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cautelares y otros
BIBLIOGRAFIA BASICA
Caso “Lema”33 “...si bien podía sostenerse que el acto revocatorio del mandato implicó el
ejercicio de facultades discrecionales esa circunstancia no dispensa[ba] a la administración “de
observar un elemento esencial como es la motivación suficiente, pues es precisamente en este
ámbito de la actividad administrativa donde la motivación se hace más necesaria”
La causa “Entre Ríos”34 .. El Máximo Tribunal, decidió rechazar in limine la acción considerando –
entre otras cuestiones- que en el caso no se advertía “la configuración de una ´arbitrariedad
manifiesta´ que permita continuar con la acción promovida”. ….. señaló que “es dable recordar
que el control de legalidad administrativa y el control de constitucionalidad que compete a los
jueces en el ejercicio de su poder jurisdiccional, no los faculta para sustituir a la administración en
la determinación de las políticas o en la apreciación de los criterios de oportunidad [...] y mucho
menos ciertamente en la fijación o aprobación de tarifas por la prestación de servicios. Ello no
obsta al ejercicio del citado control de legalidad respecto del procedimiento seguido y las bases
normativas que deben ser tenidas en cuenta para la fijación de tarifas”.
El estudio de los precedentes analizados evidencia que el control de la discrecionalidad a través de
los elementos reglados del acto ha sido un recurso utilizado por el Alto Tribunal de manera
constante.
Control de razonabilidad.
La razonabilidad, no es una exigencia que sólo deba predicarse del acto administrativo, sino que
como se evidencia en el derecho comparado 44, es exigible a todo el actuar del Estado45, con
fundamento en el Art. 28 de la C.N., sea que trate del ejercicio de actividad reglada o discrecional,
aunque en este último campo, el mentado recaudo, se muestra como un mecanismo apropiado
para el control de este tipo de facultades.
Como lo ha destacado Gelli46, existen varios criterios para controlar la razonabilidad de los actos
estatales.
El primero de ellos, implica un nivel básico y mínimo de control y consiste en realizar un análisis
de relación, entre los fines que se procuran con el dictado del acto y los medios elegidos para
alcanzarlos. Es decir, según este patrón, para que el acto administrativo se muestre como
razonable, basta con que el contenido del mismo, resulte idóneo o apto para lograr la finalidad
perseguida por el órgano del cual emana.
El segundo de ellos, evidencia mayor estrictez que el anterior, puesto que aquí se evalúa, que
entre el contenido del acto y su finalidad, exista relación de proporcionalidad, verificando, de este
modo, que el medio escogido por la autoridad no exceda –por su desproporción- al fin público
perseguido. De esta manera, como lo ha destacado la jurisprudencia la proporcionalidad “actúa
como un límite impuesto a la actividad de los poderes públicos, consistente en mantener un nexo
de adecuada proporción entre el fin perseguido y los medios puestos en acción para su
realización”47.
En el ámbito de la Ley Nacional de Procedimientos Administrativos48, la proporcionalidad –
entendida como especie de razonabilidad y como condición ineludible que debe cumplir el acto
administrativo- ha sido receptada por dicho cuerpo legal en el Art. 7 Inc. f) como un componente
del elemento finalidad, al prescribirse que “las medidas que el acto involucre deben ser
proporcionalmente adecuadas a aquella finalidad”.
En el caso del acto administrativo, la razonabilidad surge de la vinculación entre objeto y
finalidad del acto administrativo, con lo cual, la ausencia de tal recaudo determina la nulidad
absoluta del mismo49
Por último, evidenciando un control más estricto por parte del juez, que en los supuestos
analizados, encontramos el estudio de costos y beneficios que trae aparejado el dictado de un acto
administrativo, lo cual, se acerca en la práctica al análisis de oportunidad y conveniencia, poniendo
en peligro el principio de la división de poderes pues, tal forma de proceder se encuentra vedada
al Poder Judicial, incluso en el derecho comparado50
El ejercicio de facultades discrecionales. En tal sentido, ha señalado que “la circunstancia que la
Administración obrase en ejercicio de facultades discrecionales en manera alguna puede
constituir un justificativo de su conducta arbitraria, puesto que es precisamente la razonabilidad
con que se ejercen tales facultades el principio que otorga validez a los actos de los órganos del
estado y que permite a los jueces, ante planteos concretos de parte interesada, verificar el
cumplimiento de dicha exigencia”52
Control por los conceptos jurídicos indeterminados
Según se ha señalado, los conceptos jurídicos indeterminados se erigen en una técnica de
reducción de la discrecionalidad -cuyo desarrollo corresponde a la doctrina alemana 58- y consisten
en definiciones genéricas efectuados por el ordenamiento administrativo que para aplicarse a un
caso concreto requieren ser interpretadas por el Poder Judicial 59, dado que muchas veces se
refieren a realidades extrajurídicas no precisadas en norma alguna 60, pero que delimitan un
supuesto concreto que sólo puede ser concretado en su aplicación práctica 61.
Por lo general, el ordenamiento utiliza conceptos de experiencia –como la incapacidad- o de valor
–como la buena fe, buena conducta62, oferta más conveniente, agente más idóneo- y encomienda
al administrador la valoración de tales circunstancias y la determinación del enunciado 63.
En esa misma inteligencia, ha expresado la Corte en otro precedente más reciente que “La
exactitud material de los hechos que motivan la decisión administrativa constituye una condición
general de legalidad de todo acto administrativo por lo que, como se ha dicho, los jueces están
facultados para verificar la materialidad de las faltas que motivan las medidas discrecionales”74.
En los casos de intereses legítimos, en cambio, el afectado deberá iniciar una acción de
ilegitimidad cuya finalidad es la declaración de nulidad del acto administrativo cuestionado sin
que se encuentre prevista la posibilidad de adicionar a esa pretensión un reclamo de
indemnización. Esa prohibición carece de sentido jurídico y de razonabilidad, y obliga al
administrado a proveer luego un juicio ante la justicia ordinaria para reclamar los daños y
perjuicios. (interviene el Fiscal de Cámara en igual condición que las partes.)
La tercera acción que está prevista en la de lesividad pero en este caso el que acciona es el propio
Estado. Ella tiene por objeto peticionar la declaración de nulidad de sus propias decisiones en
aquellos casos en donde no puede ejercer la potestad revocatoria ante sí, por haber generado
derechos subjetivos el acto administrativo, además de encontrarse firme y consentido175
(interviene el Fiscal de Cámara en igual condición que las partes.)