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Un camino resbaladizo

Los católicos antifascistas ante la cuestión social en


Argentina: los casos de Ipopolari y Orden Cristiano
en las décadas de 1930 y 1940

DIEGO MAURO
MARTÍN VICENTE

as consecuencias sociales de la crisis de 1930 aceleraron el desplazamiento


que, desde fines del siglo X I X , venía produciéndose dentro del catolicismo
1 *de la noción tradicional de "caridad" al concepto de "justicia social" (Lida,
2015). E l cambio no suponía un cuestionamiento a la caridad como virtud teologal,
sino más bien una crítica a la idea de que los desafíos del mundo contemporáneo
y especialmente los de entreguerras podían resolverse en una clave moral. Incluso
entre los sectores más tradicionales, todavía vinculados a las formas de sociabilidad
notabiliares, comenzó a hablarse más frecuentemente de la necesidad de una "caridad
profesional" que se adecuara a los nuevos tiempos y fuera más allá de las prácticas
habituales. Se trataba de un viraje que empalmaba con otro cambio paradigmático
en el modo de concebir el Estado, especialmente en lo relacionado al rol que de-
bía jugar en la economía, y que dialogaba con cuestiones largamente transitadas por
el catolicismo social europeo, desde antes de la encíclica Rerum Novarnm (Ceva,
2012). También en el plano político las nuevas ideas resonaban con más fuerza en
un contexto signado por profundas transformaciones: el New Deal, impulsado por la
administración de Franklin Roosevelt en Estados Unidos, las propuestas keynesianas
en Europa y la creación de nuevas agencias estatales en el país durante la presidencia
de Agustín Pedro Justo. E n dicho marco, el principio de que el Estado debía regular
la economía en pos de la "justicia social" se volvió más aceptable y aceptado entre
los católicos, aunque no se arribó a consensos claros sobre los alcances de las regula-
ciones ni sobre las medidas concretas que debían tomarse.1
E l propósito de este artículo es analizar estos debates al interior de las tramas
del catolicismo antifascista, focalizando en las divergencias que, más allá de las co-

1 E l giro impacto también en ámbitos vinculados al liberalismo, tanto en sectores tradicionales como el
diario La Nación cuanto en el más heterogéneo espacio del reformismo liberal o en actores de la inci-
piente renovación liberal-conservadora. A l respecto: Sidicaro (1993) y Nállim (2014). Una excepción
fueron los demócratas progresistas santafesinos que, en contraste con otras vertientes de su partido, se
mantuvieron apegados en materia económica a las recetas fiscales del período previo (Mauro, 2013).
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incidencias en materia teológica y política, fueron dividiendo aguas a lo largo del


período abarcado. E n particular, el trabajo se centra en las tensiones que envolvieron
las relaciones entre los intelectuales y militantes de la revista Orden Cristiano -en
perspectiva, los principales referentes del antifascismo católico argentino- y los sec-
tores democristianos que, provenientes de la Juventud del Partido Popular de Buenos
Aires, confluyeron en el periódico Tiempos Nuevos, entre 1939 y 1945.2
A través del estudio de las diferencias entre estos grupos se pretende, por un
lado, contribuir a la revisión que se viene haciendo del catolicismo de entreguerras
-otrora reducido fundamentalmente a sus vertientes integristas-, y ofrecer, por otro,
elementos para comprender la dificultosa convivencia política de los demócratas cris-
tianos, tanto en tiempos del surgimiento del peronismo como más adelante en el mar-
co de las disidencias que jalonaron la vida del Partido Demócrata Cristiano (Zanca,
2006; Mauro, 2016).

Rostros diversos del antifascismo católico


A mediados de los años 1930, en un contexto signado por la polarización del cam-
po católico, un grupo de militantes del Partido Popular de Buenos Aires, creado en
1927 según el modelo del Partido Popular Italiano, fundó la Juventud Popular con
el propósito de relanzar la agrupación, por entonces sumergida en la intrascendencia
electoral. A la cabeza se colocó Miguel Guglielmino, quien en breve se convirtió
en secretario general del partido y en su figura pública más importante. Desde 1939
asumió además la dirección del periódico Tiempos Nuevos, que reunió a buena parte
de los militantes populares abriendo canales de comunicación con otros intelectuales
antifascistas católicos, en un intento por ampliar los horizontes del grupo. Los prin-
cipales referentes históricos del partido, entre ellos José Pagés, Lorenzo De Gregori
y Félix Luchía Puig, apoyaron las iniciativas de la Juventud y alentaron a la nueva
carnada de dirigentes, muchos de los cuales integrarían a partir de entonces las lis-
tas de candidatos en las elecciones municipales en Buenos Aires. Por otro lado, se
nutrían también de emigrados italianos con un pasado cercano a la democracia cris-
tiana y al Partido Popular, como los casos de Luigi Chiti -activo en las asociaciones
de la comunidad italiana porteña- o el presbítero Silvio Braschi, párroco en Pilar y
contacto de Sturzo en el país. Confluían también con algunos referentes y militantes
vinculados a la asociaciones de Ex-Alumnos de Don Bosco en Buenos Aires y Ro-
sario, donde se nucleaban parte de los egresados de los colegios salesianos (varios
de los principales dirigentes de la democracia cristiana de los años veinte y luego de

2 Entre los principales trabajos sobre Orden Cristiano y la influencia de Maritain: Zanca (2013a y
2013b), Vicente (2015a y 2015b), Nállim (2015). Cabe destacar también la biografía de Monseñor
de Andrea realizada por Lida (2013). .Sobre la influencia de Sturzo y el Partido Popular véase Mauro
(2015 y 2017).
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los fundadores del Partido Popular, como el propio Pagés o De Gregori, provenían
de los ex alumnos). E n este sentido, no sorprende que la revista Restauración Social,
editada entre 1935 y 1941 por el coadjutor salesiano Carlos Conci, anticipara algunas
de las líneas de Tiempos Nuevos, publicando artículos de Sturzo y monseñor Miguel
de Andrea, y defendiendo un corporativismo antifascista, basado en las encíclicas del
catolicismo social.
E l grupo de Orden Cristiano, por su parte, emergió de las derivaciones de las po-
lémicas que abrieron una grieta en el espacio católico en 1936, especialmente por las
posiciones en torno a la Guerra Civil Española y la visita a la Argentina de Jacques
Maritain. Influidos por la renovación humanista y el antifascismo europeo, estos ac-
tores encabezados por Rafael Pividal concibieron desde 1941 la revista quincenal
como un órgano doctrinario en polémica con nacionalistas e integristas. Pividal, doc-
torado en Francia y amigo del matrimonio Maritain, era editor de la colección "Una
nueva cristiandad" en Losada y no dirigió la revista por sus problemas de salud, que
lo llevarían a una temprana muerte en 1945. E l director de la publicación fue Alberto
Duhau, proveniente de una familia vinculada al negocio agropecuario, que en esos
momentos invertía en el mundo editorial. Duhau no había sido un polemista activo en
los años previos, pero ese mismo 1941 publicó el libro antifascista Las dos cruces en
el sello editorial de la revista. Dentro del grupo inicial se destacaron Augusto Durelli,
también doctorado en Francia, quien ya había editado en la colección dirigida por
Pividal; la codirectora Eugenia Silveyra de Oyuela e Isabel Giménez Bustamante,
quienes habían girado de posiciones de apoyo a los sublevados en España en 1936
hacia el antifascismo, deviniendo dos de las más notables plumas de la revista; A l -
berto de Basaldúa, representante del gobierno republicano del país vasco en el exilio,
quien acercó diversas firmas de sacerdotes y laicos provenientes de tal experiencia;
Cornelia Groussac, activa militante y conferencista del catolicismo democrático, hija
de Paul Groussac; posteriormente, actores como Jaime Potenze, Manuel Ordóñez,
Juan Andino y Manuel Río comenzaron a colaborar en las páginas de Orden Cristia-
no; en el tramo final de la revista, ya durante el gobierno peronista, se sumaron firmas
como las de Oscar Puiggrós, Ambrosio Romero Carranza y Carlos Coll Benegas.
Referenciados en Maritain y la renovación católica europea (con preeminencia de sus
versiones francesa, inglesa y belga, en ese orden), los editores de Orden Cristiano
dieron un importante espacio a las nuevas manifestaciones del catolicismo regional
expresado por intelectuales, militantes, políticos y sacerdotes, con los que tendió
diversas redes hasta formar un espacio latinoamericano donde circulaban artículos,
reseñas, salutaciones y otro tipo de intervenciones. A l mismo tiempo, manifestó un
destacado interés en leer la realidad internacional, que se expresó en la atención a la
Guerra Mundial, los procesos regionales, el interés por zonas no centrales de Europa
y una mirada atenta al oriente (en especial a China) y África. L a relación con firmas
del extranjero, la reproducción de artículos de la prensa internacional y la colabora-
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ción de "corresponsales" de diversos puntos del globo (en muchos casos, seguramen-
te lectores o simples contactos), daban el marco a un proyecto que hizo de la mirada
internacional uno de sus rasgos característicos.
Los populares y el grupo de Orden Cristiano representaron dos rostros distintos
del antifascismo católico por diversos motivos. E n primer lugar, por las diferencias
de clase, formación y trayectorias de sus actores, en el caso del grupo del quincenario
se trataba de intelectuales ligados a las élites dirigentes, con formación en Humani-
dades y Ciencias Sociales, entrenados en el ensayo político y polemistas activos con
roles en diversos espacios como los grandes medios, las publicaciones militantes,
las redes antifascistas. L a situación de la Juventud Popular era mucho más modesta
en ese plano, bastante precaria financieramente y amateur en el terreno editorial,
más allá de que Sturzo considerara a Braschi un traductor idóneo y recomendable y
Guglielmino hablara con cierta grandilocuencia de la Editorial Popular que impulsa-
ban. E n segundo término pero estrictamente vinculado con el punto previo, debido
a las diversas formas de intervención de ambos nucleamientos, más interesados en
la acción político-partidaria y social los primeros -como les reconocía el propio Du-
relli en el periódico Tiempos Nuevos- más vinculados a las polémicas intelectuales
e ideológicas los segundos. Tercero, por las respectivas redes político-intelectuales
articuladas por los grupos: si bien en ambos conjuntos era notoria la influencia de un
intelectual-faro (Sturzo y Maritain respectivamente), en Orden Cristiano la trama de
influencias y circulaciones fue mucho más amplia y heterogénea. E n este sentido, si
el espacio católico democrático era minoritario en aquellos años dentro del universo
confesional, Orden Cristiano ocupaba un sitio mucho más amplio, visible y con ma-
yor espectro de conexiones que los populares.
Las relaciones con la jerarquía fueron otro tópico importante: si bien ambos
grupos estuvieron distanciados de los altos prelados locales, encontraron momentos y
actores de referencia, en especial monseñor De Andrea. Así, ambos colectivos sostu-
vieron posturas ora convergentes ora divergentes que supieron expresar tanto puntos
en común propios del antifascismo católico (y por momentos del antifascismo en
general) como posiciones encontradas en diferentes aspectos: entre ellos, la cuestión
social.

E l conflicto social y sus causas


Desde fines del siglo X I X , el catolicismo social vinculaba el conflicto y la cuestión
obrera a las consecuencias de las transformaciones estructurales generadas por el
liberalismo. En una perspectiva de mayor duración, el problema, como en otros as-
pectos, se asociaba a la reforma protestante y la secularización. Para esta perspectiva,
el liberalismo había erosionado hasta disolverlas las solidaridades orgánicas de la
cristiandad, sobre cuyas ruinas la sociedad había quedado a merced de los burgueses.
Para evitar el "abismo" de la revolución, los católicos sociales proponían una suerte
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de reconstrucción (o recreación) de lo que entendían había sido esa cristiandad, a


través de la formación de instancias de conciliación interclasistas y diferentes cuer-
pos intermedios (a partir de los cuales se iría convergiendo en estructuras mayores
de gobierno).
En sintonía con esos objetivos, el Partido Popular propuso avanzar hacia una
representación de los intereses profesionales en el Estado a través de la "constitución
de Consejos Superiores de la cultura, la industria, el comercio y el trabajo" elegidos
directamente por las confederaciones nacionales de las respectivas profesiones "con
funciones consultivas y con derecho de iniciativa para la presentación de leyes".
Propuso, además, el "reconocimiento jurídico de las organizaciones sindicales", así
como la sanción de una ley que estableciera "la asociación profesional obligatoria y
el sindicato libre, asegurando así la adhesión al sindicato de preferencia".3 En este
sentido, la noción de cristiandad que manejaban y las reformas que impulsaban no se
apartaban demasiado de lo que en términos similares se debatía en ámbitos como la
Revista de Economía Argentina dirigida por Alejandro Bunge o las nacientes cátedras
universitarias de Derecho Laboral. E n el innovador Instituto del Derecho de la Uni-
versidad Nacional del Litoral, por ejemplo, se impulsaba la creación de un Consejo
Económico provincial con función de asesoramiento a los poderes Ejecutivo y Legis-
lativo, organizado sobre la base de la representación de asociaciones profesionales,
como un modo de atenuar el déficit de representación que los desafíos de la posguerra
habían acrecentado (Bacolla y Piazzesi, 2015). No obstante, a diferencia de lo que
proponían los católicos nacionalistas más radicalizados y los diversos grupos inte-
gristas, en los proyectos del Instituto del Derecho, como en los del Partido Popular,
se consideraba que dichas transformaciones no implicaban la supresión de las formas
de representación parlamentaria ni de la democracia electoral. Los partidos políticos
y el voto continuaban siendo las piedras angulares en términos de representación
política, aunque se buscaba perfeccionar el sistema a través de órganos consultivos
y de la incorporación parcial de alguna variante de representación mixta, política y
corporativa (Persello, 2010; De Privitellio, 2011). De igual manera, en el caso de las
leyes electorales existentes, el partido tampoco aspiraba a suprimirlas sino más bien
a perfeccionarlas, introduciendo entre otras cosas la representación proporcional, tal
como también la exigían el Partido Demócrata Progresista o el Partido Socialista
(Persello y De Privitellio, 2009).
De la mano de estas reformas (proporcionalidad, representación profesional par-
cial y/o democracia consultiva), el Partido Popular esperaba avanzar hacia una forma
superior de democracia, "orgánica, popular y descentralizada", que contuviera a las
"oligarquías prepotentes" y, de ese modo, frenara la "dictadura del proletariado".
Según ipopolari, el ascenso del comunismo -por entonces particularmente visible en

3 Tiempos Nuevos, 1 de mayo de 1940.


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los nuevos gremios industriales- se debía principalmente a la miopía política de las


"oligarquías" dirigentes, las "clases privilegiadas", los "capitalistas" y los gobiernos
que no adoptaban el programa de reformas sociales que ellos impulsaban.4 E l con-
flicto social no era solo producto de impersonales procesos económicos y sociales
de larga duración, de la difusión de determinadas ideologías o, como en las miradas
más escatológicas, de la ancestral lucha del Bien contra el Mal, sino de la ceguera
y la mezquindad de personas concretas, de carne y hueso, con nombres y apellidos.
Si las "oligarquías" locales se negaban a elevar las condiciones de vida de la clase
trabajadora, rechazaban la sanción de leyes antilatifundistas o de reforma agraria y
daban solo un tímido apoyo (más formal que real) a medidas concretas como la cons-
trucción de casas baratas, la creación de cajas de previsión social, la difusión de coo-
perativas, la distribución de becas y la sanción de leyes como las de salario familiar,
higiene laboral o crédito obrero, no quedaban muchas dudas sobre quiénes eran los
responsables de la amenaza revolucionaria. L o mismo cabía señalarse de buena parte
de la dirigencia política de los principales partidos puesto que, según los populares,
no velaban debidamente porque las pocas leyes sociales existentes se cumplieran.
Por tanto, el problema no eran solo los comunistas, como argumentaban muchos
católicos, sino las oligarquías que generaban el caldo de cultivo para el surgimiento
de extremismos, tal como - s e g ú n la interpretación de Sturzo- había ocurrido en Italia
con el ascenso del fascismo. 5
A comienzos de los años 1930, los sturzianos argentinos creyeron encontrar una
salida, al menos parcial, obligando a las élites a aceptar una cierta redistribución de la
riqueza a través de una reforma tributaria integral, en sintonía con lo que comenzaba
a debatirse entre especialistas de diferentes países europeos y americanos. 6 En esa
línea, Alejandro Bunge, vinculado a los Círculos de Obreros y al catolicismo social,
y otros economistas importantes del momento, cuestionaron cada vez con más con-
tundencia el sistema tributario argentino, tanto porque al estar basado en el consumo
era totalmente inelástico (ya que este caía en los momentos de crisis), como porque
era injusto desde el punto de vista de una idea de progresividad que exigía distinguir
los ingresos que provenían del trabajo de los que provenían del capital. Desde dicho
punto de vista, los populares consideraban que los impuestos no eran solo el pago por
servicios universales (educación, justicia, ejército, policía) que todos debían cubrir,
sino un instrumento de política social y, por tanto, una herramienta para atenuar las

4 P A R T I D O P O P U L A R Ni conservaclorismo liberal, ni sectarismo Rojo, Buenos Aires, 1934. Sobre el


PC y la actividad gremial véase Camarero (2007) e Iñigo Carreras (2011).
5 Sobre los lincamientos del partido véase Pagés (1956).
6 "Haga un gesto de independencia-vote por un partido de renovación integral", Tiempos Nuevos, 9 de
marzo de 1940.
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razones del conflicto obrero.7 Se entendía, de esa manera, que las reformas tributarias
podían ser un camino para sortear la mezquindad de las oligarquías, forzándolas a
través de las leyes del Estado a cumplir su función social para con las clases desfa-
vorecidas.
Todo esto suponía dejar claramente atrás las formas tradicionales de caridad,
tanto desde el Estado como desde el mundo católico, incluidas las instituciones por
antonomasia del catolicismo social que, para varios de los exponentes del grupo,
lisa y llanamente habían fracasado. E l presbítero Braschi, por ejemplo, consideraba
que había que ser contundente en este aspecto: los Círculos de Obreros, las obras
de caridad e instituciones como la Casa de la Empleada -impulsada por el propio
De Andrea- eran ejemplos de lo que debía dejarse en el pasado, en pos de llevar al
Estado un programa socialcristiano con todas las letras, que permitiera reconciliar
a los obreros con la Iglesia, mostrándoles que los católicos no estaban para cuidar
los intereses de las élites y hacer beneficencia sino para instaurar la justicia social
cristiana.8 E n cierta medida, aunque con nuevos elementos, los sturzianos reedita-
ban el viejo debate que los Círculos habían tenido a principios de siglo con la Liga
Demócrata Cristiana acerca de las características, posibilidades y el rumbo de un
eventual sindicalismo católico. Por entonces, la Liga había cuestionado el interclasis-
mo de los círculos puesto que, en la opinión de sus principales referentes, ese rasgo
impedía avanzar hacia sindicatos con un mayor arraigo social. E n aquella ocasión fue
precisamente el presbítero Sebastián Monteverde, uno de los fundadores del Partido
Popular en 1927, quien defendió las posiciones de la Liga, reclamando una mayor
cercanía con los obreros (Lida, 2015; Martín, 2012; Vidal, 2010). Cuestión que luego
retomaría también Alejandro Bunge, tras la salida de Federico Grote de la Federación
de Círculos, alentando la renovación de las dirigencias de la entidad, con el propósi-
to que se incorporaran verdaderos trabajadores y no ya solo profesionales. Para los
populares, como dejaba en claro Guglielmino, el sindicalismo católico era uno de los
caminos que los democristianos tenían que alentar para enfrentar la cuestión social,
para lo cual el partido tenía que bregar por leyes que los reconocieran como elemen-
tos naturales de la sociedad.9
En el caso de Orden Cristiano, la tesitura era diferente. E n primer lugar, la re-
vista proponía una lectura moderada del capitalismo y el liberalismo, que así como
sancionaba lo que entendía como errores o excesos también ponderaba muchas de sus

En términos teóricos los impuestos dejaban poco a poco de vincularse estrictamente, como en las
discusiones de finales del siglo X I X , con el debate del proteccionismo para comenzar a relacionarse
con los intereses particulares de los trabajadores, los obreros y los consumidores (Caravaca, 2011).
8 Carta de Braschi a Sturzo, 26 de febrero de 1942, S E G 606, 21; Carta de Braschi a Sturzo, 10 de julio
de 1942, S E G 606, 27; Carta de Braschi a Sturzo, 25 de noviembre de 1941, S E G 605, 38, Fondo
Sturzo (FS), Instituto Luigi Sturzo, Roma.
9 "Reconocimiento Jurídico del Sindicato", Tiempos Nuevos, 1 de marzo de 1940.
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características, como su tendencia modernizante. Si bien el quincenario contó con un


heterogéneo abanico de posiciones vinculadas con el amplio número de actores que
firmaron notas, la línea rectora de la publicación entendía que muchos aspectos del
bagaje liberal eran expresión de la Modernidad -en ese sentido, gran parte del espa-
cio liberal con el cual se vinculaban estos actores proponía la misma lectura-, por lo
tanto conformaban una matriz histórica que daba forma a la civilización de la época,
basada en principios católicos. Como lo dejaba en claro el director, el liberalismo
era responsable de la positiva transformación del mundo en los cien años previos,
pero debía ser domeñado para no caer en vicios como el individualismo. E l modo
de estructurar al liberalismo era mediante los principios de la democracia cristiana,
destacando el cariz católico de las bases liberales pero también con especial atención
a las transformaciones en el rol estatal propias de la época. E n efecto, el grupo de Or-
den Cristiano recibió con atención las nuevas formas del intervencionismo como una
opción que podía trazar una línea distante de dos vertientes condenadas por la revista:
el liberalismo a ultranza, individualista y materialista, y las posiciones estatistas que
podían dar lugar a formas totalitarias (Nállim, 2015). Concepto de significados hete-
rogéneos en la etapa, como ha demostrado Enzo Traverso (2001), el totalitarismo era
uno de los términos clave con los cuales estos católicos encuadraban a los modelos
opuestos a sus posiciones y que podían abarcar del nazismo al comunismo, pasando
por actores como Manuel Fresco o Virgilio D i Filippo, punto en el que coincidían
con los populares. E l propio comunismo fue un problema de dos sentidos en la re-
vista: desde el primer número Orden Cristiano dejó en claro sus desacuerdos con el
comunismo y lo consideró una amenaza al catolicismo, pero abonó una posición de
Real Politik: el enemigo mayor era el fascismo, con el nazismo como caso clave, y
por lo tanto la alianza de las democracias occidentales con el comunismo soviético
era necesaria. Así, una vez sentada esa tesitura, la publicación fue moderada en sus
críticas al ideario comunista, a la situación de la Unión Soviética y sus satélites y a los
comunistas locales, con los que los integrantes de Orden Cristiano compartían, por
otra parte, espacios de militancia antifascista. Este posicionamiento, que colocó a las
firmas de la revista como sujetos sospechosos para muchos católicos, fue enfatizado
una y otra vez en editoriales, notas de opinión, sueltos y otras formas de interven-
ción, que podían apelar a diversos registros, desde la argumentación doctrinaria -que
anteponía la actualidad de la condena vaticana a los fascismos- al reconocimiento
de visos de realismo en la protesta comunista. Por otro lado, la publicación se vio
atravesada por las ideas de justicia social que la Iglesia pregonaba. Como ha desta-
cado Zanca, Orden Cristiano se articuló en torno a un grupo cercano al liberalismo
decimonónico y a otro ligado al catolicismo social, perfiles que se fueron acentuando
(y complejizando) hacia la etapa final de la revista, durante el peronismo. De ahí, en-
tonces, el signo plural de las ideas expresadas en sus páginas, y por lo tanto cierta am-
bigüedad a la hora de proponer soluciones concretas a la cuestión social, más allá de
Un camino resbaladizo 199

una serie de puntos que eran comunes al catolicismo democrático en general, como
la moderada aceptación del intervencionismo económico, la apelación a la doctrina
social de la Iglesia, la promoción de un tipo de ideario económico no materialista o el
interés por ciertas vertientes humanistas del enfoque sobre la cuestión social. 10
A diferencia de la atención que los populares colocaban en la organización po-
lítica partidaria y sindical de los trabajadores, Orden Cristiano mantenía sobre el
tema una postura más laxa. E n la revista era notoria, como en gran parte el espacio
antifascista, la preocupación por una posible manipulación demagógica de las ma-
sas trabajadoras, en general leída en paralelo a las experiencias fascistas europeas y,
dentro de la publicación en especial, como un posible revival del rosismo (Vicente,
2015a). L a atención a las diversas formas de organización laboral, las posibles vías
de armonización entre el capital y el trabajo, la representación de los trabajadores se
contaron entre las preguntas abiertas por la revista, pero en general fueron abordadas
en un plano de menor interés que las problemáticas de las pugnas ideológicas. Por
ello mismo, la propuesta de políticas concretas estuvo mayormente ausente, salvo
con temas que consideraban acuciantes según el momento, como el problema de la
salud o el de la vivienda durante el peronismo." L a publicación mantuvo contactos,
por ejemplo, con instituciones como la Organización de Trabajadores Católicos de
Inglaterra -cuyo cronista enviaba las notas de "Polonia en desgracia", una columna
que narró durante varios números la crisis de ese país símbolo del catolicismo cen-
troeuropeo-, pero ello no llevó a que expresara un rostro obrerista o sindical más
puntual que el social, sino que debe entenderse como una colaboración vinculada al
notorio interés en el mapa internacional. Por otra parte, si los populares criticaban la
miopía de las clases altas, un discurso de este tipo era más complejo entre estos mari-
taineanos, provenientes de las élites y constructores de diversas redes y modalidades
de circulación en ellas. No obstante, la centralidad de la pauta ideológica hizo que las
notas de Orden Cristiano se enfocaran en críticas de distinto tenor al nacionalismo
de ciertos sectores encumbrados, así como a una genérica "indiferencia" de las élites
políticas e intelectuales para comprender los rasgos del mundo en la etapa de la Se-
gunda Guerra Mundial.

10 En muchos casos, muestra de cómo articulaba sus intereses la revista, se trataba de desgravaciones o
conferencias: " L a voz de un pastor", Orden Cristiano, 1 de abril de 1947 (sobre el discurso de mon-
señor De Andrea en la Casa Veraniega de la Empleada); " L a cuestión social y los católicos", Orden
Cristiano,\5 de mayo de 1947 (sobre conferencia del abogado italiano Fernando Della Rocca).
11 B A D E N O C H , A . G . "Hacia el servicio médico estatal", Orden Cristiano, 15 de julio de 1947; R E -
PETTO, Norberto, " L a vivienda: Un problema social y moral", Orden Cristiano, 1 de septiembre de
1947. Sobre estos temas véase Torre y Pastoriza (2002) y Ballent (2005).
200 Iglesia y religiosidades

¿Qué hacer?
Como adelantamos en la primera parte del artículo, durante la segunda mitad de los
años treinta, los miembros de i popolari se mostraron activos en el plano cultural:
tradujeron sistemáticamente a Sturzo, fundaron una pequeña casa editora, la Editorial
Popular, que logró poner en circulación algunos folletos, y entre 1939 y 1945 edita-
ron mensualmente el periódico Tiempos Nuevos. Desde sus páginas denunciaron al
fascismo -especialmente la idea de que podía compatibilizarse con el catolicismo- al
tiempo que se ocuparon de las reformas sociales con las que esperaban contener el
conflicto social y conducir la clase obrera a las filas de la Iglesia. A diferencia de
lo que ocurría con otros sectores del antifascismo católico, estas actividades no se
concebían como el fin central del grupo sino, más bien, como tareas de formación
y preparación del ambiente, en vistas a la consolidación del partido. E n esto no se
apartaban de los lineamientos de 1927, cuando se optó por la creación de una agrupa-
ción de inspiración democristiana como vehículo para eníf entar los desafíos sociales.
Aunque los resultados fueron, como en otros casos, muy limitados -apenas el ingreso
de un concejal en Buenos Aires, José Pagés-, la opción por el partido no se puso en
duda. Por el contrario, a mediados de los años 1930, la juventud partidaria intentó
dinamizar la agrupación, sumida en el estancamiento, y volvió a invocar el modelo
del Partido Popular Italiano a pesar de que, con la creación de la Acción Católica, los
márgenes para la actividad partidaria de los laicos eran cada vez más estrechos. E l
vínculo epistolar con Sturzo y sus recomendaciones prácticas jugaron por aquellos
años un rol clave, sobre todo a la hora de mantener las expectativas frente a la co-
yuntura adversa. E n 1938 y 1940 volvieron a sufrir derrotas contundentes en Buenos
Aires y, a partir de entonces, aunque intentaron relanzar el partido tras el cierre del
Concejo Deliberante en 1941 y el golpe de Estado de 1943, la militancia se con-
centró básicamente en la labor intelectual. 12 Tampoco el intento por crear en el país
una sección del grupo People and Freedom, una iniciativa antifascista internacional
encabezada por Sturzo, tuvo un eco positivo. L a experiencia agudizó las tensiones en
el arco antifascista católico y, de hecho, marcó el inicio del proceso de disgregación
de los sturzianos (Mauro, 2017).
A diferencia de ellos, los integrantes de Orden Cristiano colocaron la organiza-
ción político-institucional en un sitio lateral frente a sus preocupaciones por el debate
ideológico, por lo menos hasta el ciclo final de la revista, cuando las posibilidades
de institucionalizar el heterogéneo movimiento democristiano abrieron diversos de-
bates similares a los que los populares habían tenido en los años treinta. De hecho,
fue justamente tras la disolución de los sturzianos que los maritaineanos comenzaron
un complejo proceso de polémicas, con múltiples idas y venidas, sobre cómo hacer
del movimiento un partido político. Los intentos de los católicos democráticos de

12 Tiempos Nuevos, 1 de septiembre de 1943.


Un camino resbaladizo 201

converger con la Unión Democrática en las elecciones que llevaron a Juan Perón a
la presidencia fueron seguidos con interés desde la revista, que promovió sus activi-
dades e hizo circular sus documentos. E l destacado rol que la democracia cristiana
comenzó a tener en la Europa de la posguerra fue un aliciente, y el grupo editó múl-
tiples notas sobre las organizaciones del viejo continente, sus principios, proyectos y
desempeños electorales. E n efecto, la atención que la publicación dedicó a la demo-
cracia cristiana hizo del tópico uno de los más transitados en la etapa de posguerra de
Orden Cristiano, en especial ante el triunfo de Perón y la convergencia de gran parte
del catolicismo local con su gobierno, que colocó a estos intelectuales y militantes
ante la pregunta de cómo oponerse a un gobierno electo, no ya a uno de facto como
el iniciado en 1943. De a poco, las páginas de la revista fueron mostrando notas que
expresaban la ocasión o la necesidad de construir una Democracia Cristiana en el
país. Así, desde el quinto aniversario de su salida, el quincenario inscribió en tapa la
leyenda "Revista demócrata de inspiración católica", que la identificaba con la línea
internacional del movimiento demócrata-cristiano. También en esta etapa, comenza-
ron a aparecer notas del propio Sturzo, entendido desde las páginas de la publicación
como un intelectual destacado cuanto como un articulador político de la democracia
cristiana.
En 1947, se realizó en Uruguay el primer encuentro regional de políticos e in-
telectuales democristianos, con delegaciones del país anfitrión, Chile, Brasil y la Ar-
gentina, donde Manuel Ordóñez, colaborador de Orden Cristiano, fue el represen-
tante del grupo argentino, en el que entre otros estuvo el propio Duhau. Allí se dio
origen a la Organización Demócrata Cristiana de América ( O D C A ) . E n la reunión se
redactó un documento fundacional que abrió una polémica en la revista por ciertos
puntos de su contenido, precisamente en temas vinculados con la faceta económica
y social. E l texto, que criticaba las dictaduras, promovía la democracia y el huma-
nismo, se mostraba crítico con algunas dimensiones del capitalismo. A raíz de ello,
el economista Carlos Coll Benegas inició el cruce con una carta donde criticaba el
documento montevideano y abrió un intercambio que se prolongó durante varios nú-
meros, al punto que se publicaron intervenciones del director y de otros integrantes
del grupo en torno a la polémica como modo de expresión y debate al interior del
espacio demócrata cristiano. 13 E l intercambio de notas pronto excedió la intervención
polémica de Coll Benegas y se abrió a otras voces, como las de firmas invitadas. 14
Así, la revista, que publicó la última intervención del economista con la aclaración de

13 C O L L B E N E G A S , Carlos "Una carta". Orden Cristiano, 1 de junio de 1947; D U H A U , Alberto


"Aclaración", Orden Cristiano, 15 de junio de 1947; " L a reunión de Montevideo y sus consecuen-
cias", Orden Cristiano, 1 de agosto de 1947.
14 Ver P O T E N Z E , Jaime "Lastres del movimiento demócrata cristiano", Orden Cristiano, 15 de julio de
1947; PÉREZ CATÁN, Mauricio " A propósito del manifiesto demócrata cristiano de Montevideo",
Orden CristianoX de agosto de 1947; P O T E N Z E , Jaime "Principios orientadores del congreso de
202 Iglesia y religiosidades

que se buscaba promover el libre debate, evaluó que este era resultado de una de las
encrucijadas del momento, y las notas se desplegaron.15 Entre otros artículos, Enrique
de Gandía buscó una relación armónica entre los intereses privados y el de la so-
ciedad, proponiendo su complementariedad.16 Desde Montevideo, Carlos Bauchent
Bermúdez insistió en la posición humanista de la lectura del documento, abogando
por una economía basada en la moral y entendiendo a esta como identificada con la
religión. 1 7 Jaime Potenze, por su parte, señaló como "un acierto" que el encuentro en
Uruguay hubiera partido de afirmar la doctrina social cristiana, en épocas donde aún
"la mayoría de la personas" entendía que la solución al problema social estaba en los
extremos del fascismo o el comunismo. 18 E l eje humanista, en efecto, fue el signo de
las intervenciones, con el capitalismo como problema y las diversas interpretaciones
de cómo articular una respuesta social cristiana marcando el tono de los cruces. En
momentos en que el peronismo reclamaba para sí la doctrina socialcristiana y una
posición equidistante del liberalismo y el comunismo, la serie de cruces aparecidos
en el quincenario expresaban no solo las desavenencias en el interior del espacio de-
mocristiano sino los modos en los cuales estas debían medirse con las posiciones del
gobierno argentino y el vínculo de este con la Iglesia. E n el número 149, en tanto, la
F

revista publicó el editorial "Organo de la Democracia Cristiana", donde completó su


vínculo con el incipiente movimiento y las divergencias internas quedaron marcadas
claramente por dos líneas: por un lado, aquellos actores más cercanos al liberalismo,
como Duhau y Coll Benegas, mientras que por otro Potenze o Giménez de Bustaman-
te comenzaron a profundizar una faceta social católica y personalista que iba más allá
de las ideas de Maritain y recordaba la postura de los populares. Este conflicto interno
fue, finalmente, uno de los diversos problemas que llevó a que la revista dejara de
salir en 1948, tras 155 números. Las persistencias y transformaciones de estas líneas
podrán rastrearse luego de acabada la experiencia de Orden Cristiano como dos ten-
dencias diferenciadas en el espacio católico democrático local, que se reformularían
tras el golpe de Estado de 1955 y durante la década siguiente (Zanca, 2006; Teodoro,
2012; Teodoro y Vicente, 2015).

Montevideo", Orden Cristiano, 1 de agosto de 1947; C O L L B E N E G A S , Carlos "Sobre el capital y el


trabajo", Orden Cristiano, 1 de agosto de 1947.
15 "Neofascismo, comunismo y reacción capitalista", Orden Cristiano, 15 de agosto de 1947.
16 D E G A N D I A , Enrique, "Propiedad privada y vida colectiva", Orden Cristiano, 1 de septiembre de
1947.
r

17 B A U C H E N T B E R M U D E Z , Carlos, " L a economía al servicio del hombre",Or/e/7 Cristiano, 1 de


septiembre de 1947. Previamente, la revista había puesto foco en el movimiento francés Economía et
Humanismo, ver "Un gran movimiento de inspiración cristiana", Orden Cristiano, 1 de julio de 1947.
18 P I V I D A L , Rafael, " L a doctrina social cristiana", Orden Cristiano, 15 de septiembre de 1947.
Un camino resbaladizo 203

Conclusiones. Una convivencia difícil


Con el transcurso de los años treinta y principios de los cuarenta, de la mano de las
frustraciones acumuladas en política, la retórica antielitista de los sturzianos se acen-
tuó. Es cierto que públicamente, desde las páginas de Tiempos Nuevos, se mantuvie-
ron los buenos modales y sobre todo a través de su principal figura, Miguel Gugliel-
mino, se siguió buscando el acercamiento con Orden Cristiano y con monseñor De
Andrea. Puertas adentro, sin embargo, otros referentes cargaban tintas contra el arco
reaccionario que supuestamente había hecho naufragar a la democracia cristiana. No
lo integraban, además, como al comienzo, solo "terratenientes", "burgueses" y polí-
ticos "liberales" sino también el "clero rico" y las jerarquías eclesiásticas -incluidos
el cardenal Santiago Luis Copello y los obispos considerados democráticos como De
Andrea y Gustavo Franceschi-, a quienes criticaban con dureza. Hacia mediados de
los años cuarenta, tras varios intentos frustrados de confluencia, se agregaron tam-
bién a la lista de los populares los católicos de Orden Cristiano, quienes desde sus
primeros números habían hecho, vaya paradoja, invectivas contra los reaccionarios. 19
Según Luigi Chiti, uno de los asiduos colaboradores de Guglielmino, se trataba de
un grupo de "aristócratas" desinteresados de la clase trabajadora y, por ende, también
responsables de la cuestión social, del peligro revolucionario y la generación de con-
diciones para la aparición de formas de fascismo criollo. 20
Como se analizó a lo largo del trabajo, el problema no era solo el perfil de clase
de los miembros de Orden Cristiano -calificado de "demasiado alto" por el presbí-
tero Silvio Braschi-, sino las ideas que fueron sedimentando acerca de en qué con-
sistía la regulación económica y la reforma social y otras pautas propias de cómo los
maritaineanos leían la realidad. E n efecto, por fuera de las posiciones democráticas
antifascistas y de cierto uso de los preceptos católicos, era más lo que separaba que
lo que unía. Si bien ambos grupos se identificaron con la idea democristiana como
base, los modos de interpretarla fúeron haciéndose cada vez más disímiles: mientras
los populares centraron su ideario en una democracia de tipo social y buscaron con-
ciliar corporativismo, catolicismo y democracia electoral, los miembros de Orden
Cristiano pensaron la democracia básicamente a partir de un registro político liberal
y, al menos parte de ellos, asociaron de forma cada vez más estrecha corporativismo,
intervención estatal y totalitarismo. Estas diferentes configuraciones explican que
mientras los segundos actuaron en distintas redes político-intelectuales seculares y
utilizaron muchos de los ejes discursivos que circularon por dichos espacios, los
populares fúeron más entrópicos. Diferencias de clase y organización, de formas de

19 "Lucharemos contra ciertas pretensiones actuales de atar nuestra religión a un concepto reaccionario
de la vida", planteaban ya en el artículo de presentación, presuntamente escrito por Pividal, "Orden
Cristiano" {Orden Cristiano, 15 de septiembre de 1941).
20 Carta de Chiti a Sturzo, 10 de agosto de 1942, S E G 606, F S , Istituto Luigi Sturzo, Roma.
204 Iglesia y religiosidades

posicionarse y de intereses inmediatos permiten entender tales pautas que, como se


mostró a lo largo del artículo, hicieron crujir desde adentro las tramas del "catolicis-
mo democrático". E l peronismo, visto en líneas generales como una forma "criolla"
de fascismo, contribuyó por un tiempo a contener esas disidencias y mantener la
unidad de Orden Cristiano, al menos hasta que, tras el Congreso de Montevideo,
las tensiones derivadas de las diferentes agendas en materia social y económica se
hicieron incontenibles.
En resumidas cuentas, el antifascismo católico argentino, minoritario pero no
por ello marginal en el amplio universo confesional, se nutrió de actores con distin-
tas procedencias, trayectorias y modos de intervención, disímiles preocupaciones e
idearios. E n esas diferencias es posible hallar una de las claves para comprender el
dificultoso camino político de la democracia cristiana en la Argentina de la segunda
posguerra.

Fuentes

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