Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Industrias Corporlaes - Clase04
Industrias Corporlaes - Clase04
Introducción
¡Hola colegas!
Iniciamos hoy la segunda clase de la Unidad II, y en este caso nos vamos a centrar en el cuerpo
convertido en una posesión estética (el cuerpo propio atravesado por ideales de belleza,
cuidado en el aseo y buen vestir) y funcional (el cuerpo propio según imperativos de
rendimiento). Ambas exigencias sociales -que el cuerpo se vea y funcione bien-, pasan a
depender de un trato con el sistema de salud. La medicina no sólo tratará de lograr cuerpos
sanos que rindan al máximo de sus potencialidades; para verse bien también habrá que recurrir
a saberes médicos: dietas, gimnasias, y en casos extremos, cirugías estéticas. Para llegar hasta
aquí abordamos, la clase pasada, el concepto de medicalización, y su derrotero histórico, como
uno de los problemas clave del momento contemporáneo en lo que hace a la proliferación de
nuevas máquinas: la cada vez mayor dificultad para circunscribir la presencia de la técnica a un
elemento específico o a una práctica aislable. Vimos cómo se fue intensificando la intervención
sobre la vida por parte de un sistema técnico cada vez más complejo e interrelacionado y que
opera desde múltiples ángulos. En efecto, los sistemas técnicos modernos se caracterizan por
estar compuestos por varias máquinas que se fabrican y adquieren por separado, pero que no
tienen sentido de ser sino juntas: es el caso, por ejemplo, de una pantalla y una CPU
(computadora doméstica) o de una consola de grabación y un panel de aislación sonora, cuyo
ensamblaje como máquina única se da en el estudio de grabación. El cuerpo queda colocado
como un elemento más en este ensamblaje de máquinas, lo cual se explica retrotrayéndonos al
momento en que se hizo más visible y recurrente la comparación entre el cuerpo humano y la
máquina.
Por todas estas razones, podemos afirmar que objetos técnicos muy recientes tienen la potencia
de poner en jaque posiciones muy afianzadas en la cultura occidental, entre ellas las que
sostienen una noción de hombre esencial y prístino, incontaminado de sus técnicas. Esta
posición supone que primero estuvo el hombre, como animal dotado de razón, y luego el reino
de las técnicas, abierto por él para docilizar al mundo y modelarlo en función de su habitar. Los
objetos técnicos serían entonces un plus sobre el mundo, un excedente superfluo, aunque a
veces sean necesarios cuando su uso ayuda a remediar alguna supuesta insuficiencia biológica.
Esta visión del hombre y de sus técnicas supone que el hombre domina sus máquinas y
mantiene con ellas relaciones instrumentales, que el mejor uso de la máquina es el de “servir”
sin sobrepasar su función y lugar que les fueron asignados por el hombre. Sin embargo, cuando
el objeto técnico se emancipa al punto de fundirse con el cuerpo, como en el caso de algunas
prótesis que mencionamos, ese supuesto hace aguas al quedar en evidencia una tercera zona
indistinguible que supera el dualismo hombre-máquina.
Estos procesos culturales, de enorme complejidad, tienen incidencia en la autopercepción
humana. Esos nuevos pensamientos sobre el hombre se evidencian precisamente en las
prácticas de generaciones recientes, que crecieron al amparo de las nuevas formas técnicas.
En esta clase, entonces, veremos cómo se termina de modelar la identidad en el siglo XX a
partir de cambios en los modos de presión sobre los cuerpos, que provienen de otros tantos
Página | 1
cambios en los procesos laborales. Analizaremos a qué dispositivos comienza a remitirse la forja
de identidad y qué rol tiene, en su apuntalamiento, la cultura de la imagen que desarrollamos
en la Unidad I. Por último, y en función de una necesidad de evasión cada vez más explicitada,
plantearemos dos caminos que ya hemos mencionado: el sostén mediante drogas legales e
ilegales y la mercantilización de la apariencia como carta de triunfo social. Ambos aspectos,
postulamos a modo de hipótesis, tienen gran relevancia para comprender conductas de la
juventud y su interacción bajo diversos modos que llamaremos técnicos.
Página | 2
y Japón se convirtieron dos décadas después en potencias económicas) dio un impulso a las
mutaciones en los procesos laborales. De estas dos naciones vencidas provino una batería de
reformas que hoy se asocian a la flexibilización. Y de Oriente comenzaron a llegar productos
más baratos, pues en algunos países la producción recurrió y recurre aún a formas de trabajo
esclavo y semiesclavo (como sucede hoy en China, por ejemplo). Los países occidentales
reaccionaron despidiendo obreros y flexibilizando mano de obra en general. Ante contextos de
crisis cada vez más agudos, y de los que ninguna nación estaba exenta más allá de los
elementos que tuviera para enfrentarlos, el individuo occidental comenzó a sentir que no podía
anclar su identidad a una profesión (cuando a veces se formaba siguiendo una vocación aunque
luego no conseguía un empleo que le permitiera vivir acorde con esa elección); tampoco podía
anclarla a la estabilidad de un trabajo, pues la idea de que se entraba a trabajar en un lugar y,
si las cosas se hacían bien, uno se jubilaba en el mismo empleo, comenzó a no verificarse. Más
allá de los méritos y deméritos, los trabajadores del último cuarto del siglo XX (occidentales y
no occidentales) tuvieron que hacer un duro aprendizaje: que la buena conducta podía ser
premiada con el despido, que el tiempo de prueba en un trabajo podía extenderse por varios
años, que los beneficios sociales podían no llegar nunca y que aun los Estados habrían de hacer
contratos basura para incorporar trabajadores, y esto, sin aplicar ningún arte del disimulo.
Lo invitamos a leer
Ensayo: La corrosión del carácter
“La cultura moderna del riesgo se caracteriza porque no moverse es sinónimo de fracaso,
y la estabilidad parece casi una muerte en vida. Por lo tanto, el destino importa menos
que el acto de partir. Inmensas fuerzas económicas y sociales dan forma a la insistencia
de marcharse; el desorden de las instituciones, el sistema de producción flexible,
realidades materiales que se hacen a la mar. Quedarse quieto equivale a quedar fuera de
juego (…) El riesgo es una prueba de carácter: lo importante es hacer el esfuerzo,
aprovechar la oportunidad, aun cuando sepamos que estamos condenados a fracasar,
una actitud que se ve reforzada por un fenómeno psicológico común”. Richard Sennett
(2000). La corrosión del carácter. Barcelona: Anagrama.
La lógica del “sálvese quien pueda” de estos nuevos contextos laborales –que a su vez se
amparaban en la existencia de eternas crisis– tuvo como efecto inmediato una serie de nuevas
presiones sobre los cuerpos. La primera de ellas tiene que ver con el arcaico y básico temor a
ser despedido si no se cumple con las demandas del contratante. Es decir que, por temor a
perder el trabajo, los individuos de los contextos de las décadas del ochenta y del noventa del
siglo XX, cuando ya este panorama duraba al menos dos décadas y no se avizoraba mejora
evidente, volvieron a responder a demandas sin medida y a horarios extenuantes, a
pretensiones de rendimiento imposibles y a una evaluación de la conducta casi segundo a
segundo debido al perfeccionamiento (permitido por las máquinas) de los métodos estadísticos
Página | 3
de control de trabajo. Era lo que Gilles Deleuze denominó, en 1990, “sociedad de control”: un
nuevo tipo de sociedad que para él constituía el relevo de la sociedad disciplinaria y cuyos
mecanismos eran mucho más opresivos en la medida en que eran técnicos, o maquínicos, y en
la medida en que no daban expresión a una pulsión por la disciplina y por la extracción de
saber-poder de los sometidos sino que operaban por exhibición y endeudamiento voluntario por
parte de los controlados, que además aceptan las nuevas reglas porque quieren ser
“motivados”. Según este planteo de Deleuze, la crisis de las sociedades de encierro se
manifiesta en la crisis de las instituciones, y queda en evidencia por la permanente necesidad
de rever sus lógicas y funcionamiento. Que en la mayor parte de las naciones occidentales haya
permanentemente –y no de forma excepcional– planes de reforma de las salud, de las cárceles,
de la educación, etcétera, no es sino un signo inequívoco de que algo en ese planteo moderno
ya no logra lo que antes se lograba en términos de interpelación.
Página | 4
La necesidad de evasión
Una de las ideas que más interpeló al individuo, en el sentido de obedecer el camino que para él
había diseñado la sociedad moderna, era la idea del trabajo. El trabajo se veía como necesario
para la subsistencia, pero sobre todo confería dignidad. Si ese trabajo representaba además la
vocación del individuo, entonces el trabajo tenía que ver con su realización, es decir, con una
suerte de consumación en acto, de una potencia contenida en la fuerza humana de estar en el
mundo. Pero hacia la década del setenta las cosas cambiaron. La idea de que ningún trabajo
duraría de por vida pasó a ser un lugar común. Se asumió que la formación vocacional no
necesariamente tendría que ver con la actividad de sustento económico, tal como había sido por
siglos y siglos, y tal como sería –al parecer– por los tiempos subsiguientes, exceptuando el
breve interregno de optimismo moderno en el que se pretendió que todos los hombres se
realizasen a través de su trabajo. Esta decepción respecto del trabajo dio como resultado una
cada vez mayor disociación entre tiempo de trabajo y tiempo de vida. Hoy podemos decir que al
individuo le gusta imaginar que su verdadera vida comienza cuando termina su horario laboral.
El cuerpo sigue esta extraña disociación: es una suerte de cuerpo ajeno en la órbita del trabajo,
un cuerpo maquínico, que cumple su labor con discreción y sin demasiadas rebeldías; ese
cuerpo pasa a ser “el propio cuerpo” cuando termina el horario de trabajo, al abrirse el reino de
la libertad. ¿Pero qué desea ese cuerpo extenuado cuando termina ese horario laboral en el que
se sintió permanente disociado en su deseo, reprimido en su voluntad de hacer de sí otra cosa?
Ese cuerpo precisa evasión.
Ya hemos visto el enorme sistema industrial de imágenes que se abre en el siglo XIX. El siglo
XX perfeccionará ese sistema hasta límites asombrosos. Pero luego también están los artefactos
técnicos que hacen la vida hogareña más amigable y que evitan que ese cuerpo se siga
desgastando, ahora, dedicado a las tareas de manutención de la propia vida; para que ese
cuerpo llegue bien al inicio de una nueva jornada de trabajo, lavarropas, aspiradoras,
lavavajillas, cafeteras eléctricas, y una larga serie de artefactos domésticos buscan alivianar el
Página | 5
cuerpo de ulteriores tareas que sumarían mayor desgaste. El complemento perfecto de estas
máquinas del confort son los artefactos de entretenimiento que continúan la idea de solaz a
través de la mirada: pantallas televisivas, en primera instancia, y más adelante pantallas de
toda índole. A eso habrá que sumarle modos de comunicación a larga distancia, como el
teléfono, para cimentar la idea de que, cuando se entra a la propia casa, todo debe converger
allí y no salirse más al espacio público. Con esta composición doméstica tenemos preparado el
panorama que permite comprender el actual formato de hogar como central de transmisiones,
lugar de emisión y recepción de signos. Y al igual que el espacio privado, también se reorganiza
el espacio público, que se ajusta a aquello que se ha denominado “espacio global”.
Página | 6
al arcón de los recuerdos a todos aquellos modos sostenidos desde la interioridad con que la
Modernidad había postulado forjar el carácter, en síntesis, hacer el cultivo de sí.
A modo de cierre
Los cambios que se pusieron en marcha en las sociedades occidentales de posguerra, y que se
extendieron a la mayor parte de las no occidentales, tuvieron que ver con la reorganización de
la práctica social del trabajo. Esta reorganización, bajo una aparente flexibilidad liberadora, se
constituyó en la flexibilización de la mano de obra más brutal de la que se tuviese noticia en los
pasados doscientos años. Como corolario de cambios ya iniciados, surgen las áreas de Recursos
Humanos, que imponen sus valores para la tasación del hombre en el mercado de trabajo.
Frente a estas presiones cada vez más desmesuradas, se potencia la evasión de dos maneras:
por un lado, la evasión del quehacer doméstico, que desgasta el cuerpo aun más, mediante la
adquisición de máquinas de confort; por otro lado, la evasión mediante el ocio y el
entretenimiento que, en el marco de una cultura de la imagen, adquiere la forma de actividades
frente a una pantalla.
Todos estos mecanismos son modos de producción de lo humano y se estructuran en base al
dualismo que trabajamos en la clase precedente, porque suponen que hay un cuerpo
extenuado, pero también un espíritu agotado, y que hay que suministrar alivio al primero y
diversión al segundo. En síntesis, el modo de producción de lo humano que se sugiere desde los
espacios de ocio o no laborales supone un cuerpo pasivo, que ya no trabaja en términos de
Página | 7
aplicación de fuerzas en el hogar, sino que descansa, que se sienta, que se acuesta, mientras
los ojos contemplan. Veremos, sin embargo, que ese cuerpo también se siente obligado a
seguirse modelando a través del deporte y que debe cultivarse para seguir dando una buena
imagen. En la primera clase de la próxima Unidad, veremos cómo se estructura la denominada
sociedad del espectáculo, y cómo crecen en ella las denominadas culturas juveniles.
BIBLIOGRAFÍA
Colectivo Situaciones (2006). “Sobre las fábricas de la charla. Encuentro con Paolo
Virno”. En¿Quién habla? Lucha contra la esclavitud del alma en los call centers. Buenos
Aires: Tinta Limón.
Rodríguez, Pablo (2009). La cadena de montaje de la expresión. La comunicación en
los procesos laborales contemporáneos. En Revista Austral de Ciencias Sociales nº 16.
Valdivia: Facultad de Filosofía y Humanidades, Instituto de Ciencias Sociales,
Universidad Austral de Chile. Pp. 89-112.
Página | 8
Otros textos citados en la clase
Bookchin, Murray (1993). Ecología de la libertad. Buenos Aires: Altamira.
Deleuze, Gilles (1991). “Posdata a las sociedades de control”. En Christian Ferrer
(comp.), El lenguaje libertario. Montevideo: Nordan].
Sennett, Richard (2000). La corrosión del carácter. Barcelona: Anagrama.
Sloterdijk, Peter (2001). “Derniers hommes et anges vides”, en Essaie d’intoxication
volontaire. Diálogo con Carlos Oliveira. París: Pluriel [Traducción del fragmento citado de
Margarita Martínez.
ACTIVIDADES
Para abordar lo trabajado en la clase sugerimos:
1. Leer la entrevista a Paolo Virno citada en la bibliografía.
2. Construir la Wiki.
Recuperando lo trabajado en la clase y la bibliografía, tomando como referencia especialmente
el texto de Paolo Virno, elaboren un texto interactivo donde ilustren las condiciones del trabajo
hoy en día. Pueden incluir imágenes y videos. Algunos items que podrían ser tratados en el
texto colaborativo:
- tipos de resistencia en los conflictos laborales;
- representación de la figura de autoridad;
- paralelismos entre la resistencia laboral y la resistencia juvenil en el seno de las instituciones
disciplinarias (fábrica, escuela).
La creación y posterior complejización de las áreas de recursos humanos, ¿cree que trajeron
aparejado un posterior aumento en el rendimiento de la mano de otra asalariada? ¿Por qué?
¿Cree que las mutaciones culturales suscitadas por las nuevas formas técnicas pueden estar en
Página | 9
el origen de una nueva forma de considerar lo humano?
¿Qué aspectos de la personalidad suelen evaluar los test que se realizan a los aspirantes a un
trabajo en el área de Recursos Humanos? ¿Por qué cree que se eligen esos aspectos y no otros?
¿Estima coincidentes o discordantes la idea de futuro y de progreso construida desde los medios
masivos y la idea de futuro y progreso construida en la escuela? ¿Por qué?
Página | 10