Está en la página 1de 10

MARZO-ABRIL-MAYO 2014

ESPECIALIZACIÓN EN PROBLEMÁTICAS DE LAS CIENCIAS SOCIALES Y SU ENSEÑANZA

LAS INDUSTRIAS CORPORALES: EL DOMINIO DE LA IMAGEN, CULTURA JUVENIL E


INTERVENCIÓN TÉCNICA

Unidad 02. Cuerpo espectacular, intervenido, productivo


Clase 04
El cuerpo, posesión estética y funcional

Introducción
¡Hola colegas!
Iniciamos hoy la segunda clase de la Unidad II, y en este caso nos vamos a centrar en el cuerpo
convertido en una posesión estética (el cuerpo propio atravesado por ideales de belleza,
cuidado en el aseo y buen vestir) y funcional (el cuerpo propio según imperativos de
rendimiento). Ambas exigencias sociales -que el cuerpo se vea y funcione bien-, pasan a
depender de un trato con el sistema de salud. La medicina no sólo tratará de lograr cuerpos
sanos que rindan al máximo de sus potencialidades; para verse bien también habrá que recurrir
a saberes médicos: dietas, gimnasias, y en casos extremos, cirugías estéticas. Para llegar hasta
aquí abordamos, la clase pasada, el concepto de medicalización, y su derrotero histórico, como
uno de los problemas clave del momento contemporáneo en lo que hace a la proliferación de
nuevas máquinas: la cada vez mayor dificultad para circunscribir la presencia de la técnica a un
elemento específico o a una práctica aislable. Vimos cómo se fue intensificando la intervención
sobre la vida por parte de un sistema técnico cada vez más complejo e interrelacionado y que
opera desde múltiples ángulos. En efecto, los sistemas técnicos modernos se caracterizan por
estar compuestos por varias máquinas que se fabrican y adquieren por separado, pero que no
tienen sentido de ser sino juntas: es el caso, por ejemplo, de una pantalla y una CPU
(computadora doméstica) o de una consola de grabación y un panel de aislación sonora, cuyo
ensamblaje como máquina única se da en el estudio de grabación. El cuerpo queda colocado
como un elemento más en este ensamblaje de máquinas, lo cual se explica retrotrayéndonos al
momento en que se hizo más visible y recurrente la comparación entre el cuerpo humano y la
máquina.
Por todas estas razones, podemos afirmar que objetos técnicos muy recientes tienen la potencia
de poner en jaque posiciones muy afianzadas en la cultura occidental, entre ellas las que
sostienen una noción de hombre esencial y prístino, incontaminado de sus técnicas. Esta
posición supone que primero estuvo el hombre, como animal dotado de razón, y luego el reino
de las técnicas, abierto por él para docilizar al mundo y modelarlo en función de su habitar. Los
objetos técnicos serían entonces un plus sobre el mundo, un excedente superfluo, aunque a
veces sean necesarios cuando su uso ayuda a remediar alguna supuesta insuficiencia biológica.
Esta visión del hombre y de sus técnicas supone que el hombre domina sus máquinas y
mantiene con ellas relaciones instrumentales, que el mejor uso de la máquina es el de “servir”
sin sobrepasar su función y lugar que les fueron asignados por el hombre. Sin embargo, cuando
el objeto técnico se emancipa al punto de fundirse con el cuerpo, como en el caso de algunas
prótesis que mencionamos, ese supuesto hace aguas al quedar en evidencia una tercera zona
indistinguible que supera el dualismo hombre-máquina.
Estos procesos culturales, de enorme complejidad, tienen incidencia en la autopercepción
humana. Esos nuevos pensamientos sobre el hombre se evidencian precisamente en las
prácticas de generaciones recientes, que crecieron al amparo de las nuevas formas técnicas.
En esta clase, entonces, veremos cómo se termina de modelar la identidad en el siglo XX a
partir de cambios en los modos de presión sobre los cuerpos, que provienen de otros tantos

Página | 1
cambios en los procesos laborales. Analizaremos a qué dispositivos comienza a remitirse la forja
de identidad y qué rol tiene, en su apuntalamiento, la cultura de la imagen que desarrollamos
en la Unidad I. Por último, y en función de una necesidad de evasión cada vez más explicitada,
plantearemos dos caminos que ya hemos mencionado: el sostén mediante drogas legales e
ilegales y la mercantilización de la apariencia como carta de triunfo social. Ambos aspectos,
postulamos a modo de hipótesis, tienen gran relevancia para comprender conductas de la
juventud y su interacción bajo diversos modos que llamaremos técnicos.

La crisis del trabajo


No fue solamente la crisis del ‟30 o la debacle posterior a la Segunda Guerra las que obligaron a
una toma de conciencia acerca de que las promesas de la Modernidad, en cuanto a una mejora
indiscutible de las condiciones de vida para todos los hombres, no iban a cumplirse. Tampoco
brindarían una respuesta totalmente satisfactoria los análisis ni las preguntas acerca de las
condiciones que posibilitaron lo que ocurrió en Europa. Quedó claro, de pronto y más bien
pragmáticamente, que el sistema de acumulación no podía funcionar de modo indefinido, que
las crisis cíclicas iban a jalonar cualquier rueda productiva en cualquier Estado. Algunos
fenómenos sociales derivados de los cambios en la organización del trabajo habían dado la
pauta de que esto podía suceder. Los mencionaremos someramente.
Desde fines del siglo XIX y hasta entrado el siglo XX se produjo una serie de cambios en los
procesos laborales que tuvo como resultado la precarización de la mano de obra. Uno de esos
cambios fue lo que se denomina taylorismo, que implica, a grandes trazos, la descomposición
del proceso de producción industrial en una serie tareas en manos de distintos obreros que irán
componiendo por partes un producto a ensamblarse después.
En segundo lugar, el fordismo, responsable de la introducción
de la cadena de montaje. El taylorismo y fordismo lograron
torcerle el brazo a la mejor arma que tenían los obreros para
negociar sus condiciones de trabajo: el denominado saber de
oficio. Al “partirse” ese saber en varios saberes menores, fue
cada vez más sencillo capacitar trabajadores, por ende fue
cada vez más sencillo reemplazar mano de obra si había que
despedir una parte de la planta por huelguista, díscola o
insubordinada. La fragmentación del proceso de producción
tuvo un impacto directo en la subjetividad del trabajador: el
obrero ya no podía enorgullecerse de saber cómo se hacía un
producto en la totalidad de su proceso industrial. El saber
obrero pasó a estar fuera de cada obrero en particular para
estar en toda la clase obrera: cada uno de los obreros apenas Línea de montaje de la fábrica Ford
sabía lo necesario para realizar una pequeña parte del complejo
proceso productivo. En términos objetivos, estos cambios favorecieron los desplazamientos de
mano de obra que comenzaba a exigir el capital global, pues el hecho de que la fabricación se
simplificara, en términos del saber que debía poseer cada obrero, sumado al hecho de que las
fábricas comenzaban a transnacionalizarse (es decir que las diferentes partes comenzaban a
fabricarse en diferentes países para ser ensambladas en otro que no tenía nada que ver con el
proceso inicial), esto hacía que fuera más sencillo absorber capital humano, mano de obra,
recursos humanos –o cualquiera de las denominaciones con las que el capitalismo acostumbró a
referirse a los hombres– de cualquier procedencia y en un tiempo récord.
Esto significaba que un obrero, hacia mediados del siglo XX, no tenía las mismas razones para
sentirse orgulloso que las de su par en el siglo XIX. Tampoco podía negociar con la misma
fuerza ni con los mismos argumentos sus condiciones de trabajo. A esto se le sumaba la
inestabilidad financiera mundial de posguerra que daba otro elemento de preocupación a los
obreros: comenzaba lo que habría de llamarse la flexibilización laboral de la segunda mitad del
siglo XX. En efecto, la reorganización del sistema financiero en la posguerra, que supuso ayuda
económica para los países vencidos y su rápida y masiva industrialización (por la cual Alemania

Página | 2
y Japón se convirtieron dos décadas después en potencias económicas) dio un impulso a las
mutaciones en los procesos laborales. De estas dos naciones vencidas provino una batería de
reformas que hoy se asocian a la flexibilización. Y de Oriente comenzaron a llegar productos
más baratos, pues en algunos países la producción recurrió y recurre aún a formas de trabajo
esclavo y semiesclavo (como sucede hoy en China, por ejemplo). Los países occidentales
reaccionaron despidiendo obreros y flexibilizando mano de obra en general. Ante contextos de
crisis cada vez más agudos, y de los que ninguna nación estaba exenta más allá de los
elementos que tuviera para enfrentarlos, el individuo occidental comenzó a sentir que no podía
anclar su identidad a una profesión (cuando a veces se formaba siguiendo una vocación aunque
luego no conseguía un empleo que le permitiera vivir acorde con esa elección); tampoco podía
anclarla a la estabilidad de un trabajo, pues la idea de que se entraba a trabajar en un lugar y,
si las cosas se hacían bien, uno se jubilaba en el mismo empleo, comenzó a no verificarse. Más
allá de los méritos y deméritos, los trabajadores del último cuarto del siglo XX (occidentales y
no occidentales) tuvieron que hacer un duro aprendizaje: que la buena conducta podía ser
premiada con el despido, que el tiempo de prueba en un trabajo podía extenderse por varios
años, que los beneficios sociales podían no llegar nunca y que aun los Estados habrían de hacer
contratos basura para incorporar trabajadores, y esto, sin aplicar ningún arte del disimulo.

Lo invitamos a leer
Ensayo: La corrosión del carácter

“La cultura moderna del riesgo se caracteriza porque no moverse es sinónimo de fracaso,
y la estabilidad parece casi una muerte en vida. Por lo tanto, el destino importa menos
que el acto de partir. Inmensas fuerzas económicas y sociales dan forma a la insistencia
de marcharse; el desorden de las instituciones, el sistema de producción flexible,
realidades materiales que se hacen a la mar. Quedarse quieto equivale a quedar fuera de
juego (…) El riesgo es una prueba de carácter: lo importante es hacer el esfuerzo,
aprovechar la oportunidad, aun cuando sepamos que estamos condenados a fracasar,
una actitud que se ve reforzada por un fenómeno psicológico común”. Richard Sennett
(2000). La corrosión del carácter. Barcelona: Anagrama.

Para reflexionar. La corrosión del carácter es un concepto que acuñó el


sociólogo norteamericano Richard Sennett para aludir a los impactos en la
personalidad de las sociedades laboralmente flexibilizadas. ¿Piensa que la
precariedad laboral tiene impacto en la constitución del carácter? ¿Cree que
tiene un impacto en la formación del carácter de jóvenes que han vivido, desde
que tienen memoria, en una sociedad flexibilizada? ¿Cómo percibe la opinión de
las personas jóvenes respecto del mundo laboral que transitan o que les espera?

La lógica del “sálvese quien pueda” de estos nuevos contextos laborales –que a su vez se
amparaban en la existencia de eternas crisis– tuvo como efecto inmediato una serie de nuevas
presiones sobre los cuerpos. La primera de ellas tiene que ver con el arcaico y básico temor a
ser despedido si no se cumple con las demandas del contratante. Es decir que, por temor a
perder el trabajo, los individuos de los contextos de las décadas del ochenta y del noventa del
siglo XX, cuando ya este panorama duraba al menos dos décadas y no se avizoraba mejora
evidente, volvieron a responder a demandas sin medida y a horarios extenuantes, a
pretensiones de rendimiento imposibles y a una evaluación de la conducta casi segundo a
segundo debido al perfeccionamiento (permitido por las máquinas) de los métodos estadísticos

Página | 3
de control de trabajo. Era lo que Gilles Deleuze denominó, en 1990, “sociedad de control”: un
nuevo tipo de sociedad que para él constituía el relevo de la sociedad disciplinaria y cuyos
mecanismos eran mucho más opresivos en la medida en que eran técnicos, o maquínicos, y en
la medida en que no daban expresión a una pulsión por la disciplina y por la extracción de
saber-poder de los sometidos sino que operaban por exhibición y endeudamiento voluntario por
parte de los controlados, que además aceptan las nuevas reglas porque quieren ser
“motivados”. Según este planteo de Deleuze, la crisis de las sociedades de encierro se
manifiesta en la crisis de las instituciones, y queda en evidencia por la permanente necesidad
de rever sus lógicas y funcionamiento. Que en la mayor parte de las naciones occidentales haya
permanentemente –y no de forma excepcional– planes de reforma de las salud, de las cárceles,
de la educación, etcétera, no es sino un signo inequívoco de que algo en ese planteo moderno
ya no logra lo que antes se lograba en términos de interpelación.

Los invitamos a leer


Ensayo: Fragmento Posdata a las sociedades de control
“Los encierros son moldes, módulos distintos, pero los controles son modulaciones, como
un molde autodeformante que cambiaría continuamente, de un momento al otro, o como
un tamiz cuya malla cambiaría de un punto al otro. Esto se ve bien en la cuestión de los
salarios: la fábrica era un cuerpo que llevaba a sus fuerzas interiores a un punto de
equilibrio: lo más alto posible para la producción, lo más bajo posible para los salarios;
pero, en una sociedad de control, la empresa ha reemplazado a la fábrica, y la empresa
es un alma, un gas (…) La fábrica constituía a los individuos en cuerpos, por la doble
ventaja del patrón que vigilaba a cada elemento en la masa, y de los sindicatos que
movilizaban una masa de resistencia; pero la empresa no cesa de introducir una rivalidad
inexplicable como sana emulación, excelente motivación que opone a los individuos entre
ellos y atraviesa a cada uno, dividiéndolo en sí mismo. El principio modular del “salario al
mérito” no ha dejado de tentar a la propia educación nacional: en efecto, así como la
empresa reemplaza a la fábrica, la formación permanente tiende a reemplazar a la
escuela, y la evaluación continua al examen. Lo cual constituye el medio más seguro
para librar la escuela a la empresa”.
Deleuze, Gilles (1991). “Posdata a las sociedades de control”. En Christian Ferrer
(comp.), El lenguaje libertario. Montevideo: Nordan.

En efecto, como mencionamos en la segunda clase, la educación se concebía como una


operación de modelamiento o producción del carácter y del cuerpo. En suma, era una suerte de
trabajo sobre la materialidad de cada individuo. Las personas que debían ser educadas se
concebían como materias blandas (en el caso de personas jóvenes) y dóciles a la manipulación
que les daría la forma de sujetos educados. Y los educadores, personas que ya habían pasado
por esos procesos y habían asimilado los valores de verdad que sostenía esa sociedad, eran los
responsables del modelamiento en función de esos mismos valores. El espacio en el que
sucedían estos procesos era la escuela, fundamentalmente el aula. Dentro de la actual crisis
educativa, acordamos en que algunos cambios alivianaron la rigidez de las jerarquías: ni el
estudiante se concibe como materia pasiva a modelar, ni el formador como alguien que ya está
definitivamente “formado” para la tarea. Sin embargo, nuevos problemas se avizoran y los
abordaremos en la Unidad III. Por ahora diremos que la crisis del aula y la crisis de la escuela
tienen mucho que ver con la crisis del trabajo, pues ambas expresan la crisis más general del
modelo moderno.

Página | 4
La necesidad de evasión
Una de las ideas que más interpeló al individuo, en el sentido de obedecer el camino que para él
había diseñado la sociedad moderna, era la idea del trabajo. El trabajo se veía como necesario
para la subsistencia, pero sobre todo confería dignidad. Si ese trabajo representaba además la
vocación del individuo, entonces el trabajo tenía que ver con su realización, es decir, con una
suerte de consumación en acto, de una potencia contenida en la fuerza humana de estar en el
mundo. Pero hacia la década del setenta las cosas cambiaron. La idea de que ningún trabajo
duraría de por vida pasó a ser un lugar común. Se asumió que la formación vocacional no
necesariamente tendría que ver con la actividad de sustento económico, tal como había sido por
siglos y siglos, y tal como sería –al parecer– por los tiempos subsiguientes, exceptuando el
breve interregno de optimismo moderno en el que se pretendió que todos los hombres se
realizasen a través de su trabajo. Esta decepción respecto del trabajo dio como resultado una
cada vez mayor disociación entre tiempo de trabajo y tiempo de vida. Hoy podemos decir que al
individuo le gusta imaginar que su verdadera vida comienza cuando termina su horario laboral.

Los invitamos a leer


Fragmento de Murray Bookchin

“Para la mentalidad moderna, el trabajo es una actividad abstracta y rarificada, un


proceso extrínseco a las nociones humanas de genuina autorrealización. Uno „va a
trabajar‟ como un condenado; „va‟ al lugar de confinamiento: el lugar de trabajo es poco
más que una institución penal en la que la mera existencia debe pagar un precio en
forma de un trabajo inconsciente. Expresiones tales como „un trabajo de 9 a 5‟ resultan
altamente reveladoras: nos dicen que el trabajo es externo a la „vida real‟, sea lo que
ésta fuere. „Medimos‟ el trabajo en horas, productos y eficiencia, pero rara vez lo
comprendemos como una actividad humana concreta”
Bookchin, Murray (1993). Ecología de la libertad. Buenos Aires: Altamira.

Para ampliar. Estas temáticas están presentes en múltiples creaciones


artísticas. El cine nos aporta ejemplos de esta compleja relación del trabajo y el
tiempo de vida, y por ello invitamos a ver la película Recursos Humanos, de
Laurent Cantet. La poesía y la música, como en el caso de la canción de Víctor
Jara, “Te recuerdo Amanda” también recurren a esta temática.

El cuerpo sigue esta extraña disociación: es una suerte de cuerpo ajeno en la órbita del trabajo,
un cuerpo maquínico, que cumple su labor con discreción y sin demasiadas rebeldías; ese
cuerpo pasa a ser “el propio cuerpo” cuando termina el horario de trabajo, al abrirse el reino de
la libertad. ¿Pero qué desea ese cuerpo extenuado cuando termina ese horario laboral en el que
se sintió permanente disociado en su deseo, reprimido en su voluntad de hacer de sí otra cosa?
Ese cuerpo precisa evasión.
Ya hemos visto el enorme sistema industrial de imágenes que se abre en el siglo XIX. El siglo
XX perfeccionará ese sistema hasta límites asombrosos. Pero luego también están los artefactos
técnicos que hacen la vida hogareña más amigable y que evitan que ese cuerpo se siga
desgastando, ahora, dedicado a las tareas de manutención de la propia vida; para que ese
cuerpo llegue bien al inicio de una nueva jornada de trabajo, lavarropas, aspiradoras,
lavavajillas, cafeteras eléctricas, y una larga serie de artefactos domésticos buscan alivianar el

Página | 5
cuerpo de ulteriores tareas que sumarían mayor desgaste. El complemento perfecto de estas
máquinas del confort son los artefactos de entretenimiento que continúan la idea de solaz a
través de la mirada: pantallas televisivas, en primera instancia, y más adelante pantallas de
toda índole. A eso habrá que sumarle modos de comunicación a larga distancia, como el
teléfono, para cimentar la idea de que, cuando se entra a la propia casa, todo debe converger
allí y no salirse más al espacio público. Con esta composición doméstica tenemos preparado el
panorama que permite comprender el actual formato de hogar como central de transmisiones,
lugar de emisión y recepción de signos. Y al igual que el espacio privado, también se reorganiza
el espacio público, que se ajusta a aquello que se ha denominado “espacio global”.

Programa de Canal Encuentro. Espacios globales


Desde minuto 10:05 hasta minuto 12:56
Desde minuto 14:58 hasta minuto 15:46
http://www.youtube.com/watch?v=wMIRtyKGSJY

El hogar, señalaba el alemán Peter Sloterdijk, es esa central de transmisiones donde un


individuo solitario se entrega a vínculos virtuales que no exhiben sino otras tantas caras de ese
yo que se reconstruye una y mil veces. Muchas políticas públicas, en Argentina pero también en
otros países, promueven la presencia de la técnica en los hogares, pues hoy esta presencia es
inescindible de la participación de múltiples instancias sociales. Pero es muy distinto hacer la
historia del hogar como central de emisión y recepción cuando se ha vivido este proceso en sus
albores, que leer sobre este mismo proceso cuando se ha nacido en el seno de una cultura
digital. Del mismo modo no es igual el cimbronazo que supone el cambio en el mercado laboral
para quien vivió un mercado laboral estable que para quien nació en la era de la flexibilización.
Y en este sentido, la entrada al mundo digital representa también la posibilidad de ver y ser
visto en un mercado de trabajo. Veamos, por ejemplo, qué panorama externo ofrece la
actualidad para alguien que realiza sus estudios secundarios: enormes dificultades para
completar una formación en un contexto económico degradado en el cual es cada vez más difícil
tener un trabajo para poder financiarse los estudios; existe poca o ninguna garantía de poder
desempeñarse en el oficio o profesión elegida, una vez finalizados los estudios; con mayor o
menor éxito en este último punto, existe poca o ninguna garantía de poder solventar la vida con
un trabajo. Asumir dos o tres trabajos puede ser moneda corriente. La identidad, a todas luces,
no puede pivotear entre todas estas instancias. Esa identidad necesariamente tiene que
anclarse en otro lado.
Este otro lado tiene que ver, precisamente, con todo aquello que supone una evasión de este
duro contexto laboral: el espacio de la “verdadera vida”, de los gustos, de las elecciones; el
espacio en el cual la “esencia”, la “subjetividad” se pueden expresar como no es posible hacerlo
en un trabajo en el que se siguen reglas y en el que, pese a ser progresivamente incorporados
en los discursos de las áreas de RRHH, los gustos singulares siguen avasallados por una
conducta normalizada de la que no es posible salirse. Los discursos de comprensión y
consideración del otro que esgrimen algunos empleadores o contratistas no hacen sino
enmascarar procesos de avasallamiento cada vez más pérfidos y complejos. Pero estos
dispositivos de evasión hacia las zonas de modelamiento del yo identitario no están exentos de
lo que Deleuze veía como un enorme corrimiento hacia el mercado: el hecho de que esa
identidad, modelada según ciertos gustos y elecciones, es una identidad lograda a partir de
comprar ciertos bienes que hacen patentes determinados gustos y elecciones. En suma, la
elección de atributos identitarios se puede realizar como la elección de cualquier producto de
góndola, y esto no sólo por la cada vez mayor envergadura de la industria cultural, sino por la
propia conversión del hombre en modelo a adquirirse en el supermercado.
Pocas veces ha sido más compleja la necesidad de evasión que en tiempos de la industria de lo
humano, pues se trata de una fuga hacia una interioridad que se cimenta desde una
exterioridad, o aún más, desde ciertos atributos que se adquieren en el mercado y que relegan

Página | 6
al arcón de los recuerdos a todos aquellos modos sostenidos desde la interioridad con que la
Modernidad había postulado forjar el carácter, en síntesis, hacer el cultivo de sí.

La producción del recurso humano


La técnica contemporánea es responsable de la creación de terminologías lingüísticas que
mucho dicen acerca del modo en que forjamos la cultura. Una de esas conceptualizaciones es la
de “recurso humano”. Podría decirse que los hombres siempre se han “vendido” como mano de
obra, que la denominación recubre únicamente una diferencia nominativa. Sin embargo, el
hecho de que las empresas creasen áreas específicas de Recursos Humanos con personal
muchas veces proveniente de disciplinas humanísticas que de modo acrítico “aplicaban” un
supuesto saber acerca del hombre para agudizar los dispositivos de dominio, constituye una
novedad en la historia de las relaciones sociales. Individuos que son elegidos por saber hablar y
escribir lenguas que nunca deberán poner en práctica en sus puestos de trabajo; individuos que
son tomados o descartados en función de cómo hayan respondido a determinadas evaluaciones;
individuos a los que se les pide de antemano flexibilidad total (predisposición total para cambiar
de función, de lugar de trabajo, de compañeros de equipo, de tareas, etcétera) para luego
ocupar posiciones repetitivas y precarias durante años, con contratos basura y sin legislación
que los proteja en caso de despido, etc. Todos estos procesos son concomitantes a la expansión
y ramificación de los “recursos humanos”.
Si nos detenemos en mencionar a este sector como uno de
los más brutales en la homologación de lo existente, como
uno de los sectores de mayor poder de normalización
sobre los individuos desvalidos, en términos subjetivos,
frente al mercado de trabajo, es porque esos individuos,
objeto de la selectividad de esas áreas, son principalmente
jóvenes. No es casualidad que los call centers, cuyo
objetivo comercial es vender productos y servicios de
manera telefónica, así como atender reclamos y consultas,
nutran su mano de obra con jóvenes estudiantes o
pasantes que buscan su primer empleo. Estos
trabajadores, sumamente precarizados y en general
tercerizados, son un claro exponente del trabajo juvenil
Call center
inestable, sin horizontes y con escasa protección legal,
como queda en evidencia en el diálogo que algunos de
ellos mantienen con Paolo Virno y que forma parte de la bibliografía.

A modo de cierre
Los cambios que se pusieron en marcha en las sociedades occidentales de posguerra, y que se
extendieron a la mayor parte de las no occidentales, tuvieron que ver con la reorganización de
la práctica social del trabajo. Esta reorganización, bajo una aparente flexibilidad liberadora, se
constituyó en la flexibilización de la mano de obra más brutal de la que se tuviese noticia en los
pasados doscientos años. Como corolario de cambios ya iniciados, surgen las áreas de Recursos
Humanos, que imponen sus valores para la tasación del hombre en el mercado de trabajo.
Frente a estas presiones cada vez más desmesuradas, se potencia la evasión de dos maneras:
por un lado, la evasión del quehacer doméstico, que desgasta el cuerpo aun más, mediante la
adquisición de máquinas de confort; por otro lado, la evasión mediante el ocio y el
entretenimiento que, en el marco de una cultura de la imagen, adquiere la forma de actividades
frente a una pantalla.
Todos estos mecanismos son modos de producción de lo humano y se estructuran en base al
dualismo que trabajamos en la clase precedente, porque suponen que hay un cuerpo
extenuado, pero también un espíritu agotado, y que hay que suministrar alivio al primero y
diversión al segundo. En síntesis, el modo de producción de lo humano que se sugiere desde los
espacios de ocio o no laborales supone un cuerpo pasivo, que ya no trabaja en términos de

Página | 7
aplicación de fuerzas en el hogar, sino que descansa, que se sienta, que se acuesta, mientras
los ojos contemplan. Veremos, sin embargo, que ese cuerpo también se siente obligado a
seguirse modelando a través del deporte y que debe cultivarse para seguir dando una buena
imagen. En la primera clase de la próxima Unidad, veremos cómo se estructura la denominada
sociedad del espectáculo, y cómo crecen en ella las denominadas culturas juveniles.

PARA SABER MÁS


Taylorismo
El taylorismo, cuyo nombre proviene de su inventor, Frederick Taylor, es un modo de
organización del trabajo que revolucionó los métodos de producción fabril en Estados Unidos. El
taylorismo consiste en la división del proceso productivo en distintas tareas cronometradas, con
la finalidad de aumentar la productividad eliminando los “tiempos muertos”. Las ideas de
Taylor, basadas en el cientificismo de su tiempo, quedaron expuestas en su libro Principles of
Scientific Management (1911), y muy pronto se extendieron a otras partes del mundo.
Fordismo
Se conoce como fordismo al segundo gran ciclo de cambios en la organización del trabajo que
se producen en el siglo XX. El fordismo, como su nombre lo indica, se origina en las fábricas de
automóviles Ford de Estados Unidos, bajo la forma de una serie de modificaciones en la
comprensión de la mercancía industrial y también en las formas de organización del trabajo
obrero. Respecto de lo primero, se implementa una estrategia de ampliación del mercado al tal
punto que Ford busca una vinculación entre el obrero y su producto, haciéndole accesible un
bien antaño considerado de lujo, el automóvil que él mismo producía. Respecto de la
organización del trabajo, Ford implementa en sus fábricas, y con gran éxito, la cadena de
montaje, innovación que muy pronto se popularizará en toda la industria.
Gilles Deleuze (1925-1995)
Es uno de los principales filósofos franceses del siglo XX. Su obra, sumamente vasta, incluye
novedosas interpretaciones de filósofos clásicos como Spinoza, Kant, Leibniz, Hume y Nietzsche
y un pensamiento singular y poderoso que se expresa en textos como Diferencia y repetición y
Lógica del sentido. En colaboración con Félix Guattari escribió los dos tomos de Capitalismo y
esquizofrenia (El Antiedipo y Mil mesetas) y ¿Qué es la filosofía? Entabló una profunda relación
intelectual con Michel Foucault.

BIBLIOGRAFÍA

 Colectivo Situaciones (2006). “Sobre las fábricas de la charla. Encuentro con Paolo
Virno”. En¿Quién habla? Lucha contra la esclavitud del alma en los call centers. Buenos
Aires: Tinta Limón.
 Rodríguez, Pablo (2009). La cadena de montaje de la expresión. La comunicación en
los procesos laborales contemporáneos. En Revista Austral de Ciencias Sociales nº 16.
Valdivia: Facultad de Filosofía y Humanidades, Instituto de Ciencias Sociales,
Universidad Austral de Chile. Pp. 89-112.

Página | 8
Otros textos citados en la clase
 Bookchin, Murray (1993). Ecología de la libertad. Buenos Aires: Altamira.
 Deleuze, Gilles (1991). “Posdata a las sociedades de control”. En Christian Ferrer
(comp.), El lenguaje libertario. Montevideo: Nordan].
 Sennett, Richard (2000). La corrosión del carácter. Barcelona: Anagrama.
 Sloterdijk, Peter (2001). “Derniers hommes et anges vides”, en Essaie d’intoxication
volontaire. Diálogo con Carlos Oliveira. París: Pluriel [Traducción del fragmento citado de
Margarita Martínez.

ACTIVIDADES
Para abordar lo trabajado en la clase sugerimos:
1. Leer la entrevista a Paolo Virno citada en la bibliografía.
2. Construir la Wiki.
Recuperando lo trabajado en la clase y la bibliografía, tomando como referencia especialmente
el texto de Paolo Virno, elaboren un texto interactivo donde ilustren las condiciones del trabajo
hoy en día. Pueden incluir imágenes y videos. Algunos items que podrían ser tratados en el
texto colaborativo:
- tipos de resistencia en los conflictos laborales;
- representación de la figura de autoridad;
- paralelismos entre la resistencia laboral y la resistencia juvenil en el seno de las instituciones
disciplinarias (fábrica, escuela).

3. Cuaderno de Bitácora. Actividades específicas por área.

Para los docentes del área de geografía


En el marco de la proliferación de discursos sobre la globalidad, la expansión de las
tecnologías y las formas culturales, ¿encuentra que las nuevas generaciones hacen diferencia
entre vivir en Argentina y vivir en otros lugares del mundo? ¿Por dónde pasan esas
diferencias?
Para los docentes del área de historia
Mencione tres cambios en los procesos laborales que observe en la Argentina desde la
década de 1960

Para los docentes del área de sociología y ciencias políticas

¿Cómo se inserta la sociología como disciplina en las áreas de Recursos Humanos?

Para los docentes del área de economía

La creación y posterior complejización de las áreas de recursos humanos, ¿cree que trajeron
aparejado un posterior aumento en el rendimiento de la mano de otra asalariada? ¿Por qué?

Para los docentes del área de filosofía

¿Cree que las mutaciones culturales suscitadas por las nuevas formas técnicas pueden estar en

Página | 9
el origen de una nueva forma de considerar lo humano?

Para los docentes del área de psicología

¿Qué aspectos de la personalidad suelen evaluar los test que se realizan a los aspirantes a un
trabajo en el área de Recursos Humanos? ¿Por qué cree que se eligen esos aspectos y no otros?

Para los docentes del área de comunicación y educación

¿Estima coincidentes o discordantes la idea de futuro y de progreso construida desde los medios
masivos y la idea de futuro y progreso construida en la escuela? ¿Por qué?

Autora: Margarita Ana Cristina Martínez


Cómo citar este texto:
MARTÍNEZ, M. (2014). Clase 04: El cuerpo, posesión estética y funcional. Las industrias
corporales: el dominio de la imagen, cultura juvenil e intervención técnica. Especialización en
Problemáticas de las Ciencias Sociales y su Enseñanza. Buenos Aires: Ministerio de Educación
de la Nación.

Esta obra está bajo una licencia Creative Commons


Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0

Página | 10

También podría gustarte