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LIBRE ACCESO POR CRISTO

Mateo 27:45-51a “Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.
Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? Algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: A Elías
llama éste. Y al instante, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola
en una caña, le dio a beber. Pero los otros decían: Deja, veamos si viene Elías a librarle. Mas Jesús,
habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu. Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos,
de arriba abajo”.
 
            Es curioso que constantemente escuchamos que alguien salta la verja de la Casa
Blanca. Aparentemente es relativamente fácil el saltarla. Hombres y mujeres lo han
hecho. Uno esperaría que sería difícil tener acceso a los predios de la Casa Blanca.
Aparentemente no es así. Pero aunque han logrado acceso a la Casa Blanca ninguno
tiene acceso directo al Presidente de los EE.UU. Allí nadie se acerca sin un arreglo
previo. Solo un grupo selecto tienen esa oportunidad. No todos tienen ese acceso. Pero
algunos sí. Algunos dignatarios por el puesto político que tienen u otros por los logros
realizados sea en el deporte, en las ciencias, etc. podrían lograr ese acceso ante la Casa
Blanca.
            Pero en el caso de Dios es distinto. Delante de Dios ningún ser humano tiene
acceso.  Ningún ser humano puede acercarse a Dios, ni por su puesto político, ni por sus
habilidades sociales, ni por su dinero, ni por su justicia, ni por sus buenas obras puede
ningún ser humano acercarse a Dios. ¿Por qué? ¿Por qué ningún ser humano puede tener
acceso directo delante de Dios? La respuesta es…
 
I. Dios es inaccesible
            En primer lugar, por causa de nuestro pecado. Hermanos, nuestros pecados han
puesto una barrera entre Dios y nosotros. Nuestros pecados nos separan de Dios. Dice
Pablo en Romanos 3:23 “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de
Dios,”. Nuestros pecados nos destituyen de entrar a los cielos. Dios es muy limpio de
ojos para ver el mal, nos dice Habacuc 1:13.  Dios no soporta a los pecadores.
            El ejemplo más grafico lo tenemos aquí en el pasaje que tenemos presente. Mira
a Jesús agonizando en la cruz del Calvario. Mira las palabras de Jesús que reconoce que
se ha abierto una distancia entre el Padre y El. Dios Padre ha abandonado a su propio
Hijo. A Su Hijo de quien decía en Mateo 3:17 “Este es mi Hijo amado, en quien tengo
complacencia.” O Mateo 11:27 “Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y
nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a
quien el Hijo lo quiera revelar.” Había una íntima relación entre el Hijo y su Padre, al
punto de decir que nadie conoce al Padre sino el Hijo. Hay un conocimiento exclusivo
entre ellos. Hay un amor íntimo entre el Padre y el Hijo.
Pero vemos algo distinto en la cruz. ¿Por qué el Padre abandonó a su Hijo? ¿Por qué
Jesús tuvo que clamar en angustia: V. 46 “Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío,
Dios mío, ¿por qué me has desamparado”? ¿Por qué cuando Jesús clamó al Padre no se
oyó una respuesta de su Padre? La respuesta es: por causa de nuestros pecados. Nos dice
Pablo en 2 Corintios 5:21 “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo
pecado”. Fíjate en la manera en cómo lo dice Pablo: Dios “lo hizo pecado”. Hay una
unión entre Cristo y nuestros pecados de tal manera como si fuesen uno solo. Dios
Padre hizo pecado a Cristo, es decir, puso toda la culpa de nuestros pecados sobre Jesús.
El Padre imputó nuestros pecados sobre su Hijo. Y, por tanto, el Padre, como juez justo,
no podía sino abandonar a Jesús en la cruz del Gólgota. Nuestros pecados nos separan
de Dios. Dios es inaccesible por causa de nuestros pecados.
            ¡Qué cosa más horrible! Dos que se aman profundamente, con un amor puro y
santo, con un amor de puro deleite, no pueden estar juntos. Ese era el corazón de su
agonía, estar separado del amor de su vida Su padre. Nuestros pecados nos separan de
Dios.
            Pero hay algo más. ¿Por qué nuestros pecados nos separan de Dios? Nuestros
pecados nos separan de Dios por causa de su santidad. Hay un problema serio: nosotros
somos pecadores y Dios es santo. Esto es como el agua y el aceite: jamás se unen.
            Dios es santo. Él es separado de todo lo que es común. Él es infinitamente puro.
Y como Dios santo y juez justo, Él no puede sino condenar el pecado y a los pecadores.
El Padre no puede sino condenar a su propio Hijo en la cruz. Condenar a Su propio
Hijo quien nunca hizo pecado, pero quien llevaba sobre el madero nuestros pecados.

            Por eso vemos en la narración en Mateo 27:45 “Y desde la hora sexta hubo
tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.” Las tinieblas no solo es señal de
que algo terrible va a suceder sino en primer lugar del juicio de Dios. La ira de Dios vino
sobre Jesús. Yo sé que se habla de la muerte de Cristo como una manifestación del amor
de Dios. Y eso es cierto. Pero antes que eso, la muerte de Jesús es la revelación de la
santidad de Dios y su aborrecimiento sobre el pecado. Si no lo vemos así, no hemos
entendido el evangelio.
Nuestros pecados nos separan de Dios. Dios es inaccesible por causa de nuestros
pecados y por causa de su santidad.  Pero, aunque esto es cierto, por la cruz Jesús hizo
algo.

II. Cristo nos da acceso a Dios

            Jesús en la cruz estaba reconciliando a Dios con el mundo. 2 Corintios 5:19
“Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo”. Dios mismo logró la
reconciliación del mundo por medio de Jesús. Jesús es nuestra reconciliación con Dios. Y
la obra de reconciliación es la obra de su mediación. En la cruz Jesús estaba mediando
entre Dios y nosotros.
            Hay enemistad entre Dios y nosotros. Por naturaleza no queremos que Dios
reine en nuestra vida. Y Dios aborrece no solo nuestros pecados sino también nuestras
vidas porque somos pecadores. Pero Jesús se presenta en la cruz como nuestro
mediador. Se presenta como aquel que busca reconciliar a los enemigos. ¿Cómo lo
sabemos? Toda la semana de la pasión nos enseña que Cristo muere no por ser pecador
por sí mismo sino por llevar nuestros pecados. Por su mediación El busca reconciliarnos
con Dios.
            Y por su sacrificio en la cruz Jesús nos da acceso a Dios. Lo podemos ver
claramente en los versículos 50-51 “Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz,
entregó el espíritu. Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba
abajo”. Cuando Jesús clamó a gran voz, posiblemente Mateo se refiera a las palabras
“Consumado es”. Luego de haber entregado el espíritu, es decir, haber muerto, nos dice
Mateo que “el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo”. Esto es importante.
            El velo del templo se refiere al a la cortina que separa el Lugar Santo del Lugar
Santísimo, en donde estaba el arca del pacto símbolo de la presencia de Dios. El velo
representaba lo inaccesible de entrar ante la presencia de Dios. Nadie podía entrar al
Lugar Santísimo excepto el Sumo Sacerdote una sola vez al año en el Día de la
Expiación. Y solo podía entrar si ofrecía un sacrificio por sus pecados y por los pecados
del pueblo. Hebreos 9:6-7 nos dice: “Y así dispuestas estas cosas, en la primera parte
del tabernáculo entran los sacerdotes continuamente para cumplir los oficios del culto;
pero en la segunda parte, sólo el sumo sacerdote una vez al año, no sin sangre, la cual
ofrece por sí mismo y por los pecados de ignorancia del pueblo;”
            Pero Mateo nos dice que cuando Jesús murió “el velo del templo se rasgó de
arriba abajo”. De arriba abajo indica que fue algo que Dios mismo hizo. La muerte de
Jesús, su sacrificio por nuestros pecados, logró el acceso directo ante la misma presencia
de Dios. Su muerte nos dio acceso a Dios mismo. Tenemos libertad para entrar en el
Lugar Santísimo. Nadie puede acercarse a Dios sino por medio del sacrificio de Jesús.
Por eso Hebreos 10:19-22 “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el
Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos
abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa
de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los
corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura”.
            Hermanos, Jesús ha abierto un acceso directo ante Dios. Tenemos libre acceso.
¿A qué tenemos libre acceso?

III. Tenemos libre acceso

            En primer lugar, a su presencia. Eso es lo que simboliza el rasgar el velo.


Hermanos, no necesitamos ningún otro mediador, sean ángeles, santos, o a María para
acercarnos a Dios. Ya Cristo nos dio libre acceso. Todos los que vienen a Jesús por la fe
tienen acceso directo ante la misma presencia de Dios. Él está cerca a los que le invocan.
¡Qué privilegio tan grande! No meramente le oramos y sabemos que El escucha nuestra
oración, sino que oramos delante de su presencia. Le adoramos delante de su presencia.
No necesitamos ningún otro intermediario sino a Jesús. Por medio de Jesús entramos a
puertas anchas ante el trono de Dios.   
            En segundo lugar, a su familia. Con su muerte Jesús compró para nosotros la
adopción de hijos. Dios no solo nos recibe ante su presencia, sino también os adopta en
su misma familia. Nosotros que éramos sus enemigos ahora somos sus hijos por la fe en
Jesús. No solo tenemos franca entrada al trono de Dios sino al mismo seno de Dios. A
sentarnos con Él como un hijo se sienta a la mesa de su Padre.  
            Y en tercer lugar, a la vida eterna. No solo tenemos acceso ante la presencia
de Dios, hemos sido adoptados como hijos por el Hijo, también tenemos derechos de
morar con El por toda la eternidad. Allí en los cielos donde mora la justicia, donde la
santidad brilla en su pureza sinigual, donde la paz, el amor reinan. Y en donde no habrá
más llanto ni dolor, ni preocupaciones, ni la lucha contra el pecado, ni la lucha contra la
falta de Dios. Allí Dios será todo en todo. Jesús logró esto con su muerte.
 
Aplicaciones:
1. No hay más sacrificio por el pecado. Yo no tengo que ofrecer sacrificios. Yo no
tengo que ofrecer sacrificios de buenas obras, ni sacrificios de obediencia, ni
sacrificios de oraciones, ni de votos. Cristo ya ofreció el sacrificio perfecto que da
libre acceso al Padre de todos los que creen en El. Solo por la fe en Cristo como
Profeta, Sacerdote y Rey me hace partícipe del sacrifico perfecto que me da acceso a
Dios y la vida eterna. No busques hacer sacrificios para satisfacer por tus pecados.
Cree en Jesús. Cree en su perfecto sacrificio. Y descansa en El. Ven a Cristo.

2. Todo creyente tiene libre acceso directo ante Dios. Disfruta tal privilegio. Agárrate por
la fe de ese privilegio. Camina con la libertad de los hijos de Dios. Somos libre en Cristo
para acercarnos a Dios con plena confianza. Disfruta de la libertad con la cual Cristo nos
ha hecho libre. Disfruta de ser hijo de Dios. Alégrate de tan gran privilegio. Mantente fiel
a quien te llamó.
            Hermanos, el pecado nos aleja de Dios por el hecho de que Dios es santo. Pero
Jesús, con su muerte nos abrió el camino a Dios. ¡Cuán privilegiados somos! ¿No es así?

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