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¿Cómo nacieron los signos de puntuación?

El origen del punto, la coma, la interrogación o el guión

Cuentan que a comienzos del reinado de Carlos I de Portugal , el ministro de Justicia le presentó al
monarca un expediente de indulto a un reo en el que le expresaba su opinión con una nota al
margen: «Perdón imposible, que cumpla su condena». El Rey, sin embargo, cambió de lugar la
coma dejando la frase en «Perdón, imposible que cumpla su condena» y a continuación escribió
de su puño y letra un «concedido» y firmó. La anécdota, que se hizo muy popular , muestra cómo
una coma puede cambiar una frase... y hasta una vida.

«La coma, los dos puntos y el punto y el coma, así como sus parientes ortográficos, son partes
integrales de la escritura» que «destacan las estructuras gramaticales y ayudan a transformar las
letras en palabras e imágenes mentales», explica Keith Houston , autor del libro «Shady
Characters, The Secret Life of Punctuation, Symbols & Other Typographical Marks». En un artículo
publicado en la web de la BBC asegura que «estaríamos perdidos sin ellos. O, al menos, muy
confundidos».

Sin embargo, no siempre fue así. «Los griegos practicaban la scriptio continua; esto es, escribían
sus textos de tal forma que nohabíaespacionipuntuación entre las palabras, y no hacían distinción
alguna entre mayúsculas y minúsculas», relata Houston, subrayando que «era responsabilidad del
lector escoger el camino entre la masa de letras, distinguir en ella cada palabra y cada frase, y
adivinar dónde terminaba una y empezaba la siguiente». Cuesta creer que la falta de puntuación o
espacio entre letras no se considerara un problema, como afirma el escritor. Nadie esperaba
comprender un texto en la primera lectura, había que estudiar previamente el contenido de un
pergamino para recitar su contenido. «Un discurso elocuente y persuasivo era más importante
que cualquier texto escrito», prosigue Houston, quien narra cómo Aulo Gelio protestó cuando en
el siglo II d.C. le pidieron que leyera en voz alta un escrito que le era desconocido ya que no
enfatizaría las palabras de forma correcta, destrozando su contenido.

La invención de los primeros signos de puntuación llegó de la mano de Aristófanes , cerca del año
200 a.C. Para este bibliotecario de Alejandría, resultaba frustrante el tiempo que se tardaba en
leer los cientos de miles de manuscritos que guardaba la célebre biblioteca. Aristófanes sugirió a
los lectores que aliviaran el ininterrumpido texto con anotaciones de puntos arriba, en medio y
debajo de cada línea (comma, colon y periodus) que indicaran la entonación de lectura alta, media
o baja, continúa Houston.

Su aplicación fue, sin embargo, errática. Los romanos abandonaron el sistema de puntos de
Aristófanes y aunque también probaron en el siglo II a separar las palabras con puntos, cesaron en
ese empeño. «Existía todo un culto hacia el hablar en público, y era de tal magnitud que toda la
lectura se hacía en voz alta. Y la mayoría de los estudiosos coinciden en que los griegos y los
romanos hacían frente a la falta de puntuación precisamente de esa forma», señala el autor de
«Shady Characters, The Secret Life of Punctuation».
El cristianismo y San Isidoro de Sevilla

La difusión del cristianismo vino a cambiar su forma de escribir. «Mientras los paganos habían
transmitido sus tradiciones y su cultura de forma oral, de boca en boca, los cristianos preferían
escribir salmos y evangelios para difundir mejor la palabra de Dios. Así que los libros se
convirtieron en una parte integral de la identidad cristiana. Y, por consiguiente, empezaron a
incluir en ellos letras decoradas y signos de párrafo (Γ, ¢, 7, ¶, etre otros)», según Thomson.

El cristianismo «adoptó una rejuvenecida puntuación en la escritura», continúa. Con el fin de


proteger el significado original de los textos, los escribas cristianos empezar en el siglo VI a
puntuar sus propios escritos. Un siglo después, San Isidoro de Sevilla actualizó el sistema de
Aristófanes, «de forma que los puntos indicaran la duración de la pausa: breve (punto bajo), media
(punto medio) y larga (punto alto)» y «más allá de eso, relacionó la puntuación con el significado
de forma explícita por primera vez en la historia».

Thompson relata que a partir de entonces el «subdistinctio» o punto bajo ya no marcaría una
simple pausa, sino que tomaría el lugar de la coma gramatical y el punto alto o el «distinctio
finalis» indicaría el fin de una frase.

Los espacios entre palabras se cree que fueron invención de unos monjes irlandeses o escoceses -
no está claro-, que estaban hartos de separar palabras latinas desconocidas.

«Y a finales del siglo VIII, en Alemania, un país emergente, el afamado rey Carlomagno ordenó a un
monje llamado Alcuin idear un alfabeto unificado que pudiera ser leído por los súbditos de las
tierras más lejanas. Fue así como nacieron las que hoy conocemos como letras minúsculas»,
explica.

Sobre los puntos de Aristófanes, se crearon otros como el «punctus versus», una versión medieval
del punto y coma, que tomaban prestados elementos de la notación musical de los cantos
gregorianos. «También el punctus elevatus, un punto y coma a la inversa, un signo que se
convertiría en los dos puntos actuales», añade el escritor.

Por aquel entonces se empezó a utilizar el «punctus interrogativos, el ancestro del signo de
interrogación actual» y llegó un momento en el que el sistema de tres puntos se redujo a uno solo.

«En el siglo XII, el escritor italiano Boncompagno da Signa propuso un sistema de puntuación
completamente diferente que incluía tan solo dos signos: la barra (/) y el guión (-). La primera
indicaba una pausa, y el segundo el fin de una frase», prosigue Thompson antes de señalar que
aunque no está claro cuánto se usó la barra, el guión o virgula suspensiva «fue todo un éxito».

En el apogeo del Renacimiento había por tanto «una mezcla de los antiguos puntos griegos; los
puntos y comas, signos de interrogación y otros derivados medievales; y los más recientes
inventos, la barra y el guión», explica el autor en la BBC.

Congelada por la imprenta


La puntuación se congeló en el tiempo con la llegada de la imprenta a mediados de 1450. La
mayoría de los signos que hoy se emplean fueron tallados en plomo para no volver a cambiar. «La
barra de Boncompagno da Signa se acortó y curvó, y heredó uno de los nombres del sistema
griego, convirtiéndose en la coma actual. A los dos puntos y al signo de interrogación se les
sumaron el punto y coma y el signo de exclamación. Y el punto de Aristófanes quedó reservado
para la pausa al final de cada frase», detalla Thompson.

«La evolución de estos signos paró en seco», aunque ahora con la llegada de los emoticonos «está
otra vez revolviéndose», a juicio del autor. «La puntuación no estaba muerta. Solo estaba
esperando el próximo tren tecnológico al que subirse. Y ahora que lo encontró, nos toca de nuevo
a nosotros como escritores y lectores decidir cómo vamos a puntuar nuestros textos en los
próximos 2.000 años», finaliza.

Fuente https://www.abc.es/cultura/20150909/abci-como-nacieron-signos-puntuacion-
201509091340.html?ref=https%3A%2F%2Fwww.google.com%2F

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