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5-10-2022 UNIVERSIDAD

DE NAVOJOA
Escuela de Contaduría

Asignación:
Paráfrasis “Cristo, el orador por excelencia”

Trabajo presentado en cumplimiento parcial de los


requisitos de la materia de:
Comunicación

Alumno:
Gabriela Alejandra Ávila Pérez

Docente:
Yolanda Izquierdo Hernández
SECCIÓN 2- CRISTO, EL ORADOR POR EXCELENCIA

Al comunicarse, Jesús llenaba de paz y tranquilidad a cualquiera que lo escuchara,


su uso del habla era el mejor, ya que como debía presentarse frente a un público
variado, era necesario que su método de comunicación lo adaptara, y claramente
eso hacía, por eso quienes lo escuchaban lo comprendían perfectamente, Jesús no
forzaba o elevaba su voz sin necesidad alguna, ni hablaba de tal manera que
pareciera como si lo estuvieran apresurando, como resultado obtenía que grandes
congregaciones se sintieran atraídas hacía lo que Él tenía que decir, y fueran
solamente a escuchar sus sabias palabras, relatos, consejos que el mayor de todos
los maestros brindaba con toda felicidad y amor hacia quienes lo escuchaban. Las
frases que Jesús usaba brindaban luz en los corazones de las personas presentes
que lo escuchaban, porque muchos llegaban cansados, sin ánimos ni fuerzas, pero
prestarle atención a Jesús hacía que sintieran esperanza, felicidad, que esa
fatigación con la que se presentaban, desvaneciera rápidamente; una de las muchas
cosas por las que la gente sabía que Jesús era diferente fue al momento de que
predicara, se daban cuenta que sus sermones no eran igual de monótonos y
aburridos como los de los escribas y fariseos, que no tenían nada de especial. Jesús
sabía que si quería impactar aun mas a las personas debía usar un tono que
conmoviera, que fuera claro, que sonara como una “dulce melodía”, cosa que
también enseñaba a sus discípulos, para cuando fuera necesario que aplicaran;
Cristo no hablaba solo para un público específico, ya que donde quiera que estuviera
Él sabía por lo que cada persona estaba pasando, así que dependiendo de con quien
se encontrara, ya sea un público en la sinagoga, en la mesa del publicano, en el
banquete de un fariseo, Jesús decía las palabras correctas, venidas desde su
corazón para expresar honestamente la enseñanza que deseaba dar a conocer.
Cristo, por decirlo de esta manera, no perdió tiempo, en cuanto pudo hablar, usó su
talento sabiamente, para comunicarse primero con su familia y amigos, después ya
que creció más, comenzó a entablar conversaciones con personas muy importantes
como doctores, maestros de la ley, y eso lo hizo a sus apenas doce años de edad,
cuando José y María lo buscaron por tres días en Jerusalén, pero fue su deseo de
aprender y enseñar, el que lo orilló más a quedarse en ese templo con los doctores,
haciendo preguntas tan bien formuladas, y sorprendiendo con su inteligencia a los
que lo escuchaban, Jesús jamás pronunció una palabra impura. Tan admiradas
quedaban las personas de Jesús, que a lo que Él decía ellos le hacían caso y lo
obedecían sin pensarlo; a veces nosotros les pedimos a otros que cambien o hagan
cosas que ni nosotros hacemos, es decir, no damos ese buen ejemplo, pero en el
caso de Jesús jamás fue así, el practicaba y daba el ejemplo antes que nada, y
después lo enseñaba a los demás, eso daba mucho más impacto ya que los actos a
veces tienen más importancia que las palabras. Gracias a que Jesús siempre habló
palabras de verdad, con un gran sentimiento, que identificaban a muchas personas,
los fariseos lo odiaban, le tenían mucha envidia porque Él siempre hizo las cosas
bien.
Jesús siempre fue empático con todos, sin excepción, no humillaba a nadie, sus
palabras no eran rudas, de hecho, cosas como la hipocresía las reprendía, pero al
hacerlo le daba tristeza; tan sorprendente es Jesús que personas a quienes nunca
les interesaron los sermones, ni predicaciones, se acercaban por su propia voluntad,
porque les atraía toda y cada una de las palabras dichas por Jesús, muchos tenían
una falsa creencia de Dios, pensando que era un “Juez vengador”, alguien que
castigaba, al que se le debía tener miedo, pero Cristo corrigió todos esos
razonamientos, diciendo cómo Dios es un Padre de amor, de perdón, que espera
que todos sus hijos lo acepten por su propia voluntad, y den a conocer su mensaje a
muchos más que aún no lo conocen. Siendo chico, Jesús tanto a jóvenes como
personas mayores les daba palabras de consuelo, ánimo, que le ayudaban a todo el
que se sintiera deprimido, porque comprendía sus sentimientos; a pesar de que Él
conoció y convivió con personas que lo intentaron hacer enfadar, que se burlaban,
eran muy sarcásticos, siempre fue paciente, les hablaba con calma, tranquilidad y
amor. Cristo sabía que nada se arregla con peleas ni palabras duras, por eso Él
actuó con cortesía, diciendo palabras de amor de lo más bellas que le llegaban a
esas personas con corazón cerrado, que no lo querían abrir para no terminar
lastimadas, pero al permitir que Jesús fuera quien los sanara, eso ayudaba a que se
sintieran más “ligeros” y sin tanto pesar por dentro.
Por eso, esforzarnos por seguir el ejemplo que Jesús nos mostró al venir aquí a la
tierra, sería lo mejor que podríamos aprender y de igual manera enseñarlo a otros,
para que ese aprendizaje se nos quede por mucho más tiempo.
BIBLIOGRAFÍA
Elena G. De White, “La voz su educación y uso correcto”, págs. 51-79

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