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All content following this page was uploaded by María Del Rosario Aguilar Perdomo on 28 October 2014.
Editores
José Manuel Lucía Megías
Mª Carmen Marín Pina
con la colaboración de
Ana Carmen Bueno
*
Este trabajo de investigación se inscribe en los proyectos desarrollados en el grupo de Estudios de
Literatura Medieval y Renacentista de la Universidad Nacional de Colombia y la Universidad de Antio-
quia.
15
16 ARTIFICIO, MARAVILLA Y TÉCNICA
ra con tanta orden y compás que vn hombre biuo no lo pueda hazer con más perfec-
tión?». Sin duda, su admiración por los conocimientos y capacidades técnicas de
los hombres de su época estaba relacionada con una serie de artefactos, autómatas
en concreto, que se habían vuelto habituales en el renacimiento español y que po-
dían encontrarse en palacios y jardines, gabinetes y escritorios. Estos autómatas, sin
embargo, no son invención de los hombres del siglo XVI español, como creía Villa-
lón. Su origen se remonta a la Antigüedad griega, específicamente a la Escuela de
Alejandría con la que se inaugura el período científico de la mecánica y de la inge-
niería, y su presencia se testimonia así mismo y de manera abundante tanto en la
Edad Media como en el Renacimiento. Igualmente, y de manera temprana, estos
artefactos de cobre, oro, mármol o madera entran en el repertorio de los elementos
que, recurrentemente, aparecen en las construcciones arquitectónicas de los libros
de caballerías castellanos y se explican en el entramado narrativo por la maravilla y
la magia y no por mecanismos ya bien conocidos gracias a los tratados de ingenie-
ría y de mecánica que circularon en la España del siglo XVI (Aguilar Perdomo
2006).
Desde tiempos inmemoriales los autómatas inquietaron la imaginación de los
hombres, de tal manera que el mito ha logrado permanecer en la memoria. Su
enorme atractivo, que implicaba la realización de la vida artificial, derivaba del
hecho de que emanaban un efecto sorprendente en los espectadores, pues su movi-
miento y articulación se atribuían a fuerzas sobrenaturales. En ese ámbito, la mito-
logía griega tiene una rica tradición: Talos, un gigante de bronce fabricado por
Hefesto, protegía la entrada de Creta del ingreso de extranjeros; Pigmalión consi-
guió darle movimiento a una bella estatua de marfil que representaba a una mujer
hecha por él gracias a sus súplicas a Afrodita; los Argonautas fabrican un perro
artificial para cuidar su nave. Dédalo, por su parte, se hizo famoso por hacer esta-
tuas animadas que caminaban, según Demócrito (De Ánima, Libro I, cap. 3), y
Aristóteles (Política, Libro I, cap. 2), por el mercurio o plata líquida con que el
artista las llenaba.1 Pausanias, sin embargo, señalaba que estas figuras eran des-
agradables por la irregularidad de sus proporciones. Históricamente, el primer au-
tómata del que se tiene noticia es una estatua que representa al rey Memón de Etio-
pía, la cual emitía sonidos armoniosos cuando al amanecer la iluminaban los rayos
del sol,2 y fue construida por el inventor egipcio Amenhotep en el año 1500 a. c.
(Chapuis y Gélis 1928: 10). Entre 400 y 397 a. c. Arquita de Tarento, sucesor de
Pitágoras, hace una paloma de madera suspendida de una viga que volaba gracias a
1
También Platón menciona esta habilidad de Dédalo en dos de sus diálogos: Menón y Eutrifrón.
2
Según el Diccionario universal de la mitología y la fábula (p. 262), este sonido sólo puede atri-
buirse a una superchería como, por ejemplo, un resorte o una especie de clave que estaba dentro de la
estatua, cuyas cuerdas, aflojadas por la humedad de la noche, se tendían con el calor del sol y se rompían
con ruido, como una cuerda de viola.
AMADÍS DE GAULA: QUINIENTOS AÑOS DESPUÉS 17
un mecanismo de agua. Varios siglos después, en el 770 d. c., Yang Wu-Lien ela-
bora un mono que pide limosna extendiendo la mano.
Ingenios mecánicos de este tipo tienen igualmente su referente en el Occidente
medieval, tiempo en el cual no decae el interés por los autómatas de todo tipo,
aunque sí, según García Diego (1982: 95), disminuye la capacidad de fabricarlos,3
hecho que explicaría en parte la atribución de su elaboración a hombres ilustres de
la Edad Media. Los autómatas entran en este periodo en el ámbito de la leyenda de
manera indiscutible. Aunque no se ha comprobado su existencia real, sigue persis-
tiendo, por ejemplo, la leyenda sobre la cabeza parlante de Alberto Magno, hecha
en cobre y con apariencia de mujer, la cual habría sido destruida posteriormente por
Tomás de Aquino (Marr 2006: 150). Al filósofo medieval se le atribuye, además,
un autómata de hierro que le servía de mayordomo y hacía las tareas caseras (Hill
1999: 205-208). Con una incertidumbre similar a la señalada para los ingenios de
Alberto Magno, se hace referencia a la cabeza parlante de Roger Bacon, en cuya
construcción habría trabajado más de siete años. Igualmente se ha señalado al Papa
Silvestre II como fabricante de otra cabeza parlante que solía profetizar (García-
Diego 1982: 95).4 Gervasio, el cronista de Otón III, da noticia de una mosca de
hierro atribuida a Virgilio, obispo de Nápoles, que fue puesta durante ocho años en
la puerta de la ciudad para que impidiera la entrada de otras moscas. También se le
atribuyen a Virgilio una serpiente mecánica, que mordía la mano de los perjuros, y
un arquero automático que era capaz de detener con sus flechas la erupción del
Vesuvio (Ceserani 1970: 31). Con posterioridad, se le adjudica al astrónomo y
matemático alemán Jean Müller, también conocido como Regiomontano, la cons-
trucción de un águila de hierro que voló a Nüremberg para esperar al Emperador
Federico III (Graton 2002: 40). Existe, sí, certeza absoluta sobre la elaboración de
un gallo –el autómata más antiguo que ha llegado hasta nosotros– que funcionó en
la catedral de Estrasburgo entre 1352 y 1789,5 el cual movía el pico y las alas al dar
las horas. En todo caso, a pesar del halo de leyenda que envuelve a los autómatas
3
En ese mismo sentido, Alfredo Aracil (1998: 45) señala que durante la Edad Media no se produje-
ron avances significativos en el arte de la mecánica, pero que en contraste esta época legó descripciones
literarias de los autómatas artificiales.
4
Heredera de esas cabezas parlantes es, por supuesto, la que le menciona don Antonio Moreno a su
huésped don Quijote: «Esta cabeza, señor don Quijote, ha sido hecha y fabricada por uno de los mayores
encantadores y hechiceros que ha tenido el mundo, que creo era polaco de nación y discípulo del famoso
Escotillo, de quien tantas maravillas se cuentan; el cual estuvo aquí en mi casa, y por precio de mil
escudos que le di labró esta cabeza, que tiene propiedad y virtud de responder a cuantas cosas al oído le
preguntaren» (II, cap. 62, p. 1135). Don Quijote se maravilla del artificio, cuyo funcionamiento es
explicado más adelante por el narrador (pp. 1141-1142). De acuerdo con José María Paz Gago (2005:
65): «El artificio de este curioso autómata parlante, descrito con tan puntuales alusiones a los materiales
y formas en que estaba construido, no es ajeno tampoco a los adelantos tecnológicos de la época áurea».
5
Actualmente se conserva en el Museo de Estrasburgo.
18 ARTIFICIO, MARAVILLA Y TÉCNICA
de la Edad Media, éstos fueron precursores indispensables del clima técnico que va
a dominar durante el Renacimiento.
De otra parte, es preciso anotar que a pesar de que la técnica para la construc-
ción de aparatos, animales y hombres mecánicos se conocía desde la Antigüedad,
este tipo de sabiduría se conservó mejor en Bizancio y el mundo árabe que en Eu-
ropa occidental, y por ello algunos de los testimonios históricos de mecanismos
automáticos en Oriente entraban en el enorme repertorio de noticias que producían
fascinación en los hombres medievales. En ese sentido, no es raro que Liutprando
de Cremona describiera admirado el trono de Salomón que se exponía en Constan-
tinopla, construido en parte con autómatas de bronce que producían sonido o se
movían:
Antes de la silla del emperador había un árbol, recubierto de bronce y con todas sus ra-
mas repletas de pájaros, también en bronce, que proferían diversos gritos, según las di-
versas especies. El propio trono estaba tan maravillosamente decorado que por un mo-
mento parecía una estructura baja, y acto seguido se elevaba a lo alto por los aires. Era
de enorme tamaño y estaba guardado por leones, también de bronce o de madera recu-
bierta de oro, que golpeaban el suelo con sus colas y proferían terribles rugidos con la
boca abierta y la lengua temblorosa (Eamon 1983: 175).6
6
De acuerdo con Gerard Brett (1954: 485), una leyenda árabe establecía que ante el trono nadie se
atrevía a mentir al rey Salomón, pues los doce leones de oro rugían.
7
En ese sentido la crónica de Nüremberg de 1398 afirma «Los mecanismos rodantes que hacen
obras, gestos y extrañas locuras vienen directamente del demonio», apud Ceserani (1970: 35).
8
Otra de las maravillas mecánicas es, por ejemplo, el reloj que Carlomagno recibió de regalo en el año
807: «Era un mecanismo movido por el agua, que anunciaba las horas. A mediodía, doce caballeros salían de
AMADÍS DE GAULA: QUINIENTOS AÑOS DESPUÉS 19
aportes del mundo árabe -cuyo conocimiento en ese campo pasó a Europa a través
de España-, en particular los artificios y relojes de Al-Jazari (Al-Hassan y Hill
1986). Además de ser inventor del cigüeñal, el científico mesopotámico escribió El
libro del conocimiento de los ingeniosos mecanismos (1260), que contiene descrip-
ciones e ilustraciones de fuentes y máquinas para elevar el agua, así como diseños
de relojes con figuras humanas y de animales que se mueven al dar las horas. El
ejemplo más famoso es el «Reloj elefante» (Figura 1), aunque el libro también
incluye un reloj con un androide que toca el timbal al paso de las horas. Como
ocurre con las diversas tradiciones y culturas en las que los autómatas hacen pre-
sencia, también la ingeniería y la tecnología árabe diseña estas máquinas y artifi-
cios con la intención de causar sorpresa y producir placer en los círculos de la corte
(Hill 1999 y Agius y Hitchcock 1994: 25).
No obstante, si para fines de la Edad Media y comienzos del Renacimiento la in-
fluencia del mundo árabe en el arte de la mecánica había jalonado en gran medida los
avances en este campo, el descubrimiento de los textos de la Escuela de Alejandría fue
definitivo, pues, a partir de ese momento, las artes mecánicas de Occidente se inspira-
ron en el estudio metódico de las obras de Héron, publicadas por los primeros humanis-
tas. En 1501, Lorenzo Valla da a conocer por primera vez en latín algunos fragmentos
de las obras de Herón y en 1547 Gio-Battista Aleotti publica la traducción italiana de la
Neumática,9 texto que trata sobre los efectos espectaculares obtenidos mediante la hidr-
áulica y explica en detalle el funcionamiento de autómatas musicales y sonoros. Autó-
mata, otra de las obras famosas de Herón y profusamente traducida en los siglos XVI y
XVII (Aracil 1998: 37; Ceserani, 1970: 21), es un tratado sobre la mecánica de los cuer-
pos sólidos; en ella incluye la descripción de mecanismos que permiten el movimiento
y, a la vez, producen entretenimiento, como aves que cantan y beben de fuentes (Figura
2), estatuas que sirven vino y puertas que se abren y cierran solas. Es claro que el cientí-
fico alejandrino iba más allá de la utilidad práctica que pudieran tener sus ingenios
mecánicos, pues señala que lo recogido en su obra «ha sido considerado por los anti-
guos digno de interés, tanto por la variedad del artificio como por la maravilla del es-
pectáculo» (f. 16v). El fin inmediato de sus máquinas pareciera ser entonces asombrar a
los espectadores, introducirlos en un ámbito festivo y hacer uso del instrumental de la
técnica, magia y maravilla.
doce ventanas que se volvían a cerrar tras ellos» (apud Ceserani 1970: 26). Como testimonio de artificios
hidráulicos de la Edad Media, Chapuis y Gelis (1928: 72) mencionan que entre 1432 y 1433 los duques de
Bourgogne mandaron embellecer su jardín con sorpresas hidráulicas, y Eameon (1983: 176) que el conde de
Artois adecuó en su palacio en Hesdin «ocho caños para mojar las partes bajas de las damas y tres caños de los
que, cuando alguien se paraba delante, salía harina y emblanquecían a la gente».
9
La primera traducción al castellano se debe al secretario de Felipe II, Antonio Gracián, y fue hecha
en 1571. El manuscrito se conserva actualmente en la biblioteca de El Escorial.
20 ARTIFICIO, MARAVILLA Y TÉCNICA
10
De acuerdo con Alfredo Aracil (1998: 42-43), Herón planteó los dos temas esenciales del mundo
de los autómatas en el Renacimiento y el Barroco: de un lado, se encuentran los artificios movidos por
fuerza de aire y agua que pasaron a través de Bizancio y los árabes a la Edad Moderna, como parte de
los decorados de jardines y palacios y, de otro lado, los autómatas movidos por medio de pesos, cuerdas
y resortes, que están en la base de los ingenios renacentistas, los cuales anticipan la función lúdica que
tendrá la mecánica durante los siglos XVI y XVII.
22 ARTIFICIO, MARAVILLA Y TÉCNICA
Luis XII.11 Gracias a distintos artificios, el animal caminó por la habitación donde
estaba el rey y cuando estaba frente a éste se abrió el pecho y los espectadores
pudieron ver que estaba lleno de lirios y flores, simbolizando así la flor de lis fran-
cesa. Bernardino Baldi, que en su traducción de los Autómata de Herón –publicada
en 1589– incluye un prefacio titulado Discorso di chi traduce sopra le machine se
movimenti, señala que el ingeniero militar Bartolomeo Campi di Pesaro había cons-
truido una tortuga de plata que movía la cabeza, la cola y las patas y se exhibía en
la mesa de los banquetes para sorprender a los invitados. Es sabido, además, que
León Bautista Alberti y Brunelleschi tenían pasión por los autómatas,12 mientras
que Alessandro Piccolomini describió un autómata que tenía apariencia de mujer y
que bailaba:
Hace tres años unos titiriteros y escamoteadores iban mostrando públicamente una
muchacha fabricada con arte maravilloso, que mediante el movimiento de peque-
ños círculos y ruedecillas tenía apariencia de vida, que por sí sola, con activísima
agitación de la cara y de todos los miembros parecía que a veces caminase y a ve-
ces tocando el pandero o la cítara bailase con gracia, donosura y belleza sorpren-
dentes (apud Ceserani, 1970: 49).
11
Leonardo dejó varios manuscritos en los que describe diversos tipos de máquinas y mecanismos
automáticos. El tema y la bibliografía al respecto son bastantes amplios. Aquí sólo se trae a colación esta
anécdota para mostrar el enorme interés que la técnica tenía para una figura esencial del Renacimiento y
como una muestra del amor que tuvo esta época por lo raro, lo extraño, lo ingenioso.
12
En el ámbito del Renacimiento italiano, más cercano al Manierismo, es necesario señalar los arti-
lugios hidráulicos construidos por el arquitecto de los Medicis, Bernardo Buontalenti, en el jardín de la
villa de Pratolino (Hart 1994: 93). La importancia que tuvieron los autómatas en la temprana Edad
Moderna, como un símbolo de los progresos de la técnica, se evidencia también en las obras del ingenie-
ro francés Salomón de Caus, que diseñó jardines con artificios hidráulicos y autómatas que se movían
con la fuerza del vapor. Caus, además, publicó el tratado Les raisons des forces mouvantes avec diverses
machines tant utiles que plaisantes (1615) en el que explicaba el funcionamiento de las máquinas que
permitían el movimiento (Graton 2002: 43).
AMADÍS DE GAULA: QUINIENTOS AÑOS DESPUÉS 23
13
Es importante recordar, por ejemplo, que en la Crónica de Alfonso XI (cap. 99, p. 264) se men-
ciona cómo este rey utilizó un autómata del apóstol Santiago para que le diese la pescozada y le hiciese
caballero. Hace alusión a este episodio Peter Linehan en su History and Historians of Medieval Spain.
Agradezco a Purificación Martínez la mención de estos datos.
14
Carlos V era un apasionado de los automatismos y de los relojes, por ello no extraña que tuviera a
Juanelo entre su funcionarios. Ceserani (1970: 49) trae al respecto la siguiente anécdota, incluida por
Famiano Strada en De bello belgico (Amberes, 1640): «Giannello mediante nuevas invenciones divertía
el espíritu de Carlos V, curioso y apasionado por tales cosas. Así después de comer hacía que aparecie-
ran estatuitas armadas de soldados de infantería y caballeros: unos tocaban el tambor, otros la trompeta y
corrían a atacarse como enemigos y peleaban con lanzas. [...] Y todo era hecho con tan maravilloso
artificio que el superior del convento, presente una vez, creía que esos juegos eran obra de magia». (El
énfasis es mío). La cita también es referida por García-Diego (1982: 100).
15
Los artificios construidos por Turriano «aparecían ante la gente como prodigios que más causa-
ban espanto y maravilla que una reflexión sobre su utilidad pública, a la vez que su autor era considera-
do como un mago, un ser excepcional, desvinculado de la línea continua del avance científico. La ima-
ginación popular desde la muerte de Turriano en 1585 construyó la imagen de un inventor de un autó-
mata de madera que andaba por las calles con movimientos acompasados» (García Tapia y Carrillo
2002: 27).
16
De acuerdo con Checa Cremades (1999: 191), dentro de las colecciones del emperador Carlos V
se encuentra un autómata, atribuido a Juanelo Turriano, que es una “Tañedora de cítara”, de mediados
del siglo XVI, que tiene una altura de 44 cm. Actualmente se conserva en Viena en el Kunsthistorisches
Museum.
24 ARTIFICIO, MARAVILLA Y TÉCNICA
También ha querido Ioanelo por regocijo renovar las estatuas antiguas que se mo-
vían, y por ello los griegos llamaban autómatas. Hizo una dama de más de una ter-
cia de alto que, puesta sobre una mesa, danza por toda ella al son de un tambor que
ella misma va tocando, y da sus vueltas tornando a donde partió. Y, aunque es de
juguete y cosa de risa, todavía tiene mucho de aquel alto ingenio (apud García Ta-
pia y Carrillo 2002: 27).
difícil creer que Juanelo construyese otros autómatas de mayor complejidad que se
le atribuyen, pero que pertenecen a una tradición posterior. Por ejemplo se dice en
un texto de Antonio Campo que Turriano había ‘fabricado pájaros que no sólo ba-
tían las alas, sino también cantaban [...] como si estuviesen vivos’. En otro texto
escrito por Strata en 1648, se cuenta que estos pájaros no sólo movían las alas y
cantaban: ‘Hacía volar por el aire algunos pajaritos de madera, que con sus alas
abiertas salían de la estancia, y después volvían con sumo estupor de los monjes,
que se encontraban varias veces presentes’. Ni los pájaros ni el mítico hombre de
palo podían existir dados los medios tecnológicos de la época.18
No sólo testimonios históricos evidencian la atracción que han ejercido los au-
tómatas en la imaginación de los hombres, pues la literatura a su vez se ha encarga-
do de recrearlos (Douglas Bruce 1912-1913 y Baumgartner 1988). Desde la Ilíada
de Homero hasta Adolfo Bioy Casares en La invención de Morel o la reciente no-
vela Autómata de Aldolfo García Ortega, se encuentran recreaciones de estas in-
venciones que con su movimiento y sonidos propios han fascinado la imaginación
de los escritores. En El satiricón (cap. XXIV), por ejemplo, Petronio describió
un esqueleto de plata que asumía distintas posturas cuando se tocaba el meca-
nismo que daba origen al movimiento, mientras que en el cuento de las Mil y una
noches, «Historia de los sabios dueños del pavo real, la trompeta y el caballo», una
17
De todas maneras es importante mencionar que, más allá de la leyenda, la fama de Turriano se
debe ante todo al ingenio que construyó para elevar el agua al Alcázar de Toledo, el cual es mencionado
por Quevedo, Lope y Cervantes (Aguilar 2006; García Tapia 1990).
18
García-Diego (1982: 101) comparte la opinión de García Tapia y Carrillo en el sentido de que la
construcción de tales pájaros con los medios técnicos de la época no era posible: «Los soldados autóma-
tas, muy simplificados, o sea, incapaces de casi todo lo que se les atribuye, son quizá posibles. No así los
pájaros [...]. No es de extrañar que, si ello hubiera sido verdad, se asombraran los monjes. Y es razona-
ble también que hubieran pensado en una intervención diabólica».
AMADÍS DE GAULA: QUINIENTOS AÑOS DESPUÉS 25
19
En su artículo «De autómatas y otras maravillas» (2003), Carlos Alvar se ha ocupado con más de-
talle de la presencia de estos artificios, en los que incluye también las estatuas y distintos objetos de
movimiento mecánico en la tradición artúrica y en algunos textos épicos y novelescos de la Edad Media.
A él remito para más detalles y la abundante bibliografía que cita al respecto. También puede verse
Paloma Gracia (1995), donde hay numerosos ejemplos de automatismos en la épica francesa.
AMADÍS DE GAULA: QUINIENTOS AÑOS DESPUÉS 27
tos; más adelante, el mismo Lanzarote se enfrenta con dos caballeros que guardan
la entrada de una cueva en la que están la llaves de los encantamientos del la Dolo-
rosa Guardia (Figuras 5), los cuales son de bronce y se «mueven por magia» (vol. I,
p. 281).20 A estos ejemplos habría que sumar un mecanismo mucho más complejo
como el ajedrez de piezas autómatas, cuyo origen se relata en L’estoire de Merlín.21
Sus piezas se mueven sin que nadie las toque y sólo será vencido por el mejor y
más leal caballero del mundo, Lanzarote del Lago (vol. 5, pp. 1430-1431). También
sorprenden los arqueros de bronce que disparan flechas constantemente para salva-
guardar la entrada del Castillo Giratorio del Perlesvaus. Autómatas defensores –
que también aparecerán en los libros de caballerías españoles– están presentes en
distintos castillos giratorios de la tradición artúrica y, según Alvar, pueden ser con-
siderados como «un testimonio de los vínculos que unen estas construcciones má-
gicas con el poder del diablo» (2003: 40).
20
De acuerdo con Colette van Coolput (1987: 255), los autómatas artúricos generalmente prueban a
los caballeros y son producto de magias y encantamientos: «L’automate arthurien [...] est une figure
ennemie: c’est un gardien redoutable, généralement armé, que le héros devra affronter et dont il convient
à tout prix d’arrêter le mouvement. Ce type de statuaire, du reste parfaitement intégré dans le schéma
narratif de la matière de Bretagne, y apparaît comme une des nombreuses manifestations de l’irrationnel,
et sa force maléfique est due à quelque enchantament».
21
«Después de establecer el baile, la doncella le pidió que le hiciera otro juego que no terminara
nunca y del que todo el mundo hablara después de su muerte. Guinebán hizo entonces con su propia
mano un juego de ajedrez con los peones y resto de las piezas de gran belleza, unos de oro y los otros de
marfil, pues Guinebán era muy hábil en lo que quería hacer» (II, XLIX, 27-28).
28 ARTIFICIO, MARAVILLA Y TÉCNICA
Es evidente, a partir del recorrido realizado hasta aquí, que los autómatas hun-
den sus raíces en distintas tradiciones, en tanto los testimonios históricos y litera-
rios mencionados anteriormente nos remiten al mundo griego, árabe, bizantino y
también al occidente medieval. Las posibles fuentes de las que pudieron beber los
libros de caballerías para estos artificios son, entonces, muy diversas. Con respecto
al Amadís de Gaula, por ejemplo, Paloma Gracia (1995) ha señalado que es muy
difícil distinguir con toda claridad cuál es la fuente utilizada por Rodríguez de
Montalvo, pues para los acontecimientos de la Ínsula Firme y los automatismos allí
presentes podría encontrarse una tradición literaria previa, en particular en el mun-
do artúrico y bizantino. Desde mi punto de vista, la aparición en el género caballe-
resco de los autómatas androides o de aspecto animal, o de mecanismos más com-
plejos como los ingenios hidráulicos, las islas giratorias o el desencadenamiento de
fenómenos atmosféricos como rayos y truenos, sin dejar de lado las múltiples in-
fluencias literarias, se explica también por la atracción que la técnica y la mecánica
comienzan a ejercer en el Renacimiento y en la temprana Edad Moderna.22 No se
debe dejar de lado que los artificios mecánicos, a medida que avanza el siglo XVI,
figuran cada vez más en cortes y en los gabinetes y escritorios manieristas.23 De
hecho, aunque los autores de libros de caballerías los incluyeron como parte de los
motivos mágico-maravillosos, los autómatas responden a una realidad vívida para
los hombres del siglo XVI: la de la técnica que, a pesar de que se hace pasar por
magia, avanzaba a pasos agigantados; la del cientificismo que ya en la Edad Mo-
derna se desprenderá de la magia. Sin duda, los autómatas y los artilugios mecáni-
cos e hidráulicos hacen evidente que los libros de caballerías se arraigan también en
la historia (Cuesta 2002) en muchos más aspectos de los que se han explorado hasta
ahora y que, más allá de ser meros libros idealistas de evasión, revelan distintas
facetas del mundo renacentista que está dejando atrás el mundo medieval en el que,
inicialmente, el género caballeresco español había echado sus raíces.24
22
En un artículo posterior, «El Amadís de Gaula entre la tradición y la modernidad: Briolanja en la
Ínsula Firme», Paloma Gracia vuelve sobre la isla de Apolidón, ya no para rastrear las fuentes literarias
del episodio, sino para revisar lo moderno. En ese sentido, señala cómo la Modernidad se abre paso de la
mano de Montalvo: «la isla se renueva en consonancia con los cambios operados en esa sociedad oto-
ñal» (2002: 143).
23
Refiriéndose al Quijote, Paz Gago (2005: 59) explica la presencia de artificios mecánicos en la
obra como un reflejo de los adelantos tecnológicos de la época: «Complejos mecanismos de relojería
que movían muñecos antropomorfos o zoomorfos, alegorías o figuras mitológicas; cajas de música y
todo tipo de instrumentos musicales automáticos, órganos mecánicos polifónicos, carrozas y naves
autómatas... enriquecían los innumerables gabinetes de máquinas e invenciones, cámaras y colecciones
de arte y de maravillas que se multiplicaron por las cortes de Europa». Igualmente, desde mi perspecti-
va, ocurre con los libros de caballerías, en la medida en que son textos que poco a poco van abriendo sus
páginas a la realidad circundante.
24
Stefano Neri (2007: 22), refiriéndose a los autómatas y los artilugios hidráulicos, señala cómo,
aunque este «tipo de maravilla ‘científica’ tenga raíces tanto románicas como clásicas y bizantinas, en
AMADÍS DE GAULA: QUINIENTOS AÑOS DESPUÉS 29
ella asoma una de las caras ‘renacentistas’ del género. Lo maravilloso despierta interés y asombro por
sus mecanismos, sus causas, su funcionamiento».
25
En otro lugar me he ocupado de los ingenios hidráulicos (2006, en prensa). Alvar (2003) se refie-
re brevemente a las islas y castillos giratorios, particularmente de la tradición artúrica y la literatura
románica.
26
Para Cacho Blecua (1987-1988: 128), los artificios que forman parte de lo maravilloso mecánico
son «aquellos elementos que producen el asombro y la admiración, se apartan de lo natural, y están
causados por los conocimientos especiales de los hombres». El funcionamiento de estos objetos no se
racionaliza, ni tampoco se explica, pero evidentemente es producto del ingenio mecánico.
27
«Estonces hizo un arco a la entrada de una huerta, en que árboles de todas naturas havía, y otrosí
havía en ella cuatro cámaras ricas de straña lavor; y era cercada de tal forma, que ninguno a ella podía
entrar sino por debaxo del arco; encima dél puso una imagen de hombre de cobre, y tenía una trompa en
la boca como que quería tañer» (II, cap. 43, p. 660).
30 ARTIFICIO, MARAVILLA Y TÉCNICA
28
«Palmerín estovo mirando gran pieça la riqueza e grandes labores de la sepultura, e pensó que allí
devía d’estar sepultada la donzella, señora de aquel castillo, -e ansí era verdad-, e pensó que algún
secreto estava en aquel palacio pues ella lo asseñalava; e metió la mano por entre las rexas por tomar la
llave que ella tenía, la cual ella dio muy ligeramente» (cap. 133, p. 137).
AMADÍS DE GAULA: QUINIENTOS AÑOS DESPUÉS 31
Tan amplia pluralidad hace necesario establecer una tipología, una categoriza-
ción, de los autómatas caballerescos. Sin embargo, es preciso señalar previamente
que la mayoría de estos seres de vida artificial aparecen en aventuras probatorias,
ya sea de carácter bélico o amatorio –ordalías–, y también en aventuras puramente
festivas inscritas en el marco del divertimento cortesano. La diversidad de autóma-
tas del corpus caballeresco estudiado puede ser clasificada entonces en dos grandes
categorías: 1) los que está dotados de movimiento, es decir, los que andan o cami-
nan o hacen movimientos ya sea con sus extremidades superiores o inferiores o con
la cabeza, y 2) aquellos que tocan instrumentos musicales y, por tanto, emiten so-
nes suaves o temibles.29
En el primer grupo sobresalen los autómatas defensores, como los de la literatu-
ra artúrica, que custodian la entrada de un castillo, una torre o una cueva, en gene-
ral, de una edificación que custodia un tesoro o encierra una aventura vital para el
caballero andante. Es usual que estos autómatas sean, además, jayanes, que se con-
vierten en guardianes de un lugar y resguardan el acceso de intrusos. Así lo revela
el jayán que impide el ingreso al palacio de la Ínsula Peligrosa en el Palmerín de
Inglaterra (1547). En este caso, el narrador señala con toda claridad que se trata de
gigante «artificiosamente hecho»:
A la entrada d’ella estava un gigante tan grande y espantoso cuanto nunca viera
otro, con una maça de yerro en sus manos de mucho peso, y viendo que Palmerín
quería entrar en la sala, la esgrimió con un continente tan temeroso que bastava a
poner miedo en cualquier otro cavallero. Mas como en Palmerín los d’esta calidad
hiziessen poca imprisión, quiso passar adelante para acabar de llevar su aventura al
fin que desseava, no se contentando de la mucha honra que aquel día avía ganado,
pareciéndole que más deshonra es perder lo ganado que honra ganar lo perdido,
puesto que allí no avía ya qué perder para quien tanto avía ganado. Y porque no le
quedase cosa nenguna por hazer, arremetió al gigante que, puesto que parecía natu-
ral, era artificialmente hecho, y dándole un gran golpe con su espada le hizo venir
al suelo como cosa muerta y sin sentido que era. (I, cap. 58, p. 125).
29
Tal vez habría que incluir una tercera categoría, la de los autómatas que dan voces. M.ª Carmen
Marín (2007: 87) menciona en su artículo sobre la versión portuguesa del Palmerín de Inglaterra un
autómata de oro que está sobre el arco de la puerta que da ingreso a la librería de Urganda la Desconoci-
da en la Isla Peligrosa. El autómata, que representa a la propia maga, da voces y saca una llave de un
cofre. Sin embargo, no he podido consultar directamente el texto y tampoco he encontrado en los libros
de caballerías estudiados otro testimonio similar.
32 ARTIFICIO, MARAVILLA Y TÉCNICA
da), los demás no reúnen sino en parte dichos atributos. Así por ejemplo, en la
prueba de la belleza –que está presidida por Elena y que consiste en subir los seis
escalones–, algunas de las doncellas pueden pasar tres, cuatro o más escalones,
pero la estatua que representa a Elina impide que la doncella que no está destinada
a superar la prueba pueda acceder al último peldaño y obtener el triunfo:
Y luego vino la fermosa reina Diadema vestida de muy preciados y ricos paños a la
husança pagana, con los quales parescía tan bien que todos dezían que no se le po-
día negar la corona, la cual con sereno y loçano semblante començó a subir las
gradas fasta que se puso encima de todo seis escalones. Y como allí la vieron, to-
dos cuidaron que havía ganado la corona, de lo cual ovo tanto pesar la fermosa
Graselinda, que en poco estuvo de se dexar caer en tierra; mas como la fermosa
Diadema quiso llegar a tomar la rica y preciada corona, la reina Helena le puso las
manos en los pechos y la detuvo fazia atrás, de guisa que por mucho que ella traba-
jó por la tomar nunca pudo, por lo cual se baxó muy descontenta y airada. (V, cap.
37, f. 340v).
Y como la infanta Graselinda aquello vido, començó a subir por las gradas tan
fermosa y loçana que más parecía cosa divina que humana, y todos dezían: ‘Agora
avrá fin la Aventura de la Corona de Elena’. Y la linda Graselinda subió por las
gradas arriba sin ningún embaraço fasta que llegó adonde la reina Helena estava, y
fincando los inojos ante ella le dixo:
-Fermosa señora, sea la vuestra merced de me dar essa rica corona, pues que tan
poca pro vos faze.
Y como ella acabó de decir esto, luego la reina Elena, alçando sus cristalinas
manos, se quitó la corona de su cabeça y la puso en la de la fermosa Graselinda.
(V, cap. 37, ff. 340v-341r).
Y como él se vido encima de los seis escalones, cuidando que no le fincava más
qué fazer, con mucha alegría iva por tomar la corona, mas el dios Mares se levantó
muy de presto y embraçando su escudo puso mano a su espada para se defender; y
como don Lidiarte aquello vido, con mucha ira quisiera fazer ál tanto, mas no tuvo
poder para ello, porque ansí como quiso meter mano a la espada y escudo, falló los
braços tan atados y embarazados como si tollido estuviera, de lo cual ansí él como
todos los que ende estavan fueron muy espantados. (V, cap. 37, f. 341v).
34 ARTIFICIO, MARAVILLA Y TÉCNICA
Este episodio revela, además del carácter probatorio de los autómatas, que los
personajes tienen conciencia de que todo lo sucedido es producto del saber mágico
de Clota, tal como lo evidencia el propio caballero Lidiarte cuando exclama: «Mal-
ditos sean estos encantamientos que tanto mal fazen» (f. 342v). Es claro entonces
que estos automatismos se derivan de la magia y que sus habilidades pueden ir más
allá de inclinar la cabeza o entregar una llave con un solo movimiento. Así lo reve-
la de igual forma un precioso testimonio de Tristán de Leonís el Joven (1534). Se
trata de un hombre de madera que es mensajero de la poderosa maga Sargia. Su
primera aparición se produce durante la comida ofrecida por el rey Mares al rey
don Tristán y causa conmoción:
Y al mejor comer oyeron un sonido de una trompa muy estraña y diferente de las
otras, y bolvieron todos los ojos, a ver qué cosa fuesse. Y vieron entrar por la gran
sala, tañendo la trompa, un hombre de madera, que todas las coyunturas y nervios
del cuerpo se le parecían y, dexando de tañer, cuando se movía le sonavan todas
las coyunturas como nuezes en costal. Y desque la infanta vido cosa tan monstruo-
sa, uvo miedo d’él, y escondióse tras su hermano el rey. El hombre de madera se
umilló al rey don Tristán y diole una carta. Y el rey don Tristán luego entendió que
era mensagero de la su amiga Sargia, la gran sabidora, y díxole: «Amigo, seáis
bien venido. Y ruégovos mucho que no vos partáis sin mi respuesta». El hombre de
madera abaxó la cabeca para que conociessen que assí lo haría, y umillóse y salió-
se de la sala. (cap. 140, p. 583).
Y acabada de cerrar [la carta], sonó la trompa muy reciamente, y entró por la sala
el hombre de madera. Y la infanta, en su retraimiento, oyó la trompa, y tapóse los
oídos por no la oír, de que mucho reía Armenia, ca a aquellas cosas estava ella
muy acostumbrada a saber y ver y oír, siendo donzella de Florisdelfa. Y el rey don
Tristán dio la carta al mensagero de Sargia y fuesse su viage tocando la trompa.
(cap. 140, p. 585).
en la ordalía. Así, al llegar Agrajes al arco «la imagen que encima estava començó
un son tan dulce que Agrajes y todos los que lo oían sentían gran deleite» (II, cap.
44, p. 668), cuando Amadís prueba la aventura «la imagen començó a hazer un son
mucho más diferenciado en dulçura que a los otros hazía, y por boca de la trompa
lançava flores muy hermosas que gran olor dava[n], y caían en el campo muy es-
pessas, assí que nunca a cavallero que allí entrasse fue lo semejante hecho» (II, cap.
44, p. 670).
El Felixmarte de Hircania (1556), por su parte, ofrece dos testimonios de autó-
matas musicales que están inscritos en sendas pruebas de carácter bélico y que son
fruto de la intervención de dos encantadoras:30 la primera de ellas es la entrada a la
Ínsula Riscosa. Allí está la Memoria de Tristeza, aventura en la que permanecen
encantados los príncipes Flosarán de Misia y Martedina de Alemania, los padres
del héroe, y que sólo podrá ser superada por el más leal de los amadores. Se trata,
pues, de una ordalía amorosa que no se desarrolla, pues el libro tercero del Felix-
marte de Hircania finaliza con el anuncio del traslado de la corte de Constantinopla
a la Ínsula Riscosa con el objeto de que la flor de los caballeros y las damas del
mundo participen en la aventura. Pero para ingresar en la ínsula es necesario supe-
rar una prueba de carácter bélico, que consiste en vencer al toro encantado que
vigila la entrada. De acuerdo con la doncella Eminea, quien describe al Doncel de
la Aventura –nombre con el que se identifica a Felixmarte antes de ser reconocido
como el príncipe heredero del reino de Alemania– parte de las maravillas de la
ínsula:
Varios caballeros han intentado vencer al toro, pero éste sucesivamente los de-
rriba. El encantamiento, además, no permite que los caballeros participantes repitan
su intento, pues una vez son derrocados por el toro, no se pueden mover. La prueba
está destinada entonces a quien tiene más valor, como lo reconoce el propio prínci-
pe Brasindos después de aceptar su derrota. Sólo el héroe, el Doncel de la Aventu-
ra, puede derrotar al animal encantado, que desaparece una vez recibe el primer
golpe del caballero:
30
La primera está situada en la Ínsula Riscosa, antes llamada Ínsula Cianeis, la cual cambia de as-
pecto por la intervención de Olicana, «gran sabia en el arte mágica», quien transforma la isla a la muerte
de Filón su marido y la llena de encantamientos. La segunda es la aventura de Monte Cicario, preparada
por una encantadora a petición de la princesa Lisbela de Macedonia, mediante la cual la princesa podrá
asegurarse de contraer matrimonio con uno de los mejores caballeros del mundo (Aguilar Perdomo
1998).
36 ARTIFICIO, MARAVILLA Y TÉCNICA
A esta hora entonces, las imágenes de metal que encima del edeficio estavan pusie-
ron las trompas y todos los otros instrumentos en las bocas y sonaron juntos con
tan estraño sonido y armonía, que a los que presentes estavan elevó de tal manera
que no tenían memoria salvo de gozar de su gran dulçura, que era tanta que jamás
quisiera ser privados de las oír. (II, cap. 18, p. 177).
La música, como sucede en otras ocasiones, es una señal del comienzo o del fin
del encantamiento y también un signo de que el caballero ha superado la prueba o,
al menos, una parte de ella; por tanto, los autómatas musicales se convierten en
anunciadores del hecho. De manera similar ocurre con los otros autómatas produc-
tores de música que el narrador del Felixmarte de Hircania describe en la Aventura
del Monte Cicario. Su origen se remonta a la petición hecha por la princesa Lisbela
a una encantadora, que
Las estatuas de metal, en este caso, tocan las trompas cuando los caballeros co-
mienzan a participar en la aventura, que consiste en darle cuatro golpes en la cabe-
za al caballero encantado que sale de la cueva, tal como lo indican las letras escritas
en un escudo puesto sobre la entrada subterránea. Así sucede cuando don Punarteo,
enamorado de Lisbela, decide probar su suerte:
En este caso, el tono y el volumen de la música que emiten los autómatas varían
de intensidad en la media en que el caballero va superando las distintas etapas de la
prueba. De esta manera, cuando Punarteo consigue darle el primer golpe al caballe-
ro encantado «las estatuas tocaron las trompas con mayor espanto que al principio
havían hecho» (III, cap. 16, p. 375), mientras que cuando lo golpea por segunda vez
«con mayor ruido sonaron las trompas» (p. 375), sonido que se intensifica aún más
en el tercer golpe. Punarteo, sin embargo, no le da fin a la aventura, pues es derro-
tado por el caballero encantado antes del cuarto golpe. La prueba parece estar des-
tinada a Tesiortes, a juzgar por la violencia del sonido que producen los autómatas
cuando el príncipe se apresta a participar en la aventura, pues «a esta hora las esta-
tuas tocaron con el mayor espanto y ruido que jamás fueron oídas» (III, cap. 17, p.
AMADÍS DE GAULA: QUINIENTOS AÑOS DESPUÉS 37
376). La intensidad del sonido aumenta a medida que el caballero propina los gol-
pes a su contrincante: así si al dar el primer golpe «las trompas fueron tocadas con
mayor ruido que solían», en el segundo «tocaron de suerte que a todos pusieron
espanto», mientras que en el tercero «el sonido de las trompas fue tan largo y terri-
ble que a todos puso admiración la gran novedad que en esto havía hecho» (p. 377)
y en el cuarto, último requisito para vencer en la prueba,
las trompas sonaron tan furiosamente que a muchos hizieron caer en el suelo; las
cuales lançaron de sí tanto fuego que las estatuas, y la boca de la cueva y los dos
cavalleros fueron cubiertos, de suerte no pudieron ser vistos. Y durando este fuego
un pequeño espacio, el bravo sonido de las trompas y el fuego se acabaron a un
tiempo, y las estatuas y el cavallero encantado y la boca de la cueva no fueron más
vistos y aquel lugar quedó como estava antes que el aventura paresciese (p. 377).
El sonido de las trompas que tocan los autómatas indica de esta manera el fin de
la aventura y la desaparición de los elementos que la conforman, incluidas las esta-
tuas de metal que se han puesto en marcha para contribuir en el establecimiento del
grado de valentía de los caballeros que participan en la prueba.31 Pero, como se
señalaba anteriormente, la música que emiten las estatuas de metal pueden anunciar
también el comienzo de la aventura. Así sucede en el Policisne de Boecia (1602),32
donde se testimonia esta función que cumplen los autómatas musicales tanto en
aventuras de armas como en aventuras amorosas. Aquí se trata de cuatro doncellas
hechas de un metal tan fino como si de oro fuera. Los rostros y las manos tenían de
una piedra muy blanca, en sus cabeças tenían tan hermosos cabellos de hilos de
alambre sueltos por las espaldas, que maravilla era; en sus manos tenían unas
trompas muy ricas con unas cadenas que d’ellas salían que por debaxo de los bra-
ços las tenían asidas (cap. 69, f. 121r).
una de aquellas imágines de donzellas tocó una trompa que hizo un son muy suave
y el Cavallero del Escudo se estremeció [...]. La donzella tocó la trompa tres vezes
y, callando un poco, por cima de la hermosa coluna se assomó una vandera [...].
Luego tocó otra donzella otra trompa que otro diferente son hizo y encima de la
coluna se puso una muy rica cadera. Y tras ella sonó otra la otra donzella, que más
31
Aquí es importante señalar la presencia del fuego, que es otro de los elementos que se relaciona
con los automatismos y con la arquitectura efímera de los recibimientos y entradas triunfales.
32
Éste y el siguiente pasaje del Policisne de Boecia los he conocido gracias a la generosidad de
Emilio Sales Dasí, que está preparando la edición de este texto, a quien agradezco especialmente su
amabilidad.
38 ARTIFICIO, MARAVILLA Y TÉCNICA
dulce que las otras dos sonó, y cabe la cadera fue puesto un letril. Y luego la otra
donzella que faltava por tocar tañó su trompa muy suavemente tres vezes y las
otras le respondieron tan dulcemente que nunca tal son se oyó (cap. 69, f. 121v).
Cualquiera que sea el caso, ya sea que la estatua de metal anuncie el fin o el
comienzo de la aventura, o que con su son contribuya a la gradación de la valentía
o las cualidades morales de los caballeros, en los pasajes citados el sonido de las
trompas se atribuye a todo el contexto mágico en que están inscritos los aconteci-
mientos sorprendentes. No obstante, es preciso insistir en que estos prodigios son el
resultado de los avances en el conocimiento del uso del viento y de la energía eóli-
ca, planteado ya desde las obras de Herón de Alejandría, pues en general el sonido
se obtiene mediante el uso adecuado de las bondades de este elemento.
De la misma manera que la energía del viento fue utilizada para los progresos
técnicos, también el agua y la mecánica de fluidos fueron esenciales para hacer
posible el movimiento o el sonido.33 En este sentido, llama la atención otro autóma-
ta de cobre descrito también en el Policisne de Boecia que representa un enano que
tañe una trompa cuando el caballero va a participar en una prueba dispuesta en la
corte del rey Galmano. La estatua tiene, además, reservada una sorpresa para los
aventureros, pues el pasaje señala que
En las gradas que el padrón cercavan estava un enano de cobre puesto, y en sus
manos una trompa que con la boca tenía, que por artificio tañía cuando el venture-
ro llegasse a tocar el nombre del mantenedor que en el escudo estava para que,
oyéndole, saliesse; y estava por tal ingenio hecho y fabricado que los que con des-
cuido llegavan a mirar la hechura y fación del enano, por la trompa que en la boca
tenía echava agua en grande abundancia. Y era de tal confación hecha que a los
que acertava en los rostros o en las manos los teñía y tornava de diversos colores
por espacio de media hora, de que a todos causó mucho plazer por ver los visages
que el enano en todos hazía, y por la sutileza y arte con que estava hecho. Y esto
todo mandó el rey que assí se hiziesse y el duque Galmano lo ordenó en muy poco
espacio, que muy sabio era. (cap. 14, ff. 18v-19r).
De acuerdo con lo anterior, este autómata tiene dos habilidades: producir sonido
y arrojar agua por la misma trompa. El ingenio, como el texto mismo lo señala, se
inscribe en un contexto festivo y dentro del marco de una aventura de carácter
cortesano, que induce a la risa y al placer lúdico de los espectadores. El enano re-
cuerda además los juegos o burlas de aguas que se dispusieron con frecuencia en
jardines de nobles y reales, como la sala de los espejos del palacio de Sotofermoso
en Abadía (Cáceres), que mojaba a los presumidos que se miraran en ellos para el
33
Es necesario recordar en este aspecto los órganos hidráulicos de los jardines renacentistas. Una
reproducción de estos instrumentos es hecha por la maga Celacunda en su Huerta Deleitosa en el Cla-
rián de Landanís (Aguilar Perdomo 2006).
AMADÍS DE GAULA: QUINIENTOS AÑOS DESPUÉS 39
disfrute de los Duques de Alba y de sus visitantes.34 Este artilugio es posible, como
se ha venido señalando, gracias a utilización de la mecánica de fluidos, tan de moda
desde mediados del siglo XVI.
35
A manera de conclusión, es importante señalar que el recorrido limitado que
se ha realizado por libros de caballerías escritos en distintos momentos de desarro-
llo y evolución del género, desde 1508, fecha de publicación de la primera edición
conocida del Amadís de Gaula, hasta 1602 cuando se publica el último título origi-
nal del corpus, el Policisne de Boecia, manifiesta una presencia constante de este
tipo de artilugios y mecanismos preparados por magos y encantadores que cumplen
en el entramado narrativo la función primordial de sorprender a los personajes –y
con ellos a los lectores–. Ciertamente, no es posible ya desconocer que estamos
ante un género que se ha dejado permear por el espíritu renacentista dominado por
la mecánica y la hidráulica heredadas de la ya lejana Escuela de Alejandría.
34
Para más ejemplos de este tipo véase Luengo y Millares (1998), y Aguilar Perdomo (2006).
35
El corpus de los libros de caballerías es tan extenso y variado, y el mundo de los autómatas tan
complejo, que el recorrido aquí ofrecido no puede constituir sino un abrebocas de un estudio más amplio
que incluya, por ejemplo, las obras de Feliciano de Silva, un autor capital para el desarrollo del género
caballeresco en España.
40 ARTIFICIO, MARAVILLA Y TÉCNICA
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AMADÍS DE GAULA: QUINIENTOS AÑOS DESPUÉS 41