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Historia de la Filosofía

Nombre del curso


Contemporánea

Programa Filosofía

Facultad de Ciencias de la
Facultad
Educación, Sociales y Humanas

Elemento de competencia 3
Comprender los conceptos fundamentales de los autores
correspondientes a la Edad Contemporánea.

Horas Horas
Temas
AD TI

Tema 1: La vita activa en Hannah Arendt 5 15

Tema 2: La vita contemplativa en Hannah Arendt 5 15

Nota: AD: trabajo con acompañamiento docente. TI: trabajo independiente del
estudiante.

Criterios de desempeño

Identifica los conceptos fundamentales que se extraen de los


diversos autores.
Aplica dichos conceptos con corrección según el sentido que les dan
los autores.
Realiza trabajos académicos donde se dé cuenta del trabajo
conceptual previo.

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Tema 1: La vita activa en Hannah Arendt

Cuando Arendt (2005) se refiere a la condición humana, aclara que esta


no se trata de la naturaleza humana, pues el problema de esta última
parecería no tener respuesta en el sentido psicológico individual ni en el
filosófico general. Al referirse a la condición humana señala, más bien, las
condiciones bajo las cuales se ha dado la existencia humana.
Su concepción de vita activa, refiere a tres actividades
fundamentales que corresponden con las tres condiciones de la existencia
humana. Tradicionalmente, la vita activa suponía una jerarquización en
relación con la vita contemplativa:

La superioridad de la contemplación sobre la actividad reside en la


convicción de que ningún trabajo del hombre puede igualar en
belleza y verdad a kosmos físico, que gira inmutable y eternamente
sin ninguna interferencia del exterior, del hombre o dios. Esta
eternidad solo se revela a los ojos humanos cuando todos los
movimientos y actividades del hombre se hallan en perfecto
descanso. (Arendt, 2005, p. 41)

No obstante, Arendt no comparte esta concepción tradicional en lo


que se refiere al orden jerárquico, pues considera que esta ha borrado las
distinciones y articulaciones dentro de la vita activa. Es decir, parte del
precepto de que los intereses de la vita activa y de la vita contemplativa
no son los mismos y ninguna de las dos es superior o inferior.
Ahora bien, las tres actividades que constituyen la vita activa son la
labor, el trabajo y la acción. Para Arendt (2005) la labor corresponde con
el proceso biológico del cuerpo humano y su condición es la vida misma.
Se caracteriza por la repetición, pues las cosas que necesita son las menos
duraderas, son consumidas poco después de ser producidas. La labor es
la actividad realizada por el animal laborans pero fuera de un mundo
común, es decir, es una actividad de carácter privado e individual. Su
realización es facilitada por los utensilios que produce el trabajo, que no
pertenecen al proceso del consumo sino al mundo de los objetos usados.
El trabajo, acorde con Arendt (2005) es la actividad mediante la
que se fabrica el artificio humano y su correspondiente condición es la

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mundanidad. Gracias al trabajo, que produce objetos con mayor
durabilidad que lo que es producido por la labor, el mundo adquiere un
carácter duradero que proporciona estabilidad a la vida humana. Es decir,
las cosas que son producidas por el trabajo permanecen en el mundo por
más tiempo; nos encontramos la misma cama en nuestra habitación o el
mismo escritorio en nuestra oficina y, en este sentido, encontramos un
mismo mundo duradero que nos proporciona estabilidad, la cual se
perdería si cada día apareciéramos en un lugar distinto con cosas
distintas. La relación con estos objetos se da a partir del uso y no del
consumo, como se da en el caso de la labor. Es el homo faber quien,
siguiendo a Arendt (2005), realiza el trabajo, la fabricación y esta consiste
en la reificación que Arendt describe como el proceso violento en el que
los hombres toman los materiales de la naturaleza para producir cosas.
Esta fabricación parte de un modelo que permanece luego de la
producción del objeto, y es el que permite el carácter de multiplicación de
la fabricación que se diferencia de la repetición como característica de la
labor. Por último, diremos que el trabajo funciona desde las categorías de
medios y fin, pues la cosa fabricada es un producto final y pasado por un
proceso que sería el medio para producirla.
Por último, la acción es, acorde con Arendt (2005):

(…) la única actividad que se da entre los hombres sin la mediación


de cosas o materia, corresponde a la condición humana de la
pluralidad (…) esta pluralidad es específicamente la condición- no
solo la conditio sine qua non, sino la conditio per quam- de toda
vida política”. (p. 35)

Agrega, Arendt (2005) que la pluralidad humana tiene el carácter


de igualdad y de distinción, pues la primera permite que los hombres
puedan entenderse y planear, y la segunda explica por qué necesitan del
discurso y de la acción para entenderse. Mediante la palabra y el acto los
hombres se insertan en la esfera pública- entre otros hombres-, el único
espacio donde podría originarse la acción y esta inserción es como un
segundo nacimiento. Mientras que la necesidad obliga a la labor y la
utilidad impulsa al trabajo, la palabra y el acto solo podrían ser
estimulados por la presencia de otros, pero no condicionada por ellos, se
trata de un impulso que surge “(…) del comienzo, que se adentró en el

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mundo cuando nacimos y al que respondemos comenzando algo por
nuestra propia iniciativa” (pp. 206-207).
Arendt (2005) afirma que “El hecho de que el hombre sea capaz de
acción significa que cabe esperarse de él lo inesperado, que es capaz de
realizar lo que es infinitamente improbable” (p. 207), esto dado que la
acción corresponde con la capacidad humana de comenzar, de poner algo
en movimiento, pero dicha capacidad está caracterizada por la
impredecibilidad y la ilimitación. La acción es impredecible porque no se
pueden predecir sus consecuencias −dado que es iniciada por alguien,
pero continuada por los otros en tanto acontece en la esfera pública− y
porque su significado solo se revela con el tiempo. También es ilimitada
porque los hombres pueden reaccionar a la acción con sus propias
acciones, es decir, podría ser originada por alguien, pero los demás que
también son capaces de actuar, “expandirían”, por así decirlo, sus
consecuencias a partir de sus propios actos. Estas dos características
permiten comprender por qué no se ha señalado el sujeto de la acción.
La labor la realiza el animal laborans, el trabajo lo realiza el homo faber,
pero la acción es una posibilidad que, cuando se da, no permite identificar
quién la ha realizado dado que su significado final involucra a los demás
actores “la historia resultante de la acción se interpreta erróneamente
como una historia ficticia, donde el autor tira de los hilos y dirige la obra”
(p. 214)

Imagen 2. Actividades de la Vita activa.

Fuente: Creación a partir de Arendt (2005).

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Recursos de profundización de aprendizaje

Con el fin de ampliar la temática, el estudiante es invitado a acceder a los


siguientes recursos:

Leer: Capítulo 1 La condición humana (pp. 21- 36). En La condición


humana. Disponible en humanidades.com

Leer: Capítulo 2. La esfera pública y la privada (pp. 37-95). En La


condición humana. Disponible en humanidades.com

Leer: Labor, trabajo y acción. Una conferencia (pp. 89-107).


Disponible en humanidades.com

El siguiente artículo le permite profundizar en la filosofía política de


Hannah Arendt a partir de sus conceptos de perdón y promesa:
Latella Calderón, L. (2006). Análisis de la significación política de
los conceptos de Perdón y Promesa en Hannah Arendt. Utopía y
Praxis Latinoamericana, 11(35), 103-113. Disponible en redalyc.org

A partir del siguiente artículo ampliará su comprensión sobre la


noción arendtiana de natalidad. Bárcena, F. (2002). Hannah Arendt:
una poética de la natalidad. Daimon Revista Internacional De
Filosofia, (26), 107-123. Disponible en revistas.um.es

Tema 2: La vita contemplativa en Hannah Arendt

Mientras que la concepción arendtiana de vita activa se encuentra en su


obra La condición humana, su concepción de vita contemplativa es
expuesta en La vida del espíritu, donde podría encontrarse el desarrollo
de su filosofía moral. En esta obra (inacabada) se ocupa de tres facultades
mentales: el pensamiento, la voluntad y el juicio. Arendt muere antes de
desarrollar la última parte, el juicio, con la cual resolvería el impase de la
ilimitada libertad que encontraría en la voluntad. Para el desarrollo de
este tema, nos ocuparemos de dos conceptos fundamentales de su

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filosofía moral, a partir de los cuales se clarificará su concepción de las
tres facultades del espíritu. Los dos conceptos serán la “banalidad del mal”
y la “conducta moral”.
Cabe comenzar advirtiendo que la banalidad del mal fue más bien
una “expresión” y no un concepto para la autora. Esta expresión la usó
para referirse al caso de Eichmann, y apunta a la relación entre el mal y
la ausencia de pensamiento:

Lo que me impresionó del acusado era su manifiesta superficialidad,


que no permitía remontar el mal incuestionable que regía sus actos
hasta los niveles más profundos de sus raíces o motivos. Los actos
fueron monstruosos, pero el agente (…) era totalmente corriente,
común, ni demoniaco ni monstruoso. No presentaba ningún signo
de convicciones ideológicas sólidas ni de motivos específicamente
malignos, y la única característica destacable que podía detectarse
en su conducta pasada, y en la que manifestó durante el proceso y
los interrogatorios previos, fue algo enteramente negativo; no era
estupidez, sino incapacidad para pensar. (Arendt, 2002, p. 30)

En el Post scriptum de Eichmann en Jerusalén expresa:

Eichmann no era un Yago ni un Macbeth, y nada pudo estar más


lejos de sus intenciones que “resultar un villano”, al decir de Ricardo
III. Eichmann carecía de motivos, salvo aquellos demostrados por
su extraordinaria dirigencia en orden a su personal progreso. Y, en
sí misma, tal dirigencia no era criminal; Eichmann hubiera sido
absolutamente incapaz de asesinar a su superior para heredar su
cargo. Para expresarlo en palabras llanas, podemos decir que
Eichmann sencillamente, no supo jamás lo que se hacía (…) sabía
muy bien cuáles eran los problemas de fondo con los que se
enfrentaba, y en sus declaraciones postreras ante el tribunal habló
de “la nueva escala de valores prescrita por el gobierno (nazi)”. No,
Eichmann no era estúpido. Únicamente la pura y simple irreflexión
(…) fue lo que le predispuso a convertirse en el mayor criminal de
su tiempo (…) Una de las lecciones que nos dio el proceso de
Jerusalén fue que tal alejamiento de la realidad y tal irreflexión

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pueden causar más daño que todos los malos instintos inherentes,
quizá, a la naturaleza humana. (Arendt, 2011, p. 253)

La incapacidad para pensar, la irreflexividad, es la característica de


la banalidad del mal. Esta última se trataría, pues, de la posibilidad de
realizar el mal sin comprender su significado. De ahí que refiera a la
ausencia de pensamiento y de juicio moral. El primero refiere al diálogo
del yo consigo mismo en el que se ponen en cuestión los prejuicios y que,
por su misma naturaleza, permite una relación entre el dos-en-uno. El
juicio refiere a la capacidad de distinguir entre lo bueno y lo malo, sería
de tipo reflexionante, dada la ausencia de reglas bajo las cuales subsumir
el particular pues el pensamiento habría cumplido la función de purgarnos
de estas.
Dicho de un modo breve, la banalidad del mal se caracteriza por la
irreflexividad y por tanto podría prevenirse mediante el uso del
pensamiento y del juicio. La posibilidad de prevenirlo se encuentra del
otro lado, en la conducta moral. Esta es caracterizada por la coherencia
y, por tanto, parte de su concepción antropológica del dos-en-uno:

Para el yo pensante y su experiencia, la conciencia que “por doquier


obstruye al hombre con obstáculos” es un efecto accesorio. No
importa cuáles sean las cadenas de razonamientos del yo pensante,
el yo (self) que somos debe cuidarse de no hacer nada que impida
la amistad y la armonía del dos-en-uno. (Arendt, 2002, p. 214)

Este fragmento permite hacer tres aclaraciones: primero, la


conciencia moral (arendtiana) es un efecto del pensar, de la relación del
yo consigo mismo. Segundo, somos dos-en-uno, hay una diferencia en
nuestra unicidad que se refiere a nuestro yo pensante y nuestro yo (self)
que es el que aparece frente a los otros en el mundo de las apariencias,
el “yo” que somos cuando hablamos y actuamos. Tercero, aquel que
piensa, que se relaciona consigo mismo, procurará no contradecirse para
mantener la armonía entre los dos que lo constituyen. Es decir, procurará
que su yo (self) no transgreda los límites de su yo pensante.
Por eso la conducta moral arendtiana es pura coherencia entre lo
que pensamos y lo que hacemos. Exige el uso del pensamiento, del juicio,
de la memoria y de la voluntad porque: 1. Comienza con la actualización

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de la diferencia del dos-en-uno, al reconocer la diferencia en nuestra
unicidad aspiramos a la coherencia. 2. Implica que juzguemos por
nosotros mismos, para poder ser coherentes con nosotros mismos. 3.
Para evaluar dicha coherencia debemos recordar lo que hacemos. 4. A
pesar de la libertad de la voluntad, esta participa en la conducta moral
cuando se detiene ante las prescripciones negativas de la conciencia
moral, es decir, cuando atiende al “no puedo hacerlo”.
Finalizaremos esta presentación temática reconociendo tres
momentos en los que la autora se distancia de la tradición: Primero,
Arendt (2002) no comparte la concepción tradicional del “mal” en la que
se reconoce un status ontológico de maldad en el agente suponiendo que
este es malo, sino que lo relaciona con la irreflexividad y, en este sentido,
sugiere que es una posibilidad humana pues todos podemos no hacer uso
de nuestra facultad de pensar. Segundo, se distancia de la concepción
tradicional de conciencia moral que supone que está siempre presente y
nos dice lo que debemos hacer y de qué tenemos que arrepentirnos. Para
Arendt (2002), esta conciencia solo da prescripciones negativas y no está
siempre presente, sino que aparece como un pensamiento tardío. Por
último, también se distancia de la concepción tradicional de conducta
moral en tanto no considera que “va de suyo”. Para Arendt (2007), la
conducta moral es contingente, podría no darse pues depende de la
relación del yo consigo mismo.

Recursos de profundización de aprendizaje

Con el fin de ampliar la temática, el estudiante es invitado a acceder a los


siguientes recursos:

Leer: El pensar y las reflexiones morales (pp. 109-137) Disponible


en humanidades.com

A partir del siguiente artículo ampliará su interpretación sobre la


noción arendtiana de banalidad del mal: Botero, A.J. y Leal, Y.
(2013). El mal radical y la banalidad del mal: las dos caras del
horror de los regímenes totalitarios desde la perspectiva de
Hannah Arendt. Universitas Philosophica, 30 (60), pp. 99-126.
Disponible en scielo.org.co

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El siguiente artículo le permitirá complementar su interpretación
sobre la noción arendtiana de banalidad del mal: Cano, S. (2004).
El sentido arendtiano de la “banalidad del mal”. Horizonte, 3 (5),
101- 130. Disponible en: portal.pucminas.br

A partir del siguiente artículo comprenderá la concepción arendtiana


de conducta moral. Sanabria, M. (2018). Constitución de la
conducta moral en la filosofía de Hannah Arendt: el testigo en el
pensamiento y en el mundo de las apariencias. Perseitas, 6 (1) pp.
23-47. Disponible en doi.org

A partir del siguiente artículo ampliará su comprensión sobre la


concepción arendtiana de irreflexividad en relación con la
posibilidad de realizar el mal. Sanabria, M. (2017). La noción
arendtiana de “banalidad del mal” a partir de la idea de
irreflexividad. Agora Papeles de filosofía, 36 (2), pp. 133-149.
Disponible en dx.doi.org

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Referencias de la unidad de competencia

Arendt, H. (1995). De la historia a la acción. Barcelona, España:


Paidós.

Arendt, H. (2002). La vida del espíritu, Barcelona, España: Paidós.

Arendt, H. (2005). La condición humana. Barcelona, España:


Paidós.

Arendt, H. (2007). Responsabilidad y juicio. Barcelona, España:


Paidós.

Arendt, H. (2011). Eichmann en Jerusalén, Barcelona, España:


Debolsillo.

Bárcena, F. (2002). Hannah Arendt: una poética de la natalidad.


Daimon Revista Internacional De Filosofia, (26), 107-123.

Botero, A.J. y Leal, Y. (2013). El mal radical y la banalidad del mal:


las dos caras del horror de los regímenes totalitarios desde la
perspectiva de Hannah Arendt. Universitas Philosophica, 30(60),
99-126.

Cano, S. (2004). El sentido arendtiano de la “banalidad del mal”.


Horizonte, 3(5), 101- 130.

Latella Calderón, L. (2006). Análisis de la significación política de


los conceptos de Perdón y Promesa en Hannah Arendt. Utopía y
Praxis Latinoamericana, 11(35), 103-113.

Sanabria, M. (2017). La noción arendtiana de “banalidad del mal” a


partir de la idea de irreflexividad. Agora Papeles de filosofía, 36(2),
133-149.

Sanabria, M. (2018). Constitución de la conducta moral en la


filosofía de Hannah Arendt: el testigo en el pensamiento y en el
mundo de las apariencias. Perseitas, 6(1), 23-47.

Página 10 de 11
Young-Bruehl, E. (1993). Hannah Arendt, Valencia, España:
Edicions Alfons el Magnánim.

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