimiento?

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Yo no me alejaría mucho de los tres motivos de los que habló Freud, en “El malestar de la Cultura”. Son los
trastornos corporales y las enfermedades, en primer lugar; los problemas con la naturaleza, que el ser humano
no puede manejar; y en tercer lugar, los conflictos derivados de las relaciones interpersonales. Este es el punto
donde nosotros podemos “hincar el diente”: sufrimos por algo que tiene que ver con nuestros vínculos
humanos; problemas de pareja, con los amigos, cuestiones laborales, etc. Y no se sufre solamente por una
situación de pérdida, de duelo manifiesto; pude haber perdido la mirada de alguien.

¿Cómo es eso?

Alguien se jubila, por ejemplo, y se puede jubilar con un buen retiro, sin embargo se deprime, ¿qué pasó ahí?
El sujeto se siente no reconocido, falta esa mirada reconocedora de los otros, que antes generaban la vivencia
de que era un sujeto del mundo. Lo que pasa es que la identidad del sujeto está construida a través de la
cotidianeidad, de otros reconocimientos -primero los padres, luego los pares, los amigos-. Cuando hay
ausencia de esa mirada se produce un nivel de sufrimiento, que si no hubo un buen nivel de tránsito previo,
puede ser vivido como una herida; una herida que nosotros llamamos “al narcisismo”.

Se tiende a pensar que el narcisismo es un defecto, algo así como ser egoísta; sólo preocupado
por sí mismo.

El narcisismo no es bueno ni malo. Es esta investidura tan necesaria que genera en una persona un equilibrio
en su autoestima. Yo me constituyo como sujeto y los demás me devuelven una imagen que es muy
importante para mí. Si en un momento eso colapsa, por equis razones, y me quedé sin miradas que me
reflejen a mí como sujeto, se desencadenan situaciones de probable sufrimiento. En los adolescentes, puede
ser por la dificultad de tener claro el armado de un proyecto vital. En ese sentido, cuando uno elige, aunque
sea momentáneamente, abraza también la idea de que va a tener un continuum: lo que fui, lo que soy y lo que
voy a ser. Pero lo que soy tiene que enganchar con lo que voy a ser. De lo contrario se me genera una
amputación identitaria a mi proyecto identificatorio: “no voy a poder ser eso que quiero”. No nos preparamos
y trabajamos solamente para ganar dinero, sino para ser reconocidos como sujetos en el mundo.

Tener un proyecto, ¿cuánto depende de cada persona y cuánto del contexto social?

Sin una urdimbre social que sostenga el Yo es muy difícil armar un proyecto; necesitamos de los otros
significativos, que los otros nos constituyan como sujetos, no existe el sujeto aislado. El sujeto es social. Pero
obviamente esto se manifiesta de distinto modo en un joven que vive en una villa -su proyecto identificatorio
es mucho más a corto plazo (si uno analiza las letras de cumbia villera, aluden a vivir nada más que el día de
hoy, pero no por goce, sino porque no se sabe qué puede ocurrir al otro día)- mientras que en las clases más
acomodadas es distinto. Se piensa “vivamos hoy, porque el minuto de hoy es irreemplazable” y el goce tiene
que ser inmediato; no hay una idea de muerte, sino de inmediatez del goce. El “no sé lo que quiero, pero lo
quiero ya” alude a un temor a que no se pueda proyectar y prolongar un proyecto identificatorio, un proyecto
que me constituya como sujeto. Porque hay una cierta endeblez en esa urdimbre social de la que hablamos.

Como psicoanalista, ¿qué radiografía hace de ese malestar en la cultura hoy en la Argentina?
¿Cómo se manifiesta en los motivos de consulta de los pacientes?

El principal es la depresión. La tristeza, síntomas que tienen más que ver con trastornos de autoestima y
problemáticas con la identidad. De hecho, usted sabe que la depresión estaba pronosticada para el 2020 -y
hoy está considerada ya- la segunda causa de enfermedad por la Organización Mundial de la Salud. Yo creo en
general que el sujeto está más frágil para poder tolerar los embates de una realidad que es mucho más
compleja. Hay que tener un Yo bastante consolidado para ir acomodándose a estas curvas, no todos se
habitúan a este vaivén. Una situación que funciona como un fuerte trauma psíquico, predecible, que es
inevitable, tiene que tener un gradiente. Si todo es impredecible, genera una grieta, muchas veces importante,
que cuesta transitar.

Con problemas con la identidad ¿a qué se refiere?

¿Quién soy yo para el otro? ¿Quién soy yo en el mundo? El psicoanálisis nace -y Freud describe así el método
psicoanalítico- especialmente para el tratamiento de las neurosis. Estaba enfocado en las histerias, las
conductas obsesivas y las fobias. El campo se fue extendiendo, dentro de las patologías narcisistas, a
problemáticas vinculadas con los ideales, la autoestima, las opciones. Lo que se ha dado en llamar “depresión
vacía”, que es sin pérdida de algo: un paciente deprimido que no perdió nada. Freud decía que la depresión
era por pérdida de algo real o fantaseado. Pierdo algo y me deja una huella. ¿Pero si no pierdo nada y estoy
deprimido? Hay allí esa sensación de vacío.
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Otra vez la “herida narcisista” ...

El narcisismo es un concepto que ayuda a entender cómo se estructura el psiquismo del sujeto. Para que se
entienda coloquialmente, nace un chico y los padres lo entran a mirar, como decía Freud, como “Su majestad,
el bebé”; es el mejor del mundo. Esa investidura, esa mirada, va generando un sujeto, un Yo e ideales del Yo.
Hubo toda una situación de especularidad temprana que funciona como constitutiva de esta urdimbre del
sujeto.

¿Cómo se manifiesta en nuestra vida adulta?

Obviamente, estamos sostenidos en nuestra identidad, en nuestro proyecto de vida, en nuestra autoestima, no
sólo por la historia infantil sino también por la historia actual, por nuestros vínculos con los otros. Una de las
cosas que más disturbios produce en las parejas es el reproche, que lleva a la desvalorización y genera mucho
malestar. Lo mismo ocurre en los ámbitos de trabajo, en los que no abundan las señales de reconocimiento,
que son tan importantes para mejorar el rendimiento y el clima de trabajo. Si hubo fallas tempranas, vamos a
tener patologías más grandes, claro. Pero no obstante, aunque no haya habido fallas, siempre vamos a
necesitar esas miradas de reconocimiento, de que soy un sujeto en el mundo. La pérdida de esa mirada es
siempre una fuente de inseguridad.

¿Inseguridad psicológica, en este caso?

El ser humano tiene pulsiones e instintos en juego, una de ellas va a apuntar a la autoconservación. Si hay algo
que genera temor a la pérdida abrupta de la vida, genera un cimbronazo a la constitución subjetiva. Esa
inseguridad es determinante como generador de sufrimiento en el sujeto. Llevándolo a un terreno más
psicoanalítico, a un niño lo aleja del sufrimiento sentir que tiene figuras paternales que lo van a proteger de
cualquier situación que le vaya a provocar sufrimiento. Si hay una ausencia de esas figuras, el sufrimiento es
inevitable.

Pero las figuras paternales -o maternales-, en proyección social, suelen ser los líderes a los que
se le asigna una función protectora. ¿Ayudan esas figuras paternalistas a mejorar la
autoestima social?

Prefiero pensarlo como un problema de legalidad y Estado. No se puede construir un Yo fuerte sobre arenas
movedizas, con un sistema jurídico débil y un Estado frágil. Lo que se refiere al individuo, que necesita de esos
marcos de referencia más o menos estables y previsibles, se aplica también al contexto social. Muchos
psicoanalistas se han apartado de pensar el lugar que ocupa la historia en la producción de subjetividad.
Desde sus comienzos, el psicoanálisis ocupa un lugar significativo como una disciplina con herramientas
importantes para comprender los padeceres y sufrimientos en su contexto sociohistórico específico.

Comenzaba puntualizando que el sufrimiento es inevitable en nuestras vidas. ¿Cómo


abordarlo mejor, entonces?

Es como dice el tango: primero hay que saber sufrir, después amar, después partir ... Esa letra de “Naranjo en
flor” nos está planteando que el amor sin respuesta es sufrimiento y tiene que ver con esto de lo que estamos
hablando. Suponer que la relación amorosa va a ser siempre como en esos primeros momentos fantásticos y
felices nos conduce a grandes frustraciones. Si yo aprendo a sufrir, amo mejor. Y “partir” puede aludir a toda
despedida. La aceptación y el reconocimiento de la finitud es una adquisición de una buena elaboración
narcisista, la aceptación de que todo trayecto tiene un fin. Como diría un famoso psicoanalista, esa aceptación
de la finitud, el humor y la sabiduría son las mayores adquisiciones de lo que llamamos un buen narcisismo.
Copyright Clarín, 2014.

Médico Psiquiatra y Psicoanalista. Vicepresidente de la Fundación de Estudios


Psicoanalíticos (FUNDEP). Miembro Titular de la Asociación Psicoanalítica de Buenos
Aires (APDEBA). Miembro Pleno de la Asociación Psicoanalítica Internacional. Autor y
Compilador de los libros: “Psicoanálisis, cambios y permanencias” (2003, Libros del
Zorzal). “Organizaciones Fronterizas-Fronteras del Psicoanálisis” (2007, Ed. Lugar).
“Los Sufrimientos. 10 Psicoanalístas-10 Enfoques” (2013, Ed. Psicolibro). Co-autor de
“Adolescencias: Trayectorias Turbulentas” (2006, Ed. Paidós)
Email: lernerhugo@gmail.com

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