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¿Qué mata a una democracia?

Hola a todos, soy Manuel Valencia, estudiante de Derecho de la Universidad en la que


estamos presente y simplemente les voy a contar algo que le di un poco de mente hace un
año, un 6 de enero de 2021, algunos sabrán por donde voy, otros no, pero por favor quédense
con esta fecha que la vamos a usar más adelante. Este discurso no lo hice sino en un coctel
de emociones, en los efectos de las reminiscencia de ciudadanos de la nación más libre del
mundo, autoproclamada por cierto, pedir un Golpe de Estado en contra de una de las
instituciones democráticas más longevas, el Senado de los Estados Unidos. Y como podré
juzgarlos, la idea del caudillo es algo que en tiempos de de enojo con el orden preestablecido
resulta atractiva, aún siendo esta por naturaleza más autoritaria e incierta. Yo mismo, víctima
de mi a veces exagerado descontento con el sistema actual quería investigar cual de las
ideologías era la mejo alternativa para esta nación. Entre las doctrinas políticas que estudié,
hubo una que siempre me ha parecido muy paradójica, y es la democracia. Cuando las demás
profesaban seguridad, poder, fuerza, la democracia es un paradigma de debilidad, que casi se
siente como si cuando la mirases se pudiera romper. Se basa en pensamientos muy arcaicos,
de una sociedad de pelucas y trapos de seda, donde algunos franceses que seguramente
llevaban semanas sin bañarse gritaron un día “Liberte, Egalité, Fraternité”, para después jugar
a objeto o pastel con las cabezas de sus compatriotas. Y realmente me pareció en un principio
una ideología muy triste, desahuciada y creía en el mesías, en un líder fuerte que viniese a
este país y reestructurara todo. No importase que fuera Napoleón, Franco, Mussolini, Che
Guevara, Santiago Matías, me importaba muy poco, necesitábamos un caudillo que sacase a
este país de la decadencia en la que vive. En el, pensaba yo, descansaba la fuerza, en la
democracia la debilidad, la tolerancia no era para mi sino el último aliento de una
civilización, las libertades que profesaban aquellos hediondos franceses un chiste añejo, que
por el repetido uso había perdido siquiera su gracia y sentido, la libertad reposaba en el bien
común, el individualismo un opio, leía mucho y más ignorante me volvía.

Y luego pasaron los años y aprendí sobre un infame periodo de la historia humana que
empezó en 1939, y terminó en 1945, muchos de ustedes habrán oído de él. En los peores años
de la historia humana, aquellos que pasaron por la tragedia dantesca que se llamó el
Holocasuto vieron como el género humano puede caer bajo ese tipo de ideas disparatadas
para proceder a hacer de la vida del otro, y en la mayoría de casos la muerte, una aventura
desgraciada. ¿Cómo fue que empezó todo esto? ¿Era acaso Hitler un hombre extraordinario,
irrepetible? En cierto modo si, sin embargo, no era muy diferente de aquellos hombres fuertes
que solemos en la calle pedir casi con Hosannas. El hizo esencialmente lo mismo que
cualquier otro dictador; arrancar de forma sistemática la jurisdicción de instituciones
democráticas y acabar con las libertades individuales. Y, ya cuando tuvo poder sin control del
estado, perpetró todas esas atrocidades por las que el es famoso. Ahí exclamé, bueno, la
democracia no suena algo tan malo, ¿Cómo es que se produce esto? ¿Qué mata a una
democracia? Luego de años de investigaciones, puedo decir que la pregunta se responde en 3
pilares, la negligencia gradual, el surgimiento de líderes carismáticos, y la manipulación de la
verdad.
En primer lugar las democracias no mueren de la noche a la mañana. sino por la negligencia
gradual de los ciudadanos y políticos. El mismo Ernest Hemingway decía que la decadencia
sucede de forma gradual, pero la cadenza es súbita. Algo parecido sucedió con la caída de la
República Romana. Todos sabemos que en el 49 a.c César cruzó el río Rubicón al norte de
Italia con su ejercito, empezando la Primera Guerra Civil Romana. Esta acción es vista por
muchos como el final definitivo de la democracia romana, pero yo argumentaría que antes de
César cruzar ese Rubicón, muchos otros habían cruzado sus propios Rubicones. Cada político
que robó del erario público en los años previos, cada voz que fue silenciada, cada victimario
de violencia política de cierto modo cruzó un Rubicón diferente, que llevó a crear un
descontento que finalmente haría que, a la hora de que César empezase su guerra, la gente lo
apoyase, porque veía en la democracia un sistema corrupto y débil que ya no podía procurar
el bienestar de sus ciudadanos.

Por otro lado, que el pueblo elige entre la gente carismática su capataz, déjenme explicarles.
En el primer libro de Samuel los israelitas le piden a este profeta que les de un rey, Samuel
les alerta que esto los destinará a la esclavitud y a la injusticia. Pero los israelitas hicieron
caso omiso a su advertencia e insistieron que querían un rey que reemplázase al consejo de
ancianos que tenían. Una lectura contemporánea del pasaje bíblico se antoja bizarra, sin
embargo yo diría que de cierto modo hacemos lo mismo. Miren a Estados Unidos, por
ejemplo, lo que pasó el 6 de enero, donde los manifestantes, o quisiera mejor llamar golpistas
se convirtieron voluntariamente en herramientas políticas de un autócrata amateur llamado
Donald Trump, ya que, de forma desinteresada por sus propia integridad física y arriesgando
prisión, decidieron irrumpir en el Senado solo por seguir la ambición de este político, porque
lo amaban, porque les decía que querían oir.

Esto nos lleva a preguntarnos ¿Porqué el ser humano se esclaviza voluntariamente?, ¿Perdió
por completo la razón? El mismo Rousseau, se preguntó esto en su Contrato Social, y en mi
opinión nunca lo logró responder de forma satisfactoria. Hoy, con la experiencia de Dos
Guerras Mundiales y decenas de dictaduras podemos ver que la respuesta nace en el que va a
ser el último tema que trate que es la subjetivización de la verdad. Cuando un político está en
constante conflicto con la verdad, crea una narrativa paralela de la misma, que muchos
expertos llaman “Post verdad”, en otras palabras, se trata de una re interpretación engañosa
de hechos reales . Un ejemplo claro ocurrió en los meses previos al 6 de enero, donde Trump
usó incidentes aislados, testimonios con muy poca base fáctica y sobre todo las emociones de
la multitud para convencerlos de que la elección que perdió fue por fraude, no mediante un
legítimo sufragio que el departamento de justicia del país yanqui calificó como “las
elecciones más seguras de la historia de los Estados Unidos.

Y ahora nos quedamos aquí, observando, preguntándonos sobre como salir de este
problemón. Ya sabemos que la democracia es necesaria para frenar a los déspotas
sanguinarios. Ya sabemos que a negligencia gradual, el surgimiento de líderes carismáticos, y
la manipulación de la verdad son sus criptonitas, pero todavía no nos queda claro como,
nosotros los ciudadanos, debemos actuar entonces.Temo decir que no hay una respuesta
correcta para el dilema democrático mas que la de exigir a nuestros políticos un
comportamiento más ético, renunciar a aquellas narrativas de la realidad que tan cínicamente
usan como medio de control, para separarnos como pueblo, para hacernos olvidar los valores,
creencias, y la defensa de los derechos fundamentales del hombre. En el capítulo 8 versículo
31 del Evangelio de Juan reza “Conoceréis la verdad y la verdad os hará libre”, verdad y
libertad, dos palabras en divina comunión cuya correlación es más importante para nosotros
hoy que nunca en la historia de la humanidad. Usemos entonces las facultades racionales
innatas del ser humano, dotadas a nosotros ya sea por un creador o por obra de la naturaleza,
para poder evaluar de la forma más objetiva posible a nuestros mandatarios, para ponerlos
constantemente a juicio, y no ceder ni un solo paso en la búsqueda perpetua de la felicidad y
la libertad. Solo me queda por último exhortarles que no sigan a aquellos políticos que de
forma tan ruín cruzan el Rubicón cada día, porque tarde o temprano se ahogarán con ellos en
la corriente de sus aguas opresivas. Muchas gracias!

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