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La trilogía de la buena Pipa

El derrotero de la trilogía Pipa es un buen ejemplo para entender los cambios de la producción,
distribución y exhibición de las películas argentinas en el último lustro. “Perdida” (2018) tuvo
un destino en salas de cine, mientras que las dos secuelas fueron producidas por Netflix para
emitirse exclusivamente en su plataforma. “La corazonada”, si bien fue una secuela se ubicaba
temporalmente antes de los sucesos de la película de 2018, allí el único rastro de la novela
“Cornelia” (de Florencia Etcheves) era el personaje de Pipa, interpretado por Luisana Lopilato.
La novata policía se veía involucrada, gracias a su talento y pericia detectivesca, en un caso de
asesinato contra una joven de 19 años. Si “Perdida” era un fallido intento por posicionar a
Lopilato en el papel de una detective desangelada por un trauma juvenil, motor por el cual se
convierte en policía, en la segunda película todo su mundo aparece más artificial que la idea de
presentarle al espectador que puede tener las cualidades de una heroína terrenal. El mundo
bonaerense parecía más el de una Nueva York teñida por los contornos de producción que
tienen los productos de televisivos de Dick Wolf como “La Ley y el Orden”, aunque sin su nivel
de entretenimiento.

Por supuesto, los dos intentos anteriores no auguraban un cierre de trilogía digno para Pipa.
En la gira por el país, Alejandro Montiel (director de las tres películas y co-guionista) deposita a
su criatura en el Norte Argentino, tras un paso por la Patagonia en “Perdida” y el conurbano
bonaerense en “La corazonada”. Aquí también hay una brecha temporal importante, los
sucesos de “Pipa” son posteriores a los de la primera película. Desencantada con su profesión,
la ex policía se recluye en La Quebrada, una pequeña localidad que tiene todas las
características de “pueblo chico, infierno grande”. Hay una familia burguesa que maneja los
hilos económicos, políticos y sociales, como así también una policía funcional a ella. Pipa se
mantiene lejos en una casa en el medio de la nada, en la que vive junto a su hijo
preadolescente y su tía (la gran Paulina García de la chilena “Gloria”).

Nuevamente el crimen y la muerte la involucra, en este caso con el asesinato de una joven de
clase baja que había asistido como mesera para un evento privado de la familia rica. El
accionar de todos los involucrados es sospechoso, y despierta un infierno centrífugo de
atmosfera incestuosa, resuelto con la muñeca de un capítulo de “Casi ángeles”. Por supuesto
Pipa, entre un hecho que la conecta y su vocación policial, encara una investigación paralela a
la de la policía que es turbia desde el mero inicio. La cartilla de problemáticas actuales se
suelta como globos en un cumpleaños: género, pueblos originarios, saqueos de tierras y la
necesidad desesperada de atraer capitales extranjeros. En el medio una trama policial, la cual
importa poco en comparación con todo lo que la historia desentierra sobre los personajes.
Todo aquello que fallaba en las dos películas anteriores de la trilogía, en este final de historia
se desarrolla de una manera menos caótica y subrayada. Sin embargo, le alcanza simplemente
para ser la mejor de las tres entregas, un logro poco destacable.

Montiel aprovecha mejor los exteriores, en comparación con “Pérdida” donde todo parecía un
gran estudio. De manera extraña, “Pipa” es una película que tiene un epicentro geográfico que
puede señalarse en un mapa, en contraposición a “La corazonada”, que parecía suceder en un
“no lugar” y en un “no tiempo”. Una línea editorial de parte de Netflix, en un esfuerzo por
borrar modismos, marcas y referencias locales, para atraer (según su visión) a un público más
amplío de habla hispana. Algo que se pudo ver recientemente en “La ira de Dios”, cuya historia
transcurría en una ciudad al azar.
“Pipa” es un cierre digno dentro de la calidad que la trilogía presentó en sus dos opus
anteriores. Algunas decisiones de dirección opacan mejor, en esta oportunidad, el verosímil de
cristal sobre el concepto de ubicar a Luisana Lopilato como una policía de temer. En esta
historia su presencia física es aún más endeble, la cual juega a favor de una trama que la lleva
por situaciones en las que siempre está en desventaja frente al peligro. Final para un policial
de enorme producción, pero de magras ejecuciones.

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