Está en la página 1de 174

Sistema Bibliotecario de la Suprema Corte de Justicia de la Nación

Catalogación
PO Elías, Salvador M., autor
L030 Primer curso de derecho mercantil / Salvador M. Elías ; [presentación
E442p Ministro Luis María Aguilar Morales ; prólogo Manuel González Oropeza ;
prefacio Roberto Santacruz Fernández]. -- Primera edición. -- México : Suprema
Corte de Justicia de la Nación : Benemérita Universidad Autónoma de Puebla,
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, 2017.
xx, 152 páginas ; 22 cm. -- (Apuntes de las clases impartidas por ilustres
juristas del siglo XX ; 15)

Apuntes del Primer Curso de Derecho Mercantil dictados por don Salvador
M. Elías, hacia 1954

ISBN 978-607-468-943-3

1. Derecho mercantil – Doctrina – Historia – México 2. Acto jurídico


– Comercio 3. Sujetos del Derecho mercantil 4. Sociedades mercantiles
5. Sociedades en nombre colectivo 6. Sociedades en comandita simple
7. Sociedades de responsabilidad limitada 8. Sociedades de responsabilidad
limitada de interés público 9. Sociedades anónimas I. Aguilar Morales, Luis
María, 1949- , prologuista II. González Oropeza, Manuel, 1953- , prologuista
III. Santacruz Fernández, Roberto, autor de prefacio IV. título V. serie

Primera edición: mayo de 2017

D.R. © Suprema Corte de Justicia de la Nación


Avenida José María Pino Suárez núm. 2
Colonia Centro, Delegación Cuauhtémoc
C.P. 06065, Ciudad de México, México.

D.R. © Benemérita Universidad Autónoma de Puebla


Facultad de Derecho y Ciencias Sociales
Avenida San Claudio s/n, Colonia Jardines de San Manuel
C.P. 72570, Ciudad Universitaria, Puebla, Pue.

Prohibida su reproducción total o parcial por cualquier medio, sin autorización escrita de los
titulares de los derechos.

Impreso en México
Printed in Mexico

Esta obra estuvo al cuidado de la Coordinación de Compilación y Sistematización de Tesis de


la Suprema Corte de Justicia de la Nación y de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN

Ministro Luis María Aguilar Morales


Presidente

Primera Sala
Ministra Norma Lucía Piña Hernández
Presidenta

Ministro José Ramón Cossío Díaz


Ministro Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena
Ministro Jorge Mario Pardo Rebolledo
Ministro Arturo Zaldívar Lelo de Larrea

Segunda Sala
Ministro Eduardo Tomás Medina Mora Icaza
Presidente

Ministro José Fernando Franco González Salas


Ministro Javier Laynez Potisek
Ministra Margarita Beatriz Luna Ramos
Ministro Alberto Pérez Dayán
BENEMÉRITA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE PUEBLA

Mtro. José Alfonso Esparza Ortiz


Rector

Dr. Roberto Santacruz Fernández


Director de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales

Mtro. Francisco Ávila Caso


Secretario Académico

Mtro. Omar Eduardo Mayorga Gallardo


Coordinador de Publicaciones
Ciencia suprema es el derecho, ya que buscar lo que es justo y lo que es bueno,
es tarea que el hombre tuvo desde que el hombre fue,
y tarea será que el hombre tenga mientras el hombre sea.

[ Epígrafe en la tesis de licenciatura


“La litis contestatio es una relación procesal”
del Lic. Salvador M. Elías, 1934]
P RIMER CURSO
DE DERECHO MERCANTIL
Salvador M. Elías

México, 1954
Contenido

Presentación............................................................................................................ XI
Prólogo.................................................................................................................... XIII
Prefacio................................................................................................................... XVII
El comercio en la historia....................................................................................... 1
I. Introducción.................................................................................................. 1
II. Los pueblos antiguos.................................................................................... 3
III. Aspectos de la vida económica, jurídica y política del Imperio romano..... 8
IV. La Edad Media y la época actual................................................................ 13
V. Notas históricas sobre el derecho mercantil en México.............................. 25
El acto jurídico de comercio................................................................................... 27
I. Actos absolutamente mercantiles.................................................................. 33
II. Actos accidentales o circunstancialmente mer­can­tiles................................ 36
1. Actos mercantiles por formar parte de un proceso económico ............ 36
2. Actos realizados por empresas................................................................ 40
3. Actos realizados por el comerciante en relación con su industria......... 46
4. Los actos por accesión............................................................................ 47
Los sujetos de la relación jurídica mercantil.......................................................... 49
I. Normas generales de la capacidad para comerciar....................................... 50
II. Casos de excepción a la capacidad para comerciar..................................... 52
III. Concepto de ocupación ordinaria.............................................................. 58
IV. Crítica a la definición................................................................................. 58
Las sociedades mercantiles..................................................................................... 61
I. Sociedades en nombre colectivo................................................................... 76
1. Características de la sociedad................................................................. 77
2. Normas a que se sujeta la razón social................................................... 77

IX
X Salvador M. Elías

3. Socios...................................................................................................... 79
4. Órganos de gobierno.............................................................................. 83
II. Sociedad en comandita simple.................................................................... 86
1. Reglas generales de la comandita simple................................................ 88
2. Normas peculiares de la comandita simple............................................ 88
III. Sociedad de responsabilidad limitada........................................................ 89
1. Características de la sociedad................................................................. 90
2. Características de las partes sociales....................................................... 95
3. Clasificación de las partes sociales......................................................... 98
4. Órganos de gobierno.............................................................................. 106
5. Órganos de vigilancia............................................................................. 110
IV. Sociedad de responsabilidad limitada de interés público y capital
variable.............................................................................................................. 110
1. Características de la sociedad................................................................. 112
V. Sociedad anónima........................................................................................ 113
1. Antecedentes históricos de la sociedad.................................................. 116
2. Características de la sociedad................................................................. 118
3. Capital social. Características de las acciones........................................ 124
4. Clasificación de las acciones.................................................................. 129
a. Por su contenido............................................................................... 129
b. Por los derechos que confieren........................................................ 134
c. Por su forma de pago........................................................................ 139
d. Por su circulación............................................................................. 140
5. Órganos de gobierno.............................................................................. 141
a. Asambleas generales......................................................................... 142
b. Asambleas especiales........................................................................ 146
6. Órganos de vigilancia............................................................................. 146
7. Asociación en participación................................................................... 147
Bibliografía.............................................................................................................. 151
Presentación

L a vida profesional del licenciado Salvador M. Elías discu­


rrió mayormente en la academia, como lo demuestra el
hecho de que por años haya impartido cátedra en la Escuela Nacio­
nal de Jurisprudencia, y que haya sido director interino de la Facul­
tad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México,
Pre­sidente del Tribunal Universitario y Secretario de la Escuela
Bancaria y Comercial. Producto de su labor como docente son estos
apuntes, editados ahora por la Suprema Corte de Justicia de la Nación
con el título Primer Curso de Derecho Mercantil, número 15 de la Serie
Apuntes de las clases impartidas por ilustres juristas del siglo xx.

La materia mercantil fue estudiada profusamente por el maestro


Elías, lo cual se evidencia con la soltura con que la enseñó a sus alum­
nos. Gracias a esta obra, el lector aprenderá las bases del derecho

XI
XII Salvador M. Elías

mercantil en virtud de la sistematización de la información, así como


de la sencillez con que se ofrece. En cuatro apartados se detallan el
comercio en la historia, el acto jurídico de comercio, los sujetos de
la relación jurídica mercantil y las sociedades mercantiles. En efecto,
se trata de los temas propios del primer curso de derecho mercantil,
y la forma en que se analizan resulta suficiente para “transmitirnos el
conocimiento básico, bien informado, sobre la terminología y los con­
ceptos del Derecho Mercantil”, como lo indica el Doctor Manuel
González Oropeza en el prólogo.

La difusión de este libro es relevante por dos motivos fundamen­


tales: primero, porque preserva el saber de un gran mercantilista para
las generaciones futuras y, segundo, porque llama la atención en
cuanto a una materia poco común en el acervo bibliohemerográfico
publicado por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en coedición
con la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Benemérita Uni­
versidad Autónoma de Puebla. A las múltiples obras sobre derecho
constitucional y procesal constitucional, con las cuales este Alto Tri­
bu­nal coadyuva al mejoramiento de la cultura jurídica en el país, se
suma este texto breve pero útil para abogados, estudiantes de derecho
y público en general.

Ministro Luis María Aguilar Morales


Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación
y del Consejo de la Judicatura Federal
Prólogo

E l maestro Salvador M. Elías dirigía transitoriamente la Facul­


tad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de
México cuando comenzaba mis estudios en la Facultad de Derecho.
Un hombre alto y delgado generaba respeto y conducía la Facultad
con dignidad. Poco después, cuando comencé a laborar en la Oficina
del Abogado General, gracias a la generosa invitación del Dr. Jorge
Carpizo, entonces Abogado General de nuestra Universidad, estuve
a punto de ser Secretario del Tribunal Universitario, que presidía
igualmente el Maestro Elías.

La fama del maestro Elías se cimentaba en el conocimiento, según


me narraban varios amigos que tuvieron la fortuna de tomar clases
con él. Por razones de horario, yo cursé Derecho Mercantil con el

XIII
XIV Salvador M. Elías

maestro Arturo Díaz Bravo, hombre igualmente impecable y metó­


dico, de quien guardo profunda gratitud por su enseñanza.

Pero veinte años antes de estos acontecimientos, don Salvador


M. Elías había dictado estos apuntes del Primer Curso de Derecho Mer­
cantil, hacia 1954; al leerlos entiendo el prestigio que como docente
mereció. Se trata de un conjunto de notas, transcritas con gran flui­
dez y a la vez con profundidad admirable. La sola lectura nos lleva por
los temas fundamentales del Derecho Mercantil, con una explicación
sobre el origen de las instituciones que lo conforman, acompañados
de una aguda crítica de la técnica legislativa, que a veces se filtraba en
el Código y en las leyes sobre la materia; pero, sobre todo, con una
sencillez y soltura que el lector se encontrará con agrado en esta mate­
ria técnica y de fundamental conocimiento, sobre todo, en esta época
de transacciones comerciales.

No es pretensión de esta obra el remontar un nivel académico,


lleno de citas académicas y explicaciones extensas a pie de página que
el maestro Elías era capaz de ofrecernos en otras oportunidades.
Su objetivo es más sencillo pero, a la vez, complejo: transmitirnos el
conocimiento básico, bien informado, sobre la terminología y los con­
ceptos del Derecho Mercantil, por ello su hoja de bibliografía es corta,
aunque en el texto de los Apuntes tiene citas más abundantes.

Se disfruta sobre todo el origen de las instituciones mercantiles,


pues la cultura jurídica mercantil contiene significados y etimologías
anclados en la historia de las sociedades, comparables incluso con
Prólogo XV

las del portentoso Derecho Civil, con el cual, en los apuntes trata de
diferenciar, pues su prosapia es tan clásica como la de aquél.

Inicia su clase con el desarrollo del comercio en las antiguas civi­


lizaciones, destacando la creación de la gran cultura árabe, que tanto
benefició al mundo hispano, de las “ferias”. Por supuesto, cita el Deu­
teronomio (Ezequiel 27, 12-23) para respaldar el origen bíblico de la
actividad comercial. El Derecho Romano, cuna de la cultura jurídica
occidental, es explicado a partir de la importancia del acto de comer­
cio, mediante la propiedad quiritaria, única reconocida por el ius civile,
como la plena propiedad capaz de ser reivindicada.

Define la intención de obtener una ganancia detrás de los actos


de comercio (lucro), pero descarta el enriquecimiento desproporcio­
nado como una desviación (lesión), contrario al concepto quiritario de
la propiedad.

Imperceptiblemente pasa de lo anecdótico a lo técnico, como


gran profesor que fue. Describe la importante labor de los consulados
para la administración de justicia en materia mercantil. Explica igual­
mente cómo los instrumentos mercantiles se simplifican por las exigen­
cias de las prácticas comerciales ancestrales y eso le permite diferenciar­
los de las instituciones de Derecho Civil; al respecto toma como
ejemplo el contrato de mutuo.

Su capítulo histórico es totalmente disfrutable, no sólo por razo­


nes de cultura, sino porque explica cómo las antiguas Ordenanzas y
XVI Salvador M. Elías

antecedentes mercantiles fueron aplicados en México hasta mediados


del siglo xix, cuando se promulgó el Código de Comercio, gracias a la
obra de Teodosio Lares.

Su eje central es el acto de comercio que define y limita. Resulta


ilustrativa la característica de objetividad que el Código de Comercio
Mexicano de 1890 dota al acto de comercio, separándolo del sujeto
comerciante. Esto da a la regulación comercial cierta universalidad,
para sujetos de toda índole.

Desglosa el artículo 75 del Código de Comercio con minuciosi­


dad, y su discusión del concepto de empresa es extenso y sumamente
interesante. La especialización del Derecho Mercantil ha forzado el
desmembramiento del Código de Comercio, que como sol ha gene­
rado un sistema cuasiplanetario de legislación especializada.

Culminan sus Apuntes con una explicación de las sociedades


mercantiles de gran utilidad. Habrá que consultar y leer esta obra no
con los ojos del especialista actual, que mucho ha avanzado en las
instituciones comerciales, sino como un interesado en la cultura
clásica del Derecho Mercantil que de manera natural el maestro Elías
aportó en su vida académica.

Dr. Manuel González Oropeza


Prefacio

L os años treinta y cuarenta del siglo xx vieron escalar los


fascismos en Europa hasta su clímax catastrófico. Entre
estos fascismos, el de Franco fue el que tuvo mayor duración. Su im­
pacto arrastró a la condolencia (a veces sólo a la curiosidad) a muchos
artistas e intelectuales como Octavio Paz y Hemingway. En estas prime­
ras décadas, el exilio arrojó miles de mentes brillantes al mundo. Uno
de los receptáculos que más favorecido se vio con este exilio fue la
his­tórica Escuela Nacional de Jurisprudencia. La carrera de Salvador
M. Elías, que comenzó con su titulación en 1934, tuvo lugar en medio
del auge que trajeron estas mentes brillantes.

Una de las disciplinas que más se nutrieron fue la misma que


durante años impartiera Salvador M. Elías: el derecho mercantil.
En el texto que tenemos en las manos, el maestro de la voz inolvidable

XVII
XVIII Salvador M. Elías

(como lo recuerda Prieto Argüelles) señala que el derecho mercantil


mexicano sufrió un descalabro con la promulgación del Código de
1890. A partir de ahí, sólo menciona someramente que hubo muchas
reformas a partir de 1932. Sin embargo, no parece darle importancia
a la influencia del exilio español en dichas reformas.

En el texto que tenemos en las manos, el ameno recorrido histó­


rico de la disciplina comienza en las cavernas de Altamira, en España.
Al maestro Elías le llaman la atención los rasgos que apuntan a una
inci­piente actividad comercial. El dato es relevante porque da cuenta de
que dicha actividad es quizá tan antigua como el hombre. Por otro
lado, firma el acta de nacimiento del comercio con la fecha del invento
de la moneda y con la idea de lucro.

Se aventura sin demorarse, pero con suficiencia, por el desarrollo


del comercio en la Antigüedad. Quizá pudiera pedírsele que incluyera,
en el apartado consignado a los pueblos antiguos, unos párrafos acerca
de la moneda en el México prehispánico. En su defecto, el apartado
sobre el comercio en nuestro país pudo abarcar algunos siglos más.

Para el maestro Elías, el mejor Código de Comercio que ha regido


en México es el de Teodosio Lares. En el apartado correspondiente,
recalca que el abrevadero del Código de Lares es el Código francés de
1807. No obstante, habría que agregar que también el Código español
de 1829, de la pluma de Sáinz de Andino, tuvo profundos impactos
en la regulación mexicana.
Prefacio XIX

El régimen de Porfirio Díaz pretendió modernizar el Código


Lares. Salvador M. Elías da cuenta de la precariedad de la regulación
comercial porfiriana y su Código. Dicha precariedad, para la lupa de
Elías, no logra superarse con el proceso de especialización que se dio
entre los años treinta y cuarenta, cuando las reformas al Código de
1890 dieron origen a diversas leyes, como la de Sociedades Mercantiles
o la de Sociedades Corporativas, entre muchas otras.

Al analizar los actos de las empresas, en el artículo 75 del Código


de Comercio, fracciones v a xi, centra su exposición en los puntos
que le parecen débiles: el orden de las fracciones, la redacción “lamen­
table” o sobrada de otras y ciertos vicios de redundancia. También señala
algunas insuficiencias. Afirma, por ejemplo, que el “deficiente” Código
no resuelve el problema ante el concepto de ocupación ordinaria.

Respecto al estado actual de México en comparación con el marco


jurídico histórico de Salvador M. Elías, algunas cosas salen a relucir
entre sus ejemplos. Al hablar sobre la sociedad anónima, propone:
“¿Qué sería de nosotros si, por ejemplo, las acciones del Banco de
México estuvieran, digamos, en manos extranjeras?” Esta pregunta
retó­rica deja ver una época con mucho menor sometimiento al mer­
cado mundial. Dicha situación se modificó gradual pero radicalmente
durante los gobiernos de Salinas y Zedillo.

También trasluce el incipiente y confuso avance hacia la equidad


de género en el apartado sobre las excepciones a la capacidad de comer­
ciar. Llama la atención el punto que trata sobre la mujer casada. Es un
XX Salvador M. Elías

fuerte grito de la época que el maestro Salvador M. Elías tenga que


hacer un llamado a la calma. No creemos, afirma el maestro, que esto
traerá el desquiciamiento social y que los hogares se desbaratarán. Para
nosotros, que vemos los años cincuenta con los anteojos de la segunda
década del siglo xxi, salta mucho a la vista que Salvador M. Elías se
viera forzado a recalcar que está de acuerdo con los avances en la eman­
cipación femenina reflejados en el Código Civil del Distrito Federal
de 1932.

Sin duda es valioso voltear la mirada a estas lecciones. Su lectura


nos hace pensar que en aquellas aulas, el respetuoso silencio se que­
braba de cuando en cuando con algunas risas discretas. El estilo del
maestro Salvador M. Elías es desenfadado. Disfruta de aderezar su
exposición con ironía, humor y con un moderado registro coloquial.
Vale la pena aventurarse por las siguientes páginas para entrever el
proceso de especialización legislativa del derecho mercantil, y la pos­
tura crítica que Salvador M. Elías sostiene ante la precariedad de
dicha especialización.

Dr. Roberto Santacruz Fernández


Director de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales
de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP)
EL COMERCIO EN LA HISTORIA

I. Introducción

S e plantea el problema de determinar cuándo los hombres


practicaron el comercio. Dos corrientes pretenden resolver
esta cuestión. La primera enuncia que el comercio es una actividad
tan vieja como el hombre. Los seres humanos han vivido en el curso
de su historia con base en el desarrollo de dos impulsos: sobrevivir y
supervivir. En virtud del primero, los hombres se han alimentado
y han cubierto su desnudez; por virtud del segundo, se han multipli­
cado. En la época en que los primeros pobladores de la Tierra vivían
en tribus nómadas o trashumantes, tenían una organización social y
política fundada en el matriarcado. La única cabeza visible era la de la

1
2 Salvador M. Elías

mujer. ¿Cuál fue el primer acto jurídico de estos hombres? Las huellas
rupestres de la cueva de Altamira, al norte de España, revelan que
los primeros pobladores practicaban la caza y la pesca. Así se ven
fi­guras de un hombre persiguiendo un reno, se ven peces, entre otros
animales. ¿Cuál fue el primer acto jurídico que practicaron? Fue el
cambio, la permuta y, en consecuencia, con base en esta idea se afir­
ma que en el instante en que un hombre tenía carne fresca y no tenía
pieles, intercambió.

El comercio reconoce por sobre todas las cosas el cambio. Esta


idea, que tiene cada vez menos adeptos, ha sido sustituida en el ins­
tante en que los hombres practicaron el comercio y las personas adqui­
rieron un alto índice de civilización, ya que fueron capaces de dar
determinado valor a un objeto, un valor de uso y un valor de cambio,
es decir, cuando inventaron la moneda. ¿Cuál es el rasgo distintivo
del acto comercial? El lucro. ¿Qué es lo que debe entenderse por
lucro? Es una desproporción que se obtiene en una operación. Es rasgo
distintivo del acto de comercio que en su acepción más amplia se
relaciona con una figura jurídica que nos lleva al concepto de lesión,
porque ésta implica una desproporción en las ventajas que se obtienen
en un negocio y las cargas que en el mismo se asumen. Sólo puede
hablarse de la lesión en los contratos bilaterales y onerosos, pues
para hablar de la lesión es necesario comparar.

De manera que lucro es la diferencia entre el precio de compra y


precio de venta. En la lesión hay un enriquecimiento en una parte
en la misma cantidad que la otra se empobrece. Para hablar de lucro
es necesario pensar en desproporción y en la creación de una unidad
de medida del valor de las cosas, y esa unidad es la moneda. El cambio
Primer Curso de Derecho Mercantil 3

útil de los primeros pobladores de la tierra adquirió caracteres comer­


ciales cuando inventaron la moneda. Sólo entonces es posible hablar
del nacimiento del comercio, entendido como el conjunto de actos
jurídicos que tienen como rasgo distintivo el lucro. El lucro es un
enriquecimiento marginal, una desproporción y para hablar de esto
es necesario hablar de moneda.

¿Cuándo los hombres organizados en tribus errantes se vuelven


sedentarios? Cuando se apoderan de los animales vivos para domesti­
carlos y así tener carne fresca y pieles. Al hacerse sedentarios sur­gen
las instituciones jurídicas y, entre éstas, la institución jurídica por
exce­lencia es la propiedad.

De manera que los hombres al principio truecan, cambian, pero


van procurando un beneficio hasta que surge la moneda, que en Grecia
se llama pecus (los aztecas también tenían moneda: el cacao y los
“canu­tos” de las plumas, llenos de polvo de oro). Los pueblos, pues,
practicaban el comercio en el instante en que inventaron la moneda.

II. Los pueblos antiguos

¿Hasta dónde es posible precisar el origen del comercio? Puede decir­


se que el comercio existe entre los pueblos desde que éstos inventaron
la moneda.

La primera de las cuatro etapas en que estudiaremos el desarrollo


del comercio es el estado de cosas en los pueblos de la Antigüedad
que florecieron antes del Imperio Romano de Occidente.
4 Salvador M. Elías

1. Entre las culturas o pueblos más notables de la antigüedad


destacaron los asirios, caldeos, griegos, persas, chinos, árabes, cartagi­
neses, egipcios, fenicios, los pueblos israelitas y los pueblos hebreos.
Las condiciones geográficas que los rodeaban, la situación estratégica
de sus ciudades y el hecho de poseer en su territorio ríos navegables
fueron factores que favorecieron en mayor o menor escala la práctica
de actividades comerciales.

2. La agricultura ha sido considerada en la historia como la pri­


mera de las industrias y, por consecuencia, la base de los intercambios
comerciales.

3. Las prácticas comerciales de estas culturas dependían en gran


parte del carácter guerrero, militarista, del afán de conquista y de
dominio económico de algunos de estos pueblos, así como del esta­
blecimiento de mercados que obtuvieron mayor o menor importan­
cia, según la amplitud de los imperios.

Los asirios y los caldeos construyeron notables ciudades. Sus


dos grandes capitales, Nínive y Babilonia, constituyeron por muchos
años los centros del más poderoso comercio que se practicó en la
época, y que llegó a abarcar desde Etiopía hasta el reino de los persas,
las laredas de Arabia, etc. El poderío de estos dos pueblos se destruyó
cuando surgió el imperio de los persas, y entonces el fenómeno que
nos interesa es la amplitud de las relaciones comerciales. Fundamen­
talmente, el comercio se establece con telas, perfumes, sedas, entre
otros productos. Se sabe a ciencia cierta que en Babilonia, dentro del
Primer Curso de Derecho Mercantil 5

Imperio persa, llegó a operar un banco que efectuaba operaciones


de préstamo a largo plazo. Utilizaron unas tabletas hechas de arcilla,
que para algunos operaban como letras de cambio a la vista, pues el
portador de ellas cobraba una suma de dinero.

Los egipcios, con ciertos visos de la realidad, tienen una antigüe­


dad de 5 000 años antes de Cristo. A ellos se atribuye la navegación
fluvial del Nilo. Es un pueblo extraordinario agrícolamente hablando.
Si consideramos todas las tierras de las már­genes del Nilo, llegamos
hasta el punto en que a ellos se les atribuye la selección del trigo.

Sin lugar a duda, en la Antigüedad, el pueblo más excepcional


que vivió en el Mediterráneo fue el que estaba en la península helé­
nica. Al encontrarse frente a África y por estar rodeado de islas, este
pueblo fundó por 600 años aproximadamente el más poderoso im­
perio comercial. Su elemento esencial es el Mediterráneo.

Las colonias que fundaron con propósitos comerciales se locali­


zan en primer término en la península itálica. Dominaron todas las
islas de Italia: Córcega, Cerdeña, y fundaron en las costas mediterrá­
neas de la península ibérica la famosa ciudad de Sagunto, donde se
instituyó un extraordinario tribunal para comerciantes.

El pueblo rival de todos los citados, y a quien se ha considerado


con justicia el padre del comercio, es el fenicio. En primer término,
establecieron su célebre colonia Cartago, y rivalizando en importan­
cia con ésta, fundaron Cádiz en la península ibérica.
6 Salvador M. Elías

Los fenicios enseñaron a todos los pueblos mediterráneos la


nave­gación marítima. Utilizaron por primera vez la madera como
elemento de construcción de barcos y además fueron los inventores
de las velas.

Destruido el imperio fenicio, floreció su colonia Cartago. Los


cartagineses fundan Cartagena en la península ibérica. Ese imperio
prospera hasta que surgen las famosas y largas guerras púnicas, que
concluyen con la destrucción de Cartago.

Debido a los amenos relatos de Marco Polo, se sabe que China


había alcanzado en el siglo xiii el más alto grado de cultura y civiliza­
ción de que se tiene noticia. La base de su cultura fue el arroz. Apro­
vecharon las posibilidades de navegación de sus grandes ríos Huang He
y Yangtsé. Practicaron la banca en muchos de sus aspectos y opera­
ban con base en garantías reales.

Pasando los límites de la muralla, llegaron caravanas de comer­


cian­tes a las tierras de las nieves eternas: a las tierras de Francisco José
(se pactaba en esas caravanas que si por alguna circunstancia se per­
dían las mercancías de alguno de los mercaderes, pagarían entre
todos las pérdidas).

Por último tenemos a los árabes, que tenían una importancia


muy grande. También poseían una cultura excepcional. Salieron de
su península y pretendieron invadir Europa, pero los per­sas los recha­
Primer Curso de Derecho Mercantil 7

zaron. Luego bordearon e invadieron España en el siglo xiii. Su domi­


nación duró aproximadamente ocho siglos. En el mis­mo año que
los Reyes Católicos descubrieron América expulsaron al último de los
abencerrajes.

A los árabes se debe la introducción en Europa y el mundo de la


feria, que “es una reunión transitoria de comerciantes que se produce
con el pretexto de una festividad religiosa”. Asimismo, la introducción
de las ferias en Europa hizo posible el desenvol­vimiento económico.

Los árabes enseñaron a Europa la irrigación. Son las provincias


andaluzas, Sevilla, Córdoba, Granada y las valencianas, las úni­cas tie­
rras irrigadas en España.

De este relato se obtiene esta otra premisa: debido a la organiza­


ción social y política de estos pueblos que generalmente colocaba
en una sola mano el poder, se establecía una confusión en el campo
de las actividades. El emperador era, además del jefe políticamente
hablando, la divinidad misma o un descendiente de ella. Él era el
justicia mayor, elaboraba todas las normas y también rebelaba las de
carácter religioso y moral. Prueba de ello es el Antiguo Testamento:
en el Deuteronomio se encuentran normas de toda clase.

Todos estos factores hicieron imposible en aquella época separar


las normas religiosas de las normas jurídicas. Mucho más difícil era
pensar en un derecho mercantil propio de cada una de estas culturas.
8 Salvador M. Elías

III. Aspectos de la vida económica,


jurídica y política del Imperio romano

Estaba integrado por tres grupos: los cives, clase privilegiada a la que
pertenecían los nobles, gobernantes, altos jefes guerreros; los plebe­
yos, lo que hoy es la clase media, o sea, hombres libres con ciertas
incapacidades, es decir, con capitis diminutio; y, por último, los escla­­vos,
base de sustentación del Imperio.

La clase privilegiada elaboró para su uso propio el corpus juris civile,


el jus civile quod tuor homber utundum (el derecho que solamente los
ciudadanos usan). El jus civile era el conjunto de normas que regula­
ban las relaciones privadas y públicas de los ciudadanos. Pero el
Impe­rio elaboró otro conjunto de normas jurídicas que regularon las
relaciones entre los ciudadanos romanos y los indivi­duos provenien­
tes de las ciudades sujetas a dominio, es el jus gentium, antecedente
del derecho natural o del derecho internacional, según el plano en
que ustedes se quieran situar. Tales fueron los dos conjuntos de nor­
mas jurídicas que regularon la vida del Imperio romano.

El romano es esencialmente individualista, por lo que todas las


instituciones del poder público se explican en tanto sirven a los inte­
reses del individuo. Los cives ejercen su soberanía a través del Senado.
Cada hogar es un pequeño Estado incrustado dentro del Estado roma­
no. Está ahí la autoridad del pater familias. Recuérdese que antes él
cele­braba el matrimonio cum manu y el divorcio o repudium.
Primer Curso de Derecho Mercantil 9

El concepto quiritario de la propiedad de los romanos es el jus


utendi, fruendi et abutendi, sin más limitación que el derecho del otro.

Los juristas, al elaborar los principios reguladores de los contratos,


in re, translativos de dominio, por ejemplo, la compraventa y la permuta,
dijeron que no debe haber error. Pero en los títulos onerosos y bila­
terales elaboraron la teoría de la lesión, que es un enriquecimiento
marginal, pues una persona aumenta su patrimonio en la proporción
en que la otra se empobrece. La lesión fue considerada como causa de
nulidad relativa o anulabilidad, pues al admitirse el concepto de la
lesión se disloca el principio quiritario de la propiedad.

La conclusión para ellos fue que el acto comercial tiene por objeto
conseguir el lucro, la ganancia, la desproporción. La lesión en los actos
mercantiles es difícil de probar, pues en los actos comerciales inter­vie­­
nen la vanidad, las modas, la estulticia gubernamental. Se prescribió,
por tanto, por varias leyes, la ley Apulia entre ellas, la práctica del
comercio. Cicerón exclamó que el comercio es un acto civil. Esto nos
hace pensar: ¿Roma practicó el comercio? En la época de Cicerón la
población llegaba a 90 millones de habitantes, con un terri­to­rio que
abarcaba de las llanuras de Escocia a Ucrania, incluyendo todas las po­
blaciones del Báltico, el Mar Negro, Crimea, el territorio de los per­
sas y todo el Asia Menor, Palestina. El Mediterráneo se llamó entonces
“un lago romano”. Más de 4 000 navios cruzaban las costas romanas.
Todas las penínsulas el Imperio romano las cuadriculó de carrete­
ras. La banca, la transportación, los almacenes de depósito, el cambio
directo fueron instituciones que progresaron en Roma; sin embargo,
10 Salvador M. Elías

los ciudadanos romanos no practicaron el comercio. Lo deja­ron


a los esclavos.

El esclavo era res nullius, carecía de personalidad. Entonces, cuando


una persona contrataba con un esclavo y éste cumplía, no había pro­
blema, pero si no cumplía el acreedor no podía llamarlo a juicio, pues
ante los pretores y jueces sólo podían asistir personas, hombres libres.
Esto originó que el pretor peregrino formulara la actio institoria y la
actio exercitoria que consistieron en el derecho que tuvo el acreedor de
un esclavo para reclamarle a su dueño el cumplimiento de sus obliga­
ciones (existía la idea de mandato, que aplicado a los actos de comercio
se llama comisión).

La diferencia entre una y otra actio era que la institoria se dio para
actos mercantiles terrestres y la exercitoria para actos mercantiles marí­
timos. Al apoderado se le llama actualmente en Italia, institor, en re­
cuerdo de aquella institución.

Las llamadas societas publicanorum y las societas vectigalium consis­


tieron en lo siguiente: el Imperio se veía en la necesidad de hacer
frente a enormes gastos para el sostenimiento de sus ejércitos de con­
quista y recurrió al procedimiento de realizar préstamos de carácter
colectivo. Reunía a varias personas y les solicitaba un préstamo. El pro­
cedimiento para pagar era el siguiente: los acreedores del Estado se
llamaban publicanos y, según la importancia de su préstamo de barrio,
recibían una ciudad para que establecieran a su discreción los im­
puestos, prestaran los servicios públicos y con los saldos se hicieran
Primer Curso de Derecho Mercantil 11

abonos a su préstamo. A fin de cobrar esos impues­tos se organiza­


ban en sociedades de acreedores del Estado. Tales fueron las societas
publicanorum, la diferencia entre éstas y la vectigalium fue que a las
primeras el Estado sólo dio una delegación de soberanía, nada más que
en las societas publicanorum carecían los integrantes de la sociedad de
lo que hoy llamamos la facultad económico-coactiva, en tanto que la
vectigalium sí la tuvo. Son, pues, estas dos instituciones antecedente
de las sociedades mercantiles.

Todos los contratos civiles romanos eran a título gratuito. Las


sociedades de que hablamos tuvieron la característica de ser a título
oneroso. El maestro Borja Soriano dice que fueron en cierto modo
antecedente de los bonos actuales.

Una institución más es la que se refiere al origen de los libros


fundamentales de la contabilidad: el libro Diario y el Mayor, que
entre los romanos fueron el adversaria (o ephemeris) y el Codex Accepti
et expensi, respectivamente.

Hemos dicho que la actividad del comercio se encomendó a los


esclavos y plebeyos. Sin embargo, los cives se destinaron ciertas opera­
ciones mercantiles, como la banca. Los banqueros romanos recibie­
ron el nombre de argentarius. Ejecutaron toda clase de operaciones de
préstamo, como garantías reales, depósitos, apertura de créditos en dis­
tinta forma, pero concretamente funcionaron como casas de moneda,
es decir, acuñaban moneda. El cliente del banquero entregaba determi­
nada cantidad de metal para que la convirtiera en moneda y reservaba
12 Salvador M. Elías

para sí algo como comisión. El cliente del banquero no siempre quedaba


satisfecho con la liquidación que le hacía, pero estaba en completo
estado de indefensión. Por ello, al tratar de evitar posibles fraudes, esta­
bleció la obligación a cargo de los banqueros de llevar un libro que
desde entonces se llamó adversaria (o ephemeris), o sea, el diario del
adversario. Además, se estableció la obligación para el banquero de un
libro que debía tener hojas cosidas una enfrente de las otras. Este libro
se llamó: Codex Accepti et Exponsi (libro de las entradas y salidas). Borja
Soriano considera que los romanos llegaron a dar todos los princi­
pios de la partida doble en contabilidad. En las hojas de la izquierda,
de las cuales una era para cada cliente, se anotaban las entradas; en
la derecha, las salidas.

El libro Diario era adversaria ephemeris, pues contenía una acción


contra el argentarius o banquero. De lo dicho respecto al Imperio romano
podemos formular las siguientes conclusiones:

1. La vida jurídica de este Imperio se condicionó a partir de dos


grandes grupos de normas que se conocen como Corpus Juris Civile
—que en esencia entregaron por una parte el jus civile como derecho
propio de los habitantes de la metrópoli—, y el jus gentium, que es
derecho común con caracteres de generalidad en su aplicación.

2. El concepto quiritario individualista que sostuvo el ciudadano


romano lo llevó a considerar como causa de nulidad relativa en los
contratos in re o traslativos de dominio la lesión, por cuanto ésta impli­
caba un enriquecimiento marginal.
Primer Curso de Derecho Mercantil 13

3. Considerando que el acto de comercio presupone el lucro y


éste es enriquecimiento, en las épocas clásicas se prohibió para los
ciudadanos romanos la practica del comercio. No obstante, la gigan­
tesca estructura mercantil del Imperio fue encomendada a los plebeyos
y esclavos. De esta circunstancia debe concluirse que Roma no llegó a
elaborar un derecho mercantil de carácter sustantivo, mas sí creó deter­
minadas instituciones que son antecedente de instituciones de natu­
raleza mercantil.

4. Al alcanzar el comercio excepcional importancia en el Impe­


rio, los sistemas de contratación, el principio rector de las circunstan­
cias y los procedimientos pertenecientes al jus civile fueron aplicados
a la solución de los problemas mercantiles merced a la labor admira­
ble que se encomendó sobre todo al pretor peregrino. El gran poder
de las instituciones romanas y su inteligencia hicieron posibles una
gran contratación, la solución de conflictos y, en suma, el desarrollo
del comercio.

IV. La Edad Media y la época actual

Esta época tiene una gran importancia porque el comercio adquirió


las modalidades que hacen surgir el derecho mercantil con carácter
sustantivo.

El Imperio romano y las causas que determinaron su debilitación


son las causas lógicas que dan origen a la Edad Media, con su caracte­
rística de Estado feudal.
14 Salvador M. Elías

La base de la sustentación de la grandeza del Imperio romano


era la esclavitud. Todas las instituciones de la vida jurídica de Roma
des­cansaban en la esclavitud. Pablo de Tarso y San Pedro introduje­
ron el cristianismo a Roma. Afirmaron que todos los hombres son
iguales. Con eso, no sólo se modificó la vida social y política del Im­
perio, sino también la jurídica. A esta época corresponde la destruc­
ción de los valores intelectuales del Imperio, lo cual fue la causa
definitiva de su caída: las invasiones de los pueblos bárbaros prove­
nientes del norte. Todos los historiadores dicen que estas invasiones
datan de tres siglos. Aquel famoso emperador Caracalla dictó la Cons­ti­
tución y cometió la torpeza de fragmentar el Imperio y crear varias
entidades, lo que hizo surgir las separaciones. El Imperio terminó con
la toma de Constantinopla y surgió la Edad Media, que tiene una
característica: el Estado feudal, que es la circunscripción territorial
con un jefe victo­rioso a la cabeza. Tenía un símbolo: el castillo y, alre­
dedor, los siervos. (Véase La cité antique de Fustel de Coulanges y
La historia del comercio de Alfredo Valle.)

Europa ha sido siempre un continente agrícolamente pobre y ha


sostenido siempre una gran población. (Lo que está dentro de la Cor­
tina de Hierro es parte importante de Europa.) Veamos: Prusia orien­
tal, Rumania, Ucrania (Kiev), son la zona triguera más importante.

Los siervos del señor feudal se dedicaban a la aparcería rural y


ganadera, pero la insuficiencia de las tierras y la densidad de población
hace que se ingenie el espíritu europeo y a la sombra de los castillos
se van creando pequeñas poblaciones llamadas burgos. En ellos que
Primer Curso de Derecho Mercantil 15

aparecieron pequeñas industrias familiares a domicilio, estructura­


das conforme al pater familias romano. Las ciudades van haciendo
famosas a estas industrias, ya que con sólo enunciar los pro­ductos se
recuerda su origen: vinos, España, Francia e Italia; cer­veza, Bohemia,
Múnich; embutidos, España, Francia; cristalería fina, Bal, Bohe­mia; re­
lojería fina, instrumentos musicales, forjado de metales, engaste de pie­
dras preciosas, Ámsterdam, Róterdam, Bru­selas. Asimismo, en estas
industrias familiares, o a domicilio, el jefe de la casa tenía los secretos
de la fabricación. Esto es el germen de lo que más adelante crearía el
gremio una corporación. Así surgió una modalidad que, como conse­
cuencia de acontecimientos históricos, se convertiría en la actividad
más importante del mundo: el comercio. Estos acontecimientos fue­
ron las ferias, los descubrimientos y las Cruzadas.

La industria a domicilio se transforma y deja de ser un comercio


local para convertirse en una actividad regional. Florecen así las ciu­
dades de Barcelona, Sevilla, Marsella, Venecia, Génova, Amalfi, Lyón;
las ciudades belgas: Brujas, Lieja; y los grandes centros productores de
tejidos finos: Hamburgo y Bremen. Como consecuencia, las prácticas
y los sistemas de contratación dentro de una localidad determinada
pierden su carácter localista y adquieren un aspecto de generalidad en
su aplicación. Por su parte, las ferias transforman la fisonomía econó­­
mica y convierten un comercio local en una actividad regional.

Pero el comercio también trae modificaciones en el sentido cul­


tural, por lo que surgieron instituciones jurídicas, por ejemplo, la letra
de cambio.
16 Salvador M. Elías

Los descubrimientos, cuya gloria corresponde a España y Portu­


gal, también influyen en el desarrollo del comercio. Portugal proyecta
a sus grandes navegantes tratando de localizar una nueva ruta a las
Indias Orientales buscando especies: palo indio y la fuente de la juven­
tud. Vasco de Gama recorre las costas de África, doblando el cabo de
Buena Esperanza y descubre el nuevo camino. Magallanes y Juan
Sebastian realizan el primer viaje de circunnavegación y dan nuevos
territorios a la corona portuguesa. España, por su parte, lanza a sus
gran­des navegantes y se reserva el continente americano. En unos
cuantos años, los capitanes españoles entregan a España una gran
cantidad de territorios. De aquí surge lo que años más tarde hizo que
el Papa, valenciano de origen, Rodrigo Borgia, de nombre Alejandro VI,
dictara sus dos bulas famosas y declarara que las tierras al occidente
de la línea imaginaria, que pasaban a cien leguas de las Azores, eran de
España y las del oriente, de Portugal. Pero como no se ponían de acuerdo
sobre el punto de esa línea imaginaria porque había dos leguas, la
catalana y la andaluza, el día siguiente fueron a ver de nuevo al Papa,
quien dictó la otra bula y declaró que las leguas a que se referían eran
catalanas y que la línea pasaba a cien leguas del Cabo Verde.

Las consecuencias que se produjeron para el comercio después


de los descubrimientos fueron:

1. Europa a la cabeza del nuevo continente. España adquirió


enor­mes cantidades de metales preciosos, oro y plata, con lo que fue
posible la adopción de sistemas monetarios basados en estos metales.
Primer Curso de Derecho Mercantil 17

2. La navegación salió de los límites del antiguo Imperio romano


(que era el Mediterráneo, el Báltico y los mares del norte) convirtién­
dose en el principal elemento de transportación. Esto hizo que el
comercio fuera la principal industria. A través de las marinas mercan­
tes que controlaba España y Portugal, y más adelante Inglaterra, se
estableció el más intensivo comercio con todos los pueblos de América
y Oceanía, lo que originó el establecimiento de instituciones jurídicas
de carácter mercantil marítimo.

El último hecho de carácter histórico determinante en la trans­


formación de la economía europea y del comercio fueron las Cruzadas.

Inglaterra y Francia proyectan a sus juventudes a la conquista de


los lugares santos, pero los cruzados no los conquistan, aunque siem­
bran los pueblos del meso-oriente, de avanzadas. (Todavía en 1954,
los dos pueblos que dominan esa región del mundo son Inglaterra y
Francia.) Así, el comercio, que fue una industria loca­lista, se volvió
regional con las industrias a domicilio o familiares, con las ferias y
mundial con los descubrimientos y las Cruzadas. Hemos llegado a la
etapa en que surge el derecho mercantil.

La importancia de las actividades comerciales que se desarrolla­


ron en muchas ciudades europeas, sobre todo portuguesas, y los con­
flictos de intereses plantearon la necesidad de resolver controversias
mediante tribunales integrados por comerciantes, según el prin­cipio
de que los pares deben ser juzgados por sus pares. La idea de que el
18 Salvador M. Elías

arbitraje es el medio más eficaz, hizo que las primeras contiendas se


resolvieran mediante árbitros o amigables componedores, que dicta­
ban sus fallos según su conciencia y como se decía “a verdad sabida y
buena fe guardada”. Recaía su designación en los comerciantes más
viejos, más expertos, más honestos y más honrados, (porque, aunque
ustedes no lo crean, los comerciantes, cuando se hacen viejos y llegan
a tener dinero, pueden hasta darse “paquete” de ser honrados).

Aquellos primeros árbitros, oyendo las pretensiones de las par­


tes, resolvían como en el Fuero Juzgo “a verdad sabida y buena fe
guar­dada”, pero la frecuencia de los problemas hizo que los fallos no
fueran sólo en consecuencia, sino fundados en derecho. Así, se crea­
ron los tribunales permanentes y se elaboraron estatutos reguladores
del procedimiento. Además, surgió esta otra situación: los señores feu­
dales y sus tribunales estaban absolutamente desprestigiados, y por tanto
no eran confiables. El señor feudal era el justiciero mayor. Se con­
virtió en enemigo de los comerciantes, celosos de su pode­río, de su
riqueza y no sólo no les impartía justicia, sino que los per­seguía, les
aplicaba fuertes castigos, a tal grado que se crearon grupos de piratas
para que los atacaran (fue famosa por esto la ciudad de Riga). Enton­
ces, ante tal situación, los comerciantes de las ciudades euro­peas, imi­
tando la estructura de diversos gremios o corporaciones, se organizaron
en un gremio para enfrentarse al señor feudal. Del seno de esas cor­
poraciones, surgieron instituciones llamadas con­sulados, que eran
organismos políticos integrados por los comercian­tes dentro del Es­
tado feudal. Formaban tres categorías: uno o más cónsules, la pri­­
mera; uno o más supra-consuli, la segunda; y un consejo de ancianos,
la tercera.
Primer Curso de Derecho Mercantil 19

Se otorgaron a los consulados tres funciones: las administrativas.


Con éstas, crearon impuestos, regularon la contratación, inven­taron
el registro o matrícula de los comerciantes, crearon una serie de grandes
depósitos o almacenes, realizaron obras portuarias y construyeron
caminos (el camino de Veracruz a México y el de México a Acapulco,
el viejo, fueron contraídos por el consulado de España). Se les otorga­
ron, además, funciones de carácter judicial, operando dentro de la
técnica del procedimiento, a través de tres instancias.

Taler dice que los comerciantes son incul­tos, que la cultura es un


estorbo para ser un buen comerciante. Yo creo que tiene razón. Dice
el maestro: “si vemos a los grandes hombres de la empresa” y obser­
vamos la preparación que tienen, nos encontramos que son en su
mayoría ignorantes. Tal parece que estas personas que triunfan quieren
para sus hijos toda la cultura que ellos no tuvie­ron. Así, vemos que los
hijos de los comerciantes concurren a las uni­versidades, estudian, se
preparan y llegan a saber lo que sus padres nunca conocieron. Parece
que se hace realidad aquello de que “padre mer­cader, hijo caballero y
tal vez nieto pordiosero”. Pero, volviendo al tema, la incul­tura de los
consulados determinó que tuvieran que acu­dir al Corpus Juris Civile
romano.

En el seno de los monasterios se recopiló el derecho civil romano.


En ellos se dedicaron a estudiarlos y a comentarlos. Fue así como
surgió la Escuela de los Glosadores, con Bártolo y Baldo; luego, la de
los Postglosadores, con Irnerio. Esta labor hizo posible el conocimien­
to y difusión del derecho civil romano para que se modernizara. Los
20 Salvador M. Elías

integrantes de los consulados tomaron el derecho civil romano, la


teoría del acto jurídico, la teoría de las ineficacias, los vicios de los
actos, las obligaciones, sus especies, las formas de transmisión, el pago
y el cumplimiento. Pero, fundamentalmente, la estructura de los con­
tratos traslativos de dominio, venta y permuta entre otras. Se despo­
jaron de las formalidades de los romanos y presentaron al mundo un
nuevo derecho civil más humano. Asimismo, redujeron los términos
y sinte­ti­zaron el procedimiento, de modo que esas disposiciones agre­
garon reformas de naturaleza mercantil, todo con base en la equidad.
De todo este conjunto de instituciones jurídicas surgió para el mundo
una disciplina nueva, un conjunto de normas reguladoras de una
clase: los comerciantes. Me refiero al derecho mercantil.

Los Rooles de Olerón (la isla de Olerón está al noroeste de Fran­


cia y perteneció a un señorío feudal propiedad de Leonor, duquesa de
Aquitania). Por su situación estratégica, se ordenó en el siglo x el
establecimiento de un tribunal permanente para conocer los conflic­
tos entre comerciantes del mar. Se dice que uno de los escribas del
tribunal coleccionó por orden de materias las disposiciones del Tribu­
nal y gracias a este trabajo jurisprudencial fue posible hacer los Rooles
de Olerón. Fueron tan importantes que en una época se utilizaban en
todas las ciudades portuarias portuguesas. Reguló principal­mente
el transporte marítimo, el contrato de porteamiento y, de alguna
manera, la forma de documentar el acto, mediante lo que hoy se llama
el conocimiento marítimo.

Todos los contratos, los títulos de crédito, las sociedades mercan­


tiles, las operaciones bancarias, las operaciones de naturaleza mercantil
Primer Curso de Derecho Mercantil 21

y el seguro en sus distintas modalidades. Todo este conjunto de ins­


titu­ciones representaban el derecho mercantil en su primera etapa y
se llama derecho estatuario.

Las Ordenanzas de Visby (Visby es una isla que pertenece a Islan­


dia, protectorado de Jutlandia). En esa isla operó un tribunal para
comerciantes, también con carácter permanente. Tenía esa isla la cir­
cunstancia de ser paso obligado para ir a los puertos de Kiel, a los del
norte y a los puertos rusos. El tribunal que allí funcionó tuvo como
propósito resolver los conflictos que se suscitaron entre negocios mer­
cantiles marítimos. De todos los documentos, sin duda, el más impor­
tante es El consulado del mar.

Barcelona y Marsella se peleaban la paternidad de este documento,


pero todos los historiadores están de acuerdo en que surgió en Barce­
lona. Su importancia derivaba de las materias y del ordenamiento de
ellas. Consignó un capítulo para normar los derechos y obligaciones
de los comerciantes marítimos; otro, sobre contratos marítimos (trans­
porte, préstamos a la gruesa, los derechos y obligaciones que se despren­
dían del documento o conocimiento marítimo). Lo más importante
es que dedicó un capítulo especial al procedimiento de los juicios. Por
mucho tiempo fue el estatuto más consultado y mejor aplicado en todo
el Mediterráneo. Sus instituciones llegaron a tener siglos de vigencia.
Incluso, siendo emperador Napoleón y en la época en que reunió a
catorce o quince juristas para que hicieran el anteproyecto de lo que más
tarde sería conocido como Código de Napoleón, el corzo recomendó
a la comisión, en las cuatro sesiones que presidió, que tomaran muy
22 Salvador M. Elías

en cuenta las disposiciones que habían estado en vigor. Consta que en


los trabajos preparatorios de la Comisión se citó el Consulado del Mar.

Las Ordenanzas de Bilbao, Barcelona y Sevilla fueron ordenamien­­


tos de segunda categoría, pero en especial las de Bilbao y las de Burgos
tuvieron vigencia en México, pues la Real Audiencia de México reci­­
bió órdenes de que sujetara su conducta a ellas y así se establecieron
el uso y la vigencia del Consulado de Bilbao y de Burgos. Tiene tal
influen­cia esto, que en el México independiente continuaban ope­
rando tales documentos. El primer Código de Comercio, el de don
Teodosio Lares, no surge sino hasta 1864. Hasta aquí al nacimiento
del derecho mer­cantil. Surge ahora el comentario de este tema: aspec­
tos subjetivo y objetivo del derecho mercantil.

Podemos deducir el aspecto subjetivo por la breve relación del


nacimiento del derecho mercantil, pero también por la forma como
se integraron primeramente los gremios y conjuntos de comerciantes
y, más tarde, por el establecimiento de los consulados. Al iniciarse la
Revolución Francesa, en 1789, el rey de Francia, por la influencia de
los enciclopedistas, modifica y dicta un decreto que termina con los
gremios que considera atentatorios de la libertad. Durante la primera
época de vigencia de los gremios de comerciantes, la calidad jurídica
de comerciante se adquiere al estar anotado en los registros o matrícu­­
las. De ahí que las normas jurídicas fueran un privilegio exclusivo
apli­cable únicamente a los comerciantes pertenecientes a ese gremio
o corporación. De esto se concluye que el derecho mercantil, en su
primera etapa, es un derecho francamente subjetivo.
Primer Curso de Derecho Mercantil 23

Sin embargo, operó el siguiente fenómeno: se observaba desde


hacía muchos años que las instituciones mercantiles eran mucho
más hábi­les, inteligentes, sencillas y económicas, que las civiles. Para
esto, basta con ver el contrato de mutuo, tanto en civil como en mer­
cantil. Esto ha hecho que el derecho mercantil cada vez más vaya
invadiendo la esfera del derecho civil, y así, vemos que individuos no
comerciantes abandonan los principios civiles y adoptan los del dere­
cho mercantil. Se vio en aquella primera época que individuos no
comer­ciantes comenzaron a utilizar los medios del derecho mer­cantil
y cons­tituyeron sociedades anónimas. De esto surgió una nece­sidad:
el minis­tro de Hacienda de Francia, Colbert, dictó sus dos célebres
ordenanzas, en virtud de las cuales se permitió que indivi­duos no
comerciantes utilizaran títulos mercantiles y formaran sociedades.
A partir de entonces, la fisonomía subjetiva del derecho mercantil se
volvió objetiva. El derecho mercantil se utilizó aun para personas no
comerciantes. Por esa razón, nuestro Código Civil dice que las normas
jurídi­cas mercantiles se aplicarán a los comercian­tes y a los actos de
co­mercio. Es decir, el derecho mercantil deja de ser un conjunto de nor­
mas subjetivas, pues se aplica a los individuos que son comerciantes y
a los que no son comerciantes, pero que realizan actos de comercio.

El derecho mercantil surge como consecuencia de la labor legis­la­


tiva llevada a cabo por los consulados. Esta primera etapa corres­ponde
con lo que se ha llamado su aspecto estatutario. Es, en esencia, el con­
junto de instituciones que integran el derecho mercantil en su ori­gen
y que son, en primer término, las bases que proporcionan el jus civile
24 Salvador M. Elías

romano, el principio del acto jurídico, los contratos traslativos de


dominio y las normas del procedimiento, además de las institu­ciones
que a lo largo del tiempo, merced a la costumbre, habían llegado a adqui­
rir cierta observancia. Así surgió el derecho mercantil, con autono­
mía de las demás ramas del derecho, como institución sustan­tiva
propia. Sobre estas bases, se planteó el problema de lo sub­jetivo y lo
objetivo del derecho mercantil.

El derecho mercantil, en su primera etapa, es un derecho franca­


mente subjetivo. El carácter de comerciante se tenía por el simple
hecho de estar inscrito en los registros de los gremios o corporacio­
nes. Por ello, el derecho mercantil era un derecho exclusivo de los
comerciantes.

Pero, la gran flexibilidad de las instituciones mercantiles y la cir­


cunstancia de que podían adaptarse fácilmente a las actividades de
actos para su naturaleza comerciales hicieron que individuos no comer­­
ciantes empezaran a adoptar determinadas instituciones reguladas
por el derecho mercantil. Entonces, este derecho perdió su carácter
subjetivo y adquirió un aspecto objetivo. Se aplicó a actos mercantiles
sin importar que fuesen o no ejecutados por comerciantes. Fue el
ministro de Hacienda de Francia, Colbert, quien dictó las célebres
Ordenanzas en que se consignaron amplias posibilida­des para que
individuos no comerciantes pudieran utilizar títulos de crédito, inte­
grar sociedades e interviniesen en operaciones marítimas, entre ellas,
el porteamiento. De esta manera, se consagró el doble contenido del
Primer Curso de Derecho Mercantil 25

derecho mercan­til, que hace posible definirlo en los siguientes tér­


minos: el derecho mercantil es un conjunto de normas jurídi­cas que
regulan la conducta de los comerciantes y de los actos de comercio.

Este principio formó los trabajos preparatorios llevados a cabo por


la Comisión que elaboró el proyecto del Código de Napoleón. En 1804,
el emperador nombró una comisión de quince juristas nota­­bles en
Francia, al frente del Ministerio de Justicia. La comisión realizó sus
trabajos y, en 1808, se publicó el primer Código de Comercio. Su inte­
rés era que todos los Códigos de Comercio del mundo, desde luego
los nuestros, tuvieran esencialmente la estructura del Código de
Napoleón.

V. Notas históricas sobre el derecho mercantil en México

Al consumarse la Independencia (de 1821 a 1824 la etapa es caótica),


rigen como leyes mercantiles en México las Ordenanzas de Burgos.
No fue sino hasta 1864 que un notable jurista mexicano, Teodosio
Lares, elaboró el Código de Comercio que lleva su nombre. Está ins­
pirado, sobre todo, en el modelo francés. Contiene un capítulo de
normas generales sobre aplicación de las normas mercantiles, sujetos,
comerciante individual, obligaciones comunes a los comerciantes,
sociedades mercantiles, contratos mercantiles, títulos y operaciones de
crédito; además de un notable capítulo final dedicado a los proce­
dimientos mercantiles, las diversas especies de juicios, acciones, jurisdic­
ción, competencia, términos, etc. Este Código, el más notable que ha
26 Salvador M. Elías

tenido México, estuvo en vigor hasta 1884, año en el que por razones
políticas se promulgó un nuevo Código que contiene una serie de
pretendidas innovaciones; por ejemplo, las sociedades de capital
variable, y también lamentables confusiones entre las sociedades coope­
rativas y las sociedades por acciones. por ejemplo ninguna importan­
cia tiene el famoso Código de 1884. Tan es así, y tantas fueron las
deficiencias y problemas que creó en la economía del país, que fue
necesario refor­­marlo. Así surgió el Código de 1890, que fue grande­
mente mutilado y rige hasta la actualidad.

Estado actual del derecho mercantil. A partir de 1932, el Código de


Comercio de 1890 fue objeto de una serie de reformas, abrogaciones
o derogaciones y a consecuencia de estas reformas surgieron, las siguien­
tes leyes autónomas: la Ley de Sociedades Mercantiles, la Ley de Títu­
los y Operaciones de Crédito, la Ley de Sociedades Corporativas y su
reglamento, la Ley de Instituciones de Seguros y la Ley de Socieda­
des de Responsabilidad Limitada, de Interés Público y de Capital
Variable.

Hay actualmente un anteproyecto del Nuevo Código de Comer­


cio (dado a conocer en 1953 en las conferencias con motivo del cuarto
centenario de la Facultad de Derecho) en el que se tiende a reunir en
un solo Código todas las leyes mencionadas, al igual que el Código
francés y el de don Teodosio Lares.
EL ACTO JURÍDICO DE COMERCIO

E n el derecho, todo se reduce a un denominador común: los


hechos jurídicos que realiza el hombre o se realizan indepen­
diente­mente de su voluntad. Ya hemos aceptado en nuestros estudios
anteriores que los hechos jurídicos son fenómenos o circunstancias
que producen efectos en el campo del derecho. Aquellos en los que
inter­viene la voluntad del hombre son hechos jurídicos voluntarios,
y donde no interviene son hechos jurídicos involuntarios. El hecho
jurídico voluntario puede ser o no ser intencionado. El intencionado
es el acto jurídico.

Es posible encontrar una diferencia entre la voluntad y la inten­


ción (la tesis en sí misma puede no ser exacta, pero sí es admisible a
partir de ejemplos). Antonio Caso lo explicaba así: el sistema nervioso
está integrado por órganos centrales (el cerebro), órganos de difusión

27
28 Salvador M. Elías

(el cerebelo y todos los sistemas: periférico) y por órganos accesorios


(glándulas de secreción interna). Los primeros órganos están forma­
dos de sustancia blanca o gris. Si se hace un corte transversal al cere­
bro, se encuentra que la sustancia gris está en la periferia. Antonio
Caso aceptaba la tesis del psicó­logo fran­cés Grasset, que escribió la
tesis del polígono que lleva su nombre.

El polígono se encuentra localizado en la periferia del cerebro,


en la sustancia gris. Dentro de ella están los centros de Broca, el de
aleno, el del amor, el de la vista, etc. Hay una serie de centros de voli­
ción, del querer y de la voluntad humana.

Grasset sostiene que el cerebelo ha sido considerado el órgano


del equilibrio o del control. Si a una persona se le golpea en la cabeza,
independientemente de la fuerza del golpe, se aturdirá. Si se le pega
en el cerebelo, caerá. Si a un pollito se le toca con un alfiler en el
cerebelo, no podrá caminar equilibradamente.

Grasset le llama al cerebelo centro “O”. Los fenó­menos de la


volición están controlados por el centro “O”. Caso afirma que es
indiscutible que la volición humana está sujeta a control. Tan es así
que hay veces en que la voluntad se manifiesta sin control, y así vemos
en algunas ocasiones que una persona atildada que toma un poco
de alcohol, ya no actúa de la misma manera, pues con la presencia del
alcohol se han desconectado los centros de la volición del centro
de control, y surge así el pelado que todos tenemos emboscado.
Otro ejemplo claro lo tenemos cuando a una persona se le aplica
Primer Curso de Derecho Mercantil 29

anestesia, y entonces, bajo el efecto de ella, comienza a proferir pala­


bras que lastiman los “castos” oídos de quienes las oyen y obligan a salir
disparadas a las monjitas. ¿Cuál es el efecto del miedo? Operan las
cápsulas suprarrenales, cuya función es enviar adrenalina al torrente
circulatorio. Ahí vemos la palidez y la respiración entrecor­tada. ¿Qué
sucede cuando pasa una criatura mexicana, de esas que se dan en nues­
tro suelo? Pues que a todos se nos quisieran ir las manos para ver si
es verdad lo que tenemos enfrente, pero hay algo que impide que esos
bestiales ins­tintos salgan a flote, y ese algo se llama educación moral,
ética, leyes penales, leyes de policía, maridos y otras.

La voluntad es el querer humano; la conducta actuante. Toda


intención presupone la existencia de una voluntad. ¿Cómo es posible
que la voluntad resulte intencional o no intencional? Los efectos de una
voluntad actuante pueden estar perfectamente previstos por el actor
y son inherentes a la naturaleza del acto. Tales son las moda­lidades:
condición o término.

En cambio, en el acto jurídico intencionado, lo que suele suceder


es que interviniendo el hombre surgen determinados factores o elemen­­­
tos que producen consecuencias en el campo del dere­cho. La volun­
tad se sitúa dentro de una figura que ha inventado el derecho, pues el
legislador es quien define los delitos y sus presupuestos. Entonces, en
el hecho jurídico voluntario intencionado la condición o la conducta
sí se sitúan en los presupuestos de una definición señalada por el legis­
lador, pero no existe una idea de las consecuencias que se van a pro­
ducir. Los hechos jurídicos volun­tarios, sean o no intencionados, son
30 Salvador M. Elías

actos jurídicos por traer consigo la idea de que producen efectos jurí­
dicos. ¿Cuál será, pues, el rasgo pecu­liar del acto jurídico mercantil?
La intención de lucrar, o sea, el hecho jurí­dico voluntario o intencio­
nalmente lucrativo.

El acto jurídico de comercio, en su acepción más simple, es el


acto jurídico con intención lucrativa.

Dos son los sistemas que se han adoptado para determinar la


comercialidad de los actos: la definición y la enumeración. Técnica­
mente, es más aconsejable la primera, porque bastaría incluir en los
códigos mercantiles del mundo un precepto con todas las caracterís­
ticas de un acto mercantil y las razo­nes de esta mercantilidad. Sin
embargo, sobre todo en Italia (el anteproyecto de 1928), las legislacio­
nes del mundo se han pronunciado por el se­gundo de los sistemas,
esto es, enumerar en un precepto cuáles de todos los actos jurídicos
son comerciales a juicio del legislador.

Este sistema ofrece la ventaja de que en él no existe duda alguna


respecto a la comercialidad de un acto, sobre todo en países como el
nuestro, donde la legislación comercial es una facultad exclusiva
del Congreso de la Unión (artículo 73 constitucional: “El Congreso
tiene facultad [...] x. Para legislar en toda la República sobre [...] insti­
tuciones de crédito […]”). Este sistema, en cambio, adolece de los
defectos inherentes a todo pueblo de derecho escrito, como la fijeza de
las leyes, pues su permanencia en el tiempo reclama todo un proce­
dimiento completo para elaborar estas leyes y para derogarlas. Enton­
Primer Curso de Derecho Mercantil 31

ces sucede, como en el caso de nuestro Código de Comercio, que se


incluye en la lista de actos de comercio a algunos que no tienen obser­
vancia en nuestro medio y, en cambio, omite otros que van sur­giendo
en el mundo de los negocios.

Por ejemplo, se incluyen en el artículo 75 del Código de Comer­


cio los establecimientos de venta pública en almoneda, lo que jamás
ha existido en nuestro medio. (Las encontramos en Europa y en Estados
Unidos). Son sociedades que tienen un equipo de peritos, conoce­
dores del valor, del precio de todos los obje­tos que la imaginación
humana pueda concebir y que se dedican a vender­los en pública almo­
neda. Aquí existen instituciones como el Nacio­nal Monte de Piedad,
que no debemos confundir, pues la subasta que allí hacen en almoneda
es la consecuencia del incum­plimiento de un contrato de mutuo.
Tampoco hemos de confun­dir estas sociedades con las ventas judicia­
les que se hacen en pública almoneda, pues éstas no son más que la
ejecución de una sentencia.

Y ahora, respecto a las que se han ido creando y que el Código


de Comercio no consigna tenemos las siguientes. México fue un país
que estuvo cerrado por muchos años a los turistas hasta que fue reve­
lado al mundo por Dwight Morrow. Entonces surgieron multitudes
de empre­sas de turismo, de viajes, hoteleras. Como no estaban inclui­
das en el Código de Comercio, hubo nece­sidad de que por muchos
años se dejara al arbitrio de los Tribunales si algunas empresas de
éstas eran mercantiles. Fue apenas en 1929 cuando se dijo que las
empresas de tu­ris­mo también lo eran.
32 Salvador M. Elías

El sistema de enumeración ofrece las ventajas derivadas de la fijeza


de las leyes, sobre todo en países de derecho escrito. Sin embargo,
tiene la des­ventaja de que el comercio es una actividad de constante
transfor­mación, hace que surjan algunas actividades que no están re­
glamentadas, como el fideicomiso, que no está incluido en el artículo
75 del Código que comentamos.

El Código de Comercio de México, en el artículo 75, adoptó el


sistema enumerativo. Según el maestro Tena Ramírez, también adopta
el de la analogía cuando dice en su fracción xxiv: “Cualesquiera otros
factores de naturaleza análoga a los expresados en este Código”.

Aunque resulta difícil clasificar la comercialidad de un acto, auto­


res notables han propuesto principios de clasificación de estos actos que
tienen un doble propósito: la clasificación en sí y el tener una base
para distinguir un acto comercial de otro que no lo es. Adquiere im­
portancia el estudio de estas clasifica­ciones, porque en todos los países
del mundo se da la invasión de la jurisdicción mercantil por la civil y
se nos presentan problemas como éstos: ¿Cuál es el criterio doctrinal
y formal que puede servir de base para distinguir el mutuo civil del
mercantil?, ¿las personas que lo celebran? No. Ante esta dificultad,
diversos autores han querido establecer bases para distinguir cuáles
actos son mercan­tiles y cuáles no.

De las teorías italianas más avanzadas resalta la de Ageo Arcangelli


y la tesis de Alfredo Rocco. La primera tiene una ventaja: se sitúa y
resuelve con gran facilidad el articulado del Código nuestro.
Primer Curso de Derecho Mercantil 33

He aquí el principio de clasificación que sugiere Arcangelli:

Son dos las categorías de actos mercantiles:

A 1. Actos absolutamente mer­-


C
T
cantiles
O
S a) Actos mercantiles por formar
2. Actos accidental o acceso- parte de un proceso económico
M
E
­riamente mercantiles
R b) Actos realizados por empresas
C
A c) Actos realizados por el comer­
N
T
ciante en relación con su in-
I dustria
L
E d) Actos accesorios
S

I. Actos absolutamente mercantiles

Son los comprendidos en las frac­ciones iii (las compras y ventas de


porciones, acciones y obligaciones de las sociedades mercantiles y los
contratos relativos a obligaciones del Estado u otros títulos de cré­­
dito corrientes en el comercio), xviii (los depósitos en los almacenes
generales y todas las operaciones sobre los certificados de depósito y
bonos de prenda librados por los mismos), xix (los cheques, letras de
cambio o remesas de dinero de una plaza a otra, entre toda clase de per­
sonas) y xx (los valores u otros títulos a la orden o al por­tador, y las
obligaciones de los comerciantes, a no ser que se pruebe que se deri­
van de una causa extraña al comercio). Todas pertenecen al artículo
75 del Código de Comercio vigente. En todas estas fracciones hay un
34 Salvador M. Elías

denominador común: títulos de crédito, es decir, son actos absoluta­


mente mercantiles todos aquellos en los cuales intervienen títulos
de crédito. Pero sin necesidad de formular este principio, la solución
está en el artículo 1o. de la Ley General de Títulos y Operaciones de
Crédito, que dice:

Son cosas mercantiles los títulos de crédito. Su omisión o transmisión


de títulos de crédito, o se hayan practicado con éstos, se rigen por las
normas enumeradas en el artículo 2o., cuando no se puedan ejercitar
o cumplir separadamente del título, y por la ley que corresponda a la
naturaleza civil o mercantil de tales actos o contratos, en los demás casos.
Las operaciones de crédito que esta ley reglamenta son actos de comercio.

¿Por qué decimos que todos los actos jurídicos mercantiles en


que intervienen los títulos de crédito se consideran absolutamente
mer­can­tiles? Porque el artículo 1o. de esa ley, que acabamos de trans­
cribir, así lo establece, pero ¿cuál es la razón doctrinal? La Ley de
Títulos y Operaciones de Crédito define a los títulos diciendo que
son los documen­tos necesarios para ejercitar los derechos literales
que en ellos se consignan.

Veamos qué es un documento. Es un papel en el que se consig­


nan todos y cada uno de los elementos del acto jurídico que le da
origen, más los que provengan de la regla general. Tomemos una letra
de cambio, en la cual una persona llamada girador ordena al girado que le
pague al beneficiario. Esta letra, para que sea válida, debe tener lugar
y fecha en que se expide, lugar y fecha de pago, cantidad en número y
letra, nombre y firma del girador, nombre, dirección y firma del girado
Primer Curso de Derecho Mercantil 35

y la mención de ser letra de cambio. Pues bien, tratándose de este


documento no rige la teoría de la autonomía de la voluntad. Según
el documento en que se insertan todas y cada una de las dispo­siciones
de la ley que lo rige, si falta uno de esos elementos, estará herido de
invalidez.

Si leemos de nuevo la frase “documentos necesarios para ejercitar


los derechos que en ellos se consignan”, vemos que tiene dos signifi­
cados: 1. Nadie puede ejercitar ningún derecho ni cumplir más obliga­
ción que aquellos que aparezcan literalmente insertos en el documento.
Así, una letra de cambio que dice a ocho días de vista, el beneficiario
no querrá cobrarla a la vista. 2. Quien tiene el título, tiene el derecho.
Donde va el título, va el derecho. Para ejercitar el derecho es nece­
sario exhibir el título.

Vamos a explicar esto: los bienes muebles, por disposición de la


ley, son una figura jurídica creada para resolver el problema de los
títulos de crédito. Son definidos así por su naturaleza, que en razón
de representar determinados valores necesitan ser protegidos. La ley
los considera muebles por disposición del legislador. Así, tomemos
un billete del Banco de México. En sí, como papel, no vale nada, pero
representa un valor, lo que allí dice. Al decir nosotros que quien
tiene el título tiene el derecho, estamos aplicando el principio de que
quien tiene en su poder el mueble es su propietario, pues tratándose
de bienes muebles la posesión equivale al título. El cheque de via­
jero, que es un cheque que convierte en instituciones libradas a
todos los bancos del mundo, es el mejor ejemplo que pudiera darse
para mostrar que donde va el título va el derecho.
36 Salvador M. Elías

Por último, para ejercitar el derecho, es necesario presentar el


título.

Los actos absolutamente mercantiles son todos aquellos en los


cuales los títulos de crédito intervienen como objetos, y la razón fun­
damental de esto radica en que los títulos de crédito son por excelen­
cia el sustantivo de la moneda, del dinero. De esa manera, simplifican
las obligaciones de dar sumas de dinero o mercancías.

Continuaremos con la clasificación de Arcangelli y veremos el


número siguiente:

II. Actos accidentales o circunstancialmente mer­can­tiles

Dentro de estos actos hay cuatro subdivisiones:

a) Actos mercantiles por formar parte de un proceso económico;


b) actos realizados por empresas; c) actos realizados por el comerciante
en relación con su industria, y d) actos por accesión.

1. Actos mercantiles por formar parte de un proceso económico

El artículo 75 del Código de Comercio contiene en esta categoría de


actos las fracciones i y ii, que dicen así:

Artículo 75. La Ley reputa actos de comercio:

I. Todas las adquisiciones, enajenaciones y alquileres verificados con


propósito de especulación comercial, de mantenimiento de artículos,
Primer Curso de Derecho Mercantil 37

muebles o mercaderías, sea en estado natural, sea después de trabajos


o labrados;

II. Las compras y ventas de bienes inmuebles, cuando se hagan con


dicho propósito de especulación comercial.

Analicemos la fracción i: Veremos que es una disposición redun­­


dante y con conceptos innecesarios. Dice “Todas las adquisiciones, ena­­
jenaciones y alquileres”. La coma después de la palabra “adquisiciones”
está indicando una enumeración; pero, ¿todas las adquisiciones son
actos de comercio? Sabemos que son cinco las formas de adquirir la
propiedad: ocupación, accesión, prescripción positiva, enajenación y
herencia. A estas adquisiciones les falta el rasgo peculiar del acto de
comercio: el lucro, y esto sólo es posible después de la adquisi­ción.
De manera que las adquisiciones a solas no pueden ser actos de
comercio.

Hay algo más: la enajenación es el término genérico del que nos


valemos para hablar de todo contrato in re. Existe un concepto que
dice: “Nadie puede dar lo que no tiene”. Luego, se debe adquirir
antes de enajenar. De manera que debe suprimirse del precepto que
comentamos la palabra “adquisiciones” y dejar sólo las enajenaciones.

Luego nos dice esta fracción de “los alquileres”. El Código nues­­


tro sigue en este capítulo la tradición francesa, que invariablemente
ha afirmado que las cosas muebles son objeto de comercio, en tanto las
inmuebles pertenecen al dominio de la actividad civil. El fundamento
de esta idea es que los franceses siempre han tenido en cuenta las
38 Salvador M. Elías

siguientes razones: el comercio es un mecanismo en constante mo­


vimiento y la enajenación de los muebles nunca ha estado sujeta a
ciertas forma­lidades, como la inscripción en el Registro Público de
la Propiedad, para que surta efectos contra terceros. Con base en esta
tradición, el legis­­lador nuestro dice que son actos de comercio “los
alquileres” de mue­bles, pues es inadmisible pensar en la idea de un
contrato de alquiler de un mueble que no se haga con fines de lucro.

Hasta aquí vamos bien, pero luego el precepto incurre en una


repe­tición empalagosa, innecesaria, pues dice “mantenimiento” (que
es una palabra que no tiene carta de naturalización en nuestro medio,
y que según el diccio­nario, es un objeto de naturaleza mueble). Y sigue
diciendo: “muebles o mercancías” (esta última sin uso en nuestro
medio, pues usamos “mercancía”. Ambos son de naturaleza mueble).
Entonces vemos que el legislador ha redundado, pues salen sobrando
todas esas palabras que giran alrededor de un denominador común:
la palabra mueble.

Y si seguimos el análisis, hay otro párrafo redundante, que dice:


“con propósito de especulación”, pues es natural que “siendo repu­
tados como actos de comercio tengan por fin el lucro”.

Para finalizar dice: “sea en estado natural o labrados”. La palabra


“sea” es presente del modo subjuntivo que expresa con­dición; de
manera que al emplearla aquí en esta frase el legislador quiso indicar
que será acto de comercio, y aquí hace la distinción, la operación que
se hace con un puerco o con chorizo. Sintetizando, tal precepto debe
quedar así: todas las enajenaciones y alquileres de muebles.
Primer Curso de Derecho Mercantil 39

Hagamos referencia ahora a la fracción ii, porque las conclusio­


nes serán idénticas. Esta fracción dice “Las compras y ventas de bienes
inmuebles, cuando se hagan con dichos propósitos de especulación
comercial”. Sale sobrando “con dicho propósito de especulación comer­
cial”. Bastaría que dijera “compras y ventas de inmuebles”. Sólo se
refiere a compras y ventas porque sigue la tradición francesa; pero
¿es correcto? ¿Realmente sólo hay compras y ventas de inmuebles? ¿El
arrendamiento sólo es civil?

Veamos nuestro contrato de arren­damiento. Antes sólo era de


palabras, hasta que surgió algún espíritu maléfico que aconsejó que
se hicieran por escrito. Hasta entonces eran sólo civiles. Ahora vemos lo
que sucede: se adquiere un terreno en $1 000 000, se levanta sobre
él un edificio de cuatro pisos que vale $4 000 000. Total $5 000 000.
Hay que sacar los réditos del capital invertido, amor­tizar el capital, la
depreciación del inmueble, y se llega a la conclusión de que el alqui­
ler del metro cuadrado será a tanto. ¿Dónde está lo civil de ese con­
trato? Si vemos nuestra Constitución, vemos que es el mismo órgano, el
Congreso, el que va a decir cuándo será civil y cuándo mercantil.

Conclusión: todas las enajenaciones y alquileres de muebles, y


todas las operaciones de compra y venta de inmuebles tendrán el
carácter de mercantiles cuando haya en ellas la idea de lucro.

Saliéndonos del terreno, pero con la idea de hacer clara la expli­


cación, piensen en esto y revaloren el problema: siempre que una per­
sona comerciante enajene o alquile un mueble o realice actos de compra
o venta de inmuebles, si tales actos jurídicos no son aislados, sino que
40 Salvador M. Elías

están sujetos a cierta secuencia (por ejemplo el abarrotero), su orde­


namiento salta a la vista cuando tiene un establecimiento fijo. Digamos:
el alquiler de bicicletas o la compraventa de inmuebles realizada en
oficinas organizadas como las de los fraccionamientos. En ellas existe
todo un ordenamiento. El fraccionador no enajena nada más así porque
sí, sino que planea manzanas, las divide en lotes, asfalta las calles,
hace el embanquetado, introduce agua, luz, drenaje, etc., y todas estas
actividades lo llevan a un propósito: la venta de bienes inmuebles.

Pero a todo esto, ¿por qué esta categoría es circunstancialmente


mercantil para Arcangelli? Porque pueden ser civiles. Así, por ejem­plo,
comprar una casa con la idea de revenderla y obtener un beneficio no
es una operación mercantil. En cuanto a la enajenación de muebles,
la mejor respuesta es la enajenación que el propietario o cultivador
hacen de su finca o cultivo. Aquí el ejidatario, el pequeño propieta­
rio, limpia su tierra, utiliza arados, siem­bra, levanta la cosecha, des­
grana las mazorcas y espera el día de tianguis para llevar sus cereales y
expenderlos. ¿Dónde está el lucro, la especulación comercial? ¿Dónde
operó la técnica de los costos? Eso sí, esta actividad puede convertirse
en comercial cuando emplea el trabajo ajeno, para entonces apro­
vecharse de él y obte­ner lucro.

2. Actos realizados por empresas

Las fracciones v a la x del artículo 75, del Código de Comercio, con­


tienen un denominador común: la eje­cución de actos mercantiles
mediante las estructuras jurídico-econó­micas denominadas empresas.
Primer Curso de Derecho Mercantil 41

Surge el problema relativo a saber qué debe entenderse por


empresa. Este concepto normalmente ha pertenecido al ámbito de
acción o inteligencia de las ciencias económicas. Generalmente el
derecho construye su noción de empresa partiendo del concepto eco­
nómico de la misma. ¿Qué es lo que entienden las ciencias económi­
cas por empresa? Es la coordinación de los elementos de la producción,
o de otra manera, siempre que la persona de un empresario combina
capital, trabajo y elementos naturales (naturaleza) para satisfacerse
económicamente, estamos en presencia de una empresa. La conjun­
ción de los elementos: trabajo, capital y naturaleza, para la obtención
de satisfactores económicos, es lo que produce el concepto de empresa
económicamente hablando. ¿El derecho mercantil debe adoptar inte­
gralmente este concepto económico de empresa? (Para quienes quieran
profundizar en esto, se recomienda la obra Principios de Derecho Mer­
cantil de Alfredo Rocco.)

Para dar contestación a esta pregunta, recordemos el ejemplo


del pequeño propietario que cultiva la tierra personalmente (ahí está el
elemento trabajo), invierte en esa tierra que es todo su patrimonio
(ahí está el capital) y luego siembra granos, compra herramientas, etc.
(es el elemento natural). Económicamente hablando, esto es una em­
presa, pero jurídicamente no. Surge este concepto cuando pensando
en obtener lucro, emplea el trabajo ajeno, pues entonces sí es posible
establecer la técnica de los costos. Rocco, de quien es esta tesis,
dice que en el fondo de todo esto hay un problema: que el esfuerzo
humano debe ser objeto de una valoración, y si no, basta leer la legis­
lación laboral, o la fracción vi del artículo 123 constitucional que
dice: “El salario mínimo que deberá disfrutar el trabajador, será el
42 Salvador M. Elías

que se considere suficiente, atendiendo las condiciones de cada


región, para satisfacer las necesidades normales de la vida del obrero,
su educación y placeres honestos, considerándolo como jefe de
familia”. En toda empresa agrícola, comercial, fabril o minera, los
trabajadores también tendrán derecho a una participación en las utili­
dades, que será regulada como indica la fracción ix del mismo ar­
tículo. De manera que el problema está en saber cuál es la unidad de
medida del trabajo humano. Ésta es la parte sofística de la tesis
de Rocco.

El legislador mercantil mexicano, con un criterio muy de abo­


gado mexicano, ha propuesto una solución para valorizar el esfuerzo
humano: en todo caso, el esfuerzo humano que aporta un socio indus­­
trial tendrá un valor igual a la mayor de las aportaciones, en consecuen­
cia, la distribución de las utilidades será de 5% para cada uno.
¿Cómo se destruye este sofisma? Pues yo, como socio capitalista,
puedo aumentar o disminuir el valor del esfuerzo huma­no, aumen­
tando o disminuyendo mi capital, de manera que valdrá lo que yo
como socio capitalista quiera.

Así pues, haciendo intervenir el trabajo ajeno, surge la técnica


de los costos como base del valor de la venta.

Hay otra conclusión que da la escuela francesa y es ésta: ¿Con


qué palabras relacionan la expresión empresa? Con la de sociedad,
pues en rigor, las empresas cuando se organizan toman el nombre de
cualquiera de las llamadas sociedades regulares, o bien, la empresa
Primer Curso de Derecho Mercantil 43

adopta una estructura jurídica parecida a ésa, pero no levanta escri­


tura pública ni privada de constitución, no la registra, es decir, es sólo
una sociedad de hecho y en ambos casos tienen personalidad jurídica.
En consecuencia, los actos que hagan estas empresas serán mercantiles.

Ahora, analicemos cada una de las fracciones del artículo 75:

Fracción v. “Las empresas de abastecimiento y suministros”. Esto


es un contrato que consiste en la entrega regular y periódica de satis­
factores económicos y todo tipo de satisfactores de naturaleza mue­
ble. ¿No creen ustedes que debería estar resuelto este caso en la
fracción i del propio artículo? Así es, sólo que el concepto de sumi­
nistro o abastecimiento supone un concepto distinto, que es entrega
regular y periódica. De modo que si ustedes van al mercado a com­
prar sus artículos, aplicamos la fracción i, pero si el comerciante orga­
niza todo un ordenamiento, como camiones repartidores o plantas
pasteurizadoras, que hacen la entrega regular y periódica, estamos en
el caso de la fracción v.

Fracción vi. “Las empresas de construcciones y trabajos públicos


y privados”. Son todas las sociedades que tienen por objeto la ejecu­
ción de trabajos públicos y privados. Hay muchos ejemplos y ustedes
los pueden ver cada vez que hay un cambio de régimen, en el que
surgen una multitud de empresas que se encargan de hacer las carre­
teras. Las presas, que son “obras políticas”, las hace la empresa del
ingeniero sutano. Cada régimen tiene sus propias empresas que sur­
gen cada vez que cambia el timón del barco.
44 Salvador M. Elías

Fracción vii. “Las empresas de fábricas y manufacturas”. Sobre


esta fracción no tengo comentarios.

Fracción viii. “Las empresas de transportes de personas o cosas,


por tierra o por agua; y las empresas de turismo”. Lamentable redac­
ción que ni siquiera es explicable en 1890, año en que se redactó el
Código. Es innecesaria la enumeración, bastaba con que dijera a secas:
“Las empresas de transportes”. Veamos el origen del error, hacia 1928
o 1929, año en que en México fue descubierto el turismo del mundo,
hubo necesidad de crear empresas de turismo o de viajes. Enton­ces
vino la adición innecesaria “y las empresas de turismo”, pues una
empresa de éstas tiende a desplazar personas y transportarlas.

Fracción ix. “Las librerías y las empresas editoriales y tipográ­


ficas”. Ésta es otra redacción lamentable, pues cuando el legislador
mexicano formuló en 1890 el Código de Comercio, copiaron o hicie­
ron una mala traducción corres­pondiente al artículo, pues library no
es librería, sino biblioteca (en Italia se refiere a las bibliotecas circu­
lantes). Si se tratara de librerías, o sea, lugares donde se venden libros,
quedaría el problema resuelto por la fracción i, toda vez que se trataría
de enajenaciones de cosas muebles. Y si no se tratara de bibliotecas
circulantes, también quedaría resuelto por la fracción i, pues se trata
de un alquiler.

Respecto a la editorial, ésta es una organización que se dedica


a “editar libros”. Puede incluso no haber imprenta.
Primer Curso de Derecho Mercantil 45

Fracción x. “Las empresas de comisiones, de agencias, de oficinas


de negocios comerciales y establecimientos de ventas en pública
almoneda”. Son conceptos redundantes, pues todas estas agencias se
sujetan al contrato de comisión. Respecto a los establecimien­tos
de ventas en pública almoneda, ni existen ni han existido en
México.

Fracción xi. “Las empresas de espectáculos públicos”. (Sin


comentarios).

Voy a intentar fijar más el concepto de empresa. ¿Cuál es el con­


cepto de empresa? Varias de las fracciones del artículo 75, que hemos
examinado, suponen actos mercantiles realizados por medio de empre­
sas. Surge un problema relativo a determinar la noción jurídica de
empresa.

La mayoría de los autores, sobre todo los viejos mer­­cantilistas,


identifican la noción jurídica con la noción económica de empresa.
Las ciencias económicas sostienen escuetamente que una empresa es
la coordinación de los factores de la producción, es decir, la combina­
ción que realiza la persona del empresario, del capital, del trabajo y de
los elementos de la naturaleza para la obtención de satisfactores eco­
nómicos. Desde este punto de vista, todas las empresas reputadas
mercantiles lo son desde la perspectiva de la economía. No obstante,
según la tesis de Arcangelli y de Alfredo Rocco, la inversa no es cierta,
es decir, no toda empresa económicamente considerada lo es bajo los
criterios del derecho mercantil. Entonces, ¿cuál es el elemento nuevo,
46 Salvador M. Elías

el rasgo o dato que caracteriza a las empresas mercantiles, y que en


consecuencia las distingue de las empresas económicas? En el fondo
de toda empresa, económica o jurídicamente considerada, existe una
característica gene­ral: la persona del empresario. Al poner en juego o
coordinar los factores de la producción, simplemente está contribu­
yendo para hacer llegar a las manos de los consumidores los satisfac­
tores produ­cidos, pero lo que distingue a la empresa mercantil de la
económica es que en la primera la intervención del empresario siem­
pre es lucra­tiva, porque utiliza de modo permanente el trabajo ajeno.
Entonces, lo que está haciendo el empresario es poner en manos de
los consumidores los artículos derivados u obtenidos por el trabajo
ajeno. En consecuencia, el empresario se sitúa entre la acti­vidad del
trabajo ajeno y los consumidores, y en esa intervención siempre deja
para sí una ganancia, es decir, un lucro, que es lo que caracteriza el
acto jurídico mercantil. En cambio, en la empresa eco­nómicamente
considerada, el empresario no obtiene esa ganancia o lucro.

Veamos ahora la tercera categoría de actos accidentales o acceso­


riamente mercantiles.

3. Actos realizados por el comerciante en relación con su industria

Perte­necen a esta categoría los comprendidos en la fracción xx del


artículo 75 en la parte que dice: “[…] las obligaciones de los comer­
ciantes, a no ser que se pruebe que se derivan de una causa extraña
al comer­cio […]”, y la xxi, que dice: “Las obligaciones entre comer­
ciantes y banqueros, si no son de naturaleza esencialmente civil”.
Primer Curso de Derecho Mercantil 47

Por el principio general del derecho que dice: “La suerte de lo


principal determina lo accesorio”, puede afirmarse, con las naturales
taxativas o reservas, que el comerciante imprime cierta fisonomía
mer­cantil a todos los actos en los que él interviene, relacionados con
su industria. Resulta, pues, innecesario o redundante que el legislador
haya agregado a estas fracciones “siempre que no se trate de materia
civil”. Una industria francamente civil, en el instante en que forma
parte, se relaciona o se vincula con una empresa o industria mercan­
til, adquiere también ese carácter. Por ejemplo, cuando todos los toma­
teros de una región se ponen de acuerdo para presentar el producto
en cajas, o digamos, cámaras de refrigeración, automática­mente las
empresas civiles que eran, adquieren el carácter mercantil. Dentro
de esta categoría estarían situados los actos mercantiles de la cuarta
clase, o sea, los actos por accesión.

4. Los actos por accesión

El establecimiento clásico que vamos a ver es la tienda de abarro­­


tes. El abarrotero celebra un contrato de arrendamiento (civil),
pero los derechos derivados de él son franca­mente comerciales, porque
se hace intervenir ahí una serie de facto­res incorpóreos como la clien­
tela; entonces, cada comercio tiene un valor condicionado a ese cen­
tro de consumo. Vemos así que junto a un cine está una nevería; es
decir, dos actos que no son de naturaleza mercantil adquieren un
valor por el principio del comercio, y entonces se puede vender
“la clientela de un comercio” o bien “el nom­bre de un comercio”, que
es una patente y adquiere un valor econó­mico y mercantil.
48 Salvador M. Elías

De manera que por el principio de la accesión, el cual dice: “La


suerte de lo principal determina lo accesorio”, los actos, elementos y
bienes del comerciante adquieren una fisonomía comercial o mer­
cantil por accesión, o sea que adquieren un valor mercantilmente
considerado. Piensen en otro factor, la fama o el prestigio de un café,
por ejemplo tienen mucho más valor que los objetos mismos que se
enajenan.
LOS SUJETOS DE LA RELACIÓN JURÍDICA MERCANTIL

E l artículo 3o. del Código de Comercio enumera quiénes son


los sujetos en el derecho mercantil, a saber:

1. Los comerciantes individuales, a los cuales define como “las


personas que teniendo capacidad legal para ejercer el comer­cio hacen
de él su ocupación ordinaria”.

2. El comerciante colectivo, esto es, las sociedades mercantiles


nacionales.

3. Las sociedades mercantiles de extranjeros que tengan o esta­­


blezcan agencias o sucursales en el país.

De modo que propiamente hablando son dos los sujetos en el


derecho mercantil: el comerciante individual y el comerciante colec­

49
50 Salvador M. Elías

tivo. Este segundo tipo supone dos categorías: las sociedades mercanti­
les nacionales y las sociedades mercantiles extranjeras.

El comerciante individual. “Las personas que teniendo capacidad


legal para ejercer el comercio hacen de él su ocupación ordinaria”. Tal
es la definición que contiene la fracción I del artículo 3o. Vamos a
anali­zar esta definición siguiendo este temario:

• Normas generales de la capacidad para comerciar

• Casos de excepción a las reglas sobre la capacidad para co-


merciar

w Los menores de edad autorizados

w Situación de los menores de edad frente a las nulidades de


los actos jurídicos

w La mujer casada comerciante

w Los extranjeros

• Concepto de ejercicio u ocupación ordinaria

• Crítica a la definición

I. Normas generales de la capacidad para comerciar

La situación jurídica que guarda el comerciante individual, como


hemos dicho, la desprendemos de la fracción i del artículo 3o. del
Código de Comercio. ¿Qué es capacidad? Es la posibilidad de ser
Primer Curso de Derecho Mercantil 51

sujeto de derechos y de contraer obligaciones. Capacidad de goce es


la posibilidad de ser titular de derechos y la capacidad de ejercicio
es la de contraer obligaciones.

Tienen capacidad en el derecho civil:

a) Los mayores de edad

b) Los menores de 21 años, pero mayores de 18 años, emanci­


pados por el matrimonio

c) Los habilitados de edad

El menor de edad, mayor de 18, emancipado por matrimonio,


adquiere una capacidad restringida de actuar. Civilmente no puede
gravar ni enajenar sus bienes si no tiene autorización de quienes ejer­­
cen la patria potestad o tutela, mas sí podrá disponer libremente de
los frutos (el caso de la mayoría a los 21 años ha sido fijado arbitraria­
mente por los legisladores).1

He aquí los principales reguladores de la capacidad para comerciar.

Nuestro derecho mercantil en tratados sobre la capacidad nos


remite a las disposiciones del dere­cho civil y declara en el artículo 5o.
del Código de Comercio: “Tienen capacidad para comerciar, todos
aquellos a quienes el derecho civil considere capaces y a quienes el
propio derecho civil no prohíba expre­samente el ejercicio del comercio”.

1
La mayoría de edad se estableció constitucionalmente en el artículo 34, fracción i, a partir del 22 de
diciembre de 1969.
52 Salvador M. Elías

El propio Código de Comercio aclara en el artículo 6o. “Son


capaces o pueden comerciar, los mayores de 21 años y mayores de 18,
previas la emancipación y la habilitación de edad o autorización de
aquellos bajo cuya patria potestad o guarda estén obtenidas conforme
a la ley, y sin que el menor, comerciante, en ningún caso pueda gozar
de los beneficios inherentes a la menor edad”.

II. Casos de excepción a la capacidad para comerciar

Tales son las reglas generales que contiene el Código de Comercio


respecto a la capacidad para comerciar. Asimismo, del enunciado de
esta regla surge el primer caso de excepción: “los autorizados por sus
padres o tutores para comerciar”. Visitando La Lagunilla, La Merced,
encon­tramos ahí a chicos autorizados por sus padres para comerciar
vendiendo retacería. En las tiendas de abarrotes, naturalmente de
españoles, el hijo del patrón viene a despachar y actúa como un
dependiente y quizá con mayor representación. Tales son los autori­
zados para comerciar. De manera que ésta es la primera excepción:
son auto­rizaciones de hecho.

El segundo caso de excepción es éste: “Los menores de edad


—dice la parte final del artículo 6o. del Código de Comercio— que se
dediquen al comercio, en ningún caso se considerará que puedan
gozar de los beneficios inherentes a la menor edad”, no obstante lo
dispuesto en el derecho civil. De manera que los menores de edad
que comercien (los emancipados por matrimonio y los autorizados) se
Primer Curso de Derecho Mercantil 53

con­siderarán mayores de edad. Uno de estos sujetos emancipados por


matrimonio tiene una capacidad restringida civilmen­te, pero para el
derecho mercantil será mayor de edad. La explica­ción de esto es un
principio de garantía para las actividades comerciales. Se trata de prote­
ger los intereses del público con el que comercia el menor.

Según el maestro Roberto Esteva Ruíz, sería otro beneficio inheren­


te al estado de minoridad el que un comerciante que cometiera un
delito pidiera que se le juzgara por un tribunal para menores por ser
menor, y que por tanto fuera a cumplir su condena a una correccio­
nal, pero el maestro Esteva propone que no debe ser así, sino que
debe ir a la penitenciaria.

El tercer caso de excepción es la situación de la mujer casada que


comercia. Se plantea una contradicción, una autonomía entre la legis­
lación civil para el Distrito Federal y el Código de Comercio. El régimen
que sujeta a la mujer casada que comercia dentro de las leyes mercan­
tiles vigentes es estéril: 1) La mujer casada no podrá ejercer el comer­
cio sin la previa autorización del marido, dada en escritura pública
y notarial; 2) El marido reservará siempre la facultad de revocar la
autorización dada a su mujer, a cuyo efecto se le comunicará con 90
días de anticipación de la clausura del establecimiento y que se publi­
cará en un periódico de mayor circulación del lugar; 3) En caso de
matrimonio entre dos comerciantes habrá que hacer cierta publicidad
al régimen de las capitulaciones matrimoniales.2 En suma, la mujer
casada está subordinada al marido, según el Código de Comercio
de 1890.

2
La igualdad del hombre y la mujer ha hecho estas reglas inútiles.
54 Salvador M. Elías

Por su parte, el Código Civil para el Distrito Federal de 1928,


que entró en vigor en 1932, contiene una serie de normas, a mi juicio
absolutamente justas, tendientes a dar a la mujer una condición jurí­
dica igual a la del hombre. Y así, hay un precepto que permite que
la mujer se dedique a las actividades que desee, siendo lícitas, inclu­
sive el comercio, sin necesidad de autorización del marido, con la
única taxativa de que no abandone sus obligaciones inherentes
al matrimonio.

Nos encontramos, pues, ante una contradicción de leyes. Hay


jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia en uno y otro sentido,
pero abundan más las que favorecen a la mujer. Sin embargo, esto no
debe alarmarnos, no creemos que esto traerá el desquiciamiento social
y que los hogares se desbaratarán. La época actual, de un gran conte­
nido social, ha dado a la mujer muchos de los derechos que antes no
tuvo. Ha permitido que las mujeres estudien, vayan a la universi­dad,
e incluso han intentado formar asociaciones de abogadas.

Pasemos ahora al cuarto caso de excepción: la condición de los


extranjeros.

En un régimen constitucional como el nuestro, a consecuen­


cia de ser una república representativa, democrática y popular en que
existe una Ley Suprema, la Constitución, es lógico que exista un
capítulo dedicado a los derechos subjetivos públi­cos o garantías indi­
viduales contenidos en los primeros 29 artículos. Pues bien, el prime­
ro establece la igualdad del individuo ante el Estado, ante la ley, ante
el poder público, frente a los otros individuos. Con base en esta
Primer Curso de Derecho Mercantil 55

garantía, el artículo 4o. dice que todo individuo puede dedicarse a la


industria, y al trabajo que más le agrade, siendo lícito. Por lo tanto,
decimos que la libertad de comerciar compete desde luego a los
extranjeros.3

Pero las leyes administrativas, entre ellas la Ley General de Pobla­


ción, han tenido cuidado al establecer las categorías de los extranjeros
que se encuentran en la república: turista, inmigrante, rentista, inmi­
grante inversionista, inmigrado, transmigrante; asilado político y refu­
giado. Veamos cómo distinguimos a unos y a otros:

Turista. Permanencia o más de seis meses en el país. Su categoría


explica que le está vedada la práctica del comercio y de cualquier otra
actividad lucrativa.

Inmigrante rentista. Extranjero que ingresa al país, acogiéndose a


las leyes internacionales de la hospitalidad, haciendo clara manifes­
tación de que posee recursos propios suficientes para no ser una carga
en el país. Esta calidad es bien privilegiada, pues resulta siempre fácil
cambiar la calidad del inmigrante rentista por cualquier otra.

Inmigrante inversionista. Es la calidad migratoria por excelencia.


Es el extranjero que ingresa al país sujetándose a determinadas condi­
ciones de competencia. Las autoridades administrativas y la Secreta­
ría de Gobernación exigen que el inmigrante inversionista manifieste
que tiene determinada suma de dinero. Es el clásico tipo de extranjero
cuya calidad migratoria le permite comerciar.

3
Previsto en el artículo 5o. constitucional.
56 Salvador M. Elías

Inmigrado. México —que es uno de los países famosos por la inte­


ligencia y perfección de sus leyes, en materia mercantil sobre todo, y
que podría en ciertas instituciones compararse y aun salir mejor li­
brado que los Estados Unidos— se exhibió en sus leyes migratorias.
Y si no, vean ustedes: el inmigrado es el residente, el extranjero que
adquiere derecho de residencia en un país. Nuestras leyes exigen estas
condiciones:

1. Basta que tengan un heredero que nazca en territorio nacio­


nal, para que gocen de todos los derechos, salvo los inherentes a la
ciudadanía. En ningún país se conserva este principio. Ésta ha sido
una solución muy romántica, muy propia de abogados mexicanos.
En países anglosajones, por ejemplo, sólo se dan esos derechos al
heredero, independientemente de la condición de sus padres. Este
principio nuestro está inspirado en los sistemas franceses. Allá
tiene explicación, aquí no, pues son muy pocos los extranjeros que se
vinculan racialmente con nosotros. Sólo los españoles, los árabes y los
chinos nos dejaban entrar en “arreglos” con las mexicanas y tener
herederos con ellos.

2. Estancia de cinco años en el país, un ingreso legal, buena con­


ducta, que no constituya una carga para la economía y “que no venga
a constituir una competencia desleal para los trabajadores mexicanos”
¿Se imaginan ustedes? ¡Cualquiera puede competir “desventajosa­
mente” con nosotros! Pues bien, los señores extranjeros que reúnen
estas condiciones adquieren todas las calidades, menos la ciudadanía.
Primer Curso de Derecho Mercantil 57

Transmigrado. Es el que está en el país el tiempo necesario para


cruzarlo.

Asilado político. Es el extranjero que, acogiéndose a los principios


internacionales del derecho de asilo, entra al país por el tiempo que
duren en su país de origen las condiciones políticas o ideológicas
que lo hicieron salir del mismo. Con esta calidad ha sucedido una
situación muy especial en nuestro medio: todos los pueblos, excepto
México, permiten que el asilado político sólo se dedique a activida­
des de orden intelectual, y si no, recuerden que Juárez, cuando salió del
país, se dedicaba a hacer cigarros en Estados Unidos; Díaz Mirón
daba clases de literatura en Santander, España; Vasconcelos hacía lo
mismo en Madrid y se compró una vaca para tener leche. Pues bien,
a partir de la Segunda Guerra Mundial, fueron tantas las tribus de
Israel que vinieron, que si observan bien ustedes, verán que no hay
uno solo que se “dedique a actividades intelectuales”. Fue después,
con la “pun­tada” de Cárdenas, que los 20 000 refugiados vinieron a
hacer la segunda reconquista de México, cuando el presidente dictó
una disposición que revolucionó todos los sistemas administrativos
del mundo: “basta que hagan pública manifestación de su credo polí­
tico republicano, para que se les conceda la nacionalidad mexicana,
o incluso la ciudadanía”.

Pero, sinteticemos: éstas son las categorías que permiten el comer­


cio a los extranjeros son: inmigrante inversionista, inmigrado, asilado
polí­tico y refugiado.
58 Salvador M. Elías

Tales son los cuatro casos de excepción a las normas generales


para comerciar. Veamos ahora el tercer punto de nuestro temario:

III. Concepto de ocupación ordinaria

Nuestro deficiente Código no resuelve el problema sino que se limita


a decir en el artículo 4o.: “Las personas que accidentalmente, con o
sin establecimiento fijo, hagan alguna operación de comercio, aunque
no son en derecho comer­ciantes, quedan, sin embargo, sujetas por
ello a las leyes mercantiles, todos los labradores y fabricantes por tanto
y en general, todos los que tienen planteado almacén o tienda en
alguna población para el expendio de los frutos de su finca, o de los
productos ya elaborados de su industria o trabajo, sin hacer las altera­
ciones al expenderlos, serán considerados comerciantes en cuanto
concierne a sus almacenes o tiendas”. De manera que no adquieren
la categoría de comerciantes, pero sus actos serán regulados por el
Código de Comercio. Esto es así porque el principio rector que formó
este precepto fue otro elemento: la frecuencia en los actos o la
secuencia.

IV. Crítica a la definición

Como decíamos, está incompleta la definición. Hemos exami­nado


los principios generales que rigen la capacidad para comer­ciar y sus
excepciones (los menores, la mujer casada y los extranjeros). Vimos el
problema de qué debe entenderse por ejercicio habitual del comer­
cio. La crítica que hoy abordamos puede hacerse de la siguiente forma:
Primer Curso de Derecho Mercantil 59

entre los auxiliares del comerciante, la ley enumera en primer término


a los corredores, que son, según el ar­tículo 51 del Código de Comer­
cio: “el agente auxiliar del comercio con cuya intervención se propo­
nen, ajustan y otorgan los contratos mercantiles”. Luego, una de las
fracciones del 75, la xiii, dice que la ley reputa como actos de comercio
“las operaciones de mediación en negocios mercantiles”. La media­
ción es el nombre técnico de la correduría. Dentro de la clasificación
general de los actos mercantiles, este contrato tiene naturaleza mer­
cantil por accesión. De lo cual se infiere que si el corredor es un auxiliar
del comerciante y si los actos que ejecuta normal y profesionalmente
están considerados como mer­cantiles por el Código de Comercio,
entonces la actividad normal del corredor es la prác­tica de actos mer­
cantiles, pero surge una aparen­te contradicción cuando el mismo
Código de Comercio dice en su artículo 12: “No pueden ejercer
el comercio: i. Los corredores […]”.

Esta aparente contradicción se resuelve de la siguiente manera:


si es verdad que la actividad normal del corredor es la mediación y
ésta es considerada mercantil, también es cierto que estos actos los
realiza el corredor no en su nombre ni por cuenta propia, sino en re­
presentación de terceros. Es decir, si bien los corredores ejecutan actos
de comercio, éstos no son por cuenta propia. Por lo tanto, es lógica la
actitud del Código de Comercio, pero está incompleta la definición de
comerciante, pues debía decir que comerciantes son: “Las personas
que teniendo capacidad legal para ejercer el comercio, hacen de él su
ocupación habitual y lo realizan por cuenta propia”. En apoyo a esto,
vemos que pagan Cédula V y cobran honorarios conforme el arancel.
LAS SOCIEDADES MERCANTILES

E l artículo 3o. del Código de Comercio, al enumerar los suje­


tos de la relación mercantil, incluye en sus fracciones ii y iii
a las so­ciedades mercantiles nacionales y a las extranjeras o sus agen­
cias y sucursales que dentro del territorio nacional ejerzan actos de
comercio.

Entonces, vamos a formular un plan de trabajo respecto al estu­


dio de las sociedades mercantiles:

• Referencias con las sociedades civiles: características

• Principales clasificaciones

• Estudio o examen de los requisitos esenciales y secundarios


de la escritura constitutiva

61
62 Salvador M. Elías

• Generalidades aplicables a todas las sociedades

• El estudio de las sociedades mercantiles en particular

Definición. Una sociedad civil es un contrato en virtud del cual


dos o más personas ponen en común bienes o esfuerzos o trabajo
para reali­zar un fin lícito, preponderantemente económico, pero que
no cons­tituye una especulación comercial.

Los elementos son:

w El consorcio de dos o más voluntades

w Aportaciones de bienes o trabajo

w Un fin es lícito y de carácter preponderantemente eco-


nómico

w Tal fin no presupone la ejecución de actos mercantiles,


es decir, no persigue fines lucrativos

Son ejemplo de este tipo de sociedades civiles: la Cruz Roja, los


bufetes de abogados (el ejercicio de la actividad profesional no es
comercio, es profesional, a secas).

Si modificamos el último término de la definición invirtiéndolo,


tenemos las sociedades mercantiles: el contrato en virtud del cual
dos o más socios ponen en común bienes o esfuerzos para realizar un
fin lícito, preponderantemente económico, que supone la ejecución
Primer Curso de Derecho Mercantil 63

concreta de actos de comercio. Pero a partir de esta definición, sólo


las estamos considerando como contrato y éstas son algo más, son
personas morales. Son una ficción, una imagen, un ente colectivo al
que por voluntad del legislador se le otorga una existencia jurídica
distinta a sus componentes y que por un simple convencionalismo se
le atribuyen o se le dan la mayoría de los atributos que tenemos las
personas físicas: nombre, nacionalidad, domicilio y patrimonio.
(No tienen estado civil.)

Concluyendo: la persona moral es un conjunto de personas físicas


unidas en virtud de un propósito común, al que mediante ciertos requi­
sitos el legislador le otorga existencia jurídica distinta de sus compo­
nentes y para distinguirla de las demás de su especie y hacerla sujeto de
derechos y obligaciones, le otorga atributos: nombre, domicilio, nacio­
nalidad y patrimonio.

Principales clasificaciones. La clasificación fundamental de las socie­­­


dades mercantiles es aquella que las divide en: sociedades intuitu
personae y sociedades intuitu capitalis.

La gran mayoría de los autores traduce incorrectamente: socieda­


des de personas y sociedades de capitales, y no es correcto, porque así,
todas las sociedades serían un concurso de personas. De manera
que todas son de personas y de capitales. La traducción correcta debe
ser intuitu: “en la que se entiende a”, y así las sociedades intuitu
personae son aquellas cuya solvencia económica, capacidad de pago,
e incluso, la existencia de la persona moral, radican más que en
64 Salvador M. Elías

los recursos sociales, en los patrimonios personales de los socios. Por


eso, el ejemplo clásico de éstas es la sociedad de nombre colectivo, y
su variante la comandita simple.

Las viejas formas de sociedades mercantiles, las sociedades de


nom­­bre colectivo, generalmente están integradas por individuos que
se vinculan entre sí por lazos de parentesco o de nacionalidad. Esta
affectio societatis hace posible que la sociedad adquiera compromisos
a sabiendas de que éstos serán cubiertos con los recursos personales
de los socios. Incluso, la existencia de la sociedad puede quedar cir­
cunscrita a la vida de uno de los socios.

En la ley se dice que la sociedad de nombre colectivo se disuelve


a la muerte de un socio, salvo pacto en contrario. Es más, la quiebra
de un socio de una sociedad de nombre colectivo acarrea la quie­­
bra de toda la sociedad.

De manera que en estas sociedades predomina la condición de


cada uno de los socios e incluso pueden adquirir compromisos más
grandes que sus recursos, pues cada socio podrá responder de ellos.

Las sociedades intuitu capitalis son aquellas en las cuales la capa­


cidad de pago o solvencia se limita al monto de sus recur­sos y la con­
dición que guardan los socios es secundaria, hasta el punto de que
muchas veces la sociedad ignora quiénes son sus socios. De este tipo
es la sociedad anónima, en que cada socio limita su res­pon­sabilidad
Primer Curso de Derecho Mercantil 65

al monto de lo que aporta. Es una sociedad de res­pon­sa­bilidad


limitada. En esta clase de sociedades, la condición de los socios es
secundaria.

Resumen:

• Una clasificación fundamental: intuitu personae e intuitu


capitalis.

• Un segundo término relacionado con el primero: sociedad de


responsabilidad limitada y sociedad de responsabilidad ilimitada.

Sociedades de capital fijo y sociedades de capital variable. Las prime­


ras son aquellas en las que los aumentos o disminuciones de capi­
tal solamente pueden producirse mediante la reforma de las bases
constitutivas. Los recursos normales que siguen para aumentar su
capi­tal son: aumento del número de socios o de la cantidad de
sus aporta­ciones. La distinción del capital se produce por la salida
de socios y pago de acciones a los que se salieron.

Las sociedades de capital variable son aquellas en las que pueden


producirse aumentos o disminuciones al capital sin previa reforma a
las bases constitutivas, pero dentro de los límites previstos (conceptos
tope, les llaman los franceses) en las propias bases. Por ejemplo, una
sociedad anónima con un capital de $200 000 calcula aumentar su
capital mexicano a $1 000 000 y las disminuciones llegarían hasta
un tope: capital fijo. Debería emitir acciones por $800 000 de capi­­
tal no suscrito.
66 Salvador M. Elías

Sociedades nacionales y sociedades extranjeras. Existen cinco o seis


principios explicativos de la nacionalidad de una sociedad, pero pode­
mos adoptar éste: nuestro Código de Comercio y la Ley de Socie­
dades Mercantiles distinguen sociedades mexicanas y agencias o
sucursales de sociedades extranjeras. Entonces, cómodamente pode­
mos resolver el problema con el principio de locus regit actum y, por
similitud, el que se utiliza para saber la nacionalidad de las personas
físicas. Así, son sociedades mexicanas las constituidas en territorio
nacional de conformidad con las leyes de la materia, cualquiera que
sea la nacionalidad de sus componentes. La inversa son las sociedades
extranjeras.

Sociedades regulares, sociedades irregulares y sociedades de hecho.


La socie­dad regular es la que se constituye con estricto apego a la Ley,
ante notario y está convenientemente inscrita en el Registro Público
de Comercio.

Para definir las sociedades irregulares no se puede dar en prin­


cipio una regla general. Tenemos que dar algunos ejemplos: sucede
que una sociedad se crea ante notario. Sus bases constitutivas se hacen
conforme a la ley, se extiende el testimonio, pero no se inscribe en el
Registro Público de la Propiedad y del Comercio. ¿Qué pasa si la escri­
tura y las bases de una sociedad mercantil debidamente hecha no se
inscriben en el Registro Público de la Propiedad y del Comercio, con
respecto a terceros? Hay incluso ciertas normas que dicen que las socie­
dades de autotransportes y aéreas no se pueden registrar si la Secreta­
ría de Comunicaciones no da la orden de inscripción y, sin embargo,
Primer Curso de Derecho Mercantil 67

su actuación produce efectos para terceros, que en este caso son los
usuarios. ¿Qué se perseguirá, pues, con el registro?

Hay otra razón que produce la irregularidad de las sociedades: el


omitir en las bases o en los estatutos requisitos de carácter secun­
da­rio que no producen la nulidad del pacto, sino simplemente su
irregularidad.

Sociedades de hecho. Surgen en el derecho mexicano a partir de


una reforma al artículo 2o. de la ley que corresponde al año de 1942.
Son las sociedades de hecho aquellas de indiscutible audacia del
derecho mercantil mexicano cuyo origen se localiza, sobre todo, en la
legislación francesa.

Este tipo de sociedades se producen frecuentemente en nuestro


medio mexicano. Ejemplo: existiendo la circunstancia de que la Ciu­
dad de México se surte de frutas, cereales y verduras de los Estados
cerca­­nos como Veracruz, Puebla e Hidalgo y que las cosechas de estos
frutos corresponden a ciertos ciclos, entonces sucede lo siguiente.
Vamos a decir que la Ciudad de México consume una cantidad muy
respeta­ble de plátano que proviene de la cuenca del Papaloapan: enton­
ces, cuatro o cinco dueños de camiones de carga, poseedores de los
permisos indispensables de porteadores, se organizan y se unen para
ir a diversas ciudades a recoger frutos, se ponen de acuerdo sobre lo
que cobrarán por tonelada, ponen oficinas en las ciudades y, de con­
formidad con los viajes hechos, se distribuyen las utilidades dejando
una parte para el pago de bodegas, oficinas, etc. Este pacto no consta
en ningún documento privado ni público. He aquí una sociedad
de hecho.
68 Salvador M. Elías

Naturalmente, la representación jurídica está a cargo de un gerente,


que es la persona con quien se contratan los porteadores y, entonces,
hasta hace unos cuantos años (antes de la reforma a que hicimos alu­
sión), los proveedores de arena y de cemento operaban así. Esta gente
realizaba un contrato con todos los elementos inherentes a las socie­
dades mercantiles. Con base en estas circunstan­cias, surgió la reforma
al artículo 2o., tercer párrafo: “Las socie­dades no inscritas en el Regis­
tro Público de Comercio que se hayan exteriorizado como tales frente
a terceros, consten o no en una escri­tura pública, tendrán personali­
dad jurídica”. Es decir, para que tengan personalidad jurídica, basta
que se establezca una sociedad aunque ésta no conste en escritura
pública, pues para ello es suficiente el solo requisito de que sus acti­
vidades se exterioricen ante terceros como comerciantes colectivos.
De modo que la conclusión es ésta: propiamente hay dos tipos de
sociedades en el derecho mercantil mexicano: las que pudiéramos
llamar sociedades de derecho, por estar formadas de acuerdo con la
ley y las sociedades de hecho, (el disparate está en que las dos son
de derecho).

¿Cuál es el comentario que surge respecto a las sociedades de


hecho en orden al problema fundamental de responsabilidad ante ter­
ceros? La falta de garantías. Estas sociedades deberían de haber nacido en
Francia porque ellos tienen un símbolo: Derecho. Y en México están
estas sociedades que contratan con un tercero, sino paga el gerente.
¿Qué nexo jurídico los vincula?, ¿se puede exigir que pague?, ¿a quién?
Entonces fue cuando el legislador mexicano dijo: “por cuanto a la res­­pon­­
sabilidad que asumen los que se ostentan como administradores
Primer Curso de Derecho Mercantil 69

respecto de terceros, esta responsabilidad será invariablemente subsi­


diaría, variable o ilimitada”. De esta manera, los acreedores de una
sociedad de hecho tienen asegurados sus derechos, pues por la respon­
sabilidad solidaria, todos y cada uno de los socios responderán por
la totalidad de la deuda, incluyendo o afectando sus bienes persona­
les. De manera que, en rigor, el único tipo de sociedad de hecho en
México es el de una colectiva, porque en ella todos los socios respon­
den subsidiaria y solidariamente.

Estudio de los requisitos o elementos que deben concurrir en una


escritura social. El artículo 6o. de la Ley contiene xiii fracciones (Ley
General de Sociedades Mercantiles), en las que enumera cuáles son
los requisitos que deben insertarse como cláusulas de estilo en las
escri­turas sociales. Por razones de método, dividimos estas fracciones
en dos grupos. Las siete primeras forman los requisitos esenciales o
de exis­tencia, porque si llegaran a omitirse, el contrato simplemente
sería nulo. En tanto que el segundo grupo, formado por las seis frac­
ciones restantes, integra los requisitos de orden secundario, porque
en el caso de que llegaran a omitirse en la escritura, esta deficiencia se
suplía con las normas generales contenidas en los primeros 24 artícu­
los de la Ley General de Sociedades Mercantiles, o por las disposi­
ciones especiales de cada una de las sociedades en particular.

Requisitos esenciales. La escritura deberá contener los nombres, la


nacionalidad y el domicilio de las personas físicas o morales que cons­
tituyen la sociedad.
70 Salvador M. Elías

Comentario. Desde luego, siendo contratos las sociedades mer­


cantiles, es indudable que en ellos deben insertarse los nombres de
los contratantes. Sin embargo, este requisito resulta fundamental
para las sociedades intuitu personae, por la misma razón peculiar de las
socie­dades intuitu capitalis, que deben poner de manifiesto la natura­
leza del fin social y fundamentalmente no haber sido objeto de una
patente de privilegio de propiedad intelectual e industrial que fuese
objeto de conflictos.

La duración. Las sociedades mercantiles son contratos invaria­


blemente sujetos a la modalidad de término extintivo. Esta cláusula de
estilo, que contiene la vida de la persona moral, tiene como finali­
dad establecer una garantía en favor de terceros y, desde luego, respecto
de los socios por cuanto a la duración de sus inversiones: la época de
sus responsabilidades sociales.

El monto del capital social. Esta cláusula es fundamental en las


escri­turas. Veremos: capital social, haber social y patrimonio social.

Por capital social debe entenderse exclusivamente la suma de


apor­taciones de los socios. La Ley de Sociedades Cooperativas dice
que el capital social no se formará con las aportaciones de los socios,
los donati­vos y las cantidades que se separen de las utilidades para
incrementarlo. Técnicamente hablando, tendremos que aceptar que
si el contrato de sociedad supone un consorcio de capitales para la
obtención de tal fin y para eso los socios aportan bienes o trabajo, es
ilógico pensar que por el capital social, esa masa de bienes que afecta
Primer Curso de Derecho Mercantil 71

a la obtención de un fin determinado pueda tener otro origen que


no sean los socios. Pero sucede que las sociedades corporati­vas tienen
este origen. El Estado mexicano formula un decreto para expropiar
determinado bien para que el sindicato lo explote, pero yo no pienso
que esto pase en las sociedades cooperativas de transportes, que de
todo tienen, menos de cooperativas. Pienso en las mineras en las que
los trabajadores, al ser ya propietarios y tener dinero, dejan de ser
trabajadores. Si un día el gobierno le regala $100 000 eso no es capi­
tal social.

El haber social es igual al capital social más las utilidades y las


reservas. A esto llaman los contadores capital contable.

El patrimonio social es igual al haber social más el pasivo, es


decir, las obligaciones.

En resumen, el capital social es igual a la suma de aportacio­


nes más los socios. Haber social es igual al capital social más utili­
dades más reser­vas; y patrimonio social es igual al haber social más
obligaciones.

La expresión de lo que cada socio aporte en numerario, en


bienes, en especie, el valor que se le atribuye y el criterio seguido para
su valoración es lo que conocemos como capital. Todas las apor­
taciones que se hacen al capital social en dinero se llaman numerario.
Las que se hacen en otras diferentes a bienes muebles, o sea bienes
inmuebles, se llaman “en especie”.
72 Salvador M. Elías

Estudio de la naturaleza y efectos del contrato que convierten a una


persona en socio. Se llama contrato de suscripción y consiste en la
pro­mesa que hace el suscriptor a la sociedad de entregarle bienes
o prestarle servicios.

Un primer análisis de esta definición nos produce los concep­


tos de capital suscrito y capital exhibido o pagado, siempre y cuando
la definición que se analiza se divida en dos momentos jurídicos dis­
tintos, a saber: la suma de las promesas hechas por los suscriptores de
aportarle bienes a la sociedad, que forma el capital suscrito, y los
valores, es decir, los bienes que los suscriptores han hecho ingresar a
la sociedad a las cajas sociales en cumplimiento de su contrato de
suscripción, que representan el llamado capital exhibido o pagado.
Estos dos momentos de la definición pueden ser simultáneos en el
tiempo o producirse en épocas distintas. Por ejemplo, en una socie­
dad anónima el capital social es de $100 000 íntegramente suscripto
o exhibido, pero puede ser que sólo hayan pagado parcialmente
$60 000.

Nunca se podrá hacer un proyecto de sociedad de capital variable


si no se entienden estos conceptos.

Las sociedades mercantiles tienen relación con el problema de


la nacionalidad.

Requisitos secundarios. Las fracciones viii y ix del artículo 6o. de la


Ley General de Sociedades Mercantiles establecen las normas a que
Primer Curso de Derecho Mercantil 73

se sujeta la administración o gobierno de la sociedad, los órganos de


gobierno, sus facultades, la forma como se le designan, los órganos
de vigilancia y, por último, el administrador que ostentará el uso de la
firma social.

La mejor explicación que puede darse a estas cláusulas es haciendo


un símil entre las sociedades mercantiles y los Estados que se organizan
con base en el sistema republicano y democrático. En efecto, el órgano
supremo de gobierno en las sociedades es la asamblea de socios, por
medio de los representantes, ejercida mediante el voto. La asamblea
actúa como un mandante respecto a los administradores que resulten
ser simplemente mandatarios. De esta manera, en orden a la natura­
leza del fin social de la clase de sociedad de que se trate y de la impor­
tancia que tenga, se crearán los órganos de gobierno necesarios y se
desig­nará al administrador que tenga el uso de la firma social, a quien
se le confiere un mandato general para actos de dominio.

Fracción x. Aplicación de resultados. Con esta expresión debemos


entender la serie de reglas que se consignan en los estatutos para
distribuir las utilidades y, en su caso, las pérdidas que arrojen los
balances.

Son tres las reglas sobre el particular:

1. Entre los socios capitalistas, las utilidades y las pérdidas se


apli­carán proporcionalmente a la cuantía de sus aportaciones (en el
idioma jurídico, la aplicación proporcional se explica por medio de
74 Salvador M. Elías

la man­comunidad, que con la solidaridad forman las dos obligacio­


nes com­plejas; la primera es aquella en la que todos los obligados se
dividen la deuda o el crédito según su pasivo o activo; en la segunda,
la deuda o crédito se aplica a uno solo de ellos).

La estructura interna de la sociedad descansa en el principio de


la mancomunidad. Si hay ganancias, todos los socios serán acreedores
en la cuantía de sus aportaciones o viceversa.

2. Tratándose de socios industriales, les corresponderá, salvo


pacto en contrario, 50%; si son varios, ese porcentaje se distribuirá
entre todos por partes iguales.

3. Los socios industriales nunca reportan las pérdidas.

Fracción xi. Constitución de reservas. El principio general que


regula el establecimiento de reservas separa de los ingresos brutos o
de las utilidades netas determinadas sumas para proteger el capital
y consecuentemente la integridad de la sociedad.

Técnicamente las reservas pueden clasificarse en dos clases:

a) Reservas legales

b) Reservas convencionales

Las primeras son aquellas que imperativamente deben establecerse


según la naturaleza de la sociedad o el fin que aquélla persigue. A esta
Primer Curso de Derecho Mercantil 75

categoría pertenece la llamada reserva legal, que se constituye sepa­rando


de las utilidades netas por lo menos 5% hasta integrar la quinta parte
del capital social. También pertenece a esta categoría la llamada reser­
va matemática, la cual es obligatoria para las sociedades de segu­ros y
de fianzas.

Las segundas, esto es, las reservas convencionales, tienen como


finalidad proteger al capital de ciertos riesgos o prevenir el pago
de determinadas prestaciones, por ejemplo, la reserva de deprecia­
ción de equipo en empresas fabriles, de autotransportes o la llamada de
prevención social, que tiende a cubrir todas las prestaciones que las
leyes otorgan a los trabajadores.

Fracción xii. Causas de disolución anticipada de la sociedad. De la


misma manera que es cláusula de estilo la que contiene la duración
de la sociedad, por cuanto constituye una garantía en favor de terce­
ros y respecto de los socios por cuanto a sus inversiones, en los casos
en que la sociedad así lo amerite (por la naturaleza de su fin social),
será también garantía el indicar en qué circunstancias la sociedad
podrá disolverse anticipadamente. Por ejemplo, en las empresas mine­
ras, aunque se pacte una cláusula de duración, es invariable indicar
en la escritura las causas de disolución anticipada como ésta: “se disol­
verá anticipadamente la sociedad cuando se hayan agotado los fondos
o pertenencias, cuando no resulte costeable, porque los minerales
carezcan de utilidad en la práctica, etcétera”.

Fracción xiii. Se incluirán en los estatutos las normas a que se


sujetará la liquidación de la sociedad en el caso de que se disuelva, y
76 Salvador M. Elías

además se designará a los liquidadores con expresión de sus facultades.


(Hacer una escritura es la cosa más fácil: consiste en desarrollar el
ar­tículo 6o. de la Ley General de Sociedades Mercantiles, en el orden
en que está consignado.)

Tales son las trece fracciones del artículo 6o., que por razones de
método estudiamos de la siguiente manera: las primeras siete sobre la
existencia y las restantes como secundarias.

I. Sociedades en nombre colectivo

Antecedentes históricos. Las sociedades civiles romanas llegaron por


razones de garantía y solvencia frente a terceros a establecer un tipo
de responsabilidad solidaria e ilimitada, a cargo de los socios. Sin em­
bargo, las principales sociedades intuitu personae con carácter colectivo
son el resultado de la transformación que sufrieron en la Edad Media
las organizaciones familiares de productos a domicilio, primero, y más
tarde, como gremios o corporaciones.

La sociedad en nombre colectivo es en el fondo una organización


de comerciantes que opera sobre el principio tradicional de la mancomu­
nidad de bienes.

Definición. Las sociedades en nombre colectivo operan bajo una


razón social y todos sus socios responden subsidiaria e ilimitadamente
de las obligaciones sociales.
Primer Curso de Derecho Mercantil 77

1. Características de la sociedad

Una razón social

Responsabilidad, derechos y obligaciones iguales

Responsabilidad subsidiaria, solidaria e ilimitada

2. Normas a que se sujeta la razón social

Se formará con los nombres de todos los socios, en su defecto, con los
principales agregándose las palabras “y Cía.”, “e Hijos”, “Hnos.”, u
otras equivalentes.

A la razón social seguirá el nombre “sociedad en nombre colec­


tivo” o sus siglas “S. en N.C.”

La procedencia de la palabra sucesores tiene uno de dos


significados.

• Es regla general en estas sociedades intuitu personae, que la


muerte de un socio trae consigo la disolución de la sociedad,
salvo el caso de que el pacto autorice que los herederos del
extinto continúen representando su porción social. En este
caso se agregará la palabra “sucesores”. Esto es así por la idea
común y muy conocida de todos, “padre comerciante, hijo
caballero”.
78 Salvador M. Elías

• En el caso de que la sociedad se haya fusionado con otra u


otras sociedades.

Responsabilidad subsidiaria. La fianza es un contrato accesorio


de garantía personal en que una persona llamada fiador se compro­
mete a pagar por su fiado en caso de que éste no lo haga. El hecho de
que la fianza fuera tradicionalmente un título gratuito, hizo surgir en
el derecho la necesidad de garantizar al fiador. Así surgieron los bene­
ficios de orden (o sea, que primero se cobra al deudor y luego al fia­
dor), de exclusión (el acreedor debe hacer el pago primero con los
bienes del deudor, luego con los del fiador) y el de división.

Pues bien, la responsabilidad subsidiaria consiste en que el acree­


dor de la sociedad colectiva debe primeramente agotar los recursos
sociales y sólo en caso de que no halle bienes bastantes para cubrir su
crédito podrá irse contra los socios, operando en forma similar con
los beneficios de orden y exclusión que la Ley concede a los fiadores.

Responsabilidad solidaria. Todos los socios se obligan al pago de la


totalidad de la deuda, pero el designado por el acreedor tiene el dere­
cho (actio in repetitio), de repetir contra sus coasociados recla­mándoles
la devolución de lo que por ellos pagó más los intereses moratorios.

Responsabilidad ilimitada. Independientemente del valor de las


apor­taciones, los socios afectan el pago de las deudas sociales, sus bie­
nes personales. En esto consiste la responsabilidad subsidiaria, soli­
daria o ilimitada.
Primer Curso de Derecho Mercantil 79

¿Cómo obtener de los socios el pago o cumplimiento de su res­


ponsabilidad solidaria? (Véase el artículo 24 de la Ley General
de Socie­dades Mercantiles.) Para que la sentencia que condene a una
sociedad al pago de obligaciones frente a terceros surta efecto de cosa
juzgada, la demanda debe enderezarse conjuntamente contra la socie­
dad y los socios para que pueda embargarse a la sociedad por sí y
a los socios.

Es nulo el pacto en virtud de que se modifique la responsabili­


dad subsidiaria, solidaria e ilimitada; sin embargo, puede uno o más
socios limitar su responsabilidad interna a una suma o cuota determi­
nada. Esta limitación solamente surte efectos para los estados de
pérdida.

3. Socios

Como consecuencia de la igualdad de derechos y obligaciones que es


característica en esta sociedad, el ingreso de un nuevo socio está suje­
to al acuerdo general de la junta de socios y, como una lógica protec­
ción a los intereses de terceros, la salida de un socio está condicionada
por la ley, esto es, un socio solamente podrá dejar de serlo por retiro
o por exclusión.

Las causas del retiro son tres:

• Que al designarse administradores el socio emita un voto en


contra del administrador que resulte elegido.
80 Salvador M. Elías

• Que el administrador designado sea un extraño a la socie-


dad o delegue sus facultades en un tercero.

• Que se acuerde un cambio de objeto.

Se sujeta el retiro al procedimiento siguiente: el socio que quiera


retirarse lo dará a conocer en la junta para que si ésta encuentra aten­
dible la causal que se invoca, apruebe el retiro concediendo 15 días a
los socios para hacer uso del derecho del tanto, es decir, que puesta en
venta la porción del socio que se retira y si un extraño la quiere adqui­
rir en igualdad de circunstancias, siempre será preferido el socio que
quiera comprarla.

Respecto de las obligaciones pendientes en la fecha que se retiró,


el socio queda vinculado con la sociedad 90 días más a partir de la
fecha del retiro.

Las causas de exclusión son cinco:

• Uso indebido del capital o de la firma para negocios propios

• Infracción a las disposiciones legales que rigen el contrato

• Infracción a los estatutos

• Comisión de actos fraudulentos o dolosos contra la sociedad

• Quiebra, inhabilitación para comerciar o interdicción del socio


Primer Curso de Derecho Mercantil 81

Estas causas originan la salida forzada del socio.

La ley dice “rescindirá”, pero esta forma de extinción de las obli­


gaciones, que consiste en que las dos personas que tienen participa­ción
tomen el acuerdo de terminar sus obligaciones, no es la ade­cuada
para esta situación, ya que la rescisión implica el mutuo acuerdo de
las partes. Se debió decir que el pacto social “se resuelve”, pues, en este
caso, es una condición resolutoria.

Primera. Uso indebido del capital o de la firma para negocios propios.


Inde­pendientemente de las responsabilidades de orden interno en
que incurra el socio, es además, penalmente responsable. No es con
exac­titud el delito de abuso de confianza, pues puede darse el caso de
que el administrador tome dinero para negocios distintos de aque­
llos que constituyen el fin, negocios que no representen la dismi­
nución del capital, sino que restituyan posteriormente los valores
tomados. Yo creo, dice el maestro, que estos señores de mentes raras
que son penalistas, nos pueden decir qué clase de delito es el tipifi­
cado, pues yo no encuentro que encaje en ninguno de los que enu­
mera el Código Penal, y como éste se aplica a la letra y está prohibido
aplicarlo por simple analogía y aun por mayoría de razón, ahí tienen
ustedes un delito que existe pero que no se puede castigar. Lo dejo
a ustedes para que lo resuelvan.

Segunda y tercera. El uso indebido de la firma para negocios propios.


¿Cuándo es punible? Cuando se produzcan daños en el patrimo­­nio
ajeno, porque el gerente de la colectiva puede suscribir documen­­tos
82 Salvador M. Elías

para comprar, por ejemplo, un receptor de televisión, y si no pagara


esos documentos, y la compañía tuviere que pagar, habría un daño
patrimonial.

Segunda y tercera. Infracción a las disposiciones legales que rigen el


contrato y los estatutos. Se refiere a los casos en que no se convoca opor­
tunamente y en el término de la ley a las asambleas ordinarias, es
decir, que no se somete a la consideración de la junta el balance, no
se separan las utilidades para la constitución de las reservas, etcétera.

Cuarta. La comisión de actos fraudulentos o dolosos contra la socie­


dad. El dolo es el conjunto de maquinaciones y artificios que inducen
a una persona al error. El fraude se configura agregándolo al dolo,
al tratar de mantenerlo en el error para hacerse ilícitamente de un
bien ajeno.

En la ley se distinguen estas dos situaciones porque puede darse


el caso de que un socio de una sociedad colectiva cometa actos de
carácter doloso, como establecer un negocio igual al de la sociedad,
creando así una competencia desleal. En cambio, puede darse el caso
de que los actos dolosos se traduzcan en daños o perjuicios en el
patrimonio social, por ejemplo: utilizar fórmulas, patentes, direc­­
torios de clientes, etcétera.

Quinta. Quiebra, inhabilitación para comerciar o interdicción del socio.


Todos reconocen un denominador común: se trata de estados de
incapacidad, lo que trae, respecto de personas que tienen bienes, la
Primer Curso de Derecho Mercantil 83

designación de un tercero ya sea síndico o tutor, que se encargue de


la administración de esos bienes. Entonces, un socio en tales condi­
ciones no tiene posibilidad alguna de cumplir su responsabilidad
subsidiaria, solidaria o ilimitadamente.

La quiebra supone un hecho: el comerciante suspende sus pagos.


Sus acreedores promueven que una autoridad judicial declare en
estado de quiebra al comerciante para que se designe a un síndico,
que entrará en posesión de los bienes del negocio fallido, con objeto
de que exija todos sus derechos y pague sus obligaciones.

El estado de interdicción se presenta en los casos de incapacidad


natural y legal. El interdicto que tiene bienes necesita que se le designe
un tutor para que se lo administre.

Un caso de inhabilitación para comerciar sería el de los extranje­


ros durante la Segunda Guerra Mundial, cuyos bienes pasaron a ser
administrados por la Junta de Administración de Bienes del Ene­­
migo, la cual, cuando terminó la guerra, se transformó en Junta de
Administración de Bienes de la Propiedad Extranjera.

El socio excluido queda vinculado con la sociedad seis meses des­­


pués de su salida respecto a las obligaciones pendientes a esa fecha.

4. Órganos de gobierno

Se sintetizan los principios o las normas a que se sujeta el gobierno de


las sociedades colectivas:
84 Salvador M. Elías

1. Respetando el principio general de que la asamblea es el orga­


nismo supremo de gobierno en estas sociedades, todos los socios con­­
curren a la administración.

2. En el caso de que se designen administradores, los socios que


no lleven esa tarea tienen derecho para designar interventores.

3. La administración puede recaer en extraños a la sociedad, en


cuyo caso deberán caucionar el manejo de los bienes, sin perjuicio del
derecho de retiro que asiste a los socios.

4. Los administradores tendrán todas las facultades necesarias


para la obtención del fin social, pero no podrán enajenar ni gravar
bienes inmuebles sin previa autorización de la junta de socios, a
menos que estos actos constituyan el fin social.

5. Las votaciones en el seno de las juntas de socios podrán hacerse


de dos maneras:

a) Por personas

b) Por capitales

En el primer caso, todos los socios tendrán un voto, indepen­


dientemente del valor de sus aportaciones.

En el segundo caso, se cuantifica el voto en proporción al valor


de las aportaciones, pero nunca el voto de un socio mayoritario podrá
Primer Curso de Derecho Mercantil 85

inclinar en su favor la votación si no lo acompaña el de un minori­


tario. En esta forma, la ley establece un equilibrio y un beneficio en
favor de los minoritarios.

Cuando hay socios industriales (y la votación se hace por capi­


tales), el socio industrial tendrá un voto igual a la mayor de las
aportaciones.

6. Los interventores, llamados también órganos de vigilancia, tienen


la facultad de controlar los actos de los administradores, de manera
que se haga una correcta aplicación del capital. Esto se hace, sobre
todo, cuando autorizan con su firma los balances anuales.

7. Para terminar con las colectivas, tenemos el derecho que se da


a los llamados socios industriales, y que se conoce como alimentos.
Establece la ley que los socios industriales tendrán derecho a perci­
bir periódicamente cantidades como alimentos, cuyo monto y época
de percepción se regularán por los administradores o, en su defecto,
por resolución judicial.

Estas cantidades se computarán en los balances anuales a cuenta


de utilidades futuras, y en caso de que no haya utilidades futuras, el
socio que las recibió está obligado a reembolsarlas.

El origen de esta institución es el siguiente: cuando se creó la


comisión redactora de la ley, hubo cierta persona de ideas de izquierda
(por eso hay artículos que tienen esa marca), que dijo que el socio
86 Salvador M. Elías

industrial es un trabajador calificado que aporta trabajo. Se pensó


pues, en sacar a los trabajadores de la legislación obrera eleván­
do­los a la categoría de socios para meterlos, por tanto, a la legislación
mercantil.

II. Sociedad en comandita simple

Opera bajo la razón social (S. en C.S.) y está compuesta por socios
comandita­dos, que responden subsidiaria, solidaria e ilimitadamente, y
por socios comanditarios, que se obligan al monto de sus aportaciones.

He aquí en forma esquemática sus antecedentes históricos: la


mayoría de los autores refieren el origen de esta sociedad a un viejo
contrato que existió en la Edad Media, llamado contrato de commenda.
En la época en que los Estados europeos, principalmente España y
Portugal, se adueñaron del comercio del mundo entero a consecuen­
cia de sus descubrimientos y sus conquistas, el comercio se desplazó a
los nuevos lugares por medio de la navegación, creando una extraor­
dinaria flota mercante. América y los Estados de influencia europea
carecían de moneda en sentido internacional (en la Nueva España se
conocía el cacao y los cartuchos de plumas llenos de oro, pero los
tenían como monedas, sin esa acepción que se necesita en el sentido
internacional, pues sólo servían para uso interno). El exportador
europeo que entregaba ciertas mercancías para América jamás pudo
pensar que la vendía a un precio determinado, pues no había moneda.
Entonces llegó a perfilarse un contrato muy especial para re­solver el
problema: el exportador daba al capitán del barco mercancías para
Primer Curso de Derecho Mercantil 87

que hiciera toda clase de trueques. ¿Qué precio podría cobrar el capi­
tán de la nave por portear la mercan­cía y hacer con ella toda clase de
trueques? Ninguno, pues no había mo­ne­da. Lo único que se hacía era
una especie de comisión o porcen­taje, en suma, un consorcio de
comerciantes para las operaciones con las mercancías.

Pero sucedió que no siempre los capitanes de las naves obraban


con honestidad (ya desde entonces había tramposos). No había policía
marítima, derecho marítimo, ni nada. Las naves eran objetos muebles
(hoy son bienes muebles sujetos al régimen jurídico de la propiedad
de un inmueble). Entonces se delineó el contrato de commenda en
Europa, por el que el dueño de la mercancía porteada respondía limi­
tadamente. En tanto, el capitán de la nave afectaba su propia nave y,
según la importancia del cargamento, otros bienes en tierra, es decir,
respondía ilimitadamente.

Aunque este origen no deja de tener ciertos visos de certeza, se le


ha criticado diciendo que más bien parece que fue el origen del seguro
marítimo. (Hay otra versión en el Derecho Mercantil de Lorenzo de
Benito y otra más aceptable en el Dere­cho Comercial de Thaller,
en francés.)

Retomando el tema, una comandita simple no es más que una


modalidad de las de nombre colectivo, la cual permite el ingreso de
uno o más socios que limitan su responsabilidad y el valor de sus
aportacio­nes al lado de los socios que positivamente están vinculados
entre sí.
88 Salvador M. Elías

1. Reglas generales de la comandita simple

Única. Las sociedades en comandita simple funcionan sobre la base


de todos los principios normativos de la colectiva, es decir, reglas sobre
el uso de la razón social, causas de retiro, derecho del tanto, exclu­
sión, principios a que se sujeta el gobierno, designación de adminis­
tradores, sistemas de las votaciones y socios industriales.

2. Normas peculiares de la comandita simple

• La razón social está formada con los nombres de los coman­di-


tados, agregándose, en su caso, las palabras “y Cía.”, etc.
La razón social irá seguida del nombre de la sociedad o de sus
abreviaturas o siglas (S. en C.S.).

• Si llega a omitirse en un acto o contrato de determinada


índole la clase de sociedad de que se trata, o sus siglas, entonces
la sanción correspondiente es obligar a todos los socios res-
pecto de esos actos, como si se tratara de una colectiva.

• Los socios comanditados son los que concurren a la adminis-


tración. Respecto a ellos operan los mismos principios que en
la sociedad colectiva: podrán solicitar en su caso el retiro.

• Los socios comanditados no pueden administrar, salvo el


caso de que falte el comanditado que administra, y esto por un
lapso no mayor de 30 días.
Primer Curso de Derecho Mercantil 89

• Como los socios comanditados no administran, los asiste el


derecho para designar interventores con las conocidas fun-
ciones tendientes a controlar las actividades de los administrado-
res y autorizar con su firma los balances.

III. Sociedad de responsabilidad limitada

Las sociedades con el nombre colectivo y la comandita simple son dos


formas de sociedades que por siglos llenaron su función. Prin­­cipal­
mente, las sociedades colectivas hicieron posible, primero el agru­
pamiento de comerciantes y, después de que llegara a configurarse, en
la doctrina y en el derecho la teoría de las personas morales. Hoy han
caído en desuso, como las socie­dades de responsabilidad limitada
(S. de R.L.), las de capital variable, las anónimas y últimamente las
sociedades cooperativas. Pero el estudioso del derecho necesita cono­
cer estas dos sociedades, pues muchos de sus principios operan en la
sociedad de responsabilidad limitada.

Para el estudio les sugeriré un esquema al estilo de los famosos


de Foigré.

Definición. Es una sociedad que opera bajo una razón social o


denominación. Está formada por socios que responden a la cuan­
tía de sus aportaciones representadas por partes sociales que inte­
gran un capi­tal mínimo de $5 000.

Los antecedentes históricos de la sociedad de responsabilidad


limitada se localizan fundamentalmente en Alemania. No obstante,
90 Salvador M. Elías

en Inglaterra operan ciertas firmas de sociedades privadas, cuya


estruc­tura es similar a las S. de R.L. Se trata de un tipo intermedio
de sociedad entre los extremos (que son la sociedad colectiva y la
sociedad anónima). Participa de toda una serie de características y
opera del mismo modo que las sociedades colectivas y las anónimas,
pero su­prime las desventajas de ambas socie­dades en el curso de su
experiencia. La de responsabilidad limitada es una sociedad intuitu
capitalis teniendo en cuenta el tipo de responsabilidad que asume
frente a terceros; pero en buena forma está estructurada internamente
adop­tando los principios de las sociedades intuitu personae.

1. Características de la sociedad

• Razón social o denominación

• Dos socios como mínimo y 25 como máximo

w Capital mínimo de $5 000

• Suscripción privada, simultánea o funcional obligatoria

• Responsabilidad limitada de la sociedad y de los socios

• Aportaciones representadas por partes sociales

Veamos las características de la sociedad:

a) Razón social o denominación. El legislador ofrece la posibilidad


de que los fundadores de una sociedad de responsabilidad limitada
Primer Curso de Derecho Mercantil 91

adopten el régimen de las razones sociales si hay interés en hacer


predominar el factor intuitu personae, o bien, podrán adoptar el sis­
tema de las denominaciones si por el contrario hay una inclinación
al sistema de las intuitu capitalis. Esta característica es lo que hace a la
S. de R.L. un tipo intermedio entre la sociedad colectiva y la socie­dad
anónima.

Razón social. Reglas:

• Se forma con los nombres de todos los socios agregándose, en


su caso, las palabras “y Cía.”.

• Se adiciona con el nombre de la sociedad o sus abreviaturas:


S. de R.L.

• Si se omite el nombre de la sociedad, la sanción aplicable es


que todos los socios de la sociedad de responsabilidad limi-
tada se obliguen por esos actos como si se tratara de una socie-
dad colectiva, es decir, solidaria e ilimitadamente.

• El extraño que permita que su nombre figure en la razón


social responderá al monto de la mayor de las aportaciones.

Denominación. Siguiendo las reglas generales, la denominación


resulta ser una palabra o frase arbitrariamente seleccionada que pre­
ferentemente indique la naturaleza del fin social, y de manera especial,
que no haya sido objeto de una patente de privilegio de propiedad
industrial, para evitar los efectos de la invasión del nombre.
92 Salvador M. Elías

b) Dos socios como mínimo y 25 como máximo. El mínimo de dos


socios no tiene más explicación que respetar las posibilidades que
tradicional­mente concedieron la colectiva y la comandita simple, a
partir de los distintos ordenamientos que han regido en el país. En los
cuatro orde­namientos mercantiles que han estado en vigor en la Repú­
blica, se han encontrado que solamente las sociedades colectivas y
comanditas simples permitían que se formaran con dos socios, y para
las sociedades anónimas, cinco socios. Entonces, la Ley de Sociedades
Mercantiles del 34 conserva el principio para hacer que las intuitu
personae y las comanditas simples cayeran en desuso, y así se permitió
que la S. de R.L., operara con dos socios.

Lo que parece anticientífico es que operen con un máximo de


25, esto no tiene ninguna explicación. Los que redactaron el proyecto
me dijeron:

en rigor en estas S. de R.L. de tipo intermedio, se quiso que conserva­


ran de alguna manera el rasgo peculiar y característico de la intuitu
personae o colectiva en que hay pocas personas que, ligadas entre sí, no
sólo por los fines sociales, sino también por la affectio societatis, forman
una sociedad mercantil. Se trataba de mantener el principio de la soli­
daridad entre los socios.

“Este argumento —dice el maestro Salvador M. Elías— es delezna­


ble, y me parece que anticonstitucional, pues va contra el artículo
9o. constitucional que permite la libertad de asociarse.” En la práctica,
cuando son varias personas, es mejor hacer la sociedad anónima, y no
la sociedad de responsabilidad limitada.
Primer Curso de Derecho Mercantil 93

c) Capital mínimo de $5 000. No tiene más explicación que esta­


blecer una garantía de determinada solvencia de la persona moral
frente a terceros. (En la actualidad [1954], $5 000 como mínimo
para una sociedad de responsabilidad limitada es una suma irriso­
ria. En el anteproyecto del nuevo Código de Comercio figura con
$50 000).

El hecho de que se ponga tan poco ha dado lugar a enormes


fraudes. En la frontera norte, por ejemplo, cuando quieren constituir
una sociedad de responsabilidad limitada en Estados Unidos, les
piden muchos miles de dólares. Entonces, vie­nen a hacer la sociedad
de responsabilidad limitada a una ciudad mexicana y aportan $5 000,
que son unos cuantos dólares y sanseacabó.

d) Suscripción privada, simultánea o funcional obligatoria. Es necesa­


rio conocer antes el procedimiento de suscripción pública para enten­
der la privada. El público consiste en que una o más personas elaboran
un proyecto de escritura o estatuto y lo depositan en el Registro Pú­
blico de la Propiedad y del Comercio. A partir de entonces cuentan
con un año para suscribir el capital. A este efecto emitirán acciones
para que lo vayan cubriendo. Éstas deberán depositarlas en la Nacional
Financiera a disposición de la socie­dad, o de los socios, si no llegara
a formarse. Si se forma la so­ciedad dentro del año, se convocará a una
asamblea constitutiva para la ratificación de los proyectos y estatutos
y para el nombramiento de los administradores y demás funcio­na­
rios. Se vacía todo esto en el acta de fundación, se protocoliza ante un
notario y se inscribe en el Registro Público de la Propiedad y del
Comercio para que adquiera su valor.
94 Salvador M. Elías

La suscripción privada implica el siguiente procedimiento. Una


vez planteado un determi­nado fin social, un objeto y establecido el
capital, para obtenerlo se hará necesariamente una selección de las
personas que llevan a cabo las aportaciones para completar dicho
capital. Hecho esto ante el notario, al hacerse la escritura, harán su
aportación.

La suscripción pública sólo es posible en la sociedad anónima


en que la condición de los socios está relegada a un segundo plano.
Ahí se practica la compra de acciones. La privada o fundacional, en
tanto, implica una selección de los socios.

El uso de la frase “partes sociales” para indicar las aportaciones


al capital representa una innovación tendiente a reservar la palabra
“acciones” para las sociedades anónimas y la de “porciones” para las
intuitu personae.

• Individuales

• Indivisibles en principio, salvo pacto en contrario

• No negociables (transmisibles por cesión ordinaria)

• Sujetas a registro

• Con un valor de $100 o múltiplo de esta cantidad

• Por cada $100 confieren un voto, salvo el caso en que las vota-
ciones sean por persona.
Primer Curso de Derecho Mercantil 95

2. Características de las partes sociales

Propiamente la sociedad de responsabilidad limitada presenta carac­


terísticas nuevas que difieren en esencia y en forma de las demás
sociedades, en relación con su capital social. Por esto, ha tenido interés
(dice el maestro) en agrupar en una sinopsis las características de
ese capital, que se llaman partes sociales.

a) Individuales. Por tal debe entenderse que ningún socio podrá


tener más de una parte social de la misma categoría, y en el supuesto
de que adquiera otra u otras de categoría semejante de las que posee,
formará con ellas una unidad, una sola parte. ¿Qué finalidad tiene
esto? Se refiere al voto. Normalmente las votaciones se hacen por
personas en las socie­dades de responsabilidad limitada.

b) Indivisibles, en principio, salvo pacto en contrario. Los bienes son


individuales por su naturaleza o por disposición de la ley. Las partes
sociales pertenecen a esta segunda categoría. La indivisibilidad de
un bien trae consigo la institución jurídica de la co­propiedad, con un
efecto: la designación de un representante. Sin embargo, puede pac­
tarse en la escritura la división de una determinada parte social con
estas dos únicas taxativas:

• Que las partes que resulten de la división tengan un valor de


$100, el múltiplo de esta cantidad, y

• Que no sean más de 25 socios, y atento al principio de la


individualidad.
96 Salvador M. Elías

c) No negociables. Creo sinceramente que esta característica cons­


tituye uno de los grandes éxitos del legislador mexicano, una medida
realmente hábil. Para percibir por qué el legislador lo hizo así, vere­
mos qué quiere decir “no negociable”.

Pertenece esta frase a los títulos de crédito. Éstos, desde el punto


de vista de su circulación, son nominativos, a la orden o al porta­dor.
Los dos primeros en el título llevarán el nombre del titulador o bene­
ficiario. Los últimos, para circular se transmiten por su sola entrega.
Los que tienen el nombre —el nominativo— se transmiten en cual­
quiera de las formas siguientes: en blanco, en propiedad, en garantía
o al cobro o procuración. El de la orden para transmitirse está sujeto a
ciertas modalidades tendientes a favorecer a los signatarios o deudo­
res del título. Se transmiten por endoso.

El endoso es una especie del género de cesión ordinaria. Entre


las formas de transmisión de las obligaciones está la cesión ordinaria
o cesión de créditos o de activo, cesión de deudas y subrogación.

Cesión ordinaria es el acto en virtud del cual un acreedor, el ce­


dente, transmite a un tercero, el cesionario, los derechos que tiene con­
tra su deudor. Es necesario que lo comunique a este último para
evitar el doble pago.

El endoso es el acto en virtud del cual el beneficiario, que toma


el nombre de endosante, transmite los derechos y obligaciones incor­
porados al título al endosatario, sin sujetarse a ninguna formalidad.
Primer Curso de Derecho Mercantil 97

No se toma en consideración a los deudores, por lo que consideramos


que el endoso es una forma de cesión ordinaria.

En los títulos de crédito nominativos y a la orden, si así conviene


a los intereses de los signatarios, insertarán en el documento la men­
ción “no negociable”. ¿Cuál es el efecto jurídico de esta mención?
No significa la inmovilidad jurídica del título, porque iría contra el
principio ambulatorio del título. Significa que sólo puede transmi­
tirse por cesión ordinaria. Es decir, para que el beneficiario de un
título no negociable pueda transmitirlo a un tercero, será necesario
hacerlo por cesión ordinaria con la notificación correspon­diente a los
signatarios u obligados por el mismo documento.

La cláusula de “no negociable” en un título es un beneficio que


otorga la ley en favor de los signatarios, deudores y obligados.

Las partes sociales no son negociables porque el legislador quiere


que sólo sean transmisibles mediante cesión ordinaria. En consecuen­
cia, el propietario de una parte social en una sociedad de responsabi­
lidad limitada que quiera vender su parte social lo comunicará a su
deudor, o sea a la sociedad de responsabilidad limitada, para que los
socios, si a sus intereses conviene, hagan uso del derecho del tanto.

d) Sujetas a registro. Entre los libros auxiliares de la contabilidad


de estas sociedades, hay uno que se llama “Registro de Partes Socia­
les”. El administrador que lo maneje deberá anotar en él todos los
datos o menciones que sirvan para identificar las partes sociales,
nombres de socios, valor, categoría, si es liberada, etcétera.
98 Salvador M. Elías

Ningún acto de dominio o gravamen sobre una parte social será


válida si no se inscribe en el libro correspondiente. Por eso, el registro
de las partes sociales es consecuencia de su no negociabilidad.

e) Las partes sociales tendrán un valor de $100 o múltiplo de esta can­


tidad y por cada $100 se dará un voto. La razón de esto es la comodidad
administrativa o fiscal para hacer más fácil la administración interna,
lo mismo que el fisco. Pero la razón fundamental es que nuestro legis­
lador quiso traer a la sociedad de responsabilidad limi­tada un principio
de las sociedades anónimas, pues en éstas las partes son partes alícuo­
tas del capital. Las razones de estas características son las siguien­tes: en
la colectiva las votaciones se harán por perso­nas y cada socio tendrá
un voto, o bien, por capitales, y así se cuantificará el voto en propor­
ción a las cantidades que tenga, pero para tomar una decisión deberá
acompañar al mayoritario, un voto minoritario. Si se trata de socios
industriales, votarán éstos igual al de mayor capital.

Las votaciones en las sociedades de responsabilidad limitada se


hacen igual por personas o por capitales. Esta última con un voto por
cada $100.

3. Clasificación de las partes sociales

Una primera base nos la presenta atendiendo a su contenido y así,


partiendo de éste, resultan dos clases:

• Partes sociales de capital

• Partes sociales de goce


Primer Curso de Derecho Mercantil 99

Las partes sociales del capital reconocen como antecedente la


naturaleza del contrato de suscripción que el socio haya celebrado; es
decir, según se haya obligado a exhibir numerario o bienes en especie.
En el primer caso pueden presentarse dos situaciones: 1. Que la sus­
cripción y exhibición sean totales, y entonces el socio adquiera plenitud
de derechos, y 2. Que la suscripción sea total, pero la exhibición sea
parcial. La ley indica que la exhibición nunca podrá ser inferior a
50% del valor de cada parte. Se reserva la sociedad derechos en con­
tra del socio cuando éste no pague el saldo insoluto.

Si la exhibición es en especie, debe ser total y la sociedad retendrá


la parte en los casos en que, atendiendo a la naturaleza del bien apor­
tado, haya necesidad de establecer reservas de depreciación.

(No hay partes de goce. Éste es un capítulo que debe llamarse


“Amortización del capital: certificados de goce”).

Amortizar. Existían personas morales, por cuya orga­nización


interna eran externas, que adquirían bienes que se quitaban de la
circulación. Juárez declara la desamortización de bienes de mano
muerta. Los juristas entendían por amortizar una inmovilidad jurí­
dica. Para nosotros, amortizar quiere decir devolver, restituir.

Amortización de capital es lo mismo que devolución de capital.


¿En qué consiste? Si en la escritura social se establece que de las utili­
dades repartibles que arroje un balance, se tome parte o la totalidad
para llevar a cabo la amortización, entonces se procederá a un sorteo
100 Salvador M. Elías

al que concurren todos los socios, y los que resulten designados reci­
birán la amortización o devolución de sus partes sociales. Ejem­plo:
somos 20 socios de a $5 000 cada parte. Un balance arroja $25 000 y
a los que salen sorteados se les devuelve su parte.

La amortización del capital se hace de dos maneras:

• Sin certificados de goce

• Con certificados de goce

El certificado de goce es un documento que confiere a su titular


tres derechos: a) votar en asamblea; b) cobrar dividendos después de
pagar a los no amortizados; c) concurrir a la liquidación del haber
social en el caso de que la sociedad se disuelva. Tiene los derechos
que un socio.

1. La amortización del capital sin certificado de goce se traduce


en echar gente, correr socios, excluir socios, eliminar en fin. Las accio­
nes de los que se excluyen son de los que se quedan. Tiene esto una
explicación lógica; no sabría decirles si este fenómeno es igual en el
mundo entero, pero por lo menos en México es definitivo. Veamos:
en el ejercicio de su profesión se encontrarán con un grupo de per­
sonas que quiere organizar una empresa que se establece en virtud de
una concesión estatal. Entonces, suele darse el caso de que quien
está en el poder crea un “ismo”, y luego es su hermano, su hijo, su
cuñado, quien se convierte en el conducto ad hoc. Se funda un banco,
Primer Curso de Derecho Mercantil 101

una compañía de seguros, etc. que operan en virtud de conce­sión del


Estado y hay una disposición legal que pide que al organizarse, se
separe una determinada cantidad de acciones para determinadas ins­
tituciones, como la Nacional Financiera, por ejemplo, pero tales accio­
nes no llegan a esas instituciones sino a particulares. Y enton­ces
sucede que comienza a andar el banco, y al cabo de cierto tiempo de
ejercicio, deciden amortizar las acciones de la serie tal, que son preci­
samente las de los particulares. Vemos que se quedan con la compañía
de los que se apropiaron de las acciones del Estado. Final­mente a los
que se les devuelve su capital sin certificado de goce reci­ben su dinero
y les dan las gracias. Esto es parecido a lo que hizo Rockefeller con los
norteamericanos.

El caso de las amortizaciones a capital acompañado de goce es


muy fácil de entender.

Realizada la amortización y devuelto el valor de las aportacio­


nes, el socio sigue conservando sus derechos inherentes a dicho carác­
ter. Es pues un verdadero anticipo de utilidades.

2. Atendiendo a los derechos que éstas confieren, pueden ser


ordinarias y de voto limitado o privilegiadas.

He aquí someramente indicadas las razones que tuvo en cuenta


el legislador para crear esa doble categoría de partes sociales; ya que
muchas veces se presentan en las sociedades mercantiles intuitu personae,
capitalistas que, convencidos de las ventajas de una determinada
102 Salvador M. Elías

empresa, tienen interés en hacer inversiones de capital y entonces se


vinculan jurídicamente con esas sociedades. Así, adoptan un carácter
de socios, pero en el fondo son verdaderos inversionistas. La ley ha
requerido proteger las inversiones de esas personas con la socie­­dad
para evitar que se conviertan en simples mutantes, que es lo que
son en realidad. Para eso surge la categoría de voto limitado o
privilegiado.

Un párrafo de la exposición de motivos de la Ley de Socieda­des


Mercantiles dice: “No obstante que la opinión de la doctrina no es uná­
nimemente favorable con respecto a las acciones de voto limi­tado, el
nuevo ordenamiento las admite, si bien consagrando las condicio­nes
indispensables para que puedan ser emitidas...” (art. 113).

El motivo que impulsó al Ejecutivo a reglamentar dichas acciones


fue el reconocer que para muchas personas la suscripción de una
acción no exterioriza el propósito de intervenir en la gestión o en la
dirección de una empresa, sino únicamente el deseo de llevar a cabo
una inversión; por lo que, para esas personas, el voto, salvo en los casos
excepcionales que la ley menciona, no ampara ningún interés real
que amerite ser protegido. En tales casos, lo que debe protegerse es
precisamente la seguridad de la inversión dentro de los límites indis­
pensables para que esas mismas personas continúen siendo socios, esto
es, continúen vinculadas a la suerte final de la empresa, y no se con­
viertan en simples “mutantes”.
Primer Curso de Derecho Mercantil 103

¿Cuáles son las formas de asambleas de las sociedades de res­


ponsabilidad limitada? Son dos: la ordinaria y la extraordinaria.
La asamblea ordinaria, según el ar­tículo 181 de la Ley General de
Sociedades Mercantiles, se reunirá por lo menos una vez al año den­
tro de los cuatro meses que sigan a la clausura del ejercicio social y se
ocupará, además de los asuntos inclui­dos en la orden del día, de los
siguientes:

I. Discutir, aprobar o modificar el balance, después de oído el


informe de los comisarios, y tomar las medidas que juzgue oportunas

II. En su caso, nombrar al administrador o consejo de adminis­


tración y a los comisarios

III. Determinar los emolumentos correspondientes a los adminis­


tradores y comisarios, cuando no hayan sido fijados en los estatutos

IV. En consecuencia, las asambleas generales ordinarias son asam­


bleas de contenido esencialmente administrativo

La asamblea extraordinaria se reúne para tratar asuntos que por


su naturaleza se traduzcan en la modificación de las cláusulas funda­
mentales de la escritura (fracciones i a vi del artículo 6o. de la Ley
General de Sociedades Mercantiles).

Partes sociales ordinarias. Tienen derecho a asistir a todas las asam­


bleas que celebre la sociedad, pero serán los únicos que integren
104 Salvador M. Elías

asamblea ordinaria (de ahí su nombre), de lo que se infiere que son


los únicos que podrán participar en la administración.

Partes sociales del voto limitado o privilegiadas. Se llaman de voto limi­


tado porque solamente tienen derecho a asistir a las asambleas extra­
ordinarias que se reúnen para tratar los siguientes asuntos:

a) Prórroga de la dirección de la sociedad

b) Disolución anticipada

c) Cambio de objeto

d) Cambio de nacionalidad y función con otra sociedad

Por eso se llaman de voto limitado, pero ¿por qué se llaman privi­
legiadas? El artículo 113 de la Ley establece en su primer párrafo la
limitación al voto y en sus cuatro párrafos siguientes establece otros
tantos privilegios.

El primero es que gozarán de un dividendo fijo de 5% acumu­


lativo preferente. (En caso de que los balances no arrojen utilidades,
ese dividendo se acumula al dividendo del ejercicio social siguiente y
siempre se paga primero, es preferente y acumulativo.)

El segundo es que puede practicarse en favor de esta categoría


de partes un dividendo mayor. Supongamos una sociedad de respon­
Primer Curso de Derecho Mercantil 105

sabilidad limitada con 20 socios, 10 con voto ordinario, 10 con voto


limitado o privilegiado. Las 10 partes del voto limitado cobran ade­
más un dividendo fijo de 5%, que es preferente y acumulativo, pero
puede pactarse que a estas partes sociales se les asigne un dividendo
todavía mayor. Es una forma elegantísima que tuvo el legislador
mexicano de presentar el pago de intereses, que es lo que reclaman
siempre los inversionistas y que está prescrito en las socie­dades.
Entonces el legis­lador creó el privilegio de un dividendo fijo de
5 por ciento).

El tercer privilegio es que en caso de que la sociedad se disolvie­


ra, serían reembolsados preferentemente.

El cuarto, que gozarán de los derechos inherentes a las minorías.


Éstos consisten en oponerse a las disposiciones de las asambleas a las
que no asisten; pueden impugnar el balance y revisar los libros de
la contabilidad mediante la designación de un comisario. (Nos recuer­
dan en esto siempre a los socios comanditados y a los comanditarios.)

Aportaciones suplementarias. Reguladas por el artículo 70 de la


Ley, consisten en que los socios tomen a su cargo la obligación de
entregar numerario o especie fuera del valor de sus aportaciones ini­
ciales, esto es, en calidad de suplemento, cuando se produzcan las
condiciones o modalidades que al efecto se prevean en la escritura.
Las aportaciones suplementarias constituyen entonces un procedimien­
to más para lograr aumentos al capital. Éste es un procedimiento
106 Salvador M. Elías

que emplean en las sociedades de autotransportes para cambiar el


equipo, aumentar la ruta, etcétera.

4. Órganos de gobierno

Respetándose el principio general de que el órgano supremo en estas


sociedades es la asamblea de socios, hemos de estudiar, en consecuen­
cia, los distintos tipos de asambleas que la sociedad celebra, sus carac­
terísticas, asuntos de competencia, convocatoria, quórum, votaciones
y formalidades.

Asambleas. Son dos las que las sociedades de responsabilidad limi­


tada pueden celebrar: la ordi­naria y la extraordinaria.

Asamblea ordinaria. Se caracteriza por ser periódica, ya que debe


celebrarse por lo menos una vez cada año, precisamente dentro de los
cuatro meses que siguen a la clausura de un ejercicio.

Los asuntos de su competencia, de índole esencialmente admi­


nistrativa, son los siguientes: 1) Discusión, modificación y aprobación,
en su caso, del balance, oyendo el informe que sobre el particular
rindan los comisarios. 2) El nombramiento o remoción de admi­nis­
tradores y órganos de vigilancia. 3) Fijar las proporciones de los admi­
nistradores en caso de que no lo consignen los estatutos.

Convocatoria. Compete a los administradores, y en su defecto a


los órganos de vigilancia, efectuar la convocatoria mediante inserciones
Primer Curso de Derecho Mercantil 107

en el Periódico Oficial y en el diario de mayor circulación de la locali­


dad. Esta formalidad no será necesaria en un solo caso: cuando estén
presentes todos los socios. Suele presentarse con frecuencia la anoma­
lía de que muchas sociedades mercantiles sesionan en asamblea ordi­
naria y no tienen la precaución de insertar la convocatoria en el
Periódico Oficial ni en un diario de amplía circulación. Entonces, en
lo particular, citan a la asamblea y pueden llegar a tomar acuerdos
de trascendencia, como aprobación del balance, aplicación de capi­tal
o no distribución de utilidades. Si falta uno solo de los socios, los
acuerdos tomados en esa asamblea no son válidos.

Quórum. Debe entenderse por tal el número de personas presen­


tes o la suma de capital necesario en una asamblea para que las deci­
siones que emanen de ella sean válidas. De esto se infiere que el
quórum puede ser de dos clases: quórum de personas o quórum de
capitales. La Ley utiliza indistintamente las dos formas según sea
el interés que amerite ser protegido.

Una de las finalidades del quórum consiste en que, estando pre­


sentes en la asamblea determinado número de socios, los acuerdos
que adopten no lesionen los intereses de los que no asisten. Esto es
una garantía en favor de los socios.

Otra es asegurar que los administradores y comisarios convo­


quen a una asamblea en la que se dé a conocer el balance. Esto es
como una defensa de la sociedad.
108 Salvador M. Elías

A este efecto, es distinto el quórum para la primera convocatoria


que para la segunda o ulteriores. Es quórum para la primera la mitad
más uno de los socios (quórum de personas), pero las decisiones
se tomarán por mayoría de capitales (la mitad más uno). Con esto se
trata de proteger a los que no asisten.

Para la segunda o ulteriores convocatorias, es quórum cualquiera


que sea el número de los que asisten (aquí se están protegiendo los
intereses de la sociedad), pero las decisiones se toman por mayoría de
las dos terceras partes del capital.

Estas cifras (es disparate decir porcentajes) pueden alternarse en


los estatutos, siempre que la alteración sea mayor.

Votaciones. Si se recuerda que por cada $100 las partes sociales


confieren un voto, entonces las votaciones en éstas pueden hacerse
por personas (cada socio tendrá un voto independientemente del
valor de su parte), o por capitales (un voto por cada $100).

Formalidades. Los acuerdos de la asamblea deben consignarse en


el libro de actas y deberá hacerse un protocolo de la parte condu­
cente, cuando la asamblea haya designado al administrador que tendrá
el uso de la firma social. Esto implica un mandato para ejer­citar actos
de dominio que, de acuerdo con el derecho civil, debe constar en
una escritura pública e inscribirse en el Registro de Comercio.
Primer Curso de Derecho Mercantil 109

Asamblea extraordinaria. Se convocará cuando se traten (véase el


artículo 182 de la Ley General de Sociedades Mercantiles):

1. Asuntos que por su naturaleza impliquen la modificación de


las cláusulas fundamentales de la escritura.

2. Cuando se traten asuntos que estatutariamente requieran


quórum especial.

Hay que tener cuidado con esto en la práctica, pues sucede en


ocasiones que los integrantes de las sociedades piden que cada vez que
se pretenda designar a un administrador y se haya pensado que este
nombramiento recaiga en un extraño a la sociedad, se requerirá 75%
del capital, conforme a la que dicen los estatutos.

Convocatoria. La facultad para convocar estas asambleas también


compete a los administradores y excepcionalmente a los vigilantes.
La convocatoria debe hacerse también con inserciones en el Diario
Oficial y en un periódico de amplia circulación, pero también
se hará por medio de cartas certificadas con acuse de recibo a
cada socio.

Quórum. Es quórum para la primera convocatoria 75% del capi­


tal, pero las decisiones se tomarán por mayoría de la mitad más uno
de los socios, es decir, de personas. Esto es para evitar que las deci­
siones fundamentales estén sólo en unas manos.
110 Salvador M. Elías

Es quórum para la segunda o ulteriores convocatorias el número


de socios que asista, pero las decisiones se tomarán por mayoría de
dos terceras partes del capital representado.

Formalidades. Invariablemente los acuerdos de la asamblea extra­


ordinaria deben asentarse en el libro de actas, protocolizándose
ante notario o funcionario que haga sus veces, e inscribiéndose en
los Registros de Comercio.

5. Órganos de vigilancia

Desde la primera asamblea ordinaria, que en rigor debe llamarse


asamblea general constitutiva, debe hacerse la designación de uno o
más vigilantes. Si son varios, formarán el Consejo de Vigilancia y su
designación podrá recaer, incluso, en personas extrañas a la socie­
dad, sin olvidar que en el caso de que haya socios tenedores y partes
sociales de voto limitado o privilegiado, a las cuales corresponde con
base en derechos minoritarios, se designa por lo menos un vigilante.
Sus facultades son: control de los adminis­tradores y aprobación del
balance previo a la rendición del informe sobre el mismo.

IV. Sociedad de responsabilidad limitada


de interés público y capital variable

Regida esta sociedad por una ley distinta a la de Sociedades Mercan­


tiles, que se llama Ley de Sociedades de Responsabilidad Limitada de
Primer Curso de Derecho Mercantil 111

Interés Público y Capital Variable, constituye en realidad una simple


modalidad de la primera. Sus orígenes se localizan claramente en
Alemania. Es casi seguro que esta sociedad cobró un auge singular
en la Alemania nazi, pues tiene dos características: goza de exención
total o parcial de impuestos, y además, para facilitar la mecánica de la
socie­dad, es de capital variable.

Al sobrevenir el nazismo, una propaganda afirmaba que todas


las empresas que se organizaran como sociedad de responsabilidad
limitada de interés público y capital variable (S. de R.L. de I.P. y C.V.),
y que disfrutaran de la “seguridad del Estado”, gozarían también de
la declaración de interés público, con la consecuencia de exención
de impuestos. Así, surgieron muchas sociedades de éstas, por ejem­
plo, sociedades que fabricaban alimentos sintéticos, fábricas de lentes
finos, industrias químicas, entre otras. Entonces el Estado las consi­
deraba de interés público y hacía fuertes inversiones por medio del
Reichsbank.

En México tuvo más o menos los mismos antecedentes. Este


tipo de sociedades fue señaladamente útil en la Segunda Guerra
Mundial. Al avanzar los ejércitos alemanes, los judíos vinieron a esta­
blecerse en México. En ese entonces, México ve cerra­dos sus mer­
cados y a los judíos se debe el establecimiento de una mul­titud de
industrias que, organizadas bajo la forma de una sociedad de respon­
sabilidad limi­tada, obtuvieron interés público y capital variable. Y así
surgen sociedades como la Fábrica de Artisela y el Barrio de Tlacopac
en San Ángel, que obtuvo también la exención de impuestos.
112 Salvador M. Elías

México importaba de Japón 30 millones de juguetes de celuloide


antes de la guerra. Se empezaron a establecer en México una gran
cantidad de fábricas de juguetes que obtuvieron también la exención
de impuestos.

1. Características de la sociedad

a) Su organización interna, la representación de su capital, la


administración y su vigilancia, son similares y se sujetan a las reglas de
la Ley General de Sociedades Mercantiles.

b) Opera bajo una razón social o una denominación con las nor­
mas del caso.

c) Goza de una declaratoria de interés público que suele tradu­


cirse en una exención total o parcial de impuestos otorgada por las
secretarías de Economía y Hacienda.

d) El Estado se reserva las facultades de revocar la exención cuando


con ella surja una competencia desleal o se viole la garantía constitu­
cional de la proporcionalidad del impuesto.

e) Siempre es de capital variable para efecto de manejar la polí­


tica financiera de la empresa en orden al interés público, realizando
con facilidad aumentos o disminuciones al capital dentro de los lími­
tes previstos en el pacto.
Primer Curso de Derecho Mercantil 113

f) Como consecuencia, de lo anterior, no hay una limitación res­


pecto al número de socios.

g) Las partes sociales no tendrán un valor mayor a 25% del capi­


tal inicial.

h) El Estado se reserva la facultad de designar un vigilante en el


seno del Consejo de Vigilancia, que además de las funciones inheren­
tes a los de su clase, representará el interés del Estado derivado de la
exención de impuestos.

V. Sociedad anónima

En la sociedad anónima (S.A.), un mínimo de cinco socios res­ponde


a la cuantía de sus aportaciones, representadas por títulos de cré­
dito, denominadas acciones. Éstas inte­gran un capital mínimo de
$25 000.

I. Características de la sociedad:

• Denominación

• Cinco socios mínimo

• Capital social mínimo de $25 000

• Suscripción privada y suscripción pública o sucesiva

• Aportaciones representadas por títulos de crédito llamadas


acciones.
114 Salvador M. Elías

II. Capital social. Características de las acciones:

• Son títulos de crédito o títulos valor

• Partes alícuotas del capital

• Indivisibles

• Transmisibles por cesión o por endoso

• Siempre confieren un voto

III. Clasificación de las acciones:

1o. Por su contenido:

• De capital

w En numerario

w En especie

• Acción amortizada con o sin certificado de goce o sin él

• De trabajo

• Bonos o partes de fundador

2o. Por los derechos que confieren:

• Privilegiadas

• Ordinarias
Primer Curso de Derecho Mercantil 115

• De voto limitado y privilegiadas

• Acción definitiva, certificado provisional

• De un voto, de varios votos

• Sin valor nominal (No-par value shares)

3o. Por su forma de pago:

• Liberadas

• Pagaderas

4o. Por su circulación:

• Al portador

• Nominativas

• A la orden

• Cesibles

• Cuando tienen la mención “no negociables”

IV. Órganos de gobierno:

Generales:

Especies de asambleas:

• Constitutiva
116 Salvador M. Elías

• Ordinaria

• Extraordinaria

Especiales:

• Características y asuntos de la competencia de las asambleas

• Convocatoria, procedimiento para efectuarla y funcionarios


encargados de llevarla a cabo

• Quórum

• Votaciones

• Formalidades

V. Órganos de vigilancia

Comisarios:

• Designación: derechos de las minorías

• Facultades

• Responsabilidades

VI. Causa de disolución

1. Antecedentes históricos de la sociedad

Todos los investigadores del derecho mercantil están de acuerdo en


localizar el origen de la sociedad anónima en dos casas bancarias que
Primer Curso de Derecho Mercantil 117

operaron, una en Génova con el nombre de Banco de San Jorge, y


otra en Venecia como Banco de Venecia.

El origen de las sociedades está vinculado con el nacimiento del


cheque. Cuando llega al poder Luis xiv, encuentra el tesoro francés
en bancarrota. Había sido primer ministro el famoso cardenal Maza­
rino, que como antecedente de cualquier político mexicano, dejó en
bancarrota al gobierno. Llega Luis xiv e inicia la reconstrucción eco­
nómica de Francia. El primer paso fue solicitar de los banque­ros,
naturalmente israelitas, préstamos forzosos que tampoco paga. Con­
tinuó con los préstamos hasta que llega el instante en que los banque­
ros se negaron a darle un centavo más. Se viene la lucha y Luis xiv

acaba por expulsarlos. El clima político se complicó. Ustedes saben


que Francia quiso competir con Inglaterra en el domi­nio de los
mares. En aquella época se produjo una escisión y para zan­jarla, Luis
xiv casó a su hermano, el duque de Orleans (que era “algo raro”), con
la duquesa Enriqueta. Luis xiv insistió en sus demandas de dinero
contra los banqueros israelitas, quienes se defendieron de manera
curiosa. Cuando van a pedirles más dinero dicen que no tienen y que
lo que hay allí no es de ellos, sino de fulano de tal, que vive en Ingla­
terra, que lo ha puesto allí en sus manos para que a su orden lo entre­
guen a quien se les indique. Así se excepcionaron en aquellas primeras
épocas los banqueros. Esto se liga íntimamente con el proceso de
trasformación que inician los banqueros de Italia, los hermanos Lafitte,
propietarios del Banco de San Jorge y el Banco de Venecia.
118 Salvador M. Elías

Los únicos tipos de agrupaciones de comerciantes que se cono­


cían eran las intuitu personae (colectiva y comandita simples). Entonces,
el proceso de transformación que sufren es:

1) Fundar una sociedad sin nombre en que no aparezcan sus


integrantes. De ahí que sean anónimas.

2) Una sociedad mercantil en la que las aportaciones al capital se


representaron por documentos dotados de un gran poder de circu­
lación para poder desplazar fácilmente de un lugar a otro el capital
de esa sociedad por medio de los títulos con que se representan.

3) Las primeras sociedades anónimas fueron bancos que tenían


como procedimiento para retirar los capitales de esa sociedad algo
parecido a los cheques.

2. Características de la sociedad

Contrariando en alguna forma la regla de los lógicos de la escuela, la


definición que se dio peca de ser demasiado larga, pero en su defensa
diremos que es para mayor claridad.

Analizando la definición, encontramos las características de la


sociedad misma. La primera de ellas es:

a) La denominación. Es conocida la regla a la que se sujeta el uso


de las denominaciones. Es una palabra, una frase seleccionada arbitra­
Primer Curso de Derecho Mercantil 119

riamente por los fundadores de la sociedad que no debe haber sido


objeto del otorgamiento de patentes de privilegio de propiedad inte­
lectual o de propiedad industrial para evitar los efectos de la invasión
del nombre.

b) Mínimum de cinco socios. Es unánime el sistema que adoptan


todas las legislaciones mercantiles del mundo de exigir en la constitu­
ción de las sociedades anónimas un mínimo de cinco socios, en la
idea de esta­blecer una garantía, no tanto de solvencia económica,
sino de la per­manencia en el tiempo de la persona moral.

La siguiente tesis que se deduce se debe sobre todo a los mercan­


tilistas alemanes: afirman que las sociedades, en estricto derecho, no
pueden considerarse como personas morales, y si vemos sus argumen­
tos entendemos por qué se exige cinco personas para la sociedad o
sociedades anónimas.

Entre las tesis para explicar la persona moral está la teoría de


la ficción. Ésta afirma que la persona moral es un ente creado por la
doctrina y aceptado por los legisladores, la cual con­siste en un consor­
cio de personas que se une con el mismo fin, para que surja a la vida
del derecho una persona distinta de sus componentes imitando los
atributos de las personas físicas. Asimismo, se les otorga a las personas
morales un nombre que las distingue de las demás de su especie, un
domicilio, un patrimonio, una nacionalidad, una capa­cidad para
tener derechos y contraer obligaciones.
120 Salvador M. Elías

Los alemanes dicen que en sentido estricto una persona moral


tiene existencia jurídica distinta de sus componentes —y así se explican
ustedes por qué son personas morales los municipios, los Estados, la
Federación—, y concluyen que las sociedades de nombre colectivo y
la comandita simple no son personas morales, puesto que se confun­
den las personas físicas con las morales. Si muere un socio muere la
sociedad; si quiebra éste, quiebra la sociedad. ¿Cómo, pues, va a exis­
tir separación entre la persona física y el ente colectivo si identi­
ficamos el ente colectivo por medio de la responsabilidad solidaria e
ilimitada de los entes individuales?

La teoría de la persona moral surgió para defender los intereses


de terceros cuando llegaron al mundo las sociedades anónimas. Aquí,
en esta sociedad, sí hay una independencia absoluta entre el ente
colectivo y sus socios. En esa virtud, lo menos que pueden exigir los
legisladores como presupuesto legal de existencias es que garanti­cen
la permanencia en el tiempo de una serie de personas que hagan
frente a terceros. Por eso se exige cinco socios como mínimo, pero
entiéndase bien que no son garantía de solvencia.

Sentado el principio anterior, surge esto: tal exigencia ha sido


objeto de grandes simulaciones contractuales, pues a menudo en la
vida profesional nos encontramos con sociedades anónimas que
poseen, supongamos, cien acciones divididas entre cinco socios, de los
cuales el esposo tiene 96, la esposa una, el hijo una, el contador, que
la hace de comisario, una, y el abogado que la hace de secretario del
consejo de administración, una más. Pero tal simulación la realiza
Primer Curso de Derecho Mercantil 121

muchas veces el mismo Estado y si no, vean un folletito que anda por
allí en el que se refieren al Ferrocarril Sud-Pacífico, S.A., que opera
con 44 millones y del que más adelante se dice que la totalidad de las
acciones está en manos del gobierno federal, y sabemos que esto es
irregular según la ley, pues deberían ser cinco socios como mínimo
para ser S.A. Vean ahora la Nacional Financiera, la ceimsa, el Banco
de México, S.A. Sin embargo, aquí se permite esto porque ¿qué
sería de nosotros si, por ejemplo, las acciones del Banco de México
estuvieron, digamos, en manos de extranjeros? A ustedes les parece
raro esto porque saben que estas sociedades son especies de con­tratos
de sociedad y que la sola palabra contrato presupone la con­jun­
ción de una o varias voluntades. Pero los latinos han ideado, porque
son menos farsantes que nosotros, las sociedades de un solo socio.
Esto mismo lo han ampliado los anglosajones y nos han dado las
partnerships.

Respecto a la sociedad de un solo socio, los anglosajones la resuel­


ven así: ¿qué necesidad existe de que el Estado y las leyes de todo
el mundo acepten las simulaciones contractuales? Ninguna. Si una
persona quiere afectar una parte de su patrimonio a un fin determi­
nado y a sus intereses conviene organizarlo en sociedad, ¿por qué no
lo va a hacer? Estas sociedades de un solo socio tienden a destruir los
mínimum de socios. Ese proyecto de Código de Comercio que anda
por allí ya acepta la sociedad anónima de un solo socio.

c) Capital. La exigencia de capital mínimo de $25 000 es lógica,


acorde con el carácter anónimo de la sociedad, íntimamente relacio­
122 Salvador M. Elías

nado a lo limitado de la responsabilidad de la cuantía de las aporta­


ciones, en beneficio de terceros. En la actualidad, esos $25 000
son una suma muy corta. Tanto así que en el proyecto del que les he
hablado, en el Código de Comercio, ya se pide $100 000 para las
sociedades anónimas. Sin embargo, se está pensando en exigir
$200 000.

d) Suscripción del capital. Son dos las formas: privada, llamada


tam­bién simultánea y pública o sucesiva.

La suscripción privada consiste en que una vez redactado el pro­


yecto de escritura y estatutos, en el acto de firmarla ante notario los
integrantes de la sociedad harán entrega de las sumas de las suscrip­
ciones, de manera que el notario dé fe de tales actos, y en el supuesto
de que se trate de suscripción en especie, en la misma escri­tura se
procederá a las respectivas enajenaciones.

La suscripción pública. Las personas que toman el nombre de pro­


mo­tores o fundadores, redactarán un proyecto de escritura, estatutos,
el cual se inscribe o deposita, previamente, en el Registro Público
de la Propiedad y del Comercio, por mandato de la propia Ley en su
artículo 2o. De esto se infiere que las sociedades mercantiles son
un contrato dos veces solemne: 1. Pasarse la escritura ante la fe del
notario público 2. Inscribirse en el Registro Público de la Propiedad
y del Comercio.

Ese registro es pues un depósito, una inscripción preventiva.


No crea personalidad moral.
Primer Curso de Derecho Mercantil 123

En el proyecto de referencia, el que hacen los promotores o fun­


dadores, se incluirán todos y cada uno de los elementos del artículo 6o.
de la Ley, a excepción de los siguientes: los nombres de los socios, el
valor de las aportaciones y la forma como se hagan y la designación
de administradores.

A partir de la fecha en que se haga la iniciación preventiva, los


promotores dispondrán de un año (término fatal) para efectuar entre
el público las suscripciones. Al efecto, emitirán los títulos de las accio­
nes por duplicado, dejando un tanto en poder de la sociedad y el
otro en el del suscriptor. Las cantidades que se reciban en concepto
de suscripción se depositarán en una institución bancaria a disposi­
ción de la sociedad. Vencido el año u obteniendo integralmente la
suscripción, los promotores convocarán a la llamada asamblea general
constitutiva, que tratará los siguientes asuntos:

1. Ratificación de los proyectos de escritura y estatutos.

2. Inventario inicial, que tiene por objeto poner a disposición de


la asamblea el capital social suscrito y exhibido.

3. Nombre de los administradores, persona que haya de tener el


uso de la firma social y comisarios.

En estricto derecho, la asamblea general constitutiva de estas


sociedades es la primera asamblea ordinaria. El acta que al efecto se
levante se protocolizará ante notario con previa autorización de la
124 Salvador M. Elías

Secretaría de Relaciones Exteriores y resuelta por el Juez de Primera


Instancia, la inscripción; se procederá al registro del testimonio en las
oficinas competentes.

Tal es el procedimiento a que debe sujetarse la constitución de


una sociedad anónima, con base en suscripción pública.

Invariablemente, las acciones que la sociedad en formación


entregue a los suscriptores serán nominativas (por eso es el duplicado),
pero una vez otorgada y reconocida la personalidad jurídica, podrán
canjearlas por otras de igual valor o categoría, que serán al portador.

Aquí en México se hace así: se funda una sociedad anónima


común y corriente con un capital equis. Posteriormente, la sociedad
celebra una asam­blea extraordinaria en la que acuerda un aumento
de capital. Esas acciones pueden suscribirse públicamente respetando
el derecho del tanto. En nuestro medio se hace así porque somos
muy desconfiados, porque nos conocemos.

3. Capital social. Características de las acciones

a) Los problemas que se relacionan con los títulos valor denominados acciones.
La primera característica de una acción es su naturaleza de título de
crédito o título valor. Nuestro problema debe plantearse así: ¿cuáles
son los elementos esenciales de un título de crédito genéricamente
considerados, si tales elementos y características concurren en las
accio­nes para que válidamente puedan considerarse como títulos de
crédito?
Primer Curso de Derecho Mercantil 125

La Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito define los


títulos di­ciendo que son los documentos necesarios para ejercitar
los derechos literales que en ellos se consignan.

En un análisis de esta definición, necesitamos saber qué debe


entenderse por documento. Entre los requisitos de validez de un acto
jurídico, existe el de la formalidad, que no es otra cosa que la exigencia
de la Ley de hacer constar por escrito un acto jurídico. El consentimien­
to de los actos jurídicos puede ser oral o escrito. Teniendo en cuenta el
principio de la autonomía de la voluntad en los contratos, un acto
jurídico, un contrato, debe celebrarse cumpliendo todos y cada uno de
los elementos que exige la Ley que lo rige. El principio de la auto­
nomía de la voluntad tiene más aplicación que ésta: después de cum­
plidos los requisitos de la ley, pueden ponerse todos los que quieran.
De esto re­sulta que el documento es un papel, un cartón en que se
insertarán todos los elementos del acto jurídico que le da origen,
en tanto que la palabra documento, dentro de la terminología de los
títulos de crédito, tiene una aplicación restringida, porque aquí no
opera el principio de la autonomía de la voluntad. No se podrá nunca
redactar una letra de cambio, sino con estricto apego a las prevenciones
de la ley de la materia.

¿Qué significa la frase “necesarios para ejercitar los derechos lite­


rales que en ellos se consignan”? Tiene diversos significados:

Primero. Que nadie puede ejercitar ningún derecho, ni cumplir


más obli­gación que aquellos que aparezcan literalmente insertos en
126 Salvador M. Elías

el documento. Es decir, que si la letra de cambio es a ocho días vista


(que se cuentan a partir de la fecha en que se presenta para que se
acepte y se pague a los ocho días siguientes), y si es documentada
(ejemplo, se compran y venden llantas, radios, etc. que están sujetos a
una facturación especial), el comprador se obliga a 30 días vista, pero
la letra es documentada. No se entregará la letra si el vendedor no
entrega los documentos.

Segundo. Quien tiene el título tiene el derecho, teniendo en


cuenta que los títulos de crédito son bienes muebles por disposición
de la ley.

Tercero. Donde va el título va el derecho, atendiendo al carácter


ambu­latorio o eminentemente circulatorio de éste.

Cuarto. Para ejercitar el derecho, es necesario exhibir el título.

¿Cuáles son las menciones que se deben insertar en una acción?

• Nombre de la sociedad

• El valor de la acción

• El número original y en su caso a la serie a la que pertenece

• El importe del capital social, tomando en cuenta que la acción


es parte alícuota de ese capital
Primer Curso de Derecho Mercantil 127

• La mención de ser “al portador”; en su caso, el nombre del


beneficio o titular

• El lugar y fecha donde se expide

• El nombre y la firma del o los funcionarios administrativos


autorizados de conformidad con los estatutos a suscribir títulos

• Fecha de inscripción y datos numéricos del registro de la escri­


tura constitutiva (sección tal, fojas tanto, etc.)

• Duración de la sociedad

Tales son los elementos esenciales que deben consignarse en el


título acción. Al reverso del mismo deben transcribirse literalmente
todas las cláusulas que ilustren al tenedor de la acción acerca del
monto del capital, las categorías de acciones y derechos que con­
llevan, duración de la sociedad, el domicilio social para la celebra­­
ción de asambleas y todas las cláusulas que se refieran a facultades de
los administradores.

Anexos al título se agregarán documentos llamados “cupones”, en


número igual a los años de duración de la sociedad, para el efecto de
hacer posible el cobro de los dividendos que efectivamente arrojen los
balances al finalizar los correspondientes ejercicios, que nunca serían
inferiores al plazo de un año.
128 Salvador M. Elías

Éstos son en concreto los elementos esenciales de la acción, los


elementos secundarios y los cupones. La acción es, por esta circuns­
tancia, documento, un título de crédito. Pero además resulta ser la
formalidad a que se sujeta el contrato de suscripción que el socio cele­
bra con la sociedad, y en esta virtud, el documento acción consigna
todos los derechos y correlativas obligaciones inherentes a la calidad
de socio. En consecuencia, quien tiene el título, tiene el derecho. Por
eso es factible concurrir a una asamblea llevando sólo el título en el
bolsillo, si es al portador, más un poder, si es nominativo.

Si hemos afirmado que la acción es un documento, entonces


lógica­mente debemos pensar que si al constituirse una sociedad
anónima el suscriptor exhibe su parte, la sociedad debe entregarle el
título. Pero en la prác­tica resulta que se trata de documentos que
deben estar inscritos en el Registro Público de la Propiedad y del
Comercio para que tengan efecto contra terceros, y la acción debe con­
tener el dato del registro, para que surta esos efectos contra terceros.
Por eso no se entrega en el acto. Mientras tanto, los socios ¿con qué
se amparan? ¿Con qué se pro­tegen sus derechos? La Ley de Socieda­
des Mercantiles ha dicho que se entreguen certificados provisionales.
Consecuentemente, éstos debe­rán contener los mismos elementos
esenciales de la acción. En con­creto, el certificado provisional confiere
a su tenedor exactamente los mismos derechos que una acción, más
el derecho que tiene el accio­nista de obligar a la sociedad al canje de
certificados provisionales, por la acción. Lógicamente, el certificado
provisional siempre será nomina­tivo, lo que no impide que las acciones
definitivas sean al portador.
Primer Curso de Derecho Mercantil 129

Un certificado provisional puede amparar una acción o varias.

b) Categóricamente. “Son partes alícuotas del capital”. Esta expre­


sión etimológicamente debería traducirse en el sentido de que todas
las acciones de una sociedad anónima sean exactamente del mismo
valor, principio que generalmente se respeta. Sin embargo, todos los
autores están de acuerdo en interpretar esta característica diciendo
que la expre­sión parte alícuota significa que cualquiera que sea el
valor o catego­ría de la acción, confiere siempre un solo voto.

c) Características indivisibles. Bienes que tienen este carácter por


mandato de la Ley. En consecuencia, esto adquiere significación cuando
el título es objeto de una copropiedad, en cuyo caso, siguiendo las
reglas del derecho civil, procede designar a un representante común.
Aquí el principio es imperativo.

d) Característica. Siempre confieren un voto.

4. Clasificación de las acciones

a. Por su contenido

Atendiendo a su contenido, pueden ser:

• De capital, suscrito en numerario o en especie

• Amortizadas, y en su caso, certificados de goce


130 Salvador M. Elías

• Acciones de trabajo, y

• Bonos o partes de fundador

i) De capital. Aquí conviene advertir que el origen de esta clasifi-


cación descansa en la naturaleza de la suscripción que se celebre, es
decir, según el suscriptor se obligue a entregar un numerario o espe­
cie, se producen situaciones totalmente distintas.

Si la suscripción es en numerario, pueden producirse dos si-


tuaciones:

a) Que la suscripción y exhibición sean totales. En este caso, el


socio adquiere integralmente sus derechos; debe recibir el título y, en
su caso, el certificado provisional;

b) Que la suscripción sea total, pero la exhibición sea parcial.


Entonces la Ley advierte que tal supuesto sólo se dará cuando se trate
de suscripciones en numerario, y nunca podrá ser inferior la exhibi­ción
a 20% del valor del título. En este caso, la sociedad retiene el título y
se reserva derechos que se consignan en los estatutos, o bien, enjuicia al
socio moroso para reclamar el pago del saldo insoluto, o bien, pone
en venta el título. Cuando pasa esto último, hay tres procedimientos:

•Vender la acción mediante corredor

•Rematar la acción al martillo

•Vender la acción con base en el derecho del tanto


Primer Curso de Derecho Mercantil 131

Si la acción se enajena a terceros (en el valor nominal), la socie­


dad descontará gastos del monto exhibido, cuotas y en su caso intereses
moratorios, y si hay un saldo, lo devuelve a su ex socio.

Si se vende en su valor comercial, ¿a quién corresponde el exce­


dente?, ¿qué pasa si una acción de $1 000 se vende en $500?

Una segunda posibilidad es que la exhibición se haga en especie.


Entonces, recuérdese que debe existir en los estatutos un proce­
dimiento para valorizar los bienes y si éstos son de tal naturaleza
que puedan depreciarse con el uso, la sociedad retendrá los títulos-
acciones por un lapso no mayor de dos años. Si los bienes aporta­­
dos se deprecian en dos años, 25% de esta suma correrá a cargo de la
sociedad, a cuyo efecto deberán establecerse las correspondientes
reservas de depreciación, y en el caso de que la depreciación exceda
25%, este excedente correrá a cargo del socio. (En caso de apor­tación
en especie, también queda en poder de la sociedad en concepto de
garantía de las acciones.)

ii) Amortización del capital y en su caso, certificados de goce. Esta


institución consiste en lo siguiente: puede pactarse que todas las uti­
lidades o partes de ellas correspondientes a un ejercicio se destinen
a la amortización del capital. A este efecto deberá celebrarse un sorteo
al que concurran todos los accionistas, y los que resulten designados
sufrirán la amortización, esto es, la sociedad devolverá a los titulares
el importe de las acciones. Ahora bien, la amortización del capital
puede producirse de conformidad con dos sistemas.
132 Salvador M. Elías

Si en los estatutos se establece que a raíz de la amortización se


extiendan certificados de goce, teniendo en cuenta que estos documen­
tos confieren el derecho de asistir y votar en las asambleas, cobrar
dividendos después de pagar a los no amortizados y concu­rrir a la
liquidación del haber social en los casos de disolución, la entrega de
los certificados de goce confiere a sus tenedores los derechos fun­
damentales de socio. Por el contrario, cuando la amorti­zación se
ejecuta sin certificado de goce, se produce automá­ticamente la exclu­
sión del socio.

iii) Acciones de trabajo. Éste es uno de los temas de mayor interés y


que se presta a enconadas discusiones sobre su procedencia o no pro­
cedencia, conveniencia o no conveniencia, hasta el punto de observar
las opiniones entre la gente de izquierda y de derecha, cada quien
opi­nará de este asunto “a su manera”. Los de derecha (los menos)
acep­tarán la procedencia de las acciones de trabajo; los de izquierda
la desecharán.

La encíclica Rerum Novarum, de León xiii, y la del cardenal


Mercier, primado de Bélgica, son los antecedentes doctrinarios de la
tesis cató­lica del salario mínimo, consagrada en las fracciones vi y ix
del ar­tículo 123 constitucional. “vi. El salario mínimo que deberá
disfrutar el trabajador será el que se considere suficiente, atendiendo
las condiciones de cada región, para satisfacer las necesidades nor­­
males de la vida del obrero, su educación y sus placeres honestos,
considerándolo como jefe de familia. En toda empresa agrícola, fabril
Primer Curso de Derecho Mercantil 133

o minera, los trabajadores tendrán derecho a una participación en las


utilidades que será regulada como indica la fracción ix”.

La fracción ix dice que: “la fijación de tipo de salario mínimo y


de la participación de las utilidades a que se refiere la fracción vi, se
hará por comisiones especiales que se formarán en cada municipio,
subordinadas a la Junta Central de Conciliación y Arbitraje que se
establecerá en cada Estado en efecto de esas comisiones; el salario
mínimo será fijado por la Junta Central de Conciliación y Arbitraje
respectiva”.

En los términos de estas fracciones, los trabajadores percibirán el


salario mínimo, y en las agrícolas, comerciales, mineras, etc., tendrán,
además, una participación en las utilidades.

A la fecha en que se publica la Ley Federal del Trabajo, en 1932


o 1933, sucede que la legislación en la materia obrera era una facultad
de los Estados. Sucedió entonces que esas leyes, por provenir de las
entidades federativas de que venían, estaban cargadas a la izquierda o
a la derecha y ninguna mencionó la participación de utilidades de
los obreros. La Convención de 1925 de la industria ferrocarrilera
tampoco las menciona. Desde 1930 o antes, se reformó el artículo 73
constitucional y se consideró que la legislación en materia de trabajo
era una facultad del Congreso de la Unión. Se formaron entonces,
comisiones ante proyectistas, una presidida por Portes Gil y otra por
Lombardo Toledano, sin embargo, en ninguna se mencionó la parti­
cipación de las utilidades. Se fusionaron los dos anteproyectos y
134 Salvador M. Elías

dieron origen a la Ley Federal del Trabajo, que tampoco tenía pre­
visto nada de participación de utilidades a los trabajadores.

No fue sino hasta 1943 cuando se publicó la Ley General de


Sociedades Mercantiles, en la que se inventaron las acciones de tra­
bajo, y de esa manera se crearon documentos que permitieron a los
trabajadores tener un acceso a las utilidades (véase la Exposición de
Motivos de la Ley).

iv) Bonos o partes de fundador. Es posible que al fundarse una


sociedad anónima se decreten determinadas percepciones de orden
económico en favor de las personas que, de modo más directo, intervi­
nieron en el establecimiento de la empresa. Al efecto, se han creado
los llamados bonos o partes de fundador que concretamente confie­
ren a sus titulares el siguiente beneficio: cobrar un dividendo que no
exceda 10% por un lapso no mayor a 10 años.

Considerando que los bonos de fundador resultan a la postre


una carga para la sociedad, ésta puede canjearlos por acciones de
igual valor.

b. Por los derechos que confieren

Un segundo término de clasificación de las acciones se pro­puso sobre


la base de los derechos que confieren a sus tenedores, y así puede
haber acciones privilegiadas, limitadas de voto simple, de voto corpo­
rativo o múltiple, definitivas o, stricto sensu, certificados pro­vi­sionales
y, por último, acciones con valor nominal y sin valor nominal.
Primer Curso de Derecho Mercantil 135

i) Acciones privilegiadas. Generalmente, en los casos en que la so­


ciedad decreta o acuerda un aumento de su capital, la serie que corres­
ponda a la nueva emisión de acciones que representa determinado
atractivo económico para los futuros suscriptores otorga a estas nue­
vas acciones privilegios como los siguientes:

a) Un dividendo mayor

b) Rembolso preferente en el caso de disolución anticipada

c) Amortización con certificado de goce

d) Derechos de minoritarios (poder designar un comisario que


integre el consejo de vigilancia)

Tales son las acciones concretamente llamadas privilegiadas.

ii) Acciones ordinarias que concurren con las de voto limitado o privilegia­
das. Cuando existen estas dos categorías, las acciones ordinarias
tienen derecho a asistir a todas las asambleas que haya de celebrar la
sociedad, pero sólo con las que pueda integrar asamblea ordinaria.
De donde se infiere que los tenedores de esta categoría son los que
concurren a la administración. Por el contrario, las de voto limi­tado o
privilegiadas surgen al amparo del artículo 113 de la Constitución, la
limitación al derecho de voto. Consisten en que sólo pueden asistir a
las asambleas ordinarias que traten de los siguientes asuntos:
136 Salvador M. Elías

• Prórroga de la duración de la sociedad

• Disolución anticipada

• Cambio de objeto

• Pasión

• Transformación

En cambio, gozan de los siguientes privilegios:

• Un dividendo del 55 acumulativo y preferente

• La posibilidad de cobrar un dividendo mayor que los demás

• Gozan de los derechos en objetar las decisiones de las asam-


bleas a las que no existen, impugnar el balance y revisar los
libros de la contabilidad, designando un comisario al consejo
de vigilancia

iii) La doctrina ha citado esta categoría de acciones (de voto limitado o


privilegiados), no obstante que es una regla general aquella que esta­
blece la igualdad en el derecho de voto; sin embargo, se ha pensado
que estas acciones resuelvan la condición que guardan los inversio­
nistas y entonces, la existencia de títulos semejantes tiene como fina­
lidad proteger los intereses de los inversionistas, pero en concreto de
votos, evitando así que se conviertan en simples mutuantes.

iv) Acciones definitivas o stricto sensu y certificados provisionales. Firmado


el pacto social, esto es, perfeccionados los contratos de suscripción, la
Primer Curso de Derecho Mercantil 137

sociedad debe entregar a sus accionistas los títulos correspondien­


tes a las aportaciones. Cuando este supuesto se realiza, teniendo
en cuenta que la acción, al reunir todos y cada uno de los elementos
que señala la ley, otorga a sus tenedores los derechos inherentes de
socio, la acción toma el nombre de definitiva o stricto sensu.

Por el contrario, cuando la sociedad no está en posibilidad de


hacer la entrega de los títulos definitivos, dispone de un plazo de un
año para efectuar su emisión. Entretanto, protege los derechos de los
socios, entregándoles documentos llamados certificados provisionales
(que contienen los mismos elementos de identificación de las accio­
nes y además una leyenda en la que se consigna el derecho para can­
jear el certificado provisional por la acción definitiva). Lógicamente,
los certificados provisionales deben ser nominativos y además pueden
referirse a una o a varias acciones.

v) Acciones con valor nominal y acciones sin valor nominal. La acción con
valor nominal es la regla general. Concretamente, tiene además de
todos sus elementos la indicación del monto del capital de que forma
parte y el valor en sí de la acción, o sea, el valor nominal de la acción.

¿Por qué en la Ley de Sociedades Mercantiles se ha permitido


que se emitan acciones sin valor nominal en que se omite el valor en
sí de la acción y el del capital del que forman parte? La explicación es
muy sencilla, se trata de impedir en lo posible especulaciones que,
al provocar aumentos o disminuciones ficticias del capital, se tra­
duzcan en el perjuicio de terceros. Ejemplo: en las grandes sociedades
138 Salvador M. Elías

suelen hacerse esta clase de juegos de bolsa. Una sociedad anónima


emite una serie determinada de acciones, digamos 500 accio­nes de
$1 000 cada una (valor nominal). Entonces la empresa lanza a los
mercados de valores estas acciones y adopta determinadas medidas
dentro de la sociedad (no siempre muy limpias). Hace operar la ley de
la oferta y la demanda, por lo que esas acciones de $1 000 llegan a
adquirir valores comerciales que no siempre corresponden a una rea­
lidad económica de la empresa.

Pongamos por caso que las com­pañías petroleras acuerdan un


aumento de capital, lanzan estas accio­­nes y anuncian, digamos, que la
empresa ha descubierto un “grandioso manto petrolero”, o un nuevo
pozo; qué sé yo, así, estas afirmaciones que no siempre coinciden con
la verdad hacen que esa emisión de $5 000 represente un valor
comercial de dos o tres veces más. Enton­ces, ¿qué base tiene ese
sobreprecio? Desde que una persona compra una acción de $1 000
por $3 000, va a reclamar a la sociedad los dividendos correlativos
a su inversión ¿Esas inversiones siempre están protegidas con los recur­­
sos de la sociedad?. Otra pregunta de carácter fiscal: la sociedad está
especulando y ¿el fisco qué datos preci­sos tiene de que esas acciones
de $1 000 fueron pagadas por $3 000 en cuanto hay una crea­­ción de
valores comerciales?

A la inversa, las compañías suelen adoptar medidas tales como


dar a conocer por la prensa (que se puede comprar con unos pesos)
que tal catástrofe ha hecho reducir las posibilidades de la em­­presa y
entonces, el valor de las acciones baja y las compra la propia sociedad.
Esto es una figura jurídica que penalmente se llama fraude.
Primer Curso de Derecho Mercantil 139

Los anglosajones, pensando en la posibilidad de suprimir estos


inconvenientes de las acciones con valor nominal, han inventado las
acciones sin valor nominal, que son títulos en que no existe mención
del capital ni el valor nominal de la acción. Entonces se piensa en esto:
sin importar el monto del capital social verdadero, sino atendiendo
exclusivamente al capital contable, al cierto, efectivo, todas las opera­
ciones que se hagan con esta clase de títulos, y por supuesto, el cobro
del dividendo tendrá como base única el monto del capital contable.

El capital social es la suma de las aportaciones de los socios, que


muy en el fondo es una especie de condominio. De las utilidades
que perciba la sociedad en el curso de su existencia se debe separar
por lo menos 5% para integrar la reserva de donde se tienen en un
momento dado el capital social más las reservas y las utilidades, dando
forma al haber social o capital contable. Es el estado auténtico finan­
ciero de una empresa. Puede suceder que un inmueble que vale $300
con el tiempo aumente su valor. Es el incremento no ganado.

Todas las operaciones que se celebren con estos títulos y el cobro


de dividendos, ya no se hacen sobre la base de un valor (5%)
sino que se tendrá como base exclusiva el capital contable, que es el
estado económico-financiero de la empresa, y entonces todos los
socios tienen la posibilidad de revisar ese balance.

c. Por su forma de pago

Atendiendo a la forma de pago, las acciones pueden ser libe­radas


y pagaderas.
140 Salvador M. Elías

i) Las acciones liberadas son aquellas que están íntegramente sus­


critas y exhibidas; en consecuencia, debe obrar en poder del socio el
título definitivo o, en su caso, el certificado provisional. Por disposición
de la ley, las acciones suscritas en especie siempre serán liberadas, lo
mismo aquellas que sean suscriptibles de amortización.

ii) Las acciones pagaderas están íntegramente suscritas pero exhibi­


das de modo parcial. Tal posibilidad sólo es doble en acciones en
numerario y el límite de lo exhibido es de 20% del valor del título.

d. Por su circulación

Un último término de clasificación es atendiendo a la forma como


circulan, y entonces son: acciones al portador, nominativas y acciones
no negociables.

Acciones nominativas y acciones a la orden. La acción nominativa


tiene inserto el nombre del beneficiario y se transmite mediante las
diversas formas del endoso, es decir, con la independencia de la socie­
dad (el endoso es una especie de cesión de derechos). Mientras esto
supone la comunicación que debe hacer el cedente al cesionario para
evitar el doble pago, el endoso, en cambio, se hace al cobro o en pro­
curación, en garantía o en prenda. La cuarta forma del endoso es
“En Banco”, que se hace sin necesidad de cubrir ninguna formalidad
con la sociedad. En cambio, cuando la acción es a la orden, su trans­
misión está de cierta manera restringida, porque la sociedad debe
tomar conocimiento de este acto, ya sea para inter­ve­nir designando al
Primer Curso de Derecho Mercantil 141

adquirente, o más bien, para hacer posible el ejercicio del derecho


del tanto.

Sobre este particular se encontrarán ustedes con algunas socieda­


des anónimas en las cuales la transmisión de las acciones está sujeta al
acuerdo del Con­­sejo de Administración y a la aprobación de ciertas
autoridades. Por ejemplo, en las sociedades de transportes, la Ley de
Vías Generales de Comunicación consigna la negociabilidad restrin­
gida de las acciones y este mismo principio lo encontramos en diver­
sas leyes, donde la regla general es ésta: “Cuando se trata de [una]
sociedad anónima cuyo objeto presupone el otorgamiento de una con­
cesión administrativa, la negociabilidad de sus acciones estará
condicio­nada a la conveniencia del Estado”, es decir, que el Estado
podrá dictar la modalidad que juzgue pertinente en bien del interés
público. Se presupone, además, la cláusula clave de evitar que las accio­
nes de ciertas sociedades anónimas caigan en manos de extranjeros.

Concretando: las acciones se transmiten por su sola tradición o


por entrega si es al portador; por endoso, si es nominativa, pero si
tiene la cláusula a la orden, esto presupone ciertas limitaciones a la
transmisión. Lógicamente, las acciones de este último tipo están sujetas
al registro. (La sociedad debe llevar un libro de registro de acciones).

5. Órganos de gobierno

En ninguna sociedad que reconoce la Ley se respeta tanto el principio de


la soberanía de las asambleas como en las sociedades anónimas.
142 Salvador M. Elías

Por esta circunstancia, el gobierno de las sociedades anónimas tiene


que estudiarse sobre la base de sus dos clases de asambleas:

• Asambleas generales

• Asambleas especiales

Las asambleas generales son tres: constitutiva, ordinaria y


extra­ordinaria.

Las asambleas especiales tienen solamente una categoría con el


mismo nombre.

a. Asambleas generales

i) Asamblea general constitutiva. Técnicamente hablando, todas las socie­


dades mercantiles surgen a la vida del derecho celebrando una asam­
blea general constitutiva. Si se atiende a que las sociedades mer­­cantiles
son contratos en los que la convención de las partes es la afectación
de bienes para realizar un fin común y que esta convención debe
hacerse cubriendo los requisitos que la Ley señala en su artículo 6o. y
que, por último, todas las sociedades mercantiles son actos jurídi­­
cos solemnes en tanto que deben pasarse ante la fe de un nota­rio
público para que existan; por lo tanto, en el acto de la firma del
pacto social o de la escritura social, se estará celebrando una asam­
blea gene­ral constitutiva.
Primer Curso de Derecho Mercantil 143

ii) Asamblea general ordinaria. Según lo presume el artículo 181 de


la Ley, las asambleas generales ordinarias son periódicas porque deben
celebrarse una vez cada año, precisamente dentro de los cuatro meses
que siguen a la clausura de un ejercicio social; es decir, que interpre­
tando este precepto a contrario sensu, siempre que las socie­­dades preten­
dan, por ejemplo, efectuar balanzas a comprobación, podrán sesionar
ordinariamente, pero es imperativo realizar la asamblea general ordi­
naria. Ésta comprende un ejercicio social al año por razones de
orden fiscal.

Asuntos de su competencia. Normalmente son tres:

1. Discusión, modificación y aprobación, en su caso, del banco,


después del informe de los comisarios.

2. Nombramiento de administradores, órganos de gobierno,


comisarios.

3. Fijación de sus percepciones o emolumentos en el caso de que


los estatutos no lo indiquen.

Convocatoria. Compete esta facultad a los administradores y, en


su defecto, a los órganos de vigilancia. Este derecho puede pasar a
los socios siempre y cuando concurran las siguientes circunstancias:
que no se haya celebrado asamblea ordinaria en dos periodos sociales
consecutivos y que surja una negativa de los administradores o de
los comisarios para efectuar la convocatoria. En este caso, el socio
144 Salvador M. Elías

interesado tramitará un procedimiento sumario ante Juez de Pri­


mera Instancia, solicitando una convocatoria. En todo caso, la con­
vocatoria debe publicarse en uno de los diarios de circu­lación nacio­nal
y en el Periódico Oficial. La inserción de las convoca­­torias se hará con
la debida oportunidad, de modo que los socios puedan enterarse de
su contenido, pero mediarán por lo menos ocho días entre la última
convocatoria y la fecha de celebración de la asamblea. Estas for­
malidades no serán necesarias en el caso de que estén pre­­sentes
todos los socios.

Quórum. Para las asambleas ordinarias la ley adopta el quórum


indicando, generalmente, para la primera convocatoria, la mitad de
los socios más uno, y para la segunda o ulteriores, cualquiera que sea
el número de los socios que asistan.

Votaciones. En su mayoría, el sistema de las votaciones en una


asamblea es de origen estatutario. La regla general es que, para la
primera convocatoria, las votaciones se hagan por la mayoría de los
asistentes (la mitad más uno) y para la segunda o ulteriores, el voto de
las dos terceras partes del capital restante.

Siempre existirá el derecho para los grupos minoritarios de obje­


tar las decisiones. Es decir, para los grupos que representan 25% del
capital. Pues bien, las decisiones de una asamblea ordinaria pueden ser
objeto de oposición por parte de los grupos integrantes en minoría o
de los tenedores de las acciones de voto limitado o privilegiadas de las
que habla el artículo 113 de la Ley.
Primer Curso de Derecho Mercantil 145

Representación. Los socios pueden hacerse representar en las asam­­


bleas mediante procuradores en los casos de acciones nominativas o
a la orden, ya sea exhibiendo los títulos, poderes conferidos de con­­
formidad con la Ley, o efectuando el depósito de las acciones en ins­­
tituciones de crédito, en cuyo caso solamente se exhibe el billete del
depósito.

Formalidades. De los acuerdos obtenidos en la asamblea ordina­­


ria, se levantará el acta respectiva firmada por todos los socios. Sólo
deberá protocolizarse en su parte conducente en los casos en que
la asamblea haya designado un administrador que tenga el uso de la
firma social, atenta la circunstancia de implicar este acto, el otorgamien­
to de un mandato general para actos de dominio que, de acuerdo
con el Código Civil, debe constar siempre en escritura pública e ins­
cribirse en el Registro Público de Comercio.

iii) Asamblea general extraordinaria. Asuntos de su competencia. Ten­


drá lugar en dos casos:

1. Cuando se traten asuntos que por su naturaleza traigan consigo


la modificación de las cláusulas fundamentales de la escritura.

2. Cuando los estatutos prevengan para ciertos asuntos un


quórum especial.

Convocatoria. Sólo compete hacerla a los administradores. Las


formalidades para llevarla a cabo son: publicación en el Periódico Oficial
146 Salvador M. Elías

y en uno de los diarios de mayor circulación y, en su caso, cartas certi­


ficadas con acuse de recibo.

Quórum. Para la primera convocatoria es quórum 75% del capi­


tal social, y para la segunda o ulteriores, cualquiera que sea el número
de los asistentes. Las votaciones en el primer caso se harán por mayo­
ría de la mitad más uno de los presentes y en la segunda o ulteriores,
por mayoría de las dos terceras partes del capital representado.

Formalidades. El acta que al efecto se levanta será invariablemente


protocolizada ante notario y su testimonio, inscrito en el Registro Pú­
blico del Comercio, con previa autorización de Relaciones Exteriores.

b. Asambleas especiales

Estas asambleas sólo podrán operar en aquellas sociedades donde


existan diversas categorías de acciones, y tendrán por objeto que los
socios tenedores de una determinada categoría de acciones sesionen
previamente a la celebración de una general, voten los asuntos inclui­
dos en el orden del día para la asamblea general y designen en el seno
de la misma un representante común de esta categoría de acciones.

6. Órganos de vigilancia

Desde la primera asamblea ordinaria se designarán los comisarios.


Si son varios, integrarán el Consejo de Vigilancia. Las minorías, inva­
riablemente, deben tener un miembro en dicho consejo. Sus funcio­
Primer Curso de Derecho Mercantil 147

nes, las más amplias que pueda haber para sus semejantes en otra
sociedad, suponen el control de los admi­nistradores, la autorización
del balance y el informe previo a su aprobación.

7. Asociación en participación

La asociación en participación (A. en P.) es un contrato donde inter­


vienen uno o más asociantes y uno o más asociados. Su objeto es la
participación que conceden los prime­ros a los segundos en uno o
varios negocios mercantiles, con la consiguiente participación en las
utilidades o, en su caso, en las pérdidas.

Se trata de un contrato social de naturaleza mercantil en el que,


desde luego, no surge como consecuencia del contrato una personali­
dad jurídica. Es sólo un contrato de comerciantes.

La persona o personas de los asociantes invitan a los asociados


para que tomen participación en uno o más negocios de carácter mer­
cantil, por supuesto, mediante las aportaciones en numerario o en
especie.

Sus características son:

1. En el contrato intervienen asociantes y asociados.

2. El asociante concede participación al asociado en uno o varios


negocios mercantiles mediante las aportaciones que se hagan en nume­
rario o en especie y, como consecuencia, concurren los asociados a la
148 Salvador M. Elías

distribución proporcional de las utilidades, pagando en igual forma


las pérdidas.

3. Es un contrato oculto, es decir, se redacta en escritura privada


y, como consecuencia, no está sujeto a las solemnidades inherentes al
Registro.

4. La asociación de participación es un contrato mercantil que


carece de personalidad jurídica.

La verdad es que los asociados, concurriendo en ellos determi­


nada circunstancia, facilitan sus bienes, dinero, a una persona que va
a salir al frente de sus negocios, permaneciendo ellos en la sombra.
Esta etapa tiene una aplicación práctica. Veamos un ejemplo: hay
varios funcionarios, supongamos, de la administración de justicia, a
quie­nes las leyes les prohíben la actividad del comercio, como los
Jueces. ¿Quién va a prohibir que, por el hecho de ser Juez, atienda,
digamos, su finca ganadera? Y lo mismo pasa con los alba­ceas, síndi­
cos, interventores. La mejor manera de resolver su pro­blema es por
una asociación en participación, que es peligrosísima.

Otro caso: cuando en 1942, en la declaración de guerra de México


al Eje, se hizo el confiscamiento de los bienes de los súbditos alema­
nes, italianos y japoneses y después se administraron sus bienes por
una junta. Pero estas personas se reservaron para sí ciertos bienes y,
como de algo tenían que vivir, organizaron una asociación en
participación.
Primer Curso de Derecho Mercantil 149

Hay cierto orden de ideas que se llega a presentar en los negocios


donde interesa resaltar la responsabilidad de un sujeto, digamos un
padre a un hijo. Organiza entonces una asociación en participación.

Otra utilidad que puede prestar es para solicitar la coopera­


ción de los técnicos en una industria. No se aconseja una asociación
de nombre colectivo, que es peligrosísima, sino una asociación en
participación.

5. Luego, si la asociación en participación no es persona moral,


el domicilio, el nombre, la nacionalidad y el capital aparecerán exclusi­
vamente como atribu­tos de una persona física: el asociante.

6. Las reglas a las que se sujeta la administración son las mismas


que se contienen en el articulado de las colectivas, esto es, las facul­
tades del administrador, uso de la firma, distribución de utilidades y,
en su caso, de pérdidas, y nombramiento de vigilantes (facultad de los
asociados).

7. Por último, la disolución y liquidación de la asociación en


participación, salvo normas consignadas en el contrato, se sujeta a las
disposiciones de la sociedad de nombre colectivo.
BIBLIOGRAFÍA

Historia del comercio, véase: Tena, Felipe J., “Derecho Mercantil”, tomo I.
Derecho Mercantil, Pallares, Jacinto, o apuntes del Lic. Guillermo H.
Viramontes.

Comerciantes individuales, véase: Tena o Mantilla Molina, Sociedades


mercan­tiles: Mancilla; Acto de comercio: “Principio de Derecho Mer­
cantil”; Alfredo Rocco; Interpretación de la teoría de Arcangelli y
Vivante: en Tena, Felipe F.

151
Esta obra se terminó de imprimir y encuadernar
en mayo de 2017 en los talleres de Océano Azul.
Innovación con valor, calle Matamoros núm. 73,
Colonia Santiago Momoxpan, San Pedro Cholula,
Puebla. Se utilizaron tipos English 111 Vivace Bt
de 68.2 puntos y Goudy Old Style de 14, 13, 12, 10,
9 y 8 puntos. La edición consta de 2,000 ejemplares
impresos en papel couché mate 2 caras de 100 g.

También podría gustarte