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Resumen del Libro Menos Miedos, Más Riquezas

Con seguridad has enfrentado en tu vida situaciones que te han puesto al límite, que te han enfrentado
con la muerte o con el hecho de que la vida humana es finita y que solo tenemos una oportunidad para
aprovecharla. Ocasiones en que el miedo parece abrazarte, paralizarte y cegarte, haciendo que el
tiempo se te pase sin hacer nada. ¿Por qué preocuparse tantas veces en la vida por cosas que no han
sucedido todavía, si es en el presente y en tu realidad donde tienes todas las opciones para realizar lo
que deseas? Solo hay que dejar el miedo a un lado.

Es indispensable que te expongas gradualmente a lo que temes. Si le temías a los aviones por una
turbulencia que viviste y en el próximo vuelo que tengas que hacer no las hay, tendrás la oportunidad de
crear un nuevo recuerdo positivo, con lo que el miedo se reducirá. El cerebro hace cambios físicos que
controlan la respuesta del miedo; recuérdalo.

Cuando algo te dé miedo, pregúntate si realmente está pasando ahora o si solo estás trayendo al
presente una experiencia negativa de tu pasado o la expectativa de lo que podría ocurrir en el futuro.
Solemos seguir preocupados por cosas que ya ocurrieron, lo cual es absurdo pues no es posible
modificar lo que ya pasó. O nos preocupamos por el futuro, por cosas que a la larga no sabemos si van a
ocurrir o no, que nos imaginamos que pueden pasar, lo que significa que son irreales todavía puesto que
no han sucedido. Lo único que debe ocuparnos es el presente, ya lo veremos. Un presente sin miedos.

Cuando hablamos de libertad financiera hay dos definiciones que me gustan mucho. Una definición
ortodoxa dice que hay libertad financiera cuando tienes el dinero trabajando de forma tal que te
conviertes en el dueño de tu tiempo. Mira lo que eso implica: que el dinero “trabaja por ti” y está
invertido en algo que hace que se reproduzca, de manera que puedes hacer cualquier otra cosa en tu
tiempo diferente a alguna actividad que genere más dinero. Por ejemplo, ¿puedes ir un jueves en la
tarde a un parque de diversiones con tu hijo, con la tranquilidad de que mientras estás allá,
simultáneamente estás ganando dinero? O de pronto eres de los que dice, “yo no puedo ir, porque
primero, no me dan permiso en mi trabajo y, segundo, si voy, así sea independiente, ¿quién genera
dinero mientras estoy allá?”. Si te haces esas preguntas, no eres libre financieramente. Aún.

Hay una definición un poco más coloquial que me gusta bastante y que la leí de uno de los autores que
más han influido en mí: T. Harv Eker, el autor de un fascinante libro llamado Los secretos de la mente
millonaria. Eker dice lo siguiente en el tema de libertad financiera: “si puedes llegar a tu restaurante
preferido, recibir la carta y pedir el plato que más te gusta sin tener que mirar la columna de la derecha
del menú, estás empezando a adquirir libertad financiera”. Es contundente y queda poco más que
agregar.

Aquello que odias, es aquello de lo que te alejas. Algunas personas pobres de mentalidad odian a los
ricos solo porque son ricos. Seguirán siendo pobres.

Si no te importa mucho lo material, ni te apetecen los viajes, la ropa, los buenos colegios o los autos de
lujo, consigue dinero y patrocina causas nobles, desarrolla tu altruismo, pero no te quedes quieto, por
favor. De allí la importancia de seguir encontrando razones para tener riquezas y libertad financiera.

Piensa en lo que más quieres de esta vida. Tu familia, tu libertad financiera, viajar por el mundo, el
emprendimiento con el que sueñas. Si eso es realmente importante, cualquier miedo que le compita le
quedará pequeño. Incluso, puedes ponerle un tamaño a tu miedo, o un puntaje de 1 a 10, en orden de
gravedad; solo tú sabes cuáles son los miedos que más te agobian. Ahora supongamos que cualquiera
que sea tu miedo, tuvo un puntaje de 8, es decir, un miedo considerable, alto. No obstante, si lo que
más quieres en la vida recibe un 10 aclamado en importancia, el tamaño relativo de tu miedo habrá
disminuido. ¿Moraleja? Aumenta la importancia en tu vida de aquello que realmente valoras, y tus
miedos, ya comparados, se verán pequeños. Un miedo, el que escojas, no es grande o pequeño por sí
solo; requiere de un competidor fuerte que lo minimice.

No aplaces la vida que quieres vivir. Ni aplaces más la obra benéfica que quieres hacer, ni ese viaje por
realizar, ni la llamada a ese ser querido que se alegrará de oírte, familiar o amigo. Es más, llámalo ya y le
dices que lo consideras alguien importante en tu vida; que te alegras de que la vida los haya unido, y que
nada hará que se separen.

No hay nada más importante que servir; desde lo que hagas, con tus palabras, con tu compañía, con tu
atención, con tu tiempo, con tu dinero, con las uñas si es necesario. A eso viniste a este mundo. Y como
sé que te gusta el dinero, te diré algo: cuando menos lo he buscado más me ha llegado. Parecería
increíble. Los años de mayor crecimiento como ser humano, los años en que más me he preocupado por
ayudar a los demás; los años en los que la transformación de millones de personas se ha vuelto mi
obsesión, lo más importante de mi vida, más que la vida misma, han “coincidido” con los años de mayor
crecimiento en ingresos. Qué mágico es evocar a estas alturas aquella frase que reza: “tú no te
concentres en el resultado, dinero, viajes, tiempo libre; tú concéntrate en el propósito de tu vida, que él
te llevará al resultado”. Te aseguro que eso es verdad.

Un ser extraordinario no se queja de la falta de oportunidades, no se une a ese lamento generalizado;


ve, huele, crea, identifica y aprovecha oportunidades. Los mejores surfistas, como los emprendedores,
ven venir las olas, se encaraman en ellas, las disfrutan y luego se bajan. Otros tragan agua con la ola.
Escoge: o te conviertes en el tiburón que huele sangre; en un auténtico depredador, o serás la sangre
que se trague el tiburón. Antes de seguirte quejando por la situación, mira primero qué actitud pro-
riqueza tienes. Qué tanto estás capitalizando oportunidades y preguntándote para qué te pasan las
cosas. Y por favor, no me digas que si algo malo te pasó o algo que debías hacer no lo hiciste, fue porque
Dios así lo quiso. Quienes me conocen saben de mi profunda fe en Dios y lo creyente que soy en un ser
superior. Respeto a los que no creen o simplemente profesan otra religión distinta a la mía. Pero sea
cual fuere tu creencia, mi mensaje es claro: Dios lo que quiere es determinación; Dios lo que quiere es
actitud; Dios lo que quiere es que con todo lo que te ha dado, progreses, sirvas, ayudes a los demás.
Dios lo que quiere es menos resignación. Reza como si todo dependiera de Dios, pero trabaja como si
todo dependiera de ti.

Hay deudas buenas y deudas malas. Las deudas buenas te impulsan y te permiten progresar; las deudas
malas, hipotecan tu futuro, las pagas hasta varias veces y deterioran tu salud. Una deuda buena es una
deuda que otro paga por ti, que se contrae a tasas de interés muy bajas y, con el dinero que te prestan,
creces tú y ves crecer tu negocio. Vamos por partes: ¿cómo así que una deuda buena es una deuda que
paga otro? Claro, aquí te pongo varios ejemplos: le pides dinero a un banco, compras una casa, la
alquilas y con el dinero del arrendamiento pagas la hipoteca, es decir, el dinero que te prestó el banco.
Al tiempo, la casa se debería valorizar. Esa es otra buena noticia. Un segundo ejemplo de deuda buena
es cuando utilizas tu tarjeta de crédito después de la fecha de corte de tu banco, pagas a una cuota, no
te cobran intereses y, por haber utilizado la tarjeta, te dan millas que usas para viajar en avión. Eso ha
funcionado en algunos países. Resulta útil mencionar que la fecha de corte es una fecha mensual que
establece el sistema bancario y a partir de la cual los pagos que se hacen no quedan para el mes
siguiente, sino para uno más adelante. Tercero, cuando alguien te presta un dinero a una tasa de interés
anual del 10 %, por ejemplo, y tú pones ese dinero a trabajar en tu empresa, y al cabo de un año ves que
produjo una rentabilidad de 20 %, no solo te habrás apalancado, en su más genuina expresión, sino que
fue bueno haber contraído la deuda.

¿Y cuáles son las malas? Deudas a intereses altos, que nos hacen pensar que trabajamos para pagar
deudas, y a plazos largos; nunca terminan; llevamos años y años pagando, y siempre nos dicen, el banco
o una persona natural, que no hemos abonado a capital, que solo hemos pagado intereses, y que del
dinero que nos prestaron (capital) se ha pagado solo cierto porcentaje. ¿Te suena conocido? Y vamos
más allá: las deudas con tarjeta de crédito a plazos muy largos sí que son deudas malas.
Muchas veces, antes de emprender la batalla, ya muchas personas la han perdido en su cabeza; los que
se dicen a sí mismos que eso no va a funcionar y los que son incapaces de visualizar el resultado, tal y
como ellos lo quieren ver.

Nunca serás tú mientras no te dediques a hacer lo que mejor haces. Tú no te cansas por trabajar mucho;
tú te cansas cuando no disfrutas lo que haces. Nada que produzca más fatiga que una vida rutinaria.

Cuando creces como persona los miedos se ven más pequeños. Supongamos que sientes que has
logrado convertirte en el 60 % de lo que quieres ser, que has avanzado pero aún te falta. Con ese 60 %
que tienes de camino recorrido, y que incluye conocimientos, experiencias, sentimientos, inteligencia
emocional y espiritualidad, ves un problema o miedo de una manera y le asignas un grado de
importancia; un miedo grande, mediano o insignificante. Cuando vayas por un 80 %, el miedo ya lo verás
de otra manera.

Fin del Resumen

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