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La Talavera es un tipo de cerámica conocida como mayólica, ésta es un tipo de decorado que se

elabora con distintos óxidos o metales. Las Talaveras poblana y tlaxcalteca combinan estos
elementos para lucir colores azules, amarillos, verdes, rojos y hasta negros.
Para elaborar la loza, el barro es recolectado de algunas poblaciones de Puebla, como Loreto y
Guadalupe. De ahí, es llevado a la fábrica donde se limpia de impurezas como ramas, piedras y
hojas, después se comienzan a moldear a mano. Antes de meterlo a la jahuetada, o primer
horneado, el barro se pisa para eliminar cualquier burbuja de aire que pueda quebrar la pieza
durante el mismo. Después, las piezas se bañan en óxido de plomo, estaño y arenilla, y al
secarse, se procede a la decoración. El segundo horneado de las piezas suele ser lento, incluso
es el paso más delicado pues dependiendo de las condiciones del horno, se obtienen diferentes
resultados. La preocupación de los maestros loceros es tanta que hay quienes, en este paso,
dedican una oración para que el horno cumpla su papel

A pesar de que su origen sigue sin conocerse a cabalidad, algunos historiadores y antropólogos
consideran que esta técnica pudo haber aparecido en Mallorca, España, una isla mediterránea
con fuertes influencias del arte del Medio Oriente. Estudios sugieren que esta isla, en la Edad
Media, fue el centro de exportación más importante de este tipo de cerámica. Sin embargo, no
fue sino hasta el Virreinato que en México se pidió a los elaboradores de loza (o loceros) de
Talavera de la Reina, España, que enseñaran a los locales cómo hacer cerámica mayólica. Como
es de esperarse, la apropiación de este conocimiento fue el incentivo que llevó a muchos a
elaborar piezas con una visión propia.

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Se fabrica por tradición en la región que comprende el Municipio de San Pablo del
Monte, al Sur del Estado de Tlaxcala, los distritos Judiciales de Atlixco, Puebla,
Cholula y Tecali de Herrera, del Estado de Puebla.
Se emplea principalmente para utensilios de uso común como platos, jarrones,
tibores, floreros, lavamanos, artículos religiosos y figuras decorativas. Incluso una
cantidad importante se ha destinado a la decoración de edificios en la Ciudad de
México como la Casa de los Azulejos, palacio del siglo XVIII edificado por el conde del
Valle de Orizaba.

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