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“ESTRELLAS”

Daniela Correa Nayan

Un lugar desolado, es la mejor forma de describir esta pampa, sin ninguna casa cerca

o un parque, solo una gran hectárea de pasto verde y unos cuantos árboles. Aunque así se

vea, para mi es hermoso, puede que sea porque este ha sido mi lugar desde que lo

encontramos cuando éramos más pequeños. Nuestro lugar seguro al que veníamos a jugar

imaginando un mundo con dragones, héroes y cualquier criatura fantástica, medida que

fuimos creciendo los juegos fueron desapareciendo de a poco, ya no son entretenidos,

supongo que es parte de crecer y madurar, por lo que pasamos de los juegos a solo disfrutar

de la compañía del otro.

Ahora solemos traer una cobija, sentarnos y conversar como si no nos hubiéramos

visto en años, cuando en verdad vivimos pegados el uno al otro. Conversaciones sin

sentido, que nos sacan más de una carcajada, o a veces las más profundas llenas de

preguntas, consejos y miedos. Después de tanto tiempo juntos pareciera que no tenemos

secretos entre nosotros, que somos completamente transparentes con el otro, pero lo siento,

yo si tengo algo oculto, un mundo oscuro al que no quiero que entres y conozcas. No sé con

claridad cuándo este mundo lleno de demonios apareció, ni en qué momento me dejé

arrastrar a él, ni en qué momento empecé a bailar y disfrutar con estos demonios, desde un

principio supe que debía ocultarlo de quienes yo más quiero, pero a quien nunca se lo pude

ocultar fue a las estrellas. Siempre me han gustado las estrellas son algo considerado

hermoso, por que brillan y lo que brilla siempre es bonito, pero pocos son los que ven más

allá y aceptan el hecho de que solo es una roca quemándose a millones de kilómetros de

distancia. Soy parte de esas personas que ven más allá del brillo y ve la piedra,
maravillándose con que algo tan simple, que ni si quiera se puede ver de cerca, sea

considerado como algo tan hermoso.

Mientras disfrutaba de esta bella noche estrellada remembrando los viejos tiempos,

cuando la vida era más simple, escuché un ruido entre los árboles y grande fue mi sorpresa

cuando de repente apareciste, con nuestra cobija entre tus manos, pero sin el brillo de

alegría que te caracteriza, en tus ojos hay tristeza y tus hombros están caídos, como si te

hubieran puesto un costal de harina en ellos, y con cada paso que das pareciera que

estuvieras muerto en vida, como un zombie. Cuando llegas a estar más cerca de mí, tiendes

la cobija y te acuestas en ella, inconscientemente me dejas un espacio a tu lado, así que me

acerco para acostarme junto a ti. Ahora, más de cerca, puedo notar con más claridad la

tristeza que predomina en tus ojos. Pareciera que estuvieras tratando de resolver un

problema, lo delata tu ceño fruncido, mirando hacia el cielo, buscando tu respuesta en las

estrellas. Esta noche se ha ido poniendo cada vez más fría con el paso de las horas, ¿qué

hora es? no tengo idea. Pero aquí estamos, acostados sobre la cobija, con nuestros hombros

tocándose, en completo silencio y nuestra vista en las estrellas.

De repente tu ceño se relaja y se te escapa un gran suspiro que si fueras globo ya

estarías todo desinflado. Sea cual sea el problema parece que lograste resolverlo, al final tu

respuesta si estaba en las estrellas. Ellas lo saben todo, pues se dice que guardan recuerdos,

vieron nuestro pasado, ven nuestro presente y verán nuestro futuro; bueno, tal vez desde

ahora ya no vean el mío, yo me uniré a ellas de ahora en adelante. Vuelvo mi vista a ti y

veo como cierras los ojos por un rato y dejas escapar otro suspiro, para después levantarte,

sin decir una sola palabra y limpiándote las lágrimas que se te escaparon sin aviso, que ni

yo me di cuenta cuando empezaron a salir. Veo como arreglas tu ropa, doblas la cobija y
por última vez miras al cielo, a las estrellas, y mueves tu mano hacia ellas, te despides, para

ponerte en marcha a tu casa, sin volver a mirar en mi dirección.

Ahora caminas un poco más liviano, tus hombros siguen caídos, pero parece que

resolver tu problema te quito un poco de peso de ellos, me pregunto si tendría que ver

conmigo ese problema, tal vez estabas buscando una explicación para poder entender por

qué todo termino así. Pero déjame decirte algo en lo que siempre he creído, no hay que

sentir pena por los muertos, pues son los vivos los que sufren y tendrán que seguir viviendo

con el dolor que esperan que de a poco desaparezca. Lamento hacerte sufrir, pero solo

durará un tiempo, lo superarás, sé que los harás.

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