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Usted está invitado a una boda…
Donde un amante misterioso cumple una fantasía secreta, y encuentra su propio
sueño hecho realidad.
Donde una mujer decepcionada encuentra el verdadero amor, en el más
improbable de los lugares.
Donde la novia y el novio tienen dudas, pero descubren un feliz para siempre que
va más allá de sus sueños salvajes.
The Wedding #3
L a calle fuera del apartamento que Jess y Ryan compartían estaba tan
silenciosa que Jess sabía, sin tener que abrir los ojos, que tenía que ser
temprano. Se demoró al borde del sueño, contenta y cálida. Ryan la
abrazaba desde atrás, su calor y fuerza envolviendo su espalda, su brazo sobre su cintura,
su aliento en su hombro. Él todavía estaba profundamente dormido y ella no quería
despertarlo.
Era domingo y no tenían que ir a ningún lado, no tenían nada que hacer. Jess se
acomodó más profundamente en su almohada. No había ningún otro lugar en el que
quisiera estar. Ryan le había propuesto matrimonio y ella había aceptado y todo iba a ser
perfecto desde aquí hasta la eternidad. Era como un cuento de hadas, dos personas de
mundos diferentes, un encuentro casual, un intenso romance. 4
Y ahora felices para siempre.
Jess sonrió, recordando la pasión con la que habían hecho el amor la noche
anterior, y bueno, por la madrugada. Ryan se merecía su descanso, pero tal vez luego…
Sus labios tocaron el hombro de Jess en un lento beso y su mano se movió hasta su
cintura. Ella sintió su erección contra su trasero y comenzó a darse la vuelta hacia él.
—Buenos días.
—Lo es —accedió, su voz áspera y profunda, como tendía a ser por la mañana. Sus
ojos brillando con una familiar malicia y su corazón se apretó con amor. Se iba a despertar
así todos los días por el resto de su vida. Jess no podía creer su suerte.
Pero bueno, Ryan siempre había sido aquel que le hacía darse cuenta de cuán
afortunada era.
Su mano se alzó para acunar su pecho, y él acarició su pezón.
—Hueles tan bien por la mañana —murmuró, besando su cuello, acariciándola.
Jess rio.
—Huelo como si hubiera tenido un montón de sexo anoche.
—¿Y cómo puede no ser un buen olor cuando lo tuviste conmigo? —Él lamió el
lóbulo de su oreja, haciéndole cosquillas y Jess se puso de espaldas a su lado. Ella pasó sus
dedos a través de su cabello oscuro, sintiéndose sexy por la forma en que la miraba—. Me
gusta el olor de tu piel, y tu perfume.
—¿Aquél que me compraste?
Él asintió.
—Pero el modo en que se mezcla con tu aroma hace que sea todo tuyo. Podría
encontrarte en cualquier lugar. En la oscuridad. —Él se inclinó y tomó su pezón en su boca,
chupó hasta que estuvo tenso, y luego movió su lengua a través de este. Jess suspiró
satisfecha incluso mientras se ponía más excitada. Su mano se deslizó por su vientre y
entre sus muslos, la punta de su dedo encontrando su clítoris con una familiar facilidad.
Ella contuvo la respiración y se encontró con su mirada chispeante a medida que sonreía—
. También me gusta como huele esto —murmuró—. Y cómo sabe.
Él se movió con una velocidad sorprendente, bajando su cabeza entre sus muslos y
cerrando su boca sobre ella. Jess jadeó de placer cuando empezó a devorarla. Siempre lo
hacía muy despacio, como si tuvieran todo el tiempo del mundo, y sabía que esa pausada
velocidad la hacía llegar más fuerte. Sintió su sexo hincharse y separó las piernas para
darle un mejor acceso. Apartó las sábanas y arqueó su espalda, gimiendo a medida que él 5
la atormentaba, sin preocuparse si sus vecinos los oían o no. Jess se entregó al placer, un
rincón de su mente trazando una erótica venganza.
Ella se lo haría en la ducha. Él amaba eso. Lo acorralaría en la esquina y caería sobre
sus rodillas, el agua vertiéndose por encima de ellos mientras ella lo dejaba seco.
Entonces tal vez lo harían en la cocina. La tostada se había quemado la última vez,
pero podía quemarse de nuevo en lo que se refería a Jess.
Estaba exquisitamente feliz. Ryan y ella se iban a casar.
Iban a hacer el amor así por el resto de sus vidas.
Todo sería perfecto.
Cuatro meses más tarde, el despertador sonó estridente, haciendo a Jess saltar.
Por un momento, estuvo desorientada porque la habitación estaba demasiado
oscura. Tenía que ser media noche.
Entonces recordó el vuelo chárter que tenían que tomar. Ryan y ella volarían
hacia el sur a un complejo para casarse, con todos sus seres más queridos alrededor
para presenciarlo. Había sentido que este día nunca iba a llegar. Sin embargo, allí
estaba y aún tenía cosas por hacer. Una boda en una playa lejana estaba resultando ser
complicada y estresante.
Pero en dos semanas, Ryan y ella estarían de vuelta en su cama, como marido y
mujer. Esa sería la recompensa. Toda la ansiedad y los arreglos quedarían atrás.
Esperaba que valiera la pena. Como consultora de bodas, Jess había planeado
un millar de bodas con éxito. La suya tenía que ser la mejor de la mejor, la culminación
de sus propios sueños, y se había propuesto que fuera así.
El comentario inocente de Ryan de su propia boda siendo un gran marketing
para su negocio había sido brillante. Incluso cuando había enviado los comunicados de
prensa, Jess no había imaginado la cobertura que conseguiría. Tener un reportero de
alta sociedad de un blog semanal hablando sobre las próximas ceremonias había sido
estresante, ¿cómo se las arregló esa mujer para descubrir cada pequeña cosa que no
estaba funcionando a la perfección? 6
Jess no podía esperar para dejar todo detrás de ella, para tener a Ryan como su
marido, para volver a algo similar a la vida normal. Se inclinó sobre el colchón para
despertarlo, él podía dormir con el sonido de cualquier alarma o despertador, pero
siempre despertaba con un solo toque de ella, un signo seguro de su destinado amor,
solo para encontrar que la cama estaba vacía.
Él no estaba allí.
No había vuelto a casa.
Tuvo tiempo para sentirse enferma antes de oír la llave en la cerradura de la
puerta del apartamento. Jess apareció en el vestíbulo, justo cuando Ryan entró. Él
parecía como si no hubiera dormido en absoluto.
—¿Apenas estás llegando a casa? —dijo, alarmada—. ¡Tenemos que ir al
aeropuerto y tú aún no has empacado!
Se volteó a verla, sus ojos estrechados. Su expresión cautelosa, como había sido
a menudo últimamente.
—No apruebo los grilletes —dijo, sus palabras mal articuladas.
No, no, no. No una pelea ahora. Jess metió sus manos a través de su cabello,
esforzándose por mantener la calma.
Funcionó hasta que olfateó el alcohol en él.
—¡Estás borracho!
Ryan cerró la puerta cuidadosamente.
—Era mi despedida de soltero. Se supone que iba a embriagarme. —Él pasó
junto a ella y Jess contuvo el aliento.
—También hueles a perfume.
Se detuvo a mirarla a los ojos, tanto a centímetros como a kilómetros de ella.
—También se supone que haya strippers en la despedida —dijo él—. Había
cuatro.
—Mark organizó esto, ¿cierto? Está tratando de asegurarse que tú no te cases…
—Mark es un viejo amigo —interrumpió Ryan, su tono molesto—. Solo porque
no te agrada, no significa que voy a olvidar que lo conozco. —Levantó una ceja y ella
sintió cambiar algo entre ellos—. No sabía que los arreglos de la despedida tenían que
ser confirmados con Bridezilla1. ¿También debería habérselo informado a la periodista?
Jess estaba sorprendida, tanto por el tono de Ryan como sus palabras.
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—¡No es necesario! —dijo ella, conservando su voz baja con esfuerzo—. Es solo
que hay mucho por hacer…
—Por supuesto —dijo Ryan, interrumpiéndola—. Porque todo esto es una
fabulosa extravagancia. —Tuvo algunos problemas con esas dos últimas palabras—.
Dime, ¿soy solo un apoyo para la boda del siglo? ¿Podría hacerlo cualquier chico en un
esmoquin?
—Sabes que no se trata de eso…
—Solía pensarlo, Jess. —Él sonó cansado, triste y un poco perdido.
Exactamente como ella se sentía.
La miró con firmeza, claramente esperando a que ella diga algo. Jess no tenía
nada que decir. Solo se quedó observándolo, y él probablemente vio sus dudas. Jess
nunca había pensado en las diferencias en sus antecedentes y sus vidas. Había estado
demasiado enamorada para preocuparse por eso.
Pero ahora, temía estar cometiendo un error.
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Bridezilla: juego de palabras con la palabra bride (novia) y la terminación zilla, haciendo referencia al
famoso monstruo ficticio Godzilla.
Cuando ella no dijo nada más, Ryan se giró y se dirigió hacia el baño. Sin beso, ni
abrazo, sin palabras amables, ni anticipación. Jess corrió su mano sobre su frente. Una
cosa sería si esta fuera la primera vez, pero él había llegado tarde a casa y borracho
repetidamente el mes pasado.
Tal vez solo eran nervios.
Tal vez podía arreglar esto, justo como arreglaba todo lo demás.
Lo siguió al baño, forzando su voz a ser ligera y alegre.
—El taxi llegará en media hora para llevarnos al aeropuerto. ¿Vas a estar listo?
Él encontró su mirada en el espejo sobre el lavabo, había diversión en sus ojos.
—¿Quieres decir si puedo empacar todo por mi cuenta? ¿Puedo escoger mi
propia ropa para el viaje?
—No seas así. Tú mismo dijiste que ésta era una oportunidad de oro para
promocionar mi negocio…
—No pareces pensar que puedo hacer nada, entonces, ¿por qué imaginarías que
puedo vestirme por mi cuenta?
—¿Qué?
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—Jess, se supone que estamos formando una vida conyugal. Se supone
estamos planeando esto juntos…
—¡Pero esto es lo que hago!
—Correcto. Qué podría posiblemente saber sobre casarme con la mujer que
amo. —Ryan maldijo, luego sacudió su cabeza—. En serio necesito algo de café. —Pasó
de nuevo junto a ella y se dirigió a la cocina, quitándose su camisa y lanzándola en la
dirección usual del cesto de la lavandería.
Otro día, en otra ocasión, Jess podría haberse ofrecido a hacer esa taza de café.
Podría haberlo seguido a la cocina para tomar una taza para sí. Pero todavía tenía que
empacar su bolso, aparentemente, y tenía que ducharse.
Grilletes.
Bridezilla.
Debe ser solo la manera en que se expresaron los chicos en la despedida de
solteros, se dijo para sí. No era como si ella alguna vez hubiera sido una. Y los amigos de
Ryan podían ser un poco groseros. Como Mark, que poseía ese bar en el centro de la
ciudad. Ellos habían sido amigos desde la escuela media y ella respetaba eso, aún si
Mark parecía determinado en asegurar que Ryan permanezca soltero.
Pero mientras entraba en la ducha, reconoció que la discordia entre ellos no era
del todo culpa de los amigos de Ryan. Él parecía haberse convertido en un chico
diferente al que había robado su corazón. ¿Cómo podía ofenderle que use la boda para
fortalecer sus negocios? Había sido idea suya usar su boda como publicidad.
Había seguido su sugerencia y ahora él había cambiado, de Príncipe Azul a La
Bestia.
¿Estaba cometiendo un error?
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Bondage: es una práctica sexual en la que se utilizan ataduras.
—¡Fiona!
Su amiga sonrió, sin arrepentimiento.
—Si cambias de opinión y quieres un poco de apoyo moral cuando vayas de
compras, házmelo saber. Siempre estoy buscando accesorios. —Ella se dirigió hacia las
habitaciones, y luego miró hacia atrás—. Si decides echarlo, también házmelo saber.
Siempre he pensado que Ryan es algo lindo.
—¡Eres mala!
Fiona rio de nuevo.
—Ya sabías eso, amiga. —Entonces se fue, comprobando su llave y arrastrando
su maleta con ruedas detrás de ella.
Christine había estado hablando con el conserje, pero regresó junto a Jess.
—¿Estás bien? ¿Nervios de último minuto? —Enlazó su brazo por el codo de
Jess—. Comprobaré con el conserje de nuevo más tarde por la maleta perdida. No te
preocupes. Tienen cuatro días para encontrarla.
—Va a quedar arruinado si pasa cuatro días hacinado en la maleta.
Christine le dio un abrazo.
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—¡Deja de preocuparte! Quizás necesite una pequeña planchada, o tal vez solo
colgarlo en la ducha por un tiempo. Lo arreglaremos. —Sonrió a Jess—. Deberías
disfrutar de esto. Es una boda de ensueño y es toda tuya.
—Deberías ser la que se case, no yo.
—¿Por qué lo dices?
—Porque todavía crees en toda esta cosa del felices para siempre. —Suspiró
Jess—. Ya no estoy segura de que pueda.
—Oh, no lo dices en serio. Ryan y tú son perfectos el uno para el otro. —La
sonrisa de Christine fue un poco forzada—. Además, estoy viviéndolo a través de ti.
Tienes que tener una boda fabulosa por todos nosotros. También Fiona.
—Ella nunca va a casarse. Es una cuestión de principios.
—No estés tan segura. Cuando la gente está convencida que lo tiene todo
resuelto, el universo tiene una manera de sacudir sus supuestos.
—¿De verdad crees eso?
—Soy una optimista implacable. Deberías saberlo a estas alturas. Además, las
personas viven más tiempo cuando están casadas, ese sería un incentivo incluso para
Fiona.
—Ryan podría no vivir lo suficiente para casarse si sigue así.
—Eres puro ruido y pocas nueces —bromeó Christine—. Todo el mundo sabe
que los dos están muy bien juntos.
Incluso si Ryan parecía haberlo olvidado. Tal vez solo era el estrés de la boda.
Jess forzó una sonrisa y trató de pensar positivo.
—Gracias, Christine. Nos encontraremos de nuevo aquí en unos pocos minutos.
No te apresures.
—Puedo encargarme de cazar el vestido. Ve a pasar algún tiempo con Ryan.
Jess resopló y sacudió la cabeza en dirección a la barra.
—Está ocupado.
Christine le dio una mirada atenta.
—Oh, pensé que Ryan y tú iban a tomarse un descanso juntos hoy…
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Jess sacudió la cabeza.
—No, decidimos esperar hasta la noche de bodas —explicó—. Que sea más
romántico.
Christine sonrió.
—Eso suena romántico. Toda una primera vez de nuevo. —Ella miró hacia la
barra—. Tal vez por eso está tan ocupado con sus amigos. Tratando de evitarte para
que así sea más fácil mantener el plan. —Sonrió—. Los dos son tan eléctricos juntos.
Habían sido eléctricos. El corazón de Jess dolió al sentir que la magia que había
pensado que habían compartido durante su relación se evaporaba ante sus propios
ojos.
Pero bastaba confiar en Christine para encontrar una explicación razonable y
agradable. También era la que había sido más confiable en resolver los giros y crisis de
última hora.
—Eres la mejor, Christine —dijo Jess, sus lágrimas alzándose—. No sé cómo
habría salido de esto sin ti.
—Va a ser perfecto —dijo Christine con una confianza que Jess no sentía—.
Vamos a triple comprobar todo y lo único que tienes que hacer en el gran día es
disfrutar. Vas a estar tan hermosa y este lugar es simplemente maravilloso. Será una
boda de ensueño. Irá a pedir de boca y llegarás a casa para encontrar docenas de
nuevos clientes solicitando tus servicios. —Abrazó a Jess—. Toma una respiración
profunda y deja de preocuparte. Nunca vas a hacer esto otra vez, así que disfruta.
—Tienes razón. —Jess dio a su mejor y más antigua amiga un fuerte abrazo,
deseando poder creer que era verdad—. Gracias.
—Déjame hablar con el conserje de las maletas. Toma una ducha y una siesta. —
El tono de Christine era reconfortante—. Eso hará que te sientas mejor. ¿Tienen un spa
aquí? Podríamos reservar antes de la boda y ponernos todas hermosas.
—¡Es una gran idea!
—Tal vez hoy deberías recibir un masaje.
Tal vez debería. Jess se unió a su madre, escuchando el entusiasmo de su madre
por el complejo, y trató de ser un poco más optimista.
No podía doler.
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Ryan peleó para evitar que su mirada siguiera a Jess a medida que salía del
restaurante.
Había dicho demasiado y lastimó sus sentimientos. Lo sabía y se sentía como un
idiota, pero por otro lado, no pudo evitar permanecer en silencio por más tiempo.
Alguna vez, había sido capaz de decirle algo fuerte en una forma más amable. 21
Podrían haber estado en desacuerdo, pero habían seguido hablando, y habían
terminado haciendo el amor lentamente después de eso.
Le dolió el recuerdo de cuán dulce podía ser la reconciliación.
Nunca habían discutido de esta manera, pero tal vez hacer el amor todavía podía
ser la forma de resolverlo todo. Pensó en seguirla y seducirla, luego recordó su trato.
Se sentó fuertemente. Si iba a la cabaña, le haría el amor. Trataría de llevarse el
dolor de sus ojos e intentaría restaurar la conexión que habían tenido. Se mataría para
hacerla sonreír. Pero había prometido esperar hasta la ceremonia.
Era domingo. La boda era el jueves. Estaba en la recta final. Solo cuatro días
más.
Podía hacerlo.
Mientras permaneciera fuera de la habitación o permaneciera ebrio.
Y después de eso, trabajaría para reconstruir su compañerismo. La recuperaría
antes de eso. Se la ganaría de nuevo. Un hombre no podía estar así de enamorado con
una mujer sin creer que todo estaría bien al final. Si no creyera que los chicos buenos al
final ganaban, no se habría convertido en policía.
Ryan ordenó otra cerveza y un chupito.
Jess despertó en una perfecta mañana caribeña. Había estado despierta hasta
muy tarde, preocupada, tanto que había dormido mucho más de lo normal. El cielo
estaba azulado, la brisa del océano era caliente y el colchón junto a ella estaba vacío.
De nuevo.
Miró hacia el techo y parpadeó para alejar las lágrimas.
Frustrada se dirigió hacia la ducha. Iría a encontrar a Ryan en el bar o dónde sea
que hubiera pasado la noche y haría lo que fuera necesario para enderezar las cosas.
Tenían que hablar. Tenían que lograr resolver esto.
Escuchó la puerta abrirse cuando estaba en la ducha, pero asumió que era la
mucama. Gritó para decir que estaría fuera de la habitación en cinco minutos y escuchó
cerrarse la puerta. Salió del baño para encontrar a Ryan en la cama, boca abajo.
Cuando ella llegó a la cama, él dio un feliz suspiro. 22
—Hueles tan bien en las mañanas, Jess. —Enterró su rostro en las almohadas y
aspiró profundamente, sus puños cerrándose sobre las sábanas. El corazón de Jess se
apretó.
Se sentó a un lado de la cama y él se estiró para tocarla, su otra mano
cerrándose en las de ella.
—Lamento decir lo que dije. Es solo que esto me está matando.
—¿La boda?
—No tener sexo.
Jess sonrió a pesar de sí misma.
—Pero solo es sexo, y será más caliente el jueves. Acordamos que…
—Lo sé, Jess. Lo sé. Pero es más difícil de lo que esperaba. —Ryan suspiró, rodó
sobre su espalda. Le dio una mirada adormilada—. No quiero ser un idiota. Solo te
extraño.
—Yo también te extraño.
—Estoy jodidamente asustado, Jess. ¿Qué demonios estás haciendo con un tipo
como yo? —Se frotó la frente y luego se cerraron sus ojos—. Deberías estar con alguien
como tu hermano, un tipo con un par de títulos, y no de la escuela de la vida.
—Pero te amo.
—No tiene sentido —murmuró Ryan. Ella se sentó y sostuvo la mano de él
mientras su respiración se profundizaba.
Jess mordió su labio mientras lo veía dormir. Recordó el día que su tienda había
sido robada y su mundo había sido sacudido.
Un ladrillo había sido arrojado por la ventana, dejando cristales rotos en todos los
vestidos en la vitrina. Jess se sorprendió al descubrir el desorden cuando llegó, sobre todo
porque tenía un cliente pautado para las once.
Eso fue antes de que ella entrara en la tienda, antes de ver que todo había sido 23
sacado de los estantes y arrancado de las perchas. Toda la gloria prístina de los vestidos
blancos y los accesorios se encontraba revuelto en el suelo. Los libros con las muestras de
invitaciones habían sido arrojados a través de la tienda, sus páginas arrancadas. Era un
desastre.
No recordaba llamar a la policía. Pero sí recordaba colapsar entre un montón de
vestidos deliberadamente destruidos, cientos de miles de dólares de inventario
desgarrados por… diversión, un inventario que no podía permitirse el lujo de desechar, y
por eso, rompió a llorar de frustración.
Hasta que un hombre se aclaró la garganta cuidadosamente desde la puerta. Un
oficial de policía. Ryan, en su uniforme, con su pistola y su aguda mirada. Él había
comprobado la caja registradora, la caja fuerte, la joyería, evaluando, observando y
tomando notas con una eficiencia que le sorprendió. Fue educado y resuelto, haciendo a
Jess consciente que lo que era nuevo para ella, era una rutina para él. Sus preguntas le
ayudaron a recomponerse y empezar a limpiar.
Jess estaba colgando los vestidos rasgados, tratando de ordenar los que podrían
salvarse, cuando sintió su presencia a su lado.
—Eso es todo lo que podemos hacer hoy —dijo él—. El detective consiguió algunas
huellas en la puerta, eso es algo bueno.
—Gracias.
No se fue.
—Guau. Parece azúcar glas o telarañas —dijo con asombro. Él levantó una mano
enguantada para tocar un volante de encaje, sus ojos abriéndose más al ver la etiqueta de
precio. Inspeccionó los vestidos en el suelo, y luego se encontró con su mirada—. Debes
estar asegurada.
Jess hizo una mueca.
—Eso no quiere decir que van a cubrir todo esto. —No había desaliento en su voz,
solo un pesimismo raro.
Lo sintió más que lo vio al responderle.
—Te ayudaría, pero probablemente lo hará peor.
—Gracias por la oferta.
Siguió sin irse, incluso entonces, por el contrario, manteniéndose firme. Ella se dio
la vuelta para encontrar que la observaba, su mirada evaluativa.
—Debes tener un socio. —Jess sacudió la cabeza—. ¿Alguien que te ayude a
limpiar?
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—Yo lo haré.
Aun así vaciló.
—Puedes encontrar a McMurtry en Main, es rápido reemplazando ventanas.
También tiene buenos precios. Voy a darles una llamada, si quieres.
Jess levantó la vista.
—¿Eso es lo que los policías suelen hacer?
—No. —Sonrió, la expresión suavizando sus rasgos—. Pero no quiero dejarte sola
con esto. ¿Estás segura que no hay nadie a quien puedas llamar?
—Mi amiga vendrá después de terminar el trabajo. —Jess se agarró con más
fuerza a un vestido, conmovida por su preocupación—. Gracias. Estaré bien. Gracias por
venir, también. ¿Crees que van a atraparlos?
—Lo intentaremos.
Jess supuso que eso era todo lo que podían hacer. Observó el lío, deseando saber
cómo iba a sobrevivir a esto financieramente.
Él sin embargo no se fue.
—Podría haber sido peor, ya sabes.
Jess extendió una mano, señalando el daño.
—¿Cómo es posible que sea peor?
Ryan pareció desconcertado, pero ella esperó, animándole con su silencio.
—Bueno, podrían haber, um, orinado en todo. —Jess lo miró con asombro,
sospechando que él habría elegido un verbo diferente en otro entorno—. O peor. —Él
hizo una mueca—. Lo vemos todo el tiempo con los allanamientos de morada.
—Eso sería peor. Sería desagradable. —Jess se había dado cuenta entonces que
había muchas, muchísimas cosas en el mundo que no sabía o no había visto—. Gracias por
hacerme sentir afortunada —dijo y en serio.
—Todo en el cumplimiento del deber. Espero que tu día mejore, señorita
Carmichael.
—No hay donde más ir sino hacia arriba —dijo Jess.
Él casi rio, conteniéndose hasta que ella le sonrió. Se había producido un brillo
travieso en sus ojos cuando se tocó el ala del sombrero. El brillo lo había transformado, lo
había humanizado, haciéndole notar al hombre en el uniforme. 25
Cuando volvió más tarde ese día, una vez que estaba fuera de servicio, solo para
comprobar su progreso, había estado encantada de verlo. Él había sonreído abiertamente
ante su placer y no había habido vuelta atrás.
Ryan era todo lo que Jess siempre había creído que un hombre, y un oficial de
policía, debía ser. Era galante y astuto, tanto duro como gentil, un hombre de principios
y ternura. Él la trataba como a una dama, pero también como una compañera.
No es de extrañar que lo amara tanto.
Jess estuvo tentada a seducir a Ryan, aquí y ahora mismo. El sexo se llevaría el
borde de tensión, pero también significaría que rompería la promesa de Ryan con ella.
Sabía cómo era Ryan en cuanto a los votos y las promesas. Nunca eran negociables, y
en realidad, su determinación a cumplir su palabra era una cualidad que admiraba en él.
Convencerlo a romper su palabra podía arruinar todo.
Tenía que haber otra manera. ¿Podía reavivar la llama entre ellos sin poner en
peligro el acuerdo que habían hecho? ¿Podían llegar a estar tan obsesionados entre sí
que su noche de bodas sería más caliente que el fuego?
Jess tenía que creerlo. Pensó en las formas en las cuales se habían atormentado
entre sí en el pasado, y cuán increíble habían sido esos encuentros. Tenía que creer que
esto requería una táctica diferente a todo lo que habían hecho antes. La novedad sería
parte de lo que atraería la atención de Ryan. Y la sorpresa también desempeñaría un
papel.
Tomó el teléfono y marcó a la habitación de Fiona.
—Llévame de compras —dijo cuando Fiona respondió. Miró hacia abajo, pero
Ryan ni se movió. Sintió un estremecimiento de anticipación—. Ya sabes a dónde.
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R yan tenía la sensación de que algo estaba mal.
Mantuvo los ojos cerrados y trató de averiguarlo.
Había encontrado la cabaña correcta, porque su llave había funcionado
en la puerta. La cama era enorme y cómoda, las sábanas planchadas para suavizarlas
perfectamente. Él estaba desnudo y durmiendo sobre su espalda, una brisa flotando
sobre su piel. El aire era cálido y podía oír tanto el amparo del océano como los
graznidos de las gaviotas. Se sentía lujoso simplemente estar allí, sin ninguna prisa en
particular para hacer algo o ir a cualquier lugar. Como un completo beneficio adicional,
no tenía dolor de cabeza después de la noche anterior, pero sus pensamientos estaban
un poco nublados.
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Podía oler el aroma de Jess en las sábanas, ese dulce olor familiar de su cuerpo.
Su cuerpo respondió como señal y su erección se alzó a medida que la visualizaba
dormida. Ella siempre dormía desnuda, su piel suave como la seda. Su cabello estaba
siempre en una maraña oscura alrededor de su rostro y sus labios siempre separados,
como invitándolo a un beso. Por un centenar de mañanas, se había dado la vuelta para
encontrarla allí y había sido tentado. La había despertado con un beso, entonces le
había dado la vuelta sobre su espalda y se la había devorado. Amaba comenzar su día
con el sonido de su orgasmo y el gusto de sus jugos calientes en su lengua.
Ryan gimió un poco y se movió mientras dormitaba. No podía esperar para
tenerla de espaldas de nuevo, para saborearla otra vez, para sentir su cuerpo flotando
a la cúspide del orgasmo.
Su Jess.
Ryan se dio cuenta lentamente que podía oler el perfume que ella usaba cuando
iban a salir. El olor le hizo cosquillas, haciendo su erección aún más grande. Amaba ese
perfume, el modo en que se mezclaba con el suyo natural. No estaba bromeando con
ella cuando dijo que podía encontrarla en cualquier lugar cuando lo llevaba.
Inhaló profundamente, recordando la última vez que se había burlado de él con
ese perfume. Había sido un viernes por la noche, una cena para su asociación de
negocios antes de navidad. Estaba llevando un sujetador de encaje con bragas a juego,
con medias y un ligero. Su maquillaje lucía pulcro, su cabello estaba recogido en lo alto
y había estado usando tacones. Cuando él salió de la ducha para vestirse, le había dado
una mirada traviesa. Entonces comenzó a aplicar ese perfume debajo de sus pechos, en
su cuello, en la parte interior de su muslo, en el arco de su pie.
Él había estado hechizado por la vista. El dormitorio se había llenado con el olor
de ella, pero había insistido en esperar hasta más tarde para incluso tocarse el uno al
otro. Ryan había anudado su corbata alrededor de novecientas veces para hacerlo bien,
había estado tan distraído.
Habían llegado tarde, lo que nunca hacían.
En el auto de camino a casa, ella se había quitado las bragas de encaje y las puso
en el bolsillo interior de su chaqueta de traje. Había sido capaz de olerla y a ese
perfume durante todo el camino a casa, y habían bromeado sobre él conduciéndolos
hasta la zanja.
Había estado cerca.
Y habían hecho el amor hasta el mediodía del siguiente día.
Ryan gimió con el recuerdo.
Esa noche era la razón principal por la que había accedido a su idea de un mes de
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castidad. Si cuatro horas habían sido suficientes para volar su mente, ¿cómo sería con
treinta días?
Sin embargo, lo estaba matando. Eso no había sido una broma.
Tres noches hasta que tuviera a Jess de vuelta. Ryan podía hacerlo.
Trató de alcanzarla a través de las sábanas, esperando que esté allí, pero no
pudo moverse.
Entonces los ojos de Ryan se abrieron, incluso mientras trataba de tirar para
liberarse. Para su sorpresa total, sus tobillos estaban atados a las esquinas del
reposapiés y sus muñecas estaban atadas en las esquinas de la cabecera. Estaba atado
a la cama, abierto de brazos y piernas sobre su espalda.
Se retorció con frustración, pero la cama estaba tallada en madera maciza y ni
siquiera crujió con sus esfuerzos. Las bandas de sus muñecas y tobillos eran anchas y
hechas de algún tipo de nylon que lo fijaba en su lugar. No había ningún modo de
librarse de ellas, aunque no eran lo suficientemente fuertes como para cortar la
circulación. Cada una estaba atada a un trozo de cuerda negra, que estaba anudado a
su vez alrededor de la pata de la cama. Estaba estirado completamente y apenas podía
mover su trasero. Si se hubiera relajado, podría haber estado cómodo, pero Ryan no
podía relajarse.
Su corazón latía con fuerza.
¿Qué demonios estaba pasando?
¿Quién le había hecho esto? ¿Y por qué?
¿Dónde estaba Jess?
—Pareces estar preocupado por haber sido atado —dijo Jess, su voz baja y
sensual. Ryan se dio cuenta que ella estaba de pie junto a la pared al lado de la
cabecera, justo fuera de su visión periférica—. Fiona me sugirió darte un adelanto.
Cuando ella dio un paso adelante, Ryan se ahogó con sorpresa. Estaba vestida
en un corsé negro brillante y unas botas negras a la altura del muslo a juego. Los
tacones de esas botas eran de aguja y llevaba un antifaz negro. Su lápiz de labios era de
un rojo brillante, un color que ella nunca usaba, pero que se veía increíble en ella. El
corsé dejaba sus pechos libres y los empujaba hacia arriba, haciéndolos ver más
redondos y grandes.
Debe haber puesto colorete en sus pezones, porque se veían muy rojos.
Y eran unos tensos pequeños puntos.
Estaba tan excitada como él lo estaba. 29
Era Jess pero no su Jess, una versión de Jess de una súper heroína de película
porno, y la vista aturdió a Ryan. También envió una sacudida ardiente a través de sus
venas, una oleada de lujuria que fue directamente a su pene.
Tenía una mano detrás de su espalda, haciéndole preguntarse qué estaba
escondiendo de él.
Jess, con un sexy secreto. Ryan sintió su corazón saltar a toda marcha. Aún
peor, estaba llevando ese perfume. Cuando se acercó, el aroma lo rodeó como una
nube y casi le hace correrse al acto.
Por algún milagro, encontró su voz.
—¿Qué estás haciendo?
Jess dejó caer un trozo de cinta en la cama y se puso unos guantes largos negros
que iban hasta sus codos. Los subió lentamente, como si le gustara volverlo loco. Los
guantes hacían que sus brazos se vean largos. De hecho, todo el traje le daba un toque
exótico e irreal. Si esto era un sueño, Ryan no quería despertar.
Él la miró con asombro, sin querer perderse nada.
—Has sido un chico malo —murmuró ella, con una pequeña sonrisa en sus
labios rojos—. Y te voy a castigar.
Imposible. Su Jess nunca habría dicho tal cosa.
Incluso si la amenaza hizo que su pene se pusiera tan duro que dolía.
—Pero tenemos un trato, por un mes…
Ella sonrió.
—Nadie dijo que haría más que atormentarte.
Ryan se ahogó con sorpresa.
—No lo harías. No podrías. No ahora…
—¡Silencio! —Jess golpeó su muslo con una paleta de cuero que había estado
sosteniendo detrás de su espalda. En realidad no dolió, pero Ryan estaba tan
sorprendido que se quedó en silencio.
¿Qué se suponía que debía hacer?
Suponía que no había mucho más que él pudiera hacer.
Se puso aún más duro con esa comprensión.
Jess apoyó una rodilla sobre la cama y se inclinó sobre él, rodando algo en su
mano.
30
—Abre grande, Ryan —susurró, luego tocó su labio con su dedo. Él abrió su
boca bajo su orden, demasiado sorprendido al verla de esa forma para desobedecer.
Pensó que iba a besarlo, y estaba más que listo para eso.
En su lugar, Jess metió una mordaza negra con una bola en el medio dentro de
su boca y la aseguró alrededor de su cabeza. Ryan trató de escupirla, sin éxito. Trató de
gritar, pero solo logró formar un gemido sordo. Se esforzó, peleando contra las
restricciones y empezó a respirar más rápido con la convicción de que estaba cautivo.
Jess se inclinó cerca y susurró en su oído, sentir su respiración contra su piel
haciéndolo temblar. Estaba ahogándose en ese maldito perfume de ella y estaba
seguro que pronto se correría.
¿Lo castigaría aún más por eso?
—Las puertas están aseguradas —susurró—. La cabaña está aislada. La señal de
“No Molestar” está en la puerta. —Sus dedos estaban trazando dibujos sobre su
cuerpo, su toque ligero haciéndolo consciente de modo penetrante de cada centímetro
de su propia piel—. Tus amigos están durmiendo la resaca y ninguno va a buscarnos
hasta la cena a las seis. —Ella echó un vistazo al reloj digital sobre la mesita de noche—.
Oh, mira, es solo la una en punto. —Sonrió y apoyó su mano para deslizarla hacia abajo
por su pecho—. Eres todo mío por cinco horas enteras. No vamos a hacerlo, pero voy
atormentarte. —Cerró su mano alrededor de su erección y apretó—. Si eres muy
bueno, te dejaré venirte, pero si te corres antes de darte permiso, me aseguraré que te
arrepientas.
Algo se plegó y rompió en la mente de Ryan. Nunca antes había jugado un juego
como este, y nunca lo había querido. Pero con Jess como su dominatriz3, podía ver el
atractivo.
Ella lo soltó demasiado pronto y giró lejos. Él comprobó su culo, el cual siempre
había tenido esa forma de corazón perfecta. Era exactamente como él recordaba, y
cada parte tan sexy.
Jess recogió la cinta que había lanzado sobre el colchón, envolviéndola
alrededor de sus dedos enguantados. Era un listón azul satinado, cerca de tres
centímetros de ancho.
—Algo viejo, algo nuevo —dijo, recitando la vieja rima acerca de la buena suerte
para las bodas. Su traje era nuevo. ¿Qué era viejo? ¿Ryan? Sentía que estaba fallando en
entenderlo porque no estaba seguro. ¿Lo azotaría con la paleta de nuevo? La idea era
electrizante—. Algo prestado y algo azul —continuó Jess.
¿Qué tenía ella prestado?
31
El listón era azul. El alivio surgió a través de él al saber esa respuesta.
¿Pero prestado? ¿Qué era prestado?
La sonrisa de Jess se volvió perversa, luego envolvió el listón alrededor de su
pene, limitándolo en un aro de suave satín. Ryan gimió en protesta incluso mientras se
ponía más duro.
—Fiona dijo que una pequeña restricción impediría que te vengas demasiado
pronto. Nunca supe eso. ¿Es verdad?
Ryan solo pudo gemir. Ella corrió la punta de sus dedos sobre su longitud y él
sacudió sus caderas, siendo incapaz de evitarlo. Jess soltó una risa. Entonces enrolló el
listón alrededor de su eje, luego alrededor de sus bolas, finalmente anudándolo en un
gran arco. Él sintió el suave satín del listón contra su piel y retorcido en su erección a
medida que ésta se hacía imposiblemente más grande.
—Parece que te gusta eso —meditó Jess—. Veamos qué más te gusta. —Ella
golpeó un dedo sobre la punta de su nariz—. Recuerda: no estás autorizado a venirte
hasta que yo te dé permiso. Solo si te doy permiso. Hoy me encargo de las reglas y esa
3
Dominatriz: mujer que adopta el papel dominante en prácticas sexuales de bondage, disciplina,
dominación y sumisión o sadomasoquismo, que suelen abreviarse como BDSM.
es importante —dijo y sacudió la cabeza, como si se decepcionara de él—. Ya estás en
un montón de problemas, Ryan. No presiones tu suerte.
Ryan solo pudo volver a gemir en su mordaza. No estaba seguro de ser capaz de
contenerse. ¿Cómo iba a sobrevivir las próximas cinco horas?
¿Qué le haría Jess si él la desobedecía?
Ryan tenía la sensación que iba a descubrirlo.
Jess no podía creer que no había probado el bondage antes. Era emocionante
tener a Ryan a su merced y ser capaz de ver lo tan excitado que él estaba. Su
respiración salía a toda prisa y estaba sonrojado, pero su polla estaba tan rígida y
gruesa que apenas podía resistirlo. Quería sentirlo dentro de ella otra vez. Quería
sentarse sobre él, empujarlo tan profundo dentro de ella y exprimir su semilla.
Pero eso tenía que esperar. 32
Rodeó la cama lentamente, dejando que sus tacones resuenen sobre el suelo. Él
no podía apartar su mirada de ella aparentemente, y parecía que incluso no quería
parpadear. Ella golpeó la paleta de cuero contra su palma enguantada a intervalos
regulares, notando cómo el sonido del impacto le hacía contener el aliento.
—También aprendí que estimular la piel aumenta el deseo —le dijo—. Y que
alternar dolor con placer combinan el efecto. Ya que has sido tan malo, pensé en
intentar un poco de castigo primero.
Ryan gimió dentro de su mordaza.
Jess se movió rápidamente para golpear su muslo con la paleta. Él se estremeció
a medida que su piel enrojecía. Jess se estiró y acarició el punto con la punta de sus
dedos. Su polla, encerrada en el satinado listón azul, tembló en atención. En todo caso,
estaba estirando su cautiverio. Ella nunca lo ha visto tan grande.
—Placer y dolor —murmuró con satisfacción—. Esto parece funcionar. —Ella le
sonrió—. Parpadea si te gusta esto. —Ryan parpadeó—. Eso imaginé —dijo,
conservando su voz baja y peligrosa—. Siempre te ha gustado el cuero. Vamos a
descubrir cuánto.
Ryan gimió cuando Jess empezó a trabajar en él. Azotó su muslo un poco más,
azotándolo hasta que estuvo sonrojado desde la cadera a la rodilla. Luego se inclinó
sobre él y corrió su lengua de un lado a otro en la cabeza de su pene. Su coleta
arrastrándose a través de su estómago, probablemente haciéndole cosquillas, así que
lo hizo de nuevo, observando cómo enrojecía de placer.
Azotó el otro muslo hasta que se volvió rosado, y luego se agachó para acariciar
sus bolas. Se tomó su tiempo, acunándolas en su mano enguantada, dándoles un
pequeño apretón, para después deslizar sus dedos de arriba hacia abajo a lo largo de su
erección.
Sus brazos fueron los siguientes, y se llevó el pulgar de Ryan en su boca para el
intervalo de placer. Él la observó ávidamente a medida que ella metía y sacaba su
pulgar en su boca, justo en la manera que ella lo había chupado cientos de veces o más.
Ella arrastró sus dientes a través del extremo de su pulgar, chupándolo y
mordisqueándolo con sus dientes al hacerlo, luego corrió su lengua sobre su palma. Él
se estremeció en sus restricciones y sacudió sus caderas en una demanda silenciosa.
—Otra vez travieso —dijo, y golpeó su pecho con la paleta. Pellizcó su pezón
fuerte esa vez y él enrojeció. Su cabello estaba despeinado, haciéndolo verse
desaliñado y sexy, tan caliente para ella que él no sabía qué hacer consigo mismo.
33
No que tuviera mucha opción.
—Me gusta esto —le susurró, dando golpecitos con su lengua a través del
lóbulo de su oreja. Sopló sobre él después, mirándolo temblar—. Voy a dejarte
empacar todo esto en tu maleta cuando vayamos a casa y declararlo en la aduana. Si
fallas en conseguir pasarlo por la frontera, bueno, habrá más castigos pendientes.
Ryan gimió y asintió en acuerdo.
Ella rodeó la cama entonces, escuchando el ritmo acelerado de su respiración. Él
había empezado a sudar, lo cual hacía que su piel brille.
—Qué hombre tan sexy —susurró—. Voy a tener que asegurarme de guardarte
solo para mí. ¿Debería alguna vez dejarte ir? ¿O debería conservarte encadenado en
nuestro dormitorio para siempre? Puedes atender mis necesidades a cada hora.
Ryan rugió dentro de su mordaza y empujó sus caderas, claramente listo para
hacerlo ahora mismo.
—Mira cuán húmeda estoy —murmuró Jess. Puso un pie en la cama,
mostrándole su húmedo sexo. Sus ojos se ensancharon a medida que la miraba
fijamente. Corrió sus dedos sobre sí misma mientras él observaba con avaricia, después
esparció sus jugos por todo su rostro. Ryan contuvo el aliento y cerró sus ojos, luego se
retorció en sus ataduras—. Me deseas —dijo Jess y él gimió en acuerdo—. Pero en
cambio, solo me darás placer.
Gritó una protesta y ella lo azotó de nuevo, recompensándolo por su
impertinencia. Utilizó la paleta más fuerte, trabajando en su cuerpo desde sus dedos
hasta sus muñecas, incrementando el ritmo de los golpes. Él ya estaba rosado y listo, su
erección furiosa, cuando ella se subió a la cama. Besó su sien con gentileza, luego pasó
su pierna por encima de su cabeza. Debía estar goteando en su rostro.
—Se un buen chico, ahora, y asegúrate de darme placer —dijo. Jess metió su
mano entre sus muslos y removió la mordaza.
—Santa mierda, Jess —musitó Ryan—. Esto es increíble…
Pero Jess no lo dejó terminar. Se sentó en su rostro, saboreando su ahogado
gemido. Jadeó cuando su lengua se movió contra ella y tragó sus jugos. Separó sus
rodillas para bajar aún más sobre su rostro y él codiciosamente la devoró. La acarició
con su lengua, la succionó y burló, construyendo su deseo así como ella había
construido el suyo. Jess pensó que se desmayaría del placer.
El hombre se merecía una recompensa.
—Tienes permiso para venirte —susurró Jess. Su lengua se detuvo por un 34
instante y supo que la había escuchado—. Solo una vez, para reducir la presión,
después no lo harás otra vez hasta nuestra noche de bodas. —Luego descendió por
todo su cuerpo, desató el lazo en el listón de satín azul, y se llevó su enorme erección a
la boca.
Ryan había pensado que el mes de abstinencia lo mataría, pero era Jess decidida
a castigarlo lo que temía que lo matara. Era su actitud tan exageradamente sexy y
exigente, mezclando el dolor con el placer como si hubiera hecho esto un millón de
veces. La piel de Ryan estaba en llamas, y cada caricia lo incrementaba con un poder
celestial. Había sido capaz de oler su coño, olerlo mientras se humedecía más y eso
mezclado con su perfume estaba volviéndolo loco.
Cuando mencionó llevar las ataduras a casa, él se excitó más.
Cuando mencionó mantenerlo cautivo en su dormitorio, estuvo extasiado por
las posibilidades… y determinado a vengarse. La ataría para que así ella estuviera
indefensa y la atormentaría con placer. Se aseguraría que solo piense en él, que solo se
corra para él, que no exista nadie más en el mundo que pueda complacerla.
Después de eso, no estaba seguro que pudiera contenerse, sin importar cuánto
lo amenace.
Pero ella le dio permiso para venirse.
Cuando Jess lo coronó, Ryan no podía creer su suerte. Quiso succionarla hasta
dejarla seca. Quiso ahogarse en sus jugos. Quiso que ella envuelva sus muslos alrededor
de su cabeza y así enterrar su rostro en su húmedo coño.
En cambio, ella abrió más sus piernas. El movimiento sacándola un poco de
equilibrio, poniendo más de su peso en su rostro, pero no le importó. Le encantó el
suave cuero de esas botas contra sus brazos, y estaba cautivado por ese jodido
perfume. Le gustó la sensación de mantenerla prisionera con su lengua, y decidió que la
haría venirse como nunca.
Y eso fue antes de que ella desatara la cinta y lo tomara en su boca.
Ryan gimió contra su húmedo coño. Ambos se conocían muy bien, sabían
exactamente lo que complacía más al otro, y podían llevarse hasta el borde. El cambio
de caricias exigentes a gentiles para evitar que el otro tenga un orgasmo prematuro, la 35
alternación de labios y dientes y la mezcla de velocidades para el mismo final era tan
perfecto que podía haber sido coreografiado.
Todo lo demás era irrelevante. La conexión emocional era lo que era real, era lo
que alimentaba la electricidad entre ellos, era lo que haría que su relación fuera
duradera.
Su voto de castidad también hizo su parte, haciendo el encuentro más caliente y
excitante… la escena una mezcla increíble de familiaridad y encuentros prohibidos.
Ryan sintió su corazón latir muy fuerte en su pecho y su aliento contenerse. Sintió a
Jess temblar en su agarre y su clítoris se endureció más. Él estaba tan duro como una
roca, el pulso golpeando en su verga como una demanda. La sintió contener el aliento y
su boca apretarse ligeramente en él. Sabía que ella estaba al borde y así capturó su
clítoris en sus labios en un beso fuerte. Lo succionó un poco, empujándola sobre el
borde.
Jess gritó cuando su orgasmo la atravesó por completo. Estremeciéndose
encima de él, goteando en su rostro, y sintió los espasmos de su liberación.
Ella correspondió casi simultáneamente, cerrando su boca alrededor de la
cabeza de su pene, justo en la forma que le encantaba. Lo succionó al mismo tiempo en
que le apretaba las bolas.
Ryan rugió mientras se venía y venía, una y otra vez.
50
Jess era increíble, deliciosa, caliente y cada una de las fantasías de Ryan hechas
realidad. Tarareaba bajo el movimiento incesante del vibrador, luchando para evitar el
orgasmo con toda su fuerza de voluntad.
Tratando de ser buena.
Pero no intentando lo suficiente. Podía ver su resistencia a ceder el control y
supuso que estaba planeando cómo iba a desquitarse. Sin importar lo mucho que la
deseara en este momento, esto se supone que es una lección de compañerismo.
Una que también lo estaba poniendo caliente y duro.
Ryan jugó con el ajuste del vibrador mientras rodeaba la cama, pero los cambios
en la velocidad solo la llevaron más alto. Verla tan excitada era casi imposible de
soportar.
Jess estaba sonrojada desde sus pechos hacia arriba, y sus labios se estremecían
en silencio a medida que trataba de obedecer sus órdenes. Ver sus labios suaves, tan
rojos y listos, moviéndose de forma incoherente era emocionante. Cuando ella atrapó
el labio inferior con los dientes, Ryan pensó que se iba a venir en sus pantalones.
Cuando gimió, supo que estaba exigiendo demasiado de ambos.
Él se arrodilló a los pies de la cama. Ella estaba temblando, su sexo tan mojado
que brillaba. Giró el ajuste a un mero susurro.
—¿Has sido mala, Jess? —preguntó.
—Sí, Ryan —murmuró, su lengua corriendo a través de sus labios de una
manera que lo volvió loco.
—¿Necesita más disciplina?
Ella vaciló, luego tragó con fuerza cuando él incrementó la velocidad del
vibrador.
—Sí, Ryan. —Sonó un poco preocupada, y dudó que le gustara mucho estar
fuera de control.
—¿Debería azotarte?
Ella volvió a vacilar antes de darle la respuesta adecuada.
—Sí, Ryan.
51
—¿Quieres que el vibrador siga encendido?
Él sintió su indecisión, y entonces se sorprendió cuando ella respondió con
fuerza.
—Sí, Ryan.
Lo bajó hasta la posición más baja, luego levantó la paleta de cuero que ella
había usado en él.
—Estás aprendiendo a ser buena, Jess. Eso es muy prometedor.
—Sí, Ryan.
—Pero no estás a cargo. No vas a tentarme a que te tome, y no vas a correrte
sin permiso. —Dejó que su tono se vuelva áspero—. ¿Lo entiendes?
—Sí, Ryan.
Apenas dejó que su propio nombre cruce sus labios antes de azotarla en el
muslo con la paleta. El cuero hizo un sonido fuerte en el impacto, pero sabía por
experiencia que no dolía tanto. Jess jadeó sin aliento en voz alta, sorprendida por su
elección.
—¿Te gusta eso, Jess?
—Sí, Ryan.
Él golpeó el otro muslo, gustándole cómo ella luchó contra su sorpresa.
—¿Qué hay de eso?
—Sí, Ryan.
Se inclinó sobre ella y jugó con una abrazadera de pezones.
—¿Quieres que me detenga? —susurró.
Ella asintió con alivio.
—Sí, Ryan.
—Pero no depende de ti, ¿cierto? Depende de mí.
Su boca se movió en silencio por un momento, y luego apretó la mandíbula.
—Sí, Ryan.
—Eso fue más rebelde que sumiso, Jess —le reprendió, y azotó sus piernas
varias veces.
Ella se asustó un poco, justo como él había esperado. Luchó contra sus ataduras, 52
pero él la había asegurado bien, no podía escapar y tampoco podía hacerse daño. Ella
sacudió la cabeza, con los dientes apretados.
Placer y dolor, había dicho. En un impulso, Ryan sacó una abrazadera de
pezones, se inclinó y atrapó el tenso pezón en su boca. Lo besó y chupó, sabiendo
exactamente lo que le gustaba, manteniendo ese pecho acunado en su mano. Ella
arqueó la espalda, se estremeció, y luego gimió desde las profundidades de su alma.
Y con un estremecimiento largo, él sintió que dejaba de resistirse.
Se entregó a él.
Completamente.
Ryan desató rápidamente sus tobillos y le dio la vuelta. Él la instó a arrodillarse
en medio de la cama, con las rodillas muy separadas y el peso apoyado en sus codos.
Ese perfecto culo suyo quedó en el aire, justo donde él quería. Bajó la velocidad del
vibrador a un zumbido bajo y pasó su mano sobre el trasero de Jess.
—Eso estuvo muy bien, Jess. Voy a terminar de azotarte.
—Sí, Ryan.
—Levanta el culo tan alto como puedas. Quiero que des la bienvenida a cada
golpe. —Se inclinó aún más para rugir en su oído—. Y no hagas ni un sonido.
Jess se estiró de manera que su espalda se arqueó. Ryan echó un vistazo a la
vista atractiva ante él y supo que iba a azotarla otra vez al tener oportunidad. Su
trasero era tan suave y perfectamente formado. Amó el sonido del chasquido del cuero
contra ella, y la forma en que se sonrojó un poco más con cada golpe. Jess jadeaba
pero evitó gritar, y él podía oler el calor de su sexo.
—Las rodillas más amplias —dijo antes del quinto golpe y ella hizo lo que le
ordenó—. El culo más alto —ordenó ante el décimo, y ella inmediatamente obedeció—
. Ahora cuenta en voz alta conmigo —instruyó. Estaba rosa y caliente, su piel
temblorosa y su sexo goteando para cuando llegó a diez.
Pero ella no había hecho ni un otro sonido más allá de los que él le había
ordenado que hiciera.
Contaron hasta diez juntos y Ryan no sabía quién estaba más excitado. Él estaba
volviéndose loco con su necesidad de poseerla y Jess estaba jadeando.
—Muy bien, Jess —dijo, después de haber trabajado hasta sudar. Se movió
detrás de ella, y se obligó a recordar sus reglas. Atrapó sus caderas en sus manos, y
presionó su polla dura contra su trasero.
Jess gimió y arqueó su espalda, frotándose contra él en un movimiento
repentino que lo sorprendió. Ryan no pudo soportarlo. Se sintió perdido contra el calor
53
del deseo que lo atravesó. Se corrió con una fuerte oleada caliente que lo dejó mareado
y su esperma por toda su espalda.
Esta era la mujer que amaba, y una vez más estaban en sincronía.
Por eso no podía resistirse a ella.
Para cuando Ryan recuperó el aliento, fue consciente de Jess retorciéndose y
supo que tenía que jugar limpio. Él la arrojó sobre la espalda, y abrió sus muslos con sus
manos. Amaba la forma en que ella anticipaba sus movimientos, la forma en que ella
confiaba en él, cómo su ritmo en conjunto había quedado restaurado. Ella se estiró
sobre la espalda y abrió los labios, una vez más, haciendo un espectáculo visual de sí
misma.
—Has sido muy buena, Jess.
Ella se estremeció, como si no supiera si habría más castigo.
Ryan tenía una sorpresa para ella.
—Voy a cambiar las reglas y te daré una recompensa —susurró contra su
estómago. Desató las correas elásticas, empujó el vibrador a un lado y se inclinó para
devorarla.
Jess trató de aguantar. Ryan sintió la lucha dentro de ella y oyó el estruendo de
su corazón. Pero él solo la había acariciado durante unos momentos cuando ella se
corrió con un fuerte torrente, estando a punto de ahogarlo bajo el poder de su
liberación.
54
J ess despertó a la mañana siguiente con una sonrisa. No solo se estaba
sintiendo muy bien sobre el futuro, sino que además el calor de Ryan
estaba a su lado en la cama, justo donde debía estar. Se sentía
extraordinariamente bien.
Se acurrucó más cerca de Ryan y él se envolvió alrededor de ella, acariciando su
cuello. Jess sonrió ante la sensación de su bigote en su piel.
—Tienes que afeitarte —murmuró.
—Allí vas, teniendo la última palabra de nuevo —se quejó Ryan con su habitual
buen humor. Él la besó rápidamente, entonces alcanzó la mesita de noche por encima
de ella. La pequeña mariposa estaba allí—. Supongo que tus lecciones no han acabado. 55
Jess miró desde el vibrador hasta sus ojos chispeantes. No le gustaba esto en
absoluto. La idea era excitante, pero la realidad era que tenía un montón de cosas que
hacer, y una entrevista con esa periodista.
—Pensé que estabas bromeando acerca de llevarlo durante el día.
—No es una broma. Date prisa y dúchate. Tengo que encerrarte antes de
encontrarme con mis padres. —Ryan la besó a fondo, y entonces, se cernió sobre ella
mientras le sonreía—. Van a pensar que estás sonrojada porque eres una novia
ruborizada, pero ambos lo sabemos mejor.
—No puedes hacer eso —protestó Jess—. La gente no se hace esto el uno al
otro.
—Pero nosotros lo haremos —insistió Ryan, besando la punta de su nariz—. Lo
harás, porque quieres convencerme que nuestro matrimonio será equilibrado.
—Esto no es equilibrado. Este eres tú diciéndome qué hacer.
—Mi turno para estar a cargo. Tú lo has estado mucho últimamente. —Sus ojos
brillaron—. Estoy pensando que estaré a cargo hasta el jueves por la noche.
—Vamos a intentarlo después, tal vez la próxima semana cuando todo esto haya
terminado.
Ryan le dio una mirada.
—¿Te tengo que castigar de nuevo?
—Pero…
—Sin peros, Jess. Solo mueve tu culo o también te haré usar la crema.
Jess quería discutir, pero Ryan sonrió.
Ella había empezado algo, eso era seguro, y él lo estaba amando.
¿Tener su atención podría ser tan malo? Ryan salió de la cama y se dirigió al
cuarto de baño, silbando mientras balanceaba el vibrador de una de sus correas
elásticas. Se paró junto al armario y sacó uno de sus vestidos, uno que sabía que a él le
gustaba particularmente.
—Hoy, éste —dijo antes de desaparecer en el baño.
Jess tamborileó sus dedos contra el colchón mientras contemplaba la cabaña sin
verla realmente. No se iba a convertir en la pequeña esposa diligente de Ryan y
obedientemente haría todo lo que su marido le dijera que haga. Entendía su punto
sobre restaurar el equilibrio en su relación, pero ponerle a cargo a él en lugar de ella era
solo otro desequilibrio diferente. 56
Ryan se asomó por la puerta del baño y le guiñó un ojo.
—No me asomé en el armario ni vi tu vestido de novia, si estás preocupada por
la mala suerte.
Jess no estaba preocupada por la mala suerte. Estaba preocupada por arreglar
su relación justo antes de que fuera demasiado tarde.
Salió de la cama con un objetivo y se dirigió hacia el sonido del agua corriendo
en la ducha.
Era hora de una negociación, una que incluso sería el terreno de juego.
Ryan miró por encima del hombro cuando Jess apareció en la puerta del baño, y
notó cómo su expresión estaba llena de propósito. La ducha era grande y tenía paredes
de cristal. Él justo había estado admirando el banco construido a un lado, pensando que
podría ser muy útil cuando Jess apareció.
Para su sorpresa, ella se detuvo en el tocador. Se puso ese lápiz de labios rojos
mientras él observaba, sus movimientos pausados. Verla acicalándose hizo que su pene
se pusiera al instante duro. Ella se secó los labios y aplicó la barra de labios de nuevo,
teniendo mucho cuidado con los bordes. Ryan estaba paralizado.
Jess posó y frunció sus labios, abriendo su boca y mordiendo su labio inferior,
corriendo sus manos por su cabello. No cepilló su cabello, solo lo dejó suelto y salvaje.
Comprobó sus pechos e hizo una pequeña mueca ante el color rosado de sus pezones
resultado de las pinzas, entonces los masajeó por sí misma. Echó la cabeza hacia atrás y
cerró los ojos, ronroneando de placer.
Como si fuera ajena a su presencia.
Pero no lo era y Ryan lo sabía. Largos momentos más tarde, ella encontró su
mirada en el espejo y sonrió, una seductora que sabía exactamente cómo volverlo loco.
Cuando se volvió para encararlo, la polla de Ryan ya estaba gruesa y dura, lista para
ella.
Jess abrió la puerta de cristal y entró en el interior vaporoso de la ducha. Sus
ojos brillando a medida que acorralaba a Ryan en una esquina, luego tomó su cara
entre sus manos.
—Vamos a hacer un trato —susurró ella, sus pechos aplastados contra su torso.
57
Antes de que él pudiera responder, se estiró y le dio un beso.
Su beso fue más salvaje y caliente que lo habitual, un beso apasionado que
tendía a anular por completo cualquier pensamiento coherente de su mente. Funcionó
a la perfección. Sus manos estaban cerradas alrededor su pequeña cintura y el agua
estaba cayendo sobre ellos, uno de sus dedos del pie deslizándose hacia arriba por su
pierna y su lengua enredándose con la de él. Podía oler su perfume y el aroma de su
coño, sentir su suave piel presionarse con la suya y las duras baldosas contra su
espalda. Su pene estaba duro entre ellos, presionando contra su estómago, y él supo
en ese momento que ninguna liberación lo satisfaría si no se enterraba profundamente
dentro de ella.
Ambos llegando a la vez.
Ryan no tenía ni idea de cuánto tiempo había pasado cuando Jess rompió su
beso. Ese pintalabios manchado, su cabello parcialmente mojado, sus labios hinchados
y sus ojos resplandeciendo. Ryan abrió su boca pero ningún sonido salió. Ella deslizó
sus manos sobre él con una comodidad posesiva, le echó una mirada juguetona, y
entonces se puso de rodillas delante de él.
Él sabía lo que iba a hacer antes de que su boca se cerrara sobre él.
—¡Jess! ¡Tengo que encontrarme con mis padres!
Ella corrió su lengua por encima de él, liberándolo por un momento, y le sonrió.
—No seré la única saludando nuestros huéspedes con un brillo rosado. —Ella
acarició sus testículos, esos finos dedos apretando solo lo suficiente—. No seré la única
con algo en mi mente. —Entonces lo tomó en su boca de nuevo y no hubo nada que
Ryan pudiera decir en protesta.
Ella estaba a cargo, y él lo amó.
Se echó hacia atrás en la esquina de la ducha y se entregó a su caricia, sabiendo
que no le llevaría mucho tiempo para perder el control.
Jess se sintió perversa al estar usando el vibrador mientras Ryan y ella bajaban a
desayunar juntos. Esa pequeña mariposa se encontraba presionada justo contra ella,
liberando un zumbido periódico que la mantenía húmeda y lista.
Ryan echó una mirada lúdica de vez en cuando en su dirección, y se sentó justo a
su lado en el desayuno, su mano aterrizando sobre su rodilla a intervalos. Jess estaba
encantada, no solo por el vibrador y el juego, sino con su sentido de equipo.
El último encuentro había suavizado la determinación de Ryan, dejándolo
encantador y tolerante de nuevo. En lugar de ordenarle que se ponga el vibrador,
habían acordado sobre eso. Así era como Jess veía que procediera su relación y
finalmente se sentía confiada por estar haciendo lo correcto. Habría un ensayo general
y una cena de ensayo esta noche, y no tendría que fingir estar feliz. 60
Se sentaron con su madre y todo fue sencillo, aunque se estuviera retorciendo
con el movimiento del vibrador. Ryan se inclinó para darle un beso antes de irse para
encontrarse con sus padres al llegar del aeropuerto. Jess cerró los ojos de placer al
momento que él la besó justo en el punto sensible debajo de su oreja, y luego casi se
desmaya cuando subió la intensidad del vibrador.
Ella le sonrió, sabiendo que tendrían que aliviarse el uno al otro antes de la cena
de ensayo.
Luego Ryan se fue a grandes zancadas, y ella lo observó irse con afecto.
—Bueno, estoy contenta de ver que ustedes dos han solucionado cualquier
problema de última hora —dijo la madre de Jess—. Estoy pensando que deberíamos ir
al spa hoy, querida. Eso daría a Ryan algún tiempo con su familia, y también podría
relajarte.
—Esa es una buena idea, mamá —dijo Jess, sintiéndose tan satisfecha y feliz
que prácticamente accedería a casi cualquier cosa.
Tenía una lista de cosas por revisar y una entrevista que hacer con la periodista,
pero tenía una confianza renovada de que todo iría bien.
Ryan había esperado algunos comentarios de sus padres, y no estuvo realmente
sorprendido que la censura comenzara casi tan pronto como su familia estableció un
pie en el complejo.
Tan pronto como su hermana más joven, Aislinn, susurró que era hermoso, supo
que estaba en un lío.
—Es necesario un cierto tipo de novia para esperar que todos gasten tanto
dinero para asistir a su boda —resopló su madre.
—La gente de la ciudad tienen ideas diferentes a las nuestras, Maureen —dijo su
padre, su tono igual de desaprobador.
—Les dije que no tenían que venir —protestó Ryan—. Lo habría entendido.
—¿Y qué habría pensado su familia de nosotros? —exigió su madre—. ¿Ni
siquiera asistir a la boda de nuestro hijo mayor?
—¡Y está en el periódico! —dijo Sheila—. He estado leyendo el blog acerca de 61
las preparaciones. ¡Eres famoso, Ryan!
—Espero que no.
—Vamos, es genial. Se lee como un cuento de hadas —declaró su hermana
menor Moira—. Tan romántico.
—Y tan rentable para tu prometida —musitó su mamá en un susurro.
—¿Tienen servicio de internet en este lugar? —preguntó Sheila, sacando su
celular—. Porque quiero ver la entrada del blog de hoy.
—¿Te suscribiste a eso? —demandó Ryan—. Pudiste solo preguntarme.
Sus hermanas rieron al unísono.
—Como si supieras algo sobre ello —se burló Moira.
—Y Jess está ocupada —añadió Aislinn.
—¡Encontré la conexión Wifi! —dijo Sheila y las hermanas se apiñaron para ver
el celular. Ryan le dijo la contraseña para ingresar y ella le sonrió cuando se conectó.
—Tienes muchos correos por revisar —se quejó Moira.
—Tengo más amigos que tú.
—Ya casi está listo —musitó Aislinn.
—La ciudad entera está viendo la historia —dijo su madre, su tono ácido—.
Imagínate a los vecinos sabiendo más sobre la boda de mi hijo que yo misma.
Ryan se refrenó de sugerir a su mamá que pudo haber seguido el blog.
—Se supone que tú solo debes asistir y disfrutarlo —dijo, en cambio.
—No debiste poner a tu madre en esta posición —dijo su padre.
—Estaba pensando en Jess —dijo Ryan con firmeza—. Fue mi idea que ella use
la boda para promover su servicio a las novias.
—¿En serio? —inquirió Aislinn— ¡Eso es genial!
—Es lo que ella hace —dijo su hermano Quinn tranquilamente.
—Y pensarías que ella haría el mejor trabajo posible para sí misma —añadió
Moira.
—Ella nunca esperó que la periodista escogiera la historia —dijo Ryan—. Pero
creo que podría resultar bien para ella.
—Yo creo que es maravilloso —dijo Sheila con entusiasmo—. Mostraron las 62
flores, los vestidos y la playa. Va a ser perfecto.
—También un montón de seguidores —musitó Aislinn.
—Y Jess se ve tan organizada. La contrataría en un minuto —dijo Moira.
Los padres de Ryan intercambiaron una mirada furiosa.
—¡Oh, mira! ¡Se está descargando! —Aislinn se acercó más.
Sus padres fruncieron el ceño al mismo tiempo.
—Pensaría que el sueño de una novia implicaría pasar su vida con el hombre que
amaba —dijo el padre de Ryan—. Sin importar cómo o dónde fueran a casarse.
—Pensaría que mi hijo mayor sería más que un sueño para cualquier mujer —
resopló su madre, y Ryan supo que sería un largo día.
—Y yo pensaría que apoyar a mi novia y prometida sería exactamente lo que
ustedes esperarían de mí —musitó Ryan firmemente—. Siempre dijeron que tu esposa
viene primero y yo creo eso.
—No estarías casándote con ella de otra forma —dijo Moira con una sonrisa.
—Así es —acordó Ryan—. Somos compañeros. Ayudar a que su negocio triunfe
viene en el lote, igual como cuando ella me espera despierta cuando me llaman al
trabajo.
Miró duramente a sus padres y ambos apartaron la mirada.
—Vamos, déjenme mostrarles los alrededores —dijo con falsa alegría—. Pensé
que todos podíamos ir hoy al restaurante a punto para el almuerzo. Dicen que es muy
bonito, con la vista al agua, y que la comida es buena.
—Oh, Dios mío —farfulló Sheila, su boca cayendo abierta a medida que miraba
lo que aparecía en su teléfono. Quinn y Patrick miraban sobre su hombro y Quinn
comenzó a reír.
—¿Qué está haciendo Ryan? —preguntó Patrick, el bebé de la familia.
—¡Está destrozando todo! —dijo Sheila.
Ryan tuvo un muy mal, mal presentimiento.
Cuando Sheila le pasó el celular, ese presentimiento solo se puso peor.
Tenía que hablar con Jess antes de que viera esto.
63
Mark estaba bastante seguro que ésta tenía que ser las peores vacaciones de su
vida. No había tenido suerte ni una vez, lo cual debía ser alguna clase de record. Había
pensado que podía conseguir a Fiona, pero ella se había ido con Kade, de todas las
personas. La linda dama de honor lo había ignorado. Las meseras lo trataban como si él
hubiera tenido la peste. Y había fallado completamente en convencer a Jess de que
Ryan le había sido infiel. Los felices días de soltería estaban llegando a un brusco final, y
a Mark no le gustó ni un poco.
En la forma en que lo veía, bien podría comenzar a beber temprano. No era
como si iba a necesitar ser capaz de parar, no en este lugar.
—Entonces, el gran plan falló —dijo una mujer detrás de él, cerca, y él se quedó
mirándola fijamente—. Un punto para los chicos buenos.
Era la mesera, la habladora.
Laura.
Era una maldición que recordara los nombres de las mujeres, incluso cuando no
estaban interesados en él.
—No sé de qué estás hablando.
—Tu gran plan de solo compartir una fracción del dinero. —Laura puso los ojos
en blanco al ver su mirada de soslayo—. Eso de verdad es una cosa bien jodida.
¿Bien jodida?
—¿Cómo te enteraste de eso?
—Tengo oídos —dijo sin emoción.
—Pero…
—Oh, por favor. Ni pienses en hacerte el inocente. Eres del tipo que entra por
esas puertas por docenas. Vienes aquí, te follas a quien sea que esté dispuesta porque
te hace sentir como un hombre. No piensas en las consecuencias. Crees que eres tan
guapo que las reglas no se te aplican. Qué buena vida. Muy admirable.
—No recuerdo haberte pedido tu opinión.
—Bueno, la tienes gratis. Bien por ti.
64
La observó, oyendo la dureza en su tono.
—Parece que es algo personal.
—Quizás alguna vez hace tiempo, lo fue. —Ella le lanzó una mirada—. Ahora es
solo una cuestión de principios.
Espera un segundo. Laura sabía.
Ella había hecho alguna cosa para arruinar sus oportunidades con Alanna.
—Espera un minuto —dijo Mark—. Tú estuviste ahí, cuando hablábamos de la
apuesta.
Laura asintió.
—Cuando demostraron ser un grupo de fantásticos caballeros. —Puso sus ojos
en blanco y amontonó los vasos en su bandeja.
—La camarera, esa curvilínea…
—Alanna. Se llama Alanna. Oh, supongo que eso no era importante, ¿cierto?
—Alanna estaba interesada en mí hasta entonces, luego comenzó a ignorarme.
—Dios, me pregunto por qué. —Laura lo miró directo a los ojos, después alzó su
bandeja y se giró para irse.
—¡Tú hiciste algo! —gritó tras ella.
—Quizás —dijo riendo—. Quizás me aseguré que obtengas lo que te mereces.
Eso es todo. —Y se fue, con sus caderas balanceándose.
Mark no podía creerlo. Escaneó el bar, esperando obtener un trago, pero todas
las camareras lo ignoraron. Era como si fuera invisible, pero ahora al menos sabía quién
era la responsable de eso. Fue a la barra y ordenó directamente al barman, pensando
intensamente. ¿Qué le había dicho Laura a las otras mujeres? Sea lo que fuera, él no iba
a hacer que cambien de opinión.
Lo que significaba que Laura era la única mujer que le hablaba.
Tal vez quería quedárselo para sí misma.
Mark se giró para observarla al otro lado del restaurante.
Era preciosa. Era inteligente. Y no tenía miedo a desafiarlo. A Mark le gustó eso.
Le gustó mucho.
65
Para la hora del almuerzo, Jess estaba preguntándose cuál era el índice de
alfabetización en este complejo en particular. Las flores no eran las que había pedido:
trataron de convencerla que había ordenado lirios cuando sabía muy bien que había
ordenado rosas. Los lirios eran para los funerales. Las rosas para las bodas. La florista
del complejo insistía en que los lirios se verían hermosos.
La cocina había sustituido el pollo por pescado para la cena de la boda, aunque
la mamá de Jess no podía comer pescado y los padres de Ryan no comían pescado. El
costillar de primera calidad que había elegido era evidentemente producto de su
imaginación. Y aunque ella misma había redactado el contrato, el chef y el gerente del
servicio de comida profesaron que ignoraban la existencia del documento, diciendo
algo en español que Jess no pudo entender. El chef pareció ofendido de que Jess no
quisiera su entrada de pescado.
Él quería servir ceviche como aperitivo. Jess solo podía imaginar la reacción de
ambas familias al marisco crudo, pero no hizo ningún progreso en ganarse el
consentimiento del chef.
—Es como si tuvieran su propio plan para la boda —murmuró Christine, con
tono compasivo—. Y vamos a descubrir qué es cuando lo obtengamos.
—No puedo dejarlos hacer esto —dijo Jess—. La familia de Ryan ya está
molesta por tener que haber venido hasta aquí. Esperaba que al menos tuvieran una
cena que encontraran memorable.
—Supongo que todo lo que recordarán será el ceviche —dijo Christine con una
sonrisa.
—Y yo escucharé sobre el tema el resto de mi vida —dijo Jess, tratando de
controlar su temperamento—. Para colmo le di el menú a esa reportera. Escribirá que
no me dieron lo que ordené.
No había señales del sacerdote, que tenía que llegar esta mañana en el mismo
vuelo con los padres de Ryan. A Christine le tomó siglos conseguir comunicarse, solo
para descubrir que el sacerdote estaba en cama con gripe y que no estaba en
condiciones de hacer el viaje. Evidentemente, le había dejado mensajes a Jess en su
casa y en la tienda, y lo sentía mucho.
Jess se esforzó por tranquilizarlo, aunque estaba preguntándose a quién
persuadirían para oficiar la boda.
66
Fue después de un fallo de conexión que se dio cuenta de otro problema.
—¡Él tiene los anillos! —le dijo a Christine.
Christine se dejó caer en la silla.
—¿No los tenía Jake?
—No. La madre de Ryan quería que los bendijera su sacerdote, así que Ryan se
los dio a su papá. Él los buscó la semana pasada cuando estuvo en casa y se los dio a
nuestro sacerdote cuando fuimos a la iglesia el sábado pasado. Pensó que sería más
simple.
—Uuups —dijo Christine. Le dio a Jess una palmadita en el hombro—. Está bien.
Son los votos los que cuentan.
Jess quería estar de acuerdo, aunque estaba observando a su boda de ensueño
desintegrarse en un caos justo frente a sus ojos.
—Vamos a revisar la playa.
Estaba previsto que la boda fuera en una sección de la playa al anochecer, el
área iba a estar acordonada y la limpieza de algas ya debía de estar en marcha.
Cuando llegaron al lugar, Jess miró fijamente las redes de vóleibol adheridas en
la arena. Se estaba jugando un estruendoso partido y música rap retumbaba de un
radiocasete.
—Esto no estará aquí el jueves, ¿cierto? —le dijo a la mujer que era su contacto
en el complejo.
—Siempre está aquí.
—¿Hablas en serio?
—La parte de aquí es para la boda —explicó la mujer—. Pero nuestros otros
huéspedes también usan la playa. Esto estaba en el contrato…
—¡Pero están justo al lado nuestro! Y tienen música a todo volumen.
—Ustedes no son los únicos huéspedes en el complejo…
—¿No podrían detenerse por una hora?
Los ojos de la mujer se estrecharon y Jess ya no pudo soportarlo. Se le había
agotado la diplomacia.
Christine debe haber visto su rostro.
67
—Tienes otra cita, ¿cierto? —dijo su dama de honor con una sonrisa—. Intentaré
resolver esto, porque no te ocupas de aquello.
—¡Gracias! —dijo Jess y lo dijo en serio. Se dio la vuelta y caminó de regresó a la
barra, pensando que una bebida aliviaría su tensión. Ordenó y se obligó a enumerar las
cosas que estaban yendo bien.
Estaba el vestido, la perfección en sí misma.
Y estaba Ryan. Tenía que recordar lo que era importante.
Incluso si esta ceremonia se estaba desmoronando en las uniones.
Acababa de ordenar una bebida cuando la periodista a cargo del blog la saludó
desde su posición elevada sobre un banquillo en la barra.
—Ahí está la ruborizada novia. —Levantó su teléfono y tomó una fotografía de
Jess, quien estaba muy lejos de su mejor aspecto—. ¿Lista para esa entrevista?
Jess apretó sus dientes cuando sonrió.
—Lo siento, tendrás que disculparme. Es un día muy ocupado y todavía tengo
muchas cosas que hacer.
—Oh bueno, tal vez después.
—Sí —accedió, levantando su bebida—. Espero que te veamos en la cena de
ensayo.
—Solo una pregunta: ¿boda de ensueño o pesadilla?
—El jurado todavía está deliberando —murmuró Jess en voz baja—. Cada sueño
se vuelve realidad, por supuesto —dijo en una voz más alta.
La reportera lució ladina.
—Entonces supongo que no has visto la publicación de hoy. Ese no sería mi
sueño.
—Sin suerte —murmuró Christine detrás de Jess, luego contuvo su
respiración—. ¿Qué sucedió ahora?
Jess levantó la mirada para ver a Ryan acercándose rápidamente, su expresión
una preocupada. Tenía un teléfono celular en su mano.
—Tenemos que hablar —dijo él—. Puedo explicarlo.
La reportera sonrió y tomó otra fotografía de Jess.
Oh, no.
68
Todo se estaba yendo por la borda tan rápido que Jess no podía mantener
registro de todo. Nadie podía recordar sus lugares durante el ensayo. No solo no tenían
un sacerdote o los anillos, sino que el sacerdote que estaba enfermo en cama en su
casa, tenía los votos que Ryan y ella habían escrito para el servicio. De alguna manera,
en el frenesí de la partida, Jess había olvidado su copia.
Luego hubo un desacuerdo en la fiesta de la boda. Christine seguía dando
vistazos hacia Jake, como si nunca lo hubiera visto antes en su vida. Jake ignoraba a
Christine a consciencia. Tal vez finalmente se había dado cuenta que ser agradable con
ella estaba dando el mensaje incorrecto. Fiona estaba lista para pelearse contra 74
cualquiera que se atreviera a ponerse en su camino. Los padres de Ryan estaban
sentados todos tensos disconformes con todo, la madre de Jess charlaba
incesantemente en un intento sin éxito por reducir la tensión, y Ryan estaba tratando
tan fuertemente de ayudar que Jess le habría dado un abrazo, si tan solo esa reportera
no hubiera estado tomando notas y fotografías de todo.
Para el momento en que terminaron el ensayo general y la cena, estaba lista
para gritar. Había pasado mucho tiempo cargada de adrenalina y sin dormir, y se sentía
lista para derrumbarse. Todos suponían que Ryan y ella habían tenido una pelea o la
tendrían pronto. El aire podía haber sido cortado con un cuchillo.
Eso es exactamente lo que Jess no quería, ahora o en el futuro.
Les dio las buenas noches a todos y se dirigió de vuelta a la cabaña. Había tenido
un largo baño sin prisa. Había pintado sus uñas. Había puesto algo de música y admiró
su hermoso vestido. Se había enfocado en la confianza de Ryan en el futuro y trató de
imaginar que éste fiasco sería una buena historia para contarles a sus hijos.
Podría haberlo manejado, pero decidió primero darle un vistazo al vestido.
Había sido entregado hasta su habitación y estaba colgado en el armario,
asegurado en una bolsa de la tintorería del hotel y envuelto con un tejido. Tan pronto
vio la bolsa, Jess no pudo resistir la tentación. El vestido era perfecto, el resultado de
una larga cacería.
Verlo ayudaría.
Jess sintió un cosquilleo de emoción cuando lo desenvolvió y abultó la falda. El
vestido estaba delineado por un bies4 de pesado satín, sus líneas tan simples que casi
eran austeras. Lucía retro y elegante, y era el vestido de los sueños de Jess. Cuando se
lo probó, lució alta y elegante. Con su cabello recogido hacia arriba y un pequeño velo,
era simplemente perfecto.
Estaba tan contenta de que hubiera llegado.
Jess sintió el peso del satín y sonrió. No había ni una sola arruga en la falda.
Habían hecho un buen trabajo. Dejó que la suavidad se deslice por encima de sus
antebrazos, luego se estiró para girarlo sobre el gancho.
Casi se desmayó por la sorpresa. Había una marca de quemadura con la forma
de una plancha justo en el frente del vestido. Era negra, el satín casi quemado a través
de los bordes donde la plancha había estado. Caería justo debajo de sus pechos cuando
se pusiera el vestido. Con las líneas del vestido, no había forma de ocultar la marca.
Jess se le quedó mirando en shock. Su perfectamente hermoso vestido estaba 75
arruinado. El vestido que se había imaginado llevando, el vestido que había
determinado el estilo de cada detalle que había escogido, el vestido que se suponía era
el centro de atención de todo, estaba destruido. Si hubiera estado en casa, podía haber
llamado al diseñador. Podía haber rogado porque se hiciera un reemplazo. Podía haber
hecho algo para enderezar esto.
Pero no aquí.
Tenía que ver a Ryan.
Jess se dio cuenta que estaba temblando cuando se alejó del armario. Iba a
enfermarse. Corrió hacia la puerta, esperando que hablar con Ryan haría que se sienta
mejor. Corrió como un borracho hacia el pequeño muelle de la playa, luego a través de
la playa hacia el bar del hotel. Empezó a llorar en algún lugar de la playa y no pudo
detenerse.
Vio al grupo en el bar de inmediato. Se estaban riendo juntos, Mark en el centro
de todo agasajando a la reportera con alguna historia. No había señal de Ryan. Se dio la
vuelta, solo queriendo encontrarlo cuando su hermano Jake vino a grandes zancadas
hacia el bar. Lucía furioso.
4
Bies: Tira de tela cortada al sesgo respecto a la dirección de los hilos.
Vio a la periodista quitarse del camino cuando Jake fue por Mark. No pudo
escuchar lo que decía, pero vio a Jake derribar a Mark de un golpe. La nariz de Mark
empezó a sangrar y cayó fuertemente. Kade se dio la vuelta y se alejó.
Y la reportera alegremente tomó fotografías de todo.
Jess vio a su madre ponerse de pie en el restaurante y un vistazo a la horrorizada
expresión de su madre fue suficiente.
No. Esto era demasiado.
Jess se rindió. Simplemente no podía pelear más.
Giró para dirigirse de vuelta a la cabaña, pero para el momento en que llegó a la
playa, su mamá estaba justo junto a ella.
—No dejes que te vea —dijo Arlene, su tono feroz. Puso un brazo alrededor de
la cintura de Jess—. Todo estará bien…
—No, mamá. No está bien. Se acabó.
—Pero Jessica…
—Ya no puedo hacerlo, mamá. Es todo.
76
—Pero la boda…
—Está cancelada. Diles a todos en el momento que quieras. Ya no quiero hablar
con nadie. —Jess sintió sus lágrimas empezando a derramarse. Con reportera o no,
Jess no quería llorar en público. Se liberó del agarre de su madre y corrió de vuelta a la
cabaña, bloqueando la puerta detrás de ella antes de dejar caer sus lágrimas.
78
Había dejado de llover para cuando Jake subía el cierre del vestido a Christine. Él
hizo una mueca de dolor cuando ella sin querer rozó sus nudillos amoratados.
88
—Probablemente no deberías haberle dado un puñetazo a Mark —dijo Christine
y Jake alzó la mirada para encontrar su sonrisa en el espejo.
—Probablemente no, pero lo haría de nuevo.
—Si eso te hace sentir mejor. —Se agachó para atarse la tira de una sandalia y él
la observó abiertamente. Podía mirarla todo el día, y hacerle el amor toda la noche—.
No va a cambiarlo en absoluto.
—Muy cierto.
Ella levantó la vista, lo atrapó mirándola y le sonrió.
—No estás pensando en Mark, ¿verdad?
Jake sonrió engreído.
—Tengo cosas más interesantes en las que pensar.
Se besaron, y fue tan dulce y caliente como cada vez hasta el momento.
—Es tan malo que no podamos hacer nada para ayudar a Jess y Ryan —dijo
Christine cuando Jake levantó la cabeza.
—Tienen que resolver las cosas por sí mismos.
Christine hizo una mueca.
—Lo sé, pero quiero que todos sean felices.
—Bueno, hay una cosa que sí podemos hacer—dijo Jake, pasándose una mano
por la barbilla. De verdad tenía que afeitarse antes de ir a la cena o su madre lo haría
pasar un mal rato por “no tratar a Christine adecuadamente”. Fue al baño y Christine lo
siguió, observándolo mientras se quitaba la camiseta y abría el grifo—. Estaba
pensando en el dinero.
—¿El de esa estúpida apuesta?
Asintió mientras se frotaba la espuma por la barbilla.
—La cosa es que Kade tiene una niña pequeña. Dijo que si ganaba iba a llevarla a
Disneyworld.
—¿No está divorciado?
Jake asintió, y luego comenzó a afeitarse. Frunció el ceño, sin saber cómo hacer
su sugerencia.
Christine se inclinó un poco más cerca.
—Tienes una idea.
89
—No quiero insultarlo. —Enjuagó la maquinilla de afeitar, luego comenzó con el
otro lado—. Y no quiero ofenderte.
—Puedo ser bastante dura de ofender si la felicidad de una niña entra en la
ecuación.
Jake alzó la mirada para atraparla sonriendo, y supo que ella había adivinado su
idea.
—Estaba pensando que nuestra gran inversión sería una casa, ¿cierto? Y aunque
tres mil dólares es una buena cantidad de dinero, no va hacer mucha diferencia en la
compra de una casa.
—Por cierto, podría ya tener la casa.
—¿En serio?
—Está en lo alto de Ridge. —Christine se refería a una vieja parte de la ciudad,
una que Jake siempre había admirado por sus residencias históricas y elegantes
paisajes urbanos. Encontró la mirada de Christine en el espejo sorprendido—. Es de
estilo eduardiano con el techo de pizarra original. —Le dio la dirección y Jake se
sorprendió más.
—Conozco esa casa. Siempre la admiré. No sabía que estaba a la venta.
—La están enseñando discretamente. Fui con una clienta antes de venir hasta
acá, porque quería hacerse una idea del costo de reforma antes de decidir cuánto
ofrecer por la casa.
—¿Cómo es por dentro?
—En su mayoría, los muebles son originales. Tiene buena estructura, pero
necesita algunos cambios. Necesita actualización mecánica, aislamiento térmico,
cocina, baños, lo usual. Paisajismo. —Christine se encogió de hombros, pero le sostuvo
la mirada. Jake podía ver que ella amó la casa.
—¿Cuál es tu estimación?
—Pensé que ella podía hacer lo que quería por trescientos mil. Es una casa
grande. Piden setecientos mil.
Jake sacudió la cabeza.
—Es diez años demasiado tarde para conseguir una ganga en ese vecindario.
Todo allí vale un millón o más.
—Será una joya cuando esté lista, además de una buena inversión. Creía que ella 90
debería hacerlo, pero no estaba preparada para los inconvenientes. Lo que de verdad
creo es que ella no podía visualizarla. Solo veía sus limitaciones, no su potencial.
—No, un montón de gente puede visualizar ese tipo de cambio. —Jake se quitó
el resto de la espuma, luego revisó su afeitado—. Pero tú lo viste.
—Dios mío, Jake, sería impresionante.
—Sobre todo cuando nos pongamos manos a la obra.
Ella le sonrió, sus ojos iluminados.
—Si pudiéramos pagarlo. El vestíbulo y la escalera son increíbles…
A medida que Christine hablaba entusiasmada sobre los detalles de época de la
casa, Jake hizo algunas cuentas mentales. Tenía ahorrada una buena cantidad y había
hecho bien sus inversiones, además sabía que podía pedirle un préstamo a su firma si
tenía que hacerlo. Estaba seguro que Christine y él podían recurrir a algunos favores
profesionales y quizás hacer mejores negocios en la bolsa.
Para un proyecto de esa escala, tres mil dólares no harían mucha diferencia de
todas maneras.
Aunque podían hacer una diferencia para Kade.
—Muy bien, encontremos una manera de darle el dinero a Kade y su pequeña
niña —dijo él—. Y tal vez tú puedes hacer que veamos esa casa cuando lleguemos a
casa.
—¿Realmente crees que podemos manejarlo?
Jake asintió y Christine se lanzó a sus brazos, besándolo duro y rápido.
—Ahora solo tenemos que arreglar el matrimonio de Jess y Ryan —dijo ella, sus
ojos resplandeciendo.
—En serio creo que ellos tienen que resolver eso por sí mismos. —Él frunció el
ceño—. Hablando de eso, ha estado realmente callado aquí hoy. Estaba esperando un
caos.
—El silencio es probablemente porque desconecté el teléfono para seducirte sin
interrupciones.
Jake sonrió y la besó de nuevo.
—Cosa que hiciste muy exitosamente.
—Aunque creo que necesitamos práctica.
—¿Cuánta más práctica?
91
—Mucha más. —Christine sonaba sombría pero sus ojos estaban
resplandeciendo—. Podría tomar toda una vida.
—En ese caso, necesitaremos cenar primero.
Jake se agachó para conectar el teléfono otra vez a la pared mientras Christine
reía. La luz de los mensajes empezó a parpadear inmediatamente, pero antes que
pudiera levantar el auricular para escuchar los mensajes, el teléfono sonó.
—¡Finalmente! —dijo Ryan cuando Jake contestó—. He estado tratando de
localizarte durante todo el día.
Fue después de la cena cuando la música estaba sonando y los invitados estaban
bailando que la periodista se deslizó en el asiento vacío al lado de Jessica. 100
—En serio que te luciste —dijo ella, su sorpresa clara.
Ryan volvió entonces con dos copas de champán, y se sentó junto a Jess. Él le
dio una copa, que chocó brindando con la suya.
—Eso se debe a que Jess es la mejor organizadora de boda en la ciudad.
—Nunca he visto que una boda salga tan bien después de tantas cosas yendo
mal —dijo la periodista con un movimiento de cabeza—. Felicitaciones. —Se puso de
pie a medida que Jess le daba las gracias—. Sabes, esta es una historia memorable.
Espero que estés lista para estar realmente ocupada cuando llegues a casa.
Jess se quedó sin aliento.
—¡Gracias!
—Gracias a ti. —La periodista le sonrió a ambos—. Es alentador ver que el amor
conquista todo, al menos de vez en cuando.
Jess no podía creer su suerte.
—¡Ryan, esto es maravilloso!
Ryan volvió a chocar su copa con la de ella.
—Por ti —murmuró en su oído—. Guarda un poco de tiempo para tu nuevo
marido, o voy a tener que ir a la tienda y abrirme paso contigo.
Jess le sonrió.
—Qué cosa tan traviesa para decir a una novia en su boda. Será mejor que
volvamos a la habitación y le demos un poco de uso a la paleta.
—Soy todo tuyo.
—Y yo soy tuya. —Jess sonrió mientras levantaban sus copas y bebían el
champán al unísono, sus miradas completamente fijas. Sintió ese calor familiar
aumentando entre ellos una vez más, una pasión que tenía sus raíces en el amor, y supo
que nunca antes había estado tan feliz en toda su vida.
—Así que, ¿cuánto tiempo es que realmente tenemos que estar en la recepción?
—susurró Ryan y Jess rio.
Ella se puso de pie y tomó su mano entre las suyas.
—Irnos ahora suena bien para mí.
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Fin.
Ella Ardent es una escritora felizmente casada con una imaginación activa.
Escribe historias vinculadas con personajes continuos, cada personaje teniendo su
propio viaje. Si te gustan los programas de televisión con historias en curso, como
Rome o Downton Abbey, sabrás exactamente lo que quiere decir. Se trata de piezas en
conjunto y cada personaje típicamente hace al menos una aparición en cada episodio.
Cada episodio se centra en uno o dos personajes que han alcanzado puntos decisivos
en sus viajes. Pudiendo haber melodramas o preguntas sin respuesta hasta episodios
posteriores. A Ella le gusta este tipo de historias, así que las escribe.
Traductoras.
Âmenoire 103
Cat J. B
Gemma.Santolaria
LizC
Mariandrys Rojas
SoleMary
Diseño.
Cecilia.
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