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DIEGO MAURO
MARTÍN VICENTE
1 E l giro impacto también en ámbitos vinculados al liberalismo, tanto en sectores tradicionales como el
diario La Nación cuanto en el más heterogéneo espacio del reformismo liberal o en actores de la inci-
piente renovación liberal-conservadora. A l respecto: Sidicaro (1993) y Nállim (2014). Una excepción
fueron los demócratas progresistas santafesinos que, en contraste con otras vertientes de su partido, se
mantuvieron apegados en materia económica a las recetas fiscales del período previo (Mauro, 2013).
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2 Entre los principales trabajos sobre Orden Cristiano y la influencia de Maritain: Zanca (2013a y
2013b), Vicente (2015a y 2015b), Nállim (2015). Cabe destacar también la biografía de Monseñor
de Andrea realizada por Lida (2013). .Sobre la influencia de Sturzo y el Partido Popular véase Mauro
(2015 y 2017).
Un camino resbaladizo 193
los fundadores del Partido Popular, como el propio Pagés o De Gregori, provenían
de los ex alumnos). E n este sentido, no sorprende que la revista Restauración Social,
editada entre 1935 y 1941 por el coadjutor salesiano Carlos Conci, anticipara algunas
de las líneas de Tiempos Nuevos, publicando artículos de Sturzo y monseñor Miguel
de Andrea, y defendiendo un corporativismo antifascista, basado en las encíclicas del
catolicismo social.
E l grupo de Orden Cristiano, por su parte, emergió de las derivaciones de las po-
lémicas que abrieron una grieta en el espacio católico en 1936, especialmente por las
posiciones en torno a la Guerra Civil Española y la visita a la Argentina de Jacques
Maritain. Influidos por la renovación humanista y el antifascismo europeo, estos ac-
tores encabezados por Rafael Pividal concibieron desde 1941 la revista quincenal
como un órgano doctrinario en polémica con nacionalistas e integristas. Pividal, doc-
torado en Francia y amigo del matrimonio Maritain, era editor de la colección "Una
nueva cristiandad" en Losada y no dirigió la revista por sus problemas de salud, que
lo llevarían a una temprana muerte en 1945. E l director de la publicación fue Alberto
Duhau, proveniente de una familia vinculada al negocio agropecuario, que en esos
momentos invertía en el mundo editorial. Duhau no había sido un polemista activo en
los años previos, pero ese mismo 1941 publicó el libro antifascista Las dos cruces en
el sello editorial de la revista. Dentro del grupo inicial se destacaron Augusto Durelli,
también doctorado en Francia, quien ya había editado en la colección dirigida por
Pividal; la codirectora Eugenia Silveyra de Oyuela e Isabel Giménez Bustamante,
quienes habían girado de posiciones de apoyo a los sublevados en España en 1936
hacia el antifascismo, deviniendo dos de las más notables plumas de la revista; A l -
berto de Basaldúa, representante del gobierno republicano del país vasco en el exilio,
quien acercó diversas firmas de sacerdotes y laicos provenientes de tal experiencia;
Cornelia Groussac, activa militante y conferencista del catolicismo democrático, hija
de Paul Groussac; posteriormente, actores como Jaime Potenze, Manuel Ordóñez,
Juan Andino y Manuel Río comenzaron a colaborar en las páginas de Orden Cristia-
no; en el tramo final de la revista, ya durante el gobierno peronista, se sumaron firmas
como las de Oscar Puiggrós, Ambrosio Romero Carranza y Carlos Coll Benegas.
Referenciados en Maritain y la renovación católica europea (con preeminencia de sus
versiones francesa, inglesa y belga, en ese orden), los editores de Orden Cristiano
dieron un importante espacio a las nuevas manifestaciones del catolicismo regional
expresado por intelectuales, militantes, políticos y sacerdotes, con los que tendió
diversas redes hasta formar un espacio latinoamericano donde circulaban artículos,
reseñas, salutaciones y otro tipo de intervenciones. A l mismo tiempo, manifestó un
destacado interés en leer la realidad internacional, que se expresó en la atención a la
Guerra Mundial, los procesos regionales, el interés por zonas no centrales de Europa
y una mirada atenta al oriente (en especial a China) y África. L a relación con firmas
del extranjero, la reproducción de artículos de la prensa internacional y la colabora-
194 Igl es ia y reíigios idades
ción de "corresponsales" de diversos puntos del globo (en muchos casos, seguramen-
te lectores o simples contactos), daban el marco a un proyecto que hizo de la mirada
internacional uno de sus rasgos característicos.
Los populares y el grupo de Orden Cristiano representaron dos rostros distintos
del antifascismo católico por diversos motivos. E n primer lugar, por las diferencias
de clase, formación y trayectorias de sus actores, en el caso del grupo del quincenario
se trataba de intelectuales ligados a las élites dirigentes, con formación en Humani-
dades y Ciencias Sociales, entrenados en el ensayo político y polemistas activos con
roles en diversos espacios como los grandes medios, las publicaciones militantes,
las redes antifascistas. L a situación de la Juventud Popular era mucho más modesta
en ese plano, bastante precaria financieramente y amateur en el terreno editorial,
más allá de que Sturzo considerara a Braschi un traductor idóneo y recomendable y
Guglielmino hablara con cierta grandilocuencia de la Editorial Popular que impulsa-
ban. E n segundo término pero estrictamente vinculado con el punto previo, debido
a las diversas formas de intervención de ambos nucleamientos, más interesados en
la acción político-partidaria y social los primeros -como les reconocía el propio Du-
relli en el periódico Tiempos Nuevos- más vinculados a las polémicas intelectuales
e ideológicas los segundos. Tercero, por las respectivas redes político-intelectuales
articuladas por los grupos: si bien en ambos conjuntos era notoria la influencia de un
intelectual-faro (Sturzo y Maritain respectivamente), en Orden Cristiano la trama de
influencias y circulaciones fue mucho más amplia y heterogénea. E n este sentido, si
el espacio católico democrático era minoritario en aquellos años dentro del universo
confesional, Orden Cristiano ocupaba un sitio mucho más amplio, visible y con ma-
yor espectro de conexiones que los populares.
Las relaciones con la jerarquía fueron otro tópico importante: si bien ambos
grupos estuvieron distanciados de los altos prelados locales, encontraron momentos y
actores de referencia, en especial monseñor De Andrea. Así, ambos colectivos sostu-
vieron posturas ora convergentes ora divergentes que supieron expresar tanto puntos
en común propios del antifascismo católico (y por momentos del antifascismo en
general) como posiciones encontradas en diferentes aspectos: entre ellos, la cuestión
social.
razones del conflicto obrero.7 Se entendía, de esa manera, que las reformas tributarias
podían ser un camino para sortear la mezquindad de las oligarquías, forzándolas a
través de las leyes del Estado a cumplir su función social para con las clases desfa-
vorecidas.
Todo esto suponía dejar claramente atrás las formas tradicionales de caridad,
tanto desde el Estado como desde el mundo católico, incluidas las instituciones por
antonomasia del catolicismo social que, para varios de los exponentes del grupo,
lisa y llanamente habían fracasado. E l presbítero Braschi, por ejemplo, consideraba
que había que ser contundente en este aspecto: los Círculos de Obreros, las obras
de caridad e instituciones como la Casa de la Empleada -impulsada por el propio
De Andrea- eran ejemplos de lo que debía dejarse en el pasado, en pos de llevar al
Estado un programa socialcristiano con todas las letras, que permitiera reconciliar
a los obreros con la Iglesia, mostrándoles que los católicos no estaban para cuidar
los intereses de las élites y hacer beneficencia sino para instaurar la justicia social
cristiana.8 E n cierta medida, aunque con nuevos elementos, los sturzianos reedita-
ban el viejo debate que los Círculos habían tenido a principios de siglo con la Liga
Demócrata Cristiana acerca de las características, posibilidades y el rumbo de un
eventual sindicalismo católico. Por entonces, la Liga había cuestionado el interclasis-
mo de los círculos puesto que, en la opinión de sus principales referentes, ese rasgo
impedía avanzar hacia sindicatos con un mayor arraigo social. E n aquella ocasión fue
precisamente el presbítero Sebastián Monteverde, uno de los fundadores del Partido
Popular en 1927, quien defendió las posiciones de la Liga, reclamando una mayor
cercanía con los obreros (Lida, 2015; Martín, 2012; Vidal, 2010). Cuestión que luego
retomaría también Alejandro Bunge, tras la salida de Federico Grote de la Federación
de Círculos, alentando la renovación de las dirigencias de la entidad, con el propósi-
to que se incorporaran verdaderos trabajadores y no ya solo profesionales. Para los
populares, como dejaba en claro Guglielmino, el sindicalismo católico era uno de los
caminos que los democristianos tenían que alentar para enfrentar la cuestión social,
para lo cual el partido tenía que bregar por leyes que los reconocieran como elemen-
tos naturales de la sociedad.9
En el caso de Orden Cristiano, la tesitura era diferente. E n primer lugar, la re-
vista proponía una lectura moderada del capitalismo y el liberalismo, que así como
sancionaba lo que entendía como errores o excesos también ponderaba muchas de sus
En términos teóricos los impuestos dejaban poco a poco de vincularse estrictamente, como en las
discusiones de finales del siglo X I X , con el debate del proteccionismo para comenzar a relacionarse
con los intereses particulares de los trabajadores, los obreros y los consumidores (Caravaca, 2011).
8 Carta de Braschi a Sturzo, 26 de febrero de 1942, S E G 606, 21; Carta de Braschi a Sturzo, 10 de julio
de 1942, S E G 606, 27; Carta de Braschi a Sturzo, 25 de noviembre de 1941, S E G 605, 38, Fondo
Sturzo (FS), Instituto Luigi Sturzo, Roma.
9 "Reconocimiento Jurídico del Sindicato", Tiempos Nuevos, 1 de marzo de 1940.
198 Igles ia y reíigios idades
una serie de puntos que eran comunes al catolicismo democrático en general, como
la moderada aceptación del intervencionismo económico, la apelación a la doctrina
social de la Iglesia, la promoción de un tipo de ideario económico no materialista o el
interés por ciertas vertientes humanistas del enfoque sobre la cuestión social. 10
A diferencia de la atención que los populares colocaban en la organización po-
lítica partidaria y sindical de los trabajadores, Orden Cristiano mantenía sobre el
tema una postura más laxa. E n la revista era notoria, como en gran parte el espacio
antifascista, la preocupación por una posible manipulación demagógica de las ma-
sas trabajadoras, en general leída en paralelo a las experiencias fascistas europeas y,
dentro de la publicación en especial, como un posible revival del rosismo (Vicente,
2015a). L a atención a las diversas formas de organización laboral, las posibles vías
de armonización entre el capital y el trabajo, la representación de los trabajadores se
contaron entre las preguntas abiertas por la revista, pero en general fueron abordadas
en un plano de menor interés que las problemáticas de las pugnas ideológicas. Por
ello mismo, la propuesta de políticas concretas estuvo mayormente ausente, salvo
con temas que consideraban acuciantes según el momento, como el problema de la
salud o el de la vivienda durante el peronismo." L a publicación mantuvo contactos,
por ejemplo, con instituciones como la Organización de Trabajadores Católicos de
Inglaterra -cuyo cronista enviaba las notas de "Polonia en desgracia", una columna
que narró durante varios números la crisis de ese país símbolo del catolicismo cen-
troeuropeo-, pero ello no llevó a que expresara un rostro obrerista o sindical más
puntual que el social, sino que debe entenderse como una colaboración vinculada al
notorio interés en el mapa internacional. Por otra parte, si los populares criticaban la
miopía de las clases altas, un discurso de este tipo era más complejo entre estos mari-
taineanos, provenientes de las élites y constructores de diversas redes y modalidades
de circulación en ellas. No obstante, la centralidad de la pauta ideológica hizo que las
notas de Orden Cristiano se enfocaran en críticas de distinto tenor al nacionalismo
de ciertos sectores encumbrados, así como a una genérica "indiferencia" de las élites
políticas e intelectuales para comprender los rasgos del mundo en la etapa de la Se-
gunda Guerra Mundial.
10 En muchos casos, muestra de cómo articulaba sus intereses la revista, se trataba de desgravaciones o
conferencias: " L a voz de un pastor", Orden Cristiano, 1 de abril de 1947 (sobre el discurso de mon-
señor De Andrea en la Casa Veraniega de la Empleada); " L a cuestión social y los católicos", Orden
Cristiano,\5 de mayo de 1947 (sobre conferencia del abogado italiano Fernando Della Rocca).
11 B A D E N O C H , A . G . "Hacia el servicio médico estatal", Orden Cristiano, 15 de julio de 1947; R E -
PETTO, Norberto, " L a vivienda: Un problema social y moral", Orden Cristiano, 1 de septiembre de
1947. Sobre estos temas véase Torre y Pastoriza (2002) y Ballent (2005).
200 Iglesia y religiosidades
¿Qué hacer?
Como adelantamos en la primera parte del artículo, durante la segunda mitad de los
años treinta, los miembros de i popolari se mostraron activos en el plano cultural:
tradujeron sistemáticamente a Sturzo, fundaron una pequeña casa editora, la Editorial
Popular, que logró poner en circulación algunos folletos, y entre 1939 y 1945 edita-
ron mensualmente el periódico Tiempos Nuevos. Desde sus páginas denunciaron al
fascismo -especialmente la idea de que podía compatibilizarse con el catolicismo- al
tiempo que se ocuparon de las reformas sociales con las que esperaban contener el
conflicto social y conducir la clase obrera a las filas de la Iglesia. A diferencia de
lo que ocurría con otros sectores del antifascismo católico, estas actividades no se
concebían como el fin central del grupo sino, más bien, como tareas de formación
y preparación del ambiente, en vistas a la consolidación del partido. E n esto no se
apartaban de los lineamientos de 1927, cuando se optó por la creación de una agrupa-
ción de inspiración democristiana como vehículo para eníf entar los desafíos sociales.
Aunque los resultados fueron, como en otros casos, muy limitados -apenas el ingreso
de un concejal en Buenos Aires, José Pagés-, la opción por el partido no se puso en
duda. Por el contrario, a mediados de los años 1930, la juventud partidaria intentó
dinamizar la agrupación, sumida en el estancamiento, y volvió a invocar el modelo
del Partido Popular Italiano a pesar de que, con la creación de la Acción Católica, los
márgenes para la actividad partidaria de los laicos eran cada vez más estrechos. E l
vínculo epistolar con Sturzo y sus recomendaciones prácticas jugaron por aquellos
años un rol clave, sobre todo a la hora de mantener las expectativas frente a la co-
yuntura adversa. E n 1938 y 1940 volvieron a sufrir derrotas contundentes en Buenos
Aires y, a partir de entonces, aunque intentaron relanzar el partido tras el cierre del
Concejo Deliberante en 1941 y el golpe de Estado de 1943, la militancia se con-
centró básicamente en la labor intelectual. 12 Tampoco el intento por crear en el país
una sección del grupo People and Freedom, una iniciativa antifascista internacional
encabezada por Sturzo, tuvo un eco positivo. L a experiencia agudizó las tensiones en
el arco antifascista católico y, de hecho, marcó el inicio del proceso de disgregación
de los sturzianos (Mauro, 2017).
A diferencia de ellos, los integrantes de Orden Cristiano colocaron la organiza-
ción político-institucional en un sitio lateral frente a sus preocupaciones por el debate
ideológico, por lo menos hasta el ciclo final de la revista, cuando las posibilidades
de institucionalizar el heterogéneo movimiento democristiano abrieron diversos de-
bates similares a los que los populares habían tenido en los años treinta. De hecho,
fue justamente tras la disolución de los sturzianos que los maritaineanos comenzaron
un complejo proceso de polémicas, con múltiples idas y venidas, sobre cómo hacer
del movimiento un partido político. Los intentos de los católicos democráticos de
converger con la Unión Democrática en las elecciones que llevaron a Juan Perón a
la presidencia fueron seguidos con interés desde la revista, que promovió sus activi-
dades e hizo circular sus documentos. E l destacado rol que la democracia cristiana
comenzó a tener en la Europa de la posguerra fue un aliciente, y el grupo editó múl-
tiples notas sobre las organizaciones del viejo continente, sus principios, proyectos y
desempeños electorales. E n efecto, la atención que la publicación dedicó a la demo-
cracia cristiana hizo del tópico uno de los más transitados en la etapa de posguerra de
Orden Cristiano, en especial ante el triunfo de Perón y la convergencia de gran parte
del catolicismo local con su gobierno, que colocó a estos intelectuales y militantes
ante la pregunta de cómo oponerse a un gobierno electo, no ya a uno de facto como
el iniciado en 1943. De a poco, las páginas de la revista fueron mostrando notas que
expresaban la ocasión o la necesidad de construir una Democracia Cristiana en el
país. Así, desde el quinto aniversario de su salida, el quincenario inscribió en tapa la
leyenda "Revista demócrata de inspiración católica", que la identificaba con la línea
internacional del movimiento demócrata-cristiano. También en esta etapa, comenza-
ron a aparecer notas del propio Sturzo, entendido desde las páginas de la publicación
como un intelectual destacado cuanto como un articulador político de la democracia
cristiana.
En 1947, se realizó en Uruguay el primer encuentro regional de políticos e in-
telectuales democristianos, con delegaciones del país anfitrión, Chile, Brasil y la Ar-
gentina, donde Manuel Ordóñez, colaborador de Orden Cristiano, fue el represen-
tante del grupo argentino, en el que entre otros estuvo el propio Duhau. Allí se dio
origen a la Organización Demócrata Cristiana de América ( O D C A ) . E n la reunión se
redactó un documento fundacional que abrió una polémica en la revista por ciertos
puntos de su contenido, precisamente en temas vinculados con la faceta económica
y social. E l texto, que criticaba las dictaduras, promovía la democracia y el huma-
nismo, se mostraba crítico con algunas dimensiones del capitalismo. A raíz de ello,
el economista Carlos Coll Benegas inició el cruce con una carta donde criticaba el
documento montevideano y abrió un intercambio que se prolongó durante varios nú-
meros, al punto que se publicaron intervenciones del director y de otros integrantes
del grupo en torno a la polémica como modo de expresión y debate al interior del
espacio demócrata cristiano. 13 E l intercambio de notas pronto excedió la intervención
polémica de Coll Benegas y se abrió a otras voces, como las de firmas invitadas. 14
Así, la revista, que publicó la última intervención del economista con la aclaración de
que se buscaba promover el libre debate, evaluó que este era resultado de una de las
encrucijadas del momento, y las notas se desplegaron.15 Entre otros artículos, Enrique
de Gandía buscó una relación armónica entre los intereses privados y el de la so-
ciedad, proponiendo su complementariedad.16 Desde Montevideo, Carlos Bauchent
Bermúdez insistió en la posición humanista de la lectura del documento, abogando
por una economía basada en la moral y entendiendo a esta como identificada con la
religión. 1 7 Jaime Potenze, por su parte, señaló como "un acierto" que el encuentro en
Uruguay hubiera partido de afirmar la doctrina social cristiana, en épocas donde aún
"la mayoría de la personas" entendía que la solución al problema social estaba en los
extremos del fascismo o el comunismo. 18 E l eje humanista, en efecto, fue el signo de
las intervenciones, con el capitalismo como problema y las diversas interpretaciones
de cómo articular una respuesta social cristiana marcando el tono de los cruces. En
momentos en que el peronismo reclamaba para sí la doctrina socialcristiana y una
posición equidistante del liberalismo y el comunismo, la serie de cruces aparecidos
en el quincenario expresaban no solo las desavenencias en el interior del espacio de-
mocristiano sino los modos en los cuales estas debían medirse con las posiciones del
gobierno argentino y el vínculo de este con la Iglesia. E n el número 149, en tanto, la
F
19 "Lucharemos contra ciertas pretensiones actuales de atar nuestra religión a un concepto reaccionario
de la vida", planteaban ya en el artículo de presentación, presuntamente escrito por Pividal, "Orden
Cristiano" {Orden Cristiano, 15 de septiembre de 1941).
20 Carta de Chiti a Sturzo, 10 de agosto de 1942, S E G 606, F S , Istituto Luigi Sturzo, Roma.
204 Iglesia y religiosidades
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