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rm 9 ARMANDO RAUL BAZAN | " EL NOROESTE Y | La ARGENTINA | CONTEMPORANEA | (1853-1992) | a ' b : &B fie ULTRA MI CREDO HISTORIOGRAFICO Hay muchas maneras de escribir historia. Cada época ha formulado su propio diseurso historiogrético en funeién de eu peculiar vision del pa~/! sado, defintda en sustacia por la actitud mental predominante. Los an- tiguos pueblos orientales compt sus relatos poniendo a los dioses como protagonistas principales y a los hombres como ejecutores ¢ instru- mentos de la voluntad divina. El paradigma de esa idea hist6rica esté cristalizada en el Antiguo Testamento que cuenta las relaciones del pue- blo judio con Yahvé-Dios y la larga peripecia que le, permitié conquistar_ Ja Tierra Prometida. Mds tarde, los griegos racionalizaron el conoci- miento del pasado a través de una averiguacién de testimgnios, tratando de discernir los hechos propiamente historicos de la leyenda y el mito. Bsa tarea inquisitiva-critica nace con Hecateo de Mileto, en el siglo VI ‘antes de Cristo, y adquiere con Herodoto su méxima expresién. Hay, también, otras vertientes en la cultura griega que no deben ser omitidas: Ja preocupacién politica de Tucidides y la busqueda de tipos humanos representativos de la virtud politica y moral que dinamizaron Ja historia greco-romana, realizada por Plutareo en sus Vidas Paralelas. Roma privilogié una visién enteramente politica del pasado empefiada en exal- r Ja grandeza nacional del pueblo romano, “el mAs importante de la tierra’, segin la conviecién de Tito Livi. El Cristianismo aporté la vi- sidn trascendente y universalista de la Historia centrada en el Evange- lio. La humanidad tiene una comunidad de origen y de destino, viene de ios y va hacia Dios. Esta idea de la Historia fue dominante durante la Edad Media. El Renacimiento y el Humanismo rescataron la importan- cia del hombre como eje de los acontecimientos. La visién teocéntrica fue sustituida por una concepcién antropocéntrica donde el arte y la politica se conjugan en el discurso historiogréfico, Flavio Biondo y Nicolés Ma- quiavelo son los autores mds representativos. A su tiempo, el Tluminis- mo hizo una lectura-sclectiva y diseriminatoria del pasado patetitizada en la obra de Voltaire. Segiin la interpretacién-desarrollada en su libro Filosofia de la Historia para la Educacion de la Humanidad, en la Historia hay épocas deluz v épocas de oscuridad en que prevalecieron, respectivamente, la civilizacién y la barbarie, la razén y el fanatismo. Paradigma de las primeras fueron la Antigiiedad Clasica y el Renaci- ‘miento; ejemplo de las segundas, el Medioevo, donde se mezclaron el fa- natismo religioso con los impulsos primarios de los pueblos barbaros. Durante més de veinte siglos la verdad histérica estuvo condiciona- da por valores religiosos o politicos, artistieos o filoséficos que tifieron la autenticidad del relato. Algunos escritores humanistas Hlegaron hasta suprimir episodios o hechos vulgares que desentonaban con Ia dignidad literaria de la narracién. A partir del siglo XIX, la Escuela Histérica Ale- ‘mana con sus grandes historiadores Ranke, Droysen y Mommsen se pro- pus emancipar a la Historia de ajenas tutelas definiendo la autonomia. de este campo del conocimiento con un métode y un objeto especificos. “La ciencia del pasado humano”, como la Hama Croce, adquiere jerar- guia epistemolégica sin admitir subordinacién a otras categorias intelec- tuales. El método genético-filolégico apunt6 a resolver prioritariamente el problema de las fuentes como base certera de informacién. Sin datos auténticos no es posible lograr una versién fidedigna de los hechos pre- téritos, y ademas, resulta necesario hacer la hermenéutica de los testi- monios para establecer su grado de credibilidad. Las contribuciones de esta Escuela fueron verdaderamente notables en punto al conocimiento de la historia del Helenismo, la historia de Roma y Ia historia europea foderna. El estudio de la Historia, seguin esta preceptiva, se constituyé en un quehacer profesional sélo abordable por historiadores formados en escuelas y universidades. Correlativamente, se registran importantisi- mos avances en el campo de la Arqueologia, la Epigrafia, la Numismati- cay demés ciencias auxiliares, incorporando al conacimiento histsrico las primeras civilizaciones que tuvieron por hébitat al Cercano Oriente. Bien puede calificarse al siglo XIX como “el siglo de la Historia”. La caudalosa informacién obtenida merced a estos avances de nuestra ciencia demos- tré cudn infundada era la tesis de Voltaire de que sobre el pasado del hombre ya se sabfa demasiado y s6lo era preciso hacer la interpretacién filoséfica de los hechos. Contempordneamente, en la Repiiblica Argentina comienza a nacer la historiografia nacional gracias al empefto de intelectuales que eran también politicos gravitantes en la vida nacional. La nacién fundada en 1816, como desprendimiento del imperio espafiol, estaba afrontando el desafio de su organizacién institucional en medio de la lucha de los par- tidos que sustentaban proyectos y sistemas diferentes, La historia debia ser util para resolver acuciantes necesidades politicas aportando antec- ~ dentes para la formulacién de un modelo de nacién progresista e ilustra- da, Puestos en esa tarea, nuestros escritores renegaron de la tradicién cultural espaftola que juzgaban anacrénica y buscaron los dechados en Ja tradicién anglosajona y francesa. Sarmiento publica en 1845 su céle- bre libro Civilizacién y Barbarie. /Vida de Juan Facundo Quiroga, es- | erito “con propésitos de accién inmediata y militante", Su intencionali- dad fue elaborar un credo politico hecho a medida para condenar a los federales y para exaltar las virtudes del sistema civilizado y renovador | que propugnaba, Con definida inspiracién iluminista distingue en la so- | eiedad criolla dos tendencias contrapuestas, el grupo civilizado represen- \, tado por las minorias ilustradas de la ciudad y las masas de la campafia pastora salidas de la barbarie cuya personificacién tipolégica es el caudi- ‘Mo. Esta interpretacién de la realidad social y cultural argentina inten- 10 taba una prematura sintesis sin cumplir con los preceptos exigides por Ta ciencia histérica. No obstante, estaba hecha con genialidad literaria y por eso resultaba persuasiva para justificar la politica del partido unita- Tio, Ello le aseguré singular fortuna: tres generaciones fueron educadas | con esa version parcializada y maniquea de la historia nacional. \ Coetdneamente, Juan Bautista Alberdi public en 1852 su libro Bases y puntos de partida para la organizaci6n politica de la Repiblica ‘Argentina cuando estaba por reunirse el Congreso Constituyente de Santa Fe. Este autor rastrea en el pasado las claves para la organiza- ‘cién constitucional de la inorgénica democracia criolla. Con esos antece- dentes y abrevando en el pensamiento constitucional europeo y nortea- mericano, quiso construir “Ia republica posible” que apuntaba a resolver el problema de un pais cuya insuficiencia més grave era su inmenso te- tritorio desierto con el aporte de una inmigracién industriosa y culta. Esta serviria, también, para mejorar cualitativa y cuantivamente a la poblacién criolla nativa. Sarmiento se entusiasmé con, el proyecto del pensador tueumano y desde Yungay (Chile) le escribié: “su Constitucif bs un monumento; es Ud. el legislador del buen sentido bajo las formas de las ciencias”. La obra de Alberdi fue una contribucién decisiva para él Congreso reunido en Santa Fe cuya mayoria adhirié a las ideas funda- mentales del proyecto alberdiano al sancionar la Constitucién. La interpretacién contenida en los ensayos de Sarmiento y Alberdi fue confirmada afios més tarde por Bartolomé Mitre con sus fundamen tales biografias de Belgrano y San Martin, personalidades en las que vertebré la comprensién de la emancipacién argentina y sudamericana respectivamente. Con la utilizacién de un abundante aparato erudito, propio del método histérico, Mitre perfil6 en esas dos figuras los decha- Gos de la virtud civica y militar, mostrando a los caudillos rioplatenses como su contrapartida tipolégica, que encarnaban las fuerzas de disgre- gacién politica. Pese al despliegue erudito del autor la valoracién segui: Siendo maniquea, aunque cabe reconocer la validez de estas obras en el/’ |. desarrollo de la historiografia argentina. Con Belgrano y San Martin, Mitre acerté en lo fundamental. Estudios posteriores han enriquecido con nuevos aportes dichas biografias pero no han rectificado mayormente su significacién. Otro libro fundacional de nuestra historiografia es la mo- numental Historia de la Repdblica Argentina escrita por Vicente Fidel -+- Lépez, politieo-historiador al igual que Sarmiento y Mitre. A la manera de Tito Livio, Lépez exalté el magisterio de la tradicién oral. En esto ferfa con Mitre lo cual originé una famosa polémica entre ambos, aun- ‘que desde el punto de vista axiolégico la posicién era coincidente. En ese momento asistimos al nacimiento de la historiografia regio-_ nal, alumbrada tempranamente por un hombre salido de la entrafia del pais tradicional. El jujefio Joaquin Carrillo publicd en 1877 la primera historia provincial que existe en nuestra historiografia. Su libro Jujuy, Provincia Federal Argentina esta imbuido de una clara intencionalidad jistérico-politica: reivindicar para su provincia, como entidad constituti- va de la Nacién, la parte que le cupo en las glorias y sacrificios que fue- Ton necesarios para organizar nuestra Patria, Tiene conciencia clara que i dos en Buenos Aires o dependientes de aquéllos. Enseguida se agregaron otros aportes para el género. Paul Groussac con su Ensayo Histérico so- bre el Tucumdn (1882), Benigno T. Martinez con sus Aportes Historicos sobre la Provincia de Entre Rios (1880/81), Nicanor Larrain que escribié El pats de Cuyo editado s6lo en 1906, Baltazar Olaechea Alcorta, legitima provincianfa lo conduce a la misma comprobacién que al jujefio Carrillo y ello lo decide a escribir su Ja historiografia regional recibe una crénica, En esos afios, el género de valiosa contribucin con la obra de nardo Frias, saltefio, quien en 1902 publicé el primer tomo de su Historia del General Martin Giiemes y de la Provincia de Salta. En el giscurso preliminar, Frias adopta sin discusién el esquema propuesto por Sarmiento de “Civilizacién y Batbari ie”, pero a medida que se adentra en cl andlisis de los hechos, surgen patentes contradicciones impuestas por las evidencias documentales. Esto le sitve para emitir juicios que deno- tan su autonomfa intelectual frente a la interpretacién consagrada de la historia oficial escrita con visién metropolitana. En su sentir, los federa, les y unitarios de Buenos Aires tenian un nexo comin que fue mas deck sivo que las divisas partidarias. “Aquellos hombres —dice— sélo trata. ban de imponer la dominacién de su do contra provincias y gobernadores. prueba, federales y unitarios eran la se hacian monarquistas cuando con ciudad sobre la nacién, arremetien- ... Llegado, pues, el momento de la misma idéntica cosa... los unitarios un rey vefan asegurado el predomi- nio exclusivo de su ciudad; y los federales se trocaban en unitarios cuan- do la misma conquista se ofrecia.” Frias aporta una visién original en la interpretacién de la historia argentina, y no lo hace en forma de un en. sayo intuitivo sino sostenido por los datos conocidos a través de la docu. mentacién. Desde la perspectiva regi cién de la historia argentina. ional aporta una distinta interpreta- Cuando dichos autores escribieron estaba todavia sin resolver en forma sistematica el problema de las: fuentes. También adolecian de cier- tos embretamientos ideolégicos que enérvaroin Ta écuanimidad dé sus juicios. Habfa que emprender la tarea heuristica que los alemanes ya habfan resuelto en la primera mitad del siglo XIX cuando publicaron los Monumenta Germaniae Historica. Sin fuentes auténticas no puede exis- tir la historia como ciencia, Dicho relevamiento comenzé a ser ejecatads por la Facultad de Filosofia y Letras de Buenos Aires en el decanato del Dr, Nicols. Matienzo. Tavo para ello la colaboracién del P, Antonio La- rrouy, joven sa¢erdote francés que habia estudiado en el Seminario de Catamarea y cuya vocacién historiografica fue suscitada por el sabio hu- manista Samuel Lafone Quevedo. Larrouy produjo esclarecedores infor. mes sobre el estado de los archivos provinciales de Santa Fe-Parana (1908), Cérdoba-Tucumén (1909). La conclusién més importante de cu 12 | pesquisa debe ser registrada: “Hoy por hoy, las riquezas encerradas en los archivos argentinos son tan ignoradas... como las de otra clase ocul- tas en las entrafias de la tierra, y mientras subsista ese estado de cosas, la historia argentina no se escribir sino de manera inexacta 0 muy in- completa”. Hasta ese momento, nadie estuvo en condiciones de formular semejante juicio revelador de la fragilidad gnoseolégica de nuestra histo- riografia. En esa misma direccién cabe mencionar la labor desarrollada por Ricardo Rojas con la edicién de las Actas Capitulares de Jujuy en cumplimiento de la Ley N® 8820. Este autor, en su libro “La restauracién nacionalista” (1909) habia preconizado la necesidad de organizar nues- tros archivos y de publicar sus documentos “como principio indispensa- ble a toda obra critica o sintética en, historia”. Fruto de su labor fueron cuatro voltimenes de documentos donde estén los papeles més importan- tes de la historia jujefia comenzando por el acta de fundacién. Ese era el camino para esclarecer la historia regional, y también para eompletar la historia de la repsblica. : Qué avances se han registrado desde entonces en la historiografia regional y nacional? El revisionismo clésico, fundado por Adolfo Saldias y Ernesto Quesada, centrado en la personalidad de Juan Manuel de Ro- sas, tuvo continuidad en la década del 30 con una corriente més ideolo- gizada donde descuellan los nombres de Carlos Ibarguren, Julio Irazus- ta y Ernesto Palacio. Ellos hicieron una lectura distinta de la historia nacional apoyados en un sistema de valores contrapuestos frontalmente a las categorias de la historia liberal. Al margen de esta controversia de Vberales y revisionistas se descubre con perfil propio la figura de Juan Alvarez, quien advirtié la necesidad de sacar a nuestra historiografia del embretamiento politico-ideolégico y enriquecerla con el estudio de los problemas econémicos. Su libro Las guerras civiles argentinas (1916) fue un aporte renovador. En el campo de la historia erudita ha sido fundamental la Historia de la Nacién Argentina publicada por la Academia Nacional de la Histo- ria, 14 vohiimenes aparecidos desde 1936 hasta 1950 bajo la direccién de Ricardo Levene. Obra colectiva, sdlidamente construida desde el punto de vista heuristico, contiene varias monografias de notable jerarquia que no han envejecido en su autoridad cientifica. En estos tiltimos treinta afios, el quehacer historiogréfico se ha pro- fesionalizado merced a la labor formativa de las universidades y al apo- yo brindado por el Consejo Nacional de Investigaciones Cientificas con la creacién de la carrera de investigador. Correlativamente, se produce un movimiento renovador metodolégico y temético tendiente a receptar las nuevas orientaciones surgidas en Europa y los Estados Unidos. En Francia se habia organizado desde 1929 la Escuela de los Anales con el magisterio de Marc Bloch y Lucien Febvre proseguido por Fernand Braudel. Ella privilegié la temstica de la historia social y propuso bon: ficar el método genético-cronolégico con los métodos especificos de las ciencias sociales (Sociologia, Demografia, Economia, Estadistica) a finde _ ) esclarecer cuestiones no abordadas por la historia politica. Comenzé a ~ distinguir en el proceso histérico diferentes secuencias temporales: tiem- 13 po corto, tiempo medio, tiempo largo, relaciondndolas con los fenémenos que se operan en cada una de esas instancias. Este replanteo de la pro- blematica historica tuvo en nuestro pais dos canales difusores: la céte- dra de Introduccién a la Historia de la Facultad de Filosofia y Letras de Buenos Aires, dirigida por A. J. Pérez Amuchéstegui y el Centro de Es- tudio de Historia Social organizado por José Luis Romero. En estos ce- ndculos se formé una nueva generaci6n de historiadores. En punto a la historia econémica ha sido muy importante la accién desarrollada por el Instituto Di Tella que incorporé a dicha temética el método cuantitativo y la aplicacién a los hechos de la teorfa econémica. Paralelamente con estos avances de la historiografia nacional hemos asistido a una consolidacién de las historias provinciales, que enrique- cieron a través del libro y de trabajos monograficos las producciones de Ja historiografia de fines y comienzos de siglo. Hoy tenemos una colec- cién de “Historia de Nuestras Provincias” con quince titulos editados desde 1977. Cual es el estado actual de Ia historiografia regional? Desde el punto de vista metodolégico hay un progreso evidente, que la ponen a la par de las mejores producciones destinadas a la temética nacional. Este avance se sustenta en la exploracién exhaustiva de los fondos documentales éditos e inéditos y en un tratamiento objetivo de los testimonios, El rigor metodolé- gico prevalece sobre las ideologias y los juicios consagrados que en su mo- mento sectarizaron el conocimiento de nuestro pasado. Las provincias han contribuido a perfilar una corriente superadora del viejo enfrentamiento de liberalismo-revisionismo. Se percibe, también, un acento de calor local na- ~ cido de la legitima preocupacién de valorizar la contribucién de las provin- cias y de sus hombres en los acontecimientos de la historia nacional. Desde el punto de vista epistemolégico, la distincién que hacemos de historia na- cional y regional es mas formal que real. Una historia regional seré verda-: deramente nacional en la medida en que no se limite a una crénica de su- ccesos locales y aprehenda la conexién vital que ellos tienen con los desarro- los nacionales y, cuando fuere necesario, con los que se operan en el ambi. to continental y mundial. La historia regional no debe pecar de un localis- mo autosuficiente, ni tampoco admitir a priori, como a veces sucede, un pa- pel de género subsidiario y ancilar. En el dominio del conocimiento ella de- be reaccionar contra la versién portefio-céntrica que aqueja a ciertas histo- rias nacionales que todo lo explican en funcién de Buenos Aires. Ese viejo prejuicio ha sido caracterizado por Pérez Amuchastegui al prologar un li- bro de nuestra autoria cuando dice: “La historia se hacia y se escribia en Buenos Aires, desde Buenos Aires y para Buenos Aires... Tanto es asi que las polémicas entre ‘academicistas’ y ‘revisionistas’ que explotaron en la epifania de la década del 30, seguian centradas en la problematica portefia y se referian a las acciones, pensamientos, defectos y virtudes del goberna- dor de Buenos Aires (Juan Manuel de Rosas), sus partidarios y sus adver- sarios”, Nosotros, ubicados en esos parémetros historiograficos nos hemos propuesto integrar lo regional con lo nacional, Este libro quiere explicar la historia del Noroeste Argentino, la regidn “més histolégicamente inte- 14 grada de nuestra patria” por razones geogréficas, étnico-sociales, cultu- ales y econémicas. Ahi est casi todo lo que queda del pais criollo tradi= cional situado en una nacién profundamente modificada en su estructu- ra socio-cultural por Ja inmigracién masiva, y en su comportamiento /| politico por un fenémeno de creciente centralismo que ha acentuado los desequilibrios regionales y ha desdibujado la integracién que tuvo dicha regién con el espacio sudamericano, El universo de analisis es el Noroes- te considerado como unidad histérico-cultural donde se despliega la vida de seis provincias que abarcan una cuarta parte del territorio nacional. Abi radica la originalidad de este andlisis que se propone superar el en- foque provincialista cefiido a los Iimites de jurisdicciones politicas naci- das después de la Revolucién de Mayo, que fracturaron una unidad mas profunda gestada desde la époea precolombina. Bernardo Canal Feijoo! afirma que esos limites provinciales son mds convencionales que reales y|| ésa es también nuestra conviccién. La teoria de estructura regional, apo-|| yada en la identidad histérico-cultural del Noroeste, tuvo como primer'| expositor al tucumaiio Juan B. Terén cuando fundamenté en 1907 su‘) proyecto de creacién de la Universidad del Norte. i Trataremos, también, de explicar cual ha sido el protagonismo dol Noroeste en la vida nacional a través de sus hombres sobresalientes y dé su pueblo, 2Qué le dio el Noroeste a la Argentina? ¢Qué recibié de la na- cién en forma de iniciativas politicas y decisiones administrativas? ;En qué medida se vio beneficiado o perjudicado por las orientaciones del go- bierno federal donde varias veces sus propios dirigentes estuvieron com- prometidos por accién o por omisin? {Cudles on los problemas politi- * eos, sociales y econémicos que ha confrontado la regién en la histori gentina contemporanea? Estas son algunas de las cuestiones que inten. - taremos dilucidar. ¥ finalmente, aleccionados por el magisterio de la historia, ceudles son los desafios que debe resolver el Noroesta para 2a- far de su confinamiento mediterrdneo en una nacién cuya cabeza estuvo crientada durante més de un siglo hacia la cuenca del Atléntico? Ahora, los recientes acuerdos con Chile cuyo contenido desconocemos, parecen abrir la puerta para la rehabilitacién de la ruta histérica del Pacifico, vital para coneretar dicho objetivo. Ese fue el pensamiento del presiden- te Yrigoyen en 1920, como lo explicamos en este libro. Confiamos que nuestros lectores descubrirdn varias paginas olvida- das u omitidas de la historia comin que nos cuentan a los argentinos, referidas a hombres, ideas, proyectos ¢ iniciativas. En el cuadro que di sefiamos no todo es brillante, Hay también mezquinos apetitos, miserias del cuerpo y del alma, flagelos endémicos, frustraciones. Heroicas re- beldias que tieron de sangre los campos de batalla y, como contraparti- da, serviles sumisiones al poder central. Este libro es la continuacién de la Historia del Noroeste Argentino (Plus Ultra, Buenos Aires, 1986) y significa la culminacién de un proyec- to investigativo desarrollado durante mds de diez. afios con el apoyo del Consejo Nacional de Investigaciones Cientificas y Técnicas (CONICET). Esto debemos reconocerlo explicitamente, pues sin ese apoyo no habria sido factible su conclusién, No vamos a fatigar la atencién de los lectores 15 detallando las dificultades de esta empresa intelectual: laboriosa para la localizacién de fuentes y exigente para la composicién historiografic: ‘No podemos omitir nuestra gratitud con quienes nos ayudaron para realizarla, amigos y colegas. De la gente del Noroeste debemos impor- tantes colaboraciones a Ramén Leoni Pinto y Daniel Campi (Tucumén), Luis Alen Lascano y José N. Achdval (Santiago del Estero), Emilio A’ Bidondo y Viviana Conti (Jujuy), Luisa Miller y Pedro Ignacio Galarza (Salta), Miguel Bravo Tedin (La Rioja). En Buenos Aires nos auxiliaron con encomiable diligencia Aurora Ravina y Gladys Jozami. Los Dres. Pe- dro J. Frias, Dardo Pérez Guilhoa .’ Félix Luna accedieron gentilmente ser nuestros consultores sobre ciertos temas que conocen con acredita- da autoridad. Mirta Azurmendi de Blanco, secretaria del Centro de In- vestigaciones Histéricas del NOA, colaboré para la puesta a punto de los, originales. A todos ellos expresamos nuestra profunda gratitud. Armando Raiil Bazdn febrero de 1992. Afo del V Centenario del Descubri- miento de América, 16

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