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Al parecer, el Perú es, actualmente el país de América Latina en el que hay mayor

cantidad de pequeña propiedad. Nuestra lucha principal ya no es contra el latifundio


porque fue derrotado, aunque hay resistencia contra los intentos de resurgimiento de él.
El campo peruano sufrió la pesadilla de 20 años de guerra interna entre el movimiento
guerrillero terrorista de Sendero Luminosos y el ejército. La principal víctima fue el
campesinado indígena, fundamentalmente quechua, que fue masacrado por ambos
bandos.
Sendero Luminosos se alzó contra la opresión a nuestro pueblo, pero sus métodos
sectarios lo condujeron a llevar a cabo matanzas del propio campesinado indígena, de
dirigentes obreros y de dirigentes barriales. 
Sin embargo no es como dice la “Comisión de la Verdad”, que la mayor parte de las
70,000 muertes fueron causadas por SL. Los principales asesinos fueron Fernando
Belaúnde, Alan García y Alberto Fujimori, jefes supremos de las fuerzas armadas y
policiales en tanto presidentes de la república. Los explotadores de nuestro pueblo
aprovecharon la existencia de SL para reprimir cualquier protesta, para asesinar a
opositores de su opresión.
La principal víctima fue el sufrido campesinado quechua del departamento de
Ayacucho, cuyo suelo fue testigo de la derrota de las tropas imperiales españolas por el
ejército bolivariano.
Sendero Luminoso quedó sin el apoyo de la población quechua que reaccionó en contra
de su actuación anticampesina, esa fue la principal causa de su derrota. Es pues gracias
a nuestro pueblo que acabó la pesadilla de la guerra interna.
Luego de eso el campesinado peruano y la población en general, se levantaron contra la
dictadura de Fujimori y expulsaron al tirano.
Ahora el campesinado y el pueblo se recuperan lentamente de ese desastre social que
arrasó a las organizaciones populares. Con heroicos esfuerzos estamos en proceso de
recuperación de la fuerza colectiva, única esperanza para nuestra liberación, lejos del
mesianismo de SL. Construimos organizaciones horizontales dirigidas por la mayoría,
no aparatos verticales como SL donde manda el jefe. La vigorosa lucha de estas
formaciones democráticas que traerá victorias será el único obstáculo capaz de impedir
el resurgimiento de SL o algo parecido. 
Según el último censo realizado por el Instituto Nacional de Estadística e Informática
(INEI), en la región Lambayeque existen un total de 59 mil 102 productores
agropecuarios; de los cuales, más de 25 mil son agricultores -en su mayoría arroceros-
que no cuentan con riego regulado ni tecnificado.

Se trata de productores que poseen menos de 8 hectáreas de cultivo o minifundios que


aún no han optado por cosechar productos alternativos ni mucho menos asociarse para
formar empresas

Precisamente, según el Inei, el número de productores agropecuarios, de acuerdo a su


condición jurídica, son 58 mil 894 personas naturales.

De esta cifra, según la Convención Nacional del Agro Peruano (Conveagro), más del
70% realizaron préstamos para poder iniciar sus campañas agrícolas, manteniendo hasta
la fecha deudas que superan los 50 millones de dólares que en algunos casos los han
obligado a rematar sus tierras.

Los agricultores deben darse cuenta de que los esquemas han cambiado, deben tener una
idea diferente y hacer industria mediante la asociatividad para que puedan de esa
manera procesar sus cultivos sin depender de terceras personas. En la región no pasa de
mil el número de agricultores que se han asociado

El agricultor es el hombre que trabaja día a día, es el que lleva los alimentos a toda la
población, espero que el gobierno así como ayuda a los mineros, a los constructores, a
industriales, a inversionistas, ojalá algún día pueda ayudar y dar financiamiento a
pequeños y medianos campesinos, y no permitir que pierdan sus propiedades, sus
tierras, con hipotecas.

Ante esta ausencia del Estado, el poblador rural considera que esta discriminación no
cambiará en el tiempo, y con estas condiciones de vida normalmente tienen varios hijos,
la mortalidad infantil es alta y lo asumen como parte de su realidad, y por falta de
capacidad de inversión y su resistencia al uso de tecnología externa no mejora su
producción y la amenaza de la desnutrición infantil se consolida en la familia. Pero
también se consolidan sus valores heredados, como la solidaridad, la tolerancia y otros.

Mientras esto sucede en el campo, en la ciudad los temas de desnutrición y pobreza


aparecen como grandes “temas” de desarrollo, se dispone mucho presupuesto, se gasta
en eventos, foros y otros similares, apareciendo grandes propuestas, como, por ejemplo,
que tenemos que hacer obras de infraestructura. La familia campesina está asustada por
la construcción de estas obras de infraestructura y que las mismas impliquen que los
jóvenes sean sacados de la familia rural como mano de obra no calificada, o como
empleadas domésticas.

Ahora la familia rural no solo está desnutrida, sino también está asustada y triste, por la
salida de sus hijos. En ese escenario recibe la visita de gente que le trasmite la necesidad
de tomar las armas para llegar al poder, para así conseguir gobernar juntos,
condicionándolos a que si no están con ellos los matamos; desorientada, la familia
campesina no sabe qué actitud tomar, no sabe a dónde ir. A eso se adiciona la
posibilidad de perder lo único que tiene: su vida y su familia.

Luego aparecen los dirigentes políticos y no necesitan que sean parte de ellos, sino que
voten por él, les prometen protegerlos, devolverles a sus hijos, darles alimentos y ropa.
En ese escenario aparecen los programas sociales asistenciales, adicionando un
sentimiento a la familia campesina de ser inútiles, acrecentando más la desintegración
de su familia.

Esta es una secuencia muy ágil y resumida de la realidad de la familia rural, llegando a
tener familias desintegradas, atemorizadas, inutilizadas, que desalentadas se resumen a
una sola frase: “soy pobre”.

¿Qué tenemos que hacer? Reconstruir la familia rural superando los traumas generados
por agentes externos a sus familias y abrirles una puerta con oportunidades para que
puedan mostrar sus capacidades, para así generar hijos competitivos. Para ello, tenemos
que empezar reconociendo el conocimiento ancestral del hombre del campo, y que los
diseñadores citadinos de desarrollo rural cambien su esquema en sus planes y
programas. Esto va a suceder generándose un modelo en la construcción de este país de
abajo para arriba, es decir que desde las regiones podemos devolverles la fe a las
familias campesinas y eliminar el “beneficio” de la pobreza, evitando que la sea un gran
negocio, sustituyéndola por el beneficio de ser emprendedores.

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