26. Reflexiones sobre la educa¢
Francisco José de Caldas
in publica, 1808
Caldas, Francisco José de. (1808, 6 de marzo). “Reflexiones sobre la educacién publica”. En Semanario
de! Nuevo Reino de Granada. Recuperado el 7 de diciembre de 2008 del sitio web Blaa Digital
http/Avww.lablaa.org/blaavirtual/historia/semanario/senr10
Demostrando a mi entender en el anterior discurso, el grande beneticio que recibe el hombre de la
educacién: la necesidad urgente que hay en Santaié y sus Provincias de este beneficio para comunicarlo
una multitud de pobres: que aquella sea gratuita por medio de establecimientos piadosos de escuelas;
y dltimamente que sea piblica para que pueda vigilar sobre ella el Gobierno por el justo derecho
que tiene al bien comdin, se sigue probar ahora las utilidades que resultardn a la Patria y a las buenas
costumbres, el que el método de la ensefianza en la primera edad, sea igual y uniforme en todas las
escuelas; porque asi como viene a ser defectuosa respecto al interés comin la particular que dan
los padres a sus hijos en lo interior de sus czsas, por las razones que inmediatamente ocurren al
eniendimiento y que expresé en ini discurso; del mist modo lu serd aunque sin (antus inconvenientes,
la de las escuelas si deja su direccién y métado al voluntario capricho de cada maestro, por mas
cuidado que se ponga en escoger a estos por eximenes y oposiciones.
Segiin esta reflexién, parece que debe desterarse de nuestras escuelas toda practica que pueda
introducir en el coraz6n de los nifios la semilla de la ambicién, porque seria fomentar en ellos el
orgullo, que es el patrimonio que heredamos de nuestros padres. Alli s6lo se les debe inspirar el amor
recfproco; instruirles en las esenciales obligacicnes del hombre respecto a Dios, respect a la patria y
al Soberano, y respecto a si mismos, pues, saliendo todos iguales en estos principios, la Providencia
cuidard de que cada uno ocupe en la repiblice el puesto o empleo que le corresponda. Porque seria
cosa bien ridicula el que un nifio a quien la naturaleza dot6 de una feliz memoria, o de una gran
facilidad para escribir bien, pasase de un instante de los empleos de emperador, rey, c6nsul 0 capitan
de escuela, a ejercer tal vez un arte mecanico en su casa, Hevando grabadas en su idea las pomposas
‘ocupaciones del mando y predominio de su aparente grandeza. Seria un milagro que este nino se
quisiera humillar con conformidad al trabajo de su arte, y muy comin el que parase en holgazén y en
tun hombre incémodo a los demas. La naturaleza de un periédico no permite toda la demostracién que
puede hacerse de un ctimulo de consecuencias funestas pata la patria que se siguen de aquéllas. Basta
lo expucsto para cl convencimiento de los que pucden poner remedio al mal.
102Combatiré ahora otro error muy comin o general de nuestras escuelas, de! cual no son menores los
perniciosos efectos, al paso que incluye muchas veces una injusticia de parte de los maestros. Voy a
hablar de la correccién y castigos que se aplican a las faltas que cometen los nifios ya en sus acciones,
ya en su aplicacién y adelanto; entendiéndose, que lo que diga para las escuelas, lo dirijo también a
los padres, tutores y a cualesquiera otros que estén encargados de cultivar aquellas tiernas plantas.
iQuién creeria que en el siglo XIX se aplicase la pena infamante de! azote, impuesta por las leyes
criminales a los malvados, a la correccién y castigo de unos nifios todavia inocentes? {Oh filosoffal
Oh santa raz6n! Venid a iluminar los entendimientos de nuestros Maestros y Padres, para que acaben
de aprender que si, como ellos dicen, la naturaleza humana est corrompida, lejos de reformarla en
los nifios por el azote y la palmeta, segtin pretenden una nueva corrupcién con que acababan de
pervertirla. Un autor filosofo y muy observador decia, que la depravacién de los mas famosos malvados
que se conocian en la historia, habia tenido principio en la misma crueldad de la educacién. Ya es casi
tun axioma que semejantes rudos castigos que aplican el comiin de los padres y maestros, corrompen
lo fisico y moral de los nifios; asi como opinan muchos de los politicos sensatos, de que deben abolirse
de la legislacién de toda naci6n civilizadla las penas y castigos que causen infamia a los delincuentes,
dando por raz6n (en mi concepto bastante juiciosa) de que si las leyes deben dirigir sus conatos, no
solo a castigar los delitos, si no a evitarlos, y corregir al malo para que venga a ser bueno, la infamia
vuelve tan inaitil al que afrent6, que priva a la patria de un miembro, le corrompe para que sea tal vez
peor; y la que es atin més dalaroso, que envuelta en