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De esta cifra, según la Convención Nacional del Agro Peruano (Conveagro), más del
70% realizaron préstamos para poder iniciar sus campañas agrícolas, manteniendo hasta
la fecha deudas que superan los 50 millones de dólares que en algunos casos los han
obligado a rematar sus tierras.
Los agricultores deben darse cuenta de que los esquemas han cambiado, deben tener una
idea diferente y hacer industria mediante la asociatividad para que puedan de esa
manera procesar sus cultivos sin depender de terceras personas. En la región no pasa de
mil el número de agricultores que se han asociado
El agricultor es el hombre que trabaja día a día, es el que lleva los alimentos a toda la
población, espero que el gobierno así como ayuda a los mineros, a los constructores, a
industriales, a inversionistas, ojalá algún día pueda ayudar y dar financiamiento a
pequeños y medianos campesinos, y no permitir que pierdan sus propiedades, sus
tierras, con hipotecas.
Ante esta ausencia del Estado, el poblador rural considera que esta discriminación no
cambiará en el tiempo, y con estas condiciones de vida normalmente tienen varios hijos,
la mortalidad infantil es alta y lo asumen como parte de su realidad, y por falta de
capacidad de inversión y su resistencia al uso de tecnología externa no mejora su
producción y la amenaza de la desnutrición infantil se consolida en la familia. Pero
también se consolidan sus valores heredados, como la solidaridad, la tolerancia y otros.
Ahora la familia rural no solo está desnutrida, sino también está asustada y triste, por la
salida de sus hijos. En ese escenario recibe la visita de gente que le trasmite la necesidad
de tomar las armas para llegar al poder, para así conseguir gobernar juntos,
condicionándolos a que si no están con ellos los matamos; desorientada, la familia
campesina no sabe qué actitud tomar, no sabe a dónde ir. A eso se adiciona la
posibilidad de perder lo único que tiene: su vida y su familia.
Luego aparecen los dirigentes políticos y no necesitan que sean parte de ellos, sino que
voten por él, les prometen protegerlos, devolverles a sus hijos, darles alimentos y ropa.
En ese escenario aparecen los programas sociales asistenciales, adicionando un
sentimiento a la familia campesina de ser inútiles, acrecentando más la desintegración
de su familia.
Esta es una secuencia muy ágil y resumida de la realidad de la familia rural, llegando a
tener familias desintegradas, atemorizadas, inutilizadas, que desalentadas se resumen a
una sola frase: “soy pobre”.
¿Qué tenemos que hacer? Reconstruir la familia rural superando los traumas generados
por agentes externos a sus familias y abrirles una puerta con oportunidades para que
puedan mostrar sus capacidades, para así generar hijos competitivos. Para ello, tenemos
que empezar reconociendo el conocimiento ancestral del hombre del campo, y que los
diseñadores citadinos de desarrollo rural cambien su esquema en sus planes y
programas. Esto va a suceder generándose un modelo en la construcción de este país de
abajo para arriba, es decir que desde las regiones podemos devolverles la fe a las
familias campesinas y eliminar el “beneficio” de la pobreza, evitando que la sea un gran
negocio, sustituyéndola por el beneficio de ser emprendedores.